LA GENÉTICA DE LA POBREZA
La pobreza es más que un estatus socioeconómico. Es una colección de síntomas correlacionados, que son prevenibles y tratables. Y además pueden ser hereditarios”, asegura el economista Christian H. Cooper, agente de bolsa y colaborador habitual de The Wall Street Journal y Financial Times. “Me siento como si estuviera diseñado para vivir en un estado permanente de tensión, de lucha-huida, siempre esperando que suceda lo peor, que llegue el día en que no tenga qué comer”, comenta este neoyorquino, a pesar de que sus ingresos rondan los 700.000 dólares anuales. Cooper lo achaca a sus orígenes: nació en el seno de una familia rural sin recursos: “El pánico se instaló en mí a la edad de ocho años, ante la perspectiva de una perpetua incertidumbre respecto a todo, desde la comida o la ropa hasta la educación. Sabía que la vida que estaba viviendo no podía ser normal. Algo iba mal con el pequeño microcosmos en el que habitaba. No estaba seguro de qué era”, recuerda Cooper en un artículo de la revista Nautilus.
Hoy, la ciencia podría darle algunas respuestas. No solo se trata de lo evidente: crecer sin ninguna seguridad económica nos hace sentir inestables, vulnerables, asustados, estresados... Reduce las oportunidades de salir adelante, y no es únicamente por la falta
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