Tenemos que hablar
Por Javier Reyero
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Tenemos que hablar contiene consejos, reflexiones y una visión innovadora y práctica acerca de una de esas necesidades ineludibles de cualquier estudiante, trabajador o directivo: hablar. Con una mención muy especial a lo que nos sobrevino a raíz de la crisis sanitaria mundial de 2020: todo lo que llamamos online: vídeo-reuniones, Webinars, etc. Tenemos que hablar es entretenido, riguroso, ameno y orientado a la máxima aplicabilidad. Desde la primera a la última página.
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Tenemos que hablar - Javier Reyero
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Para quienes querrían hablar más y no se atreven.
Para quienes han sufrido mi incontinencia verbal desde la infancia.
Para Laura y Virginia, mis hijas adolescentes. Ahora me hablan menos, pero cambiarán.
Para quien siempre me escucha: Angelines.
Introducción. Interior día
Capítulo 1. El miedo. Un monstruo ha venido a visitarte
El miedo llega para quedarse.—Encapsulando el miedo.—La racionalización del miedo a hablar en público. Pregunta 1. ¿Qué... beneficio obtengo tomando la palabra? Pregunta 2. ¿Cuánto... esperan aprender de mi intervención? Pregunta 3. ¿Quién... sabe más?, ¿mi público o yo? Pregunta 4. ¿Cómo... voy a convencerles? Pregunta 5. ¿Dónde... estoy en el momento de hablar?
Capítulo 2. Ensayo y ficha de arranque
Introducción.—Las ventajas de un buen ensayo.—La buena praxis del ensayo.—Reconocimiento del lugar.—La relajación.—Ubicación de la ficha de arranque.—Elementos de la ficha de arranque. Saludo. Presentación personal. Ubicación de tareas profesionales. Idea clave. Agradecimiento. Formato.—¡Quieto!
Capítulo 3. El gran día
Nuestro público.—¿Qué saben?—¿Qué quiero que sepan?—¿Qué necesitan?—¿Qué lenguaje hablan?—¿Cuántos son?—¿Qué edad tienen? Veterano vs jóvenes. Joven vs veteranos.—¿Cuál es su formación?—¿Con qué predisposición vienen?—Mejor imposible.
Capítulo 4. La hoja de ruta
Aproximación.—Cantidad vs Calidad.—Apertura e idea clave.—Elementos superfluos de las malas aperturas.—Idea clave y argumentos.—Desarrollo.—Estilo.—Planteamiento, nudo y desenlace.
Capítulo 5. Viaje al maravilloso mundo de Power Point
Acercamiento a la herramienta.—Concepto GAB. Grande. Audaz. Brillante.—Presentaciones para presentar y presentaciones para enviar.—Asumiendo el estrellato. La relación con la pantalla. El orador y la pantalla.
Capítulo 6. La buena gestión del tiempo
La charleta del ascensor (Elevators pitch).—Economía del esfuerzo. Mejor un trabajo que dos.—El triángulo de la inoperancia.—Oradores impactantes. ¿Una especie en vías de extinción...?—Las dificultades para ir al grano
.—Fabricando la idea clave perfecta.
Capítulo 7. La voz: ¡Qué he hecho yo para merecer esto
El mal entendido poder ilimitado de la imagen.—El mito de las voces feas.—Los tres elementos de la voz humana. Intensidad. Tono. Timbre.—Voces realmente feas. Esos vicios inconfesables. Pausas y muletillas. Tipología de muletillas y latiguillos. Consejos y recomendaciones para cuidar y no maltratar la voz. Elementos o situaciones nocivas para la voz.—Consecuencias prácticas de una mayor atención sobre la voz. Consejos prácticos.
Capítulo 8. Cómo encarar las preguntas
Preguntas: Gran oportunidad o enorme peligro.—¿Qué pasa si la audiencia no hace preguntas cuando el orador ofrece esa posibilidad?—¿Cómo lograr que se haga la primera pregunta ante audiencias de tamaño mediano o grande?—Por defecto, ¿las preguntas al final de la intervención?—In dubio pro reo.—Preguntas poco amistosas.—Responsabilidad compartida.—No tenga prisa por responder.—Respuestas eternas; cierres rotundos.—Los súper sabios.—Me alegro de que me haga esa pregunta
.—¿Puede el orador hacer preguntas?—Pregunta uno, pero se responde a todos.—No conozco la respuesta.
Capítulo 9. Sobre lenguaje no verbal
Convencer con el gesto y el cuerpo.—Aspectos importantes de la Comunicación no verbal. Posición ante los oyentes. Uso de atril. La postura más apropiada de quien habla de pie.—Los brazos y las manos.—Tics repetitivos.—La mirada. La mirada durante la charla.—El movimiento del orador.—Gestos y microgestos.—Tópicos del lenguaje no verbal. Brazos cruzados a la altura del pecho: postura defensiva. Caminar con las manos en los bolsillos y los hombros hundidos: abatimiento. Mirar hacia abajo mientras le hablan: no cree lo que le están diciendo o no lo considera importante.—La construcción de una buena imagen personal del hablante.—La unanimidad imposible.
Capítulo 10. El nuevo entorno online
Pandemia y confinamiento. Desembarco digital en los usos y costumbres.—Consejos prácticos. Hablar a las cámaras y a los micrófonos. Ubicación de la cámara. El aire. Puesta en escena. ¿Casa, oficina o plató? Fondos digitales. El sonido: ese gran olvidado.—Retos del comunicador digital amateur. De pie o sentado.—El objetivo de la cámara o Webcam.—Nuestra voz. La última frontera.—El buen uso de los materiales.—Últimos apuntes del entorno online.
Capítulo 11. Guía práctica para situaciones recurrentes
1. Abuso de la expresión bueno
como arranque de todas las fases del discurso.—2. El interviniente mira constantemente las notas que tiene sobre la mesa.—3. Volumen de la voz excesivamente bajo.—4. El orador pasa mucho tiempo dando la espalda al público.—5. Abuso de los gerundios en la construcción de las frases: respondiendo, surgiendo, ocupándonos.—6. Infinitivo fático o infinitivo radiofónico.—7. Se utilizan muchos palabros demasiado técnicos.—8. Estilo excesivamente pausado.—9. Abuso de los adverbios terminados en mente.—10. Jugar con los faldones de la chaqueta y el cable del micrófono.—11. Pose docente con las manos en la espalda.—12. Demasiado serio, crispado.—13. Utilización permanente del plural mayestático.—14. Intervención repleta de negaciones.—15. Se dan muchas cosas por sabidas.—16. Habla muy deprisa. El orador parece acelerado.—17. Problema técnico inesperado: crisis.—18. Mala vocalización. No se entienda nada, y mucho menos las cifras.—19. Demasiados objetos en las manos.—20. Voy a hablaros un poco de...
.—21. Habla con las manos entrelazadas a la altura del estómago.—22. Se comienza una enumeración pero no se deja a medias.—23. Mire usted...
. Comienzo de la respuesta ante preguntas que incomodan.—24. Tengo materiales para entregar. ¿Cómo lo hago?—25. El orador se sienta sobre la mesa.—26. El orador se aburre cuando habla.—27. Utilice el sentido del humor o la ironía... si está preparado para el fracaso.—28. Las diapositivas no tienen nada que ver con la charla.29. Se dejan los brazos colgando a los lados del cuerpo.—30. La presentación en su conjunto resulta un tanto deshilvanada.—31. ¿Son iguales las versiones PPT de la presentación y del documento que se envía?—32. Comienza el discurso pidiendo disculpas.—33. Presentación de pie con las piernas cruzadas.—34. Una presentación con muchas implicaciones personales.—35. Vocabulario poco estimulante para un asunto muy atractivo.—36. Mirada baja.—37. Tabla resumen de mejoras obligatorias e inmediatas.
Interior día
La habitación de un hotel. Cualquier martes del año. Alguien desvelado confirma en el reloj de su teléfono móvil que ya es hora de levantarse. Mejor dicho: de salir de la cama. Hace mucho tiempo que está desvelado y despierto.
Está muy inquieto. Dentro de dos horas tiene que hacer una presentación en las oficinas centrales de uno de sus principales clientes. La intervención es importante para su compañía y para su carrera profesional. Sabe lo que tiene que contar: domina la materia prima. Es el principal experto en el asunto y lidera a un equipo que lleva meses afinando el proyecto.
Sabe que se lo sabe, pero no tiene claro si sabrá contarlo bien. No ha estado nunca en la sala donde va a hablar y no tiene ni idea de cuántas personas estarán presentes. Ya no hay tiempo para rectificaciones y lamenta no haber pedido esa información. Ni siquiera lo intentó.
Utilizará una presentación en PowerPoint que le enviaron ayer por la noche. No es obra suya y, aunque la revisó, no domina todos los detalles. En un primer vistazo le pareció que había mucha información complementaria y demasiados datos redundantes. La historia de siempre en su empresa: diapositivas insufribles. Todo el mundo lo dice, pero nadie hace nada para solucionarlo. Críticas insidiosas sobre las diapositivas de los demás. Como dice uno de sus colaboradores presentaciones recauchutadas
. Autocrítica cero.
Ducha y aseo personal. La cara que le devuelve el espejo del baño está más demacrada de lo deseable. Algo pálido, le cuesta sonreír. La garganta se le seca cada vez que imagina el comienzo de la presentación. Cree que los asistentes miran con desinterés o indiferencia y que luego le hacen preguntas comprometedoras. No tiene hambre y decide no desayunar. Todavía no ha salido de la habitación del hotel y la mañana que se imagina por delante tiene una pinta terrorífica.
¿Todos los que vayan a estar presentes en la sala sabrán lo mismo del proyecto? Seguro que no. Habrá gente que ponga cara de signo de interrogación cuando se meta en cuestiones muy técnicas y otros que se aburrirán cuando tenga que ponerse muy divulgativo para captar a los no iniciados. Estos oyentes muy técnicos mostrarán su hastío de forma ostensible consultando el móvil o el reloj. Otro calvario que se imagina ahora en el taxi.
No ha ensayado lo suficiente. Le sudan las manos y el corazón se le acelera cuando el vehículo se aproxima a su destino. Se le está resecando la boca. Y seguro que también el hígado y hasta los meniscos. Con las prisas se ha olvidado de coger una botella de agua en el mini bar de la habitación. "¿Y si se me seca la garganta en plena intervención?". Cuanto más lo piensa más se le reseca todo. Hasta el alma.
¿Y si sus ordenadores no soportan la versión del programa que necesito para ejecutar las macros de mi presentación? ¿Tengo un plan B para contarlo sin apoyo de las diapositivas?
.
— Bienvenido. Le estábamos esperando. —Un miembro del equipo de soporte de su cliente le recibe cordialmente. Está tan azarado, que le cuesta mirarle a los ojos. Apenas le da la mano y sonríe pensando en otra docena de cosas. A cuál más angustiosa.
— Gracias. —Nota que el corazón se ha puesto a unas 130 pulsaciones por minuto.
— Le voy a acompañar a la sala. Ya le están esperando. Comprobará que es un lugar espacioso y desde su atril podrá ver la pantalla y manejar la presentación a su conveniencia.
¿Atril...? Primer pensamiento: no lo había previsto. No se podrá mover ni interactuar con la audiencia, ni siquiera con los que conoce de encuentros previos. El ritmo cardiaco sube. Ya son 140 pulsaciones.
Llegan a la sala. No falta nadie. Pleno total. En medio de su particular ataque de nervios alcanza a ver unas veinte o incluso treinta cabezas. La élite directiva de su cliente esperando una intervención a la altura de las circunstancias.
Es una gran oportunidad. Posiblemente, es la gran oportunidad. Están en juego contratos suculentos que dependen de su charla y de su habilidad para ser elocuente. Sabe que la forma no es lo más importante, pero tampoco se le olvida que la interfaz de la presentación va a ser determinante. Nadie compra los mejores bombones del mundo si están envueltos en papel de periódico...
— "¿Qué he hecho yo para merecer esto...?".
Las pulsaciones alcanzan un ritmo de 150 por minuto. Agarra el pasador de diapositivas en una presentación que en este momento le parece completamente ajena. Todo se le está yendo de las manos. El miedo es cosa del pasado. Ha aparecido su hermano mayor: el pánico...
Cualquiera que haya hablado en público se sentirá retratado en este relato. No hace falta ser directivo de una gran compañía para sentir el aliento del miedo antes de algunas intervenciones. La habilidad para la elocuencia, la capacidad para seducir a la audiencia mediante el uso de la palabra y la voz, no es hereditaria. No es una cuestión genética. No brota de la nada. Es consecuencia de la preparación, el entrenamiento y la metodología.
Repasemos ahora el detalle del relato. Veremos los errores de orador poco experimentado que parece disfrutar con el sufrimiento autogenerado.
"Está muy inquieto".
Tanto como para no descansar. Ante cualquier intervención en público la falta de descanso reduce la concentración y los reflejos.
"Sabe que se lo sabe, pero no tiene claro si sabrá contarlo bien".
Parece un juego de palabras pero no lo es. Hay pocas sensaciones peores que la de dominar un asunto y sospechar que no se domina la puesta en escena. O que no se tiene capacidad para verbalizar ese conocimiento. En ese conocimiento de la materia reside el principal valor de un orador. Es imposible no saber de algo y pretender contarlo. Es habitual tener el conocimiento y carecer de habilidad para la verbalización. El reto es combinar en la misma frase los dos verbos: DOMINAR + CONTAR.
"Utilizará una presentación en PowerPoint que le enviaron ayer a última hora desde su oficina con los últimos retoques. Lo revisó pero no domina todos los detalles...".
La herramienta es sensacional. El uso que le damos... muy deficiente. Confundimos documentos con diapositivas. Aburrimos al aburrimiento a base de cataratas de datos que nadie puede recordar. Por mucho PowerPoint que utilice, la estrella siempre ha de ser el interviniente.
El segundo hándicap de nuestro protagonista proviene de esa tendencia tan extendida a que las diapositivas las hagan otros para que nosotros las vayamos descubriendo... al mismo tiempo que la audiencia. Y seguro que son diapositivas recauchutadas
de otras presentaciones previas.
¿Todos los que vayan a estar presentes en la sala sabrán lo mismo del proyecto que se traen entre manos...?
.
No existen las audiencias uniformes. Siempre habrá personas más interesadas al lado de otras que pasaban por allí. Los expertos en la materia se sientan al lado de oyentes que no conocen nada de la letra y a los que apenas les suena la melodía.
La audiencia es un reto. Un reto insuperable si no se tiene información sobre su composición. Hablaremos aquí de lo importante que resulta la información sobre los públicos. La información es poder... y en este campo es la diferencia entre poder convencer o no poder hacerlo.
"No ha ensayado lo suficiente...".
El ensayo, ese gran desconocido. Es como los billetes de