SIN LÍMITES
La pandemia y la trama indígena
Saludables vivían. No había enfermedad, no había fiebre para ellos, no había viruelas, no había ardor de pecho, no había dolor de vientre: no había consunción.
Este pasaje, de gran elocuencia y muy revelador, proviene del Capítulo II –“Kahlay de la Conquista” – de Chilam Balam de Chumayel. Más que una manifestación de nostalgia, es el testimonio idealizado sobre la condición de salud de los mayas previa a la llegada de los españoles.
Escrito en papel europeo en forma de cuadernos, el libro fue reescrito en enero de 1782 por Juan José Hoil, quien lo entregó a Justo Balam, un taumaturgo que, en funciones de sacerdote, tenía reputación de profeta. Chilam es pues el que profetiza, y Balam el nombre de familia.
La descripción es una de muchas evidencias históricas que acreditan que las comunidades precolombinas no llegaron a padecer epidemias. En el Códice Chimalpopoca existen empero referencias de que la peste pudo haber cundido en la época, o de que la caída de Tula se debió, entre otras causas, a la pestilencia.
Este elemento de convicción se vigoriza al constatar que no hay registro de que los europeos hubieran enfermado al entrar en contacto con el ecosistema prehispánico. Por lo contrario, como se ha acreditado una y otra vez en numerosos análisis históricos, las pandemias que trajeron los conquistadores –sarampión, viruela y fiebre amarilla, entre otras, y la consecuente neumonía y pleuresía– arrasaron
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