Tirso de Molina
Por Tirso de Molina
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Tirso de Molina - Tirso de Molina
Tirso de Molina
Tirso de Molina
Publicado por Good Press, 2022
EAN 4057664182555
Índice
EL CONDENADO POR DESCONFIADO
JORNADA PRIMERA
JORNADA SEGUNDA
JORNADA TERCERA
LA PRUDENCIA EN LA MUJER
JORNADA PRIMERA
JORNADA SEGUNDA
JORNADA TERCERA
EL VERGONZOSO ENPALACIO
JORNADA PRIMERA
JORNADA SEGUNDA
JORNADA TERCERA
LA LEALTAD CONTRALAENVIDIA
JORNADA 2.ª, ESCENA II.
EL CONDENADO
POR DESCONFIADO
Índice
JORNADA PRIMERA
Índice
ESCENA I
(Sale Paulo de ermitaño.)
Paulo.
¡Dichoso albergue mío!
¡Soledad apacible y deleitosa,
que en el calor y el frío
me dais posada en esta selva umbrosa,
donde el huésped se llama
o verde hierba o pálida retama!
Agora, cuando el alba
cubre las esmeraldas de cristales,
haciendo al sol la salva,
que de su coche sale por jarales,
con manos de luz pura
quitando sombras de la noche oscura,
salgo de aquesta cueva
que en pirámides altos de estas peñas
naturaleza eleva,
y a las errantes nubes hace señas
para que noche y día,
ya que no hay otra, le haga compañía.
Salgo a ver este cielo,
alfombra azul de aquellos pies hermosos.
¿Quién, ¡oh celestes cielos!
aquesos tafetanes luminosos
rasgar pudiera un poco
para ver...? ¡Ay de mí! Vuélvome loco.
Mas ya que es imposible,
y sé cierto, Señor, que me estáis viendo
desde ese inaccesible
trono de luz hermoso, a quien sirviendo
están ángeles bellos,
más que la luz del sol hermosos ellos,
mil glorias quiero daros
por las mercedes que me estáis haciendo
sin saber obligaros.
¿Cuándo yo merecí que del estruendo
me sacarais del mundo,
que es umbral de las puertas del profundo?
¿Cuándo, Señor divino,
podrá mi indignidad agradeceros
el volverme al camino,
que, si yo lo conozco, es fuerza el veros,
y tras esta victoria,
darme en aquestas selvas tanta gloria?
Aquí los pajarillos,
amorosas canciones repitiendo
por juncos y tomillos,
de Vos me acuerdan, y yo estoy diciendo:
"Si esta gloria da el suelo,
¿qué gloria será aquella que da el Cielo?"
Aquí estos arroyuelos,
jirones de cristal en campo verde,
me quitan mis desvelos,
y son causa a que de Vos me acuerde;
¡tal es el gran contento
que infunde al alma su sonoro acento!
Aquí silvestres flores
el fugitivo tiempo aromatizan,
y de varios colores
aquesta vega humilde fertilizan.
Su belleza me asombra:
calle el tapete y berberisca alfombra.
Pues con estos regalos,
con aquestos contentos y alegrías,
¡bendito seas mil veces,
inmenso Dios, que tanto bien me ofreces!
Aquí pienso seguirte,
ya que el mundo dejé para bien mío;
aquí pienso servirte,
sin que jamás humano desvarío,
por más que abra la puerta
el mundo a sus engaños, me divierta.
Quiero, Señor divino,
pediros de rodillas húmilmente
que en aqueste camino
siempre me conservéis piadosamente.
Ved que el hombre se hizo
de barro vil, de barro quebradizo.
ESCENA II
(Sale Pedrisco con un haz de hierba. Pónese Paulo de rodillas, y elévase.)
Pedrisco.
Como si fuera borrico
vengo de hierba cargado,
de quien el monte está rico:
si esto como, ¡desdichado!,
triste fin me pronostico.
···············
De mi tierra me sacó
Paulo, diez años habrá,
y a aqueste monte apartó;
él en una cueva está,
y en otra cueva estoy yo.
Aquí penitencia hacemos,
y sólo hierbas comemos,
y a veces nos acordamos
de lo mucho que dejamos
por lo poco que tenemos.
Aquí al sonoro raudal
de un despeñado cristal,
digo a estos olmos sombríos:
"¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?
Cuando yo solía cursar
la ciudad y no las peñas
(¡memorias me hacen llorar!),
de las hambres más pequeñas
gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales:
bien os puedo así llamar,
pues merecéis nombres tales,
aunque ya de las mortales
no tengáis ningún pesar."
···············
ESCENA III
[Paulo sueña que la muerte le hiere en el corazón, y al quedar su cuerpo como despojo de la madre tierra
, el alma libertada se presenta ante el Tribunal de Dios, donde ve con espanto que sus culpas pesan más que sus buenas obras en la balanza del Justicia mayor del Cielo; el Juez santo le condena al Infierno.]
Paulo.
Con aquella fatiga y aquel miedo
desperté, aunque temblando, y no vi nada
si no es mi culpa, y tan confuso quedo,
que si no es a mi suerte desdichada,
o traza del contrario, ardid o enredo,
que vibra contra mí su ardiente espada,
no sé a qué lo atribuya. Vos, Dios santo,
me declarad la causa de este espanto.
¿Heme de condenar, mi Dios divino,
como este sueño dice, o he de verme
en el sagrado alcázar cristalino?
Aqueste bien, Señor, habéis de hacerme.
¿Qué fin he de tener? Pues un camino
sigo tan bueno, no queráis tenerme
en esta confusión, Señor eterno.
¿He de ir a vuestro Cielo, o al Infierno?
Treinta años de edad tengo, Señor mío,
y los diez he gastado en el desierto,
y si viviera un siglo, un siglo fío
que lo mismo ha de ser: esto os advierto.
Si esto cumplo, Señor, con fuerza y brío,
¿qué fin he de tener? Lágrimas vierto.
Respondedme, Señor; Señor eterno,
¿he de ir a vuestro Cielo, o al Infierno?
ESCENA IV
(Aparece el Demonio en lo alto de una peña.)
Demonio.
Diez años ha que persigo
a este monje en el desierto,
recordándole memorias
y pasados pensamientos;
siempre le he hallado firme,
como un gran peñasco opuesto.
Hoy duda en su fe, que es duda
de la fe lo que hoy ha hecho,
porque es la fe en el cristiano
que sirviendo a Dios y haciendo
buenas obras, ha de ir
a gozar de Él en muriendo.
Este, aunque ha sido tan santo,
duda de la fe, pues vemos
que quiere del mismo Dios,
estando en duda, saberlo.
En la soberbia también
ha pecado: caso es cierto.
Nadie como yo lo sabe,
pues por soberbio padezco.
Y con la desconfianza
le ha ofendido, pues es cierto
que desconfía de Dios
el que a su fe no da crédito.
Un sueño la causa ha sido;
y el anteponer un sueño
a la fe de Dios, ¿quién duda
que es pecado manifiesto?
Y así me ha dado licencia
el Juez más supremo y recto
para que con más engaños
le incite agora de nuevo.
Sepa resistir valiente
los combates que le ofrezco,
pues supo desconfiar
y ser, como yo, soberbio.
···············
De ángel tomaré la forma,
y responderé a su intento
cosas que le han de costar
su condenación, si puedo.
(Quítase el Demonio la túnica y queda de ángel.)
Paulo.
¡Dios mío! Aquesto os suplico.
¿Salvaréme, Dios inmenso?
¿Iré a gozar vuestra gloria?
Que me respondáis espero.
Demonio.
Dios, Paulo, te ha escuchado,
y tus lágrimas ha visto.
Paulo.
¡Qué mal el temor resisto! (Aparte.)
Ciego en mirarlo he quedado.
Demonio.
Me ha mandado que te saque
de esa ciega confusión,
porque esa vana ilusión
de tu contrario se aplaque.
Ve a Nápoles, y a la puerta
que llaman allá del Mar,
que es por donde tú has de entrar
a ver tu ventura cierta
o tu desdicha, verás
cerca de allá (estáme atento)
un hombre...
Paulo.
¡Qué gran contento
con tus razones me das!
Demonio.
...que Enrico tiene por nombre,
hijo del noble Anareto.
Conocerásle, en efeto,
por señas que es gentilhombre,
alto de cuerpo y gallardo.
No quiero decirte más,
porque apenas llegarás
cuando le veas.
Paulo.
Aguardo
lo que le he de preguntar
cuando le llegare a ver.
Demonio.
Sólo una cosa has de