Este documento contiene varios poemas y extractos literarios de diferentes autores como Walt Whitman, Sylvia Plath, Leopoldo Alas Mínguez, Claribel Alegría y Guillaume Apollinaire. Los extractos tratan sobre temas como la naturaleza, el amor, la memoria y la introspección. En general, exploran la condición humana a través de la descripción de paisajes, sentimientos y reflexiones sobre el cuerpo y los sentidos.
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Este documento contiene varios poemas y extractos literarios de diferentes autores como Walt Whitman, Sylvia Plath, Leopoldo Alas Mínguez, Claribel Alegría y Guillaume Apollinaire. Los extractos tratan sobre temas como la naturaleza, el amor, la memoria y la introspección. En general, exploran la condición humana a través de la descripción de paisajes, sentimientos y reflexiones sobre el cuerpo y los sentidos.
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.:NARIZ:.
Canto a m mismo Por Walt Whitman
o que podra volverme a vivir con los animales. Son tan plcidos y tan sufridos! Me quedo mirndolos das y das sin cansarme. No preguntan, ni se quejan de su condicin; no andan despiertos por la noche, ni lloran por sus pecados. Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento, ni ganado por la locura de poseer las cosas. Ninguno se arrodilla ante los otros, ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos antes que l. En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.
Me muestran el parentesco que tiene conmigo, parentesco que acepto. Me traen pruebas de mi mismo, pruebas que poseen y me revelan. En dnde las hallaron? Pas por su camino hace ya tiempo y las dej caer sin darme cuenta?
Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre, siempre mas rico y mas veloz, infinito, lleno de todos y lo mismo que todos, sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos, eligiendo aqu solo a aquel que ms amo y marchando con l en un abrazo fraterno.
Este es un caballo Miradlo! Soberbio, tierno, sensible a mis caricias, de frente altiva y abierta, de ancas satinadas, de cola prolija que flagela el polvo, de ojos vivaces y brillantes, de orejas finas, de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata, y sus msculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista... pero yo solo puedo estar contigo un instante. Te abandono, maravilloso corcel. Para qu quiero tu paso ligero si yo galopo mas de prisa? De pie o sentado, corro ms que t.
...:::Casa oscura | Sylvia Plath
Esta es una casa muy grande, oscura. / La hice yo misma, / celda a celda desde un rincn tranquilo, / masticando papel gris, / virtiendo gotas de cola, / silbando, moviendo mis orejas, / pensando en otra cosa. // Tiene tantos stanos, / tantas excavaciones tortuosas! / Redonda como una lechuza, / veo por mi propia luz. / En cualquier momento puedo parir cachorros, / ser madre de un caballo. Mi vientre se mueve. /Debo seguir trazando mapas. // Estos tneles medulares! / Manos de topo, devoro mi camino. / Todo-boca lame los arbustos y las ollas con comida. / Vive en un viejo pozo, / un agujero de piedra. l es el culpable. / Es un gordo intil. // Olor a guijarros, cmaras como nabos. / Minsculos ocicos estn respirando. / Oh humildes pequeuelos! / Criaturitas sin hueso, como narices, / es un lugar tibio, tolerable, / el vientre de la raz. / Hay aqu una madre que cobija. //
...::: Mi olor a ti | Leopoldo Alas Mnguez:::...
Mi olor a ti
Toda mi ropa huele a cuando estabas. Sera al abrazarte -no lo entiendo- o que estuviste cerca y se qued prendido. Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga, te respiro. Al ponerme la chaqueta, en la solapa, y en el cuello de un jersey que no abriga. Aroma de placer, de feromonas, de recostarme en ti mientras dormas. Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva: es un perfume dulce que me alivia como vestir mi carne con tu piel. Y est durando ms que mi recuerdo. Tu rostro en mi memoria se disipa, casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo y sigo respirndote en las prendas que, al tiempo que me visten, te desnudan. Pero la ropa es ma. De tanto olerte en m, tu olor es mo. Tu olor era mi olor desde el principio, fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo, de un cuerpo que lo tengo a todas horas para quererlo entero como jams te quise y olerlo de los pies a la cabeza. Es el olor de todas mis edades, del nio absorto y puro, del claro adolescente elctrico y espeso, de un joven con insomnio que soaba fantasmas del amor, y es tambin el olor que al transpirar mis sueos dejaron en las sbanas.
Quin sabe t a qu aspiras sin este efluvio mo, sin mi esencial fragancia. Estando en compaa, sers siempre la ausente igual que si te fueras o no hubieras llegado. Pues no olers a nada, no dejars recuerdo ni podrs despertar autntico deseo ni embalsamar las yemas de los dedos que un da te acaricien con un perfume fsico y concreto. Sers para el olfato de los otros como un espejo para los vampiros. Y yo atesorar con ms fe que codicia este perfume dulce de mi cuerpo que descubr contigo. Si quieres existir, respralo de nuevo.
De "La posesin del miedo" 1996
...::: Alegra Claribel :::... Autorretrato
Malogrados los ojos Oblicua la nia temerosa, deshechos los bucles. Los dientes, trizados. Cuerdas tensas subindome del cuello. Bruidas las mejillas, sin facciones. Destrozada. Slo me quedan los fragmentos. Se han gastado los trajes de entonces. Tengo otras uas, otra piel, Por qu siempre el recuerdo? Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados, de gentes con ojos mal puestos, mal puestas las narices. Lenguas saliendo como espinas de acongojadas bocas. Tampoco me encontr. Segu buscando en las conversaciones con los mos, en los salones de conferencia, en las bibliotecas. Todos como yo rodeando el hueco. Necesito un espejo. No hay nada que me cubra la oquedad. Solamente fragmentos y el marco. Aristados fragmentos que me hieren reflejando un ojo, un labio, una oreja, Como si no tuviese rostro, como si algo sinttico, movedizo, oscilara en las cuatro dimensiones escurrindose a veces en las otras an desconocidas. He cambiado de formas y de danza. Voy a morirme un da y no s de mi rostro y no puedo volverme.
...:::Odette Alonso:::...
leo
La muchacha del leo me ha mirado de su pincel renazco sin saberlo dos manchas sobre el lienzo tinta negra. El pincel es mi dedo dibujado en su espalda su dedo en mi nariz la caricia en la nuca. El lienzo es esta cama y la ciudad entera corazn que se abre sin confianza blanco y negro en el lienzo esa muchacha y yo.
...:::Blanca Andreu:::...
Muerte pjaro prncipe, un pjaro es un ngel inmaduro...
Muerte pjaro prncipe, un pjaro es un ngel inmaduro. Y as, hablar de tus manos que se alejan y de las manos de lo hermossimo ardiendo, pequeo dios con nariz de ciervo, hermano mo, hroes de alma recortada, nias de oro hipodrmico que nunca creen morir, qu aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la muerte mientras un ngel sobrevuela y pasa de largo con el pico de plata y de ginebra, labios del medioda resuelto en ave sobre tus manos que se alejan y mis manos y las manos del pequeo ciervo de aire griego salvaje, hermano mo, y las manos sin venas de los hroes, de las madonas amnsicas. Mis alas de dolor robadas por tus manos, amor mo, corazn mo pintado de blanco, mis alas de dolor con botellas agnicas y lquidos que disuelven la vida, y los labios que te aman en m en la convulso, y la msica en trompas delgadsimas, trompetas peraltadas. peraltadas, columnas nias, qu sobreagudo el do, la mirada ms alta y la ms alta queja, muerte pjaro prncipe volando, un pjaro es un ngel inmaduro.
"De una nia de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
...:::Guillaume Apollinaire:::...
Oh puertas de tu cuerpo...
Oh puertas de tu cuerpo Son nueve y las he abierto todas Oh puertas de tu cuerpo Son nueve y para m se han vuelto a cerrar todas
En la primera puerta La Clara Razn ha muerto Era te acuerdas? el primer da en Niza Tu ojo izquierdo as como una culebra se desliza Hasta mi corazn Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda
En la segunda puerta Ha muerto toda mi fuerza Era te acuerdas? en un albergue en Cagnes Tu ojo derecho palpitaba como mi corazn Tus prpados latan como en la brisa laten las flores Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha
En la tercera puerta Escucha latir la aorta Y todas mis arterias hinchadas por tu slo amor Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu odo izquierdo
En la cuarta puerta Me escoltan todas las primaveras Y aguzando el odo se escucha del bonito bosque Subir esta cancin de amor y de los nidos Tan triste para los soldados que estn en la guerra Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu odo derecho
En la quinta puerta Es mi vida que te traigo Era te acuerdas? en el tren que volva de Grasse Y en la sombra muy cerca muy bajito Tu boca me deca Palabras de condenacin tan perversas y tan tiernas Que pregunto a mi alma herida Cmo pude orlas sin morir Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca
En la sexta puerta Tu gestacin de putrefaccin oh Guerra est abortando He aqu todas las primaveras con sus flores He aqu las catedrales con su incienso He aqu tus axilas con su divino olor Y tus cartas perfumadas que huelo Durante horas Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz
En la sptima puerta Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se mora el mar Y el olor de los naranjos te envolva de amor Mientras en mis brazos te acurrucabas Quieta y callada Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz
En la octava puerta Dos ngeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan El cielo exquisito de tu cintura elstica Y heme aqu armado con un ltigo hecho con rayos de luna Los amores coronados con jacinto llegan en tropel. Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma
Con la novena puerta Es preciso que salga el amor mismo Vida de mi vida Me junto contigo para la eternidad Y por el amor perfecto y sin ira Llegaremos a la pasin pura y perversa Segn lo que queramos A todo saber a todo ver a todo or Yo me renunci en el secreto profundo de tu amor Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo Entre dos columnas de perfeccin Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien
Versin de Claire Deloupy
...:::Jean Arp:::...
El aire es una raz
las piedras estn llenas de entraas. bravo. bravo. las piedras estn llenas de aire. las piedras son ramas de agua.
En la piedra que ocupa el lugar de la boca brota una hoja espinosa. bravo. una voz de piedra est mano a mano y pie a pie con una mirada de piedra.
las piedras son atormentadas como la carne. las piedras son nubes porque su segunda naturaleza les baila en su tercera nariz. bravo. bravo.
cuando las piedras se rascan les crecen uas en las races. bravo. bravo. las piedras tienen orejas para comer la hora exacta.
De "Das Deshojados" Versin de Jess Munrriz
Las piedras domsticas
las piedras son entraas bravo bravo las piedras son troncos de aire las piedras son ramas de agua sobre la piedra que ocupa el lugar de la boca brota una espina bravo una voz de piedra est frente a frente y codo a codo con una mirada de piedra las piedras sufren los tormentos de la carne las piedras son nubes pues su segunda naturaleza baila sobre su tercera nariz bravo bravo cuando las piedras se rascan las uas brotan en las races las piedras tienen orejas para comer la hora exacta.
De "Le sige de l'air" Versin de Aldo Pellegrini
...:::Antonin Artaud:::... Poeta negro
Poeta negro, un seno de doncella te obsesiona poeta amargo, la vida bulle y la ciudad arde, y el cielo se resuelve en lluvia, y tu pluma araa el corazn de la vida.
Selva, selva, hormiguean ojos en los pinculos multiplicados; cabellera de tormenta, los poetas montan sobre caballos, perros.
Los ojos se enfurecen, las lenguas giran el cielo afluye a las narices como azul leche nutricia; estoy pendiente de vuestras bocas mujeres, duros corazones de vinagre.
De "L'Ombilic des limbes" Versin de Aldo Pellegrini
...:::Ingeborg Bachmann:::...
Currculum Vitae
Larga es la noche, larga para el hombre que no puede morir, largamente se tambalea bajo farolas su ojo desnudo y su ojo cegado por el aliento de aguardiente, y el olor a carne mojada bajo sus uas no siempre le aturde, oh dios, larga es la noche.
Mi cabello no se encanece porque sal del vientre de las mquinas, Rosarroja* me unt de alquitrn la frente y los mechones, haban estrangulado a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo, el jefe de la tribu, pas por la ciudad de diez veces cien mil almas, y mi pie pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual pendan diez veces cien mil pipas de la paz, fras. Una calma de ngeles dese a menudo para m y cotos de caza llenos de los gritos impotentes de mis amigos.
Con las piernas y las alas abiertas suba la sabihonda juventud sobre m, sobre el estircol, sobre el jazmn, hacia las inmensas noches del secreto de la raz cuadrada, la leyenda de la muerte empaa mi ventana cada hora, dadme euforbia y verted la risa en mi garganta de los viejos que nos antecedieron, cuando caiga yo sobre los infolios en el sueo vergonzoso, para que no pueda pensar, para que juegue con flecos de los que cuelgan serpientes.
Tambin nuestras madres soaron con el futuro de sus maridos, los vieron poderosos, revolucionarios y solitarios, pero despus del retiro los han visto encorvados en el huerto sobre las llameantes malas hierbas, mano a mano con el fruto charlatn de su amor. Triste padre mo, por qu callasteis entonces y no habis seguido pensando?
Perdido en las cascadas de fuego, En una noche junto a un can que no dispara, condenadamente larga es la noche, bajo el esputo de una luna enfermiza, su luz biliosa, pasa volando sobre m el trineo con la historia embellecida, en la va del sueo de poder (lo cual no impido). No era que yo durmiese: estaba despierto, entre esqueletos de hielo buscaba el camino, volva a casa, me cea el brazo y la pierna con hiedra y con restos de sol blanqueaba las ruinas. Respet los das festivos, y slo si mi pan estaba bendecido lo coma.
En una poca arrogante hay que pasar de prisa de una luz a otra, de un pas a otro, bajo el arco iris, con la punta del comps en el corazn, tomando la noche por radio. Abierto de par en par. Desde las montaas se ven lagos, en los lagos montaas, y en el armazn de las nubes se balancean las campanas de un mundo. Saber de quin es ese mundo, me est prohibido.
Ocurri un viernes: -yo estaba ayunando por mi vida, el aire chorreaba del zumo de los limones y la espina estaba clavada en mi paladar- entonces saqu del pez abierto un anillo que lanzado al nacer yo, cay en el ro de la noche y se hundi. Yo volv a lanzarlo a la noche.
Oh si no tuviera miedo a la muerte! Si tuviera la palabra (y no la errase) si no tuviera cardos en el corazn (y rechazara el sol), si no tuviera avidez en la boca (y no bebiera el agua salvaje), si no abriera el prpado (y no hubiera visto la cuerda). Estn tirando del cielo? Si no me sostuviera la tierra hace tiempo que yacera quieta, hace tiempo que yacera donde me quiere la noche, antes de que hinche las narices y levante su casco para nuevos golpes, siempre para golpear. Siempre la noche. Y nunca el da.
*Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.
De "Invocacin a la Osa Mayor" Ediciones Hiperin 2001 Versin de Cacilia Dreymller y Concha Garca
...:::Gastn Baquero:::...
Cancin sobre el nombre de Irene
Qu bueno es estar contigo ante este fuego, Irene, saber que sigues llamndote as, Irene; que tu nombre no se te ha evaporado de la piel como se evapora el roco de la panza del sapo!
Ah decir Irene, Irene, Irene, Irene, cerrando los ojos y diciendo nada ms Irene por el solo placer y la magia de decir Irene, Pedaleando en el aire existas o no existas, qu real y slida eres, qu verdadera eres en medio del irreal universo por llamarte Irene!
Las salamandritas del fuego se te quedan mirando, y el humo, antes de irse, se detiene feliz a contemplarse en el topacioespejo de tus ojos, como una mujer que se empolva la nariz antes de entrar en el cementerio.
Y t en tu aire, y t, impasible con tu abanico de llamas, sigues nada ms llamndote Irene, segura de que todo el universo no puede despojarte de tu nombre de Irene!
Yo paseaba un da por el Tber, -Tber de cascabeles ahogados, Tber de pececitos oscuros Tber meado por Tiberio-, y vi en medio del ro una isla verdeante, trabajada en la materia de las madrporas o de las malaquitas, vaya usted a saber!, pero pequeita y completamente real; y vi en la orilla una de esas estatuas del Tber sumergidas por siglos, donde el mrmol se ha hecho rseo, y carnal, y blando; y con mucho temor, con una reverencia, pregunt a la estatua: -Perdone usted, seor, cmo se llama esta isla? Y con un gran desdn, entreabriendo apenas los labios y mirndome para nada, dijo suavemente: -Cmo va a llamarse esta isla? Esta isla se llama Irene.
Qu bueno es estar contigo junto al fuego, y saber que ah ests, real y verdadera, saber que ests ah mientras afuera se evapora el mundo, y que sigues y sigues, y seguirs para siempre llmandote Irene!
...:::Charles Baudelaire:::...
24. Perfume extico
Cuando entorno los ojos bajo el sol otoal Y respiro el aroma de tu clido seno, Ante m se perfilan felices litorales Que deslumbran los fuegos de un implacable sol.
Una isla perezosa donde Naturaleza Produce rboles nicos y frutos sabrossimos, Hombres que ostentan cuerpos giles y delgados Y mujeres con ojos donde pinta el asombro.
Guiado por tu aroma hacia mgicos climas Veo un puerto colmado de velas y de mstiles Todava fatigados del oleaje marino,
Mientras del tamarindo el ligero perfume, Que circula en el aire y mi nariz dilata, En mi alma se mezcla al canto marinero.
154. El glotn
Rumiando, yo me burlo de la gente famlica.
Como un obs reventara, Si no absorbiese como un chancro,
Su mirada no era tmida ni indolente, Exhalaba, ms bien, alguna vida cosa, Y, como su nariz, expresaba la fiebre De artista ante la obra surgida de sus dedos. Tu juventud estar ms llena de tormentas Que este esto de pupilas llenas de resplandor, Que sobre nuestras frentes se retuerce abrasado,
Y, exhalando en la noche sus febriles alientos, Logra que de sus cuerpos se prenden las doncellas, Y enfrente del espejo, oh estriles deleites! Admiren la sazn de su virginidad, Ms veo en esos ojos, cargados de tormentas, Que no est hecha tu alma para las dulces fiestas, Y que belleza tal, sombra como el hierro, Es de aquellas que forjan y pulen los Infiernos, Para un da oficiar espantosas lujurias Y contristar el alma de humildes criaturas. Con su peso aplastando un enorme almohadn Un cuerpo all luca con un sopor muy dulce, Y su sueo, adornado de una feliz sonrisa ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... El surco de su espalda que estremeca el deseo.
El aire estaba ungido de furor amoroso; Los insectos volaban a la lmpara, el viento Permaneca inmvil en torno a las cortinas. Era una noche clida, un bao juvenil.
Gran ngel, que llevais sobre la fiera faz Lo sombro del Infierno, desde donde ascendisteis; Domador dulce y fiero que me habis enjaulado, Para recreacin de vuestra crueldad,
Pesadilla nocturna, sirena sin cors, Que me arrastrais, maligna, siempre de pie a mi lado, Por mi sayal de santo o mi barba de sabio, Para darme el veneno de un descarado amor...
...:::Samuel Beckett:::...
Whoroscope
(Horscoo)
Qu es esto? Un huevo? Por los hermanos Boot, apesta a fresco. Dselo a Gillot.
Cmo ests, Galileo, y sus terceras sucesivas! Asqueroso viejo nivelador copernicano hijo de vivandera! Nos movemos, dijo, al fin nos marchamos-Porca Madonna! como un contramaestre o un Pretendiente saco-de-patatas? cargando contra el enemigo. Esto no es moverse, sino conmoverse.?
Qu es esto ? Una tortilla acerba o una que ha florecido? Dos ovarios revueltos con prosticiutto?* Cunto tiempo lo invagin, la emplumada? Tres das y cuatro noches? Dselo a Gillot.
Faulhaber, Beeckman y Pedro el Rojo venid ahora en un alud de nubarrones o en la cristalina nube de Gassendi?, roja como el sol, y os limar todas vuestras gallinas-y-medio o limar una lente bajo el edredn en la mitad del da.
Pensar que era l, mi propio hermano, Pedro el Bravucn y que no usaba de silogismo alguno como si Papi an estuviera con vida. Ea!, psame esa calderilla, dulce sudor molido de mi hgado ardiente! Qu das aqullos, sentado al lado de la estufa?, arrojando jesuitas por el tragaluz!
Y se, quin es? Hals? Que espere.
Mi adorable bizquita! Yo me esconda y me buscabas**. Y Francine, precioso fruto mo de un feto casa-y-gabinete! Vaya una exfoliacin! Su pequea epidermis griscea y desollada, y rojas las amgdalas! Hija nica ma Azotada por la fiebre hasta en el turbio restaar de su sangre... sangre! Oh, Harvey de mi corazn! qu harn los rojos y los blancos, los muchos en los pocos (querido Harvey sangre-girador) para arremolinarse por este batidor resquebrajado? Y el cuarto Enrique lleg a la cripta de la flecha.
Qu es esto? Desde cuando? Incbalo.
Un viento de maldad empujaba la desesperacin de mi sosiego contra las escarpadas cimas de la seora nica: no una vez ni dos, sino... (Burdel de Cristo, empllalo!) en una sola anegacin de sol. (Jesuitastros, copien, por favor.)
Por lo tanto adelante con las medias de seda sobre el traje de punto y la piel mrbida... qu estoy diciendo, la suave tela... y vmonos a Ancona, sobre el brillante Adritico, y adis unos instantes a la amarilla llave de los Rosacruces. Ellos no saben qu es lo que hizo el dueo de todos los que hacen, que a la nariz le toca el beso del aire todo ftido y fragante y a los tmpanos, y al trono del orificio fecal y a los ojos su zigzag. De esta manera Le bebemos y Le comemos y el Beaune aguado y los duros cubitos de pan Bimbo porque l puede danzar igual cerca que lejos de Su Esencia Danzante y tan triste o tan vivo como requiere el cliz, la bandeja. Qu te parece, Antonio?
En el nombre de Bacon, me empollaris el huevo! O deber tragrme fantasmas de caverna?
Anna Mara! Ella lee a Moiss y dice que su amor est crucificado. Leider! Leider! Floreca pero se marchit, plido y abusivo periquito en el escaparate de una calle mayor. No, si creo desde el Principio a la ltima palabra, te lo juro. Fallor, ergo sum!? viejo frleur? esquivo Toll- y legg-* y se abroch el chaleco de redentorista. No importa, pasmoslo por alto. Soy un nio atrevido, ya lo s, luego no soy mi hijo (aunque fuese portero) ni el de Joaqun mi padre, sino astilla de un palo perfecto que no es viejo ni nuevo ptalo solitario de una gran rosa, alta y resplandeciente.
Ests maduro al fin plido y esbelto tordo mo, de seno desdoblado? Qu ricamente huele este aborto de volantn! Lo comer con tenedor para pescado. Clara y plumas y yema. Me alzar luego y empezar a moverme hacia Raab de las nieves, la matinal amazona asesina confesada por el papa, Cristina la destripadora.
Oh Weulles, no derrames la sangre de un franco que ha subido los peldaos amargos (Ren du Perron...) y otrgame mi hora segunda inescrutable sin estrellas.
Versin de Jenaro Talens
...:::Gustavo Adolfo Bcquer:::...
I
En una de las callejas ms oscuras y tortuosas de la ciudad imperial, empotrada y casi escondida entre la alta morisca de una antigua parroquia mozrabe y los sombros y blasonados muros de una casa solariega, tena hace muchos aos su habitacin, raqutica, tenebrosa y miserable como su dueo, un judo Daniel Levi. Era este judo rencoroso y vengativo como todos los de su raza, pero ms que ninguno engaador e hipcrita. Dueo, segn los rumores del vulgo, de una inmensa fortuna, veasele, no obstante, todo el da acurrucado en el sombro portal de su vivienda, componiendo y aderezando cadenillas de metal, cintos viejos o guarniciones rotas, con las que traa un gran trfico entre los truhanes del Zocodover, las revendedoras del Postigo y los escuderos pobres. Aborrecedor implacable de los cristianos y de cuanto a ellos pudiera pertenecer, jams pas junto a un caballero principal o un cannigo de la primada sin quitarse una y hasta diez veces el mugriento bonetillo que cubra su cabeza calva y amarillenta, ni acogi en su tenducho a uno de sus habituales parroquianos sin agobiarle a fuerza de humildes salutaciones acompaadas de aduladoras sonrisas. La sonrisa de Daniel haba llegado a hacerse proverbial en todo Toledo, y su mansedumbre, a prueba de las jugarretas pesadas y las burlas y rechiflas de sus vecinos, no conoca lmites. Intilmente los muchachos, para desesperarle, tiraban piedras a su tugurio; en vano los pajecillos y hasta los hombres de armas del prximo palacio pretendan aburrirle con los nombres ms injuriosos, o las viejas devotas de la feligresa se santiguaban al pasar por el umbral de su puerta como si viesen al mismo Lucifer en persona. Daniel sonrea eternamente con una sonrisa extraa e indescriptible. Sus labios delgados y hundidos se dilataban a la sombra de su nariz enorme y corva, como el pico de un aguilucho; y aunque de sus ojos pequeos, verdes, redondos y casi ocultos entre las espesas cejas brotaba una chispa de mal reprimida clera, segua impasible golpeando con su martillo de hierro el yunque donde aderezaba las mil baratijas mohosas y, al parecer, sin aplicacin alguna de que se compona su trfico. Sobre la puerta de la casucha del judo y dentro de un marco de azulejos de vivos colores, se abra un ajimez rabe, resto de las antiguas construcciones de los moros toledanos. Alrededor de las caladas franjas del ajimez, y enredndose por la columnilla de mrmol que lo parta en dos huecos iguales, suba desde el interior de la vivienda una de esas plantas trepadoras que se mecen verdes y llenas de savia y lozana sobre los ennegrecidos muros de los edificios ruinosos. En la parte de la casa que reciba una dudosa luz por los estrechos vanos de aquel ajimez, nico abierto en el musgoso y agrietado paredn de la caIleja, habitaba Sara, la hija predilecta de Daniel. Cuando los vecinos del barrio pasaban por delante de la tienda del judo y vean por casualidad a Sara tras una de las celosas de su ajimez morisco ya Daniel acurrucado junto a su yunque, exclamaban en voz alta, admirados de las perfecciones de la hebrea: -Parece mentira que tan ruin tronco haya dado de s tan hermoso vstago! Porque, en efecto, Sara era un prodigio de belleza. Tena los ojos grandes y rodeados de un sombro cerco de pestaas negras, en cuyo fondo brillaba el punto de luz de su ardiente pupila, como una estrella en el cielo de una noche oscura. Sus labios, encendidos y rojos, parecan recortados hbilmente en un pao de prpura por las invisibles manos de un hada. Su tez era blanca, plida y transparente como el alabastro de la estatua de un sepulcro. Contaba apenas diecisis aos, y ya se vea grabada en su rostro esa dulce tristeza de las inteligencias precoces, y ya hinchaban su seno y esperaban de su boca esos suspiros que anuncian el vago despertar del deseo. Los judos ms poderosos de la ciudad, prendados de su maravillosa hermosura, la haban solicitado para esposa; pero la hebrea, insensible a los homenajes de sus adoradores y a los consejos de su padre, que la instaba para que eligiese un compaero antes de quedar sola en el mundo, se mantena encerrada en un profundo silencio, sin dar ms razn de su extraa conducta que el capricho de permanecer libre. Al fin, un da, cansado de sufrir los desdenes de Sara y sospechando que su eterna tristeza era indicio cierto de que su corazn abrigaba algn secreto importante, uno de sus adoradores se acerc a Daniel y le dijo: -Sabes, Daniel, que entre nuestros hermanos se murmura de tu hija? El judo levant un instante los ojos de su yunque, suspendi su continuo martilleo y, sin mostrar la menor emocin, pregunt a su interpelante: -Y qu dicen de ella? -Dicen -prosigui su interlocutor-, dicen..., qu s yo..., muchas cosas..., entre otras, que tu hija est enamorada de un cristiano... -Al llegar a este punto, el desdeado amante de Sara se detuvo para ver el efecto que sus palabras hacan en Daniel. Daniel levant de nuevo sus ojos, le mir un rato fijamente sin decir palabra, y bajando otra vez la vista para seguir su interrumpida tarea, exclam: -Y quin dice que eso no es una calumnia? -Quien los ha visto conversar ms de una vez en esta misma calle, mientras t asistes al oculto sanedrn de nuestros rabinos -insisti el joven hebreo admirado de que sus sospechas primero y despus sus afirmaciones no hiciesen mella en el nimo de Daniel. Este, sin abandonar su ocupacin, fija la mirada en el yunque, sobre el que despus de dejar a un lado el martillo, se ocupaba de bruir el broche de metal de una guarnicin con una pequea lima, comenz a hablar en voz baja y entrecortada, como si maquinalmente fuesen repitiendo sus labios las ideas que cruzaban por su mente. -Je! Je! Je! -deca rindose de una manera extraa y diablica-. Conque a mi Sara, el orgullo de la tribu, el bculo en que se apoya mi vejez, piensa arrebatrmela un perro cristiano?... Y vosotros creis que lo har? Je! Je! -continuaba hablando para s y siempre rindose, mientras la lima chirriaba cada vez con ms fuerza, mordiendo el metal con sus dientes de acero-. Je! Je! Pobre Daniel, dirn los mos, ya chochea! Para qu quiere ese viejo moribundo y decrpito esa hija tan hermosa y tan joven, si no sabe resguardarla de los codiciosos ojos de nuestros enemigos?... Je! Je! Je! Crees t por ventura que Daniel duerme? Crees t por ventura que si mi hija tiene un amante..., que bien puede ser, y ese amante es cristiano y procura seducirla, y la seduce, que todo es posible, y proyecta huir con ella, que tambin es fcil, y huye maana, por ejemplo, lo cual cabe dentro de lo humano, crees t que Daniel se dejar as arrebatar su tesoro, crees t que no sabr vengarse? -Pero -exclam, interrumpiendo el joven- sabeis acaso...? -S -dijo Daniel, levantndose y dndole un golpecito en la espalda-, s ms que t, que nada sabes ni nada sabras si no hubiese llegado la hora de decirlo todo... Adis; avisa a nuestros hermanos para que cuanto antes se renan. Esta noche, dentro de una o dos horas, yo estar con ellos. jAdis! Y esto diciendo, Daniel empuj suavemente a su interlocutor hacia la calle, recogi sus trebejos muy despacio, y comenz a cerrar con dobles cerrojos y aldabas la puerta de la tiendecilla. El ruido que produjo sta al encajarse rechinando sobre sus premisos goznes, impidi al que se alejaba or el rumor de las celosas del ajimez, que en aquel punto cayeron de golpe, como si la juda acabara de retirarse de su alfizar.
...:::Gioconda Belli:::... Pequeas lecciones de erotismo VII Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza Navega loco en la juntura de los ocanos Cruza las algas rmate de corales ulula gime Emerge con la rama de olivo Llora socavando ternuras ocultas Desnuda miradas de asombro Despea el sextante desde lo alto de la pestaa Arquea las cejas abre ventanas de la nariz
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer. Con curvas y pliegues y suaves hondonadas y me cav por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Teji delicadamente mis nervios y balance con cuidado el nmero de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyect con ella para que irrigara todo mi cuerpo; nacieron as las ideas, los sueos, el instinto. Todo lo cre suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los das por las que me levanto orgullosa todas las maanas y bendigo mi sexo.
...:::Washington Benavides:::...
Cancin de los lentes
El poeta envejece. No ve la lnea, la delgada silueta que, antes, vea. La escritura le baila una polkita; se le van los matices, las golondrinas. Pero se puso lentes y oh maravilla se dibujaron netas las golondrinas. Apareci de nuevo, -la delgadia- aquella del romance, palabra limpia... Los tipos de su mquina la tinta china por ms que los limpiaba no aparecan... Se arrimaba a la hoja cuanto poda, su nariz borroneaba la letra fina... Pero se puso lentes y oh maravilla volvieron las "corrientes" las "cristalinas"... Y reley a Pessoa y a Carlos Williams y anduvo con Sabines por la cornisa... Ahora es un "cuatrojos" es un "lenteja " pero ve lo que escribe y lo que piensa.
De "Finisterre" 1986
.-.
Diferencias
vamos a escuchar las voces sus diferencias a or ponga el jilguero lo suyo y el pirincho lo haga as
pero vamos a entendemos
que lo que quiero decir no es opinin sobre gustos dura tarea o feliz como un borracho que muere ahogndose en un barril
yo vengo de un fondo viejo con Berceo a la nariz y endulz la villanesca el agrio son del pas,
pero un puente de guitarra fue lo que me trajo a m
por eso no se sorprendan si contrapuntean aqu la guitarra de Gabino y el arpa del rey David.
De "Las milongas" 1965
...:::Mario Benedetti:::...
Hombre que mira ms all de sus narices
Hoy me despierto tosco y solitario no tengo a nadie para dar mis quejas nadie a quien echar mis culpas de quietud
s que hoy me van a cerrar todas las puertas y que no llegar cierta carta que espero que habr malas noticias en los diarios que la que quiero no pensar en m
y lo que es mucho peor que pensarn en mi los coroneles que el mundo ser un oscuro paquete de angustias que muchos otros aqu o en cualquier parte se sentirn tambin toscos y solos que el cielo se derrumbar como un techo podrido y hasta mi sombra se burlar de mis confianzas
menos mal que me conozco
menos mal que maana o a ms tardar pasado s que despertar alegre y solidario con mi culpita bien lavada y planchada y no solo se me abrirn las puertas sino tambin las ventanas y las vidas y la carta que espero llegar y la leer seis o siete veces y las malas noticias de los diarios no alcanzarn a cubrir las buenas nuevas y la que quiero pensar en mi hasta conmoverse y lo que es muchsimo mejor los coroneles me echarn al olvido y no solo yo muchos otros tambin se sentirn solidarios y alegres y a nadie le importar que el cielo se derrumbe y ms de uno dir que ya era hora y mi sombra empezar a mirarme con respeto
ser buena tan buena la jornada que desde ya mi soledad se espanta.
...:::William Blake:::...
Proverbios del infierno
En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha ensea y en el invierno goza.
Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.
La senda del exceso lleva al palacio de la sabidura.
La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.
Quien desea y no acta engendra la plaga.
El gusano perdona al arado que lo corta.
Sumergid en el ro a quien ama el agua.
El necio no ve el mismo rbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca ser estrella.
La eternidad est enamorada de las creaciones del tiempo.
A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.
Las horas de la locura las mide el reloj, pero ningn reloj puede medir las horas de la sabidura.
Ningn alimento sano se atrapa con red ni trampa.
En aos de escasez, usa nmero, peso y medida.
No hay pjaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.
Un cuerpo muerto no venga injurias.
El acto ms sublime consiste en poner a otro delante de ti.
Si el necio persistiera en sus necedades llegara a sabio.
La necedad es el atuendo de la bellaquera, la vergenza es el atuendo del orgullo.
Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles con ladrillos de religin.
La altivez del pavo real es la gloria de Dios.
La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.
La ira del len es la sabidura de Dios.
La desnudez de la mujer es obra de Dios.
El exceso de pena re; el exceso de dicha llora.
El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes para que las aprecie el ojo humano.
El zorro condena a la trampa, no a s mismo.
El jbilo impregna; las penas engendran.
Dejad que el hombre vista la melena del len y la mujer el velln de la oveja.
El ave un nido, la araa una tela, el hombre la amistad.
El egosta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceo han de considerarse sabios, y podran ser medidos con la misma vara.
Lo que hoy est probado, en su momento era slo algo imaginado.
La rata, el ratn, el zorro y el conejo vigilan las races; el len, el tigre, el caballo y el elefante vigilan los frutos.
La cisterna contiene; el manantial rebosa.
Un pensamiento llena la inmensidad.
Si ests siempre listo a expresar tu opinin, el vil te evitar.
Todo lo que es creble, es una imagen de la verdad.
Nunca el guila malgast tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.
El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al len.
Piensa por la maana, acta a medioda, come al anochecer y duerme por la noche.
Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.
As como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.
Los tigres de la ira son ms razonables que los caballos de la instruccin.
Del agua estancada espera veneno.
Nunca sabrs lo que es suficiente a menos que sepas lo que es ms que suficiente.
Escucha los reproches de los tontos! Forman un ttulo real!
Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.
El dbil en coraje es fuerte en astucia.
El manzano nunca pregunta al haya cmo ha de crecer, tal como el len no interroga al caballo sobre cmo atrapar la presa.
Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.
Si otros no hubiesen sido tontos, lo seramos nosotros.
El alma rebosante de dulce deleite jams ser profanada.
Cuando ves un guila, ves una porcin de Genio: Alza la cabeza!
Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos, el sacerdote lanza sus imprecaciones para los ms dulces goces.
Crear una florecilla es labor de siglos.
La condena estimula, la bendicin relaja.
El mejor vino es el ms aejo; la mejor agua, la ms nueva.
Las plegarias no aran! Los elogios no cosechan!
Las alegras no ren. Las tristezas no lloran.
La cabeza lo Sublime; el corazn, lo pattico; los genitales, la Belleza; manos y pies la Proporcin.
Como el aire al pjaro o el agua al pez, as es el desprecio para el despreciable.
El cuervo quisiera que todo fuese negro; el bho, que todo fuese blanco.
La exuberancia es belleza.
Si el len recibiese consejos del zorro, sera astuto.
El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.
Mejor matar a un nio en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la prctica.
Donde no est el hombre, la naturaleza es estril.
La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creda.
Suficiente! o demasiado.
...:::Ruben Bonifaz Nuo:::...
Amiga a la que amo: no envejezcas...
Amiga a la que amo: no envejezcas. Que se detenga el tiempo sin tocarte; que no te quite el manto de la perfecta juventud. Inmvil junto a tu cuerpo de muchacha dulce quede, al hallarte, el tiempo.
Si tu hermosura ha sido la llave del amor, si tu hermosura con el amor me ha dado la certidumbre de la dicha, la compaa sin dolor, el vuelo, gurdate hermosa, joven siempre.
No quiero ni pensar lo que tendra de soledad mi corazn necesitado, si la vejez daina, prejuiciosa cargara en ti la mano, y mordiera tu piel, desvencijara tus dientes, y la msica que mueves, al moverte, deshiciera.
Gurdame siempre en la delicia de tus dientes parejos, de tus ojos, de tus olores buenos, de tus brazos que me enseas cuando a solas conmigo te has quedado desnuda toda, en sombras, sin ms luz que la tuya, porque tu cuerpo alumbra cuando amas, ms tierna t que las pequeas flores con que te adorno a veces.
Gurdame en la alegra de mirarte ir y venir en ritmo, caminando y, al caminar, mecindote como si regresaras de la llave del agua llevando un cntaro en el hombro.
Y cuando me haga viejo, y engorde y quede calvo, no te apiades de mis ojos hinchados, de mis dientes postizos, de las canas que me salgan por la nariz. Aljame, no te apiades, destirrame, te pido; hermosa entonces, joven como ahora, no me ames: recurdame tal como fui al cantarte, cuando era yo tu voz y tu escudo, y estabas sola, y te sirvi mi mano.
...:::Joseph Brodsky:::...
Cancin de amor
Si te estuvieras ahogando, acudira a salvarte, a taparte con mi manta y a ofrecerte t caliente. Si yo fuera comisario, te arrestara y te encerrara en una celda con la llave echada.
Si fueras un pjaro, grabara un disco y escuchara toda la noche tu trino agudo. Si yo fuera sargento, t seras mi recluta y, chico, te aseguro que te encantara la instruccin.
Si fueras china, aprendera tu idioma, quemara mucho incienso, llevara tu ropa rara. Si fueras un espejo, asaltara el bao de las seoras, te dara mi lpiz rojo de labios y te soplara la nariz.
Si te gustaran los volcanes, yo sera lava en constante erupcin desde mi oculto origen. Y si fueras mi esposa, yo sera tu amante, porque la Iglesia est firmemente en contra del divorcio.
Versin de Alejandro Valero
...:::Charles Bukowski:::...
Clidas nalgas
este Viernes por la noche las muchachas mejicanas en el carnaval catlico parecen muy buenas sus maridos andan en los bares y las muchachas mejicanas lucen jvenes nariz aguilea con tremendos ojazos, clidas nalgas en apretados bluyines han sido agarradas de algn modo, sus maridos andan cansados de esos culos calientes y las muchachas mejicanas caminan con sus hijos, existe una tristeza real en sus ojazos como si recordaran noches cuando sus bien parecidos hombres- les dijeron tantas cosas bellas cosas bellas que ellas nunca escucharn de nuevo, y bajo la luna y en los relampagueos de las luces del carnaval lo veo todo y me paro silencioso y lo lamento por ellas. ellas me ven observando- el viejo chivo nos est mirando est mirando a nuestros ojos; ellas sonren una a otra, hablan, salen juntas, ren, me miran por encima de sus hombros. camino hacia una caseta ponga una moneda de diez en el nmero once y gane un pastel de chocolate con 13 coloreadas colombinas en la cima suficiente por dems para un ex-catlico y un admirador de los calientes y jvenes y no usados ya ms afligidos culos de las mejicanas.
Versin de Rafael Daz Borbn
...:::Lord Byron:::...
La destruccin de Senaquerib
BAJARON los asirios como al redil el lobo : brillaban sus cohortes con el oro y la prpura ; sus lanzas fulguraban como en el mar luceros, como en tu onda azul, Galilea escondida.
Tal las ramas del bosque en el esto verde, la hueste y sus banderas traspas en el ocaso: tal las ramas del bosque cuando sopla el otoo, yaca marchitada la hueste, al otro da.
Pues vol entre las rfagas el ngel de la Muerte y toc con su aliento, pasando, al enemigo: los ojos del durmiente fros, yertos, quedaron, palpit el corazn, qued inmvil ya siempre.
Y all estaba el corcel, la nariz muy abierta, mas ya no respiraba con su aliento de orgullo: al jadear, su espuma qued en el csped, blanca, fra como las gotas de las olas bravas.
Y all estaba el jinete, contorsionado y plido, con roco en la frente y herrumbre en la armadura, y las tiendas calladas y solas las banderas, levantadas las lanzas y el clarn silencioso.
Y las viudas de Asur con gran voz se lamentan y el templo de Baal ve quebrarse sus dolos, y el poder del Gentil, que no abati la espada, al mirarle el Seor se fundi como nieve.
Versin de Mrie Montand
...:::Rafael Cadenas:::...
3. Pero el tiempo me haba empobrecido. Mi nico caudal eran los botines arrancados al miedo. De tanto dormir con la muerte senta mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de la transitoriedad nsita a mis actos. Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes haban auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Slo yo conoca mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda. Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones. Nunca estuve seguro de mi cuerpo. Nunca pude precisar si tena una historia. Yo ignoraba todo lo concerniente a m ya mis ancestros. Nunca cre que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecan enteramente. Yo apenas sospechaba que haba tierra, luz, agua, aire, que viva y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentndolo, limpindolo, cuidndolo para que luciera presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana. Mi mal era irrescatable. Me senta solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dctil que me rodease con una voz. Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepcin del acatamiento, de pretensiones que hacan sonrer a los duendes. Un rey nio. Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perd mi serenidad. Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para m era totalidad- fueron barridas. En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogacin. O un navo que se transformaba en fosforescente penacho de dragn. O una nube que se demudaba conforme al movimiento. Habitaba un lugar indeciso. Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infrtiles averiguaciones, de fabulosas fbricas. Un dios cobarde usurpaba mis aras. l haba degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Hua mugiendo sbanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran smbolos zoolgicos de mi destierro. El amor me conduca con inocencia hacia la destruccin. El odio, como a mis mayores, me fortaleca. Pero yo era generoso y saba rer. Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volv insomne al lugar de la ficcin.
...:::Giosu Carducci:::...
El buey
Piadoso buey! Al verte mi corazn se llena de un grato sentimiento de paz y de ternura, y te amo cuando miras inmvil la llanura que debe a tus vigores ser ms fecunda y buena.
Bajo el pesado yugo t no sientes la pena y as ayudas al hombre que tu paso apresura, y a su voz y a su hierro contesta la dulzura doliente con que gira tu mirada serena.
De tu ancha nariz brota como un vaho tu aliento y tu afable mugido lentamente en el viento vibrando como un salmo de alegra, se pierde...
Y en su austera dulzura, tus dos verdes pupilas reflejan cual si fuesen dos lagunas tranquilas, el divino silencio de la llanura verde.
Versin de Carlos Lpez Narvez
...:::Josep Carner:::...
Nab (fragmento)
Todo era en el mundo comienzo y juventud. La mar espejaba para un lad tan slo. Un torrente de oro se verta en la mar. En una cala, junto a un pino, negra garganta me haba arrojado a la playa. Ol a sal y a retama. Brillaba al sol un hombre, en la colina, e iba a tumbarse debajo de una higuera. De una choza ascenda un hilillo de humo. -Aqu -dije- me quedara, como la piedra y el rbol. -Pero se oy la Voz: -Ve a la resplandeciente Nnive, Jons, parte en seguida; juntos, tu llegars y Yo hablar.
Me levant. El ardor de la roca, la fragancia del pino me ignoraron. Toda mi relacin con ellos se desvaneca, como si ya me hubiese despedido. El mar azul perda su embeleso; una nube volvise, dndome la espalda; senta al aire impacientarse y la mota de polvo, -Ve- me deca. Y en aquel punto fui como picado por escorpin divino: me sorprendi, agarrndome con fuerza; me hizo suyo, espolendome la prisa. En camino afanoso, bajo la asoleada, volva a mi el brote del romero; y cuando oscurecia, y me despabilaba, me hacia alzar los ojos amor de las estrellas, en donde estaba escrito el mandato divino. De mi tardanza en desquite una cosa tan slo me inquietaba: dorma como en vela, coma como en sueos, avanzaba sin ver, y sin saber oa. Mi fuerza, mi esperanza, eran la palabra que Dios me haba dicho. Y yo la repeta da y noche, como un enamorado, con deleite, como el nio que canta por temor a olvidarse. Ni rbol ni casa alguno detenan mi marcha; todo con lo que tropezaba era arrojado atrs, y noche y da caminaba: y no vea ms que oscuridad o ardiente polvo. Mi viaje -calor, peligro, ayuno- dur de plenilunio a plenilunio, y la espuela divina aliger mis pasos. En cosa alguna mis ojos sosegaron, ni mi boca hizo trato: soldado que orden cumple no estorba su camino con adioses ni lazos.
Pero a la vuelta de la cuarta luna, cruel suplicio volvise mi camino: y si me detena un solo instante tenerme en pie ya no poda. Enrojecidos por el sol los prpados, mis pasos eran cada vez ms lentos; polvorientas las cejas y la barba; pesadas, las espaldas, y ardiente la nariz. Hasta las cosas prximas parecan lejanas, y el tino se perda con el ardor de la cabeza; mi pie sangraba; torpes, su plegaria intentaban el confundido juicio, la lengua, seca como un trapo. Una maana, la claridad del da son como un zumbido de abejorro en mi cabeza, y mi mirada, prdiga de luz, ante el rayo de sol se arrodillaba. Pensando Yahv te espera con nuevo aliento quera rehacerme; mas tropezando en una piedra di en tierra, y me hund en el polvo, y no saba, aturdido, cmo levantarme. -Huye Nnive de m?- acert an a decir; y anhelando, vencido, que la noche negase, ocult el rostro entre las manos.
Detrs de m, un viejo descabalg de un asno. -Levntate! Al que cae, si no se pone en pie, alguien lo entierra. Llevo a la ciudad un cestito de higos y una cerda. No la conoces? Desventurado, sbete al asno. Poco tienes de gordo! Desde aqu se vislumbra el lugar donde el ro cie la gran ciudad que corta, hiende y raja, que lmites abate en un mundo cobarde. Aqu, el osado mata, acomete y humilla; los himnos de triunfo son obra del eunuco. Todas las artes bajan la frente ante la guerra, ya que la espada es joven y caduco el espritu. Y en los mercados llenan las alforjas, muy prestos, con sus preciosas sacas, las gentes sin escrpulos; y las mujeres vienen de todas las regiones, las ms perfectas en senos y caderas. Asur es inmortal, y el mundo es una ruina.
Levant apenado la cabeza. Unas casas de campo blanqueaban por la otra orilla, en la vuelta del ro; y yo, tambalendome, como animal herido, dndome todo vueltas, alc el brazo con nimo desesperado que arrancar pude del fondo de mi corazn; y derrochando un ao de mi vida pude clamar al fin: -De aqu a cuarenta das, Nnive caer.
Versin de Jos Corredor-Matheos "Ocho siglos de poesa catalana", Editorial Alianza
...:::Luisa Castro:::...
Casi medioda
I Pero te dejo ir, te marchas, y yo ya no recuerdo si debo sufrir, si es mi hora, mi llanto, mi Penlope, mi asiento duro y fcil de tejedora a la sombra de una espera inconmovible: te dejo ir y la maana cae espesa y ruidosa, se postra en mis pasillos, invade las cocinas y yo ya no te amo porque no, no es del todo cierto un dolor tan constatable.
Te dejo ir y avanzas confusamente entre los parques, estropendolo todo con las huellas de tus botas grandes de soldado rubio. Te vas a la guerra y decir miedo, verte desaparecer diciendo hambre, verte caminar con la muerte sonrindote en la espalda, prostituta de quince minutos estrechos en la primera esquina, junto a la tienda de puales.
II Y no, no es del todo cierto un dolor tan apreciable porque hay una cosa entre los frigorficos que se llama resurreccin y cada hora decapitada, cada segundo mutilado, cada vinculacin ah afuera supone que los perros van a desaparecer algn da con su fidelidad que traiciona rebaos, con su estpida conducta de amor incondicional y severo. No es del todo cierto eso de que yo sufra, pregntale a una esfinge sin brazos y con la nariz incompleta si me ha visto pasar con lgrimas y duelo. Quieren responderte con la misma frase lapidaria, hija de siglos, ah!, qu terrible llanto las caritides, qu terrible llanto, pero yo no pertenezco a la historia y no tengo amistades de piedra. Yo, dulcemente, he llegado a la desmesura del amor, a la cintura estrechsima de la soledad, dulcemente, etctera, y mi alma alargada por el uso, estirada y ensanchada por los viajes fugitivos de tu cuerpo acumula el aire y flota, mi alma floja, preguntndose qu es esa cosa de que te miren todas las ciudades, de que te acojan todas las Venecias.
De "Odisea definitiva" 1984
...:::Carlota Caulfield:::...
Y sobre todo
Inmutable e infinito es tu cuerpo de venado salvaje: Es tu pelo todos los rboles Son tus ojos todas las luces Es tu nariz todos los puentes Son tus labios todos los caminos Es tu cuello todas las canteras Son tus hombros todos los pilares Tu pecho todas las geografas tus brazos todos los vientos Tu vientre todas las espesuras Tus piernas todas las transformaciones
Inmutable e infinito: eres
...:::Rosa Chacel:::...
Antinoo
Tu nariz pensativa sostiene la balanza de tus hombros, tan breve el balanceo quedaron en el fiel diestra y siniestra. Dentro est el pndulo dispuesto a sealar con su parada el perfecto equilibrio, dispuesto a detenerse en el instante en que comienza lo que no termina.
Tu nariz pensativa, meditativa y contempladora de ti mismo, de su ltimo aliento se despide. En l tu juventud, pico aroma!
Apolo
Habitante de los anchos portales donde el laurel de la sombra oculta el arpa de la araa, donde las losas acadmicas, donde las arcas y las llaves mudas, donde el papel cado recubre el polvo de frgil terciopelo.
El silencio dictado por tu mano, la lnea entre tus labios sostenida, tu suprema nariz exhalando un aliento como brisa en las praderas, por gemelas vertientes recorriendo los valles de tu pecho, y en torno a tus tobillos un espacio plido como el alba!
Eterna, eternamente un universo a imagen tuya! Con la frente a la altura de tu plinto, viniendo de aritmticas vacas como claustros, de cielos oprimidos como flor entre pginas, eternamente! dije, y desde entonces, eternamente! digo.
Beso a mi voz, que expresa tu mandato, la suelto y voy hacia ti, como paloma obediente en su vuelo, libre en la jaula de tu ley.
El trazo de tu norma, en el basalto de mi inocencia oscura, el paso de tu flecha para siempre! Y hasta el fin tu soberbia. Sobre m, solo eterno tu mandato de luz, Verdad y Forma.
...:::Leonard Cohen:::...
El estado del cajn
El 28 de noviembre de 1961
Existe algo ms vaco que el cajn donde uno sola guardar el opio? Cmo se parece a una margarita amarilla cegada, convertida en una margarita comn mi precioso cajn de la cocina! Cmo se parece a una nariz sin agujeros mi desnudo cajn de madera! Cmo se parece a una cesta sin huevos! A un estanque sin su tortuga! Mi mano ha explorado mi cajn como una rata en un experimento de laberintos. Lector, puedo decir con seguridad que no existe un cajn ms vaco en toda la cristiandad!
.-. Lentamente me cas con ella...
Lentamente me cas con ella Lenta y amargamente me cas con su amor Me cas con su cuerpo en el aburrimiento y el gozo Lentamente fui a ella Lenta y resentidamente llegu a su cama Fui a su mesa por hambre y por hbito fui a que me dieran de comer Lentamente me cas con ella sancionado por nadie con la bendicin de nadie en nombre de nadie en medio de advertencias generalizadas en medio de la burla generalizada Fui a su fragancia con las narices distendidas Fui a su codicia con semilla para un nio Aos para la llegada y aos en retirada Lentamente me cas con ella Lentamente me arrodill Y ahora estamos heridos tan profundamente y tan bien que nadie puede hacernos dao excepto la propia Muerte Y a travs de la totalidad del sueo de la Muerte Me muevo con sus labios El sueo es una noche pero eterno es el beso Y lentamente voy a ella lentamente nos despojamos de los ropajes de nuestras dudas y lentamente nos desposamos
LENTAMENTE ME CAS CON ELLA
Es un largo trayecto el que hay hasta casa Fairfax abajo hasta la Autopista de Santa Mnica, una siniestra extensin de la Imaginacin. El torzal de su fragancia chisporrotea sobre m como un antiguo cable de tranva. Polvo de la exhausta primavera de L.A. en la palanca del cambio de luces, alzando su sombra de humo a humo entre los marcadores luminosos de carril. Y qu es esta cancin sino un poco de msica ambiental para aquellos que salen demasiado, que hablan a sus esposas divorciadas incorporeizadas entre el parabrisas y las estrellas siguientes con voces de secreta intimidad, tales como las que jams usaron en el sempiterno rgimen de separarse.
...:::Luis Felipe Comendador:::...
La sonde t'entre par le nez - Que la sonda te entre por la nariz
Ahora que ya no sientes la furia del ridculo encendindote y me miras llorando, suplicando mi mano para salir de donde yo jams podr sacarte...
Ahora que la certeza del final se te ha clavado justo en las pupilas y la vida penetra regalada por esta sonda fra, umbilical...
Ahora entiendes mi prisa, mis ganas de tenerte antes del dormitorio, mi insaciable ansiedad encarnada de piel y de saliva...
Ahora que te penetra el plstico y no quieres mirarte en el espejo...
Ahora me pides, leve, sin palabras, que recupere el tiempo con mis manos.
Y yo tan slo s seguir amndote.
...:::Julio Cortazr:::...
El encubridor
Ese que sale de su pas porque tiene miedo, no sabe de qu, miedo del queso con ratn, de la cuerda entre los locos, de la espuma en la sopa. Entonces quiere cambiarse como una figurita, el pelo que antes se alambraba con gomina y espejo lo suelta en jopo, se abre la camisa, muda de costumbres, de vinos y de idioma. Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor, y duerme a pata ancha. Hasta de estilo cambia, y tiene amigos que no saben su historia provinciana, ridcula y casera.
A ratos se pregunta cmo pudo escapar todo ese tiempo para salirse del ro sin orillas, de los cuellos garrote, de los domingos, lunes, martes, mircoles y jueves. A fojas uno, s, pero cuidado: un mismo espejo es todos los espejos, y el pasaporte dice que naciste y que eres y cutis color blanco, nariz de dorso recto, Buenos Aires, septiembre.
Aparte que no olvida, porque es arte de pocos, lo que quiso, esa sopa de estrellas y de letras que infatigable comer en numerosas mesas de variados hoteles, la misma sopa, pobre tipo, hasta que el pescadito intercostal se plante y diga basta.
.-.
Tala
Llvese estos ojos, piedritas de colores, esta nariz de ttem, estos labios que saben todas la tablas de multiplicar y las poesas ms selectas. Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo, me quito las uas y dientes y le completo el peso. No sirve esa manera de sentir. Qu ojos ni qu dedos. Ni esa comida recalentada, la memoria, ni la atencin, como una cotorrita perniciosa. Tome las inducciones y las perchas donde cuelgan las palabras lavadas y planchadas. Arree con la casa, fuera de todo, djeme como un hueco, o una estaca. Tal vez entonces, cuando no me valga la generosidad de Dios, eso boy scout, y est igual que la alfombra que ha aguantado su lenta lluvia de zapatos ochenta aos y es urdimbre no ms, claro esqueleto donde se borraron los ricos pavorreales de plata, puede ser que sin vos diga tu nombre cierto puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.
...:::Luis Alberto de Cuenca:::...
2. La noche blanca
Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos, se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas de tu nariz, mordidas por el dulce veneno, y, terrible y alegre, tu alma se despereza.
Qu blanca est la noche del placer. Cmo invita a cambiar estas manos por garras de pantera y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo corazones partidos por delicadas flechas.
Nieva sobre el espejo de las celebraciones y la nieve eterniza el festn de tus labios. Todo es furia y sonido de amor en esta hora que beatifica besos y canoniza abrazos.
Para ti, pecadora, escribo cuando el alba me baa en su luz plida y t ya te has marchado. Por ti, cuando el roco bautiza las ciudades, tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.
...:::Gabriel D'annunzio:::...
Mujeres
Han existido mujeres serenas de ojos claros, infinitas y silenciosas como esa llanura que atraviesa un ro de agua pura.
Han existido mujeres con visos de oro, rivales del esto y del fuego, semejantes a trigales lascivos que no hieren la hoz con sus dientes pero arden por dentro con fuego sideral ante el cielo despojado.
Han existido mujeres tan leves que una sola palabra, una sola, las convirti en esclavas. Y existieron otras, de manos rojizas, que al tocar una frente suavemente disiparon ideas terribles.
Y otras cuyas manos exanges y elsticas, con giros lentos aparentaban insinuarse creando una urdimbre rara y fina en que las venas simulaban hilos de vibracin ultramarina.
Mujeres plidas, marchitas, devastadas, ardidas en el fuego amoroso hasta lo ms profundo de s mismas, consumido el rostro ardiente, con la nariz agitada por el impulso de inquietas aletas, con los labios abiertos como yendo hacia las palabras pronunciadas, con los prpados lvidos como las corolas de las violetas.
Y todava han existido otras y, maravillosamente, yo las he conocido.
Versin de Luis A. Cano
...:::Rubn Daro:::...
Carne, celeste carne de la mujer!
Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla -dijo Hugo-, ambrosa ms bien, oh maravilla!, la vida se soporta, tan doliente y tan corta, solamente por eso: roce, mordisco o beso en ese pan divino para el cual nuestra sangre es nuestro vino. En ella est la lira, en ella est la rosa, en ella est la ciencia armoniosa, en ella se respira el perfume vital de toda cosa.
Eva y Cipris concentran el misterio del corazn del mundo. Cuando el ureo Pegaso en la victoria matinal se lanza con el mgico ritmo de su paso hacia la vida y hacia la esperanza, si alza la crin y las narices hincha y sobre las montaas pone el casco sonoro y hacia la mar relincha, y el espacio se llena de un gran temblor de oro, es que ha visto desnuda a Anadiomena.
Gloria, oh Potente a quien las sombras temen! Que las ms blancas trtolas te inmolen, pues por ti la floresta est en el polen y el pensamiento en el sagrado semen!
Gloria, oh sublime, que eres la existencia por quien siempre hay futuros en el tero eterno! Tu boca sabe al fruto del rbol de la Ciencia y al torcer tus cabellos apagaste el infierno!
Intil es el grito de la legin cobarde del inters, intil el progreso yankee, si te desdea. Si el progreso es de fuego, por ti arde. Toda lucha del hombre va a tu beso, por ti se combate o se suea!
Pues en ti existe Primavera para el triste, labor gozosa para el fuerte, nctar, nfora, dulzura amable. Porque en ti existe el placer de vivir hasta la muerte ante la eternidad de lo probable!
5. Cyrano en Espaa
He aqu que Cyrano de Bergerac traspasa de un salto el Pirineo. Cyrano est en su casa. No es en Espaa, acaso, la sangre vino y fuego? Al gran gascn saluda y abraza el gran manchego.
No se hacen en Espaa los ms bellos castillos? Roxanas encarnaron con rosas los Murillos, y la hoja toledana que aqu Quevedo empua concenla los bravos cadetes de Gascua.
Cyrano hizo su viaje a la luna; mas, antes, ya el divino luntico de don Miguel de Cervantes pasaba entre las dulces estrellas de su sueo jinete en el sublime pegaso Clavileo.
Y Cyrano ha ledo la maravilla escrita y al pronunciar el nombre del Quijote, se quita Bergerac el sombrero: Cyrano Balazote siente que es lengua suya la lengua del Quijote.
Y la nariz heroica del gran gascn se dira que husmea los dorados vinos de Andaluca. Y la espada francesa, por l desenvainada, brilla bien en la tierra de la capa y la espada.
Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Castilla te da su idioma, y tu alma como tu espada brilla al sol que all en tus tiempos no se ocult en Espaa. Tu nariz y penacho no estn en tierra extraa, pues vienes a la tierra de la Caballera.
Eres el noble husped de Caldern. Mara Roxana te demuestra que lucha la fragancia de las rosas de Espaa con las rosas de Francia, y sus supremas gracias, y sus sonrisas nicas y sus miradas, astros que visten negras tnicas, y la lira que vibra en su lengua sonora te dan una Roxana de Espaa, encantadora.
Oh poeta! Oh celeste poeta de la facha grotesca! Bravo y noble y sin miedo y sin tacha, prncipe de locuras, de sueos y de rimas: tu penacho es hermano de las ms altas cimas, del nido de tu pecho una alondra se lanza, un hada es tu madrina, y es la Desesperanza; y en medio de la selva del duelo y del olvido las nueve musas vendan tu corazn herido.
All en la luna hallaste algn mgico prado donde vaga el espritu de Pierrot desolado? Viste el palacio blanco de los locos del Arte? Fue acaso la gran sombra de Pndaro a encontrarte? Contemplaste la mancha roja que entre las rocas albas forma el castillo de las Vrgenes locas? Y en un jardn fantstico de misteriosas flores no oste al melodioso rey de los ruiseores?
No juzgues mi curiosa demanda inoportuna, pues todas esas cosas existen en la luna. Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Cyrano de Bergerac, cadete y amante, y castellano que trae los recuerdos que Durandal abona al pas en que an brillan las luces de Tizona. El Arte es el glorioso vencedor. Es el Arte el que vence el espacio y el tiempo; su estandarte, pueblos, es del espritu el azul oriflama.
Qu elegido no corre si su trompeta llama? Y a travs de los siglos se contestan, od: la Cancin de Rolando y la Gesta del Cid. Cyrano va marchando, poeta y caballero, al redoblar sonoro del grave Romancero. Su penacho soberbio tiene nuestra aureola. Son sus espuelas finas de fbrica espaola.
Y cuando en su balada Rostand teje el envo, creerase a Quevedo rimando un desafo. Bienvenido, Cyrano de Bergerac! No seca el tiempo el lauro; el viejo corral de la Pacheca recibe al generoso embajador del fuerte Molire. En copa gala Tirso su vino vierte. Nosotros exprimimos las uvas de Champaa para beber por Francia y en un cristal de Espaa.
...:::Salvador Daz Mir:::...
Y a la puerta del viejo boho que oblicuando su ruina en la loma se recuesta en el rbol sombro, una rstica grcil asoma, como una paloma.
Infantil por edad y estatura, sorprende ostentando sazn prematura; elsticos bultos de tetas opimas; y a juzgar por la equvoca traza, no semeja sino una rapaza que reserva en el seno dos limas!
Blondo y grifo e inculto el cabello, y los labios turgentes y rojos, y de trtola el garbo del cuello, y el azul de zafiro en los ojos. Dientes albos, parejos, enanos, que apagado coral prende y liga, que recuerdan, en curvas de granos, el maz cuando tierno en la espiga. La nariz es impura, y atesta una carne sensual e impetuosa; y en la faz, a rigores expuesta, la nieve da en mbar, la prpura en rosa, y el jbilo es gracia sin velo, y en cada carrillo produce un hoyuelo.
La payita se llama Sidonia; lleg a Mxico en una barriga: en el vientre de infecta mendiga que, del fango sacada en Bolonia, form parte de cierta colonia, y acab de miseria y fatiga.(...)
(...) La luz torna las aguas espejos; y en el mar sin arrugas ni ruidos reverbera con tales reflejos, que ciega, causando vahdos.
El ambiente sofoca y escalda; y encendida y sudando, la chica se despega y sacude la falda, y as se abanica.
Los guiapos revuelan en hondas... La grey pace y trisca y holgando se tarda... y al amparo de umbrticas frondas la palurda se acoge y resguarda.
Y un borrego con gran cornamenta y pardos mechones de lana mugrienta, y una oveja con bucles de armio -la mejor en figura y alio- se copulan con ansia que tienta.
La zagala se turba y empina... y alocada en la fiebre del celo, lanza un grito de gusto y de anhelo... Un cambujo patn se avecina!
Y en la excelsa y magnfica fiesta, y cual mcula errante y funesta, un vil zopilote resbala tendido e inmvil el ala.
...:::Salvador Espriu:::...
I beg your pardon
Meditacin, con ciertos ripios, en torno a la teora atmica, tal como se la alude en los peridicos.
Cuando el centro del rnundo no eres exactamente t (por ms ilusiones que te hagas), si te despertasen en mitad de la noche, no quieras preguntarte por qu vives: distrete royndote la ua de un dedo. Cuando el centro del mundo queda tan lejos de ti que honestamente empiezas a comprender que eres nadie, detente un momento y arrales, a las primeras narices, un puetazo.
Problemas cada vez ms esquivos vienen a turbarte el dulce sueo. Ya slo te faltaba, por lo que dices, descubrir que no eres exactamente el centro del mundo.
Vecino de Badalona o de Estambul, tanto si eres activo como si eres gandul, en este nuestro mundo sin maana es muy difcil que ganes tu pan. No te dar el ms mnimo consuelo: un da cualquiera te volarn. Mas entretanto evita algunos trastornos abrochndote muy bien los pantalones.
Versin de Jos Batll
...:::Rafael Espejo:::...
Autorretrato
Al final de estos brazos unas manos para tocar por gusto o acercarle sustento a la boca que pa.
Igualmente dos piernas acopladas al tronco: lo pasean con sus lagares dentro, con sus filtros y bombas, sus engranajes sordos.
De perfil me embellecen un ojo y una oreja, media nariz, dos labios mitad sobre mitad.
Y duros huesos a los que se enredan msculos trepadores regados por la sangre que hered, todo cubierto de porosa dermis mal abrigada por vellosidades.
Pero yo, que habito una regin ignota en el cerebro, slo me reconozco ntegramente en el pene y los testculos: esos ojos no natos con trompa umbilical, reliquias ancestrales de las eras biolgicas que confluyen en m, pura animalidad que me despierta.
Para qu sirvo entonces, a qu puedo aplicar estos dispositivos, exactamente qu he venido a hacer?
Vivir, pero adems vivir consciente, vivir como si solo fuese real la vida.
Y dar gracias a ciegas a quienes me engendraron, gracias al nio que me trajo aqu, gracias a las muchachas, al perro que me sigue y a la flor transitoria, a la llovizna mstica, a la luna de agosto, gracias a los viajes que al llevarme me hacen creer en casa, y a las drogas felices, y a las decepciones que me tienen humilde.
Esto soy. Gracias, enormemente gracias. Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto, muchas gracias.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
...:::Alade Foppa:::...
3. La nariz
Casi un apndice en la serena geometra de mi rostro, nica recta en la gama de curvas suaves, el sutil instrumento que me une al aire. Cndidos olores acres aromas densas fragancias de flores y de especias -desde el ans hasta el jazmn- aspira trepidante mi nariz.
...:::Humberto Garza:::...
Agona
Dondequiera, ya no es alguna parte, ya no es hotel ni plaza ni alameda, ya no es un restaurante ni una casa friolenta donde todos acechan, amargando el frescor de la sorpresa.
Se terminaron todos los lugares, los destruy la vida sin decirme, los destruy el destino sin contarme; los destruyeron para destruirme.
El xtasis no corre por mi carne, crucificaron todos los momentos, y mi vista no es nave bregando en las ondas de tu cuerpo. A veces, la llovizna, trae aroma distrado de tu aliento, y emigro a los tneles de octubre a fumar y a degollarme en tu recuerdo.
No ha pasado la crisis, y no podr pasar, es lo que siento. En ninguna parte te encuentro. Tenemos que buscarnos mucho, mucho, con deseo fuerte y pensamiento; desgarrando las casas con la vista y viajando en la alfombra del afecto. Tenemos que buscarnos, en el pecho y la espalda, si es posible, del tiempo.
Yo te miraba de reojo, mostrndome disperso. El mbito aceptaba mi soborno, y senta que el momento y la vida... por fin, valan un poco!
Voy a peinar la ciudad de arriba abajo, voy a poner en la nariz de mi sabueso la parte tuya que dejaste en m, para que rastree tu recuerdo en la tierra y el cielo, para ver si te encuentro.
...:::Tophile Gautier:::...
Soneto japons
Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura el Japn dio a tus ojos su ms lmpido ail; la porcelana blanca no tiene la blancura de tu cuello tan suave como terso marfil.
En tu rostro sedtil suave lampo fulgura; es tu voz como el eco de las auras de abril, y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura eres luna de ncar que me alumbra sutil.
Hay nbiles anhelos en tu mirar de raso; tu boca tiene prpura de nubes en ocaso y es tu nariz risuea la de gentil musm.
Pareces una frgil sombrilla japonesa y cerca de ti aspiro, mi lnguida princesa, algo tan dulce y raro como el olor del t.
Versin de Carlos Pujol
...:::Juan Gelman:::...
La economa es una ciencia
En el decenio que sigui a la crisis se not la declinacin del coeficiente de ternura en todos los pases considerados o sea tu pas m pas los pases que crecan entre tu alma y mi alma de repente duraban un instante y antes de irse o desaparecer dejaban caer sbanas llenas de nuestros sexos que salan volando alrededor como perdices. Quiere decir que cada vez que hicimos el amor dejbamos nuestros sexos all, y ellos seguan vivitos y coleando como perdices suavsimas? Qu raro, mir que lavbamos las sbanas con subordinacin y valor para que los jugos de la noche pasada no inauguraran el pasado y ningn pasado pusiera una oficina entre nosotros para ordenarnos el hoy porque el alma amorosa es desordenada y perfecta tiene mucha limpieza y lindura se necesita todo un Dios para encerrarla como le pas a Don Francisco que as pudo cruzar el agua fra de la muerte. Es bien raro eso de nuestros sexos volando pero recuerdo ahora que cada vez que yo entraba en tu sexo y me baaban tus espumas pursimas con impaciencia y dulzura y valor me pareca or un pajarero en el bosque de vos como amor encendiendo otro amor, o ms, es cierto que cada vez nuestros sexos resucitaban y se ponan a dar vueltas entre ellos como maripositas encandiladas por el fuego y se queran morir de nuevo buscando incesantemente la libertad y haba un pas entre la vida y la muerte donde todo era consolacin y hermosura y no poseamos nuestro corazn y nuestros sexos se perdan como almas en la noche y nunca ms los volvamos a ver para entender estudio los ndices de la tasa de inversin bruta los ndices de la productividad marginal de las inversiones los ndices de crecimiento del producto amoroso otros ndices que es aburrido hablar aqu y no entiendo nada. La economa es bien curiosa al pequeo ahorrista del alma lo engaan en Wall Street los sueldos de la ternura son bajos subsiste la injusticia en el mercado mundial del amor, el aprendiz est rodeado de nubes que parecen elefantes, eso no le da dicha ni desdicha en medio de las razones las redenciones las resurrecciones. Se lleva el alma a la nariz para sentir tus perjmenes estoy viendo volar los pajaritos que te salan del sexo mejor dicho de ms all todava de todo lo que valas o brillabas o eras y dabas como jugos de la noche.
...:::Oliverio Girondo:::...
Llorar a lgrima viva...
Llorar a lgrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestin. Llorar el sueo. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto. Asistir a los cursos de antropologa, llorando. Festejar los cumpleaos familiares, llorando. Atravesar el frica, llorando. Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacues y los cocodrilos no dejan nunca de llorar. Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hasto, de alegra. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. Llorar todo el insomnio y todo el da!
No se me importa un pito que las mujeres...
No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacara el primer premio en una exposicin de zanahorias; pero eso s! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningn pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme! sta fue -y no otra- la razn de que me enamorase, tan locamente, de Mara Luisa. Qu me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? Qu me importaban sus extremidades de palmpedo y sus miradas de pronstico reservado? Mara Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el bao, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... Con qu impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algn paseo por los alrededores! All lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "Mara Luisa! Mara Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilmetros de silencio planebamos una caricia que nos aproximaba al paraso; durante horas enteras nos anidbamos en una nube, como dos ngeles, y de repente, en tirabuzn, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. Qu delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! Que voluptuosidad la de pasarse los das entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Despus de conocer una mujer etrea, puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centmetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seduccin de una mujer pedestre, y por ms empeo que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor ms que volando.
Paisaje bretn
Douarnenez, en un golpe de cubilete, empantana entre sus casas como dados, un pedazo de mar, con un olor a sexo que desmaya.
Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas! Tabernas que cantan con una voz de orangutn!
Sobre los muelles, mercurizados por la pesca, marineros que se agarran de los brazos para aprender a caminar, y van a estrellarse con un envin de ola en las paredes; mujeres salobres, enyodadas, de ojos acuticos, de cabelleras de alga, que repasan las redes colgadas de los techos como velos nupciales.
El campanario de la iglesia, es un escamoteo de prestidigitacin, saca de su campana una bandada de palomas.
Mientras las viejecitas, con sus gorritos de dormir, entran a la nave para emborracharse de oraciones, y para que el silencio deje de roer por un instante las narices de piedra de los santos.
1920
De "Veinte poemas para ser ledos en el tranva"
...:::ngel Gonzlez:::...
Los sbados
Las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas...
Elena despert a las dos y cinco, abri despacio las contraventanas y el sol de invierno hiri sus ojos enrojecidos. Apoyada la frente en el cristal, mir a la calle: nios con bufandas, perros. Tres curas paseaban. En ese mismo instante, Dora comenzaba a ponerse las medias. Las ligas le dejaban una marca en los muslos ateridos. Al encender la radio -Ada: marcha nupcial-, recordaba palabras -Dora, Dorita, te amo- a la vez que intentaba reconstruir el rostro de aquel hombre que se fue ayer -es decir, hoy- de madrugada, y lea distrada una moneda: Veinticinco pesetas. ...por la gracia de Dios. (Y por la cama) Eran las tres y diez cuando Conchita se estiraba la piel de las mejillas frente al espejo. Bostez. Miraba su propio rostro con indiferencia. Localiz tres canas en la raz oscura de su pelo amarillo. Abri luego una caja de crema rosa, cuyo contenido extendi en torno a su nariz. Bostezaba, y aprovech aquel gesto indefinible para comprobar el estado de una muela careada all en el fondo de sus fauces secas, inofensivas, turbias, algo hepticas.
Por otra parte, tambin se preparaba la ciudad. El tren de las catorce treinta y nueve alter el ritmo de las calles. Miradas vacilantes, ojos confusos, planteaban imprecisas preguntas que las bocas no osaban formular. En los cafs, entraban y salan los hombres, movidos por algo parecido a una esperanza. Se deca que an era temprano. Pero a las cuatro, Dora comenzaba a quitarse las medias -las ligas dejaban una marca en sus muslos. Lentas, solemnes, eclesisticas, volaban de las torres palomas y campanas. Mientras se bajaba la falda, Conchita vio su cuerpo -y otra sombra vaga- moverse en el espejo de su alcoba. En las calles y plazas palideca la tarde de diciembre. Elena cerr despacio las contraventanas.
...::: Nicols Guilln:::...
El abuelo
Esta mujer anglica de ojos septentrionales, que vive atenta al ritmo de su sangre europea, ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea un negro el parche duro de roncos atabales.
Bajo la lnea escueta de su nariz aguda, la boca, en fino trazo, traza una raya breve, y no hay cuervo que manche la solitaria nieve de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
Ah, mi seora! Mrate las venas misteriosas; boga en el agua viva que all dentro te fluye, y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya vers, inquieta, junto a la fresca orilla la dulce sombra oscura del abuelo que huye, el que riz por siempre tu cabeza amarilla.
...:::Manuel Gutierrez Njera:::...
La duquesa Job
A Manuel Puga y Acal
En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tras fresa y abajo ronca tu perro Bob, te har el retrato de la duquesa que adora a veces el duque Job.
No es la condesa que Villasana caricatura, ni la poblana de enagua roja que Prieto am; no es la criadita de pies nudosos, ni la que suea con los gomosos y con los gallos de Micol.
Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran seora; es la griseta de Paul de Kock. No baila "boston ", y desconoce de las carreras el alto goce, y los placeres del "five o'clock".
Pero ni el sueo de algn poeta, ni los querubes que vio Jacob, fueron tan bellos cual la coqueta de ojitos verdes, rubia griseta que adora a veces el duque Job.
Si pisa alfombra no es en su casa, si por Plateros alegre pasa y la saluda Madame Marnat, no es, sin disputa, porque la vista, s porque a casa de otra modista desde temprano rpida va.
No tiene alhajas mi duquesita, pero es tan guapa y tan bonita, y tiene un cuerpo tan "v" lan ", tan "pschutt", de tal manera trasciende a Francia, que no le igualan en elegancia ni las clientes de Hlene Kossut.
Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay espaola, yankee o francesa, ni ms bonita, ni ms traviesa que la duquesa del duque Job.
Cmo resuena su taconeo en las baldosas! Con qu meneo luce su talle de tentacin! Con qu airecito de aristocracia mira a los hombres, y con qu gracia frunce los labios! Mim Pinson!
Si alguien al alcanza, si la requiebra, ella, ligera como una cebra, sigue camino del almacn; pero ay del tuno si alarga el brazo! Nadie le salva del sombrillazo que lo descarga sobre la sien.
No hay en el mundo mujer ms linda! Pie de andaluza, boca de guinda, "esprit" rociado de Veuve Clicot; talle de avispa, cutis de ala, ojos traviesos de colegiala como los ojos de Louise Theo!
gil, nerviosa, blanca, delgada, media de seda bien estirada, gola de encaje, cors de crac!, nariz pequea, garbosa, cuca, y palpitantes sobre la nuca rizos tan rubios como el coac.
Sus ojos verdes bailan el tango; nada hay ms bello que el arremango provocativo de su nariz. Por ser tan joven y tan bonita cual mi sedosa blanca gatita, diera sus pajes la emperatriz.
Ah! T no has visto, cuando se peina, sobre sus hombros de rosa reina caer los rizos en profusin. T no has odo qu alegre canta, mientras sus brazos y su garganta de fresca espuma cubre el jabn!
Y los domingos! ...iCon qu alegra oye en su lecho bullir el da y hasta las nueve quieta se est! Cul se acurruca la perezosa, bajo la colcha color de rosa, mientras a misa la criada va!
La breve cofia de blanco encaje cubre sus rizos, el limpio traje aguarda encima del canap; altas, lustrosas y pequeitas sus puntas muestran las dos botitas, abandonadas del catre al pie.
Despus, ligera, del lecho brinca; oh, quin la viera cuando se hinca blanca y esbelta sobre el colchn! Qu vale junto de tanta gracia las nias ricas, la aristocracia, ni mis amigas de cotilln?
Toco; se viste; me abre; almorzamos; con apetito los dos tomamos un par de huevos y un buen "beefsteak", media botella de rico vino, y en coche, juntos, vamos camino del pintoresco Chapultepec.
Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay espaola, yankee o francesa, ni ms bonita ni ms traviesa que la duquesa del duque Job.
...:::Shamsuddin Hafiz:::...
Alba
Esto dijo al alba el ave a la rosa recin despertada: S amable, pues muchas como t florecen en esta explanada. La rosa ri: Vers que en verdad no mostramos dolor, Mas nunca un amante con tan duras palabras acos a su amor. Si tu deseo es beber vino de rub de la copa enjoyada Debes ensartar perlas y corales traspasados por pestaas. No puede atraer a las ventanas de su nariz el sabor del Amor Quien el polvoriento suelo de la taberna con la mejilla no barri.
Anoche, en el jardn de Iram, cuando en el aire agradecido La brisa del nuevo da meci las hermosas trenzas de jacinto Pregunt:Trono de Jamshid, dnde est la copa que revela el mundo? Suspir: Esa despierta fortuna yace ahora en un sueo profundo. No siempre de la lengua brotan amorosas palabras: Ven, trae vino, oh tabernero, pon fin a esta charla. Las lgrimas de Hafiz arrojan al mar su paciencia y talento. Qu hacer si no puede ocultar cmo el amor desgarra su ser?
De "El despertar del amor" Editorial Sufi 2 Edicin 2003 Versin de Carmen Liao
...:::Zbigniew Herbert:::...
De la traduccin potica
Como un abejorro zompn que se pos sobre la flor hasta que se encorv el flexible tallo y ahora se abre paso entre filas de ptalos parecidos a hojas de diccionario y se dirige hacia el centro donde estn el aroma y el dulzor y aunque pesc un catarro y ha perdido el sabor an persiste hasta que su cabeza golpea contra el pistilo amarillo
y aqu ya el fin difcil es penetrar por los clices de las flores hasta la raz as el abejorro se aleja muy ufano y zumbando con vigor: dentro me met y a quienes no acaban de creerle su nariz ensea amarilla de polen
1957
De "Informe sobre la ciudad sitiada". Traduccin de Xaverio Ballester Madrid, Ediciones Hiperin, 1993. 2. edicin, 2008
...:::Georg Heym:::...
Umbra Vitae
Adelante se inclinan los hombres por las calles, contemplando los signos de los cielos, en donde los cometas, con narices de fuego, amenazantes se deslizan en torno de las torres.
Los astrlogos llenan los tejados y clavan en el cielo largos tubos, y hay hechiceros: brotan de desvanes retorcidos, a oscuras, conjurando los astros.
Los suicidas andan en grandes hordas buscando entre la noche su existencia perdida, encorvados sobre los puntos cardinales, barriendo el polvo con escobas como brazos pobres.
Polvo que apenas dura, perdiendo en el camino sus cabellos, brincan, aprisa mueren y yacen en el campo con la cabeza rota,
pataleando, a veces, todava. Y las bestias del campo alrededor transitan ciegamente y les clavan los cuernos en el vientre. Se enfran sepultados bajo salvias y espinos.
Pero los mares se detienen. Los barcos, suspendidos en olas, con afliccin se pudren, dispersos, y no hay corriente mvil y los patios celestes estn todos cerrados.
Los rboles no cambian estaciones, eternamente muertos en su fin y abren sus largas manos, sus dedos de madera por caminos ruinosos.
Quien va a morir se sienta para levantarse y acaba de decir sus ltimas palabras. Se desvanece de pronto. En dnde est su vida? Sus ojos se quiebran como el cristal.
Muchos son sombras. Escondidas y turbias. Sueos que rozan sobre puertas mudas. Quien despierta agobiado por otras madrugadas debe quitar la pesadez del sueo de sus prpados grises.
Versin de Ernst Edmund Keil "Tres poetas expresionistas alemanes" Ediciones Hiperin 1998
...:::Nzim Hikmet:::...
Pienso en ti...
Pienso en ti me llega hasta la nariz el olor de mi madre de mi preciosa madre.
Montada en un carrusel, eres la belleza que llevo dentro vuela tu cabello y gira tu ropa a toda velocidad tu rostro ruboroso aparece y desaparece.
Cul es el motivo para que tu recuerdo sea como una pualada cul es el motivo de que estando tan lejos oiga tu voz y de un salto me levante?
Arrodillado contemplo tus manos quisiera acariciarlas pero no puedo ests tras un cristal. Rosa ma, soy un confundido espectador del drama que represento en mi crepsculo.
7 de agosto de 1959
De "ltimos poemas 1959-1960-1961" Versin de Fernando Garca Burillo (Ediciones del oriente y del mediterrneo -Madrid 2000)
...:::Efran Huerta:::...
Primer canto de abandono
1 Si mi voz fuese nube, ira o silencio crecido con el llanto y el amor; si fuese luz, o solamente ave con las alas cargadas de tristeza; si el silencio viniese, si la muerte...
Adnde ir con ella, iluminada con fuego de gemidos y caricias y grmenes de mustias esperanzas?
Y una voz inhumana: -Donde no existan lgrimas de odio ni pantanos con rosas y claveles.
Mi voz en la saliva del olvido, como pez en un agua de naufragio.
2 (Pero yo amo el abandono por violeta y callado. Amo tu entrada al invierno sin mi cuerpo, admiro tu fealdad de dalia negra adolorida, adoro con ceguera tu pasin por la lluvia y el encanto de tus narices fras, amada razonable y sencilla.)
3 Ya mi voz no suplica ni lastima como la vieja msica del mar a los marinos tmidos y al cielo. Si pudiera la hara tan suave como fino suspiro de muchacha, como brillo de dientes o poema.
Oh, voz del abandono sin sollozos: oh, mi voz como la luz desordenada, como gladiola fnebre.
Ella hace el canto primero del abandono en lo alto de risibles templos, en las manos vacas de millones de hombres, en las habitaciones donde el deseo es lodo y el desprecio un pan de cada noche.
Ella es mi propio secreto, la invisible de m mi mismo: mi conducta en la carne de los jardines, en el alma de las playas cuando hacia ellas voy con las manos cantando.
Mi voz es el resumen de todos los insomnios: mi adolescencia mediocre y sencilla como una ceniza palpitante.
No llorara por mi ternura finalmente enterrada ni por un sueo herido sentira fina tristeza, pero s por mi voz oculta para siempre, mi voz como perla abandonada.
...:::Vicente Huidobro:::...
Canto IV
No hay tiempo que perder Enfermera de sombras y distancias Yo vuelvo a ti huyendo del reino incalculable De ngeles prohibidos por el amanecer
Detrs de tu secreto te escondas En sonrisa de prpados y de aire Yo levant la capa de tu risa Y cort las sombras que tenan Tus signos de distancia sealados
Tu sueo se dormir en mis manos Marcado de las lneas de mi destino inseparable En el pecho de un mismo pjaro Que se consume en el fuego de su canto De su canto llorando al tiempo Porque se escurre entre los dedos
Sabes que tu mirada adorna los veleros De las noches mecidas en la pesca Sabes que tu mirada forma el nudo de las estrellas Y el nudo del canto que saldr del pecho Tu mirada que lleva la palabra al corazn Y a la boca embrujada del ruiseor
No hay tiempo que perder A la hora del cuerpo en el naufragio ambiguo Yo mido paso a paso el infinito
El mar quiere vencer Y por lo tanto no hay tiempo que perder Entonces Ah entonces Ms all del ltimo horizonte Se ver lo que hay que ver
Por eso hay que cuidar el ojo precioso regalo del cerebro El ojo anclado al medio de los mundos Donde los buques se vienen a varar Mas si se enferma el ojo qu he de hacer? Qu haremos si han hecho mal de ojo al ojo? Al ojo avizor afiebrado como faro de lince La geografa del ojo digo es la ms complicada El sondaje es difcil a causa de las olas Los tumultos que pasan La apretura continua Las plazas y avenidas populosas Las procesiones con sus estandartes Bajando por el iris hasta perderse El raj en su elefante de tapices La cacera de leones en selvas de pestaas seculares Las migraciones de pjaros friolentos hacia otras retinas Yo amo mis ojos y tus ojos y los ojos Los ojos con su propia combustin Los ojos que bailan al son de una msica interna Y se abren como puertas sobre el crimen Y salen de su rbita y se van como cometas sangrientos al azar Los ojos que se clavan y dejan heridas lentas a cicatrizar Entonces no se pegan los ojos como cartas Y son cascadas de amor inagotables Y se cambian da y noche Ojo por ojo Ojo por ojo como hostia por hostia Ojo rbol Ojo pjaro Ojo ro Ojo montaa Ojo mar Ojo tierra Ojo luna Ojo cielo Ojo silencio Ojo soledad por ojo ausencia Ojo dolor por ojo risa
No hay tiempo que perder Y si viene el instante prosaico Siga el barco que es acaso el mejor Ahora que me siento y me pongo a escribir Qu hace la golondrina que vi esta maana Firmando cartas en el vaco? Cuando muevo el pie izquierdo Qu hace con su pie el gran mandarn chino? Cuando enciendo un cigarro Qu hacen los otros cigarros que vienen en el barco? En dnde est la planta del fuego futuro? Y si yo levanto los ojos ahora mismo Qu hace con sus ojos el explorador de pie en el polo? Yo estoy aqu En dnde estn los otros? Eco de gesto en gesto Cadena electrizada o sin correspondencias Interrumpido el ritmo solitario Quines se estn muriendo y quines nacen Mientras mi pluma corre en el papel?
No hay tiempo que perder Levntate alegra Y pasa de poro en poro la aguja de tus sedas
Darse prisa darse prisa Vaya por los globos y los cocodrilos mojados Prstame mujer tus ojos de verano Yo lamo las nubes salpicadas cuando el otoo sigue la carreta del asno Un periscopio en ascensin debate el pudor del invierno Bajo la perspectiva del volantn azulado por el infinito Color joven de pjaros al ciento por ciento Tal vez era un amor mirado de palomas desgraciadas O el guante importuno del atentado que va a nacer de una mujer o una amapola El floreo de mirlos que se besan volando Bravo pantorrilla de noche de la ms novia que se esconde en su piel de flor
Rosa al revs rosa otra vez y rosa y rosa Aunque no quiera el carcelero Ro revuelto para la pesca milagrosa
Noche prstame tu mujer con pantorrillas de florero de amapolas jvenes Mojadas de color como el asno pequeo desgraciado La novia sin flores ni globos de pjaros El invierno endurece las palomas presentes Mira la carreta y el atentado de cocodrilos azulados Que son periscopios en las nubes del pudor Novia en ascensin al ciento por ciento celeste Lame la perspectiva que ha de nacer salpicada de volantines Y de los guantes agradables del otoo que se debate en la piel del amor.
No hay tiempo que perder La indecisin en barca para los viajes Es un presente de las crueldades de la noche Porque el hombre malo o la mujer severa No pueden nada contra la mortalidad de la casa Ni la falta de orden Que sea oro o enfermedad Noble sorpresa o espin domstico para victoria extranjera La disputa intestina produce la justa desconfianza De los prpados lavados en la prisin Las penas tendientes a su fin son travesaos antes del matrimonio Murmuraciones de cascada sin proteccin Las disensiones militares y todos los obstculos A causa de la declaracin de esa mujer rubia Que critica la prdida de la expedicin O la utilidad extrema de la justicia Como una separacin de amor sin porvenir La prudencia llora los falsos extravos de la locura naciente Que ignora completamente las satisfacciones de la moderacin
No hay tiempo que perder Para hablar de la clausura de la tierra y la llegada del da agricultor a la nada amante de lotera sin proceso ni nio para enfermedad pues el dolor imprevisto que sale de los cruzamientos de la espera en este campo de la sinceridad nueva es un poco negro como el eclesistico de las empresas para la miseria o el traidor en retardo sobre el agua que busca apoyo en la unin o la disensin sin reposo de la ignorancia pero la carta viene sobre la ruta y la mujer colocada en el incidente del duelo conoce el buen xito de la preez y la inaccin del deseo pasado da la ventaja al pueblo que tiene inclinacin por el sacerdote pues l realza de la cada y se hace ms ntimo que el extravo de la doncella rubia o la amistad de la locura
No hay tiempo que perder Todo esto es triste como el nio que est quedndose hurfano O como la letra que cae al medio del ojo O como la muerte del perro de un ciego O como el ro que se estira en su lecho de agonizante Todo esto es hermoso como mirar el amor de los gorriones Tres horas despus del atentado celeste O como or dos pjaros annimos que cantan a la misma azucena O como la cabeza de la serpiente donde suea el opio O como el rub nacido de los deseos de una mujer Y como el mar que no se sabe si re o llora Y como los colores que caen del cerebro de las mariposas Y como la mina de oro de las abejas Las abejas satlites del nardo como las gaviotas del barco Las abejas que llevan la semilla en su interior Y van ms perfumadas que pauelos de narices Aunque no son pjaros
Pues no dejan sus iniciales en el cielo En la lejana del cielo besada por los ojos Y al terminar su viaje vomitan el alma de los ptalos Como las gaviotas vomitan el horizonte Y las golondrinas el verano
No hay tiempo que perder Ya viene la golondrina monotmpora Trae un acento antpoda de lejanas que se acercan Viene gondoleando la golondrina
...:::Daro Jaramillo Agudelo:::...
Arrodillado te degusto te lamo y lamo olfateo cada parte de ti te aprendo con labios y nariz te estremezco y ensalzo subo y bajo lengua de pezn a pubis lengua de boca a oreja interminable.
...:::Carmen Jodra Dav:::...
Retrato gongorino
Es la hora aquella en que el carro Febeo ha comenzado ha poco su carrera, y una boca de hoguera su aliento abrasador da ya encendido a hemisferio dormido, cuando aquel a quien nunca llaman feo ni han razn, que alto ms que Cipariso, que Jacinto fragante y ms ensimismado que Narciso y orgulloso que Apolo ser pudiera si Olimpo griego su morada fuera por ciudad castellana, vuelve a la vida desde el oscilante caliginoso mundo que se habita a prpados bajados y disuelve la luz de la maana. Sobre plumas y linos abrazados, pasa de tierno ovillo a ancha corriente; los paisajes que viera un selenita tiemblan en ese ro, que a varn como a hembra quita el fro. Al hilo dignifica la hermosura, dulcemente inmadura, del tendido durmiente, porque en diecisis aos no ha habido tiempo an para los daos de tiempo cruel o prctica natura, que sacrifica el arte a la simiente; en el cuerpo yacente hay candor y abandono y hay tersura que vrtigo provoca, como provoca vrtigo la boca, roja rosa entreabierta de riqusimo aroma, con las mrbidas formas de una poma, que al ms dormido instinto lo despierta. Y los prpados lisos, y de las cejas las espesas lneas, que no han tocado nunca las Erinias con sus crueles avisos, la barbilla perfecta, la nariz intachablemente recta y la suave mejilla ruborosa; la cara ms hermosa, en fin, y el cuerpo ms hermoso y noble que engendrara jams mujer alguna, y no quiso el azar hacerlo doble porque tanta belleza fuera una, y pudiera decirse con justicia: "Sin par!"; y, en su malicia, por no excederse en buena la Fortuna. Frunciendo el fino ceo, la sublime criatura deja el sueo, que parece llorar por su partida, y en actitud que fuera, para aquel que lo viera, recompensa y gloria inmerecida, se mueve y despereza con voluptuosidad, y al fin bosteza con tan dulce bostezo, que le envidian las flores ms preciosas del naranjo, el almendro y el cerezo. Su aliento es el aliento de las rosas... Se yergue, y su hermosura al cielo embriaga y al barro que su planta pisa halaga, y el guila recuerda sus misiones de antao y lamenta que hoy, para su dao, sea la divinidad siempre tan cuerda. Con leve pie el muchacho sale y deja, ms cuanto ms se aleja, arrebatada y anhelosa el alma y vaca de calma.
...:::Miguel Labordeta:::...
Matinal
Cuando los besos saben a mojadas plidas de ojos oscuros de pjaro enlazado con nacimientos de montaas tras el duro trance que agoniza en las escafandras de barro de las sumisas embarazadas sin nariz.
...:::Michel Leiris:::...
Jolly Fellow
A Jacques Baron
Cuando naci algunos dijeron que tena filamentos de angustia en el lugar del corcho de su cabellos un tapn de corazn en el lugar del corcho un tapn de corcho en el lugar del corazn
Padeci toda la familia cruji el artesonado ms las hadas de bocas grandes como esos ros que arrastran las fiebres cantaron al unsono He 's a jolly fellow Por Cristo! He 's a jolly fellow
Sus manos eran labios sus labios narices y su frente un haba seca y apretada como el peso del genio cuando deja caer a plomo su peste pulmonar sobre las espaldas de un adolescente que ha crecido muy rpido que cree todava en la locura del viento y en la frescura de las rosas de las huertas
Jovencsimo ya amaba la piratera -o ms bien la atroz bufonada- de las luchas amorosas las bocas pegadas a sus pies de cejas el atad de los ombligos los dientes clavados en sus uas burlonas
Jovencsimo se aprovechaba ya de las amantes de sus caricias deletreas pero ms que nada le gustaba embriagarse y vomitar como para escupir todas las porqueras del cielo y de la tierra He 's a jolly fellow Por Cristo! He 's a jolly fellow
Paseando silbaba y los aires que salan de sus labios divertan hasta a las hortalizas que crecan en pequeos recintos extremadamente desagradables regadas por los llantos las secretas poluciones de la tierra
A un ragtime sigue otro Una aventura vale por otra en ese bao de cristales vacos donde morimos literalmente de hambre Se encaprich de un barco Se encaprich de una negra Ms tarde de un tocador de un escabel de un castigo En fin lleva la existencia de un palo de silla carcomido mientras su viejo tapn cordial danza y se agita como los pliegues de una cortina He 's a jolly fellow Por Cristo! He 's a jolly fellow
An descansan los navos en los muelles mas los bolsillos estn secos Todos los paoles no obstante descienden y dan una vuelta en torno a los cristales des lustrados en los antros de la nada
Cuando regresan sus dedos y los cabos que penden de sus ropas aparecen enmaraados de mujeres pero l slo silba y vomita de asco porque no cogi nada
Transcurre toda su vida
de bar en bar para hacer llamear sus clidas borrachografas de ciudad en ciudad de plegaria en plegaria Sus pies de manos estn cubiertos de duras callosidades que oscurecen tambin sus pulmones de prpados Mas un hermosa da se colg y alrededor de l se burlaban los pjaros Entonces vomit como sola y de modo natural se dilataron sus ojos un buen trozo de salchicha nos sentara mejor gritaron los gusanos que le roan
He 's a jolly fellow Por Cristo! Ahora hay que comerse su cuerpo de glorioso mrtir
La dulce nieve de su cuerpo de su vientre de rostro de su pueblo de axilas se fundi lentamente y sin canciones bajo la caricia de esta miseria calma de las vajillas Un campanario se alza crujen las persianas ms tarde las aves vuelven en bandadas y ms de un cntaro se raja
Danzaron hasta la noche los marineros los vasos se vaciaron y se los separa mas en una oscura calleja algunos mendigos hasta el alba cantaron He 's a jolly fellow Por Cristo! He 's a jolly fellow
Pero ahora quin quin ahora abrir la ventana?
Versin de Antonio Martnez Sarrin Visor Madrid 1984
...:::Leopoldo de Luis:::...
El paisaje eres t
No hay paisaje sin ti. Qu roca oscura, qu mar de plomo, qu amarillo cielo. Es slo tu mirada la que infunde belleza y claridad. Mquina extraa que elabora el prodigio del paisaje.
Slo es rosa la rosa si la miras y este trozo de tierra abrupta y este trozo de mar sombro se revelan en tus laboratorios cerebrales. Ah, si fuese verdad tanta belleza. Pero la verdad nace en los sentidos. La verdad es tu mano y es tu lengua, tu nariz, tus odos, tus pupilas y tu humana conciencia recogiendo tanto material presto a la hermosura.
Cuando la bomba asptica extermine crneas, tmpanos, lenguas, pituitarias y piel en forma tuya edificados, qu ser de esta pobre geografa sin el soplo de un dios que la despierte?
...:::Manuel Magallanes:::...
La nia jadeante
Te llegas junto a m, toda agitada como tras de un divino y largo esfuerzo.
Es un cansancio alegre el que te inquieta, como el cansancio alegre del que alcanza con porfiada labor un regocijo.
Tus labios me sonren entreabiertos y por ellos se escapa el fuerte soplo de tu respiracin, y cuando luego tus labios se renen, se dilatan los nerviosos y finos agujeros de tu nariz.
Con tu cansancio alegre. con el ondear de tus redondos senos, con el rodar de tus sedosas trenzas, con el fuego de vida en que est envuelto todo tu ser, pareces, nia ingenua, una bacante de vestir moderno.
Seductora inconsciente, encantadora que ignoras, castamente, los efectos de tus vivos encantos, tus pupilas miran con limpidez, sin ver que dentro de las mas se yergue amenazante una hambrienta manada de deseos.
...:::Vladimir Maacovski:::...
Himno al crtico
De la pasin de un cochero y una lavandera charlatana, naci un hijo mediocre. El nio no es una basura, no se puede arrojar al tacho. La madre llor y lo llam Crtico.
El padre recordando sus antecesores, gustaba discutir los derechos de maternidad. Tena educacin de saln, de sociedad. El chico deba inclinarse de pura humildad.
Como charla el sereno con la cocinera, charlaba la madre y lavaba calzones. De la madre hered el chiquillo el olor, y la capacidad de meterse fcil y con jabn.
Cuando creci alto como un bastn, y las pecas salpicaron su rostro, con un golpe elegante y feroz, lo echaron a la calle, para que se haga hombre. Acaso le hace falta mucho al hombre? Un montn.
Unos pantalones largos y un bocado de pan, con su nariz como moneda de cobre, desde sus primeros aos le tom al dinero el olor agradable.
A no s qu propietario, de no s qu estancia, fue a golpearle la puerta con delicadeza, y muy pronto, el Crtico de la famosa estancia, orde palabras, pan y una corbata de gran prestancia.
Fcil es ahora andar por el mundo vestido y calzado. A los jvenes buscadores de juegos exquisitos, d gusto, aunque sea con unos prrafos, morderlos con los dientes, y los carrillos ardientes. Pero si se cuela en la red del diario, alguna palabra sobre la grandeza de Pushkin o Dante parece que en el diario se descompone, un enorme lacayo repugnante. Y cuando, por ltimo, en un aniversario, se frotan los ojos entre espirales de incienso, su nombre aparecer el primero, barnizado, y brillando en una tabaquera flamante.
Publicado en el ao 1915, junto con la serie de a la Salud, al Almuerzo.
...:::Dolan Mor:::...
A la sombra de un violn pienso que soy Anne Sophie Mutter
1 Veo una corneja que brilla sobre la rama de un abeto mientras pienso en tu apellido (oh Franz Kafka) y medito: a) en tu familia sin dinero b) en la empresa del cuervo hacia el negocio c) en los alambres de tus cejas muertas d) en tu semblante enfermo taciturno e) en tu cara de ave que me observa delante de un espejo f) en tu nariz acaso el pico hundido bajo la carne que destruye la vida.
Ahora la poesa no menciona los sauces a orillas...
Ahora la poesa no menciona los sauces a orillas de la alberca, ni escribe cisne o dalia al pie de un cardenillo. Slo habla de McDonalds, drogas, viajes a Europa, la prctica promiscua del sexo en los hoteles. No est bien ser poeta si no fumas cannabis, si no besas a un perro en su esfera de muerte. Slo se necesita un coche en la cartera, un anillo en la oreja, un polvo en la nariz. No importa si eres hembra o macho en tus costumbres siempre que un vibrador descanse en tu bolsillo cual pez de silicona bajo un lago de escarcha. No debes olvidar las playas de nudismo o leer a Bukowski en medio de un spa (aunque ignores que Spa se llama un pueblo en Blgica, o que salut per aquam proviene del latn). Lo importante es decir palabras en ingls e ignorar que Lezama vivi dentro de un mulo asmtico y rapsoda. Tambin que lleves gafas en medio de la noche, o que hagas como yo que me pongo una gorra hasta para ducharme en los meses de invierno. Un sello en el mercado, los enigmas del marketing en cada laberinto que construyen tus dedos mientras subes un da al tren, al ascensor que te lleve a ese suave destino que es el arte. Eso s, nunca olvides borrar de tus poemas las hojas de los sauces o ir a un restaurante donde la carta ignore ese plato exquisito: el cisne de Daro (desplumado y enfermo) con la dalia en el pico.
...:::Csar Moro:::...
La leve pisada del demonio nocturno
En el gran contacto del olvido A ciencia cierta muerto Tratando de robarte a la realidad Al ensordecedor rumor de lo real Levanto una estatua de fango pursimo De barro de mi sangre De sombra lcida de hambre intacto De jadear interminable Y te levantas como un astro desconocido Con tu cabellera de centellas negras Con tu cuerpo rabioso e indomable Con tu aliento de piedra hmeda Con tu cabeza de cristal Con tus orejas de adormidera Con tus labios de fanal Con tu lengua de helecho Con tu saliva de fluido magntico Con tus narices de ritmo Con tus pies de lengua de fuego Con tus piernas de millares de lgrimas petrificadas Con tus ojos de salto nocturno Con tus dientes de tigre Con tus venas de arco de violn Con tus dedos de orquesta Con tus uas para abrir las entraas del mundo Y vaticinar la prdida del mundo En las entraas del alba Con tus axilas de bosque tibio Bajo la lluvia de tu sangre Con tus labios elsticos de planta carnvora Con tu sombra que intercepta el ruido Demonio nocturno As te levantas para siempre Pisoteando el mundo que te ignora Y que ama sin saber tu nombre Y que gime tras el olor de tu paso De fuego de azufre de aire de tempestad De catstrofe intangible y que merma cada da Esa porcin en que se esconden los designios nefastos y la sospecha que tuerce la boca del tigre que en las maanas escupe para hacer el da
De "La tortuga ecuestre" 1936-1939
Visin de planos apolillados cayendo en ruinas
Les tenbres vertes dans les soirs humides de la belle saison Baudelaire
El incesto representado por un seor de levita Recibe las felicitaciones del viento caliente del incesto Una rosa fatigada soporta un cadver de pjaro Pjaro de plomo dnde tienes el cesto del canto Y las provisiones para tu cra de serpientes de reloj Cuando acabes de estar muerto sers una brjula borracha Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo de las islas del Pacfico que navega en una tortuga musical divina y cretina Sers un mausoleo a las vctimas de la peste o un equilibrio pasajero entre dos trenes que chocan Mientras la plaza se llena de humo y de paja y llueve algodn arroz agua cebollas y vestigios de alta arqueologa Una sartn dorada con un retrato de mi madre Un banco de csped con tres estatuas de carbn Ocho cuartillas de papel manuscritas en alemn Algunos das de la semana en cartn con la nariz azul Pelos de barba de diferentes presidentes de la repblica del Per clavndose como flechas de piedra en la calzada y produciendo un patriotismo violento en los enfermos de la vejiga Sers un volcn minsculo ms bello que tres perros sedientos hacindose reverencias y recomendaciones sobre la manera de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso
De "La tortuga ecuestre" 1936-1939
...:::Jess Munrriz:::...
Surgi del llanto tu presencia...
Surgi del llanto tu presencia y trastroc el pretil del sufrimiento sin ambages. Volaron desde entonces albos designios por la maana de mi soledad. Amaneca a tu lado diariamente un gris ms plido que su predecesor y desde l levantbamos, acordes, escalones de pulso y de futuro. Lentos cimientos. Voluntad unnime, recelos desvelados. Han echado races poderosas aquellas horas y mis clulas trenzan slo mensajes que han de vivir las tuyas y de las tuyas recibo yo tambin estas felices transmisiones que me nutren y animan. Soy carne de tu labio y beso de tu boca. Llevo la marca de tus dedos en mi pelo y mi costado aora tu nariz. Hasta el cerebro, a menudo pospuesto en estos trmites, te anhela en m sin freno. Has sabido, de un vaco agrietado y sin lmites, convocar las ms sutiles concreciones para con ellas ir hilando espacios habitables. Has recompuesto esta desmenuzada sbana laborable con una mano mgica. Has dado aire al pincel, que por l se enarbola, y lucro a las palabras, ya incontinentes por tu ausencia. Nadie supo jams horadar este bote, dar voz a esta hojalata como t. Han recado en tu esqueleto impaciencias de siglos. Has abierto un cancel oculto y por el patinillo a que da paso irrumpe, renovada, mi triple geografa. He de viajarte ausente y renovarte misteriosa y difana. He de pisarte, uva madura, y destilarte, orujo, y aprovisionar a mi descendencia de la bebida de tu cuerpo. Voy a engarzar mi historia en tu recuerdo para un proyecto alegre de renovadas simetras. Voy a soarte en cada vida. Voy a vivirte en cada sueo.
"De aquel amor me quedan estos versos" 1975
...:::Pablo Neruda:::...
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo...
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo y por las calles voy sin nutrirme, callado, no me sostiene el pan, el alba me desquicia, busco el sonido lquido de tus pies en el da.
Estoy hambriento de tu risa resbalada, de tus manos color de furioso granero, tengo hambre de la plida piedra de tus uas, quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura, la nariz soberana del arrogante rostro, quiero comer la sombra fugaz de tus pestaas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepsculo buscndote, buscando tu corazn caliente como un puma en la soledad de Quitatre.
Juntos nosotros
Qu pura eres de sol o de noche cada, qu triunfal desmedida tu rbita de blanco, y tu pecho de pan, alto de clima, tu corona de rboles negros, bienamada, y tu nariz de animal solitario, de oveja salvaje que huele a sombra y a precipitada fuga tirnica. Ahora, qu armas esplndidas mis manos, digna su pala de hueso y su lirio de uas. y el puesto de mi rostro, y el arriendo de mi alma estn situados en lo justo de la fuerza terrestre.
Qu pura mi mirada de nocturna influencia, cada de ojos oscuros y feroz acicate, mi simtrica estatua de piernas gemelas sube hacia estrellas hmedas cada maana, y mi boca de exilio muerde la carne y la uva, mis brazos de varn, mi pecho tatuado en que penetra el vello como ala de estao, mi cara blanca hecha para la profundidad del sol, mi pelo hecho de ritos, de minerales negros, mi frente, penetrante como golpe o camino, mi piel de hijo maduro, destinado al arado, mis ojos de sal vida, de matrimonio rpido, mi lengua amiga blanda del dique y del buque, mis dientes de horario blanco, de equidad sistemtica, la piel que hace a mi frente un vaco de hielos y en mi espalda se torna, y vuela en mis prpados, y se repliega sobre mi ms profundo estmulo, y crece hacia las rosas en mis dedos, en mi mentn de hueso y en mis pies de riqueza.
Y t como un mes de estrellas, como un beso fijo, como estructura de ala, o comienzos de otoo, nia, mi partidaria, mi amorosa, la luz hace su lecho bajo tus grandes prpados, dorados como bueyes, y la paloma redonda hace sus nidos blancos frecuentemente en ti. Hecha de ola en lingotes y tenazas blancas, tu salud de manzana furiosa se estira sin lmite, el tonel temblador en que escucha tu estmago, tus manos hijas de la harina y del cielo.
Qu parecida eres al ms largo beso, su sacudida fija parece nutrirte, y su empuje de brasa, de bandera revuelta, va latiendo en tus dominios y subiendo temblando, y entonces tu cabeza se adelgaza en cabellos, y su forma guerrera, su crculo seco, se desploma de sbito en hilos lineales como filos de espadas o herencias de humo.
...:::Eunice Odio:::...
Poema octavo (Mi Amado)
I Pregunt a las mujeres del campo por el Hombre;
Pregunt a la mujer cuya insepulta frente detenase al cabo de su nio infecundo y sollozaba.
-Mujer has visto t a mi Amado,
Has visto al husped mo, al camarada hermoso?
Su carne que el verano golpea de amapolas,
Su nariz de poniente,
Y el pecho de oro nufrago como los litorales.
Lo conoces?
Puede pasar de pronto con la piel soolienta y alegres las axilas retumbantes y frescas.
Oh, el camarada hermoso con los talones giles y plido el peinado candoroso,
Saturada de clima nocturno su garganta,
Y la mano en que estalla la angustia como el mar.
Lo reconoces reposando al borde de mis inmediaciones como torrente de islas y pjaros cautivos?
II Yo lo busco.
l es mi Camarada;
Junto a su mano dejan su olor las golondrinas
Y una ola de mineral oculto lo recorre.
Queris hallarlo conmigo
Oh, mujeres de vientre madurado en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo y se hace honda en la frente la seal de parir y sollozar! Oh, doncellas alegres en cuya boca estalla el primer ruiseor y el agua masculina es recogida en cauce estremecido!
Oh, nios de marfil y ncar fugitivo por cuyo salto de jazmn resbalan las maanas escolares!
Busco a mi Camarada y por su origen inocente avanzo sin saberlo; y me detengo. Buscadlo cuando el trueno, cuando las manos de Dios vienen rodando como suaves rboles enfurecidos,
Por entre los sepulcros invasores,
Entre semanas llenas de ovejas y enramadas.
Queris buscarlo conmigo, y exaltarlo, A l, al Hombre,
Al que camina en parte con mi alma,
Al del muslo entornado cuya daga sumergida en la noche ya no tiembla en el aire, ni secar en su diestra cortada a pico y sola con el miedo.
Y al otro, desamado sollozo de mi frente que apenas tiene un trozo de hierba para posar su odo y es seor de arboledas y ciudades.
Al Hombre, al Camarada.
Bendito sea su vientre que comparto en el seno de mi madre
Queris buscarlo y exaltarlo conmigo,
Al Amado del da transitorio cuya angustia se detiene en mis pechos como el mar.
Queris que vaya y me ofrezca en sus manos como semilla de xtasis,
Que le lleve mi cuerpo reclinado entre palomas,
Y que llene su boca de sol y medioda
Oh nios,
Oh doncellas alegres,
Oh mujeres de vientre madurado,
Glorificadlo y exaltadlo conmigo.
Hasta que nuestras bocas sagradas se detengan
As sea.
...:::Gilberto Owen:::...
Booz ve dormir a Ruth
La isla est rodeada por un mar tembloroso que algunos llaman piel. Pero es espuma. Es un mar que prolonga su blancura en el cielo como el halo de las tehuanas y los santos. Es un mar que est siempre en trance de primera comunin.
Quin habitara tu veraz incendio rodeado de azucenas por doquiera, quin entrara a tus dos puertos cerrados azules y redondos como ojos azules que aprisionaron todo el sol del da, para irse a soar a tu serena plaza pueblerina -que algunos llaman frente- debajo de tus rboles de cabellos textiles que se te enrollan en ovillos para que tengas que peinrtelos con husos. He ledo en tu oreja que la recta no existe aunque diga que s tu nariz euclidiana; hay una voz muy roja que se qued encendida en el silencio de tus labios. Cllala para poder or lo que me cuente el aire que regresa de tu pecho; para saber por qu no tienes en el cuello mi manzana de Adn, si te la he dado; para saber por qu tu seno izquierdo se levanta ms alto que el otro cuando aspiras; para saber por qu tu vientre liso tiembla cuando lo tocan mis pupilas. Has bajado una mano hasta tu centro.
Saben an tus pies, cuando los beso, al vino que pisaste en los lagares; qu frgil filigrana es la invisible cadena con que ata el pudor tus tobillos; yo conoc un ro ms largo que tus piernas -algunos lo llamaban Va Lctea- pero no discurra tan moroso ni por cauce tan firme y bien trazado; una noche la luna llenaba todo el lago; Zirahun era as dulce como su nombre: era la anunciacin de tus caderas. Si tus manos son manos, cmo son las anmonas? Cinco uas se apagan en tu centro.
No haber estado el da de tu creacin, no haber estado antes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia -y no saber qu eres ni qu estars soando. Hoy te destrozara por saberlo.
...:::Nicanor Parra:::...
Epitafio
De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa Hijo mayor de un profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas esculidas Y de ms bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca del dolo azteca -Todo esto baado Por una luz entre irnica y prfida- Ni muy listo detonto de remate Fui lo que fui: una mezcla De vinagre y aceite de comer Un embutido de ngel y bestia!
La vbora
Durante largos aos estuve condenado a adorar a una mujer despreciable, sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento, trabajar da y noche para alimentarla y vestirla, llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas, a la luz de la luna realizar pequeos robos, falsificaciones de documentos comprometedores, so pena de caer en descrdito ante sus ojos fascinantes.
En horas de comprensin solamos concurrir a los parques y retratarnos juntos manejando una lancha a motor, o nos bamos a un caf danzante donde nos entregbamos a un baile desenfrenado que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada. Largos aos viv prisionero del encanto de aquella mujer que sola presentarse a mi oficina completamente desnuda ejecutando las contorsiones ms difciles de imaginar con el propsito de incorporar mi pobre alma a su rbita y, sobre todo, para extorsionarme hasta el ltimo centavo. Me prohiba estrictamente que me relacionase con mi familia. Mis amigos eran separados de m mediante libelos infamantes que la vbora haca publicar en un diario de su propiedad. Apasionada hasta el delirio no me daba un instante de tregua, exigindome perentoriamente que besara su boca y que contestase sin dilacin sus necias preguntas, varias de ellas referentes a la eternidad ya la vida futura, temas que producan en m un lamentable estado de nimo, zumbidos de odos, entrecortadas nuseas, desvanecimientos prematuros que ella saba aprovechar con ese espritu prctico que la caracterizaba para vestirse rpidamente sin prdida de tiempo y abandonar mi departamento dejndome con un palmo de narices.
Esta situacin se prolong por ms de cinco aos. Por temporadas vivamos juntos en una pieza redonda que pagbamos a medias en un barrio de lujo cerca del cementerio. (Algunas noches hubimos de interrumpir nuestra luna de miel para hacer frente a las ratas que se colaban por la ventana). Llevaba la vbora un minucioso libro de cuentas en el que anotaba hasta el ms mnimo centavo que yo le peda en prstamo; o me permita usar el cepillo de dientes que yo mismo le haba regalado y me acusaba de haber arruinado su juventud: lanzando llamas por los ojos me emplazaba a comparecer ante el juez y pagarle dentro de un plazo prudente parte de la deuda pues ella necesitaba ese dinero para continuar sus estudios. Entonces hube de salir a la calle y vivir de la caridad pblica, dormir en los bancos de las plazas, donde fui encontrado muchas veces moribundo por la polica entre las primeras hojas del otoo. Felizmente aquel estado de cosas no pas ms adelante, porque cierta vez que yo me encontraba en una plaza tambin posando frente a una cmara fotogrfica unas deliciosas manos femeninas me vendaron de pronto la vista mientras una voz amada para m me preguntaba quin soy yo. Tu eres mi amor, respond con serenidad. ngel mo, dijo ella nerviosamente, permite que me siente en tus rodillas una vez ms! Entonces pude percatarme de que ella se presentaba ahora provista de un pequeo taparrabos. Fue un encuentro memorable, aunque lleno de notas discordantes: me he comprado una parcela, no lejos del matadero, exclam, all pienso construir una especie de pirmide en la que podamos pasar los ltimos das de nuestra vida. Ya he terminado mis estudios, me he recibido de abogado, dispongo de un buen capital; dediqumonos a un negocio productivo, los dos, amor mo, agreg, lejos del mundo construyamos nuestro nido. Basta de sandeces, repliqu, tus planes me inspiran desconfianza. Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer puede dejarnos a todos en la miseria ms espantosa. Mis hijos han crecido ya, el tiempo ha transcurrido, me siento profundamente agotado, djame reposar un instante, treme un poco de agua, mujer, consgueme algo de comer en alguna parte, estoy muerto de hambre, no puedo trabajar ms para ti, todo ha terminado entre nosotros.
...:::Benjamin Pret:::...
Testamento de Parmentier
Patata que hiciste de tu madre
Mi madre era una puta que no tena robe de chambre
Patata que hiciste de tu padre
Mi padre era un alcohlico que me pegaba en la nariz
Patata t vas a morir y tu piel vestir a ms de un fantasma extraviado en negras escaleras pero antes mrate en tu espejo y dime si va a llover.
Versin de Braulio Arenas
...:::Francisco Pino:::...
La nariz
Aqu, s, pulcritud de pulcritudes, perfil al vuelo afin, nivel de ardides, ests, oh mariposa que divides cielos de nieve y rosas de lades.
Oh cun lrica maga de altitudes que fiel de reinas majestades mides, oh muda augusta, en soledad, que impides junto a ti, rosa impar, similitudes.
Ay, primorosa reina de jazmines entre dos verdes fuegos encumbrada a ser espada-atril de serafines,
smbolo de existir, nota encarnada, la breve humana majestad defines, dije de orgullo con revs de nada!
...:::Sylvia Plath:::...
Hongos
De noche, muy blancos, discretos, muy silenciosos
nuestros pies, nuestras narices captan la tierra, el aire.
Nadie nos ve, para, traiciona; los granos abren
paso, los puos pas apartan y hojas tupidas,
incluso alfombras. Mallos, arrietes, sordos y ciegos,
del todo mudos, agrandan grietas, sondean huecos.
De agua vivimos, de migas de aire, suaves pedimos:
o todo o nada. Somos tantsimos! Somos tantsimos!
Somos estantes, mesas, muy dciles y comestibles,
entrometidos involuntarios. Somos fecundos:
maana el mundo ser ya nuestro: ya os avisamos.
...:::Leopoldo Alas:::...
Mi olor a ti
Toda mi ropa huele a cuando estabas. Sera al abrazarte -no lo entiendo- o que estuviste cerca y se qued prendido. Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga, te respiro. Al ponerme la chaqueta, en la solapa, y en el cuello de un jersey que no abriga. Aroma de placer, de feromonas, de recostarme en ti mientras dormas. Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva: es un perfume dulce que me alivia como vestir mi carne con tu piel. Y est durando ms que mi recuerdo. Tu rostro en mi memoria se disipa, casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo y sigo respirndote en las prendas que, al tiempo que me visten, te desnudan. Pero la ropa es ma. De tanto olerte en m, tu olor es mo.
Tu olor era mi olor desde el principio, fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo, de un cuerpo que lo tengo a todas horas para quererlo entero como jams te quise y olerlo de los pies a la cabeza. Es el olor de todas mis edades, del nio absorto y puro, del claro adolescente elctrico y espeso, de un joven con insomnio que soaba fantasmas del amor, y es tambin el olor que al transpirar mis sueos dejaron en las sbanas.
Quin sabe t a qu aspiras sin este efluvio mo, sin mi esencial fragancia. Estando en compaa, sers siempre la ausente igual que si te fueras o no hubieras llegado. Pues no olers a nada, no dejars recuerdo ni podrs despertar autntico deseo ni embalsamar las yemas de los dedos que un da te acaricien con un perfume fsico y concreto. Sers para el olfato de los otros como un espejo para los vampiros. Y yo atesorar con ms fe que codicia este perfume dulce de mi cuerpo que descubr contigo. Si quieres existir, respralo de nuevo.
LEOPOLDO ALAS (Espaa, La posesin del miedo,1996)
...:::Clemente Palma:::...
Rompimiento
Te vi, te am; tu imagen peregrina en mi alma se grab. Me hiciste comprender que me queras, y an ms te quise yo. Y cuando, loco, con tu amor formaba halagea ilusin, me diste con la puerta en las narices.
Pues hija!, se acab.
Toma tu rizo, mndame mis cantares, y busca la ocasin en que pueda tus besos devolverte pues no los quiero yo.
CLEMENTE PALMA (Per, 1872- 1946)
...:::Salvador Dal:::...
Espaa
El gran masturbador (fragmento)
A pesar de la oscuridad reinante la noche estaba en sus comienzos en los bordes de las grandes escalinatas de gata donde fatigado por la luz del da que duraba desde la salida del sol el gran Masturbador su inmensa nariz apoyada sobre el piso de nix sus enormes prpados cerrados la frente corroda por horribles arrugas y el cuello hinchado por el clebre fornculo que bulle de hormigas se inmoviliza exttico en ese instante del crepsculo todava demasiado luminoso mientras la membrana que recubre enteramente su boca se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta aferrada inmvil y apretada contra ella desde hace cuatro das y cinco noches. Todo el amor y toda la embriaguez del gran Masturbador resida en los crueles ornamentos de oro falso que recubren sus sienes delicadas y blandas e imitan la forma de una corona imperial cuyas finas hojas de acanto bronceado se prolongan hasta las mejillas rosadas e imberbes y continan sus fibras duras hasta fundirlas en el alabastro claro de su nuca.
Salvador Dal (1904 - 1989)
De "Femme visible"
Versin de Aldo Pellegrini
...:::Charles Bukowski:::...
El amante de las flores
En las montaas de Valkeri entre los pavos reales que se pavonean encontr una flor tan grande como mi cabeza y cuando me estir para olerla perd el lbulo de la oreja parte de la nariz un ojo y la mitad de la cajetilla de cigarrillos
regres al siguiente da con la intencin de cortar aquella maldita cosa pero la encontr tan hermosa que en cambio mat un pavo real.
Charles Bukowski, Estados Unidos 1920-1994
...:::Yannis Ritsos:::...
Obrero del verbo
Trabaj durante toda su vida, sin reposo, ardiente y exaltado, casi seguro de la inmortalidad, -la suya, por supuesto, en primer trmino. Hasta que una noche el viento sopla de repente. La puerta se cierra con estrpito. l ve las estatuas caer y golpearse las narices contra el suelo, y comprende. Las palabras que l haba escrito con tanto celo por aos y por aos, se haban endurecido. Las senta bajo sus dedos como la pelambre seca y neutra de una bestia muerta. Sin embargo, continu su trabajo como de costumbre, hasta confundir la muerte y la inmortalidad, la embriaguez y el olvido. Pero lleg a poner en claro lo que es exactamente el trabajo entre la futilidad y el orgullo. El sonoro vaivn del pndulo tena la resonancia de un tambor en la noche, como si ritmara una marcha de soldados somnolientos entre dos batallas.
Yannis Ritsos (Grecia, 1909 - 1990)
...:::Alexandr Pushkin:::...
Adis mujer oriental amada!
Adis mujer oriental amada! Poco falt y contra mi extravagancia, el hbito que me dicta todo o nada casi me arrastra a las estepas, a la errancia detrs de las huellas de tu carreta. Tienes rasgados los ojos, la naricita rara, la frente amplia, no balbuceas en francs tus antojos, los pies no aprietas con seda, y junto al samovar, a la inglesa, no sirves el t, ni las galletas, no suspiras por poetas de moda, Shakespeare no te inquieta, no te abrumas de melancola cuando la cabeza se queda vaca, no tarareas ma dov' , el baile ltimo no conoces... Algo ocurri conmigo, apenas media hora, mientras alistaban los caballos, la mente y el corazn los llenaba tu belleza agreste, tus ojos. No es igual amigo mo: extraviar al alma, ociosa entre espejos brillantes, en un teatro que huir por la estepa, nmada? 1829
Versin de Rubn Flrez Arcila
...:::Francisco de Quevedo:::...
A una nariz
rase un hombre a una nariz pegado, rase una nariz superlativa, rase una nariz sayn y escriba, rase un pez espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado, rase una alquitara pensativa, rase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasn ms narizado
rase un espoln de una galera, rase una pirmide de Egipto; las doce tribus de narices era.
rase un naricsimo infinito, muchsimo nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Ans fuera delito.
...:::Miguel Rash - Isla:::...
El retrato de la amada
Ella es as: la frente marfilea, a sol bruidos los cabellos de oro, y dichoso compendio del sonoro brazo de un arpa la nariz risuea.
Su perfil reproduce el de filea concha de mar en que durmi un tesoro, y los hombros, de helnico decoro, son dignos de un reposo de cigea.
Es tan blanca, que a veces se confunde su cuerpo con la luz. en lo que mira una instantnea castidad infunde;
a su lado inocencia se respira, y en conjunto feliz ella refunde nieve, perla, ave, flor, ngel y lira.
...:::Gonzalo Rojas:::...
Instantnea
El dragn es un animal quimrico, yo soy un dragn y te amo, es decir amo tu nariz, la sorpresa del zafiro de tus ojos, lo que ms amo es el zafiro de tus ojos;
pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos longilneos cuyo formato me vuela sexo y cisne a la vez aclarndome lo perverso que puede ser la rosa, si hay rosa en la palpacin, seda, olfato
o, ms que olfato y seda, traslacin de un sentido a otro, dado lo inabarcable de la pintura entindase por lo veloz de la tersura gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,
as pasen los aos como sonaba bajo el humo el clebre piano de marfil en la pelcula; qu fue de Humphrey Bogart y aquella alta copa nrdica cuya esbeltez era como una trizadura: qu fue del vestido blanco?
Dcadas de piel. De repente el hombre es dcadas de piel, urna de frenes y perdicin, y la aorta de vivir es tristeza, de repente yo mismo soy tristeza;
entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo a un vellocino as ms durable que el amaranto, y ahondo en tu amapola con liturgia y desenfreno, entonces es cuando ahondo en tu amapola, y entro en la epifana de la inmediatez ventilada por la lozana, y soy tacto de ojo, apresrate, y escribo fsforo si veo simultneamente de la nuca al pie equa y alquimia.
La palabra placer, cmo corra larga y libre por tu cuerpo...
La palabra placer, cmo corra larga y libre por tu cuerpo la palabra placer cayendo del destello de tu nuca, fluyendo blanqusima por lo vertiginoso oloroso de tu espalda hasta lo nupcial de unas caderas de cuyo arco pende el Mundo, cmo lo msico vino a ser marmreo en la esplendidez de tus piernas si antes hubo dos piernas amorosas as considerando claro el encantamiento de los tobillos que son goznes que son aire que son partcipes de los pies de Isadora Duncan la que bail en la playa abierta para Serguei Iesnin, cmo eras eso y ms para m, la danza, la contradanza, el gozo de olerte ah tendida recostada en tu mbar contra el espejo sbito de la Especie cuando te vi de golpe, con lo lascivo de mis dedos te vi! la arruga errnea, por decirlo, trizada en lo simultneo de la serpiente palpndote spera del otro lado otra pero t misma en la inmediatez de la sbana, anfibia ahora, vieja vejez de los prpados abajo, pescado sin ocano ni nada que nadar, contradiccin siamesa de la figura de las hermosas desde el paraso, sin nariz entonces rectilnea ni ptalo por rostro, pordioseros los pezones, ms y ms pedregosas las rodillas, las costillas: -Y el parto, Amor, el tis epitelial del parto?
De l somos, del msero dos partido en dos somos, del bratro, corrupcin y lozana y cltoris y xtasis, ngeles y muslos convulsos: todava anda suelto todo, qu nos iban a enfriar por eso los tigres desbocados de anoche? Placer y ms placer. Olfato, lo primero el olfato de la hermosura, alta y esbelta rosa de sangre a cuya vertiente vine, no importa el aceite de la locura: -Vulvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma...
Olfato
Hombre es baile, mujer es igualmente baile, duran 60, tiran diez mil noches, echan 10 hijos y en cuanto al semen ella se lava el corazn con semen, huele a los hijos, a su hombre remoto lo huele con nariz caliente, ya difunto.
Con nariz de loca lo huele.
Oriana
1.Ahora ah los ojos, los dos ojos de Oriana esquiza y rfica, la nariz de hembra hembra, la boca: os-oris en la lengua madre de cuya vulva genitiva vino el nombre de Oriana, las orejas sigilosas que oyeron y callaron los enigmas, el ngulo facial, el pelo bellamente tomado hacia atrs, sin olvidar sus manos fuertes y arteriales de remera de lujo en la carretera y esa gracia cartaginesa, finamente veneciana, cortando pericoloso el oleaje contra el infortunio torrencial, ahora y en la hora de mi muerte Oriana
2. ah, traslcida, con adems sus cuarenta y nueve que me son flexiblemente diecinueve por lo fenomenal del espinazo y qu me importan las estrellas si no hay ms estrella que Oriana, ahora all con su decoro y esa sua eleganza, por decirlo en italiano, adentro de la turbulencia del mosquero que ser siempre la ordinariez, llmese casamiento o cuento de burdel, con chancro y todo, y rencor, y pestilencia seca del rencor,
3. (clera, a callar!), y otra cosa menos abyecta: ni soy Heathcliff feo como soy ni ella Catherine Earnshaw pero el espejo es el espejo y Cumbres Borrascosas sigue siendo el nico xtasis: o vivir muerto de amor o marcharse del planeta. De ah que todo sea Oriana: el Tiempo que apenas dura tres segundos sea Oriana, la luna sobre la nieve sea Oriana, Dios mismo que me oye sea Oriana,
4. slo que hoy no est. A veces est pero no est, no ha venido, no ha llamado por el telfono, no anda por aqu, estar fumando qu s yo uno de esos 50 cigarrillos en los que le gusta arder, total le gusta arder y qu ms da, se nace para podrirse, o para preferiblemente quemarse, ella se quema y la amo en su humo de Concepcin a Chilln de Chile, los pavorosos cien kilmetros cuchilleramente cortantes!, me atengo entonces a su figura que no hay, y es un viernes por ejemplo de algn agosto que no hay y la constelacin de los violines de Brahms puede ms que la lluvia, y el caso es que el mismsimo Pound la hubiera adorado, por loca la hubiera idolatrado a esta Oriana de Orin en un sollozo seco de hombre la hubiera cuando no hay Rapallo, la hubiera cuando no hay, y sigue la lluvia, y las espinas, y adems est sucio este compct, no suena, porque el zumbido mismo no suena, o suena al revs, o porque casi todo es otra cosa y el pordiosero soy yo, y qu voy a hacer con tanto libro, con tanta casa hueca sin ella y esta msica que no suena. Llamar el da de mi muerte llamar.
Pareja acostada en esa cama china largamente remota
1. Hablando de dioptras, Mafalda era la ciega y yo el ciego, compartamos la misma msica arterial, y cerebral, llorbamos de risa ante el espectculo de los dos espejos, el dolor nos hace cnicos, este Mundo decamos no es ymbico sino ocenico por comparar farsa y frenes: gozosa entonces mi desnuda me empujaba riente como jugando al lmite del barranco casi fuera de la cama alta de Pekn, como apostando a la peripecia de perder de dinasta en dinasta, cada vez ms y ms al borde del camastro de palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez ms lejos del paraso de su costado de hembra larga de tobillo a pelo entre exceso y exceso de hermosura y todo, claro! por amor y ms amor, tigresa ella en su fijeza de mirarme lcida, fulgor contra fulgor, y yo dragn hasta la violacin imantante, diez minutos sin parar, espindonos, lquidamente fijos, vindonos por dentro como ven los ciegos, de veras, es decir nariz contra nariz, soplo contra soplo, para inventarnos otro Uno centelleante desde el msero uno de individuo a individua, a tientas, costillas abajo!- El que ms aguanta es el que sabe menos, pudiera acaso decir el Tao. Este Mundo repetamos y acabamos sin ms no es ymbico sino ocenico. Otras veces llova duro, lo que ms llova eran lgrimas. Ma-fal-da, digo ahora entrecortado, y esto va en serio, qu habr sido de Mafalda?
2. Pues de cuantas am, am a Mafalda, y que me despedacen las estrellas!, la am volandera en la lluvia de la Diagonal, bufanda al viento, de una Concepcin que yo no ms me s, la esper ah anclado y desollado hasta que volviera la Revelacin cuya encarnacin se da una sola vez, baj al Infierno de la costumbre, a mis aos de galeote en USA baj, entre doctos y mercaderes, no hubo para m en el plazo ms que mi Beatrice Villa sin arcancielo, cumbre y cumbre hasta la asfixia, ni tersura paridora al itlico modo, ni otra ni otra, ni esbeltez comparable, ni olorosa a la velocidad de ser, ni pensamiento de diamante, ni exacta de exactitud de mujer, Frida acaso que fue Diego hasta el fin!
3. Otros la amaron pero yo la vi, otros la amarn sin alcanzar nunca a verla, otros y otros dirn que la durmieron entre las sbanas del placer, nadadora y libertina en el oleaje de las tormentas, madona de las siete lunas dirn por despecho, cambiantes cada 28 de sus das terrestres, tornadiza y veloz, djenla intacta como es, que escriba su bitcora de vuelo interminable para m, que arda y arda en mi corazn, que dance su danza de danzar, librrima!
4. Y en cuanto a m, cmo lo dira Matta?, consguete una vida de 80 aos porque la vida empieza a los 70, as al morir ya se sabe Je men fous, Roberto: palabras perdedoras, puras palabras, vejeces de palabras malheridas. No hubo tiempo entre nosotros, nunca hay tiempo ni distancia, todo es posible entre dos locos que se ven a cada instante. Relmpago es lo que hubo esa vez de Concepcin de Chile y nada ms que relmpago, figura de lo instantneo hubo de lo que pende el Mundo, y eso est escrito. La amo, y qu? Soy el ciego que ama a su ciega.
Viernes 21 de junio, mes aciago. 1996
Retrato de mujer
Siempre estar la noche, mujer, para mirarte cara a cara, sola en tu espejo, libre de marido, desnuda con la exacta y terrible realidad del gran vrtigo que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo, y el frvolo telfono para escuchar mi adis de un solo tajo.
Te jur no escribirte; por eso estoy llamndote en el aire para decirte nada, como dice el vaco: nada, nada, sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo que nunca me oyes, eso que nunca me entiendes nunca, aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.
Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre, y qumame en el ltimo cigarrillo del miedo al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste con la herida visible de tu belleza. Lstima de la que llora y llora en la tormenta.
No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relmpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible, una nariz de arcngel y una boca de animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente, mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas como inmvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola. Enigma fuiste. Enigma sers. No volars conmigo. Aqu mujer, te dejo tu figura.
Tomad vuestro telfono...
Tomad vuestro telfono y preguntad por ella cuando estis desolados, cuando estis totalmente perdidos en la calle con vuestras venas reventadas, sed sinceros, decidle la verdad muy al odo.
Llamadla al primer nmero que miris en el aire escrito por la mano del sol que os transfigura., porque ese sol es ella, ese sol que no habla, ese sol que os escucha a lo largo de un hilo que va de estrella a estrella descifrando la suerte de la razn, llamadla hasta que oigis su risa que os helar la punta del nimo, lo mismo que la primera nieve que hace temblar de gozo la nariz del suicida.
Esa risa lo es todo: la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra, los pezones encima del volcn que os abrasa, las rodillas que guardan el blanco monumento, los pelos que amenazan invadir esas cumbres, su boca deseada, sus orejas de ctara, sus manos, el calor de sus ojos, lo perverso de esta visin palpable del lujo y la lujuria: esa risa lo es todo.
...:::Jorge Rojas:::...
Mujer cerrada
Plena mujer. La siesta dilua, en sus huesos de flauta melodiosa, frutos y miel. La arteria rumorosa bajo la piel sus clices corra.
Un zumbido de abejas circua sus odos. El vaho de la rosa, la movible nariz, en mariposa de alillas agitadas converta.
Se desvelaba el sueo entre su frente cuando el ala del lino le rozaba el cuerpo de pereza y de serpiente.
la sangre la morda, y si lloraba, virgen de abrazos, yerma de simiente, con besos de s misma se besaba.
...::: Joaqun Abat y Daz:::...
El romance del Conde de Sisebuto
A cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo, existe un castillo viejo que edific Chindasvinto.
Lo habitaba un gran seor, algo feudal y algo bruto; se llamaba Sisebuto y su esposa, Leonor,
y Cunegunda, su hermana, y su madre, Berenguela, y una prima de su abuela que atenda por Mariana,
y su cuado, Vitelio, y Cleopatra, su ta, y su nieta, Rosala, y su hijo mayor, Rogelio.
Era una noche de invierno, noche cruda y tenebrosa, noche sombra, espantosa, noche atroz, noche de infierno,
En un gtico saln dormitaba Sisebuto, y un lebrel seco y enjuto roncaba en el portaln.
Con quejido lastimero el viento fuera silbaba, e imponente se escuchaba el ruido del aguacero.
Cabalgando en un corcel de color verde botella, raudo como una centella llega al castillo un doncel.
Empapada trae la ropa por efecto de las aguas, como no lleva paraguas viene el pobre hecho una sopa!
Salta el foso, llega al muro, la poterna est cerrada. -Me ha dado mico mi amada! -exclama-, vaya un apuro!
De pronto algo que resbala siente sobre su cabeza; extiende el brazo y tropieza con la cuerda de una escala.
-Ah!... -dice con fiero acento. -Ah!.. -vuelve a decir gozoso. -Ah!.. -repite venturoso. -Ah!.. -otra vez, y as, hasta ciento.
Trepa que trepa que trepa, sube que sube que sube, en brazos cae de un querube, la hija del conde... la Pepa!
En lujoso camarn introduce a su adorado, y al notar que est mojado lo seca bien con serrn.
-Lisardo... mi bien, mi anhelo, nico ser al que adoro, el de los cabellos de oro, el de la nariz de cielo,
qu sientes, di, dueo mo?, no sientes nada a mi lado?, qu sientes, Lisardo amado? Y l responde: - Siento fro.
-Fro has dicho? Eso me espanta. Fro has dicho? eso me inquieta. No llevars camiseta verdad?... pues toma esta manta.
-Y ahora hablemos del cario que nuestras almas disloca. Yo te amo como una loca. -Yo te adoro como un nio.
-Mi pasin raya en locura, -La ma es un arrebato. -Si no me quieres, me mato. -Si me olvidas, me hago cura.
-Cura t?, Por Dios bendito! No repitas esas frases, en jams de los jamases! Pues estara bonito!
Hija soy de Sisebuto desde mi ms tierna infancia, y aunque es mucha mi arrogancia, y aunque es mi padre muy bruto,
y aunque temo sus furores, y aunque s a lo que me expongo, huyamos... vamos al Congo a ocultar nuestros amores.
-Bien dicho, bien has hablado, huyamos aunque se enojen, y si algn da nos cogen, que nos quiten lo bailado!
En esto, un ronco ladrido retumba potente y fiero. -Oyes? -dice el caballero-, es el perro que me ha olido.
Se abre una puerta excusada y, cual terrible huracn, entra un hombre..., luego un can..., luego nadie..., luego nada...
-Hija infame! -ruge el conde. Qu haces con este seor? Dnde has dejado mi honor? Dnde?, dnde?, dnde?, dnde?
Y t, cobarde villano, antiptico, repara cmo sealo tu cara con los dedos de mi mano.
Despus, sacando un pual, de un solo golpe certero le enterr el cortante acero junto a la espina dorsal.
El joven, naturalmente, se muri como un conejo. Ella frunci el entrecejo y enloqueci de repente.
Tambin qued el conde loco de resultas del espanto. El perro... no lleg a tanto, pero le falt muy poco.
Desde aquel da de horror nada se volvi a saber del conde, de su mujer, la llamada Leonor,
de Cunegunda su hermana, de su madre Berenguela, de la prima de su abuela que atenda por Mariana,
de su cuado Vitelio, de Cleopatra su ta, de su nieta Rosala ni de su chico Rogelio.
Y aqu acaba la leyenda verdica, interesante, romntica, fulminante, estremecedora, horrenda,
que de aquel castillo viejo entenebrece el recinto, a cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo.
Autor: Joaqun Abat y Daz
...:::Juan Ruiz:::...
Habla el amor...
Si quieres amar dueas o a cualquier mujer muchas cosas tendrs primero que aprender para que ella te quiera en amor acoger. Primeramente, mira qu mujer escoger.
Busca mujer hermosa, atractiva y lozana, que no sea muy alta, pero tampoco enana; si pudieres, no quieras amar mujer villana, pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.
Busca mujer esbelta, de cabeza pequea, cabellos amarillos, no teidos de alhea; las cejas apartadas, largas, altas, en pea; ancheta de caderas, sta es talla de duea.
Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes y con largas pestaas, bien claros y rientes; las orejas pequeas, delgadas; para mientes si tiene el cuello alto, as gusta a las gentes.
La nariz afilada, los dientes menudillos, iguales y muy blancos, un poco apartadillos, las encas bermejas, los dientes agudillos, los labios de su boca bermejos, angostillos
La su boca pequea, as, de buena guisa, su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa; conviene que la veas primero sin camisa pues la forma del cuerpo te dir: esto aguisa! [...]
...:::Jaime Sabines:::...
Segunda parte
1. Mientras los nios crecen, t, con todos los muertos, poco a poco te acabas. Yo te he ido mirando a travs de las noches por encima del mrmol, en tu pequea casa. Un da ya sin ojos, sin nariz, sin orejas, otro da sin garganta, la piel sobre tu frente agrietndose, hundindose, tronchando obscuramente el trigal de tus canas. Todo t sumergido en humedad y gases haciendo tus deshechos, tu desorden, tu alma, cada vez ms igual tu carne que tu traje, ms madera tus huesos y ms huesos las tablas. Tierra mojada donde haba tu boca, aire podrido, luz aniquilada, el silencio tendido a todo tu tamao germinando burbujas bajo las hojas de agua. (Flores dominicales a dos metros arriba te quieren pasar besos y no te pasan nada.)
...:::Flix Mara Samaniego:::...
Fbula XIX
19. Los dos amigos y el oso
A dos Amigos se aparece un Oso: El uno, muy medroso, En las ramas de un rbol se asegura; El otro, abandonado a la ventura, Se finge muerto repentinamente. El Oso se le acerca lentamente; Mas como este animal, segn se cuenta, De cadveres nunca se alimenta, Sin ofenderlo lo registra y toca, Hulele las narices y la boca; No le siente el aliento, Ni el menor movimiento; Y as, se fue diciendo sin recelo: Este tan muerto est como mi abuelo. Entonces el cobarde, De su grande amistad haciendo alarde, Del rbol se desprende muy ligero, Corre, llega y abraza al compaero, Pondera la fortuna De haberle hallado sin lesin alguna, Y al fin le dice: Sepas que he notado Que el Oso te deca algn recado. Qu pudo ser? Dirte lo que ha sido; Estas dos palabritas al odo: Aparta tu amistad de la persona Que si te ve en el riesgo, te abandona.
Fbula X
1o. El gorrin y la liebre
Un maldito Gorrin as deca A una Liebre que una guila oprima: No eres t tan ligera, Que si el perro te sigue en la carrera, Lo acarician y alaban como al cabo Acerque sus narices a tu rabo? Pues empieza a correr, qu te detiene? De este modo la insulta, cuando viene El diestro Gaviln y la arrebata. El preso chilla, el prendedor lo mata; Y la Liebre exclam: Bien merecido. Quin te mand insultar al afligido, Y a ms, a ms meterte a consejero, No sabiendo mirar por ti primero?
Libro quinto
Fbula primera
1.Los ratones y el gato
Marramaquiz, gran gato, De nariz roma, pero largo olfato, Se meti en una casa de Ratones. En uno de sus lbregos rincones Puso su alojamiento; Por delante de s, de ciento en ciento Les dejaba por gusto libre el paso, Como hace el bebedor, que mira al vaso; Y ensanchando as ms sus tragaderas, Al fin los escoga como peras. ste fue su ejercicio cotidiano; Pero tarde o temprano, Al fin ya los Ratones conocan Que por instantes se disminuan. Don Roepan, cacique el ms prudente De la Ratona gente, Con los suyos form pleno consejo, Y dijo as con natural despejo: Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto, Que metidos nos tiene en llanto y luto, Habita el cuarto bajo, Sin que pueda subir ni aun con trabajo Hasta nuestra vivienda,, es evidente Que se atajar el dao solamente Con no bajar all de modo alguno. El medio pareci muy oportuno; Y fue tan observado, Que ya Marramaquiz, el muy taimado, Metido por el hambre en calzas prietas, Discurri entre mil tretas La de colgarse por los pies de un palo, Haciendo el muerto: no era ardid malo; Pero don Roepan, luego que advierte Que su enemigo estaba de tal suerte, Asomando el hocico a su agujero, Hola, dice, qu es eso, caballero? Ests muerto de burlas o de veras? Si es lo que yo recelo en vano esperas; Pues no nos contaremos ya seguros Aun sabiendo de cierto Que eras, a ms de Gato muerto, Gato relleno ya de pesos duros.
Si alguno llega con astuta maa, Y una vez nos engaa, Es cosa muy sabida Que puede algunas veces El huir de sus trazas y dobleces Valernos nada menos que la vida.
Fbula IV
4.El labrador y la providencia
Un labrador cansado, En el ardiente esto, Debajo de una encina Reposaba pacfico y tranquilo. Desde su dulce estancia Miraba agradecido El bien con que la tierra Premiaba sus penosos ejercicios. Entre mil producciones, Hijas de su cultivo, Vea calabazas, Melones por los suelos esparcidos. Por qu la Providencia, Deca entre s mismo, Puso a la ruin bellota En elevado preeminente sitio? Cunto mejor sera Que, trocando el destino, Pendiesen de las ramas Calabazas, melones y pepinos? Bien oportunamente, Al tiempo que esto dijo, Cayendo una bellota, Le peg en las narices de improviso. Pardiez, prorrumpi entonces El Labrador sencillo, Si lo que fue bellota, Algn gordo meln hubiera sido, Desde luego pudiera Tomar a buen partido En caso semejante Quedar desnarigado, pero vivo.
Aqu la Providencia Manifestarle quiso Que supo a cada cosa Sealar sabiamente su destino. A mayor bien del hombre Todo est repartido: Preso el pez en su concha, Y libre por el aire el pajarillo.
Fbula primera
1.El raposo enfermo
El tiempo, que consume de hora en hora Los fuertes murallones elevados, Y lo mismo devora Montes agigantados, A un Raposo quit de da en da Dientes, fuerza, valor, salud; de suerte Que l mismo conoca Que se hallaba en las garras de la muerte. Cercado de parientes y de amigos, Dijo en trmula voz y lastimera: !Oh vosotros, testigos De mi hora postrera, Atentos escuchad un desengao! Mis ya pasadas culpas me atormentan, Ahora, conjuradas en mi dao, No veis cmo a mi lado se presentan? Mirad, mirad los gansos inocentes Con su sangre teidos, Y los pavos en partes diferentes, Al furor de mis garras, divididos. Apartad esas aves que aqu veo, Y me piden sus pollos devorados: Su infernal cacareo Me tiene los odos penetrados. Los raposos le afirman con tristeza, No sin lamerse labios y narices: Tienes debilitada la cabeza; Ni una pluma se ve de cuanto dices. Y bien lo puedes creer, que si se viese... Oh glotones! callad; ya, ya os entiendo, El enfermo exclam; si yo pudiese Corregir las costumbres cual pretendo! No sents que los gustos, Si son contra la paz de la conciencia, Se cambian en disgustos? Tengo de esta verdad gran experiencia. Expuestos a las trampas y a los perros, Matis y persegus a todo trapo, En la aldea gallinas, y en los cerros Los inocentes lomos del gazapo. Moderad, hijos mos, las pasiones; Observad vida quieta y arreglada, Y con buenas acciones Ganaris opinin muy estimada. Aunque nos convirtamos en corderos, Le respondi un oyente sentencioso, Otros han de robar los gallineros A costa de la fama del Raposo. Jams se cobra la opinin perdida: Esto es lo uno. A ms, usted pretende Que mudemos de vida? Quien malas maas ha... ya usted me entiende. Sin embargo, hermanito, crea, crea... El enfermo le dijo. Mas qu siento!... No os que una gallina cacarea? Esto s que no es cuento. Adis, sermn; escpase la gente. El enfermo orador esfuerza el grito: Os vais, hermanos? Pues tened presente Que no me hara dao algn pollito.
Fbula X
10.El guila y la asamblea de los animales
Todos los animales cada instante Se quejaban a Jpiter tonante De la misma manera Que si fuese un alcalde de montera. El Dios, y con razn, amostazado Vindose importunado, Por dar fin de una vez a las querellas, En lugar de sus rayos y centellas, De receptor enva desde el cielo Al guila rapante, que de un vuelo En la tierra junt los animales Y expusieron en suma cosas tales. Pidi el len la astucia del raposo, Este de aqul lo fuerte y valeroso; Envidia la paloma al gallo fiero, El gallo a la paloma lo ligero. Quiere el sabueso patas ms felices, Y cuenta como nada sus narices. El galgo lo contrario solicita; Y en fin, cosa inaudita, Los peces, de las ondas ya cansados, Quieren probar los bosques y los prados; Y las bestias, dejando sus lugares, Surcar las olas de los anchos mares. Despus de orlo todo, El guila concluye de ste modo: Tes, maldita caterva impertinente, Que entre tanto viviente De uno y otro elemento, Pues nadie est contenta, No se encuentra feliz ningn destino? Pues para qu envidiar el del vecino? Con slo este discurso, Aun el bruto mayor de aquel concurso Se dio por convencido.
De modo que es sabido Que ya slo se matan los humanos En envidiar la suerte a sus hermanos.
Fbula II
2. El filsofo y la pulga
Meditando a sus solas cierto da. Un pensador Filsofo deca: El jardn adornado de mil flores, Y diferentes rboles mayores, Con su fruta sabrosa enriquecidos, Tal vez entretejidos Con la frondosa vid que se derrama Por una y otra rama, Mostrando a todos lados Las peras y racimos desgajados, Es cosa destinada solamente Para que la disfruten libremente La oruga, el caracol, la mariposa: No se persuaden ellos otra cosa. Los pjaros sin cuento, Burlndose del viento, Por los aires sin dueo van girando. El milano cazando Saca la consecuencia: Para m los cri la Providencia. El cangrejo, en la playa envanecido, Mira los anchos mares, persuadido A que las olas tienen por empleo Slo satisfcele su deseo, Pues cree que van y vienen tantas veces Por dejarle en la orilla ciertos peces. No hay, prosigue el Filsofo profundo, Animal sin orgullo en este mundo. El hombre solamente Puede en esto alabarse justamente. Cuando yo me contemplo colocado En la cima de un risco agigantado, Imagino que sirve a mi persona Todo el cncavo cielo de corona. Veo a mis pies los mares espaciosos, Y los bosques umbrosos, Poblados de animales diferentes, Las escamosas gentes, Los brutos y las fieras, Y las aves ligeras, Y cuanto tiene alimento En la tierra, en el agua y en el viento, Y digo finalmente: Todo es mo. Oh grandeza del hombre y podero! Una Pulga que oy con gran cachaza Al Filsofo maza, Dijo: Cuando me miro en tus narices, Como t sobre el risco que nos dices, Y contemplo a mis pies aquel instante Nada menos que al hombre dominante, Que manda en cuanto encierra El agua, viento y tierra, Y que el tal poderoso caballero De alimento me sirve cuando quiero, Concluyo finalmente: Todo es mo. Oh grandeza de pulga y podero! As dijo, y saltando se le ausenta.
De este modo se afrenta Aun al ms poderoso Cuando se muestra vano y orgulloso.
Fbula VIII
8. Los dos titiriteros
Todo el pueblo, admirado, Estaba en una plaza amontonado, Y en medio se empinaba un Titiritero, Enseando una bolsa sin dinero. Pase de mano en mano, les deca; Seores, no hay engao, est vaca. Se la vuelven; la sopla, y al momento Derrama pesos duros, qu portento! Levntase un murmullo de repente, Cuando ven por encima de la gente Otro Titiritero a competencia. Queda en expectacin la concurrencia Con silencio profundo. Ces el primero, y empez el segundo. Presenta de licor unas botellas; Algunos se arrojaron hacia ellas, Y al punto las hallaron transformadas En sangrientas espadas. Muestra un par de bolsillos de doblones; Dos personas, sin duda dos ladrones, Les echaron la garra muy ufanos, Y se ven dos cordeles en sus manos. A un relator cargado de procesos Una letra le ensea de mil pesos. Sople usted; sopla el hombre apresurado, Y le cierra los labios un candado. A un abate arrimado a su cortejo Le presenta un espejo, Y al mirar su retrato peregrino, Se vio con las orejas de pollino. A un santero le manda Que se acerque; le pilla la demanda, Y all con sus hechizos La convirti en merienda de chorizos. A un joven desenvuelto y rozagante: Le regala un diamante: ste le dio a su dama, y en el punto Plido se qued como un difunto, Item ms, sin narices y sin dientes. All fue la rechifla de las gentes, La burla y la chacota. El primer Titiritero se alborota; Dice por el segundo con denuedo: Ese hombre tiene un diablo en cada dedo, Pues no encierran virtud tan peregrina Los polvos de la madre Celestina. Que declare su nombre. El concurso lo pide, y el buen hombre Entonces, ms modesto que un novicio, Dijo: No soy el diablo, sino el vicio.
Fbula III
3. Los dos perros
Procure ser en todo lo posible, El que ha de reprender, irreprensible.
Sultn, perro goloso y atrevido, En su casa rob, por un descuido, Una pierna excelente de camero. Pinto, gran tragador, su compaero, Le encuentra con la presa encaminado Ojo al travs, colmillo acicalado, Fruncidas las narices y gruendo. Qu cosa ests haciendo, Desgraciado Sultn? Pinto le dice; No sabes, infelice, Que un Perro infiel, ingrato, No merece ser Perro, sino gato? Al amo, que nos fa La custodia de casa noche y da, Nos halaga, nos cuida y alimenta, Le das tan buena cuenta, Que le robas, goloso, La pierna del camero ms jugoso! Como amigo te ruego No la maltrates ms: djala luego. Hablas, dijo Sultn, perfectamente. Una duda me queda solamente Para seguir al punto tu consejo: Di, te la comers, si yo la dejo?
Fbula X
10. El amo y el perro
Callen todos los perros de este mundo Donde est mi Palomo; Es fiel, deca el Amo, sin segundo, Y me guarda la casa... Pero cmo? Con la despensa abierta Le dej cierto da: En medio de la puerta, De guardia se plant con bizarra. Un formidable gato, En vez de perseguir a los ratones, Se vena, guiado del olfato, A visitar chorizos y jamones. Palomo le despide buenamente; El gato se encrespa y acalora; Rien sangrientamente, Y mi guarda jamones le devora. Esto contaba el Amo a sus amigos, Y despus a su casa se los lleva A que fuesen testigos De tal fidelidad en otra prueba. Tena al buen Palomo prisionero Entre manidas pollas y perdices; Los sebosos riones de un carnero Casi casi le untaban las narices. Dentro de este retiro a penitencia El triste fue metido, Despus de algunos das de abstinencia. Al fin, ya su seor, compadecido, Abre con sus amigos el encierro: Sale rabo entre piernas, agachado; Al Amo se acercaba el pobre Perro, Lamindose el hocico ensangrentado. El dueo se alborota y enfurece Con tan fatales nuevas. Yo le preguntara: Y qu merece Quien la virtud expone a tales pruebas?
...:::Carl Sandburg:::...
Otros poemas:
Primer linchamiento
Hubo dos Cristos en el Glgota: uno bebi vinagre, otro miraba. Uno estaba en la cruz, el otro en la muchedumbre. Uno tena los clavos en sus manos, el otro, agarrando un martillo, clavaba clavos. Haba muchos ms Cristos en el Glgota, muchos ms compaeros ladrones, muchos, muchos en la multitud aullaban el equivalente judeo de: "Matadlo! Matadlo!" El Cristo que ellos mataron, el Cristo que no mataron, ambos estaban en el Glgota.
Piedad, piedad por estos tobillos rotos! Piedad, piedad por estas muecas dislocadas! Los brazos de la madre son fuertes hasta el final. Ella le sostiene y cuenta los borbotones de sangre de su corazn.
En l haba el olor de los barrios bajos, iniquidades de los barrios bajos encendan sus ojos. Canciones de los barrios bajos se trenzaban en su voz. Los enemigos de los barrios bajos odiaban su corazn de barrio bajo.
Las hojas de un rbol de la montaa, hojas con una girante estrella temblando en ellas, rocas con una cancin de agua, agua, encima de ellas, halcones con un ojo fijo en la muerte, siempre, siempre, el olor y el poder de esto estaban en sus mangas, en las ventanas de su nariz, en sus palabras.
El hombre de los barrios bajos fue muerto, el hombre de la montaa vive.
Versin de Agust Bartra
...:::Toms Segovia:::...
Modesto deshaogo
Estoy ms triste que un zapato ahogado estoy ms triste que el polvo bajo los petates estoy ms triste que el sudor de los enfermos estoy triste como un nio de visita como una puta desmaquillada como el primer autobs al alba como los calzoncillos de los notarios triste triste triste de sonrer como un bobo desde los rincones de ver tallar las cartas en redondo saltndome siempre a m de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices estoy harto de quedarme con el saludo en la boca de salir bien dibujado entre la muchedumbre para que me borre siempre el estropajo de su roce de no estar nunca en foco para ningunos ojos de tener tan desdentada la mirada de navegar tras la lnea del horizonte con mis banderitas cmicamente izadas no puedo ms de no ser nunca nadie de que no me dejen jams probarme otra careta que la de ninguno de no irrumpir de no alterar el oleaje de no curvar jams un tren de ondas de no desviar a mis corrales la palabra suelta de que nunca me caiga a m la lotera de un vuelco visceral De no poblar ni el ms vago sueo ocioso De saber que ningn mal pensamiento tendr ya ms mi rostro. Estoy hasta aqu de la avaricia de los privilegiados de que quieran para ellos solos toda la juventud todos los influjos en las cosas del mundo todo el favoritismo de la puta alegra toda la iniciativa de renuevo y capricho de que se apropien sin escrpulos la plusvala de calor y encuentros todo el capital de risa y de coloquio que repartido con justicia alcanzara de sobra para alimentarnos a todos a todos los hambrientos de carne de comunin y sedientos de vino de comunin a todos los que estn tristes como faldones arrugados que les cuelgan a los otros en fin estoy jibosamente desolado de haber envejecido sin seguro de vida sin seguro de nombre sin cavar mi guarida en el espeso ahorro de no haber cobrado el billete cuando la vida se asomaba a mirarme de haber tirado siempre deudas al cesto sin mirarlas y lo que quiero decir es que estoy a fin de cuentas terriblemente triste de que no me hayis perdonado.
...:::Alfonsina Storni:::...
Cancin de la mujer astuta
Cada rtmica luna que pasa soy llamada, por los nmeros graves de Dios, a dar mi vida en otra vida: mezcla de tinta azul teida; la misma extraa mezcla con que ha sido amasada.
Y a travs de mi carne, miserable y cansada, filtra un clido viento de tierra prometida, y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada a la selva exultante y a la rama nutrida.
Un engaoso canto de sirena me cantas, naturaleza astuta! Me atraes y me encantas para cargarme luego de alguna humana fruta.
Engao por engao: mi belleza se esquiva al llamado solemne; de esta fiebre viva, algn amor estril y de paso, disfruta.
...:::Ivan Tubau:::...
La rosa y la metfora
1 Aunque seas an una metfora Rosa, me place tocar tu muslo con la mano.
5 A rose is a rose is a rose is a rose. Gertrudis Stein
Eres Rosa la rosa ms rosa de todas las rosas de aqu y de Pars Rosa por delante rosa por detrs con pezones rosa y mejillas rosa con labios de rosa bajo nariz rosa y labios de rosa bajo ombligo rosa un agujerito de color de rosa una blusa rosa y unas bragas rosa un alma de rosa bajo la piel rosa y una voz de Rosa de color de rosa.
6 1984 Hube de conocerte, Rosa, para saber lo que era un ser equidistante del propio nacimiento y del fin del milenio.
7 Lnine, Trotsky, Rosa, Mao... Edgar Morin Journal de Californie
Rosa, la ms perfumada de los jardines de Luxemburgo.
De "Vendrn meses con erre" 1982-1991
...:::Guillermo Valencia:::...
Quin los conciliar? Tibios reflejos de una luz paternal y vespertina visten de claridad el linde vago: es que el Patriarca de los Ritos viejos, de sapiencia cubierto, se avecina, con la nerviosa palidez de un mago. Es flaco y dbil: su figura finge lo espiritual; el cuerpo es una rama donde canta su espritu de Esfinge; y su sangre, la llama que los miembros cansados transparenta; de su nariz el lbulo movible aspira lo invisible, son sus patricias manos una garra febril y amarillenta es de los griegos la gentil cigarra que con mirar el ter se alimenta! Impalpable se irgue -melanclico espectro- y de la cuerda blanca a su mstico plectro la meloda arranca. Impalpable se irgue; hay algo de felino en su trmula marcha, hay mucho de divino en la ntida escarcha que su cabeza orea. Cruza sin otras galas que la tnica nvea que semeja las alas rotas de un genio de celeste coro, y sobre el pecho una cruz de plido oro. Alza el brazo. La Europa lo aguarda como a antiguo caballero, debajo de una bveda de acero; calla sus labios la soberbia tropa de esclavos y seores: el Pontfice augusto trae el blsamo santo que redime, y calma la batalla de panteras; revala lo justo; ya va a decir el smbolo sublime ... y de sus labios tiernos sali, como relmpago imprevisto, a impulso de los hlitos eternos esta sola palabra: "Jesucristo."
Los camellos
Lo triste es as... Peter Altenberg
Dos lnguidos camellos, de elsticas cervices, de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia, los cuellos recogidos, hinchadas las narices, a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
Alzaron la cabeza para orientarse, y luego el sooliento avance de sus vellosas piernas -bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego- pararon silenciosos, al pie de las cisternas...
Un lustro apenas cargan bajo el azul magnfico, y ya sus ojos quema la fiebre del tormento: tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglfico perdido entre las ruinas de infausto monumento.
...:::Blanca Varela:::...
Mscara de algn Dios
Frente a m ese rostro lunar. Nariz de plata, pjaros en la frente.
Pjaros en la frente?
Y luego hay rojo y todo lo que la tierra olvida. Humedad con poderes de fuego floreciendo tras las negras pestaas. Un rostro en la pared. Detrs del muro, ms all de toda voluntad, ms lejos todava que mirar y callar: qu?
Siempre hay algo que romper, abolir o temer? Y al otro lado? Al revs?
Vuela la mano, nace la nea, vibrante destino, negro destino. Por un instante la meloda es clara, parece eterna la tarde, pursima la sombra del cielo.
Vuelvo otra vez . Pregunto. Tal vez ese silencio dice algo, es una inmensa letra que nos nombra y contiene en su aire profundo. Tal vez la muerte detrs de esa sonrisa sea amor, un gigantesco amor en cuyo centro ardemos.
Tal vez el otro lado existe y es tambin la mirada y todo esto es lo otro y aquello esto y somos una forma que cambia con la luz hasta ser slo luz, slo sombra.
Poema
Hoy ests en los brazos de mi feroz imaginacin brazos que han matado brazos con que tapo mis ojos con un gesto de lobo para buscarte un hogar un lento y suave infierno donde todo calor provenga de una furtiva lgrima oh lquido mundillo oh jadeante fantasma no eres sino el ojo que estalla y que deja caer como si no ocurriera sus mejores colores en mi entraa ojo que hociquea que peino con la ms pura saliva aqu en mis brazos entre mis torpes alas de mamfero la muy compuesta y perdurable nada para siempre te guarde y el buen mal ojo salta y se eleva en el oscuro cielo de mi lecho y ese cielo es el marco impreciso de una frente que ya no reconozco esa sombra ese objeto esa cosa con boca con nariz y con odos
ltimo poema de junio
Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La hermosa, la violenta flor del ridculo. Ptalo de carne y hueso. Ptalos? Flores? Preciosismobienvestido, muertodehambre, vaderretro.
Se trata simplemente de heridas congnitas y felizmente mortales.
Luz alta. Bermelln sbito bajo el que despiertas de pie, caminando a ninguna parte. Pies, absurdas criaturas sin ojos. No se parecen sino a otros pies. Y adems estas manos y estos dientes, para mostrar- los estpidamente sin haber aprendido nada de ellos.
Y encima de todo y todas las cosas, sobre tu propia cabeza, la aterciopelada corona del escarnio: un som- brero de fiesta, ingls y alto, listo para saludar lo invisible.
Rojos, divinos, celestes rojos de mi sangre y de mi corazn. Siena, cadmio, magenta, prpuras, carmi- nes, cinabrios. Peligrosos, envenenados crculos de fuego irreconciliable.
Adnde te conducen? A la vida o a la muerte? Al nico sueo? La flor de sangre sobre el sombrero de fiesta (ingls y alto) es una falsa noticia.
Revelacin. Soy tu hija, tu agnica nia, flamante y negra como una aguja que atraviesa un collar de ojos recin abiertos. Todos mos, todos ciegos, todos creados en un abrir y cerrar de ojos.
El dolor es una maravillosa cerradura.
Arte negra: mirar sin ser visto a quien nos mira mirar.
Arte blanca: cerrar los ojos y vernos.
Ver: cerrar los ojos.
Abrir los ojos: dormir.
Facilidades de la noche y de la palabra. Obscenidades de la luz y del tiempo.
Y as, la flor que fue grande y violenta se deshoja y el otoo es una torpe caricia que mutila el rostro ms amado.
Fuera, fuera ojos, nariz y boca. Y en polvo te con- viertes y, a veces, en imprudente y oscuro recuerdo.
Dulce animal, tiernsima bestia que te repliegas en el olvido para asaltarme siempre. Eres la esfinge que finge, que suea en voz alta, que me despierta.
...:::Francisco Villaespesa:::...
Autorretrato
Por la espaciosa frente plida y pensativa, desciende la melena en dos rizos iguales. Negros ojos miopes, gruesa nariz lasciva, la faz oval y fina, los labios sensuales.
Sobre el flexible cuerpo, perturban la negrura del enlutado traje que su dolor retrata, el d'annunziano cuello con su nvea blancura y con manchas sangrientas la flotante corbata.
Apura un cigarrillo Kedive, reclinado en un divn oscuro, y entre el humo azulado del tabaco, sus ojos contemplan con amor
el azul de las venas sobre las manos finas, dignas de rasgar velos de princesas latinas y ceir el anillo del Santo Pescador.
...:::Cintio Vitier:::...
Donde la brisa...
Porque tal es el rostro del fracaso que el espejo devuelve ciegamente aun antes de llegar, dulce y demente, el ltimo rescoldo del ocaso:
frente de la obsesin y del rechazo, ojos que slo vieron lo renuente, nariz que impide el aire, boca ausente en su amargo sabor: extrao vaso
a punto de volverse puro hueso: porque tal es el fin, tal la ceniza cuyo suave huracn todo lo arrasa,
dejar de letras quise un ramo grueso que ardiera un poco ms donde la brisa orea la aridez, sonre y pasa.
Un extrao honor
El rbol sabe, con sus races y sus ramas, todo aquello que puede ser un rbol: o acaso tambin falta a su mitad visible otro esplendor que es lo que est sufriendo y anhelando? No lo sabemos. Pero l no necesita conocerse. Basta que su misterio sea, sin palabras que vayan a decirle lo que es, lo que no es. El rbol, majestuoso como un rbol, lleno de identidad hasta las puntas, puede medirse cara a cara con el ngel.
Y nosotros con quin nos mediremos, quin ha de compartir nuestra congoja? Ved ese rostro, escrutad esa mirada donde lo que brilla es un vaco, repasad como en sueos esas lneas dolorosas en tomo de los labios, ese surco que ha de ahondarse en la mejilla, la desolada playa de la frente, la nariz como un tmulo funesto. Qu devastado reino, qu fiero y melanclico despojo, humeando todava! Slo otro rostro podra comprenderlo. As nos miramos cara a cara, el alma desollada, con el secreto jbilo insondable que nos funda, que est hecho de vergenza y de un extrao honor.
...:::Jos Watanabe:::...
El lenguado
Soy lo gris contra lo gris. Mi vida depende de copiar incansablemente el color de la arena, pero ese truco sutil que me permite comer y burlar enemigos me ha deformado. He perdido la simetra de los animales bellos, mis ojos y mis narices han virado hacia un mismo lado del rostro. Soy un pequeo monstruo invisible tendido siempre sobre el lecho del mar. Las breves anchovetas que pasan a mi lado creen que las devora una agitacin de arena y los grandes depredadores me rozan sin percibir mi miedo. El miedo circular siempre en mi cuerpo como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy una palada de rganos enterrados en la arena y los bordes imperceptibles de mi carne no estn muy lejos. A veces sueo que me expando y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y ms grande que los ms grandes. Yo soy entonces toda la arena, todo el vasto fondo marino.
...:::Emilio Adolfo Westphalen:::...
Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer...
Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer Y lentamente extiende con la lengua sobre l Un lquido rosado El cuerpo queda todo hmedo brillante y encendido Luego con los dientes hace aqu y all El signo el amor Pequeos puntos blancos que adornan la piel oscura La mujer cierra los ojos dilata las narices A veces a pesar suyo un suspiro entreabre sus labios.
Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo...
Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinndose Y alta velamen de mar recogindose en tu mirada Trajiste paso leve de alba al irse Y escandido incienso de arboledas tremoladas en tus manos Bajaste de brisa en brisa a cien de los das Y al fin eras el quedado manantial rondando las flores O las playas encaminndose a una querella sin motivo Por decir si tu mano estuvo armoniosa en el tiempo O si tu corazn era fruta de rbol o de ternura O el estruendo callado del surtidor O la voz baja de la dicha negndose o afirmndose En cada distole o sstole de permanencia y negacin Viniste a posarte sobre mi copa Roja estrella y gorgorito completo Viniste a posarte como la noche llama a sus creaturas O como el brazo termina su crculo y abarca el horario completo O como la tempestad retira los velos de su frente Para mirar el mundo y no equivocar sus remos Al levantar los muros y cerrar las cuevas Has venido y no se me alcanza qu justeza equivocas Para estarse sin levedad de huda y gravitacin de planeta Orlado de madreselvas en la astrologa infantil Para estarte como la rosa hundida en los mares O el barco anclado en nuestra conciencia Para estarte sin dar el alto a los minutos subiendo las jarcias Y cayndose siempre antes de tocar el timbre que llama a la muerte Para estarte sitiada entre son de arpa y ro de escaramuza Entre serpiente de aura y romero de edades Entre lengua de solsticio y labios de tartada morosidad acariciando Has venido como la muerte ha de llegar a nuestros labios Con la gozosa transparencia de los das sin fanal De los conciertos de hojas de otoo y aves de verano Con el contento de decir he llegado Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos sobre las cosas Y anudar la cabellera de las ciudades Y dar va libre a las aguas y canto libre a las bocas De la muchacha al levantarse y del campo al recogerse Has venido pesada como roco sobre las flores del jarrn Has venido para borrar tu venida Estandarte de siglos clavado en nuestro pecho Has venido nariz de mrmol Has venido ojos de diamante Has venido labios de oro
...:::Roger Wolfe:::...
Laguna
Nadie que habiendo estado, pongamos por caso, paseando al perro por una calle cntrica y desierta a las tres o tal vez a las cuatro de la tarde, no se haya topado de repente con una figura desarrapada y sucia, descompuesta ms all de cualquier posibilidad de remisin, que le ruja a voz en grito desde la otra acera: Hombre! Mi colega de nariz! Qu tal!, para correr luego tras l como una especie de rmora renqueante y jorobada, sin que consiga acordarse de quin demonios es, y lo que es an peor, no quiera recordar aunque fuera capaz de hacerlo, sabr nunca lo que significa la palabra desasosiego.
...:::Jos Zorrilla:::...
Para verdades el tiempo y para justicia Dios
I Juan Ruiz y Pedro Medina, dos hidalgos sin blasn, tan uno del otro son cual de una zarza una espina. Diz que Pedro salv a Juan la vida en lance sangriento; prendas de tanto momento amigos por cierto dan. Pasan ambos por valientes y maeros en la lid, y lo han probado en Madrid en apuros diferentes. Ambos pasan por iguales en valor y en osada, pero en fama de hidalgua no son lo mismo cabales. Que es Juan Ruiz hombre iracundo, silencioso por dems, que no alz noble jams el gesto meditabundo. Ancha espalda, corto cuello, ojo izquierdo, torvas cejas, ambas mejillas bermejas, y claro y rubio el cabello. Y aunque lleva en la cintura largo hierro toledano, dale, brillando en su mano, ms villana catadura. Y aunque arrojado y audaz en la ocasin, rara vez carece su intrepidez de son de temeridad. gil, astuto o traidor, hijo de ignorada cuna, debe acaso a su fortuna mucho ms que a su valor. Presentse ha pocos aos de Indias advenedizo, dizque con nombre postizo cubriendo propios amaos. Mas verti lujo y dinero en festines y placeres, aunque fue con las mujeres ms falso que caballero. Hoy pasa, pobre y oscuro, una existencia comn, y medra o mengua segn los dados le dan seguro. Hombre de quien saben todos que vive de malvivir, mas nadie sabr decir por cules o de qu modos. Modelos en amistad ambos para el vulgo son, mas con Pedro es la opinin menos rgida en verdad. Porque es Pedro, aunque arrogante y orgulloso en demasa, mozo de ms cortesa y ms bizarro talante. De ojos negros y rasgados con que a quien mira desdea, nariz corta y aguilea, con bigotes empinados. Entre sombrero y valona colgando la cabellera, y alto el gesto en tal manera, que cuando cede perdona. Mas si sombras de matn tales maneras le dan, tinela ms de galn por su noble condicin. Que no hay en Madrid mujer que un agravio recibiera, que a su espada no tuviera satisfaccin que deber. Ni hay ronda ni magistrado que en revuelta popular. no le haya visto tomar ayuda y parte a su lado. Tales son Ruiz y Medina, de quienes, por concluir, fltame slo decir que amaban a Catalina. Es ella una moza oscura, de talle y de rostro apuesta, mas tan gentil como honesta, y como agraciada pura. mala Ruiz, pero calla, acaso porque su amor, para mujer de su honor, palabras de amor no halla. l con ansia la contempla al abrigo del embozo, pero el mpetu de mozo ante su virtud se templa, que es tan dulce su mirar, que su luz por no perder, cuando se quiso atrever slo se atrevi a callar. Y es tan flexible su acento, que para no interrumpirle, tener es fuerza al orle con los labios el aliento. Medina, que fue soldado sobre Flandes por Castilla, y a los usos de la villa de ms tiempo acostumbrado, suplicla tan rendido, tan corts la enamor, que ella amor le prometi como l fuera su marido. Eso s!, por San Milln!, dijo Pedro con denuedo; y la calle de Toledo tom en resuelto ademn.