De arrecifes sonoros…
Recientemente esta columna propuso un florilegio de obras de la literatura musical de nuestra patria, seleccionando a 40 compositores cuya producción, a la manera de pintores del viento o de escultores de lo invisible, debe conocerse mejor y ser, por supuesto, más disfrutada. En la propuesta referida, ocupó el lugar trigésimo octavo –la selección abarcó cuatro siglos y fue cronológica, de ahí el numeral– un eminente músico nacido en 1962 en la Ciudad de México, a quien le solicitamos una entrevista exclusiva. Su nombre: Leonardo Coral. Y la composición que lo representó: El jardín de las delicias (un concierto para flauta y orquesta sinfónica).
De temperamento afable y modales atentos, el maestro Coral puede enorgullecerse de ser progenitor de un centenar y medio de obras para una dotación instrumental fuera de lo ordinario, amén de, y la lista de instrumentistas, orquestas y agrupaciones que tocan su música es cuantiosa. Con agradecimientos implícitos para su persona, la charla ha debido realizarse con la “sana distancia” de por medio y con el “semáforo rojo” de la prevención sanitaria causada por el covid-19.
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