El precio de la desigualdad
no es extraño que cuando pensamos en la desigualdad económica intuyamos, a priori, que es un fenómeno que perjudica a los de abajo y beneficia a los de arriba, que es malo para los más pobres y bueno para los más ricos que son, al fin y al cabo, los que acumulan la riqueza y tienen mejor nivel de vida. Sin embargo, esto no es necesariamente cierto. La desigualdad económica puede ser perjudicial para la sociedad en general y para los más ricos en particular.
“Reducir la desigualdad es positivo para el crecimiento económico", dice la economista Anna Campos
De hecho, el fenómeno de la desigualdad creciente es comúnmente citado, junto con el Cambio Climático, como uno de los peligros existenciales para la democracia liberal y el actual modelo económico, ya que tensiona las sociedades, las polariza, genera desafección hacia el sistema y puede ser el caldo de cultivo de diferentes populismos y totalitarismos. “Si bien la desigualdad es un fenómeno hasta cierto punto inevitable en las economías modernas”, escribe la economista Anna Campos en un informe para Caixabank Research, “la evidencia empírica más reciente sugiere que disminuirla, especialmente
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