Tratados hipocráticos III
Por Varios Autores
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El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del "Padre de la Medicina", pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega.
Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico.
El tercer volumen de los Tratados hipocráticos incluye los textos "Sobre la dieta", "Sobre las afecciones", "Apéndice a "Sobre la dieta en las enfermedades agudas"", "Sobre el uso de los líquidos" y "Sobre el alimento".
Varios Autores
Autores recogidos en esta antología: Antonio de Pigafeta - Hernando Colón - Alexandre O. Exquemelin - Daniel Defoe - Olaudah Equiano - Washington Irving - James Fenimore Cooper - Wilhem Hauff - Hugh Crow - Daniel Tyerman y George Bennet - Nathaniel Hawthorne - Richard Henry Dana, hijo - Edgar Allan Poe - Charles Dickens - Anthony Trollope - Henry James - Benito Pérez Galdós - Jules Verne - Robert Louis Stevenson - Iván S. Turguénev - Guy de Maupassant - Lev N. Tolstói - Herman Melville - Antón P. Chéjov - Rudyard Kipling - Bram Stoker - Marcel Schwob - Fridtjof Nansen - Stephen Crane - Rainer Maria Rilke - Winston Churchill - Pío Baroja - Joshuea Slogum - Emilio Salgari - Emilia Pardo Bazán - William H. Hodgson - Jack London - Richard Middleton - Maksim Gorki - Saki - Joseph Conrad - Franz Kafka - Liam O'Flaherty - Francis Scott Fitzgerald - Ernest Hemingway - Roald Dahl.
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Tratados hipocráticos III - Varios Autores
BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 91
Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .
Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por M.a DOLORES LARA NAVA .
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1997.
Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: C. G.a Gual (Sobre la dieta ), J. M.a Lucas de dios (Sobre las afecciones ), B. Cabellos Álvarez (Apéndice a «Sobre la dieta en las enfermedadesagudas ») e I. Rodríguez Alfageme (Sobre el uso de los líquidos y Sobre el alimento ).
PRIMERA EDICIÓN , 1986.
REF. GEBO207
ISBN 9788424931056.
SOBRE LA DIETA
(Perì diaítēs )
INTRODUCCIÓN
El tratado Perì diaítēs es uno de los escritos más amplios y variados del Corpus Hippocraticum . Hemos preferido traducir su título por Sobre la dieta —en lugar de Acerca del régimen de vida —, porque así conservamos el término griego originario; pero la palabra debe ser tomada en su acepción más amplia: se trata de prescribir un régimen de alimentos y de ejercicios para mantener o recobrar la salud, atendiendo al equilibrio que es la condición indispensable de ésta. Esta obra, dividida por su autor en cuatro libros, representa «la culminación del desarrollo de la teoría dietética en el período clásico», según la expresión de W. D. Smith ¹ . Es, desde luego, el escrito más amplio y más sistemático sobre este tema, tan importante dentro de la medicina hipocrática.
Desde sus primeros párrafos el autor se nos presenta como un ecléctico, que conoce y piensa utilizar las obras de otros en la medida en que le parecen válidas, pero reclama para sí una mayor sistematicidad y un enfoque global que se echa de menos en los escritos de sus precursores. Esta visión de conjunto, más clara y completa, es lo que reclama como mérito fundamental de su exposición. Por ello, intenta exponer, en su libro I, una concepción general de la naturaleza humana recurriendo a teorías filosóficas, de acuerdo con un programa que esboza en el capítulo segundo del mismo. En los libros siguientes su escrito cobra un perfil más empírico, al describir los alimentos y ejercicios, pero este afán sistemático de resumir en una exposición completa y orgánica la teoría dietética es lo que da un sello peculiar al tratado. Por otro lado, como se ha señalado repetidamente, caracteriza a este autor la finalidad no sólo terapéutica, sino básicamente profiláctica con la que propone sus tratamientos.
Saber conduce a prever y a proveer, y así por los síntomas puede el terapeuta detectar la evolución de la enfermedad, que surge como desequilibrio, y puede, mediante un régimen dietético que compense los efectos nocivos del mismo, volver al enfermo a su condición saludable natural. Los elementos básicos de esta teoría son muy sencillos: alimentación y ejercicios tienen efectos contrarios; los procesos fundamentales en el cuerpo son los de repleción (plēsmonḗ) y vaciamiento (kénōsis); todo exceso es perjudicial; los alimentos presentan varias dynámeis («cualidades naturales, influencias, efectos») que el buen médico ha de conocer para ponerlas al servicio de su tratamiento. Con una concepción tan sencilla de la enfermedad y el tratamiento, nuestro autor propone un método dietético que no sólo trata de medicar al enfermo, sino de prevenir la enfermedad antes de que ésta se desarrolle. Sus prescripciones se basan en el reconocimiento previo, la prodiágnōsis , y es justamente por ello por lo que se le ha calificado como precursor o fundador de la medicina preventiva.
En su tratamiento, el autor de Sobre la dieta recurre a alimentos naturales y a ejercicios físicos, dosificados y graduados para producir un cambio inverso al del proceso morboso; rehúye la administración de fármacos, y no deja de ser curioso el hecho de que, cuando en algunas pocas ocasiones acude al eléboro, propone, a la vez, como alternativa un tratamiento sin uso de tal droga. Este recurrir a lo natural, evitando la farmacopea, es uno de los rasgos de nuestro autor, cercano probablemente a un paidotríbēs famoso: Heródico de Selimbria. Otro trazo característico es su afición a las teorías de algunos filósofos presocráticos (Anaxágoras, Arquelao, Empédocles, Heráclito, algún pitagórico, acaso Protágoras, etc. ² ) acerca de la naturaleza humana, y sus aparentemente escasos conocimientos anatómicos concretos —p. ej., esas vagas alusiones a los tres períodoi del interior del cuerpo humano— que parecen limitar su formación y práctica profesional.
A costa de repetir estas líneas, parece interesante recoger el programa que se nos presenta en el cap. 2:
«Afirmo que quien pretende componer acertadamente un escrito sobre la dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general; conocer de qué partes está compuesto desde su origen, y distinguir de qué elementos está dominado. Pues si no reconoce la composición fundamental, será incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no discierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz de procurarle lo conveniente al ser humano. Por tanto, eso debe conocerlo el autor de tal escrito y, juntamente con ello, la cualidad de todos los alimentos y las bebidas con las que nos mantenemos, qué propiedad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se presente el momento oportuno para lo uno y lo otro.
Los que ya conocen lo dicho ahora, todavía no poseen con ello el tratamiento completo para medicar al hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sano sólo comiendo, sino que tiene además que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado.
Conviene, según está admitido, discernir la influencia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no sólo esto, sino además las relaciones convenientes de los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos, la naturaleza de los individuos y las edades de los cuerpos, y su adecuación a las estaciones del año, a las variaciones de los vientos y a las situaciones de las localidades en que se habita, y la constitución del año. Hay que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos, y del universo entero, de todo lo que, ciertamente, les vienen a los seres humanos las enfermedades.»
A lo largo de los tres primeros libros el autor intenta cumplir con ese amplio programa. Comienza, pues, por exponer sus ideas sobre la naturaleza del hombre en general (I, caps. 3-36), tomando como base de su antropología un dualismo sustancial, del fuego y el agua como componentes últimos del organismo, y pasando a tratar de embriología, anatomía, genética, caracterología, con un amplio excursus sobre la doctrina del cuerpo como microcosmos y la curiosa mímēsis que las téchnai realizan inconscientemente de ciertos procesos somáticos ³ . El libro II comienza tratando de las constituciones de los lugares y de los vientos (caps. 37-38), y prosigue con un catálogo de las dynámeis de los alimentos y de los ejercicios (caps. 39-66) desde una perspectiva dietética. También el libro III comienza con una breve digresión, sobre el régimen propio de las distintas épocas del año (cap. 68), y luego expone los tratamientos adecuados en quince casos de enfermedad, basándose en los síntomas y en un diagnóstico previo o prodiágnōsis de la situación, causada por una preponderancia morbosa de los alimentos o de los ejercicios (caps. 69-85). El libro IV (caps. 86-93), bastante más breve que los anteriores, trata de los sueños en cuanto signos premonitores, tekmḗria , de determinados desarreglos corporales.
Como se ve, el plan seguido está de acuerdo con el programa, y en conjunto puede decirse que la composición de la obra revela un notable cuidado en pos del sistema y de la claridad del conjunto. Esta unidad de composición ha sido destacada por H. Diller y R. Joly. Mientras que el primer estudio fundamental sobre el tratado, el de C. Fredrich (Hippokratische Untersuchungen , Berlín, 1899), insistía en las múltiples influencias filosóficas detectables en el texto (sobre todo en el libro I, que tiene, a este respecto, una posición especial), y consideraba a nuestro autor como un «compilador» de opiniones anteriores, H. Diller y R. Joly, por distintos caminos, ya que los estudios de uno y otro aparecieron casi a un mismo tiempo ⁴ , han insistido en la realización detallada de un plan unitario.
Ya W. Jaeger (en Paideia , II, 1944) señalaba que «el autor es un filósofo y un sistemático, aunque apenas lo caracterizaríamos con justicia calificándolo de simple compilador». Las páginas que Jaeger dedica al examen del tratado ⁵ son muy interesantes, y significan un avance de la posición mantenida por Fredrich ⁶ . En nuestro autor encontramos un afán de completar en una síntesis superior los logros de sus predecesores en el estudio de la dietética, como él mismo nos dice; es, mucho más que un compilador, un ecléctico, y no es un mero teórico, sino un tratadista observador y empírico, como muestran muchos detalles de los libros II y III, que sabe concertar sus teorías con la observación de datos y hechos, y al que sería injusto negar una visión cuidada del conjunto de la obra y una cierta originalidad en lo que respecta a su doctrina de la prodiágnōsis , que es precisamente aquello en lo que él mismo insiste como «invención» propia, heúrēma , y una gran dosis de sistematismo en la redacción de su obra. Es, además, un autor muy consciente de su condición de tal, de escritor para un público bastante amplio, y de redactor de un sýngramma , un tratado que se inserta en una tradición, la de los escritos de dietética que pretende coronar. En los caps. 1 y 2 del libro I, aparecen, ocho veces, formas del verbo syngráphō , y esas repeticiones indican esa consciencia del escritor ⁷ .
Que era alguien instruido en filosofía lo muestran las numerosas influencias que pueden detectarse en el libro I de filósofos anteriores, a veces estilísticas (de Heráclito) y, especialmente, de fondo (sobre todo, de Anaxágoras y Arquelao, pero también de algunos pitagóricos y de Empédocles y de algunos sofistas). Y también lo muestra su programa, que tiene cierta similitud con el que Platón atribuye al propio Hipócrates, en un conocido pasaje del Fedro ⁸ . Se trata de un escritor ilustrado, más cercano a los ambientes de los filósofos que otros autores del CH , pero a la vez un experto en temas médicos, distinto de los autores criticados por el hipocrático que escribió Sobre la medicina antigua .
Contrasta, en efecto, la generalidad y esquematismo de las teorías expuestas en el libro I sobre la naturaleza del hombre y la constitución del mismo, apuntaladas sobre tesis de algunos presocráticos, con las listas detalladas de alimentos y de ejercicios que encontramos en el libro II ⁹ . E, incluso, con la cautela que testimonia en el cap. 39, con el que prologa ese catálogo de alimentos, que seguramente está basado en una lista tradicional, como señalan R. Joly y W. D. Smith. «Todos cuantos han intentado expresarse de modo general acerca de la cualidad básica de las cosas dulces o saladas o grasas o sobre alguna otra sustancia del mismo tipo, no andan bien informados. Porque no tienen la misma cualidad unas que otras las cosas dulces, ni las grasientas, ni ninguna de las demás por el estilo. Pues muchas cosas dulces son laxantes, y otras son astringentes, unas desecan y otras humedecen... Así que no es posible acerca de todas en conjunto demostrar que son de tal o cual manera. De cada una en particular yo enseñaré la cualidad que posee.» Y, a continuación, empieza a tratar de los efectos de la cebada, los panes diversos, el ciceón , el trigo, etc., con el mismo sentido crítico con que lo postulaba el autor de Sobre la medicina antigua . A los asertos generales de base filosófica, postulados abstractos de abolengo presocrático, suceden una serie de observaciones basadas, en parte, en la tradición y, en parte, en la experiencia que se refieren a datos muy concretos en la línea de la medicina hipocrática empírica y tradicional. (Una lista de alimentos y sus propiedades que guarda relación con otras que están en otros textos del CH , como Sobre las afecciones o con algunos párrafos del Apéndice a sobre la dieta en las enfermedades agudas ) ¹⁰ .
Es difícil precisar la fecha en que se escribió Sobre la dieta . W. Jaeger, que aproximaba su texto a los escritos de Diocles, dice que debió de escribirse bien entrado el s. IV . G. S. Kirk lo cree posterior al 350 a. C ¹¹ . R. Joly prefiere, con buenas razones a nuestro parecer ¹² , situarlo hacia el 400 a. C., una fecha ya defendida por C. Fredrich.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
El texto seguido en la versión ha sido el editado por Robert Joly, Hippocrate. Du régime , «Les Belles Lettres», París, 1967.
He tenido a la vista, además, las ediciones anteriores de: E. Littré en Oeuvres complètes d’Hippocrate , volumen VI, París, 1849, págs. 462-663, y de W. H. S. Jones, Hippocrates IV , Londres-Cambridge (Mass.), 1931, páginas 223-447.
Los tres volúmenes citados presentan el texto acompañado de una traducción, sea francesa o inglesa. He contado también con la versión al italiano de U. Biasieli Dilemmi (hecha sobre el texto editado por R. Joly), publicada en Opere di Ippocrate , ed. por M. Vegetti, Turín, 1976, 2.a ed. ampliada.
Para una bibliografía sobre este tratado remito a las obras citadas en las notas de la Introducción.
CARLOS GARCÍA GUAL
¹ W. D. SMITH , «The Development of Classical Dietetic Theory», en Hippocratica , París, 1980, pág. 583.
² La influencia fundamental, como ya señaló C. Fredrich y, luego, ha precisado R. Joly, es la de Anaxágoras y su discípulo Arquelao. La influencia de Heráclito, cuyo estilo sentencioso parece imitar el autor del Perì diaítēs en varios pasajes del libro I, es menor de lo que apuntan algunos críticos guiados por una impresión de primera lectura. También, en puntos concretos, es importante el influjo de los pitagóricos, precursores en el campo de la dietética y en el estudio del alma.
³ Sobre el tema del microcosmos y las posibles influencias orientales, véase el minucioso comentario de R. JOLY , Recherches sur le traité pseudo-hippocratique Du régime , París, 1961, págs. 35-52, y sobre la mímesis de los procesos naturales, ibid ., págs. 52-75.
⁴ El artículo de H. DILLER , «Die innere Zusammenhang der hipp. Schrift De victu », apareció en Hermes (1959), 39-56, y está recogido en sus Kleine Schriften zur antiken Medizin , Berlín-Nueva York, 1973, págs. 71-88.
⁵ Corresponden a las págs. 816-29 de la trad. esp. en un tomo de Paideia , México, 1957 (trad. de W. ROCES ).
⁶ Anterior a las páginas de Jaeger es el estudio de A. PALM , Studien zur hippokratischen Schrift Perì diaítēs , Tubinga, 1933.
⁷ Me parece que éste es un trazo personal de nuestro autor. No olvidemos que los textos de la medicina hipocrática aparecen al tiempo que se hace más «escrita» la cultura griega. (Cf. I. M. LONIE «Literacy and the Development of Hippocratic Medicine», en Formes de pensée dans la Collection Hippocratique , Ginebra, 1983, págs. 145-61; aunque no habla en concreto de este tratado.)
⁸ Hemos tratado de esto en nuestra «Introducción general» a Tratados hipocráticos , I, Madrid, B. C. G., 1983, págs. 34-7. Contra la tesis de W. D. Smith de que el autor de Sobre la dieta fuera el mismo Hipócrates, polemiza, de nuevo, R. JOLY en «Platon, Phèdre et Hippocrate: vingt ans après», en el vol. Formes de pensée... (Actes del IV coloquio internacional hipocrático celebrado en Lausannne, del 21 al 26 de septiembre de 1981), págs. 407-22, y en «Hippocrates and the School of Cos», en Nature Animated , M. RUSE ed., Dordrecht, 1983, págs. 29-47.
⁹ GALENO , que admiraba especialmente este libro, reputándolo digno de Hipócrates, nos testimonia (en VI, 473 K.) que circulaban ediciones sueltas del mismo, unas comenzando en el § 37 y otras en el 39. También Diocles de Caristo utilizaba este libro con frecuencia.
¹⁰ Sobre la relación de Sobre la dieta con otros textos del CH remito a R. JOLY , Recherches ..., págs. 183-209, y a las notas de nuestra traducción. Está, al parecer, en cierta relación con los tratados cnidios, pero no es un texto de esa escuela; sino como se ha dicho, un ecléctico atento a muy diversas corrientes.
¹¹ G. S. KIRK , Heraclitus, The Cosmic Fragments , Cambridge, 1954, págs. 27 y sigs.
¹² Entre ellas nos parece que es clara la que un eclecticismo filosófico como el del libro I, que hace un pastiche de Heráclito, y acude a Anaxágoras, a Empédocles y a otros presocráticos, habría sido arcaizante en exceso en la segunda mitad del siglo IV . El estudio detallado de la prosa de los tres últimos libros no permite, por nuestros restringidos conocimientos sobre la cuestión, llegar a una datación concreta.
SOBRE LA DIETA
LIBRO I
Si yo considerara que alguno de quienes me han precedido [1 ] en escribir acerca de la dieta humana adecuada a la salud había expuesto en sus escritos, en conjunto y en detalle, conociéndolo correctamente, cuanto le es posible abarcar a la inteligencia humana, a mí me bastaría, tras el trabajo realizado por otros, con reconocer lo que es atinado y valerme de estos resultados en la medida en que cada uno de ellos me pareciera ser útil. Ahora bien, son muchos los que ya han escrito sobre estos temas ¹ , pero ninguno aún supo bien cómo debían tratarse por escrito. Unos acertaron en un punto, otros en otro; pero en el conjunto todavía no lo hizo ninguno de mis predecesores. No obstante, no es justo hacerle reproches a ninguno de ellos por no haber podido completar sus descubrimientos; más bien hay que elogiarlos a todos por haber emprendido tal investigación.
Con que no vengo dispuesto a censurar lo que no se ha dicho acertadamente, sino que mi intención es confirmar con mi asentimiento lo que está bien entendido. Porque todo cuanto mis predecesores han expuesto acertadamente no me es posible describirlo de manera diferente si lo describo correctamente. En cuanto a lo que han escrito de modo equivocado, con sólo rechazarlo y decir que no es así, nada concluiré. Con exponer lo que me parece acertado en cada tema dejaré claro cuál es mi propósito.
Y hago estas observaciones iniciales por la razón siguiente: que la mayoría de la gente, una vez que han oído al primero que dio explicaciones sobre algo, no aguardan a los que luego comentan sobre el tema, sin advertir que es propio del mismo proceso intelectual ² reconocer lo dicho acertadamente y descubrir lo que aún no estaba enunciado.
Yo pues, como dije, confirmaré con mi aprobación lo que esté expuesto acertadamente, y en cuanto a lo dicho inexactamente mostraré cómo es en realidad. Y todo aquello que ninguno de los anteriores intentó explicar, yo indicaré ³ también cómo se presenta.
Afirmo que quien pretende componer acertadamente [2 ] un escrito sobre la dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general; conocer de qué partes está compuesto desde su origen y distinguir de qué elementos está dominado. Pues si no reconoce la composición fundamental, será incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no discierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz de procurarle lo conveniente al ser humano ⁴ . Por tanto, eso debe conocerlo el autor de tal escrito y, juntamente con ello, la cualidad ⁵ de todos los alimentos y las bebidas con las que nos mantenemos, qué propiedad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se presente el momento oportuno para lo uno y lo otro.
Los que ya conocen lo dicho ahora todavía no poseen con ello el tratamiento completo para medicar al hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sano sólo comiendo, sino que tiene además que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado ⁶ .
Conviene, según está admitido, discernir la influencia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no sólo esto, sino además las relaciones convenientes de los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos, la naturaleza de los individuos, y las edades de los cuerpos, y su adecuación a las estaciones del año, a las variaciones de los vientos y a las situaciones de las localidades en que se habita, y la constitución del año. Hay que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos y del universo entero ⁷ , de todo lo que, ciertamente, les vienen a los seres humanos las enfermedades.
Y con haber analizado todo eso aún no queda completa la investigación. Si, además de esto, pudiera hallarse, en cada caso, la proporción de alimentos y el número ajustado de ejercicios que no ofrecieran un desequilibrio ni por exceso ni por defecto, así se descubriría de manera exacta la salud para los individuos. Ahora bien, mientras que todo lo dicho anteriormente está investigado y descubierto, tal como es, esto es imposible descubrirlo.
Cuando uno está presente y puede observar a un hombre que en el gimnasio se desviste y realiza sus ejercicios físicos, puede conocerlo de forma que puede mantenerlo sano, privándole de algunas cosas y complementando su dieta con otras. Pero si uno no está presente, le resulta imposible prescribir con exactitud ⁸ alimentos y ejercicios. Por otra parte si, aunque sea en muy pequeña dosis, los unos resultan inferiores a los otros, forzoso será que con el paso del tiempo el cuerpo se vea vencido por el exceso y caiga enfermo. Así que con esto queda dicho lo que me parece que es posible investigar.
Mis predecesores, en efecto, han emprendido la investigación hasta este punto, pero ni siquiera estas cosas las han enunciado correctamente. En cambio, yo las he expuesto hasta el fondo, y además he descubierto el diagnóstico previo ⁹ , que indica antes de que el individuo caiga enfermo por efectos del exceso en qué sentido se producirá el desequilibrio. Porque las enfermedades no les atacan a los hombres de improviso, sino que se incuban poco a poco para declararse luego de golpe ¹⁰ . Yo he descubierto a fondo lo que sufren los pacientes y cómo hay que recompensar esto para recobrar la salud, antes de que lo sano en el hombre sea derrotado por lo enfermo. Con que se añada esto a lo ya escrito concluye la tarea objeto de mis propósitos.
[3 ] Los seres vivos, tanto el hombre como todos los demás, están constituidos