LATIDOS DE INNOVACIÓN
La gran pasión que Leonardo da Vinci sentía por las máquinas y que le llevó a diseñar dispositivos que serían realidad muchos siglos después, como un parapente, una escafandra o un helicóptero, se traducía también en su admiración por la máquina más perfecta: el cuerpo humano. El artista plasmó en sus bocetos representaciones muy precisas de diferentes partes del organismo, entre ellas de uno de los órganos más importantes para la vida: el corazón.
“Leonardo ha sido reconocido durante mucho tiempo como uno de los grandes artistas del Renacimiento, pero también fue un pionero en la comprensión de la anatomía humana. Como ingeniero y artista quería saber no sólo cómo se construía el cuerpo, sino también cómo funcionaba”, dice Declan O’Regan, director del grupo de imágenes cardiacas computacionales del MRC Instituto de Ciencias Médicas de Londres (Reino Unido) en el Imperial College. En los inicios del siglo XVI, Da Vinci dibujó por primera vez la intrincada red de fibras musculares del corazón, llamadas trabéculas, que forman patrones geométricos en la superficie interna de este órgano. Ya entonces, el genio especuló con que esta red de fibras sirviera para calentar la sangre a medida que fluía por el corazón, pero no tenía forma de comprobarlo.
Hoy, un equipo de científicos entre los que figura O’Regan está más cerca de averiguarlo. “Sólo ahora, con técnicas modernas de imágenes, simulaciones por computadora y, ha contado con la inteligencia artificial para procesar 25,000 imágenes de resonancia magnética del corazón, a las que se sumaron los datos genéticos asociados. Con toda esta información, los autores han concluido que la superficie rugosa de los ventrículos del corazón –sus cavidades inferiores-permite que la sangre fluya más eficientemente en cada latido. También han averiguado que hay seis regiones en el ADN humano que afectarían al desarrollo de los patrones fractales en las trabéculas.
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