ORHAN PAMUK
Nació en 1952 en Estambul.
Ha realizado estudios de Arquitectura y Periodismo que abandona para dedicarse a la literatura.
Ha pasado largas temporadas en EE.UU., en la Universidad de Iowa y en la Universidad de Columbia como profesor de Humanidades.
Comenzó a destacar con sus primeras obras, y pronto se erigió en uno de los fenómenos literarios de la nueva literatura turca.
Por sus opiniones políticas ha sido llevado a juicio en varias ocasiones por ello y ha tenido que abandonar su país por amenazas.
La posición cívica de Pamuk ante los derechos humanos, particularmente ante los problemas armenio y kurdo en Turquía, lo ha convertido en un escritor polémico en su patria, admirado por unos y considerado un traidor por otros.
Su éxito mundial se desencadenó a partir de los elogios que John Updike dedicó a su novela El astrólogo y el sultán.
Desde entonces ha obtenido numerosos reconocimientos internacionales, como el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, y sus libros ya se han traducido a más de treinta idiomas.
Enntre otro galardones, en el 2005 recibió el Premio de la Paz de los libreros alemanes.
En el año 2006 obtuvo el premio Nobel de Literatura como un escritor que, "en búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal, ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas", según dice el acta del jurado de la Academia Sueca.
]ORHAN PAMUK, ARA GÜLER Y ESTAMBUL
En el Discurso de presentación del premio Nobel de Literatura 2006, la academia sueca dijo de él: "¡Muy honorable Orhan Pamuk! Has hecho de tu ciudad natal un territorio literario indispensable, igual que el San Petersburgo de Dostoievski, el Dublín de Joyce o el París de Proust: un lugar donde los lectores de todos los rincones del mundo pueden vivir otra vida, tan creíble como la suya, llena de un sentimiento ajeno que reconocen inmediatamente como propio".
Orhan Pamuk ha estado siempre muy ligado personal y sentimentalmente a Estambul, su ciudad natal, en la que ahora reside.
Siempre ha estado implicado políticamente, hasta el punto de que, en la actualidad, sus declaraciones en 2005 sirvieron para apoyar a Ekrem İmamoğlu, el alcalde de Estambul detenido.
Por esta razón, ha indicado recientemente en un artículo de opinión en el diario británico The Guardian que "la democracia en Turquía estaba luchando por su vida".
Orhan Pamuk ha identificado su visión de Estambul, la ciudad en la que nació y se crió, con la de su coetáneo el fotógrafo Ara Güler, llamado "el Ojo de Estambul", del que ha dicho: "la Estambul de Ara Güler es mi Estambul".
Muchas de las novelas de Pamuk transcurren en Estambul, como por ejemplo: El castillo blanco, El libro negro y Me llamo Rojo.
Y a esta ciudad, cruce de culturas, dedica su libro de memorias Estambul. Ciudad y recuerdos del que aquí puedes leer un fragmento suyo titulado Hüzün que en turco significa tristeza o amargura.
Las fotos que acompañan los textos de Orhan Pamuk en esta entrada son del fotógrafo Ara Güler.
AMARGURA
En Estambul la Historia y los restos de las victorias y las civilizaciones del pasado están demasiado próximos. Por muy descuidados, ignorados y enterrados entre montones de cemento que se encuentren, tanto los grandes monumentos de la ciudad y las gigantescas mezquitas conmemorativas como también los diminutos restos de acueductos, las fuentes y los oratorios que hay en cada esquina recuerdan a los millones de personas que viven entre ellos que son lo que queda de un gran imperio.
Al contrario que en las ciudades occidentales que han formado parte de grandes imperios hundidos, en Estambul los monumentos históricos no son cosas que se protejan como si estuvieran en un museo, que se expongan, ni de las que se presuma con orgullo. Simplemente, se vive entre ellos. Eso es algo que ha gustado mucho a algunos viajeros occidentales que han dejado memoria de su visita. Pero a los habitantes de la ciudad, con los sentimientos a flor de piel, la fuerza y la riqueza del pasado son algo que desapareció con aquella cultura y que les recuerda que el presente es incomparablemente más pobre y confuso. Ninguna de esas estructuras, «adaptadas al entorno» por la suciedad, el polvo y el barro frutos del descuido, permite el placer de enorgullecerse de ellas, lo mismo que las mansiones de madera que veía arder una a una en mi infancia.
Este sentimiento se puede comparar al de Dostoievski cuando no entendía, estando en Suiza en 1867, cómo era posible que los ginebrinos les gustara tanto su ciudad. «Miran las cosas más simples, hasta los postes de las calles, como si fueran lo más hermoso y extraordinario», dice enfurecido Dostoievski, el furioso nacionalista antioccidental, en una carta. Los ginebrinos se enorgullecen del entorno histórico en que viven hasta cuando indican una simple dirección, diciendo: «Después de esa magnífica y elegante fuente de bronce». En cambio, en una situación parecida, un estambulí diría «gire por esa fuente ciega y siga la calle por todo el solar con los restos del incendio», y además se sentiría molesto por lo que el forastero va a ver por aquellas calles tan pobres. Por dar un ejemplo al azar, podemos tomar el del cuento Bedia y la hemosa Eleni de Ahmet Rasim, uno de los mejores escritores de Estambul y de quien hablaré más adelante: «Pase los baños de Ibrahim Bajá. Siga un poco. A su derecha, al principio de la calle, verá una casa destartalada que da a las ruinas (de los baños)».
Un estambulí más positivo indicaría la dirección sirviéndose de los colmados y los cafés, la mayor riqueza de Estambul, como muy probablemente haría todo el mundo. Porque el mejor atajo para desprenderse de la amargura que provoca ser lo que queda de un poderoso imperio consiste en ignorar los monumentos y no prestar atención a los nombres de los edificios ni a las características arquitectónicas que los diferencian. Eso es lo que hacen los estambulíes ayudados por la pobreza y la ignorancia. Por ejemplo, dejan totalmente de lado la idea de Historia y tratan esos monumentos como si se hubieran levantado hoy mismo, arrancando piedras de las murallas de la ciudad para usarlas en sus construcciones y pretenden restaurarlas utilizando hormigón. Otra manera de olvidar es plantar en lugar de lo derruido o quemado un bloque de pisos «occidental y moderno». Todo ese desinterés y toda esa destrucción acaban por incrementar la sensación de amargura, añadiéndole además un toque de dejadez y miseria. La amargura implantada por el dolor provocado por la destrucción, la pérdida y la pobreza prepara a los estambulíes para nuevas derrotas e insospechadas formas de pobreza.
Hüzün (Amargura)
Estambul. Ciudad y recuerdos
FUENTES UTILIZADAS
Para la realización de esta entrada se han utilizado, entre otras, las siguientes fuentes:
Ara Güler Museum. Instambul. Turquía. Fotografías ©Ara Güler. https://aragulermuzesi.com/
Pamuk, Orhan. Estambul. Ciudad y recuerdos. Editorial Mondadori, 2006.Engdahl, Horace. Discurso de presentación del premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk. https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2006/ceremony-speech/
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