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La ciencia perdida
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Libro electrónico297 páginas3 horas

La ciencia perdida

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La ciencia perdida es un compendio de artículos que reúne a un grupo de especialistas, científicos, ensayistas y estudiosos del tema para contar, con todo detalle y datos duros, las omisiones y los errores cometidos en la administración lopezobradorista sobre el imprescindible impulso a la ciencia.La falta de estímulos y apoyos a la producción de conocimiento científico será una de las deudas más grandes que quedará tras el gobierno de López Obrador. Después de un sexenio de desprecio a la ciencia, el legado de su administración quedará marcado por la persecución de investigadores, la desaparición de fideicomisos, el debilitamiento de instituciones de educación superior, y una gestión inadecuada durante la crisis sanitaria provocada por el covid-19.
IdiomaEspañol
EditorialCal y arena
Fecha de lanzamiento22 nov 2024
ISBN9786076991299
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    La ciencia perdida - Antonio Lazcano Araujo

    Prólogo

    José Narro Robles

    La ciencia perdida es un libro especial. Menciono tres de las razones que me mueven a calificarlo de esta manera. La primera es que quienes escriben los nueve textos que integran la obra son, como debía ser, destacados conocedores de los temas que abordan. Se trata de un grupo diverso y plural formado por médicos, investigadores, rector, comunicadores, profesores universitarios, activistas sociales, bioeticista, intelectuales, miembros de El Colegio Nacional, probados profesionales comprometidos con su quehacer y, todos ellos, reconocidos por su inteligencia, honestidad y autoridad moral para opinar, argumentar y sostener sus dichos.

    En segundo término, debido a que los temas de los cuales se ocupa el libro son fundamentales para entender lo que nos ha ocurrido y en particular para no repetir los mismos errores, y así contribuir a que los próximos años sean mejores para nuestro país. Al publicarse cuando arranca un nuevo gobierno, debe servir para el diseño y la puesta en práctica de políticas públicas, y para atender algunos de los asuntos que se tratan en el libro como la salud, la ciencia, las drogas, la forma de gobernar y la relación de las autoridades con los distintos sectores de la sociedad.

    También porque es una obra que tiene géneros diversos: informe, evaluación, testimonio, entrevista, crónica o propuesta, entre otros. En ella dominan los análisis de la pandemia de covid-19, los correspondientes al sistema de salud, los de la ciencia, las políticas públicas en el caso de las drogas y dos asuntos que nos llenan de vergüenza y preocupación: la persecución a un grupo de 31 científicos y académicos por razones ideológicas y políticas, al igual que los varios intentos para debilitar a las instituciones que hacen ciencia, que producen innovación y que generan desarrollo tecnológico en el país.

    La ciencia en el mundo de hoy

    Antes de presentar el libro deseo hacer, a manera de marco general, algunos comentarios sobre el papel de la ciencia en la sociedad contemporánea, sobre la importancia que tiene en el desarrollo de las naciones y, además, plantear algunos datos y argumentos para revisar el caso de México. 

    Es fácil documentar los grandes cambios que se registran en la actualidad. Son pocas las áreas del quehacer humano que no son arrastradas por los cambios. El conocimiento y la tecnología se transforman de forma constante. Lo que hace algunos lustros pertenecía al reino de la fantasía, hoy forma parte de la vida cotidiana.

    Observar el universo o el interior del cuerpo humano es cosa de todos los días. Practicar cirugías a cientos de kilómetros de los pacientes o comunicarnos en tiempo real a los puntos más distantes del planeta se hace con pocas dificultades. Las capacidades de cálculo, de almacenamiento de información y de acceso a bases de datos, a bibliotecas y a sitios de entretenimiento y cultura son, para decirlo en pocas palabras, simplemente extraordinarias. El advenimiento de la robótica y de la inteligencia artificial nos deparan sorpresas y cambios mayúsculos.

    Por otra parte, es claro que la creación de nuevo conocimiento, el desarrollo de nuevas tecnologías y el impulso a la innovación, el cambio y la aplicación de lo anterior a la solución de problemas en la sociedad, requiere en principio de tres elementos: de políticas públicas sostenidas en favor de la educación y la ciencia de calidad; de un ecosistema científico con instituciones organizadas debidamente; y de recursos presupuestales suficientes, tanto del sector público como del privado.

    Soy uno de los muchos que piensa que en ninguna colectividad se pueden plantear soluciones a los grandes problemas de la sociedad, promover desarrollos tecnológicos que impacten la economía y la calidad de vida de la población o avanzar en la inclusión de los grupos vulnerables y marginados, si no se cuenta con un sistema científico sólido y con un sistema educativo de cobertura amplia y de calidad probada, en particular en lo que se refiere al nivel universitario.

    Hay mucha evidencia de la relación que existe entre el nivel de desarrollo de un país, y la robustez de su sistema de educación e investigación científica. En el pasado la ocde sostuvo que, cuando una nación alcanza un año más de escolaridad, el pib nacional se incrementa entre cuatro y siete por ciento. Por lo que destinar recursos presupuestales a esas dos áreas constituye una inversión productiva y estratégica en lo económico y en lo social.

    La investigación científica en México

    Nuestro país es una nación grande que, además, tiene grandeza. Hay muchos datos y argumentos que permiten sustentar lo anterior. Sin embargo, también es cierto que tenemos muchos problemas que forman parte de nuestra historia secular: la pobreza, la desigualdad, la ignorancia y la enfermedad. El desapego al Estado de derecho y sus consecuencias. Violencia, inseguridad, corrupción e impunidad. Varios de esos problemas se han agravado en los últimos años.

    Una pequeña muestra de nuestra ubicación en el mundo se puede apreciar si se consideran los registros de nuestro país en cinco índices que son utilizados frecuentemente. En el de Gini, México se ubica en el lugar 139 entre 169 países. En el de desarrollo humano ocupamos el lugar 77, en un total de 193 naciones. En el global de competitividad ocupamos el sitio 48 de 141. En el global de innovación somos el país 58 de 132. En tanto que en el global de Estado de derecho somos la nación 116 de 142. Poco o nada para sentirse orgullosos. Requerimos de ciencia, tecnología e innovación, sin escape alguno; para mejorar en todo esto.

    Cuando se revisa el gasto en investigación científica y desarrollo experimental que se hace en nuestro país, la información es muy desalentadora. En términos nominales y reales el presupuesto disminuyó en este sexenio. Cuando comparamos nuestra inversión en la materia (0.3% del pib), con los casos de Israel (4.95%), de Corea (4.5%), de Estados Unidos (2.8%) o el de China (2.1%), encontramos la explicación en parte de nuestros problemas. Este es también el caso de Brasil, Argentina o Chile. Mientras en Corea y China el 77% de la inversión en ciencia es del sector privado, en Brasil es el 48% y en Chile el 30%.  En nuestro país, la inversión privada apenas alcanza el 18%.

    Nuestra producción científica sólo representa el 1.1% de la producción mundial en número de artículos por cien mil habitantes, Chile tiene cuatro veces nuestra cifra, Brasil el doble y Argentina 50% más que nosotros. Cuando hablamos de la graduación de estudiantes del doctorado, el numero en Estados Unidos es casi 20 veces el nuestro, el de la India, Reino Unido y Alemania es ocho veces superior y el de Corea, España y Brasil es tres veces más alto.

    Otro problema importante que nos afecta es el de la concentración geográfica de la investigación. Para ver el drama que vivimos hay que decir que, a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas, los resultados son magros y a todas luces insuficientes. La Ciudad de México todavía concentra el 29% de los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores y junto con Jalisco, el Estado de México, Nuevo León y Puebla concentran un poco más del 53%. Al hacer la comparación por cien mil habitantes destacan la Ciudad de México, Morelos, Querétaro, Baja California Sur y Yucatán. Las peor dotadas son Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo.

    Durante los próximos seis años se debe diseñar un programa que en los siguientes diez cambie nuestra realidad. Este diseño debe tener en cuenta la necesidad de: unidad, convocatoria a la comunidad científica, presupuesto, involucramiento de las universidades y participación del sector privado.

    La ciencia perdida

    Paso ahora a comentar los nueve capítulos que forman parte de La ciencia perdida. Me gustaría invitar al lector a que revise a fondo el contenido de estos ensayos. Vale la pena porque nos dan una visión de lo sucedido y nos invita a cambiar el rumbo. Las consecuencias de lo hecho y de las omisiones cometidas en el área de la salud durante el sexenio, que por fortuna está por terminar, son espantosas. Como dijo en alguna ocasión el doctor Julio Frenk: sólo se entiende la ausencia de respuesta en nuestra población por una sociedad anestesiada.

    Se trata, sin exageración alguna, de los peores resultados en materia de salud, por lo menos en un siglo. Cerca de 830 mil muertes en exceso, millones de afectados, un desabasto impresionante de medicamentos, cuatro años de esperanza de vida perdidos. Todo ello y mucho más en medio del cinismo, la soberbia, la complicidad, la desvergüenza, la incapacidad y la falta de ética más grande que yo haya visto en un subsecretario de salud, Hugo López Gatell, y en su jefe subordinado, el secretario Jorge Alcocer.

    El doctor Julio Frenk nos transmite, desde el nombre de su capítulo, su sentir sobre los servicios públicos de salud. Señala que el sistema de salud representa el resabio más pernicioso del corporativismo en México. Lo afirma, puesto que, aún cuando la constitución mandata, desde 1983, que la salud es un derecho humano, en realidad no tienen acceso a ella millones de personas.

    Me atrevo a decir que el problema inició en 1943. Ese año puede marcarse como el punto de partida de nuestro sistema, el cual dividió a la población en asalariada y no asalariada. Para los primeros, a partir de entonces, los servicios de salud se recibían en el imss y a los segundos les correspondía la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia y los servicios estatales.

    El doctor Frenk fue quien diseñó, organizó y operó el Seguro Popular en su inicio y durante sus primeros años de funcionamiento. Por ello, es conveniente poner atención a sus comentarios sobre el error de haberlo eliminado sin la preparación necesaria y sustituido por una entelequia como fue el insabi que, 40 meses después, desapareció para dar paso al imss-Bienestar (Órgano Público Descentralizado) en una nueva improvisación.

    Para el doctor Frenk, como para muchos más y me incluyo en el recuento, eliminar el Seguro Popular y volver a centralizar los servicios supone un retroceso imperdonable. Es verdad que antes de eso estábamos mal, el problema es que ahora estamos peor y las cosas se pueden descomponer todavía más. Los errores y las omisiones en salud cuestan vidas. Dentro de ello, uno de los temas más sensibles fue la desaparición del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos que, en la mayoría de los casos, no ha tenido sustituto.

    Por supuesto que no llegaremos a Dinamarca como se nos prometió de forma reiterada desde 2020. Como propone el autor, conviene ver para adelante y promover que el próximo gobierno invierta en salud, diseñe políticas que conduzcan a contar con cobertura universal, se asegure de que la población tenga protección financiera, promueva que se cuente con una prestación plural, pública y privada, y se fortalezca a la autoridad sanitaria como rectora del sistema.

    El doctor Arnoldo Kraus intitula su ensayo País enfermo y señala que vivir en un país enfermo, enferma, para agregar después que las responsabilidades de un gobierno tienen que ver con muchas de las áreas fundamentales de la vida individual y colectiva. Por ello se pronuncia en favor de que, desde el Estado, se asegure a la sociedad techo, agua, alimentación, salud, educación y seguridad. El recuento de los daños que se hace en el ensayo es horrendo.

    La pobreza laboral alcanza al 38% de la población. Hay 500 mil personas sin la cirugía que requieren. 50 millones de personas con carencia por acceso a los de servicios de salud, por la privatización de la consulta y la atención médicas. De nueva cuenta, hay que decirlo, el problema no inició en diciembre de 2018, pero no sólo se ha quedado sin resolver, lo peor es que se ha extendido y agravado.

    La pobreza, la enfermedad y las muertes evitables se han enseñoreado en nuestro país. En muchos de los indicadores de salud: esperanza de vida, mortalidad infantil, muerte materna, años de vida saludable perdidos, gasto público en salud, camas censables, obesidad, hipertensión y una larga lista de otros, hemos perdido terreno, y mucho, frente a países de nuestra región como Costa Rica, Chile, Cuba, Uruguay, Colombia, Argentina, Ecuador y Panamá, entre otros. De los cuatro países de nuestra región que formamos parte de la ocde, tenemos los peores registros en muchos indicadores de esa organización.

    Alejando Macías en su aportación Gestión por ocurrencias desnuda con conocimiento, con datos, con experiencia y con inteligencia, el drama de la salud en estos seis años. Su sentido del humor nos salva de caer en depresión, pero a pesar de él, la gravedad de nuestra realidad no amaina. Macías señala que las enfermedades abonan al sufrimiento y la curación a la felicidad. Por desgracia en este gobierno se comprometieron con la enfermedad, el dolor, el luto y el desdén y no con la curación, menos con la prevención.

    Con gran sabiduría el doctor Macías aborda varios de los asuntos más delicados en nuestra salud pública: la covid-19, la desaparición del Seguro Popular, la privatización de los servicios sin querer queriendo, el tema del desabasto y la mega farmacia como fórmula mágica para resolverla, al igual que la contratación de médicos cubanos y el desastre en la vacunación de nuestras niñas y niños.

    En su aportación extraordinaria reitera el valor del conocimiento científico, de la evidencia para validar las políticas en salud, de la comunicación veraz para involucrar a la sociedad y de la planeación para preparar las respuestas y no caer, como se hizo, en la gestión por ocurrencias. Imposible dejar de contrastar en la imaginación las figuras de un Jefe de Estado y de Gobierno con la estatura requerida para conducir a la República, con la de un jefe tribal invocando a los dioses para salir del atolladero, o peor aún, sacrificando a algunos de sus súbditos para aplacar su ira.

    Soy uno de los muchos que consideramos a Raúl Trejo como un estupendo universitario, como un comunicador extraordinario, como un analista profundo que explora el bosque pero también los árboles, que no se pierde en los detalles, pero que no deja de notarlos, que hace diagnósticos y también formula pronósticos, que critica y propone, que tiene pluma y verbo, que es modesto en sus formas y contundente en sus planteamientos.

    El presidente enfermo es el sugerente título de la aportación del doctor Trejo Delarbre. En ella, pasa revista a distintos asuntos relacionados con la pandemia de covid-19 y sus consecuencias, como el decálogo para salir del coronavirus, el tema de la vacunación, el del secretario que no vacunaría a sus nietos y muchos otros.

    Sin embargo, me referiré enseguida a dos puntos que plantea y que, a mi entender, son absolutamente relevantes. En primer término, los cuatro rasgos del populismo médico que caracterizaron al gobierno, al presidente y a sus colaboradores. La simplificación y la minusvaloración de la pandemia. La dramatización en algunos momentos para alcanzar poderes de emergencia. La polarización, el mayor éxito de López Obrador y, por supuesto, la lectura anticientífica de los hechos.

    El otro punto, en concordancia con Javier Marías, le lleva a plantear una pregunta sobre la que haríamos muy bien en reflexionar a fondo. ¿Cuáles son, dice él, las razones para que tantas personas respalden a líderes y gobernantes que ponen en riesgo a sus sociedades? ¿Será acaso la incapacidad para advertir el peligro que ocasionan los dirigentes autoritarios? En nuestro caso ni siquiera es un asunto de riesgo, es uno de resultados mortales. A pesar de ello, todos los estratos sociales le brindaron a este gobierno un voto de respaldo y reconocimiento.

    En seguida, el artículo que hace el doctor Francisco Moreno, quien se vale de recursos propios de la crónica y del análisis de datos públicos, es un firme recordatorio, desde la primera línea de combate, sobre lo mortífero que resulta el desprecio a la ciencia, más aún durante una emergencia sanitaria como la que vivimos. El fracaso gubernamental queda expuesto ante la dolorosa cifra de decesos que dejó la gestión de la pandemia. Apunta el doctor Moreno que: La estrategia del gobierno estaba basada en 3 dogmas: minimizar, ocultar y mentir.

    El sexto capítulo lo escribió Aldo Contró y tiene por título Libertad: el germen de la racionalidad en las políticas de drogas. El caso de México. Se trata de un ensayo lleno de luces y de reflexiones, de análisis y de provocaciones, de convicciones y de urgencias. Una manera de resumir su planteamiento es, con sus palabras, que a mayor cantidad de ética individualista, mayor sentido se otorga a los argumentos en contra del modelo actual y su paradigma prohibicionista.

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