LOS SECRETOS QUE GUARDAMOS
BLOQUE DEL ESTE
1949-1950
La musa
Cuando llegaron los hombres de traje negro, mi hija les ofreció una taza de té. Ellos aceptaron educados, como si fueran nuestros invitados. Pero cuando empezaron a volcar los cajones de mi escritorio, a tirar al suelo los libros de la estantería, a dar la vuelta a los colchones y a revolver los armarios, Ira apartó el hervidor del fogón y colocó de nuevo las tazas y los platitos en el armario.
Un hombre que llevaba un gran cajón de embalar ordenó a los otros que metieran en él todo lo que pudiera ser útil, y mi hijo pequeño, Mitya, fue al balcón, donde tenía su eriza, y la envolvió en su jersey, como si temiera que los hombres se la llevaran también. Uno de ellos — el que luego me deslizaría la mano por el trasero mientras me hacía subir a su coche negro— le acarició la cabeza diciéndole que era un buen chico. Mitya, mi dulce Mitya, se la apartó con un movimiento violento y se retiró a la habitación que compartía con su hermana.
Mi madre, que estaba en el cuarto de baño cuando los hombres llegaron, salió en albornoz con el pelo todavía
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