Manifiesto Comunista
Manifiesto Comunista
Manifiesto Comunista
MANIFIESTO
DEL PARTIDO
COMUNISTA
Traduccin
Wenceslao Roces
Edicin
Carlos Glez. Penalva
Francisco Erice Sebares
Francisco Glvez
Edita:
MANIFIESTO
DEL PARTIDO
COMUNISTA
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PRESENTACIN
Jos Luis Centella Gmez
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las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas
que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del pas, sino
que reclaman para su satisfaccin los productos de tierras remotas. Ya no
reina aquel mercado local y nacional que se bastaba as mismo y donde no
entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran,
unidas por vnculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece
con la produccin mate- rial, acontece tambin con la del espritu.[]
La burguesa, con el rpido perfeccionamiento de todos los medios de
produccin, con las facilidades increbles de su red de comunicaciones, lleva
la civilizacin hasta a las naciones[]. Obliga a todas las naciones a abrazar
el rgimen de produccin de la burguesa o perecer; las obliga a implantar en
su propio seno la llamada civilizacin, es decir, a hacerse burguesas. Crea un
mundo hecho a su imagen y semejanza.
Queda en evidencia desde la lectura de este texto la falacia de quienes tratan de acusar al marxismo de antiguo, de superado por la historia,
cuando lo nico que pretenden es desvalorar un magnifico instrumento
al servicio de la lucha poltica de la mayora social trabajadora para su
liberacin, estamos ante un texto tan actual que los ltimos aos est consiguiendo rcord de ventas en cualquier feria del libro.
La aportacin de que la lucha econmica no puede separarse de la lucha poltica, y ni una sin la otra pueden ser, y que la lucha ideolgica es
una batalla por la hegemona de unos valores de solidaridad y justicia
social. Frente al intento del capital de situar la competitividad y el individualismo como leyes naturales del ser humano y por tanto inalterables, la
demostracin cientfica, racional, de que es posible un programa poltica
que de soporte a una organizacin sobre la base de la superacin de la explotacin y un justo reparto de la riqueza, convierte este pequeo libro en
el instrumento de lucha ms potente.
Por todo ello tratan de acabar con la base del mensaje de El Manifiesto
Comunista, se trata de situar en el mbito de lo superado por los tiempos
modernos, como si la explotacin, la guerra imperialista, la marginacin
de la mujer, no fuera antiguo y rancio, pero tambin, porque son conscientes de la fuerza del discurso, de la fuerza del programa poltico englobado
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en esos diez puntos, necesitan tambin borrar nuestra historia, porque son
conscientes de que un pueblo sin memoria es un pueblo limitado en su
capacidad de lucha, por eso quieren situar al mismo nivel a los verdugos,
a los que explotan las riquezas del planeta en beneficio propio, al mismo
nivel que las vctimas, los que son explotadas y asesinadas para mantener
la supremaca de una clase dominante que sabe que su mxima debilidad
es la fortaleza del mensaje que encierra El Manifiesto Comunista de hacer
posible otro mundo ms justo y solidario.
De esta manera el Capital es consciente de que mientras se siga dando
la batalla ideolgica no habr ganado la batalla en su intento de imposicin del pensamiento nico, del pensamiento por el que la humanidad vea
como algo natural, lo que es ms antinatural del mundo, que unos seres
humanos vivan a costa del trabajo de otros.
Por ello sinceramente insto a todos los que emprende la lectura de este
libro por primera vez en que lo hagan mirando el mundo que les rodea, no
estamos ante un texto de otro tiempo, su lectura, no solo es un ejercicio
literario, aunque tambin hay que sealar sus mritos literarios, sino que
la lectura de este libro debe servir de motivacin para continuar con otras
lecturas que le permitan mejorar su formacin ideolgica para comprometerse en lo concreto, para comprender que las ideas sin organizacin no
sirven, y que la organizacin sin un programa se convierte en un fin en s
mismo y por lo tanto intil para conseguir los fines que se dice perseguir.
A los que lo relean que lo hagan de forma que se entienda cada vez
mejor la necesidad de arrimar el hombro en la construccin de ese otro
mundo, que yo dira no es solo posible sino necesario, desde la perspectiva
de conseguir que la humanidad supere el horizonte de miseria, enfermedad y explotacin en el que viven miles de millones de persona en todo el
mundo.
Derrotar con argumentos, a quienes nos quieren convencer de que nada
se pude hacer, de que todo est perdido, es finalmente otra de la utilidades
que de este pequeo libro se puede extraer.
Separado de la lucha ideolgica, por eso cuando el fantasma de la
construccin del socialismo y el comunismo sigue recorriendo el mundo, y
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cuando todas las fuerzas del viejo sistema se unen para acosar a este fantasma desde el presidente de los EEUU y la OTAN, al del FMI o el Banco
Mundial, pasando por la Troika que atenaza a la vieja Europa llevndola
a la mayor crisis sufrida desde la II Guerra Mundial, la lectura de El Manifiesto Comunista, como la de los clsicos del marxismo no se puede hacer,
sino desde la actualidad de su mensaje, desde la certeza de sus apreciaciones, pero tambin desde el anlisis crtico que nos haga reflexionar sobre
los motivos de que ms de 150 aos despus de proclamar el objetivo de
unir a los proletarios de todo el mundo hoy estamos muy lejos de ese objetivo, y desde esta autocrtica solo aportar una idea para terminar:
El marxismo tiene una base cientfica y como toda ciencia se adquiere
por el estudio y la prctica, la clase trabajadora no nace con conciencia de
clase, a lo sumo la explotacin nos hace rebeldes, la lucha es tambin poltica, pero hace falta una base ideolgica que permita resistir los cantos de
sirena de un sistema que trata de asimilar todo lo que se le opone, convertir
al Che en un pster o la msica protesta en un negocio es fcil. Convertir
a la juventud sin futuro, rebeldes frente a un sistema que cada vez les es
ms insoportable, en revolucionarios es la clave para conseguir que ms
pronto que tarde el programa que Marx y Engels nos plantean en este libro
sea una realidad.
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UNA INTRODUCCIN A LA LECTURA DEL MANIFIESTO
COMUNISTA
Eddy Snchez Iglesias
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En este pequeo pasaje encontramos la primera idea central del Manifiesto y de toda la obra de Marx y Engels, el modo de produccin sirve
de base a la forma de organizar la vida poltica y cultural de una sociedad.
Estamos ante los primeros esbozos, continuadores de La sagrada familia
(1845), de la concepcin materialista de la historia de Marx y Engels, si
bien esa determinacin entre la base material y la superestructura jurdica
e ideolgica aparece ms matizada en su obra posterior. Es por tanto el
estudio del modo de produccin capitalista y de la sociedad burguesa que
se deriva de ste, el ncleo central del Manifiesto.
En segundo lugar, el Manifiesto afirma que la sociedad capitalista tiende a dividirse en dos clases nicas, la capitalista y la proletaria. De esta
forma en la primera parte de la obra los autores afirman:
Toda historia de la sociedad humana, hasta el da, es una historia de luchas
de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de gleba,
maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente
siempre, empeados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras
franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformacin
revolucionaria de todo el rgimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
En la obra se nos presenta un aspecto esencial de la concepcin marxista de las clases sociales, entendidas como un conjunto de individuos
definidos por su relacin con los medios de produccin, y no por su renta
o capacidad de consumo. Concepcin de clases sociales correspondiente
al marco metodolgico utilizado por Marx, el cual parte de la abstraccin
a la concrecin. La existencia de dos clases sociales tiene que ver con esa
abstraccin que permite a Marx a analizar el capitalismo a travs de sus
dos clases sociales fundamentales. Al analizar en sus escritos la situacin
poltica francesa El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte (1852) o La
guerra civil en Francia (1871) Marx aborda el estudio de las clases sociales
desde su concrecin, identificando las diferentes clases sociales protagonistas del conflicto social dentro del capitalismo concreto de la Francia de
la poca.
Pero al igual que en los aspectos de la superestructura que influyen en la
base econmica, que en el Manifiesto se identifican con el descubrimiento
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Esta organizacin de los proletarios como clase, que tanto vale decir como
partido poltico.
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Bibliografa utilizada
Althusser, Louis (2004). Maquiavelo y nosotros. Akal ediciones, Madrid.
Hobsbawm, Eric (1979). Historia del marxismo. El marxismo en los tiempos de Marx (1). Editorial Bruguera, Barcelona.
Panzieri, De Palma, Salvati, Beccalli, Lettieri, Gorz (1974). La divisin capitalista del trabajo. Cuadernos de Pasado y Presente, Crdoba, Argentina.
Maguire, John (1984). Marx y su Teora de la poltica. Fondo de Cultura
Econmica, Mxico.
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PRLOGO DE MARX Y ENGELS A LA EDICIN
ALEMANA DE 1872
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PREFACIO A LA SEGUNDA EDICION RUSA DE 1882
La primera edicin rusa de El Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, fue hecha a principios de la dcada del 601 en la
imprenta del Kolokol2. En aquel tiempo, una edicin rusa de esta obra
poda parecer al Occidente tan slo una curiosidad literaria. Hoy, semejante concepto sera imposible.
Cun reducido era el terreno de accin del movimiento proletario en
auqel entonces (diciembre de 1847) lo demuestra mejor que nada el ltimo
captulo del Manifiesto: Actitud de los comunistas ante los diferentes
partidos de oposicin en los diversos pases. Rusia y los Estados Unidos,
precisamente, no fueron mencionados. Era el momento en que Rusia formaba la ltima gran reserva de toda la reaccin europea y en que la emigracin a los Estados Unidos absorba el exceso de fuerzas del proletariado
de Europa. Estos dos pases provean a Europa de materias primas y eran
al propio tiempo mercados para la venta de la produccin industrial de
sta. Los dos eran, pues, de una u otra manera, pilares del orden vigente
en Europa.
1. Se trata de la primera edicin rusa del Manifiesto del Partido Comunista, aparecida en 1869
en Ginebra, traducido por Bakunin. Al traducirlo, modific en varios pasajes el contenido original
del Manifiesto redactado por Mar y Engels. Ms tarde Plejanov subsanara las modificaciones de
Bakunin retomando el sentido original del texto enla edicin que apareci en Ginebra en 1882.
2. Kolokol (La Campana), que editaban A. Herzen y N. Ogariov. La imprenta, fundada por
Herzen, se encontr hasta 1865 en Londres y luego fue trasladada a Ginebra. En esta imprenta se
imprimi en 1869 la mencionada edicin del Manifiesto.
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Cun cambiado est todo! Precisamente la inmigracin europea ha hecho posible el colosal desenvolvimiento de la agricultura en Amrica del
Norte, cuya competencia conmueve los cimientos mismos de la grande y
pequea propiedad territorial de Europa. Es ella la que ha dado, adems,
a los Estados Unidos, la posibilidad de emprender la explotacin de sus
enormes recursos industriales, con tal energa y en tales proporciones que
en breve plazo ha de terminar con el monopolio industrial de la Europa
occidental, y especialmente con el de Inglaterra. Estas dos circunstancias
repercuten a su vez de una manera revolucionaria sobre la misma Norteamrica. La pequea y mediana propiedad agraria de los granjeros, piedra
angular de todo el rgimen poltico de Norteamrica, sucumben gradualmente ante la competencia de granjas gigantescas, mientras que en las regiones industriales se forma, por vez primera, un numeroso proletariado
junto a una fabulosa concentracin de capitales.
Y en Rusia? Al producirse la revolucin de 1848-1849, no slo los
monarcas de Europa, sino tambin los burgueses europeos, vean en la intervencin rusa el nico medio de salvacin contra el proletariado, que empezaba a despertar. El zar fue aclamado como jefe de la reaccin europea.
Ahora es, en Gtchina, el prisionero de guerra de la revolucin3, y Rusia
est en la vanguardia del movimiento revolucionario de Europa.
El Manifiesto Comunista se propuso como tarea proclamar la desaparicin prxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa. Pero
en Rusia, al lado del florecimiento febril del fraude capitalista y de la propiedad territorial burguesa en vas de formacin, ms de la mitad de la
tierra es posesin comunal de los campesinos. Cabe, entonces, la pregunta:
podra la comunidad rural rusa forma por cierto ya muy desnaturalizada de la primitiva propiedad comn de la tierra pasar directamente a la
forma superior de la propiedad colectiva, a la forma comunista, o, por el
contrario, deber pasar primero por el mismo proceso de disolucin que
constituye el desarrollo histrico de Occidente?
3. Aluden a la situacin creada tras el asesinato del zar Alejandro II por los adeptos de la libertad
del pueblo el 1 de marzo de 1881. Alejandro III, ya coronado, no sala de Gtchina por temor a
otros posibles atentados.
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PROLOGO DE ENGELS A LA EDICION ALEMANA DE 1883
Desgraciadamente, al pie de este prlogo a la nueva edicin del Manifiesto ya slo aparecer mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera
toda de Europa y Amrica debe ms que a hombre alguno, descansa en
el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba.
Muerto l, sera doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora ms que nunca, a consignar
aqu, una vez ms, para que quede bien patente, la siguiente afirmacin:
La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el rgimen
econmico de la produccin y la estructuracin social que de l se deriva
necesariamente en cada poca histrica constituye la base sobre la cual
se asienta la historia poltica e intelectual de esa poca, y que, por tanto,
toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo rgimen de
comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre
clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las
diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que
la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse
de la clase que la explota y la oprime -de la burguesa- sin emancipar para
siempre a la sociedad entera de la opresin, la explotacin y las luchas de
clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx1.
1. A esta idea -aado en el prlogo a la edicin inglesa-, que en mi opinin est llamada a inaugurar en la ciencia histrica el mismo progreso que la teora de Darwin llev a las ciencias naturales,
nos habamos ido acercando ya ambos poco a poco, varios aos antes de 1845. Mi obra sobre
La situacin de la clase obrera en Inglaterra revela los progresos hechos por mi personalmente en
esa direccin. Pero cuando, en la primavera de 1845, volv a reunirme con Marx en Bruselas, ya
l haba desarrollado perfectamente esa idea y me la expuso en trminos casi tan claros y precisos
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PREFACIO A LA EDICION INGLESA DE 1888
El Manifiesto fue publicado como programa de la Liga de los Comunistas, una asociacin de trabajadores, al principio exclusivamente
alemana y ms tarde internacional, que, dadas las condiciones polticas
existentes antes de 1848 en el continente europeo, se vea obligada a permanecer en la clandestinidad. En un Congreso de la Liga, celebrado en
Londres en noviembre de 1847, se encomend a Marx y Engels que preparasen para la publicacin un programa de tallado del Partido, que fuese
a la vez terico y prctico. En enero de 1848, el manuscrito, en alemn,
fue terminado y, unas semanas antes de la revolucin del 24 de febrero en
Francia, enviado al editor, a Londres. La traduccin francesa apareci en
Pars poco antes de la insurreccin de junio de 1848. En 1850 la revista
Red Republican, editada por George Julian Harney, public en Londres
la primera traduccin inglesa, debida a la pluma de Miss Helen Macfarlane. El Manifiesto ha sido impreso tambin en dans y en polaco.
La derrota de la insurreccin de junio de 1848 en Pars primera gran
batalla entre el proletariado y la burguesia releg de nuevo a segundo
plano, por cierto tiempo, las aspiraciones sociales y polticas de la clase
obrera europea. Desde entonces la lucha por la supremaca se desarrolla,
como haba ocurrido antes de la revolucin de Febrero, solamente entre diferentes sectores de la clase poseedora; la clase obrera hubo de limitarse a
luchar por un escenario poltico para su actividad y a ocupar la posicin de
a la extrema izquierda de la clase media radical. Todo movimiento obrero
independiente era despiadadamente perseguido, en cuanto daba seales de
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tal ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo ms bien en las clases instruidas.
En cambio, la parte de la clase obrera que haba llegado al convencimiento
de la insuficiencia de las simples revoluciones polticas y proclamaba la
necesidad de una transformacin fundamental de toda la sociedad, se llamaba entonces comunista. Era un comunismo rudimentario y tosco, puramente instintivo; sin embargo, supo percibir lo ms importante y se mostr
suficientemente fuerte en la clase obrera para producir el comunismo utpico de Cabet en Francia y el de Weitling en Alemania. As, el socialismo,
en 1847, era un movimiento de la clase burguesa, y el comunismo lo era
de la clase obrera. El socialismo era, al menos en el continente, cosa respetable; el comunismo, todo lo contrario. Y como nosotros mantenamos
desde un principio que la emancipacin de la clase obrera debe ser obra
de la clase obrera misma, para nosotros no poda haber duda alguna sobre cul de las dos denominaciones proceda elegir. Ms an, despus no
se nos ha ocurrido jams renunciar a ella.
Aunque el Manifiesto es nuestra obra comn, considrome obligado
a sealar que la tesis fundamental, el ncleo del mismo, pertenece a Marx.
Esta tesis afirma que en cada poca histrica el modo predominante de
produccin econmica y de cambio y la organizacin social que de l se
deriva necesariamente, forman la base sobre la cual se levanta, y la nica que explica, la historia poltica e intelectual de dicha poca; que, por
tanto (despus de la disolucin de la sociedad gentilicia primitiva con su
propiedad comunal de la tierra), toda la historia de la humanidad ha sido
una historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados,
entre clases dominantes y clases oprimidas; que la historia de esas luchas
de clases es una serie de evoluciones, que ha alcanzado en el presente un
grado tal de desarrollo en que la clase explotada y oprimida el proletariado no puede ya emanciparse del yugo de la clase explotadora
y dominante la burguesa sin emancipar al mismo tiempo, y para
siempre, a toda la sociedad de toda explotacin, opresin, divisin en clases y lucha de clases.
A esta idea, llamada, segn creo, a ser para la Historia lo que la teora
de Darwin ha sido para la Biologa, ya ambos nos habamos ido acercan-
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2. The Condition of the Working Class in England in 1844. By Frederick Engels. Translated
by Florence K. Wischnewetzky, New York, Lovell London. W. Reeves, 1888. (Nota de F. Engels.)
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PRLOGO DE ENGELS A LA EDICIN ALEMANA DE 1890
Ve la luz una nueva edicin alemana del Manifiesto cuando han ocurrido desde la ltima diversos sucesos relacionados con este documento que
merecen ser mencionados aqu.
En 1882 se public en Ginebra una segunda traduccin rusa, de Vera
Sasulich, precedida de un prologo de Marx y mo. Desgraciadamente, se
me ha extraviado el original alemn de este prlogo y no tengo ms remedio que volver a traducirlo del ruso, con lo que el lector no saldr ganando
nada. El prlogo dice as:
La primera edicin rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido
por Bakunin, vio la luz poco despus de 1860 en la imprenta del Kolokol. En
los tiempos que corran, esta publicacin no poda tener para Rusia, a lo sumo,
ms que un puro valor literario de curiosidad. Hoy las cosas han cambiado.
El ltimo captulo del Manifiesto, titulado Actitud de los comunistas ante
los otros partidos de la oposicin, demuestra mejor que nada lo limitada
que era la zona en que, al ver la luz por vez primera este documento (enero de
1848), tena que actuar el movimiento proletario. En esa zona faltaban, principalmente, dos pases: Rusia y los Estados Unidos. Era la poca en que Rusia
constitua la ltima reserva magna de la reaccin europea y en que la emigracin a los Estados Unidos absorba las energas sobrantes del proletariado de
Europa. Ambos pases provean a Europa de primeras materias, a la par que
le brindaban mercados para sus productos industriales. Ambos venan a ser,
pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo.
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Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La emigracin europea sirvi
precisamente para imprimir ese gigantesco desarrollo a la agricultura norteamericana, cuya concurrencia est minando los cimientos de la grande y la
pequea propiedad inmueble de Europa. Adems, ha permitido a los Estados
Unidos entregarse a la explotacin de sus copiosas fuentes industriales con
tal energa y en proporciones tales, que dentro de poco echar por tierra el
monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental. Estas dos circunstancias repercuten a su vez revolucionariamente sobre la propia Amrica.
La pequea y mediana propiedad del granjero que trabaja su propia tierra
sucumbe progresivamente ante la concurrencia de las grandes explotaciones,
a la par que en las regiones industriales empieza a formarse un copioso proletariado y una fabulosa concentracin de capitales.
Pasemos ahora a Rusia. Durante la sacudida revolucionaria de los aos
48 y 49, los monarcas europeos, y no slo los monarcas, sino tambin los
burgueses, aterrados ante el empuje del proletariado, que empezaba a, cobrar
por aquel entonces conciencia de su fuerza, cifraban en la intervencin rusa
todas sus esperanzas. El zar fue proclamado cabeza de la reaccin europea.
Hoy, este mismo zar se ve apresado en Gatchina como rehn de la revolucin
y Rusia forma la avanzada del movimiento revolucionario de Europa.
El Manifiesto Comunista se propona por misin proclamar la desaparicin inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. Pero
en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en
febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse,
ms de la mitad de la tierra es propiedad comn de los campesinos.
Ahora bien -nos preguntamos-, puede este rgimen comunal del concejo
ruso, que es ya, sin duda, una degeneracin del rgimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma ms alta de comunismo
del suelo, o tendr que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de
descomposicin que nos revela la historia del occidente de Europa?
La nica contestacin que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la
siguiente: Si la revolucin rusa es la seal para la revolucin obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podra ocurrir que ese
rgimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantacin de una
nueva forma comunista de la tierra.
Londres, 21 enero 1882
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mdula, cambiaban de espritu, permitiendo al presidente de su congreso, celebrado en Swansea en 1887, decir en nombre suyo: El socialismo
continental ya no nos asusta. Y en 1887 el socialismo continental se cifraba casi en los principios proclamados por el Manifiesto. La historia de
este documento refleja, pues, hasta cierto punto, la historia moderna del
movimiento obrero desde 1848. En la actualidad es indudablemente el documento ms extendido e internacional de toda la literatura socialista del
mundo, el programa que une a muchos millones de trabajadores de todos
los pases, desde Siberia hasta California.
Y, sin embargo, cuando este Manifiesto vio la luz, no pudimos bautizarlo de Manifiesto socialista. En 1847, el concepto de socialista abarcaba
dos categoras de personas. Unas eran las que abrazaban diversos sistemas utpicos, y entre ellas se destacaban los owenistas en Inglaterra, y en
Francia los fourieristas, que poco a poco haban ido quedando reducidos
a dos sectas agonizantes. En la otra formaban los charlatanes sociales de
toda laya, los que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con
sus potingues mgicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo ms
mnimo, claro est, al capital ni a la ganancia. Gentes unas y otras ajenas
al movimiento obrero, que iban a buscar apoyo para sus teoras a las clases
cultas. El sector obrero que, convencido de la insuficiencia y superficialidad de las meras conmociones polticas, reclamaba una radical transformacin de la sociedad, se apellidaba comunista. Era un comunismo toscamente delineado, instintivo, vago, pero lo bastante pujante para engendrar
dos sistemas utpicos: el del caro Cabet en Francia y el de Weitling en
Alemania. En 1847, el socialismo designaba un movimiento burgus, el
comunismo un movimiento obrero. El socialismo era, a lo menos en el
continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo
contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la conviccin de que
la emancipacin de los trabajadores slo poda ser obra de la propia clase
obrera, no podamos dudar en la eleccin de ttulo. Ms tarde no se nos
pas nunca por las mentes tampoco modificarlo.
Proletarios de todos los pases, unos! Cuando hace cuarenta y dos
aos lanzamos al mundo estas palabras, en vsperas de la primera revolucin de Pars, en que el proletariado levant ya sus propias reivindicacio-
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nes, fueron muy pocas las voces que contestaron. Pero el 28 de septiembre
de 1864, los representantes proletarios de la mayora de los pases del
occidente de Europa se reunan para formar la Asociacin Obrera Internacional, de tan glorioso recuerdo. Y aunque la Internacional slo tuviese
nueve aos de vida, el lazo perenne de unin entre los proletarios de todos
los pases sigue viviendo con ms fuerza que nunca; as lo atestigua, con
testimonio irrefutable, el da de hoy. Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes
puestos en pie de guerra como un ejrcito nico, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que
ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que
es menester elevar a ley. El espectculo del da de hoy abrir los ojos a los
capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los pases y les har ver
que la unin de los proletarios del mundo es ya un hecho.
Ya Marx no vive, para verlo, a mi lado!
Londres, 1 de mayo de 1890
Federico Engels
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PRLOGO DE ENGELS A LA EDICIN POLACA DE 1892
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PRLOGO DE ENGELS A LA EDICIN ITALIANA DE 1893
La publicacin del Manifiesto del Partido Comunista coincidi (si puedo expresarme as), con el momento en que estallaban las revoluciones de
Miln y de Berln, dos revoluciones que eran el alzamiento de dos pueblos:
uno enclavado en el corazn del continente europeo y el otro tendido en
las costas del mar Mediterrneo. Hasta ese momento, estos dos pueblos,
desgarrados por luchas intestinas y guerras civiles, haban sido presa fcil
de opresores extranjeros. Y del mismo modo que Italia estaba sujeta al
dominio del emperador de Austria, Alemania viva, aunque esta sujecin
fuese menos patente, bajo el yugo del zar de todas las Rusias. La revolucin del 18 de marzo emancip a Italia y Alemania al mismo tiempo de
este vergonzoso estado de cosas. Si despus, durante el perodo que va de
1848 a 1871, estas dos grandes naciones permitieron que la vieja situacin
fuese restaurada, haciendo hasta cierto punto de traidores de s mismas,
se debi (como dijo Marx) a que los mismos que haban inspirado la revolucin de 1848 se convirtieron, a despecho suyo, en sus verdugos.
La revolucin fue en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron
los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando
por la causa. Sin embargo, solamente los obreros de Pars, despus de
derribar el Gobierno, tenan la firme y decidida intencin de derribar con
l a todo el rgimen burgus. Pero, aunque abrigaban una conciencia muy
clara del antagonismo irreductible que se alzaba entre su propia clase y la
burguesa, el desarrollo econmico del pas y el desarrollo intelectual de
las masas obreras francesas no haban alcanzado todava el nivel necesario
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para que pudiese triunfar una revolucin socialista. Por eso, a la postre,
los frutos de la revolucin cayeron en el regazo de la clase capitalista. En
otros pases, como en Italia, Austria y Alemania, los obreros se limitaron
desde el primer momento de la revolucin a ayudar a la burguesa a tomar
el Poder. En cada uno de estos pases el gobierno de la burguesa slo poda
triunfar bajo la condicin de la independencia nacional. As se explica que
las revoluciones del ao 1848 condujesen inevitablemente a la unificacin
de los pueblos dentro de las fronteras nacionales y a su emancipacin del
yugo extranjero, condiciones que, hasta all, no haban disfrutado. Estas
condiciones son hoy realidad en Italia, en Alemania y en Hungra. Y a
estos pases seguir Polonia cuando la hora llegue.
Aunque las revoluciones de 1848 no tenan carcter socialista, prepararon, sin embargo, el terreno para el advenimiento de la revolucin del
socialismo. Gracias al poderoso impulso que estas revoluciones imprimieron a la gran produccin en todos los pases, la sociedad burguesa ha ido
creando durante los ltimos cuarenta y cinco aos un vasto, unido y potente proletariado, engendrando con l (como dice el Manifiesto Comunista) a sus propios enterradores. La unificacin internacional del proletariado no hubiera sido posible, ni la colaboracin sobria y deliberada de estos
pases en el logro de fines generales, si antes no hubiesen conquistado la
unidad y la independencia nacionales, si hubiesen seguido mantenindose
dentro del aislamiento.
Intentemos representarnos, si podemos, el papel que hubieran hecho
los obreros italianos, hngaros, alemanes, polacos y rusos luchando por
su unin internacional bajo las condiciones polticas que prevalecan hacia
el ao 1848.
Las batallas reidas en el 48 no fueron, pues, reidas en balde. Ni han
sido vividos tampoco en balde los cuarenta y cinco aos que nos separan
de la poca revolucionaria. Los frutos de aquellos das empiezan a madurar, y hago votos porque la publicacin de esta traduccin italiana del
Manifiesto sea heraldo del triunfo del proletariado italiano, como la publicacin del texto primitivo lo fue de la revolucin internacional.
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MANIFIESTO
DEL PARTIDO
COMUNISTA
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I. BURGUESES Y PROLETARIOS
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de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases
todava nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.
La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha
sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresin, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.
Sin embargo, nuestra poca, la poca de la burguesa, se caracteriza
por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad
tiende a separarse, cada vez ms abiertamente, en dos grandes campos
enemigos, en dos grandes clases antagnicas: la burguesa y el proletariado.
De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los villanos de
las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron
los primeros elementos de la burguesa.
El descubrimiento de Amrica, la circunnavegacin de Africa abrieron
nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesa. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonizacin de Amrica, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las
mercaderas en general, dieron al comercio, a la navegacin, a la industria,
un empuje jams conocido, atizando con ello el elemento revolucionario
que se esconda en el seno de la sociedad feudal en descomposicin.
El rgimen feudal o gremial de produccin que segua imperando no
bastaba ya para cubrir las necesidades que abran los nuevos mercados.
Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se
vieron desplazados por la clase media industrial, y la divisin del trabajo
entre las diversas corporaciones fue suplantada por la divisin del trabajo
dentro de cada taller.
Pero los mercados seguan dilatndose, las necesidades seguan creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el rgimen industrial de produccin. La
manufactura cedi el puesto a la gran industria moderna, y la clase media
industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejrcitos industriales, a los burgueses modernos.
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La gran industria cre el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de Amrica. El mercado mundial imprimi un gigantesco impulso al comercio, a la navegacin, a las comunicaciones por tierra. A su vez,
estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporcin en que se dilataban la industria, el comercio,
la navegacin, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesa, crecan sus
capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la
Edad Media.
Vemos, pues, que la moderna burguesa es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histrico, fruto de una
serie de transformaciones radicales operadas en el rgimen de cambio y de
produccin.
A cada etapa de avance recorrida por la burguesa corresponde una
nueva etapa de progreso poltico. Clase oprimida bajo el mando de los
seores feudales, la burguesa forma en la comuna2 una asociacin autnoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza
en repblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado
tributario de las monarquas; en la poca de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarqua feudal o absoluta y el fundamento
de las grandes monarquas en general, hasta que, por ltimo, implantada
la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la
hegemona poltica y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder
pblico viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administracin que
rige los intereses colectivos de la clase burguesa.
La burguesa ha desempeado, en el transcurso de la historia, un papel
verdaderamente revolucionario.
Dondequiera que se instaur, ech por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idlicas. Desgarr implacablemente los abigarrados lazos feudales que unan al hombre con sus superiores naturales y no dej en
pie ms vnculo que el del inters escueto, el del dinero contante y sonante,
2. As llamaban los habitantes de !as ciudades de Italia y Francia a sus municipios, despus de
arrancar a sus seores feudales, comprndoselos o por la fuerza, sus primeros atributos de autonoma. (Nota de Federico Engels.)
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que no tiene entraas. Ech por encima del santo temor de Dios, de la
devocin mstica y piadosa, del ardor caballeresco y la tmida melancola
del buen burgus, el jarro de agua helada de sus clculos egostas. Enterr
la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables
libertades escrituradas y bien adquiridas a una nica libertad: la libertad
ilimitada de comerciar. Sustituy, para decirlo de una vez, un rgimen de
explotacin, velado por los cendales de las ilusiones polticas y religiosas,
por un rgimen franco, descarado, directo, escueto, de explotacin.
La burguesa despoj de su halo de santidad a todo lo que antes se tena
por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirti en sus servidores asalariados al mdico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre
de ciencia.
La burguesa desgarr los velos emotivos y sentimentales que envolvan
la familia y puso al desnudo la realidad econmica de las relaciones familiares3.
La burguesa vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que
la reaccin tanto admira en la Edad Media tenan su complemento cumplido en la haraganera ms indolente. Hasta que ella no lo revel no supimos
cunto poda dar de s el trabajo del hombre. La burguesa ha producido
maravillas mucho mayores que las pirmides de Egipto, los acueductos
romanos y las catedrales gticas; ha acometido y dado cima a empresas
mucho ms grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.
La burguesa no puede existir si no es revolucionando incesantemente
los instrumentos de la produccin, que tanto vale decir el sistema todo de
la produccin, y con l todo el rgimen social. Lo contrario de cuantas
clases sociales la precedieron, que tenan todas por condicin primaria de
vida la intangibilidad del rgimen de produccin vigente. La poca de la
burguesa se caracteriza y distingue de todas las dems por el constante y
agitado desplazamiento de la produccin, por la conmocin ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinmica in3. Carlos Marx, La cuestin juda, 1844. (Obras Fundamentales de Marx y Engels, ed. FCE, 1982,
t. I, pg. 487): El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercanca...
Hasta el mismo amor, la relacin entre hombre y mujer, se trueca en un objeto comerciable.
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Al principio son obreros aislados; luego, los de una fbrica; luego, los
de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con
el burgus que personalmente los explota. Sus ataques no van slo contra
el rgimen burgus de produccin, van tambin contra los propios instrumentos de la produccin; los obreros, sublevados, destruyen las mercancas ajenas que les hacen la competencia, destrozan las mquinas, pegan
fuego a las fbricas, pugnan por volver a la situacin, ya enterrada, del
obrero medieval.
En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por
todo el pas y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas
de obreros no son todava fruto de su propia unin, sino fruto de la unin
de la burguesa, que para alcanzar sus fines polticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todava logra- a todo el proletariado. En esta
etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los
enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarqua absoluta,
los grandes seores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeos
burgueses. La marcha de la historia est toda concentrada en manos de la
burguesa, y cada triunfo as alcanzado es un triunfo de la clase burguesa.
Sin embargo, el desarrollo de la industria no slo nutre las filas del
proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece
tambin la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando
las diferencias y categoras en el trabajo y reduciendo los salarios casi en
todas partes a un nivel bajsimo y uniforme, van nivelndose tambin los
intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. La competencia,
cada vez ms aguda, desatada entre la burguesa, y las crisis comerciales
que desencadena, hacen cada vez ms inseguro el salario del obrero; los
progresos incesantes y cada da ms veloces del maquinismo aumentan
gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros
y burgueses aislados van tomando el carcter, cada vez ms sealado, de
colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los
burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsin de posibles batallas.
De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.
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Los obreros arrancan algn triunfo que otro, pero transitorio siempre.
El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unin obrera. Coadyuvan a
ello los medios cada vez ms fciles de comunicacin, creados por la gran
industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas
regiones y localidades. Gracias a este contacto, las mltiples acciones locales, que en todas partes presentan idntico carcter, se convierten en un
movimiento nacional, en una lucha de clases.Y toda lucha de clases es una
accin poltica. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales,
necesitaron siglos enteros para unirse con las dems; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unin en unos cuantos aos.
Esta organizacin de los proletarios como clase, que tanto vale decir
como partido poltico, se ve minada a cada momento por la concurrencia
desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar
de todo, cada vez ms fuerte, ms firme, ms pujante. Y aprovechndose
de las discordias que surgen en el seno de la burguesa, impone la sancin
legal de sus intereses propios. As nace en Inglaterra la ley de la jornada
de diez horas.
Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesa lucha incesantemente:
primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia
burguesa cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesa de los dems pases. Para librar estos combates no
tiene ms remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrndolo as a la palestra poltica. Y de este modo, le suministra elementos
de fuerza, es decir, armas contra s misma.
Adems, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las
filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a
lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos
suministran al proletariado nuevas fuerzas.
Finalmente, en aquellos perodos en que la lucha de clases est a punto
de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegracin de la
clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una peque-
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II. PROLETARIOS Y COMUNISTAS
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Con eso confesis que para vosotros no hay ms persona que el burgus,
el capitalista. Pues bien, la personalidad as concebida es la que nosotros
aspiramos a destruir.
El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo nico que no admite es el poder de usurpar por medio de esta
apropiacin el trabajo ajeno.
Se arguye que, abolida la propiedad privada, cesar toda actividad y
reinar la indolencia universal.
Si esto fuese verdad, ya hace mucho tiempo que se habra estrellado
contra el escollo de la holganza una sociedad como la burguesa, en que
los que trabajan no adquieren y los que adquieren, no trabajan. Vuestra
objecin viene a reducirse, en fin de cuentas, a una verdad que no necesita
de demostracin, y es que, al desaparecer el capital, desaparecer tambin
el trabajo asalariado.
Las objeciones formuladas contra el rgimen comunista de apropiacin
y produccin material, se hacen extensivas a la produccin y apropiacin
de los productos espirituales. Y as como el destruir la propiedad de clases
equivale, para el burgus, a destruir la produccin, el destruir la cultura de
clase es para l sinnimo de destruir la cultura en general.
Esa cultura cuya prdida tanto deplora, es la que convierte en una mquina a la inmensa mayora de la sociedad.
Al discutir con nosotros y criticar la abolicin de la propiedad burguesa
partiendo de vuestras ideas burguesas de libertad, cultura, derecho, etc.,
no os dais cuenta de que esas mismas ideas son otros tantos productos
del rgimen burgus de propiedad y de produccin, del mismo modo que
vuestro derecho no es ms que la voluntad de vuestra clase elevada a ley:
una voluntad que tiene su contenido y encarnacin en las condiciones materiales de vida de vuestra clase.
Comparts con todas las clases dominantes que han existido y perecieron la idea interesada de que vuestro rgimen de produccin y de propiedad, obra de condiciones histricas que desaparecen en el transcurso de la
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Se nos dir que las ideas religiosas, morales, filosficas, polticas, jurdicas, etc., aunque sufran alteraciones a lo largo de la historia, llevan siempre un fondo de perennidad, y que por debajo de esos cambios siempre
ha habido una religin, una moral, una filosofa, una poltica, un derecho.
Adems, se seguir arguyendo, existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas
de progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo -contina el argumento- viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religin, y no
a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir violentamente todo el
desarrollo histrico anterior.
Veamos a qu queda reducida esta acusacin.
Hasta hoy, toda la historia de la sociedad ha sido una constante sucesin de antagonismos de clases, que revisten diversas modalidades, segn
las pocas.
Mas, cualquiera que sea la forma que en cada caso adopte, la explotacin de una parte de la sociedad por la otra es un hecho comn a todas las
pocas del pasado. Nada tiene, pues, de extrao que la conciencia social
de todas las pocas se atenga, a despecho de toda la variedad y de todas las
divergencias, a ciertas formas comunes, formas de conciencia hasta que el
antagonismo de clases que las informa no desaparezca radicalmente.
La revolucin comunista viene a romper de la manera ms radical con
el rgimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extrao que se
vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera tambin ms radical,
con las ideas tradicionales.
Pero no queremos detenernos por ms tiempo en los reproches de la
burguesa contra el comunismo1.
Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolucin obrera ser la
exaltacin del proletariado al Poder, la conquista de la democracia.
1.La democracia es hoy el comunismo, dice Engels en 1841. En una carta a Marx, fechada
en 1846, habla de la revolucin democrtica violenta. La Nueva Gaceta del Rin, dirigida por
Marx (1848), se titulaba tambin rgano de la democracia
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2. Comprense estas diez medidas con las doce propuestas por Engels en sus Principios del comunismo y con los diecisiete puntos mantenidos por la Liga Comunista en la revolucin del 48.
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10. Educacin pblica y gratuita de todos los nios. Prohibicin del trabajo infantil en las fbricas bajo su forma actual.Rgimen combinado
de la educacin con la produccin material, etc.
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III. LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA
1. El socialismo reaccionario
a) El socialismo feudal
La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su
puesto histrico, se dedic, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir
libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la revolucin francesa de
julio de 1830, en el movimiento reformista ingls, volvi a sucumbir, arrollada por el odiado intruso. Y no pudiendo dar ya ninguna batalla poltica
seria, no le quedaba ms arma que la pluma. Mas tambin en la palestra
literaria haban cambiado los tiempos; ya no era posible seguir empleando el lenguaje de la poca de la Restauracin. Para ganarse simpatas, la
aristocracia hubo de olvidar aparentemente sus intereses y acusar a la burguesa, sin tener presente ms inters que el de la clase obrera explotada.
De este modo, se daba el gusto de provocar a su adversario y vencedor con
amenazas y de musitarle al odo profecas ms o menos catastrficas.
Naci as, el socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado
y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba
a la burguesa un golpe en medio del corazn con sus juicios sardnicos y
acerados, pero que casi siempre mova a risa por su total incapacidad para
comprender la marcha de la historia moderna.
Con el fin de atraer hacia s al pueblo, tremolaba el saco del mendigo
proletario por bandera. Pero cuantas veces lo segua, el pueblo vea brillar
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b) El socialismo pequeoburgus
La aristocracia feudal no es la nica clase derrocada por la burguesa, la
nica clase cuyas condiciones de vida ha venido a oprimir y matar la sociedad burguesa moderna. Los villanos medievales y los pequeos labriegos
fueron los precursores de la moderna burguesa. Y en los pases en que la
industria y el comercio no han alcanzado un nivel suficiente de desarrollo,
esta clase sigue vegetando al lado de la burguesa ascensional.
En aquellos otros pases en que la civilizacin moderna alcanza un
cierto grado de progreso, ha venido a formarse una nueva clase pequeoburguesa que flota entre la burguesa y el proletariado y que, si bien gira
constantemente en torno a la sociedad burguesa como satlite suyo, no
hace ms que brindar nuevos elementos al proletariado, precipitados a ste
por la concurrencia; al desarrollarse la gran industria llega un momento
en que esta parte de la sociedad moderna pierde su substantividad y se ve
suplantada en el comercio, en la manufactura, en la agricultura por los
capataces y los domsticos.
En pases como Francia, en que la clase labradora representa mucho
ms de la mitad de la poblacin, era natural que ciertos escritores, al abrazar la causa del proletariado contra la burguesa, tomasen por norma, para
criticar el rgimen burgus, los intereses de los pequeos burgueses y los
campesinos, simpatizando por la causa obrera con el ideario de la pequea
burguesa. As naci el socialismo pequeoburgus. Su representante ms
caracterizado, lo mismo en Francia que en Inglaterra, es Sismondi.
Este socialismo ha analizado con una gran agudeza las contradicciones del moderno rgimen de produccin. Ha desenmascarado las argucias
hipcritas con que pretenden justificarlas los economistas. Ha puesto de
relieve de modo irrefutable, los efectos aniquiladores del maquinismo y
la divisin del trabajo, la concentracin de los capitales y la propiedad
inmueble, la superproduccin, las crisis, la inevitable desaparicin de los
pequeos burgueses y labriegos, la miseria del proletariado, la anarqua
reinante en la produccin, las desigualdades irritantes que claman en la
distribucin de la riqueza, la aniquiladora guerra industrial de unas naciones contra otras, la disolucin de las costumbres antiguas, de la familia
tradicional, de las viejas nacionalidades.
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de derrumbamiento de la sociedad feudal, tenan que tropezar necesariamente con la falta de desarrollo del propio proletariado, de una parte, y de
otra con la ausencia de las condiciones materiales indispensables para su
emancipacin, que haban de ser el fruto de la poca burguesa. La literatura revolucionaria que gua estos primeros pasos vacilantes del proletariado
es, y necesariamente tena que serlo, juzgada por su contenido, reaccionaria. Estas doctrinas profesan un ascetismo universal y un torpe y vago
igualitarismo.
Los verdaderos sistemas socialistas y comunistas, los sistemas de SaintSimon, de Fourier, de Owen, etc., brotan en la primera fase embrionaria
de las luchas entre el proletariado y la burguesa, tal como ms arriba la
dejamos esbozada. (V. el captulo Burgueses y proletarios).
Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en el antagonismo de las clases y en la accin de los elementos disolventes que germinan
en el seno de la propia sociedad gobernante. Pero no aciertan todava a
ver en el proletariado una accin histrica independiente, un movimiento
poltico propio y peculiar.
Y como el antagonismo de clase se desarrolla siempre a la par con la
industria, se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para
la emancipacin del proletariado, y es en vano que se debatan por crearlas
mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales. Esos autores pretenden suplantar la accin social por su accin personal especulativa, las
condiciones histricas que han de determinar la emancipacin proletaria
por condiciones fantsticas que ellos mismos se forjan, la gradual organizacin del proletariado como clase por una organizacin de la sociedad
inventada a su antojo. Para ellos, el curso universal de la historia que ha de
venir se cifra en la propaganda y prctica ejecucin de sus planes sociales.
Es cierto que en esos planes tienen la conciencia de defender primordialmente los intereses de la clase trabajadora, pero slo porque la consideran la clase ms sufrida. Es la nica funcin en que existe para ellos el
proletariado.
La forma embrionaria que todava presenta la lucha de clases y las con-
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diciones en que se desarrolla la vida de estos autores hace que se consideren ajenos a esa lucha de clases y como situados en un plano muy superior.
Aspiran a mejorar las condiciones de vida de todos los individuos de la
sociedad, incluso los mejor acomodados. De aqu que no cesen de apelar
a la sociedad entera sin distincin, cuando no se dirigen con preferencia
a la propia clase gobernante. Abrigan la seguridad de que basta conocer
su sistema para acatarlo como el plan ms perfecto para la mejor de las
sociedades posibles.
Por eso, rechazan todo lo que sea accin poltica, y muy principalmente
la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la va pacfica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por
medio de pequeos experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.
Estas descripciones fantsticas de la sociedad del maana brotan en una
poca en que el proletariado no ha alcanzado an la madurez, en que, por
tanto, se forja todava una serie de ideas fantsticas acerca de su destino y
posicin, dejndose llevar por los primeros impulsos, puramente intuitivos,
de transformar radicalmente la sociedad.
Y, sin embargo, en estas obras socialistas y comunistas hay ya un principio de crtica, puesto que atacan las bases todas de la sociedad existente.
Por eso, han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de la clase
trabajadora. Mas, fuera de esto, sus doctrinas de carcter positivo acerca
de la sociedad futura, las que predican, por ejemplo, que en ella se borrarn
las diferencias entre la ciudad y el campo o las que proclaman la abolicin
de la familia, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, el triunfo de
la armona social, la transformacin del Estado en un simple organismo
administrativo de la produccin.... giran todas en torno a la desaparicin
de la lucha de clases, de esa lucha de clases que empieza a dibujarse y que
ellos apenas si conocen en su primera e informe vaguedad. Por eso, todas
sus doctrinas y aspiraciones tienen un carcter puramente utpico.
La importancia de este socialismo y comunismo crtico-utpico est en
razn inversa al desarrollo histrico de la sociedad. Al paso que la lucha
de clases se define y acenta, va perdiendo importancia prctica y sentido
terico esa fantstica posicin de superioridad respecto a ella, esa fe fan-
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2. Colonias interiores es el nombre que da Owen a sus sociedades comunistas modelos. Falansterios el ttulo con que bautiza Fourier a sus proyectados palacios sociales. Icaria se llamaba el pas utpico, imaginario, cuyas instituciones comunistas pintaba Cabet. (Nota de Federico
Engels.)
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IV. ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS OTROS PARTIDOS DE
LA OPOSICIN
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NOTA EDITORIAL
Carlos Gonzlez Penalva
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revolucionario estn expuestos a las corrientes de aire de todas las crisis
para decirlo con el eufemismo en que suelen envolverse todos los sometimientos y claudicaciones, el mundo es capaz de cambiar cada veinticuatro
horas. Pero estos cambios, aunque para quienes los experimentan sean el eje
del universo, no son precisamente los que han de obligarnos a la revisin de
una teora como la contenida en el Manifiesto. [Del Prlogo; 1932]
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NDICE
Presentacin5
Una introduccin a la lectura del Manifiesto Comunista11
Prlogo de Marx y Engels a la edicin alemana de 1872
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I. Burgueses y proletarios
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Nota editorial
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