La Sirenita

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La sirenita [Versin original]

Hans Christian Andersen (1805 1875)

Mar adentro, muy lejos de la costa, all donde las aguas son de un azul ms azul que el ail ms intenso, se encontraba el palacio del rey del mar. Haca ya muchos aos que el rey del mar haba quedado viudo, pero su anciana madre cuidaba del palacio con admirable energa, se senta justamente orgullosa de su ilustre y noble estirpe y, para dejar constancia de ello, se adornaba la cola con doce ostras, mientras que a las otras damas de palacio slo les estaba permitido llevar seis. Sus nietas, las seis princesas del mar, eran todas hermosas, especialmente la ms joven, que superaba a sus hermanas en belleza, sin embargo, ninguna de ellas tena pies, porque en el lugar donde todas las nias tienen las piernas ellas lucan una plateada cola de pez. El palacio se encontraba en las profundidades del mar. Sus paredes eran de coral transparente y el techo estaba decorado con conchas. Muchas de las conchas se entreabran de tanto en tanto y, durante unos instantes, dejaban vislumbrar el resplandeciente brillo de las perlas que guardaban en su interior, tan maravillosas que no hubiera podido encontrarse nada mejor para adornar la corona de una reina. Cada una de las princesas cuidaba un rincn del jardn, la ms joven haba dado a su parcela una forma perfectamente redonda y slo cultivaba flores de color rosado como la claridad del sol. Sus hermanas haban adornado el jardn con toda clase de objetos raros y extravagantes, la mayora procedentes de antiguos naufragios, pero en el jardn de la pequea slo se vea la estatua de un hermoso adolescente, esculpida en mrmol blanqusimo, rescatada de entre los restos de un navo hundido. Al lado de la estatua creca un sauce llorn que la acariciaba y abanicaba con el movimiento de sus ramas. La ms pequea de las sirenitas anhelaba conocer el mundo que, all arriba, emerga sobre las aguas, aquellas tierras pobladas de seres extraos que haban esculpido la estatua del hermoso adolescente y siempre le peda a su abuelita que le contara historias de los humanos que vivan en la tierra. -Cuando tengas quince aos-responda la abuela-podrs nadar hacia lo alto y sentarte en las rocas de la costa.

La mayor de las sirenitas estaba a punto de cumplir los quince aos y, como todas se llevaban un ao, la ms pequea tena que esperar cinco aos hasta que le estuviera permitido salir de las profundidades para acercarse al lugar donde vivan los hombres. Cuando se daba el caso que la luna estaba llena, las cinco sirenitas se cogan del brazo y remontaban juntas las aguas desde el fondo. El rumor de sus voces y risas, ms finas y claras que las que cualquier mortal est habituado a escuchar, llegaba a veces a odos de los marineros, eso debe ser el canto de las sirenas, decan los pescadores, y a la pequea, siempre soadora y tranquila, le brillaban los ojos como si fuera a llorar. Finalmente lleg el da en que la sirenita cumpli quince aos. -A partir de ahora sers libre para ir a donde quieras-le dijo su abuela, la vieja reina viuda, y le coloc alrededor de la cabeza una magnfica corona de flores cuyos ptalos estaban formados por perlas. Cuando la sirenita asom la cabeza por encima de la superficie del agua, el sol acababa de ponerse y las nubes aparecan todava iluminadas por una claridad rosada, y bajo aquella luz, dulce y suave, lo primero que vio la sirenita fue un gran navo de tres palos, anclado all, en la orilla, con sus grandes velas risadas. Al caer la noche, en la cubierta del navo se encendieron cientos de luces, y un rumor de cantos y msica lleg a la sirenita que, atrada por la curiosidad, se dirigi nadando hacia el barco, cuando se encontr muy cerca, se encaram en la cresta de una ola y consigui encaramarse hasta las ventanas de los camarotes. A travs de los cristales transparentes pudo distinguir un grupo de gente, elegantemente vestida, que pareca estar celebrando una fiesta. Lo que ms le llam la atencin fue el porte altivo y la postura de un joven que pareca ser el cetro de atencin de todos los presentes. El joven era un prncipe que, precisamente, estaba celebrando la fiesta de su diecisis cumpleaos. En todo este tiempo, el navo haba permanecido anclado en el mismo lugar pero, una vez acabada la fiesta, comenz de nuevo a navegar mar adentro. Una tras otra, todas las velas se fueron hinchando, poco a poco, bajo la cometida del viento. Y, a medida que la noche avanzaba, las olas se embravecan ms y ms.

Un cmulo de nubarrones negros y amenazadores se amonton encima del barco. A lo lejos estall el primer relmpago que anunciaba, furioso, la terrible tempestad que se avecinaba. Cuanto ms fuerte soplaba el viento, ms cabeceaba el navo. Y, en vez de navegar, pareca avanzar con muchas dificultades. Las olas, negras y encrespadas, eran tan altas como montaas. Parecan fauces de lobos que quisieran tragarse al barco, ora cubierto por las enfurecidas aguas, como un cisne a punto de naufragar, ora flotando sobre las espumeantes crestas, como si estuviera haciendo diabluras para distraer a la sirenita. El barco, sometido a este vaivn catico, cruja y gema emitiendo sonidos lastimosos. Las olas chocaban contra el barco y salpicaban de espuma las cubiertas. Una, ms violenta y acometedora, alcanz la galleta del palo mayor y lo quebr como si fuera una caa. Sbitamente, el barco perdi definitivamente su equilibrio, se inclin, y en un instante la sentina qued inundada. Al momento se produjo una gran confusin entre los tripulantes del barco que se lanzaron al agua para no quedar atrapados dentro de aquel trasto que se iba a pique irreversiblemente. La sirenita, que hasta el momento lo haba observado todo como si fuera un juego muy divertido, se dio cuenta de que el joven prncipe se haba agarrado a un tronco que flotaba y que luchaba desesperadamente para resistir la furia de las olas. Durante un buen rato, el joven consigui su propsito; pero, finalmente, no pudo ms y se abandon a su suerte. Entonces, la sirenita, que saba que los hombres no pueden vivir bajo el agua, se zambull y atrap al joven en el momento preciso en que el mar se lo tragaba. Tena los pies y los brazos entumecidos, y sus ojos negros estaban cerrados porque haba perdido el conocimiento. Ella se limit a mantener su cabeza fuera del agua y se dej llevar por las olas del mar. Al despuntar el alba, la tempestad ya haba desatado toda la violencia que llevaba acumulada y las aguas del mar volvan a estar tranquilas. En mitad del cielo, el sol se levantaba radiante y coloreaba ligeramente las mejillas del prncipe; pero sus ojos permanecan cerrados. Finalmente, la sirenita divis a lo lejos un trozo de tierra firme. Se

acerc nadando y, arrastrando al prncipe, lleg a una playa rodeada por un bosque frondoso de un verdor profundo. En ltimo trmino se divisaba un gran edificio que pareca un templo o una iglesia. La sirenita deposit al prncipe en la fina y blanca arena, bajo la clida luz del sol y regres a la mar. Nad un poco y se escondi detrs de una roca para poder ver si alguien acuda en ayuda del joven prncipe. No tard mucho en acercarse una muchacha que, ms o menos, deba tener su edad. En principio pareci un poco desconcertada; pero en seguida fue a buscar a sus amigas para que le ayudaran a trasladar al joven. Lentamente, el prncipe se fue reanimando y, cuando abri los ojos, sonri al verse rodeado por tan agradable compaa. Y as, no lleg a saber quin le haba salvado de verdad. La sirenita, presa de una extraa sensacin de tristeza que no poda explicarse, se zambull en el agua y regres al palacio de su padre. Al principio, la sirenita no cont nada de lo que le haba ocurrido; pero, finalmente, incapaz de guardar ms tiempo su secreto, lo confes a una de sus hermanas. Enseguida, naturalmente, lo supieron las otras. -Vengan, hermanas.- dijo la mayor de las sirenitas y, cogidas del brazo y apoyndose cada una en las espaldas de las otras, emergieron del agua formando una especie de cadena y fueron a parar delante del mismo palacio del prncipe. El palacio era un edificio magnfico, rodeado de patios llenos de plantas y surtidores. Se acceda a su puerta a travs de una amplia escalinata. Al pie de la escalinata haba un pequeo canal atravesado por un puente. Protegida por la sombra que proyectaba el puente, la sirenita tuvo el valor de aproximarse y, sin ser vista, acert a ver de cerca al joven, que permaneca callado a la luz de la luna, escuchando el canto de los pescadores que pescaban al candil y proclamaban con orgullo las hazaas de su prncipe. La sirenita se sinti feliz al pensar que le haba salvado la vida cuando las olas le arrastraban medio muerto. An crea notar el peso de su cabeza sobre su pecho. Eran tantas las cosas que quera saber la sirenita! Menos mal que poda preguntrselas a su abuelita que, desde haca muchos aos, conoca bien aquel mundo

de arriba, un mundo que ella denominaba la comarca de las cimas del mar. -Los hombres que se ahogan viven para siempre?-preguntaba la sirenita- no mueren como nosotros, los que vivimos en el fondo del mar? -S-responda la anciana abuelita-los hombres tambin mueren y su vida dura incluso menos que la nuestra. Nosotros podemos llegar a vivir trescientos aos, pero, cuando dejamos de existir, nos convertimos en espuma. Ellos, en cambio, no alcanzan casi nunca los cien aos, pero creen que su espritu vivir otra vida inmortal ms all de la muerte de su cuerpo. -Y yo no podra tener un espritu como el que tienen los hombres? -No, eso slo podra suceder-deca la abuela-si un hombre te amara hasta tal punto que te quisiera convertir en su mujer. Pero eso es dificilsimo que ocurra, porque precisamente lo que aqu en el mar todos te admiran, esa preciosa cola de pez, les parece a los hombres un miembro intil, viscoso y repugnante. No entienden nada! Para que en el mundo de all arriba te consideraran hermosa deberas tener, en vez de cola, dos puntales torpes que los hombres llaman piernas. La sirenita, al or estas palabras, suspiraba con tristeza y miraba melanclica su cola de pez. Estoy dispuesta a todo para que me ame, pens con determinacin la sirenita, y abandon el palacio de su padre, donde todo eran alegras y canciones, para nadar hacia los remolinos ms profundos, all donde vive la bruja del mar. Nunca hasta entonces haba recorrido aquel camino. Los dominios de la bruja estaban rodeados de lodo maloliente. Su casa se encontraba en medio de una zona rodeada de una vegetacin espesa y atormentada, con rboles que parecan pulpos de brazos largusimos con tentculos retorcidos como orugas siempre en movimiento, y dispuestos a enredarse estrechamente alrededor de cualquier cosa que pudieran agarrar para no dejarla escapar nunca jams. La sirenita del mar estaba aterrorizada; pero el recuerdo del

prncipe le dio valor suficiente para nadar como una exhalacin hasta la casa de la bruja. -Ya s a qu has venido-dijo la bruja-Necesitas librarte de tu cola de pez y tener piernas para que el joven prncipe pueda enamorarse de ti. Es una soberana tontera, pero har lo que quieras, aunque he de advertirte que eso te conducir fatalmente a una gran desgracia. La sirenita escuchaba atentamente. -Te preparar un brebaje-prosigui la bruja-y antes de la salida del sol nadars hasta la escalinata del castillo y te lo bebers all. Cuando lo hagas, tu cola se quebrar, se encoger y se convertir en lo que los hombres llaman unas bonitas piernas. Se trata, sin embargo, de un proceso muy doloroso. Ser como si te cortaran en canal con una espada. Tendrs un paso tan ligero que no habr nadie capaz de bailar como t, pero cada paso que des ser como si pisaras cien cuchillos afilados. Si ests dispuesta a soportar todo eso, yo te puedo ayudar. -S que lo estoy-dijo la sirenita con voz temblorosa.

-Y recuerda-sigui diciendo la bruja- que una vez hayas tomado forma humana ya no podrs volver a ser jams una sirenita del mar y no podrs bucear con tus hermanas. Y si no conquistas el amor del prncipe, de manera que por encima de todo quiera casarse contigo, en cuanto l se case con otra mujer se te romper el corazn y te convertirs en espuma de mar. -Y qu me pedirs a cambio de ayudarme? -Tienes la voz ms bonita de todas las que se escuchan en el fondo del mar. Quiero que me la des a cambio de mi brebaje mgico. -Pero si me quitas la voz-protest la sirenita-, qu me quedar? -Te quedarn tu belleza y tus atractivos andares, adems de tus ojos inmensos y expresivos con los que, estoy segura, puedes hacer feliz a cualquier humano. Cuando la sirenita tom entre sus manos el frasco del brebaje, not una sensacin extraa en la garganta, y su voz enmudeci. Siguiendo las instrucciones de la bruja, nad hasta alcanzar el

fondo del canal iluminado por la luna, al pie de la escalinata de mrmol del palacio. Y, una vez all, se bebi aquel brebaje cruel que deba hacer desaparecer su cola de pez. A pesar de estar prevenida, sinti un dolor tan fuerte que perdi el conocimiento. Cuando la sirenita se despert, se encontr echada en el suelo, en presencia del prncipe y su corte. Volvi la cabeza y vio que su cola de pez haba desaparecido; pero, en cambio, tena las piernas ms bonitas que una muchacha pudiera desear. Medio envuelta en su larga cabellera, se sinti, sin embargo, avergonzada de su completa desnudez. El prncipe le pregunt quin era y de dnde vena; pero, como ella no tena voz, no le pudo responder. Entonces, el joven la ayud a incorporarse y, llamndola afectuosamente mi nia soada, le pidi que no se separase de su lado y aceptara venirse a vivir con l a palacio. Y he aqu que, al cabo de un tiempo, corri la voz de que el prncipe sala de viaje con un gran barco para visitar pases vecinos; aunque en realidad iba a conocer a la hija de un rey amigo de sus padres. El prncipe quiso que, pasara lo que pasara, la sirenita lo acompaara. Espero que no te asuste el mar, querida mudita. Y le cont historias de barcos perdidos, de tempestades y peces de todos los tamaos, historias que ella conoca muy bien, pero que, como no poda decir nada porque era muda, escuchaba sonriendo. Cuando el barco entr en el puerto de la gran ciudad del rey del pas vecino, le hicieron un magnfico recibimiento. Aquel mismo da se celebr una gran fiesta en honor del joven prncipe; pero la princesa no asisti a ella porque todava no haba llegado. Vena de muy lejos, de un edificio santo donde la haban educado para ser reina. Finalmente lleg. La sirenita, que estaba impaciente por comprobar si efectivamente era tan hermosa como decan, hubo de reconocer que jams haba visto una criatura tan bella. -Pero si eres la joven que me salv cuando yaca, casi sin vida, en aquella playa!-exclam el prncipe al ver a la princesa-. Oh, cunta

felicidad! Ni en sueos me haba figurado una dicha tan grande! Entonces, la sirenita bes la mano del prncipe y sinti como si su corazn de rompiera. Saba que muy pronto se celebraran las bodas y que, un da ms tarde, ella tendra que aceptar la muerte que la convertira en espuma. Y, efectivamente, la boda se celebr al cabo de pocas semanas. Los novios unieron sus manos, entre nubes de incienso, y recibieron la bendicin del obispo. Y aquella misma tarde se embarcaron para hacer su viaje de luna de miel. La alegra dur, dentro del barco, hasta muy tarde; pero, finalmente, todo el mundo se retir a dormir. Slo la sirenita permaneci despierta. Con los brazos apoyados en la borda el barco, miraba lnguidamente hacia levante contemplando el despuntar del alba rosada. Saba que el primer rayo del sol le traera la muerte. De repente vio cmo las aguas, hasta entonces muy quietas, comenzaban a moverse y aparecan sus hermanas. Estaban muy plidas, y una de ellas llevaba un cuchillo muy afilado en una mano. -Hemos venido a salvarte-dijo la sirena que empuaba el cuchillo-. Existe una forma de romper el maleficio causado por el brebaje de la bruja. Antes de que salga el sol debes clavar este cuchillo en el corazn del prncipe y salpicarte los pies con su sangre. Entonces, tus piernas se juntarn como antes y volvers a tener cola. Sers nuevamente una hija del mar, una sirena, y podrs vivir entre nosotras ms de cien aos. Yo no puedo hacer eso, pens la joven. No puedo matar al prncipe porque le amo ms que a mi propia vida -Piensa en nuestro padre, el rey del mar, y en nuestra abuela, que est tan afligida que ha perdido casi todos sus blancos cabellos.dijo una de las hermanas de la sirenita. -No te lo pienses ms-dijo otra-. No ves que la claridad del nuevo da ya alborea en el horizonte y que de aqu a poco saldr el sol? Date prisa! Tienes que hundir el pual en el corazn del prncipe y venirte con nosotras! Y, diciendo as, se sumergieron entre las olas. La sirenita, entonces, retir la cortina prpura del suntuoso dosel

que haban dispuesto como cmara nupcial en la cubierta del barco, y contempl a la hermosa novia dormida con la cabeza recostada en el pecho del prncipe. Por un momento apret firmemente el cuchillo entre los dedos y, en seguida, lo lanz muy lejos contra las olas que, a la suave luz de la maana, parecan de color rosa. Con los ojos velados ya por la muerte, la sirenita mir por ltima vez a su querido prncipe, salt por la borda y su cuerpo se hundi en el mar, para siempre jams, en una transparente ola de espuma.

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