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Segunda entrega conjunta

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Ondina y la tristeza Gracias Ovidio, no creo que mis sencillas ilustraciones merezcan unos acompañamientos tan exquisitos como los que les estás proporcionando. A quí  queda Ondina, para siemp re, arropada por tu texto. Sentada en el quicio de su ventana, con el océano al fondo, Ondina rememoraba todo lo que había acontecido en su vida   hasta haber logrado el éxito y convertirse en   la prima ballerina assoluta de los siete mares. Ella, nacida en las quietas aguas de una humilde laguna, había vencido, en singulares duelos,   a las más afamadas nereidas. No había habido magia ni hechicerías, sólo trabajo duro y constante. Bailar sobre el espejo estático de la laguna era una insignificancia, lo extraordinario era bailar sobre las furiosas olas marinas y dominarlas a tu antojo; vestirte con sus espumas y degustar en los labios el sabor, aunque fuera salado, del triunfo de la doma; eso era lo que ella siempre había deseado y por lo que   había luchad...
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Tengo que agradecer al gran Ovidio Moré que me haya cedido una brizna de su genialidad (que es mucha) y haya escrito para mi humilde ilustración esta breve joya. Gracias por crear un universo maravilloso para esta pequeña Mirai y en el cual, a partir de ahora, podrá vivir eternamente. Mirai Maia Ella recogía las esquirlas de estrellas fugaces que habían quedado desperdigadas por la campiña después de Las Perseidas,  y las sembraba en macetas multicolores  en el invernadero. El invernadero había pertenecido a su tío Gráncibal, botánico, mago y alquimista; de él  había aprendido  el cultivo de amapolas perennes y la domesticación de peces en el éter, entre otras hechicerías. Cada mañana regaba las esquirlas con agua de mar, pues había leído en el Gran Libro de las Maravillas, también heredado de su tío, que las estrellas sólo se alimentaban de agua salobre. Cuando las esquirlas germinaban en las macetas, las trasplantaba a su jardín, situándolas en torno a...