En la antigua Atenas se generó una serie de procesos que resultó decisiva no solo para los propios atenienses y sus compatriotas griegos, sino para todos nosotros. En este artículo nos centraremos en uno de esos procesos, tal vez el más relevante.
En efecto, hace ya dos mil quinientos años los atenienses se dieron a sí mismos un sistema de gobierno que estaba fundamentado en el poder del pueblo. Lo llamaron democracia y constituía un motivo de orgullo para la propia ciudad. ¿Cómo fue posible?
¿Cómo explicar que, hace tanto tiempo, una ciudad griega creyera que el gobierno no debía estar en manos de los aristócratas, los reyes o los tiranos? ¿Qué fue lo que propició que todos los ciudadanos (varones) fueran considerados iguales y, por tanto, depositarios de los mismos derechos y deberes?
LA SOCIEDAD GENTILICIA ATENIENSE
La antigua Grecia fue un laboratorio en el que se experimentaron todos los sistemas políticos conocidos con una sola excepción: la dictadura. Pues bien, los diferentes regímenes de gobierno que caracterizaron la práctica política de los griegos tuvieron una característica común: la presencia permanente de una aristocracia dirigente que fundamentaba su acceso al poder en el privilegio de la sangre. Estos aristócratas se llamaban a sí mismos eupátridas, es decir, bien nacidos. En torno a ellos se creó una estructura gentilicia, completamente cerrada, cuyo principal objetivo era impedir toda innovación que pusiera