Víctor Jara fue consecuente con su compromiso político y como creador hasta el último aliento. El 11 de septiembre de 1973, cerca de las once de la mañana, llegó a la Universidad Técnica del Estado (UTE), en cuya Secretaría Nacional de Extensión y Comunicaciones trabajaba desde 1971. Lo hacía tras escuchar el llamamiento a los trabajadores del presidente Salvador Allende desde La Moneda, cercada por los militares golpistas, y recibir las instrucciones de la dirección de las Juventudes Comunistas, a cuyo Comité Central pertenecía desde hacía un año. Estaba previsto que esa mañana interpretara sus canciones en un acto en la UTE en el que Allende iba a convocar al país a un plebiscito para resolver el conflicto político. Cecilia Coll, la responsable de dicha Secretaría, recuerda cómo le instó a quedarse allí para, si se daba el caso, infundir ánimos con su guitarra a la comunidad universitaria. “Después sufrí mucho por su muerte. Me sentí de algún modo culpable ante él. No podía perdonarme no haberlo mandado entonces a su casa. Aunque más tarde los soldados ya emplazaban ametralladoras en los techos de los edificios cercanos a la universidad, pero hasta el toque de queda todavía era posible salir. Sin embargo, pensaba: en la calle lo pueden identificar y matar…”. En la UTE, la jornada transcurrió con cierta normalidad, tanto en el desarrollo de las clases como en el trabajo administrativo, hasta cerca del mediodía, aunque con una menor afluencia de alumnos, profesores y empleados. Osiel Núñez, presidente de la Federación de Estudiantes, había llegado a las nueve de la mañana y, en vista del desarrollo de los acontecimientos, había llamado a permanecer en el campus como gesto de resistencia ante el golpe de Estado.
La universidad asaltada
Por la tarde, tras el bombardeo de La Moneda, donde el presidente Allende puso fin a