NARIZ

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.:NARIZ:.

Canto a m mismo Por Walt Whitman


o que podra volverme a vivir con los animales.
Son tan plcidos y tan sufridos!
Me quedo mirndolos das y das sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condicin;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...

No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que l.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tiene conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mi mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
En dnde las hallaron?
Pas por su camino hace ya tiempo y las dej caer sin darme cuenta?

Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre mas rico y mas veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aqu solo a aquel que ms amo y marchando con l en un abrazo
fraterno.

Este es un caballo Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...

Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus msculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo solo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
Para qu quiero tu paso ligero si yo galopo mas de prisa?
De pie o sentado, corro ms que t.


...:::Casa oscura | Sylvia Plath

Esta es una casa muy grande, oscura. / La hice yo misma, / celda a celda desde un rincn tranquilo,
/ masticando papel gris, / virtiendo gotas de cola, / silbando, moviendo mis orejas, / pensando en
otra cosa. //
Tiene tantos stanos, / tantas excavaciones tortuosas! / Redonda como una lechuza, / veo por mi
propia luz. / En cualquier momento puedo parir cachorros, / ser madre de un caballo. Mi vientre
se mueve. /Debo seguir trazando mapas. //
Estos tneles medulares! / Manos de topo, devoro mi camino. / Todo-boca lame los arbustos
y las ollas con comida. / Vive en un viejo pozo, / un agujero de piedra. l es el culpable. / Es un
gordo intil. //
Olor a guijarros, cmaras como nabos. / Minsculos ocicos estn respirando. / Oh humildes
pequeuelos! / Criaturitas sin hueso, como narices, / es un lugar tibio, tolerable, / el vientre de la
raz. / Hay aqu una madre que cobija. //

...::: Mi olor a ti | Leopoldo Alas Mnguez:::...

Mi olor a ti

Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sera al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se qued prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga, te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormas.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y est durando ms que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirndote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es ma.
De tanto olerte en m, tu olor es mo.
Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jams te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del nio absorto y puro,
del claro adolescente elctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soaba
fantasmas del amor, y es tambin el olor
que al transpirar mis sueos dejaron en las sbanas.

Quin sabe t a qu aspiras sin este efluvio mo,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compaa, sers siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olers a nada, no dejars recuerdo
ni podrs despertar autntico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un da te acaricien
con un perfume fsico y concreto.
Sers para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesorar con ms fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubr contigo.
Si quieres existir, respralo de nuevo.

De "La posesin del miedo" 1996

...::: Alegra Claribel :::...
Autorretrato

Malogrados los ojos
Oblicua la nia temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subindome del cuello.
Bruidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Slo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uas,
otra piel,
Por qu siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontr.
Segu buscando
en las conversaciones con los mos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sinttico,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurrindose a veces en las otras
an desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un da
y no s de mi rostro
y no puedo volverme.

...:::Odette Alonso:::...

leo

La muchacha del leo me ha mirado
de su pincel renazco sin saberlo
dos manchas sobre el lienzo
tinta negra.
El pincel es mi dedo dibujado en su espalda
su dedo en mi nariz
la caricia en la nuca.
El lienzo es esta cama
y la ciudad entera
corazn que se abre sin confianza
blanco y negro en el lienzo
esa muchacha y yo.

...:::Blanca Andreu:::...

Muerte pjaro prncipe, un pjaro es un ngel inmaduro...

Muerte pjaro prncipe, un pjaro es un ngel inmaduro.
Y as, hablar de tus manos que se alejan y de las manos
de lo hermossimo ardiendo,
pequeo dios con nariz de ciervo, hermano mo, hroes
de alma recortada,
nias de oro hipodrmico que nunca creen morir,
qu aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la
muerte mientras un ngel sobrevuela y pasa de largo
con el pico de plata y de ginebra,
labios del medioda resuelto en ave sobre tus manos que
se alejan y mis manos
y las manos del pequeo ciervo de aire griego salvaje,
hermano mo,
y las manos sin venas de los hroes, de las madonas
amnsicas.
Mis alas de dolor robadas por tus manos, amor mo,
corazn mo pintado de blanco,
mis alas de dolor con botellas agnicas y lquidos que
disuelven la vida,
y los labios que te aman en m en la convulso,
y la msica en trompas delgadsimas, trompetas peraltadas.
peraltadas, columnas nias, qu
sobreagudo el do,
la mirada ms alta y la ms alta queja,
muerte pjaro prncipe volando,
un pjaro es un ngel inmaduro.

"De una nia de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980

...:::Guillaume Apollinaire:::...

Oh puertas de tu cuerpo...

Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y las he abierto todas
Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y para m se han vuelto a cerrar todas

En la primera puerta
La Clara Razn ha muerto
Era te acuerdas? el primer da en Niza
Tu ojo izquierdo as como una culebra se desliza
Hasta mi corazn
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda

En la segunda puerta
Ha muerto toda mi fuerza
Era te acuerdas? en un albergue en Cagnes
Tu ojo derecho palpitaba como mi corazn
Tus prpados latan como en la brisa laten las flores
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha

En la tercera puerta
Escucha latir la aorta
Y todas mis arterias hinchadas por tu slo amor
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu odo izquierdo

En la cuarta puerta
Me escoltan todas las primaveras
Y aguzando el odo se escucha del bonito bosque
Subir esta cancin de amor y de los nidos
Tan triste para los soldados que estn en la guerra
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu odo derecho

En la quinta puerta
Es mi vida que te traigo
Era te acuerdas? en el tren que volva de Grasse
Y en la sombra muy cerca muy bajito
Tu boca me deca
Palabras de condenacin tan perversas y tan tiernas
Que pregunto a mi alma herida
Cmo pude orlas sin morir
Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas
Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca

En la sexta puerta
Tu gestacin de putrefaccin oh Guerra est abortando
He aqu todas las primaveras con sus flores
He aqu las catedrales con su incienso
He aqu tus axilas con su divino olor
Y tus cartas perfumadas que huelo
Durante horas
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz

En la sptima puerta
Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva
Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar
Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se mora el mar
Y el olor de los naranjos te envolva de amor
Mientras en mis brazos te acurrucabas
Quieta y callada
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz

En la octava puerta
Dos ngeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan
El cielo exquisito de tu cintura elstica
Y heme aqu armado con un ltigo hecho con rayos de luna
Los amores coronados con jacinto llegan en tropel.
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma

Con la novena puerta
Es preciso que salga el amor mismo
Vida de mi vida
Me junto contigo para la eternidad
Y por el amor perfecto y sin ira
Llegaremos a la pasin pura y perversa
Segn lo que queramos
A todo saber a todo ver a todo or
Yo me renunci en el secreto profundo de tu amor
Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo
Entre dos columnas de perfeccin
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien

Versin de Claire Deloupy

...:::Jean Arp:::...

El aire es una raz

las piedras estn llenas de entraas. bravo. bravo.
las piedras estn llenas de aire.
las piedras son ramas de agua.

En la piedra que ocupa el lugar de la boca brota
una hoja espinosa. bravo.
una voz de piedra est mano a mano y pie a pie
con una mirada de piedra.

las piedras son atormentadas como la carne.
las piedras son nubes porque su segunda naturaleza
les baila en su tercera nariz. bravo. bravo.

cuando las piedras se rascan les crecen uas en las races.
bravo. bravo.
las piedras tienen orejas para comer la hora exacta.

De "Das Deshojados"
Versin de Jess Munrriz

Las piedras domsticas

las piedras son entraas
bravo bravo
las piedras son troncos de aire
las piedras son ramas de agua
sobre la piedra que ocupa el lugar de la boca
brota una espina
bravo
una voz de piedra
est frente a frente
y codo a codo
con una mirada de piedra
las piedras sufren los tormentos de la carne
las piedras son nubes
pues su segunda naturaleza
baila sobre su tercera nariz
bravo bravo
cuando las piedras se rascan
las uas brotan en las races
las piedras tienen orejas
para comer la hora exacta.

De "Le sige de l'air"
Versin de Aldo Pellegrini

...:::Antonin Artaud:::...
Poeta negro

Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araa el corazn de la vida.

Selva, selva, hormiguean ojos
en los pinculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.

Los ojos se enfurecen, las lenguas giran
el cielo afluye a las narices
como azul leche nutricia;
estoy pendiente de vuestras bocas
mujeres, duros corazones de vinagre.

De "L'Ombilic des limbes"
Versin de Aldo Pellegrini

...:::Ingeborg Bachmann:::...

Currculum Vitae

Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uas
no siempre le aturde, oh dios,
larga es la noche.

Mi cabello no se encanece
porque sal del vientre de las mquinas,
Rosarroja* me unt de alquitrn la frente
y los mechones, haban estrangulado
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el jefe de la tribu, pas por la ciudad
de diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendan diez veces cien mil pipas de la paz,
fras. Una calma de ngeles
dese a menudo para m
y cotos de caza llenos
de los gritos impotentes
de mis amigos.

Con las piernas y las alas abiertas
suba la sabihonda juventud
sobre m, sobre el estircol, sobre el jazmn,
hacia las inmensas noches del secreto
de la raz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaa mi ventana cada hora,
dadme euforbia y verted
la risa en mi garganta
de los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga yo sobre los infolios
en el sueo vergonzoso,
para que no pueda pensar,
para que juegue con flecos
de los que cuelgan serpientes.

Tambin nuestras madres
soaron con el futuro de sus maridos,
los vieron poderosos,
revolucionarios y solitarios,
pero despus del retiro los han visto encorvados en el huerto
sobre las llameantes malas hierbas,
mano a mano con el fruto charlatn
de su amor. Triste padre mo,
por qu callasteis entonces
y no habis seguido pensando?

Perdido en las cascadas de fuego,
En una noche junto a un can
que no dispara, condenadamente larga
es la noche, bajo el esputo
de una luna enfermiza, su luz
biliosa, pasa volando sobre m
el trineo con la historia
embellecida,
en la va del sueo de poder (lo cual no impido).
No era que yo durmiese: estaba despierto,
entre esqueletos de hielo buscaba el camino,
volva a casa, me cea el brazo
y la pierna con hiedra y con restos
de sol blanqueaba las ruinas.
Respet los das festivos,
y slo si mi pan estaba bendecido
lo coma.

En una poca arrogante
hay que pasar de prisa
de una luz a otra, de un pas
a otro, bajo el arco iris,
con la punta del comps en el corazn,
tomando la noche por radio.
Abierto de par en par. Desde las montaas
se ven lagos, en los lagos
montaas, y en el armazn de las nubes
se balancean las campanas
de un mundo. Saber de quin
es ese mundo, me est prohibido.

Ocurri un viernes:
-yo estaba ayunando por mi vida,
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar-
entonces saqu del pez abierto
un anillo que lanzado
al nacer yo, cay en el ro
de la noche y se hundi.
Yo volv a lanzarlo a la noche.

Oh si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazn
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el prpado
(y no hubiera visto la cuerda).
Estn tirando del cielo?
Si no me sostuviera la tierra
hace tiempo que yacera quieta,
hace tiempo que yacera
donde me quiere la noche,
antes de que hinche las narices
y levante su casco
para nuevos golpes,
siempre para golpear.
Siempre la noche.
Y nunca el da.

*Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.

De "Invocacin a la Osa Mayor" Ediciones Hiperin 2001
Versin de Cacilia Dreymller y Concha Garca

...:::Gastn Baquero:::...

Cancin sobre el nombre de Irene

Qu bueno es estar contigo ante este fuego, Irene,
saber que sigues llamndote as, Irene;
que tu nombre no se te ha evaporado de la piel
como se evapora el roco de la panza del sapo!

Ah decir Irene, Irene, Irene, Irene,
cerrando los ojos y diciendo nada ms Irene
por el solo placer y la magia de decir Irene,
Pedaleando en el aire existas o no existas,
qu real y slida eres, qu verdadera eres
en medio del irreal universo por llamarte Irene!

Las salamandritas del fuego se te quedan mirando,
y el humo, antes de irse, se detiene feliz a contemplarse
en el topacioespejo de tus ojos, como una mujer que se empolva la nariz
antes de entrar en el cementerio.

Y t en tu aire,
y t, impasible con tu abanico de llamas, sigues nada ms
llamndote Irene,
segura de que todo el universo no puede despojarte de tu nombre de Irene!

Yo paseaba un da por el Tber,
-Tber de cascabeles ahogados, Tber de pececitos oscuros
Tber meado por Tiberio-,
y vi en medio del ro una isla verdeante,
trabajada en la materia de las madrporas o de las malaquitas,
vaya usted a saber!, pero pequeita y completamente real;
y vi en la orilla
una de esas estatuas del Tber sumergidas por siglos,
donde el mrmol se ha hecho rseo, y carnal, y blando;
y con mucho temor, con una reverencia, pregunt a la estatua:
-Perdone usted, seor, cmo se llama esta isla?
Y con un gran desdn, entreabriendo apenas los labios y mirndome para nada,
dijo suavemente:
-Cmo va a llamarse esta isla? Esta isla se llama Irene.

Qu bueno es estar contigo junto al fuego,
y saber que ah ests, real y verdadera,
saber que ests ah mientras afuera se evapora el mundo,
y que sigues y sigues,
y seguirs para siempre llmandote Irene!

...:::Charles Baudelaire:::...

24. Perfume extico

Cuando entorno los ojos bajo el sol otoal
Y respiro el aroma de tu clido seno,
Ante m se perfilan felices litorales
Que deslumbran los fuegos de un implacable sol.

Una isla perezosa donde Naturaleza
Produce rboles nicos y frutos sabrossimos,
Hombres que ostentan cuerpos giles y delgados
Y mujeres con ojos donde pinta el asombro.

Guiado por tu aroma hacia mgicos climas
Veo un puerto colmado de velas y de mstiles
Todava fatigados del oleaje marino,

Mientras del tamarindo el ligero perfume,
Que circula en el aire y mi nariz dilata,
En mi alma se mezcla al canto marinero.

154. El glotn

Rumiando, yo me burlo de la gente famlica.

Como un obs reventara,
Si no absorbiese como un chancro,

Su mirada no era tmida ni indolente,
Exhalaba, ms bien, alguna vida cosa,
Y, como su nariz, expresaba la fiebre
De artista ante la obra surgida de sus dedos.
Tu juventud estar ms llena de tormentas
Que este esto de pupilas llenas de resplandor,
Que sobre nuestras frentes se retuerce abrasado,

Y, exhalando en la noche sus febriles alientos,
Logra que de sus cuerpos se prenden las doncellas,
Y enfrente del espejo, oh estriles deleites!
Admiren la sazn de su virginidad,
Ms veo en esos ojos, cargados de tormentas,
Que no est hecha tu alma para las dulces fiestas,
Y que belleza tal, sombra como el hierro,
Es de aquellas que forjan y pulen los Infiernos,
Para un da oficiar espantosas lujurias
Y contristar el alma de humildes criaturas.
Con su peso aplastando un enorme almohadn
Un cuerpo all luca con un sopor muy dulce,
Y su sueo, adornado de una feliz sonrisa
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
El surco de su espalda que estremeca el deseo.

El aire estaba ungido de furor amoroso;
Los insectos volaban a la lmpara, el viento
Permaneca inmvil en torno a las cortinas.
Era una noche clida, un bao juvenil.

Gran ngel, que llevais sobre la fiera faz
Lo sombro del Infierno, desde donde ascendisteis;
Domador dulce y fiero que me habis enjaulado,
Para recreacin de vuestra crueldad,

Pesadilla nocturna, sirena sin cors,
Que me arrastrais, maligna, siempre de pie a mi lado,
Por mi sayal de santo o mi barba de sabio,
Para darme el veneno de un descarado amor...

...:::Samuel Beckett:::...

Whoroscope

(Horscoo)

Qu es esto?
Un huevo?
Por los hermanos Boot, apesta a fresco.
Dselo a Gillot.

Cmo ests, Galileo,
y sus terceras sucesivas!
Asqueroso viejo nivelador copernicano hijo de vivandera!
Nos movemos, dijo, al fin nos marchamos-Porca Madonna!
como un contramaestre o un Pretendiente saco-de-patatas? cargando
contra el enemigo.
Esto no es moverse, sino conmoverse.?

Qu es esto ?
Una tortilla acerba o una que ha florecido?
Dos ovarios revueltos con prosticiutto?*
Cunto tiempo lo invagin, la emplumada?
Tres das y cuatro noches?
Dselo a Gillot.

Faulhaber, Beeckman y Pedro el Rojo
venid ahora en un alud de nubarrones o en la cristalina nube de
Gassendi?, roja como el sol,
y os limar todas vuestras gallinas-y-medio
o limar una lente bajo el edredn en la mitad del da.

Pensar que era l, mi propio hermano, Pedro el Bravucn
y que no usaba de silogismo alguno
como si Papi an estuviera con vida.
Ea!, psame esa calderilla,
dulce sudor molido de mi hgado ardiente!
Qu das aqullos, sentado al lado de la estufa?, arrojando jesuitas
por el tragaluz!

Y se, quin es? Hals?
Que espere.

Mi adorable bizquita!
Yo me esconda y me buscabas**.
Y Francine, precioso fruto mo de un feto casa-y-gabinete!
Vaya una exfoliacin!
Su pequea epidermis griscea y desollada, y rojas las amgdalas!
Hija nica ma
Azotada por la fiebre hasta en el turbio restaar de su sangre...
sangre!
Oh, Harvey de mi corazn!
qu harn los rojos y los blancos, los muchos en los pocos
(querido Harvey sangre-girador)
para arremolinarse por este batidor resquebrajado?
Y el cuarto Enrique lleg a la cripta de la flecha.

Qu es esto?
Desde cuando?
Incbalo.

Un viento de maldad empujaba la desesperacin de mi sosiego
contra las escarpadas cimas de la seora
nica:
no una vez ni dos, sino...
(Burdel de Cristo, empllalo!)
en una sola anegacin de sol.
(Jesuitastros, copien, por favor.)

Por lo tanto adelante con las medias de seda sobre el traje de punto
y la piel mrbida...
qu estoy diciendo, la suave tela...
y vmonos a Ancona, sobre el brillante Adritico,
y adis unos instantes a la amarilla llave de los Rosacruces.
Ellos no saben qu es lo que hizo el dueo de todos los que hacen,
que a la nariz le toca el beso del aire todo ftido y fragante
y a los tmpanos, y al trono del orificio fecal
y a los ojos su zigzag.
De esta manera Le bebemos y Le comemos
y el Beaune aguado y los duros cubitos de pan Bimbo
porque l puede danzar
igual cerca que lejos de Su Esencia Danzante
y tan triste o tan vivo como requiere el cliz, la bandeja.
Qu te parece, Antonio?

En el nombre de Bacon, me empollaris el huevo!
O deber tragrme fantasmas de caverna?

Anna Mara!
Ella lee a Moiss y dice que su amor est crucificado.
Leider! Leider! Floreca pero se marchit,
plido y abusivo periquito en el escaparate de una calle mayor.
No, si creo desde el Principio a la ltima palabra, te lo juro.
Fallor, ergo sum!?
viejo frleur? esquivo
Toll- y legg-*
y se abroch el chaleco de redentorista.
No importa, pasmoslo por alto.
Soy un nio atrevido, ya lo s,
luego no soy mi hijo
(aunque fuese portero)
ni el de Joaqun mi padre,
sino astilla de un palo perfecto que no es viejo ni nuevo
ptalo solitario de una gran rosa, alta y resplandeciente.

Ests maduro al fin
plido y esbelto tordo mo, de seno desdoblado?
Qu ricamente huele
este aborto de volantn!
Lo comer con tenedor para pescado.
Clara y plumas y yema.
Me alzar luego y empezar a moverme
hacia Raab de las nieves,
la matinal amazona asesina confesada por el papa,
Cristina la destripadora.

Oh Weulles, no derrames la sangre de un franco
que ha subido los peldaos amargos
(Ren du Perron...)
y otrgame mi hora
segunda inescrutable sin estrellas.

Versin de Jenaro Talens

...:::Gustavo Adolfo Bcquer:::...

I

En una de las callejas ms oscuras y tortuosas de la ciudad imperial, empotrada y casi
escondida entre la alta morisca de una antigua parroquia mozrabe y los sombros y blasonados
muros de una casa solariega, tena hace muchos aos su habitacin, raqutica, tenebrosa y
miserable como su dueo, un judo Daniel Levi.
Era este judo rencoroso y vengativo como todos los de su raza, pero ms que ninguno
engaador e hipcrita.
Dueo, segn los rumores del vulgo, de una inmensa fortuna, veasele, no obstante,
todo el da acurrucado en el sombro portal de su vivienda, componiendo y aderezando cadenillas
de metal, cintos viejos o guarniciones rotas, con las que traa un gran trfico entre los truhanes del
Zocodover, las revendedoras del Postigo y los escuderos pobres.
Aborrecedor implacable de los cristianos y de cuanto a ellos pudiera pertenecer, jams pas junto
a un caballero principal o un cannigo de la primada sin quitarse una y hasta diez veces el
mugriento bonetillo que cubra su cabeza calva y amarillenta, ni acogi en su tenducho a uno de
sus habituales parroquianos sin agobiarle a fuerza de humildes salutaciones acompaadas de
aduladoras sonrisas.
La sonrisa de Daniel haba llegado a hacerse proverbial en todo Toledo, y su
mansedumbre, a prueba de las jugarretas pesadas y las burlas y rechiflas de sus vecinos, no
conoca lmites.
Intilmente los muchachos, para desesperarle, tiraban piedras a su tugurio; en vano
los pajecillos y hasta los hombres de armas del prximo palacio pretendan aburrirle con los
nombres ms injuriosos, o las viejas devotas de la feligresa se santiguaban al pasar por el umbral
de su puerta como si viesen al mismo Lucifer en persona. Daniel sonrea eternamente con una
sonrisa extraa e indescriptible. Sus labios delgados y hundidos se dilataban a la sombra de su
nariz enorme y corva, como el pico de un aguilucho; y aunque de sus ojos pequeos, verdes,
redondos y casi ocultos entre las espesas cejas brotaba una chispa de mal reprimida clera, segua
impasible golpeando con su martillo de hierro el yunque donde aderezaba las mil baratijas
mohosas y, al parecer, sin aplicacin alguna de que se compona su trfico.
Sobre la puerta de la casucha del judo y dentro de un marco de azulejos de vivos
colores, se abra un ajimez rabe, resto de las antiguas construcciones de los moros toledanos.
Alrededor de las caladas franjas del ajimez, y enredndose por la columnilla de mrmol que lo
parta en dos huecos iguales, suba desde el interior de la vivienda una de esas plantas trepadoras
que se mecen verdes y llenas de savia y lozana sobre los ennegrecidos muros de los edificios
ruinosos.
En la parte de la casa que reciba una dudosa luz por los estrechos vanos de aquel
ajimez, nico abierto en el musgoso y agrietado paredn de la caIleja, habitaba Sara, la hija
predilecta de Daniel.
Cuando los vecinos del barrio pasaban por delante de la tienda del judo y vean por
casualidad a Sara tras una de las celosas de su ajimez morisco ya Daniel acurrucado junto a su
yunque, exclamaban en voz alta, admirados de las perfecciones de la hebrea:
-Parece mentira que tan ruin tronco haya dado de s tan hermoso vstago!
Porque, en efecto, Sara era un prodigio de belleza. Tena los ojos grandes y
rodeados de un sombro cerco de pestaas negras, en cuyo fondo brillaba el punto de luz de su
ardiente pupila, como una estrella en el cielo de una noche oscura. Sus labios, encendidos y rojos,
parecan recortados hbilmente en un pao de prpura por las invisibles manos de un hada. Su tez
era blanca, plida y transparente como el alabastro de la estatua de un sepulcro. Contaba apenas
diecisis aos, y ya se vea grabada en su rostro esa dulce tristeza de las inteligencias precoces, y
ya hinchaban su seno y esperaban de su boca esos suspiros que anuncian el vago despertar del
deseo.
Los judos ms poderosos de la ciudad, prendados de su maravillosa hermosura, la
haban solicitado para esposa; pero la hebrea, insensible a los homenajes de sus adoradores y a los
consejos de su
padre, que la instaba para que eligiese un compaero antes de quedar sola en el mundo, se
mantena
encerrada en un profundo silencio, sin dar ms razn de su extraa conducta que el capricho de
permanecer libre. Al fin, un da, cansado de sufrir los desdenes de Sara y sospechando que su
eterna tristeza era indicio cierto de que su corazn abrigaba algn secreto importante, uno de sus
adoradores se
acerc a Daniel y le dijo:
-Sabes, Daniel, que entre nuestros hermanos se murmura de tu hija?
El judo levant un instante los ojos de su yunque, suspendi su continuo martilleo
y, sin mostrar la menor emocin, pregunt a su interpelante:
-Y qu dicen de ella?
-Dicen -prosigui su interlocutor-, dicen..., qu s yo..., muchas cosas..., entre otras,
que tu hija est enamorada de un cristiano... -Al llegar a este punto, el desdeado amante de Sara
se detuvo para
ver el efecto que sus palabras hacan en Daniel.
Daniel levant de nuevo sus ojos, le mir un rato fijamente sin decir palabra, y
bajando otra vez la vista para seguir su interrumpida tarea, exclam:
-Y quin dice que eso no es una calumnia?
-Quien los ha visto conversar ms de una vez en esta misma calle, mientras t
asistes al oculto sanedrn de nuestros rabinos -insisti el joven hebreo admirado de que sus
sospechas primero y despus sus afirmaciones no hiciesen mella en el nimo de Daniel.
Este, sin abandonar su ocupacin, fija la mirada en el yunque, sobre el que despus
de dejar a un lado el martillo, se ocupaba de bruir el broche de metal de una guarnicin con una
pequea lima, comenz a hablar en voz baja y entrecortada, como si maquinalmente fuesen
repitiendo sus labios las ideas que cruzaban por su mente.
-Je! Je! Je! -deca rindose de una manera extraa y diablica-. Conque a mi
Sara, el orgullo de la tribu, el bculo en que se apoya mi vejez, piensa arrebatrmela un perro
cristiano?... Y vosotros creis que lo har? Je! Je! -continuaba hablando para s y siempre
rindose, mientras la lima chirriaba cada vez con ms fuerza, mordiendo el metal con sus dientes
de acero-. Je! Je! Pobre Daniel, dirn los mos, ya chochea! Para qu quiere ese viejo
moribundo y decrpito esa hija tan hermosa y tan
joven, si no sabe resguardarla de los codiciosos ojos de nuestros enemigos?... Je! Je! Je! Crees
t
por ventura que Daniel duerme? Crees t por ventura que si mi hija tiene un amante..., que bien
puede ser, y ese amante es cristiano y procura seducirla, y la seduce, que todo es posible, y
proyecta huir con ella, que tambin es fcil, y huye maana, por ejemplo, lo cual cabe dentro de lo
humano, crees t que Daniel se dejar as arrebatar su tesoro, crees t que no sabr vengarse?
-Pero -exclam, interrumpiendo el joven- sabeis acaso...?
-S -dijo Daniel, levantndose y dndole un golpecito en la espalda-, s ms que t,
que nada sabes ni nada sabras si no hubiese llegado la hora de decirlo todo... Adis; avisa a
nuestros hermanos para que cuanto antes se renan. Esta noche, dentro de una o dos horas, yo
estar con ellos. jAdis!
Y esto diciendo, Daniel empuj suavemente a su interlocutor hacia la calle, recogi
sus trebejos muy despacio, y comenz a cerrar con dobles cerrojos y aldabas la puerta de la
tiendecilla.
El ruido que produjo sta al encajarse rechinando sobre sus premisos goznes, impidi al que se
alejaba or el rumor de las celosas del ajimez, que en aquel punto cayeron de golpe, como si la
juda acabara de retirarse de su alfizar.

...:::Gioconda Belli:::...
Pequeas lecciones de erotismo
VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
Navega loco en la juntura de los ocanos
Cruza las algas rmate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo
Llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despea el sextante desde lo alto de la pestaa
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz

Y Dios me hizo mujer

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos, nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cav por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Teji delicadamente mis nervios
y balance con cuidado
el nmero de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyect con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron as las ideas,
los sueos,
el instinto.
Todo lo cre suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los das
por las que me levanto orgullosa
todas las maanas
y bendigo mi sexo.

...:::Washington Benavides:::...

Cancin de los lentes

El poeta envejece.
No ve la lnea,
la delgada silueta
que, antes, vea.
La escritura le baila
una polkita;
se le van los matices,
las golondrinas.
Pero se puso lentes
y oh maravilla
se dibujaron netas
las golondrinas.
Apareci de nuevo,
-la delgadia-
aquella del romance,
palabra limpia...
Los tipos de su mquina
la tinta china
por ms que los limpiaba
no aparecan...
Se arrimaba a la hoja
cuanto poda,
su nariz borroneaba
la letra fina...
Pero se puso lentes
y oh maravilla
volvieron las "corrientes"
las "cristalinas"...
Y reley a Pessoa
y a Carlos Williams
y anduvo con Sabines
por la cornisa...
Ahora es un "cuatrojos"
es un "lenteja "
pero ve lo que escribe
y lo que piensa.

De "Finisterre" 1986

.-.

Diferencias

vamos a escuchar las voces
sus diferencias
a or
ponga el jilguero lo suyo
y el pirincho lo haga as

pero vamos a entendemos

que lo que quiero decir
no es opinin sobre gustos
dura tarea
o feliz
como un borracho que muere
ahogndose en un barril

yo vengo de un fondo viejo
con Berceo a la nariz
y endulz la villanesca
el agrio son del pas,

pero un puente de guitarra
fue lo que me trajo a m

por eso no se sorprendan
si contrapuntean aqu
la guitarra de Gabino
y el arpa del rey David.

De "Las milongas" 1965

...:::Mario Benedetti:::...

Hombre que mira ms all de sus narices

Hoy me despierto tosco y solitario
no tengo a nadie para dar mis quejas
nadie a quien echar mis culpas de quietud

s que hoy me van a cerrar todas las puertas
y que no llegar cierta carta que espero
que habr malas noticias en los diarios
que la que quiero no pensar en m

y lo que es mucho peor
que pensarn en mi los coroneles
que el mundo ser un oscuro
paquete de angustias
que muchos otros aqu o en cualquier parte
se sentirn tambin toscos y solos
que el cielo se derrumbar
como un techo podrido
y hasta mi sombra
se burlar de mis confianzas

menos mal
que me conozco

menos mal que maana
o a ms tardar pasado
s que despertar alegre y solidario
con mi culpita bien lavada y planchada
y no solo se me abrirn las puertas
sino tambin las ventanas y las vidas
y la carta que espero llegar
y la leer seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios
no alcanzarn a cubrir las buenas nuevas
y la que quiero
pensar en mi hasta conmoverse
y lo que es muchsimo mejor
los coroneles me echarn al olvido
y no solo yo muchos otros tambin
se sentirn solidarios y alegres
y a nadie le importar
que el cielo se derrumbe
y ms de uno dir que ya era hora
y mi sombra empezar a mirarme con respeto

ser buena
tan buena la jornada
que desde ya
mi soledad se espanta.

...:::William Blake:::...

Proverbios del infierno

En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha ensea
y en el invierno goza.

Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.

La senda del exceso lleva al palacio de la sabidura.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no acta engendra la plaga.

El gusano perdona al arado que lo corta.

Sumergid en el ro a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo rbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca ser estrella.

La eternidad est enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura las mide el reloj,
pero ningn reloj puede medir las horas de la sabidura.

Ningn alimento sano se atrapa con red ni trampa.

En aos de escasez, usa nmero, peso y medida.

No hay pjaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

Un cuerpo muerto no venga injurias.

El acto ms sublime consiste en poner a otro delante de ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegara a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquera, la vergenza es
el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles
con ladrillos de religin.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La ira del len es la sabidura de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena re; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado
y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes
para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a s mismo.

El jbilo impregna; las penas engendran.

Dejad que el hombre vista la melena del len y la mujer el velln de la oveja.

El ave un nido, la araa una tela, el hombre la amistad.

El egosta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceo han de considerarse
sabios, y podran ser medidos con la misma vara.

Lo que hoy est probado, en su momento era slo algo imaginado.

La rata, el ratn, el zorro y el conejo vigilan las races; el len, el tigre, el caballo
y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Si ests siempre listo a expresar tu opinin, el vil te evitar.

Todo lo que es creble, es una imagen de la verdad.

Nunca el guila malgast tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.

El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al len.

Piensa por la maana, acta a medioda, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

As como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son ms razonables que los caballos de la instruccin.

Del agua estancada espera veneno.

Nunca sabrs lo que es suficiente a menos que sepas lo que es ms que suficiente.

Escucha los reproches de los tontos! Forman un ttulo real!

Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El dbil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cmo ha de crecer, tal como el len no
interroga al caballo sobre cmo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, lo seramos nosotros.

El alma rebosante de dulce deleite jams ser profanada.

Cuando ves un guila, ves una porcin de Genio: Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones para los ms dulces goces.

Crear una florecilla es labor de siglos.

La condena estimula, la bendicin relaja.

El mejor vino es el ms aejo; la mejor agua, la ms nueva.

Las plegarias no aran! Los elogios no cosechan!

Las alegras no ren. Las tristezas no lloran.

La cabeza lo Sublime; el corazn, lo pattico; los genitales, la Belleza;
manos y pies la Proporcin.

Como el aire al pjaro o el agua al pez, as es el desprecio para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el bho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el len recibiese consejos del zorro, sera astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del
Genio.

Mejor matar a un nio en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la prctica.

Donde no est el hombre, la naturaleza es estril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creda.

Suficiente! o demasiado.


...:::Ruben Bonifaz Nuo:::...

Amiga a la que amo: no envejezcas...

Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.

Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compaa sin dolor, el vuelo,
gurdate hermosa, joven siempre.

No quiero ni pensar lo que tendra
de soledad mi corazn necesitado,
si la vejez daina, prejuiciosa
cargara en ti la mano,
y mordiera tu piel, desvencijara
tus dientes, y la msica
que mueves, al moverte, deshiciera.

Gurdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
de tus brazos que me enseas
cuando a solas conmigo te has quedado
desnuda toda, en sombras,
sin ms luz que la tuya,
porque tu cuerpo alumbra cuando amas,
ms tierna t que las pequeas flores
con que te adorno a veces.

Gurdame en la alegra de mirarte
ir y venir en ritmo, caminando
y, al caminar, mecindote
como si regresaras de la llave del agua
llevando un cntaro en el hombro.

Y cuando me haga viejo,
y engorde y quede calvo, no te apiades
de mis ojos hinchados, de mis dientes
postizos, de las canas que me salgan
por la nariz. Aljame,
no te apiades, destirrame, te pido;
hermosa entonces, joven como ahora,
no me ames: recurdame
tal como fui al cantarte, cuando era
yo tu voz y tu escudo,
y estabas sola, y te sirvi mi mano.

...:::Joseph Brodsky:::...

Cancin de amor

Si te estuvieras ahogando, acudira a salvarte,
a taparte con mi manta y a ofrecerte t caliente.
Si yo fuera comisario, te arrestara y te
encerrara en una celda con la llave echada.

Si fueras un pjaro, grabara un disco
y escuchara toda la noche tu trino agudo.
Si yo fuera sargento, t seras mi recluta
y, chico, te aseguro que te encantara la instruccin.

Si fueras china, aprendera tu idioma, quemara
mucho incienso, llevara tu ropa rara.
Si fueras un espejo, asaltara el bao de las seoras,
te dara mi lpiz rojo de labios y te soplara la nariz.

Si te gustaran los volcanes, yo sera lava
en constante erupcin desde mi oculto origen.
Y si fueras mi esposa, yo sera tu amante,
porque la Iglesia est firmemente en contra del divorcio.

Versin de Alejandro Valero

...:::Charles Bukowski:::...

Clidas nalgas

este Viernes por la noche
las muchachas mejicanas en el carnaval catlico
parecen muy buenas
sus maridos andan en los bares
y las muchachas mejicanas lucen jvenes
nariz aguilea con tremendos ojazos,
clidas nalgas en apretados bluyines
han sido agarradas de algn modo,
sus maridos andan cansados de esos culos calientes
y las muchachas mejicanas caminan con sus hijos,
existe una tristeza real en sus ojazos
como si recordaran noches cuando sus bien parecidos hombres-
les dijeron tantas cosas bellas
cosas bellas que ellas nunca escucharn de nuevo,
y bajo la luna y en los relampagueos de las
luces del carnaval
lo veo todo y me paro silencioso y lo lamento por ellas.
ellas me ven observando-
el viejo chivo nos est mirando
est mirando a nuestros ojos;
ellas sonren una a otra, hablan, salen juntas,
ren, me miran por encima de sus hombros.
camino hacia una caseta
ponga una moneda de diez en el nmero once y gane un pastel
de chocolate con 13 coloreadas colombinas en la
cima
suficiente por dems para un ex-catlico
y un admirador de los calientes y jvenes y
no usados ya ms
afligidos culos de las mejicanas.

Versin de Rafael Daz Borbn

...:::Lord Byron:::...

La destruccin de Senaquerib

BAJARON los asirios como al redil el lobo :
brillaban sus cohortes con el oro y la prpura ;
sus lanzas fulguraban como en el mar luceros,
como en tu onda azul, Galilea escondida.

Tal las ramas del bosque en el esto verde,
la hueste y sus banderas traspas en el ocaso:
tal las ramas del bosque cuando sopla el otoo,
yaca marchitada la hueste, al otro da.

Pues vol entre las rfagas el ngel de la Muerte
y toc con su aliento, pasando, al enemigo:
los ojos del durmiente fros, yertos, quedaron,
palpit el corazn, qued inmvil ya siempre.

Y all estaba el corcel, la nariz muy abierta,
mas ya no respiraba con su aliento de orgullo:
al jadear, su espuma qued en el csped, blanca,
fra como las gotas de las olas bravas.

Y all estaba el jinete, contorsionado y plido,
con roco en la frente y herrumbre en la armadura,
y las tiendas calladas y solas las banderas,
levantadas las lanzas y el clarn silencioso.

Y las viudas de Asur con gran voz se lamentan
y el templo de Baal ve quebrarse sus dolos,
y el poder del Gentil, que no abati la espada,
al mirarle el Seor se fundi como nieve.

Versin de Mrie Montand

...:::Rafael Cadenas:::...

3. Pero el tiempo me haba empobrecido.
Mi nico caudal eran los botines arrancados al miedo.
De tanto dormir con la muerte senta mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza.
Presa de tenaces anillos,
a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de la transitoriedad nsita a
mis actos.
Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes haban auscultado mi cuerpo sin poder arribar a
un dictamen. Slo yo conoca
mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda.
Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tena una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a m ya mis ancestros.
Nunca cre que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me
pertenecan enteramente.
Yo apenas sospechaba que haba tierra, luz, agua, aire, que viva y que estaba obligado a llevar mi
cuerpo de un lado a otro, alimentndolo, limpindolo, cuidndolo para que luciera presentable en
el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me senta solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dctil que me rodease con
una voz.
Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepcin del acatamiento,
de pretensiones que hacan sonrer a los duendes.
Un rey nio.
Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perd mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para m era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogacin. O un navo que se
transformaba en fosforescente penacho de dragn. O una nube que se demudaba conforme al
movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infrtiles averiguaciones, de fabulosas
fbricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
l haba degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Hua
mugiendo sbanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran smbolos zoolgicos
de mi destierro.
El amor me conduca con inocencia hacia la destruccin.
El odio, como a mis mayores, me fortaleca.
Pero yo era generoso y saba rer.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el
final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volv insomne al lugar de la
ficcin.

...:::Giosu Carducci:::...

El buey

Piadoso buey! Al verte mi corazn se llena
de un grato sentimiento de paz y de ternura,
y te amo cuando miras inmvil la llanura
que debe a tus vigores ser ms fecunda y buena.

Bajo el pesado yugo t no sientes la pena
y as ayudas al hombre que tu paso apresura,
y a su voz y a su hierro contesta la dulzura
doliente con que gira tu mirada serena.

De tu ancha nariz brota como un vaho tu aliento
y tu afable mugido lentamente en el viento
vibrando como un salmo de alegra, se pierde...

Y en su austera dulzura, tus dos verdes pupilas
reflejan cual si fuesen dos lagunas tranquilas,
el divino silencio de la llanura verde.

Versin de Carlos Lpez Narvez

...:::Josep Carner:::...

Nab (fragmento)

Todo era en el mundo comienzo y juventud.
La mar espejaba para un lad tan slo.
Un torrente de oro se verta en la mar.
En una cala, junto a un pino, negra garganta
me haba arrojado a la playa.
Ol a sal y a retama.
Brillaba al sol un hombre, en la colina,
e iba a tumbarse debajo de una higuera.
De una choza ascenda un hilillo de humo.
-Aqu -dije- me quedara,
como la piedra y el rbol. -Pero se oy la Voz:
-Ve a la resplandeciente Nnive, Jons, parte en seguida;
juntos, tu llegars y Yo hablar.

Me levant. El ardor de la roca,
la fragancia del pino me ignoraron.
Toda mi relacin con ellos se desvaneca,
como si ya me hubiese despedido.
El mar azul perda su embeleso;
una nube volvise, dndome la espalda;
senta al aire impacientarse
y la mota de polvo, -Ve- me deca.
Y en aquel punto fui
como picado por escorpin divino:
me sorprendi, agarrndome con fuerza;
me hizo suyo,
espolendome la prisa.
En camino afanoso,
bajo la asoleada,
volva a mi el brote del romero;
y cuando oscurecia, y me despabilaba,
me hacia alzar los ojos amor de las estrellas,
en donde estaba escrito el mandato divino.
De mi tardanza en desquite
una cosa tan slo me inquietaba:
dorma como en vela, coma como en sueos,
avanzaba sin ver, y sin saber oa.
Mi fuerza, mi esperanza, eran
la palabra que Dios me haba dicho.
Y yo la repeta da y noche,
como un enamorado, con deleite,
como el nio que canta por temor a olvidarse.
Ni rbol ni casa alguno detenan mi marcha;
todo con lo que tropezaba era arrojado atrs,
y noche y da caminaba:
y no vea ms que oscuridad o ardiente polvo.
Mi viaje -calor, peligro, ayuno-
dur de plenilunio a plenilunio,
y la espuela divina aliger mis pasos.
En cosa alguna mis ojos sosegaron,
ni mi boca hizo trato:
soldado que orden cumple
no estorba su camino con adioses ni lazos.

Pero a la vuelta de la cuarta luna,
cruel suplicio volvise mi camino:
y si me detena un solo instante
tenerme en pie ya no poda.
Enrojecidos por el sol los prpados,
mis pasos eran cada vez ms lentos;
polvorientas las cejas y la barba;
pesadas, las espaldas, y ardiente la nariz.
Hasta las cosas prximas parecan lejanas,
y el tino se perda con el ardor de la cabeza;
mi pie sangraba; torpes, su plegaria intentaban
el confundido juicio, la lengua, seca como un trapo.
Una maana, la claridad del da
son como un zumbido de abejorro en mi cabeza,
y mi mirada, prdiga de luz,
ante el rayo de sol se arrodillaba.
Pensando Yahv te espera
con nuevo aliento quera rehacerme;
mas tropezando en una piedra
di en tierra, y me hund en el polvo,
y no saba, aturdido, cmo levantarme.
-Huye Nnive de m?- acert an a decir;
y anhelando, vencido, que la noche negase,
ocult el rostro entre las manos.

Detrs de m, un viejo descabalg de un asno.
-Levntate! Al que cae, si no se pone en pie, alguien lo entierra.
Llevo a la ciudad un cestito de higos
y una cerda. No la conoces? Desventurado,
sbete al asno. Poco tienes de gordo!
Desde aqu se vislumbra el lugar donde el ro
cie la gran ciudad que corta, hiende y raja,
que lmites abate en un mundo cobarde.
Aqu, el osado mata, acomete y humilla;
los himnos de triunfo son obra del eunuco.
Todas las artes bajan la frente ante la guerra,
ya que la espada es joven y caduco el espritu.
Y en los mercados llenan las alforjas, muy prestos,
con sus preciosas sacas, las gentes sin escrpulos;
y las mujeres vienen de todas las regiones,
las ms perfectas en senos y caderas.
Asur es inmortal, y el mundo es una ruina.

Levant apenado la cabeza.
Unas casas de campo blanqueaban
por la otra orilla, en la vuelta del ro;
y yo, tambalendome, como animal herido,
dndome todo vueltas,
alc el brazo con nimo desesperado
que arrancar pude del fondo de mi corazn;
y derrochando un ao de mi vida pude clamar al fin:
-De aqu a cuarenta das, Nnive caer.

Versin de Jos Corredor-Matheos
"Ocho siglos de poesa catalana", Editorial Alianza


...:::Luisa Castro:::...

Casi medioda

I
Pero te dejo ir, te marchas, y yo ya no recuerdo
si debo sufrir, si es mi hora, mi llanto,
mi Penlope,
mi asiento duro y fcil
de tejedora a la sombra de una espera inconmovible:
te dejo ir y la maana
cae espesa y ruidosa,
se postra en mis pasillos,
invade las cocinas y yo ya no te amo
porque no, no es del todo cierto un dolor tan constatable.

Te dejo ir y avanzas confusamente entre los parques,
estropendolo todo con las huellas de
tus botas
grandes de soldado rubio.
Te vas a la guerra y decir miedo,
verte desaparecer diciendo hambre,
verte caminar con la muerte sonrindote en la espalda,
prostituta de quince minutos estrechos
en la primera esquina, junto
a la tienda de puales.

II
Y no, no es del todo cierto un dolor tan apreciable
porque hay una cosa entre los frigorficos
que se llama resurreccin
y cada hora decapitada, cada segundo
mutilado, cada vinculacin ah afuera
supone que los perros van a desaparecer algn da
con su fidelidad que traiciona rebaos,
con su estpida conducta de amor incondicional y severo.
No es del todo cierto eso de que yo sufra,
pregntale a una esfinge sin brazos
y con la nariz incompleta
si me ha visto pasar con lgrimas y duelo.
Quieren responderte con la misma frase lapidaria,
hija de siglos,
ah!, qu terrible llanto las caritides, qu terrible llanto,
pero yo
no pertenezco a la historia
y no tengo amistades de piedra.
Yo, dulcemente, he llegado a la desmesura del amor,
a la cintura estrechsima de la soledad, dulcemente,
etctera,
y mi alma alargada por el uso, estirada
y ensanchada
por los viajes fugitivos de tu cuerpo
acumula el aire y flota,
mi alma floja, preguntndose
qu es esa cosa de que te miren
todas las ciudades, de que te acojan todas las
Venecias.

De "Odisea definitiva" 1984


...:::Carlota Caulfield:::...

Y sobre todo

Inmutable e infinito
es tu cuerpo
de venado salvaje:
Es tu pelo
todos los rboles
Son tus ojos
todas las luces
Es tu nariz
todos los puentes
Son tus labios
todos los caminos
Es tu cuello
todas las canteras
Son tus hombros
todos los pilares
Tu pecho
todas las geografas
tus brazos
todos los vientos
Tu vientre
todas las espesuras
Tus piernas
todas las transformaciones

Inmutable e infinito:
eres

...:::Rosa Chacel:::...

Antinoo

Tu nariz pensativa sostiene la balanza de tus hombros,
tan breve el balanceo quedaron en el fiel diestra y siniestra.
Dentro est el pndulo
dispuesto a sealar con su parada el perfecto equilibrio,
dispuesto a detenerse en el instante
en que comienza lo que no termina.

Tu nariz pensativa, meditativa y contempladora
de ti mismo,
de su ltimo aliento se despide.
En l tu juventud, pico aroma!

Apolo

Habitante de los anchos portales
donde el laurel de la sombra oculta el arpa de la araa,
donde las losas acadmicas,
donde las arcas y las llaves mudas,
donde el papel cado
recubre el polvo de frgil terciopelo.

El silencio dictado por tu mano,
la lnea entre tus labios sostenida,
tu suprema nariz exhalando un aliento
como brisa en las praderas,
por gemelas vertientes recorriendo los valles de tu pecho,
y en torno a tus tobillos un espacio
plido como el alba!

Eterna, eternamente un universo a imagen tuya!
Con la frente a la altura de tu plinto,
viniendo de aritmticas vacas como claustros,
de cielos oprimidos como flor entre pginas,
eternamente! dije, y desde entonces,
eternamente! digo.

Beso a mi voz, que expresa tu mandato,
la suelto y voy hacia ti, como paloma
obediente en su vuelo,
libre en la jaula de tu ley.

El trazo de tu norma, en el basalto
de mi inocencia oscura,
el paso de tu flecha para siempre!
Y hasta el fin tu soberbia.
Sobre m, solo eterno
tu mandato de luz, Verdad y Forma.

...:::Leonard Cohen:::...

El estado del cajn

El 28 de noviembre de 1961

Existe algo ms vaco
que el cajn donde
uno sola guardar el opio?
Cmo se parece a una margarita amarilla
cegada, convertida en una margarita comn
mi precioso cajn de la cocina!
Cmo se parece a una nariz sin agujeros
mi desnudo cajn de madera!
Cmo se parece a una cesta sin huevos!
A un estanque sin su tortuga!
Mi mano ha explorado
mi cajn como una rata
en un experimento de laberintos.
Lector, puedo decir con seguridad
que no existe un cajn ms vaco
en toda la cristiandad!

.-.
Lentamente me cas con ella...

Lentamente me cas con ella
Lenta y amargamente me cas con su amor
Me cas con su cuerpo
en el aburrimiento y el gozo
Lentamente fui a ella
Lenta y resentidamente llegu a su cama
Fui a su mesa
por hambre y por hbito
fui a que me dieran de comer
Lentamente me cas con ella
sancionado por nadie
con la bendicin de nadie
en nombre de nadie
en medio de advertencias generalizadas
en medio de la burla generalizada
Fui a su fragancia
con las narices distendidas
Fui a su codicia
con semilla para un nio
Aos para la llegada
y aos en retirada
Lentamente me cas con ella
Lentamente me arrodill
Y ahora estamos heridos
tan profundamente y tan bien
que nadie puede hacernos dao
excepto la propia Muerte
Y a travs de la totalidad del sueo de la Muerte
Me muevo con sus labios
El sueo es una noche
pero eterno es el beso
Y lentamente voy a ella
lentamente nos despojamos
de los ropajes de nuestras dudas
y lentamente nos desposamos

LENTAMENTE ME CAS CON ELLA

Es un largo trayecto el que hay hasta casa Fairfax abajo hasta la Autopista de Santa Mnica, una
siniestra extensin de la Imaginacin. El torzal de su fragancia chisporrotea sobre m como un
antiguo cable de tranva. Polvo de la exhausta
primavera de L.A. en la palanca del cambio de luces, alzando su sombra de humo a humo entre los
marcadores luminosos
de carril. Y qu es esta cancin sino un poco de msica ambiental para aquellos que salen
demasiado, que hablan a sus esposas divorciadas incorporeizadas entre el parabrisas y las estrellas
siguientes con voces de secreta intimidad, tales como las que jams usaron en el sempiterno
rgimen de separarse.

...:::Luis Felipe Comendador:::...

La sonde t'entre par le nez - Que la sonda te entre por la nariz

Ahora que ya no sientes
la furia del ridculo encendindote
y me miras llorando,
suplicando mi mano para salir
de donde yo jams podr sacarte...

Ahora que la certeza del final
se te ha clavado justo en las pupilas
y la vida penetra regalada
por esta sonda fra,
umbilical...

Ahora entiendes mi prisa,
mis ganas de tenerte
antes del dormitorio,
mi insaciable ansiedad
encarnada de piel y de saliva...

Ahora que te penetra el plstico
y no quieres mirarte en el espejo...

Ahora me pides, leve,
sin palabras,
que recupere el tiempo con mis manos.

Y yo tan slo s
seguir amndote.

...:::Julio Cortazr:::...

El encubridor

Ese que sale de su pas porque tiene miedo,
no sabe de qu, miedo del queso con ratn,
de la cuerda entre los locos, de la espuma en la sopa.
Entonces quiere cambiarse como una figurita,
el pelo que antes se alambraba con gomina y espejo
lo suelta en jopo, se abre la camisa, muda
de costumbres, de vinos y de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor, y duerme
a pata ancha. Hasta de estilo cambia, y tiene amigos
que no saben su historia provinciana, ridcula y casera.

A ratos se pregunta cmo pudo escapar todo ese tiempo
para salirse del ro sin orillas, de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes, mircoles y jueves.
A fojas uno, s, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.

Aparte que no olvida, porque es arte de pocos,
lo que quiso, esa sopa de estrellas y de letras
que infatigable comer
en numerosas mesas de variados hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito intercostal se plante y diga basta.

.-.

Tala

Llvese estos ojos, piedritas de colores,
esta nariz de ttem, estos labios que saben
todas la tablas de multiplicar
y las poesas ms selectas.
Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
me quito las uas y dientes y le completo el peso.
No sirve esa manera de sentir.
Qu ojos ni qu dedos.
Ni esa comida recalentada, la memoria,
ni la atencin, como una cotorrita perniciosa.
Tome las inducciones y las perchas
donde cuelgan las palabras lavadas y planchadas.
Arree con la casa, fuera de todo,
djeme como un hueco, o una estaca.
Tal vez entonces, cuando no me valga
la generosidad de Dios, eso boy scout,
y est igual que la alfombra que ha aguantado
su lenta lluvia de zapatos ochenta aos
y es urdimbre no ms, claro esqueleto donde
se borraron los ricos pavorreales de plata,
puede ser que sin vos diga tu nombre cierto
puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.

...:::Luis Alberto de Cuenca:::...

2. La noche blanca

Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos,
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.

Qu blanca est la noche del placer. Cmo invita
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.

Nieva sobre el espejo de las celebraciones
y la nieve eterniza el festn de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.

Para ti, pecadora, escribo cuando el alba
me baa en su luz plida y t ya te has marchado.
Por ti, cuando el roco bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.

...:::Gabriel D'annunzio:::...

Mujeres

Han existido mujeres serenas de ojos claros,
infinitas y silenciosas como esa llanura
que atraviesa un ro de agua pura.

Han existido mujeres con visos de oro,
rivales del esto y del fuego, semejantes a
trigales lascivos que no hieren la hoz
con sus dientes pero arden por dentro
con fuego sideral ante el cielo despojado.

Han existido mujeres tan leves
que una sola palabra, una sola,
las convirti en esclavas. Y existieron otras,
de manos rojizas, que al tocar una frente
suavemente disiparon ideas terribles.

Y otras cuyas manos exanges y elsticas,
con giros lentos aparentaban insinuarse
creando una urdimbre rara y fina
en que las venas simulaban
hilos de vibracin ultramarina.

Mujeres plidas, marchitas, devastadas,
ardidas en el fuego amoroso
hasta lo ms profundo de s mismas,
consumido el rostro ardiente,
con la nariz agitada por el impulso
de inquietas aletas, con los labios abiertos
como yendo hacia las palabras pronunciadas,
con los prpados lvidos
como las corolas de las violetas.

Y todava han existido otras y,
maravillosamente, yo las he conocido.

Versin de Luis A. Cano

...:::Rubn Daro:::...

Carne, celeste carne de la mujer!

Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosa ms bien, oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
En ella est la lira,
en ella est la rosa,
en ella est la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.

Eva y Cipris concentran el misterio
del corazn del mundo.
Cuando el ureo Pegaso
en la victoria matinal se lanza
con el mgico ritmo de su paso
hacia la vida y hacia la esperanza,
si alza la crin y las narices hincha
y sobre las montaas pone el casco sonoro
y hacia la mar relincha,
y el espacio se llena
de un gran temblor de oro,
es que ha visto desnuda a Anadiomena.

Gloria, oh Potente a quien las sombras temen!
Que las ms blancas trtolas te inmolen,
pues por ti la floresta est en el polen
y el pensamiento en el sagrado semen!

Gloria, oh sublime, que eres la existencia
por quien siempre hay futuros en el tero eterno!
Tu boca sabe al fruto del rbol de la Ciencia
y al torcer tus cabellos apagaste el infierno!

Intil es el grito de la legin cobarde
del inters, intil el progreso
yankee, si te desdea.
Si el progreso es de fuego, por ti arde.
Toda lucha del hombre va a tu beso,
por ti se combate o se suea!

Pues en ti existe Primavera para el triste,
labor gozosa para el fuerte,
nctar, nfora, dulzura amable.
Porque en ti existe
el placer de vivir hasta la muerte
ante la eternidad de lo probable!

5. Cyrano en Espaa

He aqu que Cyrano de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo. Cyrano est en su casa.
No es en Espaa, acaso, la sangre vino y fuego?
Al gran gascn saluda y abraza el gran manchego.

No se hacen en Espaa los ms bellos castillos?
Roxanas encarnaron con rosas los Murillos,
y la hoja toledana que aqu Quevedo empua
concenla los bravos cadetes de Gascua.

Cyrano hizo su viaje a la luna; mas, antes,
ya el divino luntico de don Miguel de Cervantes
pasaba entre las dulces estrellas de su sueo
jinete en el sublime pegaso Clavileo.

Y Cyrano ha ledo la maravilla escrita
y al pronunciar el nombre del Quijote, se quita
Bergerac el sombrero: Cyrano Balazote
siente que es lengua suya la lengua del Quijote.

Y la nariz heroica del gran gascn se dira
que husmea los dorados vinos de Andaluca.
Y la espada francesa, por l desenvainada,
brilla bien en la tierra de la capa y la espada.

Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Castilla
te da su idioma, y tu alma como tu espada brilla
al sol que all en tus tiempos no se ocult en Espaa.
Tu nariz y penacho no estn en tierra extraa,
pues vienes a la tierra de la Caballera.

Eres el noble husped de Caldern. Mara
Roxana te demuestra que lucha la fragancia
de las rosas de Espaa con las rosas de Francia,
y sus supremas gracias, y sus sonrisas nicas
y sus miradas, astros que visten negras tnicas,
y la lira que vibra en su lengua sonora
te dan una Roxana de Espaa, encantadora.

Oh poeta! Oh celeste poeta de la facha
grotesca! Bravo y noble y sin miedo y sin tacha,
prncipe de locuras, de sueos y de rimas:
tu penacho es hermano de las ms altas cimas,
del nido de tu pecho una alondra se lanza,
un hada es tu madrina, y es la Desesperanza;
y en medio de la selva del duelo y del olvido
las nueve musas vendan tu corazn herido.

All en la luna hallaste algn mgico prado
donde vaga el espritu de Pierrot desolado?
Viste el palacio blanco de los locos del Arte?
Fue acaso la gran sombra de Pndaro a encontrarte?
Contemplaste la mancha roja que entre las rocas
albas forma el castillo de las Vrgenes locas?
Y en un jardn fantstico de misteriosas flores
no oste al melodioso rey de los ruiseores?

No juzgues mi curiosa demanda inoportuna,
pues todas esas cosas existen en la luna.
Bienvenido, Cyrano de Bergerac! Cyrano
de Bergerac, cadete y amante, y castellano
que trae los recuerdos que Durandal abona
al pas en que an brillan las luces de Tizona.
El Arte es el glorioso vencedor. Es el Arte
el que vence el espacio y el tiempo; su estandarte,
pueblos, es del espritu el azul oriflama.

Qu elegido no corre si su trompeta llama?
Y a travs de los siglos se contestan, od:
la Cancin de Rolando y la Gesta del Cid.
Cyrano va marchando, poeta y caballero,
al redoblar sonoro del grave Romancero.
Su penacho soberbio tiene nuestra aureola.
Son sus espuelas finas de fbrica espaola.

Y cuando en su balada Rostand teje el envo,
creerase a Quevedo rimando un desafo.
Bienvenido, Cyrano de Bergerac! No seca
el tiempo el lauro; el viejo corral de la Pacheca
recibe al generoso embajador del fuerte
Molire. En copa gala Tirso su vino vierte.
Nosotros exprimimos las uvas de Champaa
para beber por Francia y en un cristal de Espaa.

...:::Salvador Daz Mir:::...

Y a la puerta del viejo boho
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el rbol sombro,
una rstica grcil asoma,
como una paloma.

Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazn prematura;
elsticos bultos de tetas opimas;
y a juzgar por la equvoca traza,
no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!

Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de trtola el garbo del cuello,
y el azul de zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en mbar, la prpura en rosa,
y el jbilo es gracia sin velo,
y en cada carrillo produce un hoyuelo.

La payita se llama Sidonia;
lleg a Mxico en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
form parte de cierta colonia,
y acab de miseria y fatiga.(...)

(...) La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahdos.

El ambiente sofoca y escalda;
y encendida y sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y as se abanica.

Los guiapos revuelan en hondas...
La grey pace y trisca y holgando se tarda...
y al amparo de umbrticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.

Y un borrego con gran cornamenta
y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armio
-la mejor en figura y alio-
se copulan con ansia que tienta.

La zagala se turba y empina...
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo...
Un cambujo patn se avecina!

Y en la excelsa y magnfica fiesta,
y cual mcula errante y funesta,
un vil zopilote resbala
tendido e inmvil el ala.

...:::Salvador Espriu:::...

I beg your pardon

Meditacin, con ciertos ripios, en
torno a la teora atmica, tal como
se la alude en los peridicos.

Cuando el centro del rnundo
no eres exactamente t
(por ms ilusiones que te hagas),
si te despertasen en mitad de la noche,
no quieras preguntarte por qu vives:
distrete royndote la ua de un dedo.
Cuando el centro del mundo
queda tan lejos
de ti
que honestamente
empiezas a comprender que eres nadie,
detente un momento
y arrales, a las primeras narices, un puetazo.

Problemas cada vez ms esquivos
vienen a turbarte el dulce sueo.
Ya slo te faltaba, por lo que dices,
descubrir que no eres exactamente el centro del mundo.

Vecino de Badalona o de Estambul,
tanto si eres activo como si eres gandul,
en este nuestro mundo sin maana
es muy difcil que ganes tu pan.
No te dar el ms mnimo consuelo:
un da cualquiera te volarn.
Mas entretanto evita algunos trastornos
abrochndote muy bien los pantalones.

Versin de Jos Batll

...:::Rafael Espejo:::...

Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pa.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.

Y duros huesos a los que se enredan
msculos trepadores
regados por la sangre que hered,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.

Pero yo, que habito una regin
ignota en el cerebro,
slo me reconozco ntegramente
en el pene y los testculos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biolgicas que confluyen en m,
pura animalidad que me despierta.

Para qu sirvo entonces,
a qu puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qu he venido a hacer?

Vivir, pero adems
vivir consciente,
vivir como si solo
fuese real la vida.

Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al nio que me trajo aqu,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mstica, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.

Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.

De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009

...:::Alade Foppa:::...

3. La nariz

Casi un apndice
en la serena geometra
de mi rostro,
nica recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que me une al aire.
Cndidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
-desde el ans hasta el jazmn-
aspira trepidante
mi nariz.

...:::Humberto Garza:::...

Agona

Dondequiera, ya no es alguna parte,
ya no es hotel ni plaza ni alameda,
ya no es un restaurante
ni una casa friolenta
donde todos acechan,
amargando el frescor de la sorpresa.

Se terminaron todos los lugares,
los destruy la vida sin decirme,
los destruy el destino sin contarme;
los destruyeron para destruirme.

El xtasis no corre por mi carne,
crucificaron todos los momentos,
y mi vista no es nave
bregando en las ondas de tu cuerpo.
A veces, la llovizna,
trae aroma distrado de tu aliento,
y emigro a los tneles de octubre
a fumar y a degollarme en tu recuerdo.

No ha pasado la crisis,
y no podr pasar, es lo que siento.
En ninguna parte
te encuentro.
Tenemos que buscarnos mucho, mucho,
con deseo fuerte y pensamiento;
desgarrando las casas con la vista
y viajando en la alfombra del afecto.
Tenemos que buscarnos,
en el pecho y la espalda, si es posible,
del tiempo.

Yo te miraba de reojo,
mostrndome disperso.
El mbito aceptaba mi soborno,
y senta que el momento
y la vida...
por fin, valan un poco!

Voy a peinar la ciudad de arriba abajo,
voy a poner en la nariz de mi sabueso
la parte tuya que dejaste en m,
para que rastree tu recuerdo
en la tierra y el cielo,
para ver
si te encuentro.

...:::Tophile Gautier:::...

Soneto japons

Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura
el Japn dio a tus ojos su ms lmpido ail;
la porcelana blanca no tiene la blancura
de tu cuello tan suave como terso marfil.

En tu rostro sedtil suave lampo fulgura;
es tu voz como el eco de las auras de abril,
y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura
eres luna de ncar que me alumbra sutil.

Hay nbiles anhelos en tu mirar de raso;
tu boca tiene prpura de nubes en ocaso
y es tu nariz risuea la de gentil musm.

Pareces una frgil sombrilla japonesa
y cerca de ti aspiro, mi lnguida princesa,
algo tan dulce y raro como el olor del t.

Versin de Carlos Pujol

...:::Juan Gelman:::...

La economa es una ciencia

En el decenio que sigui a la crisis
se not la declinacin del coeficiente de ternura
en todos los pases considerados
o sea
tu pas
m pas
los pases que crecan entre tu alma y mi alma
de repente duraban un instante y antes de irse
o desaparecer dejaban caer sbanas
llenas de nuestros sexos
que salan volando alrededor como perdices.
Quiere decir que cada vez que hicimos el amor
dejbamos nuestros sexos all,
y ellos seguan vivitos y coleando como perdices suavsimas?
Qu raro, mir que lavbamos las sbanas
con subordinacin y valor
para que los jugos de la noche pasada
no inauguraran el pasado
y ningn pasado pusiera una oficina entre nosotros
para ordenarnos el hoy
porque el alma amorosa es desordenada y perfecta
tiene mucha limpieza y lindura
se necesita todo un Dios para encerrarla
como le pas a Don Francisco
que as pudo cruzar el agua fra de la muerte.
Es bien raro eso de nuestros sexos volando
pero recuerdo ahora que cada vez que yo entraba en tu sexo
y me baaban tus espumas pursimas con impaciencia
y dulzura y valor
me pareca or un pajarero en el bosque de vos
como amor encendiendo otro amor,
o ms, es cierto que cada vez nuestros sexos resucitaban
y se ponan a dar vueltas entre ellos
como maripositas encandiladas por el fuego
y se queran morir de nuevo
buscando incesantemente la libertad
y haba un pas entre la vida y la muerte
donde todo era consolacin y hermosura
y no poseamos nuestro corazn
y nuestros sexos se perdan como almas en la noche
y nunca ms los volvamos a ver para entender
estudio los ndices de la tasa de inversin bruta
los ndices de la productividad marginal de las inversiones
los ndices de crecimiento del producto amoroso
otros ndices que es aburrido hablar aqu
y no entiendo nada.
La economa es bien curiosa
al pequeo ahorrista del alma lo engaan en Wall Street
los sueldos de la ternura son bajos
subsiste la injusticia en el mercado mundial del amor,
el aprendiz est rodeado de nubes que parecen elefantes,
eso no le da dicha ni desdicha
en medio de las razones
las redenciones
las resurrecciones.
Se lleva el alma a la nariz para sentir tus perjmenes
estoy viendo volar los pajaritos que te salan del sexo
mejor dicho
de ms all todava
de todo lo que valas
o brillabas
o eras
y dabas como jugos de la noche.

...:::Oliverio Girondo:::...

Llorar a lgrima viva...

Llorar a lgrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestin.
Llorar el sueo.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropologa, llorando.
Festejar los cumpleaos familiares, llorando.
Atravesar el frica, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacues y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hasto, de alegra.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
Llorar todo el insomnio y todo el da!


No se me importa un pito que las mujeres...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacara el primer premio
en una exposicin de zanahorias;
pero eso s! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningn pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
sta fue -y no otra- la razn de que me enamorase,
tan locamente, de Mara Luisa.
Qu me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
Qu me importaban sus extremidades de palmpedo
y sus miradas de pronstico reservado?
Mara Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el bao, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
Con qu impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algn paseo por los alrededores!
All lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"Mara Luisa! Mara Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilmetros de silencio planebamos una caricia
que nos aproximaba al paraso;
durante horas enteras nos anidbamos en una nube,
como dos ngeles, y de repente,
en tirabuzn, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
Qu delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
Que voluptuosidad la de pasarse los das entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Despus de conocer una mujer etrea,
puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centmetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seduccin de una mujer pedestre,
y por ms empeo que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor ms que volando.


Paisaje bretn

Douarnenez,
en un golpe de cubilete,
empantana
entre sus casas como dados,
un pedazo de mar,
con un olor a sexo que desmaya.

Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas!
Tabernas que cantan con una voz de orangutn!

Sobre los muelles,
mercurizados por la pesca,
marineros que se agarran de los brazos
para aprender a caminar,
y van a estrellarse
con un envin de ola
en las paredes;
mujeres salobres,
enyodadas,
de ojos acuticos, de cabelleras de alga,
que repasan las redes colgadas de los techos
como velos nupciales.

El campanario de la iglesia,
es un escamoteo de prestidigitacin,
saca de su campana
una bandada de palomas.

Mientras las viejecitas,
con sus gorritos de dormir,
entran a la nave
para emborracharse de oraciones,
y para que el silencio
deje de roer por un instante
las narices de piedra de los santos.

1920

De "Veinte poemas para ser ledos en el tranva"


...:::ngel Gonzlez:::...

Los sbados

Las prostitutas madrugan mucho
para estar dispuestas...

Elena despert a las dos y cinco,
abri despacio las contraventanas
y el sol de invierno hiri sus ojos
enrojecidos. Apoyada
la frente en el cristal,
mir a la calle: nios con bufandas,
perros. Tres curas
paseaban.
En ese mismo instante,
Dora comenzaba
a ponerse las medias.
Las ligas le dejaban
una marca en los muslos ateridos.
Al encender la radio -Ada:
marcha nupcial-,
recordaba palabras
-Dora, Dorita, te amo-
a la vez que intentaba
reconstruir el rostro de aquel hombre
que se fue ayer -es decir, hoy- de madrugada,
y lea distrada una moneda:
Veinticinco pesetas. ...por la gracia
de Dios.
(Y por la cama)
Eran las tres y diez cuando Conchita
se estiraba
la piel de las mejillas
frente al espejo. Bostez. Miraba
su propio rostro con indiferencia.
Localiz tres canas
en la raz oscura de su pelo
amarillo. Abri luego una caja
de crema rosa, cuyo contenido
extendi en torno a su nariz. Bostezaba,
y aprovech aquel gesto
indefinible para
comprobar el estado
de una muela careada
all en el fondo de sus fauces secas,
inofensivas, turbias, algo hepticas.

Por otra parte,
tambin se preparaba
la ciudad.
El tren de las catorce treinta y nueve
alter el ritmo de las calles. Miradas
vacilantes, ojos
confusos, planteaban
imprecisas preguntas
que las bocas no osaban
formular.
En los cafs, entraban
y salan los hombres, movidos
por algo parecido a una esperanza.
Se deca que an era temprano. Pero
a las cuatro, Dora comenzaba
a quitarse las medias -las ligas
dejaban una marca
en sus muslos.
Lentas, solemnes, eclesisticas,
volaban de las torres
palomas y campanas.
Mientras
se bajaba la falda,
Conchita vio su cuerpo
-y otra sombra vaga-
moverse en el espejo
de su alcoba. En las calles y plazas
palideca la tarde de diciembre. Elena
cerr despacio las contraventanas.

...::: Nicols Guilln:::...

El abuelo

Esta mujer anglica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
un negro el parche duro de roncos atabales.

Bajo la lnea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

Ah, mi seora! Mrate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que all dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

que ya vers, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que riz por siempre tu cabeza amarilla.

...:::Manuel Gutierrez Njera:::...

La duquesa Job

A Manuel Puga y Acal

En dulce charla de sobremesa,
mientras devoro fresa tras fresa
y abajo ronca tu perro Bob,
te har el retrato de la duquesa
que adora a veces el duque Job.

No es la condesa que Villasana
caricatura, ni la poblana
de enagua roja que Prieto am;
no es la criadita de pies nudosos,
ni la que suea con los gomosos
y con los gallos de Micol.

Mi duquesita, la que me adora,
no tiene humos de gran seora;
es la griseta de Paul de Kock.
No baila "boston ", y desconoce
de las carreras el alto goce,
y los placeres del "five o'clock".

Pero ni el sueo de algn poeta,
ni los querubes que vio Jacob,
fueron tan bellos cual la coqueta
de ojitos verdes, rubia griseta
que adora a veces el duque Job.

Si pisa alfombra no es en su casa,
si por Plateros alegre pasa
y la saluda Madame Marnat,
no es, sin disputa, porque la vista,
s porque a casa de otra modista
desde temprano rpida va.

No tiene alhajas mi duquesita,
pero es tan guapa y tan bonita,
y tiene un cuerpo tan "v" lan ", tan "pschutt",
de tal manera trasciende a Francia,
que no le igualan en elegancia
ni las clientes de Hlene Kossut.

Desde las puertas de la Sorpresa
hasta la esquina del Jockey Club,
no hay espaola, yankee o francesa,
ni ms bonita, ni ms traviesa
que la duquesa del duque Job.

Cmo resuena su taconeo
en las baldosas! Con qu meneo
luce su talle de tentacin!
Con qu airecito de aristocracia
mira a los hombres, y con qu gracia
frunce los labios! Mim Pinson!

Si alguien al alcanza, si la requiebra,
ella, ligera como una cebra,
sigue camino del almacn;
pero ay del tuno si alarga el brazo!
Nadie le salva del sombrillazo
que lo descarga sobre la sien.

No hay en el mundo mujer ms linda!
Pie de andaluza, boca de guinda,
"esprit" rociado de Veuve Clicot;
talle de avispa, cutis de ala,
ojos traviesos de colegiala
como los ojos de Louise Theo!

gil, nerviosa, blanca, delgada,
media de seda bien estirada,
gola de encaje, cors de crac!,
nariz pequea, garbosa, cuca,
y palpitantes sobre la nuca
rizos tan rubios como el coac.

Sus ojos verdes bailan el tango;
nada hay ms bello que el arremango
provocativo de su nariz.
Por ser tan joven y tan bonita
cual mi sedosa blanca gatita,
diera sus pajes la emperatriz.

Ah! T no has visto, cuando se peina,
sobre sus hombros de rosa reina
caer los rizos en profusin.
T no has odo qu alegre canta,
mientras sus brazos y su garganta
de fresca espuma cubre el jabn!

Y los domingos! ...iCon qu alegra
oye en su lecho bullir el da
y hasta las nueve quieta se est!
Cul se acurruca la perezosa,
bajo la colcha color de rosa,
mientras a misa la criada va!

La breve cofia de blanco encaje
cubre sus rizos, el limpio traje
aguarda encima del canap;
altas, lustrosas y pequeitas
sus puntas muestran las dos botitas,
abandonadas del catre al pie.

Despus, ligera, del lecho brinca;
oh, quin la viera cuando se hinca
blanca y esbelta sobre el colchn!
Qu vale junto de tanta gracia
las nias ricas, la aristocracia,
ni mis amigas de cotilln?

Toco; se viste; me abre; almorzamos;
con apetito los dos tomamos
un par de huevos y un buen "beefsteak",
media botella de rico vino,
y en coche, juntos, vamos camino
del pintoresco Chapultepec.

Desde las puertas de la Sorpresa
hasta la esquina del Jockey Club,
no hay espaola, yankee o francesa,
ni ms bonita ni ms traviesa
que la duquesa del duque Job.

...:::Shamsuddin Hafiz:::...

Alba

Esto dijo al alba el ave a la rosa recin despertada:
S amable, pues muchas como t florecen en esta explanada.
La rosa ri: Vers que en verdad no mostramos dolor,
Mas nunca un amante con tan duras palabras acos a su amor.
Si tu deseo es beber vino de rub de la copa enjoyada
Debes ensartar perlas y corales traspasados por pestaas.
No puede atraer a las ventanas de su nariz el sabor del Amor
Quien el polvoriento suelo de la taberna con la mejilla no barri.

Anoche, en el jardn de Iram, cuando en el aire agradecido
La brisa del nuevo da meci las hermosas trenzas de jacinto
Pregunt:Trono de Jamshid, dnde est la copa que revela el mundo?
Suspir: Esa despierta fortuna yace ahora en un sueo profundo.
No siempre de la lengua brotan amorosas palabras:
Ven, trae vino, oh tabernero, pon fin a esta charla.
Las lgrimas de Hafiz arrojan al mar su paciencia y talento.
Qu hacer si no puede ocultar cmo el amor desgarra su ser?

De "El despertar del amor"
Editorial Sufi 2 Edicin 2003
Versin de Carmen Liao

...:::Zbigniew Herbert:::...

De la traduccin potica

Como un abejorro zompn
que se pos sobre la flor
hasta que se encorv el flexible tallo
y ahora se abre paso entre filas de ptalos
parecidos a hojas de diccionario
y se dirige hacia el centro
donde estn el aroma y el dulzor
y aunque pesc un catarro
y ha perdido el sabor
an persiste
hasta que su cabeza golpea
contra el pistilo amarillo

y aqu ya el fin
difcil es penetrar
por los clices de las flores
hasta la raz
as el abejorro se aleja
muy ufano
y zumbando con vigor:
dentro me met
y a quienes
no acaban de creerle
su nariz ensea
amarilla de polen

1957

De "Informe sobre la ciudad sitiada".
Traduccin de Xaverio Ballester
Madrid, Ediciones Hiperin, 1993. 2. edicin, 2008


...:::Georg Heym:::...

Umbra Vitae

Adelante se inclinan los hombres por las calles,
contemplando los signos de los cielos,
en donde los cometas, con narices de fuego,
amenazantes se deslizan en torno de las torres.

Los astrlogos llenan los tejados
y clavan en el cielo largos tubos,
y hay hechiceros: brotan de desvanes
retorcidos, a oscuras, conjurando los astros.

Los suicidas andan en grandes hordas
buscando entre la noche su existencia perdida,
encorvados sobre los puntos cardinales,
barriendo el polvo con escobas como brazos pobres.

Polvo que apenas dura,
perdiendo en el camino sus cabellos,
brincan, aprisa mueren
y yacen en el campo con la cabeza rota,

pataleando, a veces, todava. Y las bestias del campo
alrededor transitan ciegamente y les clavan
los cuernos en el vientre. Se enfran sepultados
bajo salvias y espinos.

Pero los mares se detienen. Los barcos,
suspendidos en olas, con afliccin se pudren,
dispersos, y no hay corriente mvil
y los patios celestes estn todos cerrados.

Los rboles no cambian estaciones,
eternamente muertos en su fin
y abren sus largas manos, sus dedos de madera
por caminos ruinosos.

Quien va a morir se sienta para levantarse
y acaba de decir sus ltimas palabras.
Se desvanece de pronto. En dnde est su vida?
Sus ojos se quiebran como el cristal.

Muchos son sombras. Escondidas y turbias.
Sueos que rozan sobre puertas mudas.
Quien despierta agobiado por otras madrugadas
debe quitar la pesadez del sueo de sus prpados grises.

Versin de Ernst Edmund Keil
"Tres poetas expresionistas alemanes" Ediciones Hiperin 1998

...:::Nzim Hikmet:::...

Pienso en ti...

Pienso en ti
me llega hasta la nariz el olor de mi madre
de mi preciosa madre.

Montada en un carrusel, eres la belleza que llevo dentro
vuela tu cabello y gira tu ropa a toda velocidad
tu rostro ruboroso aparece y desaparece.

Cul es el motivo
para que tu recuerdo sea como una pualada
cul es el motivo de que estando tan lejos oiga tu voz
y de un salto me levante?

Arrodillado contemplo tus manos
quisiera acariciarlas
pero no puedo
ests tras un cristal.
Rosa ma, soy un confundido espectador
del drama que represento en mi crepsculo.

7 de agosto de 1959

De "ltimos poemas 1959-1960-1961"
Versin de Fernando Garca Burillo
(Ediciones del oriente y del mediterrneo -Madrid 2000)

...:::Efran Huerta:::...

Primer canto de abandono

1
Si mi voz fuese nube, ira o silencio
crecido con el llanto y el amor;
si fuese luz, o solamente ave
con las alas cargadas de tristeza;
si el silencio viniese, si la muerte...

Adnde ir con ella, iluminada
con fuego de gemidos y caricias
y grmenes de mustias esperanzas?

Y una voz inhumana:
-Donde no existan lgrimas de odio
ni pantanos con rosas y claveles.

Mi voz en la saliva del olvido,
como pez en un agua de naufragio.

2
(Pero yo amo el abandono por violeta y callado.
Amo tu entrada al invierno sin mi cuerpo,
admiro tu fealdad de dalia negra adolorida,
adoro con ceguera tu pasin por la lluvia
y el encanto de tus narices fras,
amada razonable y sencilla.)

3
Ya mi voz no suplica ni lastima
como la vieja msica del mar
a los marinos tmidos y al cielo.
Si pudiera la hara tan suave
como fino suspiro de muchacha,
como brillo de dientes o poema.

Oh, voz del abandono sin sollozos:
oh, mi voz como la luz desordenada,
como gladiola fnebre.

Ella hace el canto primero del abandono
en lo alto de risibles templos,
en las manos vacas de millones de hombres,
en las habitaciones donde el deseo es lodo
y el desprecio un pan de cada noche.

Ella es mi propio secreto,
la invisible de m mi mismo: mi conducta
en la carne de los jardines, en el alma de las playas
cuando hacia ellas voy con las manos cantando.

Mi voz es el resumen de todos los insomnios:
mi adolescencia mediocre y sencilla
como una ceniza palpitante.

No llorara por mi ternura finalmente enterrada
ni por un sueo herido sentira fina tristeza,
pero s por mi voz oculta para siempre,
mi voz como perla abandonada.

...:::Vicente Huidobro:::...

Canto IV

No hay tiempo que perder
Enfermera de sombras y distancias
Yo vuelvo a ti huyendo del reino incalculable
De ngeles prohibidos por el amanecer

Detrs de tu secreto te escondas
En sonrisa de prpados y de aire
Yo levant la capa de tu risa
Y cort las sombras que tenan
Tus signos de distancia sealados

Tu sueo se dormir en mis manos
Marcado de las lneas de mi destino inseparable
En el pecho de un mismo pjaro
Que se consume en el fuego de su canto
De su canto llorando al tiempo
Porque se escurre entre los dedos

Sabes que tu mirada adorna los veleros
De las noches mecidas en la pesca
Sabes que tu mirada forma el nudo de las estrellas
Y el nudo del canto que saldr del pecho
Tu mirada que lleva la palabra al corazn
Y a la boca embrujada del ruiseor

No hay tiempo que perder
A la hora del cuerpo en el naufragio ambiguo
Yo mido paso a paso el infinito

El mar quiere vencer
Y por lo tanto no hay tiempo que perder
Entonces
Ah entonces
Ms all del ltimo horizonte
Se ver lo que hay que ver

Por eso hay que cuidar el ojo precioso regalo del cerebro
El ojo anclado al medio de los mundos
Donde los buques se vienen a varar
Mas si se enferma el ojo qu he de hacer?
Qu haremos si han hecho mal de ojo al ojo?
Al ojo avizor afiebrado como faro de lince
La geografa del ojo digo es la ms complicada
El sondaje es difcil a causa de las olas
Los tumultos que pasan
La apretura continua
Las plazas y avenidas populosas
Las procesiones con sus estandartes
Bajando por el iris hasta perderse
El raj en su elefante de tapices
La cacera de leones en selvas de pestaas seculares
Las migraciones de pjaros friolentos hacia otras retinas
Yo amo mis ojos y tus ojos y los ojos
Los ojos con su propia combustin
Los ojos que bailan al son de una msica interna
Y se abren como puertas sobre el crimen
Y salen de su rbita y se van como cometas sangrientos al azar
Los ojos que se clavan y dejan heridas lentas a cicatrizar
Entonces no se pegan los ojos como cartas
Y son cascadas de amor inagotables
Y se cambian da y noche
Ojo por ojo
Ojo por ojo como hostia por hostia
Ojo rbol
Ojo pjaro
Ojo ro
Ojo montaa
Ojo mar
Ojo tierra
Ojo luna
Ojo cielo
Ojo silencio
Ojo soledad por ojo ausencia
Ojo dolor por ojo risa

No hay tiempo que perder
Y si viene el instante prosaico
Siga el barco que es acaso el mejor
Ahora que me siento y me pongo a escribir
Qu hace la golondrina que vi esta maana
Firmando cartas en el vaco?
Cuando muevo el pie izquierdo
Qu hace con su pie el gran mandarn chino?
Cuando enciendo un cigarro
Qu hacen los otros cigarros que vienen en el barco?
En dnde est la planta del fuego futuro?
Y si yo levanto los ojos ahora mismo
Qu hace con sus ojos el explorador de pie en el polo?
Yo estoy aqu
En dnde estn los otros?
Eco de gesto en gesto
Cadena electrizada o sin correspondencias
Interrumpido el ritmo solitario
Quines se estn muriendo y quines nacen
Mientras mi pluma corre en el papel?

No hay tiempo que perder
Levntate alegra
Y pasa de poro en poro la aguja de tus sedas

Darse prisa darse prisa
Vaya por los globos y los cocodrilos mojados
Prstame mujer tus ojos de verano
Yo lamo las nubes salpicadas cuando el otoo sigue la carreta del asno
Un periscopio en ascensin debate el pudor del invierno
Bajo la perspectiva del volantn azulado por el infinito
Color joven de pjaros al ciento por ciento
Tal vez era un amor mirado de palomas desgraciadas
O el guante importuno del atentado que va a nacer de una mujer o una amapola
El floreo de mirlos que se besan volando
Bravo pantorrilla de noche de la ms novia que se esconde en su piel de flor

Rosa al revs rosa otra vez y rosa y rosa
Aunque no quiera el carcelero
Ro revuelto para la pesca milagrosa

Noche prstame tu mujer con pantorrillas de florero de amapolas jvenes
Mojadas de color como el asno pequeo desgraciado
La novia sin flores ni globos de pjaros
El invierno endurece las palomas presentes
Mira la carreta y el atentado de cocodrilos azulados
Que son periscopios en las nubes del pudor
Novia en ascensin al ciento por ciento celeste
Lame la perspectiva que ha de nacer salpicada de volantines
Y de los guantes agradables del otoo que se debate en la piel del amor.

No hay tiempo que perder
La indecisin en barca para los viajes
Es un presente de las crueldades de la noche
Porque el hombre malo o la mujer severa
No pueden nada contra la mortalidad de la casa
Ni la falta de orden
Que sea oro o enfermedad
Noble sorpresa o espin domstico para victoria extranjera
La disputa intestina produce la justa desconfianza
De los prpados lavados en la prisin
Las penas tendientes a su fin son travesaos antes del matrimonio
Murmuraciones de cascada sin proteccin
Las disensiones militares y todos los obstculos
A causa de la declaracin de esa mujer rubia
Que critica la prdida de la expedicin
O la utilidad extrema de la justicia
Como una separacin de amor sin porvenir
La prudencia llora los falsos extravos de la locura naciente
Que ignora completamente las satisfacciones de la moderacin

No hay tiempo que perder
Para hablar de la clausura de la tierra y la llegada del da agricultor a la nada amante
de lotera sin proceso ni nio para enfermedad pues el dolor imprevisto que
sale de los cruzamientos de la espera en este campo de la sinceridad nueva es
un poco negro como el eclesistico de las empresas para la miseria o el traidor
en retardo sobre el agua que busca apoyo en la unin o la disensin sin reposo
de la ignorancia pero la carta viene sobre la ruta y la mujer colocada en el
incidente del duelo conoce el buen xito de la preez y la inaccin del deseo
pasado da la ventaja al pueblo que tiene inclinacin por el sacerdote pues l
realza de la cada y se hace ms ntimo que el extravo de la doncella rubia o
la amistad de la locura

No hay tiempo que perder
Todo esto es triste como el nio que est quedndose hurfano
O como la letra que cae al medio del ojo
O como la muerte del perro de un ciego
O como el ro que se estira en su lecho de agonizante
Todo esto es hermoso como mirar el amor de los gorriones
Tres horas despus del atentado celeste
O como or dos pjaros annimos que cantan a la misma azucena
O como la cabeza de la serpiente donde suea el opio
O como el rub nacido de los deseos de una mujer
Y como el mar que no se sabe si re o llora
Y como los colores que caen del cerebro de las mariposas
Y como la mina de oro de las abejas
Las abejas satlites del nardo como las gaviotas del barco
Las abejas que llevan la semilla en su interior
Y van ms perfumadas que pauelos de narices
Aunque no son pjaros

Pues no dejan sus iniciales en el cielo
En la lejana del cielo besada por los ojos
Y al terminar su viaje vomitan el alma de los ptalos
Como las gaviotas vomitan el horizonte
Y las golondrinas el verano

No hay tiempo que perder
Ya viene la golondrina monotmpora
Trae un acento antpoda de lejanas que se acercan
Viene gondoleando la golondrina

...:::Daro Jaramillo Agudelo:::...

Arrodillado te degusto
te lamo y lamo
olfateo cada parte de ti
te aprendo con labios y nariz
te estremezco y ensalzo
subo y bajo
lengua de pezn a pubis
lengua de boca a oreja
interminable.

...:::Carmen Jodra Dav:::...

Retrato gongorino

Es la hora aquella en que el carro Febeo
ha comenzado ha poco su carrera,
y una boca de hoguera
su aliento abrasador da ya encendido
a hemisferio dormido,
cuando aquel a quien nunca llaman feo
ni han razn, que alto ms que Cipariso,
que Jacinto fragante
y ms ensimismado que Narciso
y orgulloso que Apolo ser pudiera
si Olimpo griego su morada fuera
por ciudad castellana,
vuelve a la vida desde el oscilante
caliginoso mundo que se habita
a prpados bajados
y disuelve la luz de la maana.
Sobre plumas y linos abrazados,
pasa de tierno ovillo a ancha corriente;
los paisajes que viera un selenita
tiemblan en ese ro,
que a varn como a hembra quita el fro.
Al hilo dignifica la hermosura,
dulcemente inmadura,
del tendido durmiente,
porque en diecisis aos
no ha habido tiempo an para los daos
de tiempo cruel o prctica natura,
que sacrifica el arte a la simiente;
en el cuerpo yacente
hay candor y abandono y hay tersura
que vrtigo provoca,
como provoca vrtigo la boca,
roja rosa entreabierta
de riqusimo aroma,
con las mrbidas formas de una poma,
que al ms dormido instinto lo despierta.
Y los prpados lisos,
y de las cejas las espesas lneas,
que no han tocado nunca las Erinias
con sus crueles avisos,
la barbilla perfecta,
la nariz intachablemente recta
y la suave mejilla ruborosa;
la cara ms hermosa,
en fin, y el cuerpo ms hermoso y noble
que engendrara jams mujer alguna,
y no quiso el azar hacerlo doble
porque tanta belleza fuera una,
y pudiera decirse con justicia:
"Sin par!"; y, en su malicia,
por no excederse en buena la Fortuna.
Frunciendo el fino ceo,
la sublime criatura deja el sueo,
que parece llorar por su partida,
y en actitud que fuera,
para aquel que lo viera,
recompensa y gloria inmerecida,
se mueve y despereza
con voluptuosidad, y al fin bosteza
con tan dulce bostezo,
que le envidian las flores ms preciosas
del naranjo, el almendro y el cerezo.
Su aliento es el aliento de las rosas...
Se yergue, y su hermosura al cielo embriaga
y al barro que su planta pisa halaga,
y el guila recuerda
sus misiones de antao
y lamenta que hoy, para su dao,
sea la divinidad siempre tan cuerda.
Con leve pie el muchacho sale y deja,
ms cuanto ms se aleja,
arrebatada y anhelosa el alma
y vaca de calma.

...:::Miguel Labordeta:::...

Matinal

Cuando los besos
saben a mojadas plidas
de ojos oscuros de pjaro enlazado
con nacimientos de montaas
tras el duro trance que agoniza
en las escafandras de barro
de las sumisas embarazadas sin nariz.

...:::Michel Leiris:::...

Jolly Fellow

A Jacques Baron

Cuando naci
algunos dijeron que tena
filamentos de angustia en el lugar del corcho
de su cabellos
un tapn de corazn en el lugar del corcho
un tapn de corcho en el lugar del corazn

Padeci toda la familia
cruji el artesonado
ms las hadas de bocas grandes como esos ros que arrastran las fiebres
cantaron al unsono
He 's a jolly fellow Por Cristo!
He 's a jolly fellow

Sus manos eran labios
sus labios narices
y su frente un haba
seca y apretada como el peso del genio
cuando deja caer a plomo su peste pulmonar
sobre las espaldas de un adolescente que ha crecido muy rpido
que cree todava en la locura del viento
y en la frescura de las rosas de las huertas

Jovencsimo ya amaba la piratera
-o ms bien la atroz bufonada- de las luchas amorosas
las bocas pegadas a sus pies de cejas
el atad de los ombligos
los dientes clavados en sus uas burlonas

Jovencsimo se aprovechaba ya de las amantes
de sus caricias deletreas
pero ms que nada le gustaba embriagarse
y vomitar como para escupir
todas las porqueras del cielo y de la tierra
He 's a jolly fellow Por Cristo!
He 's a jolly fellow

Paseando silbaba
y los aires que salan de sus labios
divertan hasta a las hortalizas
que crecan en pequeos recintos extremadamente desagradables
regadas por los llantos
las secretas poluciones de la tierra

A un ragtime sigue otro Una aventura vale por otra
en ese bao de cristales vacos donde morimos literalmente de hambre
Se encaprich de un barco Se encaprich de una negra
Ms tarde de un tocador
de un escabel
de un castigo
En fin lleva la existencia de un palo de silla carcomido
mientras su viejo tapn cordial danza y se agita como los pliegues de una cortina
He 's a jolly fellow Por Cristo!
He 's a jolly fellow

An descansan los navos en los muelles
mas los bolsillos estn secos
Todos los paoles no obstante descienden
y dan una vuelta en torno a los cristales des lustrados en los antros de la nada

Cuando regresan
sus dedos y los cabos que penden de sus ropas
aparecen enmaraados de mujeres
pero l slo silba y vomita de asco
porque no cogi nada

Transcurre toda su vida

de bar en bar para hacer llamear sus clidas borrachografas
de ciudad en ciudad
de plegaria en plegaria
Sus pies de manos estn cubiertos de duras callosidades
que oscurecen tambin sus pulmones de prpados
Mas un hermosa da se colg
y alrededor de l se burlaban los pjaros
Entonces vomit como sola
y de modo natural se dilataron sus ojos
un buen trozo de salchicha nos sentara mejor
gritaron los gusanos que le roan

He 's a jolly fellow Por Cristo!
Ahora hay que comerse su cuerpo de glorioso mrtir

La dulce nieve de su cuerpo
de su vientre de rostro
de su pueblo de axilas
se fundi lentamente y sin canciones
bajo la caricia de esta miseria calma de las vajillas
Un campanario se alza
crujen las persianas
ms tarde las aves vuelven en bandadas
y ms de un cntaro se raja

Danzaron hasta la noche los marineros
los vasos se vaciaron y se los separa
mas en una oscura calleja algunos mendigos hasta el alba cantaron
He 's a jolly fellow Por Cristo!
He 's a jolly fellow

Pero ahora quin
quin ahora abrir la ventana?

Versin de Antonio Martnez Sarrin
Visor Madrid 1984

...:::Leopoldo de Luis:::...

El paisaje eres t

No hay paisaje sin ti. Qu roca oscura,
qu mar de plomo, qu amarillo cielo.
Es slo tu mirada la que infunde
belleza y claridad. Mquina extraa
que elabora el prodigio del paisaje.

Slo es rosa la rosa si la miras
y este trozo de tierra abrupta y este
trozo de mar sombro se revelan
en tus laboratorios cerebrales.
Ah, si fuese verdad tanta belleza.
Pero la verdad nace en los sentidos.
La verdad es tu mano y es tu lengua,
tu nariz, tus odos, tus pupilas
y tu humana conciencia recogiendo
tanto material presto a la hermosura.

Cuando la bomba asptica extermine
crneas, tmpanos, lenguas, pituitarias
y piel en forma tuya edificados,
qu ser de esta pobre geografa
sin el soplo de un dios que la despierte?

...:::Manuel Magallanes:::...

La nia jadeante

Te llegas junto a m, toda agitada
como tras de un divino y largo esfuerzo.

Es un cansancio alegre el que te inquieta,
como el cansancio alegre del que alcanza
con porfiada labor un regocijo.

Tus labios me sonren entreabiertos
y por ellos se escapa el fuerte soplo
de tu respiracin, y cuando luego
tus labios se renen, se dilatan
los nerviosos y finos agujeros
de tu nariz.

Con tu cansancio alegre.
con el ondear de tus redondos senos,
con el rodar de tus sedosas trenzas,
con el fuego de vida en que est envuelto
todo tu ser, pareces, nia ingenua,
una bacante de vestir moderno.

Seductora inconsciente, encantadora
que ignoras, castamente, los efectos
de tus vivos encantos, tus pupilas
miran con limpidez, sin ver que dentro
de las mas se yergue amenazante
una hambrienta manada de deseos.

...:::Vladimir Maacovski:::...

Himno al crtico

De la pasin de un cochero
y una lavandera charlatana,
naci un hijo mediocre.
El nio no es una basura, no se puede arrojar al tacho.
La madre llor y lo llam Crtico.

El padre recordando sus antecesores,
gustaba discutir los derechos de maternidad.
Tena educacin de saln, de sociedad.
El chico deba inclinarse de pura humildad.

Como charla el sereno con la cocinera,
charlaba la madre y lavaba calzones.
De la madre hered el chiquillo el olor,
y la capacidad de meterse fcil y con jabn.

Cuando creci alto como un bastn,
y las pecas salpicaron su rostro,
con un golpe elegante y feroz,
lo echaron a la calle, para que se haga hombre.
Acaso le hace falta mucho al hombre? Un montn.

Unos pantalones largos y un bocado de pan,
con su nariz como moneda de cobre,
desde sus primeros aos le tom al dinero el olor agradable.

A no s qu propietario, de no s qu estancia,
fue a golpearle la puerta con delicadeza,
y muy pronto, el Crtico de la famosa estancia,
orde palabras, pan y una corbata de gran prestancia.

Fcil es ahora andar por el mundo vestido y calzado.
A los jvenes buscadores de juegos exquisitos,
d gusto, aunque sea con unos prrafos,
morderlos con los dientes, y los carrillos ardientes.
Pero si se cuela en la red del diario,
alguna palabra sobre la grandeza de Pushkin o Dante
parece que en el diario se descompone,
un enorme lacayo repugnante.
Y cuando, por ltimo, en un aniversario,
se frotan los ojos entre espirales de incienso,
su nombre aparecer el primero, barnizado,
y brillando en una tabaquera flamante.

Publicado en el ao 1915, junto con la serie de
a la Salud, al Almuerzo.

...:::Dolan Mor:::...

A la sombra de un violn pienso que soy Anne Sophie Mutter


1
Veo una corneja que brilla sobre la rama de un abeto
mientras pienso en tu apellido (oh Franz Kafka) y medito:
a) en tu familia sin dinero
b) en la empresa del cuervo
hacia el negocio
c) en los alambres de tus cejas muertas
d) en tu semblante enfermo taciturno
e) en tu cara de ave que me observa
delante de un espejo
f) en tu nariz acaso el pico hundido
bajo la carne que destruye la vida.


Ahora la poesa no menciona los sauces a orillas...

Ahora la poesa no menciona los sauces a orillas
de la alberca, ni escribe cisne o dalia al pie de un cardenillo.
Slo habla de McDonalds, drogas, viajes a Europa,
la prctica promiscua del sexo en los hoteles.
No est bien ser poeta si no fumas cannabis,
si no besas a un perro en su esfera de muerte.
Slo se necesita un coche en la cartera, un anillo
en la oreja, un polvo en la nariz. No importa
si eres hembra o macho en tus costumbres
siempre que un vibrador descanse en tu bolsillo
cual pez de silicona bajo un lago de escarcha.
No debes olvidar las playas de nudismo o leer
a Bukowski en medio de un spa (aunque ignores
que Spa se llama un pueblo en Blgica,
o que salut per aquam proviene del latn).
Lo importante es decir palabras en ingls e ignorar
que Lezama vivi dentro de un mulo asmtico y rapsoda.
Tambin que lleves gafas en medio de la noche,
o que hagas como yo que me pongo una gorra
hasta para ducharme en los meses de invierno.
Un sello en el mercado, los enigmas del marketing
en cada laberinto que construyen tus dedos
mientras subes un da al tren, al ascensor que te lleve
a ese suave destino que es el arte.
Eso s, nunca olvides borrar de tus poemas las hojas
de los sauces o ir a un restaurante donde la carta ignore
ese plato exquisito: el cisne de Daro
(desplumado y enfermo) con la dalia en el pico.

...:::Csar Moro:::...

La leve pisada del demonio nocturno

En el gran contacto del olvido
A ciencia cierta muerto
Tratando de robarte a la realidad
Al ensordecedor rumor de lo real
Levanto una estatua de fango pursimo
De barro de mi sangre
De sombra lcida de hambre intacto
De jadear interminable
Y te levantas como un astro desconocido
Con tu cabellera de centellas negras
Con tu cuerpo rabioso e indomable
Con tu aliento de piedra hmeda
Con tu cabeza de cristal
Con tus orejas de adormidera
Con tus labios de fanal
Con tu lengua de helecho
Con tu saliva de fluido magntico
Con tus narices de ritmo
Con tus pies de lengua de fuego
Con tus piernas de millares de lgrimas petrificadas
Con tus ojos de salto nocturno
Con tus dientes de tigre
Con tus venas de arco de violn
Con tus dedos de orquesta
Con tus uas para abrir las entraas del mundo
Y vaticinar la prdida del mundo
En las entraas del alba
Con tus axilas de bosque tibio
Bajo la lluvia de tu sangre
Con tus labios elsticos de planta carnvora
Con tu sombra que intercepta el ruido
Demonio nocturno
As te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que ama sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de tu paso
De fuego de azufre de aire de tempestad
De catstrofe intangible y que merma cada da
Esa porcin en que se esconden los designios nefastos y la sospecha
que tuerce la boca del tigre que en las maanas escupe para
hacer el da

De "La tortuga ecuestre" 1936-1939

Visin de planos apolillados cayendo en ruinas

Les tenbres vertes dans les soirs humides de la belle saison
Baudelaire

El incesto representado por un seor de levita
Recibe las felicitaciones del viento caliente del incesto
Una rosa fatigada soporta un cadver de pjaro
Pjaro de plomo dnde tienes el cesto del canto
Y las provisiones para tu cra de serpientes de reloj
Cuando acabes de estar muerto sers una brjula borracha
Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo
de las islas del Pacfico que navega en una tortuga musical
divina y cretina
Sers un mausoleo a las vctimas de la peste o un equilibrio
pasajero entre dos trenes que chocan
Mientras la plaza se llena de humo y de paja y llueve algodn
arroz agua cebollas y vestigios de alta arqueologa
Una sartn dorada con un retrato de mi madre
Un banco de csped con tres estatuas de carbn
Ocho cuartillas de papel manuscritas en alemn
Algunos das de la semana en cartn con la nariz azul
Pelos de barba de diferentes presidentes de la repblica del Per
clavndose como flechas de piedra en la calzada y produciendo
un patriotismo violento en los enfermos de la vejiga
Sers un volcn minsculo ms bello que tres perros sedientos
hacindose reverencias y recomendaciones sobre la manera
de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso

De "La tortuga ecuestre" 1936-1939


...:::Jess Munrriz:::...

Surgi del llanto tu presencia...

Surgi del llanto tu presencia y trastroc el pretil del sufrimiento sin ambages. Volaron desde
entonces albos designios
por la maana de mi soledad. Amaneca a tu lado diariamente un gris ms plido que su
predecesor y desde l levantbamos,
acordes, escalones de pulso y de futuro. Lentos cimientos. Voluntad unnime, recelos desvelados.
Han echado races poderosas aquellas horas y mis clulas trenzan slo mensajes que han de vivir
las tuyas y de las tuyas
recibo yo tambin estas felices transmisiones que me nutren y animan. Soy carne de tu labio y
beso de tu boca.
Llevo la marca de tus dedos en mi pelo y mi costado aora tu nariz. Hasta el cerebro, a menudo
pospuesto en estos trmites,
te anhela en m sin freno. Has sabido, de un vaco agrietado y sin lmites, convocar las ms sutiles
concreciones para con ellas
ir hilando espacios habitables. Has recompuesto esta desmenuzada sbana laborable con una
mano mgica.
Has dado aire al pincel, que por l se enarbola, y lucro a las palabras, ya incontinentes por tu
ausencia.
Nadie supo jams horadar este bote, dar voz a esta hojalata como t. Han recado en tu esqueleto
impaciencias de siglos.
Has abierto un cancel oculto y por el patinillo a que da paso irrumpe, renovada, mi triple
geografa.
He de viajarte ausente y renovarte misteriosa y difana. He de pisarte, uva madura, y destilarte,
orujo, y aprovisionar a mi descendencia de la bebida de tu cuerpo. Voy a engarzar mi historia en
tu recuerdo para un proyecto alegre de renovadas
simetras. Voy a soarte en cada vida. Voy a vivirte en cada sueo.

"De aquel amor me quedan estos versos" 1975

...:::Pablo Neruda:::...

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo...

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido lquido de tus pies en el da.

Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la plida piedra de tus uas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.

Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestaas

y hambriento vengo y voy olfateando el crepsculo
buscndote, buscando tu corazn caliente
como un puma en la soledad de Quitatre.


Juntos nosotros

Qu pura eres de sol o de noche cada,
qu triunfal desmedida tu rbita de blanco,
y tu pecho de pan, alto de clima,
tu corona de rboles negros, bienamada,
y tu nariz de animal solitario, de oveja salvaje
que huele a sombra y a precipitada fuga tirnica.
Ahora, qu armas esplndidas mis manos,
digna su pala de hueso y su lirio de uas.
y el puesto de mi rostro, y el arriendo de mi alma
estn situados en lo justo de la fuerza terrestre.

Qu pura mi mirada de nocturna influencia,
cada de ojos oscuros y feroz acicate,
mi simtrica estatua de piernas gemelas
sube hacia estrellas hmedas cada maana,
y mi boca de exilio muerde la carne y la uva,
mis brazos de varn, mi pecho tatuado
en que penetra el vello como ala de estao,
mi cara blanca hecha para la profundidad del sol,
mi pelo hecho de ritos, de minerales negros,
mi frente, penetrante como golpe o camino,
mi piel de hijo maduro, destinado al arado,
mis ojos de sal vida, de matrimonio rpido,
mi lengua amiga blanda del dique y del buque,
mis dientes de horario blanco, de equidad sistemtica,
la piel que hace a mi frente un vaco de hielos
y en mi espalda se torna, y vuela en mis prpados,
y se repliega sobre mi ms profundo estmulo,
y crece hacia las rosas en mis dedos,
en mi mentn de hueso y en mis pies de riqueza.

Y t como un mes de estrellas, como un beso fijo,
como estructura de ala, o comienzos de otoo,
nia, mi partidaria, mi amorosa,
la luz hace su lecho bajo tus grandes prpados,
dorados como bueyes, y la paloma redonda
hace sus nidos blancos frecuentemente en ti.
Hecha de ola en lingotes y tenazas blancas,
tu salud de manzana furiosa se estira sin lmite,
el tonel temblador en que escucha tu estmago,
tus manos hijas de la harina y del cielo.

Qu parecida eres al ms largo beso,
su sacudida fija parece nutrirte,
y su empuje de brasa, de bandera revuelta,
va latiendo en tus dominios y subiendo temblando,
y entonces tu cabeza se adelgaza en cabellos,
y su forma guerrera, su crculo seco,
se desploma de sbito en hilos lineales
como filos de espadas o herencias de humo.

...:::Eunice Odio:::...

Poema octavo (Mi Amado)

I
Pregunt a las mujeres del campo
por el Hombre;

Pregunt a la mujer
cuya insepulta frente detenase
al cabo de su nio infecundo
y sollozaba.

-Mujer
has visto t a mi Amado,

Has visto al husped mo,
al camarada hermoso?

Su carne que el verano
golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro nufrago
como los litorales.

Lo conoces?

Puede pasar de pronto
con la piel soolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el camarada hermoso
con los talones giles
y plido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno
su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.

Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pjaros cautivos?

II
Yo lo busco.

l es mi Camarada;

Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas

Y una ola de mineral oculto
lo recorre.

Queris hallarlo conmigo

Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la seal de parir
y sollozar!
Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

Oh, nios de marfil y ncar fugitivo
por cuyo salto de jazmn
resbalan las maanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves rboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.

Queris buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A l, al Hombre,

Al que camina en parte
con mi alma,

Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secar en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su odo
y es seor de arboledas y ciudades.

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre

Queris buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del da transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queris que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de xtasis,

Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,

Y que llene su boca
de sol y medioda

Oh nios,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan

As sea.

...:::Gilberto Owen:::...

Booz ve dormir a Ruth

La isla est rodeada por un mar tembloroso
que algunos llaman piel. Pero es espuma.
Es un mar que prolonga su blancura en el cielo
como el halo de las tehuanas y los santos.
Es un mar que est siempre
en trance de primera comunin.

Quin habitara tu veraz incendio
rodeado de azucenas por doquiera,
quin entrara a tus dos puertos cerrados
azules y redondos como ojos azules
que aprisionaron todo el sol del da,
para irse a soar a tu serena plaza pueblerina
-que algunos llaman frente-
debajo de tus rboles de cabellos textiles
que se te enrollan en ovillos
para que tengas que peinrtelos con husos.
He ledo en tu oreja que la recta no existe
aunque diga que s tu nariz euclidiana;
hay una voz muy roja que se qued encendida
en el silencio de tus labios. Cllala
para poder or lo que me cuente
el aire que regresa de tu pecho;
para saber por qu no tienes en el cuello
mi manzana de Adn, si te la he dado;
para saber por qu tu seno izquierdo
se levanta ms alto que el otro cuando aspiras;
para saber por qu tu vientre liso
tiembla cuando lo tocan mis pupilas.
Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben an tus pies, cuando los beso,
al vino que pisaste en los lagares;
qu frgil filigrana es la invisible
cadena con que ata el pudor tus tobillos;
yo conoc un ro ms largo que tus piernas
-algunos lo llamaban Va Lctea-
pero no discurra tan moroso
ni por cauce tan firme y bien trazado;
una noche la luna llenaba todo el lago;
Zirahun era as dulce como su nombre:
era la anunciacin de tus caderas.
Si tus manos son manos, cmo son las anmonas?
Cinco uas se apagan en tu centro.

No haber estado el da de tu creacin, no haber estado
antes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia
-y no saber qu eres ni qu estars soando.
Hoy te destrozara por saberlo.

...:::Nicanor Parra:::...

Epitafio

De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas esculidas
Y de ms bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca del dolo azteca
-Todo esto baado
Por una luz entre irnica y prfida-
Ni muy listo detonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
Un embutido de ngel y bestia!



La vbora

Durante largos aos estuve condenado a adorar a una mujer despreciable,
sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento,
trabajar da y noche para alimentarla y vestirla,
llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas,
a la luz de la luna realizar pequeos robos,
falsificaciones de documentos comprometedores,
so pena de caer en descrdito ante sus ojos fascinantes.

En horas de comprensin solamos concurrir a los parques
y retratarnos juntos manejando una lancha a motor,
o nos bamos a un caf danzante
donde nos entregbamos a un baile desenfrenado
que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada.
Largos aos viv prisionero del encanto de aquella mujer
que sola presentarse a mi oficina completamente desnuda
ejecutando las contorsiones ms difciles de imaginar
con el propsito de incorporar mi pobre alma a su rbita
y, sobre todo, para extorsionarme hasta el ltimo centavo.
Me prohiba estrictamente que me relacionase con mi familia.
Mis amigos eran separados de m mediante libelos infamantes
que la vbora haca publicar en un diario de su propiedad.
Apasionada hasta el delirio no me daba un instante de tregua,
exigindome perentoriamente que besara su boca
y que contestase sin dilacin sus necias preguntas,
varias de ellas referentes a la eternidad ya la vida futura,
temas que producan en m un lamentable estado de nimo,
zumbidos de odos, entrecortadas nuseas, desvanecimientos prematuros
que ella saba aprovechar con ese espritu prctico que la caracterizaba
para vestirse rpidamente sin prdida de tiempo
y abandonar mi departamento dejndome con un palmo de narices.

Esta situacin se prolong por ms de cinco aos.
Por temporadas vivamos juntos en una pieza redonda
que pagbamos a medias en un barrio de lujo cerca del cementerio.
(Algunas noches hubimos de interrumpir nuestra luna de miel
para hacer frente a las ratas que se colaban por la ventana).
Llevaba la vbora un minucioso libro de cuentas
en el que anotaba hasta el ms mnimo centavo que yo le peda en prstamo;
o me permita usar el cepillo de dientes que yo mismo le haba regalado
y me acusaba de haber arruinado su juventud:
lanzando llamas por los ojos me emplazaba a comparecer ante el juez
y pagarle dentro de un plazo prudente parte de la deuda
pues ella necesitaba ese dinero para continuar sus estudios.
Entonces hube de salir a la calle y vivir de la caridad pblica,
dormir en los bancos de las plazas,
donde fui encontrado muchas veces moribundo por la polica
entre las primeras hojas del otoo.
Felizmente aquel estado de cosas no pas ms adelante,
porque cierta vez que yo me encontraba en una plaza tambin
posando frente a una cmara fotogrfica
unas deliciosas manos femeninas me vendaron de pronto la vista
mientras una voz amada para m me preguntaba quin soy yo.
Tu eres mi amor, respond con serenidad.
ngel mo, dijo ella nerviosamente,
permite que me siente en tus rodillas una vez ms!
Entonces pude percatarme de que ella se presentaba ahora
provista de un pequeo taparrabos.
Fue un encuentro memorable, aunque lleno de notas discordantes:
me he comprado una parcela, no lejos del matadero, exclam,
all pienso construir una especie de pirmide
en la que podamos pasar los ltimos das de nuestra vida.
Ya he terminado mis estudios, me he recibido de abogado,
dispongo de un buen capital;
dediqumonos a un negocio productivo, los dos, amor mo, agreg,
lejos del mundo construyamos nuestro nido.
Basta de sandeces, repliqu, tus planes me inspiran desconfianza.
Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer
puede dejarnos a todos en la miseria ms espantosa.
Mis hijos han crecido ya, el tiempo ha transcurrido,
me siento profundamente agotado, djame reposar un instante,
treme un poco de agua, mujer,
consgueme algo de comer en alguna parte,
estoy muerto de hambre,
no puedo trabajar ms para ti,
todo ha terminado entre nosotros.


...:::Benjamin Pret:::...

Testamento de Parmentier

Patata que hiciste de tu madre

Mi madre era una puta
que no tena robe de chambre

Patata que hiciste de tu padre

Mi padre era un alcohlico
que me pegaba en la nariz

Patata t vas a morir
y tu piel vestir a ms de un fantasma
extraviado en negras escaleras
pero antes mrate en tu espejo
y dime si va a llover.

Versin de Braulio Arenas


...:::Francisco Pino:::...

La nariz

Aqu, s, pulcritud de pulcritudes,
perfil al vuelo afin, nivel de ardides,
ests, oh mariposa que divides
cielos de nieve y rosas de lades.

Oh cun lrica maga de altitudes
que fiel de reinas majestades mides,
oh muda augusta, en soledad, que impides
junto a ti, rosa impar, similitudes.

Ay, primorosa reina de jazmines
entre dos verdes fuegos encumbrada
a ser espada-atril de serafines,

smbolo de existir, nota encarnada,
la breve humana majestad defines,
dije de orgullo con revs de nada!


...:::Sylvia Plath:::...

Hongos

De noche, muy
blancos, discretos,
muy silenciosos

nuestros pies, nuestras
narices captan
la tierra, el aire.

Nadie nos ve,
para, traiciona;
los granos abren

paso, los puos
pas apartan
y hojas tupidas,

incluso alfombras.
Mallos, arrietes,
sordos y ciegos,

del todo mudos,
agrandan grietas,
sondean huecos.

De agua vivimos,
de migas de aire,
suaves pedimos:

o todo o nada.
Somos tantsimos!
Somos tantsimos!

Somos estantes,
mesas, muy dciles
y comestibles,

entrometidos
involuntarios.
Somos fecundos:

maana el mundo
ser ya nuestro:
ya os avisamos.

...:::Leopoldo Alas:::...

Mi olor a ti

Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sera al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se qued prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga,
te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormas.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y est durando ms que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirndote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es ma.
De tanto olerte en m, tu olor es mo.

Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jams te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del nio absorto y puro,
del claro adolescente elctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soaba
fantasmas del amor, y es tambin el olor
que al transpirar mis sueos
dejaron en las sbanas.

Quin sabe t a qu aspiras sin este efluvio mo,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compaa, sers siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olers a nada, no dejars recuerdo
ni podrs despertar autntico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un da te acaricien
con un perfume fsico y concreto.
Sers para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesorar con ms fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubr contigo.
Si quieres existir, respralo de nuevo.

LEOPOLDO ALAS (Espaa, La posesin del miedo,1996)

...:::Clemente Palma:::...

Rompimiento

Te vi, te am; tu imagen peregrina
en mi alma se grab.
Me hiciste comprender que me queras,
y an ms te quise yo.
Y cuando, loco, con tu amor formaba
halagea ilusin,
me diste con la puerta en las narices.

Pues hija!, se acab.

Toma tu rizo, mndame mis cantares,
y busca la ocasin
en que pueda tus besos devolverte
pues no los quiero yo.

CLEMENTE PALMA (Per, 1872- 1946)

...:::Salvador Dal:::...

Espaa


El gran masturbador (fragmento)

A pesar de la oscuridad reinante
la noche estaba en sus comienzos
en los bordes de las grandes escalinatas de gata
donde
fatigado por la luz del da
que duraba desde la salida del sol
el gran Masturbador
su inmensa nariz apoyada sobre el piso de nix
sus enormes prpados cerrados
la frente corroda por horribles arrugas
y el cuello hinchado por el clebre fornculo que bulle de hormigas
se inmoviliza
exttico en ese instante del crepsculo todava demasiado luminoso
mientras la membrana que recubre enteramente su boca
se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta
aferrada inmvil y apretada contra ella
desde hace cuatro das y cinco noches.
Todo el amor
y toda la embriaguez
del gran Masturbador
resida
en los crueles ornamentos de oro falso
que recubren sus sienes delicadas y blandas
e imitan
la forma de una corona imperial
cuyas finas hojas de acanto bronceado
se prolongan
hasta las mejillas rosadas e imberbes
y continan sus fibras duras
hasta fundirlas
en el alabastro claro de su nuca.

Salvador Dal (1904 - 1989)

De "Femme visible"

Versin de Aldo Pellegrini


...:::Charles Bukowski:::...

El amante de las flores

En las montaas de Valkeri
entre los pavos reales que se pavonean
encontr una flor
tan grande como mi cabeza
y cuando me estir
para olerla
perd el lbulo de la oreja
parte de la nariz
un ojo
y la mitad de la cajetilla
de cigarrillos

regres
al siguiente da
con la intencin de cortar
aquella maldita cosa
pero la encontr
tan hermosa
que en cambio
mat un
pavo real.

Charles Bukowski, Estados Unidos 1920-1994



...:::Yannis Ritsos:::...

Obrero del verbo

Trabaj durante toda su vida,
sin reposo, ardiente y exaltado, casi seguro
de la inmortalidad,
-la suya, por supuesto, en primer trmino.
Hasta que una noche
el viento sopla de repente.
La puerta se cierra con estrpito.
l ve las estatuas caer
y golpearse las narices contra el suelo, y comprende.
Las palabras que l haba escrito con tanto celo por aos
y por aos,
se haban endurecido.
Las senta bajo sus dedos
como la pelambre seca y neutra de una bestia muerta. Sin
embargo, continu su trabajo como de costumbre,
hasta confundir la muerte y la inmortalidad,
la embriaguez y el olvido.
Pero lleg a poner en claro
lo que es exactamente el trabajo entre la futilidad
y el orgullo.
El sonoro vaivn del pndulo
tena la resonancia de un tambor en la noche,
como si ritmara una marcha de soldados somnolientos
entre dos batallas.

Yannis Ritsos (Grecia, 1909 - 1990)


...:::Alexandr Pushkin:::...

Adis mujer oriental amada!

Adis mujer oriental amada!
Poco falt y contra mi extravagancia,
el hbito que me dicta todo o nada
casi me arrastra a las estepas, a la errancia
detrs de las huellas de tu carreta.
Tienes rasgados los ojos,
la naricita rara, la frente amplia,
no balbuceas en francs tus antojos,
los pies no aprietas con seda,
y junto al samovar, a la inglesa,
no sirves el t, ni las galletas,
no suspiras por poetas de moda,
Shakespeare no te inquieta,
no te abrumas de melancola
cuando la cabeza se queda vaca,
no tarareas ma dov' ,
el baile ltimo no conoces...
Algo ocurri conmigo, apenas media hora,
mientras alistaban los caballos,
la mente y el corazn los llenaba
tu belleza agreste, tus ojos.
No es igual amigo mo:
extraviar al alma, ociosa
entre espejos brillantes, en un teatro
que huir por la estepa, nmada?
1829

Versin de Rubn Flrez Arcila

...:::Francisco de Quevedo:::...

A una nariz

rase un hombre a una nariz pegado,
rase una nariz superlativa,
rase una nariz sayn y escriba,
rase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
rase una alquitara pensativa,
rase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasn ms narizado

rase un espoln de una galera,
rase una pirmide de Egipto;
las doce tribus de narices era.

rase un naricsimo infinito,
muchsimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Ans fuera delito.


...:::Miguel Rash - Isla:::...

El retrato de la amada

Ella es as: la frente marfilea,
a sol bruidos los cabellos de oro,
y dichoso compendio del sonoro
brazo de un arpa la nariz risuea.

Su perfil reproduce el de filea
concha de mar en que durmi un tesoro,
y los hombros, de helnico decoro,
son dignos de un reposo de cigea.

Es tan blanca, que a veces se confunde
su cuerpo con la luz. en lo que mira
una instantnea castidad infunde;

a su lado inocencia se respira,
y en conjunto feliz ella refunde
nieve, perla, ave, flor, ngel y lira.


...:::Gonzalo Rojas:::...

Instantnea

El dragn es un animal quimrico, yo soy un dragn
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que ms amo es el zafiro de tus ojos;

pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarndome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpacin, seda, olfato

o, ms que olfato y seda, traslacin
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entindase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,

as pasen los aos como sonaba bajo el humo el clebre
piano de marfil en la pelcula; qu fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nrdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qu fue
del vestido blanco?

Dcadas de piel. De repente el hombre es dcadas de piel, urna
de frenes y
perdicin, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;

entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino as ms durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifana de la inmediatez
ventilada por la lozana, y soy tacto
de ojo, apresrate, y escribo fsforo si
veo simultneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.


La palabra placer, cmo corra larga y libre por tu cuerpo...

La palabra placer, cmo corra larga y libre por tu cuerpo
la palabra placer
cayendo del destello de tu nuca, fluyendo
blanqusima por lo vertiginoso oloroso de
tu espalda hasta lo nupcial de unas caderas
de cuyo arco pende el Mundo, cmo lo
msico vino a ser marmreo en la
esplendidez de tus piernas si antes hubo
dos piernas amorosas as considerando
claro el encantamiento de los tobillos que son
goznes que son aire que son
partcipes de los pies de Isadora
Duncan la que bail en la playa
abierta para Serguei
Iesnin, cmo
eras eso y ms para m, la
danza, la contradanza, el gozo
de olerte ah tendida recostada en tu mbar contra
el espejo sbito de la Especie cuando te vi
de golpe, con lo lascivo
de mis dedos te vi!
la arruga errnea, por decirlo, trizada en
lo simultneo de la serpiente palpndote
spera del otro lado otra
pero t misma en
la inmediatez de la sbana, anfibia
ahora, vieja
vejez de los prpados abajo, pescado
sin ocano ni
nada que nadar, contradiccin
siamesa de la figura
de las hermosas desde el
paraso, sin
nariz entonces rectilnea ni ptalo
por rostro, pordioseros los pezones, ms
y ms pedregosas las rodillas, las costillas:
-Y el parto, Amor, el
tis epitelial del parto?

De l somos, del
msero dos partido
en dos somos, del
bratro, corrupcin
y lozana y
cltoris y xtasis, ngeles
y muslos convulsos: todava
anda suelto todo, qu
nos iban a enfriar por eso los tigres
desbocados de anoche? Placer
y ms placer.
Olfato, lo primero el olfato de la hermosura, alta
y esbelta rosa de sangre a cuya vertiente vine, no
importa el aceite de la locura:
-Vulvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma...


Olfato

Hombre es baile, mujer
es igualmente baile, duran
60, tiran
diez mil
noches,
echan 10
hijos y en cuanto
al semen ella
se lava el corazn
con semen, huele a los hijos,
a su hombre remoto lo
huele con nariz caliente, ya difunto.

Con nariz de loca lo huele.


Oriana

1.Ahora ah los ojos, los dos ojos de Oriana
esquiza y rfica, la nariz
de hembra hembra, la boca:
os-oris en la lengua madre de cuya vulva genitiva vino el nombre
de Oriana, las orejas
sigilosas que oyeron y callaron los enigmas, el ngulo
facial, el pelo
bellamente tomado hacia atrs, sin olvidar sus manos
fuertes y arteriales de remera de lujo en la carretera y esa gracia
cartaginesa, finamente veneciana, cortando pericoloso el oleaje
contra el infortunio torrencial, ahora
y en la hora de mi muerte Oriana

2. ah, traslcida, con adems
sus cuarenta y nueve que me son
flexiblemente diecinueve por lo fenomenal
del espinazo y qu me importan las estrellas
si no hay ms estrella que Oriana, ahora all
con su decoro y esa sua eleganza, por decirlo en italiano, adentro
de la turbulencia del mosquero que ser siempre la ordinariez, llmese
casamiento o cuento de burdel, con chancro y todo, y rencor,
y pestilencia seca del rencor,

3. (clera, a callar!), y otra cosa menos abyecta: ni soy
Heathcliff feo como soy ni ella Catherine
Earnshaw pero el espejo
es el espejo y Cumbres Borrascosas sigue siendo el nico
xtasis: o vivir
muerto de amor o marcharse del planeta. De ah
que todo sea Oriana: el Tiempo
que apenas dura tres segundos sea Oriana, la luna
sobre la nieve sea Oriana, Dios
mismo que me oye sea Oriana,

4. slo que hoy no est. A veces
est pero no est, no ha venido, no ha
llamado por el telfono, no anda
por aqu, estar fumando qu s yo uno de esos 50
cigarrillos en los que le gusta arder, total
le gusta arder y qu ms da, se nace para podrirse, o
para preferiblemente quemarse, ella se quema
y la amo en su humo de Concepcin a Chilln de Chile,
los pavorosos cien kilmetros
cuchilleramente cortantes!, me
atengo entonces a su figura que no hay, y es un viernes
por ejemplo de algn agosto
que no hay y la constelacin de los violines
de Brahms puede ms que la lluvia, y el caso
es que el mismsimo Pound la hubiera adorado, por
loca la hubiera idolatrado a esta Oriana
de Orin en un sollozo
seco de hombre la hubiera cuando no hay
Rapallo, la
hubiera cuando no hay, y
sigue la lluvia, y las
espinas, y
adems est sucio este compct, no suena,
porque el zumbido mismo no suena, o
suena al revs, o
porque casi todo es otra cosa y
el pordiosero soy yo, y qu voy a hacer
con tanto libro, con
tanta casa hueca sin ella y esta msica
que no suena.
Llamar
el da de mi muerte llamar.


Pareja acostada en esa cama china largamente remota

1. Hablando de dioptras, Mafalda era la ciega
y yo el ciego, compartamos
la misma msica arterial,
y cerebral, llorbamos de risa
ante el espectculo de los dos espejos, el dolor
nos hace cnicos, este Mundo
decamos no es ymbico sino ocenico por comparar
farsa y frenes: gozosa entonces mi desnuda me
empujaba riente como jugando al lmite
del barranco casi fuera de la cama
alta de Pekn, como apostando
a la peripecia de perder de
dinasta en dinasta, cada vez ms y ms al borde del camastro
de palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez
ms lejos del paraso de su costado
de hembra larga de tobillo a pelo entre exceso
y exceso de hermosura y todo, claro! por amor
y ms amor, tigresa ella
en su fijeza de mirarme lcida, fulgor
contra fulgor, y yo
dragn hasta la violacin imantante, diez
minutos sin parar, espindonos,
lquidamente fijos, vindonos por dentro
como ven los ciegos, de veras, es decir
nariz contra nariz, soplo
contra soplo, para inventarnos otro Uno centelleante
desde el msero uno de individuo a individua, a tientas,
costillas abajo!- El que ms
aguanta es el que sabe menos, pudiera acaso
decir el Tao.
Este Mundo
repetamos y acabamos sin ms
no es ymbico sino ocenico. Otras veces
llova duro, lo que ms llova
eran lgrimas.
Ma-fal-da, digo ahora entrecortado, y esto
va en serio, qu
habr sido de Mafalda?

2. Pues de cuantas am, am a Mafalda, y que
me despedacen las estrellas!, la am
volandera en la lluvia de la Diagonal, bufanda al viento,
de una Concepcin que yo no ms me s, la esper
ah anclado y desollado hasta que volviera
la Revelacin cuya encarnacin
se da una sola vez, baj al Infierno
de la costumbre, a
mis aos de galeote en USA baj, entre doctos
y mercaderes, no hubo para m en el plazo
ms que mi Beatrice Villa sin arcancielo, cumbre
y cumbre hasta la asfixia, ni
tersura paridora
al itlico modo, ni otra ni
otra, ni esbeltez comparable, ni olorosa
a la velocidad de ser, ni pensamiento
de diamante, ni exacta
de exactitud de mujer, Frida acaso
que fue Diego hasta el fin!

3. Otros la amaron pero yo la vi, otros
la amarn sin alcanzar nunca a verla, otros y otros
dirn que la durmieron entre las sbanas
del placer, nadadora y libertina
en el oleaje de las tormentas, madona
de las siete lunas dirn por despecho, cambiantes cada 28
de sus das terrestres, tornadiza y
veloz, djenla
intacta como es, que escriba
su bitcora de vuelo interminable para m, que arda y arda
en mi corazn, que dance
su danza de danzar, librrima!

4. Y en cuanto a m, cmo lo dira Matta?, consguete
una vida de 80 aos
porque la vida empieza a los 70,
as al morir
ya se sabe Je men fous, Roberto: palabras
perdedoras, puras palabras, vejeces
de palabras malheridas. No hubo tiempo
entre nosotros, nunca hay tiempo
ni distancia, todo es posible
entre dos locos que se ven a cada instante. Relmpago
es lo que hubo esa vez de Concepcin de Chile
y nada ms que relmpago, figura
de lo instantneo hubo de lo que pende el Mundo,
y eso est escrito.
La amo,
y qu?
Soy el ciego que ama a su ciega.

Viernes 21 de junio,
mes aciago. 1996


Retrato de mujer

Siempre estar la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vrtigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frvolo telfono para escuchar mi adis de un solo tajo.

Te jur no escribirte; por eso estoy llamndote en el aire
para decirte nada, como dice el vaco: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que nunca me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y qumame en el ltimo cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lstima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relmpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz de arcngel y una boca de animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas como inmvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma sers. No volars
conmigo. Aqu mujer, te dejo tu figura.


Tomad vuestro telfono...

Tomad vuestro telfono
y preguntad por ella cuando estis desolados,
cuando estis totalmente perdidos en la calle
con vuestras venas reventadas, sed sinceros,
decidle la verdad muy al odo.

Llamadla al primer nmero que miris en el aire
escrito por la mano del sol que os transfigura.,
porque ese sol es ella,
ese sol que no habla,
ese sol que os escucha
a lo largo de un hilo que va de estrella a estrella
descifrando la suerte de la razn, llamadla
hasta que oigis su risa
que os helar la punta
del nimo, lo mismo que la primera nieve
que hace temblar de gozo la nariz del suicida.

Esa risa lo es todo:
la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra,
los pezones encima del volcn que os abrasa,
las rodillas que guardan el blanco monumento,
los pelos que amenazan invadir esas cumbres,
su boca deseada, sus orejas
de ctara, sus manos,
el calor de sus ojos, lo perverso
de esta visin palpable del lujo y la lujuria:
esa risa lo es todo.

...:::Jorge Rojas:::...

Mujer cerrada

Plena mujer. La siesta dilua,
en sus huesos de flauta melodiosa,
frutos y miel. La arteria rumorosa
bajo la piel sus clices corra.

Un zumbido de abejas circua
sus odos. El vaho de la rosa,
la movible nariz, en mariposa
de alillas agitadas converta.

Se desvelaba el sueo entre su frente
cuando el ala del lino le rozaba
el cuerpo de pereza y de serpiente.

la sangre la morda, y si lloraba,
virgen de abrazos, yerma de simiente,
con besos de s misma se besaba.

...::: Joaqun Abat y Daz:::...

El romance del Conde de Sisebuto

A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edific Chindasvinto.

Lo habitaba un gran seor,
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto
y su esposa, Leonor,

y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
que atenda por Mariana,

y su cuado, Vitelio,
y Cleopatra, su ta,
y su nieta, Rosala,
y su hijo mayor, Rogelio.

Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombra, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,

noche fra, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.

En un gtico saln
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portaln.

Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.

Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!

Salta el foso, llega al muro,
la poterna est cerrada.
-Me ha dado mico mi amada!
-exclama-, vaya un apuro!

De pronto algo que resbala
siente sobre su cabeza;
extiende el brazo y tropieza
con la cuerda de una escala.

-Ah!... -dice con fiero acento.
-Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
-Ah!.. -repite venturoso.
-Ah!.. -otra vez, y as, hasta ciento.

Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del conde... la Pepa!

En lujoso camarn
introduce a su adorado,
y al notar que est mojado
lo seca bien con serrn.

-Lisardo... mi bien, mi anhelo,
nico ser al que adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,

qu sientes, di, dueo mo?,
no sientes nada a mi lado?,
qu sientes, Lisardo amado?
Y l responde: - Siento fro.

-Fro has dicho? Eso me espanta.
Fro has dicho? eso me inquieta.
No llevars camiseta
verdad?... pues toma esta manta.

-Y ahora hablemos del cario
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un nio.

-Mi pasin raya en locura,
-La ma es un arrebato.
-Si no me quieres, me mato.
-Si me olvidas, me hago cura.

-Cura t?, Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
en jams de los jamases!
Pues estara bonito!

Hija soy de Sisebuto
desde mi ms tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es mi padre muy bruto,

y aunque temo sus furores,
y aunque s a lo que me expongo,
huyamos... vamos al Congo
a ocultar nuestros amores.

-Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algn da nos cogen,
que nos quiten lo bailado!

En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
-Oyes? -dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.

Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracn,
entra un hombre..., luego un can...,
luego nadie..., luego nada...

-Hija infame! -ruge el conde.
Qu haces con este seor?
Dnde has dejado mi honor?
Dnde?, dnde?, dnde?, dnde?

Y t, cobarde villano,
antiptico, repara
cmo sealo tu cara
con los dedos de mi mano.

Despus, sacando un pual,
de un solo golpe certero
le enterr el cortante acero
junto a la espina dorsal.

El joven, naturalmente,
se muri como un conejo.
Ella frunci el entrecejo
y enloqueci de repente.

Tambin qued el conde loco
de resultas del espanto.
El perro... no lleg a tanto,
pero le falt muy poco.

Desde aquel da de horror
nada se volvi a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,

de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atenda por Mariana,

de su cuado Vitelio,
de Cleopatra su ta,
de su nieta Rosala
ni de su chico Rogelio.

Y aqu acaba la leyenda
verdica, interesante,
romntica, fulminante,
estremecedora, horrenda,

que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.

Autor: Joaqun Abat y Daz


...:::Juan Ruiz:::...

Habla el amor...

Si quieres amar dueas o a cualquier mujer
muchas cosas tendrs primero que aprender
para que ella te quiera en amor acoger.
Primeramente, mira qu mujer escoger.

Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
que no sea muy alta, pero tampoco enana;
si pudieres, no quieras amar mujer villana,
pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

Busca mujer esbelta, de cabeza pequea,
cabellos amarillos, no teidos de alhea;
las cejas apartadas, largas, altas, en pea;
ancheta de caderas, sta es talla de duea.

Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
y con largas pestaas, bien claros y rientes;
las orejas pequeas, delgadas; para mientes
si tiene el cuello alto, as gusta a las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encas bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos

La su boca pequea, as, de buena guisa,
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dir: esto aguisa!
[...]


...:::Jaime Sabines:::...

Segunda parte

1. Mientras los nios crecen, t, con todos los muertos,
poco a poco te acabas.
Yo te he ido mirando a travs de las noches
por encima del mrmol, en tu pequea casa.
Un da ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,
otro da sin garganta,
la piel sobre tu frente agrietndose, hundindose,
tronchando obscuramente el trigal de tus canas.
Todo t sumergido en humedad y gases
haciendo tus deshechos, tu desorden, tu alma,
cada vez ms igual tu carne que tu traje,
ms madera tus huesos y ms huesos las tablas.
Tierra mojada donde haba tu boca,
aire podrido, luz aniquilada,
el silencio tendido a todo tu tamao
germinando burbujas bajo las hojas de agua.
(Flores dominicales a dos metros arriba
te quieren pasar besos y no te pasan nada.)

...:::Flix Mara Samaniego:::...

Fbula XIX

19. Los dos amigos y el oso

A dos Amigos se aparece un Oso:
El uno, muy medroso,
En las ramas de un rbol se asegura;
El otro, abandonado a la ventura,
Se finge muerto repentinamente.
El Oso se le acerca lentamente;
Mas como este animal, segn se cuenta,
De cadveres nunca se alimenta,
Sin ofenderlo lo registra y toca,
Hulele las narices y la boca;
No le siente el aliento,
Ni el menor movimiento;
Y as, se fue diciendo sin recelo:
Este tan muerto est como mi abuelo.
Entonces el cobarde,
De su grande amistad haciendo alarde,
Del rbol se desprende muy ligero,
Corre, llega y abraza al compaero,
Pondera la fortuna
De haberle hallado sin lesin alguna,
Y al fin le dice: Sepas que he notado
Que el Oso te deca algn recado.
Qu pudo ser? Dirte lo que ha sido;
Estas dos palabritas al odo:
Aparta tu amistad de la persona
Que si te ve en el riesgo, te abandona.


Fbula X

1o. El gorrin y la liebre

Un maldito Gorrin as deca
A una Liebre que una guila oprima:
No eres t tan ligera,
Que si el perro te sigue en la carrera,
Lo acarician y alaban como al cabo
Acerque sus narices a tu rabo?
Pues empieza a correr, qu te detiene?
De este modo la insulta, cuando viene
El diestro Gaviln y la arrebata.
El preso chilla, el prendedor lo mata;
Y la Liebre exclam: Bien merecido.
Quin te mand insultar al afligido,
Y a ms, a ms meterte a consejero,
No sabiendo mirar por ti primero?


Libro quinto


Fbula primera

1.Los ratones y el gato

Marramaquiz, gran gato,
De nariz roma, pero largo olfato,
Se meti en una casa de Ratones.
En uno de sus lbregos rincones
Puso su alojamiento;
Por delante de s, de ciento en ciento
Les dejaba por gusto libre el paso,
Como hace el bebedor, que mira al vaso;
Y ensanchando as ms sus tragaderas,
Al fin los escoga como peras.
ste fue su ejercicio cotidiano;
Pero tarde o temprano,
Al fin ya los Ratones conocan
Que por instantes se disminuan.
Don Roepan, cacique el ms prudente
De la Ratona gente,
Con los suyos form pleno consejo,
Y dijo as con natural despejo:
Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto,
Que metidos nos tiene en llanto y luto,
Habita el cuarto bajo,
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda,, es evidente
Que se atajar el dao solamente
Con no bajar all de modo alguno.
El medio pareci muy oportuno;
Y fue tan observado,
Que ya Marramaquiz, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas,
Discurri entre mil tretas
La de colgarse por los pies de un palo,
Haciendo el muerto: no era ardid malo;
Pero don Roepan, luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal suerte,
Asomando el hocico a su agujero,
Hola, dice, qu es eso, caballero?
Ests muerto de burlas o de veras?
Si es lo que yo recelo en vano esperas;
Pues no nos contaremos ya seguros
Aun sabiendo de cierto
Que eras, a ms de Gato muerto,
Gato relleno ya de pesos duros.

Si alguno llega con astuta maa,
Y una vez nos engaa,
Es cosa muy sabida
Que puede algunas veces
El huir de sus trazas y dobleces
Valernos nada menos que la vida.



Fbula IV

4.El labrador y la providencia

Un labrador cansado,
En el ardiente esto,
Debajo de una encina
Reposaba pacfico y tranquilo.
Desde su dulce estancia
Miraba agradecido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones,
Hijas de su cultivo,
Vea calabazas,
Melones por los suelos esparcidos.
Por qu la Providencia,
Deca entre s mismo,
Puso a la ruin bellota
En elevado preeminente sitio?
Cunto mejor sera
Que, trocando el destino,
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos?
Bien oportunamente,
Al tiempo que esto dijo,
Cayendo una bellota,
Le peg en las narices de improviso.
Pardiez, prorrumpi entonces
El Labrador sencillo,
Si lo que fue bellota,
Algn gordo meln hubiera sido,
Desde luego pudiera
Tomar a buen partido
En caso semejante
Quedar desnarigado, pero vivo.

Aqu la Providencia
Manifestarle quiso
Que supo a cada cosa
Sealar sabiamente su destino.
A mayor bien del hombre
Todo est repartido:
Preso el pez en su concha,
Y libre por el aire el pajarillo.


Fbula primera

1.El raposo enfermo

El tiempo, que consume de hora
en hora Los fuertes murallones elevados,
Y lo mismo devora
Montes agigantados,
A un Raposo quit de da en da
Dientes, fuerza, valor, salud; de suerte
Que l mismo conoca
Que se hallaba en las garras de la muerte.
Cercado de parientes y de amigos,
Dijo en trmula voz y lastimera:
!Oh vosotros, testigos
De mi hora postrera,
Atentos escuchad un desengao!
Mis ya pasadas culpas me atormentan,
Ahora, conjuradas en mi dao,
No veis cmo a mi lado se presentan?
Mirad, mirad los gansos inocentes
Con su sangre teidos,
Y los pavos en partes diferentes,
Al furor de mis garras, divididos.
Apartad esas aves que aqu veo,
Y me piden sus pollos devorados:
Su infernal cacareo
Me tiene los odos penetrados.
Los raposos le afirman con tristeza,
No sin lamerse labios y narices:
Tienes debilitada la cabeza;
Ni una pluma se ve de cuanto dices.
Y bien lo puedes creer, que si se viese...
Oh glotones! callad; ya, ya os entiendo,
El enfermo exclam; si yo pudiese
Corregir las costumbres cual pretendo!
No sents que los gustos,
Si son contra la paz de la conciencia,
Se cambian en disgustos?
Tengo de esta verdad gran experiencia.
Expuestos a las trampas y a los perros,
Matis y persegus a todo trapo,
En la aldea gallinas, y en los cerros
Los inocentes lomos del gazapo.
Moderad, hijos mos, las pasiones;
Observad vida quieta y arreglada,
Y con buenas acciones
Ganaris opinin muy estimada.
Aunque nos convirtamos en corderos,
Le respondi un oyente sentencioso,
Otros han de robar los gallineros
A costa de la fama del Raposo.
Jams se cobra la opinin perdida:
Esto es lo uno. A ms, usted pretende
Que mudemos de vida?
Quien malas maas ha... ya usted me entiende.
Sin embargo, hermanito, crea, crea...
El enfermo le dijo. Mas qu siento!...
No os que una gallina cacarea?
Esto s que no es cuento.
Adis, sermn; escpase la gente.
El enfermo orador esfuerza el grito:
Os vais, hermanos? Pues tened presente
Que no me hara dao algn pollito.


Fbula X

10.El guila y la asamblea de los animales

Todos los animales cada instante
Se quejaban a Jpiter tonante
De la misma manera
Que si fuese un alcalde de montera.
El Dios, y con razn, amostazado
Vindose importunado,
Por dar fin de una vez a las querellas,
En lugar de sus rayos y centellas,
De receptor enva desde el cielo
Al guila rapante, que de un vuelo
En la tierra junt los animales
Y expusieron en suma cosas tales.
Pidi el len la astucia del raposo,
Este de aqul lo fuerte y valeroso;
Envidia la paloma al gallo fiero,
El gallo a la paloma lo ligero.
Quiere el sabueso patas ms felices,
Y cuenta como nada sus narices.
El galgo lo contrario solicita;
Y en fin, cosa inaudita,
Los peces, de las ondas ya cansados,
Quieren probar los bosques y los prados;
Y las bestias, dejando sus lugares,
Surcar las olas de los anchos mares.
Despus de orlo todo,
El guila concluye de ste modo:
Tes, maldita caterva impertinente,
Que entre tanto viviente
De uno y otro elemento,
Pues nadie est contenta,
No se encuentra feliz ningn destino?
Pues para qu envidiar el del vecino?
Con slo este discurso,
Aun el bruto mayor de aquel concurso
Se dio por convencido.

De modo que es sabido
Que ya slo se matan los humanos
En envidiar la suerte a sus hermanos.


Fbula II

2. El filsofo y la pulga

Meditando a sus solas cierto da.
Un pensador Filsofo deca:
El jardn adornado de mil flores,
Y diferentes rboles mayores,
Con su fruta sabrosa enriquecidos,
Tal vez entretejidos
Con la frondosa vid que se derrama
Por una y otra rama,
Mostrando a todos lados
Las peras y racimos desgajados,
Es cosa destinada solamente
Para que la disfruten libremente
La oruga, el caracol, la mariposa:
No se persuaden ellos otra cosa.
Los pjaros sin cuento,
Burlndose del viento,
Por los aires sin dueo van girando.
El milano cazando
Saca la consecuencia:
Para m los cri la Providencia.
El cangrejo, en la playa envanecido,
Mira los anchos mares, persuadido
A que las olas tienen por empleo
Slo satisfcele su deseo,
Pues cree que van y vienen tantas veces
Por dejarle en la orilla ciertos peces.
No hay, prosigue el Filsofo profundo,
Animal sin orgullo en este mundo.
El hombre solamente
Puede en esto alabarse justamente.
Cuando yo me contemplo colocado
En la cima de un risco agigantado,
Imagino que sirve a mi persona
Todo el cncavo cielo de corona.
Veo a mis pies los mares espaciosos,
Y los bosques umbrosos,
Poblados de animales diferentes,
Las escamosas gentes,
Los brutos y las fieras,
Y las aves ligeras,
Y cuanto tiene alimento
En la tierra, en el agua y en el viento,
Y digo finalmente: Todo es mo.
Oh grandeza del hombre y podero!
Una Pulga que oy con gran cachaza
Al Filsofo maza,
Dijo: Cuando me miro en tus narices,
Como t sobre el risco que nos dices,
Y contemplo a mis pies aquel instante
Nada menos que al hombre dominante,
Que manda en cuanto encierra
El agua, viento y tierra,
Y que el tal poderoso caballero
De alimento me sirve cuando quiero,
Concluyo finalmente: Todo es mo.
Oh grandeza de pulga y podero!
As dijo, y saltando se le ausenta.

De este modo se afrenta
Aun al ms poderoso
Cuando se muestra vano y orgulloso.


Fbula VIII

8. Los dos titiriteros

Todo el pueblo, admirado,
Estaba en una plaza amontonado,
Y en medio se empinaba un Titiritero,
Enseando una bolsa sin dinero.
Pase de mano en mano, les deca;
Seores, no hay engao, est vaca.
Se la vuelven; la sopla, y al momento
Derrama pesos duros, qu portento!
Levntase un murmullo de repente,
Cuando ven por encima de la gente
Otro Titiritero a competencia.
Queda en expectacin la concurrencia
Con silencio profundo.
Ces el primero, y empez el segundo.
Presenta de licor unas botellas;
Algunos se arrojaron hacia ellas,
Y al punto las hallaron transformadas
En sangrientas espadas.
Muestra un par de bolsillos de doblones;
Dos personas, sin duda dos ladrones,
Les echaron la garra muy ufanos,
Y se ven dos cordeles en sus manos.
A un relator cargado de procesos
Una letra le ensea de mil pesos.
Sople usted; sopla el hombre apresurado,
Y le cierra los labios un candado.
A un abate arrimado a su cortejo
Le presenta un espejo,
Y al mirar su retrato peregrino,
Se vio con las orejas de pollino.
A un santero le manda
Que se acerque; le pilla la demanda,
Y all con sus hechizos
La convirti en merienda de chorizos.
A un joven desenvuelto y rozagante:
Le regala un diamante:
ste le dio a su dama, y en el punto
Plido se qued como un difunto,
Item ms, sin narices y sin dientes.
All fue la rechifla de las gentes,
La burla y la chacota.
El primer Titiritero se alborota;
Dice por el segundo con denuedo:
Ese hombre tiene un diablo en cada dedo,
Pues no encierran virtud tan peregrina
Los polvos de la madre Celestina.
Que declare su nombre.
El concurso lo pide, y el buen hombre
Entonces, ms modesto que un novicio,
Dijo: No soy el diablo, sino el vicio.


Fbula III

3. Los dos perros

Procure ser en todo lo posible,
El que ha de reprender, irreprensible.

Sultn, perro goloso y atrevido,
En su casa rob, por un descuido,
Una pierna excelente de camero.
Pinto, gran tragador, su compaero,
Le encuentra con la presa encaminado
Ojo al travs, colmillo acicalado,
Fruncidas las narices y gruendo.
Qu cosa ests haciendo,
Desgraciado Sultn? Pinto le dice;
No sabes, infelice,
Que un Perro infiel, ingrato,
No merece ser Perro, sino gato?
Al amo, que nos fa
La custodia de casa noche y da,
Nos halaga, nos cuida y alimenta,
Le das tan buena cuenta,
Que le robas, goloso,
La pierna del camero ms jugoso!
Como amigo te ruego
No la maltrates ms: djala luego.
Hablas, dijo Sultn, perfectamente.
Una duda me queda solamente
Para seguir al punto tu consejo:
Di, te la comers, si yo la dejo?


Fbula X

10. El amo y el perro

Callen todos los perros de este mundo
Donde est mi Palomo;
Es fiel, deca el Amo, sin segundo,
Y me guarda la casa... Pero cmo?
Con la despensa abierta
Le dej cierto da:
En medio de la puerta,
De guardia se plant con bizarra.
Un formidable gato,
En vez de perseguir a los ratones,
Se vena, guiado del olfato,
A visitar chorizos y jamones.
Palomo le despide buenamente;
El gato se encrespa y acalora;
Rien sangrientamente,
Y mi guarda jamones le devora.
Esto contaba el Amo a sus amigos,
Y despus a su casa se los lleva
A que fuesen testigos
De tal fidelidad en otra prueba.
Tena al buen Palomo prisionero
Entre manidas pollas y perdices;
Los sebosos riones de un carnero
Casi casi le untaban las narices.
Dentro de este retiro a penitencia
El triste fue metido,
Despus de algunos das de abstinencia.
Al fin, ya su seor, compadecido,
Abre con sus amigos el encierro:
Sale rabo entre piernas, agachado;
Al Amo se acercaba el pobre Perro,
Lamindose el hocico ensangrentado.
El dueo se alborota y enfurece
Con tan fatales nuevas.
Yo le preguntara: Y qu merece
Quien la virtud expone a tales pruebas?


...:::Carl Sandburg:::...

Otros poemas:

Primer linchamiento

Hubo dos Cristos en el Glgota:
uno bebi vinagre, otro miraba.
Uno estaba en la cruz, el otro en la muchedumbre.
Uno tena los clavos en sus manos, el otro, agarrando
un martillo, clavaba clavos.
Haba muchos ms Cristos en el Glgota, muchos ms
compaeros ladrones, muchos, muchos en la multitud
aullaban el equivalente judeo de: "Matadlo! Matadlo!"
El Cristo que ellos mataron, el Cristo que no mataron,
ambos estaban en el Glgota.

Piedad, piedad por estos tobillos rotos!
Piedad, piedad por estas muecas dislocadas!
Los brazos de la madre son fuertes hasta el final.
Ella le sostiene y cuenta los borbotones de sangre de su corazn.

En l haba el olor de los barrios bajos,
iniquidades de los barrios bajos encendan sus ojos.
Canciones de los barrios bajos se trenzaban en su voz.
Los enemigos de los barrios bajos odiaban su corazn de
barrio bajo.

Las hojas de un rbol de la montaa,
hojas con una girante estrella temblando en ellas,
rocas con una cancin de agua, agua, encima de ellas,
halcones con un ojo fijo en la muerte, siempre, siempre,
el olor y el poder de esto estaban en sus mangas, en las
ventanas de su nariz, en sus palabras.

El hombre de los barrios bajos fue muerto, el hombre de
la montaa vive.

Versin de Agust Bartra


...:::Toms Segovia:::...

Modesto deshaogo

Estoy ms triste que un zapato ahogado
estoy ms triste que el polvo bajo los petates
estoy ms triste que el sudor de los enfermos
estoy triste como un nio de visita
como una puta desmaquillada
como el primer autobs al alba
como los calzoncillos de los notarios
triste triste triste de sonrer como un bobo desde los rincones
de ver tallar las cartas en redondo saltndome siempre a m
de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices
estoy harto de quedarme con el saludo en la boca
de salir bien dibujado entre la muchedumbre
para que me borre siempre el estropajo de su roce
de no estar nunca en foco para ningunos ojos
de tener tan desdentada la mirada
de navegar tras la lnea del horizonte
con mis banderitas cmicamente izadas
no puedo ms de no ser nunca nadie
de que no me dejen jams probarme otra careta que la de ninguno
de no irrumpir de no alterar el oleaje
de no curvar jams un tren de ondas
de no desviar a mis corrales la palabra suelta
de que nunca me caiga a m la lotera de un vuelco visceral
De no poblar ni el ms vago sueo ocioso
De saber que ningn mal pensamiento tendr ya ms mi rostro.
Estoy hasta aqu de la avaricia de los privilegiados
de que quieran para ellos solos toda la juventud
todos los influjos en las cosas del mundo
todo el favoritismo de la puta alegra
toda la iniciativa de renuevo y capricho
de que se apropien sin escrpulos la plusvala de calor y encuentros
todo el capital de risa y de coloquio
que repartido con justicia
alcanzara de sobra para alimentarnos a todos
a todos los hambrientos de carne de comunin
y sedientos de vino de comunin
a todos los que estn tristes
como faldones arrugados que les cuelgan a los otros
en fin estoy jibosamente desolado
de haber envejecido sin seguro de vida
sin seguro de nombre
sin cavar mi guarida en el espeso ahorro
de no haber cobrado el billete cuando la vida se asomaba a mirarme
de haber tirado siempre deudas al cesto sin mirarlas
y lo que quiero decir es que estoy a fin de cuentas
terriblemente triste de que no me hayis perdonado.


...:::Alfonsina Storni:::...

Cancin de la mujer astuta

Cada rtmica luna que pasa soy llamada,
por los nmeros graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teida;
la misma extraa mezcla con que ha sido amasada.

Y a travs de mi carne, miserable y cansada,
filtra un clido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engaoso canto de sirena me cantas,
naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.

Engao por engao: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algn amor estril y de paso, disfruta.


...:::Ivan Tubau:::...

La rosa y la metfora

1
Aunque seas an
una metfora
Rosa,
me place tocar
tu muslo con la mano.

5
A rose is a rose is a rose is a rose.
Gertrudis Stein

Eres Rosa la rosa ms rosa
de todas las rosas de aqu y de Pars
Rosa por delante rosa por detrs
con pezones rosa y mejillas rosa
con labios de rosa bajo nariz rosa
y labios de rosa bajo ombligo rosa
un agujerito de color de rosa
una blusa rosa y unas bragas rosa
un alma de rosa bajo la piel rosa
y una voz de Rosa de color de rosa.

6
1984
Hube de conocerte,
Rosa,
para saber lo que era
un ser equidistante
del propio nacimiento
y del fin del milenio.

7
Lnine, Trotsky, Rosa, Mao...
Edgar Morin
Journal de Californie

Rosa,
la ms perfumada
de los jardines
de Luxemburgo.

De "Vendrn meses con erre" 1982-1991


...:::Guillermo Valencia:::...

Quin los conciliar? Tibios reflejos
de una luz paternal y vespertina
visten de claridad el linde vago:
es que el Patriarca de los Ritos viejos,
de sapiencia cubierto, se avecina,
con la nerviosa palidez de un mago.
Es flaco y dbil: su figura finge
lo espiritual; el cuerpo es una rama
donde canta su espritu de Esfinge;
y su sangre, la llama
que los miembros cansados transparenta;
de su nariz el lbulo movible
aspira lo invisible,
son sus patricias manos una garra
febril y amarillenta
es de los griegos la gentil cigarra
que con mirar el ter se alimenta!
Impalpable se irgue -melanclico espectro-
y de la cuerda blanca
a su mstico plectro
la meloda arranca.
Impalpable se irgue;
hay algo de felino
en su trmula marcha,
hay mucho de divino
en la ntida escarcha
que su cabeza orea.
Cruza sin otras galas
que la tnica nvea
que semeja las alas
rotas de un genio de celeste coro,
y sobre el pecho una
cruz de plido oro.
Alza el brazo. La Europa
lo aguarda como a antiguo caballero,
debajo de una bveda de acero;
calla sus labios la soberbia tropa
de esclavos y seores:
el Pontfice augusto
trae el blsamo santo que redime,
y calma la batalla de panteras;
revala lo justo;
ya va a decir el smbolo sublime ...
y de sus labios tiernos
sali, como relmpago imprevisto,
a impulso de los hlitos eternos
esta sola palabra: "Jesucristo."


Los camellos

Lo triste es as...
Peter Altenberg

Dos lnguidos camellos, de elsticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el sooliento avance de sus vellosas piernas
-bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego-
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnfico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento:
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglfico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.


...:::Blanca Varela:::...

Mscara de algn Dios

Frente a m ese rostro lunar.
Nariz de plata, pjaros en la frente.

Pjaros en la frente?

Y luego hay rojo
y todo lo que la tierra olvida.
Humedad con poderes de fuego
floreciendo tras las negras pestaas.
Un rostro en la pared.
Detrs del muro, ms all de toda voluntad,
ms lejos todava que mirar y callar:
qu?

Siempre hay algo que romper, abolir o temer?
Y al otro lado? Al revs?

Vuela la mano, nace la nea,
vibrante destino, negro destino.
Por un instante la meloda es clara,
parece eterna la tarde,
pursima la sombra del cielo.

Vuelvo otra vez . Pregunto.
Tal vez ese silencio dice algo,
es una inmensa letra que nos nombra y contiene
en su aire profundo.
Tal vez la muerte detrs de esa sonrisa
sea amor, un gigantesco amor
en cuyo centro ardemos.

Tal vez el otro lado existe
y es tambin la mirada
y todo esto es lo otro
y aquello esto
y somos una forma que cambia con la luz
hasta ser slo luz, slo sombra.

Poema

Hoy ests en los brazos
de mi feroz imaginacin
brazos que han matado
brazos con que tapo mis ojos
con un gesto de lobo
para buscarte un hogar
un lento y suave infierno
donde todo calor
provenga
de una furtiva lgrima
oh lquido mundillo
oh jadeante fantasma
no eres
sino el ojo que estalla
y que deja caer
como si no ocurriera
sus mejores colores
en mi entraa
ojo que hociquea
que peino con la ms pura saliva
aqu en mis brazos
entre mis torpes alas de mamfero
la muy compuesta y perdurable nada
para siempre te guarde
y el buen mal ojo salta
y se eleva en el oscuro cielo de mi lecho
y ese cielo
es el marco impreciso de una frente
que ya no reconozco
esa sombra ese objeto esa cosa
con boca con nariz y con odos


ltimo poema de junio

Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La
hermosa, la violenta flor del ridculo. Ptalo de carne
y hueso. Ptalos? Flores?
Preciosismobienvestido,
muertodehambre, vaderretro.

Se trata simplemente de heridas congnitas y
felizmente mortales.

Luz alta. Bermelln sbito bajo el que despiertas
de pie, caminando a ninguna parte. Pies, absurdas
criaturas sin ojos. No se parecen sino a otros pies.
Y adems estas manos y estos dientes, para mostrar-
los estpidamente sin haber aprendido nada de ellos.

Y encima de todo y todas las cosas, sobre tu propia
cabeza, la aterciopelada corona del escarnio: un som-
brero de fiesta, ingls y alto, listo para saludar lo
invisible.

Rojos, divinos, celestes rojos de mi sangre y de mi
corazn. Siena, cadmio, magenta, prpuras, carmi-
nes, cinabrios. Peligrosos, envenenados crculos de
fuego irreconciliable.

Adnde te conducen? A la vida o a la muerte?
Al nico sueo?
La flor de sangre sobre el sombrero de fiesta (ingls
y alto) es una falsa noticia.

Revelacin. Soy tu hija, tu agnica nia, flamante
y negra como una aguja que atraviesa un collar de
ojos recin abiertos. Todos mos, todos ciegos, todos
creados en un abrir y cerrar de ojos.

El dolor es una maravillosa cerradura.

Arte negra: mirar sin ser visto a quien nos mira
mirar.

Arte blanca: cerrar los ojos y vernos.

Ver: cerrar los ojos.

Abrir los ojos: dormir.

Facilidades de la noche y de la palabra. Obscenidades
de la luz y del tiempo.

Y as, la flor que fue grande y violenta se deshoja y
el otoo es una torpe caricia que mutila el rostro
ms amado.

Fuera, fuera ojos, nariz y boca. Y en polvo te con-
viertes y, a veces, en imprudente y oscuro recuerdo.

Dulce animal, tiernsima bestia que te repliegas en
el olvido para asaltarme siempre. Eres la esfinge
que finge, que suea en voz alta, que me despierta.


...:::Francisco Villaespesa:::...

Autorretrato

Por la espaciosa frente plida y pensativa,
desciende la melena en dos rizos iguales.
Negros ojos miopes, gruesa nariz lasciva,
la faz oval y fina, los labios sensuales.

Sobre el flexible cuerpo, perturban la negrura
del enlutado traje que su dolor retrata,
el d'annunziano cuello con su nvea blancura
y con manchas sangrientas la flotante corbata.

Apura un cigarrillo Kedive, reclinado
en un divn oscuro, y entre el humo azulado
del tabaco, sus ojos contemplan con amor

el azul de las venas sobre las manos finas,
dignas de rasgar velos de princesas latinas
y ceir el anillo del Santo Pescador.


...:::Cintio Vitier:::...

Donde la brisa...

Porque tal es el rostro del fracaso
que el espejo devuelve ciegamente
aun antes de llegar, dulce y demente,
el ltimo rescoldo del ocaso:

frente de la obsesin y del rechazo,
ojos que slo vieron lo renuente,
nariz que impide el aire, boca ausente
en su amargo sabor: extrao vaso

a punto de volverse puro hueso:
porque tal es el fin, tal la ceniza
cuyo suave huracn todo lo arrasa,

dejar de letras quise un ramo grueso
que ardiera un poco ms donde la brisa
orea la aridez, sonre y pasa.

Un extrao honor

El rbol sabe, con sus races y sus ramas,
todo aquello que puede ser un rbol:
o acaso tambin falta
a su mitad visible otro esplendor
que es lo que est sufriendo y anhelando?
No lo sabemos. Pero l
no necesita conocerse. Basta
que su misterio sea, sin palabras
que vayan a decirle lo que es, lo que no es.
El rbol, majestuoso como un rbol,
lleno de identidad hasta las puntas,
puede medirse cara a cara con el ngel.

Y nosotros con quin nos mediremos,
quin ha de compartir nuestra congoja?
Ved ese rostro, escrutad esa mirada
donde lo que brilla es un vaco,
repasad como en sueos
esas lneas dolorosas en tomo de los labios,
ese surco que ha de ahondarse en la mejilla,
la desolada playa de la frente,
la nariz como un tmulo funesto. Qu devastado reino,
qu fiero y melanclico despojo, humeando todava!
Slo otro rostro podra comprenderlo.
As nos miramos cara a cara, el alma desollada,
con el secreto jbilo insondable que nos funda,
que est hecho de vergenza
y de un extrao honor.


...:::Jos Watanabe:::...

El lenguado

Soy
lo gris contra lo gris. Mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetra
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro. Soy
un pequeo monstruo invisible
tendido siempre sobre el lecho del mar.
Las breves anchovetas que pasan a mi lado
creen que las devora
una agitacin de arena
y los grandes depredadores me rozan sin percibir
mi miedo. El miedo circular siempre en mi cuerpo
como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
una palada de rganos enterrados en la arena
y los bordes imperceptibles de mi carne
no estn muy lejos.
A veces sueo que me expando
y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y ms grande
que los ms grandes. Yo soy entonces
toda la arena, todo el vasto fondo marino.


...:::Emilio Adolfo Westphalen:::...

Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer...

Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer
Y lentamente extiende con la lengua sobre l
Un lquido rosado
El cuerpo queda todo hmedo brillante y encendido
Luego con los dientes hace aqu y all
El signo el amor
Pequeos puntos blancos que adornan la piel oscura
La mujer cierra los ojos dilata las narices
A veces a pesar suyo un suspiro entreabre sus labios.


Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo...

Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo
Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas
Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinndose
Y alta velamen de mar recogindose en tu mirada
Trajiste paso leve de alba al irse
Y escandido incienso de arboledas tremoladas en tus manos
Bajaste de brisa en brisa a cien de los das
Y al fin eras el quedado manantial rondando las flores
O las playas encaminndose a una querella sin motivo
Por decir si tu mano estuvo armoniosa en el tiempo
O si tu corazn era fruta de rbol o de ternura
O el estruendo callado del surtidor
O la voz baja de la dicha negndose o afirmndose
En cada distole o sstole de permanencia y negacin
Viniste a posarte sobre mi copa
Roja estrella y gorgorito completo
Viniste a posarte como la noche llama a sus creaturas
O como el brazo termina su crculo y abarca el horario completo
O como la tempestad retira los velos de su frente
Para mirar el mundo y no equivocar sus remos
Al levantar los muros y cerrar las cuevas
Has venido y no se me alcanza qu justeza equivocas
Para estarse sin levedad de huda y gravitacin de planeta
Orlado de madreselvas en la astrologa infantil
Para estarte como la rosa hundida en los mares
O el barco anclado en nuestra conciencia
Para estarte sin dar el alto a los minutos subiendo las jarcias
Y cayndose siempre antes de tocar el timbre que llama a la muerte
Para estarte sitiada entre son de arpa y ro de escaramuza
Entre serpiente de aura y romero de edades
Entre lengua de solsticio y labios de tartada morosidad acariciando
Has venido como la muerte ha de llegar a nuestros labios
Con la gozosa transparencia de los das sin fanal
De los conciertos de hojas de otoo y aves de verano
Con el contento de decir he llegado
Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos sobre las cosas
Y anudar la cabellera de las ciudades
Y dar va libre a las aguas y canto libre a las bocas
De la muchacha al levantarse y del campo al recogerse
Has venido pesada como roco sobre las flores del jarrn
Has venido para borrar tu venida
Estandarte de siglos clavado en nuestro pecho
Has venido nariz de mrmol
Has venido ojos de diamante
Has venido labios de oro

...:::Roger Wolfe:::...

Laguna

Nadie que habiendo estado,
pongamos por caso, paseando
al perro por una calle
cntrica y desierta
a las tres o tal vez a las
cuatro de la tarde,
no se haya topado
de repente
con una figura desarrapada y sucia,
descompuesta ms all de cualquier
posibilidad de remisin,
que le ruja a voz en grito
desde la otra acera: Hombre!
Mi colega de nariz! Qu tal!,
para correr luego tras l
como una especie
de rmora renqueante
y jorobada,
sin que consiga acordarse
de quin demonios es, y
lo que es an peor,
no quiera recordar
aunque fuera capaz de hacerlo,
sabr nunca
lo que significa
la palabra
desasosiego.


...:::Jos Zorrilla:::...

Para verdades el tiempo y para justicia Dios

I
Juan Ruiz y Pedro Medina,
dos hidalgos sin blasn,
tan uno del otro son
cual de una zarza una espina.
Diz que Pedro salv a Juan
la vida en lance sangriento;
prendas de tanto momento
amigos por cierto dan.
Pasan ambos por valientes
y maeros en la lid,
y lo han probado en Madrid
en apuros diferentes.
Ambos pasan por iguales
en valor y en osada,
pero en fama de hidalgua
no son lo mismo cabales.
Que es Juan Ruiz hombre iracundo,
silencioso por dems,
que no alz noble jams
el gesto meditabundo.
Ancha espalda, corto cuello,
ojo izquierdo, torvas cejas,
ambas mejillas bermejas,
y claro y rubio el cabello.
Y aunque lleva en la cintura
largo hierro toledano,
dale, brillando en su mano,
ms villana catadura.
Y aunque arrojado y audaz
en la ocasin, rara vez
carece su intrepidez
de son de temeridad.
gil, astuto o traidor,
hijo de ignorada cuna,
debe acaso a su fortuna
mucho ms que a su valor.
Presentse ha pocos aos
de Indias advenedizo,
dizque con nombre postizo
cubriendo propios amaos.
Mas verti lujo y dinero
en festines y placeres,
aunque fue con las mujeres
ms falso que caballero.
Hoy pasa, pobre y oscuro,
una existencia comn,
y medra o mengua segn
los dados le dan seguro.
Hombre de quien saben todos
que vive de malvivir,
mas nadie sabr decir
por cules o de qu modos.
Modelos en amistad
ambos para el vulgo son,
mas con Pedro es la opinin
menos rgida en verdad.
Porque es Pedro, aunque arrogante
y orgulloso en demasa,
mozo de ms cortesa
y ms bizarro talante.
De ojos negros y rasgados
con que a quien mira desdea,
nariz corta y aguilea,
con bigotes empinados.
Entre sombrero y valona
colgando la cabellera,
y alto el gesto en tal manera,
que cuando cede perdona.
Mas si sombras de matn
tales maneras le dan,
tinela ms de galn
por su noble condicin.
Que no hay en Madrid mujer
que un agravio recibiera,
que a su espada no tuviera
satisfaccin que deber.
Ni hay ronda ni magistrado
que en revuelta popular.
no le haya visto tomar
ayuda y parte a su lado.
Tales son Ruiz y Medina,
de quienes, por concluir,
fltame slo decir
que amaban a Catalina.
Es ella una moza oscura,
de talle y de rostro apuesta,
mas tan gentil como honesta,
y como agraciada pura.
mala Ruiz, pero calla,
acaso porque su amor,
para mujer de su honor,
palabras de amor no halla.
l con ansia la contempla
al abrigo del embozo,
pero el mpetu de mozo
ante su virtud se templa,
que es tan dulce su mirar,
que su luz por no perder,
cuando se quiso atrever
slo se atrevi a callar.
Y es tan flexible su acento,
que para no interrumpirle,
tener es fuerza al orle
con los labios el aliento.
Medina, que fue soldado
sobre Flandes por Castilla,
y a los usos de la villa
de ms tiempo acostumbrado,
suplicla tan rendido,
tan corts la enamor,
que ella amor le prometi
como l fuera su marido.
Eso s!, por San Milln!,
dijo Pedro con denuedo;
y la calle de Toledo
tom en resuelto ademn.

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