a música patria revienta las bocinas en el Zócalo capitalino. Entre trompetas, guitarras y guitarrones, que resuenan en las joyerías que circundan la Plaza de la Constitución, y las luces pino, grana y crema que retratan fragmentos de la historia prehispánica, colonial y revolucionaria de México sobre las fachadas gubernamentales resguardadas por la pintoresca arquitectura del siglo xviii, vestigio de la Nueva entre las familias que lanzan pelotas, globos y planeadores de plástico al aire, trepita un eco ensordecedor, un viento helado que enchina la piel, una sombra dispuesta a quitar la máscara de alegría a la celebración que se prepara en las calles del Centro Histórico, un fantasma listo para recordarnos que detrás de todo ese espectáculo, detrás de los recintos históricos, cerca de las calles donde las luminarias ya no sirven y la gente habita las vías públicas, más de 14 personas —como Dante, Diego, Jaime, Roberto y Uriel, en Lagos de Moreno—desaparecen cada día.
Editorial
Sep 08, 2023
2 minutos
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos