SIN LÍMITES
ANA MARÍA LA LOBERA LA ENCANTADORA DE LOBOS
Decían que eran seres con poderes sobrenaturales por el dominio que ejercían sobre los lobos, y no era raro verlos siempre acompañados por estos animales. Tocaban a la puerta pidiendo cobijo y alimento a cambio de protección contra las manadas de lobos a las que tenían capacidad de doblegar. Aceptar su chantaje, disfrazado de ayuda, proporcionaba seguridad. Negarse al ofrecimiento desencadenaba la ira del encantador de lobos, quien podía llegar a comandar a sus caninos amigos contra rebaños y familias. No solo las ovejas corrían peligro si se despreciaban sus servicios, sino también las personas. Y parece que eran tan diestros en su oficio, que había personas que los contrataban, incluso, para que azuzaran a las bestias contra sus propios vecinos y enemigos, movidos por envidias y rencillas. A pesar del halo sobrenatural con el que frecuentemente se envolvía al lobero, identificándolo con un brujo, no tenían ninguna habilidad mágica, pero sí el don de embaucar a la gente e inspirar miedo. Es posible, en cualquier caso, que de hecho tuvieran dotes especializadas de adiestramiento lobuno, pero también pudieron sembrar el pánico con una panda de secuaces muy humanos, e incluso con sus propias manos. Después de todo, no hacía falta ser un lobo para matar, descuartizar y repartir desgracias.
EN FEMENINO
En este oficio de hombres, hubo una mujer asturiana llamada contra quien el Santo Oficio abrió un proceso judicial, y es que la Inquisición llegó a perseguir con ahínco a los loberos. Si tenemos datos biográficos de esta joven asturiana, también conocida como la Llobera de Llanes, es porque el Santo Oficio de Toledo encargó densos informes sobre los primeros veinticinco años de su vida. Asomarse a su lectura es adentrarse en la vida de una mujer desdichada. El triste relato de su historia es, quizás, uno de los que mejor conocemos hoy en día, teniendo en cuenta su origen humilde. Lamentablemente, no son muchos los que se han tomado la molestia de desempolvar los archivos loberos y otros cuentos olvidados, a medio caballo entre la magia y el folclore. Si lo hiciéramos, descubriríamos que, en cada
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