El Año De La Fe ¿Qué Me Pide?: Reflexiones Para Jóvenes Y Educadores

El Año De La Fe

¿Qué Me Pide?

Reflexiones para jóvenes y educadores

Manuel Rodríguez Espejo, escolapio

Copyright © 2012 por Manuel Rodríguez Espejo, escolapio.

Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012920622

ISBN:           Tapa Blanda                  978-1-4633-4267-8

                     Libro Electrónico          978-1-4633-4268-5

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Índice

PRÓLOGO

PARTE PRIMERA

EL VERDADERO CAMBIO QUE NECESITA NUESTRA IGLESIA

¿QUÉ ES LO QUE PONE A LA IGLESIA EN APUROS?

LA FE DEL FUTURO DIFÍCILMENTE SERÁ CLONACIÓN DEL PASADO

PALABRAS DE BENEDICTO XVI POCO ANTES DEL AÑO DE LA FE

LOS JÓVENES PODÉIS ARREGLAR EL DETERIORO DE LA IGLESIA

TE VOY A LEER TROZOS DE MI DIARIO

¿CUÁL ES EL CULTO QUE DIOS ESPERA DE TI?

¿POR QUÉ UNOS TENEMOS MÁS VOLUNTAD QUE OTROS?

UNA MIRADA RÁPIDA A JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

¿QUÉ DEBERÍAMOS ENSEÑAR A LOS PEQUEÑITOS?

¿CUÁLES SON LAS CAUSAS DE QUE ALGUNOS ABANDONEN LA IGLESIA?

CRISTO, CAMINO PARA LA VERDAD Y LA VIDA

DOMUND ES TODOS LOS DÍAS DEL AÑO

NO TEMAS BAJAR A EGIPTO

IDEAS QUE ME HAN AYUDADO EN MI VIDA

MÁS LECCIONES DE LA VIDA

CONOCEMOS TRES VENIDAS DEL SEÑOR

PALABRAS DURAS DE DIOS Y SANTOS PADRES

EL PODER OMNIPOTENTE DEL AMOR

LA FE FUNCIONA COMO LOS MÚSCULOS

AL QUE TIENE LA DECISIÓN DE LLEGAR A TÉRMINO, NADA LE DISTRAERÁ

EL ESPÍRITU SANTO MERECE MEJOR TRATO

ME SIGUE PREOCUPANDO, SI DIOS NOS PRUEBA O NO

HAY TRES COSAS A SUPERAR Y TRES QUE DISTINGUEN AL CRISTIANO

LO QUE UNO SIEMBRE, ESO COSECHARÁ

¿A QUÉ NOS ENVÍA EL SEÑOR?

NADIE QUIERE ACUSARSE A SÍ MISMO

DE LA RESURRECCIÓN Y EL DESPUÉS ¿QUÉ SABEMOS?

TODAVÍA MÁS LECCIONES QUE HE APRENDIDO

¿NOS SALVAN NUESTRAS BUENAS OBRAS?

NUESTRAS INCOMUNICACIONES

CONSCIENTE, SUBCONSCIENTE E INCONSCIENTE Y MECANISMOS

¿CUENTO O REALIDAD? ¿QUÉ TE PARECE?

TEMOR DEL SEÑOR

CONTRA LA CRISIS: TODOS UNIDOS

PSICOLOGÍA, DROGAS Y SOCIEDAD

AUTOCONOCIMIENTO Y AUTOACEPTACIÓN, DOS PILARES BÁSICOS

BIENAVENTURANZAS DE LA SONRISA

ENTREVISTA A JAVIER GOMÁ Filósofo y escritor

PARTE SEGUNDA

1   Formación para el pluralismo

2   La capacidad de reflexión y crítica

3   Respeto a la ley y libertad de conciencia

4   Corazón, palabras, acciones

5   Idealismo vs aceptación pasiva de nuestras debilidades

6   Sugerir y aconsejar no es obligar

7   El peliagudo tema de la verdad

8   Hábito de crítica sin caer en la desconfianza o sospecha permanente

9   El miedo a la libertad

10   Otra cuestión peliaguda: el amor

11   El perdón a Dios, a mí mismo y a los otros

12   ¿Castiga Dios? ¿Suspende el profesor?

13   ¿Se puede aprender sin esfuerzo? ¿El aprendizaje es un juego?

14   ¿Has oído hablar de inteligencia emotiva? ¿Sabes cómo funciona la voluntad?

15   Hay ejercicios para desarrollar la memoria

16   No mates tus sentimientos, canalízalos

17   Personalidad, temperamento, genes, ADN…

18   Aprender a dialogar y discutir

19   No todo lo nuevo es bueno por ser nuevo. Progres y carcas

20   La paz es más que ausencia de guerra

21   Tú no puedes ser zapato que sirva para todos los pies

22   ¿Un yo o tres yo?

23   "Quien bien comienza, bien acaba

24   No te quedes mirando el dedo que apunta a la luna

25   No tires el traje porque le ha caído una manchita

26   ¿Quitamos las ramas o la raíz?

27   No es lo mismo hacer algo por gusto o por castigo

28   El arte de vivir

29   la pirámide de las metas

30   Quítate las gafas y te sorprenderás: los pre-juicios

31   ¿Qué es primero, el huevo o la gallina"

32   ¡Dichosa publicidad!. La publicidad, un buen test.

33   Cosas pequeñas que producen efectos grandes

34   Me ha puesto bravo mi hermano

35   No hay culturas cerradas

36   ¿Cómo seguir a Jesús hoy, en esta sociedad nuestra?

37   Cómo afrontar las divisiones dentro de la Iglesia

38   La religiosidad popular y nuestra actitud ante ella

39   Una palabra secuestrada: política

40   ¿Qué es la realidad?

41   La vida como vocación

42   Ríete de ti mismo, eso supone mucha madurez

43   El hombre en busca de sentido

44   ¿Cultura de la vida o cultura de la muerte?

PRÓLOGO

Soy educador desde hace 48 años. Y he escrito la palabra entre comillas, porque no creo –después de tantos años enseñando, dando Ejercicios y charlas- que nadie eduque a nadie, sino que lo más que podemos hacer los que nos autollamamos con este pomposo nombre es ayudar o estorbar al joven a autoeducarse. Esto es como la comida o el sueño: nadie puede comer o dormir por ti.

Llevo muchos años soñando con romper el círculo de mis alumnos físicos y poder brindar a muchos otros jóvenes –los que queráis leerme- aquello que vosotros y la vida me habéis enseñado. A veces lecciones concluidas y otras muchas, simples interrogantes.

Estas páginas no son una autobiografía, ni mucho menos una novela. Son las ideas en las que hoy creo y las preguntas que todavía hoy me sigo haciendo, removidas por la convocatoria del Año de la fe. Me urge dejar claro que para mí la fe no es un compartimento estanco, al margen de otros compartimentos de mi vida. No. La fe, como apreciarás por la mezcla de temas que te ofrezco -unos religiosos y otros aparentemente no-religiosos- la concibo como aquello integral e integrador, que me empuja a crecer como persona, en todas mis dimensiones, incluida la de hijo de Dios, desde mi bautizo, y habitado por el mismo Dios con el nombre de Espíritu Santo. De ahí la mezcla de temas que ofrezco, en las dos partes de este libro.

Permíteme una breve cita, que dice esta idea mejor que yo:

Mi experiencia, en los cursos que doy sobre espiritualidad, es que cuando hago preguntas contestan identificando vida espiritual con vida de oración, práctica de la meditación, práctica religiosa, relación con Dios… Muy pocas personas entienden la pregunta en relación a cómo son sus relaciones interpersonales, cómo utilizan su dinero, su tiempo, su energía, con qué seriedad y honradez viven su trabajo profesional, cómo se comprometen con el cambio estructural para hacer de este mundo un mundo más justo (pp. 24 a 27 de: Cuerpo espiritual, de Emma Martínez Ocaña, en Editorial: Narcea)

Escribo para jóvenes, con vocabulario a su alcance. Y con un ruego: no me gustaría que los lectores simplemente me leyerais, sino que, a la par, fuerais descubriendo vuestra postura personal ante lo que leéis. Y si os animáis a hacerlo con papel y boli, mucho mejor.

PARTE PRIMERA

"Una Iglesia más sencilla, propuso el arzobispo de Atenas, Nikolaos Foskolos, precisando que en la Iglesia, en cuanto un organismo viviente, se han acumulado cosas inútiles. Por ello dijo que el Concilio Vaticano II ha realizado la renovación de la Iglesia dentro de la tradición. Esto ayudará a que esta no sea vista como una potencia occidental europea, y que a modelo de la primitiva, sea capaz de inculturarse en todos los países de la tierra. (En Zenit, especial 50 años del Vaticano II)

EL VERDADERO CAMBIO QUE NECESITA NUESTRA IGLESIA

Son muchos los autores que llevan tiempo afirmando que la Iglesia necesita un cambio pronto y fuerte. Lo primero que habríamos de aclarar es el sentido que damos a la expresión La Iglesia, porque, desgraciadamente muchos la confunden con la jerarquía, como si el resto no fuéramos Iglesia. Otros, afortunadamente, entienden por La Iglesia el conjunto de bautizados. En este segundo grupo me alineo yo.

La Conferencia Episcopal Española (CEE) celebró hace un tiempo un Congreso sobre la Biblia. Y en él, Ladaria, teólogo y arzobispo, afirmó: "El verdadero cambio necesario que urge a nuestra Iglesia… es el reto de la santidad, de la fidelidad, de la comunión, de la constante renovación espiritual y del ardor evangelizador.

El verdadero cambio necesario es vivir de la Palabra de Dios, que encuentra en la Iglesia el único ámbito adecuado para su interpretación como Palabra actual de Dios.

El verdadero cambio que necesitamos es el del desapego, iluminado desde la fe y desde la independencia ideológica, ante las consignas y reclamos de la moda y de lo político, social o culturalmente correcto, que aunque pueda conllevar renuncias, son, en realidad, ofrendas libres, generosas y en positivo por la auténtica causa del Reino.

Claro que hay que escuchar y discernir los signos de los tiempos. Claro que siempre es bueno el diálogo y el encuentro. Y estos mismos signos de los tiempos y desde el diálogo y el encuentro precisos lo que reclaman de nosotros los cristianos, de nosotros miembros de la Iglesia, no son posturas acomodaticias ni posicionamientos ideologizados y trasplantados desde fuera. No son viejas y superadas polémicas, ni nuevas o larvadas divisiones o disensiones. No son posiciones lejanas y hasta contrarias al magisterio eclesial, sino todo lo contrario.

En medio de estos presentes tiempos recios de increencia y secularización, lo que reclaman los signos de los tiempos no es que nosotros también nos secularicemos y presentemos, vivamos y transmitamos un Evangelio «light» o bajo en calorías para así, supuestamente -solo supuestamente- hacerlo más atractivo y simpático, porque si la sal se vuelve sosa… Lo que necesitamos es fe en plenitud, cultivo espiritual, comunión eclesial, autenticidad, lealtad, conversión y pasión por Jesucristo, por su Iglesia y por la misión evangelizadora a favor de la humanidad. Es, en suma, ser más de Dios, del Dios de Jesucristo, para así ser más y mejor de y para los hombres nuestros hermanos".

En esta línea va, sin duda, la intención de Benedicto XVI al convocar el Año de la fe, que acabamos de iniciar y que me ha sugerido los temas que voy a desarrollar, preocupación de mi hacer pastoral.

He aquí algunas de las palabras que pronunció el Papa en la eucaristía de Apertura del Año de la Fe: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas (citando a Pablo VI).

Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (citando a Juan XXIII)

El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.

En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por  algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza.

Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión