La Crónica de Villarrica
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La Crónica de Villarrica - Jacques Aprile-Gniset
TESTIMONIOS
COMANDANTE
BALTAZAR FERNÁNDEZ
Hasta donde la memoria me puede ser fiel, es con mucho gusto que le puedo relatar este aspecto de la lucha del movimiento agrario en nuestro país. Tú sabes que en el año de 1953, el 13 de junio, se produce el golpe militar del general Rojas Pinilla, y el desplazamiento, digo yo aparente, del gobierno conservador, presidido primero por Ospina Pérez, luego por Laureano Gómez, y después por Urdaneta Arbeláez. Al producirse este golpe de Rojas, éste hace un llamado a la paz y la concordia entre los colombianos. Porque naturalmente, como jefe de la represión, que había sido en los años inmediatamente anteriores, él sabía que el pueblo colombiano estaba cansado de la violencia. Y lógicamente era una violencia en la cual los de abajo habían recibido los golpes de los de arriba, me refiero a términos de clases. Los trabajadores de la ciudad y del campo habían sido golpeados fuertemente por la reacción. Una reacción, no diría yo conservadora, sino de la oligarquía, es decir de la gran burguesía y de los latifundistas. Que no necesariamente son liberales con exclusividad, sino que están en los dos partidos. Aunque el gobierno se autocalificaba de conservador, en él colaboraban dirigentes liberales. Y estaban algunos de ellos en este gobierno que cayó el 13 de junio.
Entonces Rojas Pinilla, interpretando muy hábilmente en aquel momento este sentimiento del pueblo, llamó a la concordia y se asesoró de los medios de comunicación de masas, escritos y hablados, pertenecientes a ambos partidos. Y éstos le colaboraron de muy buen grado, para desmontar al movimiento guerrillero que en aquel momento tenía como 47 o 48 frentes regados en todo el país. Y comenzaban a pasar a una ofensiva que de haber continuado hubiera desestabilizado en corto tiempo al gobierno de entonces. Eran cerca de 50 frentes, varios en los Llanos Orientales, varios en Antioquia, otros en el Magdalena Medio, varios en Santander. Otros en el Tolima, en el norte, en el centro y en el sur. Había frentes en Cundinamarca, en el Valle, y en otros lugares del país.
Las guerrillas liberales que habían sido organizadas algunas por iniciativa de los jefes de este Partido, y otras como reacción contra la violencia, se habían ido al monte, pero conservando sus sentimientos liberales y el acatamiento a las directivas de su partido. Entonces todas fueron las primeras en responder al llamado del gobierno de Rojas recién instalado y a los requerimientos que les hacían sus jefes, desde las páginas de El Tiempo, de El Espectador, y otras revistas y semanarios del Partido Liberal.
Algunos de estos guerrilleros liberales, sobornados por el gobierno, hicieron causa común con el Ejército para perseguir y entregar a las autoridades militares, o para asesinar a los guerrilleros que bajo otra influencia, la influencia de los comunistas, no quisieran entregarse ni entregar las armas.
Es en aquel momento en 1953, cuando se produce la primera confrontación en la práctica de la validez de las orientaciones del Partido Comunista. El Partido Comunista, inmediatamente después del golpe, vio con mucha claridad la maniobra de largo alcance que se estaba perpetrando en el plano político. Porque Rojas Pinilla, como lo demuestro poco después, no representaba ningún cambio en la situación política colombiana. Nada de fondo, sólo fue un cambio de forma.
El imperialismo reforzó sus posiciones y desde luego apoyó el golpe, lo apoyó desde antes. La burguesía liberal había perdido toda esperanza de recuperar el poder para su partido por el camino de los putch, asonadas o aventuras, que estaba orientando desde el asesinato de Gaitán. Y vio con muy buenos ojos la instalación del gobierno de Rojas. Hasta lo calificó como «un golpe de opinión». Uno de sus más destacados dirigentes, precisamente paisano mío, y algo familiar, dijo que lo que había producido no era un golpe militar sino un golpe de opinión. Y con eso estaba abriendo ampliamente las compuertas para que el pueblo colombiano siguiera y creyera en el gobierno de Rojas Pinilla, en su primer tiempo. Ese personaje se llama el doctor Darío Echandía.
En estas condiciones, las guerrillas orientadas por los comunistas, porque desde su surgimiento habían participado en la organización de este movimiento, ubicado principalmente en el sur del Tolima, aunque también en otros lugares, vieron que el gobierno de Rojas Pinilla no representaba ningún cambio, ni revolucionario, ni democrático, ni siquiera para el país.
Entonces fue cuando estas guerrillas decidieron no entregarse ni tampoco entregar las armas. Aunque sí tomaron la determinación de desactivar al movimiento armado; no volver a la actividad militar. Tomamos la decisión de convertir el movimiento armado en un amplio movimiento político de las masas campesinas. Incorporarlo al amplio movimiento de acción política de las masas campesinas que eran el apoyo natural, político, moral, económico y logístico de la guerrilla. Así se decidió, esconder las armas y no prestarse para ninguna provocación, y participar en la corriente que por aquel momento afloró en todo el territorio nacional; la corriente de paz y de normalidad democrática que el pueblo esperaba del gobierno de Rojas.
Como sabes, aun año escaso, se produjo esta provocación deliberada del gobierno con la masacre de los estudiantes en la carrera séptima. Allí comenzó a reinstalarse en Colombia la política seguida por los gobiernos anteriores, desde Ospina Pérez; la guerra fría, el anticomunismo, esta política de persecución contra la clase obrera, de división del movimiento popular desde el mismo gobierno. Línea que había sido abandonada transitoriamente, pero que se reanudó en junio de 1954.
Ahora bien, naturalmente este movimiento guerrillero del sur del Tolima estaba dividido en dos tendencias. Una parte era liberal, la del extremo sur del departamento. Actuaba bajo la dirección de Gerardo Loaiza y de sus hijos, de los hermanos García, de los hermanos Rada, de los hermanos Marín y de otros combatientes liberales de origen campesino. Entonces ellos como liberales decidieron entregar las armas, desactivarse, así, sin expresar reivindicación alguna. Así se lo exigían las altas esferas de su partido. En cuanto a las guerrillas bajo influencia comunista, decidimos elegir un camino diferente, el que ya le conté: lucha de masas, lucha agraria, de organización, y también reforzar algunos de sus frentes en los lugares más importantes.
Entonces fue cuando nosotros realizamos una conferencia que tuvo lugar en octubre de 1953 en el municipio de Natagaima. Se organizó en medio de inmensas dificultades y de intensa persecución por parte de grupos de antiguos guerrilleros liberales. Eran ex-guerrilleros andando ahora y colaborando con el Ejército en comisiones, persiguiendo a los guerrilleros que no se entregaron.
Se determinó que un grupo de guerrilleros con sus familiares se fuera a Riochiquito, otro a Marquetalia, otro hacia el sureste y el Huila. También se decidió que otro grupo partiera hacia el norte y se ubicara en la zona de Villarrica, en donde por cierto había un movimiento muy amplio de masas, un movimiento formidable que venía desde años atrás y se inscribía en las luchas agrarias, por la tierra. Se consideró que tal situación hacía el terreno muy abonado para absorber y disolver el grupo armado que venía del sur. Y fue lo que sucedió, y a la luz pública pues no era posible que un movimiento con masas humanas de esta magnitud fuera clandestino.
Esta fue una de las decisiones de ésta tercera Conferencia Regional del sur del Tolima. Conferencia de gran importancia porque en ella el Partido puso en tela de juicio la política de Rojas Pinilla, y con acierto denunció que no había, ni habría, ningún respiro democrático para las masas. Y que por lo tanto era muy peligroso bajar la guardia y que las guerrillas entregaran sus armas y sus hombres. Pero el Partido, por otra parte, no podía hacer más. Dar esta luz, señalar el camino, hacer que el sol levantara un poquito para que la gente se tratara de orientar. Pero no había nada, absolutamente ningún antecedente, en donde apoyarse, como referencia.
Tuvo este gran mérito esta conferencia de guerrilleros y dirigentes comunistas del sur del Tolima, que enfocó con claridad la situación política y dijo: el camino es transformar el movimiento militar en un movimiento legal, popular, de amplias masas. No entregar ni hombres ni armas. Y eso que en la Conferencia participó mucha gente, muchísima. Había delegados de los diez o doce destacamentos guerrilleros nuestros que existían en el sur del Tolima. Eran miles de gente que se desplazaron y que había que dirigir hacia diferentes lugares del país. Era una labor de organización sumamente difícil.
Claro que en este tiempo era yo muy joven, por allí de unos 22 años y me tocaba una responsabilidad enorme siendo que me correspondía ser el Secretario Político del Comité Regional del sur del Tolima y al mismo tiempo era el Comandante político del Estado Mayor, en el movimiento militar. Un doble cargo, pues, pero se complementaban, ¿no? Desde luego me acompañaba la experiencia adquirida desde muy joven, como dirigente del movimiento agrario. Estaba en el movimiento desde el año 43 e ingresé al Partido en el año 44. Desde el año 43, venía participando en las luchas por la toma de la tierra, esas luchas agrarias tan arduas contra el latifundio, y que se desarrollaban también en el sur, en Chaparral, donde nací.
Entonces se decidió la salida, pero sin lucha. Claro que había opiniones en contra, o escepticismos digamos. Pero la opinión mayoritaria, casi el consenso, fue adoptar esta determinación. Y así se hizo la salida, y con una disciplina extraordinaria.
Pero se presentó el problema de las armas con los comandantes militares que estaban en conversaciones con la guerrilla. Plantearon ellos ese problema. Y desde sus responsabilidades era apenas lógico que lo hicieran; ellos dijeron:
—Bueno... ¿Y las armas qué? ¿Ustedes nos creen tan pendejos para pensar que no tienen armas, que no consiguieron armas...Y nuestros soldados que se mueren allí, es de rabia, de fiebres, o que los pican los moscos? Es que en el sur del Tolima hemos tenido muchas bajas... ¿Entonces quién ha producido eso?
Claro que no se podía negar la existencia de las armas. Entonces nosotros decidimos, bueno, para descargar un poco la presión vamos a entregar algo. Y se hicieron unas entregas simbólicas, algún personal civil, gente que menos compromisos tenían, y con unas armas ya de desecho. Pero entonces se indignaron los militares y dijeron:
—Bueno, ¿ustedes nos creen tontos?, ¿qué es con estas porquerías que están entregando que pasó lo que pasó en el sur?
Eso se producía en un momento que la oligarquía apoyaba a Rojas en su política profundamente anticomunista. Estamos pues entre 1954 y 1955, él decreta la ilegalización del Partido Comunista. Rojas se vuelve el único Jefe de Estado que en lo que va corrido de la historia del Partido se haya atrevido a poner hiera de la ley, no al Partido, en sí, sino las ideas. Él fue este hombre. Y pensar que después, los mismos liberales lo calificaban de Bolívar, lo asimilaban al general Bolívar...
Estaba en marcha este movimiento de desplazamiento y de reubicación de la gente del sur, cuando Rojas y sus apoyos de ambos partidos diseñan esta política resueltamente anticomunista, mucho más agresiva que la política anticomunista anterior. Él llega a hechos concretos. Por ejemplo el famoso decreto, no me acuerdo su número, que prohíbe las actividades y las ideas comunistas. Si te cogían leyendo un periódico comunista, una revista o un libro marxista, si tenías tú una fotografía de Lenin o de cualquier revolucionario de cualquier nacionalidad, tú ibas a la cárcel tres años, o más.
Por eso mi conclusión: la consigna de comienzo de Rojas, de paz y concordia, ya no tenía vigencia. Se había pasado a una política macartista, anticomunista.
Muy por encima, eso sería el marco político en el cual se produce el ataque militar oficial contra la región de Villarrica. Eso es el marco político general.
Ahora bien, viene el desarrollo de esa situación, en Villarrica.
Claro que el análisis concreto del desarrollo de la guerra, cada etapa, cada día, no lo puedo hacer porque esta historia no me la conozco. A mí me tocó otra responsabilidad y viajé al norte, el Líbano, Santa Isabel, Santa Teresa... Una región donde estaba la única guerrilla liberal que no se quiso entregar, que siguió actuando. Y que quiso conocer nuestra experiencia y así se pudo transformar cuando militaba yo con ellos.
La columna del sur que llegó a Villarrica venía bajo el mando de Yosa, de Richard y con un dirigente militar que murió precisamente en Villarrica, en una emboscada y que había conquistado el grado de capitán, el capitán Cardenal. Ellos eran los tres dirigentes. También venía Ciro Trujillo, con grado inferior, con mando a nivel inferior. Y él se vino a destacar en el movimiento, pero posteriormente, en el sur. Creo que también venía Morante, que se incorporó en la evacuación desde el sitio de la Conferencia. Pero si no me equivoco él llegó a Villarrica y regresó luego a su base.
Entonces los compañeros llegaron a Villarrica y lógicamente no pueden ocultar su presencia. No pueden permanecer ocultos en el monte indefinidamente, porque eran cincuenta, o cien, o más, bueno creo que no interesa el número... Necesitaban comer y vivir. Entonces se diseminaron por toda la región, pero enseguida comienza una persecución tremenda contra ellos. Por orden expresa de los altos mandos militares, a todo hombre que se sospechara que había sido miembro de la guerrilla local, o de cualquier procedencia, había que perseguirlo. Entonces, los guerrilleros, que buscaban una vida nueva, es apenas lógico que anduvieran prevenidos contra los delatores o los tipos comprados. Unos daban informes al enemigo, que en tal parte había un grupo de gentes procedentes del Tolima, o de otro lugar del país. Era lógico que los ex-guerrilleros tomaran precauciones, y hasta represalias. Eso es sumamente lógico...
Bueno, en Villarrica el movimiento crece y se desarrolla en una forma verdaderamente majestuosa. La zona se convierte en un pueblo rojo, revolucionario; se produce una vida completamente nueva, no por acción del gobierno, sino por voluntad de las mismas masas, que son capaces de establecer, de un momento a otro una verdadera democracia, para todos. Así que las autoridades oficiales llegaron a ser un elemento puramente decorativo. Porque los verdaderos dirigentes del sector, y de la región, eran las masas populares, los campesinos y los guerrilleros, con sus diversas organizaciones del Frente Democrático, y otras, y se auto dirigían, se autogobernaban. Y no pasaba nada, en absoluto, nada.
Pero el gobierno, empeñado en esta empresa anticomunista, decide (y es su segundo error después de la ilegalización del Partido Comunista) tratar de liquidar a sangre y fuego una región organizada. En donde los campesinos ya no querían seguir viviendo a lo antiguo.
Entonces cualquier día Rojas decide atacar, enfilar hacia Villarrica todo su poderío militar, tanquetas y tanques, aviación, artillería e infantería, carros blindados; un pie de fuerza descomunal para atacar al movimiento agrario. ¿Quién sale a la defensa del movimiento agrario? Los guerrilleros de la zona y los que venían del sur del Tolima, que conservaban sus armas. Inmediatamente organizan la defensiva, y se produce pues una guerra de posiciones allí, para defender a Villarrica; y eso por primera vez en el país, en la historia del país. Es decir una guerra tradicional, de posiciones, y que considero yo que fue una decisión justa. Aunque en términos militares, de relación de fuerza era un absurdo, militarmente. Pero políticamente era un gran acierto de los dirigentes, porque había que demostrar que aquí estaba la fuerza del pueblo, de las masas y su convicción de que podían resistir.
Y esta guerra no digo yo que la ganó Rojas, no la ganó. La resistencia dura más de seis meses, una guerra heroica de unos campesinos desharrapados contra un aparato militar del gobierno. Dura seis meses y a los campesinos no los vence, militarmente. Los vencen otras circunstancias que son las de una situación de esta naturaleza; el hambre, la falta de logística, las enfermedades y la carencia de drogas, etc.
Claro que el Ejército se pudo hacer la ilusión de que nos derrotó, pero viendo el fondo no fue así y eso no es cierto. Y ahí se demuestra también la capacidad, digo yo heroica de un pueblo, para resistir y hacer valer sus puntos de vista, sus derechos, al nivel que sea.
Entonces cuando se tiene que cambiar la táctica militar, los guerrilleros juntos con la población civil, organizan las columnas que pasan por Bejucales, el Doa, Galilea, para ir a dar al Pato y al Guayabero. Y como sabes allá tampoco los dejan en paz. Era gente como los leprosos de la antigüedad, que no les querían ver en ninguna parte. Entonces hasta allá llegó luego la represión y la persecución.
Al margen quiero hacer un paréntesis de tipo anecdótico. Es que algunos compañeros, en el 55-56, durante esta lucha en Villarrica, dijeron que unas provocaciones aceptadas por estos guerrilleros del sur fueron la causa de la guerra de Villarrica. Y hay una anécdota, verídica desde luego, y es que había llegado un alto mando del Ejército y participó en una reunión con los habitantes. Era en plena ilegalización y los comunistas habían hecho unas tiras con goma que decían: El Partido Comunista ha sido ilegalizado. Viva el Partido Comunista.
Entonces ese jefe militar se mezcló con la gente y en la multitud, claro, había muchos militantes comunistas. Y a este señor, un general creo, le pegaron una cinta de esas en la espalda. Claro que los militares en este país tienen la epidermis muy sensible. Entonces ese hombre se vino furioso:
—Estos hijos de puta. Hasta dónde son capaces de llegar...
Pero repito, eso no es la causa del ataque militar, de ningún modo. No pienso así. Puede haber sido el florero de Llorente, no más, el detonante, no más. La razón era de fondo y política, que cuando Rojas se consolidó en el poder con el apoyo de la burguesía, retomó naturalmente el camino tradicional de represión de la reacción; y con más anticomunismo aún.
Entonces la génesis de lo que existe hoy, no en el sur sino en todo el país, en cuanto al terreno de la lucha armada, es ésa. Esa es la génesis, primera etapa y segunda etapa, sur del Tolima y oriente del Tolima. Allí están las primeras experiencias, de donde surge el desarrollo posterior del movimiento agrario armado, del movimiento armado campesino.
GERARDO
Tengo 37 años pues nací el 29 de abril del 44, en la vereda Bateas del municipio de Natagaima, muy cerca de Villarrica. Pero francamente a nosotros no nos tocó la resistencia y la guerra del 55 pues ya habíamos salido. Nos tocó salir muy temprano, como en el 48 o 49.
Nosotros fuimos 18 hermanos, 16 vivos hoy y hacia el 48 éramos menos pues el mayor tenía como por ahí unos 14 años. Mi papá era un cultivador digamos acomodado, tenía harta tierra. La finca era en tierra caliente, sembrada de algodón, yuca, maíz. Mi papá tenía maquinaria, tractores, empleaba harto personal.
Mi papá y mi mamá, ambos eran de Natagaima. Todos campesinos, pero campesinos de plata, pues. La finca era grande, con tierras al borde del Magdalena y otras en la cordillera.
Esta matanza de Bateas fue en el 49, los conservadores asesinaron a 48 personas en la vereda y nos tocó irnos. La noche del asesinato, de la matanza, esta noche yo estaba donde mis abuelos, haciendo unas quemas en la finca, en la vereda los Ángeles. Pero toda esta gente fue asesinada en Bateas donde vivíamos. Los que nos salvamos fue que nos dimos cuenta con anticipación de los incendios y huimos unos pocos. Allí mataron desde niños recién nacidos hasta ancianos, todo lo que encontraron allá en esa vereda lo mataron. La casa la quemaron, todo, totalmente. Incluso fueron los mismos trabajadores; alcancé a conocer unos, cuando pasaron muy cerca al sitio donde nosotros estábamos escondidos... Los mismos que le trabajaban en el día fueron los que vinieron a quemar la finca y la casa en donde vivíamos.
La mayoría de los hijos éramos pequeños en ese entonces. El mayor creo que tenía por ahí unos catorce años. Pero él no estaba esta noche porque él ya estaba entrenado para pelear. Ya había grupos que estaban defendiendo la vereda contra la otra vereda y que se enfrentaban a bala. Entonces a él mi papá lo había entrenado.
Había un señor que todavía vive que era el jefe de la guerrilla liberal que nos defendía, se llamaba Raúl Trilleras. Hasta ahora está preso, detenido en Ibagué, ya de edad, tendrá unos setenta años...
Así que ya no pudimos vivir en la finca por la persecución sobre mi papá. No podía volver a la finca y le tocó perderse definitivamente. Fue cuando nos fuimos para Ibagué. Nos tocó abandonar la tierra, todo dejarlo abandonado y salimos para Ibagué, a veces en tren, a veces a pie. De Ibagué nos fuimos para Rovira, a una finquita chiquita que compró mi papá. Un hermano de mi papá le prestó para comprarla, a unos quince minutos del pueblo, hacia el lado de Roncesvalles.
Eso era como en el 50, pero en el 51 fue cuando se desató la violencia allá y la misma policía quemó y mató gente, pero cantidades. En esto entonces estaban metidos con la chulavita el que era alcalde y un cura; no recuerdo su nombre, que incluso no quiso bautizar a un hermano mío nacido en esos días, porque era hijo de un liberal. Nos tocó venir a bautizarlo a Ibagué.
En el pueblo de Rovira mi papá tenía un lote, una casita, bueno, un ranchito que él había hecho, para tener allí a las mujeres, mis hermanas, que eran una de dieciséis años y la otra de dieciocho, mayores pues. Una noche las sacaron a ellas y las mandaron para la policía y tumbaron la casa, en el propio pueblo. Todas las casas de los liberales que vivían en Rovira fueron destruidas, tumbadas unas y otras incendiadas. Si había una manzana de liberales la quemaban. Si había una casa de un conservador, pegada a la de un liberal, entonces ésta la tumbaban con picas y barras, la derrumbaban toda. Así que nosotros no pudimos volver a Rovira.
Cuando mi mamá entró como a los tres días, encontró las dos peladas a donde unos amigos. Ya las habían sacado de la policía y mandado a donde unos amigos. El alcalde cogía presa a la gente que venía al pueblo, la gente que venía del campo huyendo de la violencia. Y por la noche la sacaban en una volqueta del municipio y la llevaban a un río, río Rusia me parece. Allí los mataban, desde el planchón de la volqueta, les bajaban la cabeza a machetazos y los botaban en el río.
Había una finca Bellavista, llegando a Rovira, que era de un tío y estaba abandonada. La llamaban El Matadero, pues allí es que mataban a todos los liberales. Allá hay un potrero grande y eran cantidades los muertos y las volquetadas. La gente que cogían presa de noche la mataban allí.
Yo mismo, con mi hermano Enrique, veíamos matar camionadas de gentes liberales, las traían de Roncesvalles y las botaban allí, cerca de Rovira, a un río que hay. Allí los mataban a puro machete. Una noche como a las siete, en la casa de un vecino, un señor Pedro Villanueva, le mataron todos los hijos y la mujer. Se salvó únicamente él porque alcanzó a huir. Y lo primero que hizo fue avisarnos. Nos avisó para que no nos asesinaran a nosotros. Nuestra finca era ganadera y cafetera, entonces salimos nosotros huyendo en los cafetales. Y como a los diez minutos de salir nosotros, sí, como a los diez minutos, llegaron ahí e incendiaron todo. Eran los de la Policía, la chulavita, que venía de San Antonio de los Micos, una vereda más arriba de Roncesvalles. De allá era esa comisión que venía, pero bajaban en la volqueta del municipio de Rovira. En esa vereda mataron a más de ochenta personas, no me recuerdo el nombre del río en donde las botaban y tampoco el nombre de la vereda. Es que yo tenía unos siete u ocho años. Además nos fuimos y nunca volvimos por allá.
Cuando salimos de Rovira duramos quince días en la cordillera de los Andes, pues no podíamos asomar la cara por ninguna parte. Sí, pasamos quince días huyendo en la cordillera, huyendo...
Allá nos tenían reunidos en una cordillera, había muchísima gente, no podría decir cuántos eran pero era mucha gente, desde niños hasta ancianos. Allá estaba entonces este comandante Lobo que era el jefe de las guerrillas liberales de la cordillera de los Andes. Conocí entonces muchos combatientes del movimiento guerrillero pero por apodo. El único que tratamos mucho era Chispas, uno alto, moreno, buena persona, muy buena persona. Y conseguía comida para todos. Cogían a un novillo, lo mataban y era para comer sin sal, porque no se conseguía sal. Entonces medio se asaba, así sin sal y se comía. Eso era en la cordillera, arriba de Rovira, en los campamentos. El campamento firme de las guerrillas era en una vereda La Profunda, por los lados de Chaparral. Ellos bajaban mucho a traer las municiones, que entraban por Chaparral, para llevarla a la gente que estaba en la cordillera, haciendo frente a la Policía. Gente muy guapa para defender a los campesinos.
En la cordillera había las familias enteras y los combatientes del movimiento guerrillero que las protegían y las ayudaban. Pero era demasiada gente, mujeres, ancianos, niños. A los niños de nueve años en adelante, que podíamos caminar, nos entrenaban para ir a recibir la droga en los pueblos y traerla para los que estaban en la cordillera. Entonces ya uno sabía, iba con un costal, lo que pudiera cargar, e iba a recibirla. Entonces vi muertos, muertos, muchos muertos. Mi papá nos mandaba a arrancar yuca, porque no teníamos nada que comer. Entonces bajábamos hasta el pueblo a darnos cuenta de lo que se veía allá y veíamos gente muerta por todos estos potreros. Vi eso varias noches cuando nos tocaba ir a recibir la droga para auxiliar a la guerrilla, pues como lo dije la misión de nosotros los niños era ésa, llevar la droga.
Entonces llegando a Rovira veíamos cómo asesinaban a gentes en cantidades, niños, mujeres, hombres, de todo, estaban allí. Y con mi hermano veíamos la cantidad de asesinatos. Estaba avanzada la noche cuando nosotros entrábamos, llegábamos a ese sitio, unos trapiches en una hacienda muy grande. Desde un cerro nos dábamos cuenta cuando llegaba la volqueta, e inmediatamente nos acercábamos lo más que podíamos, a darnos cuenta de lo que iba a suceder.
Llevaban los camionazos de gente y la mataban. Y allí los tiraban, en ese potrero.
Le contamos a mi papá todo lo que veíamos y entonces no nos permitió ir más a Rovira a esta farmacia donde recibíamos la droga de un señor que tenía esta droguería. Fue cuando nos mandaron a Ibagué para recibir la droga. Iba yo con mi hermano, un año mayor que yo. Los dos, nadie más, caminando siete horas hasta Ibagué.
Me acuerdo que en una ocasión, nos mandó el comandante Lobo a Ibagué, a recibir unas dos arrobas de drogas, en el barrio La Feria. Y cuando la habíamos recibido nos agarró una patrulla de la P.M. Descubrieron la droga y nos llevaron a un cuartel. Nos metieron a unas canecas de aguas sucias para que confesáramos dónde habíamos conseguido la droga. Entonces dijimos, no, acabamos de encontrarlas ahí en la esquina, e íbamos a reparar, qué paquete era; la llevamos para eso. ¿Y que dónde vivíamos? ¿Y quién es el papá de vos? No, nuestro papá no está aquí pero tenemos un tío que tiene un hotel allí. Entonces fueron por él, vino, y les dijo que éramos sobrinos. Esta noche nos dejaron allí. Al otro día vino el mismo tío, nos soltaron; el tío nos acompañó a conseguir la droga a donde el señor de la droguería. Guardamos la droga en el hotel hasta por la noche. Salimos como a las diez de la noche, hasta la parte donde ya no hay ejército; y nosotros nos fuimos. Y cuando amaneció ya estábamos llegando en la cordillera, en el sitio donde nos estaban esperando. Entonces llegamos y les contamos todo lo que había sucedido. Pero había demasiada gente y el movimiento decidió que las familias debían salir de la cordillera, a las ciudades. Fue cuando salimos y duramos quince días de marcha hasta ir a salir a Ibagué. Y allí fuimos bajando, mujeres, ancianos, niños menores de nueve años. Los iban mandando hacia las ciudades grandes por grupos pequeños, de noche; por ejemplo una mujer con cuatro o cinco niños, a que buscara una pieza y la ayudaban unos del movimiento armado, y así con todos.
Nosotros, la familia, éramos muchos, entonces los padres nos fueron bajando poco a poco, uno por uno, hasta Ibagué. Fue cuando se perdió mi hermano mayor y él quedó por allá, definitivamente. Tenía nueve años o diez años y se quedó en la cordillera con los del movimiento armado. Nunca lo volví a ver.
Y también durante esa marcha hacia Ibagué, cuando ya llevábamos ocho días en la montaña, fue cuando se nos murió una hermana que acababa de nacer, de unos cinco meses. No había leche ni nada de lo que ella necesitaba; y se murió.
En Ibagué nos alojamos en un barrio que se llama Combeima, sobre la vía que sale para Armenia, al puente sobre el río Combeima, pues. Era una pieza, una piecita no más, donde vivíamos como treinta personas, creo... En el puro suelo dormíamos. Hasta que mi papá logró bajar y traernos comida y todo... En Ibagué duramos como dos años y