Varshavsky, Ilya - Homunculo

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HOMNCULO

Ilya Varshavsky

Me despert el timbre del telfono. La aguja horaria del despertador luminoso sealaba
las dos. Preguntndome quin me llamarla tan tarde, tom el receptor.
Por fin te despiertas o la agitada voz de Smirnov. Por favor, ven
inmediatamente.
Qu ocurre?
Una calamidad. Homnculo ha desaparecido. Ha sido atacado por una sed de
destruccin, y me estremece pensar en los desastres que puede causar en tal estado.
No te he dicho...? comenc, pero ya haba colgado.
No haba tiempo que perder. Fui yo quien le dio a Homnculo ese nombre cuando
Smirnov consigui crear por primera vez un autmata pensante, con una voluntad propia,
aplicando los elementos moleculares inventados por l a la construccin de un cerebro
humano.
Aun cuando la extravagancia de este proyecto me haba llevado al principio a protestar
vehementemente contra l, pronto comprend que era necesario. Siempre haba
considerado que los problemas cibernticos deban limitarse a la sntesis de autmatas
que hiciesen ms gil el trabajo humano. Nunca haba dudado de las ilimitadas
posibilidades de imitar la vida, pero los intentos de crear un modelo electrnico del
hombre me parecan, simplemente, repulsivos. Hablando con franqueza, tema el
inevitable conflicto entre el hombre y el ser mecnico hecho por l a su propia imagen.
Una imagen desprovista de todos los rasgos humanos y dotada de una voluntad propia no
determinada por emociones, sino por secas reglas abstractas de lgica matemtica.
Estaba seguro de que, cuanto ms perfecto fuera un tal autmata, ms inhumanamente
se comportara cuando escogiese los medios para lograr sus fines.
Todo esto se lo haba explicado francamente a Smirnov en aquel tiempo.
Eres tan reaccionario me contest como aquellos que dicen que hacer crecer un
embrin humano en una probeta es contrario a las normas elementales de moralidad. Un
cientfico no puede permitirse el lujo de ser sentimental acerca de estas cosas.
El hacer crecer un embrin humano en una probeta repliqu, con el propsito de
emplear sus tejidos en ciruga de trasplantes, es una cosa hecha por razones
humanitarias y moralmente defendible. Imagina, por otra parte, que alguien tuviera la idea
de hacer crecer un ser humano vivo en una probeta por pura curiosidad. Tales esfuerzos
de crear un nuevo homnculo seran, en mi opinin, tan repugnantes como la idea de
lograr un cruce entre el hombre y el mono.
Homnculo! se ech a rer. Esto es lo que haba estado buscando. Creo que
llamar a mi robot Homnculo.
Smirnov me esperaba en la escalera.
Echa una ojeada dijo, abriendo la puerta de su apartamento.
Lo que vi me llam la atencin, sobre todo, por su falta de sentido. En el suelo, junto a
la entrada, yacan los restos mutilados de un aparato de televisin. Era como si alguien lo
hubiera hecho pedazos por un perverso sentido de la diversin.
Peda oler el aroma especial del gas, y entr en el bao. El pequeo calentador de
agua ya no exista. Por el pasillo se encontraban dispersos trozos de caera,
deformados.

Cerrando los grifos, me abr camino hasta el estudio de Smirnov. All era menos
evidente el sentido de la destruccin, pero los libros de la estantera y los papeles del
escritorio estaban prcticamente desperdigados.
Dime cmo sucedi pregunt, sentndome en el sof.
No puedo decirte gran cosa contest, tratando mientras tanto de restablecer algn
orden en sus papeles. Como sabes, hace un ao me traje a Homnculo del laboratorio
a casa, para poder dedicarle mayor atencin. Hace un par de semanas, empez a
mostrarse deprimido. Adquiri un repentino inters por todo lo que se refera a la muerte,
e hizo muchas preguntas acerca de lo que la causaba. Hace algunos das, me pidi que le
explicase detalladamente la diferencia que haba entre l y un ser humano. Luego dese
saber si poda decidir, en el futuro, quitarse la vida. Fue entonces cuando comet un error.
Estaba tan harto de su interrogatorio que le amenac con desmantelarlo de inmediato si
no cambiaba de comportamiento y llevaba a cabo con mayor cuidado las tareas que le
encomendaba.
Dejar entonces de existir, y no quedar de m ms que un montn de
componentes muertos? me pregunt, contemplndome con fijeza. Le contest
afirmativamente. Tras esta conversacin, qued en silencio. Durante das permaneci
sentado, pensando en algo; y anoche, cuando regres a casa, hall la puerta abierta y el
apartamento como si una manada de elefantes salvajes hubiera pasado por l. En cuanto
a Homnculo, no haba ni rastro.
Dnde puede haber ido?
No tengo la menor idea. La nica vez que sali a la calle fue cuando lo traje del
laboratorio hasta aqu. Puede haber recordado el camino y vuelto all? El buscarlo por
toda la ciudad, sin plan alguno, no tiene sentido. Creo que lo mejor ser comprobar si est
en el laboratorio.
Bajamos al vestbulo. Me di cuenta, mientras descendamos las escaleras, de que
algunos de los barrotes de hierro que sostenan el pasamanos estaban arrancados
Faltaba uno de ellos.
Por un momento me sent mal. Era fcil conjeturar lo que podra ser capaz de hacer un
robot irritado tratando de evitar ser desmontado y armado con una maza de hierro.
Bajamos a la calle y doblamos la esquina. Un coche de la polica estaba aparcado
frente a un gran almacn. A pesar de lo tardo de la hora, haba un considerable nmero
de personas reunidas frente a un escaparate roto.
Una rpida mirada al caos que reinaba dentro de la tienda bast para explicarnos lo
que haba ocurrido all. Era una demostracin de la misma ciega furia, la misma loca sed
de destruccin, que haba visto en el apartamento de Smirnov. Hasta la acera estaba
cubierta por destruidos magnetofones y receptores de radio.
En silencio, Smirnov seal hacia una gran mueca descabezada que se encontraba
sobre un montn de restos, y me di cuenta del horrible destino que esperaba a
quienquiera que se cruzase en el camino de Homnculo aquella noche.
Dos policas con un perro salieron de la tienda. El perro se qued dudando en la
puerta.
No capta ningn rastro dijo uno de los policas.
Smirnov llam a un taxi que pasaba y le dio al conductor la direccin del laboratorio.
Para nuestra sorpresa, el vigilante, que estaba all desde primera hora de la tarde, se
estaba tomando tranquilamente una taza de t, y no saba nada de robot alguno.
Buscamos por todo el edificio, pero no encontramos nada. Habamos perdido el rastro de
Homnculo.
Cansado, Smirnov se dej caer sobre un silln.

La carga de sus bateras dura dos das dijo, secndose su hmeda frente: Quin
sabe qu desaguisados puede cometer en este tiempo. Desafortunadamente, es lo
bastante astuto como para idear formas en que volver a cargarse.
Era necesario tomar urgentemente medidas drsticas.
Nos apresuramos a ir a la polica.
El teniente de guardia trat al principio nuestra historia con escepticismo, pero poco
despus la idea de cazar a un monstruo de acero, obsesionado por su mana de vengarse
de la humanidad, despert su inters profesional. En unos minutos estuvo en contacto
telefnico con todos los cuartelillos. No caba hacer otra cosa ms que esperar. La
maquinaria para mantener la ley y el orden se puso en funcionamiento.
Comenzaron a llegar informes casi inmediatamente. No obstante, casi todos ellos
trataban de los acontecimientos habituales en una noche de una gran ciudad. Ninguno de
los crmenes cometidos tena las trazas de lo que los expertos llaman la mano del
criminal, y que tan familiares me resultaban ya.
Era obvio que el robot se hallaba oculto en alguna parte, esperando a que cesara la
vigilancia de sus perseguidores.
Al amanecer, ms cansados y preocupados que antes, nos despedimos del teniente y
volvimos al apartamento de Smirnov para discutir nuevos planes de accin mientras
tombamos una taza de caf.
Desafortunadamente, no pudimos tomar nuestro caf. Tras subir las escaleras, vimos
que la puerta del apartamento estaba hecha astillas, y que las luces de todas las
habitaciones estaban encendidas.
Mir a Smirnov, y me asombr la palidez de su rostro.
Homnculo ha venido a saldar sus cuentas conmigo murmur, apoyndose contra
la pared. Rpido, telefonea al teniente o estamos perdidos.
En pocos minutos un coche con tres policas llegaba a la casa.
Est el criminal dentro de este apartamento? pregunt el bravo sargento,
desabrochando su pistolera Conoce alguien la disposicin de las habitaciones?
Su pistola no le servir de nada ah dentro dijo Smirnov. El cuerpo del robot est
construido con acero al cromo y al molibdeno. Espere. Bajar y tomar la funda del coche
La nica forma de inmovilizar a Homnculo es echndosela encima.
Regres rpidamente, acompaado por un obeso portero que arrastraba una gran lona.
Ahora ramos seis. Seis hombres dispuestos a dejar inerme a aquel malvado ser
electrnico. Y sin embargo, todos nos sentamos un tanto inquietos.
Debe de estar en el estudio susurr Smirnov, atisbando por la puerta. Sganme.
Tratar de distraerlo un momento, mientras ustedes le echan la lona encima. Pero no lo
piensen demasiado: est armado con una barra de hierro.
Silenciosamente, conteniendo la respiracin, avanzamos con lentitud por el pasillo.
Smirnov fue el primero en entrar, e inmediatamente omos los roncos y secos gemidos de
un hombre cuya garganta, imaginamos, ha sido atrapada por un frreo apretn.
Pero nos equivocbamos.
Lo que vimos cuando entramos nos hizo detenemos en seco, y jadeamos tan
roncamente como lo haba hecho Smirnov.
Sentado en el suelo, en medio de desperdigados componentes de radio y todo tipo de
piezas metlicas, con los manuscritos de su amo extendidos ante l, y canturreando una
cancioncilla, estaba Homnculo, construyendo un pequeo robot. Cuando entramos,
estaba unindole la cabeza de la mueca que haba obtenido en la tienda que haba
asaltado.
FIN

Traduccin: Sebastin Castro.


Publicado en: Lo mejor de la ciencia ficcin Sovitica.
Hyspamrica ediciones, Buenos Aires, 1986.
Edicin digital: Sadrac.

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