La península ibérica sufrió cuatro oleadas de ataques vikingos en los siglos IX, X y XI, como ya hemos visto. Los escandinavos, inteligentes y estrategas, entraron en territorio hispano tanto por el norte como por el sur, desde la costa al interior y de las zonas insulares a las peninsulares, dejando una interesante huella arquitectónica y cultural poco estudiada y documentada hasta el momento.
La ubicación de dicha huella empieza por sorprendernos, ya que, aunque intuitivamente se asocie más la presencia de los escandinavos a la cornisa cantábrica que a la costa mediterránea –y es cierto que las incursiones en aquella fueron más prolongadas en el tiempo que en esta–, en Andalucía este pueblo dejó numerosos reflejos de su carácter y cultura, muy vinculados a su naturaleza bélica, tras sorprender en varias ocasiones a sus contemporáneos emires omeyas de Córdoba.
FORTALEZAS EN EL SUR
En la primera campaña de los vikingos en España, iniciada aproximadamente en el año 844, puede que los guerreros del norte estuvieran bajo el mando de uno de sus