Jose Alvaro - Psicologia Social Aplicada
Jose Alvaro - Psicologia Social Aplicada
Jose Alvaro - Psicologia Social Aplicada
APLICADA
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PSICOLOGIA SOCIAL APLICADA
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previo y por escrito de los titulares del Copyright.
ISBN: S4-4SI-O?OS-X
Depósito lesal: M. 33.926-1996
PROLOGO.............................................................................................................. xi
RELACION DE AUTORES xiii
PRIMERA PARTE
MARCO HISTORICO, CONCEPTUAL y METODOLOGICO
v
vi ContenIdo
SEGUNDA PARTE
APLICACIONES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL
TERCERA PARTE
POLITICAS PUBLICAS, EVALUACION DE PROGRAMAS,
APLICACION E INTERVENCION
17. Psicologia Social y políticas públicas 451
Andrés Rodríguez y Carmen Ardid
Introducción 452
El marco institucional 453
X Contenido
xl
RELACION DE AUTORES
xiii
xiv Psicología Social Aplicada
La hipótesis que maneja Joas (1985), es que uno de los supuestos sobre los que se alza
la producción teórica de Mead es su inquebrantable confianza en la capacidademan-
cipatoria de la racionalidad científica, en las perspectivas que se ofrecían desde el
desarrollo técnico y en el significado de la praxis social y la acción instrumental:
Esta es, por tanto, una de las claves para entender su aventura europea y lo es, de
manera mucho más decisiva, para comprender su producción teórica en el campo de
la Psicología Social, una producción de la que hemos dado cuenta en algún otro mo-
mento (Huertas, Blanco y de la Corte, 1994) y que se encuentra precedida y va segui-
da, sigue advirtiendo Joas (1985, p. 23), por el propósito de elaborar una teoría cien-
tifica de la educación. La búsqueda de una solución racional a los problemas sociales,
la ciencia como el instrumento por excelencia para el control inteligente del ambiente
fisico y social y la convicción en la fuerza emancipatoria de la racionalidad científica
son las claves de la teoría de Mead. Es decir, la aplicación como base de una de las
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo hIstórico 5
teorías más enjundiosas, más complejas y con uno de los mayores niveles de abstrac-
ción en el campo de la Psicalogia Social.
Con ello, Mead no hace sino seguir las pautas marcadas por una ciencia social que
desde sus primeros momentos anduvo marcada por la clara y nítida idea de compro-
miso. Podemos incluso aventurar algo más: la idea de emancipación e incluso de
liberación forma parte de la razón de ser de la ciencia social. Se trata, además, de un
compromiso que tiene como protagonistas a las personas concretas, en su calidad de
componentes de las estructuras sociales y participes de la cultura, y muestra una
evidente preocupación por su salud, por su bienestar, por su felicidad, por su libertad
y por las diversas formas que va adquiriendo su conciencia. Saint-Simon, Comte,
Tocqueville, Marx, Durkheim, Tonnies, etc., fueron, sobre todo, pensadores que ma-
quinaron complejas teorías de largo alcance con el claro propósito de que pudieran
servir como instrumento de liberación y emancipación de determinadas condiciones
sociales, politicas y económicas que entendian perjudiciales para la salud fisica, psi-
cológica y moral de los ciudadanos.
Comte intenta negociar la conciliación entre el orden y el progreso (el orden,
escribe en el Discurso sobre el espiritu positivo, constituye la condición fundamental
del progreso, y el progreso se convierte en elfin necesario del orden). Se trata de dos
condiciones indivisibles e imperíosas para cualquier sistema politico que quiera zafarse
del estado teológico y metafisico, y remiten a dos cualidades tipica y diferencialmente
humanas: a la socialidad y a la racionalidad, a la comunidad y a la razón, a la tradición
y al cambio; en una palabra: a lo permanente y a lo variable. Al vacio especulativo de
la metafisica y de la teologia, Comte contrapone una nueva filosofia volcada en el cambio,
en el progreso, en la mejora de las diversas condiciones de la existencia humana:
va, el verdadero espiritu positivo consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar
lo que es a fin de concluir de ello lo que será, según el dogma general de las leyes
naturales» (Comte, 1844/1985, p. 31-32).
Pero esta capacídad predictiva, indispensable para proceder a la reorganizacíón
que se le atribuye al espiritu positivo, requiere de la reflexión teórica, del trabajo
especulativo, de la conceptualización:
Una muy prematura postura en el campo de las Ciencias Sociales (el texto data de
1822) que aboga claramente por la necesaria convergencía entre lo básico y lo aplica-
do, por una complementación entre una y otra vertiente del conocimiento, por la
necesidad de tener en cuenta ambos aspectos a fin de dotar de solidez y solvencia a la
Ciencia Social. Y por si hubiera alguna duda, apostilla:
«No se puede hacer nada sólido y esencial en cuanto a la parte práctica mientras
que no se haya establecido la parte teórica o, al menos, mientras no se encuentre
muy avanzada,) (Comte, 1854, p. 69).
«Mas, por el hecho de que nos propongamos estudiar ante todo la realidad, no
se deduce que renunciemos a mejorarla: estimaríamos que nuestras investiga-
ciones no merecerian la pena si no hubieran de tener más que un interés especu-
lativo. Si separamos con cuidado los problemas teóricos de los problemas prác-
ticos, no es para abandonar estos últimos: es, por el contrario, para ponernos en
estado de resolverlos mejof)'.
pueden hallar solución, donde esas discusiones dejan de ser estériles y donde
aparecen resultados.
3. Dentro de la Psicologia es en la Psicotecnia donde acabapor concretarse toda
la fuerza de la apl icación y de donde arranca el vigor de la nueva Psicología.
4. Resulta un hecho extraordinariamente paradójico que sea esa Psicología de
verano, ligera y efímera, la única capaz de generar una metodologia férrea, es
decir, de provocar la reflexión epistemológica. Hay una metodologia prove-
niente de la psicotecnia, una filosofía de la práctíca que resulta imprescindi-
ble para alcanzar el vePdadero significado de la crisis. Hasta tal punto que:
Kurt Lewin, por su parte, no seria menos explícito (aunque si un punto más exqui-
sito al negarse a anteponer uno de los dos extremos) a la hora de manejar la paridad de
ambos conceptos, lo básico y lo aplicado; de hecho, uno de los principios que susten-
tan su epistemología comparada lleva un marchamo muy parecido al de Vygotski:
carece de sentido la contraposición entre la teoria y la praxis, entte lo básico y lo
aplicado: ambos son momentos de un mismo proceso. De hecho, la postura epistemo-
lógica de Kurt Lewin no es sino un intento de mediar entre perspectivas teóricas
llenas de antagonismo, entre posiciones que habían hecho de la diferencia su razón de
ser epistemológica. El ejemplo quizás más claro se nos ofrece en la filosofía con que
define el Centro de )n'vestigación de Dinámica de Grupos:
l. El estudio de la vida del grupo debe superar el mero nivel descriptivo: deben
ser investigadas las condiciones de la vida del grupo, lasfuerzas que ocasionan
el cambio y aquellas que son resistentes a él.
10 Psico/ogla Social Aplicada
Como es bien sabido, las actividades concretas de investigación a las que se dedi-
có el Centro fueron las cinco siguientes:
1. Productividad grupal.
2. Relaciones intergrupales en las que se definieron, a su vez, una serie de pro-
yectos de investigación sobre temas tales como el origen de las actitudes de
discriminación, el papel de. la escuela pública en el desarrollo de actitudes
tolerantes, relaciones interraciales en la escuela pública, efecto de la identifi-
cación grupal sobre las relaciones intergrupales. Ni más ni menos que la Ac-
tion Research (ver en la Revista de Psicologia Social, 1988, p. 213-255, el
Tema de Discusión dedicado precisamente a la Investigación-Acción).
4. Ecología grupal.
5. Análisis teóricos preferentemente centrados en los conceptos de equili-
brio social, diferenciación grupal, interdependencia y estructura grupal.
De hecho, y precisamente como culminación de sus reflexiones en torno a
la relación entre la Psicología Social Teórica y Aplicada, había escrito ha-
cia 1944:
«En el campo de la dinámica de grupos, más que en ningún otro ámbito psico-
lógico, están unidas metodológicamente la teoría y la práctica de manera que,
manejadas con habilidad, pueden proporcionar respuestas a los problemas
teóricos y, ,al mismo tiempo, intensificar ese enfoque racional a nuestros pro-
blemas sociales prácticos, que es uno de los requerimientos básicos para su
solución» (Lewin, 1978, p. 162).
l. Cuanto más importantes son los problemas teóricos que intenta estudiar el
psicólogo social, más probable es que tras de ellos haya cuestiones prácticas.
2. En el ámbito de los grupos, los problemas metodológicos están entrelazados
con los llamados problemas aplicados hasta el punto de que:
3. Existe una estrecha relación entre la Psicología Científica y la vida, una rela-
ción que Lewin maneja desde su estudio de las etapas en el desarrollo de las
ciencias: todas las ciencias se han iniciado cOn una etapa protocientifica,
urgidas por la solución de algún problema práctico. Los ejemplos que el pro-
pio autor esgrime son los siguientes: el inicio de las teorías filosóficas estuvo
muy asociado a la retórica política; es bien conocida, asimismo, la relación
entre la matemática egipcia y griega con la navegación y con la arquitectura,
12 Psicologfa Social Aplicada
Sin entrar en los contenidos del próximo capítulo, esta hipótesis píde sin duda
recordar que por Psicologia Social entendemos un punto de vista y una perspectíva
singular desde la que se aborda el estudio de una amplia gama de temas, especialmen-
te de aquellos en los que se entrecruza lo social, lo históríco, lo psicológico y lo
biológíco. Desde la ya conocida hipótesis de la ampliación del objeto formulada por
Lewin, la Psicología Social se nos presenta en la actualidad alejada de las característi-
cas territoriales (definición de una disciplina por la distintividad de los objetos de los
que se ocupa) que la definieron en sus primeros momentos y más cerca de esa concep-
ción de la ciencia como una jurisdicción de problemas y de conceptos (también ésta
es una idea tomada de la epistemologia comparada de Lewin). A la Psicología Social
la hacen distintiva las herramientas conceptuales y metodológicas que ha ido desarro-
llando para abordar una cada vez más amplia y compleja gama de temas. No es el
estudio de un determinado tópico lo que distingue a la Psicologia Social de la Antro-
pologia, sino estudiarlo de una determinada manera y con ayuda de unos determina-
dos conceptos.
Exactamente en estos mismos términos, cabe hablar de la Psicologia Social Apli-
cada como de un manera de aproximarse a la realidad de las diversas vertientes y
,...manifestaciones del comportamiento social humano caracterizada por: a) manejo de
\ las teorías y/o de la metodología psicosocial. Extensión de la metodología psicosocial
y extensión de la teoría psicosocial (Morales, 1982); b) abordaje de asuntos de la vida
cotidiana que interesan al hombre de la calle, en el sentido que a esta denominación le
da Fritz Heider; c) análisis de las hipótesis en los escenarios reales de la vida diaria, y
d) perspectiva interdisciplinar. Si se cumplen estos requisitos, tendremos asegurada
la sensibilidad por los problemas sociales (nos la irrliJondrá el hombre de la calle), la
dimensión socio-política (una cuestión ineludible) y los resultados aplicables; las consi-
deraciones prácticas de que habla Oskamp (1984) las va a requerir este hombre común
o la institución para quien se trabaje y de ellas se extraerá el nivel de utilidad social.
Como los esquemas proporcionados por la cultura, según la propuesta de Clifford
Geertz, los elaborados por la Psicologia Social funcionan como modelos de la reali·
dad cuya utilidad consiste en proporcionar una representación comprensiva de ella y
como modelos para en tanto que nos permiten manipular la realidad a la que aluden
, en el mismo sentido que una teoria hidraúlica resulta útil para construir un dique, por
tomar unb de los ejemplos de Geertz. Las teorias psicosociales resultan útiles tanto,
para comprender o representamos determinados fenómenos como para tratar de in-
fluir sobre ellos provocándolos, cambiándolos o interrumpiéndolos. En este sentido, y
en mayor o menor medida, todas las teorías psicosociales son, al mismo tiempo y sin
excepciones, modelos de y modelos para. La comprensión de un problema no es sino
el primer paso para su solución o, como dijera Leonardo Da Vinci, la teoria é il
capitana e la pratica sano il solda ti.
Partiendo de estas consideraciones resulta de todo punto de vista injustificado
calificar de trivial e insensible a una teoría psicosocíal porque no resuelva el tema del
desempleo, de la adicción a las drogas de diseño o de la violencia en los estadios de ,
fútbol. Hay que tener cuidado con las expectativas irreales respecto el valor potencial
que puede tener para la sociedad la investigación en Cíencias Sociales (lones, 1985).
La Psicologfa Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 15
Dentro de un modelo más o menos ideal de Ciencia Social, dice Stephenson (1990, p.
403), la Psicologia Social aparece esencialmente interesada por los problemas socia-
les y ha desarrollado teorias capaces de añadir una dimensión característica a la
discusión de estos pro/llemas., Esta, llega a decir, es la motivación que subyace a
algunos de los descubrimientos más importantes de la Psicología Social como los de
Sherif, Tajfel, Milgram, Stouffer, Moscovici, etc. Y termína:
«La investigación básica nos informa acerca de cómo debemos enmarcar con-
ceptualmente los temas prácticos, sobre las variables criticas que pueden estar
operando en un determinado ámbito y sobre cómo esas variables pueden estar
interactuando para producir un determinado resultado» (Fazio, 1990, p. 5).
En este mismo sentido, Páez el al. (1992, p. 108) mencionan las siete lineas de
investigación que Turner ha defendido haber sido capaces de extender con éxito al
mundo real los resultados de sus investigaciones: a) la relación existente, la tempera-
tura ambiente y la violencia colectiva que llevó a cabo Baron en 1978; b) los resulta-
dos de Baum sobre la relación entre hacinamiento y pérdida de control; c) la relación
entre grado de exposición a los medios y conducta de voto; d) la relación entre proce-
sos cognitivo-afectivos y conducta; e) los efectos de la semejanza en la formación de
amistades en adolescentes; f) el funcionamiento de los estereotipos; g) la emergencia
espontánea del concepto de yo en función de la saliencia.
No estaria muy de acuerdo con la propuesta que venimos haciendo y con las
pruebas que estamos aportando John Reich (1981) quien, en un capitulo ampliamente
citado, ha intentado demostrar que la aplicación ha ocupado un lugar muy secundario
en el transcurso de la peripecia histórica de nuestra disciplina. Desde su punto de
vista (Reich, 1981, p. 46), tres son los temas que dominan la historia de la Psicologia
Social: a) los intereses y preocupaciones teóricas y aplicadas han estado siempre
presentes a lo largo de la historia de las Ciencias Sociales; b) hasta fechas recientes,
sin embargo, la orientación aplicada ha ocupado un lugar secundario; c) la igualdad
entre ambas orientaciones sólo ha tenido lugar en los últimos años y como consecuen-
cia de la presión desde dentro y desde fuera de la propia disciplina. Partiendo de estas
premisas, las dos últimas más que dudosas, Reich procede a un análisis de la evolu-
ción histórica de la disciplina que, pese al eco que sigue teniendo en la bibliografia
psicosocial, adolece de algunas deficiencias llamativas que queremos resaltar:
desarrollos teóricos (Reich, 1981, p. 52), como si las teorias estuvieran pren-
didas a la silla de los despachos de las universidades.
4. Define la aplicación desde una perspectiva exclusivamente temática, como
un territorio claramente diferenciado de la teoria y de la metodología y llega
a defender que durante las décadas de los 50 y de los 60 logró su punto más
alto la perspectiva teórico/experimental y de laboratorio de la Psicología So-
cial, el dominio de la orientación de ciencia pura. El argumento que utiliza no
puede ser intelectualmente más desolador: una revisión de los contenidos
incluidos en el Journal of Abnormal and Social Psychology, dice, nos da
como resultado temas tan propios de una Psicologia Social pura y alejada de
la aplicación como la ansiedad, el autoritarismo y otros procesos de persona-
lidad, los procesos de comunicación, estructura del grupo y liderazgo.
Se trata de una visión relativamente usual entre quienes todavia se instalan en esa
suerte de dualismo de <do básico» vs. <do aplicado» y consideran que la Psicología
Social ha tenido, al menos hasta la época de la crisis, un escaso interés por la aplicación.
Pero no siempre los protagonisfas de la historia concuerdan con esta apreciación. Ya
hemos visto que no lo hacen ni Mead, ni Lewin, ni Vygotski; veamos ahora otros.
Otto Klineberg tuvo su primer contacto con la Psicologia Social a comienzos de
los años veinte, cuando era estudiante de medicina en McGill, pero seria su contacto
con Woodworth en Columbia el que marcaria su devenir como académico: él fue
quien le animó a escribir su manual de Psicología Social que apareció en 1940 y del
que el propio autor dice:
«Al escribir el libro intenté poner de manifiesto las que me parecian las tenden-
cias más importantes que operaban en el campo de la Psicología Social. Identi-
fiqué tres: la primera era que la Psicologia Social tenía una vertiente claramente
comparada, no sólo en el sentido animal-hombre, sino también en los asuntos
relacionados con la conducta de comunidades, culturas y sociedades diferentes.
La segunda es que era cada vez más experimental y estadistica, y la tercera es
que cada vez era más aplicada» (Klineberg, 1985, p. 38).
«Cuando trabajaba en este área me quedé perplejo de la gente que había cam-
bíado desde una posícíón en la que defendían la exístencía de grupos ínferíores
y superíores en íntelígencía debído a la herencía, a una posicíón más escéptica
o incluso contraria» (Klíneberg, 1985, p. 43).
Los asuntos internacíonales, uno de los temas en los que, desde Morton Deutsch
hasta Herbert Kelman, más evídente resulta la vertiente aplícada de la Psicología
Social, fue otro de los caballos de batalla de Klíneberg; en este capítulo cuenta con
una monografia, Tensions affecting international understanding, preparada por en-
cargo del Social Science Research Council en 1950 y con un estudio, ya mucho más
reciente (1979), sobre cómo los estudiantes extranjeros pueden ayudar a la reducción
de las tensiones entre las nacíones.
Uno de los primeros contactos de Klíneberg en el campo de la Psícología fue con
un hombre bíen conocído, Harry Stack Sullivan. Quería dedícarse a la Psicología
Físiológica o a alguno de los aspectos de la Psicología Anormal, algo que estaba en
síntonía con su formacíón médíca. Así pasó a trabajar para la OMS e íntentó organi-
zar una asocíacíón no gubernamental de carácter internacíonal en el campo de la
salud mental. Hubo una primera reunión en los alrededores de Londres donde coíncí-
dieron, entre otrosfKlíneberg, Margaret Mead, Sullívan y L.K. Frank, el presidente
de la reunión. El propósíto del grupo sería el de estudíar los problemas de violencia y
críminalídad, la relación entre salud y enfermedad mental y los cambíos socíales, los
problemas culturales que afectan a los hábitos alímentícíos, las relacíones étnícas, el
rol de la mujer, ~. Hubo una publícación al respecto, Mental Health and World
Citizenship, y aunque parece que la experíencía no perduró, su compromíso, no sólo
con la aplícacíón síno con determinados problemas socíales y hasta con su solución,
queda fuera de toda duda.
Brewster Smith podría haber sido alumno de Otto Klíneberg cuando en el curso
1940-41 ínició en Harvard sus estudios de Psicología. Parece que tardó poco en de-
cantarse por la Psícología Socíal ya que era uno de los asiduos a aquellas tertulías
que, bajo la denomínacíón de Group Mind, organízaba Gordon Allport y recuerda que
cuando el nazísmo arremetíó con víolencía contra la Historia, Allport no tardó en
organízar un seminarío sobre el estado de ánimo (morale) de la poblacíón del que
saldrían ínteresantes análísís para íncrementar la moral civil que tuvieron un cíerto
eco en Washington. Cuando lo de Pearl Harbor fue inmediatamente llamado a filas y,
tras un año dedícado a la aplícacíón de tests en la armada, pasó a formar parte de la
Information and Education Division ofthe Army en la que estaban Hovland, Stouffer
y Arnold Rose. De su experíencía durante la contienda ínteresa resaltar la confesión
de que el campo de entrenamiento del ejército proporcionaba casi las circunstancias
ideales para la experimentación de campo con la posibilidad de asignación al azar a
condiciones experimentales y de control (Brewster Smíth, 1983, p. 168), una prueba
más de que la aplicación no está reñida con la metodología experímental, ni con el
rigor en el diseño de la investigación.
Pero resultan más interesantes sus referencias a la Psicología Socíal de la post-
guerra, de la que resalta el Institute for Social Research de Míchígan, las ínvestiga-
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 19
ciones del grupo de Vale sobre la comunicación persuasiva bajo la dirección de Carl
Hovland (no disimula su admiración por él: Carl Hovland, escribe, era un director de
investigación. ideal; y un profesor de metodología. espectacular), los trabajos del
grupo de Berkeley, especialmente el llevado a cabo por Adorno, Frenkel-Brunswik,
Levinson y Sanford sobre la personalidad autoritaria, el grupo en torno a Stuart Cook
en la Universidad de Nueva York. De los dos últimos escribe:
de una fecha tan temprana como 1939 la característica central de la Psícologia Social
es la implicación creciente de los psicólogos sociales, en tanto que psicólogos, en los
problemas de la vida cotidiana, lo que no quiere decir que no 10 estuvieran antes, sino
que la investigación previa no parecia tan inmediatamente aplicada a la solución de
los problemas sociales. Lo que ocurre es que las condiciones sufrieron un cambio
brusco a partir de esta fecha:
Suficiente como resumen, cualificado donde los haya, y como contraposición au-
torizada a algunas de las versiones de la historia de la Psicologia Social que hemos
visto. Pero hay un segundo aspecto, quizá dotado de una mayor sutileza, que no con-
viene pasar por alto, entre otras cosas porque es redundante: la aparición en esta
misma época de un vigoroso desarrollo en el uso de ténicas experimentales y de
procedimientos matemáticos y estadísticos, un desarrollo que captó el interés de quienes
habían creído que sólo la motivación, la percepción o el aprendizaje podían ser las únicas
ramas científicas de la Psicología y que redunda en la idea de que 10 aplicado y 10
experimental no están reñidos, como intentará demostrar Campbell unos años después.
La descripción detallada de los temas concretos en los que la Psicología Social
estuvo implicada puede resultar escasamente fructífera para los propósitos de este
capítulo; baste, pues, con la mención de los siete grandes epígrafes temáticos en los
que el propio Cartwright divide el apartado dedicado a los temas de investigación: a)
construcción y mantenimiento de la moral civil, donde resalta la investigación de
Daniel Katz sobre el uso gubernamental de la investigación para propósitos informa-
tivos; b) lucha contra la desmoralización que podían causar los rumores, donde sobre-
salen los ya clásicos trabajos de Allport y Postman y Knapp; c) influencia sobre la
moral enemiga en tiempo de guerra, donde destaca el trabajo que Likert llevara a
cabo en la Morale Division olthe United States Strategic Bombing Survey para anali-
La Psicolog{a Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 21
zar los efectos de los bombardeos sobre el estado de ánimo de la población civil; d)
problemas de organización para una administración como la militar que se tenía que
preparar para la guerra, donde sobresale el trabajo llevado a cabo por la división de
Información y Educación del Departamento de Guerra liderado por Stouffer; e) el
capítulo de relaciones internacionales tuvo varios apartados: la formación del perso-
nal en las peculiaridades e idiosincrasias culturales del país en el que trabajaba, la
preparación de campañas de propaganda contra el enemigo, el fomento del espírítu
nacionalista (Cartwright menciona como especíalmente significativo el mensaje pre-
sidencial de Klineberg en la reunión anual de la Sociedad para el Estudio Psicológico
de los Problemas Sociales en 1944 bajo el inequívoco título de A science ofnational
character); t) uno de los peligros en tiempo de guerra, sobre todo cuando ésta se libra
fuera del territorio nacional, es olvidarse de los que se quedan en casa. Para ello, el
Ofjice ofFacts and Figures, que en realidad era la oficina de información de guerra,
encargó una serie de encuestas para conocer el estado de la opinión pública en cuyo
diseño participarían, entre otros, Campbell y Likert; g) problemas psicológicos deri-
vados de una economía de guerra.
Sólo un par de referencias para terminar: resulta dificil creer que todos estos tra-
bajos e investigaciones marcadas por la necesidad de dar respuesta rápida a determi-
nadas cuestiones planteadas por la guerra no hayan tenido algún tipo de influencia
sobre el desarrollo teórico de la disciplina. Cartwright da su opinión respecto a un
tema concreto, el de las encuestas, y no resulta descabellado pensar que lo mismo ha
acontecido con otros:
Junto a ello, interesa otra reseña histórica de parte de este autor: el establecimien-
to del Research Center for Group Dynamics, primero, y del Survey Research Center
(de ambos fue protagonista excepcional) fue el reflejo de esa preocupación por los
problemas prácticos y por la combinación de las actividades académicas tradicionales
con la investigación de los problemas concretos que atañen y preocupan a las perso-
nas y a los grupos. Eso ocurrió, sin ninguna duda, a una parte nada despreciable de la
Psicología y a una parte muy notable de la Psicología Social.
La década de los años treinta fue especialmente acíaga para la sociedad norteame-
ricana, incluidos los psicólogos, quienes sufríeron los sinsabores del desempleo en
unos términos que les hicieron organízarse para pedir medidas institucionales. La
APA respondió en los términos darwinistas y conservadores de quienes la dirigían en
aquella época (Hunter, Terman, Carr, Boring, Poffenberger, entre otros), todos ellos
defensores de las raíces naturales de la desigualdad social. Ello provocó la respuesta
de un pequeño y aguerrido núcleo de psicólogos, a los que Finison (1976) denomina
los psicólogos insurgentes, que se organizaron en una Psychologists League cuyo
propósito central fue el de buscar oportunidades de empleo.
22 Psicología Social Aplicada
Viene a cuento repescar este episodio porque la ideologia de los insurgentes era
de corte marcadamente liberal (socialista, dice Finison, que quizá es mucho decir) y
estaban profundamente convencidos de que la Psicologia debía ser empleada para la
solución de los problemas sociales, compartían la fe en la acción social y creian que la
sociedad podía ser entendida en términos cientificos. Uno de ellos era un tal [sadore
Krechevsky (David Krech) que recuerda asi aquellos años:
<<Inmerso como estaba en mis ratas me habia llegado a percatar bien de que las
cosas no iban del todo bien y que mis dificultades para conseguir un puesto en la
universidad no sólo eran reflejo de la crisis económica, sino de una mala orga-
nización social. Me disgusté y por aquel entonces pasé a formar parte de la
organización New America» (Krech, 1974, p. 235).
New America era una organización de psicólogos socialmente muy activos, polí-
ticamente próximos a los circulos de la izquierda y defensores de posiciones teóricas
dentro de la Psicologia claramente instaladas en el principío de la racionalidad cien-
tífica (la utilidad de la ciencia social para dar respuesta a los problemas sociales; la
Psicologia como ciencia al servicio del bienestar de las personas). Su cabeza visible
era Goodwin Watson, profesor de Psicología Social en el Columbia Teachers Colle-
ge, al que muy pronto se uniría David Krech en las tareas de dirección y de presión
para que la APA abordara asuntos urgentes que se derivaban del cambio social y
político que se estaba produciendo y de los que hacian un detallado recuento en el
American Guardian, una publicación de tono radical que se encargaban de remitir a
todos los mienbros de la APA. Resultado de ello fue el surgimiento en 1936 de la
Society for the Psychological Study ofSocial Issues que tendria a Watson como pri-
mer Presidente, a Krech como su primer Secretario-Tesorero, estaria liderada por
psicólogos de corte marcadamente progresista como L.W. Doob, George Hartmann,
J.F. Brown, Gardner Murphy, además de Krech y Watson y contaría, varios años
después, con el Journal ofSocial Issues como órgano de expresión. Aunque no siem-
pre resultó fácil mantener el equilíbrio entre la investigación y la acción social (la
vinculación académica de los protagonistas los hizo, a la postre, decantarse por la
primera), la existencia de un nutrido grupo de investigadores comprometidos con el
tiempo y la sociedad en que les ha tocado vivir fue una constante en la SPSS[, la
relevancia lo sería de los temas que ha ido abordando el Journal ofSocial Issues y las
dos, sensibilidad y relevancia, serán una constante dentro de nuestra dísciplína.
Un último ejemplo para concluir este epigrafe nos lo concede el equipo de inves-
tigadores del Yale 's Institutefor Human Relations (John Dollard, Leonard Doob, Neil
Miller, Hobart Mowrer y Robert Sears). Su conocida teoría sobre la frustración-agre-
sión, claramente instalada en el más rancio conductismo, les sirve para establecer una
relación entre la subida del precio del algodón, el incremento de la frustración y el
aumento del número de linchamientos en el sur de Estados Unidos, Un par de años
después, esta hipótesis sirve a Miller y Dollard para hacer un análísis dellínchamien-
to de un joven negro de clase baja, Arthur Stevens, en su Social Learning and Imita-
lion entre otras, bajo la hipótesis de una persistente frustración económica (pobreza)
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 23
que moviliza la agresión de las clases bajas de raza blanca; una hipótesis, por cierto,
que recuerda algunas de las razones que Martin-Baró esgrimía en Acción e Ideología
para dar cuenta de la violencia, sobre todo aquellas que tenían como marco de refe-
rencia la explotación económica y la opresión política como contexto facilitador. Aún
manteniendo ciertas reservas respecto a la hipótesis de la frustración-agresión en su
aplicación a los procesos colectivos, Martín-Baró escribe:
«La guerra civil que desde 1981 asola El Salvador hunde sus raices en una
historia de opresión secular, verdadera matriz de la violencia que hoy impera en
el pais. Por ello, un análisis realista de la violencia en El Salvador exige un
recordatorio, ya que la continua conculcación de los derechos humanos más
fundamentales ha producido una acumulación explosiva de aspiraciones frus-
tradas, de anhelos pisoteados, de reivindicaciones reprimidas» (Martin-Baró,
1983, p. 359)
APLlCACION y RELEVANCIA
Pero junto a éstos, hay sin duda otros datos igualmente relevantes: en 1965 comienza
su andadura el Journal ofExperimental Social Psychology y en ese mismo año se crea
la Society for Experimental Social Psychology. A partir de la década de los cincuenta
se produce una implosión teórica en la disciplina dominada por un perfil claramente
cognitivo (teoria de la comparación social y de la disonancia cognoscitíva a cargo de
Festinger, teoria del balance y de la atribución a cargo de Reider, teoria de la con-
gruencia de Osgood y Tannenbaum, teoría de la consistencia de Rosenberg son las
más importantes, por mencionar tan sólo las más conocidas) que pronto se verá acom-
pañado por las teorías del intercambio (la teoria conductual-económica de Romans,
la teoria de la equidad de Adams, la teoria de Thibaut y Kelley, la teoria del contrato
personal de Lemer, la teoria de los recursos de Foa y Foa, etc.). Los modelos teóricos
que crecieron al calor de estos dos perfiles acabaron por acoplarse sin excesivas
dificultades al tipo de investigación «pura» tradicionalmente utilizada en las ciencias
naturales y algo alejada de la complejidad en la que acostumbra a resolverse el com-
portamiento humano; llevaban impresa la ímagen de un sujeto demasiado ensimisma-
do en el juego de sus consonancias y disonancias internas y atrapado por la búsqueda
de resultados positivos que resultaran satisfactorios a nivel estrictamente personal.
24 Psicología Social Aplicada
Era un sujeto dotado de racionalidad y coherencia, con una clara vocación hedonista
y bastante alejado de sus condicionamientos sociohistóricos.
Sin embargo, hoy podemos decir que los temas que se investigaban no eran en
modo alguno triviales (la atribución, por ejemplo, hace años que ha emergido como
una de las grandes áreas de aplicación) y que el problema de aquella época no residió
en la falta de relevancia (era el conocido argumento de Silverman, 1971) de los temas
de los que se ocupaba la Psicologia Social, sino, como han apuntado recientemente
Páe, et al. (1992), en la pérdida del carácter interdisciplinar que acabó muy favoreci-
do, cabe añadir, por el predominio de la corriente cognitiva y conductista, en la au-
sencia de la determinación social del conocimiento, alimentada, desde nuestro punto
de vista, por el modelo de sujeto a que da lugar la teoria cognitiva y en la valoración
exagerada del método experimental materializada, quizá, en la falta de validez exter-
na, en la ausencia de escenarios naturales de investigación y en la escasa presencia de
muestras ajenas al medio académico, tan poco representativo del hombre de la calle.
Ni estaba especialmente en crisis ni fue intencionadamente ajena a los temas so-
cialmente inquietantes; la Psicologia Social quedó sencillamente marcada por la gue-
rra, impregnada por el Zeitgeist de una época de euforia política y bonanza económi-
ca, crecida como disciplina cientifica al calor de los despachos del Departamento de
Estado; transida por una ideologia que sacralizaba lo individual, confiaba en la conse-
cución del progreso humano a través de la solución racional de los problemas, mos-
traba un inquebrantable optimismo respecto a la influencia de la educación y empeza-
ba a ser apetecida por jóvenes varones, blancos, protestantes, de clase media (Cartwright,
1979). Todo ello sin olvidar el Zeitgeist de la propia Psicologia que Edwin Guthrie
(1946) se encargaria de definir en su alocución presidencial de la APA en 1945 en
unos términos que hoy en dia, casi con cincuenta años de perspectiva, resultan muy
fáciles de matizar y que, partiendo de un supuesto definitivamente apegado al positi-
vismo (son los hechos los que han de marcar la pauta y la tónica de la Psicologia),
pasan por las siguientes'consideraciones: a) el éxito de una Psicología volcada en la
aplicación depende de la acumulación de conocimiento teórico sobre un determinado
tópico; b) es la teoría la que está llamada a dirigir la búsqueda de los datos relevantes
y, por consiguiente, la que se erige en antecedente de la aplicación; c) la Psicologia
científica se define realmente como una nueva orientación respecto a los hechos psi-
cológicos, eliminando las descripciones subjetivas y aquellas que están coloreadas
por valores y prejuicios que no son universalmente compartídos; d) la imperiosa bús-
queda de resultados, de aplicaciones prácticas inmediatas y de éxito es mala conseje-
ra.para la Psicologia cientifica; e) sólo el nivel de los hechos nos posibilita la posibi-
lidad de una Psicología científica; f) el tratamiento cuantitativo de los datos (el número
es la herramienta de la ciencia, dice textualmente Guthrie) y la experimentación
encierran las características más deseables de un hecho científico. En una palabra,
nadie duda de que la Psicología tiene que atender a asuntos prácticos ni que el último
fin de la ciencia sea la mejora de los seres humanos, pero:
«... debemos recordar que las ciencias se han desarrollado alejadas de la utili-
dad inmediata y que, en la abrumadora mayoría de los casos, los pasos hacia
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 25
El paso de los años nos concede una notable ventaja para arremeter sin piedad
contra algunas de las propuestas de este gran hombre de la Psicología (aunque podría-
mos convenir en que la Psicología en general y la Psicología Social son una nueva
oríentación al estudio del comportamiento humano, la referencia a una Psicología
libre de valores resulta especialmente llamativa incluso para la época) y ello aconseja
no entrar en el tema salvo, quizá, para reseñar dos extremos bastante alejados entre sí:
el primero es que, tras el mensaje de Guthrie, late una clara división entre ciencia
básica y ciencia aplicada que no puede ser compartida en la actualidad. El segundo,
por contra, sí: su deseo de que los futuros profesionales de la Psicologia no se con-
viertan en meros aplicadores de técnicas, es suscrito hoy en dia por muchas de las
personas ocupadas en el diseño curricular de esta profesión. Salvo estas dos reseñas,
probablemente marginales, baste con tomar nota de que ésta era la atmósfera que
envolvía a la Psicología de aquella época: metodología experimental, uso cada vez
más amplio de metodología cuantitativa, estudio de procesos básicos del comporta-
miento, predominio de un modelo de sujeto individualista, hedonista y claramente
alejado de sus conexiones socioculturales y sociohistóricas, y alejamiento de los es-
cenarios de la vida real; en este sentido sigue vigente la opinión de Silverman (1971,
p. 583) de que la obsesión por ajustar el estudio de la conducta a los modelos existen-
tes en otras ciencias experimentales la condujo a tomar con indiferencia la faceta
más importante de la investigación: la validez ecológica, su posibilidad de generali-
zación más al/á del propio experimento). No fue, sin duda, lo mejor para la Psicología
Social: es cierto que se trata de un modelo propenso a una trivial e injustificada repe-
tición de experimentos que tienen como objetivo central incrementar el curriculum de
los académicos; también se abusó, de manera injustíficada, de las enormes posibilida-
des que ofrecía el laboratorio (los datos que se nos ofrecen en algunas conocidas
investigaciones como la de Higbee y Wells de 1972, la de Fried, Gumper y Allen de
1973 o la de Higbee, Millard y Folkman en 1982 no ofrecen margen para la duda),
pero el estado actual de la Psicología Social no nos demuestra que los temas de los
que se ocupaban no fueran relevantes, ni que la metodolgia experimental haya sido la
raíz de todos los males que aquejan a nuestra disciplina (ahora tenemos que contrave-
nir a Sílverman cuando afirma, sin aportar prueba alguna, en un corto artículo escrito
en 1977 que la Psicología Social experimental nunca puede ser seria), ni que el rico
desarrollo teórico acontecido en el transcurso de aquellos años haya sido marginal
para la disciplina. Pero, sobre todo, carece de fundamento intentar elaborar una Psi-
cología Social Aplicada sobre las cenizas de la Psicología Social básica, sobre las
ruinas del método experimental, sobre el ataúd del laboratorio como si los temas
salidos de estos escenarios de investigación fueran sinónimo de frivolidad o como si
26 Psicología Social Aplicada
Pero no olvidemos que el envite para aunar la aplicación con el modelo de ciencia
pura, la hipótesis de que la lógica de la experimentación, la salvaguarda del rigor
científico y la consideración de la Psicología como ciencia no tiene por qué estar
reñida con la solución de los problemas sociales, había contado con defensores de
postín. Lo fueron en su momento Miller (1969), Campbell (1969) y Deutsch (1969); Y
lo son en la actualidad Saxe y Fine (1980). Los tres primeros coinciden con la época
en la que la Psicología se percata de que la realidad del laboratorio no es coincidente
con lo que acontece en el mundo exterior y hace una clara apuesta para intentar dar
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 27
respuesta a los problemas sociales. George Miller, en unos términos que contrastan
con los que hemos visto que habia empleado Guthrie (los tiempos eran distintos),
aborda en el discurso presidencial de la APA el tema del estado actual de nuestra
disciplina y su posible papel para hacer frente a los problemas humanos en nuestra
sociedad y hace presidir su articulo por el nada convencional título de La psicología
como instrumento al servicio de la promoción del bienestar.
«Los problemas más urgentes de nuestro mundo de hoy son problemas que
hemos causado nosotros mismos. No han sido producto de una naturaleza mali-
ciosa o descuidada, ni nos han sido impuestos como castigo divino. Son proble-
mas humanos cuya solución requiere del cambio' de nuestas conductas y de
nuestras instituciones sociales. Como ciencia directamente implicada en los pro-
cesos conductuales y sociales es esperable que la Psicologia lidere intelectual-
mente la búsqueda de nuevas disposiciones personales y sociales ... éste es el
reto social al que nos enfrentamos los psicólogos. En los próximos años debere-
mos no sólo ampliar y profundizar nuestra comprensión de los fenómenos men-
tales y conductuales, sino que, de alguna manera, debemos incorporar nuestro
concienzudamente ganado conocimiento de rnanera más eficaz a los amplios
cambios sociales que sabemos que se avecinam> (Miller, 1969, p. 1063).
Miller apuesta por una concepción muy concreta del bienestar que pasa por las
siguientes consideraciones: a) lo primero que hay que promocionar es el bienestar de
la propia Psicología haciendo de ella una ciencia cada vez más rigurosa; b) dicho en
otros términos, las vias que la Psicología tiene para la promoción del bienestar no son
otras que aquellas que se desprenden de su capacidad para comprender y predecir (de
ninguna de las maneras controlar) los principios del comportamiento humano (los
principios del refuerzo, por ejemplo), la concepción que el hombre tiene de si mismo;
c) la capacidad revolucionaria de la Psicologia reside en una concepción nueva y
científicamente sustentada del hombre como individuo y como una criatura social; d)
hay que distinguir claramente entre el activista social o el político y el profesional o el
cíentifico que emplea la Psicología para la promoción del bienestar.
Con indepedencia de los estrechos limites por los que Miller hace correr el bienestar
y de las maneras peculiares para su promoción, lo cierto es que el discurso de Miller
es indicativo de un nuevo Zeítgeist iniciado a comienzos de la década de los setenta
del que participó, por derecho propio, la Psicología Social y del que hemos dado
cuenta en un amplio capítulo que nos ahorra volver sobre sus extremos más significa-
tivos (Blanco et al., 1985) y nos permite centrarnos, para ir concluyendo, en la actua-
lidad aplicativa de la Psicología Social.
Campbell y Deutsch, por su parte, dieron los primeros pasos de una Experimen-
ting Society bajo los siguientes argumentos: a) necesidad de una aproximación expe-
rimental a las reformas sociales que permita poner a prueba programas dirigidos a la
solución de los problemas sociales (es la postura de Campbell, 1969); b) la lógica de
la experimentación, la salvaguarda del rigor científico y la consideración de la Psico-
logia como ciencia no tiene por qué estar reñida con la sensiblidad respecto a los
28 Psicología Social Aplicada
Un argumento más de apoyo a la hipótesis que preside este capitulo proviene de los
datos que nos ofrecen las publicaciones periódicas, los manuales de Psicología social
y los eventos que tradicionalmente se organizan en este terreno.
En 1985 llevábamos a cabo un pormenorizado estudio de los temas que se habian
recogido en el Journal of Applied Social Psychology desde su fundación en 1971
hasta 1984 (Blanco et al., 1985). Entonces ya se observaba que los tópicos que se
incluían en esta publicación periódica no se distanciaban sensiblemente de los que se
incluian en cualquier manual de Psicologia Social de la época. Entonces, como ahora,
conviene recordar que en la información que se da a los autores se recuerda a quienes
quieran remitir articulos a la Revista, que se dará preferencia indistintamente a aque-
llos manuscritos que den cuenta de investigaciones de campo y de laboratorio en una
gama de tópicos que pasan, prácticamente sin excepción, por los temas tradicional-
mente manejados en la Psicología Social. Ahora, y como complemento al análisis
llevado a cabo en 1985, hemos querido saber lo acontecido en los últimos diez años
en cuanto a los temas preferenciales incluidos en esta prestigiosa publicación (véase
la Tabla l.l de la pág. 29).
Por encima de cualquier otro tipo de consideraciones, resultan especialmente dig-
nos de mención esos 109 articulos sobre procesos de honda tradición en la Psicología
Social, tales como el liderazgo (Physical Appearance and Leadership), la atribución,
(Exploring the Role of Appareance-Based Attribution; An Attributional Analysis of
Reactions to Magic Johnson; Conservatism and Perceptions ofPoverty: An attribu-
tional analysis), el refuerzo, las actitudes (Probabilistic Reward on Recycling Attitu-
des and Behavior), poder (Consequences ofPower in a Simulated Job).
El tema de salud que en el estudio previo aparecía bajo el epígrafe de Medicina
conductual y que tuvo una progresión modesta (4 artículos entre 1971-74,6 entre
1975-78 y 10 entre 1979-1984) emerge ahora como el más importante (hay que ad-
vertir que Andrew Baum, el editor de la revista, trabaja en un Departamento de Psico-
logía Médica) con esos II1 artículos a los que si sumamos, como en alguna medida
puede ser pertinente, aquellos que tienen como objeto el SIDA (58) y el estrés (42)
alcanza un protagonismo muy sobresaliente en la actual Psicología Social. En el pe-
riodo previo (1971-1984) las relaciones raciales, la discriminación y las tensiones
grupales ocupaban apartados independientes y sumaban un total de 74 artículos. Se
trata de una temática aparentemente en declive ya que en estos últimos diez años su
presencia se ha visto reducida. Otro tanto ha ocurrido con los temas relacionados con
la Psicología Politica: el epígrafe de participación politica y extremismo alcanzaba en
La Psicología Social Aplicada: algunos matices sobre su desarrollo histórico 29
Tabla 1.1. Los temas de preferencia en el Journal of Applied Social Psychology (1985-
1995).
- Salud 111
- Psicología de las Organizaciones y del Trabajo 100
- Procesos Básicos 109
- Sexualidad 74
- Adicción (drogas, alcohol, tabaco) 61
- SIDA 58
- Psicología Jurídica 51
- Estrés 42
- Conductas de ayuda 33
- Psicologia Ambiental 31
- Relaciones intergrupales y discriminación 31
- Evaluación 29
- Temas nucleares y conservación de energía 27
- Educación 23
- Conductas asociales 20
- Conducta política 18
- Psicología Comunitaria 18
- Mass media 17
- Psicologia Militar 13
- Artículos teóricos 4
- Varios 91
Tabla 1.2. Tratamiento de las áreas de aplicación: porcentaje de manuales que dedi-
can capítulo independiente a alguna de las áreas de aplicación (Jiménez-
Burillo el. al., 1992, p. 33).
- Comunidad y salud 27
- Psicología Social de la educación 26
- Participación política e identidades colectivas 21
- Problemas psicosociales de las organizaciones: trabajo y desempleo 17
- Epistemología de la intervención social 14
~ Entorno y calidad de vida 10
- Trabajo y Organizaciones 50
~ Salud 18
Procesos básicos y epistemología 15
Ambiental 14
Comunitaria 12
Educación 11
Relaciones intergrupales lO
- Cultura e identidad nacional lO
~ Grupos 9
- Adicción 8
~ Deporte 7
- Estrés 7
- Jurídica 7
- Politica 7
- Representaciones, creencias, actitudes 8
- Conducta delictiva 6
- Género 6
- Publicidad y propaganda 6
- Apoyo social 5
- Identidad 5
- Nuevas tecnologías 5
- Socialización 4
- Ocio, tiempo libre y turismo 4
- SIDA 4
- Memoria social 3
- Gerontología 2
- Evaluación 2
- Negociación 2
- Conducta sexual I
32 Psicología Social Aplicada
A MODO DE CONCLUSION
SISL/OGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Se trata de dos artículos en los que el psicólogo social salvadoreño desarrolla algu-
nas ideas especialmente acordes con la vocación emancipatoria de la ciencia social y
muestra algunas maneras concretas de ayudar a la solución de problemas sociales.
das, casi serialmente, a distintas situaciones tipo a las que, de modo aproblemático,
serian aplicables esos esquemas o modelos de solución. Bastaria con consultar el
vademécum de teorias, métodos o técnicas, para encontrar la solución adecuada, y
unilateralmente aplicarla para producir los efectos previstos en el sistema, bien sea de
una persona, grupo ti organización.
ción científicas pasan a un segundo plano. Cuando de 10 que se trata es de los usos del
saber es, la técnica la que adquiere la primacia.
Por ello, un cuerpo de conocimientos puede ser en sí mismo cientificamente plau-
sible, pero no necesariamente útil, práctico, eficaz o aplicable de modo inmediato.
Puede no ser coherente con determinados valores e intereses sociales más o menos
influyentes.
En ese sentido, parece razonable que la investigación aplicada no deba suponer
una subordinación de los valores y criterios científicos a los de aquellos sectores
sociales que puedan decidir sobre su financiación, y eventualmente de un modo uni-
lateral valerse de sus resultados. En el caso de las Ciencias Sociales no se trata sólo de
que tal subordinación pueda conllevar problemas ético-ideológicos que podrían hacer
cuestionable la legitimidad de ciertos usos de teorías o técnicas, sino que podría negar
su condición de científicos a ciertos campos aplicados, considerados como apoyatura
ideológico-administrativa de la estructura de poder por quienes son mayormente ob-
jeto de su control. Pero siendo todas esas razones importantes no 10 es menos el
considerar que una práctica profesional fragmentariamente aislada, atenida sólo a los
intereses inmediatos de sus clientes o patrocinadores, sin un anclaje y referencia a
una tradición cientifica autónoma -o por 10 menos de relativa autonomia-, es decir,
con posibilidades de una reflexión y autorreflexión sistemática y critica, puede llegar
a convertirse en una rutinaria recogida de datos, cuya interpretación no vaya más allá
de su descriptíva enumeración, o de la que mejor convenga a los intereses especificas
de la estructura de poder.
La mera aplicación técnica de las técnicas, cuantitativas o cualitativas, no las
convierten sin más en elementos de racionalidad científica; puede «tecnificar» la
recogida de información y su tratamiento; pero su carácter científico se deriva del
sentido de su uso en el contexto de investigación; uso que no es neutral ni teórica ni
axiológicamente, pero que no excluye, en principio, su validez. Ahora bien, si el
contexto de investígación no existe ---es decir, si no existe una voluntad de reflexiva
y abierta intelección- , su estatuto seria dificil de distinguir del «espionaje». Se
convertirían así en dispositivos para la regulación y disciplina de la «economía psico-
socia!», en vez de instrumentos para su libre y abierto esclarecimiento (Foucault 1986;
Gademar 1984). La posible eficacia de estas técnicas no seria el resultado de su vali-
dez científica, sino de su simbiosis estructural e ideológica con el poder. En este
sentido, cumple análogas funciones a las que la teología cumplió en otros tiempos: la
de proporcionar legitimidad a la administración, vigilancia y control de las concien-
cias,(Ellul, 1988).
A la larga una instrumentalización excesiva de la investigación aplicada tenderia
a convertir la «metodología» en «tecnología», lo que limitaría las posíbiliades de
desa!!,ollo científico tanto como el autismo academicista.
Por todo ello creo que más que una supeditacíón de la investigación aplicada a los
valores de los contextos en que puede ser usada, debería producirse -desde un reci-
proco respeto- un intercambio axiológico en las dos direcciones: es decir, la comu-
nídad científica no puede ni debe inhibirse de las preocupaciones, problemas e intere-
ses de la sociedad; pero ésta no puede esperar, ni menos imponer, un utílitarismo
44 Psicología Social Aplicada
Bacon será en este aspecto más radical, y el verdadero ideólogo inicial de una
concepción de la ciencia como tecnología. Porque para él, como señala Bury (1971,
pág. 56), «el verdadero y legítimo fin de las ciencias es "dotar a la vida humana de
nuevas invenciones y riquezas", haciendo de este propósito el punto de referencia
para comparar el valor de las diferentes ramas del saber»; y desde esta <c ..perspectiva
utilitaria del conocimiento, contribuyó a la creación de un nuevo clima mental sobre
el que habría de desarrollarse la teoria del Progreso».
Independientemente de que los filósofos de la ciericia consideren hoy la teoría
baconiana como inadecuada, sobre todo en lo que se refiere a los factores internos
que constituyen el saber cientifico como tal y a su desarrollo, el modo en que sus
condiciones externas -sociales, politicas, etc.- podían influir en él condicionándo-
lo, al subordinar la actividad científica a valores distintos de los intelectuales, Bacon
antipaba una de las tensiones reales más complejas en que los científicos se irían
viendo ímplicados en el desempeño de su cometido: el de los posibles usos de sus·
resultados. Porque el hecho de que el término ciencia vaya tan frecuentemente acom-
pañado del de tecnología, o del de técnica, o se use directamente la expresión tecno-
ciencia, revela hasta qué punto esa actitud utilitaria se ha generalizado e instituciona-
lizado. El carácter visionario del pensamiento de Bacon lo ha visto Mumford (1982
[1966], pág. 52) al comentar las implicaciones tecnocráticas de La Nueva Atlántida,
la utopía de Bacon: «Lo que el templo, el clero y la observación astrómica habían
hecho, en su momento, para establecer la autoridad del rey, lo harían ahora la Casa de
Salomón y sus nuevos ocupantes para establecer la autoridad de la nueva máquina...»
que es <c .. fundamentalmente un ensamblaje de piezas humanas: cíentíficos, técnicos,
administradores, médícos, soldados».
Una vez íntuidos y constatados los espléndidos logros a los que la nueva raciona-
lidad científica conducía, la extensión de sus supuestos a otros ámbitos de realidad
diferentes de aquellos en los que había mostrado su superioridad teórica y utílitaria
era sólo cuestión de tiempo. De hecho, los intentos de 'configurar el saber sobre el
hombre desde la nueva perspectiva científica son simultáneos al surgimiento de ésta.
Más tarde se manifestará en autores considerados como fundadores de disciplinas
como la Sociología, en la que el fervor científico de Saint-Simon le llevará, en la
primera fase de su pensamíento, a proponer un «Consejo de Newtom> como dírección
de la sociedad, formado principalmente por sabios, que aplicarán la única ley del
universo que rige todas las cosas, incluidos los asuntos humanos: la de la «gravedad
universah>, de la que son sumos sacerdotes e intérpretes los físicos (Charléty, 1969).
Es precisamente la complejidad de la interpretación de esa ley universal en el estudio
de la sociedad lo que le hará concebir a Comte (1965 [1825], pág. 71) el proyecto
teórico de una Sociología científica que, como una físíca social, «tiene por objeto
propio el estudio de los fenómenos sociales, considerados con el mismo espíritu que
los fenómenos astronómicos, físicos, químícos y fisiológicos, es decir, como sujetos a
leyes naturales e invariables». Pero, en última instancía, esas leyes se investigan para
un saber que permite prever y poder.
Las posiciones de estos dos autores son obviamente mucho más complejas; sólo
trato de mostrar cómo la Revolución Científica desencadena grandes expectativas
Concepciones del aplicar 47
sobre las (<utilidades» que pueden alcanzarse con un tipo de conceptualización idén-
tica aplicada a las Ciencias Sociales.
Esta tendencia se prolonga hasta la actualidad. En la Psicologia Social tiene un
exponente de gran significación como es Kurt Lewin, a quien la revolución galileana
le inspira el modelo de ciencia al cual debe aspirar la Psicologia. A él me referiré
luego para señalar !l¡S insuficiencias de ese proyecto para una adecuada Psicologia
Social Aplicada. Dadas las líneas en que se desenvuelve su pensarniento me ha pare-
cido instructivo señalar algunas de las continuidades con las que históricamente co-
necta. Esta es la razón del sucinto bosquejo anterior sobre la Revolución Científica y
de las referencias que a continuación vaya hacer sobre el pensamiento de Hobbes,
coetáneo intérprete de la misma para las Ciencias Sociales.
de una cultura; y, por ello, tampoco de la específica complejídad que cada subjetivi-
dad particular, índívídual o colectiva, haya desarrollado en su historia. Sólo si ésta es
plenamente deducible desde príncípíos generales abstractos, cuya automática aplíca-
ción a cada situación concreta permitiría su explicación y tratamiento o control, tiene
sentido «des-subjetivízarla» y «des-historízarla» -es decir, contemplarla como re-
sultado de «fuerzas», «movimientos», etc., y no de acciones- y, por tanto, minimizar
el papel que la prudencia tiene en tanto que delíberación para una mejor apreciación
y entendimiento de lo concreto, comprendiéndolo en sus propios términos.
En ese caso, también, los problemas derivados de las posibles aplícaciones de los
principios generales sólo serían de carácter técnico, en el sentido que este término
tiene en las ciencias naturales, esto es, en el de proceder con la mayor coherencía
formal y eficiencia posibles en el paso de la teoría a la realídad, del proyecto a su
ejecución, de la concepción de un modelo a su producción en serie. Desde el punto de
vista conceptual, el caso particular sólo es relevante desde las dimensiones de que se
vale la teoria, como instancia en la que se verífican, en mayor o menor grado, sus
enunciados predictivos. Ambas, teoría y técnica, convergen en una pretensión de control,
en una voluntad de dominio en que la propia subjetividad del observador se convierte
en objetividad en lo observado, la razó'n instrumental en la Razón misma «como Ra-
zón Pura de Dominacióm,. De ahí que, como afirma Moya (1979, pág. 67), esta «Físi-
ca mecanicista se piensa desde la Técnica: conocer cientificamente algo, conocer sus
causas, es conocer cómo se produce ello, poder pronosticar su producción y repro-
ducción, para, en cuanto sea posible, poder imitar racionalmente la potencia de la
Naturaleza que en tal producción física se manifiesta».
El pensamiemto de Hobbes representa de un modo paradigmático esa racionali-
dad modema presidida por la tecnociencia. Sus supuestos impregnan de tal modo
nuestra natural manera de ver el mundo que resulta difícil percatarse de su insuficien-
cia gnoseológica para la comprensión de la realídad humana. En cualquier caso, (<la
escritura de Hobbes nos devuelve al revolucionario momento fundacional sobrede-
terminando ritualmente nuestro propio entendimiento científico-tecnológico del mundo,
nuestra propia actualídad epistemológica» (Moya, 1979, pág 14).
«...Ha sido el descubrimiento del cuanto de acción el que nos ha enseñado que
la Física clásica tiene un rango de validez limitado, enfrentándonos, a la vez, a
una situación sin precedentes en la Física al plantear bajo una nueva forma el
viejo problema filosófíco de la existencia de los fenómenos con independencia
de nuestras observaciones...Toda observación entraña una interferencia de tal
índole en el curso de los fenómenos que deja sin sentido al modo causal de
descripcióm).
Concepciones del aplicar 51
«.. .La teoría de los cuantos obliga a formular toda ley precisamente como una
ley estadística, y, por ende, a abandonar.ya en principio el determinismo ...La
ciencia natural no es ya un espectador situado ante la Naturaleza, antes se reco-
noce a si misma como parte de la interacción de hombre y Naturaleza... »
Algunos de los supuestos fundamentales que son aducidos como criterios para-
digmáticos desde la Física para la Psicologia parece que son objeto de discusión entre
los propios fisicos. Lo que han podido significar para la epistemologia de las Ciencias
Sociales tales debates, desborda los limites de este trabajo. Mencionarlos aqui sólo
pretende indicar que esa continuidad en el intento de <<naturalizan>, incluso fisicalizar
reductivamente las ciencias humanas, suele olvidar la diversidad de planteamientos,
incluso en cuestiones básicas, que se producen entre los propios fisicos, y no digamos
ya si pasamos a otros campos de las ciencias naturales. En ese sentido no se entiende
bien por qué desde la Psicología se pone en cuestión el pensamiento fisico de Aristó-
teles, pero no se considera su pensamiento psicológico, o antropológico en general.
Puede argüirse que el articulo de Lewin que nos sirve de meditación no refleja
globalmente su posíción. Lo que, sin duda, es cierto. Su fase americana le hace inte-
resarse más intensamente por los problemas teóricos y aplicados de la Psicología
Social. Ahora bien, me parece que sus supuestos epístemológicos fundamentales no
varían sustancialmente respecto a los expresados programáticamente en ese trabajo.
Su inmersión en la investígación psicológicosocial aplicada sigue valiéndose del mis-
mo repertorio conceptual formal y ~bjetivante; la noción de acción humana y social,
con todas sus implicaciones teórico-metodológicas, sigue sin tener fácil encaje en ese
repertorio. La investigación-acción es una investigación para la acción, pero curiosa-
mente no tiene en cuenta la teoria de la acción. Esa omisión analitica es complemen-
tada con una axiología personal democrática, el conocimiento tácito de su gran for-
mación y su ingeniosa habilidad para la «operacionalización» de situaciones. La
dimensión de comprensión e interpretación de la subjetividad en tanto que ésta se
constituye en y desde el lenguaje es dada por supuesta; en gran medida, porque sus
conceptos no le permiten reconocerla como tal y reconstruirla en sus propios térmi-
nos y contenidos.
Para ese propósito parece invocar la colaboración de las otras Ciencias Sociales:
Sociología, Antropología, Ciencia Politíca e, incluso, Economía. Pero tampoco eso
parece cambiar su idea de racionalidad científica, idealizada según el modelo de cien-
cia natural, en concreto de la Fisica. Su énfasis en la experimentación, -después
acentuado por sus discípulos~ en la medición precisa, en la explicación sistemática
en detrimento de la histórica ---que no es lo mismo que la genética, subrayada por
Blanco (1991) en su espléndido trabajo sobre la epistemología lewiniana-, en la
neutralidad axiológica pero a la vez en el carácter utilitario del conocimiento, guar-
dan una estrecha continuidad con su programático articulo. Pero muestran también su
visión de la Psicología Social Aplicada como un recurso para la acción estratégica,
como ingrediente de la razón ínstrumental, como una investigación aplicada que faci·
52 Psicología Social Aplicada
lita más el dirigismo tecnocrático que el diálogo emancipatorio. Como él mismo seña-
la (Lewin, 1948, pág. 202): «Como mejor puede caracterizarse la investigación nece-
saria para la práctica social es como investigación para la administración social o
como ingeniería social».
Bien es verdad que, en ocasiones, Lewin frente a esta concepción «administrati-
va» o de <ángenieria socia!», sugiere la del médico:
«Las leyes (las que se supone aplica el cientifico) aplicadas no dicen qué condi-
ciones existen localmente, en un determinado tiempo y lugar. .. Las leyes no
hacen el trabajo de diagnóstico que tiene que hacerse localmente. Ni tampoco
prescriben la estrategia para el cambio. En la administración social como en la
medicina, el profesional tendrá la posibilidad de elegir entre varios métodos de
tratamiento, lo que requerirá de él tanta capacidad e ingenio como la del médi-
co, tanto respecto al diagnóstico como al tratamiento» (Lewin, 1948, pág. 213).
Es un modo de saber que, teniendo los principios generales, los sitúa en la reali-
dad concreta en la que hay que actuar, pero atendiendo cuídadosamente a la realidad
de ésta, y sin perder de vista que se trata de la consecución de un bien, a través de la
delíberación. Pero precisamente porque la realidad humana es acción y no cosa, el
tipo de saber técnico que se aplica a las cosas y su producción debe distinguirse del
tipo de saber que se ocupa de la acción humana, en tanto que ésta se tiene por objeto
a sí misma.
Este punto nos devuelve, en cierto modo, al momento inícial en que las Cíencias
Sociales, para ser científicas, se desvincularon de la ética. Pero si el sentido de un
campo del saber viene dado, en última instancia, por los usos que se hacen del mismo;
por cómo se inscribe en la vida, en la de cada cual y en la de todos, elevando su valor
o degradándola, ampliando su libertad o facilitando su exterminio, entonces, un re-
planteamiento renovado de ese vinculo se hace necesarío, sobre todo en el plano de la
práctica, teórica y aplicada (Bemstein, 1979).
54 Ps/cologla Social Aplicada
A MODO DE CONCLUSION
¿Puede una Psicología Socíal Aplicada íntentar configurarse como un diseño técnico,
como una tekné en sentido aristótelico, o desde la racionalidad científico-técnica, en
la linea que nos ha servido de ilustración, prescindiendo de consideraciones morales,
éticas, en sus propios planteamientos? Por poder, claro que puede; otra cosa es que tal
pretensión tenga la exclusiva validez científica que se dice.
El hecho mismo de que se plantee el problema de las aplicaciones, de cómo poner
en uso y hacer útiles sus enunciados empírico-analiticos, es ya, de suyo, una opción
valorativa, axíológica, al asumir que los relatos que cabe deducir de esos enunciados
son más válidos, plausibles, probables o verdaderos, que aquellos que generan o pue-
dan generar los actores cuyos comportamientos se trata de descríbir y analizar para
actuar sobre ellos; y al asumir igualmente que las consecuencias de dicha actuación
son, en algún sentido, «buenas» para ellos.
Pero precisamente porque cualquier diseño o dispositivo de aplicación psicosocioló-
gica dificilmente puede minimizar el hecho de que se refiere a y trata de influir en los
seres humanos, mantener una actitud intelectual objetivadora, instrumental o estratégica,
no sería sólo éticamente cuestionable, sino científicamente parcial y posiblemente
deformadora. Concebir a los otros sólo desde una perspectiva instrumental y externa
-no como fines en sí mismos, sino como medios para los propios fines o para los de
otros que financiarían su estudio técnico- sólo puede origínarse desde, y conducir a,
una expectativa racional de interacción fundada en la desconfianza y la opacidad y/o
distorsión comunicativa. En la medida en que dicha expectativa se hace presente en la
situación de interacción para la investigación -básica o aplicada- ésta sólo puede conti-
nuar mientras la manipulación o explotación no se haga transparente. De ahí que sólo una
voluntad de comunicación no distorsionada permite concebir la apertura de la subjeti-
vidad en un diálogo orientado hacia la investigación, tanto básica como aplicada. En
esta última, el investigador, en tanto que se le pide ayuda como experto, asume una co-
municación veraz con el cliente, o tiene la convicción de que es posible llegar a ella.
Es en el plano de las aplicaciones, de la práctica, donde se muestra más claramen-
te la exigencia de ampliar la racionalidad científico-social como ciencia cultural,
como saber humanístico, y no meramente como un mímesis de la idea de ciencia
reconstruida o «heredada» de las ciencias naturales. Las Ciencías Sociales, incluida
la Psicología Social, ocupan una posición íntermedia entre las humanidades y las
ciencias naturales, dada esa específica realidad que llamamos ser humano. Por tanto,
sus prácticas profesionales no pueden sino mantenerse dentro de esos dos grandes
marcos de inteligibilidad.
Por ello, la Psicología Social, en la que ha prevalecido una orientación cientifista,
con claras implicaciones tecnocráticas para la práctíca, debe abrirse a una epistemo-
logía crítico-hermenéutica como fundamento tanto de sus investigaciones teóricas
como aplicadas. Lo que le permitiría, además, dar cuenta de sus conexiones concep-
tuales y reales más amplias, desarrollando una autoconsciencia reflexiva de sus pro-
pias prácticas. Afortunadamente, se trata de una sensibilidad científico social que ya
tiene significatívos desarrollos en nuestra disciplina (Ibáñez, 1989;Martín-Baró, 1989;
Concepciones del aplicar 55
Montero, 1994; Crespo, 1995; Serrano, 1995 ) Y de la cual encontrará el lector una
muestra en algunos de los capítulos del presente volumen.
Desde esos presupuestos es posible pensar una Psicologia Social que no sólo re-
fleje y legitime el orden social existente, sino también cuestionar algunos de los valo-
res en que se cimenta ese orden y, desde una racionalidad cientifica ampliada, poder
proponer nuevos valores. Si corno decía Dewey, uno de los aspectos esenciales de la
Democracia es asumir la tarea de pensar la utopia corno posible, no cabe duda de que
una ciencia verdaderamente ilustrada, una ciencia con conciencia, que se sabe inelu-
diblemente eticizada, tiene mucho que hacer en esa tarea. Y la Psicología Social
especialmente. Porque, corno afirman Maturana y Varela (1990, pág. 209):
«Todo acto humano tiene lugar en el lenguaje. Todo acto en el lenguaje trae a la
mano el mundo que se crea con otros en el acto de convivencia que da origen a
lo humano; por esto todo acto humano tiene sentido ético. Este amarre de lo
humano es, en último término, el fundamento de toda ética corno reflexión so-
bre la legitimidad de la presencia del otro.»
BIBL/OGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
El texto proporciona una panorámica actual sobre los debates que en el plano epis-
témico -pero con directas implicaciones prácticas- se han producido en el seno de la
Psicología Social en los últimos años.
Aspectos metodológicos
de la Psicología Social Aplicada!
1 Este capitulo recoge aportaciones hechas al 1 Congreso Nacional de Psicología Social (Grana-
da, 1985). Agradecemos a Andrés Rodríguez la autorización para reproducir aquí parte de las mismas,
publicadas en las actas del Congreso.
58 Psicologfa Social Aplicada
Tarde o temprano quienes se aficionan a pensar seriamente sobre los problemas del
conocimiento y de la acción se ven irremediablemente atrapados por un singular triángulo.
Los vértices están formados p.or tres conceptos estelares del pensamiento cientifi-
co que también aparecen con elevada frecuencia en el lenguaje cotidiano: la teoría, la
práetíea y la realídad.
A nadie escapa que cada uno de estos conceptos disimula tras su aparente inocen-
cia un amplio campo de problemas y de dificultades. Sin embargo, estas dificultades
no son nada cuando se las compara con las que surgen a partir del instante que se
construyen las relaciones que unen a la teoria con la realidad y a éstas con la praxis.
Esta triangulación engendra un espacio en el que quedan encerrados buena parte de
los problemas más pertinaces y recurrentes de la historia del pensamiento. ¿Qué es la
teoria?, ¿qué es la realidad?, ¿qué es la práctica? Pero sobre todo, ¿cómo se relacio-
nan entre si? Son incontables las encarnizadas polémicas que se han librado entre los
lados de este fascinante triángulo:
/TEORIA~
PRACTICA - - - - - - REALIDAD
En relación a este triángulo, podriamos formular tres preguntas que revisten es-
pecial importancia para el conjunto de las Ciencias Sociales:
a) ¿Cuál es el tipo de relación que une la teoria con la realidad, o que une el
conocimiento cientifico con10s hechos?
b) ¿Cuál es el tipo de relación que existe entre la teoria y la praxis, o entre el
conocimiento científico y la intervención práctica?
e) ¿Cuál es el tipo de relación que une la intervención práctica con la realidad en
la que se inserta?
Seria un tremendo error pensar que se puede abandonar la primera de estas pre-
guntas en manos de los/as filósofos/as de la ciencia y creer que sólo las dos restantes
merecen la atención de quienes se interesan por la problemática de la intervención
social. En efecto, no se puede responder a ninguna de estas dos preguntas sin esbozar
también una respuesta para la primera: nuestra idea de cómo se relaciona la teoria
con la realidad condiciona implicitamente nuestra forma de entender la relación en-
tre teoria y prá~tica o entre práctica y realidad. De hecho, cada pregunta remite
inexorablemente a las restantes transformando el triángulo «TPR» en un circulo que
tiene tintes de vicioso:
Aspectos metodológicos de la Psicología Social Aplicada 59
PRACTICA - - - - - - - REALIDAD
el/la primero/a para operar o incidir sobre la realidad. Experto/a en diseñar un «sa-
ber hacen> eficaz, el/la ingeniero/a se nutre del conocimiento científico para articular con
pericia los medios que permiten alcanzar las finalidades prácticas que se le encomiendan.
De forma parecida, el/la investigador/a médico revela los secretos de la enferme-
dad y el/la médico de consulta aplica ese saber para curar a sus enfermos/as. La
Psicología Social Aplicada se basa fundamentalmente en ese modelo. El/la psicólo-
go/a social orientado/a hacia la aplicación es una mezcla de ingeniero/a socia!» y de
«médico de lo socia!». Existe una dependencia funcional clara entre el/la investiga-
dor/a «puro» y el/la experto/a en aplicaciones.
Exceptuando quizás la «action research» de Lewin, no cabe duda de que la depen-
dencia de la práctica respecto a la teoría constituye una representación con profundas
raíces. Muchos/as psicólogos/as sociales aceptarian sin reservas la opinión de Cart-
wright según la cual: «en Psicología Social la teoría hace mucho más que desarrollar
el conocimiento, también proporciona el tipo de comprensión indispensable para
resolver problemas sociales» (Cartwright, 1978).
Si el/la <<ingeniero/médico» de 10 social no es tan eficiente como sus colegas es
simplemente porque la ciencia en que se inspira no ha salido aún de un estado de
relativa inmadurez e imprecisión. Esta situación, por supuesto, es transitoria y con el
progreso del conocimiento cientifico algún día será posible intervenir tan certera-
mente en el campo de lo social como se está interviniendo hoy en el campo de lo
fisico. La misma voluntad de poder que ha impulsado el desarrollo de la Física Teóri-
ca (Hübner, 1981) Y que ha desembocado en el dominio humano de la naturaleza,
parece estar alentando las perspectivas de dominio de la sociedad.
Frente a la concepción «aplicacionista» del saber científico en Ciencias Sociales,
consideramos razonable optar por una visión alternativa que enfatiza el carácter au-
tónomo de la práctica con respecto a la teoría.
Keneth Gergen mantiene unas tesis parecidas al afirmar que la teoría es ya una
praxis y que las teorías ejercen una eficacia directa sobre la modificación de la activi-
dad humana. En efecto, las teorias se formulan necesariamente por medio de un ma-
terial lingüístico, designando con palabras los constructos conceptuales y formulando
definiciones verbales de las entidades abstractas. Ese materíallingüistico es reabsor-
bido por la sociedad, pasando a formar parte del materiallingüistico que constituye
una de las bases más ímportantes del funcionamiento social. El problema es que no
hay teorización «inocente». Parafraseando a Gergen, se puede considerar que la teo-
rización en Ciencias Sociales tiene efectos prácticos por el hecho de vehicular una
determinada lógica de la acción (Gergen, 1982). Esto guarda, sin duda alguna, rela-
ción con la <dabeling theory» y con el supuesto según el cual los conceptos y las
palabras sugieren por si mismos una lógica de la situación y una lógica de la acción.
Las etiquetas verbales, sobre todo si provienen del discurso cientifico, tienen el poder
de engendrar las realidades a las que se refieren. La <dabeling theory» adquiere una
nueva dimensión cuando se la contempla desde la producción teórica de Michel Foucault.
Tanto en su historia de la locura como en su historia de la sexualidad (Foucault, 1976)
este autor nos muestra, magníficamente, cómo la creacción por parte de las Ciencias
Humanas de ciertas categorias conceptuales contribuyen a que tomen cuerpo y se
consoliden socialmente tipos de locuras y de modalidades sexuales que adquieren su
significado y su realidad social precisamente a través de la construcción teórica que
de ellas hace la ciencia. be hecho, en la medida en que lo social es profundamente
simbólico no es de extrañar que las actividades productoras de contenidos conceptua-
les reviertan como tales en la textura simbólica y en el tejido de significados que
estructuran a la sociedad, proporcionándole nuevas realidades.
Gergen explica de forma convincente el proceso de «acomodación» de la pobla-
ción al saber científico, es decir, cómo lo absorbe y cómo éste crea realidades socia-
les. Moscovici recoge este aspecto pero también analiza el proceso complementario
de «asimilación». En efecto, las teorías cientificas no pasan directamente y en su
forma original a engrosar el bagaje cultural de una población y a modificar su sentjdo
común. Sufren una transformación, una asimilación que las modifica y que constituye
su condición de aceptabilidad para el sentido común. Moscovici describe con detalle
los diferentes mecanismos que intervienen en el proceso de asimilación y de los cuales
dos nos interesan aqui de forma directa. El primero es bien conocido y consiste en la
transformación de los conceptos abstractos y de los constructos teóricos en imágenes
figurativas. Esta traducción al lenguaje figurativo permite comprender y utilizar, aun-
que sea intuitivamente, las abstracciones teóricas, a costa, por supuesto, de alterarlas
de forma más o menos drástica. El segundo mecanismo consiste en un proceso de
«ontización» que confiere un estado de sustancia al constructo teórico. «La ontología
del sentido común se apropia los seres lógicos o simplemente verbales en tanto que
objetos realeS» (Moscovici y Hewstone, 1984). Así, por ejemplo, los «complejos» de
la teoría psicoanalítica adquieren una cierta realidad fáctica, de orden biológico, y
casi parece posible extirparlos quirúrgicamente como si de tumores malignos se tratara.
Contra la idea, aquí definida, de que las teorias engendran realidades se podria
objetar fácilmente lo siguiente: en la medida en que las teorias se asientan sobre
Aspectos metodológicos de la Psicología Social Aplicada 63
LA AUTONOMIA DE LA PRACTICA
La intervención social «práctica» no constituye una «aplicacióm) del saber teórico.
Hoy en dia se vuelven a tomar seriamente en consideración las reflexiones aristotéli-
cas sobre la diferencia de naturaleza entre el saber teórico y el saber práctico (véase
por ejemplo Bouveresse, 1984 y Putnam, 1984). No es el mismo tipo de racionalidad
el que opera en la razón práctica y en la razón cientifica, aunque ambos sean igual-
mente racionales. Existen un conocimiento y un saber que son irreductiblemente prácticos
y poseen una autonomia y una racionalidad que les son propias. En efecto, en la razón
práctica no se puede ir desde una ley general hasta un caso particular, no se despren-
den conclusiones necesarias a partir del establecimiento de las premisas. El razona-
miento práctico parte de la propia práctica y desemboca sobre ella, tomándola ella
misma como marco de referencia. Las reglas pertinentes se establecen en base a los
casos particulares y se verifican sobre esos casos particulares. Es por ello que Feyera-
bend insiste cOf\razón sobre la idea de que el ámbito del conocimiento es mucho más
amplio que el ámbito de la ciencia y que son muchos los «saber hacen) que no presu-
ponen conocimientos de orden teórico: «Se aprende en contacto directo hasta que se
domina el objeto en base al propio ejercicio... las reglas se elaboran en lá práctica,
no la preexisten)) (Feyerabend, 1982). Por lo tanto el/la psicólogo/a social orientado
hacia la intervención social no está en una relación de subordinado respecto del/la
psicólogo/a social orientado/a hacia la producción de saber cientifico. Es la propia
práctica del/la primero/a, irreductible a cualquier legislación desde la teoria, la que
indica qué tipo de producción teórica puede eventualmente utilizar y de qué forma.
La imposibilidad de aplicar el conocimiento teórico se basa también en otras con-
sideraciones que atañen tanto a las característícas del objeto social como a la propia
naturaleza de la teorización social.
serie de requisitos que están precisamente ausentes del objeto social. En efecto,
el control del objeto pasa por la posibilidad de formular predicciones relativamen-
te seguras sobre su comportamiento, en base al conocimiento de las leyes que lo ri-
gen, junto con el conocimiento de su estado inicial. Esto implica que el objeto sea en
buena medida formalizable, que obedezca a un determinismo suficiente (aunque sea
probabilistico) y que su comportamiento no se altere por el hecho mismo de formular
una predicción. En estas condiciones la ciencia nos indica cuál será la evolución
temporal del objeto y nos indica, por el mismo hecho, cómo deberíamos alterar su
estado inicial para que su evolución siguiera otra trayectoria. En otras palabras, la
ciencia nos indica cómo alterar el presente para que advenga talo cual futuro. El
problema está en que el objeto social ni es formalizable, ni obedece a un detehninis-
mo suficiente, ni tampoco es insensible al conocimiento y á las predicciones que de él
se formulan.
El objeto social no es formalizable porque su estructura no es de tipo paramétri-
co (Harré, 1977), porque reposa sobre reglas históricamente elaboradas, y por lo tan-
to modificables, porque sus condiciones de funcionamiento implican que sea un siste-
ma suficientemente vago para que puedan articularse las interacciones sociales y
negociarse las situaciones, y finalmente, porque se caracteriza por una dimensión
hermenéutica que lo define profundamente. Esta última característica bastaría por si
sola para otorgar un aspecto informal al objeto social ya que el significado es inseg-
mentable, presenta connotaciones indefinidas y nunca puede ser alcanzado en su ex-
haustividad, es decir, en definitiva, que el significado no es formalizable (Castoriadis,
1978).
El objeto social escapa en buena medida al determinismo por el hecho de consti-
tuir un sistema autorganizativo (Prigogine y Stengers, 1979; Ibáñez, 1985) y también
en la medida en que la actividad de sus miembros, dotados de conciencia (con todo lo
que esto implica) es del orden de la acción y no del orden del comportamiento (Sho-
tter, 1983). Por fin, todos conocemos la existencia de predicciones auto-realizadoras
y de predicciones auto-destructivas que tan sólo constituyen un aspecto del fenómeno
del «enlightment» descrito por Gergen.
No debe
La naturaleza hermenéutica de las situaciones sociales hace que unja observador/a
exterior deje escapar una serie de variables y de aspectos fundamentales de la misma
por la simple r~zón de que estos aspectos no tienen referentes observables y porque
no siempre aparecen en las verbalizaciones de los las protagonistas de la situación. Es
únicamente desde «dentro», metiéndose, por asi decir, en la piel de quienes viven la
situación como se captan los significados profundos que estructuran una realidad
social. Pero ademas, el ideal científico de un agente conocedor independiente del
objeto conocido reviste, en este caso, fuertes connotaciones ideológicas. Si el/la psi-
cólogo/a social desea que la situación problematica se resuelva a satisfacción de las
personas que la sufren directamente, no le queda más remedio que «entran> en la
situación y vivirla desde dentro, ta!'to en la fase diagnóstica como terapéutica. En
caso contrario tanto el diagnóstico como la terapia se realizan desde el punto de vista
y desde los intereses de una entidad exterior a la población estudiada, es decir, en este
caso, desde el punto de vista de la entidad que paga al/la psicólogo/a social. Será
desde fuera como se evaluará si la situación ha sido resuelta positivamente y por
definición los criterios serán los de la entidad externa, pudiendo o no corresponder
con los criterios de la población tratada.
Por supuesto, no estamos sugiriendo que ellla psicólogo/a «sea» como sus «pa-
cientes», la etnología nos pone sobradamente en guardia contra esa pretensión. Esta-
mos abogando contra el clásico énfasis que se pone, en nombre de la objetividad y a
veces de la deontologia, sobre la necesaria distancia que debe medíar entre ellla inter-
ventor/a y el objeto intervenido. También hay que tomar en consideración las exigen-
cias de la objetividad puesto que al implicar una exterioridad siempre conllevan una
supeditación a los criterios y a los intereses de una entidad distinta a la que está siendo
diagnosticada o intervenida.
No puede
Todo el mundo admite que las intervenciones, además de tener efectos a largo plazo,
impredictibles y a veces perversos, generan una serie de efectos en retorno. Se reco-
noce que ellla psicólogo/a social sale transformado/a tras cada una de sus interven-
ciones, pero esta transformación se expresa en términos de incremento de experien-
cia, de mayor pericia, o de mejoramiento de su «saber hacen>. Se pasa generalmente
por alto una modificación más profunda. La realidad modificada por la intervención
modifica a su vez la relación que existe entre la realidad social y ellla interventor/a.
Este/a trabaja sobre una realidad reactiva que al ser modificada lo/a modifica «ipso
66 Psicologfa Social Aplicada
LA INVESTlGACION y EVALUACION
POR INDICADORES SOCIALES
El interés por los indicadores sociales aparece cuando se perciben sus ventajas en la
descripción y comunicabilidad de procesos y fenómenos sociales altamente comple-
jos. La posibilídad de redl,lcir todo el contenido significativo de los mismos en una
expresión simple, nítida, transmisible, condujo a un masivo intento de simplificación
de las realidades sociales. Sin embargo, la dificultad principal en el desarrollo de este
tipo de investigación ha residido en la desatención, cuando no abandono, de la teoría
como marco necesario para la interpretabilidad y compresión de esos procesos sociales.
En el ámbito de la Psicología Social Aplicada también se puede encontrar el uso
de estos procedimientos. Para Casas (1989), los indicadores psicosociales permiten
un conocimiento progresivo y la medición, aunque sea aproximada, de fenómenos y
procesos sociales fácilmente conceptualizables en el marco de teorías psicosociales.
Podemos convenir con este autor en que, efectivamente, este uso de indicadores psi-
cosociales ha permitido que cuestiones o situaciones de dificil medición y estimación
pasaran a ser objeto de interés para la intervención y para el desarrollo de programas.
Pero a la vez se puede afirmar también que la conjunción de elementos típícamente
cuantitativos junto a otros, necesariamente cualitativos, sin las herramientas teóricas
y metodológicas pertinentes, han favorecido la simplificación y un efecto de sobreva-
loración de la importancia del índíce sobre las necesidades de comprensión.
coln, 1994), la referencia más importante para los próximos años en este campo, se
dice que ha sido precisamente en las últimas dos décadas cuando se ha producido este
importante cambio en las Ciencias Sociales. En la práctica se aprecia, efectivamente,
cómo los estudios empiricos se realizan cada día más sobre la base de métodos cuali-
tativos. No puede decirse que el uso de métodos cuantitativos haya dejado de ser el
dominante, pero cada dia es más importante la apuesta cualitativa.
La investigación en la intervención no ha sido ajena a esta evolución tanto en los
aspectos teóricos como en los metodológicos. En coherencia, detallaremos una pro-
puesta metodológica basada en esta perspectiva.
La Investigación-Acción Participante
La «Grounded Theory,,2
Recibe el nombre de «Grounded Theory» una teoria derivada inductivamente del
estudio del fenómeno del que da cuenta. Esta teoría se descubre, se desarrolla y se
El Análisis ConversacIonal
La Etnometodología (Coulon, 1987) es una rama de la Sociologia, aparecida en los
años sesenta, que supuso una ruptura importantísima con las tradiciones teóricas es·
tándar, aportando un enfoque distinto centrado en el análisis de los procesos «micro»,
y apostando por la comprensión de los procesos sociales antes que por su explicación,
y el estudio mediante métodos cualitativos antes que cuantitativos.
El Análisis Conversacional (AC) (Atkinson y Heritage, 1984; Boden y Zimmer·
man, 1991) es uno de los métodos que surgen de la Etnometodologia. Debido a este
origen, el AC estudia procesos psicosociales que se dan en situación de interacción
«cara a cara». Su punto de partida básico es que el lenguaje puede ser comprendido
por su uso y, por ello, reconoce la conversación como la forma social del lenguaje, es
decir, «de hacer cosas con las palabras» conjuntamente con otras personas (Antaki,
1994; Kottler y Swartz, 1996).
El planteamiento del AC asume, como la Etnometodologla, que el objetivo princi-
pal es el de buscar, empiricamente, cómo las personas actúan en su cotidianeidad y
• mediante qué procedimientos les dan sentido a sus acciones. El postulado básico del
AC es que el significado no es el resultado de una operación que unja observador/a
extemo/a de las acciones de la gente realice, sino más bien el intento de aprehensión
del significado que las personas participantes en una situación dan a sus propias ac-
ciones, a la situación misma y a las consecuencias que se derivan de ellas.
La consecuencia de ello es muy importante para la investigación. En efecto, este
postulado implica que los procesos que se analizan son construidos por las personas
que participan en la interacción y, por lo tanto, que el significado lo proporcionan las
personas interactuantes y no los/as analistas (Antaki e Íñiguez, 1996; Diaz, 1996).
Pudiera parecer una cuestión de detalle pero este postulado tiene una implicación
capital: la posición de los/as investigadores/as no es la de comprender, ellos y ellas
mismos, qué está sucediendo y qué significa lo que está sucediendo, sino más bien,
cuál es el significado que los propios actores/as de un contexto particular dan a sus
aCClOnes.
El procedimiento técnico del AC consiste básicamente en el análisis de los turnos
de intervención en las conversaciones, identificando las implicaciones que cada uno
de los turnos conlleva y en la identificación del sistema de normas y de reglas que se
Aspectos metodológicos de la Psicología Social Aplicada 77
Observación Participante
La Observación Participante es una de las técnicas privilegiadas por la investigación
cualitativa. Consiste, en esencia, en la observación del contexto desde la participa-
ción no encubierta y no estructurada del propio investigador o investigadora. Suele
alargarse en el tiempo y no se realiza desde la realización de matrices o códigos
estructurados previamente, sino más bien desde la inmersión en el contexto. Este tipo
de observación proporciona descripciones de los acontecimientos, las personas y las
interacciones que se observan, pero también, la vivencia, la experiencia y la sensa-
ción de la propia persona que observa.
Cuando la observación participante se realiza en el marco de un diseño etnográfi-
co o cuasi-etnográfico, el resultado de la observación se materializa en el libro o
cuaderno de campo que contiene tanto las descripciones como las vivencias e inter-
pretaciones del/la observador/a.
ELEMENTOS DE CONCLUSION
Hemos pretendido a lo largo de este capitulo dibujar una posición determinada desde
la que entender las prácticas de la Psicologia Social Aplicada. Como toda posición
construida sobre un cierto entramado epistemológico, metodológico, ético y político
se diferencia de otras posibles posiciones, enfrentándose incluso a algunas de ellas,
pero permitiendo en todo caso el debate enriquecedor de toda empresa científico-
social. La asertividad en la definición de esta posición, no debe llevar a la suposición
de que es rígida e inamovible. Por suerte, la aceptación del postulado dialógico es
aplicable también aquí. No obstante, en la línea de concluir, insistiremos sobre algu-
nas de las carateristicas básicas.
Aspectos metodológicos de la Psicologfa Social Aplicada 79
Hemos postulado la autonomia del saber teórico respecto del saber práctico y
viceversa, y hemos argumentado las razones para ello. Esto nos ha conducido a sos-
tener la imposibilidad de aplicación del conocimiento teórico en la práctica. También
hemos señalado que el/la profesional orientado!a a la práctica o a la intervención
no puede entenderse a si mismo como exterior a la realidad misma sobre la cual
opera. Efectivamente, sólo desde el interior de esa «realidad» puede entenderse que
se puedan aprehender los significados construidos en su seno. También hemos inten-
tado asentar la idea de que toda investigación es, en si misma, una intervención, de
modo que el!la profesional orientado!a a la investigación, igual que el orientado!a a la
intervención se ven envueltos voluntaria o involuntariamente, en la transformación
de la realidad.
La propuesta metodológica realizada pretende responder a las demandas que se
desprenden de la posición señalada. La apuesta por métodos cualitativos, la estimula-
ción o la vehiculación de la participación de todo sujeto agente social, se ha vertebra-
do de modo que respeta los condicionantes mínimos que la puedan hacer asumible
desde una posición critica. Pero, no obstante, ninguna opción metodológica debe arrogarse
la exclusiva ni erigirse en dictadora sobre cualquier práctica de investigación. En
nuestra opinión, mantenida con la misma asertividad que el posicionamiento anterior,
es preciso mantener un grado suficiente de <<independencia» metodológica, es decir,
es necesario no ser esclavo o adicto a un tipo de procedimiento, sino determinarlo
más bien en función de 10 que se pretende, conociendo, y asumiendo, eso sí, sus
defectos, sus limitaciones y sus consecuencias.
BIBLlOGRAFIA
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80 Ps!cología Social Aplicada
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
ANTAKI, C. (1994). Exp/aining and arguing. The social Organization of Accounts. Londres:
Sage.
Sin ser propiamente un libro sobre Análisis Conversacional, asUme tanto la tradi-
ción teórica de la Etnometodología como las aportaciones metodológicas del Análisis
Conversacional, en la más contemporánea concepción de los procesos sociales desde
la Psicología Social. El libro trata fundamentalmente de las explicaciones y argumenta-
ciones que todas las personas proporcionamos en nuestra vida cotidiana con una bate-
ría de herramientas conceptuales y metodológicas.
HAMMERSLEY, M. y ATKINSON, P. (1983). Etnografia. Métodos de investigación. Barcelona:
Ediciones Paidós. 1994.
De forma clara y muy detallada estos dos autores presentan el método etnográfico
enmarcado en su tradición disciplinar y teórica, describen sus características e indican
cómo debe realizarse un diseño etnográfico. Es imprescindible para un acercamiento a
este método.
MONTERO, M. (Coor.) (1994). Psicología Social Comunitaria. Guadalajara, México: Univer-
sidad de Guadalajara.
Se trata de un texto recopilatorio de las distintas concepciones y prácticas de la
Psicología Social Comunitaria, tal y como se concibe y practica en Latinoamérica. En
la obra, se encuentran perfectamente descritas las cuestiones centrales que atañen a los
marcos teóricos y metodológicos, y posibilita la familiarización con las formas de In-
vestigación Acción Participativa.
STRAUSS, A. (1987). Qualitative ana/ysis for social scientists. Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press.
Es la obra inaugural de la «Grounded Theory» en la que se especifica su proceden-
cia teórica, se delimita el marco conceptual y metodológico y se indica la forma de
realizarlo. Con menor interés histórico, pero más actual, es interesante consultar la
obra de Slrauss (1987).
APLICACIONES
DE LA PSICOLOGIA SOCIAL
e A P T U L o
JOSEP M.I SlANCH
Introducción
Economía y experiencia humana
La cosmovisión industrialista
El horizonte postindustrial
Bibliografía
Lecturas complementarias
86 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
Ante la mentalidad moderna industrial, el trabajo aparece como un fenómeno pancul-
tural y un factor clave de la experiencia humana. No sólo como un simple medio
económico de satisfacer necesidades materiales, sino también como patrón regulador
del intercambio de bienes y servicios, contexto fundamental de las relaciones sociales
e interpersonales y eje vertebrador de la vida de las gentes y de los pueblos, de las
ciudades y de las naciones. Constituye también un principio básico de la organización
del espacio-tiempo antropológicos (desde la planificación de los territorios locales y
de las redes globales de la información y la comunicación hasta la del ciclo vital de
los individuos y del tiempo cotidiano de las comunidades) y, en definitiva, un soporte
básico del orden moral, económico, social, juridico, politico y cultural.
Tanto es asi, que el sentido común y el pensamiento social contemporáneos -los
que se producen, construyen, reflejan y condensan en los libros, así como en los
mensajes de otros poderosos media- giran en torno a la consideración del mismo
como circunstancia vital de primera clase (Rodríguez, 1990), dispositivo relevante
del principio de realidad (Freud, 1930), dimensión constitutiva de la condición hu-
mana (Arendt, 1958) y factor consubstancial a la existencia mundana e inherente a la
misma naturaleza de los seres humanos (Marx, 1844).
Esta imagen de universalidad -sintesis de ubicuidad y eternidad- le confiere la
connotación de necesidad inevitable e inescapable, de destino ineludible e incuestio-
nable. Por supuesto, un fenómeno de tal entidad no ha pasado desapercibido para la
Psicología Social Aplicada.
El objetivo del presente capitulo consiste en brindar no tanto un panorama retros-
pectivo de las aportaciones disciplinares a la investigación y a la intervención sobre el
tema cuanto una aproximación prospectiva al estado de la cuestión, atendiendo a las
implicaciones teóricas y prácticas del vertiginoso proceso de cambio de gestalt del
macroentorno socioeconámico.
Se ofrece, por tanto, más que una revisión erudita del estado actual de los desarro-
1I0s de la disciplina, una señalización de problemas que (aún) no figuran explicita-
mente como urgentes ni prioritarios en la agenda de la reflexión teórica ni en el orden
del dia de la planificación y la gestión politicas.
Ello conlleva una atención particular, por una parte, a las premisas mitológicas
subyacentes al (meta) paradigma en el que cobran significado y sentido las preguntas
y las respuestas cientificosociales e ideológico-politicas convencionales sobre el tra-
bajo y el empleo a lo largo de la modernidad industrial y, por otra, a las tendencias de
crisis no detectables ni predictibles desde esa perspectiva normal, así como a las
anomalias inexplicables e irresolubles desde la misma.
El trabajo es una institución tan antigua como la misma humanidad. A lo largo del
tiempo y a lo ancho del espacio socioculturales, no sólo diversifica su escenario, su
trama y sus actores, sino que también metamorfosea el sentido, el valor, el significado
y las funciones que le son encomendadas.
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jo conlleva de relatividad situacional y de variabilidad contextual y, por otro, vislum-
brar algunas relevantes implicaciones ideológico-politicas, socioculturales y psicoló-
gicas del actual proceso de transición hacia la era postindustrial.
Un breve repaso esquemático de algunos hitos del legado cultural de las socieda-
des precapitalistas permite comprender que lo que está en juego en la actual crisis del
mercado laboral del mundo industrializado no son realidades eternas e inmanentes a
la naturaleza humana; sino, en gran manera, contingentes a las construcciones socio-
culturales propias y caracteristicas de lo que Saint-Simon (1820-22) bautizó, hace
menos de dos siglos, con el nombre de sistema industrial.
En las sociedades primitivas, la actividad laboral consiste en una interacción homo-
natura; en las sociedades industriales, se caracteriza por la mediación instrumental
de unas máquinas y herramientas más o menos sofisticadas. En las postindustriales,
se trata, como ya apunta Bell (1973), de juego entre personas, que intercambian espe-
cialmente información.
Cada uno de estos entornos, eras o civilizaciones conlleva su propia fundamenta-
ción filosófica y, en definitiva, su cosmovisión subyacente. En el presente apartado,
se trata de reconstruir los ejes vertebradores de la cultura preindustrial del trabajo. En
el siguiente, se realiza lo propio con la industrial. Los ulteriores aportan esbozos de
lo que podrian constituir rasgos signi ficativos de la cultura laboral de la era postin-
dustrial.
Psicología Social del trabajo 89
LOS ORIGENES
El trabajo prehistórico está exclusivamente orientado a la satisfacción de necesidades
humanas básicas y es realizado por la totalidad de los miembros del grupo. Según
Sahlins (1977), en las sociedades precapitalistas, se trabaja sólo el tiempo necesario
para la obtención del sustento material: Esa cultura económica gira en torno a la
noción de equilibrio; esto es, de armónica adecuación entre los recursos obtenidos y
las necesidades percibidas, entre los bienes fisicamente disponibles y los deseos so-
cialmente sostenibles.
En las cosmovisiones orientales, africanas y americano-precolombinas, la activi-
dad laboral aparece asociada a la lógica de la subsistencia material cotidiana y, por
tanto, como un imperativo del principio de realidad de la existencia mundana. Lo cual
no guarda ningún tipo de relación necesaria con la moderna concepción de la raciona-
lidad económica asociada al progreso material.
LA PERSPECTIVA BIBL/CA
El Libro del Génesis se hace eco de las tres tradiciones fundamentales del Judeo-
Cristianismo concernientes al sentido y al valor del trabajo:
- Una experiencia negativa. El capítulo III del mismo Génesis alude a lo que el
trabajo conlleva de castigo por el pecado: Comerás el pan con el sudor de tu
frente (3, 19). Esta maldición divina que pesa sobre la naturaleza humana
caida va asociada, además, al parto con dolor, a las espinas y cardos que
produce la tierra, a la enfermedad y la muerte.
- Una tarea positiva. Los mismos dos primeros capítulos señalan la actividad
laboral como un imperativo divino, como la misión de ocupar y someter la
90 Psicologfa Social Aplicada
Esa tradición, sin embargo, no va más allá de una simple concepción instrumental
del trabajo: por un lado, da por supuesto que quien construye la casa la habita, quien
planta viñedos bebe vino y quien cultiva el campo come sus productos (cf ¡saias
62, 8ss.; Amós 9, 14). Pero, por otro, invita a quienes se obsesionan por el qué comeremos,
qué beberemos y con qué nos vestiremos a imitar las aves del cielo, que no siembran
ni siegan y los lirios de los campos, que no sefaligan ni hilan (Mateo 6, 26ss.). Puesto
que, ¿qué le queda al ser humano de todo su trabajo y de los esfuerzos que ha reali-
zado a lo largo de su vida? (...) Dias defaliga y noches de insomnio. También eso es
vanidad (Eclesiastés 2, 22-24). Por eso, el Evangelio cristiano proclama que no sólo
de pan vive el ser humano (Lucas 4, 4); por lo cual invita a trabajar, pero no por el
alimento perecedero, sino por el que proporciona vida eterna (Juan 6, 27).
En tal contexto, no resulta pues sorprendente que, entre las múltiples categorias
de personas bienaventuradas (los pobres de espiritu, quienes tienen hambre y sed de
juslicia, los limpios de corazón, los pacificas ... ) no figuren los trabajadores a secas.
LA TRAD/C/ON GRECORROMANA
Constituye el otro pilar de la cultura occidental preindustrial. Al igual que la judeo-
cristiana, refleja diversas connotaciones del trabajo con un denominador común: como
sugiere Hesiodo (1984), en el siglo VIII a.C., en su obra Los trabajos y los dias, los
unos van tan indisolublemente unidos a la vida humana como los otros.
Si la Biblia inspira ambivalencia ante el trabajo, la filosofía griega clásica presen-
ta el trabajar como un mal necesario y una maldición ineludible para los muchos que,
gracias a su esforzada labor, hacen posible la actividad ociosa (liberada del trabajo)
de los pocos privilegiados. Así, pues, en la polis, la división del trabajo da pie a la
categorización social ciudadanos/esclavos que, a su vez, remite a la diferenciación
ociosos/trabajadores.
A juicio de Arendt (1958), la indignidad de la esclavitud antigua no se fundamen-
ta exclusivamente en lo que Marx & Engels (1848) presentan en términos de explota-
ción y dominación de una clase social por otra; sino, principalmente, en la subordina-
ción del colectivo de esclavos a la lógica de la necesidad (de trabajar): lo que, según
esta autora, sintomatiza y sintetiza el estigma de la esclavitud no es tanto la privación
política de libertad cuanto la imposición social del trabajo. En otros términos, las
connotaciones negativas del estatus de esclavo derivan más del hecho de ser cosa de
Psicologfa Social del trabajo 91
LA CRISTIANDAD MEDIEVAL
Las tradiciones bíblica y grecorromana laten en la visión de la vida y en las prácticas
sociales de la Europa del medioevo: aquí, el protagonista del trabajo es el siervo,
mitad persona y mitad esclavo, sólo a medías causa sui. Con su actividad laboral,
garantiza la dignidad de su señor, que le domina, explota y ampara. En ese contexto,
el trabajar sigue constituyendo una simple actividad práctica instrumental socialmente
subvalorada, al permanecer vinculadas la nobleza, la virtud y la santídad al no-trabajo.
San Agustín afirma la primacía de la Ciudad de Dios sobre la Ciudad Terrena, al
igual que San Benito la del ora sobre el labora y Santo Tomás la de la piedad sobre el
trabajo. El ideal griego de la sjolé es mantenido por la tradición monacal, que desa-
rrolla la filosofia escolástica. Si bien los monjes de Cluny practican tareas laborales
como una especie de terapia preventiva contra el vicio de la acedia (pereza e inape-
tencia espiritual) y los renovadores cistercienses valoran positivamente el carácter
redentor del mismo trabajo manual, la emergencia de las órdenes mendicantes (fran-
ciscanos y domínicos), que imitan los gestos y el estilo de vida de los mendigos,
vuelve a poner las cosas en su sitio y a expresar la profunda ambivalencia medieval
ante el trabajo.
LA COSMOVISION INDUSTRIALISTA
INTRODUCCION
Entre los pilares mitológicos sobre los que se construye la modernidad y se consuma
la revolucíón industrial destaca el trabajo, entendido como el motor de un progreso
guiado por la razón.
El presente capítulo trata sobre algunos aspectos de lo que el sistema industrial
conlleva de especificidad e innovación históricas con respecto a las socíedades preca-
pitalistas. En primer lugar, se expone precisamente el proceso de centralizacíón so-
cial de la práctica laboral mediante el establecímiento del trabajo como categoría
ética, antropológica y cultural fundamentalmente. Después, se revisa la incidencia de
esta reconceptualización del trabajo sobre el sentido común, la experiencia cotidiana
y la dinámica sociopolitica.
Alvaro, 1992; Blanch, 1990; Furnham, 1990; Harding et al. 1986; Kahn, 1981; MÜW,
1987; ü'Brien, 1986, 1987; ürizo, 1991; Peiró et al, 1993; Stoetzel, 1983; Warr, 1987).
EL ASCETISMO LABORAL
La esclavitud y la servidumbre connotan motivación extrínseca para el trabajo (coer-
ción, miedo al castigo, palos, pan, protección...). La actividad empresarial y profesio-
nal, en cambio, parecen sobre todo impulsadas, orientadas y sostenidas por factores
intrínsecos, de carácter autorrealizador y expresivo.
Entre la imposición de la actividad laboral a la clase trabajadora y la reivindica-
ción del derecho al trabajo por la ciudadanía, se ha producido una revolución cultu-
ral de primer orden, que ha arraigado no sólo en las vanguardias ideológicas, sino
también en el sentido común y en la opinión pública.
Max Weber (1905) detecta, en la transformación (por los predicadores populares)
de la teologia protestante en moral cotidiana, uno de los factores decisivos de la irrup-
ción histórica y del arraigo social del espíritu del capitalismo en las sociedades que
lideran la revolución industrial. Entre los rasgos caracteristicos de este nuevo ethos,
figuran el ascetismo intramundano, la proscripción de la ociosidad y la correspon-
diente prescripción de la laboriosidad, la exaltación de la moral profesional como
patente de virtud, la racionalización instrumental de la actividad productiva y del
progreso material, asi como altas dosis de motivación intrinseca, de locus de control
interno y de incentivación por el logro. Al vivir el creyente protestante el trabajo no
como un castigo para los condenados, sino como una oportunidad para rastrear en el
espacio-tiempo del sistema productivo los indicios de su salvación escatológica y
como una especie de misión para los elegidos, su fe se traduce en pasión por el aho-
rro, iniciativa para la inversión, capacidad de esfuerzo, constancia y disciplina labo-
rales y, en último término, en eficacia y eficiencia económicas.
Si bien las tesis weberianas son objeto de una notable controversia en el campo de
las Ciencias Sociales con respecto a la contribución del protestantismo a la nueva
moral industrial, parece fuera de duda que esta orientación religiosa ha contribuido
decisivamente al desplazamiento moderno de la valoración del trabajo desde el polo
biblico del castigo hacia el de la vocación, hasta el punto en que -como observa
Stoetzel en su versión del informe final del primer estudio sobre los valores del tiem-
po presente impulsado por la European Values Systems Study Group Foundation-~
actualmente, nadie en Europa considera la obligación de trabajar como un escándalo
o una maldición (1986, 163).
LA ANTROPOLOGIA TRABAJISTA
Uno de los principales inspiradores de la consciencia y la motal burguesas, Benjamin
Franklin (1729), define al ser humano como animal productor de instrumentos (1001-
making animaf). El principal detractor de la ideología de esta clase emergente, Karl
Marx (1844), va en ese sentido, aún más lejos: su Materialismo Histórico define al
índividuo humano como productor, los procesos sociales en términos de relaciones
Psicologla Social del trabajo 95
EL CUL ro AL EMPLEO
Tener empleo no es sólo un trabajo y un salario; es tener un lugar en la sociedad.
(Diaz & Luceras, 1996)
en los más diversos sectores profesionales y ejecutivos. En esta linea, Schaeff &
Fassel (1988) describen las addictive corporations como entornos facilitadores del
desarrollo de ese trabajoholismo y de la extensión de la epidemia psicológica de
personalidades tipo A.
El panorama descrito da una idea de la complejidad de procesos socioculturales
como el que aqui se analiza.
Según Salmaso & Pombeni (1986), el núcleo de la representación social del traba-
jo que aflora al sentido común caracteristico de las sociedades industriales remite a
una actividad que exige esfuerzo físico y mental, ocupa mucho tiempo, permite ga-
narse la vida y proporciona satisfacción, oportunidades de autoexpresión y sentimien-
tos de logro y de utilidad social.
El equipo MOW (1987), realiza una importante investigación transcultural, de
diseño transversal, sobre lo que significa trabajar en régimen de empleo remunerado,
focalizando especialmente los siguientes aspectos:
Del informe final del estudio destaca, en primer lugar, una doble constatación: la
de una alta centralidad del trabajo en todas la categorias de sexo, edad y país, en el
marco de una notable variabilidad interindividual, internacional e intercategorías pro-
fesionales.
Asimismo, deja constancia de la alta importancia dada globalmente a los dere-
chos laborales y de relativos indicios de un posible suave declive de la importancia
concedida a los deberes (el carácter transversal de la ínvestígacíón no permite pro-
fundizar en este aspecto).
¡ Lo que aparece como más deseable de un trabajo es, por orden de importancia, el
interés de la tarea, la buena paga, la capacidad de autonomía, el ambiente laboral, la
segurídad e higiene, la adecuación del puesto a las propias competencias, las oportu-
nidades de aprender, la variedad, el horario, el entorno físico y las oportunidades de
promoción. A ese respecto, la investigación confirma la hipótesis de que, en los altos
niveles de cualificación profesional y de categoria del puesto, predominan las funcio-
nes expresivas del trabajar; mientras que, en el extremo contrario, destacan las instru-
mentales.
Posteriormente, el equipo WOSY (1989; Peiró et al, 1993)) pone en marcha un
estudio longitudinal, también a escala internacional, sobre algunas tendencias de cambio
en el significado del trabajar que se producen a lo largo del complejo proceso de la
socialización en el mundo de la empresa (de formación de la personalidad laboral),
focal izando las primeras fases del mismo, las de la transición juvenil hacia la inser-
ción en el ámbito de una organización laboral.
Psicología Social del trabajo 99
EL HORIZONTE POSTINDUSTRIAL
Nuestras comunes imágenes del trabajo están anticuadas. Nos retrotraen a Adam
Smith y Karl Marx, a la división del trabajo y a la alienación. Más recientemente,
nos llevan de nuevo a C. W. Mills y a la naturaleza de la oficina. El hecho es que
aún tendemos a pensar en el trabajo príncipalmente en térmínos de Los Tiempos
Modernos de Ch. Chaplin o en el A nous la liberté, de R. C/aír. Todas esas imáge-
nes y crítícas fueron, en un tiempo, exactas. Pero se aplican al índustrialismo tradi-
cional y no al nuevo sistema que se está desarrollando hoy con rapidez. (A.Toffler
1983, 45).
INTRODUCCIOH
EL ESCENARIO GLOBAL
El llamado New Global arder surge de la confluencia de múltiples factores, entre los
que sobresalen la mundialización de la economía y del mercado (esto es, de los bienes
y servicios, del capital financiero e industrial, de las mercancías y de la mano de
obra), la multinacionalización y desnacionalización empresarial, la macrorregionali-
zación político-administrativa (con la consiguiente minimización del Estado tradicio-
nal: demasiado grande para afrontar los problemas locales; demasiado pequeño para
resolver los globales), el ocaso de los viejos bloques políticomilitares y la transforma-
ción del mundo en una aldea global por las nuevas tecnologías de la información y de
la comunicación.
Se caracteriza por la institución de grandes mercados, que tienden a constituir,
a su vez, grandes espacios económicos, demográficos, socíales y políticos. Hacia
ello apuntan, efectivamente, el Tratado de la Unión Europea, el Tratado de Libre
Comercio en América del Norte, los actuales procesos en marcha de integración re-
gional del Sudeste Asiático y de América del Sur y la transformación del GATT
en una organización multilateral de comercio, que trata de promover y garantizar
un desarrollo sostenible y armónico de los intercambios comerciales a escala
mundial.
Tales espacios mercantiles son cada vez más abiertos, permeables e interdepen-
dientes, debido a las oportunidades que brinda -y, al tiempo, a los imperativos que
impone- la libertad de los movimientos de capital (de la mano de las nuevas tecno-
logias de la comunicaciuón y de la información) a los operadores económicos y finan-
cieros.
Teniendo en cuenta, además, la vertiginosa inserción de los países en vías de
desarrollo y de los excomunistas en la esfera de los intercambios mundiales, el Libro
Blanco Delors no duda en considerar que se está produciendo una nueva ruptura a ese
respecto, un salto cualitativo equiparable al de lafundación del sistema multilateral
de intercambios comerciales, fruto de los acuerdos de Breton Woods, finalizada la
Segunda Guerra Mundial (CCE 1994, 12).
EL ORDEN TECNOPRODUCTlVO
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) están transformando
profundamente numerosos aspectos de la vida económica y social, como los métodos y
las relaciones de trabajo, la organización de las empresas, los objetivos de la educa-
ción y la formación y el modo en que las personas se comunican entre sí. Asimismo,
Psicología Social del trabajo 105
EL SISTEMA SOCIOLABORAL
Según King & Schneider, al final de lo que denominan La Gran Transición, habrá
ocurrido que el empleo, el estilo de vida y las perspectivas tanto materiales como de
otro tipo serán para todos los habitantes muy diferentes de lo que son hoy (1991, 17).
Unos años antes, en otro informe al Club de Roma, A. Schaff advierte que la
revolución provocada por la microelectrónica alterará el papel que el trabajo repre-
senta en la vida humana, disminuyendo su necesidad en algunos casos y, en otros,
eliminándola por completo (1882, 275).
Los cambios de escala (globalización) y de era (postindustrialización) no consti-
tuyen dos fenómenos independientes ni separables, sino interdependientes, integra-
dos en un único proceso de transformación del espacio-tiempo laboral: en la medida
106 Psicología Social Aplicada
LA LOG/CA ECONOM/CA
Todo lo cual no obsta el que, ante la nueva era vislumbrada, el capitalismo pos-
tindustrial mantenga la plena vigencia de una de las características principales de
su fase proto-industrial: no parece tener alma, ni patria ni tampoco vocación de ge-
nerar empleo o de evitar el desempleo gratuitamente. En otros términos, al tiem-
po que mantiene invariable la compulsión por el lucro, simplemente metamorfo-
sea las circunstancias y los mecanismos históricos de obtención del mismo: de
la sobreexplotación protoindustrial de la fuerza de trabajo al relativo desmante-
lamiento post-industrial de la estructura del empleo, de la mano de la innova-
ción tecnológica y de la apertura mundial de los paraisos fiscales, financieros y la-
borales.
1OS Psicologfa Social Aplicada
ESTADO DE LA CUESTION
Mientras el trabajo va cambiando, a lo largo de la historia, de escenarios, protagonis-
tas, tecnologia, significado y funcionalidad sociocultural, el sentido común contem-
poráneo y la opinión pública se resisten a asumir la realidad y las implicaciones del
agotamiento progresivo del modelo socioeconómico moderno industrial, pareciendo
estar más pendientes de la evolución de epifenómenos más o menos coyunturales
(como las tasas de actividad, empleo y desempleo) que de las transformaciones es-
tructurales del mercado laboral.
Estando asi las cosas, la crisis del empleo moviliza las fuerzas sociales y politicas
bajo la bandera constitucional del derecho al trabajo, del deber de trabajar y de la
política orientada al pleno empleo (Constitución Española, arts. 35,41). Exponentes
de esa actitud son el eslogan de la huelga general convocada por los sindicatos espa-
ñoles en el año 1993 -sin trabajo (empleo) no hay futuro- y el de la manifestación
sindical unitaria del I de Mayo de 1996 -por un empleo estable.
Esas consignas expresan, por un lado, la percepción de un desajuste entre los
medios socioestructurales existentes en forma de puestos de trabajo disponibles y el
fin culturalmente prescrito de la integración social por la vía de la ínserción laboral.
y también manifiestan la legítima aspiración a conservar y defender las conquistas
políticas, sociales y sindicales del pasado, al tiempo que cierta resistencia al reconoci-
miento de que el mundo sociolaboral se vuelve cada vez más estrecho e inestable, por
la innovación tecnológica (que abre, sin embargo, el camino a nuevas formas de
empleo, como el teletrabajo) y organizacional, con la irrupción de compañíasfractales
(Warneck, 93), empresas ágiles y organizaciones virtuales (Harvey & Gavigan, 1996).
La perspectiva del fin del pleno empleo estable conlleva factores de ruptura ten-
dencial con respecto a las representaciones convencionales de la naturaleza del em-
pleo, la estabilídad laboral, la especialízación profesional, el desarrollo de la carrera...e
indudables implicaciones en lo que concierne a los tradicionales proyectos individua-
les y familiares, a las costumbres residenciales y a la vida cotidiana en general.
Mientras el sentido común permanezca atrapado en las redes categoriales de la
cosmovisión industrialista, seguirá experimentando perplejidad y desconcierto ante
la paradoja de que la disminución general del valor económico de la fuerza de trabajo
y el aumento del paro (efectos percibidos en general como negativos) derivan preci-
samente de la mejora de productivídad del sistema y del crecimiento de la población
activa (efectos construidos socialmente como beneficiosos) y acontece en el contexto
de otra doble línea evolutiva de signo también generalmente considerado como posi-
tivo: la incorporación de las nuevas tecnologías al proceso productivo (¡que trabajen
las máquinas!) y la ampliación del colectivo de personas beneficiarias del régimen de
protección social del desempleo (expresión de progreso de la justicia y la solidaridad
sociales).
Esta dinámica ideológica de apego a valores caracteristicos de la cultura índus-
trial acontece en el marco de una especie de revolución silenciosa (Inglehart, 1977.
Psicología Socíal del trabajo 109
1982, 1991) en el ámbito de las necesidades, los valores y las formas de vida, que
apunta en una dirección postmaterialista y que parece destinada a ejercer una pro-
funda influencia sobre la evolución del significado del trabajo, del empleo y del des-
empleo en la vida de las personas (Echanges et Projets, 1980; Friedrichs & Schaff,
1982; Schaff, 1985; Offe, 1984, 1988; Frankel, 1987; MOW, 1987; Gorz, 1988, 1991;
Aznar, 1990, 1993, 1994; Glotz, 1992; Perret & Roustang, 1993; Peiró et al, 1993;
CCE, 1994).
RECURSOS ESTRATEGICOS
Nuestros sistemas de empleo han envejecido. Nos referimos al complejo que
constituyen actualmente el mercado, la legislación laboral, la política de em-
pleo, las posibilidades de flexibilidad interna y externa en la empresa, las opor-
tunidades que ofrece o deja de ofrecer el aparato educativo y de formación, la
protección social...
(CCE 1994, 11)
EXPECTATIVAS IDEOLOGICAS
En términos generales, el debate ideológico europeo sobre el futuro del empleo se
organiza en función de diversos escenarios futuribles, entre los que sobresalen los
siguientes:
Optimismo tecnoeconomicista. Creación de empleo suficiente, en un marco de
crecimiento sostenido y de competitividad global. El resultado previsible no puede
ser otro que la integración social estable. Las variantes socialdemócrata y liberal del
modelo convergen en atribuir primacia a la gestión eficaz y eficiente del sistema y
divergen a la hora de priorizar los protagonismos respectivos del Estado y del Mercado.
Voluntarismo humanista. Creación de empleo insuficiente, en un marco de creci-
miento económico sostenido y sostenible. El pleno empleo sólo aparece viable a par~
tir de la redistribución social del empleo existente, compensada por un incremento
proporcional de la productividad, base de la competitividad a escala global. Integra-
ción social percibida como relativamente inestable. Se trata de una alternativa sólo
viable mediante un pacto social por el empleo y una gestión operativa y eficaz de sus
acuerdos.
Pesimismo capitalista. Déficit estructural permanente de puestos de trabajo, im-
putable a las insuficiencias en crecimiento y en competitividad económicos, al im-
pacto de la innovación tecnológica sobre el mercado laboral, a los valores dominantes
en el sistema (individualismo, meritocracia... ) y a las desigualdades y desequilibrios
sociales y económicos a escala local, regional y global. Ese contexto es el caldo de
cultivo de la crisis crónica y de la desintegración y dualización sociales.
PREMISAS SUBYACENTES
Los análisis y los discursos, las políticas y los programas convencionales, así como
los escenarios descritos, se basan en dos supuestos implícitos entrelazados: a) el
112 Psicologia Social Apíicada
AGENDA DISCIPLINAR
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LECTURAS COMPLEMENTARIAS
CCE (1994). Crecimiento. competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo
XXl. Libro Blanco. Luxembourg. Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades
Europeas.
Con la publicación de esta obra, la autora celebra el medio siglo de sus primeras
investigaciones sobre el tema; lo que le permite comparar los respectivos estados de la
cuestión en los años treinta y en los ochenta. Interpreta los efectos del desempleo a
partir de la consideración de las funciones psicosocialmente estmcturantes del empleo.
Su modelo de la deprivación ha estimulado la reflexión y el debate en tomo a un tópico
central en las Ciencias Sociales.
Como es norma habitual en los Informes al Club de Roma, el presente aporta he-
chos y reflexiones en orden a inspirar decisiones político-económicas y sociales de las
Psicolog{a Social del trabajo 119
MOW. Internabona! Research Group. (1987). The meaning ofworking. Londres: Academic Press.
Introducción
Características de la investigación psicosocial sobre el desempleo
Las consecuencias psicosociales del desempleo
Estudios sobre la predicción del éxito en el mercado laboral
Conclusiones que pueden extraerse de la investigación
psicosocial sobre el desempleo
Implicaciones para la intervención
Bibliografla
Lecturas complementarias
122 Psicologla Social Aplicada
INTRODUCCION
La investigación psicosocial sobre el desempleo ha alcanzado sus mayores desarro-
llos durante los periodos de crisis económica, en los que las altas tasas de desempleo
han dado lugar a una creciente preocupación por sus consecuencias sociales y psico-
lógicas. Los primeros estudios sobre el impacto psicosocial del desempleo se realiza-
ron en la década de los 30, impulsados por el vertiginoso aumento de las tasas de paro
que siguió a la crisis de 1929. Entre las investigaciones realizadas en este período
destaca la realizada por Jahoda, Lazarsfeld y Zeisel (1933) en la comunidad austriaca
de Marienthal, en la que se vivió un desempleo masivo como consecuencia del cierre
de una fábrica en la que trabajaba prácticamente toda la población. Pero no fue éste el
único estudio en el que se abordó el desempleo desde una perspectiva psicosocial. La
revisión de estudios realizada por Eisenberg y Lazarsfeld (1938), en la que se recogen
más de cien estudios sobre las consecuencias psicosociales del desempleo, constituye
un buen ejemplo del interés suscitado por el estudio de este fenómeno.
El número de investigaciones sobre el impacto psicosocial del desempleo fue dis-
minuyendo a medida que iba consolidándose la recuperación económica, hasta que
en la década de los 60, en que la mayoría de los paises occidentales vivieron un
período de pleno empleo, la investigación psicosocial sobre el paro era prácticamente
inexistente.
A partir de la crisis del 73, el desempleo vuelve a convertirse en uno de los mayo-
res problemas sociales a los que deben enfrentarse los países industrializados. La
persistencia de altas tasas de desempleo, incluso en períodos de reactivación econó-
mica, ha hecho que la falta de puestos de trabajo comíence a ser percibida como un
problema estructural de las economías occidentales cuya solución no parece vislum-
brarse de momento. El desempleo actual es sustancialmente diferente del conocido en
otras épocas, ya que no es fruto únicamente de las crísis económicas, sino también del
fuerte impacto que la revolución tecnológica está teniendo en la estructura de!.merca-
do de trabajo. De ahí que la recuperación de la economía haya dejado de ser una
garantía para la consecución del pleno empleo y que el reparto del trabajo esté ocu-
pando un lugar, cada vez más destacado, en la discusión de las medidas políticas para
reducir las tasas de paro. El deliate público sobre el desempleo se ha venido caracte-
rizando por un cierto reduccionismo economicista que, si bien no ha desembocado en
un olvido absoluto de sus repercusiones socíales y psicológicas, sí ha contribuido, en
cierto modo, a fomentar una percepción distorsionada de las mismas. Las escasas
referencias a los efectos psicosociales del desempleo en los medios de comunicación
han servido más para fomentar percepciones alarmistas y estereotipadas sobre el de-
terioro emocional de los desempleados o su motivación hacia el trabajo, que para
facilitar una mayor comprensión del significado psicosocial de la experiencia del
desempleo.
El objetivo del presente capítulo es mostrar las contribuciones que la Psicología
Social ha hecho a la comprensión del significado del desempleo, cuya importancia
queda plasmada en las numerosas revisiones bibliográficas con las que contamos
actualmente (Alvaro, 1992; Alvaro y Fraser, 1994; Banks, 1992; Blanch, 1990; Dooley
Psicología Social del desempleo 123
y Catalana, 1980; Fryer y Payne, 1986; Feather, 1990; Furnham, 1986; García, 1985,
1986; Kelvin y Jarret, 1985; O'Brien, 1986; Torregrosa, Bergere y Alvaro, 1989;
Warr, 1987). En primer lugar, se hará una breve descripción de las caracteristicas que
han venido definiendo a la investigación psicasocial sobre el desempleo, deteniéndo-
nos en un análisis de su evolución temática y metodológica. A continuación, y tras la
presentación de los principales resultados obtenidos, se ofrece un resumen de los
principales marcos teóricos con los que dichos resultados pueden ser interpretados.
Finalmente, se presentan las conclusiones que pueden extraerse de las investigacio-
nes realizadas, asi como algunas de las implicaciones que éstas podrian tener para la
planificación de políticas de intervención.
CARACTERISTICAS DE LA INVESTIGACION
PSICOSOCIAL SOBRE EL DESEMPLEO
Desde que se llevaran a cabo los primeros estudios, en los años treinta, la investigación
psicosocial sobre el desempleo se ha caracterizado por una concentración excesiva en
sus efectos sobre la salud mental. El deterioro psicológico de las personas desemplea-
das ha sido, sin lugar a dudas, el tema que mayor interés ha suscitado y que ha dado
lugar a una mayor cantidad de estudios, tanto en los años treinta como en las últimas
décadas. Esta continuidad temática no implica, sin embargo, que exista continuidad
en el enfoque utilizado a la hora de evaluar el impacto del desempleo en la salud
mental. La definición del concepto de salud mental ha cambiado sustancialmente en
las últimas décadas, lo que ha quedado reflejado en la investigación psicosocial sobre
el impacto emocional del desempleo. Mientras que en los estudios de los años treinta
predominó una concepción negativa de la salud mental, en la que ésta era equiparada
a la ausencia de enfermedad, en la investigación actual predomina una definición de
la salud mental en sentido positivo, equiparable a la presencia de bienestar psicológi-
co más que a la ausencia de sintomas. Yana se trata de analizar la asociación entre el
desempleo y determinadas alteraciones de la personalidad o enfermedades mentales,
sino de determinar su asociación a una disminución de sentimientos positivos.
El predominio de estudios sobre las consecuencias emocionales del desempleo
coexiste con un interés creciente por el estudio de otros aspectos, como las actitudes
y el comportamiento politico de los desempleados, las representaciones sociales del
desempleo, la percepción tanto individual como colectiva de sus causas, el comporta-
miento de los desempleados dentro del mercado laboral o las actitudes hacia el trabajo.
Por otra parte, la evidencia de que los desempleados no constituyen un grupo
homogéneo ha hecho que cada vez se preste más atención a la identificación de aque-
Has variables que pueden contribuir a explicar las diferencias individuales en la reac-
ción ante el desempleo. De ahi que la investigación sobre el impacto diferencial del
124 Psicologla Social Aplicada
desempleo, apenas iniciada durante los años treinta, se haya desarrollado considera-
blemente en la actualidad.
nas que lo experimentaron. Es más dificil determinar, sin embargo, partiendo de los
resultados de los estudios llevados a cabo durante ese periodo, cuál fue la naturaleza
del deterioro psicológico sufrido por las personas desempleadas. La diversidad de las
técnicas utilizadas para la evaluación de la salud mental, la ausencia de una operacio-
nalizac"ión adecuada de las variables objeto de estudio y las grandes diferencias entre
un estudio y otro en las caracteristicas de las muestras utilizadas, hacen dificil extraer
una conclusión global en la que queden integrados los resultados de la investigación
de aquel periodo. La conclusión a la que llegaban Eisenberg y Lazarsfeld (1938), tras
una revisión de los estudios realizados, era que el desempleo hace a la persona más
inestable emocionalmente., Aunque los propios autores señalan que no existe una de-
finición apropiada del concepto de inestabilidad emocional, la equiparación del tér-
mino a etiquetas tales como neuroticismo, falta de ajuste o inmadurez emocional, asi
como el carácter clinico de las técnicas de evaluación utilizadas, acercan el concepto
al campo de las alteraciones de la personalidad y de los trastornos psicológicos.
Sin embargo, no todos los estudios llevados a cabo durante ese período describían
en estos términos la respuesta emocional ante el desempleo. Un ejemplo de ello lo
tenemos en el estudio de Marienthal (Jahoda, Lazarsfeld y Zeisel, 1933), en el que se
diferenciaron .cuatro tipos de reacción ante el desempleo: el mantenimiento de la
moral, la resignación, la desesperación y la apatía. En la mayoría de los casos, la
respuesta fue la resignación, es decir, una disminución del bienestar psicológico que
no es, en modo alguno, equiparable a la aparición de enfermedad mental. Solamente
en aquellos casos en los que el desempleo dió lugar a situaciones de absoluta preca-
riedad económíca, se observaron síntomas de deterioro emocional grave. Se puede
afirmar que es esta disminución del grado de salud mental positiva lo que se observa
en la mayoría de los estudios de los años treinta. La respuesta dominante fue la insa-
tisfacción y la frustración, existiendo poca evidencia en la bibliografia de los años
treinta de que el desempleo estuviera asociado a alteraciones de la salud mental más
graves, como la desesperación o la impotencia. En los casos en los que se observaron
este tipo de alteraciones, con frecuencia se señaló que fue el resultado de un progre-
sivo deterioro tanto económico como fisico (ü'Brien, 1986).
A pesar de que la situación objetiva de los desempleados ha cambiado sustanciál-
mente desde los años treinta, los estudios realizados en las últimas décadas llegan
también, de forma casi unánime, a la conclusión de que la experiencia del desempleo
va asociada a un deterioro significativo del bienestar psicológic.o:J
En la Tabla 5.1 se presenta una relación de estudios de carácter transversal en los
que se ha constatado la existencia de una asociación significativa entre la situación
laboral y diferentes índices de salud mental. Tanto en el caso de los trabajadores
adultos como en el caso de los jóvenes, las personas desempleadas presentan, cuando
se las compara con personas que tienen un empleo, menor grado de bienestar psicoló-
gico general, mayor nivel de sentimiento depresivo, mayor ansiedad, menor grado de
satisfacción con la vida y menor nivel de autoestima. Con respecto a este último
indicador de salud mental, es preciso señalar que en algunos estudios no se ha obser-
vado una asociación significativa entre la autoestima y el desempleo (Shamir, 1986a;
Hartley, 1980; Feather y Bond, 1983).
Tabla 5.1. Efectos del desempleo en la salud mental.
Indice de salud mental Estudios realizados con adultos Estudios realizados con jóvenes
Alvaro (1992)
Donovan y Oddy (1982)
Breakwell (1985)
1
ii>
Miles (1983)
Warr (1978) [
O'Brien y Kabanoff (1979) ~
Autoestima Alvaro (1992)
Hill (1977,1978)
Harrison (1976)
Kaufman (1982)
Marsden y Duff(1975)
Breakwell (1985)
Donovan y Oddy (1982)
Feather (1982) i...
...,
N
128 Psicologla Social Aplicada
dos estudios en los que se han observado diferencias iniciales entre jóvenes emplea-
dos y desempleados hayan sido realizados en el mismo pais -concretamente, en Aus-
tralia- indica que factores como el contexto socio-cultural en el que se realizan las
investigaciones y las caracteristicas de las muestras utilizadas deben ser tenidos en
cuenta antes de generalizar los resultados obtenidos:
Por otra parte, la existencia de diferencias iniciales en salud mental entre emplea-
dos y desempleados no es una condición suficiente para concluir que un mayor dete-
rioro psicológico es un antecedente del fracaso en el mercado laboral. La constata-
ción de que variables como el sentimiento depresivo y la autoestima pueden ayudarnos
a predecir el éxito en el mercado laboral no deberia llevarnos automáticamente a la
conceptualización del desempleo como un problema individual, ya que ambas están
significativamente asociadas con variables tales como la clase social o el nivel educa-
tivo que son las que, con mayor probabilidad, influyen en el éxito en el mercado
laboral. Asi lo ponen de manifiesto los resultados obtenidos por Tiggeman y Win-
efield (1989), quienes observaron que, si bien habia diferencias entre empleados y
desempleados al inicio del estudio, la influencia de estas variables sobre la situación
laboral desaparecía cuando se tenian en cuenta variables sociodemográficas y socio-
estructurales.
Se puede decir, por tanto, que aun cuando existen algunas contradicciones, la
investigación psicosocíal sobre los efectos del desempleo en la salud mental nos per-
mite interpretar las diferencias en salud mental observadas entre las pesonas emplea-
das y las desempleadas como una consecuencia de su situación laboral, más que como
un antecedente de la misma,
Los resultados obtenidos en los estudios longitudinales nos permiten, además,
llegar a la conclusión general de que la salud mental disminuye de forma significativa
como consecuencia de la pérdida o no consecución de un puesto de trabajo. De nue-
vo, la unanimidad con la que se llega a esta conclusión varia en función del tipo de
indice de salud mental considerado, del contexto socio-cultural y de las 'característi-
cas de las muestras utilizadas. En la mayoria de los estudios en los que se ha utilizado
el GHQ para evaluar el bienestar psicológico se han observado efectos negativos del
desempleo en la salud mental. Las escasas excepciones (Layton, 1986; Moret y otros,
1990), podrían ser atribuidas a las caracteristicas de las muestras utilizadas. En este
último estudio, por ejemplo, la muestra estuvo compuesta por jóvenes estudiantes de
FP-I, para quienes la entrada en el mercado de trabajo es todavía una opción minori-
taria. Como señalan los propios autores, el hecho de que la mayoría de los jóvenes
que finalizan estos estudios continúen hasta completar la FP-2, puede ser una de las
razones de estos resultados. Los resultados obtenidos por otro estudio longitudinal
español (Alvaro y Garrido, 1990; Garrido Luque, 1992), en el que la muestra estaba
compuesta por jóvenes estudiantes de FP-2, avalan esta interpretación, ya que en este
caso sí se observó un deterioro en el bienestar psicológico de los jóvenes desempleados.
La conclusión de que el desempleo ejerce una influencia negativa en la salud
mental se encuentra respaldada también por los resultados obtenidos al considerar
otros índices de salud mental, como el sentimiento depresivo o la autoestima (Fea-
ther, 1990; Feather y O' Brien, 1986; Garrido Luque, 1992; Garrido Luque y Alvaro,
...
~
1
Tabla 5.2. Investigación longitudinal sobre los efectos del desempleo en la salud mental.
1
i>
I
~
i
--
lo>
132 Psico/ogla Social Aplicada
rios. Aunque en algunos estudios se ha observado que las tendencias de izquierda son
más frecuentes entre los jóvenes desempleados que entre los que tienen un empleo
(Ayestarán, 1989; Banks y Ullah, 1987; Gaskell y Smith, 1985), otros autores llegan
a conclusiones diferentes. Por ejemplo, Bergere (1984), tras analizar los datos proce-
dentes de diferentes encuestas españolas, detecta una progresiva bipolarización de la
juventud, que se traduce en una tendencia hacia la derechización y en un progresivo
desinterés por la política actual. Por su parte, Blanch (1990) destaca la apatia política
de los jóvenes desempleados, al observar entre los mismos una fuerte tendencia a no
identificarse con ninguna tendencia política. Por último, en lo que al comportamiento
político se refiere, algunos autores han señalado que los jóvenes desempleados dan
más apoyo verbal a cambios sociales radicales y justifican en mayor medida las ac-
ciones violentas (Breakwell, 1986; Clark, 1985; Clark y Clissold, 1982; Gaskell y
Smith, 1985). Estas actitudes no se reflejan, sin embargo, en el comportamiento polí-
tico. Muestra de ello son los datos aportados por Ayestarán (1989), quien señala que
la actividad politica es menor entre los jóvenes desempleados que entre los que tienen
un puesto de trabajo. Otros autores, como Vala (1989), no han observado diferencias
entre empleados y desempleados, concluyendo que aunque el desempleo no parece
conducir a una disminución de la participación social tampoco constituye un estímulo
para ésta. La inexistencia de instituciones que canalicen la respuesta de los desem-
pleados (Fraser, 1989) y el deterioro emocional provocado por la carencia de un
empleo (Alvaro y Marsh, 1993) han sido los principales argumentos esgrimidos para
dar cuenta de la escasa influencia del desempleo en el comportamiento político.
Algunas de las razones que explican la vaguedad de los resultados de la investiga-
ción sobre la respuesta política ante el desempleo deben ser buscadas en las diferen-
tes caracteristicas de las muestras utilizadas, en la falta de consenso en torno a la
operacionalización de la respuesta politica y en la escasa atención prestada a factores
como la clase social (Clark, 1985), la socialización política (Bergere, 1989) o las
atribuciones que los propios desempleados hacen sobre las causas de su situación
(Gaskell y Smith, 1985). Asimismo, una mayor consideración del contexto cultural en
el que se experimenta el desempleo podría proporcionar una mayor comprensión de
sus efectos sobre las actitudes y el comportamiento politico (Alvaro y Marsh, 1993).
interés que revisten ambas cuestiones, la investigación sobre las mismas ha sido esca-
sa en relación con la que se ha llevado a cabo sobre otras consecuencias del desem-
pleo y los resultados a los que se ha llegado son menos concluyentes.
Una de las variables utilizadas para analizar las diferencias actitudinales y moti-
vacionales entre empleados y desempleados ha sido la implicación en el trabajo, es
decir, el grado de importancia que la persona atribuye al hecho de tener un empleo
remunerado. Aunque en algunos estudios transversales se ha observado que emplea-
dos y desempleados tienen un grado de implicación similar en el trabajo (Alvaro,
1989; Blanch, 1990; Tazeelar, 1989), los resultados de otras investigaciones mues-
tran que empleados y desempleados difieren en la importancia que atribuyen al hecho
de tener un empleo, siendo estos últimos los que le atribuyen menor importancia
(Feather, 1982; Stafford, Jackson y Banks, 1980). Los resultados de la investigación
longitudinal no son más concluyentes. En algunos estudios no se ha encontrado evi-
dencia de que la implicación en el trabajo pueda considerarse como una variable
predictora del éxito en el mercado laboral (Garrido Luque, 1992; Sancerni y otros,
1989; Tiggemann y Winefield, 1989). En otros, sin embargo, se ha observado que, ya
antes de incorporarse al mercado laboral, aquellos jóvenes que, posteriormente, no
encontraron un puesto de trabajo mostraban menor necesidad de tener un empleo,
atribuian menos importancia al trabajo y percibian el desempleo de forma menos
negativa (Feather, 1990; Feather y O'Brien, 1986; O'Brien y Feather, 1990). Hay que
señalar, no obstante, que incluso en este caso las puntuaciones de los jóvenes desem-
pleados estaban por encima de la media.
Estas contradicciones, que podrian venir explicadas por las diferencias en las
caracteristicas de las muestras y por los diferentes contextos culturales en los que se
han realizado los estudios, también se deben al hecho de que el valor que se atribuye
al empleo no puede por si solo determinar la motivación para buscar empleo. La
relación entre el grado de importancia que se atribuye al trabajo y la condllcta de
búsqueda de empleo es compleja y no siempre se ha observado una asociación signi-
ficativa entre ambas variables. Los modelos teóricos derivados del enfoque de la
expectativa-valencia (ver Feather, 1990) y la teoria de la acción razonada (Fishbein y
Ajzen, 1975) sirven aqui para ilustrar la complejidad de las relaciones entre caracte-
rísticas actítudinales y comportamiento.
Los modelos de la expectativa-valencia sugieren que la motivación está en fun-
ción del valor que para la persona tenga una determinada meta y de las expectativas
de que un determinado nivel de esfuerzo llevará a la consecución de dicha meta.
Aplicadas al contexto de la motivación hacia el trabajo, estas hipótesis sugieren que
la intensidad con la que se busque un puesto de trabajo dependerá, no sólo del valor
que la persona dé al hecho de tener un empleo, sino también de las expectativas de
éxíto a la hora de encontrarlo. La investigación sobre el desempleo ha dado una con-
firmación parcial a los modelos de la expectativa-valencia. Aunque algunos estudios
han llegado a la conclusión de que tanto el valor que se atribuye al empleo como las
expectativas de éxito determinan la intensidad con la que se busca un puesto de traba-
jo (Feather y Davenport, 1981; Feather, 1986), en otras investigaciones se ha obser-
vado que estas últimas no influyen significativamente en la conducta dentro del mer-
Psicologla Social del desempleo 139
bies (Cobb y Kasl, 1977; Hartley, 1980; Stokes y Cochrane, 1984). La desigualdad de
los periodos de desempleo considerados, algunos de los cuales podrian resultar insu-
ficientes para detectar incrementos en el deterioro psicológico, el carácter transversal
de la mayoría de los estudios realizadosy las diferencias en edad entre las muestras
han sido, probablemente, los motivos por los que la investigación sobre la asociación
entre duración del desempleo y bienestar psicológico ha llegado a resultados tan dife-
rentes. Por ejemplo, las contradicciones disminuyen si nos centramos en la investiga-
ción realizada con jóvenes. En la mayoria de los estudios no se observa una asocia-
ción entre la duración del desempleo y el deterioro psicológico (Alvaro, 1989; Feather
y Davenport, 1981; Feather y Barber, 1983; Jackson y Warr, 1984; Rowley y Feather,
1987; Warr, Jackson y Banks, 1982). Es necesario señalar que en algunos estudios se
ha observado una asociación curvilineal (Breakwell, Harrison y Propper, 1984; Win-
efield y Tiggemann, 1989), lo que hace necesaria una mayor homogeneización de los
períodos considerados.
El mayor o menor grado de apoyo social con el que cuentan los desempleados
puede contribuir también a explicar las diferencias en salud mental entre éstos. La
evidencia de que el apoyo social modera el impacto de estrés ambiental sobre el
bienestar psicológico ha determinado la inclusión de esta variable en los estudios
sobre el desempleo. Los resultados de estas investigaciones muestran que el deterioro
psicológico asociado al desempleo es menor para aquellas personas que cuentan con
un mayor g,rado de aQoyo social, lo Q..ue ha sido constatado tanto en el caso de los
trabajadores adultos (Alvaro, 1992; Buendia, 1988; Gore, 1978; Hayes y Nutman,
1981; Kaufman, 1982; Warr y Jackson, 1985) como en el de los jóvenes (Banks y
Ullah, 1987; Ullah, Banks y Warr, 1985).
El nivel de actividad que la persona mantiene durante el desempleo ha sido otra de
las variables con las que se ha intentado explicar la variabilidad en la reacción ante el
mismo. La pérdida de una estructura temporal y la inactividad a la que dicha pérdida
conduce han sido consideradas como unas de las principales causas del deterioro
psicológico de los desempleados (Jahoda, 1979; 1982/87). Esta hipótesis se ha visto
confirmada por los resultados de algunos estudios en los que se ha constatado la
existencia de una asociación significativa entre el hecho de tener ocupado el tiempo y
el deterioro psicológico asociado al desempleo. El mantenimiento de un alto nivel de
actividad ha sido señalado como una caracteristica de las personas que mejor se en-
frentan con el desempleo (Alvaro, 1992; Banks y Ullab, 1987; Bond y Feather, 1988;
Feather y Bond, 1983; Hepworth, 1980; Fryer y Payne, 1984).
La implicación en el trabajo ha sido también' considerada como una importante
variable moderadora del impacto psicosocial del desempleo. Los estudios realizados
han llegado de forma casi unánime a la conclusión de que, tanto en el caso de los
trabajadores adultos (Alvaro, 1992; Jackson y Warr, 1984; Payne y Hartley, 1984;
Rowley y Feather, 1987; Shamir, 1986b; Warr y Jackson, 1985) como en el caso de
los trabajadores jóvenes (Alvaro, 1989; Banks y Jackson, 1982; Banks y Ullah, 1987;
Feather y Davenport, 1981; Rowley y Feather, 1987; Stafford, Jackson y Banks, 1980;
Warr y Jackson, 1983; Warr, Banks y Ullah, 1985) el deterioro psicológico asociado
al desempleo es mayor a medida que aumenta la implicación en el trabajo.
Psico/ogla Social del desempleo 143
Estos datos no deberian llevarnos, sin embargo, a descartar la influencia que de-
terminadas características individuales pueden tener sobre el éxito en el mercado
laboral. Como se ha señalado en un epigrafe anterior, las expectativas de éxito en el
mercado laboral, la percepción del desempleo y la actitud hacia la búsqueda de empleo"
determinan la intensidad con la que se busca un puesto de trabajo, que sí ha resultado
ser un buen predictor del éxito en el mercado de trabajo (Banks y Ullah, 198n
En este sentido, algunos estudios empíricos recientes destacan como conclusión
principal que la actuación conjunta de determinadas caracteristicas psico1ógicasjn-
fluye de forma significativa en la probabilidad de éxito en el mercado laboraL Por
ejemplo, algunas investigaciones, tanto transversales como longitudinales, señalan la
existencia de un perfil psicosocial de empleabilídad en el que se incluyen aspectos
relativos a disponibilidad para el empleo, autoimagen y comparación social, atríbu-
ción causal del desempleo, valoración del trabajo y repertorio de actividades cotidianas.
En general, las personas que consiguen encontrar un puesto de trabajo se caracterizan
por tener una mayor disponibilidad para el empleo, valorar de forma más positiva sus
características personales y mostrar una menor tendencia a atribuir su situación a la
ineficacia del gobierno o a su mala suerte. Asimismo, las personas empleadas reali-
zan con mayor frecuencia actividades como trabajos eventuales y consultas en el
INEM (véase Blanch y Salleras, 1990; Blanch, Acevillo y Salleras, 1989).
En resumen, aunque de momento no es posible extraer ninguna conclusión firme
sobre la forma en que las características psicológicas de las personas determinan su
éxito en el mercado laboral, los resultados de algunos estudios plantean la posibilidad
de que determinadas interrelaciones de variables individuales configuren un perfil
psicosocia1 de empleabilidad que tenga incidencia en el éxito en el mercado de traba-
jo. Ello no debería llevarnos, sin embargo, a reforzar explicaciones individualistas
del desempleo en las que no se tenga en cuenta el importante papel que juegan las
variables socioestructurales.
1987), deben ser tenidas en cuenta como recordatorio de que la mejor forma de elimi-
nar el impacto negativo del desempleo es el acceso a un puesto de trabajo. Como
señala Alvaro (1992), los programas de intervención psicosocial deberian inscribirse
en planes más generales de politica de empleo que faciliten la incorporación al mundo
laboral de las personas que toman parte en los mismos. Aunque es evidente que la
probabilidad de éxito en el mercado de trabajo está determinada, fundamentalmente,
por factores socioestructurales y económicos, la investigación psicosocial sobre el
desempleo ha puesto de manifiesto que determinadas variables individuales podrian
aumentar o disminuir las dificultades para encontrar un empleo. Como nos recuerda
Blanch (1990), la probabilidad de que una persona encuentre trabajo depende, por
supuesto, de las oportunidades objetivas del medio en el que se desenvuelve, pero
también de la disponibilidad para el empleo, la necesidad de encontrar un trabajo, la
intensidad con la que se busca y el nivel de competencia personal. Esta constatación,
que se encuentra respaldada por algunos de los resultados obtenidos en la investiga-
ción psicosocial sobre el desempleo, implica la pertinencia que podrían tener inter-
venciones encaminadas a aumentar el grado de competencia de la persona para desen-
volverse en el mercado de trabajo.
Por otra parte, y aunque no deba abandonarse la pretensión del empleo, los resul-
tados de la investigación psicosocial muestran la viabilidad que algunas intervencio-
nes podrian tener, no para eliminar, pero si para paliar sus efectos. El enorme esfuer-
zo realizado para identificar aquellas variables que explican el impacto diferencial
del desempleo ha dado lugar a la identificación de algunos factores que pueden con-
tribuir a amortiguar sus efectos. Los resultados de los estudios realizados muestran
que la precariedad económíca, la falta de apoyo social y la reducción de la actividad
durante el desempleo son factores que aumentan el impacto negativo de éste y que,
por tanto, deberian ser tenidos en cuenta a la hora de planificar la intervención.
Como señala Alvaro (1992; p. 153), <<1a aportación de la psicología social no
deberia quedarse en una reiterada constatación empirica de los efectos negativos del
desempleo, sino que ese conocimiento debería sentar las bases de un diseño interven-
tivo orientado a minimizar las consecuencias derivadas de la actual situación económica».
Los resultados de la investígación psícosocial sobre el desempleo muestran la conve-
niencia de que en este diseño ínterventivo se contemple la integración de medidas de
carácter psicológico, dirigidas a amortiguar el impacto del desempleo y a aumentar la
competencia de la persona dentro del mercado laboral, con medidas de carácter polí-
tico y social, encaminadas a posibilitar la (re)incorporación al mundo laboral.
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LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Introducción
Concepto de organización y diversidad de formas organizativas
en la sociedad actual
La conducta organizacional
Hacia una articulación de la conducta individual y colectiva
en las organizaciones
Principales componentes de los sistemas organizados
y sus interdependencias
Paradigma racional vs. paradigma político y sus implicaciones
para la investigación e intervención organizacional
Algunas implicaciones para la formación y la intervención profesional:
los roles del psicólogo organizacional .
Bibliografía
Lecturas complementarias
156 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
en toda su complejidad. Entre las insuficiencias más significativas, estos autores ana-
lizan las siguientes: el olvido de los efectos ecológicos de la acción organizacional, la
insuficiente consideración de las disfunciones organizacionales, el bloqueo de ciertas
cuestiones relevantes al considerar únicamente las organizaciones maduras y partir
de las normas de racionalidad y, finalmente, el olvido de una aproximación sociocog-
nitiva de las organizaciones que pone de manifiesto que la realidad esencial d~ esas
formaciones sociales es de carácter sociocognitivo y las conceptualiza como ?<cuer-
pos de conocimiento» o «sistemas de significados compartidos» (Peiró, 1990).
capaz de ser puesto en práctica por el psicólogo del trabajo y de las organizaciones.
Así la práctica de este profesional estaría basada en la ciencia más que en contraposi-
ción con ella. (Lapointe, 1990, 19).
(Thorelli, 1986) Ylas cadenas de adición de valor (Johnston y Lawrence, 1989). To-
das ellas pretenden hacer compatible <<la coordinación y la escala asociadas a las
grandes empresas; y la flexibilidad, creatividad y bajos gastos generales que normal-
mente se encuentran en las pequeñas empresas» (Johnston y Lawrence, 1989).
La pequeña y mediana empresa, son realidades muy frecuentes y, aunque buena
parte de ellas pueden ser eficaces al gozar de las ventajas de flexibilidad, capacidad
de adaptación a los cambios y respuesta rápida a las demandas, es también cierto que,
en un mercado abierto, «sobreviven a merced de los caprichos de sus competidores,
clientes o proveedores de mayor tamaño que podrian echarlos del mercado o adquirir-
los con toda facilidad si los márgenes llegasen a ser suficientemente atractivos» (Jo-
hnston y Lawrence, 1989,48). Dadas sus limitaciones de recursos financieros y hu-
manos gastan más tiempo en ajustarse a la turbulencia que en predecirla y controlarla.
En una situación de mayor apertura de mercados esas organizaciones tendrán que
buscar formas de cooperación que van a requerir mayor capacidad de gestión. D' Amboise
y Muldowney (1988) han señalado la falta de marcos teóricos adecuados para anali-
zar las empresas pequeñas y la necesidad de más investigacién sobre las configura-
ciones organizativas y los valores, actitudes, percepciones, motivaciones, fines y ob-
jetivos de los directivos con el fin de formular teorías globales de la dirección y del
comportamiento de las compañías pequeñas.
Otro aspecto de la diversificación de las organizaciones puede encontrarse en el
ámbito de las organiz¡¡cio_n_es públicas y sus similitudes y diferencias con las priva-
das. De hecho, la distinción entre ambos sectores ímplica importantes diferencias en
"los ambientes organizacionales -constrícciones, incentivos y culturas- y por ello
en las estrategias y prácticas de su gestión. Sin embargo, como han señalado Perry y
Rainey (1988), esta distinción es compleja y requiere la clarificación de los distintos
aspectos que puede implicar, así como la tipificación de las organizaciones que cabe
distínguír en ese conjunto de dimensíones integradas de manera indiferenciada en la
distinción público-privado. Estos autores distinguen los aspectos de propiedad, finan-
ciación privada vs. pública y. el modo de control social (mercado o poliarquía). Ade-
más, cruzando estaitres dimensiones es posible diferenciar varios tipos de organiza-
ciones que son públicas o privadas o que adoptan formas híbridas. Perry y Rainey
(1988) han revisado la acumulación de resultados de las relaciones de la dimensión
pública-privada con un buen número de variables dependientes: actitudes de los em-
pleados relacionadas con el trabajo, roles directivos, variaciones estructurales, per-
cepciones directivas del control externo, procesos de decisiones estratégicas, normas
de desempeño y resultados. Un ejemplo de las aportaciones que pueden realizar este
tipo de estudios en nuestro entorno puede verse en la investigación realizada sobre las
semejanzas y diferencias entre instalaciones deportivas públicas y privadas, en la
gestión de esas instalaciones y en las actitudes y comportamientos de los usuarios de
las mismas (Peiró y Ramos, 1995).
También resulta interesante considerar la dispersión y diversificación de las organiza-
ciones en función de su carácter productivo (organizaciones de manufactura y organi-
zaciones de servicios), de su orientación a los beneficios (lucrativas vs. no lucrativas)
y de las formas que presentan la participación de sus miembros (voluntaria vs. utilitaria).
164 Psicología Social Aplicada
LA CONDUCTA ORGANIZACIONAL
Significados de «conducta organizacional,,_
Conducta individual y colectiva
El concepto central de la Psicología de las Organizaciones es, sin lugar a dudas, el de
conducta organizacional. Tan inadecuado resulta considerar las organizaciones sin
miembros y sin actividades como la pretensión de una comprensión cabal del com-
portamiento del hombre occidental contemporáneo sin la consideración de las organi-
zaciones.
Así pues, el estudio de la conducta organizacional es un intento sistemático por
comprender la conducta de las personas en las organizaciones y las propias conductas
de esas formaciones sociales. Se ha afirmado que el estudio de la conducta organiza-
cional «consiste en el estudio sistemático de la naturaleza de las organizaciones, cómo
Psicologfa Social de las Organizaciones 165
surgen, crecen y se desarrollan y sus efectos sobre sus miembros individuales, grupos
constituyentes, otras organizaciones e instituciones más amplias» (Kelly, 1994, 2).
Son, pues, múltiples los niveles que existen en el análisis de la conducta organizacio-
na!. Se trata de conducta en las organizaciones y también de conducta de las propias
organizaciones. Nuestro conocimiento de las organizaciones «puede avanzar mejor a
través de una investigación que intenté ocuparse simultáneamente con datos de dife-
rentes niveles de abstracción -individuos, grupos, organización. Es una condición
central para comprender las organizaciones humanas. Las organizaciones son reduc-
tibles a actos humanos individuales; sin embargo, son también significativas a nivel
de conducta colectiva. Esta dualidad de nivel que es la esencia de la organización
humana, como lo es de la Psicologia Social, hemos procurado reconocerla en nuestro
modelo teórico» (Kahn et al. 1964,397-398).
La clarificación del concepto de la conducta organizacional se ha convertido en
una tarea con pleno sentido teórico que requiere una consideración desde múltiples
niveles y que, en todo caso, nos retrotrae al problema del sujeto de esa conducta y al
del ambiente significativo en el que se produce. Plantea, también, las dimensiones
normativas y estructuradas que la hacen más predictible y hace referencia a su carác-
ter social, no sólo porque se da en un entorno social resultante del diseño humano,
sino también porque se trata de la conducta de una formación socia!. Ahora bien, esto
no implica una reificación de la conducta de esa colectividad, ya que ésta necesaria-
mente implica conductas desempeñadas por uno o varios miembros de la misma. Es,
pues, necesario determinar en qué sentido un determinado acto es realizado por un
individuo, pero es, al mismo tiempo, acto de una organización. Como dice Bamard
(1938) la conducta de la organización «a menudo es realizada en un sentido directo
por los individuos pero es impersonal y organizacional en sus intenciones y efectos...
es parte de la propia organizaciófi}>. Asi, resulta extremadamente clarificadora la distin-
ción de este autor entre una «personalidad privada» y una «personalidad organizaciona1».
Habida cuenta de lo que acabamos de plantear es posible enumerar una serie de notas
que permiten señalar los cambios más significativos que se están produciendo en el
estudio del comportamiento organizacional y en la psicologia de las organizaciones.
Su consideración permite orientamos en la trayectoria y la evolución de nuestra dis-
ciplina tanto en el ámbito de la investigación como en el de la intervención.
Roles organizacionales
El término «rol» procede del teatro, donde se utiliza para referirse al texto escrito que
un actor tiene que interpretar (Sarbin y ABen, 1968). Posteriormente, ha sido emplea-
do de forma metafórica para indicar que ciertas conductas están asociadas a posicio-
nes concretas más que a las personas que las ocupan (Peiró, 1984). Una posición es
una unidad de la estructura social, que indica el lugar que se ocupa en un sistema de
relaciones sociales estructuradas. Los participantes en estas relaciones tienen expec-
tativas sobre su propia conducta y la de los demás, según las posiciones ocupadas.
Un rol será, entonces, un modelo estructurado de conducta referido a una posición,
es decir, un conjunto de derechos, obligaciones y normas de conducta aprobadas para
Psicología Social de las Organizaciones 173
los individuos que están en esa posición (Yinger, 1965). Queda, pues, de relieve la
naturaleza social e interpersonal de los roles.
El concepto de rol es definido frecuentemente como el patrón de conductas espe-
radas de la persona que ocupa una determinada posición en un sistema social. En el
marco de la Psicologia de las Organizaciones lo entendemos como el conjunto de
expectativas sobre las conductas esperadas de la persona que ocupa una posición en
la organización, emitidas por las personas que se ven afectadas por su conducta e,
incluso, por el propio ocupante, cuya función es prever, coordinar y facilitar la inte-
racción social reduciendo la gran incertidumbre que hay en la conducta organizacio-
nal. Ahora bien, esas expectativas no sólo provienen de otros actores del sistema,
provienen también de la propia organización que está diseñada precisamente como
sistema de roles. Por esta razón, el rol constituye la unidad estructural más básica de
una organización al tiempo que determina, en buena medida, las aportaciones, com-
portamientos y características que se pretenden en la persona en función del rol que
ha de desempeñar (véase Peiró, 1983-84; Hontangas y Peiró, 1996).
Los procesos de adquisición o desarrollo del rol organizacional pueden seguir
cursos diferentes y tener resultados y consecuencias diferentes en función de la inte-
racción que se produzca entre la persona y la organización. De hecho, se han dife-
renciado en la literatura sobre esta temática diversos modelos de asunción o adquisi-
ción de roles en función del grado en que el rol se ha de acatar y asumir. En la
medida que una organización exija y consiga que los ocupantes de los roles los ejecu-
ten estrictamente de acuerdo con los aspectos en ellos prescritos se sigue básicamente
un modelo de acatamiento y asunción de rol, en la medida en que permita una redefi-
nición o negociación de determinados aspectos del rol; admitiendo que las caracteris-
ticas personales y las preferencias del ocupante puedan influir en la reformulación e
innovación del desempeño del rol, estamos considerando un modelo de construcción
y negociación del rol.
Asi pues, el estudio del sistema de roles y de su desempeño en una organización
resulta relevante para la comprensión de la conducta organizacional en diversos sentidos.
En primer lugar, es conducta de un individuo en la organización y en ella influyen
diversas características personales como su motivación, sus propias expectativas, su
forma de ser, etc. Por ello, es adecuado señalar que la conducta del rol puede ser el
resultado de un proceso de negociación y elaboración del rol y no sólo de su asun-
ción y acatamiento.
Se trata, en segundo lugar, de uno de los mecanismos más relevantes de que
dispone la organización para transformar las conductas de sus miembros en verdade-
ras conductas de la organización y asi conseguir que con sus comportamientos esos
miembros contribuyan a la consecución de las metas organizacionales. Como ya se-
ñaló Haworth (1959), las organizaciones son, a veces, responsables de un acto, en el
sentido de que éste deriva de un determinado conjunto de relaciones sociales que se
presentan como independientes de las cualidades personales de los miembros impli-
cados. Esto resulta todavia más claro cuando ese acto se repite varias veces, aunque
las personas concretas hayan cambiado. Ahora bien, ya hemos señalado que esa im-
personalidad no se produce de un modo absoluto y se dan, con frecuencia, procesos
174 Psicología Social Aplicada
engrosando el volumen del alma hasta tocar la del prójimo y formar asi la espirituali-
dad social. Tal suposición impide la inteligencia de la psicologia primitiva. La verdad
es más bien lo inverso. Lo que primero se forma de cada alma es su periferia, la
pelicula que da a los demás, la persona o yo social. Se cree lo que creen los demás; se
sienten emociones multitudinarias. Es el grupo humano quien en rigor piensa y siente
en cada sujeto» (Ortega, OC. !l, 716). Ahora bien, a pesar de que lo social juega un
papel esencial en el desarrollo del propio yo también puede dificultar ese proceso. De
hecho, Ortega constata una corriente socializadora que puede llegar a impedir el de-
sarrollo de la propia individualidad. «En la medida en que yo pienso y hablo no por
propia e individual evidencia, sino repitiendo eso que se dice y que se opina, mi vida
deja de ser mia, dejo de ser el personaje individualisimo que soy y actúo por cuenta de
la sociedad: soy un autómata social, estoy socializado... La socialización del hombre
es una faena pavorosa. Porque no se contenta con exigirme que lo mio sea para los
demás- propósito excelente que no me causa enojo alguno -sino que me obliga a
que lo de los demás sea mío. Por ejemplo: a que yo adopte las ideas y los gustos de los
demás, de todos. Prohibido todo aparte, toda propiedad privada, incluso esa de tener
convicciones para uso exclusivo de cada uno. La divinidad abstracta de 'lo colectivo'
vuelve a ejercer su tiranía y está ya causando estragos en toda Europa. La prensa se
cree con derecho a publicar nuestra vida privada, a juzgarla, a sentenciarla. El poder
público nos fuerza a dar cada día mayor cantidad de nuestra existencia a la sociedad.
No deja al hombre un rincón de retiro, de soledad consigo mismo. Las masas protes-
tan airadas contra cualquier reserva de nosotros que hagamos» (OC. !l 746).
Más adelante, Ortega nos dice qué entiende por índividualidad poniendo el énfa-
sis en la unicídad de la persona y su exclusividad. También plantea los peligros de la
socialización al despersonalizar y desindividualizar a la persona: «La historia de Eu-
ropa ha sido hasta ahora una educación y fomento de la individualidad. Se habia
propuesto que la vida tomase cada vez con mayor intensidad la forma individual. Es
decir, que al vivir, cada cual se sintiese único. Unico en el goce como en el deber y en
el dolor. ¿Y no es ésta la verdad, la pura verdad transcendental sobre la vida humana?
Magnífico o humilde, para el hombre vivir es, en su raíz misma, haberse quedado solo:
conciencia de unicidad, de exclusividad en el destino, que solo él posee. No se vive en
compañía, cada cuál tiene que vivir por si su vida, apurarla con sus únicos labios,
como una copa llena de lo dulce y lo agrio. A uno le pasa el hallarse acompañado;
pero el pasarle a uno no admite copartícipes... Desde hace dos generaciones, la vida
del europeo tiende a desindividualizarse. Todo obliga al hombre a perder unicidad y
a hacerse menoS compacto... la persona y el aire público -las ideas, propósitos,
gustos- van y vienen a nuestro través y cada cual empieza a sentir que él es cual-
quier otro» (OC. !l 745).
En el ámbito concreto de la socialización organizacional, uno de los procesos más
relevantes en la transición a la vida adulta, esos fenómenos yesos peligros también
existen y conviene señalar que han de producirse de forma que contemplen los proce-
sos de individualización como proceso complementario y dialéctico al de socializa-
ción. La individualización es el proceso de desarrollo de la identidad personal. Auto-
res como Super han puesto el énfasis en que el proceso de desarrollo de la carrera que
176 Psicología Social Aplicada
El ambiente de la organización
El ambiente en el que se desenvuelve y opera una organización es un elemento
central para la comprensión, el diseño y la gestión de su funcionamiento. Las
organizaciones son sistemas abiertos de carácter social en constante transacción
con el ambiente en el que actúan. Podemos definir ese ambiente como el conjunto
de elementos externos a la organización con los que ésta mantiene o puede mante-
ner relación y que en alguna medida son relevantes para dicha relación. En otros
trabajos hemos realizado una revisión sistemática de este constructo (Peiró, 1983-
84; 1990). Aquí únicamente señalaremos que cabe caracterizarlo en función de su
grado de complejidad, su nivel de estabilidad vs. su dinamismo, su predictibilidad,
su grado de certidumbre o incertidumbre y su mayor o menor hostilidad hacia la
organización.
La estrategia de la organización
La estrategia es otro elemento relevante de la organización y hace referencia, según
Chandler (1962), a <da explicitación de los objetivos y metas a largo plazo..., la adop-
ción de cursos de acción y el reparto de recursos necesarios para llevar a cabo estas
metas». Se trata, pues, de la orientación competitiva de una organización y de las
decisiones necesarias para conseguir esa ventaja competitiva. Como señala Mintz-
berg (1988), la estrategia «puede verse como una fuerza de mediación entre la orga-
nización y el entorno, por lo cual su formulación requiere la interpretación del entorno,
Psicología Social de las Organizaciones 179
La estructura de la organización
La estructura es considerada como el soporte de las normas de trabajo y los mecanis-
mos administrativos que permiten a las organizaciones conducir, controlar y coordi-
nar sus actividades de trabajo. Clarificar el concepto de estructura implica identificar
las unidades que componen la organización y las relaciones existentes entre ellas,
particularmente las establecidas por las reglas y normas de la organización. Zerilli
(1985, 174) ha caracterizado la estructura de una organización como «el esquema
formal de relaciones, comunicaciones, procesos de decisión, procedimientos y siste-
mas dentro de un conjunto de personas, unidades, factores materiales y funciones en
vistas a la consecución de objetivos» mediante la diferenciación y división del trabajo
y la coordinación.
Weber definió la estructura burocrática como tipo ideal de organización. Sin
embargo, en la medida en que las organizaciones se desenvuelven en entornos
más dinámicos e impredecibles es necesario tomar en consideración otro tipo de
estructuras. Durante la década de los cincuenta, varios autores llamaron la aten-
ción sobre la necesidad, bajo determinadas circunstancias, de estructuras orgáni-
cas y flexibles. A finales de los setenta, Mintzberg desarrolló una tipología con
cinco grandes configuraciones estructurales: la estructura simple, la burocracia
mecánica, la burocracia profesionalizada, la estructura divisionalizada y la adho-
cracia. Estas configuraciones son considerablemente diferentes en sus niveles de
centralización, flexibilidad, complejidad y otros parámetros estructurales relevan-
180 Psicologla Social Aplicada
tes. Una exposición detallada de las mismas puede verse en la obra de Mintzberg
(1988).
La tecnología
Si definimos la tecnologia de una organización como <das técnicas utilizadas en
sus actividades de trabajo para transformar los inputs en outputs», queda claro
que no sólo hace referencia a herramientas o hardware sino que incluye también
la tecnologia de conocimiento. Ya hemos revisado anteriormente las implicacio-
nes que las tecnologias, en general (Peiró, 1983-84), y las nuevas tecnologias, en
particular (Peiró, 1990), tienen para el desempeño del trabajo, la organización de
los sistemas de trabajo y la propia organización, tanto en su estructura como en su
funcionamiento (Peiró y Prieto, 1994). Hemos señalado también, las implicacio-
nes que el uso de nuevas tecnologías puede tener para el estrés laboral de las
personas que las utilizan en su trabajo (Peiró, 1993) y hemos formulado orienta-
ciones para mejorar la eficacia y la eficiencia de esas tecnologias en su diseño,
implantación, gestión y evaluación (Prieto, Zornoza y Peiró, 1996). Todas estas
informaciones y conocimientos resultan especialmente útiles en un momento en
que las tecnologias informáticas y telemáticas tienen una incidencia cada vez mayor
en el trabajo y la organización. La estrecha relación entre subsistema técnico y
subsistema socíal y organizativo plantean la necesidad de que los ingenieros y el
resto de profesionales cuya actividad profesional consiste en la organización e
implantación tecnológica tengan en cuenta el factor humano y social. Por otra
parte, los expertos en recursos humanos y calidad de vida laboral en el trabajo no
pueden pasar por alto este factor si pretenden atender adecuadamente las cuestio-
nes profesionales que les incumbe.
determinismo en las relaciones entre ellos cabe hablar de una «elección» de uno de
los posibles en relación con el otro dentro de ciertos márgenes. Todas estas conside-
raciones permiten un nuevo planteamiento del cambio cultural en las organizaciones
que, en parte, tiene implicaciones sobre otros componentes de la organización y en
parte se ve afectado por ellos.
que poder y jerarquia deben existir en la organización para que ésta pueda coordinar
mejor las acciones y alcanzar de forma más eficiente sus fines. Se establece también
que la información debe distribuirse de forma diferencial entre los miembros de la
organización porque debe estar disponible para cada miembro en función de sus
responsabilidades y de las decisiones que deba tomar. Sólo disponiendo de la infor-
mación adecuada, las decisiones pueden ser racionales. El paradigma racional asume
que la organización se configura como una forma racional para conseguir objetivos
mediante una serie de componentes que la caracterizan: división de funciones y de
autoridad, diferenciación de roles y de niveles jerárquicos, coordinación de tareas,
toma de decisiones expertas, etc.
Los criticos de este paradigma cuestionan el supuesto de racionalidad porque en-
cuentran una cuestión más básica que la propia racionalidad en la consecución de los
objetivos. Dicha cuestión es la que plantea ¿quién determina los objetivos que se han
de conseguir y a quiénes sirven predominantemente esos objetivos? La contestación
que ofrecen estos críticos es clara: la coalición mínima dominante de esa organiza-
ción, es decir, los que tienen mayor poder en la organización determinan sus objeti-
vos. Al asumir esta respuesta nos aparece una nueva <<lectura» de la realidad organi-
zacional: una lectura en términos de poder, una lectura politica. Según ella, el fin más
básico ya no es conseguir los objetivos «oficiales» de la organización sino mantener
el poder de la coalición dominante en la organización. Con frecuencia, esa coalición
ocultará su pretensión o la «justificará» a través de la pretensión declarada de conse-
guir los objetivos oficiales. Ahora bien, si mantener el poder es el objetivo último de
la coalición dominante, ésta puede utilizar la autoridad aunque la justifique como la
estrategia más adecuada para lograr los objetivos «oficiales». Muchas decisiones que
se tomen no serán racionales, si entendemos este término en el sentido de que se
realiza la elección de la alternativa más adecuada para el logro de los objetivos «ofi-
ciales» de la organización. Por el contrario, las decisiones que se tomen estarán en
función de su contribución a consolidar el poder de la coalición dominante aunque
posteriormente se «racionalicem> mediante una explicación o interpretación que pa-
rezca aceptable.
Como se ve, es posible analizar o leer los fenómenos organizacionales desde múltiples
perspectivas y partiendo de supuestos bien diferentes. El paradigma o la <<lectura»
predominante a lo largo de la historia de la teoría organizacional ha sido la que parte
del supuesto realista y objetivista de la organización que, además, la concibe como un
sistema racional para la consecución de objetivos. Frente a esa lectura, en las últimas
décadas, ha surgido otra que parte del supuesto de que las organizaciones son fenó-
menos sociocognitivamente construidos y se configuran como <~uegos de poden>. Lo
esencial de una organización está, pues, en la mente de sus miembros, pero ese con-
junto de percepciones y creencias configuradas en esas mentes lo han sido mediante
la interacción social de esos miembros y cobra una entidad colectiva. Además, el
fenómeno más básico de la organización es el poder y, por ello, su lectura más acaba-
da es una lectura «política».
Según el paradigma desde el que se desarrolle la teoria y los conocimientos cien-
tíficos de las organizaciones, la concepción de la íntervención, sus estrategias, sus
Psicología Social de las Organízaciones 185
fines y su propio carácter van a ser muy diferentes. En esta situación hemos realizado
en distintas ocasiones una consideración de los mismos fenómenos desde uno y otro
paradigma, revisando las aportaciones cientificas de cada uno de ellos. Asi hemos
analizado la estructura organizacional, su cultura, las nuevas tecnologias en la orga-
nización y la propia conducta organizacional desde esa doble perspectiva (Peiró, 1990).
También hemos adoptado esta aproximación a la hora de considerar estrategias de
gestión de recursos humanos. Peiró (1992) analiza las implicaciones que tiene para la
organización y sus miembros la conceptualización, investigación y aplicación de la
evaluación de rendimientos y del desempeño desde una u otra aproximación paradig-
mática.
Llegados a este punto cabe preguntarse cual de las dos aproximaciones resulta
más adecuada y eficaz a la hora de elaborar estrategias de intervención en las organi-
zaciones. Ya en 1990 ofreciamos una respuesta, que aunque provisional, sigue te-
niendo vigencia. Deciamos entonces: «La realidad organizacional es tan compleja,
diversa y amplia que no cabe una respuesta sencilla en favor de una u otra opción. En
el ámbito de la investigación, las teorias sirven para orientar y guiar los estudios
empíricos o experimentales que han de poner a prueba en qué medida permiten inter-
pretaciones adecuadas de los fenómenos que tratan de explicar y las condiciones en
que lo hacen. En el ámbito de la intervención profesional, las teorias y sus resultados
empíricos pueden ser útiles para orientar las estrategias de intervención que el profe-
sional puede desarrollar en función de su conocimiento de la realidad organizacional
concreta en la que va a intervenir y de sus criterios profesionales. Especialmente en
este último ámbito, una postura ecléctica, hoy por hoy, puede resultar útil, si se en-
tiende ésta como eclecticismo crítico. Es decir, un eclecticismo que se fundamente en
el conocimiento adecuado de ambas aproximaciones, de sus supuestos epistemológi-
cos y teóricos, de sus posibilidades y limitaciones y de sus puntos oscuros. Un eclec-
ticismo que no lo ponga todo en el mismo saco sino que pondere y evalúe críticamen-
te las aportaciones y limitaciones de cada aproximación paradigmática y de sus diferentes
estrategias de intervención. Sólo así el profesional podrá desarrollar unjuicio pruden-
te y ponderado que le permita abordar el problema concreto que se le plantee en una
organización desde la aproximación o aproximaciones que en su opinión resulten más
fructíferas para resolverlo» (Peiró, 1990, 182).
Ahora bien, es necesario tener en cuenta que el profesional no es el único
sujeto de la organización que define situaciones y actúa a partir de uno u otro
paradígma. Ese profesional puede estar interpretando la situación desde un para-
digma racional y actuando en consecuencia con ello y, sin embargo, otros agentes
de la organización pueden redefinír su actuación y reinterpretarla desde el para-
digma político. En este sentí do afirma Karapin, haciendo referencia a un trabajo
de Klein, «que un cientifico social puede fácilmente verse implicado en conflictos
políticos ya existentes en una organización. El papel de los científicos sociales en
una organización esta relativamente mal definido y su conocimiento es una fuente
potencial de poder, que puede ser amenazante para alguien. Estar confinado al
departamento de relaciones con los empleados redujo el poder de Kleim> (Kara-
pin, 1986,247). Un ejemplo más próximo a nosotros, y quizás más clarificador, es
186 Psicología Social Aplicada
directo sobre su implementación. El análisis de este rol ha recibido una amplia aten-
ción, mostrándose la importante diversificación en función de diversos parámetros.
Lippit y Lippit (1986) distinguen ocho perfiles diferenciados de consultor en función
de la directividad de su comportamiento para el cliente. Los perfiles identificados son
los siguientes: observador/reflejador objetivo, consultor de procesos, descubridor de
hechos, identificador y conector de alternativas, solucionador asociado de problemas,
formador-educador, experto en información y abogado. Por su parte, Margoulis y
Raia (1972) han distinguido también otros perfiles en función de la orientación del
consultor hacia la tarea o el proceso. Caracterizan el perfil más orientado a la tarea
como experto técnico y el orientado hacia el proceso como facilitador de procesos.
Finalmente, Pettigrew (1975) señala que la eficacia del consultor interno depende del
control y uso que haga de cinco tipos de fuentes de poder: su conocimiento experto,
control sobre la información organizacional, sensibilidad a los temas de poder en sus
relaciones personales, su estructura evaluada por los otros, y el apoyo de otros miem-
bros del grupo de consultores o investigadores.
Asi pues, la diversificación de roles del consultor y la cada vez más necesaria
integración de aspectos del perfil investigador y del perfil <ánterventoT» caracteriza
la intervención profesional en las organizaciones. Estos dos fenómenos hacen más
compleja la formación de los profesionales, que no debiera limitarse a la transmisión
de los contenidos básicos y ejemplares paradigmáticos de la disciplina, ni al entrena-
miento en el uso de las tecnologías propias de la profesión. Deberia incluir también
las competencias, habilidades y conocimientos del propio ejercicio profesional. En el
próximo apartado analizaremos con más detalle estos aspectos.
nuestro caso están relacionadas con la gestión de recursos humanos, desarrollo orga-
nizacional, diagnóstico y evaluación organizacional, etc. En segundo lugar, las habi-
lidades interpersonales como la asertividad, capacidad de dar apoyo, escucha, estilo
de gestión y procesos de grupo, etc. En tercer lugar, las habilidades de consultoria que
difieren en función de las fases por las que atraviesa la misma: a) Contrato (saber
negociar las propias pretensiones, capacidad para afrontar motivaciones mixtas, ca-
pacidad para hacer aflorar las preocupaciones del cliente por su vulnerabilidad o
pérdida de control, saber formalizar los puntos básicos del contrato); b) Diagnóstico
(descubrir diferentes niveles de análisis, saber desenvolverse en un clima politico,
saber resistir las urgencias para completar los datos, ver las entrevistas como una
intervención); c)feedback (canalizar los datos para encontrar los temas principales,
saber identificar y trabajar con diferentes formas de resistencia, saber presentar a los
clientes datos personales y organizacionales); d) Toma de decisiones (saber dirigir
reuniones, centrarse en las decisiones de aquí y ahora, no tomar los problemas de
feedback como cuestiones personales); e) implementación (saber desarrollar la con-
fianza en el consultor, saber identificar, afrontar y reducir las resistencias, saber man-
tener, clarificar y, en su caso, modificar el sentido del contrato cuando sea cuestiona-
do o se pretenda reconducir, aplicar con competencia los conocimientos y habilidades
especificas requeridas para la ejecución del proyecto).
Por el mismo camino, Cullen, Klemp y Rossini (1981) han desarrollado un mode-
lo de competencias del profesional (véase Tabla 6.1 de la página siguiente) en el que
distingue nueve áreas importantes. De ellas sólo la primera hace referencia a los
conocimientos técnicos y profesionales especificas de la disciplina. El resto hacen
referencia a características y estilos personales (autoconcepto y autoimagen profesio-
nal), habilidades en las relaciones interpersonales (desarrollo de comprensión común
e influencia personal) y habilidades propias de la intervención o consultoría (habili-
dades de diagnóstico, planificación táctica, flexibilidad táctica y resultados y orienta-
ción). No resulta dificil caer en la cuenta de que este tipo de habilidades reciben
escasa o nula atención en la formación que se ofrece tanto a nivel de pregrado como
en la de pos/grado (masters, etc.). Es cierto que algunas de esas competencias debe-
rían identificarse en los alumnos mediante procedimientos de selección previos a su
incorporación a la formación, en lugar de pretender desarrollarlas en el curriculum
(p.ej: algunas de las relacionadas con aspectos personales). Sin embargo, otras han de
ser desarrolladas durante el proceso de formación y socialización y deberian contem-
plarse en el currículum formativo. Además, deberían elaborarse y desarrollarse con·
tenidos, materiales técnicos, didácticas y prácticas adecuadas para su enseñanza.
Howard (1984) abunda en la dirección que venimos comentando al identificar
una serie de habilidades y destrezas requeridas para el desempeño del rol del psicólo-
go en las organizaciones, que no son enseñadas en las Facultades. Esas habilidades
son las siguientes:
CONOCIMIENTO FUNCIONAL
1. Conocimientos sobre la teoría de la eficacia organizacional.
2. Conocimientos sobre el sistema cliente como organización.
AUTOCONCEPTO SOLIDO
3. Autoconfianza.
4. Bajo temor de ser rechazado.
5. Ejerce control.
6. Objetividad pereeptual.
7. Acepta la responsabilidad por los fracasos.
INFLUENCIA PERSONAL
15. Preocupado por obtener impacto.
16. Utiliza el poder unilateral.
17. Crea una imagen positiva.
18. Utiliza estrategias de influencia interpersonal.
19. Comprende su propio impacto sobre los otros.
20. Habilidades de presentación oral y escrita.
DESTREZAS DE DIAGNOSTICO
21. Obtiene múltiples perspectivas sobre las situaciones y problemas.
22. Utiliza conceptos para el diagnóstico.
23. Utiliza metáforas y analogías.
24. Reconocimiento rápido de patrones.
PLANIFICACION TACTICA
25. Pensamiento de causa y efecto.
26. Identifica los aspectos clave en los datos.
27. Identifica y utiliza los patrones de influencia.
28. Calibra con precisión las reacciones de otros.
Psicología Social de las Organizaciones 191
FLEXIBILIDAD TACnCA
29. Asume y distingue múltiples roles.
30. Responde conscientemente a las normas y expectativas de los clientes.
31. Obtiene ventaja de las oportunidades.
32. Adaptación de técnicas y procedimientos centrada en los problemas.
RESULTADOS y ORIENTACION
33. Preocupación por resultados medibles.
34. Conciencia del tiempo.
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LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Esta obra se plantea tres grandes objetivos: ayudar a entender lo que está ocurrien-
do en el campo de las organizaciones, ayudar a comprender el funcionamiento de esas
organizaciones en un mundo tan cambiante como el actual y ayudar a interpretar las
claves del funcionamiento de las organizaciones en las próximas décadas. Para ello, se
plantea el análisis histórico de la teoría de las organizaciones y su relación con la Psi-
cología Social. Analiza, posteriormente, el concepto de la Psicología del Trabajo y las
Organizaciones y pasa revista a las principales aproximaciones paradigmáticas, así
como a los modelos de organización que se han originado desde esos paradigmas. Fi-
nalmente, aborda la cuestión del método en Psicología del Trabajo y de las Organiza-
ciones.
e A P T U L o
SAGRARIO RAM fREZ
JOSÉ RAMÓN TORREGROSA
Introducción
El paradigma realista en el estudio de las relaciones internacionales
El lugar de la Psicología Social en las relaciones internacionales
Conclusiones
Bibliografía
Lecturas complementarias
200 Psíco/ogía Social Aplicada
INTRODUCCION
citar ejemplos extremos como las conductas patológicas (caso de Hitler como para-
digma) y se.da tanto a nivel de los comportamientos individuales como de los colec-
tivos. En segundo lugar, plantea la cuestión de la evaluación de intereses contrapuesta
a la idea de cálculo racional. En su último embite a la ortodoxia realista, señala el
papel de las diferentes representaciones de los intereses. Las representaciones son
clasificadas en dos niveles: creencias (representaciones aisladas sobre un fenómeno
concreto como, por ejemplo, la percepción de una amenaza exterior) e ideologias
(representaciones que implican una cosmovisión de la realidad que aspira a ofrecer
una explicación de la totalidad de los fenómenos y la adhesión a un sistema de valores
que constituye una justificación para la acción). Entre estas últimas, Merle ofrece una
recapitulación de las ideologias globales susceptible de influir en las relaciones inter-
nacionales (capitalismo, liberalismo, socialismo, comunismo, fascismo, etc.) y las
ideologias especificas de los problemas internacionales (nacionalismo, expansionis-
mo, internacionalismo, neutralismo y pacifismo, con sus subtipos correspondientes).
Es interesante señalar, además, que en los últimos años ha surgido un gran inte-
rés por la reflexión sobre cuestiones relativas a la construcción social de este área
de conocimiento dentro de una perspectiva filosófica de las Ciencias Sociales que
es, en buena medida, psicosociológica. El libro de Hollis y Smith (1991) es un exce-
lente exponente de esta nueva perspectiva construccionista de las relaciones interna-
cionales.
Ejemplos comó los citados se pueden encontrar con relativa frecuencia, especial-
mente desde la incorporación plena de la sociología en las relaciones internacionales
ya que, desde esta perspectiva, el interés de las relaciones internacionales abandona
el plano institucional de los estados-nación para centrarse en el estudio de <das rela-
ciones entre grupos, entre grupos e individuos y entre individuos que afectan de modo
esencial a la sociedad internacional» (Arenal, 1994). Con otras palabras, el vacío de
la Psicología Social en las relaciones internacionales ha sido en cierto modo ocupado
por la sociología.
Sin embargo, es justo señalar aqui que la psicologia social ha abordado, desde sus
inicios, cuestiones estrechamente vinculadas a las relaciones internacionales y que a
menudo lo ha hecho desde una doble dimensión, teórica y aplicada. Si muchas veces
se ha achacado el escaso éxito de sus intervenciones en campos como la reducción del
prejuicio, por ejemplo, a la inadecuación de sus planteamientos teóricos de partida,
en rigor hay que reconocer que la Psicología Social no se ha equivocado más que la
ciencia política, la diplomacia o el derecho. Y que, además, existen determinadas
concepciones filosóficas previas acerca de la naturaleza del hombre que actúan como
sesgos en los planteamientos y desarrollos teóricos tanto de la Psicología Social como
de otras áreas de conocimiento cuya pertinente contribución a las relaciones interna-
cionales no se cuestiona.
También en Psicologia Social podríamos hablar, en cierto modo, de enfoques
«realistas» y enfoques <<idealistas» de las relaciones internacionales, aunque con ma-
tices distintos respecto a los modelos ortodoxos, y, sobre todo, con grandes incohe-
rencias derivadas de la descontextualización política y social a la que nos referíamos
antes. Pese a todo, podemos encontrar orientaciones filosóficas pesimistas y optimis-
tas sobre la condición humana; perspectivas de las relaciones internacionales centra-
das en la idea de estabilidad y centradas en la idea de cambio.
La clásica distinción entre enfoques <<irracionales» y enfoques «racionales» del
prejuicio puede hacerse extensible a las relaciones internacionales en general, y pue-
de servirnos como punto de partida para esta reflexión, aunque no es suficiente.
En cierto modo, el hincapié en la «irracionalidad» aparece en distintas versiones
que hacen referencia a aspectos diversos de las relaciones internacionales desde estu-
dios sobre nacionalismo más o menos enclavados en una peculiar psicología de los
pueblos con resabios instintivistas hasta estudios actitudinales que, aunque desde pers-
208 Psicología Social Aplicada
CONCLUSIONES
La Psicología Social debe formar parte de las relaciones internacionales como área de
estudios interdisciplinar, del mismo modo que procesos psicológicos como las actitu-
des y las percepciones intervienen en las relaciones internacionales como hecho. Tanto
el creciente interés por lo subjetivo de otros cientificos sociales especializados en
esta materia como la capacidad de la Psicología Social para satisfacer, teórica y me-
todológicamente, esta demanda justifican la incorporación de pleno derecho de nues-
tra disciplina a este área de estudios.
Históricamente, las aportaciones de la Psicologia Social a las relaciones interna-
cionales han sido marginales, escasas y de limitada relevancia. Aunque existe una
amplia tradición en Psicología Social por el estudio de aspectos relacionados con el
prejuicio y el etnocentrismo (tanto actitudinales como cognitivos), y experiencias
aisladas de trabajos sobre patriotismo, identidad nacíonal, etc. -yen muchos casos
con una dimensión aplicada-, la autosuficiencía de esta disciplina ha dado como
resultado una psicologización de las relaciones internacionales que ha conducido,
entre otras cosas, a la parcialidad de sus resultados.
Sin embargo, existe base suficiente para desarrollar una Psicología Social de las
relaciones internacionales que contribuya, desde diversos enfoques teóricos y meto-
dológicos, a la comprensión del papel desempeñado por los procesos psicológicos en
214 Psicología Social Aplicada
SISL/OGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Psicología Política
Breve bosquejo histórico
Definición, enfoques y técnicas de investigación de la Psicología Política
Algunas cuestiones sobre el presente y elfuturo de la Psicología Política
Bibliografia
Lecturas complementarias
220 Psicología Social Aplicada
« Por eso mismo sitúo en primer lugar, como inclinación general de toda la humani-
dad, un deseo perpetuo e insaciable de poder tras poder, que sólo cesa con la muerte.»
(Hobbes, Leviatán, parte 1, capítulo Xl)
Las relaciones entre psicología y polítíca han sido tan escasas como (mutuamente)
recelosas. Lo que no ha impedido, por lo demás, que los más ilustres tratadistas de la
polítíca, desde Maquiavelo a los teóricos de la «publíc choíce» pasando por Hobbes y
Marx, hayan formulado en sus escrítos acertadas observacíones sobre la naturaleza
«psícológíca» de los indíviduos; o que, por su parte, muy conocidos psicólogos hayan
escríto extensamente sobre asuntos políticos: Freud, Dewey, Skínner y Fromm, por
ejemplo, lo hicieron paladínamente, en tanto otros, no menos célebres, hablaron de
Polítíca -y de qué manera a veces- encubriendo sus propósitos tras un díscurso
(supuestamente) <<libre de valores» '.
En lo que sigue a contínuación se desarrollarán tres puntos fundamentales: en
primer lugar, unas breves consíderaciones sobre las relacíones hístóricas entre la psi-
cologia y la polítíca. En segundo término, ya en un ámbito más concreto, se verá qué
se entíende en la actualídad por Psícología Polítíca. Finalmente, se discutirán algunas
cuestiones pendientes de la díscíplína.
Hay muy pocos trabajos formalmente históricos sobre las relacíones entre psícología
y política'. Convencionalmente, cabe dístínguir una muy larga etapa de antecedentes
I Los ejemplos son numerosos. Uno de los más conocidos es, sin duda, el bochornoso «programa
de investigación» que se ha denominado «el racismo de la Psicología». Los nombres son bien sabidos:
Galton, Pearson, McDougall, Terman ... , <{científicos puroS» ellos, defensores de la esterilización de los
«inferiores» unos, enemigos acérrimos de los «programas compensatorios» todos. Su tarea no ha sido
estéril, pues su ideológico empeño ha tenido continuadores tan famosos como A. Jensen o, por ahora,
los últimos «innatistas» Ch. Murray y R. Herrstein, autores del «superventas» «The Sell Curve: Intelli-
gence and Class Structure in American life» (Free Press, Nueva York, 1994) cuyas profundas debilida-
des sustantivas y metodológicas han sido recientemente criticadas por G. De La Dehesa (Ciencia y
Racismo, Claves de Razón Práctica, 1995, 57, 52-61) Y Sixto Rios (La Campana de Gauss, Saber Leer,
1996, 91, 12). En la «otra orilla» tampoco faltaron manipulaciones político-psicológico-ideológicas:
en 1949, el camarada Stalin lanzó su gigantesco plan de «Transfonnación de la Naturaleza», en cuya
consecución operaban las doctrinas Lamarckianas de Michurin y Lysenko, aprobadas por el Comité
Central del P.C.U.S. Las modificaciones ambientales, según la doctrina, se transmitirían de padres a
hijos dando como resultado final la creación del hombre nuevo. Es en este ambiente donde eminentes
psicólogos soviéticos como Teplov, Rubinstein, etc. representaron deprimentes papeles exaltando o
denostando, según las directrices del Comité Central; las ideas de Pavlov en cuanto a la reducción, o
no, de la psicología a la fisiología, entre otros asuntos.
2 De hecho, apenas superan la media docena (que yo sepa, naturalmente), y son «biografias» inte-
lectuales de la disciplina. Todos ellos utilizan ambos ténninos, psicología y política, en su más general
sentido, sin precisar disciplinas concretas (Psicología de la Personalidad, Psicología Social, Teoría
Política, Ciencia Política, etc.). Por 10 demás, hay acusadas diferencias de extensión y calidad aunque
Psicologfa Política 221
de la Psicología Polítíca, seguida de tres períodos, ya en nuestro siglo, una vez ínsti-
tucionalizadas como disciplinas autónomas la Psicología y la Polítíca (véase el esque-
ma de la página siguiente).
Entre los precursores, se encuentran aquellos autores clásícos, cultivadores de la
Filosofia Social y Polítíca que trataron de asuntos relacíonados con la conducta políti-
ca. Son partícularmente interesantes quienes construyeron su Filosofia Política a par-
tir de una adecuada teoría psícobiológica de la naturaleza humana como Maq'!iavelo,
Hobbes, Spinoza, etc.
En los tres periodos convencionalmente postulados se incluyen algunos «temas»
tratados por «reconocidos» autores desde unas «teorías» mediante un aparato «me-
todológico-técnico». Por lo demás, habría que formular un buen número de adver-
tencías sobre tan pedagógíco esquema, pero el buen sentido del avisado lector sin
duda las subsanará: que hay asuntos y autores recurrentes a lo largo de varios perío-
dos; que, desde luego, no «están todos», aunque quienes están, «SOll», etc. Como
quiera que sea, se trata ahora de comentar, telegráficamente, algunos autores de nues-
tro siglo, marginando necesariamente a los ilustrisimos clásicos.
al lector las obras de Tarde, y en nota al pie de la página VI acusa recibo en esos momentos de «dos
importantes textOSn con idéntico titulo, «Social Psychology) del profesor Ross y de W. McDougal1. Y,
desde luego, es evidente la influencia de este último en Wallas.
224 Psicología Social Aplicada
Psicologia Política, según una extendida opinión 4. De muy modesto orígen social
-hijo de pastor protestante y maestra de escuela- ingresó a los 16 años en la Universidad
de Chicago. Enseñaban allí por entonces Thomas, Small, Park y Mead y tuvo como
compañeros de estudios a Wirth y B1umer. Desde 1926, a los 24 años, fue profesor de
Ciencia Política en esa Universidad. Durante el curso 1927-1928 vino a Europa. En Berlín
---<lato muy decisivo- se psicoanalizó con Teodoro Reik, discipu10 de Freud -en
apresurada terapia para la ortodoxia freudiana- y asimismo trabó relación con Adler,
Fromm, Alexander y Horney. La influencia del Psicoanálisis será ya una característi-
ca constante en toda su obra. Según algunos biógrafos fue también en Alemania don-
de conoció el pensamiento de Weber, de los clásicos de la Teoría de las Elítes (Mos-
ca, Miche1s, Pareto) y de Marx, un desconocido en los Estados Unidos de los años veinte.
Completó luego su formación en Londres donde, como ya se apuntó, fue alumno de
Wallas. Siendo tarea imposible dar ahora una idea mínimamente aproximada del pensa-
miento de Lasswell, limitaremos la exposición a unas pocas de sus tesis fundamentales.
La más conocida, probablemente, obra de Lasswell, «Psicopatología y política»,
(Lasswell, 1960), se publicó en 1930 y fue reeditada varias veces después. Se trata de
un libro con tan poca «psicopatología» como «política», ya que, en rigor, es un texto
sobre psicología de los «polítícos». En el prefacio, Lasswell reconoce varias influen-
cias: la de Merriam, quien subrayó la importancia de la psicopatología en la política,
la de E1ton Mayo, de quien aprendió la técnica de la entrevista en profundidad, así
como de otros «psicopatólogos» antes mencionados (todos psicoanalistas), a los que
añade el nombre de su íntimo amigo el psiquiatra H.S. Sullivan. Al comienzo dellíbro
Lasswell establece una de sus más conocidas afirmaciones: <<la Ciencia Política, sin
biografía, es una forma de taxidermia» (Lasswell, 1960, 1). Mediante entrevistas con
personas dedicadas a la política, intenta Lasswell describir cómo determinadas expe-
riencias en el desarrollo -síngularmente las de la infancia, claro está-, son decisi-
vas en la conducta política de la madurez. La biografía de los políticos, pues, es
4 Así lo denominan Grawitz, Palmer y otros más. Según Stone (1981), es «universalmente recono·
cido como el líder moderno de la Psicología Política». Tal sobrevaloración probablemente se asocia
con su obra, en verdad «excesiva»: Muth y otros (1990) le anotan 55 libros, 400 artículos y 250 críticas
de libros. Asimismo, reseñan 150 trabajos sobre su pensamiento. Sin embargo, parece que Lasswell no
es muy conocido en nuestro país. Es comprensible, por lo demás, que su ingente obra ahuyente a los
especialistas; pero no sólo por la cantidad: en la línea de Wallas y Merriam, los escritos de Lasswell
carecen de estructuración, son asistemáticos, con ideas brillantes a veces pero escasamente argumenta-
das. En este caso la calidad no brota de la cantidad. Utiles introducciones a su pensamiento son los
trabajos de R. Horwitz (en R J. Storing (Ed.), Essays on the scientific study of Politics, Bolt, New
York, 1962,225-304); B. L. Smíth, The mystifying intellectual history of H. O. Lasswell (en A. A.
Rogow (Ed.); Politics, Personality and Social Science in the twentieth century. University of Chicago
Press, 1969, 41~105); Merelman (este autor llama a Lasswell el «Leonardo da Vinci de las Ciencias de
la Conducta»), RO. Lasswell's Political World: weak tea for hard times. British Joumal of Political
Science, 1981, 11,471-497, Y Almond (1990). Particularmente interesante es el artículo de Trahair
«Elton Mayo and the early Political Psychology of Harold D. Lasswell. Political Psychology, 1981·2,
3, 3A, 170-188, sobre la influencia de Mayo en Lasswell con quien trabajó por consejo de Merriam.
Por lo demás, entre los múltiples honores recibidos por Lasswell hay que citar su Presidencia de la
A.P.S.A. en 1956 y la Presidencia Honorífica de la l.S.P.P. cuando se fundó en 1978.
226 Psicología Social Aplicada
esencial para el estudio del juego político, aportando comprensión al tradicional aná-
lísis -sobrevalorado en su opinión- de las instituciones y sistemas políticos. De
modo que, según Lasswell, los motivos privados de los políticos adquieren significa-
ción «pública», precisamente por el «desplazamiento» de las intimas motivaciones de
estos profesionales hacia las causas políticas. Dicho de otro modo: la conducta públi-
ca de los líderes políticos ha de verse siempre como «racionalizacióm> de motivos
privados. También en este libro propone Lasswell su conocida tipología del político:
el agitador, ejemplificado por los profetas del Antiguo Testamento; el administrador,
del que seria buena muestra el presidente Hoover; y el teórico, plasmado en Marx.
Hay luego otros tipos mixtos, como Lenin, que participaría, simultáneamente, de los
tres tipos puros anteriores.
Una segunda obra relevante para nuestro tema es «Power and Personality» publi-
cada en 1948. Con ligeras variantes repite nuestro autor las tesis anteriores (Lasswell,
1948, cap. 1Il): el político trata de compensar con su actividad un inconsciente senti-
miento de inferioridad originado en traumáticas experiencias infantiles. De esta ma-
nera, su carrera política no es otra cosa que pura «racionalización», en términos de
bien público, de profundos motivos privados. Los políticos son personas infantiloides
con una perpetua -e insaciable- necesidad de reconocimiento social. Aunque hay
que precisar que esa patológica dependencia no sólo afecta al político, sino también a
los «seguidores». Ese papel fundamental de los factores emocionales en la escena
política está asimismo presente en la idea de Lasswell de que las ideologías políticas
y, en general, todos los movimientos sociales adquieren su energía actívadora preci-
samente por el desplazamiento de los motivos intimos de las personas sobre cuestio-
nes de naturaleza pública. De ahí justamente, sostiene el autor norteamericano en
varias de sus obras, se alimenta el gigantesco dinamismo de los símbolos políticos,
auténticos crisoles de los anhelos no colmados de las multitudes.
Para Lasswell, el poder significa capacidad de captar recursos. Una situación de
poder se define como aquella en la que quienes buscan recursos entran en conflicto
con quienes ya los tienen. Y el político es quien busca maximizar su poder sobre
todos los demás valores. La política, escribió en una conocida obra publicada en
1936, es el estudio de la influencia y los influyentes: «y son influyentes quienes obtie-
nen la mayor participación en los valores disponibles, valores que pueden clasificarse
como respeto, renta, seguridad. Quienes obtienen esa mayor participación constitu-
yen la élite; el resto, la masa» (Lasswell, 1974, IX).
Antes de concluir, es necesario recordar los trabajos de Lasswell sobre el hitleris-
mo. Atenuando en esta ocasión sus reduccionismos psicologistas, calificó Lasswell al
nazismo como desesperada reacción de la pequeña burguesía alemana en la búsqueda
de su diferenciación ~n el proletariado. Es asimismo digno de mención su análisis
del papel de la aristocracia en la defensa del capitalismo alemán, para lo que no dudó
aquella en aliarse con las clases medias bajas (Lasswell, 1933)'.
s Este primer período histórico incluye, naturalmente, más autores que ahora debemos omitir. Ross
en su texto de Psicología Social de 1908 incluyó un capitulo de opinión pública y M. Ginsberg y otros,
en su obra «Psychology and modero prohlems)) (Longman, New York, 1921/1936), un manual de Psicologia
Psicologla Pollrica 227
Social que gozó de algún éxito. Comentan en el capítulo JI la desilusión de los ciudadanos respecto a
las instituciones democráticas, afirmando que se debe a causas «esencialmente de carácter psicológi w
CO». Más concretamente, Ginsberg habla de cuatro factores desencadenantes del «desencanto politico»
(sic): a) la intrlnseca tendencia de toda organización (en este caso los partidos políticos) a la oligar-
quía; b) las dificultades psicológicas que impiden un adecuado sistema de representación; e) la exis-
tencia de agencias de distorsión de la opinión pública, y el) las dificultades psicol.ógicas para asegurara
una eficaz deliberación colectiva en las asamblcas numerosas (el avisado lector juzgará sobre la vigen-
cia del diagnóstico 75 años después). Algunos conocidos psicólogos sociales incluyeron también en
sus manuales algún capítulo de Psicologia Política: Williams (1922) dedicó el libro tercero de su obra
a temas tan actuales como las rivalidades entre partidos o el poder de la prensa, entre otros. Dunlap
(1925) incluyó un capítulo sobre la propaganda y Ewer Bernard (1929) desarrolla en el capitulo XXI el
tema «Patriotismo, Nacionalismo e InternacionalismO». De particular interés es el texto de Psicología
Social de Murchison (1929), expresivamente titulado «Psicología de la Dominación Política». El autor
asigna como objeto a la Psicología Social nada menos que aquellas características humanas que hacen
inevitable la vida política. La obra, que desarrolla por cierto una crítica demoledora contra McDougall
y F. Allport, trata temas tan sugestivos como el control de la natalidad, los derechos humanos, Maquia-
velo y la naturaleza humana, etc. También incorporan temas de Psicología Política los manuales de K.
Young (1930) y H. Gurnell (1936). Mención especial debe hacerse de un texto, no muy conocido
incluso en Estados Unidos, de un valioso autor: «Psychology and the social orden), McGraw Hill, New
York, 1936. Su autor es Junius Flagg Brown, alumno de Lewin, quien añadió en su discurso ideas de
Freud y Marx. Para Brown, la Psicología Social es una empresa «interdisciplinaf»; por eso la cuarta
parte de su texto se titula «Sección de Ciencia Política», en la que analiza el estado liberal, fascista y
comunista. Evidentemente, sería imperdonable no citar en este período a la espléndida Escuela de
Francfort, desconocida, al parecer, por la Psicología Política dominante estadounidense y a la que,
entre otros, perteneció el mejor Fromm de «El Miedo a la Libertad» (1939).
6 Hay otras excepciones, claro está. De nuevo hay que citar algunos textos de Psicología Social que
incluyen temas políticos: Bird (1940), Guerra y Propaganda; Vaughan también incorpora Propaganda y
Relaciones Internacionales, e incluso trata explícitamente de las relaciones entre Psicología Social y
Ciencia Política, disciplinas coincidentes, a su juicio, en estudiar cómo distintas fonnas de gobierno
afectan a la personalidad del ciudadano (Vaughan, 1948, 52-57). Ya en los años cincuenta, Sargent (1950),
Queener (1951) y Klineberg (1954) dedican algún capítulo de sus manuales de Psicología Social a
Propaganda y Relaciones Internacionales (recuérdese: era la época de la guerra fría). Y de todos es
conocido el capitulo sobre «Psicología del Voto» de Lipset y colaboradores, en la edición de 1954 del
228 Psicología Social Aplicada
Manual de Psicología Social de Lindzey (en esta alusión a los capítulos de Psicología Política incluidos
en los manuales de Psicología Social de distintas décadas se omiten, para no multiplicar las citas, los
acostumbrados capítulos de «Actitudes Políticas)) -Adorno, Eysenck, Rokeach, Christie, etc.- habi-
tuales en la mayoría de los textos de Psicología Social). Por cierto que algunas obras publicadas por
entonces, pese a su título, no deben inducir a error. Así, Alfred Sauvy, el conocido demógrafo francés,
publicó en 1957 un libro titulado {<La oature sociale: Introduction ¡\ la Psychologie Potitique». No hay
tal. Es una amalgama de asuntos dispares sin concierto. En el prefacio, afirma Sauvy que la suya es una
obra «volontairement imparfaite» (lleva muchísima razón). Al concluir la década Robert Lane publica
un texto muy conocido entre los politólogos y que es justo mencionar aquí por incorporar temas psico-
lógicos tan importantes como los tratados en la tercera parte: necesidades, emociones, actitudes y su
relación con la potitica. Y, excepcionalmente entre los psico-politólogos, incluye un capítulo sobre los
medios de comunicación de masas (Cfr. Political Life, Free Press, Glencoe, 1959). Otros manuales, ya
en la década de los 60 que tratan temas de política son los de Kuppuswamy (1961) Y Watson (1966).
Finalmente, la edición de 1968-9 del manual de Psicología Social de Lindzey y Aronson incluye dos
importantes capítulos: el de Sears sobre conducta política y el de Etzioni sobre aspectos psicosocioló-
gicos de las relaciones internacionales. Alguna información sobre este recurrente asunto de la Psicolo-
gía y las Relaciones Internacionales se encuentra en Jimenez Burillo (1986b, 1992a y 1992b).
Psicologia Politica 229
7 Lane es también el autor del artículo sobre la relación entre Psicología y Ciencia Polltica publica-
do en la conocida serie editada por S. Koch «Psychology: a study of a science» (McGraw-Hill, New
York, 1963, vol. VI, 583-638). Hay otros textos aparecidos en estos años que es obligado mencionar: la,
monografia de James O. Barber «The Lawmakers» (1965), un estudio de la psicología de un grupo de
«políticos» del estado de Conneticut a partir de entrevistas, y el libro de E. V. Wolfenstein «The
Revolutionary Personality» (1967), un análisis ---Qbviamente utilizando archivos documentales- de
la personalidad de Lenin, Trostky y Gandhi. Pero la consagración bibliográfica de este tema de Perso-
nalidad y Política, uno de los más estudiados en la historia de la disciplina, viene dada por la publica-
ción de la voluminosa obra editada por F. I. Greenstein y M. Lemer «A Source Book for the Study of
Personality and Politic» (Markham, Chicago, 1971), casi 600 páginas escritas por prácticamente todo
el Olimpo de las Ciencias Sociales estadounidenses de aquel tiempo: Converse, Inke1es, Katz, Parsons ... y
Lasswell (a quien va dedicado el libro). Especial interés merecen los articulas de Bendix y Osgood
acerca del peligro constante que acecha a estos asuntos: el de reducir lo político a lo psicológico.
Algunos años antes, el Joumal ofSocial Issues (1968, XXIV, 3) habla dedicado un número monográfi-
co a este asunto de Personalidad y Política. También es recomendable aquí el artículo de Smelser (pp.
111-125) sobre la tentación «reduccionista».
8 Así, Rieselbach y Balch publican «Psychology and Politics» (Holt, New York, 1969), texto de
«lecturas» tanto de autores clásicos (Aristóteles, Hobbes) como de politólogos (Lasswell, Lane, Eas-
ton) y algún psicólogo (Fromm). El propio Lane publica «Political Thinking and Conscioussnes» (Mar-
kham, Chicago, 1969), con temas tan «psicopoliticos» como el papel activador de las necesidades
humanas en el pensamiento político.
230 Psicología Social Aplicada
Política (ISPP). Los temas que incluye el Handbokk son ya conocidos: personalidad y
política, socialización política, actitudes políticas, política internacional, etc.; los autores,
también: Greenstein, Hyman, Kelman, Lane, etc. El libro tiene más de 1300 referencias
biblíográficas '. Todo lo cual culmina a finales de la década en unos acontecimientos
decisivos para la disciplina que de esta manera inicia una nueva etapa en su desarrollo:
su consolidación como especialidad académica independiente.
9 El). 1974 aparece la primera edición de la obra de W. F. Stone «The Psychology ofPolitics~) (Free
Press. New York), con los temas habituales; y en 1975 el libro de J. B. Manheim «The Politics Withim)
(Prentice Hall, New Jersey), incorporando a los temas ya conocidos en otros manuales los de Cultura'
Política y Persuasión Política. En el Manual de Ciencia Política de ocho volumenes editado por Greenstein
y Polsby (Addison-Wesley, 1975), el volumen 11 (Micropolitical Theory) trata de algunos asuntos de
nuestra disciplina: concretamente los capítulos 1 y 11, «Personalidad y Política») y «Socialización Polí-
tica)), escritos por Greenstein y Sears, respectivamente. Entre las «Psicobiograflas)) publicadas desta-
can las del Presidente Mao Tsé-Tung (Basic Books, 1976) del conocido po litólogo Lucian W. Pye,
quien reconcoce la influencia de Lasswell y Erikson, entre otros. El tema del liderazgo político está
muy ampliamente desarrollado en la monografla de Margaret Hermann y Thomas Milburn «A Psycho-
logical Examination of Political Leaders)) (Free Press, New York, 1977). Este último año se reedita un
interesante libro aparecido por vez primera en 1972: «The Presidential Charactem (Prentice Hall, New
Jersey, 1977), casi 600 páginas dedicadas a analizar el «estilo» de la presidencia de algunos presiden-
tes estadounidenses según una previa tipología establecida por Barber: actividad/pasividad (según la
energía invertida por el presidente) y afecto positivo/negativo (sus propios sentimientos hacia 10 que
hace). De esta manera analiza Barber, entre otras, las presidencias de F. D. Roosevelt, Truman, Kenne-
dy, Nixon (antes del escándalo del Watergate), Ford y Carter. Hay que anotar, en fin, que en los años
setenta, como ocurrió en décadas anteriores, algunos textos de Psicología Social incluyen temas de
Psicología Política: es el caso de Britt (1970) sobre opinión pública y de Hamsher y Sigall (1973), .con
apartados sobre política y personalidad y activismo político y,paz.
JU Desde 1978 hasta ahora, la ISPP ha venido celebrando regularmente sus congresos anuales en
Estados Unidos y Europa, alternativamente. El de 1994 tuvo lugar en Santiago de Compostela, organi-
zado por el profesor J. M. Sabucedo, autor de varios trabajos de Psicología Política. El Congreso de
1996 «Hablando de Psicología Política: la Psicología de la Comunicación Política»), se celebró en
Vancouver del 30 de Junio al 3 de Julio. Además de «Political Psychology)), hubo una revista que
empezó a publicarse en 1981 y que trataba de asuntos de nuestra disciplina; su nombre era «Mieropo-
lities)), y su editor, Samuel Long, coincidía en su manifiesto editorial del primer número en idéntico
propósito al manifestado por la revista «Politieal Psychology)~: ser una revista multidisciplinar, lugar
de encuentro de distintas disciplinas desde las que cabe analizar lo político: Psicología, Ciencia Políti-
ca, Antropología, Sociología y Economía. Por lo demás, hay que dejar constancia de algunas revistas que
Psicología Política 231
1979 hay otro decisivo evento institucional: la fundación de la revista Politleal Psycho-
logy, órgano oficial de expresión de la sociedad. Todo lo cual, junto a la impartición
en varias prestigiosas universidades norteamericanas de cursos específicos de Psico-
logia Politica, determinó la constitución, si no de un «paradigma» -no parece que
fuera esa la intención de los protagonistas-, si al menos de una «comunidad», esto
es, un grupo que por vez primera se etiquetaba como cultivador de la disciplina y era
percibido asi por otros grupos. Como quiera que sea, la Psicología Politica -seamos
generosos- avanzó ya resueltamente por el «seguro camino de la ciencia». Apare-
cen nuevos textos (algunos engañosos bajo su titulo, como el de P. du Preez «Social
Psychology of Politics» ) como el de Carol Barner-Barry «Psychological Perspecti-
ves on Politics» (1985). Esta obra trata de asuntos ya sabidos pero también, de modo
insólito, plantea problemas criticas: generales unos (el lenguaje como embaucador) y
especificos otros (el peligro reduccionista). También de este mismo año es la publica-
cíón de un valioso texto: el editado por Grawitz y Leca (1985), tercer volumen de un
tratado de Ciencia Politica, y que incluye, entre otros, dos trabajos interesantes: el de
Percheron sobre socialización politica y el de Ysmal sobre las élites. Una tercera
publicación significativa en este 1985 es el capítulo de Kinder y Sears sobre opinión
pública y acción politica en la tercera edición del Handbook of Social Psychology de
Lindzey y Aronson (1985). Más tarde, en su revisión sobre «el estado de la cuestióm>
en el Annual Review of Psychology (1987), afirmaba Sears que la Psicología Politica
era, «aunque de pequeño tamaño», una especilidad académica por derecho propio.
Durante estos últimos años la situación no ha cambiado sustancialmente. En el
XXII Congreso de la Sociedad Internacional de Psicología Aplicada celebrado en
Kyoto en Julio de 1990 se incorporó la división de «Psicologia Politica», presidida
por Herbert Kelman. En el Congreso siguiente, celebrado en Madrid en Julio de 1992,
hubo algunas comunicaciones de Psicología Politica. La ISPP ha continuado celebrando
sus reuniones anuales y la revista Politleal Psyehology continúa publicando sus cuatro
números al año. También sabemos que en 1990 son ya un centenar los centros universi-
tarios norteamericanos que imparten cursos de Psicología Politica. Han aparecido
algunos manuales más, de muy diversa factura y calidad. En 1991, la obra editada por
la psicoanalista Joan Oflerman-Zuckerberg «Politics and Psychology» aporta la particular
visión psicodinámica de ciertas cuestiones como el suicidio colectivo de Jonestown,
el «impulso de muerte» en la era nuclear o telegráficas psicobiografias de Bush, Dukakis
y Carter, entre otros lideres politicos. Dos años más tarde aparece el texto editado por
Iyengar y McGuire (1993) con el titulo «Explorations in Political Psychology». En
sus casi 500 páginas se yuxtaponen temas diversos. McGuire traza una breve historia
de la Psicología Politica tan «textua!» como la presente. Según él, la disciplina comienza
en los años cuarenta, ignorando el norteamericano todo lo anterior. Su elección de
nombres revela ausencias en verdad llamativas: Wallas, Merriam, Kelman y otros
muchos no aparecen. Por lo demás, el libro incluye articulos sobre psicohistoria, aspectos
recogen trabajos de Psicología Política: Po/itiea/ Behavjor, Politica/ Communication and Persuasiun,
Journa/ of Po/itics Researeh, la reciente Peaee and Confliet: Journa/ of Peaee Psyehology, etc., ade-
más de las clásicas de Psicología y de Ciencia Política de todos conocidas.
232 Psicología Social Aplicada
Definición
Como es bien sabido hay varias formas de definir una ciencia; y una de ellas consis-
te en aprovechar la útil distinción entre definición intencional ~aquello que, ideal-
mente, aspira a estudiar una ciencia~, y definición efectiva, aquello que, de hecho,
producen sus cultivadores y que es recogido en sus manuales, revistas, actas de con-
gresos, etc.
La definición efectiva no plantea demasiados problemas epistémicos. Se trata,
sencillamente, de revisar «lo publicado» y someterlo a codificaciones más o menos
complicadas. La tarea más elemental -pues hay otras alternativas de mayor comple-
11 Las relaciones entre Psicología y Política contempladas hasta aquí fundamentalmente desde tex-
tos psicológicos pueden ser complementadas desde la Ciencia Política. Puede afirmarse que los politó-
logos se han mostrado, generalmente, reticentes ante al incorporación del lenguaje psicológico en los
análisis políticos (¡el fantasma reduccionista!), aunque hay casos de entusiasta defensa de la colabora-
ción entre ambas disciplinas. Así, en 1914, Jellinek en su Teoría General del Estado, asignaba a la
Psicología nada menos que el papel de precondición de la Teoría del Estado, entendido éste como la
totalidad de acciones humanas y sus consecuencias. En los años veinte, Kallen publica un artículo en el
que prácticamente identifica el objeto de la Ciencia Política con la Psicología, en un doble sentido:
como conducta del propio politólogo y como conducta del ciudadano. En varios números de la Ameri-
can Political Science Review de los años 1924 Y 1925, se publican debates sobre las relaciones entre
Psicología y Política. Tras la «revolución conductista~~ acontecida en la disciplina, algunos po litólogos
continuaron defendiendo las contribuciones de la Psicología: es el caso de S. S. Ulmer editor de un
texto, «Introductory Readings in Political Behaviom (Rand McNally, Chicago, 1961), cuyo capítulo 11
se titula «Bases Psicológicas de la Conducta Política~~. Pero es probablemente el prestigioso politólogo
ya citado Robert Lane (1963) quien ha defendido más fervorosamente la colaboración entre Psicología
y Ciencia Política. Argumenta Lane cómo el estudio de los Tres Poderes puede beneficiarse con la
ayuda de la Psicología Clínica y la Psicología Social -«no de la Psicología de las ratas)~, puntualiza
Lane-. No menos resueltamente se expresan Pennock y Smith cuando escriben: «de todas las Ciencias
Sociales, la Psicología puede ser pensada como el fundamento o base de la Ciencia Politica)~ (Political
Science, McMillan, New York, 1964, 26). Pero no todos los politólogos son tan entusiastas con la
Psicología. Por ejemplo las cautelas de Palmer y otros en «The Interdisciplinary Study of Politics»
(Harper and Row, New York, 1974, 167-169), se convierten en abierta crítica al uso de la Psicología
por la Ciencia Política en el texto de A. Ranney «Governning. An introduction to Polítical Science~~
(Prentice Hall, New Jersey, 1990, 111-116).
Psieofogla PolI/iea 233
12 De la docena de manuales de Psicología Política publicados durante los últimos veinte años,
desde el de Knutson (1973) hasta el de Iyengar y McGuire (1993) cabe extraer, como mínima infor-
mación, estos temas: personalidad y política, socialización política, anomia y alienación, participación
política, violencia y revolución, política internacional, psicohistoría y el holocausto, ambientes ínti-
mos y conducta política, significados del poder negro, ideología política, voto y opinión publica, afec-
to y juicio político... Respecto a las Revistas, sólo dos muestras: el primer número de Political P5ychoJogy
(l979) incluía: «Indicadores de estrés en decisores políticos durante las crisis de política exterior», y
el último (marzo, 1996): «Un marco de referencia para el estudio del humor público; estilo retórico y
cognitivo de Churchill: los debates sobre intenciones nazis y autogobierno para la India¡>. En el núme-
ro 1 de Micropolitics (1981) aparecían, entre otros, títulos como «Sociobiología, Neurobiología y So-
cialización Política» y ~(Tipologías Antropológicas de Sistemas Políticos Preindustriales». Un par de
ejemplos también respecto a los Congresos de la ISPP: en el primero (septiembre, 1978) se habló de:
«Etología humana y Psicología Política», «Psicolinguística y estudios conductuales en la literatura de
Shakespeare, Marx y Beckett: modelos para la Psicología Politica¡¡, «Psicoterapia como Política/Politi-
ca como Psicoterapia», Yen el último (julio, 1995): «Paranoia en la política americana¡¡, «La Politica y
el inconsciente: algunos ejemplos contemporáneos)¡; en el próximo XIX Congreso de 1996 entre los
temas propuestos se encuentran: «Evaluación de candidatos presidenciales» y «Opinión pública y Po-
litica Exterior respecto a Bosnia», Una información final: los más de 1200 miembros de la ISPP en
1925 se incluian en 16 áreas de especialización; entre otras: política del género, curso de vida/vejez,
biopolítica, junto a las ya sabidas de personalidad y politica. socialización política, etc,
234 Psicologia Social Aplicada
Enfoques teóricos
De las Teorías hay que decir que no hay (para ser exactos, no conozco) manuales o
monografias dedicadas a analizar tales asuntos 13. Si limitamos nuestra atención a los
grandes paradigmas, lo más llamativo es la hegemonía del Psicoanalisis y la Psicología
Cognitiva junto a la ausencia de perspectivas inspiradas en la Ciencia Politica. Vea-
mos rápidamente algunos de esos modelos teóricos, comenzando por el Psicoanálisis.
Como se ha visto anteriormente, Lasswell, el «supuesto» fundador de la Psicolo-
gía Politica, tras su «rápido» análisis en Europa, construyó su discurso psicopolitico
sobre las premisas de la Psicología Dinámica. Son constantes en sus escritos los tér-
minos propios de la jerga analitica ---compensación, racionalización, sublimación,
desplazamiento, etc.- junto a su aceptación sin reserva alguna de la triple división
freudiana del aparato psíquico. Sin poder entrar ahora en las connotaciones politicas
del pensamiento de Freud, es obligado constatar la voluminosa literatura existente
sobre las relaciones entre Psicoanálisis y Politica. Vivía aún Freud cuando W. Reich
-previa «traicióm) tanto al maestro como al Partido Comunista- intentó su otrora
celebrada síntesis «freudo-marxista», empresa continuada por otros durante los últi-
mos decenios 14 Pero es sin duda en el programa de la Escuela de Francfort -ignora-
da, por cierto, por la Psicología Política de Estados Unidos- donde con mayor vuelo
teórico se ha llevado a cabo un interesante diálogo entre el (primer) Freud y Marx.
Los más conocidos autores son Fromm, Adorno y Marcuse, pero no menos importan-
tes han sido las influencias de Marx y Freud sobre otros miembros de la Escuela.
Entre ellos merece especial atención la gran figura de J. Habermas. Simplificando
mucho, digamos que el propósito del ilustre profesor alemán es complementar las
tesis marxianas sobre el trabajo como relación fundamental del hombre copla naturaleza
con las ideas de Freud sobre la constitutiva contradicción entre la sociedad y el aparato
13 En. unos pocos artículos aparecen genéricas menciones en las cuales, por cierto, los propios
autores rebajan sus expresiones cuando tratan de las Teorías en la disciplina: Tetlock (1995) habla de
«marcos de referencia», Stone (1974) de «aproximaciones~} y Grawitz (1985) de «superposicióm~. Ho-
rowitz (1979), pese al título, no entra en el asunto. En conjunto, el panorama teórico resulta tan «plu-
ral» como el del «objetO)~, como era de esperar. Una mínima enumeración de teorías y nombres arroja
esta letanía: Psicoanálisis, Teoría de la Decisión, Cognición Social, Teoría de las Actitudes, Teoría de
los Juegos, Etología, Biopolítica, Maslow, Erikson, Piaget, Külhberg, más un largo etcétera imposible
de reseñar ahora.
14 Alguna información sobre las actitudes políticas de Freud se encuentra en Jimenez Burillo (1993).
Los dificiles intentos de «cohabitacióm~ entre Marx y Freud han tenido muchos protagonisJas además
de Reich. Por aquellos años lo intentó también Reuben Osborn (Freud and Marx: A Dialectical Study,
Gollancz, Londres, 1937). Más cercanamente es conocida la «síntesis~} de Norman O. Brown. Incluso
el etéreo Jung ha sido utilizado por Bruce F. Grube en sus análisis del papel político' del miedo (Death,
Politics and the Hubris of Councioussnes. Politics and Psychoanalysis. University Press of America,
Washington, 1981). Francine Demichel, en su pequeño libro «La Psychanalyse en Politique)} (P. U.F.
París, 1974), asimismo intenta combinar tesis psicoanalíticas (Freud, Reich, Mendel) con ideas marxis-
tas (Althusser). En G. Deleuze y otros (Psicanalisi e Politica, Ed. Feltrin~lli, Milán, 1973), se recogen
las Actas de una Convención celebrada en Milán en mayo de 1973 sobre Psicoanálisis y Marxismo con
participación del propio Deleuze, Guattari y Jervis, entre otros.
Psicologia Polillca 235
15 Habermas (1982, 270 Y ss.) Y también, claro está, su monumental Teoría de la Acción Comunica-
tiva (Tauros, Madrid, 1987, 2 vol.). Lo dicho. naturalmente, no puede ni de lejos reflejar los complejos
argumentos Habennasianos; se trata tan sólo de llamar la atención del paciente lector sobre otro modo
de hacer Psicología PoHtica basado en la argumentación racional. Pues hay fórmulas alternativas al
«empirismo ramplón», desgraciadamente tan extendido en la Psicología Política de los Estados Unidos.
Por otfa parte, además de Habermas, otros autores europeos han intentado articular ideas psicoanalíti-
cas y marxistas, pero en ningún caso alcanzan, a mi juicio, el rigor y altura del pensamiento de Haber-
mas. No obstante, el lector interesado puede consultar los siguientes autores: R. Dral «La Politique de
1'inconscienb) (Payot, París, 1979) y del mismo autor «Science Politique et Psychanalyse)); en Traité
de Science Politique (PUF, Paris, vol. 111, 141-163). Ph. Braud: «Bilan critique d'unne recherche (lar-
gement) refusée)) (Pouvoirs, 11, 19-32). Po litólogo como Dral, Braud analiza, reflexivamente, las ba-
rreras -epistemológicas, ideológicas, gremiales-, que han impedido un mayor acercamiento entre
Psicoanálisis y Ciencia Política. Los limites sensatamente planteados por Braud han sido ampliamente
traspasados por un conocido escritor francés, E. Enríquez (<<Du crime au groupe, du groupe á l'Etat)).
Pouvoirs, 11,41-54 Y «De la horde á 1'Etab>. Gallimard, Paris, 1983). Poco importa, escribe Enriquez,
si el asesinato del padre sea invento de Freud o suceso real: lo importante es su valor explicativo. A
partir de ahl, todo se explica fácilmente: roto el grupo fraterno, deviene el poder con su represión de
Eros y Thanatos como requisito necesario para la supervivencia. Instalado definitivamente el Estado,
desaparecidos en su seno los ciudadanos, asume este el carácter violento del ancestral jefe de la horda.
Con lo que se cierra el círculo infernal: del asesinato primordial al estado; otra vez la muerte, de la que
este es su administrador.
236 Psicología Social Aplicada
Pero, como es sabido, es a finales del siglo XIX cuando, con el darwinismo social, la
teoría de la evolucíón biológica adquirió -iY de qué modo!- connotaciones politi-
caso Tras un largo paréntesis de descrédito, a partir sobre todo de los años setenta,
estos modelos inspirados en la biología han recuperado un nuevo vigor cuyo impacto
es, desde luego, visible en algunos centenares de títulos en nuestra disciplina. Dos
palabras sobre algunas de las cuestiones estudiadas por los «biopolitólogos».
En su propuesta de modelos evolucionistas del comportamiento político, afirma
Schubert (1983) que es inexacto identificar el comienzo de la política con la aparición
de la filosofia política «escrita» (Platón, Aristóteles, etc.). La conducta política ante-
cede a la Historia y predetermina la evolución politica posterior. Dltda la continuidad
evolucionista, los humanos hemos heredado aspectos de las primitivas bandas de pri-
mates, como el liderazgo, la territorialidad, el conflicto ante bienes escasos, el altruis-
mo endogrupal y la agresión exogrupal, etc. Se trata entonces de detectar esas con-
ductas heredadas en las modernas organizaciones políticas.
Un segundo capitulo de estos quehaceres recoge las relaciones entre ciertas nece-
sidades, emociones, y estados de la naturaleza humana -concepto clave, como era
de esperar, en estos enfoques- y determinados eventos politicos. Por ejemplo, se ha
investigado la relación entre salud y participación política. Algunos estudios revelan
una asociación entre mala salud fisica y una percepción negativa de la politica y
escasa participación convencional (y no convencional, hay que suponer, aunque Schwartz
no lo precise). Pero otros estudios, con estudiantes estadounidenses, no confirman
esos resultados. También se han correlacionado datos sobre percepción del propio
cuerpo y evaluación de la politica, con resultados contradictorios: en unos casos,
chicas universitarias con autoimágenes corporales positivas participan políticamente
de modo convencional más que sus congéneres con autoimágenes negativas. Y, en
fin, Peterson no halla correlación entre obesidad y actívismo estudiantil (¡parece todo
de broma, pero no lo es!). Con algo más de ambición intelectual se ha debatido tam-
bién si el hambre, por ejemplo, genera conductas revolucionarias o induce pasividad
política, o las implicaciones políticas del miedo o la seguridad 16.
Por último, el enfoque cognitivo, tal y como se lee en un texto de la disciplina, ha
cubierto «todos y cada uno de los subcampos del análisis politico» (Kressel, 1993, IX).
Como es bien sabido la Psicología Cognitiva, en sus distintas formulaciones, ha sido
16 El lector interesado en estas cuestiones puede consultar estos títulos introductorios: A. Somit
(Ed.), «Biology and Politics», Mouton, Paris, 1976. Recoge trabajos de los más renombrados especia-
listas del área (Masters, Peterson, Schubert), muchos de ellos politólogos. Somit es considerado como
el iniciador de la biopolltica tras publicar un artículo en 1968: «Toward a more biologically oriented
Political Science: Ethology and Psychopharmacology»). (Midwest Joumal of Political Science, XII, 4,
550-567.) Otras muestras biopollticas se encuentran en R. D. Masters (<<Evolutionary Biology, Politi-
cal Theory and the State)), Joumal Social Biological Structures, 1982, 5, 439-450), Y G. Schubert
(<<Political Ethology»), Micropolitics, 1982, 2, 1, 51-86). El entusiasmo «biologicista) está muy atem-
perado en el artículo de J. Ch. Davies (<<Biology, Darwinism. and Politcal Science: Sorne new and oId
frontiers), Joumal Social Biological Strutures, 1986, 9, 227-239). Una reflexión autocrítica puede
leerse en S. A. Peterson y A. Somit «(Methodologica1 problems associated with a biologically-oriented
Social Science, Joumal Social Biological Structures, 1, 11-25).
Psieologia Pollliea 237
ganancias involucradas en toda decisión (<<mayor» en las pérdidas que en las ganan-
cias: es la diferencia entre perder cien mil pesetas o ganarlas). Lo relevante aqui es
cómo los políticos presentan alternativas a los ciudadanos de manera tal que las «pér-
didas» no parecen tales y a veces, incluso, parecen ganancias (respecto, por ejemplo,
a la reducción de tasas de desempleo neto, déficits públicos, etc.). Otras cuestiones
abordadas tratan de examinar cómo los conocimientos previos influyen en las con-
ductas electorales o si la amplitud de los conocimientos políticos de los decisores se
relaciona o no con la radicalidad de sus juicios respecto a los eventos políticos: si,
para decirlo pronto, quienes más gritan son, también, los más ignorantes 17.
Tanto desde fuera como desde dentro, se han formulado severas criticas a la Psi-
cologia (Política) Cognitiva. Algunas de ellas son comunes a las dirigidas al paradigma
cognitivo en su conjunto: ambigüedad del término cognición, ignorancia de los pro-
cesos de aprendizaje (¿no es este un procesamiento de información?), etc. Pero en
Psicologia Política SOn especialmente graves el «ahistoricismo» de estos modelos y,
sobre todo, pese a algunos intentos últimos, la omisión de los factores emocionales,
tan importantes en los escenarios políticos lB.
Psicoanálisis, biopolitica, cognitivismo: son las tres perspectivas dominantes en
la brevísima historia de la Psicología Política. ¿Qué ocurre con otras grandes teorías
como por ejemplo el conductismo? Entre los manuales ya citados sólo el de Kressel
(1993, 68-74) reproduce unas páginas dellíbro de Skinner «Más allá de la Libertad y
la Dignidad». Como antes se apuntó, el propio Skinner publicó escritos sobre política
-de la que abominaba- e incluso forma parte, legitimamente, de los más conocidos
autores de utopías. Pero, «efectivamente», poco más se puede decir 19.
17 Vid. Fischer y Johnson (1986) y también, sobre decisiones en Política Exterior, O. R. Holsti (en
Axelrod, 1976, 18-54) Y Holstj (<<Cognitive process approaches to decision-making: Foreign Paliey
viewed psychologically)). American Behavioral Scientist, 1976,20, 11-32).
18 No es posible detenerse más. En el texto de Lau y Sears (1986), escrito por 23 autores (po litó10-
gas, psicólogos y de otras disciplinas), se dirigen críticas, desde el propio campo cognitivo sumamente
acertadas (pp. 347-366) que hacen dudar, en verdad, de la utilidad de estos enfoques para una adecua-
da comprensión de la vida política.
19 Alguna información sobre el «pensamiento políticO) skinneriano puede encoqtrarse en Jiménez
Burillo (1991). Además de Walden 11, Skinner escribió sobre política en «Reflexiones sobre conductis-
mo y sociedad» (Trillas, México, 1981). Sobre las relaciones entre marxismo y conductismo pueden
consultarse las obras siguientes: A. Dorna y H. Mendez «Ideología y conductismO) (Fontanella, Barce-
lona, 1979); R. Ardila «Conductismo y marxismo» (Revista de Psicología General y Aplicada, 1980,
35, 6, 955-967); lG. Holland «¿Servirán los principios conductuales para los revolucionarios?» En
F. S. Keller y E. Ribes «Modificación de conducta» (Trillas, México, 1973,265-281). Una interesan-
tísima discusión sobre las relaciones entre conductismo y cambio social se encuentra en el Journa1
of Applied Behavior Analysis, 1978, 11, con la intervención de conocidos conductistas «de izquierdas)}
y otros no tanto: Holland (163-174), Azrin (175), Biro Bauer (176-177), Goldiamond (178-184) y otra
vez Holland (185-187); el fondo del debate es, en síntesis, si las técnicas de modificación de conducta
son parte del «problema)} (en tanto instrumento de manipulación y explotación) o «pueden sen) partes
de la «solución emancipadora». También desde supuestos conductistas está escrita la obra de A. E.
Freedman y P. E. Freedman «The Psychology of Political Controb), Sto Martin Press, New York, 1975
(sobre todo pp. 78 Y ss. sobre la función potitica del miedo). Ya que ha salido a relucir cabe constatar
Psicología Política 239
Técnicas de investigación
Habida cuenta su historia, concepto y objeto, no hay que extrañarse de que la funda-
mental característica metodológico-técnica de la Psicologia Politica sea su pluralis-
mo. Entre los cinco «dogmas» de la Psicologia Politica, escribe Margaret Hermann en
su voluminoso manual, el quinto es la «tolerancia hacia múltiples métodos». Y tam-
bién Tetlock (1995) define a la Psicología Politica como metodológicamente «plura-
lista». Y en efecto, casi todas las técnicas habitualmente utilizadas por psicólogos y
politólogos están representadas en el quehacer de la Psicologia Politica,' desde las
más positivistas a las abiertamente hermenéutícas: encuestas, algunos experimentos
«em) y «fuera» del laboratorio, simulaciones, entrevistas por teléfono asistidas por
ordenador, escalas de actitud, análisis de contenido, estudio de casos, etc. Como se
advierte, un amplio muestrario entre lo <momotético» e «idiográfico». Pero como
acontece con los aspectos teóricos, tampoco se han preocupado los «psicopolitólo-
gos» de debatir cuestiones metodológicas, y menos aún epistemológicas. Es en los
contenidos donde se revela ese pluralismo antes mentado. Hay, empero, una «meto-
dología» que merece especial comentario tanto por su propia expansión -constituye
ya casi una disciplina independiente con sus revistas (Journal 01Psychohistory, Psy-
chohistory Review), sociedades (Asociación Internacional de Psicohistoria, fundada
en 1973), manuales, congresos, etc.- como por ser un caso ejemplar de los vicios
lógicos que acechan (yen los que ha incurrido) a la Psícologia Politíca. Se trata de la
psicohistoría, la utilización de la psicología -y especificamente del psicoanálisis-
en la (supuesta) explicación de los fenómenos histórico-politicos. La psicobiografia
de Leonardo da Vinci, escrita en 1910 por Freud, junto a otro~ textos «sociohistóri-
cos» del fundador del psicoanálisis (Moisés y el Monoteísmo, Totem y Tabú, Psicolo-
gía de las Masas, singularmente) constituyen los origenes inmedíatos de las tareas
psícohistóricas. Pero la respetabilidad académica, según parece, no la alcanzó hasta
los últímos días del año 1957: exactamente el 29 de Diciembre, aunque de modo
imperdonable ni Szaluta (1987) ni Cocks (1986) precisan a qué hora fue. Ese dia
Willíam L. Langer, profesor de Harvard, en su discurso presidencial a la Asociación
Americana de Historia afirmó que el psicoanálisis era una «teoria imprescindible»
para el estudio de la personalidad y de la historia. La psicohistoria se popularizó tras
el enorme éxito alcanzado por E. Erikson con su biografía de Lutero publicada en
1958. Eríkson, discipulo de Ana Freud, habia escrito en 1950 un libro de enorme
difusión, «Infancia y Sociedad», en el que estableció una secuencia en el desarrollo
biográfico del indíviduo, vertebrada sobre el concepto de identidad personal. En su
estudio del joven Lutero, Erikson analiza especialmente, claro está, las conflictivas
relaciones de éste con su padre, interpretando que fueron las atormentadas vicísitudes
la ausencia de la teoria marxista en los textos de la Psicología Politica estadounidense. Sólo Kressel
(1993) incluye algunas páginas marxianas, y en unos pocos estudios de socialización política también
se han utilizado modelos marxistas. Para una muestra de utilización de las ideas de Marx en la Psicolo-
gía Política, vid. Jiménez Burillo (1986 y 1996).
240 Psicología Social Aplicada
2U Cfr. Szaluta «La Psychohistoire». PUF, París, 1987, 68. Como antes se apuntó, la bibliografia
sobre Psicohistoria es ya muy considerable. Como introducciones generales pueden ser útiles las si~
guientes obras: W.McRunyan «Psychology and Historical Interpretatiom), Oxford University Press,
New York, 1988; G. Cocks «Contributions of Psychohistory to understanding politics», en M. Her-
mann 1986, 139-166; W. McRunyan «Psychohistory and Potitical Psychology: A comparative analy-
sis» en lyengar y McGuire (Eds.) (1993, 36-63). Críticas a la Psicohistoria se encuentra, por ejemplo,
en D. Stannard «Shrinking History: On Freud and the failure of the Psychohistory». Oxford University
Press, New York, 1980, y H. U. Wehler «Psychoanalysis and History», Social research, 1980,47,519-
536. Las Psicobiografias de «Grandes Hombres» son asimismo muy abundantes desde el engendro de
Freud y Bullit sobre el presidente Wilson publicado en 1967. Es naturalmente éste de las biografias
sobre bases psicodinámicas uno de los capítulos especialmente cultivados en el área. Junto a otros
personajes (Bismark, Gandhi, Robespíerre), ha sido sin duda Hitler quien ha sido objeto de mayor
número de análisis, dando lugar a una oceánica «Hitlerature». La referencia obligada es el célebre
estudio de R. Waite «The Psychopathic God: AdolfHitlef», Basic Books, New York, 1977. El genoci-
da, según Waite era un «caso límite» poseído por un intenso complejo de culpa derivado de un comple-
jo de Edipo, a su vez derivado de su conflictiva relación con un padre autoritario. Sus disfunciones
testiculares determinaron una «ansiedad de castración» que a su vez determinó un impulso de destruc-
ción sobre los judíos, etc.; (en el citado estudio de Cocks se recogen otras interpretaciones igualmente
«profundas» de este criminal y, en parte, del complejo fenómeno del nazismo). Otra expresión de este
desenvuelto modo de interpretar la Historia, puede verse en la copiosa obra de Lloyd De Mause (el
fundador del Journal of Psychohistory). Este autor postula una teoría «psicogénica» de la Historia: lo
decisivo en la Historia son los «cambios psicogénicos» operados en la personalidad y producidos entre
padres e hijos a través de las generaciones. Un documento de extraorinario interés más allá de su
calidad «científica» es el libro de F. R. Miale y M. Selzer «The Nuremberg Mind» (Quadrangle Books,
New York 1975). Se trata, nada menos, que del análisis de las respuestas al Test de Rorschach de 16
criminales de guerra nazis juzgados en Nüremberg en 1945-46, entre ellos Goering, Hess, Keitel y
Rosenberg. El propio lector, si es diestro en la prueba, puede realizar su propio diagnóstico. Y si no lo
es, intentarlo con la ayuda de unas breves instrucciones al comienzo del libro (pp 16 a 30). Reciente-
mente, y sobre el mismo tema, ha aparecido el libro «The Quest for the Nazi Personality» escrito por
E.A. Zillmer y otros (LEA, New Jersey, 1995). Sobre el análisis psicológico del nazismo es también
muy interesante la obra de R. J. Lifton «The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of
Genocide» (Basic Books, New York, 1986). Casi 600 páginas dedicadas a documentar el decisivo
papel de la clase médica en la cosrnovisión nazi, incorporando análisis institucionales y sociopolíticos,
como es obligado. En fin, una muestra reciente de análisis psicológico de líderes potiticos puede verse
en el texto, ya citado, de Offerrnan- Zuckerberg (1991): Dukakis, J. F. Kennedy, Bush y Carter son los
«analizados».
Psicología Política 241
Según se dijo al comienzo, las relaciones entre psicología y política han sido -lo son
aún- escasas y desconfiadas. Y en la telegráfica enumeración llevada a cabo se
acaba de ver cómo los psicólogos (unos cuantos) hablaban de politica y los politólo-
gos (unos pocos también) utilizaban lenguajes psicológicos. Convencionalmente, desde
finales de los años setenta, la Psicologia Politica se autopresenta en el escenario aca-
démico como la encarnación de un cuerpo de conocimientos --en verdad heterogé-
neos según se ha podido ver- de naturaleza «psico-politica», si hay que hacer caso
del nombre. La naturaleza de tales conocimientos, como probablemente haya sospe-
chado el avisado lector que haya llegado hasta aqui, no deja de plantear muy serias
interrogantes. A plantear algunas, que no a resolverlas, se dedicará lo que resta para
el final.
Hay que comenzar con el nombre: Psicología Política es una expresíón ambigua y
despejar esa equivocidad todo cuanto sea posible no es baladí: se trata, sencillamente,
de saber de qué se está hablando. Pues la «acumulación empírica» nada resuelve sino
que más bien confirma aquello que escribió Wittgenstein al final de sus investigacio-
nes filosóficas: «en psicología existen métodos experimentales y confusión concep-
tua!». No se trata, naturalmente -y pido excusas por tratar el asunto tan rápidamen-
te- de exigir una definición «representacionista» de la disciplina: una a modo de
fórmula que nos revele -como un «espejo»- eso «psicopolitico» que está «ahi fue-
ra». Por seguir al mentado maestro vienés, lo que sería menester es especificar cúal es
el «uso» de los términos, concretar, en definitiva, qué <<juego de lenguaje» se está
utilizando. Porque, en efecto, tanto lo «psicológico» como lo «politico» se puede
decir «de muchas maneras». ¿De qué hablan los psicólogos políticos, entonces, en sus
discursos cientificos? 21 Razones obvias impiden un pormenorizado análisis de esta
2l No es de gran ayuda, desde luego, acudir a las fórmulas «representacionistas)) cuando las hay.
Ya en 1929, Walter Lippman reconocía que nadie está convencido de que la ciencia política sea una
ciencia o «que tenga ninguna influencia importante sobre la política»). Más cercanamente, no son insó-
litas las preguntas: ¿por qué no existe la ciencia politica? (Mannheim), ¿existe aún la Teoría Política?
(1. Berlín), ¿es el estudio de la politica una ciencia? (Van Dyke). En su manual, Ponton y Gil «<lntro-
duction to Politics)), M. Robertson, Oxford, 1982, 9) sentencian: «No hay definición "correcta" de la
política». Y por 10 que se refiere a aspectos más sustantivos, el balance no es más positivo. En un
lúcido artículo, el profesor F. Vallespin ha diagnosticado no hace mucho los ((males» de la ciencia
política en la actualidad. Su análisis es, por supuesto, aplicable a otras ciencias sociales, aunque él
habla de su especialidad: una Ciencia Política «perpleja» respecto a su objeto, la política, ((esquivo,
indefinible, polisémico y, a la postre, inabarcable). No siendo ajena a esta situación la «banalidad» del
enfoque positivista con su exasperante parcelación de la realidad política. Todo lo cual, concluye
Vallespín, determina «un conjunto de conocimientos, datos y teorías tan plural como deshilvanado)
242 Psicología Social Aplicada
(Cfr. F. Vallespín «Viaje al interior de un gremio. De los politólogos y su proceloso objeto>~. Claves de
Razón Práctica, 1994, 40, 28-36). Diagnóstico que no contradice otros tan autorizados como el del
politólogo «de reconocido prestigio~~ G. Almond, autor de una obra suficientemente expresiva: «A
Discipline Divided: Schools and Sects in Poli tic al Sóence», Sage, 1990). De la psicología, por su
parte, diríase que el panorama actual no parece ofrecer datos que invaliden el certero diagnóstico del
añorado profesor Mariano Yela: la psicología científica es una ciencia «pletórica, frustrante y dividi-
da~). Información sobre este estado de cosas puede encontrarse en J. Burillo, J.L. Sangrador, A. Barrón
y P. de Paúl «Análisis Interminable: Sobre la Identidad de la Psicología Sociab)(lnteracción Social,
1992, 2, 11-44). Por lo demás, los propios especialistas norteamericanos han reconocido que también
la Psicología Política se encuentra «dividida~) (Cfr. D. O. Sears, «Political Psychology)), Annual Re-
view of Psychology, 1987,38,229-255 y D.O. Sears y C. L. Funk «Graduated Education in Political
Psychology~), Political Psychology, 1991, 12,2,345-362). Otros han hablado al respecto de <<universo
pluralista» (Greenstein) o han lamentado su «fragmentada condición» (Merelman).
22 Sea excusada la simplificación del asunto: la fascinante historia de la «polis)) griega incorpora
una complejidad política y psicológica imposible de reflejar, ni mínimamente, en unas páginas: los
griegos hablaron de democracia, tiranía, corrupción, individualismo, apatía politica... Como elemental
introducción al tema es absolutamente recomendable la monografia del profesor F. Rodríguez Adrados
«La Democracia Ateniense~) (Alianza Universidad, Madrid, 1985). Por cierto, y sin entrar ahora en más
averiguaciones, no sólo los griegos (y Marcuse) creyeron que la política era un instrumento para la
felicidad: en una encuesta del CIS realizada en abril de 1985 con una muestra de 4000 sujetos, un
58,9% estaba de acuerdo con que el Gobierno es «el responsable del bienestar de todos y cada uno de
los ciudadanos y tiene la obligación de ayudarles a solucionar sus problemas) yeso, como veremos en
seguida, pese al desinterés que sienten los españoles hacia la política.
Psicologla Política 243
cuál de las tres dimensiones es más determinante «en última instancia» (Marx), o
empleando la jerga positivista, cuál es el resultado de su consideración, alternativa-
mente, como variables dependientes e independientes. La problemática relación entre
política y sociedad ha sido expresada desde comienzos de los años cincuenta en tér-
minos «sistémicos»; las obras de David Easton son paradigmáticas al respecto. Hay,
sin embargo, un autor, prácticamente desconocido en nuestro país. que merece ser
citado: se trata del sociólogo alemán Niklas Luhmann. Comparable, en la actualidad,
con Habermas en su asombrosa capacidad teórica, «anti-fundamentacionista» episte-
mológicamente como él, sostiene Luhmann que en la sociedad como un todo operan
sistemas diferentes -político, económico, educativo, juridico...- , cada uno de ellos
tratando de satisfacer distintas necesidades humanas. A ninguno de ellos cabe atribuir
un papel más determinante que al resto. Ningún sistema -ni mucho menos las perso-
nas que, para el alemán, son irrelevantes para sus propósitos analiticos- ostenta el
«centro» (o el vértice) de la sociedad. Lo que acontece en la actualidad es que se
sigue atribuyendo a la política una función de tal importancia y amplitud que el Esta-
do es incapaz de cumplir. La «crisis del Estado de bienestar» revela precisamente esta
impotencia del Estado para satisfacer las expectativas ciudadanas que el mismo gene-
ró al apoderarse de parcelas de la realidad social que no son de su competencia.
Según Luhmann el Estado debe reducir sus campos de intervención y permitir que
otros «sistemas», en democrática comunicación mutua, afronten las «incertidumbres»
de modo más eficiente que él 23.
Un tercer sentido, finalmente, contempla lo político como relación de poder a
todas las relaciones humanas. De este modo en todo sistema -incluido, claro está, el
sistema político-, existirian relaciones políticas. Un club deportivo, un convento (y
aun una pareja de amantes), podrian ser analizados desde esta perspectiva «política».
Perspectiva que, a su vez, supone la existencia en la naturaleza humana de una capa-
cidad, voluntad, disposición, deseo, motivo, etc., de Poder que, como dijo Hobbes,
sólo cesa con la muerte. Y en este punto comprenderá el lector que no entremos, ni
por un instante, en el concepto de poder 24.
23 Cfr. Luhmann «Teoria Política del Estado de Bienestan) (Alianza Universidad, Madrid 1993).
De la introducción de F. Vallespín, se han tomado las ideas expuestas. Como es evidente, Luhmann
sintoniza con el vendaval de voces pidiendo el «Estado mínimo» y el consiguiente protagonismo de la
sociedad civil (expresión a su vez ambigüa y que. en un sentido (Ferguson, Hegel), es «sociedad de los
propietarios»). Por lo demás, la distinción sociedad política/sociedad civil ha sido utilizada en sentidos
diferentes por Habermas, Touraine, etc., y entre nosotros por el profesor V. Pérez Díaz.
24 En todo cuanto antecede sobre los sentidos de lo político se entreteje una cuestión de mucha
importancia: si cabe identificar -o no-, una referencia unívoca de lo político. Y en el caso de Grecia,
lo que se plantea es, nada menos, si fue allí en donde aconteció la «ceremonia bautismab) a la que
aluden Quine, Kripke, Putnam, etc., en la llamada «Teorla Causal de la Referencia)) y que permitiria
establecer, definitivamente, el sentido original de política. Todo 10 cual, a su vez, permitirla afirmar
-o no- la «conmensurabilidad» de las teorías políticas según el debate planteado, por ejemplo, por
Kuhn y Feyerabend. Lo que a su vez compromete lo de la «acumulatividad) -o no- del conocimiento
científico político, etc. Convendrá el lector que ni entremos ahora en el asunto. Por otra parte, lo dicho
hasta aquí concierne al concepto de política por parte de los «expertos)). ¿Y qué dicen los profanos?,
244 Psicología Social Aplicada
A la vista de todo lo cual cabe afirmar que, sin especificar el uso de «política»-y
en su caso de psicologia-, la expresión Psicología Política y el eventual discurso
subsiguiente resulten equívocos.
La «dominación» disciplinar
cabría preguntar. A falta de sesudas reflexiones, los sentimientos del «Pueblo Español>} hacia la políti~
ca -y los politicos- no son, tras la Dictadura, precisamente positivos: no tenían «ningún interés
por la PotiticaH en 1976, el 35% de los españoles; en 1979, el 36%; en 1980. el 43%; en 1981, el 45%;
y en 1982, el 45%. En 1989, al 70% de los varones y al 85% de las mujeres la política, en líneas
generales, les importaba «POCO o nada}}. En 1990, un 74% de nuestros compatriotas afirmaba sentirse
«no muy interesado o nada interesado por la política)}. En 1991 ante la afirmación: «cada año que pasa
es más alto el nivel de corrupción de los políticos}}, respondían estar «muy o bastante de acuerdO) el
79% de los entrevistados. En 1993, los jóvenes entre 14 y 19 años confiaban en: el Gobierno, el 7%;
en el Congreso y Parlamento, el 5%; en los partidos políticos y sindicatos, el 2%. En 1995, un 57%
de los encuestados estaba de acuerdo en que «los Partidos Políticos no sirven para nada}}. Son, todas
ellas, preguntas espigadas de encuestadas representativas realizadas por organismos de reconoci-
da competencia, aunque no sean estos los mejores momentos por los que pasan los sondeos demoscó-
picos.
25 En conjunto, la Psicología Política ha sido cultivada en mayor número por politólogos que por
psicólogos, pero desde puntos de vista psicológicos. Por ejemplo, en el volumen de Greenstein y Pols-
by titulado Micropolitical Theory (Addison Wesley, 1975), los autores más citados son politólogos
como Greenstein (47 veces), Sears (31), Lasswell (23), Dahl (19) frente a, por ejemplo, Newcomb (4) o
el mismísimo Freud (4). En el Manual de Hermann (1986) colaboran once politólogos frente a seis
psicólogos (tres de ellos «sociales)}). El texto de Knutson (1973) está más equilibrado: seis psicólogos
y seis profesores de Ciencia Política. El debate «autocrlticO)} apareció en la revista Political Psychology
(1989. 10.3).
Psicología Política 245
Los valores
26 Cfr. J. D. Barber, «The Promise ofPolitical Psychology» (Political Psychology, 1990, 11, 1, 173-
183); Ph. E. Tetlock, «Political Psychology or Politized Psychology: 1s the road scientific hell paved
with good moral intentions?)) (Political Psychology, 1994, 15, 3, 509-529). La relación entre política y
valores ya se discutió en la Grecia Clásica: el fin de la república platónica es tenninantemente moral y
no cabe distinguir entre bien público y privado (Cfr. por ejemplo, La República, 420b. 42Ic,520a). E
incluso el pragmático Aristóteles no sólo no distinguió ética y política, sino que subordinó la primera a
la última: llama a la política «la más importante de las ciencias») y «ciencia organizadora)), afinnando
que «ella determina cuáles son las ciencias indispensables en todo estado, determina las que cada
ciudadano debe aprender yen qué medida debe aprenderlas» (Etica a Nicómaco, Lib. 1, cap. 2, 1094a;
cfr.. asimismo, el comienzo de «La Política»). Lib 1, cap. 1, 1252a). Desde entonces, los más eminentes
autores, desde Maquiavelo a Stuart Mili pasando por Spinoza y Weber han debatido el asunto. Tetlock.
ignorando toda esta tradición ofrece una solución, en verdad, simplona. Como excepción a la generali-
zada ausencia en la disciplina de debates sobre los valores vid. Barner-Barry (1985, 42-45). Que exis-
ten otras formas de hacer Psicología Política no positivista lo revelan, por ejemplo, las obras de Autores
varios (1971) Y J. Elster, ((Psychologie Politique)) (Les Editions de Minuit, Paris 1990). En el primero,
hay un capítulo de Max Horkheimer sobre autoritarismo, nacionalismo y antisemitismo, de recomenda·
ble lectura. Y el «marxista analíticO)) noruego Elster escribe tres espléndidos ensayos sobre Veyne,
Zinoviev y Tocqueville; las páginas sobre este último son de obligada lectura.
246 Psicologia Social Aplicada
duo «autónomü») y el hombre-masa dirigido «por otros». A lo que hay que añadir,
como señala Bobbio, la incapacidad del sistema político para responder a las crecien-
tes demandas ciudadanas (recuérdese a Luhmann), el fortísimo movimiento neolíbe-
ral tendente al «Estado mínimü» y, en contra de la máxima Kantiana de la publícidad
de las acciones políticas, el íntento de ocultación por los poderes públicos de acciones
políticas gravísimas por «razones de Estadü». Pues bien, a trazos gruesos, en ese
escenario es en el que ha de moverse la Psicologia Política contemporánea 28.
y por lo que respecta a los aspectos metodológico-técnicos, ya quedó reseñado
más atrás el «pluralismo» de la disciplina. Pero la Psicología Política, deciamos, pre-
tende conectar lo micro con lo macro, en sus investigaciones utiliza un lenguaje psi-
cológico -atribuciones, motivos, emociones, esquemas cognitivos, rasgos de perso-
nalidad, sentimientos de alienación, etc.- pero también habla -o debería hablar-
de capitalismo, parlamento, paro, dictadura, etc. Simplificando el problema la cues-
tión es: ¿cómo vincular acciones individuales (micro) con entidades o consecuencias
colectivas (macro)? La respuesta a esta gran pregunta cubre prácticamente toda la
historia de. la Teoría Social y Política, al menos desde el siglo XVIII hasta nuestros
días. A comienzos de este siglo, en 1714, el doctor Bernard Mandeville en su «fábula
de las abejas» había descrito cómo los vicios «privados» de las personas pueden con-
tribuir a la prosperidad «pública» de la socíedad. Años después, en 1776, en el céle-
bre pasaje del capítulo segundo del libro IV de su obra «La riqueza de las naciones»
Adam Smith describe cómo el individuo, esforzándose en alcanzar sus beneficios
(egoístas), lo que hace realmente es colaborar al bien general de la Sociedad: «Es
evidente que lo mueve su propio beneficio y no el de la sociedad. Sin embargo, la
persecución de su propio interés lo conduce natural, o mejor dicho, necesariamente a
preferir la inversión que resulta más beneficiosa para la sociedad» (Smith, 1994,552);
siendo, como es sabido, la mano invisible la que armoniza toda la operación. Pues
bien, esta idea de cómo lo particular -la acción individual~ puede determinar con-
secuencias ~no intentadas (deseables o no)- generales (colectivas), se encuentra,
por ejemplo, en Hegel (las astucias de la razón), Marx (la alienación) y Weber (creen-
28 Cfr. N. Bobbio, «La Crisis de la Democracia y la Lección de los Clásicos~), en N. Bobbio y otros,
«Crisis de la Democracia» (Ariel, Barcelona, 1985,5-25). Como el lector sabe, los «males» no acaban
aquí: «la crisis del Estado de Bienestam y la subsiguiente «revolución conservadora» de los años
setenta y ochenta ha sido acompañada, según analistas de distinto pelaje (Baudrillard, Lipotvesky, el
propio Luhmann, etc.), por otros síntomas como la «oligarquizacióm> de los partidos políticos, meros
aparatos, en la mejor tradición maquiavélica, para alcanzar y conservar el Poder, el descrédito del
Estado mismo, simultáneamente percibido como ineficaz y despilfarrador, determinando todo ello com-
portamientos de «apatía política» de las masas o la impotencia (alienación) experimentada por los
individuos ante, por ejemplo, el creciente fenómeno de la globalización. Fenómeno este compatible,
por cierto, en su dimensión económica -el «Mercado Universab> ya que no el «Estado Universal»
kantiano- con el fortísimo auge de nacionalismos, autonomismos, regionalismos y otros particularis-
mos más. (Cfr. M. Waters, «Globalitation», Routledge, 1995 y también Y. W. Bradshaw y M. Wallace,
«Global inequalities», Sage, 1996). Un breve pero lúcido análisis de los conflictos derivados del nacio-
nalismo en nuestro país se encuentra en 1. R. Recaide, «Crisis y descomposición de la Polltica» (Alian-
za Universidad, Madrid, 1995).
248 Psicología Social Aplicada
29 Corno elementales lecturas introductorias pueden consultarse las siguientes: una de las obras
«seminales» del análisis ~(económico» de la politica, publicada en 1957, es el libro de A. Downs,
«Teoría Económica de la Democracia» (Ed. Aguilar, Madrid, 1973). Asimismo, son obras clásicas: J.
Buchanan, «El Análisis Económico de lo Polltico» (Instituto de Estudios Económicos, Madrid, 1984);
G. Becker, «The Economic Approach to Human Behaviof) (Chicago University Press, 1976) y «Trata-
do sobre la Familia» (Alianza Universidad, Madrid, 1988); J. Coleman, «Foundations of Social Theory»
(Harvard University Press, 1990); R. ZuntI, «Comportamiento Político y Elección Raciona!» (Gedisa,
Barcelona, 1995). Aunque muy tarde, la Psicologla Política estadounidense se ha hecho eco de este
movimiento teórico-metodológico en el n° 1, vol. 16, del pasado año 1995, con acertadas críticas como
las dirigidas por Zuckert (pp. 179-198) al «uso» del término racionalidad o a las «pérdidas» teóricas y
sustantivas derivadas de la aplicación de «el dilema del prisionero» (Mansbridge, 137-155). También
es recomendable la crítica que desde la psicología ha formulado R. J. Herrstein, «Rational Choice
Theory, necessary but not sufficient» (American Psychologist, 45, 3, 356-367).
JO Cfr., por ejemplo, A. Jaggar, «Feminist Politics and Human Nature» (Rowman and AlIanheld,
Totowa, New Jersey, 1995). Por otra parte, con todo 10 dicho no se agotan las exigencias que, más pronto
Psicología Política 249
que tarde, debería satisfacer la Psicología Política. Hace treinta años que Samuel Klausner, hablando
justamente de las disciplinas que enlazan dos niveles teóricos, reflexionó sobre los «conceptos de
transformacióm), refiriéndose a los «mecanismos» en virtud de los cuales los cambios en un nivel
influyen en el otro. Afirmaba Klausner que un buen enunciado «bidisciplinarim) debería cumplir dos
condiciones: una, que incorpore conceptos de ambas disciplinas; la segunda, que entre las variables de
los dos sistemas teóricos intervenga una tercera variable cuya función sea la de transformar un concep-
to de un nivel en otro concepto del otro nivel. Sin esa intervención mediadora, concluye con razón
Klausner, quedaría sin explicar la relación ioter-disciplinar, pues ambos sistemas o serían isomórficos
(y ya no cabria hablar de bi-disciplinariedad), o serian meramente co·ocurrentes. Y, por supuesto, cabe
añadir que las eventuales «correlaciones» entre variables de uno y otro niveles no solucionan el pro-
blema «epistemológico» (Cfr. S. Klausner, «El Estudio de las Sociedades», Amorrortu, Buenos Aires,
1968, 19-40). El avisado lector recordará que este mismo problema se ha planteado en varias ocasiones
en las Ciencias Sociales determinando conceptos como «personalidad básica», «carácter socia!», «per-
sonalidad modal», «papel» (Rol), «motivo de 10grQ), etc. Que se sepa, nada parecido existe en la
Psicología Politica de Estados Unidos hasta ahora. Como mero ensayo cabría proponer esta reflexión:
en un sentido, lo político puede ser utilizado como equivalente a 10 público y lo psicológico a lo
privado. Como es conocido, público y privado ---en este contexto, no se olvide- son nociones intro-
ducidas por la Revolución Francesa y desde entonces han entrado en constantes conflictos mutuos. Ya
Rousseau, en «El Contrato Socia!», escribió que un Estado bien constituido es aquél en el que prevale-
ce lo público sobre 10 privado en las creencias ciudadanas. A partir de entonces, jacobinos, marxistas,
anarquistas, liberales, socialdemócratas, etc., han acentuado diferentemente en sus doctrinas lo públi-
co Y lo privado. Pues bien, lamentando no poder entrar ahora en los necesarios pormenores, la catego-
ría «ciudadano» podría ser contemplada como (uno) de los posibles conceptos de transformación antes
citados propios de la Psicología Política: todos los individuos (con sus respectivas e intransferibles
vidas personales -psicológicas- privadas e íntimas) son, irremediablemente, ciudadanos (políticos,
esto es, habitantes de la ciudad). Hay necesidades humanas, derechos humanos, valores, recursos, etc.,
que son constitutivamente «políticos» en el sentido de que su satisfacción y cumplimiento afecta a
todos y cada uno de los habitantes de la «Sociedad Humana». Y es por esta dimensión por la que cabe
afirmar que todos los hombres somos políticos.
250 Psicología Social Aplicada
S/SL/OGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
GRAWITZ, M. Y LECA, J. (Eds.) (1985). Traité de Science Politique. PUF, Paris, vol. m.
Una excelente muestra del quehacer disciplinar «psicopolíticO») en Francia. Mere w
Introducción
Sobre delincuencia y delincuentes
Sobre los testigos visuales: su fiabilidad y credibilidad
Sobre aquellos que toman la decisión
Sobre percepciones y reacciones ante la delincuencia
Sobre la cárcel y la psicologia
Sobre las víctimas y su rescate del olvido
Algunos comentarios finales
Bibliografia
Lecturas complementarias
254 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
Son tantas las implicaclc .,es mutuas entre el mundo juridico y el de la psicología que
no resulta fácil seleccionar .lgunas y remitir otras a un cierto olvido. A fin de cuentas,
el derecho y los sistemas de ~ ~ministración de justicia no son más que intentos, de-
cantados y cristalizados a travé, <le un proceso histórico, de regular la convivencia
socíal, de reducir y resolver el con,'icto que la interacción produce inevitablemente;
incluso se podría decir que ello es a,' afortunadamente, dado que el conflicto es a
menudo factor de progreso, de cambio, ,'e movilización, frente a estructuras más o
menos anquilosadas. A través de su rol n, 'rfogenético, el conflicto aparece como
creativo e innovador, produciendo nuevas e~,"ucturas, nuevas pautas relacionales,
nuevas representacíones dominantes; nuevas legl, 'midades que, casi siempre, acaban
por traducirse en nuevas legalidades. Se dibuja as! 'na especie de espiral en que la
vida en comunidad provoca conflictos que el derech, regula, aparecíendo nuevos
conflictos que es necesario regular, y asi indefinidamem' en una carrera en que la
ley persigue a la realidad social, intentando abrazarla para comp. 'nderla y normativizarla.
No hace falta ser muy psícologicista, ni caer en tentacionc' coorporativas, para
concluir que los conocimientos sobre el comportamiento deben ,:r una herramienta
fundamental en el análisis y comprensión de este proceso. La psico, 'o;ia se sítúa asi
en una atalaya privilegiada desde la que observar a sujetos, grupos e 'nstituciones
implicadas. Y, desde luego, esa psicología que lleva lo social por apellido ; ~ pesar de
las frecuentes discusiones sobre su parentesco con otras ciencias sociales y 1, oropia
psicología) no puede renunciar a tener como alguno de sus objetivos más qut.'dos
aquello que tenga que ver con la ley: su inspiración, su violacíón y castigo, la preven-
cíón del delito, sus causas y explicaciones, las institucíones carcelarias, las posibili-
dades de reinserción de los delincuentes, etc. Es nuestro propósito que con la lectura
de este capitulo se pueda obtener una perspectiva panorámica de algunos de los pun-
tos de intersección más interesantes en que se cruzan los caminos de psicologia y ley,
con un énfasis especíal en aquellos aspectos más susceptibles de ser abordados desde
una óptica psicosociaL
Sugiero al lector que me acompañe en una tarea de visualización. Imaginémonos
paseando por cualquiera de las calles de una de nuestras ciudades. Repentinamente,
nuestro deambular tranquilo se ve alterado: ruidos, detonaciones, tumulto. Acaba de
cometerse un crimen: un atracador quiere robar su bolso a una señora; su maniobra
resulta más dificil de lo previsto, la señora se resiste, el ladrón saca un arma, dispara
e impacta en aquella, dejándola malherida, intenta darse a la fuga en una motocicleta,
chocando contra otro vehiculo. Al fin, se aleja. Dias más tarde, un sujeto es detenido
como sospechoso. Se trata de una escena relativamente frecuente. Diseccionemos la~
escena en algunos de sus componentes e implicaciones: a) Tenemos Un delito y un
delincuente. ¿Puede la psicología ayudarnos a comprender mejor este aspecto esen-
cial de la situación, su «motivacióm), sus características, las causas y/o razones de su
comportamiento?, b) Tenemos testigos del suceso que narrarán lo sucedido, describi-
rán al agresor, tendrán que identificarlo posteríormente y, llegado el caso, convencer
a jueces y/o jurados de la credibilidad de su narracíón. ¿Tiene algo importante que
Psicologla Social Jurldica 255
No sería díficil aburrir a nuestro compañero de viaje con una disertación pseudoculta
sobre los múltiples enfoques teóricos que se han adoptado para una mejor compren-
sión de la siempre inquietante realidad de la delincuencia (patología social, desvia-
256 Psicología Social Aplicada
Sólo dos palabras más antes de pasar a ocuparnos de otros aspectos involucrados
en esa escena que visualizabamos al principio. La psicologia es muy importante; pero
ruego al lector no caiga en la tentación de «psicologizam el problema. La delincuen-
cia, la violencia, la agresión, tienen mucho de subsidiarios de un determinado orden
social, de determinadas ideologías dominantes que nos inundan de valoraciones posi-
tivas sobre la competitividad, la lucha por el éxito, la posesión y consumo de bienes
estrechamente ligados al ideal mediático de la «felicidad». En otro mundo, justo y
solidario, bonancible, la reducción del crimen y la violencia podria llegar a ser un lujo
superfluo. Ojalá lo veamos.
Recuerde el lector que nuestro sospechoso es detenido por su parecido con las des-
cripciones ofrecidas a la policia por algunas de aquellas personas que, como nosotros,
tuvieron la oportunidad de observar la comisión del delito. A menudo las declaracio-
nes de los testigos visuales son la diferencia entre crimenes no resueltos y condenas.
Tanto en las primeras etapas de la investigación de un delito, como en sus declaracio-
nes ante jueces y/o jurados, estos testigos pueden tener en su mano la suerte de terce-
ras personas. En muchos casos, como los de violación, es el reconocimiento de testi-
gos y víctimas la herramienta clave para que decidan sobre la suerte del acusado
quienes tienen la responsabilidad de hacerlo. Parece importante, por lo tanto, que se
adopten todas las garantías posibles para que tal decisíón sea tomada por jueces y/o
jurados que estén alertados acerca de los múltiples problemas implicados en la fiabi-
lidad del testimonio visual. En ese contexto sería especialmente adecuada la interven-
ción de psicólogos expertos, con una buena formación en procesos de percepción y
Psicologla Social Jurldica 259
referimos a la propia condena o absolución) dependería del juez que a cada uno le
tocase en suerte. Este es un problema que, desde luego, no es exclusivo de la realidad
judicial española y ha sido puesto de manifiesto en muchas latitudes y sistemas jurídi-
cos diferentes. Pero, sin salimos de nuestro contexto, me referiré a algunas investiga-
ciones realizadas en el ámbito de la justicia penal española (Sobral y Prieto, l 994b;
Marzoa, 1994; Martínez, 1996) que tal vez puedan resultar reveladoras. La metodolo-
gía es muy sencilla: se pide a diferentes jueces de lo penal que estudien una serie de
sumarios de casos reales y que, bajo la hipótesis de que la acusación quedará probada
en el juicio, indiquen qué pena impondrian. Los resultados pueden llegar a ser sobre-
cogedores: al acusado podrian esperarle desde seis meses de cárcel hasta doce años,
dependiendo única y exclusivamente del juez que ha estudiado su caso (Sobral y
Prieto, 1994b). Ahorrando al lector muchos detalles intermedios, le diré que, analiza-
das las fuentes de esta variabilidad, la principal contribución a esta disparidad provi-
no de las diferentes ideologías (filosofias penales) mostradas por los jueces respecto
al papel de la justicia en relación con el mantenimiento del orden social, al carácter
retríbutivo y ejemplarizante de la pena, al papel disuasor de la cárcel y, en general, de
las creencias respecto a las posibilidades de rehabilitación y reinserción social de los
delincuentes, modulado todo ello por el sexo y la edad. Como botón de muestra, las
juezas de la muestra doblaron en promedio la dureza de las sentencias de sus colegas
varones en el caso de un varón acusado de abusos sexuales, mientras que fueron
sustancialmente más leniles con una ludópata acusada de cometer un desfalco. Un
patrón de resultados similar se ha encontrado analizando las decisiones de los jueces
de vigilancia penitenciaria del Estado español, al indagar en los perfiles de aquellos
jueces más proclives a denegar los permisos penitenciarios informados positivamente
por los equipos de observación y tratamiento de los centros penitenciario~, y vicever-
sa (Sacau, 1996). No son menos reveladores aquellos trabajos (véase el magnifico
trabajo de Garrido y Herrero, 1996) que muestran el poderoso efecto de anclaje que
tienen sobre la sentencia de los jueces las peticiones del fiscal.
Algunos- juristas españoles creían que tales cosas sólo ocurrían en Estados Uni-
dos, donde son conocidos los estudios que muestran que los jueces votantes deI-parti-
do republicano son significativamente más severos que aquellos más simpatizantes
del partido demócrata. La verdad es que, aunque haya que salvar algunas distancias,
las cosas aquí no son muy diferentes: las plataformas ideológicas desde las cuales los
jueces abordan la comprensión de un caso cualquiera tienen un poderoso efecto de
filtro sobre el análisis e interpretación de la realidad, convirtiéndose en protodecisio-
nes que orientan y condicionan de manera decisiva la posterior decisión legal en
sentido estricto. Parece que, al menos, deberíamos ser conscientes de las implicacio-
nes de todo ello para la formación de los jueces y para el diseño de sistemas efectivos
de orientación de sentencias que limiten la discrecionalidad; una discrecionalidad
que, al superar ciertos límites, hace que la justicia se convierta en una suerte de juego
de ruleta rusa, donde buena parte de la vida de uno quede en manos del azar.
Si los jueces están determinados por su ideologia, lo extraño sería que a los ciuda-
danos legos en derecho que son llamados a componer un jurado no les ocurriera lo
mismo (veáse Sobral y Arce, 1990). Claro que sí. Los patrones de comprensión de la
262 Psicologia Social Aplicada
No cabe duda que la delincuencia, sobre todo cuando alcanza determinados limites
de violencia, se ha convertido en un objeto de consumo. Los medios de comunica-
ción han encontrado en la sangre un seguro de audiencia, recreando con frecuencia
y morbosidad determinados episodios criminales. Todo ello ayuda a configurar de-
terminadas representaciones acerca de múltiples cuestiones relacionadas con la
delincuencia. Y una de las más importantes es la que se puede generar en tomo a la
reincidencia. Alrededor de la reincidencia la gente tiende a formarse opiniones que
pueden no coincidir con la verdadera dimensión del problema. Ello está muy relacio-
nado con los sentimientos y creencias que la población tiene acerca del volumen
de delincuencia que existe en la sociedad y tiene mucho que ver con las expectati-
vas generadas en la ciudadanía sobre el tipo de politica criminal que se debería dise-
ñar y practicar, acerca de la necesidad o no del incremento de la severidad de las
penas, con el nivel de confianza y apoyo que se está dispuesto a depositar en progra-
mas de rehabiJitación y su consiguiente financiación a cargo de los impuestos de los
ciudadanos.
Psicología Social Jurídica 263
¿Es consciente el lector que ya casi nos habíamos olvidado de aquella señora malhe-
rida por el agresor de nuestra historia? Preocupadas por el delito y sus causas, por los
jueces, por la rehabilitación del delincuente, por las reacciones de la sociedad ante el
delito, y tantas cosas más, las ciencias sociales han tenido una tendencia a considerar,
por acción u omisión, a las víctimas como un protagonista secundario. Si el lector
quisiera prevenirse de incurrir en el mismo error, podría leer el magnífico tratado al
respecto de Herrero (1994).
En la medida en que sospechosos y condenados gozan, afortunadamente, de ga-
rantías y derechos cada vez mayores, se ha ido generando en las sociedades democrá-
ticas occidentales una duda acerca de la equidad con que son tratadas las víctimas.
266 Psicología Social Aplicada
nia e Inglaterra. Se ha evaluado que las víctímas obtienen una serie de ventajas de
estos programas: pueden recibir compensacíones económícas, recuperar la sensacíón
de control sobre su vida, reducir el estrés postraumátíco, etc. Complementariamente,
el agresor tíene oportunidad de constatar dírectamente y de manera índívídualízada el
daño causado por sus acciones. Una revísión de un buen número de estos programas
(Reeves, 1989) mostró que alrededor del 70 por 100 de las víctímas están díspuestas
a encuentros cara a cara con sus agresores para llegar a un acuerdo de concilíación.
Aunque no se suelen aplícar a delítos que implíquen alta violencia, se han diseñado
también programas de mediación para casos de violación, atraco a mano armada, y
otros delítos muy violentos. En estos casos se requiere un mayor período d. tiempo
entre la comisión del delíto y la aplicación del programa, más contactos pre y post-
mediación y, frecuentemente, un tratamiento psicológico adicional para la víctima.
En general, podemos decir que los resultados muestran una actitud favorable de las
víctimas hacia estos programas, experimentando una mayor sensación de justicia que
otras víctimas que no han participado en ellos, una creencia de las víctimas respecto
a que la conciliación será útil para la rehabilitación del agresor, un menor resenti-
miento en comparación con otros procedimientos tradicionales y una mejor compren-
sión de las motivaciones del agresor, mejorando la disposición a fomentar programas
de prevención y reducción de la delincuencia. Y, por último, se ha encontrado una
gran dependencia de los posibles logros de estas intervenciones de las cualídades y
preparación de la figura del mediador.
Hemos concluido el panorámíco paseo sobre algunos de los tópicos más interesantes
que surgen ante nosotros cuando se visualizan los numerosos puntos de intersección
entre la psicologia y la ley. Son muchas las cuestiones a las que no podemos referir-
nos aquí. Algunas de ellas las mencionábamos al principio, pero hay más: el papel de
la policia, las relaciones entre delícuencia y salud mental, los derechos de grupos
especiales (niños, deficientes), las controvertidas relaciones entre drogas y delíncuencia,
la psicología en relación con la conducta de los abogados, la intervención con meno-
res delíncuentes... Es mucho lo que queda por hacer, muchos los conocimientos que
son todavía parciales, tentativos; muchas las aplícaciones que, aún induciendo al op-
timismo, están lejos de ser el bálsamo de Fierabrás, muchas todavía las insatisfaccio-
nes que se síenten ante la comprobación de nuestra insuficiencia frente a la compleji-
dad de los problemas. Cierto. Pero, a pesar de todo, tiene uno la sensación de que la
sociedad debería apostar por la psicologia y, más concretamente, por la psicología
social, si quisiera lograr una comprensión progresivamente más cabal de todo aquello
que se relaciona con los sistemas de regulación de la convivencia social, es decir, con
el mundo de las leyes y su aplicación: una justícia mejor en un mundo más líbre y
solídario. No estaría de más que, con ese noble propósito en el horizonte, la psicolo-
gía ayude a que la luz llegue a la mirada de esa Justicia que la mitología nos ha legado
con una balanza en la mano y una venda ante los ojos.
PSicología Social Jurídica 265
S/SL/OGRAFIA
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268 Psicologla Social Aplicada
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Si la lectura de este capítulo le hubiera abierto el apetito, el lector podrá sentirse más satisfe-
cho con la lectura de los siguientes libros:
SOBRAL, J.; ARCE, R. Y PRIETO, A. (1994). Manual de Psicología Jurídíca. Barcelona: Paidós.
Este texto y el de M. Clemente, en castellano, recorren un amplio abanico de estos
temas, con la ventaja de ser una aproximación desde nuestros propios marcos jurídicos.
Introducción
Teorías de las razas
Teorías de las relaciones interraciales e interétnicas
Conclusiones
Bibliografía
Lecturas complementarias
270 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
Antes de iniciar el presente capítulo sobre el tema de los procesos migratorios, desde
el punto de vista de las relaciones intergrupales, es preciso hacer dos aclaraciones.
La primera concierne a la definición de la Psicología Social y, subsiguientemente,
a los criterios que justifican la toma en consideración de corpus teóricos que, según
ciertas prácticas científicas dominantes en Psicología Social, determinadas tradicio-
nes académicas, culturales y/o nacionales -por ejemplo, la anglosajona-, conven-
cionalísmos corporativos e ideologias implícitas, son susceptibles de ser adscritos a
otras disciplínas.
El afán que manifiestan bastantes científicos sociales, entre ellos los psicólogos
sociales, por clasificar, etiquetar y, en definitiva, trazar las fronteras de sus territorios
de conocimiento, con sus respectivos objetos y teorías, contrasta con la ambigüedad
definicional de las disciplinas, en particular de la Psicología Social. En este último
caso, la ambigüedad no atañe solamente al contenido temático que varía en función
del tiempo, el espacio, el enfoque y el autor, sino que, es a menudo fruto de un posi-
cionamiento aparentemente neutral que hace suponer que la Psicología Social y los
psicólogos socíales están libres de la influencia de los valores del contexto cultural,
social e histórico en el que se encuentran, neutralídad que lleva consigo, la mayoría
de las veces, una toma de postura implícita que ha sido y sigue siendo todavía una
despreocupación o un desinterés por las dimensiones macrosociales y culturales.
Probablemente, el énfasis puesto en el individuo no es ajeno a la tradición social y
cultural norteamericana que atravesó a lo largo de varias décadas los campos de las
Ciencias Humanas y Sociales y, especialmente la Psicología Social. Sobre este punto,
conviene recordar que las circunstancias históricas favorecieron esta tendencia en
detrimento de otras perspectivas de cuño europeo que fueron larvadas durante un
período de tiempo bastante considerable debido a conflíctos intracontinentales de
gran magnitud.
En cualquier caso, y para abreviar este preámbulo, frente a esta orientación psico-
logista e índividualísta, optamos por una perspectiva que, según Tajfel, «consiste en
el punto de vísta de que la Psicología Social puede y debe incluir, entre sus preocupa-
ciones teóricas y en relación con la investigación, un interés directo por las relaciones
entre el funcionamiento psicológico humano y los procesos y acontecimientos sociales
a gran escala que moldean este funcionamiento y son moldeados por é1» (1984, p. 23).
Como lo recalca Jerome Bruner en el prólogo de la obra de Tajfel titulada «Grupos
humanos y categorías sociales», éste se resiste a aceptar que «el prejuicio sea única-
mente la expresión de malestar o inadaptación individual o incluso de un conflicto
interindividual claro. Su existencia expresa también ciertas propiedades estructurales
de la sociedad más amplía, las cuales sirven para crear las categorías en virtud de las
cuales la gente clasifica y evalúa a la sociedad de su entorno inmediato» (Id., p. 14).
Por otro lado, con respecto a los enfoques teóricos que contemplamos, se observa
que, al margen de su asignación a cualquier disciplína (Antropología Social, Ciencia
Política, Economía, Historia, Filosofia Social, Psicología, Psicología Social, Sociolo-
gía, etc ...), e independientemente de la etiqueta corporativa de los autores que han
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 271
1 El racialismo (Todorov, 1989), que es un término reservado al corpus doctrinal, se diferencia del
2 Se recuerda que el máximo representante del Darwinismo Social es Herbert Spencer, autor britá-
nico que ha contribuido al desarrollo de las tesis eugenistas. Véanse sus obras publicadas en las últi-
mas décadas del siglo XIX, entre otras: «La Introducción a la Ciencia Social», «Las bases de la moral
"evolucionista») y «La moral de los diferentes pueblos y la moral personal».
3 Entre las múltiples definiciones y calificaciones de las clases inferiores sobresalen las que remi-
ten a éstas como un monstruo, la bestia, etc...(Liauzu, c., 1992, p. 114).
4 Conviene recordar que la atención prestada al hecho de la inmigración, dentro del ámbito euro·
pea, es relativamente reciente. A modo de ejemplo, como lo apunta Liauzu (1992), la concepción de
«naciÓn» en Francia se desarrolla paradójicamente en el momento en que dicho país se convierte en
tierra de inmigración. Según el primer censo en el que se registra la población «no-francesa» (1851),
ésta alcanza 380.000 personas, cifra que se incrementa notablemente a lo largo del siglo XIX y rebasa
en 1911 el número de 1.100.000 habitantes, a saber, el 3 por 100 de la población total. Además, la
preocupación por I~ realidad contable refleja una toma de conciencia del fenómeno que se plasma
también en la evolución del vocabulario. En este sentido, uno de los primeros especialistas en estudios
estadlsticos, BertilIon, señala en el artículo «Migrations» del Diccionario de las Ciencias Médicas
(1878) que la palabra «extranjero» se usa desde hace poco tiempo. En efecto, ésta empieza a figurar en
diccionarios como Littré o Larousse en 1876 y 1888, respectivamente.
274 Psicologla Social Aplicada
En realidad, la actitud de Le Bon no tiene que ser entendida como una oposición
radical a la colonización, pues, como lo manifiesta en sus escritos, hace patente su
adhesión al sistema colonial británico que no ha consentido que los ingleses se «cru-
zaran» con los indígenas ~los de la India, concretamente-, logrando con ello pre-
servar su vasto imperio (Le Bon, 1929, p. 81-82).
Por lo tanto, contrariamente a las afirmaciones de algunos analistas, Le Bon nO
cuestiona totalmente el hecho colonial, sino un modo de pensar y hacer política colo-
nial, especialmente el que el Republicanismo francés se propone adoptar, practicando
un «racismo» desigualitario, pero favoreciendo al mismo tiempo un mestizaje que
contradice las tesis diferencialistas. En cualquier caso, al margen de la divergencia de
recursos explicativos y estratégicos ligados a los distintos modelos coloniales, éstos
coinciden en sus metas: el dominio de unos grupos sobre otros y la explotación de los
segundos por los primeros.
Por otra parte, de la ambigüedad sobre la relatividad de los valores, y en la medida
en que Le Bon considera que deben vencer los valores absolutos del grupo predesti-
nado a dominar, se infiere un universalísmo particular, el que responde a la tradición
del etnocentrismo.
Si, como lo postula Taguieff en su esquematización aplicada al racismo y basada
en la distinción de Lévi-Strauss entre antropofagia y antropoemia, hay que discernir
entre el racismo imperialista/colonialista o de asimilación (antropofagia) y el racismo
diferencialista/mixófobo o de exclusión (antropoemia) (Taguieff, 1987, p. 31), es
evidente que la posición de Le Bon, a la luz de los datos anteriores, ilustra el paradig-
ma de la antropoemia «benigna» 5 asociada a la racialización 6 que preconiza el desa-
rrollo diferencial.
Además, completando la interpretación anterior, parece pertinente retomar una
segunda disociación conceptual establecida por Taguieff (1987 pp. 163-165) entre
dos lógicas de racialización que dan cuenta de la representación dual -y no unita-
ria- del racismo. Estas que se explicitan mediante las series autorracializacíón-
diferencia-purificación-depuración-exterminio y heteroracialización-desigualdad-
dominio-explotación, remiten a sendas valoraciones de la diferencia, la que se opera
a través de la autorracialización, afirmación de la identidad racial y la subsiguiente
superioridad de «nosotros», y la que tiene lugar mediante la heteroracialización, afir-
mación de la diferencia racial focalizada en la inferioridad de los «otros».
Por un lado, la expresión <<normal» del racismo, a saber, la que subyace en la
ideología desigualitaria de la colonización, se funda en el proceso de heteroracíaliza-
ción marcado por los axiomas de desigualdad y universalidad. Con otras palabras, los
«otros» son los que están sometidos a la racialización en calidad de «inferiorizados».
El <<nosotros» que se ofrece como esencia de la humanidad, se convierte en el género
humano.
de orden estético.
Psícología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 275
Sin duda, el autor que mejor encarna el racismo cientificista es Renan cuyas afinida-
des con Gobineau se hacen patentes en sus primeros escritos. Si su pensamiento se
enmarca dentro de la corriente cientificista, se aparta, no obstante, de algunas de sus
ramas y representantes, concretamente de Comte. Frente a la ortodoxia positivista de
este último que se muestra partidario de la organización científica de la sociedad y
confiesa su preferencia por una forma política determinada, la de la república demo-
crática, Renan otorga primacia al espríritu absoluto impregnado de positivismo y rei-
vindica el racionalismo y el liberalismo social, propugnando un sistema de organiza-
ción política inspirado en la monarquía de tipo anglosajón donde la aristocracia represente
la razón, ya que la conciencia divina no puede realizarse mediante la democracia.
Con otras palabras, combina propuestas parciales del sociólogo francés y de Hegel,
tomando de aquél el método positivo y la función social de la ciencia, y del segundo,
la inmanencia de Dios y sustituyendo el método dialéctico hegeliano como motor de
la historia por el principio de acción discontinua de los grupos.
A diferencia de Comte que propone una moral basada en la «religión de la huma-
nidad», la religión de Renan es el progreso de la razón y la ciencia. Si el primero
7 A modo de ejemplo, Wundt, Fouillée y Boutmy ilustran, respectivamente, esta corriente que pro-
lifera sobre todo en Alemania, Francia e Inglaterra a lo largo de los dos últimos decenios del siglo XIX
y durante los primeros lustros del siglo xx.
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 277
8 Sin embargo, la equivalencia entre las razas, tal y como lo plantea Comte, no carece de jerarqui-
zación implícita. Así, los «blancos», los «amarillos,) y los (megros» que se distinguen, respectivamen-
te, por su inteligencia, su capacidad de acción -especialmente para trabajar- y sus sentimientos,
representan las razas «(especulativa, activa y afectiva» (Comte, vol. 11, p. 462; Todorov, 1989, p. 49).
Dicho de otra manera, esta tipología se asemeja a una división socio-racial de las actividades humanas.
Asi, el futuro Estado universal contaría con la producción intelectual del primer grupo y la producción
industrial del segundo. En cuanto al tercer grupo, dada su vocación, le correspondería satisfacer lo que,
en la actualidad, definimos como necesidades o demandas de ocio.
<J Sobre este punto nos parece muy acertado el comentario de Todorov (1989, p. 168 Y siguientes).
278 Psicologla Social Aplicada
10 Esta concepción que constituye un tipo ideal, es deudora del pensamiento político de Rousseau.
11 Véase el ensayo de Renan ¿Qué es una nación?
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 279
12 Resulta sorprendente que, en Francia, el término racismo se instituya tan tardiamente, concreta-
mente entre 1922 y 1930, siendo incorporado en el Larousse del siglo xx, publicado en 1932, y defini-
do como «partido o doctrina de los racistas}}, mientras que la palabra racista figura como «el nombre
dado a los nacionalistas-socialistas alemanes}}, y ello a pesar de las doctrinas variopintas y las preno-
ciones de cuño francés sobre la cuestión (véase, al respecto, el interesante comentario de Taguieff.
1987, p. 122 Y siguientes). Esta interpretación reduccionista cumple, evidentemente, la función estra-
tégica de culpabilizar al otro y librarse de toda responsabilidad.
280 Psicolog(a Social Aplicada
Bajo este título genérico se agrupan enfoques teóricos diversos que, siendo adscritos,
en su mayoria, a disciplinas científico-sociales diferenciadas con sus correspondien-
tes subdivisiones ", atraviesan', sin embargo, esta misma multiplicidad de campos,
dejando de ser a menudo propiedad exclusiva de una práctica académico-corporativa
particular, máxime si se tiene en cuenta que se articulan e incluso se fusionan con
otras perspectivas teóricas.
Dentro del amplio abanico teórico suscitan especial interés la Teoría de las rela-
ciones cíclicas, la Teoria primordialista, las Teorias instrumentalistas y movilizacio-
ni stas centradas en el grupo de interés, la elección racional y el colonialismo interno,
las Teorías neo-marxistas, la perspectiva weberiana y las Teorías de la identidad, el
prejuicio y la categorización social. El denominador común a todas ellas es el énfasis
puesto en las relaciones intergrupales, aunque divergen considerablemente en sus
concepciones y apreciaciones de estas últimas.
IJ Entre estas disciplinas y sus subdiviones figuran la Antroplogia y sus vertientes urbana, cultural,
social, la Sociología con sus niveles macro y micro que, en este último caso, según la perspectiva, se
emparenta con la Psicología Social. De la misma manera, se contemplan variados desarrollos de la
Economia, la Geografia, la Historia, la Politología y la Psicología, y un largo etc ...
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 281
coceses, ingleses, así como nuevos inmigrantes: griegos, italianos, polacos, rusos,
incluidos los judios- y los afroamericanos no son una excepción a esta regla, pues
todos ellos luchan y compiten entre si para acceder al mercado de trabajo y a los
espacios vítales -la vivienda y la educación.
En esta situación concurrencial se inícian los conflictos sociales que fijan el lugar
de los individuos en la sociedad. Mientras que la competición se focaliza en la obten-
ción de ventajas económicas y materiales, con el conflicto social están en juego el
estatus y la ampliación de las esferas de privilegio. Como lo recuerda Ballis Lal (1992),
para Park, el status, vinculado al autoconcepto, el control social y la percepción del
endogrupo con respecto a otros grupos, tiene más importancia, en lo que afecta a la
influencia de la acción colectiva, que la distribución de las recompensas materiales, si
bien no se puede olvidar que ambos aspectos están interrelacionados. Es en este últi-
mo proceso de lucha por la afirmación del estatus cuando se van formando las defini-
ciones colectivas y se manejan los prejuicios raciales para dar sentido a la posición de
los grupos.
Siguiendo de nuevo a Ballis Lal (1992, p. 285), el prejuicio no es un atributo de
los individuos, sino una propiedad de la relación cambiante entre grupos raciales. El
conflicto racial surgen cuando hay una amenaza real o imaginaria para lograr la aco-
modación social. Entonces, a través de la monopolización de tipos particulares de
experiencia y la restricción del acceso a estilos de vida gozados por un grupo domi-
nante, se activan y preservan las distancias sociales entre grupos, recurriendo, entre
otras cosas, a la aplicación de las etiquétas.
Finalmente, como lo sugiere Park, sólo en los procesos de asimilación social se
abren las distancias sociales para dar paso a la solidaridad social asociada a la partici-
pación en una vida cultural común.
En resumen, al igual que se contemplan varios momentos históricos y sistemas
sociales, se insiste en la naturaleza evolutiva y ciclica de las relaciones intergrupales
que representan cuatro modos de interacción: la competencia, el conflicto, la acomo-
dación y la asimilación.
Por otro lado, conviene recalcar que para los teóricos de la Escuela de Chicago, la
asimilación no implica la disolución de las culturas minoritarias. De hecho, Park y
Thomas estiman que el mantenimiento de las herencias culturales y la afirmación de
la identidad grupal diferente no sólo tienen valor en si mismos, sino que sirven de
estrategias para afianzar el estatus del grupo inmigrante y la autoestima de sus miem-
bros. En este sentido, es importante el papel del conflicto social que coadyuva a la
toma de conciencia de la solidaridad étnica. En cuanto a la constitución de territorios
étnicos, facilita la adaptación de los inmigrantes a la sociedad, especialmente el ajus-
te de estilos de vida rurales a valores de la sociedad urbana.
Por el contrario, la asimilación lleva pareja la participación de los inmigrantes en
actividades sociales y grupos cada vez más amplios e inclusivos.
Haciendo un breve inciso, hay que precisar que con las posteriores teorias funcio-
nalistas que prolíferan después de la segunda guerra mundial, este modelo ecológico
de las relaciones raciales cíclicas va a experimentar un notable recorte en la medida
en que los análisis funcionalistas proceden a la elíminación de las etapas de compe-
282 Psicología Social Aplicada
Teoría primordialista
14 Creemos que se puede completar este tipo de análisis con el de los discursos sobre la exclusión
social, económica, política y la integración social, y su relación con los paradigmas de la solidaridad,
la especialización y el monopolio. El artículo de Sil ver, H. (1994) es una buena revisión actualizada de
las teorias de la exclusión.
Psicología Social de Jos procesos migratorios y relaciones intergrupaJes 283
dialistas del tribalismo. Con otras palabras, estos fenómenos no se explican en fun-
ción de vinculas afectivos, sino del uso dado por los grupos a las identidades étnicas
para sostener la competencia económica y politica. Como lo apuntan varios autores,
los grupos étnicos se crean y mantienen artificialmente por su utilidad pragmática.
15 Véase, entre otras publicaciones, su articulo «Teoría de la elección racional y el estudio de las
Además, creemos que estas perspectivas no tienen en cuenta que las elecciones
individuales no son iguales, no solamente por la incidencia en ellas de los condicio-
nantes estructurales, sino porque los valores simbólicos de los costes y beneficios
varian de un individuo a otro, de tal suerte que elecciones supuestamente análogas en
sus resultados pueden tener, en realidad, significados muy distintos.
Finalmente, no podemos dejar de coincidir con quienes cuestionan el individua-
lismo metodológico y la visión atomizada de la sociedad de estas teorias. Si el con-
cepto de identidad es ya ambigüo, hay que admitir que este enfoque no ayuda en nada
a esclarecerlo, pues lo excluye totalmente de sus explicaciones.
16 Véanse a Emmanuel, con sus tesis sobre el intercambio desigual, y a Frank y Wallerstein, entre
otros.
17 Sobre este punto, recordamos las representaciones de Comte y Renan en torno a lo que hemos de-
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 287
Teorías neo-marxistas
Entre los autores que se inscriben en esta corriente, hay que citar a Bonacich (1972)
quien pone de relieve la primacia de la lógica del mercado por cuanto ésta rige, den-
tro de las sociedades capitalistas, los antagonismos entre inmigrantes y grupos nacio-
nales. Con otras palabras, la explotación del trabajo inherente al sistema capitalista,
que adopta varias formas, requiere la creación de una fuerza de trabajo barata y de
un ejército de reserva que satisface la división étnica y racial. Esta no debe ser con-
síderada como la consecuencia del prejuicio, sino como un factor facilitador de la
tendencia del capitalismo a minimizar al máximo el precio del trabajo. De este modo,
la etnicidad se equipara a una forma de afiliación soclal que compite con la perte-
nencia a la clase social. En general, este tipo de planteamiento gira en torno a la
cuestión nuclear del poder, sus fuentes y usos, y a la temática de las diferencias so-
ciales. Señalemos que sociólogos como Rex, Miles y otros, pese a sus divergencias
parciales con las tesis marxistas, han abordado, al igual que Bonacich, estas dimen-
siones absolutamente centrales en el análisis de este tipo de proceso social o psico-
social.
Ahora bien, a nuestro juicio, son particulármente relevantes las contribuciones de
Balibar y Wallerstein (1991) tanto más cuanto que superan determinadas interpreta-
ciones marxistas excesivamente limitadas a los aspectos meramente estructurales y a
la consideración del racismo como manifestación de la alienación o de la falsa con-
ciencia.
nominado «división racial del trabajo y de las actividades». Con ello, no pretendemos equiparar a
Hechter con estos pensadores. pues es obvio que su planteamiento no versa sobre interpretaciones
idealistas o míticas.
288 Psicología Social Aplícada
La perspectiva weberiana
Con respecto a Max Weber que no es propiamente un teórico de las relaciones inte-
rraciales e interétnicas, si bíen en su obra Economía y Socíedad (1922, 1977) dedica
un breve capitulo al tema de las comunidades étnícas, despunta su rechazo de las
18 Con respecto a este punto, esperamos haber procurado evidenciar, aunque esquemáticamente,
cómo se produce, en la doctrina de Renan, esta articulación entre racismo cientificista y su noción de
nación
Psic%gfa Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 289
CONCLUSIONES
Con este recorrido, creemos haber dado cuenta del amplio abanico de teorias que, con
mayor o menor acierto, han arrojado luz sobre el tema de las relaciones intergrupales
vinculadas, de un modo u otro, a los procesos históricos migratorios.
Conviene, no obstante, aclarar el sentido de nuestra opción centrada aparente y
exclusivamente en las teorías. Sin duda, hay quien podría preguntarse cuál es la natu-
raleza aplicada de este tipo de contenido. La respuesta a esta interrogación pasa por
refutar la articulación convencional entre teoria, aplicación e intervención o, como lo
formula Ibáñez Gracia lO, entre teoría, práctica y realidad.
En efecto, si la concepción, según la cual la teoría es fruto de la realidad -lo que
equivale a aseverar que la realidad es fuente de la teoría-, no se confirma en la
mayoría de los casos, tal y como se puede desprender de nuestros comentarios, resulta
aún menos plausible en el tema que nos ocupa. Por el contario, todo sugiere que la
teoría es fuente de muchas realidades. Con otras palabras, por lo menos en la cuestión
que estamos tratando, muchas de las teorías sobre las razas y las relaciones interétni-
cas e interraciales llevan en sí una vocación y, a veces, una intención aplicacionista,
operando directamente en la realidad que moldean y convirtiéndose en hechos y datos
e, incluso, en prácticas de intervención.
Las prácticas nacionales coloniales, las estrategias postcoloniales e imperialistas,
las politicas estatales de inmigración, los programas de intervención para la inserción
de los inmigrantes, las opciones y actuaciones públicas ante la exclusión, la elección
de criterios orientados hacia la asimilación o la integración, las acciones de los movi-
mientos sociales, así como las representaciones sociales que acompañan a todos estos
procesos, se derivan en gran medida de dichas teorías.
Así pues, la teoría es una acción que interviene y mediatiza la realidad. Por otro
lado, y contradiciendo en parte lo antes señalado, podríamos finalizar este capítulo
recordando que la mejor práctica es una buena teoria.
Iq Ibánez Gracia, T. (1988). La teoría como fuente de realidad en Psicología Social de los proble-
mas sociales. Actas del Primer Congreso Nacional de Psicología Social. Granada. Universidad de Gra-
nada, p. 645 Y siguientes.
Psicología Social de los procesos migratorios y relaciones intergrupales 291
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292 Psicología Social Aplicada
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Si bien estas lecturas complementarias no integran todas las referencias obligadas, res-
ponden a un criterio selectivo de textos que, por su calidad y/o interés, pueden orientar rigu-
rosamente al lector.
REX, J. y MASON, D. (Eds.) (1992). Theories of race and ethnic relations. Cambridge, Cam-
bridge University Press.
Esta publicación colectiva centrada en las relaciones interétnicas e interraciales
presenta una completa panorámica teórica sobre el tema. No obstante, el interés y la
calidad de los textos son bastante variables. Recomendamos, sobre todo, según orden
de aparición, los textos de Mason, Yinger, Rex, Wolpe, Jenkins, Smith, Ballis Lal y
Weinreich.
TAGUIEFF, P. A. (1987). La force du préjugé. Essai sur le racisme et ses doubles. Paris: Ed. La
Découverte.
Esta obra es una excelente revisión conceptual de la literatura sobre el prejuicio,
amén de un completo y complejo análisis sobre los discursos racistas y anti-racistas.
WIEVIORKA, M. (1991). L'Espace du Racisme. Paris: Ed. du Seuil.
La perspectiva abierta y crítica de esta obra permite completar la información que propor-
cionan las lecturas anteriores
e A p T u L o
ANGEL RODRíGUEZ
El prejuicio fundamental
Hasta no hace mucho, el panorama de las publicaciones podía dar la impresión de que
había un único gran prejuicio, el racismo, y que ser racista era lo mismo que ser
antijudio. Posteriormente, se añadió la consideración del prejuicio antinegro y, algo
menos, del sexista. El país de los prejuicios pareceria que era los Estados Unidos;
tanto se investigaba alli, tan poco fuera de allí. Todavía hoy los ejemplos e investiga-
ciones citados en tratados y manuales, independíentemente del lugar donde se publi-
can, tienen rutinariamente que ver con judíos, con negros o quizás con chicanos o
hispanos. Raramente se encuentran citados, y menos aún analizados, la discrimina-
ción de gitanos, los prejuicios sexistas, los lingüísticos o de nacionalidadlregión, o los
culturales, tan frecuentes en nuestro país. Quizás por eso pueden a veces leerse pro-
nunciamientos tan rotundos de que «España ha sido minimamente racista» (Marías,
1992. p, 73-74).
Por lo demás, suena raro hablar de clasismo como prejuicio, aunque obviamen-
te es base de discriminación legal, oficial y pública, y sigue siendo tabú conside-
Psícología Socíal de los prejuicios 297
rar como discriminación racista a muchas prácticas de los estados en lo que se refie-
re a legislación sobre fronteras. Con frecuencia, gobiernos y autoridades políticas
toman decisiones que garantizan y protegen los derechos humanos de los ciudadanos
del propio pais, en contra y a costa de los de ciudadanos de otros estados. En esa
misma rúbrica hay que incluir ciertas limitaciones a la inmigración según raza o pro-
veniencia, vigentes en paises europeos que reclaman haber sido cuna de la democra-
cia. Pero también son claramente discriminatorias muchas prácticas sociales basadas
en la exclusión de los ajenos de la participación en los bienes que se consideran
propios.
Explicar el origen de los prejuicios requiere profundos análisis que van desde la his-
toria a la antropología, la economía y, sobre todo, la sociología y la psicología. Aqui
nos ocupamos del tratamiento que da al tema la Psicología Social, que se apoya nece-
sariamente en aportaciones de la psicología individual y de la sociología, y que, sobre
todo, presenta su propia perspectiva, conjugando lo individual y lo colectivo concre-
tado en la dinámica grupal.
Unas teorías hacen más híncapié en lo individual; colocándose a veces en el lí-
mite -y a veces más allá- de lo estrictamente psicosocial, y toman como cate-
goria básica de explicación la motivación o los afectos (por ejemplo, las teorías
psicodinámicas). Otras centran su análisis en el conocimiento (oríentaciones cognití-
vistas).
298 Psicologla Social Aplicada
Enfoques motivacionales
INDIVIDUALES PSICODINAMICOS
Desde sus planteamientos iniciales, Freud (1974) consideró que las relaciones so-
ciales del adulto están determinadas por el desarrollo del psiquismo individual en
el medio familiar. Los lazos emocionales del individuo con los miembros de la fa-
milia durante la infancia condicionan su posterior actitud hacia el propio grupo y
hacia los «otros». La base de los prejuicios está en que, según Freud, la hostili-
dad hacia fuera, hacia el exogrupo, es para el individuo tan esencial como el amor
hacia dentro, hacia si mismo y hacia el endogrupo. A lo largo de su evolución, el niño
desarrolla una ambivalencia de lazos emocionales con los miembros de su fami-
lia, que luego se refleja en las relaciones con el grupo. Su identificación con el líder
del grupo, y parcialmente con los demás miembros, da como resultado la identidad
y cohesión del grupo. Pero en esa identificación anidan sentimientos ambivalentes
de amor-odio que han de hallar salida de algún modo. Como los controles socia-
les impiden rebelarse contra el líder o agredir a los miembros del propio grupo,
el odio será desplazado hacia miembros de otros grupos, y ése es el origen de los
prejuicios.
Psicología Social de los prejuicios 299
La personalidad autoritaria
En esos postulados se basó una de las obras que más ha influido en la investigación de
prejuicios: La personalidad autoritaria, de Adorno y cols. (1950). Los autores se
proponian investigar la predisposición que hace que cierto tipo de personas puedan
ser presa de la propaganda antisemita. Encontraron que, por un lado, cuando existe
antisemitismo, existen también actitudes negativas hacia todos los exogrupos étnicos
minoritarios; por otro, que etnocentrismo y autoritarismo forman un complejo síndro-
me en el que se incluyen, además de las citadas actitudes generales, ciertos estilos de
pensamiento (estereotipia, dogmatismo, rigidez, irracionalidad) y otros rasgos con-
flictivos, patológicos de personalidad neurótica.
El síndrome es resultado de una educación represiva durante la infancia; es, por
consiguiente, de origen individual. Pero ciertas situaciones socioculturales y condi-
ciones históricas pueden favorecer una intensa identificación con el propio grupo al
mismo tiempo que una profunda hostilidad hacia el exogrupo, lo que hace que se
activen en un mayor número de individuos esas tendencias potenciales del sindrome
de autoritarismo.
La ansiedad, los sentimientos de inseguridad y de culpa no le permiten al sujeto
autoritario admitir sus propios sentimientos y deseos contrarios al sentido de su edu-
cación represiva -sobre todo los de tipo sexual-, por lo que los proyecta a los
miembros de grupos minoritarios, hacia los que ya previamente habia desplazado el
odio reprimido que no puede desahogar contra el propio padre, contra el lider del
endogrupo o contra cualquier figura de autoridad que los represente. A partir de ahí,
los exogrupos y sus miembros son considerados culpables de tales deseos y senti-
mientos inmorales, y de esa forma se justifica su persecución. De ahí que se hable de
chivo expiatorio.
La personalidad autoritaria fue objeto de muy duras críticas tanto desde el punto
de vista metodológico como por los postulados teóricos en que se basa, tomados de la
teoría psicoanalítica, y con tintes marxistas; sin embargo, durante años sirvió de refe-
rencia y de inagotable fuente de hipótesis para la investigación de prejuicios y de
actitudes politicas autoritarias relacionadas con ellos.
tratado de Versalles explicarian la agresividad del pueblo alemán contra las minorías
étnicas bajo el régimen nacionalsocialista.
Privación relativa
La misma reformulación de Berkowitz (1969) llevó también a considerar el caso de
que la frustración sea resultado de una comparación social (que supone sólo implíci-
tamente una cierta noción de frustración). Ya no se trata de que al sujeto se le impida
lograr una meta o se le frustre una expectativa, sino de que, en una comparación con
otros, percibe que carece de algo que los demás tienen y que él merecería tener. La
predisposición a agredir puede estar dirigida directamente a quien él supone que le ha
desposeido de ese algo a lo que cree tener derecho; pero cuando el otro es más fuerte,
cuando cabe esperar represalias de él o está protegido por alguna forma de control
social, se producirá el desplazamiento de la agresión hacia un chivo expiatorio.
En los años setenta, la hipótesis de la privación relativa, especialmente en plan-
teamientos sociológicos, llegó a tomarse como base explicativa de la mayor parte de
los episodios de violencia colectiva.
PsicoJogfa Social de Jos prejuicios 301
LA CA TEGORIZACION
Categorizar significa agrupar, clasificar objetos o personas en función de que posean
una característica común: objetos redondos, hombres rubios, mujeres de ojos garzos.
La categorización es una actividad natural, necesaria, debido a que nuestra capacidad
cognitiva es muy limitada para vérnoslas con la ingente cantidad de información que
recibimos del entorno. Resultado de la categorización es un estereotipo o categoría,
una selección de características que definen a un grupo de individuos diferenciándo-
los de los de otros grupos.
En su monumental obra sobre prejuicios, Allport (1954) analizó en profundidad el
proceso de categorización. Tajfel la volvió a reelaborar, tomándola, además, como
base para su teoria de la identidad, que representa una considerable contribución a la
explicación de los prejuicios.
Si la categorización es una actividad esencial para la vida de las personas, ¿cómo
es que unos individuos son prejuiciosos y otros no? La respuesta estaría en la diferen-
ciación que Allport establece entre judgment y prejudiee, entre juicio previo o provi-
sional y prejuicio; mientras que el segundo es muy resistente a la modificación, inclu-
so cuando la información objetiva le contradice, el primero cambia fácilmente ante
cualquier información contraria.
Tajfel establece esa misma distinción subrayando que no toda categorización da
como resultado un prejuicio. Hay formas «inocentes» de categorización que no pro-
ducen prejuicio, ya que no son asociadas con la hostilidad, ni resultan de gran interés
para el sujeto por no tener para él gran relevancia emocional. En ellas no sentamos
cátedra para pontificar, como solemos hacer cuando, proclamándonos jueces de los
demás, emitimos sentencias a diestro y siniestro sobre su carácter, su naturaleza y su
personalidad. En la forma prejuiciosa si juzgamos dogmáticamente a otros, y además
tiene las características de estar cargada de emocionalidad hostil, produce una aguda
acentuación de la diferencia entre grupos (en aquella característica que sirve de crite-
rio para la categorización), y va acompañada de una extraordinaria sensibilidad a
tales diferenciaciones tajantes. El sujeto «tiene interés en mantener la división, cómo-
da y tranquilizadora, entre galgos y podencos» (Tajfel 1978, 429); es decir, entre los
míos y los otros, entre nosotros y ellos.
Pero los prejuicios no son únicamente resultado de procesos individuales, sino
que tienen carácter social. Tajfel afirma que para explicar las relaciones intergrupa-
les, y muy especialmente cuando se trata de las prejuiciosas, es necesario tener en
cuenta:
competición por razones 'objetivas', i.e" compiten por beneficios 'reales' y ganan-
cias en una situación de escasez... En el otro extremo están las situaciones en las que
el único resultado de la competición es el cambio en la posición relativa de los gru-
pos» (Tajfel 1978, 437).
Tajfel va aún más allá y afirma que, para que surja el prejuicio y la discriminación
entre los grupos, no sólo no se requiere que estén en disputa bienes objetivos, ni aun
que exista competencia alguna explicita, sino que ni siquiera es necesario que exista
previamente hostilidad hacia el otro grupo.
Para confirmarlo aporta los resultados de experimentos sobre situaciones de «gru-
po mínimm>, es decir, situaciones en las que el grupo como tal no existe formalmente
(a los sujetos se les comunica que forman parte de un grupo de personas en virtud de
que comparten una determinada preferencia artistica), experimentos que ponen de
manifiesto la existencia de lo que se ha denominado favoritismo endogrupal y discrimina-
ción intergrupal. Los sujetos son asignados a grupos cuyos miembros ni siquiera se
conocen entre si, y existen dos diferentes condiciones experimentales; en una de ellas
se constata que a la hora de repartir beneficios, los sujetos tienden a favorecer al
propio grupo por encima del otro. En la segunda condición, más significativa todavia,
el sujeto podia elegir entre dos matrices de recompensa: una con mucho dinero para el
propio grupo y una cantidad aún mayor para el otro grupo, o bien otra matriz con poco
dinero para el propio grupo, pero más que para el otro grupo. Los sujetos eligen con
mucho mayor frecuencia la segunda matriz, lo cual significa que lo importante para
ellos no es ganar mucho en términos absolutos, sino que lo que más les interesa es que
la cantidad asignada a su grupo sea mayor que la asignada al otro grupo.
Enfoques cognitivistas
En contraposición con los modelos que estudian los estereotipos como producto de
factores motivacionales, del aprendizaje social o de la aculturación, el enfoque cogni-
tivo parte de que los mecanismos de procesamiento de información están de tal forma
estructurados que pueden por sí mismos dar lugar a la percepción estereotipada de los
grupos.
La psicología cognitiva, y muy especialmente la de inspiración norteamericana,
en los años setenta dedicó gran esfuerzo al estudio de los prejuicios, con la pretensión
de poder explicar el fenómeno en toda su complejidad. Se analizaba el papel que
juegan la codificación, el almacenamiento y la recuperación de la información rele-
vante para el grupo, y el de las atribuciones basadas en el estereotipo y, por supuesto,
la pertinaz resistencia que, por definición, las creencias estereotipadas o prejuiciosas
oponen a ser modificadas. En resumen, tomando como base el análisis de la cog-
nición, se intentaba explicar la dinámica de los prejuicios tanto en su formación ini-
cial como en su mantenimiento o su repercusión conductual.
tipado. Por supuesto, los estereotipos que un sujeto tiene acerca del exogrupo influ-
yen, además, en la conducta de dicho sujeto hacia el grupo.
Hamilton basa su modelo cognitivo en dos aspectos característicos del aparato
psíquico responsable del procesamiento de la información: por un lado, la categoriza-
ción de los objetos en grupos; por otro, la sensibilidad a los estimulos relevantes
distintivos. Se une a la tradición psicosocial en la utilización del concepto de catego-
rización, y se diferencia de ella por el mayor hincapié que hace en su función de
anticipación de la conducta de los demás y de acomodación de la nuestra a dicha
previsión. Por lo demás no ofrece este autor aportaciones novedosas sobre categori-
zación que se sumen a las ya vistas anteriormente.
Sí ofrece novedades, en cambio, respecto del segundo de los principios apunta-
dos, es decir, sobre la sensibilidad a los estímulos distintivos. En realidad todos los
estímulos novedosos resultan llamativos; atraen la atención. Como las caracteristicas
de las minorías son estímulos relativamente infrecuentes, atraen la atención más que
los rasgos de la mayoría que, por ser frecuentes, resultan más familiares, menos nove-
dosos. Además, cualquier rasgo que contraste sobre un trasfondo uniforme de estímu-
los semejantes, resulta también llamativo. Una mujer entre un grupo de hombres, un
anciano entre un grupo de adolescentes, etc. Por consiguiente, resultan especialmente
llamativos aquellos estímulos que, siendo de por si poco familiares, se hallan en con-
traste con su entorno perceptivo. A la novedad se une el efecto del contraste. Pero
todavía resulta más llamativo si a la novedad y contraste de un estímulo con su entor-
no se añade la relevancia, es decir, la importancia para el perceptor.
LA CORRELACiÓN ILUSORIA
Relevancia y «prominencia» del estímulo son características esenciales que determi-
nan el proceso de formación de los estereotipos y prejuicios hacia las minorias; ambas
están en la base del fenómeno que ya desde tiempo atrás se conocia como correlación
ilusoria y que Hamilton pone en la base de su explicación de cómo se forman los
estereotipos. La correlación ilusoria se produce cuando el sujeto sobreestima la fre-
cuencia con que se dan conjuntamente dos acontecimientos. Tal sobreestimación de
la concurrencia se debe a que los sucesos infrecuentes, poco usuales, durante el pro-
ceso de codificación atraen la atención más que los que nos son familiares.
Siendo dos los fenómenos llamativos que acaecen al mismo tiempo, su capacidad
para atraer la atención resulta altamente potenciada. Al prestarles más atención, los
almacenamos mejor, con «huella mnémica» más marcada en la memoria, lo cual los
hace más accesibles y más fácilmente disponibles; es decir, podemos recuperarlos
con mayor rapidez y con gran detalle. La viveza del recuerdo y la facilidad de acceso
inducen al sujeto a creer que se debe a que los ha percibido con mayor frecuencia de
lo que ha sucedido en la realidad.
La sensibilidad a los estímulos llamativos nos predispone para la exageración de
la correlación percibida. Supongamos, por ejemplo, que circulo por la calle mayor de
una ciudad cualquiera de Levante; en un recorrido de unos 300 m, entre el gentío me
cruzo con cinco gitanos y con tres negros. Los gitanos son minoría, se convierten en
308 Psicología Social Aplicada
estimulo «relevante» por contraste, por lo cual me llamarán la atención sobre la masa
uniforme de los payos; pero al fin y al cabo son personas con las que el encuentro ha
sido mucho más frecuente que con personas de raza negra. En general tenderé a
exagerar un poco en mi recuerdo el número de gitanos con los que me he cruzado, y
bastante más el número de negros.
El efecto de correlación ilusoria se produce de forma similar cuando -como
sucede con sospechosa pertinacia- el periodista, al dar la noticia de un robo, de una
agresión o de cualquier otro hecho llamativo, añade ,<dos individuos ... de raza gita-
na». Los aspectos llamativos de ambos fenómenos (personas de raza gitana, estimulo
infrecuente, y acción de robo, estimulo que, además de infrecuente, es altamente
llamativo por ir contra las normas sociales, o incluso representar cierta amenaza per-
sonal) se potencian entre si y quedan fuertemente asociados. La segunda y tercera vez
que oigamos la misma noticia o parecida, producirá un efecto de correlación ilusoria
a la que dificilmente lograrán sustraerse incluso quienes se sienten molestos por tal
práctica periodistica, obtusamente racista. Al efecto de correlación ilusoria de los
fenómenos citados se añadiria, en el caso de quien se molesta por tal práctica perio-
distica racista, la influencia ejercida por ese tercer factor de incomodidad por la ton-
tuna del locutor.
Nótese que la correlación ilusoria del binomio gitano-robo tiene además un efecto
aún más pernicioso debido a que, al menos en personas de pensamiento estereotipado,
existe una cierta tendencia a la inversión lógica de los términos; se termina por juzgar
no sólo que «los gitanos son ladrones», sino también -lo que es mucho más grave, y
tipico de la mentalidad prejuiciosa- que ,dos ladrones son gitanos». Ya tenemos
sospechoso para cualquier robo que se produzca.
La sobreestimación de la frecuencia del suceso hace, pues, que la caracteristica
observada se generalíce al grupo de la minoria; quedan asociadas las caracteristicas
de pertenecer a talo cual minoria y el realizar talo cual acción llamativa. A partir de
ahí, el estereotipo funciona como una forma de prevención; es decir, como una ex-
pectativa negativa, que puede dar lugar a su vez a una nueva correlación ilusoria
basada en la sobreestimación de la frecuencia del cumplimiento de la expectativa.
Sería el caso del encuentro con gitanos: existe ya previamente en muchos estratos de
la población española el estereotipo del gitano ladrón; de ahi que tengamos la preven-
ción, o expectativa (i.e., prejuicio) de que quizás nos robe a nosotros o a otros. Basta-
rá con que una vez en la vida presenciemos personalmente un robo (o nos lo narre en
primera persona una víctima con la que tengamos un lazo afectivo fuerte) para que
exageremos en nuestra memoria la frecuencia de asociacíón empirica de los estímu-
los gitano y robo. En este último ejemplo hemos introducido un factor nuevo que
intensifica el efecto de la correlación ilusoria: la implicación personal del observador
en el asunto.
Añádase a ello que la expectativa de asociación prejuíciosa gitano-robo tiende a
sesgar la interpretación de los datos sensoriales: quien tien.e el prejuicio de que una
determinada minoria es agresiva, fácilmente percibirá como amenazantes conductas
que en otras personas hubiera percibido quizás como gesto amígable. Tal como he-
mos visto al tratar de la atribución, una vez formado el estereotipo, aquellas con-
Psicologfa Social de los prejuicios 309
Una de las objeciones que más mella hicieron en su día como criticas a la psicología cog-
nitívista fue la de que no existen conocimientos «frios», que el conocimiento va siempre
unido al afecto, a las emociones, y la psicología cognitiva había olvidado las emociones.
En contraste con el olvído de sentimientos y emociones durante la época del gran
auge cognitivista, hoy hasta se puede decir que está de moda la invesigación de la
influencia de las emociones en la formación, mantenimiento y reproducción de este-
reotipos. El mismo Hamilton, por ejemplo, encabeza un productivo grupo de investi-
gadores que ha publicado y promovido numerosos trabajos teóricos y de experimentación
que subrayan la influencia de las emociones, estados de ánimo o los afectos en gene-
ral sobre la percepción, la memoria y la conducta hacia exogrupos. De ello resulta
una concepción más equilibrada en la que desaparece la visión unilateral que su-
brayaba o bien la cognición o bien la motivación, pero no ambos conjuntamente y en
recíproca interacción. Si bien la investigación en esta linea data todavía de fechas
bastante recientes, y habrá que esperar a que se decante en teorías más consolidadas,
existen ya recopilaciones de resultados de interés, de los que son buena muestra las
publicaciones de Forgas, 1990, o de Mackie y Hamilton, 1993.
Durante una larga época prevaleció la idea, tan subrayada en la obra La personalidad
autoritaria, de que el etnocentrismo es rasgo que caracteriza a la personalidad autori-
taria que, como hemos visto, era considerada como patológica. Sin embargo, los en-
foques basados en la categorízación insisten en que ésta -base y fundamento del
estereotipo, que a su vez lo es del prejuicio- es un proceso normal, necesario inclu-
so, dadas las características de la capacidad humana de procesamiento de informa-
ción. Es más, Tajfel y seguidores consideran que no sólo la categorización da lugar a
estereotipos y sesgos cognitivos, sino que en el fondo existe un rechazo del exogrupo,
una xenofobia connatural, por decirlo así. Existe un motivo, una tendencia, asímismo
connatural, a favorecer al propio grupo y a discriminar al exogrupo. En la raíz se halla
la necesidad indh:ídual de una identidad positiva, que se construye sobre la base de la
pertenencia a grupos «superiores» a los exogrupos.
No hay mejor forma de definir el etnocentrismo. Pero etnocéntricos no son ya
sólo los sujetos autoritarios, cuya personificación veía Adorno en los nazis del ter-
310 Psic%gia Socia/Aplicada
cer Reich, sino que cada persona, toda persona representaría la confirmación del
pesimismo antropológico contenido en la sentencia hobbesiana horno homini
lupus. Afortunadamente, en una sociedad en la que cada uno pertenecemos a un
sinnúmero de grupos, los conflictos íntergrupales son modulados por lo que
Doise (1979) denomina cruce de categorias: como hombre levantíno que soy, ponga-
mos por caso, no rebajo la valía del hombre norteño, pues con ello estaría rebajando
la valia de mi endogrupo «grupo de hombres». Al mismo tíempo, me abstengo de
despreciar a la mujer levantína, pues de lo contrario estaria desprecíando a mí endo-
grupo «grupo de los levantinos». Y así sucesívamente. Sería, según dicho autor, esa
maraña tan tupida de entrecruzamientos categoríales, lo que tempera la conflictívidad
socíal que se producíria de no ser porque todos tenemos algún grupo común con todos
los demás.
En cambio, era muy alto el índice en ambos grupos hacia los gitanos (media de
-8,3). Esa marcada diferencia entre las posturas hacia gitanos y hacia cualquier otra
minoria viene confirmada por diversos estudios (De Miguel, 1994). La explicación
quizás esté en que el prejuicio gitano está tan enraizado, que no está mal visto decla-
rarse radicalmente antigitano o expresar juicios altamente despectivos.
Sin embargo, la experiencia de otros paises que han recibido antes la corriente
migratoria indica que el prejuicio aumentará a medida que las minorias vayan hacién-
dose socialmente visibles como grupos. De Miguel (o. c.) constata que si bien son
bastante bajos los indicadores de racismo en las respuestas en primera persona «<yo
no discrimino, no odio, no soy racista»); sin embargo, son considerablemente altos
cuando se trata de prejuicio atribuido; es decir, cuando se emite opinión acerca de lo
que los demás opinan de los inmigrantes. Probablemente, el prejuicio es mayor de lo
que cada uno está dispuesto a admitir de si mismo.
Quizás como consecuencia de esa poca fiabilidad de las respuestas, en el cita-
do estudio de Rodríguez (1994), se halló que los magrebíes atribuyen a los españo-
les un prejuicio hacia ellos mucho más alto del que los españoles dicen tener. La
razón de tal diferencia puede estar en que los sujetos de la muestra murciana disimu-
laron sus prejuicios en sus respuestas; pero también pudo deberse en parte a que los
magrebies manifiestan un considerable nivel de prejuicios hacia los españoles; entre
otros el de que son bastante racistas. Después de todo, la pertenencia a una minoria no
inmuniza contra el prejuicio hacia la mayoria o hacia otras minorías.
Ya K. Lewin hacia notar que <das relaciones intergrupales son un asunto de dos
direcciones. Lo cual quiere decir que, para mejorarlas, ambas partes deben ser
estudiadas» (1948, pág. 213). Además de las creencias y actitudes subjetivas, existen
factores objetivos que pueden dar lugar a malentendidos, choques y conflictos.
Las personas y los grupos han sido educados en sistemas de creencias, en usos y
costumbres; es decir, en una cultura diferente, yeso representa dificultades obje-
tivas de entendimiento, de comprensión que, a su vez, pueden dar lugar a conflic-
tos. Baste el manido ejemplo del eructo que es de cortesia en ciertas culturas; en
cambio en otras, además de ser signo de pésima educación, provoca profunda
repugnancia. Los conflictos pueden ser en unas ocasiones causa y, en otras, efecto
de prejuicios.
comenzar negándola: «yo no soy racista, pero no aguanto a los X (miembros de exo-
grupo)>> (Billig, 1987; Wetherell y Potter, 1992, Van Dijk, 1987).
También, el término racista ha venido a convertirse en insulto para descalificar
conductas o a personas que opinan de diferente manera que nosotros, lo cual suele
tener como consecuencia que el interpelado pueda negar sin muchos problemas la
acusación y seguir convencido de que su conducta, no siendo racista, sigue siendo
lícita y, por consiguiente, está justificada su oposición, pongamos por caso, a que una
familia gitana se establezca en su barrio (Rodríguez, 1995). Usar a la ligera la califi-
cación de racista probablemente produce más efectos negativos que positivos. «Pode-
mos encontramos con un racismo considerable, forjado a fuerza de hablar de él»
(Marías, 1992,73-74).
Entre legos el tema de los prejuicios, sea del racismo, sea del sexismo, suele
despertar fácilmente el apasionamiento y las sentencias fáciles. En los debates profesiona-
les suele imperar más bien la perplejídad. El fenómeno es complejo, la interpretación
teórica discutible; pero los problemas sociales están ahi con su urgencia, sobre todo
para quienes sufren más directamente las consecuencias.
Refiriéndose a los profesionales que trabajaban en problemas de relaciones interét-
nicas, decia Lewin en 1946: «Son muchos los que, teniendo como profesión la mejora
de las relaciones intergrupales, afirman que quízás el mayor obstáculo de su trabajo
es la falta de claridad sobre qué es lo que deben hacer» (Lewin, 1948, p. 201). A esta
dificultad se añadia el no menos arduo problema de cómo hacerlo. Con un golpe de
intuición, muy propia de Lewin, propuso la solución a ambos problemas de una vez:
haciendo que sean los propios afectados por el problema -en estrecha cooperación
con el trabajador-investigador social- quienes decidan en cada caso, tras analizar
las causas de su estado, qué se puede y qué se debe hacer, y cómo debe hacerse. Era
el famoso programa de action research o investigación en la acción. La propuesta
tiene sín duda un enorme potencial de transformación social y personal, pero serían
tales sus consecuencias políticas y sociales que los grupos de poder, que son siempre
mayoria, no suelen estar dispuestos a aceptarlas, pues subvertirian las relaciones de
poder establecidas. Los prejuicios llevan asociadas graves implicaciones políticas, a
veces religiosas, de intereses ideológicos personales y de grupo, y hasta materiales.
Asi las cosas, una dificultad principal del trabajador social que se enfrenta con
problemas de prejuicios (sean sexistas, de discriminación de gitanos o de inmigran-
tes), sigue hoy siendo el mismo que enunciara Lewin hace ya cincuenta años: qué
hacer y cómo hacerlo.
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LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Introducción
Por qué defiendo un enfoque psicosocial en educación
Psicología Educativa: la lenta pero progresiva marcha desde el enfoque
individualista hacia el psicosocial
Psicología Educativa y Psicología Social: una simbiosis inexcusable
de la que nacfi la Psicología Social de la educación
Psicología Social de la educación: definición y breve recorrido histórico
Contenidos y principales hitos históricos
Psicología Social de la educación: una perspectiva
critica y emancipatoria
El atisbo de un futuro esperanzador
Conclusión
Bibliografia
Lecturas complementarias
318 Psicologla Social Aplicada
/NTRODUCC/ON
Si estamos de acuerdo en que la Psicología Social deberia estudiar cómo hemos llega-
do a ser lo que somos, cómo el mero organismo biológico que éramos al nacer se ha
convertido en la persona que somos ahora, entonces los procesos educativos deberian
constituir el corazón de la Psicología Social, pues es la educación en sentido amplio,
que en gran medida coincide con el concepto de socialización, la principal responsa-
ble de ese cambio, siendo en las sociedades occidentales la educación escolar una
parte fundamental de esa socialización. Y, sin embargo, los psicólogos sociales-.se
han ocupado poco de los temas educativos de tal forma que la Psicología Socialde-la
educación surgió tardiamente' y lo hizo más en el seno de la psicología educativa que
en el de la Psicología Social, de tal forma que aún hoy día sigue siendo, y tal vez más
aún en nuestro país, una subdisciplina minoritaria de la Psicología Social.
Por otra parte, con cierta frecuencia se le ha acusado a la Psicologia Social, entre
otras cosas, de estar demasiado aislada de las demás"ciencias sociales, lo que es tanto
o más cierto en el caso de la Psicología Social de la educación. Los psicólogos socia-
les interesados por el ámbito educativo, en su mayor parte de formación psicológica,
desconocen en gran medida las aportaciones de otras ciencias que no sea la p1:9jJia
psicología, de tal forma que incluso el enfoque sociológico, que en principio deberia
ser para el psicólogo social tan esencial como el psicológico, está casi totalmente
ausente de la Psicologia Social de la educación. Ello explica la casi total ausencia..de
un enfoque critico en esta disciplina, pues no olvidemos que mientras los soció]ogQs
a menudo han c!efendido perspectivas clara y abiertamente críticas en~u<:ación (Bour-
dieu, Lerena, Fernández Enguita, etc.), en cambio los psicólogos tradicionalmente no
lo han hecho, como consecuencia del enfoque eminentemente individualista adopta-
do y los métodos positivistas seguidos. Y como decia Adorno, todo enfoque indivi-
dualista en psicología a l¡¡ fuerza es un enfoque reaccionario.
- Y, sin embargo, la Psicología Social de la educación debería ser, a la vez, más
sociológica de lo que es, al menos tan sociológica como psicológica y más crítica,
que no suele serlo en absoluto.
Pues bien, lo que pretendo en este capitulo es, en primer lugar, aclarar qué es
realmente la Psicología Social de la educación y cuáles han sido los principales hitos
que han ido construyendo su aún corta historia, y, en segundo lugar, mostrar su prin-
cipal debilidad, la ausencia de toda perspectiva crítica, asi como las posibles vías para
superar tal debilidad. Pero antes veamos por qué considero tan importante una pers-
pectiva psicosocial en el campo de la educación.
I Es la falta de interés de los psicólogos sociales por la educación 10 que explica ese retraso en la
aparición de la disciplina. De hecho. como subraya Getzels (1969), de las 2.000 referencias contenidas
en la primera edición del Handhook o/ Social Psychology de Lindzey y Aronson (1954), sólo tres
trataban de educación y sólo una de enseñanza, no habiendo ni una sola referencia a temas como
escuela, aula, profesor o estudiante.
Psicología Social de la educación 319
3 Así, ya en 1964, escribían Bany y lohoson (1980, p. XI) que «en los últimos veinte años se han
efectuado rápidos progresos hacia la comprensión, predicción, dominio y guía de las personas que
constituyen pequeños grupos. Esta nueva zona de investigación está contribuyendo a un cambio lento,
pero gradual de la teoría educativa. Aunque se siga concediendo primordial importancia a la educación del
Psicología Social de la educación 321
niño en lo individual y a los métodos de instrucción individual, ha quedado reconocido en cierta medi-
da el hecho de que el ambiente del aula y las interacciones entre los componentes del grupo ejercen
influencia sobre el aprendizaje y conducta individuales» (véase un breve análisis sobre el contexto
grupal de la educación en Ovejero, 1995a).
322 Paic%gla Socia/ Aplicada
Si a lo anterior unimos cuatro hechos que han tenido lugar a lo largo de las últimas
décadas, podríamos comprender que en los años noventa resulte dificil entender la
existencia de una psicología de la educación que prescinda del enfoque psicosocial.
Me estoy refiriendo, en primer lugar, al creciente interés que, sólo desde hace poco
más de 25 años, vienen sintíendo los psicólogos sociales por los problemas educati-
vos. En segundo lugar, al hecho de que el notable debilitamiento de las tesis posítivis-
tas esté provocando que los psicólogos educativos, entre otros muchos, acudan a modelos
de análisis e incluso de intervención dificilmente defendibles desde una óptica mera-
mente positivista, modelos que necesariamente llevan, antes o después, a descubrir
que los fenómenos educativos son incomprensibles sin tener en cuenta una multitud
de perspectivas, entre las que la psicosocial ocupa uno de los principales lugares. En
tercer lugar, la mera explosión del campo de la psicologia de la educación, de que
antes hablábamos, ha llevado a muchos psicólogos educativos a estudiar aspectos la
de la educación y del aprendizaje en los que resulta dificil avanzar sin una previa
incorporación de la perspectiva psicosocial. Es el caso, por no poner sino sólo unos
ejemplos, del estudio de la comunicación en el aula o de las relaciones profesor-
alumno, del análisis de las relaciones entre familia y escuela (véase Musitu y cols.,
1988), donde los procesos de socialización son algo central, o la investigación con
grupos pequeños. Finalmente, en cuarto lugar, la perspectiva psicosocial se ha ido
incorporando paulatinamente a la psicología de la educación a causa también del
cada vez mayor desarrollo de la psicología escolar profesional, que ha ido interesán-
dose por nuevas dimensiones, entre ellas las psicosociales.
De hecho, los psicólogos escolares que ejercen a diario su profesión, principal-
mente en el ámbito educatívo, además de constatar la importancia que para los proce-
sos de enseñanza/aprendizaje tienen variables psicosociales, estudíadas tradicional-
mente por la Psícología Social, como son el liderazgo en el aula, el clima del grupo-clase
o las relaciones interpersonales, ven la importancia que tienen sus propias relaciones
con los tutores, con los padres de los niños, etc., lo que conlleva la necesidad de un
enfoque eminentemente psicosocial como es el sociocomunitario. Por ejemplo, a los
psicólogos escolares de los Equipos Multiprofesionales les resultará francamente dí-
ficil prescindir de este enfoque psicosocial. Lo mismo les ocurrirá a aquellos psicólo-
gos que se dedican a la educación de adultos o a la animación sociocultural en dife-
rentes sectores.
y si lo anterior es cierto en psicologia de la educación tradicional, más aún lo será
en una concepción más moderna, no tradicional, de la educación. Es decir, a medida
que pasamos a un concepto más actual y más global de educación, la Psicología So-
cial se irá haciendo más útil e incluso, si se me apura, más imprescindible. En efecto,
como sabemos, tradicionalmente la escuela se ha ocupado principalmente, y hasta de
forma casi exclusiva, de transmitir los contenidos instruccionales. Sin embargo, la
escuela es un agente primario, y el más importante junto con la familia, de socializa-
ción, tanto a nivel de curriculum abierto como de curriculum oculto (Torres, 1991).
En consecuencia, la educación deberá ser empleada para promover el bienestar psi-
cosocial total del alumno, lo que, por ejemplo, exigiría la implementación en las es-
cuelas de programas de entrenamiento en habilidades sociales. Se trataría, como dí-
324 Psicología Social Aplicada
cen Zax y Specter (1979, p. 157), de «hacer las escuelas más eficientes para proveer
al niño de los recursos que le ayudarán a desarrollarse como un ser humano psicoso-
cialmente adecuado». En este nuevo modelo de educación, pues, el enfoque psicoso-
cial, incluido en una intervención comunitaria, es claramente imprescindible.
En definitiva, la trayectoria histórica de la psicologia de las ciencias educativas en
general y de la psicología de la educación en particular, ha ido paulatinamente incor-
porando cada vez más aspectos psicosociales a su quehacer cotidiano, hasta el punto
de que hoy día resulta impensable enfrentarse a los problemas educativos sin tener en
cuenta el enfoque psicosocial. Y ello es cierto tanto a nivel de investigación y de
enseñanza como a nivel de las prácticas profesionales diarias de los cientos y miles de
psicólogos escolares que todos los dias trabajan a pie de obra.
Durante la segunda mitad de los años treinta, Judd no está solo, ni mucho menos,
pues a sus trabajos, y a los de Murphy sobre la relación entre conducta social y perso-
nalidad y a los de Maller sobre cooperación y competición entre niños, se unen otros
muchos entre los que destacan los inicios de la dinámica de grupos (Mayo, Moreno,
etc.) y sobre todo el ya clásico estudio de Lewin, Lippitt y White (1939) sobre lide-
razgo y clima social, y sus repercusiones en el aprendizaje escolar, estudio que inicia
toda una corriente de investigación psicoeducativa centrada en el análisis de la inte-
racción profesor-alumno. Como bien señalan Genovard y Gotzens (1981, p. 350), los
dos rasgos que permiten caracterizar a la psicologia de la educación de este periodo
(1920-1955) son: la sustitución paulatina del concepto de medida psicológica por el
de evaluación cuando se hace referencia al progreso educativo; y la aproximación
mutua entre la psicología de la educación y la Psicología Social. Aunque r~almente
tal aproximación no fue, en ese período, mutua, sino que fueron sobre todo los psicó-
logos educativos quienes constataron la enorme utilidad de la incorporación a su que-
hacer de una gran cantidad de variables y procesos psicosociales y, en consecuencia,
se aproximaron ellos a la Psicalogia Social.
En efecto, no debemos olvidar, insisto, que fueron los psicólogos educativos los
que se acercaron a la Psicología Social, ante las grandes ventajas que un enfoque
psicasocial tenía para ellos (Pressey, 1933; Fleming, 1944). Y sólo después, ya en los
años sesenta, los propios psicólogos sociales se comenzaron a interesar por cuestio-
nes educativas, comenzando a publicar bastantes textos y manuales, surgiendo así la
llamada Psicología Social de la educación, ya en los años sesenta (Charters, 1963;
Charters y Gage, 1963; Whithall y Lewis, 1963; Hargreaves, 1967; Backman y Se-
cord, 1968; Getzels, 1969; White, 1969, etc.,véase una revisión del desarrollo de la
Psicología Social de la educación en Ovejero, 1988, cap. 1, 1990b).
De hecho, como señala Getzels (1969), resulta sorprendente constatar cómo hasta
los años sesenta todavía los psicólogos sociales no se interesaban por la educación y
sus problemas. Es más, aunque para un psicólogo social la conducta educativa, la vida
social en el aula, etc., deberían ser conceptos centrales, sin embargo, dunmte los años
50 ni siquiera se los mencionaba. Y a pesar de que a lo largo de los años sesenta
fueron cambiando las cosas, aún hoy día, por ejemplo en España, el {nterés de los
psicólogos sociales por la educación sigue siendo muy escaso. Mayor es, eso sí, el
interés que los psicólogos educativos muestran por la Psicología Social o al menos
por un enfoque psicosocial, como muestran Bar-Tal y Saxe (1981) al analizar los
números de las revistas American Educational Psychology, Journal of Educational
Research, Child Development y Journal ofPersonality and Social Psychology, de los
años 1960, 1970, 1975 y 1980. Igualmente, si echamos una ojeada a la inmensa mayo-
ría de los textos de psicología de la educación, constatamos fácilmente ese interés de
los psicólogos educativos por la Psicología Social.
En efecto, por no citar sino sólo algunos de tales textos, el de Ausubel y cols.
(1983), a pesar de tratarse de un texto emi"entemente cognitivo, incluye un capítulo
sobre Factores sociales del grupo en el aprendizaje, donde, tras afirmar textualmente
(p. 399) que <das variables sociales y de grupo deben ser consideradas en el aprendi-
zaje de materias de estudio, valores y actitudes», tratan temas psicosociales como el
326 Psicología Social Aplicada
4 Por no poner sino sólo dos ejemplos. recordemos que en Madrid, MB José Díaz Aguado (1986,
1988, 1993) estudia sobre todo la interacción social en el aula, y en Oviedo, Carlos Núñez (1992;
Núñez y González·Pienda, 1994) el autoconcepto.
Psicologfa Social de la educación 327
decirlo todo, la disciplina iria por derroteros un tanto diferentes a los claramente
sociológicos, aunque tampoco muy criticas, marcados por Getzels'.
Pero, ¿qué es la Psicologia Social de la educación? No es fácil encontrar autores
que nos proporcionen una definición concreta de la disciplina (Ovejero, 1988, cap. 1)
Y cuando lo hacen separan claramente la Psicologia Social y la educación, prueba
evidente de que hasta el momento no se ha conseguido construir lo que Charlers y
Gage (1963) llamaban Psicologia Social de la educación, sino sólo una Psicología
Social para educadores.
Todo ello significa que aún estamos lejos de una Psicología Social de la educa-
ción autónoma, puesto que, como dice Rodrigues (1983), se ha subrayado cómo los
conocimientos psicosociales son útiles en las situaciones escolares, pero no el análisis
de la dinámica escolar en tanto que grupo escolar. El propio Getzels (1969, p. 461) ya
ponía sobre el tapete este problema al señalar que <da falta de una construcción teóri-
ca puede haber sido la consecuencia de haber hecho de la Psicologia Social de la
educación sólo un recipiente de nociones y datos sociopsicológicos tal vez relevantes
para la educación pero no relacionados los unos con la otra de una forma sistemáti-
ca». y las cosas no han cambiado demasiado desde entonces, como posteriormente
mostraron autores como Bar-Tal y Saxe (1978), Gilly (1986), etc., y como se constata
en los libros de Psicalogia Social de la educación aparecidos recientemente (Feld-
man, 1986; Rogers, 1987; Ovejero, 1988; Guil y cols., 1992, etc.), aunque últimamen-
te están produciéndose intentos de superar esta situación (véase, por ejemplo, Rogers
y Kutnick, 1992), a pesar de que para superarla realmente no tendremos más remedio
que salir de las fronteras rígidas de la Psicalogia Social tradicional, positivista e indi-
vidualista, e internarnos en terrítorios vecinos como, y principalmente, el de la socio-
logia de la educación y el de la pedagogia crítica (véase Ovejero, 1995b).
En consecuencia con lo anterior, las definiciones existentes de Psicología Social
de la educación muestran a ésta como una disciplina no unitaria, sino compuesta de
dos partes claramente diferenciadas, la Psicologia Social por un lado, y la educación
por el otro. Asi, Charlers y Gage (1963, p. XVI) la definen como la disciplina que
«estudia la interacción y sus productos sociales en el contexto de situaciones y pro-
blemas educacionales». Por su parte, Backman y Secord (1969, p. 1) la definen como
una visión «del proceso educativo a través de los ojos de un psicólogo socia!». Final-
mente, Johnson (1970) la ve como el estudio de los principales problemas de la edu-
cación a la luz y con la ayuda de los hallazgos de la Psicología Social.
Por otra parte, y como ya hemos dicho, la historía de nuestra disciplina es aún
carla, puesto que no cuenta más que con unos 25 o 30 años, aunque antes de los años
sesenta ya fueron poniéndose los cimientos (véase Ovejero, 1990b).
Podemos decir que antes de los años cuarenta prácticamente no existían estudios
en este campo, si exceptuamos el texto de Pressey (1933) y el trabajo de Lewin,
Lippítt y White (1939). El primero ya incluia un capítulo sobre la Psicologia Social de
.\ Así, Getzels dedica muchas páginas a hablar de temas como la clase social o la estructura social y
su incidencia sobre la educación, y más aún a la consideración de la escuela y el aula como sistemas
sociales.
Psicología Social de la educación 329
Como podemos constatar, los temas más repetidos en Psicología Social de la edu-
cación son los grupales y los interpersonales, como no podía ser de otra manera,
justamente los temas más repetídos también en los manuales de psícología de la edu-
cación.
En cuanto a los más importantes hitos históricos de nuestra disciplína, comenzaré
diciendo que la falta de espacio me impide desarrollarlos como se merecen, hasta el
punto de que con respecto a algunos de ellos no añadiremos prácticamente nada a lo
ya dicho. En efecto, si, como hemos visto hasta ahora, la perspectiva psícosocial es
tan fructífera para los psicólogos educativos y para los psicólogos escolares, es evi-
dente que a éstos les ínteresará muchísimo conocer los hitos más relevantes que han
ido marcando el desarrollo de esa perspectíva psicosocial, de tal forma que aquí sólo
haré una breve descripción de los, en mi opinión, díez príncipales logros en la Psico-
logía Social de la educación, según un orden cronológico, y dejando bien claro, ya de
entrada, que aunque sí son todos los que están, no están todos los que son. En todo
caso, en mi opinión, aunque podríamos haber buscado, y fácilmente hallado, otros
muchos hitos, no hubiera sido fácil encontrar muchos que hayan señalado mejor el
camino de la Psicología Social de la educación que los que vamos a mencionar.
Durante los años treinta, además del ya mencionado trabajo pionero de Judd y su
intento de basar la psicología educativa en la Psicología Social, sobresalen dos estu-
dios verdaderamente seminales, cuyas consecuencias llegan hasta hoy mismo. Me
refiero, en primer lugar, cronológicamente hablando, a Jacob Moreno y la publíca-
ción en 1934 de su Who shall survive?, donde exponía su Sociometría que luego sería
332 Psicología Social Aplicada
La década de los sesenta es sin ninguna duda, como ya hemos señalado, la del
nacimiento de la Psicología Social de la educación, con la publicación, en muy pocos
años y fundamentalmente alrededor de 1968, de una cierta cantidad de manuales y
textos con el explicito título, además de sus contenidos, de Psicalogia Social de la
educación. Pero de toda la década yo subrayaría tres hítos, no por azar todos ellos a
finales de los años sesenta: en primer lugar, el libro clásico de Rosenthal y Jacobson
(1968) sobre las expectativas del profesor y sus efectos, libro que aún hoy, en mi
opinión, deberían leer todos los psicólogos educativos y escolares e incluso todos los
profesionales de la educación. El estudio de las expectativas interpersonales, tema
psicosocial donde los haya, resulta ser hoy día uno de los aspectos más estudiados no
sólo por los psicólogos sociales, sino también por los psicólogos educativos, habien-
do generado una cantidad verdaderamente ingente de investigación y publicaciones
(véase una revisión del tema en Rogers, 1987). El segundo híto que deseo destacar de
esta década es el ya citado trabajo de Getzels (1969) en el Handbook of Social Psy-
chology, de Lindzey y Aronson (1968-1969), verdadera «biblia» de la Psicología
Social oficial. Incluir en este Handbook un artículo largo suponia, como así fue, dar
carta de oficialidad a la Psicologia Social de la educacíón. Sin ninguna duda, a mí
modo de ver, existe un antes y un después del artículo de Getzels en la Psicologia
Social de la educación. En él Getzels, tras comenzar diciendo que la educación no ha
sido un campo en el que se hayan interesado los psicólogos sociales hasta ese momen-
to, señalaba que las cosas estaban cambiando y que existían ya multitud de trabajos
que, provenientes de diferentes áreas, especialmente de la psicología de la educación,
podían perfectamente ser considerados psicosociales. O sea, la Psicologia Social de
la educación surge oficialmente con Getzels, pero oficiosamente ya estaba ahí, sobre
todo dentro de la Psicología Educativa. Y Getzels la revisa magistral y.extensamente.
Por si los hitos ya mencionados fueran insuficientes para señalar la incorporación
plena del enfoque psicosocial al campo educativo, un nuevo hito, en principio ajeno a
la Psicología Social, sirvíó para arraigar definitivamente el interés de los psicólogos
educativos por la perspectiva psicosocial y el de los psicólogos sociales por los pro-
blemas educativos. Me estoy refiriendo al discurso presidencial que en 1969 leyó
Miller ante la Asociación Americana de Psícologia (A. P.A.) y en el que, bajo el título
de La psicología como forma de promover el bienestar humano, llamaba la atención
de los psicólogos sobre su responsabilidad ante la sociedad y la necesidad de que
aplicasen sus conocimientos y sus métodos a la solución de los problemas sociales,
entre ellos los educacionales.
A partir de 1970 podemos afirmar que la perspectiva psícosocial está ya bastante
bíen establecida en el mundo educativo y, por tanto, en principío deberían estar ya
colocados los principales hitos de su recorrido. Pero, sin embargo, no quisiera termi-
nar este apartado sin hacer referencia a dos nuevos logros, el noveno y el décimo,
estrechamente relacionados entre si, que se desarrollan en los años ochenta y se ge-
neralizan en los noventa, aunque tienen su origen en la segunda mitad de los años
setenta. Además, a pesar de desarrollarse cada uno a un lado del Atlántico, ambos
tienen muchos puntos en común, entre ellos sus orígenes en Vigotski y Mead, así
como, menos, en Piaget. Me estoy refiriendo en prímer lugar a los estudios de la
334 Psicologla Social Aplicada
Las cosas aqui son más complejas de lo que parece a primera vista, porque si antes
era fácil responder a la pregunta de por qué fracasaban los niños pobres, diciendo que
precisamente porque eran pobres, porque estaban peor alimentados, tenian más en-
fermedades, peores viviendas, menos instrumentos de apoyo al estudio (libros, etc.) ...
(véase Birch y Gussow, 1970; Gussow, 1970), hoy dia esa respuesta ya no sirve,
porque, al menos en España, la mayoria -desgraciadamente no todos- de los hijos
de la clase trabajadora ya no están desnutridos ni su situación económica es tal que no
pueden combrar los libros, etc. Pero siguen siendo ellos quienes fracasan en la escuela.
Aparentemente, la realidad está dando la razón a los genetistas como Burt, Jensen
o Eysenck. Los partidarios de esta teoria afirman que una prueba clara de que los
pobres fracasan en la escuela porque su dotación genética es también pobre es que a
pesar de los profundos cambios que se están produciendo en nuestra sociedad (au-
mento del nivel económico de las clases trabajadoras, generalización y gratuidad de
la enseñanza hasta al menos los 16 ó los 18 años, etc.), siguen manteniéndose en gran
medida las diferencias en rendimiento escolar entre las clases sociales. Pero no sólo
sacan peores notas, es que son menos inteligentes, al menos si entendemos por inteli-
gencia lo que miden los tests de inteligencia. Todo parece indicar, por tanto, que la
realidad le da la razón a los genetistas cuando afirman que no es que los pobres sean
tontos por ser pobres, es que son pobres porque son tontos, o sea, porque su C.l. es
muy bajo y lo es genéticamente. Y los datos siguen indicando que, efectivamente, el
C.l. de los hijos de familias de clase baja sigue siendo más bajo que el de los hijos de
las clases más altas (véase Ovejero y cols., 1993a, 1993b, 1993c, 1994). Pero para
interpretar adecuadamente estos datos, es necesario conocer qué es eso que llamamos
inteligencia y cómo se construye en el individuo y cómo se mide.
En definitiva, el fracaso escolar es un fenómeno claramente psicosocial, dado que
son factores eminentemente psicosociales los que están en su origen (un lenguaje
pobre o, en todo caso, diferente sustancialmente al exigido en la escuela; una motiva-
ción intrínseca muy limitada; unos niveles de aspiración bajos; unos intereses muy
alejados de los escolares; un pobre autoconcepto académico; etc.). Y es en el proceso
de socialización en la interacción social, dentro de la familia, del barrio, etc., donde
se van formando y construyendo ese lenguaje, esa motivación, esos niveles de aspira-
ción, esos intereses o ese autoconcepto, que son. así, elementos claramente psicoso-
ciales que, por una parte, reflejan la inextricable relación entre individuo y sociedad,
y, por otra parte, son los verdaderos responsables del éxito y fracaso sociales, pues no
olvidemos que, como dice Torregrosa, la interacción social es elemento constitutivo
de la subjetividad individual y colectiva (véase Ovejero, 1990c, 1992, cl993a).
Por consiguiente, para abordar adecuadamente toda la compleja problemática de
la educación actual se hace imprescindible una perspectiva abiertamente critica y
emancipatoria (Ovejero, 1993b), para lo que seria muy útil echar mano, bien de la
teoría critica, bien del pensamiento posmodemo o bien, que es mi postura, de ambos
a la vez.
En efecto, aunque en educación ha habido enfoques progresistas desde hace mu-
chas décadas (recuérdese, por ejemplo, a John Dewey), sin embargo, la perspectiva
dominante fue casi siempre la conservadora hasta que, ya en los años sesenta, autores
336 Psicología Social Aplicada
como Michael Young en Gran Bretaña; Sam Bowles y Herbert Gintis en Estados
Unidos; Baudelot y Establet en Francia; Dog White en Australia; o incluso, algo más
tarde, Mariano Fernández Enguita o Carlos Lerena en España, empezaron a analizar-
la desde una perspectiva marxista o neomarxista. Pero a finales de los setenta y sobre
todo a lo largo de los ochenta el marxismo pierde gran parte de su poder de influencia
sobre quienes tienen inquietudes radicales y críticas frente a la educación y comienza
a hacerse otro tipo de ciencia educativa critica y radical nó marxista y que globalmen-
te puede recibir el nombre de posmoderna, y donde claramente entrarían autores
como Wexler, Aronowitz o Giroux, que lo que realmente pretenden es poner a los
posmodernos Lyotard, Baudrillard, Jameson, Derrida o Foucaultjunto a autores como
Gramsci, Marcuse, Adorno o Habermas.
Sin embargo, y en contra de lo que a veces se afirma (por ejemplo, Gellner, 1994;
o Flecha, 1992, en el campo de la educación), no solamente no son neoconservadoras
las teorías posmodernas, sino que, por el contrario, son progresistas y criticas, radica-
lizando, como el caso de Foucault, muchas de las posturas de la teoría crítica, hasta el
punto de que Vattimo considera a Adorno y Horkheimer y su Crítica de la Ilustración
como antecedente importante del pensamiento posmoderno, y de que McCarthy (1992)
habla de un fuerte paralelismo entre Foucault y la Escuela de Francfort.
En definitiva, aunque ciertamente existe, sobre todo en los Estados Unidos, un
posmodernismo neoconservador, encabezado por AlIan Bloom, sin embargo, el grue-
so de los autores posmodernos más conocidos son abiertamente radicales. Igualmente
en Psicología Social, ya pesar de que con razón algunos enfoques posmodernos han
sido acusados de olvidar la perspectiva critica, por haberse centrado en el análisis del
lenguaje y haber olvidado el contexto social y el propio sujeto (Crespo, 1991); sin
embargo, la mayoría de los psicólogos sociales considerados posmodernos (Gergen,
Sampson, Shotter, Wexler o, entre nosotros, T. Ibáñez) son también indiscutiblemente
radicales (véase Ovejero, en prensa). Y lo mismo podríamos decir de enfoques edu-
cativos posmodernos como el de H. Giroux (1993), de tal forma que podemos con-
cluir que los pensadores y los psicólogos sociales posmodernos están haciendo plan-
teamientos revolucionarios y radicalmente emancipatorios, planteamientos que están
siendo incorporados cada vez más al mundo de la educación, comenzándose así a
configurar lo que yo no dudaría en llamar Psicología Social posmoderna de la educa-
ción, en la que ya destacan nombres como Aronowitz (Aronowitz y Giroux, 1991),
Giroux (1992,1993) o Wexler (1993).
Es más, fundamentalmente en Gran Bretaña y en torno a ámbitos como la educa-
ción y la Psicologia Social, están apareciendo una seríe de autores que de alguna
manera están concretando las posiciones posmodernas y haciendo que toquen el suelo
de la realidad social educativa, conformando así lo que podríamos llamar Nueva Psi-
cología Social de la educación, que ya se parece muy poco a la tradicional y que es
abiertamente radical, emancipadora y posmoderna. Es el caso, por no poner sino sólo
dos ejemplos, basados ambos en el método etnográfico, de los libros editados por
Rogers y Kutnick (l992a) el uno, y por Woods y Hammersley (1995) el otro, libros
ambos que ya van introduciendo los dos cambios a mi juicio más necesarios si quere-
mos que la Psicología Social de la educación sea realmente social y emancipatoria, es
Psicología Social de la educación 337
decir, si queremos construir una disciplina que sea un instrumento real de igualdad y
de liberación del ser humano, es decir: pasar de una disciplina individualista a otra
claramente social, por un lado; y pasar de una perspectiva conservadora y acritica a
otra abiertamente progresista, critica y liberadora, por otro.
Ya no son sólo voces que surgen ni sólo dedos que apuntan. Existe también un cre-
ciente conjunto de datos, de escritos y de publicaciones que muestran la llegada de un
futuro esperanzador para esa Psicologia Social de la educación más social, más críti-
ca y más liberadora de que hablábamos.
y para instaurar una perspectiva social en nuestra disciplina nos va a ser de suma
utilidad basarnos en Vygotsky, ya que es él, como reconoce Edwards (1992), el autor
más prometedor para una Psicología Social del conocimiento educativo. Vygotsky y
sus discipulos inciden sobre los orígenes socioculturales y lingüisticos del pensa-
miento conceptual, sobre la importancia de la interacción social comunicativa en el
aprendizaje y sobre el papel que juegan la educación y la alfabetización en la confor-
mación de lo que se suele asumir que son modelos naturales, racionales y científica-
mente objetívos del pensamiento adulto. Es más, desde la perspectiva vigotskíana
(véase Vygotsky, 1987; Wertsch, 1985; Wood, 1988), la mente se socializa y adquie-
re forma mediante la enseñanza y el lenguaje. Y así, como subraya Edwards (1992,
p. 66), la educación, lejos de ser un contexto práctico en el que poder aplicar las
teorías y los resultados obtenidos en el laboratorio psicológico, es parte del pensa-
miento conceptual, pensamiento conceptual que tiene su origen en el diálogo, y por
tanto debe seguir las reglas y categorias del discurso, de los símbolos comunicados y
los textos escritos.
En esa línea se encuentra, siguiendo las directrices de Wittgenstein y Heidegger,
parte de la Psicología Social posmoderna: el análisis del discurso y la retórica. En
efecto, en los últimos años se ha producido en la Psicologia Social un importante
cambio de interés hacia el estudio del lenguaje y especialmente hacia el discurso y el
texto conversacional (véase Billig, 1987; Bíllíg Y cols., 1988; Potter y Wetherell,
1987, etc.), sobre el supuesto de que buena parte de lo que tradícionalmente se ha
estudiado dentro de la Psicología Social es mejor estudíarlo desde el punto de vista
del trabajo comunicativo que las personas hacen en la conversacíón y en los textos.
Y un campo, relativamente reciente, que a mi jllicio también habría que incorpo-
rar a la nueva Psicología Social de la educación: el análisís psicosocial de la ciencia,
también sigue estos derroteros. En efecto, la<<oueva sociología del conocimiento cien-
tífico», que en su desarrollo actual se ha convertido en buena medída en una Psicolo-
gía Social de la ciencia (véase por ejemplo Latour, 1992; Latour y Woolgar, 1979;
Woolgar, 1991; Shadish y Fuller, 1994; y para una revisión, Lamo de Espinosa y
cols., 1994), se basa también en el análisis del discurso y el interés por la retórica,
analizando el 'trabajo en común de los científicos en los laboratorios, cómo hablan
sobre su trabajo, cómo escriben sobre él en las publicaciones científicas, cómo discu-
338 Psicologla Social Aplicada
chicas aprenden tres cosas en sus juegos (Maltz y Borker, 1982): a) Crear y mantener
relaciones igualitarias y estrechas; b) criticar a los demás de modo aceptable; y e)
interpretar con precisión la charla de otras chicas. Estas formas se relacionan con las
referidas al comportamiento y al juego en grupos. Normalmente, las actividades de
las chicas son de cooperación y no competitivas. Por ejemplo, los juegos musicales,
tan frecuentes en las chicas, son esencialmente cooperativos: están regidos por re-
glas, rituales, pero no son ni jerárquicos ni competitivos.
Por otra parte, para que la Psicología Social de la educación sea realmente social,
crítica y emancipatoria debe necesariamente prescindir de la rigidez de sus fronteras,
tendría que flexibilizarlas e incluir dentro de su campo libros y autores que ahora no
siempre se incluyen, como el compilado por Woods y Hammersley (1995), cuyo nú-
cleo central es la discriminación y la injusticia hacia los grupos de alumnos más
desfavorecidos, pero también la resistencia y el logro en la adversidad de esos grupos
así como la defensa de su dignidad. De hecho, la mayoria de sus capítulos se centran
en las perspectivas del alumnado y muestran cómo los métodos cualitativos pueden
utilizarse para explorar sus significados y comprensiones, y también para descubrir
mundos muy diferentes de aquellos en los que normalmente viven las personas adul-
tas. Así, Elisabeth Grugeon (1995) aborda la cultura oral del patio de recreo y particu-
larmente los juegos de las niñas, mostrando que se trata de una cultura subversiva,
opuesta a la cultura dominante y que lanza un reto a la falta de poder que las niñas
suelen tener en las clases. En concreto, Grugeon se refiere al dominio que los chicos
ejercen en el patio de recreo mediante el fútbol como actividad principal y cómo las
chicas se ven obligadas a entretenerse en pasatíempos que requieren una menor terri-
torialidad. Este dominio opera de forma más general dando lugar a una característica
bastante común entre las escolares: su«tranquilidad». Y es esto lo que ha contribuido,
como indica Julia Stanley (1995) al estereotipo de la pasividad y debilidad femeninas,
con las implicaciones que ello tiene. Sin embargo, esa «apacibilidad» no es un rasgo
inherente a la mujer, añade Stanley, sino una adaptación eficaz a las circunstancias
sociales, simbolizando su resistencia a cualquíer presunción de inferioridad, de tal
forma que la alumna no es tanto «traquila y débih> como «silenciosa y fuerte», lo que
está llevándola a enormes éxitos escolares durante los últimos años.
Por otra parte, en los últimos años ha habido una constante preocupación entre los
educadores y míembros de comunidades de minorías étnicas por la alienación y falta
de rendimiento escolar de muchos estudiantes de dichas comunidades. Para explicar
este fenómeno se ha hecho cada vez más hincapíé en el papel que representa el racis-
mo dentro de las escuelas. Se ha dicho que muchas profesoras y profesores manifies-
tan actitudes negativas hacia tales estudiantes y que esperan muy poco de su futuro
rendimiento académico; esto da como resultado que se les trate desfavorablemente
tanto en el aula como en un ámbito escolar más amplio, negándoseles oportunidades
educativas que disfrutan normalmente sus compañeras y compañeros blancos, llegan-
do muchos de ellos consecuentemente a un estado de alienación y a un bajo rendi-
miento académico, lo que hace que se restrinjan sus oportunidades de éxito en la vida.
Ya Rosenthal y Jacobson (1968) ponían este problema sobre la mesa. Posteriormente,
otros muchos estudíos empíricos confirmaron este fenómeno (Giles, 1977; Tomlin-
340 Psicología Social Aplicada
son, 1979; Driver, 1979; Harnmersley, 1980; Carrington, 1983; Carrington y Wood,
1983; Green, 1983; Mac an Ghaill, 1995; Moore, 1995; Wright, 1995).
CONCLUSION
Pues bien, uno de los mejores ejemplos de lo que acabamos de decir es justamente
el aprendizaje cooperativo (véase Ovejero, 1990a, 1992, 1993a). Y es que, como
subrayan nuevamente Rogers y Kutnick, los profesores tienen que ser capaces de
adoptar y desarrollar métodos de enseñanza dentro de un marco guia. Y la labor,
imprescindible, de la Psicología Social será crear vías por las que el profesor pueda a
su vez desarrollar su propia comprensión de la naturaleza de la vida del aula para, así,
poder formular juicios más sistemáticos, sofisticados y eficaces sobre el curso de
acción a seguir. Pero para conseguirlo deberá tener en cuenta los profundos cambios
que durante estos últimos años están modificando radicalmente nuestra sociedad y
adoptar las reflexiones y pensamientos que le ayuden a comprender tales cambios, asi
como su incidencia sobre el cómo se forma la subjetividad y la identidad tanto perso-
nal como social (véase Giddens, 1995a, 1995b). En efecto, tras la 11 Guerra Mundial
y más aún a lo largo de los últimos 20 años, se están produciendo una serie de cambios
de todo orden que realmente están transformando la sociedad de una forma radical:
transformaciones políticas (hundimíento de la URSS, caida del muro de Berlín, dra-
mático retroceso de las utopías, monetarización de la polítíca, etc.), económícas
(globalízación planetaria de la economía, etc.) y tecnológicas (explosíón de imprevi-
sibles consecuencias de los mass-media, autopistas de la información, etc.), están
llevando a una sociedad profundamente diferente de la anterior, que con frecuencia
recibe los nombres de «sociedad postindustria!» o«sociedad posmoderna». Todo ello
está llevando también a nuevas formas de pensamíento, llamado también posmoder-
no, que aún no está bien definido y ofrece una gran confusión, pero que está mostran-
do. unos perfiles claramente radicales y liberadores, y que en el campo de la Psicolo-
gía Social de la educación podría estar representado sobre todo por el pedagogo crítico
H. Giroux (1993) y por el psícólogo social Ph. Wexler (1993). Como escribe Apple
(1990, p. XlII), Wexler pone su mirada en la historia de la vida cotídíana, en la nueva
política del conocimiento y de la identidad del feminismo francés, de la critica litera-
ria, de la semiótica, y de las teorias estructuralístas para demostrar cómo sus esfuer-
zos por aclarar aspectos como la identidad, el discurso, el lenguaje, el significado y el
conocimiento, pueden estar anunciando movimientos sociales más amplíos que po-
drian ser emancipatorios tanto en su intención como en la práctica. Todo ello, por
342 Pslcologla Social Aplicada
fuerza deberá tener una fuerte repercusión tanto en la educación como en la Psicolo-
gia Social de la educación (Ovejero, 1994), como ya ha empezado a ocurrir.
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Psicologfa Social de la educación 347
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
GIROUX, H. A. (1990). Los profesores como intelectuales: Hacia una pedagogía critica del
aprendizaje, Barcelona: Paidós (original, 1988).
Desde una perspectiva claramente psicosocial, Henry Giroux, director del Cen-
tro para la Educación y los Estudios Culturales, tal vez sea el máximo exponente
del pos modernismo radical y crítico en educación. Este libro, en concreto, se co-
menta por sí mismo ya con el propio título. Argumenta su autor que los profeso-
res deben ser intelectuales críticos que contribuyan a modificar la realidad injusta
de la educación (desigualdad de oportunidades educativas, etc.), basándose siempre
en un bagaje teórico adecuado y, sobre todo, en una perspectiva práctica bien orien-
tada.
OVEJERO BERNAL, A. (1988). Psicología Social de la Educación, Barcelona: Herder.
Trata este libro de ser un tratado general de Psicología Social de la educación,
en el que, por consiguiente, se analizan con claridad, aunque sin excesiva profundi-
dad, una serie de temas clásicos en esta disciplina, distribuidos en tres bloques:
Psicología Social del comportamiento individual en el aula; Psicología Social del
comportamiento grupal en el aula; y Técnicas psicosociales y grupales al servicio
del profesor.
OVEJERO BERNAL, A. (1990). Aprendizaje cooperativo: Una alternativa eficaz a la enseñanza
tradicional, Barcelona: P.P.U.
Ahora que tan importante en la Reforma Educativa (LOaSE) se pretende que sea el
trabajo en equipo y el aprendizaje cooperativo, este libro puede ser útil, puesto que
estudia, con cierta profundidad, esta temática, analizando los supuestos teóricos en que
se basa un aprendizaje cooperativo y que ayudan a explicar su gran eficacia (construc-
ción social de la inteligencia, etc.), antes de pasar a analizar con detenimiento los mé-
todos de aprendizaje cooperativo más utilizados en los Estados Unidos, así como sus
principales efectos.
Psicología Social de la educación 349
Determinantes de la
salud/enfermedad
adquieran y conserven hábitos de salud sanos, aprendan a usar juiciosamente los ser-
vicios de salud que tienen a su disposición y estén capacitados para tomar, individual
o colectivamente, las decisiones que implican la mejora de su estado de salud y el
saneamiento del medio en que viven (OMS, 1969).
Los programas de promoción y prevención sanitarias se pueden realizar con enfoques
individuales, grupales o comunitarios (Spacapan y Oskamp, 1987; Kasl y Serxner, 1992),
e incluyen desde campañas en los medios de comunicación hasta intervenciones di-
rectas, personales. Utilizan intervenciones unidimensionales y multidimensionales,
dependiendo de si pretendemos producir cambios en una o varias conductas de riesgo
o de salud simultáneamente. Las teorias más utilizadas en este campo han sido el
modelo de creencias sobre la salud, y la teoria de la acción razonada (más tarde teoría
de la conducta planeada) (Rutter y Quine, 1994).
Así pues, los campos de la promoción de la salud y de la prevención de la enfer-
medad son campos que exigen una atención importante por parte de la Psicología
Social. En efecto, la Psicologia Social de la Salud ha estudiado los factores por los
que los individuos se mantienen saludables, o que favorecen las conductas sanas, y
los factores por los que se adoptan conductas y hábitos de riesgo o peIjudiciales. Se
ha ocupado, también, de los aspectos psícosociales que hay que tomar en cuenta en
los distintos programas de promoción (incremento de hábitos saludables) y preven-
ción (reducción de conductas de riesgo), y de los factores que determinan la partici-
pación en el desarrollo de dichos programas (Rodríguez-Marín, 1995) (Figura 13.2).
Un ejemplo interesante lo constituye la utilización de la teoría sociocognitiva al
diseño de programas de promoción de la salud, sobre la base de los trabajos de Ban-
que apoyan la necesidad que las personas tienen de controlar su situación, como las
teorias sobre la atribución, la reactancia y el desamparo aprendido (Kok, 1988).
Por otro lado, la Psicologia Social de la salud incide en temas que están estrecha-
mente relacionados con lo que hoy se denomina «marketing social de salud» (Frede-
riksen, Saloman y Brehony, 1984). Mucha de la actividad de la futura Psicologia
Social de la salud se canalizará, sin duda, por ese camino.
La educación sanitaria o educación para la salud se dirige a la población general,
a poblaciones especificas, o a pacientes, y ha sido definida como «el proceso que
informa, motiva y ayuda a la población a adoptar y mantener prácticas y estilos de
vida saludables, propugna los cambios ambientales necesarios para facilitar estos
objetivos y dirige la formación profesional y la investigación a los mismos objeti-
vos.» (Salieras, 1985,58). La educación sanitaria se dirige, pues, primordialmente a
personas sanas con el objetivo inicial de prevenir la enfermedad, pero también para
mejorar la calidad de la salud, y, por tanto, la calidad de vida de tales personas (Ewles
y Simnett, 1985).
Dentro de este apartado se incluyen también los trabajos relacionados con la in-
formación preventiva o de promoción de la salud, que abarca toda la información que
las personas sanas tienen sobre determinadas enfermedades, y cuyo conocimiento
puede ser de la máxima utilidad para el diseño y ejecución de programas. Ejemplos de
ello son los trabajos de José M. León, Manuel Martinez, Inmaculada Fernández y
otros sobre la información acerca del cáncer y, sobre todo, del SIDA (León el al.,
1990; León el al., 1990; Martinez, Godoy y Bautista, 1990).
Asimismo, pueden considerarse dentro de este grupo los trabajos sobre las actitu-
des hacia la donación de órganos en general, y de sangre en particular, y que han
contribuido a nuestro conocimiento de los factores que permiten incrementar las do-
naciones, y de aquellos que suponen una barrera a este tipo de comportamiento al-
truista (Chacón, 1988; Lozano, Barrón y Chacón, 1990; Martin y Ruiz, 1990; Pérez el
al., 1993). Dentro del campo preventivo pueden considerarse, también, los trabajos
que versan sobre los estilos de vida y su relación con la salud, tanto de forma general,
como vinculados a patologias especificas. Así, por ejemplo, se han estudiado los esti-
los de vida asociados a enfermedades cardiovasculares (Moreno y Peñacoba, 1993a;
1993b) (Figura 13.3 de la página siguiente).
Quizás uno de los desafios actuales más importantes de la Psicología Social de la
salud es el desarrollo de métodos para modificar los estilos de vida de las personas,
tanto con propósitos preventivos como promotores de salud. Esa modificación, en el
sentido en que sea posible y deseable, es igualmente uno de los objetivos de la Educa-
ción para la Salud.
EL PROCESO DE ENFERMEDAD
Factores psicosociales
Factores Afrontamiento
socio-comportamentales de la enfermedad
Creencias y
Impacto psicosocial de la representación social
enfermedad . de la enfermedad
de auto-ayuda y equipos de apoyo, al uso de las redes de apoyo social como estrategia
de generación de bienestar psicológico y social, y a la utilización de criterios de
calidad de vida en la consideración de la enfermedad (Rodríguez-Marín, Pastor y
López Roig, 1993).
Finalmente, la teoría del rol, la teoría de la influencia social, y el estudío de los
procesos de comunicación, nos permiten el estudio de la relación entre el profesional
de la salud y el enfermo, y el establecimiento de objetivos dirigidos a la mejora de la
calidad asistencial, el cumplimiento de prescripciones y la ejecución adecuada de las
conductas de autocuidado necesarias.
En el proceso de enfermar, estar enfermo y sanar, tienen mucha importancia las
denominadas «conductas de enfermedad». La conducta de enfermedad se refiere a las
etapas que las personas pasan cuando creen que están experimentando síntomas de
enfermedad (como ir al médico, tomar la baja laboral, etc.) (Taylor, 1990), a diferen-
cia de la enfermedad en sí misma, que implica una patología (<objetiva», documenta-
da. Las conductas de enfermedad no necesariamente implican patología subyacente,
y las trayectorias psícológica y biológica responsables de los dos tipos de resultados
son, frecuentemente, totalmente diferentes (eohen, 1988). Son conductas de enfer-
medad todas aquellas acciones que afectan al significado social y personal de los
síntomas, de la enfermedad, de las discapacidades y sus consecuencias (Mechanic,
1977). Incluyen, por ejemplo, acciones tales como el reconocimiento de síntomas, la
búsqueda de ayuda, el uso de servicios médicos, el cumplimiento de prescripciones
terapéuticas, la asunción de determinadas conductas de «roh> en determinadas situa-
ciones, las respuestas de afrontamiento ante la enfermedad, etc. Este tipo de respues-
tas expresa cómo una persona afronta la experiencia de un problema de salud y asume
364 Psicología Social Aplicada
los resultados obtenidos en resultados concretos. Sin embargo, hay algunos pun-
tos que permiten albergar esperanzas de clarificar y aplicar a programas de inter-
vención el papel del afrontamiento y del apoyo social en la calidad de vida de los
enfermos crónicos (Ridder y Schereurs, 1996).
Dentro del campo de la experiencia de la enfermedad, otro de los temas relevan-
tes, y al que se ha prestado un interés sostenido, es el afrontamiento de la enfermedad
y los factores psicosociales que influyen en él. De hecho, el afrontamiento de la en-
fermedád es un tema que podemos encontrar no sólo «durante» el proceso de en-
fermedad, sino también «antes» y «después». De manera que de forma paralela a
como se hace en el campo de la prevención, se puede hablar del afrontamiento prima-
rio, secundario y terciario. El afrontamiento más estudiado entre nosotros es el afron-
tamiento secundario, dirigido hacia la enfermedad, el tratamiento médico o quirúrgi-
co y sus efectos secundarios, y ante la hospitalización (Rodríguez Marín, López Roig
y Pastor, 1989; Rodriguez-Marín, López Roig y Pastor, 1990; Pastor, López-Roig, y
Rodríguez-Marín, 1990). El ámbito del afrontamíento primario ha sido estudiado,
casí exclusivamente, en lo que se refiere al afrontamíento del estrés por aconteci-
mientos vitales, que se supone, como hemos dicho, ligado a la salud (Calvete y Sam-
pedro, 1990; Munduate, 1988).
En relación con el afrontamiento, un factor importante es el de las creencias sobre
la enfermedad que, a su vez, está íntimamente conectado con la representación social
de ella. La representación social de la enfermedad ha sido también estudiada en en-
fermedades de especifica relevancía como el SIDA (Blanco et al., 1993; Hemández,
1993)y en cuanto a los conocimientos sobre su patogenia en población sana (León,
Aguilar y Mediavilla, 1989), la influencia de la información sobre la actitud hacia los
afectados (Quiles del Castillo y Betancort (1993), su imagen y la relación entre ella y
la prevención (Páez et al., 1991).
Un elemento de especial importancia en el proceso de la enfermedad, vinculado a
las creencias sobre la enfermedad y a las atribuciones sociales (causales), lo constitu-
yen las conductas de salud/enfermedad, y entre ellas la conducta de cumplimiento de
las prescripciones terapéuticas, que si bien ha sido esporádicamente estudiada (Novi-
las y Huici, 1990; 1993; Bueno, Gómez y Pozo, 1988), no ha recibido todavía toda la
atención que merece.
El afrontamiento está relacionado igualmente con la adaptación a la situación de
enfermedad y con la calidad de vida. Hablamos de afrontamiento siempre en relación
a un proceso que incluye los intentos del individuo para resistir y superar demandas
excesivas que le plantea su acontecer vítal, y para restablecer el equilibrio perdido,
esto es, para adaptarse a la nueva situación, consiguiendo el óptimo nivel posible de
calidad de vida (Rodríguez-Marín, López-Roíg y Pastor, 1990). La calidad de vida es
un tema en expansión, que ya fue objeto de atención en relación con enfermos de
infarto de miocardio y enfermos renales crónicos (Del Barrio, Mestre y Velasco,
1990; Garófano et al., 1990), Yha sido uno de los temas .de discusión en la Revista de
Psicologia Social (América Cuervo-Arango, 1993). Su estudio está creciendo de for-
ma casi explosiva en todas las ciencias sociales y de la salud, quizá de una forma no
del todo justificada.
Psic%gla Social da la salud 367
La mejora de la eficacia y eficiencia del sistema sanitario es uno de los campos más
recientes de aplicación de la Psicología Social al tema de la salud/enfermedad. La
Psicología Social aporta su arsenal metodólogico y conceptual para analizar y modi-
ficar las actitudes de la población y de los profesionales sanitarios respecto a los
Impacto estresante
Proceso de enfermedad Cáncer del ingreso
Cambios culturales
Relación y ambiente Sujetos sanos
sociocultural Nuevas normas, valores,
creencias y símbolos
servicios de salud, a fin de mejorar la calidad asistencial. Por otro lado, estudia cómo
los mecanismos de influencia social, junto con el sistema socio-cultural, inciden en
los estilos de vida y en el uso de los servicios sanitarios. Tal análisis permite el diseño
de programas encaminados a generar actitudes favorables hacia el uso racional de los
servicios sanitarios. Hay también en este campo una tradición, no corta, de estudio
dentro de la Psicologia Social, pero muy recientemente se ha acrecentado su interés
por la reflexión sobre temas de salud pública y de política sanitaria (Barriga et al.,
1990; Kaplan, 1995; De León, Frank y Wedding, 1995).
Además, la mejora de las relaciones interpersonales de los usuarios con los profe-
sionales de la salud, el aumento de la competencia social de dichos profesionales, así
como de su satisfacción profesional, tienen una influencia clara sobre la calidad asis-
tencial (Rodriguez-Marin, Mira, Aranaz y Vitaller, 1992). Facilitar la comunicación
de los profesionales con los enfermos y familiares aumenta la implicación en su trata-
miento y cuidado, y permite controlar las dificultades que puedan surgir en la aplica-
ción del programa terapéutico. Por su parte, la mejora de la coordinación entre los
miembros del equipo de salud optimiza su funcionamiento. Por ello, se puede consi-
derar a la Psicología Social como ciencia relevante para conseguir el aumento de la
calidad del sistema de salud (Rodríguez-Marin, 1991).
La psicologia social además de las bases teóricas adecuadas y necesarias para el
análisis de estos aspectos, aporta instrumentos para la intervención: técnicas de entre-
namiento en habilidades sociales y programas de manejo del estrés para el personal
de salud (León y col s., 1987; Barriga et al., 1990), técnicas de coordinación y funcio-
namiento del equipo sanitario y técnicas de organización y aprovechamiento de re-
cursos (León y cols., 1987; Barriga et al., 1990; Rodríguez-Marin, 199 1).
Por otro lado, la mejora del sistema de cuidado de salud es uno de los elementos a
considerar dentro de la formulación de politicas en materia de salud. Sin embargo, su
campo de actuación es mucho más amplio e incluye objetivos de marketing y organi-
zación sanitaria. La Psicología Social colabora en el estudio de las necesidades de la
población para establecer prioridades e integrarlas con las políticas de salud, y cola-
bora también en la implantación y difusión de los programas propuestos, a través de
los medios de comunicación social. El estudio del impacto de las nuevas tecnologias
en el marco sanitario propone interesantes retos a la Psicología Social (Figura 13.6).
La importancía de la organización sanitaria en la realización del trabajo de sus
profesionales, la satisfacción de éstos, la satisfacción de los usuarios, y la calidad de
la asistencia, es otro de los grandes temas (Rodriguez-Marín, López Roig y Pastor,
1992). Asi, encontramos estudios sobre el clima socio-laboral y asistencial en pro-
fesionales de enfermeria (Hombradas et al., 1993c), sobre la satisfacción laboral de
los profesionales de la salud en equipos de atención primaria (Peiró et al., 1989; Peiró
et al., 1991; Mira et al., 1993), sobre el estrés en profesionales sanitarios (León,
Gómezy Durán, 1991; Bravo, etal., 1993).
La calidad de la asistencia y la satisfacción de los usuarios han sido también
estudiados (Palazón, Mira, Aranaz y Benavides, 1990; Mira et al., 1992; Hombrados
et al., 1993d), iniciando un campo de investigación y aplicación que se presenta con
enormes posibilidades.
Psicologfa Social de la salud 371
Figura 13.6. Política sanitaria y mejora del sistema de cuidado de la salud. Elementos
intervinientes.
Finalmente, dentro del extenso campo de la política sanitaria y mejora del cuida-
do de la salud, ha habido múltiples aportaciones, todas ellas de interés. Las pautas de
intervención en el marco de la salud desde la Psicologia Social fueron analizadas por
Barriga, León, Martínez y Rodriguez-Marin (1990). Las relaciones entre la participa-
ción comunitaria y la politica socio-sanitaria han sido estudiadas por Barriga, Marti-
nez y Rubio (Barriga y Martínez, 1990; Barriga, Martinez y Rubio, 1990).
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43-52.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
independientes y tienen distintos correlatos, por lo que la relación entre ellas sirve
como un indicador de felicidad o bienestar (Ryff, 1989). Una alta afectividad negati-
va estaría asociada a la ansiedad y al estrés, mientras que una baja afectividad positi-
va estaría asociada a la depresión, asi como a déficits de refuerzo positivo y de inte-
racción social (Wagner, 1988). Otros autores como Miroswsky y Ross (1989), consideran
que la afectividad positiva y negativa son los dos polos de un continuo que representa
la misma dimensión emocional. De acuerdo con sus investigaciones, el bienestar se
incrementa y los sentimientos negativos decrecen cuanto mayores son el nivel educa-
tivo y los ingresos económicos y menores los sentimientos de pérdida y las dificulta-
des económicas. Cabe señalar, por último, que los resultados encontrados sobre las
representaciones de los estados afectivos muestran que las personas consideran que
lo normal es un!equilibrio afectivo con un predominio de niveles moderados de afec-
tividad positiva, considerándose como atipicos los niveles altos de afectividad tanto
~ositiva como negativa. Entre los indicadores más utilizados están las escalas de equilibrio
afectivo de Bradburn.
La calidad de vida es un concepto difuso que se refiere tanto a aspectos objetivos del
nivel de vida como al malestar y bienestar subjetivos, incorporándose en la definición
aspectos sociales, fisicos y psicológicos. Las dimensiones de la calidad de vida inclu-
yen la salud fisica, la salud mental, la integración social y el bienestar general. Ope-
o racionalmente, se incluyen preguntas de satisfacción global con la vida, asi como la
satisfacción con dominios especificos de ésta, como la vivienda, el ocio y el tiempo
libre, el medio ambiente, la educación, el trabajo, las relaciones interpersonales, etc.,
(véase Blanco, 1985; Blanco y Chacón, 1985).
La satisfacción vital y la satisfacción de necesidades psicosociales son los ejes
esenciales de la salud mental, desde la perspectiva de la calidad de vida. Además de
las escalas de satisfacción vital, también se usan para medir la calidad de vida indica-
dores sociales o comunitarios como las tasas de desempleo, suicidio, mortalidad in-
fantil y criminalidad, el ingreso per capita, el nivel educativo, la oferta de posibilida-
des de ocio e jndicadores de contaminación ambiental. Las tasas de cambio o de
evolución de los anteriores indicadores sociales también son útiles para establecer el
nivel de bienestar social alcanzado por la población.
Generalmente, las escalas de calidad de vida unifican escalas de sintomas y de
bienestar, además de integrar el funcionamiento social del sujeto. Escalas especificas
para evaluar este último aspecto incluyen la capacidad de afrontamiento, el estrés
percibido, el nivel de apoyo social percibido y la satisfacción vital entre otros. Estas
medidas junto con las ya descritas sobre ansiedad y depresión pueden considerarse
como indicadores de la calidad de vida individual y colectiva (véase Blanco y Cha-
cón, 1985; Moreno y Ximénez, 1996, para una revisión de la evaluación de la calidad
de vida).
Psicología Social de fa salud mentaf 385
Los criterios clásicos de salud mental planteados por Jahoda (1958) tratan de des-
cribir e identificar los componentes de la salud mental. Según esta psicóloga so-
cial existen diferentes formas de concebir la salud mental: Dominio del ambiente,
Autorrealización, Autoestima, Integración del yo, Autonomía y Adecuada percep-
ción de la realidad. Jahoda considera la salud mental como el grado de éxito obteni-
do en diferentes esferas de la vida como son las relaciones interpersonales, el traba-
jo o la resolución de conflictos, entre otros. De forma similar, psicólogos como
Warr (1987) destacan el bienestar emocional, la competencia, la autonomía, la aspi-
ración y el funcionamiento integrado como los principales componentes de la salud
mental.
Diferentes autores han planteado los criterios anteriores como rasgos positivos de
salud mental (Sánchez, 1988; Taylor y Brown, 1988; Ryff, 1989). Este conjunto de
criterios se suelen medir, en parte, en los indicadores de calidad de vida.
Para Warr (1987), la salud mental se compone de cinco componentes diferentes como
son: el bienestar afectivo, la competencia personal, la autonomia, la aspiración y el
funcionamiento integrado. Las personas que muestran un deterioro en su bienestar
psicológico muestran déficits en cada una de estas dimensiones de la salud mental.
Asimismo, Warr presenta la salud mental como el resultado de las interacciones
entre las características del medio, los procesos a los que dan lugar dichas caracteris-
ticas y ciertos atributos estables de personalidad. Las caracteristicas del medio deter-
minantes para la salud mental son:
Los efectos de las caracteristicas del medio tienen una relación no lineal con la
salud mental. En unos casos (EC) los incrementos en dichas características dejan de
tener un efecto positívo sobre la salud mental a partir de un determinado nivel. En
otros (DA), los efectos beneficiosos constítuyen una amenaza para la salud mental a
partir de determinado nivel. Los efectos positivos de las características del medio
sobre la salud mental son mayores en niveles bajos que en medios. Paralelamente, los
cambios en el medio afectan más a los niveles bajos, percibiéndose como una amena-
I (DA) significa Disminución Adicional y (Ee) significa Efecto Constante. Más adelante se ofrece
za personal. Finalmente, los niveles de salud mental actuarían como moderadores del
impacto negativo del medio en el bienestar psicológico individual (véase Figura 14.1).
Asimismo, este modelo de relación no lineal entre el medio y la salud mental .
considera las diferencias individuales como factores moderadores dicha relación. Entre
las características personales que afectan a la salud mental, Warr (1987) incluye los
componentes de salud psicológica ya señalados, variables de carácter sociodemo¡¡rá-
fico como la edad, el género y el estatus socioeconómico, valores personales y habi-
lidades intelectuales, psicomotoras y sociales.
En resumen, el modelo presentado por Warr está centrado en el estudio de los
determinantes del medio social sobre la salud mental. La inclusión en el modelo de las
características personales como factores moderadores del impacto del medio sobre la
salud mental hace que la perspectiva adoptada por este autor tenga una carácter inte-
grativo y claramente psicosocial.
ALTO
..
_--------""""""~--- EC
S
A
L
DA
U
D
M
E
N
T
A
L
BAJO'- _
Figura 14.1. Representación de las relaciones entre las características del medio y la
salud mental.
388 Psicologfa Social Aplicada
DEPRESION ANSIEDAD
E
S
T Decaimiento,
A tristeza, soledad, Ansiedad,
D sentimientos de fracaso, irritabilidad,
O sensación de que nada funciona, temor,
preocupación por cosas tensión,
A que normalmente no preocupan, preocupac'lón
N deseos de' morir
I
M
O
M Inapetencia, Taquicardia,
A problemas para concentrarse, respiración entrecortada,
L dificultades para recordar, desmayos,
E insomnio, mareos,
S cansanc'lo, escalofrfos,
T debilidad, temblor de manos,
A retraimiento acaloramiento
R
Figura 14.2. Ejemplos de ítems que miden deRresión y ansiedad, considerando sepa-
radamente ias dimensiones estado de ánimo y malestar.
Para Seligman (1975), cuando no hay contingencia entre una conducta y su refuerzo
se produce un aprendizaje que tendrá diversos efectos. En lo conductual se tenderá a
disminuir el número de conductas encaminadas a la obtención de los resultados espe-
Psicología Social de la salud mental 389
POSICION SOCIAL
Ingresos
Nivel educativo
Situación laboral
Género
Raza
Grupo étnico
Estado civil
i
ALlNEACION AUTORITARISMO DESIGUALDAD
Indefensión Inflexibilidad Victimización
Aislamiento
Autoextrañamiento
Falta de sentido
Ausencia de normas Desconfianza Explotación
+
MALESTAR
Depresión
Ansiedad
que son representados por estas teorias como racionales y sin sesgos, deberian mos-
trar un estilo más sólido, haciendo atribuciones causales relativamente similares para
eventos negativos y positivos.
Estudios como el de Sweeney, Anderson y Bailey (1986) concluyen, tras anali-
zar más de cien estudios distintos, que existe una asociación positiva entre la depre-
sión y la internalidad, estabilidad y globalidad de las atribuciones. Resultados simi-
lares se han encontrado en nuestro contexto (Barrio y otros, 1989). La evidencia
longitudinal presenta, por el contrario, resultados más contradictorios. Mientras que
en investigaciones como la de Peterson, Seligman y Vaillant (1988) se muestra el
carácter predictivo de los estilos atributivos de carácter interno, estable y global en la
salud fisica y mental, los resultados de otras investigaciones longitudinales sobre la
relación entre estilo atributivo pesimista y depresión son menos consistentes. Según
la revisión de Barnett y Gottlib (1988), el estilo atributivo pesimista no predice los
sintomas depresivos., De las investigaciones revisadas por estos autores seis dieron
resultados negativos y en sólo dos, éstos fueron positivos. Las conclusiones de este
trabajo de revisión parecen sugerir que el estilo atributivo pesimista es un efecto de la
depresión más que una causa de la misma y que los sujetos no depresivos muestran en
sus atribuciones un sesgo que podriamos denominar como egoreforzante que consiste
en atribuir eventos negativos a factores externos, inestables y especificos; y eventos
positivos a factores internos, estables y globales. Resultados similares se han encon-
trado en dos investigaciones diferentes sobre la Juventud en España y en la Comuni-
dad Autónoma Vasca (Páez, 1994).
Recientes investigaciones en las que se han evaluado las diferencias entre sujetos
deprimidos y sujetos normales avalan la teoria de Beck en lo referido a los sesgos
cognitivos de los primeros (véase Bas y Andrés, 1996). Intervenciones terapéuticas
basadas en la teoria cognitiva de Beck han mostrado ser tan o más eficaces co(l1o la
terapia con antidepresivos. Sin embargo, la triada cognitiva negativa, al igual que el
estilo explicativo pesimista antes descrito, han mostrado ser más un efecto que una
causa del bajo estado de ánimo. Se considera en la actualidad que los sesgos negati-
yistas son factores de mantenimiento de la depresión, más que factores causales (Bar-
nett y Gottlib, 1988).
tima como el estado de ánimo depresivo están asociados a un tipo especifico de estra-
tegia cognitiva en función del tipo de atributo (opiniones o habilidades). Los sujetos
con baja autoestima y/o depresivos tienden a percibirse como más singulares que
otros en sus opiniones, pero más similares en sus capacidades, mientras que los suje-
tos normales muestran una tendencia a percibir sus creencias como relativamente
comunes y sus habilidades como relativamente singulares. Trabajos de revisión como
los de Weary y Edwards (1994) o investigaciones realizadas en nuestro contexto
como las de Carbonero y Páez (1995) obtienen resultados que confirman los que
acaban de señalarse.
Como se puede deducir de lo antes expuesto, asi como por la evidencia empirica
disponible, los sujetos con niveles leves de depresión, ya sea ésta real o inducida
experimentalmente, son más realistas o equilibrados en su visión de si mismos, tienen
una visión más realista de su capacidad de actuación y presentan en menor medida los
sesgos cognitivos optimistas que muestran los sujetos <<normales». Los sujetos con
niveles leves de depresión no presentan el sesgo de positividad del recuerdo autore-
ferente, ni la tendencia a atribuirse lo bueno a uno mismo y lo malo al exterior (sesgo
egodefensivo de atribución de causalidad). Al contrario que los sujetos que muestran
un buen estado de ánimo, los sujetos con niveles leves de depresión tampoco mues-
tran una tendencia a sobrevalorar sus capacidades y habilidades o su capacidad de
control del medio en situaciones objetivamente poco controlables; tampoco muestran
una tendencia a considerar sus creencias, sentimientos y conductas como relativa-
mente comunes (falso consenso) O a creer que tienen una menor probabilidad de
sufrir acontecimientos negativos que la mayoria (Páez, De la Via y Echebarría, 1986;
Taylor y Brown, 1988). Por otro lado, los sujetos depresivos muestran una imagen
menos positiva de sí mismos que las personas no depresivas (Taylor y Brown, 1994).
Este sesgo cognitivo de las personas depresivas se limita a la percepción del,*", y no
se da en distintos procesos implicados en la percepción de otros (Carbonero y Páez,
1995). Como conclusión, se puede afirmar que los sujetos que muestran un buen
estado de ánimo manifiestan un conjunto de sesgos sociocognitivos que no están pre-
sentes en los sujetos con un nivel leve de depresión.
Uno de los criterios básicos en la definición de salud mental es el de visión realis-
ta de si mismo y del mundo social. Sin embargo, tal y como acaba de señalarse,
díferentes investigaciones han cuestionado este criterio. Las personas más equilibra-
das en la percepción de sí mismos, con una visión más realista de su capacidad de
actuación y con una menor presencia de sesgos cognitivos optimístas son precisa-
mente aquellas que muestran unos niveles leves de depresíón (véase Páez, de la Vía y
Echeverría, 1986; Taylor, 1991). En otras palabras, los sujetos normales, para tener
una salud mental o un equilibrio positivo de afectos, tienden a tener una percepción
optimista de sí mismos, de sus posibilidades y de su capacidad de control tanto del
medio como de su futuro. EstoB sesgos cognitivos cumplen, además, funciones adap-
tativas. Diversas investigaciones en Psicalogia Social han encontrado que sujetos a
los que se les inducía experimentalmente un estado de ánimo positivo eran más pro-
ductivos, sociables y creativos, lo que, a su vez, refuerza otros criterios de salud
mental, como la capacidad de amar, trabajar, relacionarse socialmente y controlar el
Psicologfa Social de la salud mental 393
medio. Recordemos la existencia de evidencia empírica que avala la idea de que los
estados de ánimo positivo facilitan el aprendizaje y la ejecución de tareas, así como el
autocontrol y la capacidad para diferir las recompensas. Los estados de ánimo positi-
vos también aumentan el auto-refuerzo, las respuestas altruistas (de generosidad), la
sociabilidad y el contacto social. Por último, influyen positivamente en la percepción
y el recuerdo. Los estados de ánimo negativo, tienen un efecto inverso, exceptuando
el hecho de que en ciertas condiciones aumentan las conductas altruístas (por ejem-
plo, si la emoción negativa es de culpabilidad) y el auto-refuerzo (Echevarría y Páez,
1989). Diferentes autores, con los que coincidimos, comparten la idea de que la afec-
tividad positiva y negativa cumplen funciones diferentes. Los sujetos a los que expe-
rimentalmente se les ha inducido un estado de ánimo positivo son capaces de tomar
decisiones con una mayor rapidez y una menor información, son más creativos, reali-
zan tln mayor número de conductas no usuales y toman decisiones más arriesgadas.
Por el contrario, los sujetos a los que experímentalmente se les ha inducido un estado
de ánimo negativo presentan UlI estilo de pensamiento más conservador y rígido; son
menos optimistas y menos arriesgados en sus apreciaciones y buscan más explicacio-
nes para hechos negativos o situaciones de fracaso que para hechos positivos o situa-
ciones de éxito. Esto sugiere que el estado de ánimo negativo está relacionado con un
estilo de pensamiento convergente, reduccionista y conservador, pero, también de
contraste con la realidad, de explicación de ésta y de readecuación a la baja de expectati-
vas. Por el contrario, el estado de ánimo positivo está relacionado con un estilo de pen-
samiento divergente, creativo e innovador, vinculado al ensayo de nuevas formas de
adaptación. Ambos estados de ánimo serían funcionales en distintos momentos del ciclo
adaptativo; el estado de ánimo positivo reforzaría la fase de ensayo conductual y el
estado de ánimo negativo la de adaptación a la realidad (Páez, Adrián y Basabe, 1992).
Una parte importante de los estudios en salud mental se ha preocupado por investigar
las causas sociales del deterioro psicológico. La importancia que tienen las experien-
cias psicológicas y sociales asociadas a la clase social, el género o el desempleo han
sido puestas de manifiesto en numerosas investigaciones (véase Alvaro, Torregrosa y
Garrido Luque, 1992; Páez, 1986). Asimismo, una gran cantidad de trabajos de inves-
tigación han centrado su interés en el impacto psicológico del estrés, así como en
variables mediadoras de sus efectos como son las estrategias de afrontamiento y el
apoyo social.
deterioro psicológico (para una revisión de estos estudios véase Mirowsky y Ross,
1989). Desde entonces, este tipo de investigaciones comunitarias han puesto de mani-
fiesto la incidencia de factores como la clase social y el género en la salud mental. Las
personas que pertenecen a una clase social más baja tienen un mayor riesgo de sufrir
trastornos en su salud mental. Asimismo, salvo en el caso del colectivo de ancianos
tras la pérdida del cónyuge (véase Gónzalez, 1993), el deterioro psicológico es niayor
entre las mujeres que entre los hombres. Con respecto a las diferencias en salud men-
tal en diferentes clases sociales, se han propuesto dos tipos de explicaciones. La pri-
mera, señala que es la pertenencia a una clase social desfavorecida la causa de un
deterioro psicológico. Las personas que pertenecen a clases sociales más bajas no
sólo están expuestas a un mayor número de sucesos estresantes sino que dispon¡:n de
un repertorio menor de recursos materiales y psicológicos, con lo que su control'sobre
el medio social es menor y sus estrategias de afrontamiento resultan más deficitarias
y menos exitosas. Para sociólogos como Bastide (1988), más que la posición social,
sería la rigidez del sistema de clases sociales lo que explicaría la mayor proporción de
trastornos mentales encontrada en los estratos más bajos. Alternativamente se ha pro-
puesto otro tipo de explicación o hipótesis de selección según la cual son las personas
con problemas psicológicos las que tienen una mayor probabilidad de pertenecer a las
clases sociales más bajas o quienes como consecuencia de su estado mental tienen
mayores probabilidades de sufrir una movilidad social descendente..Si bien se ha
encontrado evidencia empírica que confirma esta hipótesis de selección, la evidencia
de diversas investigaciones tiende a favorecer el primer tipo de explicación (Alvaro,
Torregrosa y Garrido Luque, 1992), aun cuando se reconoce que más que una simple
relación de causalidad entre pertenencia a una clase social y deterioro psicológico,
estamos ante explicaciones complementarias (véase, Barrón, 1989; Cochrane, 1983).
En relación al mayor deterioro psicológico de las mujeres, especialmente en lo
que se refiere a síntomas depresivos, también se han dado diferentes explicaciones.
Entre estas explicaciones encontramos las que enfatizan las diferencias biológicas
entre los sexos, las referidas a la asignación de roles diferenciales para hombres y
mujeres, a la socialización diferencial, a las diferencias en la expresión de las emo-
ciones, al efecto de los malos tratos infantiles, a estrategias de afrontamiento diferen-
tes y a su posición desfavorable en el mercado de trabájo. Salvo las explicaciones de
carácter biológico, las demás han tenido, en mayor o menor medida, confirmación en
diversas investigaciones, lo que viene a indicar como conclusión que las diferencias
en depresión entre hombres y mujeres están relacionadas, generalmente, con la situa'
ción social de desventaja que ocupan con respecto a los hombres (véase Cochrane,
1992).
Los estudios sobre el impacto del desempleo en la salud mental tienen ya una larga
tradición. Las conclusiones de los estudios que se vienen realizando desde los años
treinta ponen de manifiesto que el desempleo tiene consecuencias negativas para la
Psicología Social de la salud mental 395
salud mental (véase Alvaro, 1992). La evidencia de las más recientes investigaciones
longitudinales son a este respecto concluyentes. De los enfoques psicosociales que se
han utilizado para explicar los efectos negativos del desempleo sobre el bienestar
psicológico, la teoria de la privación de Jahoda (1987) es la que más ha contribuido al
estudio de este problemat1'ara Jahoda (1987) el empleo como institución social cum-
ple una serie de funciones que satisfacen necesidades materiales y psicológicas bási-
cas como son proveer de unos ingresos económicos, estructurar nuestro tiempo, faci-
litar las relaciones interpersonales, dar un estatus e identidad sociales, participar en
metas colectivas y desarrollar una actividad.
Más recientemente, algunos estudios han destacado las repercusiones negativas
de ciertas formas de trabajo, poniendo de manifiesto la importancia que junto al des-
empleo tienen las condiciones en las que se dempeña el pues.to de trabajo (Alvaro,
Torregrosa y Garrido Luque, 1992). Las investig¡lCiones aqui señaladas junto a otros
estudios entre los que cabria destacar los referidos al impacto medioambiental -por
ejemplo, hacinamiento- en la salud mental y los referidos a los procesos migratorios
y asimilación cultural como fuente de trastornos psicológicos (véase Tusquets y Mar-
tin Grau, 1988; Cochrane, 1983), contribuyen a construir un modelo de explicación
social de los trastornos mentales.
Podriamos definir el afrontamiento como los modos tanto intrapsiquicos como com-
portamentaIes mediante los que las personas manejan las demandas de un suceso
estresante y las emociones asociadas a éste (véase Stroebe y Stroebe, 1995). Las
escalas de afrontamiento más utilizadas son la de Estilos de Afrontamiento de Laza-
Psicologfa Social de fa salud mental 397
Páez, Basabe, Valdoseda, Velasco e lraurgui, 1995). De lo dicho hasta ahora no debe
interpretarse que las estrategias de afrontamiento estén relacionadas sólo con caracte-
risticas psicológicas de carácter emocional. Investigaciones como las de Moos (1988)
también han puesto de relieve que las personas con menos recursos sociales se orien-
tan más a tácticas de evitación conductual y cognitiva, de aceptación resignada y de
aescarga emocional. Por el contrario, las personas con más recursos sociales se orientan
más hacia el análisis lógico y la redefinición cognitiva, la búsqueda de apoyo e infor-
mación y el afrontamiento activo.
El carácter del estresor también influye en las respuestas de afrontamiento y su
eficacia. Cuando las situaciones son controlables predominan las estrategias de afron-
tamiento activo, mientras que cuando las situaciones parecen ser menos controlables
surgen, preferentemente, estrategias alternativas (Carver, Scheier y Weintraub, 1989).
También existen influencias reciprocas entre el nivel de estrés, el nivel de apoyo
social, el deterioro afectivo y las estrategias de afrontamiento: mientras peor es el
equilibrio de afectos y más severo el estrés, más probable es que las personas utilicen
formas de afrontamiento inadaptativas (de evitación y escape) y menos probable es
que utilicen formas de afrontamiento adaptativas y, por ende, más probabilidades
tienen de empeorar su ajuste psicológico (Aldwin y Revenson, 1987).
El apoyo social que el sujeto tiene también influye en el tipo de afrontamiento que
emplea. Por ejemplo, el apoyo familiar es un buen predictor de la menor utilización
de estrategias de evitación.
Finalmente, cabe indicar que las funciones del apoyo social se pueden conceptua-
lizar como fuentes y formas externas de afrontamiento. El modelo integrativo de
apoyo social y afrontamiento de Thoits (en Valencia, Páez y Echebarría, 1989) sugie-
re que el apoyo afectivo y el afrontamiento centrado en las emociones mejoran las
reacciones afectivas del paciente ante el estrés. El apoyo instrumental y el afronta-
miento centrado en la resolución de problemas están ambos dirigidos a transformar y
manejar los estresores. Por último, el apoyo evaluativo y el afrontamiento centrado en
lo cognitivo intentan alterar los aspectos representacionales del hecho negativo y de
sus consecuencias.
Algo similar plantea Lazarus cuando manifiesta que el apoyo social puede actuar
en la evaluación del estresor, sobre la reacción emocional y, finalmente, sobre las
formas de afrontamiento (Ovejero, 1990).
De los estudios sobre el estrés y las estrategias de afrontamiento descritas hasta
ahora podemos concebir el deterioro en la salud mental como una forma de adapta-
ción al estrés cuando otras estrategias resultan ineficaces. En la Tabla 14.1, Cochrane
(1983) presenta diferentes formas de afrontamiento frente al estrés y los grupos so-
ciales que tienen más posibilidades de utilizarlas.
l. Mecanismos de defensa intrapsíquicos Alta autoestima Hombres, alto estatus social, personas con
empleo, mayorías étnicas
2. Experiencias de oposición al estrés Sentimientos positivos Hombres, alto nivel educativo,
derivados de éxitos, logros, profesiomiles y directivos, alto nivel de salud
etc. fisica
3. Relaciones personales íntimas Cónyuge, madre, Personas casadas, clase media
4. Apoyo social (redes informales de apoyo) amigos, vecinos, parientes Mujeres, personas casadas, personas con
empleo
5. Otras faonas de desviación Abuso del alcohol y de otras Hombres, clase baja
drogas, violencia.
6. Desarrollo de síntomas Síntomas psicofisiológicos Mujeres, personas desempleadas, personas
pobres
7. Estatus de enfermo Diagnóstico de depresión Mujeres, personas sin trabajo, relaciones
conyugales deterioradas
8. Intentos de suicidio
9. Hospitalización
Sobredosis
Admisión en hospitales
Mujeres, jóvenes, clase baja, relaciones
inestables
Mujeres, personas pobres, aisladas, solteras,
1.,
10. Escape de la realidad Suicidio, vagabundeo,
alcoholismo
transeúntes, ancianos
Hombres, personas desempleadas, personas
solteras
I
fí-
iD
Fuente: Cochrane (1983). p. 172. ~
"
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3
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lo>
'"'"
400 Psicolog{a Social Aplicada
Garces, 1991). El apoyo social se puede definir como un efecto positivo de las rela·
ciones sociales de la persona. El apoyo social objetivo puede conceptualizarse en
función de la estructura y frecuencia de los vinculos que la persona establece con su
medio, de su integración en la red social. Se mide mediante escalas sobre la exten·
sión, densidad, frecuencia de interacción de las redes sociales y preguntas sobre' el
nivel de pertenencia a dichas redes sociales. Esta linea de investigación se centra en
el estudio de la relación entre la integración social y la salud. Un instrumento tipico
de esta tradición es la Lista de Redes Sociales de Stokes (descrita en Stroebe y Stroe·
be, 1995).
El apoyo social subjetivo se define como la satisfacción o disponibilidad percibi-
da de la ayuda instrumental, cognitiva y emocional del entorno social. Las escalas de
medición del apoyo social subjetivo miden la percepción y satisfacción subjetiva del
sujeto con la red social. Esta línea de investigación se orienta a estudiar la importan-
cia del apoyo social percibido en la amortiguación del estrés. Un instrumento de
medición del apoyo social percibido es el Cuestionario de Apoyo Social SSQ de Sara-
son. Otra escala ampliamente utilizada para medir el apoyo social percibido es el
Inventario del Conductas Sociales de Apoyo de Barrera (Stroebe y Stroebe, 1995).
Basabe, Valdoseda y Páez (1993) presentan una versión en castellano de la escala de
apoyo social percibido de Vaux.
Los efectos positivos del apoyo social y del afrontamiento se pueden explicar
mediante cuatro mecanismos.
tener, una orientación de prevención y cambio social como la propuesta por Mirowsky
y Ross (1988); es decir, de transformación de los factores sociales causantes del dete-
rioro emocional, Asimismo, si se quieren modificar los estilos de vida que se encuen-
tran asociados a una mayor probabilidad de sufrir trastornos en la salud fisica y men-
tal, es preciso evaluar y transformar los contextos sociales y ambientales -urbano,
familiar, laboral y de ocio, entre otros- implicados en su origen y mantenimiento
(véase Fernández del Valle, 1996), La intervención también puede darse en el nivel
de las relaciones interpersonales. Las interacciones que mantenemos con personas
depresivas tienden a ser de rechazo o evitación, lo que refuerza su sintomatologia
(véase Bas y Andrés, 1996). Modificar el tipo de interacciones que mantienen las
personas cercanas a quienes sufren de trastornos emocionales es importante para la
salud mental de estos últimos. Estas estrategias no son incompatibles con un modelo
de intervención centrado en la persona. De lo dicho en páginas anteriores se deduce
que las formas de enfrentarse a situaciones estresantes y a la propia situación de
deterioro en la salud mental dependen de características individuales, Ciertos sesgos
cognitivos, déficits en habilidades sociales y estrategias de afrontamiento no adapta-
tivas, aunque pueden tener un origen social, dif\eren de unas personas a otras y para
su resolución es necesario una ayuda personalizáda. Una de las funciones de los cen-
tros de salud mental integrados por equipos multidisciplinarios formados por sociólo-
gos, psicólogos y psiquiatras, deberia ser precisamente ésta, Así, por ejemplo, en el
caso de las personas depresivas con alteraciones cognitivas caracterizadas por distor-
siones en el procesamiento de la información recibida del medio, o pensamientos
negativos recurrentes, la ayuda terapéutica debe ir oríentada a la reestructura,ción
cognitiva. También el entrenamiento en habilidades sociales (véase Caballo, 1991;
Gil, León y Jarana, 1992) puede ser de utilidad en aquellos casos en los que la con-
ducta emitida por la persona no es la adecuada para reducir el estrés derivado de
acontecimientos vitales negativos (Bas y Andrés, 1996), Una consecuencia de tras-
tornos como la depresión es la reducción de las habilidades sociales, tanto en la emi-
sión de conductas personales como en las relaciones interpersonales (Rojas, 1993),
Investigaciones como las de Cuevas y Perona (1992) o Marín (1992) demuestran la
incidencia positiva del entrenamiento en habilidades sociales en pacientes esquizo-
frénicos y depresivos, respectivamente, De igual forma, de la importancia que tiene el
apoyo social en la salud mental se deduce la posibilidad de una estrategia de interven-
ción que tiene en los grupos de apoyo o autoayuda una alternativa a formas tradícío-
nales de enfrentarse a la resolución de los problemas de salud mental (véase Barrón,
1992), A lo hasta aquí indicado debería añadirse el fomento de la investigación epide-
miológica sobre la salud mental, el impulso de la educación en salud mental en la
comunidad (Tusquets y Martín Grau, 1988) y la evaluación de los servicios de salud
mental (Ozámiz, 1994), .
En resumen, hacer compatible una estrategia de prevención y cambio social con
, una orientación terapéutica individual constituye un reto para todo plan de interven-
lción encaminado a reducir los problemas de salud mental de la población, Estas estra-
tegias se relacionan con la mejora en la calidad de vida, tanto en sus dimensiones
objetivas c,omo subjetivas, y con la capacidad de control personal sobre el medio.
Psicología Social de la salud mental 403
CONCLUSIONES
A lo largo de las páginas anteriores hemos ido viendo la complejidad de los procesos
psicológicos y sociales implicados en la salud mental. Tras las diversas formas de
definición conceptual y operacional de la salud mental, se han examinado diferentes
modelos teóricos desde los que se intenta explicar los diferentes niveles de salud
mental de distintos grupos sociales. El análisis de los factores sociales y aconteci-
mientos vitales estresantes implicados en el deterioro psicológico, junto con el estu-
dio del papel moderador del apoyo social y de las diferentes estrategias de afronta-
miento y sesgos cognitivos que acompañan a los trastornos emocionales nos ha permitido
concluir con la descripción de diferentes estrategias de intervención encaminadas a
reducir los problemas de salud mental que se presentan en la población.
S/SL/OGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Versión para un amplio público, amena y rigurosa, de la relación entre estrés emo-
cional, o inhibición social y salud. Escrita por uno de los psicólogos sociales de la salud
más destacados en la actualidad.
T AYLOR, S. (1991). Seamos optimistas. Ilusiones positivas. Barcelona: Martínez Roca.
Revisión de los factores psicosociales asociados a la salud fisica y mental, al tiem-
po que sintetiza las conclusiones más importantes de la Psicología Social de la salud de
orientación psicologista de los años noventa. Escrita para un amplio público.
ZAGLUL,A. (1990). Mis quinientos locos. Memorias del director de un manicomio. Santo
Domingo: Editora Taller.
Catedrático de psiquiatría y ex-director del hospital psiquiátrico durante la dictadu-
ra de Trujillo en la República Dominicana. El Dr. Zaglul expone, con rigor no ausente
de una ternura que acaba por hacernos de su persona alguien entrañable, una visión de
los trastornos mentales en los que el trasfondo social de la época está presente como
algo mucho más importante que un telón de fondo.
e A p T u L o
JOSÉ ANTONIO CORAALlZA
Mil ANGELES GILMARTrN
INTRODUCCION
Las más incisivas imágenes de nuestra memoria social se componen de una vasta
colección de sitios y de lugares. En ellos fuimos cuidados, queridos, obligados a obe-
decer. Las sensaciones, recuerdos y sentimientos de nuestro pasado y presente son
indisociables de las experiencias que tuvimos, pero éstas se alojan en los espacios y
lugares en torho a los cuales discurre la existencia. No sin exageración, podria llegar
a decirse que somos los lugares que fuimos. Tal vez sea esta experiencia intuitiva de
los lugares 10 que estrecha la relación entre la Psicología Social y la Psicologia Am-
biental; en efecto, resulta indisociable la experiencia social de la experiencia espa-
cial. La experiencia humana es, en gran medida, el lugar en la que ocurre: toda activi-
dad humana tiene un locus.
La Psicologia Ambiental estudia el comportamiento social precisamente teniendo
en cuenta este aspecto para el desarrollo de la actividad de la persona humana; la
interacción con el ambiente en su conjunto, o con una parte del mismo, es crucial en
la génesis y en la explicación del comportamiento social. Es dificil imaginar, por
ejemplo, contenidos de la identidad social sin referencia al escenario, al marco que
describe el «territorim) del grupo de ocupantes. En efecto, una parte decisiva de nues-
tra identidad se conforma en base a la interacción que establecemos con los lugares
que creamos y habitamos. Tal y como se ha señalado en otras ocasiones, los lugares
son fruto de la actividad humana, y al mismo tiempo, determinantes, más o menos
restrictivos, de la misma. El arquitecto Femández Galiano cuenta una historia que,
según él, resume el momento decisivo en que se «inventa» la arquitectura. En épocas
pasadas, la horda primitiva discurria por los bosques con el fin de recabar leña para
calentarse; algún día, no se sabe muy bien en qué momento preciso ni el impulso que
lo motivó, un grupo de la horda decidió poner en pie los troncos de algunos árboles,
sujetando algunas de las ramas caidas por el viento, y «construir» la primera habita-
ción. Surgió así, una primera estructura de protección y, según Femández Galiano, la
primera construcción. Un psicólogo podria simplemente deducir que, en efecto, los
humanos aprendieron a demorar refuerzos y a construir abstracciones. Para un psicó-
logo social, este refugio rompe definitivamente la estructura de la horda primitiva y
obliga también a «construir» una nueva estructura de relaciones sociales, un nuevo
grupo social. Un nuevo espacio, rudimentario aún, urgía la aparición de una nueva
composición social.
Muchos problemas surgen al analizar, desde el momento presente, las implicacio-
nes de esta ingenua historia. El más angustioso de ellos, probablemente se refiera a si,
en efecto, el entorno que envuelve nuestro ser es, al mismo tiempo, el continente y
más influyente factor en nosotros mismos. En expresión más académica, si el ambien-
te no es sólo el ámbito de la acción, sino tambíén la estructura determinante de la
misma. Utilizando alguna de las imágenes de la Psicología Ecológica, de clara inspi-
ración lewiniana, este dilema ilustra el interrogante sobre si realmente somos los
actores protagonistas de un escenario afanosos y activos, o, si por el contrario, somos
meras marionetas, desenvolviéndonos en base a una estructura prefijada en un guión
del que únicamente somos comparsas pasivos. Una y otra perspectiva, ilustran los dos
Psicologfa Social Ambiental. Ideas y contextos de intervención 411
«La intervención resulta menos prestigiosa que la pureza del alto pensamiento
intelectual: 'Las brillantes mentes como las nuestras sólo pueden relacionarse
con nuevas ideas y nuevas teorías', su aplicación debería dejarse para los tecnó-
logos... Para el purista, el aplicador es habitualmente visto como una especie de
Psicología Social Ambiental. Ideas y contextos de intervención 413
Sobre esta cuestión, hemos tenido ocasión de trabajar más detenidamente (Corraliza,
1990a; véase también Zeisel, 1984, y Zube, 1984).
Abordar esta cuestión requiere, al menos, diferenciar dos aspectos, relaciona-
dos entre si, pero de alcance distinto: cuáles son las <<intenciones» de la investiga-
ción en Psicologia Ambiental, y cuál debe ser el papel del psicólogo ambiental en
los procesos de toma de decisiones para la resolución de problemas medioambien-
tales.
La primera de las cuestiones debe ser entendida en el marco de las relaciones de la
investigación con la praxis social. Distintos modos de entender esta relación subya-
cen a la investigación psicoambiental. Saegert (1987) define tres tipos posibles de
entender las relaciones entre Psicologia Ambiental y cambio social.
El primero de ellos es el que esta autora denomina el modelo tecnológico que,
a través de la investigación de las dimensiones del problema definido, recoge
la suficiente información para adoptar una decisión; en este caso, según Saegert,
el investigador establece una relación directa con el responsable de la toma de de-
cisión.
El segundo modelo posible es el que denomina modelo interpretativo que pone el
acento en el proceso social que desencadena la propia investigación; el investigador
debe prestar atención a la «comunicación» no sólo con el responsable de la decisión,
sino también con la~ personas afectadas.
El tercer modelo es el modelo transformativo que, en expresión de Saegert, es una
sintesis de los dos anteriores (conocer y cambiar). El esquema propuesto por Saegert
es interesante porque llama la atención sobre el tipo de relación del investigador con
el «cliente», pero no se posiciona sobre cuál sea y de qué depende el potencial del
conocimiento cientifico para la solución de los problemas y supone una posición de
hegemonia del psicólogo sobre el «cliente» (el psicólogo puede elegir los temas, de-
finir los problemas previamente, etc.) de la que resulta dificil encontrar ejemplos en
la actualidad en investigación dirigida a la intervención.
En general, el desarrollo de la investigación en Psicologia Ambiental apare-
ce estrechamente vinculado a las necesidades sociales. Detectar éstas y describirlas
es un logro; pero, con rigor, no es suficiente. Ya se ha mencionado anteriormente
el trabajo de DiMento (1981). Este autor analiza el desarrollo de los trabajos so-
bre estrés ambiental, una de las líneas de investigación más claramente establecidas
en Psicologia Ambiental. Subraya DiMento como en el caso especifico del estrés
ambiental éste es definido como problema por líderes de opinión e identificados
los síntomas por la población (fundamentalmente, en núcleos urbanos). Fue con
posterioridad cuando los psicólogos ambientales se preocuparon de definir y jerar-
quizar la importancia de los estresores (nivel de explicación) en base a estudios
de todo tipo (desde estudios epidemiológicos hasta estudios de laboratorio). El psi-
cólogo ambiental no debe dejar de lado esta imprescindible <<intenciÓn» en su inves-
tigación: describir y explicar lo más rigurosamente posible las dimensiones del fenó-
meno objeto de estudio. Otro ejemplo que permite obtener similares inferencias lo
ofrecen las investigaciones sobre hacinamiento, tal y como comenta Stokols (1987,
62 y ss.).
416 Psicologla Social Aplicada
Los problemas sociales constituyen una oportunidad para el desarrollo del cono-
cimiento psicosocial. Este es el caso de la investigación psicosocial que se ha genera-
do a partir de uno de los más acuciantes problemas ambientales: el debate social sobre
el consumo energético. La investigación sobre la energia es un buen ejemplo del
papel que puede jugar el conocimiento psicosocial. Desde 1973, y desde múltiples
ámbitos, se han promovido programas para conseguir aumentar el ahorro energético.
Durante mucho tiempo, la disminución del consumo energético se ha explicado en
base al relevante papel que juegan los cálculos sobre la recompensa y el coste medido
en términos económicos; sin embargo, la investigación psicosocial sobre este proble-
ma y las evidencias de los limites de las soluciones meramente economicistas han
mostrado la necesidad de tener en cuenta explicaciones contingentes sobre el papel
de los factores situacionales, las estrategias de presentación de la información sobre
el gasto y el coste, y la difusión de la información sobre estas cuestiones. Ello fue
objeto de un proyecto de investigación en base al cual se ha evaluado psicosocialmen-
te un programa de «auditoria» del gasto energético residencial (véase, por ejemplo,
Yates y Aronson, 1983). Los resultados de este trabajo, como puede verse en el ar-
ticulo de Yates y Aronson son relevantes para analizar las variables que inciden en el
ahorro energético, pero también son relevantes para poner a prueba referentes teóri-
cos de gran importancia como el papel de la información en la reducción de disonan-
cia, las relaciones entre información y actitudes entre éstas y la conducta. Otro ejem-
plo similar de la integración entre relevancia teórica y relevancia social lo constituye
el trabajo de Cialdini, Reno y Kallgren (1990) en el que, desde otro punto de vista, los
autores desarrollan la teoria de la conducta normativa en el contexto de un programa
para la reducción del arrojo de basuras en un lugar público.
En el contexto de una exposición de puntos de vista sobre el papel de la ciencia
psicológica en la promoción de la calidad ambiental, Stokols (1990) alude a tres pers-
pectivas que definen estrategias distintas de explicación-intervención frente a los pro-
blemas de la relación individuo-ambiente: una perspectiva «minimalista» (que ignora
o minimiza las consecuencias de la relación entre el individuo y el ambiente fisico); la
perspectiva <<instrumental» (que pone el acento en el ambiente fisico como un recurso
para lograr metas conductuales o económicas); una perspectiva «espiritualista» (que
considera el ambiente como un fin en si mismo, que «puede ofrecer oportunidades
para que la gente se sienta atraida por las virtudes de sus cualidades simbólicas y
afectivas»). Esta discusión, más allá de la mera referencia a niveles diferenciados de
explicación o a posiciones diferentes del investigador respecto al objeto de estudio,
alude a opciones alternativas que en la actualidad se presentan como opciones dicotó-
micas en lo que se refiere a metas y procedimientos de intervención ambiental (subra-
yando Stokols la importancia de los factores estéticos por encima de los de rentabili-
dad) y remite a la necesaria discusión entre los objetivos instrumentales de la alta
tecnología en la gestión de los recursos naturales y en la organización del espacio y
los valores estéticos del diseño ambiental. Lo que no debe olvidarse en el contexto de
esta discusión es que las grandes opciones sobre las metas medioambientales son
también definidas socialmente y, obviamente, encauzadas por aquellos que están en-
cargados de la toma de decisiones.
Psicología Social Ambiental. Ideas y contextos de intervención 417
Disposición
y explotación de los
recursos naturales
¡iiiiiii:iii;ii!iiiiiiiiii;iiijiiiii:i;¡
Conservación ,••e l e ••••••
y preservación
,•••••••••••••••••••••••
••••••••••••
Vivienda
y salud
~
Estética
y tiempo libre
Calidad •• ~ +~
~"r
ambiental
I Años 20 40 60 80 20 40 60 80 90
1800 1900
La primera idea que queremos subrayar es que, en nuestra opinión, no existe una
metodología interventiva que asegure el rendimiento y la efectividad de un programa
dado. Nuestro propósito, hecha la advertencia inicial, consiste en destacar aquellos
componentes o características que deben estar presentes en un programa de interven-
ción ambiental. Entre estos elementos queremos destacar dos: la noción de programa
y la planificación de la intervención.
La idea de programa es la primera característica que se va a subrayar. Con la idea
de programa se define una secuencia establecida de organización de la información
previa, de las posibilidades de elección, de la decisión adoptada y de la evaluación del
impacto de dicha decisión. Desde la identificación del problema hasta la planifica-
ción del seguimiento y la monitorización de las decisiones adoptadas aparece un pro-
ceso interconectado y recurrente que ya hemos tenido ocasión de describir con más
detalle (Corraliza, I990a).
En cuanto al segundo de los elementos (la planificación de la intervención), es
necesario subrayar que la elaboración de un programa de intervención constítuye una
tarea especifica a cada una de las situaciones. Sin embargo, trasladando terminología
evaluativa, puede asumirse la existencia de un marco de referencia definido por tres
puntos (véase Zube, 1984, lO) referidos a tres dimensiones: la dimensión ambiental,
la dimensión institucional y los participantes. Las tres dimensiones mencionadas de-
ben ser contempladas en una mutua y reciproca relación propia de sistema abierto.
¿Cuál es el papel del psicólogo ambiental en el proceso de toma de decisiones?
Anteriormente (Corraliza, 1990b), hemos subrayado la necesidad de que el psicólogo
ambiental convierta en objeto de estudio los problemas del propio proceso de toma de
decisiones. Probablemente, en esto consista su mayor potencial de critica. El trabajo
del psicólogo es necesario para la adopción de decisiones, cualquiera que sea la es-
tructura en que dicha decisión se adopte. Este es, probablemente, el pensamiento de la
mayor parte de los psicólogos (y también de los psicólogos ambientales). Fischhoff
(1990), en un comentario sobre el papel del psicólogo ante situaciones de riesgo de
catástrofes ambientales, sin embargo, presenta un panorama desolador que debe ha-
cer pensar sobre el limitado alcance (de cara a la toma de decisiones) que tiene la
investigación del psicólogo. Escribe este autor:
Una de las expresiones más equivocas en los discursos sobre la crisis ecológica es la
de «problemas ambientales». En realidad se trata de «problemas-de-Ia-humanidad»,
y, por ende, del comportamiento humano. Son los comportamientos de las personas
los que provocan un incremento de la gravedad de un problema ambiental; y es sobre
la vida de las personas sobre las que influye la alteración de un parámetro ambiental.
Tal y como recogieran Cone y Hayes (1980), muchos problemas ambientales tienen
soluciones conductuales, de la misma forma que muchos problemas conductuales
tienen soluciones ambientales.
Si hay algo que unifica, más allá de las desdibujadas diferencias ideológicas en
el momento presente, es la preocupación social, ampliamente extendida, por los pro-
blemas ambientales. En uno de los más recientes estudios (Corraliza, en preparación)
se presentan resultados obtenidos en una muestra nacional, donde se destaca que el
422 Psicologfa Social Aplicada
69,2 por 100 de los encuestados considera que la protección del medio ambiente es un
problema muy urgente, y estos resultados, según este informe, pueden extrapolarse a
ámbitos geográficos más reducidos y también al ámbito comunitario.
Esta preocupación social ha justificado vastas operaciones de propaganda y la
aparición de movimientos sociales ligados a las estrategias conservacionistas. El hito
más importante (la Conferencia de Rio) constituye un buen ejemplo de este hecho.
Sin embargo, este tipo de iniciativas están atravesadas por algunas falacias y porten-
tosos elementos de retórica de alcance indefinido. Tal es el caso del concepto clave
de «desarrollo sostenible», que es retomado (del Informe Burtland) como lema en
esta conferencia, y sobre cuyo alcance y contenido existen más que divergencias.
Existe la ficción (y el propio concepto de desarrollo sostenible la ilustra) de que
los graves problemas medioambientales son sólo una cuestión de solución tecnológi-_
ca y económica. Margalef (1993), en un sugerente comentario sobre por qué le resulta
dificil hablar de medio ambiente, define la falacia social del medio ambiente de la
siguiente manera: ante cualquier problema medioambiental, los técnicos ya encontra-
rán una solución y los politicos ya se encargarán de aplicarla. Este argumento es un
reflejo de la ausencia de profundidad del discurso conservacionista. Está formado por
un conjunto de recetas técnicas de efectos no necesariamente probados y, en lo que se
refiere al comportamiento humano, un catálogo de buenas intenciones. ¿Es esto sufi-
ciente? Stern y Oskampn (1987), en el trabajo antes mecionado, destacan la carencia
de explicaciones y propuestas desde los conocimientos psicológicos y reclaman un
mayor compromiso en la investigación sustantiva de los psicólogos ambientales.
Existen intentos de contribuciones. De Castro (1994), por ejemplo, ha mostrado el
interés de la teoría de acción razonada para la explicación de la conducta humana en
relación con el reciclaje del vidrio. Anteriormente, Yates y Aronson (1983) o Dennis
y otros (1990) intentan aplicar esquemas basados en la teoría de la disonancia cogni-
tiva al ahorro energético, y Staats y otros (e.p.) desarrollan un modelo inspirado en la
teoría de los dilemas sociales para el estudio de conductas relacionadas con el efecto
invernadero. Estos trabajos (y otros que pudieran citarse) muestran la pertinencia de
conocimientos psicológicos y sociales para abordar problemáticas medioambientales
que, hasta el momento, son objeto sólo de soluciones técnicas o costosas campañas de
propaganda.
Pero la problemática medioambiental tiene lecturas que van más allá del senti-
miento de nostalgia que refleja la degradación del Edén biblico. En realidad, el medio
ambiente es un amplio escenario donde aparecen tensiones sociales y en el que se
desarrollan programas sociales. Pitt y Zube (1987,1014) indican como las «politicas
de gestión del medío natural reflejan una pluralidad de propósitos que, a su vez,
reflejan valores normativos e implican a actores». Más recientemente, Dunlop (1993,
79) resalta el hecho de que el ambiente (natural) es, tal y como hoy lo conocemos, el
resultado de ambiciones humanas, deseos, actuaciones y actitudes. Es en este punto
en el que resulta pertinente la demanda de contribuciones de los psicólogos que se
sitúen en el punto intermedio entre la imposición de las soluciones técnológicas y
económicas y el voluntarismo de muchas de las propuestas politicas. Un buen ejem-
plo de la carencia de este eslabón intermedio lo constituye las tensiones sociales que
Psicología Socíal Ambiental. Ideas y contextos de intervención 423
J/
g"
<2;;'
Conocimiento de procesos Diseño de programas
Imágenes
sociales
Acciones
sociales
Intervención
(inducir cambios)
Evaluación
(registrar efectos)
I""
~
..g.
Estética Ambiental Preferencia Usos y demandas Calidad escénica Sistemas de
de espacios recreativos valoración de paisajes
Educación Ambiental Actitudes y creencias Registro de usos Contenidos, tareas, Sistema de criterios
previas y conductas campañas de evaluación
En función del cruce de ambos ejes aparecen posibles temas de investigación que
ocuparían la agenda del psicólogo ambiental. Tan importante es la consideración de
los trabajos desde el eje de abscisas (alcance y tipo de trabajo del psicólogo) como
desde el de ordenadas (relevancia de los problemas ambientales). Los items incluidos
en las distintas cuadriculas de cruce son ejemplos de posibles temas de trabajo del
psicólogo, y pueden ser modificados en función de los intereses teóricos o de los
programas que se demandan.
CONCLUSION
BIBLIOGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
la esclavitud. Roma invirtió las cosas. El otium, entendido como un tiempo de descan-
so para recuperarse del trabajo o nec-otium, era disfrutado por todos. Ocio eran, por
ejemplo, los grandes espectáculos para entretener al pueblo (política del panem et
circenses). Pero la ambivalencia aparece al reivindicar Cicerón la herencia griega,
bajo el lema de un otium cum dignitate.
A partir de la Edad Media, el ocio popular de resonancia romana y el ocio elitista mo-
nacal de resonancia griega, alternan con el ocio caballeresco, que exhibe comportamientos
ostentatorios de la posición social. Con el capitalismo naciente, el ocio deviene un signo de
lujo. Por contra, las ideas puritanas lo perciben como un vicio moral y social, la ociosidad.
Ya finales del siglo XIX llega a definir una clase social (la clase ociosa, de Veblen).
Con el industrialismo, el ocio pasa a ser fundamentalmente un tiempo sustraido al
trabajo, esto es, un tiempo excedente, residual, que no es valorado en si mismo sino
en relación siempre con el trabajo. Cuenta más como cantidad de tiempo que como
tiempo empleado en una determinada actividad, como lo demuestran las reivindica-
ciones obreras de una jornada laboral de ocho horas o la proclamación hecha por
Lafargue de un droit a la paresse, o sea de un tiempo sin hacer nada, sin trabajar.
Al evolucionar la sociedad industrial de una sociedad de producción en serie a
una sociedad de consumo, este sentido del ocio se ha transformado profundamente.
En la sociedad de masas, el ocio se destina preferentemente al consumo ya sea de
bienes o servicios (diversiones) ya sea a la industria cultural. El potencial de esta
nueva forma de ocio, impulsada cada vez más por los avances tecnológicos y los mass
media. es estremecedor.
Se habrá observado que ninguna de las formas de ocio descritas se pierde sino
que, más o menos adaptada, se acumula a la forma emergente. Esto dota de una gran
complejidad al tiempo del ocio, ya que el comportamiento en el mismo se manifiesta
de todas estas maneras. Así, hoy, empleamos el tiempo de ocio tanto de un modo
creativo o para recuperamos de la fatiga como para ostentar ante los demás, pasar
(perder) simplemente el tiempo o dedicamos al consumo.
Desde la tercera de estas tradiciones se han fonnulado dos teorías muy influyen-
tes sobre el ocio. Friedmann (1956) analizó y vio el ocio moderno como una compen-
sación de las tensiones y frustraciones, y más ampliamente de la alienación, provoca-
das por el trabajo desmenuzado, monótono y anónimo del maquinismo y la
industrialización.
Poco después, Dumazedier (1964) distingue tres modos básicos de empleo del
ocio, que llama las tres D por la inicial de sus respectivos nombres: el ocio sirve para
Descansar, Divertirse y Desarrollar la personalidad. Son, pues, las tres funciones que
desempeña en el sistema social. El descanso recupera de la fatiga e incluye el aburri-
miento, el tedio, etc.; en la diversión entra el juego como distracción, evasión, etc.; y
en el desarrollo personal y social, la necesidad de formación.
Estas dos teorias se complementan. El ocio compensador revela la contradicción
latente de un ocio, transformado en un comportamiento necesario. Y referido a las
3D. muestra que se trata de actividades compensatorias y por lo tanto no expresivas
de libertad. Lo reconocia implicitamente Dumazedier al decir que el descanso se da
como recuperación de la fatiga, la diversión como distracción para huir de la monoto-
nia, y el desarrollo personal como un evitar la impersonalidad.
El análisis de Friedmann muestra que el ocio actual no se da como una actividad libre
sino como una actividad necesaria, por liberadora, al emplearlo de un modo no valio-
so por si mismo sino como un medio para enfrentarse a los problemas de la vida
cotidiana, y en particular los generados por el mundo del trabajo. Y esto al extremo de
que la necesidad compensatoria puede ser tan intensa que a menudo lleva a sobre-
compensaciones, generadoras de conductas psicosocialmente patógenas, que van desde
la adicción a la droga o al juego hasta la violencia urbana.
Ahora bien, las dos teorias expuestas ocultan el sentido profundo del fenómeno.
El propio hecho del ocio compensatorio pennite diferenciar entre el tiempo liberador
y un tiempo liberado, el cual se dedica a las actividades de ocio no por una necesidad
compensatoria sino por si mismas. Es desde esta perspectiva que, a finales de los
setenta, ya propusimos la teoria del ocio como tiempo libre (Munné, 1972 y 1980).
El tiempo de ocio pasa a ser liberado, o sea libre, cuando es expresión de nuestra
libertad como seres humanos. El sentido profundo del ocio es el tiempo libre. Este se
manifiesta cuando las actividades ociosas no responden a un comportamiento hetero-
condicionado sino autocondicionado. Entonces, el descanso pasa a ser un goce por sí
mismo, la diversión el placer de la recreación, y el desarrollo personal el disfrute de
nuestra potencialidad creadora. En otra dimensión, el tiempo de ocio, a la par que
construye, refleja nuestro self, encontrándonos a nosotros mismos. El ocio como tiempo
libre, por ejemplo, es esencial en la formación del niño (Munné, 1992).
Psicología Social del ocio y el tiempo libre 433
El ocio serio
Ya hemos dicho que la relación entre ocio y trabajo no es de mera oposición. Por esto,
los teóricos del ocio han tenido que reservar un lugar a las actividades intermedias en
los que ambos fenómenos se combinan, dándose a la par obligación y libertad. Es lo
que se llama semiocio, cuasiocio, obligaciones de no trabajo, etc., y que referido al
tiempo libre, lleva al concepto de grado de nitidez del tiempo libre (Munné, 1980),
dado por el hecho de que la libertad, o sea el comportamiento autocondicionado, no se
da de un modo absoluto.
Actividades tipicas de semiocio son las aficiones (hobbies), como el coleccionis-
mo, la fotografia, el dibujo, la jardinería, la cerámica o la construcción a escala de
aviones. También las reparaciones domésticas (bricolage, do-it-your selj), que se
concretan en un «trabajito» (a menudo, chapuza) desarrollado con laboriosidad y a un
ritmo personal, que para Friedmann (1956) forman parte del ocio compensatorio como
reacción a la velocidad, estandarización, trabajo en cadena, etc., del mundo moderno.
Otra fuente de semiocio son los compromisos sociales, desde ir a pagar los impuestos
hasta asistir a la boda de unos parientes.
Este ocio/trabajo ha sido recientemente conceptualizado con la denominación, Ul)
tanto ambigua, de ocio serio (serious leisure), referible a aquellas actividades que
permiten ejercitar las habilidades artesanales y las capacidades creativas de los suje-
tos, con tal implicación perfeccionista que el producto final se aproxima a la calidad
profesional (Stebbins, 1992). En él entrarian, por ejemplo, la pintura, la marqueteria
y el teatro, pero también las acciones civicas y políticas, e incluso las labores del
hogar en las que empieza a participar el sexo masculino.
Este autor diferencia tres tipos principales de ocio serio: a) El amateurism, en
cuya motivación se combinan el autointerés, el interés público, el altruismo y el inte-
rés pecuniario, con un rol cercano al profesional, y que proporciona satisfacción y
contribuciones en los planos cultural, de ayuda y comercial. b) El hobbyst, con idén-
ticos componentes motivacionales salvo el altruismo, un rol de no trabajo y las mis-
mas contribuciones excepto la ayuda. c) El voluntariado (volunteering), motivado por
el altruismo y el autointerés, con un rol de trabajo delegado que proporciona ayuda y
satisfacción.
434 Psicologla Social Aplicada
Como modelo alternativo a esta civilización o sociedad del ocio está la sociedad
tecnoburocrática anunciada por la prospectiva social, en la que el protagonismo recae
en los tecnólogos y los expertos en organización. Es un modelo que puede no ser
incompatible con el anterior, si se entiende que a corto término estaremos (si es que
no estamos ya) en él y que es la vía para llegar a una sociedad con un amplio desarro-
llo del ocio. Esto puede ser a expensas del tiempo libre, como ocurre ya con el ocio de
los ejecutivos japoneses fomentado y programado por la organización en que tra-
bajan.
Aunque el desarrollo del tiempo libre no se vislumbra cercano en el horizonte,
ciertamente algunos datos apuntan esta posibilidad y abren cierta esperanza, como lo
es la preocupación insistente en las investigaciones actuales por la calidad de vida del
ocio. lso-Ahola (\980), indirectamente considera el aumento de la calidad de vida
como uno de los objetivos primordiales de la Psicología Social del ocio y la recrea-
ción, viendo en ello un engarce entre el trabajo y el ocio, así como una conexión con
la satisfacción y el bienestar individual y social, y a la postre con la salud mental. En
el mismo sentido, con ocasión de estudiar qué y cómo la función del ocio está cam-
biando con los microordenadores y las nuevas tecnologías, se ha afirmado (Roberts,
1979) que el ocio contemporáneo está dejando de ser un fenómeno residual para
pasar a constituir un aspecto general de la calidad de vida del ser humano.
En los Estados Unidos, ha surgido un movimiento en favor de una vida más senci-
lla (downshifting), en la que se aspira a disponer de mayor tiempo para uno mismo y
su familia con la consiguiente reducción del sueldo y del consumo de bienes materia-
les (El Pais, 24-9-95). No parece ser un hecho circunstancial. El dato más esperanza-
dor sobre el desarrollo del tiempo libre lo aporta la reciente Encuesta Mundial de
Valores (1990), realizada en más de cuarenta países, que evidencia el paso de unos
valores materialistas, basados en la escasez y la seguridad, a otros calificados de
postmaterialistas, que enfatizan la libertad individual, la experiencia emocional y rechazan
la autoridad, la cual «se ha alejado tanto de la iglesia como del estado para ir a parar
a manos del individuo, con una creciente atención a lo que le concierne, como las
amistades y el ocio» (Inglehart, 1994, 76). De confirmarse, este cambio social sería
otro factor que facilitaría el camino del ocio al tiempo libre .
.ICACIONES EN LA INVESTIGACION
El contenido está integrado por las actividades (las tres D) y los factores que
facilitan o dificultan su realización. Comprende aspectos infraestructurales (parques,
campamentos de vacaciones, hogares para jubilados, secciones lúdicas en prisiones,
asilos, etc.) y organizativos (asociaciones, clubes, servicios públicos de información,
etc.). Obviamente, el contenido del ocio va evolucionando con el avance tecnológico
(Munné y Codina, 1992). En cuanto al empleo, se refiere a los comportamientos,
tanto la elección de los mismos dentro del contenido potencial y factible en cada caso
como su real ización efectiva.
Estas cuatro variables intervinientes han sido aplicadas por nosotros para mostrar
la entidad del derecho al tiempo libre, reconocido en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, proclamada por la ONU en 1948 (art. 24) (Munné, 1972 y 1974).
Y son aplicables a los derechos al descanso, vacaciones, educación fisica y deporte, y
a una adecuada utilización del ocio que recoge la vigente Constitución española de
1978 (arts. 40 y 43).
Por otra parte, cualquier análisis del ocio o del tiempo libre ha de tener en cuenta
estas variables. Incluso técnicas cuantitativas como los presupuestos de tiempo (bud-
gets time), empleados en estudios clásicos sobre el tiempo de trabajo y de ocio (Stru-
milin; Szalai) y hoy habituales en los análisis de audiencia de los medios audiovisua-
les de masas.
En esta técnica, el tiempo se cuenta por días, días alternos, una semana, varios
dias a lo largo de las estaciones del año, o mientras se realizan determinadas activida-
des. El cuestionario puede ser abierto o cerrado, según deba contestarse libremente
qué actividades se realizan o a través de una lista precodificada. Puede preguntar por
aspectos como el material utilizado, las personas que participaban o estaban presen-
tes, el grado de satisfacción y la mayor o menor intensidad con que se ha realizado la
actividad, etc. Finalmente, los modos de registro más empleados son: el diario litera-
rio retrospectivo, en el que se recuerda lo realizado a 10 largo del mismo dia o en dias
anteriores; el diario fijo, que deja constancia de lo que se realiza en intervalos de 5,
lO, 30 o 60 minutos; el diario simultáneo, al que se responde a medida que se van
realizando las actividades; y el diario al azar (beeper study) en el que el sujeto contes-
ta al cuestionario cada vez que recibe la señal de un zumbador electrónico controlado
por el investigador.
Un inconveniente de los budgets time es que la cuantificación de la actividad
en horas o minutos, debido al análisis subjetivo de los individuos, dificulta el cálcu-
lo de la media de tiempo dedicado a tareas específicas (Mateo y del Val, 1993). Otros
inconvenientes son que cumplimentar el cuestionario requiere excesivo tiempo, que
resulta aburrido sobre todo cuando se miden periodos largos de tiempo, y que las
respuestas son poco fiables pues los sujetos no siempre están motivados para con-
testar, tienden a redondear los tiempos y acostumbran a olvidarse de datos impor-
tantes.
Algunas de las variables descritas se contemplan directa o indirectamente en otras
técnicas útiles para analizar aspectos particulares del ocio, como la Leisure Diagnos-
tic Baltery (Witt y Ellis, 1985), que mide la percepción de libertad, la motivación
intrinseca, el control y la competencia; la Leisure Satisfaction Scale (Ragheb y Beard,
Psicología Social del ocio y el tiempo libre 437
Estudios empíricos
Con los presupuestos de tiempo se ha investigado la distribución de tiempo y dinero
de los jóvenes en diversas actividades de ocio (Gil y Menéndez, 1985), la duración y
distribución del trabajo doméstico a lo largo de la semana y entre los miembros de la
familia (Bereano, Bose y Amold, 1985), el volumen y distribución del tiempo de las
actividades de ocio definidas subjetivamente y en relación con el estatus laboral y los
roles familiares (Shaw, 1985), el empleo del tiempo juvenil por intervalos de media
hora (Informes de 1984 y 1988 sobre la juventud en España; Zárraga, 1985 y 1989),
etcétera.
El cuestionario del presupuesto de tiempo ha sido adaptado expresamente para
investigar el empleo real y el deseado del tiempo, o las actividades realizadas y las
deseadas (Gallup, 1983; Codina, 1986). Para medir algunas variables subjetivas se
aplica el Experience Sampling Method (ESM) de Csikszentmihalyi y Graef (1980),
que mide ocho dimensiones de la experiencia de ocio (autoconciencia, habilidad,
cambio, ánimo, motivación, sentido del control, interés y concentración) en el mo-
mento en que el investigador avisa a cada sujeto a través de una radio. Con sus diver-
sas versiones se ha analizado desde la intensidad de las experiencias de ocio a las
motivaciones y el empleo del tiempo por desempleados. Finalmente, en los estudios
sobre la calidad de vida a través de las experiencias de ocio en grupos de población
(jubilados, estudiantes, etc.) se utiliza la escala WAID de Neulinger (preliminar, 1977;
y modificada, 1986), consistente en un presupuesto de tiempo retrospectivo con un
cuestionario de tres items (sobre la percepción de la libertad, la motivación y el afecto
positivo hacia la actividad); y con esta misma escala se han estudiado las relaciones
entre ocio y salud (cardiopatias, bulimia).
Las nuevas manifestaciones del ocio siguen dos tendencias contradictorias, aun-
que se complementan en múltiples aspectos: las innovaciones tecnológicas y las ideas
ecológicas.
El ocio tecnológico
A pesar de que la televisión ya no es una novedad, continúa siendo una de las principales
ocupaciones del ocio contemporáneo en las sociedades desarrolladas. Sin entrar en
los contenidos televisivos, que llevarían a abordar no sólo el controvertido tema de la
violencia sino también el extraordinario potencial formativo de la pequeña pantalla,
hay una cuestión en cierto modo prevía a la que no parece dársele toda la importancia
que tiene: nos referimos al volumen de tiempo consumido en este medio, sobre todo
por la población infantil y juvenil porque la televisión es un potente agente de sociali-
zación, especialmente primaria (Munné, 1992). Piénsese, por ejemplo, que en España,
según un reciente Informe del Ministerio de Sanidad y Consumo (1992), un 19 por lOO
de los escolares entre 11 y 15 años ve diariamente la televisión nada menos que cuatro
o más horas, y el 43 por 100 entre I y 3 horas (Mendoza, Sagrera y Batista, 1992).
Aparte del hecho de que esta enorme capacidad de absorción temporal del medio
comporta un serio detrimento del resto del tiempo cotidiano, debe tenerse en cuenta
que un volumen de más de 50 minutos diarios no es recomendable, según la Sociedad
Europea de Biosociología (Rodríguez, 1993), señalándose que en relación con el tiempo
que ocupa la televisión y que resta a la actividad fisica puede producir problemas de
colesterol, obesidad y alteraciones cardíacas (Bammel y Burrus-Bammel, 1982). Y si
nos referimos al rendimiento escolar, un volumen de más de dos horas diarias parece
tener efectos negativos (Martí y Solé, 1994).
Al medio televisivo se han sumado últimamente las nuevas tecnologias (videojue-
gas y juegos de ordenador), lo que representa un eslabón más en el proceso revelador
de los medios como transformadores de la realidad, puesto que de una realidad natu-
ral nos estamos dirigiendo a marchas forzadas hacia una realidad artificial (Munné,
1993). Pues bien, con los videojuegos y los juegos de ordenador han hecho presencia
unas máquinas de ocio basadas en el software lúdico, software de ocio o en cierto
aspecto microsofthome. Se trata de un ocio tecnológico dotado de gran poder de atracción,
generado por la interacción entre el sujeto y el objeto, y que ha sido detectado no sólo
en el campo lúdico sino también en el educativo, así como en las visitas a los museos
interactivos (Munné y Codina, 1992; Codina, 1995).
Aunque esta interacción se caracteriza por la posibilidad de autodirección en tan-
to que permite que el sujeto experimente cierta sensación de autocondicionamiento,
esto no impide que los ordenadores o las redes informáticas, justamente por resultar
tan atractivas, puedan devenir para el usuario, sin que él mismo lo perciba, una pode-
rosa fuente de heterocondicionamiento, si no de adicción (Codina, 1995 y 1996). Esta
adicción y el aislamiento individual están entre los problemas más preocupantes que
presentan las nuevas tecnologías informacionales (por ejemplo Kraus, 1984; Loftus y
Loftus, 1983), sobre todo si se tiene en cuenta que, tanto en el ámbito del ocio como
Psicología Social del ocio y el tiempo libre 439
El ocio ecológico
La actividad deportiva es un juego con reglas, que se manifiesta con actividades rela-
cionadas con el descanso, como un ejercicio relajante; la diversión, desde la práctica
al espectáculo de cualquier deporte; y el desarrollo de la persona también con la
práctica de un deporte con afán de superación. La práctica de tales actividades es
fuertemente compensadora (Plessner, Klafki, Naville, etc.), y aunque son distintos
los casos del deportista de élite, del federado y del aficionado, todavía no se dispone
de estudios concluyentes al respecto (Haywood et al., 1990).
Un aspecto antropológicamente negativo es que su práctica puede ir en perjuicio
del resto del ocio: los no deportistas participan en muchas más actividades de ocío
que los deportistas (Schmitz-Scherzer y otros, 1977). La absorción es más acusada
cuando se intentan diversificar las prácticas para superar las inconveniencias fisicas y
psicológicas del monodeportismo. Una práctica adecuada del triathlon (jogging, ci-
clismo y natación), de moda en los ochenta por influencia del aerobic, exige de 30 a
440 Psicología Social Aplicada
40 horas semanales (Munné, 1990); y aún más tiempo, tanto de preparación como de
participación, requieren las prácticas multiathlon, como el raiverd en la que por equi-
pos y durante siete dias los participantes recorren unos 400 kms., realizando más de
quince pruebas no motorizadas, que varían en cada edición, basadas en la superación
de obstáculos de la naturaleza (Olivera Betrán, 1995).
El sistema institucional deportivo se halla en la encrucijada o en el núcleo de tres
subsistemas: el del tiempo libre y el ocio, el de la institución del cuerpo, y el de la
institución del rendimiento social (Brohm, 1982). De ahi que el sistema social pueda
favorecer la evolución del ocio hacia uno de estos subsistemas en detrimento de otro.
Es lo que sucede en la sociedad actual, en la que el ocio y, sobre todo, el tiempo libre
deportivos están seriamente amenazados por tres sesgos: la competitividad, el labora-
lismo y la cuantificación (ver Munné, 1989a). En efecto, hoy, el deporte está domina-
do por la hipercompetitividad (records), la cual aproxima aquél al trabajo, y tiende a
reducirlo a una actividad valorada de un modo cuantitativo.
Es razonable pensar que cuando se llegue al punto limite en los resultados de las
competiciones deportivas se invierta la tendencia actual pasándose a valorar más lo
cualitativo: desde el estilo y la belleza del movimiento hasta la economia de esfuerzo
y la estrategia individual y colectiva, factores sólo tenidos en cuenta hoy en contadas
modalidades deportivas, como el patinaje artístico.
Pero, últimamente, asistimos al surgimiento de deportes cualitativos. Estas nue-
vas prácticas reciben denominaciones como deportes de aventura, californianos, sal-
vajes, en libertad, tecnológicos. Se trata de actividades que se realizan en el medio
natural, aprovechando generalmente las energias libres de la naturaleza, mediante el
deslizamiento (Olivera Betrán, 1995). Empezaron con el windsurfen los años sesenta
y la mountainbike en los años setenta, siendo después incesante la aparición de prác-
ticas basadas o no en la transformación de actividades ya existentes como son el
telemark, el pointing, el barranquismo, el rafting, el parapente, el vuelo sin motor, el
rai/board, el surfesquí, etc. (Para una tipologia completa de estos deportes, véase
Miranda, Lacasa y Muro, 1995).
Las explicaciones dadas sobre el éxito de los nuevos deportes destacan el carácter
profundamente cualitativo de los mismos. Uno experimenta con ellos inéditos estados
de conciencia y fuertes emociones, y una percepción de la libertad proporcionada por
la flexibilidad de horarios, la ausencia de una reglamentación fija o formal, el reto, la
promoción de la individualidad, y el desarrollo de la valia del propio yo (Lefevre,
1991; Defrance, 1994; Miranda, Lacasa y Muro, 1995).
Ahora bien, la percepción del riesgo y la incertidumbre, derivados de la sensación
de un nivel satisfactorio de activación fisiológica, no responde totalmente a una situa-
ción de riesgo real ya que, salvo negligencias del sujeto, en estos ocios, llamados
también «fórmula adrenalina» o de búsqueda de sensaciones, no hay inseguridad. La
percepción del autodominio y la autodirección se da en un medio en el que utilizando
expresiones de los empresarios de las actividades de aventura, existe un riesgo con-
trolado o un descontrol controlado (Olivera Betrán, 1995). Aunque se exalta el cuer-
po y el riesgo, la velocidad y la excitación, el vivir el presente a toda costa, se trata de
una aventura imaginaria, una experiencia viva y directa pero altamente tecnificada y
Psicología Social del ocio y el tiempo libre 441
INTERVENCION PSICOSOCIAL
El ocio terapéutico
El ocio no tiene sólo un poder compensatorio. Además de superar con él las necesida-
des e insatisfacciones propias de la vida cotidiana, debido a su potencial liberador que
es una fuente de creatividad y de identidad, es un eficaz instrumento de terapia. En
este caso, la intervención está relacionada con la enfermedad fisica o mental, por lo
que el psicólogo social ha de cooperar con el médico o con el psicopatólogo. A este
contexto clinico se refiere el ocio terapéutico (Carter, van Andel y Robb, 1995), de
amplio desarrollo en los Estados Unidos, donde existen al menos dos grandes asocia-
ciones de profesionales en esta especialidad.
El objetivo es ayudar al cliente, diseñarrdo y aplicando programas para tratar en
los casos de carácter más o menos patológico, que van desde problemas cardiovascu-
lares y en general psicosomáticos, pasando por los sindromes postvacacional y del
desempleo hasta la inserción social de los exdrogadictos. La mayoría de las activida-
des de ocio puede utilizarse con fines de terapia, la cual se basará en la naturaleza de
aquéllas: su carácter manipulativo (como en las artes decorativas: cerámica, marque-
tería, orfebreria, etc.), expresivo (teatro, danza, música), motriz (actividad fisica: jue-
gos y deportes al aire libre o no), formativo (formación de adultos), etc.
Especial interés para la terapia tienen las actividades que comportan experiencias
con una fuerte carga emocional (Defrance, 1994), como las actividades de aventura
(nuevos deportes) y algunas actividades culturales (mimica; expresión dramática, en
la que uno actúa ante si mismo y sin público) que implican ya un riesgo ya un compro-
miso total, tanto del cuerpo como de la mente, así como una relación con los otros.
Permiten al practicante probarse a si mismo y mostrarse ante los demás, todo lo cual
conlleva un reconocimiento de la propia identidad.
La intervención no se limita a paliar problemas que se dan por déficit, también
contempla la acción terapéutica por aspiración, es decir, explotando las potencialida-
des en pro de una mejora de la calidad de vida, e incluso la acción con fines preven-
tivos; por ejemplo, en la infancia en situaciones de riesgo psicosocial (maltrato, pre-
delincuencia, etc.) (Casas y Codina, 1996; Fonta, 1995). En general, está comprobada
la eficacia de las actividades de ocio como medios para compensar, solventar o pre-
venir problemas psicosociales, así como para promover el crecimiento y el desarrollo
personales (por ejemplo Kraus, 1985; Leitner y Leitner, 1989).
444 Psicologra Social Aplicada
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Psicologia Social del ocio y el tiempo libre 447
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
POLITICAS PUBLICAS,
EVALUACION DE PROGRAMAS,
APLICACIONE INTERVENCION
e A p T u L o
ANDRÉS RODRfGUEZ
CARMEN ARDID
Introducción
El marco institucional
De la tradición jurídica a la influencia psicosocial
De la racionalidad técnica a la negociación política
o a la díscrecionalidad negociada
El contexto de emergencia: la influencia del entorno
Establecimiento de metas
Las metas, la legitimidad de intereses y la importancia
de la negociación
Las políticas públicas: eficacia y eficiencia
El rediseño de estrategias
Los mecanismos de control
La necesidad de multidisciplinariedad
Bibliografia
Lecturas complementarias
452 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
Escribir un capitulo de Psicologia Social Aplicada sobre un tema tan poliédrico y
complejo requeriria, a nuestro juicio, una visión más amplia del fenómeno que la de
unos psicólogos sociales orientados y preocupados por el estudio del comportamiento
humano en las organizaciones e instituciones públicas y privadas. En consecuencia,
la visión y las posibles aportaciones que podamos hacer sobre este tema van a ser
limitadas, parciales y, en todo caso, van a estar filtradas por ese prisma o por esos
anteojos de que disponemos.
La adopción de unas determinadas politicas públicas es una cuestión de valores y
de recursos disponibles; es decir, el que se desarrollen unas u otras políticas depende-
rá del juicio de valor colectivo acerca de lo que se considere que es más o menos
deseable socialmente y, por tanto, de los criterios que se sigan en el momento de
establecer las prioridades de los recursos disponibles.
Toda política pública implica, en alguna medida, una redistribución de recursos,
una transferencia de renta de unos agentes a otros. Y, como es obvio, tal «acción
redistributiva es siempre el resultado de un juicio de valor, nunca de una posición
objetiva u objetivable sobre lo que es más deseable globalmente para la sociedad
(Torres, 1995).
La redistribución implica la mejora de alguien a costa de otros, quienes a través
del sistema impositivo transfieren parte de sus rentas a aquellas personas que más lo
necesitan, a través de las políticas públicas que llevan a cabo las distintas Administra-
ciones del Estado. Pero tal acto de «solidaridad impuesta» debiera contar con la res-
ponsabilidad de aquellos que la reciben y con la efectividad de la Administración que
la gestiona (Harris, 1987).
A 10 largo de la historia humana podemos constatar cómo esos criterios han ido
cambiando según el momento histórico y el país o paises de referencia. En todo caso,
continúa siendo un debate aún no resuelto que afecta a la propia génesis y desarrollo
de los fenómenos sociales que hoy preocupan a la Psicología Social y a las Ciencias
Sociales en general.
En tal sentido, la cuestión previa que deberíamos planteamos al abordar el estudio
de las políticas públicas desde la Psicalogia Social, es la naturaleza del sistema social
en el que se sustentan esas preferencias colectivas que más tarde se transforman en
políticas operativas.
Los gobiernos que, en cada momento, elaboran e implantan unas determinadas
políticas públicas tratan de revestirlas siempre de una aparente e indiscutible «objeti-
vidad» en función de la «única» política plausible; sin embargo, como ya hemos
indicado, toda política pública está sustentada en unos juicios de valor y en un com-
plejo entramado de intereses.
En los tiempos de crisis es cuando la elaboración de las políticas públicas plan-
tean una mayor problemática porque es cuando se incrementan las situaciones que
requieren mayores demandas de protección social y cuando la escasez de recursos
se hace más visible y explícita. Por el contrario, cuando la economia está en fase
de crecimiento, la redistribución de rentas en la que cristalizan esas políticas no
Psicología Social y po/fticas públicas 453
será tan convulsiva para quienes ceden parte de sus rentas, las necesidades no serán
tantas ni tan urgentes y los recursos disponibles serán, asimismo, mayores (Offe,
1990).
Por ello, las politicas públicas en tiempos de crisis basculan en una tensión inevi-
table, pues, por una parte, son más necesarias, ya que se incrementan las situaciones
de precariedad e insatisfacción y, por otra, plantean mayores dificultades desde el
punto de vista distributivo y de la acumulación. Por consiguiente, antes de elaborar
una determinada politica pública, tendremos que haber definido el modelo de creci-
miento a seguir que, bien puede estar basado en la desigualdad, en la acción igualita-
ria o en algún grado de solidaridad.
Así, pues, profundizar en las politicas públicas implica partir de un modelo de
crecimiento basado en la igualdad o, cuando menos, en la solidaridad. Pero como
estamos insertos en la lógica capitalista, es la mano del mercado la que ahoga esa
posibilidad y la limita sólo a unas politicas de mera protección social, que son las que
tenemos en nuestro país y en la Unión Europea (Censis, 1991).
Los conocidos fondos de cohesión o el objetivo de la cohesión social europea,
que han vertebrado y aún siguen vertebrando las politicas sociales de la Unión, lo
que persiguen es corregir las desigualdades económicas de las distintas regiones
que la constituyen hasta unos niveles que sean politica y socialmente aceptables.
Por tanto, el criterio que rige es, sencillamente, el ajuste, la compensación, el
reequilibrio... ¡pero inserto en el modelo de crecimiento basado en la desigualdad!
o, dicho de otro modo, basado en el máximo respeto al principio de una economía
de mercado abierta y de libre competencia. Y la historia nos demuestra que la
dinámica del mercado no sólo es productora, sino también reproductora de des-
igualdad cuando se parte de umbrales iniciales de riqueza y de potenciales tan
diferentes.
En consecuencia, es la naturaleza del modelo de crecimiento elegido lo que deter-
mina el alcance y las posibilidades mismas de unas determinadas politicas públicas.
Pues bien, en este marco es en el que nos planteamos qué papel corresponde jugar a la
Psicología Social y a los psicólogos sociales. A nuestro modo de ver, el papel más
satisfactorio a seguir sería aquel que permitiera, por una parte, el avance en el cono-
cimiento y comprehensión de los problemas sociales desde una perspectiva crítica y
realista y, por otra, la introducción de elementos de razón y de solidaridad que ayuda-
ra a los politicos y técnicos en el proceso de elaboración y aplicación de las politicas
públicas orientadas a resolverlos.
EL MARCO INSTITUCIONAL
Una de las formas en que podemos articular nuestra aportación es analizando los
procesos psicosociales que subyacen en las Administraciones públicas entendidas
como organizaciones, contexto en el que emergen y desde el que se desarrollan las
politicas públicas (Fry, 1989).
454 Psicologla Social Aplicada
Las interacciones que se dan entre los individuos, los grupos y las politicas públi-
cas que se elaboren y desarrollen para cubrir sus necesidades e incrementar el grado
de bienestar de las personas, se realizan a través de esas organizaciones e institucio-
nes y los avances que se han realizado desde el punto de vista tecnológico, han sido
posibles gracias a la existencia de éstas y de las organizaciones privadas; es decir,
gracias al desarrollo del modelo de organización. La sociedad actual, tal como la
conocemos, es también un producto de ellas. Y nosotros mismos, como individuos,
construimos la realidad intentando, consciente o inconscientemente, adaptarnos a sus
exigencias.
Las organizaciones -públicas y privadas~ suponen el contexto más amplio e
importante para el trabajo de los psicólogos sociales aplicados. Por otra parte, como
ya hemos dicho, las personas han estructurado sus estilos de vida en función de las
organizaciones en las que trabajan, descansan, se forman o se divierten.
Parece obvio que la función de los psicólogos sociales tendria que orientarse a
comprender y a mejorar el comportamiento de los individuos y de los grupos en esos
contextos, a fin de ayudarles a desarrollarse de un modo integral y efectivo, a través
de la potenciación de si mismos y de las politicas públicas que elaboren y pongan en
marcha las distintas Administraciones.
Hasta hoy la Psicología Social y la Psicología de las Organizaciones se han desarrolla-
do de un modo bastante índependiente, dándose la espalda a pesar de su potencial
campo de relaciones; tampoco la Psicología Social ha estado muy presente en el desarrollo
y avances que se están produciendo en la Administración pública. A nuestro juicio,
sin embargo, existen cuando menos tres zonas intersticiales entre las tres: modelos
conceptuales, métodos de investigación y aplicación y utilización de esos conoci-
mientos.
Todos los posibles enfoques desde los que pueden abordarse las politicas públi-
cas forman parte de un polémico intento de diagnóstico de los problemas de la socie-
dad actual, que analizaremos, como es obvio, desde la perspectiva de la Psicología
Social en su versión, fundamentalmente, sociológica (Oskamp, 1987).
En este sentido, las politicas públicas en la actualidad son concebidas y aplicadas
desde una orientación esencialmente descentralízada, lo cual requiere un mayor gra-
do de flexibilidad en su elaboracíón e implementación (Inglehart, 1990), que les per-
mita incorporar el cambio cultural tan profundo y rápido que estamos viviendo y
desarrollar potentes estrategias de negociación para mantener unas adecuadas rela-
ciones con los múltiples actores implicados en sus diferentes roles y, por último, se
habrán de desarrollar desde una sensibilidad mucho más honesta y eficiente con el fin
de optimizar los recursos disponibles e incrementar el grado de credibilidad y de
confianza ante los ciudadanos.
De todos modos, son muchas las voces que han venido cuestionando la interven-
ción progresiva del Estado, quizás la más clara y contundente, como indica el profe-
sor Seoane (1995), haya sido Tocquevílle en su divulgada obra «La Democracia en
América», en la que ya, a mitad del siglo pasado, argumentaba en contra de la inter-
vención del Estado y a favor de la necesidad de fortalecer la sociedad civil en la
búsqueda de su bienestar a través de unas determinadas politicas públicas.
Psicología Social y po/fticas públicas 455
En nuestro pais;<por razones que ahora no vienen al caso, los estudios sobre Adminis-
tración pública se han caracterizado por su preocupación básicamente juridica y pre-
supuestaria. Los aspectos relativos al desarrollo del potencial humano y de la organi-
zación han sido ampliamente olvidados y tan sólo se han considerado en momentos
críticos, para resolver problemas puntuales, y no desde un plan estratégico integral.
Esto hace que la Administración pública española sufra un déficit en su capacidad de
gestión para responder a los retos que conlleva el rápido crecimiento del número e
importancia de las politicas públicas que se desarrollan, máxime en unos momentos
en que se están llevando a cabo los procesos de integración en la Unión Europea y de
descentralización autonómica.
El progresivo incremento de los presupuestos y la falta de coordinación y racio-
nalización de las politicas públicas que se llevan a cabo en los distintos niveles de
la Administración del Estado, debieran ser razones suficientes para que se hiciera
un esfuerzo por lograr un mayor y más efectivo conocimiento de éstas e introdu-
cir como un componente esencial de análisis la dimensión psicosocial y técnica,
pues aunque a corto plazo el objetivo prioritario sea reducir el déficit público, apli-
cando una disciplina férrea, a medio y largo plazo sólo podrá mantenerse si se pres-
ta atención al desarrollo humano, profesional y técnico de los empleados públicos,
a fin de que puedan diseñar politicas públicas apropiadas y establecer criterios gene-
ralizados de eficacia y de eficiencia, tanto en el nivel estratégico como táctico y
operativo.
Sin embargo, no son ésas las únicas razones que avalan la importancia de analizar
los procesos organizativos que, desde el punto de vista humano, se siguen en la elabo-
ración y puesta en marcha de las politicas públicas. La capacidad de desarrollo y de
crecimiento de un pais radica, esencialmente, en el grado de efectividad, agilidad y
competencia de su Administración y de las politicas públicas que impulsa, que habrán
de transformarse en un instrumento de apoyo, de estímulo y de potenciación de los
proyectos de los ciudadanos, de las organizaciones e instituciones y de la sociedad
(Rodríguez, 1994).
Nuestro objetivo, por tanto, no se restringirá a describir las técnicas más utiliza-
das para alcanzar un mayor grado de conocimiento sobre este fenómeno (diagnóstico,
intervención-evaluación), sino que estará orientado a reflexionar, desde una perspec-
tiva crítica, sobre los soportes estructurales-organizativos existentes en el modelo de
organización vigente y analizar los condicionamientos que este modelo impone desde
el punto de vista del comportamiento humano en el proceso de elaboración y desarro-
110 de las politicas públicas.
Una Administración pública, rígidamente jerarquizada y proclive al secretismo y
al misterio de sus razones, excesivamente politizada, con un estrecho margen para
exigir responsabilidades a autoridades y empleados, con un sentido exclusivista de lo
que pueda ser el interés público y, además, poco respetuosa con el ciudadano a quien
dice servir, lenta, desmotivada y anclada en la tradicional cultura funcionarial, no
sólo no podrá ser el motor de cambio que necesita nuestro país para que el proceso de
Psicofogla Social y pol/licas públicas 457
convergencia se realice en algún momento de forma satisfactoria, sino que será una
barrera persistente para que tal proceso pueda llevarse a cabo (Rodriguez, 1995).
La Administración española, vano es decirlo, no es, precisamente, un modelo de
«inteligencia creadora e innovadora». Y esto no es sólo, ni esencialmente, un proble-
ma de personas, sino, ante todo, de modelo institucional. Las personas que integran
los grandes cuerpos de la Administración pública, en su gran mayoria, han demostra-
do ser capaces y competentes, reflexivas y críticas. Pero, como indica el profesor
Ariño, <dos vicios del sistema son siempre superiores a la virtud de los hombres que 10
practican» (Ariño, 1982, p. 54).
El sistema de méritos, basado en el modelo weberiano de burocracia y en los
principios que de él se derivan, ha sido el sistema que se ha seguido en la mayoria de
las democracias occidentales para proveer de plazas a sus respectivas Administracio-
nes. y estamos comprobando desde hace tiempo que este sistema no es el más ade-
cuado para resolver los problemas que presenta el mundo actual, ya que potencia
valores y claves culturales de otros tiempos, reforzados y mantenidos por un corpora-
tivismo funcionarial y sindical, asi como por un cierto sectarismo politico que, en
modo alguno, ayudan a introducir las claves de cambio y de innovación que posibili-
ten las reformas necesarias que exige la Administración en el momento actual.
Asi pues, el funcionario de habilitación nacional responde a una concepción cen-
tralista de la Administración y su vinculación al centro politico-administrativo es más
fuerte que a la comunidad local donde presta sus servicios.
Este modelo de funcionario y de socialización funcionarial implica otorgar una
primacia total a los criterios de legalidad frente a los de eficacia y eficiencia. Ello ha
permitido que el sistema de personal se haya convertido en uno de los elementos más
rigidos y menos versátiles de la Administración, en unos momentos de rápidos y
profundos cambios, que exigen una gran capacidad de adaptación.
para que la selección que se haga y los recursos humanos que introduzcamos sean
realmente efectivos.
Por último, el entorno económico; es decir, el estado de salud y de pujanza de la
economia constituyen, junto con el componente humano, los principales inputs del
sector público en cualquier sociedad. Por tanto, su influencia es decisiva tanto en el
proceso de elaboración como en el proceso de gestión, sobre todo en unos momentos
tan cambiantes y cargados de tanta incertidumbre como los que estamos viviendo.
En suma, el entorno general en el que emergen y se desarrollan las políticas públi-
cas reviste una gran importancia, es turbulento, en proceso de cambio continuo y
constituido por múltiples factores interdependientes. Todo ello supone que sea muy
dificil hacer predicciones sobre ellas y, más aún, sobre sus logros.
Nuestro pais ha sufrido fuertes y profundos cambios en las tres últimas décadas,
que han afectado, sin duda, al entorno donde se han desarrollado las políticas públi-
cas. A pesar de ello, la forma de organización dominante en el sector público y, por
tanto, el modelo que le sirve de soporte sigue siendo el burocrático, si bien, debido a
las presiones del entorno, las estructuras de esas organizaciones han tenido que ha-
cerse más flexibles y descentralizadas.
La estructura burocrática le da estabilidad, seguridad y orden a las instituciones
públicas y la mayor flexibilidad y descentralización que han tenido que adoptar les
permiten afrontar de un modo más eficaz los rápidos cambios provenientes del entor-
no, sin llegar a transformar esas estructuras burocráticas en orgánicas, pues las insti-
tuciones resultantes, aunque pueden llegar a ser más adaptativas, son mucho más
dificiles de controlar, de coordinar y de dirigir.
A pesar de la importancia del entorno general en el proceso de elaboración y
desarrollo de las políticas públicas, es menos importante que el entorno específico,
por cuanto la influencia de éste es directa y, además, viene contaminado por múltiples
adherencias del entorno general.
Toda política pública emerge, se desarrolla y, en su caso, opera en un entorno
específico constituido por individuos, grupos, instituciones y organizaciones con las
que interactúa directamente. A su vez, dicho entorno va a estar influido, en alguna
medida, por el impulso y dinaminación que se derive de su aplicación sobre los colec-
tivos y agentes a quienes vaya dirigida.
En tal sentido, el entorno específico en el que se contextualízan las políticas pú-
blicas incluye individuos, grupos, instituciones y organizaciones que son considera-
dos, bien como aliados, como competidores y/o como detractores. Lógicamente, de-
pendiendo del tipo de política de que se trate, el entorno específico puede incluir
individuos, grupos, colectivos, instituciones y organizaciones de naturaleza e intere-
ses muy variados. El entorno especifico desde el que emergen las políticas públicas
es, ante todo, fuente de demandas de recursos, de servicios y de bienestar, pero tales
demandas habrán de ser consideradas en el marco del entorno general.
Aunque no existe un consenso unánime entre los autores en cuanto a la identifica-
ción de las principales dimensiones que constituyen el entorno específico donde se
gestan las políticas públicas, las cinco siguientes parecen tener, a nuestro juicio, sufi-
ciente peso.
Psicologfa Social y políticas públicas 461
La primera dimensión está constituida por un continuo, cuyos polos están repre-
sentados por la estabilidad y el cambio. En este sentido, las políticas públicas emer-
gen y se desarrollan en un entorno especifico relativamente estable y cambiante a la
vez. La estabilidad se la da el Estado democrático y el afianzamiento y consolidación
de las instituciones políticas, económicas y sociales que se han ido vertebrando en su
seno. El cambio se produce por el sistema de alternancia política.
Las estrategias y tácticas que habitualmente se ponen en marcha para llevar
a cabo esas políticas, a veces exigen el rediseño o modificación de la estructura, lo
cual suele plantear dificultades por la rigidez de dicha estructura y por los vicios
culturales existentes que imposibilitan introducir cambios de estructura tendentes
al logro de una mayor flexibilidad y adaptación a los cambios provenientes de sus
entornos.
La segunda dimensión está constituida por un continuo también, cuyos polos es-
tán representados por la homogeneidad-heterogeneidad. Las Administraciones públí-
cas, por su propia naturaleza, comparten características de todo el continuo, pues al
mismo tiempo que en todas ellas se asume su misión de servicio a la sociedad, cada
una lo hace desde sectores de actividad distintos, desde estructuras organizativas muy
variadas, desde unas tecnologias y claves culturales muy diversas. De otro lado, en la
gestación, elaboración, aplicación y desarrollo de las políticas públicas participan,
directa o indirectamente, un amplio número de colectivos en interacción constante,
con intereses y aspiraciones muy variadas, que hacen necesario considerarlas, asimis-
mo, en esa doble vertiente del continuo.
La tercera dimensión está representada por los polos cerrado-abierto. Aún a ries-
go de ser dogmáticos, hemos de decir que ninguna política «hic et nunc» puede desa-
rrollarse en un sistema cerrado, autónomo e independiente. Las políticas, ya sean
públicas o prívadas, nacen y se desarrollan en sistemas abiertos e interdependientes.
Por ello, una de las caracteristicas que definen a las políticas públícas actuales es la
flexibilidad tanto en relación con sus objetivos como en relación con las estructuras
que les sirven de soportes para su implantación, de tal manera que se les permita
considerar e introducir en su caso los mecanismos necesarios para afrontar los cam-
bios con los mínimos costes posibles.
Tal flexibilídad les permitirá atender nuevas necesidades y prestar nuevos servi-
cios sin incrementar o con incrementos minimos de personal. Ello requiere, como es
obvio, una co-responsabilización por parte de los empleados públícos y de los sindi-
catos que los representan con la Administración.
La cuarta dimensión está representada por los polos abundancia-escasez. ¿Qué
significa esto?, pues que la Administración ha de estar preparada para desenvolverse
de forma adecuada, tanto en momentos de bonanza como de precariedad. Y estos
ciclos suelen afectar, esencialmente, al personal más débil: interinos y contratados.
De ahí la importancia de unas estructuras flexibles, que permitan el reciclaje del
personal excedente y su reincorporación a otros servicios o unidades que lo necesiten.
Por últímo, la quinta dímensión estaría representada por los polos apoyo-hostili-
dad. En tal sentido, una política que esté sometida y acuciada por presiones hostiles
de su propio entorno, dificilmente podrá lograr sus objetivos de forma eficaz, pues
464 Ps/cologla Soc/al Aplicada
te-, siendo esta última metáfora la que de mejor forma representa al conjunto de
organizaciones que configuran las Administraciones públicas en la actualidad.
Hasta ahora ha habido un ingenuo interés en concebir las organizaciones que
constituyen la Administración como un macrosistema estable, homogéneo, controla-
ble y con unas metas únicas y explícitas. Sólo han preocupado los resultados, igno-
rando los procesos donde se articulan y negocian las distintas versiones de la realidad
administrativa por parte de los diversos actores internos y externos, directos e indi-
rectos.
Este proceso de negociación, articulación e integración de intereses lo llevan a
cabo personas. Por tanto, en la medida en que tales personas sean más competentes,
ágiles y efectivas, antes alcanzarán acuerdos y pondrán en marcha las acciones co-
rrespondientes, generando con ello menores costes para el sistema y optimizando, en
consecuencia, los recursos disponibles.
Por todo ello, en la actualidad, los Recursos Humanos en las organizaciones, pú-
blicas y privadas, no hemos de contemplarlos, ni como un mero conjunto de técnicas
formales de análisis y/o de intervención, ni como la solución a los problemas compor-
tamentales que, de una forma puntual, se presentan en las organizaciones. Antes al
contrario, los Recursos Humanos han de considerarse como los elementos introducto-
res de razón en el sistema, posibilitadores del cambio y potenciadores de una nueva
cultura.
Todo ello tiene una gran utilidad democrática y una profunda legitimación social,
por lo que ha de contemplarse en el plan estratégico de esas organizaciones y en su
propia filosofía, a fin de que permeabilice y atraviese, a modo de clave cultural bási-
ca, todo el sistema.
La misión en las organizaciones públicas está habitualmente determinada por la
legislación y por los políticos, democráticamente elegidos. Y tanto la legislación como
la clase politica suelen plantear las metas con un carácter vago y ambiguo, por la
sencilla razón de que tanto la aprobación de una ley como el comportamiento político
en las organizaciones e instituciones públicas requiere de coaliciones y apoyos, cuyos
intereses han de considerarse necesariamente. Esta situación de compromisos cons-
tantes hace que las metas hayan de ser vagas y ambiguas, a fin de que quepan en ellas
intereses y aspiraciones muy diversas.
Por consiguiente, las metas, con independencia de que sean múltiples, vagas,
ambiguas y complejas, tienen un carácter relativo y esencialmente simbólico. De to-
dos modos, el que las metas sean múltiples no significa que no puedan lograrse los
niveles de eficacia y de eficiencia que se consiguen en organizaciones con una sola
meta, más bien suele suceder lo contrario (Etzioni, 1968).
De otra parte, desde la racionalidad de la teoría burocrática, se asume que las
organizaciones tienen metas operativas claras que guian su comportamiento, asi
como el de sus miembros en el desempeño de sus roles (Simon, 1977). Pero, de
hecho, no es asi. Por ello, al no existir unas metas operativas claras, ni las orga-
nizaciones globalmente consideradas ni los individuos podrán desempeñar sus ro-
les de forma adecuada, ya que carecen de la guía que les proporcionarían tales
metas.
Psicología Social y políticas públicas 465
como los progresivos cambios del entorno, los fenómenos que nos llevan a seguir tal
orientación.
De otro lado, es dificil evaluar la eficiencia en muchas de las organizaciones que
constituyen la Administración, pues ésta se mide a partir de la ratio inputs-outputs,
pero cuando los outputs no pueden ser identificados o atribuidos a una organización
específica o cuando éstos se ven interferidos por intereses políticos, la medida de
eficiencia se torna extremadamente subjetiva, máxime cuando los outputs que produ-
cen son de carácter intangible.
Estos problemas de tipo metodológico, sin embargo, no justifican que debamos
olvidarnos de la eficacia y de la eficiencia en las organizaciones públicas, sino que
habremos de abordarlos de forma diferente y con criterios distintos a los que, de
modo habitual, se emplean en las organizaciones privadas.
Habrá que seguir planteándose, por tanto, como objetivo básico, aunque no exclu-
sivo, la eficiencia, si pretendemos mantener e incrementar el amplío abanico de pres-
taciones sociales y de servicios públicos que actualmente ofertan las Administracio-
nes públicas como respuesta a las demandas cada vez mayores de los ciudadanos,
máxime en unos momentos de recesión económica y del consiguiente control del
gasto público.
Por otra parte, la lógica por la que los recursos humanos crecen, siguiendo el
modelo incrementalista, es relativamente independiente de la fijación de unos objeti-
vos previos y de las necesidades de la propia organización. En este sentido, la política
de recursos humanos está más sensibilizada y presta mayor atención a los procedi-
mientos juridico-administrativos que a los cambios que se producen en el entorno.
Sin embargo, cuando llega la crisis, a comienzos de los años setenta, y más tarde,
a principios de los noventa, las estrategias incrementales presupuestarias sufren una
quiebra importante y se inicia un periodo de inestabilidad. Pero en todo caso, no se
adoptan unas políticas y unos objetivos acordes con la situación de retraimiento, sim-
plemente la Administración se endeuda; es decir, se prefieren hipotecas futuras antes
que racionalízar los recursos y el nivel de prestaciones y de servicios que se ofrecen.
Lo esencial, a nuestro juicio, es que en la Administración pública, desde sus
distintos niveles, se ha de alcanzar una mayor optimización de los recursos disponi-
bles y un incremento de valor en la relación que se da entre procedimientos, controles
y resultados. Y ello habrán de realizarlo los empleados públicos en todos y cada uno
de los niveles y/o áreas funcionales donde desarrollen su actividad. Por consiguiente,
es necesario hacer unos adecuados procesos de reclutamiento, de selección y de inte-
gración, lo cual no siempre es fácil llevar a cabo de forma satisfactoria, al existir
tantos intereses encontrados y de tan distinta procedencia (Castillo, 1993).
Los Recursos Humanos no pueden disociarse de las metas ni de las caracteristicas
de la organización de que se trate (Metcalfe y Mayne, 1990). En las Corporaciones
Locales de reducido tamaño o en las pequeñas empresas, en concreto, la cantidad y
calidad de los Recursos Humanos dependerá del grado de diferenciación de la estruc-
tura. De tal manera que, en la medida que desciende el tamaño de los municipios o de
las empresas, los recursos disponibles son más escasos, la dispersión es mayor y el
personal está menos diferenciado. En la medida que van siendo mayores, se incre-
Psicología Social y políticas públicas 467
EL REDISEÑO DE ESTRATEGIAS
Existe un amplio consenso entre los autores al considerar el alto grado de compleji-
dad y diversidad de las Administraciones públicas actuales (Metcalfe, 1993), debido
a los factores de incertidumbre e interdependencia, diversidad e inestabilidad a los
que están sometidas que, obviamente, no se puede afrontar desde un único modelo
organizativo (racional-legal) y desde una única lógica de funcionamiento interno de
carácter garantista, sino desde modelos más dúctiles y de carácter sectorializado (po-
licy networks) como sugieren, entre otros, Dowding (1995) o Jordana (1995).
En un contexto de relativa incertidumbre e inestabilidad en el que se elaboran las
políticas públicas, se requiere la capacidad de redefinir objetivos, adaptar programas
de forma permanente, reajustar politicas, y ello requiere identificar nuevos problemas
o redefinirlos en términos actuales, elaborar o formular estrategias sectoriales para
solucionar esos nuevos problemas identificados y adoptar estructuras adecuadas tan-
to en la organización como en la red de organizaciones que constituyen la Adminis-
tración pública. De este modo se podrá responder a las múltiples presiones que se
presenten, se dispondrá de la suficiente flexibilidad a la hora de afrontar los cambios
y todos estarán dispuestos para trabajar de forma cooperativa con el resto de las
organizaciones que constituyen la Administración (Leeuw, Rist et al., 1994).
La Administración pública española, en concreto, desde hace algo más de dos
décadas, ha dejado de desarrollarse en un sistema racional cerrado para hacerlo en un
sistema racional abierto, dándose la paradoja que aunque se nos presente como una
macro-organización muy estructurada y rígidamente organizada y jerarquizada, en
realidad funciona como un sistema de redes organizacionales débilmente acoplado
(Weick, 1976).
Esta paradoja o dualidad entre estructura formal-funcionamiento real, sin embar-
go, más que como una disfunción, hay que contemplarla en sentido constructivo, pues
es lo que hace que la Administración pública, a pesar de todo, funcione (Zan,1989).
468 Psicología Social Aplicada
Esto es asi porque si, por ejemplo, la Administración pública estuviera regida sólo
por el valor instrumental de la eficiencia, entonces se habría sustituido la democracia
por una oligarquía, apoyada en sus propios valores de eficiencia (Murillo, 1972).
En el fondo de esta cuestión subyace un problema de poder y de legitimidad de la
dominación política entre los dos componentes esenciales de la Administración, el
político y el técnico, que habrán de articularse mediante adecuados mecanismos de
negociación, porque ni lo político es sólo irracional, ideológico y mero compromiso,
ni lo técnico es sólo racional, neutro y aséptico, como ya pusiera de manifiesto hace
ya varias décadas la escuela institucional (Selznick,1949).
En consecuencia, hay que pensar en un margen de maniobra que permita la nego-
ciación, el consenso y el entendimiento en el marco del contexto de socialización que
ambos comparten y desde el que pueda crearse un ethos que sirva de guia a ese
proceso.
ser social, con propósitos, con metas, con expectativas, con intereses, con capacida-
des, con compromisos que, habitualmente, realiza sus actividades en interacción con
otras personas diferentes, en situaciones complejas y cambiantes, sometidos a unas
exigencias que, a veces, no comparten, y requeridos a lograr unas metas cuya finali-
dad, a menudo, desconocen y con las que no están vinculados.
Hemos de conocer mejor cómo acceden las personas a las organizaciones públi-
cas, en qué estructura se insertan, a través de qué procesos psicológicos y sociales
desarrollan sus actividades, en qué medida se adecuan tales procesos a las necesida-
des de tales organizaciones y a las de los individuos, en qué grado coadyuvan al logro
de las metas, y cuál es el grado de satisfacción y de crecimiento personal que obtienen
con ello, cuáles son las claves culturales de los funcionarios y de los trabajadores en
general, el ethos que guía sus acciones e interacciones, cuál es el grado de implica-
ción y de compromiso para incardinar sus intereses y aspiraciones con las metas de la
organización y con el mejoramiento de nuestra sociedad.
En suma, en qué medida podemos ofrecer pautas de comportamiento desde el
nivel individual, grupal y sistémico, orientadas a la eficacia y a la eficiencia, entendi-
das ambas en un sentido ético; es decir, con la finalidad de crear un modelo de orga-
nización más participativa, más ágil, más transparente y comprensible, tanto para los
propios funcionarios y empleados como para los ciudadanos en general, consideran-
do que con ello reforzamos nuestro sistema democrático y ayudamos al desarrollo y
vertebración del Estado y de la sociedad actual en su conjunto.
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ción Administrativa, núm. 200, pp. 7-42.
RODRIGUEZ, A. (Dir.) (1995). Los Recursos Humanos en las Administraciones públicas. Ma·
drid: Tecnos.
Esta obra, dirigida por el profesor Andrés Rodriguez, es el resultado de un debate
interdisciplinar entre los autores que participan en ella. Por tanto, se trata de una obra
en la que se articulan las diferentes perspectivas desde las que se han venido abordando
los Recursos Humanos en las Administraciones públicas: Derecho Administrativo, Ciencia
de la Administración, Economía y Psicología Social, con un énfasis en esta última.
Evaluación de programas
y Psicología Social
Introducción
Concepto y ámbitos de la evaluación de programas
La actividad evaluadora
Un ejemplo de actividad evaluadora: la sala de urgencias
Aportaciones reales y potenciales de la Psicología Social
a la evaluación de programas
Bibliografía
Lecturas complementarias
476 Psicologla Social Aplicada
INTRODUCCION
Para los dos autores de este capitulo la evaluacíón es un proceso ligado a la emi-
sión de juicios sobre el valor de un objeto determinado, por regla general, la eficacia
Evaluación de programas y Psicologfa Social 479
Los objetivos que persigue la evaluación de programas no coinciden en todo con los
de la investigación básica. La evaluación, además de estar interesada como aquella,
en aplicar procedimientos rigurosos para la obtención de información válida, tiene el
objetivo añadido de emitir un juicio sobre el mérito de lo que está siendo estudiado,
tema éste que es en principio ajeno a la investigación tradicional. Dicho de otra for-
ma, la evaluación exige la emisión de un juicio de valor, mientras que la investiga-
480 Psicologfa Social Aplicada
valor de las dos variables implicadas, en el ejemplo anterior el coste del pro-
grama y el coste de los accidentes. Medidas de resultado ligadas a los objeti-
vos del programa y orientadas al participante son, entre otras, el absentismo,
autoconcepto, actividades de integración, ajuste organizacional, y clima en el
ambiente de trabajo. .
d) Justicia penal. Los programas en este dominio están patrocinados por los de-
partamentos de policia, tribunales de justicia y prisiones. El objetivo es au-
mentar la adhesión a la leyes, .rehabilitar la conducta social, modificar las
vidas de convictos y personas proclives a la criminalidad, y favorecer la rela-
ción y comunicación (rapport) entre funcionarios de la administración de jus-
ticia e internos. Desde la perspectiva evaluativa sobresalen los programas de-
sarrollados en establecimientos residenciales y de seguridad, basadosen métodos
conductuales, así como los programas centrados en problemas de clientes (te-
rapia conductual individual, tratamiento de la integridad, entrenamiento en
habilidades sociales, programas conductuales cognitivos, -autocontrol, ins-
trucción, desempeño de roles, solución de problemas, desarrollo del razona-
miento moral,- y los programas multímodales en los que se combinan varios
procedimientos). Aunque se discute la efectividad de estos y otros programas
de justicia penal, una evaluación bien hecha garantiza la selección óptima de
los nuevas orientaciones y propuestas y un diseño mejor de los programas ya
existentes. Medidas de resultado ligadas a los objetivos del programa y orien-
tadas al participante son, entre otras, las recaídas o reingresos, inscripciones
de delitos, cambios de nivel de la conducta adaptativa, integración social y
conducta prosocial.
e) Programas comunitarios. Las comunidades locales patrocinan y financian una
amplia variedad de programas dispensadores de servicios. Los contribuyentes
necesitan saber que la asistencia destinada a una población objetivo realmente
llega a esa población, que se siguen las recomendaciones de seguridad, y que
la gente indigente o con necesidad es diagnostícada y tratada de manera con-
veniente. Mientras algunos programas son diseñados para mejorar las condiciones
de vida de individuos aislados necesitados (apoyo financiero, vivienda, reduc-
ción de impuestos), otros están dirigidos a prevenir futuros problemas (reduc-
ción del índice de criminalidad, reconocimiento y educación sanitaria, pre-
vención de enfermedades). Dentro de los programas implementados por las
comunidades locales para cumplir con los requisitos de una política de bienes-
tar social, exigen evaluación de su eficacia y efectividad los:
posibles intereses de los usuarios (lograr la acreditación, el titulo que faculta el ejerci-
cio de una profesión, el adiestramiento de habilidades especificas, la estimulación del
crecimiento intelectual y psicológico, el mantenimiento y/o crecimiento de la autoes-
tima, favorecimiento del cambio de posición, divertimiento) que pueden oscurecer
los efectos confesados de las intervenciones. Los programas vinculados con la des-
ventaja cultural, incluido el bienestar fisico y social, necesitan de un examen compa-
rativo transcultural y del consiguiente perfeccionamiento añadido en el área metodo-
lógica.
LA ACTIVIDAD EVALUADORA
Evaluación libre de objetivos ¿Cuáles son los efectos actuales del programa en los
clientes, independientemente de sus objetivos y de lo
que a ia plantilla le hubiera agradado aicanzar?
Evaluación de persona ¿En qué grado está cualificado el personal del programa
profesional o es efectivo en cumplimentar las tareas asignadas y
lograr sus objetivos individualizados?
Evaluación de la personalidad ¿Qué efectos tuvo el programa en términos de mejora de
los rasgos de personalidad de sus clientes?
Evaluación de la productividad ¿Cuáles son las actividades directas e indirectas del pro-
grama, ratios de casos (nuevos, resueltos, sin resolver,
etc.) y ratio total de casos por profesional?
Evaluación rápida ¿Cómo puede evaluarse tan rápidamente como sea posi-
ble y al coste mínimo el objeto de estudio de un pro-
grama?
Evaluación del seguimiento ¿Existen sistemas de control periódico sobre la marcha
de la intervención, información, utilización de recursos,
productividad del personal, y calidad del programa?
EvaluaCión de sistemas ¿Cuáles son las alternativas disponibles a un programa
y, dadas estas alternativas, cuál es la forma óptima de
implementarlo y ejecutarlo?
Indicadores sociales ¿Qué datos económicos y sociales (índices estadísticos
de salud, criminalidad, empleo, etc.) deben ser monito-
rizados para evaluar los impactos del programa?
Evaluación centrada en la ¿Qué información deseada por los que diseñan la polí-
utilización tica social, usuarios de la información, y grupos con in-
tereses en la evaluación, será utilizada para tomar de-
cisiones acerca del programa?
para evaluar de manera correcta el feedback de los programas sociales, han sido
subrayadas por Gilbert y cols (1975) y 8ennett y Lumsdaine (1975), respectivamente.
En el tercer ciclo de retroalimentación, el evaluador comprueba si el proceso
entero «planificación/acción/evaluacióo» conduce a una buena utilización de los re-
cursos y es, además de socialmente útil, económicamente rentable. Esto requiere el
análisis de un área compleja de problemas (producción, calidad, diseño, costes, satis-
facción de usuarios) y tomar decisiones después de haber contrastado la efectividad
del programa con la de otros que aplican, para alcanzar objetivos idénticos, métodos
y procedimientos diferentes.
Concluyendo, la evaluación tendría que inspeccionar, para ser completa, no sólo
si las actividades del programa están siendo desarrolladas tal y como fueron proyec-
tadas en un principio, sino también si produjeron los resultados deseados y el precio a
que se lograron. En rigor, no es una medida suficiente detectar si un programa ha
cumplido o no sus objetivos sociales. Hay que ir un poco más lejos y comparar su
coste con los de programas alternativos que hayan producido semejantes o parecidos
beneficios. Para paliar la falta de conocimiento comparativo de los beneficios y cos-
tes de los programas sociales, Rivlin (1971) aconseja diseñar las intervenciones de
forma que pueda obtenerse este conocimiento, o sea, con experimentos naturales o
experimentos sistemáticos con variaciones planificadas, y Wholey (1979) que se es-
pecifique, con detalle y sin ambigüedades, las medidas de ejecución del programa.
Incluso, cuando no es posible la investigación cientifica (estudios pre-experimenta-
les, cuasi-experimentales, observacionales), la evaluación, como proceso continuo
circular, suministra un inmediato y útil feedback que aumenta la certeza de si hay que
continuar con el apoyo económico prestado a un determinado programa.
Justificación de la investigación
El excesivo número de pacientes que concurren en las salas de urgencias de los hos-
pitales norteamericanos ha preocupado tradicionalmente a la administración y favo-
recido la investigación del acceso y uso de los servicios sanitarios. Este fenómeno
que, por supuesto, no es exclusivo de nuestra época, se ha visto, sin embargo, poten-
ciado en los últimos años por una serie de causas (Rebolloso, 1995) que han originado
que estas salas se hayan visto desbordadas y sea prácticamente imposible atender de
forma adecuada las demandas solicitadas.
En un llamativo artículo titulado «No se ponga enfermo en California» Bancroft
(1989) subraya la opinión generalizada de políticos, administradores y profesionales
de la salud de que el problema de la calidad y eficiencia de los servicios médicos,
incluida la sala de urgencias, se debe a la inestabilidad, irracionalidad y elevado costo
del sistema asistencial vigente. Y dentro de este debate el Colegio Oficial de Médicos
de Urgencia advierte (ref. Baker, 1990) que de mantenerse la actual estructura, la
masificación de las salas de urgencias podría amenazar muy seriamente el futuro del
sistema hospitalario del país. En el condado de Los Angeles ha exacerbado la situa-
ción el cierre de 10 hospitales de los 23 que constituyen el Sistema de Trauma y el
crecimiento paulatino de los pacientes sin seguro médico.
En breve, la sobrecarga de las salas de urgencia podría colapsar las consultas
médicas debido a dos hechos simultáneos de signo contrario: el aumento del número
de personas que acuden a ellas en busca de una atención médica necesaria y la dismi-
nución creciente de los profesionales encargados de suministrarla. Cuando la sinto-
matologia no es grave, la masificación produce siempre el mismo efecto: largos tiem-
pos de espera y un contingente cada vez mayor de pacientes que abandonan las salas
de urgencia sin revisión médica. Siendo esto así, tiene sentido preguntarse cuáles son
los factores que motivan la decisión de abandonar la sala de urgencia y qué rol podria
jugar la administración en una posible modificación o remodelación del actual siste-
ma de provisión de servicios sanitarios.
La consulta estuvo motivada por la relación del tema del acceso con el del abandono
de las salas de urgencia. Según las pruebas encontradas, existen tres explicaciones
diferentes del bajo uso de los servicios de salud (ver Dutton, 1978): la económica o
financiera, la de la cultura de la pobreza, y la de las barreras del sistema.
OBJETIVOS
La oferta evaluativa fue elaborada por un equipo del Centro Médico del Hospital
Harbor-UCLA (CMHHU) de la ciudad de Los Angeles (California, Estados Unidos).
El proyecto se ajustó en todo a los objetivos generales de un programa de más largo
alcance, <dos pacientes que abandonan la sala de urgencias sin ser vistos por el médí-
co: impacto sobre la salud e implicaciones en el acceso a la asistencia sanitaria»,
diseñado y financiado conjuntamente por la «Southern California Health Policy Re-
494 Psicología Social Aplicada
MODELO DE INVESTIGACIÓN
De acuerdo con los postulados de una perspectiva comunitaria, el equipo del CMHHU
mostró insatisfacción con el enfoque médico clásico y un descontento especial con la
gestión y situación político/administrativa que atravesaba la asistencia hospitalaria.
En consecuencia, afloró la necesidad de incluir, como variables básicas de un supues-
to modelo, las creencias, actitudes y valores que dan cuenta de gran parte de la varia-
bilidad del comportamiento ante la salud y enfermedad. El marco conceptual que
orientara el esfuerzo evaluativo tendría que verse como una tentativa de hacer avan-
zar el conocimiento mediante el refinamiento de las teorías y medidas generalmente
utilizadas para dar cuenta del porqué algunos pacientes abandonan las salas de urgen-
cias sin ser vistos por el médico.
En nuestro caso el examen de las relaciones entre las variables individuales y el
uso de los servicios médicos (visita médica) integró varias líneas de investigación
reveladoras de la importancia central de los factores psicológicos y sociales en la
ejecución de la conducta preventivo/sanitaria. En efecto, para el primer autor (res-
ponsable técnico del equipo investigador del CMHHU), la conducta de hacerse ver
por el médico podría efectuarse en principio, bajo las dos condiciones especiales que
presenta el paradigma de creencia sanitaria (Rosenstock, 1966, 1974): primero, cuan-
do el sujeto crea que los síntomas que percibe son amenazantes y, segundo, cuando
crea asimismo que la conducta a realizar va a ser efectiva en la eliminación o reduc-
ción de esa amenaza. Dicho de otro modo, los pacientes buscarán tratamiento depen-
diendo de la cantidad de amenaza percibida y del grado en que admitan que su con-
ducta es efectiva.
Ahora bien, nuestra hipótesis es que estas dos creencias fundamentales podrían
estar mediadas por el locus de control, la evaluación de los síntomas, los beneficios
percibidos de la visita, y el valor asignado a la salud, además de las variables econó-
micas, demográficas, organísmicas, experiencia pasada con los síntomas, y el grado
de apoyo social o red social con que cuente el sujeto. Se asume (Rebolloso, 1995) que
el valor asignado a la salud modula al resto de las variables endógenas del modelo
(locus de control, gravedad de síntomas y beneficios de la vísita), siguiéndole ellocus
de control que influye en todas las demás, excepto en el valor de la salud, y la grave-
dad de síntomas que afecta individualmente a los beneficios de la visita. Las variables
exógenas de sujeto y el apoyo social se han añadido para especificar un modelo más
Evaluación de programas y Psicología Social 495
Metodología
INSTRUMENTOS
Los dos cuestionarios utilizados fueron sometidos en varias ocasiones a revisiones
para mejorar su efectividad y minimizar el esfuerzo de plantilla y pacientes. El prime-
ro tuvo como objetivo recoger datos de la utilización de los servicios médicos y pro-
porcionar información prospectiva de los pacientes que abandonan la sala de urgen-
cias. La versión final del instrumento fue una adaptación que hizo el equipo de la
escala MOSSF (Stewart y col s., 1988). El segundo trató de evaluar las razones dadas
por los pacientes del abandono de la sala de urgencias, los intentos de conseguir en
otro lugar el cuidado médico, dificultades halladas en estas tentativas, y el seguimien-
to del estado de salud usando una escala de valoración idéntica a la del primer cues-
tionario. La sección última presentó una versión modificada de las subescalas de
autocontroJ y de control médico de la escala de Locus de control de Lau y Ware
(1981) Y cuatro ítems propuestos por Lau, Hartman y Ware (1986) para evaluar el
496 Psicología Social Aplicada
Procedimiento
CUESTIONES DE LA INVESTIGACIÓN
Consecuentes con el principio de que una evaluación diagnóstica requiere un nivel
aceptable de especificidad, el equipo del CMHHU llegó a la conclusión de que habia
que responder a preguntas enunciadas de acuerdo con los dos objetivos sectoriales de
la investigación. El procedimiento de fijar las cuestiones que iban a investigarse invo-
lucró una fase de valoración y solución previa de los problemas planteados por la
viabilidad de la proyectada investigación en cuatro áreas: 1) política (manifestación a
los responsables de la administración sanitaria y políticos de la utilidad del progra-
ma); 2) financiera (petición de ayuda económica de las dos instituciones antes men-
cionadas); 3) técnica (elaboración! desarrollo de los fundamentos teóricos y metodo-
lógicos de la investigación), y 4) práctica (formación de un equipo interdisciplinario
de investigadores, -médicos, sociólogos, psicólogos, estadísticos, asistentes socia-
les-, y de aprendizaje y entrenamiento de nuevos investigadores en las unidades de
investigación y de evaluación a tal efecto previstas en el Centro Médico).
RECOGIDA DE DA TOS
Dos fuentes alimentaron el proceso de recogida de información: las instituciones y
los cuestionarios. El calendario y secuencialización en la recogida institucional fue
el siguiente: a) consulta a la base de datos (búsqueda de literatura y material informa-
tivo); b) adquisición de material facilitado por fuentes gubernamentales, académicas
y empresariales; e) planificación del formato de los datos y consultas a la secciones
del Departamento de Conservación de Datos, y del Departamento de Economía y
Estadística); d) recogida de antecedentes clínicos en hospitales del condado que cola-
boraron en el estudio, y e) análisis e interpretación de datos (red PC SAS de la Uní-
versidad de VCLA).
Entre las variables «endógenas»: a) ellocus de control fue medido con la subes-
cala Auto Control (Self Control) de las Escalas de Locus de Control específico de la
Salud de Lau y Ware (1981); b) el valor asignado a la salud cuantificando los cuatro
items de la escala de Lau y cols, 1989); e) la evaluación de sintomas valorando varios
indicadores: limitaciones fisicas, -ADL (Duke University, 1978; Katz, 1983)-,
medidas emocionales o de depresión, -Escala de Depresión del Centro de Estudios
Epidemiológicos (CES-O, Radloff, 1977; Ross y Mirowsky, 1984)-, medidas del
cambio de salud y gravedad de la enfermedad (estimaciones de médicos yenferme-
ras), medidas de estrés psicológico y acontecimientos estresantes (utilizados como
indices de vulnerabilidad), y d) los beneficios percibidos de la visita, apreciando las
respuestas a ciertas preguntas del cuestionario.
SEGUNDA INVESTIGACiÓN
El modelo de AFC relacionó las variables manifiestas con los constructos hipotéticos,
reafirmando esta vez la validez de los resultados previos. Este hallazgo es indispensa-
Evaluación de programas y Psicolog{a Social 501
ble en nuestro estudio en cuanto que en el campo de los modelos estructurales con
variables latentes interesa saber si estas variables pueden interpretarse como causa-
das por las variables observadas.
La implicación más fuerte de la alternativa teórica formulada en este capitulo es
que permite aglutinar de forma armónica aportaciones importantes en el área de la
Psicología Social de la salud. Específicamente, representa una integración «razona-
ble» de algunas de las teorías psicosociales que han pretendido explicar y predecir la
conducta sanitaria. Tal es el caso de la primera variable endógena (amenaza de la
enfermedad) que está ampliamente aceptada en las teorías que hablan de «susceptibi-
lidad percibida» (Rosenstock, 1966; Becker, 1974), «amenaza percibida» (Janz y Becker,
1984), «riesgo de estar enfermo» (Baric, 1969), «estar asustado por los síntomas»
(Zola, 1973), o cuando simplemente se habla de «vulnerabilidad percibida» (Langlie,
1977). y el segundo componente endógeno (efectividad de la visita) se considera
teóricamente similar a la creencia de que la «conducta llevará a determinados resulta-
dos» (Fishbein y Ajzen, 1975; Ajzen y Fishbein, 1980), «es necesario evaluar los
planes de tratamiento» (Fabrega, 1973), «deben realizarse conductas para evitar la
ansiedad» (Kasl y Cobb, 1966) o «hay que tener en cuenta los beneficios percibidos
de la acciÓn» (Rosenstock, 1974; Becker, 1974).
y no sólo eso. Nuestro modelo supone un avance respecto a la anterior conceptua-
lización, al hacer uso por vez primera en la investigación de la sala de urgencias de
variables que habian sido utilizadas en el pasado al estudiar la conducta preventiva.
Un acontecimiento novedoso es el haber introducido el <<iocus de control» y el «valor
asignado a la salud», sosteniendo que las creencias en el locus de control deberian
mantener una estrecha correlación con la visita médica sólo en aquellos individuos
que tienen un gran aprecio por la salud y la valoran altamente. No se puede esperar
que el control de la salud lleve a la consulta médica para mantener un buen estado de
salud, si ésta no es un objeto de valor preferente. En palabras de Wallston y Wallston
(1980, p. 112): <<uo hay razón teórica para esperar que el locus de control pueda
predecir la conducta sanitaria a menos que se utilice en combinación con una medida
del valor asignado a la salud». Este valor de la salud había sido examinado por Ro-
senstock (ver Becker y cols, 1974 y 1977; Maiman y Becker, 1974) pero nunca some-
tido a prueba empírica (Lau y cols, 1989) y las pocas veces que la motivación de la
salud había sido medida e integrada con otras variables se había incluido aditiva y no
interactivamente (Maiman y cols, 1977) y referida de modo exclusivo a la conducta
preventiva (véase Taylor, 1986). Esto explica que nuestra hipótesis de trabajo haya
integrado estas dos variables esperando que sea una combinación de un alto valor de
salud y de creencias basadas en el locus de control los factores que, junto a la grave-
dad de los síntomas y de los beneficios esperados de la visita, determinen interactiva-
mente la permanencia de los pacientes en las salas de urgencias.
Otro aspecto teórico a destacar es la complementariedad de las investigaciones
dellocus de control y el apoyo social (Fischer, 1982), ya que una función del apoyo
social es afirmar el sentimiento de competencia (Wallston y cols, 1983), el cual puede
contribuir de varias maneras a favorecer los resultados sanitarios (Dean y Ensel, 1982;
House y cols., 1982; Turner, 1981). La hipótesis es que un alto sentido de control, ya
502 Psicología Social Aplicada
LIMITACIONES DE LA EVALUACIÓN
Pese a su rigor teórico y planificación metodológica, la actividad evaluadora tiene
algunas limitaciones que conviene especificar. La primera reside en el hecho de em-
plear información procedente de un solo hospital. En segundo lugar, está la evidencia
de que la utilización de las salas de urgencias varia de acuerdo con la estación del
año. Prueba de ello es que las afecciones comunes de tipo respiratorio ocurren usual-
mente en invierno, mientras que hay más accidentes y traumas en verano. Los casos y
la distribución de las quejas (prevalencia de las diferentes diagnosis) son variables y
se corre el riesgo de generalizar resultados recogidos en un corto periodo de tiempo.
Además, la generalización únicamente puede ser válida para aquellos sujetos con las
mismas caracteristicas que los que se inscribieron en el hospital Harbor-VCLA, que-
dando fuera los pacientes con sintomas menos graves que al ver la realidad hospitala-
ria abandonaron el centro. En tercer lugar, el seguimiento de los pacientes que acuden
a la sala de urgencias es dificil de controlar. Por ello que, si sucediera que los pacien-
tes no contactados durante el seguimiento son los que tienen peor prognosis, o los que
más problemas tienen cuando buscan cuidado, se introduciria un sesgo dificil de eli-
minar.
Desde la dimensión epistemológica, reconocemos la limitación que introduce el
enfoque de investigación utilizado. Asumimos que la especificación teórica es sólo
una de las posibles conceptualizaciones existentes que podrian utilizarse para expli-
car el fenómeno estudiado. Lo que hemos construido es una simple representación
que se aproxima lo suficiente a la realidad con propósitos prácticos. En lo que con-
cierne a la metodologia a emplear en una segunda fase para corroborar lo acertado de
nuestras suposiciones (ecuaciones estructurales), creemos que es la única posible,
dado que la investigación está orientada hacia la explicación y es bastante dificil la
Evaluación de programas y Psicologfa Social 503
ción. La distancia con respecto a los que recogen los datos puede entorpecer su explo-
tación posterior e influir negativamente en su validez. El evaluador externo puede
ser, en principio, más objetivo y exacto pero tiene menos conocimiento de la institu-
ción que el evaluador interno. Las soluciones a todos estos problemas vienen de la
mano de la Psicologia Social, que ha ideado técnicas para abordarlos en el ámbito de
los grupos y de las organizaciones.
Aunque estos dos aspectos a los que aluden Rogers y Prentice-Dunn (1982) son muy
diferentes, ambos coinciden en ser «intrinsecos» a los programas y en tener una relación
asimismo <<intrínseca» con la Psicologia Social. Lo primero, porque afectan a alguno
de sus constituyentes esenciales, tales como la elaboración del programa, su planifi-
cación o su puesta en práctica, entre otros. Lo segundo, porque se refieren a uno de
los problemas centrales de la Psicologia Social, por no decir el central, es decir, a las
formas de inserción del individuo en la sociedad. Las interacciones de los clientes con
los tratamientos del programa se producen porque éstos ponen en cuestión valores,
creencias, motivaciones y actitudes que aquéllos han ido acumulando a través de
múltiples experiencias sociales en las que han participado. Por otra parte, las relacio-
nes del evaluador principal con el resto de las personas involucradas en el programa
son de Índole típicamente grupal, con los consabidos problemas de interacción e identidad.
A nuestro juicio, la conclusión es clara. Si se pretende evitar que vayan aparecien-
do de forma periódica y exclusivamente a posteriori aspectos que demandan la cola-
boración dela Psicologia Social con la Evaluación de programas, resulta fundamental
replantear esta última como una actividad psicosocial, aceptando todas las implica-
ciones que dicho replanteamiento trae consigo. Como puntualizan Rogers y Prentice-
Dunn (1982, p. 163), de ello sólo podrían desprenderse beneficios tanto para la Eva-
luación de programas como para la propia Psicología Social.
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S08 Psicología Social Aplicada
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
FREEMAN, H. E. YSHERWOOO, C. C. (1981). Social research and social policy (ed. española),
Madrid: Tecnos, 1981.
Uno de los pocos libros clásicos en castellano imprescindible para situar los proce-
sos de investigación en el contexto de la política social. Util para acercar al evaluador
a las personas que ocupan posiciones en el desarrollo de la política pública e imple-
mentación de programas sociales, de manera que, con los medios y procedimientos
metodológicos a su alcance, puedan contribuir a la mejora de la política social.
Puesta a punto reciente del texto original del mismo nombre publicado en 1985
(hubo otro anterior con Sonia R. Wright en 1979) que presenta una visión científica de
la evaluación junto a la descripción de los diseños de investigación más frecuentemen-
te empleados en la determinación de la eficacia de los programas sociales. Favorece la
comprensión, la definición de conceptos claves y la abundancia de ilustraciones a lo
largo del texto.
Introducción
Psicología Social Aplicada o aplicaciones de la Psicología Social
Los debates sobre la aplicación de la Psicología Social
en América Latina
Conclusiones
Bibliografía
Lecturas complementarias
512 Psicología Social Aplicada
INTRODUCCION
Este capitulo tiene como objetivo elaborar una reflexión en torno a la categoria de
Psicologia Social Aplicada y la noción de intervención psicosocial. Para ello nos
proponemos hacer una elaboración de las formas en que las mismas se han construido
en la disciplina de la Psicalogia Social y haremos énfasis particular en los discursos
que sobre esta temática se producen en América Latina. Sostenemos que es necesario
estudiar las aplicaciones e innovaciones tecnológicas de una disciplina y sus dimen-
siones éticas como parte de sus ejes constituyentes sin que tenga explicitamente que
formularse y apellidar un campo adicional a la misma. Dicho planteamiento requiere
que ubiquemos este ámbito desde coordenadas más amplias que permitan situarlo en
el contexto de la investigación cientifica, en la especificidad de la Psicología Social y
finalmente en la experiencia investigativa de América Latina.
A partir de los supuestos que acabamos de proponer, examinaremos las foonas en que
se ha tratado el contexto dG aplicación de la Psicología Social en Latínoamérica a
partir de los discursos que formulan algunos de sus exponentes. Haremos especial
énfasis en la forma en que los mismos construyen la imagen de aplicación a este
espacio específico. Es necesario que señalemos que aunque hablamos de América
Latina, no pretendemos hacer una generalización de las formas particulares en que en
cada país, y dentro de los mismos en cada comunidad de científicos, se conforman
tales discursos. Más bien, hemos hecho una selección ----{;omo toda, arbitraria- de
aquellos que entretejen los contextos que nos permitan determinar, para delimitar, la
categoría que analizamos. Por otro lado, hacer una lectura de las producciones en
América Latina, y por supuesto el Caribe, supone situar en un espacio histórico ----{;ultural
y político- específico los modos de construir el trabajo en tomo a la Psicología
Social Aplicada.Las nociones de estado, nación, identidad, sujeto y subjetividad re-
quieren de una reconceptualización a la luz de los cambios que se producen actual-
mente en las formas de integración del capital a escala mundial; tarea que ha implica-
do el cuestionamiento de las formas de representación en los discursos de la modernidad,
de sus crisis y sus transformaciones. En cualquier caso lo que se pone de manifiesto
es la necesidad de actualización y explicitación de las discusíones y los «supuestos»
(Bateson, 1980) sobre los que se elaboran las unidades analíticas en las «aplícaciones
de la Psicología Socia!». Es decir, que es un ejercicio fundamental el que se examinen
tanto los cambios que se operan en la «arena socia!» como los que se dan en el interior
de las ciencias, sus «crisis» y reconfiguraciones.
El marco en el que se conforman las aplicaciones de la Psicología Social en Amé-
rica Latina está marcado en primer término por el fuerte impacto del corte neopositi-
vista de la psicología estadounidense. A su vez, la crisis que antes señalamos de este
modelo impacta las formulaciones de la Psicología Social y, como en las ciencias en
general, ha requerido de un lento proceso de reencauzamiento de los supuestos de
trabajo e investigación. No obstante, es claro que no es ya ésta la matriz dominante y
que se propone una Psicología Social, y por tanto sus aplicaciones, dentro de un
marco «crítico y plura!». Además, desde este contexto tampoco se pretende separar
campos que delimiten y generalicen psicologías sociales como latinoamericanas o
europeas. Lo que sí se puede analizar es la manera en que los psicólogos sociales,
518 Psicología Social Apficada
Lo antes planteado hace referencia a varias consideraciones que han sido analiza-
das por los autores antes mencionados quienes destacan tres posiciones y realizacio-
nes con respecto a estos planteamientos:
a) aquellos en los cuales se asume que la valide. externa de las teorías so-
ciopsicológicas está limitada, principalmente, al entorno cultural donde se pro-
ducen y, en consecuencia, la generalización de éstas a otros contextos requiere
replicar en los mismos las investigaciones fundamentales que los apoyan; b)
aquellos que tomando como hipótesis los hallazgos sociopsicológicos intentan
producir nuevos modelos relevantes a la realidad de América Latina; y e) aque-
llos que consideran que los hallazgos de la Psicologia Social pueden contribuir
a la solución de problemas sociales de diferentes contextos. La aplicación, en
este sentido, contribuiria a una prueba de la utilidad de dichos hallazgos.
«Asi, es una psicalogia que reconoce el carácter histórico de los fenómenos que
estudia (Montero, 1978; Martín-Baró, 1983; Jurema, 1985); que plantea una
apertura metodológica, en el sentido de aceptar métodos alternativos y una dife-
rente relación entre quien investiga y su objeto de investigación (Montero, 1984),
y rechaza el dominio absoluto del modelo de producción de conocimiento gene-
rado en el campo de las ciencias naturales, privilegiando la investigación en
ambientes naturales sobre la de laboratorio (Marin, 1978); que reconoce el ca-
rácter activo de los suj etos de investigación, productores de conocimientos, que
reconoce igualmente el carácter dinámico y dialéctico de la realidad social, y
por ende, de la condición relativa, temporal y especialmente del conocimiento
producido; que amplia su objeto de estudio, incluyendo el nivel psicológico de
fenómenos tales como la ideologia y la alienación, que admite el carácter sim-
bólico de la realidad expresado a través del lenguaje (Femández Christlieb,
1989), y que asume explícitamente su compromiso político y social. (Martín-
Baró, 1986, 1987).»
Frente a los planteamientos referidos por la citada autora, se presentan otros pun-
tos de vista desde los cuales se va a enfatizar en el carácter del conocimiento científi-
co en Psicalogia Social distanciando éste de la naturaleza de la acción aplicada; así
como también delimitando las áreas disciplinares y separando el conocimiento cien-
tífico, en Psicologia Social, del compromiso político. Los comentarios de Marin (1994,
pp. 28-29) al respecto, nos ofrecen una visión distinta:
Esta afirmación que no queda del todo clara es, sin embargo, interesante en la
medida en que podria señalar algo que no puede obviarse en la ciencia, que son las
especificidades históricas de sus saberes. Es evidente que no se trata de dicotomizar
uno u otro contexto, sino de saber establecer sus líneas de demarcación y sus puntos
de intersección. Esta referencia de Rodríguez nos sitúa a la vez en la discusión sobre
la actividad cientifica y profesional del psicólogo social que se ejemplifica, desde sus
ámbitos precisamente contradictorios, en la propuesta, que haremos nuestra, de cons-
titución de la Psicalogia Social en América Latina que hace Martín-Baró (1977, p. 12):
De otra parte, debemos señalar también que la propuesta que hace la Psicología
Social comunitaria en su critica a la psicologia como profesión y en su identificación
con los reclamos de los movimientos sociales en la década de los sesenta, es la de
dírígír su trabajo hacia comunidades e incidir directamente en sus conflictos a fin de
darles solución y promover la activación social. Es así como a partir de una cierta
convergencia de la Psicología Social y la Psicologia Clínica, se introduce el rol profe-
sional de la psicología en el ámbito comunitario (Marin, 1980; Brea y Correa, 1980).
Dentro del área de la Psicologia Social y comunitaria existen diversos plantea-
mientos sobre su conformación. Marín (1980) plantea que las corrientes predominan-
tes en Norteamérica, a partir de los años setenta, evolucionan en tres dimensiones: las
de la Psicología Social Aplicada en la cual los trabajos de investigación se llevan a
cabo en la comunidad y no en situaciones artificialmente creadas; los de la tecnología
social, la cual persigue entrenar a técnicos en estrategias de acciones aplicadas a las
necesidades de situaciones cotidianas y las de la Psicología Social comunitaria, basa-
da en el estudio de la interacción del individuo con el grupo, abarcando distintos
niveles hasta la participación en la sociedad. A este respecto, López (1992, pp. 109-
110) señala las contradicciones de esta Psicología Social comunitaria:
«en lo de 'útil' no se equivocan. Para eso quedan como testimonio los tropeles
de psicólogos que desarrollaron pruebas en la Segunda Guerra Mundial; los
facilitadores de grupo para la formación de líderes en los batallones de la Se-
gunda Guerra Mundial, la de Corea y la de Vietnam. También los que se hicie-
ron 'útiles' en Madison Avenue; en las campañas publicitarias y en las campa-
ñas electorales... Estos son aquellos que redujeron la complejidad y el antagonismo
a un problema de 'comunicación', de actitudes y de estilos, pensando que si
tratamos eventualmente nos pondremos felizmente de acuerdo... Esto no niega
que las resistencias a la dominación existan. Al contrario, pone de manifiesto
cuan extensas eran y son, al margen de lo que fueron las retóricas de cambio
social en las ciencias sociales»,
CONCLUSIONES
El proceso constructivo de una dísciplina está determinado por un doble vínculo, por
un lado va creando la especificidad de su objeto teórico, mostrando sus contornos y,
Problemas de aplicación e intervención en Psicología Social 525
por el otro, va confoimando un entretejido con otros contextos relacionales. Estos son
elementos que no están dados previamente, sino que van simultáneamente constru-
yendo los puntos de cierre de un campo que no son en ningún caso de clausura. En
este sentido, en primer término habria que examinar la relación de la Psicología So-
cial con otras disciplinas cuando pretendemos establecer un vinculo, que en primer
término no tenga que ser exclusivamente como principio causal. Asumiendo este ámbito,
proponemos entonces que esta relación no tenga exclusivamente que ser prueba, ilus-
tración o demostración de teorías, sino más bien el que la Psicologia Social y otras
ciencias puedan establecer un diálogo que pueda conformarse como tal en diversos
ámbitos. En cualquier caso, nos referimos en primer término a la consideración que
habria que plantear cuando relacionamos aplicaciones de una disciplina a otra, asu-
miendo en las primeras una cierta estructura de individualidad operatoria que a su vez
tiene asumido el supuesto de la «eficacia universal». Es decir, vinculamos posibilida-
des combinatorias que se confrontan una a la otra como si de categorías cerradas se
tratase. Estas reflexiones que parten de las interrogantes que surgen al examinar algu-
nas de las discusiones sobre Psicologia Social Aplicada en América Latina no preten-
den más que apuntar algunos elementos de las discusiones en las ciencias sociales y la
Psicología Social incorporándolas al contexto determinado de la Psicología Social
Aplicada. La formulación de la Psicología Social en sus aplicacíones tendría entonces
que considerar la distinción entre el contexto de acción, con sus expresiones ideológi-
cas y culturales, y la categoría científica a la que se refiere. Así nos preguntaríamos a
qué se refiere la Psicología Social de la salud, de la delincuencia, de la comunidad,
del deporte, cuando conforma sus significados, y en qué medída estos se correspon-
den con la consideración del objeto teórico de la disciplina. En todo caso, nos interesa
señalar que las aplicaciones de la Psicologia Social, y en este caso el orden de los
factores altera el producto, más que pensar en la Psicología Social Aplicada «a» sería
en primer término el análisis del ámbito de significación teórica de lo aplicado para
enfocar el análisis alrededor de elementos especificos para articular un problema
teórico o construir nuevos problemas en Psicología Social. En fin, se trata de articular
las respuestas también como preguntas.
SISLIOGRAFIA
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Los editores de este trabajo presentan trabajos para explicar la crisis de la Psicolo-
gía Social, sus posibles reorientaciones, el problema de la 'sociedad experimental' y la
consideración de nociones como ideología, lenguaje y comunicación en el campo de la
disciplina.
MARTiN-BARÓ, I. (1989). Sistema, grupo y poder. Psicología Social desde Centroamérica 1I,
El Salvador: UCA Edítores
PÁEZ, D. Y BLANCO, A. (Coord.). Psicología Social latinoamericana. Una visión crítica y plu-
ral. Anthropos, Núm 156, mayo 1994.
Psicología Social latinoamericana. Textos de la Historia Social del Pensamiento. Anthropos,
Suplementos, Núm. 44, junio 1994.
Círculos de reflexión latinoamericana en Ciencias Sociales. Cuestiones de teoría y método.
Anthropos, Suplementos, Núm. 45.
Los tres números dedicados a Latinoamérica presentan los trabajos de autores con
diversidad de supuestos en relación a la historia de la Psicología Social en América
Latina, su relación con el modelo norteamericano, sus debates en la construcción de la
especificidad, las investigaciones y críticas a las mismas, la dimensión política de la
disciplina, así como el estudio de la noción de poder en la misma. En estos trabajos, que
además hacen una reflexión sobre temas de las Ciencias Sociales en general, se puede
observar el modo en que los autores proponen el campo de la Psicología Social desde
su ubicación en diversos paradigmas de las ciencias contemporáneas.
INDICE ANALITICO
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530 Indica analítico