Era redondo y blandito, cuidadoso y cauto cuando exploraba la casa, parecía tan frágil y adorable que solo podían pensar en cuidarle y hacerle feliz. Cuando le cogían en brazos se acurrucaba apretando la cabeza y si bajaban la cara para sonreírle les daba pequeños besos con la lengua en la barbilla.Poco a poco empezó a ser más osado, moviéndose por toda la casa y corriendo como loco, a ratos con alguno de sus juguetes en la boca, a ratos con un zapato con el que casi no podía caminar.Entonces sucedió. Una mañana, mientras se vestían. Agarró un calcetín, estaba monísimo corriendo con él, saltó al sofá y después de rodar sobre sí mismo -era muy payaso- se quedó tumbado entre los almohadones con el calcetín en la boca. Y todo cambió, su cachorro -que lloraba cuando dejaba de estar en brazos, que pedía mimos retorciéndose de espaldas- les gruñía. No sabían cómo reaccionar, se sonrieron, porque preferían verlo como algo gracioso, pero sentían que no era divertido. Al quitárselo les mordió, estaba furibundo ¡¡nunca le habían visto así!! Consiguieron recuperar la prenda sin saber muy bien cómo.Después las cosas volvieron a ser como antes, aunque tuvieron buen cuidado de no dejar más calcetines a su alcance, lo sucedido parecía un ruptura de la realidad, una grieta en su convivencia que podían dejar atrás y olvidar. Hasta el día del chorizo.Lo habían dejado en la mesa, no pensaron que llegara, pero lo hizo y salió corriendo con su botín. Fueron tras él sin pensarlo ¡el cachorro no podía comerse un chorizo, se pondría malísimo! Cuando le alcanzaron empezó a gruñir, profunda y seriamente, al abrirle la boca les mordió varias veces, con sus agudos dientes de leche les llegó a herir y fue imposible evitar que se lo comiera por completo. Pero ese problema había pasado a segundo plano.El cachorro tenía ¡¡¡POSESIÓN DE RECURSOS!!! El futuro se ennegreció ¿Qué podrían hacer ahora? ¿Qué les esperaba?…Descúbrelo en este programa.