Verdades sobre el Tíbet, los dalái lamas y el budismo
Por Bernard Baudouin
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Verdades sobre el Tíbet, los dalái lamas y el budismo - Bernard Baudouin
Verdades sobre el Tíbet,
los dalái lamas y el budismo
Bernard Baudouin
VERDADES
SOBRE EL TÍBET,
LOS DALÁI LAMAS
Y EL BUDISMO
Filosofía de paz
contra la violencia en el mundo
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
Traducción de Sonia Afuera Fernández.
Diseño gráfico de la cubierta: © YES.
Fotografías de la cubierta: © David Kerkhoff/iStockphoto, © Shutterstock y © Ping Chuin Ooi/Fotolia.com.
© De Vecchi Ediciones, S. A. 2012
Avda. Diagonal 519-521, 2º - 08029 Barcelona
Depósito Legal: B. 25.428-2012
ISBN: 978-84-315-5406-4
Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.
Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera
06400 Delegación Cuauhtémoc
México
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.
Prólogo
Todos los dalái lamas han sido a lo largo del tiempo reencarnaciones del Buda de la Compasión.
Su Santidad el decimocuarto dalái lama, heredero de un largo linaje, representa hoy en día no sólo el Buda viviente, sino también la compasión de todos los Budas. Es el dirigente en el exilio del Tíbet y, asimismo, el líder espiritual de los tibetanos; por esta razón, se trata de un verdadero portador de paz, cuya aura se extiende mucho más allá de su país de origen.
Esta condición hace que goce de respeto en todo el mundo; muchos jefes de Estado se sienten muy honrados al recibirlo, ya que lo consideran un ser excepcional y, además, reconocen su espíritu con respecto a todos los pueblos y las religiones, con cuyos líderes se relaciona de manera habitual.
Más que considerarlo un simple religioso, sus propios súbditos elevan a Su Santidad el dalái lama al rango de símbolo, de la misma manera que han venido haciendo sus antepasados con sus trece ilustres predecesores. Le consideran el «Buda de carne y hueso», la encarnación de un dios viviente.
No es casual, pues, que su nombre —Tenzin Gyatso— signifique «océano de sabiduría». Se trata de un auténtico embajador de la sabiduría y de la paz en el mundo, que trabaja, con los suyos y en todas partes, por la paz y el respeto de los hombres, de sus costumbres y de sus creencias.
La labor del decimocuarto dalái lama continúa fielmente la misma línea de quienes le precedieron, y se centra en la incansable transmisión de un mensaje de paz y humanidad, de respeto y humildad, a su pueblo, que sufre como todos los pueblos del mundo.
Es mi deseo que, con la difusión de este libro, la influencia de Su Santidad aumente todavía más por el bien de su pueblo y de todos los seres.
Lama GYURMÉ
Superior de la Congregación Dachang Vajradhara Ling,
del templo Kagyu Dzong
y del centro de retiro Mahamudra.
Prefacio
El pueblo tibetano ha iluminado durante mucho tiempo los altiplanos de la región del Himalaya con su glorioso pasado y su cultura eminentemente espiritual. Sin embargo, hoy en día vive unos momentos difíciles. El Tíbet fue invadido y anexionado por China, y el decimocuarto dalái lama vive en el exilio desde 1959. El país ha vivido desde entonces las décadas más sombrías de su historia. Sin embargo, el pueblo tibetano, expoliado de sus derechos y su cultura, ha sobrevivido a todas las afrentas y a todas las humillaciones.
Arraigados a su tierra y a sus tradiciones, los tibetanos se han mantenido firmes, fieles a su idioma, a sus costumbres y a su espiritualidad.
Esta voluntad de supervivencia se debe en parte, después de cinco décadas de esclavitud, a la emblemática figura de Jampel Ngawang Lobsang Yeshé Tenzin Gyatso, el decimocuarto dalái lama.
Afirmar que quienes hicieron oír su voz en defensa del Tíbet durante los meses previos a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 no eran otra cosa que «revolucionarios afines al dalái lama» no es tan sólo una infamia: es simplemente primario, una muestra de incultura.
Para convencerse de ello sólo tenemos que echar un vistazo a la historia de este pueblo impregnado de una ferviente espiritualidad, pues no en vano durante mucho tiempo había como mínimo un monje en cada familia tibetana.
También deberíamos observar la larga trayectoria del linaje de los dalái lamas, estos grandes maestros del budismo tibetano que han venido guiando desde hace siglos a su pueblo por el camino de la serenidad y la sabiduría.
El hombre que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1989 no es un simple contestatario enfrentado al poder dictatorial chino, sino el heredero de una larga y noble tradición espiritual.
Por todo esto, dedicar un tiempo a viajar al pasado y recorrer los meandros de la fabulosa historia de los dalái lamas nos servirá para demostrarnos que, detrás de la voluntad del Tíbet de recuperar su autonomía de pensamiento, no hay más que la legítima aspiración de todos los pueblos de existir según sus propias convicciones.
Mensaje de Su Santidad
el dalái lama con motivo
del 49.º aniversario de la
sublevación nacional tibetana
Con motivo del 49.º aniversario del levantamiento pacífico del pueblo tibetano en Lhasa, el 10 de marzo de 1959, quiero ofrecer mis plegarias y rendir homenaje a todos aquellos valientes hombres y mujeres del Tíbet que han sufrido incalculables penalidades y han sacrificado sus vidas por la causa de su pueblo.
Deseo expresar mi solidaridad con los tibetanos que sufren actualmente la represión y los malos tratos, y saludar asimismo a todos ellos, tanto a quienes viven en el interior como a aquellos que residen fuera del Tíbet, sin olvidar a los que apoyan la causa tibetana y a los defensores de la justicia.
Durante seis décadas, los tibetanos del conjunto del Tíbet, conocido con el nombre de Tcheulkha-Soum (U-Tsang, Kham y Amdo), han tenido que vivir bajo sospecha, en un estado de miedo constante y de intimidación a causa de la represión china. Sin embargo, además de mantener la fe religiosa, un cierto nacionalismo y su cultura única, el pueblo tibetano ha sido capaz de conservar viva su aspiración primordial de libertad. Admiro profundamente todas estas cualidades del pueblo tibetano y su irreductible valor. Me siento muy orgulloso y satisfecho de él.
Muchos Gobiernos, organizaciones no gubernamentales y personalidades de todo el mundo, fieles a su confianza en la paz y la justicia, han defendido con continuidad la causa del Tíbet. Especialmente a lo largo de este último año, los Gobiernos y los habitantes de varios países han llevado a cabo gestos importantes que expresan claramente su apoyo. Me gustaría expresar mi gratitud a cada uno de ellos.
El problema del Tíbet es muy complicado y está intrínsecamente ligado a otros muchos: la política, el tipo de sociedad, la ley, los derechos humanos, la religión, la cultura, la identidad del pueblo, la economía y las condiciones del medio natural. En consecuencia, para resolver el problema hace falta un enfoque de conjunto, que tenga en cuenta los intereses de todas las partes implicadas, y no sólo los de una de ellas. Por eso nos hemos mantenido firmes en nuestro compromiso en pro de una política de beneficio mutuo, que nos aproxima a la Vía Media, y hemos realizado esfuerzos sinceros y persistentes para aplicarla desde hace años. Desde el año 2002, mis emisarios han mantenido seis encuentros con los responsables de la República Popular de China para tratar una serie de importantes problemas. Estas largas conversaciones sirvieron para aclarar algunas de sus dudas y nos brindaron la posibilidad de explicarles nuestras aspiraciones; sin embargo, en lo concerniente al problema fundamental, no ha habido ningún resultado concreto. Y en el transcurso de estos últimos años, en el Tíbet han aumentado la represión y la brutalidad. Pero, a pesar de estos desgraciados acontecimientos, conservo intactos mi determinación y mi compromiso por seguir la política de la Vía Media y proseguir el diálogo con el Gobierno chino.
El problema principal de la República Popular de China es su falta de legitimidad en el Tíbet. Lo mejor que podría hacer el Gobierno de este país para dotar de argumentos su posición es llevar a cabo una política que satisficiera al pueblo tibetano y se ganara su confianza. Si somos capaces de reconciliarnos por la vía del acuerdo mutuo, entonces, tal como he declarado en repetidas ocasiones, haré todos los esfuerzos posibles para lograr el apoyo del pueblo tibetano.
Actualmente en el Tíbet, debido a muchas actuaciones realizadas sin ninguna previsión por parte del Gobierno chino, se ha dañado gravemente el medio natural. Por otro lado, y como consecuencia de la política de traslado de la población, los habitantes de procedencia no tibetana se han multiplicado, hasta el punto de reducir a los tibetanos de origen a una insignificante minoría dentro de su propio país. Además, el idioma, las costumbres y las tradiciones del Tíbet, que reflejan la verdadera esencia y la identidad de nuestro pueblo, están desapareciendo poco a poco. En consecuencia, los tibetanos están cada vez más asimilados a la población china, que poco a poco es más numerosa. La represión no ha dejado de ejercerse en el Tíbet, con un gran número de inimaginables y flagrantes violaciones de los derechos humanos, la negación de la libertad de creencia y la politización de los problemas religiosos. Todo ello es el resultado de la falta de respeto del Gobierno chino por el pueblo tibetano; lo que hace a través de su política de unión de las nacionalidades es poner deliberadamente obstáculos de la máxima importancia. Estas barreras separan al pueblo tibetano del chino; por esta razón hago un llamamiento al Gobierno chino para que ponga fin a esta política.
Por mucho que las zonas habitadas por una población tibetana se conozcan con los nombres de regiones, prefecturas y condados autónomos, de autónomos sólo tienen el nombre, ya que actualmente no gozan de ninguna clase de independencia real. En lugar de esto, están gobernadas por personas que ignoran la situación de la región y se guían por lo que Mao Zedong llamaba el chovinismo han. A causa de ello, esta supuesta autonomía no ha proporcionado ningún beneficio tangible a todas las nacionalidades afectadas. Estas políticas erróneas, que no están acorde con la realidad, causan enormes perjuicios no sólo a las diferentes nacionalidades, sino también a la unidad y la estabilidad de la nación china. Tal como aconsejó Deng Xiaoping, para el Gobierno chino es importante «buscar la verdad a partir de los hechos», en un sentido real del término.
El Gobierno chino me critica severamente cuando saco a relucir el tema del bienestar del pueblo tibetano ante la comunidad internacional. Hasta que no logremos encontrar una solución que nos beneficie mutuamente, tengo la responsabilidad moral e histórica de continuar hablando libremente en nombre de los tibetanos. Sea como fuere, todo el mundo sabe que me encuentro en una situación de semijubilación desde que la dirección política de la diáspora tibetana se elige directamente por la población.
China se desarrolla y se está convirtiendo en un país poderoso gracias a sus grandes progresos económicos. Nosotros contemplamos este hecho con un espíritu positivo, ya que ello también proporciona a este país la posibilidad de desempeñar un papel importante en el plano global. El mundo está esperando con impaciencia ver cómo la dirección china actual pone en práctica los conceptos de «sociedad armoniosa» y de «crecimiento pacífico» que propone. En este terreno, el progreso económico por sí solo no bastará: deben producirse mejoras en el respeto del Estado de derecho, en la transparencia, en el derecho a la información, así como en la libertad de expresión. Dado que China es un país constituido por gentes de varias nacionalidades, todas deben disfrutar de igualdad y libertad para proteger sus respectivas identidades: esta es una condición indiscutible para la estabilidad del país.
El 6 de marzo de 2008, el presidente Hu Jintao declaró: «La estabilidad en el Tíbet afecta a la del país, así como la seguridad del Tíbet concierne también a toda China». Luego añadió que el Gobierno chino debe garantizar el bienestar de los tibetanos, mejorar su actuación en relación con los grupos religiosos y étnicos, y mantener la armonía social y la estabilidad. La declaración del presidente Hu es acorde con la realidad y esperamos su puesta en práctica.
Este año, el pueblo chino espera con orgullo e impaciencia la inauguración de los Juegos Olímpicos. Yo he apoyado desde el principio la idea de que China debía tener la oportunidad de organizar los Juegos. Puesto que los acontecimientos deportivos internacionales, y especialmente los Juegos, impulsan la libertad de expresión, la igualdad y la amistad, China debería demostrar la calidad de su hospitalidad concediendo estas libertades. Por este motivo, al enviar a sus atletas, la comunidad internacional debería recordar estos derechos a China. Tengo conocimiento de que numerosos parlamentos, individuos y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo han adoptado diversas iniciativas aprovechando la oportunidad que representaba para China esta ocasión de cambiar para mejor. Admiro su sinceridad y deseo declarar con rotundidad que será muy importante observar el periodo posterior a los Juegos, los cuales van a dejar huella, sin duda alguna, en el pueblo chino. El mundo debe buscar los medios para actuar enérgicamente en favor de que se produzcan cambios positivos en China, incluso después de la disputa de los Juegos.
Me gustaría aprovechar esta ocasión para expresar mi orgullo y mi aprobación por la sinceridad, la valentía y la determinación que ha demostrado el pueblo tibetano en el Tíbet. Le animo vivamente a continuar trabajando de forma pacífica y respetando la ley para hacer posible que todas las minorías nacionales de la República Popular de China, incluido el pueblo tibetano, puedan disfrutar de sus derechos legítimos.
También quiero agradecer al Gobierno y al pueblo de la India en particular, por su apoyo continuado e incomparable a los refugiados tibetanos y a la causa del Tíbet. Asimismo, deseo expresar mi gratitud a todos los Gobiernos y pueblos por su apoyo a la causa tibetana.
Con mis plegarias para