Para la Iglesia
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Si los eruditos están en lo correcto, para el año 2033 llegaremos al fin del segundo milenio de la iglesia, y quizás habrá pasado mucho tiempo como para detectar si sobrevivió alguna huella o semejanza, en la iglesia contemporánea y la que nació en el día de pentecostés. Eclesiastés 3:11 dice que la humanidad fue creada con la eternidad en su corazón, y la iglesia fue llamada para manifestar su semejanza intrínseca a Cristo por las edades. Confiados en esto, la pregunta que nos hacemos en este momento auspicioso es si después de casi dos mil años la iglesia todavía refleja con fidelidad el carácter y la semejanza de Aquel que la llamó de las tinieblas a Su luz admirable.
En este libro compilado por un número de autores exploramos las creencias y las acciones, la misión, el evangelismo, la proclamación y la defensa de la fe, cosas que siempre han destacado a las congregaciones locales como la Iglesia de Cristo Jesús. Nos complace ofrecer este tomo que instruye y reta a la iglesia local y provee valiosos recursos para asegurar que la semejanza inmarcesible al que la llamó continúa.
According to scholars, the year 2033 will mark the end of the second millennium of the church, and perhaps enough time will have passed such that no mark or resemblance is left of the contemporary church or the church born at Pentecost. Ecclesiastes 3:11 states that humankind was created with eternity in its heart, and the church was called to exhibit its inherent resemblance to Christ for all ages. Trusting this, the question that we ask ourselves in this auspicious time is if after almost two thousand years the church still reflects with faithfulness the character and resemblance of He who called her from the shadows to His admirable light.
This book, compiled by a number of authors, explores the beliefs and actions, mission, evangelism, proclamation, and defense of the faith; things which have always highlighted the local church as the Church of Jesus Christ. We are pleased to offer this book that instructs and challenges the local church and provides valuable resources to ensure that the unfading resemblance of He who called it continues.
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Para la Iglesia - Bobby Sena
1
La iglesia: Abrazar la misión, alcanzar las naciones
Dr. Bobby Sena
Durante mis años formativos, mis padres modelaron en mi vida los principios y valores cristianos. La cultura de mi hogar demandaba un compromiso a la Biblia como el manual operativo de la vida. Durante mi infancia y juventud, fui miembro de una iglesia bautista del sur hispana, la cual requería lealtad al Cristo de la iglesia, a la denominación, a su política y a la confesión: La fe y el mensaje bautista . ¹ Fue a través de este tipo de crianza que, a la edad de 17 años, entendí sin duda alguna que Dios me estaba llamando a servirlo en el ministerio vocacional.
Priscilla y yo nos casamos, asistimos a la universidad y luego fui al seminario. Al terminar con mis estudios teológicos, fuimos invitados a Lubbock, Texas, como pareja de plantadores de iglesias para comenzar una nueva obra en español, y esto fue solo el comienzo. A través de los años, mi esposa y yo tuvimos el privilegio de servir como misioneros en el norte de Nuevo México, ministrando en Santa Fe, Española, Red River y Taos. No obstante, con el tiempo, descubrí algo. Tanto en mi iglesia natal como en mi capacitación ministerial y mis años en la obra, sabía que no estaba del todo preparado para un ministerio de plantación de iglesias.
El problema
Considerando mi trasfondo, puedo ver que crecí y serví en una iglesia donde aprendí y experimenté el «cómo» y el «qué» de mantener y hacer crecer una comunidad de creyentes. Pero la idea de alcanzar mas allá de las cuatro paredes de mi iglesia local era algo foráneo. Los líderes de la iglesia no demostraban ni valorizaban el concepto de multiplicación, y mucho menos el tener la capacidad económica, el personal o las habilidades necesarias como para comenzar una nueva obra. Y lo más desalentador de todo: mi tiempo de estudio en el seminario fue una experiencia significativa, aprendí mucho; pero no resolvió mi deficiencia al darme una teología aplicada sobre la plantación de iglesias que funcionara prácticamente en el campo.
A medida que se encuestaba a las comunidades donde servía, la condición perdida de las almas era obvia. Pero también, la receptividad de muchos al evangelio era evidente y se abordó la necesidad de reclutar iglesias para patrocinar nuevas obras. Al invitar a «iglesias hermanas» a colaborar, rápidamente descubrí que algunos pastores tenían muchos mitos y fobias relacionados con la plantación de iglesias, los cuales los paralizaban, les impedían participar. He aquí algunas de las fobias y los temores expresados, enumerados en la Unidad 3 del Manual de Facilitadores de la Red de Iglesias Multiplicadoras:
1. Somos demasiado pequeños.
2. Ya hay suficientes iglesias.
3. Agotará nuestras finanzas.
4. Dividirá a la iglesia.
5. Primero necesitamos fortalecer nuestra iglesia.
6. Nuestros miembros no lo apoyarán.
7. No tenemos una visión para ello.
8. No podemos encontrar plantadores de iglesias.
9. No sabemos cómo iniciar una iglesia.
10. Tenemos temor de fracasar. ²
Parece milagro pero, a pesar de la falta de experiencia, las limitaciones económicas, la falta de recursos y la pobre respuesta y apoyo de las iglesias en aquel tiempo, Dios bendijo nuestros esfuerzos y tuvimos la bendición de participar de la plantación de muchas iglesias nuevas. No obstante, hoy, después de cincuenta y siete años en la obra ministerial, descubro que algunos de los problemas y las necesidades que vi en el inicio de mi ministerio todavía existen y frustran el avance a la hora de plantar iglesias. Pero una cosa no ha cambiado: ¡la condición perdida de nuestra nación ha crecido y la gente sigue necesitando experimentar personalmente al Cristo del evangelio!
Al ser esta la seria realidad, todos los tipos de iglesias que predican el evangelio deben iniciarse en cada pueblo, ciudad y centro urbano, donde la iglesia cumpla con el papel de ser agente de cambio y transformación en todas las comunidades. En 1997, Charle Chaney, hablando sobre la necesidad de multiplicar iglesias, recalcó un punto de suma importancia:
En la Biblia, el reino de Dios siempre se expresa como singular. Solo existe un reino y es gobernado por el Dios Todopoderoso. El Padre es el único gobernante de Su reino. Él ha escogido compartir Su reino con Sus hijos. Dios, al compartir Su reino, quiso que la iglesia se convirtiera en la ventana a través de la cual el mundo pudiera ver el reino. El reino de Dios está destinado a extenderse a cada familia y clan del hombre y a estar presente en cada vecindario y pueblo. El deseo de Dios es que cada iglesia local sea una auténtica revelación de la presencia del reino de Dios.³
En vista de la gran expectativa divina, es lamentable que muchas iglesias continúen siendo constructoras de sus propios reinos, en lugar de unirse en propósito para colaborar y hacer crecer el reino de Dios. Las iglesias necesitan entender que hay una diferencia entre una iglesia con mentalidad misionera y una iglesia misional:
• La iglesia con mentalidad misionera enfatiza el envío y el apoyo; la iglesia misional enfatiza el ser y el hacer.
• La iglesia con mentalidad misionera es representativa; la iglesia misional es participativa.
• La iglesia con mentalidad misionera percibe la misión como una expresión de su ministerio; la iglesia misional percibe la misión como la esencia de su existencia.⁴
La Gran Comisión
Al terminar Su servicio expiatorio, y antes de regresar a Su morada celestial, Jesús le dio a la iglesia el mandato de ir por todo el mundo para proclamar el evangelio y hacer discípulos. La importancia del mandato de Cristo a Sus seguidores se evidencia en que ocurre en los cuatro Evangelios (Mat. 28:16-20, Mar. 16:15-18; Luc. 24:45-49; Juan 17:18; 20:21). Mientras que cada Evangelio aporta un énfasis diferente sobre la naturaleza del mandato,⁵ los cuatro Evangelios canónicos son consistentes en subrayar el mismo objetivo de enviar a la iglesia al mundo a proclamar las buenas nuevas de salvación.⁶
El pasaje más claro e impactante sobre la Gran Comisión se encuentra en Mateo 28:16-20. A medida que examinemos su gran mensaje, se prestará atención al mandato final de Cristo a la iglesia, sus implicaciones geográficas y culturales y el cometido de Cristo para Sus discípulos.
Para comenzar, «discípulo» era la palabra favorita de Cristo para aquellos cuyas vidas estaban vinculadas con la suya. La palabra griega para discípulo, mathetes, se usa 269 veces en los Evangelios y en Hechos. Este término describe un «enseñado» o «entrenado».
En la Gran Comisión, Jesús declara la misión de la iglesia: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (28:19-20). En griego, tres términos son participios, y plantan una verdad importante. Así como el águila, por naturaleza, vuela a grandes alturas, la iglesia «va», «bautiza» y «enseña» como parte de su naturaleza. El único imperativo que se encuentra es matheteusate (v. 19), que se traduce «haced discípulos».⁷ Como podemos ver, Mateo 28:18-20 establece que los seguidores de Cristo deben comunicar el evangelio de salvación y caminar junto a los nuevos creyentes en un viaje que los llevará a un cometido de discipulado por la vida.
Sin duda, el mandato de Cristo es más que la proclamación del evangelio de salvación, y guía al pecador al arrepentimiento de su pecado y a tomar una decisión por Cristo. Si bien estos son pasos que encienden el inicio del proceso espiritual, el mandato de la Gran Comisión exige mucho más. Hacer discípulos implica guiar a las personas a declarar a Jesús como Salvador y Señor, y a comprometerse a ser aprendices y seguidores de Jesús. Nutridos por la Palabra de Dios, los nuevos creyentes son convertidos en hijos de Dios que piensan en el «reino» y buscan diariamente cómo expandirlo. Respecto al mandamiento de hacer discípulos, el Señor agrega: «enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado», enfatizando que la predicación y la responsabilidad de seguir cuidando a los que han recibido el evangelio son ministerios que van de la mano. Es trágico cuando nuevos cristianos son ganados solo para ser olvidados, y son librados a cuidarse solos. Una iglesia no puede ser plantada sin ganar nuevos creyentes e integrarlos a toda parte de la comunidad de fieles y su misión. Nunca fue la intención en este mandato bíblico que el nuevo creyente creciera de forma aislada, sino que fuera incubado dentro del calor y el sostén espiritual de la comunidad. David J. Hesselgrave dijo: «Hacer discípulos es el único imperativo y la actividad central indicada en la Gran Comisión. Hacer conversos y creyentes ciertamente es parte. Pero la fe y el discipulado nunca pueden divorciarse».⁸ Jesús ejemplificó lo que requería de Sus seguidores en Su propio estilo de vida y metodología de ministerio. Robert Coleman, en su libro The Master Plan of Evangelism [El plan maestro de evangelización], pintó un cuadro verbal de la estrategia de discipulado de Jesús: Él llamó a la gente a seguirlo, dedicó una parte significativa de Su ministerio terrenal a la tarea de hermanar y entrenar a Sus discípulos, los guio cuando salieron y les encargó llevar a cabo Sus instrucciones.⁹ Por lo tanto, el mandamiento de hacer discípulos sienta las bases esenciales para el establecimiento de congregaciones en las cuales las personas aprendan juntas, compartan unas con otras y lleven a cabo los deberes del discipulado en una relación de mutua responsabilidad. Los apóstoles fueron instrumentales en el establecimiento de iglesias que fueron intencionales en el discipulado de los nuevos conversos.
En la expresión «haced discípulos a todas las naciones», la frase «todas las naciones» —panta ta ethne— significa ir a «todos los grupos de personas». Si bien la palabra ethne se puede aplicar a las naciones como entidades políticas con límites geográficos, se relaciona más directamente con grupos de personas, es decir, etnias. Por lo tanto, esto significa que todas las distintas razas étnicas necesitan ser alcanzadas con el evangelio y guiadas a convertirse en discípulas de Jesucristo de por vida. Robert Logan afirma: «Como Lucas lo registra, Cristo combinó este mandamiento con la declaración de Hechos 1:8, en la cual el Cristo resucitado articuló muy claramente el impacto multidimensional de la Gran Comisión: y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra
».¹⁰ Su ejecución, por lo tanto, requirió cruzar fronteras lingüísticas, sociológicas, raciales, culturales, religiosas y geográficas.
El libro de los Hechos (caps. 6, 15) deja muy claro que los seguidores de Cristo necesitaban cruzar estas barreras para que el evangelio se volviera verdaderamente universal, y no solo una secta del judaísmo. Si este aspecto de la Gran Comisión ha de seguir funcionando, las iglesias necesitan ser plantadas entre todos los segmentos de la sociedad en todos los países del mundo. Cada barrera al evangelio necesita ser superada plantando iglesias que estén geográfica, lingüística y socialmente cerca de los que no tienen iglesia. Para que esto ocurra, las iglesias y los líderes de plantación de iglesias deben, de alguna manera, contextualizarse a la cultura anfitriona.
Como Ed Stetzer lo reconoce, «la comprensión intercultural comienza con una exégesis de la cultura bajo consideración. Mediante esta exégesis de la cultura, aprendemos suposiciones y patrones que ya están funcionando en la cultura».¹¹ Según Peter Beyerhaus, «ser contextual significa que una iglesia, en obediencia al mensaje apostólico que se le ha confiado, y a la guía viva del Espíritu Santo, es capaz, en su propia situación histórica particular, de hacer que la palabra y la obra del evangelio sean inteligibles y actuales a los ojos y oídos de los hombres».¹²
La iglesia siempre lucha con la necesidad de penetrar la cultura anfitriona mientras se protege contra caer víctima del sincretismo.¹³ Sin embargo, este peligro nunca debe ser una excusa para no tratar de alcanzar a cada persona con el evangelio dentro su esfera de influencia. A medida que los seguidores de Cristo buscan involucrarse con la cultura del día, deben hacer preguntas relevantes; por ejemplo: «¿Cómo puede el evangelio encarnarse mejor en este contexto?», o «¿Qué valores y símbolos culturales se pueden usar para ilustrar la verdad del evangelio?».¹⁴ Tom Steffen ofrece una lista detallada de