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Flash Fire
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Libro electrónico526 páginas6 horas

Flash Fire

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Información de este libro electrónico

¡LA EXPLOSIVA CONTINUACIÓN DE LOS EXTRAORDINARIOS! Aunque a Nick Bell todavía le pesa no tener poderes, con valentía, encanto y una cantidad preocupante de entusiasmo, ¡ha conseguido conquistar a un superhéroe! Pero, por supuesto, salir con uno no es como esperaba y, con nuevos Extraordinarios en Ciudad Nova –hermanos que pueden manipular el humo y el hielo, alguien que puede mover cosas con su mente y una drag queen con el mejor traje del mundo–, dependerá de Nick, Seth, Gibby y Jazz determinar quién es amigo... y quién enemigo mortal.
IdiomaEspañol
EditorialVRYA
Fecha de lanzamiento1 jul 2024
ISBN9786076370193
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    Flash Fire - T J Klune

    Capítulo uno

    –Nicky, –dijo con un quejido Seth Gray y Nick nunca se había sentido tan orgulloso de sí mismo en toda su vida antes. Está bien, nunca había estado tan excitado antes y no podía concentrarse mucho, porque toda la sangre había abandonado su cerebro y había viajado al sur, pero, aun así. Parecía que, escuchar su nombre salir de la boca de Seth de esa manera fue suficiente para terminar de freír todos los circuitos que quedaban en el cerebro de Nicholas Bell.

    El sudor empezó a deslizarse por su nuca mientras se ponía por encima de Seth, quien estaba acostado en la cama de Nick. Los lentes de Seth estaban torcidos, su moño parcialmente desatado, su cabello negro era un desastre de rizos. Tenía el jersey levantado y revelaba un destello de su piel pálida. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios hinchados, ya que Nick los había estado atacando desde hacía veinte minutos. Nick pensó que ya habían dominado este asunto de los besos.

    Sin embargo, ahora se presentaba un problema: detenerse mientras podían o seguir entrando en esta tierra extraña y desconocida de Poner las manos debajo de la ropa para pasarla bien. Tenían la casa para ellos solos; era sábado y su papá había salido a almorzar con el jefe de la policía, Rodney Caplan, y el oficial Novato para hablar de algunos temas. No se suponía que Nick necesariamente supiera a qué se referían, pero no era estúpido, sin importar cuánta evidencia abrumadora demostrara lo contrario, dadas ciertas… acciones de las que pudo haber sido parte el último año (o, para ser honesto, todos los otros años de su vida). Había visto las publicaciones en las redes sociales que pedían una reforma y el desfinanciamiento, gente marchando en las calles exigiendo un cambio, y, si bien siempre había estado orgulloso de su padre, habían aparecido preocupaciones válidas, y con justificación. Su papá no hablaba mucho sobre eso, al menos, no con Nick, y tampoco Cap o el Novato, sin importar cuánto les preguntara. Y esto frustraba demasiado a Nick.

    En especial, desde que pasaba las mañanas con su papá, patrullando en la nueva camioneta que le habían dado como parte de su trabajo como director de la nueva División de los Extraordinarios, escuchando música en el teléfono de Nick que conectaba por Bluetooth cuando salían a hacer las compras. Hablemos de exageración. Nick atesoraba pasar tiempo con su papá, pero era muy capaz de notar el hecho de que los asientos eran de cuero y tenían calefacción, y ¿para qué? ¿Para mantener el trasero de su papá caliente mientras trabajaba? Parecía que había cosas más importantes por las que preocuparse.

    Y hablando de papá.

    Era probable que no regresaría hasta dentro de algunas horas, en especial si bebían algunas cervezas. Seth había venido para ayudar a Nick con su tarea (trigonometría otra vez), y habían prometido quedarse abajo, Nick sonriéndole de forma inocente a su padre, quien los había mirado a los dos de pies a cabeza con una expresión severa. Seth se había ahogado, como estaba acostumbrado a hacer, al diablo su habilidad para crear fuego de la nada.

    Y solo tenían pensado hacer la tarea. De verdad. No le estaba yendo mal a Nick ni nada por el estilo, pero tenía un examen pronto para el que no estaba muy preparado y quería hacer tanto como pudiera, teniendo en cuenta que era el día de San Valentín y la tarea no era algo romántico en lo más mínimo. Tenían planes más tarde con sus amigas, una especie de cita doble, y decidió ser responsable. Maduro, incluso.

    El problema con eso era, por supuesto, Seth. Seth, quien tenía el ceño fruncido mientras miraba los textos y los papeles esparcidos en la mesa. Seth, que había estado comiendo pretzeles mientras decía algo sobre los lados y los ángulos de los triángulos. Seth, que posiblemente era el chico más ardiente de toda la existencia, tanto que, si Nick no ponía su cara en la cara de Seth otra vez en los próximos cinco minutos, era probable que moriría.

    –Ey –había dicho, interrumpiendo lo que estaba seguro era la explicación de matemática más aburrida en la historia del mundo–. ¿Puedo mostrarte algo en mi cuarto?

    Seth se había quitado la sal de los labios con el dorso de la mano.

    –¿Qué?

    Nick se había inclinado hacia adelante, con su barbilla sobre las manos.

    –Es una sorpresa.

    –Sorpresa –había repetido Seth. Sonaba con dudas y, bueno, sí, a veces las sorpresas de Nick, si bien tenían buenas intenciones, podían terminar con alguna explosión. Literal. Pero esta iba a ser una buena sorpresa. Con el potencial de buenas explosiones.

    (Y como siempre y por siempre sería un puritano, se había sonrojado por su propia audacia).

    Pero nada lo iba a desanimar. Se había levantado de la mesa.

    –Vamos. No tomará mucho. –No era mentira. Si progresaba más que antes, probablemente acabaría muy rápido.

    –Tu papá dijo que no podemos subir cuando él no está aquí –le había recordado Seth, mientras él también se levantaba.

    Era verdad, sí. Pero cuando Nick le había recordado a su papá que no necesitaban una habitación cuando se trataba de poner manos a la obra (palabras de Nick, de las que de inmediato se arrepintió), su papá le había dicho que conseguiría cobertores de plástico para cubrir todos los muebles para que no dejaran manchas de chicos. Nick, por supuesto, se había escandalizado bastante.

    El hombre había empeorado las cosas cuando tomó un rociador de debajo del lavabo, lo llenó de agua y le dijo que, si servía para los perros en celo, también serviría para los chicos. Y luego le roció la cara a Nick.

    Nick amaba a su padre más que cualquier cosa, pero estaba convencido de que su mera existencia era para asegurarse de que Nick siguiera siendo virgen por el resto de su vida.

    Lo cual estaba bien con Nick, al menos por ahora. Sí, tenía un novio atractivo que tenía superpoderes y se hacía llamar Pyro Storm, y , su cuerpo se veía increíble cuando estaba con los pantalones estilo chinos o con su disfraz de Extraordinario, y sí, Nick amaba besar a su novio superhéroe, pero no estaba del todo seguro de llevarlo al siguiente nivel.

    No había ayudado que había hecho lo que siempre hacía cuando no sabía algo: investigar de forma exhaustiva sobre eso. Y vaya, ay vaya, qué error había sido. Era confuso excitarse y también aterrarse al mismo tiempo, en especial cuando había encontrado un artículo titulado ¿Cómo ser un buen trasero?, que incluía ilustraciones e instrucciones detalladas sobre cosas como la manera correcta de hacerse enemas para evitar cualquier efecto secundario indeseado y usar guantes para prepararse para que las uñas no causaran ningún daño al interior del ano.

    Y eso ni siquiera empezaba a abarcar el enorme y aterrador mundo de ser un hombre queer moderno en el siglo veintiuno y todo lo que conllevaba. ¿Era un twink? ¿Un twunk? ¿Un power top? ¿Un power bottom? ¿Un oso? ¿Una nutria? (No tenía suficiente vello corporal para esos dos últimos, pero no estaba seguro de descartar nada todavía). ¿Los heterosexuales tenían que lidiar con todo esto? Si no era el caso, entonces, era homofóbico de maneras que Nick ni siquiera podía empezar a articular. Cómo se atrevían los heterosexuales a evitar estas pequeñas etiquetas.

    Siguió haciendo clic y solo fue cuestión de tiempo para que llegara a las profundidades de una búsqueda no intencional de la cultura de los furros (gente disfrazada de lobos, cabras, gallinas y qué grandioso era eso) cuando comprendió que probablemente ya se le estaba yendo de las manos.

    Tenía dieciséis años, maldición. No tenía que ser un power twunk cabra. Tenía TDAH y una libido saludable, lo cual no dejaba lugar para nada más.

    Y era por eso que la sorpresa que Nick tenía para Seth era tan solo taclearlo en la cama y meterle la lengua hasta el fondo de la garganta. Seth, por su parte, chilló, protestó una vez con la boca llena de Nick, y luego renunció por completo cuando Nick le mordió la piel debajo de su oreja, lo que lo hizo derretirse de inmediato.

    Nick bajo ningún aspecto era un experto, en especial dado que su primera experiencia había sido con un villano que había intentado asesinarlo, pero los sonidos apreciativos de Seth y la manera que se mordía los labios significaba que no estaba tan mal, ¿verdad? Y Seth sabía a pretzeles, lo que no debería haber sido tan excitante como era. Ay, Dios, ¿qué tal si tenía un fetiche por la comida? ¿Cómo se llamaba eso? ¿Foodies? Mierda. ¿Qué tal si era un foodie?

    Nick recordó lo que había aprendido en Reddit sobre la protección y el consentimiento.

    –No tenemos que hacer nada que no quieras. Tienes el derecho a decir que no y respetaré esa decisión.

    Seth rio por lo bajo.

    –En serio. Qué generoso de tu parte.

    –Lo sé –respondió Nick, distraído por la manera en que el jersey de Seth estaba subiendo cada vez más. Otro centímetro o dos y su ombligo quedaría expuesto. ¿Era excitante? Nick creía que sí, pero no estaba seguro. ¿Tenía un fetiche por los ombligos? Qué horrible darse cuenta de eso en este preciso momento. Todavía estaba lidiando con que era un foodie.

    –Nick –dijo Seth.

    –¡No estoy pensando nada raro! –soltó Nick abruptamente mientras levantaba la vista del estómago de Seth–. ¡No quiero bañarte en mantequilla de maní y comerte todo!

    –¿Qué?

    –Nada –exclamó Nick, rápido–. Olvida que dije eso. Hablemos de otra cosa. ¿Cómo estás? Yo estoy bien, gracias por preguntar. ¿Te gustaría quitarte los pantalones y quedarte un rato más? –Pero entonces la idea de tener que quitarse sus propios pantalones entró a su cabeza y no podía respirar. Eran exactamente las dos cosas que quería y aun así se sentía demasiado apresurado, todo a la vez. No sabía cómo reconciliar las dos ideas y la indecisión le hizo doler la cabeza.

    –Ey, ey –dijo Seth, levantándose y tomando sus brazos–. Nicky, mírame.

    Nick lo hizo, intentando calmarse antes de salirse de control. Si bien no estaba tan mal como estaba acostumbrado, aún era propenso a perderse en sus pensamientos, que se volvían nada más que estática, a que su garganta se cerrara y su visión se estrechara. Si lo dejaba ir demasiado lejos, habría terminado con uno de sus dolores de cabeza, que lo haría caer de trasero por algunas horas al menos.

    La medicina que tomaba (¡Concentra! ¡Te ayudará a concentrarte!) disminuía los peores síntomas del TDAH, pero los dolores de cabeza habían aumentado su frecuencia. Un efecto secundario por lo que les habían dicho a su papá y a él, pero uno con el que tendría que lidiar, dado que la Concentra era lo mejor para él.

    Inhaló por la nariz y exhaló por la boca mientras las manos de Seth se cerraban con fuerza alrededor de sus muñecas, trayéndolo de nuevo a tierra.

    –Ahí está –dijo Seth, con el ceño fruncido con preocupación–. Estamos bien, Nicky. Relájate.

    –Lo siento –murmuró Nick, sintiéndose ridículo. Claro que había arruinado el momento. Estúpido, estúpido, estúpido. Ni siquiera podía semiseducir bien a su novio dispuesto.

    –No tienes que pedir disculpas –le aseguró, soltándole las muñecas y frotando sus brazos–. ¿Estás bien?

    Nick asintió.

    –Sí. Solo… Sabes cómo es. Pensé en tu ombligo y después me empecé a preguntar si tenía un fetiche por los ombligos. –Frunció el ceño–. O algo así. Y luego apareció la mantequilla de maní y aquí estamos.

    –No tengo idea de qué hacer con nada de todo eso –respondió Seth–, pero mira. –Se estiró entre ellos y levantó su jersey, revelando al menos diez kilómetros de piel desnuda–. ¿Cómo está el ombligo?

    –Tan bien –exhaló fervientemente Nick. Y como no podía no hacerlo, se inclinó casi a la mitad y presionó sus labios sobre el estómago de Seth. Cuando sintió que el chico se tensó, sopló tan fuerte como pudo. El sonido a pedo resonó por toda la habitación mientras Seth soltaba un chillido y se sacudía sin parar, tirando a Nick hacia un lado de la cama. Valió la pena.

    –¡Eres un estúpido! –gritó Seth–. ¿Qué te pasa?

    Nick sonrió, mirando al techo desde el suelo.

    –¡Estaba intentando chuparte!

    –¿Chuparme? Cretino, voy a mostrarte cómo se hace, solo observa. Voy a hacerlo tan bien que ni siquiera vas a poder recordar tu estúpido nombre.

    Dicho eso, Seth se tiró por el borde de la cama y aterrizó sobre Nick, quitándole todo el aire de los pulmones. Nick logró soltar un quejido antes de que Seth le levantara la camisa y empezara a soplarle la piel desnuda de Nick. Nick rio mientras intentaba quitárselo de encima, pero Seth era demasiado pesado.

    –¡Ahí, sí! –empezó a gemir Nick entre risas–. ¡Ahí, sí, sí, justo ahí…!

    –Ejem.

    Una vez, Nick cayó desde el puente McManus, decenas de metros hacia el pavimento en lo que estaba seguro que sería una muerte horrible y desastrosa, todo porque un Extraordinario cretino llamado Shadow Star había tomado demasiado en serio sus fánfics.

    Y aquí, ahora, por segunda vez, la vida de Nick pasó delante de sus ojos, porque estaba seguro de que este sería el fin. Solo que esta vez, no sería por los traumatismos de una caída. No, iba a morir de vergüenza, porque, al parecer, su cuarto tenía una acústica increíble, al ver que sus gemidos todavía resonaban apagados cuando él y Seth voltearon al mismo tiempo para ver a Aaron Bell parado en la puerta, sus brazos cruzados sobre su pecho, una expresión sombría en su cara.

    –Eh –vaciló Nick–. ¿No es lo que parece?

    –En serio –dijo su papá con sequedad–. Porque sonaba como si mi hijo, menor de edad, estuviera disfrutando una sesión de sexo oral de su novio, también menor de edad, cuando se suponía que los dos tenían que estar en la cocina haciendo la tarea.

    Nick no sabía que escuchar a su padre decir sexo oral sería tan emocionalmente devastador. Ahora lo sabía.

    –Ay, por Dios –se quejó Seth, tapándose la cara con las manos.

    ¡Papá! –gritó Nick.

    Su papá puso los ojos en blanco.

    –Seth, quítate de encima de Nick y busca tus cosas. Te llevaré a tu casa. Nicky, ¿por qué no te quedas aquí y piensas en todo el sexo que no vas a tener? De hecho, cuando vuelva a casa, hablaremos justo de eso.

    –Qué demonios –murmuró Nick cuando Seth se deslizó de encima de él. Su novio se negaba a mirarlo a los ojos cuando se levantó del suelo, sus mejillas completamente coloradas–. Papá, no puedes decir esas cosas.

    –Lo acabo de hacer –respondió el hombre, sin moverse de la puerta, incluso mientras Seth intentaba pasar. Al final, Seth se hizo lo más pequeño posible y pasó por un lado de su padre, aplastándose contra el marco de la puerta. Ni siquiera se despidió–. Vivo para hacer tu vida miserable. Está en la descripción laboral, muchacho. Cuando seas padre, tendrás un manual que se llama Cómo arruinarle la vida a tu hijo. Es muy informativo y es lo único que va a pasar en esta casa en el futuro cercano.

    –Odio todo –anunció Nick con grandiosidad mientras miraba furioso al techo.

    No hubo respuesta. Volteó para encontrarse con una puerta vacía. Se quejó y se sentó, mirando la fotografía que descansaba sobre su escritorio desordenado. En esta, una versión más joven de Nick se encontraba junto a una hermosa mujer, cuyo cabello se mecía al viento que provenía del océano mientras tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de Nick. Jenny Bell, su madre, ya tres años sin ella.

    –Fuiste tú, ¿verdad? –le preguntó a la fotografía–. Tú le dijiste que tenía sentido del humor.

    No contestó.

    Nick apartó la mirada de la fotografía cuando escuchó la puerta del frente abrirse. Se levantó de un salto y se acercó a la ventana, que abrió hacia un lado. Los sonidos de Ciudad Nova se filtraron a su habitación, fuertes, desagradables y reconfortantes. El aire se sentía gélido, lo que hizo que se le erizaran los vellos del brazo. Se suponía que nevaría más tarde, las nubes arriba eran de un gris plomizo ominoso.

    Miró el camino de piedra que llevaba a la calle. Seth y su papá estaban caminando hacia la camioneta aparcada en el espacio frente a la casa.

    –¡No nos separará! –gritó Nick, riendo cuando tanto su papá como Seth se sobresaltaron, mirando a su alrededor salvajemente–. ¡Te encontraré, mi amado! Sin importar dónde estés, estaremos juntos. ¡Nunca nada se interpondrá entre nosotros!

    Su papá lo miró furioso.

    –Muchacho, te lo advierto.

    Nick parpadeó de forma inocente mientras se inclinaba hacia adelante sobre sus codos y el vapor de su boca brotaba en una neblina espesa.

    –¡¿Por qué, padre?! No es mi culpa si los vecinos nos escuchan y piensan que estás intentando alejarme de mi novio.

    Su padre pasó un dedo sobre su garganta, mientras Seth se veía como si deseara que un sumidero se abriera debajo de él y se lo tragara por completo. Cretino. Nick estaba siendo romántico.

    Pero entonces Seth levantó la vista hacia Nick y dijo:

    –Estaremos juntos en esta vida o la siguiente. –Nick pensó que era bastante posible que fueran el uno para el otro.

    Su papá suspiró con dramatismo antes de llevar a Seth a la camioneta.

    Desafortunadamente, fue entonces que Nick entendió dos cosas: estaba solo en la casa y todavía tenía una erección.

    No pensó cuando se alejó de la ventana y tomó su teléfono. Escribió su contraseña (el cumpleaños de Seth) y abrió el navegador. Abrió una nueva ventana de incógnito, solo para estar a salvo, y escribió su página favorita de pornografía. La pantalla se llenó de imágenes de hombres en diferentes posiciones que deberían haber sido anatómicamente imposibles. Navegó un rato hasta que encontró su categoría favorita, un añadido reciente que ganaba tracción: Porno de Extraordinarios.

    Se sentó al borde de la cama, listo para aprovechar su tiempo a solas. Entró en el tercer video de la lista, uno con el que estaba íntimamente familiarizado. En este, un hombre delgado con un traje ridículo que se hacía llamar Chico Erección salvaba a un tipo fornido que trabajaba en un pozo petrolero que había explotado. Sin embargo, como el presupuesto para esta obra en particular de cinéma vérité no permitía costear una explosión real (o un pozo petrolero real), solo mostraba lo que sucedía después: el hombre lleno de manchas ubicadas de forma artística y la mayor parte de su ropa desgarrada mientras Chico Erección lo tocaba con la intención de atender sus heridas ficticias.

    Nick le dio a reproducir, ya anticipando las primeras líneas del diálogo.

    –Estás a salvo ahora –diría Chico Erección sin emoción–. Pero debería ver tus heridas graves. Quítate el pantalón.

    –Sí –contestaría el tipo fornido–. Deberías revisar todo muy detenidamente cuando me quite el pantalón.

    Pero no salía sonido de su teléfono.

    Ah, los actores estaban haciendo su actuación y sin dudas el sexo estaba ocurriendo en la pantalla, pero no podía escuchar nada. Nick frunció el ceño, presionando el botón a un lado de su teléfono. El volumen ya estaba al máximo. Debería sonar fuerte.

    Frunció el ceño.

    –Maldición, acabo de comprar este teléfono.

    Una bocina sonó afuera, pero Nick la ignoró mientras bajaba y volvía a subir el volumen, inútilmente. Estaba a punto de arrojar su teléfono al suelo e ir a buscar su computadora cuando su mirada se disparó hacia la esquina superior derecha de la pantalla. Un pequeño símbolo titilaba frente a sus ojos; uno que conocía muy bien.

    Bluetooth.

    Su teléfono estaba conectado por Bluetooth a… a…

    Levantó la cabeza con lentitud, sintiendo un desdichado terror. Se levantó lentamente, como si estuviera en un sueño, y se acercó despacio a la ventana abierta mientras el claxon sonaba otra vez. Miró a la calle abajo.

    Las ventanas de la camioneta de su padre estaban bajas. Seth tenía la cara entre sus manos. Su papá estaba asomado por la ventana. Ni bien lo vio a Nick, lo saludó y extendió una mano hacia el tablero para subirle el volumen al estéreo de la camioneta.

    –¡Ah, sí! –gritó el tipo fornido desde los parlantes, resonando por la calle a su alrededor–. ¡Superazótame con tu pene extraordinario! ¡Lléname de tu poder superqueer! ¡Sí! ¡Sí!

    Un vecino miró a la camioneta antes de prácticamente irse corriendo. Estaba seguro de que eso no era necesario. Qué reacción exagerada.

    Nick cerró la pestaña. La aventura romántica del tipo fornido y el Chico Erección quedó silenciada.

    Luego miró abajo. Su novio se estaba golpeando la cabeza contra el respaldo de su asiento. Nick se habría sentido mal de no ser porque ya estaba invadido por una ira descomunal. Antes de poder exigir que su padre se disculpara por arruinarle la vida, su padre habló primero, gritando.

    –¡Busca tu abrigo, muchacho! Vienes con nosotros. Creo que tenemos que hablar. Tú. Yo. Seth. –Sonrió–. Bob y Martha Gray.

    Seth giró la cabeza hacia su papá, la boca abierta por completo, la sangre drenándose de su cara.

    Nick resopló. ¿Qué tan malo podía ser?

    Capítulo dos

    –Y así es cómo haces una barrera de látex –dijo papá al finalizar una demostración de veintiséis minutos en la que tomó un par de tijeras y cortó varias bolsas en cuadrados grandes. Martha y Bob Gray estaban sentados en un sofá en su sala de estar, observando a papá sin mucho interés–. Lo aprendí después de que Nick me contara sobre su identidad sexual y estaba guardándolo para un momento como este. –Giró su cabeza hacia Nick y Seth, que estaban sentados en las sillas de la cocina que habían arrastrado a la sala de estar con el entusiasmo de un par de prisioneros en un gulag. Nick no sabía qué estaba haciendo Seth porque su propia boca estaba completamente abierta y varios sonidos diminutos de dolor brotaban de ella.

    Bob Gray, un hombre robusto con un destello travieso en sus ojos y las uñas sucias de modo perpetuo por su trabajo como conserje, se inclinó hacia adelante.

    –¿Barrera de látex dices? ¿Y para qué se usa?

    –No –susurró Nick–. No, no, no –repitió y Seth tomó su mano y la apretó con fuerza.

    –Para protección durante el sexo oral –respondió su papá–. Pero no para los penes. Esto es estrictamente para el cunnilingus y el anilingus. –Frunció el ceño, estirando uno de los cuadrados con sus manos–. O, como suelen llamarlo los chicos estos días, rimming.

    –Ay, cielos –exclamó Martha, levantando uno de los cuadrados. Por lo general, era una mujer mayor agradable de cabello blanco tupido y un ingenio rápido, pero en las últimas semanas obviamente había decidido que su misión en la vida era hacer que los adolescentes se sintieran más miserables de lo que ya eran–. Rimming. Entonces, tú solo… ¿Qué? ¿Pones esto sobre los genitales y es más seguro? –Levantó el cuadrado de plástico hacia su cara y Seth hizo un sonido que pareció como si le hubieran arrancado los intestinos por la nariz.

    –Estos servirán en un apuro –explicó su papá, como si no estuviera arruinando la vida de su único hijo–. Incluso cortar un condón funcionaría. Pero lo mejor es usar barreras de látex que fueron creadas para ese único propósito. También hay de poliuretano, además del látex. No sé si se pueden comprar en una tienda, pero se consiguen en línea.

    –O –comenzó Martha, mirando a Bob–, podríamos comprarlas en algún lugar del vecindario y apoyar a la comunidad. Está esa tienda en la calle Novena. Sabes a la que me refiero, la que siempre tiene la música fuerte y tiene esos maniquíes en la vidriera con las divertidas bolas rojas en la boca sujetadas a la cabeza con cintas negras. Apuesto a que deben tener toda clase de barreras de látex.

    Nick nunca había visto un alma abandonar un cuerpo, pero parecía que eso era justo lo que le estaba pasando a Seth.

    Entonces, naturalmente, Bob decidió empeorarlo. O mejorarlo; Nick no estaba seguro. El hombre dijo:

    –¿El traje de Pyro Storm de Seth no está hecho de una especie de látex? Llegado el momento, podría ponerse eso antes de que él y Nick… Bueno, ya saben.

    Nick, olvidándose dónde estaba y con quién estaba, susurró:

    –Sí, claro. Eso. Por seguridad.

    Todos lo ignoraron o no lo escucharon. Como fuera, era para mejor.

    –Supongo –dijo Martha–. En cualquier caso, es bueno saber estas cosas. Y no te equivocas, Aaron. Es un gran paso y los dos tienen que entender que no es algo de lo que se pueden arrepentir. –Miró a Nick y a Seth, y sonrió con calidez–. Entendemos que su relación es nueva y maravillosa, pero tienen que pensar con sus cabezas y no con sus partecitas.

    –Es más fácil decirlo que hacerlo –agregó Bob, entrelazando las manos sobre su estómago–. Recuerdo tener dieciséis. Quería meterme en cualquier cosa que me aceptara; hombres, mujeres, no me importaba.

    –Robert Gray –dijo Martha, resoplando–. En serio. Tenemos visita.

    –Hablando del traje de Seth –comenzó su papá.

    –Papá, no –le pidió Nick entrando en pánico.

    –Papá, –dijo con dureza–. No voy a hablar de usar el traje para… eso. –Negó con la cabeza mientras bajaba la bolsa de plástico machacada sobre la mesita que tenía delante–. Bob, Martha, cuando los fui a buscar después de lo que pasó el año pasado en el puente, les dije que estaba contento por nuestros niños. Seth parecía saber en lo que se estaba metiendo, así que no me preocupé por esa parte, aunque sí cuestioné un poco su sano juicio.

    –Guau –exclamó Nick en voz alta–. Ni que estuviera sentado aquí o algo por el estilo.

    Su papá no reaccionó, casi como si estuviera acostumbrado a tener un hijo que se enojaba prácticamente por cualquier cosa.

    –Pero Seth es un Extraordinario. Puede hacer cosas que la mayoría de nosotros ni siquiera puede empezar a imaginar, con todo eso del fuego y de volar. Y me dijo que no estaba seguro de que quisiera seguir siendo Pyro Storm, no después de todo lo que ocurrió. Lo entiendo. De verdad. No diré que entiendo el peso de algo como eso, pero sé lo que se siente tener la responsabilidad de proteger aquellos que quieres.

    Está bien, quizás su papá no estaba tan mal. Incluso aunque fuera la persona más vergonzosa que Nick jamás había conocido, esto era dulce, en cierto sentido. Amaba a su hijo y Nick también lo amaba. Pero luego lo arruinó.

    –Pero si Seth y Nick deciden llevar su relación al siguiente nivel, ¿cómo podemos estar seguros de que Seth no lo quemará si se… calienta mucho? ¿Siquiera sabemos de dónde viene el fuego? ¿Puede aparecer en cualquier parte? –Miró con decisión a su propia entrepierna.

    El silencio que siguió fue absoluto y fue en este momento que Nick planeó buscar un abogado y solicitar la emancipación.

    Soltó un gritito y:

    –Papá, ¿de qué estás hablando?

    Justo cuando Martha dijo:

    –Ah, cielos, nunca pensé en eso.

    Justo cuando Bob dijo:

    –Nunca lo probamos, por obvias razones.

    Mientras Seth apartaba su mano de la de Nick y soltaba un quejido tan fuerte que Nick creyó que estaba muriendo.

    Entonces todos empezaron a hablar encima del otro, Nick más fuerte que el resto, porque sabía que el volumen era el factor definitorio para ganar discusiones. Gritó sobre penes de fuego y la mera audacia de su padre. Martha siguió hablando sobre la creación del traje y cómo no habían considerado que pudiera usarse como protección para anilingus. Bob tomó uno de los cuadrados de plástico desechados y lo sostuvo a centímetros de su cara, preguntándose en voz alta sobre la elasticidad del plástico y el cuerpo humano. Su papá dijo que, si bien no creía que los genitales de Seth pudieran disparar fuego, quería estar seguro de mencionar el tema porque, si ese era el caso, necesitarían averiguar si había algún material resistente al fuego que se pudiera usar como condón.

    No fue hasta que Seth gritó:

    –¡No vamos a tener sexo!

    …que todos cerraron la boca.

    Todos voltearon hacia él, incluido Nick. Era la primera vez que Seth hablaba desde que su papá había empezado a arruinarle la vida a Nick con la ayuda de los Gray. En solidaridad, Nick se acercó y tomó la mano de Seth. Estaban juntos en esto. Si caían, lo harían juntos; solo que, al parecer, no uno encima del otro.

    –No lo vamos a hacer –aseguró Seth con una voz ahogada. Tenía el rostro colorado, su moño de unicornios estaba tan desecho que casi estaba vertical. Tragó con fuerza y su nuez de Adán se movió de arriba abajo–. Nosotros… –Miró a Nick con los ojos bien abiertos, rogándole ayuda en silencio.

    Nick no era un Extraordinario, pero casi había aceptado la vida que le había tocado como el asistente/interés romántico del héroe. No era ideal, pero lo hacía porque Seth necesitaba a alguien como él.

    Razón por la cual Nick infló el pecho, mantuvo la cabeza en alto y dijo:

    –Sí. No vamos a tener sexo. Nos gusta besarnos y frotarnos sin penetración de ningún tipo. Ni siquiera le metí la mano en los pantalones, así que no tienen que preocuparse por eso. Hoy es el primer día que le vi el ombligo desde que empezamos a salir. Pero si los hace sentir mejor, en caso de que decidamos hacerlo, es una decisión que tomaremos juntos cuando los dos estemos listos. Y para estar a salvo, podemos conseguir un extintor de fuego para mi cuarto y el suyo en caso de que pueda tener orgasmos de fuego. Ahora, si nos disculpan, llevaré a mi novio al sótano para que podamos entrenar porque necesita mantener su forma y yo tengo que seguir intentando ver si soy capaz de endurecer mis abdominales. Papá, vuelvo a casa a las nueve. Que tengan un buen día. –Al decir eso, se levantó, llevándose a Seth consigo.

    –Pero…

    Nick volteó lentamente, sus ojos entrecerrados.

    –Dije que tengan un buen día.

    Su papá puso los ojos en blanco con cariño.

    –Así es. Es divertido que pienses que eso significa que no volveremos a hablar sobre esto, en sumo detalle.

    Seth lo siguió con voluntad, solo deteniéndose cuando Nick lo hizo en la puerta de la sala. Nick miró sobre su hombro a su padre, quien lo observaba con una leve sonrisa.

    –¿Papá?

    –¿Sí, muchacho?

    –Te quiero.

    Sus ojos se abrieron bien en grande.

    –Ey, lo sé. Yo también te…

    –Pero lamentarás el día que decidiste hacer barreras de látex en la sala de estar de Bob y Martha. ¿Me escuchaste? Lo lamentarás. –Y con eso, llevó a su novio hacia la escalera que conducía al sótano.

    ***

    El otoño pasado, Nick había llamado a la puerta de la casa de los Gray para exigirles educadamente que lo llevaran a la guarida secreta del Extraordinario conocido como Pyro Storm. Nick todavía estaba recuperándose de tener a su padre herido en el hospital, de que su especie de exnovio le hubiese revelado ser Shadow Star, el supuesto salvador de Ciudad Nova, y de que le hubiera ofrecido los poderes con los que siempre había soñado por el módico precio de volverse adicto a unas píldoras misteriosas. Y luego estaba su mejor amigo/posible amor de su vida que había resultado ser Pyro Storm, el villano que de hecho no era el villano, pero a quien su exnovio, Owen Burke, hacía quedar de esa manera con la ayuda de una reportera, cuya sola mención de su nombre provocaba que niños y animales pequeños huyeran despavoridos del terror.

    La vida de Nicholas Bell era extremadamente complicada.

    En los meses que siguieron a la Batalla del puente McManus (un nombre que los noticieros solían usar para resaltar su importancia; esto a Nick no le molestaba), no mucho había cambiado en la guarida secreta, para la desgracia de Nick. Solo había dos diferencias reales que él podía notar: primero, la puerta corrediza ahora tenía un pequeño letrero que decía Equipo Pyro Storm en letras rojas con humo que brotaba por encima de ellas. Lo encargó por internet.

    Y segundo, un regalo del padre de Nick: un escáner de la policía, algo que aparentemente había robado del trabajo (mientras le repetía a su hijo que robar era ilegal, a lo que Nick le había contestado que necesitaba seguir trabajando en su manera de transmitirle los mensajes). Solo lo habían encendido un par de veces desde que Gibby había descubierto cómo crear una aplicación que hiciera lo mismo en sus teléfonos. No solo la gente podía descargar una versión más sencilla de esa aplicación para informar situaciones en progreso, sino que también funcionaba como un rastreador para mostrarle a los miembros del Equipo Pyro Storm dónde estaba Seth cuando era Pyro Storm, solo para estar a salvo. En lugar de estar sentados en el sótano escuchando el escáner o volando por la ciudad buscando problemas para resolver, una alerta aparecía en sus teléfonos para delitos graves que podían necesitar la intervención de Pyro Storm. Todos la descargaron: Martha, Bob, su papá incluso, aunque Nick hubiera querido mantenerla en secreto. ¿Qué tan vergonzoso sería si su papá miraba la aplicación y veía a Seth en el cuarto de Nick cuando no se suponía que debía estar ahí? Seth había quedado horrorizado cuando Nick compartió esta preocupación en voz alta y todos accedieron a mantenerla desactivada a menos que Seth usara su traje.

    Y hablando de eso.

    Mientras Seth se acercaba a la bolsa de boxeo que colgaba del techo, Nick miró el traje de Pyro Storm colgado detrás de la computadora y el escáner de la policía. El traje había sido remendado por la tía de Seth después del daño que le provocó Shadow Star. El casco de Pyro Storm era rojo y negro con lentes rojos que funcionaba como una especie de casco de realidad aumentada cuando Seth lo usaba, donde podía ver información que le enviaban de manera inalámbrica desde la guarida. Nick pensaba que, como Seth ya había tenido su primera gran batalla, su traje necesitaba un leve rediseño para mantenerlo fresco y excitante pero aun reconocible. Ocurría en todas las secuelas de superhéroes que había visto. Martha había invitado a Nick a coser un nuevo traje si tenía tantas ganas. Pasaron solo dos minutos hasta que se pinchó con la aguja y decidiera que el rediseño podía esperar.

    Estaba bien. Ellos estaban bien. Claro, quizás no veía a Seth tanto como le gustaría, dadas sus responsabilidades con la gente de Ciudad Nova, pero era el precio a pagar por salir con un Extraordinario. Y quizás también había un poco de envidia residual porque Seth pudiera hacer lo que hacía, mientras que Nick tenía que quedarse con los pies plantados en la tierra, pero estaba bien. Así eran las cosas.

    Y por eso Nick tenía cuidado de no mencionar ninguna de sus quejas insignificantes. ¿Quería más tiempo a solas con su novio? Claro, pero era probable que un grupo de personas atrapadas en el piso superior de un edificio en llamas necesitara a Pyro Storm más que Nick, y Seth le había dicho que su rol como líder del Equipo Pyro Storm era tan importante como el suyo. Era difícil sentirse irritado con alguien tan altruista, así que mantenía la boca cerrada. Además, ¿quién más en todo el mundo podía decir que era el líder del Equipo Pyro Storm?

    (Hubo una votación. Gibby votó por sí misma. Jazz votó por la paz mundial, porque no había entendido lo que estaban haciendo. Nick también votó por sí mismo, pero eso fue porque sabía que Seth también votaría por él. Seth no lo hizo. Se abstuvo. Esto llevó a que Nick tuviera un descargo de doce minutos que empezó con sus calificaciones y, de algún modo, terminó con él explicando la postura epistemológica del solipsismo, la idea filosófica de que lo único de lo que uno puede estar seguro es de la existencia de su propia mente, algo que había terminado leyendo inexplicablemente en Wikipedia la noche anterior. Seth, sabiendo que Nick no se detendría hasta que muriera o alguien interviniera, proclamó en voz alta que Nick ganaba la votación. La democracia en acción).

    Ayudaba que Ciudad Nova hubiera estado tranquila desde la confrontación en el puente McManus. Hasta entonces, todas las alertas exageradas de los panelistas de los noticiarios que decían que la guerra contenciosa entre Pyro Storm y Shadow Star llevaría a que otros Extraordinarios aparecieran en Ciudad Nova habían resultado ser falsas. Con Owen Burke encerrado en una institución (ubicación desconocida, para la frustración de Nick), ningún villano había aparecido para ocupar su lugar. Owen una vez había dicho que un héroe solo sirve si tiene un villano, pero resultó ser pura maldad, así que Nick intentaba no tomar nada de lo que había dicho en serio.

    Estaba bien ahora, aquí, en este momento. Estaban juntos y, sí, acababan de ver al papá de Nick hacer cosas para poner en sus traseros, pero, aun así. Seth reía por las payasadas de Nick y Nick quería escuchar ese sonido por siempre.

    –¡Patada brutal de poder! –gritó Nick mientras golpeaba torpemente el saco de boxeo, casi cayendo al suelo mientras Seth reía. Se había quitado las gafas y el jersey y los había dejado sobre la lavadora. También había aflojado su moño y desabotonado la parte superior de su camisa, algo que hacía que Nick no pudiera formar la mayoría de las palabras. Más allá de lo que había ocurrido arriba, Seth parecía más tranquilo, casi relajado.

    –No tienes que ponerle nombre a cada movimiento que haces –dijo Seth, sujetando la bolsa de boxeo–. Es una pérdida de tiempo.

    –Eso dices tú –murmuró Nick mientras se limpiaba el sudor de la frente–. Todos saben que los mejores estilos de pelea tienen nombres que puedes gritar cuando los haces.

    –En serio –respondió con sequedad–. Todos saben eso.

    –Bueno, todos excepto tú. –Nick se levantó la camisa para ver si ya tenía abdominales. Todavía no. Había estado haciendo esto durante casi veinte minutos. ¿Qué sentido tenía hacer ejercicio sin resultados inmediatos? Suspiró mientras se bajaba su camiseta. Quizás lo estaba haciendo mal–. ¡Abrazo de oso de destrucción! –gritó y abrazó

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