DE CETRERÍA Sergio Ernesto Ríos PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 47

DE CETRERA -Sergio Ernesto Ros-

a Lil

O cuervos de una noche ilesa en la usura del capirote.

Pero Menino

DE CETRERA

DE CETRERA

No volver con el agravio de imaginar la ctara o el guante cuerpo si al menudo remolino pueden desterrarse partes; una leccin de espalda: el peso debe convertirse en alfil discreto, palmas deshilvanadas, orfebres como la saeta, lo curvo, lo protervo, lo nervado . Las redes de la jaura, al fin hlice del rbol, preguntarn como pndulo en contra, como flor de garfios. Una almena muda sin quilla. Pero yo vi lula umbra, sobre un trapecio convulso su bao de viuda, porque si un pozo en vez de jardn la espiara lo zopo en la rama no viera.

LA TREGUA DE DOA URRACA

Voy a desmentir este olfato hurao que cosecha la recia penumbra. La madera siempre brazos del bosque, pie en la hoguera enfermo, yugo en la aljaba como pjaro mendigo enga a mi padre. Lo enga tambin una cofrada de cazadores, turba sibilante, que escoltaban detrs de la noche a cierto dios vecino del nebl. Encarcelada en cabellos como alas de ceniza s que otros recuerdos son espurios: un huso arrinconado por la pared hmeda, una saya de color montono, un ro que alcanc entre la raz de monedas fras. Aunque la costumbre de saludar sombras y robar hurfanos me procure menos alimento que placer, los enemigos de mi padre se cuidaron al dejar mis uas calvas.

STANO DE URRACAS

Se trata del stano menos sedentario que tuve. Uno puede aceptar su morfologa es elocuente- que las jaulas tienen alguna instruccin furtiva, en parte influenciadas por sus huspedes. Sin embargo, un stano es la sentina habitual, ah el musgo pacta con roedores, se desvisten para herrumbre un paraguas, una linterna, cajas. Recuerdo del stano una voluntad maliciosa las ltimas veces: amordazaba el aire en sus dominios, encoga la salida con descaro. Cuando volvi con un par de urracas en el vientre confirm que tal cacera no fue escamoteo, jug con las aves hasta sofocarlas o es otro embuste? S que si escucho graznar a esos afiladores me delatarn cunto han invadido.

GENEALOGA DEL PARAGUAS

Tras el reptil ladrn el paraguas no deja rama sin husmear. Las alas llevan una casa definitiva. Ingenuos por la lluvia -galope de astillas entre ojos- alargaramos un reptil musgoso, jarcias deshabitadas, por hacer del patio un cclope de charcos y oler pjaros cerrados en la piedra, ahogar un poco todas las piedras por el olor manso.

LOBO DE LA MADRUGADA

Por la inquisicin que el esto pone en la balanza de una sombra, la horca altsima del lobo abre en el gallo menos hipocresa. No cede, nunca fue, tartamuda campana de armaduras. Gallo con piel de lobo entonces sirven sus escamas. Se despereza primitivo, buzo de alba reseca y recorre hasta el acento de la nube y el zagun que la nube ya contesta.

QUE EL POLVO SIGA CAYENDO EN TUS MANOS COMO UN VIEJO DILUVIO DE PALOMAS

Y una vela sin danza de ojos siga cayendo con su frente sucia; que la piel sea un hbito que escampa ajeno y se orillen las piedras que sern luego amalgama del pecho y el reposo; que el aire cave el cuenco de nuestra quijada como una hoguera hecha del bosque desledo y venga un arco rezagado de das; que el olivo sea un bao y el olvido bocado necio y tenga larva de plumas vestido al vuelo- y cera que no niegue la noche mayor.

PENUMBRA DE LA PALOMA

Devotas al perfil de la piedra declive que la tarde apetece como sombra- van cortejo de enfermera y anclan vendaje, sombrero templado. Son parte de la descendencia lasciva, fingidas para el regocijo su coro es discreto. Queda a otros desmentir aquella referencia opaca de que pronuncian la palabra bruma y el menoscabo de animal cartero.

DE PALOMAS RACIMOS EN DEDAL LA LUNA RETIENE

Primer argumento: Aunque el rectngulo ms tranquilo se antoje techo, el alcance ovparo de la luna nada desmerece.

Segundo argumento: Aunque, hilandera ensimismada, confa en lo nevado, cada luna tendra un huso desde el paladar de una araa peregrina.

Tercer argumento: Un fruto no prohbe peldaos, as racimos de aves escampan en el foso unguial.

Conclusin: La espera nictitante si decimos: luna convulsa como paloma.

ALMOHADA FNEBRE (Una renuncia)

No me tentar el torpor de los cuerpos que contienes, el vuelo disecado en tus entraas ahora raudo migajn, ahora vientre. Ninguna piedad para la jaula decapitada al viento, al ovillo de los acantilados muda. No me tentar, atalaya de orejas todo el manto del sueo, ni escuchar cada gesto del da escaso, ni me vendar con luz cerrada. No me tentarn las migraciones de tu hbito, aunque la noche me embiste horizontal, ineluctable. Gurdame con tu enjambre blando, orilla de viejas alas, nido lento, peine fiel, peinando los andamios de lo que he soado.

ESPANTAPJAROS

Una espalda de aves de paja el viento deja remar. Habra que desconocer al sastre de la hoguera que el medioda zanja involuntario, la cresta del espantapjaros como emisario de algn riesgo oscurecido, la estaca como reptil de su asiento. Quin quisiera robar el corral de los pastos y los surcos? En Dante el suicidio hace un bosque, al espantapjaros corre un cinturn de buitres.

VISITA A GEORG TRAKL EBRIO POR LA CACERA

Esperar que los abetos purpuren como el ocaso de pjaros primitivos. Esperar el bosque de la palabra nacht como la piedra que estrangula un oro oscuro. Esperar un alfabeto rojo que alancea ramas. Esperar cotos de viento. Hermana que aborrecas el encanecido crculo perplejo, por los durmientes de musgo slo la corteza de tu lmpara.

LELIL

En el catlogo blico de gritos de Berbera hay uno que desde el belfo del smbolo no enrarece el tributo al dios uniforme, ni la vigilia en el barandal comn de noche y ojos, o la zambra, parloteo de arena. Ser que a la manera de jinetes de aves soaron una cimitarra entre piel enemiga; que en la garganta aljaba de un estero molusco- no confundieron una vela que hunde o extrae la mutacin de los humores.

CENSURA (Anacrona a modo de testaferro)

Peligroso a los mancebos an, y por igual a los amancebados, con trajn de idas y vueltas (como abund durante el Sermn de los Gatuperios Carnales), y a todos los humores sin recato de seso, y fe de marrano, y tomos torvos, es la avera que por bastardo asunto, usa el tal tratado intitulado De Cetrera, con montes de fingimiento; que jams vi siquiera entre los naturales de la Panonia a la Aquitania, que parece hechura de pesuos remotos porque nada contradice la dicha ruindad que de los que en las provincias de las Indias moran; que mucho ofende el estmago de la cristiana; que parece frmula liviana de orculos, y hay brujas (MAELLUS MALEFICARUM), y aves de sortilegio; que si engarza esta palabra con esta escura, ninguna regala y todo queda tartajoso. Ans para el falseario, que escribi el tal tratado intitulado De Cetrera, sea mejor el vulgo de la soledad y escuela el llamado somorgujo. Ans ni pliegos, ni maraved, ni leo de impresin para este recndito bestiario. Ans destiemple cada yantar, y se ayunte ojo y oreja de aguijones de pecado, para el que hogao lo leyere.

RABO ONOMATOPYICO

Por el pellizco agudo de un acento, por la herrera voraz que repite las uas de graznar o eco serrato. Enredadera de oreja en usura de simetras a zancos tararear, a tarascadas, al viento alargado. El perro una orilla y el agua estornuda, barbado todo el cielo de aves luengas, la garganta un guardador de cencerros, de llaves para manos, para cifra o trampantojo de endecaslabos. Piloto no el bozal pero la mueca, el rabo indiscreto tras salva cruje y deja la amalgama muda, estril.

RETRICA DE VUELO

Un discurso de alas va cayendo nudos, el captulo de alisar arrecia. Declive en trapecios, en sosiego no, de menor vista escoltan dandeleones el sucedido entre cerrojo y estero; olfato, ala, cada ala cejijunta, lminas con el favor de la fiebre y goteras hasta plumaje exhausto, badajo de hebras se recoge el pico, el desganado pie del garabato.

DUEA DE LAS GOLONDRINAS

La suerte de la hembra, imantada con enumeraciones herbvoras (ungentos, flores de sorbos fanticos), no desfallece en el en el primitivo invierno ni en la sesin inmediata de reptadura pluvial. El nido es un permetro sin morrin y no sospecha el horario gtico que las araas encaminan al muro; la hembra imberbe, como divagacin de molusco, tendr que masticar renglones quelceros, filamentos de la chatarrera mosca. La suerte estriba en decmetros antes que el nido iguale al fsil materno.

EL LORO AQUEL DEL SIEMPRE ESTAR CANSADO

Un capuz sedentario baja el lgamo de los prpados o el medioda angosto vocifera plomizo. El reloj se envuelve en rieles hasta el nmero vecino o la fijeza de una mirilla desclava la pared. El hartazgo es una hoguera incolora que cruza el paladar como plantgrado o el ramaje del loro acaricia la desbandada que envejece una pecera escondida en las cosas.

Y el color verde, y el sorbo repetido.

BOCETOS HACIA TALO CALVINO

Si te digo que la ciudad a la cual tiende mi viaje es discontinua en el espacio y en el tiempo, a veces rala, a veces densa, no creas que haya que dejar de buscarla. Quiz mientras nosotros hablamos est asomando.

talo Calvino

ANDANDONA

El horario y brjula que las aves tienen para Andandona recorta la ciudad. Como al traspi en una aldaba que se ignora las aves hierven en cientos el saludo. En Andandona no hay puertas, aunque un ave es propicia a cada edificio, sta anuncia al husped imprevisto o regular. El da tiene un collar de taidos, los hombres desconocen la mensura por nmero, nunca adhieren alguna sea aritmtica. Andandona es el pjaro en cada puerta y tambin la multitud que la recorre y gobierna, es un hijo y todos los hijos del pueblo, el abuelo y la madre, y el padre que fue hijo pero que es sobre todo Andandona. Lo mismo piensan de sus alimentos: ofrecen el primer pan que no es rencoroso, la carne que somos, el agua ovillo en el vientre. Andandona padece tiempo de acecho pero no de guerra, nadie recuerda una invasin siquiera. Las aves saben guiar la usura de enemigos y espas; a unos los llevan cerca de trabajosos acantilados, har de celda para otros el grito de la urraca que ataja un martillo prspero a la locura.

BRIOLANJA

Encontrar el camino a Briolanja es incierto. Fue tras prolongar cierta huda, causada por salteadores nativos, que el regalo del comendador de Andandona nos salv: un pjaro que hilvanaba en su vientre un fuego poco comn y adverso. Al fin una noche que pareca acostumbrada a la traza de casas y paredes nos anim a esperar el da. Pero la gente recorra Briolanja con su racin de penumbra, todo era parte de un techo derribado. Al parecer ninguno tena argumentos sobre las dilaciones de aquel eclipse parsito, y eran adictos a una misma respuesta: Ya hubo uno que miro al lince por la cerradura.

No vi cosa alguna que pudiera habitar la luz ah.

DAROLIETA

El faro rstico de Darolieta es alimentado por aves enfermas. Una inquisicin voraz, basta un ala esquiva, un ojo enconado. Estar enfermo es la tregua: revelan la salpicadura de lo ajeno como si caravanas de piojos inundaran cada animal con pico. El tributo en las fauces del faro no es desagradable por completo, entre un coro de insectos dentellea intilmente la forma del ave despojada. Es un tributo oneroso para la espalda agigantada de barcos que juran ver, sobre la inercia del faro, un sorbo donde el fuego desla un vuelo grave.

ENDRINA

Una aldaba con la oxidada arquitectura de un drago enano. Una paloma de madera que entraba a una mscara. Escalones que embisten desde piedra desigual. El zapatero hosco que descose un gato por cumplir un encargo de zapatillas. Hombres de armas con el ayuno como foso. La fuente que ningn brote de lluvia acrece luego de huesos del medioda. La piedra ubicua y gris. La mujer que desgaja (y apetece) una piedra para jugar con su quijada. Mujeres en pasadizos ms domsticos. Un espejo o un caballo en la bandera aturdida. Esto encontr en la nsula de Endrina.

GRIMANESA

Confieren, aquellos de ocio claro para leer los cotos en la genealoga de una palabra, que la ciudad de Grimanesa tom este nombre por el primero que convid a su montura al yantar, y de la crin que habitaba la mesa deriv vida comn, hasta extender tal costumbre y que la ciudad encarnara el nombre de Grimanesa. No se trata de una amistad carente de registros, la antigedad habla de peregrinos centauro, de un caballo gobernador, bestias que valan adems del divertimento de sus cascos.

Sin embargo poco comprende el que visita Grimanesa aquella lengua chirriante escasa de belfos, generosa al resoplar, entrecortada, resabio de esa vieja amistad entre hombres y caballos; como sucede cuando el cetrero tiene necesidad de dilatar los silbos y hacerlos engaosos.

Los caballos de Grimanesa son los primeros en agudeza y colidir. El que quiera imaginar la ciudad, imagine la persuasin de los hombres de Grimanesa por asemejar su espacio al de los caballos sin cautiverio: todo pastos desmedidos. El centro de la ciudad abarca un par de edificios: una especie de refugio muy luengo y otro donde se adelgazan cabelleras de alfalfa.

Grimanesa es la ltima ciudad entre hombres y caballos, pues viven la que cifre pramos y praderas y as quedar convidados a una vida nmada.

vspera de un mapa

KRIMELDA

Sin ms apogeo de halcones los peascos, el suelo viudo, de una ltima casa pasos speros, el tcito roedor de la hojarasca, desdentado el escudo de armas donde un halconero secuestra, de la nieve hilada, albura indeleble del halcn. En mi jornada hacia el norte ya no alcanc el muelle de cetreros que fue Krimelda.

La niebla es un cerrojo justo para los seres invlidos, terrestres.

ORIANA

Pens en la espesura mnima de Oriana como el roco de una placenta joven, hincada cuando amanece neutro el pez de cada rbol y la almena de una lluvia en desbandada. Pens en las nubes de Oriana al arrullo de azogue intruso de algn filtro. Pens en Oriana como una estacin donde la piedra, el cardo y la raz desorejan una jaula. Pens tambin en una habitacin imberbe de manchas y una ventana cautiva, como aljibe al deshielo.

GLOSA INVERTEBRADA DESDE ARTURO RIVERA

el ojo es un museo decapitado mira en la grieta cclope inadvertida la flor o la larva jaura de filamentos y la paciencia ferruginosa cuando el doblez del plumaje tiene el espejo improvisado de una ciruga la testa y sus antifaces no imaginaron los desfiladeros de luar y el tacto histrinico sirve de intemperie.

Sobre El veedor

el peso azul y equilibrista de nubes deshabitadas espera coronar agudos caracoles avispa ojos entre la revesa tambin el dorso se escabulle en alas y si el hipo deslava en la ijada habr una telaraa orfebre y un nuevo racimo zanjado.

Sobre Hipnos

censor adormecido desterrados empobrecidos vanos qudate en el conjuro del cangrejo y la manzana en pndulo envejece como legra pasada debajo el foco nictlope anega menos escamas y el crneo ttere que nada sospecha.

Sobre Guajolote

el hijo seo en la alcndara juega al espantapjaros mientras el rbol entredicho una almena con ojeras de barro el aire de abrojos (aperi oculum) descansa en el tiesto.

Sobre El olvidado A. P.

dame las armas de absterger cencerros del martillo subterrneo la jaura de una legra recorta desoreja escampa los nudos del gallo spero en la soledad del crneo la brjula que rastrilla

y templa ese vespertilin .

Sobre El instrumental del Doctor (Naturaleza muerta)

ANIMALIAS CAZADORAS

Giran, giran

los halcones y en el vasto cielo al aire de sus alas dan altura.

lvaro Mutis

Faetn ensordecido el que ceba aves de coto imparcial cetrero baldo enjuaga la intemperie y el ave es el nebl

Qu desfiladeros Faetn te haran mejor describir la espalda de un letrado

Brjula lpices corredores del cuaderno odo esquivo adelgazado mientras la mano es otro cenicero ensordecido apurando pginas de nimo ecuestre el carro de lo consagrado Faetn y saber de las hordas fornecidas del hbito donde la saliva rodea como estropajo

el hbito de los cuadernos

Plantgrado el suponer de la saliva por el cuaderno

Espurio el tacto de palabras que amalgaman un suponer lucfugo

Faetn cavernoso magro fuera de la noche el molusco (de su saliva) padece horizontal como reptil acinesia adicta insobornable y jura adolescencia

dentro del capirote sempiterno para decirlo desde la espesura de una palabra ecuestre

Porque las palabras amartilladas hasta un cogulo intestino debajo de qu sin rencor de azogue sin el abalorio cmplice fortuito como racimos de un gesto cortejo de penumbra indcil vigilia del azar el azar y su cauda de cegato el azar y sus proliferaciones el azar y su sentina tienen para ti Faetn un capirote culos de aferrojar y no los trminos del mundo

Y hay que explicar explicar demorar la arcilla de este cuerpo magro que puede calzar un nebl prestidigitador Faetn

El privilegio del nebl llamado peregrino y volandas y lo hilado

Hace falta privilegio de herrumbre la yesca las viandas del fuego que en su bveda como lcera desteje y resigna el imn del nebl o el parntesis tenue

que imaginas desmorona el aire al aire peldaos de intemperie andamios de nebl nebl imperativo del trazo eplogo aleve

Qu harapos de nubarrn anegan su racin de aire qu preces qu fisuras desmoronan trabajos de un sol entredicho

Caballos de una hipnotizada indiferencia su ayuno de revesa que es lugar comn caballos sobre el sol de las arenas

implcita como olfato furtivo

O gotosos residuo del mismo gesto la noche bajo el ttere de una desbandada recomenzando nudo y cauda embelecos

Pero desbandada no apenas el veneno postergado por la muchedumbre de alguna sombra

La cresta del miedo manso a los guijarros

Miedo que le embiste el papo treme la cofrada del odo muro del gerifalte hurao como esfera de azogue en los intestinos del vaso

El yunque de un prpado atardecido por el lebrel el yunque y su retrica que embiste el yunque con hbito de espigas que el fuego carcome en un ojo involuntario

También podría gustarte