La cólera de las rosas
Por G. K. Chesterton
3/5
()
Información de este libro electrónico
G. K. Chesterton
G. K. Chesterton (1874–1936) was an English philosopher, author, and Christian apologist, as well as being a critic of literature and art. His literary catalog is diverse, spanning from Christian philosophy and apologetics (‘Orthodoxy’, ‘Heretics’) to the Father Brown Detective Series. Chesterton’s writing is characterised by wit and a love of paradox.
Relacionado con La cólera de las rosas
Libros electrónicos relacionados
La sal de la vida: Y otros ensayos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Como estaba diciendo... Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl hombre que fue Jueves: Una pesadilla Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Chaucer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOrtodoxia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La cosa y otros artículos de fe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl hombre que sabía demasiado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnormes minucias Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl hombre común Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesG.K. Chesterton: Sabiduría e inocencia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El fin de una época: Artículos 1905-1906 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl hombre que fue jueves Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El club de los negocios raros Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La utilidad de leer: Ensayos escogidos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La taberna errante Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La amenaza de los peluqueros: Artículos 1909 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSan Francisco de Asís Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSan Francisco de Asís Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vegetarianos, imperialistas y otras plagas: Artículos 1907 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Temperamentos: Ensayos sobre escritores, artistas y místicos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCartas al padre Flye Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSanto Tomás de Aquino Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La cólera de las rosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSobre el concepto de barbarie: Seguido de cartas a un viejo garibaldino Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La prensa se equivoca y otras obviedades: Artículos 1908 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa imitación de Cristo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mal que bien Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRobert Browning: Biografía Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tipos diversos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La balada de la cárcel de Reading Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5JJ Benítez: desde el corazón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El conde de Montecristo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las siete muertes de Evelyn Hardcastle Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novela de ajedrez Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Diario de un seductor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fortuna Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Leviatán - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Como ser un estoico Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para La cólera de las rosas
1 clasificación0 comentarios
Vista previa del libro
La cólera de las rosas - G. K. Chesterton
Gilbert Keith Chesterton
La cólera de las rosas
LAS TRES CLASES DE HOMBRES
Hablando brutalmente hay tres clases de gente en este mundo. La primera clase de gente es el Pueblo; posiblemente integra la clase más amplia y de más valor. Debemos a esa clase las sillas en las que nos sentamos, las ropas que vestimos, las casas que habitamos; y verdaderamente (cuando llegamos a pensar en ello) probablemente nosotros mismos pertenecemos a esa clase. La segunda clase se podría denominar por conveniencia la de los Poetas; por lo general, son un mal para sus familias, pero una bendición para la humanidad. La tercera clase es la de los Profesores e Intelectuales, algunas veces descritos como la gente pensadora; y éstos son un tizón y un objeto de desolación para sus familias y para la humanidad. Se comprende que la clasificación exagera algunas veces, como todas las clasificaciones. Algunas buenas personas son, por lo general, poetas, y algunos malos poetas son, por lo general, profesores. Pero la división sigue la línea de una verdadera hendidura psicológica. Yo no la ofrezco a la ligera. Ha sido el fruto de más de diez y ocho minutos de examen y seria reflexión.
La clase que se denomina Pueblo (a la que ustedes y yo con tanto orgullo nos sentimos ligados) tiene ciertas casuales y, sin embargo, profundas presunciones, designadas «lugares comunes», como la que se refiere a que los niños son encantadores, o que el crepúsculo es triste y sentimental, o que un hombre luchando contra tres es un hermoso espectáculo. Ahora bien, estos sentimientos no son imperfectos, ni siquiera son simples. El encanto de los niños es muy sutil; hasta es complejo, al punto de ser casi contradictorio. En su forma sencilla y entremezclada, es una consideración hilarante y una consideración de desamparo. El crepúsculo engendra un sentimiento que hasta en la canción de salón más vulgar o en la más baja pareja de amantes, puede llegar a ser un sentimiento sutil. Está extrañamente balanceado entre la pena y el placer; también se lo podría designar como un placer que proporciona pena. La arremetida de caballerosidad por la que todos admiramos al hombre que lucha contra la desigualdad no es muy fácil de definir por separado; significa muchas cosas: compasión, sorpresa dramática, deseo de justicia, deleite de experimentar y lo indeterminado. Las ideas del populacho son, en realidad, ideas muy sutiles; pero el populacho no las expresa en forma sutil. De hecho, no las expresa de ninguna manera, excepto en aquellas ocasiones (ahora solamente demasiado raras) en que se entregan a insurrecciones o matanzas.
Ahora bien, esto justifica, en otro sentido, el hecho insensato de la existencia de los poetas. Poetas son aquellos que comparten esos sentimientos populares, y pueden expresarles de tal manera que parecen ser las cosas extrañas y delicadas que en realidad son. Los poetas hacen que sobresalga el humilde refinamiento del populacho. Donde el hombre común oculta la emoción más original, diciendo: «Excelente abuelo», Víctor Hugo habría escrito: «L’art detre grand-pére»; cuando el agente de cambios diría bruscamente: «La tarde se está cerrando», mister Yeats escribiría: «En medio del crepúsculo»; donde el peón podría únicamente refunfuñar algo respecto a lo de arrancar y de que es «una preciosa caza», Homero nos mostrará al héroe harapiento desafiando a los príncipes en sus propios festines. Los poetas elevan los sentimientos populares en un grado más ardiente y espléndido; pero debemos recordar siempre que son guardianes de los sentimientos populares. Ningún hombre pudo jamás escribir una buena poesía para demostrar que la infancia era chocante, o que el crepúsculo era alegre y burlesco, o que un hombre era despreciable porque había cruzado su espada con otros tres. Los individuos, que sostienen esto son los profesores o los majaderos.
Son poetas aquellos que se elevan sobre el pueblo entendiéndolo. En realidad muchos poetas lo han escrito en prosa: por ejemplo, Rabeláis y Dickens. Los majaderos se elevan sobre el pueblo rehusando comprenderlo diciendo que sus turbias y extrañas preferencias son los prejuicios y las supersticiones. Los majaderos hacen que el pueblo se sienta estúpido; los poetas hacen que el pueblo se sienta más sabio de lo que jamás ha podido imaginar. Hay muchos elementos del destino en esa situación. El más dispar de todos es la suerte de los dos factores en la política práctica. Muy a menudo los poetas que abrazan y admiran al pueblo son apedreados y crucificados. A los majaderos que desprecian al pueblo se les regala muy a menudo tierras y se les corona. Por ejemplo en los Comunes hay un respetable número