Max Horkheimer La Funcion de Las Ideologias

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Max Horkheimer La funcin de las ideologas 2

cuadernos taurus
Director:
P. Jess Aguirr
72
Max Horkheimer/ LA FUNCION DE LAS IDEOLOGAS
Versin original:
Sociologica, II,
Europiscbe Verlags -Amstalt, Frankfurt am Main, 1962.
TAURUS EDICIONES, S. A., 1966
Claudio Coello, 69, B.-MADRID (1)
Registro: 2038-66. Dep. legal: M. 3931.-1966
PRINTED IN SPAIN
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 3
LA FUNCION
DE LAS
IDEOLOGIAS
MAX HORKHEIMER
Traducci n de
VI CTOR SANCHEZ DE ZAVALA
INDICE
Ideologa y accin........................................4
Sociologa y filosofa.................................16
La filosofa como crtica de la cultura31
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 4
IDEOLOGIA Y ACCION
1
Rara vez se piensa hoy, con el nombre de ideologa, en un
concepto pregnante. Esta palabra, como otras muchas expresiones
as evolucin, forma de vida e inconsciente, ha entrado en el
habla cotidiana procedente de la literatura filosfica y cientfica. Podr-
a decirse que su perfil teortico se ha perdido, ya que tras su idea ge-
neral oscila solamente un vago recuerdo de la imagen terica con la
que haba cobrado sentido este concepto, hoy huero; bajo la rbrica de
ideologa no se entiende muy frecuentemente sino cualquier tipo de
totalidad de pensamiento: una teora, una representacin en particular
o lo intelectual en general. Apenas existe ningn grupo o partido que
no se haya servido de esta palabra: ha formado parte incluso del idio-
ma del nacionalsocialismo. Y de su historia no queda ms que un ras-
tro, por cuanto con ella no se suele pensar en algo independiente, algo
que exista en s mismo, sino en lo intelectual tomado en su dependen-
cia de lo extraintelectual, de lo material. Mas, pese a que la palabra
ideologa se emplea actualmente en un sentido difuminado y univer-
sal, sigue conteniendo un elemento que se mantiene opuesto a las pre-
tensiones del intelecto o espritu de que, de acuerdo con su modo de
ser o su contenido, se le considere incondicionado.
As, pues, el concepto de ideologa contradice, incluso en su
forma achatada, la perspectiva idealista: como ideologa, el espritu no
es absoluto. Si preguntamos por los orgenes filosficos, este concepto
ha ejercido un efecto inmediato y enrgico dos veces en la historia.
Una, cuando, al final del siglo XVIII la Ilustracin, que se diriga con-
tra el sistema de gobierno del absolutismo francs, perdi su funcin
poltica: entonces se hizo patente que el alma del pensamiento episte-
molgico y especulativo -como el que se encuentra en Voltaire, Dide-
rot y los enciclopedistas- estribaba en el inters por establecer racio-
1
De un debate sobre ideologa y asignacin de valor
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 5
nalmente el mundo y en la resistencia frente a una presin social que
haba llegado a carecer de sentido. Al perder, con la Revolucin fran-
cesa, su significado estratgico el antiguo edificio poltico del absolu-
tismo en especial la alianza de clero y aristocracia, la Ilustracin,
por as decirlo, rindi el espritu, y lo que rest fue el positivismo. El
sensualismo de la Ilustracin, es decir, la doctrina recibida de Ingla-
terra, segn la cual las percepciones sensibles constituyen la fuente,
ttulos jurdicos y nico objeto legtimo de todo conocimiento, se fue
secando y arrugando hasta convertirse en Francia en credo de las es-
cuelas filosficas. Entre stas se encontraba L'Association des Idolo-
gies que a comienzos del siglo XIX tena sus sesiones en Auteuil, y
que se ocupaba principalmente de investigar la sucesin, enlaces,
atracciones y repulsiones de las percepciones, o sea, dicho brevemen-
te, de sus mltiples relaciones condicionadoras. Tambin investigaban
la dependencia de las ideas entre s y con respecto a los procesos fi-
siolgicos del cuerpo humano: la vida intelectual debera explicarse
como una mecnica de las representaciones, con lo cual la filosofa
llegara a ascender al rango de ciencia exacta. La filosofa tendra que
investigar experimentalmente los elementos de la conciencia, de igual
modo que hace la fsica con la mecnica de las partculas materiales;
habra de convertirse en una disciplina especial que procurara apre-
hender el espritu siguiendo el patrn de las ciencias naturales: en una
ciencia natural del espritu. Se trataba siempre de un intento de secula-
rizacin o mundanizacin de la filosofa, de un ataque contra los esti-
los intelectuales acostumbrados, como quien dice ausentes de la actua-
lidad histrica. Mientras que en la Alemania decimonnica este mate-
rialismo fisiolgico se hundi finalmente hasta convertirse en la reza-
gada filosofa popular de los llamados monistas, los miembros de la
escuela originaria entre los que se encontraba en su juventud el gran
escritor italiano Manzoni ejercieron de momento una influencia no
pequea sobre el pensamiento adelantado. Y a partir de entonces la
palabra ideologa, en el sentido del espritu o intelecto tomado en su
dependencia de procesos materiales groseros uno de los fundadores
de la escuela, Destutt de Tracy, caracterizaba la doctrina de la ideolog-
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a como una parte de la zoologa, desempe un papel en la termi-
nologa cientfica y poltica.
Aun cuando esta palabra haba cobrado ya un elemento especfi-
co de su significacin en el complejo terico que acabamos de pintar,
actualmente se piensa casi de un modo exclusivo, siempre que se re-
trotrae uno a los orgenes, en doctrinas sociales, ante todo en el mate-
rialismo econmico. Los creadores de ste, Marx y Engels, haban
adoptado la palabra ideologa ya en sus escritos juveniles; sin embar-
go, en su caso no se consideraba la conciencia meramente dependiente
de los procesos corporales en los hombres singulares, sino de la es-
tructura subyacente de la sociedad. En las escuelas ideolgicas anti-
guas, la vida representativa no vara solamente de acuerdo con la
constitucin corporal de los distintos tipos animales, sino tambin
segn los diferentes influjos experimentados en la vida de uno y el
mismo individuo humano. En el materialismo econmico, las formas
dominantes de la conciencia varan al asumir otra forma la vida en
comn de los hombres en la sociedad, en virtud de su careo con el
mundo circundante, y en lugar de los procesos vitales del cuerpo, en
que los materialistas franceses vean el momento de explicacin deci-
sivo, aparecen ahora los procesos vitales de la sociedad. Como corres-
ponde a ello, bajo el nombre de ideologa no se comprende meramente
el pensamiento individual, sino la esfera toda de la cultura: poltica,
derecho, Estado, arte y religin; lo que se considera condicionado no
es el pensar de la persona singular, sino el de la especie en las condi-
ciones que prevalecen. La jerarqua social, que se configurara en cada
caso de un modo diferente, segn la clase de medios tcnicos de traba-
jo de que sepan servirse los hombres en la poca correspondiente, de-
terminara a fin de cuentas sus ideas de Dios y del mundo, del bien y
del mal, de lo bello y lo feo. En los ingleses Francis Bacon y Thomas
Hobbes y en el italiano Giambattista Vico encontramos, como en el
francs Helvecio, ciertos elementos de esta doctrina; pero la idea de
que la totalidad cultural de cada poca de la humanidad est condicio-
nada por sus relaciones de trabajo caractersticas se convierte en el
ncleo de una filosofa de la historia slo en conexin con los movi-
mientos sociales del siglo XIX
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La sociologa moderna ha utilizado el concepto de ideologa pa-
ra inaugurar una rama de investigacin propia: la sociologa del saber.
De modo acorde con sus esfuerzos por volverse desde la teora general
hacia los hechos singulares, no deducir tanto las concepciones vigen-
tes jurdicas, religiosas y filosficas de las formas de trabajo del mo-
mento y de la totalidad social correspondiente, cuanto se contentar,
ms bien, con pintar la disposicin espiritual y el mundo de ideas de
los miembros de un estrato social determinado y con coordinarlos a su
puesto social, considerando que la dependencia es muy complicada.
Ya en la consideracin econmica de la historia, lo que determinaba
inmediatamente las concepciones de los pertenecientes a una capa so-
cial no era, en lo esencial, los intereses materiales, sino el papel de
dicha capa en el proceso vital social: su conjunto de representaciones
no era sino el modo en que ha de aparecer el mundo ante los grupos
decisivos de la sociedad, en virtud de sus relaciones mutuas en el tra-
bajo. Y la historia de las ideas se apreci como funcin de la historia
de las condiciones econmicas de la humanidad, as como de las lu-
chas que procedan de ella. La sociologa del saber se propuso como
tarea coordinar los tipos de representaciones vigentes en cada caso con
las capas caractersticas de una sociedad determinada, mas sin orien-
tarse por ello hacia una teora histrico-filosfica fundamental, como,
por ejemplo, el materialismo econmico. Toda imagen del mundo
-enseaba- est condicionada por la perspectiva desde un punto de vis-
ta social que la caracteriza, y todo factor implicado en tales relaciones
de condicionamiento -trtese de determinantes intelectual-espirituales,
psicolgicos o materiales- posee un peso distinto dentro de cada uno
de los grupos pertinentes. Pinsese en el conocido ejemplo del paisaje,
que se constituye de una manera enteramente distinta en cada caso,
segn el modo de existencia del que lo mira: no solamente es distinto
el fenmeno, sino la esencia, para el campesino que cultiva la tierra,
para el burgus de la ciudad que busca descanso, para el cazador que
acecha la pieza, para el pintor que esboza un cuadro, para el aviador
que ha de hacer un aterrizaje forzoso, para el estratega que evala el
terreno. Pero en la sociologa del saber no se trata simplemente de al-
go singular, como es el paisaje, ni de grupos profesionales, sino de la
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manera de experimentar el mundo en su conjunto y de los estratos de-
cisivos de la sociedad; no basta con coordinar sociolgicamente el
mundo como imagen intelectual, sino que asimismo hay que hacerlo
con las interpretaciones filosficas y los fines y tendencias morales.
Viendo una tabla de los tipos formales de pensamiento prepara-
da el ao veintitantos
2
por el filsofo Max Scheler -uno de los funda-
dores de la sociologa del saber-, salta a la vista con qu generalidad
se haba pensado la dependencia dicha. Scheler coordinaba tales tipos
o bien a la clase superior o a la inferior, pero sin entrar en diferencia-
ciones histricas: las clases sociales aparecan a la vez como modos de
ser naturales, incluso eternos. Segn Scheler, la ptica del devenir se
encuentra en la clase inferior; la del ser, en la superior; la considera-
cin mecnica del mundo, en aqulla; la teleolgica, en sta; el rea-
lismo -esto es, la experiencia del mundo como resistencia-, en la pri-
mera; el idealismo -o sea el mundo como reino de las ideas-, en la
ltima. A la clase inferior se atribuye el materialismo; a la superior, el
espiritualismo; la induccin y el empirismo, a aqulla; el saber a priori
y el racionalismo, a sta. La visin optimista del futuro y el juicio pe-
simista sobre el pasado seran modos de pensar de la clase inferior,
mientras que, por el contrario, la superior se inclinara hacia el aspecto
pesimista del futuro, y la ojeada retrospectiva romntica, optimista,
hacia la imagen de aquellos buenos tiempos. Scheler insiste en que
todas estas maneras de ver las cosas no tendran nada que ver con te-
oras que los pertenecientes a estas clases construyeran, por ejemplo,
con propsito de encubrir o favorecer sus intereses, sino que se tratara
de modos de pensamiento vivos y de tipos de concepciones: seran
tendencias inconscientes, condicionadas por la clase, a captar el mun-
do predominantemente de una u otra forma; pero tampoco nos las
habramos con prejuicios de clase, sino con algo ms profundo que los
prejuicios, a saber: con inclinaciones inevitables, que hundiran sus
races slo y exclusivamente en la clase, independientemente de la
individualidad, de la profesin y de la masa de conocimiento de los
2
. Soziologische Exkurse Frankfurter Beitrge zur Soziolopie, [coleccin a la que
pertenece el original alemn del presente libro], vol. 4, Frankfurt, 1956, p. 173.
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hombres, as como de su raza y de su nacionalidad. Y quera construir
la investigacin sistemtica de estas relaciones de dependencia en
forma de una acabada teora sociolgica de los dolos.
De todos los mltiples problemas que proceden de asumir que lo
intelectual-espiritual est condicionado de un modo tan profundo alu-
diremos slo al del relativismo filosfico. El mismo Scheler trat des-
esperadamente de fundamentar en forma filosfica la objetividad y
obligatoriedad de los valores, en especial el de la verdad, mientras que
otros socilogos del saber se inclinaron a igualar tcitamente el carc-
ter condicionado y pasajero de las formas culturales con una falta de
obligatoriedad y, de este modo, a estampillar como ideologa toda fi-
nalidad y toda creencia. Pero ambas concepciones estn emparenta-
das: continenen el supuesto de que debera asegurarse el sentido de la
vida humana mediante formas conceptuales firmes, los llamados va-
lores o ms bien, los bienes culturales. Cuando se hace patente
que stos no estn sustrados al proceso histrico, cuando se descubre
apoyndose en el progreso de la ciencia su dependencia general
fisiolgica y psicolgica, o bien surge el intento convulsivo de anclar-
los filosficamente, intento como el emprendido por la escuela de
Husserl -y con ella por Scheler- el pesimismo cultural, la proclama-
cin de lo contingente de todas las finalidades, como la que conoce-
mos a partir del positivismo de Max Weber: la doctrina absoluta del
valor es solamente la otra cara de la visin relativista, que se esfuerza
por convertir el condicionamiento ideolgico del espritu en principio
filosfico decisivo. Ambas doctrinas se exigen mutuamente, y ambas
son un fenmeno caracterstico de nuestro perodo. El concepto total
de ideologa arrastra a la conversin de la dependencia de todo lo espi-
ritual en experiencia terica decisiva. Sin duda, al intelectual libre,
como dice la expresin,
3
se le concede gran independencia; pero, en
ltimo trmino, sta no estriba en otra cosa sino en anunciar y aceptar
la dependencia.
3
Que en alemn es freischwebend Intellectuell, literalmente, intelectual suspendido
(en el aire), que se ciernen. (N. del T.)
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La sociologa de Vilfredo Pareto representa un giro especial de
la doctrina de la ideologa, ya que contiene elementos de la escuela
antigua y de la nueva. Podra decirse que en su pas ha existido, desde
Maquiavelo, una tradicin cientfica propia en esta direccin. Segn
ella, las creencias humanas constituyen un medio del juego poltico de
fuerzas: no se trata tanto de su verdad cuanto de su eficacia social; los
gobernantes tendran que descubrir exactamente, en sus condiciones,
las opiniones de las masas, y, de este modo, saber contornearlas.
Segn Pareto, la accin humana brota de lo que l llama residuos y
derivaciones: a ellos pertenecen, por ejemplo, la tendencia a combinar,
mediante la cual pueden explicarse parcialmente el gusto por compa-
rar y experimentar y muchos progresos cientficos, as como la incli-
nacin a hacer que se perpete cuanto se ha configurado una vez; de
este modo se da cuenta de la duracin, frecuentemente irracional, de
ideas supersticiosas, costumbres, etc.
Hay residuos que nos impulsan a ser como los otros---o sea los
que nos llevan a rechazar lo desusado y extrao-, ms an residuos
que nos impelen hacia la sociedad. Todas estas inclinaciones innatas
actan por lo pronto irracionalmente: no se cuidan de si son apropia-
das para el provecho del individuo o de si, digamos, su finalidad con-
cuerda con la de la sociedad. Mas, frente a ello, los hombres encuen-
tran siempre vas para hacer plausibles a los dems y a ellos mismos
estos motivos ntimos de sus acciones: mediante razones lgicas, ape-
lacin a autoridades o a principios generalmente reconocidos o incluso
recurriendo a palabras solemnes que suenen muy bien; estos caminos
son las derivaciones, que, por tanto, se encuentran bastante cerca del
concepto psicoanaltico de la racionalizacin; esto es, de la fundamen-
tacin socialmente aceptable de nuestros mviles fundamentales irra-
cionales. La ocupacin del socilogo consiste en mirar tras las deriva-
ciones respectivas al explicar la accin, en coordinar todo hacer y todo
dejar de hacer a las diferentes clases de residuos. Y puesto que bajo
las derivaciones se encuentran las ideas de libertad y solidaridad, de
verdad, de amor y religin, esta sociologa toma un paso del cual el
fascismo italiano, que la haba caracterizado primeramente como el
ultrarrelativismo, supo muy bien servirse; si bien podra haber pro-
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clamado igualmente, con el mismo cinismo, los valores eternos -como
tambin hizo cuando le convino-, pues en el mismo concepto del valor
se encierra la relatividad, segn ensea su origen a partir de la teora
econmica. Los valores son ser para otro, no ser en s, como sostenan
sus defensores filosficos. La filosofa de los valores naci de la nece-
sidad de huir del sombro desconsuelo creado por la identificacin del
pensar con el mero encontrar, ordenar y coordinar hechos. Pero ha re-
sultado manifiesto hace largo tiempo que los fundamentos a priori de
la antigua filosofa -y, en primer lugar, la jerarqua de valores de los
fenomenlogos- constituyen una materia legtima incluso para las re-
lativizaciones de las que deberan sacarnos, y que a partir de la tica
material de los valores se cae necesariamente en el relativismo, y a la
inversa.
La cuestin acerca de cmo es posible escapar a la psima con-
tradiccin o, mejor, a la psima identidad de estas dos filosofas del
punto de vista no puede resolverse suficientemente erigiendo otro sis-
tema. Si el aportar y el modificar en la vida privada o en 1a social-y a
esto se llama actuar responsablemente--requieren justificarse mediante
esencias supuestamente inmutables o si, por el otro lado, se considera
que el condicionamiento histrico de una finalidad constituye una ob-
jecin filosfica contra su obligatoriedad y su necesidad interna, en-
tonces la fuerza y la fe se han desvanecido ya de la accin. La relacin
entre teora y prctica es muy otra de como se la pinta, tanto de acuer-
do con el relativismo como con la doctrina de los valores absolutos: la
praxis exige permanentemente orientarse por una teora avanzada, y la
teora pertinente reside en el anlisis ms penetrante y crtico posible
de la realidad histrica, no en algo as como un esquema de valores
abstractos del que uno se asegure que est fundamentado concreta y
ontolgicamente. La representacin y el anlisis crtico de la realidad
-que animan en cada caso la praxis- estn determinados a su vez, antes
bien, por impulsos y afanes prcticos. Del mismo modo que el desa-
rrollo y estructura de la ciencia natural han de explicarse a partir de las
necesidades sociales de dominio de la naturaleza, en la formacin de
las llamadas ciencias del espritu y sociales se exteriorizan las necesi-
dades y los intereses de los individuos y los grupos. No existen ni un
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mundo de representaciones libre de tendencias prcticas, ni siquiera
una percepcin aislada, libre de praxis y de teora: la metafsica de los
hechos no aventaja en nada a la del espritu absoluto. Pero la circuns-
tancia de que en la estructura del mundo, en la imagen del hombre y la
sociedad, de cuya verdad tengo que percatarme, se haga valer una vo-
luntad histrica no significa que dicha imagen pierda valor alguno.
Podemos tomar nuestros impulsos prcticos como factores que relati-
vicen nuestra accin o hacerlos colgar -como normas objetivas- de un
cielo de las ideas: siempre estar presente, de modo inmediato, un
momento arbitrario y subjetivo -hasta en el ocuparse filosfico de la
relativizacin y la idealizacin-.
Lo nico que cabe hacer es impulsar hacia adelante el conoci-
miento todo lo ms ntegra e independientemente que sea posible, tan-
to por el costado llamado objetivo como por el subjetivo, y, luego, ac-
tuar con toda seriedad sobre la base de tal conocimiento. Pero sobre
la base de tal conocimiento no quiere decir que ste prescriba univo-
camente la accin: la teora no es ninguna receta y el actuar contiene
un momento que no cabe exactamente en la forma contemplativa de la
teora. Mas, con todo, puede haber cierto tipo de necesidad entre teora
y praxis, entre pensamiento y accin. Ya en la vida cotidiana se en-
cuentran situaciones tales que para percibirlas nos vemos llevados for-
zosamente -sin retroceder hasta normas y prescripciones abstractas-,
hacia una accin. Cuanto ms profundamente penetre la teora en la
realidad, tanto ms penetrante ser su lenguaje, incluso en lo que res-
pecta a las conexiones generales. Si al observar la situacin histrica
sale a luz, por ejemplo, que el conjunto de la humanidad est al borde
de quedar apresado por sistemas totalitarios, menospreciadores del
hombre, les ser posible a los hombres vivos que consumen este co-
nocimiento no hacerse enteramente sordos al impulso de resistencia;
la situacin misma que se ha reconocido de este modo habla cierto
lenguaje: el que surge de la aversin y el terror. Es indiscutible que el
que la resistencia de los individuos singulares frente a la opresin se
derive de ciertas ideas -o se refuerce gracias a ellas-, especialmente en
el caso de ideas que estn ligadas tradicionalmente al progreso de la
humanidad y sus instituciones, tiene enorme importancia prctica. Pe-
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ro cuando la aversin no se siente ya de un modo originario, cuando
se consuma el percatarse de la situacin meramente bajo la pretendida
forma de ideas y no de un modo vivo, en conexin con los intereses
ms propios, la apelacin a stos es impotente. Slo se desear y
querr verdaderamente el bien, lo verdadero y lo bello, todo cuanto se
ha alzado en la historia al puesto de pensamiento gua poltico y cultu-
ral, si se tiene una experiencia igualmente originaria de todo lo negati-
vo que en la situacin del caso invita a sobreponerse a ello mismo; de
otro modo, las ideas degeneran, de hecho, en ideologa. En el concep-
to de libertad del individuo se custodia esta cara negativa an ms que
en otros, y por ello es tan actual en la situacin presente.
Entre los grandes filsofos, Spinoza ha sido quien ms ha
hablado de que la accin surge en cierto modo inmediatamente del
conocimiento de lo objetivo. Y su construccin del mundo lleva por
nombre el de tica, o sea el de doctrina acerca del actuar rectamente,
mientras que, pese a ello, se ocupa antes que nada del ser objetivo.
Cuanto ms claramente conocemos el mundo ms claramente dice
ste -verum index sui et falsi- que no necesita ninguna piedra de toque
fuera de s mismo. He aqu algo que no es una mera proposicin de la
teora del conocimiento: en verdad, incluye en s tambin a la accin.
Y lo que ocurre con Spinoza es tambin aplicable a Aristteles,
Santo Toms y Hegel: ninguno de ellos abrigaba, en el fondo, duda
alguna de que la accin recta proceda de representarse correctamente
la realidad, de la inteligencia de lo que es. La tica y la metafsica,
que, desde luego, se encuentran conceptualmente separadas en el pen-
samiento europeo a partir de Platn, permanecen bajo el signo de la
doctrina socrtica de la identidad de virtud y saber hasta la fragmenta-
cin en el siglo XIX. Hasta el pensamiento filosfico se entiende a s
propio como mediador de su antagonismo. Incluso al final de la me-
tafsica, cuando se haba evaporado la creencia en el sistema de la
verdad objetiva, Nietzsche vuelve a colocar la unidad en el dominio
del sujeto; como podra decirse con toda seriedad, en el de la voluntad
que se entiende a s misma como fuente de la historia: en l, la expe-
riencia del podero del hombre proviene del conocimiento de la fragi-
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lidad de los sistemas, del carcter ideolgico de la moral tradicional.
El hombre puede liberarse de la reduccin a servidumbre en cuanto
que se reconozca causante de todas las quimeras y sepa que incluso las
finalidades brotan de su voluntad: el sujeto es la fuente de la verdad
objetiva. Para Nietzsche, la responsabilidad de los hombres que se li-
beran de tal modo de toda responsabilidad se agranda hasta lo des-
mesurado. La mala inteligencia que rodea frecuentemente su doctrina
se apoya en la creencia de que la arbitrariedad conforme a la cual han
de surgir segn l las nuevas tablas de valores sera la arbitrarie-
dad psicolgica, tal y como la entienden nuestros positivistas: el
carcter fortuito y facultativo de la eleccin entre los ideales polticos
y otros ideales.
En Nietzsche, sin embargo, la colocacin de los valores surge
con necesidad del conocimiento de la putrefaccin de las condiciones
vigentes, y la equivocacin -en la que l mismo ha recado- se basa en
el contenido de lo que proclama: como la humanidad ha servido de
pretexto a la inhumanidad, sera preciso sostener sta. En lugar de in-
sistir en su realizacin, ha querido reemplazar -mediante una subleva-
da declaracin- las ideas convertidas en ideologa por su mero polo
opuesto; y la realidad no ha vacilado mucho tiempo en volver en es-
pantosa praxis esta ideologa -o sea la de la inhumanidad-. Mas
quien es capaz de or el tono de la sublevacin nietzscheana se da
cuenta de que la tendencia ms ntima de su filosofa, no menos que la
de sus predecesores, tiene poco que ver con estos antivalores, y que,
en realidad, surge de la representacin ms clarividente posible de la
situacin histrica, a saber: a ttulo de necesidad de mejorar sta -en el
sentido que surge de la representacin crtica.
De hecho, el espritu est entretejido en la historia: se halla uni-
do inextricablemente a las voluntades, los intereses y las tendencias de
los hombres, a su situacin real. Pero la diferencia entre lo sujeto a
condiciones que se pavonea de estar exento de ellas, por un lado, y el
conocimiento hacia el que nos dirigimos en cada caso con todas nues-
tras fuerzas, por otro, no se agota en modo alguno con ello: es la dife-
rencia entre verdad y falsedad. Debera reservarse el nombre de ideo-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 15
loga -frente al de verdad- para el saber que no tiene conciencia de su
dependencia y, sin embargo, es penetrable ya para la mirada histri-
ca, para el opinar que, ante el conocimiento ms avanzado, ha aca-
bado de hundirse en la apariencia. La asignacin de valores es ideo-
loga en el sentido ms estricto y pregnante, en cuanto que cree poder-
se liberar de la entreveracin histrica o ver simplemente abierto el
camino hacia la casualidad y el nihilismo.
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SOCIOLOGIA Y FILOSOFIA
Lo que en las discusiones sobre sociologa se llama teora de la
sociedad tiene su prehistoria en los proyectos polticos de los griegos
y se basa inmediatamente en las reacciones ante la Revolucin france-
sa: a travs de sta recibi una nueva figura practicable la doctrina de
la relacin entre cada uno de los hombres y lo Absoluto. Libert, ga-
lit, fraternit, seala el programa de la realizacin burguesa de la
religin y la filosofa; y despus de Kant ello significa que todo ser
dotado de razn tiene posibilidad y deber de desarrollarse libremente
con la limitacin nica en consideracin al derecho -idntico- de los
dems. Con lo cual se impugna y se acredita, a la vez, el resultado de
la Reforma. Pues sta haba despejado la tierra ante la aspiracin al
xito como campo de la capacidad profesional al trasladar la lucha por
la bienaventuranza exclusivamente a la fe separada del saber; y, sin
embargo, merced a la doctrina actualizada una y otra vez de la elec-
cin de la gracia, haba negado la predestinacin eterna de cada uno
de nosotros al cielo, y mediante el smbolo del valle de lgrimas con
que haba marcado a fuego lo natural, negaba tambin la confianza en
el futuro de la Humanidad sobre la Tierra. La Revolucin dio a la ac-
tividad burguesa un sentido inmanente: crear entre los hombres unas
condiciones justas, el orden de la sociedad que diese cumplimiento a
la reivindicacin irrenunciable de una vida racional para todos. Esta
esperanza sostena una meta concreta, asequible a travs de la actua-
cin propia, trada del otro mundo a ste sin dejar atrs nada de su
carcter incondicional. La teora de la sociedad surgi cuando se hizo
patente que la eliminacin del absolutismo y de los restos feudales no
poda cumplir con aquella expectacin: se puso de manifiesto que la
emancipacin poltica, el desencadenamiento de las desiguales fuerzas
econmicas para una competencia sin trabas, no eran idnticas a la
meta que entusisticamente se anhelaba. Ya durante el curso de la Re-
volucin apareci su contradiccin interna: la liberacin sangrienta no
bastaba para implantar la libertad. Al buscar Robespierre y Saint-Just
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 17
la salvacin de sta en la direccin estatal de la relacin econmica,
antepusieron al comienzo del orden burgus la experiencia que des-
pus se ha repetido incesantemente: la de que ste no poda mantener-
se apartando simplemente los obstculos al trfico econmico y la de
que para proteger la libertad era necesario lo opuesto a ella: la admi-
nistracin, la intervencin, el planeamiento. Aquellos hombres del Te-
rror, cuya funcin los asemeja a los caudillos de los pases, hoy na-
cientes, del nacionalsocialismo y del capitalismo estatal, al empujar
por encima de lo que entonces era asequible, quedaron aniquilados;
pero la teora que se inici con Babeuf y Fichte al terminar el Terror
no ha cesado de conmensurar la sociedad surgida de ste con las ideas
de la Revolucin. La existencia del liberalismo europeo hizo madurar
la teora de la sociedad, que se sigui de modo concluyente de los
principios burgueses mismos, pues la nueva libertad result ser equi-
valente a libertad de desarrollo del poder econmico, la igualdad a un
primer plano de diferencias gigantescas de ingresos y de posesin -lo
nico que contaba verdaderamente- y la fraternidad a la disposicin
-producida mediante presiones econmicas y manipulaciones-
4
para la
irrupcin colectiva. Las adquisiciones de la Revolucin trajeron con-
sigo la contradiccin que ya no tolera la interrupcin social. Mientras
que en el mundo preburgus las relaciones econmicamente importan-
tes se apoyaban en una dependencia de individuos y grupos otorgada
ciegamente en el nacimiento, en el orden burgus se restableca la jus-
ticia a travs del medio annimo del dinero, en el que se van a pique
las diferencias de las personas. Por su medio se impuso desde el co-
mienzo una jerarqua formada en el seno de la antigua, que si era ms
lbil, no era menos pronunciada. Menos rgida y menos difana que en
el Estado de estamentos, pero en modo alguno racional, se consum a
partir de entonces la incorporacin clasificada de los hombres en el
proceso social del trabajo. El liberalismo transform la jerarqua bur-
guesa en una constelacin de podero cada vez ms compacta y potente.
4
El autor se refiere aqu, como asimismo unas pginas ms adelante, a la manipula-
cin, modificacin, sustitucin, creacin subrepticias de opiniones y deseos (de
bienes) de los dems mediante tcnicas publicitarias y de propaganda. (N. del T.)
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 18
Para dar cumplimiento a la fe europea no bastaba la mera supre-
sin de los antiguos privilegios, y a la voluntad de llevarlo a cabo co-
rrespondi el concepto de sociedad que sigui al triunfo de la burgues-
a. Tanto Saint-Simon como Marx estaban convencidos de que la for-
ma de las relaciones econmicas, la constelacin de los hombres en el
proceso de trabajo a que se haba dado lugar tras haber ordenado la
propiedad, poda determinarse tan perfectamente como nuestro proce-
der fsico con la naturaleza extrahumana: no slo el objeto del trabajo,
sino tambin su distribucin, podran someterse a la inteligencia del
hombre. La carga de la produccin de subsistencias para todos se hara
tanto ms leve al acrecentarse la riqueza de la sociedad, cuanto que el
consumo material, e incluso el lujo, pueden satisfacerse dedicndoles
un tiempo relativamente corto, si se tiene en cuenta la tcnica moder-
na. La extensin de las regulaciones sociales conocidas a la esfera de
la produccin y su confinamiento simultneo en ella parecan ser, en
todo caso, preferibles a la economa carente de regulacin alguna, que
se multiplicaba rpidamente en la vida del todo como una situacin
natural equipada con su maquinaria y que amenazaba convertirse en
un fin en s misma. Cuanto menos orden haya en el total de la eco-
noma, pensaban los tericos, tanto ms dura tiene que ser sta en sus
divisiones y subdivisiones: los hombres pierden de libertad lo que ce-
den de razn por mor de aqulla. Y cuanto ms se torpedea la autori-
dad en nombre de la economa no regulada, tanto ms se difunde la
administracin irracional en lugar de la racional. La sociedad concebi-
da por la teora, sociedad reguladora de las relaciones econmicas, era
lo opuesto y la consumacin del orden burgus, era la expresin en
que se calmaba la filosfica Ilustracin, una vez que su adversario
elegido, la antigua autoridad, haba cado. La impotencia de la teora
comenz a hacerse visible primeramente cuando en Alemania, en
donde se haba llevado a cabo, la introduccin de las condiciones bur-
guesas a modo de un eplogo, la reglamentacin econmica no sigui
los pasos de stas, como se haba anunciado. Ningn proceso de paso
cercano o distante hacia otra situacin ms elevada se fij junto con la
situacin social que haba surgido al derogar la infame regimentacin
antigua. La teora era a la vez verdadera y falsa. Mientras que, como
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 19
ya hemos dicho, la armona liberal qued liquidada en crisis y guerras
como una ilusin, se fueron desvaneciendo simultneamente las ex-
pectativas de un paso a un orden en que las contradicciones colectivas
quedasen suspendidas. La economa de los pases adelantados, desen-
cadenada, segua remitida hacia afuera y daba origen en el interior de
cada pas, as como entre los que rivalizaban mutuamente, a luchas sin
fin. Este proceso ha conducido a los armamentos y a las alianzas, y
finalmente a las guerras mundiales y a ese sacudimiento de los pue-
blos no industrializados, en los cuales, como consecuencia de la tcni-
ca que haba sido ya desarrollada ms all de sus fronteras, el libera-
lismo de viejo estilo ha carecido de funcin y el trastrueque se ha con-
seguido desde un principio con elementos del capitalismo estatal y del
socialismo. El ardid de la razn
,5
segun el cual el pequeo cede ante el
grande, el taller peor organizado y ms pobre ante el mejor equipado y
dirigido con mayor energa, y el viejo ante el joven, ms fuerte que l,
domina por entero la sociedad europea: desde comienzos del siglo ac-
tual se ha emprendido de muchos modos la tarea de reemplazar por
decisiones humanas, al menos parcialmente, este productivo y cruel
ardid, que, segn la teora, debera alcanzar su meta inmediatamente.
As, en cuanto a la praxis, para asegurarse de la duracin de la coyun-
tura por medio de una direccin intraestatal, ha surgido tras las guerras
mundiales el intento de asegurar la paz merced a una organizacin su-
praestatal, cuyo destino depender de las condiciones que existan en el
interior de los Estados. Cuanto ms se anteponga, en los viejos pases
industriales, una direccin completa, a su vez determinada por el jue-
go de los factores de poder, a la regulacin razonable permitida por la
abundancia, y cuanto ms brutalmente las naciones recin llegadas
acorten el camino que lleva al nivel de vida y de armamentos necesa-
rio y dejen atrs el liberalismo, tanto ms inactual y extravagante se
har la esperanza de la teora en la realizacin de la fe burguesa. En
lugar de decisiones libres de hombres llenos de su propia fuerza, ple-
namente desarrollados, se adelantan camarillas totalitarias y espectros
de terror, que pueden cobrar su podero tanto merced a las fuerzas del
trastrueque social como a los grupos poderosos amenazados por ste
5
la conocida expresin hegeliana (die List der Vernunft). (N. del T
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 20
merced a la revolucin o la restauracin. Por muy diferentes que pue-
dan ser por esta razn las bases sociales y el horizonte histrico de
cada uno de los dictadores, mientras en el interior exista poder, espe-
cialmente en los pases fuertes, ste ha de reproducirse en el exterior.
Desde que la sociedad liberal se aferra a conducir y administrar,
desde que las crisis econmicas se limitan mediante una ampliacin
dirigida de la produccin para el consumo y la destruccin, las autori-
dades de la sociedad han tomado a su servicio incluso el pensamiento
que se ocupa de sta. En vez de trascenderla crticamente, desde ese
momento debe tender hacia la administracin, el progreso y el orden,
y no hacia la realizacin inmediata de la fe original.
La teora de la sociedad, la ciencia como disciplina poltica, que
todava en Saint-Simon era la ms alta en la jerarqua de las discipli-
nas, se convertir en sociologa; y as la haba constituido ya Auguste
Comte tras el final de la Revolucin francesa. Comte intentaba la re-
forma de la totalidad, teniendo ya a la vista que no se haba de lograr
dentro de una ni de varias naciones, sino que dependa de que la
Humanidad se constituyese en una unidad de funcionamiento. Sin
embargo, los hechos sociales le parecan algo determinado en s, casi
datos fsicos: l y Spencer son los fundadores de la sociologa que se
entiende a s misma como una ciencia positiva, los precursores de la
generacin de Ross y Cooley, de Westermarck y Hobhouse, de Sim-
mel, Weber y de la escuela de Durkheim. A todos ellos les es propio
un elemento ilustrado, crtico: son como aguafiestas de las ciencias ya
avecindadas, y se los recibi como a innovadores. No obstante lo cual,
con el designio de equipararse a la ciencia natural en derroche meto-
dolgico y de ocuparse cientficamente de la teora crtica,
6
la socio-
loga consigui conquistar, ya antes de la primera guerra mundial, al-
guna que otra ctedra en las universidades. La labor de aquella gene-
racin se considera actualmente que constituye la gran tradicin. Su
tema lo formaban grupos extensos, especficos y pequeos, de la his-
toria y de la prehistoria, la relacin entre individuo y grupo, las co-
nexiones recprocas entre las esferas de la vida social; y cuanto ms se
6
El autor se refiere, sin duda, a la teora crtica marxista de la sociedad. (N. del T.)
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 21
esforzaba la sociologa por conformarse al modelo de las ciencias lle-
nas de xito, tanto ms se decoloraba el concepto de sociedad, que en
un tiempo haba sido el ms concreto, o lo concreto sin ms: apareci
entonces como algo superfluo e ilegtimo. Despus de aquel perodo
de los primeros socilogos, de las monografas, del establecimiento de
los conceptos fundamentales, de tipos, reglas y mtodos, la sociologa
ha encontrado su sitio y se ha hecho til, juntamente con la psicologa
social, como un todo polifactico de procedimientos, dentro de una
sociedad que se reestructura rpidamente a s misma y se arma contra
un mundo exterior de enemigos. Como las disciplinas tradicionales,
recibe sus tareas en parte de la problemtica inmanente condicionada
por el proceso de sus propias investigaciones y en parte de manos de
las instituciones y agencias de la vida real; y esta nueva disciplina,
cuidadosamente educada desde el punto de vista tcnico, por regla ge-
neral slo puede reaccionar a base de la propia idiosincrasia frente a
las estructuras lgicas que no se entienden heursticamente, frente a
los conceptos que han surgido para anticipar el proceso de investiga-
cin de una sutil maquinaria social, frente a las extrapolaciones que
estn unidas a la prctica poltica. Todava no ha sido capaz de sacu-
dirse completamente la sospecha de oposicin y de relativismo, que
carece de fundamentacin: las investigaciones singulares, as como los
programas tericos, renuncian a la especulacin; ya un concepto como
el de sociedad industrial tiene en contra suya, en cuanto que tiende a
estructurar mentalmente la sociedad, el inconveniente de la simplifi-
cacin; y se exigen tanto ms resueltamente el aparato matemtico y
la verificabilidad estricta cuanto menos comparables son previamente
las condiciones de la prctica metdica y la trascendencia de los resul-
tados con las condiciones correspondientes a la ciencia natural. La so-
ciologa se aprecia a s misma, en medida cada vez mayor, como una
destreza.
Mas, visto desde el nivel del desarrollo, entre ella y aquella otra
ciencia se sita una diferencia de principio. Nadie espera de la fsica
ni de la biologa que capaciten para reflexionar a las fuerzas cuyos
rganos constituyen. Con todas las motivaciones psicolgicas de los
investigadores singulares curiosidad, impulsos ldicos, ambicin,
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 22
con toda la libertad que haya para lo intil, la manipulacin de la natu-
raleza constituye un factor decisivo en la investigacin de sta, pero la
reflexin sobre tal factor no pertenece al tema de dicha investigacin:
tienen que dejarse a un lado la razn y la sinrazn actuantes en 1a vida
histrica, las convenciones conscientes e inconscientes, las instancias
polticas, as como en qu medida los conocimientos y descubrimien-
tos cientficonaturales lleven a fines constructivos o destructivos, al
bien o al mal; la ciencia natural no puede alzar ninguna recriminacin
acerca de todo ello. Por el contrario, la sociologa debe servir para co-
nocer -y siempre que sea posible dirigir- los factores extracientficos
que marcan la orientacin de la ciencia. El que, sin embargo, en lo que
se refiere a la perspicacia acerca de sus propios condicionamientos, no
se encuentre en mucha mejor situacin que las otras disciplinas, deja
abierto un hueco que, sin duda, es ms difcil de colmar en la sociedad
no totalitaria que en la guiada dictatorialmente. Incluso los socilogos
que no estn dispuestos a contentarse con las hiptesis de trabajo
-producidas cotidianamente- de la investigacin rutinaria, rehusan con
miedo dibujar, mediante conceptos de amplia comprensin, el compli-
cado juego de fuerzas de donde proceden las formas de relacin social
y sus variaciones, y del cual recibe tambin la sociologa su impulso.
Segn Robert Merton, la sociologa debera contentarse inicialmente
en el campo terico con conceptos relativamente comedidos y con te-
oras especiales de dimensiones medias, theories of tse middle range,
7
verbigracia sobre influencias de grupos antagnicos, sobre los ascen-
dientes interpersonales y el ejercicio del poder a que dan origen, para
reunir posteriormente los resultados en un sistema ms general de
proposiciones coherentes entre s. Adhirindose a Parsons, Ralf Dah-
rendorf quiere establecer como categoras sociolgicas decisivas las
de conflicto y transformacin; con todo, no han de designar momentos
del todo existente, sino que han deservir para captar unidades parcia-
les de la sociedad. Como deca una vez von Wiese, la sociologa que
quiera ser nada ms que sociologa no debe admitir que se conside-
re la sociedad como configuracin social sustancial; se entiende a s
misma como una ciencia experimental por contraposicin a la teora
7
Merton, Social Theory and Social Structure, Glencoe, Ill.,, 1949, p. 10.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 23
en sentido antiguo o, como piensa Merton, a los grandes sistemas
filosficos del pasado, con toda su riqueza de pensamiento, su esplen-
dor arquitectnico y su esterilidad cientfica. Se ha hecho tan grande
el podero de la realidad social, tan crasa la desproporcin entre ella y
las posibilidades de una espontaneidad individual, que hasta el lengua-
je que caracteriza este estado de cosas se encuentra enteramente des-
valido. Como las dems ciencias, la doctrina de la sociedad tiene que
implantarse sobre lo existente, y por ello se encuentra en peligro de
perder de vista lo existente en conjunto y dirigirse hacia las partes
completamente consolidadas. Cuanto ms se introduce, ms atrs se
queda.
Pero, de acuerdo con su propio sentido, no cabe que se separe de
la filosofa, cuya herencia ha de administrar en muchos respectos. La
filosofa era una meditacin acerca del sujeto. Mientras ste pareci
ser exclusivamente el yo individual, la psicologa era la ciencia que
estaba ms ligada a las intenciones filosficas; una vez que, en el idea-
lismo alemn, el sujeto aprendi a concebirse ya no nicamente como
individual, sino al mismo tiempo como la fuerza de los hombres, que,
activos, enlazados mutuamente, estn arrastrados y, sin embargo,
hacen su propia historia, como sociedad, la sociologa se ha converti-
do en la disciplina filosfica en sentido eminente. En realidad es, co-
mo dicen sus representantes positivistas, una ciencia experimental;
slo que la experiencia como sociologa ha de retrotraerse a su propia
fuente -el sujeto no dueo de s mismo- y ha de hacerle capaz, de este
modo, de llegar hasta s mismo. Entonces se presentan tareas que ni
surgen de la discusin de los problemas inmanentes ni coinciden con
requisitos exteriores; los ttulos de teora de las ideologas y de socio-
loga del saber parecen demasiado estrechos para ellas, pues ya no se
trata principalmente de los llamados estilos de pensar de los distintos
estratos sociales -en la medida en que pervivan- ni de soluciones y
apologas ya lisas y conocidas -en la medida en que estn enredadas
con la vida del momento-, sino del mundo real, tal como cada cual lo
percibe. El tipo humano que produce este mundo se ha hecho ms
prosaico y reconoce rapidsimamente lo convencional y premeditado
que hay en cualquier clase de protestacin solemne. Los descubri-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 24
mientos no requieren tanto pensamientos, que se alejan de lo existente,
cuanto hechos, a los cuales quiere uno limitarse. La naturaleza fsica,
construida a base de partculas microcsmicas, ya no captables a mo-
do de cosas, endurece su unidad gracias a su intencin de enseorea-
miento; mas, por el contrario, la suma de estudios que surge a partir
del material de contestaciones dadas en encuestas, de los datos de in-
quisiciones hechas en empresas, del estudio de grupos pequeos, re-
fleja la impotencia para erigir humanamente el mundo apoyndose en
tal seoro. Pretender que los hechos que la empiria produce y rene
para s sean elementos de la sociedad es un engao: son productos de
la abstraccin guiada por intereses heternomos. Sin la preocupacin
por el destino del todo -acerca de lo cual, sin embargo, no debe
hablarse- y sin ideas en el sentido de la gran filosofa, la sociologa
como ciencia es verdaderamente estril, tanto como ella misma repro-
cha a aqulla injustamente. Lo que Durkheim cuya investigacin es-
taba en gran medida encauzada tericamente, y l admita de buena
gana- sealaba de la lgica, a saber: que era preciso entenderla como
un reflejo de procesos y estructuras sociales, vale en no menor medida
para los hechos: para los que el socilogo ha hecho subyacer a su tra-
bajo igual que para los de la conciencia humana en general. Tanto
ayer como hoy cuanto los hombres saben y el modo en que lo saben,
desde acerca de sus autopistas, sus poblamientos y sus talleres hasta
sobre su amor y su miedo, est condicionado por su vida en comn y
por la organizacin del trabajo, y en el lugar de los descubrimientos en
sentido antiguo aparece el empeo por seguir la pista, en todas sus
particularidades, de los mecanismos sociales que entran en juego cada
vez. En realidad, la ciencia ha de atenerse a los hechos, pero stos no
estn preformados dondequiera que sea meramente por los mtodos
comprobados que ya conocemos y por la finalidad de la investigacin
del caso, sino por el objeto de la sociologa, la totalidad social y sus
mltiples momentos. A1 menos ste es el supuesto cuya confirmacin
progresiva forma parte del avanzar de la sociologa como ciencia:
cuanta ms luz permita arrojar una investigacin determinada sobre el
modo en que se realiza tal preformacin, cuanto ms haga ver cmo
los hombres se hacen a la vez a s mismos en su trabajo, tanto ms
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 25
cumplir la sociologa la tarea de autoconocimiento y autodetermina-
cin que la filosofa consider en otro tiempo su propia labor. Trazar
los estudios de tal modo que se destaque la heteronoma de los estra-
tos sociales y la sugestionabilidad de los individuos como efecto de
las conexiones sociales es una consecuencia que la sociologa tiene
que sacar de su propia historia, pese a toda la impotencia del pensa-
miento. Con todo, jams cabe llevar hasta el final la reflexin sobre un
sujeto colectivo: mientras prevalezca alguna libertad en la sociedad,
aqul no podr entenderse como si estuviese enteramente condiciona-
do, y si la libertad desaparece deja de haber sujeto.
Esta herencia de la filosofa que la sociologa ha asumido no se
agota en semejante reflexin de la sociedad sobre s misma. Si la so-
ciologa no piensa acerca de la resistencia frente a la cada en lo totali-
tario, acerca del mantenimiento y la expansin de las fuerzas que
apuntan a la libertad, por confusamente que sea discernible tal pensa-
miento en la oscuridad reinante, no ser capaz de encontrar salida del
laberinto de la maquinaria social. Todas las ideas decisivas -incluso
las de los juristas o de los mdicos- tienen que recusar el intento de
que las fijen unvocamente; pero sin ellas la ciencia se desmorona. El
que el planteamiento de los proyectos pueda deberse a consideracio-
nes enteramente ajenas a las filosficas y terico-prcticas, el que los
mviles psicolgicos conscientes e inconscientes, tanto de los que los
conducen como de los que sacan partido de ellos, no procedan en mo-
do alguno de la fe burguesa, no puede cambiar nada en cuanto a que el
objeto de la sociologa como ciencia se constituya, no menos que
otros campos del conocimiento, debido a intereses objetivos de la
humanidad; la diferencia se halla en el modo de ser de los intereses: la
sociologa remite a la verdadera vida en comn de los hombres. Lo
cual comparte con aquella antigua teora de la sociedad de la cual, fo-
silizada y desfigurada, se saca hoy partido para entrenar sin miramien-
to a pueblos atrasados. En la lucha contra el mundo totalitario, que no
amenaza a los europeos meramente desde fuera, la sociologa no pue-
de entregarse simplemente al juego de las fuerzas econmicas -que
desde muchos puntos de vista forma parte de su tema- ni meramente
plegarse a la tendencia general a olvidar; antes bien, ha de ver la rela-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 26
cin que tienen los medios de que se vale la sociedad para mantenerse
en vida con el fin de establecer una vida digna del hombre. En el desa-
rrollo de todos los individuos singulares hacia su ser espiritual -que
determina su propio destino-, el nivel de vida constituye no ms que
un momento, que, hipostasiado, tiene que acelerar la ruina de la socie-
dad occidental. Tan difcil es separar la sociologa -ya sea que investi-
gue relaciones de poder, clima de la empresa o familia en sus mlti-
ples aspectos y modificaciones- de su origen a partir de la voluntad de
configurar mundanamente la religin y la filosofa, como la psicologa
de la idea de individuo dotado de razn. Lo cual no es solamente vli-
do para aquellos estudios en que se adopta como tema la represin del
pensamiento, tales como los que versan sobre los efectos de la comu-
nicacin de masas, sobre los prejuicios sociales, nacionales o religio-
sos; sobre la presin creciente de la economa y su efecto en la con-
formidad, sobre la soledad en medio de la masa pintada por Riesman
-del individuo dispuesto a amoldarse, o sobre el motivo- que Schelsky
ha enlazado con el anterior del acercamiento entre los tipos humanos
de ambos bloques de podero de la actualidad; toda investigacin, por
mucho que se las pueda dar de puramente emprica, lleva incluidos
momentos subjetivos que deciden acerca del material y que estn en
una relacin mltiple, debida o indebida, con aquella voluntad, y el
mismo hacer conscientes estos momentos se encuentra en el dominio
de 1a sociologa. En esta disciplina, no menos que en las dems, el
inters que sabe de s mismo no tiene por qu constituir un obstculo
para la objetividad, sino que ms bien sta se ver conducida por tal
inters. El modo sobrio de escribir la historia que retrocede hasta las
fuentes -modo que tanto tiene que agradecer a Voltaire- apenas debe a
la sublevacin contra la consagracin histrica de la injusticia ms de
lo que la inflexin de la sociologa alemana hacia el positivismo debe
a la aversin frente al bizantinismo de la historiografa en la Alemania
del Kaiser. Ante el caos de los hechos condicionados socialmente y la
infinita abundancia de puntos de vista posibles, la objetividad pura no
es sino una ilusin. Como si el resultado no hubiera de determinar la
praxis. No es slo que la compatibilidad que se prescribe tenga una
investigacin con unas intenciones determinadas con las que ha de
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 27
contentarse, o acaso la exigencia de unos resultados determinados y
hasta la insuficiente presteza para restringir las propias hiptesis -y, si
es preciso, abandonarlas- basndose en lo que se llegue a averiguar, en
caso de que sea suficientemente importante, contradigan a la ciencia:
tambin contradicen a la vida intelectual sin ms. Todo ello pertenece
al dominio poltico de lo totalitario, contra el cual se dirigen por su
propia esencia las intenciones inmanentes, irrenunciables, de la socio-
loga. El motor ms suyo y ms propio, lo que la mueve teri-
co-prcticamente, no es el dominio de la naturaleza ni tampoco de la
sociedad, por muy de utilidad que pueda ser en particular, sino el es-
fuerzo por penetrar cognoscitivamente la vida social en lo que respec-
ta a su sentido, que le est conferido por los hombres. Entre sus tareas
se encuentran la de registrar los entorpecimientos que sufre el pensar
independiente por la profesin y el llamado tiempo libre y la de aper-
cibirse de la atrofia de los individuos en medio del crecimiento del
consumo y de las expectativas vitales; y a travs del fenmeno de la
nivelacin ha de observar las diferencias de poder econmico y social,
que van cambiando al mismo tiempo: crasas diferencias que entran en
juego en los Estados ms civilizados, en los que la seguridad legal y la
proteccin de los individuos se han desarrollado al mximo hasta de-
ntro de todo proyecto vital. Estas diferencias merecen que se les preste
atencin sociolgicamente no menos que la liberalizacin de las rela-
ciones entre los estratos sociales dentro y fuera del proceso moderno
de produccin o que el potencial existente para una nueva solidaridad
entre el hombre y la mujer.
Para la sociologa la relacin con la filosofa es algo constituti-
vo, aun cuando la teora antigua no se haba percatado de ello. La so-
ciedad, que ha terminado por convertirse en un monstruo como aquel
bajo cuyos rasgos la describi Hobbes en su comienzo, hace retroce-
der asustado al pensamiento que trata de captarla como un todo: no
caba desprender el pensar ese todo de la posibilidad de actuar sobre l
al pensarlo; y la confianza para hacerlo era propia de la filosofa euro-
pea cuando se desprendi de la teologa y, en lugar de la fe en el orden
natural, plante la tarea de determinar las condiciones humanas de
acuerdo con la comprensin racional.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 28
Actualmente, pese a todas las regulaciones estatales que han
surgido del impenetrable juego de las fuerzas econmicas, dicha con-
fianza se ha derrumbado. La timidez de aquellos socilogos modernos
para manipular la forma de la sociedad est motivada por los lmites
impuestos al pensamiento eficaz, lmites que ella misma consolida.
Pero qu sea en cada caso especulativo y qu realista, es algo que de-
pende de la situacin de la historia.
Cuando la teora, actualmente, llama la atencin sobre su posi-
ble imperio, o hasta se atreve a reclamarlo enrgicamente, refleja una
imagen del mundo falseada aun en cuanto al sentido de los conceptos
en particular: se concibe al hombre de la sociedad industrial confor-
mado socialmente para reaccionar con rapidez, manejarse fcilmente y
adaptarse, a travs de la prepotencia de la estructura de intereses in-
mediata, en cada caso juntamente con la compacta masa de instrumen-
tos de opinin convergentes; los cuales campean desde los anuncios y
titulares sobre el modo -dictado por la vida moderna o, an ms, con-
figurado por los expertos- de llenar el ocio, ya rebajado a tiempo libre,
hasta la propaganda de las autoridades polticas psicolgicamente pla-
neada. El carcter actual de la teora no procede ya de la proximidad al
cumplimiento de la fe burguesa, que se ha hecho tanto ms cuestiona-
ble cuanto ms enteramente tenemos dadas sus condiciones -pues la
reduccin de los trabajos duros, el alargamiento de la duracin de la
vida, los mercados y tiendas llenos, son signos seguros de que la culpa
no la tienen las fuerzas de que disponemos- dicha actualidad se apoya,
si descontamos los peligros exteriores, en la amenazadora atrofia de
las cualidades subjetivas, que constituyen el supuesto de una situacin
ms racional. La esperanza de la teora es detener este proceso en la
medida en que lo concibe adecuadamente: ella disipa el engao de que
el mantenerse a salvo de crisis merced a la manipulacin y a la espiral
inflacionista coincida con el crecimiento de lo humano, y, ante todo, la
grosera mentira segn la cual la violenta industrializacin de Oriente
-frente a la cual el liberalismo ingls temprano, blanco genuino de los
ataques del socialismo moderno, parece un idilio- sea simplemente el
socialismo. El pensamiento terico de hoy consiste en la intencin fi-
losfica, que no ceja contra los tiempos y est escrita con caracteres
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 29
sociales; y en ella ni se roza la cuestin de la exactitud, de las ventajas
-metdicamente de mayor rigor- de la sociologa llamada fuerte sobre
la dbil. Los estudios que no encierran explcitamente el pensamiento
en las ideas pueden tener mayor importancia terica que muchos en
los que este pensamiento desempea conscientemente un papel. Con
tal de que la relacin no cese del todo, le queda al socilogo la distan-
cia a la administracin dominante: algo del intelectual en el sentido
antiguo. Este ser liquidado como individualista, como inconformista,
en los Estados totalitarios, y el campo libre de que goza todava en los
europeos es un ndice de las diferencias de libertad individual existen-
tes dentro de sus fronteras. Con el intelectual se manifiesta lo que tie-
ne que temer la sociedad del juicio sobre ella ya verdadero, ya tor-
cido o en qu medida tiene que calibrar cada palabra en cuanto a
sus posibles efectos, por as decirlo, como medio en favor o en contra
de la orientacin deseada, y en su destino sale a luz cmo le va ala so-
ciedad en cuanto a dominacin o libertad. La sociologa lleva sobre s,
pese a todo el instrumental construido, pese a todos los deseos de
igualarse a las especialidades naturalizadas, algo de la responsabilidad
de los mechanici, de los filsofos del barroco, de los intelectuales
del siglo XVIII. Y el inters de la humanidad pende de su tema -la or-
ganizacin de la sociedad- como en otro tiempo penda de la configu-
racin del mundo fsico. La fijacin de metas para la investigacin
sociolgica, como asimismo cualquier paso que se d en un estudio,
tienen importancia para la sociedad; Morris Ginsberg deca en una
conferencia publicada en 1958
8
que los procesos sociales no estn de-
terminados por la fatalidad ni exentos de condiciones limitadoras, pero
que su conocimiento interviene de modo decisivo en la determinacin
de los acontecimientos. La medida en que el conocimiento entre en las
decisiones de la sociedad podra depender de la penetracin crtica en
aquellas condiciones, tanto de tipo humano como material; y a ello
habra que aadir que, siempre que se trate de autonoma, el contenido
de lo querido -y, por tanto, tambin de lo que se nos muestra como su
limitacin- ni meramente procede de la masa de hechos ni, como crea
8
Morris Ginsberg, Social Change, en British Journal of Socio logie, sept. 1958,
pp. 205 y ss.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 30
Max Weber, de una decisin irracional, sino que ha de ser conmensu-
rado con la tradicin del gran pensamiento europeo. Tambin Ren
Knig quera decir lo mismo cuando explicaba, en la introduccin de
su Diccionario sociolgico, y tras haber distinguido de la sociologa la
historia y la filosofa sociales, que ocurre una y otra vez, incluso en
los procesos concretos de investigacin, que en un punto dado slo es
posible continuar la discusin por medio de reflexiones filosficas
9
.
E igualmente pasa con su doctrina general. Puesto que el conocimien-
to del mtodo y de los resultados de la investigacin sociolgica pue-
de fortificar en los no socilogos la capacidad de percepcin diferen-
ciada, y puesto que sta ensancha la comprensin de los hombres y
contrarresta la vulnerabilidad al fanatismo, la sociologa contina la
tan odiada Ilustracin, y se opone a s misma cuando sabe adaptarse
con demasiada pericia a la realidad, a la que debera desencantar. La
conciencia pblica recuerda perfectamente, en especial en Alemania,
su esencia crtica y la cercana de su pensamiento a la resistencia con-
tra la tendencia predominante en cada caso en la sociedad; ello la re-
ne con la filosofa. No puede concebirse ya lo que antes se llamaba
formacin, la fortaleza espiritual para resistir al Poder momentneo
que se abalanza contra la conciencia, sin un saber de la sociedad y de
sus procesos.
La antigua teora crea estar cierta del futuro; el que la sociolog-
a se extienda hoy empricamente es al mismo tiempo un signo de su
utilidad y de su resignacin. De muy otra manera que la filosofa, que
se proclamaba un tiempo heraldo del mundo burgus y de su ciencia,
la sociologa, si se llega a liberar, mira hacia atrs: hacia las fases
histricas en las que la sociedad europea senta an tener fuerzas para
ayudar a la realizacin de su propio principio, el de que existan entre
los hombres unas condiciones justas. Y con este potencial en los pen-
samientos trata de detener la situacin a que la humanidad, quiz ms
experimentada, retrocedera tras la catstrofe.
9
Soziologie, publ. por Ren Knig, Fischer Lexicon, t. 10, Frankfurt, 1958, p. ?.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 31
LA FILOSOFIA COMO CRITICA DE LA CULTURA
La polmica actual entre las ciencias de la naturaleza y las del
espritu va a quedarse corta, debido al comprensible miedo de las dis-
ciplinas filosficas a la vista de la tcnica -asoladora de todo- en gene-
ral y del pertrecho en particular que acompaa a la divisin y reparto
de los medios. Con esta ocasin la forma en que se defienden los in-
tereses de las ciencias del espritu permite que se vea su apocamiento.
Los argumentos, especialmente en cuanto tienen como finalidad con-
seguir medios financieros -ya sea de Parlamentos, de los gobernantes
o incluso de mecenas-, precisan utilizar como triunfo la utilidad; as,
pues, sus portavoces se cuidan de la importancia propedutica, de los
estudios humansticos para las ciencias de la naturaleza, de su valor
para disciplinar el pensamiento y para colocar debidamente a los ciu-
dadanos en la comunidad poltica, y, ltimamente, procuran recalcar
que son inexcusables para la educacin y formacin con destino a los
llamados puestos directivos de la industria y la administracin. Se
enumeran los rasgos personales requeridos en las situaciones elevadas
y se pretende sealar de qu modo contribuye el trato juvenil con las
cosas espirituales al desarrollar semejantes facultades. Si en el siglo
diecinueve era algo obvio desde muchos puntos de vista que un em-
presario de xito tuviese una instruccin general que no pareciera estar
dirigida enteramente a finalidades prcticas, ahora se la recomienda,
como medio para un fin, al futuro director general e incluso al jefe
administrativo en sentido amplio.
10
Hoy se destaca inmediatamente la
funcin realista, que, en lo que respecta a las ciencias del espritu y
ante todo a su ncleo, la filosofa, se haba mantenido constante en
todas las pocas burguesas. Ya en las ramas teolgicas y profanas de
las primeras universidades desempeaban implcitamente un papel la
formacin de una inteligencia sagaz y de una fantasa prctica, la faci-
10
Cf. por ejemplo, F. Drucker, The Practice of Management, Nueva York, 1954.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 32
lidad para abarcar de un golpe de vista las relaciones nacionales e in-
ternacionales y el arte en el trato de los hombres; ahora que los espe-
cialistas filosficos han entrado en un estadio casi carente de perspec-
tivas de una carrera atrayente dentro del propio campo, su participa-
cin dentro de los pases ms adelantados en la educacin para
las tareas sociales vitalmente ms importantes significa para ellos una
nueva posibilidad, que, sin duda, no puede dejar intactos su sentido y
contenido. En Alemania las Facultades de filosofa sirven en primer
lugar para la formacin de los candidatos al profesorado superior, a
una carrera acadmica, sobre la que repercute de un modo especial-
mente enrgico la desvalorizacin de las capacidades humansticas. Y
las ciencias del espritu se ven remitidas con un apremio igualmente
grande a la razn de existencia que pueden alcanzar gracias a su nuevo
papel en la educacin del retoo econmico, a su participacin en el
enrolamiento en la poltica interior y exterior, y a su utilidad para las
actividades nacionales y econmicas. Y es claro que no cabe determi-
nar con anticipacin en qu medida semejantes funciones acudiran en
socorro de su sustancia, que se concibe como algo que est desapare-
ciendo.
Jacques Barzun, el sabio provost de la Universidad de Colum-
bia, ha intentado afianzar las disciplinas filosficas frente a las cien-
cias de la naturaleza y las ciencias sociales de un modo distinto. Su
utilidad, piensa, no reside, como en estas ltimas, en que proporcionen
saberes para el dominio en una finalidad situada ms all de ellas
mismas, sino ms bien en que responden inmediatamente a una nece-
sidad: La utilidad de las ciencias humansticas ha dicho se de-
muestra y establece por el deseo de las mismas, deseo que viene de
antiguo, inquebrantable, que se extiende ms y ms.
11
El que los
hombres se interesen por la historia, aprendan idiomas extranjeros y
tomen parte en cuestiones doctas, en vez de dedicarse a edificar ciu-
dades y a arreglar asuntos sociales, sera un hecho que habra de tener-
se en cuenta. Las ciencias del espritu (se refiere a cursos lingsti-
11
Jacques Barzun, Science versus Humanities, en Saturday Evening Post, 3 de
mayo de 1958.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 33
cos y a lecturas de obras histricas), deca jocosamente en su alegato,
que favorecen tales locuras y como antibiticos son absolutamente
intiles, nos envuelven por todas partes, embelesan nuestros ojos,
nuestros odos y nuestro espritu, y acumulan la montaa de extrava-
gancias de que responden. Por tanto, segn Barzun, la filosofa, la
historia, la filologa, la esttica, existen por su propio embeleso; esto
significa que son bienes de consumo esenciales, con el mismo derecho
que el cine, la televisin, las creaciones de la moda, los cigarrillos y
los viajes colectivos; defensa que, a la vista de la concurrencia con
estos artculos tan solicitados, difcilmente permite un pronstico fa-
vorable para el desarrollo futuro de dichas ciencias, e incluso para su
resistencia frente a las desventuras que les amenazan.
En todo caso es precisa la justificacin, porque la fuerza de es-
clarecimiento del pensamiento filosfico se ha quebrado.
La claridad y evidencia agresivas, la clara et distincta perceptio,
ha perdido su aguijn desde el ocaso del absolutismo. Los filsofos no
viven ya ocultos y errabundos, como Descartes, o en las fronteras de
los pases, como Voltaire; tras la interiorizacin de las energas polti-
cas -limitada principalmente a Alemania-, que ha encontrado su gran
expresin en la filosofa y en la msica, los filsofos han concertado
la paz con el mundo, mientras que en otro tiempo estar desunido con
l perteneca a la esencia de la filosofa. Schopenhauer y Nietzsche,
descendientes de la gran filosofa, anticiparon en sus vidas la nueva
soledad del pensador.
Lo que hoy toca a su fin ha cumplido una vez, cuando no preci-
saba justificaciones, un papel socialmente productivo. La filosofa se
saba a s misma como el camino del espritu europeo, interrumpido,
condicionado en muchos aspectos desde el exterior, y que, con todo, a
la vez, responda a una lgica inmanente; se senta ser un todo frgil y
multvoco, mas, pese a ello, tambin coherente, que formaba parte de
la sustancia de la civilizacin, con la cual estaba simultneamente
unido y desunido. Como ocurre con las culturas antiguas, la historia
real de los pueblos europeos est llena de fanatismo y de crueldad, de
egosmo desmedido de individuos y grupos, de opresin y de una jus-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 34
ticia capiestrecha y brbara a lo largo de dilatados perodos, en la cual
buscaba desahogo desde tiempo inmemorial el resentimiento de los
instintos malamente reprimidos de aquellos que se haban sometido. A
mediados de los aos treinta y tantos de este siglo, es decir, durante el
mando de Hitler y de Stalin, Bertrand Russell deca en un artculo:
Estoy de acuerdo de muy buena gana con quienes no soportan
la intolerancia del fascismo y comunismo, con tal de que no vean en
sta una digresin de la tradicin europea. Aqullos de nosotros que
no podemos respirar en una atmsfera de dogmatismo gubernamental
ansioso de persecuciones, no nos encontraramos en la mayora de las
pocas pasadas de Europa mucho mejor que en Rusia o Alemania mo-
dernas.
12
Y a pesar de ello, en los siglos pasados, atravesando la rea-
lidad, se extenda cierto tipo de concordancia sobre la imposibilidad y
la posibilidad de la verdad, sobre los hombres y su destino, sobre lo
finito y lo infinito. Cuando David Hume pasa inmediatamente, en su
Enduiry, de la exposicin acerca de cmo la unidad llega a la concien-
cia individual a travs de las asociaciones, a la unidad de las obras de
arte, poda haber proseguido diciendo que, del mismo modo que, del
mismo modo que el yo y la obra de arte, tambin el espritu que rige
por entero la sociedad se mantiene unido mediante lazos internos. La
reflexin sobre cmo se logra la unidad de ste, tan quebrada, ha cons-
tituido luego el tema de la filosofa alemana, no de la inglesa, y su
respuesta dice que tal unidad se instituye mediante los esfuerzos teor-
ticos -y los prcticos, que son indisociables con ellos- por sobrepasar
la contradiccin entre la realidad dada, percibida, tal como aparece
segn el nivel de conocimientos alcanzado, y un mundo que corres-
ponda a la razn, en el que el sujeto se encuentre de nuevo como un
espritu autnomo; dicho con otras palabras: mediante la contradiccin
-que cambia en s productivamente- entre lo existente y el pensamien-
to mismo. A travs de la filosofa, como a travs del arte, se manifies-
ta, en lo existente en cada caso, la gran distancia entre lo que es y lo
que debe ser. Todo orden que se impongan los hombres bajo la cons-
triccin de las condiciones en que estn, toda estructura cultural no
12
Bertrand Russell, In Praise of Idleness, Londres, 1935.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 35
menos que todo juicio aislado, plantean -querindolo o sin quererlo-
una pretensin de justicia, y ningn concepto y ningn orden hacen
justicia a su propia pretensin. Y la cancelacin de la diferencia entre
el concepto y su pretensin, entre el orden vigente en cada momento y
la verdad eterna, llevara a trmino la historia tenebrosa de los hom-
bres. La falaz asuncin del comienzo de un final con sentido fue el
presupuesto y resultado del idealismo absoluta, y ha extraviado tam-
bin a sus discpulos materialistas: aqul vio llegar el reino deseado de
la moralidad en el Estado prusiano; Rousseau lo vea, como segunda
naturaleza, en un cantn suizo; stos lo han visto en el comunismo,
que habra de venir inmediatamente. Pero la resignacin hegeliana,
que tuvo la revolucin burguesa por la ltima conducente a una situa-
cin superior, ha mostrado ser la equivocacin menor, por cuestiona-
ble que pueda ser siempre el papel filosfico que en ella desempeaba
el Estado.
La crtica o conciencia de la diferencia ha sido permanentemente
la fuerza del pensamiento filosfico, que se siente a s mismo la esen-
cia de la realidad y al mismo tiempo su contraposicin -y de sta se
ocupa- el concepto no se ha reconciliado jams consigo mismo. Inclu-
so el desgajamiento de las ciencias positivas -la matemtica, la fsica,
la qumica, la psicologa y las ciencias sociales- de la filosofa forma
parte de su propio desarrollo, del modo como sta se da origen a s
misma a travs de la contradiccin de las ideas vigentes hacia la ver-
dad intendida. La tendencia a la modificacin activa del mundo, que
se expresa en el descomedido crecer de las fuerzas y de la cual es una
cara la secesin de las ciencias particulares, constitua una peculiari-
dad del pensamiento europeo desde la Antigedad; pero ni el sentido
de la filosofa era desguazarse en aquellas disciplinas o agregarse a
ellas, en cuanto logstica o semntica, a modo de ciencia auxiliar -y en
ello reside lo ilusorio del positivismo-, ni formar una artesana espe-
cial dotada de un procedimiento de tipo propio, cortado a medida de
un tema peculiar, el ser -y sta es la pretensin de la ontologa funda-
mental-; uno y otra se asientan sobre la divisin del trabajo y, con ello,
reniegan objetivamente de la contraposicin entre idea y realidad,
oposicin de la que el pensamiento libre ha sacado en otro tiempo su
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 36
fuerza. Merced a la esmerada escisin que se hace entre ambas caras
en el manejo y administracin de la sociedad, se desvanece dicha opo-
sicin, que nicamente subsiste cuando quieren ser una sola. Y al ase-
gurarnos de que todo est en cuestin, la filosofa se acomoda en
este sigla mucho ms sumisamente que la antigua, que se ocupaba
conscientemente de justificarse, a aquella integracin a que tiene que
renunciar como condicin previa de su trabajo.
Slo le est permitido al pensamiento contradecir a lo existente,
sea el pensamiento con que se encuentra ya o la realidad natural y so-
cial dadas, si no aniquila simplemente aquello que en todo caso exige
fe y reconocimiento (a no ser que consista en una pura mentira), sino
que, como algo transido por el espritu, algo llegado a su reino en car-
ne y sangre, lo asume y lleva hacia la futura forma de la conciencia. El
pensamiento se opone a ambas cosas: a borrar y olvidar tanto como a
catalogar y almacenar. Los estudios puramente cercioradores, filolgi-
cos e histricos, constituyen trabajos auxiliares, tiles e inexcusables;
y, sin embargo, los sabios en sentido positivista no son, segn la frase
de Nietzsche,
13
sino meros empleados de la ciencia: existen para sta,
pero la ciencia no existe para ellos. Si es que lo asentado por ellos ha
de tomar parte en la vida del espritu, tiene que incluirse en pensa-
mientos teorticos, que no estn atados exclusivamente a los dominios
especializados.
Se ha procedido con la funcin del pensamiento, que simult-
neamente cambia y perdura, como con las fuerzas conformadoras de
la sociedad misma. Esta, para progresar hacia formas ms ajustadas,
tiene que impulsar incesantemente a sus individuos a adoptar nuevas
formas de relacin; pinsese en la habituacin al trabajo en fbrica
durante el curso de la revolucin industrial. El modo de vida sobrepa-
sado, que por su menor tensin apareca en cierto momento retrospec-
tivamente como el hogar perdido, se llega a amputar como forma anti-
13
Friedrich Nietzsche, Gesammelte Werke, edicin Musarion, Munich, 1923, t. IX,
Menschliches, Allzumenschliches, II, p. 271 [ed. castellana de las Obras comple-
tas de Aguilar, 3 ed., Buenos Aires, t. IV, 1954, Humano, demasiado humano, II, p.
240 (T.)
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 37
cuada de existencia gracias a los nuevos modos de sta. El proceso
emancipador mediante el cual, en los pases actualmente muy desarro-
llados, la historia critica prcticamente las formas preindustriales de la
sociedad, se ha llevado a cabo aqu
14
-como corresponda a una tcni-
ca menos desarrollada, que las crisis interiores y exteriores estorbaban
y alentaban- con alguna lentitud. Hoy, en los pases antes coloniales,
se alcanza la transicin rpidamente, sin contemplaciones, de un modo
radical. En ellos, los nativos se exigen en la actualidad a s mismos,
bajo sus dictadores, no menos de lo que les haban exigido los impe-
rialistas del siglo XtX; y la parsimonia, la falta de adaptacin, ya no se
toman hoy como indolencia, sino como traicin a la comunidad popu-
lar. Ya Hitler y Stalin queran dar alcance a viva fuerza a un funcio-
namiento de la industria, en los pases ms adelantados, que no se ve
estorbado por ningn residuo. El nacionalsocialismo y el comunismo
trataban de raer las ltimas huellas de modos de ser no implantados
disciplinadamente; y el nacionalismo exacerbado de los pases atrasa-
dos corresponde actualmente al mismo impulso hacia una industriali-
zacin rabiosa, hacia la produccin de bienes de consumo para el pue-
blo y de artculos de lujo de prestigio, hacia el armamento y hacia el
metamorfoseador aparato policaco y de propaganda dirigido a la do-
minacin; se extirpan la apata y la fragilidad de los individuos: todos
tienen que aplicarse a s mismos la poderosa disciplina, y quien no sea
capaz de ello tiene que desaparecer. A la vista del imperio jams ima-
ginado de los poderes mundiales, las masas nativas sienten su pobreza
como una ignominia; el nuevo orgullo nacional es la furia
-transformada- por su miseria y a la vez por los grilletes que les enca-
denan a sus seores autctonos; las lites y los astutos caudillos de los
pueblos afroasiticos sacan sus fuerzas de la indomable voluntad de
tener sus propios milagros econmicos, y las masas marchan entusis-
ticamente a su lado por lo mismo. Se odia cuanto ha precedido, se re-
niega abstractamente de ello y se rompe y derriba brbaramente; a lo
sumo, una historia extinguida de ha mucho, aderezada a su gusto con
todas las glorias, sirve como smbolo propagandstico de la renova-
cin nacional. Tales procesos, en los que se liquida el verdadero pasa-
14
Es decir, en tales pases. (N. del T.)
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 38
do en lugar de asumirlo y llevarlo ms all, estn ligados de fijo con la
exterminacin de grupos humanos enteros, y la maldicin del terror
organizado durante la transicin ha desempeado siempre un papel en
el interior mismo de la nueva forma de la sociedad que debe su ser a
aqul. La negacin sbita significa en el pensamiento olvido y cegue-
ra, y en la realidad, asesinato.
La filosofa es a la vez custodiadora y crtica. En cuanto fuerza
de lo negativo, ha instituido la unidad que se despliega por s misma y
otorga carcter a la conciencia del individuo. Las primeras elucidacio-
nes filosficas, la ereccin' de los principios universales de la natura-
leza, constituan, teniendo en cuenta su significacin objetiva, res-
puestas crticas a las creencias en los dioses y a los mitos vigentes; sin
aniquilarlo, contrapusieron a lo recibido algo conceptual. La gran filo-
sofa griega fue tambin crtica: Aristteles continu y neg simult-
neamente la interpretacin platnica del mundo, que comparta con la
fe antigua la multiplicidad de formas independientes. El politesmo de
la Antigedad, los sacrificios y los auspicios, las creencias populares y
la religin estatal encontraron respuesta negativa en el conjunto de la
filosofa grecorromana: Scrates sufre la muerte por faltar a la religin
de su patria, y sus principios van ms all de la Antigedad; pero, con
su negacin, las leyes de la polis quedan mejor custodiadas que con la
afirmacin irreflexiva de los ciudadanos atenienses. En cuanto a los
pensadores romanos, fueron tan incapaces de edificar una doctrina
propia del Estado como los discpulos inmediatos de Scrate, la socie-
dad se haba hecho demasiado poderosa. Y las escuelas postsocrticas,
comprometidas, se retiraron de la resistencia interior contra el mundo;
su filosofa del placer y del desplacer era la filosofa de la renuncia.
Por el contrario, los Padres de la Iglesia eran ilustrados en am-
plia medida; desde dentro de la herencia de la gran filosofa antigua
polemizaron contra las ideas supersticiosas y astrolgicas de su poca,
y no en ltimo trmino, as Agustn contra el sectarismo cristiano
fantico. Pese a todo lo despiadado de su lenguaje, son tolerantes: to-
lerantes, sin duda, incluso en el sentido problemtico con que reconci-
liaban la proclamacin de la no-violencia con la violencia, la ley del
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 39
amor con la guerra y el mandamiento de devolver bien por mal con la
sancin de lo militar, de la justicia autoritaria y de la esclavitud. En el
Evangelio se expresa que hay que dar al Csar lo que es del Csar y a
Dios la que es de Dios; pues sobre ello construye Agustn resuelta-
mente la negacin de la no pertenencia al mundo: Por tanto -dice en
una de sus cartas-, los que mantienen que la doctrina de Cristo es
enemiga de la repblica, dennos un ejrcito de soldados tales cuales
los exige la doctrina de Cristo. Dennos tales sbditos, tales maridos,
tales esposas, tales padres, tales hijos, tales seores, tales siervos, tales
reyes, tales jueces, tales recaudadores y cobradores de las deudas del
fisco, como los quiere la doctrina cristiana, y atrvanse a decir que es
enemiga de la repblica. No duden en confesar que, si se la obedecie-
ra, prestara gran vigor a la repblica.
15
Ya los Padres de la Iglesia
haban negado considerablemente la cara del Evangelio por la que se
aparta ste del mundo y, como elemento superado, la haban hecho
productiva para la civilizacin.
La cuestin de si la eficacia del cristianismo como religin del
Estado lo vaca necesariamente de su propia esencia inflexible, en lu-
gar de conservrsela, y de si, pese a todas las rebeldas, convierte el
ms all en esto de ac, el apartarse del mundo en buenas prendas y el
dualismo insoslayable en una especie de pantesmo, lleva, prolongn-
dola, a la filosofa europea, que asimismo se vuelve hacia el mundo.
El cristianismo, por no haberse negado a la inclusin en el desventu-
rado curso del mundo, como han hecho las sectas y las religiones asi-
ticas, ha entendido -sirviendo as de modelo a la dialctica hegeliana-
la historia como historia de la salvacin (y no meramente hasta Bos-
suet), y, simultneamente, su tarea como un actuar en el mundo. Pero
tambin la Escolstica ha tenido que sujetarse finalmente a la ley de
que la filosofa expresa la oposicin: su evolucin, que, segn las pa-
labras de Vctor Cousin, se inici con la unidad de fe y saber, de teo-
loga y filosofa, y continu con la defensa de la Revelacin mediante
argumentos racionales, se transform en un estadio de paralelismo, de
15
Patrologiae Tomus XXXIII (Migre), Epstola CXXXVIII captulo II (ed. bilinge
de las Obras de San Agustn, de la B. A. C., Madrid, t. XI, pp. 140 y s., cuya versin
hemos reproducido (T.)l
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 40
vinculacin, para terminar, por fin, en la emancipacin de la filosofa,
en la discrepancia de ambas ramas Intelectuales -la teologa y el saber
del mundo- e incluso en la insistencia sobre su contraposicin.
La filosofa se constituy en el Renacimiento como un pensa-
miento despojado de la teologa, declaradamente pantesta y muy liga-
do a la ciencia; las piras de Giordano Bruno y de Vanini sealan el fin
del movimiento intracristiano militante que haba empezado con el
nominalismo radical de Guillermo de Occam. Su negacin se encontr
con la glorificacin del conocimiento natural, propia entonces de todo
filsofo, en los anlisis asistemticos del escepticismo del siglo xvi,
de Agrippa y de Montaigne; y como anttesis decidida suya siguen a la
doctrina de la docta ignorancia del Cusano, en que se anuncia ya el
agnosticismo de Kant, los sistemas del siglo XVII, que hacan profe-
sin de ser saberes y sistemas rigurosos, fuera de toda duda. No obs-
tante el dogmatismo y apresto barroco de estos ltimos, la Ilustracin
les debe la confianza en la razn libre.
La opinin de los expertos modernos, a quienes no menos que a
muchos avisados profanos se les presenta la historia de la filosofa
como una multiplicidad catica de errores, hace largo tiempo supera-
dos, pero expuestos pomposamente, o de declaraciones insostenibles,
contradice a la relativa coherencia del pensamiento europeo. Aun
cuando el desdn cientifista por la filosofa -que considera su historia
como un cmulo de errores que se ha logrado deshacer- fuese ms
equitativo para sta que el entusiasmo superficial ante su profundidad,
la filosofa ha formado en la historia europea cierta relativa unidad,
constituida gracias a la crtica y cada vez ms diferenciada; y, a pesar
de su impotencia Tctica, ha ejercido en otro tiempo una accin pro-
gresista. En los ltimos siglos era un elemento histricamente produc-
tivo, si bien ms en sus formas crticas que en las afirmativas; la Ilus-
tracin dieciochesca luch contra el fanatismo, protegido y protector
del absolutismo, como aquellos antiguos pensadores y Padres de la
Iglesia lucharon contra el viejo paganismo; tras el derrumbamiento del
rgimen preburgus en Europa, los adversarios y los partidarios de la
nueva forma de vida atribuyeron a la filosofa, entusiasmada u horro-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 41
rizadamente-de acuerdo en cada caso con su posicin en el mundo, la
responsabilidad de aquella miseria sin la cual no se lleva a cabo
ningn derrumbamiento en la historia. Pero ni Voltaire ni siquiera
Rousseau, por no hablar de D'Alembert ni de Condorcet, suscitaron el
Terror de la Revolucin francesa, que no respet ms a los filsofos
que a los aristcratas o a los banqueros; si se hubiese escuchado a
aqullos se habran evitado las leyes sangrientas. Los abogados del
absolutismo, del hambre, de la tortura, de la hoguera, a los que res-
ponda la guillotina, aquel miembro ms joven de la familia de sus
instrumentos de gobierno, sealaron entre estremecimientos la crtica
de la cultura de la Ilustracin, hasta que los Borbones, una vez retor-
nados, pudieron demostrar que sus propios adeptos saIban organizar
el terror an en mayor escala que los hombres del Terror.
En el Este la filosofa es pura y simple apologa. Marx convirti
en tema de su teora el avance de la libertad poltica y jurdica conse-
guida hasta la libertad social en general: los hombres tendran que
aprender a regir la dinmica econmica en lugar de someterse a ella;
ni las dificultades internas de la economa ni las catstrofes externas
condicionadas par aqullas- desplazamientos de masas y gue-
rras-deberan amenazar la Tierra. Y para llevar a perfeccin el proceso
burgus gracias a la extensin y concretizacin de la libertad, sealaba
como meta la generalizacin de las facultades desarrolladas en los in-
dividuos burgueses ms adelantados, por medio de la participacin
autnoma de todos en la vida de la sociedad. Los gobernantes del otro
lado han metamorfoseado su obra en una invencin mentirosa, en un
opio del pueblo, que tiene que servir a los nuevos seores y a sus ejr-
citos de lujo, cohetes atmicos y sputniks. La crtica de la economa
poltica continuaba la Ilustracin y la crtica de la razn inherente a
ella; pero si la negacin del liberalismo, que anda iras de su perfec-
cin, se transforma en una cisin oficial del mundo, entonces, privada
de la crtica que versara sobre su propia sociedad, sirve de psicologa
publicitaria del Poder, y como fragmento hipostasiado e interminah-
lemente repetido del sistema dialctico, al que se ha robado su mo-
mento idealista, llega a convertirse en un sustitutivo del pensamiento.
Marx, que hablaba a Inglaterra y a Europa, es ms extrao al Kremlin
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 42
que Rousseau al Comit de Salud Pblica. Rousseau no era liberal en
el fondo; a Marx, en el fondo, le importaba en la libertad del todo la
libertad de los individuos singulares. Sin embargo, en Rusia se man-
tiene la situacin de capitalismo estatal que se apresura a llevar a cabo
la industrializacin bajo presiones exteriores e interiores y que consi-
gue que los hombres funcionen valindose de medios an ms bruta-
les que los empleados en la Inglaterra del primer liberalismo, que
constituy el objeto de la crtica marxiana. Los pases que estaban ya
adelantados industrial y culturalmente y se han visto precipitados o
desterrados en la violencia del borrascoso desarrolla del Este han ex-
perimentado una tremenda regresin cultural, que amenaza desde fue-
ra a toda Europa y que se ha venido preparando tambin en su interior
mismo desde hace decenios, pues ya el Imperio guillermino era un
fenmeno regresivo y lo ha sido, ante todo, el nacionalsocialismo con
su ambivalencia entre Este y Oeste. Al consentir y alentar en un prin-
cipio el nacionalsocialismo, Occidente ha experimentado que la fuerza
que rechaza tiene que hacerse igual en muchos respectos a lo rechaza-
do. La regresin es la tendencia cultural en Europa.
En la transicin de la economa todopoderosa a la politica, tran-
sicin que no est mediada por ninguna experiencia, compensacin ni
concepto, se anuncia actualmente la barbarie. El espritu es esencial-
mente mediacin: para el Poder resulta demasiado prolijo, demasiado
diferenciado y lento, demasiado poco encuadrado; es anlogo a la dis-
cusin; los individuos singulares son cada vez ms cargantes para el
Poder y para las masas que le estn sujetas (como ha salido a luz en
Francia). La poltica ha cambiado su significado en Europa.
Antes de la primera guerra mundial, el forjarse sus propias con-
vicciones polticas era cosa tanto del burgus como del trabajador: los
diversos partidos y orientaciones correspondan lo mismo a la socie-
dad pluralista que al individuo singular diferenciado, que haba de co-
nocer muchos modos de actuacin poltica y ponerlos en conexin con
sus intereses.
Hoy incluso que haya dos partidos -lo cual se entiende pobre-
mente-, constituye un ideal acrisolado: en el fondo, el Continente
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 43
tiende al gobierno de un partido; y, peno los intereses convergen hacia
el pleno empleo y los cuidados ms prximos. En la sociedad de ma-
sas, la poltica pierde en la conciencia de los individuos su relacin
con los pensamientos generales y, . con ello, su funcin diferencia-
dora: slo le queda a cada uno pertenecer a lo que hay que pertenecer
o ser distinto. De este modo se abre camino la igualacin de ambos
mundos enemistados, que haba tenido su preludio bajo Hitler y Sta-
lin. Los dictadores del Este, a cuya situacin cultural amenaza acer-
carse el mundo merced a su misma defensa, no entienden por espritu
sino astucia, instrumento, adoctrinamiento, e invocan para ello a
Marx, que ha escrito, de todos modos: ... al hombre que procura
acomodar la ciencia no a un punto de vista emanado de la ciencia
misma, por errneo que pueda ser, sino a un criterio dictado por inter-
eses extraos y ajenos a ella, creo que no es injusto aplicarle el califi-
cativo de deshonesto.
16
Se comportan, pues, con respecto a los fun-
dadores de su visin del mundo como Hitler se comportaba con res-
pecto a Nietzsche o el gran inquisidor con respecto a Cristo. Los pue-
blos han comenzado a concurrir bajo sus gobernantes, como antes lo
haban hecho entre s los empresarios: todo se mide con el xito y el
podero. Pero mientras que en el Este modernizado bajo estas enseas
se lleva a cabo una poderosa ascensin, en la neutralizacin del pen-
samiento en el Oeste se anuncia el derrumbamiento: el retroceso de
los pases europeos en el jue go de fuerzas internacional est ligado al
retroceso cultural de los individuos.
La filosofa se percata hoy de su propia infructuosidad, y ello no
del otro lado de Occidente, sino en la regresin espiritual de Europa
que procede de su propio fracaso y, en cierto modo, del agotamiento
que se aproxima. Desde luego, la regresin amenaza tambin desde
fuera con los ataques y las defensas, pero a la vez est condicionada
por el progreso industrial, que obedece a su propia gravitacin y se
constituye en fin por s mismo. Este progreso quiere decir liberacin y
desventura simultneamente: cuanto mayores sean la consagracin al
16
Karl Marx, Theorien ber den Mehrwertn (4. tomo de Das Kapital), 2.a parte.
Berln, 1959, p. 108 [versin castellana, Historia crtica de la teora de la plusvala,
gina 250 (T.)]
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 44
dominio creciente de la naturaleza y la utilizacin de las fuerzas natu-
rales y cuanto ms absorba a los hombres la inclusin de masas cada
vez mayores en la elevacin del consumo, tanto ms vaco ser cuanto
se diga sobre lo otro, sobre el ideal: tanto ms funcional ser en defini-
tiva la palabra. Entre las carreras, que todava estructuran los intereses
privados de los individuos, y su profesin oficial, destinada al bien y a
lo bello, al amor al prjimo y al desprecio de s mismo, se ha agrieta-
do la consabida trabazn, incluso la de contradecirse, y se ha conver-
tido en incurable la ruptura, inconcebible para ellos, entre la lucha
brutal por la existencia y cualquier sentido que pueda pensarse, sea
ste la justicia en el ms all o la realizacin de las condiciones justas
en el mundo. Hasta que se lleg al perodo de las guerras mundiales
pareca posible en Europa un desenvolvimiento de tipo distinto: caba
pensar que el progreso material conducira finalmente, sobre catstro-
fes, a un nivel ms elevado de la sociedad. Sin embargo, hace dcadas
que Europa ha resignado: ya no cabe desviar de la economa europea
la unin de fascismo, coyuntura y guerra, y su hctica reiteracin en
coyuntura, armamento y situacin preblica, por mucho que se pro-
clame el poder de lo econmico. Ningn pas europeo tiene ahora sus
leyes en s mismo: todos han sobrevivido a sus propias posibilidades,
y eso es asimismo una razn de la desintegracin espiritual, de la ca-
rencia de sentido de la existencia singular al lado de todas las vigoro-
sas nacionalidades de este todo dirigido. Los elementos se establecen
por su cuenta. A la prctica industrial, en constante progreso, se de-
ben, junto con la elevacin del nivel de vida, la neutralizacin, no slo
de la filosofa, sino tambin de toda teora no enderezada hacia el en-
seoreamiento; junto al aumento de las expectativas vitales, la guerra
total, y junto a la vigilancia de los polticos, gracias a la opinin pbli-
ca -vigilancia problemtica en los tiempos de los lavados de cerebro-,
un cinismo objetivo nada mal mirado, como el que era propio -si bien
entonces estaba oculto- de los potentados de pocas pasadas y de sus
secretarios. E1 pensamiento libre est solo, entre los partidos y los
bloques de podero, y el desvanecimiento de la posibilidad de configu-
rarlo en el mundo real conduce a su atrofia.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 45
Este proceso era imposible de detener, y la misma filosofa crti-
ca y esclarecedora ha contribuido a ello. Tanto en el Este como en el
Oeste, la intelectual-espiritual, que no apunta inequvocamente con el
ndice hacia ningn fin, se encuentra en un sector para el cual apenas
quedan fuerza ni tiempo y del que no sale ningn camino que conduz-
ca derecho a la vida; se le exigen unos papeles de identidad: cuando
los estudiantes no se contentan, como Barzun quera, con lo intelectual
como puro bien de consumo, sino que preguntan qu se saca de ello,
el filsofo no tiene ya a su legtima disposicin para la respuesta
-como en tiempo de la Escolstica- el sealar el ms all ni tampoco
-como en la poca del Racionalismo y de la Ilustracin- la reclama-
cin de la libertad.
Hasta la moral y la conciencia pierden pie con las transforma-
ciones estructurales de la familia. La sociedad moderna imparte sus
directivas de modo directo y suficientemente inequvoco. La educa-
cin, cuyos momentos de formacin personal se habran de amputar
actualmente para hacer frente alas exigencias y tcnicas, carece de los
palpables argumentos de que dispona en otro tiempo: debe ejecutarse
velozmente para que el educando, mientras dura la ocasin, no la deje
escapar para siempre; los lances se deciden temprano, y todos tienen
que aprender temprano a adaptarse a la realidad. En lugar de domear
lo catico y desatado del hombre-entre lo que se encuentran mociones
no meramente corporales e incoordinadas, sino tambin espirituales y
no dirigidas a un fin-, la mera represin (y con ella, reactivamente, la
aversin) empuja hacia atrs aquello que permite realizar mociones
ms li. brea: individuos y grupos que con su conducta ponen en tela de
juicio la renuncia, que es de rigor, a los propios pensamientos. Siem-
pre que alguno rehusa el cuestionable optimismo que no se deja im-
presionar por la crueldad del pasado ms reciente-.que perdura y se
extiende en muchas otras partes-empieza a hacerse dolorosa la cicatriz
de los abotagados y da seales de vida un rencor implacable. El desa-
rrollo social incesante amenazar incluso la condicionada y a la vez
imperturbable esperanza kantiana, que, ms cercana al duelo que a la
glorificacin ontolgica del ser, se halla an en muchos individuos
singulares.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 46
Para convertirse conscientemente en fuerza conformadora del
yo, en motivo fundamental de la vida autnoma, y sostenerse en los
hombres singulares, la reflexin moral requiere una infancia resguar-
dada y la capacidad para percibir diferencialmente y para identificarse
con la ventura que proporciona el poder: esto quiere decir con aque-
llos dones que eI mundo, en el perodo de industrializacin total, pare-
ce negar a los pertenecientes a cualesquiera capas sociales, incluso a
las ms elevadas. El trabajo burgus, aun el encaminado hacia el pro-
pio medro, continuaba prestando en el siglo XIX a la idea de progreso
el sentido -tomado del XVIII- que se refera al todo. En el siglo XX, la
historia de la filosofa europea parece llegar a su trmino, del mismo
modo que la historia politice de Francia -y acaso de Europa- en cuanto
vanguardia del mundo: la cambiante contraposicin de idea y realidad,
cuya formacin productiva constitua la ocupacin del pensamiento,
ha dejado de ser entre nosotros significativa de la ruta del mundo.
Donde la filosofa no ejerce nin. gana funcin prctica pierde tambin
su fuerza: las races se secan. El participar de manera sumamente mo-
desta en la educacin y el contribuir al consumo cultural tienen muy
poco que ver con la conciencia de los grandes filsofos, por mucho
que su obra pueda haber contribuido a quitar las cadenas a la. econom-
a. Es una ilusin decir que la filosofa ha sido capaz, como fuerza
histrica, de coadyuvar positivamente a la determinacin de los acon-
tecimientos polticos despus del estado nacional europeo -con el cual
esta unida esencialmente su historia desde que se desprendi de la teo-
loga-, como no sea que se afirme que ha reforzado lo que de todos
modos se realiza: el crecimiento continuo del endurecimiento auto-
ritario de la democracia, que se lleva a cabo a la vista de la amenaza
exterior, o el hecho mismo de que se presente esta amenaza.
La impotencia del espritu se manifiesta muy principalmente en
la atrofia del lenguaje. La impotencia de la palabra, de que ya hemos
hablado, no quiere decir falta de palabras, sino ms bien la transicin a
una comunicacin tan social que haga callar a los individuos singula-
res. Nunca han sido muy numerosos los individuos de las capas seo-
riales de los tiempos antiguos, feudales y burgueses, que, debido a la
liberacin social excesiva, han podido crear en s -en una accin rec-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 47
proca con el mundo- una interioridad capaz de expresarse. Mas ahora
pende el que sobreviva la civilizacin europea de que no slo exista
simplemente cultura en el sentido antiguo, sino asimismo una comu-
nidad general de personas interiormente independientes, capaces de
resistencia espiritual y dispuestas a la conduccin autnoma de su vi-
da comn; ya no basta que unos pocos estn cultivados: en la medida
en que la comunidad general est socialmente adelantada, de beran
convertirse sus miembros en sujetos que piensen y sientan por s mis-
mos; pero, en lugar de semejante cosa, pagan su ascensin con la re-
nuncia a la emancipacin espiritual. Si los hombres quedan poltica-
mente liberados, habran de llegar a mayora de edad, por lo menos,
como los ciudadanos de los buenos tiempos de la polis; de otro modo
brota en los individuos ocultamente la esclavitud -que en aqulla era
visible con frecuencia-, de igual modo que en la sociedad en estado
natural: estado al que la forma poltica se ajusta ocasionalmente.
Lo que favorece las fatalidades no es tanto el pensamiento abs-
tracto o supersticioso cuanto la irreflexin, la insuficien te capacidad
para preocuparse por la sociedad que ellos han engendrado sin coer-
cin poltica, el tener la mirada fija en los cuidados ms inmediatos, el
dejarse arrastrar por la economa. Cuanto ms en peligro se encuentra
una disposicin humana de los Estados europeos -y de ello no hablan
slo los aos del nacionalsocialismo, sino tambin la evolucin his-
trica a partir de entonces, que parece racionalizarlos por fin-, tanto
ms exclusivamente representan la verdad y la humanidad las obras
-dirigidas en sentido negativo -del arte y de la filosofa contemporne-
os, que hoy ejercen su accin a solas; mas su poder es escaso. En la
poca burguesa, la economa no slo procuraba al burgus y a los su-
yos la base para dirigir la economa -y ella mediante la educacin en
la familia y en la escuela, los aos en el extranjero y la posibilidad de
cometer errores y aprender, gracias a ellos, en el negocio propio-, sino
asimismo, en cierta medida, perspicacia y ascendiente en otros cam-
pos. Actualmente, la economa sera capaz de hacer generales las fa-
cultades burguesas, y caracteriza la situacin el que, debido a la es-
tructura de la sociedad, no las desarrolle, sino que las sustituya por la
docilidad, y el que se vaya marcha atrs en cuanto a tener sentido de la
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 48
autonoma y de la libertad individual, de la liberalidad y de la capaci-
dad de expresin -todo ello incluso en estratos sociales en que stas se
encontraban antes como en su casa-.
Las masas no son hoy ms obtusas que en otro tiempo; pero, por
irles ahora mejor, a todo el mundo se 1e viene la idea de que son ms
juiciosas, ms humanas, ms activas intelectualmente; si no es as, el
poder tiene que recaer de nuevo en unos pocos, y entra en accin la
antigua y afrentosa doctrina del ciclo de las formas de gobierno, segn
el cual a la democracia sigue la tirana: la Historia vuelve a sumirse en
la Historia Natural. El pleno empleo no tiene por qu significar nece-
sariamente el progreso: es una necesidad in alienable que se compra
con medios peligrosos. Incluso sera errnea la opinin de que todos
saquen provecho de la coyuntura: tambin se padece necesidad en los
pases muy industrializados, si bien los afectados por ella no constitu-
yen ya, como hace cien aos, una clase de que uno se sirve y cuya voz
la forman las obras que escriben los intelectuales ms avanzados.
Aunque a veces queden menos absorbidos que las masas en pleno em-
pleo, se mantiene callado a todo aquel a quien no le va bien en punto a
consumo del milagro econmico, a los empleados jubilados, desterra-
dos -con su aquiescencia o no -del proceso econmico a la miseria y a
todos los que, no obstante la poltica social, viven inferiormente. Su
ceguera para cuanto se encuentra ms all de los intereses ms estre-
chos caracteriza la disposicin psicolgica de la sociedad. El alza for-
zada del consumo, que procede del pnico ante las consecuencias pol-
ticas de las crisis y hace necesaria tambin la produccin intelectual
de medios de destruccin, no deja respirar a nadie: cada cual est tan
ocupado con sus propios asuntos que no debe extraar su indiferencia
si se pone en juego la Constitucin con el fin de conseguir un orden
menos dificultoso.
En tales casos, la conciencia colectiva de poder y el dolor ajeno
compensan, como ensea la historia ms reciente, el retroceso en
cuanto a seguridad legal de las personas singulares -retroceso debido a
una direccin ms enrgica del Estado-; y quienes estn directamente
amenazados son los intelectuales, los polticos y los tericos, no el
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 49
compatriota medio, que tiene la ocupacin garantizada, al menos de
momento, por la regeneracin nacional y que est muy contento con
no chocar. Si el estado de necesidades y la guerra llegan, por fin, a no
reconocer ningn partido, entran en juego las fuerzas reprimidas:
asoma en el horizonte la comunidad del pueblo, en la cual disminuyen
por un instante el aislamiento de cada uno y la presin econmica, y
en la que la venganza se dirige contra el enemigo que ha sido designa-
do como tal en el interior y en el exterior.
En nuestros tiempos no nos hemos sobrepuesto a la presteza psi-
colgica de masas para la explosin, que antes se llevaba a efecto co-
mo consecuencia de la indigencia y de la miseria: es la otra cara de la
indiferencia. Por mucho que sus consignas se desmientan, los grandes
movimientos de la historia, las Cruzadas y la Revolucin francesa, as
como la exaltacin alemana de 1914 -por no hablar de los nuevos na-
cionalismos-, son todos testigos de que, como Freud deca, la civiliza-
cin todava no ha sido capaz de difundirse en las almas de la mayora
de los hombres sin una acumulacin explosiva de energas destructo-
ras. Sin duda, sera demasiado simplista imputar por las buenas a las
masas -que las ejecutaron o las soportaron- todas las infamias de la
historia; siempre se las secuestra, directa o indirectamente, para tales
fines. El pensamiento filosfico y cientfico, para no considerarse a s
mismo como expresin de lo que, por impotencia, vive en muchsi-
mos, tendra que ser tan fatuo como stos dicen siempre sin motivo.
Se pinta con suficiente frecuencia el retroceso del lenguaje, y la
crtica sucumbe fcilmente a la equivocacin, a la furia partidista y a
la catica protesta de que habra de presentar la cultura europea, que
ya no est viva, ante la juventud que -abandonada a s misma dema-
siado pronto la rehusa. El curso de la sociedad industrial es irreversi-
ble. En cuanto funcin en el aspecto tcnico de la economa y de la
sociedad, hablar queda incluido en las actividades profesionales y en
las ocupaciones privadas ajustadas a ellas punto por punto; los bazares
y otras tiendas constituyen la maquinaria que realiza por s misma el
aprovisionamiento de los incorporados en la economa y les infunde, a
la vez, la sensacin de elegir libremente; la oficina, la fbrica y el lla-
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 50
mado tiempo libre se transforman unos en otros. Los hombres se han
emancipado, pero del individuo depende demasiado poco para que las
palabras que l habla, en cuanto esta persona singular determinada,
puedan valerle para expresarse: sirven como instrumento, contrasea,
arma. El nivel -tan frecuentemente debatido- de la industria del tiempo
libre no caracteriza la situacin: es discutible si una pelcula detecti-
vesca o Rigoletto, en la pantalla de la televisin, ejercen un efecto be-
neficioso, y es de temer que pronto se requieran estimulantes ms
fuertes; lo que la caracteriza es el mutismo de los individuos singula-
res. Fascinados ante aquella pantalla, los nios permanecen mudos, y
a fin de cuentas no llegan a tomar contacto con el mundo a travs de
ella; sentados en el cine, los enamorados estn mudos, como deporte
cursan mudos largos bailes y van como locos por la naturaleza, mu-
dos-ay, desde luego, estrepitosos-, en sus motocicletas con sidecar. No
es posible cruzar un dilogo en el restaurante o en el caf, en donde tal
vez podra tener lugar, frente a la orquestina o la mquina automtica
de discos; y la conversacin no encaminada a una finalidad -en la me-
dida en que no se evita- prefiere mantenerse en la small talk
17
a discu-
tir las represiones. Dondequiera que resuene el lenguaje, aunque sea
as de progresivo, hay un nido del pasado. Pero nada de esto es una
carga para el individuo: solamente indica que la expresin personal
deja ver una tendencia hacia lo superfluo que se refuerza en un crculo
vicioso. La independencia, el discernimiento y la fuerza para resistir
son tambin ahora, como se expresaba en aquella defensa pragmtica
de las ciencias del espritu, propiedades socialmente necesarias; mas
slo para una parte pequea-y excluyente-de todos aquellos a quienes
les va bien: la mayora de las personas -que actualmente pueden llevar
una vida material coma la de los burgueses de antao-tienen que cui-
darse de s mismas, como hacan stos, pero su cuidado apenas inclu-
ye un cuidado por otro, ni siquiera por el todo.
En las relaciones humanas, no de otro modo que en el comer y
beber, la cultura significa una naturaleza ennoblecida: lenguaje e ima-
17
Chchara. (N. del T.)g CL Th. W. Adorno, Prismen, Frankfurt, 1955, pp. 23 y es.
[versin castellana, Prismas, Barcelona, Ariel, 1962, pp. 22y ss. (T.)]
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 51
gen, amistad, amor y todas las costumbres son modos de expresin,
desgajados de la unidad total de la situacin condicionante, que en
otro tiempo estaban garantizados y cultivados por los de arriba y acep-
tados por los de abajo; por encima del trabajo necesario para la exis-
tencia -de acuerdo en cada caso con el nivel alcanzado- ensamblaban
todo el reino del espritu, aparentemente desarrollado hasta lo incondi-
cional gracias a un largo ejercicio; este reino extraa su vida de las
fuerzas anmicas no fijadas, del hambre, el miedo y el sexo, y, rec-
procamente, alcanzaba a hacer posible que, por encima del acua-
miento de stas, se confiriese a los hombres contenido y destino a
travs de su funcin social correspondiente. El arte es una ocupacin
que tiene ante los ojos su propio asunto, y no aquella para lo que sirve,
y que quiere ayudar a su propia ley a hacerse realidad; la filosofa es el
pensamiento que no anda en busca del enseorearse, ni tan siquiera de
nuevos hallazgos -quin habr en nuestros das tan avisado que pudie-
ra desenmascarar y perescrutar todas las cosas-, sino que insiste en
encontrar, no la consigna, sino la palabra para la experiencia de este
tiempo, y que, justamente por eso, no est sometida al tiempo. Ambas,
el arte y la filosofa, por cuanto son formas de trato, no son capaces de
acreditarse totalmente como enteramente racionales: configuran el al-
ma de la vida social y al mismo tiempo le son ajenas. Pero la fuerza
para engendrar formas culturales propias, fuerza que se haba transmi-
tido de los feudales a los burgueses, ha desfallecido en esta Europa sin
futuro: por dondequiera, incluso cuando se habla patticamente de lo
elevado y lo noble, del hombre autntico, se presupone en secreto que
todos reconocen todo coma medio. El perodo de la estrechez econ-
mica dejaba ms holgura que el pleno empleo a lo no encaminado a un
fin: la reduccin del tiempo de trabajo para las ocupaciones queda
compensado por la metamorfosis del tiempo privado en ocupacin; y
si se puede disponer de un nmero mayor de bienes -hasta de los su-
perfluos-, los servicios son, por ello mismo, ms escasos y ms caros:
los individuos singulares trabajan menos, pero en todas las familias
tienen que trabajar ms personas. Con lo cual lo que se llama cultura
desciende a bien de formacin y sirve al individuo de modo inmediato
como instrumento, ya sea para conseguir la debida popularidad, ya
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 52
para conservar las relaciones: a fin de cuentas, para ahuyentar las des-
dichas privadas y profesionales. Las formas se vacan. Con todos los
avances no les resta a los muchos sino abandonar las formas -que en-
vejecen velozmente- de la cultura personal a los pocos que todava
tienen servicio, a los que pueden comprar a horas cmodas, a los que
tienen tiempo. Lo que arruina lo existente es que, en la forma actual
de la sociedad, los estratos que mejoran materialmente no siguen sus
propias ideas ni despliegan un mundo propio, como hacan los bur-
gueses, en el que el antiguo quede conjuntamente trasmutado y conte-
nido. Hasta el principio del cambio, ncleo ms ntimo de la cultura
burguesa y en cuya virtud se conden en otro tiempo sta a s misma,
experimenta una involucin; en el Este, aquellos que tienen a su cargo
la totalidad de la sociedad deciden de la distribucin del lujo, y en el
Oeste se anuncian tendencias anlogas: el alto empleado y el cientfico
consiguen no rara vez un bienestar como antes consegua el cortesano
fiel el condado o un arriendo general; ello es la consecuencia racional
de la lgica inmanente al mismo proceso econmico: en el estadio
sumo de la tcnica se reproducen elementos preburgueses, absolutis-
tas. Sin embargo, en los pases atrasados, el capitalismo de Estado,
que reproduce en un plano histricamente ms elevado el absolutismo,
significa inmediatamente el progreso; all este capitalismo sigue al
feudalismo: simplemente, pueden evitarse aquellos tramos del circuito
cultural que Europa, que se acerca de nuevo a tales pases, ha de reco-
rrer inexcusablemente.
Todo esto significa al mismo tiempo que, en el fondo, la crtica
de la cultura ya no tiene objeto: hoy est de ms aplicar la teora, co-
mo ideologa, a la praxis social imperante para despojarla de sus pre-
tensiones absolutas
9
, pues es usual que incluso se indique pblicamen-
te al pensamiento para quin es bueno en la sociedad y para qu fines.
Y de este modo se llega a la situacin que ha surgido por medio de la
extincin tendencial de la cultura burguesa en la poca de su generali-
zacin. Aquello a que se ha arribado merced a la seleccin de la fabri-
cacin de esparcimientos no pretende tanto ser verdadero cuanto tran-
quilizador o, por el contrario, sugestivo -por no decir una palabra de
los productos culturales del Este, manifiestamente apologticos, que
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 53
han de adaptarse a las sanciones contra las desviaciones en la irreali-
dad (en China se llama literalmente la caza de los malos pensamien-
tos)-. De acuerdo con sus propias declaraciones, la cultura existe, en
medida cada vez mayor -incluso donde no se la persigue-, como art-
culo auxiliar de la produccin: los individuos y los entes colectivos,
los gremios privados y los estatales, fabrican directamente las relacio-
nes, en todo trato, en toda comunicacin humana, con fines racionales
-hasta donde les es accesible-, y apenas queda ya espacio para el pen-
samiento mediador, que podra estorbar al impoluto pragmatismo,
pues el pensamiento no quiere ser mero medio. As enferma el espri-
tu, pues desde las grandes guerras tiene que permanecer sin conse-
cuencias, y se atrofia el pensamiento, ya que al no proceder de actua-
cin alguna, ya no puede actuar de ningn modo. La crtica, y no en
ltimo trmino la crtica de la cultura, est en peligro de montar de
nuevo, en un plano superior, la ideologa romntica o, ms bien, de
reemplazar mseramente ese velo del que ya puede prescindir la
praxis. La crtica de la cultura ha de tener mucho cuidado de no des-
viar ella misma, con la denuncia de la cultura como desviacin, de los
temas que an tiene el pensamiento planteados: las crasas diferencias
de poder, que nadie percibe por ser patentes; la miseria tras los muros
de manicomios y presidios; lo radicalmente material de las razones
determinantes en politica -ante todo, all donde se presenta como es-
pecialmente noble-. Es tan manifiesta la tensin entre la realidad y la
idea, entre la organizacin del mundo y cmo ste debera ser, que el
lenguaje que quiera especificarla slo subrayar su propia superflui-
dad. Todos estn escarmentados, y, sin embargo, todo es tan opaco
como siempre; pero en cuanto a esclarecimiento sobre ello, nada falta.
Las actualidades (cinematogrficas), la radio y los peridicos son in-
capaces de variarlo en lo ms mnimo -aunque sus reporteros pudiesen
contarse entre las fuerzas ms alerta del presente-; antes bien, tendrn
que colaborar a que los hombres lleven en la cabeza una imagen del
mundo en el fondo tan inexacta como la de los burgueses del tiempo
de Goethe, por muy hiriente que sea la iluminacin de la fachada. La
opacidad crece como el trfico, aunque no sea sino porque todo afecta
a todos y porque cada cual incluye en sus clculos la publicidad. La
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 54
esfera de actuacin de las generaciones pasadas, junto con la de sus
monarcas y ministros, se encontraba, por lo menos, pese a todo el ab-
solutismo y lo limitado del derecho de eleccin, en una relacin razo-
nable, con lo que, en definitiva, podan determinar; hoy los pueblos
son autnomos; pero teniendo en cuenta la refinada diferenciacin en
todos los campos, tienen que dejar todas las decisiones en manos de
los especialistas, los peritos y las comisiones, cuyas cualificaciones ya
no est nadie capacitado para juzgar. Lo nico que esperan todos es
que no se pongan peor las cosas. Lo que gua a las masas de los pue-
blos europeos en su comportamiento poltico es, como solo sentido de
la vida, asegurar sta, la cual, hasta por eso mismo, se complica cada
vez ms para todos. En los ltimos decenios, con todos sus descensos
y recuperaciones econmicos y teniendo presente el ascenso de Orien-
te -no meramente tcnico, sino asimismo ideolgico-, el continente
europeo ha sufrido daos psicolgicos, polticos y culturales que jus-
tamente discurren y que no es posible curar ya. La fatalidad quiere que
el pensamiento, que es enteramente impotente, pierda asimismo su
verdad.
El descenso se hace patente en las ramas filosficas de la Uni-
versidad, retroceso que no se expresa tanto en la ontologa fundamen-
tal vigente -que a raz de los tiempos del Fhrer se erige en portavoz
autoritario del ser- ni en el contenido, cuanto en el hundimiento de la
importancia de toda esa esfera. La estrechez de energas y medios de
que se dispone en Europa para estudios de las ciencias del espritu ra-
tifica el escaso grado en que son actuales; y las justificaciones, como
la de Barzun, llegan demasiado tarde. El materialismo vulgar prctico,
segn el cual la sociedad dispone sus tareas y su vida, erige el veredic-
to contra el materialismo como concepcin del mundo. Mentiras que
una vez no fueron meramente un tpico. En el siglo XVIII, cuando
Europa tena un futuro, la filosofa y la crtica inherente a ella se hicie-
ron actuales, y todava en el XIX la utopa, que se declara en lo nega-
tivo, no constitua mera ilusin; a mediados del XX, el espritu del
mundo parece haber pasado a otros pueblos, y el pensamiento europeo
ya no contina en Europa. Pero la resignacin es imposible mientras
haya un resto an de libertad.
Max Horkheimer La funcin de las ideologas 55
ESTE CUADENO
SE ACAB DE IMPRIMIR
EL DA16 DE MARZO DE 1966
EN LOS TALLERES DEE. SNCHEZ
LEAL, S.A. DE ARTES GRFICAS. MADRID

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