LA PINTORA DE BISONTES
En la actualidad se conocen alrededor de 350 yacimientos con arte rupestre paleolítico, una cantidad muy pequeña de eslabones para una cadena que se prolongó durante tanto tiempo y por tantos lugares. Presumiblemente, debieron existir (o aún existen y están por descubrir) otras muchas cuevas con tesoros artísticos desconocidos. Seguramente, al final de la última glaciación (Würm, hace unos 10.000 años) muchas cuevas pudieron quedar anegadas por la subida del nivel del mar. Y quién sabe si en alguna de esas cuevas por descubrir podría encontrarse la respuesta a este misterio. Lo que sí podemos comprobar es que este arte y las cuevas donde se encuentra provocan en nosotros una intensa emoción que araña lo más profundo de nuestro ser, tal vez porque agita la memoria ancestral de nuestra especie.
El eminente prehistoriador Henri Breuil, en su obra Cuatrocientos siglos de arte parietal, consideraba que seis cuevas estaban por encima del resto por su riqueza artística: Altamira, Lascaux, Niaux, Les Trois- Frères, Font-de-Gaume y Les Comballeres. Años después se descubrieron otras que bien pudieran tener la misma consideración: Tito Bustillo, en Asturias (descubierta en 1968), Chauvet (descubierta en 1994) y Rouffignac. Naturalmente, se podrían citar otras muchas cuevas con arte rupestre, pero las mencionadas contienen suficiente belleza artística como para desnudar nuestro espíritu mientras contemplamos sus pinturas. Y todas proponen un enigma indescifrable: un arte caracterizado por tres tipos de temáticas.
En primer lugar, se trata de un
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