Existen seres humanos luminosos? ¿Puede una persona irradiar energía hasta el punto de generar luz? Es difícil de decir, ya que apenas existen evidencias científicas al respecto, a no ser que exceptuemos el caso de una mujer italiana que en 1934 asombró e impactó a la comunidad científica de su tiempo. El caso de Anna Monaro tuvo comienzo a principios de marzo de 1934, concretamente el día 8 de ese mes, en el hospital de la localidad de Pirano, en Italia. En aquel centro hospitalario se encontraba ingresada una mujer que respondía al nombre de María Gherardi. Una de las noches que permaneció en dicho hospital, la señora Gherardi se dedicaba a dar vueltas y vueltas en su cama, ya que tenía muchas dificultades para conciliar el sueño.
En un momento dado, Gherardi creyó ver una luz intensa que salía de una de las camas cercanas a la suya. Extrañada, la buena mujer se acercó al lecho donde yacía, dormida plácidamente, otra de las pacientes ingresadas. Fue entonces cuando Gherardi comprobó asombrada que la luz que había percibido no provenía de ninguna lámpara, linterna o vela encendida, sino que la emitía directamente el cuerpo de la mujer dormida. Alarmada, la paciente corrió a avisar a la enfermera de guardia, la cual, tras contemplar lo mismo que la mujer que había dado la alarma, decidió avisar al resto de enfermeras que trabajaban esa noche para que vieran lo que estaba sucediendo y actuar en consecuencia. Finalmente, y ante aquella inquietante visión, se decidió avisar al director del hospital, el doctor Doménico Sambo, para informarle del extraordinario suceso. La paciente causante de la emanación de la extraordinaria y espectral luz respondía al nombre de Anna