Pierre Vilar Recuerdos y Reflexiones Sobre El Oficio de Un Historiador
Pierre Vilar Recuerdos y Reflexiones Sobre El Oficio de Un Historiador
Pierre Vilar Recuerdos y Reflexiones Sobre El Oficio de Un Historiador
to. No creo haberlo hecho nunca para satisfacer al imaginario del mo-
mento.
Sin embargo, en 1956 estos chicos se dieron cuenta de que una re-
volución es una cosa seria, trágica, sangrienta, y no se impone sin lasti-
mar ciertos intereses y con frecuencia también a los hombres. Y
pronto dominó en ellos el reflejo del miedo. Richet y Furet llegaron a
decir, en una nueva obra sobre la Revolución Francesa, que este episo-
dio de la Historia de Francia, en el fondo más atroz que glorioso, ha-
bría podido evitarse. Es verdad que las guerras y las revoluciones "po-
drían evitarse" ...si los hombres fueran razonables. Lo triste es que no
lo son; en el sentido de que un interks amenazado rechaza por princi-
pio aquello que lo amenaza, antes de verse obligado a cederlo por un
acto de fuerza. La Revolución Francesa, explican Richet y Furet, em-
pezó bien y acabó mal. En un momento dado de su recorrido, "derra-
pó", tendió a sobrepasar los límites de una revolución burguesa. "De-
rrapó".como un vehículo mal conducido. Y, ¿por qué no preguntar-
nos si el vehículo tenía algun vicio, o si la carretera resbalaba, o estaba
deteriorada desde hacía tiempo? Al contrario, en lugar de intentar ex-
plicar lo que ocurrió, pretendiendo establecer "lo que habría podido"
o "habría debido" suceder, Furet acabó "derrapando" de los inteligen-
tes análisis de Tocqueville, hacia las tonterías reaccionarias de un
Augustin Cochin, típicamente "siglo X I X , lo cual n o es demasiado
"nueva historia".
Ante esto me vuelvo hacia mis "viejos maestros", hacia la forma
en que Albert Mathiez sabía elegir la frase típica cristalizadora de las
angustias, pequeñas y grandes, de una revolución -como la de aquel
cura de pueblo que, tras haber votado con entusiasmo (y bajo el efec-
to del "Gran Miedo") la supresión de la décima, escribía a un amigo:
"toda mi euforia se ha transformado en tristeza desde el 4 de agosto".
Eso es historia viva; pero no me hace renunciar al rigor de las demos-
traciones más teóricas, a la obra de un Labrousse capaz de sugerir,
estadísticamente, cómo una revuelta de los más pobres puede llegar a
imponer soluciones revolucionarias a las luchas de clases combinando
las contradicciones coyunturales y las contradicciones estructurales.
Eso sí que fue "historia nueva". Y no un retorno a los lamentos de las
clases frustradas del siglo pasado, despertadas por el miedo de las cla-
ses privilegiadas de hoy.
Es posible que el fondo del problema, cuando tratamos de exami-
nar las actitudes profundas de los intelectuales, y por tanto de los his-
toriadores, consista en preguntarse: la aspiración natural al progreso
humano, en tal o tal personaje, ¿predomina sobre el miedo a los sacri-
ficios probables que implicaría para él este progreso humano? La no-
ción de "progreso" es frecuentemente acogida, hoy, con escepticismo.
Me ha divertido con frecuencia, en la España de los últimos tiempos
RECUERDOS Y REFLEXIONESSOBRE EL OFICIO...
rialismos estuvieron aún menos exentos de ellos). Así pues "la historia
como arma" puede servirse de argumentos distintos en la Cuba de
1960 y en la España de 1980.
Esto me recuerda otro incidente de mi vida profesional, que de-
muestra cómo, de manera oficial, la historia es considerada como un
arsenal que, según los momentos, fuerzas diversas y cambiantes son lla-
madas a utilizar, o bien a neutralizar. En el curso de los años 1960,
tras unos incidentes (historicamente significativos por sí mismos, pero
que sería demasiado largo relatar) fui llamado a participar en una co-
misión franco-española de revisión de los manuales de historia. Desde
hacía muchos años, la UNESCO había tomado la iniciativa de reunir
comisiones "bilaterales" encargadas de corregir, o de eliminar, los tex-
tos nacionales de los manuales de historia susceptibles de sugerir (y
en ocasiones de decir claramente) que tal nación vecina (o lejana) esta-
ba compuesta por gentes sin Dios ni ley, peligrosos para sus vecinos, y
especialmente para el país al que se da mayor relieve; en definitiva se
esperaba reducir así la eficacia de "la historia como arma", en esta
ocasión como arma de un grupo contra otro grupo. Se confiaba inclu-
so, a base de indicaciones positivistas, en predisponer al afecto, a la
"simpatia" de estos grupos entre sí.
En el caso franco-español, como la comisión estaba formada por
los mejores historiadores españoles, muchos de ellos amigos míos (Do-
mínguez Ortiz, Artola, Ruiz Martín, etc.) no tenía ninguna dificultad
en discutir con ellos; como yo era por el lado francés el único especia-
lista de historia española, los demás me dejaron gustosamente llevar
todo el peso de la discusión. El presidente era J.A. Maravall, perfecto
interlocutor, pero que, por su situación, tenía que defender ciertas te-
sis oficiales. El casi-silencio de los manuales franceses sobre la España
de los siglos XV y XVI fue puesto de relieve, y no lo encontré menos
escandaloso que mis colegas españoles; hay olvidos históricamente ab-
surdos. Cada pais debe ser lógicamente, situado en la perspectiva de
cada momento. En cuanto a la colonización española, fueron encon-
trados, en algunos manuales, restos de "leyenda negra", alusiones a
pillajes, masacres, al despoblamiento de las Islas, a los trabajos en las
minas. Oficialmente la comisión española pedía la desaparición de
estos pasajes. J.A. Maravall insistía, por el contrario, en que la existen-
cia de Las Casas fuese señalada. Me pareció poder decir, con la mayor
amabilidad, que era necesario elegir: o no se había producido ningún
exceso hacia la población, y en este caso Las Casas estaba loco (des-
pués de todo esta era la tesis de D. Ramón Menéndez Pidal) o bien se
hablaba de Las Casas como el primer anticolonialista, y eso implicaba
reconocer los excesos. Lo único imposible era negar éstos y glorificar
a Las Casas al mismo tiempo. Todo está ahí: analizar los fenómenos en
todos sus aspectos, medir sus dimensiones, añadir detalles (Las Casas,
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PIERRE VILAR
Traducció: Cristina Sol6 i Castells
Revisada per: M. Angels Santa i Banyeres