SIN LÍMITES
VIGILANTE DEL UNIVERSO
En el agreste llano de Chajnantor, a unos 5,050 metros sobre el nivel del mar (msnm), 66 níveas bailarinas se mueven al son que los astrónomos dictan. Son las antenas de ALMA, siglas en inglés de Atacama Large Millimeter/submillimeter Array, cuya danza, que evoca a los bailes tribales de la antigüedad, tiene un único espectador: el incomparable cielo del desierto de Atacama, en Chile. Y un solo objetivo: iluminar los objetos más lejanos y oscuros del Cosmos, hasta ahora inaccesibles a nuestros ojos.
Estos llegan bajo la forma de un singular “eco estelar”: las ondas milimétricas y submilimétricas, un tipo de luz de onda larga no visible para los telescopios ópticos e infrarrojos, pero que son captadas por las radioantenas de ALMA, una de las iniciativas científicas más importantes y costosas de las últimas décadas.
Dichos “ecos” proceden de lugares en extremo distantes. Zonas “oscuras” y frías donde ocurren cosas tan intrigantes como el nacimiento de planetas, estrellas y galaxias. “Esa capacidad de mirar el universo oscuro es su característica más importante –afirma Danilo Vidal, coordinador de visitas del Departamento de Educación y Extensión del Observatorio ALMA–. Por ello es el primer radiotelescopio con
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