Gloria Fuertes
Gloria Fuertes
Gloria Fuertes
Y la Oca enloquecida
puso huevos sin medida.
La familia numerosa,
era insoportable cosa.
-Pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera.
Siéntese.
-¡Clo ! ¡Clo ! -el señor parecía que iba a poner un huevo, pero era que
llamaba a su esposa, que se llamaba Dulce Mariana Clotilde del
Carmen, pero él, para abreviar, la llamaba Clo.
Y le hicieron la permanente.
-Sí, señora; cuando vengan las visitas les quito el abrigo, los
sombreros, los paraguas, todo. Y les sirvo las rosquillas y la gaseosa...
¡ Estaré de camarero!
-¡Aaaay!
-¿Qué te pasa?
Doña Clo bajó al jardín y volvió con un gran ramo de flores; estas
flores las fue colocando muy artísticamente dentro de la bolsa de la
cangura.
-¡Aaaay!
Cuando oyó que se paraban las máquinas, ¡ya no pudo más! Saltó por
una ventana redonda y fue a parar al agua, afortunadamente cerca de
la playa.
Y todos se extrañan
de ver que regañan.
Y mientras se zumban,
bailando la rumba...
Duerme, «Marmolejo»,
que ya son las nueve,
ni un pájaro pía
ni un árbol se mueve,
hasta el viento
se ha quedado dormido
porque ha visto que llueve.
Duerme, «Canutillo»,
que ya son las diez,
ni una rana canta
ni queda un ciempiés,
hasta el grillo
se ha quedado dormido,
dormido de pie.
Fragmento de El camello
El camello se pinchó
con un cardo del camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar
fue a repostar,
más allá del quinto pino...
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su «Longinos».
-¡No llegamos,
no llegamos,
y el Santo Parto ha venido!
-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
- Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
El Hada Acaramelada,
de pequeña atolondrada
pues soñaba con ser Hada
de cucurucho y varita.
DRAGÓN En todos los periódicos del mundo me llaman monstruo. ¿Sabe usted lo que es un
monstruo?
EL KOALA Sí.
EL KOALA No.
DRAGÓN ¿Lo ve? ¡Estoy harto, cansado de que me saquen fotos, no me dejan ni sacar la gaita
para respirar!
DRAGÓN No. ¡Quieren hacerme fotos!... Algunas me hicieron, pero debí salir movido, poco
favorecido, desfigurado, entrado en siglos; aseguraban que tengo doscientos dientes y doscientos
mil años, y la verdad es que estoy desdentado y nací el año de la guerra.
Koalo
peludo
orejudo
pelicorto
rubicundo
y rabinada;
parecía un oso
pecoso
mini-oso
y gordinflas.
Era joven,
casi cachorro,
limpio y brillante
El Koala Koalo era el mejor trepador del bosque. El Koalo se escapó del Hospicio del Zoo, que no
era Colegio ni nada, ni le enseñaban nada de nada, ni se podía mover nada, y como se empezaba a
aburrir se dijo: «Todo menos ponerme triste», y se escapó.
Ahora el Koala Koalo se gana la infancia recogiendo frutos para la Firma «Analfabeta de Exe y
Compañía». Sus orejas, desparramadas como soplillos, le permiten oír hasta el más bajito sonido
del silencio.
Este día el Koalo trabajó sin trabajo, feliz y contento, porque por fin tenía un amigo, el Dragón:
ojos de pichón
y panza de botijo.
-de veces-.
según el dolor.
Si le dolía la tripa,
se ponía verde;
si le dolía la espalda,
verde esmeralda;
si le dolía el rabo,
si tenía miedo,
parecía un rascacielos,
Era alto y delgado como su padre (pero fumaba puros como su madre). Su corazón era como un
piano, y su potente cola como un tren; lo único que tenía pequeño era la cabeza, afilada y diminuta,
con pelo de viruta y flequillo tieso y cano. A pesar de su cuerpo acorazado, el Dragón no era
agresivo como su antepasado el armadillo.
El lago se había quedado sin una alga, y el Dragón necesitaba algo para comer. Para evitar
fotógrafos, el Dragón tragón sólo salía de noche, cuando la noche era muy oscura, precisamente
para no asustar. Los murciélagos, sabios en noches como los serenos, le avisaban cuando no había
peligro.
Con movimiento primario, el Dragón, de repente, se asomaba lentamente de entre las aguas del
lago, y aunque surgía despacito armaba un maremoto.
El Dragón tragón no se alejaba mucho del lago; cerca de la orilla descubrió hierbas finas, verdes
praderas llenas de finas hierbas, tales como lechugas, repollos, coliflores y aceitunas.
Hasta que una noche se comió, sin querer, ¡a un Guarda Forestal, con moto y todo! Se puso muy
malito. A las dos horas empezó a devolver la gasolina con arcadas de nardo.
Poco después, como el Dragón no tenía dientes y sólo se le había tragado, devolvió al Guarda a los
pies de su caseta. Cuando el Guarda volvió en Guarda llamó a la policia y vinieron muchos coches
con mucha gente con escopetas.
Al Dragón aún no le había dado tiempo, o no tenía fuerzas, para esconderse en el lago. El Dragón
estaba muy malito. El Dragón lucia un bello color verde, como siempre que tenía empacho. Los
chillidos, gritos y disparos de la gente le asustaron. Los Dragones cuando se asustan echan más
fuego que de costumbre, y el Dragón empezó a echar llamas por la boca, orejas y lomo.
Le dio la tos. Al ver a un coro de reporteros -o sea, periodistas- le dio más tos, y los fotógrafos se
cayeron con todo el equipo pasto de las llamas. De nervioso que estaba, al rugir le salían gallos -
¡rayos y centellas, relámpagos y truenos!
Empezó a chisporrotear por las escamas y ya echaba humo hasta por el rabo.
Al dragón no le hizo gracia la comparación, pero no estaba para darse muy por aludido.
Vinieron los bomberos, los pocos bomberos que había por los alrededores -siete en total-.
Instalaron sus raquíticas escaleras, que no llegaban ni a la suela de los zapatos del inocente, y
empezaron a enchufarle las mangas de riego en plena coronilla.
-¡A mí con chorritos!, exclamó el Dragón ya medio mareado; pero al abrir un ojo y ver a tanta
gente y sobre todo a tanto fotógrafo cerca se volvió a asustar, y sin poder controlar su fuego se puso
como un volcán ambulante y todos tuvieron que huir, porque se achicharraban a su lado.
Al día siguiente daba pena verle. ¡Pobre Dragón! Parecía las ruinas de siete castillos juntos.
Hecho un ovillo, acurrucado, maltrecho, escamado y chamuscado, semejaba una colina pelada y
humeante.
En lo alto de su corpachón estaba su amigo el Koala arrodillado, con las patas delanteras levantadas
y juntas como pidiendo algo, como mirando al cielo.
Se armó un revuelo. A los pies del Dragón todo el mundo lloraba. Casi le hicieron un lago de
lágrimas para que se encontrara a gusto.
En esto, un señor muy sabio que vino de la ciudad y que era amigo de los animales se acercó al
Dragón, gateó, trepó, escaló la mole por la ladera izquierda y... el Koala sobre el Dragón parecía un
ángel peludo en oración.
Y... el señor que vino de la ciudad, se echó sobre el Dragón y oyó una música, notó que sonaba el
piano del corazón del Dragón.
-¡El Dragón está vivo! ¡Hay que hacer algo más que llorar!
Se ríe continuamente,
porque es muy inteligente.
Segunda parte
El caso es que Mirlín -que así se llamaba la barba-, además de ser un tío con toda la barba, era un
serio sabio fuera de serie, y fuera del mundo -de nuestro mundo- involuntariamente.
El sabio Mirlín, hace muchos años, entró a visitar la pirámide con un grupo de turistas y,
ensimismado en des cifrar ciertos jeroglíficos, se entretuvo más de lo ordenado y ¡le dejaron allí
encerrado!
-¿Y ahora qué hago? ¡Me he caído con todo el equipo!
-El equipo era: una mochila, una escopeta y una fiambrera.
... Así pasaron años y años y durante este tiempo, Mirlín vivió como de cuento.
Vivió «científicamente» de milagro, digo «científicamente» porque supervivió gracias al muestrario
de vitaminas que llevaba en su mochila y gracias a su intuición, espoleada por un instinto de
conservación. (Esto que suena tan raro quiere decir que el tío, no se quería morir.) Gracias a su
imaginación no paraba de soñar de día y pensar de noche...
Medio dormitaba Don Mirlín, en un recoveco rectangular, cuando de repente, la momia salió de su
catafalco, se dirigió a él con la escopeta en la vendada mano y le ordenó:
-¡Cava!
-No te entiendo.
-Te digo que caves...
-Ya sé que quepo, pero ¿dónde?
-Baja al sótano, levanta la losa número siete, y cava.
-¡Ay, Dios mío! ¡Qué malito debo de estar! ¡La debilidí, la debilidad, me hace delirín, me hace
delirán! ¡Veo vivisiones!... ¡Visones!
-No. No ves visones ni visiones. Ves momias, momia -en singular-, soy la única momia de la
pirámide, salí, expuesta a todo, de mi nicho, para ¡salvarte! Obedéceme, Mirlín, ¡y cava!
-Y diciendo esto, la momia se volvió lentamente a su tumba.
... Mirlín bajó al sótano como hipnotizado, y como no tenía otra herramienta, con los cañones de su
escopeta, empezó a picar y a cavar y a escarbar hasta que levantó la losa número siete... Después, a
sacar arena, con las manos, con los brazos, con los pies, hasta que caía rendido.
Así, días y días... y cuando ya se iba a morir de sed y su delgado cuello no le sujetaba la cabeza, un
chorrito de agua fresca le espabiló, mejor dicho, le resucitó.
-¡Agua! ¡Agua! ¡Agua bendita! ¡Bendita agua!
-Y estuvo bebiendo media hora sin notar que el sótano se estaba convirtiendo en piscina de claro y
fresco líquido. Cuando quiso salir, el agua le llegaba al ombligo. No sin gran trabajo volvió a
colocar la tapa de piedra -la losa número siete- y salió corriendo, chapoteando, hasta alcanzar la
escalera del laberinto que conducía a la nave antetumba.
-No hay misterio, todo es natural.
La pirámide fue construida sobre un oasis-manantial, el siglo tal
-escribió el sabio Mirlín,
en su pizarra con un pizarrín-.
-Todas las mañanas, Mirlín bajaba, a beberse su tacita de agua.
Transcurrió mucho tiempo y Mirlín seguía en su pirámide, tranquilo, sin asustarse del silencio, de la
soledad ni de la momia.
Hasta que un día se puso malito; hacía tiempo que se le habían acabado las pastillas de vitaminas y
estaba que no podía con su barba. Ya se iba a morir -de nuevo-, pero esta vez no de sed, ¡de hambre!
Medio mareado bajó a la piscina a beber su tacita de agua, y cuando se agachó sobre el ancho
pozo...
-¿Qué veo? ¿Qué veo? ¡Espejismo! La fiebre y el hambre me hacen ver visiones otra vez...
-No, no, no eran visiones. ¡Eran peces! ¡Ja, ja, ja!, -me río yo de los peces de colores-. Lo que
Mirlín veía eran pescados, que rápidamente fueron «pescados» por Mirlín a mano. ¡Había tantos! ...
Allí mismo se los devoró, sentado en un escalón... Después se quedó dormido con el agua hasta la
cintura; los peces le picaban la barba, que flotaba como una sirena, pero Mirlín ¡ni cuenta!... Y allí,
donde pescó los peces, ¡pescó el catarro! Y allí empezaron las toses y los estornudos, que hacían
temblar a los muros de las pirámides y a los lejanos habitantes.
Tercera parte
-Ahora retrocedamos en el tiempo, volvamos a la última escena de la primera parte, en la que la
barba con hombre se abrazó al doctor recién llegado, y debido a la emoción tosía y estornudaba con
más fuerza.
-¡Cúreme Doctor esta pulmonía,
no dejo de toser,
ni de noche ni de día,
lo de estornudar ya es una manía,
y en esta pirámide hay un eco horrible!
-Y el doctor raptado
del cercano poblado
abrió su maletín
y le puso una inyección a Mirlín.
Mirlín estaba salvado,
desapareció el ruidoso constipado.
La araña
(pasodoble infantil)
Soy la araña
de España,
que ni pizca
ni araña,
bailo flamenco
en la caña,
llevo el flamenco
en las pestañas.
Bailo con todas mis patas,
- ¡Tacatá, tacatá!
Me columpio en mi escenario,
entre flores y canarios
en mi tela de cristal.
- ¡Tacatá, tacatá!
Soy la araña
de España,
que ni pica
ni araña.
Soy la araña andaluza
y taco taconeo
si mira la lechuza.
- ¡Tacatá, tacatá!
Soy la araña
de Españ,
bailo flamenco
en la caña
- ¡Tacatá, tacatá!
Se me ha roto la tela
de tanto bailar.
Ocho amigos
tiene la Ardilla
ocho animales
detrás de la villa.
Sólo el Jaguar
les da la lata
sólo el Jaguar
mete la pata.
Nueve animales
en la Pandilla,
nueve colchones
en larga silla.
Sólo el jaguar
les da la lata
sólo el Jaguar
mete la pata.
ROBERTITO EL PANDA, que es un animal muy mono aunque no tiene cara de mono y sí un
hermoso tipo oso, ideó que cada miembro de la Pandilla hiciera algo por el grupo.
ROBERTITO EL PANDA dijo a la ARDILLA: Tú, conmigo, a coger nueces, ya que trepar y saltar
es lo nuestro.
A LEON LEONCIO le encargó tocar la guitarra y el león contestó lo de siempre: Tengo melena,
pero no soy hippy. Pero se puso a tocar Ia guitarra para animar el ambiente.
A PITOCAMA, que siempre estaba durmiendo, le mandó salir del huevo e ir al lago a despabilarse.
Pitocama refunfuñó, pero se puso a pescar peces como un descosido para variar el menú-comida de
Ia Pandilla.
A DON PINGÜINO EL ELEGANTE -profesor de patinaje, de etiqueta lleva el traje- le mandó que
se cambiase la «etiqueta» por un mono de atleta. Le nombró profesor de deportes de la Pandilla
(fútbol, parchís, ping-pong y sobre todo esquí y patinaje), ya que de todos sólo el Pingüino sabía
patinar, y cuando venían las nieves, la mitad de la Pandilla se pasaba el invierno escayolada.
LA TORTUGA CARAORUGA, tardía pero segura, aceptó de buen talante ser cocinera ambulante,
por aquello de que la comida hay que hacerla despacio.
AL ELEFANTE CANTANTE, le nombraron camión, y tenía que hacer los transportes.
La JIRAFA CAMPANERA
tocaba la campana a su manera,
tocaba la campana
cuando le daba la gana.
Pero a partir de ahora,
tenía que tocarla a su hora
(a las horas de despertar,
trabajar, comer, cantar y roncar).
Y MUCHOMOCHI EL MOCHUELO,
su trabajo era observar
que todo fuera bien hecho.
Cada uno en su trabajo,
los nueve de la Pandilla de la Ardilla,
vivían muy contentos,
y por la noche se contaban cuentos.
Hasta que un mal día
se presentaron todos a cenar,
menos la Ardilla pilla.
La Jirafa campanera,
a lo loco, a su manera,
seguía tocando la campana
como si hubiera fuego.
Decía: No me aburro
-aunque no veo tres en un burro-.
Estaba COLETA y su
nuevo amigo TROMPI
el elefante.. TROMPI
bailaba y cantaba
desafinando
desafinante.
TROMPI
Tengo trompa, trompa tengo.
Tengo una trompa elegante,
no hago trampa, tengo trompa,
tengo una trompa elegante.
COLETA
¡Déjate de cante!
Y vete a la cama
-que se te caen los pantalones del pijama.
TROMPI
No, si es que soy así.
COLETA
Aunque seas así, ¡vete a la cama!
Tienes que madrugar mañana.
Mañana te voy a domesticar.
Mañana empieza el «domestiqueo».
¡Tu vida conmigo tomará nuevo rumbo
y serás más famoso que «Dumbo»!
Quiero hacer de ti una estrella de hojalata,
y comeremos muchos platos,
y ganaremos mucha plata.
TROMPI
¡Hojalata! Pero... ¿Yo una estrella
con estas patas,
y estas orejas desparramadas?
COLETA
Sí, te lo digo yo,
¡serás una estrella encendida mañana!
Ahora, sueña con los angelitos.
¡Vete a la cama!
(A la mañana
siguiente, COLETA y
TROMPI ensayaron el
número cien veces.
Veamos una: )
COLETA
¡ Súbete a la silla!
¡Súbete a la mesa!
¡Súbete a la lámpara!
TROMPI
¿ Cuándo salto, Coleta, cuándo?,
que no hemos merendado,
que me ando mareando.
COLETA
Cuando yo te diga ahora. ¡Ahora!
¡Lánzate a lo desconocido!
¡Ahora!
(TROMPI, después de
columpiarse
artísticamente en la
lámpara que colgaba
del techo... salió, visto
y no visto... (como
habéis visto) por la
ventana volando, sus
orejas grandes
girando, girando...
Mientras COLETA
corría bajo él como
una atleta. )
Tantarantán
¡Tantarantán! ¡Tantarantán!
Tantarantán: Palabra que repite el
tambor,
(porque no sabe otra).
También si te empujan
te dan un «tantarantán».
1
Tuba.- Instrumento de viento, de metal. Difícil de tocar. Es de gran tamaño y produce sonidos muy
graves. (La tuba se muere).
Tabla del diez
Diez por una es diez,
diez billones al marqués.
Diez por dos son veinte,
soy poeta de repente.
Diez por tres son treinta,
la luna al alba se ausenta.
Diez por cuatro cuarenta,
la tortuga corre lenta.
El ventero de la venta
a sus bichos apacienta,
la tortuga corre lenta,
los bomberos van a
ochenta.
Diez por cinco cincuenta,
cómo quiere a su parienta.
Diez por seis sesenta,
el ventero de la venta.
Diez por siete setenta,
a sus cabras apacenta.
Diez por ocho ochenta,
los bomberos van a
ochenta.
Diez por nueve son
noventa,
soplo el globo y se
revienta.
Diez por diez son ciento,
cien o ciento,
y bien qué lo siento,
se acabó este cuento.
Este es Pelines
Pelines es huerfanito, desayuna un huevo frito, tiene pollos y gallinas, una cabra y dos encinas.
Pelines es huerfanito, vive con su tía Paca y su abuela, Manuela. Vive en medio del campo, cerca de
una aldea. Pelines no conoce la ciudad y no tiene televisión. Pelines tiene el pelo rubio y liso, tiene
el flequillo rubio y tieso (por eso le llaman Pelines). Cuando nació tenía mucho pelo de oro (parecía
un pollito). Pelines dice que tiene seis años (yo creo que tiene siete). Pelines es larguirucho, y está
un poco delgaducho. Aunque es un niño corriente es un muchacho excelente, -quiere querer a la
gente-. Pelines es muy travieso y tiene el flequillo tieso, por eso. Es muy listo y cariñoso,
tiene un corazón hermoso. (PELINES ES EL PROTAGONISTA, EL HÉROE, DE ESTE LIBRO.
ESTE LIBRO OS CUENTA LO QUE LE PASA A PELINES) Y los niños no se aburren, con las
cosas que le ocurren. Desde América a Japón, -los más lejanos confines ya conocen a Pelines.
PELINES NECESITA TENER AMIGOS.
El pirata Mofeta y la jirafa coqueta
(1.ª parte)
Iba una jirafa por la espesa selva,
-¡Abra y lo sabrá!
-¡Ahí va! ¡Es un tesoro! ¡El tesoro de oro del moro! ¡Cientos de collares!
-Lago mágico, dime; ¿hay otro animal en la selva más bello que yo?
¡Soy bellísima! ¡Soy bellísima! -decía la jirafa excitadísima-, y se inclinó para beber
agua, y al terminar de beber... ¡Ay, hay que ver...
No podía levantar el cuello por el peso de los collares y se quedó paralizada como
una estatua, sin poder andar, sin poder levantar la cabeza...
(Las jirafas tienen el cuello tan largo, porque sólo comen las altas ramas de los árboles,
estirando el cuello que Dios les dio.)
-¡El tesoro!
-¿Dónde?
-¡Uy, qué cuello de oro! ¡Qué porta-anginas millonaria! ¡Hay que matarla!
-No, no seas bruto Sisebuto. No hay que matarla, además nos daría mala suerte.
Recordad que no hemos venido a matar, sino a robar, que es otro verbo más humano.
-Oiga, jefe. ¿Por qué a la cabeza? La tiene tan pequeñita, que es difícil no dejarla
tuerta. ¿Disparamos al cuerpo?
-¡Pum! ¡Pum!
***
-¿Cómo?
-Trepando rabo arriba hasta el lomo, y cabalgando lomo arriba hasta el cuello.
-¿Y quién la alcanza el rabo si casi no tiene, criatura, y además, el rabo está a seis
metros de altura?
-No es posible, Mofeta, trepar patas arriba por esa piel sedosa, se escurre uno, y
además si se lía a dar coces, ¿qué?
-No digo que trepéis patas arriba, digo que pongáis al bicho patas arriba y unos la
sujetamos y otros la desjoyan...
A la pobre jirafa le dolían todos los huesos, pero ella sólo sentía el largo dolor de sus
cuatro metros de garganta hinchada, y de sus cuatro metros de anginas, aprisionadas por
los collares.
Aunque la jirafa, ya echada sobre el suelo, se estaba quieta, la ataron el hocico y las
patas para mayor seguridad y con tenazas y alicates empezaron a arrancarle los collares.
-No está para ello. ¿No ves que no puede mover el cuello? -contestó Mofeta.
-¡Jolines delfines! ¡Lo que hay que trabajar por no querer trabajar! -suspiró el Lirio.
***
Toda la noche trabajaron sudorosos a la luz de la luna, que hacía brillar a los
brillantes como pequeñas estrellas sobre la hierba.
en un saco horroroso,
Mofeta y los otros dos piratas, se pararon, con los brazos en alto, asustados,
temiendo ser traicionados por Sisebuto.
-¡He dicho arriba los monos!
Todos los monos que andaban jugando por el suelo, saltaron arriba de los árboles.
***
Iban millonarios, sin botas. Iban millonarios, pero parecían pobres pobres,
hambrientos y no se podían hacer un bocadillo de perlas y brillantes, porque ni siquiera
tenían pan.
***
Así, la banda de el Mofeta, ya dueños del gran tesoro, seguían andando andando,
descalzos, medio desnudos, sedientos, hambrientos, camino del embarcadero del río
Grande, que estaba aún a cien kilómetros de distancia, a unos diez días sin dejar de
andar...
No sé si llegaron al río, porque los perdí de vista. Regresé a donde dejaron a la jirafa
y..., allí estaba el animalito. Se había puesto en pie, mordisqueaba las hojitas tiernas de lo
alto de la palmera.
Tenía pequeñas heridas en el cuello. Y aunque es muy difícil notar cuando una jirafa
está alegre, yo lo noté: la jirafa estaba feliz.
La Cigarra y el Cigarrito
La cigarra y un colibrí
bailan ballet en el jardín,
la cigarra toca el flautín.
La cigarra y el cigarrito
juegan a un juego muy rebonito,
juegan al tren,
la cigarra y el cigarrito
juegan muy bien,
la cigarra dice ¡Piii!
y el cigarrito echa el humito;
-la cigarra y el cigarrito
juegan a un juego muy rebonito.
Plumilindo
Este es Plumilindo.
La Pepona
VACA GORDA
Umbría es sol y sombra matizada.
VACA FLACA
¡Qué tía cursi! ¡Qué pesada!
VACA GORDA
Tienes el lomo y los ojos llenos de moscas.
VACA FLACA
¿Y qué? Para lo que hay que ver...
VACA GORDA
¿Es que no tienes ánimos ni para espan
tar las moscas con el rabo?
VACA FLACA
¿Para qué?
VACA GORDA
Hermana vaca, se te están poniendo los
ojos de vaca, pero de vaca tristona... Eres
la vaca más triste del prado.
VACA FLACA
¿Y qué?
VACA GORDA
¡Mira, amapolas! ¡Come amapolas! A mí
me gustan las amapolas, son muy bue
nas para la leche.
VACA FLACA
¿Y qué?
VACA GORDA
¡Ay, vaca, no hay quien te aguante,
eres más triste que un guante.
Voy a «chivarme» a la dueña.
¿Cuanto hace que no te ordeña?
VACA FLACA
No me acuerdo.
VACA GORDA
Entonces ya sé lo que te pasa:
como te da por no comer y echarte al sol
como una sueca.
VACA FLACA
Y a ti como a una vaca suiza, te da por
por comer y engordar.
VACA GORDA
Buenos quesos doy al mes, y tú ¿qué das?
VACA FLACA
¿Yo qué doy? ¡Qué más da!
El cerdito le dijo:
-Saca la pata,
pata hermosa.
Y la pata patera
le dio una rosa.
Y érase también
un lobito malo,
al que obedecían
todos los vasallos.
El lobito malo
les metió en la guerra,
y no quedó pueblo
ni árbol en la tierra.
No se conocían
y se iban matando,
todo por la culpa
del lobito malo.
El Mago Majareta
El Mago Majareta,
se pasaba el día
tocando la trompeta.
El Mago Majareta
era un portento,
siempre estaba contento.
El Mago Majareta
hacía la compra en bicicleta.
El Mago Majareta
sólo tenía un bolígrafo
y una carpeta.
Escribía en la carpeta
sus versos de poeta.
Era millonario
sin una peseta,
porque los niños
eran sus amigos,
se reunían con él
a merendar pan con higos.
El Mago Majareta
inventaba historias y cuartetas,
inventaba argumentos
y les contaba cuentos.
El enano de a pie
A él le daban un papel
si trabajaba en el circo,
dijo que no y también dijo:
La manzana reineta
Era una manzana reineta.
Era la reina de las manzanas
de la huerta.
La manzana reineta,
se llamaba Enriqueta.
Una adivinanza
Es un animal mamífero,
pero vuela, vuela, vuela,
tiene pechos,
duerme en los techos,
siempre duerme boca abajo
y la luz le pone malo.
Zascandilea de noche,
de día no se le ve.
¿Que es?
El murciélago
La ballena azul
nació en el Mediterráneo...
Nadando, nadando
cruzó el ancho estrecho
y llegó una mañana
a la costa africana.
Se quedó en la costa africana
porque le dio la, gana.
El gallo despertador
Kikirikí
estoy aquí,
decía el gallo
Colibrí.
El gallo Colibrí
era pelirrojo,
y era su traje
de hermosos plumaje.
-Kikirikí.
Levántate campesino,
que ya está el sol
de camino.
-Kikirikí.
Levántate labrador,
despierta con alegría,
que viene el día
-Kikirikí.
Niños del pueblo
despertad con el olé,
que os esperan en el «cole».
El pueblo no necesita reloj,
les vale el gallo despertador.
Abuelos
Padre de tus padres,
los tienes a pares.
Los niños que tienen abuelos
son más felices,
que los que comen perdices.
La abuela te cuenta cuentos,
el abuelo te da para el pipero.
Caramelo
Ciencia a conciencia
El sapito feo
con el veneno de su sudor,
puede matar a un león.
Y en ese momento
apagué la «tele»,
encendí el libro
y tan contento.
Amarillo y nuevo,
cuando me acurruco
parezco la yema de un huevo.
(El pollito)
El camello y el tanque
El camello se asustó
con el ruido nunca oído,
el silencio del desierto
se convirtió en estampido.
El camello mareado,
el tanque muy mal herido.
El tanque, animal sin alma
desde lejos mata niños.
El perro culto
Un perro vagabundo
iba por el mundo,
diciendo ¡guau!, ¡guau!
Y otro vagabundo
iba por el prado,
delgaducho y embarrado,
diciendo ¡guau! ¡guau!
Kaperucito con K
Kaperucito
era muy inteligente, pero algo desobediente,
- No toques el tocador -
dijo su abuelo tenor.
Kaperucito y el gato
van a pasar un mal rato.
Creyendo que era colonia...
Cogió un frasco de su abuelo...
Y sobre el pelo, se le cayó el crecepelo.
En un minuto en bosque
la alfombra se convirtió.
Su madre no le encontraba
(soponcio chino le daba).
- ¡Kaperucito! ¿Dónde estás?
El paraguas negro
El pajarito
Esto era...
un pajarito
rubio, como tú.
Su jaula tenía
un lacito azul,
dos puertas,
tres palos,
agua y alimento
-un terrón de azúcar-,
y un columpio lento.
Pero el pajarito
no estaba contento.
¡El quería árboles!,
¡él quería cuentos!,
¡él quería ramas!...
Volar bajo lluvia,
ver a los fantasmas,
ir a las estrellas,
cantar a las ranas
y buscar amigos,
y un nido tener.
Vino el huracán,
sopló viento fuerte
y le abrió la jaula
en un periquete.
La palmera Palmira
La palmera Palmira,
desde las puntas de sus ramas,
ve y no mira.
Palmira, la palmera,
nació cerca del mar,
en la ribera.
Palmira, la palmera,
se pasa haciendo el bien
la vida entera.
La palmera ama
y acaricia a los niños
con su rama.
Cuando da sombra
a los niños hermosos,
también les regala
dátiles sabrosos.
A la palmera Palmira,
que todo lo da,
todos los pintores
la quieren pintar.
Gatos constipados
-¡No lo entiendo!
-dijo Rosquito apenado-.
Hasta que se nos pase
el resfriado,
tenemos que dormir
en el tejado.
Tirita Rosquito.
Tirita Ros;
de ver a los gatos,
tirito yo.
La pájara pinta
La pájara Pinta
y el pájaro Pintón
tenían su nido
debajo del balcón.
Por la Terranova
pesco bacalao,
que son unos peces
la mar de «salaos».
A los tiburones,
trato con cariño,
aunque soy muy viejo
soy igual que un niño.
Con mi catalejo
veo en la distancia
si aparece un barco
en la lontananza.
Durante la noche
me pongo a soñar,
enciendo mi pipa
y canto un cantar:
El mar es mi tierra,
el mar es mi espejo.
Toso, fumo y canto,
marinero viejo.
El mar es mi espejo,
me corto el bigote
cuando entre las olas
brilla un cachalote.
Viejo marinero,
el mar es mi cuna,
mi padre es el sol,
mi madre la luna.
La carcoma