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¡Abre el ojo!
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Libro electrónico159 páginas1 hora

¡Abre el ojo!

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Abre el ojo, de Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648), es una farsa de una modernidad sorprendente, por su manera de mostrar la relación real entre hombres y mujeres, con diálogos divertidos y personajes muy vitales.
Escrita en el año 1640 y representada en Toledo ese mismo año, pertenece al tipo llamado comedia de costumbres. Su comicidad se basa en la representación de personajes caricaturescos. Ofrece una rica estampa de la vida madrileña de la época con una trama en que se mezclan relaciones amorosas de una manera alegre y desenfadada.
Abre el ojo aspira a despertar en el espectador el placer de ver representados hábitos, comidas, casas y calles de la España de Felipe IV.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento31 ago 2010
ISBN9788498970005
¡Abre el ojo!

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    ¡Abre el ojo! - Francisco de Rojas Zorrilla

    9788498970005.jpg

    Francisco de Rojas Zorrilla

    Abre el ojo

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Abre el ojo.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: [email protected]

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN tapa dura: 978-84-9007-030-7.

    ISBN rústica: 978-84-9816-215-8.

    ISBN ebook: 978-84-9897-000-5.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 7

    La vida 7

    Personajes 8

    Jornada primera 9

    Jornada segunda 59

    Jornada tercera 115

    Libros a la carta 157

    Brevísima presentación

    La vida

    Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

    Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

    Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

    Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

    Personajes

    Cartilla, gracioso

    Don Clemente

    Don Julián de la Mata

    Doña Beatriz

    Doña Clara

    Doña Hipólita

    Juan Martínez Caniego

    Leonor, criada

    Marichispa, criada

    Un Ganapán

    Jornada primera

    (Sale don Clemente, como enojado, y doña Hipólita, viuda, deteniéndole.)

    Don Clemente Déjame ir.

    Doña Hipólita ¿A dónde vas?

    ¿Que te quiera bien te enfada?

    Don Clemente Si tú no fueras cansada

    te quisiera, mucho más.

    Doña Hipólita ¿Que te enojes de ese modo

    porque a detenerte salgo?

    Don Clemente Déjame a mi querer algo,

    no te lo quieras tú todo.

    Doña Hipólita Bien pagas un noble amor.

    Don Clemente Porfía tu amor se llama.

    Doña Hipólita Porque ves que no soy dama

    de coche y calle Mayor:

    solo porque en mí no ves

    (aunque me la dé cualquiera)

    hoy sacar una pollera,

    y mañana un guardapiés:

    y porque nunca al sotillo

    un verde me salgo a dar,

    ni me ves irá buscar

    a San Marcos el trapillo,

    no me estimas ni me quieres,

    ni una caricia te escucho;

    pues adviértote que hay mucho

    de mujeres a mujeres.

    Ya yo entiendo tus desvelos,

    y ya sé lo que te enfada

    no ver mi casa colgada

    de muy lindos terciopelos.

    Lo que hubieras estimado

    hallar cuando entras aquí,

    una cama carmesí

    con goteras de brocado,

    ya yo sé que tú quisieras

    ver mis manos muy brillantes

    de sortijas de diamantes

    (aunque tú no me las dieras).

    En el Prado en el verano

    tú oyeras de buena gana:

    —«¿Quién ya allí? —Doña Fulana.

    —¿Y quién la habla? —Don Fulano.»

    Pues no hayas miedo, señor,

    que a esto tu ruego me venza,

    porque yo tengo vergüenza,

    aunque ves que tengo amor.

    Contigo fui desdichada,

    y aunque en amar y querer

    desdichada venga a ser,

    he de parecer honrada,

    nómbrame quien me nombró

    (esto examinarlo puedes)

    doña Hipólita Paredes

    pero la Paredes no:

    y es cosa muy desairada,

    que yo me llegue a prendar

    de un...

    Don Clemente ¿Quiéreme dejar,

    señora mujer honrada?

    Paso con ella una vida...

    Doña Hipólita Dila.

    Don Clemente Déjeme, señora.

    Doña Hipólita ¿Qué es?

    Don Clemente ¿Que entro aquí cada hora,

    y no hallo quien me lo impida?

    Doña Hipólita Solo porque yo te quiero

    esa falta me hallarás.

    Don Clemente Ítem, otra falta más,

    que eres mujer de llavero.

    Doña Hipólita ¿Pues el llavero te enfada?

    ¡Oh, qué de falta tenemos

    las mujeres que queremos!

    ¿Es mejor una afeitada

    hamponaza de la yerba,

    de las de hender y rajar,

    que cuando se va a acostar

    echa la cara en conserva?

    ¿Será mejor una hampona

    destas que traen con ruido

    el talle muy bien prendido,

    y muy suelta la persona?

    ¿Es mejor una deidad

    de las que con riesgo tanto

    la gloria traen en el manto

    y el humo en la voluntad?

    Don Clemente ¿Y es mejor (ya que te empeñas)

    lograr muy basto y grosero

    un amorazo casero

    que está durando por peñas?

    Doña Hipólita Mis requiebros siempre han sido

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