Fidel Delgado
«El mal humor es una señal de la vida que te dice “¡por ahí no!”»
Dice que es titiripeuta, pero en el lenguaje convencional sus credenciales lo definen como psicólogo clínico y especialista en psicología hospitalaria. Ejerció durante años en el hospital La Paz de Madrid y como profesor en la Escuela Universitaria de Enfermería, entre otros. Y hoy, a sus 75 años, difunde su mensaje en charlas y cursos, donde se presenta a menudo como «transitólogo». Es decir, el que con sus reflexiones ayuda a las personas en tránsito a cruzar hasta la otra orilla. A que ganen en conciencia.
En esta tarea, uno de los pilares es el humor. «Pero no me refiero a hacer chistes o gracias», aclara, «sino a la capacidad de darnos cuenta qué es lo que ocurre en nuestras vidas». Mirar, reírnos y seguir. El humor –repetirá muchas veces– es «el mecanismo perfecto con el que la vida nos avisa si vamos por buen camino
Delgado también indaga en la muerte y en cómo acompañar a las personas que llegan a este umbral. Su libro Saber cuidarse para poder cuidar (editorial PPC, 2005) –que ya va por su séptima edición– reúne claves y propuestas para cuidadores, y no es raro que sus páginas aparezcan fotocopiadas en tablones de anuncios de hospitales.
Sea cual sea el tema que aborde, esta conversación con Delgado, al igual como sus propias charlas, estará plagada de juegos de palabras, anécdotas y maneras peculiares de ilustrar las piedras en los zapatos que nos molestan al caminar. En Internet, una decena de vídeos (www.fideldelgado.com. es) muestra su estilo: una mezcla de risa y profundidad.
El humor para transformarse. ¿Por qué es un buen acompañante para cruzar a la otra orilla?
El humor es una palabra que aglutina muchos significados y por eso a veces es peligroso utilizarla. Para la mayoría, es una gracia, un chiste, y para mí esa es sinónimo del fluir en la vida: si tienes sentido del humor te das cuenta de que todo está en cambio constante y ves cómo la vida fluye en ti. Es una óptica liviana, que no se da demasiada importancia, pero que, a la vez, es trascendente porque te lleva a un lugar distinto.
