VALOR DEL MES: JUSTICIA

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EL BRINCO
En el pueblo de La Quemada los juegos de azar estaban prohibidos haca aos, pues slo traan problemas. Sin

embargo Doa Enedina y Don Roque, dueos de la tienda de abarrotes, tenan un brinco, como se les llama a los lugares de apuestas ilegales. Instalado en el traspatio de su casa, el juego principal eran peleas de gallos, una terrible costumbre llegada del Oriente. Pocos das antes de las peleas se corra la voz y la gente empezaba a cruzar apuestas. Llegada la fecha, los abarroteros organizaban una verdadera fiesta con pulque, aguardiente y cantantes de ranchero. Solan terminar entre gritos y sombrerazos que las autoridades del lugar ignoraban mediante un soborno. En agosto de 1970 los abarroteros organizaron lo que segn ellos era la pelea del siglo. En ella se enfrentaran, por primera vez, dos gallos temibles por su violencia: el Colorado y el Jalapeo. Nadie saba que eran hijos de una misma gallina es ms, haban llegado al mundo dentro del mismo huevo! La noche del enfrentamiento haba ms de cincuenta personas. El alcohol corra a chorros y la bolsa de las apuestas sumaba diez mil pesos. Pero cuando soltaron a los gallos todo fue desilusin. El Colorado le dio un tremendo picotazo al Jalapeo, pero cuando ste lo iba a atacar reconoci a su hermano y ya no pudieron pelearse por ms que la gente les gritaba. Al ver que el enojo del pblico aumentaba los abarroteros empezaron a gritar lrguense!, pero antes tena que resolverse el asunto del dinero. Los que haban apostado por el Colorado lo declararon vencedor por el picotazo del inicio. Los que haban apostado por el Jalapeo aseguraban un picotazo no bastaba para definir la victoria. Unos y otros comenzaron a zarandear a don Roque, rbitro de la pelea.
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Asustada, doa Enedina sali y llam a Benjamn, un polica que iba pasando. Auxilio! grit como una verdadera loca. El polica, nuevo en el lugar, le silb a su compaero. Ambos entraron y los apostadores les explicaron lo ocurrido, pidindoles que hicieran justicia con respecto al dinero. Benjamn vio todo aquel desastre y les dijo: Quieren justicia? S! gritaron los apostadores. Pues vamos a empezar asever. Quedan detenidos los dueos del lugar por celebrar peleas de gallos y servir alcohol sin licencia. Tambin quedan detenidos los apostadores porque la ley del pueblo prohbe los juegos; los cantantes, por desafinados, y los dems, por complicidad. Y el dinero? Te lo vas a robar dijo el dueo del Colorado. No respondi Benjamn, se lo dar al juez responsable de decidir qu castigo les corresponde. Lo que s me quedo son los gallos para protegerlos de ustedes. Esa madrugada todos durmieron tras las rejas hasta que el canto del Colorado y el Jalapeo, que andaban sueltos, los despert.

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LA MULATA DE CRDOBA
En poca colonial, en la Villa de Crdoba, Veracruz, existi una bella mulata llamada Soledad, que viva aislada del trato de los dems, pues los descendientes de la mezcla entre blancos y negros no eran bien vistos. Su presencia provocaba escndalo y siempre daba lugar a rumores y cotilleos maliciosos. Aparte de su hermosura se hizo famosa por su uso de la herbolaria tradicional para curar enfermedades. Contaban que era capaz de predecir las tormentas, los terremotos y los eclipses. Poda hacerlo por su profundo conocimiento de la naturaleza, pero las habladuras del pueblo comenzaron a decir que practicaba la brujera. Sus problemas aumentaron cuando comenz a cortejarla Don Martn de Ocaa, el alcalde de Crdoba. Le escriba poemas, le enviaba regalos y arreglos florales, pero la misteriosa Soledad simplemente no le haca caso alguno. Despechado por esos desaires, la acus de haberle dado a beber una infusin de toloache, una planta que provoca la prdida de la razn. En nombre de la Santa Inquisicin una multitud de curiosos y la polica fueron a detenerla. Muy tranquila ella abri la puerta y se entreg a las autoridades y la condujeron a las mazmorras del Palacio de la Santa Inquisicin en la Ciudad de Mxico. Una vez recluida all la sometieron a un juicio lleno de irregularidades, con testigos pagados, pruebas falsas y mentiras de todo tipo. La sentencia fue muy cruel: la condenaron a morir quemada en lea verde en un acto pblico, en presencia de sus mentirosos acusadores y del pblico morboso.

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Faltaban varios das para que se efectuara esa humillante ejecucin y doa Mulata permaneca silenciosa en la oscuridad de su celda. De vez en cuando platicaba con Alfredo, su custodio, un joven apuesto y bueno, quien no estaba de acuerdo con el dao que le iban a hacer. La Mulata le peda pequeos favores, como comprar nardos frescos para perfumar la celda o llevarle un peine para arreglar su cabello rebelde. En una ocasin le pidi algo mucho ms extrao: tres o cuatro piezas de gis o tiza de la mejor calidad. El celador se los llev la noche anterior a la ejecucin y Soledad empez a dibujar sobre las paredes un prodigioso barco con sus detalles representados a la perfeccin. En el dibujo podan apreciarse las velas extendidas y hasta las olas de un mar tranquilo. Alfredo no caba en s del asombro y le coment: Doa Mulata, parece de verdad! Y qu es lo nico que le falta? pregunt Soledad. Pues navegar le dijo Alfredo. Mira ahora cmo anda, respondi ella. En un momento mgico que Alfredo record el resto de su vida, Soledad se subi a la embarcacin pintada en el muro. Ante los asombrados ojos del custodio sta se alej, como si la pared fuera el horizonte mismo, hasta convertirse en un punto invisible. Al da siguiente, cuando los oficiales fueron para conducirla al lugar de la ejecucin, no la encontraron y tampoco creyeron el relato de Alfredo. Pensando que la haba ayudado a huir, lo condenaron a doscientos azotes y a permanecer un ao en la crcel. Adaptacin del libreto de Agustn Lazo y Xavier Villaurrutia para la pera homnima de Jos Pablo Moncayo.

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EL PRINCIPE LAPIO
Haba una vez, un prncipe muy injusto. Era hermoso, valiente e inteligente, pero no le interesaba la justicia. Su padre mand llamar a un sabio para que le enseara la justicia. - Llvatelo mi sabio amigo. Que no vuelva hasta que est listo para ser un rey justo. El sabio parti en barco con el prncipe, pero un accidente los arroj a una isla desierta, sin agua ni comida. Durante los primeros das, el prncipe Lapio pudo pescar algunos peces, gracias a sus habilidades de cazador. Pero, cuando el anciano sabio solicit que compartiera su comida, el joven se neg. Luego comenz a escasear la pesca del prncipe, mientras que el anciano lograba cazar aves todos los das, las que no comparta con el joven, para devolverle el favor. Incluso lleg a acumular aves, mientras Lapio se pona delgado, hasta que el prncipe lleg a suplicar por un poco de comida. - Slo los compartir si muestras la leccin que aprendiste.- dijo el sabio. - La justicia consiste en compartir lo que tenemos entre todos por igual. dijo el prncipe.

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El sabio lo felicit y comparti su comida. Esa misma tarde, fueron recogidos por un barco y en su camino de regreso, anclaron junto a una montaa, donde el prncipe fue reconocido por un aldeano. - Soy Maxi, el jefe de los maxiatos, tenemos problemas con nuestros vecinos, los miniatos, con quienes compartimos carne y verduras, pero tenemos diferencias sobre cmo repartirlas. - Pues cuenten cuntos son y repartan la comida en porciones iguales. dijo Lapio. Los hombres de la montaa se alegraron, pero Maxi y los maxiatos atacaron al prncipe y lo encerraron en una celda, acusndolo de atentar contra su pueblo. Le exigieron que solucionara el problema o quedara encerrado para siempre. El problema estaba en que los miniatos eran muchsimos y pequeitos, mientras que los maxiatos eran pocos y enormes, por lo que la solucin del prncipe condenara al hambre a los maxiatos, con sus raciones pequeas, mientras que los miniatos tendran superabundancia. El prncipe pas la noche tratando de encontrar la solucin al dilema. A la maana siguiente, el prncipe dijo que cada uno tomara el mismo nmero de bocados, de este modo, todos comeran igual de acuerdo a su tamao. Esta solucin dej a todos contentos. Hicieron una gran fiesta y dejaron libre al prncipe, llenndolo de regalos. De camino, el prncipe coment al sabio: - No es justo dar a todos lo mismo, sino hacerlo en la medida de sus necesidades. Muy cerca del destino, se detuvieron en una aldea pequea, donde un hombre muy pobre los recibi y atendi en todo, mientras que otro igualmente pobre, haca alarde de su pobreza pidiendo limosna. Un tercero, que pareca ser muy rico, envi dos sirvientes para que los atendieran en todo.

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El prncipe qued tan complacido, que decidi obsequiar todo el oro que haba recibido de los maxiatos. Cuando supieron esto los tres hombres, le reclamaron cada uno su parte. El sabio pregunt por la forma de reparto, y el prncipe tuvo que meditar mucho sobre su decisin. Evidentemente, el hombre rico gastaba ms oro para mantener a sus sirvientes, y era quien mejor los haba atendido, pero no era esa la respuesta. Finalmente, el prncipe hizo tres montones diferentes con las monedas, dio el ms grande al hombre pobre, el mediano al rico, y el ms pequeo al mendigo, y se despidi. Al llegar a palacio, el sabio le pregunt sobre su concepto de justicia, a lo que el prncipe contest: - Ser justo es repartir las cosas de acuerdo a las necesidades, pero tambin a los mritos de cada uno. Por eso di el montn de monedas grande al hombre pobre que tan bien nos atendi, el mediano al rico, pues nos atendi bien, pero no lo necesitaba, y el menor al alborotador, pues no hizo nada digno, pero tena gran necesidad de dinero. A partir de entonces, el prncipe Lapio fue conocido como un hombre muy justo en todo el reino, y lleg a ser un gran rey.

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LA CAMPANA DE LA JUSTICIA
En una remota poblacin de Italia el rey Juan haba ordenado que se instalara una campana en el centro del jardn principal. Poda jalar su cordn cualquier persona que hubiera sufrido

alguna accin injusta, o se le negara un derecho que le

corresponda. Cuando el rey la escuchaba, de inmediato llamaba a sus

consejeros para que resolvieran lo que corresponda hacer. Su sonido era frecuente. La usaban las personas que no reciban pago por su trabajo, o los clientes de algn vendedor de fruta que elevaba demasiado los precios de las naranjas y las manzanas. La campana se hallaba en una pequea torre y, con el paso del tiempo, las ramas de una enredadera que creca en el jardn fueron subiendo poco a poco hasta que el cordn se enred con ellas. Haba en el pueblo un comerciante que tena un caballo de carga. ste haba sido un animal fuerte y hermoso que lo ayud mucho en su negocio. Sin embargo, despus de aos de trabajo, el animal estaba viejo y cansado. Cuando dej de resultarle til el caballero simplemente se desentendi de l. Le solt las riendas y lo abandon a su suerte. Triste, el caballo vagaba por el pueblo en busca de refugio y comida. Una tarde lleg al jardn donde estaba la campana. Se acerc a la enredadera y empez a
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morder sus hojas, pues no aguantaba el hambre. Al jalar una de las ramas, tir sin querer el cordn y la campana empez a sonar. El rey pens que el caballo estaba pidiendo ayuda y llam a los jueces. stos averiguaron que, cuando tena fuerza y vigor, el animal haba servido a su dueo. Por eso resolvieron que l deba cuidarlo ahora, cuando ya no poda trabajar, y se le orden que as lo hiciera. El caballo pas el resto de su vida en un establo confortable. Cuando tena hambre sala al patio, tomaba el sol, coma toda la paja que se le antojaba y beba agua fresca del estanque. A veces el caballero iba a saludarlo. Juntos, recordaban sus aventuras de otros tiempos.

-A partir de un cuento italiano incluido en Il Novellino

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LA FIESTA DEL REY

El rey de un pas lejano era admirado por todos los sbditos que reconocan su generosidad y voluntad de ayudar. Si alguien no tena ropa, poda acudir a su palacio -en la cima de una montaa- y reciba prendas cmodas y abrigadoras. Si los padres no tenan qu dar de comer a sus hijos, les ofreca sopa caliente. Muchos de los sbditos se hallaban en el palacio cuando uno de los lacayos les dijo que ste planeaba organizar una fiesta de cumpleaos. Estaban invitados. Cuando la fiesta terminara cada uno recibira un regalo. Sin embargo, les peda un favor. Como sera necesario lavar ms trastes de los acostumbrados, y el agua que suba a la montaa no era suficiente, tenan que llevar un recipiente lleno de ese lquido para depositar su contenido en el estanque del palacio. Todos se entusiasmaron. Al da siguiente se les vea subir con sus recipientes llenos de agua. Algunos eran de buen tamao. Otros, slo para salir del compromiso, llevaban apenas un dedal. Unos ms ni siquiera se molestaron en cargar algo. "El rey es tan bueno", pensaron "que no va a pedirnos nada". Cuando llegaron, vaciaron sus recipientes en el estanque y los dejaron a un lado. La comida fue esplndida: lechones horneados, papas cocidas en el jugo de stos, jarras de vino, fruta fresca, queso, nueces garapiadas y turrones. Despus de escuchar la alegre msica de panderos y guitarras, el rey y su corte se pusieron de pie para retirarse.

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Los invitados, que esperaban el regalo, se inquietaron. Si el rey se iba ya no habra regalos. Cuando desapareci por la escalera que conduca a los aposentos reales murmuraron. "Ya ves que tonto eres -deca un hombre a otro- de nada te sirvi cargar ese recipiente gigante. Yo no cargu nada y com bastante bien." Cuando la gente comenz a dispersarse hombres y mujeres caminaron hasta el lugar donde haban dejado sus recipientes y los hallaron repletos de monedas de oro. Entre ms grandes eran, ms monedas contenan. A los dedales apenas les cupo una y a quienes no haban llevado nada, nada les toc. -Agua tengo suficiente -les dijo el rey desde el balcn. Quise ponerlos a prueba y mostrarles que la justicia consiste en darles lo que les toca segn su esfuerzo.

-Leyenda popular

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