En el centro de la fértil tierra de Lacedemonia, también llamada Laconia, se encontraba la ciudad de Esparta. A la cabeza del Gobierno espartano figuraban dos reyes hereditarios que dirigían el ejército en tiempo de guerra, pero en momentos de paz el poder lo asumían dos familias terratenientes, lo que favorecía un régimen oligárquico, totalmente opuesto al régimen democrático que imperaba en Atenas. Por debajo de las clases dirigentes espartanas se encontraban los ilotas (esclavos), siervos locales, y los mesenios, descendientes de un pueblo preespartano que eran tratados como simples ilotas.
Los espartanos libres eran educados y entrenados para la guerra y llevaban una vida austera. Desde la infancia, los mayores daban palizas a los niños como parte de su entrenamiento y, más tarde, los ciudadanos eran incitados a usar la violencia contra los ilotas. Esparta podía reunir un pequeño ejército de unos 6000 hombres, cuyo entrenamiento militar los hacía temibles en el campo de batalla. Esa rudeza que caracterizaba el espíritu espartano era despreciada por la mayoría de los atenienses.
En el año 477 a. C. se creó la Liga de Delos, que encabezó el ateniense Arístides para mantener la ofensiva contra Persia. Pero esta liga solo representaba a la mitad del mundo griego. La otra mitad, que era dirigida por Esparta, la componían una serie de polis que se aliaron en torno a la Liga del Peloponeso. Esparta asistía con preocupación a la imparable ascensión de Atenas, una ciudad a la que había intentado manejar en los primeros años de la democracia. Una vez fueron rechazados los persas, los espartanos vieron a los atenienses como sus enemigos más temibles.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
El centro administrativo de la liga ateniense se ubicó en la isla de Delos, cuna del dios Apolo y lugar de reunión de los griegos jónicos. Sus miembros debían proporcionar barcos o dinerola ciudad-Estado más poderosa y la que contribuía con mayor número de naves al servicio de la guerra contra el enemigo común, el Imperio persa.