Noches Blancas
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En una de esas "noches blancas" que se dan en la ciudad rusa durante la época del solsticio de verano, un joven solitario e introvertido narra cómo conoce de forma accidental a una muchacha a la orilla del canal. Tras el primer encuentro, la pareja de desconocidos se citará las tres noches siguientes, noches en las que ella, de nombre Nástenka, relatará su triste historia y en las que harán acto de presencia, de forma sutil y envolvente, las grandes pasiones que mueven al ser humano: el amor, la ilusión, la esperanza, el desamor, el desengaño.
Fiódor Dostoiévski
Escritor y filósofo, Dostoievski estudió Ingeniería Militar, pero en cuanto quedó huérfano renunció a su carrera en el ejército para dedicarse a la literatura. Comenzó traduciendo a Honoré de Balzac o Friedrich Schiller, y con apenas veinte años dio a luz sus primeros títulos, entre ellos nuestro Noches blancas, muy influido por la corriente romántica. Poco después, en 1849, fue arrestado por participar en un círculo progresista y condenado a pasar cinco largos años de trabajos forzados en Siberia. Tanto este como otros tristes sucesos en su peripecia vital dejaron huella en sus títulos más destacados: Memorias del subsuelo, Crimen y castigo, El idiota... Murió a causa del enfisema pulmonar que padecía, poco después de publicar su última obra maestra: Los hermanos Karamazov.
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Comentarios para Noches Blancas
34 clasificaciones8 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Se nota que es un joven escritor, en esos momentos lo era....hoy un clásico, una verdad no una promesa....
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El final es preciso y envolvente. Una historia muy bella e inocente.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Me hizo llorar. Te hace sentir identificado pues trata temas como el amor y la desilusión. Con forme vas leyendo la novela deseas que pasen cosas, después quieres que pasen otras y al final no te esperas como acaba.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un libro corto pero con una excelente historia super recomendado.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Emotivo, sentimentalismo puro... Donde un corazon se complace en los lugares donde fue feliz
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Me ha fascinado completamente, un gran libro para conmover los corazones solitarios.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Es un buen libro. La historia entretiene y atrapa al estilo de cuentos de Chéjov. Al igual que en "Memorias del subsuelo", éste es un personaje solitario vagando por las calles de San Petesburgo. En una de esa ocasiones, el protagonista, un joven soñador, se enamora perdidamente de una joven llamada Nástenka. En ese momento, la vida de él da un giro y él se enamora.
Sin contar más, es una historia de desamor, pero el tratamiento de este cuento es justo una apología del tiempo difuso del amor.
No es la mejor novela de Dostoievski, pero es ideal para entrar a su obra. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Es un relato de gran hondura psicológica. La historia de ambos parece un cuento de hadas. El final es conmovedor.
Vista previa del libro
Noches Blancas - Fiódor Dostoiévski
NOCHES BLANCAS
Fiódor Dostoievski
Ilustraciones de Nicolai Troshinsky
Traducción de Marta Sánchez-Nieves
Título original: Belye nochi
© De las ilustraciones: Nicolai Troshinsky
© De la traducción: Marta Sánchez-Nievesz
Edición en ebook: junio de 2015
© Nórdica Libros, S.L.
C/ Fuerte de Navidad, 11, 1.º B 28044 Madrid (España)
www.nordicalibros.com
ISBN DIGITAL: 978-84-16440-08-5
Diseño de colección: Diego Moreno
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra y Ana Patrón
Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
… ¿O fue creado
para quedarse siquiera un instante
en las inmediaciones de tu corazón?…
I. Turguénev
Contenido
Portadilla
Créditos
Cita
Autor
Ilustrador
Primera noche
Segunda noche
La historia de Nástenka
Tercera noche
Cuarta noche
La mañana
Contraportada
Fiódor Dostoievski
(Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881)
Novelista ruso. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoievski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor. En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama.
Nicolai Troshinski
(Moscú, 1985)
Vive en Madrid, donde escribe e ilustra. Completó el ciclo formativo de grado superior de Ilustración en la Escuela de Arte Nº 10 de Madrid, además de cursos intensivos de Ilustración en Sármede (Italia) con Józef Wilkon y Linda Wolfsgruber. Cursó estudios en Dirección de Cine de Animación en la escuela francesa La Poudrière. Es un diseñador gráfico de éxito que ha realizado a su vez cómics y videojuegos.
Primera noche
Era una noche maravillosa, una noche de esas que puede que solo se den cuando somos jóvenes, querido lector. El cielo estaba tan estrellado, estaba tan claro que, al mirarlo, involuntariamente uno tenía que preguntarse: ¿Será posible que bajo este cielo pueda vivir gente con todo tipo de caprichos y enfados? Esta es también una pregunta de jóvenes, querido lector, de muy jóvenes aunque, ¡ojalá el Señor la enviara más a vuestra alma! Hablando de señores caprichosos y con todo tipo de enfados, no puedo por menos que recordar mi comportamiento ejemplar de ese día. Ya por la mañana temprano me había empezado a atormentar una extraña congoja. De repente, me pareció que todos me abandonaban, a mí, que soy un solitario, y que todos me daban la espalda. Aquí, claro, cualquiera tendría derecho a preguntar: ¿Quiénes son todos? Porque llevo ocho años viviendo en San Petersburgo y no he sabido entablar ni una sola amistad. Pero ¿para qué quiero yo esa amistad? Aun sin ella, me conozco todo Petersburgo. Y por eso me pareció que todos me abandonaban cuando la ciudad entera se ponía en pie para, acto seguido, irse a la dacha. Me dio miedo quedarme solo, y tres días enteros anduve vagando apesadumbrado por la ciudad sin lograr entender qué me ocurría. Ya fuera a Nevski, ya fuera a un jardín, o incluso si paseaba por la orilla, no había ni una sola persona de las que acostumbraba a ver el resto del año en esos mismos lugares a una hora determinada. Por supuesto, ellos a mí no me conocen, pero yo a ellos sí. Y, además, bien: casi me he aprendido su fisonomía, me deleito cuando están alegres y me aflijo cuando su ánimo se nubla. Casi he trabado amistad con un viejecito al que me encuentro en Fontanka todos los días a la misma hora. Su fisonomía es tan majestuosa, tan soñadora… Siempre va murmurando y moviendo la mano izquierda, en la derecha lleva un bastón largo y nudoso de puño dorado. Él ha reparado en mí y muestra sincero interés. Si se diera el caso de que yo no estuviera a la hora acostumbrada en Fontanka, estoy seguro de que sentiría añoranza. Y es que a veces nos falta poco para saludarnos, sobre todo cuando los dos estamos de buen humor. Hace poco, después de dos días sin habernos visto, al encontrarnos el tercero ya íbamos a llevarnos la mano al sombrero, pero afortunadamente recapacitamos a tiempo, bajamos la mano y, con simpatía, pasamos el uno junto al otro. También las casas me son conocidas. Cuando camino, todas parecen correr por la calle delante de mí, todas sus ventanas me miran y casi me hablan: «Muy buenas, ¿qué tal está? Yo bien, gracias a Dios, pero en el mes de mayo me añadirán un piso». O: «¿Qué tal está? Resulta que mañana vienen a hacerme unos arreglos». O: «Por poco no salgo ardiendo, me asusté». Entre ellas tengo favoritas, amigas íntimas; una tiene intención de que este verano le trate un arquitecto. Pasaré a propósito todos los días para que no la curen de cualquier forma, ¡protégela, Señor! Y nunca olvidaré la historia de una casita muy linda, color rosa claro. Era una casa de piedra muy bonita, me miraba tan afablemente, miraba a sus torpes vecinas con tanto orgullo que mi corazón se alegraba cuando tenía ocasión de pasar junto a ella. Y, de repente, la semana pasada voy paseando por la calle y fue mirar a mi amiga y oír un grito lastimero: «¡Van a pintarme de amarillo!». ¡Canallas! ¡Bárbaros!