Nueva Guinea, la segunda isla más grande del mundo, permaneció durante mucho tiempo como un territorio primitivo. Cuando decimos primitivo nos referimos a un lugar, prístino, donde la presencia de la moral, costumbres y economía modernas casi no habían hecho aparición. Hasta los años 50 del siglo pasado, la mayoría de los aborígenes mantenían sus tradiciones y vivían bajo el mandato de la corona neerlandesa en su mitad occidental (Nueva Guinea Neerlandesa) y del gobierno australiano en la oriental (Territorio de Papúa y Nueva Guinea). Un auténtico crisol de pueblos habitaba todo el mapa insular. En las tierras altas centrales estaban los dani y en las altas del sur, los huli. Las tierras altas orientales eran morada de los asaro y sus hombres de barro; mientras que en los dominios de Port Moresby, los koiari. También había reputados caníbales como los korowai y los asmat al sureste de Nueva Guinea Neerlandesa. La tranquilidad colonial iba a dar paso a una época convulsa.
Los últimos años como Nueva Guinea Neerlandesa estuvieron marcados por incursiones guerrilleras indonesias para apoderarse del territorio. Las agresiones fueron repelidas por el gobierno neerlandés, que quería conservar la colonia y fomentar una transición política que diera la independencia a sus habitantes. Estas escaramuzas apenas afectaron a los lugareños, que estaban envueltos en sus propias agresiones tribales. Una zona conflictiva en particular era la costa Casuarina, frente al mar