SIN LÍMITES
Sigue a las ranas
En el corazón de una selva costarricense, la lluvia corría por mis mejillas y el agua lodosa se arremolinaba entre mis botas. Con mi lámpara, asesté una puñalada a la oscuridad. Aquí encontraremos nuestras ranas.
Nos atrajeron con una rara orquesta nocturna: silbidos, croares e hipos. Viajamos miles de kilómetros para poder echar un vistazo y ahora nos rodean. Sin embargo, nos vuelve locos no poder verlas. Luego, entre los árboles, se escucharon voces emocionadas.
“Aquí. Debajo de esta hoja”, susurró el naturalista Michael Starkey. Nos sentamos en cuclillas alrededor de un matorral pequeño. Una diminuta rana de cristal nos devolvía la mirada.
A esta pronto la acompañaron otras que pudimos ver en los días siguientes: especímenes de
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