Diez Tesis Sobre Mundializacion
Diez Tesis Sobre Mundializacion
Diez Tesis Sobre Mundializacion
Esta situación no implica que el capitalismo “haya triunfado” ni que sea el mejor
sistema económico político y social posible. Muy por el contrario, el capitalismo
demuestra hasta la saciedad, y los hechos también lo corroboran, que fracasa
estrepitosamente cuando de lo que se trata es de asegurar el bienestar o la
supervivencia del conjunto de la humanidad. Más de mil millones de personas
viven por debajo del umbral de la pobreza, según datos de organismos
internacionales como el PNUD o el Banco Mundial. Y más de tres mil quinientos o
cuatro mil millones viven en situación de pobreza o subdesarrollo. Se argumenta,
por otra parte, que es imposible la generalización del patrón de desarrollo de los
países más ricos al conjunto del mundo, por cuanto tal desarrollo no seria
sostenible materialmente, dados sus efectos sobre los recursos no renovables y
su carácter destructivo del medio ambiente. Tal situación, por consiguiente, en
términos humanos globales, significa la realidad de un fracaso del capitalismo a
nivel general.
Esta recomendación no deja de ser, como tantas otras, ilusoria. El desarrollo del
capitalismo continuará tal y como ha venido produciéndose hasta hoy y extenderá
su modelo de industrialización a todos aquellos lugares en que resulte rentable,
tanto se deteriora como si no el medio ambiente. Lo cual permite prever colapsos
ecológicos ciertos en un futuro no muy lejano, a no ser que la ciencia y la técnica
modifiquen sustancialmente los patrones de conducta y de producción hasta hoy
utilizados.
Pero lo que cabe resaltar en este momento son los efectos generales del deterioro
del medio ambiente que no afectan a un país u otro, sino al conjunto del mundo.
Esto es una señal más de que la problemática presente ha dejado de ser nacional
y empieza a ser mundial.
Este proceso tiene que ver con la modificación del ámbito en el que se desarrolla
la competencia. La competencia es la forma específica que adoptan las relaciones
entre los diferentes capitalistas. Se produce en el mercado, entendido éste como
el lugar en el cual las mercancías se confrontan entre sí para obtener comprador.
De ahí que, tradicionalmente, la competencia haya adoptado la forma de
competencia en precios y calidades. Desde fines del siglo pasado, el ámbito
natural de la competencia es el mercado nacional. Fuera de sus límites se produce
la llamada competencia internacional, que de hecho no es competencia entre
naciones, sino competencia entre empresas situadas en diferentes Estados.
Por ello, a pesar de ser una tendencia vigorosa e inexorable, el mercado mundial
como lugar en el que se efectúa la competencia entre empresas mundiales se
encuentra aún en sus inicios. Hoy todavía se confunde el comercio entre
empresas con el comercio entre naciones y todavía se habla de comercio
internacional aunque sea en realidad comercio interempresaríal o, incluso,
íntraempresarial (entre unidades de una misma empresa multinacional en países
diferentes).
Ahora bien, mientras que el capital alcanza cuotas cada vez más altas de
movilidad internacional, la fuerza de trabajo continúa rígidamente fijada en sus
lugares de origen. Para evitar la libre movilidad de la fuerza de trabajo, que
significaría un inmenso movimiento migratorio sur-norte, los Estados del centro
acuden a medidas legislativo-represivas. Es el Estado el que frena y persigue
legalmente la emigración en sentido sur-norte, lo cual representa una clara
distorsión del principio de libre movilidad de los factores (por supuesto, algunos
autores neoclásicos han teorizado la no necesidad de esta libertad de movimiento
de los trabajadores).
Los Estados se debaten entre dos juegos de intereses: los intereses hegemónicos
de las fracciones de su capital “nacional” con intereses mundiales y los intereses
no hegemónicos, pero mayoritarios en número de personas afectadas (y, por
tanto, de votantes) de su capital "nacional" sin intereses exteriores. En este
sentido, los Estados desempeñan el papel de garantes de los intereses de las
fracciones del capital mundial con origen en su propio país, es decir, la
competencia a nivel mundial no actúa únicamente como competencia
interempresarial, sino que aparece sesgada por la actuación de los diferentes
Estados.
Esta primera función del Estado -proteger a sus empresas "multinacionales", si las
tiene, y si no las tiene, atraer a su país las de origen extranjero -, choca en
muchas ocasiones con las fracciones del capital "nacional" propiamente dicho
que se resisten más duramente al avance de la internacionalización. En muchos
casos, los Estados actúan en favor de los intereses de sus capitalistas "interiores",
en detrimento de los intereses del capital a nivel mundial, es decir, frenan o
distorsionan el necesario e inexorable proceso de mundialización económica, no
para defender a sus pueblos o asegurar la independencia y el bienestar interiores,
sino para consolidar fracciones del capital, que sin protección del Estado serían
borradas por la competencia de empresas de origen exterior.
Esta actitud choca con la tendencia profundo del sistema capitalista, que empuja
hacia la mundialización y surge así una curiosa contradicción, en la cual los
Estados “nacionales", cuya función es precisamente la de asegurar las óptimas
condiciones para la acumulación del capital, se convierten en obstáculos objetivos
de ella. Están pasando de ser los instrumentos de la expansión del capital a ser
obstáculos de la misma.
En este contexto, se ha producido otro fenómeno que marca con gran vigor la
época actual: la crisis de los Estados 'nacionales" viene acompañada de la
eclosión de los nacionalismos de "nación", no de Estado. Acontecimientos
recientes ponen de manifiesto este proceso. En primer lugar, el estallido de la ex
URSS en las múltiples naciones que la constituían y el aún pendiente de la
Federación Rusa. Con características fraguas, el que está en curso en la ex
Yugoslavia, con enfrentamientos étnicos que no se conocían desde hace
decenios. Pero no ocurre sólo en los antiguos países del ex "socialismo real".
Con mucha menor virulencia, pero con no menor firmeza de fondo, los fenómenos
nacionalistas también se producen en los países de Europa Occidental: en
Bélgica, entre valones y flamencos; en España, donde vascos, catalanes y
gallegos mantienen una reivindicación secular de independencia; en Francia
(vascos, corsos, bretones); en el Reino Unido (irlandeses del Norte, escoceses y,
en menor medida, los galeses); en Italia, con la eclosión de las ligas regionales. Y,
en sentido contrario, en Alemania vuelve a renacer la política pangermanista, que
pretende la reunificación en un solo Estado de todos los alemanes.
Son fenómenos al parecer inconexos, una muestra del mar de fondo que acude al
mundo y que se plantea precisamente cuando las condiciones para el desarrollo
de la mundialización económica ya se están imponiendo. Ante tal evolución de los
acontecimientos no cabe cerrar los ojos y "despreciarlos" como mero "folklore
localista". Se trata, por el contrario, del signo de nuestro tiempo que sólo los Esta'
los centrales y los habitantes de las naciones realmente represen alas por esos
Estados se niegan a reconocer.
Todo ello lleva hacia una nueva configuración del sistema capitalista mundial. El
sistema mantendrá su estructura centro-periferia. Pero esta estructura tiende a no
estar configurada por países, por Estados, sino por franjas de población, por
sectores de la sociedad, por clases sociales en definitiva, a nivel mundial, es decir,
diciéndolo de forma poco rigurosa: van a surgir centros en la periferia y periferias
en el centro. Actividades de tipo central se desarrollan en grandes urbes de la
periferia: en Sao Paulo, México o Buenos Aires, en Calcuta, El Cairo o Bangkok,
se desarrollan actividades económico - financieras del mismo tipo que las que se
efectúan en el centro del sistema.
Por el contrario, en los actuales países del centro, además de los inmigrantes del
sur, se está consolidando una amplia capa de la población que padece una
marginalidad semejante a la de los habitantes de los países de la periferia, en el
sentido de que han sido apartados de los circuitos de producción y consumo
propiamente capitalistas (pobreza, subsidios estatales, etcétera). Ambas
situaciones se dan en la realidad de nuestros días y tienden a acentuarse. Para
llegar a la culminación de la mundialización del sistema, el principal obstáculo es
hoy el Estado "nacional".