Simon Kistemaker - Comentario Biblico A Apocalipsis

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 514

2

[p 3]  

COMENTARIO AL
NUEVO TESTAMENTO
por
SIMON J. KISTEMAKER
Exposición
del
Apocalipsis

2004
4

[p 5]  

Contenido
Abreviaturas
Introducción
Comentario

1. Introducción y aspecto glorioso de Jesús (1:1–20)

2. Cartas a Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira (2:1–29)

3. Cartas a Sardis, Filadelfia y Laodicea (3:1–22)

4. El trono en el cielo (4:1–11)

5. El rollo sellado y el Cordero (5:1–14)

6. Los seis primeros sellos (6:1–17)

7. Interludio: los santos (7:1–17)

8. El séptimo sello y las cuatro primeras trompeta (8:1–13)

9. La quinta y sexta trompetas (9:1–21)

10. El ángel y el pequeño rollo (10:1–11)

11. Dos testigos y la séptima trompeta (11:1–19)

12. La mujer y el dragón (12:1–17)

13. Las bestias del mar y de la tierra (13:1–18)

14. El Cordero y cuatro mensajes (14:1–20)

15. Siete ángeles y siete plagas (15:1–8)

16. Siete copas de juicio (16:1–21)

17. La mujer y la bestia (17:1–18)

18. Cánticos de perdición y destrucción (18:1–24)

[p 6] 19. La boda del Cordero y la batalla final contra el Anticristo (19:1–21)

20. La derrota de Satanás y el día del juicio (20:1–15)

21. La nueva Jerusalén (21:1–27)

22. El árbol de la vida y conclusión (22:1–21)


Bibliografía
Índice de autores
Índice bíblico y de otros escritos de la Antigüedad
5

[p 7]  

Lista de abreviaturas
AJP American Journal of Philology
ASV American Standard Version
ATR Anglican Theological Review
AusBRev Australian Biblical Review
AV Versión Autorizada
Barn. La Epístola de Barnabas
Bauer Walter Bauer, W. F. Arndt, F. W. Gringrich, y F. W. Danker, A Greek‐English Lexicon of the New Testament,
2a edición.
BETL Bibliotheca ephemeridum theologicarum lovaniensium
BF Sociedad Bíblica Británica y extranjera, El Nuevo Testamento, 2a edición
BFT Fundaciones Bíblicas de Teología
BGBE Beiträge zur Geschichte der biblischen Exegese
Bib Bíblica
BibArch Biblical Archeologist
BibRev Biblical Review
BibSac Bibliotheca Sacra
Bib Today The Bible Today
BibTr Biblical Translator
BibZ Biblische Zeitschrift
BJRUL Bulletin of the John Rylands University Library of Manchester
BTB Biblical Theological Bulletin
Cassirer A New Testament Translation, E. Cassirer
CBQ Catholic Biblical Quarterly
CD Documento Cairota (texto Genizah de) Damasco
CEV Versión Inglesa Contemporánea
I Clem Primera Epístola de Clemente
Collat Colaciones
ConcJourn Concordia Journal
CrisTheolRev Criswell Theological Review
DPL Dictionary of Paul and His Letters
EDNT Exegetical Dictionary of the New Testament
EpworthRev Epworth Review
ETR Études Théologiques et Religieuses
[p 8] EvQ Evangelical Quarterly
ExpT Expository Times
Faith Miss Faith and Mission
FilolNT Filología Neotestamentaria
FRLANT Forschungen zur Religion und Literatur des Alten und Neuen Testaments
GNB Good News Bible
HTR Harvard Theological Review
6

Interp Interpretation
ISBE International Standard Bible Encyclopedia, edición revisada
JB Biblia de Jerusalén
JBL Journal of Biblical Literature
JBR Journal of Bible and Religion
JETS Journal of the Evangelical Theological Society
JournGraceEvangSoc Journal of the Grace Evangelical Society
JSNT Journal for the Study of the New Testament
JSNTSupS Journal of the Study of the New Testament Supplement series
JSOT Journal for the Study of the Old Testament
JTS Journal of Theological Studies
KJV King James Version
LCL Edición de Loeb Classical Library
LXX Septuaginta
Merk Edición de Agustinus Merk, Novum Testamentum Graece et Latine, 9a edición
MLB Biblia del Lenguaje Moderno
Moffat The Bible: A New Translation, James Moffat
Month The Month
NAB New American Bible
NASB New American Standard Bible
NCV New Century Version
NEB Nueva Biblia Inglesa
Neotest Neotestamentica. Journal of the New Testament Society of South Africa
Nes-Al Eberhard Nestle; Kurt Aland, rev. Novum Testamentum Graece, 27a edición
NIDNTT New International Dictionary of New Testament Theology
NIV Nueva Versión Internacional
NJB New Jerusalem Bible
NKJV Nueva Versión King James
NovT Novum Testamentum
NRSV New Revised Standard Version
[p 9] n.s nuevas series
NTS New Testament Studies
PEQ Palestine Exploration Quarterly
Phillips The New Testament in Modern English, J. B. Phillips
Presbyt Presbyterion
PThR Princeton Theological Review
1 QM Milhamah o los Rollos de la Guerra, de la Cueva 1 de Qumran
1 QS Serek Hayyahad o Regla de la Comunidad, Manual de Disciplina, de la Cueva 1 de Qumran
RB Revue biblique
REB Revised English Bible
ResQ Restoration Quaterly
ResScRel Recherches de Science Religieuse
RevExp Review and Expositor
7

RevHistPhilRel Revue Histoire et de Philosophie Religeuses
RevRel Review for Religious
RSV Revised Standard Version
RTR Reformed Theological Review
RV Versión Revisada
SB H. L. Strack y P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch
SBEC Studies in the Bible and Early Christianity
SBLDS Society of Biblical Literature Dissertation Series
SBLSBS Society of Biblical Literature Sources for Biblical Studies
SBT Studies in Biblical Theology
SEB The Simple English Bible
SJT Scottish Journal of Theology
SNTSMS Society for New Testament Studies Monograph Series
Souter Alexander Souter, ed., Novum Testamentum Graece
ST Studia Theologica
StudBibT Studia Biblica et Theologica
StudNTUmwelt Studium zum Neuen Testament und seiner Umwelt
SWJourTh Southwestern Journal of Theology
Talmud El Talmud Babilónico
TC Theological Collections
TDNT Theological Dictionary of the New Testament
Thayer Joseph H. Thayer, Greek‐English Lexicon of the New Testament
ThBeitr Theologische Beiträge
ThLZ Theologische Literatur Zeitung
ThSt Theological Studies
[p 10] ThZeit Theologische Zeitschrift
TNT The New Translation
TR Textus Receptus
TU Texte und Untersuchungen
TynB Tyndale Bulletin
UBS Sociedades Bíblicas Unidas, edición 4a revisión
Way The Way
WUzNT Wissenschaftliche Untersuchungen zum Neuen Testament
ZNTW Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft
8

[p 11]  

Introducción
[p 12]  

Bosquejo
A. Pauta
B. Lenguaje figurativo
C. Base bíblica
D. Autor
E. Época, lugar y ambiente
F. Modos de interpretación
G. Unidad
H. Aceptación en la iglesia
I. Destinatarios y propósito
J. Teología
K. Resumen
L. Bosquejo
[p 13] El título griego de este libro es Apokalupsis (lo que se está descubriendo), pero los lectores qui-
zá sientan que en él no se revela gran cosa. El libro de Apocalipsis parece que no logra lo que su título
promete, confundiendo a sus lectores con todas las imágenes, metáforas y números con los que se en-
cuentran. Los pastores suelen predicar sólo una serie de siete sermones sobre las cartas a las siete igle-
sias en Asia Menor, que se encuentran en los capítulos dos y tres. Se considera que el libro es parte de
las sagradas Escrituras, pero no lo utilizan como tal. Para muchos lectores, Apocalipsis no es una reve-
lación sino más bien un misterio profético que sobrepasa la comprensión humana. Con todo, en este
último libro de la Biblia, Dios nos permite ver algo de Cristo y de la iglesia en el cielo y en la tierra, y lo
que vemos es, en verdad, sobrecogedor.
Al examinar con cuidado este libro, comenzamos a darnos cuenta de que no es una simple composi-
ción humana parecida a los Apocalipsis de 1 Enoc, 4 Esdras (=2 Esdras en los Apócrifos del AT) y 2 Ba‐
ruc. En Apocalipsis el Dios trino revela su palabra al lector; es decir, Dios mismo habla a su pueblo. Esto
se ve con claridad en las palabras introductorias «Esta es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio»
(1:1), y en las cartas a las siete iglesias. Ahí escuchamos la voz de Jesús, quien concluye cada una de las
cartas con las palabras «el Espíritu dice a las iglesias» (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). El último capítulo con-
signa la voz de Jesús (22:7, 12–20), la voz del Espíritu (22:17) y la advertencia divina de no agregar ni
quitar nada en este libro (22:18–19). Hacer caso omiso de este mensaje equivaldría a modificar las Escri-
turas. Dios nos dice que consideremos a Apocalipsis como su Palabra santa, y nos insta a que lo leamos
9

con reverencia.1 La advertencia que Jesús pronuncia en 22:18–19 se puede comparar con la nota de de-
rechos de autor en el anverso de la página del título en un libro moderno.
Doy testimonio a todo el que oye estas palabras de la profecía de este libro. Si alguien añade algo a
ellas, Dios le agregará las plagas descritas en este libro. Y si alguien quita algo de las palabras de la pro-
fecía de este libro, Dios le quitará su parte en el árbol de vida y en la ciudad santa, que se describen en
este libro.
En todo el libro de Apocalipsis se orienta la atención hacia su autor principal, Dios. Él es el artista
divino, el arquitecto principal. Es un libro divinamente construido en el que Dios muestra su obra.
[p 14] A. Pauta
1. Números
Una de las primeras características de Apocalipsis que cualquier lector observa es el empleo de nú-
meros y su significado. En un grado sorprendente, predomina el número siete, tanto explícita como im-
plícitamente. Este número no debería entenderse en forma literal sino como una idea que expresa tota-
lidad o carácter completo.2 Por ejemplo, Jesús le dice a Juan que escriba cartas a las siete iglesias de Éfe-
so, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (1:11). Estas iglesias están ubicadas a lo lar-
go de una ruta de forma oval que va de oeste a norte, luego al este y por último al sur. Pero no se inclu-
ye la iglesia de Colosas, situada en la proximidad de Laodicea, e igual sucede con la congregación veci-
na de Hierápolis (Col. 4:13). Papías, discípulo del apóstol Juan, fue pastor de la iglesia en Hierápolis.
Pablo predicó en Troas (Hch. 20:5–12; 2 Co. 2:12) a unos ciento diez kilómetros al norte de Pérgamo, y,
con todo, Troas no se incluye en la lista. ¿Va dirigido Apocalipsis sólo a las siete iglesias de la provincia
de Asia (1:4)? La respuesta es no, porque Jesús se dirige a las iglesias de todo tiempo y lugar. El número
siete simboliza carácter comprensivo.3
El número siete antecede a muchos sustantivos, incluyendo espíritus (1:4; 3:1; 4:5; 5:6), candelabros
de oro (1:12; 2:1), estrellas (1:16, 20; 3:1), candelabros (1:13, 20; 2:5; 11:4), sellos (5:1; 6:1), cuernos (5:6),
ojos (5:6), ángeles (8:2, 6; 15:1, 6–8; 16:1; 17:1; 21:9), trompetas (8:2, 6), truenos (10:3), coronas (12:3), ca-
bezas (12:3; 13:1; 17:3, 7, 9), plagas (15:1, 6), copas (15:7; 16:1), colinas (17:9) y reyes (17:10). Además, un
terremoto mata a siete mil personas (11:13). En todos estos casos el número siete aparece en forma ex-
plícita. Pero todavía es más sorprendente el empleo implícito de este número. Hay dos pasajes que re-
gistran cánticos de alabanza que entona un ser celestial. El primero es 5:12, con siete atributos, que he
puesto en bastardilla:
¡Digno es el Cordero que ha sido sacrificado,
de recibir poder y riqueza
y sabiduría y fortaleza
y honra y gloria y acción de gracias!

1 William Milligan, The Revelation of St. John (London: Macmillan, 1886), p. 6.


2 El número siete se encuentra cincuenta y cuatro veces en Apocalipsis. Véase Stephen A. Hunter, Studies in the Book of 
Revelation (Pittsburgh: Pittsburgh Printing, 1921), p. 248.
3 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 42.
10

El segundo pasaje (7:12) también contiene siete atributos:


¡Amén! Alabanza y gloria y sabiduría y
acción de gracias
y honra y poder y fortaleza
sean para nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!
[p 15] Más aún, hay siete bienaventuranzas en Apocalipsis, que se enumeran aquí en forma resumi-
da:
- «Dichoso el que lee» (1:3)
- «Dichosos son los muertos que mueren en el Señor» (14:13)
- «Dichoso el que vigila» (16:15)
- «Dichosos los que son llamados» (19:9)
- «Dichoso y santo es el que tiene parte» (20:6)
- «Dichoso es el que cumple las palabras» (22:7)
- «Dichosos son los que lavan sus ropas» (22:14)
También en esta serie, las langostas, que se describen como caballos en 9:7–10, ostentan siete señales
distintivas: (1) coronas de oro en la cabeza; (2) rostros de hombres; (3) cabellos de mujer; (4) dientes de
león; (5) corazas de acero; (6) alas que hacen ruido como de caballos desbocados y carros de batalla; (7)
colas y aguijones de escorpión. La palabra griega arnion (cordero), en referencia a Cristo, se encuentra
veintiocho veces, o sea la suma de siete veces cuatro. Aunque el número siete significa carácter com-
prensivo, el número cuatro es el símbolo numérico del mundo creado. El término pronto o rápidamente
en relación con el cumplimiento de profecía y del retorno de Jesús, aparece siete veces (1:1; 2:16; 3:11;
22:6, 7, 12, 20).4 Y por último, el término la(s) palabra(s) de Dios se encuentra exactamente siete veces (1:2,
9; 6:9; 17:17; 19:9, 13; 20:4).5
El número cuatro representa las cuatro criaturas vivientes, cuatro ángeles, cuatro partes del mundo,
cuatro vientos y cuatro ángeles encadenados en el Éufrates. En Apocalipsis abundan las series de cua-
tro:
- «tribu y lengua y gente y nación» (5:9)
- «alabanza y honra y gloria y poder (5:13)
- «espada, y hambre, y enfermedad, y por bestias salvajes» (6:8)
- «sonidos de truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto» (8:5; 16:18)

4La referencia en 11:14, «el tercer ay viene pronto», se centra no en el retorno de Jesús sino en su juicio.
5Richard Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge
University Press, 1993), p. 110; e ídem, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 35. La palabra griega
πορνεία (fornicación) también se encuentra siete veces, pero esto debería interpretarse a la luz de la gran prostituta,
cuyos pecados van amontonándose (literalmente, se están pegando) hasta el cielo (18:5) y se han completado. También
la palabra hoz se encuentra siete veces (14:14–19) para indicar el carácter completo del juicio divino.
11

- «sus asesinatos, sus artes mágicas, su fornicación y sus robos» (9:21)


- «muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes» (10:11)
- «arpas y músicos y flautistas y trompetistas» (18:22)
El número cuatro describe la creación de Dios: las cuatro partes de la tierra, o sea, las cuatro direc-
ciones del viento (7:1; 20:8). Dios es quien [p 16] gobierna esta creación, lo cual resulta evidente en el
empleo de la expresión pertinente «quien vive por los siglos de los siglos» que se encuentra cuatro ve-
ces (4:9, 10; 10:6; 15:7).
El número tres aparece con frecuencia: tres kilos de cebada (6:6), tres ángeles (8:13), tres plagas de
fuego, humo y azufre (9:18); tres espíritus impuros (16:13); la gran ciudad escindida en tres partes
(16:19); tres puertas al este, tres al norte, tres al sur y tres al oeste (21:13). Series de tres se refieren a la
divinidad con el triple grito de las criaturas vivientes que claman, «Santo, santo, santo» (4:8); y una des-
cripción del poder de Dios que era, es, y vendrá (4:8; ver 1:4, 8). También adviértase la serie de Jesucris-
to, Dios y sus siervos (1:1); Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de la resurrección y el soberano de
los reyes de la tierra (1:5).6 En realidad, a lo largo del libro aparecen series de tres.
Diez es el número que, en el sistema decimal, indica lo completo. Este número en Apocalipsis se re-
fiere a diez días de persecución (2:10); una descripción del dragón con diez cuernos (12:3); la bestia que
sale del mar con diez cuernos y diez coronas (13:1); y la bestia escarlata que tenía diez cuernos (17:3, 7,
12, 16).
Mientras que diez es un número que se refiere a los servidores y actividades de Satanás, el número
doce describe a los elegidos de las doce tribus (7:5–8); la mujer, que simboliza a la iglesia, con doce es-
trellas en la cabeza (12:1); y la nueva Jerusalén con doce puertas, doce ángeles, doce tribus de Israel
(21:12). Esta ciudad tiene doce cimientos en los que están escritos los doce nombres de los apóstoles
(21:14); mide en longitud, anchura y altura doce mil estadios (21:16); y por ambas orillas del río que flu-
ye desde el trono de Dios está el árbol de la vida que da doce cosechas (22:2). También el término ancia‐
nos (griego presbuteroi) aparece doce veces. En Apocalipsis el contraste entre diez y doce es de hecho sor-
prendente. El número doce describe al pueblo de Dios; el número diez está vinculado con Satanás, sus
seguidores y sus acciones.
2. Contraste
Apocalipsis es un libro lleno de polaridades: Cristo frente a Satanás, luz frente a oscuridad, vida
frente a muerte, amor frente a odio, cielo frente a infierno. En todo el libro, este contraste se encuentra
incluso en todos los detalles. Juan describe a la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo (véase el
comentario sobre 1:4,5); a modo de comparación, la trinidad de Satanás es el diablo, la bestia y el falso
profeta (capítulos 12, 13). Las palabras «quien es, y quien era, y quien vendrá» (1:4, 8; 4:8) son una pará-
frasis del nombre divino (Éx. 3:14–15). Pero la bestia es alguien que «una vez fue, y no es, y está a punto
de salir del abismo para ser destruido» [p 17] o «la bestia que era y no es y vendrá» (17:8). El bien y el
mal se contrastan en Dios el Padre frente a Satanás, el dragón (1:4 y 12:3, 9); el Hijo de Dios frente al

6Hunter (Studies, p. 246) describe el número tres como el número divino. Véase J. P. M. Sweet, Revelation, WPC
(Philadelphia: Westminster, 1979), p. 14.
12

Anticristo (1:5 y 13:1–14); el Espíritu Santo frente al falso profeta (1:4 y 13:11–17; 19:20); la esposa de
Cristo frente a la prostituta (19:7–8; 21:9 y 17:1–18); y Jerusalén frente a Babilonia (21:9–27 y 16:19).7
Dios otorga a su Hijo autoridad para hacer su voluntad (1:1), en tanto que Satanás otorga poder y
autoridad a la bestia (13:2). Jesús está sentado en su trono (3:21), y de igual modo Satanás tiene su trono
(2:13; 16:10). El Hijo aparece como el Cordero que fue inmolado (5:6); por contraste, la bestia de siete
cabezas tiene una cabeza con una herida mortal que había sanado (13:3). El Cordero tiene siete cuernos
y siete ojos (5:6), en tanto que la bestia que sale de la tierra es como un cordero con dos cuernos (13:11).
Jesús se revela como quien murió pero está vivo por los siglos de los siglos (1:18), de lo cual es parodia
la bestia que sale del mar y que fue herida mortalmente pero siguió viviendo (13:3, 12, 14).
Por otro lado, Satanás, la bestia, y el falso profeta son arrojados al lago de fuego. Ese es el lugar de
muerte eterna, donde son torturados por los siglos de los siglos (20:10, 14). Jesús detenta las llaves de la
muerte y del Hades (1:18); Satanás detenta la llave del abismo (9:1). Jesús vence y está «destinado al
triunfo final», pero Satanás, quien parece tener éxito, «está condenado en realidad a una derrota igno-
miniosa y eterna».8
El reino de Cristo y el reino de Satanás revelan más contrastes: los creyentes reciben el sello del Dios
vivo en la frente (7:2–3); los incrédulos tienen la señal de la bestia en la mano derecha y en la frente
(13:16). Los creyentes llevan el nombre del Cordero y del Padre en la frente (14:1); los incrédulos osten-
tan el número 666, que es el nombre y número de la bestia (13:17–18).9 Nótense también a los apóstoles
del Señor frente a los falsos apóstoles en Éfeso (18:20 y 2:2); los ángeles sirviendo al Señor frente a los
demonios controlados por Satanás (12:7–9); la victoria de Cristo y de los santos frente a la derrota del
Anticristo y de sus seguidores (19:11–21).
3. Énfasis
Para poner algo de relieve en un escrito, utilizamos el signo de admiración o lo escribimos en bas-
tardilla. Pero en los tiempo bíblicos los autores no disponían de estas convenciones. Utilizaban la técni-
ca de la repetición para atraer la atención del lector. Este punto se puede ilustrar con algunos ejemplos
tomados de las Escrituras. Dios llamó a Moisés a la zarza ardiente en el monte Sinaí y le dijo: «Moisés,
Moisés» (Éx. 3:4); [p 18] Jesús le mencionó a Pedro la petición de Satanás de zarandear a los discípulos
como trigo y comenzó diciendo, «Simón, Simón» (Lc 22:31); y el Señor resucitado llamó a Pablo cerca de
Damasco diciéndole, «Saulo, Saulo» (Hch. 9:4). El empleo repetido de un nombre significa énfasis.
El pueblo judío recurría a la repetición para poner de relieve la intención de un concepto. Con fre-
cuencia lo hacían dando dos ejemplos que transmitían el mismo mensaje. En Egipto, José interpretó
sueños: uno para el jefe de los coperos y otro para el jefe de los panaderos (Gn. 40:8–22), y dos sueños
para el Faraón (Gn. 41:1–40). Moisés recibió el poder de realizar dos milagros en presencia de los israeli-
tas: convertir su cayado en serpiente y volver leprosa su mano (Éx. 4:1–7). La literatura sapiencial, en
especial en Salmos y Proverbios, está llena de paralelismos que aclaran el punto que el escritor quiere

7 Véase Howard W. Kramer, «Contrast as a Key to Understanding The Revelation to St. John», ConcJourn 23 (1997): 108–
17.
8 Milligan, Revelation of St. John, p. 111.

9 Consultar Didier Rochat, «La vision du trône: Une clé pour pénétrer l’Apocalypse», Hokhma 49 (1992): 7.
13

subrayar. Baste un ejemplo de entre muchos: «En el camino de la justicia se halla la vida; por ese camino
se evita la muerte» (Pr. 12:28).
El mismo principio forma parte de la estructura de Apocalipsis, donde encontramos repeticiones pa-
ra enfatizar. Juan menciona las palabras de un ángel que exclama con voz potente, «Ha caído, ha caído
la gran Babilonia» (18:2); y los reyes de la tierra, los mercaderes y los navegantes exclaman, «Ay, ay, de
la gran ciudad» (18:10, 16, 19). La carta a la iglesia de Pérgamo contiene estas frases:
Sin embargo, tengo algunas pocas cosas contra vosotros por cuanto tenéis entre vosotros quienes
sustentan la enseñanza de Balaam, quien enseñó a Balak a colocar una piedra de tropiezo ante los israe-
litas para hacerlos comer alimentos ofrecidos a un ídolo y a cometer fornicación. De modo que también
vosotros tenéis a aquellos que de igual manera sustentan la enseñanza de los nicolaítas (Ap. 2:14–15).
Jesús no dice que se refiere a dos clases de personas en la iglesia de Pérgamo, sino que quienes han
seguido enseñanzas erróneas son todos los mismos. No hay diferencia entre la intención de Balaam y la
de los nicolaítas. Balaam quería derrotar a los israelitas por medio de profecía engañosa; de igual modo,
los nicolaítas ingresaron a la iglesia con doctrina engañosa.10 Las dos partes revelan la misma intención:
conquistar al pueblo de Dios. De igual modo, las enseñanzas de Jezabel, quien se llama a sí misma pro-
fetisa, no difieren de las de Balaam y de las de los nicolaítas.
El cántico de Moisés y el cántico del Cordero no son dos himnos diferentes sinoexactamente el mis-
mo, porque exaltan las obras del Señor Dios Todopoderoso (15:3–4). Tanto los reyes del este como los
de todo el mundo lanzan sus ataques contra Cristo y sus seguidores (16:12, 14). Cuando Juan se postra a
los pies de un ángel para adorarlo, éste le dice que no lo debe adorar a él sino a Dios (19:10). En el últi-
mo capítulo de Apocalipsis, Juan vuelve a mencionar que se postró a los pies de un ángel [p 19] para
adorarlo y se le dijo que no lo adorara a él sino a Dios (22:8–9). La repetición sirve para enfatizar el
mandato de no adorar a la criatura sino al Creador.
4. Repetición
El principio de la repetición para poner algo de relieve y para mayor claridad también resulta evi-
dente en la descripción de la huída de la mujer al desierto durante 1,260 días a un lugar que Dios le
había preparado (Ap. 12:1–6). Ocho versículos después volvemos a leer que se fue al desierto a un lugar
preparado para ella por un tiempo, tiempos y tiempo y medio (12:14). Juan da dos descripciones del
mismo evento, porque el lugar que Dios le había preparado es el desierto, y la duración en el tiempo es
la misma: 1,260 días, equivalentes a 42 meses (11:2–3) o 3½ años. Pero hay una diferencia, la de lo ideal
y lo de hecho. Por ejemplo, los primeros versículos del capítulo 12 describen la escena de la mujer glo-
riosa «revestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y con una corona de doce estrellas en la cabeza»
(12:1). Está embarazada y da a luz a un hijo que gobierna con vara de hierro y es arrebatado hasta el
trono de Dios. Esta escena es un ideal que sugiere una realidad que está más allá del cuadro mismo. Esa
realidad toma forma con el nacimiento de Cristo e incluye la ascensión al trono de Dios. La realidad se
describe en la escena de confrontación en los cielos cuando Satanás, ya plenamente identificado (v. 9),
es arrojado a la tierra con sus ángeles. El diablo se da cuenta de que su tiempo es breve: se enfurece y
declara la guerra con la persecución de la mujer. Esta mujer huye a un lugar que le ha sido preparado, y

10El término nicolaíta es una combinación de la palabra griega nikaō (conquisto) y el sustantivo laos (pueblo); es decir,
conquistador del pueblo. Compárese Bauckham, Theology, p. 124.
14

recibe ayuda de la tierra (v. 16). El resto de su descendencia, los creyentes, se enfrentan en guerra espiri-
tual contra Satanás y, en forma individual, soportan el impacto de su ira (v. 17). Así pues, la primera
escena que describe a la mujer exaltada es idealista, en tanto que la segunda que describe a la iglesia
perseguida es realista.
Entre la primera y la segunda escenas, Juan colocó la descripción de la guerra que Miguel y sus án-
geles libran contra el dragón y sus ángeles. Cuando el dragón, o sea Satanás, es arrojado a la tierra junto
con sus ángeles, la iglesia no sólo se enfrenta a su ira sino que triunfa sobre ella con la sangre del Corde-
ro y con el testimonio de la palabra de Dios (12:10–11). Coloca el relato de esta batalla entre las dos es-
cenas que describen a la mujer para demostrar que «el plan de redención se hará realidad» en su pue-
blo, no en los ángeles.11
5. Paralelismos
En todo el libro de Apocalipsis hay paralelismos que se presentan en múltiplos de siete. Hay siete
cartas a las iglesias de Asia Menor; hay siete sellos seguidos de siete trompetas y que concluyen con
siete copas. Para [p 20] comenzar con las cartas a las siete iglesias, observamos paralelismos en su es-
tructura. Cada carta consiste de siete partes:
1. El saludo a cada una de las siete iglesias de Asia Menor (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14).
2. Un aspecto de la aparición a Juan en Patmos (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14).
3. Una evaluación de la salud espiritual de la iglesia concreta (2:2–3, 9, 13, 19; 3:1–2, 8, 15).
4. Palabras de loa o reproche (2:4–6, 9, 14–15, 20; 3:1–4, 8–10, 16–17)
5. Palabras de exhortación (2:5, 10, 16,21–25; 3:2–3, 11, 18–20).
6. Promesas para el que triunfa (2:7, 11, 17, 26–28; 3:5, 12, 21).
7. Mandato de escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22).
En las tres primeras cartas, la secuencia de los puntos 6 y 7 está invertida. Esto justifica la división de
las siete en tres y cuatro cartas respectivamente. El segundo punto en cada caso presenta un solo aspec-
to de la apariencia de Jesús. El cuadro que sigue muestra cómo la descripción de Jesús en el capítulo 1
se repite en las cartas a las iglesias:

Descripción Primero en Repetido en

Siete estrellas en la mano derecha 1:16 2:1

Los candelabros de oro 1:13 2:1

El primero y el último, quien murió y volvió a la vida 1:17–18 2:8

La espada de dos filos 1:16 2:12

11 Milligan, Revelation of St. John, p. 122.


15

Ojos como fuego ardiente; pies como bronce bruñido 1:14–15 2:18

Siete espíritus y siete estrellas 1:4, 16 3:1

Quien tiene la llave 1:18 3:7

Testigo fiel 1:5 3:14

Luego, las siete trompetas y siete copas muestran paralelismos distintos, primero, al enumerar par-
tes concretas, y segundo, al seguir una secuencia idéntica (véase el análisis en los capítulos 8 y 16). La
secuencia de las partes en los siete sellos no es tan marcada como en la de las trompetas y copas.12 Pero
incluso en el curso de los siete sellos notamos un énfasis tanto en la tierra como en el cielo. Las tres se-
ries de sellos, trompetas y copas concluyen con una referencia a la consumación del mundo. Revelan
una progresión que se incrementa en intensidad, desde los sellos hasta las trompetas y las copas.13 El
sexto sello e incluso el sétimo introducen el gran día de la ira de Dios y de la ira del Cordero, que nadie
puede enfrentar. Toda clase de [p 21] personas claman a las montañas y rocas para que las oculten del
rostro de quien se sienta en el trono (6:15–17). El sonido de las siete trompetas hace que los veinticuatro
ancianos adoren a Dios y digan: «Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado tu castigo, el momen-
to de juzgar a los muertos» (11:18). Y por último, después de que el sétimo ángel derrama su copa, una
voz poderosa procedente del trono de Dios dice, «Se acabó» (16:17). La furia de la ira de Dios hace que
todas las montañas e islas se escondan de su presencia. Las tres series no sólo concluyen con una des-
cripción de la consumación sino que muestran también paralelismos. Los paralelismos incluyen expre-
siones como esconderse, la ira de Dios, montañas, terremotos, relámpagos y voces. La intención de estos tres
paralelismos mencionados antes es referirse al día del juicio, cuando el fin ha llegado.
6. División
El paralelismo descrito en los tres conjuntos (sellos, trompetas y copas) sugiere que el autor no está
ofreciendo una secuencia cronológica sino más bien aspectos diferentes de los mismos eventos. Esto es
incluso más pronunciado cuando advertimos las frecuentes referencias indirectas y directas al juicio
final.
- Cristo viene en las nubes (1:7).
- El juicio de los pecadores es inminente, mientras que los santos rodean el trono (6:16; 7:17).
- El tiempo de juzgar a los muertos ha llegado (11:18).
- El juicio venidero se simboliza con el juez que recoge la cosecha de la tierra (14:15–16).
- La ira de Dios se derrama como descripción del juicio final (16:17–21).

12 Compárese Dale Ralph Davis, «The Relationship between the Seals, Trumpets, and Bowls in the Book of Revelation»,
JETS 16 (1973): 149–58.
13 Jon Paulien, Decoding Revelation’s Trumpets: Literary Allusions and the Interpretation of Revelation 8:7–12. AUSDDS 11

(Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 1987), p. 342.


16

- Esta descripción es incluso más vívida con respecto al jinete en el caballo blanco que viene a juzgar
con justicia y a luchar contra sus enemigos (19:11–21).
- El juicio llega a su punto culminante cuando se abren los libros y cada persona es sometida a juicio
(20:11–15).
William Hendriksen llama a estas siete referencias al juicio final «paralelismo progresivo [que] divi-
de al Apocalipsis en siete partes».14
1. Cristo en medio de los siete candelabros de oro (caps.1–3)
2. el libro de los siete sellos (4–7)
[p 22]  
3. las siete trompetas del juicio (8–11)
4. la mujer y el niño perseguidos por el dragón y sus secuaces (12–14)
5. las siete copas de la ira (15–16)
6. la caída de la gran ramera y de las bestias (17–19)
7. el juicio; el nuevo cielo y la nueva tierra (20–22)
7. Conclusion
El último libro de las Escrituras tiene una estructura única. Revela a un autor humano a quien Dios
inspiró para escribir Apocalipsis. Juan presenta conjuntos de ilustraciones que contienen una serie de
eventos, aunque dichos eventos deben percibirse como aspectos diferentes de la misma secuencia de
sucesos. Con cada conjunto adicional se arroja más luz sobre las ilustraciones, de modo que el lector va
llegando a una mejor comprensión del mensaje del Apocalipsis. No Juan sino Dios, que ha dado realce a
su composición con extraordinario cuidado, demuestra ser el gran arquitecto de este notable libro. Apo-
calipsis revela una precisión y planificación sin igual en cuanto a su estructura, empleo de números e
imágenes y selección de palabras. El último libro de la Biblia hace patente la obra de Dios desde el prin-
cipio hasta el fin.
B. Lenguaje figurativo
Así como los libros proféticos y de literatura sapiencial del Antiguo Testamento están llenos de se-
ñales, también el último libro del Nuevo Testamento tiene una buena dosis de símbolos. A veces, Juan
interpreta un símbolo concreto, como en el caso de «aquella serpiente antigua que se llama Diablo y
Satanás» (12:9) y las aguas que Juan vio como «pueblos, multitudes, naciones y lenguas» (17:15).15 En

14 Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 21, 36. Herman Bavinck escribe: «Los siete sellos, las siete trompetas y las
siete copas no constituyen una serie cronológica sino que discurren paralelas y, en cada uno de los casos, nos conducen
al fin, la lucha final del poder anti-cristiano» (The Last Things: Hope for This World and the Next, ed. John Bolt y trad. John
Vriend [Grand Rapids: Eerdmans, 1996], p. 119). Véase S. L. Morris, The Drama of Christianity: An Interpretation of the 
Book of Revelation (Grand Rapids: Baker, 1982), p. 29; Craig S. Keener, Revelation, NIVAC (Grand Rapids: Zondervan,
2000), p. 34.
15 Merrill C. Tenney (Interpreting Revelation [Grand Rapids: Eerdmans, 1957], p. 187) enumera diez símbolos que Juan

explica en el Apocalipsis: siete estrellas que son siete ángeles de las iglesias (1:20); siete candelabros que son siete igle-
sias (1:20); siete lámparas que son siete espíritus de Dios (4:5); copas de incienso que son oraciones de los santos (5:8);
17

otros momentos, el marco, utilización y característica de una palabra concreta proporcionan la explica-
ción. Lo que necesitamos analizar es una descripción adecuada del lenguaje figurativo.
[p 23] 1. Descripción
El mundo está lleno de símbolos que pueden transmitir a quien los ve significados diversos. Por
ejemplo, una bandera de una nación concreta es una fuente de orgullo para el ciudadano de dicho país
quien, cuando viaja en el exterior, se encuentra de repente con el emblema de su patria. Pero para el
ciudadano de una nación que ha recibido malos tratos de parte de aquel gobierno y de las fuerzas ar-
madas de dicho país, ver la bandera lo llena de aversión e indignación. La cruz es un símbolo que le
dice muchísimo al cristiano pero que genera antipatía en personas de muchas otras religiones. Para el
observador, el símbolo transmite significado que es proporcionado al contacto directo o indirecto que
haya tenido con la esfera que el símbolo representa. Así define un diccionario el símbolo: «Algo que
representa o sugiere algo diferente debido a alguna relación, asociación, convención o parecido acciden-
tal; esp[ecialmente] un signo visible de algo invisible».16
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo están llenos de lenguaje simbólico que se relaciona con
una gama de clases: naturaleza, personas y nombres, números, colores y criaturas. Veamos más en deta-
lle cada una de ellas.
2. Naturaleza
Dios advirtió a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, y colocó
a un querubín con espada flamígera a la entrada del jardín del Edén para proteger el acceso hacia el
árbol de la vida (Gn. 2:9, 17; 3:22, 24). No sólo al comienzo de la revelación escrita de Dios sino también
al final de la misma aparecen referencias al árbol de la vida (Ap. 2:7; 22:2, 14, 19). El lenguaje simbólico
de Apocalipsis es evidente en 22:2, «a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce co-
sechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las naciones» (compárese Ez.
47:12).
Dios le dijo a Elías que se situara en el Monte Sinaí, porque el Señor iba a pasar por allá. Sopló un
viento recio y poderoso, un terremoto sacudió la montaña y se prendió un fuego, pero Dios no estaba
en ninguno de ellos. Se apareció como un suave murmullo. (1 R. 19:11–12). El libro de Apocalipsis está
llenó de expresiones simbólicas que se refieren a la naturaleza, incluyendo un viento recio (6:13; 7:1), un
terremoto (8:5; 11:19; 16:18), un fuego devorador (8:7; 20:9) y un período de silencio (8:1).
Jesús instituyó el sacramento del bautismo con agua y el de la cena del Señor con pan y vino. Su
cuerpo quebrantado y sangre derramada simbolizan que el creyente recibe perdón, es reconciliado con
Dios, y participa en las riquezas y gloria eternas. En su enseñanza acerca de la ley, [p 24] Jesús utilizó el
símbolo del yugo (Mt. 11:30). Y cuando Pablo describe la armadura espiritual del cristiano, se refiere al
calzado del evangelio de paz, el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, el escudo de la fe, la es-
pada del Espíritu, el casco de salvación y la comunicación en el Espíritu (Ef. 6:13–18). El escritor de

la gran multitud que representa a quienes salen de la gran tribulación (7:13–14); el gran dragón que es el diablo o Sata-
nás (12:9), siete cabezas de la bestia que son siete montañas (17:9); diez cuernos de la bestia que son diez reyes (17:12),
aguas que representan a pueblos, multitudes, naciones y lenguas (17:15); la mujer que es la gran ciudad (17:18).
16 Webster’s New Collegiate Dictionary (Springfield, Mass.: Merriam-Webster, 1981), p. 1172.
18

Apocalipsis recurre al simbolismo de una voz como trompeta (4:1), un mar de vidrio (4:6), el firmamen-
to enrollado como un pergamino (6:14) y un río del agua de vida (22:1).
3. Personas y nombres
El Nuevo Testamento utiliza a menudo nombres que no se refieren a personas como tales sino a su
posición, importancia y trabajo. Se puede ilustrar con el caso de Abraham, que personifica al padre de
todos los creyentes, y a Moisés, que personifica la ley de Dios (Lc. 13:16; 19:9; 24:27). Moisés y Elías es-
tán con Jesús en el Monte de la transfiguración, donde Moisés encarna la ley y Elías a los profetas (Mt.
17:1–8). Pablo llama a Adán padre de la raza humana (Ro. 5:14; 1 Co. 15:22, 45), y Santiago describe a
Job como la encarnación de la perseverancia (Stg. 5:11).
El Apocalipsis de Juan incluye nombres que ilustran la fidelidad (Antipas; 2:13), el engaño (Balaam;
2:14) y la seducción (Jezabel; 2:20). Menciona a Sodoma y a Egipto como símbolos de inmoralidad y es-
clavitud respectivamente (11:8). Para él, el Monte Sión es el símbolo de la nueva Jerusalén, que descien-
de del cielo como morada de Dios con su pueblo (Ap. 14:1; 21:2–3).
4. Números
Ya hemos analizado algunos números, pero para ser completos también deberíamos estudiar el sig-
nificado de los números individuales.17 Así, el número uno denota unidad, que para los judíos estaba
codificada en su credo: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios el Señor es uno» (Dt. 6:4). Dos es el nú-
mero de personas que se necesitan para dar validez a un testimonio en un tribunal; en Apocalipsis
(11:3) dos testigos son los representantes de Dios para la iglesia en la tierra. El número tres describe al
Dios trino (1:4–5). Cuatro se refiere a la creación de Dios, como resulta evidente por las cuatro direccio-
nes de los vientos y las cuatro estaciones del año. Cinco es un número redondo y, como tal, no tiene mu-
cho significado simbólico. Así, cinco meses (9:5, 10) significa un período de duración indefinida. Seis
simboliza la búsqueda de totalidad por parte de Satanás, pero no llega nunca a lograrla; de ahí que el
número de la bestia [p 25] sea un triple seis (Ap. 13:18). En toda la Escritura, pero sobre todo en Apoca-
lipsis, siete significa totalidad.18 El número diez describe plenitud en el sistema decimal, el doce es ejem-
plo de perfección,19 y el número mil sugiere multitud. De ahí que la cifra doce mil estadios (mil doscientos
kilómetros) para describir la longitud, anchura y altura de la nueva Jerusalén se refiera a perfección bajo
la forma de cubo (21:16).20 El cubo tiene doce aristas, es decir, cuatro en la parte superior y cuatro en la
base con cuatro en los lados. Cada arista mide 12,000 estadios, que multiplicado por doce equivale a
144,000 estadios. El grosor o altura de los muros de la ciudad es de 144 codos, que es el cuadrado de

17 Para un estudio detallado del significado simbólico de los números en Apocalipsis, véase James L. Resseguie,
Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse, BIS 32 (Leiden: Brill, 1998), pp. 48–69; Adela
Yarbro Collins, «Numerical Symbolism in Jewish and Early Apocalyptic Literature», ANRW, II.21.2, pp. 1221–87.
18 El concepto siete destaca en el Antiguo Testamento: la palabra bueno se encuentra siete veces en Génesis 1; Dios creó

una semana de siete días. Siete sacerdotes tocando siete trompetas tenían que ir dando la vuelta a la ciudad de Jericó
siete veces en el sétimo día (Jos. 6:4). Y Daniel habla de siete «sietes» (9:25).
19 Filón (Recompensas y castigos 65) afirma que el número doce, como en las doce tribus de Israel, es «el número perfec-

to».
20 Consúltese Sweet, Revelation, p. 15. Homer Hailey (Revelation: An Introduction and Commentary [Grand Rapids: Baker,

1979], pp. 46–47) llama al número doce «una idea religiosa y espiritual». Gregory K. Beale (The Book of Revelation: A 
Commentary on the Greek Text, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p. 61) señala que este número se encuentra
doce veces en la descripción de la nueva Jerusalén (21:9–22:5).
19

doce. Por último, las doce tribus de Israel, cada una de las cuales consistía de 12,000 personas, hace un
total de 144,000 (7:4–8), que también es el número de los redimidos que están ante el Cordero (14:1,3).21
Juan vio que la cantidad de tropas de caballería que cuatro ángeles destruyeron fue de 200,000,000
(9:16). Esta cantidad simboliza un ejército incalculable de hombres y caballos, considerado como las
fuerzas opuestas a Dios, a su ungido, y a su pueblo. Los ángeles son enviados a destruir estas fuerzas,
de modo que una tercera parte del género humano pierde la vida. El empleo que hace el autor de la ex-
presión «un tiempo, tiempos y medio tiempo» (12:14) concuerda con los 42 meses y los 1,260 días (11:2,
3; 12:6; 13:5). La expresión «un tiempo, tiempos y medio tiempo» proviene de Daniel 7:25, donde se re-
fiere a un período de tres años y medio. Es claro que los números transmiten un mensaje simbólico,
porque nadie está en condiciones de señalar la fecha exacta del cumplimiento.
5. Colores
Los colores que Juan menciona en Apocalipsis son el blanco,22 rojo (6:4; 12:3), escarlata (17;3, 4; 18:12,
16), negro (6:5, 12) amarillento y verde (6:8; 8:7), azul (9:17), amarillo (9:17) y púrpura (17:4; 18:12, 16). El
dorado [p 26] es otro color; aparece en este libro muchas veces ya sea como adjetivo descriptivo o como
sustantivo.
En algunos de los colores mencionados en la Escritura, el contexto parece proporcionarles un signi-
ficado simbólico. Por ejemplo, el blanco es el color que denota santidad, pureza, triunfo y justicia. Dios
le dijo a Israel: «¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve!» (Is. 1:18; ver Sal.
51:7); en su transfiguración, la vestimenta de Jesús se volvió de un blanco resplandeciente (Mr. 9:3); y el
ángel del Señor en el sepulcro de Jesús iba vestido de blanco (Mt. 28:3). De igual modo, en Apocalipsis,
las ropas de los santos en el cielo son blancas (4:4; 6:11; 7:9, 13, 14; comparar 3:4, 5, 18). El jinete en el
caballo blanco es victorioso y va acompañado de ángeles vestidos de blanco y cabalgando en caballos
blancos (6:2; 19:11, 14). El Hijo del Hombre, sentado en una nube blanca con una corona de oro en la
cabeza y una hoz en la mano, aparece como conquistador victorioso que recoge la cosecha (14:14); y por
último, el color del trono de Dios es blanco para expresar juicio y justicia (20:11).
Rojo es el color de la guerra, como resulta evidente por la sangre derramada sobre la tierra cuando el
jinete en el caballo rojo esgrime su gran espada (6:4). El dragón rojo está listo para matar al niño en el
momento de nacer y desata la guerra contra el arcángel Miguel y sus ángeles (12:3, 7–9).
El negro describe el hambre, como lo ilustra el precio muy elevado de los alimentos: «Un kilo de tri-
go, o tres kilos de cebada por un denario [el salario de un día de un trabajador], pero no dañes el aceite
ni el vino» (6:6). También significa tinieblas, cuando el sol no puede iluminar (Is. 13:10; Mt. 24:29; Ap.
6:12).
De los colores que Juan menciona en Apocalipsis, destacan el blanco, el rojo y el negro. Mientras que
el púrpura tiene que ver con riqueza (18:16), el dorado connota la perfección del cielo (21:18, 21).23 Otros
colores aparecen con poca frecuencia en este libro, y sus contextos no ayudan a aclarar su empleo.

21 Compárese Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation: The Greek Text with Introduction, Notes, and Indexes (1911;


reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. cxxxv. Presenta la lista de los números que se encuentran en Apocalipsis:
2, 3, 3½, 4, 5, 6, 7, 10, 12, 24, 42, 144, 666 (o 616), 1,000, 1,260, 1,600, 7,000, 12,000, 144,000, 100,000,000 y 200,000,000.
22 Ap. 1:14 (dos veces); 2:17; 3:4, 5, 18; 4:4; 6:2, 11; 7:9, 13, 14; 14:14; 19:11, 14 (dos veces); 20:11.

23 Entros otros véase Gervais T. D. Angel, NIDNIT, 1:205; y Joyce G. Baldwin, NIDNIT, 2:96.
20

6. Criaturas
De entre el mundo animal Juan ha escogido numerosos representantes para ilustrar ciertos concep-
tos. Los animales cuadrúpedos son el caballo para fines de cabalgadura (6:2–9), el Cordero para sacrifi-
cio (5:6), el león por sus fauces devoradoras (13:2), el oso por sus fuertes patas (13:2), el becerro por su
fortaleza (4:7), y el leopardo por su velocidad (13:2). Los reptiles son la serpiente que representa a Sata-
nás (12:9, 15; 20:2), el escorpión por su picada (9:3, 5, 10) y las ranas que describen a los espíritus malos
(16:13). Las aves son los cuervos que se alimentan de cadáveres (19:17–18) y el águila por su envergadu-
ra (8:13). Los insectos están representados por las langostas para describir una plaga (9:3). Todas estas
criaturas en sí mismas aumentan el simbolismo de Apocalipsis.
[p 27] 7. Conclusión
Ningún otro libro del Nuevo Testamento utiliza tantas veces como Apocalipsis el concepto grande
expresado por la palabra griega megas, y traducida de diversas maneras como «potente», «enorme» e
«intenso». Lo que Juan ve se puede describir sólo en función de tamaño, volumen, intensidad e impor-
tancia: los ángeles con voces potentes de modo que todas las criaturas los puedan oír (p.ej., 6:10) enor-
mes granizos de unos cuarenta kilogramos cada uno (16:21); calor intenso (16:9); gran autoridad (18:1);
y Babilonia la grande (18:2).
Sin embargo, no todos los detalles son simbólicos ni necesitan interpretación. Al explicar el conteni-
do de Apocalipsis, tenemos presente el mensaje central de un pasaje dado y consideramos los detalles
como gráficos y descriptivos. El mensaje es lo primordial, los detalles secundarios. A no ser que el men-
saje requiera una interpretación de las partes individuales, deberíamos abstenernos de buscar un signi-
ficado más profundo para cada componente.24 No toda la información en Apocalipsis es simbólica. Si el
autor afirma que la hierba es verde (8:7) y que el peto es rojo, azul y amarillo (9:17), se limita a describir
los objetos. Cuando palabras como verde, azul o amarillo aparecen sólo una vez en un contexto dado, no
tenemos fundamento para pensar en lenguaje simbólico. Otros pasajes se refieren a la historia, como el
exilio del autor en la isla de Patmos (1:9); el día del Señor (1:10); las cartas a las siete iglesias (capítulos 2
y 3); y los versículos finales del capítulo 22. Hay una alusión a la historia en el nacimiento del niño que
es arrebatado al cielo (12:5). Juan presenta el resto del Apocalipsis en visiones introducidas con la ex-
presión repetida vi.
La conclusión que debemos sacar es que los números, las imágenes y las expresiones de grandeza
deben interpretarse como símbolos que presentan la idea de totalidad, plenitud y perfección. Mucho del
simbolismo de Juan proviene de las Escrituras del Antiguo Testamento y del contexto eclesiástico en el
que transcurrió su vida. Mencionemos que en el siglo primero la mente judía recibía y presentaba in-
formación por medio de imágenes, ilustraciones y símbolos. Por el contrario, la mente griega en esa
época manejaba conceptos abstractos que analizaba y expresaba con gran precisión verbal. Aunque
Juan había vivido mucho tiempo en un ambiente griego y escribió su libro en lengua griega, su compo-
sición refleja una mentalidad oriental que comunica la revelación con ayuda de imágenes pictóricas. La
mente hebrea ve a Dios como fortaleza, roca, escudo y baluarte (Sal. 18:2). Y estas imágenes deben verse
en su totalidad y no con respecto a cada detalle individual. Juan escribe el Apocalipsis desde la perspec-
tiva del Antiguo Testamento.

24 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 40.


21

[p 28] C. Base bíblica
Según un recuento, los cuatrocientos cuatro versículos de Apocalipsis incluyen unas quinientas alu-
siones al Antiguo Testamento.25 Para ser exactos, hay catorce citas incompletas del Antiguo Testamento
(hay un par en 7:17 y en 21:4). Los versículos de Apocalipsis se enumeran a continuación, con la porción
citada en bastardilla:
- 1:7 «¡Miren que viene en las nubes! Y todos lo verán con sus propios ojos, incluso quienes lo traspasa‐
ron, y por él harán lamentación todos los pueblos de la tierra» (Dn. 7:13; Zac. 12:10).
- 2:27 «Él las gobernará con vara de hierro y las hará pedazos como a vasijas de barro» (Sal. 2:9).
- 4:8 «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso» (Is. 6:3; Am. 3:13 LXX).
- 6:16 «Todos gritaban a las montañas y a las peñas: ¡Caigan sobre nosotros y escondámonos» (Os. 10:8).
- 7:16 «Ya no sufrirán hambre ni sed. Ni los abatirá el sol ni ningún calor abrasador» (Is. 49:10).
- 7:17 «Y Dios les enjugará toda lágrima de sus ojos» (Is. 25:8).
- 11:11 «Entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se pusieron de pie» (Ez. 37:5, 10).
- 14:5 «No se encontró mentira alguna en su boca» (Sof. 3:13; Is. 53:9).
- 15:3a «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso» (Sal. 111:2).
- 15:3b «Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones» (Dt. 32:4; Sal. 145:17; Jer. 10:7).
- 15:4 «¿Quién no te temerá, oh Señor? ¿Quién no glorificará tu nombre? Sólo tú eres santo. Todas las 
naciones vendrán y te adorarán» (Jer. 10:7; Sal. 86:9).
- 19:15 «Las gobernará con vara de hierro» (Sal. 2:9).
- 20:9 «Cayó fuego del cielo y los consumió» (2 R. 1:10, 12).
- 21:4 «Y Dios les enjugará toda lágrima de los ojos» (Is. 25:8).
- 21:7 «Yo seré su Dios y él será mi hijo» (2 S. 7:14).
[p 29] Juan alude a casi todos los libros del canon del Antiguo Testamento. La mayoría de las refe-
rencias son a los Salmos, Isaías, Ezequiel y Daniel. Además, están los cinco libros de Moisés, los libros
históricos de Josué, Jueces, 1–2 Samuel, 1–2 Reyes, 1–2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester; la literatura
sapiencial de Job, Proverbios, Cantar de los Cantares; el profeta Jeremías; Lamentaciones; y todos los
profetas menores excepto Ageo. Aparte de Rut, Eclesiastés y Ageo, Juan alude a todos los libros del An-
tiguo Testamento.

25Nes-Al27, UBS 4. Swete (Revelation, p. cxl) y Bruce M. Metzger (Breaking the Code: Understanding the Book of Revelation


[Nashville: Abingdon, 1993], p. 13) comentan que de los 404 versículos de Apocalipsis, 278 aluden a algún pasaje del
Antiguo Testamento. Ferrell Jenkins cuenta 348 citas y alusiones en Apocalipsis. Véase su Old Testament in the Book of 
Revelation (Grand Rapids: Baker, 1972), p. 24. Véase la tabulación de Jan Fekkes en su Isaiah and Prophetic Traditions in 
the Book of Revelation, JSNTSup 93 (Sheffield: JSOT, 1994), p. 62. Steve Moyise (The Old Testament in the Book of 
Revelation, JSNTSup 115 [Sheffield: Sheffield Academic Press, 1995], p. 14) afirma que «Apocalipsis … no contiene ni
una sola cita». Y Elisabeth Schüssler Fiorenza (The Book of Revelation: Justice and Judgment [Philadelphia: Fortress, 1985],
p. 135) afirma que Apocalipsis nunca cita al Antiguo Testamento.
LXX Septuaginta
22

Juan alude al Nuevo Testamento en todos los capítulos de su libro. A modo de ilustración, Juan
menciona al diablo y a su ángeles que son maldecidos y condenados al fuego eterno (Mt. 25:41); se re-
fiere al dragón o diablo y a sus ángeles que son expulsados del cielo y arrojados a la tierra (12:7–9, com-
párese con Lc. 10:18). Estaba familiarizado con la mayoría de los libros del Nuevo Testamento, sobre
todo los evangelios, Hechos, muchas de las cartas de Pablo, Hebreos, y las cartas de Santiago, Pedro,
Juan y Judas. También conocía la literatura apócrifa: 2 Macabeos, Tobit, 2 Baruc, Sirac, Sabiduría de Sa-
lomón y los Salmos de Salomón.
No esperamos que, exilado en Patmos, Juan tuviera acceso a los pergaminos de literatura bíblica y
extrabíblica. Tampoco esperamos que enrollara y desenrollara pergaminos para encontrar pasajes para
escribir Apocalipsis. En su lugar, inferimos de sus alusiones y citas incompletas en Apocalipsis que de-
pendía de su memoria acerca de las enseñanzas de las Escrituras. Desde el principio hasta el fin, la es-
tructura toda de Apocalipsis está entrelazada con pensamientos y expresiones tomadas de la palabra
escrita de Dios. En esto vemos la obra artística de Dios, autor primario de la Biblia. Juan le sirve de au-
tor secundario lleno del Espíritu Santo para redactar el último libro del canon.
El último libro del Nuevo Testamento también destaca por ser un libro doxológico, porque mencio-
na numerosos himnos y cánticos basados en las Escrituras. Son los himnos que cantaban las cuatro cria-
turas vivientes (4:8); los veinticuatro ancianos (4:10–11); las criaturas y los ancianos (5:9–10); los ángeles
(5:12); todos los seres vivos (5:13); la gran multitud (7:10); los ángeles, ancianos y criaturas (7:12); los
santos con vestiduras blancas (7:15–17); el sétimo ángel (11:15); los veinticuatro ancianos (11:16–18); los
santos victoriosos (15:2–4); el tercer ángel y una voz proveniente del altar (16:5–6, 7); un ángel con gran
autoridad (18:1–3); otra voz celestial (18:4–8); una vasta multitud de ángeles y santos (19:1–3); los veinti-
cuatro ancianos y una voz proveniente del trono (19:4, 5); y una gran multitud (19:6–8).
Concluimos que Apocalipsis es, en verdad, la culminación de todo el canon de las Escrituras. Por es-
ta razón, debe verse el libro a la luz del resto de la Biblia. El Apocalipsis revela las enseñanzas de la pa-
labra de Dios centrando la atención en la venida del Mesías. La primera venida de Cristo se simboliza
en el nacimiento del niño que es arrebatado al cielo (12:5, 13). Pero no se indica en ninguna parte el
cumplimiento de la [p 30] segunda venida de Jesús. El libro menciona la promesa de su retorno y la sú-
plica ferviente del Espíritu y de la esposa (la iglesia) para que venga pronto (22:7, 12, 17, 20).
D. Autor
1. Evidencia externa
En ninguna parte del evangelio de Juan se encuentra ninguna referencia a Juan el hijo de Zebedeo, el
discípulo fiel de Jesús y su apóstol. De igual modo, las tres cartas que se atribuyen a Juan omiten el
nombre del discípulo amado, aunque en dos de ellas el autor se refiere a sí mismo como «el anciano» (2
Jn. 1:3; 3 Jn. 1). Podríamos decir que el autor omite su nombre propio por modestia y se refiere a sí
mismo sólo como «el anciano» debido a su avanzada edad. Pero en Apocalipsis el autor no tiene miedo
de utilizar su nombre propio, porque se identifica cuatro veces como Juan (1:1, 4, 9; 22:8). ¿Podría una
misma persona haber escrito en tres géneros literarios diferentes: evangelio, cartas y Apocalipsis? La
selección de palabras, el lenguaje y la dicción del evangelio y de las cartas son bastante similares pero
los de Apocalpsis son completamente distintos a las de los otros escritos.
23

¿Quién es el autor de Apocalipsis? El Nuevo Testamento menciona por lo menos a cinco personas de
nombre Juan: Juan el Bautista, Juan el hijo de Zebedeo, el padre de Simón Pedro (Jn. 21:15–17), Juan
Marcos (Hch. 12:12) y Juan miembro de la familia del sumo sacerdote (Hch. 4:6). El nombre era común
en el judaísmo y en hebreo era Yohanan y en griego Ioannes o Ioanes. ¿Pudo haber habido dos personas
diferentes con el mismo nombre que hubieran escrito la literatura juanina? Los primeros padres de la
iglesia atribuyeron el libro de Apocalipsis a Juan el apóstol. Así, Justino Mártir en la primera mitad del
siglo segundo (alrededor de 135) escribió: «Hubo un cierto hombre con nosotros, cuyo nombre era Juan,
uno de los apóstoles de Cristo, quien profetizó, por revelación que se le dio».26 El autor del Fragmento
Muratoriano, fechado aproximadamente en el 175, atribuyó Apocalipsis a Juan, al que consideraba ser
el apóstol. Alrededor del 180, Ireneo comentó que conocía a personas que habían visto al autor de Apo-
calipsis. Presumimos que las personas a las que se refería eran Papías y Policarpo, discípulos del após-
tol Juan.27 También mencionó que Juan escribió durante el reinado del Emperador Domiciano (81–96).
[p 31] Y Melitón, obispo de Sardis y contemporáneo de Ireneo, escribió un comentario, que no se ha
conservado, sobre el Apocalipsis de Juan. Escritores en las primeras décadas del siglo tercero (Clemente
de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, Hipólito y Chipriota) atribuyen al apóstol Juan la autoría de Apo-
calipsis. En resumen, existe un fuerte apoyo de parte de los primeros escritores del siglo segundo hasta
mediados del tercero a favor de la autoría juanina. Los ataques contra la integridad de Apocalipsis en
esa época de parte de los Alogi de Asia Menor y de los seguidores de Gayo en Roma son insignifican-
tes.28
En el siglo tercero, Dionisio de Alejandría, quien se mantuvo activo desde el 231 al 264, cuestionó la
autoría firmemente establecida de Juan el apóstol. Había viajado a Éfeso, donde oyó hablar de dos se-
pulcros donde se afirmaba que había sido enterrado Juan. Supuso que uno de ellos era del presbítero
Juan y el otro del apóstol del mismo nombre. Dionisio no encontró referencia alguna a la autoría apos-
tólica en Apocalipsis. Estudió la selección de palabras, dicción, estilo y lenguaje de Apocalipsis, los
comparó con los del evangelio y de las cartas de Juan, y concluyó que el autor de este libro no fue el
apóstol sino Juan el anciano. Lo hizo sobre la base de una afirmación de Papías de más de un siglo an-
tes29 y citado luego por Eusebio (Hist. Ecl. 3.39.4) en el 325:

26 Justino Mártir Diálogo con Trifón 81, en The Ante‐Nicene Fathers, ed. Alexander Roberts and James Donaldson, vol. 1,
The Apostolic Fathers, Justin Martyr, and Irenaeus (reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.), p. 240. Nótese que el
tiempo transcurrido entre la muerte de Juan (supuestamente el 98 d.C.) y el comentario de Justino Mártir es de menos
de cuarenta años, cuando testigos oculares todavía podían dar testimonio de la veracidad de su afirmación. Ireneo
(Eusebio Hist. Ecl. 3.39.5–6) escribe que el apóstol Juan vivió «hasta los tiempos de Trajano», quien fue emperador des-
de el 98 al 117.
27 Véase Ireneo Contra herejías 3.11.3; 4.20.11; 4.35.2; 5.30.1; y Eusebio Hist. Ecl. 5.8.5.

28 Consúltese Swete, Revelation, p. cxiv. Ned B. Stonehouse (The Apocalypse in the Ancient Church [Goes, Netherlands:

Oosterbaan & Le Cointre, 1929], p. 71), después de analizar la oposición de parte de los alogi y del grupo de Gayo,
concluye que no hay prueba de que haya evidencia de oposición al Apocalipsis en Asia Menor durante el siglo segun-
do.
29 Papías escribió una serie en cinco volúmenes, Interpretación de los dichos del Señor en los años 95 a 110 d.C. Las obras

han desparecido, pero se conservan algunos fragmentos en la Historia eclesiástica de Eusebio. Robert W. Yarbrough,
«The Date of Papias: A Reassessment», JETS 26 (1983); 181–91; Robert H. Gundry, Matthew (Grand Rapids: Eerdmans,
1982), pp. 610–11; John Wenham, Redating Matthew, Mark, and Luke (London: Hodder and Stoughton, 1991), p. 122.
24

Pero si alguna vez venía alguien que hubiera seguido a los presbíteros, yo averiguaba las palabras
de los presbíteros, qué habían dicho Andrés o Pedro o Felipe o Tomás o Santiago o Juan o Mateo o
cualquiera de los otros discípulos del Señor, y qué estaban diciendo Aristión y el presbítero Juan, los
discípulos del Señor. Porque no suponía que la información de los libros me ayudaría tanto como la
palabra de una voz viva y sobreviviente.30
El griego indica con claridad que Papías utiliza el tiempo pasado (habían dicho) para describir lo que
los apóstoles habían transmitido y el presente (estaban [lit., están] diciendo) para quienes siguen vivos.
Con la repetición de la expresión el presbítero Juan, Papías quiere comunicar que piensa en la misma per-
sona, a saber, Juan el discípulo y apóstol del Señor, quien era el único de los doce apóstoles que todavía
vivía.
[p 32] Hay más. En la iglesia primitiva, un punto de vista milenarista concreto se encontró con opo-
sición: algunos escritores, incluyendo a Papías, Justino Mártir e Ireneo, sostenían la idea de un reino de
mil años del Señor en esta tierra. Pero los líderes alejandrinos, Dionisio y Eusebio, rechazaban esta en-
señanza.31 Repudiaban la idea milenarista, y Eusebio en particular lanzó algunas calumnias en cuanto a
la persona de Papías. ¿Qué tiene que ver esto con la autoría de Apocalipsis? Brinda apoyo a la suposi-
ción de que el autor de Apocalipsis no fue el apóstol sino el presbítero Juan. Hay que reconocer a Dioni-
sio que consideró a este presbítero como «santo e inspirado».32 Pero este argumento se debilita debido a
su propia afirmación de que hubo otras personas en la provincia de Asia que se llamaban Juan. Afirma,
«Sostengo que hubo muchas personas con el mismo nombre que Juan el apóstol, quienes, por amor que
le tenían, … quisieron tomar su mismo nombre».33 Pero los escritores de los primeros siglos de la era
cristiana nada dicen de alguien que llevara el nombre de Juan el apóstol, excepto del hijo del Zebedeo.
Además, el argumento de Dionisio se debilita todavía más debido a que recibió de oídas la información
acerca de los dos sepulcros.
Los padres de la iglesia primitiva no pudieron confirmar que existiera una persona llamada Juan el
Presbítero. De hecho, Dionisio expresa sólo una suposición, «Pero creo que hubo otro [Juan] entre los
que estuvieron en Asia».34 Por el contrario, creemos que la única persona llamada Juan que pudo diri-
girse a las iglesias con la autoridad manifestada en el Apocalipsis es Juan, el apóstol de Jesucristo. Hacia
finales del siglo cuarto, Jerónimo atribuye las dos últimas cartas de Juan no al apóstol sino al presbítero;
sin embargo, afirma que el apóstol escribió tanto el evangelio como el Apocalipsis.35 Más aún, a su edad

30 Eusebio, Ecclesiastical History, trad. Kirsopp Lake y J. E. L. Oulton, 2 vols., LCL, (Cambridge, Mass: Harvard
University Press, 1926–32), 1:293.
31 Eusebio Hist. Ecl. 3.39.12–13; 7.24.1. Véase Gerhard Maier, Die Offenbarung and die Kirche, WUNT 25 (Tübingen: Mohr,

1981), p. 107; Stonehouse, Apocalypse in the Ancient Church, p. 133; compárese con Charles E. Hill, Regnum Caelorum: 
Patterns of Future Hope in Early Christianity (Oxford: Clarendon, 1992).
32 Consúltese Eusebio Hist. Ecl. 7.25.7.

33 Ibid., 7.25.14.

34 Ibid., 7.25.16.

35 Jerónimo De viris illustribus 9. Muchos estudiosos sostienen que un autor compuso las tres cartas y que las semejan-

zas verbales en el evangelio de Juan y las cartas señalan sin lugar a dudas al mismo autor. Pero Gerhard A. Krodel
(Revelation, ACNT [Minneapolis: Augsburg, 1989], pp. 61–62) escribe: «Los estudiosos modernos en general concuer-
dan con Dionisio pero atribuyen la autoría de todos los escritos juaninos a personas (plural) que no son el apóstol
Juan».
25

avanzada, Juan pudo identificarse a sí mismo como «el anciano» (véase 2 Jn. 1; 3 Jn. 1) o utilizar su
nombre propio como lo hace en Apocalipsis. Nadie sino Juan podía alegar una autoridad incuestionable
en la iglesia hacia el final del primer siglo.
La evidencia externa se mantiene firme, porque la crítica de Dionisio se apoya sobre todo en la base
dogmática de la disputa del milenarismo, en una multiplicidad de personas llamadas Juan y en un in-
forme no confirmado respecto a dos sepulcros supuestamente pertenecientes a Juan.
[p 33] 2. Evidencia interna
Tres veces en el capítulo 1 (vv. 1, 4, 9) y una vez en el capítulo 22 (v. 8), el autor se identifica como
Juan. Habla como persona con autoridad indiscutible, bien conocida de todas las iglesias en la provincia
de Asia (Turquía occidental). Exiliado en la rocosa isla de Patmos al oeste de la ciudad portuaria de Mi-
leto (cerca de Éfeso), el escritor utiliza sólo el nombre de Juan. En su exilio, escribe el último libro del
canon en una clase aramea de griego. En cuanto al punto de la época del exilio de Juan, consúltese la
sección sobre la fecha del Apocalipsis.
Si asumimos que Juan escribió su obra cerca del final del reinado de Domiciano en el 95, inferimos
que ya era un anciano. Puede ser que en su edad avanzada volviera cada vez más a utilizar su lengua
materna, el arameo. Cuando personas bilingües o multilingües envejecen, a menudo recurren a hablar
su lengua materna. Juan no es una excepción. Una objeción contra esta teoría es que el evangelio de
Juan y las cartas, compuestas unos años antes de Apocalipsis, ponen de manifiesto un griego muy acep-
table, libre de las construcciones poco usuales que se encuentran en Apocalipsis. Pero adviértase la dife-
rencia en cuanto a género literario: el evangelio es un relato directo de la vida y enseñanzas de Jesús,
mientras que Apocalipsis es una revelación de escenas celestiales. Comenta William Hendriksen: «A
este respecto, no olvidemos que, cuando Juan escribió el último libro de la Biblia, su alma estaba en una
condición tal de emoción, sorpresa y éxtasis profundos e íntimos (porque estaba «en el Espíritu»), que
su formación anterior judía puede haberse impuesto con más vigor y pudo incluso haber influido en su
estilo y lenguaje».36
Sospechamos que en Éfeso, donde Juan compuso el evangelio y las cartas, tuvo a su disposición es-
cribas hábiles que lo ayudaran. Utilizar a escribas para escribir cartas y documentos era práctica común
durante el siglo primero, porque Pablo y Pedro incluso mencionan a sus amanuenses por su nombre:
Pablo se refiere a Tercio (Ro. 16:22) y Pedro menciona a Silas (1 P. 5:12). Pero en el exilio, Juan estaba
solo y tenía que depender de su propia capacidad para escribir y por ello escribió en griego sin ayuda
de griegos nativos.
El vocabulario de Apocalipsis difiere en mucho del resto de los escritos de Juan, y este punto es cru-
cial en cuanto al tema de la autoría. Si se compara el evangelio de Juan con el Apocalipsis, Dionisio de
Alejandría con razón comentó que aunque el evangelio y las cartas de Juan tenían mucho en común, no
se podía decir lo mismo del evangelio y Apocalipsis. Escribió: «Pero Apocalipsis es totalmente diferente
de estos escritos, y ajeno a los mismos; apenas, por así decirlo, tiene ni siquiera una sílaba en [p 34] co-
mún con ellos».37 Esto resulta muy exagerado, sin embargo, porque se puede presentar evidencia sus-
tancial de muchas semejanzas. La expresión la Palabra de Dios (19:13) es una referencia indiscutible al

36 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 12.


37 Eusebio Hist. Ecl. 7.25.22.
26

versículo inicial del cuarto evangelio, «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y
el Verbo era Dios» (Jn. 1:1). Y toda una serie de términos son iguales en el evangelio y en Apocalipsis:
- agua de vida (Jn. 4:10, 11; 7:38; Ap. 21:6; 22:1, 17).
- vid (Jn. 15:1, 4, 5; Ap. 14:18, 19)
- pastor (Jn. 10:11; Ap. 7:17)
- vencer (Jn. 16:33; Ap. 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21; 21:7)
- luz (Jn. 1:4, 5, 7, 8, 9, et al.; Ap. 18:23; 21:24; 22:5)
- amor (Jn. 13:35; 15:9, 10, 13; 17:26; Ap.2: 4, 19)
- dar testimonio (Jn. 1:7, 8, 15, 32, 34, et al.; Ap. 1:2; 22:16, 18, 20)
En su afán por desacreditar la autoría apostólica de Apocalipsis, Dionisio ha exagerado su posición
y ha debilitado gravemente su argumento.38 Swete escribe: «De las 913 palabras que se utilizan en Apo-
calipsis, 416 se encuentran también en el evangelio, pero las palabras comunes a ambos libros son o de
la clase más ordinaria, o las comparten otros escritores del Nuevo Testamento».39 Las diferencias se dan
en aspectos como la forma de deletrear Jerusalén y un sinónimo para la palabra cordero.40 Son insignifi-
cantes, porque transmiten la misma idea.41
Mayor divergencia se da entre el estilo del evangelio de Juan y el de Apocalipsis. Dionisio de Ale-
jandría comparó el estilo de ambos libros y comentó que el evangelio estaba «escrito en griego impeca-
ble» que ilustraba la «grandísima habilidad literaria» de Juan en cuanto a dicción, razonamiento y cons-
trucciones. Y respecto al autor de Apocalipsis escribió: «Observo su estilo y que el empleo de la lengua
griega no es preciso, sino que utiliza expresiones toscas, en algunas partes comete solecismos eviden-
tes».42 Dionisio fue el primero de entre muchos escritores que [p 35] advirtieron en Apocalipsis incohe-
rencias gramaticales y fracturas estructurales violentas.43 Estos solecismos son obvios en el texto griego
pero desaparecen en las traducciones. Son errores gramaticales: primero, del caso nominativo que sigue
a la preposición apo (de, desde, de parte) que rige genitivo: «de aquel que es y que era y que vendrá»
(1:4). Luego el caso nominativo está en aposición con otros casos, como es evidente en el saludo, «de
Jesucristo, el testigo fiel» (1:5). En este caso, la preposición griega rige genitivo en los nombres Jesucristo;
pero las tres palabras siguientes que deberían haber estado en genitivo están en caso nominativo. Y ter-

38 Se puede encontrar un análisis detallado sobre las diferencias de vocabulario que menciona Dionisio en Robert L.
Thomas Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), pp. 5–7.
39 Swete, Revelation, p. cxxvii.

40 El cuarto evangelio utiliza dos veces la palabra griega amnos (cordero, Jn. 1:29, 36) que utilizó Juan el Bautista, y tiene

una vez el término arnion (cordero, Jn. 21:15) que utilizó Jesús. La primera palabra no se encuentra en Apocalipsis,
pero la segunda aparece veintiocho veces en referencia a Jesús y una vez a la bestia (13:11). Presumimos que este se-
gundo término era muy querido para el apóstol.
41 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:xxx–

xxxi. Charles enumera algunos ejemplos, y Swete (Revelation, p. cxxii) comenta que son pocos los hapax legomena.
42 Eusebio Hist. Ecl. 7.25.25–26.

43 «El griego del Apocalipsis difiere en grado sumo del griego del cuarto evangelio. No sólo hace gala de una mayor

libertad en abundancia de vocabulario y fraseología elaborada; simplemente desafía las restricciones de la gramática».
James Hope Moulton, A Grammar of New Testament Greek, vol. 2, part 1 (Edinburgh: Clark, 1908), p. 33.
27

cero, aunque en la traducción no advertimos ninguna ruptura en la frase «al que nos ama y que por su
sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino» (1:5b–6a), en griego el
autor utiliza dos participios ama y libra seguidos de un verbo finito hizo. Estas son las primeras incohe-
rencias de entre muchas otras en el resto de Apocalipsis.44
Estas discrepancias no constituyen un caso de ignorancia o de lapso de memoria sino que deben
atribuirse a una intención expresa de Juan. A modo de ilustración, el autor viola la regla gramatical de
poner caso genitivo después de la preposición apo en 1:4, pero en la siguiente cláusula, «y de parte de
los siete espíritus que están delante de su trono», escribe correctamente el genitivo. En realidad, utiliza
esta preposición treinta y una veces en el Apocalipsis, y en todos los casos en forma correcta, con excep-
ción de la frase que acabamos de mencionar. Debemos concluir que Juan, en forma deliberada, escribe
en griego aramaico para aproximarse a la expresión hebrea, hasta el punto de violar las normas grama-
ticales griegas.45 De ahí que la frase de parte de aquel que es tiene relación con la estructura del verbo
hebreo «soy» (Éx. 3:14; Jn. 8:58). De hecho, la traducción griega del Antiguo Testamento contiene esta
expresión ho eimi ho on (soy el que es [Éx. 3:14 LXX]). Y en el texto griego del Salmo 118:26 (117:26 LXX) se
encuentra la expresión ho erchomenos (el que va a venir). La frase «el que es, que era, que ha de venir»
con el agregado de «el Todopoderoso», se da como un atestado cuádruple de la divinidad, eternidad,
presencia y poder de Dios (1:8; 4:8). Estos cuatro nombres de Dios son en la mente de Juan nombres in-
declinables, no desde una perspectiva griega sino desde un punto de vista hebreo.46 Y por último, el
pueblo judío estaba [p 36] familiarizado con la interpretación de la Biblia hebrea con ayuda de Targú-
menes arameos en los cultos de las sinagogas. Ahí el rabino interpretaba el Pentateuco y los Profetas a
partir de los Targúmenes, traducciones arameas de las Escrituras del Antiguo Testamento.47
El autor de Apocalipsis posee un conocimiento envidiable de las Escrituras del Antiguo Testamento,
y lo refleja en el estilo de este último libro del canon. Empapado de la redacción de los profetas del An-
tiguo Testamento, Juan adopta a propósito su forma de expresión, incluso cuando esto conduce a una
gramática griega defectuosa.
3. Características
Las obras literarias de Juan ponen de manifiesto ciertas características de interrelación. Un ejemplo
de semejanza estilística son las cláusulas coordinadas en la literatura de Juan. Es decir, en tanto que Lu-
cas en general escribe su evangelio y Hechos en un estilo en el que varias frases se subordinan, Juan
adopta un estilo de coordinación de cláusulas breves y sencillas que con frecuencia comienzan con la

44 Swete (pp. cxxiii–cxxiv) ofrece una lista de peculiaridades. Lo mismo hace Ernest B. Allo, Saint Jean l’Apocalypse, Étu-
des bibliques (Paris: Gabalda, 1921), pp. cxxxv–cxlvii.
45 Milligan (Revelation of St. John, p. 255) menciona treinta y nueve casos en el Apocalipsis.

46 Ruurd van der Meulen, De Openbaring in het Laatste Bijbelboek (Utrecht: Den Boer, 1948), p. 17. Martin Kiddle (The 

Revelation of St. John, MNTC [London: Hodder and Stoughton, 1940], p. 7) escribe «Debe excluirse la declinación inclu-
so en una paráfrasis del nombre del inmutable nombre de Dios».
47 Bruce K. Waltke, «The Textual Criticism of the Old Testament», en Biblical Criticism: Historical, Literary and Textual,

ed. R. K. Harrison, B. K. Waltke, D. Guthrie y G. D. Fee (Grand Rapids: Zondervan, 1978), p. 72. Véase también Sweet,
Revelation, p. 40.
28

conjunción y. Esto es así en especial en las secciones narrativas del evangelio y en todo el Apocalipsis.48
Juan refleja un estilo semítico de escribir y Lucas uno helénico que a veces se aproxima al griego clásico.
La literatura juanina en los tres géneros (evangelio, cartas y Apocalipsis) ostenta una semejanza no-
table en estructura. Una característica notable en algunas partes del evangelio es un enfoque en espiral
del material disponible. Un ejemplo es el prólogo, en el que Juan desarrolla un tema continuo mediante
la repetición de su descripción del Logos (la Palabra), como resulta evidente en 1:1 y 1:14; su referencia a
Juan quien vino para dar testimonio en 1:6–9 y 15a; y la venida de Cristo en 1:10–11 y 15b–17. La misma
configuración es espiral se encuentra en los así llamados discursos de despedida de Jesús (capítulos 14–
17). Por ejemplo, Juan escribe acerca del Espíritu Santo, quien es el consejero y el Espíritu de verdad
enviado en nombre de Jesús por el Padre (Jn. 14:16, 26). Repite esta información en los dos capítulos
siguientes (Jn. 15:26; 16:7, 13). Con frases repetitivas y un crescendo cada vez mayor escribe acerca de la
relación Padre-Hijo, culminando con la oración sacerdotal de Jesús en el capítulo 17. En la composición
de la primera carta de Juan, también advertimos el enfoque en espiral. Los conceptos pecado y amor son
ejemplo de este estilo en espiral. Por fin, el Apocalipsis está lleno de reiteración de temas.49 Un caso son
los elementos repetitivos en las siete cartas, las siete trompetas y las siete plagas.
[p 37] Las características de las obras juaninas son únicas y parecen apuntar a un único autor. Cons-
tituyen una subestructura sobre la que se edifica cada género concreto y que sugieren la identificación
de su autor. Sabemos que no se pueden contestar todos los interrogantes ni se pueden abordar todos los
problemas, pero lo que se ha expuesto nos ayuda a establecer la identidad del autor del Apocalipsis.
4. Conclusión
En los últimos tiempos muchos estudiosos han rechazado la autoría apostólica de Apocalipsis.50 Lo
hacen, entre otras razones, a partir de los diferentes géneros con respecto al cuarto evangelio y al Apo-
calipsis. ¿Puede un solo autor escribir libros de géneros diferentes? La respuesta es afirmativa y se pue-
de demostrar con ejemplos tanto de épocas antiguas como modernas, para mencionar sólo las obras de
C.S. Lewis.51 Además, advertimos que el Apocalipsis de Juan no es como otros Apocalipsis judíos en

48 Véase Vern S. Poythress, «Johannine Authorship and the Use of Intersentence Conjunctions in the Book of
Revelation», WTJ 47 (1985): 329–36.
49 Refiérase a Schüssler Fiorenza, Revelation, p. 171.

50 Sweet (Revelation, p. 37) escribe: «La mayoría de los estudiosos modernos sostienen, con Dionisio, que el autor no

pudo haber escrito también el evangelio y las cartas». Y Wilfrid J. Harrington (Revelation, SP 16 [Collegeville, Minn.:
Liturgical Press, 1993], p. 9) afirma: «En la actualidad tiene amplia aceptación, o por lo menos se arguye seriamente,
que cualquier relación de Apocalipsis con el cuarto evangelio es, cuando más, tenue». Referente al punto de vista de
Dionisio, Leon Morris (Revelation, ed. rev., TNTC [Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987], p. 29) ob-
serva con razón: «Los estudiosos recientes han hecho poco más que repetir y elaborar la posición que asumió». Otros
estudiosos asumen una posición neutral afirmando que el autor fue un profeta judeo-cristiano llamado Juan (comenta-
rios de Kiddle, pp. xxxv–vi; Beasley-Murray, p. 37). Pero debido a la sólida evidencia externa y a la interna que susten-
tan la autoría apostólica, muchos estudiosos están convencidos de que Juan hijo de Zebedeo escribió el Apocalipsis
(entre otros, Donald Guthrie, William Hendriksen, Philip Edgcumbe Hughes, George E. Ladd, Leon Morris, Merrill C.
Tenney, Robert L. Thomas).
51 Austin Farrer (The Revelation of St. John the Divine [Oxford: Clarendon, 1964], p. 49) escribe: «Escribir sonetos y dra-

mas son dos géneros muy diferentes, pero supongo que el crítico podría con bastante razón afirmar que reconoce al
Shakespeare de los sonetos en el Shakespeare de discursos poéticos que se encuentran en los dramas contemporáneos
de aquellos».
29

cuanto a autoría: los apocalipsis son pseudónimos, pero por su propio testimonio Juan es el autor de
Apocalipsis. Profetiza no en nombre de alguien más, sino en su propio nombre. Comenta Donald Guth-
rie: «[Esto era] apartarse de la tradición que pudo haber surgido sólo debido al convencimiento de que
el espíritu de profecía una vez más se había activado y que no había necesidad de estratagemas de
pseudónimos».52 Y Leonhard Goppelt concuerda: «Sobre el Apocalipsis de Juan: para la [p 38] interpre-
tación de todo el libro, es importante advertir que el vidente, en conformidad con el A[ntiguo]
T[estamento] que se recuerda en la descripción de sus experiencias de revelación, se compara con los
profetas del A[ntiguo] T[estamento] sin esconderse detrás del pseudónimo de uno de ellos como lo
hacen otros autores apocalípticos».53
Otra diferencia entre los escritores apocalípticos judíos y Juan es la época y lugar de composición, y
los destinatarios. Resulta prácticamente imposible determinar cuándo y dónde y para quiénes fueron
escritos los apocalipsis judíos y bajo qué circunstancias vivieron sus autores. Por el contrario, Juan es
claro y directo cuando informa a sus lectores que estaba en la isla de Patmos debido a la palabra de
Dios, un tiempo de persecución y exilio (1:9). Además, los tres primeros capítulos de Apocalipsis no
sólo identifican a los destinatarios con nombres de lugares, sino que incluso describen las circunstancias
que aluden a una posible fecha.
Los problemas relacionados con énfasis teológicos que tienen que ver con la evidencia interna se
analizan en la sección introductoria sobre teología. Aunque existen dificultades significativas con res-
pecto al contenido de Apocalipsis, concluyo, sobre la base de evidencia externa bastante sólida y de útil
evidencia interna, que el apóstol Juan es el autor de Apocalipsis.
E. Época, lugar y ambiente
Los estudiosos han defendido o una fecha temprana o una fecha tardía para la composición del
Apocalipsis, hacia mediados de los sesentas o hacia mediados de los noventas. El período temprano
reflejaría las persecuciones que sufrieron los cristianos durante los últimos años del reinado de Nerón
(64–68); el período tardío se haría eco de los últimos años de Domiciano (95–96).
Quienes proponen las fechas temprana y tardía presentan la evidencia que han extraído de fuentes
tanto externas como internas: en otras palabras, qué dicen los escritores de los primeros siglos acerca de
la fecha de Apocalipsis y qué indica el libro mismo en cuanto a la posible fecha de composición.
1. Fuentes externas
Una fuente primaria de información es Ireneo, quien había sido discípulo de Policarpo, quien a su
vez fue discípulo del apóstol Juan. Ireneo fue obispo en Lyon, en Francia meridional, y escribió profu-

52 Donald Guthrie, New Testament Introduction, 4a. ed. (Downers Grove: Inter-Varsity, 1990), p. 935. Véase también el
análisis del género en Apocalipsis en D. A. Carson, D. Moo y L. Morris, New Testament Introduction (Grand Rapids:
Zondervan, 1992), pp. 478–79. Ven a Apocalipsis de manera comprensiva «como profecía en un molde apocalíptico y
escrito en forma de carta» (p. 479). G. R. Beasley-Murray (The Book of Revelation, NCB [London: Oliphants, 1974], pp.
12–14) también lo llama carta. En efecto, Apocalipsis tiene al comienzo un nombre y un saludo (1:4–5a) y una bendi-
ción al final (22:21).
53 Leonhard Goppelt, Typos: The Typological Interpretation of the Old Testament in the New, trad. Donald H. Madvig

(Grand Rapids: Eerdmans, 1982), p. 197 n. 81.


30

samente en defensa de la fe cristiana. Al comentar acerca del Apocalipsis en relación con el nombre de
la bestia (13:18), escribe:
[p 39] No incurriremos, sin embargo, en el error de pronunciarnos positivamente en cuanto al nom-
bre del Anticristo; porque si fuera necesario que su nombre debería ser revelado en forma especial en la
época presente, habría sido anunciado por quien tuvo la visión apocalíptica. Porque este fue visto desde
no hace mucho tiempo, sino casi en nuestros días, hacia el final del reinado de Domiciano.
El texto lo conserva Ireneo en latín, y Eusebio en griego.54 Tanto en el texto latino como en el griego,
el sujeto del verbo fue visto no está y tiene que suplirse. ¿Quiso decir Ireneo que el Apocalipsis se vio?
¿O quiso decir que Juan, autor de Apocalipsis, fue visto? Algunos que sostienen una fecha temprana
para el Apocalipsis subrayan que el sujeto del verbo es Juan. Arguyen sobre la base del contexto, por
cuanto es más lógico denotar al escritor que al escrito como sujeto principal. Alegan que Eusebio facilita
su preferencia cuando cita dos veces a Ireneo: primero, «Ya que esto es así, y se encuentra el número en
todas las copias aprobadas y antiguas, y aquellos que vieron a Juan cara a cara lo confirman»; y segun-
do, «Porque este fue visto desde no hace mucho tiempo, sino casi en nuestros días, hacia el final del rei-
nado de Domiciano».55 Concluyen que en estas citas el verbo ver debe tener el mismo referente, de mo-
do que no es el Apocalipsis sino Juan el sujeto de dicho verbo. Así pues, el apóstol era visto en los últi-
mos años de Domiciano, en tanto que el Apocalipsis había estado circulando por casi tres décadas.
El contexto de estos pasajes en Ireneo y Eusebio, sin embargo, muestra que ambos autores tenían en
mente al libro y no al autor. Ireneo dedica todo un capítulo (cap. 30) al número y nombre del Anticristo
(Ap. 13:18) y, en el curso de su análisis escribe: «Porque esto fue visto no hace mucho tiempo, sino casi
en nuestros días, hacia el final del reinado de Domiciano». Esta frase es una explicación de la preceden-
te, que concluye con la expresión «visión apocalíptica». En consecuencia, el sujeto es el mismo en ambas
frases. Y Eusebio, al comentar la gran crueldad de la persecución de Domiciano y el destierro del após-
tol Juan a Patmos, menciona el Apocalipsis y entonces cita las palabras ya mencionadas de Ireneo. El
contexto de estas palabras en los escritos tanto de Ireneo como de Eusebio sugieren que el sujeto no es
Juan sino Apocalipsis.56
Luego, el nombre de Domiciano no aparece en los escritos de Clemente de Alejandría y de Orígenes
cuando mencionan el exilio en Patmos. Clemente dice que Juan, que tuvo que exiliarse en Patmos, re-
gresó a Éfeso [p 40] «después de la muerte del tirano».57 Y Orígenes afirma: «El emperador de los roma-
nos, como enseña la tradición, condenó a Juan a la isla de Patmos».58 Defensores de la fecha temprana
para Apocalipsis alegan que las palabras tirano y emperador apuntan no a Domiciano sino a Nerón. Con-
cluyen que la tradición externa sólo puede decir con certeza que Juan estuvo exiliado en Patmos, donde
compuso el Apocalipsis, pero no cuándo lo escribió. Debido a las afirmaciones imprecisas de escritores
de los siglos segundo y tercero, los defensores de la fecha temprana afirman que la evidencia para fe-

54 Ireneo Contra Herejías 5.30.3 (en Apostolic Fathers, pp. 559–60); Eusebio Hist. Ecl. 3.18.3; 5.8.6.
55 Eusebio Hist. Ecl. 5.8.5–6 (LCL); e Ireneo Contra Herejías 5.30.1, 3.
56 Ibid. John A. T. Robinson (Redating the New Testament [Philadelphia: Westminster, 1976], p. 221) comenta que hacer

de Juan el sujeto del verbo fue visto «es muy dudoso».


57 Clemente de Alejandría ¿Quién es el hombre rico que debe ser salvo? 42, en The Ante‐Nicene Fathers, ed. Alexander

Roberts y James Donaldson (reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.), 2:603; Eusebio Hist. Ecl. 3.23.6.
58 Orígenes Mateo 16.6. Escribe la palabra griega basileus (rey), que significa emperador (1 P. 2:13, 17).
31

char Apocalipsis parece favorecer la época de las persecuciones de Nerón. Pero, en el siglo cuarto, tanto
Eusebio como Jerónimo escribieron que Juan fue expulsado a Patmos durante el reinado de Domiciano.
Y Eusebio, quien cita a Clemente de Alejandría, «Porque después de la muerte del tirano él [el apóstol
Juan] se fue de la isla de Patmos a Éfeso», menciona a Domiciano por su nombre en el mismo capítulo.59
Antes de que Ireno escribiera Contra Herejías en aproximadamente el 185, un historiador cristiano de
nombre Hegesipo, a mediados del siglo segundo, escribió el libro Cinco Memorias. Gracias a Eusebio se
han conservado algunos fragmentos de este libro, y se reflejan en las siguientes afirmaciones que men-
cionan el término historia y que se atribuyen a Hegesipo:
En esa época, así dice la historia, el apóstol y evangelista Juan todavía seguía vivo, y fue condenado
a vivir en la isla de Patmos debido a su testimonio de la palabra de Dios.
Después de que Domiciano hubo reinado por quince años, lo sucedió Nerva [96–98]. Se anularon las
sentencias de Domiciano, y el senado romano decretó el regreso de quienes habían sido injustamente
expulsados y la restauración de sus bienes. Quienes pusieron la historia de esos tiempo por escrito lo
relatan. En esa época, también la historia de los antiguos cristianos relata que el Apóstol Juan, después
de la expulsión a la isla, fue a vivir a Éfeso.60
Lawlor concluye: «Pero si los dos pasajes a los que nos referimos provienen realmente de Hegesipo,
tenemos este testimonio de que S. Juan el apóstol fue expulsado a Patmos bajo Domiciano, y vivió en
Éfeso bajo Nerva. Es decir, debe agregarse al pequeño grupo de testigos primitivos de la fecha tardía y
de la autoridad apostólica de Apocalipsis. Y esto está lleno de significado».61 Hegesipo, quien proba-
blemente nació alrededor del [p 41] 110, no ofrece ninguna evidencia de que Juan escribiera Apocalipsis
antes de la destrucción de Jerusalén.
Si bien algunos autores en los primeros siglos no fueron tan precisos como lo hubiéramos deseado,
no podemos decir que la evidencia apunte en forma abrumadora en dirección de una fecha temprana.
Por el contrario, se dispone de evidencia importante a favor de una fecha tardía. De hecho, la fecha tar-
día tradicional es una opción aceptable que se fortalece todavía más con la evidencia interna de Apoca-
lipsis.
2. Evidencia interna
a. Medición del Templo
Uno de los textos en Apocalipsis que habla del templo y la ciudad santa es crucial para quienes de-
fienden una fecha temprana, porque se alega que, por implicación, el templo de Jerusalén todavía sigue
en pie cuando se le dice al apóstol Juan que lo mida. Estas son las palabras en 11:1–3.
Y se me dio una caña como una vara y se me dijo, «Levántate y ve a medir el templo de Dios y el al-
tar y a quienes rinden culto en él. Pero excluye el patio exterior del templo y no lo midas porque ha sido
dado a los gentiles, y hollarán la ciudad santa por cuarenta y dos meses. Y daré [poder] a mis dos testi-
gos y profetizarán por 1,260 días y se vestirán de saya».

59 Ibid.
60 Eusebio Hist. Ecl. 3.18.1 y 3.20.8–9 (LCL). Véase también H. J. Lawlor, Eusebiana: Essays on the Ecclesiastical History of 
Eusebio Pamphili, ca. 264–349 A. D. Bishop of Caesarea (1912; reimpresión, Amsterdam: Philo, 1973), pp. 50–53.
61 Lawlor, Eusebiana, p. 95.
32

El argumento es que todo el Nuevo Testamento calla acerca de la desaparición del templo. Este sor-
prendente evento, que Jesús predijo en los evangelios y se cumplió cuarenta años después de su ascen-
sión, se habría supuestamente mencionado en Apocalipsis si este libro hubiera sido compuesto después
de la caída de Jerusalén. Un autor concluye: «Se ha demostrado que en la época de la composición de
Apocalipsis se habla del complejo del Templo como todavía en pie. Es inconcebible que un libro como
Apocalipsis pudiera no mencionar que ya había sido destruido, si se hubiera escrito después del 70
d.C.».62
El Nuevo Testamento utiliza el término griego hieron para el complejo del templo (p.ej., Mt. 24:1;
Hch. 3:1) y la palabra naos para el santuario interno (véase Mt. 27:51). En todo Apocalipsis Juan nunca
utiliza el primer término para referirse al templo sino siempre el segundo (dieciséis veces).63 El santua-
rio interior era el lugar al que ingresaba el sumo sacerdote una vez al año, en el día de expiación. Ahí
estaba en presencia de Dios Todopoderoso para rociar sangre por sí mismo y por el pueblo de Israel
para remisión de los pecados (Lv. 16:6–14). Pero cuando Jesús, el sacrificio [p 42] perfecto, derramó su
sangre en la cruz y murió, la cortina del santo de los santos se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:51). Dios dio
a conocer que ya no iba a ser el sumo sacerdote sino todo el pueblo de Dios el que pudiera entrar libre-
mente a su presencia. El énfasis, pues, no se pone en el complejo del templo en Jerusalén antes de su
destrucción. Más bien Juan acentúa el pueblo de Dios que ahora, con Jesús, su mediador, tiene el privi-
legio de entrar a la presencia de Dios (Heb. 9:24). Son el templo de Dios y ofrecen sus sacrificios de ala-
banza en su altar. En contraposición, el patio exterior donde se levantaba el altar de ofrendas cruentas
se entrega a los gentiles, los incrédulos, que son arrojados de la presencia de Dios. Hollan la gran ciu-
dad, que ya no es santa sino pecadora y a la que se llama metafóricamente Sodoma y Egipto (11:8; ver
también Lc. 21:24). Juan quiere transmitir no una interpretación literal del templo y de la ciudad terre-
nal sino más bien una comprensión simbólica del pueblo de Dios que mora en su presencia, es decir, en
su templo.64
Luego, si el período de cuarenta y dos meses o 1,260 días se refiere al comienzo de las guerras judías
y concluye con la destrucción de Jerusalén, podríamos determinar la fecha de la composición de Apoca-
lipsis. Este período se extendió desde la primavera del 67 hasta el otoño del 70, año de la caída de Jeru-
salén. Las persecuciones que Nerón instigó también duraron tanto: desde finales de otoño del 64 hasta
el nueve de junio del 68, cuando el emperador se suicidó. Una fecha aproximada para Apocalipsis en-
tonces sería a mediados de los años 60 o en su segunda mitad.65
Si se interpreta el marco temporal de cuarenta y dos meses o 1,260 días no de manera simbólica sino
literal, se generan una serie de problemas. Primero, estas cifras también aparecen en contextos (12:6;
13:5) donde una interpretación literal fracasa. Luego, Nerón incendió la ciudad de Roma en julio del 64
y desde luego que no esperó hasta finales de otoño de ese año para hacer de los cristianos el chivo ex-

62 Kenneth L. Gentry Jr., Before Jerusalem Fell: Dating the Book of Revelation (Tyler, Tex.: Institute for Christian Economics,
1989), p. 192.
63 Ap. 3:12; 7:15; 11:1, 2, 19 (dos veces); 14:15, 17; 15:5, 6, 8 (dos veces); 16:1, 17; 21:22 (dos veces). Ningún otro libro del

Nuevo Testamento tiene tantos casos: hay nueve en Mateo; cuatro en Lucas y en 1 Corintios; tres en Marcos y en el
evangelio de Juan; dos en Hechos y en 2 Corintios; y uno en Efesios y en 2 Tesalonicenses.
64 Consúltese Bauckham, Climax of Prophecy, p. 272.

65 Gentry, Before Jerusalem Fell, p. 256; David Chilton, The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation (Fort

Worth, Tex.: Dominion, 1987), p. 4.


33

piatorio. Tercero, la rebelión judía contra Roma estalló en primavera del 66 y concluyó con la destruc-
ción de Jerusalén en agosto–setiembre del 70. Y finalmente, el pisotear la ciudad santa por parte de los
gentiles pudo comenzar sólo cuando Jerusalén cayó en manos de los soldados romanos. De nada sirve
situar los cuarenta y dos meses después de setiembre del 70, porque no hay ningún incidente histórico
que señale su conclusión.
Juan describe el conflicto entre Cristo y Satanás, el pueblo de Dios y los seguidores de Satanás. Des-
cribe la escena del conflicto en forma simbólica, de modo que las cifras en el relato del capítulo 11 debe-
rían interpretarse también así. Además, las otras partes en este capítulo reciben una [p 43] interpreta-
ción simbólica: la vara de medir, la medición, los dos olivos y los dos candelabros (11:1–4). En los pasa-
jes llenos de simbolismo, no se debería esperar literalismo. Concluimos al decir que el texto de 11:1–3 no
demuestra una fecha anterior a la destrucción de Jerusalén en el 70.
b. El número de la bestia
Hay otro pasaje que ocupa una posición clave al analizar la fecha de Apocalipsis.: «En esto consiste
la sabiduría: el que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de un ser
humano: seiscientos sesenta y seis» (13:18).
Comencemos con el misterio del número 666, que muchos estudiosos atribuyen a Nerón, al que en-
tonces se designa como el Anticristo. Ireneo escribió mucho acerca de este número, y señala el peligro
de saber el nombre del Anticristo: «Además, otro peligro, de ningún modo insignificante, se apoderará
de quienes presumen falsamente que saben el nombre del Anticristo».66 Menciona que no escasean los
nombres y se refiere a tres que encajan con el número 666: Evantas, Lateinos y Teitan (es decir, Tito,
quien destruyó Jerusalén). Centra su atención en Teitan como posibilidad, pero se abstiene de escoger a
ninguno de los tres:
No incurriremos, sin embargo, en el riesgo de pronunciarnos en forma positiva en cuanto al nombre
del Anticristo; porque si fuera necesario que este nombre se revelara en forma clara en este tiempo ac-
tual, lo habría anunciado aquel que tuvo la visión apocalíptica.67
Al final del siglo segundo Ireneo vaciló en aventurar un significado exacto para este número miste-
rioso. No fue sino hacia 1830 que cuatro estudiosos alemanes propusieron el nombre de Nerón para el
número 666.68 En el siglo veinte se hicieron otras sugerencias: p.ej. Vespasiano, Tito y Domiciano.69
La selección de Nerón como el personaje con el cual interpretar el número 666 requiere que se agre-
gue la letra n al nombre (N. DEL T.: el autor escribe en función del nombre Nerón en inglés, Nero, que no
tiene la n al final). Esta es la forma hebrea (aramea) de escribir el nombre, lo cual se ha comprobado en

66 Ireneo, Contra Herejías 5.30.1.


67 Ibid. 5.30.3.
68 O. F. Fritsche (1831); F. Benary (1836); F. Hitzig and E. Reuss (1837). Refiérase a D. Brady, The Contribution of British 

Writers between 1560 and 1830 to the Interpretation of Revelation 13.16–18 (the Number of the Beast): A Study in the History of 
Exegesis, BGBE 27 (Tübingen.: Mohr, 1983), p. 292.
69 Respectivamente, W. G. Baines, «The Number of the Beast in Revelation 13:18», HeythJourn 16 (1975): 195–196;

Ethelbert Stauffer, «666 (Apoc. 13,18)», ConNT 11 (1947): 237–41.


34

el manuscrito Murabba‘at de los Rollos del mar Muerto, donde aparece esta forma de escribirlo.70 Si su-
ponemos que Juan tuvo en [p 44] mente a Nerón, tenemos que advertir que una variante textual que
contiene la lectura 616 deletrea Nerón sin n. Pero ya en el siglo segundo Ireneo lo analiza y rechaza. Por
ello, si fuéramos a entender el número 666 como referencia escondida a Nerón, tendríamos que pregun-
tar por qué Juan escribe abiertamente acerca de las «siete colinas» (17:9); los escritores romanos solían
utilizar esta expresión para designar a Roma. Y si decimos que 666 equivale a Nerón como la bestia,
entonces el contexto presenta dificultades. Primera, una de las cabezas de la bestia había recibido un
golpe mortal que alguien más le había asestado (13:3), pero Nerón se suicidó, en tanto que la bestia si-
gue viviendo. Luego, la herida fatal que había sanado simboliza un regreso a la vida. Se trata claramen-
te de la parodia de Satanás que intenta imitar la resurrección de Cristo (compárese 13:3 y 1:18). Y la le-
yenda del regreso a la vida de Nerón (Nerón redivivus) «se adapta para dar a la bestia una contraparte
paródica del retorno futuro de Cristo».71 Tercero, en 13:16–17 la bestia ordena que todos sus seguidores
deben tener este número grabado en la mano derecha y en la frente. Sin este número nadie podía com-
prar o vender. Pero los historiadores romanos no escriben nada acerca de un decreto semejante ni en
Roma ni en las provincias. Pero Apocalipsis menciona repetidas veces la señal de la bestia o el número
de su nombre (14:9; 15:2; 20:4). Aunque identificáramos el número de la bestia con el nombre Nerón,
subsiste la pregunta de si Juan quería referirse a un período de la historia o contraponer a Satanás con
Cristo, el vencido con el vencedor. Sugiero que armoniza mejor con el contexto una interpretación sim-
bólica.
El capítulo 13 describe el poder de Satanás sobre el mundo de modo que todo el que se niegue a re-
cibir su marca quedará por fuera. «Si alguien va a cautividad, a la cautividad va. Si alguien va a morir a
espada, a filo de espada morirá. En esto consisten la perseverancia y la fe de los santos» (v. 10). Juan, sin
embargo, en el capítulo siguiente, presenta un contraste, en el que el Cordero y los 144,000 santos están
en el Monte Sión con el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escritos en la frente (14:4). Los
seguidores de Satanás tienen el número de su nombre grabado en la mano derecha y en la frente; el
pueblo de Dios tiene los nombres del Cordero y del Padre escritos en la frente (14:1).72 Juan no indica
que todos los seguidores de Satanás han sido marcados con el número 666, y no dice que todos los se-
guidores del Cordero tienen el nombre de Jesús escrito en forma indeleble en la frente. Juan habla en
forma simbólica. Contrasta a Satanás, quien otorga poder a la bestia, con Cristo, que conduce a los san-
tos a la victoria. Los santos «son los que siguen al Cordero por donde quiera [p 45] que va» (14:4). El
mensaje de los capítulos 13 y 14 es que el poder de Satanás es limitado, porque Cristo ha vencido al
mundo.
c. Los siete reyes
Un pasaje relacionado que sugiere una referencia temporal se encuentra en el capítulo 17: «Y hay
siete reyes: cinco han caído, uno es, el otro no ha llegado todavía. Y cuando llegue, es necesario que du-

70 Consúltese P. Benoit, J. T. Milik and R. de Vaux, eds., Discoveries in the Judaean Desert of Jordan II (Oxford: Oxford


University Press, 1961), p. 18, fotografía 29. Beale (Revelation, p. 24), pregunta «por qué el autor no utilizaría la forma
griega en lugar de la hebrea».
71 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 437; ver también Milligan, Revelation of St. John, p. 319.

72 Refiérase a Bauckham, Climax of Prophecy, p. 399.


35

re poco tiempo. Y la bestia, que antes era y ahora es, es el octavo rey y es de los siete, y va a su destruc-
ción» (17:10–11).
¿Quiénes son estos siete reyes o emperadores? Si comenzamos con Julio César y agregamos los
nombres de sus sucesores (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón), entonces resulta obvio que
Nerón ocupa el número seis en la dinastía de los Césares. Pero, ¿quiénes son el número siete y el núme-
ro ocho? En el año después de la muerte de Nerón (68–69), gobernaron tres sucesores, cada uno de ellos
por unos pocos meses: Galba, Oto y Vitelio. En otoño del 69 Vespasiano, general de las fuerzas romanas
que asediaban a Jerusalén, fue llamado perentoriamente a Roma donde se convirtió en emperador y
gobernó por un período de diez años. Vespasiano nombró a sus hijos Tito y Domiciano como sus suce-
sores. Tito reinó del 79 al 81 y Domiciano del 81 al 96. Algunos intérpretes son de la opinión de que Au-
gusto es el primer emperador que se menciona en las Escrituras y que los tres aspirantes al trono (Gal-
ba, Oto y Vitelio) no deberían contarse. Esta secuencia colocaría a Vespasiano como número seis, Tito
como siete y Domiciano como ocho.73 Pero otros comienzan con Calígula, omiten a los tres pretendien-
tes, y colocan a Domiciano como número seis.74
En lugar de contar a los emperadores romanos, algunos estudiosos se refieren a los capítulos 2 y 7
en Daniel y, sobre esta base, hablan de reinos seculares que surgen, florecen y se derrumban. En se-
cuencia, estos reinos son la antigua Babilonia, Asiria, Neo Babilonia, Medo-Persia, Greco-Macedonia y
Roma.75 Roma es el número seis y encaja con el texto, «cinco han caído, uno es». Roma sigue siendo el
imperio poderoso, tanto que el sétimo todavía no ha llegado. La objeción es que el texto habla no acerca
de reinos sino de reyes. Aunque esto es cierto, hay sustento para la palabra reinos. El texto hebreo de
Daniel 7:17 lee, «En cuanto a estas cuatro grandes [p 46] bestias, cuatro reyes surgirán de la tierra». El
término reyes se traduce en numerosas versiones, incluyendo la Septuaginta, como «reinos», porque los
reinos sobre los cuales reinan los reyes son mayores y más duraderos que sus gobernantes. Basado en
las Escrituras del Antiguo Testamento, Juan piensa en las profecías de Daniel y considera a los reyes
como representantes de sus reinos. Cuando escribe el verbo caer en «cinco [reyes] han caído», este verbo
se aplica mejor a los imperios que declinan que a reyes que son destronados. Los imperios seculares que
se enfrentan contra el reino de Dios o bien se derrumban o son derribados. Sólo el reino de los cielos
permanece para siempre, en tanto que todos los demás imperios perecen. El conflicto que se describe en
Apocalipsis es el de Satanás, quien pretende tener dominio sobre los reinos de este mudo (Lc. 4:6), y
Cristo, quien es Rey de reyes y Señor de señores (17:14; 19:16).
Aunque Juan pudo haber aludido a siete gobernantes históricos de la segunda mitad del siglo pri-
mero, diríamos más bien que escribe el número siete como símbolo de totalidad y se refiere a todos
ellos. Sin embargo, Juan escribe acerca de un octavo que es de los siete, «Y la bestia que en otro tiempo
era y ahora es, es el octavo y es de los siete, y va hacia su destrucción» (17:11). La interpretación de este

73 Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and


Wagnalls, 1886), p. 53.
74 P.ej., Krodel, Revelation, p. 297.

75 Consúltese Hendriksen, More Than Conquerors, p. 171; S. Greijdanus, Die Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT

(Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 349. Henry Alford tiene la misma secuencia de reinos pero llama a la Antigua
Babilonia, Egipto y a Asiria, Nínive. Véase su James‐Revelation, vol. 4, parte 2 de Alford’s Greek Testament: An Exegetical 
and Critical Commentary (1875; reimpresión, Grand Rapids: Guardian, 1976), p. 70. Y véase William Milligan, The Book of 
Revelation (New York: Armstrong and Son, 1893), p. 285.
36

versículo debe verse a la luz del contexto que lo precede, donde Juan habla de la bestia que «saldrá del
abismo y va a su destrucción» (17:8). Esta bestia saldrá del abismo, que es el lugar donde se encuentran
los ángeles malos que ocupan su propio lugar y misión en su imperio malo. La bestia no es uno de los
siete gobernantes sino la concentración del mal que hay en ellos; es mayor que cualquier persona indi-
vidual. Esta bestia es la personificación del Anticristo (compárese con 2 Ts. 2:3–4); sale del foso pero va
camino a la destrucción. En conclusión, el octavo personifica al Anticristo, que ya ha perdido la batalla
contra Cristo aunque la guerra misma todavía no haya terminado.
3. Entornos en las iglesias
Juan escribió siete cartas a iglesias individuales en la provincia de Asia. El contenido de dichas car-
tas revela sus entornos y refleja la época en que se compusieron. Incluso una lectura somera deja la im-
presión de que sus receptores no eran cristianos de primera generación sino de segunda. Las condicio-
nes en las siete iglesias difícilmente confirman la noción de que las personas habían recibido el evange-
lio poco tiempo antes. Se nos habla del abandono del primer amor, de prácticas de los nicolaítas, de
persecución, de martirio, de enseñanzas de Balaam, de tolerancia de inmoralidad sexual, de aprender
secretos profundos de Satanás y de ser ricos en riqueza mundana. En realidad, el entorno de estas igle-
sias no armoniza con lo que sabemos de las iglesias que Pablo fundó y pastoreó en los años cincuentas.
Por ejemplo, Pablo pastoreó en Éfeso tres años (53–56) y escribió cartas a Timoteo, quien fue pastor ahí
en los años sesentas. Nada en los Hechos ni [p 47] en las cartas de Pablo se corresponde con las condi-
ciones prevalecientes en la iglesia en Éfeso cuando Juan escribió la carta que Jesús le dictó. En Éfeso y
en las otras iglesias se había entrado una fe en retroceso y deterioro. Ni las cartas personales dirigidas a
Timoteo a mediados de los años sesentas ni las cartas generales de Pedro enviadas a la misma región en
ese tiempo reflejan la situación que se describe en las cartas de Jesús a las iglesias en la provincia de
Asia. Pablo se opuso a los judaizantes que se introducían en las iglesias que había fundado, pero las
siete cartas del Apocalipsis hablan de varios adversarios incluyendo a los nicolaítas, a los seguidores de
Balaam y a los seguidores de Jezabel. «Cuado leemos las siete cartas, en especial las últimas cuatro, en
Apocalipsis, nos encontramos con una atmósfera diferente. No es la estrechez del judaísmo, sino la in-
moralidad desordenada y la mundanalidad del paganismo lo que está tratando de prevalecer; y el cris-
tiano tiene que superar, no al judaísmo, sino al mundo en el sentido más amplio».76
Si preferimos una fecha temprana para Apocalipsis, nos encontramos con problemas debido al ma-
terial sobre realidades que se encuentra en Hechos y en las Cartas de Pablo. Como ya hemos observado,
Pablo sirvió en la iglesia en Éfeso a mediados de los años cincuentas, y Timoteo fue su pastor en la pri-
mera mitad de los años sesentas. Carecemos de evidencia de que Juan fuera pastor en Éfeso antes de la
destrucción de Jerusalén; pero incluso si estuvo en Éfeso, la duración de su servicio antes de su exilio
habría sido breve. Luego, las siete cartas a las iglesias en la provincia de Asia parecen mostrar que Juan
conocía bien la situación espiritual de cada una de ellas. Pero esto sería poco posible si Juan hubiera
estado ahí sólo por breve tiempo, aparte de la instrucción de Jesús de que escribiera estas cartas. Terce-
ro, dudamos de que Juan pudiera haber llegado a Éfeso en la primera parte de los años sesentas, porque
al dirigir su carta a los efesios en el 62, Pablo no habría dejado de mencionar a Juan y de alabarlo por su
labor. Cuarto, en sus escritos, tanto Pedro como Pablo nada dicen en cuanto a los trabajos de Juan en
Éfeso. Esto parece indicar que Juan no llegó a Éfeso durante la vida de ellos. Y por último, Policarpo

76 Milligan, Revelation of St. John, p. 334.


37

escribió a la iglesia en Filipo e indica que cuando Pablo compuso su carta canónica a los filipenses en el
62, todavía no había llegado a Esmirna el conocimiento de Cristo.77
4. Persecución bajo Domiciano
En todo Apocalipsis, Juan alude a la persecución que el pueblo de Dios tenía que soportar. Él mismo
experimentó dificultades al ser desterrado a la isla de Patmos «a causa de la palabra de Dios y del tes-
timonio de Jesús» [p 48] (1:9). Y escribe palabras de aliento a la iglesia en Esmirna. «Mira, el diablo está
a punto de arrojar en prisión a algunos de vosotros para que seáis probados, y tendréis tribulación por
diez días» (2:10). Se refiere a los santos que han sido inmolados (2:13; ver también 6:9–10; 16:6; 17:6;
18:24; 19:2; 20:4), y pone sobre aviso a los lectores acerca de un tiempo de prueba (3:10). Sin duda, Ne-
rón desahogó su ira en los cristianos en Roma y los condenó a muerte. ¿Pero es Domiciano, conocido
también como perseguidor del pueblo de Dios? Quienes abogan por una fecha temprana optan por las
persecuciones neronianas de los años sesentas, en tanto que, quienes prefieren una fecha tardía se cen-
tran en Domiciano y en la mitad de los noventas. Falta, sin embargo, evidencia procedente de escritores
seculares y cristianos antiguos para demostrar que las persecuciones instigadas ya sea por Nerón ya por
Domiciano llegaron a las provincias. Clemente de Alejandría, al comienzo del siglo tercero, comenta
que Nerón y Domiciano fueron los dos únicos emperadores que calumniaron la enseñanza cristiana y
acusaron en falso a los cristianos.78 Y un siglo después, Eusebio escribe que Domiciano se había conver-
tido en «el sucesor de la campaña de hostilidad de Nerón hacia Dios».79 Estas referencias no demuestran
el punto, pero resulta innegable que el contenido de Apocalipsis habla de persecución y sufrimiento.
Apocalipsis ofrece historia y profecía, realismo e idealismo, hechos e incertidumbre. Los primeros re-
ceptores habían experimentado o iban a experimentar opresión, pero tenían que prepararse para más
maltratos graves.
Pablo menciona una de las afirmaciones confesionales cristianas más antiguas, «Jesús es el Señor» (1
Co. 12:3). Esta declaración entraba en conflicto directo con la de los romanos, «el César es el señor». Los
romanos consideraban que negarse a expresar su credo era señal de insubordinación al emperador y al
estado. El rechazo de la autoridad más alta en el imperio se consideraba como traición merecedora del
castigo de ejecución o exilio. Para el cristiano, la autoridad más elevada en la tierra y en el cielo era el
Señor Jesucristo. Rendir pleitesía al emperador era abandonar al maestro que los había redimido. Para
los romanos, el cristianismo se había convertido en una religión exclusiva que no aceptaba compromi-
sos, porque sus seguidores hablaban del reino de Dios en el que Jesucristo gobernaba [p 49] como rey.
Debido a su adhesión a la fe cristiana, los cristianos, como grupo social, tuvieron que suportar persecu-
ción de manos de las autoridades romanas que se nombraban en todas las ciudades y pueblos para

77 Policarpo, A los Filipenses 11.3.


78 Mencionado en Eusebio Hist. Ecl. 4.26.9. Para un estudio detallado, véase Leonard L. Thompson, The Book of 
Revelation: Apocalypse and Empire (New York and Oxford: Oxford University Press, 1990), en especial pp. 95–115.
79 Eusebio Hist. Ecl. 3.17.1. En cuanto a historiadores seculares, véase Tácito Anales e Historias y Suetonio Vidas de los 

Doce Césares. Consúltese también Albert A. Bell, Jr., «The Date of John’s Apocalypse: The Evidence of Some Roman
Historians Reconsidered», NTS 25 (1977–78): 93–102. Bell afirma en forma contundente, «Como Apocalipsis proviene
de la provincia de Asia, debe haber alguna evidencia convincente de que las acciones emprendidas contra los cristia-
nos en Roma tuvieron su réplica en Asia para que ello diera a Juan su chispa. Y no la hay» (p. 97). Y véase Krodel, Re‐
velation, pp. 38–39.
38

hacer cumplir la religión del estado. Estas autoridades tenían potestad para castigar con ejecución o exi-
lio a quienes se negaban a honrar al César.80
Durante el reinado del emperador Trajano (98–117), Plinio el Joven fungió como gobernador de la
provincia de Bitinia (110–113) y pidió consejo al emperador acerca de cómo castigar a los cristianos que
se negaran a obedecer la ley romana referente al culto religioso.81 Plinio informó a Trajano que les había
pedido a acusados de ser cristianos, por lo menos tres veces, que renunciaran a su fe en Cristo; y les
había advertido que serían castigados. Cuando persistían, daba la orden de que los ejecutaran.82 Al pa-
recer Plinio no comenzó la persecución de cristianos sino que simplemente seguía el procedimiento es-
tablecido. Sólo pedía consejo debido a los numerosos casos que tenía ante sí. Y cuando Trajano respon-
dió que Plinio había seguido la política romana establecida,83 estamos seguros de que, para la última
década del siglo primero, ya se había comenzado a hacerla cumplir.
Todavía hay más evidencias en cuanto a la provincia de Asia y en particular a Éfeso, en tiempo del
emperador Domiciano. En 89–90 fue dedicado el templo de los Sebastoi (la familia de Vespasiano, Tito
y Domiciano). Era costumbre nombrar guardianes del templo en ciudades que habían dedicado un
templo al culto de los emperadores. S. Friesen escribe:
Neokoros [guardián del templo]84 por tanto se convirtió en un título codiciado a pesar de los tem-
praneros esfuerzos en Asia por moderar su impacto. La explosiva difusión del término indica no un
simple título de importancia local en una ciudad nueva, sino un cambio fundamental en la identifica-
ción de dichas ciudades, cambio en el que desempeñaba un papel crucial el culto al emperador. Las in-
novaciones que comenzaron con el Templo de los Sebastoi en Asia, en Éfeso, cambió la consideración
pública de la religión y la identidad en el Mediterráneo oriental por muchos siglos.85
[p 50] La importancia de los templos dedicados a emperadores romanos no puede subvalorarse en
relación con Apocalipsis. Pérgamo, ciudad situada al norte de Éfeso, en la provincia de Asia, era cono-
cida por el culto al emperador. Ahí se practicaba la religión del estado y se hacían ofrendas a la imagen
del emperador.86
El culto al emperador Domiciano, a quien se honraba como dominus et deus (señor y dios), era un fe-
nómeno prevaleciente en Éfeso, y Juan lo encontró en los años noventas. «Cuado Juan denunció el culto

80 Ray Summers, Worthy is the Lamb: An Interpretation of Revelation (Nashville: Broadman, 1951), pp. 92–93.


81 Plinio el Joven, Cartas y Panegíricos, trad. Betty Radice, LCL (Cambridge, Mass.: Harvard University Press; London:
Heinemann, 1962), 10.96 (2:285–91).
82 Plinio, Cartas 10.96.3.

83 Ibid. 10.97.

84 Este término griego se encuentra una vez en el Nuevo Testamento (Hch. 19:35).

85 S. Friesen, «The Cult of Roman Emperors in Ephesos: Temple Wardens, City Titles, and the Interpretation of the

Revelation of John», en Ephesos, Metropolis of Asia: An Interdisciplinary Approach to its Archaeology, Religion, and Culture,


ed. H. Koester, Harvard Theological Studies 41 (Valley Forge, Pa.: Trinity Press International, 1995), p. 236. Debo esto a
mi colega Charles E. Hill por haberme referido a este estudio.
86 Consúltese William Ramsay, The Letters to the Seven Churches of Asia and Their Place in the Plan of the Apocalypse

(London: Hodder and Stoughton, 1904; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 292–93. Véase también Colin J.
Hemer, The Letters to the Seven Churches of Asia in Their Local Setting, JSNTSup 11 (Sheffield: JSOT, 1986), p. 84.
Consúltese S. R. F. Price, Rituals and Power: The Roman Imperial Cult in Asia Minor (Cambridge: Cambridge University
Press, 1984), p. 221.
39

imperial, no estaba atacando un fenómeno socio-religioso marginal. Los desarrollos en el culto provin-
cial de los emperadores que se manifiestan en el Templo de los Sebastoi indican que el culto de los em-
peradores desempeñaba un papel cada vez más importante en la sociedad, en muchas esferas».87 A la
luz del culto al emperador en Éfeso, fechar la composición de Apocalipsis en la última parte del reinado
de Domiciano no resulta para nada poco realista.
5. Oposición judía
En las primeras décadas después de Pentecostés y de la fundación de la iglesia, los cristianos disfru-
taron de la protección de las autoridades romanas que los colocaban en el mismo nivel que los judíos.
Los romanos legitimaban la religión judía, y sus seguidores estaban exentos del culto al emperador. Los
seguidores de Cristo se acogieron bajo el resguardo que los romanos habían concedido al pueblo judíos.
Cuando se produjo la destrucción de Jerusalén y su templo, se fue haciendo cada vez más permanente
la separación entre judaísmo y cristianismo. Los judíos fueron de los primeros en acusar a los cristianos
ante los romanos, de manera que se convirtieron en una seria amenaza para la iglesia. El concilio judío
de Jamnia que se celebró en el 90 para aprobar el contenido del canon del Antiguo Testamento, agregó
también una maldición contra los cristianos en la así llamada oración de las dieciocho bendiciones, que
formaba parte de la liturgia en las sinagogas. Los judíos trataron de desenmascarar a los cristianos ex-
pulsándolos de sus lugares de culto y negándoles protección civil. Fueron, en realidad, perseguidores
de la comunidad cristiana y se convirtieron en agentes de Satanás.
[p 51] En sus cartas a las iglesias en Esmirna y Filadelfia, Juan menciona a estas sinagogas judías y
las asocia con Satanás:
- «Conozco … la blasfemia de aquellos que se llaman judíos y no lo son, sino que son la sinagoga de
Satanás» (2:9).
- Haré a los de la sinagoga de Satanás y que se llaman judíos y no lo son sino que mienten, haré que
vengan y se postren a vuestros pies y admitan que os he amado» (3:9).
Cuando Plinio ejecutó a numerosos cristianos, cuyos nombres había recibido de un informante, su-
ponemos que entre los informantes había miembros de las sinagogas locales. Concluimos que, en la úl-
tima década del siglo primero, la persecución era una realidad innegable y que Apocalipsis refleja ese
período en el que vivieron y murieron creyentes.
6. Conclusión
Apocalipsis menciona que Juan fue desterrado a la isla de Patmos debido a la palabra de Dios (1:9).
Menciona que Antipas, el testigo fiel de Jesús, fue condenado a muerte en la ciudad de Pérgamo, «don-
de Satanás vive» (2:13). Aunque Apocalipsis menciona sólo un exilio y una ejecución, los ambientes his-
tórico, sociológico y religioso en la última parte del siglo primero dan testimonio de la persecución de
numerosos cristianos. Aunque muchos creyentes fueron condenados a muerte en Roma en los últimos

87Price, Rituals, p. 249. Consúltese también Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids:
Baker, 1979), p. 201; Thomas escribe (Revelation 1–7, p. 184), «El culto al Emperador se ve siempre como una interven-
ción del poder de Satanás». Se han encontrado monedas con la efigie de Domiciano; tienen grabadas las palabras
dominus et deus (señor y dios) con una imagen del hijo del emperador, cuya mano se proyecta hacia siete estrellas
(compárese con Ap. 1:20).
40

años del reinado de Nerón, los cristianos también tuvieron que sufrir importantes persecuciones en los
días del emperador Domiciano en las provincias romanas de Asia Menor.
La veracidad de Ireneo puede ponerse en tela de juicio debido a algunos relatos dudosos acerca de
Juan. Por otro lado, conoció a Policarpo (69–155), quien había sido discípulo del apóstol y fungido de
puente entre la última parte del siglo primero y la última parte del siguiente. Esperaríamos que tanto
Policarpo como Ireneo relaten por lo menos algo acerca de Juan que sea históricamente verificable. La
referencia a Ireneo implica que el Apocalipsis de Juan data de la época en que finalizó el reinado de
Domiciano.
F. Formas de interpretación.
1. Métodos
Hay básicamente cuatro métodos de interpretación: el preterista, el historicista, el futurista y el idea-
lista. Algunos intérpretes adoptan una combinación de dos o más puntos de vista y alegan que Juan
escribió a sus contemporáneos, a creyentes de todas las edades y a los que estarán presentes en la se-
gunda venida de Jesús. Examinemos estos cuatro puntos de vista por separado y en detalle.
[p 52] a. Preterista
El nombre preterista es una combinación de dos palabras latinas praeter (pasado) y ire (ir) y quiere
decir lo que ya es pasado, es decir, que pertenece al pasado. Según este punto de vista, todo lo que se
menciona en Apocalipsis se cumplió en el siglo primero, en la época en que Juan escribió este libro. Los
preteristas enseñan que el simbolismo en Apocalipsis describe eventos históricos que ocurrieron duran-
te la segunda mitad del siglo primero; el libro de Apocalipsis se refiere a lo que ocurrió en el pasado sin
ninguna referencia al presente y al futuro.
Debe distinguirse entre un ala derecha y un ala izquierda en la escuela preterista. El ala derecha en-
seña la inspiración de Apocalipsis y, por ello, tiene en muy alta estima las Escrituras, en tanto que el ala
izquierda rechaza la inspiración de este último libro de la Biblia.88 Los del ala derecha afirman que la
mayor parte de Apocalipsis se cumplió en los días del imperio romano del siglo primero. Los preteris-
tas «ven en Apocalipsis un libro para el día de persecución en Asia Menor, pero sienten que, por lo me-
nos casi por completo, tiene sólo interés literario para el tiempo actual».89 Y el ala izquierda coloca a
Apocalipsis en el mismo nivel que cualquier otro apócrifo o apocalíptico pseudoepigráfico.
En resumen, los preteristas o descuidan o dejan de lado el elemento de predicción, porque se cen-
tran totalmente en eventos históricos del siglo primero.
Las objeciones al punto de vista preterista son éstas: Primera, aunque dicen que el mensaje de Apo-
calipsis se puede aplicar a cualquier época o generación, no llegan a valorar el progreso que hay en este
libro. Apocalipsis describe progreso en los eventos que contienen predicciones que acaban por culminar

88 Refiérase a Philip Schaff, History of the Christian Church, 3a ed. (1910; reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1950),
1:837–38. Schaff define el ala derecha como «quienes reconocen una verdadera profecía y verdad permanente en el
libro [de Apocalipsis]» y el ala izquierda como los que opinan que es como «un sueño de un visionario que fue des-
mentido por eventos».
89 Summers, Worthy is the Lamb, p. 44. Consúltese también Charles, Revelation, 1:clxxxiii; Harrington, Revelation, pp. 16–

17.
41

en la venida del Juez con el juicio que espera a todos. Esto se ve con claridad en los relatos de los siete
sellos, las siete trompetas y las siete copas. Resulta difícil ver que la secuencia progresiva en cada uno
de estos cuadros se refiera sólo a eventos contemporáneos de la parte final del siglo primero.
Luego, el punto de vista preterista transmite el pensamiento de que el mensaje de Apocalipsis iba
primordialmente destinado a los creyentes del siglo primero; de ahí que para los creyentes de época
posteriores, este mensaje tiene sólo importancia secundaria. Los cristianos perseguidos en tiempos de
Nerón recibieron palabras de consuelo del Apocalipsis de Juan cuando oían al Cristo victorioso que les
hablaba de manera directa. Pero [p 53] la iglesia universal, en el curso del tiempo cósmico, también oye
la misma voz de Cristo que les habla de manera directa en sus propias circunstancias. De igual manera,
Pablo escribió sus cartas a iglesias y personas concretas, pero el mensaje de dichas cartas es tan perti-
nente para la iglesia universal hoy como lo fue para los cristianos a mediados del siglo primero.
Tercero, los preteristas identifican a la bestia de Apocalipsis 13 con el emperador Nerón, sobre todo
en cuanto al número 666 en el versículo 18 de dicho capítulo. Pero la forma poco natural de escribir el
nombre Nerón en hebreo, que era necesaria para llegar a este número, sigue sin convencer. Sin duda que
Juan estaba plenamente familiarizado con la persecución neroniana, pero parece poco realista limitar la
persecución a sólo un emperador en un período particular en la historia.
Por último, las siete cartas a las siete iglesias en la provincia de Asia dejan una impresión clara de
que Jesús se dirigía a cristianos de segunda o incluso tercera generación que estaban flojeando. Por
ejemplo, a la iglesia en Éfeso se le manda que «recuerde el lugar del que has caído, arrepiéntete y haz
las obras que hacías al principio» (Ap. 2:5). Pablo fundó la iglesia en Éfeso en el 53 y trabajó allá por tres
años. Escribió la carta a los efesios en el 62; y después de ser puesto en libertad, mientras Timoteo era
pastor de la iglesia en Éfeso, alrededor del 64 Pablo escribió 1 Timoteo, dirigida a éste y a la iglesia local.
Si, como dicen los preteristas, Apocalipsis se escribió alrededor del 65, entonces la carta a la iglesia en
Éfeso (Ap. 2:1–7) debería mostrar una dedicación total al Señor. Y este no es el caso. Por el contrario,
tanto Efesios como 1 Timoteo reflejan problemas, pero son los de una iglesia en crecimiento y desarro-
llo.
b. Historicista
Apocalipsis, según el enfoque histórico continuo, ofrece un resumen conciso del desarrollo de la
iglesia desde el día de Pentecostés hasta la consumación. Se entremezclan la historia secular y la religio-
sa, y sus proponentes han tratado de interpretar los eventos de su propio tiempo en la historia como
preanunciados en Apocalipsis. Henry Barclay Swete enumera unos cuantos ejemplos de épocas pasadas
en las que hubo escritores que trataron de encontrar una correspondencia entre Apocalipsis y eventos
de sus propios días. Así, al fin del siglo doce, Joaquín de Fiore, quien murió en 1202, consideró que la
bestia que salía del mar (13:1) era el Islam, que había sido herido por las Cruzadas. Para él, Babilonia
era la Roma mundana, e identificó algunas de las siete cabezas de la bestia (17:3, 9–10) con gobernantes
de su época. Más de un siglo después, Franciscanos de París vieron al Anticristo como un pseudopapa.90

90Swete, Revelation, pp. ccxii–xiii; véase también Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed.
Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 12:409.
42

[p 54] Los reformadores del siglo dieciséis identificaron al papa y al papado con el Anticristo. Tanto
Martín Lutero como su colega reformador Juan Calvino no vacilaron en llamar al papa el Anticristo.91
Todavía otros ven en Apocalipsis un calendario de eventos que comienzan con la época de Juan en
la isla de Patmos en el 96. Asignan los siete sellos y seis trompetas a la iglesia primitiva y a la Edad Me-
dia, entienden que Apocalipsis 10 y 11 habla de la época de la Reforma, y aplican el mensaje de la séti-
ma trompeta a la verdadera iglesia. Las dos bestias en el capítulo 13 son el papa y el poder papal, las
siete plagas se cumplieron en la revolución francesa y en las revoluciones modernos, y la destrucción de
Babilonia es la caída del papado.92 Las variaciones en cuanto al método de aplicar el mensaje de Apoca-
lipsis a la historia son numerosas y autodestructoras.
Estas son algunas objeciones a este punto de vista histórico. Primero, el texto de Apocalipsis no se
presta a una presentación histórica continua; la historia y la literatura apocalíptica se armonizan mal
entre sí. Segundo, si se pretendió que Apocalipsis fuera históricamente continuo, la iglesia primitiva y
generaciones sucesivas no habrían podido beneficiarse de un mensaje que no se les aplicaba. También,
los intérpretes aplican el libro a la iglesia occidental como si la iglesia oriental no existiera. Además, los
seguidores del punto de vista histórico a menudo recurren a interpretaciones triviales que no sólo son
fantasiosas sino que deshonran a las Escrituras. Y por último, los métodos utilizados para calcular épo-
cas en la historia sobre la base de números en Apocalipsis son, en el mejor de los casos, cómicos y, en el
peor de los casos, engañosos.
c. Futurista
El enfoque futurista en la interpretación de Apocalipsis consiste en que la mayor parte del libro, a
partir de 4:1, se refiere al futuro. Quienes lo proponen insisten en las profecías en este libro que, según
dicen, se cumplirán apenas antes, durante y después del retorno de Jesús a la tierra. Son la visión del
trono, el rollo con los siete sellos que se abren uno por uno, las siete trompetas, los dos testigos, la mujer
y el niño varón, las siete copas, la gran ramera, la caída de Babilonia. Todos estos son eventos que ocu-
rren antes de la venida de Cristo.
En realidad, el autor de Apocalipsis apunta, a lo largo de todo el libro, al día del retorno de Cristo.
El elemento profético es un componente [p 55] innegable, porque Juan escribe siete veces la palabra pro‐
fecía en Apocalipsis (1:3; 11:6; 19:10; 22:7, 10, 18, 19). Juan escribe a la luz del día grande y terrible del
retorno prometido de Jesús. Y en este sentido, su mensaje es profético.
El futurista compara la redacción de Apocalipsis 1:1 y 19 con la de 4:1. En los dos primeros pasajes
(1:1, 19), Juan subraya las cosas que deben ocurrir pronto y anota lo que ha visto de las cosas que son y
que ocurrirán más adelante. En el último pasaje se le dice a Juan: «Ven acá, y te mostraré lo que debe
suceder después de estas cosas» (4:1). La división, según el futurista, es en dos categorías: primera, las
cosas que pertenecen a la época en que Juan vivió; luego, todas las cosas que pertenecen al futuro. El
futurista interpreta Apocalipsis de manera literal y considera que la segunda parte del libro es un testi-

91 Martín Lutero, The Catholic Epistles, en Luther’s Works, ed. Jaroslav Pelikan (St.Louis: Concordia, 1967), 30:252–53;
Juan Calvino, II Thessalonians (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1981), pp. 330–31; y the first Epistle of John
(reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1981), p. 190.
92 Consúltese Albert Barnes, Notes on the New Testament: Revelation, ed. Robert Frew (reimpresión, Grand Rapids: Baker,

1949), pp. lvi–lxii.


43

monio de «aquellos tiempos al final, cuando están en juego los asuntos cósmicos y cuando se liberarán
las fuerzas sobrenaturales».93 Este enfoque a Apocalipsis es escatológico y enfatiza el día del retorno de
Cristo.
Hay, sin embargo, ciertos problemas en este enfoque. Uno es que hace que «todos los capítulos de
Apocalipsis excepto los tres primeros no tengan nada que decir a la iglesia contemporánea».94 Otro pro-
blema es que el énfasis profético se centra en el retorno de Cristo. Nadie discutirá que la iglesia debería
esperar con ansia este retorno, pero esto no quiere decir que las profecías en Apocalipsis no se vayan a
cumplir sino hasta la segunda venida. De ser así, la iglesia desde la época de Juan hasta el presente no
ha podido aplicar el mensaje de estas profecías en el tiempo posterior al siglo primero. Entonces la igle-
sia debe esperar pacientemente y considerar como bendecidos aquellos que estarán presentes en la ve-
nida del Señor, porque sólo esos santos verán la consumación (22:7, 10, 18, 19). Juan, sin embargo, escri-
be para sus contemporáneos y para los creyentes de siglos sucesivos; tiene un mensaje para la iglesia en
todo el mundo en todas las épocas. El libro está lleno de palabras de consuelo para el pueblo de Dios en
todo lugar y tiempo.
d. Idealista
El último método para interpretar Apocalipsis es la escuela idealista. Lo interpreta como un libro de
principios que contrapone el Cristo victorioso y su pueblo a un Satanás derrotado y sus subalternos.
Juan esboza este contraste desde el principio hasta el fin del libro, desde Jesús que posee las llaves de la
muerte y del Hades en el capítulo 1 hasta que el diablo, la muerte y el Hades son arrojados al lago de
fuego en el capítulo 20.
[p 56] Cuando Jesús pronunció para sus discípulos su discurso sobre las últimas cosas (Mt. 24; Mr.
13; Lc. 21), les dio principios que les proporcionarían, a ellos y a todos los creyentes a lo largo de los
siglos, el consuelo y la seguridad de que está siempre con ellos. Juan en la isla de Patmos no recibió una
visión de la iglesia en tiempos posteriores o al final de los tiempos, sino ideales que alientan a los cre-
yentes en el conflicto espiritual con el que se enfrentan. Describe a Cristo como el que establece princi-
pios que, en última instancia, erradicarán el mal del mundo, y señala los principios opuestos que Sata-
nás y sus huestes utilizan. Apocalipsis no es una historia de eventos que ocurrieron en el pasado ni una
profecía de eventos que sucederán en el futuro. Es un libro que llena al pueblo de Dios de consuelo y
motivación para soportar hasta el fin. Los idealistas insisten en los principios que hay en este libro, de
modo que su mensaje es aplicable a los cristianos de todas las generaciones, desde la época de Juan has-
ta el fin de los siglos.
Hendriksen define el propósito de Apocalipsis y subraya el consuelo que la iglesia militante recibe
en su lucha contra las fuerzas de Satanás. Escribe que el libro está lleno de ayuda y consuelo para los
cristianos perseguidos y sufrientes. A ellos se les da la seguridad de que Dios ve sus lágrimas (7:17;
21:4); sus oraciones influyen en los asuntos mundiales (8:3, 4) y su muerte es preciosa a los ojos de Dios.
Su triunfo final está garantizado (15:2); su sangre será vengada (19:2); su Cristo vive y reina por los si-
glos de los siglos. Gobierna al mundo para beneficio de su iglesia (5:7, 8). Volverá para tomar a su pue-

93
Tenney, Interpreting Revelation, p. 140.
94
Johnson, Revelation, p. 409; consúltese también Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev.ed., NICNT (Grand
Rapids: Eerdmans, 1998), p. 28.
44

blo consigo en «la cena nupcial del Cordero» y para vivir con ellos para siempre en un universo rejuve-
necido (21:22).95
Los creyentes que leen Apocalipsis saben que Jesús nunca los abandona sino que siempre está cerca
de sus santos. Saben que son la esposa y que Jesús es el esposo (19:7; 21:2, 9). Por tanto, cuando el Espí-
ritu y la esposa piden que venga (22:17), Jesús les asegura que viene pronto (22:20).
Dios controla la historia desde el principio hasta el fin y Juan lo refleja en Apocalipsis. En él Juan no
especifica eventos particulares sino principios que se aplican a tendencias inherentes y aspectos que
aparecen en todo tiempo y lugar. El tema del tiempo como tal tiene poca importancia en Apocalipsis,
porque no es el tiempo cronológico el que gobierna este libro sino un principio permanente. El tiempo
se describe en términos de cuarenta y dos meses o 1,260 días (11:2, 3; 12:6; 13:5), y con expresiones como
tiempo, tiempos, y medio tiempo (12:14) y un tiempo breve (6:11; 20:3). El tiempo se presenta como una idea
en forma sintética que no se puede cuantificar en términos de años o siglos. Concluye Milligan: «No
tenemos derecho, por tanto, al interpretar Apocalipsis, a insertar en él el pensamiento de un desarrollo
largo o breve de eventos. Es una representación en la que [p 57] una idea, no el tiempo necesario para
expresarla, desempeña el papel principal».96
Apocalipsis toma prestadas imágenes, señales, símbolos, nombres y números del ambiente cultural
y religioso del autor y, por medio de ellos, presenta un mensaje que es universal y permanente. Ese
mensaje no está vinculado a ningún tiempo ni lugar particulares, aunque estos términos y expresiones
representan escenas tomadas de los países alrededor del Mar Mediterráneo y otros lugares en el Medio
Oriente.
Las objeciones que se le hacen a la escuela idealista se refieren a la falta de énfasis en la historia y la
profecía. Estas preocupaciones son legítimas, porque todo exegeta meticuloso debe procurar que no se
descuide ninguna parte de Apocalipsis. De hecho, la maldición de Dios cae sobre todos los que omiten
partes de su revelación (Ap. 22:19). El idealista, sin embargo, reconoce que muchas partes de Apocalip-
sis encajan con marcos históricos pero se pueden aplicar a muchas épocas en la historia de la iglesia
cristiana. Juan pudo atribuir una serie de visiones a su propia época, pero de igual modo los creyentes
que han sufrido o están sufriendo persecución incluso hoy han podido ver su situación reflejada en
Apocalipsis.
Con respecto a las profecías, los idealistas enseñan que se cumplen en el curso del tiempo y se cum-
plirán en la consumación, cuando Jesús vuelva. Saben que lo que ha prometido lo cumplirá en el mo-
mento en que el Padre ha establecido por su propia autoridad (Mt. 24:36; Hch. 1:7). Pero también sos-
tienen que Apocalipsis no enseña que la segunda venida de Cristo se ha hecho realidad. El libro enseña
que regresará como lo prometió, no que haya regresado.97 El pasaje en 19:11–21 es una visión de un
evento que sucederá.
Debe decirse una última palabra respecto a la posición idealista contemporánea. No todos los intér-
pretes tienen en alta estima las Escrituras, y algunos utilizan Apocalipsis como un documento para cau-

95 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 7.
96 Milligan, Revelation of St. John, p. 153; compárese con S. L. Morris, Drama of Christianity, pp. 28–29.
97 Ap. 11:17 y 16:5 deben verse en su contexto, a saber, Juan mira hacia atrás al cumplimiento de la promesa de Jesús de

venir pronto (ver el comentario sobre estos versículos).


45

sas concretas. Para estos intérpretes, Apocalipsis es un libro lleno de principios éticos que ayudan a sus
lectores en las luchas cotidianas en las esferas de la economía, la raza y el género. Utilizan Apocalipsis
como una fuente para enseñar teología de la liberación para ayudar a los pobres en su lucha contra la
opresión económica. Encuentran en este libro información útil para combatir la discriminación racial y
la supresión de minorías. Algunos interpretan Apocalipsis como base para construir una teología femi-
nista. Así, ven los capítulos 10 hasta 15 como una descripción de una comunidad y sus opresores, de
profetas que reciben un mandato, para descubrir [p 58] enemigos que surgen en la comunidad, y de una
liberación que aparece en el tiempo de la cosecha escatológica.98
Este énfasis subraya las necesidades e intereses humanos pero lo hace a expensas de descuidar las
verdades eternas de la revelación de Dios en Jesucristo. El mensaje de Apocalipsis es mucho más am-
plio, porque nos señala al Cristo victorioso y sus seguidores que son más que vencedores.
2. Interpretaciones hermenéuticas
Hay dos interpretaciones distintas respecto al cuándo de la segunda venida de Jesús: ambas tienen
que ver con el reinado de mil años de Cristo. ¿Se da este período entre el fin de la era presente y el día
del juicio? ¿O se refiere este período a una duración indefinida que incluso ahora se está dando? Un
comentario no se presta para un análisis minucioso de los cuatro puntos de vista milenaristas: amilena-
rista, posmilenarista, premilenarista y dispensacional. Hay para ello muy buenos estudios especializa-
dos.99 Así pues, con el debido respeto para otros puntos de vista, me limitaré a mencionar algunos ele-
mentos de las posiciones premilenarista y amilenarista.
a. Premilenarismo
El regreso de Jesús en las nubes del cielo inaugura un período de mil años de paz y prosperidad. Es-
te es el punto de vista premilenarista, que enseña que Jesús regresa antes de que comience un período
de mil años.100 Esta opinión adopta muchas variantes en cuanto a secuencia, número y clasificación de
creyentes, condiciones y duración del tiempo. Sostiene que cuando Cristo regrese, Satanás será encade-
nado y los santos resucitarán y reinarán con Cristo mil años en esta tierra. «Este reino milenario con-
cluirá con una rebelión final y el juicio final».101
Los santos resucitados incluirán tanto a judíos como a gentiles, y a ellos se les unirán los creyentes
que son transformados a la gloria en el momento [p 59] en que Jesús regresa. Reinarán en esta tierra con
verdad y gracia, aunque Jesús gobernará sobre los incrédulos con una vara de hiero (2:27; 12:5; 19:15;

98 Elisabeth Schüssler Fiorenza entiende el mensaje de Apocalipsis como una visión de «liberación de las estructuras
eclesiásticas opresoras y de la dominación destructiva de quienes tienen poder en este mundo». Véase su Invitation to 
the Book of Revelation: A Commentary on the Apocalypse (Garden City, N.Y.: Doubleday, 1981), p. 32; y su Book of 
Revelation, p. 199. Véase también Tina Pippin, Death and Desire: The Rhetoric and Gender in the Apocalypse of John
(Louisville: Westminster/John Knox, 1992), pp. 70, 72, 80.
99 Véase entre otros Craig A. Blaising, «Premillennialism»; Kenneth L. Gentry Jr., «Postmillennialism»; y Robert B.

Strimple, «Amillennialism», en Three Views on the Millennium and Beyond, ed. Darrell L. Bock (Grand Rapids:


Zondervan, 1999); y C. Marvin Pate, ed., Four Views on the Book of Revelation (Grand Rapids: Zondervan, 1998).
100 La palabra proviene del latín pre (antes), mille (mil) y annus (año).

101 George Eldon Ladd, A Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 261. Véase el capítulo

de Ladd, «Historic Premillennialism», en The Meaning of the Millennium, ed. Robert G. Clouse (Downers Grove:


InterVarsity, 1977).
46

Sal. 2:9). Pero el mal quedará sometido a control, prevalecerá la rectitud y se implantará la justicia. La
tierra producirá alimentos abundantes e incluso el desierto florecerá.102
Los proponentes de este punto de vista se encuentran con algunas dificultades. Una es que el cuadro
de los santos que son glorificados en cuerpo y alma pero que viven en un mundo que todavía está afec-
tado por el pecado y la muerte no proyecta perfección. ¿Cómo pueden los santos vivir gozosamente en
una tierra que sigue gimiendo bajo la maldición del pecado, sujetos a la frustración con la muerte en
control total y el mundo incrédulo viviendo en iniquidad (Ro. 8:20–21)? ¿Cómo pueden los perfectos
vivir en medio de los imperfectos y los que están sin pecado en medio de pecadores? Los amilenaristas
afirman que, en el regreso de Cristo, los santos son glorificados y los no cristianos condenados a la ruina
eterna. Y estos destinos son definitivos.103 Luego, el número mil en relación con los tiempos finales sólo
aparece una vez en Apocalipsis 20 y en ningún otro lugar de las Escrituras. Ni Jesús ni los apóstoles
utilizan una referencia temporal definitiva cuando enseñan la doctrina de las últimas cosas. Y por fin,
¿cómo sabemos que el número mil debería tomarse de modo literal en el capítulo 20? Si la respuesta es
que se trata de una profecía, entonces deberíamos recurrir a dos pasajes en la profecía de Ezequiel,
donde Dios habla en forma escatológica:
- «Entonces los habitantes de las ciudades de Israel saldrán y prenderán una hoguera, y allí quemarán
sus armas: escudos y broqueles, arcos y flechas, mazas y lanzas. ¡Tendrán suficiente leña para hacer
fuego durante siete años» (39:9).
- «Para enterrarlos [cadáveres] y purificar así el país, los israelitas necesitarán siete meses» (39:12).
Ambos versículos utilizan el número siete, que debería interpretarse no de manera literal sino sim-
bólica. Como símbolo, este número significa totalidad y calidad de completo de la destrucción y purifi-
cación. De igual modo, el número mil en Apocalipsis transmite un significado no literal sino simbólico.
Denota la totalidad del tiempo en que Satanás está encadenado y los santos reinan con Cristo. Expresa
no tiempo sino lo completo.104
[p 60] b. Amilenarismo
El segundo punto de vista se conoce como amilenarista. Este término utiliza el prefijo a y deja la im-
presión de que sus proponentes no tienen ningún interés en un período milenario. Este no es el caso,
porque de hecho creen en un milenio, aunque no en sentido literal sino simbólico. Entienden el término
como un período de duración indefinida. El amilenarista Hoekema comenta que «el milenio en Apoca-
lipsis 20 no es exclusivamente futuro, sino que está ya ahora en proceso de realización».105
Los amilenaristas insisten en la doctrina del reino de Cristo que Juan el Bautista y Jesús anunciaron
(Mt. 3:2; 4:23; Mr. 1:14–15). Jesús es rey en su reino, porque su discurso de entronización registra las pa-
labras «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Con excepción de Judas, to-
dos los escritores del Nuevo Testamento mencionan el reino de Dios. Describen el reino como espiritual

102 Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (Grand Rapids: Eeerdmans, 1979), p. 181.


103 Véase Vernon S. Poythress, «2 Thessalonians 1 Supports Amillennialism», JETS 37 (1994): 529–38; Andrew
Kuyvenhoven, The Day of Christ’s Return (Grand Rapids: CRC Publications, 1999), pp. 92–93.
104 Consúltese Milligan, Revelation of St. John, p. 212; Patrick Fairbairn, Ezekiel and the Book of His Prophecy (Edinburgh:

Clark, 1876), p. 423.


105 Hoekema, Bible and the Future, pp. 173–174. Beale (Revelation, p. 973) sugiere el término «milenarismo inaugurado».
47

(véase Jn. 18:36) pero tangiblemente presente en esta tierra y manifestado en todo lugar. Saben que, lle-
gado el momento, Jesús entrega el reino al Padre en la consumación (1 Co. 15:24). Por tanto enseñan,
primero, que el reino está presente ahora; segundo, que después del regreso de Cristo se producen la
resurrección y el juicio; y tercero, que Cristo gobernará eternamente el reino en una tierra nueva y per-
feccionada (compárese con Mt. 26:29; 2 P. 3:13; Ap. 19:9).
La escena que se describe en Apocalipsis 20:4 es el cielo, donde Cristo reina y donde los santos están
sentados con él en tronos. En numerosos pasajes en todo Apocalipsis el trono de Cristo siempre se sitúa
en el cielo y lo mismo su pueblo.106 Además, en por lo menos dos versículos, el término alma significa
almas sin cuerpo (6:9; 20:4).
El pasaje 20:4–6 crea por lo menos una dificultad, a saber, la interpretación de la cláusula; «Esta es la
primera resurrección» (v. 5b). Los premilenaristas dicen que si hay una primera resurrección, entonces
por implicación hay una segunda. Y si la segunda es la resurrección física del cuerpo, entonces pode-
mos suponer que la primera debería interpretarse en consecuencia. Una primera resurrección debe ir
seguida de una segunda, del mismo modo que una segunda muerte va precedida de una primera. Con-
cluyen, pues, que hay un intervalo de mil años entre estas dos resurrecciones.107
Esta argumentación cuidadosamente elaborada, sin embargo, plantea el interrogante interesante de
cuál es el significado y la secuencia del verbo volver a la vida en los versículos 4 y 5. Si las almas de los
que fueron decapitados (v. 4b) volvieron a la vida y ahora reinan con Cristo en el cielo [p 61] (v. 4d),
entonces Juan transmite no el pensamiento de una resurrección física sino el paso de la muerte física a
una vida glorificada en el cielo. Y los que murieron pero no volvieron a la vida (v. 5a) experimentan
exactamente lo opuesto de los santos que están con Cristo. Los incrédulos no viven ni reinan sino que
están espiritualmente muertos y, con la segunda muerte, son condenados para siempre (2:11; 20:6b, 14;
21:8). Juan escribe acerca de los incrédulos como un paréntesis (v. 5a); luego prosigue diciendo que los
creyentes que han vuelto a la vida y reinan con Cristo han experimentado la primera resurrección.
Agrega que sobre estas almas la «segunda muerte no tiene poder».108 En el contexto de los versículos 4–
6, la primera resurrección comunica una resurrección espiritual.
Un comentarista escribe que si se interpreta la primera resurrección en forma espiritual (es decir, las
almas que volvieron a la vida) y la segunda de manera literal (o sea, los muertos que no volvieron a la
vida), «entonces se pierde por completo todo significado en el lenguaje, y las Escrituras dejan de ser un
testimonio concreto de algo».109 Pero nótese que Juan no dice que los muertos vuelven a la vida; sólo
señala que las almas vuelven a la vida. El énfasis se pone en la relación espiritual que tienen los creyen-
tes con Jesús; los incrédulos carecen de esta relación. Aunque decimos que, por implicación, hay una
segunda resurrección y una primera muerte, es significativo que Juan las omita ambas. Pone un énfasis

106 Ap. 1:4; 3:21; 4:2–6, 9–10; 5:1, 6–7, 11, 13; 6:16; 7:9–11, 15, 17; 8:3; 11:16; 12:5; 14:3; 16:17; 19:4–5; 20:4, 11–12; 21:3, 5;
22:1, 3. Las expresiones trono de Satanás (2:13), el trono del dragón (13:2) y el trono de la bestia (16:10) se refieren a tronos
terrenales en contraposición a los tronos celestiales.
107 Refiérase a Tenney, Interpreting Revelation, p. 154.

108 Véase Hoekema, Bible and the Future, pp. 236–37. Consúltese también James A. Hughes, «Revelation 20:4–6 and the

Question of the Millennium», WTJ 35 (1972–73): 281–302, en especial 299–300.


109 Alford, Revelation, p. 732.
48

espiritual en la primera resurrección y la segunda muerte. Para los creyentes la primera resurrección es
compartir la vida que Cristo da por medio de su resurrección. Como lo dice Pablo:
- ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en rea-
lidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos se-
pultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, también nosotros llevemos una vida nueva (Ro. 6:3–4, bastardillas agregadas).
- [Ustedes fueron] sepultados con él en el bautismo, en el cual también fueron resucitados mediante la fe
en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos (Col. 2:12, cursiva agregada).
Cuando los creyentes mueren, sus almas siguen viviendo en el cielo donde reinan con Cristo. Parti-
cipan de lleno en la resurrección de Cristo, porque «su vida y reinado se interpretan por su incorpora-
ción en él».110 Más [p 62] aún, del mismo modo que Cristo fue resucitado físicamente de entre los muer-
tos, así los creyentes serán resucitados como atestiguan las Escrituras (p.ej. 1 Co. 15:20–23). Juan enseña
la resurrección física en su evangelio (Jn. 11:23–26), pero en Apocalipsis ilustra a los creyentes acerca de
su resurrección espiritual (20:4–6). Sólo los creyentes reciben vida perdurable, en tanto que «el resto de
los muertos no vivieron hasta que se completaron los mil años» (20:5a). Los incrédulos son resucitados
«para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas» (Dn. 12:2). El verbo griego edsēsan (volver a
la vida) se encuentra en el contexto de Apocalipsis 20:4–5. Aparece también como singular en la parábo-
la del hijo perdido (Lc. 15:24, 32), donde el padre exclama que su hijo menor vuelve a vivir, que signifi-
ca que su hijo ha experimentado un renacimiento espiritual.111
El apóstol Juan tiene inclinación a utilizar palabras con más de un significado. Por ejemplo, el térmi-
no mundo puede significar creación, humanidad y personas a favor o en contra de Dios. A menudo, sin
mencionarlo, cambia de una connotación a otra. Deja que el lector comprenda la intención del escritor
respecto a una palabra concreta con la ayuda de un estudio cuidadoso del texto. La búsqueda exegética
no garantiza unanimidad entre los estudiosos de Apocalipsis, pero sí significa un reto para que todos
seamos diligentes en la palabra.
G. Unidad
El autor de Apocalipsis demuestra desde el principio hasta el fin una unidad coherente en este libro.
Utiliza las mismas frases y expresiones en los segmentos paralelos de las siete cartas a las iglesias en la
provincia de Asia. Se encuentra la misma terminología con respecto al contaste entre el Cordero y la
bestia; y hay cláusulas similares en capítulos individuales, en especial en los tres primeros (1–3) y en los
tres últimos (20–22). Abundan los ejemplos con variaciones menores. La frase pelear contra ellos se en-

110 Philip Edgcumbe Hughes, The Book of the Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids:


Eerdmans, 1990), p. 214; compárese con Norman Shepherd, «The Resurrections of Revelation 20», WTJ 37 (1974): 34–
43. En cuanto al debate sobre puntos de vista amilenaristas y premilenaristas, véase Meredith G. Kline, «The First
Resurrection», WTJ 39 (1976–77): 366–75; J. Ramsey Michaels, «The First Resurrection: A Response», WTJ 39 (1976–77):
100–109; Meredith G. Kline, «The first Resurrection: A Re-affirmation», WTJ 39 (1976–77): 110–19.
111 El verbo griego edsēsen (vivió) se utiliza también para la bestia que sale del mar y que tenía una herida de espada en

la cabeza pero con todo vivía (13:14). Pero la bestia, como el Anticristo, representa una imitación ridícula de Cristo,
una parodia. La bestia recibió una herida mortal, se sanó y vivió (13:3, 12, 14); Cristo murió y volvió a la vida (Ro.
14:9). La bestia es consignada al lago de fuego (19:20; 20:10), mientras que Cristo mora por siempre en la nueva Jerusa-
lén con sus santos (22:3–4).
49

cuentra en muchos capítulos (2:16; 11:7; 13:4, 7; 17:14; comparar con 19:19). Se encuentran frases idénti-
cas al comienzo mismo y cerca del final de Apocalipsis «para mostrar a sus siervos lo que debe ocurrir
pronto» (1:1 y 22:6). Y en 3:12 y 21:2 el autor utiliza casi la misma redacción, «la nueva Jerusalén que
desciende del cielo desde mi Dios». En los tres primeros capítulos (1–3) y en los tres últimos (20–22)
aparecen con más frecuencia redacciones idénticas, aunque otros capítulos tienen su parte de analogías.
Estos incidentes sustentan la unidad de este último libro del canon del Nuevo Testamento.
[p 63] Sin embargo, Swete observa con agudeza que, si asumimos que la unidad de Apocalipsis es la
obra de un autor, entonces deberíamos examinar la reaparición de figuras simbólicas. Pensemos en las
imágenes de la muerte y del Hades en los capítulos 1, 6 y 20. También advirtamos la utilización de tér-
minos y formas poco usuales en todos los componentes de Apocalipsis: por ejemplo, el Abismo aparece
siete veces (9:1, 2, 11; 11:7; 17:8; 20:1, 3); medio del cielo tres veces (8:13; 14:6; 19:17); y el término marca
siete veces (13:16, 17; 14:9, 11; 16:2; 19:20; 20:4). La repetición de incidentes séptuplos en relación con
sellos, toques de trompeas y plagas es un distintivo característico. El estilo de Juan, su vocabulario, su
selección de palabras y su sintaxis dan fe de la unidad de este libro.112
1. Teoría de la compilación
Un breve examen del flujo de pensamiento puede suscitar algunos interrogantes, en especial si el
lector se da cuenta de las divisiones en Apocalipsis. Después de la introducción y de las siete cartas
(caps.1–3), hay una transición; luego sigue un segmento de muchos capítulos (cap. 4–11), y el último
segmento es el más largo (caps.12–22). De ahí que algunos estudiosos se pregunten si el autor ha utili-
zado otros Apocalipsis para componer el suyo. En la segunda mitad del siglo primero se disponía de
esa clase de libros, escritos en hebreo o arameo con traducciones al griego. ¿Pudo un escritor cristiano
haber tomado material de dichos libros para agregarlos a su propio material apocalíptico? Los interro-
gantes se pueden multiplicar, pero el punto se centra en el empleo de fuentes.
Siguiendo a estudiosos del siglo diecinueve, un comentarista ha revivido la teoría de la compilación
que basa Apocalipsis en apocalipsis judíos pero con una redacción cristiana. J. Massyngberde Ford pro-
pone que Apocalipsis debería dividirse en dos partes. Afirma que los capítulos 4–11 se derivan del cír-
culo de Juan el Bautista, porque la frase «el que viene» refleja la expectativa del Bautista y de sus discí-
pulos. Esta parte puede asignarse en su forma oral a la época del Bautista y, por tanto, antecede al mi-
nisterio de Jesús. La segunda parte consiste de los capítulos 12–22, que provino de los seguidores del
Bautista, que pudieron o no haberse vuelto cristianos. Data de la segunda mitad de la década de los se-
sentas, antes de la caída de Jerusalén. Y por último, escribe que «un discípulo cristiano judío de Juan el
Bautista» proporcionó los tres primeros capítulos de Apocalipsis y algunos versículos del capítulo 22.113
[p 64] Esta teoría falla por varias razones. Primera, es totalmente subjetiva. Luego, no hay evidencia
ni oral ni escrita que la sustente. Tercera, las peculiaridades lingüísticas parecen provenir del autor y no
de un editor cristiano anónimo. Por fin, aunque el autor de Apocalipsis puede haber utilizado material
disponible, elaboró el libro de tal forma que lleva el sello de su propia personalidad.

112
Consúltese Swete, Revelation, pp. xlvi–xlix; Charles, Revelation, 1:lxxxviii; Beckwith, Apocalypse, pp. 22–24.
113
J. Massyngberde Ford, Revelation: Introduction, Translation, and Commentary, AB 38 (Garden City, N.Y.: Doubleday,
1975), pp. 3–4. Concluye, «Así los caps. 4–11 y 12–22 deberían situarse antes de los evangelios, quizá antes que la ma-
yor parte del NT. Constituyen un enlace profético entre los pactos Antiguo y Nuevo y preparan el camino para los
evangelios» (p. 37).
50

2. Escritos judíos.
Juan recurrió a libros del Antiguo Testamento, como Ezequiel, Zacarías y Daniel y tomó imágenes
de ellos para su Apocalipsis. También fue contemporáneo de escritores apocalípticos judíos cuyos libros
eran conocidos en la época de los apóstoles. Una serie de rasgos característicos de la literatura apocalíp-
tica son peculiares de ese período: escatología, visiones, mensajes ocultos, dependencia literaria y seu-
donimidad.114 Y por lo menos tres Apocalipsis judíos muestran semejanzas en cuanto al Mesías: 1 Enoc,
4 Esdras (= 2 Esdras) y 2 Baruc. El primero data del siglo primero antes de Cristo y se cita en Judas 14.
Entre los temas mencionados en este libro hay pasajes que se refieren a la persona y función del Mesías
y a los justos que moran por la eternidad con Dios, el Mesías y los ángeles. Este libro alentaba a los cre-
yentes que esperaban con ansia la venida del Mesías. El segundo libro (4 Esdras [=2 Esdras]) fue escrito
después de la destrucción de Jerusalén durante el reinado de Domiciano. Refleja el pesimismo de la
época entre los judíos. Sin embargo, describe el reino del Mesías, el juicio venidero y la reconstrucción
de una nueva Jerusalén. Describe al Mesías que descarga castigo, destruye a sus enemigos y reúne a las
tribus de Israel. El tercer libro (2 Baruc) fue compuesto después de la destrucción de Jerusalén y ofrece
una idea optimista del futuro. El escritor piensa en el gobierno del Mesías, el juicio en el que los justos
son alabados y los malos condenados, la resurrección, una tierra renovada y una Jerusalén celestial.
Auque estos Apocalipsis comparten rasgos mesiánicos con el Apocalipsis de Juan, la diferencia entre
ellos y el último libro del canon son notables. El Apocalipsis de Juan es inspirado y forma parte del ca-
non, los otros no son inspirados y carecen de calidad canónica; la inspiración es una de las característi-
cas de la canonicidad. «El Apocalipsis de Juan se diferencia de los Apocalipsis de Baruc o de Esdras del
mismo modo que el libro de Daniel se diferencia del Libro de Enoc».115
[p 65] 3. Apocalipsis cristianos
Hay unos pocos Apocalipsis que vieron la luz en los siglos inmediatamente después del período
apostólico. Sus autores dieron a estos documentos los nombres de ciertos apóstoles: El Apocalipsis de 
Pedro, el Apocalipsis de Esteban y el Apocalipsis de Tomás. Los dos últimos eran gnósticos y se consideraron
como apócrifos, pero el primero pareció ser canónico porque se pensó que Clemente de Alejandría lo
consideraba como obra genuina de Pedro. Pero, con el paso del tiempo, se colocó al Apocalipsis de Pedro
entre los libros espurios y apócrifos. En el siglo cuarto, salió a la luz el Apocalipsis de Pablo como explica-
ción de las cosas inexpresables que no se pueden decir (2 Co. 12:4). Swete, refiriéndose a Agustín, carac-
teriza a esta obra como necedad «que no es menos conspicua que su osadía».116 De todos los Apocalip-
sis, sólo el que escribió Juan lo ha recibido la iglesia como libro inspirado que ocupa un lugar en el ca-
non. En él encontramos la revelación de Dios como conclusión de la totalidad de su Palabra escrita.
H. Aceptación en la Iglesia
Algunos escritores del siglo segundo aceptaron Apocalipsis como obra del apóstol Juan. Entre ellos
están Justino Mártir (véase su Diálogo con Trifón 81.15) y su contemporáneo Ireneo, quien se refiere a

114 Consúltese en Beckwith (Apocalypse, pp. 169–74) una amplia discusión.


115 Swete, Revelation, pp. xxix–xxx. Bauckham (Climax of Prophecy, p. 39) comenta, «El carácter distintivo [de Juan] se
puede comparar al de un Apocalipsis judío en relación con otros o puede deberse a su conciencia y mensaje proféticos
deliberadamente cristianos».
116 Swete, Revelation, p. xxxii.
51

Apocalipsis como Escritura. Para finales del siglo segundo, las iglesias de Occidente habían aceptado de
lleno el Apocalipsis de Juan, según el fragmento Muratori.117
A comienzos del siglo tercero, también Tertuliano dio fe del origen apostólico de Apocalipsis. Escri-
bió en oposición a Marción, quien medio siglo antes (150) había rechazado Apocalipsis dejándolo fuera
del canon. Tertuliano escribió, «Tenemos también las iglesias adoptadas de Juan. Porque aunque Mar-
ción rechaza su Apocalipsis, la orden de sus obispos, cuando se buscan sus comienzos, descansa en
Juan como su autor».118 En resumen, la evidencia en el siglo tercero sustenta en forma abrumadora la
autoría juanina.
Ciertas objeciones en contra de la autoría juanina en la segunda mitad del siglo segundo provinieron
de un grupo de personas conocidas como alogi. Rechazaban la doctrina del Logos en el prólogo del
evangelio de Juan y, en consecuencia, repudiaban Apocalipsis; atribuían su autoría a Cerinto el Gnósti-
co. Eusebio cita a Gayo de Roma, quien escribió, «Pero Cerinto por medio de Apocalipsis que alegó que
había escrito un apóstol, introdujo falsamente cosas maravillosas para nosotros, como si se las hubieran
mostrado ángeles».119 La oposición a la autoría juanina de Apocalipsis [p 66] provino sobre todo de
herejes y falsos profetas que querían desacreditar el cristianismo.
La iglesia en Alejandría aceptó el Apocalipsis de Juan. Pero después de que Dionisio se convirtió en
obispo en 248, expresó su oposición al milenarismo atribuyendo el Apocalipsis no al apóstol sino al
presbítero Juan. Así pues, la oposición a la enseñanza milenarista con referencia a Apocalipsis 20 entró
a formar parte del debate acerca de la autenticidad del libro. Casi un siglo más tarde, Eusebio, el histo-
riador alejandrino de la iglesia, en 325 también cuestionó la autoridad de Apocalipsis y manifestó dudas
acerca de su lugar en el canon. Se dio cuenta de que la iglesia en general aceptaba el libro como genui-
no, pero en cuanto a él, no se oponía a que se lo llamara espúreo. En dos lugares califica el lugar de
Apocalipsis en el canon diciendo, «Si esto parece correcto» y «Si la opinión parece correcta, el Apocalip-
sis de Juan, que algunos rechazan, pero que otros colocan entre los genuinos».120 Por el contrario, su
contemporáneo Atanasio entregó a la iglesia una lista de Escrituras canónicas que incluía a Apocalipsis
como el último libro del canon.
Durante la segunda mitad del siglo cuarto, los concilios eclesiásticos reconocieron la presencia del
Apocalipsis en el canon del Nuevo Testamento. La excepción es el concilio de Laodicea, celebrado en
360, que omite el libro de su lista de escritos canónicos reconocidos. Este concilio siguió a la iglesia
oriental del siglo cuarto en excluir a Apocalipsis del canon. Pero en otras partes de la iglesia, concilios y
líderes eclesiásticos reconocieron a Apocalipsis como libro inspirado que formaba parte del canon. El
concilio de Hipona Regia celebrado en Numidia (Argelia actual), donde estuvo presente Agustín como
presbítero en 393, estuvo de acuerdo en incluir a Apocalipsis. También lo hizo el concilio de Cartago en
397 y 419. Tanto Agustín como Jerónimo confirmaron las decisiones de los concilios nordafricanos. En
oriente, la actitud de la iglesia en cuanto a incluir a Apocalipsis en el canon cambió al comienzo del si-

117 «Porque también Juan en el Apocalipsis, aunque escribe a siete iglesias, habla sin embargo a todas». Consultar
Stonehouse, Apocalyse in the Ancient Church, p. 83.
118 Tertuliano, Contra Marción 4.5.

119 Hist. Ecl. 3.28.2

120 Eusebio Hist. Ecl. 3.25.2, 4 respectivamente; véase también 7.25.1–27.


52

glo sexto. Para 508, la Pesita Filoxenia de la iglesia siria contenía a Apocalipsis como parte del canon del
Nuevo Testamento.
Cuando Martín Lutero tradujo al alemán el Libro de Apocalipsis en 1522, lo colocó con Hebreos,
Santiago y Judas entre los libros no numerados en su lista canónica de las Escrituras del Nuevo Testa-
mento. Incluyó los veintisiete libros como parte del canon, pero como emitía un juicio de valor acerca
de cada libro, los cuatro mencionados quedaron sin número. Lutero afirmaba que estos cuatro no pre-
dicaban a Cristo y al evangelio de justificación por fe. En el prefacio de su traducción de 1522, escribió,
«Acerca de este libro del Apocalipsis de Juan, dejo que todos se sientan libres de sustentar sus propias
ideas, y no ataría a nadie a mi opinión o [p 67] juicio; digo lo que siento. Encuentro más de una cosa a
faltar en este libro, y esto me hace sostener que no es ni apostólico ni profético». Cambió de opinión
acerca de Apocalipsis en el prefacio de la edición de 1545, donde escribe respecto a Apocalipsis, «Po-
demos aprovecharnos con este libro y hacer buen uso del mismo».121 De hecho, encontró el mensaje de
Cristo en este libro y por esto dijo, «Cristo está cerca de sus santos y consigue por fin la victoria». Sin
embargo, dejó a Apocalipsis entre los libros sin número de su lista canónica.
Juan Calvino consideraba que las Escrituras tenían en sí mismas su autenticación en cuanto a su ori-
gen divino, a su carácter y a su autoridad. Para él, el testimonio interno del Espíritu Santo en el corazón
del creyente confirmaba y sellaba la inspiración de los libros canónicos. Aunque Calvino nunca escribió
un comentario sobre Apocalipsis, esto no quiere decir que rechazara dicho libro. Por el contrario, si se
miran los índices de las Escrituras en sus comentarios y en la Institución se puede corroborar el hecho de
que el Reformador aceptó la canonicidad del último libro de la Biblia.122 Calvino escribió comentarios
acerca de la mayoría de los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos, compuso su Institutción, predicó a
diario en la Iglesia de San Pedro en Ginebra, sostuvo correspondencia con muchas personas de dentro y
fuera de la iglesia y enseñó a sus estudiantes en la Academia de Ginebra. En condiciones físicas defi-
cientes, mantuvo un programa intenso de trabajo que lo condujo a la muerte a la edad de 55 años. Sor-
prende en realidad que pudiera hacer todo lo que llevó a cabo en esos años. De haber escrito un comen-
tario sobre Apocalipsis, lo hubiera publicado.123
I. Destinatarios y propósito
¿A quién dirigió Juan su libro? Y ¿cuál fue la razón de componerlo? Estas dos preguntas son impor-
tantes, porque tienen que ver con todos los lectores de Apocalipsis. Los tres primeros capítulos de Apo-
calipsis informan al lector que Jesús se dirige a los miembros de las siete iglesias en la provincia de Asia:
Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Pero no se mencionan las congregacio-
nes de Colosas y Hierápolis (Col. 4:13), aunque estaban próximas a Laodicea. Pablo pasó algún tiempo
en la ciudad de Troas (Hch. 20:6; 2 Co. 2:12), pero a este lugar no se le dirige ninguna carta. Unas dos
décadas después de que Juan compuso Apocalipsis, Ignacio de Antioquia escribió cartas a las iglesias
establecidas en Tralles y [p 68] Magnesia, en la provincia de Asia. Supondríamos que estas iglesias ya
existían hacia finales del siglo primero, pero no se mencionan en Apocalipsis.

121 Martín Lutero, Works of Martin Luther (Philadelphia: Homan, 1932), 6:488, 486.


122 Calvino en sus escritos citó Apocalipsis unas cuarenta veces. Véase T. H. L. Parker, Calvin’s New Testament 
Commentaries (Grand Rapids: Eerdmans, 1971), p. 78.
123 Park afirma, «(1) No se conoce ninguna copia de un comentario. (2) El silencio contemporáneo es más fuerte en co-

ntra que cualquier declaración a favor de un comentario». Véase su Calvin’s New Testament Commentaries, p. 73.


53

¿Por qué sólo se dirige a siete iglesias? Sólo podemos conjeturar que las iglesias a las que Juan envió
cartas son representativas de la iglesia universal de Jesucristo. Con respecto a la ubicación, las siete
congregaciones forman una trayectoria oval desde la que se podía llegar a muchas otras iglesias. En
círculos cada vez más amplios el mensaje ha ido extendiéndose por todo el mundo, de modo que nin-
guna iglesia queda dejada de lado. El número siete simboliza lo que es completo y sugiere que Jesús se
dirige a todos los creyentes cristianos de todos los lugares y épocas. El mensaje de Apocalipsis es para
«todo el que oye las palabras de la profecía de este libro» (22:18). También se llama bienaventurado to-
do el que lee y estudia este libro. Y por último, el mandato insistente, «El que tenga oído, que oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias» va dirigido a todos.124 Se insta a todos los creyentes a que escuchen la
voz de Jesús; y todo el que escucha y obedece recibirá las bendiciones espirituales que Jesús prometió.
El propósito de Apocalipsis es alentar y consolar a los creyentes en sus luchas contra Satanás y sus
huestes. El libro da a conocer que, en este conflicto entre Cristo y Satanás, Cristo es quien triunfa y Sa-
tanás quien queda derrotado. Aun cuando Satanás y su ejército hacen la guerra contra los santos en la
tierra, quienes soportan sufrimiento, opresión, persecución y muerte, Cristo es quien vence. Es Cristo
quien alienta a su pueblo a que resista las embestidas del malvado, porque también ellos reinarán con
Cristo y se sentarán con él en su trono (3:21). Jesús ofrece consuelo a todos los creyentes, porque Dios ve
sus lágrimas y las enjuga (7:17; 21:4). Dios escucha sus oraciones y, en respuesta a ellas, influirá en el
curso de la historia (8:3, 4). Los santos que mueren en el Señor son llamados bienaventurados, porque
sus buenas obras no quedan en el olvido (14:13). La sangre de los mártires será vengada (19:2); los san-
tos vestidos de ropas blancas están presentes en la boda del Cordero (19:7–9); y reinarán con Cristo para
siempre (5:10; 22:5).
Este libro de consuelo, por tanto, dirige la atención de todos los creyentes hacia el juicio del mundo
y a la victoria final para la iglesia. Aunque Satanás se opone al avance del evangelio y al crecimiento de
la iglesia en todo el mundo, su poder es limitado y, llegado el momento, acabará cuando él y sus agen-
tes sean arrojados al lago de fuego (20:10). Cristo ha conseguido la victoria para su iglesia en su triunfo
sobre las fuerzas de Satanás y sus huestes. En consecuencia, el mensaje de Apocalipsis es un mensaje de
esperanza, porque Cristo, que ha vencido al mundo, vengará a sus santos. Llevará a su pueblo a un es-
tado de bienaventuranza eterna en la que él es el esposo y ellos la esposa (19:1–9; 21:2, 9).
[p 69] J. Teología
Como culminación de la palabra escrita de Dios, Apocalipsis ofrece en consecuencia enseñanzas teo-
lógicas sobre los temas siguientes:
- Dios Padre quien revela y gobierna;
- Jesucristo en relación con su persona y obra;
- el Espíritu Santo como el que lidera y guía;
- los santos en la tierra que sufren y los que están en el cielo que triunfan;
- el futuro del mundo y de sus habitantes.
1. El Señor Dios Todopoderoso

124 Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22.


54

Los tres primeros capítulos de Apocalipsis describen a Jesucristo, aunque en todo el libro el punto
focal está en Dios. El es la figura central. Dio su revelación a Jesús para que la mostrara a sus siervos
(1:1), revela su palabra (19:13), prepara un lugar seguro para su pueblo (12:6) y a él le rinden gloria y
honor sus siervos (1:2, 4–6).
El libro de Apocalipsis utiliza el nombre de Dios en todos los capítulos, poniendo de relieve desde el
principio hasta el fin el gobierno de Dios, su santidad y su justicia. Escribe Bauckham, «La teología de
Apocalipsis es sumamente teocéntrica. Esto, junto con su característica doctrina de Dios, es su mayor
contribución a la teología del Nuevo Testamento».125 Desde un comienzo, Juan describe a Dios en los
saludos a las siete iglesias en la provincia de Asia: «Gracia y paz para vosotros de parte de aquel que es,
y que era, y que vendrá, y de parte de los siete espíritus delante de su trono» (1:4). Esta es la primera
mención del trono de Dios, que es una expresión fundamental en este libro, ya que se utiliza cuarenta y
cinco veces, porque desde este trono Dios gobierna el universo. Se trata de la sede de autoridad y po-
der; en él está la santidad que induce a las criaturas de Dios a adorarlo. Desde él se administra justicia
cuando todos se presentan ante el gran trono blanco y se abren todos los libros (20:11–15).
Juan ofrece el retrato más descriptivo del trono de Dios en el capítulo 4, donde en forma típicamente
judía se refiere al que está sentado en el trono en el cielo (4:2). Juan presenta una gama de símbolos
cuando describe la parte central del cielo: el trono. Dios tiene el aspecto de jaspe y cornalina; un arco iris
de color verde esmeralda rodea el trono; veinticuatro tronos que ocupan veinticuatro ancianos están
alrededor del trono (4:3). Luego se ven relámpagos y se escuchan estruendos de truenos; siete lámparas
brillantes y un mar de vidrio transparente están frente al trono (4:5–6a); y cuatro criaturas vivientes en
el centro y alrededor del trono no cesan de cantar loas a Dios (4:6b–11).
[p 70] En quince de los veintidós capítulos de Apocalipsis Juan menciona el trono de Dios, y en mu-
chos de estos capítulos la palabra se utiliza repetidas veces.126 El que está sentado en el trono es el Señor
Dios Todopoderoso, quien gobierna eternamente con justicia y verdad (p.ej., ver 1:8; 4:8; 15:3; 16:7). Los
santos obedecen los mandamientos de Dios (12:17; 14:12), porque conforman el reino y son sacerdotes
para Dios (1:6; 5:10). Todos los santos y ángeles lo adoran y lo llaman nuestro Dios (5:10; 7:3, 10, 12;
12:10; 19:1). Incluso Jesús llama a su Padre mi Dios (3:2, 12 [cuatro veces]).
La santidad de Dios impregna todo el libro: las cuatro criaturas vivientes cantan, «Santo, santo, san-
to es el Señor Dios Todopoderoso, que era, y es y vendrá» (4:8).La primera parte de este cántico se ha
tomado de la visión de Isaías, en la que los serafines utilizan palabras semejantes (Is. 6:3). El Creador de
este mundo debe ser adorado por todas sus criaturas (4:10; 5:14; 7:11; 11:1, 16; 14:7; 15:4; 19:4; 22:8, 9).
Los santos se presentan delante del trono para adorar (7:9–15), tienen el privilegio de ingresar en el
templo de Dios (3:12; 7:15), y son quienes moran en la nueva Jerusalén (3:12; 21:2–3, 10, 27).
Todos los que blasfeman el nombre de Dios (13:6; 16:9, 11, 21) merecen la ira de Dios (14:10, 19; 15:1,
7; 16:1; 19:15). Los que vieron el efecto de las plagas endurecieron sus corazones y se negaron a arrepen-
tirse, aunque Dios les dio tiempo para ello (2:21; 9:20; 16:9, 11). Juan menciona la ira de Dios pero no se
refiere en forma expresa al amor de Dios.127 Sin embargo, Dios muestra amor hacia los santos dándoles

125 Bauckham, Theology, p. 23.


126 Ap. 1:4; 3:21 (dos veces); 4:2 (dos veces) 3, 4 (tres veces), 5 (dos veces), 6 (tres veces), 9, 10 (dos veces); 5:1, 6, 7, 11, 13;
6:16; 7:9, 10, 11 (dos veces), 15 (dos veces), 17; 8:3; 11:16; 12:5; 14:3; 16:17; 19:4, 5; 20:4, 11, 12; 21:3, 5; 22:1, 3, 4.
127 Consúltese Swete, Revelation, p. clx.
55

vida (11:11), preparándoles un lugar en el desierto (12:6), cumpliendo sus promesas (21:3, 7) y siendo
una fuente de luz para ellos (21:23; 22:5).
Satanás demuestra ser el gran remedador de Dios. Se presenta en tres formas: el diablo, la bestia y el
falso profeta (16:13; 19:20; 20:10). El dragón, o sea, Satanás, está de pie a orilla del mar, cuando una bes-
tia sale del mismo (13:1). Todo esto es una imitación de Dios, que crea el mundo a partir de las aguas
prístinas. El falso profeta, es decir, la bestia que sale de la tierra, engaña a los habitantes de la tierra para
que rindan pleitesía a la bestia (13:11, 14). Se trata de la imitación del Verbo de Dios y del Espíritu que
inducen a los santos a que adoren a Dios.
Al igual que Dios, Satanás tiene su trono (2:13; 13:2); sus súbditos lo adoran (13:4, 8, 12, 15; 16:2;
19:20); y sus reyes lo sirven (17:12). Estos reyes y la bestia reciben autoridad para gobernar, pero sólo
por el tiempo que Dios ha determinado. Su derrota es segura. El trío maligno de Satanás, la bestia y el
falso profeta encuentran su fin en el lago de azufre ardiente, donde son atormentados por los siglos de
los siglos (20:10). El mal personificado en Satanás llega a su fin cuando aparece el Hijo victorioso de
Dios, quien pronuncia su sentencia.
[p 71] 2. El Cristo victorioso
Más de sesenta años después de que Jesús ascendió a los cielos, se presentó a Juan en la isla de Pat-
mos. Mientras estuvo en la tierra, se apareció en forma glorificada al círculo íntimo de los tres discípu-
los, Pedro, Santiago y Juan (Mt. 17:1–8). Pedro escribe acerca de este evento diciendo que él y sus com-
pañeros discípulos «fueron testigos de la majestad [de Jesús]. Porque recibió honor y gloria de Dios el
Padre cuando la voz descendió sobre él de la Gloria de la Majestad» (2 P. 1:16–17). Después de su resu-
rrección, Jesús se apareció diez veces a sus seguidores, aunque a veces no lo reconocieron en su estado
de gloria (p.ej., Lc. 24:16, 37; Jn. 21:4). De igual modo, la aparición de Jesús a Juan fue demasiado para
que el apóstol la asimilara, porque Juan cayó a los pies de Jesús «como muerto» (1:17).
Juan describe la aparición glorificada de Jesús del mismo modo en que describe el trono de Dios. No
menciona el nombre de Jesús, al igual que evita utilizar el nombre de Dios en la descripción del trono.
Con lenguaje simbólico, describe al Hijo del hombre como una persona de resplandor sobrenatural: su
rostro era como el sol; su cabeza y su cabello blancos como lana o nieve; sus ojos como un fuego lla-
meante; sus pies como bronce bruñido; su voz como el sonido de aguas caudalosas; su boca como una
espada afilada (la palabra de Dios); y su vestimenta como una túnica que le llegaba a los pies, con una
faja dorada alrededor del pecho (1:13–16). Juan describe al Jesús victorioso como jinete sobre caballo
blanco; con muchas coronas en la cabeza; sus ojos como fuego llameante; vestido de un túnica empapa-
da en sangre; ostentando el nombre de la Palabra de Dios y su título Rey de reyes y Señor de señores; y con
una espada afilada que le salía de la boca (19:11–15).
La descripción que hace Juan de Jesús es sorprendente, porque es imposible que ojos mortales miren
al rostro del Cristo glorificado que resplandece como el sol en todo su esplendor. Los ojos llameantes de
Jesús hacen que todos se postren delante suyo en adoración. Gobierna en majestad y gloria como el que
ha sido coronado repetidas veces con muchas coronas. Las palabras que salen de su boca penetran y
juzgan todos los pensamientos y actitudes humanas; nada le queda oculto (Heb. 4:12–13). El color blanco
representa su cabeza y cabello y simboliza pureza e integridad, estar sentado sobre un caballo blanco
denota la victoria de un rey, y la faja dorada que rodea su pecho indica realeza.
56

El Cristo exaltado como sacerdote real ocupa el centro de su iglesia. Ahí sostiene a los siete ángeles
(mensajeros) de las siete iglesias en su diestra protectora. Desde ahí se dirige a las siete iglesias en la
provincia de Asia con mensajes que alcanzan a la iglesia universal. Desde ahí hace posible que la luz del
evangelio resplandezca en un mundo espiritualmente en tinieblas. También, como rey, gobierna con
vara de hierro (2:27; 12:5; 19:15) y juzga con justicia (19:11). Es el león de la tribu de Judá, la Raíz de [p 
72] David, que es un título mesiánico para el Rey de reyes (5:5). Sus adversarios piden a las montañas y
a las rocas que los oculten a los ojos de Dios que está sentado en el trono y a la ira del Cordero de Dios
(6:16). Pero Dios y el Cordero reciben la alabanza y lisonja de los seres celestiales y de los santos glorifi-
cados; el Cordero es alabado porque fue inmolado.128 El Cordero guía a los santos que ha comprado
(14:4), mientras que a los santos debajo del altar que claman por justicia frente a los enemigos de Dios se
les dice que esperen hasta la consumación (6:10–11). Los que han sido invitados a la boda del Cordero
se regocijan porque, como esposa, se reúnen con el Cordero, el esposo (19:7, 9; 21:9). Pero tanto la espo-
sa como el Espíritu le suplican a este sacerdote real que venga pronto (22:17).
Jesús comparte con Dios características divinas en cuanto a adoración, autoridad y reino. Dios ocupa
el centro del trono, y el Cordero está de pie en ese mismo centro (5:6; 7:17). Mientras que Dios está sen-
tado en el trono de juicio (20:11), el Hijo está sentado con él en dicho trono (3:21). Dios en el cielo go-
bierna en forma soberana, pero así lo hace también el Hijo del Hombre, cuyo reino eterno nunca será
destruido (Dn. 7:13–14; ver Ap. 1:13; 14:14). Dios refleja su eternidad en las palabras «el que es, y que
era, y que va a venir» (1:4, 8; 4:8; 11:17; 16:5). Pero Jesús también participa de la misma eternidad; por-
que dijo a los judíos, «antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!» (Jn. 8:58). La vida terrenal de Jesús con-
cluyó en la cruz, y por esto «era». Y la gente lo llamaba «el que había de venir», o sea, el Mesías espera-
do (compárese Sal. 118:26; Mt. 11:3; Jn. 11:27). Por último, las palabras «Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin» se refieren tanto a Dios como a Cristo (21:6 para Dios; 22:13 para Cristo). La versión
más breve «Yo soy el Alfa y la Omega» para Dios (1:8) la evoca Jesús en las palabras «Yo soy el primero
y el último» (1:17).129
Sin embargo, en ninguna parte de Apocalipsis Juan habla de Jesús como Dios, y por esto evita dejar
la impresión de que enseña la existencia de dos Dioses. Pero aunque Juan nunca llama Dios a Jesús, con
el empleo de pronombres coloca a Jesús en el mismo nivel que Dios. En más de un pasaje donde men-
ciona tanto a Dios como al Cordero, utiliza los pronombres singulares su (de él) y lo (a él). Por ejemplo,
con la bastardilla agregada, leemos:
- «Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él por mil años» (20:6).
- «Y el trono de Dios y del Cordero estarán en ella, y sus siervos lo servirán, y verán su rostro. Y su
nombre estará en su frente» (22:3–4).
[p 73] Juan llama a Jesús el Hijo de Dios (2:18) y la Palabra de Dios (19:13). Menciona que Jesús se di-
rige a Dios como «mi Dios (3:12 [cuatro veces]), dando a entender la subordinación del Hijo al Padre.
Describe a Jesús como el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra (1:5), la Raíz y
Descendiente de David (5:5; 22:16), el León de la tribu de Judá (5:5), y la brillante Estrella de la Mañana

128Ap. 5:6, 8, 12, 13; 7:9, 10, 14, 17; 15:3.


129Refiérase a Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 33–34; y su Theology, pp. 25–28; Paulien (Decoding Revelation’s Trum‐
pets, p. 349) escribe, «El lenguaje aplicado a Yahweh se aplica libremente a Cristo».
57

(22:16).130 Atribuye a Jesús características divinas cuando lo coloca junto a Dios, pero se abstiene de
hacer exactamente iguales a Dios y a Jesús. Nótese que a Dios lo llama el Creador de todas las cosas
(4:11), en tanto que Jesús se refiere a sí mismo como «el origen [griego arj_] de la creación» (3:14). La
palabra origen no debería interpretarse en un sentido pasivo como si Jesús fuera creado o recreado, sino
en el sentido activo de que es quien genera y llama a la vida a la creación (Jn. 1:1; Col. 1:15–18; Heb.
1:2).131 Jesucristo recibe la revelación de Dios, que transmite a Juan (1:1); es el Cordero que fue inmolado
y con su sangre compró a los santos para Dios (5:6, 9); y, como el Cordero, acoge a su esposa, es decir, a
la iglesia, a la fiesta nupcial (19:7–9; 21:9). Juan enseña que Cristo es agente de Dios en la creación, re-
dención y consumación.
Además, en el capítulo cuatro, Juan relata que Dios recibe alabanzas sin fin (4:8, 11), mientras que en
el capítulo siguiente los santos y los ángeles cantan tres cánticos en alabanza del Cordero (5:9–10, 12,
13b). De hecho, en el último de estos tres cánticos, adoran tanto «a aquel que está sentado en el trono»
como al Cordero. Resulta interesante advertir que Juan habla del Cordero yuxtapuesto a Dios, porque
las doxologías van dirigidas a ambos (7:10, 17; 14:4; 22:1, 3). La adoración de Cristo «conduce a la ado-
ración conjunta de Dios y de Cristo, en una fórmula en la que Dios conserva la primacía».132
El nombre Cordero de Dios sugiere tanto sacerdocio como condición real, como lo expresa en forma
de cántico la multitud celestial que adora al Cordero:
porque fuiste sacrificado y con tu sangre
compraste [hombres y mujeres] para Dios
de cada tribu y lengua y
pueblo y nación,
y los hiciste para nuestro Dios
un reino y sacerdotes
y reinarán sobre la tierra. (5:9–10)
Juan utiliza también el nombre Cristo en relación con poder, autoridad y reino. El reino del mundo
ahora pertenece a Cristo, quien gobierna con [p 74] poder y autoridad (11:15; 12:10; comparar con 20:4,
6). Este reino pertenece tanto a Cristo como a Dios, porque ambos reinarán por los siglos de los siglos
(11:15, 17). Cristo es el soberano triunfante que está sentado junto a su Padre en el trono (3:21). Cristo el
Cordero triunfa sobre las fuerzas del Anticristo, «porque él es el Señor de señores y Rey de reyes»
(17:14).
Satanás no sólo remeda a Dios; también imita a Jesucristo en el aspecto de cordero. En Apocalipsis,
la palabra cordero aparece veintinueve veces, veintiocho de las cuales se refieren al Señor y una al falso
profeta de Satanás, a saber, la bestia que sale de la tierra (13:11). El cordero de Satanás no dice las pala-
bras de Dios sino las de un dragón, es decir, Satanás (20:2). La bestia de Satanás tiene en la cabeza una

130 Compárese con Swete, Revelation, pp. clxii–clxiii.


131 Véase Greijdanus, Openbaring, p. 106; Bauckham, Theology, p. 56.
132 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 139. Señala que cuando Juan menciona a Dios y a Cristo juntos, escribe el verbo en

singular o un pronombre en singular (11:15 y 6:17; 22:3–4).


58

herida mortal que había sido sanada (13:3), en tanto que Jesús como el Cordero fue inmolado (5:6).
Además, Satanás es soberano en su reino (16:10; 17:12) y los reyes de este mundo le están sometidos.133
Satanás exige adoración de sus súbditos, quienes deben ostentar la marca de la bestia en su diestra y en
la frente.134 Pero todos los que ostentan la marca de la bestia se encuentran con la ira de Dios, beben la
copa de la furia de Dios y son atormentados con azufre ardiente en la presencia de los santos ángeles y
del Cordero (14:9–10). La bestia, el falso profeta y Satanás son arrojados al lago de azufre ardiente
(19:20; 20:10). Cristo es quien vence.
3. El Espíritu Santo
Tanto Pablo como Pedro enseñan la doctrina de la Trinidad en la parte introductoria de dos de sus
cartas (Ro. 1:1–4; 1 P. 1:1–2). Aunque en forma más indirecta, Juan también menciona a las tres personas
de la Trinidad. En el saludo a las siete iglesias en la provincia de Asia, menciona a Dios Padre como «el
que es, y que era y que vendrá». Llama a Jesucristo por su nombre y lo identifica como «el testigo fiel, el
primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra» (1:5). Al Espíritu Santo lo describe
como «los siete espíritus delante del trono [de Dios]». El término los siete espíritus de Dios, traducido
también como «el Espíritu séptuplo de Dios» denota la índole completa del Espíritu (3:1; 4:5; 5:6).
El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, como resulta evidente en los pasajes antes mencionados, pe-
ro al mismo tiempo es también el Espíritu de Cristo. Juan describe al Cordero en dos pasajes como quien 
tiene «los siete espíritus de Dios» (3:1), y como quien tiene «siete cuernos y siete ojos, que son los siete
espíritus de Dios» (5:6).
El Espíritu Santo moraba en Juan para revelarle verdades espirituales en visiones. Así, Juan estaba
en el Espíritu en el día del Señor (1:10); estaba en el Espíritu de pie ante la puerta abierta del cielo (4:2);
un ángel [p 75] lo transportó al desierto mientras estaba en el Espíritu (17:3); y por último, fue llevado
en el Espíritu a una montaña elevada para ver la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo
(21:10). El punto es si Juan estuvo en el Espíritu en Patmos (1:10) y por tanto permaneció en el Espíritu.
De ser así, entonces los tres pasajes siguientes (4:2; 17:3; 21:10) describen la acción del Espíritu en trans-
portar a Juan al cielo, a un desierto y a una montaña grande y elevada respectivamente. La profecía de
Ezequiel confirma esta interpretación en muchos pasajes, porque el Espíritu de Dios transportó repeti-
das veces al profeta. El Espíritu llevó a Ezequiel a Jerusalén, a Babilonia, al valle de los huesos secos y al
templo del Señor (Ez. 3:12, 14; 8:3; 11:1, 24; 37:1; 43:5). Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo y no se
le permitió que dijera a nadie lo que había visto y oído (2 Co. 12:2–4). Pero Juan, bajo el control del Espí-
ritu Santo, tenía que dar a conocer la revelación de Dios que le fue dada por medio de Jesucristo (1:1).135
El papel del Espíritu Santo es revelar la verdad de Dios por medio de Jesucristo. Es quien revela e
inspira, como resulta evidente en la afirmación final que se repite en las siete cartas a las siete iglesias:
«El que tenga oído para oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».136 El Espíritu, pues, habla por
el Señor Jesucristo a las iglesias en la provincia de Asia en particular y a la iglesia universal en general.

133 Ap. 16:14, 16; 17:2, 10, 12 (dos veces), 18; 18:3, 9; 19:19.
134 Ap. 9:20; 13:4 (dos veces), 8, 12, 15; 14:9, 11; 16:2; 19:20.
135 Véase Bauckham, Climax of Prophecy, p. 159; compárese con Jean-Pierre Ruiz, Ezekiel in the Apocalypse: The 

Transformation of Prophetic Language in Revelation 16.17–19.10 (Frankfort am Main: Peter Lang, 1989) pp. 300–303.


136 Ap. 2:7, 11,17, 29; 3:6, 13, 22. Véase Beckwith, Apocalypse, p. 317; J. C. De Smidt, «The Holy Spirit in the Book of

Revelation—Nomenclature», Neotest 28 (1994): 229–44.


59

Respecto al pueblo de Dios, una voz del cielo le dice a Juan que escriba la segunda bienaventuranza:
«Bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor de ahora en adelante». A lo que el Espíritu
Santo agrega, «Sí, que descansen de sus trabajos porque sus obras los seguirán» (14:13). Y el Espíritu
junto con la iglesia suplica a Jesús que venga (22:17).
El Espíritu habla también por medio de los mensajeros que dan testimonio de Jesús y que proclaman
el testimonio de Jesús. Por ejemplo, Juan estaba en la isla de Patmos «por causa de la palabra de Dios y
del testimonio de Jesús» (1:9). Los dos testigos que profetizan durante 1,200 días concluyen su testimo-
nio cuando la bestia los ataca y mata (11:3, 7). Se los llama mártires, palabra que en griego significa ante
todo «testigos», y sacrifican su vida por Jesús en la batalla contra Satanás (12:11, 17; 20:4). Estos testigos
son no sólo los clérigos ordenados que proclaman fielmente el evangelio; son los miembros individuales
de la iglesia, el cuerpo de Cristo, que dan testimonio donde quiera que Dios los haya colocado. Escribe
Bauckham, «Quienes dan testimonio de Jesús son sin duda no sólo los profetas (19:10) sino los cristia-
nos en general (12:17)».137 Son [p 76] instrumentos del Espíritu por medio de los cuales da a conocer el
testimonio de Jesús y para Jesús; y ese testimonio es la obra del Espíritu Santo.
Por último, el Señor Dios utiliza los espíritus de los profetas (22:6), pero Satanás dispone de sus espí-
ritus impuros para realizar su labor (16:13, 14). Estos espíritus salen de las bocas del infernal trío: el
dragón, la bestia y el falso profeta. Pero cuando Dios envía a su poderoso ángel, que sale de la presencia
de Dios para iluminar la tierra con su esplendor (compárese con Ez. 43:1–5), se sella su condenación
(Ap. 18:2). Aunque la sangre de los profetas y de los santos ha sido derramada en la tierra (18:24), Dios
la venga (19:2). Son sus santos que son invitados a la cena nupcial del Cordero (19:9).
4. Los santos
Los santos a los que se dirige Apocalipsis están tanto en la tierra como en el cielo. Los miembros de
las siete iglesias en la provincia de Asia estaban en la iglesia que luchaba contra el pecado, tenían que
enfrentarse con enseñanzas y estilos de vida engañosos, y tenían que sobrellevar opresión y persecu-
ción. Jesús los alentó en sus luchas espirituales; les reprochó su indolencia; los llamó al arrepentimiento;
les dijo que fueran fieles hasta la muerte; y los exhortó a que retuvieran lo que tenían. Jesús ha liberado
a los santos de sus pecados (1:5), pero no a sus adversarios de sus pecados, que se amontonan hasta el
cielo (18:4–5).
Los santos en la tierra ofrecen sus oraciones a Dios y lo hacen no por medio de intermediarios sino
en forma directa. Estas oraciones, ofrecidas no a santos ni a ángeles sino a Dios, se mezclan con el in-
cienso que los ángeles le ofrecen en copas doradas (5:8; 8:3, 4).138 Además, los santos ofrecen estas ora-
ciones de manera individual y colectiva cuando hay silencio en el cielo «por una media hora» (8:1). Dios
escucha las voces de su pueblo en la tierra cuando lo llaman en medio de sus aflicciones. Y el momento
para la respuesta final de Dios llega cuando el reino de Cristo ha venido y también cuando Cristo co-
mienza a juzgar a los malos y a recompensar a los santos (11:18).
También, los santos en la tierra deben sufrir persecución por causa de la palabra de Dios (1:9; 6:9;
20:4) y del testimonio de Jesús y por Jesús.139 Su sangre se derrama sobre esta tierra hasta tal punto que

137 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 161.


138 Compárese con Luther Poellot, Revelation: The Last Book of the Bible (St. Louis: Concordia, 1962), p. 87.
139 Ap. 1:2, 9; 6:9; 12:17; 19:10; 20:4.
60

se describe a los opresores de los santos como emborrachados con ella (17:6). Aunque alienta a los már-
tires en la tierra, Apocalipsis alaba a los santos por su paciencia y fe en Dios (13:10; 14:12). Los santos
saben que su perseverancia [p 77] y confianza no son nunca ineficaces, porque sus obras justas los se-
guirán (14:13). Aunque Satanás, la bestia y el falso profeta son luchadores formidables y ganan batallas,
Cristo es el vencedor que lidera a los santos en la tierra hacia la victoria. Apocalipsis atribuye la victoria
tanto a Cristo como a sus seguidores. Si bien las fuerzas de Satanás destruyen las vidas del pueblo de
Dios que son fieles hasta la muerte, la victoria final pertenece a Cristo y a los santos.140 Dios nunca
abandona a su pueblo; forman parte de su campamento (20:9).
Juan escribe acerca de los santos en el cielo; se les exhorta a que se regocijen con apóstoles y profetas
(18:20); sus acciones justas se simbolizan como lino fino (19:8); han blanqueado sus ropas en la sangre
del Cordero (7:14); y cantan alabanzas a Dios y al Cordero (7:10). Son incontables, van vestidos de blan-
co, sostienen en la mano ramas de palma de victoria, y están delante del trono (7:9). Con los ángeles y
ancianos, los santos adoran a Dios, quien por medio de su ángel les ordena que lo hagan. Por ejemplo,
Juan desea rendir tributo al ángel que le ordenó que escribiera otra bienaventuranza: «Bienaventurados
son los que han sido llamados al banquete nupcial del Cordero», a lo que el ángel agregó, «Estas son las
verdaderas palabras de Dios» (19:9). El ángel, sin embargo, reprocha a Juan por querer adorarlo y orde-
na al vidente que adore a Dios. Cuando Juan vuelve a querer adorar al ángel que le mostró palabras y
visiones celestiales, el ángel señala que él, al igual que Juan, es siervo y que sólo a Dios hay que adorar
(22:9). Ninguna criatura en el cielo o en la tierra es digna de adoración. Sólo Dios y el Cordero reciben
tributo de los ángeles, de los cuatro seres vivientes, de los veinticuatro ancianos y de la innumerable
multitud de santos en el cielo y en la tierra. Todos deben adorar a Dios el creador y redentor, porque él
es santo. De hecho, los santos en el cielo que han triunfado sobre la bestia cantan el cántico de Moisés y
del Cordero y dicen,
«¿Quién no te teme, oh Señor, y glorifica tu nombre? Porque sólo tú eres santo; porque todas las na-
ciones vendrán delante de ti y te adorarán; porque han sido reveladas tus obras justas» (15:4). Dios reci-
be el nombre de «el Santo» (16:5); es «santo y verdadero» (6:10; y ver 3:7); y sus palabras son «fieles y
verdaderas» (21:5).
Los santos tienen el privilegio de estar en la presencia misma de Dios. En forma repetida, Juan em-
plea la expresión delante del trono de Dios (p.ej., 1:4; 7:15; 20:12). Tienen la libertad de estar en la presencia
misma de Dios, porque Cristo ha abierto el camino hacia el santuario más íntimo. Cuando la nueva Je-
rusalén desciende a la tierra, ya no hay templo en dicha ciudad. El Señor Dios Todopoderoso y el Cor-
dero son su templo, porque los santos están por siempre en su presencia (21:22). No habrá noche, por-
que la gloria de Dios y del Cordero son su luz (21:23; 22:5). En la consumación, [p 78] el futuro se con-
vierte en el presente eterno de Dios donde el tiempo cósmico ya no existe y la perfección es completa.
Por el contrario, los incrédulos claman a las montañas y a las rocas para que los oculten del rostro de
Dios y de la ira del Cordero (6:16). Incluso podrían reconocer que Dios es soberano (11:13), pero se nie-
gan a arrepentirse (9:21; 16:9, 11). Mientras los santos en la gloria están siempre en la presencia de Dios,
los pecadores quedan desterrados para siempre al lago de azufre ardiente (21:8).
5. Profecía

140 Ap. 1:18; 2:8; 11:7; 12:7–9; 13:7; 17:14; 19:11, 19.Véase Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 8–9.
61

Apocalipsis es un libro de profecía, como lo indican el primer y el último capítulos (1:3; 22:7, 10, 18,
19). Pero mientras que las profecías del Antiguo Testamento llaman la atención acerca de la primera
venida de Jesucristo, las profecías de Apocalipsis se centran en su segunda venida.
La palabra profecía en Apocalipsis es también comprensiva en cuanto a alcance, es decir, no sólo re-
vela el futuro sino que abarca la revelación que Dios ya había dado. Esto se ve con claridad con respecto
a la maldición que se lanza sobre quien agregue o quite algo en la profecía de este libro (22:18–19). Limi-
tar la expresión la profecía de este libro a Apocalipsis no resulta para nada adecuado cuando se piensa en
los centenares de alusiones al Antiguo y Nuevo Testamentos en Apocalipsis. Este libro incluye plena-
mente «la palabra de Dios y el testimonio de Jesús» (1:2).141 Además, las palabras en 22:18–19 las pro-
nunció no sólo Juan sino Jesús, que expresa su plena autoridad en forma enfática demostrada en el pro-
nombre personal Yo en la cláusula «Yo doy testimonio a todo el que oye».142 La revelación bíblica en sí
misma es profecía y no se puede limitar a predicción. Bauckham señala elementos conexos en la profe-
cía bíblica: discernimiento de la situación en la que vive el profeta e idea acerca de la naturaleza y pro-
pósito de Dios; predecir lo que debe llegar a pasar gracias a comprender cómo cumple Dios el estable-
cimiento de su reino universal; y la exigencia de que quienes oigan la profecía respondan aplicando el
propósito de Dios en su mundo contemporáneo.143 Además, la profecía que apunta a un cumplimiento
futuro se expresa en promesas de Dios a su pueblo (21:5–7); en las siete bienaventuranzas (1:3; 14:13;
16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14); en las palabras de Jesús y de Juan a las siete iglesias (1:17–20; 2:1–3:22), y en
los anuncios angélicos y celestiales (10:6–7; 11:18; 17:7–18; 22:6).
El mensaje profético de Apocalipsis revela la victoria de Cristo sobre el mal y su reinado con su
pueblo. Su reino es ahora y todavía no, ahora en principio y en la consumación en realidad total (com-
párese 11:15).
[p 79] Apocalipsis es un mensaje de consuelo y esperanza para los cristianos que viven entre la as-
censión de Jesús y su regreso sobre las nubes del cielo. No debería limitarse al primer siglo en tiempos
de Juan ni restringirse al tiempo inmediatamente antes y después del regreso de Cristo. El mensaje de
Apocalipsis es para todos los que leen y oyen la profecía de este libro, sin límites de tiempo cósmico.
K. Resumen
El libro es la conclusión de la revelación de Dios, es decir, de las Escrituras. Dios completa la revela-
ción divina en este último libro del canon y advierte al lector que nada debe agregarse a esta palabra
escrita ni quitársele (22:18–19). En otras palabras, el lector debería darse cuenta de que los sesenta y seis
libros de las Escrituras ya están completos y ofrecen unidad en el mensaje y en el contenido.
1. Sinopsis
Apocalipsis se compone de dos partes: los capítulos 1–11 describen a la iglesia a la que el mundo
persigue; los capítulos 12–22 describen el ataque de Satanás contra Cristo y la iglesia. La primera parte
presenta a los creyentes e incrédulos en conflicto en la tierra; la segunda parte ilustra la intensidad de
este conflicto entre Satanás y Cristo con su iglesia. El dragón, las bestias y la prostituta atacan a la igle-

141 Compárese con Beasley-Murray, Revelation, p. 347.


142 Swete, Revelation, p. 311; Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p.
514.
143 Bauckham, Theology, pp. 148–49.
62

sia (capítulos 12–20), pero Juan menciona su derrota en orden inverso: la prostituta, las bestias y el dra-
gón. Al final, todos estos enemigos caen derrotados.144
Apocalipsis pone al descubierto la batalla entre Dios y Satanás, Cristo y el Anticristo, el Espíritu San-
to y el falso profeta, los santos y los pecadores, la ciudad de Dios y el mundo. Las armas que emplean
Cristo y sus seguidores en este conflicto son la verdad y la palabra de Dios; Satanás y sus huestes recu-
rren a la mentira y al engaño. En este conflicto, Cristo y los santos triunfan, mientras que los oponentes
de Dios se enfrentan a derrota y destrucción.
2. Contenido
El libro comienza con un prólogo que describe en forma somera su contenido: Dios da a conocer su
revelación a Jesucristo, quien por medio de un ángel la envía a Juan para beneficio de los lectores y
oyentes (1:1–3). A pesar del nombre Apocalipsis, unos cuantos versículos que siguen tienen las caracte-
rísticas de una carta: remitente, destinatarios, saludos y doxología (1:4–8). Después de mencionar a los
destinatarios, Juan cuenta su experiencia como desterrado en la isla de Patmos a cierto día del Señor,
cuando Jesús [p 80] se le apareció con un mensaje para las siete iglesias en la provincia de Asia. (1:9–20).
Jesús envía una carta a cada una de las siete iglesias (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia
y Laodicea), en las que las alaba o reprocha (2:1–3:22). Estas siete cartas son un reflejo de la iglesia uni-
versal y contienen un mensaje pertinente para cualquier iglesia en cualquier período de la historia en
que se encuentre.145
Una vez presentada una descripción del Cristo glorioso (1:12–16), Juan ve ahora una puerta abierta
que conduce al cielo, donde se le permite ver el trono de Dios. Veinticuatro ancianos y cuatro criaturas
vivientes rodean este trono y cantan alabanzas a Dios (4:1–11). El Cordero está de pie en el centro del
trono y se considera digno de romper los siete sellos del rollo para verlo. Innumerables ángeles con an-
cianos, criaturas vivientes y todas las otras criaturas, ensalzan a Dios y al Cordero (5:1–14). Entonces el
Cordero rompe cuatro sellos y salen cuatro jinetes sobre cuatro caballos que representan la victoria, la
guerra, la hambruna y la muerte (6:1–8). El quinto sello es una visión del cielo, con almas que le pregun-
tan a Dios por cuánto tiempo tienen que esperar antes del Día del Juicio; y el sexto sello es una visión de
la tierra, con los enemigos de Dios que se ocultan de la ira de Dios y del Cordero en cuevas y debajo de
rocas (6:9–17).
Antes de que Juan describa la apertura del séptimo sello, menciona a los 144,000 que son sellados y
la reunión de una multitud innumerable que está frente al Cordero en ropas blancas que fueron lavadas
en la sangre del Cordero (7:1–17). Después de abrir el séptimo sello, ascienden las oraciones de los san-
tos y los siete ángeles tocan siete trompetas (8:1–5). Las seis primeras trompetas dan inicio a plagas de
quemas, destrucción, amargura, oscuridad, sufrimiento y muerte (8:6–9:21). Pero antes de que suene la
séptima trompeta, Juan describe a un poderoso ángel que está de pie en el mar y en la tierra con un pe-
queño rollo en la mano. El ángel entrega el rollo a Juan a quien se le dice que profetice (10:1–11). Enton-
ces Juan describe a dos testigos que profetizan y son sacrificados; pero resucitan de nuevo de entre los
muertos mientras que sus enemigos mueren en un terremoto (11:1–14). Suena la séptima trompeta, se

144 Refiérase a Hendriksen, More Than Conquerors, p. 22.


145 Compárese con David E. Aune, Revelation 1–5, WBC 52A (Dallas: Word, 1997), pp. lxxii–lxxv.
63

cantan himnos y el templo de Dios en el cielo se abre (11:15–19). Este señala la conclusión de la primera
mitad (capítulos 1–11) de Apocalipsis.
La segunda parte incluye un relato del nacimiento de un niño varón, de Satanás que pierde su bata-
llas contra Miguel el arcángel, y del dragón con sus demonios que son arrojados a la tierra (12:1–12). En
la tierra se da entonces una guerra entre Satanás y la mujer con su prole (12:13–13:1a); una bestia que
sale del mar controla el mundo (13:1b–10) y una bestia que sale de la tierra controla la mente del mundo
(13:11–18). La escena pasa de la tierra al cielo, donde 144,000 santos adoran al Cordero (14:1–5), mien-
tras [p 81] que en la tierra se proclama el evangelio, son castigados los adversarios y los santos son con-
solados (14:6–13). También en la tierra el Hijo del Hombre y sus ángeles recogen una cosecha, mientras
que el lagar de la ira de Dios derrama juicio sobre los incrédulos (14:14–20). La ira de Dios contra sus
enemigos se ejecuta en siete plagas que se derraman de siete copas: llagas, el mar convertido en sangre,
ríos y manantiales que se convierten en sangre, calor abrasador, ruinas, sequía y destrucción (15:1–
16:21).
La siguiente sección presenta el juicio de Dios sobre la Babilonia mundana: la prostituta cabalga so-
bre la bestia que simboliza poder mundial, y la mujer misma representa a la gran ciudad que gobierna a
los reyes del mundo (17:1–18). Esta ciudad sucumbe mientras que los reyes, mercaderes y viajeros llo-
ran por ella, pero perecen con ella (18:1–24). Luego siguen en secuencia, la vindicación de los santos
(19:1–8); el banquete nupcial del Cordero (19:9–10) y la victoria de Cristo sobre sus enemigos (19:11–21).
El capítulo 20 contiene el reino de mil años, Satanás consignado al lago de fuego, el juicio de los
muertos, la muerte y el Hades arrojados al lago de fuego (vv. 1–15). Con la eliminación de los enemigos
de Dios, ha llegado el tiempo de renovación. Juan ve a la nueva Jerusalén que desciende procedente de
Dios, quien estará para siempre con su pueblo (21:1–8). El apóstol presenta una descripción simbólica
de la Ciudad Santa con las medidas de su tamaño, que tiene forma de cubo; sus cimientos están decora-
dos con piedras preciosas y sus puertas con perlas, y sus calles hechas con oro puro (21:9–21). La ciudad
no necesita un templo o luz del sol o de la luna, porque Dios y el Cordero son su templo y luz (21:22–
27). En ella está el trono de Dios y del Cordero, y todos los santos rinden pleitesía (22:1–6). Apocalipsis
concluye con la súplica y promesa del regreso de Jesús (22:7–21).
L. Bosquejo
En general, los intérpretes de Apocalipsis se dividen en dos grupos, según adopten un enfoque pro-
gresivo o cíclico respecto a su estructura. La modalidad progresiva, que recibe también el nombre de
sucesiva o linear, propone un desarrollo continuo desde el principio hasta el fin de Apocalipsis. El mé-
todo cíclico, que suele conocerse como teoría de la recapitulación, examina el contenido del libro desde
varias perspectivas y destaca sus segmentos paralelos.146 El primer enfoque interpreta el libro en forma
literal, siempre que resulte posible; el segundo enfoque propone una interpretación simbólica. He prefe-
rido el método cíclico, que revela [p 82] paralelismo progresiva en cada ciclo sucesivo y pone de mani-
fiesto nuevas perspectivas en torno al mensaje de Dios que se va revelando a la iglesia.

146Esta teoría se remonta al siglo tercero cuando Victorino de Petau en Panonia (la Hungría actual) escribió un comen-
tario sobre Apocalipsis (véase J.-Migne, ed., Patrologia Latina [Paris, 1844–64], 5:281–344). Véase también Beale,
Revelation, pp. 121–51; John M. Court, Myth and History in the Book of Revelation (Atlanta; John Knox, 1979), pp. 5–7.
64

Estos dos métodos de interpretación tienen una opinión diferente del marco temporal que se descri-
be en el último libro del canon: tiempo cronológico o simbólico. El tiempo cronológico tiene sólo impor-
tancia pasajera en Apocalipsis, porque lo que gobierna el libro no es el tiempo sino los principios. Pero
con el tiempo simbólico las secciones paralelas no se siguen por necesidad una a la otra en forma se-
cuencial; en su lugar, ofrecen al lector perspectivas diferentes de la misma enseñanza que, en última
instancia, conduce a una culminación definitiva. En otras palabras, el avance en paralelos sucesivos se
refiere no a una secuencia temporal sino a intensidad y énfasis.147
El simbolismo del número siete en Apocalipsis tiene tal importancia, en especial donde aparece en
pasajes paralelos, que he escogido el método de dividir el libro en siete visiones del panorama com-
prensivo único de la revelación de Dios. Estas siete visiones van precedidas de una introducción y se-
guidas de una conclusión. Además, las visiones 1, 2, 3 y 6 tienen segmentos introductorios, que resaltan
el marco de cada visión concreta y las visiones 2 y 3 tienen interludios. En los casos en que el texto bíbli-
co indica con claridad que una visión tiene siete partes, las he enumerado en forma secuencial: siete car-
tas, siete sellos, siete trompetas y siete copas.
Y por último, los numerosos casos de empleo de la expresión y vi dan a Apocalipsis «un carácter casi
técnico».148 Se siente la tentación real de dividir el libro sobre la base de estos casos, pero esos intentos
conducen a una artificialidad cuestionable que he tratado de evitar. El bosquejo que sigue tiene siete
visiones con siete partes sólo en las visiones donde el texto bíblico lo permite.149
[p 83]  
I. Introducción (1:1–8)
A. Prólogo (1:1–3)
B. Saludo (1:4–5a)
C. Doxología (1:5b–6)
D. Profecía (1:7–8)
II. Visión 1: La iglesia en la tierra (1:9–3:22)
A. Aparición gloriosa de Jesús (1:9–20)
1. Ubicación (1:9–11)
2. Aparición (1:12–16)
3. Mensaje (1:17–20)

147 Christopher R. Smith («The Structure of the Book of Revelation in Light of Apocalyptic Literary Conventions», NovT
36 [1994]: 388) comenta que la referencia temporal de 1,260 días, 42 meses, 3½ años se encuentra sólo después de 10:8.
«La formula 3½ años se encuentra siete veces después de 10:8, pero no en las visiones de Babilonia o Jerusalén» (su
subrayado).
148 Leroy C. Spinks, «A Critical Examination of J. W. Bowman’s Proposed Structure of the Revelation», EvQ 50

(1978):18.
149 Refiérase a John Wick Bowman, The First Christian Drama (Philadelphia: Westminster, 1955); y su artículo, «The

Revelation of John: Its Dramatic Structure and Message», Interp 9 (1955): 436–53. R. J. Loenertz, The Apocalypse of Saint 
John (London: Sheed and Ward, 1947); Spinks, «A Critical Examination»; Hendriksen, More Than Conquerors, p. 23; S. L.
Morris, Drama of Christianity, p. 29; Elisabeth Schüssler Fiorenza, «Composition and Structure of the Book of
Revelation», CBQ 39 (1977): 344–66; también como capítulo 6 en su Book of Revelation; James L. Blevins, «The Genre of
Revelation», RevExp 77 (1980): 393–408. Véase también las observaciones de G. B. Caird, A Commentary on the Revelation 
of St. John the Divine (London: Black, 1966), pp. 05–6; Smith, «Structure of the Book of Revelation», pp. 373–93; Michael
Wilcock, The Message of Revelation: I Saw Heaven Opened (Downers Grove: InterVarsity, 1975), pp. 15–18.
65

B. Siete Cartas (2:1–3:22)


1. Éfeso (2:1–7)
a. Alabanza (2:1–3)
b. Reproche (2:4–5)
c. Promesa (2:6–7)
2. Esmirna (2:8–11)
3. Pérgamo (2:12–17)
a. Violencia (2:12–13)
b. Reproche (2:14–16)
c. Promesa (2:17)
4. Tiatira (2:18–29)
a. Saludo y alabanza (2:18–19)
b. Reprensión y mandato (2:20–25)
c. Promesa (2:26–29)
5. Sardis (3:1–6)
a. Advertencia 3:1–3).
b. Promesa (3:4–6)
6. Filadelfia (3:7–13)
a. Saludo y reconocimiento (3:7–8)
b. Exhortación (3:9–11)
c. Promesa (3:12–13)
7. Laodicea (3:14–22)
a. Descripción (3:14–16)
b. Reproche (3:17–18)
c. Admonición (3:19–20)
d. Promesa (3:21–22)
III. Visión 2: El trono de Dios y los siete sellos (4:1–8:1)
A. El trono de Dios (4:1–5:14)
1. El trono en el cielo (4:1–11)
a. En y ante el trono (4:1–6a)
b. Doxologías ante el trono (4:6b–11)
2. El rollo sellado (5:1–5)
3. Alabanza al Cordero (5:6–14)
[p 84]  
B. Los siete sellos
1. El primer sello: el caballo blanco (6:1–2)
2. El segundo sello: el caballo rojo (6:3–4)
3. El tercer sello: el caballo negro (6:5–6)
4. El cuarto sello: el caballo amarillento (6:7–8)
5. El quinto sello: la paciencia de los santos (6:9–11)
6. El sexto sello: el día del Señor (6:12–17)
a. En la naturaleza (6:12–14)
b. Para los incrédulos (6:15–17
66

7. Interludio: los santos (7:1–17)


a. Los 144,000 sellados (7:1–8)
b. La gran multitud (7:9–12)
c. Una entrevista (7:13–17)
8. El séptimo sello: el juicio de los incrédulos (8:1)
IV. Visión 3: Siete trompetas
A. Introducción (8:2–5)
B. Siete ángeles que tocan la trompeta (8:6–11:19)
1. La primera trompeta (8:6–7).
2. La segunda trompeta (8:8–9)
3. La tercera trompeta (8:10–11)
4. La cuarta trompeta (8:12)
5. Los tres ayes (8:13)
6. La quinta trompeta (9:1–12)
a. El abismo y las fuerzas demoníacas (9:1–6)
b. Las langostas (9:7–12)
7. La sexta trompeta (9:13–21)
a. Un mandato divino (9:13–16)
b. Una visión descriptiva (9:17–19)
c. Negativa a arrepentirse (9:20–21)
8. Interludio (10:1–11:14)
a. El ángel y el pequeño rollo (10:1–11)
(1) Un ángel poderoso (10:1–4)
(2) El mensaje del ángel (10:5–7)
(3) El rollo y su propósito (10:8–11)
b. Dos testigos
(1) El templo (11:1–2)
(2) El poder de dos testigos (11:3–6)
(3) La muerte de dos testigos (11:7–10)
(4) La resurrección de dos testigos (11:11–14)
9. La séptima trompeta (11:15–19)
a. Dos himnos (11:15–18)
b. El pacto de Dios (11:19)
[p 85]  
V. Visión 4: Aspectos de guerra y salvación (12:1–14:20)
A. La mujer y el dragón (12:1–17)
1. La mujer, el hijo, el dragón (12:1–6)
2. Guerra en el cielo (12:7–9)
3. Un cántico de victoria (12:10–12)
4. Ayuda y seguridad para la iglesia (12:13–17)
B. La bestia del mar (13:1–10)
1. La descripción (13:1–4)
2. Poder y autoridad (13:5–10)
67

C. La bestia de la tierra (13:11–18)


1. Parodia de Cristo (13:11–14)
2. La marca de la bestia (13:15–18)
D. El Cordero (14:1–5)
E. Cuatro mensajes (14:6–13)
1. El primer ángel (14:6–7)
2. El segundo ángel (14:8)
3. El tercer ángel (14:9–12)
4. Una voz celestial (14:13)
F. Ira de Dios (14:14–20)
VI. Visión 5: Siete copas de juicio (15:1–16:21)
A. El marco (15:1–8)
1. Los santos y el cántico (15:1–4)
a. Ángeles y plagas (15:1)
b. Los victoriosos y su oda (15:2–4)
2. Templo, ángeles y plagas (15:5–8)
B. Las siete copas (16:1–21)
1. La primera copa (16:1–2)
2. La segunda copa (16:3)
3. La tercera copa (16:4–7)
4. La cuarta copa (16:8–9)
5. La quinta copa (16:10–11)
6. La sexta copa (16:12–16)
7. La séptima copa (16:17–21)
VII. Visión 6: victoria para Cristo (17:1–19:21)
A. Introducción (17:1–2)
B. Conflicto y juicio (17:3–19:10)
1. La mujer y la bestia (17:3–18)
a. La tentadora seductora (17:3–6)
b. La explicación del ángel (17:7–11)
c. La soberanía del Cordero (17:12–14)
d. El propósito de Dios (17:15–18)
[p 86]  
2. Cánticos de condena y destrucción (18:1–24)
a. El primer lamento (18:1–3)
b. El mandato de huir (18:4–8)
c. La caída de Babilonia (18:9–20)
(1) La endecha de la realeza (18:9–10)
(2) El lamento de los mercaderes (18:11–17a)
(3) El lamento de los capitanes de barco (18:17b–19)
(4) Contraste (18:20)
d. Un símbolo y un cántico de ruina (18:21–24)
3. Cánticos de alabanza, boda y adoración (19:1–10)
68

a. Tres himnos y un mandato (19:1–5)


b. La boda (19:6–9)
c. Adoración (19:10)
C. La batalla decisiva (19:11–21)
1. El jinete y sus ejércitos (19:11–16)
2. La batalla final contra el Anticristo (19:17–21)
VIII. Visión 7: cielo nuevo y tierra nueva (20:1–22:5)
A. Derrota de Satanás y de la muerte (20:1–15)
1. El encadenamiento de Satanás (20:1–3)
2. Los santos en el cielo (20:4–6)
3. Derrota y desaparición de Satanás (20:7–10)
4. El día del juicio (20:11–15).
B. La nueva Jerusalén y el árbol de la vida (21:1–22:5)
1. Dios y su pueblo (21:1–8)
2. La ciudad santa (21:9–14)
3. La ornamentación de la ciudad (21:15–21)
4. La luz de la ciudad (21:22–27)
5. El árbol de la vida (22:1–5)
IX. Conclusión (22:6–21)
A. Retorno de Jesús (22:6–17)
B. Advertencia (22:18–19)
C. Promesa y bendición (22:20–21)
69

[p 87]  

Comentario
[p 89]  

1
Introducción y aspecto glorioso de Jesús 
(1:1–20)
[p 90]  

Bosquejo
I. Introducción (1:1–8)
A. Prólogo (1:1–3)
B. Saludo (1:4–5a)
C. Doxología (1:5b–6)
D. Profecía (1:7–8)
II. Visión 1: La iglesia en la tierra (1:9–3:22)
A. Aspecto glorioso de Jesús (1:9–20)
1. Ubicación (1:9–11)
2. Aspecto (1:12–16)
3. Mensaje (1:17–20)
[p 91]  

CAPÍTULO 1
1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos que debe ocurrir pronto. Y la dio a
conocer enviando a su ángel a su siervo Juan, 2 quien testificó de las cosas que vio, es decir, la palabra de Dios y el
testimonio de Jesucristo. 3 Bienaventurado es quien lee en voz alta y los que oyen las palabras de esta profecía y
hacen caso de las cosas escritas en ella. Porque el tiempo está cerca.
Juan a las siete iglesias que están en [la provincia de] Asia. Gracia para vosotros y paz de aquel que es y que
4

era y que va a venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono, 5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el pri-
mogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.
A él que nos ama y nos liberó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo un reino y sacerdotes para su
Dios y Padre: a él sea gloria y poder para siempre jamás. Amén.
7 Mirad, viene en las nubes,
y todo ojo lo verá,
incluso los que lo traspasaron,
70
y todas las tribus de la tierra
se lamentarán a causa de él. Sí en realidad, amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, que es y que era y que va a venir, el Todopoderoso.
I. Introducción
1:1–8
Las palabras introductorias de Juan en su evangelio describen a Jesús como la Palabra de Dios (Jn.
1:1), y en el versículo inicial de su primera carta, presenta a Jesús como aquel de quien los discípulos
oyeron «la palabra de vida» (1 Jn. 1:1–3). En Apocalipsis afirma que Dios dio a Jesús su revelación para
que se la diera a conocer a Juan, quien la escribió y se la hizo llegar a la iglesia. Aunque el título del úl-
timo libro del canon se suele llamar La Revelación de Juan, es en realidad La Revelación de Jesucristo. Ade-
más, habiendo recibido la revelación de Dios, Jesús se revela a sí mismo a Juan en la isla de Patmos. Le
dice que escriba siete cartas a las siete iglesias en la provincia de Asia. Jesús en realidad es la Palabra
viva de Dios, y Juan está en la isla a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ha dado acerca de
Jesús. Juan ha sido fiel en proclamar la revelación de Dios en Jesucristo.
Juan comienza el primer capítulo de Apocalipsis con un prólogo doble en el que afirma primero el
origen y destinatarios del Apocalipsis y luego [p 92] formula la primera de las siete bienaventuranzas
en este libro.1 Se identifica a sí mismo como Juan, y se dirige a las siete iglesias en la provincia de Asia y
las saluda en el nombre de Dios, del Espíritu Santo y de Jesucristo (1:4–5). A propósito coloca a Jesús en
último lugar en este saludo trinitario, porque Juan da a conocer a Jesús como el redentor que va a vol-
ver sobre las nubes.
A. Prólogo
1:1–3
1. La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos que debe ocurrir pronto. 
Y la dio a conocer enviando a su ángel a su siervo Juan, 2. quien testificó de las cosas que vio, es de‐
cir, la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
a. «La revelación de Jesucristo». El término Apocalipsis viene del griego apokalupsis, que significa des-
cubrir o revelar. Técnicamente, como encabezamiento, el término se refiere al único libro de todo el ca-
non de las Escrituras, a saber, Apocalipsis, pero los primeros lectores estaban familiarizados con la pa-
labra griega apokalupsis, que se encuentra dieciocho veces en el Nuevo Testamento, trece de las cuales en
las cartas de Pablo.2 De vez en cuando, Dios revelaba mensajes a su pueblo, pero en Apocalipsis presen-
ta una amplia manifestación de su revelación bíblica a Jesús. De ahí que un título más largo para este
libro sería «La Revelación de Dios a Jesucristo».
Cuando Jesucristo comunica la revelación que ha recibido, en ese momento se convierte en su pro-
pia revelación. En realidad, el título de este libro también puede significar que Jesucristo presenta una
revelación acerca de sí mismo. Así es en la segunda mitad del capítulo y en otras partes, donde se revela
a sí mismo a Juan y a los lectores de las cartas (1:12–13; 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14). Jesús es a la vez «el obje-

1 Ap. 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14.


2 Lc. 2:32; Ro. 2:5; 8:19; 16:25; 1 Co. 1:7; 14:6, 26; 2 Co. 12:1, 7; Gá. 1:12; 2:2; Ef. 1:17; 3:3; 2 Ts. 1:7; 1 P. 1:7, 13; 4:13; Ap. 1:1.
71

to y el contenido de la revelación» que en última instancia le pertenece.3 No es un ángel quien se la


trasmitió a Juan, sino que Jesús se revela a sí mismo y acerca de sí mismo. En breve, la revelación de
Jesús es tanto subjetiva como objetiva.
El nombre doble Jesús Cristo es su nombre propio y una descripción de su función mediadora. En
versículos y capítulos posteriores, el nombre simple que se emplea es Jesús (p.ej., 1:9) o Cristo (p.ej.,
11:15).4 El nombre [p 93] doble le dice al lector no sólo quién es Jesús sino también qué ha hecho y sigue
haciendo como Señor y salvador. Esta combinación aparece al principio del libro para identificarlo ple-
namente (véase también 1:2, 5). Es el Hijo de Dios quien se apareció en forma humana para asumir la
obligación de redimir y restaurar el pueblo del pacto de Dios.
b. «Que Dios le dio para mostrar a sus siervos que debe ocurrir pronto». Adviértase que Jesucristo
está subordinado a Dios, quien, al dar a Jesús la revelación, en forma implícita le está dando un encar-
go. El verbo dar no es sólo entregar un regalo, sino que más bien insinúa la tarea de dar a conocer a su
pueblo la revelación de Dios (Jn. 12:49; 14:27; 17:8). Jesucristo recibe la tarea de mostrarla bajo la forma
de un despliegue descriptivo. El libro mismo es un testimonio elocuente de que este despliegue se ofre-
ce con señales, símbolos, nombres, números, colores y criaturas. Al comienzo de este libro, sus caracte-
rísticas descriptivas ya se vuelven visibles en el verbo mostrar. Le da una pista al lector acerca de cómo
debería leerse y entenderse el libro.
La palabra siervos no denota esclavos sino pueblo de Dios que, en obediencia, hace su voluntad (véa-
se 2:20; 7:3; 19:2, 5; 22:3, 6). Aquí la palabra conlleva un solo mensaje, en tanto que en otros lugares tiene
un mensaje dual: «sus [tus] siervos los profetas» (10:7; 11:18), que es una forma común de llamarlos en
el Antiguo Testamento (p.ej., Jer. 7:25; Ez. 38:17; Dn. 9:10; Am. 3:7). El mensaje simple afirma que los
siervos de Dios resisten a la tentación, llevan su sello en la frente y cantan sus alabanzas.
Los siervos de Dios deben ser informados acerca de las cosas que van a ocurrir pronto. ¿Cuál es el
significado de la palabra pronto? Para los receptores de las siete cartas quería decir que la persecución
pronto iba a ser un hecho. Pero éste es sólo un aspecto de las cosas que van a pasar. A lo largo de los
siglos, los siervos de Dios han experimentado que las cosas que Jesús les dio a conocer de hecho ocu-
rrieron. Por tanto, la iglesia de hoy espera con anhelo el regreso prometido de Jesús. La repetición de las
palabras «que debe ocurrir pronto» es significativa porque forman parte del último capítulo de Apoca-
lipsis (22:6) que contiene la promesa y petición del retorno del Señor (compárese también 4:1 y Dn. 2:28,
29). Para citar unas tranquilizantes palabras de Pedro: «El Señor no tarda en cumplir su promesa, según
entienden algunos la tardanza» (2 P. 3:9).
c. «Y lo dio a conocer enviando a su ángel a su siervo Juan». Es significativo que el verbo dar a cono‐
cer/significar en griego esté relacionado con el sustantivo señal. Tenemos, pues, aquí un presagio del mé-
todo mediante el cual se transmite la revelación. El transmisor del mensaje es un ángel, quien es dife-

3 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 21; Leon Morris,
Revelation, ed. rev., TNTC (Leicester: InterVarsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 46; S. Greijdanus, De Openbaring 
des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 5.
4 Eugene H. Peterson (Reversed Thunder: The Revelation of John and the Praying Imagination [San Francisco: Harper & Row,

1988], p. 28) escribe con agudeza: «El Apocalipsis nos ofrece la última palabra acerca de Cristo, y la palabra es que
Cristo es el centro y está en el centro. Sin este centro regulador, la Biblia es una simple enciclopedia de religión sin más
argumento que el de una guía telefónica».
72

rente de Jesús, quien revela. Un ángel es un mensajero, nunca quien revela (véase 1 P. 1:12). Y este ángel
transmite el mensaje a Juan, el autor de Apocalipsis (22:6, 16). Esta es la primera vez que Juan se desig-
na a sí mismo (1:1, 4, 9; 22:8), y lo hace utilizando la tercera persona como «su siervo».
[p 94] d. «Quien testificó de las cosas que vio, es decir, la palabra de Dios y el testimonio de Jesucris-
to». Esperaríamos que Juan utilizara el tiempo presente del verbo testificar como lo hizo en las palabras
finales de su evangelio: «Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y las escribió» (Jn. 21:24).
Pero en el caso de Apocalipsis, Juan recurre a la técnica de verse desde la perspectiva de los lectores.
Estos se darían cuenta de que, al utilizar el tiempo pasado «testificó», Juan se ubicaba en el tiempo en
que ellos recibían el Apocalipsis. Es el llamado aoristo epistolar.5 Algunos estudiosos son de la opinión
de que Juan utilizó el tiempo pasado porque primero escribió el Apocalipsis y luego agregó el prólogo.6
Pero esto no es probable, ya que Juan escribió no en hojas sueltas de papiro sino en un rollo, lo que ex-
cluye agregar un prólogo. El autor primero tuvo que ver las cosas que le eran reveladas antes de que
pudiera registrarlas en un libro.
«La palabra de Dios» no quiere decir la persona de Jesucristo (19:13; Jn. 1:1) sino que se refiere a la
revelación de Dios. El Apocalipsis se origina no en Juan, quien es el escritor, sino en Dios, quien por
medio de Juan revela su palabra a los lectores (1:9). Y «el testimonio de Jesucristo» es la conclusión de
esta cláusula, que en forma algo modificada se encuentra repetidas veces en todo el libro (1:9; 6:9; 12:17;
20:4). La pregunta es si el genitivo en la frase testimonio de Jesucristo es subjetivo u objetivo. Subjetiva-
mente, el testimonio pertenece a Jesús, quien es el mensajero de la palabra de Dios (véase Jn. 3:31–34).
Objetivamente, la frase apunta a los fieles siervos de Dios, incluyendo a Juan, quien proclama la palabra
y predica acerca de Jesús. En este texto concreto, sin embargo, se prefiere el genitivo subjetivo porque el
contexto lo exige. La primera frase palabra de Dios lo requiere, y de igual modo la segunda. Aunque estas
frases pertenecen al Apocalipsis, encarnan la plenitud de su contenido, a saber, las numerosas alusiones
al Antiguo Testamento junto con la vida y ministerio terrenales de Jesús.
3. Bienaventurado es quien lee en voz alta y los que oyen las palabras de su profecía y hacen caso 
de las cosas escritas en ella. Porque el tiempo está cerca.
a. «Dichoso es quien lee en voz alta y los que oyen las palabras de esta profecía». Esta es la primera
de siete bienaventuranzas en Apocalipsis (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7,14). La palabra bienaventurado
a veces se traduce como «feliz», pero su significado es más que felicidad. Apunta hacia [p 95] «Dios de
quien fluyen todas las bendiciones», para utilizar la primera frase de la doxología de Thomas Ken. Y
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, las bendiciones del Señor se reflejan en los rostros
complacidos de sus siervos fieles (véase, p.ej., numerosos salmos, los profetas y las bienaventuranzas).7

5 Véase Morris, Revelation, p. 47; Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids:
Kregel, 1977), p. 3; Greijdanus, Openbaring, p. 8; Robert L. Thomas, Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago:
Moody, 1992), p. 62
6 Refiérase a Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919, reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 422–23;

comparar con Robert H. Mounce, The Book of Revelation, ed. rev., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 43.
7 Sal. 1:1; 112:1; 119:1; 128:1; Is. 30:18; Jer. 17:7; Mt. 5:3–12; David F. Aune (Revelation 1–5, WBC 52A [Dallas: Word,

1997], p. 11) señala que la bienaventuranza en Ap. 1:3 es única porque «se formula tanto en tercera persona singular (‘el
que lea’) como en tercera persona plural (‘los que oyen’), con lo cual bendice el proceso mismo de comunicación».
73

Las bendiciones del Señor descienden tanto sobre la persona que lee en voz alta las palabras de este
Apocalipsis en el servicio local de culto como sobre los oyentes que escuchan con reverencia y obedien-
cia esas palabras. En las antiguas sinagogas se leían la ley y los profetas los sábados (Lc. 4:16; Hch.
13:15; 15:21), y en las iglesias a la lectura de las Escrituras se le agregaban los evangelios y las cartas (1
Ti. 5:18; Col. 4:16; 1 Ts. 5:27). Los verbos leer y oír están en presente para indicar que no se trata de un
solo ejercicio sino más bien que el ejercicio religioso debe mantenerse con regularidad, en especial en el
día del Señor. Este ejercicio tenía como fin adorar a Dios y fortalecer a los creyentes en su fe. El término
profecía aparece siete veces en Apocalipsis (1:3; 11:6; 19:10; 22:7, 10, 18, 19) y no se refiere por necesidad a
predicciones. Profecía en este libro se refiere a Dios quien, por medio de sus mensajeros, da a conocer a
su pueblo su verdad. Profecía significa continuación de la palabra de Dios en las Escrituras del Antiguo
Testamento e indica que Dios es su autor y quien la reviste con su autoridad. El mensaje profético del
Apocalipsis, por tanto, asume su lugar legítimo entre los otros libros del canon.
b. «Y hacen caso de las cosas escritas en ella». Por medio de estas palabras de profecía, los mensaje-
ros de Dios llaman al pueblo a una vida de obediencia y amor por él. Los que escuchan las palabras que
se leen deben transformar estas palabras en acciones para demostrar que son de verdad hijos de Dios y
seguidores de Jesús. Deben conservar estas palabras escritas que nunca pierden su poder y autoridad.
«Porque el tiempo está cerca». El griego tiene por lo menos dos palabras para tiempo: primero, jro‐
nos, del que se derivan «crónico» y «crónica», denota tiempo calendario de duración mayor o menor.
Segundo, kairos significa un momento oportuno o tiempo de decisión. Esta es la palabra que se utiliza
en la cláusula «el tiempo está cerca». Para los lectores de Apocalipsis, el tiempo para tomar una decisión
está al alcance de la mano. La palabra se encuentra siete veces en Apocalipsis (1:3; 11:18; 12:12, 14 [tres
veces]; 22:10).8 Con la composición de este libro ha llegado el kairos; aparte del jronos, abarca el paso de
los siglos. «Aunque el fin todavía no ha llegado, y el kairos sigue avanzando, tanto de lo que iba a ocu-
rrir ya ha [p 96] ocurrido que ahora, sin duda, podemos mirar con tanto más anhelo hacia el fin».9
El libro de Apocalipsis afirma repetidas veces que su contenido se refiere al tiempo cercano (1:1, 3;
22:6, 10). Informa a los lectores que su mensaje se puede aplicar al tiempo en el que están viviendo: el
conflicto entre Dios y Satanás, Cristo y el Anticristo, el Espíritu Santo y los falsos profetas, la iglesia y la
inmoralidad se están dando durante su vida. En consecuencia, toda generación tiene que apropiarse y
aplicar el mensaje del Apocalipsis. Y cada generación de creyentes debe esperar con anhelante expecta-
ción el retorno del Señor.
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:1–3
Versículo 1

8 Jörg Baumgarten, EDNT, 2:232–35. Véase más referencias temporales en Ap. 2:16, 25; 3:11; 6:11, 10:6; 11:2, 3; 12:6;
17:10; 22:7, 20. Consúltese M. Eugene Boring, Revelation, Interpretation (Louisville: John Knox, 1989), pp. 68–70.
9 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 34. Consular Louis A. Vos,

The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), pp. 178–81; Sam Hamstra Jr., «An Idealist View of
Revelation», en Four Views on the Book of Revelation, ed. C. Marvin Pate (Grand Rapids: Zondervan, 1998), p. 100. En el
mismo volumen, C. Marvin Pate («A Progressive Dispensationalist View of Revelation», p. 136) observa, «Para los
primeros cristianos, la parusia era un epílogo, aunque importante, de la primera venida de Cristo». Por el contrario,
Gregory K. Beale (The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p.
185) habla del aspecto «ya-y-todavía-no» del tiempo final.
74
ἃ δεῖ γενέσθαι—«lo que debe ocurrir». La palabra δεῖ denota que es necesario el control de Dios. El tiempo
aoristo del infinitivo es constativo para abarcar el tiempo desde el principio hasta el fin.10
Versículo 2
ἐμαρτύρησεν, μαρτυρίαν—estas dos palabras (testificar; testimonio) son expresiones típicas de Juan que se
encuentran a menudo en el evangelio, las cartas y Apocalipsis. El verbo está en indicativo aoristo activo y su afín
el sustantivo acusativo.
Versículo 3
οἱ ἀκούοντες—el artículo definido introduce una clase de personas. El verbo oír (en participio presente) va
seguido del acusativo, que expresa el acto de oír y espera obediencia.
γεγραμμένα—es el participio pasivo perfecto «ha sido escrito». El tiempo perfecto implica que la acción que
ocurrió en el pasado tiene un efecto duradero en el presente y futuro.
καιρός—Agustín distinguió entre kairos y jronos diciendo: «Los griegos de hecho utilizan kairos como tiempo
particular, no como el que transcurre en una alteración de divisiones, sino que es el que se percibe como tiempo
para cosechar, vendimiar, calor, frío, paz, guerra y cualquier cosa parecida. Hablan de jronoi como las divisiones
mismas del tiempo».11
[p 97] B. Saludo
1:4–5a
4. Juan a las siete iglesias que están en [la provincia de] Asia. Gracia para vosotros y paz de aquel 
que es y que era y que va a venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono, 5a. y de Jesu‐
cristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.
a. «Juan a las siete iglesias que están en [la provincia de] Asia». Esta identificación de sí mismo (véa-
se vv. 1, 9) presenta al escritor como una persona bien conocida en la parte occidental de Asia Menor (la
moderna Turquía). Se identifica en el Apocalipsis porque este género difiere de su evangelio y sus car-
tas. Los lectores no necesitaban más identificación que el nombre Juan, porque para los cristianos en
toda la provincia de Asia sólo había una persona que pudiera hablar con autoridad, a saber, el apóstol.
En calidad de miembros de las siete iglesias que vivían en la provincia de Asia (la región occidental de
Asia Menor), conocían al venerable Juan. Cuando Jesús se apareció a Juan en Patmos, mencionó a las
siete iglesias por su nombre: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (v. 11). Las
siete iglesias reciben saludos del Dios trino y además reciben el texto de Apocalipsis. Nótese que ésta es
la primera vez en que aparece el número siete en Apocalipsis; siete significa algo que es completo.
Al comenzar con el saludo, Juan demuestra que el Apocalipsis está escrito en forma epistolar. En
síntesis, la primera frase del versículo 4 equivale a la dirección en un sobre.
b. «Gracia para vosotros y paz de aquel que es y que era y que va a venir». El saludo de gracia y paz
también se encuentra en otras cartas del Nuevo Testamento (Fil. 1:2; 1 P. 1:2); otras cartas agregan mise‐
ricordia (1 Ti. 1:2; Jud. 2). El saludo gracia (jaris) es una variante del griego jairein, que era el saludo co-

10Refiérase a Lenski, Revelation, p. 29.


11Agustín Cartas 197.2. Richard C. Trench, Synonyms of the New Testament, ed. Robert G. Hoerber (Grand Rapids: Baker,
1989), p. 223.
75

mún de la población grecohablante (Hch. 23:26); la palabra paz (en hebreo šālôm, expresado aquí con el
griego eirēnē) la utilizaba el pueblo judío como saludo.
Además, Juan difiere de otros escritores de cartas por cuanto envía saludos de parte de las tres per-
sonas de la Trinidad. Describe al Padre como «el que es y era y va a venir». Este saludo es único y reve-
la la infinitud de Dios con respecto al presente, pasado y futuro. Dios es atemporal, desde la eternidad
hasta la eternidad.
La descripción de Dios también sería aplicable a «Jesucristo [que] es el mismo ayer y hoy y por los
siglos» (Heb. 13:8). El Mesías era conocido como el que «ha de venir» (Mt. 11:3; Jn. 11:27). Pero en este
saludo trinitario, Jesucristo tiene un lugar, lo mismo que los siete espíritus, o sea, el Espíritu Santo.
Pablo suele saludar a los destinatarios de sus cartas en el nombre de Dios el Padre y del Hijo Jesu-
cristo; aquí, sin embargo, a los tres se los [p 98] menciona precedidos de la preposición de. En este pun-
to, la gramática en griego es sumamente difícil, lo cual soslayan los traductores ofreciendo una traduc-
ción fluida. Los críticos se apresuran a afirmar que el autor de Apocalipsis no puede haber sido el escri-
tor del cuarto evangelio, que utiliza un griego aceptable sin errores gramaticales. Concluyen que si el
apóstol Juan escribió el evangelio, quien escribió Apocalipsis debe haber sido otro Juan. Esto no tiene
por qué ser así si tomamos en cuenta que el apóstol Juan contó con ayudantes en Éfeso, donde escribió
su evangelio, pero que en cambio en Patmos estuvo solo. Por razón de su herencia judía, Juan no se
hubiera atrevido a introducir ningún cambio al nombre «Yo soy» con el que Dios se reveló a sí mismo
(Éx. 3:14; véase también Jn. 8:58). La traducción griega del Antiguo Testamento contiene la expresión jo 
ōn (el que es, Éx. 3:14 LXX), que es exactamente lo que Juan escribe en este texto. Juan se niega a hacer
que «Yo soy» concuerde con las normas de la gramática griega. Así, quebranta dichas normas con tal de
no desacreditar la inmutabilidad de Dios. Y Juan es coherente con su negativa, como resulta evidente en
otros lugares donde aparece la misma expresión (1:8; 4:8; 11:17; 16:5). Sus palabras «el que era» se refie-
ren a Dios, quien existió en la eternidad antes de que el tiempo cósmico se hiciera realidad. Y la frase
futurista el que va a venir aparece en el texto griego del Salmo 118:26 (117:26 LXX). De modo que toda la
frase «el que es y que era y que va a venir» debe entenderse como un sustantivo inalterable.12
c. «Y de los siete espíritus que están delante de su trono». Juan repite unas cuantas veces la frase siete 
espíritus en Apocalipsis (3:1; 4:5; 5:6) pero no la explica. Algunas traducciones dicen en el texto o en el
margen «espíritu séptuplo» o «siete Espíritus».
Las interpretaciones de esta expresión varían: Primero, algunos estudiosos dicen que son siete ánge-
les porque a los espíritus a veces se los llama ángeles (Heb. 1:7,14).13 Pero los ángeles son seres creados,
subordinados a Dios, y en el Apocalipsis nunca se los llama espíritus. El término siete ángeles ocurre con
frecuencia (15:1, 6–8; 16:1; 17:1; 21:9). En realidad, los ángeles siguen siendo siervos de Dios que nunca
pueden desempeñar el papel de la tercera persona de la Trinidad.

LXX Septuaginta
12 John P. M. Sweet (Revelation, WPC [Philadelphia: Westminster 1979], p. 65) aconseja no insistir en este punto. De
igual modo Beale, Revelation, pp. 188–89. Mencionan la irregularidad del nombre del diablo (20:2). Pero Juan escribe
títulos y descripciones en caso nominativo (2:13, 20; 3:12; 20:2).
13 Boring, Revelation, p. 75; Josephine Marryngberde Ford, Revelation: Introduction, Translation, and Commentary, AB 38

(Garden City, N.Y.: Doubleday, 1975), p. 377. Ford los llama «ángeles del trono». Y véase R. H. Charles, A Critical and 
Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:12–13.
76

Segundo, otros afirman que los siete espíritus son «símbolos de la majestad divina» como seres po-
derosos por medio de los cuales Dios [p 99] bendice a la iglesia.14 Estos seres poderosos, sin embargo,
son inferiores a Dios y, por tanto, no pueden completar la plenitud de la Trinidad expresada en el salu-
do.
Tercero, el Apocalipsis habla del Espíritu pero nunca utiliza el nombre Espíritu Santo. En su lugar,
asumimos que Juan utiliza el simbolismo del número siete y de este modo describe al Espíritu. Los siete
espíritus (1:4; 3:1; 4:5; 5:6) son enviados a todas las naciones del mundo, de modo que por medio de la
enseñanza fiel de la palabra por parte de la iglesia, las personas de cualquier lugar puedan llegar a co-
nocer y adorar a Dios.15 El número siete significa la plenitud del Espíritu Santo en su persona y obra,
como se ilustra en la profecía de Zacarías 4:2, 6.16 En el lugar santo del templo, Zacarías ve un candela-
bro de oro con siete luces cada una de las cuales tiene una lámpara y un tubo (v. 2). La abundancia de
aceite simboliza al Espíritu Santo actuando, como se puede ver en la declaración de Dios «no será por la
fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu, dice el Señor Todopoderoso» (v. 6). Dios gobierna la
tierra no con poder terrenal sino con su Espíritu. En síntesis, Juan piensa en la profecía de Zacarías
cuando escribe el saludo en su Apocalipsis.
d. «Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el soberano de los reyes de la
tierra». Una vez más (como en el v. 1) Juan utiliza el nombre completo Jesucristo para subrayar la vida
terrenal de Jesús y su función mesiánica. Es la segunda persona de la Trinidad, pero Juan lo coloca en
tercer lugar. Juan ve primero el templo como el lugar donde Dios el Padre mora en el lugar santísimo.
Luego en el lugar santo ve los candelabros con las siete lámparas que simbolizan al Espíritu Santo. Y
por último, en el altar se derrama sangre para remisión de pecados, lo cual apunta al trabajo mediador
de Jesucristo. Esta interpretación encuentra su base en la expresión «delante de su trono» (v. 4), refi-
riéndose a Dios en su trono. Los candelabros frente al lugar santísimo ejemplifican al Espíritu Santo. Y
en el altar está Jesucristo quien «nos libró de nuestros pecados con su sangre» (v. 5b).17
A Jesucristo se lo designa de tres maneras: es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el
soberano de los reyes de la tierra. Primero, consideremos «el testigo fiel», que en griego se expresa en
forma enfática como el testigo, es decir, el fiel (3:14). Juan quizá tomó la frase del Salmo 89:36–37, donde
Dios menciona su fidelidad con el linaje de David: «su descendencia vivirá por siempre; su trono dura-
rá como el sol en mi [p 100] presencia. Como la luna, fiel testigo en el cielo, será establecido para siem-
pre». El trono tipifica «autoridad divinamente otorgada sobre la tierra».18 Dios juró que el linaje de Da-
vid se sentaría en el trono y ahora se cumple en Jesucristo.
Jesús, como el primogénito de entre los muertos, ha triunfado sobre la muerte y ejerce autoridad ab-
soluta tanto sobre los vivos como sobre los muertos (Col. 1:18). Gobierna en forma soberana sobre los

14 Martin Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 8.


15 Véase Richard Bauckham, The Climax of Prophecy: Studies on the Book of Revelation (Edinburgh: Clark 1993), p. 336.
Refiérase a Eduard Schweizer, TDNT, 6:450.
16 Compárese con SB, 3:788.

17 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 53.

18 Willem A. Van Gemeren, Psalms, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids:

Zondervan, 1991), 5:582. Consúltese también Allison A. Trites, «Martys and Martyrdom in the Apocalypse: A Semantic
Study», NovT 15 (1973): 72–80.
77

reyes de la tierra. Las palabras proceden del Salmo 89:27, donde Dios dice respecto a David: «Yo le daré
los derechos de primogenitura, la primacía sobre los reyes de la tierra». La promesa de Dios se ha cum-
plido en Jesucristo, a quien todo ha sido sometido.
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:4–5a
Versículo 4
ἀπό—esta preposición rige el caso genitivo, pero aquí va seguida del caso nominativo ὁ ὤν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ
ἐρχόμενος, La construcción gramatical de esta cláusula es incorrecta en más de un sentido. Pero Juan escribe
desde una perspectiva judía según la cual el nombre de Dios no podía alterarse por razones gramaticales. Swete
comenta que Filón (Life of Abraham 24 § 121) escribe que el nombre de Dios es ὁ ὤν y que el Tárgum Pseudo Jona-
tán lee Deuteronomio 32:39 como «Yo soy el que es y que era y que será». E incluso en poesía griega, la vida di-
vina se describe como «Zeus era, Zeus es, y Zeus será». Swete concluye: «Así Apocalipsis contiene un eco fami-
liar tanto para oídos judíos como para helénicos».19
Juan demuestra que conoce la gramática griega, porque en treinta de las treinta y uno veces en Apocalipsis
construye correctamente la preposición avpo, con el caso genitivo. Sin duda muestra deferencia hacia el nombre
divino.
Versículo 5a
ὁ μάρτυς ὁ πιστός—«el testigo fiel». Juan suele escribir títulos y descripciones en nominativo, incluso si la
gramática griega rige el genitivo (p.ej., 2:13, 20; 3:12; 20:2). El término μάρτυς significa ante todo el que testifica y
en forma secundaria quien sufre muerte. En ese versículo, ambos significados son pertinentes aunque el primero
es el que resalta y el segundo el que se da a entender.20
C. Doxología
1:5b–6
Es necesaria la división del párrafo a la mitad del versículo 5 por el tema en sí. Juan pasa del saludo
trinitario a la doxología y la aplica a Jesús y a Dios el Padre.
[p 101] 5b. A él que nos ama y nos liberó de nuestros pecados con su sangre, 6. y nos hizo un reino 
y sacerdotes para su Dios y Padre: a él sea gloria y poder para siempre jamás. Amén.
a. «A él que nos ama y nos liberó de nuestros pecados con su sangre». Juan sigue haciendo comenta-
rios acerca de Jesucristo dedicándole alabanzas. La gráfica descripción «que nos ama» aparece sólo en
este caso en tiempo presente. Nótese que ese tiempo presente está yuxtapuesto con el tiempo pasado de
«nos liberó» para resaltar el contraste de un acto continuo y uno completado. Jesús nos muestra su amor
permanente, como llega a expresarse en su obra completada en la cruz del Calvario. Ahí nos liberó de
nuestro pecado y culpa para siempre. Vemos el vívido contraste entre el soberano sobre los reyes de la
tierra, quien muestra su amor derramando su sangre por los pecados, y nosotros, quienes somos peca-
dores sin mérito alguno. Robert Thomas observa con razón: «Éste es el único caso en el N[uevo]
T[estamento] en que se describe su amor de esta manera».21

19 Swete, Revelation, p. 5. Véase Aune, Revelation 1–5, p. 30.


20 Refiérase a Trites, «Martys and Martyrdom in the Apocalpyse», pp. 72–80.
21 Thomas, Revelation 1–7, p. 70.
78

Algunas traducciones dicen «nos lavó», que en griego difiere de «nos liberó» sólo en una vocal
(λούσαντι y λύσαντι) y tienen la misma pronunciación. Sea cual fuere la lectura que se prefiera, lavar el
pecado conduce a ser liberado.
b. «Y nos hizo un reino y sacerdotes para su Dios y Padre». Juan tuvo en mente un pasaje del Anti-
guo Testamento que combina los conceptos de reino y sacerdotes. Pensó en la escena en el Monte Sinaí
donde Dios dijo a los israelitas: «Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de
sacerdotes» (Éx. 19:5–6). Ahora reconoce a Jesús como rey y sacerdote quien, habiendo purificado a su
pueblo del pecado, quería que fueran un reino de sacerdotes dignos de ser presentados a su Padre
(5:10). Estas personas son un sacerdocio santo en el que sirven en la actualidad como sacerdotes de Dios
y de Cristo (20:6; 1 P. 2:9).
El reino de Jesús difiere de un reino terrenal, como le dijo a Poncio Pilato (Jn. 18:36). Tiene ciudada-
nos en todas las esferas, sectores y segmentos de la vida. Estos ciudadanos tratan de vivir en obediencia
a las normas del reino de Cristo; oran por todos los que están en autoridad y se comportan en forma
pacífica en religiosidad y santidad (1 Ti. 2:2). Demuestran el amor del Señor Jesús ayudando a los po-
bres y dando de comer a los hambrientos (Mt. 25:37–40); defienden los derechos de los pobres (Dt.
24:17; 1 Ti. 5:16); cuidan de los necesitados (Gá. 6:10); y proclaman y enseñan el evangelio de Jesucristo
(Mt. 28:19–20). Como ciudadanos del reino, testifican del reinado presente de Jesús en el mundo de
hoy.22 Los seguidores de Cristo, quienes conforman su reino, lo honran como Señor de señores y rey de
reyes y expresan su oración cotidiana, «Venga tu reino» (Mt. 6:10; Lc. 11:2).
[p 102] c. «A él sea gloria y poder para siempre jamás. Amén». Las palabras exactas de esta doxolo-
gía sólo se encuentran aquí en el Apocalipsis y son casi las mismas que las de la doxología de Pablo en
Romanos 11:36. Juan utiliza doxologías en otras partes de Apocalipsis con expresiones similares (5:12–
14; 7:12; 11:15), pero nótese que en este versículo la doxología se dirige a Jesucristo.
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:5b–6
Versículo 5b

λύσαντι ἡμᾶς—«liberándonos». Esta lectura tiene el apoyo de los mejores manuscritos P18 ‫ א‬A C 1611) y se
refleja en el Antiguo Testamento (Is. 40:2 LXX).23 La otra lectura es λούσαντι ἠμας (nos lavó). La ha seguido
RV60.
ἐκ—Juan utiliza esta preposición 135 veces en Apocalipsis en una diversidad de formas. Aquí se encuentra
con el verbo liberar. Muchos testigos, sin embargo, tiene la preposición ἀπό.
Versículo 6
τῶν αἰώνων—aunque los manuscritos principales omiten estas dos palabras en la fórmula εἰς τοὺς αἰῶνας,
los estudiosos se resisten a omitirlas aquí debido a que la construcción completa ocurre con frecuencia en otras
partes de este libro.24

22 Andrew J. Bandstra, «A Kingship and Priests’: Inaugurated Eschatology in the Apocalypse», CTJ 27 (1992): 10–25.
LXX Septuaginta
23 Véase Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2a ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesells-

chaft; New York: United Bible Societies, 1994), p. 662.


RV Versión Revisada
79

D. Profecía
1:7–8
7. Mirad, viene en las nubes,
y todo ojo lo verá,
incluso los que lo traspasaron,
y todas las tribus de la tierra
se lamentarán a causa de él. Sí en realidad, amén.
Este versículo parece ser un pasaje litúrgico que fue compuesto y circuló en la iglesia cristiana primi-
tiva. Es una estrofa que en los Nuevos Testamentos griegos y en las traducciones modernas se presenta
en cuatro líneas, seguidas del final «Sí en realidad, amén».
Se trata de un anuncio basado en profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías el «hijo del
hombre» (Dn. 7:13; Zac. 12:10) y en referencias neotestamentarias al sufrimiento y regreso de Jesús (Mt.
26:64; Jn. 19:34, 37; 1 Ts. 4:17). Éste es el primer anuncio del retorno de Jesús, que se vuelve más pronun-
ciado en el último capítulo de Apocalipsis (22:7, 12, 20). Juan no sólo habla del sufrimiento y triunfo de
Jesús, de su sacerdocio y soberanía, sino también de su inminente retorno. Juan mira hacia el futuro [p 
103] y ve a Jesús que regresa sobre las nubes del cielo, como lo había prometido (Mt. 24:30). Juan invita
a los lectores a ver la realidad de la venida de Cristo diciendo, «Mirad». Agrega en tiempo presente vie‐
ne, que tiene una connotación futura e incontestable, «vendrá». Para Juan, en un sentido, estas palabras
se confirmaron cuando Jesús se le apareció en la isla de Patmos. Ahora escribe a los lectores de Apoca-
lipsis para decirles que el regreso de Jesús es en verdad inminente y que todos deberían esperar su ve-
nida.
Los burlones dicen que la venida sobre las nubes no es realista porque extensas zonas del mundo de
vez en cuando están sin nubes (2 P. 3:3–4). Pero Juan informa a todos que Jesús de hecho retorna en una
nube (14:14–16) y que su venida es repentina. Las nubes son signos visibles con los que Dios ostenta su
majestad, y a Jesús y a sus ángeles los rodean nubes (Éx. 13:21; Mt. 16:27; 24:30–31). En palabras del
salmista, «haces de las nubes tu carro de guerra» (Sal. 104:3).25
Juan toma prestado lenguaje de la profecía mesiánica de Zacarías 12:10. Señalando el retorno visible
de Jesús, declara que todos los ojos lo verán. Escribe el sustantivo y adjetivo en singular todo ojo para
indicar que se incluye a todo el mundo, creyentes e incrédulos por igual. La cláusula incluso los que lo 
traspasaron tiene que ver no sólo con los judíos y gentiles que rodearon la cruz de Jesús. Se refiere tam-
bién a todos los que lo desprecian, ridiculizan y repudian. No pueden escapar, aunque pidan a las rocas
y montañas que los oculten (Ap. 6:16; Lc. 23:30; Os. 10:8). Apocalipsis no da indicios de que los enemi-
gos de Cristo lleguen a arrepentirse, de modo que todos los que se han negado a poner su fe en Jesús se
enfrentarán con el juez de toda la tierra. Juan escribe «todas las tribus de la tierra», que puede referirse a
las tribus de Israel enumeradas en 7:4–8) o a todos los pueblos y naciones del mundo.26

24 Ap. 1:18; 4:9, 10; 5:13; 7:12; 10:6; 11:15; 15:7; 19:3; 20:10; 22:5.
25 Consúltese R. B. Y. Scott, «‘Behold He Cometh with Clouds’», NTS 5 (1959): 127–32.
26 Norman Hillyer, NIDNTT, 3:871; Mounce, Revelation, p. 51; Greijdanus, Openbaring, p. 22; Alan Johnson comenta que

aunque tribus se utiliza para Israel en los Antiguo y Nuevo Testamentos, Juan «utiliza fulai en una serie de lugares para
80

Además, la expresión se lamentarán a causa de él significa una manifestación o lamento externo pero


no necesariamente un pesar interno y un arrepentimiento genuino. Los dolientes se golpearán el pecho
con los puños y se duelen de la vida que llevaron. Se llenarán de remordimiento pero no de penitencia
cuando vean a Jesús. Porque no se arrepienten, se enfrentan con la pérdida personal en el juicio.27 En su
discurso escatológico, Jesús habla de la señal del Hijo del Hombre que aparece en el firmamento, «y se
angustiarán todas las razas de la tierra» (Mt. 24:30). Cuando lo vean llegar con poder y gloria, quienes
se han negado a reconocerlo caerán en la cuenta de que es demasiado tarde para arrepentirse. Juan con-
cluye estas [p 104] frases poéticas con una afirmación: «Sí en realidad, amén». La primera parte de esta
afirmación es una expresión griega, la segunda hebrea.
8. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, que es y que era y que va a venir, el Todopode‐
roso.
Esta es la primera vez en que Dios se designa a sí mismo, y Juan lo repite con un agregado en 21:6,
«Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin». La pregunta, sin embargo, es si estas palabras se refie-
ren a Dios o a Cristo. Por un lado, el Yo soy la había pronunciado Dios cuando llamó a Moisés en la zar-
za ardiente, «Yo soy el que soy» (Éx. 3:14). Pero en el evangelio de Juan, Jesús se identifica a sí mismo
varias veces con la fórmula Yo soy, por ejemplo, «Antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!» (Jn. 8:58).
Tanto Dios como Jesús se identifican a sí mismos como «Yo soy el Alfa y la Omega». Adviértanse estos
paralelismos:
Dios: Yo soy el Alfa y la Omega (1:8).
Cristo: Yo soy el primero y el último (1:17).
Dios: Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin (21:6).
Cristo: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin (22:13).28
Los paralelismos son idénticos, pero no Jesús sino sólo Dios es llamado Todopoderoso (1:8; 4:8;
11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22; y 2 Co. 6:18).29 Sin embargo, Cristo es eterno y podemos decir que es
el primero y el último, el originador y el que completa la obra de la creación y redención. Es la primera
y la última letra del alfabeto griego (o sea, todo desde a hasta z); es plenamente la Palabra de Dios. Ve-
mos, pues, «a Cristo como el agente divino tanto en la creación de todas las cosas por parte de Dios co-
mo en el cumplimiento escatológico de todas las cosas por parte de Él».30 Jesús es el que fue enviado por
Dios el Padre para entregar las palabras de Dios (Jn. 3:34).

referirse en forma más general a los pueblos de todas las naciones (5:9; 7:9; 11:9; 13:7; 14:6), uso que también aquí pare-
ce natural». Véase su Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids:
Zondervan, 1981), 12:423.
27 Gustav Stählin, TDNT, 3:850.

28 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 34; véase también su Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology

(Cambridge: Cambridge University Press, 1993), pp. 26, 54–55.


29 Charles (Revelation, 2:387 n. 4) escribe que el versículo 8 «es indiscutiblemente interpolado» y se debe rechazar para

restuarar el orden justo de pensamiento. Pero no puede documentar esta afirmación con evidencia de manuscritos.
También, Jesús se revela a sí mismo como Dios y por esto pronuncia estas palabras y utiliza la apelación el Todopodero‐
so.
30 Bauckham, Theology, pp. 56–57.
81

Este versículo sintetiza el primer segmento del capítulo 1 subrayando la divinidad de Jesucristo co-
mo uno con Dios el Padre. El Señor Jesucristo ha estado desde la eternidad con el Padre, ha venido a la
tierra a pagar el castigo de nuestro pecado por medio de su muerte y resurrección, y nos hace la prome-
sa de su retorno. Jesús mismo es quien pronuncia las palabras de este texto, como resulta evidente en
un segmento posterior (vv.17–18) donde se identifica como primero y último, el viviente que murió pe-
ro que [p 105] vive eternamente, detentando las llaves de la muerte y el Hades. Jesús ocupa el lugar cen-
tral en los ocho primeros versículos de este capítulo:
- en los versículos iniciales como agente de la revelación de Dios (vv. 1–2);
- en el saludo como el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la
tierra (v. 5a);
- en la doxología como el redentor y rey (vv. 5b–6);
- en el anuncio profético de su retorno (v. 7);
- y en su declaración de su eternidad, divinidad y poder (v. 8).
John F. Walvoord concluye con razón: «Si no se hubiera escrito nada más que lo que se incluye en
esta porción introductoria del capítulo 1, habría constituido una reafirmación tremenda de la persona y
obra de Cristo como no se encuentra en ninguna otra sección comparable de la Escritura».31
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:7–8
Versículo 7
κόψονται—futuro de la voz media del verbo κόπτω indica «golpearse el pecho en señal de pesar». Describe
una manifestación externa de tristeza.
Versículo 8
Ἄλφα … Ω͂—Metzger comenta que se deletrea la primera letra del alfabeto, pero no la última.32 Algunos ma-
nuscritos agregan las palabras ἀρχὴ καὶ τέλος (el principio y el fin). Como es más fácil explicar agregados que
omisiones, los editores del texto griego descartan el agregado.
Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en la tribulación y reino y resistencia paciente que tenemos en
9

Jesús, estaba en la isla de Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. 10 Yo estaba en el Es-
píritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una voz poderosa como el sonido de una trompeta 11 diciendo: «Lo
que ves, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea».
Y me volví para ver la voz que me hablaba, y cuando me volví, vi siete candelabros de oro. 13 Y en medio de
12

los candelabros había uno «como un hijo de hombre», vestido con túnica hasta el tobillo y una banda de oro alre-
dedor del pecho. 14 Su cabeza y su cabello eran blancos como lana blanca, como nieve, y sus ojos eran como una
llama de fuego. 15 Y sus pies eran como bronce exquisito refinado como en un horno, y su voz era como el sonido
de muchas aguas. 16 Y en su mano derecha sostenía siete estrellas, y una afilada espada de doble filo salía de su
boca, y su rostro era como el sol que brilla con toda su fuerza.

31 John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 40.


32 Metzger, Textual Commentary, p. 663 n. 2.
82
17Y cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Y puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, Yo soy
el primero y el último. 18 Y yo soy el que vive y estuve muerto, y mira, estoy vivo para siempre jamás. Y tengo las
llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe, por [p 106] tanto, lo que has visto y lo que es y lo que va a ocurrir
después de estas cosas. 20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha y los siete can-
delabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete igle-
sias».
II. Visión 1: La iglesia en la tierra
1:9–3:22
Después de la introducción al libro de Apocalipsis, Juan describe la primera de siete visiones en que
se divide. Las otras visiones en secuencia son:
- El trono de Dios y los siete sellos (4:1–8:1)
- Los siete ángeles que tocan la trompeta (8:2–11:19)
- Aspectos de lucha y salvación (12:1–14:20)
- Las siete copas del juicio (15:1–16:21)
- Victoria para Cristo (17:1–19:21)
- Nuevo cielo y nueva tierra (20:1–22:5)
Comenzamos con la primera visión que incluye las cartas a las siete iglesias.
A. Aspecto glorioso de Jesús
1:9–20
Décadas después de la ascensión de Jesús, éste se aparece a Juan en la isla de Patmos y se dirige a él
y a las iglesias en tierra firme. Ahí está la voz de Jesús, quien ya con aspecto glorificado habla a la igle-
sia del siglo primero y de los siglos siguientes. Los mensajes que transmite son alabanza y reproche,
exhortación y promesa. Convienen a la iglesia de todo lugar o tiempo a lo largo de los siglos, porque el
estribillo que le repite a su pueblo es que triunfen al ser fieles hasta el fin.
1. Ubicación 
1:9–11
9. Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en la tribulación y reino y resistencia paciente que 
tenemos en Jesús, estaba en la isla de Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Je‐
sús.
a. «Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en la tribulación y reino y resistencia paciente que
tenemos en Jesús». El escritor del cuarto evangelio y de las cartas juaninas se abstiene de identificarse a
sí mismo por nombre, pero el autor de Apocalipsis no deja ninguna duda en cuanto a su identidad. Ya
en los versículos 1 y 4 aparece su nombre, y ahora escribe «Yo, Juan, hermano de ustedes y compañe-
ro». Deja bien claro quién es y dónde está; o sea, es un hermano espiritual y compañero en el sufrimien-
to que ha sido desterrado de la costa de Asia Menor (Turquía) a una isla solitaria llamada Patmos. La
fórmula, «Yo, [+ nombre personal]» no es [p 107] exclusiva de Juan. Pablo se refiere a sí mismo como
«Yo, Pablo» (Gá. 5:2; Ef. 3:1; Col. 1:23; 1 Ts. 2:18; Flm. 19), y en el Apocalipsis Jesús dice, «Yo, Jesús»
83

(22:16).33 La razón de utilizar el pronombre enfático yo es evitar cualquier malentendido de identidad y


afirmar que el mensaje del que habla es auténtico.
Juan es bien conocido de sus lectores, pero tienen que darse cuenta de que en su exilio ha sucedido
algo de extraordinaria importancia: ha visto al Señor Jesucristo y recibido mensajes de él que tiene que
entregar a las iglesias. En lugar de llamarse a si mismo apóstol, escoge las palabras hermano y compañero
y de este modo se sitúa en el mismo nivel que sus lectores. Pablo y Pedro se colocan repetidas veces en
ese nivel (e.g., Hch. 15:23; Ro. 15:14; 2 P. 1:10; 3:15). Aunque los apóstoles recibieron de Jesús autoridad
delegada, se consideraban a sí mismos hermanos espirituales de todos aquellos a los que servían y los
seguían.
Juan fortalece el concepto hermano con la palabra compañero, que significa más que socio o amigo.
Califica el término agregando las palabras «en la tribulación y reino y resistencia paciente que tenemos
en Jesús». Como compañero, comparte el sufrimiento que sus lectores tienen que soportar en tres esfe-
ras: tribulación, reino y resistencia paciente. Examinémoslas en secuencia.
Primero, tribulación. Jesús dijo a sus discípulos que experimentarían gran aflicción (Mt. 24:21; Jn.
16:33). De igual modo Pablo dijo a los cristianos de Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, «Es necesario
pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios» (Hch. 14:22). Estas dificultades deben
ocurrir inevitablemente por razón de la venida del reino de Dios. Para los cristianos, las dificultades
forman parte necesaria del mundo en el que Dios los ha colocado como pueblo suyo.34
Luego, reino. La expresión reino tiene relación con tribulación; en este mundo uno va estrechamente
unido a la otra (véase Hch. 14:22). Como ciudadanos del reino de Dios, los cristianos experimentan pre-
sión constante de parte de quienes son enemigos de Dios, de su palabra, de su pueblo. De todos los li-
bros del Nuevo Testamento, Apocalipsis relata de manera especial cómo se intensifica la tribulación a
medida que el reino se acerca a la consumación.
Tercero, resistencia paciente. Juan la menciona con frecuencia en Apocalipsis como uno de los rasgos
característicos del que sigue a Cristo.35 Pero ¿cómo explicamos la secuencia de los tres sustantivos que
estamos analizando? ¿Cómo se relaciona el reino tanto con la tribulación como con la resistencia pacien-
te? Los miembros del reino deben por necesidad [p 108] sufrir y resistir, como es evidente por las cartas
a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira y Filadelfia. Por un lado, los cristianos se enfrentan a
tribulación porque están en el reino; por el otro, se les dice que resistan con paciencia de modo que el
reino puede venir por medio de su fidelidad a Cristo. Cuando, pues, vemos el reino entre tribulación y
resistencia paciente, se calma cualquier tensión.36 Un himno acerca del sufrimiento de Cristo que se can-
taba en la iglesia primitiva contiene esta frase, «Si resistimos, también reinaremos con él» (2 Ti. 2:12).
b. «[Yo, Juan] estaba en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús».
Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que declara el lugar donde fue compuesto: en la isla
de Patmos. Esta isla está situada a unos sesenta y cinco kilómetros al suroeste de Mileto (Hch. 20:15),

33 Véase también Dn. 7:15, 28; 8:1; Ap. 22:8.


34 Refiérase a Reinier Schippers, NIDNTT, 2:808; Heinrich Schlier, TDNT, 3:144.
35 Ap. 1:9; 2:2, 3, 19; 3:10; 14:12.

36 Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: InterVarsity; Grand Rapids: Eerdmans,

1990), p. 23. Véase también Lenski, Revelation, pp. 55–56; Walter Radl, EDNT, 3:406.
84

que servía de puerto a Éfeso. Mide dieciséis kilómetros de norte a sur y diez de este a oeste y predomi-
nan las colinas con una altura de más de doscientos cincuenta metros sobre el nivel del mar.
Patmos es una isla rocosa, volcánica, a la que el gobierno romano en los siglos primero y segundo
enviaba en exilio.37 Durante la última parte del reinado del emperador Domiciano (81–96), Juan fue en-
viado a esta isla, en sus propias palabras, «a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús». La
partícula a causa de es significativa porque ilustra por qué Juan estaba en esa isla. No fue a ella para
fundar una iglesia, porque la población era escasa. Hubiera podido enviar para ello a un colaborador. Y
no estaba en Patmos porque esperara que Jesús se le fuera a aparecer en dicho lugar. Para Juan, la apa-
rición de Jesús fue totalmente inesperada. No, Juan había sido desterrado como líder de las iglesias en
la parte occidental de Asia Menor. Los romanos perseguían a los cristianos porque reconocían no al Cé-
sar sino a Jesucristo como Señor; los funcionarios romanos consideraron a Juan como instigador de la
religión cristiana. La tradición dice que después de la muerte de Domiciano, su sucesor; Nerva, puso en
libertad a Juan y le permitió regresar a Éfeso.38
Juan había proclamado y enseñado con fidelidad la palabra de Dios; había escrito el testimonio de
Jesús (Jn. 21:24); y era conocido y, como anciano, respetado en las iglesias de Asia Menor (2 Jn. 1; 3 Jn.
1). No [p 109] sorprende que fuera encarcelado cuando cayó la persecución sobre Éfeso. La frase testi‐
monio de Jesús puede interpretarse en el sentido del evangelio de Jesús o en el de la predicación de ese
evangelio para Jesús (compárese v. 2).39 Ambas interpretaciones son válidas en este caso.
10. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una voz poderosa como el sonido 
de una trompeta.
Tanto Pedro como Pablo estaban en éxtasis cuando el Señor les habló en una visión. Pedro se encon-
traba en un trance en la azotea de Simón el curtidor en Jope (Hch. 10:9–10), y Pablo estaba en trance en
el templo de Jerusalén (Hch. 22:17–18). Juan no estaba durmiendo sino muy despierto cuando el Señor
se le dirigió. Sus sentidos estaban alertas de modo que con mente clara, ojos enfocados y oídos abiertos,
asimiló la información que Jesús le proporcionó y que él luego puso por escrito. La frase en el Espíritu
también se encuentra en 4:2 donde se invita a Juan a que mire al cielo, en 17:3 cuando un ángel lo tras-
lada al desierto, y en 21:10 donde el ángel lo llevó a una montaña elevada para que viera a Jerusalén que
descendía del cielo. Estos pasajes apuntan a una estrecha relación entre Jesús y el Espíritu Santo en la
transmisión a Juan del contenido de Apocalipsis.40

37 Plinio, Historia Natural 4.12.23. Además, véase Irving A. Sparks, ISBE, 3:690. Aune (Revelation 1–5, p. 79) nota los tér-
minos latinos relegatio (destierro temporal) y deportatio (deportación). Plinio el Joven (Cartas 10.56) menciona un destie-
rro de tres años como «relegatio». Véase también Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989),
p. 93.
38 Eusebio Historia Eclesiástica 3.20.8–9: «Después de que Domiciano hubo reinado quince años, lo sucedió Nerva [96–

98]. Se anularon las sentencias de Domiciano, y el senado romano decretó el regreso de los que habían sido injusta-
mente desterrados y la restauración de su propiedad … En ese tiempo, también … el Apóstol Juan, después de su des-
tierro a la isla, pasó a residir en Éfeso» (LCL).
39 La expresión el testimonio de Jesús aparece seis veces en Apocalipsis (1:2, 9; 12:17; 19:10 [dos veces]; y 20:4). P. Vassi-

liadis («The Translation of Martyria Iēsou», BibTrans 36 [1985]: 129–34) afirma que la expresión tiene connotaciones
martiriológicas y quiere decir «testigo (hasta la muerte) de Jesús» como genitivo objetivo.
40 Aune (Revelation 1–5, p. 82) prefiere la traducción «Caí en un trance profético en el día del Señor». Aunque en su tra-

ducción se podría implicar la acción del Espíritu Santo (p. 63, 10a), el hecho de que no se afirme debilita la redacción
85

Juan escribe que estaba en el Espíritu en el día del Señor. Es el único lugar en el Nuevo Testamento
donde se describe así este día, porque en otros lugares se menciona como el primer día de la semana.41
Es el día de la resurrección del Señor, y hacia finales del primer siglo los cristianos habían comenzado a
referirse a él no como al primer día de la semana sino como al día del Señor (compárese la expresión la 
cena del Señor, 1 Co. 11:20). Es el día dedicado al Señor. El texto se refiere no al regreso final del Señor y
al día del juicio sino a la aparición de Jesús a Juan en el primer día de la semana, un día consagrado a
Cristo.
Juan escucha detrás de él una voz poderosa que resonaba como una trompeta. Para él, el sonido de
esta voz poderosa resultó inesperado y sorpresivo. La resonancia de la trompeta, sin embargo, le indicó
que era de origen divino. Recordó Juan cuando Dios entregó los diez mandamientos [p 110] en el Sinaí,
donde los israelitas oyeron el sonido de una trompeta (Éx. 19:16, 19; 20:18). El comienzo del nuevo año
se anunciaba con toques de trompetas; de hecho en el primer día del séptimo mes, el mes judío Tishri
(setiembre–octubre), el pueblo celebraba la fiesta de las trompetas (Lv. 23:24; Nm. 29:1–6). Esto era el
preludio del día de expiación en el décimo día de Tishri. En su discurso escatológico, Jesús habla acerca
de su retorno que irá acompañado del sonido de una gran trompeta (Mt. 24:31; véase 1 Ts. 4:16). En re-
sumen, el sonido de trompeta introducía el advenimiento de un nuevo intervalo.
El sonido de trompeta en Apocalipsis llama la atención en cuanto a un importante mensaje (p.ej.,
4:1), y la intensidad de la voz requiere estar alerta y obedecer. Aunque en este versículo no se identifica
la voz, en versos posteriores el que habla es Jesús, quien se llama a sí mismo «el primero y el último», el
que vive por siempre jamás (vv. 17–18).
11. diciendo: «Lo que ves, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, 
Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea».
La voz divina que se dirige a Juan le dice que tome una pluma y un rollo para escribir mensajes a las
siete iglesias que están en la provincia de Asia. Son iglesias en las que Juan había servido antes de ser
desterrado a Patmos. Ahora Jesús tiene algo que decir a cada una de estas siete congregaciones. Se le
dice a Juan que escriba las cartas y que procure que se envíen y entreguen a los respectivos destinata-
rios.
«Lo que ves» se refiere no sólo a la aparición del Señor y a los mensajes que debe enviar a las iglesias
sino a todo el contenido del Apocalipsis. Todo lo que observe y oiga debe escribirlo para beneficio de
toda la iglesia. El mandato de escribir está en tiempo presente, para indicar que debe seguir escribiendo
hasta el fin. Debe tomar un rollo de suficiente longitud (aproximadamente cinco metros), escribir la re-
velación de Dios, y ponerla a disposición de cada una de las congregaciones (compárese 1:3). Aunque
pueden plantearse interrogantes en cuanto a la estructura de Apocalipsis, se ha presentado siempre su
contenido como un solo libro y nunca se ha visto en partes individuales.

del texto griego. Véase R. Bauckham, «The Lord’s Day» en From Sabbath to Lord’s Day, ed. D. A. Carson (Grand Rapids:
Zondervan, 1982), pp. 222–32.
41 Mt. 28:1; Mr. 16:2, 9; Jn. 20:1, 19; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2. Es interesante notar que en Grecia el primer día de la semana

se llama jēmera kuriakē (el día del Señor), siendo el lunes el segundo día, el martes el tercero, el miércoles el cuarto, etc.
En los países de habla portuguesa ocurre el mismo fenómeno: Domingo (día del Señor), lunes el segundo día, y martes
el tercero, etc. Véase también Didajé 14.1; Ignacio Magnesios 9.1; Eusebio Hist. Ecl. 4.26.2; y consúltese Adolf Deissmann,
Light from the Ancient East (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1978), pp. 361–63.
86

La trayectoria de las siete ciudades que se mencionan en forma secuencial es de forma oval y quizá
fue una ruta postal. La ruta se inicia en Éfeso, en el centro, hacia Esmirna y Pérgamo en el norte, luego
hacia Tiatira y Sardis en dirección sureste, y desde ahí hacia Filadelfia y Laodicea en el sur. William M.
Ramsay conjetura que desde estas ciudades salieron mensajeros secundarios a localidades vecinas con
copias del Apocalipsis. Estas localidades incluyeron Colosas, Hierápolis cerca de Laodicea; luego Tra-
lles, Magnesia y Mileto en el centro de la provincia; y por último Troas hacia el norte de Pérgamo.42 Las
siete cartas, sin embargo, son para la iglesia [p 111] universal. Es más probable, pues, que Juan utilice el
número siete de manera simbólica para transmitir la idea de integridad. De ahí que ninguna iglesia
queda excluida, porque Jesús tiene un mensaje para cada una de ellas.
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:9–11
Versículo 9
τῇ θλίψει—el artículo definido rige tres sustantivos: tribulación, reino y resistencia. Pertenecen a la misma ca-
tegoría y siguen en una secuencia dada.
τὴν μαρτυρίαν Ἰησοῦ—el genitivo es subjetivo (perteneciente a Jesús) u objetivo (para Jesús). Ambos son po-
sibles aquí.
Versículo 10
τῇ κυριακῇ ἡμέρᾳ—adviértase que el adjetivo significa perteneciente al Señor. En su carta a los Magnesios
(9:1), Ignacio escribe acerca de «ya no seguir observando el Sabbath, pero vivir en la observancia del día del Se-
ñor».
Versículo 11
λεγούσης—gramaticalmente este participio presente debería haber estado en acusativo para modificar el sus-
tantivo voz y no el genitivo dependiente trompeta; esto vuelve a ocurrir en 4:1.
2. Aparición 
1:12–16
12. Y me volví para ver la voz que me hablaba, y cuando me volví, vi siete candelabros de oro. 13. 
Y en medio de los candelabros había uno «como un hijo de hombre», vestido con túnica hasta el to‐
billo y una banda de oro alrededor del pecho.
a. «Y me volví para ver la voz que me hablaba». Como en los ocho primeros versículos de este capí-
tulo, también en el resto de los versículos el punto de atención se centra en el Señor Jesucristo. La des-
cripción que hace Juan de Jesús glorificado debería interpretarse no en forma literal sino simbólica. Le
resulta imposible a Juan expresar la aparición celestial en términos humanos precisos; por esto, utiliza el
término comparativo como (p.ej., como un hijo de hombre, v. 13). Compárese también la vacilación de
Pablo cuando, al referirse a su visión del paraíso, afirma su incapacidad para expresar las cosas que
había oído (2 Co. 12:4).

42Refiérase a William M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches of Asia and Their Place in the Plan of the Apocalypse


(London: Hodder and Stoughton, 1904; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 191–92; Colin J. Hemer, The 
Letters to the Seven Churches of Asia in Their Local Setting, JSNTSup 11 (Sheffield: JSOT, 1986), pp. 14–15.
87

Juan relata que al oír la voz que le hablaba desde atrás, se volvió para identificar a la persona que se
dirigía a él.43 En griego utiliza el verbo lalein (hablar) en lugar de legein (decir), lo cual significa que des-
ea identificar el [p 112] sonido de la voz y no el contenido del mensaje. Nos preguntamos si Juan habría
reconocido la voz de Jesús después de transcurridas muchas décadas, pero no tenemos respuesta. Sa-
bemos que el sonido que comparó con el de una trompeta lo puso sobre aviso de que esperara una voz
del cielo.
b. «Y cuando me volví, vi siete candelabros de oro». En lugar de identificar a una persona, describe
primero el entorno y luego a la persona misma. El entorno no es uno sino siete candelabros de oro. El
tabernáculo contenía un candelabro hecho de oro macizo con siete lámparas (Éx. 25:31, 37). El templo de
Salomón tenía diez candelabros de oro: cinco a la izquierda y cinco a la derecha frente al lugar santísi-
mo (1 R. 7:49); y Zacarías vio sólo un candelabro de oro con siete luces con siete tubos que abastecían de
aceite a las luces (Zac. 4:2). Aunque las imágenes de Juan se basan en el Antiguo Testamento, utiliza
aquí la palabra candelabros, a la que aplica el número siete. Los candelabros son siete iglesias (Ap. 1:20), y
siete denota algo completo. Es decir, Juan presenta un cuadro de la iglesia entera.
c. «Y en medio de los candelabros había uno «como un hijo de hombre»» (véase también 14:14). ¡Qué
consuelo para la iglesia en la tierra! Juan describe primero a la iglesia y luego a su Señor, quien siempre
camina en medio de ella (2:1). Jesús como el Hijo del Hombre camina en medio de las iglesias, que
hacen resplandecer su luz con esplendor para disipar las tinieblas de este mundo. No se ha retirado a
los dominios celestiales; más bien está con su iglesia en la tierra para ser su fuente de luz (Jn. 8:12). Las
iglesias que reciben su luz deben ser portadoras de luz; si no lo hacen, Jesús les retirará su candelabro y
dejarán de ser su iglesia (2:5).
Al decir «como un hijo de hombre», Juan centra la atención en Daniel 7:13–14, donde este título des-
cribe al Mesías como soberano de este universo. El Hijo del Hombre es divino, mora en la eternidad,
posee autoridad final, y es el soberano de un reino indestructible. Este cuadro expresa majestad, poder
y autoridad que ningún ser humano puede igualar. Durante su ministerio terrenal, Jesús se aplicó el
nombre Hijo del Hombre con el fin de identificarse con la humanidad caída para redimir a su pueblo.
Aquí, en cambio, es el Señor majestuoso que camina entre las iglesias para reprender y alentar y para
mandarlas y alabarlas.
d. «Vestido con túnica hasta el tobillo y una banda de oro alrededor del pecho». Esta frase puede
significar que Jesús es sumo sacerdote con túnica blanca hasta el tobillo. Algunos comentaristas defien-
den que la evidencia para demostrarlo es insuficiente, porque otros dignatarios también llevaban ropa
hasta el tobillo. Concluyen que la túnica larga y la banda dorada indican la dignidad de la persona que
así se presenta.44 Sin embargo, la descripción de la ropa del sumo sacerdote incluye lino fino (blanco,
Hch. [p 113] 23:3), una banda, y oro (Éx. 28:4–5; 19:5; Sabiduría de Salomón 18:24). El Apocalipsis pre-
senta a Jesús como rey y como sacerdote que con su sangre libera a su pueblo del pecado (1:5; compáre-
se 5:9). No se puede excluir la posibilidad de interpretar la frase como referencia al sacerdocio de Jesús.

43 Compárese con James H. Charlesworth, «The Jewish Roots of Christology: The Discovery of the Hypostatic Voice»,
SJT 39 (1986): 19–41.
44 Beckwith, Apocalypse, p. 438; Thomas, Revelation1–7, pp. 99–100; Swete, Revelation, pp. 15–16; Charles, Revelation,

1:27–28.
88

La banda dorada alrededor del pecho también es la prenda de siete ángeles que salen del templo
vestidos de lino limpio y brillante con bandas doradas alrededor del pecho (15:6; compárese con Dn.
10:5). Las palabras de Juan, por tanto, describen la dignidad y posición elevada del Hijo del Hombre.
14. Su cabeza y su cabello eran blancos como lana blanca, como nieve, y sus ojos eran como una 
llama de fuego. 15. Y sus pies eran como bronce exquisito refinado como en un horno, y su voz era 
como el sonido de muchas aguas.
a. «Su cabeza y su cabello eran blancos como lana blanca, como nieve». Una vez más Juan sólo pue-
de describir la aparición de Jesús utilizando el término comparativo como en estos dos versículos. La
terminología recuerda al descripción que hace Daniel de Dios, al que el profeta llama el Anciano de dí-
as:
Tomó asiento un Anciano de días.
Su ropa era blanca como la nieve,
Y su cabello blanco como la lana.
Su trono con sus ruedas,
centelleaban como el fuego». (Dn. 7:9)
Lo que Daniel atribuye en este pasaje a Dios, Juan, con alguna variante, se lo atribuye a Cristo. Jesús
aparece como Dios porque es uno con el Padre en cuanto a eternidad, pureza y santidad. Daniel tam-
bién menciona que «un hijo de humano … se acercó al Anciano de días y fue llevado a su presencia»
(Dn. 7:13). La cabeza y el cabello de Jesús son blancos como lana, a lo cual Juan agrega que son blancos
como nieve.45 Es obvio que Juan no tiene a su disposición el rollo escrito de Daniel, por lo que depende
de su memoria en el intento de aproximarse a las palabras bíblicas. El cabello blanco o gris exige respeto
y debe considerarse como «una corona honrosa» (Lv. 19:32; Pr. 16:31).
b. «Sus ojos eran como una llama de fuego». Esta cláusula también refleja un recuerdo inexacto de
Daniel 7:9. En ese pasaje el trono de Dios era [p 114] centelleante como fuego, pero aquí Juan atribuye la
llama a los ojos de Jesús. Parece tener presente las palabras de una visión similar que dice, «sus ojos
eran dos antorchas encendidas» (Dn. 10:6). La intención de Juan es decir que nada se escapa de los pe-
netrantes ojos de Jesús. Lo corrobora en la carta a la iglesia de Tiatira (2:18), donde Jesús dice que es
quien «escudriña la mente y el corazón» (2:23).
c. «Y sus pies era como bronce exquisito refinado como en un horno». Admito que la traducción
«bronce bruñido» es una aproximación porque el griego utiliza un nombre para «un metal o aleación,
cuya naturaleza exacta se desconoce».46 El metal parece ser similar a cobre bruñido al que se la ha dado

45 Charles (Revelation, 1:28) califica las palabras «blanca como nieve» como una glosa marginal que es «sumamente cho-
cante en su contexto actual». No es probable que estas tres palabras sean una glosa, porque Juan utiliza el paralelismo
hebreo que en este caso toma de la profecía de Daniel. Y los argumentos en favor de una transposición accidental care-
cen de evidencia en manuscritos. G. K. Beale observa, «Un cincuenta por ciento de las referencias al AT en los vv. 7–20
son de Daniel, y de ellos la mayoría son de Daniel 7 y 10» (The Use of Daniel in Jewish Apocalypse Literature and in the 
Revelation of St. John [Lanham, Md.: University Press of America, 1984]. p. 171).
46 Bauer, p. 875. Hemer (Letters to the Seven Churches, p. 116) conjetura «una aleación de cobre con zinc metálico» al que

llama «cobre-zinc».
89

lustre con otro metal (compárese Ez. 1:7; Dn. 10:6). No tenemos más información sobre si Juan quiere
indicar que el metal todavía está en el horno o ha pasado por él. Tampoco entendemos qué se supone
que representa el bronce bruñido, excepto decir que refleja gloria divina. El salterio enseña que los pies
de Jesús aplastan a sus enemigos (Sal. 110:1).
d. «Y su voz como el sonido de muchas aguas». Imaginamos a Juan en la playa de Patmos, escu-
chando cómo el oleaje se estrellaba contra las rocas. En otros lugares utiliza palabras similares (14:2;
19:6) para transmitir la imagen del mar que se encrespa de manera poderosamente persistente e impla-
cable. El pasaje del Antiguo Testamento que está en la base de esta frase es Ezequiel 43:2, donde el pro-
feta describe la gloria de Dios y dice, «su sonido era como el sonido de muchas aguas» (RV1995–Edición
de estudio).
16. Y en su mano derecha sostenía siete estrellas, y una afilada espada de doble filo salía de su 
boca, y su rostro era como el sol que brilla con toda su fuerza.
Este último versículo en el pasaje sobre el aspecto de Jesús menciona tres rasgos físicos: su mano de-
recha, su boca y su rostro. Estos rasgos deberían entenderse no en forma literal sino simbólica; también
debe rechazarse una interpretación astrológica de las siete estrellas.47
a. «Y en su mano derecha sostenía siete estrellas». Juan no depende de fraseología tomada del Anti-
guo Testamento. Más bien Jesús mismo proporciona la explicación de las siete estrellas: «las siete estre-
llas son los ángeles de las siete iglesias» (v. 20). Los ángeles son los mensajeros de Dios nombrados para
servirlo en las siete iglesias (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14).
La mano derecha se puede interpretar como una fuente de poder y protección. Por ejemplo, tanto el
Antiguo como el Nuevo Testamentos hablan de estar sentado a la diestra de Dios como indicio de po-
seer [p 115] autoridad (p.ej., Sal. 110:1; Heb. 1:3). El salmista menciona seguridad por su mano derecha
(véase Sal. 44:3; 60:5). La expresión, pues, simboliza refugio y seguridad gracias al poder divino que
Jesús le proporciona a su pueblo quien le sirve de mensajero. De él reciben autoridad delegada y pue-
den esperar su proximidad siempre presente. Jesucristo nunca olvida a los suyos, incluso cuando pasan
por el valle de muerte, como en épocas de persecución violenta (compárese Hch. 7:55).
b. «Y una afilada espada de doble filo salía de su boca». La imagen de la espada en forma simbólica
representa la palabra hablada de Cristo. Esa palabra es más afilada que una espada de doble filo y pue-
de discernir los pensamientos e intenciones del corazón (Heb. 4:12; véase también Ef. 6:17). El arma más
afilada en el arsenal romano era la espada de doble filo, pero sigue sin saber si este implemento se pare-
cía a la lengua humana.
Cuando regrese, Jesús derrocará al malvado con el soplo de su boca (2 Ts. 2:8). Jesús combate a sus
enemigos no con armas materiales sino con su palabra; la batalla no es contra la carne y la sangre sino
contra fuerzas espirituales de las tinieblas (Ef. 6:12). En el enfrentamiento, esta palabra emite juicio y
destruye las obras del malvado (2:12, 16; 19:15, 21); véase también Is. 11:4; 49:2). Y por último, en griego
el verbo salía es un participio presente que denota que la palabra divina sale continuamente de la boca

47Una moneda acuñada durante la primera parte del reinado de Domiciano (81–96 d.C.) representa a su esposa Domi-
cia como reina del cielo y a su hijo sentado en un globo quien extiende su mano hacia siete estrellas. Ethelbert Stauffer,
Christ and the Caesars, trad. K. and R. Gregor Smith (London: SCM, 1955), p. 152; Hemer, Letters to the Seven Churches,
pp. 4, 214 n. 8; Walvoord, Revelation, p. 45.
90

de Jesús. Está constantemente activa, protegiendo a los suyos y resultando destructiva para sus oponen-
tes.
c. «Y su rostro era como el sol que resplandece con toda su fuerza». La fraseología procede de Jueces
5:31, donde Débora y Barac concluyen su cántico diciendo: «¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Se-
ñor! Pero los que te aman sean como el sol cuando sale en todo su esplendor». Cuando Mateo refiere la
transfiguración, escribe que el rostro de Jesús resplandecía como el sol (Mt. 17:2; compárese 13:43).
Juan no utiliza para rostro la palabra griega normal (prosōpon) sino la expresión opsis, que en griego
clásico significa aspecto o cara. ¿Pensaría Juan en el rostro de Jesús después de que describió su cabello,
cabeza y ojos? ¿O se refiere al aspecto completo del Señor? No podemos determinar el significado exac-
to. Lo que podemos decir es que de Jesús emana una luz tan brillante como el sol en toda su plenitud.
En otras palabras, era humanamente imposible mirar a Jesús a la cara.
William Hendriksen escribe que la descripción de Jesús debe tomarse en su totalidad. He ofrecido
una interpretación versículo a versículo, pero ayuda ver el cuadro completo en sus palabras:
Nótese que al Hijo del hombre se lo describe aquí como vestido con poder y majestad y con temor y
terror. Esa túnica real larga; ese cinturón dorado abrochado en el pecho; ese cabello tan brillantemente
blanco como nieve en la que se refleja el sol y que daña a los ojos; esos ojos que despiden fuego, ojos
que leen todo corazón y penetran todo rincón escondido; esos pies resplandecientes que aplastan a los
malos; esa voz [p 116] poderosa, reverberante, como las poderosas olas que se estrellan en las riberas
rocosas de Patmos; esa gran espada afilada, larga, pesada, con dos filos mordientes; ese aspecto comple-
to «como el sol que brilla con toda su fuerza», demasiado intensa para que los ojos humanos lo miren.
El cuadro entero, tomado como un todo, simboliza a Cristo, el santo, que viene a purificar a sus iglesias
(2:16, 18, 23), y para castigar a quienes persiguen a sus elegidos (8:5ss.).48
Palabras, frases y construcciones griegas en 1:12–15
Versículo 12
ἐλάλει—el griego utiliza λαλεῖν para denotar el acto de hablar y λέγειν para enfatizar el contenido de lo que
se dijo (véase v. 17, donde se utiliza el participio presente de λέγων).
Versículo 13
υἱὸν ἀνθρώπου—faltan los artículos definidos que podrían preceder a los dos nombres (también en Dn. 7:13
Griego Antiguo y Teod.). También, el adjetivo ὅμοιον debería haber sido seguido del dativo y no del acusativo.49
Aquí y en 14:14 Juan utiliza un solecismo.
Versículo 15
πεπυρωμένης—el caso genitivo y no el dativo o nominativo plural es la lectura más difícil y la que se prefie-
re en este caso. La solución de insertar τῆς χαλκολιβάνου después del participio pasivo perfecto es de alabar
(véase los comentarios de Beckwith, Greijdanus, Swete y Thomas). Como alternativa, es posible repetir mental-

48
Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 56–57.
49
Véase Ap. 1:15; 2:18; 4:3, 6, 7; 9:10, 19; 13:2, 4, 11; 18:18; 21:11, 18. Consúltese Friedrich Blass and Albert Debrunner, A 
Greek Grammar of the New Testament, trad. y rev. Robert Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1961), §182.4; A. T.
Robinsoon, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934), p. 530.
91
mente la palabra κάμινος en caso genitivo y convertir el participio en un genitivo absoluto, porque κάμινος es
femenino. En una construcción de genitivo absoluto, a veces falta el sustantivo o pronombre.50
3. Mensaje 
1:17–20
La última parte del capítulo es el mensaje de Jesús a Juan. Sirve como introducción para las siete car-
tas que debe dirigir a las iglesias en la provincia de Asia. Lleno de temor ante la presencia de Jesús, Juan
escucha palabras de consuelo cuando Jesús se identifica como el Cristo resucitado.
17. Y cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Y puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No 
temas, Yo soy el primero y el último».
Ver a Jesús en su aspecto glorificado resultó ser demasiado para Juan, no tanto debido a fragilidad
humana sino debido a su convicción de que [p 117] era totalmente indigno de ver la gloria de Cristo.
Cayó al suelo a los pies de Jesús, postura común de los santos a quienes se les permite estar en la pre-
sencia de la santidad. Juan había visto su gloria en el monte de la transfiguración, y cuando oyeron la
voz del cielo, él y sus compañeros cayeron postrados sobre el rostro (Mt. 17:6). La Escritura habla de
santos de tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos que tuvieron experiencias similares.51 La verdad
es que los seres humanos son incapaces de estar frente a la majestad divina: los pecadores se postran
para reconocer la presencia del sin pecado.
Postrado en el suelo, Juan pareció como muerto. Pero sus sentidos estaban alertas, porque estaban
muy conciente de que Jesús estaba de pie junto a él. El Señor se le apareció, no para matarlo, sino para
mostrarle su poder y majestad divinos, que Juan debería reportar a las iglesias. Tanto Juan como las
iglesias tenían que adquirir conciencia de la apariencia pasmosa de Cristo y ello en preparación para el
mensaje que Jesús les tenía.52 Jesús colocó la mano derecha sobre Juan y le ordenó que no temiera. La
mano del Señor tocó a Juan para establecer contacto físico y con la voz le dijo que no temiera. Daniel
también fue tocado y levantado después de visiones celestiales, y también a él se le dijo que no temiera
(Dn. 8:18; 10:10, 12). Al tocar a Juan, Jesús le transmitió la fuerza para hacer frente al futuro; al mismo
tiempo pronunció palabras que fueron un eco del pasado: «No temas». Jesús con frecuencia había man-
dado a sus discípulos que dejaran de temer, ya fuera en la tempestad de un lago de Galilea (Mt. 14:27);
en el monte de la transfiguración (Mt. 17:7); en el viaje misionero (Hch. 18:9); bajo custodia (Hch. 23:11).
Jesús nunca abandona a su pueblo.
En las palabras «Yo soy el primero y el último» Juan reconoció a Jesús, quien es el «Yo soy» (p.ej.,
véase Juan 8:58). Jesús es también el primero como creador (Jn. 1:1–3), el autor de salvación (Heb. 2:10),
y el primogénito de entre los muertos (Col. 1:18). Es también el que llevará todas las cosas a su final; así,
por ser el cumplimiento de todas las cosas es el fin. Es el primero y el último, el principio y el fin. Qué
aliento saber que Jesús está al principio y al fin de la historia humana y siempre está con los santos.
18. «Y yo soy el que vive y estuvo muerto, y mira, estoy vivo para siempre jamás. Y tengo las lla‐
ves de la muerte y del Hades».

50 Véase Aune, Revelation 1–5, pp. 65–66; comparar con Beckwith, Apocalypse, p. 439.
51 Gn. 17:3; Jos. 5:14; Jue. 13:20; Ez. 1:28; 3:23; 43:3; 44:4; Dn. 8:17; 10:9; Mt. 17:6; Lc. 5:8; Hch. 9:4.
52 Compárese con Greijdanus, Openbaring, p. 36.
92

a. «Y yo soy el que vive y estuvo muerto, y mira, estoy vivo para siempre jamás». Jesús afirma que
es eterno, divino, y «la fiel imagen de lo que Dios es» (Heb. 1:3). Es el que vive, en contraste con todos
los dioses del paganismo. Nótese que no dice ahora que está vivo, sino que es el que vive, que posee
vida eterna (Jn. 5:26). Es el dador de vida (Jn. 6:33; 1 Jn. 5:11), y la vida que da es eterna. Así que es el
gran «Yo soy» (Jn.8:58).
[p 118] Jesús personifica la vida y al mismo tiempo puede decir, «estuve muerto». Se refiere a su
muerte expiatoria en la cruz del Calvario, donde triunfó sobre la muerte por el bien de todos los que
temían a la muerte (Heb. 2:14–15). Habla de un evento histórico cuando su cuerpo yació sin vida en la
tumba a las afueras de la ciudad de Jerusalén. El contraste es sugestivo, porque el que es vida permite
que su cuerpo se someta a la muerte. Lo que restaura es un cuerpo físico que sufrió muerte de modo
que no pueda volver a morir nunca. De ahí que exulte triunfante en la vida y exclame, «Mira, estoy vivo
para siempre jamás» (Dt. 32:40; Dn. 4:34; 12:7; Ap. 4:9, 10; 10:6; 15:7). Su cuerpo, que Juan vio y descri-
bió, está vivo y tiene el aspecto glorificado. En esta última cláusula, subraya que no hay límite de tiem-
po para la vida del Señor, porque vive eternamente. Su vida es inmortal, indestructible e inmutable. La
verdad incontrovertible de la resurrección de Cristo hace que todo creyente se regocije en su poder para
abrir las tumbas y resucitar a los muertos.
b. «Y tengo las llaves de la muerte y del Hades». Quien tiene la llave puede abrir puertas y dar acce-
so a bienes, tesoros y secretos. Poseer una llave quiere decir tener poder y autoridad. Pero nadie en la
faz de la tierra puede alegar poder sobre la muerte y el Hades. Jesús, quien triunfó sobre la muerte y la
tumba, posee las llaves que las abren. ¿Son estas las llaves que pertenecen a la muerte y al Hades (geni-
tivo subjetivo) o son las llaves que dan a alguien poder sobre ellos (genitivo objetivo)? Parece lógico que
Jesús, quien ha triunfado sobre la muerte y el Hades, tenga poder sobre ellos y por ello posea también
sus laves.53 Es decir, tienen sentido el genitivo tanto objetivo como subjetivo, porque Jesús tiene poder
completo sobre la muerte y el sepulcro (Jn.5: 28; compárese también Mt. 16:19). A propósito, el Antiguo
Testamento habla con frecuencia acerca de «las puertas de la muerte» (Job 17:16; 38:17; Sal. 9:13; 107:18).
¿Cuál es el significado de Hades? ¿Es diferente de la muerte? ¿Es equivalente al sepulcro? ¿O es la
morada de los muertos en el otro mundo? Primero, el Apocalipsis personifica a la muerte y el Hades
(6:8; 20:13–14). Luego, muerte es un estado y Hades un lugar. Tercero, aunque muerte y Hades son
fuerzas poderosas (6:8), en la consumación su poder llega a su fin y ambos son arrojados al lago de fue-
go (20:14). Por último, todos se enfrentan a la muerte antes de que Cristo regrese; los creyentes no en-
tran en el Hades sino por las puertas del cielo (Fil. 1:23; 2 Co. 5:8).54 Pero los incrédulos están en el
Hades. Todos los seres humanos se presentarán ante [p 119] el tribunal de Dios y serán juzgados, pero
los santos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida estarán con Cristo para siempre. De ahí
que sea incorrecto interpretar Hades como la tumba, donde todos se convertirán en polvo (Gn. 3:19).
Jesucristo tiene autoridad sobre la muerte y el Hades, y cuando habla ambos se le someten. Es el
vencedor que tiene poder absoluto.

53 Los rabinos judíos mencionan cuatro llaves en las manos de Dios, «las llaves de la vida, de los sepulcros, del alimen-
to y de la lluvia» (Tárgum Pseudo-Jonatán de Deut. 28:12); o tres llaves «del nacimiento, de la lluvia y de la resurrec-
ción de los muertos» (Talmud Babilónico, Sanhedrín 113a). Refiérase a SB, 1:737; y los comentarios de Swete (p. 20);
Beckwith (p. 441); Charles (1:33).
54 Compárese con Hans Bietenhard, NIDNTT, 2:207; Joachim Jeremias, TDNT, 1:148–49.
93

19. «Escribe, por tanto, lo que has visto y lo que es y lo que va a ocurrir después de estas cosas».
El mandato «Escribe, por tanto, lo que has visto» es una repetición de un versículo anterior (v. 11).
Después de que Juan ha descrito la aparición de Jesús, se le vuelve a dar el encargo de escribir, junto
con la cláusula «lo que has visto», ahora en tiempo pasado. La mayoría de los estudiosos interpretan las
partes pasada, presente y futura de este versículo como una división del Apocalipsis.
- «Lo que has visto» señala la aparición de Jesús a Juan (1:9–20).
- «Lo que es» se refiere a la condición espiritual de las siete iglesias (capítulos 2 y 3).
- «Lo que va a ocurrir después de estas cosas» alude al período desde el tiempo de Juan hasta el del
regreso del Señor.
Otros señalan que las tres referencias temporales (pasado, presente y futuro) provienen de una fór-
mula que se utilizó durante siglos en muchas culturas por los países alrededor de la cuenca del Medite-
rráneo. Esta fórmula que describe profecías abarca la totalidad de la historia y trata de descubrir su sig-
nificado.55 Podríamos considerar que esta fórmula es un dicho a modo de proverbio que trasciende el
tiempo y el lugar y transmite el sentido de abarcar toda la historia.
La cláusula «lo que has visto» debería entenderse a la luz del versículo 11, «lo que ves». Juan vio la
aparición sobrecogedora de Jesús que permaneció con él mientras escribía el libro. La impresión que
recibió se puede formular en una frase breve: «Jesús está en total control de todo lo que ha sucedido,
sucede y sucederá».
No podemos asegurar si Juan escribió Apocalipsis por segmentos a medida que recibía instrucciones
y visiones del Señor o si lo compuso todo [p 120] después de haber recibido toda la información. Si in-
terpretamos las tres cláusulas del versículo 19 no en forma secuencial sino comprensiva, asumen una
perspectiva general. Las cosas que Juan ha visto, las que son, y las que sucederán luego, todo ello se
aplica a todas las iglesias del pasado, presente y futuro. Así la cláusula «lo que has visto» se refiere no
necesariamente al tiempo pasado sino a la totalidad. De igual modo la frase «lo que es» no se limita al
tiempo presente de la época de Juan sino que lo incluye todo. Y las palabras «lo que va a ocurrir des-
pués de estas cosas» implica todo lo que ocurrirá desde el momento en que Juan recibe el mandato de
escribir hasta el fin del tiempo cósmico.56 Concluimos que todo el contenido de Apocalipsis es significa-
tivo para todas y cada una de las iglesias que hayan existido a lo largo de los siglos, que existen hoy, y
que existirán en el futuro. El mensaje de Apocalipsis, por tanto, es de consuelo y seguridad para todos
los creyentes pasados, presentes y futuros.

55 Swete, Revelation, p. 73; W. C. van Unnik, «A Formula Describing Prophecy», NTS9 (1963): 86–94, y en Sparsa Collecta: 
The Collected Writings of W. C. Van Unnik, parte 2 (Leiden: Brill, 1980), pp. 183–93; Gregory K. Beale, «The Interpretive
Problem of Rev. 1:19», NovT 34 (1992): 360–87. Resulta interesante notar que la redacción de la tercera parte («lo que va
a ocurrir después de esas cosas») es un eco de lo que Daniel dijo al rey Nabucodonosor: «Allí en su cama, su majestad
dirigió sus pensamientos a las cosas por venir, y el que revela los misterios le mostró lo que está por suceder», y «El
gran Dios le ha mostrado a su majestad lo que tendrá lugar en el futuro» (Dn. 2:29 y 45; véase en especial el v. 45 en la
lxx [Teod.]). Geoffrey B. Wilson (Revelation [Welwyn, England: Evangelical Press, 1985, p. 25] observa, «De ahí que este
versículo no anuncia el ‘programa’ de Apocalipsis, excepto por lo que respecta a la relación constante del presente con
el futuro».
56 Beale, Revelation, pp. 152–70; véase su «Interpretive Problem of Rev. 1:19», pp. 360–87. Consúltese también su John’s 

Use of the Old Testament in Revelation, JSNTSup 166 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1998), pp. 169–71.
94

20. «En cuanto al misterio de las siete estrella que viste en mi mano derecha y los siete candela‐
bros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete 
iglesias».
Como lectores de Apocalipsis, buscamos pistas para saber cómo interpretar sus símbolos y entender
su mensaje. Dispersos por todo el libro hay indicios útiles que nos facilitan la interpretación. Esto no
quiere decir que un símbolo concreto tenga una sola explicación. Juan escribe la palabra misterio, que se
encuentra cuatro veces en Apocalipsis (1:20; 10:7; 17:5, 7). Las dos primeras se refieren a cosas que son
de la esfera de la iglesia y de Dios, y las otras dos tienen que ver con la gran ramera. Los misterios son
secretos ocultos a nuestra comprensión hasta que se expliquen.
Jesús aclara los símbolos de las estrellas y de los candelabros. Afirma que las siete estrellas son ánge-
les y los siete candelabros son las siete iglesias. Pero ¿son los ángeles seres celestiales que Dios envía
como mensajeros suyos? ¿Son ángeles guardianes, uno para cada congregación?57 El término ángel es
común en el Apocalipsis, ya que ocurre sesenta y siete veces. Pero es imposible defender que en la lite-
ratura juanina una palabra dada debe tener el mismo significado en todo el libro a no ser que el autor
indique un cambio. Decir que ángeles debería significar seres etéreos y nunca mensajeros humanos va
en contra de otros pasajes en la Escritura (Mr. 1:2 [Mal. 3:1]; Lc. 7:24; 9:52). Desde un punto de vista ana-
lítico, ¿por qué instruiría Jesús a Juan para que escribiera cartas a siete ángeles individuales? Nótese que
en griego el pronombre tú (tus) y los verbos respectivos están en singular (véase 2:2). ¿Y se tendría a
ángeles santos [p 121] responsables por los pecados de los miembros de las siete iglesias? ¿No tendría
más lógica que le dijera que escribiera a representantes de estas iglesias que eran responsables por el
bienestar espiritual de sus miembros?58 Sabemos que Jesús detenta las siete estrellas (mensajeros) en su
mano derecha (v. 16) para enviarlos con autoridad y para protegerlos. La interpretación de que los
mensajeros a las congregaciones son sus pastores tiene sentido si vemos a los pastores como enviados y
comisionados por Cristo. Son responsables por el desarrollo espiritual del pueblo de Dios.
Los siete candelabros son las siete iglesias. Nótese la diferencia con respecto a la primera parte de la
explicación: las siete estrellas son ángeles de las siete iglesias. No se los llama «siete ángeles», y en grie-
go simplemente son llamados «ángeles», sin artículo definido. El énfasis, por tanto, no se encuentra en
el número de ángeles o en la categoría toda de ángeles sino en su capacidad para ser representantes. Los
pastores van y vienen pero la responsabilidad pastoral permanece.59
Durante la época del Antiguo Testamento, Israel no estaba dividido y representaba una unidad. En
los tiempos apostólicos, fueron surgiendo identidades nacionales en la formación de sinagogas, por
ejemplo, la sinagoga de los libertos y los judíos de habla griega (Hch. 6:9). Cuando se establecieron igle-
sias, las diferencias nacionales y lingüísticas desempeñaron un papel. Sin embargo, todas las iglesias
que confesaban a Jesucristo como su Señor expresaban una unidad básica. Son los candelabros de oro
que disipan las tinieblas del mundo en el que Dios las ha colocado.

57 Refiérase a Dn. 10:13; 10:20–11:1; 12:1; Mt. 18:10; Hch. 12:15.


58 Hughes (Revelation, p. 31) escribe, «Aunque es posible concebir que se asignara a cada iglesia un ángel de la guardia,
no es probable que las cartas se hubieran dirigido a estos espíritus. Es, por tanto, más satisfactorio entender que estos
ángeles son seres humanos, ya fueran líderes de las iglesias o delegados nombrados». Comparar con Hendriksen, More 
Than Conquerors, p. 58 n. 1.
59 Véase Greijdanus, Openbaring, p. 42.
95

Palabras, frases y construcciones griegas en 1:17–20
Versículo 17
μὴ φοβοῦ—el imperativo presente indica la situación aterrorizada continua de Juan. Jesús le dice a Juan que
ya no tenga miedo.
Versículo 18
ζῶν εἰμι—es una construcción perifrástica que equivale al tiempo presente progresivo del indicativo «Estoy
vivo».
Versículo 19
ἅ εἰσίν—la gramática correcta exige un verbo singular con un sujeto plural neutro, pero en griego koiné no
siempre se observa esta regla.
[p 122] Versículo 20
τὰς ἑπτὰ λυχνίας τὰς χρυσᾶς—los comentaristas piensan que esta frase depende de la expresión μυστῆριον
y debería haberse escrito en caso genitivo. Pero Juan quizá quiso poner más énfasis en las siete estrellas como
misterio que en los siete candelabros. El acusativo es un acusativo absoluto.
96

[p 123]  

2
Cartas a Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira 
(2:1–29)
[p 124]  

Bosquejo (continuación)
B. Siete Cartas (2:1–3:22)
1. Éfeso (2:1–7)
a. Alabanza (2:1–3)
b. Reproche (2:4–5)
c. Promesa (2:6–7)
2. Esmirna (2:8–11)
3. Pérgamo (2:12–17)
a. Violencia (2:12–13)
b. Reproche (2:14–16)
c. Promesa (2:17)
4. Tiatira (2:18–29)
a. Saludo y alabanza (2:18–19)
b. Reprensión y mandato (2:20–25)
c. Promesa (2:26–29)
[p 125]  

CAPÍTULO 2
2 «Al ángel de la iglesia en Éfeso escribe: El que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio
de los siete candelabros de oro dice esto:
Conozco tu obra, tu duro trabajo y tu paciente resistencia, y que no puedes soportar a los malvados; y has
2

puesto a prueba a quienes se llaman apóstoles pero no lo son, y has encontrado que son mentirosos. 3 Y has so-
portado y tenido tolerancia por mi nombre y no te has desanimado. 4 Pero tengo esto en contra tuya, que has
abandonado tu primer amor. 5 Por tanto, recuerda el lugar desde el que has caído, arrepiéntete y realiza las obras
que hacías al principio. De no ser así, iré hasta ti y quitaré tu candelabro de su lugar, a no ser que te arrepientas. 6
Sin embargo, tienes esto [en tu favor], que odias las obras de los nicolaítas, que yo también odio.
«Que todo el que tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. A todo el que triunfe le daré permi-
7

so para comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios».


97

B. Siete cartas
2:1–3:22
El capítulo 1 de diversas formas es una introducción a las siete cartas enviadas a las iglesias en la
provincia de Asia. Jesús se dirige a Juan en Patmos y le dice dos veces que escriba cartas a las siete igle-
sias de la tierra firme (1:11, 19). Se revela como quien es el primero y el último, como el viviente que
sufrió muerte pero está vivo, y quien tiene autoridad final sobre la muerte y el Hades. Asimismo, cada
una de las cartas, después del saludo a cada iglesia, contiene una frase inicial tomada de la descripción
de Jesús de la que Juan ha dado fe. Cada una de las siete iglesias presenta un aspecto diferente de la
apariencia, poder y autoridad de Jesús.

Iglesia Texto Aspecto de Jesús

Éfeso 2:1 Siete estrellas en su diestra; los candelabros de oro (1:16, 13)

Esmirna 2:8 Primero y último, quien murió y volvió de nuevo a la vida (1:17–18)

Pérgamo 2:12 La espada de dos filos (1:16)

Tiatira 2:18 Ojos de fuego resplandeciente; pies como bronce bruñido (1:14–15)

Sardis 3:1 Siete espíritus y siete estrellas (1:4, 16)

Filadelfia 3:7 Tiene la llave (1:18)

Laodicea 3:14 Testigo fiel (1:5)

[p 126] Asimismo las siete cartas revelan un paralelismo único: algunas son más largas y otras más
cortas, pero cada una de ellas consiste en siete partes:
1. El saludo a cada una de las siete iglesias en Asia Menor.
2. Un aspecto de la aparición del Señor a Juan en Patmos.
3. Una evaluación de la salud espiritual de la iglesia concreta.
4. Palabras de alabanza o reproche.
5. Palabras de exhortación.
6. Promesas para el que salga victorioso.
7. Un mandato de escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias.
98

Las tres primeras iglesias (Éfeso, Esmirna y Pérgamo), concluyen las cartas individuales con prome-
sas. Las últimas cuatro (Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea) concluyen con el mandato de oír con aten-
ción lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Jesús alaba y reprocha a cuatro congregaciones: Éfeso, Pérgamo, Tiatira y Sardis. Alaba a dos: Es-
mirna y Filadelfia. Y reprende a una: Laodicea. Estas siete iglesias son representativas de la iglesia uni-
versal. Las siete cartas van dirigidas a todos los lugares donde se reúne el pueblo de Dios para rendir
culto, tener comunión y alcanzar a otros.1 Por tanto, el número siete no debería tomarse en sentido abso-
luto sino más bien como símbolo que representa totalidad. Por otro lado, mientras estuvo en Éfeso por
cierto tiempo Juan conoció íntimamente a las iglesias del área circundante. Todas se encontraban a una
distancia de dos a cuatro días de viaje a pie, porque Éfeso estaba bien situada en una circunferencia de
forma oval de estas siete iglesias.
¿Envió Juan las siete cartas, una a cada iglesia concreta a la que iba dirigida? R. H. Charles arguye
que las siete cartas fueron escritas en una fecha anterior a la composición de la totalidad de Apocalipsis,
enviadas a las iglesias individuales y, con una adaptación posterior, incorporadas a Apocalipsis.2 Pero si
tomamos en cuenta la evidencia que se encuentra en el Nuevo Testamento, surgen objeciones. Primero,
aunque las cartas de Pablo fueron dirigidas a iglesias y personas, las compartió toda la iglesia. De
hecho, dio instrucciones a las congregaciones para que todas las demás las leyeran (Col. 4:16; 1 Ts. 5:27).
Las cartas en el Nuevo Testamento que se llaman católicas son de hecho cartas destinadas a la iglesia
universal. Luego, Jesús se le reveló a Juan y luego le dio instrucciones de que [p 127] escribiera, con lo
cual indicó que el capítulo 1 constituye una introducción inseparable a las siete cartas. De hecho, Jesús
mismo se dirige a las siete iglesias, como resulta evidente por el empleo repetido del pronombre perso-
nal Yo, en tanto que Juan con plena autoridad apostólica sirve de autor secundario de dichas cartas.
Tercero, Jesús da instrucciones a Juan para que escriba no sólo las cartas sino un libro acerca de lo que
observó para luego enviarlo completo a las iglesias (1:11).3 Estas cartas fueron compuestas como parte
de la Revelación que Jesús quiso que leyeran y oyeran todos los miembros en las iglesias (1:3). Por últi-
mo, Apocalipsis es una unidad desde el principio hasta el fin y de ella forman parte integral las siete
cartas.4 Así, la promesa de Jesús a todos los creyentes es que quien triunfe será bendecido (2:7, 11, 17,
26; 3:5, 12, 21); todos oyen a Jesús que dice: «Mirad, vengo pronto. Y mi recompensa la tengo para en-
tregarla a cada uno según su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el
fin» (22:12–13). Pueden ver el árbol de vida en el paraíso y comer de él (2:7; 22:2). Y a quienes tienen el
nombre de Dios y de su ciudad, la nueva Jerusalén, escrito en ellos, se les permite entrar (3:12; 21:27;
22:14).

1 El Canon Muratoriano, de la última parte del siglo segundo, incluye a Apocalipsis con estas palabras: «Juan también,
aunque escribió el Apocalipsis para siete iglesias, habla sin embargo a todas ellas». Consúltese David F. Aune,
Revelation 1–5, WBC 52A (Dallas, Word, 1997), p. 130. En los primeros años del siglo segundo, Ignacio escribió siete
cartas camino a Roma. Entre ellas hay cartas a las iglesias en Éfeso, Esmirna y Filadelfia.
2 Véase R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920),

1:37.
3 William M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches of Asia and Their Place in the Plan of the Apocalypse (London:

Hodder and Stoughton, 1904, reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 37.
4 Compárese G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 71.
99

Las siete iglesias se enfrentaban a peligros que les eran comunes. Tenían que soportar oposición por
parte de fuerzas externas y engaño de parte de movimientos internos a la iglesia. Los judíos los calum-
niaban (2:9); incluso el fiel testigo de Jesús, Antipas, fue muerto en la ciudad donde vive Satanás (2:13).
La profetisa llamada Jezabel quería que los seguidores de Jesús participaran en su idolatría, inmorali-
dad y desenfreno (2:20–25). Los falsos apóstoles, es decir, los nicolaítas, introdujeron doctrinas engaño-
sas (2:2, 6, 15). Las tentaciones de ceder eran reales y, si lo hacían, resultaría mortal para la fe de los cre-
yentes. Luego había la atracción de adoptar una conducta cristiana laxa y el aliciente de confiar en ri-
quezas materiales (3:1, 17). Pero Jesús mandó a los lectores de estas cartas y a quienes las escuchaban
que fueran fieles hasta el final y que mantuvieran lo que tenían. Si lo hacían así, tendrían el privilegio
de sentarse con él en su trono (3:21).
1. Éfeso 
2:1–7 
La ciudad
La ciudad de Éfeso tenía una historia variada que se remontaba a siglos antes de que se escribiera es-
ta carta a la iglesia que prosperaba dentro de sus murallas. Su riqueza que provenía del comercio y la
religión le permitió a Éfeso reconstruir un templo que el fuego había destruido. Este templo estaba de-
dicado a la diosa Artemisa (Diana para los romanos) y estaban a su servicio innumerables sacerdotes y
sacerdotisas. Se lo consideraba [p 128] como una de las siete maravillas del mundo. Los efesios constru-
yeron un teatro con una cabida estimada para veinticuatro mil personas en una ciudad con una pobla-
ción superior a los doscientos mil. Ramsay llamó a Éfeso ciudad del cambio, por estar situada a orillas
del río Cayster que se llenó con sedimentos y por fin convirtió en inservible al puerto.5 Esto resultaba un
inconveniente para los intereses comerciales de la ciudad, donde se encontraban el tráfico terrestre y
marítimo. Pero a lo largo del siglo primero después de Cristo, Éfeso seguía siendo un inmenso centro
comercial, en especial de objetos religiosos, y hasta cierto punto un centro administrativo del gobierno
romano (Hch. 19:24, 31, 38).
Además, Éfeso hizo construir un templo para promover la religión imperial de Roma. La ciudad de-
dicó dicho templo de los Sebastoi (la familia de Vespasiano, Tito y Domiciano) en el 89–90 d.C. y, como
era costumbre, nombró guardianes del templo para el culto del emperador.6 En Éfeso la relación entre el
culto a Artemisa y la religión estatal de Roma era estrecha. Más aún, los prefectos romanos obligaban a
la gente a rendir culto al emperador Domiciano y a pronunciar la frase «el César es señor». Los cristia-
nos no querían poner al César por encima de Cristo, porque utilizaban el lema «Jesús es Señor» (1 Co.
12:3). En consecuencia, sufrieron persecución.
El cristianismo es exclusivo, porque no acepta compromisos con otras religiones (Jn. 14:6; Hch. 4:12).
En la última parte del siglo primero se enfrentó con Roma, que al principio había permitido que los cris-
tianos estuvieran protegidos bajo el amparo de la religión judía. Pero cuando las autoridades romanas
cayeron en la cuenta de que el cristianismo y el judaísmo no eran lo mismo y que los cristianos no iban
a apartarse de las enseñanzas de Cristo, dejaron de mostrarse tolerantes con ellos. No podían entender

5Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 210–36.


6S. Friesen, «The Cult of the Roman Emperors in Ephesos: Temple Wardens, City Titles, and the Interpretation of the
Revelation of John», en Ephesos, Metropolois of Asia. An Interdisciplinary Approach to its Archaeology, Religion, and Culture,
ed. H. Koester, Harvard Theological Studies 41 (Valley Forge, Pa.: Trinity Press International, 1995), p. 236.
101

ron estudiantes de la palabra hacia muchas ciudades de la zona para seguir difundiendo el evangelio.
En la iglesia primitiva, las personas consideraban que Éfeso era líder en la provincia de Asia, y de ahí
que fuera la primera de entre las siete iglesias que recibió una carta.
b. «El que tiene en su mano derecha las siete estrellas». La primera identificación de Jesús que se
ofrece a la iglesia es significativa (1:15). Aunque la iglesia en Éfeso es la primera de entre las siete, a su
pastor se lo coloca en el mismo nivel que los otros seis. Jesús dice que los sostiene a todos en su mano
protectora, porque es no sólo su encargado sino también su custodio. La palabra tener significa que Je-
sús detenta poder y autoridad finales para proteger a sus siervos (compárese con Jn. 10:29). De hecho
todo su pueblo está en su mano, porque a nadie le llegará ningún daño si él no lo permite.
c. «Y [el que] camina en medio de los siete candelabros de oro dice esto». Los candelabros de oro son
los miembros de las iglesias, sobre las que se posa constantemente el ojo de Jesús (1:12–13, 20). Repre-
sentan a la esposa que espera la llegada del esposo, y el esposo espera que su esposa le permanezca fiel,
honesta y pura. El simbolismo del texto muestra que Jesús desea que las iglesias hagan que su luz brille
en la oscuridad donde él las ha colocado. Para agregar más significado a la tarea de las iglesias, les dice
que está caminando entre ellas. «Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en me-
dio de ellos» (Mt. 18:20). La luz que difunden procede de Jesucristo y pasa hasta sus siervos, quienes
proclaman su palabra. Y los pastores no son sólo portadores de luz sino que, como estrellas, son trans-
misores de luz. Transmite la luz a los miembros de las iglesias, quienes a su vez disipan la oscuridad
que los rodea.
Jesús se dirige a los mensajeros de las congregaciones locales, porque son los responsables de llevar
el mensaje al pueblo. Si no lo hacen, tapan la luz del evangelio y mantienen en la oscuridad a los miem-
bros de la iglesia. «¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?» (Ro. 10:14). Jesús habla con autori-
dad y espera que sus siervos de la palabra sean sus embajadores.
2. «Conozco tu obra, tu duro trabajo y tu paciente resistencia, y que no puedes soportar a los mal‐
vados; y has puesto a prueba a quienes se llaman apóstoles pero no lo son, y has encontrado que son 
mentirosos».
a. «Conozco tu obra, tu duro trabajo y tu paciente resistencia». Jesús no dice que simplemente sabe
de sus obras; afirma que tiene un conocimiento minucioso de todo lo que hacen, porque nada se escapa
de su atención. Alaba a los efesios, como resulta patente por los tres sustantivos obras, trabajo y paciente 
resistencia. También el pronombre posesivo tu es significativo, y con su repetición se enfatiza su labor y
actitud. Este pronombre está en singular. El empleo del singular significa que el pastor al que Jesús se
dirige es responsable por el bienestar espiritual de la iglesia. Pero también con este singular Jesús habla
a cada uno de los miembros individuales de la iglesia.
[p 131] El sustantivo obra lo incluye todo y se puede interpretar en el sentido de acciones tanto bue-
nas como malas. En este caso se insiste más en el aspecto positivo del término que en el negativo.
Las buenas obras consisten por un lado en el trabajo y por el otro en la paciente resistencia. El traba-
jo incluye tanto lo físico como lo mental, ya que ambos suelen exigir y agotar (comparar con He. 6:10;
10:32–34). Oponerse a los malos, a los falsos apóstoles y a los nicolaítas en la comunidad sin duda fati-
gaba a los miembros de la iglesia en Éfeso. Su actitud era de paciente resistencia y de perseverancia
frente al conflicto espiritual. A propósito, el término griego jupomonē, que he traducido como «paciente
102

resistencia», se encuentra siete veces en Apocalipsis y en todas ellas se refiere a la perseverancia de los
santos (1:9; 2:2, 3, 19; 3:10; 13:10; 14:12). ¿Qué es paciente resistencia? Es una cualidad interna que se
expresa en la espera de Jesús, en cuya ausencia el creyente da testimonio de él en forma perseverante
hasta el punto de sufrir la muerte a causa de la persecución.10
b. «Y que no puedes soportar a los malvados». El cristiano que hace buenas obras por medio de su
esfuerzo externo y su paciencia interna es incapaz de soportar las acciones de los malos con quienes
convive. El verbo griego dunē, se traduce aquí como «puedes» en singular. Es decir, la persona cuyo
corazón está verdaderamente dedicado a servir al Señor no da cabida al mal y a quienes en forma vo-
luntaria lo hacen. La máxima de que Dios ama al pecador pero odia el pecado es válida y tiene aplica-
ción en este pasaje. Pero el seguidor de Cristo no puede tolerar a los malvados que se niegan a arrepen-
tirse para seguir haciendo el mal.
¿Quiénes son esos malvados? Si observamos el típico paralelismo hebreo que se utiliza para poner
de relieve o aclarar un punto, vemos que la respuesta está en la segunda parte de este versículo, a saber,
los falsos apóstoles. Juan no transmite la idea de dos clases diferentes de malvados, sino de una. Los
mentirosos son los malvados.11
c. «Y has puesto a prueba a quienes se llaman apóstoles pero no lo son, y has encontrado que son
mentirosos». Los cristianos efesios se encontraban con misioneros itinerantes que ingresaban a la iglesia
y con todo descaro se llamaban apóstoles. Pero los seguidores de Cristo los ponían a prueba para des-
cubrir que eran falsos. Estos así llamados apóstoles predicaban un evangelio que no era el de Cristo; no
los había nombrado Jesús; y carecían de autoridad para servir a toda la iglesia (ver 2 Co. 11:13).12 En [p 
132] tiempos de Pablo, llegaban falsos apóstoles con recomendaciones fraudulentas y exigían que de-
mostrara su condición de apóstol dándoles una carta de recomendación (2 Co. 3:1). Sin embargo, Pablo
expuso los distintivos del apóstol, a saber, predicar a Jesús y su evangelio; hacer señales, maravillas y
milagros, y hacerlos con perseverancia (2 Co. 11:4; 12:12). Los efesios sometieron a prueba la doctrina y
las obras de estos apóstoles y descubrieron que se trataba de impostores.
Como Jesús menciona a los nicolaítas en forma específica (v. 6) y registra su presencia también en la
iglesia en Pérgamo (2:15), no resulta del todo irreal la sugerencia de que estas personas eran los falsos
apóstoles. Sin embargo, no estamos seguros de que procedieran de Palestina o de que los enviaran los
judaizantes. Llegaron con pretensiones y alardes, para encontrarse con el rechazo total de los efesios,
quienes odiaban sus prácticas. Los llamaban mentirosos.
3. «Y has soportado y tenido tolerancia por mi nombre y no te has desanimado».
a. Composición estilística. Aunque lo es mucho más en griego, incluso al traducirse, resulta llamativa
la repetición de las mismas palabras. Adviértanse los términos has soportado y tolerancia en este versícu-
lo; también se encontraron en el versículo precedente en la traducción «paciente resistencia» y «sopor-

10 Consúltese Friedrich Hauck, TDNT, 4:588.


11 «La intolerancia que aquí se alaba es la de quienes hacían el mal pretendiendo ser apóstoles», según Charles, Revela‐
tion, 1:50; véase también Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel,
1977), p. 25; Alan F. Jonson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids:
Zondervan, 1981), 12:433; William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 62.
12 Consúltese Simon J. Kistemaker, Exposition of the Second Epistle to the Corinthians, NTC (Grand Rapids: Baker, 1997), p.

376; C. K. Barrett, «ΨΕΥΔΑΠΟΣΤΟΛΟΙ (2 Cor. 11:13)», en Essays on Paul (Philadephia: Westminster, 1982), p. 92.
103

tar». Al final de este versículo Juan escribe la frase no te has desanimado, que tiene la misma connotación
que el sustantivo «trabajo» (v. 2).
b. Alabanza. Jesús alabó a la iglesia en Éfeso por sus obras, duro trabajo, perseverancia, poner a
prueba la falsa doctrina, y llamar mentirosos a los maestros intrusos. Ahora sintetiza la posición de los
efesios alabándolos por su perseverancia en soportar dificultades por su nombre. Estas palabras deberí-
an interpretarse como una referencia a la acción disciplinaria que la iglesia tomó con referencia a los
intrusos. Les prohibieron entrar en la iglesia y con ello dieron un ejemplo a las otras iglesias para que se
comportaran igual. Pero las congregaciones en Pérgamo y Tiatira no llegaron a expulsar a los entrome-
tidos (2:15).
c. Nombre. Que un cristiano dé testimonio de Jesús no significa tanto como la persona de Cristo. El
nombre cristiano implica que uno pertenece a Cristo y se identifica de pleno con él. Esto quiere decir
que si alguien ataca a un cristiano, ataca a Cristo mismo (Hch. 9:4). Lo opuesto también es cierto: cuan-
do alguien ataca a Cristo, ofende al cristiano. «Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de
Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa en ustedes» (1 P. 4:14).13 Si las personas rechazan la
predicación del evangelio, endurecen su corazón contra Cristo. Cuando atacan su nombre, menospre-
cian su honor y pecan contra el mandamiento de no pronunciar el nombre de Dios en vano (Éx. 20:7; Dt.
5:11). Asimismo, [p 133] los cristianos que no defienden el nombre de Jesús son igualmente culpables a
los ojos de Dios. Los creyentes en Éfeso eran celosos de ese nombre y no se cansaban de promover su
honor. Frente al lema «el César es señor», afirmaban con valentía que «Jesús es el Señor». Al honrar el
nombre de Cristo y soportar con valentía persecución y dificultades, los efesios demostraban que no se
habían desanimado en su vida espiritual.
b. Reproche 
2:4–5
4. «Pero tengo esto en contra tuya, que has abandonado tu primer amor».
En lugar de continuar con sus palabras de alabanza para la iglesia líder en la provincia de Asia, Je-
sús castigó y advirtió a los cristianos efesios. A pesar de sus incesantes esfuerzos por oponerse a los
malvados que habían ingresado a la iglesia para corromper a sus miembros, por perseverar sin cansarse
y por sobrellevar dificultades por el nombre de Cristo, algo andaba mal en Éfeso. Ya no seguían demos-
trando el amor a Cristo que tuvieron en los primeros años de su vida cristiana. Eran los días en que Pa-
blo, por un período de tres años, predicaba lo que les resultaba útil y les enseñaba públicamente de casa
en casa (Hch. 20:20–21, 31).
Alrededor de una década más tarde, Pablo escribió a Timoteo, quien era pastor en Éfeso, y le dijo
que amar con corazón puro, una buena conciencia y fe sincera es el propósito de la obra de Dios entre
ellos. Mencionó que algunos maestros falsos en la congregación se dedicaban a mitos y genealogías sin
fin en lugar de a las exigencias del amor (1 Ti. 1:4–6).
¿Es este amor de unos por otros en la iglesia en Éfeso o es el amor del cristiano por el Señor? Jesús
mismo da la respuesta sintetizando el decálogo diciendo, «‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y
con todo tu ser y con toda tu mente.’ Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Y el

13 Compárese también con Is. 66:5; Mt. 5:11; 10:22; 24:9; Lc. 6:22; Hch. 5:41.
104

segundo se parece a éste: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas» (Mt. 22:37–40). Con respecto al decálogo, Dios es primero y luego los suyos, y
lo mismo hay que decir con respecto a la oración del Señor. El amor genuino por Dios conduce en forma
instintiva a expresar amor por el prójimo, mientras que amar al prójimo es una expresión de amor por
Dios.
Cuando Jesús dice que los efesios han perdido su primer amor, no quiere decir que estén viviendo y
trabajando sin amar a Dios o a su prójimo. Enfatiza el adjetivo primer. En efecto, la traducción literal
dice, «Has dejado tu amor, el primer [amor]». Ha desaparecido en la congregación el color verde bri-
llante de la primavera, y ahora prevalecen los matices evanescentes característicos de la primera fase del
otoño. Para decirlo con otras palabras, la iglesia que Jesús se dirigió no consistía de creyentes de prime-
ra [p 134] generación sino de cristianos de segunda y tercera generación. Estas personas carecían del
entusiasmo que habían demostrado sus padres y abuelos. Funcionaban no como propagadores de la fe
sino como cuidadores y custodios. Había una deficiencia obvia en expansión evangelística como conse-
cuencia de una forma conservadora de pensar. Amaban a su Señor pero ya no con el corazón, alma y
mente.
La primera generación hizo esfuerzos extraordinarios de modo que en Éfeso «la palabra de Dios cre-
cía y se difundía con poder arrollador» (Hch. 19:20). En años posteriores, Pablo les dirigió una carta y
los alabó por su fe en el Señor Jesús y su amor por los demás cristianos (Ef. 1:15). Los hijos y nietos de
estas personas se oponían a la herejía y demostraban que perseveraban en satisfacer las necesidades de
la iglesia, pero se quedaban cortos en cuanto al entusiasmo genuino por el Señor.
5. «Por tanto, recuerda el lugar desde el que has caído, arrepiéntete y realiza las obras que hacías 
al principio. De no ser así, iré hasta ti y quitaré tu candelabro de su lugar, a no ser que te arrepien‐
tas».
a. Gramática. En este versículo son diferentes los tiempos verbales en griego con el fin de enfatizar
las acciones sucesivas de los efesios. Primero, hay el mandato de recordar, que se da en tiempo presente
como «sigue recordando». Luego el verbo has caído en tiempo perfecto indica que ha trascurrido un
tiempo considerable desde que comenzó el deterioro. De paso, el tiempo parece apoyar no la fecha
temprana de Apocalipsis sino la tardía. Luego, el mandato de arrepentirse está en tiempo aoristo, lo
cual significa una sola acción que debe durar de una vez por todas. Cuarto, lo mismo se debe decir del
mandato de realizar las obras que hacían antes: su arrepentimiento debe acompañar a su decisión de
trabajar con el mismo entusiasmo que sus predecesores. Quinto, la amenaza iré, aunque se traduce co-
mo futuro, está de hecho en tiempo presente para indicar acción inmediata. Sexto, el verbo quitaré en
futuro indicativo denota que la amenaza no es una posibilidad sino una certeza en caso de no arrepen-
tirse. Y por último, el verbo arrepientas, en la segunda frase, se incluye como cláusula de salida.
b. Mandato. El Señor no sólo señala sus deficiencias; también les muestra cómo corregirlas. Después
de criticar en forma negativa su situación espiritual, manda de manera positiva que la restauren. Deben
recordar sin cesar su antigua posición pasando revista a su propia historia eclesiástica y recordando lo
que sus antepasados habían hecho en la iglesia cuarenta años antes; y al recordar su historia, deben re-
conocer que han empeorado. Se ha evaporado el esplendor de su ardor espiritual. En realidad, su me-
diocre desempeño los ha hecho perder un lugar prominente en medio de las iglesias. Han caído de su
elevada posición anterior y han perdido prestigio moral.
105

Cuando Jesús dice, «realiza las obras que hacías al principio», tiene en mente no las obras que los
efesios habían estado realizando todo el tiempo sino más bien las obras de amor por Cristo. Se enfatiza
no la palabra obras [p 135] sino el término al principio. De igual modo que Jesús preguntó a Pedro a ori-
llas del mar de Galilea, «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» (Jn. 21:15), les pide a los creyen-
tes de Éfeso su dedicación incondicional. Para ello deben cambiar su estilo de vida, o sea, deben arre-
pentirse y dar un giro de 180 grados.
c. Amenaza. Sin embargo, si no responden a la repetida invitación de Jesús a arrepentirse, el Señor
tomará medidas drásticas. Va a venir y ya está en camino para visitarlos; no esperará hasta su venida en
la consumación. E incluso antes de su venida final, los efesios ya no serán una iglesia.14 Jesús quitará el
candelabro de donde está, lo cual significa que como congregación experimentarán un oscurecimiento
espiritual completo. Una iglesia deja de serlo cuando ya no sirve a su maestro con amor y dedicación
genuinos. Hay evidencia objetiva en el sentido de que el cristianismo nominal muere de muerte natural
en el plazo de una o dos generaciones y, por consiguiente, desaparece por completo de la escena.15 Qui-
zá los miembros sigan reuniéndose, pero lo hacen con fines sociales y no espirituales.
Una década después de que Juan escribiera Apocalipsis, Ignacio escribió una carta a la iglesia en É-
feso en la que alababa a los cristianos locales por su paciente perseverancia y su resistencia ante el en-
gaño. Comenta que algunas personas de Siria han pasado por Éfeso con enseñanzas malas pero que los
efesios se han negado a escucharlas. Los alaba por ser de una sola mente con los apóstoles en el poder
de Jesucristo.16 Al parecer, los cristianos habían tomado en serio las palabras de Jesús.
c. Promesa 
2:6–7
6. « Sin embargo, tienes esto [en tu favor], que odias las obras de los nicolaítas, que yo también 
odio».
Los efesios no habían vacilado en asuntos doctrinales, porque seguían fieles a las enseñanzas de la
palabra de Dios. Aunque Jesús censura a los miembros de la iglesia en Éfeso, con ánimo pastoral los
ayuda a mejorar al alabarlos por su fidelidad a su palabra. Se opusieron a los falsos apóstoles y habían
sacado de su medio a estos malvados (v. 2).
[p 136] Ahora Jesús agrega que los creyentes en Éfeso odiaban las obras de los nicolaítas, y añade
que también él las odia. Nótese que el odio va dirigido hacia obras, no personas. Jesús odia el pecado
pero extiende su amor hacia el pecador. Aunque el pecado es una afrenta a su santidad, la misión de
Jesús es conducir a los pecadores al arrepentimiento (Lc. 5:32).
¿Quiénes eran los nicolaítas? Hay tres opiniones al respecto y las tres son más bien conjeturas, por-
que los detalles en Apocalipsis son pocos. Primero, en la iglesia primitiva Ireneo enseñó que los nicolaí-

14 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p.


232.
15 En la forma que le es propia, Martín Lutero observó: «Hin ist hin, jetzt haben sie den Türken» (Desaparecida total-

mente, ahora tienen a los turcos [es decir, los musulmanes del siglo dieciséis]). Sin duda que esta observación profética
resulta pertinente hoy y se puede traducir, «Cuando la iglesia desapareció, el Islam tomó su lugar». Con
agradecimiento para R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 89.
16 Ignacio Efesios 3.1; 6.2; 8.1; 9.1; 11.2. Consúltese Ramsay, Letters to the Seven Churches, p. 241.
106

tas eran seguidores de Nicolaus, el converso al judaísmo que fue nombrado diácono (Hch. 6:5).17 Luego,
otros consideran que estas personas constituían una secta gnóstica que trató de infiltrarse en las igle-
sias.18 Por último, a partir de la exégesis, todavía otros afirman que los nicolaítas eran quienes seguían
las enseñanzas de los falsos apóstoles y de Balaam. Esta hipótesis tiene valor, porque, con estilo típica-
mente hebreo, Juan utiliza un paralelismo para enfatizar un punto. Los falsos apóstoles trataban de
apoderarse de las mentes del pueblo con sus doctrinas engañosas, los seguidores de Balaam intentaban
ganarse a las personas con engaño, y el nombre griego Nikolaos significa «el que subyuga a la gente». Al
comparar lo que se dice acerca de los seguidores de Balaam (2:14) y de los nicolaítas (2:6, 15), asumimos
que estos engañadores pertenecen al mismo grupo.19 Pero admito que no se tiene certeza en cuanto a
esto.
Ante la falta de información en las cartas a las iglesias de Éfeso y Pérgamo, sólo podemos asumir
que el estilo de vida de los nicolaítas se caracterizó por la inmoralidad, la participación en comer ali-
mentos ofrecidos a ídolos y la perversión de la verdad (2:14–16).
Los cristianos en Pérgamo y Tiatira lucharon contra las mismas doctrinas engañosas y estilos de vi-
da (2:14–16, 20–24). Pero en estas iglesias muchos sucumbieron ante las seducciones de los intrusos y
posteriormente recibieron palabras de reproche por no haber sabido seguir a Jesús.
7. «Que todo el que tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. A todo el que triunfe 
le daré permiso para comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios».
[p 137] a. «Que todo el que tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias». La fórmula «que
todo el que tenga oído escuche» salió de la boca de Jesús durante su ministerio terrenal.20 Aquí aparece
una versión ampliada con las palabras «lo que el Espíritu dice a las iglesias», que aparece en todas las
siete cartas (2:7, 11, 17, 20; 3:6, 13, 22). Este dicho antecede a una promesa en 2:7, 11 y 17 y sigue a una
promesa en 2:29; 3:6, 13, 22. La primera parte de la frase es una expresión idiomática que se refiere a la
capacidad de una persona para oír con atención y obediencia las palabras del Espíritu Santo. Jesús habla
por medio del Espíritu, como resulta evidente en otros pasajes de la Escritura (Jn. 14:26; 15:26; 16:13–14;
Hch. 2:33).
El mensaje va dirigido no sólo a la congregación en Éfeso, sino a todas las iglesias. En otras palabras,
el mensaje es para la iglesia universal de todas las épocas y lugares. Tenemos, pues, aquí una prueba

17 Ireneo Contra Herejías 1.26.3; y 3.11.1; véase también Hipólito Refutación de todas las herejías 7.24.


18 Elisabeth Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation. Justice and Judgment (Philadelphia: Fortress, 1985), pp. 116–17;
Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 123–24; Johnson, Revelation,
p. 435. Hacen otras sugerencias R. Heiligenthal, «Wer waren die ‘Nikolaiten’? Ein Beitrag zur Theologiegeschichte des
frühen Christentums», ZNW 82 (1991): 133–37; W. M. Mackay, «Another Look at the Nicolaitans», EvQ (1973): 11–15.
19 Charles, Revelation, 1:52–53; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: InterVarsity;

Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 37, Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 89; Richard Bauckham, The Theology of the 
Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), p. 124. Compárese con
Terence L. Donaldson, «Nicolaitans», ISBE, 3:534. Otros difieren. Véase Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919;
reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 460; también los comentarios de Lenski, p. 90; Swete, p. 28; Thomas, 1:149.
Aune observa: « ‘Balaam’ es un nombre peyorativo, en tanto que ‘Nicolaus’ es un nombre honorífico». Véase su Revela‐
tion 1–5, p. 149.
20 Mt. 11:15; 13:9, 43; Mr. 4:9, 23; Lc. 8:8; 14:35; véase también Ap. 13:9.
107

más de que la carta a Éfeso no se envió de manera separada sino que fue entregada a toda la iglesia jun-
to con las otras cartas.
b. «A todo el que triunfe le daré permiso para comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de
Dios».21 En esta frase una palabra clave es la expresión triunfe, que en griego está en participio presente
«el que está triunfando». No es un tiempo pasado o perfecto como una acción finalizada, sino una ac-
tuación actual y continua. Es decir, «el conflicto y las pruebas de la vida presente en el mundo y en las
iglesias no son definitivos. El triunfo previsto de la iglesia tiene su fundamento en la victoria alcanzada
ya por Jesús».22 Cristo ganó la batalla, pero la guerra todavía no ha concluido. No sólo los mártires sino
todos los creyentes están involucrados personalmente en esta guerra contra Satanás y sus cohortes. Por
tanto, todo seguidor de Cristo recibe la promesa de vida eterna y todas las otras promesas que hace al
creyente (2:10, 17, 26; 3:5, 12, 21). Al que triunfe, o sea a todo creyente verdadero, se le dan todas estas
promesas, 23
Jesús promete al que triunfe el derecho de comer del árbol de la vida. Al referirse al árbol de la vida,
retrotrae con eficacia al lector al comienzo de la historia humana. Después de que Adán y Eva pecaron,
Dios los expulsó del jardín del Edén y colocó a un ángel con espada flamígera para que custodiara el
árbol de vida (Gn. 2:9; 3:22, 24). Al custodiar dicho [p 138] árbol, Dios impidió que nuestros antepasa-
dos comieran del fruto del árbol de vida y con ello que vivieran eternamente en el estado sin redención
en el que existían los ángeles caídos. La redención de su pueblo, que Jesús completa en la consumación,
incluye la promesa de que todo el que triunfe comerá del árbol de la vida en el paraíso (Ap. 22:2, 14, 19).
El término griego para paraíso se encuentra sólo tres veces en la Escritura (Lc. 23:43; 2 Co. 12:4; Ap.
2:7). En Génesis aparece la expresión jardín del Edén, que en la traducción griega del Antiguo Testamen-
to se convierte en paraíso. Procedente del persa antiguo, esta palabra describe un parque amurallado
como lugar de felicidad. En el Antiguo Testamento sugiere un lugar deleitoso, no dañado por el pecado.
Se encuentra al principio y al fin de la Escritura.24 La palabra describe la vida feliz que tendrán los cre-
yentes con Cristo en un nuevo cielo y una nueva tierra. El paraíso de Dios es parecido al jardín del Edén
que Dios creó para Adán y Eva, aunque también muy diferente del mismo.
Nota adicional acerca de 2:1–7
La iglesia en Éfeso se había visto bendecida con excelentes pastores, de los cuales Pablo y Juan fueron apósto-
les de Jesús y Timoteo ayudante apostólico. Sabemos que Pablo pasó tres años en Éfeso (52–55 d.C.) y que Timo-
teo desempeñó su ministerio allá durante los sesentas. Suponemos que Juan salió de Jerusalén a final de los se-
sentas y que pasó a residir en Éfeso donde vivió por el resto de su vida, excepto por esta breve estadía en la isla
de Patmos. Aunque los tres personajes moldearon espiritualmente a los creyentes, éstos comenzaron a debilitarse
en su amor por Cristo. Y aunque Juan como el apóstol del amor dijo a los creyentes que se amaran unos a otros (1

21 Charles, quien conjetura que las cartas individuales se enviaron a las siete iglesias en una fecha más temprana, afir-
ma que esta frase fue «probablemente añadida por nuestro autor cuando revisó las visiones como un todo». Véase su
Revelation, 1:53. Las conjeturas merecen tomarse en cuenta sólo cuando han fracasado todas las soluciones para un
problema difícil. Aquí, sin embargo, ni siquiera tenemos un problema así. Véase también S. Greijdanus, De Openbaring 
des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 62.
22 Walther Günther, NIDNTT, 1:651.

23 Consúltese Beasley-Murray, Book of Revelation, p. 78; Stephen L. Homcy, «‘To Him Who Overcomes’: A Fresh Look at

What ‘Victory’ Means for the Believers according to the Book of Revelation», JETS 38 (1995): 193–201.
24 Véase también Gn. 2:15–16; 3:3, 8, 10, 24; 13:10; Ez. 28:13; 31:8–9; Jl. 2:3.
108
Jn. 4:7–12), no es él sino Jesús quien se dirige a los efesios y les reprocha que se hayan apartado de su primer
amor. Jesús como el pastor y cuidador principal de su rebaño (1 P. 2:25; 5:4) camina en medio de su iglesia (2:1).
El cuerpo de Jesucristo es la iglesia y no una sociedad; es un organismo y no una organización; es un ser vivo
y no una entidad formal. Mientras que la membresía en una sociedad u organización puede darse por terminada
si no se pagan las cuotas o no se cumplen las obligaciones, los miembros del cuerpo de Cristo dejan de ser una
iglesia cuando ya no difunden la luz del evangelio. La palabra iglesia en inglés (church, o Kirche en alemán, kerk en
holandés) procede del término griego kuriakē, que significa «perteneciente al Señor». Las lenguas romances utili-
zan derivados del griego ekklēsia, que significa pueblo de Dios sacado del mundo (église en francés, iglesia en espa-
ñol, igreja en portugués y chiesa en italiano). De ahí que quienes conforman el cuerpo viviente de Cristo son la
iglesia, porque le pertenecen.
Palabras, frases y construcciones griegas en 2:3–7
Versículo 3
Los tiempos verbales en este versículo son significativos: «tienes [ἔχεις] paciencia» es presente; «has soporta-
do [ἐβάστασας]» es aoristo; y «no te has desanimado [κεκοπίακες]» es perfecto. El aoristo puede interpretarse
como constativo, de modo que los tres tiempos muestran duración.
[p 139] Versículo 5
Este versículo contiene siete verbos de los cuales sólo dos tienen el mismo tiempo y modo. La primera pala-
bra en una frase griega siempre contiene énfasis: μνημόνευε—¡recuerda! Es el imperativo en tiempo presente
para denotar acción continua. La segunda es πέπτωκας, que está en pretérito perfecto para implicar que la caída
de los efesios comenzó en el pasado y continúa hasta el presente. El tercer y cuarto verbos están en imperativo
aoristo y transmiten el mandato de obedecer de una vez por todas: μετανόησον (¡arrepiéntete!) y ποίησον
(¡haz!). El quinto verbo, que está en tiempo presente ἔρχομαι (estoy yendo) pero denota una acción futura, va
seguido de κινήσω (quitaré), que transmite la idea de certeza. El séptimo verbo, que se coloca al final de la frase
para enfatizar la idea, es en cierto modo repetitivo, μετανοήσῃς, arrepiéntete) pero está en aoristo subjuntivo.
Versículo 7
τοῦ ξύλου τῆς ζωῆς—«el árbol de vida». Esta frase se ha tomado de la versión Septuaginta de Génesis 2:9;
3:22, 24. Debería entenderse como una frase escatológica (Ap. 22:2, 14, 19; compárese con Ez. 47:12). «En estos
pasajes en Apocalipsis todavía no resulta evidente que entre en juego la cruz de Cristo».25
«Y al ángel de la iglesia en Esmirna escribe: El primero y el último, el que murió y está vivo, dice esto: 9 Co-
8

nozco tu tribulación, tu pobreza (pero eres rica) y la blasfemia de parte de quienes se llaman judíos y no lo son,
sino que son la sinagoga de Satanás. 10 Y no temas nada de lo que estás a punto de sufrir. Mira, el diablo está a
punto de meter en la cárcel a algunos de vosotros para que seáis puestos a prueba, y pasarás por tribulación por
diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de vida.
«El que tenga oído que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. Todo el que triunfe no sufrirá daño de
11

la segunda muerte».
2. Esmirna 
2:8–11 
La ciudad

25Heinz-Wolfgang Kuhn, EDNT, 2:487; Hemer (Letters to the Seven Churches, pp. 43–44) no se opone a incluir «la cruz en
el paraíso de Dios».
109

Esmirna (la Izmir actual), situada en la costa occidental de Asia Menor, tiene un puerto protegido
frente a una bahía por la que penetran brisas que refrescan a la ciudad durante los calurosos meses de
verano y le proporcionan un clima agradable. El puerto fomentaba el comercio y los negocios que con-
virtieron a la ciudad de Esmirna en una metrópolis comercial. En la época de Pablo, se calcula que la
población llegaba a los 250,000 habitantes, que en la actualidad puede haberse casi duplicado. Era una
ciudad próspera al final de una carretera principal que atravesaba las tierras fértiles del valle Hermus.
En lo político, la ciudad estaba del lado de los romanos de los que se convirtió en fiel aliada. Ya en
195 a.C. construyó un templo dedicado a la diosa Roma. En el 26 d.C. dedicó un templo al emperador
Tiberio y [p 140] alardeó de ser la primera en rendir culto al emperador. Este alarde agradó a los admi-
nistradores romanos, quienes promovieron la paz y la unidad que caracterizaron el espíritu de Roma en
todo el imperio. William Barclay escribe que, para hacer tangible el espíritu de Roma, los romanos pre-
sentaban al emperador como su encarnación, y por ello surgió el culto al emperador. Aunque algunos
de los primeros emperadores desacreditaron este culto, el pueblo le fue dando fuerza hasta el punto de
que se llegó a considerar que el emperador era divino.26
Los escritores antiguos alababan a Esmirna por considerarla la ciudad más hermosa en cuanto a edi-
ficios, templos de Zeus y Cibeles y el trazado de sus calles. Era conocida como «la corona de Esmirna».
El nombre procedía de los edificios de la ciudad, cuyo aspecto simétrico se comparó con una corona.27
Pero además de los edificios y del diseño de la ciudad, la naturaleza también contribuía a la belleza de
Esmirna. La ciudad tenía muchas arboledas, con muchos árboles cuya resina producía un caucho aro-
mático entre marrón, rojizo y amarillento llamado mirra. La palabra mirra (en griego smyrna) aparece en
el Nuevo Testamento como uno de los presentes preciosos que los sabios del oriente ofrecieron a Jesús y
como ingrediente para embalsamar que Nicodemo utilizó para enterrar a Jesús (Mt. 2:11; Jn. 19:39; véa-
se también Éx. 30:23; Sal. 45:8; Cnt. 5:5, 13).
La población judía en Esmirna era considerable, porque se la menciona como una fuerza hostil a la
iglesia local. Calumniaron a los primeros cristianos, se llamaban a sí mismos judíos pero en realidad
pertenecían a la sinagoga de Satanás, e instigaron la persecución de los seguidores de Cristo (vv. 9–10).
No se puede saber por qué estaban tan en contra de la iglesia. Mientras los miembros de la iglesia en
Esmirna eran pobres, los judíos eran ricos. Por ejemplo, según una inscripción del siglo segundo, los
judíos en una ocasión entregaron la cantidad de diez mil denarios para un proyecto de embellecimiento
de la ciudad de Esmirna.28
Consta su oposición al cristianismo en conexión con el martirio de Policarpo, a quien se le dio muer-
te el 23 de febrero de 155 por no querer negar el nombre de Jesús. Había sido obispo de Esmirna por
muchos años. Como anciano santo, respondió al procónsul que le dio a escoger entre negar el nombre
de Jesús y vivir o confesar su nombre y morir: «He servido a Cristo por ochenta y seis años, y nunca me
ha hecho nada malo. ¿Cómo puedo blasfemar a mi rey que me salvó?»29 Por ello el procónsul lo conde-

26 Barclay, Letters to the Seven Churches, p. 32. Compárese con Edward M. Blaiklock, «Smyrna», ZPEB, 5:462.
27 Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 60; Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 256–57.
28 Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 272, 444 n. 3; William Barclay, The Revelation of John, 2a ed. (Philadelphia:

Westminster, 1960), 1:92.


29 Eusebio, Hist. Ecl. 4.15.25.
110

nó a morir en la hoguera. La historia indica que los judíos fueron los primeros en [p 141] recoger leña
para la hoguera. Aunque era sábado, con deliberación cargaron leña y transgredieron la ley.30
No se puede establecer con seguridad la fecha de la fundación de la iglesia en Esmirna. Judíos devo-
tos de la provincia de Asia asistieron a la fiesta de Pentecostés en Jerusalén cuando se derramó el Espíri-
tu Santo (Hch. 2:9), y quizá algunos de ellos procedían de Esmirna y, a su regreso a la ciudad, llevaron
el evangelio. Por otro lado, cuando Pablo fue a Éfeso a comienzo de los cincuentas, él o sus colaborado-
res pueden haber establecido la iglesia en Esmirna. La carta de Policarpo a la iglesia en Filipos puede
indicar que el conocimiento de Cristo todavía no había llegado a Esmirna cuando Pablo, en el 62, escri-
bió su carta a los filipenses: «porque todavía no lo [Cristo] conocíamos».31 Ignacio, obispo en Antioquia
en Siria, fue conducido a Roma como mártir en el 110. De camino, se detuvo en Esmirna donde escribió
cuatro cartas a las diversas iglesias, y luego, en Troas para descansar, escribió otras tres cartas, una de
las cuales fue dirigida a la iglesia en Esmirna.
La carta
8. «Y al ángel de la iglesia en Esmirna escribe: El primero y el último, el que murió y está vivo, di‐
ce esto».
Jesús le ordena a Juan que escriba una carta al pastor de la iglesia en Esmirna y se identifica a sí
mismo como «el primero y el último» (1:17; 22:13). Esta frase es la identificación que Dios hace de sí
mismo al dirigirse a Israel: «Así dice el Señor, el Señor Todopoderoso, rey y redentor de Israel. Yo soy el
primero y el último; fuera de mí no hay otro Dios» (Is. 44:6; 48:12; ver también 41:4). Con la expresión
«el primero y el último», Jesús define su divinidad como igual en poder y autoridad a la de Dios. (A
propósito, aparte de las palabras «por diez días» en el versículo 10, que son un eco de Dn. 1:12 y 14, no
hay ninguna otra alusión al Antiguo Testamento en la carta a Esmirna).
Sin embargo, Jesús agrega a la identificación de sí mismo la cláusula «el que murió y está vivo»
(1:18). Es el que murió en la cruz del Calvario, triunfó sobre la muerte y está vivo. En todo el Apocalip-
sis, se insiste en el contraste entre Dios y Satanás, Cristo y el Anticristo. Así el Anticristo, bajo la forma
de bestia que sale del mar, recibió una herida mortal y con todo vivió (13:3, 12 y 14). Esta descripción
del Anticristo revela su insidiosa imitación de la muerte y resurrección de Cristo.32 La diferencia entre
Cristo y el Anticristo radica en que Cristo triunfó sobre la muerte, tiene las llaves de la muerte y el
Hades y es el viviente que da vida a su pueblo. La bestia, es decir, el [p 142] Anticristo, herido de espa-
da, es arrojado vivo con el falso profeta al lago de fuego y azufre ardiente (13:14; 19:20).
9. «Conozco tu tribulación, tu pobreza (pero eres rico) y la blasfemia de parte de quienes se lla‐
man judíos y no lo son, sino que son la sinagoga de Satanás».
a. «Conozco tu tribulación, tu pobreza (pero eres rico)». Jesús se dirige al creyente individual me-
diante el empleo del pronombre posesivo en singular tu, es decir, está plenamente consciente de la tri-
bulación y pobreza que tiene que soportar cada uno de los cristianos en Esmirna por el nombre de Cris-
to. La palabra tribulación de hecho significa vivir bajo opresión, en situaciones de estrechez. También

30 Martirio de Policarpo (compárese 8.1 con 13.1).


31 Policarpo, A los Filipenses 11.3.
32 Consúltese Richard Bauckham, The Climax of Prophecy: Studies on the Book of Revelation (Edinburgh: Clark, 1993), pp.

432–33.
111

una cosa lleva a la otra: la opresión conduce a la pobreza cuando no se dispone de trabajo ni de recursos
por razón del testimonio que uno da de Cristo. Los creyentes en Esmirna quizá sufrieron la confiscación
de sus bienes terrenales, porque la palabra pobreza es la traducción del término griego ptōjeia, que se re-
fiere a la pobreza abyecta del mendigo. Pablo escribe acerca de esta situación a los corintios cuando no-
ta que Jesucristo «aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza
ustedes llegaran a ser ricos» (2 Co. 8:2, 9). Jesús pone de relieve estas palabras diciendo a su pueblo en
Esmirna que son espiritualmente ricos. Esto no quiere decir que los creyentes deberían buscar la perse-
cución y dificultades con el fin de llegar a ser ricos en bienes espirituales; antes bien, Jesús quiere que le
sean fieles a él y a su palabra incluso cuando pasen por dificultades y maltratos, porque entonces serán
bendecidos espiritualmente (Mt. 5:11–12; Stg. 2:5).
b. «Y la blasfemia de parte de quienes se llaman judíos, y no lo son». Jesús se refirió a la blasfemia en
contra suya y del Espíritu Santo en el contexto de echar un demonio de una persona ciega y muda (Mt.
12:22–32). Cuando el hombre ya pudo ver, oír y hablar, la gente preguntaba a sus líderes espirituales si
Jesús podría ser el Hijo de David (el Mesías). Pero los fariseos y maestros de la ley respondieron a la
multitud que «éste» (Jesús) echaba a los demonios en nombre de Beelzebú (Satanás). Los clérigos de
Israel hubieran debido ser los primeros en reconocer al Mesías cuando Jesús sanó a un ciego. Isaías re-
petidas veces profetizó acerca del Mesías diciendo que cuando viniera abriría los ojos del ciego (Is.
29:18; 32:3; 35:5; 42:7; compárese con Mt. 11:5). Además, a los judíos se les confiaron las palabras mis-
mas de Dios (Ro. 3:2), de modo que verían las promesas mesiánicas realizadas en Jesucristo. En lugar de
ello se volvieron radicalmente en contra de él y de sus enseñanzas, y muchos todavía lo están. Conocer
la verdad acerca de Dios y negarla a propósito es una blasfemia.
Los judíos, formados en la tradición rabínica, sabían el significado de la blasfemia: «El Santo, sea
bendito, perdona todo lo demás, pero cuando se profana el nombre [o sea, la blasfemia] de inmediato se
venga».33 Lo [p 143] evitaban pronunciando el nombre de Dios llamándolo Señor (Adonai). Pero Jesús,
como Mesías, poseía la divinidad y la autoridad iguales a las de Dios, de modo que quien lo rechazara
conscientemente sería culpable de blasfemia. Los judíos en Esmirna se negaron a reconocer a Jesús co-
mo su Mesías y lo maldijeron a él y a sus seguidores. Jesús ya no siguió llamando judíos a estas perso-
nas, es decir, hijos espirituales de Abraham. Ahora, en vez de ello, se llamaba a los cristianos hijos e
hijas de Abraham, y a los judíos que rechazaban a Jesús se los consideraba asociados con el diablo.
c. «Pero [ellos] son la sinagoga de Satanás» (ver 3:9). Los romanos habían otorgado a los judíos en Is-
rael y en la diáspora exención de las prácticas religiosas romanas. Les habían concedido el derecho de
observar su propia religión, que era conocida como una religio licita (religión permitida). Cuando co-
menzó el cristianismo en Pentecostés (Hch. 2:1), los cristianos se sintieron seguros bajo esta protección
romana otorgada a los judíos hasta la destrucción del templo en el año 70 d.C. A partir de entonces los
judíos estuvieron entre los primeros en acusar a los cristianos ante los romanos; decían que los cristia-
nos reconocían como Señor a Jesús y no al César. En consecuencia, los cristianos no siguieron disfru-
tando de protección civil sino que fueron calumniados, perseguidos y, con frecuencia, condenados a
muerte. Los judíos que falsamente acusaban a los seguidores de Cristo y a propósito los oprimían eran
de hecho agentes de Satanás, que se había convertido en el dueño de su sinagoga. Esto no quiere decir

33Sifre acerca de Dt. 32:28 (final); William L. Lane, The Gospel according to Mark, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans,
1974), p. 145; Hans Währish and Colin Brown, NIDNNT, 3:344.
112

que todos los judíos rechazaron a Jesús y que Satanás se hubiera apoderado de todas las sinagogas. En
la provincia de Asia, Jesús describió a Esmirna y Filadelfia como lugares donde Satanás instigaba en las
sinagogas locales a la blasfemia y a la mentira (2:9; 3:9). También en estas dos ciudades había iglesias a
las que Jesús alabó sin pronunciar ni una palabra de reproche o corrección. En verdad que en los luga-
res más oscuros es donde la luz resplandece con más brillo.
10. «Y no temas nada de lo que estás a punto de sufrir. Mira, el diablo está a punto de meter en la 
cárcel a algunos de vosotros para que seáis puestos a prueba, y pasarás por tribulación por diez días. 
Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de vida».
a. «Y no temas nada de lo que estás a punto de sufrir». Una vez más, Jesús utiliza las palabras «no
temas» (1:17). Ahora, dirigiéndose a cada uno de los creyentes individuales, amplia la afirmación di-
ciendo «no temas nada». Quien tiene el control total de todas las situaciones sabe qué le espera a su
pueblo; revela que están a punto de entrar a un período de sufrimiento.
b. «Mira, el diablo está a punto de meter en la cárcel a algunos de vosotros para que seáis puestos a
prueba». Los cristianos en Esmirna deben estar plenamente conscientes de que están peleando una gue-
rra espiritual en la que se enfrentan con el diablo. De ahí que se les diga que estén alerta, porque el dia-
blo incitará a las autoridades de modo que algunas personas de la congregación serán encarceladas con
la clara [p 144] posibilidad de ser condenadas a muerte. Esto despertará temor en el corazón de los cre-
yentes, que pueden esperar tener que soportar confiscación de bienes y propiedades, pobreza extrema y
calumnias. Pero el encarcelamiento, a veces sin juicio previo, puede conducir a la muerte. Jesús dice que
esta amenaza a sus vidas es para probar su fe en él.
El encarcelamiento puede ser una medida para someter a una persona rebelde, un arresto de alguien
mientras se determina en un juicio si es culpable, o una antesala a su ejecución. El contexto del versículo
10, «sé fiel hasta la muerte», implica que se trata del encarcelamiento de los cristianos como «período
transitorio de sufrimiento a la espera del martirio».34
c. «Y pasarás por tribulación por diez días». Es la segunda vez que aparece el término tribulación (v.
9). Pero aquí se concreta su duración: un período de diez días. En Apocalipsis, el número diez transmite
el significado de totalidad en el sistema decimal. Es un número simbólico para expresar la totalidad del
período de sufrimiento, que no es ni corto ni largo sino completo, porque con toda seguridad conclui-
rá.35
d. «Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de vida». En toda la historia de Esmirna sus ciudada-
nos habían sido fieles primero a los griegos y luego a los romanos. La fidelidad a Roma era una caracte-
rística bien conocida del pueblo de Esmirna, pero ahora Jesús invita a estos seguidores a que le sean
fieles a él. A Jesús se lo llama «el fiel» (1:5; 3:14; 19:11), y también lo es Antipas, el mártir en Pérgamo
(2:13). Ahora se les pide a los santos en Esmirna que paguen el sacrificio de ser fieles hasta la muerte.
En vista del plano de la ciudad de Esmirna, los comentaristas no encuentran problema en relacionar
la corona de la ciudad con la corona que se promete a los fieles seguidores de Cristo. Pero las palabras
de Jesús son «la corona de vida», lo cual las hace diferentes y significativas. Es probable que la expre-

34Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 68; véase también Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 273–74.


35Consúltese los comentarios de Beckwith (pp. 254, 454); Greijdanus (p. 69); Hailey (p. 127); Hendriksen (p. 65), entre
otros.
113

sión fuera idiomática (también se encuentra en Stg. 1:12) y puede traducirse como «la corona, es decir,
plenitud de vida». Es emblemática del «gozo y felicidad más elevados y de gloria e inmortalidad».36 Si
los santos en Esmirna pagan con su vida por el testimonio de Jesús, recibirán vida imperecedera en la
gloria eterna.
11. «El que tenga oído que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. Todo el que triunfe no su‐
frirá daño de la segunda muerte».
La repetición una vez más de la primera frase pone de relieve la acción del Espíritu Santo en la
transmisión del mensaje de Cristo a las iglesias. Nótese que esta carta no se dirige sólo a la congregación
en Esmirna sino [p 145] a todas las iglesias, de modo que esta carta, junto con las otras, es un mensaje
universal.
Y una vez más aparece el verbo triunfar en una promesa. El vencedor recibe la promesa de que no lo
va a afectar la segunda muerte. La primera muerte forma parte del fallecimiento físico de uno, la se-
gunda de quedar para siempre aislado de Dios (ver 20:6, 14; 21:8). Los santos pueden sufrir muerte físi-
ca de manos de sus perseguidores, pero nunca quedarán separados de Dios. Por el contrario, los incré-
dulos serán arrojados al lago de fuego (20:14) y sufrirán muerte eterna. Esto quiere decir que experi-
mentarán no aniquilación sino castigo sin fin.
Palabras, frases y construcciones griegas en 2:8–11
Versículo 9
τὰ ἔργα καί—El texto mayoritario ha agregado estas palabras de acuerdo con 2:2, 19; 3:1, 8, 15. Esta inserción,
sin embargo, es más fácil de explicar que su omisión. Siguiendo la norma de que es más probable que la lectura
más difícil sea la original, he optado por su exclusión.
σου—el pronombre posesivo afecta a los sustantivos tribulación y pobreza. Delante de los mismos, agrega énfa-
sis a los mismos: tu tribulación y tu pobreza.
Versículo 10
μηδέν—algunos manuscritos tienen la lectura μή, pero sin duda se trata de una revisión basada en una re-
dacción similar en 1:17.
ἰδού—el imperativo aoristo en voz media, debido a su empleo frecuente en griego koiné, se ha convertido en
una partícula demostrativa que invita al oyente o lector a prestar atención: ¡Mira! Se encuentra veintiséis veces
sólo en Apocalipsis y es muy frecuente en los evangelios de Mateo y Lucas.
ἕξετε—hay variantes que contienen el tiempo presente ya sea en indicativo ἔχετε o en subjuntivo ἔχητε. Re-
sulta difícil determinar la lectura original, porque hay argumentos aceptables en favor de cada una de las varian-
tes.
τὸν στέφανον τῆς ζωῆς—el genitivo puede expresar cualidad o aposición. De las dos, se prefiere la segunda:
«la corona, a saber, vida».
Versículo 11
ἐκ—con el verbo ser dañado la preposición tiene significado causal.

36 Richard C. Trench, Synonyms of the New Testament, ed. Robert G. Hoerber (Grand Rapids: Baker, 1989), pp. 94–95.
114
«Y al ángel de la iglesia en Pérgamo escribe: quien tiene la espada afilada de doble filo dice esto: 13 Conozco
12

donde vives, donde está el trono de Satanás. Pero permaneces fiel a mi nombre, y no renunciaste a tu fe en mí, ni
siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien sufrió muerte entre vosotros donde vive Satanás. 14 Sin em-
bargo, tengo algunas cosas contra ti por cuanto tienes ahí quienes siguen la enseñanza de Balaam, quien enseñó a
Balac a poner una piedra de tropiezo ante los israelitas para hacerles comer alimentos ofrecidos a un ídolo y a
cometer fornicación. 15 Asimismo tienes a quienes de igual modo siguen la enseñanza de los nicolaítas. 16 Arre-
piéntete, por tanto. Si no, vendré pronto a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca».
«Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. A todo el que triunfe, le daré maná oculto, y
17

le daré una piedra blanca; y en la piedra está escrito el nombre que nadie conoce excepto el que lo recibe».
[p 146] 3. Pérgamo 
2:12–17 
La ciudad
A unos ciento diez kilómetros al norte de Esmirna y a veintidós del mar Egeo se encuentra la ciudad
de Pérgamo (la actual Bergama). Su nombre ha quedado perpetuado en el término pergamino (en inglés,
parchment; en francés parchemin; en holandés, perkament). La palabra ilustra la industria de la antigua
Pérgamo, donde, debido a un embargo comercial, sus habitantes, al no poder comprar productos de
papel (hechos de hojas de papiro egipcio), preparaban pieles de animales para escribir sobre ellas. La
ciudad no sólo vendía estas pieles sino que también construyó una biblioteca que, con el tiempo, llegó a
albergar unos doscientos mil rollos. Se convirtió en un centro de saber en el que amontonaba conoci-
miento para aplicarlo y difundirlo.
Situada a una altura de unos trescientos metros, Pérgamo servía como ciudadela que dominaba el
territorio circundante. Fue una ciudad destacada en los siglos anteriores a la invasión de los romanos,
quienes la convirtieron en capital. Pérgamo era conocida como centro religioso, con templos dedicados
a Zeus Sōtēr, Atena Niceforus, Dionisio Categemon y Asclepio Sōtēr. Construido sobre un saliente fren-
te al templo de Atena, estaba el altar de Zeus. Era el más espléndido de los monumentos religiosos de-
bido a su altura, de unos trece metros. Asclepio era el dios de la curación y atraía el interés de innume-
rables personas que sufrían enfermedades físicas. Su símbolo era la serpiente, que en la actualidad sigue
adornando emblemas médicos. Después de que los romanos conquistaran Pérgamo, construyeron un
templo en 129 a.C. Luego lo dedicaron a Augusto y a Roma,37 e introdujeron el culto al César. Dedica-
ron templos a Trajano y Severo años más tarde. El culto al emperador tenía su centro en Pérgamo, y por
algún tiempo la ciudad rivalizó con Esmirna y Éfeso, porque se le otorgó el privilegio de nombrar a un
custodio del templo o barrendero (neokoros). También fue el primer centro administrativo romano en la
provincia de Asia.38 El procónsul que residía en la ciudad tenía la potestad de la espada para determinar
si una persona debía vivir o morir.
Nótese que la palabra griega sōtēr aplicada tanto a Zeus como a Asclepio significa «salvador». En
vista de su salvador Jesucristo, era imposible para los cristianos reconocer a estos dioses como salvado-
res. Además, nunca podían pronunciar el lema el César es señor, porque para ellos el título Señor [p 147] 
estaba reservado sólo para Jesús. En lugar de los doscientos mil y pico volúmenes en la biblioteca de

37
Tácito, Anales 3:37.
38
En cuanto a referencias, véase Barclay, Letters to the Seven Churches, pp. 46–53; y Revelation of John, 1:106–11; Charles,
Revelation, 1:60–61; Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 281–90; Swete, Revelation, pp. 34–35.
115

Pérgamo, recurrían sólo a las Escrituras. En lugar de los numerosos templos, no tenían ningún templo y
decían que su comunión cristiana e incluso sus cuerpos físicos servían de templo del Espíritu Santo (1
Co. 3:16; 6:19). Y en lugar de la sanidad de Asclepio, los cristianos enseñaban que Jesús era su gran mé-
dico. En resumen, para los cristianos la vida en Pérgamo se había vuelto casi insostenible.
Debido a que se negaban a ceder, los romanos y otros se burlaban de los cristianos a los que llama-
ban «christiani», y los judíos los llamaban «nazarenos». Se los acusaba de infidelidad a Roma, de sedi-
ción, eran humillados, perseguidos y condenados a muerte. A pesar de la persecución e incluso debido
a ella, la iglesia cristiana siguió floreciendo y aumentando en cantidad de seguidores.
En Pérgamo, los cristianos se enfrentaban a diario con las presiones de una sociedad pagana. Si se
negaban a aceptar cualquier invitación para asistir a alguna fiesta en honor de una deidad pagana, no
sólo eran marginados, sino que con toda probabilidad perdían sus puestos de trabajo y sus negocios. La
gente los llamaba parias, indignos de vivir en esta tierra. Pero para los fieles creyentes nadie está más
alto que su Señor, ninguna ley humana tiene precedencia por sobre la ley de Dios, y ninguna enseñanza
puede suplantar el evangelio.
a. Violencia 
2:12–13
12. «Y al ángel de la iglesia en Pérgamo escribe: quien tiene la espada afilada de doble filo dice 
esto: 13. Conozco donde vives, donde está el trono de Satanás. Pero permaneces fiel a mi nombre, y 
no renunciaste a tu fe en mí, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien sufrió muerte 
entre vosotros donde vive Satanás».
Excepto por el saludo, la fórmula introductoria es la misma que en todas las otras cartas a las iglesias
en la provincia de Asia. Jesús se identifica a sí mismo de un modo que recuerda la descripción de su
aspecto (1:16). Aunque se emplean las mismas palabras «la espada afilada de doble filo», en griego apa-
recen en secuencia con artículos definidos para dar énfasis. Literalmente, la cláusula dice: «el que tiene
la espada la de doble filo, la afilada». No era el procónsul ni el gobernador romanos quienes decidían en
asuntos de vida o muerte, sino Jesús, con la espada afilada de doble filo de su palabra que salía de su
boca. Jesús peleará de hecho con su espada en contra de sus enemigos (v. 16; 19:15, 21).
a. «Conozco donde vives, donde está el trono de Satanás». Plenamente consciente de la situación en
Pérgamo, Jesús dijo a los cristianos locales: «Conozco donde vives». No se dirigía a extraños, transeún-
tes o viajeros (comparar con 1 P. 1:1), sino a residentes permanentes que habían nacido [p 148] y crecido
en Pérgamo y tenían sus raíces en esa ciudad. Dios los había sacado de su ambiente pagano para que
fueran su pueblo.
Jesús explica la cláusula, «donde está el trono de Satanás» con las palabras «donde vive Satanás». El
verbo vive significa que su morada es permanente del mismo modo que los cristianos son residentes
permanentes, pero son dos fuerzas opuestas. Satanás parece prevalecer hasta que caemos en la cuenta
de que el Apocalipsis contrasta a Dios y Satanás. Jesús está sentado en el glorioso trono de su Padre en
el cielo (3:21) y Satanás gobierna en su reino de tinieblas (16:10). La palabra trono aparece cuarenta y dos
veces en Apocalipsis: cuarenta se refieren al trono de Dios y dos al trono de Satanás y la bestia (2:13;
16:10). En otras palabras, no es Satanás sino Dios quien tiene el control.
116

¿Qué significa el trono de Satanás? Hay por lo menos cinco interpretaciones:39


- Pérgamo era un centro de religión pagana.
- Para el viajero que llegaba del este, la acrópolis tenía el aspecto de un trono.
- El altar de Zeus Sōtēr parecía como un trono.
- Asclepio Sōtēr se identificaba con la serpiente.
- Pérgamo era el centro del culto al emperador.
Primero, sin duda que Pérgamo era un centro religioso dedicado a ídolos paganos. Pero las ciudades
en la provincia de Asia no eran diferentes de Atenas, porque el culto a los ídolos prevalecía en todas
partes en el mundo pagano del siglo primero. Según Pablo, Atenas era una ciudad llena de ídolos y su
pueblo era muy religioso (Hch. 17:16, 22).
La segunda interpretación sigue de cerca a la primera y difiere de ella sólo en el aspecto de la ciu-
dad, que estaba ubicada en una meseta elevada. Aunque el simbolismo de su aspecto externo es sor-
prendente, tiene prioridad el predominio interno del gobierno de Satanás en las vidas de las personas.
Tercero, el altar de Zeus, colocado en forma prominente por encima de todo lo demás, era imponen-
te. Pero se le rendía culto a Zeus como dios principal en toda Grecia, Macedonia y Asia Menor. Los
40

romanos lo llamaban Júpiter (Hch. 14:12).


La cuarta explicación tiene fundamento, porque el símbolo de Asclepio era una serpiente y en la Es-
critura Satanás se tipifica con el símbolo de la serpiente (Gn. 3:1; Ap. 12:9; 20:2). Personificado en el dios
Asclepio, Satanás demuestra ser el gran engañador como sanador del enfermo y salvador de la gente.
[p 149] La quinta explicación es incisiva. Mientras la cuarta centra la atención en el engaño de Sata-
nás, la quinta subraya el poder destructor de Satanás en la persecución del pueblo de Dios. Los cristia-
nos que se negaban a reconocer al César como señor y dios (dominus et deus) se enfrentaban con la con-
fiscación de sus bienes, el exilio o la muerte.41 Si consideramos que Antipas fue condenado a muerte y
Juan fue desterrado debido a su testimonio de Jesús, entonces esta quinta explicación armoniza con el
contexto general.
b. «Pero permaneces fiel a mi nombre, y no renunciaste a tu fe en mí, ni siquiera en los días de Anti-
pas, mi testigo fiel, quien sufrió muerte entre vosotros donde vive Satanás». A pesar de las dificultades
que soportaban los cristianos en Pérgamo, permanecieron fieles a su Señor y salvador Jesucristo. Reci-
ben alabanza por seguir fieles al nombre de Jesús. Esta acción conlleva más que confesar su nombre;
incluye vivir en armonía con las Escrituras y caminar en las pisadas de Jesús (1 P. 2:21). Al llevar a las
autoridades romanas a imponer el culto al emperador y su subsiguiente opresión, Satanás trató de ex-

39 Hemer, Letters to the Seven Churches, pp. 84–85.


40 Véase Adolf Deissmann, Light from the Ancient East, trad. Lionel R. M. Strachan (reimpresión, Grand Rapids: Baker,
1978), p. 281 n. 3.
41 Consúltese Ray Summers: Worthy is the Lamb: An Interpretation of Revelation (Nashville: Broadman, 1951), p. 93. Aune

(Revelation 1–5, p. 183) afirma que «no hay evidencia explícita en 1:12–17 (o en Ap. 2–3) que sugiera que el culto impe-
rial significó un problema importante para los cristianos de Asia». Sin embargo, de manera implícita fue un problema
real para los primeros cristianos. Véase S. R. F. Price, Rituals and Power: The Roman Imperial Cult in Asia Minor
(Cambridge: Cambridge University Press, 1984), pp. 155–65, 221–22; Beale, Revelation, pp. 246–47.
117

plotar las debilidades de los miembros de la iglesia que se pudieran sentir tentados a renunciar a su fe
en Jesucristo. Los creyentes, sin embargo, se mantuvieron firmes y continuaron con su lealtad a su
maestro.42
Era algo real la persecución que acababa en muerte, como resulta evidente en el caso de Antipas. Sa-
bemos muy poco acerca de este personaje. Su nombre griego podía significar o «contra todos» o ser una
forma abreviada del nombre Antipater, pero esto no tiene nada que ver con su vida y muerte. Su vida
se caracterizó por la descripción «mi testigo fiel», que es el mismo término con que se conoce a Jesús
(1:5; comparar con 3:14). Su muerte ocurrió algo antes de que se escribiera Apocalipsis, y Antipas pudo
haber sido representativo de muchos otros.
c. «Quien sufrió la muerte entre vosotros donde Satanás vive». Estas dos cláusulas juntas evocan
temor en el corazón del pueblo de Dios. Al vivir cerca de donde reside Satanás, los seguidores de Jesu-
cristo pueden esperar sufrir tanto persecución como muerte. Donde ellos viven y donde vive Satanás
resultan ser el mismo lugar, de modo que el maligno siempre está presente. Pero Jesús dijo a sus discí-
pulos que están en el mundo pero que no son del mundo (Jn. 17:14–18). Encarga a su pueblo llevar el [p 
150] mensaje redentor de salvación a todos los rincones de esta tierra perturbada. Como vencedor ha
dicho: «¡Anímense! Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33). Este Jesús victorioso comparte su triunfo con
sus seguidores, quienes salen al mundo con el conocimiento de que la palabra de Dios nunca regresa
vacía, porque esta palabra nunca está encadenada (Is. 55:11; 2 Ti. 2:9).
b. Reproche 
2:14–16
14. «Sin embargo, tengo unas cuantas cosas en tu contra por cuanto tienes ahí a los que siguen la 
enseñanza de Balaam, quien enseñó a Balac a poner tropiezos frente a los israelitas para hacerlos 
comer alimentos ofrecidos a un ídolo y a cometer fornicación. 15. También están los que de igual 
modo siguen la enseñanza de los nicolaítas».
a. «Sin embargo, tengo unas cuantas cosas en tu contra por cuanto tienes ahí a los que siguen la en-
señanza de Balaam». Habríamos esperado que de los labios de Jesús salieran palabras de estímulo; en
su lugar escuchamos palabras de reproche. Jesús censura a los cristianos de Pérgamo algunas debilida-
des que tenían. Las cuantas cosas no son necesariamente de poca importancia aunque no sean muchas.
Jesús no las enumera sino que menciona sólo una, a saber, la falta de resistencia a la enseñanza y con-
ducta falsas dentro de la congregación. Los creyentes han tolerado a maestros que han difundido su
doctrina y estilo de vida insidiosos, y no los han expulsado de la iglesia. Su influencia se está difun-
diendo como células cancerígenas en un cuerpo sano; y deben tomarse medidas radicales antes de que
sea demasiado tarde. Mientras que la iglesia de Éfeso aplicó disciplina (2:2), la de Pérgamo no lo hizo.
Los servidores de Satanás ingresaron a la congregación local y trataron de influir engañosamente en
los miembros con un estilo de vida incompatible con quienes seguían a Jesús. No tenemos información
acerca de la identidad de los responsables. Las palabras tienes ahí a los que pueden significar que habían
ingresado en la iglesia y habían sido aceptados como miembros de buena fe o que habían sido influidos
por personas ajenas a la iglesia (2 P. 2:15; Jud. 11). Jesús trae a colación la historia de Balaam y Balac que
se refiere en Números 22–25. Asumimos que los cristianos de segunda y tercera generación en Pérgamo

42 Véase D. S. Deer, «Whose Faith/Loyalty in Revelation 2:13 and 14:12?» in BibTrans 38 (1987), 328–30.
118

estaban suficientemente familiarizados con el relato de la historia de Israel para que el escritor no nece-
sitara entrar en detalles.
b. «[Balaam] quien enseñó a Balac a poner tropiezos frente a los israelitas para hacerlos comer ali-
mentos ofrecidos a un ídolo y a cometer fornicación». Nos enteramos por inferencia que, después del
triple fracaso de Balaam en maldecir a los israelitas, los atrajo a cometer adulterio con mujeres madiani-
tas, a comer carne ofrecida a ídolos, y a adorar a dioses paganos [p 151] (véase en especial Nm. 31:16 en
el contexto de Nm. 25). Las enseñanzas de Balaam no eran tanto doctrina como práctica: caer en inmo-
ralidad sexual con mujeres moabitas, comer alimentos sacrificados a ídolos y el culto a dichos ídolos
(Nm. 25:1–3; Sal. 106:28). Este fue el tropiezo que Balac, siguiendo el consejo de Balaam, puso ante el
pueblo de Israel para hacerlo caer en pecado.43
Se invitó a los israelitas a participar en los ritos de fertilidad del pueblo moabita, cuyas mujeres se-
dujeron a los hombres israelitas para que realizaran actos sexualmente inmorales. Esta piedra de tropie-
zo se parecía a la trampa que se solía utilizar para cazar aves. Tenía una varilla movible, de manera que
cuando el ave la tocaba se disparaba la trampa, de manera que quedaba atrapada y moría. Esta piedra
de tropiezo trajo muerte a los israelitas: se desató una plaga que mató a unos veinticuatro mil (Nm. 25:9;
1 Co. 10:8).44
En Pérgamo, quienes seguían las enseñanzas de Balaam constituían una trampa para los seguidores
de Cristo para que buscaran su seguridad personal mediante la participación en las prácticas de quienes
se reunían para rendir culto al emperador. Primero, sugerían que era perfectamente aceptable que los
cristianos comieran carne que se sabía que había sido sacrificada a ídolos. Los creyentes sabían que no
debían preguntar por el origen de la carne que se vendía en el mercado (1 Co. 10:25), pero que su con-
ciencia no debía permitirles participar en fiestas dedicadas a un ídolo si la carne se consumía en una de
las salas del templo (1 Co. 10:19–22). Luego los nicolaítas sugerían que los cristianos realizaran actos
sexuales inmorales. Sin embargo, los cristianos sabían que la ley de Dios les prohibía establecer relacio-
nes sexuales extramatrimoniales. Estaban muy al tanto de las numerosas prostitutas en los recintos del
templo, que los seducían con pretextos religiosos. Y por último, los seguidores de Balaam los instaban a
sacrificar animales en el culto al César. Este sacrificio, decían, sólo implicaba quemar una parte insigni-
ficante del animal y dejar el resto para fiestas que podían disfrutar los cristianos con sus familias y ami-
gos. De nuevo, los seguidores de Cristo sabían que no podían adorar tanto a Cristo como al César.45
[p 152] Sabemos por la carta de Jesús a los efesios (ver mis comentarios acerca de 2:6) que las ense-
ñanzas y prácticas de los nicolaítas eran abominables para Jesús. Aunque es escasa la información acer-
ca de este grupo, asumimos que el estilo de vida de los nicolaítas se caracterizaba por pecados de inmo-
ralidad sexual, por comer alimentos ofrecidos a ídolos y por pervertir enseñanzas apostólicas (2:14–16).

43 Consúltese Filón, Vida de Moisés 1.54 §§295–97; Josefo, Antigüedades 4.6.6 §§126–28.


44 En cuanto a la diferencia en cantidades totales (24,000 y 23,000) véase Simon J. Kistemaker, Exposition of the First Epis‐
tle to the Corinthians, NTC (Grand Rapids: Baker, 1993), p. 330.
45 El concilio de Jerusalén exhortó a los cristianos gentiles a «abstenerse de alimentos sacrificados a ídolos, de sangre,

de la carne de animales degollados y de inmoralidad sexual» (Hch. 15:29). Pablo dedicó la mayor parte de dos capítu-
los en su correspondencia con los corintios a la cuestión de comer alimentos sacrificados a ídolos (1 Co. 8:1–10; 10:14–
33). Pablo se opuso al legalismo judío por un lado, y a las prácticas paganas por otro. Véase también Panayotis
Coutsoumpos, «The Social Implication of Idolatry in Revelation 2:14: Christ or Caesar?» BTB 27 (1997): 23–27.
119

Al insistir en la libertad humana, parece que enseñaban que las actividades físicas relacionadas con el
sexo y los alimentos no eran pecaminosas. A los ojos de Dios, sin embargo, realizar actos sexuales con
prostitutas del templo e ir a los templos paganos para comer alimentos consagrados a un dios pagano
eran violaciones del Decálogo. Dios dijo:
- «No tengas otros dioses además de mí» (Éx. 20:3).
- «No te inclines delante de ellos ni los adores» (Éx. 20:5).
- «No cometas adulterio» (Éx. 20:14).
De igual modo Pablo advirtió a los corintios que el cuerpo no fue creado para inmoralidad sexual
sino para el Señor, e instruyó al pueblo de Dios que no participara en sacrificios ofrecidos a ídolos (1 Co.
6:13; 10:20). Así como Dios es santo, así su pueblo debe procurar tener una conducta santa (Lv. 11:44–45;
1 P. 1:15).
c. «También están los que de igual modo siguen la enseñanza de los nicolaítas». Una vez más (v. 6)
Jesús menciona a los nicolaítas. Aquí menciona que los habitantes de Pérgamo que practicaban los pe-
cados de idolatría e inmoralidad sexual eran parecidos a los nicolaítas que los defendían. ¿Son los mis-
mos los seguidores de Balaam y los nicolaítas? Debemos ver a Satanás actuando como el gran embuste-
ro, porque las intenciones de Balaam y de sus seguidores y las de los nicolaítas eran idénticas: Balaam
quería derrotar a los israelitas con un estilo engañoso de vida, y los nicolaítas ingresaron a la iglesia con
enseñanzas y prácticas engañosas. «Además, los que sustentan la enseñanza de Balaam (2:14) son pro-
bablemente los mismos que los que siguen la enseñanza de los nicolaítas».46
No sabemos hasta qué punto se extendió la influencia de los nicolaítas en la iglesia, pero sí sabemos
que la iglesia era laxa en disciplina y permitía que estos antagonistas de la fe cristiana estuvieran en
medio de ellos en detrimento espiritual de los creyentes. Debido a esta laxitud, la iglesia recibió repro-
che y se le dijo que se arrepintiera. Los nicolaítas y quienes habían adoptado su enseñanza y prácticas
engañosas tenían que encontrarse cara a cara con Jesús, quien vendría con la espada del Espíritu, es de-
cir, la palabra de Dios.
16. «Arrepiéntete, pues. Si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca».
[p 153] La palabra arrepentirse se encuentra doce veces en Apocalipsis.47 Ocho de ellas se dirigen a las
iglesias en Éfeso, Pérgamo, Sardis y Laodicea como órdenes para que se arrepintieran; las otras cuatro
están en tiempo pasado y se refieren a incrédulos que se negaban a hacerlo. Los cristianos de Pérgamo
tenían que arrepentirse por no haber expulsado a los nicolaítas y a sus seguidores de en medio de ellos.
Tenían que reconocer que se habían comportado mal, porque si Jesús odiaba las obras de los nicolaítas
(2:6) también su pueblo debería odiarlas. Por esto invitó a los cristianos a que convirtieran su laxitud en
vigilancia, a que impusieran disciplina espiritual y a que expulsaran de entre ellos a los nicolaítas y a
sus adherentes.
Si los destinatarios se niegan a obedecer, Jesús vendrá pronto (el griego tiene el verbo venir en tiem-
po presente; ver v. 5). La venida de Cristo se refiere no a la segunda venida sino a su juicio inminente
que es rápido y seguro. Los nicolaítas no tendrían que esperar hasta la segunda venida para que Jesús

46 Schüssler Fiorenza, Book of Revelation, p. 116.


47 Ap. 2:5 (dos veces), 16, 21 (dos veces), 22; 3:3, 19; 9:20, 21; 16:9, 11.
120

hiciera realidad su amenaza.48 Así como los madianitas y Balaam experimentaron el juicio de Dios du-
rante su vida, también los nicolaítas se encontrarían pronto con Jesús como guerrero durante su propia
vida. Durante la batalla que Israel libró contra los madianitas por orden de Dios, los israelitas mataron a
Balaam (Nm. 31:1–8; Jos. 13:22).49
Adviértase que el Señor llama a la iglesia al arrepentimiento pero declara la guerra contra los nico-
laítas. Luchará contra ellos con la espada de doble filo que sale de su boca (ver v. 12), y con esta espada
dará muerte a los malos. Y éstos incluyen a los nicolaítas y a sus adherentes. Quienes sirven a Satanás y
están empeñados en destruir a la iglesia se encuentran con la espada de su guerrero y con su victorioso
Señor.
Las buenas nuevas son que Dios hace que todas las cosas sean para el bien de quienes lo aman y sir-
ven (Ro. 8:28). Todos los que se vuelven al Señor y se arrepienten experimentan su amor, gracia y mise-
ricordia. Por el contrario, repudia a todos los que lo han rechazado (2 Cr. 15:2; Is. 1:28; 65:11–12).50
El Señor honra sus promesas y anula sus amenazas al pecador arrepentido. Pero cuando no hay
arrepentimiento, cumple esas amenazas.
c. Promesa 
2:17
17. «Quien tenga oído que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. A todo el que triunfe, le 
daré maná escondido, y le daré una [p 154] piedra blanca; y en la piedra está escrito un nuevo nom‐
bre que nadie conoce excepto quien lo recibe».
Después de la repetitiva exhortación a escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, el triunfador es-
cucha la promesa de recibir maná oculto y una piedra blanca.¿Qué significan estos dos dones?
Por cuarenta años, el maná fue el alimento de Israel en el desierto hasta que el pueblo cruzó el Jor-
dán y entró a Canaán. Dios dio instrucciones a Moisés para que colocara una vasija de maná en «el arca
del pacto», y así quedó oculto a la vista (Éx. 16:32–34; Heb. 9:4). Según el autor de 2 Macabeos 2:4–7, en
la destrucción del templo de Salomón, Jeremías ocultó el tabernáculo con el arca y el altar del incienso
en una cueva del Monte Nebo y selló su entrada.
Los judíos esperaban la venida de la era mesiánica cuando comerían el maná oculto.51 Los cristianos,
sin embargo, reconocieron a Jesús como al Mesías que introdujo la era mesiánica. Desde la venida de
Jesús, sus seguidores siempre han comido el maná oculto y disfrutado de sus bendiciones. Jesús se lla-
mó a sí mismo el pan de vida y lo contrapuso al maná que los israelitas comieron en el desierto (Jn.
6:48–49). Este pan que da vida es en realidad el alimento espiritual y el maná oculto. Está oculto a los
ojos del incrédulo pero está disponible para todos los que ponen su fe en Cristo (Mt. 11:25; Col. 2:3; 3:3).
El significado de la piedra blanca sigue siendo un misterio que los comentaristas han intentado re-
solver de muchas maneras:

48 Lenski observa (Revelation, p. 108): «Al igual que en el v. 5, esto se refiere a un juicio preliminar y no simplemente al
final». Véase también G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 41.
49 Talmud Babilónico, Sanhedrín 90a, 105a. Véase también SB, 3:793.

50 Compárese con Greijdanus, Openbaring, p. 76.

51 SB, 3:793.
121

- Piedras preciosas que cayeron del cielo junto con el maná. Se trata de una simple leyenda.
- En los tribunales se depositaban piedras blancas para significar exoneración del acusado y piedras
negras para condenarlo. En el día del juicio, con una piedra blanca se señalaría la absolución del
cristiano. Pero el texto no dice que el vencedor deposita una piedra blanca sino que recibe una pie-
dra blanca. Asimismo, las piedras que se depositaban en casos judiciales no llevaban ningún nombre
inscrito.
- Un objeto blanco hecho de hierro, madera o piedra llamado tessera otorgaba a quien la poseía ciertos
privilegios en la sociedad. La durabilidad de estos materiales es, sin embargo, cuestionable.
- Se podía utilizar una piedra blanca como amuleto o dije. Pero esta costumbre forma parte de la prác-
tica de la brujería, no de la doctrina de salvación.
- Los edificios en Pérgamo en tiempo de Juan eran de piedra marrón oscuro. Las inscripciones en di-
chos edificios se esculpían en bloques [p 155] de mármol blanco. Hemer observa: «Ciertos decretos
honoríficos de la ciudad estipulaban repetidas veces que los nombres de sus benefactores debían es-
culpirse en [piedra blanca]».52 Se objeta que la palabra griega psēfos en el texto significa «guijarro» no
«piedra».
- El pectoral del sumo sacerdote tenía doce piedras, cada una de las cuales tenía escrito el nombre de
una tribu (Éx. 28:21). De igual modo, siempre está en presencia de Dios una piedra blanca con el
nombre del creyente individual escrito en ella.
- La piedra puede ser una piedra preciosa, traslúcida como el diamante, en la cual está escrito el
nombre de Cristo. El nombre de Cristo está escrito en la frente de los santos (3:12; 14:1; 22:4).53
Las dos últimas interpretaciones son las más útiles. En el contexto de Apocalipsis, la última parece
ser la más sólida y tiene apoyo en otros pasajes. El nombre de Cristo significa que los santos le pertene-
cen. Ya en esta tierra, los creyentes son conocidos como cristianos, es decir, seguidores de Jesucristo, en
cuyas pisadas caminan.
Palabras, frases y construcciones griegas en 2:13–16
Versículo 13
οἶδα—el texto mayoritario inserta la frase τὰ ἔργα σου καί (tus obras y), que parecen ser tomadas de un texto
anterior (v. 2). Es más difícil explicar la omisión que la adición de esta frase y, por tanto, es probable que no for-
mara parte del texto original.
κατοικεῖς—la preposición κατά antes del verbo οἰκέω denota permanencia en un lugar de residencia, en tan-
to que la preposición παρά como prefijo del mismo verbo denota vivir en algún lugar en forma temporal.
παρʼ ὑμῖν—en este contexto la preposición significa «entre» (comparar con Mt. 28:15; 1 Clem. 1.3).54
Versículo 14

52 Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 244 n. 108.


53 Consúltese Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 69–71.
1 Clem Primera Epístola de Clemente
54 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),

p. 614.
122
κρατοῦντας—el participio presente carece del artículo definido y por ello no se refiere a un grupo o categoría
específico sino a «algunos que sustentan». Expresa una idea indefinida.
ἐδίδασκεν—el tiempo imperfecto significa acción repetida de parte de Balaam. Nótese que los nombres en es-
tos dos versículos son indeclinables: Antipas, Balaam, Balac, Israel.
πορνεῦσαι—«cometer inmoralidad sexual». Aunque este verbo se puede interpretar que se refiere a aposta-
sía espiritual, el contexto de Números 25 y las sugestiones en esta carta apuntan primero hacia inmoralidad
sexual y luego a idolatría.
[p 156] Versículo 15
καὶ σύ—aquí es el uso ascensivo de la conjunción «incluso tú». El pronombre está en singular para aludir a los
miembros individuales de la iglesia.
Versículo 16
πολεμήσω μετ ̓—en este contexto la preposición μετά significa no «con» sino «contra». La frase debería tra-
ducirse «Haré guerra contra ellos».55 Esta construcción se encuentra cuatro veces (2:16; 12:7; 13:4; y 17:14) y sólo
en el Apocalipsis; es un hebraísmo peculiar de Apocalipsis.
«Al ángel de la iglesia en Tiatira escribe: El Hijo de Dios, quien tiene ojos como llama ardiente y cuyos pies
18

son como bronce exquisito, dice esto: 19 Conozco tus obras, tu amor y fe y servicio y perseverancia; y [sé que] tus
últimas obras son mayores que tus primeras. 20 Sin embargo, tengo esto contra ti, que toleras a esa mujer Jezabel,
la que se llama a sí misma profetisa, y enseña y engaña a mis siervos para que cometan fornicación y para que
coman alimentos ofrecidos a un ídolo. 21 Y le di tiempo para arrepentirse, pero no quiere arrepentirse de su forni-
cación. 22 Mira, la voy a postrar en una cama [de sufrimiento] y [voy a poner] a quienes cometen adulterio con ella
en gran tribulación, a no ser que se arrepientan de sus acciones. 23 Y mataré a sus hijos con enfermedades. Y todas
las iglesias sabrán que soy aquel que escudriña las mentes y corazones, y le daré a cada uno de vosotros según
vuestras obras. 24 Y estoy hablando a todos los que estáis en Tiatira, a los muchos que no siguen esta enseñanza y
que no han conocido las así llamadas profundidades de Satanás. No pongo ninguna otra carga sobre vosotros. 25
En todo caso, lo que tenéis, conservadlo hasta que yo venga.
«A todo el que triunfe y mantenga mis obras hasta el final, le daré autoridad sobre las naciones, 27 para go-
26

bernarlas con vara de hierro como vasijas de barro que se rompen en pedazos. 28 Y así como he recibido autoridad
de mi Padre, daré a todo el que triunfe la estrella de la mañana. 29 Quien tenga oídos que oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias».
4. Tiatira 
2:18–29 
La ciudad
Tiatira (la actual Akhisar) era una ciudad fortificada situada a uno sesenta y cinco kilómetros al su-
reste de Pérgamo en un extenso valle que conduce al río Hermus. Estaba cerca de los límites con las
provincias de Misia y Lidia y ambas la pretendían. En 190 a.C. los romanos penetraron en el valle y
conquistaron la ciudad, porque al estar situada en una valle plano no tenía suficiente protección frente a
fuerzas superiores. Tiatira estaba situada en la ruta comercial de Pérgamo a Sardis; desde Esmirna una
arteria principal conducía a través de este valle hasta esta ciudad. De ahí que la ubicación de Tiatira cer-
ca de rutas comerciales principales fomentara su crecimiento económico. Además, los artesanos locales

55Refiérase a C. F. D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2a ed. (Cambridge: Cambridge University Press,


1960), p. 61.
123

producían una serie de mercancías, porque eran panaderos, pintores, [p 157] curtidores, sastres, alfare-
ros, y trabajaban la lana, el lino y el metal (sobre todo cobre); y traficaban con esclavos.56 Tiatira era un
centro industrial controlado por gremios, o sea, sindicatos. Estos gremios honraban a los dioses paga-
nos Apolo y Artemisa (conocida también como Tirimnos) y rendían culto en el santuario de Sabathe.
Los miembros del gremio tenían la obligación de asistir a las festividades en honor de esos dioses, a
comer en sus templos y a entregarse a la promiscuidad sexual. No cumplir con estas reglas implicaban
la expulsión del sindicato, perder el empleo y la pobreza. Los cristianos que se negaban a honrar a dio-
ses paganos, a comer carne sacrificada a ídolos y a entregarse a promiscuidad sexual ponían en peligro
sus necesidades materiales. Se los consideraba como parias de la sociedad.
Lidia, vendedora de púrpura, había nacido en Tiatira pero se había trasladado a Filipos. Pablo la co-
noció en un culto y el Señor abrió su corazón cuando escuchó el evangelio (Hch. 16:14). Presumimos
que se volvió temerosa de Dios en Macedonia, y cuando Pablo llegó a Filipos, se hizo cristiana.
a. Saludo y alabanza 
2:18–19
18. «Al ángel de la iglesia en Tiatira escribe: El Hijo de Dios, quien tiene ojos como llama ardien‐
te y cuyos pies son como bronce exquisito».
La expresión Hijo de Dios puede significar que Jesús se dirige a judíos en Tiatira quienes rechazaban
su divinidad (comparar con He. 1:1–3). Aunque la carta no indica nada en cuanto a la presencia judía en
la ciudad, no podemos excluir su influencia. La expresión también es pertinente para la sociedad paga-
na de esa época que consideraba tanto a César como a Apolo como hijos de dioses. Pero Jesús es el úni-
co Hijo de Dios, quien está por encima de todos los otros dioses. Con ojos llameantes nada lo elude, ya
que afirma que escudriña los corazones y las mentes (v. 23). Nada pecaminoso puede entrar a la presen-
cia santa de Jesús ni ocultarse de ella. Con sus ojos de fuego llameante disipa las tinieblas y consume las
impurezas.
Jesús se coloca en la ciudad de Tiatira con pies como bronce exquisito.57 Esta aleación es duradera,
estable y sólida. El brillo del metal llama la atención, de manera que la población constata la presencia
de Jesús. Del mismo modo que asume residencia permanente en la ciudad, también sus seguidores
permanecen en ella sin temor.
[p 158] 19. «Conozco tus obras, tu amor y fe y servicio y perseverancia; y [sé que] tus últimas obras 
son mayores que tus primeras».
En por lo menos cuatro cartas más (a las iglesias en Éfeso, Sardis, Filadelfia y Laodicea), Jesús dice
que conoce sus obras.58 Está totalmente al corriente de las manifestaciones de amor que los creyentes en
Tiatira han demostrado para con Dios y con su prójimo. Estas obras incluyen amor y fe como cualida-
des internas que se expresan en las cualidades externas de servicio y perseverancia. Nótese que Jesús
resumió la ley en dos mandamientos: amar al Señor Dios con corazón, alma y mente, y amar al prójimo
como a uno mismo (Mt. 22:37–40). Pablo hace del segundo de estos la norma primordial (Ro. 13:9) y

56 Ramsay, Letters to the Seven Churches, p. 325; Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 245 n. 10.


57 Hemer, (Letters to the Seven Churches, pp. 116, 250 n. 44) conjetura que se trataba de un material aleatorio, un «com-
puesto-copulativo» que traduce como cobre-zinc.
58 En cuanto a una lectura diferente de 2:9, véase la sección pertinente sobre palabras, frases y construcciones griegas.
124

Santiago la llama la ley suprema (Stg. 2:8). Los cristianos en Tiatira demostraron en forma visible amor
a su prójimo y fe y confianza en Dios. Su servicio a los demás y su tranquila perseverancia eran ejem-
plos frente a las dificultades y a la oposición.
La iglesia no podía recibir alabanza mayor que la que se expresa en las palabras «tus últimas obras
son mayores que tus primeras». Esto quiere decir que sus obras de amor, fe, servicio y perseverancia
crecían constantemente. Con respecto al amor, Tiatira recibió palabras de alabanza en tanto que Éfeso
las recibió de condena. Jesús dijo a los cristianos en Éfeso: «Pero tengo esto contra vosotros, que habéis
abandonado vuestro primer amor» (2:4).
b. Reproche y mandato 
2:20–25
20. «Sin embargo, tengo esto contra ti, que toleras a esa mujer Jezabel, la que se llama a sí misma 
profetisa, y enseña y engaña a mis siervos para que cometan fornicación y para que coman alimentos 
ofrecidos a un ídolo».
El paso de la alabanza al reproche es repentino y brusco. Aunque los creyentes habían hecho un es-
fuerzo considerable en ayudar a personas materialmente necesitadas y en confiar en Dios espiritual-
mente, habían tolerado una influencia perniciosa en la iglesia. La influencia se difundía como cáncer de
modo que, con el tiempo, correría un riesgo grave la salud espiritual de la congregación. La iglesia en
Éfeso odiaba las obras de los nicolaítas (2:6); la iglesia en Pérgamo permitía que los nicolaítas vivieran
entre ellos (2:15); la iglesia en Tiatira toleraba enseñanza engañosa dentro de la congregación.
El nombre de Jezabel se refiere a la esposa del rey Acab, quien se había casado con una princesa de
Sidón. Jezabel instó a Acab a que adorara el [p 159] dios pagano Baal y a la diosa Aserá y a que constru-
yera un templo y una imagen sagrada (1 R. 16:31–33; 21:25; ver también 2 R. 9:30–37). A la mujer en Tia-
tira se le da el nombre de la esposa del rey Acab quien se llamaba a sí misma profetisa.59 El Nuevo Tes-
tamento revela que había mujeres que profetizaban (Lc. 2:36; Hch. 21:9; 1 Co. 11:5). Esta mujer ocupaba
un puesto importante en la iglesia porque era maestra, pero su instrucción era engañosa. Persuadió a la
iglesia para que entrara en relaciones sexuales ilícitas en los templos paganos y para que comiera en
ellos el alimento que había sido sacrificado a ídolos. No sorprende que a esta mujer se le dé el nombre
de Jezabel, porque su homónima en el Antiguo Testamento persuadió a Israel para que rindiera culto a
Baal, el dios de la fertilidad, y a Aserá, la diosa de la fertilidad.60 Bajo el pretexto de la religión, las per-
sonas cayeron en el pecado de inmoralidad sexual, con todas sus consecuencias nefastas, y en el pecado
de apostasía al comer alimentos en templos paganos. Nótese que el orden de cometer fornicación y co-
mer alimentos ofrecidos a ídolos es el inverso de la secuencia en la carta a Pérgamo (2:14).
No podemos identificar a esta Jezabel en Tiatira. Difícilmente hubiera podido ser Lidia, la vendedo-
ra de púrpura, una de las primeras conversas a la fe cristiana en Filipos. Lidia se hizo cristiana en el 50 y
Jezabel enseñó en Tiatira a mediados de los noventas. Identificar a las dos mujeres es simple especula-
ción, porque el Nuevo Testamento y otros escritos no ofrecen información. Sin duda que Lidia, antes de

59 Algunos comentaristas adoptan la lectura alternativa «tu esposa [o, la mujer] Jezabel». Véase p.ej., Henry Alford,
James‐Revelation, vol. 4, parte 2 de Alford’s Greek Testament (1875, reimpresión Grand Rapids: Guardian, 1976), p. 573.
60 Refiérase a Kurt Gerhard Jung, «Asherah», ISBE, 1:317–18; y «Baal», ISBE, 1:377–79.
125

su conversión, fue miembro de un gremio y tuvo que resolver el problema de escoger entre Cristo y el
gremio. La mujer llamada Jezabel quizá tenía intereses comerciales en Tiatira.61
La intención de los seguidores de Balaam (v. 14), de los nicolaítas (vv. 6, 15) y de Jezabel es la mis-
ma: engañar al pueblo de Dios convenciéndolo de que adopte un estilo de vida que le permitiría ser
aceptado en el mundo y seguir siendo miembros de la iglesia. Al aceptar el estilo de vida que exigían
los gremios, los miembros de la iglesia ya no tenían que temer ser marginados. Pero el Señor dice: «Na-
die puede servir a dos señores» (Mt. 6:24; Lc. 16:13). A lo que Santiago agrega: «Si alguien quiere ser
amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios» (Stg. 4:4).
21. «Y le di tiempo para arrepentirse, pero no quiere arrepentirse de su fornicación».
Los verbos en este versículo (di y no quiere) y en el anterior (enseña y engaña) sugieren que había
transcurrido algún tiempo desde que Jezabel [p 160] entró a formar parte de la iglesia. En otras pala-
bras, siervos fieles del Señor la habían advertido. Juan quizá fue uno de los pastores que la habían acon-
sejado. Sabía que el Señor no es tardo en cuanto a su promesa sino que se muestra paciente (2 P. 3:9) y
siempre le da al pecador advertencias oportunas y ocasión para arrepentirse. Nadie puede decir que
Dios actúa en forma precipitada. Las Escrituras enseñan una y otra vez que Dios es Dios de misericor-
dia que no quiere la muerte de nadie. Quiere que las personas se arrepientan y vivan (véase Ez. 18:30–
32). Pero cuando los pecadores rechazan sus ruegos y advertencias, escogen la muerte. La mujer llama-
da Jezabel fue una de ellos.
22. «Mira, la voy a postrar en una cama [de sufrimiento] y [voy a poner] a quienes cometen adul‐
terio con ella en gran tribulación, a no ser que se arrepientan de sus acciones. 23 Y mataré a sus hijos 
con enfermedades. Y todas las iglesias sabrán que soy aquel que escudriña las mentes y corazones, y 
le daré a cada uno de vosotros según vuestras obras».
El texto griego está en forma abreviada y necesita algunas palabras adicionales que se incluyen entre
corchetes para que la traducción resulte fluida. Detrás de esta forma podemos detectar paralelismos
hebreos, que en su estructura simple deben leerse como cláusulas breves que se repiten y refuerzan
unas a otras.
- Mira, la voy a postrar en una cama [de sufrimiento],
- [pongo] a los adúlteros en gran tribulación, a no ser que se arrepientan de sus acciones.
- [Si no] mataré a sus hijos con enfermedades.
Vemos el paralelismo de la mujer que seduce y los que son seducidos por ella, la cama en la que su-
fre y la gran tribulación que sufren sus seguidores.62 La cama en la que piensa Jesús no es una litera jun-
to a una mesa para comer como era costumbre en las casas orientales de la época. Ni tampoco es una
cama para descansar de las labores diarias. Por implicación, es una cama para pacientes enfermos como
consecuencia de un estilo licencioso de vida. La mujer Jezabel estaba cosechando lo que había sembra-
do: estaba postrada en una cama de sufrimiento que condujo a su eventual muerte (comparar con 1 Co.

61Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 121.


62En Apocalipsis el escritor utiliza ochenta veces la palabra griega megas. Se traduce de varias maneras como «grande»,
«fuerte», «enorme» e «intenso». En este caso la palabra describe la intensidad del castigo que experimentarán estos
adúlteros.
126

11:29–30).63 No se le dio otra oportunidad para que se arrepintiera porque se negó a escuchar. Sin em-
bargo, a sus seguidores, que habían cometido adulterio y practicado la idolatría, sí se les dio tiempo
para arrepentirse de sus caminos equivocados. [p 161] Por ser el agente que los sedujo, a la mujer se le
echa la culpa principal, en tanto que a sus seguidores se les da tiempo para arrepentirse. Si escuchan a
Jesús, retirará su amenaza. Pero si no toman en cuenta su advertencia, los castigará con enfermedad y
morirán. El paralelismo en este pasaje sugiere que interpretemos el término hijos no en forma literal sino
figurada, porque los hijos son los seguidores de la mujer. He traducido las palabras griegas que literal-
mente dicen «matar con muerte» como «matar con enfermedad» para indicar la causa de la muerte
(comparar con Ez. 33:27, «morirán de peste»).64
Todas las iglesias (las siete y la iglesia universal) oirán hablar de la gran desolación que aflige a estos
pecadores. Saben que Jesús es quien escudriña los corazones y las mentes de todos, porque nada en el
ser humano queda oculto a sus ojos. El texto griego dice literalmente, «escudriña riñones y corazones»,
que es una expresión hebrea que se encuentra en numerosos pasajes (p.ej., Sal. 7:9; Jer. 11:20; 17:10). El
riñón y el corazón empleados en forma sinónima se referían al ser más íntimo de una persona que ocul-
ta la moral, sentimientos y pensamientos de la misma. La expresión castellana, sin embargo, es «mente
y corazón».
Jesús reparte tanto castigos como recompensas (20:12; 22:12; véase 2 Co. 5:10). Aquí el juicio sobre
Jezabel y sus seguidores es rápido, porque el castigo es acorde con pecados de fornicación, adulterio e
idolatría. Como todas las iglesias saben del juicio y de su ejecución, se puede sacar la conclusión de que
este texto no se refiere primordialmente al juicio final.65
24. «Y estoy hablando a todos los que estáis en Tiatira, a los muchos que no siguen esta enseñan‐
za y que no han conocido las así llamadas profundidades de Satanás. No pongo ninguna otra carga 
sobre vosotros. 25. En todo caso, lo que tenéis, conservadlo hasta que yo venga».
Los seguidores fieles de Cristo ahora oyen que Jesús se dirige a ellos. Con perseverancia repudiaron
las enseñanzas y estilo de vida de la profetisa Jezabel y siguieron las enseñanzas de la Escritura. Las
instrucciones y práctica de esa mujer diferían poco de lo que enseñaban y hacían los nicolaítas en las
iglesias en Éfeso y Pérgamo (vv. 6, 15), de modo que se le puede aplicar este nombre a sus seguidores.
¿Qué significa la frase «las así llamadas profundidades [o, las cosas profundas] de Satanás»? ¿De
quién es esta fraseología? Algunos sugieren que el escritor acusa con sarcasmo a los miembros desvia-
dos de la iglesia de haber caído en la trampa de conocer y practicar las cosas profundas de Satanás.66
Otros opinan que son las palabras engañosas que pronunciaba [p 162] Jezabel y que sus adherentes re-
petían diciendo al resto de la congregación, «deben conocer las profundidades de Satanás». El mundo
pagano en esa época adoraba a una serpiente como símbolo de Satanás; también los gnósticos decían
que conocían las cosas profundas y que eran los iniciados. Esto es lo opuesto a la enseñanza de Pablo de
que el Espíritu examina las profundidades de Dios (1 Co. 2:10). Sabiendo esto, los cristianos fieles en

63 Son muchas las interpretaciones del griego klinē: cama, litera para comer, jergón, camilla, féretro (Bauer, p. 436).
64 Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis, Augsburg, 1989), p. 126. Beale (Revelation, p. 264) llama la aten-
ción acerca del juicio de Dios en Ezequiel, donde la frase «y ellos [tú] sabrán que soy el Señor» (lxx) ocurre unas cin-
cuenta veces.
65 Consúltese Charles, Revelation, 2:392–93 n. 7.

66 Compárese, entre otros, con John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 95.
127

Tiatira difícilmente se dejarían seducir ante la descarada invitación de conocer las profundidades de
Satanás. Sigue siendo difícil determinar el origen de estas palabras.67
Jesús dice, «no pongo ninguna otra carga sobre vosotros». El decreto apostólico que había formula-
do el concilio de Jerusalén estipulaba que los cristianos gentiles deberían «abstenerse de lo sacrificado a
los ídolos, de sangre, de carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual» (Hch. 15:29). De
estas cuatro estipulaciones, se les pidió a los cristianos en Tiatira que observaran dos: abstenerse de ali-
mentos sacrificados a ídolos y de inmoralidad sexual.
La frase arriba mencionada, sin embargo, ocupa un lugar más o menos independiente. Algunos tra-
ductores la han puesto en paréntesis, pero entonces la primera palabra en la frase siguiente debe elimi-
narse y esto no debería hacerse. Beckwith ofrece una buena traducción de esto y de la frase siguiente:
«No pongo sobre vosotros ninguna otra admonición onerosa que no sea ésta: conservad lo que tenéis».68
¿Y qué tienen? La totalidad de la fe cristiana depositada en las santas Escrituras, de las formaba parte el
decreto apostólico. Con la inclusión del Apocalipsis, estas personas recibieron el canon completo del
Antiguo y Nuevo Testamentos. Eran receptores del texto completo de la revelación escrita de Dios
(comparar con Ro. 3:2). La promesa «hasta que yo venga» apunta a la segunda venida de Cristo.
c. Promesa 
2:26–29
26 A todo el que triunfe y mantenga mis obras hasta el final, le daré autoridad sobre las naciones, 
27 para gobernarlas con vara de hierro como vasijas de barro que se rompen en pedazos.
Como en todas las cartas a las siete iglesias, Jesús habla ahora del vencedor que es fiel hasta el fin en
hacer las obras de Cristo (Jn. 14:12). Es sorprendente la yuxtaposición de las obras de Jezabel (v. 22) con
las obras de Jesús. Hacer la voluntad de Dios revelada en su palabra es mantener las obras de Jesús has-
ta el fin del tiempo cósmico. Este es el encargo de Jesús, dado a toda la iglesia.
[p 163] Cristo no retirará su bendición de aquel a quien da su promesa: «le daré autoridad sobre las
naciones» Sólo en esta carta y en la dirigida a Pérgamo da Jesús una doble promesa, que introduce con
el verbo dar: da autoridad y la estrella de la mañana (v. 28).
La autoridad que Jesús delega a sus seguidores es la misma palabra que utiliza Jesús antes de ascen-
der a los cielos: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Jesús gobierna so-
bre la faz de la tierra como rey de reyes y Señor de señores, porque su nombre es conocido en todos los
países del mundo y su evangelio es proclamado en innumerables lenguas. Contemplamos el crecimien-
to de la iglesia desde nuestra perspectiva. Pero desde la perspectiva de la iglesia en Tiatira, las palabras
de Jesús exigían una fe que triunfaría sobre toda oposición, engaño y tentación.
La primera promesa al vencedor se respalda con una alusión y cita de un salmo mesiánico: la alu-
sión al ejercicio de autoridad sobre las naciones proviene del Salmo 2:8: «como herencia te entregaré las
naciones, ¡tuyos serán los confines de la tierra!»; la cita se deriva del verso subsiguiente. La redacción y
el significado de esta cita del salmo son difíciles. Es una traducción libre del texto hebreo del Salmo 2:9:
«Las gobernarás con vara de hierro, las harás pedazos como a vasijas de barro». Dejando de lado el

67 Leon Morris, Revelation, ed. rev., TNTC (Leicester: InterVarsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 72.
68 Beckwith, Apocalypse, p. 470.
128

cambio de la segunda a la tercera persona, el texto Septuaginta de la primera cláusula emplea el verbo
griego poimaneis, que Juan ha adoptado y que podría traducirse «pastorearás». Pero se traduce «gober-
narás» porque el contexto sugiere que el verbo tiene una connotación negativa.69 La tarea del pastor es
cuidar de sus ovejas y esto incluye protegerlas contra todo daño. Entonces, utiliza su cayado hecho de
madera de roble que es duro como el hierro. Con él ataca a todos y todo los que quieran hacer daño a
sus ovejas.
El paralelismo en la segunda parte de la cita del salmo «como vasijas de barro que se rompen en pe-
dazos» fortalece el concepto de gobernar con fuerza. Las fuerzas que se oponen al avance del evangelio
de Jesús recibirán golpes con la vara dura como el hierro en la mano de Cristo. Serán aplastadas a peda-
zos como vasijas. La redacción tomada del salmo mesiánico describe un cetro real de Cristo que simbo-
liza su autoridad para gobernar, para aplicar disciplina, para repartir juicio. Con Cristo el creyente que
triunfa tendrá la autoridad para gobernar, disciplinar y juzgar (1 Co. 6:2)
[p 164] 28. «Y así como he recibido autoridad de mi Padre, daré a todo el que triunfe la estrella de 
la mañana. 29 Quien tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».
La segunda promesa al vencedor es el don de la estrella de la mañana. Este término se encuentra
una vez más en Apocalipsis, donde Jesús se lo aplica a sí mismo: «Yo soy la raíz y la descendencia de
David, la brillante estrella de la mañana» (22:16). ¿Cómo da Cristo esta estrella a su fiel seguidor? Hay
una conexión sutil entre la referencia al Salmo 2:8–9 y una alusión a Números 24:17, donde Balaam pro-
fetiza: «Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel». El símbolo del cetro condujo al de la es-
trella, porque ambos son símbolos de realeza que comparte el creyente. Los santos gobiernan con Cristo
y resplandecen como estrellas de la mañana.70
La carta concluye con la invitación conocida que advierte a todas las iglesias que escuchen con cui-
dado el mensaje que comunica el Espíritu Santo.
Palabras, frases y construcciones griegas en 2:20–25
Versículo 20
τὴν γυναῖκα—introducir el pronombre posesivo sou después del sustantivo γυναῖκα carece de un buen sus-
tento textual y «parece ser el resultado de una confusión por parte del escriba debido a la presencia de varios
casos de σου en los versículos 19 y 20».71

69 Aune, Revelation 1–5, p. 210. Los traductores de la Septuaginta entendieron mal la puntuación de vocales en la pala-
bra hebrea těrō ‘ēm (los destruirás) y leyeron tir ‘ēm (los gobernarás). El verbo en la Septuaginta poimainein (pastorear,
gobernar) también puede significar «destruir», como es el caso en Miqueas 5:5 (=5:6 en español). Bauer (p. 583) comen-
ta: «La actividad como ‘pastor’ tiene resultados destructores». Hemer (Letters to the Seven Churches, pp. 124–125) ve
«vara de hierro» como sinónimo de la espada en Pérgamo (v. 12). El pasaje de Miqueas también menciona una espada.
70 Véase Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 126; y los comentarios de Alford (p. 578), Caird (p. 46), Hendriksen (p.

73), Hughes (pp. 52–53) y Swete (p. 97). Otros lo interpretan como referencia a Lucifer (Is. 14:12), pero esto no encaja en
el contexto; con el planeta Venus, que era el símbolo de la soberanía romana, pero este punto de vista entra en conflicto
con Cristo, quien es la estrella de la mañana; con el reinado milenario de Cristo en la tierra, pero entonces los recepto-
res de la carta no reciben ningún consuelo ni aliento en sus luchas cotidianas.
71 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2a ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), p. 664.
129
ἡ λέγουσα—debería haber estado en acusativo en aposición a γυναῖκα, pero el cambio al nominativo es co-
mún en escritores con antecedentes hebreos.
Versículo 22
κλίνην—cama. Algunas lecturas diferentes son «prisión», «horno» y «enfermedad». Algunos manuscritos la-
tinos leen luctum, «pesar» o «aflicción». Todas estas lecturas gozan de escaso refrendo y son glosas que tienen
como fin sobredimensionar el castigo de Jezabel.
ἔργων αὑτῆς—la TR adopta la lectura αὑτῶν de acuerdo con el sujeto plural del verbo arrepentirse. La lectura
αὑτῆς tiene fuerte sustento en los manuscritos principales.
[p 165] Versículo 23
ἀποκτενῶ ἐν θανάτῳ—«Mataré con muerte» parece ser una tautología, pero puede referirse al fallecimiento
físico lento pero seguro. La traducción «enfermedad» o «pestilencia» para Θανάτῳ resulta apropiada.
Versículo 24
λέγουσιν—«como algunos dicen» se utiliza en general como plural indefinido. El tiempo presente es aoris-
to.72
Versículo 25
κρατήσατε—el imperativo aoristo: ¡conservad! Los gramáticos debaten si el aoristo es constativo, complexivo
o terminativo.73 Prefiero el constativo, que abarca todo la gama de acciones desde el principio hasta el fin. Los
verbos tener y sustentar están en segunda persona plural, en tanto que una redacción similar en 3:11 está en singu-
lar.

TR Textus Receptus
72 Robertson, Grammar, pp. 406, 866.

73 Consúltese Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament, trad. y rev. Robert Funk

(Chicago: University of Chicago Press, 1961), §337.1


130

[p 167]  

3
Cartas a Sardis, Filadelfia y Laodicea 
(3:1–22)
[p 168]  

Bosquejo (continuación)
5. Sardis (3:1–6)
a. Advertencia (3:1–3)
b. Promesa (3:4–6)
6. Filadelfia (3:7–13)
a. Saludo y reconocimiento (3:7–8)
b. Exhortación (3:9–11)
c. Promesa (3:12–13)
7. Laodicea (3:14–22)
a. Descripción (3:14–16)
b. Reproche (3:17–18)
c. Admonición (3:19–20)
d. Promesa (3:21–22)
[p 169]  

CAPÍTULO 3
3 1 «Y al ángel de la iglesia en Sardis escribe: El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice
esto: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo pero estás muerto. 2 ¡Está alerta! Fortalece las cosas que perma-
necen y están a punto de morir, porque no he encontrado que tus obras han sido finalizadas delante de mi Dios. 3
Recuerda, por tanto, cómo recibiste y oíste [el mensaje]: cúmplelo y arrepiéntete. Por tanto, si no estás alerta, lle-
garé como ladrón, y no sabes para nada a que hora vendré sobre ti. 4 Sin embargo, tienes unas pocas personas en
Sardis que no han mancillado sus ropas, y caminarán conmigo [vestidos] de blanco, porque son dignos. 5 Quien
triunfe será pues vestido con ropas blancas. Nunca borraré su nombre del libro de vida, y confesaré su nombre
delante del Padre y delante de sus ángeles. 6 Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias».
5. Sardis 
3:1–6 
La ciudad
La ciudad de Sardis (la actual Sart) estaba situada aproximadamente a cuarenta y ocho kilómetros al
sureste de Tiatira y a ochenta al este de Esmirna. El plural Sardis se refiere, primero, a la ciudad como
131

fortaleza en lo alto de un promontorio, y luego, a la próspera ciudad comercial, de productos agrícolas


y de una industria conexa situada en la parte llana del valle inferior. Situada en una franja elevada y
angosta, la fortaleza era invencible desde el punto de vista militar. Sólo era posible llegar a la ciudad
desde el sur, a lo largo de esta franja angosta y elevada que terminaba en el promontorio sobre el que se
había construido la fortaleza. Precipicios pronunciados protegían a la ciudad de manera que no se po-
día escalar. Debido a sus fuertes defensas, Sardis se convirtió en capital de Lidia, pero su ubicación im-
pidió que se expandiera y la obligó a seguir siendo pequeña. Dependía por completo del fértil valle que
la circundaba para todas las necesidades de la vida, y los productos había que transportarlos hasta la
ciudad.
La segunda ciudad estaba situada en el valle a unos quinientos metros más abajo. Muchas personas
se establecieron en ella: agricultores que cultivaban y vendían sus productos; operarios en la industria
de la lana; y mercaderes que compraban y vendían mercancías. Estas personas necesitaban espacio
donde vivir y trabajar. En épocas de paz florecían a lo largo de las rutas comerciales que cruzaban de
norte a sur y de este a [p 170] oeste en las provincias de Lidia y Asia. Sardis ocupaba el centro de estas
rutas, lo cual incrementaba su riqueza.
El nombre Creso, rey de Lidia (560–546 a.C.), forma parte de la historia de la ciudad. Todo lo que to-
caba, según la leyenda, se convertía en oro. Incluso la naturaleza misma ayudaba a Sardis, porque
Herodoto escribe acerca del río Pactolus que cruza la ciudad: «El río que desciende del Monte Tmolus y
que le trae a Sardis cantidades de polvo de oro, cruza directamente el mercado de la ciudad».1 Lo que
suministraba pronto se agotó, ciertamente antes de que los romanos ocuparan la zona. Pero Creso utili-
zó la riqueza para extender su influencia, que llegó muy al oriente de Sardis. En una batalla contra Ciro
de Persia confió en un oráculo que le dio la sacerdotisa de Delfos: «Si atraviesas el río Halys, destruirás
un gran imperio».2 Con su ejército cruzó este río y destruyó no el imperio persa sino el suyo propio.
Creso pensó que iba a estar a salvo en Sardis, su inexpugnable fortaleza. No creyó que Ciro fuera a
perseguirlo, y por ello no movilizó a sus fuerzas. Cuando el ejército persa llegó a Sardis, Creso decidió
esperar, al creer que nadie podría escalar los muros casi verticales del promontorio. Pero cuando a uno
de sus hombres por accidente se le cayó su yelmo por uno de los muros y bajó a buscarlo, sin darse
cuenta demostró que se podían escalar los muros. Por la noche, los persas escalaron los muros, no en-
contraron oposición, y se apoderaron de la ciudad.3 Debido al descuido de un soldado y a no haber tra-
tado de custodiar los muros, Creso perdió la guerra.
Cuando las personas no toman en cuenta su historia, repiten los errores del pasado. En el siglo terce-
ro antes de Cristo, Antíoco el grande de Siria envió a sus ejércitos contra Sardis (214 a.C.). Sus soldados
escalaron los desprotegidos muros de la ciudad y se apoderaron de ella en forma muy parecida a como

1 Heródoto 1.95; 5.101 (LCL). Véase también William Barclay, Letters to the Seven Churches, (London: SCM, 1987), 1:83;
William M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches of Asia and Their Place in the Plan of the Apocalypse (London:
Hodder and Staughton, 1904; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 357; Colin J. Hemer, The Letters to the Seven 
Churches of Asia and Their Local Setting, JSNTSup 11 (Sheffield: JSOT, 1986), p. 131.
2 Heródoto 1.53. Consúltese William Barclay, The Revelation of John, 2a ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 1:143.

3 Heródoto 1:77–84. Véase E. M. Blaiklock, Cities of the New Testament (London: Revell, 1965), pp. 113–15; Colin J.

Hemer, «The Sardis Letter and the Croesus Tradition», NTS 19 (1972): 94–97.
132

lo habían hecho los persas en el 546 a.C. Por esto, cuando Jesús dijo a los creyentes en Sardis, «¡Está
alerta!» (v. 2), oyeron un eco de su propio pasado que dio más fuerza a dicha advertencia.
Antíoco el grande hizo que unas dos mil familias judías emigraran desde Mesopotamia hasta Lidia y
Frigia en Asia Menor.4 Los judíos se establecieron [p 171] en muchas de las ciudades, incluyendo a Sar-
dis, donde la investigación arqueológica ha mostrado que era conocida la lengua aramea. Josefo escribe
que los judíos en Sardis disfrutaban de ciertos privilegios, como tener ciudadanía y ocupar posiciones
importantes como miembros del consejo citadino.5 Excavaciones realizadas en el área han puesto al des-
cubierto una sinagoga bastante grande, que se remonta al siglo tercero de la era cristiana. Debe admitir-
se que unos restos del siglo tercero no demuestran que los judíos estuvieran en Sardis en el siglo prime-
ro, pero sí sugieren que algunos judíos quizá vivieron ahí durante algún tiempo antes de esto y que
eran ricos, influyentes y suficientemente numerosos para poder construir estos edificios de la sinagoga.6
Todavía hay más. Jesús menciona que unas pocas personas en Sardis no han manchado sus ropas (v.
4). Esto quiere decir que estos pocos se mantuvieron incólumes frente a influencias externas y que no se
adaptaron a las prácticas religiosas de su tiempo. Si bien las dos cartas a las iglesias de Esmirna y Fila-
delfia mencionan «la sinagoga de Satanás» y a personas que «dicen que son judíos pero no lo son» (2:9;
3:9), Sardis no sufrió oposición de parte de judíos. El evangelio que los cristianos locales proclamaban y
aplicaban era demasiado débil para que resultara ofensivo para los judíos. Asimismo, los templos pa-
ganos dedicados a Cibeles, Zeus Lidios, Heracles y Dionisio influían en la religión de las personas. Una
vez más, la clase de evangelio que los habitantes de Sardis oían de los cristianos no significaba ninguna
amenaza para las religiones paganas.
Los romanos conquistaron Sardis en 189 a.C. y la ciudad sufrió un devastador terremoto en el 17
d.C., pero el emperador Tiberio perdonó a la ciudad el pago de impuestos por cinco años. Durante esos
años los ciudadanos reconstruyeron Sardis para restaurarla a su antiguo esplendor. Los judíos enviaban
regularmente dinero a Jerusalén para el mantenimiento del templo. Josefo menciona que se dirigieron al
gobierno de la ciudad acerca de la decisión del César de no impedirles recolectar el tributo para el tem-
plo y enviarlo a Jerusalén.7
De las siete iglesias, Sardis era una de las más débiles en cuanto a fervor religioso. Al acomodarse a
su entorno religioso la iglesia quedó protegida de toda persecución, porque casi nadie se daba cuenta
de que existía. Su estilo de vida inofensivo conducía a paz religiosa con el mundo pero también a muer-
te espiritual a los ojos de Dios. Con excepción de unos pocos miembros fieles que siguieron alimentan-
do el fuego del evangelio, la iglesia misma iba extinguiéndose poco a poco, como fuego que carece [p 
172] de combustible y de aire. Pero entre las humeantes cenizas había unas pocas brasas.

4 Josefo, Antigüedades 12.3.4 §149. Quizá haya un indicio de una presencia judía en época remota en Abdías 20: «Este
grupo de exiliados israelitas que están en Canaán poseerán la tierra hasta Sarefat; y exiliados de Jerusalén que están en
Sefarad poseerán las ciudades del Negev». Sefarad podría ser Sardis, pero sin duda la realidad nos elude. Cálculos de
la población judía total en Asia Menor durante el siglo primero d.C. la sitúan en un millón. Refiérase a P. W. van der
Horst, «Jews and Christians in Aphrodisias in the Light of Their Relations in Other Cities of Asia Minor», NTT 43
(1989): 106–7.
5 Josefo, Antigüedades 14.10.17 §235; 14.10.24 §259. Véase Hemer, Letters to the Seven Churches, pp. 137–38, 143–44; Robert

North, «Sardis», ISBE, 4:336–37; David E. Aune, Revelation 1–5, WBC 52A (Dallas: Word, 1997), pp. 218–219.
6 Aune, Revelation 1–5, p. 170.

7 Josefo, Antigüedades 16.6.6 §171.


133

a. La advertencia 
3:1–3
1. «Y al ángel de la iglesia en Sardis escribe: El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete es‐
trellas dice esto: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo pero estás muerto».
a. «El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto». Jesús se identifica en forma
diferente en la frase inicial de cada una de las cartas. Aquí se revela como una combinación del saludo
inicial de libro, «los siete espíritus» (1:4), y una expresión tomada de su aparición ante Juan, «las siete
estrellas (1:16, 20; 2:1). Las siete estrellas describen la plenitud del Espíritu Santo al que Jesús envía de
parte del Padre (Jn. 14:26; 15:26–27; Hch. 2:33). Jesús dice que tiene los siete espíritus, es decir, que ha
recibido la plenitud del Espíritu Santo y ejerce autoridad sobre él. Encarga al Espíritu Santo que lo dé a
conocer tanto a creyentes como a incrédulos y que avive las llamas de la renovación en las iglesias que
están debilitándose. El Espíritu, por tanto, es el agente que infunde nueva vida a la iglesia moribunda
de Sardis y estimula a los miembros indolentes para que actúen.
La expresión las siete estrellas también se encuentra en la carta a la iglesia en Éfeso (2:1), pero ahí los
creyentes habían perdido su primer amor y habían caído de su nivel espiritual (2:4–5); aquí se los decla-
ra espiritualmente muertos, lo cual es mucho peor. Pero por medio de su Espíritu, dador de vida, Jesús
puede y quiere revivir a la iglesia. Tiene las siete estrellas en su diestra (1:16), porque son sus mensaje-
ros nombrados para proclamar la palabra de Dios que genera nueva vida dentro de la iglesia. Jesús da a
estos portadores de buenas nuevas tanto autoridad como protección. Los comisiona para que comuni-
quen al pueblo no su propio mensaje sino el de Dios.
b. «Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo pero estás muerto». Jesús se dirige a los miembros
de la iglesia en Sardis para decirles que está totalmente consciente de sus obras, pero que no las puede
contar porque están incompletas a los ojos de Dios (v. 2). Dios no está interesado en intentos a medias
de servirlo. El resumen de su ley es «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con
toda tu mente» (Mt. 22:37).
La iglesia en general sabía que Sardis tenía una congregación con fama de estar viva. Suponemos
que su posición financiera e influencia quizá contribuyeron a dar a la iglesia el aspecto próspero de mu-
cha vida espiritual. El aspecto externo puede engañar a otros creyentes que la miran de una manera su-
perficial, pero Jesús examina la situación interna de la iglesia y encuentra una carencia de fe vibrante, lo
cual ha conducido [p 173] a muerte espiritual. Casi toda la iglesia ha cedido ante el mundo circundante
de religiones paganas y judaísmo, y en lugar de influir en la cultura, se había dejado influir por ella. No
sorprende que Jesús la describa como muerta. La iglesia en Sardis se había convertido en nada porque
no supo contribuir al progreso del evangelio. Jesús dijo a los efesios que si no se arrepentían, les quitaría
el candelabro para impedir que siguieran siendo iglesia (2:5). De igual modo, Sardis dejaría de ser igle-
sia a no ser que sus miembros dieran pruebas de arrepentimiento.
2. «¡Está alerta! Fortalece las cosas que permanecen y están a punto de morir, porque no he encon‐
trado que tus obras han sido finalizadas delante de mi Dios. 3. Recuerda, por tanto, cómo recibiste y 
oíste [el mensaje]: cúmplelo y arrepiéntete. Por tanto, si no estás alerta, llegaré como ladrón, y no sa‐
bes para nada a que hora vendré sobre ti».
134

a. «¡Está alerta! Fortalece las cosas que permanecen y están a punto de morir». El primer mandato es
que permanezcan vigilantes. Al oír esto, los habitantes de Sardis recordarían de inmediato su historia.
El texto griego subraya el presente continuo para indicar que la iglesia debe siempre mostrarse vigilante
ante los peligros internos y externos: falsos maestros dentro de la iglesia y falsas enseñanzas provenien-
tes del exterior (compárese con Hch. 20:29–31; véase también Mt. 24:24). El mandato de Jesús de vigilar
revela que todavía queda algo de vida en la congregación, aunque la describió como muerta.
El segundo mandato es comenzar la tarea de fortalecer a las personas y las cosas que todavía fun-
cionan en la iglesia. Aunque algunos miembros están todavía activos, las obras que han emprendido
son incompletas y corren el peligro de volverse totalmente inactivos.8 En esta frase se insiste en el verbo
fortalecer, de modo que se refuercen tanto los agentes como las actividades que todavía subsisten en
Sardis. Las obras de fe y amor que practican unos pocos fieles miembros tienen la posibilidad de des-
aparecer. A propósito, la redacción de esta cláusula recuerda la instrucción de Dios a Israel: «No forta-
lecen a la oveja débil» (Ez. 34:4; compárese también con Lc. 22:32).
b. «Porque no he encontrado que tus obras han sido finalizadas delante de mi Dios». Jesús examina
las actividades de la iglesia en Sardis del mismo modo que Dios pesó a Belsasar en la balanza para des-
cubrir que no pesó lo que hubiera debido pesar (Dn. 5:27). No quiere cantidad sino calidad. Es decir,
quiere lo que se hace en fe y con amor a Dios y al prójimo. Desea que el creyente esté lleno del Espíritu
Santo y que le exprese palabras de gratitud. La expresión han sido finalizadas transmite [p 174] el signifi-
cado de lo que es perfecto (véase Mt. 5:48). Ningún israelita podía ofrecer un animal defectuoso al Señor
(Lv. 1:3; Dt. 15:21; Mal. 1:8), porque el animal no debían tener ningún defecto, es decir, debía estar com-
pleto. Del mismo modo los cristianos en Sardis tenían que presentar sus obras ante el Señor como sacri-
ficios perfectos. Jesús utiliza el pronombre posesivo mi cinco veces cuando habla de Dios (3:2, 12 [cuatro
veces]; véase también Jn. 20:17). Subordinado a Dios, cumple con su papel de mediador.
c. «Recuerda, por tanto, cómo recibiste y oíste [el mensaje]; cúmplelo y arrepiéntete». Los verbos en
esta cláusula proporcionan amplia evidencia de que había transcurrido mucho tiempo desde que habí-
an oído por primera vez y creído el mensaje del evangelio.9 El verbo recordar parece referirse no sólo el
pasado inmediato de unos pocos años antes sino el pasado distante de más de una generación. Si el
evangelio llegó a Sardis a mediados de los años cincuenta y Juan escribió Apocalipsis a mediados de los
noventa, habían transcurrido cuarenta años. Luego, el griego utiliza el tiempo perfecto del verbo recibir
para indicar que había transcurrido un tiempo considerable.
Los cristianos de primera generación habían puesto en práctica su fe, pero la segunda generación se
limitaba a descansar en lo que había sucedido en el pasado. Por esto Jesús les ordena que sigan recor-
dando lo que habían hecho sus padres, porque la primera generación recibió el mensaje de salvación, lo
escuchó y siguió con obediencia sus instrucciones (véase 2:5). La segunda generación todavía poseía el
mensaje del evangelio, pero ahora se les indicaba que los salvaguardaran. Jesús no dice que la palabra
de Dios deba ser conservada y protegida en un anaquel o en una gaveta, sino que sus enseñanzas debe-

8 Aune, (Revelation 1–5, pp. 216, 219) en traducción e interpretación destaca a personas y no a cosas inanimadas. Sin
embargo, la cláusula siguiente contiene la expresión «tus obras», que sirve de explicación de «las cosas». Véase
también Hemer, The Letters to the Seven Churches, pp. 143–44.
9 El objeto de los verbos recibir y oír es el evangelio. Consúltese Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse

(Kampen: Kok, 1965), pp. 211–14.


135

rían conocerse, seguirse y obedecerse. Así pues, ordena a los lectores y oyentes que obedezcan su evan-
gelio y se arrepientan de su inactividad e indolencia. El verbo cumplir se refiere al evangelio y el verbo
arrepentirse al cambio radical en su interior.
Hoy, la Biblia es el libro que más se vende y millones de personas lo compran. Aunque muchos lo
leen con regularidad, sólo algunos obedecen sus mandatos.
d. «Por tanto, si no estás alerta, llegaré como un ladrón, y no sabes para nada a qué hora vendré so-
bre ti». La advertencia es directa, porque no escucharla conduce en forma inevitable al juicio venidero
del Señor. Cinco de las siete cartas hablan de su venida (Éfeso, 2:5; Pérgamo, 2:16; Tiatira, 2:25; Sardis,
3:3; Filadelfia, 3:11); tres de ellas contienen esta información junto con la seria advertencia de que se
arrepientan (Éfeso, Pérgamo y Sardis). Esto quiere decir que en estos tres casos el arrepentimiento de las
[p 175] personas y la venida de Jesús deberían interpretarse en relación con el contexto histórico de ese
tiempo.
En este contexto concreto, parece inminente e inesperada la venida de Jesús. Viene como un ladrón.
Se trata de un tema común en el Nuevo Testamento, ya sea refiriéndose al castigo inmediato ya a la se-
gunda venida de Cristo. En este caso el contexto histórico apunta al juicio inminente.10 No arrepentirse
conduciría de manera inevitable al reproche inmediato del Señor. Los cristianos en Sardis no tenían que
esperar el retorno prometido de Cristo; si no se arrepentían, su inesperada presencia sería como la de
un ladrón cuya llegada puede producirse en cualquier momento.11
b. La promesa 
3:4–6
4. «Sin embargo, tienes unas pocas personas en Sardis que no han mancillado sus ropas, y cami‐
narán conmigo [vestidos] de blanco, porque son dignos».
Hay esperanza para la iglesia adormecida en Sardis, donde unos pocos miembros siguen siendo fie-
les al Señor. Entre las cenizas del fuego hay unas pocas brasas resplandecientes que, con un soplo de
aire, se convertirán en llamas. El griego dice «unos pocos nombres» y transmite la idea de que el Señor
conoce a sus seguidores fieles en forma individual por su nombre y se complace en su amor por él.
La pequeña cantidad de siervos fieles no habían manchado su ropa, lo cual significa que no se habí-
an dejado influir por la cultura secularizada de su época. La palabra ropas es un símbolo de su conducta
espiritual y de su estilo de vida moral (Jud. 23). No se mancharon con los pecados de adulterio e idola-
tría; no habían socavado el mensaje del evangelio; y se habían abstenido de cualquier compromiso. Fue-
ron fieles a la palabra de seguir a Jesús que habían dado al bautizarse. Aunque estos pocos creyentes
podrían verse como raros y al margen de su cultura, caminaban con perseverancia en las huellas de los
apóstoles y de otros cristianos que habían traído y enseñado el evangelio de salvación. Caminar con el

10 Mt. 24:42–44; Lc. 12:39–40; 1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10; Ap. 16:15. Véase George E. Ladd, A Commentary on the Revelation of John
(Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 57; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text NIGTC
(Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 275–76. La redistribución del texto de 16:15 a 3:3 que hace R. H. Charles (A Criti‐
cal and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920], 1:80; 2:49) no es necesaria y no
tiene sostén en los manuscritos.
11 Consúltese Richard Bauckham, «Synoptic Parousia Parables and the Apocalypse», NTS 23 (1977): 162–76; y su

«Synoptic Parables Again», NTS 29 (1983): 129–34.


136

Señor Dios es el ejemplo que se encuentra en la vida de Enoc (Gn. 5:22, 24) y en las vidas de los discípu-
los que anduvieron con Jesús por Galilea y Judea.
***
[p 176] Los dedicados seguidores de Jesús caminarán con él y se visten con ropa blanca. El color
blanco en este texto significa pureza y santidad.12 Sus ropas blancas son una envoltura que el Señor les
da como un manto de justicia (véase Is. 61:10). Estos pocos fieles son dignos. Es decir, a los ojos de Jesús
se los declara dignos, no por sus propios logros sino por los de él. Sus así llamadas buenas obras pro-
pias no son nada más que harapos sucios (Is. 64:6). Pero al escuchar en obediencia la voz de Jesús y al
seguir sus huellas (véase Ap. 14:4), son declarados dignos, gracias a la expiación de él.
5. «Quien triunfe será pues vestido con ropas blancas. Nunca borraré su nombre del libro de vida, 
y confesaré su nombre delante del Padre y delante de sus ángeles. 6. Quien tenga oído escuche lo 
que el Espíritu dice a las iglesias».
a. «Quien triunfe será pues vestido con ropas blancas». Resulta evidente el típico paralelismo
hebreo, ya que el escritor relaciona la referencia anterior a la ropa blanca con el concepto de triunfar
(véase 2:7). La persona que resiste hasta el fin será salvada y triunfará en Cristo (Mt. 24:13). Los pocos
cristianos fieles en Sardis son los que vencen las tentaciones y pruebas en el curso de la vida. Pero ¿cuál
es la importancia de la palabra pues? Parece natural tomar el adverbio en su contexto del versículo ante-
rior (v. 4b) y decir que «pues» debería asociarse con las ropas blancas como consecuencia de caminar
con Jesús.13
Nótese la voz pasiva en el verbo será vestido, que denota que Dios ha dado las ropas al vencedor. Las
ropas son los actos justos de los santos (19:8). El color blanco denota pureza, y así los santos que van ves-
tidos con ropas blancas son santos en la presencia de Dios (7:9, 13).
b. «Nunca borraré su nombre del libro de vida». He aquí una promesa que se redacta en fuertes
términos negativos para dar tranquilidad a los cristianos fieles en Sardis. Les asegura que están absolu-
tamente a salvo y seguros. Sus nombres han sido inscritos en el libro de vida y nuca serán borrados. En
otra parte, Dios da testimonio a su pueblo, «Grabada te llevo en las palmas de mis manos» (Is. 49:16).
Está vinculado en forma inseparable con ellos, porque son la niña de sus ojos. (Dt. 32:10; Sal. 17:8; Zac.
2:8). Juan revela que los nombres inscritos en ese libro de vida lo han estado desde la fundación de la
tierra (17:8).
El pueblo judío mantenía un registro minucioso de estadísticas vitales. Cuando los judíos regresaron
del exilio, se elaboraron listas para inscribir a las familias (Neh. 7:5–6; 12:22–24). En tiempos de Ezequiel
se practicaba [p 177] la exclusión de ciertas personas de los registros de la casa de Israel. A los falsos
profetas se los excluía por completo y se los expulsaba de la tierra de Israel (Ez. 13:9). Los romanos bo-
rraban de los registros el nombre de un criminal antes de darle muerte; a los cristianos que se negaban a
rendir culto al César como Señor se los consideraba como convictos, por lo que debían perder su ciuda-

12 Ap. 3:5, 18; 4:4; 6:11; 7:9, 13, 14; 19:14. Véase William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids:
Baker, 1982), p. 74.
13 Consúltese Aune, Revelation 1–5, p. 223. Beale (Revelation, p. 278) prefiere tomar «así» con el participio presente ho 

nikōn («el que triunfa»).


137

danía. Jesús asegura a los fieles en Sardis que sus nombres nunca serán borrados del libro de vida.14 Los
que habían profesado el nombre de Jesús pero cuyo estilo de vida no estaba acorde con dicha profesión
nunca tuvieron los nombres inscritos en el «libro de vida». Jesús les dice que nunca los conoció y les
manda que se aparten de él (Mt. 7:21–23).
La frase «libro de vida» es significativa porque difiere de la de «registro civil»; aquel está en el cielo,
éste en la tierra. En Apocalipsis, el libro de vida es donde están escritos los nombres de quienes han reci-
bido el don de la vida eterna (3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27; y ver Lc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 12:23). En el
Antiguo Testamento, «ser borrado del libro» en la tierra significa «morir», o sea, suprimirlo del registro
civil (Éx. 32:32, 33; Sal. 69:28; Dn. 12:1).
c. «Confesaré su nombre delante del Padre y delante de sus ángeles». Se trata de una palabra de Je-
sús que pronunció durante su ministerio terrenal y repitió con pequeñas variaciones:
- «A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Pa-
dre que está en el cielo» (Mt. 10:32).
- «Les aseguro que a cualquiera que me reconozca delante de la gente, también el Hijo del hombre lo
reconocerá delante de los ángeles de Dios» (Lc. 12:8).
- «A quien me confiese delante de los hombres, lo confesaré delante de mi Padre» (2 Clem. 3.2).
Un himno cristiano primitivo afirma que Jesús repudiará a quien lo repudie (2 Ti. 2:12), y el paralelo
es que, delante de Dios Padre, Jesús honra a quienes lo honran (1 S. 2:30). En los tribunales más eleva-
dos del cielo delante de Dios y de sus ángeles, Jesús confiesa los nombres de aquellos que confiesan su
nombre en la tierra. Jesús es uno con su pueblo y no se avergüenza de llamarlos sus hermanos y her-
manas (Heb. 2:11).15
[p 178] d. «Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias». Es el estribillo que se repi-
te en cada una de las siete cartas. El Espíritu Santo habla a todas las iglesias y no sólo a la congregación
de Sardis.
Palabras, frases y construcciones griegas en 3:1–6
Versículo 1
ὄνομα—esta palabra tiene un sentido metafórico, «fama».
Versículo 2
γίνου γρηγορῶν—el verbo ser con el participio presente denota una construcción perifrástica, aquí en impe-
rativo. El mandato revela que las personas ya están alertas y deberían seguir estándolo. Pero el verbo imperativo
στήρισον es aoristo ingresivo, «comenzar a fortalecer».

14 Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 476; John P. M. Sweet,
Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 100; Alan F. Johnson, Revelation en The Expositor’s Bible 
Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 12:450; G. R. Beasley-Murray, The Book of 
Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 98.
15 Véase el significado de «nombre» en J. William Fuller, «‘I Will Not Erase His Name from the Book of Life’

(Revelation 3:5)», JETS 26 (1983): 297–306.


138
ἔμελλον—es un imperfecto epistolar, porque el escritor se coloca en la posición del lector, quien, cuando lee
el verbo, sabe que es el pasado. Se traduce en tiempo presente «están a punto de».
Versículo 3
Los tiempos y modos verbales en el versículo 3a varían: μνημόνευε (¡recuerda!) imperativo presente;
εἴληφας (has recibido) perfecto activo de indicativo; ἤκουσας (oíste) aoristo indicativo; τήρει (¡Conserva!) impe-
rativo presente; μετανόησον (¡arrepiéntete!, ver 2:5), imperativo aoristo. El tiempo perfecto de εἴληφας parece
asumir un sentido aoristo, «en especial en vista de los relativamente pocos casos del indicativo aoristo de
λαμβάνω en Apocalipsis».16
Versículo 4
ὀλίγα ὀνόματα—«unas pocas personas». El sentido figurativo del sustantivo se refiere a personas a las que
se conoce individualmente por su nombre (véase Hch. 1:15; Ap. 11:13; compárese con 18:15).
Versículo 5
οὕτως—«pues». El TR dice οὕτος (esto), lo cual parece ser una corrección del adverbio οὕτως, que se consi-
deró como superfluo.17 La evidencia en los manuscritos favorece la lectura «pues».
«Al ángel de la iglesia en Filadelfia escribe: El que es santo y verdadero, que tiene la llave de David, que abre
7

y nadie cerrará y cierra y nadie abre, dice esto: 8 Conozco tus obras. Mira, he colocado delante de ti una puerta
abierta, que nadie puede cerrar. Sé que tienes poca fortaleza y con todo has guardado mi palabra, y no has nega-
do mi nombre. 9 Mira, haré a [p 179] los de la sinagoga de Satanás y que se llaman a sí mismo judíos y no lo son
pero mienten, mira, los haré que vengan y se postren a tus pies y reconozcan que yo te he amado. 10 Porque has
guardado mi mandamiento de perseverar, también te guardaré de la hora de prueba que está a punto de venir
sobre todo el mundo para probar a quienes viven en la tierra. 11 Vengo pronto; aférrate a lo que tienes, de modo
que nadie tome tu corona.
Haré del que triunfe una columna en el templo de mi Dios. Nunca más saldrá de él. Escribiré el nombre de
12

mi Dios en él y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo de parte de mi
Dios; y en él escribiré mi nuevo nombre. 13 Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias».
6. Filadelfia 
3:7–13 
La ciudad
Situada a unos cincuenta kilómetros al sureste de Sardis y a unos noventa y cinco al este de Esmirna,
Filadelfia (la moderna Alaşehir) fue fundada en el 140 a.C. por Átalo II.18 Su sobrenombre era Phila-
delphus, y por amor a su hermano Eumenes llamó a la ciudad Filadelfia, ciudad del amor fraterno. Es-
taba estratégicamente situada a lo largo de una carretera muy frecuentada que unía el este (Asia) con el
oeste (Europa). Era una ciudad con una puerta abierta por la cual se difundieron desde Grecia y Mace-
donia hasta Asia Menor y Siria el comercio, la lengua griega y la cultura griega. La palabra de Jesús «he

16 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 445; A. T. Robertson, A 


Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934), p. 901.
17 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2a ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), p. 665.
18 Otro relato afirma que el egipcio Ptolomeo Philadelphus fundó la ciudad en el siglo tercero a.C. Consúltese Joannes

Lydus De Mensibus 3.32; Aune, Revelation 1–5, p. 234; Hemer, Letters to the Seven Churches, pp. 262–63 n. 3.
139

colocado delante de ti una puerta abierta» (v. 8) la recibieron muy bien los cristianos que residían en la
ciudad y que difundían activamente el evangelio de Jesucristo.
El área que circundaba Filadelfia era volcánica y se la conocía como «la tierra quemada». Cenizas
volcánicas habían caído en ella y convirtieron su suelo en sumamente fértil. En los terrenos alrededor
de la ciudad el paisaje estaba salpicado de viñedos, de modo que llegó a ser conocida por sus vinos y
bebidas. Sin embargo, debido a la actividad volcánica, la ciudad sufrió a menudo terremotos. Un terre-
moto muy intenso destruyó la ciudad en el 17 d.C., después de lo cual el emperador Tiberio la declaró
exenta de impuestos. Dio una cantidad de dinero para su reconstrucción. Sus habitantes, por miedo a
que se repitieran los temblores, preferían vivir fuera del recinto de la ciudad, en la campiña. Así, la
promesa de Jesús resultó significativa para sus seguidores en esa ciudad: nunca más tendrían que salir
(v. 12).
Debe mencionarse otro punto de interés. La ciudad, destruida a causa del terremoto en el 17 d.C. y a
la que Tiberio ayudó económicamente, quiso honrar al emperador adoptando el nombre de Neocaesarea
(la ciudad del nuevo César). Este nuevo nombre siguió en boga por entre veinticinco a [p 180] treinta
años. Más adelante, para honrar al emperador Vespasiano, quien reinó entre el año 69 y el 79, la ciudad
se llamó a sí misma «Flavia», y tuvo un templo para el culto al emperador. El nombre completo de Ves-
pasiano era Tito Flavio Sabino Vespasiano. Una vez más, la promesa de Jesús a los cristianos de Filadel-
fia de darles un nuevo nombre (v. 12) estuvo llena de significado.
Ramsay aptamente resume las características de Filadelfia: «Primero, era una ciudad misionera; en
segundo lugar, su gente vivía siempre con temor a desastres, ‘el día de prueba’; en tercer lugar, muchas
de las personas salían a vivir fuera de la ciudad; en cuarto lugar, tomó el nuevo nombre del dios impe-
rial».19
No sólo la iglesia en Esmirna, sino también los santos en Filadelfia eran modelos de fidelidad a Jesu-
cristo. Los alaba por su perseverancia y en toda esta carta no menciona ni una palabra de reproche. Son
muchos los indicios de la influencia cristiana en Filadelfia, porque la iglesia siguió fiel a Jesús a lo largo
de los siglos, incluso cuando el Islam se convirtió en la religión predominante en la zona. En la primera
parte del siglo veinte, todavía florecían en Filadelfia cinco congregaciones cristianas.20 De todas las siete
iglesias en la provincia de Asia, sólo la de Filadelfia ha permanecido a través de los siglos.
a. Saludo y reconocimiento 
3:7–8
7. «Al ángel de la iglesia en Filadelfia escribe: El que es santo y verdadero, que tiene la llave de 
David, que abre y nadie cerrará y cierra y nadie abre, dice esto: 8. Conozco tus obras. Mira, he colo‐
cado delante de ti una puerta abierta, que nadie puede cerrar. Sé que tienes poca fortaleza y con todo 
has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre».
a. «El que es santo y verdadero, que tiene la llave de David, que abre y nadie cerrará y cierra y nadie
abre». La descripción que hace Jesús de sí mismo es una introducción muy apropiada de la carta a los
habitantes de Filadelfia, porque Jesús contaba con ellos para apreciar tanto la santidad como la verdad.

19
Ramsay, Letters to the Seven Churches, p. 398.
20
Blaiklock, Cities of the New Testament, p. 122; Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión,
Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 53.
140

La Escritura enseña que como Dios es santo, espera que su pueblo sea santo (Lv. 11:45; 19:2; 20:7). Dios
es el santo (Is. 40:25; Hab. 3:3), pero aquí a Jesús se lo llama santo y verdadero. De hecho, tanto los de-
monios como los discípulos de Jesús reconocen a Jesús como al santo de Dios (Mr. 1:24); Lc. 4:34; Jn.
6:69). De todos los libros del Nuevo [p 181] Testamento, Apocalipsis es el que con mayor frecuencia
llama al pueblo de Dios los santos.21 Han sido lavados con la sangre de Cristo y pueden entrar en la pre-
sencia de Dios como si nunca hubieran pecado. Son la esposa de Cristo de la que ha sido eliminada toda
mancha y arruga (Ef. 5:26, 27).
En el Nuevo Testamento sólo dos veces se encuentran combinados los dos adjetivos santo y verdade‐
ro: en una ocasión se aplican a Jesús (aquí) y en otra a Dios (6:10). Verdadero quiere decir que es genuino
en el sentido de contrapuesto a impostor engañoso. Jesús nunca viola su palabra sino que cumple todas
sus implicaciones. Quienes se llamaban judíos, pero no lo eran, demostraban su mentira. Por el contra-
rio, la palabra de Jesús merece confianza. La combinación de fiel y verdadero se atribuye a Jesús y a las
palabras que Dios pronuncia (3:14; 21:5; 22:6).
Jesús tiene la llave de David, lo cual es una referencia directa a su linaje mesiánico. Las palabras es-
tán basadas en Is. 22:22: «Sobre sus hombros pondré la llave de la casa de David; lo que él abra, nadie
podrá cerrarlo; lo que él cierre, nadie podrá abrirlo». Esto se le dice a Eliaquín, hijo de Jilquías, quien
sirvió al rey Ezequías como mayordomo fiel. Eliaquín recibió emblemas reales de autoridad: una túnica
con fajín y la llave de la dinastía de David en sus hombros. Gobernó sobre la casa de David, Jerusalén y
Judá. Fue prototipo de Jesús el Mesías (compárese con Is. 9:6). Cristo, por otro lado, detenta el cetro del
reino de Dios, es el Hijo al frente de su casa (Heb. 1:8; 3:6), y gobierna sobre todos los pueblos.22
La expresión llave está en singular precedido de un artículo definido y, por ello, difiere del anterior
retrato de Jesús detentando las llaves de la muerte y del Hades (1:18). Jesús es el único que detenta au-
toridad absoluta con esa llave real de David (5:5; 22:16). Es quien gobierna en forma absoluta en el cielo
y en la tierra (Mt. 28:18), porque lo que él abre nadie lo puede cerrar, y lo que el cierra nadie lo puede
abrir. Su palabra y sus obras son definitivas.
Abrir y cerrar puertas debe interpretarse en el contexto de los judíos en Filadelfia (v. 9). Se oponían a
que se admitieran gentiles, a los que Jesús acogía de corazón en la comunión de la iglesia cristiana. Los
judíos mismos, sin embargo, quedaban fuera del reino de Dios aunque se consideraban a sí mismos
como el pueblo escogido de Dios (Mt. 8:12).
b. « [Jesús] dice esto: Conozco tus obras. Mira, he colocado delante de ti una puerta abierta, que na-
die puede cerrar». El Señor está muy familiarizado con las obras de los habitantes de Filadelfia y no le
hace falta enumerarlas (véase 2:2, 19; 3:15). Las dos cláusulas acerca de una puerta [p 182] abierta y de la
incapacidad de cerrarla parecen aludir a las obras que realizaba la iglesia en Filadelfia. Mientras que la
iglesia en Sardis permanecía sin hacer nada, los habitantes de Filadelfia trabajaba en enseñar y predicar
el evangelio de Cristo.

21 La expresión para santos (hagioi) se encuentra 14 veces en Apocalipsis, 8 en Romanos, 6 en 1 Corintios, y con menos
frecuencia en los otros libros.
22 Beale, Revelation, p. 285. Ernst Lohmeyer (Die Offenbarung des Johannes, HNT 16 [Tübingen: Mohr, 1970], p.35) aplica

la llave de David a la nueva Jerusalén.


141

Los estudiosos debaten acerca de cómo puntuar este versículo. Algunos opinan que la cláusula «Co-
nozco tus obras» debería considerarse como un paréntesis. Otros piensan que la frase, «Mira, he coloca-
do delante de ti una puerta abierta, que nadie puede cerrar», es parentética. Y todavía otros proponen
tres frases separadas mediante la repetición de «conozco/sé» antes de la tercera frase «que tienes poca
fortaleza, etc.» Es preferible esta tercera opción y es la que adoptan la mayor parte de los traductores.23
¿Cuál es el significado de la expresión una puerta abierta? Primero, el griego indica que esa puerta ha
sido abierta y sigue así, aunque el Señor puede cerrarla de nuevo. Luego, el tránsito no es a través de
esta puerta hacia el mundo sino más bien entrando por ella hacia el reino. Tercero, el Señor tiene que
abrir la puerta para que la labor de evangelismo resulte posible y eficaz. Pablo y Bernabé informaron a
la iglesia de Antioquia cómo Dios «había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch. 14:27). Dios abre
la puerta que nadie puede cerrar, de modo que las personas puedan entrar a su presencia. Dondequiera
que abra las puertas para sus obreros, bendice su labor de presentar el evangelio (1 Co. 16:9; 2 Co. 2:12;
Col. 4:3). Allá la obra de misiones y evangelismo florece cuando los conversos llegan a la fe en Cristo. A
pesar de la violenta oposición de los judíos en la sinagoga de Satanás (v. 9), al pequeño núcleo de cris-
tianos fieles en Filadelfia se les garantizó la bendición porque Jesús había abierto la puerta a los gentiles
conversos. En resumen, Dios es soberano en la obra de salvación, porque cierra o abre las puertas de
servicio (compárese con Is. 45:1). Y la puerta que Dios abre es un estímulo para que los cristianos se in-
volucren activamente en la labor de evangelismo y misiones.
c. «Sé que tienes poca fortaleza y con todo has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre».
Jesús enfatiza la palabra poca. Antecede al sustantivo fortaleza y se refiere a la cantidad de los santos en
Filadelfia. A los ojos de los judíos locales, estos cristianos eran tan insignificantes que ni siquiera se po-
dían considerar como significativos. En el curso del ministerio terrenal de Jesús, el Señor alentó a los
discípulos con estas palabras: «No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del
Padre darles el reino» (Lc. 12:32).
[p 183] Dos alabanzas sirven para estimular el espíritu de este pequeño grupo de creyentes: han
guardado la palabra de Jesús, y no han negado su nombre. Estos dos se presentan en forma contrapues-
ta en una estructura paralela hebrea: el primero es positivo y alude al evangelio de Cristo; el segundo es
negativo, con la palabra nombre que encarna la revelación de Jesús. Guardar la palabra de Jesús no im-
plica que debería ocultarse a la vista sino que debería protegerse contra cualquier transformación. No
negar el nombre significa honrarlo y al mismo tiempo dar a conocer la revelación de Jesús a todos (véa-
se v. 10; 2:13; Jn. 8:51; 1 Jn. 2:5). La palabra y el nombre de Jesús se refieren a la revelación especial de Dios
que se expresa tanto en el evangelio como en preceptos. Su pueblo observa esta revelación en palabra y
obra.
Estas dos alabanzas implican que los santos fieles en Filadelfia tenían que hacer frente a oposición
de parte de judíos y gentiles. Sus adversarios se oponían al nombre y al mensaje de Jesús y rechazaban a
sus seguidores por razón de su estilo de vida. Pero los santos permanecieron fieles a su Señor y, por
consiguiente, recibieron su loa y sus bendiciones.

23Aune (Revelation 1–5, p. 228) se ajusta al texto griego y se abstiene de repetir «Yo conozco». Así traduce hoti no como
conjunción («que») sino como causal («porque»). De igual modo, R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s 
Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 139. La GNB transfiere las cláusulas «He puesto delante de ti una puerta
abierta, que nadie puede cerrar» al final del versículo como frase de cierre.
142

b. Exhortación 
3:9–11
9. Mira, haré a los de la sinagoga de Satanás y que se llaman a sí mismo judíos y no lo son pero 
mienten, mira, los haré que vengan y se postren a tus pies y reconozcan que yo te he amado.
a. El imperativo mira se encuentra dos veces para dar énfasis (véase también v. 8). Nótese la repeti-
ción de la primera frase, que también se encuentra en la carta a los cristianos en Esmirna (2:9). Y nótese
que la interrupción a mitad del versículo hace que la segunda parte refuerce la primera. Estas dos par-
tes ilustran la sintaxis hebrea, en la que se utiliza la repetición para enfatizar.
b. «Mira, haré que los de la sinagoga de Satanás y que se llaman a sí mismos judíos y no lo son pero
mienten». Los traductores tiene que apartarse de la versión literal, «Mira, doy a los que …» y sustituir el
verbo hacer en tiempo futuro en lugar de «doy». En la segunda parte de la frase, vuelve a aparecer la
redacción «haré». Las dos últimas palabras «pero mienten» no están en la carta a Esmirna que es análo-
ga a este versículo.

Apocalipsis 2:9 Apocalipsis 3:9

Haré a los de la sinagoga de Sa-


tanás

los que se llaman a sí mismos judíos que se llaman a sí mismos judíos

y no lo son, y no lo son

pero son la sinagoga de Satanás pero mienten

Las dos congregaciones de Esmirna y Filadelfia son las dos únicas de las siete que mencionan en
forma específica al pueblo judío, a su sinagoga, [p 184] y a su señor Satanás. Pero estas dos son también
las dos únicas iglesias que reciben alabanza sin ni una palabra de reproche.
El pueblo judío que se había convertido al cristianismo ya no era tolerado en las sinagogas después
de la destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén en el 70 d.C. Dos décadas más tarde los líderes
judíos se reunieron en Jamnia para reconocer el canon de las Escrituras y para formular las así llamadas
dieciocho bendiciones. La duodécima petición en esta oración pronuncia una maldición sobre los após-
tatas:
Para los apóstatas que no haya esperanza, y que el reino de la insolencia erradiques con prontitud en
nuestros días; y que los cristianos (noserim) y los herejes (minim) perezcan en un momento, que queden
borrados del libro de vida y que no sean inscritos con los justos. Bendito eres, oh Señor, que humillas al
insolente.24

24William Horbury, «The Benedictions of the Minim and Early Jewish-Christian Controversy», JTS, n.s. 33.1 (1982): 19–
61, en especial pp. 20–21 y 59–60. La cita es de la p. 20. Véase también SB 4:208–49.
143

Ya a mediados del siglo primero, los judíos se referían al cristianismo como «la secta nazarena»
(Hch. 24:5). Después de haber formulado la maldición sobre los herejes, los judíos denunciaban a los
cristianos tanto judíos como gentiles durante los servicios de culto en las sinagogas locales. Aunque no
ha llegado hasta nosotros ningún texto del siglo primero, podemos afirmar con seguridad que la hosti-
lidad judía contra los cristianos fue aumentando cada vez más. Descubrimos pruebas de esto en escritos
cristianos de la última parte del siglo primero y de comienzos del segundo y en referencias dispersas al
cristianismo en literatura judía.25
Jesús llamó a la asamblea judía «la sinagoga de Satanás» (véase el comentario acerca de 2:9). Como
los judíos se jactaban de ser el pueblo escogido de Dios con quien habían establecido un pacto, Jesús dio
a entender que habían perdido el derecho de llamarse su pueblo. Se volvieron instrumentos en las ma-
nos de Satanás, quien como señor suyo los utilizaba para socavar y, de ser posible, destruir a la iglesia.
Repudiaban no sólo a Jesús sino también a todos sus seguidores y, con ello, en forma indirecta recono-
cían a Satanás como señor. Por tanto, Jesús los describió como mentirosos porque ya no podían seguir
pretendiendo que eran el pueblo de Dios.
c. «Mira, haré que vengan y se postren a tus pies y reconozcan que yo te he amado». A Israel como
nación escogida de Dios se le dio la promesa de restauración después de su regreso del exilio. Dios dijo:
«Los reyes te adoptarán como hijo, y sus reinas serán tus nodrizas. Se postrarán ante tu rostro en tierra,
y lamerán el polvo que tú pises. Sabrás entonces que yo soy el Señor, y que no quedará avergonzados
los que en mí confían» (Is. 49:23; véase también 60:14). En lugar de que los judíos reciban honra, [p 185] 
Jesús predice que honrarán a los fieles seguidores de Jesús y reconocerán que verdaderamente ama a
los suyos. Esto sugiere que las promesas de Dios a Israel ahora han pasado a los seguidores de Jesús.26
Sin duda que no todos los judíos han perdido su derecho al amor de Dios. Todos los que se arrepienten
y se vuelven a él siguen experimentando su favor divino, porque son el pueblo del pacto de Dios redi-
mido por medio de Jesucristo.
Jesús demuestra su amor a los cristianos de Filadelfia al decir que incluso los judíos que se les opo-
nen confesarán que los ama (compárese con Is. 43:4). Como la niña de sus ojos, reciben su cuidado vigi-
lante.
10. Porque has guardado mi mandamiento de perseverar, también te guardaré de la hora de prue‐
ba que está a punto de venir sobre todo el mundo para probar a quienes viven en la tierra. 11. Vengo 
pronto; aférrate a lo que tienes, de modo que nadie tome tu corona.
a. «Porque has guardado mi mandamiento de perseverar, también te guardaré de la hora de prue-
ba». Las traducciones del versículo 10 varían y, por consiguiente, también varían las interpretaciones,
con lo que se pone sobre aviso al exégeta de que no puede ser demasiado dogmático. Comencemos con
la palabra introductoria porque; esta conjunción se extiende al versículo 8b («has guardado mi palabra, y
no has negado mi nombre»), de modo que el versículo 9 sirve de nota explicativa acerca de la opresión
que tuvieron que sobrellevar los creyentes fieles.

25 Ignacio, Filadelfos 6.1. Véase también Jn. 8:44; 2 Co. 11:14–15.


26 Barclay, Revelation of John, 1:165; Johnson, Revelation, p. 453.
144

Luego, algunos comentaristas defienden la continuidad del versículo 8b («guardaste mi palabra») en


el versículo 10. Pero el término palabra puede tener una connotación diferente cuando la califica «perse-
verar», porque entonces asume el significado de «mandamiento».
Tercero, hay la secuencia del verbo guardar en los versículos 8 y 10, que puede interpretarse como
«obedecer», como «obedeciste mi palabra/ mandamiento». Pero si se adopta el verbo obedecer, queda
destruido el equilibrio verbal en el versículo 10: «has guardado mi mandamiento … yo también te
guardaré». La escogencia, por tanto, parece inclinarse hacia el equilibrio de los verbos «guardado» y
«guardaré».
En cuarto lugar, está el caso de la posición del pronombre posesivo mi que se toma o como «mi pa-
labra/mandamiento» o «la palabra de mi perseverancia».27 Aunque se podría argüir a favor de cualquie-
ra de las dos [p 186] posiciones (compárese con Heb. 12:1–3), la construcción «mi palabra» (véase v. 8)
requiere una medida de coherencia en este punto. Sin embargo, la Escritura enseña que al haber perse-
verado él mismo en el sufrimiento, Jesús ayuda a su pueblo que ahora sufre por razón de su adhesión a
él (Heb. 2:18).
Por último, ¿significa la preposición de preservación o evacuación? Esta preposición se puede inter-
pretar que significa de «por medio de» en el sentido de que Dios guarda al creyente a salvo durante un
período de dificultades. También se puede argüir que Dios aísla a su hijo de las dificultades que surgen.
Sin embargo, en su oración sacerdotal Jesús pide no que Dios saque a los creyentes de este mundo sino
que los proteja de los ataques violentos del malvado (Jn. 17:15). Jesús envía a los suyos al mundo con la
seguridad de que los guardará, como resulta evidente en la vida y ministerio de Pablo (véase Hch. 18:9–
10). El Señor promete que guardará a su pueblo en la hora de prueba.28
b. «La hora de prueba que está a punto de venir sobre todo el mundo para probar a quienes viven en
la tierra». La palabra hora no se limita a sesenta minutos sino que denota más bien un período de tiem-
po. Pero ¿qué significa la palabra prueba y a quién se aplica? Este término puede significar tentación,
examen o prueba, y este último significado armoniza con el contexto. El significado de prueba está rela-
cionado con las adversidades, aflicciones y problemas que Dios envía a su pueblo para someter a exa-
men su fe, santidad y carácter.29 Dios los somete a prueba y permite que Satanás los tiente. Para los cris-

27 Lenski, Revelation, p. 143. T. Mueller, «‘The Word of My Patience’ in Revelation 3:10», ConcTheolQuart 46 (1982): 231–
34. Mueller interpreta el pronombre en forma objetiva: «Has conservado la fe con el resultado de la perseverancia en
mí». Algunos comentaristas interpretan «mi paciente perseverancia» en forma subjetiva como referencia al sufrimiento
y crucifixión que Jesús soportó, porque esta perseverancia fue piedra de tropiezo para los judíos. La cuestión se centra
en el referente, o sea, ¿se refiere el pronombre al sufrimiento de Jesús en la cruz o a sus seguidores a quienes se les dice
que soporten las dificultades en su nombre? Consúltese S. Greijdanus (De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT
[Amsterdam: Van Bottenburg, 1925], p. 100); Charles, Revelation 1:89; Swete, Revelation, p. 56. El contexto parece
favorecer la segunda opción.
28 Robert H. Gundry, The Church and the Tribulation: A Biblical Examination of Posttribulationism (Grand Rapids:

Zondervan, 1973), p. 57; Beale, Revelation, pp. 290–91. En cuanto a otras opiniones, véase Charles C. Ryrie, «The
Church and the Tribulation: A Review», BibSac 131, no. 522 (1974): 173–79; David G. Winfrey, «The Great Tribulation:
Kept ‘out of’ or ‘Through’?» GTJ3 (1982): 3–18; Thomas R. Edgar, «Robert H. Gundry and Revelation 3:10», GTJ3
(1982): 37–39; Robert L. Thomas, Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), pp. 286–88; John F.
Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 87.
29 Thayer, p. 498; Walter Schneider and Colin Brown, NIDNTT, 3:803; Aune, Revelation 1–5, p. 231.
145

tianos esto significa que en tiempos de tentación triunfan por medio del poder de Dios y quedan forta-
lecidos en su fe.
Los tiempos de prueba llegan a todas las iglesias y a todos los creyentes en todas las edades. Así
como la iglesia de Esmirna entró en un período de persecución, la iglesia en Filadelfia experimentó su
hora de prueba. Esto no quiere decir que los cristianos no sufrirán muerte física en estos períodos, sino
que Dios los guarda de la muerte espiritual.
Durante su permanencia en esta tierra son vencedores. «La hora de prueba» no se limita a un evento
concreto sino que ofrece un cuadro sintético de toda la gama de pruebas. Tiene que ver no sólo con Fi-
ladelfia sino que «se refiere en general a todas las pruebas que anteceden al retorno de Cristo.»30 Ade-
más, abarca a toda la tierra, de modo que toda la iglesia, en un momento u otro antes del retorno de
Cristo, pasa por grave tribulación.
[p 187] La frase «los que viven en la tierra» se aplica a los incrédulos, como resulta evidente en nu-
merosos pasajes en Apocalipsis donde significa los perseguidores y enemigos de los creyentes.31 Dios
pondrá a prueba a los incrédulos que persiguen a su pueblo y los encontrará deficientes. Concluimos
que en este versículo el término prueba y el verbo probar apuntan tanto a creyentes como a incrédulos.
«Para los cristianos, esta tribulación, además de ser una amenaza a su seguridad física, también será
una prueba de su fe, que, con la ayuda de Dios, podrán sobrellevar. Para los enemigos de la iglesia, sin
embargo, sean judíos o gentiles, llegará como el merecido castigo por su maldad».32
c. «Vengo pronto; aférrate a lo que tienes, de modo que nadie tome tu corona». Una vez más aparece
el estribillo que se emplea una serie de veces en Apocalipsis (2:16, 25; 22:7, 12, 20; véase también Zac.
2:10). En Apocalipsis lo significativo no es el tiempo cronológico sino su principio. Siglos van y siglos
vienen mientras la iglesia sigue orando: «¡Maranatha, ven, Señor Jesús!» No hay evidencia de cuándo
vendrá, pero la certeza de su retorno resuena a lo largo del libro de Apocalipsis. Jesús viene tanto para
consolar a su pueblo como para vengar a sus enemigos.33
Jesús instruye a la iglesia en Tiatira que se aferre a lo que tienen (2:25); de igual modo exhorta a los
cristianos en Filadelfia que guarden sus posesiones espirituales. Promete a la iglesia en Esmirna «la co-
rona de vida» (2:10), pero aquí afirma que los creyentes en Filadelfia ya poseen dicha corona, que otros
se la podrían arrebatar. Poseen la corona del vencedor. Aferrarse a ella significa seguir siendo leales
hasta el fin y con ello ser triunfadores.
c. Promesa 
3:12–13
12. «Haré del que triunfe una columna en el templo de mi Dios. Nunca más saldrá de él. Escribiré 
el nombre de mi Dios en él y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende 
del cielo de parte de mi Dios; y en él escribiré mi nuevo nombre».

30 Aune, Revelation 1–5, p. 240. Véase también Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of 


Revelation (Grand Rapids: Reformed Free Publishing Association, 1969), pp. 132–33.
31 Ap. 6:10; 8:13; 11:10 (dos veces); 13:8, 14 (dos veces); 17:8; compárese también con 13:12; 14:6; 17:2.

32 Schuyler Brown, «The Hour of Trial (Rev. 3:10)», JBL 85 (1966): 314. Refiérase también a Hughes, Revelation, p. 61.

33 Compárese con Robert L. Thomas, «The ‘Comings’ of Christ in Revelation 2–3», MSJ 7 (1996): 153–81.
146

Nótese el empleo del pronombre posesivo mi que precede al nombre Dios cuatro veces y al nuevo
nombre de Jesús una vez (véase también v. 2). Jesús enfatiza tanto su subordinación a su Padre (Jn.
20:17) como la autoridad que ha recibido para escribir su nuevo nombre en su pueblo.
a. «Haré del que triunfe una columna en el templo de mi Dios». Jesús promete hacer del creyente
una columna en el templo de Dios. Hay por [p 188] lo menos dos interpretaciones de la palabra columna.
Una es que los templos antiguos tenían una serie de columnas esculpidas en forma de seres humanos
alrededor de la parte interior de estructuras. La segunda es que la columna en un templo servía para
honrar a una persona distinguida, de la misma forma que las lápidas adosadas a columnas en las cate-
drales europeas. Pero estas ilustraciones no deberían tomarse en serio porque el término columna tiene
un significado simbólico, de la misma forma que a Jacobo, Pedro y Juan se los consideraba columnas en
la iglesia (Gá. 2:9; compárese también con 1 Ti. 3:15).
El pasaje habla no de templos paganos o del templo salomónico en Jerusalén (1 R. 7:15–22; 2 Cr.
3:15–17), sino de la nueva Jerusalén que iba a descender del cielo. Esto significa que a los santos se los
honra dentro de ese templo celestial, que de hecho no es nada menos que la presencia misma de Dios.
Esto excluye, pues, la idea de columnas de soporte como en los templos antiguos. En resumen, la expre-
sión templo debe interpretarse en sentido figurado. Dios quiere honrar a su pueblo en su sagrada pre-
sencia.34
b. «Nunca más saldrá de él. Escribiré el nombre de mi Dios en él». La primera cláusula resultaba
significativa para los ciudadanos de Filadelfia, quienes, debido a los frecuentes terremotos, preferían
vivir fuera de las murallas de la ciudad en la campiña. Estas personas vivían toda su vida con el temor
de catástrofes naturales; por el contrario, los hijos de Dios moran seguros para siempre en su presencia
(21:3).
Jesús promete que pondrá el nombre de Dios en el cristiano. En dos pasajes más, Juan elabora su
pensamiento diciendo que los nombres del Cordero y del Padre están escritos en la frente de los santos
(14:1; 22:4). Nótese la antítesis recurrente en el Apocalipsis: los santos reciben los nombres de Dios y del
Cordero mientras que los incrédulos ostentan el nombre y el número de la bestia (13:17–18).
c. «Y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo de parte de mi
Dios; y sobre él escribiré mi nuevo nombre». Tres veces en este versículo se utiliza la palabra nombre. En
el tercer caso está calificada con el adjetivo nuevo. Los habitantes de Filadelfia podían encontrar sentido
en estos nuevos nombres, porque después del terremoto del año 17 d.C., cuando el emperador Tiberio
los eximió de pagar impuestos para que donaran dinero para reconstruir Filadelfia, le pusieron a la ciu-
dad el nombre de Neocaesarea. Décadas más tarde, cuando quisieron honrar al emperador Vespasiano,
le cambiaron el nombre a [p 189] Flavia. Ahora a los santos en Filadelfia se les dice que será escrito so-
bre ellos el nombre de Dios, de la nueva Jerusalén y de Jesús. Estos nombres les sirven como pasaporte
para entrar a la presencia de Dios y como señal de ciudadanía de la Jerusalén que desciende del cielo.

34Richard H. Wilkinson («The στῦλος of Revelation 3:12 and Ancient Coronation Rites», JBL 107 [1988]: 498–501 llama
la atención al templo de Salomón donde los reyes eran coronados o renovaban un pacto ante una columna (comparar
con 2 R. 11:14 y 23:3). Pero estas referencias tienen poco que ver con la columna en la nueva Jerusalén.
147

Aunque aquí se menciona la nueva Jerusalén como de paso, Juan ofrece una descripción detallada
de esta ciudad en 21:2, 10–27.35 Esta descripción se basa en Ezequiel 48, donde se ofrecen los detalles de
la ciudad en cuanto a las dimensiones, puertas, tribus y nombres. El profeta Ezequiel concluye con ra-
zón este capítulo diciendo: «Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: El Señor está aquí» (Ez.
48:35b). La nueva ciudad es diferente de la antigua en cuanto a forma, aspecto e importancia (véase Gá.
4:25–26; Heb. 12:22). Ahí se establece el trono de Dios, y todas las naciones se reúnen en él para honrar
el nombre del Señor (Jer. 3:17; véase también 33:16).
Los creyentes en la ciudad de Antioquía fueron los primeros en recibir el nombre de cristianos, es de-
cir, seguidores de Cristo (Hch. 11:26). Para el mundo se trataba de un nombre burlón (Hch. 26:28; 1 P.
4:16). Pero al entrar en la nueva Jerusalén, el cristiano recibe el nuevo nombre de Cristo. No se nos dice
cuál es ese nombre, pero podemos decir que forma parte de la finalización de la obra redentora de Cris-
to. Este nuevo nombre ya no será objeto de burla sino que será honrado y reverenciado.
13. Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias».
Estas palabras son iguales en las siete cartas a las iglesias en la provincia de Asia. Y una vez más po-
nen de relieve que el mensaje de estas cartas está destinado a todas las iglesias de todo tiempo y lugar.
Palabras, frases y construcciones griegas en 3:7–12
Versículo 7
ἀληθινός—este adjetivo difiere de ἀληθής, que significa verídico; la lectura en el texto significa «fiel a la
idea».36
Versículo 8
δέδωκα—nótese que el verbo dar debe traducirse como «poner». Esto también es así en el versículo 9, donde
tiene el significado de «hacer», como se ve en la repetición en la segunda parte de ese versículo. En este caso el
tiempo perfecto «he puesto» revela que ha pasado un tiempo considerable y que el Señor soberano determina por
cuánto tiempo permanece abierta la puerta.
[p 190] αὑτήν—el pronombre personal es innecesario debido al pronombre relativo al comienzo de la cláusu-
la (7:2, 9; 13:8, 12; 20:8).
Versículo 9
διδῶ—es la forma alternativa de δίδωμι (doy).37
αὑτούς—el pronombre es el objeto directo del verbo ποιήσω (haré) pero el sujeto de los dos verbos en la
cláusula ἵνα,38 Esta cláusula actúa como infinitivo (venir y postrarse). Estos dos verbos, sin embargo, está en indi-
cativo futuro y no en subjuntivo como el verbo γνῶσιν (saben).

35

La redacción en Ap. 3:12; 21:2 y 21:10 es prácticamente idéntica:


«la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo de mi Dios» (3:12)
«la ciudad santa, la nueva Jerusalén que desciende del cielo de Dios» (21:2)
«la ciudad santa, Jerusalén que desciende del cielo de Dios» (21:10).
36 Beckwith, Apocalypse, p. 479.

37 Bauer, p. 192; Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament, trad. y rev. Robert Funk

(Chicago: University of Chicago Press, 1961), §94.1.


148

Versículo 12
ἐν τῷ ναῷ—ναῷ significa no el complejo del templo sino el santo de los santos; o sea, la presencia misma de
Dios.
ἐπ ̓ αὑτόν—la preposición y el pronombre pueden referirse a «en él» o «en la columna». Otros pasajes en
Apocalipsis mencionan escribir un nombre en la frente del pueblo de Dios (14:1; 22:4), lo cual favorece ὁ νικῶν, el
triunfador.
Ἰερουσαλήμ—esta forma de escribirlo se encuentra tres veces en Apocalipsis (3:12; 21:2, 10) y nunca en el
cuarto evangelio; la forma alternativa Ἰερουσόλυμα no se encuentra nunca en Apocalipsis pero sí doce veces en
el evangelio de Juan (1:19; 2:13, 23; 4:20, 21, 45; 5:1, 2; 10:22; 11:18, 55; 12:12). No se puede sustentar el intento de
distinguir la autoría de estos dos libros porque «varios autores [Mateo, Lucas y Pablo] utilizan indistintamente
ambas formas».39
«Y al ángel de la iglesia en Laodicea escribe: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de
14

Dios, dice esto: 15 Conozco tus obras; no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente. 16 Así que, porque eres
tibio y ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. 17 Porque dices, ‘Soy rico y me he enriquecido y
no necesito nada’, pero tú no sabes que eres desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18 Te aconsejo que me
compres oro refinado por fuego para que seas rico, y ropas blancas para vestirte para que no se revele la ver-
güenza de tu desnudez, y colirio para poner en tus ojos para que puedas ver.
«A quienes amo reprendo y disciplino. Sé celoso, por tanto, y arrepiéntete. 20 Mira, estoy en la puerta y lla-
19

mo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, vendré a él y cenaré con él y él conmigo.
Al que triunfe, le otorgaré [el privilegio] de sentarse conmigo en mi trono, del mismo modo que yo triunfé y
21

me senté con mi Padre en su trono. 22 Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias».
7. Laodicea 
3:14–22 
La ciudad
Laodicea esta situada a unos sesenta y nueve kilómetros al sureste de Filadelfia, diecisiete al oeste de
Colosas y casi diez de Hierápolis (Col. 4:13) [p 191] en el valle de Licos. Era la puerta de entrada a Éfeso,
a unos ciento sesenta kilómetros al este, la cual era, a su vez, la puerta de entrada a Siria. Hasta media-
dos del siglo tercero antes de Cristo, se la conocía como Diospolis (la ciudad de Zeus) y Roas. Pero alre-
dedor del 250 a.C. el gobernante sirio Antíoco II extendió su influencia hacia el oeste, conquistó la ciu-
dad, y le puso por nombre Laodicea en honor a su esposa Laodicea. Los romanos penetraron en la zona
en el 133 a.C. y convirtieron a la ciudad en un centro judicial y administrativo.40 Construyeron un siste-
ma de carreteras de este a oeste y de norte a sur. En la encrucijada estaba la ciudad de Laodicea, que
aumentó en tamaño, se convirtió en centro comercial principal y consiguió riqueza e influencia. Su in-
dustria de la lana floreció gracias a la producción y exportación de lana negra, de la fabricación de ro-
pas corrientes y costosas y de la invención de un colirio eficaz para los ojos. Tenía una floreciente escue-

38 Blass and Debrunner, Greek Grammar, §476.1.


39 Aune, Revelation 1–5, p. 232 (12.g.).
40 Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 181; consúltese también Ramsay, Letters to the Seven Churches, pp. 416–17;

Barclay, Letters to the Seven Churches, 1:108–9; y su Revelation of John, 1:173–74; Gerald L. Borchert, «Laodicea», ISBE,


3:72–74.
149

la de medicina que se especializaba en oídos y ojos y había desarrollado un ungüento para tratar la in-
flamación de ojos. Debido a este ungüento, la escuela adquirió fama mundial.
Un devastador terremoto causó grandes daños a Laodicea en el 17 d.C. y, al igual que a otras ciuda-
des en la provincia de Asia, recibió ayuda económica del gobierno romano. En el 60 d.C. un segundo
terremoto afectó a la ciudad, y el gobierno romano ofreció ayuda financiera para reconstruir la ciudad.
Pero los padres de la ciudad enviaron al gobierno una respuesta negativa e informaron que disponían
de abundantes recursos para la reconstrucción. De hecho, incluso contribuyeron para la reconstrucción
de ciudades vecinas.41
Antíoco el grande (conocido también como Antíoco III) trajo a unas dos mil familias judías de Babi-
lonia a Lidia y Frigia a mediados del siglo tercero a.C.42 La ciudad de Laodicea, fronteriza de estas dos
regiones, acogió a muchas de estas familias y prosperó. Cuando en el 62 d.C. los judíos quisieron pagar
su impuesto anual para el mantenimiento del templo en Jerusalén, el procónsul Flaco confiscó el envío
de oro. Parte de este envío provenía de Laodicea y ascendía a unos nueve kilos. «Se ha calculado que la
cantidad proveniente de Laodicea significaría que la población adulta de judíos libertos en el distrito
era de 7,500».43 La carta a la iglesia en Laodicea no indica nada en cuanto a una presencia judía, lo cual
puede significar que esta iglesia, como la de Sardis, predicaba un evangelio que no significaba para na-
da una amenaza para los judíos. Y [p 192] los cristianos de Laodicea tampoco tuvieron que enfrentarse a
ninguna persecución de parte de los gentiles, ni tampoco hubo en la ciudad falsos profetas, incluyendo
a nicolaítas, a Balaam o a Jezabel. El templo para rendir culto al César estaba en un lugar céntrico de la
ciudad. La iglesia se conformaba a otras religiones, disfrutaba de riqueza material, vivía una vida fácil,
y no insistía en los derechos de Cristo. En consecuencia, Jesús no pronuncia ninguna palabra de alaban-
za o ponderación de esta iglesia ni de iglesias similares que no llegan a proclamar su mensaje de salva-
ción.
En esta breve síntesis debería mencionarse un último término. El suministro de agua para Laodicea
llegaba desde Hierápolis, a una distancia de unos diez kilómetros, por medio de un acueducto.44 La
fuente contenía aguas termales ricas en carbonato de calcio; cuando el agua llegaba a Laodica, su tem-
peratura era tibia. Aunque estas fuentes termales tenían valor medicinal y eran como un balneario para
los habitantes del lugar, Jesús compara las aguas templadas cerca de la ciudad con la tibia vida espiri-
tual de los cristianos de Laodicea.
a. Descripción 
3:14–16
14. «Y al ángel de la iglesia en Laodicea escribe: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de 
la creación de Dios, dice esto: 15. Conozco tus obras; no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o 
caliente. 16. Así que, porque eres tibio y ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca.

41 Tácito Anales 14:27: «Una de las ciudades más famosas de Asia, Laodicea, fue ese mismo año destruida por un terre-
moto y, sin ninguna ayuda nuestra, se recuperó con sus propios recursos».
42 Josefo, Antigüedades 12.3.4 §149.

43 Hemer, Letters to the Seven Churches, p. 182.

44 William M. Ramsay, The Cities and Bishoprics of Phrygia, vol. 1, partes 1 y 2 (1985; reimpresión, New York: Arno,

1975), pp. 48–49.


150

Aparte de este texto, el nombre Laodicea sólo se encuentra una vez en todo el Nuevo Testamento
(Col. 4:13). Su cercanía a Colosas sugiere que Epafras fuera probablemente el fundador de la iglesia en
Laodicea (Col. 1:7; 4:12–13). Pablo envió una carta a esta iglesia, y pidió a los colosenses que procuraran
que su carta se leyera en la iglesia de los laodicenses y que ellos a su vez leyeran la carta de los laodi-
censes (Col. 4:16). No disponemos de información acerca de si Pablo visitó alguna vez esta iglesia.45
Quizá después de que fue puesto en libertad tras su prisión en Roma, visitó Colosas (Flm. 22) y la veci-
na Laodicea.
a. «Y al ángel de la iglesia en Laodicea escribe: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la
creación de Dios, dice esto». De todas las siete cartas a las iglesias en el occidente de Asia Menor, ésta es
la única en la que la descripción de Cristo no se basa en la aparición de Jesús a Juan en [p 193] la isla de
Patmos (1:12–16). Se basa en el saludo, que dice «y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre
los muertos» (1:5a).
La descripción que hace Jesús de sí mismo como la palabra Amén proviene del texto hebreo del An-
tiguo Testamento. El «Amén» transmite la idea de lo que es verdadero, firmemente establecido y digno
de confianza. Era una palabra muy conocida de los que rendían culto a Dios, quienes se unían en una
doxología, proclamando su confirmación de lo que habían oído (p.ej., 1 Cr. 16:36; Sal. 106:48). Es un «Sí»
enfático como respuesta afirmativa a una oración o una conclusión para una doxología (Ro. 1:25; 9:5;
11:36; 16:27; Gá. 6:18; Ap. 1:7; 5:14; 7:12; 19:4).46 Precedido del artículo definido, el Amén se ha personifi-
cado en el texto hebreo como «el Dios de Amén», traducido, «el Dios de la verdad» (Is. 65:16; compárese
con 2 Co. 1:20). Jesús se atribuye este título y lo interpreta en la siguiente cláusula como «el testigo fiel y
verdadero». Los términos fiel y verdadero son ambos traducciones de la misma expresión hebrea Amen.
Esta frase aclaradora el testigo fiel y verdadero es un eco del saludo trinitario (1:4b–5); sin el término
testigo describe al jinete en un caballo blanco (19:11). Significa que todo lo que Jesús dice es indudable-
mente verdadero, de modo que al final de Apocalipsis leemos la afirmación: «estas palabras son fieles y
verdaderas» (21:5; 22:6). Por ser testigo fiel, Antipas sufrió martirio en Pérgamo (2:13). Al cumplir las
profecías del Antiguo Testamento (Is. 43:10–13 y 65:16–18), Cristo es el verdadero Israel, porque es el
«Amen, el testigo fiel y verdadero».47
Cuando Jesús se refiere a sí mismo como «el origen de la creación de Dios», vemos un nexo íntimo
con la carta de Pablo a los colosenses, que los laodicenses leyeron en servicios de culto (Col. 4:16). El
Señor se llama a sí mismo el «origen [griego arjē] de la creación de Dios». No deberíamos interpretar la
palabra origen en forma pasiva, como si Jesús fuera creado o recreado, sino de manera activa, porque

45 La Epístola a los Laodiceos en latín es apócrifa, porque tiene frases tomadas literalmente de la carta de Pablo a los Gála-
tas.
46 Refiérase a J. M. Ross, «Amen», ExpT 102 (1991): 166–71. L. H. Silbermann («Farewell to O AMEN: A Note on Revela-

tion 3:14», JBL 82 [1963]: 213–15) sugiere que la lengua original del Apocalipsis fue o el hebreo o el arameo. Sin embar-
go, la evidencia no sustenta esta propuesta. Es mejor decir que Juan estaba profundamente familiarizado con términos
hebreos y los utilizó con frecuencia. Véase Paul Trudinger, «Ho Amēn (Rev. 3:14), and the Case for a Semitic Original of
the Apocalypse», NovT 14 (1972): 277–79.
47 Gregory K. Beale, «The Old Testament Background of Rev. 3:14», NTS 42 (1996): 133–52. Y véase su John’s Use of the 

Old Testament in Revelation, JSNTSup 166 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1998), pp. 273–94.
151

Jesús es quien genera y trae a la existencia la creación de Dios (Jn. 1:1; Col. 1:15–18; Heb. 1:2).48 ¿Cuál es,
pues, el propósito de esta descripción? Mostrar que Jesucristo hizo todas las cosas y por ello las posee y
controla. También, todas las cosas fueron [p 194] hechas para servirle. El mensaje a los laodicenses es
que su jactancia por sus riquezas materiales está fuera de lugar porque todas las cosas pertenecen a Je-
sús, quien es digno de alabanza y gloria.
b. «Conozco tus obras; no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente». El término obras tam-
bién se encuentra en las otras cartas (2:2, 19; 3:1, 8). Aquí significa exactamente lo mismo que en la carta
a la iglesia en Sardis (v. 1): obras incompletas que ni vale la pena mencionar. Jesús conocía las obras tan-
to de Sardis como de Laodicea y para estas dos iglesias sólo tuvo palabras de reproche. Ya no estaban
activas y vivas: los pocos fieles en Sardis eran como brasas resplandecientes en medio de cenizas; los de
Laodicea eran como su abastecimiento de agua, ni frías ni calientes.
Si los laodiceos no hubieran escuchado nunca el evangelio, habrían sido fríos en un sentido espiri-
tual. Suponemos que la primera generación de cristianos en Laodicea aceptó el evangelio y brilló con
fuego espiritual y de entusiasmo. Pero sus descendientes eran tibios. No tenían interés en ser testigos de
Jesucristo, en vivir una vida de servicio para el Señor, o en predicar y enseñar su evangelio para que
avanzaran su iglesia y el reino. Auque tenían las Escrituras, eran apáticos, indiferentes y despreocupa-
dos en cuanto a las cosas del Señor (compárese con Heb. 4:2; 6:4). No sorprende que Jesús dijera, «co-
nozco tus obras», con la implicación de que no había ninguna.
c. «Así pues, porque eres tibio y ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca». Las fuen-
tes termales a unos diez kilómetros cerca de Hierápolis enviaban agua de calidad medicinal a Laodicea.
Para cuando el agua llegaba a su destino, se había enfriado bastante, y debido al carbonato de calcio que
contenía, producía un efecto nauseabundo en quienes la bebían. Por el contrario, Colosas, a dieciocho
kilómetros de distancia, disfrutaba de manantiales de agua refrescante, fría y pura.
Cristo no tiene ningún interés en un cristianismo tibio, porque no vale nada. Prefiere trabajar con
personas que o arden de energía para hacer lo que les corresponde o que nunca han oído hablar del
mensaje de salvación y están dispuestas a escuchar. El agua tibia con carbonato de calcio hace vomitar.
De igual modo, los cristianos nominales, vacíos de obras espirituales, son totalmente desagradables pa-
ra el Señor, y está a punto de vomitarlos de su boca. Nótese que Jesús no dice, «Te vomitaré de mi bo-
ca», sino más bien «estoy a punto de vomitarte de mi boca». He aquí la gracia del Señor Jesús ya que da
tiempo a los laodicenses para que se arrepientan después de haber leído su carta.49 Esta misiva tiene
como fin cambiar la actitud tibia de los receptores en deseo de trabajar por el Señor, porque la gracia
siempre antecede a la condenación (véase v. 19).
[p 195] La iglesia en Laodicea «no se había vuelto indiferente porque los intereses mundanos habían
enfriado su debido fervor, sino que se había vuelto ineficaz porque, al creer que estaban bien dotados

48 Véase Greijdanus, Openbaring, p. 106; Richard Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament


Theology (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), p. 56; Homer Hailey, Revelation: An Introduction and 
Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 157.
49 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 77; Beckwith, Apocalypse, p. 490; Lenski, Revelation, p. 155.
152

espiritualmente, sus miembros habían cerrado la puerta dejando fuera a su verdadero proveedor».50
Habían excluido a Cristo (compárese con v. 20) y pensaban que podían prescindir de él. Con ello se
habían vuelto totalmente ineficaces como iglesia. Sin Cristo la iglesia está muerta.
b. Reproche 
3:17–18
17. Porque dices, ‘Soy rico y me he enriquecido y no necesito nada’, pero no sabes que eres desdi‐
chado, miserable, pobre, ciego y desnudo».
a. «Porque dices, ‘Soy rico y me he enriquecido y no necesito nada’». El origen de este dicho parece
ser el texto hebreo de Oseas 12:8, el cual ofrece semejanzas claras:
Efraín se jacta,
«Soy muy rico; me he enriquecido.
con toda mi riqueza no encontrarán en
mí ninguna iniquidad o pecado».
Aunque no podemos determinar si los miembros de la iglesia en Laodicea eran ricos o no, sí sabe-
mos que los habitantes del lugar eran ricos y prósperos. El dicho «soy rico y no necesito nada» también
se encuentra en una diatriba de Epicteto, quien menciona estas palabras como dichas por un adminis-
trador imperial.51 Quizá el dicho era proverbial entre los ricos. Pero en este caso las palabras salen de la
boca de los cristianos en Laodicea, quienes se habían conformado por completo a la ciudadanía. Así
pues, en lugar de que la iglesia influyera en la sociedad, había ocurrido lo opuesto, ya que la sociedad
influía en la iglesia.
Luego, la palabra rico puede apuntar a posesiones materiales o espirituales. ¿Se identificaron los
miembros de la iglesia con los habitantes del lugar quienes en el 60 d.C. habían rechazado la ayuda de
Roma cuando un terremoto devastó Laodicea? ¿O sugiere el contexto que entendamos la palabra como
referencia a riquezas espirituales? El pasaje anterior (vv. 14–16) y el versículo siguiente (v. 18) obligan a
los comentaristas a adoptar la segunda opción. La evidencia indica que la iglesia había adoptado las
normas de Laodicea y las había transferido al ámbito espiritual. Por ejemplo, la ciudad, conocida como
centro financiero, [p 196] construyó edificios, puertas y torres grandes poco después de que el terremoto
hubo destruido la ciudad. Se enorgullecía de ser independiente y de su capacidad para ayudar a sus
vecinas que habían sufrido el mismo desastre. Los miembros de las iglesias estaban muy de acuerdo en
mostrar independencia y en ayudar a los vecinos. En consecuencia, no llegaron a ver la diferencia ente
riqueza material y espiritual. Se jactaban de su autosuficiencia y no necesitan a Cristo. Eran espiritual-
mente ciegos.
Tercero, desde un punto de vista lógico, se invierte el orden ser rico y haberse enriquecido. Después de
que alguien se enriquece, puede decir, «soy rico». Pero esta inversión de la secuencia esperada se en-

50 M. J. S. Rudwick and E. M. B. Green, «The Laodicean Lukewarmness», ExpT 69 (1957–58): 178. Consúltese también
Stanley E. Porter, «Why the Laodiceans Received Lukewarm Water (Revelation 3:15–18)», TynB 38 (1987): 143–49; Peter
Wood, «Local Knowledge in the Letters of the Apocalypse», ExpT 73 (1961–62): 263–64.
51 Epicteto, Diatribas 3.7.29. Véase Aune, Revelation 1–5, p. 258.
153

cuentra más a menudo en Apocalipsis (véase 5:2, 5; 10:9) e incluso en el cuarto evangelio: «ángeles de
Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre» (Jn. 1:51).
Por último, no necesitar nada es inconcebible en el caso del verdadero creyente, quien depende de
Dios en todo momento, día y noche, para comida y bebida, hogar, techo, vestido, protección, alimento
espiritual, aliento, consuelo, amor, gozo, felicidad y muchas otras bendiciones. Ser autosuficiente es el
colmo de la arrogancia espiritual, porque ya no están funcionando la fe y la confianza en el Señor.
b. «Pero tú no sabes que eres desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo». El contraste que in-
troduce la partícula adversativa pero es en verdad sorprendente. Jesús dijo, «conozco tus obras» (v. 15) y
ahora les dice a los laodicenses que no se conocen a sí mismos. Utiliza el pronombre personal tú en sin-
gular para enfatizar que se dirige a la iglesia como un todo. Describe a la iglesia con cinco adjetivos, de
los cuales el primero es desdichado (véase Ro. 7:24). Denota la condición mundana de quienes no toman
en cuenta las cosas divinas esenciales: la persona rica que carece de la riqueza que cuenta delante de
Dios. Además de estar espiritualmente en quiebra, la persona rica es miserable. Pablo utiliza la palabra
desdicha o miseria en superlativo cuado escribe acerca de quienes dudan de la resurrección: «Si la espe-
ranza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mor-
tales» (1 Co. 15:19). En vez de ser ricos, los laodicenses son espiritualmente pobres porque los bienes
materiales los ciegan (compárese con 2 P. 1:9). Y por último, se presentan desnudos delante de Dios y
son incapaces de cubrir su vergüenza. Con sólo cinco adjetivos, Jesús ha descrito su lamentable condi-
ción. Los dos primeros (desdichado y miserable) reflejan la situación interna de los laodicenses, en tanto
que los tres últimos (pobre, ciego y desnudo) describen la condición tanto interna como externa.
18. «Te aconsejo que me compres oro refinado por fuego para que seas rico, y ropas blancas para 
vestirte para que no se revele la vergüenza de tu desnudez, y colirio para poner en tus ojos para que 
puedas ver».
Este versículo retoma los tres últimos adjetivos del versículo anterior (v. 17), aunque sin la misma
secuencia. Cuando se eliminan estos tres adjetivos (pobre, desnudo y ciego), desaparecen los otros dos
(desdichado y [p 197] miserable). Asimismo, estos tres abarcan todas las bendiciones que necesita el
creyente para su salvación: redención, justificación y santificación.
a. «Te aconsejo que me compres oro refinado por fuego para que seas rico». En lugar de un reproche
duro y de un mandato contundente, Jesús aconseja a los laodicenses y demuestra su gracia divina. Uti-
liza el lenguaje del mercado y alude a un pasaje del Antiguo Testamento: «vengan, compren vino y le-
che sin pago alguno» (Is. 55:1). Se dirige a quienes con descaro afirmaron que no tenían ninguna necesi-
dad, y los invita a que le compren a él oro refinado. Por implicación, desea que acudan a él como men-
digos indigentes que nunca podrían comprar este bien precioso. La palabra griega oro se refiere a pro-
ductos de alta artesanía, como joyas o monedas, y no simplemente al metal mismo (compárese 17:4;
21:18, 21 con 9:7; 18:12). Los cambistas en el banco de Laodicea manejaban dinero a diario, pero Cristo
aconseja al pueblo que acuda a él para comprar. Sin embargo, su consejo omite a propósito mencionar
el dinero, porque la transacción debe darse sin oferta legal. Sólo pueden conseguir el oro de Jesús.
Nótese, por tanto, la clase de oro que Cristo pone a disposición de los laodicenses: «oro refinado por
fuego». Es oro que ha sido purificado hasta tal grado que de él emana el brillo del fuego (véase 1 P. 1:7).
Estas palabras sugieren la prueba de fuego que deben enfrentar los seguidores de Cristo. Oro es de
hecho otra palabra para fe, que es mucho más preciosa que el oro. La fe debe ser de importancia total
154

para los laodicenses, porque deberían darse cuenta de que Jesús les habla en términos espirituales. Lo
que está en juego aquí es que todas las impurezas deben ser eliminadas con fuego, de modo que su fe
surja intacta del mismo52 y, como consecuencia, su amor por Cristo sea puro.
b. «Ropas blancas para vestirte para que no se revele la vergüenza de tu desnudez».En una ciudad
donde la industria de la ropa daba trabajo e ingresos a innumerables personas, estas palabras tienen un
atractivo directo. La lana negra que producían las ovejas era el color de casi toda la ropa que se fabrica-
ba. Los sacerdotes llevaban ropaje blanco, pero ahora esta vestimenta es la vestimenta escatológica de
los santos quienes, con el color blanco, dan testimonio de santidad y pureza.53 Es una alusión al Anciano
de días: «su ropa era blanca como la nieve» (Dn. 7:9; véase Ap. 1:14).
La razón de vestir ropa blanca es cubrir la desnudez del pecado y con ello no ser avergonzado
(compárese con 16:15). El Antiguo Testamento ofrece una serie de casos en los que o la realidad o la
amenaza de una humillación total se centraban en ser desnudado.54
[p 198] Los cristianos en Laodicea estaban espiritualmente desnudos, «[porque] todos los telares en
su ciudad no podían tener ropa para cubrir sus pecados. Laodicea podía proveer a todo el mundo sus
túnicas y otras ropas; pero la justicia era la vestimenta blanca que Dios pedía (véase 19:8), y esto lo de-
bían conseguir de Cristo».55 Sólo Jesús quita el pecado y la culpa, porque sólo él puede proporcionar la
túnica blanca de la justicia.
c. «Y colirio para poner en tus ojos para que puedas ver». La escuela de medicina en Laodicea se
había familiarizado con las propiedades curativas de la así llamada piedra frigia. Esta piedra, que pro-
cedía de la cercana provincia de Frigia, se convertía en polvo con el que se elaboraba un ungüento que
se utilizaba para curar enfermedades oculares.56
Los creyentes laodicenses estaban ciegos debido a que se engañaban a sí mismos y no eran capaces
de ver con ojos espirituales. Con el colirio para los ojos que Jesús proporciona, los laodicenses podrían
ver sus propios pecados a la luz de la palabra de Dios y de caminar con Jesús, quien es la luz del mun-
do.
c. Admonición 
3:19–20
19. A quienes amo reprendo y disciplino. Sé celoso, por tanto, y arrepiéntete. 20 Mira, estoy en la 
puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, vendré a él y cenaré con él y él conmigo.

52 Compárese Swete, Revelation, p. 62; Barclay, Revelation, 1:181.


53 Ap. 3:4–5, 18; 4:4; 6:11; 7:9, 13, 14; 19:14.
54 Dt. 28:48; 2 S. 10:4; Is. 20:2–4; 47:3; Ez. 16:37–39; 23:10; Miq. 1:8, 11; Nah. 3:5.

55 Martin Kiddle, The Revelation of St. John (London: Hodder and Stoughton, 1940), p. 59.

56 Refiérase a Ramsay, Letters to the Seven Churches, p. 419; Hemer, Letters to the Seven Churches, pp. 196–90; P. R. Berger,

«Kollyrium für die blinden Augen, Apk. 3,18», NovT 27 (1985): 174–95. Swete (Revelation, p. 62) comenta que la palabra
collyrium es un diminutivo del griego kollyra, que es «(1) un panecillo de forma como de bollo, una especie de ungüen-
to para los ojos hecho de … amapola, acacia y otras plantas de flores; en este caso posiblemente se refiere a un polvo
local».
155

a. «A quienes amo reprendo y disciplino». En estos dos versículos, Jesús pone sobre aviso a la iglesia
en Laodicea.57 Como ocurre en gran parte de su enseñanza, se basa en las Escrituras del Antiguo Testa-
mento. Así, las palabras «A quienes amo reprendo y disciplino» aluden a Proverbios 3:12 (véase tam-
bién Heb. 12:6): «porque el Señor disciplina a los que ama». Jesús cambia la cláusula de tercera persona
a primera y agrega el verbo reprender. También, el griego incluye el pronombre yo al principio de la fra-
se para agregar énfasis. Y por último, el Señor habla en general. Emplea el pronombre «aquellos» cuan-
do dice, «aquellos a quienes amo», para indicar que el amor y la disciplina van de la mano en la renova-
ción de su relación.
[p 199] Aunque el verbo griego agapaō se puede traducir «amor de verdad» y el verbo fileō «amo»
(Jn. 21:15–17), estos verbos se encuentran a menudo como sinónimos. El verbo agapaō aparece en la carta
a la iglesia de Filadelfia, «te he amado» (v.9), pero aquí se emplea fileō. Esto no quiere decir que Jesús
amara a los filadelfos con amor verdadero y a los laodiceos con afecto.58 Más bien, significa que dentro
del contexto de reproche y disciplina, Jesús se dirige con amor a la iglesia de Laodicea.
b. «Sé celoso, por tanto, y arrepiéntete». Se produce renovación cuando quienes reciben esa carta si-
guen con obediencia el doble mandato: «sé celoso» y «arrepiéntete». Lógicamente, el acto de arrepentir-
se antecede al de ser celoso, pero la mentalidad oriental se interesa por conceptos, no por análisis. El
griego juega con palabras: el adjetivo dsestos (caliente, vv. 15–16) y el verbo dsēleue (¡sé celoso!) tienen la
misma raíz. Jesús les dice que comiencen a ser celosos por él con una pasión que genera fervor espiri-
tual. El fervor es un componente necesario del amor de Dios.59
En tanto que ser celoso es un mandato en tiempo presente para denotar continuidad, el imperativo
«arrepiéntete» es una acción de una vez por todas. Es decir, los laodiceos deben dar un giro de 180 gra-
dos renunciando al pasado y adoptando decididamente su nueva vida en Cristo.
c. «Mira, estoy a la puerta y toco». Al quedar excluido de la vida espiritual de los miembros de la
iglesia de Laodicea, Jesús está metafóricamente en la puerta de su corazón y toca para poder entrar
(compárese con Stg. 5:9). Toca en forma insistente para llamar su atención, de modo que nadie pueda
decir que el Señor no los llamó. Los llama en forma individual al golpear en la puerta de su corazón,
como si los dueños estuvieran durmiendo. La tensión se da en la responsabilidad humana de ir a la
puerta y responder a quien quiere entrar. El Señor abrió el corazón de Lidia (Hch. 16:14), pero aquí es-
pera que el pecador sea quien lo haga. Este es el enigma de la acción divina y la responsabilidad huma-
na. Cuando estos dos elementos aparecen en relación con la gracia electiva de Dios en los seres huma-
nos, nos encontramos con un misterio que desafía la comprensión humana. La Escritura enseña que la
intervención de Dios y la respuesta humana son dos lados de la moneda proverbial (Fil. 2:12–13).
Algunos estudiosos ven este pasaje desde una perspectiva escatológica como paralelo a la parábola
del siervo vigilante (Mt. 24:33; Mr. 13:29; Lc. 12:36). Aluden al texto de la segunda venida de Cristo y

57 Ramsay, en su epílogo a las siete cartas (Letters to the Seven Churches, pp. 431–33), afirma que los versículos 19–22 se
aplican no sólo a la congregación laodicea sino a las siete iglesias. Hemer refuta su propuesta con acierto (Letters to the 
Seven Churches, pp. 201–7), quien, con evidencia histórica, demuestra que el mensaje de estos versículos se dirigió a la
iglesia de Laodicea.
58 Hemer (Letters to the Seven Churches, pp. 281–82 n. 98) observa que «es dudoso que se pueda sustentar una distinción

rígida en cuanto a uso» dado el contraste entre Jn. 15:9 y 5:20.


59 Véase los comentarios de Sweet (p. 108); Swete (p. 63); Greijdanus (p. 111); y Charles (1:100).
156

afirman que la interpretación escatológica concuerda con un tema similar en Apocalipsis (2:5, 16, 25;
3:11).60 Pero objeciones muy serias disuaden a otros comentaristas [p 200] de ver esta parábola en el con-
texto de los miembros de la iglesia en Laodicea a los que Jesús les dice que se arrepientan. El Señor está
a la puerta de su corazón, toca con insistencia, y espera una respuesta de ellos. El contexto del siervo
vigilante difiere de este pasaje en sus detalles.61
d. «Si alguien oye mi voz y abra la puerta, vendré a él y cenaré con él y él conmigo». El término al‐
guien indica que el llamamiento a arrepentirse es amplio e inclusivo. Jesús no sólo está a la puerta del
corazón del pecador y toca con insistencia, sino que también le habla e invita a que se arrepienta. En
cuanto una persona responda a la voz de Jesús (compárese con Jn. 10:3; 18:37), Jesús entra en su cora-
zón. Nótese bien que Jesús tiene control total, por en esta frase el énfasis se pone en Jesús que habla,
entra en el corazón de uno, y cena con la persona que responde. Es evidente que la responsabilidad de
escuchar y responder a la voz de Jesús radica en el oyente.
Esta frase enseña «una doctrina exclusivamente juanina».62 Es decir, Jesús desea tener comunión con
nosotros. En la mentalidad oriental, la hospitalidad a la hora de comer demuestra la confianza del anfi-
trión en el invitado y su respeto por él (Sal. 41:9), porque el anfitrión ha abierto su casa al invitado y
parte el pan con él. Pero aquí es Jesús quien asume el papel de anfitrión, porque dice que entrará y
compartirá con el invitado la comida principal del día. Esta comida se tomaba hacia el final del día,
después de haber concluido el trabajo cotidiano, en un ambiente de ocio y estrecha comunión. Era el
tiempo para conversar, durante el cual se hablaba de temas buenos, se oían risas, y se daban consejos
para resolver problemas. Este pasaje habla de unión con Cristo en un caminar cotidiano con él. Aunque
insinúa la celebración de la cena del Señor y de la fiesta de bodas cuando el Señor regrese, en especial a
la luz de la escatología del versículo 21, no es el principal énfasis del v. 20.63 Lo que enfatiza es la comu-
nión con Cristo.
d. Promesa 
3:21–22
21. «Al que triunfe, le otorgaré [el privilegio] de sentarse conmigo en mi trono, del mismo modo 
que yo triunfé y me senté con mi Padre en su trono. 22. Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu 
dice a las iglesias».
[p 201] Juan escribió las conocidas palabras «quien triunfe» como repetición de las cartas anteriores
y luego escribe la promesa que Jesús hace al triunfador. Indica que Jesús da esta promesa en primer lu-
gar a los laodiceos y luego a todos los creyentes. ¡Qué gracia y misericordia tan extraordinarias se ofre-

60 Vos, Synoptic Traditions, pp. 94–100; Thomas, Revelation 1–7, pp. 321–22; Beckwith, Apocalypse, p. 491; Sweet,
Revelation, p. 109; Swete, Revelation, p. 63.
61 Consúltese Aune (52A, p. 251), Beasley-Murray (p. 107), Charles (1:100–101), Greijdanus (p. 112), Johnson (p. 321),

Ladd (p. 67), Mounce (p. 114), Walvoord (p. 98).


62 Philip Edgcumbe Hughes, The Book of the Revelation: A Commentary (Leicester: InterVarsity; Grand Rapids: Eerdmans,

1990), p. 68. Véase Jn. 6:56; 14:20; 15:4, 5; 1 Jn. 3:24; 4:13, 15, 16.
63 Véase Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev.ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 114. Aune (Reve‐

lation 1–5, p. 261) afirma que Jesús no es el anfitrión sino el invitado. Pero en este pasaje el énfasis está primordialmen-
te en Jesús y de manera secundaria en la persona con quien él tiene comunión. Consúltese también Tim Wiarda,
«Revelation 3:20: Imagery and Literary Context», JETS 38 (1995): 203–12.
157

cen a una iglesia que no recibe ninguna alabanza del Señor! Pero estas personas, con tal de que se arre-
pientan y triunfen, recibirán el privilegio de sentarse con Cristo en el trono del Padre (Mt. 19:28; Lc.
22:28–30).
Debe entenderse el lenguaje en el sentido de transmisión de un mensaje simbólico. No podemos
comprender el significado del privilegio de sentarse junto a Jesús en el trono. Por tanto, resulta inútil
preguntar si el trono es suficientemente grande como para acomodar a todos los seguidores de Cristo.
El mensaje, con el sustento de otros pasajes en la Escritura, es que los creyentes glorificados tienen el
honor y deber de juzgar a las doce tribus de Israel, al mundo y a los ángeles (Mt. 19:28; Lc. 22:30; 1 Co.
6:2–3); y reinarán con Cristo (2 Ti. 2:12; Ap. 5:10; 20:4, 6; 22:5). La promesa de Jesús se basa en la visión
que recibió Daniel: «Entonces se dará a los santos, que son el pueblo del Altísimo, la majestad y el poder
y la grandeza de los reinos. Su reino será un reino eterno, y lo adorarán y obedecerán todos los gober-
nantes de la tierra» (Dn. 7:27). Jesús mira hacia atrás, a su sufrimiento, muerte y resurrección, cuando
dice que también él venció. Observa que pasó a ocupar un lugar en el trono a la diestra del Padre (Heb.
1:3; 8:1; 12:2; véase también Mr. 16:19; Ef. 1:20). Pero la diferencia es que Cristo llevó a cabo su obra me-
diadora por nosotros y le ha sido dado el honor de ocupar un lugar junto al Padre. Por otro lado, Jesús
mira hacia adelante y nos dice que cuando triunfemos, por invitación suya ocuparemos un lugar junto a
él. Esto en verdad será la gloria.
El capítulo concluye con el bien conocido dicho de oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. Y esto
quiere decir que toda la iglesia recibe el mensaje de Cristo de alabanza, reproche y promesa. Nótese
también que al final de las siete cartas a las siete iglesias hay una referencia indirecta al día del juicio.
Palabras, frases y construcciones griegas en 3:17–21
Versículo 17
ὅτι—el primero es causal, «porque», el segundo es recitativo y no se traduce, y el tercero es la conjunción
«que».64
πεπλούτηκα—el perfecto activo de indicativo del verbo πλουτέω (soy rico, próspero) muestra acción en el
pasado que tiene pertenencia para el presente.
οὑδέν—el verbo tener necesidad requiere el caso genitivo οὑδένος que algunos manuscritos tienen como co-
rrección.
[p 202] ὁ—es el empleo genérico del artículo definido que con cinco adjetivos describe la condición espiritual
de los cristianos laodiceos.65
Versículo 18
Los tiempos en las cláusulas con ἵνα tienen tres verbos en aoristo (πλουτήσῃς, περιβάλῃ, φανερωθῇ) como
una sola acción y uno en presente (βλέπῃς) como acción continuada. «Cuando la construcción con ἵνα es conti-
nuada en otra cláusula con μή, sólo se repite μή».66
Versículo 19

64 J. K. Elliot, «The Position of Causal ὅτι Clauses in the New Testament», FiloNT 3 (1990): 155–57.
65 Véase Thomas, Revelation 1–7, p. 311 n. 48.
66 Robertson, Grammar, p. 1413. Véase Barclay, Revelation of John, 1:185–86.
158
Nótese la diferencia entre los cinco verbos: cuatro en tiempo presente continuo (amo, censuro, disciplino y ser
celoso) y uno en aoristo (¡arrepiéntete!) lo cual indica un solo acto con un significado duradero.
Versículo 20
ἕστηκα—«estoy de pie» está en tiempo perfecto que se ha traducido en presente para dar un significado de
duración.
καὶ εἰσελεύσομαι—la conjunción καὶ antes del verbo resulta rara y probablemente proviene del estilo semíti-
co coordinador en Apocalipsis. Su inclusión es la lectura más difícil, que debería conservarse.
Versículo 21
ὁ νικῶν—la construcción en participio presente es el nominativo absoluto, porque se encuentra solo al co-
mienzo de la oración (véase también v. 12 y 2:26).
δώσω αὑτῷ—es una expresión hebrea que en este contexto es mejor interpretarla como «le permito».
159

[p 203]  

4
El trono en el cielo 
(4:1–11)
[p 204]  

Bosquejo (continuación)
III. Visión 2: El trono de Dios y los siete sellos (4:1–8:1)
A. El trono de Dios (4:1–5:14)
1. El trono en el cielo (4:1–11)
a. En y delante el trono (4:1–6a)
b. Doxologías ante el trono (4:6b–11)
[p 205]  

CAPÍTULO 4
4 1 Después de estas cosas que vi, y mira, se abrió una puerta en el cielo, y la primera voz que había oído co-
mo una trompeta que me hablaba dijo: «Sube acá, y te mostraré lo que debe suceder después de estas cosas». 2 De
inmediato estuve en el Espíritu, y mira, había un trono que estaba en el cielo, y alguien estaba sentado en el tro-
no. 3 Y el que estaba sentado era de aspecto como piedra jaspe y cornalina, y un arco iris rodeaba el trono con el
aspecto de esmeralda. 4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en los tronos estaban sentados veinti-
cuatro ancianos vestidos de ropa blanca, y en sus cabezas tenían coronas de oro. 5 Y del trono salían relámpagos,
y estruendos, y truenos, y siete antorchas llameantes ardían delante del trono, que son los siete espíritus de Dios.
6 Y delante del trono era, por así decirlo, un mar de vidrio como cristal.

Y en medio del trono y alrededor del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 Y el
primer ser viviente era como un león, el segundo ser viviente como un buey, el tercer ser viviente tenía el rostro
de hombre, y el cuarto ser viviente era como un águila voladora. 8 Y cada uno de los cuatro seres vivientes tenía
seis alas, alrededor y dentro estaban llenas de ojos, y no descansaban ni de día ni de noche. Decían,
«Santo, santo, santo,
Señor Dios Todopoderoso
El que era, y el que es, y el que vendrá».
Y cada vez que estos seres vivientes daban gloria y honor y gracias al que está sentado en el trono que vive
9

por siempre jamás, 10 los veinticuatro ancianos se postraban delante del que está sentado en el trono, y adoraban
al que vive por siempre jamás, y echaban sus coronas delante del trono diciendo,
11 «Digno eres, nuestro Señor y Dios,
de recibir gloria y honor y poder,
porque creaste todas las cosas,
y por tu voluntad existieron,
160
es decir, fueron creadas».
III. Segunda Visión: El trono de Dios y los siete sellos
4:1–8:1
Las visiones en Apocalipsis con frecuencia concluyen de una manera abrupta y no discurren de una
a otra. Así, la primera visión se encuentra en las cartas a las siete iglesias y concluye con la dirigida a los
laodiceos; el versículo siguiente (4:1) introduce la segunda visión que concluye con la apertura del sép-
timo sello (8:1). De hecho, después de la secuencia de Jesús que ordena a Juan que escriba las siete car-
tas a las iglesias en la provincia de Asia, la estructura de Apocalipsis cambia, y Juan utiliza varios con-
trastes directos e indirectos.
[p 206] Primero, hay el contraste entre los miembros pecadores de estas siete iglesias y el esplendor
indescriptible y la santidad de Dios. Son seres humanos pecadores en una tierra pecaminosa frente a un
Dios santo en el cielo.
Luego, el capítulo 4 es una descripción del trono de Dios en el cielo. Dios, quien ocupa este trono, es
el creador del universo (v. 11). En contraposición, el capítulo 5 describe al Cordero de Dios, que fue in-
molado, como el redentor de su pueblo. El Cordero es el que es digno de tomar el rollo y abrir sus se-
llos, porque es el revelador.
Tercero, el capítulo 6 proclama la hostilidad que Satanás y sus secuaces dirigen contra Dios. Juan
concluye este capítulo con una descripción de los horrores del juicio divino sobre estos enemigos. Por el
contrario, el capítulo 7 expone que el pueblo de Dios es sellado, y junto con los ángeles y ancianos, can-
ta alabanzas a Dios y al Cordero. La apertura del séptimo sello va seguida de un período de silencio en
el cielo (8:1).
Cuarto, en la primera visión (1:9–3:22), Jesús se revela y se dirige a siete iglesias en la tierra. La se-
gunda visión (4:1–8:1) se dedica a describir el trono de Dios. Este trono en el cielo es el centro del uni-
verso y es el lugar donde el Cordero abre los siete sellos.
Y por último, el mensaje a las siete iglesias es directo y relativamente sencillo, pero para describir el
trono en el cielo y la apertura de los siete sellos se emplea lenguaje simbólico. Este simbolismo sirve
para decirle al lector que Dios no se puede ver con ojos humanos y que la apertura de los sellos para
revelar lo que ha sido escrito no se puede entender sin ver la autoridad y poder del Cordero. El rollo
para él es un instrumento que ha ocultado el significado de su contenido hasta que el Cordero abra los
sellos.
Juan refiere lo que se le permite ver y revelar a sus hermanos y hermanas. Da este informe con la
ayuda de las Escrituras; estos escritos forman parte de su almacén mental. Por ejemplo, en muchas par-
tes se constata el glorioso privilegio de ver el trono de Dios.1
A. El trono de Dios
4:1–5:14
Dos capítulos relativamente cortos revelan el centro de la autoridad divina, a saber, el trono de Dios
y el poder de su Hijo, quien es Rey de reyes y Señor de señores. Esos capítulos enseñan a los santos en

1 1 R. 22:19; Sal. 47:8; Is. 6:1; 63:15; Ez. 1:26; Dn. 7:9; Ap. 20:11.
161

la tierra que, a pesar de todos los ataques del mal por parte de Satanás y sus secuaces, el gobierno de
Dios es supremo; Dios nos garantiza que está haciendo realidad su plan; nos da la promesa de que go-
bierna toda su creación por medio del Cordero. Dios gobierna desde su trono.
[p 207] 1. El trono en el cielo 
4:1–11
a. En y delante del trono 
4:1–6
1. Después de estas cosas que vi, y mira, se abrió una puerta en el cielo, y la primera voz que 
había oído como una trompeta que me hablaba dijo: «Sube acá, y te mostraré lo que debe suceder 
después de estas cosas».
a. «Después de estas cosas que vi, y mira, se abrió una puerta en el cielo». La expresión después de es‐
tas cosas se encuentra diez veces en Apocalipsis, de las cuales cinco va seguida del verbo «vi».2 No hay
indicios de si ha transcurrido algún tiempo desde la composición de las siete cartas a las iglesias en la
provincia de Asia, porque este no es el punto. Juan tiene una visión diferente; se le brinda la oportuni-
dad única de mirar al cielo y de describir lo que oyó y vio. Dicho sea de paso, Pablo también fue arreba-
tado al tercer cielo en una visión, pero dice que «escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos
permite expresar» (2 Co. 12:4). Juan observa y luego, sorprendido, dice, «¡Mira!» como si el lector pu-
diera ver lo que a él se le permite ver.
El relato que Juan hace va envuelto en lenguaje simbólico y debería interpretarse en consecuencia.
Es decir, la «puerta» al cielo es una expresión figurativa que para Juan significa los límites de su obser-
vación celestial. No todo le resulta visible. Nótese la voz pasiva que se emplea, quizá como recurso lin-
güístico para evitar escribir el nombre de Dios. La cláusula significaría pues, «una puerta fue abierta en
el cielo por Dios» Pero el que está sentado en el trono es demasiado asombroso como para poder des-
cribirlo. De ahí que el vidente sólo habla acerca de alguien que están sentado en el trono (vv. 2, 3, 9, 10;
5:1, 7, 13), y que ese alguien es el Dios Todopoderoso. Dios ha abierto el portal del cielo y lo ha dejado
abierto para que Juan pudiera ver el trono divino y revelar la soberanía de Dios a sus hermanos creyen-
tes.
Juan no fue el primer mortal al que se le permitió ver el cielo. En un sueño, Jacob vio una escalera
que llegaba hasta el cielo desde donde Dios se le dirigió. Jacob exclamó: «¡Qué asombroso es este lugar!
Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!» (Gn. 28:17. También a Isaías, Ezequiel y Da-
niel se les permitió ver el trono celestial de Dios (Is. 6:1; Ez. 1:26; Dn. 7:9).
b. «Y la primera voz que había oído como una trompeta que me hablaba dijo». El vidente relaciona
la primera y la segunda visiones con la identificación sólo de la voz de Jesús.3 Cuando Juan se encuentra
con lo [p 208] divino, evita identificar por su nombre a Dios o a Jesús. Por esto el relato de su primer
encuentro en el día del Señor no contiene el nombre de Jesús (1:10–20). La referencia a la trompeta no es
sólo el nexo que conecta las dos visiones, sino que un judío de inmediato reaccionaría ante este sonido
porque significaba que algo importante iba a escucharse. La trompeta sonó en la entrega del decálogo

2Ap. 1:19; 4:1 (dos veces); 7:1, 9; 9:12; 15:5; 18:1; 19:1; 20:3. De estos 4:1; 7:1, 9; 15:5; 18:1 incluyen el verbo vi.
3David E. Aune (Revelation 1–5, WBC 52A [Dallas: Word, 1997], p. 282) llama a esta parte del versículo 1 «una glosa de
redacción» sin ofrecer evidencia de que Juan no podría haberla escrito.
162

(Éx. 19:16, 19; 20:18), al comienzo del año nuevo y al inicio de la fiesta de las trompetas (Lv. 23:24).
Además, Juan también sabía que esto introducía el retorno del Señor (Mt. 24:31; 1 Ts. 4:16). Sabía por el
sonido de la trompeta que recibiría una nueva revelación.
c. «Sube acá, y te mostraré lo que debe suceder después de estas cosas». La voz de Jesús lo invita a
subir a través de la puerta para ver en persona los eventos que se van a dar en el futuro. Moisés recibió
una orden similar de Dios, quien le dijo: «Sube a encontrarte conmigo en el monte» (Éx. 24:12). Moisés
estaba con Dios en el monte Sinaí, en tanto que a Juan, en una visión, se le permite entrar en el cielo. Al
invitar a Juan a que suba al cielo, Jesús le dice que le mostrará eventos futuros. Es decir, a Juan se le
permite ver el futuro que va desarrollándose delante de él desde una perspectiva celestial. Se le dicen
cosas que deben ocurrir; Dios las ha predeterminado y son parte del plan divino (Sal. 103:19). Dios se
dedica a aplicar su plan de salvación y a Juan se le otorga el privilegio de ver qué va a suceder en el fu-
turo en la tierra. De hecho, la frase después de estas cosas significa «en el futuro» (compárese con 1:19).
Las visiones que se le permite a Juan que vea incluyen eventos tanto concluidos como por hacerse reali-
dad. Se refieren al pasado y al presente y abarcan el futuro (véase 1:19).4
2. De inmediato estuve en el Espíritu, y mira, había un trono que estaba en el cielo, y alguien es‐
taba sentado en el trono.
La palabra Espíritu debería ir con mayúscula para que concuerde con 1:10; 17:3 y 21:10. La experien-
cia de Juan aquí recuerda la de otros santos que estuvieron en el Espíritu (p.e., Is. 61:1; Ez. 11:1, 5). Al-
gunos estudiosos utilizan minúscula para referirse al espíritu humano o traducen el texto griego con la
frase «en trance profético».5 Pero estas traducciones no captan la acción del Espíritu Santo. Nótese tam-
bién que Juan, en forma indirecta, alude a las tres personas de la Trinidad (el Padre en el trono, la voz
de Jesús como trompeta y la acción del Espíritu).
Juan relata que estuvo de inmediato en el Espíritu. Esto puede significar que estuvo en esa condición
todo el tiempo con una interrupción pero que ahora volvía a experimentar el poder del Espíritu me-
diante el cual podía [p 209] ver y oír visiones y sonidos celestiales. Escribe William Hendriksen: «Cuan-
do una persona está ‘en el Espíritu’ y estando en ese estado tiene una visión, se da una suspensión de
todo contacto consciente con el entorno físico».6 Durante la visión no se utilizan los órganos físicos, por-
que el alma asume sus funciones. Por eso Juan ve el trono de Dios y oye la voz de Jesús.
Los rabinos judíos de la época antigua rara vez describían el trono de Dios por temor de profanar el
nombre divino. Se les prohibía hablar abiertamente de misterios celestiales, y quienes hablaban acerca
del trono corrían el riesgo de profanar la divinidad. De ahí que pocos rabinos se atrevieran a escribir
públicamente acerca de este tema.7 Pero a Juan se le otorga el honor de subir a la sala del trono, que es
la presencia misma de Dios, y de relatar lo que vio. Más que dar una descripción de Dios, lo cual está

4 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp.


317–18.
5 Robert L. Thomas, Revelation 1–7. An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), p. 338; John F. Walvoord, The 

Revelation of Jesus Christ (Chicago. Moody, 1966), pp. 103–4; Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.:
Liturgical Press, 1993), pp. 78–79: Aune, Revelation 1–5, p. 283; G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the 
Divine (London: Black, 1966), p. 59.
6 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 82.

7 SB, 1:974–78; 2:338.


163

prohibido (Éx. 20:4), o del cielo como tal, Juan presenta un retrato simbólico del trono divino y de quie-
nes están reunidos a su alrededor: cuatro seres vivientes, veinticuatro ancianos, muchos ángeles y todos
los otros seres del universo entero. Ve al Cordero, siete lámparas y un mar de vidrio.
Si hay una palabra que domina este capítulo, es el término trono, que se utiliza trece veces en once
versículos. Se encuentra muchas veces en Apocalipsis, para un total de treinta y siete veces. Pero el capí-
tulo 4 es el capítulo que describe el trono de Dios. El propósito de esta descripción es demostrar que
Dios es el soberano supremo de este universo. Lo gobierna todo, de modo que nada, bueno o malo, elu-
de su voluntad. Les garantiza que él y no Satanás es quien tiene el control., «Por esto esta visión del
universo gobernado por el trono antecede a la descripción simbólica de las pruebas por las cuales debe
pasar la iglesia, en el capítulo 6».8
3. Y el que estaba sentado era de aspecto como piedra jaspe y cornalina, y un arco iris rodeaba el 
trono con el aspecto de esmeralda.
¿Cómo habla acerca de «el que estaba sentado» en el trono un ser mortal a quien se otorga el privile-
gio de ver el trono de Dios? Juan transmite a sus lectores un sentido de majestad y belleza del aspecto
de Dios y del trono al referirse a tres piedras preciosas: el jaspe, la cornalina y la esmeralda. El jaspe
también se menciona en la descripción de la nueva Jerusalén; ahí Juan, al hablar de la gloria de Dios,
dice, «su esplendor era como de piedra preciosa como una piedra de jaspe cristalizado» (21:11). Puede
tratarse de una variedad de cuarzo que se encontraba en varios colores, de manera que la gloria de Dios
que se transmitía por medio de esta piedra ofrecía una belleza indescriptible. La piedra jaspe en la anti-
güedad (véase Éx. 28:20; 39:13; Ez. 28:13) quizá era diferente de la que [p 210] conocemos hoy día con
ese nombre. En general, los comentaristas comparan su brillo con el del diamante.9 Este brillo es una
imagen de la «luz inaccesible» de Dios que no permite que nadie lo vea (1 Ti. 6:16). La segunda piedra
se llama cornalina; es de color rojo oscuro, rojo anaranjado o marrón rojizo (Ap. 21:20; Ez. 28:13).
Alrededor del trono de Dios apareció un arco iris de color esmeralda. En el espectro del arco iris se
cuentan siete tonalidades, y uno de estos colores es el verde. La esmeralda que conocemos es verde.
Juan, sin embargo, vio todo el arco iris como una tonalidad verde. De igual modo, una piedra preciosa
en el cuarto cimiento de las murallas de la nueva Jerusalén era la esmeralda (21:19). El arco iris era la
señal del pacto de Dios de que no volvería a destruir la tierra con un diluvio (Gn. 9:15). Juan utiliza la
palabra iris por arco iris, ya que esta palabra no era bíblica. Pero para que a los lectores les resulte claro
que quería decir arco iris, no dudó en adoptar el término (véase 10:1).10 ¿Qué significa este semicírculo
sobre el trono de Dios? El simbolismo del arco iris no resulta claro, excepto en el sentido de que expresa
la fidelidad de Dios en cumplir para siempre su pacto con su pueblo; con él expresa su gracia y miseri-
cordia.

8 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 84.


9 Bauer, p. 368; Norman Hillyer, NIDNTT, 3:398: véase también el registro en EDNT, 2:170. Y véase R. H. Charles, A 
Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:114. En Apocalipsis la
NJB traduce siempre «jaspe» como «diamante».
10 Véase Leon Morris, NIDNTT, 3:1002; Karl Heinrich Rengstorf, TDNT, 3:341. Caird (Revelation, p. 63) comenta: «Pero

no se trata de un arco prismático en el firmamento; es como una esmeralda, afirmación que induce a la imaginación a
dejar de pensar».
164

4. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en los tronos estaban sentados veinticuatro 
ancianos vestidos de ropa blanca, y en sus cabezas tenían coronas de oro.
La imagen mental que recibimos de los veinticuatro tronos es la de un cuadrado con el trono de Dios
en el centro y seis tronos en cada uno de los lados del cuadrado. En las Escrituras canónicas el término
veinticuatro se encuentra sólo en Apocalipsis y se refiere a tronos o a ancianos (4:4, 10; 5:8; 11:16; 19:4).
Esto elimina paralelos que podrían arrojar luz sobre el significado del número veinticuatro.
En esos tronos estaban veinticuatro ancianos que ostentaban dos distintivos: iban vestidos de ropa
blanca y llevaban coronas de oro en la cabeza. Estas señales, junto con la expresión tronos, pueden ayu-
dar al intérprete a explicar el significado de este versículo; por ejemplo, Jesús invita a los santos a que se
sienten con él en el trono (3:21) y a los santos en el cielo, sentados en los tronos, se les da autoridad para
juzgar (20:4). Hay una diferencia clara entre ángeles y santos. Primero, quienes reciben este privilegio
no son los ángeles sino los santos (1 Co. 6:2–3). Luego, aunque los ángeles se presentan en ropa blanca
(véase 19:14; Mt. 28:2–3; Mr. 16:5; Jn. 20:12; Hch. 1:10), los santos van vestidos con ropa blanca lo cual
significa la pureza que surge de estar purificados del pecado (3:4; 7:9). [p 211] Tercero, las coronas sim-
bolizan autoridad para gobernar con Cristo (3:21; 5:10; 20:4, 6; 22:5; 2 Ti. 2:12); se trata de un privilegio
otorgado no a ángeles sino a los santos.
Dios creó a Adán del polvo de la tierra (Gn. 2:7), lo coronó de gloria y honor (Sal. 8:5), y lo nombró
para dominar (Gn. 1:28). Pero Dios creó a los ángeles como espíritus para servir y atender a las necesi-
dades de su pueblo (Heb. 1:7, 14). Aunque Adán pecó, Jesús, como segundo Adán, vino para redimirlo
(Ro. 5:12, 19; 1 Co. 15:45). Pero los ángeles que cayeron en pecado no son redimidos por Jesucristo (Heb.
2:16). Adán y Eva, con sus descendientes, son creados a imagen de Dios (Gn. 1:27); los ángeles no son
creados a su imagen sino que sólo son sus mensajeros (Sal. 104:4; Heb.1:7).11 Cuando el pueblo redimido
de Dios es llevado a la gloria, sabemos que está rodeando el trono de Dios y del Cordero (Ap. 7:9). Sus
representantes son los veinticuatro ancianos que ocupan tronos para dominar y juzgar. Llevan ropas
blancas para simbolizar pureza y coronas para indicar victoria. Como pueblo del pacto, tienen el privi-
legio de dominar en tanto que los ángeles sirven como mensajeros. Hendriksen señala con agudeza:
«Estos veinticuatro ancianos se mencionan primero por la sencilla razón de que son primeros en impor-
tancia y en la gloria de entre todas las seres en el cielo (Gn. 1:26; Heb. 2:8)».12
En los capítulos 4 y 5, Juan relata que alrededor del trono están seres vivientes, que son seres celes-
tiales, ángeles y ancianos. Se nos induce a creer que los ancianos representan a los santos. De no ser así,
se habría olvidado mencionar a los santos en el cielo.
La interpretación tradicional de los veinticuatro ancianos es que esta cifra es el total de doce por dos,
a saber, los doce patriarcas del Antiguo Testamento y los doce apóstoles del Nuevo Testamento, los re-
presentantes de los redimidos por Cristo. Victorino de Pettau en Pannonia (la Hungría moderna), quien
murió en el 304, fue el primero en sugerir este punto de vista en su comentario del Apocalipsis. Muchos
estudiosos modernos han adoptado este punto de vista como interpretación simbólica de este pasaje,
con variantes.13 La evidencia bíblica sustenta esta interpretación, porque los ancianos formaban parte

11 Refiérase a Simon J. Kistemaker, Exposition of the Epistle of Jude, NTC (Grand Rapids: Baker, 1987), pp. 387–88.
12 Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 85–86.
13 P.ej., los comentarios de Alford (p. 596); Barclay (1:194); Greijdanus (pp. 122–23); Hailey (p. 168); Hoeksema (pp. 158–

59); Hughes (p. 72); Lenski (pp. 174–75); Sweet (p. 118); Swete (p. 69).
165

integral de la vida religiosa de Israel en la época del Antiguo Testamento. En tiempos de Jesús y de los
apóstoles, había ancianos miembros del Sanedrín y prominentes en comunidades judías locales. Luego,
Pablo nombró a ancianos en las iglesias que había fundado (Hch. 14:23) y dio instrucciones a Tito para
que los nombrara en todas las localidades en la isla de Creta (Tit. 1:5). Y en la era post-apostólica, [p 
212] los ancianos asumieron el liderazgo en el gobierno de las iglesias locales. El término griego presbu‐
terion (presbiterio) se encuentra en los escritos de Lucas y en las cartas Pastorales para designar un con-
cilio de ancianos (Lc. 22:66; Hch. 22:5; 1 Ti. 4:14). El término ancianos (en griego presbuteroi) se encuentra
doce veces en Apocalipsis: por ejemplo, están sentados, se postran en adoración, hablan y cantan.14
La unidad del cuerpo de Cristo se ejemplifica en el simbolismo de la nueva Jerusalén. Esta ciudad
estaba rodeada de una gran muralla, muy alta, con doce puertas. Los nombres de las doce tribus de Is-
rael estaban escritos en dichas puertas. Y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos. Los nombres de
los doce apóstoles del Cordero están escritos en estos cimientos (21:12, 14).
Otra opinión interpreta la expresión ancianos como seres celestiales.15 Estos ángeles van vestidos en
ropa blanca, como es evidente en numerosos pasajes (p.ej., véase Jn. 20:12). En sus cartas, Pablo alude a
jerarquías angélicas que Cristo creó en relación con tronos, poderes, principados y autoridades (Col.
1:16; ver también Ro. 8:38; Ef. 3:10). También el Antiguo Testamento se refiere a un concilio de seres
celestiales que consiste en un anfitrión angélico (Sal. 29:1; 89:7; 103:20; 148:2; Job 1:6). Quizá la cifra vein‐
ticuatro antes de la palabra ancianos, entendidos como ángeles, se deriva de las veinticuatro órdenes sa-
cerdotales que se mencionan en el Antiguo Testamento (1 Cr. 23:3–4; 24:4; 25:9–31).16 Pero ¿tienen los
ángeles algo en común con los sacerdotes? ¿Son los ángeles reyes que llevan coronas? ¿Se les da a los
ángeles el deber de juzgar a los seres humanos? La respuesta a estas preguntas es no. Los ángeles no
están sentados en tronos, pero los ancianos sí. De hecho, si los ancianos fueran ángeles, entonces la
humanidad redimida no estaría representada en el trono.
Por lo tanto, concluyo que en muchos respectos los ancianos tienen mayor importancia y un rango
más alto que los ángeles. Los veinticuatro ancianos representan a los santos redimidos, y con todos los
ángeles y todas las criaturas estos ancianos dan alabanza, honor y gloria al Cordero (5:12).
5. Y del trono salían relámpagos, y estruendos, y truenos, y siete antorchas llameantes ardían de‐
lante del trono, que son los siete espíritus [p 213] de Dios. 6a. Y delante del trono era, por así decirlo, 
un mar de vidrio como cristal.
a. «Y del trono salían relámpagos, y estruendos, y truenos». En las palabras iniciales se encuentra un
parecido con el último capítulo de Apocalipsis, donde Juan habla de un río de agua viva «que salía del
trono de Dios y del Cordero» (22:1). Para Juan, el trono de Dios describe la majestad y grandiosidad del

14 Ap. 4:4, 10; 5:5, 6, 8, 11, 14; 7:11, 13; 11:16; 14:3; 19:4. A. Feuillet («Les vingt-quatre vieillards de l’Apocalypse», RB 65
[1958]: 5–32) interpreta los veinticuatro ancianos como los grandes santos del Antiguo Testamento y toma el número
veinticuatro de los órdenes de los sacerdotes, cantores y porteros (1 Cr. 24:3–19; 25:6–31; 26:17–19). Pero ¿acaso no hay
grandes santos en la época del Nuevo Testamento?
15 Hay más puntos de vista. Se puede ver el panorama completo en los comentarios de Aune (52A, pp. 288–92), Beale

(pp. 323–26) y Charles (1:128–33).


16 Consúltese los comentarios de Thomas (Revelation 1–7, pp. 347–48; Beckwith (p. 498); Mounce (pp. 121–22); Johnson

(p. 462); Morris (p. 86); Beasley-Murray (pp. 113–14). Véase también Ned B. Stonehouse, Paul before the Areopagus and 
Other New Testament Studies (London: Tyndale, 1957), pp. 88–108.
166

Todopoderoso. Escribe con el recuerdo de un pasaje del Antiguo Testamento, a saber, la escena del
monte Sinaí, cuando Dios dio el decálogo a los israelitas. «En la madrugada del tercer día hubo truenos
y relámpagos, y una densa nueve se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a
temblar a todos los que estaban en el campamento» (Éx. 19:16; comparar con Job 37:4, 5).
Debemos leer este pasaje en forma simbólica, porque el trono de Dios es tan asombroso que Juan só-
lo lo puede describir mediante fenómenos naturales como relámpagos, estruendos y truenos. Estos fe-
nómenos son símbolos que en la naturaleza manifiestan la grandiosidad, poder y fuerza de Dios (Job
36:29, 30; Sal. 18:13–15; 29:3–5).
b. «Y siete antorchas llameantes ardían delante del trono, que son los siete espíritus de Dios». Una
vez más, el simbolismo de este texto se manifiesta ahora en el número siete, que se emplea dos veces. Es
el número de la integridad y de la plenitud. Las siete antorchas representan una abundancia de luz en el
trono de Dios, y los siete espíritus son una representación de la plenitud del Espíritu Santo (véase el
comentario sobre 1:4; y ver 3:1; 5:6). Juan ha tomado este simbolismo del candelabro de oro en el taber-
náculo (Éx. 25:31–40; 27:20–21; 40:24–25; Lv. 24:1–4) y de la profecía de Zacarías (4:2). Este candelabro
de siete brazos estaba frente al santo de los santos. La manifestación es mucho más la de antorchas res-
plandecientes que la de un candelabro de aceite (compárese con Ez. 1:13). El fuego resplandeciente de
las antorchas da luz pero también describe la santidad de Dios, que no tolera ningún pecado en su pre-
sencia (Sal. 18:8; 50:3; 97:3; Dn. 7:10).
Estas siete antorchas representan los siete espíritus de Dios. El simbolismo de la plenitud del Espíri-
tu de Dios apunta a la obra que realiza el Espíritu Santo con respecto a interpretar la voluntad de Dios,
alentar y consolar a su pueblo, santificar a los santos y reprender a los pecadores (véase Jn. 16:7–11;
Hch. 2:17–21).17
c. «Y delante del trono había, por así decirlo, un mar de vidrio como cristal». Juan caracteriza lo que
observó indicando que un espacio delante del trono parecía un mar de vidrio similar al cristal. El cristal
tiene la calidad de la claridad, de modo que se puede ver a través del mismo. Esto quiere [p 214] decir
que los santos en el cielo pueden ver la sabiduría de Dios en acción. Es clara y, con todo, profunda (Éx.
24:9–10).
Las interpretaciones del «mar de vidrio» varían. Escribe Caird: «El mar de vidrio es el depósito de
mal del cual surge el monstruo [o sea, la bestia que sale del mar] (13:1)».18 Pero resulta difícil imaginar
una depósito de mal ante el trono de Dios, donde no se permite que entre el pecado. Otros comparan la
frase con la fuente de agua en bronce que se utilizaba en el templo de Salomón (1 R. 7:23–26; 2 R. 16:17).
El lavado de pies y manos por parte de los sacerdotes en la época del Antiguo Testamento era símbolo
de la sangre purificadora de Cristo que lava los pecados de los santos en tiempos del Nuevo Testamen-
to.19 Otras propuestas son que se refiere al firmamento que separa el cielo de la tierra; a un mar celestial

17 Algunos comentaristas (p.ej., Aune, Charles) consideran la última cláusula en el versículo 5b como glosa explicativa,
pero esta opinión no se justifica.
18 Caird, Revelation, p. 65. Véase M. Robert Mulholland Jr., Revelation: Holy Living in an Unholy World (Grand Rapids:

Zondervan, Francis Asbury Press, 1990), pp. 150–54). Compárese con Gregory K. Beale, «The Problem of the Man from
the Sea in Ezra 13 and Its Relation to the Messianic Concept in John’s Apocalypse», NovT 25 (1983): 182–88; Beale,
Revelation, p. 327.
19 Refiérase a los comentarios de Greijdanus (pp. 124–25), Hendriksen (p. 86), Walvoord (pp. 108–9).
167

que separaba a un Dios santo de todo lo que había hecho; o a un cuadro del vítreo Mar Egeo en un día
de verano que Juan, exiliado en Patmos, podía ver. Todas estas propuestas tienen cierto valor, pero co-
mo Juan describe el cielo con símbolos, debemos evitar ser dogmáticos al respecto. Quizá haríamos bien
en fijarnos en los comparativos «por así decirlo» y «como». El vidrio en épocas antiguas era opaco, en
tanto que el cristal era transparente. Parece que el énfasis se encuentra en la claridad para indicar la
comprensión y perspicacia infinitas de Dios (véase también 15:2).
Palabras, frases y construcciones griegas en 4:1–4
Versículo 1
φωνὴ … λέγων—el sustantivo femenino va seguido de un participio masculino para identificar al Señor co-
mo el que habla.
λαλούσης … λέγων—el primer participio presente caracteriza el acto de hablar y el segundo el contenido de
lo que se dice. Por otra parte Aune omite el primer participio y llama a esta construcción «un hebraísmo que fun-
ciona como ὅτι recitativo para introducir una cita directa».20 Menciona construcciones similares en 10:8; 17:1; 21:9.
ἀνάβα—es una forma alternativa del segundo imperativo aoristo activo que normalmente se escribe
ἀνάβηθι del verbo ἀναβαίνω (subo).
Versículo 2
καθήμενος—este participio presente actúa siempre en Apocalipsis a modo de sustantivo para referirse a Dios
sentado en el trono y de este modo evita emplear el nombre de Dios. Cuando este participio aparece con la frase
preposicional en el trono («el sentado en el trono»), se produce una relación curiosa de casos. Si el participio está
en caso nominativo, [p 215] trono está en acusativo (ἐπὶ τὸν θρόνον/τοὺς θρόνους, vv. 2, 4); si el participio está
en caso genitivo, la frase preposicional está en genitivo (ἐπὶ τοῦ θρόνου, v. 10; 5:1); y cuando el participio está en
caso dativo, la frase preposicional está en dativo (ἐπὶ τῷ θρόνῳ, v. 9).21 Como la sintaxis griega no exige que el
caso de la frase preposicional cambie junto con el participio, la única explicación de este fenómeno es la preferen-
cia estilística del autor.
Versículo 3
κυκλόθεν—«alrededor». En lugar de ser un adverbio de lugar, se pone al servicio de una preposición que ri-
ge el caso genitivo. El enclítico -θεν significa «fuera» del círculo.
Versículo 4
πρεσβυτέρους—el caso acusativo se puede explicar como objeto directo si se inserta mentalmente el verbo
εἶδον (vi) del versículo 1.
b. Doxologías ante el trono 
4:6b–11
6b. Y en medio del trono y alrededor del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante 
y detrás. 7. Y el primer ser viviente era como un león, el segundo ser viviente como un buey, el tercer 
ser viviente tenía un rostro como de hombre, y el cuarto ser viviente era como un águila voladora.

20
Aune, Revelation 1–5, pp. 269, 282.
21
Henry Alford, James‐Revelation, vol. 4, parte 2 de Alford’s Greek Testament (1875; reimpresión, Grand Rapids:
Guardian, 1976), p. 594.
168

a. «Y en medio del trono y alrededor del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y
detrás». Las imágenes provienen de la profecía de Ezequiel, «en medio del fuego vi algo parecido a cua-
tro seres vivientes, cada uno de los cuales tiene cuatro caras y cuatro alas» (Ez. 1:5–6; compárese con Is.
6:2). Juan mejora la profecía al ofrecer una descripción más clara del lugar y del aspecto que Ezequiel:
los seres vivientes están en medio y alrededor del trono. Propongo que estos cuatro seres vivientes ro-
dean el trono en cuatro puntos equidistantes unos de otros, de modo que desde cualquier ángulo que
veamos el trono, uno de estos seres ocupa siempre una posición central. Admito que sólo se trata de
una suposición, porque nadie, ni siquiera Juan, puede describir plenamente el trono de Dios. Sin em-
bargo, esta explicación ofrece claridad.22
Los cuatro seres vivientes no son partes inmóviles del trono; antes bien, sirven como mensajeros de
Dios. De hecho, Ezequiel los llama querubines (Ez. 10:20–21), que eran los seres celestiales de más rango
asignados a proteger y custodiar, por ejemplo, el árbol de vida (Gn. 3:24) [p 216] y el arca del pacto (Éx.
25:20). Están llenos de vida, son vigilantes e inteligentes. Están recubiertos de ojos delante y detrás (Ez.
1:18), de modo que nada elude su atención. Con los ancianos, cantan alabanzas y dicen «Amén» (Ap.
5:6, 8, 11, 14). Hablan en la apertura de los cuatro primeros sellos (6:1, 3, 5, 7; 7:11; 14:3; 19:4). Y uno de
ellos entrega siete copas de oro de la ira de Dios a siete ángeles (15:7).
b. «Y el primer ser viviente era como un león, el segundo ser viviente como un buey, el tercer ser vi-
viente tenía un rostro como de hombre, y el cuarto ser viviente era como un águila voladora». Ezequiel
describe los cuatro seres vivientes como con cuatro caras cada uno: de un hombre, de un león, de un
buey y de un águila (1:10). El orden en la visión de Juan es diferente, porque el rostro de un hombre
ocupa el tercer lugar. Asimismo, los seres vivientes de Ezequiel tienen cuatro rostros cada uno, en tanto
que los de Apocalipsis tienen uno.
Los padres de la Iglesia (Orígenes, Victorino y Atanasio) vieron en estos cuatro símbolos la represen-
tación de los cuatro evangelios. Sin embargo, mientras Orígenes dijo que Mateo es el hombre, Marcos el
águila, Lucas el buey y Juan el león, Victorino veía en Mateo el hombre, en Marcos el león, en Lucas el
buey y en Juan el águila, y Atanasio ponía en Mateo el león, en Marcos el hombre, en Lucas el buey y en
Juan el águila.23 La confusión se explica por su imaginación, pero no ayuda a entender Apocalipsis. Por
el contrario, estos cuatro rostros caracterizan simbólicamente los querubines; encarnan decisión y valor,
fortaleza y tenacidad, inteligencia y sagacidad, diligencia y rapidez.24 Los cuatro seres vivientes son en-
viados a servir a los miembros de la iglesia de Cristo (Heb. 1:14). Nótese que en la frase «cuatro seres
vivientes», el número cuatro es el símbolo numérico de la totalidad en la creación.
8. Y cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas, alrededor y dentro estaban llenas de 
ojos, y no descansaban ni de día ni de noche. Decían,

22 No es necesario decir que las palabras «en medio del trono y» son una glosa, como lo afirma Charles (1:118). Puede
querer decir, en medio de cada uno de los cuatro lados (Hendriksen, More Than Conquerors, p. 86). Robert G. Hall ve las
criaturas vivientes como componentes del trono. Véase su «Living Creatures in the Midst of the Throne: Another Look
at Revelation 4:6», NTS 36 (1990): 609–13.
23 Charles, Revelation, 1:124. Véase también Willian Barclay, The Revelation of John, 2a ed. (Philadelphia: Westminster,

1960), 1:203.
24 En su Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 71, Henry Barclay Swete concluye

con razón: «Las cuatro formas sugieren lo más noble, más fuerte, más sabio y más rápido en la naturaleza animada …
incluyendo al hombre».
169

«Santo, santo, santo,
Señor Dios Todopoderoso
El que era, y el que es, y el que vendrá».
a. «Y cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas». El parecido con las visiones de los profe-
tas Isaías y Ezequiel resulta claro, pero hay diferencias. Los seres vivientes en los pasajes del Antiguo
Testamento son o serafines o querubines, en tanto que Juan se abstiene de darles nombre. En la profecía
de Isaías estos seres angélicos tienen seis alas: dos cubren [p 217] su rostro, dos sus pies y dos son para
volar (Is. 6:2), pero en el pasaje de Ezequiel tienen cuatro alas (Ez. 1:6). El número seis no debería inter-
pretarse como el número siniestro de lo incompleto sino más bien como tres conjuntos de dos, y cada
conjunto tiene una función peculiar. Estas alas permiten cubrirse cuando los ángeles están delante de
Dios, y cuando vuelan dan velocidad.
Aunque en Juan hay un eco de frases de las profecías de Isaías, Ezequiel y Daniel, se le dio el privi-
legio de mirar al cielo para dar testimonio de «las cosas que vio» (1:2). Reconocemos que la compren-
sión de las cosas celestiales por parte de Juan recibió iluminación cuando se encontraba «arrebatado en
el Espíritu».25
b. «Alrededor y dentro estaban llenas de ojos». Se retrocede al versículo 6, que describe los seres vi-
vientes como recubiertos de ojos. La pregunta en este caso tiene que ver con la palabra dentro. La ima-
gen de estos seres angélicos con ojos alrededor del cuerpo resulta clara, pero parece imposible una in-
terpretación literal de ojos dentro del cuerpo. Quizá el cuadro mental que Juan quiere transmitir es el de
alas plegadas que mantenían ocultos los ojos, pero cuando se desplegaban las alas, se veían los ojos de-
bajo (compárese con Ez. 1:18).
c. «Y no descansaban ni de día ni de noche». Esta cláusula no debería interpretarse en el sentido de
que los ángeles cantan sin cesar alabanzas a Dios. Hay una diferencia entre hacer algo continuamente y
constantemente. Aunque Juan utiliza una división de tiempo en día y noche (véase 14:11), recurre a
terminología humana para expresar el concepto de eternidad. El tiempo y el espacio limitan a los seres
humanos en la tierra pero los ángeles viven en la eternidad. Los ángeles adoran a Dios sin descanso día
y noche en el cielo y, por el contrario, los adoradores de la bestia no descansan ni de día ni de noche en
el infierno (14:11).
d. «Decían: ‘Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que vendrá’».
Nótese que este cántico menciona la santidad, poder exclusivo y eternidad de Dios pero no dice nada
de la redención de los seres humanos. El capítulo 4 describe el trono y la santidad de Dios, en tanto que
el capítulo 5 describe al Cordero y la redención de su pueblo.
El cántico angélico que se menciona en Isaías 6:3 lo cantan serafines. No hay razón para sugerir que
los cuatro seres vivientes llamados querubines no puedan cantar estas palabras. Aune es de la opinión
de que este cántico angélico «puede haber formado parte de un himno que se solía cantar en la liturgia
del templo o por lo menos una fórmula litúrgica cúltica».26 También es bien conocido en la himnología
cristiana el triple empleo del adjetivo santo en las palabras de Reginald Heber:

25 Martin Kiddle, The Revelation of St. John (London: Hodder and Stoughton, 1940), p. 70.


26 Aune, Revelation 1–5, p. 303. Refiérase también a N. Walker, «The Origin of the ‘Thrice-Holy’», NTS 5 (1959): 132–33.
170

[p 218] ¡Santo, santo, santo! ¡Señor Dios Todopoderoso!


Temprano en la mañana nuestro cántico se elevará hasta Ti;
¡Santo, santo, santo! ¡Misericordioso y poderoso!
Dios en Tres Personas, ¡bendita Trinidad!
En este capítulo acerca de la sala del trono, las palabras Señor Dios Todopoderoso proclaman la verdad
de la omnipotencia de Dios. Nada ni nadie en toda la creación puede rivalizar con el Todopoderoso. Él
es quien dijo, «Yo soy el Señor, y no hay ningún otro» (Is. 45:6). Es el que «era, y el que es, y el que ven-
drá». La secuencia difiere algo de la del orden anterior, «el que es y el que era y el que vendrá» (1:4, 8;
ver también 16:5). Estas palabras describen a Dios como atemporal, desde la eternidad hasta la eterni-
dad.
9. Y cada vez que estos seres vivientes daban gloria y honor y gracias al que está sentado en el 
trono que vive por siempre jamás, 10. los veinticuatro ancianos se postraban delante del que está 
sentado en el trono, y adoraban al que vive por siempre jamás, y echaban sus coronas delante del 
trono diciendo,
Este pasaje sirve para introducir el segundo himno de alabanza que cantan en el cielo cuando ado-
ran (véase v. 11) los seres vivientes con el apoyo de los veinticuatro ancianos. Estos seres vivientes dan
gloria, honor y gracias a Dios. Mientras que la combinación «gloria y honor» se encuentra en el Antiguo
Testamento (Sal. 8:5; Heb. 2: 7, 9; ver también Ap. 21:26), el sustantivo «acción de gracias» se encuentra
sobre todo en los libros del Nuevo Testamento (p.ej., Hch. 24:3; Ef. 5:4). Gloria y honor se refieren a la
perfección de Dios, pero la acción de gracias se refiere a sus dones tanto en la creación como en la re-
dención.27
Juan se refiere a Dios como quien está en el trono y como el que mora en la eternidad. Al recurrir a
una circunlocución para evitar emplear el nombre de Dios, se indica que es el poseedor y dador de vida,
y observa que esta vida es eterna (10:6; 15:7; Dn. 4:34). Los cuatro seres vivientes reciben la vida de Dios,
cumplen sus mandatos y cantan con gozo sus alabanzas. Se enfatiza el número cuatro, que se relaciona
con la creación de Dios. De igual modo, la cláusula «el que vive por siempre jamás» se encuentra cuatro
veces en Apocalipsis (4:9, 10; 10:6; 15:7). Dios es el creador que gobierna eternamente sobre su crea-
ción.28
También los veinticuatro ancianos que representan a la humanidad redimida adoran a Dios pos-
trándose delante de su trono. Se postran al estilo oriental para rendir pleitesía al único Todopoderoso.
Ningún ángel podría [p 219] recibir reverencia; de hecho, un ángel reprocha a Juan por haber caído a
sus pies y le ordena que adore a Dios (19:10; 22:8–9). Es notable cuántas veces en Apocalipsis se men-
ciona a los veinticuatro postrándose delante del que está sentado en el trono para adorarlo (5:8, 14; 7:11;
11:16; 19:4).

27 Véase Swete, Revelation, p. 73.


28 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy: Studies on the Book of Revelation (Edinburgh: Clark, 1993), pp. 31–32.
171

Cuando se interpretó por primera vez en Londres en 1743 el Mesías de Händel en presencia del rey
Jorge II, el rey se levantó al oír el coro del aleluya.29 Al levantarse con la cabeza inclinada, indicó que no
él sino Jesús era el Rey de reyes y Señor de señores. El Mesías reina para siempre jamás. Los veinticua-
tro ancianos echan sus coronas delante del trono de Dios y le brindan las mayores pleitesías en el cielo y
en la tierra. Habían recibido estas coronas de Dios por ser vencedores, pero con profundo respecto se
las devuelven a Dios para tributarle todo el honor y la gloria. Le brindan pleitesía, porque sólo él vive y
reina por siempre jamás.
Satanás tentó a Jesús para que se postrara para adorarle, pero el Señor respondió citando la Escritu-
ra: «Adora al Señor tu Dios, y sírvele solamente a él» (Mt. 4:10; Lc. 4:8; Dt. 6:13). Satanás tiene su propio
trono (Ap. 2:13), pero en la consumación será arrojado al lago de fuego (20:10). No es Satanás, aunque
recibe el nombre de príncipe de este mundo (Jn. 12:31), sino Dios quien manda y es digno de recibir glo-
ria, honor y poder.
11. «Digno eres, nuestro Señor y Dios, de recibir gloria y honor y poder, porque creaste todas las 
cosas, y por tu voluntad existieron, es decir, fueron creadas».
a. «Digno eres, nuestro Señor y Dios, de recibir gloria y honor y poder». Tres cánticos sucesivos en
Apocalipsis utilizan el adjetivo digno como palabra inicial, y debido a esta posición tiene carácter enfáti-
co (4:11; 5:9, 12). Nadie en todo el universo es digno de gloria, honor y poder sino Dios y el Cordero.
Dios es digno debido a la creación, y el Cordero es digno debido a su muerte expiatoria. De ahí que sólo
el Cordero es digno de ejecutar el plan de Dios para la salvación y de desempeñar el papel de rey en su
reino.30
Hay una diferencia entre el cántico de los cuatro seres vivientes (v.8) y el de los veinticuatro ancia-
nos. Los seres angélicos glorifican la santidad de Dios, su poder exclusivo y la eternidad, en tanto que
los ancianos glorifican a Dios por su obra creadora. Además, en lugar de la palabra acción de gracias
(v.9), el cántico introduce la palabra poder.
b. «Porque creaste todas las cosas». El poder de Dios se revela en la creación de todas las cosas en es-
te vasto universo. Como seres humanos, no podemos absorber todo lo que existe, porque somos limita-
dos en tiempo y espacio. El universo que Dios creó es tan sin límites, que nos [p 220] maravillamos ante
el poder de Dios. El creador ha hecho todas las cosas desde la partícula más diminuta hasta la mayor de
las estrellas. Así pues, la obra de la creación es la razón de que los ancianos expresen su alabanza al Se-
ñor Dios. Nótese que lo llaman, «nuestro Señor y Dios». En un cántico posterior alaban al Señor Jesu-
cristo por haberlos comprado para Dios (5:9).
c. «Y por tu voluntad existieron, es decir, fueron creadas». La obra de la creación depende totalmen-
te de la voluntad de Dios; sin su voluntad nada sucede. En otras palabras, este mundo no llegó a existir
mediante una evolución propia, sino que Dios ejerció su voluntad (Heb. 11:3). Así pues, la humanidad,
los mundos animal y vegetal, y la materia inanimada existen sólo debido a la voluntad de Dios. Esto
quiere decir que todo lo que Dios ha creado debe servirle.

29 Compárese Donna W. Payne and Fran Lenzo, The Handel’s Messiah Family Advent Reader (Chicago: Moody, 1999), p.
99.
30 Erich Tiedtkte, NIDNTT, 3:349.
172

La última parte del versículo se ha interpretado de varias maneras, porque la secuencia lógica debe-
ría ser «fueron creadas, es decir, existieron». Incluso la redacción es imprecisa, porque en realidad
hubiera debido estar en tiempo presente, «existen», que es la lectura que algunos manuscritos susten-
tan. Pero otros testigos borran las palabras «fueron creadas» para eliminar totalmente el problema.31 La
lectura más difícil resulta en este caso, como casi siempre, la correcta: nos obliga a aceptar el texto como
está y a interpretarlo lo mejor posible.
La explicación que sugieren una serie de comentaristas es que la expresión existieron toma en cuenta
el acto de crear y la expresión fueron creadas tiene que ver con el comienzo de su existencia. La voluntad
de Dios es la causa de la creación, y el Señor Jesucristo es el agente de la misma (Jn. 1:1; Col. 1:15–18;
Heb. 1:3).32 Es una conclusión pertinente del relato del salón del trono de Dios: Dios es soberano en su
creación.
Palabras, frases y construcciones griegas en 4:6b–11
Versículo 6b
ἐν μέσῳ—«en medio de» es una traducción literal del hebreo «de en medio del [fuego]» (Ez. 1:5).
Versículo 7
ἔχων—el participio masculino singular en lugar del neutro (debido a ζῷον, indica que el masculino da al ser
viviente una identidad personal.
[p 221] Versículo 8
ἀνά—la preposición tiene un sentido distributivo en conexión con números, «seis alas cada uno».33
ἠμέρας καὶ νυκτός—el caso en ambos sustantivos es el genitivo de tiempo para expresar no duración, lo cual
hubiera exigido el acusativo, sino infinitud.34
ἅγιος—este adjetivo se encuentra tres veces sucesivas para énfasis. Algunos manuscritos mencionan el adje-
tivo nueve veces (véase el Texto Mayoritario)
Versículos 9–10
Los tiempos futuros en los versículos 9 y 10 de los verbos dar gloria, caer y echar en el texto griego quizá se de-
ben a la influencia semítica; el tiempo imperfecto hebreo en algunos casos puede traducirse como futuro. Pero
aquí el contexto exige que se traduzca en presente en lugar de en futuro.
Versículo 11
El artículo definido precede a cada uno de los tres sustantivos «gloria y honor y poder». Véase también los
cánticos en 5:13; 7:12.
τὰ πάντα—el artículo definido con el adjetivo expresa totalidad universal: en el universo nada existe que
Dios no haya creado.

31 Por ejemplo, Charles (Revelation, 1:134), llama a las dos últimas palabras «una glosa explicativa que agregó un escriba
que entendió mal ἦσαν».
32 Consúltese los comentarios de Alford (pp. 602–3), Barclay (1:207), Greijdanus (pp. 130–31), Hailey (p. 172),

Hendriksen (p. 88), Hughes (p. 76), Johnson (p. 464), Düsterdieck (p. 202), Mounce (p. 127), Sweet (p. 121), Swete (p.
75) y Thomas (p. 368).
33 C. F. D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2a ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1960), p. 66.

34 Compárese con Thomas, Revelation 1–7, p. 362 n. 89.


173
ἦσαν καὶ ἐκτίσθησαν—algunos manuscritos introducen la partícula negativa οὑκ delante del primer verbo,
en tanto que otros han eliminado las dos últimas palabras para asegurar una secuencia lógica. Pero los mejores
manuscritos contienen el texto que se utiliza aquí.
174

[p 223]  

5
El rollo sellado y el Cordero 
(5:1–14)
[p 224]  

Bosquejo (continuación)
2. El rollo sellado (5:1–5)
3. Alabanza al Cordero (5:6–14)
[p 225]  

CAPÍTULO 5
5 1 Y vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un rollo escrito por dentro y en el dorso sellado
con siete sellos. 2 Y vi a un poderoso ángel que proclamaba a gran voz, «¿Quién es digno de abrir el rollo, es decir,
romper sus sellos?» 3 Y nadie en el cielo ni en la tierra o debajo de la tierra era capaz de abrir el rollo o de mirar
dentro. 4 Y me puse a llorar, porque no se podía encontrar a nadie para abrir el rollo y mirar dentro de él. 5 Y uno
de los ancianos me decía, «No llores, mira, el león de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido. Él puede abrir
el rollo y sus siete sellos».
Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos a un Cordero que estaba
6

como si hubiera sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios que son en-
viados a toda la tierra. 7 Y vino y tomó el rollo de la mano derecha del que está sentado en el trono. 8 Y cuando
tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno
tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. 9 Y cantaron un nuevo cántico,
diciendo,
«Tú eres digno de tomar el rollo
y abrir sus sellos,
porque fuiste sacrificado y con tu sangre
compraste [hombres y mujeres] para Dios
de cada tribu y lengua y
pueblo y nación,
10 y los hiciste para nuestro Dios
un reino y sacerdotes
y reinarán sobre la tierra».
Y miré y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, los seres vivientes, y los ancianos. Y su número
11

era miríadas de miríadas y miles de miles. 12 Decían con voz fuerte,


«Digno es el Cordero que fue sacrificado de recibir
175
poder y riqueza y sabiduría y fortaleza
y honor y gloria y acción de gracias».
13 Y toda criatura en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y todas las cosas en ellos oí que de-
cían,
«Al que está sentado en el trono y al Cordero
sean dadas las gracias y honor y gloria y poder
por siempre jamás».
14 Y los cuatro seres vivientes decían, «Amén». Y los ancianos se postraron y adoraron.
2. El rollo sellado 
5:1–5
En el centro del universo, Dios está sentado en su trono para reinar sobre todo lo que ha creado.
Aunque la tierra está llena de perturbaciones y [p 226] trastornos, catástrofes naturales en forma de
inundaciones y terremotos, sufrimiento humano por hambre y enfermedades, guerras y conflictos, Dios
sigue siendo quien reina. Alimenta a las aves del cielo y hace que crezcan los lirios del campo (Mt. 6:26,
28–29). Nada sucede sin su voluntad. Si Dios, pues, cuida de su gran creación, cuánto más no cuidará a
su pueblo.
El capítulo 4 describe a Dios y su trono en el cielo; el capítulo siguiente presenta al Cordero de Dios,
a quien en las Escrituras del Antiguo Testamento se lo conoce como el león de la tribu de Judá y la raíz
de David (Gn. 49:9–10; Is. 11:1, 10). Fue sacrificado en la cruz del Calvario para redimir a su pueblo del
pecado y la culpa; como portavoz de Dios fue enviado a revelar su palabra (Jn. 3:31–34). Cumplió con
su tarea sacerdotal de redimir a los santos y con la tarea profética de enseñarles la revelación de Dios.
Como vencedor cumple con su tarea real.
Nótense los nexos verbales entre los capítulos 4 y 5:1

Apocalipsis 4 Apocalipsis 5

El que está sentado en el trono (vv. 2, 9) El que está sentado en el trono (vv. 1, 7, 13)

Los cuatro seres vivientes (v. 6) Los cuatro seres vivientes (vv. 6, 8, 11, 14)

Los veinticuatro ancianos (v. 4) Los veinticuatro ancianos (vv. 6, 8, 14)

Se postran … y lo adoran (vv. 10, 11) Se postraron y adoraron (vv. 8, 14)

Digno (v. 11) Digno (vv. 9, 12)

Tú creaste todas las cosas (v. 11) Toda criatura (v. 13)
El Cordero ocupa el lugar central en todos los decretos de Dios, porque es digno y capaz de romper
el sello y abrir el rollo. Nada sucede al margen del Cordero, porque tanto la creación como la redención
comienzan y concluyen con él. Y por último, la palabra Cordero no debería tomarse en forma literal sino
simbólica.

1 Agradezco a J. Daryl Charles, «An Apocalyptic Tribute to the Lamb (Rev. 5:1–14)», JETS 34 (1991): 462.
176

1. Y vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un rollo escrito por dentro y en el dor‐
so sellado con siete sellos.
Juan continúa revelando lo que vio cuando se le permitió mirar al cielo y ver el trono de Dios. Cuen-
ta lo que vio en el trono pero evita utilizar el nombre de Dios. Al judío se le prohibía mencionar el nom-
bre de Dios, en especial en conexión con la morada de Dios, su trono (véase el comentario sobre 4:2).
Por eso Juan escribe acerca del que está sentado en el trono celestial y de su mano derecha, que simboli-
za poder y autoridad divinos.
La segunda parte de este versículo ofrece una serie de dificultades para el intérprete: la aparición del
rollo, el mensaje del rollo, el lugar de los siete sellos y el simbolismo del rollo sellado.
a. Aparición del rollo. Juan dice que el rollo estaba escrito por dentro y en el anverso para indicar que
el mensaje era tan abundante que tuvieron que utilizarse ambos lados de dicho rollo. El término que
utiliza es «rollo», [p 227] en el que normalmente sólo se escribía por el lado interno liso. En el siglo se-
gundo de nuestra era comenzó a emplearse el códice, que consistía en hojas individuales unidas por un
lado en forma de libro. Pero cuando se escribió Apocalipsis todavía no se utilizaba el códice. Asimismo,
no se puede esperar que como exiliado en una isla árida, Juan pudiera haber utilizado un códice. Aun-
que las hojas individuales podían contener escritura en ambos lados, esta clase de libro no encajaría con
la observación de Juan de que el rollo estaba escrito por dentro y en el dorso». Se trata de un rollo y no
de un códice como manuscrito en forma de libro.2 Antes del siglo primero y durante el mismo, se utili-
zaban rollos escritos a ambos lados para fines tanto privados como públicos. Recibían el nombre de
opistógrafos (escritos en el dorso; ver Ez. 2:9–10). El relato de Juan tiene paralelismo con la profecía de
Ezequiel en el Antiguo Testamento, pero con una diferencia notable.
Compárense los versículos:

Ezequiel 2:9–10 Apocalipsis 5:1

Entonces miré, y vi que una mano con un rollo escrito se extendía Y vi en la mano derecha del que está sen-
hacia mí. La mano abrió ante mis ojos el rollo, el cual estaba tado en el trono un rollo escrito

por dentro y en el dorso sellado con siete


escrito por ambos lados, y contenía lamentos, gemidos y amenazas.
sellos.

En la visión de Ezequiel, el rollo que está en la mano de Dios no está sellado sino que Dios lo extien-
de delante de si y se lo entrega directamente al profeta (Ez. 2:9–10). Por el contrario, el rollo que Juan
vio está sellado con siete sellos. Sólo el Cordero es capaz de tomarlo de la mano de Dios, para luego,
rompiendo los siete sellos, abrirlo (vv. 1, 3, 5, 7, 9, 12; 8:1).3
Los rollos se hacían de hojas de papiro que crecía en el delta del Nilo en Egipto o de pieles de anima-
les. Variaban en longitud según fueran las necesidades del escritor; por ejemplo, el tamaño de la carta
de Pablo a los romanos y su carta a Filemón llenaban rollos de 3.75 metros y 33 centímetros respectiva-

2 Ernest B. Allo, Saint Jean l’Apocalypse, Études Bibliques (Paris: Gabalda, 1921), p. 60.


3 Consúltese Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 246.
177

mente.4 No se nos dice la dimensión de este rollo celestial, pero la cantidad de escritura a ambos lados
quizá sugiere que era un rollo de longitud considerable.
Otra explicación es que se trata de un documento que se escribió dos veces: el primero fue sellado
con siete sellos y el segundo con el mismo texto que no estaba sellado y se podía leer (véase Jer. 32:9–
15). Este procedimiento era común en el mundo antiguo y se han encontrado ejemplares así; tanto los
griegos como los romanos utilizaban esta clase [p 228] de documentos legales.5 Estos manuscritos se
sellaban en presencia de siete testigos. Es innegable la semejanza con el rollo en la mano de Dios, pero
las objeciones a esta explicación siguen siendo importantes.
David Aune menciona las siguientes objeciones. Primera, los documentos escritos por partida doble
contenían un resumen en la parte exterior, que todos podían leer. Esto haría que resultara innecesario
sellar el documento. Luego, el contenido del segundo rollo o sellado estaba a disposición de cualquiera,
de modo que los siete sellos de Dios perderían su propósito. ¿Por qué Juan escribiría las palabras «no se
podía encontrar a nadie para que abriera el rollo y mirara dentro de él» (v. 4), si podía leerse el docu-
mento sin sellar? Tercera, no se menciona a los siete testigos en el rollo escrito por dentro y en el dorso
en Apocalipsis. Y por último, la redacción preferida del texto es «un rollo escrito por dentro y en el dor-
so», que armoniza con nuestra explicación, en tanto que la redacción secundaria «un rollo escrito por
dentro y por fuera» armoniza con la teoría del documento escrito por partida doble.6
b. Mensaje del rollo. Primero, el rollo que estaba en forma visible en la mano de Dios da testimonio de
que él es el autor. Luego, en el dorso aparece escritura hasta tal grado que no se podía agregar ni una
línea más. La extensión de la producción escrita es tan voluminosa que abarca el plan completo de Dios.
Tercero, del mismo modo que las dos tablas de piedra tenían a ambos lados la escritura de Dios (Éx.
32:15–16) como símbolo de que eran completas, así también el rollo contenía la escritura completa de
Dios a ambos lados. La apertura de los sellos en el capítulo 6 revela que los contenidos del rollo se refie-
ren a un período indefinido de historia. Es decir, el rollo revela el plan completo de Dios y su finalidad
para el mundo entero a través de los siglos, desde el principio hasta el fin. Para nosotros, el rollo con sus
sellos es evidencia de lo que Dios planificó para la salvación de su pueblo. Este plan es un misterio pre-
determinado, según Pablo, y se revela en la plenitud del tiempo (Ef. 1:9–11; 3:9–11). Pedro también
habla de este misterio de salvación por medio de Cristo y agrega que los ángeles anhelan contemplarlo
(1 P. 1:10–12).7 El plan de salvación de Dios es la [p 229] venida de su reino para enfrentarse al gobierno

4 William Barclay, The Revelation of John, 2d. ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 1:208.


5 O. Roller, «Das Buch mit den sieben Siegeln», ZNW 36 (1937): 98–113; R. H. Charles, A Critical and Exegetical 
Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:137. Véase Adela Yarbro Collins, The Combat 
Myth in the Book of Revelation, HDR 9 (Missoula: Scholars Press, 1976), p. 22
6 David E. Aune, Revelation 1–5, WBC 52A (Dallas: Word, 1997), pp. 342–43; Colin J. Hemer, Letters to the Seven Churches 

of Asia in their Local Setting, JSNTSup 11 (Sheffield: JSOT, 1986), pp. 218–19. Consúltese Gerhard A. Krodel (Revelation,
ACNT [Minneapolis: Augsburg, 1989], pp. 161–62), que comenta la dificultad de escribir en el reverso de un opistógra-
fo. Las fibras de papiro van en forma horizontal (recto) por un lado y vertical (verso) por el otro, lo cual crea proble-
mas para escribir con claridad.
7 Refiérase a Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids, 1979), pp. 179–80; S. Greijdanus,

De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), pp. 132–33; Herman Hoeksema,
Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed Free Publishing Association, 1969),
pp.166–68; William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 89.
178

de Satanás y proclamar a Dios como «el Señor Dios Todopoderoso, quien era, y quien es, y quien ven-
drá» para establecer su reino. Concluyo, pues, que el contenido del rollo forma parte del propósito se-
creto de Dios de establecer su reino en la tierra hasta que se revele la plenitud de su gloria.8
c. Posición de los siete sellos. Los comentaristas no saben explicar en forma hasta cierto punto satisfac-
toria cómo se puede romper el primer sello para luego leer el documento que sigue estando cerrado con
seis sellos más. Sólo cuando se rompen los siete se puede leer el rollo. Sugiero que Juan presenta el cua-
dro general primero y luego incluye los detalles. Habla en forma simbólica y no espera que sus lectores
interpreten de manera literal sus palabras. Así, escribe acerca de la apertura del rollo y luego de la rup-
tura de los siete sellos (v. 2). Juan afirma el hecho de que el rollo está sellado y espera que el lector com-
prenda que cuando el Cordero toma el rollo de la diestra de Dios, Jesús rompe todos los sellos. Luego
Juan prosigue aclarando qué hay detrás de cada sello.9 En resumen, Juan espera que el lector complete
los detalles después de que el Cordero haya roto los siete sellos de una sola vez.
d. Simbolismo del rollo sellado. El rollo sellado que Juan presenta es un símbolo, que se vuelve eviden-
te cuando leemos, primero, que se ha llenado todo el espacio disponible a ambos lados del documento
(algo que los escribas del siglo primero rara vez hacían). Segundo, el participio griego «sellado» está en
forma compuesta para denotar perfección: está totalmente sellado. En una palabra, el cuadro que Juan
transmite es el de permanencia.10 Y por último, el número siete representa totalidad. Juan transmite la
impresión de que el rollo con siete sellos estaba totalmente sellado.
2. Y vi a un poderoso ángel proclamando a gran voz, «¿Quién es digno de abrir el rollo, es decir, 
romper sus sellos?» 3. Y nadie en el cielo ni en la tierra o debajo de la tierra era capaz de abrir el rollo 
o de mirar dentro.
El poderoso ángel habló con voz fuerte de modo que todos en toda la creación pudieran oírlo (véase
en 10:1 y 18:1 otras apariciones de un ángel poderoso). Nótese el tiempo presente del participio «procla-
mando» para indicar que siguió llamando a todos a que subieran al trono de Dios. La implicación es
que nadie contaminado por el pecado podía acercarse al trono. Sólo los que eran dignos podían llegar.
El énfasis en el término digno es significativo, porque en Apocalipsis se utiliza en forma exclusiva para
Dios y Jesús (4:11; 5:9, 12). El adjetivo no quiere decir «capaz». Capacidad [p 230] se refiere a fortaleza y
destreza, en tanto que el que es digno está calificado para cumplir una tarea.
En toda la creación, no se puede encontrar a nadie que reúna los requisitos para abrir el rollo y rom-
per los sellos. A propósito, romper los sellos se da antes de abrir el rollo, aunque Juan una y otra vez
cambia la secuencia lógica que esperamos.11 En otras palabras, la tarea consiste no sólo en romper los
sellos sino en controlar en forma efectiva las consecuencias de dicha acción. El ángel recurre a los que
moran en todas las partes de la creación de Dios; en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra (véase Éx.
20:4: Fil. 2:10). Desea saber si hay alguna criatura en alguna parte digna de romper los sellos y mirar

8 Consúltese Richard Bauckham, Climax of Prophecy, p. 249; véase también su Theology of the Book of Revelation, New


Testament Theology (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), p. 80.
9 Gregory K. Beale (The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTH [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p.

347) escribe, «En realidad, los posibles antecedentes del ‘libro’ muestran que una revelación progresiva quizá no sea
para nada extraña».
10 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 192.

11 P.ej., Ap. 3:3, 17; 10:4, 9; 22:14.


179

dentro del rollo, es decir, leerlo. Surge la pregunta de si un arcángel poderoso (Gabriel o Miguel) no
hubieran podido responder a la invitación. Pero los ángeles son simples mensajeros que escuchan en
obediencia los mandatos de Dios para cumplirlos. Son indignos, porque no pueden redimir a ángeles
caídos, y ni siquiera a la humanidad caída.
El teólogo alemán Zacharías Ursinus en 1563 formuló la pregunta, «¿Se puede encontrar en algún
lugar una simple criatura capaz de satisfacer por nosotros?» Respondió, «Ninguna, porque, primero,
Dios no castigará a ninguna otra criatura por el pecado que el hombre cometió; y, además, ninguna
simple criatura puede sobrellevar el peso de la ira eterna de Dios contra el pecado, y librar a otras del
mismo».12
Cuando Juan escribe las palabras, «en el cielo o en la tierra o debajo de la tierra», no está ofreciendo
una visión pagana de un universo en tres niveles. Más bien, transmite la imagen de la totalidad de la
creación de Dios, es decir, todos los ángeles y santos en el cielo; todos los seres humanos en la tierra; y
todos los ángeles y personas caídos condenados al infierno (Fil. 2:10; compárese también con Éx. 20:4;
Dt. 5:8).13
4. Y me puse a llorar, porque no se podía encontrar a nadie para abrir el rollo y mirar dentro de él. 
5. Y uno de los ancianos me decía, «No llores, mira, el león de la tribu de Judá, la raíz de David, ha 
vencido. Él puede abrir el rollo y sus siete sellos».
Juan derramó copiosas lágrimas por el profundo dolor que sintió ante el rollo sellado que contenía
la clave de la redención del pueblo de Dios. Si el rollo seguía sellado, no se ejecutaría el plan de salva-
ción de Dios y la raza humana quedaría para siempre condenada.
Nadie en el universo entero respondía al llamamiento del ángel para romper los sellos y abrir el ro-
llo. Ningún ser humano ni ángel eran dignos: en realidad, su silencio daba fe de su indignidad. Aunque
seres humanos [p 231] han tratado y siguen tratando una y otra vez de conseguir su propia salvación,
su obvio fracaso los descalifica. En consecuencia, si el rollo permanecía cerrado, la maldición de Dios
seguiría presente en la humanidad pecadora, y la creación no sería liberada de la esclavitud del deterio-
ro (Ro. 8:21), y el sufrimiento duraría de manera interminable.
Pero nótese que uno de los ancianos, como representante de la humanidad redimida, se dirige a
Juan (véase 7:13). Le dice que deje de llorar y se concentre en «el león de Judá, la raíz de David, [quien]
ha triunfado». El verbo triunfar trasmite buenas nuevas. Relaciona este versículo con las cartas a las siete
iglesias, que contienen el estribillo «el que triunfa» (p.ej., 2:7), y también con Jesús que dice «he triunfa-
do» (3:21; Jn. 16:33). Este verbo implica que Jesús es el vencedor sobre la muerte y el infierno, las primi-
cias de los muertos, y el Rey que subió al cielo para sentarse a la diestra de Dios. Como vencedor, Jesús
es digno de romper los sellos y desenrollar el documento. Como autor de la salvación, recibió el honor y
distinción de tomar el rollo de la mano de Dios y abrirlo.
Juan utiliza lenguaje del Antiguo Testamento para describir a Jesús: «el león de la tribu de Judá» re-
cuerda las palabras de Jacob. El patriarca bendijo a sus doce hijos y escogió a Judá como la tribu de la
que provendría un gobernante. Jacob dijo a Judá: «Mi hijo Judá es como un cachorro de león … El cetro
no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien

12 Catecismo de Heidelberg, P y R 14.


13 Véase William Hendriksen, Exposition of Philippians, NTC (Grand Rapids: Baker, 1962), p. 115, n. 95.
180

merece la obediencia de los pueblos» (Gn. 49:9–10; compárese con Heb. 7:14).14 Juan llama a Jesús «la
raíz de David», lo cual se remonta al dicho de los profetas de que el Mesías vendría de la tronco de Isaí
y su raíz o rama de David reinaría sobre los pueblos (Is. 11:1, 10; Jer. 23:5; 33:15; Zac. 3:8). Jesús repre-
senta la realeza, porque estos títulos son mesiánicos y dan fe de su posición real. Como descendiente de
David (Mt. 22:41–45) Jesús es humano, y como Mesías es divino.15 Es digno por razón de su papel como
mediador, y es capaz por razón de su divinidad. Es el Dios-hombre, y es el único.
No hay nadie más en el universo entero digno y capaz de abrir el rollo después de romper los siete
sellos. La secuencia en el texto griego está al revés, pero Juan parece sugerir que Jesús rompió los siete
sellos para tener acceso al mensaje del rollo. Esto está implícito en la redacción de un versículo poste-
rior: «Eres digno de tomar el rollo y abrir sus sellos» (v.9). Los verbos romper y abrir combinan las ideas
tanto de ser digno como de ser competente para esta tarea.
[p 232] Palabras, frases y construcciones griegas en 5:1–4
Versículo 1
ἐπὶ τὴν δεξιάν—la preposición seguida del caso acusativo significa el lugar sobre el cual se encuentra el rollo:
sobre la diestra de Dios. La mayoría de las traducciones tienen «en la mano derecha» que se puede interpretar
como puesto sobre la mano en vez de puesto dentro de la mano (compárese con 1:20).
ὄπισθεν—en lugar de «en el dorso» una serie de manuscritos secundarios (TR, latinos, algunos sirios y cópti-
cos) dicen ἔξωθεν, «en la parte de afuera». Los Nuevos Testamentos griegos contienen la lectura primaria.
κατεσφραγισμένον—el prefijo κατά del compuesto intensifica el significado del participio. Es el sentido per-
fectivo de la preposición, «completamente sellado».16
Versículos 3–4
En ambos versículos los verbos ἐδύνατο (era capaz) y ἔκλαιον (yo estaba llorando) se encuentra en el tiempo
imperfecto de indicativo. Expresan acción continuada en el pasado.
3. Alabanza del Cordero 
5:6–14
Los cuatro seres vivientes alababan a Dios por su santidad y eternidad y le daban gloria, honor y ac-
ción de gracias. Los veinticuatro ancianos también cantaban sus alabanzas ensalzándolo por su obra
creadora (4:8–11). Ahora la atención pasa del que está sentado en el trono a centrarse en el Cordero que
está en el centro del trono. El Cordero es aquel al que adoran los cuatro seres vivientes y los veinticua-
tro ancianos con cánticos de sonora alabanza. Tres veces seguidas los grupos celestiales expresan con
júbilo sus alabanzas al Cordero. Primero, los cuatro seres vivientes con los veinticuatro ancianos cantan
un nuevo cántico; luego, innumerables ángeles cantan con voz poderosa para glorificar al Cordero; y
por último, todas las criaturas que Dios ha hecho tributan alabanza, honor, gloria y poder al que está
sentado en el trono y al Cordero. La conclusión es un amén de parte de los cuatro seres vivientes y una
adoración de parte de los ancianos.

14 Véase SB, 3:801.


15 Consúltese Robert L. Thomas, Revelation 1–5: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), p. 388.
TR Textus Receptus
16 Véase A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman,

1934), p. 606: Thomas, Revelation 1–7, p. 380 n. 24.


181

6. Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos a un Cordero 
como si hubiera sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios 
que son enviados a toda la tierra.
a. «Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos a un Cordero
que estaba como si hubiera sido sacrificado». El sujeto en esta frase es el Cordero, no el león de la tribu
de Judá ni la raíz o [p 233] rama de David. El Cordero es el símbolo del animal que se sacrificaba en la
fiesta de la pascua de los israelitas. Con la sangre del cordero tenían que untar los dos postes y el dintel
de sus casas, de modo que el ángel de la muerte pasara de largo y no tocara la vida de sus primogénitos
(Éx. 12:1–13). Asimismo, el Cordero está simbolizado en el cordero que era llevado al sacrificio e inmo-
lado por la trasgresión de su pueblo (Is. 53:7–8; Hch. 8:32). Juan el Bautista dos veces llamó a Jesús el
Cordero de Dios (Jn. 1:29, 36). Y por último, Pedro se refiere a los redimidos que han sido liberados
«con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto» (1 P.1:19).
Pero el símbolo del Cordero también presenta a Jesús como líder y rey. Es entronizado y está senta-
do en el trono de Dios (Ap. 7:17; 22:1,3). Como el Cordero, ocupa el trono y expresa su ira contra todos
sus enemigos (6:16).17
El Cordero estaba de una forma tal como si hubiera sido sacrificado, lo cual significa un cuerpo que
había sido despedazado pero que ahora ya había sido sanado y era capaz de estar de pie. Las señales de
sus heridas todavía son visibles, como cuando se le dijo a Tomás que mirara las manos de Jesús y tocara
la cicatriz en su costado (Jn. 20:27). El Cordero estaba de pie en medio del trono de Dios, inmolado, sin
embargo, triunfante.18 Pero ¿cómo visualizamos el lugar que Jesús ocupaba «en medio del trono y de los
cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos»? Quizá se trate de una forma idiomática hebrea
(véase Lv. 27:12 LXX): «Donde nosotros decimos ‘entre A y B’, el hebreo dice ‘entre A y entre B’».19 El
Cordero estaba de pie entre el trono y los cuatro seres vivientes por un lado y entre el trono y los ancia-
nos por el otro. Esta explicación encuentra apoyo en el versículo 7, donde se dice que el Cordero vino y
tomó el rollo de la mano del que estaba sentado en el trono. En otro lugar Juan pone «al Cordero en el
centro del trono» (7:17). Pero en este caso la ubicación del Cordero no tiene relación con otros seres. Y
por último, en la carta a los laodiceos Jesús menciona que está sentado en el trono (3:21), en tanto que
aquí está de pie con el fin de avanzar hacia Dios y tomar el rollo de su mano.20
b. «Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra».El
triple empleo del número siete enfatiza el [p 234] símbolo de totalidad con respecto al Cordero. El cuer-
no es símbolo de poder (p.ej., ver 17:12; Dt. 33:17), y con este poder Jesús, como Rey de reyes, promueve
la justicia y la equidad. Con siete cuernos posee toda la autoridad para reinar en el cielo y en la tierra
(Mt. 28:18; Jn. 17:2). Con una visión completa (siete ojos) puede observar todo lo que acaece en el uni-

17 Consúltese Aune, Revelation 1–5, pp. 368–69.


18 Refiérase a Donald Guthrie, «The Lamb in the Structure of the Book of Revelation», VoxEv. 12 (1981): 64–71.
LXX Septuaginta
19 G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 76. Véase también Charles,

Revelation, 1:140; Aune, Revelation 1–5, p. 352; Greijdanus, Openbaring, p. 136; Henry Alford, James‐Revelation, vol. 4,
parte 2 de Alford’s Greek Testament (1875; reimpresión, Grand Rapids: Guardian, 1976), p. 607; Friedrich Düsterdieck,
Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: L Funk and Wagnalls, 1886), p. 209.
20 Algunos comentaristas (p.ej., Thomas, Revelation 1–7, pp. 389–90; Swete, Revelation, p. 78) ven la posición del Cordero

como el componente central de círculos concéntricos.


182

verso; nada lo elude. Debido a su visión completa tiene conocimiento, discernimiento y comprensión
completos; estos son los ojos del Señor que abarcan todo el mundo (2 Cr. 16:9; Job 24:23; Pr. 15:3;
Jer.16:17; Zac. 3:9; 4:10).
Juan da una explicación del significado de siete ojos. Son los siete espíritus de Dios que él ha enviado.
Antes mencionamos que la expresión siete espíritus se refiere a la plenitud del Espíritu Santo (véase el
comentario acerca de 1:4; 3:1; 4:5). Tanto el Padre como el Hijo encargan al Espíritu que vaya a toda la
tierra (Jn. 14:26; 15:26; 16:7; Gá. 4:6). De hecho, Jesús comisiona al Espíritu Santo para que realice la obra
de dar a conocer al Hijo de Dios y a su mensaje de redención en todas las partes del mundo. Aquí hay
una referencia indirecta al derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, en cuyo poder fueron en-
viados los apóstoles «hasta los confines de la tierra» (Hch. 1:8). El tiempo perfecto del participio griego
enviado indica la presencia y obra continuas del Espíritu Santo en los corazones y vidas del pueblo de
Dios.
7. Y vino y tomó el rollo de la mano derecha del que está sentado en el trono.
El Cordero fue hacia Dios que estaba sentado en el trono (véase la explicación de v. 6). Se acercó al
trono de donde estaba de pie entre los cuatro seres vivientes y los ancianos. De la diestra de Dios tomó
el rollo. Aunque la expresión el rollo aparece cinco veces en los cinco primeros versículos de este capítu-
lo, aquí en el texto griego se omite y debe incluírselo. Al omitirlo, el énfasis recae en el Cordero, no en el
rollo.
Es la diestra del que está sentado en el trono21 la que entrega el rollo al Cordero, dando a entender
que Dios le confía la autoridad de convertir en realidad su contenido (compárese con 1:1). La diestra en
la cultura oriental significa éxito, en tanto que la izquierda denota algo siniestro. El Cordero recibe el
poder de romper los sellos y de abrir el rollo (véase v. 9a).
8. Y cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron de‐
lante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de 
los santos.
a. «Y cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante
del Cordero». La única persona en el universo entero que es digna y capaz de tomar el rollo de la mano
de Dios es el Cordero. Y cuando lo toma y supuestamente rompe los sellos para [p 235] abrirlo, los cua-
tro seres vivientes y los veinticuatro ancianos como representantes del mundo angélico y de la humani-
dad redimida se postran en adoración ante el Cordero.22 Reconocen su poder y autoridad; se sienten
jubilosos de que ahora se estén revelando los contenidos del rollo; se complacen en la realización del
plan y propósito de Dios; y se regocijan en la salvación de su pueblo.
b. «Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso». Los ángeles y ancianos cantan su cán-
tico acompañados de las arpas que cada anciano tiene. La gramática griega favorece que sean los ancia-
nos y no los cuatro seres vivientes quienes tengan arpas y copas de oro. Además, en el culto de adora-
ción las arpas las tocaban no los ángeles sino los levitas (1 Cr. 25:1, 6); y son los ancianos y no los ánge-

21 La frase «el que está sentado en el trono» se encuentra repetidas veces en Apocalipsis: 4:2, 3, 9; 5:1, 13; 6:16; 7:10, 15;
19:4; 20:11; 21:5.
22 Aunque el texto deja por fuera el verbo «adorar», la palabra está implícita, como resulta evidente a partir del versícu-

lo 14, donde se utiliza en combinación con «postrarse».


183

les quienes cumplen deberes sacerdotales. Pero todos ellos cantan acompañados de arpas. No debería-
mos pensar en arpas modernas sino más bien en un «instrumento rectangular o trapezoide … con un
promedio de ocho o nueve cuerdas».23 Las Escrituras se refieren al arpa y a la lira tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamentos (2 Cr. 29:25; Sal. 33:2; 71:22; 92:3; 98:5; 147:7; 149:3; 150:3; Ap. 14:2; 15:2).
Los judíos empleaban el arpa como instrumento convencional para acompañar el canto de los salmos.
Esto resulta evidente por las numerosas referencias a ella en el salterio.
Dios instruyó a los israelitas para que hicieran copas de oro puro para el servicio en el tabernáculo:
«También deben ser de oro puro sus platos y sus bandejas, así como sus jarras y tazones para verter las
ofrendas» (Éx. 25:29; véase también 37:16). Estas copas también se utilizaron en el templo de Salomón (2
Cr. 4:22); se llevaron a Babilonia (2 R. 24:13) y con el tiempo se devolvieron a Jerusalén (Esd. 1:10). Las
copas eran objetos planos en forma de platillo para poner en él el incienso.24
c. «Que son las oraciones de los santos». Juan da una interpretación de las copas de incienso, recu-
rriendo para ello al Antiguo Testamento. En sus salmos David ora a Dios y dice: «Que suba a tu presen-
cia mi plegaria como una ofrenda de incienso» (Sal. 141:2; véase también Ap. 8:3). ¿Son las oraciones las
de los santos en el cielo o en la tierra? Los santos bajo el altar están clamando a Dios para que juzgue a
quienes le son hostiles y vengue a quienes fueron inmolados por su causa (6:10). Si limitamos las ora-
ciones a los santos en el cielo, resultamos demasiado restrictivos. Debemos incluir las peticiones y ala-
banzas de acción de gracias de parte de los santos en la tierra.
[p 236] La expresión santos se encuentra con frecuencia en Hechos, las cartas y Apocalipsis; significa
«los santificados». En el Antiguo Testamento santos son los que acompañan a Dios (Dn. 7:21–22), pero
en el Nuevo Testamento son quienes han sido santificados por medio de Jesucristo. Los santos compar-
ten la santidad de Dios al entrar en comunión con él.25
9. Y cantaron un nuevo cántico, diciendo,
«Tú eres digno de tomar el rollo
y abrir sus sellos,
porque fuiste sacrificado
y con tu sangre compraste [hombres y mujeres] para Dios
de cada tribu y lengua y
pueblo y nación,
10. y los hiciste para nuestro Dios
un reino y sacerdotes
y reinarán sobre la tierra».

23 Véase Daniel A. Foxvog and Anne D. Kilmer, «Music», ISBE, 3:440. Consúltese también Harold M. Best and David K.
Huttar, ZPEB, 4:320.
24 La palabra griega φιάλη (copa) sólo se encuentra en Apocalipsis (5:8; 15:7; 16:1, 2, 3, 4, 8, 10, 12, 17; 17:1; 21:9).

25 Refiérase a Horst Balz, EDNT, 1:20.


184

a. «Y cantaron un nuevo cántico». Este es el primero de los tres himnos que exaltan al Cordero por
su obra redentora en la cruz. Los otros dos himnos los cantan respectivamente los ángeles y todas las
criaturas. ¿Quiénes son los que cantan este primer himno? Por lo menos un estudioso afirma que son
los veinticuatro ancianos porque tienen arpas.26 Otro argumento es la lectura de la frase «compraste
[hombres y mujeres] para Dios», que la TR lee «nos compraste para Dios» (véase RV09, RV60). Los cua-
tro seres vivientes no podían decir que el Cordero los había comprado con su sangre. Pero estos argu-
mentos son cuestionables tanto gramatical como textualmente. La opinión prevaleciente de los estudio-
sos está a favor de la inclusión de los cuatro seres vivientes, porque, con los ancianos, caen postrados
delante del trono en adoración (v. 8) y se esperaría que expresen su adoración en un cántico.
Veintiocho voces cantan un cántico nuevo. El adjetivo nuevo sugiere que lo nuevo ha salido de lo an-
tiguo como una entidad separada. El AntiguoTestamento incluye cánticos nuevos para celebrar accio-
nes maravillosas de Dios (Sal. 33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; Is. 42:10). Pero en Apocalipsis, los que cantan
exaltan la redención del pueblo de Dios por medio de la expiación de Jesucristo. Alaban no al que está
sentado en el trono sino al Cordero que ha realizado su tarea redentora. El Cordero merece alabanza
jubilosa, porque triunfó sobre Satanás al morir por los redimidos comprados de cada tribu, lengua,
pueblo y nación. El cántico es nuevo no sólo «en cuanto al tiempo, sino que, lo que es más importante,
es nuevo y peculiar en cuanto a calidad».27 El Cordero es digno de la alabanza más elevada.
[p 237] b. «Tú eres digno de tomar el rollo y abrir sus sellos, porque fuiste sacrificado y con tu sangre
compraste [hombres y mujeres] para Dios de cada tribu y lengua y pueblo y nación». El Cordero es dig-
no por razón del sacrificio voluntario de su propia vida en la cruz. Su muerte no fue una casualidad
accidental o una tragedia inevitable. Entregó voluntariamente su vida para pagar el castigo del pecado,
para satisfacer la justicia de Dios, para eliminar la maldición, para reconciliar al mundo con Dios y para
restaurar a su pueblo a una genuina comunión con Dios (14:4; 1 P. 1:18–19). Debido a su muerte sacrifi-
cial, el Cordero es digno de tomar de la mano de Dios el rollo, de romper sus sellos y de convertir en
realidad su contenido (Ap. 13:8; Is. 53:7).
El Cordero inmolado para redimir a su pueblo simboliza el sacrificio voluntario del Cristo crucifica-
do, y al mismo tiempo la supremacía del Cristo exaltado. Como veremos luego, una de las cabezas de
28

la bestia que sale del mar fue inmolada a modo de parodia de la muerte de Jesús (13:3). La diferencia
radica en que Cristo resucitó de entre los muertos, en tanto que la bestia queda confinada eternamente
al lago de fuego (19:20). Al derramar su sangre y morir en la cruz, Cristo Jesús pagó por los pecados de
su pueblo y los liberó. Por el contrario, la bestia, habiendo sufrido un golpe fatal en una de sus siete ca-
bezas, esclaviza a sus seguidores y sigue atacando a Dios, a su nombre, a su morada y a su pueblo
(13:5–8).

26 Charles, Revelation, 1:146.


RV Versión Revisada
27 Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1977), p. 135.

28 Otto Michel (TDNT, 7:934 n. 42) comenta que la crucifixión de Cristo «no contiene ninguna relación estrecha con

sacrificar, de modo que la interpretación teológica más que el evento histórico da origen a la imagen del Cordero sacri-
ficado». Véase Elisabeth Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation: Justice and Judgment (Philadelphia: Fortress, 1985), p.
73. Pero sigue inalterado el hecho histórico de la muerte de Cristo en la cruz, como se expresa en el tiempo aoristo
griego de esfagēs (fuiste sacrificado).
185

Cristo Jesús compró a su pueblo con su sangre derramada en el Calvario. No le pagó a Satanás para
redimirlos, sino que con su muerte en la cruz satisfizo la justicia de Dios. Pagó la pena que Dios había
impuesto a Adán y Eva y a sus descendientes (Gn. 2:17) y los liberó. El pueblo de Dios tiene con Jesús
«una deuda religiosa abrumadora» por la disposición que tuvo de pagar el precio por su redención.29
La frase «de cada tribu y lengua y pueblo y nación» aparece varias veces en Apocalipsis con varia-
ciones en el orden de las palabras (7:9; 10:11; 11:9; 13:7; 14:6; 17:15). La palabra tribu transmite la idea de
nexos físicos y de descendencia, en tanto que el término lengua tiene una connotación mucho más am-
plia y apunta a una comunicación lingüística. La palabra que he traducido como pueblo se refiere a un
grupo étnico de descendencia común; y la palabra nación se refiere a una entidad política con límites
geográficos propios. Pero debido al empleo frecuente de esas cuatro categorías en Apocalipsis, es mejor
interpretarlas como una expresión [p 238] comprensiva.30 Jesús llama a sus seguidores, tanto judíos co-
mo gentiles, de todo lugar posible en la faz de la tierra, de modo que su pueblo constituye la iglesia
universal.
c. «Y los hiciste para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra». Tiene un parale-
lismo con las palabras en 1:6: «y nos hizo un reino y sacerdotes para su Dios y Padre», y con 20:6, «serán
sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años». Juan se apoya en Éx. 19:6, donde Dios dice al
pueblo de Israel que tienen que ser para él una nación santa y un reino de sacerdotes (Is. 61:6). Así como
Dios llamó a los israelitas para que fueran en su tiempo un pueblo especial, así también se dirige a su
pueblo hoy y les ordena que sean ciudadanos en su reino y que lo sirvan como sacerdotes consagrados.
Este mandato es para el ahora y para la eternidad, para esta vida presente y para la vida venidera. El
gobierno actual de los santos en la tierra continuará con Cristo en la tierra renovada.
El texto expresa tres puntos: primero, los que han sido comprados son colocados en el reino de Dios;
luego, son hechos sacerdotes; y por último, se les da el privilegio de gobernar como reyes.31 El texto dice
que el Cordero los hizo sacerdotes, es decir, son ya sacerdotes y están en el reino ahora y sin duda en el
futuro. Por medio de sus oraciones, incluso reinan en la tierra ahora.
11. Y miré y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, los seres vivientes, y los ancianos. Y 
su número era miríadas de miríadas y miles de miles.
Juan utiliza sus sentidos de la vista y el oído al permitírsele observar y oír en el cielo a innumerables
ángeles que rodean el trono de Dios. Constituyen la segunda categoría de seres que cantan alabanzas al
Cordero. En círculos concéntricos alrededor del trono hay cuatro seres vivientes, luego veinticuatro an-
cianos y por último una multitud innumerable de ángeles (véase 7:11, donde el orden inverso comienza
de fuera hacia dentro y no de dentro a fuera). Sin duda que los seres vivientes son angélicos, pero en
este caso se menciona la adición de innumerables ángeles. Se nos dice que su número es miríadas de mi‐
ríadas, que traducido en forma literal es «diez miles de diez miles». Es mejor pensar en términos de un
número inmenso que nadie puede contar. También, el agregado «miles de miles» no se refiere a un nú-

29 Bauckham, Theology, p. 62.


30 Al parecer, Juan utiliza la fraseología de Daniel 3:4 (Griego Antiguo y Teod.), «naciones y países, lenguas y tribus».
Véase Aune, Revelation 1–5, p. 361; Beale, Revelation, p. 359. Leon Morris (Revelation, rev. ed.,TNTC [Leicester: Inter
Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987], p. 97) objeta, porque la redacción en los dos documentos no es idéntica. Pero
Juan escribe la frase cuádruple siete veces con variaciones. Véase Bauckham, Climax of Prophecy, p. 326.
31 Consúltese Düsterdieck, Revelation, p. 214.
186

mero inferior sino que más bien debe entenderse como paralelo al de «miríadas de miríadas» (véase
también 1 Clem. 34:6).
[p 239] Juan toma sus términos de Daniel 7:10, donde el vidente describe su visión de quienes están
rodeando el trono de Dios: «Miles y millares le servían, centenares de miles lo atendían». No se nos dice
nada del aspecto externo de estas huestes angélicas ni de ninguna de sus funciones. Lo que destaca en
este versículo es la vasta multitud de mensajeros celestiales «Heb. 12:22).32
12. Decían con voz fuerte,
«Digno es el Cordero que fue sacrificado de recibir
poder y riqueza y sabiduría y fortaleza
y honor y gloria y acción de gracias».
No se mencionan arpas ni otros instrumentos musicales. Podemos asumir que las huestes celestiales
cantaron, pero el texto indica que emitieron un fuerte sonido al unísono de modo que pareció como que
provenía de una sola voz.
Las palabras del segundo himno expresan en gran parte los mismos pensamientos que el himno que
cantaron los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos (vv. 9–10). Pero los ángeles no necesitaron
redención; han aprendido de la iglesia el misterio de la salvación (Ef. 3:10; 1 P. 1:12). Están de pie con
temor reverente ante la maravilla del amor redentor de Dios en Cristo Jesús. Son quienes se regocijan en
el cielo cuando un pecador en la tierra se arrepiente y clama para misericordia ante Dios (Lc. 15:7, 10).
Son enviados como mensajeros de Dios (Sal. 104:4; Heb. 1:7), y son siervos de los santos que van a here-
dar la salvación (Heb. 1:14). Cantan con voz fuerte las alabanzas al Cordero, porque forman parte inte-
gral del proceso de salvación al transmitir mensajes divinos al pueblo de Dios.
Así pues, los ángeles componen y cantan un himno, dedicado no a Dios sino al Cordero. Su cántico
es más corto e incluso más rico en atributos que el que cantaron los querubines y los ancianos. Es único
en su construcción séptuple: emplea siete sustantivos en forma seguida que se atribuyen al Cordero:
poder, riqueza, sabiduría, fortaleza, honor, gloria y acción de gracias. Siete es el número de lo completo
(compárese con 7:12). Los cuatro seres vivientes dan gloria, honor y acción de gracias a Dios sentado en
el trono (4:9), y los veinticuatro ancianos hacen lo mismo excepto que en lugar de acción de gracias utili-
zan el término poder (4:11). Nótese, sin embargo, que los seres celestiales una vez llaman a Dios digno
debido a su obra creadora, pero dos veces mencionan al Cordero debido a su obra redentora (4:11 y 5:9,
12 respectivamente).
Algunos estudiosos dividen los siete atributos en cualidades objetivas (poder, riqueza, sabiduría y
fortaleza) y subjetivas (honor, gloria y acción de gracias).33 Aunque esta división tiene interés, el punto
es si Juan quiso [p 240] transmitir una división de cualidades. Por ejemplo, la gloria es un atributo celes-
tial que las personas observan pero que no pueden aumentar. Por el contrario, el honor es el acto de

1 Clem Primera Epístola de Clemente


32 Sobre el trasfondo de Daniel 7 refiérase a Beale, Revelation, pp. 366–69.

33 Lenski, Revelation, p. 210; Greijdanus, Openbaring, p. 142.


187

personas que presentan sus respetos; y el acto de acción de gracias «evoca la respuesta agradecida del
ser humano por los beneficios recibidos».34 Todas las demás cualidades pertenecen a Dios y al Cordero.
Este cántico tiene su origen en el cielo, aunque las palabras individuales revelan conocimiento de
una doxología del Antiguo Testamento que compuso David: «Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, la victoria y la majestad … De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo. En tus
manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos. Por eso, Dios nuestro,
te damos gracias, y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas» (1 Cr. 29:11–13). De ahí que el Antiguo
Testamento constituye la base para el Nuevo, lo cual se refleja incluso en este himno angélico.
Cualidades que pertenecen a Dios ahora se atribuyen al Cordero. Estas cualidades son el poder co-
mo fortaleza interna; la riqueza que proviene de Dios; y la sabiduría que Dios otorga libremente a su
pueblo. Fortaleza es sinónimo de poder, y honor y gloria con frecuencia aparecen juntos (p.ej., Sal. 8:5).
Dios otorga estas cualidades a su pueblo, y ellos a su vez expresan su acción de gracias a él y al Corde-
ro.
13. Y toda criatura en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y todas las cosas en 
ellos oí que decían,
«Al que está sentado en el trono y al Cordero
sean dadas las gracias y honor y gloria y poder
por siempre jamás».
Después de que los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos hubieron cantado y lo mismo
hicieran los innumerables ángeles, un tercer grupo de criaturas entona un cántico de alabanza. Este ter-
cer grupo reúne al resto de los seres creados de Dios; las palabras repiten el versículo 3 con el agregado
de las dos frases «y en el mar, y todas las cosas en ellos» (véase Éx. 20:11; Sal. 146:6). La última frase
abarca la totalidad de las criaturas de Dios, porque no queda excluido nada. Interpreto la fraseología en
el sentido de lenguaje poético, que tiene como fin incorporar todo lo que Dios ha hecho, porque no po-
demos esperar que Satanás y sus seguidores en el infierno pronuncien alabanzas a Dios.35
Todos los seres inteligentes en el universo creado de Dios cantan sus alabanzas: los santos y los án-
geles en el cielo, las aves en el firmamento, el pueblo de Dios en la tierra, y todos los seres vivos en la
tierra y en el [p 241] mar. El enorme coro de todas estas voces, en alabanza a Dios y al Cordero, supera
toda imaginación humana. Dios es el Rey de la creación que delegó la obra de la creación y redención
en su Hijo. Así como Dios recibe el tributo de sus criaturas, del mismo modo lo recibe el Cordero, por-
que ha concluido las tareas que Dios le asignó.
Todos los seres inteligentes en el universo entero cantan alabanzas «al que está sentado en el trono y
al Cordero». No se mencionan los nombres Dios y Jesús. En lugar de ello los títulos el que y el Cordero
muestra total respeto a la divinidad. Enfatizan, primero, el poder absoluto de Dios sobre el universo y,
segundo, la victoria del Cordero sobre la muerte y el sepulcro. El himno que cantan es una afirmación y

34Thomas, Revelation 1–7, p. 406.


35Alford, Revelation, p. 611; George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972),
p. 93. Compárese Barclay, Revelation of John, 1:228–29.
188

resumen de los que se cantaron antes (4:11; 5:12). Esta doxología evoca un «amén» afirmativo de parte
de los representantes que rodean el trono de Dios.
14. Y los cuatro seres vivientes decían, «Amén». Y los ancianos se postraron y adoraron.
Los cuatro seres vivientes que están más cerca del trono proclaman su afirmación diciendo, «¡Que
así sea!» Se dirigen a Dios en nombre del resto de la creación. Fueron los primeros en cantar un himno a
Dios (4:8); concluyen la himnodia con un solemne «amén» que expresan una y otra vez.
Los ancianos rinden pleitesía a Dios y al Cordero postrándose delante de ellos. Su acto de alabanza y
adoración es el que lo concluye todo. El autor de Apocalipsis está ya listo para narrar la ruptura de los
sellos y la apertura del rollo, y para revelar lo que sucede en la tierra.
Palabras, frases y construcciones griegas en 5:6–10
Versículo 6
ἀρνίον—en Apocalipsis, este sustantivo aparece veintiocho veces en referencia a Jesús, y en una ocasión se
utiliza para referirse a la bestia que sale de la tierra (13:11). El sinónimo ἀμνός que utiliza Juan el Bautista se en-
cuentra sólo dos veces en la literatura juanina (Jn. 1:29, 36). Jesús emplea la palabra ἀρνίον una vez cuando le
dice a Pedro que alimente a sus corderos (Jn. 21:15). Esta palabra parece que le fue muy cara a Juan.
ἑστηκός—este tiempo perfecto neutro del participio se traduce como presente: «está de pie». La variante del
perfecto masculino ἑστηκώς puede haber sido resultado de haber oído mal las letras o y ω.
El participio ἐσφαγμένον es un perfecto efectivo de una acción que ha ocurrido en el pasado con importancia
para el presente. De igual modo, el participio perfecto pasivo ἀπεσταλμένοι denota una acción que sucedió en el
pasado pero que tiene importancia permanente para el presente, «enviados». Se prefiere el género masculino,
como la lectura más difícil, al neutro, que es una adaptación al sustantivo que antecede πνεύματα (espíritus).
[p 242] Versículo 7
εἴληφεν—el perfecto activo del verbo λαμβάνω (tomo, recibo) debería entenderse como aoristo perfecto,
«tomó».36
Versículo 8
αἵ εἰσιν—el pronombre femenino plural tiene su antecedente en φιάλας (copas) y no en el sustantivo neutro
θυμιαμάτων (incienso). Pero se explica el incienso, no las copas.
Versículo 9
τῷ θεῷ—El TR, Texto Mayoritario y Merk agregan el pronombre ἡμᾶς, que parece ser una corrección de es-
cribas que agregaron un objeto directo para el verbo «compró», o sea, «nos compró para Dios». Pero el agregado
resulta poco diestro debido al pronombre «los» en el versículo 10, «los hiciste». La lectura «nos» en el versículo 10
no tiene suficiente apoyo textual.37 Siguiendo la norma de que la lectura más difícil es probablemente la original,

36 Friedrich Blass y Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament, trad. y rev. Robert Funk (Chicago:
University of Chicago Press, 1961), §343.1; James H. Moulton, A Grammar of New Testament Greek (Edinburgh: Clark,
1908), 1:145; Robertson, Grammar, p. 897.
Merk Edición de Agustinus Merk, Novum Testamentum Graece et Latine, 9a edición
37 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d. ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), p. 666.
189
adopto el texto griego que no tiene pronombre y por tanto objeto directo para el verbo «compró». He suplido el
objeto directo (hombres y mujeres) en corchetes.
Versículo 10
βασιλεύσουσιν—la evidencia basada en manuscritos en pro del tiempo futuro (reinarán) se equipara a la que
favorece el tiempo presente (reinan). Aunque la mayor parte de los traductores prefieren el futuro, se puede in-
terpretar el tiempo presente como presente futurista. De igual modo, se puede entender el futuro como con cua-
lidades progresivas (p.ej., Fil. 1:18) que comienzan en el presente y continúan en el futuro. La lectura «reinare-
mos» (RV60) tiene poco sostén en los manuscritos y parece ser una adaptación.
190

[p 243]  

6
Los seis primeros sellos 
(6:1–17)
[p 244]  

Bosquejo (continuación)
B. Los siete sellos (6:1–8:1)
1. El primer sello: el caballo blanco (6:1–2)
2. El segundo sello: el caballo rojo (6:3–4)
3. El tercer sello: el caballo negro (6:5–6)
4. El cuarto sello: el caballo amarillento (6:7–8)
5. El quinto sello: la paciencia de los santos (6:9–11)
6. El sexto sello: el día del Señor (6:12–17)
a. En la naturaleza (6:12–14)
b. Para los incrédulos (6:15–17)
[p 245]  

CAPÍTULO 6
6 1 Y vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes diciendo con
una voz como trueno: «Ven». 2 Y vi, y mira, un caballo blanco, y el que estaba sentado en él tenía un arco y le fue
dada una corona, y salió venciendo y para vencer.
Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente decir, «Ven». 4 Y salió otro caballo, rojo. Y al que
3

estaba sentado en él le fue dada autoridad para quitar la paz de la tierra, de modo que pudieran matarse entre sí;
y se le dio una gran espada.
Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente decir, «Ven». Y vi, y mira, un caballo negro, y el que es-
5

taba sentado en él tenía una balanza en la mano. 6 Y oí como si fuera una voz en medio de los cuatro seres vivien-
tes que decía, «Un kilo de trigo por el salario de un día y tres kilos de cebada por el salario de un día, pero no
dañes el aceite y el vino».
Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente diciendo, «Ven». 8 Y vi, y mira, un caballo pá-
7

lido, y el que estaba sentado en él tenía el nombre Muerte, y Hades lo seguía. Y se le dio autoridad sobre la cuarta
parte de la tierra para matar con espada, y hambruna, y enfermedad, y por las bestias salvajes de la tierra.
Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los inmolados debido a la palabra de Dios y
9

debido al testimonio que guardaban. 10 Y clamaban con voz poderosa diciendo, «¿Por cuánto tiempo, oh soberano
Señor, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en aquellos que moran en la tierra?» 11 A cada
uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que descansaran un poco más hasta que se completara el
191
número de sus consiervos y hermanos [y hermanas] que estaban a punto de ser sacrificados como ellos fueron
sacrificados.
12Y vi cuando abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto y el sol se volvió negro como sayal hecho de pelo,
y toda la luna se volvió como sangre. 13 Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como una higuera deja caer sus
higos verdes cuando la sacude un vendaval. 14 Y el firmamento se retiraba como un pergamino cuando se enrolla,
y todas las montañas e islas fueron desplazadas. 15 Y los reyes de la tierra, y los grandes hombres y generales, y
los ricos y los fuertes, y todo esclavo y persona libre se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las monta-
ñas. 16 Y dijeron a las montañas y a las rocas, «Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado
en el trono y de la ira del Cordero». 17 Porque el gran día de su ira ha venido, y ¿quién puede mantenerse en pie?
B. Los siete sellos
6:1–8:1
La sección sobre los siete sellos abarca el capítulo 6 y el primer versículo del capítulo 8. En el capítu-
lo 6 se incluyen en forma secuencial seis sellos, y el séptimo (8:1) sirve como de invitación a permanecer
callados ante el juicio de los malvados. Entre el sexto y el séptimo sellos, el capítulo 7 hace [p 246] las
veces de interludio. Hay un interludio similar en la sección sobre las siete trompetas (véase 10:1–11:14).
El capítulo 7 ofrece una descripción de los santos, o sea, de la iglesia en la tierra y en el cielo. El capítulo
6, sin embargo, describe la historia del mundo y de la iglesia. El relato no es una secuencia histórica de
eventos ni una profecía que se refiere sólo al retorno de Cristo. Incorpora el período entre la ascensión y
retorno de Cristo durante el cual avanza el evangelio hasta los fines de la tierra, las guerras asolan sus
poblaciones, la hambruna produce sufrimientos sin fin, y la muerte es la compañera constante de quie-
nes moran en la tierra.
El capítulo 6 se divide en tres partes. Los cuatro primeros sellos forman una unidad que presenta las
figuras simbólicas de cuatro caballos de color. El segundo segmento describe las almas bajo el altar y
representa al pueblo que murió por su fe en el Señor. Y la última sección describe el juicio y el terror de
quienes rechazan a Cristo.
El elemento temporal en la fragmento sobre los cuatro caballos se puede interpretar o en forma se-
cuencial o en forma simultánea, de entre las cuales se prefiere la segunda. Por ejemplo, conquista, gue-
rra, hambruna y muerte son eventos concurrentes en cualquier época. En la historia del mundo, llena de
violencia en una u otra forma, la iglesia ocupa un lugar central, y su pueblo una y otra vez sufre el im-
pacto de ofensas e injusticias por su testimonio del Cordero. Los seguidores del Señor deben recorrer
«la misma senda que él recorrió: la senda del testimonio fiel de la verdad incluso a costa de la muerte».1
La apertura de los sellos implica que los santos en la tierra sufren por las fuerzas anticristianas hasta el
día del retorno de Cristo. No sorprende que los mártires en el cielo clamen a Dios por justicia. Se les
dice que sean pacientes y que sepan que Dios controla en forma soberana la historia del mundo. Su ira y
la del Cordero van dirigidas contra quienes han expresado su enemistad hacia Dios, su palabra y su
pueblo. Esos enemigos deben enfrentar al juez. Pero en el juicio quieren evitar encontrarse con él pi-
diendo a las montañas y a las rocas que los cubran. El sexto sello con todo su simbolismo revela el últi-
mo tiempo cuando el Señor regresa y llega el tiempo del juicio.

1Richard Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge


University Press, 1993), p. 145.
192

El Cordero abre los sellos uno después de otro, de modo que puedan cumplirse los eventos que se
describen de manera gráfica en el rollo. Al romper los sellos y abrir el rollo, el Cordero inaugura el plan
de Dios y revela qué va a ocurrir en los tiempos antes de su venida y durante la misma. Al romper los
sellos uno a uno, se presenta al Cordero en forma insistente como el iniciador de los eventos en este ca-
pítulo.
[p 247] 1. El primer sello: el caballo blanco 
6:1–2
1. Y vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes di‐
ciendo con una voz como trueno: «Ven».
a. «Y vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos». Juan está todavía mirando al cielo hacia el
trono de Dios donde el Cordero está de pie con el rollo con siete sellos en la mano. No se nos dice nada
acerca del contenido del rollo que sostiene el Cordero; sólo se nos presentan cuadros de lo que ocurre.
En otras palabras, cada vez que el Cordero rompe un sello, le da a Juan un esbozo (una imagen vale por
mil palabras) para que Juan pueda poner por escrito la serie de visiones que vio. Cada imagen transmite
una idea general, con un motivo que ocupa un lugar central en la ilustración. La primera de las siete
representaciones forma parte de la subcategoría de cuatro jinetes y va seguida de tres juicios más.
b. «Y oí a uno de los cuatro seres vivientes diciendo con una voz como trueno ‘Ven’». Uno de los cua‐
tro seres vivientes no significa por necesidad el primero en importancia. Cada uno de los cuatro da la or-
den de dar un paso al frente, aunque el primero habla con una voz como de trueno. El volumen con que
habla tiene como fin invitar a todos a prestar atención a la orden de llegar.
¿A quién va dirigida la orden? La mayor parte de las traducciones y comentarios indican que no es a
Juan sino al caballo y a su jinete a quienes se les dice que lleguen. Si decimos que se le ordena a Juan
que llegue, tenemos dificultad en verlo cruzar el mar de vidrio para acercarse al Cordero en el centro
del trono. Se supone que se dirige al jinete, aunque no se nos dice de dónde vienen el caballo y el jinete.
En todo caso, no es Juan sino el jinete y el caballo los que aparecen en escena y se dirigen a la tierra.
2. Y vi, y mira, un caballo blanco, y el que estaba sentado en él tenia un arco y le fue dada una co‐
rona, y salió venciendo y para vencer.
Excepto por la primera frase, «y vi, y mira», todas las partes de este versículo se prestan a diversas
interpretaciones y han dado pie a por lo menos cuatro explicaciones del significado del jinete: el Anti-
cristo, los partos, Cristo y el evangelio como palabra de Dios. Esas opiniones no son de origen reciente;
la última se remonta a la iglesia primitiva.
a. El Anticristo. La opinión predominante es que al caballo blanco, como primero en una serie de
cuatro caballos, hay que verlo como parte de una fuerza destructiva de guerra, hambruna y muerte. Se
utilizaba el caballo en las guerras y el arco significa un arma para matar a la gente La corona denota
triunfo, que se subraya con el empleo doble de la frase «venciendo y para vencer». Y el color blanco
apunta a la costumbre antigua de que el triunfador cabalgara en un caballo blanco a su regreso de la
batalla. Además, la imagen de un jinete en un caballo blanco en el [p 248] capítulo 6 puede verse como
una parodia que Satanás hace de Cristo y de sus guerreros que cabalgan en caballos blancos en 19:11,
14. El capítulo 6 describe la autoridad del Anticristo con respecto a vencer, matar y someter a hambre al
pueblo de Dios hasta morir, hasta el punto de que los santos en el cielo imploran a Dios que intervenga.
193

Pero el gobierno del Anticristo tiene límites. El Capítulo 19 revela al Cristo conquistador y victorioso
que arroja al Anticristo y al falso profeta a un lago de fuego. Y por último, el texto dice «y le fue dada
una corona», con la implicación de que Dios es quien la da y quien ha establecido límites para el Anti-
cristo.
Se puede decir mucho a favor de esta interpretación, pero está también llena de dificultades. Prime-
ro, el color blanco en otras partes del Nuevo Testamento, y en especial en Apocalipsis, siempre denota
santidad, pureza, victoria y justicia. No se utiliza para describir a Satanás, a sus ayudantes o a sus obras.
Es cierto que Satanás imita a Dios y a sus obras,2 de modo que se disfraza de ángel de luz (2 Co. 11:14).
Pero en Apocalipsis, Juan alerta al lector con una descripción de las parodias de Satanás, que se ilustra,
por ejemplo, en 13:3, donde una de las cabezas de la bestia es inmolada como una caricatura de la muer-
te de Jesús. Pero el relato del jinete sobre un caballo blanco no sugiere para nada una imitación satáni-
ca.3
Luego, al jinete en el caballo blanco se le da una corona. Esto significa que Dios es el agente que da
al jinete una corona, porque en todo Apocalipsis el verbo pasivo «es dada» se refiere tanto a los servido-
res como a los enemigos de Dios. Algunos estudiosos arguyen que esta voz pasiva debe referirse a un
poder maligno como receptor de la corona.4 Pero el término corona (griego stefanos) se aplica a figuras
divinas y redimidas (2:10; 3:11), a los ancianos (4:4, 10), a la mujer que dio a luz al niño varón (12:1), y al
Hijo del Hombre (14:14). La única excepción es la referencia a langostas que tenían en la cabeza algo así
como coronas de oro (9:7), pero lo que parece no es real.5 El texto, por tanto, no afirma de manera in-
equívoca que la imagen del jinete en un caballo blanco retrate una fuerza maligna.
Tercero, la frase venciendo y para vencer en Apocalipsis nunca se atribuye directamente a Satanás.
Aunque el verbo vencer se refiere dos veces a la [p 249] bestia al servicio de Satanás (11:7; 13:7), el resto
de los casos se aplica a Cristo y a los redimidos.6 Por el contrario, a pesar de todas sus artimañas, Sata-
nás es un fracaso constante; por ejemplo, en un capítulo concreto (cap. 12) Juan lo describe cinco veces
como perdedor. Satanás no puede hacer daño al niño varón (12:4b–5); persigue a la mujer pero Dios
prepara un lugar para ella en el desierto (12:6, 14). Es arrojado del cielo y después quiere ahogar a la
mujer en un torrente, que la tierra engulle (12:9, 15–16). Se da cuenta de que perseguir a la iglesia es un
fracaso (12:15–16). De nuevo pierde cuando declara la guerra contra la progenie de la mujer (12:17). En
Apocalipsis, Satanás no es el vencedor sino el perdedor.

2 Mathias Rissi («The Rider on the White Horse: A Study of Revelation 6:1–8», Interp 18 [1964]: 407–18) aplica el caballo
de color blanco, la corona y la victoria al Anticristo que imita a Cristo. Véase también Louis A. Vos, The Synoptic 
Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), pp. 187–91; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on 
the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 377.
3 Consúltese David E. Aune, Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville: Nelson, 1998), p. 394. Comenta que no hay argumen-

tos convincentes en apoyo de una identificación satánica.


4 G. B. Caird (A Commentary on the Revelation of St. John the Divine [London: Black, 1966], p. 81) argumenta que es un

«permiso divino otorgado a poderes malignos». M. Robert Mulholland Jr. (Revelation: Holy Living in an Unholy World


[Grand Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press, 1990], p. 169 refuta muy bien el argumento de que se diera una
corona a un poder maligno.
5 El sinónimo griego diadem se aplica dos veces a Satanás y a la bestia (12:3; 13:1) y una vez a Cristo, quien ostenta mu-

chas coronas (19:12).


6 Catorce casos en Apocalipsis se refieren a Cristo y a los santos: 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21; 5:5; 6:2 (dos veces); 12:11;

15:2; 17:14; 21:7.


194

b. Los partos. Los romanos nunca pudieron subyugar por completo a los partos, quienes habitaban
una zona que ahora se conoce como Irak e Irán. En el 62 d.C. derrotaron a los romanos. Su general fue
Vologäses, y sus fuerzas cabalgaron hacia el triunfo en caballos blancos. Utilizaron arcos y flechas como
armas principales, y uno de sus líderes fue llamado el Conquistador. El dicho «tiro parto», todavía fre-
cuente en la actualidad, indica puntería precisa.7
Atractiva como ilustración, esta opinión tiene limitaciones: los partos no peleaban guerras ofensivas
sino defensivas, porque nunca conquistaron ninguna porción del imperio romano ni invadieron a Ro-
ma. Además, el empleo del arco era común en las guerras antiguas. Y para los romanos, el triunfo se
simbolizaba con el empleo de caballos blancos en desfiles. Por último, los líderes militares de todas las
épocas no dudan en asumir el nombre de Conquistador. Así pues, es en realidad muy remota la posibili-
dad de que Juan tuviera en mente a los partos.
c. Cristo. William Hendriksen enumera siete razones para interpretar que Cristo era el vencedor:
1. El contexto está en su favor, porque a Juan se le dice, «No llores; mira, el león de la tribu de Judá, la
raíz de David, ha vencido» (5:5).
2. El simbolismo del color blanco en Apocalipsis se refiere a lo que es santo y puro; la corona nos re-
fiere a Cristo, que lleva una corona de oro (14:14); y el verbo vencer, con dos excepciones (11:7; 13:7),
siempre apunta a Cristo o a sus seguidores.
3. El paralelo (19:11) de Cristo que cabalga en un caballo blanco resulta claro, de modo que las Escri-
turas son su propio intérprete.
[p 250] 4. En todo Apocalipsis Juan va manifestando el plan de que Cristo es el único que ha vencido,
está venciendo y vencerá.
5. En los evangelios, Jesús enseña que Cristo y la espada se siguen uno a la otra (Mt. 10:34), lo cual se
simboliza en el jinete del caballo rojo al que se le da una espada (v. 4).
6. Un salmo mesiánico (Sal. 45:3–5) describe al Cristo como cabalgando hacia la victoria y con agudas
flechas que atraviesan los corazones de sus enemigos.
7. El pasaje paralelo de los cuatro caballos (Zac. 1:8) insinúa que el jinete es el ángel del Señor.8
Estamos frente a una serie importante de material sobre hechos en apoyo de la interpretación de que
Cristo es el jinete sobre el caballo blanco. Pero surge un problema, a saber, que Cristo rompe el primer
sello y luego se ve a sí mismo como saliendo en obediencia a la voz de uno de los seres vivientes.9 Aun-

7 Tácito Anales 15.13–17. Consúltese Caird, Revelation, p. 80; R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the 


Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:163; James Moffat, The Revelation of St. John the Divine en The 
Expositor’s Greek Testament, ed. W. Robertson Nicholl (reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1956), 5:389; William
Barclay, The Revelation of John, 2a. ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 2:5.
8 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), pp. 93–96. Comparar también

con Mulholland, Revelation, pp. 168–70. Véase M. Bachmann, «Der erste apokalyptische Reiter und die Anlage des
letzten Buches der Bibel», Bib 67 (1986): 240–75.
9 Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 518; G. R. Beasley-

Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 131; Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC
(Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 101.
195

que Juan utiliza imágenes, el intérprete debe procurar evitar conflictos internos en lo que representa
este primer sello. Por esta razón sugiero que Jesús, llamado la palabra de Dios, envía su evangelio. Nó-
tese también que de la boca de Cristo, que cabalga en un caballo blanco, sobresale una aguda espada
como símbolo tanto del próximo juicio como de la palabra de Dios (1:16; 2:12, 16; 19:15; y compárense
con Ef. 6:17; Heb. 4:12). Esta espada simbólica de dos filos es un poder que de un lado condena y del
otro salva. Además, el arco con las flechas que lo acompañan era en las guerras antiguas un instrumen-
to para alcanzar al enemigo de lejos.10
d. El evangelio. Esta es la última interpretación en esta serie: Cristo envía su evangelio, que en la his-
toria de la iglesia siempre ha resultado ser incontenible. La palabra de Dios no puede encadenarse (2 Ti.
2:9), porque Dios envía su palabra para lograr su propósito (Is. 55:11). Esta palabra está dispuesta a
conquistar al mundo. El texto griego utiliza el participio descriptivo venciendo en tiempo presente para
denotar actividad continua y el verbo vencer como un puesto donde comienza una acción.11
Admito que el cuadro del primer sello no dice nada acerca del evangelio de Cristo. Pero en el dis-
curso escatológico de Jesús, que sirve como paralelo, el Señor habla claramente acerca del evangelio del
reino que debe [p 251] predicarse a todas las naciones (Mt. 24:14; Mr. 13:10). En su discurso, Jesús habla
también de guerra, hambruna y muerte; todo ello tiene su contraparte en la descripción que hace Juan
de los cuatro jinetes. La proclamación de la palabra de Dios genera reacción que desemboca en enfren-
tamientos, luchas y hostilidad.12
Esta interpretación tiene sus raíces en la iglesia primitiva. Ya en el siglo tercero, Victorino de Petau
en Panonia (la Hungría moderna) escribió en su comentario sobre Apocalipsis: «El caballo blanco es la
proclamación de la palabra enviada al mundo con el Espíritu Santo. Porque el Señor dijo: ‘Este evange-
lio será predicado en todo el mundo como testimonio a los gentiles y luego llega el fin’».13 La palabra de
Dios sale venciendo y para vencer, como resulta evidente en el libro de Hechos y en la historia de la
iglesia. De hecho, el evangelio es victorioso desde el principio hasta el fin.
Concluimos con unos comentarios. Juan toma su información gráfica de dos pasajes en la profecía
de Zacarías. El profeta narra una visión de un hombre que cabalga en un caballo rojo, y también había
caballos rojos, marrones y blancos (Zac. 1:8). En la otra visión vio cuatro carros tirados de caballos que
se distinguían por los colores rojo, negro, blanco y pinto. Estos caballos procedían del Señor para diri-
girse hacia todo el mundo: los negros al norte, los blancos al oeste, y los pintos al sur (Zac. 6:1–6). Apar-
te de la cantidad y color de los cuatro caballos que iban hacia el mundo, Juan ha tomado poco más de
Zacarías. El caballo pinto aparece en Apocalipsis como un caballo amarillento, y la secuencia de los ca-
ballos en Apocalipsis difiere de la de la profecía de Zacarías. Sin embargo, tanto en la profecía de Zaca-

10 Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and


Wagnalls, 1886), p. 221.
11 Consúltese Richard A. Young, Intermediate New Testament Greek: A Linguistic and Exegetical Approach (Nashville:

Broadman & Holman, 1994), p. 123.


12 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 99; comparar con R. C.

H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), pp. 220–21; Theodor Zahn, Die 
Offenbarung des Johannes, Kommentar zum Neuen Testament 18 (Leipzig; Deichert, 1924–26), 2:352–53.
13 Henry Alford, James‐Revelation, vol. 4, part 2 de Alford’s Greek Testament (1875; reimpresión, Grand Rapids: Guardian,

1976), p. 614. John M. Sweet (Revelation, WPC [Philadelphia: Westminster, 1979], p. 138) sugiere que los ejércitos del
cielo en 19:11–16 son los jinetes en caballos blancos.
196

rías como en Apocalipsis, los caballos y sus jinetes salen hacia el mundo para cumplir la orden de Dios:
los caballos negros se dirigían victoriosos hacia el norte (Babilonia) y calmaron el Espíritu de Dios (Zac.
6:8). En Apocalipsis los caballos y jinetes salen a la conquista, la guerra, la hambruna y la muerte. En
breve, el mensaje de Juan es más específico que la profecía del Antiguo Testamento.
De los cuatro jinetes, sólo el último recibe un nombre, a saber, Muerte (v. 8). Los otros tres se descri-
ben, pero no tienen nombre. De estas descripciones gráficas (blanco, rojo, negro y amarillento), los in-
térpretes deben extraer información pertinente pero no necesariamente nombres. Estos retratos repre-
sentan fuerzas, condiciones o acciones. El caballo rojo simboliza guerra, el negro hambruna, y el pálido
muerte. Estas tres fuerzas [p 252] son negativas, pero el blanco es una fuerza positiva: simboliza un po-
der que es espiritual. He interpretado este poder como el evangelio que sale «venciendo y para vencer».
Tanto la palabra corona como blanco fortalecen esta imagen positiva.14 Y por último, así como Apocalip-
sis pone de manifiesto un contraste desde el principio hasta el fin, de igual modo el aspecto positivo del
primer jinete contrasta con el aspecto negativo de los otros tres jinetes.
Palabras, frases y construcciones griegas en 6:1
φωνή—aunque hay variantes en genitivo, dativo y acusativo, el nominativo es el más difícil de explicar y, por
tanto, es más probable que sea el texto original. Con el nominativo, Juan llama la atención acerca de la majestad
de la voz que habla. El nominativo queda en el aire como «nominativo pendiente».15
ἔρχου—en algunos manuscritos el imperativo presente se complementa con καὶ ἴδε «ven y mira» (RV60). Nó-
tese que la lectura más corta se encuentra también en los versículos 3, 5, 7. Este texto más corto tiene buen apoyo.
Los traductores lo prefieren porque no es a Juan a quien se le ordena sino a los cuatro jinetes.
2. El segundo sello: el caballo rojo 
6:3–4
Los tres caballos siguientes y sus jinetes simbolizan guerrear, causar hambruna y generar muerte.
Encontramos un eco de la secuencia espada, hambruna y plaga en la profecía de Jeremías, quien utiliza
esta tríada quince veces como ‘ritornello’ poético de mal agüero.16 Juan desarrolla este rasgo con la in-
troducción en forma secuencial de un caballo y un jinete que llevan a cabo cada una de estas tres cala-
midades. Comenzamos con el jinete del caballo rojo. Representa la guerra que no se limita a un período
concreto, por ejemplo, el fin de los tiempos, sino que se extiende desde la época en que los lectores ori-
ginales vivieron hasta el fin de los tiempos.17
3. Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente decir, «Ven». 4. Y salió otro caballo, 
rojo. Y al que estaba sentado en él le fue dada autoridad para quitar la paz de la tierra, de modo que 
pudieran matarse entre sí; y se le dio una gran espada.
El segundo ser viviente, con el aspecto de buey (véase 4:7), que simboliza fortaleza y tenacidad,
habló. No se menciona el volumen de su voz como en el caso del primer ser viviente (v. 1). Todos ya

14 Consúltese M. Bachmann, «Noch ein Blick auf den ersten apokalyptischen Reiter (von Apk. 6:1–2)» NTS 44 (1998):
257–78.
15 Alford, James‐Revelation, p. 614. Robert L. Thomas, Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992),

p. 424.
16 Jeremías 14:12; 21:7, 9; 24:10; 27:8, 13; 29:17–18; 32:24, 36; 34:17; 38:2; 42:17, 22; 44:13. Compárese con Ez. 14:21.

17 Consúltese Beckwith, Apocalypse, p. 519.


197

están prestando mucha [p 253] atención cuando se oye el grito, «Ven». Esta orden significa que apare-
cen el caballo y el jinete y se adelantan
a. «Y salió otro caballo, rojo.» Si el color blanco significa santidad, pureza y justicia, el rojo significa
sangre derramada y sugiere guerra. La palabra griega pur (fuego) tiene un término derivado purros que
quiere decir rojo vivo. Este término derivativo se encuentra tanto aquí como en la descripción del dra-
gón de color rojo vivo dedicado a derramar sangre y a guerrear (12:3). El conflicto que se describe en
Apocalipsis es el de Dios frente a Satanás, de Cristo frente al Anticristo y del Espíritu Santo frente al
falso profeta. Cuando el evangelio se introduce en zonas donde todavía no ha sido predicado, este con-
flicto es real y a menudo conlleva derramamiento de sangre. Jesús mismo dijo, «No crean que he venido
a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada» (Mt. 10:34).Y dijo: »Ustedes oirán de guerras y
de rumores de guerras … Se levantará nación contra nación, y reino contra reino» Mt. 24:6, 7).
b. «Y al que estaba sentado en él le fue dada autoridad para quitar la paz de la tierra». Los traducto-
res suelen insertar la palabra autoridad o poder para completar el concepto de quitar la paz de la tierra. El
texto dice literalmente, «Se le concedió quitar la paz de la tierra» (BJ). El jinete en este caballo rojo per-
sonifica el mal que se opone a Dios, a su palabra y a su pueblo. Donde quiera que entre este mal, despa-
rece la paz. La oposición a la predicación y enseñanza del evangelio con frecuencia conducen a grave
conflicto, incluso en la propia familia: «Los enemigos de cada cual serán los de su propia familia» (Mt.
10:36; véase también Lc. 12:49–53). Pero el mal por sí mismo no tiene autoridad propia, porque es Dios
quien le concede al mal autoridad para quitar la paz. Dios es quien controla y fija los límites; en sus ma-
nos «permanece el control de los asuntos humanos».18
c. «De modo que pudieran matarse entre sí; y se le dio una gran espada». ¿Quiénes son los que to-
man las armas para matarse unos a otros? Se podrían mencionar varias interpretaciones: la guerra gene-
ralizada a lo largo de los siglos, guerras civiles, cristianos que son asesinados, cristianos que se matan
unos a otros, y los enemigos de Dios.
Quizá haya cierta evidencia de que este pasaje alude a la matanza del pueblo de Dios. El verbo matar
se encuentra ocho veces en Apocalipsis, de las cuales una se da en el caso de la cabeza inmolada de la
bestia como imitación del Cordero inmolado (13:3). Los otros pasajes se refieren a la muerte del Cordero
y de sus seguidores.
- «Un Cordero que estaba de pie como si hubiera sido sacrificado» (5:6).
- «Fuiste sacrificado y con tu sangre [los] compraste» (5:9)
[p 254] - «Digno es el Cordero que fue inmolado» (5:12).
- «Vi debajo del altar las almas de los inmolados» (6:9).
- «El Cordero que fue inmolado» (13:8).
- «La sangre de los profetas y de los santos se encuentra y de todos los que fueron sacrificados en la
tierra» (18:24).

18
Philip Edgcumbe Hughes, The Book of the Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids:
Eerdmans, 1990), p. 85.
198

Otro pasaje del Nuevo Testamento se refiere a ser sacrificado: 1 Jn. 3:12 describe al justo Abel al que
su hermano mató. Sin embargo, estos textos no proporcionan información concreta en cuanto a quiénes
fueron matado en Ap. 6:4.
Hacemos dos observaciones. Primera, aunque la matanza de cristianos es un hecho comprobado a lo
largo de los siglos en este conflicto espiritual continuo, la referencia en este versículo a la gran espada
no excluye la guerra en general. Y segunda, Juan afirma que, además de los profetas y los santos, otras
personas son inmoladas (18:24).19 Si el texto no resulta claro, hacemos bien en no confiar en probabili-
dades o perspectivas dogmáticas.
Palabras, frases y construcciones griegas en 6:4
μάχαιρα μεγάλη—se trata de la espada romana corta, que aquí se modifica con el adjetivo «gran» para deno-
tar la matanza que se da en las guerras. La ῥομφαία es la espada larga (1:16). Juan parece emplear las dos pala-
bras en forma indistinta, como resulta evidente en los versículos 4 y 8.
3. El tercer sello: el caballo negro 
6:5–6
5. Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente decir, «Ven». Y vi, y mira, un caballo ne‐
gro, y el que estaba sentado en él tenía una balanza en la mano. 6. Y oí como si fuera una voz en me‐
dio de los cuatro seres vivientes que decía, «Un kilo de trigo por el salario de un día y tres kilos de 
cebada por el salario de un día, pero no dañes el aceite y el vino».
La apertura del tercer sello provoca una exclamación de parte del tercer ser viviente dirigida a un ji-
nete en un caballo negro: «¡Ven!», que significa ven y vete. Este ser viviente, con rostro de hombre (4:7),
representa inteligencia y sagacidad.
El caballo en el que cabalga el jinete es negro, representando hambruna, como se ilustra con las ba-
lanzas para medir el peso de los alimentos y con los precios muy exagerados del trigo y de la cebada.
Dios dijo a los israelitas: «Cuando yo destruya sus trigales, diez mujeres hornearán para ustedes pan en
un solo horno. Y lo distribuirán racionado, de tal manera que comerán pero no se saciarán» (Lv. 26:26;
véase también Ez. 4:16).
[p 255] Esta escena se aparta de las dos anteriores por cuanto, además de la orden «¡Ven!», se oye
una voz que transmite un mensaje. Es posible decir que esa voz no pertenece sólo al tercer ser viviente
sino a los cuatro que hablan al unísono. Las palabras de Juan son vagas, porque afirma que hubo «como
si fuera una voz en medio de los cuatro seres vivientes». Lenski sugiere que la expresión «en medio de»
no es espacial sino de relación.20 Pero si imaginamos a los cuatro seres vivientes alrededor del trono de
Dios, entonces la voz que habla debe ser o la del Cordero o la de Dios en medio de estos cuatro seres.
Del que está sentado en el trono se transmite el mensaje de hambruna,21 que en la época bíblica se escu-
chó repetidas veces (2 R. 8:1; Sal. 105:16; Is. 14:30; Jer. 18:21; 24:10; 27:8; 34:17; 42:16; Ez. 5:17; Am. 8:11).

19 Otto Michel, TDNT, 7:935. Compárese con Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 349
n. 22.
20 Lenski, Revelation, p. 226.

21 Consúltese Thomas, Revelation 1–7, pp. 431–32; Robert H. Mounce (The Book of Revelation, rev. ed., NINCT [Grand

Rapids: Eerdmans, 1977], p. 144) comenta que la voz procede del «centro de la sala del trono».
199

Dios, quien con frecuencia advirtió de la hambruna a su pueblo, una vez más les informa que habrá es-
casez en el suministro de alimentos.
La voz de Dios exclama: «un kilo de trigo por el salario de un día y tres kilos de cebada por el salario
de un día, pero no afectes el aceite y el vino». Informa al oyente y al lector acerca de cuatro productos
alimenticios que escasean: trigo, cebada, aceite y vino. La medida que se utiliza (griego joinix, palabra
que sólo se encuentra aquí en todo el Nuevo Testamento) es «una medida para sólidos, utilizada a me-
nudo para cereales, casi equivalente a un kilo».22 El precio de un kilo de trigo por un denario es muy
exagerado. La parábola de los trabajadores del viñedo menciona que un denario equivale al salario de
un día de un trabajador (Mt. 20:2). Si con un denario se compraba sólo un kilo de trigo, el equivalente
de una hogaza de pan, el trabajador no podía alimentar a su familia con esa cantidad. Tendría que esco-
ger comprar tres kilos de cebada por el mismo precio, pero la cebada carece de gluten, sustancia proteí-
nica que se encuentra en la harina de trigo y que hace que la masa sea cohesiva. De ahí que la cebada se
suela utilizar como pienso para los animales. Al final del asedio a Samaria en los días del profeta Eliseo,
se vendieron siete kilos de harina de trigo por un shekel (moneda de plata) y trece kilos de cebada por
el mismo precio (2 R. 7:1, 16, 18). Jesús multiplicó cinco panes de cebada para dar de comer a cinco mil
hombres, además de mujeres y niños (Jn. 6:9; véase también Mt. 14:21). Con todo, si un trabajador tenía
que pagar un denario por un kilo de trigo, apenas si podía sobrevivir y no podía disponer de dinero
para otros productos.
El mensaje que sale de en medio de los cuatro seres vivientes fue muy significativo para sus lectores
y oyentes. Los cristianos que vivían en las [p 256] ciudades de Esmirna, Pérgamo, Tiatira y Filadelfia se
veían obligados a pertenecer a gremios que les exigían que adoraran a ídolos. Cuando se negaban debi-
do a su fidelidad a Cristo, corrían el riesgo de quedar sin trabajo y pasar hambre. Ellos mismos experi-
mentaron directamente el efecto de inanición.
¿Cuál es el significado del mandato de no afectar el aceite y el vino? Algunos comentaristas se refie-
ren a un edicto que promulgó el emperador Domiciano en el 92 d.C. para que no se plantaran más vi-
ñedos en Italia y que se destruyeran la mitad de los viñedos en las provincias romanas. Los vinateros en
Asia Menor se molestaron tanto con este decreto que hubo que revocar la orden antes de que entrara en
vigencia.23 Esta nota histórica aportaría una útil perspectiva del tiempo en que Juan escribió Apocalip-
sis, excepto por dos objeciones: el edicto nunca entró en vigor, y no se menciona el aceite. Estas dos ra-
zones socavan cualquier intento de situar las palabras de Juan en una perspectiva histórica.
La pregunta es si son las personas o la naturaleza, simbolizada en el caballo negro, las que no debe-
rían afectar el aceite y el vino. Algunos estudiosos sugieren que los ricos podían comprar aceite y vino
en tanto que las masas empobrecidas tenían que olvidarse de este lujo. Pero el aceite y el vino eran in-
gredientes comunes en tiempo de Juan: el aceite se utilizaba para cocinar y el vino como bebida cotidia-
na. ¿Por qué dañarían los ricos estos ingredientes? Por tanto, es mejor aplicar a la naturaleza el mandato

22 Bauer, p. 883. La Vulgata dice bilibris, que es el equivalente de dos libras. La traducción española de Casiodoro dice
«dos libras». Véase también Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel,
1977), p. 88.
23 Suetonio Domiciano 7.
201

que les otorga autoridad. Los creyentes reciben consuelo de estas palabras, porque saben que Dios con-
trola totalmente incluso cuando una cuarta parte de la población de la tierra perece (compárese 9:18,
donde muere una tercera parte del género humano). Pertenecen a Dios y han sido redimidos por el
Cordero (5:9; 7:14, 15) y están a salvo. Pero Muerte y Hades matan y reúnen a millones y millones de
personas de varias maneras horrendas: primero, en forma violenta con armas de destrucción individual
o masiva; luego con [p 258] escasez de alimentos que conducen a una muerte gradual; tercero, con en-
fermedades violentas de alguna clase; y por último, por bestias salvajes. Juan ha tomado las palabras de
las profecías del Antiguo Testamento:27
Así dice el Señor omnipotente:
¡Peor será cuando mande contra Jerusalén
mis cuatro castigos fatales:
la guerra, el hambre, las bestias feroces y la peste!
Con ellas arrasaré a sus habitantes y a sus animales.
(Ez.14:21)
Los primeros receptores de Apocalipsis pudieron aplicar su mensaje a sus propias circunstancias. Se
enfrentaron constantemente con la espada, el hambre y la enfermedad; y esperaban la destrucción por
bestias salvajes. El poder romano amenazaba su existencia directa e indirectamente, de modo que viví-
an constantemente a la sombra de la muerte. Pero a lo largo de los siglos el exterminio de grandes seg-
mentos de la raza humana se atribuye a guerras, hambrunas y enfermedades. La plaga bubónica se in-
trodujo en Europa en el siglo catorce y mató a veintiséis millones de personas entre 1346 y 1352. Duran-
te la Segunda Guerra Mundial, unos veinte millones de personas en Europa perdieron la vida, y una
cantidad parecida en Asia.
Muchas personas mueren no en forma accidental y debido a enfermedades comunes y a la vejez, si-
no de manera cruel en guerras, conflictos, hambrunas y epidemias. Sin embargo, la gravedad de des-
truir la vida de una cuarta parte de la tierra se refiere a un evento catastrófico futuro y es una adverten-
cia del juicio venidero de Dios.
Palabras, frases y construcciones griegas en 6:8
ἐν ῥομφαία … ὑπὸ τῶν θηρίων—«por la espada … por bestias salvajes». Se encuentra tres veces la preposi-
ción ἐν, con los sustantivos «espada», «hambruna» y «muerte [enfermedad]». Juan recurrió a Ezequiel 14:21. La
preposición ὑπό (por) «parece quedar fuera de la cita» y va precedida del verbo «matar» en voz activa en lugar
de pasiva, «de modo que en un sentido las bestias son sólo los instrumentos que utiliza el sujeto de ese verbo».28
5. El quinto sello: la paciencia de los santos 
6:9–11
La apertura del quinto sello no apunta a ningún momento específico de la historia de la raza huma-
na sino que corre paralela a las escenas de los cuatro primeros sellos. Es decir, ocurre durante el tiempo
entre la [p 259] ascensión de Jesús y su retorno. Cuanto más violenta es la persecución de los cristianos,

27 Véase Ez. 5:12, 17; 29:5; 33:27; Jer.14:12; 15:2–3; 21:7. Véase también Beale, Revelation, p. 384.
28 C. F. D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2a. ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1960), p. 66.
202

con mayor apremio los santos en el cielo claman a Dios que juzgue a los habitantes de la tierra y vengue
la sangre de su pueblo.
9. Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los inmolados debido a la pala‐
bra de Dios y debido al testimonio que guardaban.
a. «Vi debajo del altar las almas de los inmolados». La escena que Juan ve cuando se abre el quinto
sello ocurre en el cielo donde residen los mártires en la presencia de Dios. Pero ¿cómo interpretamos la
palabra altar? Ese término se utiliza veintitrés veces en el Nuevo Testamento, de las cuales ocho están en
Apocalipsis (6:9; 8:3 [dos veces], 5; 9:13; 11:1; 14:18; 16:7). ¿Se refiere este versículo al altar de incienso o
al altar de las ofrendas cruentas? La época de los sacrificios había llegado a su fin cuando Cristo murió
en la cruz (Heb. 9:26; 10:12); por tanto, se trata del altar del incienso. También, el humo que asciende
desde este altar simboliza las oraciones de los santos (8:3).
Juan parece presentar su visión en un contexto judío en el que la sangre de un animal, derramada en
el altar del sacrificio, representaba la vida del animal sacrificado (Lv. 17:11; véase también 4:7, 34). De
igual modo, la sangre de los mártires se derramaba simbólicamente en el altar de Dios en el cielo, donde
sus almas encontraban un lugar de descanso. Un contemporáneo de Juan, el rabino Akiba, enseñaba
que el judío «enterrado en la tierra de Israel es como si hubiera sido enterrado debajo del altar; el que es
enterrado debajo del altar es como si hubiera sido enterrado debajo del trono de gloria».29 Juan presenta
de manera gráfica a las almas de los inmolados como debajo del altar de Dios, lo cual se interpreta co-
mo que están «al pie del trono de Dios».En este contexto no se ocupa de los cuerpos de los mártires.
Encontramos una redacción parecida en 20:4 de almas en el cielo sin mención de cuerpos, «Y vi las al-
mas de los que fueron decapitados debido a su testimonio de Jesús y de la palabra de Dios».
b. «Inmolados debido a la palabra de Dios y debido al testimonio que guardaban». Estos mártires
habían sido fieles a Dios y a su palabra y habían estado dispuestos a morir por él. Algunos comentaris-
tas afirman que el texto habla sólo de santos que han encontrado una muerte violenta debido a su tes-
timonio. Pero entonces Esteban y los apóstoles Santiago, Pedro y Pablo estarían incluidos, pero no Juan,
quien se presume que murió de muerte natural en el año 98. Ladd escribe al respecto: «Todo discípulo
de Jesús es en esencia un mártir; y Juan tiene presente a todos los creyentes que han sufrido debido a
serlo».30 Es la palabra de Dios su alimento espiritual y es el testimonio de Dios lo que aman día tras día.
[p 260] Las fases la palabra de Dios y el testimonio se encuentran repetidas veces en Apocalipsis.31 El
testimonio es el de Jesús y acerca de Jesús (p.ej., véase el comentario sobre 1:2). La frase apunta a los
fieles servidores de Dios que mantenían esa palabra y testimonio. Frente a persecución y muerte (12:11),
testificaban de la gracia y amor del Señor. Policarpo, quien murió mártir en la hoguera el 23 de febrero
de 155, en Esmirna, oró a Dios para que lo aceptara «como un sacrificio rico y aceptable».32 Todos los
creyentes que en su corazón atesoran la palabra revelada de Dios y el evangelio de Jesucristo y confie-

29 Aboth de Rabbi Nathan 26 (7c); SB, 3:803. Véase también Babylonian Talmud, Sabbath 152b; Ketuboth 111a; Beasley-
Murray, Revelation, p. 135; Charles, Revelation, 1:173.
30 Ladd, Revelation, p. 104.

31 Ap.1:2, 9; 12:11, 17; 19:10; 20:4.

32 Eusebio, Hist. Ecl. 4.15.34.


203

san su nombre (Ro. 10:9–10) ven dicho testimonio «como un emblema de su fidelidad a Cristo».33 Guar-
dar la verdad de Dios en el corazón y testificar de ella con la boca identifican al verdadero creyente que
está dispuesto a morir por la fe.
10. Y clamaban con voz poderosa diciendo, «¿Por cuánto tiempo, oh soberano Señor, santo y ver‐
dadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en aquellos que moran en la tierra?»
En el trono de Dios, los santos claman con voz potente al juez de toda la tierra (Gn. 18:25) y aquí pi-
den justicia. La intensidad de su súplica indica insistencia y perseverancia, del mismo modo que en el
caso de la viuda en la parábola del juez injusto. Jesús concluye la parábola preguntando: «¿Acaso Dios
no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?» (Lc. 18:7; compárese con Sal. 79:10).
El clamor de los mártires va dirigido al Señor soberano a quien se le llama «santo y verdadero». La
palabra soberano (griego despotēs), como término estrictamente teológico, se puede utilizar en el Nuevo
Testamento para dirigirse a Dios en alabanza, oración y petición (Lc. 2:29; Hch. 4:24; Ap. 6:10).34 La frase
santo y verdadero se encuentra sólo dos veces, aquí y en la carta a la iglesia en Filadelfia, donde se aplica
a Jesús (3:7). Santo quiere decir totalmente sin pecado y verdadero merecedor absoluto de confianza. Es-
tos dos conceptos son inseparables en su descripción de la divinidad. Los mártires recurren a Dios que
es santo y verdadero en su ser cuando su sangre en la tierra clama por justicia. El nombre y honor de
Dios son un tema ineludible, porque su pueblo estaba hecho a su imagen y comprado para Dios con la
sangre del Cordero (5:9). Los santos recurren a él para que haga que su santidad y verdad resplandez-
can. No prestar atención a su súplica significaría en realidad un borrón en su ser.
[p 261] «¿Por cuánto tiempo no juzgarás y vengarás nuestra sangre en aquellos que moran en la tie-
rra?» (compárese con Zac. 1:12). ¿Se trata de una súplica por venganza de parte de los mártires? La res-
puesta es no, porque esto sería indigno de los santos. Los santos piden a Dios justicia y ruegan que los
vengue. Él mismo ha dicho: «Mía es la venganza» y «el Señor defenderá a su pueblo» (Dt. 32:35, 36;
véase también 32:43; Ro. 12:19; Heb. 10:30). Esta promesa es solemne y segura, porque Dios nunca falta
a su palabra. El pronombre posesivo nuestra en «nuestra sangre»es sugestivo, porque Dios no olvida la
sangre derramada de su pueblo y repetidas veces advierte que no se derrame sangre inocente.35 Dios
vengará a su pueblo y someterá a justicia a sus enemigos. La frase «los que moran en la tierra» se refiere
no a todos los seres humanos sino más bien a la humanidad hostil a Dios.
11. A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que descansaran un poco más has‐
ta que se completara el número de sus consiervos y hermanos [y hermanas] que estaban a punto de 
ser sacrificados como ellos fueron sacrificados.
a. «A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca». La frase túnica blanca se encuentra repetidas ve-
ces en Apocalipsis, y significa las ropas de justicia. El color blanco denota santidad (véase 3:4, 5, 18; 4:4;
6:11; 7:9, 13). ¿Qué significa esta túnica? Algunos estudiosos le atribuyen el significado de que los santos

33 Thomas, Revelation 1–7, p. 444. Véase Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids:


Baker, 1979), p. 194. Adela Yabro Collins («The Political Perspective on the Revelation of John», JBL, 96 [1977]: 241–56)
sugiere que la muerte de cada mártir hace que el fin se acerque más.
34 Consúltese Günter Haufe, EDNT, 1:291; Karl Heinrich Rengstorf, TDNT, 2:48; Hans Bietenhard, NIDNTT, 2:509.

35 Gn. 4:10; Éx. 21:12; Nm. 35:33; 2 S. 4:11; Sal. 9:12; 106:38; Heb. 12:24; Ap. 16:6; 19:2. El autor de 1 Enoc 47:1–4 habla tres

veces de «la sangre del justo».


204

trasladados a la gloria reciben un cuerpo celestial, que se describe como una túnica. Basan su interpre-
tación en escritos apocalípticos judíos que se refieren a los cuerpos resucitados como «ropas de gloria»
(1 Enoc 52.16; 2 Enoc 22.8; Ascensión de Isaías 4.16; 9.6–7).36 Sin embargo, vestir una túnica blanca es una
forma antropomórfica de hablar, porque no hay ninguna otra forma de describir a los santos en el cielo.
La túnica blanca significa pureza.
b. «Y se les dijo que descasaran un poco más hasta que se completara el número de los santos». Juan
no brinda información en cuanto a quién se dirigió a los mártires, pero como pidieron a Dios justicia,
asumimos que el que habla es Dios mismo. No se les negó lo que pedían, pero sí se les dijo que descan-
saran y practicaran por un tiempo la paciencia. Descanso debe entenderse como un tiempo de bienaven-
turanza y de refortalecimiento al pie del altar.
¡Cuánto tiempo es «un poco»? Jesús se refirió a su inminente marcha cuando dijo: «Voy a estar con
ustedes un poco más de tiempo» (Jn. 7:33) y «Ustedes van a tener la luz sólo un poco más de tiempo»
(Jn. 12:35). Por [p 262] el contrario, las almas debajo del altar deben esperar que el juicio que piden se
celebre en la consumación. Nadie, ni siquiera el Hijo del Hombre, conoce cuándo va a llegar la culmina-
ción, porque es Dios el Padre quien establece los tiempos y las estaciones (Mt. 24:36; Hch. 1:7). Claro
que desde nuestra perspectiva nos inclinamos a pensar que «un poco» es un período breve. Pensamos
en función del tiempo cronológico, pero los santos que moran en la eternidad deben ver ese corto inter-
valo desde una perspectiva celestial y esperar. «La espera por ‘un poco más’ es en el cálculo de Dios
como un momento fugaz, aunque para nosotros puede durar por siglos» (cf. 12:12; 20:3)»37
La conclusión del «un poco» llega cuando se completa el número de los santos en el cielo. Nadie en
la tierra conoce cuantos santos habrá, porque Juan nos dice que vio «una gran multitud que nadie pudo
contar» (7:9). Sólo Dios conoce el número total de sus elegidos. Hendriksen comenta que el número
exacto «ha sido fijado desde la eternidad en su decreto. Hasta que ese número sea una realidad en la
tierra no puede llegar el día del juicio final».38 Al final de su descripción de los héroes de la fe, el autor
de Hebreos escribe acerca de la consumación: «Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin no-
sotros, pues Dios nos había preparado algo mejor» (Heb. 11:40).
c. «De sus consiervos y hermanos [y hermanas] que estaban a punto de ser sacrificados como ellos
fueron sacrificados».Cuanto más nos acercamos al final de los tiempos, más se enfurece Satanás contra
el pueblo de Dios. Sabe que el «un poco» llega rápidamente a su fin. Ataca a los santos en la tierra e in-
cluso mata a muchos de ellos en tanto que Dios le dé permiso de hacerlo. Pero cuando la paciencia de
Dios llega a su fin y se llena la copa de su ira, está cerca el tiempo del juicio (Mt. 23:32; 1 Ts. 2:16).
Aunque Juan recurre a veces al empleo de paralelismos, aquí las frases consiervos y hermanos [y her‐
manas] que están a punto de morir se puede interpretar en el sentido de que no todos los cristianos se en-
frentan a una muerte violenta en tiempos de persecución. Todos los verdaderos cristianos son servido-
res de Dios y soportan dificultades. A Juan, exiliado en la isla de Patmos pero que no sufrió la muerte,

36 Consúltese los comentarios de Caird (p. 86); Charles (1:176; 184–88), y Moffatt (p. 392). Véase también Murray J.
Harris, Raised Immortal: Revelation and Immortality in the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), pp. 98, 255.
37 Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,

1981), 12:475.
38 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 106. Compárese también con la literatura apócrifa de 1 Enoc 47.4; 4 Esdras (=2

Esdras); 2:41; 4:36; 2 Baruc 30.2.


205

se le llama «siervo» (1:1). Muchos cristianos sufren en una forma u otra por su fidelidad a Dios y a su
palabra, en tanto que otros pagan el precio último de la muerte. «Los fieles que están dispuestos a morir
pero que no fueron condenados a la muerte reciben la misma recompensa que los que sufrieron el mar-
tirio».39
[p 263] Palabras, frases y construcciones griegas en 6:11
πληρωθῶσιν—el aoristo pasivo del subjuntivo del verbo completar es la mejor lectura, frente a πληρώσωσιν,
que es el aoristo activo y que necesitaría un objeto directo sobreentendido, p.ej., el curso.40
καὶ οἱ σύνδουλοι αὑτῶν καὶ οἱ ἀδελφοὶ αὑτῶν—el empleo doble de la conjunción kai. puede traducirse
«tanto sus consiervos como sus hermanos» para indicar dos grupos de personas cada una introducida por un artí-
culo definido.
6. El sexto sello: el día del Señor 
6:12–17
En la escena del quinto sello, las almas en el cielo imploran a Dios que los reivindique y vengue su
sangre derramada; y se les dice que tengan paciencia. Luego, en la escena del sexto sello, Juan describe
el día del juicio, cuando los incrédulos enfrenten la ira de Dios y del Cordero.
En todo Apocalipsis, Juan se refiere de manera directa e indirecta al juicio al final de segmentos y ci-
clos. Por ejemplo, al final de su introducción alude al juicio con el que se enfrentan los incrédulos (1:7).
Al final de la última de las siete cartas, dirigida a Laodicea, menciona que sus seguidores se sentarán
con él en el trono de su Padre, que es una referencia indirecta al día del juicio (3:21; 20:4). El sexto y el
séptimo sellos están dedicados al juicio de los incrédulos. Si leemos la información que Juan da en los
siguientes versículos, entendemos que no está hablando de un evento que las personas pueden dejar de
lado. Más bien, señala el ineludible juicio final del que son presagios las catástrofes naturales.41
a. En la naturaleza 
6:12–14
12. Y vi cuando abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto y el sol se volvió negro como sayal 
hecho de pelo, y toda la luna se volvió como sangre. 13. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra 
como una higuera deja caer sus higos verdes cuando la sacude un vendaval. 14. Y el firmamento se 
retiraba como un pergamino cuando se enrolla, y todas las montañas e islas fueron desplazadas
Después de abrir el sexto sello, Juan advierte señales en la tierra y en el cielo. Lo primero que men-
ciona es un gran terremoto, fenómeno no desconocido para los lectores originales de Apocalipsis. Por
ejemplo, en el siglo primero terremotos destruyeron las ciudades de Sardis, Filadelfia [p 264] y Laodi-
cea. Pero nótese que este terremoto se califica con el adjetivo gran. El sol se eclipsó y la luna se puso de
color rojizo. Las estrellas cayeron hacia la tierra, y el firmamento desapareció. En la tierra cambia por
completo el paisaje de montañas e islas (compárese con 16:18).

39 Hailey, Revelation, p. 196.


40 Consúltese Aune, Revelation 6–16, p. 385; Beale, Revelation, p. 395.
41 Compárese con Ernest B. Allo, Saint Jean l’Apocalypse, Études bibliques (Paris: Gabalda, 1921), p. 90; S. Greijdanus, De 

Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 157.


206

¿Deben tomarse de manera literal estos fenómenos o de manera simbólica? Es cierto que un terremo-
to puede cambiar el perfil de un territorio, y un eclipse puede impedir que penetre la luz del sol y hacer
que la luna adquiera color de sangre. Pero las estrellas, que son mucho mayores que la tierra, no caen
sobre ella, y el firmamento no desaparece como un pergamino que se enrolla, y las montañas y las islas
no suelen cambiar de lugar. Antes de responder a la pregunta que se ha formulado, examinemos el re-
sto de las Escrituras.
a. Trasfondo escritural. He aquí algunos pasajes que hablan de fenómenos naturales (terremoto, eclip-
se de sol y de luna y estrellas que caen) tanto de los profetas como del discurso de Jesús sobre las últi-
mas cosas.
- «En el ardor de mi ira, declaro que en aquel momento habrá un gran terremoto en la tierra de Israel»
(Ez. 38:19).
- «El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el día del Señor, día grande
y terrible» (Jl. 2:31).
- «Ante este ejército tiembla la tierra y se estremece el cielo, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas
dejan de brillar» (Jl. 2:10; ver Is. 13:10).
- «Se desintegrarán todos los astros del cielo y se enrollará el cielo como un pergamino; toda la multi-
tud de astros perderá su brillo, como lo pierde la hoja marchita de la vid, o los higos secos de la
higuera» (Is. 34:4).
- «Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, ‘se oscurecerá el sol y no brillará más la
luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos’» (Mt. 24:29; también Mr.
13:24; ver Is. 13:10; 34:4).
Aunque hay otros pasajes con redacción similar (p.ej., Hag. 2:6–7), disponemos de suficiente eviden-
cia para entender que Juan deja que las Escrituras hablen acerca de lo que sucederá cuando llegue el día
del juicio. El universo entero quedará afectado, y la tierra sufrirá un cambio completo. Este es el día del
Señor en el que ocurrirán eventos catastróficos de enormes proporciones.
b. Imágenes y realidad. La redacción de Juan revela que está muy familiarizado tanto con las enseñan-
zas de los profetas del Antiguo Testamento como con el discurso de Jesús sobre las últimas cosas. Por
un lado, el lenguaje que emplea «difícilmente puede tomarse estrictamente al pie de la letra».42 Por otra,
ocurrirán algunos trastornos inusuales en la naturaleza cuando se [p 265] detenga el tiempo cósmico y
comience la eternidad. Un terremoto sacude el universo para indicar que la creación de Dios está ínti-
mamente involucrada en el día del juicio. El oscurecimiento del sol y la luna no es el resultado de un
eclipse transitorio sino que más bien significa el fin de su función de dar y reflejar la luz. No fue la luz
sino las tinieblas las que dominaban en el principio de la creación (Gn. 1:2), y así será para los no cre-
yentes cuando llegue el juicio. Las estrellas que caen del cielo se comparan con higos verdes que el vien-
to sacude de los árboles. La imagen es la de estrellas que caen; la realidad es un desplazamiento com-
pleto de las estrellas en el espacio. La atmósfera que nos ofrece el aspecto de un cielo azul desaparece y
es eliminado como una hoja enroscada de papel. Y por último, el contorno de esta tierra visible en mon-
tañas e islas cambia por completo.

42 Ladd, Revelation, p. 108.


207

Para quienes rechazan a Cristo y maldicen a Dios, los trastornos en la naturaleza son una represen-
tación del terror y temor de los que no pueden huir. Como Juan dedica el capítulo siguiente a los santos,
ahora centra la atención en los incrédulos.
c. Comentarios adicionales. Juan escribe: «El sol se volvió negro como sayal hecho de pelo». Si no hay
luz del sol, no hay calor. Esto quiere decir que el fenómeno no fue un eclipse ordinario, sino una total
supresión de los rayos del sol. En tiempos antiguos, el sayal hecho de pelos de cabrito era negro (com-
párese con Is. 50:3). Las personas en momentos de luto llevaban sayales para demostrar su dolor, pero
la tela también «sugería que la sociedad estaba desequilibrada y debía enderezarse» e indicaba una
amenaza del juicio venidero y un llamamiento al arrepentimiento.43
A la luz evanescente del sol, la luna se fue volviendo roja como el color de sangre. La escena sugiere
la inminente calamidad que caerá sobre las personas. La caída de estrellas sobre la tierra debería enten-
derse no en forma literal sino figurativa. Juan incluso utiliza la comparación con higos verdes que caen
de las ramas y cubren el suelo. Es una advertencia más de que ha llegado el fin. El cielo atmosférico se
enrosca como un rollo, como un pergamino que después de leído se enrolla y se guarda en un armario.
Este cielo es reemplazado por un nuevo cielo (21:1).44
[p 266] b. Para los incrédulos 
6:15–17
15. Y los reyes de la tierra, y los grandes hombres y generales, y los ricos y los fuertes, y todo es‐
clavo y persona libre se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las montañas. 16. Y dijeron a 
las montañas y a las rocas, «Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado en el 
trono y de la ira del Cordero». 17. Porque el gran día de su ira ha venido, y ¿quién puede mantenerse 
en pie?
a. «Y los reyes de la tierra, y los grandes hombres y generales, y los ricos y los fuertes, y todo esclavo
y persona libre se escondieron» (véase el paralelo en 19:18). Los reyes son los soberanos en la tierra, con
grandes hombres, luego de ellos, como consejeros y administradores. Los generales representan a las
fuerzas armadas y los ricos tienen influencia económica. Los hombres fuertes son poderosos en cuanto a
habilidad mental o física. En la parte baja de la escala social están las multitudes de esclavos y los que
han conseguido la libertad. He aquí un retrato de todos los estratos de la humanidad, desde arriba hasta
abajo, que se enfrentarán al juicio venidero. Al haber rechazado a Jesucristo como Señor y salvador, es-
tas multitudes son incapaces de eludir la ira de Dios y del Cordero.
b. «Se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las montañas».Los intentos por eludir el juicio
divino acaban en fracaso. Las clases de personas mencionadas antes tratan de ocultarse en cuevas y en-
tre formaciones rocosas de zonas montañosas. Pero cuando se producen catástrofes naturales, no tienen
donde esconderse. ¿Cómo debemos entender este versículo para que armonice con el pasaje anterior

43Larry G. Herr, ISBE, 4:256; Gustav Stählin, TDNT, 7:63.


44Los versículos 12–14 enumeran seis partes de la creación de Dios: tierra, sol, luna, estrellas, cielo y «toda montaña e
isla». Los versículos 15–17 enumeran seis clases de la sociedad humana que se enfrentan al juicio: reyes, grandes per-
sonajes, generales, los ricos, los poderosos y «todo esclavo y persona libre». Beale (Revelation, pp. 403–4) comenta: «Es-
te paralelismo podría también sustentar la sugerencia … de que el juicio del cosmos en los vv. 12–14 es simbólico del
juicio de los pecadores en los versículos 15–17. La pauta séxtuple paralela quizá enfatiza la imperfección de la creación
tanto inanimada como humana».
208

donde las montañas son desplazadas? Juan presenta otro aspecto de este cuadro; para decirlo de otro
modo, muestra un cuadro dentro de un conjunto de eventos que están sucediendo en forma simultánea.
Bauckham comenta que «las imágenes de Apocalipsis son flexibles, teológicamente importantes y no
están destinadas a ser ensambladas en un solo cuadro de lo que sucederá al final».45
c. «Y dijeron a las montañas y a las rocas, ‘Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está
sentado en el trono y de la ira del Cordero». En el siglo octavo antes de Cristo, el profeta Oseas profeti-
zó la caída de Israel. La destrucción de Samaria sería tan devastadora que la gente pediría a las monta-
ñas que los cubrieran y a las colinas que cayeran sobre ellos (Os. 10:8; véase también Is. 2:19). Camino al
Gólgota, Jesús citó estas palabras de Oseas cuando se dirigió a las mujeres que lloraban y gemían por él
(Lc. 23:30). Así, predijo la destrucción de Jerusalén, que sería tan horrible que el pueblo clamaría a las
montañas y colinas que los cubrieran.
[p 267] En Apocalipsis, los enemigos de Dios y del Cordero ven a las montañas sacudirse y a las ro-
cas caer; desesperados piden a estos objetos inanimados que caigan sobre ellos, porque ser aplastados
por ellos es preferible a enfrentarse con la ira divina. Se describe a Dios como el que está sentado en el
trono en el cielo y de cuyo rostro nadie pude esconderse (Sal. 139:7–12).
La frase la ira del Cordero sólo se encuentra aquí en el Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que la
ira está limitada al Cordero y que se excluya a Dios. Ni tampoco transmite el pensamiento de que un
animal manso como el cordero no puede airarse. La palabra Cordero es el símbolo del Cristo que se en-
frenta a sus enemigos al final de los tiempos. Estas personas son los adversarios «[que] pelearán contra
el Cordero y el Cordero los derrotará» (17:14). Además, el Cordero abre los siete sellos del rollo, y es el
Cordero el que desencadena su furia contra sus opositores. El Cordero, con el rollo de la historia del
mundo en la mano, es el juez que dirige su ira contra sus adversarios.
¿Cómo deberíamos entender la ira del Cordero? ¿Es una emoción del Señor o es el pronunciamiento
de castigo sobre sus enemigos? El contexto ayuda a responder a esta pregunta, porque se repite la pala-
bra ira en el versículo siguiente junto con la expresión «el gran día» (v.17; véase también Ro. 1:18; Heb.
3:11). Estas dos expresiones apuntan al día del juicio.46
d. «Porque el gran día de su ira ha llegado, y ¿quién puede mantenerse en pie?» El texto griego dice
literalmente, «Porque ha llegado el día, el gran día de su ira». Enfatiza primero el verbo ha llegado, por-
que ocupa el primer lugar en la frase, y luego el sustantivo día, que va seguido del adjetivo descriptivo
gran. Al día del juicio se le llama «el gran día» y en el Antiguo Testamento «el día del Señor» (Is. 13:9; Jl.
2:11, 31; Sof. 1:14, 15).
El verbo ha llegado está en tiempo pasado con una connotación presente que espera una realización
futura.47 Juan describe el cuadro de ese día, aunque el día mismo todavía no ha llegado. Es decir, todos
los terribles trastornos en la naturaleza y el universo acaban en el gran día del juicio, aunque el cum-
plimiento de este portento sobrecogedor debe esperar hasta la consumación.
Algunos manuscritos griegos emplean el pronombre posesivo neutro «su ira» en lugar del plural «la
ira de ellos». Esta lectura es gramaticalmente correcta por razón del sujeto singular «el Cordero». Pero

45 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 209.


46 Consúltese Gustav Stählin, TDNT, 5:424–25; Hans-Christoph Hahn, NIDNTT, 1:111; Wilhelm Pesch, EDNT, 2:529–30.
47 Bauer, p. 311.
209

en Apocalipsis, Juan nunca llama a Jesús Dios, pero con el empleo de pronombres coloca a Jesús en el
mismo nivel que Dios. Por ejemplo, leemos: «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil
años» (20:6); y «el trono de Dios y del Cordero estará en ello, y sus siervos lo servirán» (22:3).
[p 268] «¿Y quién puede mantenerse en pie?» Esta pregunta retórica tiene la respuesta implícita «na-
die sino la innumerable multitud». El salmista y los profetas del Antiguo Testamento hicieron la misma
pregunta: «¿Quién puede hacerte frente cuando se enciende tu enojo?» (Sal. 76:7b) y «¿quién podrá so-
portar el día de su venida?» (Mal. 3:2; véase Nah. 1:6). Los enemigos de Dios no piden misericordia y no
llegan a mostrar arrepentimiento genuino. Por el contrario, tratan de esconderse del juez, pero no pue-
den huir.
Palabras, frases y construcciones griegas en 6:17
ἦλθεν—el tiempo aoristo transmite el significado de que el gran día «ya ha llegado» (es decir, llegó cuando
comenzaron los signos del fin descritos en los versículos 12–14).48

48 Swete, Revelation, p. 95.


210

[p 269]  

7
Interludio: los santos 
(7:1–17)
[p 270]  

Bosquejo (continuación)
7. Interludio: los santos (7:1–17)
a. Los 144,000 sellados (7:1–8)
b. La gran multitud (7:9–12)
c. Una entrevista (7:13–17)
[p 271] 

CAPÍTULO 7
7 1 Después de esto vi a cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra, deteniendo los cuatro vientos
de la tierra, de manera que ningún viento pudiera soplar sobre la tierra, el mar o ningún árbol. 2 Y vi a otro ángel
que salía del este con el sello del Dios vivo, y clamaba con clamor fuerte a los cuatro ángeles a quienes les fue
dado poder para hacer daño a la tierra y al mar, 3 diciendo, «No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles
hasta que hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Y oí que el número de los que habían sido sellados era ciento cuarenta y cuatro mil sellados de cada tribu de
4

Israel.
5 De la tribu de Judá 12,000 fueron sellados,
de la tribu de Rubén 12,000,
de la tribu de Gad 12,000,
6 de la tribu de Aser 12,000
de la tribu de Neftalí 12,000
de la tribu de Manasés 12,000
7 de la tribu de Simeón 12,000
de la tribu de Leví 12,000
de la tribu de Isacar 12,000
8 de la tribu de Zebulón 12,000
de la tribu de José 12,000
de la tribu de Benjamín 12,000 fueron sellados.
211
Después de estas cosas vi, y mira, una gran multitud que nadie podía contar, de toda nación y de todas las
9

tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero. Iban vestidos con túnicas blancas con
ramas de palma en las manos. 10 Y exclamaban con voz fuerte, diciendo,
«La salvación pertenece a nuestro Dios quien está sentado
en el trono y al Cordero».
Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, los ancianos, y los cuatro seres vivientes; y se postra-
11

ron sobre el rostro delante del trono y adoraron a Dios, 12 diciendo,


«¡Amén! Loa y gloria y sabiduría y acción de gracias
y honor y poder y fortaleza sean para nuestro Dios
por los siglos de los siglos. ¡Amén!»
Y uno de los ancianos me preguntó: «Estas personas que están vestidas de túnicas blancas, ¿quiénes son y
13

de dónde vienen?» 14 Y le dije: «Señor, usted lo sabe». Y me dijo: «Son los que han salido de la gran tribulación y
han lavado sus túnicas y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
15 «Por tanto, están delante del trono de Dios
y lo sirven día y noche en su templo,
y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.
16 Y nunca más tendrán hambre ni sed;
ni el sol los abatirá ni ningún calor abrasador.
[p 272] 17 Porque el Cordero en el centro del trono los pastoreará,
y los guiará a manantiales de agua viva,
y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».
7. Interludio: los santos 
7:1–17 
Observaciones preliminares
a. Pausa. Muchos comentaristas ven el capítulo 7 como un paréntesis o interludio entre el sexto y
séptimo sellos (véase también el interludio entre la sexta y séptima trompetas, 10:1–11:14). Es correcto,
pero debo agregar que este capítulo es lo opuesto del sello inmediatamente anterior (6:12–17), que ex-
pone lo que sucede a los enemigos de Dios. El capítulo 7 revela qué sucede al pueblo de Dios. Así como
los enemigos se enfrentan a la ira y al juicio, los santos cantan alabanzas de liberación a Dios y al Corde-
ro. Todo el capítulo, dedicado a los santos, es más una cima que una pausa.1 A la pregunta planteada en
el sexto sello, «¿Quién puede mantenerse de pie?» (6:17), Juan da la respuesta: los 144,000 y la multitud
innumerable. No las personas que piden a las montañas y a las rocas que los oculten a la ira divina, sino
los santos que están delante del trono. Son los que Dios ha sellado, son lavados en la sangre del Cordero
y vestidos de túnicas blancas, con ramas de palma en las manos.
b. Asamblea. El capítulo 7 enseña que, en lo que Dios reúne a su pueblo, suspende todo juicio hasta
tanto no se hayan reunido y hayan sido sellados los santos (vv. 2, 3). Los santos que se reúnen en la

1 Refiérase a Hendrik R. van de Kamp, Israël in Openbaring (Kampen: Kok, 1990), p. 124.


212

gran multitud e incluyen a los 144,000 son el verdadero Israel (vv. 4–9a). Celebran la liturgia de la Fiesta
de los Tabernáculos (vv. 9b–10; Lv. 23:40). Además de los santos, todos los habitantes del cielo adoran a
Dios (vv. 11–12). Se describe a los santos como mártires que se están reuniendo como un cuerpo hasta el
fin de los tiempos (vv. 13–14).2 Y por último, están delante del trono de Dios y del Cordero para siempre
(vv. 15–17).
c. Interpretación. Hay dos formas de interpretar el capítulo 7, a saber, de manera literal o de manera
simbólica. La primera interpretación explica el número 144,000 como el número total que consiste de
12,000 personas selladas de cada una de las doce tribus de Israel.3 El grupo de personas que nadie pudo
contar tomadas de toda nación, tribu, pueblos y lenguas son los gentiles, aunque no se emplea esa pala-
bra. La segunda interpretación [p 273] utiliza un enfoque simbólico en cuanto a los números en este ca-
pítulo. En todo Apocalipsis, los números tienen un significado simbólico, como resulta evidente, por
ejemplo, en el número siete que da la idea de totalidad. Así que es más probable que el número 144,000
(doce veces doce mil) debería interpretarse de manera simbólica para expresar perfección.4 Esto se
vuelve evidente con respecto a las medidas de la nueva Jerusalén, que tiene 12,000 estadia de longitud,
anchura y altura, un cubo perfecto y símbolo de perfección (véase el comentario de 21:16). Además, las
dos escenas de los 144,000 y de la multitud incalculable son dos cuadros similares que enfatizan el
mismo mensaje. La primera escena representa idealismo y la segunda realismo. La segunda fortalece la
primera y la amplifica; «Las dos imágenes describen la misma realidad».5
c. Analogías. Son dignos de mención la correlación entre los capítulos 7 y 21–22 y su desarrollo:6
- el sello en la frente (7:3 y 22:4)
- las doce tribus de Israel (7:4–8 y 21:12)
- las naciones (7:9 y 21:24, 26)
- el trono de Dios (7:9, 15 y 22:1, 3)
- el servicio prestado (7:15 y 22:3)
- el templo (7:15 y 21:22)
- la morada de Dios (7:15 y 21:3)
- sed y manantiales de agua viva (7:16–17 y 21:6)

2 Refiérase a J. Comblin, «Le réassamblement du peuple de Dieu: Ap. 7:2–4, 9–14», AssembSeig 66 (1973): 42–49.
3 John F. Walvoord (The Revelation of Jesus Christ [Chicago:Moody, 1966], p. 143) comenta que se salvarán muchos más
que 12,000 de cada tribu, pero que los 144,000 son los que están protegidos durante el tiempo de tribulación. Véase
también Robert L. Thomas, Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1992), pp. 477–78.
4 Donald Guthrie, New Testament Theology (Downers Grove: InterVarsity, 1981), p. 640; Alan F. Johnson, Revelation, en

The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 12:481; Richard Bauckham,
The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 218; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the 
Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 416–23; Kendell H. Easley, Revelation, HNTC (Nashville:
Broadman & Holman, 1998), pp. 125–26.
5 Richard Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge

University Press, 1993), p. 76. Mathias Rissi (Time and History: a Study on Revelation [Richmond: John Knox, 1966], p. 89)
comenta que «la designación de los 144,000 como ‘siervos de nuestro Dios’ se suele utilizar para la iglesia de Jesús».
6 Van de Kamp, Israël in Openbarung, p. 125.
213

- enjugar lágrimas (7:17 y 21:4)


Es decir, si explicamos los números y los nombres en los capítulos 21 y 22 de forma simbólica, espe-
ramos que los nombres y números del capítulo 7 deban también interpretarse de manera figurativa. De
igual modo, en este capítulo Juan presenta Apocalipsis como una serie de cuadros desde una perspecti-
va simbólica. William Milligan observa; «La costumbre del vidente es destacar y espiritualizar todos los
nombres judíos. El templo, el tabernáculo y el altar, el monte Sión y Jerusalén son para él encarnaciones
de ideas más profundas que las que transmiten de manera literal».7
[p 274] e. Secuencia. R. H. Charles defiende una serie de transposiciones en Apocalipsis: una de ellas
está en el capítulo 7. «Restaura» los versículos 5–6 «a su orden original, en el que a los hijos de Lea les
siguen los de Raquel, y a éstos a su vez primero los hijos de la sirvienta de Lea y luego la de Raquel».8
No puede, sin embargo, proporcionar ninguna prueba de su transposición, porque no hay testigos tex-
tuales que lo ayuden a ello. Su interpretación es estrictamente literal y no toma en cuenta que Juan
habla no acerca del Israel físico sino de un Israel espiritual. Por razones espirituales se menciona a Judá
como primero de la lista y no a Rubén, el primogénito de Jacob. Judá es primero porque Jesucristo des-
cendió de él; también la mezcla de los nombres de los patriarcas tiene como fin mostrar que han con-
cluido los privilegios físicos y las posiciones.9
a. Los 144,000 sellados 
7:1–8
1. Después de esto vi a cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra, deteniendo los 
cuatro vientos de la tierra, de manera que ningún viento pudiera soplar sobre la tierra, el mar o nin‐
gún árbol.
Cuando Juan escribe «después de esto», se refiere al contexto inmediatamente anterior, la apertura
del sexto sello. El séptimo sello (8:1) se abrirá después de que haya descrito las dos visiones incluidas en
este capítulo. Juan ve cuatro ángeles, cada uno situado en una de las esquinas de la tierra. Esto no debe-
ría entenderse en forma literal sino más bien simbólica, porque apunta a la totalidad de la creación de
Dios y a las cuatro direcciones: norte, este, sur y oeste.
Estos cuatro ángeles (véase 9:14–15) tienen autoridad sobre los cuatro vientos que soplan sobre la
tierra y pueden detener el poder destructor de estos vientos. R. C. H. Lenski comenta con acierto que la
palabra ángeles sin ningún término que la califique nunca se utiliza para referirse a diablos.10 Los ánge-
les siempre son mensajeros de Dios, enviados como servidores suyos (Sal. 104:4; Heb. 1:7, 14). De nuevo
Juan encuentra sus imágenes en el Antiguo Testamento. La expresión las cuatro esquinas de la tierra se
encuentra en algunos pasajes (Is. 11:12; Ez. 7:2). Y la expresión los cuatro vientos del cielo se encuentra en

7 William Milligan, The Book of Revelation (New York: Armstrong and Son, 1899), p. 118; Homer Hailey, Revelation: An 
Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 205.
8 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:207–8;

2:405 n. 3.
9 S. Greijdanus, De Openbarung des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 169.

10 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 245.


214

Dn. 7:2; 11:4; Zac. 6:5 (véase Ez. 37:9).11 El [p 275] texto, sin embargo, dice los cuatro vientos de la tierra, no
del cielo. Son los agentes de Dios para ejecutar el juicio.
Los ángeles detienen el poder de estos cuatro vientos de forma que no destruyan la gran creación de
Dios con huracanes, tornados y tempestades (compárese con Jer. 49:36). Los vientos con su poder po-
tencialmente destructor todavía no tienen permiso de causar daño a nada en la creación de Dios. Su
creación se sintetiza en la interesante combinación de tierra, mar y árbol. Separa las masas terrestres de
los océanos, y el árbol simboliza el reino vegetal. Los árboles altos son sumamente vulnerables a vientos
violentos.
Tres observaciones. La imagen del viento en Apocalipsis, aparte de la ilustración en 6:13, sólo se en-
cuentra en este versículo. Luego, como humanos, somos totalmente incapaces de controlar el tiempo
atmosférico; es Dios quien envía los vientos (Jn. 3:8). Y por último, se suspenden de momento las inmi-
nentes catástrofes que estos vientos causan.
2. Y vi a otro ángel que salía del este con el sello del Dios vivo, y clamaba con clamor fuerte a los 
cuatro ángeles a quienes les fue dado poder para hacer daño a la tierra y al mar, 3. diciendo, «No 
hagáis daño a la tierra, ni al mar ni a los árboles hasta que hayamos sellado en la frente a los siervos 
de nuestro Dios».
a. «Y vi a otro ángel que salía del este con el sello del Dios vivo». La palabra otro significa un ángel
de la misma clase que los cuatro anteriores que mantienen controlados a los vientos. No podemos decir
mucho acerca de este ángel excepto de dónde procede y la señal que lo identifica. Viene del este, lo cual
significa que se acerca a Juan desde donde sale el sol, la fuente de luz. Para ilustrarlo, el templo de Jeru-
salén miraba hacia el este para centrar la atención en la salida del sol y la presencia de Dios (véase Ez.
43:2). La señal de identidad del ángel es «el sello del Dios vivo». Esta señal parece comunicar el cuidado
protector de Dios que nadie puede subvertir ni deshacer. El Dios vivo,12 como fuente de vida que mora
en la eternidad, envía al ángel a una misión para frenar el poder destructor de los vientos.
b. «Y clamaba con clamor fuerte a los cuatro ángeles a quienes les fue dado poder para hacer daño a
la tierra y al mar». Al parecer, los ángeles que Dios envió en una misión proclaman su mensaje con voz
poderosa, porque esta redacción se encuentra repetidas veces en Apocalipsis (10:3; 14:7, 9, 15; 18:2;
19:17). Hace falta un clamor fuerte para llegar a los límites de la tierra, de modo que los cuatro ángeles
puedan oír el mensaje del ángel. Los ángeles a quienes va dirigido tienen el poder destructor para hacer
daño tanto a la tierra como al mar.
[p 276] c. «Diciendo: ‘No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que hayamos sellado
en la frente a los siervos de nuestro Dios’». La palabra que se dirige a estos cuatro ángeles que ocupan
lugares en las cuatro direcciones de norte, este, sur y oeste, es no hacer daño a la tierra ni al mar ni a los
árboles. No se les permite ni siquiera comenzar su labor destructora. Dios dio al ángel el mensaje por-

11 «Los cuatro vientos del cielo» en Zac. 6:5 (en algunas versiones) se puede traducir como «los cuatro espíritus del
cielo». Como el término hebreo rûah puede significar también «espíritu», el punto es si debería traducirse como «vien-
tos» o «espíritus». La LXX tiene la lectura anemoi (vientos). Y por último, es dudoso que se puedan convertir estos cua-
tro vientos en cuatro caballos (6:2–7) a partir de Zac. 6.
12 La expresión el Dios vivo prevalece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Dt. 5:26; Jos. 3:10; 1 S. 17:26,

36; 2 R. 19:4, 16; Sal. 42:2; 84:2; Is. 37:4, 17; Jer. 10:10; 23:36, Dn. 6:26; Os. 1:10; Mt. 16:16; 26:63; Hch. 14:15.
215

que ama su creación y en especial a su pueblo (compárese con 9:4). Jesús dijo: «¿No se venden dos go-
rriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él
les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza» (Mt. 10:29–30). Cuando el ángel emplea la
palabra árboles en plural, indica que los ojos de Dios se fijan en todo lo que hay en su creación.
Aunque el ángel que anuncia el mensaje está solo, representa a una multitud de ayudantes cuando
dice: «Hasta que hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios». Dios envía a sus ángeles
para sellar a su pueblo, porque sus siervos le pertenecen y se reconocen por un sello.
¿Qué es exactamente un sello? William Hendriksen comenta primero que «es lo más precioso bajo el
cielo» y luego presenta tres funciones del sello. Primero, impide alterar; luego, garantiza la propiedad; y
por último, aplicado a un documento, certifica que es auténtico.13
¿Cómo se marca a los siervos de Dios con un sello? Como en todas las secciones de Apocalipsis,
Juan se apoya en las Escrituras del Antiguo Testamento. El pueblo de Judá había vuelto la espalda a
Dios y a su templo y en su lugar adoraba a la naturaleza. En una visión, el profeta Ezequiel vio a un
hombre vestido de lino con un estuche de escriba en la mano, a quien se le instruyó para que fuera por
toda Jerusalén y pusiera una marca en la frente de todos los que vivían apesadumbrados por la idolatría
que había en el lugar (Ez. 9:4). Todos fueron exterminados excepto los que tenían la marca en la frente.
El símbolo del pueblo de Dios es la señal invisible del Padre y del Cordero (Ap. 14:1) para significar que
los santos son miembros de la familia de Dios, comprados por el Hijo y llenos del Espíritu. Por el con-
trario, los incrédulos tienen la marca de la bestia en la diestra y en la frente (13:16)
Los siervos de Dios no son sólo profetas, pastores y dirigentes de la iglesia, sino que incluye a todos
los creyentes. Es decir, son siervos quienes sirven con fidelidad a Dios amándolo con todo el corazón, el
alma y la mente y amando a su prójimo como a sí mismos. La palabra siervos, que se encuentra en 2:20;
19:2, 5; 22:3, 6 y en la expresión del Antiguo Testamento siervos de Dios, denota a los santos. Siervos son
todos los que reflejan la gloria de Dios en todos los aspectos de su vida. De ahí que la marca invisible en
la frente se vuelve visible en las palabras y hechos de estos dedicados seguidores de Jesús, cuando si-
guen sus huellas.
[p 277] d. «sellados». ¿Cómo se relaciona un sello con los santos? Primero, están seguros, y nadie, ni
siquiera Satanás, puede arrebatarlos de la mano de Dios (Jn. 10:28). Luego, pertenecen a Jesús y son su
posesión. Y tercero, la palabra dicha a ellos es verídica e inmutable, y sus promesas son genuinas.
El cristiano es sellado en este triple sentido. El Padre lo ha sellado, porque el creyente disfruta de la
protección del Padre por toda la vida. El Hijo lo ha sellado, porque lo ha comprado y redimido con su
propia sangre preciosa. El Espíritu lo ha sellado (Ef. 1:13), porque da testimonio de que somos hijos de
Dios (Ro. 8:16).14
Sin embargo, no están libres de daños físicos. Muchos cristianos en las siete iglesias de la provincia
de Asia podían dar fe de ello (véase 2:10). A lo largo de los siglos, innumerables creyentes han sido, y
están siendo en la actualidad, perseguidos, maltratados y aniquilados debido a su testimonio de Cristo.
¿Qué significa, pues, ser sellado? La respuesta se encuentra en la palabra hasta, «hasta que hayamos se-

13 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 110; véase también Beale,
Revelation, pp. 409–15.
14 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 110.
216

llado en la frente a los siervos de nuestro Dios». Dios difiere el juicio, descrito aquí como el poder des-
tructor de los vientos, hasta que el último de los santos se haya unido a los demás y haya sido sellado.
Los ángeles que marcan a los creyentes con un sello los protegen frente al juicio venidero (véase 9:4).
Así, ser marcado con el sello del Dios vivo quiere decir que él protege a su pueblo frente al juicio
(3:10).15 También responde a la pregunta planteada en 6:17: «Porque el gran día de su ira ha llegado, y
¿quién puede mantenerse en pie?» No los incrédulos que buscan protección en montañas y rocas, sino
los creyentes que están protegidos con el sello de Dios. Pueden mantenerse en pie delante de él y del
Cordero, porque no temen el juicio venidero.
Todos los santos, sellados con el sello del Dios vivo, son exonerados; se regocijan en la presencia del
Cordero. Por otro lado, los enemigos de Dios se enfrentan a la ira de Dios y del Cordero y no pueden
eludirla (6:15–17).
4. Y oí que el número de los que habían sido sellados era ciento cuarenta y cuatro mil sellados de 
cada tribu de Israel.
Nótese que Juan pasa del verbo ver al verbo oír, y utiliza el tiempo pasado, «oí». En otras palabras,
oír el número de los que recibieron el sello indica que la suma total no es un secreto. Este conocimiento
no tiene que esperar hasta que la última persona haya sido marcada con el sello del Dios vivo. Aunque
la información se refiere al futuro, el verbo habían sido sellados está en tiempo pasado. Dios conoce el
número de los que reciben los sellos, y Juan lo comunica en forma simbólica a los lectores.
El número de los que son sellados es 144,000, que es doce multiplicado por doce veces mil (doce al
cuadrado multiplicado por diez al cubo).16 El [p 278] número doce en Apocalipsis siempre se refiere a lo
que es perfecto: los santos (7:5–8), la mujer con doce estrellas en la cabeza (12:1), las doce tribus de Israel
(21:12), los diversos aspectos de la nueva Jerusalén (21:12, 14, 16), y los doce árboles que dan fruto
(22:2). Y el número mil es diez multiplicado por diez multiplicado por diez, lo cual equivale a una mul-
titud. Diez es el número de abundancia en el sistema decimal. De ahí que 144,000 es un número simbó-
lico que expresa una multitud marcada por una perfección absoluta.17 Las doce tribus de Israel multipli-
cado por los doce apóstoles (21:12, 14) multiplicado por mil equivale a perfección multiplicado por per-
fección multiplicado por una multitud. He aquí el cuadro del ideal, que va seguido de un cuadro de lo
actual en el versículo 9.

15 Reinier Schippers, NIDNTT, 3:500; Gottfried Fitzer, TDNT, 7:951; Tim Schramm, EDNT, 3:317.
16 Easley, Revelation, p. 125.
17 Karl Heinrich Rengstorf, TDNT, 2:324. Richard Bauckham afirma que los 144,000 son el ejército israelita del león de

Judá pertrechados para reconquistar la tierra prometida en la guerra mesiánica. Véase su «List of the Tribes in
Revelation 7 Again», JSNT 42 (1991): 99–115; consultar su Climax of Prophecy, pp. 215–237. Aunque ve un modelo en
Números 1, Apocalipsis 7 apunta hacia el Cordero, que ha triunfado (5:5), y a la victoria que comparten santos y ánge-
les. Además, los números 144,000 y 12,000 deben entenderse de manera simbólica, no literal. Luego, Ap. 7 no habla de
una guerra mesiánica; de hecho el contexto menciona a los «siervos de nuestro Dios» (v. 3) no a los «soldados de nues-
tro Dios». Los versículos 4–8 no contienen términos militares. Se incluye en la lista el nombre de Leví, porque el con-
texto no menciona el servicio militar ni la posesión de tierra. Y por último, si los 144,000 son soldados, entonces las
mujeres quedan excluidas de dicho número. Juan menciona el ejército del Señor en 19:19, pero no da ningún indicio de
que el ejército mismo participe en alguna guerra. Compárese con David E. Aune, Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville:
Nelson, 1998), p. 436.
217

«De toda tribu de Israel». Una multitud incalculable transmite el concepto de armonía, unidad y ex-
celencia. Aunque es real la tentación de tomar en forma literal el término «toda tribu de Israel», el Nue-
vo Testamento enseña que las barreras de distinciones raciales han sido derribadas. Todos los creyentes
son uno en Jesucristo (Ro. 10:12; 1 Co. 12:13; Gá. 3:28; Ef. 2:14–16; Col. 3:11). La armonía en Jesucristo
trasciende todas las divisiones étnicas, sociales y sexuales. En resumen, el término Israel en este versícu-
lo representa al pueblo de Dios.
5. De la tribu de Judá 12,000 fueron sellados,
de la tribu de Rubén 12,000,
de la tribu de Gad 12,000,
6. de la tribu de Aser 12,000
de la tribu de Neftalí 12,000
de la tribu de Manasés 12,000
7. de la tribu de Simeón 12,000
de la tribu de Leví 12,000
de la tribu de Isacar 12,000
8. de la tribu de Zebulón 12,000
de la tribu de José 12,000
de la tribu de Benjamín 12,000 fueron sellados.
[p 279] a. Dificultades. El primer problema que enfrentamos es la redacción del versículo 4 «de cada
tribu de Israel», que se explica con una lista de doce tribus. Sin embargo, en otras partes del Nuevo Tes-
tamento, la expresión doce tribus se refiere a Israel como nación y no a doce tribus individuales (Hch.
26:7; Stg. 1:1). Las doce tribus constituyen la base sobre la que se edifica y completa la estructura de la
casa de Dios, y todos los habitantes de la casa de Dios constituyen una familia, sin ninguna subdivisión.
Los creyentes de pueblos que no son Israel se injertan al olivo, para utilizar la expresión de Pablo, y cre-
cen junto con las ramas naturales (Ro. 11:17). Dijo Jesús: «Tengo otras ovejas que no son de este redil, y
también a ellas debo traerlas. Así ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn.
10:16).
b. Estructura. La secuencia de las doce tribus mencionadas aquí difiere bastante de las utilizadas en
otras partes del Antiguo Testamento. Por ejemplo: «Los hijos de Israel fueron Rubén, Simeón, Leví, Ju-
dá, Isacar, Zabulón, Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser» (1 Cr. 2:1–2; véase también Gn. 35:23–26).
Pero Judá antecede a Rubén, que es el primogénito, Dan no aparece en la lista, y en su lugar, para com-
pletar el número doce, aparece el nombre de Manasés como nieto de Israel (compárese con la lista en
Ez. 48:1–7, 23–29).
Hay por lo menos tres características similares en las listas de Apocalipsis y 1 Crónicas. Primera,
aparte de los primeros dos versículos del capítulo 2, el Cronista hace un catálogo sobre todo de la fami-
lia de Judá (2:3–4:23); segunda, incluye a la familia de Manasés (5:23–26; 7:14–19), pero pone a Efraín en
lugar de José (7:20–29); y, tercera, omite a la familia de Dan.
218

La razón de eliminar el nombre de Dan de la lista se remonta al relato en el que los descendientes de
Dan cayeron en idolatría (Jue. 18:30–31). También fueron los primeros en cometer el pecado de aposta-
sía, porque aceptaron un becerro de oro que Jeroboam colocó en la parte septentrional de Israel como
centro de culto. Escogió ese lugar para que el pueblo de Israel pudiera rendir culto ahí y no tuviera que
desplazarse hasta Jerusalén (1 R. 12:29–30). Debido a su grave pecado, la tribu de Dan fue entre las pri-
meras que tuvo que exiliarse.18 Después de que llegó a su fin el período de exilio, las Escrituras no vuel-
ven a mencionar a Dan.
Juan también excluye a Efraín de su lista. Esta tribu estuvo de igual modo de acuerdo con Jeroboam
en colocar otro becerro de oro en Betel como [p 280] sustituto del verdadero culto a Dios en Jerusalén (1
R. 12:29). Efraín, por tanto, no debería incluirse bajo el nombre de José, porque éste ha tomado el lugar
de Efraín (véase Sal. 78:67b; Os. 5:3–5).
La organización de las doce tribus en Apocalipsis difiere por varias razones. Se menciona primero a
Judá porque de su tribu es que nació Jesús (Mt. 1:3; 2:6; Lc. 3:33; Heb. 7:14; Ap.5:5). Se incluye el nombre
de Leví porque el contexto no tiene nada que ver con servicio militar ni con posesión material de terri-
torio (Nm. 1:47; Dt. 10:9). Algunos estudiosos han propuesto una serie de soluciones. Por ejemplo, Hen-
ry Barclay Swete sugiere que la secuencia de Juan tiene en parte su origen en el orden de nacimiento de
los doce patriarcas y en parte en la ubicación geográfica de las doce tribus.19 Judá es la tribu real, segui-
do de Rubén el primogénito. A la tribu de Gad se le dio el territorio al norte de la tribu de Rubén, al este
del Jordán (Jos. 13:24–28). Las tribus de Aser y de Neftalí estaban en la parte septentrional y central de
Galilea, con la de Manasés en el centro de Israel. Simeón y Leví, como hijos de Lea, habían nacido des-
pués de Rubén. Las tribus de Isacar y Zebulón ocupaban la parte meridional de Galilea. Y José y Benja-
mín eran hijos de Raquel.
De igual modo Bauckham sugiere que en la época en que se escribió Apocalipsis, una lista modifi-
cada difería del orden habitual al colocar a los hijos en relación con sus respectivas madres. Los hijos de
Lea son Judá, Rubén, Simeón, Leví, Isacar y Zabulón, de los cuales los últimos cuatro se ubicaban en
bloque después de la secuencia Gad, Aser, Neftalí y Manasés.20 Se trata de una explicación en verdad
útil, aunque subsisten los interrogantes acerca de José y de Manasés y de la exclusión de Efraín.
La secuencia de estos nombres como tal no es importante. «Baste decir que en términos generales,
resulta virtualmente imposible explicar el orden inusual y la composición de la lista de tribus interpre-
tándola como descriptiva del Israel étnico. Pero si se ve en esta lista un retrato de la iglesia como el

18 Thomas, Revelation 1–7, p. 481. La tribu de Dan pasó a formar parte de Siria durante el reinado de Asa (1 R. 15:20; 2
Cr. 16:4) y regresó a Israel cuando Jeroboam II lo conquistó (2 R. 14:25); el gobernante asirio Tiglath-Pileser II se apode-
ró de la zona en el 722 a.C. y desterró a su pueblo (2 R. 15:29). Sin embargo, Ezequiel profetizó que Dan iba a recibir un
territorio (Ez. 48:1). Ireneo (Contra Herejías 5.30.2) especuló que se esperaba que el Anticristo procediera de la tribu de
Dan. Y Dn. 5:6 de los Testamentos de los Doce Patriarcas afirma que la tribu de Dan tuvo a Satanás como príncipe custo-
dio. Véase también Charles E. Hill, «Antichrist from the Tribe of Dan», JTS, n.s. 46 (1995): 99–117.
19 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 98.

20 Bauckham («List of the Tribes», p. 113) utiliza una lista tomada de Pseudo Filón y de los Testamentos de los doce Pa‐

triarcas. R. E. Winkle («Another Look at the List of the Tribes in Revelation 7», AUSS 27 [1989]: 53–67) propone que se
omita a Dan porque Judas Iscariote estuvo relacionado con esa tribu.
219

nuevo Israel … se resuelven fácilmente las dificultades».21 Importante es la gran multitud que nadie
puede contar; procede de las doce tribus de Israel. En respuesta a la gran comisión (Mt. 28:20), una mul-
titud en todo el mundo ha llegado a la fe en Cristo y, con los santos del Antiguo Testamento, conforman
el número total de los siervos de Dios (Heb. 11:40).
[p 281] Palabras, frases y construcciones griegas en 7:1–3
Versículo 1
μήτε ἐπὶ πᾶν δένδρον—literalmente, «y no sobre todo árbol». La partícula negativa se encuentra en una
cláusula que se inicia con ἱνα y rige las negaciones que siguen. Nestle-Aland27 da margen para una división por
párrafos en el sentido de un nuevo segmento, de modo que el versículo 1 equivaldría a un versículo introducto-
rio.
Versículo 2
αὑτοῖς—el pronombre personal es superfluo por razón del objeto indirecto οἶς. La construcción es un semi-
tismo, que se encuentra repetidas veces en Apocalipsis (3:8; 7:9; 13:8, 12; 20:8)
Versículo 3
μὴ ἀδικήσητε—el aoristo subjuntivo sirve como el aoristo imperativo para una prohibición negativa cuya ac-
ción todavía no ha comenzado.
μετώπων—esta expresión tiene el sentido de «el espacio entre los ojos».22
b. La gran multitud 
7:9–12
9. Después de estas cosas vi, y mira, una gran multitud que nadie podía contar, de toda nación y 
de todas las tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero. Iban vestidos 
de túnicas blancas con ramas de palma en las manos.
a. Método. Al leer Apocalipsis, nos damos cada vez más cuenta de que Juan lo escribe desde una
perspectiva judía. El autor de manera repetida presenta su material en una forma al parecer repetitiva
que tiene como fin poner de relieve un cierto punto: dos relatos similares de lo mismo a menudo enfati-
zan una revelación específica que Juan menciona. El primer relato es el ideal en tanto que el segundo es
la realidad.
La cifra 144,000 (v. 4) y la presentación subsiguiente de las doce tribus con 12,000 personas cada una
(vv. 4–8), entendida en forma simbólica, representa el ideal. Con el empleo de números, Juan ilustra
como ideal la perfección. En la siguiente ilustración, describe la realidad, con lo que se le permite ver en
el cielo, a saber, los santos que están de pie delante del trono de Dios y del Cordero (vv. 9–12). En capí-
tulos anteriores (4 y 5) había descrito a los ancianos y ángeles alrededor del trono divino, pero ahora
menciona a una multitud innumerable que ingresa al cielo y se acerca al trono. El primer cuadro retrata

21 Christopher R. Smith, «The Portrayal of the Church as the New Israel in the Names and Order of the Tribes in
Revelation 7.5–8», JSNT 39 (1990): 117.
22 A.T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),

p. 609.
220

al pueblo de Dios desde una perspectiva [p 282] histórica, en tanto que el segundo presenta a la muche-
dumbre incalculable como producto completo de la obra redentora de Cristo.23
b. Características. La frase después de esto introduce un nuevo cuadro que no forma parte de la tierra
sino del cielo. Juan oyó la cifra 144,000 en la escena precedente (v. 4); ahora ve una gran multitud que
nadie podía contar. Primero menciona a las tribus de Israel (vv. 5–8); luego describe a los santos «de
toda nación y todas las tribus y pueblos y lenguas». La palabra nación (griego ethnos) significa todos los
pueblos que conforman una nación. A menudo una nación se compone de varios grupos de personas,
de modo que el término griego debería entenderse en forma inclusiva. Estos grupos de personas inclu-
yen a los creyentes judíos como parte de esta innumerable multitud. Se entiende que todos estos santos
han sido sellados y, por esto, no hace falta volver a mencionarlo. Estamos frente a un cuadro de la igle-
sia universal que, en el sentido más pleno, cumple la palabra de Jesús: «Y este evangelio del reino se
predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin» (Mt. 24:14).
Isbon Beckwith formula la pregunta: «¿Quiénes, entonces, en la intención del autor, son los 144,000
que deben recibir el sello?» Su respuesta es que estas personas «son el cuerpo todo de la iglesia, judíos y
gentiles por igual».24 Comenta que esta observación concuerda con Juan el apocalíptico, porque «violen-
ta lo menos posible el espíritu universalista del libro». De hecho, Juan menciona de nuevo a los 144,000
en 14:1, donde los santos tienen escrito en la frente el nombre del Cordero y del Padre. Estos santos son
todos los redimidos. Con los nombres divinos como sello en la frente, representan a la multitud que
nadie puede contar.
La secuencia de palabras nación, tribu, pueblo y lengua se encuentra siete veces en distinto orden en
Apocalipsis (5:9; 7:9; 10:11; 11:9; 13:7; 14:6; 17:15; véase el comentario de 5:9). En este cuadro, todos los
santos están frente el trono de Dios y del Cordero, a saber, delante de su creador y redentor.
c. Descripción. Los santos van vestidos de blanco, lo cual es cumplimiento de la promesa de Jesús a la
iglesia en Sardis de que quienes sean fieles serán vestidos de blanco (3:4, 5). El color blanco significa
santidad. También a las almas debajo del altar se les dan ropas blancas (6:11; véase también 3:18; [p 283] 
4:4; 7:13). Estamos ante una escena del cielo delante el trono de Dios y del Cordero.
Los santos llevan en la mano ramas de palma como signo de victoria. De los cuatro evangelistas sólo
Juan menciona que en la entrada triunfal de Jesús el Domingo de Ramos, el pueblo tomó ramas de pal-
ma para darle la bienvenida. La frase ramas de palma sólo se utiliza dos veces en el Nuevo Testamento,
aquí y en Jn. 12:13 (véase también Lv. 23:40; 1 Mac. 13:51; 2 Mac. 10:7).25 La victoria es de Jesucristo,

23 Craig S. Keener, Revelation, NIVAC (Grand Rapids: Zondervan, 2000), p. 212. Raymond Brown (An Introduction to the 
New Testament, Anchor Bible Reference Library [New York: Doubleday, 1996], p. 788) propone que la iglesia sucede a
Israel y, por ello, incluye a todo el mundo. Los 144,000 en la tierra y la multitud en el cielo «podrían describir a una
iglesia que es tanto terrenal como celestial, tanto militante como triunfante». Véase también Harry R. Boer, The Book of 
Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), p. 59. J. Ramsey Michaels (Revelation, IVP NTC [Downers Grove: InterVar-
sity, 1997], p. 113) comenta: «144,000 judíos se transforman en una multitud innumerable de todas las naciones de la
tierra».
24 Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 535 (su bastardilla). Véa-

se también Charles, Revelation, 1:199–201.


25 J. A. Draper («The Heavenly Feast of Tabernacles: Revelation 7:1–17», JSNT 19 [1983]:133–47) sugiere la posibilidad

de que algunos grupos cristianos observaran la Fiesta de los Tabernáculos, que daba impulso a la importancia escato-
lógica para Apocalipsis. Pero no tenemos que inferir que las ramas de palma apunten a una Fiesta de los Tabernáculos
221

quien derrotó a Satanás, a la muerte y al sepulcro; el gozo es de los santos que celebran su triunfo.26 Es-
tán eternamente agradecidos por la redención que Cristo obtuvo para ellos.
10. Y exclamaban con voz fuerte, diciendo,
«La salvación pertenece a nuestro Dios quien está sentado
en el trono y al Cordero».
Los santos en el cielo entonan al unísono un cántico, aunque procedían de muchas naciones y habla-
ban lenguas diferentes. En el cielo ha concluido la confusión de Babel y todos los santos hablan la mis-
ma lengua. Como en otros lugares, Juan oye a los moradores en el cielo prorrumpir en exclamaciones en
alta voz, pero en este caso por júbilo. Entonan un cántico en el que todo el énfasis recae en la palabra
salvación debido a la obra redentora que el Cordero llevó a cabo.
Los redimidos están delante del trono y delante del Cordero. Dios, sentado en el trono, planificó la
obra de salvar a su pueblo y encargó a su Hijo que la comenzara, ejecutara y finalizara. Mediante el cán-
tico, expresan alabanza y acción de gracias a Dios y al Cordero, quien murió, resucitó de la tumba y as-
cendió al cielo para ocupar su lugar a la diestra de Dios. Cantan un cántico de victoria que se asemeja al
«Hosanna» (Señor, ayúdanos) que el pueblo cantó cuando Jesús llegó a Jerusalén (Mt. 21:9). Mientras
quienes rodearon a Jesús en su entrada triunfal le pedían que los salvara, los santos en el cielo lo alaban
por haber respondido a su petición.
11. Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, los ancianos, y los cuatro seres vivien‐
tes; y se postraron sobre el rostro delante del trono y adoraron a Dios, 12. diciendo,
[p 284] «¡Amén! Loa y gloria y sabiduría y acción de gracias
y honor y poder y fortaleza sean para nuestro Dios
por los siglos de los siglos. ¡Amén!»
a. Construcción. Una multitud incalculable canta alabanzas de acción de gracias a Dios y al Cordero
en tanto que el resto de los seres celestiales se postran en adoración a Dios frente a su trono. El orden es
el inverso del que se propone en el capítulo 5, donde la secuencia de los que adoran es los cuatro seres
vivientes, los ancianos, todos los ángeles y por último «toda criatura en el cielo y en la tierra y debajo de
la tierra y en el mar, y todas las cosas en ellos» (5:13). En este caso la progresión es la multitud de san-
tos, todos los ángeles, los ancianos, y los cuatro seres vivientes.
El cántico de todos los ángeles, los ancianos y los seres vivientes (5:12) es casi el mismo que el que se
entona aquí. Allá decían, «Digno es el Cordero que fue inmolado para recibir poder y riqueza y sabidu-
ría y fortaleza y honor y gloria y acción de gracias». Aquí cantan: «¡Amén!, Loa y gloria y sabiduría y
acción de gracias y honor y poder y fortaleza sean para nuestro Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!» Aparte de la secuencia, las diferencias son que en vez de «riqueza» este cántico tiene «acción

o a una Fiesta de Dedicación celestiales. «Es totalmente suficiente … considerar las ramas de palma como señal de
gozo festivo» (Friedrich Düsterdieck, Criticial and Exegetical Handbook to the Revelation of John [New York & London:
Funk and Wagnalls, 1886], p. 251. Véase también H. Ulfgard, Feast and Future: Revelation 7:9–17 and the Feast of 
Tabernacles, ConNT 22 (Stockholm: Almqvist & Wiksell, 1989).
26 Paul Ellingworth («Salvation to Our God», BibTrans 34 [1983]: 444–45) afirma que la palabra griega sōtēria transmite

la idea veterotestamentaria de «victoria» en Ap. 7:10; 12:10; 19:1, y debería traducirse en consecuencia.
222

de gracias» y el amén tanto al comienzo como al fin. Nótese que los dos cánticos contienen exactamente
siete atributos cada uno, el número de la totalidad. El cántico de los redimidos en el versículo 10 es el
último dedicado al Cordero en Apocalipsis, mientras que este himno se canta para adorar a Dios.
b. Explicación. Los ángeles acentúan su cántico al comienzo y al final con la palabra amén (que así
sea). La repetición de este término sugiere que este himno se cantó de manera antifonal en relación con
el cántico de los santos. Todos los ángeles expresan su acuerdo total con el cántico de la innumerable
multitud, porque se regocijan por un pecador que se arrepiente (Lc. 15:10) y han descendido a mirar con
atención el misterio de la salvación (1 P. 1:12).
La serie séptupla de atributos no pretende ser exhaustiva sino que pone de relieve las loas que can-
taron los salmistas en el Salterio. Cantan el poder de Dios, su fortaleza, esplendor, gloria, majestad, ri-
queza y honor (p.ej. Sal. 24:8; 59:17; 62:11; 89:11; véase 1 Cr. 29:11). Todas estas virtudes son propias de
Dios, al que los ángeles adoran como «nuestro Dios». A él le expresan sus alabanzas y acción de gracias
por los siglos de los siglos. Los atributos de loa, gloria, sabiduría, gratitud, honor, poder y fortaleza se
encuentran repetidas veces en el Nuevo Testamento, algunos de ellos con frecuencia, por ejemplo, los
términos gloria y poder.
Palabras, frases y construcciones griegas en 7:9
ἐκ παντὸς ἔθνους—«de toda nación». Aunque παντὸς es singular, las palabras «tribus», «pueblos» y «len-
guas» están en plural y exigen que mentalmente se agregue la forma plural del adjetivo («todas»).
[p 285] περιβεβλημένους—el participio pasivo perfecto de un verbo compuesto, literalmente «habiendo sido
envueltos [con túnicas]». El tiempo perfecto indica acción en el pasado con consecuencia duradera; la voz pasiva
muestra que Dios es el agente.
c. Una entrevista 
7:13–17
13. Y uno de los ancianos me preguntó: «Estas personas que están vestidas de túnicas blancas, 
¿quiénes son y de dónde vienen?» 14. Y le dije: «Señor, usted lo sabe». Y me dijo: «Son los que han 
salido de la gran tribulación y han lavado sus túnicas y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
a. Pregunta. Antes un anciano se dirigió a Juan para decirle que no llorara, porque el león de la tribu
de Judá, la raíz de David, había triunfado (5:5). Ahora, por segunda vez, uno de ellos se acerca a Juan.
El anciano le pregunta de dónde vienen los santos, vestidos de blanco. Esta pregunta no tiene como fin
saber más sino mostrar un hecho. Resulta claro el nexo entre las dos intervenciones de ancianos que
instruyen a Juan: en el primer caso, Juan temía que no se fuera a cumplir la redención del pueblo de
Dios (véase 5:4). Ahora, con la pregunta a Juan, el anciano apunta a la innumerable multitud vestida de
blanco. Quiere que Juan reconozca que el león de Judá ha cumplido de hecho las promesas de salvación
del Antiguo Testamento. El anciano representa a la iglesia en el cielo y desea que Juan vea la promesa y
su cumplimiento. Los santos en túnicas blancas son en realidad el pueblo al que el Cordero compró con
su sangre para Dios (5:9). El color blanco denota santidad y pureza, porque la sangre del Cordero lim-
pió a los santos. Sus túnicas son más blancas que la nieve (Dn.7:9).
«¿Quiénes son y de dónde vienen?» Se trata de una pregunta que corresponde a extraños que entra-
ron y necesitaban identificación. Por esto Josué hizo la misma pregunta a los gabaonitas (Jos. 9:8; y
compárese con Jon. 1:8).
223

La técnica de pregunta y respuesta es uno de los métodos didácticos más antiguos. No es el estu-
diante sino el maestro quien hace una pregunta obvia que requiere una respuesta inteligente. Juan de-
bería conocer la respuesta porque ya había sido testigo de la apertura del quinto sello, cuando los san-
tos en el cielo recibieron vestiduras blancas (6:11).
b. Respuesta. La respuesta que da Juan es corta, puntual y suficiente. «Y le dije, ‘Señor, usted lo sa-
be’» (compárese con Ez. 37:3). Con esta breve respuesta, Juan da a entender que el anciano es el que de-
bería responder porque, como representante de la iglesia, sabe muy bien cuándo y de dónde han venido
los santos. Juan puede sentirse perplejo cuando observa a la innumerable muchedumbre celestial. Sitúa
la responsabilidad de la prueba en quien pregunta y lo obliga a responder. Remite al anciano, quien
tiene la respuesta a su propia pregunta.
[p 286] c. Identificación. «Y me dijo: ‘Estos son los que han salido de la gran tribulación’». Esta parte
del texto permite varias interpretaciones, que dependen de la teología y hermenéutica del comentaris-
ta.27 Es imposible interpretar Apocalipsis sin una metodología exegética, porque incluso afecta a la tra-
ducción, como se ve con claridad en este versículo. La forma verbal griega erjomenoi es participio pre-
sente («los que están saliendo»), pero se traduce «salen» o «salieron» o «han salido». La mayoría de los
estudiosos prefieren lo último, «han salido», por razón del tiempo pasado en los dos verbos siguientes,
«han lavado sus túnicas» y «las han blanqueado». Definen el tiempo presente del participio «saliendo»
como atemporal, de modo que Juan puede mirar a la multitud aparte de la acción de los santos que lle-
gan al cielo.
El verbo han salido va vinculado a la frase de la gran tribulación. Algunos concluyen que esta frase re-
fleja el fin de los tiempos, cuando los creyentes pasarán por el martirio inmediatamente antes de que
Cristo regrese.28 El contexto, sin embargo, indica que la frase se relaciona con la innumerable multitud
de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas (v. 9). Estamos frente al cuadro de todos los santos ves-
tidos de blanco que están ante el trono y el Cordero. La expresión la gran tribulación incluye a todos los
cristianos que han experimentado opresión y persecución en cualquier parte, a lo largo de la historia. Es
una expresión universal y colectiva que abarca a todos los santos de todas las épocas. Se incluye a todo
el que ha experimentado el odio y la oposición del malvado. Las Escrituras enseñan que el pueblo de
Dios de todo lugar y tiempo ha encontrado, encuentra y encontrará persecuciones, peligros y dificulta-
des hasta el fin de los tiempos.29 Los santos del Antiguo Testamento sufrieron por la causa de su Dios
(véase Heb. 11:4–38); los cristianos en la iglesia primitiva sufrieron por la causa de Cristo; innumerables
creyentes en los siglos dieciséis y diecisiete pasaron por persecuciones debido a su fe; y hoy más cristia-
nos pierden la vida en persecuciones que en ninguna otra época. Todos estos santos han pasado por la
gran tribulación. Juan ofrece un cuadro completo de la muchedumbre celestial vestida de blanco.
En el Antiguo Testamento hay una profecía que habla de que «habrá un período de angustia, como
no lo ha habido jamás desde que las naciones existen» (Dn. 12:1). Esta profecía se cumplió en la época
de Antíoco Epífanes, que profanó el templo en Jerusalén y produjo «la abominación que causa desola-

27 Compárese con Johnson, Revelation, 12:488.


28 John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 146; Thomas, Revelation 1–7, p. 497.
29 Refiérase a Van de Kamp, Israël in Openbaring, p. 114; Greijdanus, Openbaring, p. 175. Beale (Revelation, p. 434) obser-

va que lo «grande» de la tribulación es la intensidad de la seducción y opresión por la que pasan los creyentes».
224

ción» en el 167 a.C. (Dn. 9:27; 11:31; 12:11). Lo que Daniel [p 287] predijo se cumplió en su totalidad (1
Mac. 9:27). Sin embargo, su profecía también se refiere a otros tiempos difíciles.
Jesús citó la profecía de Daniel acerca del «horrible sacrilegio» (Mt. 24:15) y la aplicó a la destrucción
de Jerusalén en el 70 d.C. En ese mismo contexto, refiriéndose a la huída de sus habitantes en invierno o
en sábado, dijo: «Porque habrá una gran tribulación, como no la habido desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá jamás» (Mt. 24:21, y véase pasajes paralelos). La profecía de Jesús se hizo reali-
dad cuarenta años después cuando Jerusalén cayó, sus habitantes fueron aniquilados o desterrados, y
su destrucción se convirtió en objeto de escarnio. Aunque nadie duda de la gravedad de la destrucción
de Jerusalén y de la aniquilación de sus habitantes, esta profecía también abarca «todo el período co-
menzando con la devastación en el 70 d.C. y continuando hasta el retorno de Cristo».30 Es como ver en
un paisaje montañoso altas cumbres, una detrás de otra; la primera es alta, pero la segunda lo es todavía
más.
d. Simbolismo. Juan escribe que los santos «han lavado sus túnicas y las blanquearon en la sangre del
Cordero». Dios dijo a los israelitas en el monte Sinaí que lavaran sus ropas antes de presentarse delante
de él (Éx. 19:10,14). Estar delante de Dios con ropas sucias es para él una abominación. El anciano que se
dirige a Juan habla de manera simbólica no de los israelitas en la tierra sino de los santos en el cielo,
quienes se presentan en túnicas blancas (vv. 9, 13). Estos santos han lavado sus túnicas y las han blan-
queado; no son dos acciones separadas sino como un único procedimiento.
Nótese que los santos debajo del altar reciben túnicas blancas (6:11), en tanto que aquí las blanquean.
Cuando los pecadores confiesan sus pecados, Dios perdona a su pueblo, haciéndolo puro. Ellos purifi-
can su vestimenta, no por medio de la sangre de su propio martirio sino por medio de la sangre del
Cordero. Blanquear la vestimenta de uno, es decir, hacerla pura y santa, sólo se puede lograr, sin excep-
ción, por medio de la sangre que Cristo derramó en la cruz del Calvario. Es su sangre la que elimina la
impureza del pecado. «Sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Heb. 9:22). Podemos interpretar
este pasaje sólo en términos simbólicos, porque es imposible pensar que la sangre roja vuelva blanca la
vestimenta (compárese con Gn. 49:11). La preciosa sangre de Cristo en forma figurativa limpia a los pe-
cadores de todo pecado para presentarlos al Dios santo e inmaculado (Ef. 5:26–27; 1 Jn. 1:7).
Los tres versículos siguientes parecen ser un himno que se cantó en adoración a Dios. Es un cuadro
de felicidad celestial con los santos que sirven a Dios de manera continua, libres de males y dolores te-
rrenales. Es un cuadro del pastor que guía y alimenta a sus ovejas, ilustración de gozo y felicidad eter-
na. Por esta razón, los editores y traductores han presentado el texto en estructura poética (p.ej., Nes-
Al27, NVI).
[p 288] 15. «Por tanto, están delante del trono de Dios
y lo sirven día y noche en su templo,
y el que está sentado en el trono
extenderá su tienda sobre ellos.

30
Craig L. Blomberg, Matthew, NAC 22 (Nashville: Broadman, 1992), p. 359.
Nes-Al Eberhard Nestle; Kurt Aland, rev. Novum Testamentum Graece, 27a edición
NVI Nueva Versión Internacional
225

16. Y nunca más tendrán hambre ni sed;
ni el sol los abatirá
ni ningún calor abrasador».
a. «Por tanto, están delante del trono de Dios y lo sirven día y noche en su templo». Esta presenta-
ción de bienaventuranza celestial se repite en el último capítulo de Apocalipsis, «Y el trono de Dios y
del Cordero estará en él, y sus siervos lo servirán» (22:3). La escena es similar a la descrita en 21:3–4,
donde una voz que procede del trono llama la atención a que el Dios que mora con su pueblo es su
Dios; cuida de ellos al quitar la muerte, el dolor, la pena y el sufrimiento. La cláusula «delante del trono
de Dios» implica que los santos tienen acceso directo al que ocupa el trono. Su relación con Dios es la
misma que hubo en el jardín del Edén cuando Dios caminaba y hablaba con Adán y Eva.
Tiene un significado especial el servicio continuo que el pueblo de Dios presta en su presencia. La
palabra templo se refiere no a la estructura de un edificio sino más bien al santo de los santos, que es el
lugar donde Dios mora. Algunos comentaristas ven un conflicto en este versículo con Apocalipsis 21:22,
que dice que la nueva Jerusalén no tiene templo.31 Pero Juan explica que «el Señor Dios Todopoderoso y
el Cordero son su templo», lo cual significa que, debido a la presencia penetrante de Dios y del Cordero,
la nueva Jerusalén es ella misma un santuario. De ahí que estar en la presencia de Dios delante de su
trono y servirlo sin cesar puede compararse con el papel del sumo sacerdote. Una vez al año el sumo
sacerdote ingresaba a la sagrada presencia de Dios por unos momentos en el Día de Expiación, pero los
santos moran en presencia de Dios no sólo unos minutos sino para siempre. No esparcen la sangre de
un toro y de macho cabrío para quedar purificados del pecado, porque no tienen pecado. Y ya no piden
a Dios el perdón de pecados, porque han sido limpiados. Así pues, lo sirven de manera continua ala-
bándolo y dándole gracias (22:3). Para los santos en el cielo no hay división entre día y noche; Juan ob-
serva, «Y no habrá noche allá» (22:5).
b. «Y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos». Esta frase parece ser una des-
cripción poética de Dios que protege a su pueblo. El que está sentado en el trono es la expresión que se
emplea para describir a Dios,32 y la cláusula extenderá su tienda sobre ellos es importante desde el punto [p 
289] de vista teológico. Se trata de la promesa divina de que Dios da seguridad a su pueblo con su pre-
sencia personal. Es una enseñanza que impregna las Escrituras, desde Levítico hasta Apocalipsis: el de-
seo de Dios de morar con su pueblo y de que ellos lo reconozcan como su Dios. Nótese en los siguientes
pasajes la repetición de la manera de expresar este deseo:
- «Estableceré mi morada en medio de ustedes, y no los aborreceré. Caminaré entre ustedes. Yo seré
su Dios, y ustedes serán mi pueblo» (Lv. 26:11–12).
- «Y haré con ellos un pacto de paz. Será un pacto eterno.… colocaré mi santuario en medio de ellos.
Habitaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Ez. 37:26–27).
- «Los haré volver para que vivan en Jerusalén; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, en la verdad y
en la justicia» (Zac. 8:8).

31 Charles (Revelation, 1:215) afirma, «en la forma original de la visión, 7:9–17 … la frase ἐν τῷ ναῷ αὑτοῦ es probable
que no estuviera». Pero sin evidencia de manuscritos, esta observación ha perdido su fuerza.
32 Ap. 5:1, 7, 13; 6:16; 7:10, 15; 19:4; 20:11; 21:5.
226

- «Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Dios preparada como una espo-
sa adornada para su esposo. Y oí una voz poderosa desde el trono que decía, ‘Mira, el tabernáculo
de Dios está con el pueblo, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos
y será su Dios’» (Ap. 21:2–3).
Es el lenguaje del pacto que expresa el deseo de Dios de tener una comunión íntima con su pueblo,
morando con ellos en el mismo santuario. En el jardín del Edén Dios tuvo comunión con Adán y Eva.
Aunque el pecado interrumpió esta relación, Cristo Jesús la restauró por medio de su obra mediadora.
El cumplimiento total llega con la renovación de la creación de Dios.33
17. «Porque el Cordero en el centro del trono los pastoreará,
y los guiará a manantiales de agua viva,
y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».
La mente de Juan está puesta en las Escrituras del Antiguo Testamento, en particular el pasaje que
habla de la restauración del pueblo de Dios. «No tendrán hambre ni sed, no los abatirá el sol ni el calor;
porque los guiará quien les tiene compasión, y los conducirá junto a manantiales de agua» (Is. 49:10;
compárese con 4:5–6). El pueblo de Dios conoció la privación de comida y agua cuando tuvieron que
cruzar los desiertos que rodeaban a su tierra.
Este pasaje del Antiguo Testamento se refiere al regreso desde el cautiverio en Babilonia a la tierra
de Israel. Dios dijo a su pueblo que no tendrían hambre ni sed. Les proporcionaría lo necesario para sus
necesidades vitales en los oasis que les permitiría calmar el hambre y la sed. Ahí se podrían proteger
del calor del sol y de los vientos abrasadores del desierto.
[p 290] Además, este pasaje, tomado de un capítulo que describe al Siervo del Señor, es decir, el Me-
sías, predice la restauración de Israel (Is. 49). El Mesías sustentará al pueblo de Dios con bendiciones
espirituales y materiales en esta vida y en la vida venidera. Estamos ante una descripción de sustento y
solaz para todos los santos que ponen su confianza en Dios. Jesús dice: «Dichosos los que tienen hambre
y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt. 5:6).
a. «Porque el Cordero que está en el centro del trono los pastoreará». El Cordero de Dios, que fue
inmolado para redimir a su pueblo, está en el centro, cerca del punto medio, del trono de Dios. Está en-
tre Dios, sentado en el trono, y los cuatro seres vivientes. Ningún otro ser está más cerca de Dios mismo
que el Cordero, al que ahora se le asigna el papel de pastor. Este cambio de papeles, como tantos otros
en Apocalipsis, debería entenderse en forma simbólica. Pedro medita acerca del concepto de Cordero
de sacrificio cuando cita a Isaías 53:9, «él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca» (1 P.
2:22). Luego menciona que las heridas del Cordero sanaron a sus lectores: «Antes eran ustedes como
ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor que cuida de sus vidas» (1 P. 2:25).
Durante su ministerio terrenal, Jesús se reveló como el pastor de su pueblo. Se llamó a sí mismo el
buen pastor e instruyó a Pedro que pastoreara a sus ovejas (Jn. 10:11, 14; 21:16). Y a su vez Pedro llama
a Jesús el pastor supremo, en tanto que él y sus compañeros ancianos lo sirven como pastores del reba-

33
Refiérase a Philip Edgcumbe Hughes, The Book of the Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand
Rapids: Eerdmans, 1990), p. 99.
227

ño de Dios (1 P. 5:1–4).34 Estas imágenes se toman del Israel agrícola. Así David compuso el Salmo 23 y
el profeta Ezequiel transmitió la palabra de Dios a su pueblo: «Entonces les daré un pastor, mi siervo
David, que las apacentará y será su único pastor» (Ez. 34:23). Jesús el buen pastor protege a sus ovejas
del peligro de todo daño, las guía a verdes pastos, y encuentra para ellos manantiales de agua refres-
cante.
b. «Y las guiará a manantiales de agua viva». El Cordero que ahora es el pastor guía a las ovejas a
manantiales de agua viva. Las imágenes recuerdan claramente a la mujer samaritana que le pidió a Je-
sús agua viva para así no volver a tener sed y no tener que volver siempre al pozo de Jacob (Jn. 4:15). El
agua simboliza la vida eterna (Is. 55:1; Jn. 7:38, 39). Casi al final de Apocalipsis, Jesús se refiere a sí mis-
mo como el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Luego ofrece a todos los que tienen sed que beban
libremente del manantial de agua de vida (21:6; 22:17).
c. «Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos». Si hay un texto en las Escrituras que consuele a los
santos, es este versículo. En él nos encontramos con la ternura infinita de nuestro Dios, capaz de enjugar
de nuestros ojos las lágrimas que nos producen el sufrimiento, la muerte y el dolor. Juan [p 291] vuelve
a citar al Antiguo Testamento, donde Dios dice a su pueblo que devorará a la muerte para siempre y
enjugará las lágrimas de todo rostro (Is. 25:8; véase Jer.31:16). Y en la visión que tiene Juan de la nueva
Jerusalén, Dios mora con su pueblo y, como su Dios, enjuga toda lágrima de sus ojos. «Ya no habrá más
muerte ni luto ni lágrimas ni dolor, porque el viejo orden de cosas ya ha concluido» (Ap. 21:4). Se trata
de la felicidad eterna que se puede describir sólo en imágenes tomadas de la escena terrenal; Dios incli-
nándose como un padre para enjugar lágrimas del rostro de sus hijos.
La última frase de este versículo es un cuadro de gozo y felicidad, de liberación de todo pecado y
culpa, de salvación plena y gratuita. Es una escena de vida en el sentido más pleno de la palabra, estar
para siempre en la presencia de nuestro Dios del pacto, quien mora en medio de los santos glorificados.
Es el paraíso restaurado.
Palabras, frases y construcciones griegas en 7:14–17
Versículo 14
εἴρηκα—el tiempo perfecto en lugar del aoristo perfecto, que es el «perfecto vívido, dramático en el relato».35
οἱ ἐρχόμενοι—algunos intérpretes ven el participio articulador como sustantivo, «los que vienen» para eli-
minar toda referencia temporal.36
Versículo 15
El griego del Nuevo Testamento tiene dos palabras para el verbo servir, λατρεύειν, que denota el servicio ge-
neral de todo el pueblo, y λειτουργεῖν, que quiere decir servicio en un oficio particular, como el sacerdocio.37

34 Como rebaño de Dios, los cristianos tienen pastores espirituales. Refiérase a Mt. 26:31; Mc. 14:27; Hch. 20:28; 1 P. 5:2;
1 Cle. 16.1; 44.3; 54.2; 57.2. Véase Joachim Jeremias, TDNT, 6:500–502; Aune, Revelation 6–16, p. 478.
35 Lenski, Revelation, p. 260; Robertson, Grammar, p. 902; Friedrich Blass y Albert Debrunner, A Greek Grammar of the 

New Testament, trad, y rev. Robert Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1961), §343.1
36 P.ej., Beckwith, Apocalypse, p. 545.

37 Consúltese Richard C. Trench, Synonyms of the New Testament, ed. Robert G. Hoerber (Grand Rapids: Baker, 1989),

pp. 137–39.
228
Aquí el tiempo presente de λατρεύουσιν indica que todos los santos en el cielo sirven a Dios y que el sacerdocio
como tal ha terminado. La familia de λειτουργεῖν con sustantivos y adjetivo está ausente de Apocalipsis.
Versículo 16
πέσῃ ἐπί—Swete prefiere la lectura παίσῃ ἔτι (golpea continuamente) como «una conjetura atractiva»,38 Pero
a no ser que la lectura no tenga ningún sentido, no es recomendable recurrir al empleo de conjeturas. En este ca-
so, el texto contiene un mensaje.

38 Revelation, p. 105.
229

[p 293]  

8
El séptimo sello y las cuatro primeras trompetas 
(8:1–13)
[p 294]  

Bosquejo (continuación)
8. El séptimo sello: el juicio de los incrédulos (8:1)
IV. 3ª Visión: Siete trompetas
A. Introducción (8:2–5)
B. Siete ángeles que tocan la trompeta (8:6–11:19)
1. La primera trompeta (8:6–7).
2. La segunda trompeta (8:8–9)
3. La tercera trompeta (8:10–11)
4. La cuarta trompeta (8:12)
5. Los tres ayes (8:13)
[p 295]  

CAPÍTULO 8
8 1 Y cuando abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora. 2 Y vi siete ángeles que es-
taban delante de Dios, y se les dieron siete trompetas. 3 Y otro ángel vino y permaneció de pie en el altar. Tenía un
incensario de oro y se le dio mucho incienso, para ofrecerlo con las oraciones de los santos en el altar de oro de-
lante del trono. 4 Y el humo del incienso con las oraciones de los santos se elevó desde la mano del ángel delante
de Dios. 5 Y el ángel tomó el incensario y lo llenó de brasas del altar y las arrojó a la tierra. Y hubo truenos y es-
truendos y relámpagos y un terremoto.
Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas. 7 Y el primer ángel tocó la
6

trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre y fue arrojado a la tierra. Y un tercio de la tierra se que-
mó, y una tercera parte de los árboles se quemaron, y toda la hierba verde se quemó.
Y el segundo ángel tocó la trompeta. Y como si fuera una enorme montaña abrasada de fuego fue arrojada al
8

mar, y un tercio del mar se convirtió en sangre. 9 Y un tercio de los seres que viven en el mar murieron, y un ter-
cio de los barcos quedaron destruidos.
Y el tercer ángel tocó la trompeta. Y una gran estrella cayó del firmamento, ardiendo como una antorcha, y
10

cayó sobre un tercio de los ríos y sobre los manantiales de agua. 11 Y el nombre de la estrella era Amargura, y un
tercio del agua se volvió amarga, y muchas personas murieron por causa del agua que se había vuelto amarga.
Y el cuarto ángel tocó la trompeta. Y un tercio del sol y un tercio de la luna y un tercio de las estrellas fueron
12

asolados, de modo que un tercio de ellos se oscureció, y un tercio del día no brilló e igual un tercio de la noche.
230
13Y vi, y oí un águila que volaba a mitad del cielo diciendo con voz fuerte: «Ay, ay, ay de los habitantes de la
tierra a causa de los sonidos de trompetas que están a punto de tocar los otros tres ángeles».
8. El séptimo sello: el juicio de los incrédulos 
8:1
1. Y cuando abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora.
El séptimo sello viene después del sexto, del que está separado por el interludio del capítulo 7. Los
dos sellos tienen un propósito común, a saber, presentar a Dios como juzgando a los incrédulos. Nótese
que la secuencia de los cuatro primeros sellos presenta a caballos y sus jinetes. El quinto sello habla de
las almas debajo del altar que le piden a Dios que vengue su sangre derramada. Y el sexto sello describe
a los malvados pidiendo a las montañas y a las rocas que los oculten de la ira de Dios y del Cordero. [p 
296] El séptimo sello es una continuación del sexto sello, pero ahora hay un período de silencio «o antes
o después del juicio final».1
A lo largo de Apocalipsis, Juan contrasta la felicidad de los santos en el cielo con el horror de los
malvados cuando la ira de Dios cae sobre ellos. Este contraste es evidente en la segunda mitad del capí-
tulo precedente que describe la suerte de los redimidos (7:9–17) y en los versículos que hablan de la
suerte de los enemigos de Dios en el día del juicio (6:12–17).
«La apertura del séptimo sello, sin embargo, no puede venir después del sexto en secuencia crono-
lógica, porque el contenido del sello describe el último día de ira (6:12–17)».2 El mensaje de ambos sellos
se refiere al mismo evento, a saber, el juicio de los malvados.
La estructura de Apocalipsis muestra un énfasis siempre creciente, a modo de espiral, en el juicio
venidero. Juan describe a los malvados que encuentran su destino cuando se enfrentan a la ira de Dios
(6:17). Luego, en el interludio del capítulo 7, describe la acción de sellar a los 144,000 quienes, después
de haber triunfado sobre su tribulación, entran en la presencia de Dios. El capítulo 8 comienza con un
período de silencio en el cielo que inspira asombro con referencia a Dios que juzga a sus enemigos. Dios
oye las oraciones que ascienden de los santos y castiga a los malvados. Este tema se encuentra una y
otra vez y le da a Apocalipsis una estructura telescópica. El tema repetitivo del día del juicio aparece al
final de cada ciclo de las siete iglesias, los siete sellos, las siete trompetas y las siete plagas.
«La unidad del libro de Juan, pues, no es ni cronológica ni aritmética, sino artística, como la de un
tema musical con variaciones, cada variación agregando algo nuevo al significado de toda la composi-
ción. Este es el único punto de vista que reconoce adecuadamente el doble hecho de que cada nueva
serie de visiones por un lado recapitula y por el otro desarrolla los temas ya formulados en lo que ante-
cede».3

1 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p.


448 (su subrayado).
2 Geoffrey B. Wilson, Revelation (Welwyn, England: Evangelical Press, 1985), p. 77; véase también R. C. H. Lenski (The 

Interpretation of St. John’s Revelation [Columbus: Wartburg, 1943], p. 267), quien escribe, «Lo que pone de manifiesto el
séptimo sello no puede seguir cronológicamente de lo que revela el sexto sello». Véase también Gerhard A. Krodel,
Revelation, ACNT (Minneapolis: Ausgsburg, 1989), pp. 189–90.
3 G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 106.
231

Y por último, el trasfondo del silencio en el cielo en la presencia de Dios proviene de los profetas del
Antiguo Testamento (Hab. 2:20; Zac. 2:13). Ese silencio, que se expresa en términos humanos de tiempo
cósmico, «media hora», no es un período vacuo sino un tiempo de la manifestación de la ira de Dios.
Las referencias temporales que Juan menciona tienen poca importancia en Apocalipsis, porque lo im-
portante no es el tiempo cronológico sino el principio permanente de tiempo. El silencio que se observa
en el cielo es una quietud llena de temor reverencial mientras Dios hace justicia.
[p 297] IV. 3ª visión: las siete trompetas
8:2–11:19
Las siete trompetas se dividen en tres capítulos. El 8 describe cuatro, el 9 dos y la séptima trompeta
no aparece sino hasta 11:15. Del mismo modo que el séptimo sello aparece después de un interludio
(7:1–17), así la séptima trompeta está separada de las trompetas anteriores por un intermedio que toca
los temas del ángel con el pequeño rollo y los dos testigos (10:1–11:13).
La apertura del séptimo sello introduce una serie de plagas que, una vez más, concluye con un men-
saje de juicio. Los adversarios que querían destruir la creación de Dios se enfrentan ahora a su propia
destrucción, porque ha llegado el tiempo del juicio (11:18).4 Con cada ciclo de desastres en Apocalipsis,
Juan va dando más información y una mayor comprensión del drama final que se convierte en realidad
en la consumación.
En la secuencia de los siete ángeles que tocan las trompetas, los capítulos 8 y 9 constituyen una uni-
dad, en tanto que el capítulo 10 y la primera mitad del 11 son un interludio. Pero el interludio muestra
un cierto paralelismo con los capítulos 8 y 9. El sonido de los siete truenos corresponde al de los siete
ángeles que tocan las trompetas (8:6 y 10:3–4); el fuego se desparrama para devorar a los enemigos de
Dios (9:17–18 y 11:5); el agua se vuelve sangre (8:8 y 11:6); y el primer y segundo ayes van seguidos de
un tercero (8:13; 9:12; 11:14).
El cuadro repetitivo en 8:2 hasta 11:4 es el del juicio inminente sobre los incrédulos. Esto se vuelve
evidente en los sonidos de trompeta de los ángeles y el clamor repetido de los ayes (8:13; 9:12; y 11:14).
Cuando las plagas caen sobre el mundo y sus habitantes malos, vemos la ejecución divina en respuesta
a las oraciones de los santos (8:4–5). Debido al rechazo de los incrédulos a arrepentirse, Dios los castiga
por cometer robos y homicidios, dedicarse a la magia y caer en la inmoralidad sexual (9:21; 11:7–10).
Dicho sea de paso, cuando Apocalipsis llama al pueblo a que se arrepienta, los santos obedecen en tanto
que los pecadores endurecen el corazón y se niegan a arrepentirse (9:21; 16:9, 11).
Hay un paralelismo en la apertura de los sellos en 6:1–16 y las plagas descritas en 8:6–9:21: tanto la
apertura de los sellos como el toque de las trompetas revelan catástrofes. Pero las calamidades relacio-
nadas con los siete sellos abren la senda para el jinete en el caballo blanco, que he interpretado como el
avance incontenible de la palabra de Dios sobre la tierra (véase el comentario de 6:2).5 Cuando se tocan
las trompetas, la ira de Dios se derrama sobre los malvados que han dado pruebas de su odio hacia él,
su palabra y su pueblo. Los siete toques de trompetas se dividen [p 298] en cuatro primeros, que afectan

4Consúltese Martin Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), pp. 144–45.
5Refiérase a Greijdanus, De Openbarung des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 179.
Véase también E. Cuvillier, «Jugement et destruction du mond dans l’Apocalypse de Jean: Notes exégétiques sur Ap.
8–9 et Ap. 15–16 », FoiVie 91 (1992): 53–67.
232

el mundo natural, seguido de los dos siguientes (la quinta y sexta trompeta), que causan daño y matan
a los habitantes de la tierra. La séptima trompeta introduce la consumación de la ira de Dios. De hecho,
«los juicios de las trompetas suben en intensidad a medida que van avanzando».6
El capítulo 6 enumera los sellos que introducen la persecución de los santos, el capítulo 7 describe a
los santos que están protegidos frente a todo el mal porque han sido sellados, y los capítulos 8 y 9 na-
rran el sonido de las trompetas de juicio que auguran destrucción para los malvados. Nótese que el so-
nido de las trompetas constituye señales de advertencia para quienes se oponen a Dios. Cuando se nie-
gan a escuchar, entonces las copas de ira se derraman sobre ellos. «La función misma de las trompetas
es advertir».7 Las advertencias son preliminares a su inminente.perdición.
A. Introducción
8:2–5
El Cordero abrió los siete sellos, pero los ángeles tocan las trompetas. El énfasis, por tanto, se pone
en la tarea de los ángeles, quienes, aunque no se mencionan por su nombre, reciben responsabilidades
específicas. No sirven como mediadores entre Dios y los humanos; su tarea es servir (compárese con
Heb. 1:14) y permanecer en la presencia de Dios.
No debería pasarse por alto el sutil contraste del versículo 2 con los versículos 3–5. A siete ángeles se
les entregan siete trompetas con las que van a anunciar inminente destrucción, en tanto que otro ángel
mezcla incienso en el altar con las oraciones de los santos y las presenta ante Dios. Esta sección del capí-
tulo 8, pues, es tanto una explicación como una introducción del resto de este capítulo y del siguiente.
2. Y vi siete ángeles que estaban delante de Dios, y se les dieron siete trompetas. 3. Y otro ángel 
vino y permaneció de pie en el altar. Tenía un incensario de oro y se le dio mucho incienso, para 
ofrecerlo con las oraciones de los santos en el altar de oro delante del trono. 4. Y el humo del incienso 
con las oraciones de los santos se elevó desde la mano del ángel delante de Dios.8
[p 299] a. «Y vi siete ángeles que estaban delante de Dios, y se les dieron siete trompetas». Las Escri-
turas mencionan sólo dos nombres de arcángeles: Miguel (Dn. 10:13, 21; 12:1; Jud. 9; Ap. 12:7) y Gabriel
(Lc. 1:19, 26). Otros nombres tradicionales son Uriel, Rafael, Raguel, Sariel y Remiel. Nótese que los siete
nombres de estos arcángeles terminan en ‐el, que los relaciona con Dios, que es Elohim. También, el
concepto de «los siete santos ángeles que presentan las oraciones de los santos y entran a la presencia
de la gloria del Santo» proviene de Tobit 12:15, que menciona a Rafael como uno de ellos.9 Estos siete

6 Jon Paulien, Decoding Revelation’s Trumpets: Literary Allusions and the Interpretation of Revelation 8:7–12, AUSDDS 11


(Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 1987), p. 325.
7 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p., 116. Compárese también con

William Barclay (The Revelation of John, 2d ed. [Philadelphia: Westminster, 1960], 2:52), quien comenta que un toque de
trompeta denota (1) alarma, (2) llegada de realeza, y (3) llamamiento a batalla. Sin duda el sonido de la trompeta aquí
es una advertencia de peligro inminente.
8 R. H. Charles (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920], 1:218;

2:407–9) reacomoda el texto colocando el versículo 2 después del 5 y el 13 después del 6. En consecuencia, cuando el
reacomodo no encaja, llama al texto «totalmente corrupto». También Barclay (Revelation of John, 2:48) sigue a Charles
en colocar el versículo 2 después del 6 y llama la secuencia presente «un error de copista».
9 1 Enoc 20.2–8; 90.21, 22 menciona siete nombres y los llama arcángeles. Consúltese con Henry Barclay Swete,

Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 107. Véase también Charles, Revelation,
233

ángeles reciben trompetas (compárese con Mt. 24:31) y las tocan para introducir el juicio inicial de Dios
sobre sus adversarios. Su juicio final se da cuando están de pie delante del gran trono blanco (20:11–15).
La expresión «siete ángeles» reaparece en el contexto de las siete plagas. Aunque podríamos suponer
que son el mismo grupo de siete, no tenemos certeza de ello debido a que innumerables ángeles rodean
el trono de Dios. Esto se ve con claridad en otros pasajes (v. 3; 7:2; 10:1; 18:1; 20:1). También, el número
siete transmite el significado de totalidad y no debe tomarse de manera literal.
b. «Y otro ángel vino y permaneció de pie en el altar». Juan quiere mostrar al lector otro aconteci-
miento que se está produciendo en el altar. De ahí que la escena cambie no para indicar una demora en
el sonido de las trompetas, sino para revelar en el párrafo intermedio el efecto que tienen las oraciones
de los santos en el curso de la historia. El punto focal se encuentra en el ángel y en el altar.
No se nos dice nada acerca de la identidad de este ángel. Si el texto mismo no es explícito, no debe-
ríamos ver en él la identidad del Señor Jesucristo. El contexto no indica que Juan esté hablando del Se-
ñor, aunque algunos puedan decir que el incienso es una referencia simbólica a Jesucristo, quien sirve
como intercesor de los santos en el cielo (Ro. 8:34; Heb. 7:25; 9:24).10 La multitud de ángeles es tan gran-
de que este ángel es sólo uno de ellos. Por ejemplo, la expresión otro ángel se encuentra en otros pasajes
(10:1; 18:1); y el adjetivo otro tiene como fin alertar al lector acerca del poderoso ángel que dio la llamada
para romper los sellos del rollo y abrirlo (5:2). El ángel, sin embargo, es sólo un servidor que actúa en el
altar de incienso; no es un mediador y no pretende asumir el lugar de Jesús.
[p 300] El altar del incienso en el tabernáculo era una copia del que estaban en el cielo.11 Este altar
era sumamente santo para el Señor Dios, porque en sus cuernos una vez al año el sumo sacerdote ex-
piaba con la sangre de la ofrenda por el pecado (Éx. 30:10). Con su sacrificio en la cruz, Jesús ha satisfe-
cho la necesidad de expiación de una vez por todas. Con ella quitó los pecados de su pueblo (Heb. 9:28),
y perfeccionó a su pueblo y a sus oraciones.
c. «[El ángel] tenía un incensario de oro y se le dio mucho incienso, para ofrecerlo con las oraciones
de todos los santos en el altar de oro delante del trono». Un incensario es un recipiente con incienso,
que a menudo se hacía con resina aromática de un árbol de olíbano. Este incienso se quemaba para que
el humo penetrara toda el área con su fragante aroma. Es de suponer que Dios dio al ángel una cantidad
abundante de incienso. La multitud de oraciones que pronunciaban todos los santos en la tierra tenían
que ir mezcladas con esta fragancia de aroma dulce (compárese con 5:8)
Debido a nuestra naturaleza humana pecadora, las oraciones son incompletas y defectuosas. Por es-
ta razón deben presentarse con la fragancia de incienso, que las hace aceptables a Dios. Todas nuestras
oraciones muestran deficiencias, siendo el egoísmo, los formalismos y el apresuramiento sus principales
detractores. Todas nuestras súplicas y expresiones de acción de gracias deben ser santificadas y perfec-
cionadas para que lleguen a la presencia de Dios. En uno de sus salmos David dice, «Que suba a tu pre-

1:225; David E. Aune, Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville: Nelson, 1998), p. 509; y Kennedy H. Easley, Revelation,
HNTC (Nashville: Broadman & Holman, 1998), p. 142.
10 Véase Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids:

Eerdmans, 1990), p. 104. Sin embargo, Beale (Revelation, p. 454) identifica al ángel con «‘el ángel de la presencia’ (como
en Is. 63:9; Jubilees 1:29) o incluso con Cristo mismo». Pero Cristo, quien creó el universo, creó también a los ángeles
que lo adoran (Heb. 1:2, 6). En el Nuevo Testamento no aparece como un ángel.
11 Éx. 30:1–10; Heb. 8:5; y compárese con Ap. 9:13; 11:1; 14:18; 16:7.
234

sencia mi plegaria como una ofrenda de incienso; que hacia ti se eleven mis manos, como un sacrificio
vespertino» (Sal. 141:2). La presentación de todas las oraciones de los santos demuestra unidad, armo-
nía y fuerza. «La oración del justo es poderosa y eficaz» (Stg. 5:16). Estas oraciones unidas se elevan de-
lante del trono, referencia simbólica a Dios. Este texto menciona dos veces la expresión de oro para des-
cribir el incensario y el altar. El oro alude a la perfección del cielo (véase, p.ej., 21:18, 21). En este contex-
to, las oraciones de los santos son perfeccionadas y la respuesta a los santos es a veces sorprendente. Por
ejemplo, la oración de Elías influyó en la atmósfera de modo que se acabó la sequía (1 R. 18:42–45).
d. «Y el humo del incienso con las oraciones de los santos se elevó desde la mano del ángel delante
de Dios». Las imperfecciones que penetran las oraciones de los santos se eliminaron, de manera simbó-
lica, con el humo aromático, para que sus intercesiones, peticiones y alabanzas ascendieran al trono de
Dios. Siempre que oramos, el ejercicio mismo parece ser sencillo. Pero quienes se dedican seriamente a
orar saben que exige concentración y esfuerzo. Cuando nuestras oraciones se elevan, son colocadas en
el altar. Luego un ángel toma nuestras súplicas, las coloca en un incensario, y las presenta a Dios. Una
vez más, el ángel no es un mediador sino sólo un servidor en este proceso. Jesucristo, como intercesor,
perfecciona nuestras oraciones y peticiones (Ro. 8:34).
[p 301] 5. Y el ángel tomó el incensario y lo llenó de brasas del altar y las arrojó a la tierra. Y hubo 
truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto.
Una primera lectura de este versículo nos deja perplejos y no comprendemos el flujo del pensamien-
to. Cuando el ángel presenta nuestras oraciones a Dios, podemos captar el significado de esta acción
porque nos damos cuenta de las imperfecciones de las alabanzas y peticiones humanas. Pero cuando
ese mismo ángel toma brasas del altar del incienso, las coloca en el incensario, y lo arroja a la tierra, qui-
zá no acertemos a ver la conexión.
Tenemos que discernir la secuencia de causa y efecto. Lo que leemos en este versículo es una conse-
cuencia del versículo precedente. Es decir, Dios ha oído las oraciones de los santos y, en respuesta, en-
vía juicio bajo la forma de castigo sobre los habitantes del mundo, todo a su tiempo predeterminado.
Dios ha aceptado el clamor de los santos al pie del altar (6:9–10). Da instrucciones al ángel para que to-
me fuego de ese altar, llene el incensario, y arroje el fuego a la tierra, donde produce muerte y destruc-
ción. Estamos frente al cumplimiento de la palabra de juicio de Jesús: «He venido a traer fuego a la tie-
rra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!» (Lc. 12:49). «El dicho de Jesús parece, en el contexto en
el que se encuentra, que se refiere al fuego de la discordia (véase vv. 51–3)».12 La consecuencia de esta
acción debería servir de advertencia para los malvados de que los tormentos que siguen al sonido de las
trompetas son sólo el comienzo de lo que les está reservado si no se arrepienten.
El ángel es sólo un servidor que Dios envía para hacer lo que le ordena. Esto resulta claro por las se-
ñales en la naturaleza que acompañan al fuego destructor: «truenos y estruendos y relámpagos y un
terremoto». En el trueno y relámpago Dios se revela a sí mismo, como lo hizo en el monte Sinaí (Éx.
19:16; compárese con Is. 29:6). También en Apocalipsis se mencionan en otros lugares (4:5; 11:19; 16:18)
tres aspectos de la naturaleza (truenos, estruendos y relámpagos), aunque la secuencia difiere.
No un ángel sino el Todopoderoso causa el terremoto, que en Apocalipsis se menciona siete veces
(6:12; 8:5; 11:13 [dos veces], 19; 16:18 [dos veces]) y suele calificarse con el adjetivo gran. Debido a un

12 Bauer, p. 730.
235

gran terremoto murieron siete mil personas (11:13).13 Los terremotos están entre las señales que intro-
ducen los tiempos finales. Como Jesús dijo: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino.
Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores» (Mt.
24:7–8).
[p 302] Palabras, frases y construcciones griegas en 8:4–5
Versículo 4
ταῖς προσευχαῖς—el dativo se puede tomar como temporal o de uso asociativo.14 «La traducción temporal y
asociativa tienen un sentido similar, como «junto con oraciones», que parece ser el significado en este versículo;
consultar Hch. 10:4, donde se ofrecen oraciones con la entrega de limosnas».15
Versículo 5
εἴληφεν—es el perfecto activo del verbo λαμβάνω (recibo, tomo) y se clasifica como un perfecto histórico
dramático traducido como tiempo pasado, «el ángel tomó».
B. Siete ángeles que tocan la trompeta
8:6–11:19
Después de que el ángel del altar presenta las súplicas de los santos ante Dios y después de que Dios
instruye al ángel para que arroje fuego sobre la tierra a modo de castigo, los siete ángeles con las siete
trompetas comienzan a tocar las advertencias. El sonido de trompetas introduce a los juicios de Dios
bajo la forma de castigos que afectan a la tierra, el mar, los ríos y manantiales de agua, los cuerpos celes-
tiales y el abismo. Los adversarios de Dios reciben lo que se han merecido. Pero nótese el orden de estas
siete trompetas. «Las cuatro primeras trompetas causan daño a los malvados en su ser físico; las últimas
tres producen angustia espiritual: ¡el infierno se desencadena!»16 El capítulo 8 contiene las cuatro prime-
ras, el capítulo 9 las dos siguientes y el capítulo 11 la última.
El paralelismo con las siete plagas en el capítulo 16 es único en Apocalipsis. Aparte de dos diferen-
cias menores en redacción, por ejemplo, el abismo (9:1–2) y el trono de la bestia (16:10), los temas de las
secciones son las mismas:17

13 Consúltese Richard Bauckham, «The Eschatological Earthquake in the Apocalypse of John», NovT 19 (1977): 224–33;
y véase su Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), pp. 202–4. Afirma que estos fenómenos en la naturaleza (8:5;
11:19; 16:18) son «una clara alusión a la teofanía del Sinaí». Pero puede ser simple lenguaje convencional que no se
refiere por necesidad al Sinaí. Véase Aune, Revelation 6–16, p. 518; Günther Bornkamm, TDNT, 7:198–99; Reinhard
Kratz, EDNT, 3:237.
14 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),

p. 529; C. F. D. Moule, An Idiom Book of New Testament Greek, 2d ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1960), p.


43; Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament, trad. y rev. Robert Funk (Chicago:
University of Chicago Press, 1961), §188.1.
15 Robert Hanna, A Grammatcial Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 448.

16 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 116.

17 Se pueden encontrar columnas más extensas de paralelos en Aune, Revelation 6–16, pp. 500–501.
236

Siete trompetas Siete copas

1. tierra (8:7) 1. tierra (16:2)

2. mar (8:8–9) 2. mar (16:3)

3. ríos, manantiales (8:10–11) 3. ríos, manantiales (16:4–5)

4. sol, luna, estrellas (8:12) 4. sol (16:8)

5. pozo del abismo (9:1) 5. trono de la bestia (16:10)

6. río Eufrates (9:13–14) 6. río Eufrates (16:12)

7. relámpagos, granizo (11:15) 7. relámpagos, granizo (16:17, 21)

[p 303] Además, las plagas, ya sea que las anuncie el toque de trompetas o el derramamiento de co-
pas, se parecen a las diez plagas que los egipcios sufrieron cuando Dios liberó a Israel (Éx. 7:8–13:16). La
secuencia y los detalles de los cuatro primeros juicios difieren de manera notable de las plagas de Egip-
to, de modo que sólo podemos hablar de semejanzas.
1. La primera trompeta 
8:6–7
6. Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas.
Como resultado de que Dios escuchara y respondiera a las peticiones de los santos, los siete ángeles
reciben la tarea de tocar sus trompetas individuales. Ahora se pueden ejecutar las siete plagas sobre los
malvados. Las oraciones de los santos, por tanto, resultan en constituir una parte importante de la his-
toria del género humano. «Más cosas se consiguen con la oración que las que el mundo imagina», decía
Alfred Tennyson en Idylls of the King en la sección sobre la muerte de Arturo. Dios no impone y ejecuta
ningún juicio a no ser que se hayan escuchado las súplicas de su pueblo. Pensemos, por ejemplo, en las
repetidas súplicas de Abraham por Sodoma (Gn. 18:16–33). Pero después de que estas oraciones han
entrado a la presencia de Dios, el Todopoderoso actúa, a veces con rapidez, en otras ocasiones en el
momento que haya determinado.
Cuando suena cada una de las trompetas, llega la destrucción a una esfera de la creación de Dios
que en este capítulo se expresa como un tercio. En el capítulo 8, la expresión una tercera parte o tercio se
237

utiliza doce veces, y una vez Juan se refiere al tercer ángel (v. 10). Es un número ordinal común para di-
vidir tanto en la cultura judía como en la griega; véase Ez.5:2, 12.18
7. Y el primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre y fue arrojado 
a la tierra. Y un tercio de la tierra se quemó, y un tercio de los árboles se quemaron, y toda la hierba 
verde se quemó.
El primer ángel toca la trompeta y se produce la calamidad de granizo y fuego mezclados con san-
gre que son arrojados sobre la tierra. La calamidad recuerda la séptima plaga que Dios envió a Egipto,
con dos variantes: en Éxodo no hay referencia a sangre que se mezclara con el granizo y el fuego, y se
describe el fuego como relámpagos (Éx. 9:24–26; compárese también con Ez. 38:22). No tenemos funda-
mento para interpretar los sustantivos granizo, fuego y sangre de manera simbólica; el granizo y los re-
lámpagos son eventos naturales. Pueden dañar y matar a seres vivientes, de manera que, en realidad, la
sangre se mezcla con el granizo [p 304] que cubre el paisaje.19 Alguna vez una tempestad violenta azota
un territorio y el granizo y los rayos destruyen todo lo que encuentran a su paso. Los seres humanos y
los animales con frecuencia son víctimas de la violencia de una tempestad. El efecto es un juicio divino,
dado que la construcción pasiva fue arrojado sugiere que Dios es el agente (compárese con Sal. 29:3–10).
No sólo los seres humanos y los animales experimentan el impacto de las fuerzas de la naturaleza,
sino que también «un tercio de la tierra se quemó, y un tercio de los árboles se quemaron, y toda la
hierba verde se quemó». El efecto es verdaderamente devastador: tres veces seguidas aparece el verbo
quemar para indicar la gravedad de la destrucción. Y dos veces aparece el ordinal un tercio en relación
con la tierra y los árboles. Incluimos la frase toda la hierba verde en la tercera parte que se quemó. Una
devastación total de toda la hierba, incluyendo todos los productos cereales en el mundo, significaría el
fin de la vida para los seres humanos y los animales.
Aunque Dios manifiesta su ira en la destrucción de su creación, muestra su misericordia al destruir
sólo una tercera parte y conservando intacto el resto de la creación. Un comentarista ve una contradic-
ción al afirmar que la quema de los árboles y de toda la hierba «está totalmente en desacuerdo con
9:4».20 En 9:4 a las langostas «se les ordenó que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna planta ni
ningún árbol, sino sólo a las personas que no llevaran en la frente el sello de Dios». Pero sabemos que
cuando un incendio destruye árboles y vegetación, la fuerza rejuvenezadora en la naturaleza hace bro-
tar hierba nueva e incluso hace germinar semillas de árboles. En suma, la afirmación de 9:4 no contradi-
ce para nada este pasaje.21
Palabras, frases y construcciones griegas en 8:7

18 Refiérase a Colin J. Hemer, NIDNTT, 2:687; Wolfgang Feneberg, EDNT, 3:370; SB, 3:808. Babylonian Talmud, Baba 
Metzia 59b: «Entonces fue destruido el mundo: un tercio de sus olivos, y un tercio de su trigo, y un tercio de su cebada
… el fuego quemó».
19 M. Robert Mulholland Jr. se refiere a Éx. 7:14–24, la conversión de las aguas de Egipto en sangre. Véase su Revelation: 

Holy Living in an Unholy World (Grand Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press, 1990), p. 191 n. 1. Swete (Revelation,
p. 110) sugiere que la sangre era arena roja del Sahara». Ambas interpretaciones carecen de peso en el contexto de este
pasaje.
20 Charles, Revelation, 1:233.

21 Compárese con Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 18.


238
μεμιγμένα—«habiendo sido mezclados». El participio pasivo en tiempo perfecto en acusativo neutro plural
debe preferirse al singular. Algunos testigos contienen el neutro singular para que concuerde con el sustantivo
πῦρ (fuego), pero el plural es la lectura más difícil.
2. La segunda trompeta 
8:8–9
8. Y el segundo ángel tocó la trompeta. Y como si fuera una enorme montaña abrasada de fuego 
fue arrojada al mar, y un tercio del mar se [p 305] convirtió en sangre. 9. Y un tercio de los seres que 
viven en el mar murieron, y un tercio de los barcos quedaron destruidos.
a. «Y como si fuera una enorme montaña abrasada de fuego fue arrojada al mar». Los versículos
precedentes describen destrucción en la tierra, en tanto que estos detallan escenas en el mar. Juan tiene
una visión y al tratar de verbalizar lo que ve utiliza la expresión como si fuera;22 de este modo aproxima
la realidad en términos simbólicos. Menciona una enorme montaña abrasada por el fuego que no cayó
al mar sino que fue arrojada a él. No deberíamos dar demasiada importancia a la montaña misma sino
al impacto de la visión. El acento debería ponerse en el horror que el juicio de Dios produce en su crea-
ción, que aquí es el mar. Se trata de una calamidad que desafía toda descripción: una enorme montaña
abrasada y arrojada al mar. Se puede comparar con un meteorito de proporciones extraordinarias que,
cuando entra en la atmósfera de la tierra, es como un fuego incandescente; cuando se hunde en el mar,
causa una marejada tremenda que barre las ciudades costeras con una incalculable pérdida de vida.23
Juan quizá recordó también la erupción del monte Vesuvio ocurrida el 24 de agosto de 70 d.C. Pero esta
tragedia fue un suceso local, en tanto que esta plaga es un «anuncio de la catástrofe cósmica venidera
que afectará toda la superficie de la tierra».24 Juan describe la realidad del juicio divino de los malvados
en símbolos que tienen validez espiritual.
El texto de Jeremías 51:25 encaja sólo tangencialmente con esta situación. Dios dice: «‘Estoy en co-
ntra tuya, monte del exterminio, que destruyes toda la tierra’, afirma el Señor. ‘Extenderé mi mano co-
ntra ti; te haré rodar desde los peñascos y te convertiré en monte quemado’».25 Concluimos, por tanto,
que Juan revela un incidente que sólo puede explicarse en forma simbólica como algo extraordinario
que Dios hace a la vista de su pueblo.
Dios muestra al apóstol y a los lectores de Apocalipsis que esta visión significa juicio divino de sus
adversarios y sirve como invitación al arrepentimiento. El pueblo experimenta el efecto de esta montaña
colosal que es arrojada al mar, que extingue las llamas y el fuego. Es un cuadro de terrible castigo que
cae sobre los que están en estas aguas.
b. «Y un tercio del mar se convirtió en sangre». Que un tercio del mar se convierta en sangre es una
referencia implícita a la primera de las plagas egipcias (Éx. 7:19–21; Sal. 78:43–44; 105:29). La diferencia
es, sin embargo, clara porque aquí se convierte en sangre un tercio del mar, pero en Egipto fue el Nilo,
los arroyos, canales, lagunas y embalses los que tomaron el color de sangre. Pero hay un parecido que

22 El empleo repetido en los capítulos 8 y 9 de las expresiones, como si fuera, como, y al igual que sugiere simbolismo (ver
8:8, 10; 9:2, 3, 5, 7–10, 19).
23 Compárese con Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), p. 198.

24 Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 110.

25 Aparecen lecturas similares en 1 Enoc 18.13, «Vi ahí siete estrellas como grandes montañas ardientes»; y 1 Enoc 21.3,

«Entonces vendrá una gran estrella del cielo hacia el mar divino».
239

apunta a Dios que [p 306] castiga a Egipto con poder sobrenatural debido al endurecimiento del cora-
zón del Faraón (Éx. 7:22–23); en Apocalipsis, Dios causa la muerte de seres humanos cuya sangre man-
cha un tercio del mar (compárese con 16:3). La enorme pérdida de vida, sea cual fuere el desastre que
Dios ordene, es en verdad un juicio estremecedor.
c. «Y un tercio de las criaturas vivas en el mar murieron, y un tercio de los barcos quedaron destrui-
dos».En todo momento resulta evidente la misericordia de Dios gracias a la repetición de la expresión
un tercio. No todos los mares se convirtieron en sangre, no todos las criaturas vivas murieron, y no to-
dos los barcos quedaron destruidos. Sólo un tercio de cada uno de ellos se vió afectado por la ira de
Dios; los peces no afectados por el castigo divino siguieron multiplicándose y el tráfico marítimo no
afectado por el desastre siguió dándose con normalidad. Las catástrofes que Dios hizo que recayeran
sobre el mar son señales de los tiempos finales con las que Dios dice al pueblo que se arrepienta y viva.
3. La tercera trompeta 
8:10–11
10. Y el tercer ángel tocó la trompeta. Y una gran estrella cayó del firmamento, ardiendo como una 
antorcha, y cayó sobre un tercio de los ríos y sobre los manantiales de agua. 11. Y el nombre de la 
estrella era Amargura, y un tercio del agua se volvió amarga, y muchas personas murieron por causa 
del agua que se había vuelto amarga.
a. «Y una gran estrella cayó del firmamento, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre un tercio de
los ríos y sobre los manantiales de agua». Luego del juicio sobre la tierra vinieron los desastres sobre el
mar. Ahora Juan revela la tercera categoría que quedará afectada por intervención divina: los ríos y los
cursos de agua tierra adentro. Dios castiga a sus enemigos haciendo que una enorme estrella caiga del
firmamento: es una bola de fuego que, al caer, contamina las aguas tierra adentro, causando la muerte
de todos los que beban de ellas.
Aparte de Apocalipsis, las Escrituras no contienen ningún texto paralelo exacto con el fenómeno de
un meteorito incandescente que caiga del firmamento (6:13; 9:1). El pasaje de Isaías 14:12 habla de una
estrella que cae: «¡Cómo has caído del cielo, lucero de la mañana! Tú que sometías a las naciones, has
caído por tierra».Pero el pasaje en Apocalipsis difiere de este texto en cuanto al tamaño de la estrella, su
aspecto incandescente, las aguas tierra adentro a las que contamina, y su nombre.
Dios hace que caiga una estrella del firmamento y las personas pueden ver cómo se aproxima. Es
una visión terrible que puede explicarse sólo como evento que Dios ordena y que tiene como fin invitar
a los malvados a que se arrepientan de sus malos caminos para volverse a Dios. No hay nada compara-
ble en la experiencia humana. Esta estrella incandescente [p 307] que cae sobre ríos, lagos y lagunas
contamina el agua potable y, por consiguiente, mata a quienes la beben. Una vez más leemos acerca del
juicio de Dios sobre sus adversarios expresado en lenguaje simbólico y que transmite una realidad espi-
ritual.
b. «Y el nombre de la estrella era Amargura». Este término amargura (en griego apsinthos) sólo se en-
cuentra dos veces en el Nuevo Testamento, y ambas en este versículo. Algunos estudiosos traducen su
240

segundo empleo como «amargo». En el Antiguo Testamento se encuentra siete veces y en muchas tra-
ducciones se traduce como «hiel» o «rencor».26
Esta planta crecía en Israel y, debido a su aroma alcanforado, se utilizaba para ahuyentar a la polilla
de las ropas. Tanto la planta como sus raíces son muy amargas. En el Antiguo Testamento tiene la con-
notación de actos sexuales ilícitos (Pr. 5:4), de castigo por el pecado (Jer. 9:15) y de justicia corrupta
(Am. 5:7). Esto significa que el pecado suele conducir a amargura del alma. Esta amargura, por tanto,
ejemplificada en la adversidad y dolor, simboliza condenación y justicia.
El agua mezclada con hiel sabe amarga pero no es en sí misma venenosa. Esperamos que Juan ha
combinado los conceptos de sabor amargo y verdadero veneno (véase Jer. 9:15), y de este modo puede
afirmar que esta sustancia combinada tiene un efecto fatal en el cuerpo (compárese con Éx. 15:23).27
c. «Y un tercio del agua se volvió amarga, y muchos murieron a causa del agua que se había vuelto
amarga» (compárese con Éx. 15:23). Una vez más resulta evidente la misericordia de Dios en la última
parte de este pasaje. La repetición de «un tercio» muestra la paciencia divina con los incrédulos. No to-
dos sufren por causa del agua, porque sólo una tercera parte se ve afectada por la plaga y el resto sigue
siendo potable. Quienes murieron eran una advertencia para los sobrevivientes para que temieran a
Dios y se volvieran a él, porque tendrá misericordia y con generosidad perdonará (Is. 55:7).
Palabras, frases y construcciones griegas en 8:11
ἐκ τῶν ὑδάτων—esta frase con preposición transmite una idea causal, «por causa de las aguas».28
4. La cuarta trompeta 
8:12
12. Y el cuarto ángel tocó la trompeta. Y un tercio del sol y un tercio de la luna y un tercio de las 
estrellas fueron asolados, de modo que un [p 308] tercio de ellos se oscureció, y un tercio del día no 
brilló e igualmente un tercio de la noche.
El término un tercio se utiliza seis veces en este versículo, en el cual el cielo entero está involucrado:
el sol, la luna, las estrellas, y la división de día y noche (véase 6:12–13). La repetición pone de relieve lo
severo de ese fenómeno celestial. Este acontecimiento desafía toda explicación natural porque un eclip-
se no encaja con la descripción (compárese con 16:10).
La novena plaga que cayó sobre Egipto la cubrió de tinieblas. Moisés extendió la mano hacia el fir-
mamento y las tinieblas que cayeron sobre la tierra eran tan reales que se podían palpar. Cubrieron a
Egipto por tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz (Éx. 10:21–23). Dios pudo haber utiliza-
do una tormenta de arena para impedir que los rayos del sol llegaran a los egipcios pero no a los israeli-
tas en la tierra de Goshen. En Apocalipsis un tercio del sol, un tercio de la luna y un tercio de las estre-
llas se oscurecieron; es una intervención sobrenatural en los cursos naturales de estos cuerpos celestia-
les. Geoffrey B. Wilson comenta con acierto: «Debería resultar obvio que Juan describe una imagen y no

26 Dt. 29:18; Pr. 5:4; Jer. 9:15; 23:15; Lm. 3:15,19; Am. 5:7.
27 Consúltese W. E. Shewell-Cooper, ZPEB, 5:969; Leon Morris, NIDNTT, 2:29; y véase su comentario Revelation, rev.
ed., TNTC (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 121.
28 Robertson, Grammar, p. 598.
241

escribe un tratado de astronomía».29 Cuando la luz se convierte en tinieblas, se perturba el orden cósmi-
co y se produce una disolución de la creación. El Antiguo Testamento con frecuencia habla de la des-
aparición de la luz cuando sus portadores celestiales interrumpen sus funciones normales.30
Juan escribe que «un tercio de ellos se oscurecieron y un tercio del día no brilló e igualmente un ter-
cio de la noche». No está hablando de eclipses que bloquean la luz del sol o de la luna por menos de
una hora. Estos cuerpos celestiales dejan de emitir y reflejar luz por un tercio del día y un tercio de la
noche. Es mejor decir que estamos frente a un enigma que sólo se puede interpretar y entender como
señal de juicio divino sobre el mundo que vive en pecado. El simbolismo de los períodos de oscuridad
tiene como fin conducir al arrepentimiento de las personas y a que declaren su fe en Dios. Estas señales
en la naturaleza, por tanto, son expresiones de la gracia y misericordia de Dios, con las que muestra la
venida del día del Señor. Tanto creyentes como incrédulos oyen el sonido de las trompetas. Los creyen-
tes, guiados por su conocimiento de las Escrituras, reconocen estas señales, se refugian en Dios, y están
a salvo. Si los adversarios de Dios no hacen caso de estas señales en la naturaleza, se enfrentarán con la
oscuridad eterna al quedar para siempre aislados de la fuente de luz, a saber, Dios. Son libres de hacer
caso omiso de las admoniciones y de burlarse de las advertencias referentes al día del Señor, pero sufri-
rán las consecuencias.
[p 309] Palabras, frases y construcciones griegas en 8:12
μή—cuando la partícula ἵνα con su cláusula de resultado va seguida de la partícula negativa μή con su cláu-
sula, el sentido sigue siendo el mismo.
5. Los tres ayes 
8:13
Después de que los cuatro primeras trompetas introducen calamidades en la naturaleza que todos
pueden ver, esperaríamos la continuación de los tres trompetas restantes. Pero se produce una inte-
rrupción en la secuencia de las señales. En Apocalipsis se dan con frecuencia interrupciones. Ahora la
naturaleza misma, que se presenta bajo la forma de un águila, advierte a los oponentes de Dios que
presten atención a estas señales que deberían ser inconfundiblemente claras en cuanto a comunicar el
juicio divino. Las tres trompetas que siguen anuncian juicios que son todavía más duros que los cuatro
precedentes. Se levantan poderes demoníacos para atacar a seres humanos no sólo física sino mental y
espiritualmente; las personas quieren morir, pero no pueden lograrlo.
De ahí que un águila en el firmamento dé la señal de alarma emitiendo tres ayes dirigidos a los habi-
tantes de la tierra que han hecho caso omiso voluntariamente de las cuatro primeras trompetas. De
nuevo tenemos que interpretar el fuerte llamado del águila en términos de la compasión y misericordia
de Dios. No desea la muerte del malvado sino que viva (Ez. 18:32). Así pues, el incrédulo nunca podrá
acusar a Dios de no haberle advertido lo suficiente.
13. Y vi, y oí un águila que volaba a mitad del cielo diciendo con voz fuerte: «Ay, ay, ay de los 
habitantes de la tierra a causa de los sonidos de trompetas que están a punto de tocar los otros tres 
ángeles».

29 Geoffrey B. Wilson, Revelation (Welwyn, England: Evangelical Press, 1985), p. 81.


30 Refiérase a Is. 13:10; 24:23; 34:4; 50:3; Jer. 4:23; Ez. 32:7–8; Jl. 2:10, 31; Am. 8:9; Mi. 3:6.
242

a. «Y vi, y oí un águila que volaba a mitad del cielo diciendo con voz fuerte». Los sentidos de Juan
están todos alerta, porque ve y oye lo que está sucediendo. Se da cuenta de que un águila vuela por el
cielo, como emblema del juicio y destrucción venideros (Dt. 28:49; Os. 8:1; Hab. 1:8).31 Como ave de ra-
piña, el águila, con su mirada penetrante, anda buscando carroña y presas, su fuente de comida (véase
Mt. 24:28; Lc. 17:37). Mirando desde lo alto, el ave lanza un triple ay, lo cual da a entender que habrá
mucho donde comer. Flotando en el aire, el pájaro está precisamente encima con la posibilidad de ver
lejos a su alrededor (compárese con Pr. 30:18–19).
No hay por qué discutir sobre si el águila puede hablar, porque el cuadro que Juan describe es apo-
calíptico y simbólico. Nótese que a la bestia [p 310] que sale del mar se la da boca para pronunciar pala-
bras arrogantes y blasfemas (13:5). De igual modo, la serpiente habló a Eva en el paraíso (Gn. 3:1–5) y la
burra de Balaam le habló a su amo (Nm. 22:28–30). El águila habla con voz fuerte para que todos pue-
dan oír el triple ay que lanza.
b. «Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra a causa de los sonidos de las trompetas que están a punto
de tocar los otros tres ángeles». El triple ay es un caso único en Apocalipsis (véase el empleo doble en
18:10, 16, 19); porque tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos sólo se encuentra un ay. Los
ayes se explican como los dos toques de trompeta de los dos ángeles en el capítulo siguiente. Pero dos
pasajes obligan al intérprete a ampliar el alcance de los ayes: «El primer ay ha llegado. Mira, todavía
vienen dos más después de estas cosas» (9:12) y «El segundo ay ha pasado. Mira, el tercer ay viene
pronto» (11:14). Juan no menciona el tercer ay, porque la referencia en 12:12 carece de numeración, «Ay
de la tierra y del mar, porque el diablo ha descendido sobre vosotros». Sin embargo, Juan parece indicar
que el toque de la séptima trompeta es la señal introductoria de la llegada del tercer ay (11:14–15a).
c. «Los habitantes de la tierra». Apocalipsis utiliza este término muchas veces. En todos los casos se
refiere no a los creyentes, que son peregrinos, sino a los incrédulos, que tratan de hacer de la tierra su
morada permanente.32 El águila previene a los antagonistas que presten atención a las advertencias,
porque encontrarán los castigos de Dios bajo la forma de los ayes venideros.
Palabras, frases y construcciones griegas en 8:13
ἐνός—el número uno en esta frase equivale al pronombre indefinido «un águila».33 No debería traducirse
como «un águila solitaria». Hay traducciones que siguen testimonios más débiles y que dicen «un ángel».
μεσουρανήματι—traducido como «mitad del cielo», la palabra se refiere a cuerpos celestiales que cruzan el
meridiano.
οὑαί—la partícula va seguida de acusativo (aunque una lectura alternativa tiene el dativo), que se puede cla-
sificar como acusativo adverbial.

31 El término águila aparece en dos pasajes más en Apocalipsis: 4:7 y 12:14. Estos pasajes subrayan el aspecto de volar.
Véase James L. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse, BIS 32 (Leiden: Brill,
1998), p. 89.
32 Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10 (dos veces); 13:8, 12, 14 (dos veces); 17:2, 8. Véase también las lecturas alternas en 12:12 y

14:6 enumeradas en Nes-Al27.


33 Blass and Debrunner, Greek Grammar, §247.2.
243

[p 311]  

9
La quinta y sexta trompetas 
(9:1–21)
[p 312]  

Bosquejo (continuación)
6. La quinta trompeta (9:1–12)
a. El abismo y las fuerzas demoníacas (9:1–6)
b. Las langostas (9:7–12)
7. La sexta trompeta (9:13–21)
a. Un mandato divino (9:13–16)
b. Una visión descriptiva (9:17–19)
c. Negativa a arrepentirse (9:20–21)
[p 313]  

CAPÍTULO 9
9 1 Y el quinto ángel tocó la trompeta. Y vi una estrella que había caído del firmamento a la tierra, y recibió la
llave del pozo del abismo. 2 Y abrió el pozo del abismo y salió humo del pozo como humo de un gran horno, y el
sol y el aire se oscurecieron debido al humo del pozo. 3 Y del humo vinieron langostas sobre la tierra, y recibieron
poder al igual que los escorpiones de la tierra tienen poder. 4 Y se les dijo que no causaran daño a la hierba de la
tierra, ni a ninguna planta, ni a ningún árbol, excepto a las personas que no tenían el sello de Dios en la frente. 5 Y
recibieron poder de no matarlos, sino de torturarlos por cinco meses, y su tormento fue como el tormento de un
escorpión que pica a un hombre. 6 Y en estos días las personas buscarán la muerte y no la encontrarán. Y anhela-
rán morir y la muerte los elude.
Y el aspecto de las langostas era como el de caballos preparados para la batalla, y en la cabeza había algo
7

como coronas de oro. Y su rostro era como rostros humanos, 8 y tenían cabello como cabello de mujer, y sus dien-
tes era como los de leones. 9 Y tenían corazas como las corazas de hierro, y el sonido de sus alas era como el soni-
do de muchos carros con caballos que corrían hacia la batalla. 10 Y tenían colas y aguijones como escorpiones, y en
la cola tenían poder para causar daño a las personas por cinco meses. 11 Tenían un rey por encima de ellas, el án-
gel del abismo; su nombre en hebreo era Abadón, y en griego Apolión.
12 El primer ay ha venido. Mira, todavía dos más vienen después de estas cosas.
13Y el sexto ángel tocó la trompeta. Y oí una voz que salía de los cuernos del altar de oro delante de Dios, 14 di-
ciendo al sexto ángel, el que tenía la trompeta, «Libera a los cuatro ángeles que están atados en el gran río Eufra-
tes. 15 Y los cuatro ángeles fueron liberados, los que estaban preparados para la hora, día, mes y año para matar a
un tercio de la población. 16 Y el número de los jinetes era doscientos millones. Y oí su número.
Y así en mi visión vi los caballos y sus jinetes. Tenían corazas que era de color rojo intenso, azul violeta, y
17

amarillo como azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, y
244
humo y azufre. 18 Por estas tres plagas murió un tercio del género humano del fuego, el humo y el azufre que sa-
lían de su boca. 19 Porque la fuerza de los caballos estaba en su boca y su cola, y sus colas eran como serpientes.
Tenían cabezas y con ellas infligían daño.
Y el resto de la población, los que no murieron por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus ma-
20

nos ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera. Estos ídolos
no pueden ver, oír ni caminar. 21 Y no se arrepintieron de sus asesinatos, su brujería, su fornicación y sus robos.
Mientras que el capítulo 8 relata los resultados de las cuatro trompetas que tocaron cuatro ángeles,
este capítulo presenta sólo dos trompetas que tocan el [p 314] quinto y sexto ángeles respectivamente.
(A propósito, el séptimo ángel toca su trompeta para introducir el juicio final y para describir la adora-
ción que los santos rinden a Dios [11:15]). Nótese la extensa descripción de las plagas que siguen a los
toques de trompeta del quinto y sexto ángel. La descripción de la plaga que se produce después de que
se toca la quinta trompeta ocupa dos párrafos bastante largos para un total de once versículos (vv. 1–11)
y concluye con las palabras, «El primer ay ha venido. Mira, todavía dos más vienen después de esas
cosas» (v. 12). Y el relato de la sexta trompeta abarca tres párrafos largos (vv. 13–21) Comparado con los
toques de las cuatro primeras trompetas, el efecto de estas dos siguientes trompetas descritas en párra-
fos extensos indica una gravedad inconcebible.
Las cuatro primeras plagas describen calamidades que se desencadenan en la naturaleza: la tierra, el
mar, los ríos, los manantiales de agua y los cuerpos celestiales. Las dos plagas siguientes describen las
fuerzas demoníacas que Satanás, su rey, libera para atormentar a la población (v. 11). Es una descrip-
ción del infierno mismo en el que las personas tratan de morir pero se dan cuenta de que las muerte las
elude (v. 6). Su sufrimiento mental y espiritual no tiene fin.
La sexta plaga involucra a toda la humanidad, una tercera parte de la cual muere (v. 15). Doscientos
millones de guerreros, que representan las tropas demoníacas, guerrean contra las personas. Estas fuer-
zas de manera simbólica representan a una vasta multitud de ángeles caídos (v. 16). Se proponen matar
a las personas con fuego, humo y azufre. Pero el triste resultado es que ninguno de los incrédulos, aun-
que experimenten angustia y destrucción, se arrepienten de sus malas obras de asesinatos, brujerías,
fornicación y robos (v. 21).
Los dos juicios descritos con el toque de la quinta y sexta trompetas no sólo se siguen uno después
de otro sino que están estrechamente relacionados. Ambos ilustran el objetivo ruinoso de los demonios.
En el primer caso, penetran en la mente de los incrédulos y les causan tortura mental. La segunda ilus-
tración muestra el completo control que tienen los demonios sobre los seres humanos, que luego reali-
zan todas las acciones malas imaginables.
Interpreto estas calamidades descritas en los capítulos 8 y 9 no sólo como secuenciales sino incluso
en algunos aspectos como simultáneas. Es decir, mientras que la quinta y la sexta trompetas anuncian a
las fuerzas demoníacas, las calamidades de las cuatro primeras ya se están dando. En otras palabras, las
referencias en ambos capítulos a la muerte y a seres humanos en trance de morir se superponen. La di-
ferencia es que, además de enfrentarse a poderes destructores en la naturaleza, la humanidad también
se encuentra con fuerzas demoníacas que tratan de destruir el cuerpo y arruinar el alma.1

1 S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 194.


245

Por último, mi objetivo es explicar el contenido de este capítulo no en forma literal sino simbólica.
No estoy buscando momentos concretos en [p 315] la historia o en el futuro en los que se han cumplido
o se cumplirán la quinta y la sexta plagas. «Más bien, debemos ver a las fuerzas espirituales que actúan
en el mundo de los no regenerados, de los malvados, fuerzas que se simbolizan con estos monstruos del
reino infernal».2
6. La sexta trompeta 
9:1–12
a. El abismo y las fuerzas demoníacas 
9:1–6
1. Y el quinto ángel tocó la trompeta. Y vi una estrella que había caído del firmamento a la tierra, 
y recibió la llave del pozo del abismo.
Primero, el efecto del toque de trompeta del quinto ángel es que Juan tiene una visión de una estre-
lla. Pero ¿cómo interpretamos la expresión estrella? En el siglo primero a las estrellas se les atribuía un
sentido figurativo; se pensaba que planetas errantes eran arrojados al abismo (1 Enoc 21:6; 86:1; 88:1;
compárese con Jud. 13) «El Antiguo Testamento en forma poética da personalidad a las estrellas
haciendo que entren a guerrear o canten canciones (Jue. 5:20; Job 38:7).3
Juan utiliza el tiempo pasado en la frase «una estrella que había caído» y dice que vio esta estrella.
Menciona el lugar donde había caído, a saber, la tierra. Así pues, en otro tiempo la estrella había ocupa-
do un lugar en el cielo pero ahora está en la tierra. Interpreto la expresión estrella de manera simbólica,
como parece evidente por la descripción que Juan hace de esta luminaria. Juan le atribuye las caracterís-
ticas de voluntad e intelecto. La estrella recibe una llave con la que abre el abismo, características que
son propias de un ser racional y no de un objeto inanimado. De ahí que muchos intérpretes identifican a
este ser como a un ángel malo, es decir, Satanás, que, por breves períodos de tiempo, recibe la potestad
de poder abrir el pozo del abismo.4 El tiempo del verbo había caído indica que había transcurrido tiempo
desde que ocurrió. Jesús dice que «veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc. 10:18). Y Juan escribe
que «fue arrojado a la tierra, y sus ángeles con él» (12:9).
El quinto ángel que toca la trompeta tiene un paralelismo con el quinto ángel que derrama su copa
sobre el trono de la bestia, cuyo reino se convirtió en tinieblas (16:10). Aquí el pozo del abismo es donde
reside una [p 316] estrella caída, a saber, Satanás; allá su morada es el trono de la bestia que lo ocupa en
su nombre. Pero el rey de este reino hundido en las tinieblas es Satanás mismo, que intenta destruir el
reino de Dios. Nótese que el ángel del abismo recibe el nombre de Abadón en hebreo y de Apolión en
griego (v. 11). En ambas lenguas la palabra significa destructor (véase Pr. 15:11).

2 Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids. Baker, 1979), p. 225.


3 Véase Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 185.
4 Consúltese Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed Fee

Publishing Association, 1969), p. 312; Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand
Rapids: Kregel, 1977), p. 114; Henry Alford, Jams‐Revelation, vol. 4, parte 2 de Alford’s Greek Testament (1875;
reimpresión, Grand Rapids: Guardian, 1976), pp. 639–40; William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión,
Grand Rapids: Baker, 1982), p. 120; Hailey, Revelation, p. 225.
246

Si identificamos a esta estrella con Satanás, el príncipe de los demonios arrojado del cielo para que
more en el abismo (compárese con Mt. 10:25; 12:24, donde se le llama Belcebú), debemos entender que
Dios tiene el control total. O Satanás o uno de sus subalternos recibe la llave del abismo, no en el senti-
do de posesión permanente sino de poder momentáneo. Dios permite que espíritus malignos tengan
libertad temporal para realizar sus obras destructoras que se describen en los versículos posteriores de
este capítulo. Dios envía a los innumerables ángeles caídos al abismo, donde esperan el día del juicio
(Lc. 8:31; 2 P. 2:4; Jud. 6). Decreta el momento de abrir y cerrar este lugar. Él es el soberano. Así pues,
concluyo que Dios tiene la llave del abismo; se la da por épocas al diablo para que cumpla sus propósi-
tos divinos.5
2. Y abrió el pozo del abismo y salió humo del pozo como humo de un gran horno, y el sol y el ai‐
re se oscurecieron debido al humo del pozo.
La expresión abismo en el Nuevo Testamento se refiere a la morada de los espíritus malignos, con la
excepción de Ro. 10:6–7, donde Pablo utiliza el concepto para la morada de los muertos.6 En Apocalip-
sis, donde la palabra aparece siete veces,7 significa siempre el lugar donde permanecen Satanás y sus
seguidores. Después del juicio, son arrojados al lago de azufre ardiente donde son atormentados por
siempre (19:20; 20:10, 14, 15). Los demonios a los que Jesús sacó del hombre llamado Legión le ruegan
que no los envíe al abismo, porque es su cárcel (Lc. 8:31).
El abismo tiene un pasadizo que conduce al así llamado pozo sin fondo. De este pasadizo salen
humos como los de un gran horno. El cuadro que Juan presenta es el de humo denso que oscurece la
luz del día, obstruye la respiración, contribuye a enfermedades, produce un hedor insoportable y man-
cha todo lo que toca. Es como si se hubiera desencadenado el infierno para dañar, contaminar y profa-
nar la creación de Dios. Este enorme horno sirve para describir el infierno mismo del que salen nubes
de humo para oscurecer la luz del sol y contaminar el aire, haciendo imposible respirar. El mal es como
una densa nube que convierte el [p 317] mundo en tinieblas y sofoca a todos los que respiran su aire
contaminado. Pero el mal mismo opera sólo con permiso divino.8 Sale, aumenta y se opone a todo lo
que es verdadero, puro, bueno y admirable. El mal nunca tiene éxito en conquistar el reino de Dios,
porque Dios no sólo permite su efecto sino que lo controla.
3. Y del humo vinieron langostas sobre la tierra, y recibieron poder al igual que los escorpiones 
de la tierra tienen poder. 4. Y se les dijo que no causaran daño a la hierba de la tierra, ni a ninguna 
planta, ni a ningún árbol, excepto a las personas que no tenían el sello de Dios en la frente.

5 Algunos estudiosos interpretan que la estrella es un ángel bueno, en concordancia con 10:1; 18:1; y 20:1. Pero Gregory
K. Beale (The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p. 492) obser-
va con tino que ningún estudioso a «aducido un ejemplo en el que una metáfora de estrella caída se aplique a un ángel
bueno». Véase también Otto Böcher, EDNT, 1:4; y consúltese Hans Bietenhard, NIDNTT, 2:205; Joachim Jeremias,
TDNT, 1:9–10.
6 Al citar Dt. 30:12–13, Pablo contrasta el cielo y su contraparte: «¿Quién subirá al cielo? ¿Quién bajará al abismo?» (Ro.

10:6–7). El abismo es otra palabra para Hades.


7 Ap. 9:1, 2, 11; 11:7; 17:8; 20:1, 3.

8 James L. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse, BIS 32 (Leiden: Brill, 1998), p.

89
247

La octava plaga de Egipto (Éx. 10:13–15) se refiere al poder destructor de las langostas que devora-
ron todo lo que había crecido en los campos y dejó desnudos a los árboles (véase también Jl. 1:4, 6–7).
Así que privan a las personas y a los animales de su fuente de alimentos. Pero las langostas en este ver-
sículo son totalmente diferentes:
- provienen del humo infernal que sale del abismo;
- no devoran la hierba verde, ni las plantas ni los árboles;
- atacan a las personas que no forman parte del reino de Dios.
- atacan a los incrédulos con los aguijones de escorpiones.
Así pues, el contexto mismo obliga al intérprete a explicar la palabra langostas no de modo literal si-
no figurativo. Estas criaturas que salen del infierno son de aspecto demoníaco y realizan acciones de-
moníacas. Pero pueden actuar sólo cuando Dios les da el poder de picar como escorpiones,9 y deben
hacer lo que Dios les dice, a saber, atacar a quienes carecen del sello en la frente (compárese con el para-
lelo 7:3b). No es Satanás sino Dios quien manda, porque otorga autoridad y establece los límites, al
mismo tiempo que protege a los suyos de todo daño espiritual (compárese con Ez. 9: 4, 6).
La picadura del escorpión es sumamente dolorosa pero no necesariamente fatal para los humanos.
Henry Barclay Swete observa: «El escorpión ocupa un lugar con la serpiente y otras criaturas hostiles al
ser humano, y con ellas simboliza las fuerzas del mal espiritual que están activas en el mundo».10 Tanto
en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, se mencionan juntos los escorpiones y las serpientes (Dt.
8:15; Lc. 10:19; y Si. 39:30).
¿Quiénes son estos escorpiones? El contexto de este capítulo muestra que no deberíamos equiparar-
los con seres humanos sino más bien con demonios. Son liberados del abismo cuando Dios le otorga a
Satanás o a [p 318] un subalterno demoníaco permiso para abrir este pozo. Y pueden causar daño sólo a
quienes no tienen el sello de Dios en la frente. Atacan a quienes aman las tinieblas y no la luz, a quienes
han llegado a conocer la verdad pero la rechazan, y a quienes voluntariamente sirven al maligno. Ata-
can a aquellos a quienes Dios ha abandonado y entregado a sus deseos pecaminosos (Ro. 1:21, 24, 26,
28).
5. Y recibieron poder de no matarlos, sino de torturarlos por cinco meses, y su tormento fue como 
el tormento de un escorpión que pica a un hombre. 6. Y en estos días las personas buscarán la muerte 
y no la encontrarán. Y anhelarán morir y la muerte los elude.
Estos demonios reciben autoridad para torturar a seres humanos pero no para matar. Una vez más
el texto indica con claridad que Dios es soberano. Nos recuerda que Dios permitió que Satanás causará
daño a la carne y los huesos de Job pero que respetara su vida. Dios establece los límites para el poder

9 El verbo griego edozē (fue dado) ocurre numerosas veces en Apocalipsis (p.ej., 6:2, 4 [dos veces], 8, 11; 7:2; 8:3; 9:3, 5).
La voz pasiva en general implica intervención divina.
10 Swete, Revelation, p. 116; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity;

Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 109. David E. Aune (Revelation 6–16, WBC 52B [Nashville: Nelson, 1998], p. 527)
agrega que los escorpiones, en este caso langostas demoníacas, pueden intimidar y aterrorizar a sus víctimas.
248

de Satanás (Job 2:4–6). No Dios sino Satanás es responsable por el mal en este mundo; pero Dios utiliza
la maldad de Satanás para castigar a pecadores recalcitrantes y llamarlos al arrepentimiento (v. 21).11
La tortura se puede experimentar física o mentalmente. El centurión imploró a Jesús que sanara a su
siervo que estaba «postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente» (Mt. 8:6); Pedro escribe que Lot
estaba atormentado en el alma debido a las vidas pecaminosas del pueblo en Sodoma (2 P. 2:8). Tam-
bién los demonios mismos expresaron el temor de que Jesús los atormentara antes del tiempo señalado
(Mt. 8:29; Mr. 5:7; Lc. 8:28). En Apocalipsis, sin embargo, el verbo y el sustantivo tortura se refieren al
juicio divino como consecuencia del pecado. Juan compara este agudo tormento con el de una picadura
de escorpión.
A los demonios se les da poder para causar aflicción a seres humanos por un período de cinco me-
ses. La vida de las langostas coincide con la duración de la estación de crecimiento en Israel, de abril a
setiembre. Aquí menciona un período de duración relativamente corta, porque el número cinco en el
contexto del sistema decimal se utiliza como número redondo. «No hay evidencia clara de que se le de-
ba dar a este número un significado simbólico en el N[uevo] T[estamento]».12 Además, la expresión cin‐
co meses se encuentra en el versículo 10 con el mismo significado.
El sufrimiento que la persona soporta cuando la pica un escorpión es tan intenso que desea morir,
pero no se le permite que se haga realidad. Job habla de quienes anhelan la muerte pero ésta no llega
(Job 3:21; véase 7:15), y el Señor Dios habla de los sobrevivientes de la nación de Judá que preferirán
morir que vivir (Jer. 8:3). Día tras día anhelan morir para que [p 319] acabe su sufrimiento físico e inclu-
so mental; pero la muerte los elude. «Peor que cualquier herida es el deseo de morir y con todo no po-
der lograrlo», es el lamento del escritor latino Cornelio Galo.13
Estas personas no pueden morir, no porque no puedan cometer suicidio sino porque se les ha dicho
a los demonios que no las maten. R. C. H. Lenski escribe con acierto: «La idea de que los no sellados, los
incrédulos, los engañados pudieran matarse es ajena a la situación. Es un hecho bien conocido que, a
pesar de sus deseos de morir, cuando el curso más doloroso de su engaño los acucia como picaduras de
escorpión, los incrédulos nunca tienen el valor de cometer suicidio en masa».14 Los demonios, como no
tienen poder para matar, siguen vejando el cuerpo y la mente de quienes sufren y los conducen a una
total desesperación.
Por el contrario, los seguidores de Cristo tienen el sello de Dios en la frente y están a salvo. No te-
men a la muerte, porque, aunque anhelen estar con el Señor, tienen como meta agradarlo mientras estén
en esta tierra (2 Co. 5:8–9; Fil. 1:23–26). El Señor mismo los protege, y ha encargado a sus ángeles que los
cuiden.
Palabras, frases y construcciones griegas en 9:1–6
Versículos 1–2

11 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 120.


12 Colin J. Hemer, NIDNTT, 2:689–90.
13 Con agradecimiento a William Barclay, The Revelation of John, 2d. ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 2:62.

14 R. C. H. Lenski, The Interpretation of John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 292.


249
πεπτωκότα—el participio perfecto activo del verbo πίπτω (caigo). El tiempo perfecto muestra una acción
que ocurrió en el pasado pero con importancia duradera para el presente, ilustrado con la frase «del firmamento
a la tierra». Además del movimiento de caída, también está implícita la caída moral del ángel.
τῆς ἀβύσσου—el texto hebreo del Antiguo Testamento utiliza tĕhôm (lo profundo; Sal. 107:26), que en la Sep-
tuaginta aparece como ἄβυσσος, que significa sin fondo.15 El adjetivo βύσσος (hondo) opera como sustantivo
porque carece del término χώρα (región); el prefijo α es privativo. La literatura apócrifa también menciona el
abismo como el lugar donde permanecen Satanás y sus seguidores (1 Enoc 18.12–16; 21.7–10; 108.3–6).
Versículo 4
ἵνα μὴ ἀδικτήσουσιν—esta construcción sirve como sujeto del verbo ἐρρέθη (fue διχηο [a ellos que]).16 Des-
pués de la conjunción ἱνα se utiliza el futuro de indicativo (véase v. 5 donde ἵνα va seguido de futuro en pasiva
βασανισθήσονται), que varía poco respecto al subjuntivo aoristo. Esta hace que escriba οὑδέ (dos veces) en lugar
de μηδε, que exige el subjuntivo.
[p 320] Versículo 6
ζητήσουσιν—el tiempo futuro con otros dos verbos (encontrar y anhelar) se encuentra tres veces en el versícu-
lo 6 en un sentido progresivo: «buscará», etc. El negativo enfático οὐ μή significa «de ningún modo». Les es im-
posible encontrar la muerte. El tiempo presente φεύγει (elude) debe preferirse al tiempo futuro φεύξεται (eludi-
rá).
b. Las langostas 
9:7–12
Juan presenta una vívida descripción de las langostas que deben entenderse en su conjunto. Deja
bien claro que la palabra langostas no debería tomarse en sentido literal sino simbólico, porque estas
criaturas
- tienen el poder y la gracia de los caballos
- aparecen con la inteligencia de rostros humanos
- muestran encanto debido al cabello femenino pero ferocidad con dientes de león
- llegan con corazas de protección dispuestas para la batalla
- pican con las colas de escorpiones.
En las palabras de un proverbio árabe. «Las langostas tienen muslos de camello, patas de avestruz,
alas de águila, pecho de león y cola como víboras».17 Estamos frente a un símbolo polifacético que des-

15 Thayer, p. 2. También véase Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p.


28.
16 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),

p. 992.
17 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:244.

Mounce (Revelation, p. 189) ofrece una variación de este proverbio: La langosta tiene la cabeza como caballo, el pecho
como león, los pies como camello, el cuerpo como serpiente y antenas como el cabello de una doncella». Véase también
Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 562; G. R. Beasley-Murray,
The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 162.
250

cribe a criaturas demoníacas que intentan guerrear y derrotar a todo y a todos los que se cruzan en su
camino.
7. Y el aspecto de las langostas era como el de caballos preparados para la batalla, y en la cabeza 
había algo como coronas de oro. Y su rostro era como rostros humanos, 8. y tenían cabello como cabe‐
llo de mujer, y sus dientes era como los de leones.
Juan toma prestadas en parte las imágenes de la profecía de Joel, quien compara una invasión de
langostas con un poderoso ejército que destruye todo lo que encuentra a su paso. De hecho, este profeta
escribe que las langostas tienen el aspecto de caballos, galopan como caballería, suenan como el ruido
de carros de combate, atacan como guerreros y marchan hacia adelante (Jl. 2:2–11). En otro lugar se
compara al caballo con una langosta (Job 39:20). Se trata de una escena de batalla que las langostas des-
arrollan en las tierras devorando el mundo vegetal y en consecuencia privando a seres humanos y ani-
males del suministro de alimentos. Pero Juan utiliza las imágenes para describir de modo simbólico la
batalla espiritual que [p 321] los demonios plantean contra la raza humana. Los demonios que salen del
pozo del abismo emergen de entre las oleadas de humo con un poder destructor terrible que les ha sido
dado. Están listos para la batalla y seguros de la victoria; es decir, Juan utiliza el símbolo de los caballos
preparados para la batalla con algo así como coronas de aspecto dorado para indicar el triunfo inminen-
te. La corona de oro sirve como parodia de la corona dorada en la cabeza de Jesús el Hijo del Hombre
(14:14).
Las langostas aparecen con rostros humanos, indicando inteligencia, sagacidad y discernimiento. Son
criaturas demoníacas con el poder mental de seres racionales para infligir inenarrables calamidades en
quienes se rebelan contra su Señor y hacedor (Ro. 1:21). Intentan engañar a quienes no sirven ni adoran
a Dios. Proyectan el mal diabólico con rostro humano que se aparta de Dios y, por tanto, está sin Dios.
Juan escribe las frases cabello de mujer y dientes como los de leones para expresar de manera figurativa
el engaño demoníaco por un lado y el ataque feroz por el otro. El cabello femenino es agradable a la
vista; el contaste entre el encanto y la ferocidad de los dientes es de un gran simbolismo. Los dientes de
león simbolizan violencia y crueldad para satisfacer un apetito voraz, porque Satanás y sus fuerzas de-
moníacas tratan de seducir a los seres humanos y en última instancia destruirlos.
Una vez más, Juan depende de la profecía de Joel para este simbolismo: «Una nación poderosa e in-
numerable ha invadido mi país; tiene dientes de león, colmillos de leona» (Jl. 1:6). Pero las criaturas
diabólicas en la visión apocalíptica de Juan no han recibido autoridad para matar sino para torturar a
los incrédulos por una duración concreta de cinco meses (vv. 5, 10).
9. Y tenían corazas como las corazas de hierro, y el sonido de sus alas era como el sonido de mu‐
chos carros con caballos que corrían hacia la batalla. 10. Y tenían colas y aguijones como escorpiones, 
y en la cola tenían poder para causar daño a las personas por cinco meses.
a. «Tenían corazas como las corazas de hierro». Estas corazas cubrían la parte frontal de los antiguos
guerreros de la misma forma que los chalecos antibalas cubren hoy a la policía. Un comentario arameo
sobre la profecía de Nahum 3:17 («Tus dignatarios son como langostas») contiene una versión amplia-
da, «Mira, tus corazas resplandecen como la langosta». Estas palabras comparan las corazas de hierro
251

de los guerreros asirios, famosos por su crueldad inhumana, con las corazas escamosas de las langos-
tas.18 El texto se refiere a la guerra física, que yo interpreto como combate espiritual.
La presentación metafórica de estos seres demoníacos sugiere invencibilidad. Nadie en la tierra
puede enfrentarse a estos ataques [p 322] malvados que intentan causar un daño indescriptible sobre la
raza humana. Sólo los que tienen el sello de Dios en la frente pueden resistir los furiosos ataques de es-
tos monstruos. Sin embargo, no siquiera los santos más santos en la tierra pueden destruir a un ángel
caído, porque, como seres inmortales, son invulnerables a una destrucción definitiva y muerte.
b. «El sonido de sus alas era como el sonido de muchos carros con caballos que corrían hacia la bata-
lla». Juan toma prestada las imágenes de la profecía de Joel que compara el sonido chirriante de las alas
de langostas en vuelo a caballos que «galopan como corceles» (Jl. 2:4). En la era antigua los cascos de
caballos galopando y las roedas estridentes de carros cambiaron el curso de la batalla cuando un ejercito
tuviera más jinetes y carros que el enemigo.19 Aquí las innumerables langostas que representan a fuer-
zas demoníacas están seguras de la victoria. La referencia al sonido de la batalla debería interpretarse
en forma no literal sino simbólica. Describe una batalla inminente que llena los corazones y almas
humanos de un pavor y temor indescriptibles.
c. «Y tenían colas y aguijones como escorpiones, y en su cola tenía poder para causar daño a las per-
sonas por cinco meses». La descripción verbal es la de caballos que arrastran carros de ruedas estriden-
tes para causar daño a desventurados opositores. De igual modo un escorpión cae sobre su presa y lue-
go con la cola le hace una picadura venenosa. Así como el carro es como el apéndice del caballo, así la
cola es como el accesorio del escorpión.20
Con palabras algo diferentes, Juan repite lo que escribió en el versículo 5: «Y recibieron poder no pa-
ra matarlos, sino para torturarlos por cinco meses, y su tormento fue como el tormento de un escorpión
cuando pica a un hombre». La picadura del escorpión no suele matar a la persona pero produce un do-
lor muy agudo por un tiempo limitado. Con la repetición del mismo pensamiento, Juan subraya la gra-
vedad del ataque. Indica que el tormento que causan las criaturas demoníacas es temporal. Menciona
cinco meses para indicar un período de corta duración.
11. Tenían un rey por encima de ellas, el ángel del abismo; su nombre en hebreo era Abadón, y en 
griego Apolión.
El significado del texto es claro, porque las langostas no tienen rey, como afirma el escritor de Pro-
verbios 30:27. Pero los demonios juran fidelidad a Satanás, a quien Jesús llama «príncipe de este mun-
do» y a quien Pablo identifica como «el que gobierna las tinieblas».21 Aquí el ángel es o Satanás [p 323] o
una figura demoníaca que representa al diablo. Se le llama «el destructor» tanto en hebreo como en
griego.

18 Robert P. Gordon, «Loricate Locusts in the Targum to Nahum iii 17 and Revelation ix 9», Vetus Testamentum 33
(1983): 338–39.
19 Compárese con Luther Poellot, Revelation: The Last Book in the Bible (St.Louis: Concordia, 1962), p. 127.

20 Alford (Revelation, p. 643) basa su observación en los genitivos del versículo 9, que literalmente dice, «un sonido de

carros de batalla de muchos caballos» (o sea, los carros de batalla vistos como extensiones de los caballos).
21 Ef. 2:2; véase también Jn. 12:31; 14:30; 16:11; 2 Co. 4:4; 1 Jn. 4:4; 5:19.
252

El Nuevo Testamento asigna muchos nombres a Satanás: diablo, tentador, enemigo, adversario, ser-
piente, dragón engañador, acusador, el malvado, Belcebú, Belial, Apolión.22 El nombre hebreo Abadón y
el griego Apolión significan una misma cosa: destructor (compárese con Job 26:6; 28:22; Sal. 88:11; Pr.
15:11). Satanás se nombra a sí mismo como gobernante; en este caso, o bien opera como rey sobre los
demonios o ha delegado en un subalterno que sea llamado rey y destructor. El malvado gobierna sobre
todos los que no tienen el sello de Dios en la frente; son llamados «hijos del diablo» (1 Jn. 3:10). Esta fi-
gura demoníaca llamada destructor es exactamente lo opuesto al que es llamado salvador. Resulta difí-
cil determinar por qué Juan utiliza tanto el nombre hebreo como el griego. Algunos estudiosos dicen
que escribió el nombre Apolión como variación del dios Apolo, cuyo símbolo era una langosta. «Quizá
hay intento de un juego de palabras con las pretensiones de Nerón y Domiciano de ser encarnaciones
de Apolo».23 Sin embargo, es más prudente afirmar que el centro de atención de Juan es el destructor
espiritual, Satanás, o su subordinado, que es una referencia velada a un déspota terrenal, Nerón o Do-
miciano.
12. El primer ay ha venido. Mira, todavía dos más vienen después de estas cosas.
Juan afirma que hay tres ayes, de los cuales los dos primeros se explican en este capítulo. Es decir, el
primer ay tiene que ver con las langostas que han venido a atormentar a las personas (vv. 1–11), y el
segundo ay abarca el resto de capítulo 9. Interpreto 10:1–11:13 como un paréntesis, de modo que el texto
de 11:14 señala la concusión del segundo ay, «el segundo ay ha venido». Luego Juan escribe que el ter-
cer ay va a venir pronto.
Los tres ayes se siguen uno al otro con una intensidad cada vez mayor: el primer ay sigue después
de la quinta trompeta. Se refiere a la liberación de fuerzas demoníacas que reciben permiso para causar
daño, pero no para matar, por un duración específica. El segundo ay ocurre cuando se toca la sexta
trompeta. Son liberados cuatro ángeles para matar a una tercera parte de la humanidad con fuego,
humo y azufre. Las calamidades que ocurren tienen como fin conducir a la humanidad al arrepenti-
miento y a la fe en Dios; llaman a las personas a cambiar su vida pecaminosa volviéndose a Dios. Estos
dos ayes también instruyen a los santos para que observen las señales de los tiempos, porque el fin es
inminente. El tercer ay introduce el juicio de los muertos por parte de Dios (11:15b–19).
[p 324] Palabras, frases y construcciones griegas en 9:7–12
Versículo 7
ὡς στέφανοι ὅμοιοι χρυσῷ—nótense las palabras que indican aproximación a lo real: algo como (ὡς) y seme-
jante a (ὅμοιοι). Las fuerzas demoníacas exhiben imitaciones de coronas, oro y rostros humanos. Del mismo mo-
do, Pablo habla de disfraces que utiliza Satanás para engañar a las personas (2 Co. 11:14).
Versículos 8–9

22 Compárese con Daniel P. Fuller, «Satan», ISBE, 4:342; Hughes, Revelation, p. 111. Swete (Revelation, p. 120) menciona,
«Es innecesario averiguar si con Abadón, el destructor, el vidente significa muerte o Satanás». Y véase Thomas,
Revelation 8–22, p. 38.
23 John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 170; refiérase también a Aune, Revelation 6–

16, p. 535; Beasley-Murray, Revelation, p. 162; Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical
Press, 1993), p. 110.
253
καὶ εἶχον—el tiempo imperfecto al comienzo de ambos versículos es descriptivo: «tenían». «El imperfecto
aquí es una especie de panorama móvil».24 Sin embargo, los dos versículos siguientes (vv. 10, 11) tienen el tiempo
presente ἔχουσιν. El tiempo presente se utiliza para que el autor dé vivacidad a su descripción.
Versículo 10
οὑρὰς ὁμοίας σκορπίοις καὶ κέντρα—es una frase abreviada que, con corchetes agregados, dice, «colas como
[colas] de escorpiones y picaduras [como picaduras de escorpiones]».
τοὺς ἀνθρώπους—el sustantivo con artículo definido no es en contraposición a ángeles o animales sino que
se refiere a la humanidad en general. En todo Apocalipsis el término transmite un sentido universalista (p.ej.,
8:11; 9:6, 10, 15, 18, 20).25
Versículo 11
βασιλέα—este sustantivo sin artículo definido es el objeto directo del verbo tener. Aunque la traducción es
«tienen un rey», la ausencia de artículo definido puede indicar lo absoluto de este puesto, a saber, rey de los de-
monios.
Versículo 12
μετὰ ταῦτα—¿deberían estas palabras con o sin la conjunción kai. constituir el principio del versículo 13, co-
mo se evidencia en una serie de manuscritos menores? La lectura más difícil coloca estas palabras al final del
versículo 12 y así se adopta, aunque Juan casi siempre las coloca al comienzo de una frase.26
7. La sexta trompeta 
9:13–21
Las calamidades que afectan al mundo y a la humanidad incrementan su intensidad con el sonido
de cada toque sucesivo de una trompeta. En este segmento, Juan revela que se producirá una guerra
que no tiene igual en los anales de la historia humana. Los llamamientos al arrepentimiento [p 325] no
se toman en cuenta y se repudia deliberadamente la revelación de Dios, de modo que una guerra deso-
ladora destruye al género humano como resultado de la ira divina. La diferencia entre anteriores gue-
rras mundiales y ésta es la magnitud que adquieren las fuerzas infernales sin control. Los poderes de las
tinieblas dominan por completo, sin obstáculo alguno; aniquilan a una tercera parte de la población
mundial. Los demonios incitan a que los seres humanos se destruyan entre sí con el armamento más
horrible del que disponen. Se hace caso omiso de los tratados y convenciones que han servido como
barreras. Es el juicio de Dios sobre el mundo que lo ha abandonado a él y a su palabra.
a. Un mandato divino 
9:13–16
13. Y el sexto ángel tocó la trompeta. Y oí una voz que salía de los cuernos del altar de oro delante 
de Dios, 14. diciendo al sexto ángel, el que tenía la trompeta, «Libera a los cuatro ángeles que están 
atados en el gran río Eufrates.

24 Robertson, Grammar, p. 883.


25 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 311.
26 Para un análisis detallado véase Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed.

(Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1994), pp. 669–70.


254

a. Observaciones. Por encima de todo, vemos el paralelismo del sexto ángel que toca la trompeta para
enviar a cuatro ángeles al gran río Eufrates y el sexto ángel que derrama su copa en el gran río Eufrates
(16:12). Además, del mismo modo que la sexta trompeta es el punto culminante de las aflicciones, así la
apertura del sexto sello demostró ser un punto culminante (6:12–17). He aquí una evidencia explícita
del paralelismo que permea todo Apocalipsis.
Luego, algunas traducciones agregan el número cuatro como calificativo de «cuernos» en la primera
parte de la segunda frase: «los cuernos del altar de oro».27 La adición de este número puede atribuirse al
paralelo en la expresión «cuatro ángeles» (v. 14), o bien un escriba quizá lo omitió por accidente. Los
manuscritos griegos están divididos por igual en este punto, de modo que la elección es arbitraria; su
inclusión o exclusión no afecta para nada el mensaje del texto.28
Por último, la voz que habla desde el altar de oro al sexto ángel que toca la trompeta es una respues-
ta a las oraciones que los santos en el cielo y en la tierra han presentado delante de Dios (6:9–10; 8:3–5).
Ninguno de los otros ángeles con trompetas recibe una comunicación directa parecida desde la presen-
cia de Dios mismo.
b. Interpretación. «Y oí una voz que salía de los cuernos del altar de oro delante de Dios». Aunque
Juan menciona el nombre de Dios, constata que el sonido procede del altar, a saber, de la presencia
misma de Dios. De este [p 326] modo evita referirse a Dios, sino que con reverencia dice que la voz pro-
cede del altar de oro. Juan utilizó un método parecido de identificación indirecta para Jesús cuando lo
llamó la voz como trompeta (1:10). Y en 6:6 la voz que procede de en medio de los cuatro seres vivientes
parece ser la voz o del Cordero o de Dios (compárese con 10:4, 8; 11:12). Swete comenta que la voz es o
la del ángel con el incensario de oro o representa las oraciones de los santos (8:4–5).29 Pero todas las ora-
ciones de los santos se unen delante de Dios, quien ahora responde a las mismas con una voz. ¿Es la voz
de un ángel o de Dios?
La tradición judía enseñaba que un ángel servía a Dios como intermediario para transmitir su pala-
bra. Esteban, Pablo y el autor de Hebreos circunscriben la voz de Dios que transmite los diez manda-
mientos en el monte Sinaí; afirman que la ley la comunicaron ángeles (Hch. 7:53; Gá. 3:19; Heb. 2:2).30
Sin embargo, la introducción al decálogo dice, «Dios habló, y di a conocer todos estos mandamientos»
(Éx. 20:1). Suponemos que Juan de igual modo circunscribe la voz de Dios dejando la impresión de que
un ángel habló en nombre de Dios.
Los cuernos del altar no son los del altar fuera del tabernáculo o templo sino del altar del incienso
frente al lugar santísimo. Este altar estaba recubierto de oro (Éx. 30:1–6; 37:25–28) se construyó según el
modelo divino que Moisés recibió de Dios en el monte Sinaí (Éx. 25:9, 40). En Apocalipsis, este altar sir-
ve como lugar donde los santos inmolados por la palabra de Dios suplican a su Señor soberano que
vengue su sangre (6:9–10). Desde este altar el humo del incienso mezclado con las oraciones de los san-
tos asciende hasta Dios (8:4), y desde este altar se imparten órdenes de comenzar la cosecha que anun-
cia el fin de la era (14:18–19).

27 NCV, NEB, NIV, REB, Peterson. Véase también los comentarios de Thomas, Lenski, Harrington, Beckwith.
28 Consúltese Metzger, Textual Commentary, p. 670.
29 Swete, Revelation, p.120.

30 SB, 3:554–56; Greijdanus (Openbaring, p. 205) escribe que el que habla es del género masculino, como lo indica el par-

ticipio legonta y, por tanto, se refiere a Dios. Pero la palabra angelos también es del género masculino.
255

c. Instrucción. «[La voz estaba] diciendo al sexto ángel, el que tenía la trompeta, ‘Libera a los cuatro
ángeles que están atados en el gran río Eufrates’.» El sexto ángel recibe el mandato de liberar a cuatro
ángeles. No hay indicios de que estos cuatro ángeles deberían relacionarse con los que están de pie en
las cuatro esquinas de la tierra (7:1). Aquí los ángeles están atados en el gran río Eufrates, pero en 7:1 los
cuatro ángeles sostienen los cuatro vientos de la tierra. Estamos frente al interrogante de si los ángeles
atados son buenos o malos.31 Leemos que deben ser liberados, de modo que las plagas que Dios ha or-
denado para castigar a los incrédulos puedan tener efecto. El hecho de que están atados, que en griego
está en tiempo perfecto para denotar lapso de tiempo, significa ángeles malos (véase [p 327] Jud. 6).
Cuando son liberados, se ponen en movimiento las plagas que habían tenido bajo control: las plagas de
fuego, humo y azufre que matarán a una tercera parte de la humanidad (v. 18).
La expresión el gran río Eufrates se encuentra varias veces en el Antiguo Testamento.32 Constituía el
límite de la tierra prometida que no tuvo vigencia sino hasta el reinado del rey Salomón (1 R. 4:21). En
otra época, constituyó el límite oriental del imperio romano.
Sin embargo, cuando aparece el nombre Eufrates en un capítulo lleno de simbolismo, es prudente
afirmar que, junto con una lectura literal, cabe una versión figurativa. El nombre señala el límite entre
bien y mal, entre el reino de Dios y el de Satanás. El salmista menciona que el reino mesiánico hecho
realidad en Cristo se extiende desde el río Eufrates hasta los confines de la tierra. Y el efecto de este rei-
nado hace que las tribus del desierto se postren delante de él (Sal. 72:8–9). Incluso las naciones de Asiria
y Babilonia, que en la época del Antiguo Testamento eran enemigas del pueblo de Dios, se someten a
Cristo.
El texto revela que, cuando son liberados los cuatro ángeles en el gran río Eufrates, se desencadena
una guerra a escala mundial. En tiempos del Antiguo Testamento, Dios utilizó este río de manera figu-
rativa para arrasar la tierra de su pueblo con sus enemigos (Is. 8:7–8).33 Ahora ordena al sexto ángel que
libere a los cuatro ángeles que han estado atados y por ello han sido incapaces de detener el avance del
evangelio (Mt. 24:14). Cuando llega el momento de su liberación, las fuerzas del mal quedan libres para
atacar al mundo que ha dejado de lado a Dios y a su palabra. Podemos estar seguros de que las fuerzas
del Anticristo también se oponen a los ciudadanos del reino de los cielos, aunque éstos llevan el sello de
Dios y reciben su protección espiritual (vv. 4–5). Jesús dijo que si los días de gran desolación no se acor-
taran, «nadie sobreviviría». Pero «por causa de los elegidos se acortarán» (Mt. 24:22).
15. Y los cuatro ángeles fueron liberados, los que estaban preparados para la hora, día, mes y año 
para matar a un tercio de la población. 16. Y el número de los jinetes era doscientos millones. Y oí su 
número.
La construcción pasiva del verbo liberar significa que Dios es el agente que ordena la liberación de
estos cuatro ángeles. El número cuatro significa impacto mundial, como resulta evidente por la destruc-
ción que estos ángeles inducen: perece una tercera parte de la población del mundo. Es un cuadro de
una guerra que abarca a todo el mundo puesto ante al juicio de Dios. Hasta ese momento Dios había
controlado las fuerzas de destrucción global de la humanidad, aunque había enviado calamidades [p 

31 Alford (Revelation, p. 645) comenta que la cuestión de ángeles buenos o malos «no entra para nada en consideración».
32 Gn. 15:18; Dt. 1:7; Jos. 1:4. Véase también Gn. 2:14; Dt. 11:24; Ap. 16:12.
33 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (GrandRapids: Eerdmans, 1972), p. 136; comparar con Lens-

ki, Revelation, p. 302, quien no llama al Éufrates un río o lugar geográfico sino «la fuente de dominio mundial».
256

328] sobre un tercio de la tierra, de los árboles, de las criaturas del mar, de los barcos, de las aguas y de
los cuerpos celestiales (8:7–12). También incrementa la intensidad de sus juicios. Después de la apertura
del cuarto sello, la Muerte y el Hades reciben «autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con
espada, hambruna y enfermedad, y por las bestias salvajes de la tierra» (6:8; la cursiva es para dar énfa-
sis). Pero ahora leemos que se da muerte a una tercera parte de la población de la tierra. Para ser exac-
tos, después de las plagas que afectan a un tercio de la creación, Dios libera una plaga sobre los incrédu-
los. Este azote es tan grave que estas personas anhelan morir, aunque no pueden porque la muerte los
deja de lado. Entonces, como resultado de la siguiente plaga muere una tercera parte de la humanidad.
Dios libera a cuatro ángeles que estaban listos y pertrechados con instrumentos para ejecutar su
horripilante tarea. Juan incluso menciona el tiempo exacto para el que se han preparado: la hora, día, mes 
y año. Esto quiere decir que Dios determina el momento exacto y la amplitud del castigo que impone a
un tercio de la raza humana. Establece la hora misma de la plaga. También da a conocer que esta devas-
tación sobre la humanidad no es un momento pasajero sino que durará el tiempo que su sabiduría haya
establecido.
Se desencadena una guerra mundial en la que están involucrados tanto los piadosos como los impí-
os, hasta el punto de que muere una tercera parte de los habitantes del mundo. Dios utiliza la guerra
como instrumento para advertir a los impíos que se arrepientan, pero incontables multitudes se niegan
a escuchar la advertencia de Dios. Juan escribe: «Y el resto de la población, los que no murieron por es-
tas plagas, no se arrepintieron» (v. 20). Describe la guerra en términos de su época, con jinetes, a saber,
tropas de caballería.34 Especifica que su número es doscientos millones; y agrega que oyó que se men-
cionaba esta cifra. En otras palabras, le llegó desde una fuente exterior y no necesariamente por haber-
los visto (v. 17). Juan describe el número de ángeles como «miríadas y miríadas y miles y miles» (5:11),
que equivale a un número incalculable. De igual modo, «200 millones (200 × 1000 × 1000) es una cifra
enormemente grande de tropas reunidas contra la humanidad».35
El Antiguo Testamento habla de las huestes celestiales de ángeles de Dios como «decenas de miles y
miles de miles» (Sal. 68:17; y véase Dn. 7:10). En los pasajes del Antiguo Testamento, el sujeto son ánge-
les de Dios, pero aquí son tropas de caballería.
[p 329] Palabras, frases y construcciones griegas en 9:13–16
Versículo 13
φωνὴν μίαν—el número uno se traduce mejor como artículo indefinido (véase 8:13; 18:21; 19:17), pero no de-
bería minimizarse que sea una la voz que habla en respuesta a la multiplicidad de oraciones (8:3).
τοῦ … τοῦ … τοῦ—con el empleo triple del artículo definido antes de tres sustantivos, Juan parece indicar
que la voz procede de la presencia misma de Dios (8:3 también utiliza el artículo definido τό tres veces).
ἐπί—con el caso dativo, esta preposición tiene un significa locativo, «en el gran río».
Versículo 15

34Bauer, p. 380.
35Resseguie, Revelation Unsealed, p. 61. Bauer (p. 199) lo interpreta como «un número indefinido de incalculable inmen-
sidad». Ladd (Revelation, p. 137) observa, «Es difícil creer que se pretendió un número literal». Pero en sus respectivos
comentarios, Thomas (p. 46) defiende «un número exacto» y Walvoord (p. 166) comenta que «la interpretación literal
no es imposible».
257
εἰς τὴν ὥραν—la preposición rige el caso acusativo de los cuatro sustantivos sucesivos (ὥραν, ἡμέρα, μῆνα,
ἐνιαυτόν). Un artículo definido precede los cuatro sustantivos para indicar un grupo de sustantivos que especifi-
can un momento en el tiempo.
Versículo 16
ἤκουσα—seguido del caso acusativo τόν ἀριθμόν denota que Juan oyó y también entendió el significado del
«número».
b. Una visión descriptiva 
9:17–19
En la sección anterior, Juan describe lo que oyó: el sonido de una trompeta que tocaba un ángel; una
voz procedente del altar de oro; el mandato de liberar a cuatro ángeles y la cifra de las tropas de caba-
llería. Ahora describe en detalle lo que vio: el color de las corazas, el aspecto de los caballos, el extermi-
nio de un tercio de la humanidad y la fuerza de los caballos.
17. Y así en mi visión vi los caballos y sus jinetes. Tenían corazas que eran de color rojo intenso, 
azul violeta, y amarillo como azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de 
sus bocas salía fuego, y humo y azufre.
Basado en el Antiguo Testamento, Juan escribe, «en mi visión vi», utilizando vocabulario tomado de
Daniel 7:2; 8:2. Emplea esta expresión sólo aquí en Apocalipsis, al parecer para poner de relieve el con-
traste entre haber oído la cifra de los jinetes y ahora verlos.36 Quiere transmitir un relato completo de lo
que oyó y vio, porque la multitud de jinetes no presagiaba sino temor y terror para un mundo no arre-
pentido.
[p 330] Juan escribe que «tenían corazas que eran de color rojo intenso, azul violeta y amarillo como
azufre».37 La secuencia del texto griego indica que la descripción de las corazas califica a los jinetes y no
a los caballos, aunque en las guerras antiguas a los caballos a veces se los protegía con armaduras metá-
licas en forma de eslabones y placas.
Los colores de estas corazas son ilustrativos: el rojo se refiere a fuego, el azul a la planta jacinto y el
amarillo al azufre. La Septuaginta menciona la palabra jacinto en conexión con un tinte que se utilizaba
para teñir de azul telas finas y la cortina del tabernáculo (Éx. 26:1; 27:16; 28:8). Swete comenta que la
expresión «sin duda quiso describir el color azulado de la llama sulfurosa».38 Las descripciones con-
cuerdan con el fuego, humo y azufre de la frase siguiente y se repiten en relación con las tres plagas (v.
18).
Después de describir a los jinetes, el autor escribe acerca de las cabezas y bocas de los caballos: «Las
cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salían fuego y humo y azufre». Al
comparar las cabezas de caballos con las de leones, Juan describe una fuerza destructora feroz. La des-

36 Charles (Revelation, 1:252) llama a la última cláusula en el versículo 16 y la primera en el 17 «una glosa confusa». Sin
embargo, los manuscritos griegos no sustentan esta afirmación. Beckwith (Apocalypse, pp. 567–68) llama superflua la
adición del verbo vi. Pero la lengua aramea exige el verbo ver, en, por ejemplo, «Levanté mis ojos y vi».
37 Véase NKJV, NJB, Cassirer. MLB, RSV y NRSV emplean la palabra zafiro para describir el tinte azul. Asimismo M.

Robert Mulholland Jr., Revelation: Holy Living in an Unholy World (Grand Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press,
1990), p. 198. Y William Barclay (Letters to the Seven Churches [London: SCM, 1957], 2:65) lo llama «azul ahumado».
38 Swete, Revelation, p. 123.
258

cripción de fuego, humo y azufre que sale de sus bocas armoniza con las antiguas historias de dragones
que arrojaban fuego. El flujo de estos tres elementos se presenta como una oleada continua de devasta-
ción. Este cuadro evoca terror y representa al mal que acosa al globo con fuerza brutal. Los caballos y
sus jinetes están bajo el control de seres demoníacos que quieren causar muerte y destrucción.
18. Por estas tres plagas murió un tercio del género humano del fuego, el humo y el azufre que sa‐
lían de su boca. 19. Porque el poder de los caballos estaba en su boca y su cola, y sus colas eran como 
serpientes. Tenían cabezas y con ellas infligían daño.
He aquí una distribución poética interesante de los versículos 17b y 18 en un arreglo quiástico:39
A 17b de sus bocas
B salieron
C fuego y humo y azufre
D Por estas tres
18a

plagas murió un
tercio del género humano,
C′ 18b por causa del fuego y el humo
y el azufre
B′ que salían
A′ de sus bocas
[p 331] Juan enumera las tres plagas que destruyen un tercio de la humanidad (v. 15); son fuego, 
humo y azufre que salen de las bocas de monstruos diabólicos. Estos tres elementos naturales son símbo-
los que representan guerra, desolación y destrucción.
Primero, el Antiguo Testamento enseña que el fuego se refiere a guerra, porque «quemar una ciudad
era un principio básico de la guerra total antigua».40
Luego, el fuego de la guerra incluye el humo que oscurece la luz del sol, contamina el aire y sofoca a
todos los seres que respiran. En el Antiguo Testamento, el humo es una manifestación de la ira violenta
de Dios dirigida contra sus enemigos (Jue. 20:40; 2 S. 22:9; Sal. 18:8; Is. 30:27).
Por último, el azufre en las Escrituras representa el castigo de los malvados por parte de Dios, como
se ve claramente en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn. 19:24).41 Cuando comienzan a quemarse
los depósitos de azufre, se liberan gases tóxicos, en especial en erupciones volcánicas. Una combinación

39 Con agradecimiento a Aune, Revelation 6–16, p. 540.


40 Harold Van Broekhoven Jr., ISBE, 2:305. Consúltese Jue. 1:8; 9:49; 18:27; 20:48; 1 S. 30:1–4; 1 R. 9:16; 2 Cr. 36:19; Jer.
17:27; 21:10; 22:7; 32:29; 43:12–13; 49:27; Am. 1:4–14; 2:2, 5.
41 Véase Dt. 29:23; Job 18:15; Sal. 11:6; Is. 30:33; Ez. 38:22; Lc. 17:29; Ap. 9:17–18; 14:10; 19:20; 20:10; 21:8.
259

de lava ardiente y de azufre en combustión produce un dolor intenso y la muerte de todos los que en-
cuentra a su paso.42
El escritor relata que el poder para matar a seres humanos radica tanto en la parte delantera como
trasera de los caballos, es decir, en la boca y cola (compárese con v. 10). Sus bocas en forma figurativa
arrojan fuego, humo y azufre, mientras que sus colas parecen serpientes que muerden. Juan no dice que
los jinetes de estos caballos maten a seres humanos, sino que los caballos tenían ese poder. El texto,
pues, es sumamente simbólico, de modo que tenemos que pensar en términos de fuerzas demoníacas
que reciben autoridad para matar a adversarios de Dios. Tanto con las cabezas como con las colas, estos
demonios infligen un daño inenarrable.
c. Negativa a arrepentirse 
9:20–21
20. Y el resto de la población, los que no murieron por estas plagas, no se arrepintieron de las 
obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos hechos de oro, plata, bronce, 
piedra y madera. Estos ídolos no pueden ver, oír ni caminar.
Estos dos versículos sirven de breve resumen de las catástrofes que Dios ha enviado, incluyendo ca-
lamidades tanto en la naturaleza como con guerra. La palabra plagas en el texto griego transmite el sen-
tido de que [p 332] Dios descargó golpes. Aunque las plagas destruyeron un tercio de los habitantes de
la tierra, los sobrevivientes parece que se volvieron indiferentes a las repetidas calamidades. Si los tér-
minos como marejada, terremoto, genocidio y limpieza étnica se vuelven expresiones comunes, la población
en general comienza a tomarlas como por descontado y no quiere tomar en cuenta el impacto y mensaje
que transmiten. Dios utiliza desastres para que los seres humanos recapaciten y no limita las adversi-
dades a las que provienen de conflictos armados.
Estos versículos finales no se refieren al pueblo de Dios sino a los pecadores no arrepentidos. Este
pasaje, por tanto, enfatiza no las adversidades sino los incrédulos recalcitrantes. A pesar de la pérdida
traumática de vida, el resto de la humanidad no quiso arrepentirse por lo hecho. No es porque Dios no
les hubiera dado tiempo y razón para arrepentirse. Por ejemplo, Jesús dijo a la iglesia en Tiatira que le
había dado a la profetisa Jezabel «tiempo para arrepentirse, pero no quiere arrepentirse de su fornica-
ción» (2:21). De igual manera aquellos sobre quienes había caído la ira de Dios maldijeron su nombre y
se negaron a arrepentirse (16:9, 10). Dios utilizó plagas para hacer que las personas cambiaran sus ca-
minos y se convirtieran; en lugar de ello, lo repudiaron.
¿Cuáles son «las obras de sus manos» que los incrédulos se negaron a abandonar? Son ídolos de
hechura humana y sin ningún valor, hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera (Jer. 1:16; 16:19–20;
Dn. 5:23; Miq. 5:13). Los occidentales no suelen adorar imágenes de Buda o de otros dioses, pero los ído-
los de posesiones materiales, en especial el dinero (Mt. 6:24; Lc. 16:13), son omnipresentes como imáge-
nes visuales de dioses falsos. El salmista en forma elocuente da fe de la impotencia de los falsos dioses:
Tienen boca, pero no pueden hablar;

42Hoeksema (Behold, He Cometh! pp. 328–30) interpreta el fuego, el humo y el azufre como símbolos de guerra, ham-
bruna y peste respectivamente. Relaciona el fuego con el segundo jinete que representa la guerra; el humo con el terce-
ro; y el azufre con el cuarto (6:3–8). Sin embargo, es difícil demostrar con las Escrituras que el humo represente ham-
bruna.
260

ojos, pero no pueden ver;


tienen oídos, pero no pueden oír;
nariz, pero no pueden oler;
tienen manos, pero no pueden palpar;
pies, pero no pueden andar;
¡ni un solo sonido emite su garganta!
(Sal. 115:5–7; véase también 135:15–17)
Pablo menciona que adorar a ídolos es equivalente a adorar a demonios. Los ídolos encarnan el con-
cepto de adorar a demonios que exigen una dedicación incuestionable. El cántico de Moisés contiene
estas palabras acerca de la relación de Israel con Dios: «Lo provocó a celos con dioses extraños y lo hizo
enojar con sus ídolos detestables. Ofreció sacrificios a los demonios, que no son Dios» (Dt. 32:16–17a).
Un ídolo hecho de oro, plata, bronce, piedra y madera es y sigue siendo un objeto muerto, pero los de-
monios convencen a las personas que los adoren (1 Co. 10:20). Por tanto, rendir homenaje a un ídolo es
lo mismo que profesar fidelidad a [p 333] demonios, y los demonios promueven no el bienestar de sus
seguidores sino su destrucción. Inducen a los idólatras a transgredir los mandamientos de Dios.
21. Y no se arrepintieron de sus asesinatos, su brujería, su fornicación y sus robos.
Los idólatras fueron testigos diarios de muerte y destrucción como recordatorios de que a la trasgre-
sión de los mandamientos divinos le siguen inevitablemente castigos. En una directa afrenta a Dios,
servían a ídolos. Cometían homicidios, brujerías, adulterios y robos, pecados perpetrados contra la so-
ciedad. Estos pecados violaban el decálogo: no servir a otros dioses ni hacer ídolos; no cometer adulte-
rio ni fornicación, y no robar (Éx. 20:3–4, 13–14). En todo el Antiguo y Nuevo Testamentos, se menciona
muchas veces la idolatría, porque sustituye la adoración a Dios. Relacionado con la idolatría está el pe-
cado de sortilegios y brujería, que son una abominación para el Señor Dios (Dt. 18:10–12). De hecho,
Dios dio instrucciones a Moisés para que dieran muerte a los que consultaran a adivinos y a los que
practicaran brujería (Éx. 22:18; Lv. 20:6, 27). Pablo une idolatría y brujería como obras de la carne (Gá.
5:20). Y Juan incluye a brujos, fornicadores, homicidas e idólatras entre los que están destinados a per-
dición eterna (21:8; 22:15).43
Las personas se negaban a arrepentirse y, por ello, en el día del juicio deben asumir plena responsa-
bilidad por sus acciones. Seis trompetas, tocadas como señales de advertencia del juicio venidero, tienen
como fin llamar a los pecadores a arrepentimiento, a conversión y a una vida nueva. Pero cuando los
pecadores endurecidos hacen caso omiso de los llamamientos con las trompetas, sólo podrán echar la
culpa a sí mismos.44 Los sonidos de la sexta trompeta son preludio de la séptima, que contiene el cántico
de los veinticuatro ancianos que representan a los innumerables santos:

43 Consúltese Thomas, Revelation 8–22, p. 54. Véase también J. Stafford Wright (NIDNTT, 2:558), quien comenta que «ha
habido siempre una tradición mágica de hierbas que se recogen y preparan para sortilegios y también para promover
la presencia de espíritus en ceremonias mágicas».
44 Beale (Revelation, p. 518) afirma que la advertencia de Dios a «los incrédulos remanentes no es para conseguir arre-

pentimiento de hecho entre la mayoría, ya que no se sentían inclinados, por así decirlo, a arrepentirse». En su lugar
Dios demuestra su soberanía y su justicia.
261

Y ha llegado el momento de juzgar a los muertos


y recompensar a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
los pequeños y los grandes,
y de destruir a los que destruyen la tierra. (11:18)
[p 334] Palabras, frases y construcciones griegas en 9:20–21
Versículo 20
ἵνα μή—estas partículas introducen «la idea de resultado concebido».45 Es decir, si las personas se hubieran
arrepentido, el resultado hubiera sido renunciar al culto a los demonios e ídolos. El futuro προσκυνήσουσιν
ocupa el lugar del subjuntivo, que es común en Apocalipsis.
Versículo 21
φαρμάκων—«poción mágica, amuleto».46 El hecho de que este sustantivo se encuentre sólo aquí sugiere que
es la lectura original. Los copistas se hubieran inclinado a cambiarlo por el sustantivo φαρμακεία (brujería, ma-
gia, 18:23; Gá. 5:20) en vez de conservarlo.47 El derivativo farmacia es un nexo con el concepto de drogas que indu‐
cen hechizos.

45 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 449; Robertson,


Grammar, p. 998.
46 Bauer, p. 854.

47 Metzger, Textual Commentary, p. 670.


262

[p 335]  

10
El ángel y el pequeño rollo 
(10:1–11)
[p 336]  

Bosquejo (continuación)
8. Interludio (10:1–11:14)
a. El ángel y el pequeño rollo (10:1–11)
(1) Un ángel poderoso (10:1–4)
(2) El mensaje del ángel (10:5–7)
(3) El rollo y su propósito (10:8–11)
[p 337]  

CAPÍTULO 10
10 1 Y vi otro ángel poderoso que descendía del cielo vestido en una nube. Y el arco iris estaba en su cabeza,
y su rostro era como el sol, y sus piernas como columnas de fuego. 2 Y sostenía un pequeño rollo, abierto en la
mano. Colocó el pie derecho en el mar y el izquierdo en la tierra, 3 y gritó con voz fuerte como ruge el león. Y
cuando gritó, los siete retumbos de trueno levantaron sus voces. 4 Y cuando los siete retumbos de trueno habla-
ron, estaba a punto de escribir, y oí una voz del cielo diciendo, «Sella las cosas que los siete retumbos de trueno
dijeron, y no las escribas».
Y el ángel, a quien vi de pie en el mar y en la tierra, levantó la mano derecha al cielo. 6 Y juró por aquel que
5

vive por los siglos de los siglos, quien creó el cielo y las cosas en él, la tierra y las cosas en ella, y el mar y las cosas
en él, y dijo, «Ya no habrá más demora». 7 Sin embargo, en los días en que la voz del séptimo ángel está a punto
de tocar la trompeta, se cumplirá el misterio de Dios, como lo proclamó a sus siervos los profetas.
Y la voz que oí hablando de nuevo conmigo desde el cielo dijo, «Ve, toma el rollo que está abierto en la ma-
8

no del ángel que está de pie en el mar y en la tierra». 9 Y fui al ángel y le pedí que me diera el pequeño rollo. Y me
dijo, «Tómalo y cómelo, y haré que amargue el estómago, pero en tu boca será dulce como miel».
Y tomé el pequeño rollo de la mano del ángel y lo comí. Y fue en mi boca tan dulce como miel, y cuando lo
10

hube comido, mi estómago se agrió. 11 Y se me dijo, «Debes profetizar de nuevo contra muchos pueblos y nacio-
nes y lenguas y reyes.
8. Interludio 
10:1–11:14
a. El ángel y el pequeño rollo 
10:1–11
Una vez más, Juan escribe un interludio, como ya lo hizo en el capítulo 7. Después del sexto sello,
hace una digresión para mostrar al lector un cuadro de los santos en el cielo. El sexto sello reveló la es-
263

cena de los incrédulos que se enfrentan a la ira de Dios y del Cordero (6:15–17); el interludio subsi-
guiente del capítulo 7 presentó a los santos en la gloria, a quienes Dios ha sellado y que son un preludio
para la apertura del séptimo sello (8:1). De igual modo, el toque de la sexta trompeta describe a los in-
crédulos que se niegan a arrepentirse de sus malas obras, aunque han sido testigos del juicio divino en
una serie de plagas (8:6–9:21). Pero antes de que resuene la séptima trompeta, Juan presenta a los santos
en la tierra, a quienes se ordena que presenten la palabra de Dios al mundo. [p 338] En resumen, este
interludio del capítulo 10 no es una pausa para descansar sino un tiempo para recibir y proclamar el
evangelio.
En la secuencia de sietes (sellos, trompetas y copas), hay un interludio entre la sexta y séptima
trompetas, pero no después de la sexta copa. Esto significa que, aparte de la iglesia que predica el evan-
gelio al mundo, no hay nada más que puedan hacer los creyentes mientras esperan la consumación que
concluye con el juicio final. Juan presenta una serie de sietes en el contexto de sellos, trompetas y copas
que muestran un paralelismo progresivo. Estos conjuntos de siete revelan cuadros dentro de cuadros
que no son ni rigurosamente contemporáneos ni sucesivos. Es mejor decir que los conjuntos de siete se
realizan tanto simultáneamente como sucesivamente.1 A medida que se van explicando los conjuntos de
cuadros, se va volviendo cada vez más claro que el punto focal es la victoria de Cristo y la derrota de
Satanás. Estos conjuntos, cada uno a su manera, apuntan hacia la consumación.
Juan oye una voz del cielo que le dice, «Sella las cosas que los siete retumbos de truenos dijeron, pe-
ro no las escribas» (v. 4). Como en otros lugares en Apocalipsis, expresa la visión en el lenguaje del An-
tiguo Testamento, tomando algunas palabras de la profecía de Daniel. A Daniel se le dice que selle sus
visiones porque tienen que ver con el futuro (8:26; 12:4, 9; contrastar con Ap. 22:10).2 Así también las
visiones de Juan se convierten en realidad cuando llega el tiempo de Dios. La lectura «y un aliento de
vida por parte de Dios entró en ellos; volvieron a la vida y se pusieron de pie» (11:11) parece ser un eco
de Ezequiel 37:10, «el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de
pie».3 La orden del ángel de que Juan comiera el pequeño rollo, que supo a miel, refleja los salmos y los
profetas (Sal. 19:10; 119:103; Jer.15:16; Ez. 2:8; 3:3–13).
¿Cuál es el significado de la expresión pequeño rollo? Algunos intérpretes afirman que se refiere al ro-
llo que el Cordero tomó de la diestra de Dios (Ap. 5:1–9). Señalan que aquí el adjetivo pequeño ha perdi-
do su significado dado que en griego la palabra rollo es en sí misma un diminutivo. De hecho, algunos
ejemplos demuestran que un diminutivo a veces pierde sus características.4 El contexto de este capítulo
muestra que Juan a veces utiliza los términos rollo y pequeño rollo de manera indistinta (véase vv. 2, 8, 9,
10). Estos intérpretes concluyen que las dos palabras significan lo mismo y que no debería darse mucho

1 Refiérase a Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed


Free Publishing Association, 1969), p. 335.
2 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 251.

3 Consúltese Steve Moyise, The Old Testament in the Book of Revelation, JSNTSup115 (Sheffield: Sheffield Academic Press,

1995), p. 105.
4 P.ej., Hermas Visión 2.1.4 presenta las dos palabras griegas biblaridion y biblidion como sinónimas de biblion, y todas

ellas con el significado de «pequeño libro».


264

peso a la distinción entre el rollo [p 339] en 5:1–9 y el pequeño rollo en 10:2, 9–10.5 Pero ¿es la intención
de Juan identificar los dos rollos mencionados en los capítulos 5 y 10?
Notamos que, en cuanto a estas palabras, Juan hace unas cuantas distinciones. Primero, escribe el
término libro en la expresión el libro de vida, el cual contiene los nombres del pueblo de Dios (3:5; 20:15).
Parece transmitir la idea de que se trata de un volumen exhaustivo. Luego, utiliza la palabra rollo para
el volumen que está tan lleno que está escrito por dentro y por el dorso (5:1). Con este término, parece
decir que el rollo es bastante largo. Tercero, cuando utiliza la expresión pequeño rollo, se refiere a un ro-
llo abierto que se encuentra en la mano de un ángel (10:2). Por el contrario, el rollo que el Cordero tomó
de la mano de Dios estaba sellado con siete sellos. Cuarto, si los dos rollos fueran el mismo, hubiéramos
esperado que Juan agregara el artículo definido antes de la palabra rollo para que el lector cayera en la
cuenta de referencias previas en el capítulo 5, y éste no es el caso en 10:2 («un pequeño rollo»). Luego en
10:8 aparece el artículo definido («el pequeño rollo») refiriéndose a 10:2.6 Desde un punto de vista exe-
gético, son convincentes los argumentos en contra de identificar los dos rollos.7
Este pequeño rollo enlaza los capítulos 10 y 11. Su contenido parece ser el evangelio que la iglesia
proclama al mundo (11:3–7). La iglesia debe profetizar la palabra de Dios y el testimonio de Jesús, lo
cual es precisamente la razón de que Juan esté en la isla de Patmos (1:9). En obediencia al mandato de
Jesús de ser testigos antes de que llegue el fin (Mt. 28:19–20), este evangelio debe proclamarse a «mu-
chos pueblos, naciones, lenguas y reyes» (10:11).8 La tarea de los dos testigos, a saber la iglesia, es pro-
clamar el mensaje de salvación en un mundo hostil (11:3). El período durante el cual se predica el men-
saje «se refiere no al tiempo de la última trompeta, como muchos han sostenido, sino a todo el período
del cual se ocupa este libro».9
[p 340] (1) Un poderoso ángel 
10:1–4
1. Y vi otro ángel poderoso que descendía del cielo vestido en una nube. Y el arco iris estaba en su 
cabeza, y su rostro era como el sol, y sus piernas como columnas de fuego.

5 Frederick D. Mazzaferri, The Genre of the Book of Revelation from a Source‐Critical Perspective, BZNW 54 (Berlin and New


York: de Gruyter, 1989), pp. 265–79; Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 243–57; y véase su Theology of the Book of 
Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), pp. 80–84. David E. Holwerda,
«The Church and the Little Scroll (Revelation 10, 11)», CTJ 34 (1999): 148–61. Holwerda concuerda con Bauckham y
sugiere que «ambos rollos podrían ser coextensivos uno de otro y con el libro de Apocalipsis después de la apertura de
los sellos» (p. 153).
6 Véase Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 202. La version

siria contiene la expresión «sefrâ dehayê (el libro de vida) en 3:5, y sefrâ aparece también en 20:12. La palabra kethābhâ
(libro, registro) aparece en 5:1–9, pero en el capítulo 10 aparece consistentemente la palabra kethābhûnâ (librito, panfle-
to) (vv. 2, 8, 9, 10). El sirio ayuda a entender mejor la importancia del diminutivo librito.
7 David E. Aune, Revelation 1–5, WBC 52a (Dallas: Word, 1997), p. xcix; Gregory K. Beale (The Book of Revelation: A 

Commentary on the Greek Text, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p. 531) comenta «el hecho pertinaz» de que la
palabra biblaridion se encuentra solo aquí y por tanto no puede carecer de importancia.
8 Compárese con Martín Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 167;

R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:260;


Charles R. Erdman, The Revelation of John (Philadelphia: Westminster, 1936), p. 99.
9 G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 169.
265

Cuando Juan escribe que vio otro poderoso ángel, ya no está en el cielo sino de regreso en la tierra.
Vio que el ángel descendía del cielo a la tierra y estaba «de pie en el mar y en la tierra» (v. 5). Antes Juan
estuvo en el cielo observando un rollo en la diestra de Dios y un poderoso ángel que pedía a todos los
que fueran dignos que rompieran los sellos y lo abrieran (5:1–2). Con una ligera variación, se utiliza el
adjetivo poderoso para la voz de un ángel que tenía gran autoridad (18:1–2).10 Pero ¿cuál es el significado
del adjetivo en este contexto? No podemos identificar al ángel con Jesucristo, porque en ninguna parte
de este capítulo leemos nada acerca de darle culto o adorarlo, lo cual ocurriría en el caso del Señor. El
Nuevo Testamento en general y Apocalipsis en particular no llama ángel a Jesús. El autor de Hebreos
enseña que los ángeles son criaturas sometidas a Jesús. De hecho dice, «ciertamente no vino en auxilio
de los ángeles sino de los descendientes de Abraham» (2:16). En tanto que Jesús es divino y humano, los
ángeles son sólo espíritus. Por tanto, resulta razonable que si Jesús hubiera sido un ángel, habría ayu-
dado a otros ángeles. Pero éste no es el caso, porque los ángeles caídos no pueden ser redimidos; están
condenados y encadenados en el abismo.11 También, el ángel jura por el que vive por los siglos de los
siglos (v. 6), lo cual parece más apropiado para un ángel que para Jesús. Y por último, identificar al án-
gel con arcángeles (por ejemplo, Miguel o Gabriel) es sólo una suposición.12
Juan describe a este ángel como poderoso debido al aspecto físico de su cabeza, rostro y piernas; esa
figura colosal está de pie en el mar y la tierra, y con su resonante voz alcanza a toda criatura en la crea-
ción de Dios. Además, posee un enorme poder, que se requiere para ejecutar el propósito de Dios. Pue-
de haber semejanzas entre el retrato del poderoso ángel (vv. 1–6) y la descripción de la estatua de bron-
ce del coloso de Rodas, isla al sureste de Patmos.13 Esta estatua, erigida alrededor del 280 a.C., tenía una
[p 341] altura de 32 metros). Pero unos cincuenta años después un terremoto la destruyó, y por ello
perdió su significado. No hay indicios de que Juan pensara en un icono dedicado al dios sol.
El poderoso ángel viene directamente de estar en la presencia de Dios y del Señor Jesucristo. Va ves-
tido en una nube para demostrar su eminencia y majestad. Las Escrituras hablan en forma poética de
las nubes como vehículos que Dios utiliza para avanzar (Éx. 13:21; Dt. 33:26; Sal. 104:3; Is. 19:1). Por ello,
el Hijo del hombre viene en una nube (Dn. 7:13 y véase Ap. 1:7; 14:14). Alrededor de la cabeza del ángel
hay un arco iris como símbolo de la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas del pacto con su pueblo
(Gn. 9:12–16). Esto no significa que Dios se aparezca bajo la forma de ángel sino que Dios envió a su
ángel como mensajero suyo para comunicar su soberanía y que es merecedor de confianza.
El colorido arco iris se forma por el reflejo de los brillantes rayos que irradian del rostro del ángel
(compárese con Ez. 1:28). Así como el rostro de Jesús «era como el sol que brilla con toda su fuerza»
(1:16), así la referencia al rostro del ángel que irradia como el sol significa que el ángel procedía de la

10 En su excursus sobre ángeles, M. Robert Mulholland Jr. afirma que en numerosos lugares en Apocalipsis donde se
menciona a los ángeles (7:2; 8:3; 10:1; 18:1; 20:1; 22:6–9) se identifican con Cristo. Véase su Revelation: Holy Living in an 
Unholy World (Grand Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press, 1990), pp. 62–64. De igual modo Beale (Revelation, p.
525) escribe que «el ángel es el Ángel divino del Señor, como en el AT, que debe identificarse con Cristo mismo».
11 Simon J. Kistemaker, Exposition of the Epistle to the Hebrews, NTC (Grand Rapids: Baker, 1984), p. 76.

12 Refiérase a George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 141; Alan F.

Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Raids: Zondervan, 1981),
12:496; Charles, Revelation, 1:258; Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995),
pp. 59–60.
13 David E. Aune, Revelation 6–16 (Nashville: Nelson, 1998), pp. 556–57.
266

presencia de Jesús. Mientras que los pies de Jesús era como bronce fino refinado en un horno (1:15), las
piernas del ángel eran como columnas de fuego. La descripción tiene como fin transmitir la magnitud y
magnificencia del aspecto del ángel. La imagen de las piernas del ángel como columnas de fuego se re-
fiere en forma indirecta al cuidado providencial de Dios. Dios protegió a los israelitas durante noches
frías en el desierto con el calor y la luz de una columna de fuego, y con ello los protegió del ejército
egipcio, con lo cual mostró su permanente proximidad y poder (Éx. 13:21–22; 14:24).
2. Y sostenía un pequeño rollo, abierto en la mano. Colocó el pie derecho en el mar y el izquierdo 
en la tierra, 3. y gritó con voz fuerte como ruge el león. Y cuando gritó, los siete retumbos de trueno 
levantaron sus voces.
a. «Y sostenía un pequeño rollo, abierto en la mano». Juan recurre de nuevo al Antiguo Testamento
para su material descriptivo, acudiendo esta vez a la profecía de Ezequiel. El profeta escribe que una
mano, que se le extiende, sostenía un rollo que estaba abierto frente a él (Ez. 2:9). Es significativo el tér-
mino abierto, que sugiere que el tamaño del volumen es pequeño ya que le permite al lector ver por
completo el mensaje escrito. Juan, por tanto, califica el rollo con el adjetivo pequeño para transmitir la
idea de «un rollo pequeño de papiro».14 Resulta evidente el contraste [p 342] entre este trozo de papel y
el rollo que fue sellado (Ap. 5:1). El mensaje del rollo sellado revelaba el plan de Dios para todo el
mundo a lo largo del tiempo cósmico, desde el principio hasta el fin. Pero el trozo de papiro que estaba
abierto en la mano del ángel es al parecer el mensaje del evangelio referente al testimonio de Jesús.
Aunque el texto es en sí mismo breve, el contexto de este capítulo y del siguiente arroja luz sobre el sig-
nificado del pequeño rollo. Es decir, después de que Juan consume el librito, se le dice que profetice (v.
11); de igual modo los dos testigos profetizaron hasta que concluyeron su testimonio (11:3, 6, 7).
b. El ángel «colocó el pie derecho en el mar y el izquierdo en la tierra». Estamos frente a un cuadro
de un ángel de aspecto colosal y que controla la creación de Dios tanto en el mar como en tierra. Con un
mensaje escrito en la mano, toma posesión del mar y de la tierra, siendo el mar primero porque es el
mayor de los dos cuerpos. Nótese la repetición de la frase «de pie en el mar y en la tierra» (vv. 5 y 8). No
creo que colocar el pie izquierdo en la tierra simbolice algo siniestro y el pie derecho en el mar algo ven-
turoso. Además, no hace falta decir que Juan escribió desde su punto de vista en la isla de Patmos y que
vio el pie derecho del ángel en el mar Mediterráneo y el izquierdo en Asia Menor. El versículo comuni-
ca la autoridad de este gigantesco ángel sobre tanto la tierra como el mar, porque viene con un mensaje
que proclama salvación para aquellos que obedecen y juicio para quienes rechazan este mensaje.
c. «Y gritó con voz fuerte como ruge el león». Una vez más Juan recurre a los profetas del Antiguo
Testamento. La expresión «rugir como león» proviene de Os. 11:10, donde el Señor Dios ruge para decir
a los israelitas dispersos en varios países que regresen del exilio. Y Amós 3:8 dice: «Ruge el león; ¿quién
no temblará de miedo? Habla el Señor omnipotente, ¿quién no profetizará?» Cuando el león ruge desde
Sión, se advierte a su pueblo que, si no escuchan, el juicio viene. De igual modo, Jeremías escribe esta
palabra profética:
Ruge el Señor desde lo alto;

14Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 126. Isbon T.
Beckwith (The Apocalypse of John [1919: reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979], p. 580) comenta, «Al parecer la pala-
bra pretende distinguir este rollo del gran rollo del capítulo 5». De igual modo, Jürgen Roloff, The Revelation of John,
trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 123.
267

desde su santa morada hace tronar su voz.


Ruge violento contra su tierra.
(Jer. 25:30; véase Am. 1:2)
Pedro habla en forma descriptiva acerca de Satanás que da vueltas como león rugiente (1 P. 5:8). Pe-
ro en este caso el cuadro se refiere a la voz de un ángel poderoso que grita con tal volumen de voz que
se escucha por toda la creación de Dios. En resumen, la ilustración del león rugiente es símbolo de un
sonido que reverbera.
d. «Y cuando gritó, los siete retumbos de trueno levantaron sus voces». Juan escribe con un parale-
lismo poético, tanto en la frase anterior como en ésta. Así como el león ruge en la tierra, así el trueno
retumba en el firmamento. Para dar un énfasis especial, menciona que se trata de siete retumbos de [p 
343] trueno. El número siete no tiene significado literal sino sólo simbólico. Siete equivale a totalidad, de
modo que el retumbo de trueno es abrumador para quienes viven en la tierra. Tanto el rugido del león
como los retumbos de trueno producen miedo y aprensión en los habitantes de la tierra.
Juan y sus lectores estaban familiarizados con uno de los salmos de David que ensalza la gloria, ma-
jestad y poder de Dios. «La voz del Señor está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el
Señor está sobre las aguas impetuosas. La voz del Señor resuena potente; la voz del Señor resuena ma-
jestuosa» (Sal. 29:3–4). La alusión de Juan al Salmo 29 resulta todavía más significativa cuando vemos
que en este salmo David menciona «la voz del Señor» siete veces. También, en Apocalipsis Juan men-
ciona repetidas veces el trueno como «señal de la presencia y juicio divinos».15 Pero en el Salmo 29 y en
Apocalipsis los retumbos de trueno no son simples ruidos sino palabras inteligibles.
4. Y cuando los siete retumbos de trueno hablaron, estaba a punto de escribir, y oí una voz del cie‐
lo diciendo, «Sella las cosas que los siete retumbos de trueno dijeron, y no las escribas».
Cuando las Escrituras utilizan la palabra trueno, casi sin excepción conlleva un mensaje de poder y
juicio divinos. En Apocalipsis el trueno acompaña repetidas veces a la actividad y mensajes divinos
(p.ej., 4:5; 6:1; 8:5; 11:19; 16:18). El ruido del trueno es símbolo de juicio.
El retumbo del trueno por siete veces llega a Juan bajo la forma de palabras habladas, pero no se nos
informa de qué se dijo. Propongo que Juan quiere enfatizar el acto de hablar y no el mensaje que se
transmite. Y por tanto, presumo que estas palabras habladas difieren del mensaje del rollo (v. 2). El rollo
contiene un mensaje profético, en tanto que la comunicación de los siete truenos no se puede dar a co-
nocer. Aunque Juan quiere obedecer a la voz de Jesús que primero le dijo que escribiera (1:11, 19), ahora
una voz le dice que no lo haga. Esta voz que le habla es quizá la voz de Jesucristo, quien en Apocalipsis
se dirige a menudo a Juan (véase 9:13–14; 10:8; 11:12).
Juan dice que estaba apunto de escribir. Cuando ya está listo para escribir pluma en mano, oye la
voz divina que le dice: «Sella las cosas que dijeron los siete retumbos de trueno». Se pueden sellar las

15John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadepha:Westminster, 1979), p. 138. Véase también Friedrich Düsterdieck,
Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and Wagnalls, 1886), p. 300; Leon
Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 135; William
Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 124 n. 2; Bauckham, Climax of Prophecy,
p. 259.
268

palabras que han sido escritas, pero al autor se le dice que selle las palabras antes de escribirlas.¿Cuál es
exactamente el significado de la orden? Este versículo comunica que no deben revelarse las palabras de
la voz de los siete truenos. Y la razón de que ni siquiera se mencione esta acción es diferenciar entre [p 
344] las cosas que están selladas y las que se revelan (véase Dt. 29:29). No está permitido especular y
conjeturar cuál puede haber sido el mensaje del séptuple trueno. Sigue siendo un misterio que debemos
dejar sin explicar.
El verbo sellar vuelve a aparecer en el último capítulo de Apocalipsis, donde se le dice a Juan que no
selle las palabras de la profecía de este libro (22:10). Esto contrasta con la orden que recibió Daniel de
sellar su visión y de escribir en un rollo. Esa restricción se levantaría al fin de los tiempos (Dn. 8:26; 12:4,
9). De igual modo el mensaje que recibió Juan de los siete truenos tendrá que esperar hasta que el tiem-
po cósmico llegue a su fin. Nos damos cuenta de que las visiones y palabras acerca del cielo y del futuro
a menudo no se pueden expresar en forma inteligible para los seres humanos; nuestra capacidad de
comprensión de portentos celestiales es sumamente limitada en el estado pecaminoso que nos es pro-
pio.
Palabras, frases y construcciones griegas en 10:1–4
Versículo 1
ἡ ἶρις—la palabra arco iris está en caso nominativo en lugar de acusativo como objeto del verbo «vi». Pero
Juan escribe en un estilo coordinado arameo, que consiste en cláusulas que toman el lugar de oraciones. Es el
mismo caso del participio singular nominativo ἔχων (teniendo), que debería haber estado en acusativo.
Versículo 2
βιβλαρίδιον—«librito». Esta palabra se encuentra tres veces en este capítulo (vv. 2, 9, 10) y no vuelve a apare-
cer. Es un diminutivo, que es el mismo caso de βιβλίον (v. 8). Los manuscritos varían entre estas dos palabras en
todos estos versículos, pero la evidencia de los manuscritos sustenta mejor las lecturas en el texto.
Versículo 3
μυκᾶται—«ruge». Este verbo sólo se encuentra aquí en el Nuevo Testamento. En griego clásico se utiliza para
sonidos de animales: el mugido de los bueyes, el rebuzno de los asnos y el gruñido de los perros.
Versículo 4
μὴ αὑτὰ γράψῃς—el aoristo subjuntivo sirve como prohibición para indicar que el acto de escribir todavía no
había comenzado. Se le dice, pues, a Juan, «No comiences a escribir».16
(2) El mensaje del ángel 
10:5–7
5. Y el ángel, a quien vi de pie en el mar y en la tierra, levantó la mano derecha al cielo.
[p 345] El autor retoma la identificación del ángel. Deja la impresión de que el ángel que descendió
del cielo debe distinguirse de Jesús. Al mencionar de nuevo la posición del ángel en el mar y en la tie-
rra, Juan quiere poner de relieve el poder y la autoridad de este siervo concreto de Dios.

16A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),


p. 853.
269

Levantar la mano derecha para tomar juramento es lo que se acostumbra en la actualidad en los tri-
bunales de justicia y en las tomas de posesión. Indica que se recurre a Dios como el poder más elevado
en el cielo y en la tierra; a menudo se concluye con la frase, «Que Dios me ayude».
Las Escrituras contienen referencias a personas y a Dios que levantan las manos al cielo cuando pro-
nuncian un juramento. Así por ejemplo, Abraham levantó la mano hacia el Señor Dios cuando hizo un
juramento en la presencia del rey de Sodoma (Gn. 14:22). Daniel vio a un hombre vestido de lino que
levantó ambas manos al cielo y juró por el que vive para siempre (Dn. 12:7). Y Dios jura por sí mismo y
levanta la mano al cielo (Éx. 6:8; Dt. 32:40).
6. Y juró por aquel que vive por los siglos de los siglos, quien creó el cielo y las cosas en él, la tie‐
rra y las cosas en ella, y el mar y las cosas en él, y dijo, «Ya no habrá más demora».
Hay un nexo entre el verso anterior (v. 5) y éste en la triple división del mundo creado. El versículo 5
contiene la secuencia mar, tierra y cielo; aquí el orden es el inverso: cielo, tierra y mar.
El ángel jura por el que vive por los siglos de los siglos. Cuando jura por el Dios vivo, da testimonio
de que las palabras pronunciadas son absolutamente seguras y confiables. Además, en tanto que la ley
puede cambiarse o repelerse, un juramento sin condiciones no se puede alterar y sigue en vigor. Al ju-
rar el ángel por Dios que vive por los siglos de los siglos, apela a su eternidad aplicándola al juramento.
La frase por los siglos de los siglos se encuentra más a menudo en Apocalipsis (1:6, 18; 4:9, 10; 15:7) que en
cualquier otro libro del Nuevo Testamento.
Luego, el ángel juró porque Dios es el creador del mundo y cuida de todo lo que contienen el cielo,
la tierra y el mar. Es decir, apela al cuidado providencial de Dios sobre todas las criaturas (Éx. 20:11;
Neh. 9:6; Sal. 146:6; Hch. 4:24) y relaciona al mundo entero con toda su plenitud con el juramento que
emite.
El juramento revela un límite de tiempo, porque el ángel dice, «Ya no habrá más demora». La tra-
ducción literal es, «Tiempo ya no habrá más», que quiere decir que el período de espera ya pasó, de
modo que sin más demoras comenzarán a producirse los juicios de Dios. Respeto a Jezabel Jesús dice,
«Y le di tiempo para arrepentirse, pero no quiere arrepentirse de su fornicación» (2:21). Cuando ya ha
pasado el tiempo para el arrepentimiento, quedan excluidas las demoras. Pero ¿cómo entendemos el
concepto demora cuando el tiempo cronológico continúa hasta su inevitable fin? ¿Hay un conflicto con la
súplica de las almas en el altar que exclaman, «Por cuanto tiempo, oh Señor Soberano, santo y fiel, no
juzgarás [p 346] y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?» Y el Señor les dice que
esperen un poco más (6:10–11). La respuesta se encuentra en el hecho de que el interludio del capítulo
10 está situado entre el toque de la sexta trompeta (9:13) y el de la séptima (11:15). Este interludio ofrece
un cuadro dentro de un cuadro. Muestra un hecho que se presenta no necesariamente en secuencia cro-
nológica sino como concurrente con los eventos en la era anterior al retorno del Señor e incluso antes de
que el ángel toque la séptima trompeta. Entonces se producirán las plagas. Se completarán cuando el
séptimo ángel, derramando su copa de la ira de Dios, pronuncia la breve frase «Hecho está» (16:17).
Como última observación, téngase presente que las palabras que pronuncia el poderoso ángel (v. 1) se
dicen en el contexto de emitir un juramento solemne.
7. Sin embargo, en los días en que la voz del séptimo ángel está a punto de tocar la trompeta, se 
cumplirá el misterio de Dios, como lo proclamó a sus siervos los profetas.
270

a. «Sin embargo, en los días en que la voz del séptimo ángel está a punto de tocar la trompeta». El
adversativo sin embargo relaciona este versículo con la última frase del versículo 6, donde Juan mencio-
na que ya no habrá más demora. La división entre los versículos 6 y 7 es desafortunada, porque la frase
anterior debería leerse junto con el versículo 7.
Habríamos esperado que el séptimo ángel tocara la trompeta para introducir la serie de siete plagas.
Pero este no es el caso aquí, porque Juan está escribiendo sólo una referencia preliminar a este evento y
no el evento mismo, que se producirá en 11:15. Con esta referencia dice al lector que espere hasta que
haya acabado de escribir el interludio que describe la tarea del pueblo de Dios en la tierra.
En otras palabras, el toque de la séptima trompeta no ocurrirá de inmediato durante o después de la
vida de Juan. Cuando suene esta trompeta, los últimos días han llegado y se hacen visibles mediante
varias visiones.17 El toque de trompeta anuncia el mensaje de que el fin está cerca y se aproxima la con-
sumación de esta era. Y cuando se oye la trompeta, el segundo ay pertenece al pasado (11:14). El tercer
ay abarca el juicio (11:15b–19).
b. «Se cumplirá el misterio de Dios, como lo proclamó a sus siervos los profetas». ¿Cuál es el signifi-
cado de la expresión el misterio de Dios? Juan recurre a los profetas Daniel y Amós del Antiguo Testa-
mento para enmarcar este versículo. Nabucodonosor pidió a Daniel que interpretara un sueño que tu-
vo, a lo cual el profeta respondió que nadie podía hacerlo. «Pero», dijo Daniel, «hay un Dios en el cielo
que revela los misterios» (2:28). Y, como mensajero de Dios, interpretó el sueño del rey referente a even-
tos futuros. [p 347] Luego Amós aseguró al pueblo de Israel que «nada hace el Señor omnipotente sin
antes revelar sus designios a sus siervos los profetas» (3:7). Dios revela su misterio a su portavoz Juan
referente a los eventos que deben ocurrir en los últimos días.
Los eventos ocurren en el futuro, cuando el misterio de Dios se cumplirá. Resulta interesante que,
mientras que en la traducción se utiliza el tiempo futuro del verbo cumplir, el texto griego emplea el
tiempo pasado. En griego el tiempo pasado tiene una connotación futurista que debería entenderse no
desde el punto de vista del autor sino del eventual cumplimiento por parte de Dios. Cuando la demora
ya ha cumplido su tiempo (v. 6), la trompeta del séptimo ángel sonará y Dios hará que se convierta en
realidad su misterioso plan. Cuando suene esta trompeta, ha llegado el tiempo para que Dios y su Cris-
to gobiernen el reino del mundo y juzguen a los muertos (11:15–18). El clamor de las almas debajo del
altar pidiendo el juicio se hará realidad el día del juicio (6:10; 20:11–15), y el toque de la séptima trompe-
ta es una señal de ese día. Durante el tiempo anterior al día del juicio, sin embargo, los profetas de Dios
deben proclamar el mensaje de salvación al mundo. Dios no quiere «que nadie perezca sino que todos
se arrepientan» (2 P. 3:9).
¿Quiénes son los profetas de Dios? El término sus siervos los profetas aparece con frecuencia en el An-
tiguo Testamento.18 Incluye a los profetas de las épocas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento,
de los cuales Juan es el último en cuanto a registrar la palabra de Dios. Juan no distingue entre los pro-
fetas de las dos eras: todos los que recibieron el encargo de escribir la palabra divina son profetas, y esto

17 James L. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse, BIS 32 (Leiden: Brill, 1998),


p. 164.
18 2 R. 17:13, 23; 21:10; Esd. 9:11; Jer. 7:25; 25:4; 26:5; 29:19; 35:15; 44:4; Dn. 9:6, 10; Am. 3:7.
271

incluye a los apóstoles y sus colaboradores (Ef. 3:4–5). Y Juan mismo tiene el honor de revelar a la igle-
sia la revelación de Dios en cuanto al fin de los tiempos.
Por último, Dios proclamó las buenas nuevas de su revelación a sus siervos los profetas. Es el men-
saje de la redención de Dios para los que lo aman y de juicio para los que lo odian. Dios da su mensaje a
sus siervos, y espera que lo transmitan a todos (vv. 10–11; 11:3, 10).
Palabras, frases y construcciones griegas en 10:6–7
Versículo 6
ὤμοσεν ἐν—«juró por». La preposición ἐν empleada con el verbo jurar refleja sintaxis hebrea (Mt. 5:34, 36;
23:16).19 En la gramática griega este verbo va seguido del caso acusativo (Stg. 5:12), la preposición κατά (Heb.
6:13,16), o la preposición εἰς (Mt. 5:34–35).
[p 348] Versículo 7
εὑηγγέλισεν—es aoristo activo del verbo traer buenas noticias. En el Nuevo Testamento la voz activa sólo se
utiliza aquí y en el 14:6; en todos los otros casos está en voz media. La voz activa prevalece en griego posterior y
en esencia casi equivale a la mucho más común voz media εὐαγγελίζομαι.20
(3) El rollo y su propósito 
10:8–11
El anuncio del juicio inminente se suaviza con más aspectos del desarrollo de la historia del mundo.
Primero, el conflicto entre bien y mal conduce de manera inevitable a su final definitivo. Luego, durante
el interludio, Dios no olvida a los suyos sino que da a conocer su revelación. Y por último, la revelación
debe proclamarse a todos en todo el mundo.
8. Y la voz que oí hablando de nuevo conmigo desde el cielo dijo, «Ve, toma el rollo que está 
abierto en la mano del ángel que está de pie en el mar y en la tierra».
La primera vez que se oyó la voz del cielo, le dijo a Juan que sellara las cosas que decían los siete re-
tumbos de truenos y que no las escribiera (v. 4). La voz al parecer era la de Jesucristo.
La voz emite un claro mandato diciendo «¡Ve!» Esta palabra va seguida de un segundo imperativo,
«¡toma!» El objeto que Juan debe tomar es el rollo, que ahora se califica con la frase «que está abierto en
la mano del ángel». Se trata del pequeño rollo o librito que se puede leer de un vistazo (v. 2).
Al ángel se lo identifica como el que controla mar y tierra, es decir, la creación de Dios y todos los
que viven en ella. Este poderoso ángel, por tanto, llega con un mensaje de parte de Dios Todopoderoso.
Tres veces seguidas el escritor describe la posición de este ángel en el mar y la tierra (vv. 2, 5, 8).
9. Y fui al ángel y le pedí que me diera el pequeño rollo. Y me dijo, «Tómalo y cómelo, y haré que 
amargue el estómago, pero en tu boca será dulce como miel».
Situado en la tierra, Juan se acercó al ángel que tenía el pequeño rollo abierto en la mano y se lo pi-
dió. La respuesta del ángel fue, «tómalo y cómelo». Las palabras están tomadas del libro de Ezequiel,
donde una voz del cielo ordena al profeta que coma un rollo abierto y que llene el estómago con él.

19 C. F. D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2d ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1960), p. 18


20 Bauer, p. 317.
272

Ezequiel así lo hizo y descubrió que era dulce como la miel en su boca (Ez. 2:8; 3:1–3). El profeta vio el
rollo abierto y se dio cuenta de que a ambos lados había palabras de lamentos, gemidos y amenazas (Ez.
2:10).
A Juan se le dice que coma el pequeño rollo que será dulce como miel en la boca y amargo en el es-
tómago. Ahora está personalmente involucrado [p 349] en conocer el librito. Al comerlo y engullirlo,
produce su efecto en su ser más íntimo. Es la palabra de Dios que es más dulce que la miel en la boca
(Sal. 19:10; 119:103). Es en realidad un gozo poner en la boca de uno las palabras de Dios y cantar sus
alabanzas. Pero la misma palabra, cuando se proclama, crea una tensión interna que es amarga. Prime-
ro, descubre pecados ocultos en los recovecos del propio corazón. Luego el mundo repudia la palabra
de Dios y muestra su oposición con ataques a sus mensajeros. Tercero, todo don que Dios entrega a su
pueblo es siempre bueno. Aunque su pueblo soporte opresiones y persecución a causa de su palabra,
Dios los bendice atrayéndolos siempre más cerca de sí.
Sin embargo, así como el evangelio trae vida, luz y gozo a los creyentes, hace que los incrédulos re-
accionen con indiferencia, antipatía y enemistad. Tanto los profetas en la época del Antiguo Testamento
como los apóstoles en tiempos del Nuevo experimentaron oposición de parte del pueblo de Israel y del
mundo. Trajeron el mensaje de redención que resultó ser piedra de tropiezo para los judíos y necedad
para los gentiles (1 Co. 1:23). El evangelio de Cristo vuelve a los miembros de la propia casa de uno
unos contra otros (Mt. 10:35–36), y el mundo incrédulo odia a los siervos del Señor (Jn. 15:18–19). De
hecho, esto es lo que encontraron los dos testigos en Apocalipsis cuando profetizaron en el nombre del
Señor: los mataron (Ap. 11:3–10).
10. Y tomé el pequeño rollo de la mano del ángel y lo comí. Y fue en mi boca tan dulce como miel, 
y cuando lo hube comido, mi estómago se agrió. 11. Y se me dijo, «Debes profetizar de nuevo contra 
muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes.
a. «Y tomé el pequeño rollo de la mano del ángel y lo comí». La secuencia de la acción de «mi estó-
mago se agrió» y «fue en mi boca tan dulce como miel» (v. 9) ahora se invierte al proceso normal de
comer y digerir. Algunos comentaristas interpretan este pasaje en forma literal insistiendo en que el
flujo natural de boca a estómago sugiere un comer literalmente el librito.21 Prefiero decir que Juan se
apropió mentalmente el mensaje del pequeño rollo de manera que llegó a dominarlo. Gustó su dulzura
en la boca cuando proclamó el mensaje; pero, ante la oposición que generó esta palabra entre las perso-
nas, tuvo que soportar la amargura en su ser más íntimo.
Para dar testimonio del Señor se requiere un valor inquebrantable y un tacto cortés. Quien habla la
palabra de Dios en un mundo hostil sufrirá oposición, burlas y será ridiculizado. Pero la persona debe-
ría haber absorbido por completo la palabra de modo que se haya vuelto parte inseparable de su propio
ser. Debe apropiarse el mensaje de Dios por fe, obedecerlo por completo, estar bajo su control total,
permanecer siempre fiel a su mensaje, hablar con sensatez y no quedarse callado.22
[p 350] b. «Y se me dijo, ‘Debes profetizar de nuevo contra muchos pueblos y naciones y lenguas y
reyes’». Casi cada una de las palabras de esta frase ofrece perspectivas interesantes e incluso algunas
dificultades. Comenzamos con la fórmula introductoria «Y se me dijo». Suponemos que el pronombre

21 Thomas, Revelation 8–22, p. 74; Düsterdieck, Revelation, p. 304.


22 Compárese con Hoeksema, Behold, He Cometh! p. 357.
273

ellos apunta a voces celestiales que le hablan a Juan. Pero no los identifica. Por tanto, el sujeto indefinido
nos permite traducir la fórmula como pasiva, «y se me dijo». El empleo de la voz pasiva oculta la iden-
tidad del agente.
Luego, recae sobre la espalda de Juan una obligación moral. Cuando voces celestiales le dicen que
profetice, sabe que debe obedecer la voluntad de Dios. Profetizar no quiere decir simplemente predecir
lo que va a suceder; también significa propagar todas las otras visiones y manifestaciones divinas que
Juan había recibido. En resumen, debe proclamar la revelación toda de Dios. El adverbio de nuevo signi-
fica que Juan había recibido antes alguna información que había tenido que dar a conocer. Y ahora, en
posesión del mensaje del pequeño rollo, se le dice que dé a conocer su mensaje al mundo.
Tercero, una palabra griega está abierta a varias traducciones; es la preposición epi, que en este ver-
sículo puede significar «ante», «contra», «respecto a», «sobre» y «acerca de».
La mayor parte de los traductores han interpretado la preposición griega como «acerca de». Así, se
le dice a Juan que profetice «acerca de muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes». Aunque esta tra-
ducción es buena, hay que preguntar acerca de los receptores de este mensaje. ¿Son estos cuatro grupos
receptivos al evangelio (5:9; 7:9) o le son hostiles? Juan parece utilizar la frase para los incrédulos que va
a ser juzgados por su identificación con Babilonia y la bestia (11:9; 13:7–8; 14:6; 17:15). Por tanto, se pre-
fiere la traducción contra y se puede refrendar con Jeremías 25:30 (32:30 lxx), «Tú, Jeremías, profetiza
contra ellos todas estas palabras».23
Juan agrupa a la humanidad de cuatro formas: pueblos, naciones, lenguas y reyes; el número cuatro
simboliza el mundo. En Apocalipsis escribe siete veces de un agrupamiento cuádruple de pueblos; en
cinco de ellas tienen las mismas categorías aunque en secuencia diferente (5:9; 7:9; 11:9; 13:7; 14:6) y dos
con variaciones (10:11, «reyes» en lugar de tribus»; 17:15, «multitudes» en lugar de «tribus»). En cuanto
a estas siete veces en que ocurre, recuérdese que el número siete significa condición completa. Juan alu-
de al libro de Daniel, donde una frase triple (pueblos, naciones y lenguas) ocurre seis veces.24 La traduc-
ción en griego antiguo de Daniel, sin embargo, agrega la [p 351] palabra regiones a la frase en Daniel 3:4
y con ello nos da una lista de cuatro categorías (véase también Gn. 10:20, 31).25
Dios quiere que la humanidad escuche y responda a su mensaje. Está preocupado por todos, porque
todos son individualmente portadores de su imagen (Gn. 1:27). El Señor Dios no desea que nadie muera
una muerte espiritual: «Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse y vivirán! Lo afirma el Señor
Omnipotente» (Ez. 18:32). Quiere que todos en todas partes «sean salvos y lleguen a conocer la verdad»
(1 Ti. 2:4).
Palabras, frases y construcciones griegas en 10:8–11
Versículo 8

lxx Septuaginta
23 Aune, Revelation 6–16, pp. 573–74; Beale, Revelation, p. 554. Mounce (Revelation, p. 210 n. 52) toma epi «en el sentido de

‘a’ o ‘acerca’ en lugar de ‘contra’».


24 Dn. 3:4, 7; 4:1 (Teod. sólo; =3:31 TM); 5:19; 6:25; 7:14.

25 Refiérase a Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 326–28.


274
λέγουσαν—gramaticalmente este participio debería estar en nominativo, pero está en acusativo por atracción
hacia el participio presente λαλοῦσαν. Puede ser también que la última letra de λέγουσαν es la n móvil para
separarlo del presente imperativo ὕπαγε (¡ve!).
τὸ βιβλίον—el apoyo de manuscritos para esta palabra en el capítulo 10 está dividido. Los manuscritos A, C
y 1006 tienen esa lectura en el versículo 8, y los manuscritos P47, ‫א‬, y 1006 la tienen en el versículo 9. El TR y el
Texto Mayoritario tienen el diminutivo βιβλιοδάριον en ambos versículos. Las dos palabras en este versículo son
idénticas en significado debido a la frase calificativa «abierto en la mano del ángel», que indica que es el librito
mencionado en el versículo 2.26
Versículo 10
La lectura βιβλαρίδιον (v.10) en lugar de βιβλίον σε decide «por el peso de la evidencia externa».27
Versículo 11
λέγουσιν—la lectura variante es el presente singular λέγει, que obviamente es una correctivo textual. La lec-
tura más difícil es la original.
ἐπί—con el genitivo la preposición significa «ante»; con el acusativo, «contra», y con el dativo «respecto a».28

TR Textus Receptus
26 J. Ramsey Michaels (Interpreting the Book of Revelation [Grand Rapids: Baker, 1992], p. 61) relaciona 10:8 con 5:1. Inter-

preta 10:8 diciendo, «Ve a tomar el rollo [con el artículo definido que recuerda el rollo descrito en el capítulo 5] …»
Pero esta exégesis difícilmente puede resultar correcta en vista del versículo 2, que tiene el sustantivo rollo sin el artícu-
lo definido; este uso de la palabra sirve como el antecedente más inmediato, y por tanto más probable, del artículo que
aparece en el v. 8.
27 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), p. 671.
28 S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 224. En el Antiguo

Testamento la frase profetizar contra es común en los profetas mayores (Jer.25:13; Ez.4:7; 11:4; 25:2).
275

[p 353]  

11
Dos testigos y la séptima trompeta 
(11:1–19)
[p 354]  

Bosquejo (continuación)
b. Dos testigos (11:1–14)
(1) El templo (11:1–2)
(2) El poder de dos testigos (11:3–6)
(3) La muerte de dos testigos (11:7–10)
(4) La resurrección de dos testigos (11:11–14)
9. La séptima trompeta (11:15–19)
a. Dos himnos (11:15–18)
b. El pacto de Dios (11:19)
[p 355]  

CAPÍTULO 11
11 1 Y se me dio una caña como una vara de medir y se me dijo, «Levántate y mide el templo de Dios y el
altar y los que adoran allí. 2 Pero excluye el atrio exterior del templo y no lo midas, porque ha sido dado a los gen-
tiles, y pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses.
«Y daré [poder] a mis dos testigos y profetizarán por 1,260 días y estarán vestidos de sayal». 4 Estos son los
3

dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. 5 Y si alguien quiere hacerles daño, sale
fuego de su boca y devora a sus enemigos. Y si alguien quisiera causarles daño, debe morir de esta manera. 6 Es-
tos tienen poder para cerrar el firmamento de modo que no lloverá durante los días de su profecía, y tienen po-
der sobre las aguas para convertirlas en sangre y para azotar la tierra con toda clase de plagas cuantas veces quie-
ran.
Y cuando concluyan su testimonio, la bestia que sale del abismo hará la guerra contra ellos y los derrotará y
7

matará. 8 Y sus cuerpos yacerán en la calle de la gran ciudad que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, don-
de también fue crucificado su Señor. 9 Y los [ciudadanos] de los pueblos y tribus y lenguas y naciones miran sus
cuerpos por tres días y medio, y no permiten que sean colocados sus cuerpos en una tumba. 10 Y los habitantes de
la tierra se alegran por ellos y celebran e intercambian regalos, porque los dos profetas atormentaron a quienes
moran en la tierra.
Y después de tres días y medio el aliento de vida de Dios entró en ellos y se pusieron de pie, y cayó gran
11

temor sobre quienes los vieron. 12 Y oyeron una voz fuerte del cielo que les decía, «Subid acá». Y subieron al cielo
en una nube, y sus enemigos los vieron. 13 Y en esa hora, hubo un gran terremoto y una décima parte de la ciudad
276
se derrumbó y murieron siete mil personas en el terremoto, y el resto se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del
cielo.
14 El segundo ay pasó. Mira, el tercer ay viene pronto.
b. Dos testigos 
11:1–14
La segunda parte del interludio podría haberse abarcado en el capítulo 10, del mismo modo que el
capítulo 7 contiene un interludio en dos partes. Esta segunda parte es continuación del primer segmen-
to con respecto al mensaje del rollo que es dulce al paladar pero amargo para digerir. En esta parte, los
dos testigos proclaman su testimonio pero se enfrentan a oposición, guerra y muerte. Sin embargo, su
muerte no significa derrota, porque serán resucitados de entre los muertos y ascienden al cielo.
[p 356] Antes de que Juan escriba acerca de los dos testigos, cuenta su encargo de medir el templo de
Dios pero no el atrio exterior.1 Menciona el lugar como la ciudad santa y la duración como 42 meses o
1,200 días. Se ha escrito mucho acerca del lugar y del tiempo que Juan menciona:
a. El primer punto de vista es una interpretación literal del templo en Jerusalén antes de que fuera
destruido en el 70 d.C.2 Pero el nombre Jerusalén no se menciona en este capítulo; se leen más bien las
palabras «la ciudad santa». Un estudio de esta expresión en Apocalipsis sugiere un significado no literal
sino simbólico. Advertimos que en Apocalipsis la expresión la ciudad santa se utiliza en forma figurativa
para identificar a la nueva Jerusalén y la morada eterna del creyente (21:2, 10; 22:19). De igual modo, el
término la gran ciudad es, en lenguaje figurativo, Sodoma y Egipto para indicar corrupción moral y es-
clavitud (v. 8). Asimismo, Juan escribe este término para identificar a Babilonia como ciudad de inmora-
lidad (14:8; 16:19; 17:18; 18:2, 10, 16, 19, 21). Si el escritor explica estas expresiones de manera figurativa
a lo largo de Apocalipsis, haremos bien en no tomarlas en forma literal.
b. Una segunda opinión ve un templo literal que se volverá realidad poco antes del tiempo del re-
torno de Cristo y durante el mismo.3 Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento leemos que un tem-
plo físico vaya a ser renovado en la ciudad de Jerusalén. Jesús predijo la destrucción del templo, pero
nunca habló de reconstruirlo (Mt. 24:2) El desgarro de la cortina frente al lugar santísimo fue la señal de
Dios de que había concluido la era del templo y de sus servicios (Mt. 27:51). Pablo utiliza la palabra
templo para describir la morada espiritual de Dios, a saber, la iglesia (1 Co. 3:16; 2 Co. 6:16; Ef. 2:20–22).
El autor de la carta a los Hebreos en forma explícita afirma que los creyentes «se han acercado al monte
Sión, a la Jerusalén celestial, a la ciudad del Dios viviente [a saber] … a la iglesia de los primogénitos
inscritos en el cielo» (12:22–23). Nótese que escribe acerca de la iglesia, no del templo. La muerte y resu-

1 R. H. Charles (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920]. 1:270–73,


adopta los puntos de vista de Wellhausen y afirma que 11:1–2 y 11:3–13 son dos fragmentos sueltos que no tienen nin-
guna conexión con el contexto precedente y posterior; sugieren una autoría diferente. No se trata más que de una con-
jetura. El hecho es que un pasaje depende del otro y, por tanto, sustenta la unidad del texto.
2 Theodor Zahn, Die Offenbarung des Johannes, Komentar zum Neuen Testament 18 (Leipzig: Deichert, 1924–26), 2:419–

20; Ernst Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes, HNT 16 (Túbingen: Mohr, 1970), p. 87. Kenneth L. Gentry Jr., Before 
Jerusalem Fell: Dating the Book of Revelation (Tyler, Tex.: Institute for Christian Economics, 1989), p. 192; David Chilton,
The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation (Fort Worth, Tex.: Dominion, 1987), p. 4.
3 Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 82; John F. Walvoord, The 

Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 176.


277

rrección de Jesús significó el fin de la era del Antiguo Testamento. Con su sacrificio final, Jesús había
cumplido la exigencia de reparación por parte de Dios. De ahí que ya no [p 357] hacía falta que el tem-
plo fuera un lugar de sacrificio de animales para expiar pecados. El templo en Apocalipsis sirve un
propósito simbólico (p.ej., 3:12; 7:15; 21:22). Pero la nueva Jerusalén no tiene templo, «Porque el Señor
Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo» (21:22). Concluyo que en el Nuevo Testamento no hay
evidencias que se puedan aducir en apoyo de la restauración de un templo físico en Jerusalén.4
c. Un tercer enfoque es la interpretación profética con un mensaje de esperanza y salvación para la
comunidad cristiana judía en tiempo de Juan.5 El punto es si este capítulo menciona algo acerca de un
Israel literal, es decir, de un remanente judío que debe salvarse. La respuesta es negativa, porque en
Apocalipsis Juan se dirige a la iglesia universal.
d. Un último punto de vista es la explicación figurativa que ve el templo de Dios como la iglesia en
adoración. Esta exégesis armoniza con el contexto de Apocalipsis que, repetidas veces y de manera co-
herente, presenta numerosas descripciones por medio de simbolismos. De hecho el contexto de los ver-
sículos 1 al 13 es simbólico: el templo y la ciudad santa, el componente temporal de 1,260 días, los dos
testigos y el terremoto que destruyó una décima parte de la ciudad y mató a siete mil personas. Robert
H. Mounce comenta de manera ponderada: «El simbolismo no es una negación de la historicidad sino
un método figurativo de comunicar realidad. El lenguaje apocalíptico tiene como una de sus caracterís-
ticas básicas el empleo críptico y simbólico de palabras y frases».6
Si es correcto fechar Apocalipsis hacia el final del siglo primero, entonces Juan, desterrado en la isla
de Patmos, difícilmente se hubiera referido al templo en Jerusalén que ya yacía en ruinas por más de
dos décadas. La imagen del templo que se presenta en términos del santuario, el altar, los que rinden
adoración y el atrio exterior, se presta al simbolismo y no al literalismo. Como la segunda parte del in-
terludio se expresa en términos simbólicos, sería contrario a lo esperado entender los primeros dos ver-
sículos en forma literal. Tiene fundamento la interpretación que centre la atención en un santuario y un
altar simbólicos. Esto es sobre todo así [p 358] por dos razones: la época en que Juan escribió Apocalip-
sis cuando la destrucción del templo era un recuerdo lejano, y los que rinden adoración dentro del tem-
plo de Dios.7 La época del viejo pacto había llegado a su fin y había comenzado el tiempo del nuevo
pacto. No es el templo sino la iglesia el lugar donde mora Dios. Aunque al final de su tercer viaje misio-
nero Pablo fue al templo en Jerusalén para calmar a sus oponentes (Hch. 21:23–29), enseñó a la iglesia

4 Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposiiton of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed Free


Publishing Association, 1969), pp. 364–65; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text,
NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 568.
5 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 150; Isbon T. Beckwith,

The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 588–90.


6 Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 212. La mayoría de los

estudiosos adoptan una interpretación metafórica; entre otros, Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leicester:
Inter.-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), pp. 140–41; Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911;
reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), pp. 132–33; R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation,
(Columbus: Wartburg, 1943), pp. 328–32; G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London:
Black, 1966), p. 132; Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 272; David E. Aune,
Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville: Nelson, 1998), p. 598.
7 Compárese con Michael Bachmann, «Himmlisch: Der ‘Tempel Gottes’ von Apk. 11.1», NTS 40 (1994): 474–80.
278

en Corinto que ellos eran el templo sagrado de Dios; llamó a su cuerpo el templo del Espíritu Santo (1
Co. 3:17; 6:19). Dios mora en los corazones de los creyentes, de modo que sus cuerpos son templos sa-
grados.
Sin embargo, para estas imágenes Juan utiliza la estructura conocida del templo en Jerusalén: el san-
tuario, el altar, los que llegan a adorar y el atrio exterior. El templo que destruyeron los romanos podía
seguir sirviendo como modelo para instruir.
(1) El templo 
11:1–2
1. Y se me dio una caña como una vara de medir y se me dijo, «Levántate y mide el templo de 
Dios y el altar y los que adoran allí.
a. Caña. Juan recibió una vara de medir y la orden de medir el templo de Dios. No se nos dice quién
le dio la caña y la orden, pero suponemos que un ángel como mensajero celestial se la suministró y le
dio instrucciones respecto a para qué usarla. En el trasfondo de este texto hay una referencia al Antiguo
Testamento, porque Dios dio a los profetas Ezequiel y Zacarías una visión de la nueva área del templo.
Había un hombre con una vara de medir que tenía unos 3.2 metros de longitud, quien recorrió los edifi-
cios y terrenos del templo (Ez. 40–43; véase también Zac. 2:1–2). En el Nuevo Testamento, un ángel mi-
de la nueva Jerusalén (ciudad, puertas y muros) con una vara de oro (Ap. 21:15).8
b. Mandato. Al escritor se le dice que se levante y mida tres partes: el templo de Dios, el altar y las
personas que adoran en el lugar. No identifica a quien habla. La finalidad de tomar esas medidas es
delimitar el área que es santa respecto a la profana; medir significa proteger el templo de Dios, el altar y
las personas. La tarea de Juan es salvaguardar lo que Dios ha apartado como santo y protegerlo contra
toda intrusión y profanación. El [p 359] destructor no puede entrar en el lugar que Dios ha separado
como santo y dentro de cuyos límites su pueblo está a salvo.
El lugar donde el pueblo de Dios está seguro es el templo, que en todo Apocalipsis significa no el
complejo del templo sino el edificio, que incluye el lugar santísimo y el lugar santo. Dios abrió para que
se pudiera ver en forma total el santuario interno cuando, en el momento de la muerte de Jesús, la cor-
tina que separaba estos dos lugares se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:51). Esta área es la presencia misma
de Dios donde acoge y mora con los santos después de que Jesús se ofreciera a sí mismo como sacrificio
perfecto y quitara los pecados de su pueblo (Heb. 9:12). El templo de Dios, por tanto, es símbolo de la
verdadera iglesia que adora al Dios trino.9 En la iglesia Dios se une a su pueblo, acepta su alabanza y
adoración, escucha sus peticiones y confesiones y reconoce sus expresiones de gratitud. Del mismo mo-
do que los santos en el cielo están siempre en presencia de Dios, así los santos en la tierra tienen la pro-
mesa divina: «porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt.
18:20).

8 Kenneth A. Strand («An Overlooked Old Testament Background to Revelation 11:1», AUSS 22 [1984]: 317–25) alega
que el pasaje más probable de transfondo no son Zacarías 2:1–5 y Ezequiel 40–48 sino Levítico 16. Este capítulo descri-
be el día de expiación pero no dice nada acerca del mandato «mide el templo». Véase también Frederick D. Mazzaferri,
The Genre of the Book of Revelation from a Source‐Critical Perspective, BZNW 54 (Berlin and New York: de Gruyter, 1989),
pp. 319–21.
9 William Hendriksen, More than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 127; Caird, Revelation, p. 132;

Lenski, Revelation, pp. 326–30; Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), pp. 219–21.
279

Juan presenta una imagen del santuario interno que debe medir. No se mencionan las medidas por-
que el encargo de medir un área donde los santos se encuentran con su Dios resulta ser una tarea impo-
sible. Los santos son una gran multitud que nadie puede contar (7:9). Medir el templo de Dios simboliza
el conocimiento y cuidado que Dios tiene de su pueblo.
¿Qué significado tiene el altar? Puede ser o el altar del sacrificio o el altar del incienso frente a la cor-
tina. El altar de ofendas cruentas se encontraba fuera del edificio del templo en el atrio exterior. Como
se le dice a Juan que no mida dicho atrio (v. 2), que era el atrio de los sacerdotes, interpreto que el altar
es el de las ofrendas de incienso. Es el altar en el santuario celestial (6:9; 8:3 [dos veces], 5; 9:13; 14:18;
16:7). En contraposición, no hay referencias al altar de sacrificios cruentos, porque la muerte de Jesús lo
volvió inútil. El incienso que se ofrecía son las oraciones de los santos (8:3, 5), y medir las dimensiones
del altar significa que los santos tienen acceso a Dios y gozan de su cuidado protector.10 En el altar están
seguros.
La multitud de santos, contados en el capítulo 7 y medida en el capítulo 11, están adorando en la
iglesia de Cristo en todo lugar. Jesús dijo a la mujer samaritana en el pozo de Jacob que había llegado el
tiempo en que los verdaderos adoradores no adorarían ni en el monte Gerizim ni en Jerusalén, sino que
todos adorarían al Padre en espíritu y en verdad (Jn. 4:21–24). Los [p 360] cristianos adoran en todas
partes y, donde quiera que estén, Dios los protege contra daños espirituales. Aunque de vez en cuando
soportan sufrimientos físicos, nunca experimentan muerte espiritual. Están a salvo y seguros en el hue-
co de la mano de Dios. «‘Medir’ el templo es una variación del ‘sellar’ a la iglesia en 7:1–8».11 Sólo el
pueblo de Dios es medido y contado, no los profanos, que están en el atrio exterior fuera de la iglesia y
que están condenados.
2. «Pero excluye el atrio exterior del templo y no lo midas, porque ha sido dado a los gentiles, y 
pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses».
A simple vista, este pasaje parece sorprendente, porque una traducción literal del mismo revela una
aparente redundancia: «Y el atrio del templo, el exterior, arrójalo fuera». Pero en realidad no es así. Dios
establece una división clara entre los santos que lo adoran en espíritu y verdad y los que sólo lo respe-
tan con los labios pero cuyos corazones están alejados de él (Is. 29:13; Mt. 15:8–9). El primer grupo de
personas adora en santidad y recibe sus bendiciones; el segundo debe ser arrojado porque es hipócrita.
El primer grupo está en la presencia de Dios y está vivo; el segundo está fuera de la esfera de Dios y
está muerto. El contraste es entre lo santo y lo profano que Juan describe en todo Apocalipsis. Los san-
tos son los que tienen el sello de Dios en la frente (9:4); son medidos, es decir, protegidos. Los profanos
son los que no quieren arrepentirse de sus malas acciones (9:20–21); no son medidos, es decir, son re-
chazados.12 Jesús menciona que el pueblo de Dios entra por las puertas de la ciudad santa (22:14), pero
fuera quedan los que son impuros (22:15).

10 James I. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse. BIS 32 (Leiden: Brill, 1998), p.


94. Una serie de comentaristas interpretan el altar como el altar de las ofrendas cruentas (Aune, 52B, p. 606; Swete, p.
132; Beckwith, p. 590; Zahn, 2:424). Beale (p. 563) afirma que los creyentes se sacrifican a sí mismos «en el altar del
evangelio».
11 Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993), p. 119.

12 Consúltese A. Feuillet, «Essai d’interprétation du chapitre XI de l’Apocalypse », NTS 4 (1957–58); 186–87. Y véase

Adela Yarbro Collins, Crisis and Catharsis: The Power of the Apocalypse (Philadelphia: Westminster, 1984), p. 66.


280

El templo de Salomón tenía un atrio interior para los sacerdotes y uno exterior (1 R. 6:36; 7:12; 2 Cr.
4:9; Ez. 10:5; 40:17–47). Cuando Herodes el Grande construyó el templo, el atrio exterior se dividió en
tres partes: el atrio de las mujeres, de los israelitas y de los sacerdotes. Además de este atrio en tres par-
tes estaba el atrio de los gentiles. Pero en Apocalipsis Juan habla en forma simbólica del atrio exterior
del templo y con ello se refiere a los que están dentro del perímetro exterior de la iglesia pero no son
parte de ella (1 Jn. 2:19). Estas personas son parte del mundo; han unido las manos con los gentiles que,
de ser posible, tratan de destruir a la iglesia. Son los que en tiempo de Juan eran miembros de la sina-
goga de Satanás y no se distinguían de los gentiles (Ap. 2:9; 3:9). A todos ellos los mueve el espíritu del
Anticristo empeñado en pisotear y profanar todo lo que es santo.
La última parte de este versículo plantea interrogantes en cuanto a lugar y tiempo. ¿Cómo interpre-
tamos «los gentiles … pisotearán la ciudad santa[p 361] por cuarenta y dos meses»? ¿Alude Juan a la
ciudad santa, es decir, Jerusalén, destruida por los gentiles en la segunda mitad del siglo primero? ¿De-
bería tomarse en forma literal el período de cuarenta y dos meses?
Primero, examinemos la expresión ciudad santa en el contexto bíblico. El Antiguo Testamento llama a
Jerusalén la ciudad santa porque era el lugar que Dios había escogido para morar con su pueblo (Sal.
48). Los judíos en Jerusalén se llamaban a sí mismos «ciudadanos de la ciudad santa» (Is. 48:2) aunque
se negaban a vivir en verdad y justicia. Daniel habló de manera profética acerca de la ciudad santa (Dn.
9:24), y Nehemías mencionó la restauración de Jerusalén cuando los judíos se volvieron a asentar en la
ciudad santa (Neh. 11:1, 18). En el Nuevo Testamento, sin embargo, el nombre se encuentra al comienzo
del ministerio de Jesús cuando el diablo que lo tienta lo lleva a la ciudad santa (Mt. 4:5). Cuando Jesús
murió en la cruz del Calvario, algunas tumbas se abrieron y los que salieron de ellas aparecieron en la
ciudad santa (Mt. 27:53). Estas referencias se encuentran al comienzo y al final del ministerio terrenal de
Jesús. Después de este período ya no vuelve a encontrarse el término ciudad santa. Porque Dios tomó
residencia no en Jerusalén sino en la iglesia; en Pentecostés, el Espíritu Santo llenó no el templo ni Jeru-
salén sino a los apóstoles y a todos los que se arrepintieron y se bautizaron (Hch. 2:1–4, 38–39). Esta
exégesis se confirma en Apocalipsis donde Juan describe a la nueva Jerusalén como la ciudad santa
(21:2, 10; 22:19).13 Explica que este es «el campamento de los santos y la ciudad amada» (20:9), que Jesús
llama «la ciudad de mi Dios» (3:12). La ciudad santa es la Jerusalén espiritual de los santos.
En resumen, el Nuevo Testamento muestra que la Jerusalén terrenal perdió su derecho a ser llamada
la ciudad santa cuando el Espíritu Santo cambió su morada de Jerusalén a los corazones del pueblo de
Dios, los santos. Son personas de toda nación, lengua, tribu y pueblos; juntos, residen en la ciudad san-
ta, la nueva Jerusalén. A la iglesia cristiana se la llama de manera simbólica la ciudad santa, porque en
ese lugar mora con su pueblo del pacto (21:3).
Luego, Jesús predijo la destrucción de Jerusalén cuarenta años antes de que sucediera. Dijo, «los
gentiles pisotearán a Jerusalén, hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos» (Lc. 21:24; com-
parar con Is. 5:5; 63:18; y Dn. 8:13).14 Jesús define la duración como «los tiempos de los gentiles», en tan-
to que Juan escribe «cuarenta y dos meses». Apocalipsis equipara este período a 1,260 días o «tiempo,

13 Refiérase a Hendrik R. van de Kamp, Israel in Openbarung (Kampen: Kok, 1990), pp. 174–75; Homer Hailey,
Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 252; Martin Kiddle, The Revelation of St. John
(reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 184.
14 Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), pp. 120–25.
281

tiempos y medio tiempo», que son tres años y medio (11:3; 12:6, 14). Los tres años y medio abarcan [p 
362] el período de la guerra macabea, cuando el templo fue profanado desde junio de 167 hasta diciem-
bre de 164 a.C. (compárese con Dn. 7:25; 12:7). Swete propone la siguiente ecuación: «la duración del
triunfo de los gentiles = la duración de la actividad profética de los dos testigos = la duración de la per-
manencia de la mujer en el desierto».15 En resumen, estos períodos que armonizan en duración y alcan-
ce parecen referirse a un intervalo de extensión indeterminada que va desde la ascensión de Jesús hasta
su retorno.16
Por último, algunos intérpretes aplican el período de cuarenta y dos meses a los años inmediatamen-
te antes de la destrucción del templo en Jerusalén. Pero la duración no armoniza con la historia. La re-
vuelta de los judíos contra Roma comenzó a finales de la primavera del 66 y concluyó con la destruc-
ción de Jerusalén en agosto–setiembre del 70. También, los gentiles comenzaron a pisotear la ciudad
santa después de que Jerusalén cayó en manos de los romanos. De nada sirve ubicar los cuarenta y dos
meses después de setiembre del 70, porque entonces hay un principio sin fin.
Por ello, Juan toma esta profecía de Jesús y la aplica no a la Jerusalén terrenal sino a la iglesia, que es
la imagen de la nueva Jerusalén. Los gentiles no son los no judíos sino más bien los no cristianos que
pisotean todo lo que es santo para convertirlo en profano. Pisotear la ciudad santa se refiere a un perío-
do de persecución que los cristianos sufren en todas las épocas. Pero recordemos que Dios fija límites a
esta duración. De hecho, este período va desde la ascensión hasta el retorno de Jesús. Concluyo que en
Apocalipsis el tiempo es una idea que se presenta en forma de síntesis que no debería expresarse en
términos literales de años o incluso siglos. El tiempo cronológico es de importancia pasajera en este li-
bro, porque no es el tiempo sino el principio lo que dirige Apocalipsis.
Palabras, frases y construcciones griegas en 11:1–2
Versículo 1
λέγων—el participio presente va solo aunque el que habla es el que da a Juan la vara de medir. El intento de
agregar una frase y con ello darle al participio un sujeto resulta evidente en una serie de manuscritos que susten-
tan el TR. «Y el ángel se levantó». Debe preferirse, sin embargo, la lectura más difícil.17
τὸν ναόν—en todo Apocalipsis la palabra para templo no es ἱερόν (complejo del templo) sino ναός, e indica
la presencia de Dios.
[p 363] Versículo 2
τὴν ἔξωθεν—la repetición de este adverbio «fuera» significa énfasis; es la finalidad de Dios al rechazar lo que
es profano.
(2) El poder de los dos testigos 
11:3–6

15 Swete, Revelation, p. 134.


16 Beale, Revelation, p. 567; Mathias Rissi, Time and History: A Study on the Revelation, trad. Gordon C. Winsor
(Richmond: John Knox, 1966), p. 40.
TR Textus Receptus
17 Consúltese Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche

Bibelgesselschaft, 1994), p. 671.


282

3. «Y daré [poder] a mis dos testigos y profetizarán por 1,200 días y estarán vestidos de sayal». 4 
Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra.
Por el párrafo anterior (vv. 1 y 2), sabemos que el pueblo de Dios está espiritualmente a salvo y di-
vinamente protegido. Ahora leemos que, como iglesia, recibe una tarea en la tierra: ha de ser testigo
para Dios, quien lo dota de su poder para cumplir esta tarea. Dicho sea de paso, la palabra poder o algu-
na similar debe agregarse a partir del contexto porque no está en el original griego.
¿Quiénes son los testigos? Algunos estudiosos han sugerido nombres tomados tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamentos. Tertuliano e Ireneo mencionaron a Enoc y Elías porque ninguno de los
dos vieron la muerte (Gn. 5:24; 2 R. 2:11). Pero ¿estos dos santos glorificados que no murieron regresarí-
an al mismo tiempo y se opondrían a la bestia que sale del abismo y sufrirían martirio (v. 7)?18 Otros
dicen que los testigos son Moisés y Elías. Estos dos se aparecieron a Jesús en el monte de la transfigura-
ción (Mt. 17:3). Moisés representaba la ley y Elías los profetas. Las Escrituras afirmaron que Dios levan-
taría un profeta como Moisés (Dt. 18:15, 18) y Elías volvería a aparecer (Mal. 4:5).19 Todavía otros pro-
ponen los nombres de Jeremías y Elías, Josué y Caleb, Pedro y Pablo, Juan el Bautista y Jesús de Naza-
ret, Juan y su hermano Santiago, Esteban y Santiago de Zebedeo, para mencionar sólo a algunos.20
Sin embargo, sugiero una interpretación simbólica, a saber, que los dos testigos representan a la
iglesia de Cristo que, con la proclamación del evangelio, invita al mundo a arrepentirse. Primero, los
testigos deben dirigirse a todos los habitantes del mundo: pueblos, tribus, lenguas y naciones (v. 9), algo
que difícilmente pueden hacer sólo dos testigos. Segundo, formar una pareja de testigos recuerda a Je-
sús que envió a sus discípulos [p 364] de dos en dos (Mr. 6:7; Lc. 10:1). Los apóstoles también salen de
dos en dos (Hch. 3:1; 8:14). Tercero, en Israel todo veredicto se confirmaba con el testimonio de dos o
tres testigos (Dt. 17:6; 19:15), y la iglesia aplica disciplina sobre esta misma base (Mt. 18:16). En realidad,
el testimonio de una persona puede no tomarse en cuenta, pero con el testimonio de dos se da validez a
la verdad (Jn. 8:17).
Por último, Juan recurre a la profecía del Antiguo Testamento, porque describe a los dos testigos
como dos olivos y dos candelabros (v. 4). El profeta Zacarías menciona a dos olivos y un candelabro de
oro puro (Zac. 4:2–3); el aceite que se colocaba en el candelabro expandía la luz y disipaba la oscuridad.
Y, de manera simbólica, un candelabro es la iglesia (1:20) compuesta de creyentes que viven por la pa-
labra de Dios y por el testimonio de Jesús. Así pues, Zacarías identifica a los dos olivos como siervos
ungidos que sirven al Señor de toda la tierra (Zac. 4:3, 11, 14). Parecen ser Josué el sumo sacerdote y
Zorobabel el gobernador (Zac. 4:14), quienes representaban a la comunidad judía de los que habían re-
gresado. De igual modo, interpreto que los dos testigos en Apocalipsis representan a toda la iglesia.21

18 Véase Bauckham, Climax of Prophecy, p. 276. Escribe, «No hay buenas evidencias de tradiciones desde antes de la
época de Apocalipsis en las que se espere que profetas que retornan sufran martirio».
19 William Barclay, The Revelation of John, 2d ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 2:86–87; Thomas, Revelation 8–22, p.

89; Caird, Revelation, pp. 134–36.


20 Refiérase a Van de Kamp, Israel in Openbaring, pp. 183–86; Josephine Massyngberde Ford, Revelation: Introduction, 

Translation, and Commentary, AB 38 (Garden City, N.Y.: Doubleday, 1975), pp. 177–78.


21 Véase G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 184; Alan F. Johnson,

Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelin (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 12:504, Aune,
Revelation 6–16, pp. 602–3; Beale, Revelation, pp. 574–75.
283

Juan menciona que los dos testigos están vestidos de sayal. Aunque el sayal hecho de pelo de macho
cabrío o camello era una vestimenta que se ponían hombres y mujeres como señal de luto (2 R. 19:2;
Judit 9:1), su uso a menudo asumía significado simbólico. Esto es así sobre todo cuando los profetas se
ponían sayal para desatar algún pecado que afectaba a la sociedad, para llamar al pueblo a arrepenti-
miento, o para advertirles del juicio y castigo inminentes.22 Hombres como Elías en la época del Antiguo
Testamento y Juan el Bautista en tiempos del Nuevo Testamento recordaban a la sociedad las amarras
que Dios les había dado. De manera simbólica, vestidos de sayal como señal de arrepentimiento, la igle-
sia ha sido llamada a profetizar la palabra de Dios, el contenido del pequeño rollo, al mundo. Es deber
de la iglesia llamar a todos en todo lugar al arrepentimiento y a la fe en Cristo (10:11).
La voz del cielo le dice a Juan que los dos testigos reciben poder para profetizar 1,260 días. Este nú-
mero dividido por treinta es igual a cuarenta y dos meses, que es el mismo período que aquel durante
el cual los gentiles profanan el atrio exterior (v. 2). Es el período que va desde la gran comisión hasta la
consumación, desde el nacimiento de la iglesia del Nuevo Testamento hasta el fin de los tiempos (Mt.
28:19–20).
5. Y si alguien quiere hacerles daño, sale fuego de su boca y devora a sus enemigos. Y si alguien 
quisiera causarles daño, debe morir de esta manera.
[p 365] Primero, nótese el paralelismo en las dos cláusulas con que comienzan estas frases. «Si al-
guien quiere hacerles daño». La simetría tiene como fin poner de relieve el peso de las palabras de Juan.
Quienes salen a dar testimonio del Señor reciben su poder que los puede proteger. «Porque la palabra
de Dios es viva y poderosa», escribe el autor de la carta a los Hebreos (4:12).
Luego, como en otras partes en Apocalipsis, Juan basa su mensaje en el Antiguo Testamento, donde
lee acerca de Elías, quien con éxito pidió que bajara fuego del cielo sobre dos compañías de cincuenta
soldados y sus capitanes para destruirlos (2 R. 1:10, 12). David dice en el salterio que cuando meditaba,
el fuego se inflamó cuando habló (Sal. 39:3; comparar con 18:8; 97:3), y Dios dijo a Jeremías que sus pa-
labras serían como fuego en la boca del profeta (Jer. 5:14; 23:29).
Tercero, las palabras de Juan no pueden tomarse en forma literal, porque ningún testigo cristiano
puede hacer bajar fuego del cielo para destruir a los adversarios de Dios. Al igual que el resto de este
capítulo, el texto tiene un sentido figurativo: la palabra de Dios no puede ser detenida aunque los men-
sajeros de Dios pueden ser perseguidos e incluso matados. Cuando alguien trata de causar daño a estos
mensajeros, esto no quiere decir daño físico sino más bien espiritual al acallar su voz profética. Significa
la intención de hacer que los mensajeros se desvíen de modo que nieguen a su maestro que los envió y
cuya palabra deben proclamar. Así es cómo los mensajeros pueden sufrir daño. Pero la palabra de Dios
se levanta en juicio contra sus enemigos y los destruye arrojándolos al lago de fuego (20:15).
Por último, los enemigos de Dios, de su palabra y de su pueblo no deberían subestimar el poder da-
do a los testigos de Dios cuyas oraciones contesta. Cuando estos enemigos oyen la palabra de Dios y la
repudian y también repudian a sus mensajeros, son condenados delante del juez del cielo y de la tierra.
El testimonio de los santos en la tierra contra sus adversarios queda registrado en el cielo como testi-
monio que no pueden eludir.

22 Véase Larry G. Herr, «Sackcloth», ISBE, 4:256; Gustav Stählin, TDNT, 7:63.
284

6. Estos tienen poder para cerrar el firmamento de modo que no lloverá durante los días de su 
profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para azotar la tierra con toda 
clase de plagas cuantas veces quieran.
La alusión a Elías es indiscutible, porque oró para que no lloviera, y hubo sequía en Israel por tres
años y medio (Lc. 4:25; Stg. 5:17; 1 R. 17:1). La frase los días de su profecía es una referencia implícita a ese
período de tiempo. Fuentes judías ofrecen la interpretación de esta frase, que circulaba en el siglo pri-
mero de nuestra era, como expresión que significaba duración indefinida de tiempo.23
[p 366] Santiago compara a Elías con cualquier creyente que ora con fe: «La oración del justo es po-
derosa y eficaz» (Stg. 5:16). El creyente que ora con plena confianza en que Dios escucha y responde a la
oración puede en verdad mover montañas, metafóricamente hablando (Mt. 17:20; 21:21; 1 Co. 13:2). Los
creyentes oran con la Oración del Señor y piden a Dios que su reino venga, y, en respuesta a esa peti-
ción, Dios restringe el poder del malvado y hace surgir hombres y mujeres que hablen por él en todas
las áreas y sectores de la sociedad.
Luego, Juan alude a Moisés y Aarón, quienes transformaron el agua de Egipto en sangre (Éx. 7:17,
19–20). La plaga no dejó nada por tocar, porque por todo el país hubo sangre. Esta fue la primera de las
plagas que Dios envió a Egipto y que fueron muy conocidas en años posteriores, incluso de los filisteos
en tiempos de Samuel. Los filisteos que capturaron el arca del pacto tuvieron miedo y recordaron que
sobre los egipcios cayeron toda clase de plagas (1 S. 4:8).
Esto no quiere decir que los cristianos controlen el tiempo, el abastecimiento de agua y la devasta-
ción debida a causas naturales. Dios controla todas estas fuerzas, pero su pueblo tiene el poder de la
oración cuando pide al Todopoderoso que intervenga en relación con el clima, las necesidades de sub-
sistencia y los desastres ambientales. Los santos debajo del altar preguntaban, «¿Hasta cuándo, oh Se-
ñor soberano, santo y fiel, no juzgarás ni vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?»
(Ap. 6:10). Así la iglesia en la tierra suplica a Dios que juzgue y los vengue, porque Dios ha dicho, «Mía
es la venganza: yo pagaré» (Dt. 32:35; Heb. 10:30). Nunca deberían vengarse los cristianos, porque de-
ben dejar lugar para la ira de Dios (Ro. 12:19).
Palabras, frases y construcciones griegas en 11:5–6
Versículo 5
καὶ εἴ τις θελήσῃ—la traducción debería ser «y si alguien podría desear», no «incluso si …» Aunque el texto
mayoritario adopta la lectura en tiempo presente θέλει de acuerdo con la frase precedente, la lectura más difícil
es el aoristo subjuntivo. Charles piensa que la segunda frase en el versículo 5 «parece ser la glosa débil de un es-
criba basada en la cláusula precedente».24 Pero no puede ofrecer ninguna prueba que lo establece. Propongo que
la repetición en este versículo es un énfasis semítico.
Versículo 6
ἵνα μὴ ὑετὸς βρέχῃ—«que no llueva lluvia» revela redundancia. La construcción es inusual, pero el empleo
de βρέχω en Lc. 17:29 («fuego y azufre llovieron del cielo») sugiere que el verbo se puede utilizar con otras for-
mas de «precipitación».

23 Refiérase a SB, 3:760–61; y véase Simon J. Kistemaker, Exposition of the Epistle of James, NTC (Grand Rapids: Baker,
1986), p. 181.
24 Charles, Revelation, 1:284.
285
ὁσάκις ἐάν—esta combinación seguida del subjuntivo ocurre tres veces en el Nuevo Testamento con el signi-
ficado de «cuantas veces» (aquí y en 1 Co. 11:25, 26).
[p 367] (3) La muerte de los dos testigos 
11:7–10
7. Y cuando concluyan su testimonio, la bestia que sale del abismo hará la guerra contra ellos y 
triunfará y los matará. 8. Y sus cuerpos yacerán en la calle de la gran ciudad que espiritualmente se 
llama Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor.
a. «Y cuando concluyan su testimonio, la bestia que sale del abismo hará la guerra contra ellos». Este
versículo proyecta un cuadro de los últimos tiempos, cuando la iglesia ha finalizado la tarea de procla-
mar el evangelio del reino a todas las naciones del mundo (Mt. 24:14). A lo largo de la historia, los fieles
en la iglesia han predicado y enseñado la palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Pero en lo que com-
pletan su labor, la bestia declara la guerra a la iglesia. Hemos de darnos cuenta, sin embargo, que donde
quiera y cuando quiera que se proclame el evangelio, se encuentra oposición. En todas partes el malva-
do ha estado haciendo la guerra contra los seguidores de Jesús con opresión y persecución intermiten-
tes. Juan identifica la fuerza malvada como la bestia, aunque es la primera vez que lo menciona. Antes
de escribir Apocalipsis, Juan había visto toda la revelación. Así pues, estaba plenamente consciente de la
bestia, aunque no la hubiera mencionado.25 Describe más a esta criatura cuando escribe, «La bestia que
viste era y no es y está a punto de salir del abismo e ir a su destrucción» (17:8). Estamos frente a un cua-
dro del malvado que imita la infinitud de Dios con respecto al presente, pasado y futuro: el Anticristo
era, y no es y está a punto de salir del abismo. El Anticristo está constantemente oponiéndose a Cristo y
a su iglesia todos los días y en cada momento.
Pablo alude al Anticristo cuando escribe que el «hombre de maldad» no puede ejercer todo su poder
y autoridad hasta que haya llegado el tiempo, porque Dios lo detiene.
No se dejen engañar de ninguna manera, porque primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y
manifestarse el hombre de maldad, el destructor por naturaleza. Este se opone y se levanta contra todo
lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios
y de pretender ser Dios. (2 Ts. 2:3–4)
Cuando el volumen de maldad ha llegado a su culminación, entonces el Anticristo se hace cargo y,
como consecuencia, llega a su fin el testimonio de la iglesia. El Anticristo no es Satanás pero está estre-
chamente aliado a él y es él quien lo envía. Aparece como cordero con dos cuernos y habla como el dra-
gón (Ap. 13:11; véase también Dn. 7:1, 19–28). Juan toma del Antiguo Testamento su referencia a la gue-
rra dirigida contra el pueblo de [p 368] Dios, donde Daniel escribe: «Mientras observaba yo, este cuerno
libró una guerra contra los santos y los venció» (7:21). En capítulos y versículos posteriores, el autor de
Apocalipsis amplía su información acerca de la guerra que libra la bestia contra la iglesia (12:17; 13:7;
16:14; 19:19). Al final de los tiempos, inmediatamente antes de que regrese el Señor, el Anticristo será el
soberano.
b. «[La bestia] triunfará y los matará». En su discurso sobre los últimos tiempos, Jesús alienta a los
creyentes diciendo, «Porque habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de

25 Van de Kamp, Israel in Openbaring, p. 191 n. 54.


286

los elegidos se acortarán» (Mt. 24:21–22). El ataque principal de la bestia es contra el mensaje, y luego
contra los mensajeros; mata a los mensajeros para silenciar el mensaje. Cuando, al final de los tiempos,
los incrédulos rechazan el mensaje, Dios retira tanto el mensaje como los mensajeros, permitiendo que
el Anticristo mate a los santos. «No es una predicción literal de que todo cristiano fiel de hecho morirá.
Pero sí requiere que todo cristiano fiel esté preparado a morir».26
c. «Y sus cuerpos yacerán en la calle de la gran ciudad que espiritualmente se llama Sodoma y Egip-
to». En culturas civilizadas enterrar a los muertos es un rito solemne que se realiza con dignidad y res-
peto. Dejar sin enterrar a cadáveres y a la vista de todos es el colmo de la indignidad y vergüenza. Aquí
se nos dice que los cuerpos de los dos testigos quedan insepultos en la calle principal de la gran ciudad
como objetos de desprecio.
Este texto requiere escoger entre una interpretación literal o una descripción figurativa. Los estudio-
sos que ofrecen una explicación literal afirman que la gran ciudad es Jerusalén y aducen la última cláu-
sula de este versículo para probar su punto, «donde también su Señor fue crucificado».27 Además, algu-
nos interpretan la referencia de Juan a la gran ciudad (Jer. 22:8; Oráculos Sibilinois 5.154, 226, 413) de
manera profética y dicen que pensaba en una Jerusalén reconstruida y habitada en los últimos días.28
Pero Juan espera la ciudad santa, la nueva Jerusalén que desciende del cielo (21:3, 10).
Una interpretación simbólica de este capítulo afirma que el término Jerusalén transmite un significa-
do espiritual, es decir, figurativo. Nótese que Juan emplea el adjetivo gran y no santa para referirse a la
ciudad. Esto sugiere [p 369] que está hablando no de su carácter sino de su tamaño. Como todo el con-
tenido de Apocalipsis, también aquí hay un punto de contraste entre lo que es santo y lo que es profano.
Hay sólo dos ciudades: la santa y la profana. Es la división entre el pueblo de Dios en la ciudad santa y
sus adversarios en la gran ciudad. El pueblo de Dios vive en la ciudad santa, la Jerusalén espiritual de
los santos. Sus enemigos viven en la gran ciudad, no en un lugar concreto sino en «la estructura mun-
dial de incredulidad y desafío contra Dios».29 La gran ciudad se identifica con Sodoma, lugar de inmo-
ralidad con menos de diez justos (Gn. 18:32), y con Egipto, tierra que simboliza la esclavitud de los is-
raelitas. Los profetas Isaías y Ezequiel se dirigen al pueblo que reside en Jerusalén y Judá y los compara
con los habitantes de Sodoma (Is. 1:9–10; 3:9; Ez. 16:46, 48–49), pero en ninguna parte del Antiguo Tes-
tamento se identifica a Jerusalén con Egipto.
d. «Donde también el Señor fue crucificado». La gran ciudad donde su Señor fue crucificado no es
una ciudad terrenal llamada Jerusalén; más bien se contrasta con la ciudad santa donde reside el pueblo
de Dios. La gran ciudad es el lugar donde viven las personas que se oponen a la voluntad de Dios y que
han crucificado y siguen crucificando al Señor otra vez (Heb. 6:6). En Apocalipsis, la expresión la gran 

26 Richard Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge


University Press, 1993), p. 93.
27 El NLT substituye «la gran ciudad» por «Jerusalén». Los estudiosos que identifican a Jerusalén como «la gran

ciudad» son Beckwith, Apocalypse, pp. 591, 601; Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation 


of John (New York and London: Funk and Wagnalls, 1886), p. 317; Walvoord, Revelation, p. 181; C. van der Waal, «The
Last Book of the Bible and the Jewish Apocalypses», Neotest 12 (1978): 111–32; Aune, Revelation 6–16, p. 619; Lohmeyer,
Offenbarung, p. 93.
28 Thomas, Revelation 8–22, p. 94.

29 Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans,

1990), p. 127. Consúltese los comentarios de Morris, p. 146; Mounce, p. 221.


287

ciudad se refiere siempre a Babilonia, símbolo de la oposición del mundo a Dios (14:8; 17:18; 18:2, 10, 16,
18–19, 21). Cuando Jerusalén pasó a ocupar un lugar junto a Babilonia en cuanto a posición desafiante
contra Dios, su mensaje y sus mensajeros, perdió su nombre como la ciudad santa (véase cometario so-
bre v. 2). La gran ciudad «es cualquier ciudad y toda ciudad en la que la iglesia lleva su testimonio pro-
fético a las naciones».30
¿A quién alude el pronombre su en la expresión su Señor? Juan no pudo haber aplicado el pronom-
bre a los judíos que crucificaron a Jesús, porque se negaron a reconocerlo como Señor. El pronombre se
refiere a los dos testigos a los que Jesús llama «mis testigos» (v. 3), o sea, la iglesia.
9. Y los [ciudadanos] de los pueblos y tribus y lenguas y naciones miran sus cuerpos por tres días 
y medio, y no permiten que sean colocados sus cuerpos en una tumba.
Ahora los ciudadanos de todo el mundo (pueblos, tribus, lenguas y naciones) ven los cadáveres de
los testigos. Estas personas representan al mundo que está contra los santos (10:11; 13:7; 14:6; 17:15). La
cantidad implícita de estas personas indica que no vinieron a ver dos cadáveres que yacían en una calle
concreta de Jerusalén; ven la muerte de la iglesia en todas sus estructuras mundiales. El testimonio de la
iglesia se ha completado, Dios [p 370] ha retirado su palabra y testimonio, y el mundo ahora ve el es-
queleto inerte de la religión cristiana.
Los ciudadanos del mundo miran los cuerpos por un período de tres días y medio (véase v. 11). Este
período se corresponde con los tres años y medio de los dos testigos (v. 3). Pero no son idénticos. Tres
días y medio denota un período breve comparado con el tiempo mucho más extenso durante el cual los
testigos proclaman el evangelio al mundo. Después de que Dios retira su palabra, el intervalo del triun-
fo del mundo es momentáneo. Su duración es breve, porque Dios determina su duración cuando, des-
pués de tres días y medio, los testigos resucitan de entre los muertos (v. 11).
El mundo se niega a conceder permiso a los santos para que pongan sus cuerpos en una tumba
(compárese con Sal. 79:2–3). La palabra tumba se refiere no sólo a un sepulcro; es un lugar con una ins-
cripción en una lápida para recordar al difunto. En resumen, las fuerzas del Anticristo tratan de borrar
el recuerdo del cristianismo. El texto griego tiene la forma plural «cuerpos» para transmitir la idea de la
iglesia en su totalidad. Con la negativa de ceremonias fúnebres, el mundo muestra total irrespeto por lo
que es sagrado, pero con dicha negativa los incrédulos muestran su incapacidad para olvidarse de la
iglesia. Se burlan de Dios y de su palabra pero al mismo tiempo utilizan su nombre cuando maldicen
mientras que hacen comentarios despectivos acerca de su mensaje.
10. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y celebran e intercambian regalos, porque los 
dos profetas atormentaron a quienes moran en la tierra.
¿Quiénes son los habitantes de la tierra? En Apocalipsis esta expresión es frecuente; cada vez denota a
quienes han hecho de la tierra su morada sin pensar para nada en un hogar eterno con el Señor.31 Esto
no quiere decir una ausencia completa de creyentes sobre la faz de la tierra, porque en el texto prece-
dente (v. 9) los creyentes, por implicación, no tuvieron permiso para asistir a los arreglos fúnebres. Con-
cluimos que los santos son tan pocos que ni siquiera se mencionan.

30 Bauckham, Theology, p. 86; Martin Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton,
1943), p. 184.
31 Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10 (dos veces); 13:8, 14 (dos veces), 17:2, 8; comparar también con 13:12; 14:6.
288

Juan describe a los ciudadanos del mundo con tres verbos: alegrarse, celebrar e intercambiar. El primer
verbo tiene una connotación negativa en el sentido de que estaban llenos de malvada satisfacción. Los
incrédulos celebran el triunfo sobre Dios alegrándose y dándose regalos. Las Escrituras contienen un
relato paralelo con una connotación positiva. Cuando los judíos en Persia, en tempos de la reina Ester,
se libraron de sus enemigos, observaron un día de celebración durante el cual intercambiaron comida e
hicieron regalos a los pobres (Est. 9:19, 22).
[p 371] La razón que se menciona para dicha celebración es que «los dos profetas atormentaron a
quienes moran en la tierra». Esta afirmación revela una forma retorcida de pensar por parte del mundo:
los mensajeros de Dios atormentaron espiritualmente a los incrédulos.32 El mensaje que Dios les envió
por medio de sus mensajeros aguijoneó sus conciencias y les impidió tener paz mental. La palabra de
Dios puso de manifiesto sus pecados, y se les invitó a que se arrepintieran, a que tuvieran fe y vivieran
una vida de servicio a Dios. Se les habló de la ira de Dios y del día del juicio. Pero acallaron el mensaje
de Dios matando a sus testigos; en consecuencia pensaron tranquilizar sus temores y acallar su concien-
cia. Lenski comenta con acierto: «El infierno llena el mundo todo con júbilo cuando la palabra de los
profetas yace para siempre en silencio en las calles».33 Pueden regocijarse ahora, pero no pueden eludir
el inevitable día del juicio, cuando Dios destruirá a quienes están destruyendo la tierra (v. 18).
Se puede trazar un paralelismo interesante entre los dos profetas que representan a Dios y el falso
profeta que representa a Satanás. He aquí el paradigma.34

Los dos testigos La segunda bestia

1. Profetas (11:10) 1. Falso profeta (16:13; 19:20; 20:10)

2. Realizan señales (11:6) 2. Realiza señales (13:13, 14; 19:20)

3. Reciben autoridad de Dios (11:3) 3. Recibe autoridad de la primera bestia (13:12)

4. Atormentan a los habitantes de la tierra (11:10) 4. Engaña a los habitantes de la tierra (13:14)

5. Dos olivos; candelabros (11:4) 5. Dos cuernos (13:11)

6. Aliento de vida de Dios (11:11) 6. Insufla en la imagen de la primera bestia (13:15)

Palabras, frases y construcciones griegas en 11:7–10
Versículo 7

32 Compárese con Werner Stenger (EDNT, 1:200), quien comenta que el texto no se refiere a los tormentos después del
día del juicio. Sufren no física sino espiritualmente.
33 Lenski, Revelation, p. 347.

34 Resseguie, Revelation Unsealed, p. 128.


289
μετ αὑτῶν—la traducción no debería ser «con ellos» sino «contra ellos». Véase también 2:16; 11:7; 13:4, 7;
17:14; comparar con 19:19.
Versículo 8
τὸ πτῶμα—el singular «cuerpo» tiene el apoyo de muchos manuscritos, en tanto que el plural es una correc-
ción. El plural aparece en el versículo 9. El singular se puede interpretar en el sentido de totalidad.
ὁ κύριος αὑτῶν—algunos manuscritos griegos tienen el pronombre ἡμῶν en un esfuerzo por eliminar ma-
lentendidos; otros han borrado por completo el pronombre.
[p 372] Versículo 9
ἐκ—la preposición introduce un genitivo partitivo al que debería agregársele la palabra «ciudadanos» o «per-
sonas».
Versículo 10
ἐπί (dos veces)—la primera es con el genitivo y significa «sobre (la tierra)». La segunda es con el dativo y se
traduce «encima de (ellos)».35
(4) La resurrección de los dos testigos 
11:11–14
La palabra de Jesús de que «ningún siervo es más que su amo» (Jn. 13:16) se aplica a los dos testigos,
la iglesia. Así como Jesús murió en manos de personas malvadas, así mueren sus siervos. Así como Je-
sús resucitó de entre los muertos, así resucitan sus siervos.36 Así como Jesús ascendió al cielo y una nube
lo ocultó a los ojos de los apóstoles (Hch. 1:9), así sus siervos ascienden en una nube a la vista de sus
enemigos.
11. Y después de tres días y medio el aliento de vida de Dios entró en ellos y se pusieron de pie, y 
cayó gran temor sobre quienes los vieron.
La desaparición del testimonio cristiano es de corta duración porque Dios interviene. El mundo se
regocija sobre los cuerpos muertos de los testigos durante tres días y medio (vv. 9–10). Cuando conclu-
ye este período, Dios como autor de la vida insufla vida en los cadáveres de estos dos testigos (Job 33:4;
Ez. 37:5–14). Así como Dios insufló el aliento de vida en la nariz de Adán (Gn. 2:7), así hace que los
muertos vuelvan a la vida (Job 19:25–27).
«Y cayó gran temor sobre quienes los vieron». De repente cambia la situación cuando Dios devuelve
la vida al testimonio de la iglesia y confronta al mundo. Este testigo no es resucitado de entre los muer-
tos para convertir a los incrédulos, porque el período de gracia ha llegado a su fin cuando va a pronun-
ciarse el juicio divino. El mundo que se ha alegrado de la desaparición de los siervos de Dios de inme-
diato se da cuenta de que se acerca su castigo. Como consecuencia, los adversarios de estos testigos se
llenan de terror y temor.

35 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),


p. 565.
36 Jesús permaneció en el sepulcro por tres días, mientras que los dos testigos permanecieron muertos por tres días y

medio. Estos dos casos no son idénticos. El primero es un cálculo literal de tiempo, en tanto que el segundo es total-
mente simbólico.
290

¿Cuál es el significado de esta resurrección? La información que proporciona Juan es escasa, de mo-
do que sólo podemos suponer qué puede suceder. Puede referirse a la resurrección general de los muer-
tos cuando Jesús retorne (1 Ts.4: 16–17), a saber, al día grande y glorioso que [p 373] precede a la con-
sumación. Pero también es posible decir que esta resurrección debería entenderse en forma simbólica.
Ezequiel habla de manera figurativa de la resurrección de los muertos (37:10–13), de modo que también
aquí se puede interpretar de manera metafórica el retorno del testigo de Dios.37
12. Y oyeron una voz fuerte del cielo que les decía, «Subid acá». Y subieron al cielo en una nube, 
y sus enemigos los vieron.
La voz fuerte del cielo es divina y pertenece a Jesús. Juan evitó utilizar el nombre de Jesús cuando
oyó por primera vez una voz fuerte como una trompeta en el día del Señor en Patmos (1:10). Luego oyó
la misma voz de nuevo cuando vio la puerta del cielo abierta, y dijo, «Sube aquí, y te mostraré lo que
debe suceder después de estas cosas» (4:1). Y ahora una vez más, Juan oyó la voz fuerte de Jesús que da
la misma orden de decir a los testigos de Dios resucitados que suban.
La ascensión de los santos es similar a la de Jesús, quien subió al cielo «y tomó su lugar a la derecha
de Dios, y a quien están sometidos los ángeles, las autoridades y los poderes» (1 P. 3:22). Los santos as-
cienden en una nube, lo cual significa que son transformados cuando el Señor viene y serán arrebatados
en las nubes para encontrarse con él en el aire (1 Ts. 4:17). Cuando Jesús ascendió, los apóstoles lo vie-
ron subir. Pero cuando los santos son arrebatados en el aire, los enemigos de Dios los ven ir al cielo. Su
ascensión significa una victoria total y completa sobre el malvado. Hay un paralelismo indirecto que lo
relaciona con el retorno de Cristo; «Mira, viene con las nubes, y todo ojo lo verá» (Ap. 1:7; compárese
con Zac. 12:10b). En las traducciones para esta expresión se utiliza el indefinido «en una nube», mas el
griego literalmente dice «en la nube». Sin duda es una referencia específica a la nube gloriosa que apa-
reció cuando Jesús se transfiguró (Mt. 17:5), y que lo envolvió cuando ascendió desde el monte de los
Olivos (Hch. 1:9).
Dos veces en otros tantos versículos (vv. 11, 12) se encuentra la expresión los vieron. Juan enfatiza
que los enemigos de Dios ven a los santos resucitados y glorificados ascender al cielo. Estos adversarios,
llenos de temor del juicio cercano, observan la ascensión del pueblo de Dios. Al final de los tiempos, el
contraste entre los enemigos de Dios y los santos de Dios es en verdad llamativo.
13. Y en esa hora, hubo un gran terremoto y una décima parte de la ciudad se derrumbó y murie‐
ron siete mil personas en el terremoto, y el resto se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo.
a. «Y en esa hora, hubo un gran terremoto». Deberíamos entender los últimos versículos (vv. 11–13)
en el marco del período inmediatamente anterior al retorno del Señor y durante el mismo. Este versícu-
lo habla del [p 374] mundo no creyente que se encuentra frente a la ira divina bajo la forma de un gran
terremoto que sacude a la tierra para indicar la participación de Dios en el día del juicio (véase 6:12). En
el momento en que los santos ascienden al cielo, Dios sacude a la tierra con un gran temblor para reve-
lar su enojo contra los incrédulos que mataron a su pueblo. Con frecuencia utiliza este fenómeno de la
naturaleza para indicar un evento inusual. Se produjeron terremotos cuando Jesús murió y resucitó de
entre los muertos (Mt. 27:51; 28:2). De igual modo, un gran terremoto acompañó tanto a la resurrección
de los santos como a su ascensión.

37 Consúltese los comentarios de Beale (p. 597); Mounce (pp. 22–23); Hailey (p. 259).
291

b. «Y una décima parte de la ciudad se derrumbó y murieron siete mil personas en el terremoto». La
mayor parte de los comentaristas infieren de la frase una décima parte de la ciudad que la población total
era de setenta mil. Si tomamos el texto en forma literal, una décima parte de la población de la ciudad
equivale a siete mil, de modo que la cifra total de habitantes sería setenta mil. La historia ofrece nume-
rosos ejemplos de miles de personas que mueren a causa de terremotos que destruyen ciudades de ta-
maño medio. Aunque la pérdida de vidas es significativa, resulta difícil aseverar que sea extraordinaria.
El empleo de simbolismos en este texto es obvio.38 La ciudad es el lugar que los gentiles pisotearon y
donde el Señor fue crucificado (véase el comentario sobre vv. 2, 8). Es el lugar profano que contrasta con
todo lo que es santo. Este lugar profano, que abarca una estructura mundial firme en incredulidad y
desafiante contra Dios, se ve ahora sacudida por un gran terremoto que sacude sus cimientos. Por esto
parece mejor interpretar la cifra siete mil de manera simbólica, ya que siete significa lo completo y mil
como diez veces diez veces diez (diez denota plenitud en el sistema decimal) indica una multitud. El
término una décima parte es indicación del plan de Dios de que el terremoto no mate a todos los incrédu-
los.
c. «Y el resto se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo». Los que no murieron se llenaron de
temor y consternación. Se dan cuenta de que la ascensión de los santos al cielo va a ir seguida de casti-
go, juicio y condenación para ellos. No sorprende que su corazón y mente se llenen de terror, porque se
les va a acabar su tiempo en la tierra.
Los comentaristas están divididos en cuanto a la interpretación de las palabras, «y el resto … dieron
gloria al Dios del cielo». Las palabras dar gloria a Dios nos hace preguntar si se trata de verdadero arre-
pentimiento o de remordimiento ficticio.
Muchos estudiosos son de la opinión de que el mundo incrédulo que no murió a causa del terremo-
to se volvió a Dios, arrepentido de sus obras [p 375] malvadas y glorificó a Dios.39 En otras palabras,
estas personas malas se convirtieron en el mismísimo último momento y Dios, en su gracia y misericor-
dia, los aceptó en su familia. La evidencia para esta posición radica en que estas personas dieron gloria
a Dios, lo cual se interpreta como «una forma de devoción religiosa».40
Otros estudiosos arguyen que no es la muerte de los mártires sino su resurrección lo que «produjo
terror en los corazones de sus enemigos y les hizo dar gloria a Dios».41 Hay una diferencia entre remor-
dimiento y arrepentimiento: Judas mostró remordimiento y se ahorcó, pero Pedro se arrepintió y fue
restaurado. Hay una diferencia entre concesión y contrición: Acán dio gloria a Dios y concedió que
había pecado contra Dios (Jos. 7:19–20), pero David confesó su pecado con corazón contrito (Sal. 51:4).
Además, el penúltimo versículo de este capítulo (v. 18) incluye una descripción del último juicio que
recuerda el versículo 13 y confirma la conclusión de una escena de juicio final y no de arrepentimiento.

38 Eduard Lohse (Die Offenbarung des Johannes, Das Neue Testament Deutsch 11 [Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht,
1960], p. 64) interpreta el versículo de manera literal aplicándolo a Jerusalén.
39 Véase los siguientes comentarios: Aune (52B, pp. 628–29); Beasley-Murray (p. 187); Caird (pp. 139–40); Harrington (p.

123); Krodel (pp.227–28); Ladd (pp. 159–60); Johnson (pp. 507–8); Thomas (Revelation 8–22, pp. 98–99). Véase también
Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 278–79, 282–83.
40 Bauer, p. 204. Comparar los usos de esta frase en Hch. 12:23; Ro. 4:20; Ap. 14:7; 16:9; 19:7.

41 Mounce, Revelation, p. 224. Véase los comentarios de Beale (p. 607); Hailey (p. 260); Hendriksen (p. 132); Hoeksema

(p. 397); Hughes (p. 130); Kiddle (p. 206); Lenski (p. 351); Walvood (p. 183).
292

Por tanto, ya no es posible una conversión genuina, «ya que se hubiera dado después del inicio del juicio
final, que se señala en el v[ersículo] 13a».42 Después de que Dios juzga, ya ha pasado el tiempo de arre-
pentirse.
En tanto que la iglesia proclame la palabra, hay tiempo para salvación. Pero cuando los testigos as-
cienden al cielo, ya nadie escucha su mensaje. El tiempo de arrepentirse llega a su fin, porque sin el po-
der de la palabra no hay conversiones. También, Juan revela un enfoque cíclico en su Apocalipsis, dado
que el tema de Dios que juzga a los incrédulos aparece repetidas veces. Por ejemplo, hay el juicio inmi-
nente para pecadores (6:16) y el tiempo de juicio de los muertos (11:18). El juez recoge la cosecha en la
tierra (14:15–16); después de derramar las siete copas hay el juicio venidero (16:17–21); y el jinete en el
caballo blanco viene a juzgar a los malvados (19:11–21). En todos estos casos, no se menciona que haya
incrédulos que se conviertan.
Juan tomó del Antiguo Testamento la expresión Dios del cielo (Esd. 1:2; Neh. 1:4; Dn. 2:18–19; Jon.
1:9). En Apocalipsis sólo se encuentra dos veces, aquí y en 16:11.
14. El segundo ay pasó. Mira, el tercer ay viene pronto.
Juan mencionó el final del primer ay en 9:12; en ese momento anunció que faltaban dos más por lle-
gar. Aquí, pues, está el final del segundo ay, pero Juan no nos dice qué segmento de Apocalipsis abarca
el tercer ay. [p 376] Algunos estudiosos opinan que el contenido del capítulo 16 que revela las siete pla-
gas abarca este última aflicción.43 La objeción a esta interpretación es su distancia del anuncio de que va
a llegar el tercer ay. Por tanto, es mejor ver la última parte de este versículo como la introducción del
siguiente segmento (vv. 15b–19) como el contenido del tercer ay. La escena de la séptima trompeta «es
un ay más grave que la quinta y sexta trompetas, ya que representa el culminante juicio final».44 La sép-
tima trompeta nos permite tener una visión subsiguiente al juicio final, cuando los malos enfrentan des-
trucción. Así pues, el ay habla de la devastación de esas personas que han sido destructoras durante su
tiempo en la tierra (v. 18).
Palabras, frases y construcciones griegas en 11:12–13
Versículo 12
ἤκουσαν—la forma de tercera persona del plural debe referirse a la primera persona singular ἤκουσα sobre
la base de evidencia externa.
Versículo 13
ὀνόματα—«nombres», pero traducido como «personas». La palabra indica que estas personas se conocen in-
dividualmente por su nombre (véase 3:4; Hch. 1:15).
Y el séptimo ángel tocó la trompeta. Y hubo voces fuertes en el cielo que decían, «El reino del mundo se ha
15

convertido en el reino de nuestro Señor y su Cristo. Y reinará por los siglos de los siglos». 16 Y los veinticuatro
ancianos, los que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro a tierra y adoraron a Dios, 17
diciendo:
«Te damos gracias a ti, Señor Dios, Todopoderoso,

42 Beale, Revelation, p. 607 (su subrayado).


43 Consúltese Beckwith, Apocalypse, pp. 608, 669–71; Thomas, Revelation 8–22, p. 100; Johnson, Revelation, p. 508.
44 Véase los comentarios de Beale (p. 610), Lenski (p. 360), Hughes (p. 131) y Hoeksema (p. 402).
293
el que es y el que era, porque has tomado tu gran poder
y has comenzado a reinar. 18 Y las naciones estaban
enojadas, pero tu ira ha llegado.
Y el tiempo ha llegado de juzgar a los muertos
y de recompensar a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
los pequeños y los grandes, y de destruir
a los que están destruyendo la tierra».
Y se abrió el templo de Dios en el cielo y apareció su arca del pacto en su templo. Y hubo resplandores de
19

relámpagos y retumbos y un terremoto y una gran granizada.


9. La séptima trompeta 
11:15–19
El interludio en dos partes (10:1–11:14) ha llegado a su fin, y Juan prosigue con la serie de trompetas,
de la cual la siguiente es la séptima. [p 377] Esta trompeta presenta semejanzas con el séptimo sello y la
séptima copa. Las tres tienen como escenario el cielo, donde se observa silencio (8:1), se escuchan voces
fuertes (11:15) y hay una voz que dice, «Ha concluido» (16:17). Las tres se dan al final de ciclos de siete
partes, y dan información acerca del fin del tiempo. Sin embargo, las diferencias son importantes por-
que el séptimo sello introduce las siete trompetas. La séptima trompeta revela una celebración de triun-
fo como si se hubiera ganado la batalla contra el enemigo. Y la séptima copa señala la última plaga en la
naturaleza, tan grave que no tiene igual (16:18, 21).
El último segmento de este capítulo, que introduce el juicio final, contiene dos himnos, uno sobre el
reino y el otro sobre acción de gracias por lo que Dios ha hecho. El primero menciona a Cristo como
soberano eterno en su reino en el sentido de que se ha acabado la guerra con Satanás. El segundo, diri-
gido a Dios, habla del poder divino, de juzgar a los muertos, de recompensar a los profetas y a los san-
tos y de destruir a los destructores. El segundo himno que cantan los veinticuatro ancianos se refiere al
día del juicio como si perteneciera al pasado. Ambos himnos son cánticos de victoria que llevan a su
punto culminante a la serie de trompetas. En síntesis, la séptima trompeta nos ofrece una visión celestial
en la que Cristo triunfa sobre sus enemigos.
El versículo 19 parece estar fuera de lugar, porque los pasajes más próximos que contienen palabras
semejantes son 15:5 (el templo) y 16:18, 21 (relámpago, retumbo, trueno, terremoto y granizo).45 Alude,
sin embargo, a la relación del pacto que Dios tiene con su pueblo y a su abrumador poder en la natura-
leza, y por ello constituye una conclusión adecuada para la primera parte de Apocalipsis. Además, la
secuencia de resplandores de relámpagos, retumbos, trueno, terremoto y granizo ocurre cuatro veces,

45Michael Wilcock (The Message of Revelation. I Saw Heaven Opened [Downers Grove: InterVarsity, 1975], pp. 110–15)


sitúa 11:19 al principio de la sección siguiente (11:19–15:4). Esperaríamos un versículo introductorio para resumir lo
que enseña la sección. Pero este no es el caso, porque el capítulo 12 introduce la segunda mitad de Apocalipsis. M.
Robert Mulholland Jr. (Revelation: Holy Living in an Unholy World [Grand Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press,
1990], p. 214) llama a 11:19–15:5 la «pieza central de Apocalipsis».
294

con variaciones (4:5; 8:5; 11:19 y 16:18). Estas referencias muestran una fórmula que se desarrolla en re-
lación con la severidad del juicio de Dios descrito en el curso de Apocalipsis.
a. Dos himnos 
11:15–18
15. Y el séptimo ángel tocó la trompeta. Y hubo voces fuertes en el cielo que decían, «El reino del 
mundo se ha convertido en el reino de nuestro Señor y su Cristo. Y reinará por los siglos de los si‐
glos».
[p 378] Antes Juan escribió acerca del séptimo ángel que tocaba la trompeta para indicar que se acer-
caba el final de los tiempos (10:7). Y ahora describe al ángel que toca la trompeta y su ambiente. El telón
de fondo es el cielo, donde voces fuertes cantan alabanzas a Dios y a su Cristo. No se nos dice quiénes
cantaban. Lo que podemos decir es que las voces son las de quienes moran en el cielo.
Estas voces declaran que el reino del mundo ahora pertenece a «nuestro Señor y su Cristo». Esto
quiere decir que Satanás, quien tentó a Jesús ofreciéndole el reino del mundo, ya no es su dueño (Mt.
4:8–9; Lc. 4:5–6). Basado en el Antiguo Testamento, Juan revela que el reino pertenece a Dios y a su Cris-
to (Sal. 2:2, 8–9; 22:28; Dn. 7:14; Abd. 21).46 Hay un solo reino, no dos. Hay un solo Dios, no dos. Nótese
cómo en Apocalipsis Juan atribuye divinidad a Jesús cuando lo menciona junto a Dios. He aquí dos
ejemplos, con la bastardilla añadida:
- «Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años» (20:6).
- «El trono de Dios y del Cordero estará en él, y sus siervos lo servirán» (22:3).
En Apocalipsis, Juan enseña que tanto Dios como Cristo son llamados rey, porque son dignos de
alabanza y adoración. Por ejemplo, el saludo trinitario describe a Jesucristo como «soberano de los reyes
de la tierra» (1:5). El cántico de Moisés y del Cordero se dirige a Dios «el rey de las edades» (15:3). Cris-
to hizo que su pueblo fuera un reino y sacerdotes (1:6; 5:10), pero el reino pertenece tanto a Cristo como
a Dios (11:15; 12:10). La soberanía de Cristo y de Dios es la misma, porque Dios gobierna a su reino por
medio de su Hijo.
Cristo ha sido rey en su reino siempre (Sal. 110:1); pronunció su discurso de entronización antes de
su ascensión, «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Cuando el último
enemigo, a saber, la muerte, queda destruido, entonces llega el fin, y entregará el reino a Dios el Padre
(1 Co. 15:24–28). Esto no quiere decir que entonces dejará de ser soberano; reinará por los siglos de los
siglos.
El texto se fija en la victoria que Cristo ha logrado y simplemente afirma: «El reino del mundo se ha
convertido en el reino de nuestro Señor y de su Cristo». Desde la perspectiva de Juan, se ha producido
la derrota completa de Satanás y sus secuaces. Eran usurpadores del poder del mundo; ahora Cristo es
el vencedor y reinará eternamente. «¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás
será destruido!» (Dn. 7:14; véase también 2:44; 7:27; Sal. 10:16).

46John P. M. Sweet (Revelation, WPC [Philadelphia: Westminster, 1979], p. 191) observa que los temas del Salmo 2 apa-
recen repetidas veces en Apocalipsis (12:5; 14:1; 16:14; 17:18; 19:15, 19).
295

[p 379] 16. Y los veinticuatro ancianos, los que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se 
postraron rostro a tierra y adoraron a Dios.
Los veinticuatro ancianos sentados en los veinticuatro tronos representan a los santos en el cielo
(Ap. 4:4, 10; 5:8; 11:16; 19:4). Han recibido el privilegio de rodear el trono de Dios y están más cerca de
su trono que los ángeles. La humanidad redimida, sentada en tronos delante de Dios, tiene el privilegio
de gobernar con Cristo (3:21). Estos veinticuatro ancianos toman la iniciativa en la adoración, postrán-
dose en la presencia de Dios. Son los que expresan acción de gracias y alabanza por la redención llevada
a cabo para su propio beneficio por Hijo de Dios.
Mientras el coro en el cielo canta un himno de victoria a Dios y Cristo por hacer suyo con todo dere-
cho el reino del mundo, los veinticuatro ancianos cantan su propio himno de alabanza para expresar su
gratitud. La obra de la redención ha sido completada y ha llegado el momento de rendir honra, alaban-
za y gloria al Señor Dios Todopoderoso,
17. Diciendo: «Te damos gracias a ti, Señor Dios, Todopoderoso, el que es y el que era, porque has 
tomado tu gran poder y has comenzado a reinar».
Los veinticuatro ancianos, como representantes de la iglesia, expresan su gratitud no a Cristo sino al
Padre, al que llaman Señor Dios, Todopoderoso. Encargó a su Hijo que redimiera a su pueblo, que perdo-
nara sus pecados, que les concediera vida eterna y que les enseñara su palabra. Ahora los ancianos dan
gracias a Dios, quien es su soberano y Dios todopoderoso. Sus palabras de acción de gracias muestran
un trasfondo judío típico, demostrado en el salmo de gratitud de David y en el Salterio (1 Cr. 16:8, 26;
Sal. 105:1; 106:1, 47; 136:1–4).47
La frase «el que es y que era» recuerda 1:4, 8; 4:8, pero no incluye la tercera parte «el que ha de ve-
nir». Juan tomó esta tercera parte del Antiguo Testamento (p.ej., Sal. 96:13; 98:9), donde Dios viene para
salvar y juzgar. Los primeros cristianos identificaron su venida con la de Jesucristo al mirar hacia el re-
torno de Cristo.48 Esta omisión apunta a que Dios de hecho ha venido, ahora que Juan mira hacia atrás,
al cumplimiento de la promesa de Jesús de venir pronto (compárese también 16:5). O sea, este himno de
alabanza que cantan los veinticuatro ancianos omite la frase que ha de venir como si la venida ya hubiera
ocurrido. Miraron hacia atrás a la batalla contra Satanás, el Anticristo y los habitantes de Babilonia. Dios
reveló su poder, derrotó a sus enemigos y destruyó a los opresores de su pueblo.
La cláusula siguiente, «porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar», es una afirma-
ción de que Dios derrota a sus [p 380] adversarios y asume con todo derecho su poder de gobernar so-
bre su creación en el cielo y en la tierra. Nótese que se utiliza en el verbo tomar el tiempo perfecto. Esto
quiere decir que ningún poder volverá jamás a surgir contra Dios para quitarle su autoridad, como en el
caso de Satanás, llamado «el príncipe de este mundo» (Jn. 12:31; 14:30; 16:11; 2 Co. 4:4; Ef. 2:2; 1 Jn. 4:4;
5:19).
En griego, Juan subraya el adjetivo grande al escribir «gran poder». El poder de Dios dirigido contra
sus oponentes es asombroso, porque «¡terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!» (Heb. 10:31).

47 El verbo dar gracias se encuentra treinta y ocho veces en el Nuevo Testamento, veinticuatro de ellas en las cartas de
Pablo. Juan lo utiliza tres veces en su evangelio (6:11, 23; 11:41) y una en Apocalipsis (11:17). Véase Hermann Patsch,
EDNT, 2:88; Hans-Helmut Esser, NIDNTT, 3:818.
48 Refiérase a Bauckham, Theology, pp. 28–29; y su Climax of Prophecy, pp. 32–33.
296

Swete escribe, «no es el ejercicio normal del poder divino, sino esa manifestación final y abrumadora a
lo que apuntan todas las profecías».49
Cuando sus enemigos caen, el Señor Dios comienza su reinado sin límites. Los veinticuatro ancia-
nos, mirando hacia la labor realizada de redención, se regocijan del triunfo de Cristo y de su gobierno
absoluto sobre todo el universo. Este gobierno indica que el reinado de Satanás ha concluido y que ha
llegado el tiempo de juicio.
18. «Y las naciones estaban enojadas, pero tu ira ha llegado. Y el tiempo ha llegado de juzgar a los 
muertos y de recompensar a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, los 
pequeños y los grandes, y de destruir a los que están destruyendo la tierra».
a. «Y las naciones estaban enojadas, pero tu ira ha llegado». Dos cláusulas paralelas, que reflejan las
palabras de David en el Salmo 2, hablan de enojo e ira. Este salmo menciona que las naciones se rebelan
contra Dios y su Ungido. Pero «el rey de los cielos se ríe», porque «en su enojo los reprende, en su furor
los intimida» (Sal. 2:1–5, 12; Hch. 4:25–27; comparar con Jer. 30:23–24). Israel y el imperio romano, re-
presentados por el sumo sacerdote con el Sanedrín y Poncio Pilato respectivamente, clavaron a Jesús en
la cruz y luego persiguieron a sus seguidores. Pero el enojo y la ira de Dios difieren del enojo y la ira de
los enemigos de Dios. Mientras que éstos dirigen su furia contra Dios para destruir su reino y pisotear
todo lo que es santo (Sal. 2:2), Dios dirige su venganza contra las naciones para someterlas a la justicia y
al fin al que están destinadas.
b. «Y ha llegado el tiempo de juzgar a los muertos». Juan no alude al tiempo cronológico sino al
momento justo que Dios ordenó para el día del juicio. Es el tiempo que Dios ha establecido para el últi-
mo juicio. El sexto sello (6:17), la séptima trompeta (11:18) y la sexta copa (16:14) se refieren todos al
momento en que llega el gran día del juicio. Juan presenta Apocalipsis en una forma cíclica y contempla
la revelación de Dios desde perspectivas diferentes.
El término los muertos se encuentra ocho veces en Apocalipsis y significa todos los que han muerto.
Más en concreto, puede significar o los creyentes [p 381] o los incrédulos. Por ejemplo, «Benditos son
los muertos que mueren en el Señor de ahora en adelante» (14:13) y «Y el resto de los muertos no vivie-
ron sino hasta que los mil años se hubieron completado» (20:5a). Aquí, al igual que en 20:12–13, el tér-
mino alude a todos: unos reciben recompensa y otros condenación.
c. «Y para recompensar a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, los pe-
queños y los grandes». Una recompensa no es algo que se gana, porque llega a los creyentes como don
de Dios. Los conceptos recompensa y conducta están relacionados, pero no en el sentido de causa y efecto.
Las recompensas son prendas de la gracia gratuita de Dios.50
Una lectura preliminar deja la impresión de que Juan piensa en tres clases de personas: siervos que
son profetas, santos y quienes temen a Dios tanto pequeños como grandes. Esto no es así por necesidad,
porque la expresión tus siervos los profetas ya apareció en 10:7 (véase el comentario). Son los siervos de
Dios, profetas o apóstoles y quienes los ayudan, que reciben el encargo de transmitir su revelación y a
quienes con frecuencia se les dice que la escriban. Son una clase especial de personas. Además, están los
santos, que son quienes temen a Dios, tanto los pequeños como los grandes (19:5; Sal. 115:13). La palabra

49 Swete, Revelation, p. 143.


50 Paul Christoph Böttger, NIDNTT, 3:144.
297

santos se utiliza catorce veces en Apocalipsis; son las personas santas que Dios ha santificado por medio
de la sangre de Cristo.51 Sufren por su nombre, ejercitan paciencia y fidelidad por su causa, ofrecen ora-
ciones a Dios y mueren por ser su pueblo. Son los que temen a Dios en todo el mundo, ya sean princi-
piantes o gigantes en la fe.52 Sugiero, por tanto, que hay dos clases de personas: los siervos especiales de
Dios, que desempeñan una tarea particular, y los santos, que son todos los que reverencian el nombre
de Dios.53
d. «Y de destruir a los que están destruyendo la tierra». Los veinticuatro ancianos piden a Dios que
destruya a los malvados que se dedican constantemente a arruinar moralmente a los habitantes de la
tierra.54 Esto es precisamente lo que había hecho «la gran ramera, que arruinó a la tierra con su fornica-
ción» (19:2). La ira de Dios cae sobre los que desvían a las personas y ahora ellos mismos sufren des-
trucción.
[p 382] b. El pacto de Dios 
11:19
19. Y se abrió el templo de Dios en el cielo y apareció su arca del pacto en su templo. Y hubo res‐
plandores de relámpagos y retumbos y un terremoto y una gran granizada.
a. «Y se abrió el templo de Dios en el cielo y apareció su arca del pacto en su templo». Los veinticua-
tro ancianos han finalizado su himno de alabanza, y ahora Juan responde con la descripción del templo
de Dios en el cielo. Es el lugar santo donde mora Dios y que constituye su sagrada presencia. Desde que
se desgarró la cortina que separaba el lugar santísimo del lugar santo, queda expuesta a la vista el arca
del pacto. Entendemos la visión en forma simbólica, porque el templo terrenal ya no existía cuando
Juan escribió Apocalipsis (7:15; 15:5, 8). La expresión templo en este libro significa la presencia misma de
Dios, y Juan mira al templo desde la perspectiva de la tierra hacia el cielo.
El arca del pacto en el tabernáculo y más tarde en el templo de Salomón era el lugar donde moraba
Dios. Esta caja sagrada simbolizaba la presencia de Dios, y a esa sagrada presencia el sumo sacerdote
podía entrar una vez al año para expiar sus propios pecados y los pecados del pueblo. Se rociaba sangre
de animales sobre su cubierta; y en el arca había dos tablillas en las que Dios había escrito el decálogo (1
R. 8:9; 2 Cr. 5:10; Heb. 9:4). Esta arca, ahora abierta a todos, es la demostración visible de que Dios cum-
ple el pacto con su pueblo. En ese lugar lleno de gloria Dios se encuentra con ellos y establece su ley
entre ellos (Éx. 25:22; 29:42–43). Y las palabras de su ley, que estaban grabadas en tablas de piedra en el
arca, reflejan la presencia sagrada de Dios en la vida de su pueblo. Con ellos tiene una relación contrac-
tual, de modo que el conocimiento de la ley de Dios llena la tierra «como rebosa el mar con las aguas»
(Is. 11:9; Hab. 2:14). «De ahí que, cuando ahora ya se puede ver el arca, o sea, que se ha hecho plena rea-
lidad, se hace realidad con toda su dulzura en los corazones y vidas de los hijos de Dios el pacto de gra-
cia (Gn. 17:7)».55

51 Ap. 5:8; 8:3, 4; 11:18; 13:7, 10; 14:12; 16:6; 17:6; 18:20, 24; 19:8; 20:9; 22:21 (variante).
52 La frase pequeños y grandes se encuentra también en 13:16, donde Juan menciona categorías sociológicas de incrédu-
los, pero aquí pone de relieve las dimensiones espirituales de los santos.
53 Consúltese los comentarios de Greijdanus (pp. 243–44); Ladd (p. 163); Lenski (pp. 356–57); Mounce (pp. 227–28); y

Thomas (Revelation 8–22, p. 11).


54 Bauer, p. 190. Véase también Günther Harder, TDNT, 9:103.

55 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 133.


298

Aunque el arca y las tablas de piedra las destruyeron los babilonios cuando se apoderaron de Jerusa-
lén el 14 de agosto de 586 a.C. (2 R. 25:9), la práctica de observar la ley permaneció intacta.56 El hecho de
que Juan hable de un arca celestial, aunque en forma simbólica, muestra que la pertinencia de la ley
moral de Dios permanece y es eterna. No hay lugar para el pecado y el desorden en la presencia del
Todopoderoso, porque, [p 383] por un lado, su pueblo redimido del pacto recibe perdón y, por el otro,
quienes en forma deliberada conculcan su ley reciben condenación.
b. «Y hubo resplandores de relámpagos y retumbos y un terremoto y una gran granizada». Los fe-
nómenos que ocurren en la naturaleza son una mirada retrospectiva a la entrega del decálogo en el
monte Sinaí, donde Dios hizo que tronara, relampagueara y temblara (Éx. 19:16–18). El autor de Apoca-
lipsis menciona de manera repetida estos eventos naturales (4:5; 8:5; 11:19; 16:18, 21). Aquí y en 16:21
agrega la caída de granizo. Estos fenómenos son recordatorios del evento del Sinaí y sugieren que ha
llegado el juicio de Dios. «Juan utiliza la alusión al Sinaí para sugerir que ha llegado el fin, aunque to-
davía no descrito en forma exhaustiva».57 En realidad, a estas alturas de Apocalipsis, Juan describe el fin
del tiempo. No podemos, sin embargo, pasar simplemente al capítulo siguiente como si uno condujera
al otro. El capítulo 11 señala la venida del día del juicio, en tanto que el capítulo 12 describe a una mujer
y el nacimiento de un niño varón, un nuevo comienzo.
Palabras, frases y construcciones griegas en 11:17–18
Versículo 17
ὁ ὤν καὶ ὁ ἦν—muchos manuscritos menores agregan ἐρχόμενος, que es «una acrecencia bizantina típica, en
imitación de la expresión tripartita en 1:4, 8».58 El TR y la traducción RV60 incluyen este agregado.
Versículo 18
τοὺς μικροὺς καὶ τοὺς μεγάλους—es fuerte el apoyo externo para esta lectura, mientras que el empleo del
caso dativo parece ser una corrección.59

56 Según una tradición mencionada en 2 Mac. 2:4–8, el profeta Jeremías tomó la tienda y el arca hasta el monte Nebo y
las escondió en una cueva que selló. Dios revelaría la tienda y el arca cuando reúna a su pueblo y les muestre su mise-
ricordia. Incluso si esta tradición hubiera circulado entre los judíos, Juan no está pensando en una restauración del
templo y del arca en la tierra. Su visión de un arca celestial apunta al cumplimiento de la obra redentora de Cristo.
57 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 204.

58 Metzger, Textual Commentary, p. 672.

RV Versión Revisada
59 Thomas (Revelation 8–22, p. 115) llama al empleo del caso acusativo un anacoluto (es decir, un cambio abrupto en la

sintaxis). Swete (Revelation, p. 144) escribe que el acusativo «debe explicarse con el supuesto de que el escritor ha olvi-
dado que comenzó con δοῦναι μισθὸν»». También es posible construir el caso acusativo con la cláusula precedente
«juzgar a los muertos» (comparar 20:12), aun cuando la secuencia sigue siendo problemática.
299

[p 385]  

12
La mujer y el dragón 
(12:1–17)
[p 386]  

Bosquejo (continuación)
V. 4ª Visión: Aspectos de guerra y salvación (12:1–14:20)
A. La mujer y el dragón (12:1–17)
1. La mujer, el hijo, el dragón (12:1–6)
2. Guerra en el cielo (12:7–9)
3. Un cántico de victoria (12:10–12)
4. Ayuda y seguridad para la iglesia (12:13–17)
[p 387]  

CAPÍTULO 12
12 1 Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies y una corona de
doce estrellas en la cabeza. 2 Estaba encinta, y gemía con dolores de parto en la angustia de dar a luz. 3 Y apareció
otra señal en el cielo. Y mira, había un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos y siete coronas en
sus cabezas. 4 Y con su cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dragón
se puso de pie delante de la mujer que estaba a punto de dar a luz, de modo que cuando diera a luz pudiera de-
vorar a su hijo. 5 Y dio a luz a un hijo, un niño varón, que está a punto de gobernar sobre todas las naciones con
vara de hierro. Y el niño fue arrebatado hasta Dios y su trono. 6 Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar
que Dios le había preparado, de modo que allá pudiera ser alimentada por 1,260 días.
Y hubo guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucha-
7

ron a su vez 8 y no prevalecieron, y ya no se encontró más un lugar en el cielo para ellos. 9 Y el gran dragón fue
expulsado, esa serpiente antigua llamada el diablo y Satanás, el engañador de todo el mundo. Fue expulsado a la
tierra, y sus ángeles fueron expulsados con él. 10 Y oí una voz fuerte en el cielo que decía,
«Ahora ha llegado la salvación, el poder y
el reino de nuestro Dios, y la autoridad de
su Cristo, porque el acusador de nuestros
hermanos [y hermanas] ha sido expulsado;
es el que los acusa delante de nuestro Dios
día y noche. 11 Y lo han vencido por la
sangre del Cordero y por la palabra de su
testimonio, y no amaron su vida ni siquiera
301

preparado en el desierto «por un tiempo, tiempos y medio tiempo». Las dos referencias temporales son
equivalentes en cuanto a duración: mil doscientos sesenta días equivale a cuarenta y dos meses (11:2–3)
o a tres años y medio.
[p 389] Tercero, el capítulo presenta cuadros tanto de una situación ideal como de la realidad pre-
sente.2 El simbolismo de la mujer gloriosa «vestida con el sol, la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas en la cabeza» (v. 1) es una presentación ideal de esta mujer que ha llegado al apogeo. Detrás de
este ideal está la realidad; es la realidad la que toma forma en el nacimiento y ascensión de Cristo. In-
cluye guerra celestial, cuando el arcángel Miguel arroja a Satanás y a sus ángeles a la tierra (v. 9). Apun-
ta al enojo del diablo, quien persigue a la mujer en su huída a un lugar que le ha sido preparado mien-
tras recibe ayuda de la tierra (v. 16). Describe a los seguidores de Cristo que pelean una guerra espiri-
tual contra Satanás y se enfrentan al enojo del diablo (v. 17). Concluyentemente, la escena que describe
a la mujer exaltada es idealismo; la escena que describe a la iglesia perseguida es realismo.
Por último, el capítulo 12 pone de relieve la derrota de Satanás. Se resalta con el verbo expulsado que
aparece cinco veces seguidas (véase vv. 9 [tres veces], 10, 13). En todo este capítulo se presenta a Satanás
como perdedor por cinco veces, en tanto que Cristo y su iglesia triunfan.
- El diablo trató de devorar al hijo varón, pero Dios lo arrebató a su trono (v. 5).
- Satanás luchó con Miguel y sus ángeles, pero perdió (v. 9)
- El dragón persiguió a la mujer, pero Dios le preparó un lugar en el desierto (vv. 6, 14).
- La serpiente quería ahogar a la mujer en un torrente, pero la tierra se tragó el río (vv. 15–16).
- Satanás perdió cuando declaró la guerra a la descendencia de la mujer, que siguió obedeciendo los
mandamientos de Dios y siendo fiel al testimonio de Jesús (v. 17).
A. La mujer y el dragón
12:1–17
¿Tomó Juan material de la mitología pagana, que parece contener diversos paralelismos con este pa-
saje (vv. 1–6)? Hay el mito griego de Apolo que nace de la diosa Leto; también menciona al dragón Pi-
tón. Luego, está el mito babilónico de la creación acerca de Tiamat y el monstruo de siete cabezas al que
el dios Marduk inmola mientras Tiamat barre del firmamento un tercio de las estrellas. Tercero, están
los mitos persa y egipcio con relatos parecidos. Y por último, están las monedas con inscripciones: una
presenta al emperador Domiciano con una imagen de su hijo cuya mano [p 390] se eleva hacia siete es-
trellas; luego una moneda con una imagen de este hijo con la luna y seis estrellas; también una con el
hijo y su madre Domicia, que se representa como diosa.3

2 Compárese George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 167; Isbon T.
Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp. 617, 621–22; Robert H. Mounce,
The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 231.
3 Véase los comentarios de G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), pp. 192–93;

Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,
1981), 12:512–13. Véase también la tesis doctoral de Adela Yarbro Collins, The Combat Myth in the Book of Revelation,
HDR 9 (Missoula: Scholars Press, 1976), pp. 63–67, 70–71; Aune, Revelation 6–16, pp. 667–74.
302

Aunque Juan conocía diversos relatos mitológicos del mundo pagano, siempre tenemos que recha-
zar cualquier sugerencia de que utilizara estas fuentes para crear Apocalipsis. Dios reveló el contenido
de Apocalipsis a Jesús, quien a su vez le dijo a Juan que escribiera lo que observara (1:1–2, 11, 19). Por
tanto, Apocalipsis es un libro dado por Dios. Esto no quiere decir que Juan escribiera en forma mecáni-
ca lo que se le iba diciendo, sino que escribió las visiones que vio en el marco de símbolos. El sol, la luna
y la corona de doce estrellas adornan a la mujer para hacerla parecer hermosa y poderosa. Al mismo
tiempo, estos cuerpos celestiales están subordinados a ella; es mucho mayor que ellos. Vemos un para-
lelismo en el sueño que tuvo José del sol, la luna y las once estrellas que le hacían reverencias (Gn. 37:9).
Juan presenta al lector un cuadro de la lucha entre una mujer y Satanás, que es remontarse al co-
mienzo de la historia humana cuando Dios se dirigió tanto a la mujer como a la serpiente (Gn. 3:14–16).
Describe la guerra espiritual que el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar desde que Adán y Eva peca-
ron. Esta guerra se vuelve violenta cuando la mujer da a luz a un hijo varón al que la serpiente quiere
devorar en el momento del nacimiento (vv. 1–6). Después del nacimiento del niño, Juan describe la gue-
rra en el cielo (vv. 7–9). A modo de interludio (vv. 10–12) Juan deja constancia de un himno celestial.
Luego concluye el capítulo con un segundo relato de la guerra de Satanás contra la mujer y su descen-
dencia (vv. 13–17).
1. La mujer, el hijo, el dragón 
12:1–6
1. Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies y una 
corona de doce estrellas en la cabeza.
a. «Y apareció una gran señal en el cielo». Los traductores difieren en cuanto a expresar el significa-
do de las palabras gran señal. Por ejemplo, unos dicen «una señal maravillosa» y otros «una señal gran-
de y maravillosa». La señal es un portento maravilloso que se contempla, porque es grande y visible en
el cielo. La palabra señal se encuentra siete veces en Apocalipsis para describir la obra tanto de Dios co-
mo de Satanás y sus ángeles caídos (12:1, 3; 13:13, 14; 15:1; 16:14; 19:20). Y el adjetivo gran describe la
«señal» aquí y en 15:1, donde se refiere a siete ángeles con siete [p 391] plagas que cumplen con la ira de
Dios. El adjetivo y el sustantivo también se encuentran en 13:13, donde la segunda bestia (el falso profe-
ta) hace grandes señales para el diablo a plena vista de las personas en la tierra.
b. «Una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza».
Esta frase se puede entender sólo en forma simbólica. Pero hay que preguntarse por la identidad de esta
mujer. ¿Quién es?
¿Es María, la madre de Jesús? La literatura cristiana primitiva no menciona ninguna referencia al
respecto. Epifanio de Salamis, aproximadamente a mediados del siglo cuarto, es el primero en comentar
que «algunas personas [innominadas] identificaban a la mujer con María».4 Pero el Nuevo Testamento
está en contra de esta exégesis, porque María asume para sí misma un papel discreto en la sociedad y la
iglesia. También, durante la Edad Media la mayoría de los autores equiparaban a la mujer no con María
sino con la iglesia.

4 Raymond E. Brown, ed., Mary in the New Testament (Philadelphia: Fortress, 1978), p. 235 n. 512.


303

Otros estudiosos interpretan que la mujer es Israel, a quien Dios consideraba como su esposa (Is.
54:3–6; Jer. 31:32; Ez. 16:32; Os. 2:16).5 Cuando Juan compuso Apocalipsis, sin embargo, muchos judíos
en la diáspora eran miembros de la sinagoga de Satanás; perseguían a los cristianos (2:9; 3:9). Además,
el pueblo judío, incapaz de reconstruir Jerusalén después de su destrucción en agosto del 70, no han
dejado constancia de una conversión nacional después de esa fecha.
Todavía otros ven que Satanás ataca al pueblo del pacto de Dios desde el momento de la caída hasta
la consumación, de modo que la mujer a la que ataca representa a la comunidad del pacto tanto en la
época del Antiguo Testamento como en la del Nuevo (Heb. 11:39–40). Los pueblos de esas dos épocas
demuestran unidad al llamarla madre. Dio a luz al Mesías (Is. 7:14), porque representa el linaje humano
de Cristo, que incorpora a los cristianos gentiles del nuevo pacto (Ro. 9:5; 11:11–21). Los hijos de la mu-
jer, sugiere Juan, son «los que cumplían los mandamientos de Dios y eran fieles al testimonio de Jesús»
(v. 17).6 Juan enseña la unidad del pueblo de Dios.
La corona de doce estrellas representa al pueblo de Dios ejemplificado en los doce patriarcas de la era
del viejo pacto y en los doce apóstoles en la época del nuevo pacto. El número doce es una descripción
del pueblo de [p 392] Dios. Nótese la diferencia entre la gloria cósmica de esta mujer y el brillo humano
de la gran ramera (17:4).
2. Estaba encinta, y gemía con dolores de parto en la angustia de dar a luz.
Esta gloriosa mujer iba vestida con el resplandor del sol como fuente de luz que la luna reflejaba.
Llevaba una corona de doce estrellas en la cabeza que simbolizaba victoria total. Estaba encinta y a pun-
to de dar a luz, lo cual simboliza la venida de Jesús en la carne. En realidad, este versículo refleja todo el
período del Antiguo Testamento en que Satanás despliega su enemistad hacia Dios. Ataca a los santos a
quienes Dios coloca en el mundo para ocupar una posición central. Han sido y son una fuente de luz
que recibieron de su hacedor y redentor. Así pues, el pueblo de Dios, por medio de su palabra, refleja su
resplandor que disipa las tinieblas del mundo.
La mujer está llena de dolor y llena de angustia cuando da a luz (compárese con Is. 26:17; 66:7; Miq.
4:10; Gá. 4:19).7 Cuando Juan escribió el último libro de la Biblia, ya había ocurrido el nacimiento de Je-
sús casi un siglo antes. Pero el autor pone de relieve este texto referente al período del nacimiento de
Jesús para subrayar el grave conflicto que Satanás había fomentado y seguía fomentando contra Dios y
su pueblo.
3. Y apareció otra señal en el cielo. Y mira, había un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y 
diez cuernos y siete coronas en sus cabezas.

5 John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 188; y Robert L. Thomas, Revelation 8–22: 
An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 120.
6 Véase Johnson, Revelation, p. 514; S. Geijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van

Bottenburg, 1925), p. 250; Mounce, Revelation, p. 232; Michael Wilcock, The Message of Revelation: I saw Heaven Opened


(Downers Grove: InterVarsity, 1975), p. 119; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text,
NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 630.
7 Beckwith (p. 622) comenta, «En las palabras no hay ningún simbolismo especial, como la larga historia de sufrimiento

de Israel antes de la venida de Cristo; toda esta clase de referencias resulta alejada del pasaje puramente idealista».
Pero este punto de vista es difícil de sustentar en vista de la intención de Satanás de impedir los propósitos de Dios.
304

El capítulo 12 es el primero en Apocalipsis que yuxtapone a la mujer y al dragón. También es el


primer capítulo que introduce dos señales en el cielo, una para cada uno, con la diferencia de que el ad-
jetivo gran describe la señal de la mujer. A la señal del dragón no se la llama grande; en su lugar, el im-
perativo mira llama la atención del lector hacia un dragón horripilante. No es la señal sino el dragón el
grande, es decir, de tamaño enorme.
El color del dragón es rojo, lo cual simboliza el color de la guerra. La palabra griega purros (rojo vi-
vo) se utiliza tanto aquí como para el caso del jinete sobre el caballo rojo (6:4).
Aunque la mitología contiene muchos relatos de dragones, Juan mismo explica el significado de la
palabra dragón: «Y el gran dragón fue expulsado, esa antigua serpiente llamada el diablo y Satanás, el
engañador de todo el mundo» (v. 9; 20:2). Satanás se acercó a Eva en el paraíso bajo la forma de serpien-
te para engañarla (Gn. 3:1; 1 Ti. 2:14). Pero la serpiente engañadora se ha convertido en un poderoso
dragón que inspira temor y terror en sus oponentes. Sin embargo, el pueblo de Dios sabe que Jesucristo
ha vencido a este dragón, incluso si su fuerza y furia siguen siendo avasalladoras. Donde quiera que
vaya el dragón, hace la guerra para conseguir la victoria.
[p 393] Nótese que a esta bestia se la describe con siete cabezas, diez cuernos y siete coronas. Estas
cifras no deberían tomarse en forma literal sino simbólica. El número siete significa totalidad, y el diez
es el número de la plenitud en la estructura decimal. Las siete cabezas y los diez cuernos se refieren a lo
completo en la conquista del mundo, lo cual resulta evidente en el título aplicado a Satanás, príncipe de 
este mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11). Después de caer en el pecado, Adán ya no siguió dominando la crea-
ción de Dios sino que lo hizo Satanás quien usurpó ese poder (Lc. 4:6). El dragón domina el mundo go-
bernando sobre imperios mundiales, autoridades principales, movimientos políticos e ideas filosóficas.
Un ángel interpreta para Juan el significado de las siete cabezas y los diez cuernos diciendo: «Las siete
cabezas son siete colinas sobre las que está sentada la mujer. Y son siete reyes» (17:9–10). Estas cabezas
dan liderazgo en sus reinos respectivos, es decir, el número siete significa control completo, como expli-
ca Juan en el capítulo siguiente (véase 13:1–9). La expresión diez cuernos aparece en Daniel 7:7 y 24, en la
que describe una bestia que aterroriza a la humanidad y personifica a diez reyes. Por último, el término
siete coronas (traducido también como «diademas» en algunas versiones; véase 13:1; 19:12) simboliza su
completo control respecto a supremacía real y soberanía majestuosa. Las coronas de Satanás, sin em-
bargo, no representan más que supuesta realeza. Como lo describe R. C. H. Lenski, Satanás lleva «sím-
bolos de dominio arrogado».8 El diablo ejerce terrible poder; sin embargo, los santos en el cielo y en la
tierra saben que su poder llega a su fin en la consumación. Pueden cantar alegres alabanzas a Jesús por-
que éste domina en forma soberana (vv. 10–12).
4. Y con su cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dra‐
gón se puso de pie delante de la mujer que estaba a punto de dar a luz, de modo que cuando diera a 
luz pudiera devorar a su hijo.
a. «Y con su cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra». ¿Se refiere
esta frase a Satanás que perturba los cielos estrellados o que causa la caída de un tercio del mundo an-
gélico? Muchos estudiosos entienden estas palabras de manera literal debido a 8:12, donde la frase «un

8R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 365. Véase también Hendrik-
sen, More Than Conquerors, p. 136.
305

tercio de las estrellas fueron asoladas» requiere una interpretación directa. También llaman la atención
a Dn. 8:10: «[El cuerno] creció hasta alcanzar al ejército de los cielos, derribó algunas estrellas y las piso-
teó».El anfitrión estrellado no se refiere a un anfitrión celestial sino a los judíos piadosos que obedecían
la ley de Dios y fueron inmolados en manos de las fuerzas armadas de Antíoco IV Epífanes (168–164
a.C.). ¿Sugiere Juan en Apocalipsis una interpretación literal de que las estrellas son arrojadas de los
cielos a la tierra?
[p 394] Ladd comenta: « El dragón es una criatura tan colosal que con una barrida de la cola puede
arrastrar a un tercio de las estrellas sacándolas de su posición natural».9 Si bien es indiscutible el poder
de Satanás, un sentido literal topa con la dificultad de tener que explicar cómo estrellas colosales pue-
den acabar sobre la tierra.
Una segunda opinión interpreta las estrellas de manera simbólica, como ángeles a quienes Satanás
arrastró consigo al pecado. Estos ángeles han sido confinados al pozo sin fondo que abre (9:1–2) una
estrella (o sea, un ángel).10 Dios preparó este horrible lugar para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41; 2 P.
2:4; Jud. 6). El número de ángeles es incalculable, de modo que la expresión un tercio alude a una gran
cantidad de demonios que fueron arrojados del cielo con Satanás (vv. 7–9). Pero nótese también que un
tercio es la parte más pequeña y que la mayoría de los ángeles permanecieron fieles a Dios.
b. «Y el dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba a punto de dar a luz, para que cuando
diera a luz pudiera devorar a su hijo».Este relato de Satanás que trata de exterminar a la descendencia
piadosa de Eva se repite a lo largo de los siglos. Bajo la influencia de Satanás, Caín mató a su hermano
Abel, y el Faraón ahogó a los hijos varones de los hebreos. Con intención asesina el rey Saúl blandió la
espada contra David, y Amán tramó aniquilar a los judíos que vivían en las provincias de Persia. En
tiempos del Nuevo Testamento, Herodes el Grande sacrificó a los hijos varones de menos de dos años
en Belén. Siempre que estaba a punto de producirse un nuevo desarrollo en la historia del pueblo de
Dios, simbolizado en este versículo por la mujer, Satanás ha estado dispuesto a truncar los propósitos
de Dios y ha tratado de eliminar a su Hijo. Los ataques de Satanás contra la mujer prosiguen hasta que
Cristo retorne.
En el paraíso, Dios puso enemistad entre la serpiente y la mujer y entre la descendencia de aquel y la
de ella. Dijo que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15; ver Ro.
16:20). Esta profecía divina se cumplió en el nacimiento, vida y ascensión de Jesús, como lo indica el
versículo siguiente.
5. Y dio a luz a un hijo, un niño varón, que está a punto de gobernar sobre todas las naciones con 
vara de hierro. Y el niño fue arrebatado hasta Dios y su trono.
a. «Y dio a luz un hijo, un niño varón». Estamos ante el cumplimiento de las profecías mesiánicas
que predicen la venida de Cristo (Is. 7:14; 66:7). La mujer, que representa a la iglesia de los creyentes del
Antiguo Testamento, dio a luz a su Hijo, el Mesías. Las palabras de Juan parecen redundantes: un hijo,
es decir, del género masculino. Pero Juan quiere ser [p 395] explícito para poner de relieve la relación de

9Véase los comentarios de Ladd (p. 169); Johnson (p. 515) y Mounce (p. 233).
10
Este es el punto de vista de numerosos comentaristas, incluyendo a Beasley-Murray, Greijdanus, Hendriksen, Hug-
hes, Lenski, Poellot y Thomas.,
306

la mujer y el hijo. Debemos ver a la mujer como a la iglesia que dio a luz el Hijo; y con el tiempo, debe-
mos ver al Hijo que redime a la iglesia, que entonces se convierte en su esposa (19:7; 21:2, 9; 22:17).11
b. El Hijo «está a punto de gobernar sobre todas las naciones con vara de hierro». Juan alude a me-
nudo al Salterio y en especial a los salmos mesiánicos. Tres veces en Apocalipsis cita palabras del Salmo
2:9: «Las gobernarás con vara de hierro» (2:27; 12:5; 19:15). Es decir, Jesús gobierna sobre los incrédulos
con vara de hierro, que aplica a todo el que se levanta contra él. Es el pastor que se preocupa por sus
ovejas y las protege de todo daño. Por un lado, en Apocalipsis las palabras todas las naciones se pueden
referir al mundo que Satanás extravió. Un ángel anuncia, «Ha caído, ha caído Babilonia la grande, que
hizo que todas las naciones bebieran el excitante vino de su fornicación» (14:8). Por otro lado, Dios reú-
ne a los suyos de entre todas las naciones, para que vengan a adorarlo (15:4). En realidad, Cristo go-
bierna con el establecimiento de su reino y aplicando su dominio sobre todas las naciones del mundo
(Mt. 24:14). Gobierna por encima de todo con justicia y amor, como Rey de reyes y Señor de señores.
c. «Y el niño fue arrebatado hasta Dios y su trono». Juan no dice nada del sufrimiento, muerte y re-
surrección del Señor. Pero ¿por qué omite Juan estos eventos redentores? Condensa la vida terrenal de
Jesús por varias razones. Primero, llama la atención hacia la derrota de Satanás en el nacimiento y as-
censión del Señor. Luego, vincula la ascensión de Jesús con su gobierno sobre las naciones. Tercero,
emplea la ascensión como preludio para el segmento siguiente, a saber, guerra en el cielo (vv. 7–9). Y
por último, Juan menciona dos hechos redentores principales: subraya el nacimiento de Jesús en la tie‐
rra, que incluye su ministerio, y su ascensión al cielo, que incluye su gobierno soberano.
Dios es quien todo lo controla, porque en el momento adecuado interviene para salvaguardar a su
Hijo y hace que las estrategias de Satanás fracasen. Dios es el agente en la voz pasiva de la frase «el niño
fue arrebatado hacia Dios». Cuando Jesús ocupó el puesto al que tenía derecho en el trono de Dios, Sa-
tanás y sus ángeles perdieron su lugar en el cielo.
6. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios le había preparado, de modo que 
allá pudiera ser alimentada por 1,260 días.
Por medio del Anticristo, Satanás dirige su furia primordialmente contra el Cristo, al que trata de
eliminar y cuyo lugar quiere usurpar. Antes del nacimiento del Mesías, el diablo había tratado de des-
truir el linaje de creyentes del cual nacería Jesús, pero fracasó. Luego atacó a Jesús, pero se [p 396] dio
cuenta de que también este ataque acabó en fracaso. Después de esto, comenzó a atacar a sus seguidores
que proclamaron y seguían proclamando el nombre de su Señor. Todos estos esfuerzos acabaron tam-
bién en fracaso, porque Dios protege a su pueblo.
La mujer representa a la iglesia de Cristo en la tierra, cuyos miembros huyen a un lugar que Dios les
ha preparado: el desierto.12 La imagen del desierto evoca el relato de la permanencia de cuarenta años

11 Compárese Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed


Press Publishing Association, 1969), p. 419. En Apocalipsis aparecen cuatro mujeres: Jezabel (2:20), la madre del hijo
(12:1–6), la gran prostituta (17:1) y la esposa (21:2, 9). Jezabel y la prostituta son representantes de Satanás. Por el con-
trario, la madre y la esposa son pueblo de Dios. Dos mujeres son profanas y dos santas.
12 John F. Walvoord (Revelation, p. 191) escribe, «Hay obviamente un gran lapso de tiempo entre los versículos 5 y 6,

pero no se trata de un caso poco común en las profecías; la primera y la segunda venidas de Cristo a menudo se men-
cionan en una misma frase». ¿Habrían los primeros lectores y oyentes de este pasaje entendido este pasaje de este mo-
do? Los versículos 5 y 6 se refieren no a dos venidas de Cristo sino a su ascensión y al cuidado de Dios por su iglesia.
307

de Israel en la península del Sinaí (Dt. 8:2–4), la huida de Elías a ese mismo desierto (1 R. 19:3–8), y la
estada de Juan el Bautista en el desierto de Judea (Lc. 1:80). Pablo también pasó tiempo en el desierto,
en Arabia (Gá. 1:17–18). Tres factores emergen de pasar tiempo en un desierto: la persona se vuelve
completamente dependiente de Dios para poder satisfacer las necesidades materiales y espirituales de
la vida; el desierto es siempre un lugar transitorio; y por último, el desierto es un lugar donde Dios for-
ma a su pueblo espiritualmente y lo prepara para su servicio. Así pues, los miembros de la iglesia de-
penden de Dios para que sea su proveedor y protector; también se dan cuenta de que su permanencia
en la tierra no es sino transitoria; y saben que están siendo formados para deberes más amplios. Así
como el tiempo que pasó Israel en el desierto del Sinaí fue transitorio mientras los israelitas anhelaban
vivir en la tierra prometida, también la iglesia hoy, que está esperando en la tierra, ansía estar con Cris-
to para siempre (véase 2 Co. 5:6–8).
Dios prepara un lugar de protección y alimento para la iglesia por 1,260 días. Aunque sus miembros
sufren opresión y persecución, Dios nunca permite la aniquilación de la iglesia. La cifra 1,260 se aplica a
los dos testigos que recibieron poder para profetizar por ese lapso de tiempo (11:3). Así pues, la referen-
cia a la mujer en el desierto concuerda con los dos testigos que profetizan, lo cual significa que los testi-
gos y la mujer representan a la iglesia.13
El número 1,260 dividido por treinta es igual a cuarenta y dos meses, que es el lapso de tiempo en
que los gentiles podrán pisotear el atrio exterior del templo (11:2). El período durante el cual la iglesia
puede dar testimonio del Señor es desde el día de la ascensión de Jesús hasta cuando regrese. A la bes-
tia en la tierra se le ha dado una boca para blasfemar el nombre de Dios y para ejercer autoridad por un
período de cuarenta y dos meses (= 1,260 días). El diablo, por tanto, ha recibido exactamente el mismo
lapso de tiempo que la iglesia en la tierra. En resumen, el significado de estos números en los capítulos
11 y 12 es el mismo.
[p 397] Palabras, frases y construcciones griegas en 12:6
ἀπό—esta preposición significa agente (por) u origen (desde). «La construcción aquí parece significar ‘prepa-
rado por orden de Dios’ no por él mismo, con avpo, que denota que Dios fue el origen de la orden».14
τρέφωσιν—el significado primordial de este verbo es «alimentar»; la definición secundaria es «criar», que
aquí y en el versículo 14 resulta apropiado.15
2. Guerra en el cielo 
12:7–9
Pedro, al escribir acerca de la ascensión del Señor, dice que Jesucristo «subió al cielo y tomó su lugar
a la derecha de Dios, y a quien están sometidos los ángeles, las autoridades y los poderes» (1 P. 3:22).
Jesús proclamó su victoria sobre las fuerzas espirituales que se le oponían; estas fuerzas son Satanás y
sus ángeles malos. Pablo llamo a estos poderes «fuerzas espirituales malignas de las regiones celestia-
les» (Ef. 6:12). La victoria llegó cuando el arcángel Miguel y sus huestes celestiales triunfaron sobre es-
tas fuerzas malignas, expulsándolas del cielo y arrojándolas a la tierra.

13 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 142.
14 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 450. Véase también C. F.
D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2d ed. (Cambridge;: Cambridge University Press, 1960), p. 74.
15 Bauer, p. 825; Josephus Against Apion 1.19 §141.Véase también EDNT, 3:369.
308

7. Y hubo guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. Y el dragón y sus 
ángeles lucharon a su vez 8. y no prevalecieron, y ya no se encontró más un lugar en el cielo para 
ellos.
a. «Y hubo guerra en el cielo». A lo largo de la historia hasta la ascensión de Jesús, Satanás podía
presentarse a la presencia de Dios (Job 1:6; 2:1). Satanás, cuyo nombre significa «el acusador», podía
incluso acusar al sumo sacerdote Josué en la presencia de Dios, pero el Señor lo reprendió (Zac. 3:1–2).
De igual modo, Jesús dijo a los setenta y dos discípulos que regresaban de la tarea misionera que se les
había asignado, «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc. 10:18; véase Jn. 12:31). En otras pa-
labras, a Satanás todavía no se le había negado acceso a la presencia de Dios sino que podía acusar al
pueblo de Dios día y noche (v. 10).
Cuando Jesús completó su obra mediadora en la tierra, ascendió al cielo y pasó a ocupar su lugar a
la diestra de Dios. Su entrada al cielo hizo imposible que Satanás llegara a la presencia de Dios para
acusar a los santos. Jesús asumió el papel de abogado ante el Padre (1 Jn. 2:1). Pagó el precio para libe-
rar a su pueblo y, como resultado, Satanás no ha podido seguir haciendo acusaciones calumniosas co-
ntra el pueblo de Dios (véase Ro. 8:34; Jud. 9).16 Así pues, a Satanás y a sus secuaces se les negó un lugar
en la presencia del Todopoderoso.
[p 398] b. «Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon a su
vez». El nombre Miguel significa «¿Quién como Dios?». Como uno de los arcángeles, guerrea contra el
arcángel Satanás, que quiere ser como Dios. A Miguel se lo menciona en el Antiguo Testamento como
príncipe y protector del pueblo de Dios (Dn. 10:13, 21; 12:1). Es él quien con sus ángeles atacó y luchó
contra el dragón y sus secuaces. La construcción gramatical indica que el dragón es un ángel, porque
lucha a la cabeza de su multitud de ángeles. Nótese que no es Satanás sino Miguel quien inicia el ata-
que; obliga al malvado a pelear, lo cual sugiere que prevalece y está seguro de triunfar.
c. «Y no prevalecieron, y ya no se encontró más un lugar en el cielo para ellos». Satanás y sus secua-
ces tuvieron que reconocer el triunfo de Jesús y su propia derrota cuando el Señor ascendió al trono.
Lejos de aceptar la realidad de su derrota, se enfrentaron a Miguel y a sus formidables huestes celestia-
les, quienes los expulsaron del cielo y los enfrentaron en feroz batalla. La guerra de Satanás con Dios
comenzó cuando la raza humana cayó en el pecado. Cuando los creyentes en la época del Antiguo Tes-
tamento eran llevados al cielo, Satanás los acusaba delante de Dios de ser pecadores indignos. Como
acusador de los santos, tenía acceso libre a la presencia de Dios.
El diablo no estaba solo en su oposición a los santos que ingresaban al cielo. Utilizaba a ángeles caí-
dos para que trabajaran con él. Por ejemplo, el Antiguo Testamento contiene el relato de un espíritu
embustero que está delante de Dios, quien le dio permiso para poner una mentira en la boca de los pro-
fetas cuando aconsejaban a los reyes de Judá e Israel (1 R. 22:17–23). Desde el triunfo de Cristo sobre el
pecado y la muerte, estos malos espíritus ya no pueden presentarse delante de Dios para acusar a los
santos. En realidad, no se les puede hacer ni una sola acusación, porque Dios escucha solo sus alaban-
zas, confesiones, agradecimiento y peticiones. De ahí que ha comenzado una nueva era en la que Sata-
nás con sus ángeles han perdido su posición en el cielo y están limitados a un lugar en la tierra. En esa
misma tierra, Dios dio un lugar a la mujer y la protegió. «Dondequiera que Jesús reina, dondequiera

16 Consúltese Geoffrey B. Wilson, Revelation (Welwyn: Evangelical Press, 1985), p. 106; Werner Foerster, TDNT, 7:157.
309

que ya se ha establecido el dominio mundial del Cordero, el adversario de Dios no tiene ni lugar ni de-
rechos».17
9. Y el gran dragón fue expulsado, esa serpiente antigua llamada el diablo y Satanás, el engañador 
de todo el mundo. Fue expulsado a la tierra, y sus ángeles fueron expulsados con él.
El buen maestro repite los puntos que considera importantes. Así Juan menciona la caída de Satanás
hasta cinco veces en tres versículos (vv. 9 [tres veces], 10, 13). El gran dragón y sus seguidores son arro-
jados a la tierra, porque ahora el cielo les está prohibido. Se utiliza una serie de nombres [p 399] (gran
dragón, antigua serpiente, diablo, Satanás y engañador) al menos por tres razones: para identificar al
que Cristo ha vencido; para alertar a los moradores de la tierra acerca del poder tenebroso del diablo; y
para ilustrar la capacidad de este monstruo tanto de destruir como de engañar.
a. El gran dragón. He aquí «un cuadro del poder prístino del caos».18 Es decir, al dragón se lo llama
grande debido a su enorme poder. Da su poder, trono y autoridad a la bestia que sale del mar (13:1–2).19
b. Esa antigua serpiente. El adjetivo antigua es una referencia a Satanás, quien bajo forma de serpiente
engañó a Eva en el paraíso (Gn. 3:1–7). Juan utiliza el término serpiente como sinónimo de dragón. De
hecho, se encuentra cinco veces en Apocalipsis (9:19; 12:9, 14, 15; 20:2). Pablo incluso advierte a la iglesia
que no escuche los susurros de la serpiente para hacer que se aparten de Cristo (2 Co. 11:3).
c. El diablo. El término griego diabolos viene de la preposición dia (a través de) y el verbo ballein (arro-
jar) y significa «arrojar a o a través de, dividir, cambiar, acusar, calumniar, informar, rechazar, distor-
sionar, engañar».20 Es una descripción adecuada de las actividades del diablo. Juan advierte a los cre-
yentes que no cedan a sus tentaciones, porque entonces serán contados entre los hijos del diablo (Jn.
8:44; 1 Jn. 3:8, 10). Y tanto Santiago como Pedro indican a sus lectores que resistan al diablo, porque hui-
rá de ellos (Stg. 4:7; 1 P. 5:8–9; ver también Ef. 4:27; 6:11).
d. Satanás. Este nombre es sinónimo de el diablo, y los dos términos se emplean de manera indistinta
en el Nuevo Testamento. El nombre proviene del hebreo haśśātan y significa «el adversario». Satanás
está enemistado con Dios y con todos los que le sirven y adoran. Es el acusador y calumniador del pue-
blo de Dios. Por medio de él el Anticristo aparece como «el rebelde», al que Jesús derrocará con el soplo
de su boca (2 Ts. 2:3–4, 7–9).
e. El engañador. Satanás engaña a todo el mundo, lo cual no quiere decir que también los elegidos se
extravíen (Mt. 24:24). Ya no puede acusar a los elegidos en la presencia de Dios; está confinado a des-
empeñar su malvada labor sobre la faz de la tierra. Trata de cegar la mente de los incrédulos para im-
pedir que entiendan las buenas nuevas de Jesucristo (2 Co. 4:4).
Satanás y sus ángeles malos están confinados a esta tierra para seguir con su obra engañosa y des-
tructora, e incluso aquí no pueden hacer todo lo que quieran sino que sólo pueden hacer el daño que
Dios les permita. Satanás no sólo debe cumplir los decretos de Dios sino que también tiene que darse

17 Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 148.


18 Hans Bietenhard, NIDNTT, 1:507; véase también Nikolaus Walter, EDNT, 1:353; Werner Foerster, TDNT, 2:283.
19 En el capítulo 12, la palabra dragón se encuentra ocho veces (vv. 3, 4, 7 [dos veces], 9, 13, 16, 17.

20 Hans Bietenhard, NIDNTT, 3:468; Otto Böcher, EDNT, 1:297–98.


310

cuenta de que sus estratagemas contra Dios acaban en fracaso. No es Satanás sino Dios quien gobierna
este mundo.
[p 400] Palabras, frases y construcciones griegas en 12:7
πόλεμος ἐν τῷ οὑρανῷ—esta frase la elimina Friedrich Düsterdieck como una conjetura para mejorar la
gramática en la frase. Sin ella, el verbo ἐγένετο puede verse como que introduce el infinitivo articular τοῦ
πολεμῆσαι (guerrear). El infinitivo necesita tiempo finito que lo preceda para completar la frase. Düsterdieck es
de la opinión de que la frase es una «nota marginal que se ha llegado a introducir en el texto».21 Sin embargo, es
posible insertar mentalmente el verbo ἐγένετο antes de ὁ Μιχαήλ, lo cual excluiría entonces emplear una conje-
tura.22
3. Un cántico de victoria 
12:10–12
Este himno anuncia la conquista triunfal de Dios y de Cristo, e incluye a los santos que comparten
esta victoria. Después se les dice a los cielos y a sus habitantes que se alegren; y por último, se advierte
a quienes están en la tierra y en el mar contra la gran furia del diablo, cuyo tiempo es breve.
10. Y oí una voz fuerte en el cielo que decía, «Ahora ha llegado la salvación, el poder y el reino de 
nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos [y hermanas] ha 
sido expulsado; es el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche».
a. «Y oí una voz fuerte en el cielo que decía». Juan dice que oyó una voz potente en el cielo, pero no
identifica al que habla o canta, con lo cual indica que no es un punto importante. Aunque los ángeles a
menudo cantan himnos de alabanza, el empleo del pronombre posesivo nuestros junto con el sustantivo
hermanos [y hermanas] excluye a los ángeles. Algunos exegetas mencionan a Apocalipsis 19:10 y 22:9,
donde un ángel emplea las palabras «tus hermanos». Pero estos pasajes no demuestran el punto de que
los ángeles llamen a los santos redimidos sus hermanos y hermanas. Difieren de los santos en muchos
aspectos: carecen de cuerpo físico, no han sido redimidos, no son herederos de la salvación, no han sido
creados a imagen de Dios, y no tienen una relación de pacto con Dios. La voz representa a un grupo de
cantores, posiblemente los santos en el cielo que cantan este cántico de victoria (compárese con 11:15).
¿Qué quiere transmitir Juan con la referencia temporal ahora? Apocalipsis no insiste en el tiempo
cronológico, que tiene consecuencias pasajeras, sino en el principio que gobierna el tiempo. Aquí el ad-
verbio apunta a la línea divisoria en la historia humana, la muerte y resurrección de Cristo, que [p 401] 
condujo a su victoria sobre Satanás. Las palabras del cántico anticipan la derrota final de Satanás
(20:10).
b. «Ahora ha llegado la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo».
Las palabras del cántico dan honra a Dios, atribuyéndole la salvación de su pueblo que se realizó en
Cristo, el poder que Jesús recibió para derrotar a Satanás y el reino que el Señor le entregó (1 Co. 15:24–
28). Dios es soberano en su reino. Aunque Jesús recibió plena autoridad, es Dios quien gobierna su re-

21 Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and


Wagnalls, 1886), p. 344.
22 Beale, Revelation, p. 654. Otras soluciones las plantean A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the 

Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934), p. 1066; Moule, Idiom-Book, p. 129; y R. H. Charles, A Critical 
and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:321–22.
311

ino por medio de su Hijo (Ap. 11:15). Jesús dijo a los discípulos: «Se me ha dado toda autoridad en el
cielo y en la tierra» (Mt. 28:18).
c. «Porque el acusador de nuestros hermanos [y hermanas] ha sido expulsado; es el que los acusa de-
lante de nuestro Dios día y noche». No son Miguel y sus ángeles quienes reciben alabanza por haber
derrotado a Satanás, sino Cristo, quien ejerce supremacía en su reino. Cuando Jesús ascendió al trono
con plena autoridad para gobernar, Satanás fue expulsado del cielo. La frase el acusador de nuestros her‐
manos [y hermanas] describe la actividad del diablo en la presencia de Dios (véase Job 1:6–12; 2:1–5). Esta
actividad ha llegado ya a su fin, porque Jesús es el intercesor por los santos, y esto excluye que alguien
los pueda acusar (Ro. 8:33–34).
¿Cuál es la importancia del tiempo presente de participio en el que los acusa? Arrojado a la tierra, Sa-
tanás ya no puede acusar a los creyentes delante del trono de Dios. Pero no acepta la derrota como para
desistir de sus obras malignas. Por el contrario, Satanás sigue con sus ataques día y noche acusando
constantemente a los seguidores de Cristo y atormentando su conciencia.23 Lo hace primero tentando a
una persona para que peque; luego, si tiene éxito, se mofa del pecador con acusaciones. Sin embargo,
fracasa miserablemente en sus esfuerzos ante la gracia de Dios que perdona por medio de la sangre que
Cristo Jesús derramó (Heb. 9:22).
11. «Y lo han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio, y no amaron su 
vida ni siquiera frente a la muerte».
Juan presenta un cuadro que describe al pueblo redimido de Dios, cuadro que no está limitado por
el tiempo cronológico. Se ocupa del pasado pero al mismo tiempo del presente y del futuro.24 Así pues,
escribe en tiempo pasado como si los hijos de Dios ya hubieran entrado en la gloria. Juan escribe con
seguridad acerca de la victoria de los santos aunque todavía no haya llegado el tiempo del retorno de
Cristo. Por otro lado, innumerables multitudes ya han triunfado y ahora están con el Señor. Afirman su
victoria con Cristo [p 402] sobre la base de su sangre derramada que los ha redimido del pecado y libe-
rado de las acusaciones de Satanás. Son «más que vencedores por medio de aquel que nos amó»», por-
que el Señor Jesucristo les da la victoria (Ro. 8:37; 1 Co. 15:57). La perspectiva de Juan no es desde la
tierra, que sigue sin triunfar, hacia el cielo, sino más bien desde el cielo, ya triunfante, hacia la tierra. Ve
el triunfo de Cristo con todos los santos en el cielo que derrotaron a Satanás y comparten esta victoria.
Mientras que Satanás trata de acusar a los santos en la tierra día y noche, los santos en el cielo cantan
alabanzas a Dios día y noche en agradecimiento por su redención.
La frase la sangre del Cordero es una repetición de una descripción anterior de los santos en el cielo
que han pasado por la gran tribulación. Estos son los que «han lavado sus túnicas y las han emblanque-
cido en la sangre del Cordero» (7:14). En otras palabras, el poder de la sangre de Cristo ha hecho que

23Greijdanus, Openbaring, p. 260.


24G. B. Caird comenta: «La vision de Juan … se ocupa por igual de la interpretación del pasado y del presente que de
la anticipación del futuro» (A Commentary on the Revelation of St. John the Divine [London: Black, 1966], p. 26). Véase
también James L. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse. BIS 32 (Leiden: Brill,
1998), p. 46.
312

fueran triunfadores; han vencido porque proclamaron y enseñaron el evangelio, es decir, la palabra de su 
testimonio. Recibieron el evangelio y lo transmitieron, de modo que fue su testimonio acerca de Jesús.25
La sangre de Cristo es la clave para este pasaje, porque los creyentes redimidos por medio del sacri-
ficio de Cristo han sido sus testigos sin ningún temor ni vacilación (6:9). Estos creyentes redimidos no
valoraron sus vidas más que el mensaje del evangelio; estuvieron dispuestos a ofrecer su vida por Cris-
to. Jesús dice a sus seguidores: «El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la
encontrará» (Mt. 10:39; véase 16:25 y paralelos). El Señor repetidas veces enseña el principio de perder
la vida propia por su causa (véase, p.ej., Jn. 12:25). Pablo lo demuestra cuando se dirige a los ancianos
efesios. Dijo, «Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termi-
ne mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimo-
nio del evangelio de la gracia de Dios» (Hch. 20:24).
Los creyentes le expresan gratitud por su disposición de sufrir por él hasta la misma muerte. La con-
servación de la vida propia es una inclinación natural en los seres humanos, pero el amor por el Señor
Jesús lo predomina.
12. «Por tanto, ¡regocijaos, oh cielos, y los que moran en ellos! ¡Ay de la tierra y del mar, porque el 
diablo ha caído con vosotros! Está muy furioso, porque sabe que su tiempo es corto».
a. ¡Regocijaos! La voz invita a los cielos en general y a sus moradores en particular a expresar su gozo
en la victoria que Jesús ha conseguido. El adverbio por tanto vincula los versículos anteriores (vv. 10–11)
con la exhortación a alegrarse por el triunfo del Señor. Liberados de la intromisión constante del acusa-
dor en la presencia de Dios, los cielos ahora se regocijan. Numerosas veces se exhorta a los cielos a ex-
presar su gozo.26 Los [p 403] veinticuatro ancianos, los cuatros seres vivientes y todos los ángeles expe-
rimentaron intromisiones de Satanás que ahora han llegado a su fin. Así, ni los cielos ni los santos que
moran en ellos ya no tendrán que escuchar más las acusaciones calumniosas de Satanás. Por medio de
la victoria de Cristo el cielo mismo ha quedado purificado.
b. ¡Lamentad! Estamos frente a la línea divisoria entre la iglesia triunfante en el cielo y la iglesia mili-
tante en la tierra, que resiste al pecado y al mal. Ahora que a Satanás y a sus huestes se les ha negado la
entrada al cielo y han sido arrojados a la tierra, el diablo se llena de furia contra el pueblo de Dios. Se da
cuenta de que ha sido derrotado, que se le ha dado un tiempo limitado aquí en la tierra, y que en ese
breve período de tiempo que le ha sido otorgado debe desencadenar su furia. Tanto en la tierra como en
el mar trata de engañar y destruir a los santos.
El «ay» dirigido a los moradores de la tierra no debería verse como el tercer ay mencionado en 11:14.
Este ay es independiente y carece de la diferenciación del artículo definido (véase 9:12 y 11:14). Se utili-
za en un sentido general, de forma muy parecida a los dobles ayes que expresan reyes, mercaderes y
marinos (18:10, 16, 19). La voz celestial advierte a la tierra y el mar que descenderán sobre ellos angustia

25 Compárese con Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), p. 207.


26 Dt. 32:43 LXX; Sal. 96:11; Is. 44:23; 49:13; Dn. 3:59 Griego Antiguo y Teodoción; Ap. 18:20.
313

y aflicción debido a la derrota del diablo en el cielo. Derrotado por el Cristo victorioso, ahora desahoga
su furia contra los cristianos (compárese con v. 17).27
Satanás sabe que la oportunidad que Dios le ha dado durará poco. Es lo mismo que los tres años y
medio, los cuarenta meses o los 1,260 días mencionados en otras partes (11:2–3; 12:6, 14; 13:5); estas in-
dicaciones de tiempo no deben tomarse en forma literal sino metafórica. Apocalipsis utiliza el tiempo
no en términos de cronología sino como un ideal. Este libro presenta el tiempo como una idea, en forma
sintética, sin cuantificarlo en función de años o siglos. No es Satanás sino Dios quien controla tiempos y
lugares. Por tanto los santos en la tierra conocen las limitaciones del diablo mientras confían en el cui-
dado protector de Dios.
Palabras, frases y construcciones griegas en 12:10–12
Versículo 10
ὁ κατήγωρ—«el acusador». La palabra en esta forma exacta sólo se encuentra una vez en el Nuevo Testamen-
to, mientras que la otra forma κατήγορος es más frecuente (Hch. 23:30, 35; 24:8 [variante]; 25:16, 18). La primera
es la lectura más original y es la preferida.28
[p 404] Yarbro Collins menciona varias características en este himno, incluyendo la rima con la repetición de
ἡμῶν al final o cerca del final de los versos, los sustantivos ἀρνίου y θανάτου, y los paralelismos de ὁ κατήγωρ
y ὁ κατηγορῶν.29
Versículo 11
διά—esta preposición seguida del caso acusativo debería traducirse como «por» y no «a través de». Tiene el
sentido de «por la fuerza de» como causa eficiente.30
Versículo 12
οὑαί—la interjección rige los sustantivos acusativos «la tierra y el mar» como objetos directos. Nótese que la
interjección aparece sin el artículo definido, lo que la convierte en general, en tanto que los tres ayes van con el
artículo (9:12; 11:14).
ὀλιγὸν καιρόν—nótese la construcción χρόνον μικρόν (6:11; invertida en 20:3), que se traduce exactamente
igual como este caso, a saber, «un breve tiempo». En tanto que καιρός significa oportunidad, temporada, tiempo
fijo o favorable, χρόνος denota tiempo cronológico.
4. Ayuda y seguridad para la iglesia 
12:13–17
Estamos ante la última parte del relato que comenzó con un retrato de una mujer vestida con el sol,
con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza (v. 1). La mujer dio a luz a un
niño varón que fue arrebatado al cielo en tanto que ella recibió protección en un lugar del desierto que

27 Martin Kiddle escribe que el diablo no puede perjudicar a los creyentes sino sólo al «género humano no regenerado».
Véase su Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 235. Pero en este capítulo Sata-
nás y sus secuaces hacen la guerra a los santos en la tierra.
28 Refiérase a Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d. ed. (Stuttgart: Deutsche

Biblegesselschaft, 1994), p. 673; Adolf Deissmann, Light From the Ancient East, trad. Lionel R. M. Strachan (reimpresión,
Grand Rapids: Baker, 1978), p. 93.
29 Yarbro Collins, Combat Myth, p. 137.

30 Moule, Idiom‐Book, p. 55; Hanna, Grammatical Aid, p. 451.


314

Dios le preparó (v. 6). La segunda parte del relato describe la derrota de Satanás seguida de un cántico
celestial de victoria, y en el tercer segmento Juan continúa con su relato de la mujer perseguida por el
dragón.
13. Y cuando el dragón vio que era arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que dio a luz al hijo 
varón.
Este versículo está lleno de simbolismo: el dragón es el símbolo de Satanás, la mujer es la iglesia y el
niño varón es Cristo. Incapaz de atacar al Señor exaltado en el cielo, el diablo en la tierra trata de des-
truir a la iglesia, el cuerpo de Cristo. Jesús y sus seguidores son un cuerpo, como Saúl aprendió cuando
Jesús le preguntó «¿Por qué me persigues?» (Hch. 9:4. Cristo es la cabeza y nosotros somos su cuerpo
(Ef. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18; 2:19). Si Satanás es impotente para atacar a Jesús, desahoga su furia sobre
sus seguidores. Persigue a los cristianos, como es evidente no sólo en el curso de los siglos sino también
hoy.
Las palabras arrojado/expulsado se utilizan por quinta vez (véase vv. 9 [tres veces], 10, 13). Esas pala-
bras contienen un tono de victoria por la derrota de Satanás, aunque la iglesia en la tierra debe soportar
su furia. Se refieren a la penosa caída del diablo y su cabeza sangrante (13:3a) que [p 405] se predijo al
comienzo de la historia humana (Gn. 3:15). Satanás tiene poder sobre la tierra y tiene la intención de
destruir la iglesia. Pero no parece darse cuenta de que, debido a que Dios protege muy alerta a su pue-
blo como la niña de sus ojos (Dt. 32:10), al final Satanás mismo será derrotado.
El término niño varón va precedido del artículo definido para indicar al Señor Jesucristo que ascen-
dió al trono de su Padre. Ese mismo término sin el artículo que se encuentra en el versículo 5 para de-
signar «el varón recién nacido» señala el principio de la vida terrenal de Jesús.31
14. Y se le dieron a la mujer dos alas de una gran águila, para que pudiera volar al desierto a su 
lugar, donde pudiera ser alimentada por un tiempo, tiempos y medio tiempo lejos de la presencia de 
la serpiente.
Juan recurre al Antiguo Testamento para las imágenes simbólicas que utiliza. Dios le dijo a Israel en
el monte Sinaí que los había llevado sobre las alas de un águila y los había traído hacia sí (Éx. 19:4). Los
israelitas habían apenas huido de las garras de los soldados del faraón y podían dar fe de que Dios los
había llevado a salvo a través del mar Rojo. Otros pasajes hablan de las alas protectoras del águila (Dt.
32:11; Is. 40:31). De hecho Dios se aplica a sí mismo la imagen de las alas que sirven como lugar de refu-
gio (Sal. 91:4).
Con las dos alas de la gran águila que la mujer recibe de Dios, ya no sigue huyendo sino que literal-
mente vuela hasta el lugar preparado para ella en el desierto. La iglesia tiene alas para volar y huir a
salvo de los ataques del demonio. Es obvio que, con todos sus recursos en el mundo, Satanás es incapaz
de destruir a la iglesia. Dios le ha dado un lugar y provee abundantemente para sus necesidades diarias
del mismo modo que dio el maná, codornices y agua a los israelitas durante la travesía del desierto. Los
israelitas recibieron salud física; sus ropas y calzado no se gastaron; recibieron protección contra el ar-
diente sol del desierto durante el día y se mantuvieron calientes por la noche con la columna de fuego.
Dios los protegió de las picaduras y mordeduras de enemigos naturales, de escorpiones y serpientes.

31 Consúltese Lenski, Revelation, p. 382.


315

Así también, Dios protege a la iglesia frente a los ataques del diablo dando a su pueblo del pacto arma-
dura espiritual (Ef. 6:10–18). Los alimenta y prepara en su servicio espiritual.
Juan escribe que la mujer queda aislada de la presencia de la serpiente por un período concreto; «por
un tiempo, tiempos y medio tiempo», que equivale a tres años y medio. Esta referencia está tomada de
Daniel 7:25 y 12:7 y es un período de tiempo que equivale a los cuarenta y dos meses y los 1,260 días
que Juan menciona en otros pasajes (véase v. 6; 11:2–3; ver 13:5). En un marco histórico hay literalmente
un período de tres años y medio durante la época de Elías, quien oró para que no lloviera (1 R. 17:1; [p 
406] Stg. 5:17). Hay un período literal de tres años y medio cuando el templo fue profanado durante la
guerra macabea desde el 167 al 164 a.C. (1 Mac. 1–3; 2 Mac. 5); las profecías de Daniel en 7:25 y 12:7 se
refieren al mismo.32 En Apocalipsis, este período se refiere no de manera literal sino simbólica al inter-
valo entre la primera y segunda venidas de Jesús como el ínterin de los cuarenta y dos meses o los 1,260
días. Es el período en el que la serpiente del engaño gobierna el mundo; este tiempo llega definitiva-
mente a su fin cuando Dios interviene.33
15. Y la serpiente arrojaba de su boca agua como un río contra la mujer, de modo que pudiera ser 
arrastrada por el río. 16 Y. la tierra ayudo a la mujer, y la tierra abrió su boca y se tragó el río que el 
dragón había echado de su boca.
Por tercera vez en este capítulo Juan escribe la palabra serpiente (vv. 9, 14, 15). La razón de escogerla
no es sólo estilística; da fe de la astucia de Satanás, que ha estado perdiendo la batalla contra Dios y la
iglesia. Está tratando una vez más con mañas de derrotar a la mujer y destruirla. Lo hace arrojando un
caudal de agua al desierto donde Dios la colocó. Nótese que el agua como un río sale de la boca de la
serpiente, lo cual se puede interpretar en el sentido de un caudal de palabras engañosas.
Ya en la primera parte de Apocalipsis, leemos que Satanás tenía sus propias sinagogas en las ciuda-
des de Esmirna y Filadelfia (2:9; 3:9). Los líderes de estas sinagogas sometieron a los seguidores de Jesús
a calumnias, seducción y persecución. Y hoy día, voces de engaño a través de los medios de comunica-
ción inundan a los miembros de la iglesia, de modo que corren el peligro de ser barridos. Pero los cre-
yentes están siempre conscientes de la imitación de Satanás que Apocalipsis pone en evidencia: el río de
engaño y muerte está contrastado con el río de agua de vida que brota del trono de Dios (22:1).
Dios exhorta de manera constante a su pueblo para que no tema ni siquiera cuando las inundaciones
amenazan con arrasarlos. Los consuela diciendo: «cuando cruces los ríos, no te cubrirán las aguas» (Is.
43:2). Las inundaciones de falsedades, malicia, crimen y sufrimiento no podrán derrotarlos, porque
Dios es quien manda. Su pueblo no se verá arrastrado por los torrentes violentos que los rodean sino
que están a salvo. Dios hace que la tierra engulla las aguas que salen de la boca de la serpiente. Su pue-
blo cantó el cántico de Moisés en alabanza a Dios: «extendiste tu brazo derecho, ¡y se los tragó la tierra!»
(Éx. 15:12). Aunque sufran físicamente de muchas maneras, Dios protege a los suyos de todo daño per-
manente, en la esfera espiritual.

32 Josefo (Guerra 1 proem 7 §19; 5.9.4 §394) advierte un período de tres años y medio a partir de junio 167 hasta diciem-
bre 164 a.C.
33 Hoeksema (Behold, He Cometh! p. 446) interpreta el número siete en forma simbólica como una configuración de algo

completo, y sus dos partes de tres y medio simbólicamente como las eras antes y después de Cristo. Véase también
Beale, Revelation, pp. 646–47.
316

[p 407] Satanás pierde una vez más. Al comienzo de este capítulo, el dragón se colocó de pie delante
de la mujer dispuesto a devorar a su hijo (v. 4). Después de que ha sido arrojado a la tierra, persigue a la
mujer, que huye con las alas de una gran águila (vv. 13–14). Ahora está situado muy lejos de la mujer, a
la que quiere destruir con una inundación, pero sus esfuerzos fracasan (vv. 15–16). Su propio territorio,
la tierra, se vuelve contra él cuando ayuda a la mujer. El diluvio quería engullir a la mujer, pero en vez
de ello la tierra engulle el diluvio. La palabra tierra no debe tomarse en forma literal como en el caso de
Coré, Datán y Abirán, a los que la tierra engulló (Nm. 16:30, 32; véase también Dt. 11:6). De manera
simbólica la tierra equivale a la estructura de la sociedad que, con la gracia mediadora de Dios, reafirma
la moralidad, anula el mal y establece la verdad.34
17. Y el dragón se enfureció contra la mujer, y salió a luchar contra el resto de su descendencia, los 
que cumplían los mandamientos de Dios y eran fieles al testimonio de Jesús.
Satanás, llamado «el dragón», nunca reconoce la derrota; cada vez que pierde, regresa con venganza
y furia. Es incapaz de llegar hasta el Cristo victorioso y por esto dirige su ira contra la iglesia. Es incapaz
de engullir a la iglesia como un todo y por esto lucha contra los cristianos fieles a su Señor. Satanás se
enfrenta a una batalla perdida, que es en sí mismo una fuente de consuelo para quienes experimentan el
impacto de su enojo en días de persecución y daño físico.
¿Qué quiere decir la frase «salió a luchar contra el resto de su descendencia»? Si tomamos el desarro-
llo de este capítulo en forma secuencial, podríamos deducir que Satanás ha tenido éxito en destruir la
iglesia y ahora quiere vencer a los cristianos individuales que constituyen el remanente.35 El contexto,
sin embargo, revela que Satanás no ha podido eliminar a la iglesia porque la tierra absorbió la inunda-
ción que envió para que la engullera (v. 16). «El resto de su descendencia» señala a la iglesia como un
todo, que permanece intacta hasta el retorno de Cristo. Dios nunca, nunca, la abandona u olvida (Heb.
13:5).
Juan ha llegado al final del capítulo y ahora resume el contenido de los versículos 13–16. El autor,
basado en el Antiguo Testamento, se remonta al comienzo de la historia de la humanidad donde ya
aparecen las palabras serpiente y descendencia. Dios dijo a la serpiente: «Pondré enemistad entre tú y la
mujer, y entre tu simiente y la de ella» (Gn. 3:15). Pero este pasaje no es la única referencia en el Antiguo
Testamento que Juan tiene en [p 408] mente. De ser así, las palabras en bastardilla en «el resto de su des-
cendencia» no se explicarían. Juan alude a la profecía en Isaías 66:7 y 8. Allá el profeta escribe de Sión:
Antes de estar con dolores de parto,
Jerusalén tuvo un hijo;
antes que le llegaran los dolores,
dio a luz un varón …
Sin embargo, Sión dio a luz sus hijos

34Véase J. Dochhorn, «Und die Erde tat ihren Mund auf: Ein Exodusmotiv in Apc 12.16», ZNW 88 (1997): 140–42.
35Swete, Revelation, p. 160; Johnson (Revelation, p. 519) escribe, «La iglesia, entonces, es paradójicamente tanto invulne-
rable (la mujer) como vulnerable (sus hijos)». Kiddle (Revelation, p. 240) comenta, «La distinción entre la mujer y su
descendencia es simplemente la de la comunidad mesiánica como un todo, y los más nobles de sus hijos, ‘los vencedo-
res’ en las siete cartas».
317

Cuando apenas comenzaban sus dolores.


Dos palabras destacan en esta profecía: hijo e hijos. La virgen dio a luz un hijo (Is. 7:14) y Sión produ-
jo hijos; el hijo es el Mesías y los hijos son sus seguidores. Durante todo el tiempo, pero en especial al
final de los tiempos, el dragón ataca no a la mujer sino al «resto de su descendencia». «La ecuación del
singular ‘hijo varón’ con el plural ‘hijos’ y el colectivo ‘simiente’, todo en referencia a la misma descen-
dencia de Sión, es virtualmente idéntica al fenómeno en Apocalipsis 12».36 El contraste, por tanto, es el
de Cristo el Hijo y de toda la descendencia identificada con él.
Juan describe a los seguidores de Cristo con la cláusula, «los que cumplían los mandamientos de
Dios y eran fieles al testimonio de Jesús». Las características de estas personas son fidelidad y obedien-
cia con relación a la ley de Dios y al evangelio del Señor. La ley denota el Antiguo Testamento y el
evangelio el Nuevo Testamento. Con fidelidad y obediencia siguen cumpliendo las enseñanzas de la
palabra de Dios; siempre que lo hagan, Satanás no podrá tocarlos. Estos seguidores promueven la causa
del reino de Cristo en este mundo dondequiera que estén.
El versículo 17 revela el propósito del dragón de destruir a aquellos que son seguidores de Cristo. Al
mismo tiempo, constituye un puente al capítulo 13, que introduce al dragón que da poder a la bestia del
mar y a la bestia de la tierra. Cada vez que el dragón trama contra Dios y su pueblo, se enfrenta a una
derrota inevitable. Este hecho en realidad consuela y da garantía a todos los creyentes en cuanto a su
seguridad y bienestar espiritual.
Una última observación. Algunos traductores consideran el versículo que sigue a 12:17 como versí-
culo 18. Pero este versículo debería combinarse con el primer versículo del capítulo siguiente. El capítu-
lo 13 comienza un nuevo segmento sobre el dragón y la bestia que sale del mar.
[p 409] Palabras, frases y construcciones griegas en 12:14–17
Versículo 14
καιρόν—nótese que la expresión tiempo no se refiere a tiempo cronológico sino a un tiempo determinado o
favorable, de modo que «tiempo, tiempos y medio tiempo» no suma exactamente tres años y medio, sino que
equivale a una estación indeterminada.
Versículos 15–16
στόμα—en los versículo 15 y 16 la palabra boca se emplea tres veces, refiriéndose dos veces a la serpiente y
una a la tierra.
Versículo 17
ποιῆσαι πόλεμον μετά—«guerrear con». Sin embargo, esta traducción literal no llega a comunicar el signifi-
cado correcto; de ahí que yo prefiera «guerrear contra».

36 Beale, Revelation, p. 677.


318

[p 411]  

13
Las bestias del mar y de la tierra 
(13:1–18)
[p 412]  

Bosquejo (continuación)
B. La bestia del mar (13:1–10)
1. La descripción (13:1–4)
2. Poder y autoridad (13:5–10)
C. La bestia de la tierra (13:11–18)
1. Parodia de Cristo (13:11–14)
2. La marca de la bestia (13:15–18)
[p 413]  

CAPÍTULO 13
13 1 Y el dragón estaba de pie a la orilla del mar. Y vi una bestia que salía del mar. Y tenía diez cuernos y sie-
te cabezas, y en los cuernos tenía diez coronas y en las cabezas nombres blasfemos. 2 Y la bestia que vi era como
un leopardo, y sus patas como un oso, y su boca como la boca de un león. Y el dragón dio a la bestia su poder y
su trono y gran autoridad. 3 Y una de las cabezas de la bestia era como si hubiera sido herida de muerte, y la
herida mortal fue sanada.
Y toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia. 4 Y adoraban al dragón, porque dio autoridad a la bestia, y
adoraban a la bestia, preguntando, «¿Quién es como la bestia, y quién puede combatirla?»
Y la bestia recibió una boca para hablar grandes cosas y palabras de blasfemia, y recibió autoridad para
5

hacerlo así por cuarenta y dos meses. 6 Y abrió la boca para blasfemias contra Dios para blasfemar su nombre y su
tabernáculo y los que moran en el cielo. 7 Y recibió poder para guerrear contra los santos y derrotarlos, y recibió
autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. 8 Y todos los que viven en la tierra adorarán a la bestia, todo
aquel cuyo nombre no fue escrito en el libro de vida del Cordero que fue inmolado, desde la fundación del mun-
do.
9 Si alguien tiene oído, que oiga.
10 Si alguien va a cautividad, a cautividad va.
Si alguien va a morir a espada, a espada morirá.
Esta es la perseverancia y fe de los santos.
Y vi otra bestia que salía de la tierra, y tenía dos cuernos como un cordero y hablaba como un dragón. 12 Y
11

ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia, y hace que la tierra y quienes moran en ella adoren
a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. 13 Y hace grandes señales de modo que incluso hace que des-
cienda fuego del cielo a la tierra delante de las personas. 14 Y engaña a los habitantes de la tierra debido a estas
319
señales que le fue dado que realizara en la presencia de la bestia. Dijo a los habitantes de la tierra que hicieran
una imagen en honor de la bestia que tenía la herida de la espada y con todo vivió.
15Y recibió poder para infundir aliento a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia pudiera
tanto hablar como hacer que mataran a todos los que no adoran la imagen de la bestia. 16 Y hace que todos, tanto
pequeños como grandes, tanto ricos como pobres, tanto libres como esclavos, reciban una marca en la mano de-
recha o en la frente. 17 Y nadie pudo comprar o vender excepto el que tiene la marca, es decir, el nombre de la bes-
tia o el número de su nombre. 18 Esta es la sabiduría. Que todo el que tiene inteligencia calcule el número de la
bestia. Es el número de un hombre, y su número es 666.
B. La bestia del mar
13:1–10
La conexión entre el capítulo 12 y éste es evidente por la palabra dragón. Satanás bajo la forma del
dragón domina la escena en ambos capítulos. [p 414] En uno (capítulo 12) persigue a la iglesia, y en el
otro (capítulo 13) se describe sus ayudantes. La bestia que sale del mar como el Anticristo hace gala de
fuerza bruta, y la que sale de la tierra se aparece como el falso profeta que ostenta el poder del engaño.
En síntesis, el capítulo 13 explica el capítulo anterior.
Este capítulo describe los designios de Satanás de luchar contra el pueblo de Dios. Por medio de la
bestia, como el Anticristo, literalmente desea ocupar el lugar de Cristo. Esto resulta evidente en sus re-
petidos intentos de asumir el aspecto del Cristo. He aquí siete ejemplos que indican la parodia satánica.
- «Y el dragón dio a la bestia su poder y su trono y gran autoridad» (v. 2).
- «Y una de las cabezas de la bestia era como si hubiera sido herida de muerte, y la herida mortal fue
sanada» (v. 3).
- «Y toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia. Y adoraban al dragón» (vv. 3b–4a).
- «Recibió autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación» (v. 7).
- «Y vi otra bestia que salía de la tierra, y tenía dos cuernos como un cordero y hablaba como un dra-
gón» (v. 11).
- «Y hace que la tierra y quienes moran en ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sa-
nada» (v. 12).
- «Dijo a los habitantes de la tierra que hicieran una imagen en honor de la bestia que tenía la herida
de la espada y con todo vivió» (v. 14).1
También es un capítulo sobre los seguidores de Satanás. Nótese la repetición: adoran a la bestia (vv.
4, 8, 12, 15), representan todo el mundo (vv. 3, 7, 8, 14, 16) y tienen una señal y un número distintivos
(vv. 16–18). Los santos, sin embargo, tienen sus nombres escritos en el libro de vida y pertenecen al
Cordero (vv. 8, 10).
1. La descripción 
13:1–4
1. Y el dragón estaba de pie a la orilla del mar.

1Compárese con Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 431. Comenta que «el énfasis
en el capítulo 13 se le da a la semejanza entre la ‘muerte’ y ‘resurrección’ de la bestia y las de Cristo» (p. 437).
320

Y vi una bestia que salía del mar. Y tenía diez cuernos y siete cabezas, y en los cuernos tenía diez 
coronas y en las cabezas nombres blasfemos.
a. Variante textual. «Y el dragón estaba de pie a la orilla del mar». La lectura en la primera frase es o
«él [el dragón] estaba de pie» o «yo [Juan] estaba de pie». En griego la diferencia está sólo en una letra,
estazē o estazēn respectivamente. La letra adicional n puede haberse introducido [p 415] debido a que un
escriba oyó mal o puede haber querido reconciliarlo con el verbo «yo vi». Desde luego que también se
pudo haber dado lo contrario, a saber, que el sujeto en el versículo inmediatamente anterior sea el dra-
gón. Además, los mejores manuscritos griegos dicen «él estaba de pie». Si adoptamos la lectura «yo es-
taba de pie», sería el único lugar en Apocalipsis en que Juan cambia su posición física sin haber recibido
instrucciones de hacerlo. Por esta razón, prefiero la lectura «él estaba de pie».2 Sin embargo, el problema
subsiste en cuanto a si la primera frase de este versículo debería formar parte del último párrafo en el
capítulo anterior o combinarse con el primer versículo de este capítulo. He escogido la segunda opción,
por creer que el dragón es y sigue siendo el sujeto de ambos capítulos. Sugiero, pues, que la frase en
cuestión puede ser independiente, como encabezamiento de la primera parte del capítulo 13.
b. Interpretación. Si el dragón está de pie en la orilla arenosa del mar, ¿cómo interpretamos la palabra
mar? Antes de responder a esta intrigante pregunta, debemos imaginar al dragón de pie en la orilla co-
mo línea divisoria entre mar y tierra. Utiliza a dos ayudantes bajo la forma de dos bestias, primero lla-
ma a una bestia que sale del mar y luego convoca a una bestia que sale de la tierra. Estas dos bestias
trabajan juntas en su esfuerzo por destruir el pueblo de Dios. El contexto muestra con claridad que todo
el mundo y todos sus habitantes adoran a la primera bestia (vv. 4, 8). Juan mismo interpreta el término
mar de manera simbólica en 17:15, donde el ángel le dijo, «Las aguas que viste en las que estaba sentada
la ramera, son los pueblos y las multitudes y naciones y lenguas». De igual modo, las profecías del An-
tiguo Testamento sustentan una interpretación simbólica; Isaías 17:12 menciona a naciones que braman
como brama el mar; y Daniel 7:3 describe a cuatro bestias que salen del mar, como referencia a la
humanidad (véase Jer. 51:13, 42, 55, 56; Ez. 26:3). También advertimos que Juan ya ha escrito que la bes-
tia salía del abismo (11:7); ese lugar es el ambiente de la bestia e incorpora a la humanidad sacrílega. La
interpretación de que la bestia representa a Roma es demasiado limitada en vista de la totalidad del
género humano que la adoraba.
c. Simbolismo. «Y vi una bestia que sale del mar. Y tenía diez cuernos y siete cabezas, y en los cuernos
tenía diez coronas y en las cabezas nombres blasfemos». Si interpretamos el término mar de manera me-
tafórica, se sigue que el resto de este versículo debería explicarse igual. En alusión al pasaje de Daniel
7:3, Juan menciona no a cuatro bestias sino a una bestia como combinación de cuatro que salen del mar.3
Esta bestia tiene diez cuernos y siete cabezas, pero estos números no deberían tomarse en forma literal
como referencia a siete reyes (17:9–10). Por ejemplo, la enumeración de siete [p 416] reyes es tan variada
que no se puede encontrar una explicación indiscutible: unos empiezan a contar a los emperadores ro-
manos con Julio César, otros con Augusto y todavía otros con Calígula.4 Incluso si se pudiera dar una

2 John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 205; David E. Aune, Revelation 6–16, WBC 52B
(Nashville: Nelson, 1998), p. 716.
3 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 146.

4 J. H. Ulrichsen, «Die sieben Häupter und die sieben Hörner: Zur Datierung des Offenbarung des Johannes», StudTheol

39 (1985): 1–20.
321

explicación satisfactoria, el intérprete tendría dificultad en explicar el significado literal de diez cuernos
y diez coronas. Es prudente entender los números siete y diez de manera simbólica como representa-
ciones de lo completo y de plenitud,5 y aplicarlos a las fuerzas conjuntas de gobiernos del mundo que
persiguen a los santos en la tierra.
Las siete cabezas constituyen un frente unido contra Dios, su palabra y su pueblo, y atacan con el
poder pleno de diez cuernos. Las siete cabezas y los diez cuernos son los de Satanás mismo, quien ya ha
sido descrito como el dragón rojo gigantesco (12:3). Aunque permanece en el trasfondo, Satanás utiliza
a la bestia, imagen de los gobiernos del mundo, para que realice el trabajo en su nombre. Nótese que el
dragón tiene siete cabezas con siete coronas en ellas, pero la bestia tiene diez cuernos con diez coronas
en ellos. Son retratos metafóricos de poderes terrenales; los números, las cabezas, los cuernos y las co-
ronas, todos juntos ejemplifican una fuerza tremenda que nadie debería tomar a la ligera. Satanás utili-
za a poderes del mundo para hacer avanzar su causa en la tierra, porque sabe que su tiempo es breve
(12:12).
El término nombres blasfemos que aparece en las siete cabezas de la bestia apuntan a un eslogan o de-
claración que ha adoptado un gobierno. En tiempo de Juan, César era reverenciado como dominus et 
deus (señor y dios), que ningún cristiano podía confesar. Para el cristiano, sólo Jesús era Señor y Dios (1
Co. 12:3). Otros gobiernos han dado a conocer sus enseñanzas anticristianas con diversos eslóganes; por
ejemplo, durante la revolución francesa se le daba importancia blasfema al eslogan ni Dieu ni maître (ni
Dios ni maestro). Blasfemar es ridiculizar todo lo que es santo. Juan dice que la blasfemia es difamar el
nombre de Dios, su morada y todos los que están en el cielo (v. 6). Menciona de nuevo nombres blasfe-
mos cuando describe a la mujer sentada sobre la bestia escarlata (17:3). Juan pudo haber tenido en men-
te la profecía de Daniel 11:36 que habla acerca del rey que se exalta a sí mismo por encima de todo dios
y que dice cosas blasfemas contra Dios.
2. Y la bestia que vi era como un leopardo, y sus patas como un oso, y su boca como la boca de un 
león. Y el dragón dio a la bestia su poder y su trono y gran autoridad.
Para las imágenes en este capítulo, el autor de Apocalipsis recurre a Daniel 7. Este versículo también
se origina en ese capítulo. En él Daniel [p 417] describe a cuatro bestias, de las cuales tres tienen nombre
(león, oso, leopardo, vv. 4–6) y la cuarta se describe como horripilante (v. 7). Estas bestias describen cua-
tro imperios mundiales sucesivos: Neo-Babilónico, Medo-Persa, Grecia y Roma. Pero Juan los combina
en una sola bestia para indicar todos los poderes mundiales hostiles a Jesucristo.
La primera representación es la del leopardo, conocido por acosar a su presa, su enorme rapidez pa-
ra capturarla y la velocidad con que lanza el zarpazo mortal. El segundo cuadro es el del oso, que con
sus poderosas pezuñas puede destrozar a su víctima. Y tercero, la boca del león simboliza la crueldad
con que mata y devora a animales salvajes. Los tres cuadros de estas bestias son una representación de
fuerza, velocidad y brutalidad.
El objetivo de este retrato es mostrar que el dragón, o sea, Satanás mismo, está detrás de la bestia
que sale del mar. Juan escribe, «El dragón dio a la bestia su poder y su trono y gran autoridad». El em-
pleo de la expresión dragón en este capítulo (vv. 2, 4, 11) corrobora su estrecha relación con el capítulo

5Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 283; Philip Edgcumbe
Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), pp. 145, 185–87.
322

precedente (cap. 12). Es decir, Satanás da poder al Anticristo para que ocupe el lugar que pertenece a
Dios y a su Cristo. Es el rebelde que se establece en el templo de Dios y proclama que es Dios. Recibe
poder de Satanás para poder hacer toda clase de milagros, señales y maravillas falsos (2 Ts. 2:6, 9).
Además, Satanás dio a la bestia su trono, que no se limita a ningún lugar permanente en la tierra. Por
ejemplo, Jesús dijo a la iglesia en Pérgamo que el trono de Satanás estaba en su sitio (2:13). También,
leemos que un ángel derramó la cuarta copa de la ira de Dios sobre el trono de la bestia y con ello sumió
el reino de Satanás en una completa oscuridad (16:10). Por último, Satanás dio gran autoridad a la bes-
tia, lo cual significa que le ha otorgado autoridad sobre todos los reinos de este mundo (compárese con
Lc. 4:6). Por medio de la bestia, Satanás gobierna este mundo como su cabeza oficial; Jesús reconoce que
el diablo es el príncipe de este mundo.6
3a. Y una de las cabezas de la bestia era como si hubiera sido herida de muerte, y la herida mortal 
fue sanada.
No se menciona al agente que infligió la herida mortal, pero las Escrituras cuentan cómo Dios pro-
nunció una maldición sobre la serpiente en el jardín del Edén, por la cual la simiente de la mujer aplas-
taría su cabeza (Gn. 3:15). Juan indica que la herida se debió a la espada (v. 14), lo cual sugiere que se
había producido una batalla. La batalla espiritual se dio cuando Jesús murió en la cruz y resucitó de
entre los muertos; así fue como derrotó a Satanás. Aunque la herida de Satanás había sido mortal, había
sanado (v. 12). Con esta descripción de Satanás, Juan esboza una parodia de la muerte y resurrección de
Jesús, cuyo lugar quiere usurpar la bestia.
[p 418] Muchos estudiosos interpretan que la cabeza mortalmente herida es el primero de los empe-
radores romanos, posiblemente Nerón (compárese con 17:9–10). La curación de la herida mortal se refe-
riría, pues, a la leyenda de Nero redivivus, vuelto a la vida.7 Pero esta interpretación encuentra objecio-
nes; una de ellas, ¿por qué aludiría Juan a una leyenda en un capítulo lleno de simbolismo? Si en este
capítulo interpretamos el número siete como referencia literal a siete reyes (17:9–10), ¿qué interpreta-
ción se da al número diez? Luego, el texto sugiere que un agente externo produjo la herida mortal a una
de las cabezas, pero la historia habla de que Nerón mismo se infligió la herida que le produjo la muerte.
Por último, como mencioné antes, en este capítulo son muchos los paralelismos entre Cristo y la bestia.
Esto significa que el autor no está interesado en identificar a una de las cabezas de la bestia con un em-
perador romano concreto ni tampoco con un imperio. Juan identifica a la bestia con el oponente de
Dios, Satanás mismo.8 Su propósito en todo Apocalipsis es presentar contrastes; aquí tenemos el con-
traste del Cordero que fue inmolado (5:6, 9) y la bestia con una cabeza que ha sido herida de muerte. Lo
que se subraya no es la cabeza que ha sido herida y sanada; en lugar de ello Juan afirma que la bestia
fue herida y vivió (vv. 12 y 14). El mundo incrédulo adoraba no la cabeza que fue herida y sanó sino la
bestia que estaba viva.

6 Jn. 12:31; 14:30; 16:11. Véase también 1 Co. 2:6; 2 Co. 4:4; Ef. 2:2.
7 Consúltese Aune, Revelation 6–16, pp. 736–40; Adela Yarbro Collins, The Apocalypse (Wilmington: Glazier, 1979), p. 91;
Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), p. 249.
8 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp.

690–91.
323

3b. Y toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia. 4. Y adoraban al dragón, porque dio autori‐
dad a la bestia, y adoraban a la bestia, preguntando, «¿Quién es como la bestia, y quién puede com‐
batirla?»
No sólo personas individuales sino todo el mundo de incrédulos, con la excepción de los creyentes,
se maravillaban y adoraban a la bestia. Esta interpretación tiene sustento en 17:8b, donde Juan comenta:
«Y los habitantes de la tierra se sorprenderán, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de
vida desde la fundación de la tierra. Ven a la bestia que era y no es y vendrá». Sin embargo, cada pasaje
debe verse en su propio contexto, porque los dos no se refieren al mismo evento.9
El mundo adora al dragón. Esto resulta evidente por cuanto cree la mentira en vez de la verdad; de-
fiende la muerte de inocentes en vez de la santidad de la vida; y practica la inmoralidad en lugar de
tratar de vivir una vida moral y recta.
Aunque en el versículo 4 se repite la frase adoraban al, no hay razón para eliminar la primera parte
del versículo «adoraban al dragón porque dio autoridad a la bestia».10 Juan quiere dejar claro que la
adoración del dragón [p 419] es la misma que la adoración de la bestia, es decir, la bestia es el instru-
mento en manos del dragón. En todo este capítulo está presente el dragón, pero siempre en el fondo; la
bestia realiza la labor por él. El dragón otorga autoridad a la bestia, lo cual, una vez más, es una imita-
ción de Jesús, quien poco antes de su ascensión dijo. «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la
tierra» (Mt. 28:18). Nótese que en este capítulo el verbo adorar aparece cinco veces, de las cuales una se
refiere al dragón y cuatro a la bestia (vv. 4 [dos veces], 8, 12, 15).
La pregunta que las personas hacen es, «¿Quién es como la bestia, y quién puede combatirla?» Los
lectores y oyentes de Apocalipsis estaban familiarizados con la himnología derivada del Antiguo Tes-
tamento y reconocerían que la pregunta que hacían los incrédulos era una parodia de los cánticos de
Sión. «¿Quién, Señor, se te compara entre los dioses? ¿Quién se te compara en grandeza y santidad? Tú,
hacedor de maravillas, nos impresionas con tus portentos?» (Éx. 15:11; Sal. 35:10).11 Satanás, quien quie-
re ocupar el lugar de Dios, aparece bajo la forma de la bestia. Con descaro pregunta si hay alguien como
la bestia. Esta pregunta espera una respuesta negativa, porque, con la autoridad que la bestia ha recibi-
do, no hay nadie en la tierra que pueda oponérsele. Con la segunda parte de la pregunta, la bestia desa-
fía al pueblo de Dios a que se le enfrenten en batalla. Su propósito es derrotarlos, conducirlos a cautive-
rio y matarlos (vv. 7, 10). ¿Triunfa la mentira sobre la verdad, el mal sobre el bien, la injusticia sobre la
justicia, la deshonestidad sobre la honestidad, el vicio sobre la virtud? La respuesta es no, porque Dios
tiene el control de todo. Por medio de su Hijo, Dios establece justicia, verdad, rectitud y paz. La bestia y
en última instancia Satanás tendrá que hacer frente a la ira de Dios y del Cordero (17:14; 19:19–21;
20:10).
Palabras, frases y construcciones griegas en 13:1–3
Versículo 1

9 Véase Bauckham, Climax of Prophecy, p. 440; Beale, Revelation, p. 693.


10 Aune (Revelation 6–16, pp. 740–41) sugiere que se elimine.
11 Véase también Éx. 8:10; Dt. 3:24; Sal. 18:31; 35:10; 89:6, 8; 113:5; Is.40:18, 25; 44:7; 46:5.
324

ὄνομα—esta es la lectura que sustentan P47 ‫ א‬C 1006. Las dos últimas letras del plural ὀνόματα (A 2053)
pueden haberse omitido por accidente, pero también se hubieran podido agregar al singular.12 Aunque en 17:3 se
encuentra la construcción plural, resulta difícil de determinar la lectura original.
Versículo 3
μίαν—este número femenino en caso acusativo que modifica a κεφαλή es probablemente el objeto directo
del verbo «vi» (v. 1).
[p 420] ὅλη ἡ γῆ—este sujeto nominativo va precedido del verbo «maravillar» en singular pero seguido del
verbo «adorar» en plural. Las personas se maravillan en forma colectiva pero adoran en forma individual.
2. Poder y autoridad 
13:5–6
5. Y la bestia recibió una boca para hablar grandes cosas y palabras de blasfemia, y recibió auto‐
ridad para hacerlo así por cuarenta y dos meses.
En dos versículos (vv. 5, 7) se encuentra cuatro veces la frase recibió (fue dada). Satanás es quien dio
a la bestia poder y autoridad (vv. 2, 4), pero el soberano final es Dios Todopoderoso. En su sabiduría
inescrutable, Dios permite que la bestia blasfeme, ejerza autoridad y combata a los santos.
El trasfondo de la frase «una boca para hablar grandes cosas y palabras de blasfemia» es Daniel 7:8,
11, 20. Daniel menciona un pequeño cuerno, a saber, el Anticristo, quien tenía boca y decía palabras
jactanciosas. Describe con gran detalle la obra del Anticristo revelando que un rey hablará palabras de
blasfemia contra Dios, se exaltará por encima de todos los dioses, guerreará contra poderosas fortalezas
y nombrará a gobernantes de grandes multitudes (Dn. 11:36–39).
Arrogante por su poder y autoridad, la bestia utiliza medios modernos de comunicación para di-
fundir la mentira, subvertir la justicia, enseñar falsas doctrinas e injuriar el nombre de Dios y de su Cris-
to. Piensa que tiene control total pero sabe que es incapaz de subvertir al pueblo de Dios, que debe ren-
dir cuentas a Dios y que su tiempo es breve. Dios le permite un total de cuarenta y dos meses para go-
bernar sobre la faz de la tierra.
Cuarenta y dos meses o tres años y medio es lo mismo que 1,260 días. Estas referencias las encon-
tramos ya en los dos capítulos anteriores donde Juan mencionó que los gentiles pisotearían la ciudad
santa por cuarenta y dos meses y los dos testigos profetizarían por 1,260 días (11:2–3). Y refirió que a la
mujer (la iglesia) Dios la cuidaría en el desierto por 1,260 días o tiempo, tiempos y medio tiempo, a sa-
ber, tres años y medio (12:6, 14). Estas referencias significan todo el periodo durante el cual se proclama
el evangelio, desde la primera venida de Jesús hasta su retorno prometido. En ese período, Satanás, por
medio de la bestia, blasfema el nombre de Dios, prohíbe la predicación de su palabra e intenta destruir
a la iglesia.
6. Y abrió la boca para blasfemias contra Dios para blasfemar su nombre y su tabernáculo y los 
que moran en el cielo.

12Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,


1994), p. 673.
325

Las palabras abrió la boca reflejan una expresión aramea. Se nos recuerda la expresión del escritor del
Evangelio «abriendo su boca, les enseñaba diciendo» (Mt. 5:3, RV60), que simplemente quiere decir «di-
jo». Así pues, el significado aquí es que la bestia pronunció palabras blasfemas contra Dios. Su único
propósito en su existencia es oponerse a Dios y a su Cristo. Desea ocupar el lugar de Dios y por ello
habla constantemente contra su [p 421] nombre, su morada y su pueblo. Examinemos estos tres térmi-
nos en forma individual.
a. Su nombre. Los nombres de Dios son lo mismo que la revelación de Dios, porque el Todopoderoso
se nos da a conocer por medio de sus nombres. La bestia niega que Dios y su Hijo tengan nada que de-
cir en el mundo en el que Satanás funge como príncipe. Así pues, en el reino de Satanás no se puede
leer, ni escuchar ni distribuir la palabra de Dios. Los mandamientos de Dios no pueden observarse co-
mo normas de vida en la sociedad; y el nombre de Jesús debe limitarse cuando más al culto privado y
bajo ninguna circunstancia puede estar presente en las numerosas esferas de la vida. La bestia enseña
que todo en el mundo ha llegado a existir gracias al poder humano y sirve para glorificar los logros
humanos.13
b. Su morada. Resulta interesante la selección de palabras, porque la traducción literal es «tienda», o
sea, «tabernáculo». La palabra sólo se emplea tres veces en Apocalipsis y se refiere a la morada de Dios
en medio de su pueblo (13:6; 15:5; 21:3). Viene a la mente la imagen del tabernáculo del Antiguo Testa-
mento en el desierto cuando una nube cubrió esta tienda y la gloria de Dios la llenó (Éx. 40:34–35). Es el
tabernáculo con sus dos compartimientos: el lugar santo y el santo de los santos (Lv. 16:2–3; Heb. 9:12;
10:19). Al santo de los santos entraba el sacerdote sólo una vez al año como representante del pueblo de
Dios para expiar por los pecados rociando sangre animal. La bestia quiere ocupar el lugar de Dios y
morar en medio de la humanidad en esta tierra, gobernando al género humano.
c. Su pueblo. Juan utiliza el sustantivo tienda para la morada de Dios y el verbo alojar en tiendas para el
pueblo de Dios. El griego dice literalmente, «y su tienda y los que se alojan en tiendas en el cielo». Una
vez más debemos recordar la escena en el desierto del Sinaí donde Dios mora en el tabernáculo rodeado
de su pueblo que moraba en tiendas. Es un cuadro de armonía y paz, que Juan expresa con frases simi-
lares acerca de la consumación (véase 21:3). Pero hay más. Podemos ampliar la ilustración diciendo que
Dios extiende su tienda sobre su pueblo, de modo que vivan juntos en la morada de Dios. Las palabras
en bastardilla en la frase «los que moran en el cielo» nos recuerdan que quienes blasfeman en la tierra no
temen vilipendiar a los seres celestiales (2 P. 2:10b; Jud. 8). La bestia blasfema contra el pueblo de Dios,
cuya ciudadanía se encuentra en el cielo (Fil. 3:20). Al mismo tiempo, los santos en la tierra son uno con
los que están en el cielo, pero sólo los que están en la tierra experimentan la ira del diablo (12:12; véase
también Dn. 7:25). Y son el pueblo al que la bestia persigue, como lo revela el versículo siguiente.
7. Y recibió poder para guerrear contra los santos y derrotarlos, y recibió autoridad sobre toda tri‐
bu, pueblo, lengua y nación.
[p 422] La primera parte del texto es una repetición de 11:7: «la bestia que sale del abismo guerreará
contra ellos y los derrotará y matará». Es también el lenguaje tomado de Daniel 7:21: «Mientras obser-

RV Versión Revisada
13 Consúltese Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed

Free Publishing Association, 1969), p. 461.


326

vaba yo, este cuerno libró una guerra contra los santos y los venció». La incongruencia de esta guerra es
que el que conquista es derrotado y los que él derrota al final son declarados como vencedores. Los san-
tos en realidad son más que vencedores en Cristo Jesús. Pueden perder la vida en la tierra en su oposi-
ción a los poderes del Anticristo, pero pasarán la eternidad con Cristo viviendo y reinando con él. De
los santos se dice que han derrotado al Anticristo, «por la sangre del Cordero y por la palabra de su tes-
timonio, y no amaron su vida ni siquiera frente a la muerte» (12:11).
La voz pasiva «fue dado» (recibió) indica que en su providencia Dios permite que la bestia ejerza au-
toridad sobre los santos y gobierne a los pueblos de la tierra. Es verdad que es Satanás quien da autori-
dad y poder a la bestia (v. 2), pero es Dios quien tiene el control y permite que se dé esta transacción.
Así como en el versículo 5, aquí también leemos dos veces las palabras fue dado. El pueblo de Dios se da
cuenta de que, aunque las fuerzas del mal son poderosas y capaces de derrotarlos, la liberación viene de
Dios. Satanás gobierna cada vez más toda tribu, pueblo, lengua y nación; sin embargo, incluso si el dia-
blo parece tener poder sobre los santos en la tierra, es incapaz de separarlos del amor de Dios en Cristo
Jesús (Ro. 8:38–39). Jesús dijo a sus seguidores que nadie puede arrebatarlos de la mano del Padre (Jn.
10:28).
Una vez más vemos a la bestia como el Anticristo que trata de usurpar el lugar de Cristo. El Hijo del
Hombre recibió autoridad, y «¡todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron!» (Dn. 7:14) El Anti-
cristo «recibió autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación», y adoraron a la bestia. Dios es el
que otorga autoridad tanto a Cristo como al Anticristo, con la diferencia de que Cristo triunfa sobre la
bestia.14
8. Y todos los que viven en la tierra adorarán a la bestia, todo aquel cuyo nombre no fue escrito en 
el libro de vida del Cordero que fue inmolado, desde la fundación del mundo.
a. «Y todos los que viven en la tierra adorarán a la bestia». Juan mira hacia el futuro y predice que la
población de esta tierra seguirá las instrucciones de la bestia y la adorará. En todos los continentes, los
pueblos como un todo obedecerán y venerarán al Anticristo. El texto griego emplea el pronombre mas-
culino a él para el Anticristo para indicar que aparecerá en forma humana. Esta persona recibirá la adu-
lación de todos los pueblos de la tierra, excepto los santos. Juan divide claramente la humanidad entre
los que adoran a la bestia y aquellos cuyos nombres están inscritos en el libro de vida. Es la división de
los no regenerados frente a los regenerados, los incrédulos en contraposición a los creyentes, los [p 423] 
irreligiosos frente a los religiosos. El Anticristo trata de imitar a Cristo, quien compró a su pueblo de
entre toda tribu, lengua, pueblo y nación (5:9). La bestia desea dominar el mundo haciendo que todos
los que no están inscritos en el libro de vida lo sigan.
b. «Todo aquel cuyo nombre no fue inscrito en el libro de vida». Este libro pertenece al Cordero
quien murió por todos aquellos cuyos nombres están inscritos en él. Estas personas le pertenecen desde
el tiempo de la creación y, por tanto, los protege y libera del malvado. Ha dado la solemne garantía de
que nunca borrará sus nombres de este libro (3:5). Juan escribe el sustantivo nombre y el verbo escrito en
singular para indicar que no se está refiriendo al grupo como un todo sino al creyente individual que
recibe la seguridad de que es hijo o hija de Dios.

14 Véase Beale, Revelation, p. 700; Bauckham, Climax of Prophecy, p. 264.


327

Los incrédulos, aquellos que rechazan la palabra de Dios y el testimonio de Jesús, nunca tuvieron
sus nombres inscritos en el libro de vida. Son los seguidores de la bestia y la adoran en lugar del Señor
de señores y Rey de reyes. Así pues, son seguidores del diablo, cuyo destino final comparten (20:10, 15).
Los nombres de los creyentes, sin embargo, han sido inscritos en el libro de vida del Cordero desde la
eternidad.
c. «El Cordero que fue inmolado, desde la fundación del mundo».¿Cómo interpretamos estas pala-
bras? ¿Debería la frase «desde la fundación del mundo» asociarse con «inmolado» o «escrito»? La res-
puesta a esta pregunta depende de la lectura de otros pasajes que arrojen luz sobre este punto. Juan di-
ce, «Y los habitantes de la tierra se sorprenderán, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de
vida desde la fundación del mundo» (17:8). Aquí omite la referencia al Cordero inmolado y de este mo-
do indica que los elegidos de Dios fueron escogidos desde la eternidad. Pablo también testifica que Dios
escogió a su pueblo en Cristo antes de la creación del mundo (Ef. 1:4). Dicho esto, deberíamos mencio-
nar que Dios escogió a Cristo para la tarea de redimir a su pueblo antes de que el mundo fuera creado
(1 P. 1:20). Y esta tarea conlleva que, eventualmente, sería inmolado en el tiempo que Dios le señalara.
En conjunto, la evidencia que ofrece Juan en 17:8 es reveladora, porque conecta la frase «desde la
fundación del mundo» con «escrito». Se puede plantear la objeción de que la frase está demasiado ale-
jada del verbo en cuestión.15 Esta objeción puede tener validez, pero subsiste el hecho de que, en los es-
critos de Juan, este fenómeno ocurre a menudo cuando desea calificar un sustantivo más en detalle. Ex-
plica la frase «el libro de vida» con los modificativos «del Cordero que fue inmolado». En síntesis, el
libro de vida con todos los nombres del pueblo de Dios pertenece al [p 424] Cordero inmolado de
Dios.16 Estamos frente a una palabra de consuelo para los santos en la tierra que se enfrentan con los
ataques del maligno. Sus nombres están inscritos en el libro de vida y el Cordero que fue inmolado a
favor de ellos los ha comprado para que vivan eternamente con él (5:9).
9. Si alguien tiene oído, que oiga.
El mensaje del versículo precedente es claro y diáfano: el Señor está del lado de su pueblo en la tie-
rra. Que tomen nota todos los que oigan estas palabras confortadoras, porque por medio de su siervo,
Juan, el Señor se dirige a ellos. El dicho «Quien tenga oídos para oír, que oiga» es común y nos recuerda
las cartas que Jesús envió a las siete iglesias (capítulos 2 y 3) y las enseñanzas de Jesús (Mt. 11:15; 13:9,
43). Estas palabras se refieren primero a lo que se ha dicho en los versículos precedentes y, luego, sirven
como puente para lo que sigue. El mensaje se dirige al creyente individual, quien debe ponerse del lado
de Jesús. En medio del engaño y la falsedad, de la persecución y la muerte, el cristiano ocupa una posi-
ción solitaria de ser el blanco del Anticristo y de sus subordinados. Experimenta las pruebas más duras,
pero el elegido sabe que Dios está de su lado y lo vengará contra sus adversarios.
10. Si alguien va a cautividad, a cautividad va.
Si alguien va a morir a espada, a espada morirá.
Esta es la perseverancia y fe de los santos.

15G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 168.


16Véase L. van Hartingsveld, Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), p. 53. En Apocalpsis, la concatenación de
sustantivos, pronombres y adjetivos en caso genitivo es común. Véase, p.ej., el texto griego de 14:10 y 21:9, donde Juan
enumera series sucesivas de casos genitivos calificativos.
328

Las dos primeras líneas están tomadas en forma general de la profecía de Jeremías. Dios dijo por
medio del profeta: «los destinados a la muerte, a la muerte; los destinados a la espada, a la espada, los
destinados al hambre, al hambre; los destinados al cautiverio, al cautiverio» (Jer. 15:2; véase también
43:11). Jeremías escribió este pasaje a las personas malas en Jerusalén y Judá que ya no contaban con
ayuda y liberación divinas. Dios ya no escucharía más a intercesiones por su pueblo pecador sino que
estaba a punto de castigarlos con muerte, espada, hambre y exilio. Por el contrario, Juan se dirige a los
cristianos que sufren, que están viviendo el azote de la cárcel y la pérdida de la vida. Escribe para alen-
tar a los santos en su sufrimiento por el Señor.
Los dichos son difíciles de interpretar debido a las variantes que tienen. La primera línea tiene la lec-
tura alterna, «Si conduces a [un cristiano] a cautiverio, [tú mismo vas a] ir a cautiverio», lo cual cumpli-
ría la ley del castigo. Pero una norma fundamental es que la lectura más corta de un versículo suele ser
la preferida, porque los escribas eran propensos a aumentar los textos. La lectura más corta es «Los que
para cautiverio, a cautiverio van». Este texto es el más sólido de los dos y, por tanto, el más aceptable
como original.
[p 425] La segunda línea también tiene variantes: «Si matas con la espada, con la espada debes mo-
rir», y «Si alguien va a morir por la espada, con la espada morirá». La primera tiene un significado acti-
vo y la segunda pasivo. La primera expresa la ley del castigo, la ley de devolver golpe por golpe. Lo que
siembras, eso cosecharás. Jesús dijo a Pedro en el jardín de Getsemaní: «los que a hierro matan, a hierro
mueren» (Mt. 26:52). En otras palabras, no entres a una resistencia activa tratando de defenderte contra
los ataques del enemigo. Numerosos comentaristas apoyan esta lectura.17
La segunda variante pide una perseverancia paciente y armoniza con la primera línea de la alusión
al Antiguo Testamento. Los sujetos de ambas líneas son los cristianos que sufren pérdida de libertad y
de vida. Estas dos líneas expresan que los cristianos experimentan dificultades cuando el diablo desen-
cadena su furia contra ellos. Las líneas no se dirigen a los verdugos de Satanás que se enfrentan al casti-
go de Dios. En lugar de ello, el Señor se dirige a los santos y los exhorta a que soporten las dificultades
y practiquen su confianza en él.18
Pero ¿tienen los cristianos que sufrir pasivamente sin defenderse? Si este fuera el caso, parece que el
malvado tendría la libertad de barrer a todos los seguidores de Cristo. Este es, sin embargo, exactamen-
te el punto, porque Satanás no tiene esta prerrogativa. Sólo puede hacer lo que Dios le permita hacer.
Los cristianos no deben tomar la espada sino permitir que Dios sea su defensor. No es Satanás quien
gobierna en esta tierra: «Mía es la venganza», dice el Señor (Dt. 32:35, Ro. 12:19; Heb. 10:30). También
deberíamos pensar que el grupo insignificante de los seguidores de Cristo durante el primer siglo no

17 William Barclay, The Revelation of John, 2d ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 2:126; Henry Barclay Swete,
Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 168; Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of 
John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 638; Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNC (Leicester: Inter-
Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 165; Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok,
1965), pp. 104–9.
18 Refiérase a Hughes, Revelation, p. 150; Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody,

1995), p. 168; Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 253;
George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 182; Jürgen Roloff, The 
Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 159.
329

hubiera podido conseguir nada de haber tomado las armas contra la todopoderosa Roma. El Señor los
llamó no a una resistencia activa sino a perseverancia paciente.
La tercera línea, «Esta es la perseverancia y fe de los santos», depende de las dos primeras líneas y es
un resumen. Armoniza bien con las lecturas más breves del texto. No son los perseguidores ni verdugos
sino los santos que sufren los llamados a someterse al Señor y a depender de él. Han sido llamados a
practicar perseverancia en los capítulos y versículos iniciales de Apocalipsis (1:9; 2:2, 3, 19; 3:10; véase
también 14:12). De igual modo, la fe de los lectores se ha expresado antes (2:13, 19; y ver 14:12).
[p 426] Palabras, frases y construcciones griegas en 13:6–10
Versículo 6
τοὺς … σκηνοῦντας—aunque algunos manuscritos eliminan estas dos palabras, hay un buen apoyo textual
en su favor, y parecen ser la lectura más difícil.19 Si debieran omitirse las palabras, la frase ἐν τῷ οὑρανῷ se to-
maría entonces con las palabras «y su tienda».
Versículo 7
καὶ ἐδόθη … νικῆσαι αὑτούς—la omisión de esta cláusula en algunos manuscritos importantes se debe a un
error visual. Debido a la lectura similar καὶ ἐδόθη αὑτῷ en la primera línea, un escriba pasó por alto la primera
línea y se refirió a su segunda aparición.20
La omisión de las palabras καὶ λαόν es probable que se deba a consideraciones doctrinales, o sea, que no es el
pueblo del pacto de Dios sino las naciones las que están bajo la autoridad de la bestia. Sin embargo, la fórmula
cuádruple de «tribu, lengua, pueblo y nación» con variaciones internas se encuentra siete veces en Apocalipsis
(5:9; 7:9; 10:11; 11:9; 13:7; 14:6; 17:15). Bauckham comenta, «El orden de la lista no varía de manera fortuita … sino
que se cambia según ciertos principios de orden».21 En otras palabras, el contexto determina el significado de
cada versículo.
Versículo 8
αὑτοῦ—este pronombre personal es redundante debido al pronombre personal al comienzo de la cláusula
(véase también v. 12; 3:8; 7:2, 9; 20:8).
Versículo 10
La repetición de εἰς αἰχμαλωσίαν ha llevado a que se omita en la segunda cláusula, «el resultado de un des-
cuido accidental en la trascripción».22
ἀποκτανθῆναι αὑτόν—esta difícil lectura tiene su origen en una expresión hebrea que traducida dice, «Si al-
guien va a ser inmolado con la espada, ha de ser inmolado con la espada».23 Algunos manuscritos contienen el
tiempo futuro ἀποκτεινεῖ, δεῖ (matará, es necesario) o el tiempo presente ἀποκτείνει, δεῖ (mata, es necesario).
Sin embargo, parece que estas dos lecturas entraron en el texto sobre la base de las palabras de Jesús a Pedro en el
sentido de que no sacara la espada (Mt. 26:52).24 Un escriba ha agregado la palabra δεῖ para disminuir la torpeza

19 Metzger, Textual Commentary, p. 674.


20 Ibid.
21 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 327.

22 Metzger, Textual Commentary, pp. 674–75.

23 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 1:355.

24 Metzger, Textual Commentary, p. 675.


330
de la cláusula. Es más probable que su presencia se deba a inserción que su ausencia a omisión. En suma, es pro-
bable que el texto más corto sea el original que, en su brevedad, armoniza con el texto griego de Jeremías 15:2.
[p 427] C. La bestia de la tierra
13:11–18
Satanás utiliza a la bestia que sale del mar como el Anticristo y a la bestia que sale de la tierra como
el falso profeta. Una representa la fuerza física y el poder bruto, porque sale del mar de la humanidad;
la otra representa el engaño, porque se presenta como poseedora de perspicacia intelectual y filosofía
racional. Una ataca la parte externa del ser humano, es decir, el cuerpo físico, con destrucción y muerte;
la otra influye en la parte íntima de una persona, a saber, la mente. La segunda todavía es más de temer
que la primera; puede hacer que los habitantes de la tierra adoren a la bestia que sale del mar. Es símbo-
lo de religión falsa y de filosofía falaz.
Estos versículos presentan con claridad el propósito de Satanás de imitar a Cristo. La parodia resulta
evidente a lo largo de los versículos siguientes: la mención de un cordero, la concesión de toda autori-
dad, el culto de la bestia, la herida mortal que se sanó, la marca en la frente y el nombre de la bestia.
1. Parodia de Cristo 
13:11–14
11. Y vi otra bestia que salía de la tierra, y tenía dos cuernos como un cordero y hablaba como un 
dragón.
a. «Y vi otra bestia que salía de la tierra».La segunda bestia sale no del mar de pueblos como símbolo
de fuerza bruta sino de la tierra en contraste con el cielo. Esta bestia representa oposición directa a todo
lo que viene del cielo y carece de todo lo que es celestial. Es, por tanto, la suma de pecado que abarca de
la tierra al cielo, y, como el falso profeta, está por completo al servicio del Anticristo.25 Tres veces se
menciona el falso profeta en Apocalipsis (16:13; 19:20; 20:10). Personifica a las filosofías seculares, es
decir, las teorías mundanas del conocimiento que influyen en el pensamiento y las acciones de las ma-
sas. Su propósito es que todo el mundo esté contra Dios y su Cristo, contra su revelación y contra su
pueblo. En síntesis, su propósito es triunfar en este empeño, pero, en realidad, como lo muestra Apoca-
lipsis, Cristo es quien vence y aquel es el vencido.
b. «Y tenía dos cuernos como un cordero». Una vez más Juan recurre a la profecía de Daniel. Alude
en Apocalipsis a unos veintisiete versículos de esta profecía,26 entre los que está 8:3: «Y vi ante mí un
carnero con sus dos cuernos». El cordero macho aparece con dos cuernos, como símbolos [p 428] de po-
der y fortaleza. No tiene diez cuernos como el dragón (12:3) sino sólo dos. El número dos significa sufi-
ciencia en cuanto a difundir la mentira y a ejercer autoridad por todo el mundo. El aspecto del cordero
no es sólo una parodia del Cordero de Dios; también se aparece como la encarnación del engaño: in-

25 S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren ann Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1920), p. 277; Charles,


Revelation, 1:357.
26 Consúltese Steve Moyise, The Old Testament in the Book of Revelation, JSNTSup 115 (Sheffield: Sheffield Academic

Press, 1995), p. 45; Charles, Revelation, 1:lxviii–lxxxi.


331

ofensivo, encantador y atractivo.27 Es la proverbial mano de hierro en guante de seda o el lobo vestido
de piel de oveja (Mt. 7:15). A esta bestia la instiga el padre de las mentiras (Jn. 8:44).
c. «Y hablaba como un dragón». En el texto griego, el verbo «tenía» de la cláusula precedente y el
verbo «hablaba» están en tiempo imperfecto para indicar la continuación de un acto. Es decir, el cordero
todo el tiempo es visto con dos cuernos y sigue hablando como un dragón. El dragón tiene relación con
el capítulo anterior, donde se lo identifica como la antigua serpiente llamada diablo y Satanás (12:9). La
palabra, pues, insinúa que puede hablar en forma engañosa, como la serpiente, que se dirigió a Eva en
el paraíso (Gn. 3:1).28
12. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia, y hace que la tierra y quienes 
moran en ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
a. «Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia». La bestia del mar ha recibido au-
toridad delegada que comparte con la bestia de la tierra. La primera demuestra poder; la segunda os-
tenta propaganda. Pero nunca debería subestimarse la segunda, porque disfruta de la misma suprema-
cía que la primera bestia, en cuyo interés trabaja. Estas dos fuerzas anticristianas están unidas en su es-
fuerzo por derrocar el gobierno de Cristo. Esta poderosa combinación de pensamiento y autoridad go-
bierna sobre la faz de la tierra y controla las mentes y cuerpos de innumerables millones de personas.
Autoridad implica que la bestia terrestre comparte el poder y el trono que Satanás ha puesto a dispo-
sición (vv. 2, 4, 7). Así, en la presencia misma de la primera bestia, dispone de fuerzas terribles para ata-
car y derrotar a los seguidores de Cristo.
b. «Y hace que la tierra y quienes moran en ella adoren a la primera bestia». Todo lo que hay en la
faz de la tierra tiene que servir al interés del Anticristo, la primera bestia. Todas las instituciones de co-
municación, todos los recursos de gobiernos y administraciones, todos los recursos educativos y todo el
comercio e industria deben estar al servicio del Anticristo. Por esta razón, el falso profeta, como porta-
voz del Anticristo, debe controlar y gobernar la mente humana. Esto se puede lograr sólo cuando los
seres humanos se apartan de sus anteriores lealtades y adoran al Anticristo.
[p 429] El acto de adorar en la provincia de Asia significaba reconocer al emperador romano como
señor y dios (capítulos 2 y 3). Cuando los cristianos entraban a un templo pagano y compartían en co-
midas ofrecidas a un ídolo, participaban de hecho en el culto de demonios (1 Co. 10:20–21). La cantidad
de personas que a lo largo de los siglos se han apartado de Cristo para seguir a ídolos es prueba conclu-
yente de la obra nefasta de la segunda bestia. El Anticristo quiere que todos lo adoren y de este modo
reemplacen la adoración de Cristo.
c. «Cuya herida mortal fue sanada». Junto con la cláusula «tenia la herida de la espada y con todo
vivió» (v. 14), estas palabras son una parodia del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. El Anti-
cristo trata de imitar a Cristo con una apariencia de heridas mortales y una recuperación subsiguiente.
Pero será arrojado al lago de fuego, donde experimentará la segunda muerte (19:20; 20:14).

27 J. Massyngberde Ford, Revelation: Introduction, Translation, and Commentary, AB 38 (Garden City, N.Y.: Doubleday,


1975), p. 213. Resulta difícil entender por qué Ford dice, «La segunda bestia es una parodia no del Cordero sino de los
dos testigos».
28 Compárese los comentarios de Sweet (p. 215), Beckwith (p. 630) y Beale (p. 708).
332

13. Y hace grandes señales de modo que incluso hace que descienda fuego del cielo a la tierra de‐
lante de las personas.
El gran imitador realiza milagros comparables a los que hacen los siervos de Dios. Por ejemplo, las
señales que realizó Elías fueron en verdad maravillosas. Invocó a Dios y bajó fuego del cielo, abrasando
el sacrificio y la leña en el altar y sus piedras, y hasta lamió el agua de la zanja que rodeaba el altar (1 R.
18:38). E hizo descender fuego del cielo para consumir dos capitanes con cincuenta hombres cada uno
(2 R. 1:10,12; véase también Lc. 9:54–55).
Pablo advierte a sus lectores que «el malvado vendrá por obra de Satanás, con toda clase de mila-
gros, señales y prodigios falsos» (2 Ts. 2:9; véase Mt. 24:24). Los dos profetas a quien Dios envía para
dar su testimonio al mundo tenían el poder de echar fuego de la boca para devorar a sus enemigos
(11:5). El pueblo de Dios, sin embargo, debería poder discernir al verdadero profeta del falso. Dios ins-
truye a Moisés para que diga a los israelitas que deben rechazar al falso profeta que anuncia señales
milagrosas y maravillas con el fin de adorar a otros dioses. A este profeta hay que darle muerte (Dt.
13:1–5).
Los actos de realizar falsos milagros y de impedir que las personas adoren a Dios van juntos. Con
sus trampas, unos magos incitaron al Faraón a que endureciera el corazón y no dejara partir al pueblo
de Dios (Éx. 7:11); en la isla de Chipre, Elimas, el mago, trató de impedir que el procónsul adorara a
Dios y a su Cristo (Hch. 13:6–8). Los magos que realizaron el engaño de hacer que descendiera fuego
del cielo trataban de influir en los cristianos del siglo primero para que adoraran al emperador. Por el
contrario, acompañando la difusión del evangelio, «Dios ratificó su testimonio acerca de ella con seña-
les, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad» (Heb.
2:4).29 [p 430] De ahí que los cristianos deban con claridad y cuidado distinguir entre milagros genuinos
y falsos, y determinar si vienen de Dios o del diablo.
14. Y engaña a los habitantes de la tierra debido a estas señales que le fue dado que realizara en la 
presencia de la bestia. Dijo a los habitantes de la tierra que hicieran una imagen en honor de la bes‐
tia que tenía la herida de la espada y con todo vivió.
Para el diablo y sus secuaces, el engaño es una forma de vida. Para ellos esta palabra significa un
abandono total de la verdad, la honestidad, la integridad, la rectitud y el honor, en su intento por utili-
zar a quienes viven en esta tierra. La frase los habitantes de la tierra se encuentra por lo menos diez veces
en Apocalipsis y, en cada caso, se refiere a la población del mundo.30 Son los incrédulos que son perse-
guidores y enemigos del pueblo de Dios (3:10; 6:10), antagonistas que se enfrentan a un juicio futuro
(8:13; 11:10), y personas cuyos nombres no están inscritos en el libro de vida (13:8; 17:8).
El que da a la bestia de la tierra (el falso profeta) poder para realizar milagros es la bestia del mar (el
Anticristo), quien recibió permiso de Dios para ello (véase 19:20). Juan menciona que estas señales se
realizarán en la presencia de la primera bestia, que desea que las masas humanas la adoren. Esto se hará
al conseguir que los pueblos erijan su imagen, con lo cual él reconoce el homenaje que le rinden.

29 Sweet (Revelation, p. 216) escribe que «el fuego del cielo es una parodia del Espíritu Santo (Hch. 2:3–4), que inspira a los
profetas cristianos (Ap. 11:5)». Compárese con John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966),
p. 207; Thomas, Revelation 8–22, p. 176.
30 Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10 (dos veces); 13:8, 14 (dos veces); 17:2, 8; compárese también con 13:12; 14:6.
333

A lo largo de los siglos se han erigido imágenes de una u otra clase, y los pueblos las han adorado y
se han postrado ante ellas. Se incluyen la imagen dorada de Nabucodonosor, el altar de Zeus de Antío-
co Epífanes en el templo de Jerusalén, el intento de Calígula de que su estatua se colocara en ese mismo
templo, la estatua de Domiciano en el templo de Éfeso, la esvástica de Hitler en la Alemania nazi y la
hoz y el martillo en la anterior Unión Soviética. Juan refleja el contexto histórico y cultural de su época
en la que a los cristianos se los obligaba a participar en el culto al emperador. La presencia generalizada
de templos y estatuas dedicados a emperadores romanos fue abrumadora para los seguidores de Cristo
en la provincia de Asia. Sólo la verdadera fe en Cristo podía ayudarlos a no sucumbir ante dicha pre-
sión.
La influencia de la bestia no debería limitarse al final del siglo primero, porque su autoridad es
mundial, aparece bajo numerosas formas y dura hasta la consumación. Juan escribe que la bestia ha
sido herida por la espada pero regresó a la vida. Aunque muchos estudiosos ven en este versículo una
alusión a la leyenda de Nerón que volvió a la vida,31 el contexto de [p 431] este capítulo enseña que el
reino del Anticristo incluye todas las épocas. El espíritu del Anticristo sufre un golpe mortal pero vuel-
ve a la vida. Una vez más, esta descripción de la bestia que regresa con vigor renovado es una caricatu-
ra de la resurrección de Cristo. Sin embargo, no hay comparación; el Anticristo vive para destruir la
vida en todas partes, en tanto que Cristo vive para dar vida eterna a todos sus seguidores.
Palabras, frases y construcciones griegas en 13:12–14
Versículo 12
ἵνα—seguido del tiempo futuro del verbo adorar, esta partícula introduce una cláusula de finalidad. En esta
construcción a menudo se intercambian el futuro de indicativo y el subjuntivo aoristo.
Versículo 14
διά—esta preposición seguida del caso acusativo debería traducirse aquí «por medio de» (véase 12:11).32
2. La marca de la bestia 
13:15–18
15. Y recibió poder para infundir aliento a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la 
bestia pudiera tanto hablar como hacer que mataran a todos los que no adoran la imagen de la bestia.
Tanto el texto griego como las traducciones presentan el poder de la bestia que sale del mar (vv. 11–
18). La bestia que sale de la tierra trabaja tras bambalinas sin ninguna mención de su identidad. Es la
bestia que sale del mar la que recibe toda la atención: todo se hace a nombre suyo y para su provecho,
porque es el espíritu del Anticristo. Infundir aliento a la imagen de la bestia implica animación por me-
dio de magia. De nuevo, infundir aliento a una imagen es una parodia de Dios que infundió el aliento
de vida a Adán (Gn. 2:7; y véase Ap. 11:11). Los magos en el mundo antiguo se jactaban de que podían
hacer que las estatuas hablaran y se movieran; así, se alega que Simón el mago dijo: «Hago que las esta-

31 Véase, p.ej., Beckwith, Apocalypse, p. 640; Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 441–50; S. J. Scherrer, «Signs and
Wonders in the Imperial Cult: A New Look at a Roman Religious Institution in the Light of Rev. 13:13–15), JBL 103
(1984): 559–610.
32 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 451. Véase también C. F.

D. Moule, An Idiom‐Book of New Testament Greek, 2d ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1960), p. 55.


334

tuas se muevan; doy vida a objetos inanimados».33 Dios permite toda esta imitación, y da permiso a la
bestia de matar a quienes se nieguen a adorar la imagen de la bestia.
El Antiguo Testamento ofrece el relato de los tres jóvenes en el horno ardiente porque se negaron a
obedecer el mandato de Nabucodonosor de [p 432] postrarse para adorar la imagen que habían erigido
(Dn. 3:1–11). Dios rescató a estos tres hombres para que su nombre fuera glorificado. Pero la bestia si-
gue enviando a sus cómplices para obligar a todos a adorar y postrarse delante de él, y los infieles que
se niegan a hacerlo son sacrificados sumariamente. Los cristianos deben obedecer a las autoridades
mientras no haya conflicto con las enseñanzas de Cristo. Juan, de manera indirecta, implica que puede
haber un tiempo «cuando el acto de negarse a cometer alta traición contra Cristo se interpretará como
alta traición contra el Anticristo».34 El simple hecho de ser cristiano es suficiente evidencia para aplicar
la pena de muerte. Y la persecución del pueblo de Dios en el mundo actual da fe de esta penosa reali-
dad. El texto no dice que todos los seguidores de Cristo vayan a morir, pero que los que se negaron a
adorar podrían ser ejecutados (véase v. 10; 20:4). En tiempos de Juan, el templo de los Sebastoi (la fami-
lia de Vespasiano, Tito y Domiciano) fue dedicado en Éfeso, y la población local fue obligada a rendir
homenaje al emperador mediante su adoración.35
16. Y hace que todos, tanto pequeños como grandes, tanto ricos como pobres, tanto libres como 
esclavos, reciban una marca en la mano derecha o en la frente. 17. Y nadie pudo comprar o vender 
excepto el que tiene la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre.
a. Categorías. La segunda bestia no sólo ejecuta a quienes se niegan a adorar la imagen de la primera
bestia, sino que también obliga a todas las categorías de personas a recibir una señal distintiva que los
separa de los cristianos. La expresión todos no significa que se incluyan todos y cada uno de los seres
humanos sino más bien que se buscan personas de todos los niveles. Esto resulta claro por las varias
clases que se mencionan: «Pequeños y grandes» es en realidad un modismo que incluye «personas de
todas las edades o de todas las fases de la vida».36 Esta expresión se encuentra a menudo en Apocalipsis
(11:18; 19:5, 18; 20:12). Nótese que las categorías se presentan como contrapuestas: pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos. Son personas de todos los niveles de la sociedad.
b. Señal. Las explicaciones de esta palabra abarcan desde esclavos que son marcados hasta personas
que se tatúan la mano derecha o la frente. La historia está muy llena de relatos de esclavos, soldados o
zelotes que son marcados o tatuados. El versículo, sin embargo, especifica que el propósito de llevar la
marca de la bestia es poder comprar o vender mercancías, y [p 433] esto incluye una categoría mucho
más amplia que un pequeño segmento de la población. Algunos estudiosos colocan la frase en el con-
texto histórico del culto al César, de modo que sólo los que hubieran recibido una señal de tinta en la
muñeca o en la frente podían participar en el mercado.37 La dificultad con esta interpretación es que los
historiadores romanos no dicen nada respecto a una práctica así en el imperio.

33 Pseudo-Clementino Reconocimientos 3.47.2. Véase Aune, Revelation 6–16, p. 764.


34 Martin Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 258.
35 S. J. Friesen, Twice Neokoros: Ephesus, Asia, and the Cult of the Flavian Imperial Family (Leiden: Brill, 1993), pp. 146–52; S.

R. F. Price, Rituals and Power: The Roman Imperial Cult in Asia Minor (Cambridge: Cambridge University Press, 1984),


pp. 197–99.
36 Aune, Revelation 6–16, p. 766.

37 Consúltese E. A. Judge, «The Mark of the Beast, Revelation 13:16», TynB 42 (1991): 158–60.
335

Si entendemos que Juan escribe no para un momento particular en el tiempo cuando reflexiona acer-
ca de un incidente local, sino para la iglesia universal de todo tiempo y lugar, entonces tenemos que
interpretar este versículo en forma más amplia. Primero, démonos cuenta de que la palabra señal se en-
cuentra algunas veces en Apocalipsis. Juan la menciona en 14:9. «Si alguien adora a la bestia y a su ima-
gen y recibe la señal en la frente y en la mano» (véase también 19:20; 20:4). Y en 14:11 escribe de «todo el
que recibe la señal de su nombre». Por tanto, llevar la señal de la bestia conduce a actos de adoración y
a llevar su nombre. Designa a una persona como devota y verdadera seguidora de la bestia. Indica a
una persona que es hostil a Dios, a su palabra y a su pueblo; esa persona lleva la señal del Anticristo en
la mano derecha o en la frente.
Luego, el símbolo de la mano derecha significa amistad y comunión (Gá. 2:9); es una señal de trabajar
juntos en una causa común, a saber, oponerse a Dios. La señal en la frente implica que estas personas
están bajo la influencia de la misma filosofía y formas de pensar.38 En su pensamiento anticristiano, glo-
rifican a la bestia y a sus logros y tratan de destruir la obra de Cristo en la tierra.
Así como los devotos del Anticristo ostentan la señal de la bestia en la frente o en la mano derecha,
también los siervos de Dios han recibido el sello del Señor y el nombre tanto del Padre como del Corde-
ro en la frente (7:3; 14:1). Si la señal en el pueblo de Dios es invisible, interpreto que las señales en los
incrédulos también lo son. Y por último, recibir la señal de lealtad a la bestia es en sí mismo una carica-
tura de la promesa hecha en el bautismo cristiano.
c. Comercio. La incapacidad de comprar o vender equivale a un boicot con el cual el suministro de
alimentos se interrumpe y amenaza la hambruna. Los primeros receptores de Apocalipsis pudieron
sentir afinidad con estas circunstancias, porque muchos de ellos en Esmirna vivieron en abyecta pobre-
za (véase el comentario sobre 2:9). Pero los boicots no se han limitado a un cierto momento en la histo-
ria; son comunes y en muchos casos el pueblo de Dios son sus víctimas. La señal de la bestia significa
llevar su nombre y número.
[p 434] 18. Esta es la sabiduría. Que todo el que tiene inteligencia calcule el número de la bestia. 
Es el número de un hombre, y su número es 666.
a. Sabiduría. La revelación de Dios, tal como se presenta aquí, se puede entender sólo cuando el lec-
tor posee sabiduría recibida de lo alto por medio del Espíritu Santo. La sabiduría le pertenece al Corde-
ro y a Dios (5:12; 7:12), pero en Apocalipsis el creyente debe aplicar sabiduría a esta revelación. La sabi-
duría no es estudio científico e investigación, sino perspicacia proveniente de Dios que el creyente reci-
be al estar en Jesucristo (1 Co. 1:30).
Dos veces en Apocalipsis Juan pide sabiduría, aquí y en 17:9, «Esta es la mente que tiene sabiduría».
El contexto de la segunda presenta a la bestia del abismo y las series de siete cabezas, siete colinas y sie-
te reyes. Con respecto a estos dos pasajes, las mentes iluminadas por el Espíritu Santo pueden entender
su significado con la sabiduría que Dios da.
b. Número. «Que todo el que tiene inteligencia calcule el número de la bestia». Quienes tienen inteli-
gencia iluminada por el Espíritu Santo podrán entender. Esto no quiere decir que sólo personas intelec-

38Véase los comentarios de Beale (p. 716), Caird (p. 173), Hailey (p. 296), Hendriksen (p. 150), Hughes (p. 153) y Swete
(p. 173).
336

tuales tengan la capacidad mental para interpretar este pasaje; todo el que tenga la ayuda del Espíritu
entenderá fácilmente su significado en términos de Cristo frente al Anticristo.
Esto implica calcular el número del Anticristo. El verbo calcular se encuentra aquí y en Lc. 14:28 (que
quien construya una torre calcule primero el costo). Pero ¿cómo identifica uno a la persona cuyo nombre
y número deben calcularse? Las soluciones a este interrogante se han multiplicado desde los tiempos de
los primeros padres de la iglesia hasta hoy. Se han sugerido gobernantes, papas, causas y elementos. En
el siglo segundo, Ireneo mencionó a Tito, probablemente porque el líder romano destruyó a Jerusalén,
pero este padre de la iglesia se abstuvo de identificarlo como el Anticristo. Puso sobre aviso a sus lecto-
res en cuanto al peligro de presumir falsamente saber el nombre del Anticristo.
Una interpretación común aplica el número 666 al nombre del emperador Nerón, interpretación que
apoyan muchos estudiosos.39 Parecería razonable que el nombre y número de una persona en el siglo
primero requiera una persona con un carácter de mala reputación, y el nombre de Nerón calificaría.
Pero ¿cuándo comenzaron los escritores a identificar a Nerón con el número de este pasaje concreto? No
hay ninguna referencia en la historia sino hasta alrededor de 1830 cuando cuatro estudiosos alemanes
propusieron su nombre.40
[p 435] Son muchas las dificultades que plantea esta identificación. Primera, está el método de con-
vertir el nombre a un equivalente numérico con lo cual, por ejemplo, a=1, b=2, c=3 … j=10, ja=11 … k=20,
l=30, m=40, n=50, etc. El nombre Nerón en sí mismo no suma 666, por lo que se ha ampliado a Nerón
César.
Luego, si el nombre se escribe en latín, griego, hebreo o arameo, la suma difiere totalmente. De
hecho, si adoptamos la escritura hebrea, ¿incluimos o excluimos las vocales? Si tomamos sólo las conso-
nantes de Nerón César en hebreo, llegamos al número 616. Pero si le agregamos la letra n al latín Nero y
no incluimos la y (hebreo yodh, equivalente de la i) en la escritura hebrea qysr (kaisar, la forma griega del
latín Caesar), la suma es 666.41 El problema radica no tanto en que se agregue la letra n cuanto en la au-
sencia de la letra y (yodh) en qysr (kaisar). El método se vuelve cuestionable cuando se agregan u omiten
letras para así poder llegar al número deseado. Y este cálculo se vuelve especialmente complicado
cuando pensamos que el nombre Nero Caesar debe ser transliterado del latín al griego y del griego al
hebreo. Apocalipsis, sin embargo, se escribió para cristianos de habla griega en la provincia de Asia.
¿Entenderían estos oyentes (1:3) que tenían que transliterar un nombre del latín al hebreo (o arameo)
pasando por el griego para entender el número 666?
Tercera, si la identificación de Nerón César con 666 no se basa en evidencia sólida proveniente de los
padres de la iglesia primitiva sino de estudiosos del siglo diecinueve, entonces se podrían considerar

39 Véase Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 384–452; Aune, Revelation 6–16, pp. 771–73; Kenneth L. Gentry Jr., Before 
Jerusalem Fell: Dating the Book of Revelation (Tyler, Tex.: Institute for Christian Economics, 1989), pp. 192–200; y muchos
otros.
40 O. F. Fritsche (1831); F. Benary (1836); F. Hitzing and E. Reuss (1837). Refiérase a D. Brady, The Contribution of British 

Writers between 1560 and 1830 to the Interpretation of Revelation 13:16–18 (The Number of the Beast), BGBE 27 (Tübingen:


Mohr, 1983), p. 292. Los primeros padres de la iglesia se abstuvieron de equiparar 666 con Nerón César.
41 Compárese con D. R. Hillers, «Revelation 13:18 and a Scroll from Murabba‘ât», BASOR 170 (1963): 65. No es un do-

cumento hebreo sino arameo en el que la forma de escribir en griego ha sido transliterada al hebreo.
337

nombres de más emperadores romanos. Y se han sugerido otros emperadores, cada uno con sus títulos
correspondientes, incluyendo a Calígula, Vespasiano y Domiciano.42
c. Método. Frente a estas dificultades, opto por un enfoque diferente. Juan sitúa todo el capítulo en
un marco de simbolismo, de modo que el lector puede esperar que el número en el versículo 18 deba
también tomarse metafóricamente. El número siete significa lo completo; el seis, lo incompleto. Satanás,
el gran imitador, se esfuerza por lograr la suma total de siete pero siempre se queda corto y acaba con
seis. Dios completó su obra de la creación en siete días (Gn. 2:2), dijo a los israelitas que rodearan Jericó
siete veces con siete sacerdotes tocando siete trompetas en el séptimo día (Jos. 6:4). Y ordenó que un
siervo hebreo fuera liberado en el séptimo año (Éx. 21:2; Dt. 15:12; Jer. 34:14). Satanás por el contrario, se
enfrenta a la derrota y al juicio divino. En Apocalipsis, el número seis indica juicio: al [p 436] final del
sexto sello, de la sexta trompeta y de la sexta copa, la obra de Satanás acaba siempre en fracaso. «El nú-
mero de la bestia es 666, o sea ¡fracaso tras fracaso tras fracaso!»43 Aunque el diablo ha tratado de elimi-
nar a todo el pueblo de Dios desde la muerte de Abel hasta el presente, nunca ha tenido éxito. En este
conflicto secular no es Satanás sino Dios quien tiene el control. En conclusión, el número 666 pertenece a
Satanás y no a algún individuo particular que haya realizado la obra del diablo en la historia.
Palabras, frases y construcciones griegas en 13:15–18
Versículo 15
ἵνα (segundo caso)—algunos manuscritos omiten esta partícula, pero se necesita para el verbo
ἀποκτανθῶσιν al final de la frase. La partícula ἐάν rige el subjuntivo προσκυνήσωσιν; la oración está cargada
de subjuntivos para expresar probabilidad y una dosis de incertidumbre con respecto a su mensaje.
Versículo 16
δῶσιν αὑτοῖς—el segundo aoristo en tercera persona plural del subjuntivo seguido del pronombre se podría
interpretar como reflexivo, «que se den a sí mismos una señal».44 La ausencia de la preposición ἐπί requiere un
objeto indirecto «a ellos» y el plural es indefinido porque no hay sujeto. Así pues, la frase se puede interpretar
como pasiva, «ser dados».
Versículo 17
καί—algunos manuscritos importantes omiten la conjunción para facilitar una lectura fluida. Esto es así si la
cláusula siguiente ἵνα μή depende del verbo δῶσιν, pero no cuando depende del anterior ποιεῖ (v. 16).45
Versículo 18
ἑξήκοντα ἕξ—algunos Nuevos Testamentos en griego escriben las letras griegas χξ (χ=600, ξ=60, =6) en lu-
gar de las palabras escritas para 666 (nótese que la última letra en esta serie no es la sigma final sino la letra obso-

42 Refiérase a W. G. Baines, «The Number of the Beast in Revelation 13:18», HeythJourn 16 (1975): 175–76; M. Oberweis,
«Die Bedeutung der neutestamentlichen ‘Rätselzahlen’ 666 (Apk 13:18) und 153 (Joh 21:11)», ZNW 77 (1986): 226–41; L.
van Hartingsveld, Revelation, pp. 56–57.
43 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 151. Observa con razón que Apocalipsis es un libro no de adivinanzas sino de

símbolos (p. 151 n. 1).Véase también Harry R. Boer, The Book of Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), p. 96.
44 Beckwith, Apocalypse, p. 641; Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York

and London: Funk and Wagnalls, 1886), p. 381.


45 Metzger, Textual Commentary, p. 676.
338
leta stigma, que en cierto momento ocupó el sexto lugar en el alfabeto griego).46 Una lectura variante es χι , que
equivale a 616, pero ya Ireneo la rechazó. Metzger comenta: «Quizá el cambio fue intencional, al ver que la forma
griega para Nerón César escrita en caracteres hebreos equivalía a 666, en tanto que la forma latina Nero Caesar
equivale a 616».47

46 Véase el TR, Souter y el Texto Mayoritario.


47 Metzger, Textual Commentary, p. 676.
339

[p 437]  

14
El Cordero y cuatro mensajes 
(14:1–20)
[p 438]  

Bosquejo (continuación)
D. El cordero (14:1–5)
E. Cuatro mensajes (14:6–13)
1. El primer ángel (14:6–7)
2. El segundo ángel (14:8)
3. El tercer ángel (14:9–12)
4. Una voz celestial (14:13)
F. La ira de Dios (14:14–20)
[p 439]  

CAPÍTULO 14
14 1 Y vi, y mira, el Cordero está de pie en el monte Sión y con él 144,000 que llevan su nombre y el nombre
de su Padre escritos en la frente. 2 Y oí un sonido del cielo como un sonido de muchas aguas y como el sonido de
un fuerte trueno, y el sonido que oí fue como el de arpistas que tocan sus arpas. 3 Y cantaban un cántico nuevo
delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, y nadie pudo aprender el cántico ex-
cepto los 144,000, los que fueron redimidos de la tierra.
Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son puros. Son los que siguen al Cordero
4

donde quiera que vaya. Son los redimidos de entre el género humano, las primicias para Dios y para el Cordero. 5
Y en su boca no se encuentra mentira alguna, porque son irreprochables.
Y vi otro ángel que volaba en medio del cielo, con el evangelio eterno para proclamarlo a los que viven en la
6

tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo. 7 Y dijo con voz poderosa, «Teman a Dios y denle gloria, porque ha
llegado la hora de su juicio. Y adoren al que hizo cielos y tierra y el mar y los manantiales de agua.
Y otro ángel, un segundo, siguió y dijo, «Caída, caída está Babilonia la grande, que hizo que todas las nacio-
8

nes bebieran el vino iracundo de su fornicación».


9 Y otro ángel, un tercero, los siguió, diciendo con voz poderosa,
«Si alguien adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en la frente
o en la mano, 10 también beberá el vino de la ira de Dios que ha sido vertido
con plena potencia en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre
en la presencia de los santos ángeles y del Cordero. 11 Y el humo de su
tormento asciende por los siglos de los siglos, y no tienen descanso ni de día
340
ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, y todo el que reciba la
señal de su nombre. 12 He aquí la resistencia de los santos, los que observan
los mandamientos de Dios y la fe de Jesús».
13Y oí una voz del cielo que decía, «Escribe. Bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor de aho-
ra en adelante. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, porque sus obras los seguirán».
14Y vi, y mira, una nube blanca. Y sobre la nube había alguien sentado como hijo del hombre. Sobre la cabeza
tenía una corona de oro y en la mano una hoz afilada. 15 Y otro ángel salió del templo gritando con voz poderosa
al que estaba sentado en la nube, «Envía tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la cosecha, porque la cose-
cha de la tierra está madura». 16 Y el que estaba sentado en la nube envió su hoz a la tierra y la tierra fue cosecha-
da.
17Y otro ángel salió del templo celestial, y tenía una hoz afilada. 18 Y otro ángel salió del altar. Tenía poder so-
bre el fuego, y gritó con voz poderosa al que tenía la hoz afilada, diciendo, «Envía tu hoz afilada y recoge los ra-
cimos de las uvas de la tierra, porque sus uvas están maduras». 19 Y el ángel arrojó su hoz sobre la tierra y recogió
las uvas de la tierra, y las arrojó al gran lagar de la ira de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y la san-
gre salió del lagar para subir por las bridas de los caballos por una distancia de mil seiscientos estadios.
[p 440] D. El Cordero
14:1–5
El contraste entre Dios y Satanás es el tema recurrente de Apocalipsis y, sobre todo, lo es en los pri-
meros versículos de este capítulo en comparación con el capítulo anterior. Juan describe el aspecto e
influencia de la bestia que sale de la tierra (13:11–18), que contrasta con el Cordero y con la multitud de
144,000 en el monte Sión (14:1–5). He aquí en columnas paralelas las diferencias:

Capítulo 13 Capítulo 14

cordero (v. 11) Cordero (vv. 1, 4)

sale de la tierra (v. 11) monte Sión (v. 1)

adoración de la bestia (v. 12) cántico de los 144,000 (v. 3)

número 666 de la bestia (v. 18) número 144,000 de los santos (v. 1)

todos son esclavizados (v. 16) los santos son redimidos (v. 3)

marca de la bestia (vv. 16, 17) nombre de Padre y Cordero (v. 1)

engaño de la bestia (v. 14) no hay mentira en sus bocas (v. 5)

Después de revelar el intento de la bestia de obligar la rendición de los santos, Juan les garantiza su
seguridad y victoria. Describe un cuadro del gozo y felicidad que los santos expresan en seguir al Cor-
341

dero y en estar en su presencia. Son los 144,000 redimidos de la tierra que tuvieron el privilegio de
aprender un cántico nuevo de gloria y gozo que se escuchó desde el cielo. No es la bestia que sale de la
tierra, parodia del Cordero, ni Satanás el imitador, sino el Cordero es Rey de reyes y Señor de señores.
Está de pie lleno de majestad en el monte Sión como el vencedor sobre todas las fuerzas anticristianas
en el mundo. Así pues, los santos deben sentirse animados y no desesperar, porque comparten la victo-
ria del Cordero.
1 Y vi, y mira, el Cordero está de pie en el monte Sión y con él 144,000 que llevan su nombre y el 
nombre de su Padre escritos en la frente.
a. «Y vi, y mira, el Cordero está de pie sobre el monte Sión». La interpretación de esta cláusula varía:
algunos estudiosos toman el lugar en forma literal como nombre alternativo para Jerusalén, donde el
Señor, cuando venga, estará con los 144,000 en el monte Sión. La proyección, pues, es futurista pero si-
tuada en el marco de algo que ya ha ocurrido.1 La dificultad que presenta este punto de vista es que las
Escrituras enseñan el retorno de Cristo sobre las nubes del cielo, la resurrección de los muertos, la trans-
formación de quienes en ese momento estén vivos, y los santos que están para siempre con el Señor (Mt.
24:30–31; 1 Ts. 4:16–17). Jesús y Pablo describen la segunda venida de Jesús con un mandato hecho con
voz fuerte, con gritos y con la llamada de Dios por medio de [p 441] trompetas. Pero en Apocalipsis
Juan observa sin ninguna indicación previa que el Cordero está de pie en el monte Sión mientras sigue
con toda intensidad la batalla entre las fuerzas de Satanás y los seguidores del Cordero. En síntesis, el
Cordero ha estado de pie en ese lugar todo el tiempo.
Otros estudiosos ven la ubicación en el monte Sión en el cielo, donde los 144,000 residen como los
redimidos de la tierra (v. 3). Es la Jerusalén que está arriba, porque ahí es donde se reúne la iglesia de
los primogénitos en gozosa asamblea (Heb. 12:22–24). Ahí mora Dios con su pueblo en la Jerusalén ce-
lestial (Gá. 4:26).2
Una tercera explicación es que en este libro de contrastes y simbolismo, Juan ubica al Cordero en el
monte Sión en contraposición al cordero que sale de la tierra (13:11). Si bien parece que el Anticristo
gobierna como jefe supremo en el mundo y consigue que las innumerables multitudes lo adoren, el
Cordero está de pie en el monte Sión. No acude de repente en ayuda de su pueblo, sino que ha estado
ahí todo el tiempo como Rey de reyes, el comandante en jefe, el gobernante supremo en el cielo y en la
tierra (Mt. 28:18). Así les dijo Moisés a los israelitas: «Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor
es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro» (Dt. 4:39). Cuando los santos en la tierra
son perseguidos por las fuerzas anticristianas y se les dice que la bestia es el gobernante supremo en la
tierra, no deberían desesperar. Cuando abren sus ojos espirituales, ven al Cordero que está de pie en el
monte Sión dándoles garantía de que están sanos y salvos. Los días del Anticristo están contados, por-
que caerá derrotado.

1 John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 214; Robert L. Thomas Revelation 8–22: An 
Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 191; Robert W. Wall, Revelation, NIBCNT (Peabody, Mass.:
Hendrickson, 1991), p. 179.
2 Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 264–65; Martin

Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), pp. 262–63; John P. M. Sweet,
Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 221.
342

¿Cuál es, pues, el significado de monte Sión? Junto con el término Cordero debería entenderse de ma-
nera simbólica. Esto resulta evidente cuando leemos el Salmo 2, donde las naciones, pueblos, reyes y
gobernantes confabulan contra el Ungido de Dios, el Cristo. Quieren liberarse de todas las leyes y nor-
mas que Dios les ha dado, pero Dios se mofa de ellos y declara que ha colocado a su real Hijo sobre el
monte santo de Sión. El Hijo gobierna las naciones con cetro de hierro y los destruye como alfarería (Sal.
2:1–9). El gobierno del Anticristo concluirá porque el Hijo de Dios está de pie en el monte Sión. No es el
cordero que sale de la tierra sino el Cordero de Dios, el Rey de este mundo. Como en este salmo, tam-
bién en Apocalipsis la intención de la expresión monte Sión es simbólica.3 Es el lugar donde mora Dios
como símbolo de seguridad y estabilidad para su pueblo.
[p 442] b. «Y con él 144,000 que tienen su nombre y el nombre del Padre escritos en la frente». Por
segunda vez aparece en Apocalipsis (véase 7:4) la cantidad 144.000. En ambos casos se omite el artículo
definido (pero no en 14:3). Los dos grupos son idénticos: son los santos que recibieron el sello y el nom-
bre del Cordero y del Padre. El sello que certifica autenticidad y posesión significa que todos los santos
pertenecen a Dios.4
Los incrédulos con el nombre y el número de la bestia pertenecen al Anticristo (13:16). Pero el pue-
blo de Dios con los nombres divinos del Cordero y del Padre en la frente vive entre los seguidores de la
bestia en esta tierra. Junto con el Cordero, son los representantes de Dios. Su número total indica que de
todos los que el Padre ha dado a su Hijo (Jn. 10:29) ninguno se pierde. Es decir, el Anticristo es incapaz
de desviar a los 144,000, porque sus nombres están inscritos en la palma de la mano de Dios (Is. 49:16).
Su número como tal representa la incalculable multitud de los santos que se encuentran en la presencia
del Cordero (véase el comentario sobre 7:4, 9). Los seguidores del Anticristo están marcados con el nú-
mero 666, pero el número total de creyentes es 144,000.
¿Están estos 144,000 redimidos en el cielo o en la tierra? ¿Son un grupo selecto? La respuesta a la
primera pregunta es que el Cordero siempre está con los santos, sea que se encuentren en la tierra o en
el cielo. La segunda respuesta es que ni el versículo 1 ni el 3 («los que fueron redimidos de la tierra») se
refieren a un grupo especial de santos. Están todos incluidos en el número total del pueblo redimido de
Dios.5
2. Y oí un sonido del cielo como un sonido de muchas aguas y como el sonido de un fuerte trueno, 
y el sonido que oí fue como el de arpistas que tocan sus arpas.
Juan vio primero al Cordero y a los 144,000 en el monte Sión, y luego oyó un sonido que le llegaba
procedente del cielo. Sus ojos se fijan en un lugar representativo en la tierra, en tanto que sus oídos
prestan atención a un sonido en el cielo. No identifica a quien habla, lo cual es común en Apocalipsis
(véase v. 13; 10:4, 8; 18:4). Describe las características del sonido mediante comparaciones tomadas de la
naturaleza. Compara el sonido con el de muchas aguas, que se asemeja a la voz de Jesús que se dirigió a

3 Refiérase a Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed


Free Publishing Association, 1969), p. 483; G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London:
Black, 1966), p. 178; Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand
Rapids: Zondervan, 1981), 12:538.
4 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 110; Gregory K. Beale, The 

Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 734–35.


5 Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 648.
343

Juan en la isla de Patmos: «su voz era como el sonido de muchas aguas» (1:15; 19:6; Ez. 43:2). También
es como el sonido de un fuerte trueno, lo cual indica que el que habla quiere que todos le presten aten-
ción (véase 6:1).
Además de los intensos retumbos de truenos que se escuchan en la naturaleza, el sonido es como
música suave que proviene de arpistas celestiales que tocan sus instrumentos (5:8; y ver 15:2). Juan es-
cucha [p 443] música celestial que le llega a los oídos, primero como de trueno y luego suave y placen-
tero. Se puede comparar al de una orquesta y coro que aumentan o disminuyen su volumen a instancias
del director. El sonido es solemne y gentil, elevado y agradable. Juan tiene el privilegio de oír esta mú-
sica celestial estando todavía en la tierra.
3. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de las cuatro seres vivientes y de los 
ancianos, y nadie pudo aprender el cántico excepto los 144,000, los que fueron redimidos de la tierra.
a. «Y cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de las cuatro seres vivientes y de los an-
cianos». Nótese el lugar especial que se les permite ocupar a los músicos y cantores: están delante del
trono, en la presencia de Dios mismo, y están frente a las cuatro seres vivientes y a los veinticuatro an-
cianos que rodean el trono (4:4, 6). La identidad de los cantores no se revela (compárese con 11:15;
12:10). Sus voces cantan un cántico nuevo que sale de corazones llenos de gratitud y amor de Dios.6 No
se nos dice cuáles fueron las palabras del cántico que cantaron, pero asumimos que glorificaban al que
estaba sentado en el trono y daban gracias al Cordero por la redención que había llevado a cabo en la
tierra.
b. «Y nadie pudo aprender el cántico excepto los 144,000». Si lo expresamos en términos positivos, la
intención de esta cláusula es incluir a todos los santos, porque pueden cantar este cántico nuevo; nin-
gún santo en el cielo y en la tierra queda excluido de unirse al coro. Pero ningún incrédulo puede
aprender un cántico de alabanza a Dios. Los santos en el cielo cantan constantemente sus alabanzas a
Dios. De igual modo, todo el pueblo de Dios en la tierra canta sus alabanzas en el culto, en especial en el
día del Señor. Claro que la línea divisoria entre cielo y tierra sigue existiendo hasta el último día, pero la
intención de las alabanzas de acción de gracias es similar. El cántico perfecto de los santos en el cielo
resuena hasta llegar a los santos en la tierra y los fortalece en la batalla contra las fuerzas anticristianas.
¿Cuál es el significado del número 144,000? Este número es la suma de doce veces doce veces mil.
En Apocalipsis, el número doce se refiere sólo a Dios, a su pueblo, a sus obras (p.ej., doce tribus, doce
estrellas, doce apóstoles, doce puertas y doce fundamentos). Doce, como símbolo de perfección, se eleva
a la segunda potencia en 144 y luego se multiplica por mil. Mil es diez veces diez por diez, lo cual re-
presenta una multitud. Así pues, el número 144,000 simbólicamente significa perfección multiplicado
por perfección multiplicado por multitud. Este número constituye la totalidad del pueblo de Dios, el
verdadero Israel de Dios.7
[p 444] c. «Los que fueron redimidos de la tierra». El significado literal del verbo en esta cláusula es
«fueron comprados». El verbo comprar se encuentra seis veces en Apocalipsis, pero la mitad de ellas con
una connotación religiosa de Cristo que redime a los santos (vv. 3, 4; 5:9). La preposición de significa

6Sal. 33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; 149:1; Is. 42:10; Ap. 5:9.
7James L. Resseguie, Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse, BIS 32 (Leiden: Brill, 1998), p.
66; compárese con Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 170.
344

separación, y en este versículo puede indicar la salida de los santos de la tierra para unirse a los otros en
el cielo. Podemos robustecer esta interpretación si nos referimos a 5:9, «compraste [hombres y mujeres]
para Dios de cada tribu y lengua y pueblo y nación». Pero esta explicación necesita más evidencia para
que resulte completa.
Primero, los versículos 1–5 en este capítulo se contrastan con el contexto anterior (13:11–18) donde la
tierra es el dominio del cordero que se opone al Padre y al Cordero.
Luego, la frase redimidos de la tierra tiene un paralelo en «redimidos del género humano» (v. 4) de
modo que los términos tierra y género humano son sinónimos. Apocalipsis emplea a menudo la expresión
género humano para referirse a los que se oponen a la persona y obra del Señor.8
Tercero, los redimidos en esta tierra están obligados a seguir a Jesús, quien los compró, y están dis-
puestos a dejarlo todo por una vida de servicio incondicional al Señor (Mr. 10:28–31).
4. Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son puros. Son los que siguen al 
Cordero donde quiera que vaya. Son los redimidos de entre el género humano, las primicias para 
Dios y para el Cordero. 5. Y en su boca no se encuentra mentira alguna, porque son irreprochables.
Juan ofrece una identificación cuádruple de los redimidos de la tierra:
- son puros
- son seguidores del Cordero
- son las primicias
- son irreprochables9
a. «Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son puros». Primero, pues, exami-
nemos el significado de la cláusula «no se han contaminado con mujeres». A primera vista parece que
alude a célibes, y por esto algunos comentaristas afirman que la cláusula se refiere a «la práctica de la
continencia sexual».10 Este punto de vista, sin embargo, contradice la [p 445] enseñanza bíblica sobre el
matrimonio que Dios instituyó en el paraíso: los seres humanos deberían vivir juntos en matrimonio
como marido y mujer (Gn. 2:18–24). De hecho, el Nuevo Testamento indica que el apóstol Pedro llevó
consigo a su esposa en sus viajes misioneros (1 Co. 9:5).
Otros estudiosos interpretan la cláusula en el sentido de que los 144,000 son guerreros enfrascados
en batallas por el Señor. Afirman que todos estos guerreros son hombres adultos que se abstienen de la
intimidad sexual por pureza ceremonial mientras están en guerra con su enemigo espiritual. Si bien
Bauckham modifica esta interpretación llamando a la pureza ritual «una metáfora de una característica

8 Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 12, 14; 14:6; 17:2, 8. Consúltese David E. Aune, Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville:
Nelson, 1998), p. 810.
9 Refiérase a Elisabeth Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation: Justice and Judgment (Philadelphia: Fortress, 1985), p.

871. Encuentra «una composición y estructura claramente diferenciadas» en 14:1–5, a saber, visión (v. 1), audición (vv.
2–3) y explicación (vv. 4–5).
10 Entre otros ver Adela Yarbro Collins, «The Apocalypse [Revelation]», NJBC, p. 1010; y su Apocalypse, New Testament

Message 22 (Wilmington: Glazier, 1979), pp. 99–100. Consúltese también D. C. Olson, «‘Those Who Have Not Defiled
Themselves with Women’: Revelation 14:4 and the Book of Enoch», CBQ 59 (1997): 492–510.
345

de la vida cristiana»,11 vemos como antinatural la restricción de un ejército sólo masculino de guerreros
comprometidos con un celibato de toda la vida. Además, la enseñanza de que las relaciones matrimo-
niales son pecaminosas y contaminantes es contraria a la Escritura (véase Heb. 13:4). Tercero, el verbo
contaminar (griego molynein) se encuentra tres veces en el Nuevo Testamento y en cada caso se emplea
de manera figurativa (1 Co. 8:7; Ap. 3:4; 14:4). El contexto de estos pasajes indica que el verbo contaminar
significa no caer en infidelidad para con el Señor.12 Y por último, en el libro de Apocalipsis se mencio-
nan cuatro mujeres (Jezabel [2:20]; la mujer que dio a luz a un niño varón [12:1–2, 4–6]; la gran ramera
[17:1–6, 15–18] y la esposa del Cordero [19:7]), de las cuales sólo la primera y la tercera condujeron al
pueblo a contaminación espiritual.
Una interpretación figurativa de esta cláusula armoniza con la pauta simbólica de Apocalipsis, a sa-
ber, el pueblo de Dios es la esposa del Señor (19:7; 21:2, 9; 22:17). Pablo dice a los corintios: «los tengo
prometidos a un solo esposo, que es Cristo, para presentárselos como una virgen pura» (2 Co. 11:2). Es-
to quiere decir que tanto hombres como mujeres quedan incluidos en la categoría de ser una virgen pu-
ra; ambos deben protegerse para no ser engañados e inducidos por la bestia a adorar la imagen del An-
ticristo. La pureza de la dedicación espiritual al Señor, por tanto, es la primera en la lista de cuatro ca-
racterísticas mencionadas antes para describir a los 144,000.
b. «Son los que siguen al Señor donde quiera que vaya». Es la segunda característica de formar parte
de la gran multitud de santos. Jesús dijo a los discípulos que «el que no toma su cruz y me sigue no es
digno de mí» (Mt. 10:38). Y dijo que, como pastor, va delante de su pueblo: «las ovejas lo siguen porque
reconocen su voz» (Jn. 10:4). Nótese, primero, que espera que su pueblo camine sobre sus pisadas y no
se desvíe (1 P. 2:21). Luego, [p 446] los santos buscan en él el liderazgo y la dirección en lo que avanzan
por la senda de la vida y eluden los ataques del diablo. Con el tiempo presente de los verbos seguir e ir
Juan subraya la actividad permanente del Cordero y de sus seguidores en la tierra. De nuevo, ese versí-
culo muestra que los 144,000 están en la actualidad siguiendo al Señor en obediencia a él.
c. «Son los redimidos del género humano, las primicias para Dios y el Cordero». Ésta es la tercera
característica. Al derramar su sangre en la cruz del Calvario, Jesús pagó la deuda para liberar a su pue-
blo de la maldición del pecado y la culpa. Si, pues, Cristo murió para redimir a su pueblo, ¿qué significa
la expresión primicias? Hay dos explicaciones. Primera, cuando los Israelitas recogían sus cosechas, las
primeras gavillas de la cosecha de cereales, las consagraban al Señor y esperaban que el resto de la cose-
cha siguiera su curso. Por esto Pablo escribe que los miembros de la familia de Estéfanas fueron las
primicias en Acaya (1 Co. 16:15), con la implicación de que esperaba que el resto de la cosecha se produ-
jera en el futuro cercano. Una segunda interpretación aplica el término primicias a toda la entidad, a la
totalidad de los 144,000 ofrecidos plenamente en gratitud a Dios y al Cordero. La expresión se puede

11 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 231; Caird, Revelation, p. 179; G. R. Beasley-
Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 223.
12 Refiérase a J. I. Packer, NIDNTT, 1:448–49. Consúltese también J. Ramsey Michaels, Interpreting the Book of Revelation

(Grand Rapids: Baker, 1992), pp. 137–38; Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), pp.
262–64.
346

referir a «la totalidad del pueblo de Dios como ofrenda apartada para Dios sin pensar en que habría 
más».13 Así pues, la suma total pertenece a Dios.
d. «Y en su boca no se encuentra mentira alguna, porque son irreprochables». Es la última de las
cuatro características. En un mundo anticristiano, saturado de mentiras y engaño, los cristianos ocupan
un lugar aparte como emblemas de verdad, honestidad e integridad. Si convirtiéramos la primera cláu-
sula en una declaración positiva con una cierta adaptación, diríamos «y la verdad sale de su boca». Da-
vid describe a las personas que pueden vivir en el santuario de Dios y en su santa montaña como el de
«conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad» (Sal. 15:2).
La primera cláusula se toma de los escritos de Isaías y Sofonías. El primero describe al Siervo Su-
friente sin engaño en su boca (Is. 53:9), y el segundo dice, «el remanente de Israel no cometerá iniqui-
dad, ni dirá mentiras, ni se hallará engaño en su boca» (Sof. 3:13). Los seguidores de Jesús, a los que el
profeta llama el remanente de Israel, se espera que hablen con verdad, como su maestro (1 P. 2:22).
Y la segunda cláusula, «son irreprochables» es un eco de la norma levítica de ofrecer a Dios animales
que no tuvieran ningún defecto (véase entre otros pasajes Lv. 1:3; 3:1, 6). Jesús se presenta a sí mismo
«una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Ef.
5:27; ver también Col. 1:22). Estos son los santos que forman parte de los 144,000.
[p 447] En conclusión, cuatro características describen a la gran multitud de santos que están con el
Cordero en el simbólico monte Sión (Sal. 2:6). En medio de los ataques de las fuerzas del Anticristo co-
ntra la iglesia en la tierra, dan prueba de pureza, obediencia, unidad y veracidad. Con estos rasgos los
santos pueden derrotar al maligno.
Palabras, frases y construcciones griegas en 14:1–4
Versículo 1
εἶδον καὶ ἰδού—estos dos verbos no sólo expresan la actividad de ver, sino que también ponen de relieve la
inmensidad de la visión misma.
τὸ ἀρνίον—el artículo definido que se refiere al Cordero tiene el sustento de los manuscritos principales y de
su empleo generalizado con el sustantivo (27 veces) en Apocalipsis, siendo la excepción 5:6. El texto mayoritario
incluye el artículo definido, pero en dos traducciones se excluye (KJV, NKJV).
Versículo 2
ὡς (segundo caso)—la presencia o ausencia de esta partícula es cuestionable, porque hay un sustento igual
para la inclusión y la omisión. El estilo de Apocalipsis favorece la inclusión, en especial cuando el primer elemen-
to de la comparación está ausente (compárese con 4:6; 6:6; 9:7; 19:1, 6 [tres veces]).14
Versículos 3–4

13 Beale, Revelation, p. 744 (su bastardilla); Bauer (p. 81) escribe que «se da menos énfasis a la secuencia cronológica que
a la calidad».
KJV King James Version
NKJV Nueva Versión King James
14 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), p. 677.
347
El texto griego utiliza el participio perfecto pasivo en el v. 3 (ἠγορασμένοι, han sido comprados) y el aoristo
indicativo pasivo en el v. 4 (ἠγοράσθησαν, fueron comprados) para describir a los seguidores del Cordero. Las
dos formas son similares en cuanto a significado, pero el perfecto ve la acción como ya realizada en el pasado
pero con resultados continuados.
E. Cuatro mensajes
14:6–13
El contraste de los capítulos 13 y 14 entre los seguidores de la bestia y los seguidores de Cristo con-
tinúa en este segmento. Un ángel proclama el evangelio eterno a todas las clases de personas, diciéndo-
les que teman a Dios y lo adoren como el creador. Este mensaje introduce no la gracia sino el juicio. Dos
ángeles más emiten juicio sobre Babilonia y sobre todos los que adoran a la bestia al ostentar la marca
de su nombre. Lo opuesto es que a los santos que obedecen los mandamientos de Dios y siguen fiel-
mente a Jesús, se les exhorta que sean pacientes. Reciben una bendición del Señor, porque, al descansar
ya muertos, sus obras siguen dando testimonio por ellos.
[p 448] 1. El primer ángel 
14:6–7
6. Y vi otro ángel que volaba en medio del cielo, con el evangelio eterno para proclamarlo a los 
que viven en la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
Juan escribe que vio a otro ángel que volaba por el firmamento entre cielos y tierra. Primero, la pala-
bra otro da por sentado que se ha mencionado antes a un ángel. La última referencia a un ángel concreto
fue el séptimo en la serie de ángeles que tocan trompetas (11:15). Ahora introduce a otro grupo de tres
ángeles en el que, en griego, se refiere a cada uno de ellos como «otro ángel».15 El primero de estos án-
geles vuela por los cielos, parecido al águila en 8:13, como augurio de juicio inminente. La posición del
ángel en medio del cielo hace posible que su mensaje se escuche desde muy lejos.
Este ángel tiene que proclamar el evangelio eterno a quienes viven en esta tierra, es decir, a todos los
grupos de la raza humana de «cada nación, tribu, lengua y pueblo» (compárese con Mt. 24:14). El sus-
tantivo evangelio sólo se encuentra aquí en todo Apocalipsis; va precedido del adjetivo eterno y en griego
va sin el artículo definido. El adjetivo apunta a la atemporalidad y permanencia de la palabra de Dios,
de la que las personas hacen caso omiso para su propio perjuicio. Jesús utilizó la ilustración del pueblo
en tiempos de Noé, que comieron, bebieron y se casaron hasta que Noé entró en el arca y la inundación
los arrastró (Mt. 24:38–39). Comer, beber y casarse son actividades humanas normales, pero esas perso-
nas las realizaron sin preocuparse para nada de la palabra o voluntad de Dios.
El ángel proclama el evangelio no necesariamente como buenas nuevas sino como recordatorio de la
verdad permanente de Dios; el ángel invita a hombres y mujeres a responder al mensaje de Dios antes
de que llegue el juicio. La expresión «toda nación, tribu, lengua y pueblo» se encuentra muchas veces en
Apocalipsis y alude a quienes viven en esa tierra sin arrepentirse y que son enemigos de Dios (compá-
rese con 11:9; 13:7; 17:15), a los santos que adoran al Señor (véase 5:9; 7:9), y a las personas de todo lugar
a las que se invita a arrepentirse (10:11). Aquí el ángel dirige el mensaje de arrepentimiento a todos los
pecadores que han sido indiferentes para con Dios y con su palabra, como resulta evidente por el men-
saje del ángel.

15 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 427.


348

7. Y dijo con voz poderosa, «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. 
Y adoren al que hizo cielos y tierra y el mar y los manantiales de agua.
El ángel habla con voz potente (véase 18:2) de modo que todos los habitantes de la tierra puedan oír
y responder al mensaje. Todo el que oye [p 449] reacciona en forma o positiva o negativa, o en forma
ardiente o apática, o con obediencia o con desdén. No hay término medio (Mt. 12:30).
Hay aquí una orden de temer a Dios y de darle gloria y de adorarlo, lo cual, sobre la base del texto
griego, se puede interpretar como «comiencen a temer, a dar gloria a Dios, a adorar a Dios».16 Si esta
interpretación es correcta, entonces el ángel se está dirigiendo a personas que todavía no han escuchado
el llamamiento de Dios a la reverencia, gloria y adoración (15:4). No le han mostrado respeto, han sido
insensibles a su palabra y testimonio y no han querido honrarlo. La intimación a temer a Dios pide reve-
rencia y alabanza de parte del género humano (Ec. 12:13). La orden de darle gloria es un dicho hebreo
que se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos: Josué le dijo a Acán que diera glo-
ria al Señor (Jos. 7:19; véase Jer. 13:16), y los fariseos mandaron al ciego de nacimiento que diera gloria a
Dios (Jn. 9:24). La frase significa decir la verdad por parte de pecadores que se presentan ante el tribu-
nal de Dios. De hecho los dos mandatos de temer a Dios y de darle gloria forman parte de la fraseología
de Juan en Apocalipsis (15:4; 19:5 y 16:9; 19:7 respectivamente).17
La razón de estos mandatos es que la hora del juicio de Dios ha llegado. El tiempo cronológico se es-
tá acabando para la raza humana, porque el final está cerca con el día del juicio en puertas. De hecho, el
ángel anuncia que la hora del juicio ha llegado. Juan ya había aludido a esto, al escribir que cuando los
adversarios de Dios vieron su intervención en favor de los dos testigos, se aterrorizaron y dieron gloria
al Dios de los cielos (véase comentario acerca de 11:13). Ahora oímos el anuncio que emite el ángel, pero
no se nos dice cuál será su efecto. La referencia al tiempo del juicio es un tema que se repite en Apoca-
lipsis: juicio inminente para los pecadores (6:16); juicio de los muertos (11:18); el juicio ha llegado
(14:15–16); el gran día de la ira de Dios (16:17–21); el jinete que viene para juzgar (19:11–21); y el juicio
final (20:11–15).
Se les dice a las personas que adoren a Dios, el hacedor de cielos y tierra y del mar y de los manan-
tiales de agua. En Apocalipsis son escasas las referencias a Dios el creador (4:11; 10:6; 14:7) mientras que
son abundantes en el Antiguo Testamento, y el mensaje del ángel se hace eco de términos tomados del
Antiguo Testamento (p.ej., Gn. 1:1; 14:19, 22; 2 Cr. 2:12).18 La [p 450] esencia del mandato del ángel es
mostrar la inmensa diferencia entre adorar a Dios como creador del universo y adorar a la bestia como
sierva de Satanás (13:4, 8, 12, 15). La comparación es ridícula, porque Dios es el creador, Satanás el des-
tructor.

16 Véase Richard A. Young, Intermediate New Testament Greek: A Linguistic and Exegetical Approach (Nashville: Broadman,


1994), p. 143; S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren ann Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 295.
17 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 2:3, 13;

David A. de Silva, «A Sociorhetorical Interpretation of Revelation 14:6–13: A Call to Act Justly toward the Just and
Judging God», BBR 9 (1999): 65–117, en especial 88–89.
18 Consúltese W. Altink, «1 Chronicles 16:8–36 as Literary Source for Revelation 14:6–7», AUSS 22 (1984): 187–96;

también su «Theological Motives for the Use of 1 Chronicles 16:8–36 as Background for Revelation 14:6–7», AUSS 24
(1986): 211–21. Beale se refiere al texto de la LXX de Dn. 4:17, 30, 34, 37 como fuente del vocabulario de Juan (Revelation,
pp. 751–52).
349

2. El segundo ángel 
14:8
8. Y otro ángel, un segundo, siguió y dijo, «Caída, caída está Babilonia la grande, que hizo que 
todas las naciones bebieran el vino iracundo de su fornicación».
El segundo ángel sigue al primero en medio de los cielos y pronuncia una palabra contra Babilonia,
la destructora de Jerusalén y del templo en el 586 a.C. La pregunta es en qué forma se relaciona este
anuncio con las palabras del primer ángel. La respuesta radica en la negativa de las personas a arrepen-
tirse y a dar a Dios la gloria que se le debe. La caída de los incrédulos es inevitable cuando no se arre-
pienten, porque entonces el juicio es su justa retribución.
La exclamación «caída, caída está Babilonia la grande» se toma de Isaías 21:9 y de Daniel 4:30, que
mencionan sucesivamente la caída y la grandeza de Babilonia (véase Ap. 18:2). En la forma moderna de
escribir expresamos énfasis mediante letra bastardilla o con el empleo de puntos de admiración. Estas
características no se conocían en el mundo antiguo, donde los escritores lograban el mismo fin con la
repetición de una palabra para ponerla de relieve, y de ahí la repetición de la palabra «caída». La ciudad
de Babilonia cayó ante los asirios en el 689 a.C., y ciento cincuenta años después ante los persas en el
539.
¿Qué significa Babilonia? Juan escribe el nombre seis veces, aquí y en 16:19; 17:5; 18:2, 10, 21. Hay por
lo menos tres interpretaciones en cuanto a este nombre:
- literalmente Babilonia, porque también se encuentra el nombre del río Eufrates (9:14; 16:12);
- nombre código para Roma, que al parecer utilizó Pedro (1 P. 5:13; véase también 2 Baruc 11.1; Orácu‐
los Sibilinos 5.143, 159, 434);
- referencia a la convergencia del mal en lugares concretos en toda la historia.
Aunque se pueden defender las tres explicaciones, la última merece atención, primero, a la luz del
contraste de bien y mal en Apocalipsis, en especial en los capítulos 13 y 14. Y segundo, si se limita la
referencia a Babilonia y Roma como los representantes más típicos de depravación en los días de Juan,
se restringe el mensaje de Apocalipsis. Este libro se dirige a la iglesia universal desde el siglo primero
hasta la consumación, con esperanza y aliento para todos los creyentes que viven en un mundo que [p 
451] es hostil a Dios y a su pueblo. Mounce llama a Babilonia «símbolo del espíritu de impiedad que en
todo tiempo seduce a las personas para que se aparten de la adoración del creador».19 Babilonia es ene-
miga de Dios que, como potencia mundial, oprime a los santos. De ahí que el nombre simbolice el go-
bierno del Anticristo que persiste hasta el fin del tiempo cósmico. Juan está tan seguro de su caída que,
mirando hacia el futuro, escribe en tiempo pasado, «Caída, caída está Babilona la grande».
La segunda parte de este versículo, «que hizo que todas las naciones bebieran el vino iracundo de su
fornicación», alude a Jeremías 51:7, «En la mano del Señor Babilonia era una copa de oro que embriaga-
ba a toda la tierra. Las naciones bebieron de su vino y se enloquecieron». La redacción de esta segunda

19Mounce, Revelation, p. 271; véase también Hoeksema, Behold, He Cometh! pp. 496–97; Homer Hailey, Revelation: An 
Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 308; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A 
Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 161; Greijdanus, Openbaring, p. 296; Lenski,
Revelation, p. 432; Luther Poellot, Revelation: The Last Book in the Bible (St.Louis: Concordia, 1962), pp. 187–88.
350

parte, que es la misma que en 18:3, causa perplejidad porque Juan habla de manera simbólica y junta
dos imágenes en una cláusula; son las imágenes del vino y de la ira de Dios combinados en la frase «el
vino iracundo». ¡Examinemos estas dos representaciones! El vino cuando se bebe en cantidad distorsio-
na la capacidad de la persona para pensar con sobriedad y racionalmente, y la fornicación a los ojos de
Dios es una maldad y una ofensa contra él. Para situar las imágenes en un contexto cotidiano, las nacio-
nes del mundo están intoxicadas con su repudio de Dios y de su revelación y se han vuelto hacia el cul-
to del poder que rige todas las esferas de la vida. ¿Qué significa todo esto? Apunta primero a la podero-
sa influencia que tiene el mal sobre las naciones del mundo de modo que llega a abotargar a las perso-
nas. Y luego, apunta hacia la ira de Dios en que incurren las personas cuando se rebelan contra Dios. La
segunda imagen es consecuencia de la primera y, por tanto, es mucho más terrible. La ira de Dios con-
duce de manera inevitable al día del juicio en cuyo tiempo sus enemigos serán eliminados y arrojados a
un lugar de tormento.
3. El tercer ángel 
14:9–12
9. Y otro ángel, un tercero, los siguió, diciendo con voz poderosa,
«Si alguien adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en la frente o en la mano, 10. también 
beberá el vino de la ira de Dios que ha sido vertido con plena potencia en la copa de su ira. Y será 
atormentado con fuego y azufre en la presencia de los santos ángeles y del Cordero.
a. «Si alguien adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en la frente o en la mano». Un tercer
ángel que volaba en medio de los cielos exclamó [p 452] en voz alta como el primer ángel, de modo que
todos en todos los lugares de la tierra pudieran oírlo. Es el último de un grupo de tres que expresan una
advertencia de condena y destrucción que se aproximan. La ira de Dios espera a los que en lugar de
adorarlo rinden culto a la bestia.
El ángel se dirige a todos los que ya rinden pleitesía a la bestia que sale del mar de humanidad y a
quienes veneran la imagen que ha sido erigida en su honor.20 Esas personas que tienen la marca de la
bestia en la frente y la mano pueden comprar y vender. Pero los que se niegan a rendir culto a la bestia
se enfrentan con pobreza y muerte. Sin esta marca distintiva se ven excluidos de los mercados (13:15,
17).
b. «También beberá el vino de la ira de Dios que ha sido vertido con plena potencia en la copa de su
ira». El culto a la bestia y a su imagen es una violación directa del mandato de Dios de no postrarse ni
adorar a otros dioses e imágenes (Éx. 20:3–6). Esas personas que desobedecen se enfrentan con la ira de
Dios sin dilución.
Juan vuelve a utilizar la imagen de beber vino, que es una continuación de beber el vino iracundo de
la fornicación de Babilonia. El acto de beber vino, en tiempo futuro, indica que Dios entrega la copa a la
persona misma en forma muy parecida a como Dios dio a Jesús la copa de sufrimiento en el huerto de
Getsemaní (Mt. 26:42; Jn. 18:11). La persona tendrá que beber la copa de la ira; el tiempo futuro significa
lo inevitable del acto.21

20 Adorar a la bestia tiene su paralelo en adorar a su imagen (véase 13:4, 8, 12, 15; 16:2; 19:20; 20:4).
21 P.ej., NJB, JB, KJV, NRSV, NEB, REB.
351

He traducido el texto griego como «ira de Dios que ha sido vertida con plena potencia en la copa de
su ira» Las palabras plena potencia se remonta a la situación de los griegos que diluían el vino con agua.
Mezclaban el vino con agua en partes iguales en una vasija que se llamaba kratēr, de la cual procede el
derivativo «cráter».22 La ira de Dios no se ha diluido sino que se derrama con plena potencia en la copa
que se entrega a los pecadores. Dios dijo a Jeremías, «Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira, y
dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe» (25:15; véase también Is. 51:17, 22; Sal. 75:8).
c. «Y será atormentado con fuego y azufre en la presencia de los santos ángeles y del Cordero» La ira
de Dios adquiere proporciones estremecedoras porque sus adversarios no son simples objetos como
tales; serán atormentados interna y externamente. Al beber la copa de la ira de Dios, se abrasan inter-
namente ya que afecta a sus almas día y noche, y externamente al experimentar fuego abrasador y al
oler el hedor del azufre para siempre. Las Escrituras describen este tormento en términos pavorosos. Es
espantoso caer en las manos del Dios vivo (Heb. 10:31).
Las palabras fuego y azufre aparecen por primera vez en el relato de la destrucción de Sodoma y Go-
morra (Gn. 19:24). Hablando en forma [p 453] metafórica, otros encuentran el mismo destino: los mal-
vados (Sal. 11:6), Asiria (Is. 30:33), Edom (Is. 34:9), y Gog (Ez. 38:22). Además de este texto, Juan descri-
be el lago de fuego y azufre como el lugar donde estarán el diablo, la bestia, el falso profeta y todos los
malvados (19:20; 20:10; 21:8). Mientras que los santos están en la gloria, los santos ángeles y el Cordero
concuerdan con el terrible juicio que Dios pronuncia sobre sus enemigos (véase 6:16–17). Observan la
administración de la justicia perfecta de Dios. Henry Barclay Swete escribe, «Si los cristianos en la
hoguera o en el anfiteatro sufrieron ante una multitud de sus compatriotas, quienes niegan su fe deben
sufrir delante de una asamblea más augusta, compuesta de los santos ángeles y del Cordero».23 La ex-
presión santos ángeles sólo se encuentra aquí en Apocalipsis.
11. Y el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos, y no tienen descanso ni de día 
ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, y todo el que reciba la señal de su nombre.
El cuadro de tormento tiene como fin servir de advertencia a los incrédulos, quienes en su vida coti-
diana rechazan la revelación de Dios y de su Cristo. Juan, para esta descripción ha tomado las palabras
de la maldición que Dios pronunció sobre Edom, donde brea y azufre se quemarán sin cesar noche y
día mientras su humo asciende sin cesar (Is.34:9–10).24 Los archienemigos de Dios permanecen para
siempre en medio del humo de este fuego que los atormenta. Su tormento no tiene fin; no puede aca-
barse ni con la muerte ni con la aniquilación (4 Mac. 13:15). Es imposible huir de la justa justicia de Dios
excepto por arrepentimiento y por creer en Cristo durante la vida de uno.
Apocalipsis es un libro de contrastes de principio a fin. El humo del tormento que aflige a los anta-
gonistas de Dios es lo opuesto al humo en el altar de incienso mezclado con las oraciones de los santos
que ascienden hasta Dios (8:4), La cláusula «y no tienen descanso ni de día ni de noche» se refiere a los
malvados que sufren sin cesar día y noche en un tormento angustiante. Esta cláusula también se en-
cuentra en la escena en la sala del trono, pero ahí se refiere a las cuatro seres vivientes: nunca dejan de

22 Aune, Revelation 6–16, p. 833.


23 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 185.
24 Consúltese Jan Fekkes, Isaiah and Prophetic Traditions in the Book of Revelation: Visionary Antecedents and Their 

Development JSNTSup 93 (Sheffield: JSOT, 1994), pp. 206–8; Robert A. Peterson, Hell on Trial: The Case for Eternal 
Punishment (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed, 1995), pp. 196–97.
352

cantar, «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, quien era, y es, y ha de venir» (4:8). Mien-
tras que los malvados sufren, los querubines cantan loores a Dios. El culto a la bestia conduce a tormen-
to sin fin, pero la adoración de Dios a gozo eterno.25
[p 454] La última parte de este versículo se toma de versículos en el capítulo anterior (13:15, 16, 17).
Apunta a aquellos que adoran a la bestia y a su imagen, y que llevan la marca de su nombre. Estas per-
sonas pertenecen a la bestia y le rinden culto sólo a ella. Se han negado a glorificar a Dios y en conse-
cuencia se lo encuentran como el juez de toda la tierra (19:2–3). Los santos, por otro lado, sufren perse-
cución mientras están en la tierra pero se encuentran con su Señor y salvador cuando ingresan en la
nueva Jerusalén en gloria.
12. He aquí la resistencia de los santos, los que observan los mandamientos de Dios y la fe de Je‐
sús».
El texto es un resumen de los versículos anteriores y al mismo tiempo una elaboración de lo expre-
sado en 13:10, «He aquí la resistencia y la fe de los santos». De igual modo 13:18 afirma, «He aquí la sa-
biduría». Mientras Juan escribe acerca de los malvados y del juicio perfecto de Dios, no se olvida de los
santos. También tiene una palabra para ellos. En medio de las pruebas por no rendir culto a la bestia y
recibir su marca, los santos deben utilizar sabiduría celestial al dirigir la mirada al final y soportar con
paciencia.
¿Cómo siguen los cristianos viviendo en un mundo pagano hostil? Juan responde que deben conti-
nuar guardando los mandamientos de Dios y la fe en Jesús. Los mandamientos divinos se sintetizan en
el decálogo y se revelan plenamente en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos. A medida
que el mundo se aparta cada vez más de los mandamientos divinos y los ve como obsoletos, se les dice
a los cristianos que los guarden. Saben que, si los observan, la recompensa es grande (Sal. 19:11). La ley
de Dios permanece a lo largo de los siglos, no debe modificarse, es pertinente para todas las culturas y
nunca será descartada.
La última frase de este versículo, la fe de Jesús, se traduce:
- fe en Jesús. Se interpreta de manera subjetiva como la fe de una persona en Jesucristo.
- fe de Jesús. Fe objetiva que consiste en recitar el credo cristiano en el culto o en defender el evangelio.
- fiel a Jesús. La fe que demuestra lealtad incondicional es fe objetiva en acción.
Aunque caben tanto la fe subjetiva como la objetiva, me inclino por la segunda opción. Los creyentes
que ponen en práctica su fe en Jesús dan prueba de su constante fidelidad a él.26
[p 455] 4. Una voz celestial 
14:13
Este pasaje se lee y aplica en funerales para consolar a quienes lamentan la pérdida de algún parien-
te cercano o amigo. Las palabras, presentadas bajo la forma de bienaventuranza y sustentadas en el tes-

25 El texto de 4 Esdras (=2 Esdras) 7:36 dice, «El lugar de tormento aparecerá, y frente a él el lugar de descanso; el horno
del infierno será exhibido, y en el lado opuesto el paraíso de gozo» (REB). Véase también 1 Enoc 48.9.
26 Aune (Revelation 6–16, p. 837) llama glosa a la frase kai tēn pistin Iēsou (y fidelidad a Jesús), pero no hay evidencia en

los manuscritos griegos que valide dicha sugerencia.


353

timonio del Espíritu, son preciosas para el pueblo de Dios. Transmiten un mensaje de aliento y apoyo
siempre que los cristianos se enfrentan con la muerte. De hecho, tienen como fin eliminar el temor a la
muerte, porque Cristo ha triunfado sobre la muerte y el sepulcro y bendice a sus seguidores que mue-
ren en él.
El mundo, que es hostil a Dios y a su pueblo, está destinado a perecer; por el contrario, los santos
que mueren en el Señor entran a la felicidad eterna. Los enemigos de Dios se enfrentan al fracaso y la
destrucción final (vv. 8–12), en tanto que los santos entran al descanso eterno en la presencia de su Se-
ñor.
13 Y oí una voz del cielo que decía, «Escribe. Bienaventurados son los muertos que mueren en el 
Señor de ahora en adelante. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, porque sus obras los 
seguirán».
Juan no identifica a quien habla, como ocurre a menudo en Apocalipsis.27 Se trata de una voz que
expresa en Apocalipsis la segunda bienaventuranza de una lista de siete (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6;
22:7, 14). El Señor, un ángel, o alguien anónimo pronunció estas bienaventuranzas.
La voz le dice a Juan que escriba. Fue una orden que ya había escuchado en ocasiones anteriores
cuando Cristo le mandó que escribiera y el Espíritu hizo una promesa a las iglesias (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7,
14; ver también 1:11, 19; 19:9; 21:5). Esta bienaventuranza va dirigida a los muertos, a saber, a aquellos
que mueren en el Señor. En otras palabras, la frase los muertos se puede utilizar para describir a los no
creyentes (20:5), pero el calificativo que mueren en el Señor aclara su significado. Los creyentes cuyos ojos
están puestos en Jesús, quien es el autor y perfeccionador de su fe (Heb. 12:2), no temen a la muerte, en
tanto que los incrédulos están llenos de temor del juicio y de la condenación (Ap. 6:15–17).
¿Qué significa la expresión de ahora en adelante? ¿Debería interpretarse con la primera cláusula
«bienaventurados son los muertos» o con la frase toda?28 ¿Son sólo los santos que pierden la vida con
muerte de mártires los llamados bienaventurados o son bienaventurados todos los creyentes? ¿Y cuán-
do comienza el ahora?29
[p 456] Se alaba a todos los santos que esperan vivir en la Jerusalén celestial «de la cual Dios es ar-
quitecto y constructor» (Heb. 11:10). Aquí Juan agrega la cláusula aclaradora «que mueren en el Señor»
para especificar su relación con Jesús. Esta relación era un consuelo para los cristianos perseguidos en
Asia Menor en tiempos de Juan. Luego, es un consuelo para todos los creyentes que saben que Cristo
los acoge en las puertas del cielo. Y estas palabras alientan a los cristianos que incluso ahora o en el fu-
turo soportan el pleno impacto de la persecución, la injusticia, las ofensas y las calumnias por el nombre
de Cristo (Mt. 5:11–12). En resumen, la voz celestial pronuncia palabras de seguridad no sólo para quie-
nes mueren como mártires sino para todo el pueblo de Dios. Todo el que con fe mira a Jesús se encuen-
tra en el período de ahora.

27 Véase, p.ej., Ap. 10:4, 8; 11:12; 12:10; 16:1; 18:4; 21:3.


28 Compárese con Lenski, Revelation, p. 441.
29 Por lo menos dos traducciones consideran que las palabras en adelante o su equivalente forman parte de la segunda

mitad del versículo. «‘En adelante’, dice el Espíritu, ‘pueden descansar de sus trabajos’» (NEB) y «‘Bienaventurados en
verdad’, dice el Espíritu, ‘ahora pueden descansar para siempre de su trabajo’» (NJB). Este orden de las palabras puede
deberse a la influencia de la Vulgata, que considera la afirmación como parte de la declaración del Espíritu. El flujo de
la frase, sin embargo, sitúa las palabras en adelante al final de la primera oración completa.
354

El Espíritu Santo reafirma las palabras que pronuncia la voz celestial, porque asegura a los santos
que descansarán de los esfuerzos terrenales llevados a cabo por el Señor. Dios no olvida sus obras, por-
que en el cielo los corona con su bendición de gracia y gloria (Ap. 6:11; Heb. 6:10). Los santos no perde-
rán sus recompensas (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8). Así pues, por medio del Espíritu Jesús dice a los santos per-
seguidos en Filadelfia que les dará un nombre nuevo, es decir, el nombre de Dios y el nombre de la
nueva Jerusalén que desciende del cielo (Ap. 3:12). Y por último, Jesús dice que a su regreso recompen-
sará a todos de acuerdo con lo que hayan hecho (22:12).
Palabras, frases y construcciones griegas en 14:6–13
Versículo 6
ἄλλον ἄγγελον—la presencia del adjetivo es más difícil de explicar que su ausencia y por tanto es más pro-
bable que sea la lectura original. Su omisión se debió a su falta de pertinencia obvia ya que la referencia prece-
dente a un ángel individual aparece mucho antes en 11:15.30
εὑαγγέλιον … εὑαγγελίσαι—la falta del artículo definido, que aportan los traductores, muestra que lo que
se proclama no son las buenas nuevas como tales sino un mensaje de arrepentimiento. El infinitivo aoristo forta-
lece el concepto de proclamar un mensaje pero en sí mismo el verbo es intransitivo.
Versículo 7
λέγων como el participio ἔχοντα, este participio presente es el objeto del verbo ver y por tanto debería haber
estado en acusativo.
Versículo 8
ἔπεσεν—la repetición es para énfasis, en tanto que el tiempo aoristo denota que su acción ocurrió reciente-
mente.
[p 457] Nótese la sucesión de genitivos en la que el genitivo principal τοῦ οἴνου precede al dependiente.31
Versículo 13
οἱ ἀποθνῄσκοντες—«los que están muriendo». El participio presente activo se refiere a un solo acto que ca-
racteriza a todas las personas.
ἀπ ἄρτι—Blass y Debrunner sugieren la traducción «exactamente» o «ciertamente».32
ἵνα ἀναπαήσονται—la cláusula ἵνα con el subjuntivo aoristo puede introducir «la idea de resultado conce-
bido», pero el contexto muestra que «tiene un significado imperativo».33
F. La ira de Dios
14:14–20
Juan asume un enfoque cíclico en cuanto a su tema, volviendo una y otra vez al juicio. Los siete ver-
sículos siguientes no son una excepción, porque la referencia a la cosecha es un símbolo del juicio veni-

30 Metzger, Textual Commentary, p. 678.


31 Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament and Other Early Christian Literature, trad.
y rev. Robert Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1961), §168.2.
32 Blass and Debrunner, Greek Grammar, §12.3.

33 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 452.


355

dero. Esto resulta evidente por las hoces y la recolección de los racimos de uvas que son arrojados en el
gran lagar de la ira de Dios.
La primera parte de este capítulo reveló la suerte de los santos, cuyo futuro espiritual está asegura-
do (vv. 1–4). La segunda parte contiene los mensajes de los tres ángeles que mencionan la hora del jui-
cio en el que los enemigos de Dios reciben toda la fuerza de su ira (vv. 9–13), mientras que los santos
ingresan a su descanso. La última parte del capítulo (vv. 14–20) se ocupa de la cosecha de la tierra y de
la vendimia de las uvas de la ira de Dios; es decir, en forma positiva el ingreso de los santos y en forma
negativa la condena de los incrédulos.34 Estas imágenes de cosecha simbolizan el juicio que aparece con
claridad tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. «Mano a la hoz, porque la mies está madu-
ra. Vengan a pisar las uvas, porque está lleno el lagar. Sus cubas se desbordan: ¡tan grande es su mal-
dad!» (Jl. 3:13; comparar con Is. 63:1–6; Lm. 1:15). De igual modo en la parábola de la cizaña Jesús des-
cribe el día del juicio (Mt. 13:29–30, 37–43). Primero se cosechan los elegidos y luego los malos: primero
el trigo y luego la cizaña.
El paralelismo de los versículos 14–16 y 17–20 es asombroso: hay dos hoces, dos personas que utili-
zan las hoces, dos ángeles que salen del templo, dos ángeles que llaman en voz alta, dos órdenes de uti-
lizar la hoz, dos referencias a la mies madura y a uvas maduras, y dos cosechas. Adviértase también
que la palabra hoz se encuentra exactamente siete veces en los versículos 14–20 para ilustrar lo completo
del juicio de Dios.
[p 458] 14. Y vi, y mira, una nube blanca. Y sobre la nube había alguien sentado como hijo del 
hombre. Sobre la cabeza tenía una corona de oro y en la mano una hoz afilada.
a. «Y vi, y mira, una nube blanca. Y sobre la nube había alguien sentado como hijo del hombre». Ya
es la tercera vez que en el capítulo 14 Juan escribe las palabras «y vi» (vv. 1, 6), y cada vez introduce un
tema nuevo pero conexo. Son el lugar de los santos, los mensajes de los ángeles y el movimiento blan-
diente de la hoz por parte del Señor y de un ángel respectivamente.
El escritor comienza este último segmento con una referencia a la profecía de Daniel 7:13, «En esa vi-
sión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía entre las nubes del cielo» (compárese con Mt.
24:30). Juan ya había aludido a este pasaje del Antiguo Testamento cuando predijo el retorno de Jesús
«viniendo con las nubes» y lo llamó «hijo del hombre» (1:7 y 13 respectivamente). Aquí comienza con
una referencia a la nube blanca. Es el único lugar en las Escrituras donde se encuentra la expresión una 
nube blanca. El color blanco en este caso es símbolo de santidad y juicio,35 y estas nubes son exactamente
lo opuesto a los densos nubarrones amenazadores que pretenden ocultar la gloria de Dios (Éx. 19:9; 1 R.
8:12). Aquí a plena vista sobre una sola nube está sentada una persona como hijo del hombre. Los evan-
gelistas mencionan las palabras de Jesús a Caifás, «De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del
Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo» (Mt. 26:64, la cursiva
indica énfasis; véase también Mr. 14:62). El término hijo del hombre en el vocabulario de Juan se refiere
sin lugar a dudas el Señor Jesucristo en su segunda venida (véase Ap. 1:7, donde se encuentra la expre-
sión idéntica).

34 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 296. Véase también su Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology


(Cambridge: Cambridge University Press, 1993), pp. 96–98.
35 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 155.
356

b. «Sobre la cabeza tenía una corona de oro y en la mano una hoz afilada». Además del título danié-
lico hijo del hombre Juan describe la venida del Mesías como realeza. Jesús lleva una corona de oro en la
cabeza para mostrar que es un conquistador victorioso (compárese 6:2; 2 S. 12:30; 1 Cr. 20:2). Lleva la
corona real como símbolo de victoria; también los veinticuatro ancianos que rodean el trono de Dios
llevan coronas de oro (4:4). Y Jesús lleva en la mano una hoz afilada como símbolo de la cosecha. La hoz
ha sido afilada para que resulte un instrumento eficaz en manos del cosechador para llevar a cabo sin
oposición y demora la tarea de recoger la cosecha.
15. Y otro ángel salió del templo gritando con voz poderosa al que estaba sentado en la nube, 
«Envía tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la cosecha, porque la cosecha de la tierra está ma‐
dura». 16. Y el que estaba sentado en la nube envió su hoz a la tierra y la tierra fue cosechada.
[p 459] Cuando Juan emplea el término otro, no da a entender que el «hijo del hombre» sea angélico.
En Apocalipsis Juan no afirma en ninguna parte que Jesús sea un ángel. De hecho, el escritor de
Hebreos muestra con claridad que el Hijo ha heredado un nombre que es muy superior al de los ánge-
les (1:4). La expresión, por tanto, debería verse en la secuencia de los ángeles mencionados antes en los
versículos 6, 8 y 9; este ángel es el cuarto, y faltan todavía dos más.
Algunos comentaristas tienen dificultad con la idea de que un ángel con una orden de Dios le diga
al Cristo exaltado que comience la cosecha. ¿Acaso Cristo en quien «toda la plenitud de la divinidad
habita» (Col. 2:9) no lo sabría todo? ¿Por qué un ángel tiene que fungir como intermediario entre el Pa-
dre y el Hijo? De ahí que Leon Morris se pregunte «por qué el ángel está más cerca de Dios que el Cristo
glorioso».36 En sus palabras acerca de las últimas cosas, Jesús dijo a sus discípulos que aparte del Padre
nadie, ni el Hijo ni los ángeles, conoce el día o la hora del fin (Mt. 24:36; Mr. 13:32; Hch. 1:7). En reali-
dad, lo que Jesús enseñó mientras estuvo en la tierra, lo enseña ahora Juan en una forma apocalíptica
simbólica.37 El ángel comunica del Padre al Hijo un mensaje de que el tiempo de la cosecha ha llegado.
El ángel procede del templo, de la presencia misma de Dios. Desde la sala del trono (7:15), se envía
al ángel a que proclame en alta voz de modo que todos, cerca y lejos, lo puedan oír decir al «hijo del
hombre» que coseche la mies madura. Se trata de la cosecha simbólica de trigo que se recolecta en el
momento adecuado cuando los tallos y los granos están secos. Se cosecha la mies sin dilación. En este
caso el tiempo para cosechar se refiere de manera figurativa al día del juicio (véase Jer. 51:33; Jl. 3:13;
Mt. 13:30, 40–42).38 Es el momento de reunir a los creyentes en el reino, porque la hoz se blande para
cosechar al pueblo de Dios (Mr. 4:29; Jn. 4:35–38). El «hijo del hombre» ha recibido la autoridad de utili-
zar la hoz, aunque recurra a sus ángeles para que lo ayuden (Mt. 13:39; 24:31).
17. Y otro ángel salió del templo celestial, y tenía una hoz afilada.

36 Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leidester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 178; Beale (Reve‐
lation, p. 772) interpreta que el ángel quizá tenga «autoridad sobre el Hijo del hombre, que entonces está subordinado
al ángel», lo cual llama subordinación funcional. Sin embargo, es mejor reconocer con George Eldon Ladd (Commentary 
on Revelation of John [Grand Rapids: Eerdmans, 1972] p. 199) que «la relación entre Cristo y sus ángeles es un misterio
que no podemos resolver».
37 Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), p. 150.

38 En la traducción, el texto hebreo de Zac. 5:1 dice, «Alcé otra vez la vista, y vi ante mi un rollo que volaba». Pero el

texto de la Septuaginta, que es probable que Juan utilizara, como resulta evidente en el versículo siguiente, difiere, «Y
vi, y mira, una hoz que volaba». Las palabras hebreas para rollo (mglh) y hoz (mgl) parecen similares.
357

A primera vista, este versículo parece repetitivo y superfluo. Pero si pensamos mejor, nos damos
cuenta del diseño complejo de Apocalipsis con respecto a los dos últimos ángeles de los seis que se
mencionan en este capítulo.
[p 460] 
 - El quinto ángel, que procede del templo (v. 17), es análogo al cuarto ángel que sale del mismo
lugar (v. 15).
- El cuarto ángel comunica al «hijo del hombre» que ha llegado el momento de la cosecha y de uti-
lizar la hoz (v. 15). El sexto ángel (v. 18) instruye al quinto ángel (v. 17) que tome la afilada hoz
para recolectar las uvas maduras.
- El «hijo de hombre» recolecta a los elegidos de Dios, mientras que el quinto ángel cosecha a to-
dos los que a lo largo de su vida se opusieron a Dios, a su palabra y a su reino.
- La expresión primicias (v. 4) se refiere a la cosecha de los elegidos de Dios; aparte de ello está la
cosecha de recolectar las uvas (los depravados) destinados al gran lagar de la ira de Dios (v. 19).
La segunda hoz se utiliza no para cosechar la mies (el pueblo de Dios) sino para las uvas de la ira
(los enemigos de Dios). Resulta interesante que el texto de Joel 4:13 en la Septuaginta utiliza el plural
«hoces», lo cual implica la secuencia de dos cosechas.39 El pasaje del Antiguo Testamento es el trasfondo
del diseño de Juan. Esto resulta obvio en griego, porque el autor de Apocalipsis utiliza dos verbos dife-
rentes para recolectar la mies (zeridsein, v. 15) y para acopiar uvas (trugan, v. 18). Además, en este caso
trillar es una sola acción y no va seguido de aventar. La recolecta de las uvas, sin embargo, va seguido
de aplastarlas en el lagar (v. 20). Esta es la diferencia entre reunir al pueblo de Dios para su gloria y re-
colectar a sus enemigos para la ira.
18. Y otro ángel salió del altar. Tenía poder sobre el fuego, y gritó con voz poderosa al que tenía la 
hoz afilada, diciendo, «Envía tu hoz afilada y recoge los racimos de las vides de la tierra, porque sus 
uvas están maduras».
Se trata del sexto ángel mencionado en secuencia. Pero nótese que este ángel sale del altar, que es el
altar del incienso y oración ya analizado en pasajes anteriores (8:2–3, 5; 9:13; 11:1; ver también 16:7).
Aquí en el altar ascienden las oraciones de los santos hacia Dios (6:9–10), quien responde a las peticio-
nes con el envío de un ángel para que anuncie el juicio. A otro ángel con una hoz se le dice que recolecte
las uvas de la ira de Dios. Es el cumplimiento de la palabra de Jesús acerca del juicio, «He venido a traer
fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!» (Lc. 12:49). En este caso el fuego describe
de manera metafórica el juicio venidero (8:5; comparar con 2 Ts. 1:7).
Los rabinos enseñaban que cada ángel recibía una tarea específica; es decir, ningún ángel podía te-
ner una doble asignación. Por ejemplo, un ángel [p 461] trajo el mensaje de que Sara tendría un hijo;
otro ángel vino a salvar a Lot de la inminente destrucción; y un tercer ángel recibió la tarea de destruir a
Sodoma y Gomorra.40 ¿Tiene, pues, el sexto ángel dos tareas? No, ha recibido poder sobre el fuego, que

39 Beale, Revelation, p. 775; Aune, Revelation 6–16, pp. 799–800. Bauckham (Climax of Prophecy, p. 290) señala que Joel
utiliza la palabra hebrea qsyr por cosechar cereales y luego escribe acerca de cosechar uvas. A propósito, la palabra
hebrea para cosechar uvas es bsyr.
40 SB, 3:815. Compárese también con Aune, Revelation 6–16, p. 846.
358

describe el juicio; y ejerce su autoridad dándole una orden al quinto ángel: «Envía tu hoz afilada y reco-
ge los racimos de las uvas de la tierra, porque sus uvas están maduras». El mandato se expresa con voz
poderosa de modo que todos en el cielo y en la tierra puedan oír el mensaje de juicio que comienza en
cuanto el quinto ángel aplica la hoz. El juicio es el resultado del repudio continuo y persistente de Dios
y de su revelación por parte de los incrédulos y es la respuesta de Dios a las numerosas oraciones que le
han dirigido una multitud de santos que han sufrido en la tierra y las almas bajo el altar.41
Lo afilado de la hoz indica que la tarea de recolectar las uvas se realizará en un tiempo récord. Estas
uvas, sin embargo, no se recolectan para consumo y disfrute humanos. Los racimos de uvas que se reco-
lectan está destinados al gran lagar de la ira de Dios.
19. Y el ángel arrojó su hoz sobre la tierra y recogió las uvas de la tierra, y las arrojó al gran lagar 
de la ira de Dios.
El paralelismo con el versículo 16, donde Jesús arroja la hoz a la tierra y cosecha lo que hay en ella,
es evidente. Aquí el quinto ángel arroja su hoz a la tierra y la cosecha. Uno recoge las gavillas y el otro
los racimos de uvas. El texto griego dice literalmente, «Y el ángel … recolectó la vid de la tierra». La pa-
labra vid representa la totalidad de las uvas producidas.
Juan parece tener presente a Isaías 63:2, donde la palabra lagar se sitúa en el contexto de Dios que pi-
sa las uvas de ira (Lm. 1:15). Las uvas son las naciones, es decir, los adversarios de Dios (Jl. 3:13). Él solo
las va pisando en lo que Isaías llama el día de venganza (63:4). Es el día del juicio cuando Dios imparte
justo castigo sobre las naciones y otorga redención a su pueblo. Pisa a las naciones en su ira y «hace co-
rrer su sangre sobre la tierra» (63:6). Los enemigos de Dios y del Cordero no pueden ocultarse de su ira.
«Porque el gran día de su ira ha llegado, y quién puede hacerle frente?» (6:17; véase también 19:15).
20. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y la sangre salió del lagar para subir por las bridas de 
los caballos por una distancia de mil seiscientos estadios.
a. «Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad». En agosto y setiembre se dejaban las uvas recolectadas
al sol por un tiempo para aumentar el contenido de azúcar. Luego se echaban al lagar, que tenía forma
cuadrada o redonda con una profundidad de entre 35 y 65 centímetros. La prensa tenía una ligera incli-
nación de manera que el jugo fluyera por una apertura hacia una pequeña cuba. Varias personas a la
vez aplastaban las uvas con los pies.
[p 462] En una descripción del juicio, Isaías escribió que el Mesías, pisando solo las uvas en el lagar,
las aplastaba en su ira mientras que su sangre salpicaba sus vestidos (63:3).42 Y aunque Juan escribe el
verbo en voz pasiva fue pisado, por el Antiguo Testamento sabemos que el agente es Jesucristo. De igual
modo, Jacob en su lecho de muerte bendice a sus hijos y escoge a Judá como receptor de una profecía
mesiánica. Habla del Mesías que lava «su ropa en vino; su manto en la sangre de las uvas» (Gn. 49:11; y
ver Dt. 32:14). El jugo de las uvas de color rojo parece sangre.
El derramamiento de sangre no se debe producir dentro de los muros de la ciudad (Mt. 27:31; Mr.
15:20; Lc. 23:32; Jn. 19:17; Hch. 7:58; Heb. 13:12). Algunos estudiosos identifican el lugar con Jerusalén,

41Refiérase a Roloff, Revelation, p. 178.


42Véase Barry L. Bandstra, «Wine Press; Winevat», ISBE, 4:1072; Arnold C. Schultz, «Wine and Strong Drink», ZPEB,
5:936–38.
359

porque la santidad de esta ciudad no podría violarse. Pero en Apocalipsis el concepto ciudad santa se
refiere a la morada de los santos, que está separada del lugar donde moran los incrédulos (11:2, 8; 20:9;
21:27; 22:14–15. La ciudad es la presencia del Señor donde los santos moran sanos y salvos sin que los
afecte la ira de Dios y del Cordero. «Fuera de la ciudad quiere decir fuera de la nueva Jerusalén».43
b. «Y la sangre salió del lagar para subir por las bridas de los caballos por una distancia de mil seis-
cientos estadios». Por primera vez aparece la palabra sangre en el contexto que nos ocupa. Aviva la in-
tensidad del conflicto entre Cristo y las fuerzas del Anticristo que se enfrentan al juicio y a un castigo
terrible. Juan en forma obvia describe la escena utilizando imágenes simbólicas de jugo de uvas proce-
dente de un lagar y que representa sangre, y caballos con bridas que representan guerra. En 19:11–21
escribe una situación similar a esta guerra. Ahí menciona al jinete que pisotea el lagar de la furia de la
ira de Dios Todopoderoso, cuya vestimenta está empapada en sangre y cuyo nombre es la Palabra de
Dios, Rey de reyes y Señor de señores. Este jinete en un caballo blanco es un juez que juzga con rectitud
y un general que guerrea con sus enemigos.
El enemigo se enfrenta a una aniquilación completa hasta el punto de que el nivel de la sangre llega
hasta las bridas de los caballos. La longitud de este río de sangre es de 1,600 estadios, o sea, de unos 300
kilómetros Algunos comentaristas relacionan esta medida a la tierra de Israel de norte a sur. Otros ex-
plican que la cifra equivale al cuadrado de cuarenta. Cuarenta es el número tradicional que simboliza
castigo (cuarenta años en el desierto [Nm. 14:33]; cuarenta azotes para quien cometa un crimen [Dt.
25:3]).44 [p 463] Todavía otros interpretan el número 1,600 de manera simbólica como el cuadrado de
cuatro multiplicado por el cuadrado de diez; el número cuatro representa la tierra y el diez significa
plenitud en el sistema decimal.
Unas cuantas observaciones. Primera, en esta parte del capítulo llena de simbolismo resulta difícil
sostener que el número 1,600 debería tomarse literalmente.45 ¿Están los adversarios del Mesías todos en
un lugar, a saber, en la tierra de Israel?
Luego, el número cuarenta significa un número acabado que en las Escrituras especifica la duración
de una generación, la edad de casarse de Isaac y Esaú, la duración de los reinados de David y de Salo-
món, un intervalo de ayuno, y el período entre la resurrección y ascensión de Jesús. Limitar, por tanto,
este número a un tiempo de castigo parece demasiado restrictivo.
Por último, el reinado del Anticristo es a escala mundial en cuanto a alcance y no está limitado a
ninguna parte concreta del globo. El cuadro que Juan presenta es de conflicto global que abarca a todas
las naciones del mundo y conduce a su destrucción final. El juicio de Dios es universal.46
Palabras, frases y construcciones griegas en 14:14–20

43 Krodel, Revelation, p. 276; Poellot, Revelation, p. 197. Por el contrario, Kiddle (Revelation, p. 294) y Caird (Revelation,
pp. 193–4) afirman que la ciudad es Babilonia la grande, pero esta interpretación parece improbable debido a las difi-
cultades exegéticas. Otros (Mounce, Thomas, Wall, Walvoord) sugieren a la Jerusalén terrenal, lo cual resulta difícil de
sustentar a la luz de la distancia de trescientos kilómetros que se menciona al final de este versículo.
44 Beasley-Murray, Revelation, p. 230.

45 SB, 3:817; 1 Enoc 100.3; 4 Esdras (=2 Esdras) 15:35. Thomas (Revelation 8–22, p. 224) afirma su preferencia por una in-

terpretación literal, pero admite que «ésta es una preferencia que no se sustenta en una argumentación sólida».
46 Véase los comentarios de Roloff (p. 178), Hendriksen (p. 156), Lenski (p. 452), Poellot (p. 19), Charles (2:26), Johnson

(p. 544) y Mounce (p. 281).


360

Versículo 14
Juan viola las reglas de la gramática griega en el versículo 14, porque el primer caso del sustantivo νεφέλη
debería haber estado en acusativo por ser objeto del verbo ver, y el sustantivo υἱὸν debería haber estado en dativo
por razón del adjetivo ὅμοιον (véase Lc. 6:48). Juan es coherente, porque la frase ὅμοιον υἱὸν ἀνθρώπου también
aparece en 1:13.
ἔχων—este participio presente en nominativo debería haber estado en acusativo para modificar el sustantivo
precedente υἱόν. Se considera que es nominativo de aposición, construcción que se encuentra también en otras
partes de Apocalipsis (véase 10:2; 19:12).
Versículo 15
καὶ θέρισον—la conjunción que precede al imperativo activo aoristo «¡siega!» denota propósito. Agrega un
sentido de apremio y finalidad.
Versículo 18
τῆς γῆς—el genitivo es de aposición a las palabras τῆς ἀμπέλου (la vid): la vid, a saber, la tierra.47
[p 464] Versículo 19
τὸν μέγαν—el artículo definido con adjetivo en acusativo masculino singular modifica el acusativo femenino
singular τὴν ληνόν (lagar). Este sustantivo en griego clásico y de la Septuaginta es femenino, pero en algunos
casos opera como masculino. Aunque la construcción gramatical es un solecismo, la distancia entre el sustantivo
y el adjetivo deja la impresión clara de que Juan quiso enfatizar la enormidad del objeto. También por razón de
énfasis aparece el adjetivo en último lugar en la oración.48
Versículo 20
ἀπό—la preposición en este contexto denota distancia de cierto lugar (véase Jn. 11:18). Puede traducirse como
«a una distancia de».

47
Consúltese Hanna, Gramatical Aid, p. 452.
48
Friedrich Düsterdieck (Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John [New York and London: Funk and
Wagnalls, 1886], p. 402) sugiere que Juan indica fortaleza en masculino después de la debilidad en femenino. Pero el
género del sustantivo no tiene nada que ver con su fortaleza y debilidad.
361

[p 465] 

15
 

Siete ángeles y siete plagas 
(15:1–8)
[p 466]  

Bosquejo (continuación)
VI. 5ª Visión: Siete copas de juicio (15:1–16:21)
A. El marco (15:1–8)
1. Los santos y el cántico (15:1–4)
a. Ángeles y plagas (15:1)
b. Los victoriosos y su oda (15:2–4)
2. Templo, ángeles y plagas (15:5–8)
[p 467]  

CAPÍTULO 15
15 1 Y vi otra señal grande y maravillosa en el cielo, siete ángeles que tenían las siete últimas plagas, porque
con ellas se completa la ira de Dios. 2 Y vi como si fuera un mar de vidrio mezclado con fuego, y los que triunfa-
ron sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre estaban de pie junto al mar de vidrio sosteniendo ar-
pas de Dios. 3 Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo,
«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor
Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son
tus caminos, Rey de las naciones. 4 ¿Quién
no te teme, oh Señor, y glorifica tu nombre?
Porque sólo tú eres santo; porque todas las
naciones vendrán delante de ti y te adorarán;
porque han sido reveladas tus obras justas.
Y después de estas cosas miré, y en el cielo fue abierto el templo del tabernáculo de testimonio. 6 Y siete án-
5

geles, llevando las siete plagas, salieron del templo. Estaban vestidos de lino limpio y resplandeciente, y alrede-
dor del pecho tenían bandas de oro. 7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas dora-
das llenas de la ira de Dios, quien vive por los siglos de los siglos. 8 Y el templo se llenó de humo de la gloria de
Dios y de su poder. Y nadie pudo entrar al templo hasta que se cumplieron las siete plagas de los siete ángeles.
VI. 5ª Visión: Siete copas de juicio
15:1–16:21
362

A. El marco
15:1–8
Los capítulos 15 y 16 constituyen una unidad en la que uno introduce al otro.1 De hecho, 15:1 men-
ciona a siete ángeles con las siete últimas plagas y 16:1–21 describe a los ángeles que derraman sobre la
tierra, cada uno de ellos, una de las siete copas de la ira de Dios. Este componente de siete [p 468] pla-
gas constituye el último ciclo en la serie interconectada de sietes: sellos, trompetas y plagas. Una vez
más, vemos que esta unidad concluye con una clara referencia al juicio de Dios sobre los incrédulos. El
ciclo de sellos contiene la frase la cuarta parte de la tierra (6:8); el ciclo de las trompetas utiliza el término
un tercio para sugerir una destrucción parcial (8:7). Este último ciclo, sin embargo, acaba en un juicio
completo y total. Cuando el séptimo ángel ha derramado su copa, una voz poderosa procedente del
trono de Dios dice, «¡Se acabó!» (16:17). En breve, los tres ciclos de sellos, trompetas y copas se siguen
uno al otro con juicios cada vez más duros, y el último hace resaltar finalidad.
Hay una semejanza entre la afirmación inicial de 12:1, «Y una gran señal apareció en el cielo» y la de
15:1, «Y vi otra señal grande y maravillosa en el cielo». De igual modo, hay un paralelo entre quienes
vencen a la bestia, a su imagen y al número de su nombre en 13:14–18 y la redacción en 15:2. Y por úl-
timo, 13:1, 2 y 4 mencionan al dragón y 13:11 a la bestia que sale de la tierra, o sea, el falso profeta. Estos
términos corresponden a 16:13, el cual especifica el dragón y el falso profeta.2
En los cuatro primeros versículos del capítulo 15, Juan mira hacia el futuro y predice lo que sucederá
cuando haya concluido el conflicto. Habla de la victoria que logran quienes han superado el poder y la
influencia de la bestia. Por esto, menciona el cántico de Moisés y del Cordero. Y en los cuatro versículos
siguientes (15:5–8) describe el templo y los siete ángeles. Desde este lugar y mediante estos ángeles se
inician y llevan a cabo las plagas.
Cada vez que Juan habla del juicio de Dios sobre el mundo incrédulo, incluye un segmento acerca
de los santos victoriosos.3 Por ejemplo, después de los seis sellos en el capítulo 6, describe a los santos
en el capítulo 7. A continuación de las siete trompetas (capítulos 10–11), describe el cuidado protector
de Dios por la iglesia perseguida (capítulo 12). Y la descripción de la multitud de santos con el Cordero
en el monte Sión (14:1–3) va yuxtapuesta a los terribles juicios de Dios sobre sus enemigos (14:6–11). La
cosecha de los creyentes precede a la de los incrédulos (14:15–20).
1. Los santos y el cántico 
15:1–4

1 Michael Wilcock (The Message of Revelation: I Saw Heaven Opened [Downers Grove: InterVarsity, 1975], pp. 136–37)


sitúa 15:1 como una sexta visión y 15:2–4 como una séptima visión en una sección que incluye los capítulos 12, 13 y 14.
La división siguiente es 15:5–16:21. Véase también Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek 
Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 784–85; Adela Yarbro Collins, The Combat Myth in the Book of 
Revelation, HDR 9 (Missoula: Scholars Press, 1976), pp. 16–19. Se queda el hecho de que los capítulos 15 y 16 conforman
una unidad. Situar 15:1–4 con el capítulo 14 crea el problema de relacionar «los siete ángeles con las siete últimas pla-
gas» con el contexto de 14:14–20.
2 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 127; G. B. Caird, A 

Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 158.


3 Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 318.
363

a. Ángeles y plagas 
15:1
1. Y vi otra señal grande y maravillosa en el cielo, siete ángeles que tenían las siete últimas pla‐
gas, porque con ellas se completa la ira de Dios.
[p 469] a. «Y vi otra señal grande y maravillosa en el cielo». El versículo 1 está separado de los tres
versículos siguientes por cuanto ofrece el trasfondo de los versículos 5–8.4 Los versículos 2–4 constitu-
yen un interludio que describe a los santos que han triunfado sobre el mal y cantan ahora un cántico
para adorar y dar gloria a Dios. La aparente incongruencia es típica del estilo de Juan en Apocalipsis.
Por ejemplo, en 8:2 menciona a siete ángeles con siete trompetas, pero antes de enumerar a cada ángel
que toca la trompeta (8:6–9:21), introduce a otro ángel, que ofrece incienso mezclado con las oraciones
de los santos y que lanza fuego desde el altar hacia la tierra (8:3–5).
Aunque Juan utiliza con facilidad el adjetivo otro con un ángel, aquí el adjetivo sitúa la señal en el
cielo en secuencia con la mujer radiante (12:1–2) y su oponente el gran dragón rojo (12:3). Es, pues, la
tercera vez que Juan ve una señal en el cielo.
El verbo vi se encuentra cuarenta y dos veces en Apocalipsis; tres de ellas en 15:1, 2 y 5 introducen
segmentos nuevos. La primera es una afirmación preliminar de los siete ángeles con las siete plagas, la
segunda revela el cántico de Moisés y del Cordero que cantan los santos victoriosos; y la tercera revela
el templo en el cielo y la gloria de Dios. No se nos dice por qué se llama a la señal en el cielo «grande y
maravillosa». Pero como la expresión vuelve a ocurrir en el versículo 3a, donde se describen las obras
de Dios, pensamos que Juan vio algo sorprendente. Vio la finalidad de Dios que derrama su ira sobre la
tierra utilizando siete ángeles y siete copas.
b. «Siete ángeles que tenían las siete últimas plagas». Para Juan ésta es la señal de totalidad. El nú-
mero siete describe lo completo, de modo que estas copas de ira representan la manifestación final y
completa de la ira de Dios sobre el mundo. Son las últimas plagas, en el sentido de su inevitabilidad y
finalidad (véase también 21:9).
c. «Porque con ellas se completa la ira de Dios». La ira de Dios se derrama por medio de inmenso su-
frimiento, muerte, ríos de sangre, fuego, tinieblas, sequía y destrucción total (véase 16:2–21). Nótese el
verbo completa, que indica que ha llegado el fin y, por tanto, el juicio, aunque Juan va a decir mucho más
en los capítulos que preceden a la escena del gran trono blanco (20:11–15). Esto quiere decir que el ciclo
de las siete plagas está completo y apunta hacia el último día. «No habrá más plagas después de las
plagas en copas; pero entonces el Señor mismo llegará para administrar su juicio final».5
[p 470] b. Los victoriosos y su oda 
15:2–4

4 J. Ramsey Michaels (Interpreting the Book of Revelation [Grand Rapids: Baker, 1992], p. 64) atribuye una función de
transición a los vv. 1–4. Leon Morris (Revelation, rev. ed., TNTC [Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans,
1987], p. 182) simplemente considera que estos versículos son observaciones preliminares. Y David E. Aune en forma
más precisa llama al versículo 1 «título o superinscripción». Véase su Revelation 6–16, WBC 52B (Nashville: Nelson,
1998), p. 869.
5 Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and

Wagnalls, 1886), p. 408.


364

2. Y vi como si fuera un mar de vidrio mezclado con fuego, y los que triunfaron sobre la bestia y 
su imagen y el número de su nombre estaban de pie junto al mar de vidrio sosteniendo arpas de 
Dios.
a. «Y vi como si fuera un mar de vidrio mezclado con fuego». Una vez más Juan observa el mar de
vidrio que vio cuando describió la escena de la sala del trono (4:6). Vuelve a mencionar a los santos que
han vencido al malvado (12:11), que ahora están en el cielo de pie junto a este mar de vidrio. El mar de
vidrio simboliza perspicacia y transparencia, de modo que todos pueden observar la justicia e integri-
dad de Dios. Así pues, los santos en el cielo ven la sabiduría de Dios en acción. Son los vencedores que
han resistido seguir a la bestia, se han negado a adorar su imagen y han rechazado el número de su
nombre.
Nótese que en este pasaje el mar está mezclado con fuego, lo cual de manera simbólica dirige la
atención hacia la columna de fuego que guió a los israelitas a través del mar Rojo (Éx. 13:20–14:31). El
fuego que se describe es un símbolo de luz y gozo para todos los santos que están de pie junto al mar de
vidrio. Pero el mar mezclado con fuego también es símbolo de la ira de Dios dirigida contra sus enemi-
gos. Así como los egipcios se ahogaron en el mar a través del cual los israelitas habían llegado a salvo a
la otra orilla, así el mar mezclado con fuego destruye al Anticristo y a sus huestes.
b. «Y los que triunfaron sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre estaban de pie junto
al mar de vidrio». Los santos en la gloria son los que han concluido su tarea en la tierra. Son los triunfa-
dores en su batalla contra la bestia. Ahora esta declaración es en verdad notable, porque la bestia «reci-
bió poder para hacer la guerra a los santos y derrotarlos» (13:7). Pero se habían negado a adorarlo y a
llevar el número de su nombre (13:16–18). Numerosos santos perdieron la vida en esta guerra, aunque
espiritualmente consiguieron la victoria. Fueron fieles hasta el fin y recibieron la corona de gloria.
c. «… sosteniendo arpas de Dios». Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos se refieren al arpa
y a la lira (2 Cr. 29:25; Sal. 33:2; 71:22; 92:3; 98:5; 147:7; 149:3; 150:3; Ap. 5:8; 14:2; 15:2). Todos los veinti-
cuatro ancianos que rodean el trono de Dios tienen arpas para cantar loas a Dios. Por tanto, la expresión
arpas de Dios transmite el significado «arpas que se tocan para Dios».6
Los santos reciben arpas celestiales con las que pueden cantar cánticos de victoria, porque Dios
mismo que hizo posible que los santos triunfaran sobre el malvado. Por ello prorrumpen en cánticos.
[p 471] Junto al mar de cristal, los santos en gloria están,
miríadas en número, sacados de todo país.
Vestidos con ropas blancas, lavados en la sangre de Jesús,
ahora reinan en el cielo con el Cordero de Dios.
—William Kuipers7
3a. Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo.

6 Beale, Revelation, p. 791.


7 «By the Sea of Crystal», en Psalter Hymnal (Grand Rapids: CRC Publications, 1987), no. 620.
365

Surgen por lo menos dos preguntas a raíz de este texto: primera, ¿es el cántico de Moisés el mismo
que enseñó a los israelitas a orillas del mar Rojo? A propósito, el otro cántico de Moisés se llama el gran
cántico (Dt. 32). Luego, ¿hay dos cánticos diferentes, uno de Moisés y otro del Cordero?
Primero, las palabras en este cántico tiene poco en común con ninguno de los dos cánticos de Moisés
(Éx. 15 y Dt. 32). Hay alusiones a:
- el Pentateuco (Éx. 34:10; Dt. 32:4),
- el Salterio (Sal. 86:9; 98:2; 111:2; 139:14; 145:17),
- los profetas (Is. 2:2; Jer. 10:7; 11:20 LXX; Am. 3:13; 4:13 LXX; Mal. 1:11).
No hay referencias al cántico de Moisés (Éx. 15). Hay sólo una referencia indirecta al gran cántico de
Moisés (Dt. 32:4), que en la Septuaginta establece el tono para este himno: «Sus obras son perfectas, y
todos sus caminos son justos. Dios es fiel, y no hay maldades; Él es justo y santo».Aunque asumimos
que Juan tuvo presente el gran cántico de Moisés, sugerimos que dependió de su memoria y que, por
tanto, aludió a una serie de pasajes tomados de las tres partes del Antiguo Testamento mencionadas
antes.8 Los judíos cantaban el cántico de Moisés (Éx. 15) en la sinagoga los sábados, y no resulta remota
la posibilidad de que los primeros cristianos cantaran en sus propios servicios de culto el himno que
Juan citó. El himno refleja las grandes obras de Dios que los escritores del Antiguo Testamento mencio-
naron con frecuencia y es un peán de alabanza dedicado al Señor Dios.
Luego, buscamos en vano un cántico del Cordero en el Nuevo Testamento. En Apocalipsis, sin em-
bargo, hay himnos dedicados al Cordero (5:9–10, 12, 13; 7:10) de modo que podríamos de hecho inter-
pretar la expresión cántico del Cordero como un cántico que lo glorificaba. Pero como la primera frase es
simplemente «el cántico de Moisés» y no «el cántico para Moisés», me inclino por mantener el paralelis-
mo de estas dos frases. Una mejor solución para el [p 472] problema es considerar la forma que tiene
Juan de enfatizar un punto determinado. Cuando acentúa un concepto, utiliza la repetición, incluso
cuando la redacción pueda diferir algo. Por ejemplo, la carta a Pérgamo menciona las enseñanzas tanto
de Balaam como de los nicolaítas, que provienen de dos fuentes, pero que son las mismas (2:14–15). De
igual modo, el cántico de Moisés y el cántico del Cordero no son dos himnos diferentes sino un solo
cántico (15:3–4). Es el Cordero que actúa a través de Moisés el siervo de Dios (Éx. 14:31; Heb. 3:5). Moi-
sés era un siervo en la casa de Dios, pero Cristo es un hijo en esa casa y, por tanto, es el mayor de los
dos.
3b. «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus 
caminos, Rey de las naciones. 4. ¿Quién no te teme, oh Señor, y glorifica tu nombre? Porque sólo tú 
eres santo; porque todas las naciones vendrán delante de ti y te adorarán; porque han sido reveladas 
tus obras justas».

LXX Septuaginta
8Véase un contraste en Richard Bauckham (The Climax of Prophecy [Edinburgh: Clark, 1993], pp. 296–306) quien afirma
que el cántico de Moisés en Éxodo 15 está detrás de los versículos 3–4, y que estos versículos son una «cuidadosa in-
terpretación del cántico» (p. 306). Pero las semejanzas verbales en estos versículos con muchos pasajes, en especial del
Salterio y de los profetas, indican otra cosa. Escribe Robert H. Mounce «Prácticamente cada frase del himno [vv. 3–4]
está tomada del rico vocabulario del A[ntiguo] T[estamento]». Véase su Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand
Rapids: Eerdmans, 1998), p. 286.
366

Aquí leemos palabras y frases que se han tomado sobre todo de la himnología del Antiguo Testa-
mento, como lo indican las referencias al Salterio. Por ejemplo, la primera línea, «Grandes y maravillo-
sas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso», recuerdan el Salmo 111:2, «Grandes son las obras del Se-
ñor», y el Salmo 139:14, «tus obras son maravillosas». Y la frase «Señor Dios Todopoderoso» se encuen-
tra en Amós 3:13; 4:13. También aparece en otros muchos lugares en Apocalipsis (4:8; 11:17; 16:7; 19:6;
21:22).
La segunda línea, «Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones», procede del Salmo
145:17 (144:17 LXX), «El Señor es justo en todos sus caminos»; también Deuteronomio 32:4 alude a ello:
«Y todos sus caminos son justos». El título «Rey de las naciones» procede de Jeremías 10:7.
La siguiente línea es una pregunta retórica que exalta al Señor Dios: «¿Quién no te teme, oh Señor, y
glorifica tu nombre?» Recuerda las palabras de Jeremías 10:7, «¿Quién no te temerá?» y del Salmo 86:9,
«Todas las naciones … glorificarán tu nombre».
Y la última línea («Porque sólo tú eres santo; porque todas las naciones vendrán delante de ti y te
adorarán, porque han sido reveladas tus obras justas») refleja las palabras del Salmo 86:10, «¡Sólo tú
eres Dios!». El término santo en el contexto de «sólo tú eres santo» aparece sólo aquí; en cuanto al em-
pleo de «Oh, Santo» ver Apocalipsis 16:5. Y el resto de la frase refleja el mensaje del Salmo 86:9, «Todas
las naciones que has creado vendrán, Señor, y ante ti se postrarán y glorificarán tu nombre». Jeremías
16:19 expresa un pensamiento similar: «Señor … desde los confines de la tierra vendrán a ti las nacio-
nes» (véase también Is. 2:2), y el Salmo 98:2 exalta a Dios con estas palabras, «El Señor … ha mostrado
su justicia a las naciones». Juan se refiere con frecuencia a «todas las naciones» en Apocalipsis (12:5;
14:8; 15:4; 18:3, 23).
Concluyo con dos observaciones. Primera, el himno que Juan cita es una secuencia de alusiones al
Salterio y a la profecía de Jeremías. Segunda, el himno ofrece una respuesta en tres partes a la pregunta
retórica al comienzo [p 473] del versículo 4. Esto se hace con tres cláusulas separadas, todas ellas co-
menzando con porque para expresar causa.
Palabras, frases y construcciones griegas en 15:1–4
Versículo 1
ἐτελέσθη—el verbo significa completar, es decir, terminar. La ira de Dios se termina al final de las siete plagas.
Versículo 2
πυρί—el dativo es más asociativo que instrumental; es decir, el fuego se asocia con el mar de vidrio.9
τοὺς νικῶντας ἐκ—el verbo vencer suele ser transitivo seguido de acusativo; aquí tiene la preposición ἐκ con
el genitivo τοῦ θηρίου (la bestia). Aune interpreta esto como un latinismo.10 El participio presente debería inter-
pretarse en el tiempo perfecto, porque la tarea de los santos de vencer al diablo se ha completado.
Versículo 3

9 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),


p. 529; Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 452.
10 Aune, Revelation 6–16, p. 872. Véase también su «Latinism in Revelation 15:2», JBL 110 (1991): 691–92.
367
τῶν ἐθνῶν—«las naciones». Una lectura alterna es τῶν αἰώνων (las edades). La fuerza de los testimonios a
favor de estas dos lecturas es casi la misma, pero la evidencia interna habla en favor de la primera lectura, «las
naciones». La lectura alterna puede haberse introducido por vía de 1 Timoteo 1:17.11 Para ser completo, menciono
la lectura alterna «los santos» (RV60), pero tiene escaso apoyo en los manuscritos.
Versículo 4
οὑ μὴ φοβηθῇ—el negativo enfático con el subjuntivo pasivo aoristo opera como futuro. Esto armoniza con
el tiempo futuro δοξάσει en la segunda línea.
2. Templo, ángeles y plagas 
15:5–8
5. Y después de estas cosas miré, y en el cielo fue abierto el templo de la tienda de testimonio.
La cláusula inicial, que también aparece en 4:1; 7:1, 9; 18:1, comunica que la atención de Juan pasa de
la visión de los santos en el mar de vidrio a una visión de lo que está a punto de ocurrir en el cielo. Des-
pués del [p 474] interludio de los versículos 2–4, Juan prosigue ahora con el mensaje del versículo 1 re-
ferente a los siete ángeles con las siete plagas.
La escena se da en el cielo, donde Juan ve el templo abierto que le permite ver el santo de los santos.
Cuando Jesús murió en la cruz del Calvario, la cortina que separaba el lugar santo del santuario interno
se rasgó de arriba abajo. Dios hizo que se produjera este desgarro para indicar que el sacrificio de Jesús
había pagado por los pecados de su pueblo; ya no necesitaba más el sustituto de sangre de animales
para rociar el arca del pacto. De ahí que quedara abierto el santuario interno a la vista de todos los que
entraban en el templo.
El término templo en la frase «el templo de la tienda de testimonio» significa el santuario interno del
tabernáculo mismo. En los escritos de Moisés, el tabernáculo y la tienda de testimonio son una misma
estructura (Éx. 40:34–35; Hch. 7:44). Juan llama a esta estructura «la tienda de testimonio» y no la «tien-
da de reunión». La expresión testimonio se refiere al arca del pacto que fue colocada en el santo de los
santos; el arca contenía las dos tablas de piedra en las que estaban grabados los diez mandamientos
(Ap. 11:19). En resumen, esta expresión alude a los diez mandamientos, que eran la condición básica del
pacto que Dios hizo con su pueblo en el monte Sinaí (Éx. 25:16; 40:20). Estas dos tablas de piedra se lla-
man «las dos lajas del testimonio» (Éx. 31:18).
Los diez mandamientos son testimonio de las transgresiones del pueblo que exigirían el juicio y la
condena de Dios.12 De ahí que de la presencia misma de Dios y del testimonio de estas leyes fluye el
juicio divino. Al juzgar, Dios hace justicia sobre la base de su ley.13 Y como consecuencia siete ángeles
reciben poder de derramar las siete plagas sobre los seguidores del Anticristo.

11 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,


1994), pp. 679–80.
RV Versión Revisada
12 Philip Edgecumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans,

1990), p. 171; S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 317.
13 Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 322; Isbon T. Beckwith, The 

Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 678.


368

6. Y siete ángeles, llevando las siete plagas, salieron del templo. Estaban vestidos de lino limpio y 
resplandeciente, y alrededor del pecho tenían bandas de oro.
Una vez más (véase v. 5) la redacción de este pasaje está íntimamente relacionado con el versículo 1,
que habla de ángeles, plagas e ira de Dios. Las siete plagas son una referencia a Levítico 26:21, donde
Dios dice, «Si a pesar de esto siguen oponiéndose a mí, y se niegan a obedecerme, siete veces los casti-
garé por sus pecados». Sin embargo, se insiste más en los siete ángeles que en las siete plagas. En este
capítulo Juan describe a los ángeles, y en el capítulo siguiente (cap. 16) especifica en detalle la fuerza y
alcance de las plagas.
[p 475] Primero, los ángeles proceden de la presencia de Dios, o sea, salen del santuario interno.
Luego, han recibido autoridad para enviar las siete plagas sobre el pueblo que había rechazado a Dios.
Uno de ellos también asume la responsabilidad de instruir a Juan acerca del castigo de la gran ramera
con sus seguidores por un lado y sobre la identificación de la nueva Jerusalén con la esposa del Cordero
por el otro (17:1–18; 21:9–27). Tercero, la vestimenta de los ángeles es de lino limpio y reluciente que
compendia santidad, y las bandas de oro alrededor del pecho simbolizan dignidad, autoridad y promi-
nencia, porque Dios había confiado a estos siete ángeles una tarea especial. Son como el «hijo del hom-
bre» quien también se presentó con una banda de oro alrededor del pecho (1:13; compárese con Dn.
10:5). Y por último, las bandas de oro aluden de manera simbólica a reyes y los ropajes de lino a sacer-
dotes en el antiguo Israel. Pero George Eldon Ladd comenta con razón, «No hay razón para pensar que
las fajas doradas sugieran funciones sacerdotales».14
7. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas doradas llenas de la ira de 
Dios, quien vive por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes reciben papeles especiales en el desarrollo progresivo de Apocalipsis.
Fueron decisivos en la apertura de los cuatro primeros sellos (6:1–8) y en sostener copas doradas de in-
cienso, que son las oraciones de los santos (5:8; y ver 8:3–5).15 Pero nótese la secuencia. Las copas de oro
de los santos son las oraciones que expresan loa y acción de gracias a Dios. Pero con estas oraciones los
santos debajo del altar piden a Dios que vengue su sangre (6:9–10), y Dios los escucha. Ahora envía a
sus ángeles para que causen muerte y destrucción en sus adversarios.
Los cuatro seres vivientes representan la creación de Dios, y las siete copas de oro están llenas de la
furia de su ira. Las copas de oro se utilizaban en el servicio del tabernáculo y del templo de Salomón
(Éx. 25:29; 37:16; 2 Cr. 4:22). Se trataba de objetos planos en forma de plato o platillo para incienso. Aho-
ra estas copas están llenas de la ira de Dios de cuyo enojo nadie puede huir (Ap. 6:17; 14:10).
Juan concluye este versículo con una frase que describe a Dios como el que vive por los siglos de los si‐
glos. Esta frase se encuentra a menudo en Apocalipsis (4:9, 10; 10:6; ver también 1:18; Dn. 4:34) e implica
que los ídolos están muertos y no inspiran temor, en tanto que Dios, quien vive para siempre, debería
ser temido.16

14 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 207. Pero Beale (Revela‐
tion, p. 807) habla de la «naturaleza sacerdotal» de los ángeles.
15 Refiérase a Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 243; Martin

Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), pp. 312–13.
16 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 199.
369

[p 476] 8. Y el templo se llenó de humo de la gloria de Dios y de su poder. Y nadie pudo entrar al 
templo hasta que se cumplieron las siete plagas de los siete ángeles.
Con la frase «se llenó de humo de la gloria de Dios» Juan establece un paralelismo con el versículo
precedente, «llenos de la ira de Dios» (v. 7b). El humo que sale de la gloria de Dios y de su poder pene-
tra el santuario interno. La escena recuerda a Dios que llena el tabernáculo con la nube de su gloria (Éx.
40:34), como también ocurrió en la dedicación del templo de Salomón (1 R. 8:10–11; 2 Cr. 5:13b–14). En
el tiempo de la muerte del rey Uzías, Isaías vio al Señor sentado en su trono en el cielo, y «el templo se
llenó de humo» (Is. 6:4; comparar con Ez. 43:5; 44:4; Nm. 12:5).
La furia de la ira de Dios es tan intensa que ninguna criatura puede ingresar a su presencia. El tiem-
po de ofrecer oraciones y peticiones de misericordia ya pertenece al pasado, porque ha llegado la hora
del juicio.17 Nadie puede entrar al santuario interno hasta que las copas de ira hayan sido derramadas y
la destrucción de los malvados haya sido completada, porque la misericordia de Dios queda en el olvi-
do, su compasión se retrae y su paciencia queda en suspenso.
Palabras, frases y construcciones griegas en 15:5–8
Versículo 5
ὁ ναὸς τῆς σκηνῆς—una serie de traductores interpretan el caso genitivo como aposición del nominativo en
el sentido de explicación, «el templo, es decir, la tienda».
Versículo 6
ἐκ τοῦ ναοῦ—la posición de la frase da la impresión de que las siete plagas procedían del templo.
λίνον—«lino». Algunos manuscritos griegos importantes leen λίθος (piedra), lo cual es probable que se re-
monte a un error de trascripción. El adjetivo limpio describe mejor la primera lectura que la segunda.18
Versículo 8
ἐγεμίσθη—el aoristo es inceptivo, «comenzó a llenarse». El verbo rige caso genitivo καπνοῦ (humo).

17 Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993), p. 161; Hendriksen, More Than 
Conquerors, p. 160.
18 Metzger, Textual Commentary, p. 680. Beale (Revelation, pp. 804–5) expresa un apoyo condicionado a la lectura alterna.

Y Michaels (Interpreting Revelation, p. 83) piensa que a pesar de la falta de sustento de esta lectura, el interrogante
«queda todavía muy abierto».
370

[p 477]  

16
Siete copas de juicio 
(16:1–21)
[p 478] 

 Bosquejo (continuación)
B. Las siete copas (16:1–21)
1. La primera copa (16:1–2)
2. La segunda copa (16:3)
3. La tercera copa (16:4–7)
4. La cuarta copa (16:8–9)
5. La quinta copa (16:10–11)
6. La sexta copa (16:12–16)
7. La séptima copa (16:17–21)
[p 479]  

CAPÍTULO 16
16 1 Y oí una voz fuerte desde el templo que decía a los siete ángeles, «Id, derramad las siete copas de la ira
de Dios sobre la tierra». 2 Y el primer ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, y apareció una llaga mala y ma-
ligna en las personas que tenían la marca de la bestia y adoraban su imagen.
Y el segundo ángel derramó su copa en el mar, y apareció sangre como de un muerto. Y murió todo ser vivo
3

en el mar.
Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales de agua, y se convirtieron en sangre. 5 Y oí
4

al ángel que ordenaba a las aguas decir, «Eres justo en juzgar estas cosas, el que eres y que eras, oh Santo. 6 Por-
que han derramado la sangre de los santos y de los profetas, y les diste a beber sangre; lo merecen». 7 Y oí una
voz del altar que decía, «Sí, Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios».
Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y recibió el poder de quemar a las personas con fuego. 9 Y la
8

gente se quemó con terribles quemaduras, y blasfemaron el nombre de Dios, quien tiene la autoridad sobre estas
plagas. Y no se arrepintieron para darle gloria.
Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia. Y su reinó se oscureció, y la gente se mordió la
10

lengua a causa del dolor. 11 Y blasfemaron al Dios del cielo por causa de sus dolores y sus llagas. Y no se arrepin-
tieron de sus obras.
Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y su agua se secó, de modo que se preparó una
12

senda de los reyes del oriente. 13 Y vi salir de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso
profeta tres espíritus impuros como ranas. 14 Porque son espíritus demoníacos, que hacen milagros, y van a los
reyes de todo el mundo para reunirlos para guerrear en el gran día de Dios Todopoderoso. 15 («Mira, ¡vengo co-
371
mo un ladrón! Bienaventurado es el que permanece despierto con las ropas puestas, de modo que no tenga que
caminar desnudo y verse expuesto a vergüenza»). 16 Y los condujeron al lugar que se llama en hebreo Armage-
dón.
Y el séptimo ángel derramó su copa en el aire. Y una voz poderosa salió del templo, desde el trono, dicien-
17

do, «Se acabó». 18 Y hubo resplandores de relámpagos y estruendos y retumbos de truenos, y hubo un gran te-
rremoto, como no había sucedido desde que los humanos vinieron a la tierra, un terremoto tan grande. 19 Y la
gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones sucumbieron. Y Babilonia la grande fue re-
cordada delante de Dios, y le dio la copa de vino iracundo de su ira. 20 Y huyeron todas las islas y no se pudieron
encontrar las montañas. 21 Y granizos enormes de unos cuarenta kilogramos cada uno cayeron del cielo sobre las
personas, y blasfemaron a Dios por causa de la plaga de granizo, porque su plaga fue muy grande.
B. Las siete copas
16:1–21
En todo Apocalipsis, Juan basa su escrito en alusiones y referencias al Antiguo Testamento. En este
capítulo sin duda tiene presentes a las plagas [p 480] de Egipto. No está siguiendo de manera metódica
su secuencia, pero es obvia la semejanza en cuanto a algunas de las plagas.
Es significativa no la secuencia sino la correlación con las plagas de Egipto. La primera copa que
produce llagas en las personas (v. 2) equivale a la plaga que produjo úlceras (Éx. 9:10). La tercera copa
que convirtió el agua de ríos y manantiales en sangre (v. 4) es idéntica a la plaga que cambió toda el
agua de Egipto en sangre (Éx. 7:19). La quinta copa que produjo oscuridad (v. 10) tiene su equivalente
en la plaga que sumergió a Egipto en tinieblas (Éx. 10:22). La sexta copa que secó el Éufrates e introdujo
tres espíritus malignos en forma de ranas (v. 13) es simbólica de la plaga que hizo que la tierra se cu-
briera de ranas Éx. 8:6). Y la séptima copa que hizo caer granizo sobre la tierra (v.21) es análoga a la
plaga que hizo que cayera granizo sobre Egipto (Éx. 9:23–24).1
Hay todavía más. Si se comparan las siete trompetas con las siete copas se descubren paralelismos
que en forma abreviada serían los siguientes:

Siete trompetas Siete copas

1. tierra (8:7) 1. tierra (16:2)

2. mar (8:8–9) 2. mar (16:3)

3. ríos, manantiales (8:10–11) 3. ríos, manantiales (16:4–5)

4. sol, luna, estrellas (8:12) 4. sol (16:8)

5. pozo del abismo (9:1) 5. trono de la bestia (16:10)

1Compárese con Josephine Massyngberde Ford, «The Structure and Meaning of Revelation 16», ExpT 98 (1987): 327–
30; y su Revelation: Introduction, Translation, and Commentary, AB 38 (Garden City, N.J.: Doubleday, 1975), pp. 265–75.
372

6. río Éufrates (9:13–14) 6. río Éufrates (16:12)

7. relámpagos, granizo (11:15, 7. relámpagos, granizo (16:17, 21)

La diferencia básica entre la serie de trompetas y la serie de copas es, en general, el aumento en in-
tensidad. Esto resulta claro si se comparan las escenas de las trompetas y de las copas de manera indi-
vidual.
- En la escena de la primera trompeta, la tierra se ve afectada pero no las personas, mientras que en la
escena de la primera copa, las personas sufren de llagas supurantes.
- La segunda trompeta involucra a sólo un tercio del mar y de sus criaturas, mientras que el derra-
mamiento de la segunda copa produce la muerte de todos los seres que viven en el mar.
- La tercera trompeta es una advertencia, en tanto que la tercera copa es el juicio de Dios.
- La cuarta trompeta introduce una oscuridad parcial, en tanto que el resultado de derramar la cuarta
copa es que el sol abrasa a las personas.
- La quinta trompeta libera a las huestes de ángeles malos que torturan a quienes no tienen el sello de
Dios en la frente, y la quinta copa produce tinieblas en el reino de Satanás y sufrimiento en quienes
maldicen a Dios.
[p 481] - La sexta trompeta acarrea la muerte de un tercio de la raza humana en guerra, mientras que
en la escena de la sexta copa esta guerra involucra a los reyes de todo el mundo.
- La séptima trompeta y la séptima copa son casi idénticas excepto que en la escena de la copa las pa-
labras se acabó se escuchan desde el trono para indicar carácter decisivo.
Deberían hacerse unos pocos comentarios más. Primero, como los pecadores endurecen el corazón,
rechazan las advertencias de Dios, se niegan a arrepentirse e incluso maldicen al Dios del cielo (9:21;
16:9, 11), se enfrentan a ruina y destrucción. En verdad los juicios de Dios son justos (v. 7).
Segundo, las siete copas constituyen el último ciclo, que no requiere interludio como se dio en los ci-
clos anteriores de sellos y trompetas respectivamente (7:1–17; 10:1–11:14).
Tercero, después del derramamiento de las sexta y séptima copas, Juan presenta en detalle cómo los
seguidores del Anticristo se enfrentan con el rigor de su castigo (capítulos 17 y 18).
Cuarto, el nivel de superposición parece aludir a una medida de simultaneidad en el derramamiento
de las copas. Por ejemplo, «las llagas de la primera plaga siguen activas cuando se produce la quinta
plaga (v. 11)».2 Esto sugiere que al final de los tiempos, la celeridad es la forma que adopta Dios para
realizar sus juicios.
Y por último, aunque el paralelismo de las trompetas y de las copas es notable, no esperaríamos que
Juan se limite a repetir sin avanzar. Apocalipsis desde el principio hasta el fin pone de manifiesto un
paralelismo progresivo.

2 Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 292 n. 1.
373

1. La primera copa 
16:1–2
1. Y oí una voz fuerte desde el templo que decía a los siete ángeles, «Id, derramad las siete copas 
de la ira de Dios sobre la tierra». 2 Y el primer ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, y apareció 
una llaga mala y maligna en las personas que tenían la marca de la bestia y adoraban su imagen.
a. «Y oí una voz fuerte desde el templo que decía a los siete ángeles». El griego subraya la intensidad
de la voz que Juan oye. Percibió la intensidad del sonido que procedía del templo (compárese con Is.
66:6), que a sus oídos pareció majestuoso porque era la voz del Dios mismo. En una forma típicamente
judía Juan evita utilizar el nombre de Dios, de modo que aquí y en el versículo 17 menciona una voz
poderosa que proviene del templo [p 482] y da a entender que Dios habla. Esto armoniza con el último
versículo del capítulo precedente donde se refiere al templo y a la gloria de Dios (15:8). La voz provenía
del santo de los santos y no es sino la voz de Dios, quien llena el santuario interno con su gloria y ahora
envía a sus siete ángeles.
b. «Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra». La orden es directa y precisa; los
ángeles deben salir con las copas llenas de la ira de Dios. Deben derramar su contenido sobre la tierra
para castigar a los adversarios de Dios y de su pueblo.
c. «Y el primer ángel salió y derramó su copa sobre la tierra, y apareció una llaga mala y maligna en
las personas». El ángel actúa en obediencia a la orden de Dios y derrama su copa. Como consecuencia
de ello, la gente en la tierra se enferma debido a que se apoderan de su cuerpo llagas pestilentes y pu-
trefactas que les infligen un dolor insoportable.
La tierra, que da alimento al género humano y de la que depende la gente para su bienestar y salud,
se ve afectada por el contenido de la copa que se derrama sobre ella.3 El griego dice literalmente que el
ángel «derramó su copa dentro de la tierra». El significado de esto resulta evidente cuando la gente con-
sume los productos de la tierra: sufren de úlceras dentro y fuera de sus cuerpos. Su salud se ve afectada
por los alimentos que ingieren, y la enfermedad los asola (compárese con Éx. 9:10–11; Dt. 28:35).
d. «Que tenían la marca de la bestia y adoraban su imagen». Sólo las fuerzas anticristianas que si-
guen a la bestia (13:15–16) sufren las llagas, y no los seguidores de Cristo. Para ellos las aflicciones que
sufren nunca se deben a la ira de Dios sino siempre a su amor (Ro. 8:28).4 Los seguidores del Anticristo
no están sólo en una zona o nación concreta. Sino que, en su oposición a la causa de Cristo, residen en
todo el mundo. En lugar de arrepentirse y volverse hacia Dios, siguen adorando la imagen de la bestia y
por ello sufren las consecuencias.
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:1–2
Versículo 1
μεγάλης φωνῆς—aunque Juan suele emplear el acusativo después del verbo oír, ahora utiliza el caso geniti-
vo para llamar la atención no en cuanto al contenido de lo que se dice sino al volumen de la voz que habla. El

3 Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed Free


Publishing Association, 1969), p. 536.
4 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 161.
374
adjetivo precede al sustantivo para enfatizar la intensidad de la voz. Es el único lugar en Apocalipsis donde el
adjetivo precede; en todos los otros casos, diecinueve en total, sigue al sustantivo φωνῆ (véase p.ej., 1:10; 5:2).
El adjetivo μέγας se encuentra más de ochenta veces en Apocalipsis, de las cuales once están en este capítulo.
Por ejemplo, se mencionan el gran río Éufrates (v. 12), el gran día de Dios (v. 14), la gran ciudad (v. 19), y Babilo-
nia la grande (v. 19).
[p 483] Versículo 2
καὶ ἐγένετο—esta expresión se encuentra siete veces en este capítulo (vv. 2b, 3b, 4b, 10b, 18a, 18b con alguna
ligera variante, 19a). Nótese que en los cuatro primeros casos se encuentra en la segunda mitad del versículo co-
mo resultado de la primera parte.
2. La segunda copa 
16:3
3. Y el segundo ángel derramó su copa en el mar, y apareció sangre como de un muerto. Y murió 
todo ser vivo en el mar.
También el segundo ángel sigue obediente la orden de Dios y derrama literalmente «dentro del»
mar el contenido de la copa, es decir, la ira de Dios. Algunos comentaristas sugieren la posibilidad de
que, desde la perspectiva de Juan, el mar sea el Mediterráneo.5 Pero así como la tierra no está limitada a
los países alrededor del Mediterráneo, tampoco lo está el mar.
Dios juzga a todo el mundo, y al hacer que el ángel derrame la copa de la ira dentro del mar, se le
quita al género humano el suministro de alimentos provenientes del mar. Mientras que la segunda
trompeta mató a un tercio de las criaturas del mar (8:8–9), la segunda copa mata a todos los seres vivos
en el mar. Con la segunda trompeta, Dios todavía hizo sentir su gracia a su creación al no privarla de su
suministro de alimentos. Pero el efecto de la segunda copa es el juicio de Dios, porque esta plaga con-
vierte al mar en sangre, lo cual Juan compara con la sangre de un muerto. Esto nos resulta imposible
imaginarlo. Kendell H. Easley escribe, «Juan está viendo un fenómeno sobrenatural más que un evento
científico, explicable».6 Esto produce hambruna y muerte para todos los que dependen de la generosi-
dad del mar, porque los océanos del mundo se convierten en una fuente de contaminación.
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:3
ψυχὴ ζωῆς—«el alma de la vida» o «ser viviente». La frase procede del relato de la creación donde Dios crea
un «ser viviente» (Gn. 1:30; 2:7). El genitivo es cualitativo.
τά—el texto mayoritario omite este pronombre definido, aunque su presencia especifica, a saber, las cosas en
el mar perecieron.7
[p 484] 3. La tercera copa 
16:4–7

5 P.ej., G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 241; John F. Walvoord, The 
Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 233. R. C. H. Lenski (The Interpretation of St. John’s Revelation [Co-
lumbus: Wartburg, 1943], p. 467) explica que el mar es un símbolo del «mundo anticristiano de ese día» de juicio.
6 Kennedy H. Easley, Revelation, HNTC (Nashville: Broadman & Holman, 1998), p. 285.

7 Henry Barclay Swete (Commentary on Revelation [1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977], p. 199) coloca una

coma después de ἀπέθανεν para que la frase siguiente sea una aposición.
375

4. Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales de agua, y se convirtieron en 
sangre.
Este es el equivalente a la tercera trompeta (8:10–11) y al mismo tiempo una referencia a la maldición
que convirtió todos los cursos de agua, canales, estanques y diques de Egipto en sangre (Éx. 7:19). Las
personas que experimentan la plaga son como los egipcios cuyos ríos Dios convirtió en sangre «y no
pudieron beber ellos de sus arroyos» (Sal. 78:44). Esta plaga difiere de la precedente, porque los seres
humanos y el mundo animal dependen del agua para beber. Cuando este suministro se contamina y
resulta inadecuado para beber, con el tiempo mueren. A estas alturas, Juan hubiera podido proseguir la
secuencia con la cuarta plaga, pero introduce un pequeño interludio que revela un himno comparable al
cántico de Moisés y del Cordero (15:3–4). Aquí un ángel canta un himno; allá los santos entonan un cán-
tico.
5. Y oí al ángel que ordenaba a las aguas decir, «Eres justo en juzgar estas cosas, el que eres y que 
eras, oh Santo».
El ángel que causó que las aguas de ríos y manantiales se convirtieran en sangre recibe ahora el
nombre, literalmente, «el ángel de las aguas»; alaba a Dios por sus justos juicios. Algunos comentaristas
diferencian estos dos ángeles señalando que en otras partes de Apocalipsis hay ángeles que controlan
los vientos (7:1) y otro ángel que tiene poder sobre el fuego (14:18). Pero las Escrituras no se refieren en
ninguna otra parte a un ángel con autoridad sobre las aguas.8
Al derramar su copa, el ángel afirma la justicia de Dios diciendo, «Eres justo en juzgar estas cosas».
Leon Morris comenta con acierto, «‘El ángel de las aguas’ ve en estas situaciones un ejemplo excelente
de hacer que el castigo se adecue al crimen».9 Las palabras parecen tener su origen en el gran cántico de
Moisés y en el Salterio, «Dios es fiel … Él es recto y justo» (Dt. 32:4; ver también Sal. 119:137; 145:17).
Las palabras que eres y que eras (Ap. 11:17) son conocidas; en otras partes la frase «el que ha de venir»
completa la fórmula (compárese con 1:4, 8; 4:8). Su omisión en este versículo da fe del hecho de que
Dios ya [p 485] ha venido en Cristo y de que Juan mira hacia el pasado, por así decirlo, hacia el cum-
plimiento de la consumación.
La santidad de Dios no tolera la maldad, y sus juicios son siempre rectos y justos. Los santos que
confiesan sus pecados reciben su gracia, pero los pecadores que se niegan a arrepentirse reciben su justo
merecido. El cántico pone de relieve la santidad al colocar oh Santo al final de la frase después de la des-
cripción «que eres y que eras». Algunos traductores insertan el vocativo «oh Santo» inmediatamente
después de «eres justo» para yuxtaponer los conceptos justo y santo (véase Sal. 144:17 LXX).10 La secuen-
cia, sin embargo, requiere colocar el vocativo como una tercera parte de la frase descriptiva que eres y 

8 Véase David E. Aune (Revelation 6–16, WBC 52B [Nashville: Nelson, 1998], pp. 884–85, quien considera que el ángel
de las aguas es un ser angélico concreto que tiene a su cargo esa parte de la creación. También, John P. M. Sweet,
Revelation WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 244; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A 
Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 171. Aunque la literatura apócrifa habla de
que se asignaron a ángeles ciertas partes de la creación (Jubileos 2.2; 1 Enoc 60.12–22; 66.2; 69.22; 75.3), en este pasaje
vemos una estrecha conexión entre el tercer ángel y el ángel a cargo de las aguas. Véase SB, 3:818–20.
9 Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 188.

10 NRSV; véase también Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and

London: Funk and Wagnalls, 1886), p. 417.


376

que eras. Es decir, ha llegado el tiempo de que Dios ejerza su atributo de santidad, vengue a los santos
que sufrieron a causa de su palabra (6:9–10) e inflija castigo a sus adversarios. Derramar el contenido de
la tercera copa dentro de los ríos y manantiales de agua es el juicio de Dios sobre sus enemigos que per-
siguieron a su pueblo.11
6. «Porque han derramado la sangre de los santos y de los profetas, y les diste a beber sangre; lo 
merecen».
Nótese que la palabra sangre se menciona dos veces: la sangre derramada de quienes fueron perse-
guidos por los seguidores del Anticristo y la sangre de los ríos y manantiales que Dios hizo que bebie-
ran los perseguidores como castigo. Beber sangre, que es en sí mismo un acto repugnante, no debe to-
marse en forma literal; puede referirse de manera metafórica a lucha y matanza entre los opresores
mismos (Nm. 23:24; Is. 49:26). Significa que los canales de comunicación se han obstruido con conflictos
y matanzas que han desembocado en muerte.
Los santos son todo el pueblo de Dios, como resulta evidente en todo Apocalipsis, y los profetas son
un grupo especial dentro de la iglesia (11:18; 18:20, 24; 22:9). Todas estas personas han sufrido de manos
de los enemigos de Dios.
La última cláusula es breve y se puede traducir como «son dignos». En ese sentido positivo, la cláu-
sula describe a los santos, como en 3:4, donde Jesús alaba a los santos en Sardis que son dignos, y en
5:12 donde el Cordero es llamado digno. Si el significado es éste, los santos son los que son vindicados y
declarados dignos.12 Pero lo opuesto armoniza más con el contexto, porque el antecedente inmediato se
refiere a las fuerzas anticristianas que derramaron la sangre de los santos. Como castigo deben ahora,
hablando en términos metafóricos, beber sangre. En breve, los perseguidores reciben la sentencia justa
que merecen.
[p 486] 7. Y oí una voz del altar que decía, «Sí, Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son 
tus juicios.
Como respuesta apropiada al himno que ha cantado el ángel a cargo de las aguas, ahora una voz
que proviene del altar canta un tributo a Dios. La palabra altar, personificada de modo que sea el que
habla, enfatiza el lugar de donde proviene la voz. Es el altar donde las almas de los mártires clamaron,
«¿Por cuánto tiempo, oh Señor Soberano, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre so-
bre quienes moran en la tierra?» (6:10). Ahora que el Señor Dios Todopoderoso ha respondido a su sú-
plica, prorrumpen en una palabra de alabanza y afirmación.
El altar es el altar del incienso desde el que las oraciones de los santos suben hasta Dios. Estas ora-
ciones se mezclan con el olor aromático del incienso. Y desde este altar Dios arroja fuego sobre la tierra
castigando a los malvados (8:3–5; 14:18) y juzgando a sus adversarios.

11 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p.


818. Consúltese también Peter Staples, «Rev. XVI 4–6 and Its Vindication Formula», NovT 14 (1972): 280–93.
12 Hughes (Revelation, p. 174) admite la posibilidad de aplicar la cláusula a los santos.
377

Ahora estas voces se dirigen al Señor Dios Todopoderoso (véase también 4:8; 11:17; 15:3; 19:6) y lo
alaban por sus juicios que son verdaderos y justos. Estas voces representan una respuesta antifonal al
himno del ángel (vv. 5–6).13
La palabra griega crisis (juicio) de hecho significa el proceso de llegar a un veredicto que luego se
convierte en la sentencia del juez. Las palabras «justos y verdaderos son tus juicios» se repiten al pie de
la letra en 19:2, y la combinación «Señor Dios Todopoderoso, verdadero y justo» es una copia de 15:3.
Nadie puede acusar a Dios de apresurarse en su juicio, porque el Todopoderoso ha demostrado una
paciencia extraordinaria, al advertir repetidas veces a la gente mientras se negaban burlonamente a
arrepentirse. Nadie puede acusarlo de injusto, porque juzga de acuerdo con la verdad y la justicia (Dt.
32:4; Sal. 19:9; 119:13; Dn. 3:27–28 griego antiguo y Teod.)
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:4–7
Versículo 4
εἰς—las tres primeras copas se derraman εἰς (dentro de) la tierra, el mar y los ríos y manantiales de agua. Las
cuatro últimas copas se derraman ἐπί (sobre) el sol, el trono de la bestia, el río Éufrates y el aire respectivamente.
Versículo 7
αἱ κρίσεις—el término κρίσις puede denotar la manera de llegar a un veredicto (14:7; 18:10; 19:2), mientras
que la palabra κρίμα se refiere al resultado de una acción, a saber, dictar sentencia (17:1; 18:20; 20:4).14
[p 487] 4. La cuarta copa 
16:8–9
8. Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y recibió el poder de quemar a las personas con 
fuego. 9. Y la gente se quemó con terribles quemaduras, y blasfemaron el nombre de Dios, quien tie‐
ne la autoridad sobre estas plagas. Y no se arrepintieron para darle gloria.
La cuarta trompeta y la cuarta plaga tienen poco en común excepto la referencia al sol. La cuarta
trompeta sonó y una tercera parte del sol quedó afectada de modo que se produjo oscuridad (8:12). Pero
en la cuarta plaga no se eclipsa el sol para nada sino que brilla con toda su intensidad de modo que
abrasa a las personas, que son incapaces de protegerse. De hecho, esta plaga es totalmente nueva en el
ciclo de las siete copas. El sol como fuente de luz y de calor que hace que la creación florezca recibe
fuerza para destruir con temperaturas tórridas. La luz del sol suele proporcionar calor y confort a todos
los seres vivientes, en especial a la raza humana; ahora, en cambio, se ha convertido en un poder des-
tructor. En lugar de ser una bendición, se ha convertido en maldición. El tiempo pasivo del verbo dar
implica que Dios es el agente que hace que se produzca esta anomalía.
El pueblo de Dios queda protegido de esta prueba. En unos pocos lugares de las Escrituras Dios dice
a su pueblo que «no tendrán hambre ni sed, no os abatirá el sol ni el calor» (Is. 49:10); ver también Sal.
121:6; Ap. 7:16). Para sus seguidores es sol y protección (Sal. 84:11).

13Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 186.


14Consúltese Friedrich Büchsel, TDNT, 3:942; Mathias Rissi, EDNT, 2:317. Las dos palabras pueden asumir significados
idénticos.
378

Al ver el resultado de la aflicción, Juan menciona que los incrédulos «blasfemaron el nombre de
Dios, quien tiene la autoridad sobre estas plagas» (compárese con Is. 52:5). Estas personas son los se-
guidores del Anticristo, quien también blasfema de Dios y difama su nombre y donde mora y a aquellos
que residen en el cielo (Ap. 13:6). Saben muy bien que Dios tiene el poder de infligir estas plagas en
ellos pero, en lugar de arrepentirse de sus malos pasos, lo blasfeman. Esto muestra que están por com-
pleto bajo del poder del malvado y que son incapaces de romper con él. Por el contrario, Jesús libera a
su pueblo de la esclavitud del pecado. Llama a su pueblo a arrepentimiento, como resulta evidente en
las cartas a las iglesias en Éfeso, Pérgamo, Tiatira, Sardis y Laodicea (2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19). Y aunque
han sufrido pruebas a causa del evangelio, sus pecados son perdonados porque se han arrepentido.
Antes Juan describió a los incrédulos como quienes se niegan a escuchar los llamados de la trompeta
que tienen como fin invitarlos al arrepentimiento (9:20–21). Pero cuando se niegan a escuchar, tienen
que asumir responsabilidad plena por sus acciones y enfrentarse a la ira implacable de Dios, como el
Faraón, quien endureció su corazón una y otra [p 488] vez y se negó a escuchar a Dios.15 El escritor de
Apocalipsis concluye, «No se arrepintieron para darle gloria». El tema recurrente en este capítulo es la
negativa a arrepentirse que demostraron los pecadores, cuyos corazones se endurecen debido a los cas-
tigos que Dios ha enviado (vv. 9, 11, 21). Además, al no glorificar a Dios, éste los abandona. De ahí que
Pablo en Romanos 1:24–28 menciona tres veces seguidas que Dios entrega a los pecadores endurecidos
a sus propios pecados en un acto de juicio divino. En síntesis, estas personas están perdidas para siem-
pre.
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:8–9
Versículo 8
ἐδόθη—el sujeto, que debe agregarse, puede ser el sol como el antecedente más próximo o el cuarto ángel en
el caso nominativo. Los traductores están divididos por igual al respecto.
Versículo 9
δοῦναι—el infinitivo aoristo del verbo dar tiene un sentido consecutivo en este versículo, «darle gloria». Ope-
ra como resultado concebido.16
5. La quinta copa 
16:10–11
10. Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia. Y su reinó se oscureció, y la gen‐
te se mordió la lengua a causa del dolor. 11. Y blasfemaron al Dios del cielo por causa de sus dolores 
y sus llagas. Y no se arrepintieron de sus obras.
a. «Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia». Las cuatro primeras plagas se de-
rramaron sobre la creación de Dios: la tierra, el mar, los ríos y el sol. Pero la quinta plaga afecta el trono
de la bestia, o sea, la sede del imperio espiritual de Satanás. También, las últimas tres plagas en esta se-

15 Dios endureció el corazón del Faraón nueve veces (Éx. 4:21; 7:3; 9:12; 10:1, 20, 27; 11:10; 14:4, 8). Pero el Faraón tam-
bién endureció su propio corazón nueve veces (véase Éx. 7:13, 14, 22; 8:15, 19, 32; 9:7, 34, 35). En último análisis, el Fa-
raón fue culpable de su propia falta de fe (Ro. 9:17–18).
16 A. T. Robertson, A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research (Nashville: Broadman, 1934),

p. 1001; Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 452.


379

rie de siete se envían de manera directa a los seguidores de Satanás.17 Estos seguidores blasfeman al
Dios del cielo (v. 11), son engañados por el falso profeta (v. 13) y quedan conmocionados ante las fuer-
zas de la naturaleza y al ver cómo se hunde su mundo (vv. 18–21).
El trono de Satanás se menciona con referencia a Pérgamo como representante de Roma (2:13; ver
también 13:2). Ahí tiene su centro el culto al emperador y ahí está situado el centro administrativo ro-
mano en la [p 489] provincia de Asia. En consecuencia, algunos comentaristas sitúan el trono de la bes-
tia en Roma, pero esto resulta demasiado restrictivo.18 Mientras que las cuatro primeras copas afectan a
la naturaleza, la quinta actúa en la esfera espiritual. El trono de la bestia es un trono espiritual descrito
como el pozo del abismo (9:1). Asimismo, el gobierno del Anticristo no está limitado a una época dada
o a un lugar concreto. Donde quiera que Dios gobierne sobre la faz de la tierra, Satanás establece su tro-
no y pretende tener autoridad (Lc. 4:6). Por último, todos los ciudadanos del reino de la bestia se llenan
de miedo, desesperación y dolor.
b. «Y su reino se oscureció, y la gente se mordió la lengua a causa del dolor». La plaga que hizo que
todos los egipcios vivieran en tinieblas por tres días fue un cambio físico en la naturaleza (Éx. 10:22),
pero el derramamiento de la quinta copa produce oscuridad espiritual en todos los seguidores de Sata-
nás. Y así como los israelitas tuvieron luz donde quiera que vivieran (Éx. 10:23), también el pueblo de
Dios sigue viviendo en su luz.
Esta oscuridad espiritual comenzó en el pasado, prosigue hasta el presente y está muy difundida.
Por resta razón, los ciudadanos de este reino de tinieblas siguen mordiéndose la lengua debido a las
angustias que experimentan. Viven inquietos, incómodos, y llegan al agotamiento. La palabra griega
ponos, que se traduce como «dolor» (vv. 10, 11; 21:4), significa esfuerzo grande de cuerpo y alma que
produce sufrimiento, pena y dolor.19 La gente se muerde (literalmente, roe) la lengua para mantener con-
trol de sus funciones mentales y físicas.
c. «Y blasfemaron el nombre del Dios del cielo por causa de sus dolores y sus llagas». Sus cuerpos
también sufren por las úlceras que les causó el ángel que derramó la primera copa (v. 2). Así pues, sus
cuerpos están cubiertos de llagas supurantes que les producen un dolor insoportable. A pesar del dolor
que tienen que soportar, no llegan a acudir a Dios, quien controla las plagas (v. 9). Se niegan a buscar su
ayuda; por el contrario, maldicen al Dios del cielo (compárese con 11:13; Dn. 2:18, 19). El término Dios 
del cielo se refiere a la majestad más elevada en el cielo y sobre la tierra. Al maldecir esta majestad, los
seres humanos sufrientes muestran un desafío decidido y un repudio radical del gobierno soberano de
Dios.
d. «Y no se arrepintieron de sus obras». Estas obras se describen al final de la sexta trompeta: culto a
los ídolos, homicidios, artes mágicas, inmoralidad sexual y robos (9:20–21). La gente sigue con su estilo

17 Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993), p. 165.


18 Entre muchos otros ver Swete (Revelation, p. 204), quien afirma que «es sin duda Roma»; R. H. Charles, A Critical and 
Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 2:45; Gerhard A. Krodel, Revelation,
ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), p. 285; Mounce, Revelation, p. 297.
19 Liddell, p. 1448; Manfred Seitz and Hans-Georg Link, NIDNTT, 1:262.
380

[p 490] pecaminoso de vida y se niega a arrepentirse. Sin duda, para estos pecadores ya ha pasado el
tiempo del arrepentimiento.20
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:10–11
Versículo 10
ἐκ—en esta frase la preposición tiene una connotación causal: «la gente se mordió la lengua a causa del do-
lor». El verbo ἐμασῶντο (se mordían) está en tiempo imperfecto para mostrar una acción continua. Es imperso-
nal y por esto se refiere a la gente en general.
Versículo 11
ἐκ τῶν ἔργων αὑτῶν—«de sus obras». La preposición ἐκ denota un sentido de separación.
6. La sexta copa 
16:12–16
Este segmento menciona áreas geográficas y lugares que incluyen al río Éufrates y a Armagedón; en
la sección siguiente (vv. 17–21) aparece Babilonia la grande. ¿Deben interpretarse estos nombres de ma-
nera literal o metafórica? Uno se inclina a decir que desde la perspectiva de Juan se trata de lugares y
nombres específicos que deberían tomarse en forma literal. Esto resulta claro cuando advertimos que
los profetas del Antiguo Testamento, en forma directa e indirecta, predicen que se iban a secar las aguas
del Éufrates y de Babilonia (Is. 11:15; 44:27; Jer. 50:38; 51:36; ver también Zac. 10:11; 4 Esd. [=2 Esdras]
13:47). Esta profecía se cumplió en los días del rey de Persia, Ciro, quien en el 539 a.C. cruzó el Éufrates
con su ejército y derrotó a Babilonia.21
El nombre Armagedón es el equivalente hebreo del monte de Megido. Pero no hay ningún monte cer-
ca del lugar llamado Megido que domine la planicie de Esdrelón. Aparte de los problemas que rodean
al nombre en cuestión, algunos estudiosos optan por una interpretación literal.22 Ven el nombre Babilo‐
nia inextricablemente relacionado con el de Éufrates y descartan todos los puntos de vista que no sea el
literal.
Sin embargo, hay explicaciones metafóricas que son viables e incluso preferibles. Primera, este capí-
tulo contiene algunos pasajes que deberían interpretarse de manera metafórica; por ejemplo, es mejor
interpretar beber sangre en términos de derramamiento interpersonal de sangre entre [p 491] las fuer-
zas anticristianas (v. 6) y conservar las ropas puestas es una descripción figurativa de estar vestido con
la palabra de Dios (v. 15). Sobre esta base, los nombres en el pasaje que nos ocupa pueden verse en for-
ma metafórica.
Luego, el Éufrates (véase 9:14) se consideraba como frontera que dividía al este del oeste; esta barre-
ra ahora ha sido quitada de modo que las fuerzas destructoras pueden avanzar sin obstáculos de un
lugar a otro y producir la caída de Babilonia la grande.

20 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 14.


21 Heródoto 1.190–91; Jenofonte Ciropedia 7.5.1–36.
22 Robert L. Thomas (Revelation 8–22: An Exegetical Commentary [Chicago: Moody, 1995], p. 269) afirma: «Si ‘Éufrates’ es

un lugar real, también lo es Harmagedōn». Véase también John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago:
Moody, 1966), pp. 238–39; Henry Alford, James‐Revelation, vol. 4, part 2, de Alford’s Greek Testament (1875; reimpresión,
Grand Rapids: Guardian, 1976), p. 702.
381

Tercero, en Apocalipsis el nombre de Babilonia la grande no es un lugar concreto sino un símbolo


del poder mundial anticristiano que perdura hasta el fin del tiempo cósmico (referirse a los comentarios
sobre 14:8).
Cuarto, el capítulo 17 ofrece una explicación de Babilonia aludiendo a la gran ramera que está sen-
tada sobre muchas aguas (v. 1); esta es «otra forma de referirse al ‘Éufrates y su agua’ (16:12)».23 Juan
interpreta que estas agua son «pueblos, multitudes, naciones y lenguas» (17:15); en realidad estas pala-
bras son un comentario acerca de las expresiones Éufrates y Babilonia (16:12, 19).
Quinto, en su contexto que el Éufrates se seque actúa como símbolo para permitir que las fuerzas an-
ticristianas vayan a la guerra engañando, de ser posible, incluso a los cristianos. Nótese que salen tres
espíritus malignos para reunir a los reyes de todo el mundo para que guerreen (v. 14), en tanto que los
creyentes reciben la advertencia de permanecer alerta para que no los sorprendan sin preparación (v.
15). De ahí que no es tanto un asunto de que se seque el Éufrates como el de enviar a tres espíritus ma-
lignos para que engañen a todo el mundo.24 Todas las limitaciones y obstáculos han sido eliminados de
modo que las fuerzas sin Dios puedan llevar a cabo su obra destructora. El código moral de la ley de
Dios ha dejado de influir en la sociedad en general, y el misterio de la anarquía está operando con toda
su fuerza (véase 2 Ts. 2:7).
12. Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y su agua se secó, de modo que se 
preparó una senda de los reyes del oriente.
Este versículo recuerda el relato de los israelitas que cruzan el mar Rojo y el Jordán (Éx. 14:21; Jos.
3:17). El ejército egipcio trató de atravesar el mar Rojo pero se ahogó, en tanto que los israelitas lo cruza-
ron a salvo (Sal. 106:9; Is. 11:16; 51:10). Ahora Juan revela que los reyes del oriente utilizan el lecho seco
del Éufrates como camino para seguir en sus desplazamientos sin que ninguna barrera natural se lo im-
pida. Pero no indica que los reyes del este de hecho invadan el oeste. ¿Son estos reyes los partos a quie-
nes los romanos, en los tiempos de Juan, todavía no habían sometido? Aunque se ha escrito mucho
acerca de la bravura de los partos y de la leyenda del [p 492] retorno de Nerón,25 no es probable que se
esté pensando en una conquista de los partos. Juan mismo ofrece una pista con su referencia a los reyes
de todo el mundo a los que los espíritus malignos reúnen para batallar (vv. 13–14). Esto quiere decir
que tanto los reyes del este como los del mundo son fuerzas aunadas contra la cristiandad; en vano tra-
tan ambos de lograr el mismo propósito, a saber, derrocar a la iglesia. Juan a menudo menciona dos
temas ligeramente diferentes que cumplen el mismo objetivo (p.ej., «el cántico de Moisés y el cántico del
Cordero», 15:3).
A propósito, una senda de los reyes del oriente es una frase que se ha visto sometida a más especulación
que ninguna otra frase de este capítulo. Pero si no hay ninguna luz más ni en el texto ni en el contexto,
es mejor quedarse callados.
13. Y vi salir de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espí‐
ritus impuros como ranas. 14. Porque son espíritus demoníacos, que hacen milagros, y van a los reyes 
de todo el mundo para reunirlos para guerrear en el gran día de Dios Todopoderoso.

23 Beale, Revelation, p. 828.


24 Sweet, Revelation, p. 246; Hoeksema, Behold He Cometh! pp. 546–47.
25 P.ej., véase respectivamente Aune, Revelation 6–16, pp. 891–94; y Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 407–50.
382

Satanás ahora realiza una parodia de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo. A Dios el Padre lo parodia
el dragón, Satanás, quien se opone a Dios. La bestia sale del mar como el Anticristo contra Cristo. Y el
falso profeta, como la bestia, sale de la tierra en el lugar del Espíritu Santo (12:3; 13:1, 2, 11; 19:20; 20:10).
La expresión de la boca se encuentra tres veces y debería entenderse de manea simbólica como pala-
bras que salen en forma triple. De las bocas de la trinidad del dragón, la bestia y el falso profeta sale una
andanada de mentiras y engaño. Juan utiliza el símbolo de tres espíritus malignos, que son quienes
hablan, y compara este trío con tres ranas. Como no tienen escamas ni aletas, el Antiguo Testamento
clasificaba a las ranas como criaturas impuras que los israelitas debían detestar (Lv. 11:10). La palabra
rana se encuentra sólo una vez en todo el Nuevo Testamento y en el Antiguo sólo con referencia a la
plaga de ranas en Egipto (Éx. 8:2–6; Sal. 78:45; 105:30). Aunque las ranas son criaturas útiles por cuanto
comen moscas y otros insectos, la gente las consideraba como impuras. En este pasaje Juan identifica a
las ranas con espíritus impuros. Las falsedades que salen de los tres espíritus malignos son sutiles y escu-
rridizas; es como tocar la piel de una rana. Estas mentiras, sin embargo, son odiosas para quienes están
alertos, vigilantes y firmemente anclados en la palabra. Estos santos están plenamente conscientes de la
guerra espiritual que el Anticristo desencadena contra Cristo y sus seguidores.
Además de distorsionar la verdad, estos espíritus también poseen la capacidad de realizar señales y
de engañar el público. Antes Juan escribió que la bestia realizaba «grandes señales de modo que incluso
hace que [p 493] descienda fuego del cielo sobre la tierra ante las personas» (13:13). Esto se hacía con el
propósito principal de engañar a las personas (Mt. 24:24), en especial «a los reyes de todo el mundo».
Los espíritus malignos dirigen su engaño de mentiras y señales sobre todo a los gobernantes de este
mundo, de modo que, a su vez, puedan hacer llegar las mentiras a los ciudadanos de sus países.26 Y con
estas multitudes engañadas, los reyes van a la guerra contra el Dios Todopoderoso. Juan escribe que los
espíritus malignos reúnen a los reyes de todo el mundo «para guerrear en el gran día del Dios Todopo-
deroso». Esta guerra no es física ni política sino más bien espiritual; es la guerra que Satanás ha venido
librando desde que engañó a Adán y Eva en el paraíso y seguirá librándola hasta que sea derrotado y
arrojado al lago de fuego (20:10). El texto griego contiene el artículo definido en la expresión la guerra en
tres lugares que mencionan la batalla final (16:14; 19:19; 20:8). Se refiere al conflicto definitivo al final del
tiempo cósmico.
Examinemos más de cerca el texto (v. 14). Primero, el sustantivo reyes representa a todo el pueblo en
una concentración anticristiana que emprende una guerra espiritual en un día llamado el gran día.
Luego, aunque Juan menciona un día específico que califica con el adjetivo gran, Satanás guerrea to-
davía con más furia al ver que el tiempo, que sabe que es corto (12:12), pasa. Cuanto más se acerca al
final, con más violencia se enfrasca en la batalla. A escala mundial guerrea contra el reino del cielo y su
Rey al tratar de destruir a la iglesia cristiana en una guerra total al final. Pero el diablo y sus seguidores
no caen en la cuenta de que Dios reúne a todos los gobernantes del mundo y a sus pueblos con el fin de
derrotarlos.
Tercero, la batalla final se entablará cuando Cristo, cabalgando en un caballo blanco, con los ejércitos
del cielo, derrote totalmente a sus oponentes (19:11–21). En esa batalla los reyes de la tierra y sus ejérci-

26Dios envió a un espíritu mentiroso para convencer al rey Acab para que fuera a la muerte en una batalla contra Siria
(ver 1 R. 22:21–23).
383

tos están juntos con la bestia y el falso profeta. Este profeta ha engañado a reyes y ejércitos, pero mue-
ren por la espada del Señor. La expresión los reyes de la tierra se encuentra a menudo en Apocalipsis y
alude al Salmo 2:2. Estos reyes y gobernantes se colocan contra Dios y su Hijo ungido, pero el Señor los
trata con burla y mofa.27
Finalmente, el adjetivo gran describe el último día, cuando todas las fuerzas del mal se confabulan
contra el Cristo. Ese día en realidad es el día del Señor, término común tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamentos. En especial en las cartas de Pablo y Pedro, el término el día del Señor significa el
último día escatológico.28
[p 494] 15. («Mira, ¡vengo como un ladrón! Bienaventurado es el que permanece despierto con las 
ropas puestas, de modo que no tenga que caminar desnudo y verse expuesto a vergüenza»).
a. «Mira, ¡vengo como un ladrón!» Este versículo es un interludio en el que Jesús se dirige a los cre-
yentes en la tierra. Por tanto, los traductores lo ponen entre paréntesis como una digresión. La pregun-
ta, «¿quiénes son los seguidores de Cristo en este mundo de engaño?» la responde ahora la voz de Jesús
que los invita a estar alertos. Les recuerda que su venida será como la de un ladrón, que para los santos
significa de repente y de forma inesperada. Jesús habían enseñado a sus discípulos que deberían ser
como el dueño de una casa que se mantiene despierto para prevenir que un ladrón entre de noche en la
casa (Mt. 24:42–43; Lc. 12:39–40). Y en la carta a la iglesia en Sardis, Jesús dice a los lectores que llegará
como un ladrón (Ap. 3:3). El punto que Jesús destaca en su enseñanza a los discípulos y en su alertar a
los cristianos en Sardis es su regreso repentino e inesperado. Tanto Pablo como Pedro describen la ve-
nida del Señor como la de un ladrón nocturno (1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10).
La imagen del ladrón que quiere entrar a la fuerza en una casa está yuxtapuesta a la bienaventuran-
za que contiene una bendición para todos los que permanecen despiertos para impedir que esto suceda.
De igual modo, en el evangelio de Lucas, la parábola del ladrón que Jesús emplea está estrechamente
relacionada con la bienaventuranza que bendice al siervo fiel que permanece vigilante (Lc. 12:37, 39).29
b. «Bienaventurado es el que permanece despierto». Es la tercera bienaventuranza en un serie de sie-
te (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14). Algunos estudiosos son de la opinión de que la combinación de
una advertencia con una bienaventuranza es chocante y demuestra que este pasaje es una intrusión o
una interpolación.30 Pero este punto de vista no se puede sustentar; se carece de evidencia en manuscri-
tos, y Juan siempre tiene presente al pueblo de Dios en medio de un mundo incrédulo. Aquí, con Jesús
como su fuente, dirige una palabra de advertencia a los cristianos para que permanezcan espiritualmen-
te despiertos.
c. «… con las ropas puestas, de modo que no tenga que caminar desnudo y verse expuesto a ver-
güenza». La referencia a mantener la ropa puesta no tiene nada que ver con nudismo sino que debe ver-

27 Ap. 1:5; 6:15; 17:2, 18; 18:3, 9; 19:19; 21:24. El sexto sello contiene la expresión reyes de la tierra (6:15) y la sexta trompe-
ta dice reyes de todo el mundo (16:14).
28 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 214. Véase 1 Co. 3:13; 2

Ts. 1:10; 2 P. 3:12; y compárese con Jn. 6:39; 11:24; 12:48.


29 Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965), pp. 83–84. Pero Bauckham (Climax of 

Prophecy, p. 105 n. 32) considera que esta paráfrasis no es convincente.


30 Ford, Revelation, p. 263; Charles, Revelation, 2:49, 427 n. 3; James Moffatt, The Revelation of St. John the Divine, en The 

Expositor’s Greek Testament, ed. W. Robertson Nicholl (reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1956), 5:448.
384

se de manera metafórica. Alude a estar espiritualmente vestido con la palabra de Dios, de modo que
cuando llegue el tentador con mentiras y engaño, el creyente pueda dar cuenta de su propia posición y
con ello resistir las tentaciones, [p 495] poner en evidencia el engaño y rechazar los ataques diabólicos.
Caminar espiritualmente desnudo, sin la vestimenta de la palabra de Dios, avergüenza al cristiano,
quien es objeto del reproche de su Señor. Esto es lo que Jesús dijo a los laodiceos, «Os aconsejo que me
compréis … ropas blancas para vestiros de modo que no se revele la vergüenza de vuestra desnudez»
(3:18). En realidad es «una forma figurativa de hablar de privación espiritual».31
16 Y los condujeron al lugar que se llama en hebreo Armagedón.
La expresión Armagedón sólo se encuentra aquí en toda la Biblia, de modo que los estudiosos se es-
fuerzan en ofrecer una explicación convincente. Se han propuesto numerosas soluciones,32 pero no te-
nemos ninguna certeza en cuanto a qué se refiere de hecho la palabra. Todas nuestras opiniones no son
más que conjeturas.
Comencemos con la palabra en hebreo, lo cual en sí mismo ya resulta problemático porque el Antiguo
Testamento no contiene la palabra Armagedón. Por transliteración obtenemos o Harmagedón, que se
traduce «monte (har) de Megido», o Armagedón, que se traduce como «ciudad (ar) de Megido». La ciu-
dad estaba situada en una meseta sobre la planicie de Esdrelón hacia el noreste. En este valle se habían
librado muchas batallas antiguas y recientes, para mencionar sólo los ejércitos de Israel que derrotaron
a Sisera y sus cohortes en tiempos de la profetisa Débora (Jue. 5:19; véase también 2 R. 9:27; 23:29; 2 Cr.
35:22; Zac. 12:11) y la guerra de los seis días de 1967.
Además, varía la forma de escribir Megido. El texto griego dice jarmaguedōn que, aparte del prefijo
jar, tiene una a en lugar de una e, una e por una i, una d en lugar de dos, y una n final. La expresión es
indeclinable debido a su origen hebreo. El Antiguo Testamento no contiene esta palabra, pero el empleo
del hebreo por parte de Juan es típico de los escritos apocalípticos judíos. Pero los escritos de los padres
de la iglesia nunca relacionaron el nombre Megido con 16:16, y en la literatura contemporánea nunca se
le da ninguna «importancia escatológica».33
Otra dificultad es que no hay ninguna montaña en Megido. Identificar este nombre con el monte
Carmelo al oeste de Megido, como han hecho [p 496] algunos estudiosos, no encuentra sustento en es-
critos antiguos y, por lo tanto, se debe descartar. Como alternativa, otros estudiosos centraron su aten-
ción en la traducción «ciudad de Megido». La palabra puede entonces tomarse como un nombre código

31 Thomas, Revelation 8–22, pp. 267–68.


32 Véase, p.ej., Hans K. LaRondelle, «The Biblical Concept of Armageddon», JETS 28 (1985): 21–31 y «The Etymology of
Har‐Magedon Rev. 16:16», AUSS 27 (1989): 69–73; R. E. Loasby, «‘Harmagedon’ according to the Hebrew in the Setting
of the Seven Last Plagues of Revelation 16», AUSS 27 (1989): 129–32; W. H. Shea, «The Location and Significance of
Armageddon in Rev. 16:16», AUSS 18 (1980): 157–62.
33 Joachim Jeremias, TDNT, 1:468. Sin embargo, en un artículo intitulado «The Origin of Armageddon: Revelation 16:16

as an Interpretation of Zechariah 12:11», John Day señala que Zac. 12:11 es «el único lugar antes de Apocalipsis en el
que se menciona a Megiddo en un contexto apocalíptico». Y ese pasaje es el único en el Antiguo Testamento en el que
Megiddo se escribe con la n final como mêgiddōn (Crossing the Boundaries: Essays in Biblical Interpretation in Honour of 
Michael D. Goulder, ed. Stanley E. Porter, Paul Joyce, and David E. Orton [Leiden: Brill, 1994], pp. 319–20.
385

para una guerra concreta, porque en la guerra es común utilizar varios códigos como puntos de movili-
zación.34
Todavía otros intérpretes opinan que la palabra Armagedón se basa en las palabras hebreas jar mô‘ēd,
traducidas como «la montaña de reunión», que aparece en Isaías 14:13. Esta montaña es símbolo del
monte Sión, porque se considera como el lugar desde el cual el Cristo vendrá a derrotar a sus enemigos.
Se considera, pues, que esta montaña de reunión es el monte Sión y está relacionada con la ciudad de
Jerusalén. Este lugar sirve como punto de reunión para sesiones de tribunales, consejos, organización de
las fuerzas armadas y la reunión de ángeles y santos.35 La dificultad con esta propuesta es la carencia de
apoyo textual; es una conjetura que trata de enmendar el texto del griego al hebreo. Aunque la propues-
ta en sí tiene mérito, la falta de apoyo textual socava su solidez.
Considero el término Armagedón como un símbolo con el que Dios libera a su pueblo de todo daño y
demuestra que tiene el poder y la fuerza para derrotar a sus enemigos. Tanto en tiempos del Antiguo
Testamento como del Nuevo demostró una y otra vez su fidelidad al rescatarlos. Así pues, los libera
durante la tribulación final cuando Cristo retorna. «Por esta razón Har-Magedón es la sexta copa. La
séptima es el día del juicio».36
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:14–15
Versículo 14
εἰσὶν γὰρ πνεύματα—según la regla gramatical, un sustantivo neutro plural va con un verbo en singular;
aquí va con un verbo en plural. Pero en la cláusula siguiente el pronombre neutro es plural y el verbo es singular,
ἅ ἐκποεύεται (que salieron).
Versículo 15
ἴνα μή—esta combinación no se repite en el caso del segundo verbo en subjuntivo pero se entiende
(βλέπωσιν).
[p 497] 7. El séptimo sello 
16:17–21
17. Y el séptimo ángel derramó su copa en el aire. Y una voz poderosa salió del templo, desde el 
trono, diciendo, «Se acabó».
Se requiere un breve análisis sobre la traducción de este texto. Primero, el griego literalmente dice
«en el aire», en tanto que muchos traductores han adoptado la forma «dentro del aire». Pero Juan mira
al ángel que derrama su copa no desde una perspectiva terrenal hacia arriba sino desde una perspectiva
celestial hacia abajo. Luego, es muy preciso en la selección de preposiciones: la voz sale de (de dentro 
hacia fuera) el templo y de (desde) el trono. O sea, la voz procede de la presencia misma de Dios y viene

34 Véase L. van Hartingsveld, Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), p. 69.


35 Meredith G. Kline, «Har Magedon: The End of the Millenium», JETS 39 (1996): 212–13. Véase Mathias Rissi, Time and 
History (Richmond: John Knox, 1966), pp. 84–85. Alan F. Johnson hace una propuesta similar con su conjetura de que
magedōn es un nombre hipotético compuesto a partir del verbo hebreo gādad y significa «su lugar de reunirse en tro-
pas». Véase su Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,
1981), 12:552.
36 Hendrisksen, More Than Conquerors, p. 163; consúltese Harry R. Boer, The Book of Revelation (Grand Rapids:

Eerdmans, 1979), p. 108.


386

del área del trono de Dios. Tercero, la traducción «se acabó» no se deriva del verbo hacer sino del verbo
llegar a ser. Algunas versiones, por tanto, tratan de expresar el concepto de que la orden de derramar las
copas se ha cumplido; dicen «se acabó» o «ha llegado el fin».
La séptima plaga afecta el aire que es la fuente vital de todos los seres vivos en la tierra. Sin aire todo
y todos mueren. Pero ¿debe tomarse en forma literal o simbólica el concepto aire? Si es lo segundo, en-
tonces la palabra alude a la esfera demoníaca. Según Pablo, Satanás es el «príncipe de la potestad del
aire» (Ef. 2:2, RV)37. Si esta interpretación es correcta, vemos la antítesis llamativa del trono de Satanás
(v. 10) que recibe el contenido de la séptima copa de ira y la voz divina que procede del trono de Dios
que dice, «Se acabó». Entonces Satanás y sus seguidores son los receptores de la última copa de ira.
La voz vigorosa que procede de la presencia de Dios era la voz de Dios mismo que anuncia el fin de
las plagas. La voz declaró que había llegado a su fin la ira de Dios derramada sobre todos sus enemigos
(compárese con 21:6).
18. Y hubo resplandores de relámpagos y estruendos y retumbos de truenos, y hubo un gran te‐
rremoto, como no había sucedido desde que los humanos vinieron a la tierra, un terremoto tan gran‐
de.
Lo que sigue después de que se han completado las plagas son las señales que describen la presencia
de Dios y que acompañan a su juicio. Consisten en características que forman parte de la naturaleza
(relámpagos, retumbos y truenos) y describen la sala del trono (4:5; ver también 8:5). Con la apertura
del sexto sello Dios despliega su juicio con un terremoto (6:12). Pero aquí el terremoto es de tal intensi-
dad que no sólo recibe el nombre de grande sino que también se dice que ninguna persona había [p 498] 
experimentado jamás una violencia de semejante magnitud. En verdad éstos son los momentos finales
anunciados como «un período de angustia, como no lo ha habido jamás desde que las naciones existen»
(Dn. 12:1).
Juan habla de todo esto como que ya ha ocurrido, si bien la escena de hecho se refiere al futuro. Con
frecuencia hace lo mismo cuando mira hacia el futuro; informa en tiempo pasado para decir al lector
que está seguro de que lo que dice de hecho sucederá. Sin duda alguna, el gran terremoto, con las seña-
les que lo acompañan en la naturaleza, ocurrirá en el tiempo de la consumación. Nótese también la alu-
sión a la peor tormenta que cayó sobre Egipto en tiempo de las plagas (Éx. 9:24). Así como Egipto fue
devastado por una tormenta de granizo, así Juan predice una plaga de granizo con granizos de enorme
peso (v. 21).
19. Y la gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones sucumbieron. Y Babi‐
lonia la Grande fue recordada delante de Dios, y le dio la copa de vino iracundo de su ira.
a. «Y la gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones sucumbieron». Se trata
de lenguaje apocalíptico que revela la destrucción de las ciudades del mundo. La expresión la gran se
refiere a Babilonia la grande, como resulta evidente por la segunda parte de ese versículo y por los dos
capítulos siguientes (17:18; 18:10, 18, 19, 21). Ya en 14:8 encontramos el nombre Babilonia la grande y es el
símbolo del poder mundial anticristiano que persigue al pueblo de Dios. Es una fuerza que ejercerá su

37Véase los comentarios de Beale (p. 841), Hailey (p. 337), Morris (p. 194) y Sweet (p. 250). Mounce (p. 303 n. 63) lo ex-
cluye diciendo, «Probablemente no hay aquí una referencia designada al aire como morada de los demonios (cf. Ef.
2:2)».
387

poder hasta el fin de los tiempos. Mucho antes del tiempo de Juan, Babilonia había dejado de ser un
imperio mundial, y a lo largo de los siglos nunca ha podido recuperarse «bajo el nombre político formal
de ‘imperio babilónico’».38 Algunos estudiosos identifican a Babilonia con Roma, porque así habría en-
tendido Juan la fuerza del opresor; otros consideran que la «gran ciudad» es Jerusalén; y todavía otros
ven a Babilonia como la ciudad a orillas del gran río Éufrates (v. 12).39 La gran ciudad no puede ser Je-
rusalén, porque el pueblo de Dios mora en la ciudad santa, o sea, la nueva Jerusalén. Pero los enemigos
de Dios viven en la gran ciudad (11:8), que no es un lugar concreto sino más bien la quintaesencia de
una fuerza anticristiana de incredulidad que Satanás dirige contra Dios y su pueblo. Esta es Babilonia la
grande, el poder satánico universal que Dios recuerda y a la que entrega la copa de su furiosa ira.
¿Qué significa que esta gran ciudad se divide en tres partes? Las palabras se divide en tres partes es
una expresión idiomática que simboliza destrucción completa.40 Todos los argumentos humanos y ale-
gatos filosóficos que se [p 499] han propuesto contra el conocimiento de Dios quedan totalmente demo-
lidos (2 Co. 10:5). Y todas las ciudades del mundo son destruidas; como los centros del imperio anticris-
tiano, sucumben y se desintegran.
b. «Babilonia la grande fue recordada delante de Dios y le fue dada la copa de vino iracundo de su
ira». Dios recordó los pecados que cometió este imperio contra su reino y ahora derrama su ira bajo la
forma de la copa de vino iracundo. ¿Quién puede hacerle frente cuando la ira de Dios se desencadena
(Sal. 76:7b; Mal. 3:2; véase Nah. 1:6? Juan ya había llamado la atención acerca de la furia de Dios cuando
escribió que todo el que recibe la marca de la bestia «beberá el vino de la ira de Dios que ha sido derra-
mada con toda potencia en la copa de su ira» (14:10; compárese con Sal. 75:8; Is. 51:17, 22; Jer. 25:15).
20. Y huyeron todas las islas y no se pudieron encontrar las montañas. 21. Y granizos enormes de 
unos cuarenta kilogramos cada uno cayeron del cielo sobre las personas, y blasfemaron a Dios por 
causa de la plaga de granizo, porque su plaga fue muy grande.
La visión de islas que huyen y de montañas que desaparecen recuerda el sexto sello, que es un retra-
to del juicio (6:14). Significa que todo lo que hay en esta vieja tierra cambia en forma instantánea; de
hecho ha llegado el tiempo del último juicio cuando la faz de la tierra se transforma y Dios se sienta en
el gran trono blanco (20:11).
La plaga de granizo que destruyó cosechas, animales y seres humanos en Egipto (Éx. 9:13–16) consti-
tuye en este pasaje el telón de fondo del granizo que cae sobre las personas. El granizo mató a los amo-
ritas durante la conquista de la tierra por parte de Israel (Jos. 10:11), y los profetas mencionan el granizo
describiéndole como una fuerza totalmente destructora. (Is. 32:19; Ez. 13:11, 13; 38:22). La palabra grani‐
zo también se encuentra en Apocalipsis (8:7; 11:19). Pero el granizo en este pasaje es excepcionalmente
violento.
Del cielo caen granizos con un peso de cuarenta kilos cada uno. El griego emplea la palabra talento,
cuyo significado en cuanto a peso no se puede determinar con exactitud; variaba dependiendo del país
y de la época. Estos inmensos pedazos de hielo matan a todo ser viviente sobre el que caen, pero, en

38 Beale, Revelation, p. 830.


39 En cuanto a estos tres puntos de vista divergentes ver sucesivamente Krodel, Revelation, p. 288; Ford, Revelation, p.
264; Thomas, Revelation 8–22, p. 207.
40 Lenski, Revelation, p. 483.
388

lugar de arrepentirse, los pecadores maldicen a Dios a causa de la granizada. Endurecen el corazón y se
niegan a arrepentirse (véase vv. 9 y 11). En su corazón no hay temor de Dios, ni reconocimiento de sus
pecados, ni aceptación de la justicia divina. El Faraón se arrepintió como resultado de la granizada y
dijo a Moisés y a Aarón que había pecado, que Dios tenía razón, y que iba a dejar salir libres a los israe-
litas (Éx. 9:27–28). Cuando hubo pasado la tormenta, el Faraón endureció su corazón y se negó a dejar
salir libre al pueblo de Israel. Pero los pecadores sobre los que Dios hace caer granizos de cuarenta kilos
cada uno maldicen a Dios mientras reciben el castigo.41
[p 500] El castigo que Dios descarga sobre sus enemigos es tan fuerte que Juan emplea la palabra
griega sfodra (muchísimo), que no se encuentra en ninguna otra parte en Apocalipsis. Esta palabra reci-
be fuerza al ser colocada al final de la frase: «la plaga fue muy grande». El día del juicio es inminente
(véase 19:19–21; 20:8–9).
Palabras, frases y construcciones griegas en 16:17–19
Versículo 17
ἐκ τοῦ ναοῦ ἀπὸ τοῦ θπόνου—es la lectura preferida del texto; los escribas tuvieron dificultad con el concep-
to de templo y trono en la misma cláusula, y de ahí la serie de variantes que aparecieron; por ejemplo, el Codex
Sinaiticus dice «el templo de Dios» y el manuscrito 051 dice «del cielo». Pero el peso preponderante de testigos
sustenta la lectura dada en el texto.42
Versículos 18–19
El verbo ἐγένετο se encuentra cuatro veces consecutivas (vv. 18 y 19). Las tres en el versículo 18 transmiten el
pensamiento de «sucedió», pero la del versículo 19 es un semitismo. Aparece en conjunción con la expresión εἰς
τρία μέρη (en tres partes) y dice «la gran ciudad se convirtió en tres partes».
ἐμνήσθη—es un semitismo. Ver el texto paralelo en Hechos 10:31: Vuestra oración ha sido escuchada y vues-
tros actos de misericordia han sido recordados delante de Dios.
τοῦ οἴνου … αὐτοῦ—hay una cadena de cuatro genitivos (compárese con 19:15) en la que «el genitivo que ri-
ge precede al dependiente».43

41 Swete, Revelation, p. 212.


42 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,
1994), p. 681.
43 Nigel Turner, Syntax, vol. 3 de A Grammar of New Testament Greek, de J. H. Moulton et al. (Edinburgh: Clark, 1963), p.

218.
389

[p 501]  

17
La mujer y la bestia 
(17:1–18)
[p 502]  

Bosquejo (continuación)
VII. 6ª visión: victoria para Cristo (17:1–19:21)
A. Introducción (17:1–2)
B. Conflicto y juicio (17:3–19:10)
1. La mujer y la bestia (17:3–18)
a. La tentadora seductora (17:3–6)
b. La explicación del ángel (17:7–11)
c. La soberanía del Cordero (17:12–14)
d. El propósito de Dios (17:15–18)
[p 503]  

CAPÍTULO 17
17 1 Y uno de los siete ángeles que tenían las siete copas vino, me habló, y dijo, «Ven, te mostraré el juicio de
la gran prostituta que está sentada en muchas aguas. 2 Los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella, y
los habitantes de la tierra se han emborrachado con el vino de su fornicación».
Y me trajo en el Espíritu a un lugar desierto. Y vi a una mujer sobre una bestia escarlata que estaba llena de
3

nombres de blasfemia. La bestia tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 Y la mujer estaba vestida con ropa púrpura y
escarlata y estaba adornada con oro y piedras preciosas y perlas. Tenía una copa de oro en la mano llena de abo-
minaciones e impureza de su fornicación. 5 Y en la frente tenía un nombre escrito, un misterio,
Babilonia la grande
La madre de prostitutas
Y de las abominaciones de la tierra
Y vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos y con la sangre de los mártires de Jesús. Y cuando la
6

vi, me asombré sobre manera.


Y el ángel me dijo, «¿Por qué estás asombrado? Te contaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva,
7

que tiene siete cabezas y diez cuernos. 8 La bestia que viste era y no es y está a punto de salir del abismo e ir a su
destrucción. Y los habitantes de la tierra se asombrarán, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de
vida desde la fundación de la tierra. Ven a la bestia que era y no es y vendrá. 9 He aquí la mente que tiene enten-
dimiento. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que se sienta la mujer. 10 Y son siete reyes: cinco han su-
390
cumbido, uno es, otro todavía tiene que venir. Y cuando venga, es necesario que permanezca por un tiempo. 11 Y
la bestia que era, y no es, incluso es una octava y es de los siete, y va hacia su destrucción.
12«Y los diez cuernos que viste son diez reyes, que no han recibido todavía un reino. Pero recibieron autori-
dad con la bestia como reyes por una hora. 13 Estos tienen un propósito y dan su poder y autoridad a la bestia. 14
Estos harán la guerra contra el Cordero y el Cordero los derrotará, porque es el Señor de señores y Rey de reyes;
y los que están con él son los llamados, y los elegidos, y los fieles».
15Y el ángel me dijo, «Las aguas que viste sobre las que está sentada la prostituta, son los pueblos, multitudes,
naciones y lenguas. 16 Y los diez cuernos que viste y la bestia, éstos odiarán a la prostituta; y causarán su ruina y
la desnudarán; y comerán su carne y la quemarán con fuego. 17 Porque Dios ha puesto en sus corazones cumplir
su propósito, estar de común acuerdo, y dar el reino de ellos a la bestia hasta que las palabras de Dios se cumpli-
rán. 18 Y la mujer que viste es la gran ciudad que tiene un reino sobre los reyes de la tierra».
VII. 6ª visión: Victoria para Cristo
17:1–19:21
En la sexta visión Juan muestra la derrota de la mujer llamada la gran prostituta y Babilonia la gran-
de (cap. 17). El capítulo siguiente es un [p 504] relato de la caída de Babilonia y de su imperio (cap. 18).
Estos dos capítulos van seguidos, primero, de la celebración de la boda de la esposa y el Cordero; luego,
de la batalla que el Cristo victorioso libra contra las fuerzas del malvado; y por último, de la bestia y del
falso profeta que son arrojados al lago de fuego mientras que el resto de los que se oponen a Cristo
mueren por su espada (cap. 19).
¿En qué forma se relaciona esta sexta visión con el capítulo anterior? Para tener una idea general te-
nemos que regresar a los tres ciclos de sellos, trompetas y plagas. Estos ciclos presentan semejanzas con
respecto al séptimo elemento en cada ciclo, porque cada una de los séptimos elementos se ubica en el
cielo. El séptimo sello introduce un período de silencio en el cielo (8:1); cuando se ha hecho sonar la sép-
tima trompeta, se escuchan en el cielo voces potentes (11:15); y después de que se ha derramado la sép-
tima copa, se escucha una voz poderosa desde el trono en el cielo que dice, «Se acabó» (16:17). Al final
de estos ciclos con siete partes hay más información sobre el fin de los tiempos. Pero aunque la séptima
plaga es la última para todas las tres series, todavía quedan más detalles. De ahí que los capítulos 17 y
19 proporcionen una presentación detallada sobre la sexta y séptima plagas (16:12–21). El capítulo 17
ofrece una descripción de la gran prostituta y de la guerra espiritual que los reyes de la tierra libran co-
ntra el Cordero, en tanto que el capítulo 18 describe el derrumbe económico del mundo.1
El nombre Babilonia la grande aparece en ambos capítulos 17 y 18. Con la ayuda de una antigua
moneda romana que retrata a la diosa Roma sentada sobre las siete colinas y de citas de historiógrafos
romanos (17:9), los estudiosos interpretan que Babilonia es una referencia a Roma.2 Pero identificar a
Babilonia con Roma como la gran prostituta es en sí mismo restrictivo y limitado en el tiempo. Por
ejemplo, la mujer en el capítulo 12 es un símbolo de la iglesia y en el capítulo 19 es la esposa del Corde-

1Consúltese C. H. Dyer, «The Identity of Babylon in Revelation 17–18», BibSac 144 (1987): 305–16, 433–49.
2R. Beauvery, «L’Apocalypse au risque de la numismatique: Babylone, la grande Prostituée et le sixième roi Vespasien
et la déesse Rome», RB 90 (1983): 243–60; David E. Aune, Revelation 17–22, WBC 52C (Nashville: Nelson, 1998), pp.
920–28. Véase también Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp.
690–92, 711–12; Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 306–9;
R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 2:54–61;
Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), pp. 291–94.
391

ro. Por el contrario, la mujer en el capítulo 17 recibe el nombre de Babilonia la grande, la madre de las
prostitutas y la madre de las abominaciones de la tierra (v. 5). Esta mujer es la gran tentadora, seductora
y mentirosa, al servicio de Satanás y de la bestia. Ha estado a su servicio no sólo durante la época de
Juan sino desde el tiempo de la caída y lo seguirá estando hasta la consumación. También, esta mujer
aparece al mismo tiempo como una [p 505] gran metrópolis que, debido al juicio de Dios, pierde sus
riquezas comerciales y financieras (18:11–24). Esta escena, por tanto, habla no sólo de la caída del impe-
rio romano sino más bien de la derrota completa y permanente de todo el mundo anticristiano.3
En vista del poco tiempo que Satanás pasa en la tierra (12:12), interpreto el capítulo 17 como un re-
trato de las fuerzas de la bestia enfrentadas contra Dios pero que, en última instancia, pierden la batalla.
La prostituta cabalga sobre su bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos: «Vemos a la bestia que era y
no es y vendrá» (v. 8). En resumen, la bestia tiene una larga historia, está presente hoy, y llegado el
momento irá a su destrucción. Esta bestia trasciende los sucesivos imperios del mundo, incluyendo el
imperio romano, mientras que todo el tiempo la prostituta está sentada en su dorso. «Cuando, en Apo-
calipsis 18:4, se da la advertencia, ‘Salid pueblo mío, salid de ella, y no se mezclen con sus pecados’, este
mandato estaba destinado no sólo a quienes viven cerca del fin de la historia del mundo, sino a los cre-
yentes de la época de Juan; de hecho, a todos los creyentes de todos los tiempos».4
Juan describe primero a la gran prostituta que se deleita en sus adulterios con los reyes de la tierra
(vv. 1–2). Luego describe su asociación con la bestia de siete cabezas y diez cuernos (vv. 3–8). En tercer
lugar, presenta un marco temporal durante el cual los reyes de la tierra hacen la guerra al Cordero,
quien los vencerá (vv. 9–14). Y por último, Juan explica los símbolos de las aguas sobre las que está sen-
tada la mujer y de la mujer misma como «la gran ciudad que tiene un reino sobre los reyes de la tierra»
(vv. 15–18).
A. Introducción
17:1–2
1. Y uno de los siete ángeles que tenían las siete copas vino, me habló, y dijo, «Ven, te mostraré el 
juicio de la gran prostituta que está sentada en muchas aguas. 2. Los reyes de la tierra han cometido 
fornicación con ella, y los habitantes de la tierra se han emborrachado con el vino de su fornicación».
a. «Y uno de los siete ángeles que tenían las siete copas vino, me habló, y dijo». Estamos ante una
indicación de que este capítulo elabora más las plagas sexta y séptima que se describieron en el capítulo
precedente (16:12–21). Uno de los siete ángeles que derramaron las copas de la ira de Dios se dirige a
Juan. No hay indicios de si este ángel fue el sexto o el séptimo, pero esto no tiene importancia. Sí es, sin
embargo, significativo que no sea un anciano sino un ángel quien se dirige a Juan. Los veinticuatro an-
cianos en el cielo representan a los santos redimidos, y uno de los [p 506] ancianos le preguntó a Juan
acerca del significado de que los santos llevaran túnicas blancas (7:13). Pero aquí un ángel, como mensa-
jero de Dios, instruye al vidente acerca del castigo impuesto a la gran prostituta. A propósito, uno de
estos siete ángeles también informa a Juan acerca de la esposa, la mujer del Cordero (21:9). De hecho el

3 Harry R. Boer (The Book of Revelation [Grand Rapids: Eerdmans, 1979], p. 118) comenta: «La bestia constantemente
cambia la forma en que se manifiesta, pero nunca cambia ella misma».
4 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 168.
392

ángel narra un relato de dos mujeres, una santa y otra profana. La santa tendrá a Cristo como esposo; la
profana no tiene esposo, es la gran prostituta.
b. «‘Ven, te mostraré el juicio de la gran prostituta que está sentada sobre muchas aguas’». El ángel
invitó a Juan a ir con él para ver la escena del juicio en la que el veredicto ya ha sido entregado a la fa-
mosa ramera que representa a Babilonia. El veredicto en realidad era ya un hecho consumado, porque
su condena había sido sellada. Los profetas del Antiguo Testamento pronunciaron juicios de Dios co-
ntra Babilonia en el sentido de destrucción total y de permanecer para siempre deshabitada (véase Is.
13:19–22; Jer. 50:39; 51:37). Los profetas agregaron el nombre prostituta a las ciudades de Tiro (Is. 23:15–
17), Nínive (Nah. 3:4), y Jerusalén (Is. 1:21; Jer. 2:20; Ez. 16:15), pero no a Babilonia. Pero aquí el ángel
describió a Babilonia la grande, llamándola la madre de prostitutas (v. 5), no como ciudad reconstruida
sino como símbolo de todo mal dirigido contra Dios. La antigua Babilonia estaba situada a orillas del
Éufrates, donde numerosos canales suministraban agua para fines de transporte e irrigación (Jer. 51:13).
Pero como esta antigua ciudad fue completamente destruida y quedó despoblada, no debería interpre-
tarse el texto en forma literal.
El texto revela simbolismo, evidente en las dos expresiones prostituta y muchas aguas. Estos dos tér-
minos no deberían interpretarse en forma literal sino espiritual.5 Primero, el propósito de la gran ramera
es conducir al pueblo lejos de Cristo en la medida de lo posible; de ahí que es exactamente lo contrario
de la iglesia que trata de conducir a todos y en todas partes a Cristo. Luego, Juan explica el término mu‐
chas aguas como «los pueblos, multitudes, naciones y lenguas» del mundo (v. 15). Son las oleadas agita-
das de humanidad bajo el control de esta vil ramera.
c. «Los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella, y los habitantes de la tierra se han em-
briagado con el vino de su fornicación». Nótese la repetición del concepto fornicar, que se utiliza tres
veces en estos dos versículos: el sustantivo prostituta especifica la mujer; el verbo fornicar describe las
acciones de los reyes de la tierra; y por último, el sustantivo fornicación se refiere al medio que embriaga
a los habitantes de la tierra. De nuevo, este concepto debe entenderse en forma espiritual; Israel y Judá
fueron acusados de ser prostitutas espirituales (Ez. 23); y Jesús llamó a los líderes religiosos de su tiem-
po «una generación adúltera» (Mt. 12:39; 16:4).
[p 507] Sin embargo, debería tomarse nota de la diferencia entre fornicación por parte de personas
no casadas y adulterio por parte de esposos. Esta mujer soltera se dedica en forma activa a relaciones
ilícitas con los reyes de la tierra, quienes a su vez descarrían a sus seguidores. Estos reyes son las cabe-
zas de «las diversas partes del imperio anticristiano».6 Pertenecen a esta tierra y no tiene vínculos espiri-
tuales con Dios. Además, los habitantes de la tierra están embragados con el vino de la fornicación espi-
ritual de la mujer; y son personas que sirven no a Dios sino a Satanás.7
La dificultad en este capítulo es entender las múltiples configuraciones de la mujer. Se la llama la
gran prostituta, se une a la bestia, representa a Babilonia la grande y personifica a «la gran ciudad» (v.
18). Como prostituta espiritual está diametralmente opuesta a Cristo; sirve a la bestia que es el Anticris-

5 Robert L. Thomas (Revelation 8–22: An Exegetical Commentary [Chicago: Moody, 1995], p. 282) observa con razón que
«está fuera de discusión que esta mujer de Ap. 17:1 es el epítome de la fornicación espiritual o idolatría».
6 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 492.

7 La expresión habitantes de la tierra se encuentra a menudo en Apocalipsis. Véase Ap. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10 (dos veces);

13:8, 12, 14 (dos veces); 17:2, 8.


393

to (13:1); y representa a Babilonia la grande, que es el imperio del Anticristo, con numerosos reyes del
mundo unidos para hacer la guerra contra Dios Todopoderoso (16:14, 16). En otras palabras, Juan mira
a la mujer desde varias perspectivas en las que el adjetivo gran, aplicado a ella y a Babilonia, asume una
posición significativa.
Juan mencionó ya a Babilonia en 14:8, donde escribió que un ángel exclamó, «Caída, caída está Babi-
lonia la grande, que hizo que todas las naciones bebieran el iracundo vino de su fornicación». La Babi-
lonia mundial debería verse como una fuerza universal del mal que influye en multitudes humanas
hasta tal punto que las personas pierden la sensibilidad. Babilonia es «la fuente arquetípica de toda ma-
nifestación idólatra en el tiempo y el espacio».8
B. Conflicto y juicio
17:3–19:10
1. La mujer y la bestia 
17:3–18
El cuadro que Juan presenta a sus espectadores es terrible debido a la blasfemia contra Dios, la san-
gre de los santos, el poder y autoridad de la bestia y la prostituta que gobierna sobre los reyes de la tie-
rra. Pero dentro de este cuadro también hay referencias a aquellos cuyos nombres están escritos en el
libro de vida, al Cordero que triunfa sobre sus enemigos, al Señor de señores y Rey de reyes con sus
fieles seguidores, y a Dios, que logra su propósito y está totalmente en control.
[p 508] a. La tentadora seductora 
17:3–6
3. Y me trajo en el Espíritu a un lugar desierto. Y vi a una mujer sobre una bestia escarlata que es‐
taba llena de nombres de blasfemia. La bestia tenía siete cabezas y diez cuernos.
a. «Y me trajo en el Espíritu a un lugar desierto». El contraste entre Juan, que está en el Espíritu, y la
mujer, que cabalga la bestia de la blasfemia, es sumamente elocuente.9 El Espíritu Santo traslada a Juan
a un desierto del mismo modo que cuando lo lleva al cielo y a una montaña grande y alta (4:2; 21:10).
Hay paralelismos en el Antiguo Testamento, porque el Espíritu Santo llevó a Ezequiel a Jerusalén, a
Babilonia, al valle de los huesos secos y al templo del Señor (Ez. 3:12, 14; 8:3; 11:1, 24; 37:1; 43:5.
¿Qué significa un lugar desierto? Se han propuesto varias interpretaciones, entre ellas las siguientes:
el desierto arábigo (Gá. 1:17); un lugar en el que viven demonios (Mt. 12:43); un lugar de tentación (Mt.
4:1); una zona protegida contra las mentiras del diablo; y una región adecuada para recibir visiones.
Aunque algunas de estas interpretaciones tienen mérito, pienso que es mejor ver un trasfondo vetero-
testamentario en Isaías 21:1–10 para el término desierto. Este pasaje menciona un desierto del que sale un
invasor que causa la caída de Babilonia. Así pues, Isaías habla acerca de un desierto donde se le mostró
una visión dura. «Tanto en Isaías como en Apocalipsis el desierto es fundamental para la visión, aunque

8 Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,
1981), 12:555.
9 Un serie de traducciones dicen «en el espíritu» (KJV, NEB, NJB, NLT, NRSV), pero el contexto afirma el significado

«en el Espíritu» debido a la antítesis que se quiere establecer. Refiérase a Richard Bauckham, The Climax of Prophecy
(Edinburgh: Clark, 1993), p. 158; véase Jean-Pierre Ruiz, Ezekiel in the Apocalypse: The Transformation of Prophetic 
Language in Revelation 16.17–19.10 (Frankfurt am Main: Peter Lang, 1989), pp. 300–303.
394

en Isaías la visión sale del desierto, en tanto que en Apocalipsis el profeta es llevado al desierto para ver
la visión».10
b. «Y vi una mujer sobre una bestia escarlata que estaba llena de nombres de blasfemia. La bestia te-
nía siete cabezas y diez cuernos». El punto focal es la mujer, que ya ha sido identificada como la gran
prostituta (v. 1). Ahora vemos la supremacía de esta mujer, porque cabalga sobre una bestia de múlti-
ples cabezas cuyos cuernos muestran un poder tremendo. Primero, se describe a la bestia escarlata con
siete cabezas y diez cuernos con los mismos términos que el dragón rojo, que es Satanás, y como la bes-
tia que sale del mar (12:3, 9; 13:1). En 12:3 el griego emplea una palabra diferente para el color rojo, a
saber, purros (rojo intenso). El número siete denota lo completo, y diez, el número de plenitud en el sis-
tema decimal. Luego, este lenguaje se basa en la profecía de Daniel 7:7, 20, 24 que alude al poder de una
bestia con diez cuernos. Tercero, el color escarlata representa [p 509] el pecado (Is. 1:18).11 También signi-
fica pompa y poder, que los soldados en forma burlona trataron de atribuir a Jesús al ponerle ropas de
soldado como el príncipe de paz (Mt. 27:28).12 En Apocalipsis equivale a maldad que manifiesta el po-
der diabólico. Y por último, se describe la bestia como alguien cubierto con nombres blasfemos dirigi-
dos contra el Todopoderoso. La bestia en 13:1 tenía un nombre blasfemo en cada una de las siete cabe-
zas, pero aquí cabezas y cuernos están llenos de nombres que ridiculizan a Dios, a su palabra, a su pue-
blo, a la iglesia y a su reino. Con la boca la bestia emite palabras blasfemas y difama a Dios, al cielo y a
los santos (13:5, 6).
4. Y la mujer estaba vestida con ropa púrpura y escarlata y estaba adornada con oro y piedras pre‐
ciosas y perlas. Tenía una copa de oro en la mano llena de abominaciones e impureza de su fornica‐
ción.
El aspecto de la mujer es de realeza, porque va vestida con ropajes color púrpura y de tinte escarlata.
La realeza solía llevar estos colores, al igual que lo hacían los miembros del senado romano, los digna-
tarios y los ricos. El color púrpura se extraía de un molusco o de la raíz de una planta eurasiana llamada
«rubia» y se consideraba como un producto costoso.13 También resultaba costoso producir el tinte escar-
lata (véase comentario sobre v. 3).
Además de su vestimenta, la prostituta se adornaba con joyas de oro para aumentar el resplandor de
su aspecto; incluso en algunos artículos de su vestimenta se habían entretejido hilos de oro. También
lucía piedras preciosas y otras joyas, y perlas costosas. Nótese que se da la misma descripción de la gran
ciudad (18:16). La ostentación externa se parece a la de una prostituta que se adorna con ropas finas y
joyas valiosas para atraer a sus clientes (Jer. 4:30; véase también 2:20; 3:7, 8; Ez. 23:2–3). La parodia de la
esposa del Cordero es evidente, porque la esposa del Señor va hermosamente vestida para su esposo
(Ap. 21:2).

10 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p.


850.
11 El tinte para dar color a la lana o hilos se hacía a partir de un insecto que ataca a una especie del roble. El color que se

extraía, más carmesí que escarlata, era caro. La primera mención del escarlata se encuentra en conexión con el naci-
miento de Zara (Gn. 38:28, 30). Consúltese W. E. Shewell-Cooper, «Scarlet», ZPEB, 5:292.
12 Consúltese Otto Michel, TDNT, 3:813–14.

13 Refiérase a Dorothy Irvin, «Purple», ISBE, 3:1057; Robert North, «Thyatira», ISBE, 4:846.
395

Una parodia siempre pone de manifiesto su lado feo, porque la prostituta sostiene en la mano una
copa de oro que ofrece el aspecto externo de riqueza, pero que dentro contiene corrupción. Hubiéramos
esperado que esta copa costosa contendría una bebida deliciosa, pero, en lugar de ello, está llena de las
abominaciones e impurezas de la fornicación de la prostituta. La palabra abominación denota objetos y
prácticas sumamente ofensivos para Dios. Entre otros, incluyen el culto a los ídolos (Dt. 27:15), el dinero
ganado con la prostitución (Dt. 23:18); actos homosexuales y [p 510] perversiones sexuales (Lv. 18:22;
20:13); brujería, echar maleficios y adivinación (Dt. 18:10, 11).14 La copa de oro está llena de idolatría
para despreciar y provocar a Dios. Pero la copa misma se ofrece a toda la gente, a la que se seduce para
que beba su contenido. Cuando lo hacen, sufren resultados desastrosos, convirtiéndose en víctimas de
pornografía, juego, extravagancia, poder y ansia por lograr una posición célebre. La gran prostituta
ocupa un lugar central en una cultura anticristiana.
La expresión copa de oro es una alusión a Jeremías 51:7, «En la mano del Señor Babilonia era una copa
de oro que embriagaba a toda la tierra». El versículo siguiente (51:8) predice, «De pronto Babilonia caerá
hecha pedazos». Babilonia es otro nombre para la gran prostituta, que seduce al mundo para que la siga
y por ello merece la ira de Dios.
5 Y en la frente tenía un nombre escrito, un misterio,
Babilonia la grande
la madre de prostitutas
y de las abominaciones de la tierra.
En Apocalipsis, Juan se refiere a menudo a la frente sobre la que se inscribe un nombre: en el caso de
los incrédulos, la marca de la bestia; en el de los santos, el sello o nombre de Dios y del Cordero.15 Pero
aquí la inscripción en la frente de la mujer es una descripción patente de sus actividades, rodeadas de
misterio pero, con todo, exhibidas con descaro.
Algunas traducciones colocan el término misterio como la primera palabra en la inscripción «Miste-
rio, Babilonia la grande, madre de prostitutas y de las abominaciones de la tierra». Pero otras versiones
toman este término como introductorio del título. Hay por lo menos dos razones para dejarlo fuera del
nombre y considerarlo como un prefijo. Primera, en el versículo 7 el ángel explica qué significa el miste-
rio, «Te diré el secreto de la mujer y de la bestia». Luego, la palabra misterio se refiere al significado
oculto del aspecto de la prostituta. Pero cuando se revela la inscripción de la mujer y de la bestia, su
poder queda destruido y ha llegado su fin (Jer. 51:13).16 La Babilonia literal está situada junto al Éufrates
con muchas aguas (Sal. 137:1), pero su nombre es símbolo del poder del mundo.
Nabucodonosor, jactándose de la ciudad que había construido, utilizó la expresión Babilonia la gran‐
de (Dn. 4:30). Mostró un orgullo excesivo que condujo a su caída inmediata, porque no él sino Dios es el
soberano de las naciones (Dn. 4:32). De igual modo, esta misma expresión la adopta la gran prostituta y
sella su propia destrucción. La mujer llamada Babilonia, [p 511] sentada sobre muchas aguas, que el

14 Bruce K. Waltke, «Abomination», ISBE, 1:13–14; Josef Zmijewski, EDNT, 1:209–10; Werner Foerster, TDNT, 1:598–
600. Abominaciones son las prácticas idolátricas. Véase Bauer, pp. 137–38.
15 Ap. 7:3; 9:4; 13:16; 14:1, 9; 20:4; 22:4.

16 Günther Bornkamm (TDNT, 4:824) comenta, «Como el poder del Anticristo está rodeado de un mustērion, disfruta de

poder en la actualidad. Pero este mustērion también indica que su perdición está sellada».
396

ángel interpreta como los pueblos, multitudes, naciones y lenguajes (v. 15), simboliza la población del
mundo entero. El nombre Babilonia la grande es una descripción metafórica de todos los habitantes des-
creídos del mundo. En la segunda mitad del siglo primero, la ciudad de Roma era una cloaca de iniqui-
dad y por ello se convirtió en símbolo de placeres mundanos, de seducciones y lujuria. Pero, como he
mencionado antes, centrar la atención sólo en la Roma de los tiempos apostólicos es demasiado restric-
tivo. El nombre Babilonia se aplica al conflicto duradero entre los secuaces de Satanás y el pueblo de
Dios.
La mujer se llama a sí misma «la madre de prostitutas y de las abominaciones de la tierra». Es la
madre superiora de todos los que cometen prostitución espiritual al rendir culto a la bestia. Sus segui-
dores proclaman el evangelio del Anticristo mientras que ella recibe su adulación y loa. Es la fuente de
todo lo malo que se dirige contra Dios: difamación, homicidio, inmoralidad, corrupción, vulgaridad,
lenguaje obsceno y codicia. Y ella da origen a estos pecados al poner a trabajar a sus agentes inferiores.
No puede ser mayor la diferencia entre esta mujer que personifica el mal y la mujer que es la iglesia
(12:1). El apóstol Pablo enseña que la iglesia es la madre de los creyentes (Gá. 4:26).17 Bienaventurados
son quienes la tienen como madre y a Dios como Padre. Por el contrario, los enemigos de Dios pertene-
cen a la madre de abominaciones y sufren las consecuencias.
6. Y vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos y con la sangre de los mártires de Jesús. 
Y cuando la vi, me asombré sobre manera.
La mujer como la gran tentadora trata de controlar a las masas humanas y persigue a quienes han
sido redimidos por Jesucristo. En otras palabras, no satisfecha con lo que ya controla e incapaz de enga-
ñar a los elegidos (Mt. 24:24), atormenta sin cesar y mata a los santos de manera que su sangre se de-
rrama sobre la faz de la tierra (18:24). Juan tiene ahora una visión plena de la obra devastadora de la
mujer entre el pueblo de Dios y ve la sangre de los santos y mártires que empapa la tierra.
Juan menciona la sangre de los santos y la sangre de los mártires de Jesús. No sugiere que los santos sean
diferentes de los mártires. Más bien la cláusula «la sangre de los mártires de Jesús» aclara la cláusula
anterior «la sangre de los santos». Es decir, los santos son los que dan testimonio de Jesús. En Apocalip-
sis Juan utiliza seis veces las palabras «el testimonio de Jesús» (1:2, 9; 12:17; 19:10 [dos veces]; 20:4). La
frase puede referirse o al mensaje de Jesús o al testimonio que los santos dan de Jesús.18
[p 512] ¿Qué significa la frase «Y cuando la vi, me asombré sobre manera»? Juan se asombra cuando
ve el ansia insaciable de la sangre de los santos que tiene la mujer. Y sin duda, en el siglo veinte se ha
derramado más sangre de cristianos que en ningún siglo anterior. Juan había esperado ver la caída de
Babilonia, de acuerdo con la profecía, «Babilonia tiene que caer por las víctimas de Israel, así como en
toda la tierra cayeron las víctimas de Babilonia» (Jer. 51:49). A propósito, en este capítulo y en el si-
guiente Juan alude repetidas veces a Jeremías 51. En lugar de la caída de Babilonia, es testigo de una
mujer adornada en forma espléndida embriagada con la sangre de los santos. Esta visión lo toma por

17 Juan Calvino comenta con tino, «Y ciertamente quien se niega a ser hijo de la iglesia en vano desea tener a Dios como
Padre». Véase su Commentaries on the Epistles of Paul to the Galatians and Ephesians, trad. William Pringle (Grand Rapids:
Eerdmans, 1948), p. 141.
18 P. Vassiliadis («The Translation of Martyria Iēsou», BibTrans 36 [1985]: 129–34) es de la opinión que el genitivo objeti-

vo predomina «testigo (hasta la muerte) de Jesús».


397

completa sorpresa; en lugar de victoria para los santos ve su muerte y destrucción física.19 En lugar de la
caída de Babilonia, ve a una mujer hermosamente ataviada que cabalga sobre una bestia. Queda con-
fundido.
Palabras, frases y construcciones griegas en 17:3–5
Versículo 3
γέμοντα ὀνόματα—el participio está en acusativo masculino singular, porque a la bestia se le atribuye una
personalidad masculina. El acusativo singular neutro γέμον es una corrección que modifica el sustantivo neutro
θηρίον (el TR y el Texto Mayoritario). El verbo γέμω (lleno) suele ir seguido del genitivo del material o conteni-
do, pero aquí ὀνόματα está en acusativo (véase también el versículo 4, donde aparecen tanto el genitivo como el
acusativo luego del verbo llenar).
ἔχων—este participio nominativo masculino es gramaticalmente incorrecto: debería ser neutro y acusativo
para concordar con θηρίον. El TR y el Texto Mayoritario resuelven el problema con ἔχον, pero se sigue prefi-
riendo la lectura más difícil.
Versículo 5
πορνῶν—la tilde de acento circunflejo indica que la palabra está en femenino plural, de ἡ πόρνη. El masculi-
no es πόρνων, de ὁ πόρνος. Los manuscritos antiguos se escribían sin tildes, de modo que la palabra podría leer-
se como masculina o femenina. Una lectura alterna πορνειῶν (fornicaciones) trata de resolver la ambigüedad.
b. La explicación del ángel 
17:7–11
7. Y el ángel me dijo, «¿Por qué estás asombrado? Te contaré el misterio de la mujer y de la bestia 
que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos».
Del mismo modo que Daniel se queda perplejo ante las implicaciones del sueño de Nabucodonosor
(Dn. 4:19), también Juan se asombra ante la [p 513] gran prostituta llamada Babilonia.20 Necesita que
alguien le explique lo que ha observado, para así poder captar el significado de la mujer y de la bestia.
El ángel había invitado a Juan a que viera a la mujer sobre la bestia y ahora, debido a la perplejidad
de Juan, se convierte en su intérprete. Hace la pregunta retórica de por qué está asombrado. Esta pre-
gunta no es tanto una palabra de reproche como un deseo de ayudar a aclarar el misterio del espectácu-
lo que Juan ha observado. Al fijarse momentáneamente en el derramamiento de sangre que la mujer
causó, Juan no acierta a ver el cuadro total. Por tanto, hace falta ayuda angélica para aclarar el misterio
de la mujer y de la bestia y para interpretar el significado de las siete cabezas y los diez cuernos (v. 3).
Juan no debería sentirse alarmado ante el aspecto seductor de la mujer sino que más bien debería en-
tender el poder blasfemo de la bestia que quiere ser como Dios. Y debe ver el castigo que recibirán la
mujer y la bestia.21

19 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 218; Martin
Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 344.
TR Textus Receptus
20 Beale, (Revelation, pp. 862–63) llama la atención respecto a palabras similares en la profecía de Daniel y a palabras

que emplea Juan en Apocalipsis 17. Son: Dios de dioses y Rey de reyes, misterio, sorprendido, bestia y Babilonia la
grande. (Dn. 2:47; 4:9, 19, 24, 30 respectivamente). Las semejanzas son evidentes, pero no se limitan al capítulo 4.
398

8. «La bestia que viste era y no es y está a punto de salir del abismo e ir a su destrucción. Y los 
habitantes de la tierra se asombrarán, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de vida 
desde la fundación de la tierra. Ven a la bestia que era y no es y vendrá».
a. «La bestia que viste era y no es y está a punto de salir del abismo e ir a su destrucción». Hubiéra-
mos esperado que el ángel dijera primero algo acerca de la mujer para luego referirse a la bestia. Pero la
bestia es más importante que la mujer, aunque esté sentada a lomos de aquella. Satanás, alias el dragón,
le dio su poder, trono y autoridad (12:9; 13:2). Es la bestia que fue mortalmente herida, pero cuya herida
se sanó y siguió viviendo (13:3, 12, 14).
La bestia quiere ser como Dios, «quien es, y quien era, y que va a venir» (1:4, 8; 4:8; y véase 11:17;
16:5). Esa expresión se puede aplicar tanto a Dios como a Cristo. La bestia se describe por igual como la
que «una vez era, y no es, y está a punto de salir del abismo e ir a su destrucción». Es el que «era, y no
es, y vendrá» (compárese v. 11). Una vez más vemos la parodia satánica: el Anticristo que trata de ocu-
par el lugar de Cristo.22
La bestia controlaba las naciones y los reinos del mundo. Dios había escogido a Israel como a su
pueblo de entre todas las naciones, en tanto que Satanás gobernaba todas las demás. El diablo tentó a
Jesús ofreciéndole todos los reinos del mundo si lo adoraba (Lc. 4:5–7, pero Jesús se negó. [p 514] Cuan-
do el Señor estaba a punto de ascender al cielo, pronunció sus palabras de entronización diciendo, «Se
me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Con estas palabras indicó que Satanás
había perdido la batalla y que él es el soberano. En esta batalla, una de las cabezas de la bestia sufrió
una herida mortal, pero se había curado (13:3, 12, 14).23 Después de Pentecostés, el imparable evangelio
de Cristo salió de Jerusalén para llegar a todos los confines de la tierra. Este evangelio se proclama en
toda nación, y Satanás es incapaz de detenerlo. Hasta Pentecostés, la bestia, como representante de Sa-
tanás, tenía poder sobre las naciones, con excepción de Israel, pero ahora su autoridad pertenece al pa-
sado. Esto no quiere decir que Satanás esté impotente. Por el contrario, es el león rugiente que trata de
devorar a todo lo que encuentre en su camino (1 P. 5:8).
La bestia hoy no es.¿Qué significa esta enigmática expresión? Dios se reveló a sí mismo como el «Yo
soy» (Éx. 3:14) que no tiene principio ni fin. Pero Satanás es una criatura con un principio y cuyo fin es
la perdición. Nunca puede decir el «Yo soy» (Jn. 8:58), aunque su meta declarada es ocupar el lugar de
Dios (2 Ts. 2:4).
Esta bestia está a punto de salir del abismo para ir a su destrucción (compárese con Ap. 11:7). La
morada de Satanás es el abismo como exactamente lo opuesto del cielo, que es el lugar donde mora
Dios. El que sale del abismo es el Anticristo, quien recibe autoridad de Satanás para conducir sus obras
malvadas a su punto culminante, precisamente antes de la consumación. Satanás está siempre en el
trasfondo, mientras que la bestia actúa en su nombre. El Anticristo sale de la morada de Satanás con el
expreso propósito de destruir a todos y a todo lo que promueve la causa de Cristo. Lo irónico es que en

21 Beckwith, Apocalypse, p. 697; y John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 255.
22 Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 431–32.
23 Una interpretación habitual es referirse a la leyenda de Nero redivivus (Nerón que vuelve a la vida). Entre otros, véase

Adela Yarbro Collins, The Combat Myth in the Book of Revelation, HDR 9 (Missoula: Scholars Press, 1976), pp. 175–90.
Véase también su Apocalypse (Wilmington: Glazier, 1979), p. 121. Pero si Juan tuvo en mente una leyenda que nunca se
cumplió, la confiabilidad de Apocalipsis resultaría cuestionable. Véase también mis comentarios sobre 13:3a.
399

el proceso de destruir a otros, él mismo recorre la senda de la destrucción propia (véase comentario so-
bre 19:20 y 20:10).24 Mientras Cristo da a sus seguidores vida eterna, Satanás confiere muerte y destruc-
ción a sus cautivos.
b. «Y los habitantes de la tierra se asombrarán, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro
de vida desde la fundación de la tierra». Primero, la frase los habitantes de la tierra apunta a los incrédu-
los (véase v. 2). Luego, existe una estrecha correlación con 13:3b, donde el mundo rinde culto a la bestia.
Después de recibir la herida fatal en una de sus cabezas, la bestia se recupera y recibe la adulación del
mundo entero. Parece ser la fuerza invencible que ejerce una influencia anticristiana en todos los seg-
mentos y sectores de la vida humana. La invencibilidad sería aterradora [p 515] a no ser por las pala-
bras de consuelo que se ofrecen a aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de vida antes de la
creación.25
c. «Ven a la bestia que era y no es y vendrá». Los santos cuyos nombres figuran en el libro de Dios
están seguros. A pesar de la confusión que produce la bestia, y no obstante la adoración que el mundo
le brinda a la bestia, el pueblo de Dios está seguro y libre de temor. Su destino eterno está ya estableci-
do.
9. «He aquí la mente que tiene entendimiento. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que se 
sienta la mujer. 10. Y son siete reyes: cinco han sucumbido, uno es, otro todavía tiene que venir. Y 
cuando venga, es necesario que permanezca por un tiempo».
a. «He aquí la mente que tiene entendimiento». Esta primera cláusula es parecida a la de una afirma-
ción anterior. «He aquí la sabiduría. Que todo el que tenga mente calcule el número de la bestia»
(13:18). La sabiduría aplicada no es un estudio de historia, política y geografía para aclarar qué rey esta-
ba en el poder, bajo qué circunstancias y dónde gobernó. En lugar de ello, el Apocalipsis de Juan debe
entenderse teológicamente, porque el escritor describe una realidad que abarca todos los gobernantes y
sus épocas.26 El simbolismo que caracteriza al libro todo también se aplica en este caso. En este capítulo,
nótese dónde está sentada la mujer: sobre muchas aguas (vv. 1, 15), la bestia (v. 3) y siete colinas (v. 9).
Los tres lugares deben entenderse de manera simbólica.
b. «Las siete cabezas son siete colinas sobre las que se sienta la mujer». Algunos comentaristas ven
en esta cláusula una referencia a Roma, que está situada sobre siete colinas. Marco Terencio Varro,
quien escribió en el siglo segundo antes de Cristo, parece haber sido el primero en utilizar la palabra
Septimontium (las Siete Colinas) para referirse a Roma; en épocas posteriores muchos escritores lo si-
guieron. Aune comenta: «Las tradicionales siete colinas se enumeran en una inscripción de Corinto en
el pedestal de una estatua erigida durante la primera mitad del siglo segundo d.C., que probablemente
representaba a la diosa Roma [la diosa que personificaba a Roma] sentada o de pie sobre las siete coli-
nas de Roma».27 No cabe duda de que Juan pudo haber identificado a las siete colinas con Roma, pero la
pregunta que debería hacerse es por qué querría pasar de un sentido metafórico a otro literal. Todo el

24 Robert W. Wall, Revelation, NIBCNT (Peabody, Mass.: Hendrickson, 1991), p.207.


25 Véase los comentarios de Lenski, pp. 499–500 y Beale, p. 866.
26 Johnson (Revelation, p. 557) comenta, «Cuando se ve que esto es así, no es necesario volver a teorias sobre fuentes».

Consúltese Gregory K. Beale, «The Danielic Background for Revelation 13:18 and 17:9», TynB 31 (1980): 163–70.
27 Aune, Revelation 17–22, p. 945; véase H. S. Robinson, «A Monument of Roma at Corinth», Hesperia 43 (1974): 470–84,

laminas 101–6; Mounce, Revelation, p. 315; Beckwith, Apocalypse, p. 698.


400

tiempo la expresión siete cabezas en Apocalipsis se ha interpretado en forma simbólica (comentarios so-


bre v. 3; 12:3; 13:1). En otras palabras, hay una buena razón para creer que el ángel está hablando de
manera metafórica y [p 516] bíblica. El paralelismo es significativo: siete cabezas son siete colinas. Si a
aquella hay que entenderla de manera simbólica, así debe ser también con ésta. El Antiguo Testamento
indica que las montañas pueden simbolizar al poder político, como resulta evidente en estos pasajes:
- «En los últimos días, el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes; se
alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones» (Is. 2:2).
- «Estoy en contra tuya, monte del exterminio, que destruyes toda la tierra, afirma el Señor» (Jer. 51:25.
- «La roca que dio contra la estatua se convirtió en una montaña enorme que llenó toda la tierra» (Dn.
2:35b).
Por tanto, el simbolismo de las siete colinas apunta a poderes mundiales que tienen su lugar en la
historia.28 La mujer no está sentada en colinas literales sino que se coloca por encima de imperios mun-
diales para dirigirlos contra el reino de Dios. En todos los tiempos, ha tratado de destruir a la ciudad de
Dios pero ha fracasado.
c. «Y son siete reyes: cinco han sucumbido, uno es, otra todavía tiene que venir». Juan es más concre-
to porque cuenta cinco reyes que forman parte del pasado, uno del presente y el último del futuro. Mu-
chos intérpretes aplican esta frase a los emperadores romanos, pero les resulta difícil estar de acuerdo
en cuanto a la secuencia de los mismos. Estos son los emperadores romanos desde Julio César hasta
Domiciano:
1. Julio César (49–44 a.C.)
2. Augusto (27 a.C.-14 d.C.)
3. Tiberio (14–37)
4. Gayo Calígula (37–41)
5. Claudio (41–54)
6. Nerón (54–68)
7. Galba (junio 68–enero 69)
8. Oto (enero–abril 69)
9. Vitelio (abril–diciembre 69)
10. Vespasiano (69–79)
11. Tito (79–81)
12. Domiciano (81–96)
Se plantean una serie de interrogantes. ¿Por dónde comenzamos a contar y dónde acabamos? ¿Co-
menzamos con Julio César, Augusto, Nerón o Galba? ¿Quedan excluidos Galba, Oto y Vitelio debido a
la brevedad de sus reinados? ¿Omitimos el nombre de Julio César por cuanto no forma [p 517] parte de

28Consúltese Colin Brown, NIDNTT, 3:1013; Abraham Kuyper, The Revelation of St. John, trad. John Hendrik de Vries
(Grand Rapids: Eerdmans, 1935), pp. 217–18.
401

la historia del Nuevo Testamento? Si adoptamos una fecha más tardía para Apocalipsis, es Domiciano
el sexto, el séptimo o el octavo emperador? ¿Deberíamos comenzar con Domiciano y empezar a contar
hacia atrás? Los estudiosos han intentado responder a estas preguntas, pero los numerosos cálculos que
ofrecen de manera colectiva hacen imposible llegar ni siquiera a un parecido de unanimidad.29
Juan escribe, «Cinco han sucumbido», pero al parecer no está pensando en reyes que murieron sino
más bien en imperios que acabaron y desaparecieron.30 En Apocalipsis, siempre que los santos caen, se
postran para adorar; pero cuando el verbo caer alude a incrédulos, significa «perecer». Por ejemplo, está
la exclamación, «Caída, caída está Babilonia la grande» (14:8; 18:2).
Por Daniel 7:17 y 23 sabemos que los reyes representan a sus reinos, y que de los dos, los reinos son
mayores que los reyes. El texto arameo del versículo 17 dice traducido, «En cuanto a estas cuatro gran-
des bestias, cuatro reyes saldrán de la tierra», pero en la Septuaginta se traduce como «reinos» en con-
cordancia con el versículo 23. Mientras que los imperios que levantan su rostro contra Dios son derri-
bados, el reino de Dios permanece para siempre. Los cinco imperios que han perecido son, en secuen-
cia, la antigua Babilonia (Gn. 10:8–12), Asiria, Neo-Babilonia, Medo-Persia, Greco-Macedonia; Roma es
la número seis, como el que es en vida de Juan.31 Y luego hay otro, el séptimo, que todavía no ha venido.
d. «Y cuando venga, es necesario que permanezca por un tiempo». ¿Cómo hemos de interpretar el
séptimo? Si este reino apunta al gobierno del Anticristo antes del fin, entonces estamos frente a un vacío
de casi dos milenios durante los cuales muchos imperios han llegado y desaparecido. Aunque esto es
así, el punto focal está en la expresión apocalíptica un tiempo, que en Apocalipsis asume un significado
propio. Por ejemplo, arrojado del cielo, Satanás sabe que su tiempo es breve (12:12). Este breve tiempo
no debería tomarse en forma literal sino simbólica, del mismo modo que se entienden de manera simbó-
lica las referencias a los 1,260 días, cuarenta y dos meses y tres años y medio (11:2–3; 12:6, 14; 13:5). De
ahí que el término un tiempo no es un período cronológico sino que opera dentro de un lapso [p 518] 
comprensivo de tiempo. Es decir, el séptimo reino puede verse como «el título colectivo para todos los
gobiernos anticristianos entre la caída de Roma y el imperio final del anticristo que va a oprimir a la
iglesia en los días inmediatamente anteriores a la segunda venida de Cristo».32
Las palabras, es necesario denotan que Dios está totalmente en control durante esta breve estación del
séptimo reino. Dios gobierna como soberano de modo que el Anticristo sólo puede realizar su obra en el
tiempo que se le concede. En esto hay en verdad consuelo para los santos en la tierra mientras pasan
por tribulaciones y aflicciones.
11. «Y la bestia que era, y no es, incluso es un octavo y es de los siete, y va hacia su destrucción».

29 Aune (Revelation 17–22, pp. 947–48) enumera nueve formas diferentes de contar los emperadores romanos. Beckwith
(Apocalypse, pp. 704–8) analiza este tema en detalle. Josephine Massyngberde Ford (Revelation: Introduction, Translation, 
and Commentary, AB 38 [Garden City, N.Y.: Doubleday, 1975], p. 289) enumera cuatro construcciones.
30 Bauer (p. 660) registra el significado como «las cinco han perecido, desaparecido, salido de la escena».

31 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 171; S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam:

Van Bottenburg, 1925), p. 349; Henry Alford (James‐Revelation, vol. 4, part 2, de Alford’s Greek Testament [1875;
reimpresión, Grand Rapids: Guardian, 1976], p. 70) tiene la misma secuencia de reinos pero llama antigua Babilonia a
Egipto y Asiria a Nínive; véase William Milligan, The Book of Revelation (New York: Armstrong and Son, 1893), p. 285;
Thomas, Revelation 8–22, p. 297; John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago:Moody, 1966), pp. 253–54.
32 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 171; Beale, Revelation, p. 875.
402

El texto parece ofrecer un mensaje críptico y enigmático, pero el parecido en la redacción del contex-
to anterior facilita la interpretación de este versículo. Nótense las palabras bestia, no es, de los siete, el oc‐
tavo, y destrucción. Juan habla de la bestia que «era y no es y está a punto de salir del abismo para ir a su
destrucción» (v. 8, ver el comentario). Esta bestia no es uno de los siete reyes/reinos (v. 10) sino que per-
sonifica la totalidad del mal en ellos; por tanto, es mucho mayor que ningún individuo solo. En resu-
men, es completamente depravado, y actúa en y por medio de cada uno de los siete imperios como un
octavo.
La expresión era, y no es, y va aparece en este capítulo (vv. 8a, 8b, 11) tres veces con variantes y es
una clara imitación de Dios, «quien era, y es, y vendrá» (1:4, 8; 4:8). La bestia, sin embargo, tiene un
principio y un fin; y por ello, como criatura, está limitada por el tiempo y el espacio. Es la personifica-
ción del Anticristo (2 Ts. 2:3–4), quien sale del abismo y va camino a su destrucción. Sin embargo, se
describe a la bestia como el que no es ahora, de modo que los dos términos era y no es tienen un signifi-
cado idéntico. Y si ya no es importante, ¿por qué, entonces, mencionarla como el octavo rey? ¿Qué sig-
nifica este versículo?
Satanás, representado por la bestia (13:2), perdió la batalla contra Cristo en la cruz y la tumba vacía.
Cuando Cristo ascendió al cielo, proclamó su victoria sobre los ángeles malos (1 P. 3:19, 22). La herida
en una de las cabezas de la bestia fue mortal (13:3, 12, 14), pero esto no quiere decir que haya concluido
su existencia. Lejos de ello porque, aunque ha perdido la batalla contra Cristo, la guerra misma todavía
no ha acabado.
Muchos estudiosos interpretan la frase «es un octavo y es de los siete» como referencia a Domiciano,
que como un segundo Nerón reinició la persecución de los cristianos.33 Algunos traductores incluso
leen, «es uno de los siete» en apoyo de su punto de vista de que Nerón regresó como perseguidor de la
iglesia. Pero el texto griego dice literalmente, «y es de [p 519] los siete», en el sentido de semejanza.
George E. Ladd propone una perspectiva única cuando escribe, «el octavo es como los siete por cuanto
los sucede en dominación sobre el mundo; pero es aparte en cuanto sale del abismo como la encarna-
ción satánica completa de la bestia».34
Concluyo que este versículo debe interpretarse a la luz del contexto anterior, donde Juan menciona a
la bestia que «saldrá del abismo y va hacia su destrucción» (v. 8). La bestia, pues, no es uno de los siete
gobernantes sino la concentración de todo lo que es malvado. Y, junto con el falso profeta, será arrojada
al lago de fuego que arde con azufre, donde encontrarán su propia destrucción (19:20). Es el Anticristo
que el Cristo victorioso destruye.
Palabras, frases y construcciones griegas en 17:8–11
Versículo 8
βλεπόντων—el genitivo plural se explica o porque toma el caso del pronombre relativo precedente ὧν o
porque es un genitivo absoluto con el pronombre αὑτῶν agregado mentalmente.
Versículo 11

33 Entre otros están Aune, Beasley-Murray, Düsterdieck, Harrington, van Hartingsveld, Moffatt, Schüssler Fiorenza,
Swete.
34 George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 231.
403
αὑτός—una lectura alternativa es οὗτος, pero ambas son gramaticalmente incorrectas porque, como masculi-
nos singular, dependen del neutro singular τὸ θηρίον (la bestia).
c. La soberanía del Cordero 
17:12–14
12. «Y los diez cuernos que viste son diez reyes, que no han recibido todavía un reino. Pero reci‐
bieron autoridad con la bestia como reyes por una hora. 13. Estos tienen un propósito y dan su poder 
y autoridad a la bestia».
Juan llama la atención de sus lectores hacia el cuadro de la bestia con siete cabezas y diez cuernos
(vv. 3, 7; ver 12:3; 13:1). El número diez es un nombre metafórico que en Apocalipsis se relaciona siem-
pre con Satanás, sus seguidores y sus actividades. Así, el número diez se refiere a
- diez días de persecución por instigación del diablo (2:10);
- el dragón con diez cuernos (12:3);
- la bestia que sale del mar con diez cuernos y diez coronas (13:1);
- y la bestia escarlata con diez cuernos (17:3, 7, 12, 16).
Estos diez cuernos son diez reyes al servicio del malvado; están unidos en cuanto al propósito de
cumplir la orden de la bestia, o sea, el Anticristo. El texto excluye identificar a los diez reyes con gober-
nantes subordinados [p 520] en el imperio romano o con gobernadores partos, porque estos reyes toda-
vía no habían recibido un reino.
La fuente para la descripción de los diez cuernos y los diez reyes se encuentra en las visiones de Da-
niel, quien describe a una bestia con diez cuernos como símbolo de su poder comprensivo. Daniel ex-
plica que los diez cuernos son diez reyes que provendrán del reino de la bestia. En el marco de este pa-
saje profético, el poder de una bestia malvada se dirige contra Dios. Pero Dios le quita el poder y des-
truye a la bestia para siempre (Dn. 7:7, 20, 24, 26).
Por tanto, bajo este tenor, Juan escribe que estos diez reyes recibirán autoridad junto con la bestia
por una hora. Reciben su autoridad no de la bestia sino de Dios, aunque estos reyes estén aliados con la
bestia, que es el Anticristo. Como dice Pablo, «No hay autoridad que Dios no haya dispuesto» (Ro.
13:1). En todo Apocalipsis, Dios da poder a Satanás y a sus secuaces y les permite llevar a cabo sus mal-
vados designios dentro de los límites que Dios ha establecido.
El poder que estos reyes ejercen contra Cristo dura, pero por un período breve de tiempo. La expre-
sión una hora no debería entenderse en forma literal como sesenta minutos, porque en este caso, como
en otros lugares en Apocalipsis, el tiempo cronológico apocalíptico no es el punto. Antes bien, el tiempo
es un principio que en este texto sólo significa brevedad. Se nos dice que estos reyes recibirán su poder,
pero el empleo repetitivo del término una hora en el capítulo siguiente (18:10, 17, 19) sugiere que las
fuerzas destructoras causarán estragos en los últimos días.
Hacemos bien en no predecir quiénes serán estos reyes y donde gobernarán, porque el texto mismo
nada dice al respecto. Juan ofrece un cuadro de las fuerzas anticristianas combinadas que en el futuro se
dirigirán contra el Cordero. A él no le importa cuándo y dónde se dará eventualmente la batalla. Des-
cribe el cuadro general y omite los detalles.
404

Juan agrega que los reyes tendrán una sola idea y un solo propósito. Ponen a disposición del Anti-
cristo a sí mismos y a su influencia. Es decir, por decisión propia dan su poder a la bestia para oponerse
a Cristo y a su reino. Ejercen su oposición en todos los segmentos y sectores de la vida: gobierno, políti-
ca, leyes, fuerzas del orden, comunicación, industria, comercio, educación, servicios legales y médicos,
trabajo, arte, deportes y entretenimiento.
El Anticristo controlará toda la vida por medio de los líderes del mundo que, por voluntad propia y
con toda intención, se ponen a sí mismos y a sus pueblos a las órdenes del mismo. El mundo mismo se
convierte en una fuerza global a las órdenes del Anticristo. En el intento de derrotarlos, emplea tanto el
conocimiento como el poder en su batalla final contra Cristo y su pueblo. A propósito, su empeño de
hacer la guerra al Señor y a los santos se ha mencionado antes (11:7; 13:4, 7). Pero en este caso la refe-
rencia es a la batalla decisiva en los últimos días (véase 19:19).
[p 521] 14. «Estos harán la guerra contra el Cordero y el Cordero los derrotará, porque es el Señor 
de señores y Rey de reyes; y los que están con él son los llamados, y los elegidos, y los fieles».
a. «Estos harán la guerra contra el Cordero y el Cordero los derrotará». Primero, esta frase recuerda
a Daniel 7:21, «Este cuerno libró una guerra contra los santos y los venció» (Dn. 7:21. Pero hay una dife-
rencia. El cuerno de la profecía de Daniel es un símbolo de los reyes que combaten contra el Señor para
derrotar a los santos, mientras que en Apocalipsis el Señor derrota a los reyes. Luego, la frase se com-
pone de dos cláusulas en una configuración quiásmica para dar énfasis:
éstos harán la guerra contra el Cordero
el Cordero los derrotará.
Es el lenguaje de la seguridad, porque Cristo, al haber triunfado sobre Satanás con su muerte y resu-
rrección, es el vencedor. Cuando las fuerzas que lidera el Anticristo libran la guerra contra el Cordero,
están condenadas a una derrota aplastante. El tiempo futuro de este versículo no es una simple profecía
sino una garantía de lo que va a suceder.
Algunos comentaristas son de la opinión de que el versículo 14 está fuera de lugar porque se ha to-
mado de la escena de la batalla que se describe en 19:11–21.35 Pero la estructura del capítulo 17, con su
descripción de la guerra espiritual en la que los reyes de la tierra guerrean contra el Cordero, da margen
para este versículo. Sirve a modo de observación preliminar del relato detallado del jinete sobre el caba-
llo blanco que va a batallar contra sus enemigos. Si esta observación preliminar estuviera fuera de lugar,
entonces, habría que volver a escribir no sólo este capítulo de Apocalipsis, sino todo el Nuevo Testa-
mento.36
b. «Porque él es el Señor de señores y el Rey de reyes». Juan utiliza lenguaje del Antiguo Testamento
que exalta al Señor Dios Todopoderoso como el único Dios y Rey (Dt. 10:17; Sal. 136:3; Dn. 2:47).37 Las
calificativos de señores y de reyes sirven para expresar la idea superlativa. Pablo describe a Dios con len-
guaje similar: «Único y bendito Soberano, Rey de reyes y Señor de señores» (1 Ti. 6:15). Pero en este ca-

35 Charles (Revelation, 2:74, 429–30) ha reorganizado los versículos de este capítulo en la secuencia siguiente: vv. 12, 13,
17, 16, 14, 18. Aune (Revelation 17–22, p. 953) considera que el versículo 14 es una interpolación.
36 Refiérase a Beckwith, Apocalypse, p. 701.

37 Véase también 2 Mac. 13:4; 3 Mac. 5:35; 1 Enoc 9:4.


405

so el título se aplica al Cordero. El nombre Rey de reyes denota soberanía y autoridad; el nombre Señor de 
señores significa majestad y poder. Todo gobernante, todas las naciones y todos los pueblos le están suje-
tos; y cualquiera que pertenezca tanto a un mundo angélico como a la humanidad que decide luchar
contra él se enfrenta a una batalla perdida y a destrucción total.
[p 522] c. «Y los que están con él son los llamados, y los elegidos, y los fieles». Ahora Juan menciona
a los santos que son los seguidores del Señor. Han sido llamados con una llamamiento interno eficaz
que condujo a su salvación (Ro. 8:30). Dios los ha escogido desde antes de la creación del mundo (Ef.
1:4), y por esto, como elegidos, le pertenecen. El acto de elegir a su pueblo antecede al de llamarlos, pero
en este caso el punto es que Dios basa el llamamiento en su elección. Dios también espera que le mues-
tren gratitud por su gracia al elegirlos. Así pues, ellos confían en él al aceptar su palabra en fe, y mues-
tran su amor por él al obedecer fielmente sus preceptos.
Una última observación referente a este versículo. La frase los que están con él indica que los santos
están en la presencia del Señor. Sabemos que, debido a que el Señor es victorioso, ellos comparten su
victoria. Son los vencedores que reciben sus bendiciones y heredarán todas las cosas (véase, p.ej., 15:2;
21:7).
d. El propósito de Dios 
17:15–18
15. Y el ángel me dijo, «Las aguas que viste sobre las que está sentada la prostituta, son los pue‐
blos, multitudes, naciones y lenguas».
Después de dar instrucciones a Juan en muchos versículos (vv. 1, 7–14), el ángel ahora se dirige a él
con aclaraciones adicionales. Nótese que Juan no le pide al ángel que le aclare esta visión de la prostitu-
ta sentada sobre muchas aguas (v. 1). Por decisión propia el ángel interpreta para Juan la visión y su
significado. No explica a la mujer sentada sobre la bestia escarlata o sobre las siete colinas, porque hay
descripciones adicionales de la misma prostituta.
Las aguas representan a la raza humana que está bajo su dominio. Algunos estudiosos definen a las
multitudes como los que estaban bajo el yugo de Roma, pero este punto de vista es demasiado limitado.
Hacemos bien en explicar las aguas como las masas del mundo que están bajo el dominio de fuerzas
anticristianas.
Este cuadro de las aguas que el ángel presenta e interpreta sólo se puede entender como un símbolo.
De igual modo, el número cuatro en las cuatro categorías de pueblos, multitudes, naciones y lenguas,
apunta al mundo. En todo Apocalipsis, son numerosas las categorías de cuatro en referencia a la crea-
ción de Dios (p.ej., retumbos de truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto» [8:5; ver también
16:18]). Así pues, el empleo de la frase cuádruple pueblos, multitudes, naciones y lenguas no se limita a una
época concreta sino que se refiere a todas las naciones del mundo. «En el mundo simbólico de Apoca-
lipsis, difícilmente podría haber una indicación más enfática de universalismo».38
[p 523] Por último, el Antiguo Testamento contiene numerosos lugares donde las aguas simbolizan a
los pueblos de este mundo. Los profetas utilizan repetidas veces esta metáfora (véase Is. 8:7; 23:11; Jer.
47:2; 51:13).

38 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 326.


406

16. «Y los diez cuernos que viste y la bestia, éstos odiarán a la prostituta; y causarán su ruina y la 
desnudarán; y comerán su carne y la quemarán con fuego».
Qué contraste entre la mujer resplandeciente de gloria que es la esposa del Cordero (19:7–8) y la mu-
jer que es la prostituta, sola, repulsiva, indigente, atacada y abandonada.
Cuando leemos este versículo, de inmediato vienen a la mente las palabras de Jesús, «¿Cómo puede
Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede mantenerse
en pie» (Mr. 3:23–24). Los diez reyes, es decir, los gobernantes de este mundo y la bestia se oponen al
reino de Dios pero se vuelven contra sí mismos para acelerar su propia destrucción. Estos reyes y la
bestia están bajo el gobierno del malvado y carecen de las virtudes de amor y respeto. Están llenos de
odio y, en lugar de someterse a la mujer, se burlan de su autoridad y se vuelven contra ella.
Juan recuerda frases y palabras de los profetas del Antiguo Testamento que profetizan acerca de
Samaria y de Jerusalén, es decir, de Israel y Judá. Los asirios llegaron y manifestaron su odio, los deja-
ron desnudos, los avergonzaron y los dejaron en medio de la desolación (Ez. 16:39; 23:29; Os. 2:5–7).
Dios se lo quitó todo al pueblo de Israel y de Judá al enviarlos al exilio. De hecho, Ezequiel profetizó
que los asirios y babilonios cortarían las narices y orejas de sus cautivos y consumirían con fuego a los
restantes (23:25; 28:18). Aunque Dios utilizó a fuerzas extranjeras para que se cumpliera el exilio, el mal
dentro de Israel y Judá fue la causa última de su destrucción.
¿Tiene en mente Juan la destrucción de Roma con la que los vasallos sometidos se levantan contra
ella? Cuesta creerlo, porque la ciudad imperial nunca cumplió de lleno las palabras de este versículo. El
esplendor de Roma fue disminuyendo con el curso del tiempo, y el imperio llegó a su fin en el 476, pero
la ciudad misma permaneció intacta. En una esfera más amplia, el texto se aplica a naciones que buscan
sus metas económicas y políticas en detrimento de otras. Cuando abunda la riqueza y se acumulan los
bienes, una caída repentina hace que esas naciones se derrumben. De igual modo, las personas que es-
tán enamorados de riquezas siguen los caminos del mundo. Cuando se dan cuenta de que las posesio-
nes terrenales pierden su atractivo, son incapaces de desprenderse de ellas y se enfrentan a la destruc-
ción final (1 Ti. 6:9).
17. «Porque Dios ha puesto en sus corazones cumplir su propósito, estar de común acuerdo, y dar 
el reino de ellos a la bestia hasta que las palabras de Dios se cumplirán».
[p 524] Todo el mal y el engaño que observamos en torno nuestro no deberían disuadirnos de la
premisa de que Dios tiene el pleno control de todo. Dios es soberano y nada sucede sin su voluntad. De
hecho, sin que lo sepan, actúa en el corazón y la mente de los gobernantes terrenales y los hace cumplir
su mandato. Los utiliza como instrumentos en sus manos, de modo que su odio hacia la prostituta es
designio suyo (compárese con Is. 10:5–11; Jer. 34:22). La expresión puesto en sus corazoneses una expre-
sión semítica que se encuentra en el Antiguo Testamento y que significa dirección divina.39
Dios tiene tres intenciones que son que los diez cuernos deberían
- cumplir su propósito
- estar de común acuerdo

39 Esd. 7:27; Neh. 2:12; 7:5; 1 Esd. 8:25. Véase Aune, Revelation 17–22, p. 959.
407

- dar su reino a la bestia.


Algunos comentaristas ponen la segunda entre corchetes para indicar redundancia. Pero esto no es
necesario; hay diferencia entre el primer y segundo objetivos. El primero es una tarea objetiva de hacer
la voluntad de Dios, en tanto que el segundo es una intención subjetiva de hacer su voluntad en unidad
y armonía. Estos reyes, junto con la bestia, están decididos a destruir a la mujer que los ha dominado.
De modo que los propósitos de Dios se cumplen todo el tiempo. Para subrayar la intención conjunta de
los reyes de estar de común acuerdo, entregan su reino a la bestia. La razón de este frente unido es
cumplir el propósito de Dios según sus palabras. Las palabras de Dios son su voluntad revelada que
debe cumplirse cuando lo ordena.
¿Cómo puede un Dios soberano realizar su plan por medio de los designios malvados de poderes
mundanos? No hay conflicto de intereses, por así decirlo. Más bien reconocemos que Dios permite que
el mal suceda, pero lo utiliza para promover su reino y demostrar su gloria. «¿Ocurrirá en la ciudad
alguna desgracia que el Señor no haya provocado?» (Am. 3:6 véase Is. 14:24–27; Ez. 24:7–8). Todo está
en la mano de Dios y lleva a cabo su plan y propósito.
18. «Y la mujer que viste es la gran ciudad que tiene un reino sobre los reyes de la tierra».
He aquí la última explicación de símbolos en este capítulo. La mujer, que todo el tiempo ha ocupado
una posición central al sentarse sobre muchas aguas, sobre una bestia escarlata y sobre siete colinas,
ahora es lo mismo que «la gran ciudad». Hay dos ciudades en Apocalipsis. Una es la nueva Jerusalén
que desciende del cielo procedente de Dios (3:12; 21:2, 10; 22:2–3) y la otra es la ciudad del mundo que
Satanás controla y que se conoce como Babilonia la grande (11:8; 14:8; 16:19; 17:5; 18:2, 10). Estas dos
ciudades tienen sus propios ciudadanos, sus propias reglas y leyes y sus [p 525] propios destinos. Una
es una ciudad de luz, la otra de oscuridad; una se conoce debido a su pureza, la otra por razón de su
engaño. En una, Dios y el Cordero moran con su pueblo; y en la otra, residen Satanás, los ángeles caídos
y sus seguidores.40
El reino de Satanás se extiende hasta los confines más remotos del globo, y los gobernantes en la tie-
rra le rinden homenaje y se someten a él. Pero quienes tienen el nombre del Padre y del Cordero escrito
en la frente (14:1) son ciudadanos del reino del cielo. Vivirán para siempre con Cristo en la nueva Jeru-
salén.
Palabras, frases y construcciones griegas en 17:17
καὶ ποιῆσαι μίαν γνώμην—una serie de manuscritos omiten esta frase debido a su semejanza con la frase
anterior. Pero la inclusión de μίαν para dar énfasis sugiere que se trata de una expresión idiomática («estar de
común acuerdo») y que ocupa un lugar legítimo en la oración.

40Los comentaristas ofrecen una gama de opiniones en cuanto a la identidad de la gran ciudad. Sobre la base de 11:8 y
16:19, Ford entiende que es Jerusalén (Revelation, p. 292); Aune comenta que «se refiere claramente a Roma» (Revelation 
17–22, p. 959); y Thomas escribe que «la única identificación viable … es Babilonia en el Éufrates» (Revelation 8–22, p.
307). Sin embargo, la gran ciudad trasciende límites geográficos e históricos. «El significado no se puede limitar a So-
doma o a Egipto o a Jerusalén o a Roma o a cualquier ciudad futura. En su lugar, Juan describe el sistema trans-
histórico real de la maldad satánica que las impregna a todas» (Johnson, Revelation, p. 563).
408

[p 527]  

18
Cánticos de perdición y destrucción 
(18:1–24)
[p 528]  

Bosquejo (continuación)
2. Cánticos de perdición y destrucción (18:1–24)
a. El primer lamento (18:1–3)
b. El mandato de huir (18:4–8)
c. La caída de Babilonia (18:9–20)
(1) La endecha de la realeza (18:9–10)
(2) El lamento de los mercaderes (18:11–17a)
(3) El lamento de los capitanes de barco (18:17b–19)
(4) Contraste (18:20)
d. Un símbolo y un cántico de ruina (18:21–24)
[p 529]  

CAPÍTULO 18
18 1 Después de estas cosas vi a otro ángel que descendía del cielo teniendo gran autoridad. Y la tierra se
iluminó con su gloria. 2 Y exclamó con voz poderosa, diciendo,
«Caída, caída, está Babilonia la grande.
Y se ha convertido en la morada de demonios,
y en la prisión de todo espíritu inmundo,
y en la prisión de toda ave inmunda,
y en la prisión de toda bestia inmunda y odiada.
3 porque todas las naciones han bebido del iracundo
vino de su fornicación,
y los reyes de la tierra han cometido adulterio con ella,
y los mercaderes de la tierra se han vuelto ricos a causa
del poder de su sensualidad».
4 Y escuché otra voz del cielo que decía,
409
«Pueblo mío, salid de ella,
de modo que no participes en sus pecados,
y para que no recibas sus plagas,
5 porque sus pecados se han acumulado hasta el cielo
y Dios ha recordado sus crímenes.
6 Pagadle como ella ha pagado
y devolvedle el doble según sus obras,
mezclad para ella el doble en la copa que ella ha mezclado.
7 Por todo lo que se ha gloriado y vivido en el lujo,
dadle tormento y aflicción.
Porque en su corazón dice,
‘Me siento como reina y no soy viuda,
y nunca veré dolor’.
8 Por tanto, en un día vendrán sus plagas,
muerte y dolor y hambruna,
y será quemada con fuego,
porque el Señor Dios poderoso la juzga.
«Y los reyes de la tierra que cometieron adulterio con ella y vivieron en lujo llorarán y se lamentarán por
9

ella, cuando vean el humo de su abrasador sufrimiento. 10 Debido al temor de su tormento se mantienen lejos y
dicen,
‘¡Ay, ay, la gran ciudad,
Babilonia la ciudad poderosa,
porque en una hora ha llegado tu juicio!’
«Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra su cargamento. 12 Son
11

cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas, y lino fino y púrpura y seda y tela escarlata, y toda madera
con aroma de limón y toda vasija hecha de marfil y toda vasija de madera muy preciosa y de bronce y de hierro y
de mármol, 13 y de [p 530] canela y de especies y de incienso y de mirra y de olíbano, y de vino y de aceite de
oliva y de harina refinada de trigo y de trigo, de ganado vacuno y de ovejas, y de caballos y carruajes, y de cuer-
pos y almas de personas.
«Y la fruta madura que deseabas se ha apartado de ti, y todas las cosas exquisitas y elegantes las has perdi-
14

do, y nunca las volverás a encontrar.


«Estos mercaderes que se han enriquecido a costa de ella se mantendrán alejados debido al temor de su
15

tormento, llorando y lamentando, 16 diciendo,


‘Ay, ay, la gran ciudad,
la que está vestida de lino fino y de púrpura y de escarlata,
y adornada de oro, piedras preciosas y perlas,
410
17 porque en una hora tales riquezas han quedado destruidas’.
«Y todos los capitanes de barco y todos los pasajeros, y marineros y todos los que se ganan la vida del mar se
mantendrán alejados, 18 y exclamaron al mirar el humo de su quema, y dijeron, ‘¿Quién es como esta gran ciu-
dad?’ 19 Y se pusieron polvo en la cabeza y lloraron y se lamentaron, diciendo,
‘Ay, ay, la gran ciudad.
En ella todos los que tienen barcos en el mar
se han enriquecido debido a su riqueza.
En una hora ha quedado destruida.
20 Regocíjense ante ella, oh cielo,
y los santos y los apóstoles y los profetas,
porque Dios ha pronunciado juicio contra ella a favor vuestro’».
21 Y un ángel poderoso tomó una piedra como una gran rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo,
«Así también Babilonia la gran ciudad
será derribada con violencia
y nunca más se volverá a encontrar.
22 Y el sonido de las arpas y de músicos
y de flautistas y trompetistas
nunca más será escuchado en ti.
Y todos los artesanos de todo oficio
nunca se volverá a encontrar en ti,
y el ruido del molino
nunca se volverá a escuchar en ti.
23 Y la luz de la lámpara
nunca volverá a brillar sobre ti,
y el sonido del esposo y la esposa
nunca volverá a escucharse en ti,
porque tus mercaderes eran los mayores de la tierra,
porque con tu hechicería has engañado a todas las naciones.
24 Y en ella se ha encontrado la sangre de los profetas
y de los santos
y de todos los que fueron inmolados en la tierra».
2. Cánticos de perdición y destrucción 
18:1–24
411

Mientras que el capítulo anterior (cap.17) describió a Babilonia como la gran prostituta, este capítulo
la describe en términos de su caída económica. Babilonia no está confinada a la ciudad a orillas del Éu-
frates o a Roma como capital del imperio romano. Babilonia es la capital de todo el mundo, el centro del
reino universal de las tinieblas. Es un símbolo de [p 531] todo el mundo hostil a Dios y a su Cristo. Y
este mundo que se ha enfrentado a Dios como enemigo suyo ahora se enfrenta al castigo de su colapso
económico total.
Este capítulo lamenta la caída de Babilonia y es continuación de 14:8, «Caída, caída está Babilonia la
grande». Primero, advertimos los muchos cánticos de juicios y lamentaciones por Babilonia. Se cuentan
hasta ocho himnos (vv. 2b–3, 4b–8, 10b, 14, 16–17a, 19b, 20, 21b–24), todos con sus correspondientes in-
troducciones.1 Luego, descubrimos tres ángeles que hablan en forma sucesiva: el primero, que tiene
gran autoridad, habla con voz poderosa (vv. 1–3); el segundo se presenta como «otra voz del cielo» (vv.
4–20); y el tercero es un ángel poderoso que arroja una rueda de molino al mar (vv. 21–24). Por último,
nótese el contraste de condena y aprobación. Después de que se cantan himnos de juicio y lamento en el
capítulo 18, elevan cánticos de alabanza una multitud celestial (19:1–3), los veinticuatro ancianos (19:4),
una voz proveniente del trono (19:5), y una gran multitud (19:6–8).
La sección central del capítulo 18 es la más larga y se puede dividir en dos segmentos: Babilonia an-
tes de su caída (vv. 4–8) y después de su caída (vv. 9–20). El capítulo mismo tiene cuatro partes: el pri-
mer lamento (vv. 1–3), el mandato de huir (vv. 4–8), el segundo lamento (vv. 9–20) y un símbolo con
interpretación (vv. 21–24).2
a. El primer lamento 
18:1–3
1. Después de estas cosas vi a otro ángel que descendía del cielo teniendo gran autoridad. Y la tie‐
rra se iluminó con su gloria.
La expresión después de estas cosas se encuentra por lo menos nueve veces en Apocalipsis.3 Esos casos
no apuntan a un tiempo cronológico sino más bien a un cambio de una visión a otra. En este caso, Juan
mira primero a Babilonia como la gran prostituta en el capítulo 17 y luego en este capítulo a la caída de
Babilonia.
Algunos intérpretes identifican al ángel que desciende del cielo como Jesús.4 Pero resulta poco posi-
ble debido al adjetivo que antecede, otro, que apunta a una sucesión de ángeles anteriores (17:1, 3, 7, 15).
Es más probable, pues, que este ángel sea uno de los siete mencionados antes en 17:1, [p 532] aunque
difiere del primer ángel mencionado allá. Quizá pueda identificarse con el poderoso ángel que descien-

1 Consúltese W. H. Shea, «Chiasm in Theme and by Form in Revelation 18», AUSS 20 (1982): 249–56; ver tambien el
bosquejo de Kenneth A. Strand, «Two Aspects of Babylon’s Judgment portrayed in Revelation 18», AUSS 20 (1982):
53–60.
2 David E. Aune, Revelation 17–22, WBC 52C (Nashville: Nelson, 1998), p. 976. Aune combina los dos himnos de lamen-

to y por ello tiene tres partes.


3 Ap. 1:19; 4:1 (dos veces); 7:9; 9:12; 15:5; 18:1; 19:1; 20:3.

4 Por ejemplo, M. Robert Mulholland Jr., Revelation: Holy Living in an Unholy World (Grand Rapids: Zondervan, Frances

Asbury Press, 1990), p. 284; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand


Rapids: Eerdmans, 1998), p. 892.
412

do del cielo en 10:1. Este ángel ha sido dotado de gran autoridad, lo cual significa que Dios le ha asig-
nado la tarea de anunciar el veredicto de la destrucción de Babilonia.
«Y la tierra se iluminó con su gloria». Juan alude a palabras similares tomadas de Ezequiel, «y la tie-
rra se llenó de su gloria» (Ez. 43:2), con la diferencia de que allá es la gloria del Dios de Israel. Pero en
este caso el ángel proviene de la presencia de Dios para iluminar la tierra de modo que todos puedan
ver la presencia extraordinaria.
2 Y exclamó con voz poderosa, diciendo, «Caída, caída, está Babilonia la grande.
Y se ha convertido en la morada de demonios, y en la prisión de todo espíritu inmundo, y en la 
prisión de toda ave inmunda, y en la prisión de toda bestia inmunda y odiada.
a. «Y exclamó con voz poderosa, diciendo, ‘Caída, caída, está Babilonia la grande’». Apocalipsis está
lleno de ángeles que exclaman con voz potente de modo que todos los habitantes de la tierra puedan
oírlos (7:2; 10:3; 14:7, 9, 15; 19:17). La palabra poderosa refleja la gran autoridad que le ha sido dada a este
ángel. Nadie puede hacer caso omiso de la voz de un ángel que anuncia «un evento de una magnitud
sobrecogedora».5 Aunque su anuncio es parecido al del ángel que exclamó «Caída, caída está Babilonia
la grande, que hizo que todas las naciones bebieran el iracundo vino de su fornicación» (14:8), hay dife-
rencias. En este versículo, primero describe la morada de Babilonia refiriéndose tres veces a ella como
prisión, y luego amplía en versículos sucesivos.
Juan ha tomado la referencia a Babilonia de Isaías 21:9, «Ha caído, ha caído Babilonia» (véase tam-
bién Jer. 50:2; 51:8).6 La repetición del verbo caer para dar énfasis es una característica típica de la litera-
tura semítica. Nótese el tiempo pasado del verbo como si de hecho ya hubiera ocurrido la destrucción
de Babilonia. El tiempo pasado no sólo afirma la expectativa de este evento sino también su certeza.
b. «Y se ha convertido en la morada de demonios». En lugares desérticos los demonios cabras salva-
jes bailan y se llaman unos a otros (Is. 13:21; 34:14). Los espíritus malignos viven en lugares desérticos
(Lc. 8:29) y en una ciudad en ruinas como Babilonia.7 Este lugar en ruinas es la morada de demonios,
cuyo líder es Satanás. Se convertirá en un lugar deshabitado (Jer. 50:39; [p 533] 51:37). Es el cuadro de
un mundo sin Dios que ahora está bajo el poder de espíritus malignos que pueden con toda libertad
afligir a su pueblo.8
Babilonia es la prisión de todos los espíritus inmundos, de todas las aves inmundas y de todas las
bestias inmundas y odiadas. En este contexto, el término prisión sugiere una morada en la que viven
confinadas estas criaturas, no tanto una cárcel, porque ese es el abismo, sino un lugar donde viven. Este
lugar desolado es la morada de espíritus y animales inmundos, un cuadro de un mundo completamen-
te vacío de Dios y de su palabra. ¡Cuán diferente es la ciudad de Dios, donde el Espíritu Santo mora en
los corazones y vidas de los santos! Ahí brilla con todo esplendor la luz del evangelio y las personas
viven gozosas y felices.

5 Martin Kiddle, The Revelation of St. John (reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943), p. 361.
6 El significado de la palabra Babilonia en el cap. 17 no debería diferenciarse del que tiene en el capítulo 18. Véase C. H.
Dyer, «The Identity of Babylon in Revelation 17–18», BibSac 144 (1987): 305–16, 433–49.
7 Bauer, p. 169; Otto Bücher, EDNT, 1:274.

8 Véase S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 359.


413

3. «Porque todas las naciones han bebido del iracundo vino de su fornicación, y los reyes de la 
tierra han cometido adulterio con ella, y los mercaderes de la tierra se han vuelto ricos a causa del 
poder de su sensualidad».
Este versículo es una explicación adicional de la destrucción de Babilonia, para lo cual menciona a
tres clases de personas. Juan menciona primero la amplia categoría de naciones. Repite casi al pie de la
letra parte de 14:8, «que hizo que todas las naciones bebieran el iracundo vino de su fornicación». Pasa
del causativo «hizo que todas las naciones bebieran» al perfecto en voz activa, «todas las naciones han
bebido».9 Babilonia ha tenido éxito en extraviar a las masas de personas (compárese con Jer. 25:15; 51:7).
Estas masas la siguieron en beber simbólicamente el vino de su fornicación que ha provocado la ira im-
placable de Dios (14:10; 16:19). El vino que beben, espiritualmente hablando, es pecar voluntariamente
contra Dios y actuar como si no existiera. No se puede perdonar este pecado, sino encuentra la ira divi-
na y conduce al muerte espiritual.
La segunda categoría de personas que Juan menciona son los reyes de la tierra. Cometen adulterio
espiritual con Babilonia (17:2), es decir, proveen liderazgo con la búsqueda de fines religiosos, políticos
y económicos. Adoran a ídolos, gobiernan con dureza y se enriquecen a expensas de otros que son me-
nos afortunados que ellos. Como su ídolo es el dinero, obligan a sus subordinados a rendir tributo a
este dios. No sorprende que los cristianos en la provincia de Asia vivieran en pobreza abyecta: se nega-
ron a someterse a los dictados de dioses y gremios locales (véase capítulos 2 y 3).
El tercer grupo son los mercaderes del mundo. En épocas antiguas, los mercaderes de Tiro tenían
fama en todo el mundo (Is. 23:8). De igual [p 534] modo, comerciantes procedentes de muchos lugares
navegaban por el mar Mediterráneo para comerciar en los puertos de España, Grecia, Asia Menor, Siria,
Israel y en lugares de Arabia (Ez. 27:12–23). En su apogeo, Roma era el depósito de todos los productos
en el mundo antiguo. Hoy las corporaciones multinacionales dominan el comercio mundial y con fre-
cuencia no protegen el medio ambiente ni a sus propios trabajadores. Como consecuencia de ello, los
ricos aumentan sus bienes y ostentan su opulencia mientras que los indigentes viven en la pobreza.
Comerciar con bienes y productos es deseable, porque satisface necesidades humanas y, con dili-
gencia, mejora la calidad de vida. Pero cuando la codicia, que Pablo llama idolatría, yergue su odiosa
cabeza, la ira de Dios desciende sobre los que sirven a este ídolo (Col. 3:5–6). Cuando el rico oprime al
pobre, viola a los oprimidos y por ello se convierte en el violento (Is. 3:14–15; Am. 2:7). Pero Dios es un
Dios celoso que se opone inalterablemente a semejante pecado y condena inevitablemente al pecador no
arrepentido.
Palabras, frases y construcciones griegas en 18:3
πέπωκαν—el indicativo perfecto activo es del verbo πίνειν (beber). Una lectura alterna es πέπτωκαν del
verbo πίπτειν (caer). Los dos verbos en tiempo perfecto difieren en sólo una letra. Se rechaza la variante en edi-
ciones recientes del Nuevo Testamento griego y por parte de casi todos los comentaristas. Sobre la base de la

9Aune (Revelation 17–22, pp. 963, 987) traduce el texto como «ha colapsado» en vez de «ha bebido». Para un análisis del
texto griego, ver la sección intitulada «Palabras, frases y construcciones griegas en 18:3».
414
fuente del Antiguo Testamento (Jer. 25:15–17 [32:15–17 LXX]; 51:7, 39 [28:7, 39 LXX]) y del contexto, se requiere el
verbo beber.10
b. El mandato de huir 
18:4–8
4. Y escuché otra voz del cielo que decía, «Pueblo mío, salid de ella, de modo que no participes en 
sus pecados, y para que no recibas sus plagas».
Juan no escribe en forma concreta que el que habla fuera otro ángel. Aunque se puede argüir que
Dios o Cristo es quien habla debido a la expresión «pueblo mío»,11 el contexto del anuncio sugiere que
fue un ángel el que pronunció estas palabras. El versículo siguiente, «Dios ha recordado sus crímenes»,
parece indicar que el mensajero de Dios es un ángel (v. 5).
El mensaje divino dirigido al pueblo de Dios es claro y preciso: «Salid de ella, de modo que no parti-
cipes de sus pecados». Es un lenguaje conocido que recuerda las advertencias que hicieron Isaías y Je-
remías:
- «¡Salgan de Babilonia! ¡Huyan de los caldeos!» (Is. 48:20)
- «¡Pónganse en marcha, salgan de allí!… ¡No toquen nada impuro!» (Is.52:11).
- «¡Huye de ella, pueblo mío! ¿Sálvese quien pueda de mi ardiente ira!» (Jer. 51:45; véase 2 Co. 6:17).
[p 535] La voz no dice que el pueblo de Dios deba vivir aislado del resto del género humano. Si este
fuera el caso, no podrían influir en el mundo con el evangelio de salvación. Jesús oró para que los suyos
estuvieran en el mundo pero no fueran del mundo (Jn. 17:14–18).
En la época del exilio, cuando Ciro autorizó a que los judíos dejaran Babilonia, Dios dijo a su pueblo
que no tomaran consigo nada que fuera impuro o que tuviera que ver con el culto de los ídolos. Quería
que los judíos salieran de Babilonia para ser puros y santos. De igual modo, Pablo exhortó a los cristia-
nos corintios que habían salido del paganismo a que se apartaran del culto de los ídolos para dedicar su
vida a Jesucristo (2 Co. 6:17). En el caso de los receptores de Apocalipsis, la exhortación no significaba
salir del mundo romano o de Roma misma. En lugar de ello, tenían que «romper con la cultura idólatra
del imperio y con su estilo de vida y evitar cualquier compromiso» como resulta evidente por las siete
cartas que Juan dirigió a las iglesias en la provincia de Asia (caps. 2 y 3).12 Para los cristianos de hoy el
mensaje es separarse espiritual y moralmente del mundo secular y no participar en sus pecados. Aun-
que están en este mundo, deben vivir en completa armonía con la palabra de Dios y con el testimonio
de Cristo como ciudadanos del reino de los cielos. Pero si no lo hacen y adoptan los caminos del mun-
do, también recibirán sus plagas. Estas plagas son aquellas en que Dios manifiesta su enojo en el día de
su ira (16:19).13

LXX Septuaginta
10 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,
1994), p. 683. Véase la argumentación de Aune (Revelation 17–22, 1979), p. 965–966.
11 Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 714.

12 Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), pp. 302–3.

13 Compárese con Adela Yarbro Collins, «Revelation 18» en L’Apocalypse johannique et l’Apocalyptique dans le Nouveau 

Testament, ed. Jan Lambrecht, BETL 53 (Leuven: Leuven University Press, 1980), pp. 189–92.
415

5. «Porque sus pecados se han acumulado hasta el cielo y Dios ha recordado sus crímenes».
Los impíos siguen pecando en abierto desafío a Dios. Son como las personas que construyeron la to-
rre de Babel para llegar al cielo y desafiar a Dios (Gn. 11:3–4). Ahora sus pecados se han ido acumulan-
do uno a uno hasta alcanzar el cielo. Juan escribe que sus pecados ejercen presión sobre el cielo, es de-
cir, que ya no queda espacio entre cielo y tierra para más pecados. Los pecadores retan a Dios para que
haga algo respecto a estos pecados que han entrado en estrecho contacto con el cielo (Jer. 51:9). Estos
pecados están en el rostro de Dios, por así decirlo, y se han convertido en pestilencia para su nariz.14
Dios es un Dios benévolo y, debido a la muerte expiatoria de su Hijo, no sólo perdona al pecador
arrepentido sino que ya no sigue recordando sus pecados (Heb. 8:12; 10:17). Pero los pecados que come-
te un pecador no arrepentido los recuerda uno por uno. Lo han llevado a que se agote su paciencia y se
vea obligado a actuar (véase Gn. 18:20).
[p 536] 6. «Pagadle como ella ha pagado y devolvedle el doble según sus obras, mezclad para ella 
el doble en la copa que ella ha mezclado».
a. «Pagadle como ella ha pagado y devolvedle el doble según sus obras». Hacemos una pregunta
doble: ¿quién habla y a quién habla? La primera parte de la pregunta resulta fácil, porque hasta ahora el
locutor ha sido el ángel. Para responder a la segunda parte, parece que Dios es el destinatario, porque
sólo él puede dispensar justicia y castigar a quienes obran mal. Esta respuesta armoniza con la redac-
ción del contexto del Antiguo Testamento al que Juan recurre. Al anunciar el día de desastre que des-
ciende sobre el pueblo de Judá, dice Dios, «les pagaré el doble por su iniquidad y su pecado» (Jer. 16:18;
véase Is. 40:2). De ahí que parece que las palabras van dirigidas a Dios bajo la forma de súplica, del
mismo modo que las almas bajo el altar le piden a Dios que juzgue a los habitantes de la tierra y vengue
su sangre (Ap. 6:10).
Pero todavía debemos preguntar por qué en griego los verbos pagar y devolver están en imperativo
plural. El contexto más amplio revela que también se utiliza el plural en el versículo 4, «¡Salid de ella!» y
en el versículo 7 «dadle tormento y aflicción». El plural en el versículo 4 va dirigido al pueblo de Dos,
pero interpretar la súplica de los versículos 6 y 7 como dirigida al pueblo de Dios choca contra la ad-
monición divina de no buscar venganza: «Mía es la venganza; yo pagaré» (Dt. 32:35; véase también Ro.
12:19; Heb. 10:30). Otras sugerencias son que los imperativos en plural se dirigen a ángeles que Dios
envía para ejecutar sus juicios o que instan al pueblo a volverse contra la prostituta Babilonia para des-
truirla (17:16–17). Estas dos sugerencias, sin embargo, tienen que explicar el cambio repentino de un
grupo de destinatarios a otro sin ninguna indicación del cambio.
Sea cual fuere la solución que se adopte, subsisten algunos puntos débiles. Pero la coherencia nos
compele a decir que Dios da instrucciones a su pueblo. A veces Dios utiliza a su pueblo para ejecutar
castigos en quienes obran mal. Hay ejemplos de ello tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamen-
tos. Dios reveló a Abraham que llegado el momento, sus descendientes regresarían a la tierra prometi-
da, cuando «habrá llegado al colmo la iniquidad de los amorreos» (Gn. 15:16). Este pecado llegó a su
apogeo cuando los israelitas conquistaron la tierra de Canaán y entonces, con la ayuda de Dios, aniqui-
laron a sus habitantes. Pedro censuró tanto a Ananás como a Safira, tras lo cual ambos cayeron muertos

14 Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 361.


416

(Hch. 5:1–11). Pablo reprendió al hechicero Barjesús, alias Alimas, y quedó ciego (Hch. 13:6–12). Y en
Apocalipsis los dos testigos atacaron a sus enemigos con fuego (11:3–6).15
[p 537] Juan escribe que Babilonia recibirá el doble según sus obras, pero las palabras devolvedle el 
doble se refieren a una expresión hebrea que significa «producir un duplicado». Las expresiones idiomá-
ticas no deberían traducirse de manera literal; por tanto, la traducción debería ser «dadle el equivalente 
mismo según sus obras»,16 es decir, pagadle con la misma moneda.
b. «Mezclad para ella el doble en la copa en la que ella ha mezclado». Es decir, debería dársele la
medida exacta como ella la había dado a otros. Lo que había dispensado a otros, le sería dispensado a
ella. La copa está llena del vino de la ira de Dios, como ya se ha afirmado (14:10; 16:19). Dios nunca ol-
vidará sus pecados; en su ira le asignará el castigo que se merece.
7. «Por todo lo que se ha gloriado y vivido en el lujo, dadle tormento y aflicción. Porque en su co‐
razón dice, ‘Me siento como reina y no soy viuda, y nunca veré dolor’».
Debido a su esplendor y opulencia, a Babilonia se la llamaba «el orgullo de toda la tierra» (Jer. 51:41)
y «la gloria del orgullo de los babilonios» (Is. 13:19). Por ejemplo, los famosos jardines colgantes eran
conocidos como una de las siete maravillas del mundo antiguo. La ciudad era el colmo del lujo. El tem-
plo de Bel-Nebo tenía una estatua del ídolo sentado en un trono de oro junto a un altar de oro, y en este
altar, una vez al año, se quemaban mil libras de incienso. Pero esta ciudad, debido a que estaba llena de
depravación y desenfreno, con el tiempo fue aplastada y destruida. Experimentó de primera mano el
tormento y dolor que había causado a las naciones, porque se le aplicó con todo su rigor la ley del casti-
go.
El sustantivo tormento significa la angustia que se experimenta después de que un escorpión lo pica
a uno (9:5) o de que azufre ardiente lo abrasa a uno (14:10). La segunda experiencia culmina en castigo
eterno que, día y noche, impide que las personas descansen (14:11).
Juan toma esta información de pasajes proféticos en el Antiguo Testamento, citando casi al pie de la
letra un pasaje acerca de la caída de Babilonia, «Dijiste: ‘¡por siempre seré la soberana!’ … y te dices a ti
misma: ‘Yo soy, y no hay otra fuera de mí. Nunca enviudaré ni me quedaré sin hijos!’ (Is. 47:7, 8; com-
parar con Ez. 28:2; Sof. 2:15). Mientras Babilonia pronuncia estas palabras, lo más íntimo de su ser se
llena de orgullo. Sus palabras son jactancias exageradas de su propia suficiencia. Desea ocupar el trono
de Dios y decidir su propio curso de vida. Pero nunca puede ser como Dios y gobernar como reina del
cielo, aunque pretende tomar el lugar de Dios (véase 2 Ts. 2:4).

15 Aune (Revelation 17–22, p. 994) escribe que la práctica de no vengarse «con toda probabilidad no tuviera el apoyo
uniforme en el cristianismo primitivo». Esto resulta cuestionable, sin embargo, porque tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento lo enseñan claramente, excepto donde Dios interviene y envía castigo.
16 Beale, Revelation, p. 901 (su énfasis). William Hendriksen (More Than Conquerors: An Interpretation of the Book of Revela‐

tion [reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982], p. 174) dice que Babilonia «recibirá la cantidad exacta de castigo que ha
merecido». Véase Greijdanus, Openbaring, p. 363; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary
(Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 191.
417

[p 538] El soliloquio puede haber sido una alusión intencional «al tema de la permanencia eterna de
Roma».17 Sin embargo, Juan recurre a utilizar la imagen de una mujer que representa no sólo a Babilonia
o Roma sino a cualquier ciudad del mundo. Esta ciudad significa un mundo ajeno a Dios y por ello in-
cluye a todos los que están contra Dios, su palabra y su iglesia.
8. Por tanto, en un día vendrán sus plagas, muerte y dolor y hambruna, y será quemada con fuego, 
porque el Señor Dios poderoso la juzga.
La consecuencia del orgullo de Babilonia es su ruina, que aquí se describe en términos de muerte,
dolor y hambruna para sus ciudadanos y fuegos abrasadores para sus edificios y estructuras. Dios en-
viará esta calamidad sobre ella en una hora, que no debe medirse en forma cronológica sino más bien
interpretada de manera metafórica. Una hora equivale a brevedad, de modo que las plagas que caerán
sobre ella son de una rapidez destructora (vv. 10, 17, 19; ver 17:12).
Juan utiliza el Antiguo Testamento como su fuente. En él lee que Dios dijo a Babilonia: «De repente,
en un solo día, ambas cosas te sorprenderán: la pérdida de tus hijos y la viudez» (Is. 47:9; véase Jer.
50:31). Sus edificios y bienes terrenales los destruirá el fuego, y las personas ni siquiera «pueden salvar-
se del poder de las llamas» (Is. 47:14). De repente, la ciudad despoblada yace en ruinas, y Babilonia se
convierte en una imagen solitaria y abandonada.
Todo esto ha ocurrido debido al juicio de Dios contra ella. Juan describe al Señor Dios como poderoso,
que es el único caso en que utiliza poderoso para describir a Dios. Unas veces en Apocalipsis (5:2; 10:1;
18:21) a los ángeles se los ha llamado poderosos, y también a líderes políticos y militares (6:15; 19:18).
John P. M. Sweet comenta que esta poderosa ciudad de Babilonia (vv 10, 18) «no puede competir con el
poder de Dios».18 Cuando ha llegado la hora del juicio, no hay forma de huir de la ira de Dios. Como ob-
serva el autor de la carta a los Hebreos, «¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!» (Heb. 10:31).
c. La caída de Babilonia 
18:9–20
Esta sección extensa contrasta los lamentos de quienes son condenados con el gozo de quienes son
redimidos. Se puede dividir en cuatro partes:
- los reyes de la tierra lamentan la caída de Babilonia (vv. 9–10);
- los mercaderes lloran y se lamentan por la pérdida de ventas y riqueza (vv. 11–17a);
[p 539] 
 - los capitanes de barcos y marinos se lamentan de la destrucción de la gran ciudad (vv. 17b–19);
- los santos y apóstoles en el cielo responden con regocijo por el juicio de Dios (v. 20).
Juan en este capítulo hace gala de un enfoque cíclico. En el versículo 3, mencionó a los reyes de la
tierra que habían cometido adulterio con la gran prostituta y a los mercaderes que se habían enriqueci-
do de sus lujos. Y en los versículos 9 y 11 vuelve a mencionar a estos reyes y mercaderes. Asimismo, el

17 Aune, Revelation 17–22, p. 996. Véase Beckwith, Apocalypse, pp. 714–15; Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev.
ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 329; L. van Hartingsveld, Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1985),
p. 75.
18 John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 269.
418

segundo ángel que se había dirigido a los santos (vv. 4–8) al parecer continúa su mensaje en la sección
siguiente (vv. 9–20).
(1) La endecha de la realeza 
18:9–10
9. «Y los reyes de la tierra que cometieron adulterio con ella y vivieron en lujo llorarán y se la‐
mentarán por ella, cuando vean el humo de su abrasador sufrimiento».
La caída de Babilonia es inevitable. Juan lo expresa al escribir los verbos llorar y lamentar en el tiem-
po futuro. Pero, al describir la destrucción actual de la ciudad, Juan utiliza el tiempo griego perfecto del
verbo llegar, «ha llegado tu juicio» (v. 10).
El lamento de los reyes hace eco de las acciones y el lamento que los príncipes de Tiro hacían y decí-
an sobre su ciudad costera (Ez. 26:16–17). Estos príncipes se quitaron sus túnicas y adornos y se senta-
ron sobre la tierra temblando con temor al ver a Tiro. Juan describe a los reyes de la tierra a quienes
aludió antes (v. 3). No se refiere a los diez reyes mencionados en el capítulo anterior (17:16), sino a los
que buscaban riqueza material y vivían en lujo, uniéndose a la Babilonia de antaño y la Roma de su
propia época.19 Estos reyes lloran y se lamentan por ella, porque se dan cuenta de las grandes pérdidas
económicas que ha acontecido. Se derraman lágrimas acompañadas de golpes de pecho según el típico
estilo oriental, como señal de duelo y expresión de dolor.20
Los reyes presencian el humo de la Babilonia que se quema. Se hace énfasis no tanto en el hecho que
a Babilonia la consumen las llamas, sino en el fuego mismo, el sufrimiento y las dolorosas consecuen-
cias. En otras palabras, esta terrible experiencia es un proceso que encierra todo, en el cual el que sufre
es capaz de soporta el dolor que las llamas le causan. Esta pervertida ciudad, ya sea Babilonia, Roma,
Jerusalén o cualquier otro lugar antagónico a Cristo, sufre inmensamente cuando Dios le arrebata todo
[p 540] lo que ella idolatraba. Además, estos reyes se dan cuenta que el sufrimiento de esta cuidad los
afecta directamente.
10. «Debido al temor de su tormento se mantienen lejos y dicen, ‘¡Ay, ay, la gran ciudad, Babilo‐
nia la ciudad poderosa, porque en una hora ha llegado tu juicio!’»
Los que gobiernan este mundo deben mantenerse lejos del fuego abrasador de la ciudad en llamas,
porque temen que también serán atormentados. Sin embargo, cuando el sistema monetario se derrumbe
y las riquezas desaparezcan, la pobreza alcanzará aún las casas de los dirigentes. Éste es el cuadro que
se describe: la economía mundial en bancarrota, una plaga de saqueos y robos, enfermedades y muertes
imparables y gobernantes aterrorizados. El fin está a un paso. También los reyes se enfrentan a un Dios
iracundo, cuyo juicio les llegará súbitamente.
Los reyes pronuncian dos ayes, así como también los mercaderes y los marineros en versículos suce-
sivos (vv. 16, 19; véase el triple ay en 8:13). La repetición de la palabra indica énfasis. El sonido doloroso
de la palabra ay señala tanto dolor como denuncia. Y aunque estos gobernantes la pronuncian, saben
que la hora del juicio les está llegando también a ellos.

19 Se puede encontrar un panorama de las riquezas y libertinaje de Roma durante el primer siglo de nuestra era en Wi-
lliam Barclay, The Revelation of John, 2n ed. (Philadelphia: Westminster, 1960); 2:200–204.
20 Gustav Stählin, TDNT, 3:851 n. 128.
419

Los reyes, los mercaderes y los marineros llaman a Babilonia «la ciudad grande» (vv. 10, 16, 19), pe-
ro aquí se agrega «Babilonia, la ciudad poderosa». Los dos adjetivos descriptivos grande y poderosa se
refieren a su gloria reciente, la que ahora se ha desvanecido y desaparecido. Y este cambio se realizó tan
repentinamente, en una hora, que tanto los mercaderes y los marineros como los reyes lo mencionan (vv.
17, 19). La grandeza y el poder de Babilonia se acaban de repente (compárese con v. 8).21
(2) El lamento de los mercaderes 
18:11–17a
11 «Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra su carga‐
mento».
Juan ha tomado la información de los mercaderes y sus cargamentos del lamento de Ezequiel sobre
Tiro (Ez. 27:1–36).22 El profeta expresa el mismo pesar y lamento sobre Tiro que el que los reyes de la
tierra exclaman sobre Babilonia. Los comerciantes ven que los negocios se han paralizado por completo.
Se dan cuenta de que existe un total desinterés por las mercancías que llegan en barco procedentes de
varios lugares alrededor del mundo, desde las costas occidentales más alejadas del mar Mediterráneo
como España, desde las costas orientales de ese mar, como Egipto, y de Asia y [p 541] África. Su pérdi-
da económica es indescriptible, y esta es su justa recompensa. Todo el tiempo han estado privando a los
seguidores del Cordero del derecho de comprar y vender (Ap. 13:17). Ahora a ellos mismos se les niega
este derecho, y caen en la cuenta de que sin compradores sus negocios están perdidos. Los clientes ya
no compran debido al colapso económico que ha vuelto imposible comprar y vender.
12. «Son cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas, y lino fino y púrpura y seda y tela 
escarlata, y toda madera con aroma de limón y toda vasija hecha de marfil y toda vasija de madera 
muy preciosa y de bronce y de hierro y de mármol, 13. y de canela y de especies y de incienso y de 
mirra y de olíbano, y de vino y de aceite de oliva y de harina refinada de trigo y de trigo, de ganado 
vacuno y de ovejas, y de caballos y carruajes, y de cuerpos y almas de personas».
El comercio en tiempos antiguos era de amplio alcance, internacional y variado. Para ilustrarlo, los
barcos que llegaban a Italia con cargamento que iba a venderse en Roma procedían de todos los puertos
a lo largo de la costa mediterránea. Aunque algunos barcos naufragaban (p.ej., Hch. 27:41), el volumen
de tráfico marítimo era fenomenal. Por tanto, ser propietario de una flota de barcos resultaba ser una
empresa lucrativa, si el tiempo resultaba favorable.
La lista de productos que se ofrece en los versículos 12 y 13 es considerable: se mencionan unos
veintiocho artículos, que van desde los lujosos hasta alimentos básicos, desde lencería hasta ganado.
Hasta se incluyen esclavos (cuerpos y almas de seres humanos). Muchos de los artículos que se enume-
ran también se encuentran en un relato similar de unos cuarenta productos diferentes en Ezequiel
27:12–22. Pero Juan difiere del profeta en dos aspectos: omite el origen de estos artículos y no sigue la
secuencia de su lista. Además, la lista del profeta data del siglo sexto a.C., en tanto que Juan conocería
bien las listas comerciales que circulaban en su tiempo y que reflejaban la riqueza de Roma y de otras

21 En cuanto al término una hora, Beale en su comentario remite a Dn. 4:19 (Griego Antiguo y Teodoción) donde esta
expresión se da en relación con el juicio sobre Nabucodonosor (p. 908).
22 Consúltese Steve Moyise, The Old Testament in the Book of Revelation, JSNTSup 115 (Sheffield: Sheffield Academic

Press, 1995), p. 73; Ferrell Jenkins, The Old Testament in the Book of Revelation (Grand Rapids: Baker, 1972), pp. 54–60.
420

ciudades. Al comienzo de la lista hay artículos lujosos propios de la riqueza de naciones y personas. La
gran prostituta, por ejemplo, «iba vestida de ropas de púrpura y escarlata y se adornaba con oro y pie-
dras preciosas y perlas» (17:4).
a. «Oro, plata, piedras preciosas y perlas». El oro se importaba de España durante el siglo primero;
cuando esas minas se agotaron, venía de Rumanía occidental.23 Este metal adornaba las casas de las fa-
milias ricas en Roma y se utilizaba para hacer objetos religiosos y para la realeza.
La plata también procedía de España y se empleaba para embellecer literas, copas y platos. Las pie-
dras preciosas solían proceder de India y se tallaban y pulían en Alejandría. Se colocaban en anillos y
vasos costosos [p 542] para beber.24 Las perlas se extraían del fondo del mar Rojo, del golfo Pérsico y del
océano Índico.
b. «Lino fino y púrpura y seda y tela escarlata». Esta categoría incluye artículos costosos de vestir.
En lugar de vestidos hechos de lana, los ricos se vestían de lino que procedía de Alejandría, Escitópolis
(Beth-Shean) y Laodicea. La púrpura se producía de un crustáceo o de la raíz de una planta eurásica
llamada «rubia». Resultaba cara de producir y por tanto se consideraba como sumamente valiosa. Lidia
era vendedora de púrpura en la ciudad de Tiatira (Hch. 16:14). La seda producida en China, aunque
costosa, abundaba. Josefo comenta que los ejércitos victoriosos que desfilaron frente a Vespasiano y Tito
iban vestidos de ropas hechas de seda.25 Las ropas de escarlata eran también costosas. La escarlata se
elaboraba de la baya del roble quermes y se utilizaba para teñir la tela.
c. «Toda madera con aroma de limón y toda vasija hecha de marfil y toda vasija de madera muy
preciosa y de bronce y de hierro y de mármol». La madera con aroma de limón era tan costosa que sólo
se encontraba en forma de mesas en las casas de los ciudadanos más ricos. Cicerón compró una mesa
así y se estima que pagó por ella 500,000 sestercios, cantidad con la que se podía comprar una gran fin-
ca. El árbol de limón crecía en el norte de África y «era muy apreciado por sus venas, que en los mejores
especimenes se parecían a los ojos de la cola de un pavo real, o a las rayas del tigre o las manchas de la
pantera».26
El marfil se obtenía de los colmillos de elefantes y se utilizaba con abundancia para innumerables ar-
tículos desde domésticos hasta muebles. Madera preciosa incluía ébano, cedro y ciprés, porque estas va-
riedades se deterioraban menos y repelían insectos. La madera se utilizaba para muebles y paneles para
puertas y paredes. En tiempos antiguos, se producía bronce en muchos países, como aleación de cobre y
estaño. Era muy apreciado, y según un antiguo escritor se consideraba incluso como de más valor que
la plata y el oro.27 Depósitos de hierro en Grecia, España y Hungría (actual) suministraban al mundo
romano este metal para fabricar herramientas y armas. El mármol provenía de Frigia, Grecia y partes de
África. Servía para decorar casas de ciudadanos ricos.

23 Estrabón 3.2.10; Tácito Anales 3.53; 6.19.


24 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 353; Aune, Revelation 17–22, p. 998; Reuben G.
Bullard, «Precious Stones», ISBE, 4:623–30.
25 Josefo Guerras 7.5.4 §126.

26 Marcial 14.85; Dio Casio 61.10.3; Plinio Historia Natural 13.96. Véase Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation

(1911: reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 233; Aune, Revelation 17–22, p. 1000.
27 Plinio Historia Natural 34.1.
421

d. «De canela y de especies y de incienso y de mirra y de olíbano». Se trata de cuatro clases de espe-
cies que los ricos utilizaban para disipar olores desagradables. Estas especies se conseguían de muchos
países; por ejemplo, la canela se enviaba desde África oriental, Arabia y hasta India. Se obtenía [p 543] 
de la corteza interior de ramas tiernas del árbol de canela. La especie como sustancia aromática también
provenía de India. El incienso era un elemento que se utilizaba en cultos. La mirra y el olíbano se adqui-
rían de Somalia y del sur de Arabia. Todas estas especies eran costosas y se consideraban dignas de ser
ofrecidas como presentes a la realeza (Mt. 2:11).
e. «De vino y de aceite de oliva y de harina refinada de trigo y trigo». Estos artículos eran alimento
cotidiano común en la mayoría de las casas. La vid se cultivaba en todo el Medio Oriente, desde Israel
hasta España. En el año 92 d.C. un excedente de vino hizo que el emperador Domiciano promulgara un
edicto para que no se plantaran más viñedos en Italia y se destruyeran la mitad de los viñedos en las
provincias romanas. Debido a una considerable oposición, este decreto nunca entró en vigencia.28 De
igual modo, abundaban los olivos, que proporcionaban al pueblo aceite para cocinar y alumbrarse. La
harina refinada de trigo y el trigo provenían de Egipto, que fungía de granero de Roma (véase Hch.
27:6, 38).29
f. «Ganado vacuno y de ovejas, y de caballos y carruajes, y de cuerpos y almas de personas». Es la
última categoría, compuesta de ganado vacuno, vehículos y esclavos. La palabra que se utiliza en este
caso para ganado vacuno es una palabra genérica que se refiere a diversos animales domesticados, en
especial asnos utilizados para cabalgar y transportar cargas (Lc. 10:34; Hch. 23:24). Los romanos ricos
poseían carruajes de cuatro ruedas.
El último elemento en la lista de bienes es cuerpos y almas de personas (esclavos). Sigue a carruajes para
indicar el escaso valor que tenían. La referencia a humanos como cuerpos procede de la lengua griega en
la que los esclavos se consideraban simplemente como cuerpos; en tanto que el empleo de almas provie-
ne del hebreo y significa las «vidas [almas] de hombres» (Ez. 27:13 en NASB, véase también la lectura
marginal de 1 Cr. 5:21 de NASB). La combinación de cuerpos y almas constituye una categoría, a saber,
seres humanos, que en este caso son esclavos.30
Algunos esclavos eran personas capturadas en guerras o secuestradas en el mar por piratas; algunos
se había vendido ellas mismas como esclavos por razones económicas; y otros nacían en esclavitud o
eran abandonados por sus padres. Cuando en el 70 d.C. los judíos perdieron la guerra contra Roma,
setenta mil pasaron a ser esclavos.31 Como en el siglo primero la [p 544] esclavitud era una institución
legal establecida, la iglesia primitiva sólo podía comenzar a emancipar a esclavos dentro de la misma
comunidad cristiana (véase Flm. 15–16).

28 Suetonio Domiciano 7.
29 Adela Yarbro Collins (Crisis and Catharsis. The Power of the Apocalypse [Philadelphia: Westminster, 1984], pp. 95–97)
menciona que en los últimos años del reinado de Vespasiano estalló un disturbio a causa del pan en Roma debido al
aumento en el precio del trigo. Consúltese Bauckham, Climax of Propehcy, pp. 362–63.
NASB New American Standard Bible
30 Robert H. Gundry, Sōma in Biblical Teology, SNTSMS 29 (Cambridge: Cambridge University Press, 1976), pp. 26–28.

31 Josefo, Guerras 6.9.3 §420. Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 365–66. Mounce calcula que había sesenta millones de

esclavos en el imperio romano (Revelation, p. 334). Véase también Scott S. Bartchy, «Slavery», ISBE, 4:543–46.
422

14. «Y la fruta madura que deseabas se ha apartado de ti, y todas las cosas exquisitas y elegantes 
las has perdido, y nunca las volverás a encontrar».
Quienes hablan en este versículo no son identificados, pero asumimos que son los mercaderes (vv.
11, 15) que se dirigen a Babilonia la grande. Sin embargo, hay un cambio de la tercera persona del plural
sus (v. 11) a la segunda persona del singular tu (v. 14), pero este cambio brusco puede atribuirse a la
libertad que se tomaba Juan como autor.32
La frase describe la cosecha en otoño, cuando se recogen las frutas maduras de los árboles. El griego
dice literalmente, «la fruta madura, el deseo de tu alma». Y sin embargo este fruto deseado se ha alejado
del que estaba listo para recogerlo. La segunda parte de la frase afirma algo análogo:
A fruto maduro
B se ha apartado de ti
A’ cosas exquisitas y elegantes
B’ las has perdido
Y estas riquezas no puede nunca, nunca volver a encontrarlas nadie de los que las desean.
15. «Estos mercaderes que se han enriquecido a costa de ella se mantendrán alejados debido al 
temor de su tormento, llorando y lamentando, 16. diciendo, ‘Ay, ay, la gran ciudad, la que está vesti‐
da de lino fino y de púrpura y de escarlata, y adornada de oro, piedras preciosas y perlas, 17a. porque 
en una hora tales riquezas han quedado destruidas’».
Las palabras se mantienen alejados se encuentran tres veces en este capítulo (vv. 10, 15, 17). Estos mer-
caderes están llenos de temor, porque están muy conscientes de que se acerca su ruina y que sufrirán el
mismo tormento. En la actualidad lloran y se lamentan, pero nada puede cambiar su situación (véase
vv. 10, 11). Han perdido sus riquezas que eran su ídolo.
Una vez más los mercaderes prorrumpen su doble ay por la gran ciudad (v. 10) y la describen con
los mismos términos que Juan utiliza para describir a la gran prostituta (17:4). Excepto por el agregado
lino fino, las dos oraciones siguientes son casi idénticas:

Apocalipsis 17:4 Apocalipsis 18:16

vestida de púrpura y tela escarlata vestida de fino lino y púrpura y escarlata

y adornada con oro y y adornada con oro,

piedras preciosas y perlas piedras preciosas y perlas

[p 545] Este es otro indicio de que la mujer y la gran ciudad son lo mismo (17:18), lo cual significa
que las riquezas económicas que adornaban a la gran ciudad desaparecen. Por el contrario, la gloria que

32
No hace falta situar el v. 14 después del v. 21. Contra R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the 
Revelation of St. John, ICC (Edinburgh: Clark, 1920), 2:105, 351, 433.
423

adorna a la esposa de Cristo y a la ciudad de Dios permanece para siempre. Las riquezas mundanas
desaparecen en una hora; o sea, las plagas caen sobre la mujer y la gran ciudad en forma abrupta y con
consecuencias devastadoras (véase vv. 10, 19; ver 17:12).
Palabras, frases y construcciones griegas en 18:12–14
Versículo 12
ξύλου τιμιωτάτου—«madera muy preciosa». Este adjetivo superlativo significa «sumamente rara» o «muy
rara». Algunos copistas consideraron que el sustantivo ξύλου era incongruente en la lista de bronce, hierro y
mármol; por ello, lo reemplazaron con λίθου (piedra).33
Versículo 14
τὰ λιπαρὰ καὶ τὰ λαμπρά—en griego la aliteración es sorprendente, que en español puede transmitirse co-
mo «exquisito y elegante» o «brillo y encanto» (REB).
(3) El lamento de los capitanes de barco 
18:17b–19
17b. «Y todos los capitanes de barco y todos los pasajeros, y marineros y todos los que se ganan la 
vida del mar se mantendrán alejados, 18 y exclamaron al mirar el humo de su quema, y dijeron, 
‘¿Quién es como esta gran ciudad?’»
Juan sigue enumerando cuatro clases de personas en términos tomados de Ezequiel 27:27–29. Prime-
ro, capitán de barco puede ser el propietario del barco o el timonel (compárese con Hch. 27:11). Luego,
una traducción literal del griego es «y todo el que navega a un lugar»; quiere decir «todo pasajero». Esta
expresión misma ha dado pie a traducciones adicionales. Pero si tomamos el término viajero en relación
con un mercader que va en barco o pasajero, el texto resulta claro. Tercero, los marineros son los que
componen la tripulación de un barco y, por último, están las personas que se ganan la vida en el mar
pescando, buceando en busca de perlas, transportando a pasajeros o construyendo barcos (compárese
con Sal. 107:23).34
Todas estas personas se horrorizan ante el colapso del poder económico y de la existencia física de
Babilonia. Se mantienen alejados (vv. 10, 15). Nótese que el verbo se mantienen está en tiempo futuro, lo
cual es también el caso [p 546] para los verbos llorar y lamentar en el versículo 9. El tiempo se refiere a lo
predecible de lo que va a suceder: todos los que comercian gracias al mar u obtienen productos del
mismo permanecerán mirando el fin de Babilonia.
Los marineros siguen lamentándose al mirar la humareda que asciende de la ciudad en llamas.,
«¿Quién es como esta gran ciudad?» Esta exclamación recuerda la pregunta que hicieron los viajeros
que vieron la destrucción de Jerusalén, «¿Por qué habrá tratado así el Señor a esta gran ciudad?» (Jer.
22:8; compárese con Ez. 27:32). La pregunta que plantean los marineros es, «¿Quién hubiera pensado
jamás que le podía suceder esto a Babilonia?»

33 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,


1994), p. 684.
REB Revised English Bible
34 Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 339.
424

19. «Y se pusieron polvo en la cabeza y lloraron y se lamentaron, diciendo, ‘Ay, ay, la gran ciudad. 
En ella todos los que tienen barcos en el mar se han enriquecido debido a su riqueza. En una hora ha 
quedado destruida».
Juan ha tomado el clamor de los marineros de la profecía de Ezequiel. Estas son las palabras,
Por ti levantarán la voz y llorarán con amargura; se echarán polvo sobre la cabeza y se revolcarán en
ceniza … Llorarán por ti con gran amargura y con angustiosos gemidos. Entonarán sentidos lamentos y
dirán: ‘¿Quién en medio de los mares podía compararse a Tiro?’ … Con tus muchas riquezas y mercan-
cías, enriquecías a los reyes de la tierra. (Ez. 27:30, 31b, 32, 33b).
El libro de Apocalipsis está saturado de alusiones al Antiguo Testamento, y las tomadas de Ezequiel
aparecen incluso con más frecuencia que las provenientes de Daniel y Jeremías.35 No podemos imaginar
a Juan desterrado en la isla de Patmos disponiendo de una biblioteca completa de rollos del Antiguo
Testamento. Pero tenía conocimientos amplios y detallados de las Escrituras, que podía citar de memo-
ria y referirse a ellas cuando quisiera.
Leemos que los mercaderes cuyos barcos surcan el mar se han enriquecido gracias a la riqueza de
Babilonia. Han compartido sus desenfrenados lujos, pero ahora que en un momento la ciudad ha que-
dado en ruinas, ha desparecido su fuente de riqueza. No sorprende, pues, que estén angustiados, que
lloren y se lamenten y exclamen «ay, ay».
Juan aplica a Babilonia lo que Ezequiel dirigió contra Tiro, pero Babilonia no era puerto de mar;
tampoco lo era Roma, que tenía que depender del puerto de Ostia. Alan F. Johnson comenta con razón,
«Pero en todo caso, la intención de Juan no es describir a ninguna ciudad sino a la gran ciudad prostitu-
ta, el arquetipo de las ciudades malvadas de la tierra».36
[p 547] Palabras, frases y construcciones griegas en 18:17b
ὁ ἐπὶ τόπον πλέων—«todo el que navega a un lugar». El sustantivo lugar puede significar «puerto» y con ello
referirse a cualquier puerto de la costa mediterránea. La conjetura πόντον en vez de τόπον es innecesaria, por-
que recurrir a una conjetura sólo resulta válido cuando el traductor se enfrenta a una tarea imposible, lo cual no
se da en este caso.
τὴν θάλασσαν ἐργάζονται—la inusual construcción de la voz pasiva con un objeto directo se puede traducir
como «los que trabajan en el mar para su subsistencia».37
(4) Contraste 
18:20
20. «Regocíjense ante ella, oh cielo, y los santos y los apóstoles y los profetas, porque Dios ha 
pronunciado juicio contra ella a favor vuestro».
Este versículo no forma parte del lamento de los marineros. Al ver el colapso de Babilonia y su falta
de ingresos, sin duda que no instarían a los santos en el cielo a regocijarse por su calamidad.38 En el ver-

35 Moyise, Old Testament, p. 16.


36 Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,
1981), 12:568.
37 Robert Hanna, A Grammatical Aid to the Greek New Testament (Grand Rapids: Baker, 1983), p. 454.
425

sículo 20 oímos la voz del segundo ángel, que comenzó a hablarle a Juan en el versículo 4. Este ángel
exhortó al pueblo de Dios (vv. 4–5); luego se dirigió a Dios y a su pueblo (vv. 6–8); posteriormente pro-
fetizó que los reyes, mercaderes y marineros se lamentarían por la ruina de Babilonia (vv. 9–19); y por
último acudió a los santos, apóstoles y profetas para que se regocijaran.
El llamamiento a los que moran en el cielo para que se regocijen también lo había hecho antes una
voz celestial: «Por tanto, ¡regocijaos, oh cielos, y los que moran en ellos!» (12:12; véase también Jer.
51:48).Una vez más se les dice a los redimidos que se alegren por la victoria sobre los enemigos de Dios.
Pero ¿quiénes son estos moradores celestiales? Son los santos, los apóstoles y los profetas. Los santos son
los que Juan menciona trece veces en Apocalipsis.39 Están en el cielo y ahora se regocijan por el juicio
justo de Dios pronunciado sobre los malvados. La palabra apóstoles es un término técnico que se refiere
a los doce (21:14); los apóstoles habían sufrido persecución por el nombre de Cristo. Los profetas son los
que revelaron y proclamaron la palabra de Dios (véase Ef. 2:20; 3:5; 4:11).
La última cláusula en este versículo dice literalmente, «porque Dios ha juzgado vuestro juicio desde
ella». Nótense estos puntos gramaticales: Primero, tenemos la figura literaria de utilizar un verbo y un
sustantivo cognado de la raiz juzgar, hebraísmo común. Luego, el pronombre vuestro [p 548] (plural),
puede ser subjetivo (que os pertenece) u objetivo (para vosotros). Y tercero, la expresión desde ella tam-
bién se puede traducir «contra ella». Si incorporamos estos puntos y entendemos el término juicio en el
sentido de veredicto que pronuncia un juez (véase 17:1), entonces una lectura fluida es como sigue:
«porque Dios ha pronunciado sobre ella el juicio que ella quiso imponeros a vosotros».40 En efecto, se
trata de la ley de la represalia (Éx. 21:24; Lv. 24:20; Mt. 5:38). Los malvados pronunciaron veredictos de
castigo sobre el pueblo de Dios, pero ahora Dios ha pronunciado el mismo veredicto sobre ellos (com-
párese con Jer. 51:49).
El versículo 20 se ha colocado con razón al final de las instrucciones, profecías y exhortaciones del
ángel. Constituye una conclusión triunfal para la triste escena de la caída de Babilonia, que no podía
concluirse sin una respuesta gozosa de los mártires. Dios escuchó la súplica que los santos expresaron
bajo el altar de vengar su sangre y ahora pronunciaba su juicio sobre sus adversarios (6:9).
Palabras, frases y construcciones griegas en 18:20
καὶ οἱ ἀπόστολοι—algunos manuscritos eliminan las dos primeras palabras, de modo que la frase dice «los
santos apóstoles». Pero como las palabras καὶ aparecen tres veces en este versículo, un escriba quizá las omitió
por accidente. Es más fácil explicar la eliminación que la adición.
d. Un símbolo y un cántico de ruina 
18:21–24

38 Consúltese Bauckham, Climax of Prophecy, p. 341; G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, NCB (London:


Oliphants, 1974), p. 268. Algunos estudiosos opinan que Juan es quien habla, pero no es necesario que haya un cambio
de quienes hablan. Véase Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 207;
Charles (Revelation, 2:111) restaura el v. 20 «al lugar que le corresponde» cerca del final del v. 23 y se lo atribuye a Juan.
Y Aune (Revelation 17–22, p. 1007) llama este versículo junto con el v. 24, «un agregado posterior al texto».
39 Ap. 5:8; 8:3, 4; 11:18; 13:7, 10; 14:12; 16:6; 17:6; 18:20, 24; 19:8; 20:9.

40 Bauer, p. 451; REB, NCV, NIV, NJB.


426

Una vez más Juan describe la caída de Babilonia, pero ahora con la ayuda de un símbolo, la gran
rueda de molino. Concluye la descripción de su destrucción en un cántico que expresa en palabras su
ruina. Su triste estribillo se repite seis veces: «nunca más se volverá a encontrar (a oír, a brillar)». La
existencia física de Babilonia llegará a un fin permanente.
21. Y un ángel poderoso tomó una piedra como una gran rueda de molino y la arrojó al mar, di‐
ciendo, «Así también Babilonia la gran ciudad será derribada con violencia y nunca más se volverá a 
encontrar».
En toda la última parte de este capítulo, Juan ha dependido de la profecía de Jeremías. Ahora de
nuevo toma versículos de esta profecía para encontrar imágenes de una piedra simbólica. Dios dice al
profeta, «Cuando termines de leer el rollo, átale una piedra y arrójalo al Éufrates. Luego diles: ‘Así se
hundirá Babilonia, y nunca más se levantará del desastre que voy a traer sobre ella. Y su pueblo caerá’»
(Jer. 51:63–64).
El parecido del cuadro total es obvio, excepto que Juan adorna la escena. En lugar de un profeta, un
ángel poderoso arroja no una piedra sino una gran piedra de molino al mar, no a un río. Juan describió
de manera simbólica al ángel como poderoso con respecto a la tremenda tarea que [p 549] recibió. A
propósito, a dos ángeles más se los llama poderosos: el que con voz poderosa pidió que se abriera el
rollo (5:2) y el que poseía el enorme poder que se necesitaba para ejecutar los propósitos de Dios (10:1).
Este ángel poderoso describe cómo Babilonia es derribada en forma abrupta, violenta y eterna. La gran
piedra era como una piedra de molino que los animales arrastraban para moler cereales; era sumamente
pesada (Mr. 9: 42). Pero el ángel la levantó en forma instantánea y con violencia la arrojó por los aires al
mar, donde desapareció para siempre bajo la superficie (Neh. 9:11).
Es un cuadro de lo que sucede a Babilonia la gran ciudad. De repente experimentará ser levantada y
arrojada al mar para no ser vista nunca más. Su destino es increíble dada la rapidez con que sucedió.
Babilonia tipifica un mundo lleno de mal que va contra Cristo y todo lo que es santo. Está sumergida en
la profundidad del mar, y nadie podrá volverla a ver (Ez. 26:21).
22. «Y el sonido de las arpas y de músicos y de flautistas y trompetistas nunca más será escuchado 
en ti. Y todos los artesanos de todo oficio nunca se volverán a encontrar en ti. Y el ruido del molino 
nunca se volverá a escuchar en ti. 23a. Y la luz de la lámpara nunca volverá a brillar sobre ti, y el so‐
nido del esposo y la esposa nunca volverá a escucharse en ti».
He aquí un cuadro de la vida cotidiana tomada de las esferas artística, económica y social. En Jere-
mías 25:10 Dios dice, «Haré que desaparezcan entre ellos los gritos de gozo y alegría, los cantos de bo-
das, el ruido del molino y la luz de la lámpara». Ahora es algo parecido, excepto que el ángel se dirige a
Babilonia con el pronombre singular tú.
¿Qué es la vida sin el don de la música? Día tras día estamos rodeados de música que interpretan
muchos músicos diversos. Juan menciona en concreto los que tocan el arpa, la flauta y la trompeta, por-
que estos eran los instrumentistas en tiempos antiguos. La palabra músicos sin duda significa poetas
427

líricos, es decir, autores de canciones.41 En la ciudad de Babilonia el sonido de la música quedará para
siempre silenciado.
La industria en el mundo de Juan consistía de personas que trabajaban con madera, cuero, metal, la-
drillos, piedra y vidrio. Otros hilaban lana, tejían tela, teñían ropas y cosían vestimentas. Todavía otros
eran escribas y traductores. Todos estos oficios y profesiones llegarán de repente a su fin. El sonido fa-
miliar de la piedra de molino que muele cereal cesará, lo cual significa que ya no se horneará pan y ya
no estará disponible el alimento cotidiano para subsistir.
El suministro de aceite se agota, ya no arden lámparas y la vida se hunde en la oscuridad. Sin el be-
neficio de la luz, todas las riquezas, todas las joyas y todas las ropas finas de nada sirven. El rico vive en
tinieblas porque la luz de una candela o lámpara les será para siempre quitada a los ciudadanos de Ba-
bilonia.
[p 550] Por último, las voces gozosas de una esposa y su esposo que van a casarse quedarán para
siempre sumidas en silencio. Ya no habrá bodas, fiestas ni reuniones familiares. El profeta Jeremías
habla repetidas veces de que ya no habrá bodas en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén
(7:34; 16:9; 25:10). Pero entonces en Jeremías 33:11 predice que se reiniciarán los sonidos de gozo y ale-
gría en tiempos de bodas. Por el contrario, Babilonia quedará para siempre desprovista de la alegría,
deleite y satisfacción nupciales.
23b. «Porque tus mercaderes eran los mayores de la tierra, porque con tu hechicería has engañado 
a todas las naciones».
Ahora se alega una razón doble por la desolación total de Babilonia: la primera se explica con la se-
gunda. Primero, los mercaderes se han convertido en los que gobiernan la tierra por ser los hombres
más poderosos (compárese con 6:15), y en su condición ya no necesitan a Dios. Rendían culto al dinero
como su ídolo, haciendo caso omiso de manera clara de las leyes de Dios y rechazándolas en forma
provocativa. Juan pensaba en las profecías tanto de Isaías como de Ezequiel, quienes preguntaban a los
mercaderes de Tiro, «¿Quién planeó esto contra Tiro, la ciudad que confiere coronas, cuyos comercian-
tes son príncipes, y sus negociantes reconocidos en la tierra?» (Is. 23:8) y «Eres muy hábil para el comer-
cio; por eso te has hecho muy rico … ¿te atreverás a decir; ¡Soy un dios!» (Ez. 28:5, 9). Estas observacio-
nes también le sientan a Babilonia, que rindió culto a la riqueza en lugar de al Dios que dio la riqueza.
Segundo, Babilonia engañó a las naciones con hechicerías. La expresión hechicería se refiere a la prác-
tica de la magia (9:21). Aunque permite que una persona «controle a los dioses, es al mismo tiempo un
don y revelación de los dioses a los hombres».42 Este pecado es una abominación total para Dios (Dt.
18:10–12). Todos los israelitas que practicaban hechicería o brujería debían recibir la muerte, según la
ley de Moisés (Éx. 22:18; Lv. 20:6, 27). Pablo llama a la idolatría y brujería obras de la carne y no del Es-
píritu (Gá. 5:20). Y Juan afirma que los que practican las artes mágicas serán consignados al lago de fue-
go y azufre ardiente (21:8; 22:15).

41 Aune (Revelation 17–22, p. 1008) traduce la palabra mousikōn como «cantores». NJB y REB dicen «trovadores», NLT
«cánticos» y NCV «otros instrumentos».
42 Colin Brown, «Magic», NIDNTT, 2:556.
428

La brujería y hechicería están estrechamente relacionadas con la prostitución y fornicación (véase


Nah. 3:4), y a la brujería lo acompaña el pecado de ponerse a sí mismo en lugar de Dios (Is. 47:9–10).43
Juan pinta un cuadro en el que la idolatría y la inmoralidad se unen a la violencia y vicio. Con ellos Ba-
bilonia llena a todas las naciones de la tierra.
24. «Y en ella se ha encontrado la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que fueron 
inmolados en la tierra».
Ahora ya no se trata a Babilonia, la ciudad mundial, con el pronombre en singular tú sino en tercera
persona singular. Estamos ante la conclusión [p 551] del mensaje de ruina que anuncia el ángel con su
nota repetitiva «nunca se volverá a encontrar» (vv. 21–22). El verbo encontrar en ese mensaje está direc-
tamente relacionado con el mismo verbo en este versículo. Debido a la violencia en contra del pueblo de
Dios, la sangre de los profetas se encontró en ella y de igual modo la sangre de todos los santos que mu-
rieron por la palabra de Dios y el testimonio del Señor (6:9–10; 16:6; 17:6; 19:2). En tiempo del exilio, Ba-
bilonia mató a innumerables judíos, cuya sangre Dios vengaría sobre ella (Jer. 51:49; Ez. 24:7). Y Juan
sabía que cuando los romanos conquistaron Jerusalén en el 70 d.C., más de un millón de judíos perdie-
ron la vida.44 También están incluidos los innumerables cristianos que han perdido la vida a lo largo de
los siglos, de los cuales Antipas de Pérgamo es sólo un representante (2:13).
¿Se incluyen en este versículo sólo mártires, y quedan excluidos los cristianos que no han perdido la
vida por causa de Cristo? De ser así, Juan, quien supuestamente murió de muerte natural en el 98 d.C.,
no estaría incluido. Sabemos que Esteban y los apóstoles Santiago, Pedro y Pablo fueron lapidados, cru-
cificados o decapitados, pero otros líderes no han pasado por una muerte violenta. Todo creyente que
ha seguido fielmente a Cristo experimentará sufrimiento por su nombre; y, dice Jesús, «El que pierda su
vida por mi causa, la encontrará» (Mt. 16:25b).
Palabras, frases y construcciones griegas en 18:21–24
Versículo 21
εἷς—el número ha perdido su significado en este contexto y es equivalente al artículo indefinido, de ahí «un
ángel» (véase 8:13; 9:13).
Versículo 24
αἷμα προφητῶν—el texto mayoritario y el TR tienen el plural αἵματα. Esta lectura recibe apoyo no sólo de
testimonios textuales sino también de la evidencia interna del uso en singular de la palabra sangre por parte de
Juan en todo Apocalipsis.

43
Beale, Revelation, p. 922.
44
Josefo, Guerras 6.9.3 §420.
TR Textus Receptus
429

[p 553]  

19
La boda del Cordero y la batalla final contra el Anticristo 
(19:1–21)
[p 554]  

Bosquejo (continuación)
3. Cánticos de alabanza, boda y adoración (19:1–10)
a. Tres himnos y un mandato (19:1–5)
b. La boda (19:6–9)
c. Adoración (19:10)
C. La batalla decisiva (19:11–21)
1. El jinete y sus ejércitos (19:11–16)
2. La batalla final contra el Anticristo (19:17–21)
[p 555]  

CAPÍTULO 19
19 1 Después de estas cosas oí como si fuera una voz poderosa de una vasta multitud en el cielo diciendo,
«¡Aleluya! Salvación y alabanza y poder pertenecen a nuestro Dios, 2 porque verdaderos y justos son sus juicios.
Porque juzgó a la gran prostituta, que corrompió a la tierra con su fornicación, y vengó la sangre de sus siervos
derramada por ella».
Y de nuevo dijeron, «¡Aleluya! Su humo asciende por los siglos de los siglos». 4 Y los veinticuatro ancianos y
3

las cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, quien estaba sentado en el trono. Y dijeron, «Amén.
¡Aleluya!».
Y una voz salió del trono diciendo, «Alabad a Dios todos vosotros sus siervos, incluso vosotros que lo te-
5

méis, tanto pequeños como grandes».


Y oí como si fuera la voz de una gran multitud y como si fuera el sonido de muchas aguas y como si fuera el
6

sonido de potentes truenos, diciendo, «Aleluya, porque nuestro Señor Dios Todopoderoso reina. 7 Regocijémonos
y alegrémonos y démosle gloria, porque la boda del Cordero ha llegado y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se
le dio lino fino que es resplandeciente y limpio para vestirse» (porque el lino fino representa las obras justas de
los santos).
9Y me dijo, «Escribe. Bienaventurados los que han sido invitados al banquete nupcial del Cordero». Y me di-
jo, «Estas son las verdaderas palabras de Dios». 10 Luego caí a sus pies para adorarlo. Y me dijo, «No lo hagas. Soy
un siervo como tú y tus hermanos [y hermanas] que mantienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el
testimonio de Jesús es el espíritu de profecía».
Y vi los cielos abiertos, y mira, un caballo blanco y el que estaba sentado sobre él era llamado Fiel y Verda-
11

dero. Y juzga con justicia y hace la guerra. 12 Y sus ojos son como una llama de fuego, y en su cabeza hay muchas
430
coronas. Tiene un nombre escrito que nadie más conoce excepto él. 13 Y estaba vestido de un manto empapado en
sangre, y su nombre era llamado la Palabra de Dios.
14Y los ejércitos del cielo lo seguían sobre caballos blancos; estaban vestidos de lino fino, blanco y limpio. 15 Y
de su boca sale una afilada espada con la que golpea a las naciones. Y reinará sobre ellos con vara de hierro, y
pisotea el lagar del furor de la ira de Dios Todopoderoso. 16 Y en el manto y en el muslo tiene escrito el nombre,
REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES
17 Y vi un ángel de pie en el sol, y exclamaba con voz poderosa, diciendo a todas las aves que volaban en me-
dio del cielo, «Venid, reuniros para el gran banquete de Dios, 18 de modo que podáis comer la carne de reyes y la
carne de generales, y la carne de hombres poderosos y la carne de caballos y de sus jinetes y la carne de personas
libres y de esclavos, de pequeños y grandes».
19Y vi a la bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para hacer la guerra contra el que está sen-
tado sobre el caballo y contra su ejército. 20 Y la bestia fue capturada y con ella el falso profeta que por su autori-
dad había realizado señales con las que engañó a los que recibieron la marca de la bestia y adoraron su imagen.
Estos dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre. 21 Y el resto fueron matados con la espada
que salía de la boca del jinete a caballo, y las aves se hartaron de la carne de ellos.
[p 556] 3. Cánticos de alabanza, boda y adoración 
19:1–10
Nótese primero que este segmento forma una unidad con los dos capítulos anteriores (17 y 18) que
describen a la gran prostituta y la caída de Babilonia. Pero mientras que estos capítulos narran la ruina
de Babilonia la grande con cánticos de perdición y destrucción, los primeros diez versículos del capítulo
19 constituyen un contraste directo con ellos. Este segmento contiene los coros de aleluya de innumera-
bles santos, los veinticuatro ancianos y las cuatros seres vivientes. A propósito, la palabra hebrea aleluya
(alabado sea el Señor) no aparece en ninguna otra parte del Nuevo Testamento sino sólo aquí (19:1, 3, 4,
6).
Luego, en la primera parte del capítulo 19 Juan describe una escena en el cielo donde las huestes ce-
lestiales cantan himnos de júbilo. En estos himnos mencionan que Dios juzga a las personas sobre la
base de la verdad y la justicia; venga la sangre de los santos; envía al infierno a las fuerzas anticristianas
y su humareda asciende para siempre. Y el círculo íntimo de los ancianos y de los seres que rodean el
trono de Dios expresan su acuerdo con su «Amén, Aleluya». Uno de ellos incluso manda que todos ala-
ben a Dios.
El último himno es muy significativo, porque presenta la boda del Cordero con su esposa, a saber,
los santos, vestidos de lino fino. Ahora bien, adviértase el contraste. La gran prostituta, que no tiene
esposo y va vestida con ropas brillantes y llamativas, se enfrenta a una pérdida irreparable, queda des-
nuda y es consumida por el fuego (17:16). La esposa del Cordero celebra su boda con su esposo vistién-
dose de lino fino que es resplandeciente y limpio (19:7–8). La iglesia, personificada como la esposa,
nunca volverá a prestar atención a la doblez y engaño que vienen de la prostituta.
La escena pasa del cielo a la tierra, donde un ángel instruye a Juan que deje constancia de la biena-
venturanza de la invitación nupcial, «Bienaventurados los que han sido invitados al banquete nupcial
del Cordero». El ángel impide a Juan que se postre delante de él, y le dice que en vez de ello adore a
Dios. De hecho, el deber de todo santo es adorar a Dios, resumido en forma sucinta en la pregunta y
431

respuesta de un catecismo del siglo diecisiete, «¿Cuál es el fin principal del hombre? El fin principal del
hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre».1
a. Tres himnos y una orden 
19:1–5
1. Después de estas cosas oí como si fuera una voz poderosa de una vasta multitud en el cielo di‐
ciendo, «¡Aleluya! Salvación y alabanza y poder pertenecen a nuestro Dios».
[p 557] La frase después de estas cosas se encuentra nueve veces en Apocalipsis y suele indicar un
cambio en el centro de atención de una escena a otra.2 Es decir, de considerar la destrucción de Babilo-
nia la grande, Juan pasa a concentrarse ahora en lo que sucede en el cielo. La ruptura entre cielo y tierra
nunca es mayor que cuando la medida de la rebeldía humana se llena hasta alcanzar el cielo (18:5).
Cuando llegan las plagas de Dios, no queda nada sobre la tierra excepto angustia y devastación, pero en
el cielo una multitud innumerable eleva el cántico de aleluya.
Después de ver la destrucción de Babilonia en la tierra, Juan ahora oye lo que parece ser una voz
poderosa que sale de una vasta multitud de ángeles y santos en el cielo. A propósito, al escribir Apoca-
lipsis Juan menciona tanto ver como oír; pasa fácilmente de uno al otro (p.ej., 1:10, 12; 5:6, 11; 14:1, 2). La
vasta multitud (véase 19:6 y 7:9) en el cielo representa la voz de los redimidos y de los ángeles que ro-
dean el trono de Dios (compárese con Heb. 12:22–24). Tanto ángeles como santos forman un inmenso
coro, que Juan percibe como una voz poderosa que canta «¡Aleluya!» Esta palabra hebrea transliterada
compuesta de hallelu (alabanza) y yah (forma abreviada de Yahvé) se ha convertido en un término uni-
versalmente aceptado. Del mismo modo, palabras como amen, abba y maranatha se encuentran en mu-
chas lenguas alrededor de la tierra. Los primeros cristianos tomaron de de los judíos helenistas en sus
sinagogas, la expresión aleluya como exclamación litúrgica de alegría.
La palabra sólo se encuentra en los Salmos (veinticuatro veces) y en el capítulo diecinueve de Apo-
calipsis (cuatro veces).3 Esta exclamación de júbilo espiritual se encuentra al comienzo y al final de sal-
mos concretos (p.ej., Sal. 104, 106, 113, 117). Los salmos 113–118 se conocen como el Hallel.4 También los
últimos cinco salmos en el Salterio comienzan y terminan con la palabra Aleluya (Sal. 146–150). «Así
como el Salterio hebreo concluye con el pueblo escogido de Dios que canta ‘Aleluya’, el Nuevo Testa-
mento concluye con los redimidos de Dios en el cielo que cantan ‘Aleluya’».5 Esto es tanto más sorpren-
dente cuando pensamos que Apocalipsis 19 contiene la última serie de himnos en este libro.
El coro celestial continúa con su alabanza con las palabras, «Salvación y alabanza y poder pertene-
cen a nuestro Dios». Juan menciona tres atributos de Dios, el primero de los cuales es salvación. Dios
planeó la salvación y nos escogió en Cristo antes de la creación del mundo (Ef. 1:4–5, 11). Cuando los
humanos cayeron en pecado, Dios estuvo dispuesto a redimir a su [p 558] pueblo. Dios salva cuerpo y

1 Catecismo Menor de Westminster, pregunta y respuesta 1.


2 Ap. 1:19; 4:1 (dos veces); 7:9; 9:12; 15:5; 18:1; 19:1; 20:3. El verbo vi se incluye en 4:1; 7:9; 15:5; 18:1.
3 Además véase Tobías 13:17 [13:18 LXX], 3 Mac. 7:18.

4 Alan F. Johnson (Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein [Grand Rapids: Zondervan,

1981], 12:570) menciona una estrecha conexión entre el Hallel y la celebración de Jesús de la Pascua y la Cena del Se-
ñor.
5 Guy B. Funderburk, ZPEB, 3:20. Véase también Arthur Louis Breslich, ISBE, 2:600.
432

alma de aquellos a quienes el Cordero ha redimido en todo el mundo en todo tiempo y lugar. Recibe
toda la alabanza y gloria por la obra redentora que el Cordero ha llevado a cabo (7:10).
La salvación que Dios comenzó y que Jesús cumplió conduce a una manifestación tanto de su gloria
como de su poder (compárese 5:12; 7:12). En la batalla decisiva contra Satanás la victoria le pertenece a
Dios, cuya gloria es incomparable y cuyo poder es infinito. Estos tres atributos de salvación, gloria y
poder requieren cánticos de loa de parte de todas las criaturas de Dios, en especial de santos y ángeles.
2. «Porque verdaderos y justos son sus juicios. Porque juzgó a la gran prostituta, que corrompió a 
la tierra con su fornicación, y vengó la sangre de sus siervos derramada por ella».
Estamos ante la primera razón para atribuir salvación, gloria y poder a Dios. Juan escribe que sus
juicios son verdaderos y justos. Las palabras verdaderos y justos son sus juicios repiten lo dicho en 16:7 y
se encuentran con una variación en 15:3.6
La segunda razón es una elaboración ulterior de la cláusula anterior que relata el juicio de Dios so-
bre la gran prostituta, conocida también como Babilonia la grande. En los dos capítulos previos, Juan la
describe como la que corrompió la moral del pueblo hasta el punto de destruirlos (17:1–5; 18:3, 7–9).
Esta destrucción, pues, debe tomarse en un sentido moral y religioso en cuanto a seducir a la raza
humana (11:18, «Y destruir a los que destruyen la tierra»; ver también Jer. 51:25).7 La gran prostituta que
destruyó la creación buena de Dios tendría que someterse a la justicia y ser juzgada delante del juez de
toda la tierra. Y su juicio divino vindica la sangre de los mártires debajo del altar (6:10); de hecho, la
prostituta ha sido responsable del derramamiento de su sangre.
La última cláusula en esta frase dice literalmente, «ha vengado la sangre de sus siervos de la mano
de ella». La mayor parte de las versiones traducen la parte crucial del versículo como «vengó en ella la
sangre de sus siervos» (véase Dt. 32:43). Sin embargo, he traducido la cláusula como «vengó la sangre
de sus siervos derramada por ella». Las palabras de su mano expresan agente idiomáticamente, y tienen
un paralelo en las palabras de Elías a Jehú para que vengue la sangre de los profetas que murieron «de
manos de Jezabel» (2 R. 9:7). En otras palabras, Jezabel fue la causante del derramamiento de sangre.8
De igual modo, la gran prostituta instigó a la destrucción del pueblo de Dios y derramó su sangre. El
salmista [p 559] sugiere la misma forma de expresarse, «cómo tomas venganza de la sangre de tus sier-
vos» (Sal. 79:10).
3. Y de nuevo dijeron, «¡Aleluya! Su humo asciende por los siglos de los siglos».
Una vez más la innumerable multitud de ángeles y santos prorrumpe la palabra «¡Aleluya!» al co-
mienzo del himno siguiente, alabando a Dios porque el humo de Babilonia se eleva sin cesar. Juan ya ha
utilizado esta forma de expresarse en un contexto anterior (14:11, «Y el humo de su tormento asciende
por los siglos de los siglos»), donde tomó prestada la imagen de la maldición que Dios pronunció sobre
Edom. Ahí brea y azufre ardían sin apagarse día y noche y su humo ascendía sin cesar (Is. 34:9–10). En

6 Tanto el griego antiguo como Teodoción dicen, «Todos tus juicios son verdaderos» en Dn. 3:27. Véase también la
NAB y NJB. Y compárese con Sal. 19:9; 119:137.
7 Bauer, p. 190; Günther Harder, TDNT, 9:103; Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text,

NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 927; Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago:
Moody, 1995), p. 359.
8 David E. Aune, Revelation 17–22, WBC 52C (Nashville: Nelson, 1998), pp. 1015, 1025–26.
433

Apocalipsis Juan aplica la maldición de Dios a Babilonia, representante de todas las naciones que se han
opuesto a Dios. Las palabras «por los siglos de los siglos» transmiten no sólo la idea de destrucción ab-
soluta sino que son también una imagen del infierno con su fuego eterno. Estas son las imágenes de So-
doma y Gomorra en las cuales Dios destruye para siempre a sus enemigos y, por implicación, concede
paz y descanso eternos a todo su pueblo.9
4. Y los veinticuatro ancianos y las cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, quien es‐
taba sentado en el trono. Y dijeron, «Amén. ¡Aleluya!».
Esta es la última vez en Apocalipsis en que aparece el término veinticuatro ancianos.10 Son los repre-
sentantes del pueblo redimido de Dios trasladado a la gloria. Son los ancianos sentados en tronos a
quienes se da el privilegio de gobernar. Rodean el trono de Dios y están más próximos a él que los án-
geles. De todas las criaturas de Dios en el cielo son los que sobresalen en gloria y honor.11
Las cuatro seres vivientes que aparecieron por primera vez en 4:6 rodean el trono de Dios y forman
un círculo en cuatro puntos equidistantes. Son los querubines, es decir, ángeles que han recibido la fun-
ción de proteger, custodiar y hacer lo que Dios ordene (véase Gn. 3:24; Éx. 25:20; Ap. 15:7). Acompañan
a los ancianos en expresar alabanzas y en decir «Amén» (5:9–10, 14).
Así pues, con los ancianos responden al primer himno de la vasta multitud expresando su «Amén.
¡Aleluya!». Estas dos palabras se toman de la conclusión del cuarto libro del Salterio (Sal. 106:48; com-
parar con Sal. [p 560] 41:13; 72:18–19; 89:52).12 Los seres vivientes y los ancianos, que representan tanto
la creación como los redimidos, se postran delante de Dios sentado en su trono. Lo adoran con palabras
de afirmación y alabanza. Confirman que la justicia se ha cumplido con respecto a Babilonia la grande.
Junto con los redimidos, glorifican a Dios y cantan alabanzas de acción de gracias. Adoran a Dios rin-
diéndole honor por la obra de la creación y redención, por su gloria y poder.
5. Y una voz salió del trono diciendo, «Alabad a Dios todos vosotros sus siervos, incluso vosotros 
que lo teméis, tanto pequeños como grandes».
En lugar de un himno, Juan escribe un mandato que procede directamente del trono de Dios. Es
probable que la voz no sea la de Jesús, debido a las palabras «nuestro Dios». Se reconoce que en la carta
a la iglesia en Filadelfia, Jesús utiliza las palabras «mi Dios» cuatro veces (3:12), e informa a sus discípu-
los que va a ascender a «mi Dios y vuestro Dios» (Jn. 20:17). Sin embargo, poner las palabras «nuestro
Dios» en boca de Jesús parece carecer de autenticidad. Es mejor mantener que salen de los labios de una
criatura, posiblemente de uno de los ancianos, uno de los querubines o de otro ser angelical. En resu-
men, la voz no identificada permanece anónima.

9 Consúltese G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (London: Black, 1966), p. 232; Jürgen


Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 211; G. R. Beasley-Murray, The Book of 
Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 272.
10 Ap. 4:4 (dos veces), 10; 5:8; 11:16; 19:4; véase también 5:5, 6, 11, 14; 7:11, 13; 14:3.

11 Refiérase a William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), pp. 85–86.

12 Thomas, Revelation 8–22, p. 361; S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van

Bottenburg, 1925), p. 383; Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998),
p. 343. R. H. Charles (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920],
2:120) señala que en la conclusión del Sal. 105:48, la LXX lee, genoito, genoito («que así sea, que así sea»).
434

El mandato dirigido a todos los siervos de Dios es que lo alaben (Sal. 150:1). En un sentido, todo cre-
yente es un siervo de Dios, de modo que el mandato va dirigido a todo el pueblo de Dios en la tierra
(p.ej., ver 7:3). Los santos alrededor del trono lo alaban continuamente día y noche (7:15), pero los san-
tos en la tierra necesitan que se los exhorte. La admonición a todos los creyentes es que sirvan a Dios y
que lo teman. Esto quiere decir, sin embargo, que no hay dos categorías de personas: las que lo sirven y
las que lo temen. Por esta razón, utilizo la traducción «incluso vosotros que lo teméis». La palabra en
bastardilla transmite el sentido de que sus siervos de hecho temen a Dios. Nadie queda excluido de ser-
virlo y nadie está exento de temerlo. Los que lo temen lo respetan a él y a los otros seres humanos; son
sensibles a la palabra de Dios y a su testimonio. Temer a Dios significa mostrarle reverencia y tributarle
alabanza (Ec. 12:13). Como parte de la fraseología de Apocalipsis, Juan escribe dos mandatos: temer a 
Dios y darle gloria (véase 14:7; 15:4; 16:9; 19:5, 7). De hecho enseña que, independientemente de la edad,
género y posición, todos deben temer, alabar y adorar a Dios.13 Tanto los pequeños como los grandes
tienen una posición igual en su presencia, y porque lo temen, Dios los recompensa con su bendición
(11:18 y Sal. 115:13).
[p 561] Palabras, frases y construcciones griegas en 19:1–5
Versículo 1
λεγόντων—es el participio presente en genitivo plural masculino, pero los dos sustantivos anteriores están
ambos en singular: voz es femenino y multitud masculino. El participio plural se utiliza debido al sentido que
transmite la «vasta multitud».
Versículo 2
ἐκ χειρὸς αὑτῆς—la frase refleja un modismo hebreo y significa literalmente «por medio de su mano». La pa-
labra mano es superflua, de modo que la frase significa agente, «por ella», con el verbo derramada que se agrega
para completar la cláusula.
Versículo 5
αἰνεῖτε τῷ θεῷ—el verbo suele ir acompañado de acusativo, no de dativo. Pero el dativo refleja la influencia
de la lengua hebrea, influencia que es común en la LXX.
καὶ οἱ φοβούμενοι—la presencia de la conjunción es rara si se traduce «y», porque entonces hay dos grupos
diferentes que alaban a Dios. La traducción «incluso» evita el problema; algunas traducciones omiten la conjun-
ción.14
b. La boda 
19:6–9
Dos observaciones preliminares. Primera, los versículos 6–8 contienen el último himno tanto de este
capítulo como del Nuevo Testamento. El himno recibe el nombre de cántico nupcial para celebrar la
reunión de la esposa y el esposo para la ceremonia nupcial y la cena a las que pueden asistir los invita-
dos.

13 Horst Balz, EDNT, 3:432.


LXX Septuaginta
14 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,

1994), pp. 684–85.


435

Luego, Juan compara los sonidos que introducen este cántico nupcial con tres grupos diferentes: una
vasta multitud, muchas aguas y truenos. Emplea imágenes de la vida humana en la tierra que describen
una escena que se da en el cielo.
6. Y oí como si fuera la voz de una gran multitud y como si fuera el sonido de muchas aguas y 
como si fuera el sonido de potentes truenos, diciendo, «Aleluya, porque nuestro Señor Dios Todo‐
poderoso reina».
Juan escuchó un himno que parecía como si lo estuviera cantando una vasta multitud. No identifica
a esta multitud, pero como la redacción es parecida a la del versículo 1, parece que la identidad de di-
cha multitud fuera la misma.15 Canta los himnos tanto inicial como final en este capítulo; en [p 562] am-
bos cantan las mismas notas de alabanza y loa. Se trata de resonancias discretas de los himnos que can-
taron las multitudes en los capítulos 5 y 7.
Juan compara la voz que oye con sonidos tomados de la naturaleza: los sonidos de muchas aguas y
los de potentes truenos. Juan describe la voz de la aparición de Jesús en la isla de Patmos como un soni-
do impetuoso de muchas aguas (1:15; véase 14:2; Ez. 1:24; 43:2). Y la frase potentes truenos transmite la
idea de intensidad que se puede escuchar en todas partes (Ap. 6:1; 14:2). Estas dos frases en realidad
apuntan hacia el poder, majestad y gloria de Dios. Y la voz poderosa de la innumerable multitud da
testimonio de expresiones de gozo y gratitud por el privilegio de ser la esposa de Cristo.
Esta voz, que transmite el sonido de una multitud de personas que hablan al mismo tiempo, surge
de entre los tonos agradables de agua burbujeante para luego intensificarse hasta el crescendo ensorde-
cedor de truenos. Estos sonidos son como personas que comienzan a cantar con suavidad pero que lue-
go culminan su himno con suma intensidad. La primera palabra del cántico es Aleluya, que se ha utili-
zado cuatro veces en estos himnos. Va seguida de una cláusula que explica el por qué de esta nota de
júbilo, «porque nuestro Dios Todopoderoso reina». El verbo en esta cláusula se puede interpretar en el
sentido de que el Señor «ha comenzado a reinar». El Señor Dios, como lo indica el término descriptivo
Todopoderoso, siempre ha sido el que ha reinado sobre su gran creación. Pero ahora el reino del Anticris-
to ha llegado a su fin previsto, y el Señor Dios es quien reina como soberano en el vasto universo que ha
creado. En Apocalipsis, el término el Señor Dios Todopoderoso se utiliza siete veces y caracteriza la sobe-
ranía de Dios.16 Mientras que un Domiciano terrenal recibía honores como dominus et deus (señor y
dios), el coro celestial canta con triunfo que Dios ocupa la verdadera sede del poder en el mundo (véase
Sal. 93:1; 97:1; 99:1; 1 Cr. 16:31; Zac. 14:9). Por último, el pronombre posesivo personal nuestro en «nues-
tro Señor Dios Todopoderoso reina» significa que el coro es inclusivo: los santos en el cielo y en la tierra
son uno solo.
7. «Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque la boda del Cordero ha llegado y su 
esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le dio lino fino que es resplandeciente y limpio para vestirse» 
(porque el lino fino representa las obras justas de los santos).

15 Un comentarista sugiere que si la multitud en el versículo 1 es angélica, entonces la del versículo 6 se refiere a «las
grandes multitudes redimidas» (Johnson, Revelation, p. 571). Pero otro comenta que en el versículo 6 «los redimidos
difícilmente pueden ser los cantores, porque el sujeto de su cántico es en parte la esposa que simboliza … a los redimi-
dos en el cielo» (Thomas, Revelation 8–22, p. 363).
16 Ap. 1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7; 19:6; 21:22. Véase Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p.

304.
436

a. Fiesta. La exhortación a regocijarse, a alegrarse y a dar gloria a Dios se dirige a todo el pueblo que
recibe la invitación a la boda del Cordero. El punto ahora es si el pueblo de Dios se describe como la
esposa y como los invitados al mismo tiempo. Pero en el marco simbólico de Juan, las imágenes se su-
perponen, de manera que podemos concluir: «los invitados [p 563] y la esposa son los mismos».17 Es
decir, las imágenes de Juan se funden una con otra y no deberían interpretarse por separado. La repre-
sentación simbólica de la boda del Cordero no ha de entenderse de manera literal, porque conduciría a
absurdos.
Juan toma sus expresiones del Salterio: «Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y ale-
grémonos en él» y «Tributen al Señor la gloria que merece su nombre» (Sal. 118:24 y 96:8a, respectiva-
mente). Dios no sólo destruye el reino del Anticristo, sino que concede salvación a su pueblo y le otorga
el honor de unirse en nupcias a su Hijo. Su pueblo se regocija porque Dios ha eliminado a su enemigo, y
expresa su gratitud dándole alabanza y gloria.
b. Desposorios y boda. Los compromisos matrimoniales y bodas difieren según las culturas y las épo-
cas. El cuadro que Juan muestra al lector es el de un desposorio hebreo que, al cabo de un tiempo dado,
va seguido de la ceremonia nupcial. El rito del desposorio une al esposo y a la esposa en una relación de
compromiso mutuo, relación que se refrenda en presencia de testigos. Pablo escribe que prometió a la
iglesia de Corinto como virgen pura a su esposo Cristo (2 Co. 11:2). El Nuevo Testamento presenta a
Cristo como el esposo y a la iglesia como a la esposa.18 También el Antiguo Testamento menciona una
relación similar entre Dios y su pueblo (Is. 54:5, 6; 62:5; Jer. 3:20; Os. 2:19).
En un ambiente hebreo, había un período de espera entre el desposorio y la boda, durante el cual
vivían separados (Dt. 22:23–24; Mt. 1:18–19). Durante este período las dos familias involucradas acorda-
ban los términos de la dote. Una vez pagada dicha cantidad, se procedía a la boda. Ese día, el esposo, en
procesión acompañado de amigos, conducía a la esposa desde el hogar paterno de ella hasta su propia
casa. Ahí se celebraba la fiesta nupcial. William Hendriksen ofrece un breve esbozo de esta secuencia
nupcial que aplica a Cristo y a la iglesia.19
En Cristo la esposa fue escogida desde la eternidad. Durante toda la dispensación del Antiguo Tes-
tamento la boda fue anunciada. Luego, el Hijo de Dios tomó nuestra carne y sangre: tuvo lugar el desposo‐
rio. El precio, la dote, se pagó en el Calvario. Y ahora, después de un intervalo que a los ojos de Dios no es
sino un poco de tiempo, el esposo regresa y «Ha llegado, la boda del Cordero». La iglesia en la tierra
anhela este momento, lo mismo que la iglesia en el cielo.
[p 564] Estoy muy consciente de la brevedad de Juan y del riesgo de agregar algo al texto sin que es-
té en él. Pero puedo sugerir con confianza que el cuadro de boda que Juan describe debe verse dentro
del trasfondo cultural judío de ese tiempo.
c. Preparación. Juan escribe luego, «Y su esposa se ha preparado». ¿Cómo se prepara para la boda?
Juan responde diciendo que se le entrega lino fino, que es resplandeciente y limpio, para vestirse. La

17 Charles, Revelation, 2:129. Véase también Louis A. Vos, The Synoptic Traditions in the Apocalypse (Kampen: Kok, 1965),
pp. 164–65. Caird (Revelation, p. 234) afirma, «La esposa es la iglesia, pero los miembros de la iglesia son los invitados a
la boda». Véase también Beale, Revelation, p. 945.
18 Mt. 9:15; Jn. 3:29; Ro. 7:3–4; 1 Co. 6:15; Ef. 5:23–32; Ap. 19:7–9; 21:2.

19 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 181 (su subrayado).


437

esposa se puede preparar sólo cuando Dios le da la ropa nupcial, porque esta ropa es hermosa y pura.
Sus propias ropas no son sino sucios harapos, pero Cristo la limpia y se la presenta «sin mancha ni
arruga ni ninguna otra imperfección» (Ef. 5:26, 27); véase Is. 61:10). Sin embargo, ¿cuáles son las obliga-
ciones de la esposa del Cordero mientras está en la tierra? Estas obligaciones son ser fiel al esposo, mos-
trarle amor y dedicación y esperar con expectación su venida. Pero las ropas que recibe deben verse
como un don incondicional de Dios.20 Estas finas ropas que recibe no son sino un acto de gracia que
Dios le concede. Y hay más. Los santos que lavaron sus ropas en la sangre del Cordero para emblan-
quecerlas ahora reciben el nombre colectivo de la esposa.21 Y el lino fino resplandeciente y limpio es el
mismo ropaje que llevan los ejércitos del cielo cuando siguen a Cristo en la guerra contra las fuerzas del
Anticristo (v. 14).
Apocalipsis delinea de manera gráfica el contraste entre la gran prostituta, vestida de manera llama-
tiva (17:4), y la esposa del Cordero, que recibe lino fino que es resplandeciente y limpio. La prostituta
acaba en la destrucción; por el contrario, la esposa es conducida hasta Cristo para ser su esposa. La mu-
jer vestida del sol y con la luna bajo sus pies que, como símbolo de la iglesia, dio a luz al Hijo (12:1–2, 5)
es ahora la esposa del Cordero redimida por el Hijo.
Por último, los invitados que llegaron al banquete nupcial en la parábola reciben ropas apropiadas,
símbolo de pureza y santidad. Pero uno de estos invitados se negó a ponerse esa ropa y por ello fue
arrojado fuera (Mt. 22:11–13). De ahí que Juan explica la frase lino fino resplandeciente y limpio como «el
lino fino representa las obras justas de los santos».
¿Cuáles son estas obras justas que los santos pueden realizar? Pablo arroja luz sobre esta pregunta
cuando escribe, «Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Ef. 2:10). Estas obras justas, por tanto,
resultan posibles por medio de la gracia de Dios que actúa en el corazón de los santos. Liberados de la
esclavitud de Satanás, los redimidos dedican la vida a servir a Dios. Alimentan a los hambrientos, dan
de beber a los [p 565] sedientos, ofrecen hospitalidad a los extranjeros, visten a los necesitados y visitan
a los enfermos y encarcelados (Mt. 25:37–39). Cristo bendice estas obras, perfeccionándolas por medio
de su justicia perfecta.22
9. Y me dijo, «Escribe. Bienaventurados los que han sido invitados al banquete nupcial del Cor‐
dero». Y me dijo, «Estas son las verdaderas palabras de Dios».
Tampoco aquí se identifica a quien habla (v. 5), pero el contexto revela que es un ángel (v. 10). Resul-
ta difícil determinar si se trata del que había venido antes a instruir a Juan (17:1) o de otro ángel que
anunció la destrucción de Babilonia (18:1). Sin duda que quien habla no es Jesús, aunque el Señor le
había dicho antes a Juan que escribiera (1:11, 19). Los numerosos mandatos de escribir en Apocalipsis
los dan Jesús, un ángel o una voz no identificada. El que habla ahora le dice a Juan que escriba la cuarta
de las siete bienaventuranzas, «Bienaventurados los que han sido invitados al banquete nupcial del
Cordero».

20 Beale, Revelation, p. 942. Véase también Herman Hoeksema, Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation


(Grand Rapids: Reformed Free Publishing Association, 1969), p. 618.
21 Refiérase a Sydney Hielema, «A Perfection of Misunderstandings: John’s Role as Author in the Book of Revelation»,

Pro Rege 27, no. 4 (1999): 7.


22 R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 543.
438

¿Quiénes son los invitados al banquete? Son los que han respondido, han recibido el don de salva-
ción, y han sido vestidos con ropas blancas para sentarse en la mesa del Cordero. Estas personas son los
santos en el cielo. El autor de 4 Esdras (=2 Esdras) 2:38–41 describe una ambiente celestial de todo el
grupo que puede sentarse al banquete, que van vestidos de brillantes ropas blancas, que cumplieron la
ley del Señor y cuyo número está completo.
Las palabras han sido invitados revelan que la invitación inicial se ofreció en el pasado, que los invita-
dos respondieron favorablemente, y que ahora tienen el privilegio de estar sentados al banquete. Mien-
tras que otros que recibieron la invitación no quisieron aceptarla (Mt. 22:3), los que respondieron son
llamados «bienaventurados».
El que habla sigue observando de manera enfática, «Estas son las verdaderas palabras de Dios».
Dios ha extendido su invitación a los invitados, y sus palabras son verdaderas sin excepción. Todo lo
que Dios ha revelado en su palabra es infalible, y todas las palabras que el ángel bajo el mandato de
Dios ha comunicado son verdaderas. Los comentaristas difieren en cuanto a la aplicación de la cláusula
mencionada, y la relacionan ya sea con la bienaventuranza anterior23 o con toda la sección en la que el
ángel ha comunicado lo que va a ocurrir (17:1–19:9a). Prefiero la segunda y encuentro un equivalente en
22:6.24 Así pues, al concluir esta sección, el ángel afirma que estas palabras son verdaderas lo cual, como
respuesta adecuada, es el equivalente de un solemne «Amén».
[p 566] Palabras, frases y construcciones griegas en 19:6–9
Versículo 6
λεγόντων—la forma del participio en genitivo masculino/neutro plural no tiene un antecedente próximo con
el cual concuerde. El sustantivo multitud, aunque lejos del participio, debe servir aquí como un plural colectivo;
es decir, el género y número del participio están regidos por el sentido del pasaje.
Versículo 9
οἱ … κεκλημένοι—la larga cláusula preposicional «al banquete nupcial del Cordero» se ha colocado entre el
artículo definido y el participio pasivo perfecto. Esto se da también en las introducciones a las siete cartas a las
siete iglesias (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14).
c. Adoración 
19:10
10. Luego caí a sus pies para adorarlo. Y me dijo, «No lo hagas. Soy un siervo como tú y tus her‐
manos [y hermanas] que mantienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de 
Jesús es el espíritu de profecía».
a. Repetición. Este texto se duplica casi al pie de la letra en 22:8b–9: «Caí a los pies del ángel para ado-
rar a aquel que me había mostrado estas cosas. Y me dijo, ‘No lo hagas. Soy un siervo como tú y tus
hermanos los profetas y de aquellos que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios’». Al parecer
Juan escribió dos veces estas palabras para enfatizar su punto. También, a propósito las colocó como

23 Véase Philip Edgcumbe Hughes, The Book of Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids:


Eerdmans, 1990), p. 201. Pero otros lo limitan al contexto inmediato de los vv. 7–9a, como Beale (Revelation, p. 945).
24 Beasley-Murray, Revelation, p. 275.
439

conclusiones de dos visiones (17:1–19:10 y 21:9–22:9).25 Es decir, Juan primero escribe una conclusión
para la visión de la destrucción de Babilonia y luego otra para la visión de la nueva Jerusalén.
b. Adoración del ángel. Aunque había adoración de ángeles en círculos judíos durante los tiempos
apostólicos (Col. 2:18), Juan subraya que el pueblo de Dios no debe adorar a nadie que no sea el Dios
trino. Pone de relieve que adorar a un ángel está absolutamente prohibido, incluso si los ángeles trans-
miten mensajes directamente de Dios. Pero nótese que el autor de Hebreos asigna un lugar a los ángeles
que no es más alto sino más bajo que el de los santos en la tierra: «¿No son todos los ángeles espíritus
dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?» (Heb. 1:14).
Si a Juan se le prohíbe adorar al ángel que le prestó un servicio, sería perverso que los primeros cristia-
nos se [p 567] dedicaran a adorar a ángeles, emperadores o bestias.26 Nunca se puede rendir homenaje a
una criatura, sólo a Dios (Hch. 10:25–26; 14:11–15).
c. Coservidor. Después de impedir que Juan lo adorara, el ángel se identifica como coservidor: esto
quiere decir que él y el apóstol tienen una posición similar. Está ante la presencia de Dios Todopodero-
so pero se coloca al nivel del pueblo de Dios, al que llama sus hermanos (y que incluye sus hermanas).
Los caracteriza a todos ellos como los que mantienen el testimonio de Jesús (véase 1:2, 9; 6:9; 12:11, 17;
20:4). La frase testimonio de Jesús se puede interpretar de forma subjetiva, como el testimonio que Jesús
da de sí mismo, u objetiva, como el testimonio que los siervos fieles de Dios dan de Jesús. En este caso,
son válidas ambas interpretaciones. En forma subjetiva, Jesús es el mensajero de Dios (Jn. 3:34), y de
manera objetiva el pueblo de Dios da testimonio del Señor. Pero la frase testimonio de Jesús aparece dos
veces. Juan aclara el primer caso con la cláusula «porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profe-
cía». Esto quiere decir que el Espíritu Santo ha inspirado a los profetas en las épocas tanto del Antiguo
Testamento como del Nuevo para que dieran testimonio de Jesucristo por medio del espíritu de profe-
cía. Así pues, este espíritu se refiere tanto al testimonio de parte de Jesús como al testimonio acerca de
él. Todos los creyentes reciben el evangelio de salvación por medio de la acción del Espíritu Santo y, a
su vez, lo dan a conocer a otros. Beale sugiere la siguiente paráfrasis, «los que dan testimonio de [y de
parte de] Jesús son personas proféticas».27
Una última observación. Entre los dos casos en que aparece el testimonio de Jesús, Juan coloca el im-
perativo «Adora a Dios». El imperativo se da como un mandato único que abarca la adoración sin limi-
taciones temporales o locales. El mandato se les da a todos para que adoren a Dios en todo tiempo y en
todo lugar sin tener en cuenta las circunstancias. Los primeros receptores de Apocalipsis se dieron
cuenta de que, al dar testimonio acerca de Jesús, se colocaban en conflicto abierto con las autoridades

25 Bauckham, Climax of Prophecy, p. 133. Por el contrario, Charles (Revelation, 2:128) opina que «19:10 es 22:8–9 reescrito
por el editor y adquiere un significado menos general». Considera 19:20 como una interpolación y ha reordenado el
capítulo 22 al colocar los versículos 8–9 en su «contexto justo en la conclusión del libro». Sus opiniones son muy
improbables.
26 Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), p. 316. Véase también Henry Barclay Swete,

Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 248; Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of 
John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 729.
27 Beale, Revelation, p. 947. Bauckham (Climax of Prophecy, p. 161) dice de manera concisa, «Los que dan testimonio de

Jesús ciertamente no son sólo los profetas (19:10) sino los cristianos en general (12:17)». Refiérase a Frederick D.
Mazzaferri, The Genre of the Book of Revelation from a Source‐Critical Perspective, BZNW 54 (Berlin and New York: de
Gruyter, 1989), pp. 306–13.
440

paganas y romanas que los obligaban a adorar a ídolos y al César. Ahora se les dice que adoren a Dios
y, por implicación, que sean sus testigos (compárese con Mt. 4:10; Hch. 1:8).
[p 568] Palabras, frases y construcciones griegas en 19:10
ὅρα μή—el orden de las palabras es significativo, porque la partícula negativa sigue al verbo en imperativo
presente con el significado «no lo hagas». Después de la partícula negativa, debería agregar un subjuntivo no
expresado como ποιήσῃς. De ahí que la partícula niega no el verbo ver sino el verbo implícito hacer.
C. La batalla decisiva
19:11–21
En la sección anterior (17:1–19:10), Juan describió la destrucción de la mundana Babilonia la grande.
Pero Babilonia es sólo el primero de los enemigos de Dios que va a perecer. Los dos siguientes son la
bestia que salió del mar y la bestia que salió de la tierra, conocido también como el falso profeta (13:1,
11). Juan describe la derrota y destino de Satanás en el capítulo siguiente (20:1–10).
El autor introdujo primero a Satanás (cap. 12), luego a la bestia proveniente del mar y a la bestia sa-
lida de la tierra (cap. 13), y por último a la gran prostituta (cap. 17). En orden inverso, la prostituta que
sufre derrota y destrucción bajo la forma de Babilonia se menciona primero (cap. 18), luego la bestia y el
falso profeta (cap. 19) y por último Satanás (cap. 20).28
El Señor Jesús aparece ahora no como el esposo o el Cordero (vv. 7, 9) sino como el Rey de reyes y
Señor de señores. Los ejércitos del cielo lo acompañan para hacer la guerra contra sus enemigos, quie-
nes entran en la batalla bajo el liderazgo de la bestia y del falso profeta. Ambos sufren una derrota
completa y son arrojados vivos al lago de fuego y brea; el resto de sus seguidores mueren a espada. Se
trata de un cuadro de la derrota final tanto de la bestia como del falso profeta, y de su recompensa eter-
na. Juan describe con vívidos detalles la destrucción de toda la maldad y a Cristo que triunfa sobre sus
enemigos. Con ello presenta la última sección de la sexta visión que comenzó en 17:1.
1. El jinete y sus ejércitos 
19:11–16
11. Y vi los cielos abiertos, y mira, un caballo blanco y el que estaba sentado sobre él era llamado 
Fiel y Verdadero. Y juzga con justicia y hace la guerra.
Es la segunda vez en Apocalipsis que Juan escribe que vio el cielo abierto (4:1; véase Ez. 1:1). Ahora
no hay puerta abierta que le permita ver o entrar en el cielo. Esta vez el cielo se abre no para que entre
Juan sino para que salgan el Señor y sus ejércitos. Dejan el cielo para enfrascarse en [p 569] una batalla
espiritual contra las fuerzas enemigas. Estas palabras introducen el conflicto que se da al final del tiem-
po cósmico. Al estudiar estas complejas imágenes, no deberíamos consultar la cronología «para deter-
minar la mejor forma de expresar la verdad».29 Más bien centramos nuestra atención en la realidad de
esta batalla y en su resultado inevitable.
En el bautismo de Juan, se abrió el cielo y descendió el Espíritu de Dios (Mt. 3:16). Ahora se abre el
cielo y aparece un jinete sobre un caballo blanco cuyo nombre es Fiel y Verdadero, a saber, Jesús. El co-

28 Homer Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary (Grand Rapids: Baker, 1979), p. 381; Lenski, Revelation, p.
547.
29 Mounce, Revelation, p. 351.
441

lor blanco simboliza victoria, porque este jinete avanza para ser el conquistador victorioso (compárese
con 6:2).30 Cabalga sobre un caballo como símbolo de guerra y se identifica con dos nombres: Fiel y
Verdadero. Los nombres son conocidos, porque Jesús en su carta a la iglesia en Laodicea se presentó a sí
mismo como el «Amén, el testigo fiel y verdadero» (3:14; referirse también a 1:5; 3:7; 6:10). Cristo es fiel
porque cumple todo lo que las Escrituras revelan de él y acerca de él, y es verdadero porque personifica
la verdad (Jn. 14:6). Es obvio el contraste con Satanás el padre de la mentira (Jn. 8:44).
Cristo también aparece como el juez, porque «juzga con justicia y hace la guerra». Al comienzo de
este conflicto, se identifica como el juez. Al hacer la guerra contra sus enemigos, administra justicia que
conduce a la derrota total de sus oponentes. Dios ha ordenado que el juicio divino preceda a la victoria
con la seguridad de que la justicia inevitablemente triunfará. Nótese el tiempo presente de los verbos
juzgar y hacer la guerra con lo que se transmite un sentido progresivo.31 En términos contemporáneos,
Juan ve dentro de toda la visión un fragmento, como un elemento en un noticiario cinematográfico, de
estas dos actividades; transmiten una representación simbólica del gran conflicto entre Cristo y sus
enemigos. Pero el concepto de juzgar con justicia también tiene una connotación positiva, como resulta
evidente en las muchas referencias del Antiguo Testamento que se aplican al pueblo de Dios y a las na-
ciones (véase Sal. 9:8; 72:2; 96:13; 98:9; Is. 11:3–4).32
12. Y sus ojos son como una llama de fuego, y en su cabeza hay muchas coronas. Tiene un nombre 
escrito que nadie más conoce excepto él.
Este versículo describe tres aspectos de Cristo: los ojos, la cabeza y el nombre. Los dos primeros son
visibles y conocidos, pero el tercero, aunque ya está escrito, sólo él lo conoce. La descripción de los ojos
de Jesús como llama de fuego se parece a una cláusula en Daniel 10:6, «sus ojos eran dos antorchas en-
cendidas». Y el retrato que hace Juan de Jesús en Patmos [p 570] contiene palabras similares, «sus ojos
son como una llama de fuego» (1:14; 2:18) Estas llamas de fuego transmiten la ira santa de Cristo hacia
sus enemigos y su ira contra el pecado que se ha acumulado hasta el cielo (18:5).
El segundo aspecto es que Cristo lleva muchas coronas, que el texto griego refiere como diademas
(véase 12:3; 13:1, donde esta palabra se aplica a Satanás y a la bestia que imitan a Cristo). Las diademas
en tiempos de Juan eran cintas individuales que se ataban alrededor de la cabeza de alguien. Aquí las
muchas diademas representan la supremacía de Cristo en innumerables esferas. El cuadro es puramen-
te simbólico de su completa soberanía en el universo y no se presta a entenderlo en forma literal. Asu-
mimos que estas diademas en la cabeza de Cristo ostentaban nombres para indicar las esferas de su so-
beranía (compárese con Is. 62:2–3).
El tercer aspecto es el nombre que nadie conoce excepto Cristo. Esta frase ha inducido por lo menos
a un comentarista, que estudió las frases paralelas en los versículos 12 y 13, a afirmar que la frase «tiene
un nombre escrito que nadie más conoce excepto él» es una glosa. Al eliminar esta frase, dice que se
recupera el paralelismo de los versículos 12 y 13.33 Pero ¿existe en realidad una contradicción en estos

30 Compárese con John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 282; George Eldon Ladd,
Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 253.
31 Swete, Revelation, p. 251; Thomas, Revelation 8–22, pp. 383–84.

32 Aune, Revelation 17–22, p. 1053; Jan Fekkes, Isaiah and Prophetic Traditions in the Book of Revelation, JSNTSup 93

(Sheffield: JSOT, 1994), pp. 117–22.


33 Charles, Revelation, 2:132, 436; Aune (Revelation 17–22, p. 1055) lo llama una adición posterior.
442

dos versículos, donde el versículo 12c declara la incapacidad de saber el nombre de Cristo y el versículo
13b da a conocer este nombre como «la palabra de Dios»? Sin duda que los nombres para Cristo en el
Nuevo Testamento son muchos; Apocalipsis lo llama el Cordero, Fiel y Verdadero, Señor de señores y
Rey de reyes, raíz, descendiente de David, estrella de la mañana, y otros. En el versículo 13 el nombre
escrito del jinete en el caballo blanco es «la palabra de Dios». El nombre tiene que ver con el ser mismo
de una persona; por ejemplo, al que sale vencedor se le da una piedra blanca en la que «está escrito un
nuevo nombre que nadie conoce excepto el que lo recibe» (2:17). Al estar en la isla de Patmos Juan oye
una voz divina y describe al que habla como «hijo del hombre» (1:13), no quiere identificar a Jesús por
su nombre. De hecho, es incapaz de pronunciar el nombre de esta persona divina. Esto armoniza con las
palabras misteriosas en un himno cristiano antiguo, «Dios … le otorgó el nombre que está sobre todo
nombre» (Fil. 2:9). Sabemos que el nombre Jesús es su nombre terrenal y Cristo su designación oficial,
pero todavía tiene otro nombre que nos permanece oculto. Este nombre misterioso será revelado a su
pueblo cuando haya llegado a su fin su obra redentora. Ciertamente en el banquete nupcial del Cordero
(v. 9) cuando su esposa disfruta de dicha completa, el Señor revelará el misterio de su nombre.34
[p 571] Todavía hay otra explicación, a saber, que Dios comparte su nombre con Cristo, con lo que se
expresa la divinidad de Cristo.35 En otros tres lugares en Apocalipsis, Juan identifica a Cristo con Dios al
atribuirle divinidad a Jesús cuando lo menciona junto con Dios en relación con el reino y trono de Dios.
Hay un reino, no dos; y un trono, no dos (11:15; 20:6; 22:3).
13. Y estaba vestido de un manto empapado en sangre, y su nombre era llamado la palabra de 
Dios.
a. «Y estaba vestido de un manto empapado en sangre». Una vez más (v. 12), Juan toma imágenes
de la profecía de Isaías que mencionan vestidos con manchas de sangre «como las del que pisa las uvas
en el lagar» (63:2–3). Describe a Jesús como vestido con un manto, con la implicación de que había lle-
vado esa ropa alrededor de su cuerpo en otros tiempos. Pisar las uvas en el lagar es una descripción que
utiliza el Antiguo Testamento para describir a Dios que lleno de ira pisa las uvas de ira. Se refiere al día
de venganza de Dios que a solas había procurado salvación para su pueblo y luego descargado su ira
sobre los malvados (Is. 63:4–6). El cuadro, pues, es un manto salpicado con la sangre de sus enemigos;
es decir, Dios pronunció y emitió juicio con el resultado de que la prueba se puede ver en sus ropas.
La imagen no es la del Cordero cuya sangre fue derramada en la cruz del Calvario para la remisión
del pecado. Aquí vemos al juez de toda la tierra, al capitán de sus ejércitos, y al Rey de reyes y Señor de
señores. Las manchas rojas en su manto no son las de su propia sangre sino la de sus enemigos.
Algunos estudiosos plantean dos objeciones contra esta interpretación. La primera es que la batalla
final todavía no ha comenzado y ya tiene el manto manchado de sangre; por tanto, debe describir la
sangre del Cordero que fue inmolado, como resulta evidente por las muchas referencias en Apocalipsis

34 Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John (New York and London: Funk and


Wagnalls, 1886), p. 458. Véase también Aune (Revelation 17–22, p. 1055), quien llama la atención a la Ascensión de Isaías
9:5 y comenta que el verdadero nombre de Jesús «no lo pueden conocer sus seguidores hasta que hayan ascendido
fuera del cuerpo». Beale (Revelation, p. 956) junta los versículos 12 y 16 en forma quiásmica y afirma que el título en el
v. 16 «pretende ser la explicación más formal del nombre en el v. 12)».
35 Consúltese Thomas B. Slater, Christ and Community: A Socio‐Historical Study of the Christology of Revelation, JSNTSup

178 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1999), p. 216.


443

(1:5; 5:6, 9; 7:14; 12:11).36 Sin embargo, el cuadro que Juan toma de la profecía de Isaías es simbólico y
presenta a Dios como el verdugo de sus enemigos. En el Apocalipsis de Juan, Cristo es el verdugo y
comandante en jefe. Luchó contra sus oponentes a lo largo de todas las épocas antes de emprender la
última batalla.37
Otra objeción es que el manto no está manchado de sangre (Is. 63:3) sino más bien empapado en
sangre. Pero no está necesariamente utilizando a Isaías con la exclusión de otros pasajes del Antiguo
Testamento. Por ejemplo, Jacob al bendecir a Judá dijo, «lavará su ropa en vino; su manto en la sangre
de las uvas» (Gn. 49:11)
[p 572] b. «Y su nombre era llamado la palabra de Dios». El título la palabra de Dios trae a la memoria
a Juan 1:1, 14 y 1 Juan 1:1, donde el apóstol introduce a Jesús de este modo, y recuerda el sobrescrito de
la carta a los laodiceos, «El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios» (3:14). En
Apocalipsis, Juan escribe el término la palabra de Dios exactamente siete veces para expresar la calidad
de completo (1:2, 9; 6:9; 17:17; 19:9, 13; 20:4). Con frecuencia va acompañada de la expresión el testimonio 
de Jesús y de igual modo se puede interpretar como la palabra que proviene de Dios para el género
humano o la palabra que revela a Dios. En este caso Jesús trae la revelación de Dios, cuyas palabras son
fieles y verdaderas. Jesús mata a sus enemigos con la palabra. Así pues, Juan identifica a Jesús con la
palabra de Dios.
14. Y los ejércitos del cielo lo seguían sobre caballos blancos; estaban vestidos de lino fino, blan‐
co y limpio.
El guerrero que viene a vengar la sangre de los santos sacrificados por la palabra de Dios (6:9–10) va
acompañado de ejércitos del cielo que avanzan sobre caballos blancos. Antes Juan describió la batalla en
el cielo que Miguel y sus ángeles libraron contra Satanás y sus huestes (12:7–9). Pero ¿se componen es-
tas fuerzas de ángeles (Dt. 33:2; Sal. 68:17) o de santos glorificados que acompañan al Cristo victorioso
(17:14)? Los santos han lavado sus ropas en la sangre del Cordero y las han blanqueado (7:14). Llevan
ropa de lino fino, blanco y limpio, como símbolo de sus obras justas (v. 8). Pero los siete ángeles que
salen del templo también van vestidos de lino resplandeciente y limpio (15:6). Es mejor incluir en los
ejércitos del cielo tanto a ángeles como a santos, porque ambos acompañan a Jesús en su regreso y am-
bos estarán presentes en el juicio (Mt. 24:31; Mr. 13:27; Lc. 9:26; 1 Ts. 4:13–18; 2 Ts. 1:7–10).
Nótese que los ejércitos no reciben armas y que no se hacen planes de batalla, pero los ejércitos de la
bestia y los reyes de la tierra los atacan (v. 19).38 Juan escribe que se presentan vestidos de lino fino que
es blanco y limpio. Leemos que no son los ángeles sino el comandante de los ejércitos quien se enfrenta
al enemigo con la espada que sale de su boca, a saber, la palabra de Dios. Esa palabra es viva, activa, y
más afilada que una espada de doble filo (Heb. 4:12), con ella el guerrero del cielo destruirá a sus opo-

36 Véase los comentarios de Johnson (p. 574), Krodel (p. 323) y Lenski (p. 547).
37 Consúltese Hoeksema, Behold, He Cometh! p. 631; Thomas, Revelation 8–22, pp. 386–87; Beasley-Murray, Revelation, p.
280; Ladd, Revelation, pp. 254–55.
38 Véase Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leicester: Inter.-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 225;

Beasley-Murray, Revelation, p. 281.


444

nentes.39 Todos sus seguidores van a lomos de caballos blancos, que son símbolos de victoria en la bata-
lla final (véase 6:2).
[p 573] 15. Y de su boca sale una afilada espada con la que golpea a las naciones. Y reinará sobre 
ellos con vara de hierro, y pisotea el lagar del furor de la ira de Dios Todopoderoso.
La imagen de una espada afilada que sale de la boca de Jesús es conocida debido a la descripción
que hace Juan de Jesús en la isla de Patmos (1:16). Pablo escribe que cuando Cristo regrese destruirá a
los malvados con el aliento de su boca (2 Ts. 2:8), porque la batalla que el Señor libra no es con espada
sino con su palabra. Es una guerra espiritual en la que lucha contra fuerzas espirituales de tinieblas en
lugares celestiales (Ef. 6:12). Esta espada que sale de la boca de Jesús lleva consigo juicio divino para
golpear a los malvados (Ap. 19:21; ver también 2:12, 16; Is. 11:4; 49:2). De este modo Jesús por sí mismo
derrota a sus enemigos.
Las naciones que se levantan contra el Señor serán derrotadas con su espada, con su espada verbal,
y con la vara de hierro los despedazará como si fueran un vaso de arcilla. Juan cita al Salterio, «las [na-
ciones] gobernarás con puño de hierro [vara de hierro]» (Sal. 2:9). Pero aquí encontramos una dificul-
tad, porque en Apocalipsis el verbo griego para reinar es poimainein, que significa «pastorear» (véase
Ap. 2:27; 12:5).40 Por consiguiente, la vara de hierro parece que no tiene su lugar en la mano del pastor.
Pero nótese que el Señor reina sobre las naciones como rey-pastor quien, con su vara, protege a su pue-
blo y destruye a sus enemigos. La vara de hierro es un arma tan mortal como la palabra de Dios que
sale de la boca de Jesús. Y al mismo tiempo esa palabra fortalece al creyente. Pero si alguien no acepta
esta palabra de Jesús, lo condenará en el último día (Jn. 12:48).
El griego es enfático, porque literalmente dice «él mismo pisa el lagar». Nótese también que Juan uti-
liza el verbo pisar en tiempo presente para indicar un proceso. El Señor pisa las uvas, es decir, las nacio-
nes, bajo sus pies. Juan una vez más recurre a Isaías 62:2–3, donde la palabra lagar se refiere a Dios que
pisa las uvas de la ira (véase también Lm. 1:15). Y regresa a su exposición del vino de la furia de Dios
(14:10) y del lagar de la ira de Dios (14:19–20). Combina estas dos metáforas del vino y del lagar en una
sola imagen, que significa que sus enemigos, que han derramado la sangre de sus santos (16:6; 17:6;
18:24), ahora tienen que beber el vino de la furia de Dios. Todavía hay una imagen más en este cuadro
del lagar: el Señor mismo pisa las uvas de la ira de Dios y, al hacerlo, empapa su manto en la sangre de
sus enemigos.41
16. Y en el manto y en el muslo tiene escrito el nombre,
REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Este versículo plantea una dificultad. Juan utiliza un título real, en tanto que en el versículo 12 afir-
ma que nadie sino el Señor conoce su [p 574] nombre. Pero este título ha sido revelado antes, aunque en
orden inverso (17:14) y ha sido una designación bien conocida en la época del Antiguo Testamento y

39 Compárese con Sabiduría 18:15–16, «tu palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde el trono
real, … empuñando como afilada espada tu decreto irrevocable» (BJ). Refiérase a Elisabeth Schüssler Fiorenza, The 
Book of Revelation: Justice and Judgment (Philadelphia: Fortress, 1985), p. 98.
40 Véase la explicación lingüística de este punto en la nota sobre 2:27.

41 Compárese con Caird, Revelation, p. 246.


445

también del Nuevo.42 El título equivale a sustantivos superlativos, como si se hubiera escrito «el mayor
de los Reyes» y «el mayor de los Señores». Jesucristo es el soberano exaltado más sublime, que reina con
majestad, poder y autoridad.
Son muchas las interpretaciones de la ubicación precisa de las palabras manto y muslo. Van desde
identificar el manto y el muslo, porque uno cubre al otro, hasta tener el nombre escrito en una espada
en lugar de en el muslo. Ya sea que se interprete la frase en el sentido de «en su manto, es decir, en su
muslo» o que se utilice evidencia de estatuas antiguas con nombres escritos en muslos, el hecho subsiste
que el cuadro es puramente simbólico. El muslo es representación de poder y el manto es símbolo de
majestad real. La inscripción majestuosa se aplica a ambos lugares.
Por último, el contraste entre el Anticristo y el Cristo resulta evidente en cuanto a sus nombres. La
bestia como personificación del Anticristo ostenta en sus cabezas nombres blasfemos (13:1), de hecho
está cubierta con estos nombres (17:3). Pero Jesucristo lleva por fuera en su manto y por dentro en su
muslo el nombre más elevado posible en el cielo y en la tierra: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Palabras, frases y construcciones griegas en 19:11–16
Versículo 11
ἐν δικαιοσύνῃ—esta frase preposicional «con justicia» expresa manera y por tanto se puede traducir en for-
ma adverbial «justamente».
Versículo 12
ἔχων—el participio masculino singular se refiere no a un nombre escrito en una diadema sino al nombre
aplicado al jinete sobre el caballo blanco.
Versículo 13
βεβαμμένον—el participio perfecto pasivo del verbo βάπτω hizo que algunos copistas, en vista de Isaías
63:3, cambiaran la lectura a un participio perfecto pasivo ya sea del verbo ῥαίνω o de ῥαντίζω (rocío). La lectura
más difícil βεβαμμένον ha dado pie a las variantes, y por tanto, se mantiene la norma de que la lectura más difí-
cil es la original.43
[p 575] Versículo 15
Hay cinco genitivos sucesivos en la traducción literal de la frase «el lagar del vino del furor de la ira de Dios
del Todopoderoso». Es la secuencia más larga de genitivos en Apocalipsis.
Versículo 16
El estudioso del arameo Charles C. Torrey propone que Apocalipsis fue traducido del arameo al griego y que
el traductor, sin darse cuenta, leyó la palabra hebrea y aramea digěleh (su estandarte) como ragěleh (su muslo).44 Es
una observación interesante, pero no hay pruebas de la existencia de un manuscrito arameo de Apocalipsis.

42 Refiérase a 1 Ti. 6:15; Dt. 10:17; Sal. 136:2–3; Dn. 2:47; 2 Mac. 13:4; 3 Mac. 5:35; 1 Enoc 9:4. Véase Adolf Deissmann
(Light from the Ancient East, trad. Lionel R. M. Strachan [reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1978], p. 363), quien comen-
ta su empleo en «la historia oriental muy temprana» pero también en tiempos de Juan «según la evidencia de perga-
minos, monedas e inscripciones».
43 Metzger, Textual Commentary, pp. 686–87.

44 Véase C. C. Torrey, The Apocalypse of John (New Haven: Yale University Press, 1958), pp. 153–54; y su artículo

«Armageddon», HTR 31 (1938): 237–48.


446
Compárese también con Patrick W. Skehan, quien contrasta la bestia cuyo número es 666 (13:18) con el valor
numérico del nombre «Rey de reyes y Señor de señores» y calcula que el número es 777. Tuvo que traducir el
título del griego al arameo y eliminar la partícula copulativa y para llegar a este número.45 Pero Juan no habla de
misterio en el texto, porque indica no un nombre oculto sino revelado.
2. La batalla final contra el Anticristo 
19:17–21
Es la batalla en la que el mal es derrotado y la bestia y el falso profeta son confinados al lago de fue-
go y azufre. Cristo lucha sin armas de guerra contra los agentes de Satanás y sus seguidores. Los santos
no participan en esta batalla final contra el mal, que queda desterrado para siempre.
17. Y vi un ángel de pie en el sol, y exclamaba con voz poderosa, diciendo a todas las aves que vo‐
laban en medio del cielo, «Venid, reuniros para el gran banquete de Dios, 18. de modo que podáis 
comer la carne de reyes y la carne de generales, y la carne de hombres poderosos y la carne de caba‐
llos y de sus jinetes y la carne de personas libres y de esclavos, de pequeños y grandes».
Juan vio a un ángel iluminado por el sol (compárese con 12:1), quien con voz potente se dirigió a to-
das las aves de rapiña que volaban por el firmamento. Como estaba de pie en el sol, todas estas aves lo
podían ver, y su voz resonante podía oírse desde todas partes.
El escritor tomó una visión de la profecía de Ezequiel, donde las aves y bestias son convocadas por
Dios para que consuman la carne y la sangre de hombres poderosos, príncipes, caballos y jinetes y sol-
dados (Ez. 39:4, 17–20). Las aves de rapiña que han sido creadas para consumir reses muertas y con ello
eliminar panoramas repugnantes y olores hediondos han sido llamadas a estar presentes ante los resul-
tados de la batalla de Cristo contra el Anticristo y sus seguidores. Esto, pues, es el cumplimiento exacto
de la profecía de Ezequiel contra Gog en la tierra de Magog (Ez. 38–39).
[p 576] Juan describe un cuadro de contrastes con respecto a los banquetes mencionados en este ca-
pítulo. El primer banquete es el de la cena nupcial del Cordero al que han sido invitados todos los san-
tos (vv. 7–8). El segundo es el de los derrotados al que han sido convocadas todas las aves de rapiña
para llevar a cabo su tarea de acabar con los restos repulsivos de los reyes, generales, hombres podero-
sos, caballos y jinetes y personas de todos los niveles sociales que han sido inmolados. Se trata de una
imitación, que ahora no comienza Satanás sino Dios mismo.
La magnitud de este segundo banquete se revela en la descripción del mismo como el gran banquete
de Dios. En realidad describe a los oponentes de Dios muertos en el campo de batalla de la vida; yacen
sin vida por toda la superficie de la tierra. No se menciona la batalla misma; sólo importa su resultado.
La batalla final de Dios es contra todos los que han seguido al Anticristo y contra toda injusticia y enga-
ño que ha perpetrado el maligno en todos los niveles sociales. En resumen, el número de los sacrifica-
dos incluye a todos los que son malos. Ha llegado a su fin todo poder terrenal, porque Cristo el Rey es
el vencedor.
19. Y vi la bestia y los reyes de la tierra y sus ejércitos reunidos para hacer la guerra contra el que 
está sentado sobre el caballo y contra su ejército.

45 Patrick W. Skehan, «King of Kings and Lord of Lords (Apoc. 19:16), CBQ 10 (1948): 398.
447

En los dos versículos anteriores (vv. 17–18), Juan describió un cuadro general de la batalla y del re-
sultado previsto. Pero en este versículo, ofrece un marco más restringido que delimita con claridad las
posiciones entre el Anticristo con sus reyes y ejércitos (plural) y el Cristo con su ejército (singular). Los
reyes de la tierra son los diez reyes que están al servicio del Anticristo (véase comentario sobre 17:12).
En un pasaje anterior (17:13–14), Juan predijo que las fuerzas de la bestia, a saber, el Anticristo, se
enfrentarían con el Cordero y sus seguidores. Y dijo que el Cordero, como Señor de señores y Rey de
reyes, los derrotaría como se predijo en el Salmo 2:2, «Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes
se confabulan contra el Señor y contra su ungido».
Es el gran día de Dios Todopoderoso en el que se libra la batalla final contra todas las fuerzas del
mal (véase Ap. 16:14). Todos los ejércitos del Anticristo están enfrentados con el Cristo y su ejército ce-
lestial, aunque el resultado de la batalla nunca está en duda. No se nos da ningún indicio de que el ejér-
cito mismo participe en la batalla. Aunque en este versículo se utiliza el término guerra, no se dice nada
acerca del conflicto mismo. En el texto griego, el artículo definido precede a ese término para indicar
que esta guerra en forma definitiva determina el futuro de la bestia y de su aliado, el falso profeta.
20. Y la bestia fue capturada y con ella el falso profeta que por su autoridad había realizado seña‐
les con las que engañó a los que recibieron la marca de la bestia y adoraron su imagen. Estos dos fue‐
ron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre.
[p 577] Después de la destrucción y ruina de la gran prostituta (17:16), siguen la bestia y el falso pro-
feta. La bestia es el Anticristo, y la bestia que sale de la tierra es el falso profeta (véase comentario sobre
13:11; 16:13; 20:10). Son dos líderes e instigadores al servicio de Satanás (13:1, 11). A lo largo de la histo-
ria, el falso profeta ha extraviado a todos los que fueron engañados con las señales que realizaba. Obligó
a todos sus seguidores a adorar a la bestia, a todos los que ostentaban la marca de la bestia en la mano
derecha y en la frente (13:13–16).
Ahora la bestia y el falso profeta caen cautivos. Aunque Juan no ofrece detalles de dicha captura, el
verbo capturar se puede interpretar como que alguien por la fuerza se apodera de ellos. Son arrestados
debido a que, con su astucia, engañaron a multitudes sobre la faz de la tierra. El falso profeta hizo mila-
gros de modo que hombres, mujeres y niños adoraran al Anticristo y, como leales servidores, le rindie-
ran homenaje. La bestia que sale del mar detenta poder político sobre las masas de la humanidad; y la
bestia que sale de la tierra ostenta poder filosófico sobre la mente humana.
Juan escribe que estos dos personajes fueron arrojados al lago de fuego que arde con azufre. Prime-
ro, Juan presenta una imagen tomada de la profecía de Daniel 7:11b, «Seguí mirando hasta que a esta
bestia la mataron, la descuartizaron y echaron los pedazos al fuego ardiente». Daniel se refiere a un río
de fuego en el versículo anterior (7:10); Juan convierte el río en un lago de fuego. La gran prostituta se
abrasó con fuego, es de suponer en el mismo lugar (17:16). De igual modo, Satanás fue arrojado al lago
que arde con azufre (20:10) como lo serán los que adoraron a la bestia y a su imagen y aquellos que re-
cibieron la marca en la frente y la mano (14:9–10; 21:8).
Luego, no se dice nada de la identidad del Anticristo y del falso profeta, de modo que no podemos
buscar dos personas distintas. Leemos que los dos fueron arrojados al lago de fuego, con la implicación
de que son seres espirituales cuya inmortalidad hace que sufran por los siglos de los siglos. En su opo-
448

sición a Cristo, ambos estuvieron unidos a lo largo del tiempo, y ahora en su castigo estarán para siem-
pre juntos.46
Tercero, los dos líderes no están encerrados en el abismo, del cual pueden ser liberados por un tiem-
po (véase 9:1; 11:7; 17:8; 20:3, 7). Son arrojados a un lago de fuego en el que los oponentes de Cristo e
incluso el diablo permanecerán eternamente (20:10, 14–15; y 21:8). El término lago pone de manifiesto
una zona más amplia que el abismo, que es un pozo sin fondo. Este lago es una amplia zona de fuego
que arde sin cesar con un olor nauseabundo de azufre. La imposibilidad de salir jamás de este lago ar-
diente es en sí misma evidente, y el dolor y el horror sempiternos son la [p 578] suerte de los que están
confinados al infierno.47 No hay indicios en ninguna parte de Apocalipsis de que los malvados sean
aniquilados después de haber cumplido con un tiempo de castigo. La escena recuerda la destrucción de
Sodoma y Gomorra (Gn. 19:24; Sal. 11:6; Is. 30:33; Ez. 38:22).
21. Y el resto fueron matados con la espada que salía de la boca del jinete a caballo, y las aves se 
hartaron de la carne de ellos.
Hay diferencias entre la pareja (la bestia y el falso profeta) y sus seguidores. Primero, estos dos líde-
res son arrojados vivos al lago de fuego y azufre ardiente, es decir, no llegan allá a través de las puertas
de la muerte. Pero sus seguidores mueren a espada, aunque el lenguaje es simbólico. La espada del Se-
ñor es el aliento de su boca (2 Ts. 2:8; véase Ap. 19:15; 1:16).
Luego, el remanente es sacrificado con la espada de Dios que da testimonio contra ellos y los coloca
en una posición de vergüenza permanente y de odio eterno. Son matados, lo cual significa que les es qui-
tado para siempre su poder. Su destino eterno es el lago de fuego.
Y por último, sus cuerpos sacrificados no reciben un entierro digno; en su lugar, las aves de rapiña
devoran su carne. El número de los que son matados es tan grande que todas las aves que se alimentan
de carroña podrían llenar sus buches con carne hasta el punto de saciarse. Estamos frente a un cuadro
de repugnancia total (Is. 66:24).
Palabras, frases y construcciones griegas en 19:17–21
Versículo 17
ἕνα—el número uno que precede a un sustantivo en Apocalipsis equivale al artículo indefinido, de ahí «un
ángel» (compárese con 8:13; 9:13; 18:21).
Versículo 18
σάρκας—el sustantivo acusativo plural se encuentra cinco veces en el versículo 18 (el genitivo plural en el
versículo 21). La forma plural transmite la totalidad de la matanza.
Versículo 20

46Swete, Revelation, p. 258.


47Consúltese Greijdanus, Openbaring, pp. 398–99; Beale (Revelation, p. 969) comenta que 14:10–11 con sus frases tempo-
rales por los siglos de los siglos y día o noche y sus descripciones de fuego y azufre «se refieren al tormento eterno cons-
ciente y no a una aniquilación ontológica en algún momento del tiempo». Véase Robert A. Peterson, Hell on Trial: The 
Case for Eternal Punishment (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed, 1995), pp. 195–98.
449
ἐνώπιον—se suele traducir como «en la presencia de», pero puede significar «en su nombre» o «con su auto-
ridad».48
[p 579] Versículo 21
τὰ ὄρνεα ἐχορτάσθησαν—«las aves se hartaron». En el griego del Nuevo Testamento, el sustantivo neutro
plural suele ir seguido de un verbo en singular cuando el sustantivo no es personal y es abstracto. Los sustanti-
vos que se refieren a personas o a seres vivos suelen ir seguidos del verbo en plural.49

48Bauer, p. 271; Aune, Revelation 17–22, p. 1045.


49Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament and Other Early Christian Literature, trad.
y rev. Robert Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1961), §133.1.
450

[p 581] 

 20
La derrota de Satanás y el día del juicio 
(20:1–15)
[p 582]  

Bosquejo (continuación)
VIII. 7ª visión: cielo nuevo y tierra nueva (20:1–22:5)
A. Derrota de Satanás y de la muerte (20:1–15)
1. El encadenamiento de Satanás (20:1–3)
2. Los santos en el cielo (20:4–6)
3. Derrota y desaparición de Satanás (20:7–10)
4. El día del juicio (20:11–15).
[p 583]  

CAPÍTULO 20
20 1 Y vi un ángel que descendía del cielo que tenía la llave del abismo y una gran cadena en la mano. 2 Y
sujetó al dragón, la antigua serpiente, que se llama el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. 3 Y lo arrojó al
abismo y lo cerró y selló encima de él, de modo que ya no pudiera engañar a las naciones hasta que se cumplie-
ran los mil años. Después de estas cosas es necesario liberarlo por un breve tiempo.
Y vi tronos y los que estaban sentados en ellos. Y recibieron autoridad para juzgar. Y vi las almas de quienes
4

habían sido decapitados a causa de su testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, y los que no habían adorado a
la bestia ni a su imagen y no habían recibido su señal en la frente ni en la mano. Y vivieron y reinaron con Cristo
por mil años. 5 (Y los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años). Esta es la prime-
ra resurrección. 6 Bienaventurado y santo es quien participa en la primera resurrección. Sobre éstos la segunda
muerte no tiene autoridad, pero serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
7Y cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión. 8 Y saldrá a engañar a las naciones
que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para hacer guerra, cuyo número es
como la arena del mar. 9 Y subieron sobre toda la extensión de la tierra y rodearon el campamento de los santos y
la ciudad amada. Y descendió fuego del cielo y los devoró. 10 Y el diablo que los engañó fue arrojado al lago de
fuego y azufre, donde se encuentran tanto la bestia como el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por
los siglos de los siglos.
11Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuyo rostro huyeron la tierra y el cielo, y su lugar
ya no se volvió a encontrar. 12 Y vi a los muertos, tanto grandes como pequeños, de pie ante el trono. Y se abrieron
los libros, y se abrió otro libro, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados según sus obras conforme
a las cosas escritas en estos libros. 13 Y el mar devolvió a los muertos que estaban en él, y la muerte y el Hades
devolvieron a los muertos que estaban en ellos, y cada uno fue juzgado según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades
451
fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la segunda muerte, el lago de fuego. 15 Y si alguien no está escrito en el
libro de la vida, es arrojado al lago de fuego.
VIII. 7ª visión: Nuevo cielo y nueva tierra
20:1–22:5
La última parte del capítulo anterior (19:11–21) reveló la eliminación del Anticristo y del profeta de
la falsedad de esta tierra y la muerte de sus seguidores. El mensaje de Juan en ese capítulo es que Cristo
Jesús vence y también los santos. Asimismo, la derrota de las fuerzas del Anticristo significa el cese del
mal. Todo lo que le queda a Juan por relatar en el capítulo 20 es la eliminación de Satanás y el fin de la
muerte y del Hades.
[p 584] En la primera parte del este capítulo (vv. 1–10), Juan presenta un aspecto adicional del fin de
los tiempos. En ella Juan centra su atención en el encarcelamiento de Satanás, su liberación, muerte y
condena. Después Juan pasa a centrar su atención en el juicio final, que culmina en la eliminación de la
muerte y del Hades y en el envío de los incrédulos a un lugar preparado para ellos (vv. 11–15).
Advertimos que el capítulo 20 ofrece un cuadro que concuerda con los capítulos anteriores que rela-
tan escenas repetitivas sobre el juicio. Así, los veinticuatro ancianos anuncian el tiempo del juicio (11:18)
y el Hijo del Hombre da comienzo al día del juicio (14:14–20). Dios derrama su ira en previsión del jui-
cio final (16:17–21), el jinete sobre un caballo blanco juzga con justicia para derrotar a sus enemigos
(19:11–21), y Dios abre los libros para juzgar a cada persona en el juicio final (20:11–15). En síntesis,
Apocalipsis es un libro de analogías que va avanzando con cada ciclo sucesivo.
El método cíclico de interpretar Apocalipsis 20 se puede ilustrar desde un punto de vista exegético.
Primero, el texto griego, aunque no la traducción, utiliza en tres lugares el artículo definido en la expre-
sión la guerra. Luego, la palabra guerra (griego polemos) aparece nueve veces en Apocalipsis, pero sólo
las tres últimas van con el artículo definido y con ello se subraya el conflicto final al concluir el tiempo
cósmico. Por último, la redacción literal del texto griego es casi idéntica en los tres lugares: «reunirlos
para la guerra» (16:14); «reunidos para hacer la guerra» (19:19) y «reunirlos para la guerra» (20:8).1 Estos
tres capítulos se refieren cíclicamente al fin de los tiempos cuando se libra la última batalla.
Hay una estrecha conexión entre los capítulos 12 y 20 con respecto al encadenamiento de Satanás.
Satanás perdió la batalla contra el arcángel Miguel y sus guerreros cuando, con sus ángeles, fue expul-
sado del cielo (12:7–9). En consecuencia, Satanás quedó limitado en sus actividades, porque Dios mismo
protegió a la mujer que representa a los santos que obedecen sus órdenes y creen en el testimonio de
Jesús (12:13–17). Dios encadena a Satanás de tal forma que ya no puede seguir engañando a las naciones
(20:3). El diablo es incapaz de detener el avance del evangelio de Cristo por todo el globo. Por tanto, la
decisión de encadenar a Satanás se mencionó primero en el capítulo 12 y no en el 20.2

1 William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), p. 195; R. Fowler White,
«Reexamining the Evidence for Recapitulation in Rev. 20:1–10», WTJ 51 (1989): 319–44, en especial 328–30; Gregory K.
Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 980.
2 Abraham Kuyper, The Revelation of St. John, trad. John Hendrik de Vries (Grand Rapids: Eerdmans, 1935), pp. 280–81;

Herman Bavinck, The Last Things: Hope for This World and the Next, ed. John Bolt y trad. John Vriend (Grand Rapids:
Eerdmans, 1996), p. 112; Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 188–90; Philip Edgcumbe Hughes, The Book of the 
Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 209; R. C. H. Lenski, The 
Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), pp. 574–77.
452

[p 585] Una interpretación lineal de los capítulos 19 y 20 se enfrenta con una dificultad con respecto
a las fuerzas anticristianas que quedaron completamente destruidas en 19:18, 21 y reaparecen en 20:8. El
capítulo 19 no ofrece indicios de que, al concluir la batalla final, los sobrevivientes puedan reagruparse
para otra confrontación. En vez de ello, transmite el concepto de finalidad, porque Cristo, como Rey de
reyes y Señor de señores, vence.
Una última observación preliminar. Como es evidente, Apocalipsis como un todo y el capítulo 20 en
particular contienen simbolismo. Por ejemplo, la cadena con la que el ángel ata a Satanás no es la acos-
tumbrada hilera de eslabones metálicos; y tampoco la llave del abismo es un objeto metálico, ni los mil
años son cronológicamente diez siglos. El término llave se encuentra en 1:18, donde Jesús menciona que
detenta las llaves de la muerte y del Hades; en 3:7 Jesús dice que detenta la llave de David; y en 9:1 un
ángel, al que se describe como una estrella, tiene la llave del abismo. En todos estos pasajes la palabra
significa autoridad. Resulta claro que un espíritu no puede sujetarse con una cadena pero sí puede que-
dar limitado por mandato divino. Y la expresión mil en un libro que está lleno de números simbólicos
sugiere multitud, es decir, una cantidad grande.
A. Derrota de Satanás y de la muerte
20:1–15
Este capítulo se puede dividir en cuatro partes: el encadenamiento de Satanás (vv. 1–3); los santos
con Cristo (vv. 4–6); la derrota y el fin del poder de Satanás (vv. 7–10); y el juicio (vv. 11–15). El capítulo
de hecho ofrece cuatro cuadros que difieren entre sí pero que están íntimamente relacionados. El prime-
ro muestra el encadenamiento de Satanás. Luego, después de que ha sido encadenado, vemos un cua-
dro de lo que sucede a los santos. El tercero describe la liberación y caída de Satanás, y el último descri-
be el día del juicio. El primero y el segundo ocurren de manera simultánea; el tercero y el cuarto suce-
den uno después del otro en forma secuencial. Juan abre su álbum de fotos, por así decirlo, para mos-
trarnos diversas imágenes del fin de los tiempos. Son sincrónicas, y describen eventos que suceden de
manera simultánea en un período determinado.3
Los tres primeros versículos del capítulo ofrecen un aspecto terrenal del milenio. El segundo seg-
mento (vv. 4–6) describe un aspecto celestial de ese período. Los versículos siguientes (vv. 7–10) de
nuevo presentan un aspecto terrenal, y los cinco últimos versículos (vv. 11–15) retratan un aspecto ce-
lestial del día del juicio.
[p 586] 1. El encadenamiento de Satanás 
20:1–3
1. Y vi un ángel que descendía del cielo que tenía la llave del abismo y una gran cadena en la ma‐
no.
El término que utiliza Juan, vi, no debe verse como una sucesión cronológica. La expresión se refiere
a uno de las numerosas imágenes que recibió y registró (p.ej., 19:11, 17, 19; 20:4, 11, 12). Ésta describe a
un ángel que desciende del cielo (compárese con 10:1; 18:1). Dios lo envía al abismo (9:1) con una llave

3Elisabeth Schüssler Fiorenza, The Book of Revelation: Justice and Judgment (Philadelphia: Fortress, 1985), p. 47. Comenta


que Apocalipsis no es un desarrollo continuo de eventos desde el principio hasta el fin, sino más bien «consiste de
piezas o piedras de mosaico organizadas bajo un cierto diseño, que llega a su punto culminante en una descripción del
evento escatológico final».
453

para abrirlo y con una gran cadena en la mano para sujetar al archienemigo, Satanás. Nótese que en este
versículo y en los subsiguientes no se dice nada del Cristo victorioso. El versículo recuerda la guerra en
el cielo cuando Miguel y sus ángeles derrotaron a Satanás y sus huestes y los desterraron a la tierra
(12:7–9). Ahora, en esta escena, un ángel desciende para limitar la influencia de Satanás al confinarlo al
pozo sin fondo, conocido también como infierno. El abismo es el lugar donde permanecen los demo-
nios, pero a veces se los deja salir (véase 9:1; Lc. 8:31). Al final de los tiempos tendrán que cambiarlo en
forma permanente por el lago de fuego y de azufre ardiente.
2. Y sujetó al dragón, la antigua serpiente, que se llama el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil 
años. 3. Y lo arrojó al abismo y lo cerró y selló encima de él, de modo que ya no pudiera engañar a las 
naciones hasta que se cumplieran los mil años. Después de estas cosas es necesario liberarlo por un 
breve tiempo.
a. «Y sujetó al dragón». El objeto de la misión del ángel es hacer un arresto. No se trata de un arresto
ordinario sino de la aprehensión del dragón mismo, que también se conoce como la antigua serpiente
(Gn. 3:1–7), el diablo y Satanás (véase comentario sobre 12:9). La trayectoria de Satanás lo conduce des-
de el cielo a la tierra y al abismo.
b. «Y lo encadenó por mil años». El ángel se impuso a Satanás y lo encadenó. Pero este encadena-
miento se refiere a restricciones que Dios le impuso al malvado bajo la forma de quitarle poder y auto-
ridad. Satanás y sus ángeles caídos están «atados como a una soga, que puede extenderse más o me-
nos».4 Pueden intentar liberarse, pero les es imposible soltarse. Juan no pensaba en un encadenamiento
literal sino en una restricción debido a la cual Satanás no podía llevar a cabo sus maldades como antes
de dicha restricción. De Jesús aprendió Juan que para entrar en la casa de alguien fuerte, como lo es Sa-
tanás, había que encadenarlo (Mt. 12:26–29; Mr. 3:26–27). Jesús le dijo que había visto a Satanás caer
como un rayo del cielo (Lc. 10:18). Simón Pedro escribe que Dios no perdonó a los ángeles caídos, entre
quienes estaba Satanás, sino que los arrojó al infierno, atándolos con cadenas de oscuridad [p 587] para
esperar su juicio (2 P. 2:4). Pedro está muy consciente de la ira de Satanás (Ap. 12:17). El diablo sigue
activo, acechando como león rugiente que busca a pecadores extraviados a quienes quiere devorar (1 P.
5:8).5 Pero Satanás puede obrar solamente lo que Dios le permita (véase Job 1:12; 2:6). Pablo escribe
acerca del hombre de maldad quien, como líder de las fuerzas malignas, se está frenado (2 Ts. 2:6).
Aunque estas palabras son crípticas, revelan que el malvado está bajo control.
Si el encadenamiento de Satanás es un acto simbólico, entonces resulta razonable asumir que el tér-
mino mil años también puede interpretarse de manera simbólica. La literatura acerca de este término
está abierta a una interpretación tanto literal como simbólica, con raíces en diversos ambientes.6 En la

4 Oscar Cullmann, Christ and Time: The Primitive Christian Conception of Time and History, trad. Floyd V. Filson (London:


SCM, 1951), p. 198.
5 Consúltese W. J. Grier, The Momentous Event (London: Banner of Truth Trust, 1970), pp. 11–13. Beale (Revelation, p.

985) observa que el encadenamiento de Satanás se hizo efectivo después de la resurrección de Cristo «y perdura a lo
largo de la mayor parte del tiempo entre la primera y segunda venidas de Cristo». Véase también Agustín Ciudad de 
Dios 20.7.
6 La literatura apócrifa y pseudoepigráfica alude a un reino mesiánico; véase 1 Enoc 91.12–13; 93.1–14; 2 Enoc 32.2–33.2;

Oráculos Sibilinos 3.1–62; 4 Esdras (=2 Esdras) 7:28–29; 13:32–36; 2 Baruc 29.4–30.1; 39.7; 40.3; 72.2–4. También véase
Bernabé 15.3–9; Ireneo Contra Herejías 5.32–36; Justino Mártir Diálogo con Trifón 81.
454

iglesia primitiva, el número mil se explicaba a la luz del Salmo 90:4, «Mil años, para ti, son como el día
de ayer, que ya pasó, son como unas cuantas horas de la noche» (véase también 2 P. 3:8).
Muchos teólogos abrazan una explicación literal de exactamente mil años como el intervalo entre el
retorno de Jesús a la tierra y el fin de los tiempos. Pero hay objeciones en contra este punto de vista.
Primera, la palabra milenio, que se deriva de las palabras latinas mille (mil) y annus (año), aparece seis
veces en este capítulo y en ninguna otra parte de ninguna de las otras enseñanzas escatológicas del
Nuevo Testamento (vv. 2, 3, 4, 5, 6, 7). En su discurso escatológico (Mt. 24) Jesús no dice nada acerca de
un reino de mil años con los santos en esta tierra. En sus respectivas cartas, Pablo y Pedro no mencionan
ningún reino interino de mil años en la tierra. Luego, el Nuevo Testamento enseña sólo un regreso de
Cristo y no dos. Tercero, la primera mención de un período de mil años (v. 2) es «el milenio del diablo»
que va desde la permanencia de Satanás en el abismo hasta que es confinado al lago de fuego para
siempre.7 Cuarto, una interpretación literal de este número en un libro de simbolismos, y en especial en
este capítulo lleno de símbolos, constituye de hecho en un obstáculo considerable. Y por último, mil es
diez a la tercera potencia y denota plenitud. Es, por tanto, más acorde con el tono y tenor de Apocalipsis
interpretar el término de manera metafórica.
c. «Y lo arrojó al abismo y lo cerró y selló encima de él». ¿Cómo es posible que Satanás siga activo en
esta tierra cuando el ángel lo arroja a un pozo sin fondo que cierra con un sello? Para Satanás es imposi-
ble liberarse. Pero el punto no es este, porque los tres verbos arrojar, cerrar y sellar expresan [p 588] fina-
lidad en cuanto a quitarle a Satanás su poder anterior. De hecho, estas tres acciones pueden ser modis-
mos que equivalen a nuestra expresión «firmado, sellado y entregado».8 Cuando Satanás fue expulsado
del cielo y arrojado a la tierra, perdió la autoridad que en otro tiempo había poseído (12:9).
d. «Para que ya no pudiera engañar a las naciones hasta que se cumplieran los mil años». En toda la
época del Antiguo Testamento, sólo la nación de Israel recibió la revelación de Dios (Ro. 3:2). Aunque
los nombres de personas no judías se incluyeron en el registro de Dios y fueron adoptados en su familia
(Sal. 87:4–6), las naciones gentiles no poseían su palabra. Pero todo esto cambió después de la resurrec-
ción de Jesús, cuando instruyó a sus seguidores que hicieran discípulos de todas las naciones (Mt.
28:19–20). Desde la ascensión de Jesús, Satanás no ha podido detener el avance del evangelio de salva-
ción. Ha sido encadenado y no tiene autoridad, mientras que las naciones alrededor del mundo han
recibido las gozosas buenas nuevas. El Hijo de Dios ha tomado posesión de estas naciones (Sal. 2:7–8) y
ha impedido que Satanás las extravíe durante esta era del evangelio. Cristo atrae hacia sí personas de
entre todas las naciones. Estas naciones reciben la luz del mundo (Jn. 8:12) y ya no viven en las tinieblas
y el engaño. Satanás no puede frenar la expansión misionera de la iglesia, porque no puede impedir que
las naciones conozcan al Señor. «Por medio de la predicación de la palabra que el Espíritu Santo hace
fructificar, los elegidos, de todas las partes del mundo, son conducidos de las tinieblas a la luz».9

7 Gerhard A. Krodel, Revelation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), p. 70.


8 M. Eugene Boring, Revelation, Interpretation (Louisville: Knox, 1989), p. 200; véase también Wilfrid J. Harrington,
Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993), p. 196. David E. Aune (Revelation 17–22, WBC 52C [Nash-
ville: Nelson, 1998], p. 1083) comenta que el encadenamiento y el sellar a un espíritu maligno con conjuros en textos
arameos judíos significa que «el demonio es vencido».
9 Hendriksen, More Than Conquerors, pp. 188–89. Consúltese S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT

(Ámsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 403; Lenski, Revelation, pp. 575–76; Hughes, Revelation, pp. 209–11.
455

Apocalipsis utiliza la palabra nación veintitrés veces. De ellas, dieciséis están en plural con el artículo
definido: las naciones.10 De estas dieciséis, las últimas tres (21:24, 26; 22:2) se refieren a las naciones redi-
midas en gloria, mientras que los otros trece casos sugieren que pertenecen a la clase de naciones genti-
les. El significado de la palabra en este versículo es que Satanás ha perdido durante el milenio su poder
engañador sobre las naciones del mundo. Parece que lo mejor es tomar el término mil de [p 589] manera
simbólica como referencia a un período indefinido entre la ascensión de Jesús y su regreso. En resumen,
el pasaje enseña una escatología que en la actualidad está en proceso de irse haciendo realidad.11
e. «Después de estas cosas es necesario liberarlo por un corto tiempo». Es la tercera vez en Apocalip-
sis que Juan habla de un corto tiempo (6:11; 12:12). ¿Cuánto dura este período? Notemos primero la lectu-
ra es necesario, que habla de necesidad divina. Es decir, Dios el Padre sabe el tiempo exacto del retorno
de Jesús (Mt. 24:36), y desde esta perspectiva celestial el período de tiempo cronológico es corto. Luego,
la expresión corto tiempo debería entenderse en relación con los mil años. Uno es corto, el otro largo. El
mensaje de Juan a los santos en la tierra es que vendrá un corto intervalo durante el cual Satanás será
liberado. Jesús promete que «por causa de los elegidos se acortarán estos días» (Mt. 24:22). Les garanti-
za su seguridad, porque Satanás es incapaz de destruirlos espiritualmente.
Palabras, frases y construcciones griegas en 20:2
ὁ ὄφις ὁ ἀρχαῖος—el caso nominativo tiene como antecedente τὸν δράκοντα que está en acusativo. Algunos
manuscritos griegos (que el TR y el Texto Mayoritario han adoptado) tienen el caso acusativo en concordancia
con el antecedente. Pero la norma de la lectura difícil prevalece, porque es más fácil de explicar un cambio para
que haya concordancia que lo contrario. También, en Apocalipsis se da el empleo del nominativo en aposición
con otro caso (p.ej., 1:5; 2:3). Nótese el uso de participios como nominativos en aposición (2:20; 3:12; 8:9; 9:14;
14:12, 14).
2. Los santos en el cielo 
20:4–6
De los cuatro cuadros en este capítulo, ahora estamos frente al segundo. Aunque Juan no dice el lu-
gar donde ocurren los hechos, el contexto muestra que fue en el cielo y no en la tierra. El vocabulario de
tronos, juicio y almas describe una escena celestial. Además, el término trono se encuentra cuarenta y
siete veces en Apocalipsis. Aparte de las referencias al trono de Satanás y al de la bestia (2:13; 13:2;
16:10), este término alude al cielo. Y las almas de los cuerpos decapitados están en el cielo con Dios.
Leon Morris comenta que Juan conduce al lector tras bambalinas para revelarle lo que ha sucedido a
los mártires que han sufrido muerte física. Están vivos debido a su primera resurrección, y en la presen-
cia de Cristo reinan con él en tanto que Satanás está encadenado.12 Juan describe su visión en un estilo

10 Ap. 2:26; 11:2, 18; 12:5; 14:8; 15:3, 4; 16:19; 18:3, 23; 19:15; 20:3, 8; 21:24, 26; 22:2. Nótese que 2:26; 12:5 y 19:15 están
vinculados con el Sal. 2:9 en el que Cristo reina sobre las naciones con cetro de hierro, y las destroza como a vasijas de
barro; 15:3 tiene una lectura alterna «Rey de las edades», en tanto que 15:4 se deriva del Sal. 89:9, «Todas las naciones
… glorificarán tu nombre»; 15:4 expresa la soberanía universal de Dios sobre las naciones gentiles a las que el Señor a
su tiempo someterá. Y por último 11:2 se traduce como «los gentiles».
11 Colin Brown, NIDNTT, 2:702–3; Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), pp.

173–74; Stanley J. Grenz, The Millennial Maze: Sorting Out Evangelical Options (Downers Grove: InterVarsity, 1992), p.


173.
12 Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 228.
456

literario semítico que coordina cláusulas relativamente cortas cada una de las cuales comienza con la
conjunción y.
[p 590] 4. Y vi tronos y los que estaban sentados en ellos. Y recibieron autoridad para juzgar. Y vi 
las almas de quienes habían sido decapitados a causa de su testimonio de Jesús y de la palabra de 
Dios, y los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su señal en la fren‐
te ni en la mano. Y vivieron y reinaron con Cristo por mil años.
a. «Y vi tronos y los que estaban sentados en ellos. Y recibieron autoridad para juzgar». Este largo
versículo revela por lo menos tres puntos: tronos de juicio; almas de mártires, y un milenio de vivir y
reinar con Cristo. Comencemos con los tronos en los que están sentados el pueblo de Dios para juzgar.
Hay referencias a tronos y juicio en el Antiguo Testamento (Dn. 7:9, 22) y en el Nuevo (Mt. 19:28; Lc.
22:30; 1 Co. 6:2). Los santos en el cielo tienen el honor y el deber de juzgar a las doce tribus de Israel, al
mundo, a los ángeles; y reinarán con Cristo. En realidad, Dios exalta hasta lo más alto a los santos dán-
doles el privilegio de juzgar a seres humanos y a ángeles. Este juzgar alude no al juicio final sino más
bien a la autoridad que reciben los santos de reinar, como hicieron los jueces del Antiguo Testamento.
Juan se refiere a los tronos en conexión con los veinticuatro ancianos que fungen como representan-
tes del pueblo de Dios en el cielo. Están en la presencia de Dios, alrededor del trono de Dios, reinando
con el Cordero y adorando al que está sentado en el trono. Siguen haciéndolo, y no hay indicio de que
se les diga que dejen de reinar.13 En otras palabras, sentados en sus tronos reinan con Cristo en el cielo
mientras que Satanás está encadenado en la tierra. Jesús promete a los vencedores que se sentarán con
él en su trono (3:21), y esta promesa de reinar con él aparece con frecuencia en Apocalipsis (5:10; 20:4, 6;
22:5); y ver 2 Ti. 2:12).
b. «Y vi las almas de los que fueron decapitados a causa de su testimonio de Jesús y de la palabra de
Dios». Luego, examinemos el tema de las almas de los mártires. Juan tiene una forma descriptiva y pre-
cisa de escribir, porque no emplea la expresión almas como sinónimo de personas; se refiere a almas sin
cuerpos. Describe a mártires decapitados por los verdugos romanos. Sus cuerpos volvieron al polvo de
la tierra y sus almas a Dios en el cielo; y estos santos están para siempre con Cristo. Son los mártires
muertos a causa de su valor en dar testimonio de Jesús y en proclamar la palabra de Dios. La analogía
con 6:9 es significativa: «Vi debajo del altar las almas de los inmolados a causa de la palabra de Dios y a
causa del testimonio que mantuvieron». En todo Apocalipsis Juan utiliza las frases palabra de Dios y tes‐
timonio de Jesús (1:2, 9; 12:11, 17; 19:10; 20:4). ¿Piensa en este texto sólo en los mártires decapitados? Sin
duda que Juan el Bautista fue decapitado por enseñar y predicar la revelación de Dios, y también San-
tiago el hijo del Zebedeo (Mt. 14:3–12; Hch. 12:2). Según la tradición, [p 591] Pablo fue decapitado al
exterior de las murallas de Roma, pero Pedro fue crucificado boca abajo y Santiago, el medio hermano
de Jesús, fue despeñado desde el templo. Sin duda que a ellos también se les incluye aquí. El apóstol
Juan vivió hasta finales del siglo primero (98 d.C.) y murió de muerte natural. Pero, por haber procla-
mado con fidelidad el evangelio de Cristo y haber enseñado las Escrituras, fue desterrado a Patmos.
c. «Y los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su señal en la frente
ni en la mano». ¿Menciona este versículo dos grupos de santos (los mártires y los otros santos) o sólo un
grupo? Es decir, ¿sugiere dos grupos de santos: los que fueron decapitados y los que murieron de muer-

13 Floyd E. Hamilton, The Basis of Millennial Faith (Grand Rapids: Eerdmans, 1952), pp. 124–25.


457

te natural siempre fieles a Jesús al negarse a rendir pleitesía a la bestia? No, en realidad no. Siempre que
Juan menciona el concepto de martirio a causa de Jesús, el contexto parece indicar la inclusión de todos
los creyentes que han sido obedientes a su Señor. Juan no da a entender que los santos fieles difieren de
los mártires que sufrieron (véase comentario sobre 6:9; 17:6). Más bien con una sola cláusula intenta
aclarar la frase anterior. Satanás y sus verdugos no eximen a ningún verdadero seguidor de Jesús de la
opresión, las pruebas y la tentación. Y, por último, todos los verdaderos creyentes son vencedores que
reciben la invitación de sentarse con Cristo en su trono (3:21).14
Con la repetición de la referencia a la adoración de la bestia y a llevar su señal en la mano derecha y
en la frente (14:9, 11; 15:2; 16:2; 19:20), Juan afirma que ninguno de los santos ha participado en su ado-
ración ni llevado su señal. Con esta explicación incluye a todos los santos que han sufrido por Cristo de
una forma u otra: maltratos, destierro, privaciones, encarcelamiento, confiscación de bienes y propieda-
des. Han sido excluidos del mercado y se les ha prohibido comprar o vender.
d. «Y vivieron y reinaron con Cristo por mil años». El tercer aspecto en este texto es un milenio de
vivir y reinar con Cristo. El verbo griego edsēsan (vivieron) se encuentra también en el versículo 5 con
referencia al resto de los muertos (véase el comentario). Además de estos dos casos, el verbo (en singu-
lar) se encuentra dos veces más en Apocalipsis: una describe al Cristo resucitado (2:8) y la otra describe,
a modo de parodia de la resurrección de Jesús, a la bestia que ha sido herida de espada pero vivió
(13:14). Este mismo verbo también se utiliza en la parábola del hijo perdido, donde el padre se regocija
de que su hijo que estaba muerto esté de nuevo vivo (Lc. 15:24, 32). El padre afirma que su hijo perdido
ha pasado por un renacimiento espiritual; de igual modo los santos han llegado a la vida espiritualmen-
te.15 Cuando los santos parten de este [p 592] escenario terrenal, entran en la vida eterna. Permanecen
sin sus cuerpos resucitados hasta el retorno de Cristo.
Los santos viven y reinan con Cristo por mil años, pero ¿dónde está Cristo? Está en el cielo, donde
está sentado en el trono y reina; le ha sido dada toda autoridad para reinar en el cielo y en la tierra (Mt.
28:18). Y los santos, redimidos del pecado y de la muerte, están sentados en tronos celestiales y tienen el
privilegio de reinar como realeza con Cristo en el cielo.
5. (Y los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años). Esta es la 
primera resurrección.
Algunas traducciones consideran que este versículo 5a es como un interludio, a modo de paréntesis
entre los versículos 4 y 5b, para expresar contraste. El libro de Apocalipsis está lleno de contrastes entre
bien y mal, santo y profano, vida y muerte. En este capítulo se contrastan las almas que disfrutan de
vida eterna con el resto de la raza humana, que sigue muerta. Nótese que Juan dedica mucha atención a
los santos que reciben vida eterna, pero sólo una frase a los incrédulos. Dios nunca otorga a «los demás
muertos» vida eterna; quedan separados para siempre de la fuente de vida y son condenados a perma-
necer para siempre separados de Dios. El énfasis en el versículo 5a se pone en el verbo denegado, vivir,
lo cual indica que todos los que han adorado a la bestia y tiene su señal carecen de vida espiritual.

14 John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 288. Krodel (Revelation, p. 334) apunta a v. 9,
que menciona el campamento de los santos sin restringirlo a los mártires.
15 Robert H. Mounce (The Book of Revelation, rev. ed., NICNT [Grand Rapids: Eerdmans, 1998], p. 366 n. 10) comenta que

el Nuevo Testamento tiene formas del verbo dsaō (vivo) 140 veces, «cada una de las cuales determina su significado
específico en cada caso».
458

El versículo 5a no habla de una resurrección que vayan a experimentar los incrédulos; están muertos
y permanecen en ese estado. Sin embargo, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo hablan de la
resurrección de incrédulos.
- «Y del polvo de la tierra se levantarán las multitudes de los que duermen, algunos de ellos para vivir
por siempre, pero otros para quedar en la vergüenza y en el desprecio perpetuos» (Dn. 12:2).
- «No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz,
y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el
mal resucitarán para ser juzgados» (Jn. 5:28–29).
Juan escribe «hasta que se cumplieron los mil años» e insinúa que durante el período de mil años
hasta el juicio final los malos permanecen separados de Dios. Cuando este período llega a su fin, apare-
cen delante de Dios en el juicio final y son entregados a «la segunda muerte». Esto quiere decir que
permanecen por siempre separados de Dios tanto en cuerpo como en alma.
La breve frase «Esta es la primera resurrección» debería verse como la conclusión del versículo 4,
donde los santos entronizados en el cielo reinan con Cristo. La primera resurrección, entonces, es espiri-
tual, del mismo modo que la segunda muerte también es una muerte espiritual. La primera significa
vida eterna en la presencia de Dios, la segunda, [p 593] separación completa de Dios. No cabe duda de
que la segunda resurrección, que Juan omite en su presentación, es un fenómeno corporal. Y por com-
paración, si la segunda muerte es una muerte espiritual para el incrédulo, entonces la primera muerte,
que no se menciona, se refiere a la muerte física del creyente.
He aquí un cuadro para mostrar el contraste:16

Santos Malos

primera muerte (física) primera muerte (física)

primera resurrección (espiritual)

segunda muerte (espiritual)

segunda resurrección (física) segunda resurrección (física)

No debemos inferir una primera resurrección espiritual de los malos porque, sin regeneración, per-
manecen muertos en sus transgresiones y pecados (Ef. 2:1; Col. 2:13). Su segunda muerte espiritual es
de hecho su muerte eterna, ya que quedan separados por siempre de la gracia de Dios que se les ofreció
durante su vida en la tierra.
El contraste es notable, ya que lo que es ganancia para los santos es pérdida para los malos: los san-
tos reciben vida eterna, pero los malos la muerte eterna. Nótense estos puntos:

16
Consúltese Meredith G. Kline, «The First Resurrection», WTJ 37 (1975): 366–75; véase también Meredith G. Kline,
«The First Resurrection: A Reaffirmation», WTJ 39 (1976): 110–19; Beale, Revelation, p. 1005.
459

- la primera muerte (física) de los santos resalta la resurrección espiritual de ellos, que es la vida eter-
na;
- la primera muerte (física) de los malos constituye separación de Dios, quien es la fuente de vida;
- la primera muerte (física) de los santos resalta la entrada de ellos al cielo y los exime de sufrir una
segunda muerte espiritual:
- la segunda resurrección (física) de los malos resalta la muerte espiritual de ellos;
- la segunda muerte (espiritual) de los malos constituye separación eterna de Dios.
Quienes pertenecen a Cristo mueren una vez pero resucitan dos veces (espiritual y físicamente), en
tanto que quienes lo han rechazado resucitan una vez pero mueren dos veces (física y espiritualmen-
te).17
6. Bienaventurado y santo es quien participa en la primera resurrección. Sobre éstos la segunda 
muerte no tiene autoridad, pero serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
Juan escribe la quinta bienaventuranza de una serie de siete.18 Es la única bienaventuranza que tiene
un doble predicado: bienaventurado y santo. [p 594] También, es una bienaventuranza que está en singu-
lar pero que se aplica a todo el pueblo santo de Dios. La santidad separa a los creyentes del resto de la
humanidad, porque todos los creyentes serán sacerdotes de Dios y de Cristo. Nótese que, con las pala-
bras de Dios y de Cristo, Juan coloca a Cristo una vez más en el mismo nivel que Dios y subraya su divi-
nidad (véase 11:15; 21:22; y 22:3).
Puesto que se los declara santos, nunca pueden estar sujetos a la segunda muerte. Servirán a Dios y
a Cristo como sacerdotes, y como reyes reinarán con él. En dos pasajes anteriores (1:6; 5:10), Juan escribe
que los santos han sido hechos sacerdotes, es decir, son sacerdotes en el reino ahora y en el futuro. To-
ma las ideas de sacerdotes y reino del Antiguo Testamento, «Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes
serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Éx. 19:5b–6; Is. 61:6). Los santos son un sa-
cerdocio real que sirven a Dios como sacerdotes y con Cristo reinan en su reino (1 P. 2:9). Al salir de este
lugar terrenal y entrar en el cielo, seguirán fungiendo como sacerdotes y reyes, porque su íntima comu-
nión con Cristo perdurará de manera indefinida (véase v. 4).
Palabras, frases y construcciones griegas en 20:4–5
ἔζησαν—es el aoristo ingresivo (que subraya el comienzo de una acción), «vinieron a la vida» (compárese
con Lc. 15:32). Por contraste, el tiempo aoristo en ἐβασίλευσαν (reinaron) es constativo (ve la acción como un
todo).
3. Derrota y desaparición de Satanás 
20:7–10
Es el tercer cuadro que Juan presenta a sus lectores. Es una descripción de Satanás que hace la gue-
rra contra Dios. No sólo pierde esta batalla sino que también, al igual que la bestia y el falso profeta, es
arrojado al lugar de tormento eterno del que nunca podrá salir. Es el primer miembro del trío porque
Satanás, como padre de la mentira, ha sido el instigador. Pero en este caso es el último del trío, porque

17 Geoffrey B. Wilson, Revelation (Welwyn, England: Evangelical Press, 1985), p. 163.


18 Ap. 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14.
460

debe darse cuenta de que, como el peor de los tres, es incapaz de eludir el castigo que Dios le ha reser-
vado.
7. Y cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión. 8. Y saldrá a engañar a 
las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para hacer 
guerra, cuyo número es como la arena del mar.
Al mostrar al lector diferentes ilustraciones, Juan primero revela lo que les sucedió a la bestia y al
falso profeta que libraron una batalla contra Cristo y perdieron. Fueron arrojados al lago de fuego y de
azufre ardiente (19:19–21). Este cuadro no revela nada de Satanás, pero una segunda ilustración, que se
presenta desde un punto de vista diferente, muestra a Satanás como partícipe en esa misma batalla y
perdiéndola. Satanás sufre el mismo destino al ser arrojado al lago de azufre ardiente. [p 595] Es la
misma batalla de la que se nos habla en 19:19, y Juan ofrece dos esbozos del mismo evento (véase tam-
bién 16:14).
Cerca del fin del período entre la ascensión y el retorno de Cristo, Satanás será liberado de sus res-
tricciones. No será él mismo quien se libere de su prisión, sino que Dios le permitirá engañar libremente
a las naciones una vez más, como en las épocas anteriores a la era cristiana. Esto quiere decir que puede
movilizar sus fuerzas para difundir engaño por todo el mundo, extraviar a las masas del género huma-
no y hacer la guerra contra el pueblo de Dios. En la actualidad las religiones no cristianas junto con el
secularismo están encabezando la mentira, haciendo que la humanidad viva en tinieblas espirituales y
persiguiendo con violencia a los cristianos en todos los continentes.
Juan escribe que Satanás «saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tie-
rra». El diablo reúne a sus seguidores procedentes de todas partes de la tierra, y controla a las masas
con la mentira. Sus fuerzas son innumerables y un enorme ejército refleja su asombroso poder. Todo el
mundo no cristiano de este a oeste y norte y sur está bajo su mando.
Estas fuerzas, como las de Gog y Magog que se mencionan en Ezequiel 38 y 39, se movilizan contra el
pueblo fiel de Dios.19 Ezequiel predijo que un enorme ejército del norte llegaría para invadir a Israel. La
multitud de soldados sería tan grande que cubriría el paisaje como arena en la playa (Jos. 11:4; Jue. 7:12;
1 S. 13:5). La frase como arena en la playa es un modismo que significa una innumerable multitud.
Según Ezequiel, la invasión se da durante la era mesiánica, en tanto que Apocalipsis sitúa la guerra
de Gog y Magog al final de la era del evangelio. Gog es el nombre personal del príncipe de Mésec y Tu-
bal en Asia Menor (Ez. 39:1) y descendiente de Rubén (1 Cr. 5:4), y el ma en Magog puede significar «tie‐
rra de Gog (véase Gn. 10:2). Los nombres no se refieren a naciones concretas, porque no es posible iden-
tificar con ningún grado de certeza ni a Gog ni a Magog. Son términos simbólicos que aluden a vastas
fuerzas reunidas de «los cuatro ángulos de la tierra», no sólo de una o dos naciones. Según Agustín,
estas naciones se levantarán contra la iglesia en una protesta final a escala mundial.20

19Consúltese SB, 3:831–40; Dieter Sänger, EDNT, 1:267; Karl Georg Kuhn, TDNT, 1:789–91.
20Agustín Ciudad de Dios 20.11. Véase Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Ra-
pids: Kregel, 1977), p. 268. Harry R. Boer (The Book of Revelation [Grand Rapids: Eerdmans, 1979], p. 133) observa que,
aparte de Ezequiel, «el Antiguo Testamento no conoce a ninguna nación con el nombre de Magog ni a ningún rey con
el nombre de Gog». En Apocalipsis los nombres son genealógicos y no se refieren a un país o gobernante concretos.
461

9. Y subieron sobre toda la extensión de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciu‐
dad amada. Y descendió fuego del cielo y los devoró.
[p 596] La construcción y subieron se suele utilizar en referencia a Jerusalén, que está situada a una
altura de unos 800 metros. Aunque el monte los Olivos tiene casi 50 metros más, la expresión se aplica
siempre a la ciudad de David (p.ej., Esd. 1:3; Sal. 122:4; Jer. 31:6; Jn. 2:13; 11:55; Hch. 11:2; Gá. 2:1). Aquí
no hay ninguna referencia a Jerusalén sino a toda la extensión de la tierra. La expresión en sí es inusual y
sólo se encuentra aquí (pero ver la Septuaginta en Hab. 1:6; Dn. 12:2; Sirac 1:3). Toda la cláusula indica
que estas fuerzas hostiles provienen de los puntos más alejados de la tierra, es decir, de todas partes,
para librar la batalla contra el pueblo de Dios. No se trata de una nueva batalla, sino que es la misma
que Juan describió en 16:12–16; 17:14–18; y 19:11–21.
El campo de batalla es «el campamento de los santos y la ciudad amada» que las fuerzas anticristia-
nas rodean. Las palabras campamento y ciudad son un símbolo doble que describe a los santos en la tierra
que se enfrentan a sus enemigos espirituales todos los días. El campamento es un término militar, como
en el campamento de los israelitas en el desierto (p.ej., Nm. 5:1–4; Dt. 23:14). Pero aquí el «campamento
de los santos» incluye a los verdaderos cristianos provenientes de todos los pueblos, naciones, lenguas
y razas.21 La referencia es a la iglesia que enfrenta al enemigo espiritual de los ejércitos de Satanás.
Campamento tiene la connotación de una morada temporal y ciudad denota un lugar permanente. La
expresión ciudad amada (Sir. 24:11) de igual modo se refiere al pueblo de Dios en cuyo corazón mora el
Espíritu Santo. «Hay sólo dos ciudades o reinos en Apocalipsis, la ciudad de Satanás, donde son fun-
damentales la bestia y la prostituta, y la ciudad de Dos, donde Dios y el Cordero son centrales».22 En
otras partes en Apocalipsis vemos que donde se reúnen los santos, está la ciudad de Dios; y donde
abundan la inmoralidad y la blasfemia, está la ciudad de Satanás (11:2, 8). En realidad Jesús llama a los
vencedores «la ciudad de Dios» (3:12). La amada ciudad es la morada espiritual de los santos.
Dios envía fuego desde el cielo para que devore a sus enemigos. La incalculable multitud reunida
para hacer la guerra contra los santos no debía atemorizarlos, porque Dios es su protector. Los enemi-
gos de Dios son incapaces de escapar cuando se llena la copa de la ira. Los destruirá con fuego del cielo
(2 R. 1:10, 12; Ez. 39:6).
10. Y el diablo que los engañó fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde se encuentran tanto la 
bestia como el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
[p 597] Hay una repetición intencional en Apocalipsis en cuanto al lago de fuego y azufre. Se trata
del supuesto lugar donde la gran prostituta fue quemada (17:16); la bestia y el falso profeta son arroja-
dos a este lago abrasador (19:20); y como último, Satanás comparte un destino similar. En la segunda
mitad de Apocalipsis (cap.12–22), se menciona primero a Satanás (cap. 12), luego a la bestia que sale del
mar y a la bestia que sale de la tierra (cap. 13), y por último a la gran prostituta (cap. 17). Con respecto a
su destrucción, Babilonia la grande, como la prostituta que sufre derrota y destrucción, se menciona
primero (cap. 18), luego la bestia y el falso profeta (cap. 19) y por ultimo Satanás (cap. 20). Satanás, co-

21 La expresión «la paz de Dios en los campamentos de sus santos» se encuentra en el Rollo de Guerra de Qumran
(IQM 3.5). La palabra campamentos es un plural hebreo que representa el singular. Véase Aune, Revelation 17–22, p.
1098.
22 Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,

1981), 12:588.
462

mo primero y último, refleja una imitación de Cristo, quien es el primero y el último, el principio y el fin
(1:17; 2:8; 22:13). La diferencia, sin embargo, es la que hay entre vida y muerte.
Interpreto el cuadro de la perdición de Satanás como que sucede al mismo tiempo que cuando la
bestia y el falso profeta son arrojados al lago de fuego. Estos tres hacen la misma guerra en la que todos
ellos caen derrotados y son destruidos. Juan describe a Satanás como el perdedor, el que trató de des-
truir al niño varón pero fracasó (12:5). Satanás hizo una guerra en el cielo y perdió (12:9), fue encadena-
do y mantenido en el abismo (20:3), y fue enviado a su destino final al ser arrojado al lago de fuego y de
azufre ardiente.
El odioso trío (Satanás, la bestia y el falso profeta) serán atormentados día y noche por los siglos de
los siglos. Primero, nótese que la expresión día y noche también aparece en la sala del trono, donde las
cuatro seres vivientes cantan loas a Dios día y noche sin cesar (4:8). En contraposición, los que son arro-
jados al lago de fuego son atormentados día y noche por los siglos de los siglos (véase también 14:11).
Luego, todos aquellos cuyos nombres no están registrados en el libro de la vida sufren un destino simi-
lar: estarán eternamente con Satanás y las dos bestias (v. 15).Tercero, las Escrituras no enseñan en nin-
guna parte que su tormento llegará en algún momento a su fin. Por el contrario, Jesús dijo, «Apártense
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt. 25:41, la cursiva indica én-
fasis).23 Por último, el tormento que este trío debe sufrir es de angustia espiritual y mental. Entran a este
estado eterno de sufrimiento cuando todos los incrédulos se presentan ante el tribunal de juicio. En ese
momento todos ellos entran a su «segunda muerte», lo cual significa que quedan por siempre separados
del Dios vivo.
Palabras, frases y construcciones griegas en 20:8–10
Versículo 8
αὑτῶν—el pronombre resulta superfluo por razón del pronombre relativo ὧν al comienzo de la cláusula. Es-
ta construcción es común en Apocalipsis (3:8; 7:2, 9; 13:8, 12).
[p 598] Versículo 10
ὁ πλανῶν—el verbo principal está en tiempo pasado, mientras que este participio que lo precede está en pre-
sente. El participio significa repetición y revela el carácter de Satanás.
4. El día del juicio 
20:11–15
El cuarto cuadro revela un aspecto celestial del juicio final. En cinco versículos Juan despliega el fin
del tiempo cósmico y, con ello, el fin de la historia del mundo. El plan de Dios ha sido cumplido y todo
lo que había que resolver se ha concluido. Ahora Dios llama a todos ante su tribunal y, al abrir los li-
bros, cada uno es juzgado según la justicia divina. La división entre los santos y los incrédulos es irre-
vocable y definitiva. Aquellos cuyos nombres constan en el libro de la vida están por siempre con el
Señor, y los que lo han despreciado quedan por siempre excluidos.
11. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuyo rostro huyeron la tierra y el 
cielo, y su lugar ya no se volvió a encontrar.

23Robert A. Peterson, Hell on Trial: The Case for Eternal Punishment (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed,


1995), pp. 89–90.
463

a. «Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él». La sencilla descripción del trono va pre-
cedida de dos adjetivos, grande y blanco. Juan utiliza el adjetivo griego megas (grande) ochenta veces en
Apocalipsis para denotar algo que es grande por sobre todas las cosas. En este versículo, Juan describe
el trono de Dios en dimensiones escatológicas, porque los seres humanos no pueden imaginar propor-
ciones celestiales. Además, el trono es blanco, color que representa pureza, santidad y victoria. Pero en
este caso tiene el significado adicional de justicia divina que, por encima de todo, caracteriza este trono.
Significa que ni una mácula ni arruga mancilla la blancura de la justicia perfecta de Dios.
Cuando Juan describe a Dios, evita referirse a él por nombre. En estilo típicamente judío, lo circuns-
cribe con las palabras «al que estaba sentado en él [el trono]». De igual modo, con referencia a la escena
en la sala del trono, Juan emplea la misma forma de escribir (4:2–3, 9–10; 5:1, 7, 13; 6:16). Dios es dema-
siado asombroso como para poder describirlo en términos humanos. Juan sin duda tenía presente al
«Anciano de Días» que tomaba su puesto en la sala del trono para juzgar (Dn. 7:9–10). Pero también el
Hijo del Hombre, a saber, Jesús, está sentado en el trono de su Padre para juzgar a los vivos y a los
muertos, en el sentido espiritual. De hecho, hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que dan fe del
hecho de que Dios ha otorgado a su Hijo autoridad para juzgar.24 Dios juzga a la raza humana en su
Hijo y por medio de él.
b. «De cuyo rostro huyeron la tierra y el cielo, y su lugar ya no se volvió a encontrar». Cuando llegue
el día del juicio, la creación de Dios [p 599] se verá de tal modo afectada que la tierra sufrirá un cambio
radical. En ese momento se presentarán eventos catastróficos de enormes proporciones, porque la at-
mósfera se enrollará como un pergamino que se reemplaza con los nuevos cielos y la nueva tierra (6:14;
16:20; 21:1; 2 P. 3:7, 10, 12–13). El viejo orden desaparece para dar lugar al nuevo. La sustancia y la exis-
tencia de esta tierra no desaparecen, pero su forma externa se disuelve.25 Aunque una interpretación
literal sugeriría la completa destrucción y aniquilación de los cielos y la tierra, las Escrituras enseñan
que los elementos se funden pero no se eliminan (2 P. 3:10, 12). Es decir, son renovados y no sustituidos.
En su sermón en el pórtico de Salomón, Pedro habló de un tiempo en que Dios «restaurará todas las
cosas» (Hch. 3:21). Tampoco Pablo habla de una disolución de la creación sino de su liberación de lo
que la esclaviza (Ro. 8:21). Lo que se elimina para dar lugar a lo nuevo no es la creación misma sino los
defectos del viejo orden.26
12. Y vi a los muertos, tanto grandes como pequeños, de pie ante el trono. Y se abrieron los libros, 
y se abrió otro libro, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados según sus obras con‐
forme a las cosas escritas en estos libros.
A Juan se le permite ver el juicio final, y se da cuenta de que los muertos están delante del trono de
Dios. Todos los que han muerto desde que Dios lanzó su maldición sobre la raza humana se presentan
delante del juez de toda la tierra. Todos ellos resucitan de la muerte para recibir una sentencia de abso-

24 Véase Mt. 16:27; Jn. 5:22; Hch. 10:42; 17:31; Ro. 2:16; 14:9; 2 Co. 5:10; compárese con Oráculos Sibilinos 2:230–44.
25 Ireneo Contra Herejías 5.36.1; Swete, Revelation, p. 271.
26 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 196; George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids:

Eerdmans, 1972), p. 272; Wilson, Revelation, p. 165; G. B. Caird, A Commentary on the Revelation of St. John the Divine


(London: Black, 1966), p. 259. En cuanto al punto de vista de que la tierra será aniquilada y que luego sigue una nueva
creación, véase Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), pp. 429, 439–40;
John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), pp. 305–6.
464

lución o condena, de vida o de «segunda muerte». Todos, grandes y pequeños, o sea, toda la raza
humana, se presentan ante el juez.
Repetidas veces Juan acude a la profecía de Daniel que describe el día del juicio con multitudes que
están ante el tribunal del cielo; cuando el tribunal se sienta, se abren los libros (Dn. 7:10; 12:1–2).27 Los
libros contienen registros de las acciones buenas y malas de todos, porque Dios sabe todo lo que se ha
hecho y dicho y recompensa a cada uno en consecuencia (Ap. 2:23; 18:6; 22:12; Sal. 28:4; 62:12; Ro. 2:6).
Así pues, cada uno es juzgado según lo que está registrado, aunque esto no implica una doctrina de
justicia por obras. La persona es juzgada y se la absuelve sobre la base de si su nombre consta en el libro
de la vida. Las Escrituras con frecuencia se refieren al libro de la vida o a un registro parecido.28 En
Apocalipsis, este libro tiene más importancia que los libros que han registrado las [p 600] obras de una
persona. El término libro de la vida se encuentra seis veces (3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27), y la expresión
libros aparece dos veces (v. 12). No es debido a las obras de nadie sino por razón de la gracia de Dios
que el nombre de alguien está inscrito en el libro de la vida.29 ¿Cuál es, pues, el propósito de abrir los
libros? Pablo nos da la respuesta diciendo, «Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tri-
bunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho
mientras vivió en el cuerpo» (2 Co. 5:10). Aunque los creyentes son responsables por sus acciones, son
perdonados gracias a Cristo. Pero los que han rechazado a Cristo deben rendir cuentas de sus palabras
y acciones que testifican en contra de ellos.
Para los creyentes, la gracia de Dios va acompañada de responsabilidad humana. Pablo exhorta a
sus lectores a que «llevan a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en uste-
des tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad» (Fil. 2:12b–13). Las Escrituras
colocan a la elección divina en un lado y a la responsabilidad humana en el otro, pero no llegan a resol-
ver el misterio de en qué punto se encuentran las dos. Dios ha escogido en forma gratuita a su pueblo
por medio de Cristo, lo cual resulta evidente en los nombres de su pueblo que constan en el libro de la
vida. Cumplen la palabra de Dios y viven según el testimonio de Jesús, y aman los mandamientos de
Dios y cultivan sus preceptos (Sal. 19:7–11; 119:127–28). Son los testigos fieles del Señor, incluso hasta
morir por ello (2:13; 6:9), y realizan buenas obras para mostrar su gratitud a Dios, de modo que su
nombre reciba honor y alabanza. Por el contrario, la evidencia incriminante que ofrecen los libros abier-
tos contra los incrédulos conduce a su destierro y separación inmutable del Dios vivo (Mt. 25:46).
13. Y el mar devolvió a los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades devolvieron a los 
muertos que estaban en ellos, y cada uno fue juzgado según sus obras.
a. «Y el mar devolvió a los muertos que estaban en él». La Biblia ve al mar como una fuente de te-
mor.30 Jonás superó su temor cuando, gracias a una desobediencia voluntaria, subió a un barco que par-
tió en dirección oeste directamente opuesta a Nínive a donde tenía que ir por instrucciones de Dios (Jon.
1:3). Pablo viajó sobre todo por tierra y alguna que otra vez en barco, debido a sus prisas o necesidades.

27 Véase también 1 Enoc 89.61–63; 90.20; 2 Baruc 24.1; Ascensión de Isaías 9.22.


28 Véase Éx. 32:32; Dt. 29:20; Dn. 12:1; Mal. 3:16; Lc. 10:20; Fil. 4:3; véase también 1 Enoc 47.3.
29 Johannes Behm, Die Offenbarung des Johannes, Das Neue Testament Deutsch 11 (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht,

1953), p. 104.
30 Consúltese John H. Paterson, «Sea», ZPEB, 5:316.
465

Y Juan, cuando escribe acerca de los nuevos cielos y de la nueva tierra, menciona que «el mar ya no
existía» (21:1). El caprichoso e impredecible mar no tiene cabida en la nueva creación.
Después de haberse apoderado de las vidas de innumerables multitudes, el mar, por orden de Dios,
devolvió a los muertos que estaban en él. El mar [p 601] simboliza un poder demoníaco que contiene los
invisibles sepulcros de sus víctimas.31 Los antiguos daban gran importancia a la sepultura, que no podí-
an recibir quienes eran engullidos por el mar, y cuyos cuerpos se descomponían. Era un acto de irreve-
rencia que un cadáver quedara insepulto, en este caso debido al poder del mar (compárese Jer. 8:1–2;
14:16; Ez. 29:5). Algunos estudiosos comentan que la desaparición del cielo y de la tierra (v. 12) parece
entrar en conflicto con la presencia del mar. Pero estamos frente a un asunto de libertad que tiene un
autor de situar «eventos en sentido inverso a su orden lógico (véase 3:3, 17; 5:5; 6:4; 10:4, 9; 22:14)».32
b. «Y la muerte y el Hades devolvieron a los muertos que estaban en ellos, y cada uno fue juzgado
según sus obras». Si el mar es un poder que retiene a los muertos, también lo son la muerte y el Hades,
que siempre se mencionan juntos en Apocalipsis (v. 14; 1:18; 6:8).33 Jesús detenta las llaves tanto de la
muerte como del Hades, con lo que les quita su autoridad. Ahora ha llegado el momento de juzgar para
determinar el destino eterno de toda persona, sin tener en cuenta si murieron ahogadas, por homicidio
o de causas naturales. Aparte del hecho de que multitudes de pecadores están frente al tribunal de Dios,
se examinarán con cuidado los registros de cada persona y se pronunciará el veredicto de inocencia o
culpabilidad. No hay tiempo ni es el lugar para arrepentimiento, porque este formaba parte del tiempo
cósmico. Los veredictos son irrevocables.
14. Y la muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la segunda muerte, el lago de 
fuego. 15. Y si alguien no está escrito en el libro de la vida, es arrojado al lago de fuego.
La expresión lago de fuego se encuentra sólo en Apocalipsis, un total de seis veces (19:20; 20:10, 14
[dos veces], 15; 21:8). Juan explica el significado de esta frase al identificarla con la segunda muerte. Es el
lugar donde los malos quedan para siempre separados del Dios vivo y sufren por la eternidad los tor-
mentos del infierno. Es el lugar donde los malvados pasan su eternidad. Pero ¿cómo entendemos los
términos muerte y Hades? Primero, muerte es un estado y Hades un lugar. Luego, los dos están íntima-
mente conectados, como en el cuarto sello donde el jinete en el caballo amarillento es la Muerte, y el
Hades lo sigue muy de cerca (6:8). Hades, como el lugar donde permanecen las almas de los incrédulos,
no se [p 602] identifica con el sepulcro en el que descansan tanto creyentes como incrédulos. Por el con-
trario, el infierno es el lugar de eterno sufrimiento. Cuando tanto la muerte como el Hades son arroja-
dos al lago de fuego, ha concluido la autoridad que ejercían durante el tiempo cósmico.34

31 Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 232. 1 Enoc 61.5 afirma, «Estas
medidas revelarán todos los secretos de las profundidades … y los que han sido devorados por los peces del mar, para
que puedan regresar». Véase también Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids:
Baker, 1979), p. 749.
32 Aune, Revelation 17–22, p. 1102. R. H. Charles (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC

[Edinburgh: Clark, 1920], 2:194–95) llama esta estrofa «una confusión irremediable de pensamiento, que sólo se puede
deber a un cambio deliberado del texto». Por esto, cambia las palabras, sin pruebas de manuscritos, de «y el mar de-
volvió a los muertos» por «y las tesorerías devolvieron a los muertos» (pp. 196, 442).
33 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), pp. 69–70.

34 Consúltese John M. Court, Myth and History in the Book of Revelation (Atlanta: John Knox, 1979), p. 65.


466

Si la muerte y el Hades son arrojados al lago de fuego, que es lo mismo que la segunda muerte,
¿continuará su autoridad en ese estado y en ese lugar? Su poder transitorio se convertirá en permanente
en el lago de fuego sobre los incrédulos que sufren en el infierno.35 La angustia y sufrimiento de los ma-
los en el infierno es inimaginable. La parábola del hombre rico (Lc. 16:19–31) describe el infierno como
agonía, fuego y un lugar de tormento. Allá el rico estaba separado de Abraham y Lázaro en el cielo, y
allá sufría la segunda muerte que es tanto espiritual como física.
Juan llega a la conclusión de su visión del juicio, y una vez más subraya la suerte de los malos. Sus
nombres no están inscritos en el libro de la vida y, por tanto, son arrojados al lago de fuego. «¡No todas
las personas perdidas pasarán por los sufrimientos de Judas! Dios será perfectamente justo, y cada per-
sona sufrirá exactamente lo que se merece».36
El consuelo que recibe el pueblo de Dios es que sus nombres están inscritos en el libro de la vida;
son la posesión del Cordero que fue inmolado por ellos. Juan vincula la expresión libro de la vida con el
Cordero (13:8; 21:27). Estar para siempre con el Cordero es la recompensa que otorga a aquellos cuyos
nombres están en el libro de la vida.
Palabras, frases y construcciones griegas en 20:11–13
Versículo 11
οὗ ἀπὸ τοῦ προσώπου—la construcción es discutible debido al flujo normal que significaría colocar el pro-
nombre posesivo plural αὑτοῦ α continuación del sustantivo en lugar del pronombre genitivo relativo al co-
mienzo (compárese con Jer. 22:25 LXX).
Versículo 13
ἐκρίθησαν ἕκαστος—el verbo plural va seguido de un sujeto en singular, que se entiende como distributivo.

35 Beale, Revelation, p. 1035; J. Webb Mealy, After the Thousand Years, JSNTSup 70 (Sheffield: Sheffield Academic Press,
1992), p. 181. Por el contrario, Harrington (Revelation, p. 206) afirma que la segunda muerte no quiere decir tormento
eterno sino sólo que una persona cuando muere ya no existe.
36 Hoekema, The Bible and the Future, p. 273.
467

[p 603]  

21
La nueva Jerusalén 
(21:1–27)
[p 604]  

Bosquejo (continuación)
B. La nueva Jerusalén y el árbol de la vida (21:1–22:5)
1. Dios y su pueblo (21:1–8)
2. La ciudad santa (21:9–14)
3. La ornamentación de la ciudad (21:15–21)
4. La luz de la ciudad (21:22–27)
[p 605]  

CAPÍTULO 21
21 1 Y vi el nuevo cielo y la nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron; y el mar
yo no existía. 2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios preparada como espo-
sa acicalada para su esposo. 3 Y oí una voz potente desde el trono que decía, «Mira, el tabernáculo de Dios está
con el pueblo, y permanecerá con ellos, y serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Y enju-
gará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni dolor, ni llanto, ni habrá ya más sufrimiento, porque las
primeras cosas han dejado de existir».
Y el que estaba sentado en el trono dijo, «Mira, hago nuevas todas las cosas», y dijo, «Escribe, porque estas
5

palabras son fieles y verdaderas». 6 Y me dijo, «Está hecho. Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Daré gra-
tuitamente al que esté sediento de la fuente del agua de la vida. 7 El que triunfe heredará estas cosas, y seré un
Dios para él, y será un hijo para mí. 8 A los cobardes y a los incrédulos y a los que son odiados y a los asesinos y a
los fornicadores, y a los brujos e idólatras, y a todos los que engañan, su suerte está en el lago de fuego y azufre,
que es la segunda muerte».
9Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas. Me habló y dijo,
«Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero». 10 Y me condujo en el Espíritu a una montaña grande y ele-
vada, y me mostró la santa ciudad Jerusalén que descendió del cielo desde Dios. 11 Y tenía la gloria de Dios, y su
esplendor era como una piedra preciosa, como una piedra de jaspe cristalizado. 12 Tenía una muralla grande y
elevada con doce puertas y en las puertas doce ángeles, y en las puertas estaban inscritos los nombres de las doce
tribus de Israel: 13 en el este tres puertas, y en el norte tres puertas, y en el sur tres puertas, y en el oeste tres puer-
tas. 14 Y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos estaban los doce nombres de los doce apóstoles
del Cordero.
Y el que habló conmigo tenía una caña dorada de medir para medir la ciudad y sus puertas y sus murallas.
15

16Y la ciudad era cuadrada y su longitud era igual que su anchura. Y midió la ciudad con una caña en doce mil
estadios; su longitud y anchura y altura eran iguales. 17 Y midió su muralla, 144 codos, según la medida humana,
que utilizó el ángel. 18 Y la muralla estaba construida de jaspe, y la ciudad era de oro puro como cristal transpa-
468
rente. 19 Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. El pri-
mer cimiento era jaspe, el segundo zafiro, el tercero ágata, el cuarto esmeralda, 20 el quinto ónice, el sexto cornali-
na, el séptimo crisólito, el octavo berilo, el noveno topacio, el décimo crisoprasa, el undécimo jacinto y el duodé-
cimo amatista. 21 Y las doce puertas tenían doce perlas, cada una de las puertas era una sola perla. Y la calle de la
ciudad era de oro puro como vidrio transparente.
22Y no vi un templo en ella, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. 23 Y la ciudad no
necesitaba el sol ni la luna para iluminarla, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lámpara. 24 Y las
naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra le traerán su gloria. 25 Y sus puertas nunca se cierran durante
el día, porque allá no hay noche. 26 Y traerán la gloria y el honor de la naciones a la misma. 27 Y nada impuro ja-
más entrará en ella, ni el que hace cosas detestables y engañosas, excepto aquellos [nombres] escritos en el libro
de la vida del Cordero.
[p 606] B. La nueva Jerusalén y el árbol de la vida
21:1–22:5
Después del juicio final, Juan muestra a sus lectores un cuadro de perfección que difiere de manera
radical del mundo presente. El viejo orden ha concluido y todas las cosas son nuevas. El tiempo cósmi-
co se ha convertido en eternidad; la separación de Dios ha llegado a ser comunión íntima con él. La
muerte pertenece al pasado, porque los santos beben el agua de la vida. Los malos están en el lago de
fuego, mientras que los santos están con Dios y pertenecen a su familia. La nueva Jerusalén es un cua-
dro de perfección en cuanto a medida, ornamentación y gloria. El cuadro pone de manifiesto un río de
la vida que fluye desde el trono de Dios y del Cordero con árboles frutales en ambas orillas. Eliminada
la maldición, los siervos de Dios lo sirven a él y al Cordero. Es el paraíso restaurado. Nótese la conexión
entre la primera creación descrita en Génesis y la nueva creación de cielos y tierra en Apocalipsis. En el
paraíso, antes de la caída, Dios tenía una comunión íntima con Adán, le daba instrucciones, y satisfacía
sus necesidades (Gn. 2:15–25). En la nueva tierra, Dios mora con su pueblo en comunión íntima: «Mira,
el tabernáculo de Dios está con el pueblo, y morará con ellos» (v. 3a). Después de la caída, Adán y Eva
se escondieron de la presencia de Dios (Gn. 3:8); en la restauración Dios mora con ellos para siempre en
el tabernáculo.1 El jardín del Edén era un lugar sin temor, dolor, llanto y muerte; la nueva creación es un
lugar donde «ya no habrá muerte, ni dolor, ni llanto, ni habrá ya más sufrimiento» (v. 4).
La segunda mitad del capítulo (vv. 9–27) es una descripción de la nueva Jerusalén en cuanto a su
santidad, perfección, ornamentación y gloria. Este retrato de la ciudad, presentado en un lenguaje
humano de tiempo y espacio, describe, aunque sea en forma inadecuada, la belleza del nuevo cielo y de
la nueva tierra. El flujo algo descohesionado de pensamiento muestra que el escritor está tratando de
transmitir la mayor cantidad posible de detalles. Sin embargo, en toda su exposición Juan desarrolla su
tema básico: que Dios está con su pueblo en un ambiente santo y perfecto.2

1William Hendriksen, More Than Conquerors (reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982), pp. 196–97.
2Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p. 233. Por el contrario, R. H. Char-
les (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920], 2:147) escribe que
después de la muerte de Juan, «reunió … materiales un discípulo fiel pero poco inteligente en el orden que pensó co-
rrecto». Charles luego procede a reorganizar el texto de Apocalipsis en una secuencia enredada que requiere una clave
especial para que resulte inteligible. J. Massyngberde Ford (Revelation, Introduction, Translation, and Commentary, AB 38
[Garden City, N.Y.: Doubleday, 1975], pp. 331–46, 360–61) sigue a Charles en reorganizar el texto de Apocalipsis según
469

[p 607] 1. Dios y su pueblo 
21:1–8
1. Y vi el nuevo cielo y la nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron; y 
el mar yo no existía.
Juan recurre a las Escrituras del Antiguo Testamento mediante alusiones a Isaías 65:17 y 66:22, don-
de Dios dice que creará nuevos cielos y nueva tierra, y que las cosas que pertenecen al pasado ya no se
recordarán ni vendrán a la mente. El apóstol ya había mencionado que cielo y tierra habían desapareci-
do de la presencia de Dios y que su lugar ya no existía (véase comentario sobre 20:11). Dios no aniquila-
rá el cielo y la tierra para luego crearlos de nuevo de la nada. En vez de ello los transformará en un pro-
ceso que equivale a llamar a los cuerpos inferiores de los santos para hacerlos como el cuerpo glorioso
del Señor (Fil. 3:21). Del mismo modo que el cuerpo de Jesús fue transformado en su resurrección, así,
cuando el Señor retorne, los cuerpos de su pueblo no serán aniquilados sino cambiados por completo y
glorificados.3 La disolución de los elementos por fuego se da en preparación para una tierra renovada (2
P. 3:10, 12).
Juan escribe la palabra nuevo nueve veces en Apocalipsis; cuatro de ellas aparecen en el capítulo 21:1
(dos veces), 2 y 5. Este adjetivo transmite el significado de algo que es nuevo pero que tiene su origen en
lo anterior. El nuevo pacto surgió del antiguo; el nuevo mandamiento salió del antiguo; la nueva Jerusa-
lén tiene su raíz en la antigua; el nuevo hombre es una transformación del viejo hombre; y el nuevo cie-
lo y la nueva tierra se basan en los anteriores.4
De ahí que el nuevo cielo y la nueva tierra que aparecerán en la consumación no deben identificarse
como un segundo cielo y una segunda tierra. Son cualitativamente diferentes de las anteriores por cuan-
to describen la morada santa y perfecta de Dios y de su pueblo. Pedro, al escribir acerca de la destruc-
ción de los cielos por fuego, dice, «Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nue-
va, en los que habite la justicia» (2 P. 3:13). Pedro visualiza una renovación por fuego que introducirá
un cambio de lo viejo a lo nuevo, pero Juan en este capítulo no dice ni una sola palabra acerca de un
fuego destructor.5
[p 608] La interesante frase y el mar ya no existía puede significar que así como las configuraciones
previas de cielo y tierra desaparecieron tampoco existirá el mar con sus límites actuales. Pero el término
mar puede tener también una connotación metafórica que se refiere a aflicciones del pueblo de Dios so-

sus propias percepciones. Pero el mensaje que Juan transmite es suficientemente claro y convincente, y la integridad
del libro permanece intacta.
3 Refiérase a R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 615; Philip

Edgcumbe Hughes, The Book of the Revelation: A Commentary (Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1990),


p. 222; Luther Poellot, Revelation: The Last Book in the Bible (St. Louis: Concordia, 1962), pp. 273–74; S. Greijdanus, De 
Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 416.
4 La palabra kainos, que significa «cualitativamente nuevo», en general difiere del término neos, que significa «sin exis-

tencia previa». Juan emplea el primer término en Apocalipsis pero nunca el segundo. Véase Jörg Baumgarten, EDNT,
2:229; Hermann Haarbeck, Hans-Georg Link y Colin Brown, NIDNTT, 2:670–76; Johannes Behm, TDNT, 3:447; Richard
Bauckham, The Theology of the Book of Revelation, New Testament Theology (Cambridge: Cambridge University Press,
1993), pp. 49–50.
5 David E. Aune (Revelation 17–22, WBC 52C [Nashville: Nelson, 1998], pp. 1117–19) ha recopilado todas las referencias

posibles a una destrucción por fuego del cielo y de la tierra según fuentes judías, cristianas antiguas y paganas.
470

brellevadas en un mundo pecador. Juan mismo parece apuntar a una interpretación simbólica cuando
escribe una cláusula paralela que reitera la misma redacción: «el mar ya no existía» y «muerte, dolor,
llanto y sufrimiento ya no existirán».6
2. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios preparada como 
esposa acicalada para su esposo.
Juan menciona de paso la ciudad santa, porque más adelante en el capítulo (vv. 9–14) ofrece una
descripción detallada de esta ciudad. El término la ciudad santa se encuentra en el Antiguo Testamento
en Nehemías 11:1, 18; Isaías 48:2; 52:1; y Daniel 9:24 como nombre de Jerusalén. El Nuevo Testamento,
sin embargo, utiliza la expresión sólo en el evangelio de Mateo (4:5 y 27:53) y en Apocalipsis (11:2; 21:2,
10; 22:19). La ausencia de este término en el resto del Nuevo Testamento es significativa. Después de
rasgar la cortina que separaba al lugar santísimo del lugar santo, Dios ya no siguió morando en el tem-
plo de Jerusalén sino en la iglesia. Y nótese que el Espíritu Santo en Pentecostés llenó, no el templo ni
Jerusalén, sino a los apóstoles y a todos los que se arrepintieron y fueron bautizados (Hch. 2:1–4, 38–39).
Pablo escribe que los creyentes son el templo de Dios porque en ellos mora su Espíritu (1 Co. 3:16–17;
ver 6:19). El templo de Dios es la iglesia, a saber, el cuerpo de creyentes. En consecuencia, cuando Juan
utiliza el término ciudad santa en Apocalipsis, insinúa que la nueva Jerusalén es el lugar donde Dios mo-
ra con su pueblo (v. 3).
La nueva Jerusalén «desciende del cielo desde Dios». El autor de Hebreos habla de una Jerusalén ce-
lestial, el monte Sión, y la ciudad del Dios vivo (12:22; ver también 11:10, 16; Gá. 4:26; 4 Esd. [=2 Esd.]
7:26, 75; 2 Baruc 4.2–6). Esta ciudad proyecta permanencia, seguridad, belleza y plenitud. Se origina en
el cielo y procede de Dios, a quien le place morar con su pueblo. En Apocalipsis el nombre Jerusalén sólo
se encuentra aquí y en 3:12, y es una alusión no a la capital de Israel sino a la ciudad espiritual de Dios.
Esta nueva Jerusalén, llena del pueblo de Dios, desciende del cielo a la tierra, con lo cual el cielo y la
tierra se convierten en una sola cosa.7
Para describir la comunión íntima de Dios y su pueblo, Juan utiliza la metáfora de boda en las cuales
una novia es [p 609] preparada y adornada para su esposo (compárese con 19:7; Is. 49:18; 61:10).8 La
persona que ha preparada y adornada a la esposa no puede ser ella misma, es decir, la iglesia. No, sino
es Jesucristo quien la ha purificado y entonces la ha presentado a sí mismo sin mancha ni arruga ni ta-
cha (Ef. 5:26–27). La boda está al punto de comenzar y de este tiempo en adelante el esposo y la esposa
permanecerán juntos para siempre.
3. Y oí una voz potente desde el trono que decía, «Mira, el tabernáculo de Dios está con el pueblo, 
y permanecerá con ellos, y serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios».
La expresión voz potente se encuentra muchas veces en Apocalipsis e implica que todos pueden oír el
mensaje que procede del trono de Dios (16:17 y 19:5). Juan no identifica esta voz, que puede ser la de

6 Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp.


1042–43.
7 Gerhard A. Krodel (Revelation, ACNT [Minneapolis: Augsburg, 1989], pp. 344–45) comenta que Pablo describe su

visión de cristianos que son «arrebatados» en las nubes (1 Ts. 4:17), pero Juan indica un movimiento contrario de san-
tos resucitados que descienden del cielo a una nueva tierra.
8 La combinación de la doble metáfora de una mujer y una ciudad se encuentra en el contexto de 4 Esdras (=2 Esdras)

10:27, «Miré hacia arriba y ya no vi a una mujer sino a una ciudad».


471

Dios. Si asumimos que trata de evitar utilizar el nombre divino, encontramos más evidencia en el versí-
culo 5, donde Juan circunscribe el nombre de Dios con las palabras «el que está sentado en el trono». A
pesar de ello, lo que se enfatiza no es quien habla sino el mensaje gozoso. La voz llama la atención a la
unidad de Dios con su pueblo, expresada en la imagen del tabernáculo del Antiguo Testamento. Juan
alude a un pasaje bien conocido en el que Dios, hablando acerca de un pacto eterno con su pueblo, dice,
«Para siempre colocaré mi santuario en medio de ellos. Habitaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo» (Ez. 37:26b–27). Este texto es un hilo de oro entrelazado en la estructura de todas las
Escrituras, desde el principio hasta el fin (Gn. 17:7; Éx. 6:7; Lv. 26:12; Ez. 11:20; Zac. 2:10–11; 2 Co. 6:16;
Ap. 21:3, 7).9 Es el hilo del amor permanente de Dios por su pueblo del pacto.
En un pasaje anterior (13:6), Juan había utilizado la ilustración de Dios que mora en su tabernáculo
celestial (griego skēnē) rodeado de su pueblo. El tabernáculo en el desierto contenía el santo de los san-
tos donde Dios moraba. El templo en Jerusalén también tenía el lugar sagrado detrás de la cortina, co-
mo morada de Dios. Pero ni en el desierto ni en Jerusalén vivieron Dios y su pueblo bajo un techo. Aho-
ra nótese que cuando Jesús vino, moró entre su pueblo; literalmente, «levantó su tienda» entre ellos (Jn.
1:14). Este es también el caso en la nueva Jerusalén, donde Dios y su pueblo viven juntos en paz y ar-
monía perfectas. El pueblo lo conocerá, amará y servirá a plenitud, y disfrutará para siempre de su
bondad. La tienda simbólica en la que Dios y su pueblo moran no es una representación de su morada
como refugio temporal.10 El simbolismo sugiere el privilegio que tiene su pueblo en contraposición a los
santos del Antiguo Testamento. Entre ellos sólo el sumo sacerdote una vez al año podía entrar al lugar
santísimo en el día de expiación. Ahora su pueblo está siempre en su presencia. El énfasis en este versí-
culo está en Dios, porque él es quien ha hecho posible que los seres humanos moren con él, es su Dios y
está para siempre con ellos.
[p 610] La traducción literal del texto griego es «y serán sus pueblos», pero en la mayor parte de las
traducciones se utiliza el singular «pueblo». El texto, sin embargo, indica que proceden de «toda tribu,
lengua, pueblo y nación». Todos ellos están, como sacerdotes, en la presencia de Dios. «Por tanto, es el
primer indicio de que en la nueva Jerusalén no hay un templo literal» (v. 22).11
Una última observación. La frase y Dios mismo estará con ellos recuerda el nombre dado a Jesús, Em-
manuel, que significa «Dios con nosotros» (Mt. 1:23; Is. 7:14).
4. «Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni dolor, ni llanto, ni habrá ya más 
sufrimiento, porque las primeras cosas han dejado de existir».
Por segunda vez (7:17) Juan alude a Isaías 25:8 (véase Jer. 31:16), «El Señor omnipotente enjugará las
lágrimas de todo rostro». Como una madre que se inclina para enjugar con ternura las lágrimas de los
ojos de su hijo lloroso, así el Señor se encorva para secar los ojos llenos de lágrimas de sus hijos. Esta-
mos frente a una descripción elocuente de las tiernas misericordias de Dios que se ofrecen a los miem-
bros sufrientes de su casa. Desde la caída en el pecado, el género humano ha derramado muchísimas
lágrimas, de modo que este mundo actual se puede llamar en verdad un valle de lágrimas. Derramar
lágrimas es la consecuencia de la angustia, la opresión, la persecución, las tristezas y la muerte.

9 Consúltese Simon J. Kistemaker, Exposition of the Second Epistle to the Corinthians, NTC (GrandRapids: Baker, 1997), pp.


231–32.
10 Wilhelm Michaelis, TDNT, 7:382.

11 Beale, Revelation, p. 1048.


472

La muerte reina soberana hasta el juicio final (20:14). Pero este poder llegará de hecho a su fin cuan-
do Dios y su pueblo se unan. La literatura judía también afirma que, cuando el Mesías venga, la muerte
cesará para siempre.12 Con la desaparición de la muerte, también desaparecerán el duelo, el llanto y la
enfermedad, porque la causa de todo ello ha sido la maldición del pecado que afecta a la creación de
Dios (Gn. 2:17; Ro. 8:20–23). Ninguno de ellos tiene parte alguna en la creación renovada de Dios, que se
caracteriza por la paz y la armonía, la alegría y el gozo, el placer y el deleite (Is. 35:10; 51:11; 65:19). En
realidad, las primeras cosas han pasado y todas las cosas son nuevas (Is. 43:18; 65:17).
5. Y el que estaba sentado en el trono dijo, «Mira, hago nuevas todas las cosas», y dijo, «Escribe, 
porque estas palabras son fieles y verdaderas».
La frase el que está sentado en el trono es una forma de circunscribir el nombre divino que recuerda el
marco de la sala del trono (capítulo 4). Es una frase frecuente en Apocalipsis y en pasajes del Antiguo
Testamento.13 Para evitar utilizar el nombre de Dios, Juan atribuye al trono el origen de la voz. Ahora
no es un ángel sino Dios mismo quien habla e instruye a Juan [p 611] (vv. 5–8). Varias veces desde su
trono Dios dirige un mensaje a su pueblo (v. 3; 1:8; 16:1,17), pero esta es la última vez en Apocalipsis
que hace un anuncio directo.14
Dios dice a los lectores de Apocalipsis que hace nuevas todas las cosas (compárese con Is. 43:19, donde
no están las palabras todas las cosas). Pero este es el espléndido resultado del plan redentor de Dios que
Cristo cumplió: la renovación de todas las cosas. Nótese que Dios llama la atención al hecho de que lo
está ya haciendo, no que lo hará en algún momento en el futuro. Esta declaración, por tanto, es una re-
velación directa de parte de Dios, quien recrea, y como tal es uno de los versículos más importantes en
Apocalipsis.15 Dios renueva seres humanos pecadores por medio de la obra de Cristo y los convierte en
una nueva creación (2 Co. 5:17). Además de los seres humanos, renueva todas las cosas. Es la promesa
de Dios que apunta hacia la consumación, la transformación de cielos y tierra, y la renovación de su
creación toda (véase 4 Esdras [=2 Esdras] 7:75).
Una vez más se le dice a Juan que escriba (1:11; 14:13; 19:9), de modo que se pueda preservar el con-
tenido de Apocalipsis para innumerables generaciones. La razón de escribir estas palabras es que son
fieles y verdaderas. No son sonidos vacíos, ni palabras que con el tiempo pierden su significado, sino que
expresan una confiabilidad incondicional y permanente. Dios, que en Cristo es el salvador y redentor
de este mundo, honrará su palabra al introducir un nuevo cielo y una nueva tierra. Las palabras fieles y 
verdaderas se repiten en 22:6 (compárese con 19:9).
6. Y me dijo, «Está hecho. Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Daré gratuitamente al que 
esté sediento de la fuente del agua de la vida».

12 Exodus Rabbah 15.21; Tárgum de Isaías 65:20; 4 Esdras (=2 Esdras) 8:53; 2 Enoc 65.10.
13 Ap. 4:2, 9, 10; 5:1, 7, 13; 6:16; 7:10, 15; 19:4; 20:11. Véase también 1 R. 22:19; 2 Cr. 18:18; Sal. 47:8; Is. 6:1; también Sirá-
cida 1:8.
14 Algunos comentaristas, sin embargo, opinan que el que habla es Cristo o un ángel. P.ej., Lenski, Revelation, pp. 620–

21; Greijdanus, Openbaring, p. 419. Ernst Lohmeyer (Die Offenbarung des Johannes, HNT 16 [Tübingen: Mohr, 1970], p.
166) menciona que, en los capítulos 21 y 22, hay tres partes: en la primera, Dios es quien habla (21:5–8), en la segunda,
es un ángel (21:9–22:5) y en la tercera, Cristo (22:6–7).
15 Krodel (Revelation, p. 348) llama al versículo 5a «el pronunciamiento más importante en toda la carta». Véase también

su Revelation, pp. 236–37.


473

a. «Está hecho». En su estilo semítico coordinado de comenzar casi cada frase con la conjunción y,
Juan prosigue su relato y consigna las palabras que pronuncia Dios. El primer elemento, en griego una
sola palabra, gegonan, se traduce como «está hecho», literalmente, «se han vuelto realidad». El término
procede no del verbo hacer sino del verbo llegar a ser. Esta palabra también fue dicha cuando los siete
ángeles derramaron las siete plagas (16:17). Pero nótese la diferencia entre los siete ángeles, que derra-
man la ira de Dios sobre los malvados, y Dios, que emite las palabras «está hecho» para anunciar que se
ha completado la recreación de cielo y tierra. La primera se refiere al juicio sobre los malvados, la otra a
la renovación de todas las cosas. Dios pronuncia estas palabras como si ya todo hubiera sido renovado;
y en una visión muestra a Juan su cumplimiento.
[p 612] b. «Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin». Primero, las palabras «yo soy» se refieren a
Dios que le dice a Moisés en la zarza ardiente cerca del monte Sinaí que vaya a los israelitas en Egipto
con el mensaje «YO SOY me ha enviado a ustedes» (Éx. 3:14). Jesús se atribuyó este nombre cuando dijo
a los judíos, «Antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!» (Jn. 8:58). O sea que, tanto Dios como Cristo uti-
lizan este nombre. En Apocalipsis, encontramos las mismas designaciones para Dios y Cristo, porque
ambos pueden decir «Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin» (véase co-
mentario sobre 1:8).16
Dios, por medio de Cristo, tiene el control total de toda situación, de modo que las palabras que se
pronuncian en este caso son una fuente de consuelo para los creyentes, que sobrellevan dificultades y
persecución a causa del evangelio. Desde el principio hasta el fin Dios es el soberano que reina en el
universo que ha creado y sustenta con su poder. Es el Señor del futuro que señala más allá del juicio
final hacia una nueva creación. Es la primera y la última letra del alfabeto griego; en Cristo él es la pala-
bra de Dios. Por tanto, las palabras de Dios que se pronuncian en este pasaje tienen como fin fortalecer
la fe de los cristianos en medio de apuros y angustias.
c. «Daré gratuitamente al que esté sediento de la fuente del agua de la vida». En una frase griega se
subrayan la primera y la última palabra; en este caso se enfatizan tanto el pronombre Yo como el adver-
bio gratuitamente. Dios ofrece el agua de la vida, que es la vida eterna, a todo el que esté sediento. La
pone a disposición sin ningún costo. Esto resulta evidente en las palabras que Jesús le dirigió a la mujer
samaritana en el pozo de Jacob, «El que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino
que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna» (Jn. 4:14). El Anti-
guo Testamento interpreta el agua en el sentido espiritual, como don gratuito de Dios; por ejemplo, en
Isaías 55:1 Dios la ofrece «sin pago alguno».17 Este don gratuito procede directamente de la fuente de la
vida, a saber, de Dios mismo.
7. El que triunfe heredará estas cosas, y seré un Dios para él, y será un hijo para mí.
El texto considera la realidad actual del pueblo de Dios que vive para él en un mundo de pecado y
opresión. Saben que Cristo ha ganado la batalla, pero la guerra todavía no ha terminado. Todo creyente
debe luchar a diario contra el pecado, el diablo y el mundo. Y todo el que sigue a Cristo recibe la pro-
mesa de vida eterna y hereda todas las cosas buenas que vendrán (compárese con Heb. 10:1).

16 Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 34.


17 Consúltese Is. 44:3; 49:10; Jer.2:13; 17:13; Zac. 14:8. Véase Jn. 7:37–38; Ap. 7:17; 22:1, 17.
474

Este versículo se compone de dos partes, una promesa de herencia y una alusión mesiánica aplicada
a los creyentes. Primero, el verbo heredar sólo se encuentra aquí en Apocalipsis y, doctrinalmente, ar-
moniza por completo [p 613] con las enseñanzas de Pablo.18 Por ejemplo, Pablo, lleno de confianza, es-
cribe, «Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dos y coherederos con Cristo» (Ro. 8:17; y véase
Gá. 3:29; 4:7; Ef. 3:6; Tit. 3:7). Como seguidores de Cristo, heredamos todas las bendiciones de un nuevo
cielo y una nueva tierra. Para nosotros, el vínculo entre ser hijos de Dios y ser herederos es irrompible.
Mientras que Jesús es el único Hijo, nosotros somos hijos e hijas adoptados. Mientras que Jesús hereda
todas las cosas (Heb. 1:2), nosotros, como coherederos, compartimos todas sus bendiciones.19
Luego, Juan cita a 2 S. 7:14 pero modifica la redacción para que armonice con su propósito teológico.
La promesa de Dios que Natán transmitió al rey David respecto a Salomón como sucesor suyo al trono
apuntaba proféticamente al Hijo de Dios: «Yo seré su padre, y él será mi hijo». Pero Juan en Apocalipsis
escribe, «Y seré un Dios para él, y será un hijo para mí». Nótese que sustituye la palabra padre por Dios,
porque en Jesucristo Dios nos ha adoptado como hijos e hijas y nos ha hecho miembros de su familia
(compárese con 2 Co. 6:18). En Apocalipsis, Juan nunca llama a Dios el padre de los creyentes; pero sí es
el Padre de Cristo (1:6; 2:27).20
8. A los cobardes y a los incrédulos y a los que son odiados y a los asesinos y a los fornicadores, y 
a los brujos e idólatras, y a todos los que engañan, su suerte está en el lago de fuego y azufre, que es 
la segunda muerte».
Vuelve a aparecer el contraste entre el pueblo de Dios y los malos. Los versículos anteriores (vv. 5–7)
se dirigieron a los santos que perseveran en la tierra, mientras que estos versículos mencionan a aque-
llos que Dios envía al lago de fuego y azufre. En resumen, este segmento mira hacia la renovación de
todas las cosas y, al mismo tiempo, centra la atención en la realidad de esta era pre-consumación. Este
doble punto focal también se encuentra en dos pasajes más (v. 27; 22:14–15). Aquí Juan enumera un lar-
go catálogo de aquellos que no tienen parte en el reino de Dios.
a. Cobardes. Los primeros son los débiles. Ocupan el primer lugar de la lista en contraposición a to-
dos los creyentes en la tierra que sufren persecución y dificultades por Cristo. En lugar de vivir una vi-
da de dedicación al Señor, temen el peligro y evitan las consecuencias de confesar el nombre de Jesús.
Son aquellos a quienes Jesús describe como que salieron de entre nosotros pero que no eran de los nues-
tros (1 Jn. 2:19).
b. Incrédulos. Estas personas se parecen a los cobardes por cuanto han sido infieles a Dios y a sus
mandamientos y, por ello, han caído en el escepticismo [p 614] y el agnosticismo. Mientras que las pala-
bras de Dios son fieles y verdaderas (v. 5), las de ellos son exactamente lo opuesto, indignas de confian-
za.

18 Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (1911; reimpresión, Grand Rapids: Kregel, 1977), p. 281; Isbon T.
Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), p. 752; Robert L. Thomas, Revelation 8–
22: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody, 1995), p. 449.
19 Hughes, Revelation, p. 225.

20 John P. M. Sweet, Revelation, WPC (Philadelphia: Westminster, 1979), p. 300.


475

c. Personas odiosas. Esta palabra griega (ebdelugmenoi) con sus afines señala a las personas a las que el
mundo ha contaminado.21 Buscan un estilo de vida que es diametralmente opuesto a la enseñanza bíbli-
ca, y son una abominación a los ojos de Dios. Adoran a la bestia (17:4).
d. Asesinos. Juan menciona esta palabra dos veces, aquí y en 22:15. Pero el concepto de los enemigos
que derraman la sangre del pueblo de Dios aparece repetidas veces; los santos son mártires por Cristo
(2:10, 13; 6:10; 16:6; 17:6; 18:24; 19:2).
e. Personas inmorales. A menudo se relacionan los pecados de homicidio e inmoralidad sexual, ya que
uno lleva al otro. Si la prostitución era pujante en tiempo de Juan, también lo es hoy. La fornicación está
a la orden del día y también el adulterio. El mundo está hundiéndose gradualmente cada día más hon-
do en el pantano de la inmoralidad sexual, incluyendo la homosexualidad.
f. Brujos. La palabra griega farmakoi ha dado origen al derivado farmacia (22:15; y palabras conexas en
9:21; 18:23). La palabra significa el empleo de drogas para echar sortilegios en la práctica de la hechice-
ría y del engaño de las personas (Éx. 22:18; Lv. 20:6, 27). Dios condena los sortilegios mágicos y la
hechicería; dijo a Moisés que diera muerte a los que consultaban a adivinos; y el profeta Nahum rela-
ciona la brujería y la hechicería con la inmoralidad sexual (Dt. 18:10–12; Nah. 3:4, respectivamente).
g. Idolatría. Pablo escribe que la idolatría y la hechicería son obras de la carne (Gá. 5:20). Y Juan colo-
ca a los idólatras con los brujos, fornicadores y asesinos al exterior de las puertas de la nueva Jerusalén
y los consigna a condena perpetua. (22:15).
h. Mentirosos. A todos los que convierten la verdad en mentira Dios los envía con los otros pecadores
al lago de fuego y azufre. Quedan por siempre apartados del Dios vivo y sufren la segunda muerte.
Palabras, frases y construcciones griegas en 21:2–3
Versículo 2
El deletreo de Jerusalén como Ἰερουσαλήμ, que aparece tres veces en Apocalipsis (3:12; 21:2, 10), difiere del
más común Ἰερουσόλυμα, El primero translitera la palabra hebrea, en tanto que el segundo es un deletreo helé-
nico del nombre.
Versículo 3
θρόνου—El TR y el Texto Mayoritario dicen οὑρανοῦ como variante que resulta de la asimilación a ἐκ τοῦ
οὑρανοῦ en el versículo precedente.
[p 615] λαοί—el plural es la lectura preferida en el Nuevo Testamento griego (Nes-Al27, UBS 4, BF 2, Merk), y
la NRSV también dice «pueblos». El TR y el Texto Mayoritario tienen el singular, pero la elección entre el singu-

21
Consúltese Werner Foerster, TDNT, 1:598–600; Josef Zmijewski, EDNT, 1:209–10; y G. R. Beasley-Murray, The Book of 
Revelation, NCB (London: Oliphants, 1974), p. 314.
TR Textus Receptus
Nes-Al Eberhard Nestle; Kurt Aland, rev. Novum Testamentum Graece, 27a edición
UBS Sociedades Bíblicas Unidas, edición 4a revisión
BF Sociedad Bíblica Británica y extranjera, El Nuevo Testamento, 2a edición
Merk Edición de Agustinus Merk, Novum Testamentum Graece et Latine, 9a edición
NRSV New Revised Standard Version
476
lar y el plural es difícil de determinar. El plural tiene un apoyo textual ligeramente mejor.22 En español, sin em-
bargo, la palabra pueblo se suele utilizar en forma colectiva, en tanto que pueblos no es común.
αὑτῶν θεός—«[y ser] su Dios». Estas palabras parecen ser superfluas después de la frase «y Dios mismo es-
tará con ellos». Sin embargo, el texto ampliado es la lectura más difícil.
2. La ciudad santa 
21:9–14
El segmento muestra con claridad, primero, el enfoque cíclico de Juan en la repetición de las referen-
cias a la novia, la esposa del Cordero, y a la nueva Jerusalén (19:7 y 21:2, 9). Y segundo, en una redac-
ción casi idéntica Juan demuestra el contraste entre la gran prostituta y la esposa del Cordero, la bestia
blasfema y la ciudad santa. He aquí el paralelismo de estos dos segmentos:23

Apocalipsis 17:1, 3 Apocalipsis 21:9, 10

Y uno de los siete ángeles que tenían las Y uno de los siete ángeles que tenían las

siete copas siete copas llenas de las últimas siete plagas

y me habló y dijo, y me habló y dijo,

«Ven, te mostraré «Ven, te mostraré a

el juicio de la gran prostituta». la novia, la esposa del Cordero».

Y me llevó al desierto Y me llevó

en el Espíritu. en el Espíritu

Ahí vi a una mujer sentada en una a una montaña grande y elevada

bestia escarlata que estaba llena de y me mostró la ciudad santa, Jerusalén,

nombres de blasfemia. que descendió del cielo desde Dios.

9. Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas. Me 
habló y dijo, «Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero».

22 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,


1994), p. 688.
23 Adaptado de Aune, Revelation 17–22, pp. 1144–45. Véase también Beale, Revelation, p. 1063; Krodel, Revelation, pp.

352–54.
477

El paralelismo mencionado parece indicar que Juan se refiere al mismo ángel que le habló antes
(17:1). Allá el punto focal fue la gran prostituta, que recibió el juicio y castigo de Dios, pero en este caso
es la esposa del Cordero. El contraste es llamativo y se describe en colores vivos. Este ángel, vestido de
lino limpio y esplendoroso con una faja de oro alrededor del pecho derramó la copa de la ira de Dios
sobre Babilonia la grande (15:6; 16:19). Ahora tiene el privilegio de revelar a Juan la gloria de la ciudad
santa, la nueva Jerusalén.24
La gran prostituta que cabalga sobre la bestia personifica a la ciudad malvada de Babilonia la gran-
de. La novia, sin embargo, es la esposa del [p 616] Cordero y simboliza a la ciudad santa. La prostituta
no tiene esposo y la bestia y sus seguidores la destruyen (17:15–18). Pero como esposo, el Cordero satis-
face a su esposa con todo lo que necesita, la honra con gran respeto y la adorna con vestimenta atractiva
y accesorios exquisitos. En los restantes versículos de Apocalipsis, se menciona al Cordero siete veces
(vv. 9, 14, 22, 23, 27; 22:1, 3).25
A Juan se le pide que vaya con el ángel, que está dispuesto a mostrarle a la novia, la esposa del Cor-
dero. Las palabras la novia, la esposa no deben interpretarse como si ya se hubieran celebrado las nupcias
(compárese con 19:7), sino más bien como un compromiso judío, propio del siglo primero, entre una
mujer y un hombre. La ceremonia del compromiso equivalía a la boda misma, con el entendimiento de
que la pareja no iba a tener relaciones íntimas durante el período entre el compromiso y la boda. Duran-
te este período intermedio, se consideraba que la novia era la esposa de su futuro esposo.26 Esto quiere
decir que la iglesia es ya la esposa del Cordero, aunque todavía no se haya celebrado la boda.
Las imágenes que se utilizan en este texto proceden de Isaías 61:10, donde el profeta habla de la pa-
reja nupcial, con el novio que se adorna la cabeza y la esposa que realza su aspecto con joyas. Lo que el
ángel le revela a Juan no es una joven hermosa que se va a casar sino la ciudad santa, la nueva Jerusa-
lén, que desciende del cielo. La Jerusalén que desciende del cielo a la tierra es la iglesia del Señor Jesu-
cristo, que ahora desciende en una visión y que, llegado el momento, lo hará de hecho. La belleza total
de esta iglesia no resultará evidente hasta que el Señor retorne en gloria. Son imágenes de la ciudad san-
ta y de la esposa que se han mencionado antes (v. 2), que llevan al pueblo de la nueva Jerusalén y a su
Señor a una relación inseparable esposo-esposa.
10. Y me condujo en el Espíritu a una montaña grande y elevada, y me mostró la santa ciudad Je‐
rusalén que descendió del cielo desde Dios.
La profecía de Ezequiel enseña que el Espíritu Santo descendió repetidas veces sobre el profeta y lo
levantó. Así, el Espíritu Santo trasladó a Ezequiel a Jerusalén, a Babilonia, al valle de los huesos secos y
al templo del Señor (Ez. 3:12, 14; 8:3; 11:1, 24; 37:1; 43:5). «En una visión divina, Dios me trasladó a la
tierra de Israel y me colocó sobre un monte muy alto» (Ez. 40:2).27

24 Refiérase a Hendrik R. Van de Kamp, Israel in Openbarung (Kampen: Kok, 1990), p. 277.


25 Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 389; Aune, Revelation 
17–22, p. 1151.
26 Joachim Jeremias, TDNT, 4:1105; Walter Günther, NIDNTT, 2:585; Beasley-Murray, Revelation, p. 318.

27 En Apocalipsis la frase en el Espíritu aparece cuatro veces (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Muchas traducciones utilizan la mi-

núscula para «en el espíritu» (KJV, NEB, NJB, NLT, NRSV).


478

Es evidente el paralelismo de este versículo con Apocalipsis 17:3, pero nótese la diferencia. Allá el
Espíritu condujo a Juan al desierto para ver a la gran prostituta, en tanto que aquí lo trasladó a una
montaña alta para [p 617] mostrarle la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo. «La ciudad
prostituta se ve en el desierto, la ciudad esposa desde una montaña».28
Nótese también la diferencia entre el relato de Ezequiel (40:2) y el de Juan. En Ezequiel la ciudad es-
tá al sur de la montaña; en Apocalipsis desciende del cielo, es decir, desde Dios, sin indicar que se asien-
ta en la montaña elevada. Además, la visión de Ezequiel revela una muralla que rodea el área del tem-
plo (40:5), pero en Apocalipsis no hay templo en la santa ciudad, porque la presencia de Dios y del Cor-
dero es el templo.
La nueva Jerusalén recibe el nombre de santa, que significa que Dios ha consagrado la ciudad como
lugar sin pecado; en otras palabras, es perfecta en todo sentido. El privilegio de vivir para siempre en la
presencia de Dios es el don gratuito que nos otorga. En cierto momento de la historia humana, las per-
sonas comenzaron a construir la torre de Babel para alcanzar el cielo, pero Dios frustró sus esfuerzos
(Gn. 11:1–9). Por el contrario, Dios toma la iniciativa de bajar la nueva Jerusalén a la tierra. Es la ciudad
de Dios que desciende a la tierra, no son seres humanos que deciden unir su ciudad al cielo. La vieja
Jerusalén, dominada por el pecado, ya no se podía llamar santa después de la muerte de Jesús (véase
comentario sobre 11:2). La nueva Jerusalén está libre del pecado y retoma el nombre la ciudad santa.29
11. Y tenía la gloria de Dios, y su esplendor era como una piedra preciosa, como una piedra de 
jaspe cristalizado.
De pie sobre una montaña alta, Juan puede ver todo el panorama de la ciudad que desciende. Así, el
creyente que se encuentra en la cima de la montaña de la fe puede ver la amplitud de la iglesia de Dios.
Esta iglesia, que se describe aquí como la ciudad santa, Jerusalén, está llena de esplendor. La ciudad
misma no tiene fuente de luz sino que su brillo depende de la gloria de Dios. Así como el sol proyecta
su luz hacia la luna, que a su vez refleja la luz del sol, así la gloria de Dios ilumina a la iglesia, que a su
vez difunde la luz. «Y la ciudad no necesitaba el sol o la luna para iluminarla, porque la gloria de Dios
la ilumina y el Cordero es su lámpara» (v. 23; véase Is. 58:8; 60:1–2, 19; Ez. 43:4–5). Es la luz difundida
de Dios que ilumina la ciudad. Pablo utiliza terminología parecida cuando describe a los hijos de Dios
que viven en una generación torcida y perversa. Los alaba diciendo, «Ustedes brillan como estrellas en
el firmamento» (Fil. 2:15).
Juan compara esta brillante luz de la gloria de Dios con la de una piedra preciosa, a saber, una pie-
dra cristalizada llamada jaspe. El jaspe cristalino es cuarzo que se encuentra en una amplia gama de
colores y cuyo resplandor se puede comparar con el del diamante (Éx. 28:20; 39:13; Ez. 28:13).30 Repro-
duce un esplendor indescriptible que Juan transmite en gran [p 618] detalle en el resto del capítulo. De-
beríamos tener presente que está describiendo lo que se le permite ver, comparándolo con lo que los
seres humanos están en condiciones de comprender.

28 Swete, Revelation, p. 284.


29 Van de Kamp, Israel in Openbarung, pp. 269, 278.
30 Bauer, p. 368; Norman Hillyer, NIDNTT, 3:398; Reuben G. Bullard, «Stones, Precious», ISBE, 4:627–28. La NJB tradu-

ce siempre en Apocalipsis el griego iaspis (jaspe) como «diamante».


479

12. Tenía una muralla grande y elevada, con doce puertas y en las puertas doce ángeles, y en las 
puertas estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel: 13. en el este tres puertas, y en el 
norte tres puertas, y en el sur tres puertas y en el oeste tres puertas.
La descripción que hace Juan de la ciudad santa transmite seguridad, porque la muralla, grande y
alta, da seguridad. Además, los doce ángeles que custodian las doce entradas están ahí para vigilar el
tráfico que entra y sale. Por otra parte, el total de las doce puertas en esta ciudad permite un tráfico libre
y fácil en ambas direcciones. La cifra doce se utiliza diez veces en este capítulo y en el siguiente (vv. 12
[tres veces], 14 [tres veces], 16, 21 [dos veces]; 22:2). En Apocalipsis, este número siempre ilustra a Dios,
a su pueblo, y sus moradas. Describe a los elegidos de las doce tribus (7:5–8) y a la mujer, que simboliza
a la iglesia, con doce estrellas en la cabeza (12:1). Describe la nueva Jerusalén con doce puertas, doce
ángeles, y doce tribus de Israel (21:12); enumera los doce nombres de los apóstoles escritos en los doce
cimientos de la ciudad (21:14). Y mide en longitud, anchura y altura doce mil estadios (21:16). Por últi-
mo, a lo largo de las dos orillas del río que fluye desde el trono de Dios hay doce árboles frutales (22:2),
que en forma colectiva reciben el nombre del árbol de la vida. Este número nunca se aplica a Satanás, a
sus obras y a sus seguidores. Concluyo que, al igual que siete y diez, doce es el número de la perfección.
El trasfondo para la descripción de la ciudad santa que hace Juan se encuentra en la profecía de Eze-
quiel, donde el profeta presenta un cuadro de Jerusalén con sus murallas y puertas (40:5; 48:30–35). Sin
embargo, las medidas son completamente diferentes.
En las doce puertas estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel, y en las doce piedras de
cimiento estaban los nombres de los doce apóstoles (v. 14). Aquí Juan muestra el nexo entre los creyen-
tes del Antiguo Testamento y los del Nuevo, que antes estableció al mencionar a los veinticuatro ancia-
nos (4:4).31 Juan no enumera los nombres de las doce tribus y de los doce apóstoles. En un capítulo ante-
rior mencionó los nombres de las doce tribus de Israel (7:5–8). Ezequiel, sin embargo, sí ofrece la lista de
los nombres de las doce tribus en las doce puertas. Las tres puertas al norte tenían Rubén, Judá y Leví;
las tres al este José, Benjamín y Dan; las tres al sur Simeón, Isacar y Zebulón; y las tres al oeste Gad,
Aser y Neftalí (Ez. 48:31–34). Sin mencionar los nombres ni de las tribus ni de los apóstoles, [p 619] Juan
desea mostrar que la iglesia cristiana y el pueblo del Antiguo Testamento están vinculados en unidad y
armonía perfectas.32
En lugar de mostrar un movimiento en dirección de las agujas de reloj, de norte a este a sur y a oes-
te, como en Ezequiel 48, Juan ofrece un movimiento fortuito del este a norte a sur y a oeste (véase Ez.
42:16–19). No puedo explicar el orden y no veo ningún significado especial. Hay una diferencia, sin em-
bargo, entre la idea de Ezequiel 48:30 de que las puertas de la ciudad son salidas y la de Apocalipsis
21:25–27, que ve las puertas como entradas. Estas entradas nunca se cierran, porque todo el que sea san-
to puede entrar por ellas.
14. Y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos estaban los doce nombres de los 
doce apóstoles del Cordero.

31 Greijdanus, Openbaring, p. 424; Abraham Kuyper, The Revelation of St. John, trad. John Hendrik de Vries (Grand Ra-
pids: Eerdmans, 1935), pp. 324–25.
32 Refiérase a Swete, Revelation, p. 286; David E. Holwerda, Jesus and Israel: One Covenant or Two? (Grand Rapids: Eerd-

mans; Leicester: Inter-Varsity, 1995), p. 110.


480

La muralla misma de la ciudad se construyó sobre un total de doce piedras como cimientos, que es-
taban en parte por encima del nivel del terreno y ostentaban los nombres de los doce apóstoles. Con los
nombres de los apóstoles al nivel del suelo y los nombres de las doce tribus en el nivel de las puertas,
los creyentes que pertenecían a la época del Antiguo Testamento y a la del Nuevo podían entrar a la
ciudad. Pablo menciona que todas estas personas, como miembros de la casa de Dios, están «edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular» (Ef.
2:20). Jesús dijo a sus discípulos, «Sobre esta piedra edificaré mi iglesia» (Mt. 16:18). Y el autor de
Hebreos comenta que por fe Abraham «esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es ar-
quitecto y constructor» (Heb. 11:10). He aquí un ejemplo de la unidad y armonía de las Escrituras, por-
que todos estos pasajes transmiten un mensaje similar. Juan subraya que los doce apóstoles son del
Cordero, lo cual implica que Jesús, con su muerte expiatoria en la cruz, liberó a su pueblo del pecado y
la culpa. Los doce apóstoles fueron comisionados como mensajeros del evangelio de Cristo para el
mundo en general (Mt. 28:19–20).
No hace falta dar los nombres de los doce apóstoles, del mismo modo que no se necesita escribir los
nombres de las doce tribus de Israel. El número doce es simbólico del comienzo de Israel como nación y
del comienzo de la iglesia. En realidad, después de que se estableció la iglesia, era costumbre hablar de
«los doce» sin especificar los nombres de los apóstoles. Por esto Pablo en su lista de las apariciones de
Jesús escribe simplemente, «se apareció a Cefas, y luego a los doce» (1 Co. 15:5).
[p 620] Palabras, frases y construcciones griegas en 21:9–14
Versículo 9
τῶν γεμόντων—aunque esta es la lectura mejor sustentada, debió haber estado en caso acusativo en vez de
genitivo. Es uno de los solecismos en Apocalipsis.
Versículo 10
ἐκ τοῦ οὑρανοῦ ἀπὸ τοῦ θεοῦ—esta frase se encuentra otras veces en Apocalipsis (3:12; 21:2).
Versículo 11
ὁ φωστήρ—este sustantivo difiere poco del sustantivo φῶς, excepto que significa el resplandor de un rayo de
luz. El caso nominativo rompe el flujo de la oración y de hecho introduce una estructura gramatical independien-
te, probablemente debido al estilo semítico coordinado de Juan.
Versículo 12
ἔχουσα—el caso nominativo se debe al caso de φωστήρ en el versículo anterior (v. 11). El participio presente
(dos veces) puede traducirse como el verbo finito presente tiene. El género femenino depende del sustantivo
πόλιν en el versículo 10.
Versículo 14
ἔχων—el participio sigue a τὸ τεῖχος, que es neutro; es decir, el participio debería haber estado en caso neu-
tro en lugar de masculino. Se trata de un error de oído que no distinguió entre el sonido de una omega y una omi‐
cron.
3. La ornamentación de la ciudad 
21:15–21
481

15. Y el que habló conmigo tenía una caña dorada de medir para medir la ciudad y sus puertas y 
sus murallas.
El que habló con Juan es uno de los siete ángeles, que le había dicho que le mostraría a la novia, la
esposa del Cordero (v. 9). Ahora este ángel sigue revelando a Juan la dimensión de la ciudad de Dios.
Mientras que antes se le dio a Juan una vara y se le dijo que midiera el templo de Dios, el altar y los
que rendían culto (11:1), ahora el ángel toma en su mano una caña dorada de medir. La caña dorada ar-
moniza con elementos celestiales hechos de oro: candelabros, arpas, copas, coronas y altar del incienso.
Incluso las calles están hechas de oro puro. No es Juan sino el ángel quien mide la ciudad con sus puer-
tas y murallas. En este caso se enumeran las medidas (v. 16), lo que no se hizo cuando Juan midió el
templo y el altar. Asimismo, hay una referencia parecida a medir la ciudad, la muralla y las puertas en
Ezequiel 40:5–15 y 45:1–2, aunque las medidas difieren de las de la nueva Jerusalén.
[p 621] 16. Y la ciudad era cuadrada y su longitud era igual que su anchura. Y midió la ciudad con 
una caña en doce mil estadios; su longitud y anchura y altura eran iguales.
La ciudad de la nueva Jerusalén era cuadrada, pero además de la longitud y anchura se da la altura
en medidas iguales. La longitud es de doce mil estadios, igual que su anchura y de igual modo su altu-
ra. Estamos, pues, frente a una imagen de un cubo perfecto que a la persona familiarizada con el Anti-
guo Testamento le recordaba el lugar santísimo en el templo de Salomón. «El interior de este santuario,
que medía nueve metros de alto por nueve metros de largo y nueve de ancho» (1 R. 6:20). El cubo es
símbolo de perfección.
Nótese la diferencia entre el lugar santísimo en el templo de Salomón, donde Dios moraba entre su
pueblo en una tierra pecadora, y la ciudad santa, Jerusalén, que desciende del cielo, donde Dios mora
con su pueblo sin pecado. El tamaño de la ciudad en cálculos humanos es en verdad asombroso, porque
doce mil estadios equivale como a dos mil doscientos kilómetros. Podemos medir la longitud y la an-
chura y más o menos comprenderlo, pero su altura es increíble. En lugar de tomar estas medidas en
forma literal, sugiero que se consideren como simbólicas, como una forma de describir el cielo en tér-
minos de simetría y perfección.33 Algunos estudiosos quieren reducir las dimensiones de la ciudad a
términos más aceptables. Si se cambian los estadios a codos, la dimensión total de cada lado sería de 5.6
kilómetros.34 Pero a Juan no le interesa conseguir que las dimensiones resulten aceptables a las normas
humanas, porque para él las medidas son simbólicas. Por ejemplo, un cubo tiene doce ángulos: cuatro
en la parte de arriba, cuatro en la de abajo y cuatro en cada uno de los lados. Cada ángulo tiene doce mil
estadios, que multiplicado por doce da 144,000. Es el mismo número que el de los seguidores del Cor-
dero (14:1).35 Para Juan, es asunto de simbolismo.
17. Y midió su muralla, 144 codos, según la medida humana, que utilizó el ángel.

33 Véase George Eldon Ladd, Commentary on the Revelation of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), p. 282. Hughes (Re‐
velation, p. 228) aplica el número simbólico doce mil del tamaño de la ciudad a «la gran cantidad de su población»,
pero la simetría sugiere perfección. Compárese Craig S. Keener, Revelation, NIVAC (Grand Rapids: Zondervan, 2000),
p. 494.
34 Consúltese M. Topham («The Dimensions of the New Jerusalem», ExpT 100 [1989]: 417–19), quien sugiere que la

expresión Hijo de Dios en letras hebreas suma 144, como designación del Mesías.
35 Refiérase a Kendell H. Easly, Revelation, HNTC (Nashville: Broadman & Holman, 1998), p. 399.
482

Juan ofrece la medida de la muralla que había descrito como grande y alta (v. 12). Afirma que según,
los cálculos humanos que el ángel utilizó, medía 144 codos, o sea, unos sesenta y cinco metros. La longi-
tud de un codo variaba entre 45 y 52 centímetros, medido desde el codo hasta la punta del dedo medio
de una persona. Juan no revela si la medida se refiere a la anchura o a la altura, y por esto queda como
pregunta abierta.36 La altura de la ciudad, [p 622] de dos mil doscientos kilómetros, nunca podría sus-
tentarse sobre un grosor de sesenta y cinco metros, e interpretar los sesenta y cinco metros como su al-
tura entraría en conflicto con los dos mil doscientos kilómetros.
Observo que ya sea que Juan esté pensando en una muralla gruesa o alta, la estructura misma pare-
ce ser desproporcionada respecto a las dimensiones del resto de la ciudad. No creo que la muralla sea
una construcción de defensa que rodea a la ciudad misma, porque la ciudad santa no necesita defen-
sas.37 Todos los enemigos de Dios han sido consignados para siempre al lago de fuego (v. 8).
El punto no es la anchura o altura de la muralla misma, sino el número 144 como cuadrado de doce.
Es la multiplicación de las doce tribus representativas que están en las puertas y los doce apóstoles re-
presentativos en los cimientos de la ciudad. Por tanto, este número debería entenderse como cifra sim-
bólica.
18. Y la muralla estaba construida de jaspe, y la ciudad era de oro puro como cristal transparente.
En este versículo y en los siguientes (vv. 19–21) Juan describe la belleza de la ciudad santa. Habla de
la muralla de la ciudad y del aspecto de la ciudad. Primero, menciona que el jaspe forma parte de la
construcción de la muralla; la palabra jaspe se encuentra cuatro veces en Apocalipsis (4:3; 21:11, 18, 19).
En el caso de la escena en la sala del trono, Juan describe como jaspe al que ocupa el trono (4:3). Este
jaspe probablemente es una variedad de cuarzo en sus variados colores, verde, amarillo, marrón y rojo
moteado.38 Refleja la gloria de Dios por medio de esta piedra; es en verdad un cuadro de belleza indes-
criptible. El Antiguo Testamento se refiere a la piedra jaspe (véase Éx. 28:20; 39:13; Ez. 28:13), pero su-
ponemos que esa piedra difiere de lo que entendemos hoy por jaspe, una piedra semipreciosa verde.
Como alternativa, Juan describe su absoluto brillo, es decir, el esplendor de Dios mismo con una luz
deslumbrante.
Juan escribe, «la ciudad era de oro puro como cristal transparente». El oro es un metal y no es trans-
parente como el cristal. Es posible que Juan tenga en mente el resplandor brillante de este metal, porque
para él oro significa perfección del cielo. Asimismo, emplea la palabra como para indicar que el oro era
similar a vidrio transparente, como sustancia resplandeciente. Aunque en épocas antiguas el cristal era
opaco, en un versículo posterior vuelve a escribir acerca de su claridad: «la calle de la ciudad era de oro
puro como cristal transparente» (v. 21). El escritor no hace énfasis en incoherencias obvias, como oro
transparente, sino más bien la perfección en el sentido de la claridad del vidrio en su forma más pura.
19. Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras precio‐
sas. El primer cimiento era jaspe, el segundo [p 623] zafiro, el tercero ágata, el cuarto esmeralda, 20. el 

36 Las traducciones que han adoptado la anchura son NIV, REB, NLT y Peterson. Las que han adoptado la altura son
NJB, GNB, NEB y Phillips.
37 Contra Charles, Revelation, 2:164.

38 Reuben G. Bullard, ISBE, 4:627.


483

quinto ónice, el sexto cornalina, el séptimo crisólito, el octavo berilo, el noveno topacio, el décimo 
crisoprasa, el undécimo jacinto, y el duodécimo amatista.
El énfasis en el número doce tiene que ver tanto con las piedras de los cimientos como con las pie-
dras preciosas, que son un recordatorio del pectoral que llevaba el sumo sacerdote al entrar en el lugar
santísimo. Cada una de las doce piedras tenía el nombre de una de las doce tribus de Israel, de modo
que cuando el sumo sacerdote ingresaba al lugar santísimo, representaba a todo el pueblo de Dios. El
pectoral era cuadrado, de veinte centímetros de largo por veinte de ancho (Éx. 28:16; 39:9). Muchas de
las piedras que se mencionan aquí forman parte del pectoral del sumo sacerdote, que tenía cuatro hile-
ras con tres piedras cada una (Éx. 28:17–21; 39:10–14; comparar con Ez. 28:13).39 Según la lista de Éxodo,
los ocho nombres en bastardilla aparecen también en el relato de Juan
rubí, topacio, berilo
turquesa, zafiro, esmeralda
jacinto, ágata, amatista
crisólito, ónice, jaspe
No puedo explicar por qué la lista de Juan difiere de la que se encuentra en el relato de Éxodo acerca
del pectoral del sumo sacerdote. La conexión entre el pectoral y las piedras en los cimientos de la ciu-
dad santa parece radicar en la profecía de Isaías 54:11–12 referente a la restauración de Jerusalén, «Mira
tú ciudad afligida … te afirmaré con turquesas, y te cimentaré con zafiros. Con rubíes construiré tus
almenas, con joyas brillantes tus puertas, y con piedras preciosas todos tus muros» (véase también Tob.
13:16–17).40 En el contexto, el Señor Todopoderoso es el esposo que vuelve a aceptar a su esposa con
profunda compasión y luego la cubre de joyas resplandecientes y piedras preciosas (Is. 54:5–7, 11–12).
Juan adopta el simbolismo de Isaías de esposa y ciudad en términos del pueblo de Dios y de la nueva
Jerusalén.
Entre las doce puertas de la ciudad santa había doce piedras de cimiento. Cada una de ellas tenía es-
crito el nombre de uno de los doce apóstoles (véase v. 14). El embellecimiento de estos cimientos con
doce clases de [p 624] piedras preciosas no es tanto una referencia al esplendor y riqueza de la ciudad
santa como a la gloria y santidad de Dios.41
No hay significados ocultos en las piedras preciosas individuales. El jaspe está asociado con la mu-
ralla y también con la primera piedra de cimiento. El zafiro que adorna el segundo cimiento es una pie-

39 Charles (Revelation, 2:165–69) afirma que el orden es el opuesto al del antiguo diseño del zodíaco. Pero esta teoría
carece de confirmación; ver T. F. Glasson, «The Order of the Jewels in Revelation xxi.19–20: A Theory Eliminated», JTS
26 (1975): 95–100. Consúltese también W. W. Reader, «The Twelve Jewels of Revelation 21:19–20: Tradition History
and Modern Interpretations», JBL 100 (1981): 433–57; M. Wojciechowski, «Apocalypse 21:19–20; Des titres Christologi-
ques Cachés dans la Liste des Pierres Précieuses», NTS 33 (1987): 153–54.
40 Beale, Revelation, pp. 1083–84; Krodel, Revelation, pp. 360–61. Y ver Jan Fekkes, «‘His Bride Has Prepared Herself’:

Revelation 19–21 and Isaianic Nuptial Imagery», JBL 109 (1990): 269–87.
41 Alan F. Johnson, Revelation, en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids: Zondervan,

1981), 12:597.
484

dra de color azul (lapislázuli) que se menciona con frecuencia en las Escrituras.42 La tercera piedra es el
ágata, que también se traduce como «turquesa». La cuarta es la esmeralda, piedra de color verde, igual
a la esmeralda actual. La quinta es el ónice, que en algunas versiones se traduce como «ágata»; tiene
vetas marrón rojizo sobre un fondo blanco. La número seis es la cornalina, que a veces se traduce como
rubí, y que tiene franjas de color que va del rojo anaranjado al marrón oscuro. La séptima es el crisólito,
que es como cuarzo dorado. La octava es el berilo, de una variedad verde, azul o verde azulado. La no-
vena es el topacio, que se encuentra en una variedad de colores que van del blanco al amarillo, azul y
verde. La número diez es la crisoprasa, de color verde manzana, que a veces se traduce como esmeral-
da. La undécima es el jacinto, traducido también como «turquesa» o «circón», que va desde el color gris
al marrón, amarillo, verde o rojo. Y la número doce es la amatista, que varía desde lila hasta púrpura
oscuro. Esas piedras preciosas son un despliegue espléndido de una multiplicidad de tonalidades que
describen a la nueva Jerusalén. Supongo que estos colores son indescriptibles desde una perspectiva
terrenal.
21. Y las doce puertas tenían doce perlas, cada una de las puertas era una sola perla. Y la calle de 
la ciudad era de oro puro como vidrio transparente.
Juan pasa a ocuparse una vez más de las puertas de la ciudad (vv. 12–13), describiéndolas a la luz de
Isaías 54:12, «… construiré … con joyas brillantes tus puertas».43 Las joyas de estas puertas son perlas,
una para cada una de las doce puertas. Y de nuevo espera que el lector entienda su descripción en for-
ma simbólica: doce puertas y doce perlas. Además de las piedras preciosas para las murallas de la ciu-
dad, el constructor ha utilizado perlas para construir sus puertas. Las perlas en las Escrituras se valoran
mucho, como resulta evidente en la parábola de la perla de gran precio (Mt. 13:45–46; compárese con
Mt. 7:6; véase también 1 Ti. 2:9; Ap. 18:12). Para entrar en el reino de los cielos, el mercader vende todo
lo que tiene para comprar la perla de gran valor.
[p 625] El énfasis debería colocarse no en el tamaño literal de una perla concreta con la que se cons-
truyó la puerta ni en el valor monetario de la misma. Juan habla de manera figurativa y transmite una
imagen de perfección. «Las puertas de perla son un símbolo de inimaginable belleza y de riqueza incal-
culable».44
La calle de la ciudad parece ser el corredor principal y aquí se utiliza como un ejemplo de todas las
calles (véase 22:2). Esta calle está hecha de oro puro, que simboliza la perfección del cielo (véase v. 18).
Juan la compara con el vidrio transparente, que denota pureza perfecta. Su claridad era de tal magnitud
que no tenía absolutamente ningún defecto. Todos los habitantes de esta ciudad no tenían defecto algu-
no. Mientras que sólo a los sacerdotes se les permitía caminar por el suelo cubierto de oro del templo de
Salomón (1 R. 6:30), en la nueva Jerusalén todos los santos caminan por las calles de oro.
Palabras, frases y construcciones griegas en 21:16–21

42 Éx. 24:10; 28:18; 39:11; Job 28:6, 16; Cnt. 5:14; Is. 54:11; Lm. 4:7; Ez. 1:26; 10:1; 28:13; Ap. 21:19. En cuanto a detalles
acerca de piedras específicas, consultar a Bullard, ISBE, 4:625–30.
43 Los judíos entendían que las joyas (carbunclos) eran perlas. Véase el Talmud Babilónico, en el que el rabino Jochanan

dice, «El Santo, bendito sea él, en el futuro traerá piedras preciosas y perlas que son de treinta [codos] por treinta y de
ellas recortará [aperturas] diez [codos] por veinte, y las colocará en las puertas de Jerusalén» (Baba Bathra 75a; y véase
Sanedrín 100a). Consúltese SB, 3:851–52.
44 William Barclay, The Revelation of John, 2d ed. (Philadelphia: Westminster, 1960), 2:275.
485

Versículo 16
τῷ καλάμῳ—el caso dativo es instrumental, «midió con la caña». Y el caso genitivo en δώδεκα χιλιάδων ac-
túa como genitivo de medida.
Versículo 18
ἡ ἐνδώμησις—la palabra puede traducirse como «material de construcción» o como «cimiento». Pero, como
esta palabra sólo se encuentra aquí en todo el Nuevo Testamento y muy rara vez en otros lugares, el significado
resulta incierto. Puede significar que el material de construcción incorporado a la muralla era la piedra preciosa
jaspe.
Versículo 19
χαλκηδών—el nombre de Calcedonia está detrás de esta piedra, que se extraía cerca de esta ciudad. El nom-
bre de la ciudad, sin embargo, se deriva de la palabra χαλκός (cobre).45
Versículo 21
ἀνὰ εἶς ἕκαστος—la preposición ἀνά es distributiva como κατά y significa «cada individuo».46
[p 626] 4. La luz de la ciudad 
21:22–27
22. Y no vi un templo en ella, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. 23 
Y la ciudad no necesitaba el sol ni la luna para iluminarla, porque la gloria de Dios la ilumina y el 
Cordero es su lámpara.
En todo Apocalipsis, Juan ha mencionado la presencia de un templo celestial.47 Repetidas veces des-
cribió el templo como el lugar mismo donde Dios mora, pero ahora Dios sitúa su residencia en la nueva
Jerusalén. Juan escribe que la ciudad santa misma se ha convertido en el templo. El lugar santísimo en
el templo de Salomón fue construido en forma de cubo (1 R. 6:20); ahora la ciudad santa misma es un
cubo donde Dios mora y al que llena por completo con su presencia sagrada. Los santos en esta ciudad
nunca están fuera de su presencia, porque Dios nunca se aparta de su pueblo. Tienen acceso inmediato
y directo a él y ya no necesitan a Cristo como intermediario (Heb. 9:24). El papel mediador de Cristo
como el Cordero ha llegado a su fin, porque ahora funge como esposo en una relación matrimonial con
su pueblo (19:7).
Ezequiel dedicó siete capítulos al nuevo templo, a los sacerdotes y a los servicios religiosos (Ez. 40–
46), pero la construcción del segundo templo nunca cumplió el ideal. Los ancianos quienes se acorda-
ban de la hermosura del templo de Salomón lloraron al ver el segundo (Esd. 3:12). El cumplimiento del
templo ideal se refleja en la promesa de Dios de vivir para siempre entre su pueblo y en la inscripción
«Aquí habita el Señor» (Ez. 43:7 y 48:35, respectivamente).48 Jesús dijo a la samaritana que los verdade-

45 J. H. Moulton and W. F. Howard, Accidence and Word‐Formation, vol. 2 de A Grammar of New Testament Greek, de J. H.


Moulton et al. (Edinburgh: Clark, 1929), p. 376.
46 Friedrich Blass and Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament and Other Early Christian Literature, trad.

y rev. Robert Funk (Chicago: University of Chicago Press, 1961), §248.1


47 Ap. 3:12; 7:15; 11:1–2, 19; 14:15, 17; 15:5–6, 8; 16:1, 17.

48 Holwerda, Jesus and Israel, p. 65.


486

ros adoradores adorarían a Dios en todo lugar (Jn. 4:21, 23), y Pablo enseñó a sus lectores que ellos, co-
mo iglesia, eran templo de Dios (1 Co. 3:16–17; 2 Co. 6:16; Ef. 2:21–22).49
Juan menciona al Señor Dios Todopoderoso y al Cordero en el contexto del templo. Cuando Dios y
su pueblo estén juntos para siempre, entonces las profecías del Antiguo Testamento referentes al templo
ideal se cumplirán en forma plena en Jesucristo. Entonces la presencia de Dios y de Cristo sirve como su
templo. Dios es el Señor soberano, el Todopoderoso (1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15), quien mora
con ellos en la nueva Jerusalén.
El templo y la ciudad santa son una misma cosa; Juan menciona estos lugares en forma secuencial.
Juan depende claramente de Isaías 60:19 (compárese con Is. 24:23), que adapta en forma libre.

[p 627] Isaías 60:19 Apocalpsis 21:23

Ya no será el sol tu luz durante el día, Y la ciudad no necesitaba el sol

ni con su resplandor te alumbrará la luna o la luna para iluminarla,

porque el Señor será tu luz eterna; porque la gloria de Dios la ilumina

tú Dios será tu gloria. y el Cordero es su lámpara.

Isaías escribe su profecía en el contexto de «la ciudad del Señor, Sión del Santo de Israel» (Is. 60:14, y
Juan redacta sus palabras siguiendo la descripción de la nueva Jerusalén. Juan convierte la cláusula de
Isaías «tu Dios será tu gloria» en un cumplimiento mesiánico «el Cordero es su lámpara».50 El Señor
Dios y el Cordero comparten la misma gloria (véase Jn. 1:14), porque aquí el Cordero es la fuente de luz
y en 22:5 es Dios mismo. Esta luz divina opaca todas las otras fuentes y los vuelve innecesarias. Ade-
más, el sol y la luna, creados para marcar el tiempo cósmico, dejan de operar en la eternidad. De ahí que
Juan escriba «allá no hay noche» (v. 25; compárese con Zac. 14:7). Por último, la redacción de este texto
se repite, aunque no al pie de la letra, en 22:5, «y no tienen necesidad de la luz de una lámpara ni de la
luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará».
24. Y las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra le traerán su gloria. 25. Y sus puertas 
nunca se cierran durante el día, porque allá no hay noche. 26. Y traerán la gloria y el honor de la na‐
ciones a la misma.
a. «Y las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra le traerán su gloria». Juan sigue depen-
diendo de Isaías 60 y escoge los versículos 3 y 5, «Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por
tu amanecer esplendoroso … te llegarán las riquezas de las naciones». En todo Apocalipsis, el término
las naciones suele aludir a los gentiles quienes, debido a su oposición a Dios, merecen su ira. En tres ca-
sos (vv. 24, 26; 22:2) el término se refiere a las naciones redimidas en la nueva Jerusalén. A la luz del
pasaje de la profecía de Isaías, Juan da un nuevo significado a los conceptos naciones y reyes, al eliminar

49 Refiérase a Mounce, Revelation, p. 395.


50 Beale, Revelation, p. 1093.
487

la idea de enemistad contra Dios y su pueblo (p.ej., 18:3, 9, 23; 19:19). Menciona que esas naciones y re-
yes forman parte de la familia de Dios.51 Con alegría traen su don sacrificial de alabanza, «el fruto de los
labios que confiesan su nombre» (Heb. 13:15).
Los habitantes de la nueva Jerusalén proceden de toda tribu, lengua, pueblo y nación; fueron com-
prados con la sangre del Cordero (5:9). [p 628] Forman parte de la gran multitud que nadie puede con-
tar (7:9). Los reyes de la tierra están entre los que tienen el privilegio de reinar con Cristo, porque no
recibieron la marca en la frente ni en la mano (20:4, 6). Sin duda, estas naciones y reyes son ciudadanos
en el reino de Dios y no viven fuera de la ciudad, «porque fuera de la ciudad de Dios no hay nada, ex-
cepto el lago de fuego».52
Las naciones caminan bajo el resplandor de la luz divina que ilumina la ciudad santa, y los reyes de
la tierra glorifican a Dios. Viven en la luz, como consecuencia, ofrecen gloria y honor a Dios (v. 26).
Estos habitantes no buscan su propia gloria, sino que, en adoración continua, se la tributan a Dios.53
b. «Y sus puertas nunca se cierran durante el día, porque allá no hay noche». Juan sigue inspirándo-
se en la profecía de Isaías:

Isaías 60:11 Apocalipsis 21:25–26

Tus puertas estarán siempre abiertas, Y sus puertas nunca se cierran durante el día

ni de día ni de noche se cerrarán, porque allá no hay noche.

a ti serán traídas Y traerán la gloria

las riquezas de las naciones y honor de las naciones a la misma.

En tiempos antiguos, las puertas de la ciudad se cerraban al caer la noche por razones de seguridad
de los ciudadanos. Pero aquí Juan cambia las palabras de Isaías y dice, «Y sus puertas nunca se cierran
durante el día», y luego agrega «porque allá no hay noche». Da a entender que como el sol y la luna ya

51 G. B. Caird (A Commentary on the Revelation of St. John the Divine [London: Black, 1966], p. 279) interpreta «las nacio-


nes» como las que habían pisoteado la ciudad santa, a quienes la gran ramera había seducido, y «quienes fueron fi-
nalmente sometidas por los ejércitos de Cristo». También, Cristo derrotó a «los reyes», quienes habían causado incal-
culable sufrimiento al pueblo de Dios. Compárese Sweet, Revelation, p. 308; y Mathias Rissi, The Future of the World,
Studies in Biblical Theology 23, 2d series (London: SCM, 1972), pp. 73–74. Pero esta exégesis se queda corta, porque a
estos reyes y ejércitos les dio muerte la espada de Cristo y perecieron (19:18, 21). También la profecía de Isaías mencio-
na que naciones y reyes atraídos por el esplendor de la luz de Dios traen dones y proclaman alabanzas al Señor (60:3,
6).
52 Krodel, Revelation, p. 365.

53 Bauckham, Climax of Prophecy, pp. 314–16.


488

no existen, la ciudad santa está en una luz de día eterna y disfruta de la luz de Dios y del Cordero. De
hecho, el griego emplea el negativo enfático: «sus puertas nunca se cierran».54
Los santos en la ciudad santa nunca necesitan descanso, y ya no hay oscuridad dentro de sus mura-
llas. Los ángeles que comparten la eternidad adoran a Dios día y noche sin descanso (4:8); por el contra-
rio, los adoradores de la bestia en el infierno no tienen descanso ni de día ni de noche (14:11). Juan em-
plea los términos cósmicos de día y de noche, pero destaca que en la eternidad los santos disfrutan de
luz eterna y da a entender que nunca experimentan la oscuridad eterna de los que mueren una segunda
muerte.
La apertura permanente de las puertas de la ciudad no significa que algunos seres indeseables,
humanos o angélicos, puedan ingresar. Por el contrario, las puertas abiertas sugieren que los residentes
están absolutamente a salvo de todas las fuerzas malignas que han sido consignadas al lago de fuego
ardiente.
[p 629] c. «Y traerán gloria y honor de las naciones a la misma». El sujeto, que aquí se indica como
ellos, se remonta al versículo 24. «Las naciones … y los reyes de la tierra». Estas naciones y reyes, en
forma colectiva, han doblado la rodilla en adoración, reconociendo a Jesús como Señor de señores y Rey
de reyes. Son los reyes de Tarsis, de tierras distantes, de Sabá y de Seba. Traerán su tributo para glorifi-
car y honrar al Señor; y se postran delante de él y lo sirven (Sal. 72:10–11).
Cuando Juan menciona ciudad, naciones, reyes, puertas, día, noche, gloria y honor, utiliza lenguaje
simbólico. Su simbolismo implica que la nueva Jerusalén abarca el nuevo cielo y la nueva tierra.55 Dios y
el Cordero moran para siempre con los santos en una creación renovada del cielo y de la tierra, llamada
la ciudad santa.
27. Y nada impuro jamás entrará en ella, ni el que hace cosas detestables y engañosas, excepto 
aquellos [nombres] escritos en el libro de la vida del Cordero.
En tanto que los versículos anteriores revelan la vida de los santos después del último juicio, este
versículo va dirigido al pueblo que vive en la tierra antes del juicio. Juan da una advertencia diciendo a
sus lectores que todavía viven en el día de gracia. Cuando llegue la consumación, no se dará ninguna
oportunidad más para arrepentirse y ser aceptado en el cielo. La renovación espiritual se produce en la
vida presente, no en la vida más allá. Ahora es el momento de escuchar la advertencia, arrepentirse y
seguir de todo corazón al Señor mediante el cumplimiento de su voluntad.
¿Cuál es el significado de la palabra impuro? Se refiere a todo ser pecador o a todo lo impuro.56 Es
una expresión ritual transmitida desde el judaísmo hasta el cristianismo. Los normas y reglamentos del
Antiguo Testamento prohibían que quien fuera física o espiritualmente impuro entrara a los patios del
templo, y, en la época del Nuevo Testamento, quien se niega a reconocer a Jesús como Señor queda ex-

54 En sus respectivos comentarios, Aune (Revelation 17–22, p. 1173), Charles (Revelation, 2:173, 439 n. 5) y Lohmeyer
(Offenbarung, p. 175) consideran el texto una «inserción por redacción» y la segunda cláusula «una corrupción debida
en parte a 22:5». Sus revisiones del texto son innecesarias si consideramos que Juan indica luz diurna perenne cuando
ya ha cesado el tiempo cósmico.
55 Lenski, Revelation, p. 647.

56 Jan Fekkes, Isaiah and Prophetic Tradition in the Book of Revelation, JSNTSup 93 (Sheffield: JSOT, 1994), p. 274.


489

cluido de recibir el bautismo y de participar de la cena del Señor; y todo miembro que se niegue a arre-
pentirse, se enfrenta a medidas disciplinarias.
Juan tiene en mente las palabras de Isaías 52:1b, «Jerusalén, ciudad santa … los incircuncisos e im-
puros no volverán a entrar en ti». El autor de Apocalipsis especifica en otro pasaje qué incluye como
«impuro» Una persona impura que practica cosas odiosas tiene como colegas a «brujos, fornicadores,
asesinos, idólatras y todo el que ama y practica el engaño» (22:15; ver 21:8).Y los que hablan con engaño
tienen a Satanás como padre suyo (Jn. 8:44); quedan excluidos del reino de Dios.
[p 630] Por el contrario, aquellos que tienen sus nombres inscritos en el libro de la vida del Cordero
tienen libertad para entrar en la ciudad santa; poseen la vida eterna y pertenecen a su fiel salvador Jesu-
cristo. El Cordero, que los compró con su sangre (5:9), nunca borrará sus nombres de su libro (3:5) y les
concederá el derecho al árbol de la vida y entrada a la ciudad (22:14).
Palabras, frases y construcciones griegas en 21:23–27
Versículo 23
ἵνα—con el subjuntivo φαίνωσιν la partícula establece limitaciones sobre los sustantivos anteriores, «sol» y
«luna».
Versículo 24
τὰ ἔθνη—este plural neutro, según la norma clásica, debería haber ido seguido de un verbo en singular, pero
aquí περιπατήσουσιν está en plural. Esto sucede más a menudo en el griego del Nuevo Testamento.
Versículo 26
οἴσουσιν—el tiempo futuro del verbo φέρω (traigo) tiene como sujeto los reyes de la tierra (v. 24) o un plural
indefinido como el pronombre «ellos». Si el versículo 25 es una interrupción del flujo de pensamiento, entonces el
sujeto del versículo 24 es la lectura preferida.
Versículo 27
Algunos manuscritos tienen el participio neutro plural ποιοῦν en lugar del masculino ποιῶν para concordar
con el sujeto neutro πᾶν κοινόν. Pero la frase transmite no el sentido del neutro sino el del masculino, como se ve
con claridad por los objetos directos «cosas odiosas y engañosas» que las personas practican.
490

[p 631]  

22
El árbol de la vida y conclusión 
(22:1–21)
[p 632]  

Bosquejo (continuación)
5. El árbol de la vida (22:1–5)
IX. Conclusión (22:6–21)
A. Retorno de Jesús (22:6–17)
B. Advertencia (22:18–19)
C. Promesa y bendición (22:20–21)
[p 633]  

CAPÍTULO 22
22 1 Y él me mostró el río del agua de la vida, resplandeciente como cristal. Proviene del trono de Dios y del
Cordero, 2 hacia el centro de la calle principal de la ciudad. Y a cada orilla del río está el árbol de la vida que da
doce clases de fruto, según cada mes del año da su fruto. Y las hojas del árbol son para curar a las naciones. 3 Y ya
no habrá ninguna maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos lo servirán, 4 y verán su
rostro. Y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá noche allá, y no necesitan la luz de una lámpara y de la luz
del sol, porque el Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos.
Y me dijo, «Estas palabras son fieles y verdaderas, y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha en-
6

viado a su ángel para mostrar a sus siervos lo que debe ocurrir pronto. 7 Y mira, vengo pronto. Bienaventurado es
el que cumple las palabras de la profecía de este libro».
Yo, Juan, soy el que oye y ve estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré a los pies del ángel para adorarlo al que
8

me mostró estas cosas. 9 Y me dijo, «No lo hagas. Soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que
cumplen las palabras de este libro. Adora a Dios».
Y me dijo, «No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11 Que el malo siga
10

haciendo el mal, y que el vil siga siendo vil, y que el justo siga haciendo lo justo, y que el santo siga siendo san-
to».
«Mira, vengo pronto. Y mi recompensa la tengo conmigo para darla a cada uno según sus obras. 13 Yo soy el
12

Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin.


«Bienaventurados son los que lavan sus ropas, de modo que puedan tener derecho al árbol de la vida y por
14

las puertas puedan entrar a la ciudad. 15 Fuera están los perros y los brujos y los fornicadores y los asesinos y los
idólatras y todo el que ama y practica engaño.
«Yo, Jesús, os he enviado a mi ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y des-
16

cendiente de David, la estrella brillante de la mañana».


491
17«Y el Espíritu y la esposa dicen, ‘¡Ven!’ Y el que lo oiga diga, ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed que venga, y el que
lo desee que tome gratuitamente del agua de la vida».
18 «Doy testimonio a todo el que oye estas palabras de la profecía de este libro. Si alguien agrega algo a las
mismas, Dios le añadirá las plagas escritas en este libro. 19 Y si alguien quita algo a las palabras de la profecía de
este libro, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y de la ciudad santa, que se describen en este libro».
20 El que da testimonio de estas cosas dice, «Sí, vengo pronto». Amén, ven Señor Jesús.
21 La gracia del Señor Jesús esté con todos.
5. El árbol de vida 
22:1–5
Los cinco primeros versículos del capítulo 22 forman parte de la sección anterior y no de la conclu-
sión (22:6–21). Pertenecen a la descripción de la nueva Jerusalén, donde desde el trono de Dios fluye un
río que da vida, [p 634] con el árbol de vida que se alza a lo largo de sus riberas. En esta sección se en-
cuentran las referencias finales al trono en la ciudad, la desaparición de la noche y la luz divina que bri-
lla para siempre. Los santos gozan plenamente de la belleza de la nueva creación en la que reinan eter-
namente.
Estamos frente a un cuadro del nuevo jardín del Edén. La revelación de Dios comienza con Adán y
Eva en el paraíso, con el árbol de la vida y el río que irriga este jardín, y su revelación concluye con un
cuadro de los redimidos en ese jardín renovado, con el árbol de vida y el río de vida que fluye desde el
trono de Dios y del Cordero.
Es el cielo en la tierra. En unas pocas frases un autor anónimo expresó el pensamiento de que estar
con Jesús es en verdad el cielo.
Cielo
La luz del cielo es el rostro de Jesús.
El gozo del cielo es la presencia de Jesús.
La melodía del cielo es el nombre de Jesús.
La tarea en el cielo es el servicio de Jesús.
La armonía del cielo es la alabanza de Jesús.
El tema del cielo es la obra de Jesús.
Pablo lo formuló de forma sincera, «Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentar-
nos de este cuerpo y vivir junto al Señor» (2 Co. 5:8).
1 Y él me mostró el río del agua de la vida, resplandeciente como cristal. Proviene del trono de 
Dios y del Cordero.
El pronombre él alude al ángel (21:9) que tiene la misión de revelar a Juan la ciudad santa. Lo fun-
damental de la ciudad es el trono que se describe como la fuente de vida. El trono que pertenece a Dios
y al Cordero es el origen del río que suministra el agua de la vida. Pero el énfasis no se encuentra tanto
en el río o en el agua cuanto en la palabra vida. Jesús ofreció a la mujer samaritana en el pozo de Jacob
492

agua viva (Jn. 4:10–11; 7:38), o sea, agua cuya esencia misma es vida.1 El ángel le dice a Juan que hay un
río que abunda en agua que da vida y que tiene su origen en el trono de Dios y del Cordero y que fluye
desde él. Esa agua de vida significa un caudal permanente de bendiciones para todos los santos. Dejan-
do constancia de un himno celestial, Juan había escrito, «Porque el Cordero que está en el centro del
trono los pastoreará, y los conducirá a manantiales de agua viva» (Ap. 7:17; compárese con 21:6; 22:17).
También los profetas describieron un río que salía del templo en Jerusalén. Ezequiel describe un río
que fluye desde el templo que «había crecido tanto [p 635] que se podía nadar; nadie podía cruzarlo»
(47:5), que era fuente de vida para árboles y peces (47:7–9). Zacarías escribe, «En aquel día fluirá agua
viva desde Jerusalén» (14:8). De igual modo, al comienzo de la historia humana, «del Edén nacía un río
que regaba el jardín» (Gn. 2:10).
Agua pura burbujeante sale no del templo sino del trono; ya no hay templo en la ciudad santa. El
caudal sale del trono tanto de Dios como del Cordero. En la sala del trono el Cordero está de pie en el
centro del trono (5:6; 7:17), pero en la última de las siete caras Jesús invita a los laodiceos a que se sien-
ten con él en el trono de su Padre (3:21). Es decir, Padre e Hijo, como dos personas divinas, ocupan el
mismo trono. Juan evita llamar a Jesús Dios con el fin de no dejar la impresión de que está enseñando la
existencia de dos dioses. El Padre y el Hijo son uno (Jn. 14:20; 17:22).
2. Hacia el centro de la calle principal de la ciudad. Y a cada orilla del río está el árbol de la vida 
que da doce clases de fruto, según cada mes del año da su fruto. Y las hojas del árbol son para curar a 
las naciones.
El río discurre hacia el centro de la calle principal que se mencionó antes y que se describió como
hecha de oro (21:21). La descripción que hace Juan es concisa, pero el cuadro resulta claro; se centra no
en la calle sino en el río. A ambos lados del río hay hileras de árboles, que presenta de manera colectiva
como el árbol de la vida. Dios plantó en el jardín del Edén este árbol y el árbol del conocimiento del
bien y del mal (Gn. 2:9), y querubines custodiaban este árbol de vida con una espada ardiente (Gn.
3:24). Con el río y el árbol de vida Juan pinta un cuadro de un paraíso renovado, con lo cual se completa
el relato bíblico de la historia humana. A Adán y Eva expulsados del jardín del Edén, se les impidió to-
car el árbol de la vida, pero en el jardín de la ciudad santa todos los habitantes tienen derecho a ese ár-
bol (22:14; 2:7).
El árbol de la vida produce doce clases de frutos, uno para cada mes del año. Juan recurre a divisio-
nes cronológicas de tiempo para expresar a los seres humanos lo que hubiera podido resultar incom-
prensible. Frente al umbral de la eternidad, tiene que expresarse en términos temporales de meses y
año. La importancia del árbol que produce fruto es la abundante cosecha, y este alimento sustenta la
vida eterna de todos los que lo comen.
La última parte del versículo resulta problemática: «Y las hojas del árbol son para curar a las nacio-
nes». Si se interpreta la frase en el sentido de que en la nueva Jerusalén hay enfermedad y dolor, el con-
cepto perfección pierde validez. La redacción del versículo siguiente (v. 3a) excluye esta interpretación,

1R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. John’s Revelation (Columbus: Wartburg, 1943), p. 649; Herman Hoeksema, Be‐
hold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Reformed Free Publishing Association, 1969), p.
710; David E. Holwerda, Jesus and Israel: One Covenant or Two? (Grand Rapids: Eerdmans; Leicester: Inter-Varsity,
1995), pp. 78–79.
493

«y ya no habrá ninguna maldición». Algunos comentaristas consideran que las palabras para curar a las 
naciones se refieren al efecto del evangelio en las naciones en la era de la preconsumación.2 Pero el [p 
636] contexto requiere una explicación no del evangelio sino de la eternidad. Otros proponen una posi-
ble elucidación fijándose en la palabra griega para curar (therapeian) y sugieren que esta palabra se refie-
re a una curación terapéutica que se entiende como dadora de salud.3 Agrego que el lenguaje es simbó-
lico y que en forma implícita apunta a la maldición que había caído sobre la raza humana debido al ár-
bol en el paraíso y que trajo enfermedad, dolor y muerte. Pero el árbol en el paraíso renovado propor-
ciona sanidad a las naciones, lo cual significa que sus habitantes pueden disfrutar de la vida eterna, li-
bres de toda necesidad física y espiritual.4
Juan toma las palabras de Ezequiel 47:12, donde se mencionan árboles frutales: «Sus frutos servirán
de alimento, y sus hojas serán medicinales». Esto armoniza con un comentario en 4 Esdras (=2 Esdras)
7:123: «¿Qué bien significa para nosotros la revelación del paraíso y de su fruto imperecedero, la fuente
de satisfacción perfecta y de curación?» (REB).
3. Y ya no habrá ninguna maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos 
lo servirán.
a. «Y ya no habrá ninguna maldición». Juan toma las palabras de una profecía acerca de la restaura-
ción escatológica de Jerusalén, «Jerusalén volverá a ser habitada, tendrá tranquilidad, y nunca más será
destruida [no habrá más maldición, NASB]» (Zac. 14:11). Después de que Adán y Eva hubieron pecado
en el paraíso, Dios pronunció una maldición sobre la creación y sobre la raza humana (Gn. 3:17–19). Y
esta maldición permanece hasta que se dé la restauración y todos puedan libremente tomar frutos del
árbol de la vida. Entonces habrá terminado la triste historia del pecado y de sus consecuencias, para
nunca volver a repetirse. La maldición quedará para siempre eliminada por medio de la muerte expia-
toria del Cordero en la cruz del Calvario.
b. «Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos lo servirán». Una vez más Juan
menciona que el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad santa. De nuevo pone de relieve en
forma indirecta que la divinidad de Cristo es igual a la de Dios. Esto se ve en forma evidente en el em-
pleo de los pronombres personales sus y lo en la segunda cláusula (véase 22:4; ver también 11:15; 20:6).
Dios y el Cordero ocupan un trono, mientras que los ciudadanos de la ciudad santa, en su condición de
sacerdotes, los servirán. Juan afirma con palabras similares en 7:15, «Por tanto, están delante del trono
de Dios y lo sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono levantará su tienda sobre
ellos».
4. Y verán su rostro. Y su nombre estará en sus frentes.

2 S. Greijdanus, De Openbaring des Heeren aan Johannes, KNT (Amsterdam: Van Bottenburg, 1925), p. 432; Henry Barclay
Swete, Commentary on Revelation: The Greek Text with Introduction, Notes, and Indexes (1911; reimpresión, Grand Rapids:
Kregel, 1977), p. 300.
3 John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody, 1966), p. 330; Leon Morris, Revelation, rev. ed., TNTC

(Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids: Eerdmans, 1987), p. 249; Robert L. Thomas, Revelation 8–22: An Exegetical Com‐
mentary (Chicago: Moody, 1995), p. 485.
4 Consúltese Robert H. Mounce, The Book of Revelation, rev. ed., NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), pp. 399–400.

REB Revised English Bible


NASB New American Standard Bible
494

[p 637] La primera cláusula contiene un mensaje notable, porque en todas las Escrituras leemos que
nadie puede ver el rostro de Dios y vivir. A Moisés se le permitió ver la espalda pero no su rostro (Éx.
33:20, 23). Nadie ha visto nunca a Dios (Jn. 1:18; 6:46; 1 Jn. 4:12), pero aquí Juan escribe que los santos
glorificados verán su rostro. Lo menciona en otra parte: «Cuando Cristo venga seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal como él es» (1 Jn. 3:2b; comparar con Heb. 12:14). Dios tiene con su pueblo una
relación semejante a la que tuvo antes de la caída en el paraíso, cuando caminaba y conversaba con
Adán y Eva en el frescor del día.
Todos los que tienen el nombre del Cordero y del Padre escrito en las frentes (14:1) lo verán. El Cor-
dero redimió al pueblo y los condujo a la presencia del Padre. Es por medio de Cristo que los santos
tienen el privilegio de ver a Dios en la eternidad. La impresión del nombre divino en la frente de los
santos significa que, como moradores de la nueva Jerusalén, pertenecen a Dios, llevan su imagen y se-
mejanza, y son ciudadanos de su reino.
5. No habrá noche allá, y no necesitan la luz de una lámpara ni de la luz del sol, porque el Señor 
Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos.
Este versículo es el pasaje final que sintetiza lo que Juan ha venido diciendo en la última parte del
capítulo 21. Con la repetición de palabras de esta última parte, Juan trata de subrayar su mensaje. Pri-
mero, repite 21:25 palabra por palabra diciendo que en la nueva creación dejará de operar la división
cósmica de noche y día (Zac. 14:7). Siempre habrá luz en la ciudad santa, lo cual significa que todo lo
que pertenece a la antigua creación ha desaparecido. Luego, enseña que en el mundo renovado el pue-
blo de Dios nunca necesitará descansar y dormir; tendrán una energía ilimitada para servir a Dios y
alabar su nombre por los siglos de los siglos.
Juan reitera las palabras de 21:23 cuando escribe que los santos no tendrán necesidad de la luz de
lámparas o del sol. Vuelve a poner de relieve la igualdad de Dios y del Cordero. Diciendo que cada uno
de ellos sirve de lámpara para su pueblo. En las palabras de Isaías, «El Señor será tu luz eterna» (60:19).
Por último, «reinarán por los siglos de los siglos» es un eco de la profecía de Daniel, «Pero los santos
del Altísimo recibirán el reino, y será suyo para siempre, ¡para siempre jamás!» (Dn. 7:18; véase también
Dn.7:27). Juan no ofrece detalles, pero antes escribió que los santos están sentados con Cristo en el trono
de su Padre (Ap. 3:21).
Palabras, frases y construcciones griegas en 22:1–2
ὕδατος ζωῆς—el segundo sustantivo aclara el primero: «agua, o sea, vida eterna». Esta interpretación trans-
mite en forma precisa la intención de Juan.
En lugar de poner un punto al final del versículo 1, como en los Nuevos Testamentos en griego, es mejor ver-
lo como una coma y colocar el punto después de la primera cláusula del [p 638] versículo 2. «Proviene del trono
de Dios y del Cordero, hacia el centro de la calle principal de la ciudad».
ἐντεῦθεν καὶ ἐκεῖθεν—Jn. 19:18 contiene una expresión similar ἐντεῦθεν καὶ ἐντεῦθεν «uno en cada lado»
(véase Dn. 12:5 Theod.).
IX. Conclusión
22:6–21
495

Las semejanzas entre el primer y el último capítulos de Apocalipsis son notables.5 Ambos pasajes se
refieren a la revelación de Dios, a la obediencia a su palabra, a la identidad del Señor y al testimonio a
las iglesias.

Apocalipsis 1:1 Apocalipsis 22:6

Dios dio a Jesús [su revelación] el Señor Dios ha enviado a su ángel

para mostrar a sus siervos para mostrar a sus siervos

lo que pronto debe suceder lo que pronto debe suceder

mediante el envío de su ángel

Apocalipsis 1:3 Apocalipsis 22:7, 10

Bienaventurados son los que Bienaventurados son los que

oyen las palabras de guardan las palabras de

de esta profecía y los que hacen la profecía de este libro.

caso de las cosas escritas en ella.

Porque el tiempo está cerca. Porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis 1:8, 17 Apocalipsis 22:13

Yo soy el Alfa y la Omega Yo soy el Alfa y la Omega

el primero y el último. el primero y el último.

Apocalipsis 1:1 Apocalipsis 22:16

Y lo dio a conocer enviando Yo, Jesús, te he enviado

5Consúltese David E. Aune, Revelation 17–22, WBC 52C (Nashville: Nelson, 1998), pp. 1205–6; Gerhard A. Krodel, Reve‐
lation, ACNT (Minneapolis: Augsburg, 1989), pp. 368–69.
496

a su ángel a su siervo Juan a mi ángel para dar testimonio

quien dio testimonio. de estas cosas en las iglesias.

Juan menciona su nombre tres veces en el capítulo 1 (vv.1, 4, 9), y luego una vez más en el capítulo
22 (v. 8). También, en el primer capítulo Juan menciona las palabras de Jesús, quien dio instrucciones a
Juan para que escribiera siete cartas (caps. 2 y 3); se oye la voz de Jesús otra vez en el capítulo 22 (vv. 7,
12–16, 18–20). El Espíritu Santo habla al final de cada una de las siete cartas (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22)
pero también en 14:13 y 22:17. El prólogo (1:3) incluye la primera bienaventuranza, y el capítulo 22
completa la serie con la sexta y la séptima (vv. 7, 12). Y por último, en 22:18–19, Dios lanza una adver-
tencia que se puede comparar a la nota sobre derechos de autor en un libro actual. En otras palabras,
Dios dice que este libro le pertenece y debe ser tratado con sumo respeto.
[p 639] A. Retorno de Jesús
22:6–17
6. Y me dijo, «Estas palabras son fieles y verdaderas, y el Señor, el Dios de los espíritus de los 
profetas, ha enviado a su ángel para mostrar a sus siervos lo que debe ocurrir pronto».
La gloria de las escenas celestiales ha llegado a su fin, pero Juan, que ha regresado a la realidad cós-
mica, sigue todavía en la presencia de un ángel. El texto griego dice en forma concisa, «Y me dijo», aun-
que es evidente que quien habla es el ángel (véase 22:1). Hay múltiples testigos en la conclusión de
Apocalipsis. Hay el ángel que se dirige a Juan y lo corrige. Luego están Juan mismo, Jesús y, por último,
el Espíritu Santo y la esposa (la iglesia).6
Tanto el ángel como Juan dan testimonio de que el libro es genuino, de que es absolutamente con-
fiable, porque Dios es su autor. Esto no significa que para la composición del libro Juan fuera un simple
instrumento en manos de Dios. Operó como un judío del siglo primero que escribió en griego koiné que
hablaban sus contemporáneos. Y Dios utilizó a Juan con sus talentos, conocimiento de las Escrituras y
habilidad como escritor, para componer Apocalipsis. Con todo, Dios es el autor primario y Juan el se-
cundario.
a. «Estas palabras son fieles y verdaderas» es una repetición de 21:5 (véase también 19:9). Al reiterar
las mismas palabras, Juan subraya su confiabilidad indiscutible. Algunos estudiosos han tratado de re-
estructurar Apocalipsis para que el texto resulte más aceptable a los lectores modernos, pero el hecho es
que Dios, como el gran arquitecto, ha construido este libro. Juan escribe, «El Señor, el Dios de los espíri-
tus de los profetas, ha enviado a su ángel para mostrar a sus siervos» (compárese con Nm. 27:16). Juan
tiene en mente la obra del Espíritu Santo, quien inspiró a los profetas del Antiguo Testamento y del
Nuevo no sólo para que hablaran sino para que escribieran la palabra viva de Dios (Ap. 19:10; 1 Co.
14:32). Y Juan ha recurrido a ambos Testamentos para plasmar sus pensamientos en Apocalipsis.
Dios envió a su ángel a Juan para mostrar a sus siervos lo que iba a suceder, pero también se men-
ciona a Jesús como el remitente (cf. vv. 6, 16). Este hecho en sí mismo ilustra una vez más la divinidad

6William Hendriksen (More Than Conquerors [reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1982], p. 209) menciona tres: el ángel,
Juan y Jesús.
497

de Cristo. Juan menciona que los siervos que reciben este mensaje divino son todo el pueblo de Dios
que implícitamente obedecen su palabra (véase v. 3; 1:3; 2:20; 7:3; 19:2, 5).
b. «Lo que debe ocurrir pronto». Estas palabras también se encuentran en 1:1 y son eco de la res-
puesta de Daniel al rey Nabucodonosor (2:28–29 griego antiguo y Theod.). Pero aunque el mensaje es
sin duda apremiante, ante el transcurrir del tiempo, no se puede descartar la pregunta referente [p 640] 
a cuán inminente es. Resulta claro que Jesús previó esta pregunta. En los versículos siguientes en forma
repetida asegura a sus lectores que viene pronto (vv. 7, 12, 20; ver también 2:5, 16, 25; 3:3, 11). Desde
una perspectiva humana, parece que se ha diferido el cumplimiento de esta promesa. Pero desde una
perspectiva divina, las cosas que han sido predichas están ocurriendo incluso ahora, de modo que la
consumación misma es en verdad inminente. El término pronto expresa la sobria realidad de que la con-
sumación está cerca. Cuando los pecados de este mundo malvado alcancen el cielo y no dejen espacio
entre cielo y tierra para más pecados (18:5), entonces la copa de la ira se llenará y habrá llegado el fin.
7. «Y mira, vengo pronto. Bienaventurado es el que cumple las palabras de la profecía de este li‐
bro».
¿Quién habla en este caso? Sin duda, el pronombre en primera persona del singular yo señala a Je-
sús, porque todo el tiempo él ha prometido su regreso. Pero aunque estas palabras corresponden a Je-
sús, es posible interpretarlas como una cita por parte del ángel. Esta es la posición de muchos comenta-
ristas,7 aunque Cristo mismo hubiera podido dirigirlas de manera directa a Juan (véase vv. 12, 20).
Los primeros cristianos en el siglo primero, cuando celebraban la cena del Señor, concluían el sa-
cramento con una oración que terminaba con la palabra Maranatha (Nuestro Señor, ¡ven!; Didajé 10.6;
véase 1 Co. 16:22).8 Sabían que Jesús, como su anfitrión, estaba en medio de ellos espiritualmente, pero
su deseo era que regresara físicamente.
La sexta bienaventuranza repite en forma abreviada las palabras de la primera. «Bienaventurado es
el que cumple las palabras de la profecía de este libro».y «Bienaventurado es el que lee en voz alta y los
que oyen las palabras de esta profecía y hacen caso de las cosas escritas en ella» (1:3). Hay una conexión
obvia entre el que cumple y el que hace caso. El texto griego utiliza un participio presente en «el que cum-
ple» para indicar una tarea continua de obedecer en forma voluntaria y alegre las palabras divinas escri-
tas en este libro. Y la frase «las palabras de la profecía de este libro» se utilizan tres veces (vv. 10, 18, 19).
Estas palabras apuntan al contenido de Apocalipsis.
8. Yo, Juan, soy el que oye y ve estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré a los pies del ángel para 
adorarlo al que me mostró estas cosas.

7 Swete, Revelation, p. 303; Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John (1919; reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979), pp.
773–74; Thomas, Revelation 8–22, p. 497. M. Robert Mulholland Jr. (Revelation: Holy Living in an Unholy World [Grand
Rapids: Zondervan, Frances Asbury Press, 1990], pp. 332–33) identifica a Cristo con el ángel cuando escribe que Cristo
se aparece bajo forma angélica. Esta interpretación se encuentra en dificultad en los dos versículos siguientes, porque
en ellos esa identificación falla. Homer Hailey (Revelation: An Introduction and Commentary [Grand Rapids: Baker, 1979],
p. 426) sugiere que Dios es quien habla.
8 Michael Wilcock, The Message of Revelation: I Saw Heaven Opened (Leicester: Inter-Varsity; Downers Grove: Inter-

Varsity, 1975), p. 214.


498

[p 641] Juan ofrece una identificación personal con el pronombre yo (véase 1:9) en un intento de ase-
gurarse de que sus lectores supieran que él, como su líder espiritual muy conocido, era de hecho el au-
tor de este libro. Emplea una fórmula («Yo, [y nombre propio]») que era común en esa época, porque
tanto Pablo («Yo, Pablo», Gá. 5:2; Ef. 3:1; Col. 1:23; 1 Ts. 2:18; Flm. 19) como Jesús («Yo, Jesús», Ap.
22:16) la utilizan. También se encuentra en las profecías de Daniel (7:15, 28; 8:1).
El escritor es testigo ocular y por el oído. De ahí que su testimonio no esté basado en imaginación
humana sino en revelación divina. Ahora ha registrado en Apocalipsis todo lo que ha visto y oído, y
esto no se limita a la visión de la nueva Jerusalén.9 El libro de Apocalipsis incluye su visión de Jesús, las
cartas a las siete iglesias, los sellos, las trompetas, las plagas, el juicio final y la nueva Jerusalén. Juan da
testimonio de la veracidad de lo que personalmente ha puesto por escrito (compárese con Jn. 21:24).
Juan cae a los pies del ángel que le reveló estas cosas sobrecogedoras. Es el mismo fenómeno que se
describió en 19:10, donde Juan, al ver el banquete nupcial de la esposa y el esposo, cae a los pies del án-
gel. Aunque los dos casos son idénticos excepto en la redacción, ocupan lugares diferentes en Apocalip-
sis. El primer incidente se refiere al banquete nupcial, el momento en que la iglesia y Jesús se unen co-
mo esposa y esposo. El segundo se da al finalizar Apocalipsis, donde Juan repite el mismo relato por
razón de énfasis.
9. Y me dijo, «No lo hagas. Soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que cumplen 
las palabras de este libro. Adora a Dios».
Las palabras del ángel son casi las mismas que las que pronunció y que se mencionan en 19:10, «Y
me dijo, ‘No lo hagas. Soy un siervo como tú y tus hermanos [y hermanas] que sostienen el testimonio
de Jesús. Adora a Dios’». Pero ahora el ángel amplía la frase agregando las palabras «los profetas y los
que cumplen las palabras de este libro». Bauckham comenta, «La negativa del ángel a recibir adoración
ahora actúa, por tanto, para reclamar para el libro la autoridad, no del ángel, sino de Dios mismo (de
ahí 22:18–19), el único al que se le debe adoración»10 (Éx. 20:5; Dt. 5:9). La repetición no es un descuido
del autor sino más bien una forma deliberada de subrayar la inspiración divina de todo el libro, cuyo
autor primario es Dios, que merece adoración y alabanza.
La advertencia va destinada a Juan y a todo el pueblo de Dios. Juan y los profetas no están en un ni-
vel aparte y por encima de los creyentes ordinarios; forman parte de ellos. Dios enseña que la adoración
de cualquier criatura, ya sea ángel, ser humano, animal u objeto inanimado, está [p 642] absolutamente
prohibida. En última instancia sólo hay dos categorías de seres en el universo: el creador y su creación.
Nada en toda la creación de Dios puede colocarse nunca por encima del creador y recibir pleitesía. Así
pues, Jesús rechazó a Satanás, porque el diablo le pidió al Señor que lo adorara. A partir de las Escritu-
ras, Jesús le dijo que sólo había que adorar al Señor Dios (Dt. 6:13; Mt. 4:10p; Lc. 4:8).
10. Y me dijo, «No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
Una vez más Juan no identifica a quien habla (véase v.7), que probablemente es el ángel que habla
en nombre de Jesús. Así, la fuente primaria es el Señor, quien se dirige a Juan con un mandato negativo
de nunca sellar las palabras de su profecía. El lado positivo de este mandato, por tanto, es publicarlas

9Richard Bauckham, The Climax of Prophecy (Edinburgh: Clark, 1993), p. 256.


10
Bauckham, Climax of Prophecy, p. 134. Véase Gregory K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text,
NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 1125.
499

como documento y proclamarlas a todo el pueblo.11 La diferencia entre la profecía de Daniel y el Apoca-
lipsis de Juan es clara. Al primero se le dice que cierre y selle las palabras de su profecía hasta el fin de
los tiempos (Dn.8:26; 12:4,9); comparar con Ap.10:4), mientras que el libro de Juan debe quedar sin se-
llar y estar a disposición de todo el que desee leer y oír su mensaje. Asimismo, los Apocalipsis judíos se
mantenían sellados para los no iniciados.12 Pero la Palabra de Dios no está encadenada, porque es en-
viada para cumplir su plan y su propósito (Is.55:11; 2 Ti. 2:9).
El tiempo está cerca. No es una referencia a un calendario o al tiempo que marca un reloj, antes bien
quiere decir un momento oportuno o un tiempo de decisión. Las palabras son idénticas a 1:3, de modo
que al principio y al fin de Apocalipsis se toca la misma nota de apremio. Dios pone sobre aviso a su
pueblo para que esté preparado al final del tiempo.
11. «Que el malo siga haciendo el mal, y que el vil siga siendo vil, y que el justo siga haciendo lo 
justo, y que el santo siga siendo santo».
La práctica de Juan de presentar contrastes es obvia en estas cuatro cláusulas. Las dos primeras
plantean aspectos negativos y las dos últimas positivos. Las cláusulas primera y tercera son paralelas, al
igual que lo son la segunda y la cuarta. Es decir, hacer el mal se contrapone a hacer lo que es justo, y ser
vil es lo opuesto a ser santo.

1. que el malo siga haciendo el mal 3. que el justo siga haciendo lo justo

2. y que el vil siga siendo vil 4. y que el santo siga siendo santo

La primera y la tercera frases subrayan las acciones de la persona, en tanto que la segunda y la cuar-
ta enfatizan el carácter de la persona.13 Las cláusulas segunda, tercera y cuarta comienzan con la conjun-
ción y, que es característica del estilo de Juan de escribir con frases coordinadas.
[p 643] En las cláusulas se utilizan cuatro veces los imperativos en tercera persona en griego y se re-
presentan en español con el término que y el subjuntivo. Las frases con que pueden ser el que de exhorta-
ciones positivas (como «que el malo vuelva de su camino» o el que de conformidad (como «que lo de-
je»).14 Se hace la objeción a esta interpretación que las cuatro frases representan un mismo mandato y,
por tanto, deben entenderse «en la misma forma imperativa».15 Sin embargo, Juan ha dividido la huma-
nidad en los dos grupos de los que hacen el mal y son viles y los que practican la justicia y son santos.
La palabra seguir que se encuentra en las cuatro cláusulas indica un proceso permanente. Conduce o a
una vida de degradación o a una vida de santidad. «O se crece en gracia y estatura como cristianos o se
cae más profundo en el endurecimiento e indiferencia como pecador; no se puede permanecer estáti-
co».16 El pecador y el santo o avanzan o retroceden en su vida espiritual. El pecador retrocede de la in-

11 Ernst Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes, HNT 16 (Tübingen: Mohr, 1970), p. 179.


12 En 4 Esdras (=2 Esdras) 12:37–38; 14:5–6, 45–47, es evidente el mandato de esconder el libro y de dar a conocer su
contenido sólo a los sabios. Véase Aune, Revelation 17–22, p. 1216.
13 Kennedy H. Easley, Revelation, HNTC (Nashville: Broadman & Holman, 1998), p. 419.

14 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 208.

15 Beale, Revelation, p. 1132; Mounce, Revelation, p. 406 n. 18.

16 Hailey, Revelation, p. 428.


501

sus obras (Ap. 2:23; comparar con 18:6 y 20:12–13). Estos pasajes se refieren a la venida de Jesús como
juez de toda la tierra.
Jesús se identifica con la primera y la última letra en el alfabeto griego, el Alfa y la Omega, y como el
primero y el último, el principio y el fin (véase 21:6). En esta declaración sumaria, utiliza tres cláusulas
que transmiten el concepto de que es eternamente divino. Nótese que en el primer capítulo Dios se
identificó con las letras Alfa y Omega, pero Jesús se identificó como «el primero y el último» (1:8 y 17,
respectivamente). Ahora, en la conclusión de Apocalipsis, Jesús se sitúa claramente como igual a Dios
con las mismas palabras de identificación. Es igual a Dios en poder y autoridad.
14. «Bienaventurados son los que lavan sus ropas, de modo que puedan tener derecho al árbol de 
la vida y por las puertas puedan entrar a la ciudad».
a. «Bienaventurados son los que lavan sus ropas». Con esta última bienaventuranza, la séptima, Je-
sús se dirige a los santos en la tierra y llama bienaventurados a los que lavan sus ropas. Da a entender
que sus ropas están sucias debido al pecado, que puede quitarse sólo por medio de la sangre de Cristo.
El verbo lavar está en participio presente para indicar que el pecado es un agente de contaminación con-
tinua que necesita lavados [p 645] repetidos. Antes Juan mencionó las palabras de un anciano que le dio
instrucciones referentes a la situación de los santos en el cielo. «Estos son los que han salido de la gran
tribulación y han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero (7:14). Mientras que
las palabras del anciano se dirigen a los santos celestiales, cuyas ropas han sido lavadas una vez por
todas (tiempo aoristo), Jesús habla a los santos en la tierra y, por implicación, los insta a que laven sus
ropas una y otra vez (tiempo presente). Moisés instruyó a los israelitas en el monte Sinaí para que lava-
ran sus ropas antes de presentarse delante de Dios para escuchar la ley (Éx. 19:10, 14). Esto quiere decir
que nadie puede entrar a la presencia de Dios con vestimenta sucia, porque esto le resulta abominable.
Sólo los que están cubiertos con la túnica de justicia pueden entrar ante la santidad de Dios (Is. 61:10).
Vestidos de lino puro, se les permite que se sienten en la mesa del Señor (19:8; comparar con Mt. 22:11–
13).
b. «De modo que puedan tener derecho al árbol de la vida». Adán y Eva fueron expulsados del jar-
dín del Edén, y querubines les impidieron acercarse al árbol de la vida (Gn. 3:24). Pero ahora los santos
tienen perfecta libertad para tomar el fruto de este árbol (2:7; 22:2). De hecho Jesús les concede el dere-
cho de hacerlo. Liberados de la esclavitud del pecado y la culpa gracias a su sacrificio, ahora disfrutan
de vida eterna con acceso sin trabas al árbol de la vida.
c. «Y por las puertas puedan entrar en la ciudad». Son el pueblo de Dios que tienen el derecho de en-
trar en la ciudad santa y disfrutar de morar en ella para siempre. Sus nombres están inscritos en el libro
de la vida, lo cual les otorga ciudadanía en la nueva Jerusalén (21:27b).
15. «Fuera están los perros y los brujos y los fornicadores y los asesinos y los idólatras y todo el 
que ama y practica engaño».
Jesús se dirige al pueblo en la tierra y, una vez más, muestra el contraste entre el creyente y el incré-
dulo. Los creyentes están vestidos con ropas limpias y tienen el derecho al árbol de la vida y a la ciuda-
danía celestial. Pero los incrédulos quedan excluidos, porque su estilo de vida se compara con «los que
son odiados y los asesinos y los fornicadores, y los brujos e idólatras, y a todos los que engañan» (21:8).
Estas seis categorías son idénticas, con la excepción de que ahora a los odiados se los llama perros. En la
502

época del Antiguo Testamento se despreciaba a los perros callejeros (p.ej., 1 R. 14:11; 2 R. 8:13), y al va-
rón que se prostituía se lo llamaba perro (Dt. 23:18). En tiempos del Nuevo Testamento, los rabinos se
referían a los gentiles como perros, y Pablo incluso llamó así a sus opositores (Fil. 3:2).19 En resumen, la
palabra perro era un término peyorativo que indicaba a alguien a quien había que evitar.
[p 646] Los brujos, asesinos, idólatras, fornicadores y engañosos se mencionaron y analizaron en
21:8. La repetición de estas categorías en los versículos finales de Apocalipsis tiene como fin enfatizar.
Este hecho se pone de relieve con el agregado de los verbos amar y practicar en la frase «todo el que ama
y practica engaño». El agregado subraya la hondura del pecado, cuando el pecador convierte la verdad
en mentira y se complace en hacerlo. Una sugerencia plausible es ver esta lista de vicios como adverten-
cia para que se arrepientan los cristianos que corren el peligro de desviarse (Heb. 2:1; 3:12–13; 4:1, 11).20
16. «Yo, Jesús, os he enviado a mi ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy 
la raíz y descendiente de David, la brillante estrella de la mañana».
Jesús se identifica como el que habla mediante el empleo del pronombre personal yo, común en las
cartas de Pablo («Yo, Pablo», Gá. 5:2; Ef. 3:1; Col. 1:23; 1 Ts. 2:18; Fil. 19) y en Apocalipsis («Yo, Juan»,
1:9 y 22:8). Jesús dice que ha enviado a su ángel, lo cual una vez más indica su divinidad. En 1:1 Dios
envió a su ángel a Juan, mientras que aquí Jesús afirma que ha enviado a su ángel. Nótese también que
el mensaje del ángel es para los destinatarios, que aquí se tratan en segunda persona del plural os, que
se refiere a los lectores y oyentes de Apocalipsis (1:3).
El verbo dar testimonio aparece tres veces en estos versículos finales (vv. 16, 18, 20) y significa el acto
de dar testimonio de la palabra profética que Dios transmite a su pueblo (1:2). Significa confirmar «estas
cosas» (o sea, el Apocalipsis), transmitidas y entregadas a los receptores.21 Los receptores son los miem-
bros de las siete iglesias, pero estas iglesias representan en forma simbólica a la iglesia universal que
está presente en todo el mundo, en todo tiempo y lugar.
En el saludo Juan escribe, «Juan a las siete iglesias que están en [la provincia de] Asia. Gracia a voso‐
tros» (1:4, se agrega el subrayado). Así pues, el sustantivo y el pronombre en plural iglesias y vosotros
respectivamente se encuentran en el mismo contexto, aunque sea en orden inverso. La estructura para-
lela en el saludo (1:4) y en la conclusión (22:16) resulta clara; confirma la interpretación de que el sustan-
tivo y el pronombre de hecho están en la misma categoría.22
Cinco veces en Apocalipsis Jesús emplea el «Yo soy» para identificarse (1:8, 17; 2:23; 21:6; 22:16).
Aquí se llama a sí mismo «la raíz y descendiente [p 647] de David, la brillante estrella de la mañana». El
Antiguo Testamento nos ofrece el trasfondo para estos nombres: la frase «raíz y descendiente de David»
se origina en Is. 11:1, 10 y 53:2; y «la brillante estrella de la mañana» recuerda a Números 24:17, «una
estrella saldrá de Jacob». En su carta a la iglesia en Tiatira, Jesús promete la estrella de la mañana a todo
el que triunfe (2:28); y, al mencionar el día del retorno de Cristo, Pedro informa a sus lectores que esto

19 Refiérase a Otto Michel, TDNT, 3:1101–4.


20 Thomas, Revelation 8–22, p. 507; Robert W. Wall, Revelation, NIBCNT (Peabody, Mass.: Hendrickson, 1991), p. 266.
21 Bauer, pp. 492–93; Hermann Strathmann, TDNT, 4:499. Aune, (Revelation 17–22, p. 1225) arguye que el plural os «se

refiere a un círculo de profetas cristianos cuya tarea era transmitir el mensaje revelador de Juan a las iglesias». Véase
también su «Prophetic Circle of John of Patmos and the Exegesis of Revelation 22.16», JSNT 37 (1989): 103–16.
22 Consúltese Beale, Revelation, pp. 1145–46.
503

sucederá cuando «salga el lucero de la mañana en sus corazones» (2 P. 1:19). Con el empleo de esta ex-
presión, Pedro señala a Cristo.23
17. «Y el Espíritu y la esposa dicen, ‘¡Ven!’ Y el que lo oiga diga, ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed que 
venga, y el que lo desee que tome gratuitamente del agua de la vida».
Jesús parece ser el que habla y ahora anuncia que la respuesta a sus palabras proviene de dos fuen-
tes, a saber, el Espíritu Santo y la iglesia en la tierra. Estos dos siguen clamando por el retorno de Jesús
con una petición en tiempo presente que significa «Cumple tu plan en la historia con la mirada puesta
en tu venida».24 El clamor por la venida del Señor se repite en el versículo 20, como última petición en
Apocalipsis, «Amén, ven Señor Jesús». El Espíritu de Cristo es el Espíritu del esposo; y este Espíritu
tiene su morada en la esposa, o sea, la iglesia. De ahí que, a instancias apremiantes del Espíritu, la igle-
sia expresa su anhelo por el retorno de Cristo, su esposo. No sólo el cuerpo orgánico de la iglesia sino
todo creyente individual que responde en obediencia a la instancia del Espíritu manifiesta esta ansia. La
invitación «¡Ven!» se da dos veces para poner de relieve el apremio.
Sin embargo, la tercera invitación, «El que tenga sed que venga» no se dirige a Cristo sino al pueblo,
como invitación para que acudan a él. Esto crea confusión, en especial debido a que la última exhorta-
ción, «el que lo desee que tome gratuitamente del agua de la vida», también es una exhortación evange-
lística. Esta incoherencia se puede solucionar si interpretamos el doble significado del verbo venir. Pri-
mero, la iglesia, al rendir culto y al celebrar la cena del Señor pide a Cristo que regrese (Maranatha; véa-
se Didajé 10:6). Luego, al mismo tiempo, la iglesia extiende a todos la invitación de venir a Cristo. Al
escribir acerca de la venida del Señor, Pedro exhorta a sus lectores a que vivan vidas santas y piadosas
«esperando ansiosamente la venida del día del Señor» (2 P. 3:12a), con lo cual indica que el pueblo de
Dios desempeña un papel en disminuir el tiempo antes del regreso de Jesús. Al dirigirse a la multitud
después de sanar al mendigo tullido, Pedro dijo al pueblo que se arrepintieran con el fin de acelerar la
venida de Cristo (Hch. 3:19–21). De igual modo, alrededor del 300 d.C., un rabio judío escribió, «Si los
israelitas se arrepintieran aunque [p 648] fuera un solo día, entonces el Hijo de David [el Mesías] ven-
dría».25 Esto quiere decir que la iglesia debe llevar el evangelio al mundo, conducir a las personas a la fe
y al arrepentimiento, y llenar la casa de Dios. Entonces, el fin vendrá y Cristo regresará.
Todo el que desee beber del agua de la vida puede venir gratuitamente a tomarla. Hay una invita-
ción en el Antiguo Testamento, que se menciona en Isaías 55:1, «¡Vengan a las aguas todos los que ten-
gan sed! ¡Vengan a comprar y a comer todos los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche
sin pago alguno» (véase también Jn. 7:37; Ap. 21:6).
Palabras, frases y construcciones griegas en 22:14–16
Versículo 14
πλύνοντες τὰς στολὰς αὑτῶν—«lavando sus ropas». Los principales manuscritos griegos sustentan esta fra-
se, pero el TR y el Texto Mayoritario tienen una lectura diferente, ποιοῦντες τὰς ἐντολὰς αὑτοῦ («cumpliendo

23 Véase Simon J. Kistemaker, Exposition of the Epistles of Peter and of the Epistle of Jude, NTC (Grand Rapids: Baker, 1987),


p. 270.
24 Hendriksen, More Than Conquerors, p. 209; Lenski, Revelation, p. 670.

25 SB, 1:164. Véase Kistemaker, Epistles of Peter, pp. 338–39.


504
sus mandamientos»). El sonido de las dos frases es similar, pero la segunda parece «ser una corrección de algún
escriba», porque Juan emplea la expresión τηρεῖν τὰς ἐντολάς (12:17; 14:12).26
ἵνα—cuando se utiliza el tiempo futuro del verbo ser después de ἵνα, la cláusula expresa resultado más que
propósito. Afirma la seguridad que lo prometido se realizará.
Versículo 16
ἐπί—una traducción común es «para». Las variantes son o ἐν (en) o la omisión de toda preposición. Prefiero
la lectura ἐν.
B. Advertencia
22:18–19
18. «Yo doy testimonio a todo el que oye estas palabras de la profecía de este libro. Si alguien 
agrega algo a las mismas, Dios le añadirá las plagas escritas en este libro. 19 Y si alguien quita algo a 
estas palabras de la profecía de este libro, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y de la ciu‐
dad santa, que se describen en este libro».
Lo más probable es que Jesús sea quien habla, porque el pronombre personal yo armoniza con el
versículo 16, y el verbo dar testimonio aparece en el versículo 20, donde Jesús es quien habla. En la parte
introductoria y en la conclusión, Jesús se dirige de manera directa a los lectores y oyentes, pero para el
resto de Apocalipsis envió a su ángel.27 Lo que dice [p 649] a la persona que escucha las palabras de la
profecía de este libro repite términos parecidas en los versículos 7 y 10. El oír debe ir acompañado del
entender (compárese 1:4).
La advertencia solemne de no agregar nada a las palabras de este libro ni tampoco quitarles, es co-
mún en la literatura antigua. Por ejemplo, Moisés advierte a los israelitas que no agreguen a los decre-
tos y leyes que Dios les dio ni que quiten nada de ellos (Dt. 4:2; 12:32). Esta fórmula se anexaba a docu-
mentos, en forma muy parecida a las leyes de derechos de autor que protegen a los manuscritos mo-
dernos.28 Además, se agregaban maldiciones bajo la forma de una frase condicional, «Si alguien agrega
algo a este libro o se lo quita, caerá sobre él una maldición». Pablo escribió una condena similar cuando
dijo a los gálatas que si alguien predicaba un evangelio que no fuera el evangelio de Cristo, «¡que caiga
bajo maldición eterna!» (Gá. 1:6–8). Ahora Jesús pronuncia una maldición sobre quien distorsione su
mensaje.29

26 Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament, 2d ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,


1994), p. 690.
27 Swete, Revelation, p. 311; Thomas, Revelation 8–22, p. 513; Mounce, Revelation, p. 410; Luther Poellot, Revelation: The 

Last Book in the Bible (St. Louis: Concordia, 1962), p. 301; Greijdanus, Openbaring, p. 446. Algunos estudiosos afirman
que Juan es quien habla. Véase Jürgen Roloff, The Revelation of John, trad. J. E. Alsup (Minneapolis: Fortress, 1993), p.
253; Wilfrid J. Harrington, Revelation, SP 16 (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993), p. 226.
28 Aune (Revelation 17–22, pp. 1208–13) enumera una serie de ejemplos tomados de muchas fuentes. Uno de ellos se

encuentra en 1 Macabeos 8:30 en relación con el tratado que establecieron los romanos con los judíos, «Pero si, des-
pués, ambas partes acuerdan agregar o rescindir algo, lo que decidan se hará; cualquier agregado o rescisión serán
validos». (REB).
29 Según la Carta a Aristeas 310–11, después de que se tradujeron las Escrituras hebreas al griego, se lanzó una maldi-

ción contra quien introdujera cambios a la traducción agregando u omitiendo alguna de las palabras que habían sido
escritas.
505

¿Cuáles son esas maldiciones? Las plagas que se mencionan en este libro incluyen no sólo castigos
temporales sino también separación eterna del Dios vivo y exclusión de la vida eterna y de la ciudad
santa. Se aplican no a alguien que cometa un error amanuense al copiar el manuscrito sino al que en
forma voluntaria distorsione el texto.30 No se dirige a los copistas que sin darse cuenta cometían errores
visuales o de oídas. Si este hubiera sido el caso, me atrevo a decir que nadie se habría atrevido a copiar
el Apocalipsis.
Dos veces en este pasaje se encuentra la palabra profecía, lo cual significa que las palabras incluidas
en este Apocalipsis se van cumpliendo en el curso del tiempo y apuntan hacia el cumplimiento cuando
Jesús regrese. Lo que ha prometido sin duda lo cumplirá en el tiempo establecido por el Padre (Mt.
24:36; Hch. 1:7). Nótese que la palabra profecía se encuentra siete veces en Apocalipsis, y cuatro en el
último capítulo (1:3; 11:6; 19:10; 22:7, 10, 18, 19).
Palabras, frases y construcciones griegas en 22:19
ἀπὸ τοῦ ξύλου—el TR dice ἀπὸ βίβλου, que carece de apoyo en manuscritos griegos. En 1516 Erasmo tradu-
jo estas palabras desde la Vulgata latina al griego. «La corrupción de [p 650] ‘árbol’ a ‘libro’ se había dado antes
en la transmisión del texto latino cuando un escriba en forma accidental copió mal la palabra correcta ligno (‘ár-
bol’) como libro (‘libro’)».31
C. Promesa y bendición
22:20–21
20. El que da testimonio de estas cosas dice, «Sí, vengo pronto». Amén, ven Señor Jesús.
He aquí la declaración más resuelta salida de los labios de Jesús de que en realidad regresará como
prometió (v. 12). El Espíritu y la esposa le suplican que venga, y todo creyente sincero le insta igual-
mente a que regrese (v. 17). Ahora Jesús les asegura a todos que viene pronto. Pero ¿cuán pronto se
aparecerá? Podemos decir con seguridad que su retorno está más cercano que nunca, ya que han trans-
currido casi dos mil años. Sin embargo, el significado de este adverbio es «sin demora, rápido, de inme-
diato, en un corto tiempo».32
La respuesta a la promesa de Jesús se formula en una oración que es la última petición en las Escri-
turas, «Amén, ven Señor Jesús». Es decir, el creyente está convencido de la veracidad de esta promesa y
la confirma con un sincero «Amén».
21. La gracia del Señor Jesús esté con todos.
Esta bendición es breve y recuerda la literatura epistolar de Pablo. Confirma que el Apocalipsis se
envía como una carta a las iglesias y, por tanto, requiere una bendición apropiada de despedida. La
bendición se expresa como una oración o deseo, del mismo modo que el saludo en la introducción (1:4).

30 R. H. Charles (A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, ICC [Edinburgh: Clark, 1920], 2:223)


comenta, «Las plagas tienen que ver con castigos temporales, no con eternos». Luego afirma que los versículos «18b–19
introducen una nota equivocada en estos últimos versículos». Los considera como una interpolación y los coloca en
una nota (p. 445).
31 Metzger, Textual Commentary, p. 690.

32 Bauer, p. 807.
506

Las variantes reflejadas en distintas traducciones tienen que ver con los receptores de este libro. En
cuanto a la bendición misma, estas variantes tienen poca importancia. La gracia del Señor Jesús está con
todos los que lo aman, lo sirven y anhelan su retorno.
Palabras, frases y construcciones griegas en 22:21
μετὰ πάντων—«con todos». Otras lecturas dicen «con todos los santos» y «con todos vosotros». De estas tres,
se prefiere la lectura más breve.
Soli Deo Gloria
507

[p 651]  

BIBLIOGRAFÍA*
Comentarios
Alford, Henry. James‐Revelation. Vol. 4, parte 2 de Alford’s Greek Testament: An Exegetical and Critical Commenta‐
ry. 1875. Reimpresión, Grand Rapids: Guardian, 1976.
Allo, Ernest B. Saint Jean l’Apocalypse. Études bibliques. Paris: Gabalda, 1921.
Aune, David E. Revelation 1–5. Word Biblical Commentary 52A. Dallas: Word, 1997.
———. Revelation 6–16. Word Biblical Commentary 52B. Nashville: Nelson, 1998.
———. Revelation 17–22. Word Biblical Commentary 52C. Nashville: Nelson, 1998.
Barclay, William. The Revelation of John. 2d ed. 2 vols. Philadelphia: Westminster, 1960.
Barnes, Albert. Notes on the New Testament: Revelation. Editado por Robert Frew. Reimpresión, Grand Rapids:
Baker, 1949.
Beale, Gregory K. The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text. New International Greek Testament
Commentary. Grand Rapids: Eerdmans, 1998.
Beasley-Murray, G. R. The Book of Revelation. New Century Bible. London: Oliphants, 1974.
Beckwith, Isbon T. The Apocalypse of John: Studies in Introduction with a Critical and Exegetical Commentary. 1919.
Reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979.
Behm, Johannes. Die Offenbarung des Johannes. Das Neue Testament Deutsch 11. Göttingen: Vandenhoeck &
Ruprecht, 1953.
Blomberg, Craig L. Matthew. New American Commentary 22. Nashville: Broadman, 1992.
Boer, Harry R. The Book of Revelation. Grand Rapids: Eerdmans, 1979.
Boring, M. Eugene. Revelation. Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching. Louisville:
John Knox, 1989.
Caird, G. B. A Commentary on the Revelation of St. John the Divine. Harper’s New Testament Commentaries.
New York: Harper and Row, 1966.
Calvino, Juan. Commentaries on the Catholic Epistles. Reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1981.
———. Commentaries on the Epistles to the Philippians, Colossians, and Thessalonians. Reimpresión, Grand Ra-
pids: Baker, 1981.
Charles, R. H. A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John. 2 vols. International Critical
Commentary. Edinburgh: Clark, 1920.
Chilton, David. The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation. Fort Worth, Tex.: Dominion, 1987.
Collins, Adela Yarbro. The Apocalypse. Wilmington: Glazier, 1979.
Düsterdieck, Friedrich. Critical and Exegetical Handbook to the Revelation of John. New York and London: Funk
and Wagnalls, 1886.

* Consúltese el Índice de autores y las notas a pie de página como referencia a los numerosos artículos que se mencio-
nan en el comentario.
508
Easley, Kendell H. Revelation. Holman New Testament Commentary. Nashville: Broadman & Holman, 1998.
Ellul, J. Apocalypse: The Book of Revelation. Traducido por George W. Schreiner. New York: Seabury, 1977.
[p 652] Fairbairn, Patrick. Ezekiel and the Book of His Prophecy. Edinburgh: Clark, 1876.
Ford, Josephine Massyngberde. Revelation: Introduction, Translation, and Commentary. Anchor Bible 38. Garden
City, N.Y.: Doubleday, 1975.
Greijdanus, S. De Openbaring des Heeren aan Johannes. Kommentaar op het Nieuwe Testament. Amsterdam:
Van Bottenburg, 1925.
Hailey, Homer. Revelation: An Introduction and Commentary. Grand Rapids: Baker, 1979.
Harrington, Wilfrid J. Revelation. Sacra Pagina 16. Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1993.
Hartingsveld, L. van. Revelation. Grand Rapids: Eerdmans, 1985.
Hendriksen, William. Exposition of Philippians. New Testament Commentary. Grand Rapids: Baker, 1962.
———. More Than Conquerors: An Interpretation of the Book of Revelation. Reimpresión, Grand Rapids: Baker,
1982. Versión castellana Más que vencedores. Grand Rapids: Libros Desafío, 1977.
Hoeksema, Herman. Behold, He Cometh! An Exposition of the Book of Revelation. Grand Rapids: Reformed Free
Publishing Association, 1969.
Hughes, Philip Edgcumbe. The Book of the Revelation: A Commentary. Leicester: Inter-Varsity; Grand Rapids:
Eerdmans, 1990.
Johnson, Alan F. Revelation. In vol. 12 of The Expositor’s Bible Commentary, editado por Frank E. Gaebelein. 12
vols. Grand Rapids: Zondervan, 1981.
Keener, Craig S. Revelation. NIV Application Commentary. Grand Rapids: Zondervan, 2000.
Kiddle, Martin. The Revelation of St. John. Reimpresión, London: Hodder and Stoughton, 1943.
Kistemaker, Simon J. Exposition of the Epistle of James. New Testament Commentary. Grand Rapids: Baker,
1986.
———. Exposition of the First Epistle to the Corinthians. New Testament Commentary. Grand Rapids: Baker,
1993.
Krodel, Gerhard A. Revelation. Augsburg Commentary on the New Testament. Minneapolis: Augsburg, 1989.
Kuyper, Abraham. The Revelation of St. John. Traducido por John Hendrik de Vries. Grand Rapids: Eerdmans,
1935.
Ladd, George Eldon. A Commentary on the Revelation of John. Grand Rapids: Eerdmans, 1972.
Lenski, R. C. H. The Interpretation of St. John’s Revelation. Columbus: Wartburg, 1943.
Lohmeyer, Ernst. Die Offenbarung des Johannes. Handbuch zum Neuen Testament 16. Tübingen: Mohr, 1970.
Lohse, Eduard. Die Offenbarung des Johannes. Das Neue Testament Deutsch 11. Göttingen: Vandenhoeck &
Ruprecht, 1960.
Lutero, Martín. The Catholic Epistles. Vol. 30 of Luther’s Works, editado por Jaroslav Pelikan. St. Louis: Concor-
dia, 1967.

NIV Nueva Versión Internacional


509
Michaels, J. Ramsey. Revelation. IVP New Testament Commentary series. Downers Grove: InterVarsity, 1997.
Milligan, William. The Book of Revelation. New York: Armstrong and Son, 1893.
Moffatt, James. The Revelation of St. John the Divine. En vol. 5. de Expositor’s Greek Testament, editado por W.
Robertson Nicholl. Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1956.
Morris, Leon. Revelation. Ed. rev. Tyndale New Testament Commentaries. Leicester: Inter-Varsity; Grand Ra-
pids: Eerdmans, 1987.
Mounce, Robert H. The Book of Revelation. Ed. rev. New International Commentary on the New Testament.
Grand Rapids: Eerdmans, 1998.
Mulholland, M. Robert, Jr. Revelation: Holy Living in an Unholy World. Grand Rapids: Zondervan, Francis As-
bury Press, 1990.
Parker, T. H. L. Calvin’s New Testament Commentaries. Grand Rapids: Eerdmans, 1971.
Poellot, Luther. Revelation: The Last Book in the Bible. St. Louis: Concordia, 1962.
Roloff, Jürgen. The Revelation of John. Traducido por J. E. Alsup. Minneapolis: Fortress, 1993.
Seiss, Joseph A. The Apocalypse. Grand Rapids: Zondervan, 1957.
Summers, Ray. Worthy Is the Lamb: An Interpretation of Revelation. Nashville: Broadman, 1951.
[p 653] Sweet, John P. M. Revelation. Westminster Pelican Commentaries. Philadelphia: Westminster, 1979.
Swete, Henry Barclay. Commentary on Revelation: The Greek Text with Introduction, Notes, and Indexes. 1911. Re-
impresión, Grand Rapids: Kregel, 1977.
Thomas, Robert L. Revelation 1–7: An Exegetical Commentary. Chicago: Moody, 1992.
———. Revelation 8–22: An Exegetical Commentary. Chicago: Moody, 1995.
Wall, Robert W. Revelation. New International Biblical Commentary on the New Testament. Peabody, Mass.:
Hendrickson, 1991.
Walvoord, John F. The Revelation of Jesus Christ. Chicago: Moody, 1966.
Wilcock, Michael. The Message of Revelation: I Saw Heaven Opened. Leicester: Inter-Varsity; Downers Grove: In-
terVarsity, 1975.
Wilson, Geoffrey B. Revelation. Welwyn, England: Evangelical Press, 1985.
Zahn, Theodor. Die Offenbarung des Johannes. 2 vols. Kommentar zum Neuen Testament 18. Leipzig: Deichert,
1924–26.
Estudios
Barclay, William. Letters to the Seven Churches. New York: Abingdon, 1957.
Bauckham, Richard. The Climax of Prophecy: Studies on the Book of Revelation. Edinburgh: Clark, 1993.
———. The Theology of the Book of Revelation. New Testament Theology. Cambridge: Cambridge University Press,
1995.
Bavinck, Herman. The Last Things: Hope for This World and the Next. Editado por John Bolt. Traducido por John
Vriend. Grand Rapids: Baker, 1996.
510
Beale, G. K. The Book of Revelation and the Johannine Apocalyptic Tradition. Journal for the Study of the New Testa-
ment: Supplement Series 190. Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000.
———. John’s Use of the Old Testament in Revelation. Journal for the Study of the New Testament: Supplement Se-
ries 166. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1998.
———. The Use of Daniel in Jewish Apocalyptic Literature and in the Revelation of St. John. Lanham, Md. University
Press of America, 1984.
———, ed. The Right Doctrine from the Wrong Texts? Essays on the Use of the Old Testament in the New. Grand Ra-
pids: Baker, 1994.
Bock, Darrell L., ed. Three Views on the Millennium and Beyond. Grand Rapids: Zondervan, 1999.
Bowman, J. W. The Drama of the Book of Revelation. Philadelphia: Westminster, 1955.
Brady, D. The Contribution of British Writers between 1560 and 1830 to the Interpretation of Revelation 13.16–18 (the 
Number of the Beast): A Study in the History of Exegesis. Beiträge zur Geschichte der biblischen Exegese 27. Tü-
bingen: Mohr, 1983.
Charles, R. H. Studies in the Apocalypse. 2a. ed. Edinburgh: Clark, 1915.
Clouse, Robert G., ed. The Meaning of the Millennium. Grand Rapids: Eerdmans, 1977.
Collins, Adela Yarbro. The Combat Myth in the Book of Revelation. Harvard Dissertations in Religion 9. Missoula:
Scholars Press, 1976.
———. Crisis and Catharsis: The Power of the Apocalypse. Philadelphia: Westminster, 1984.
Collins, John J. The Apocalyptic Imagination. New York: Crossroad, 1992.
Court, John M. Myth and History in the Book of Revelation. Atlanta: John Knox, 1979.
Cullmann, Oscar. Christ and Time: The Primitive Christian Conception of Time and History. Traducido por Floyd V.
Filson. London: SCM, 1951.
Farrer, Austin. A Rebirth of Images: The Making of St. John’s Apocalypse. Glasgow: University Press, 1949.
Fekkes, Jan. Isaiah and Prophetic Traditions in the Book of Revelation: Visionary Antecedents and Their Development.
Journal for the Study of the New Testament: Supplement Series 93. Sheffield: JSOT, 1994.
Friesen, S. J. Twice Neokoros: Ephesus, Asia, and the Cult of the Flavian Imperial Family. Leiden: Brill, 1993.
[p 654] Gentry, Kenneth L., Jr. Before Jerusalem Fell: Dating the Book of Revelation. Tyler, Tex.: Institute for Christian
Economics, 1989.
Goppelt, Leonhard. The Typological Interpretation of the Old Testament in the New. Traducido por Donald H. Mad-
vig. Grand Rapids: Eerdmans, 1982.
Grenz, Stanley J. The Millennial Maze: Sorting Out Evangelical Options. Downers Grove: Inter-Varsity, 1992.
Grier, W. J. The Momentous Event. London: Banner of Truth Trust, 1970.
Gundry, Robert H. The Church and the Tribulation: A Biblical Examination of Posttribulationism. Grand Rapids: Zon-
dervan, 1973.
Hamilton, Floyd E. The Basis of Millennial Faith. Grand Rapids: Eerdmans, 1952.

JSOT Journal for the Study of the Old Testament
511
Hemer, Colin J. The Letters to the Seven Churches of Asia in Their Local Setting. Journal for the Study of the New Tes-
tament: Supplement Series 11. Sheffield: JSOT, 1986.
Hill, Charles E. Regnum Caelorum: Patterns of Future Hope in Early Christianity. Oxford: Clarendon,1992.
Hoekema, Anthony A. The Bible and the Future. Grand Rapids: Eerdmans, 1979. Versión castellana La Biblia y el 
futuro. Grand Rapids: Libros Desafío, 2000.
Holwerda, David E. Jesus and Israel: One Covenant or Two? Grand Rapids: Eerdmans; Leicester: Inter-Varsity, 1995.
Versión castellana Israel en el plan de Dios. Grand Rapids: Libros Desafío, 2000.
Hunter, Archibald M. Probing the New Testament. Richmond, Va.: John Knox, 1971.
Hunter, Stephen A. Studies in the Book of Revelation. Pittsburgh: Pittsburgh Printing, 1921.
Kuyvenhoven Andrew. The Day of Christ’s Return. Grand Rapids: CRC Publications, 1999.
Lawlor, Hugh Jackson. Eusebiana: Essays on the Ecclesiastical History of Eusebius Pamphili, ca 264–349 A.D. Bishop of 
Caesarea. 1912. Reimpresión, Amsterdam: Philo, 1973.
Mazzaferri, Frederick David. The Genre of the Book of Revelation from a Source‐Critical Perspective. Beiheft zur
Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft 54. Berlin and New York: de Gruyter, 1989.
Mealy, J. Webb. After the Thousand Years. Journal for the Study of the New Testament: Supplement Series 70. Shef-
field: JSOT, 1992.
Metzger, Bruce M. Breaking the Code: Understanding the Book of Revelation. Nashville: Abingdon, 1993.
Michaels, J. Ramsey. Interpreting the Book of Revelation. Grand Rapids: Baker, 1992.
Milligan, William. The Revelation of St. John. London: Macmillan, 1886.
Morris, S. L. The Drama of Christianity: An Interpretation of the Book of Revelation. Reimpresión, Grand Rapids: Ba-
ker, 1982.
Moyise, Steve. The Old Testament in the Book of Revelation. Journal for the Study of the New Testament: Supple-
ment Series 115. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1995.
Murray, George L. Millennial Studies: A Search for Truth. Grand Rapids: Baker, 1960.
Pate, C. Marvin, ed. Four Views on the Book of Revelation. Grand Rapids: Zondervan, 1998.
Paulien, Jon. Decoding Revelation’s Trumpets: Literary Allusions and the Interpretation of Revelation 8:7–12. Andrews
University Seminary Doctoral Dissertation Series 11. Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 1987.
Peterson, Robert A. Hell on Trial: The Case for Eternal Punishment. Phillipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed,
1995.
Pippin, Tina. Death and Desire: The Rhetoric and Gender in the Apocalypse of John. Louisville: Westminster/John
Knox, 1992.
Price, S. R. F. Rituals and Power: The Roman Imperial Cult in Asia Minor. Cambridge: Cambridge University Press,
1984.
Ramsay, William M. The Cities and Bishoprics of Phrygia. Vol. 1, partes 1 y 2. 1895. Reimpresión, New York: Arno,
1975.
———. The Letters to the Seven Churches of Asia and Their Place in the Plan of the Apocalypse. London: Hodder and
Stoughton, 1904. Reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1979.
512

[p 655] Resseguie, James L. Revelation Unsealed: A Narrative Critical Approach to John’s Apocalypse. Biblical Interpre-


tation Series 32. Leiden: Brill, 1998.
Rissi, Mathias. The Future of the World: An Exegetical Study of Revelation 19.11–22.15. Studies in Biblical Theology
23, 2a. serie. London: SCM, 1972.
———. Time and History: A Study on the Revelation. Traducido por Gordon C. Winsor. Richmond: John Knox, 1966.
Robinson, John A. T. Redating the New Testament. Philadelphia: Westminster, 1976.
Ruiz, Jean-Pierre. Ezekiel in the Apocalypse: The Transformation of Prophetic Language in Revelation 16.17–19.10.
Frankfurt am Main: Peter Lang, 1989.
Schüssler Fiorenza, Elisabeth. The Book of Revelation: Justice and Judgment. Philadelphia: Fortress, 1985.
———. Invitation to the Book of Revelation: A Commentary on the Apocalypse. Garden City, N.Y.: Doubleday, 1981.
Slater, Thomas B. Christ and Community: A Socio‐Historical Study of the Christology of Revelation. Journal for the Stu-
dy of the New Testament: Supplement Series 178. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1999.
Stauffer, Ethelbert. Christ and the Caesars. Traducido por K. y R. Gregor Smith. London: SCM, 1955.
Stonehouse, Ned B. The Apocalypse in the Ancient Church. Goes, Netherlands: Oosterbaan & Le Cointre, 1929.
———. Paul before the Areopagus and Other New Testament Studies. London: Tyndale, 1957.
Tenney, Merrill C. Interpreting Revelation. Grand Rapids: Eerdmans, 1957.
Thompson, Leonard L. The Book of Revelation: Apocalypse and Empire. New York and Oxford: Oxford University
Press, 1990.
Torrey, C. C. The Apocalypse of John. New Haven: Yale University Press, 1958.
Ulfgard, H. Feast and Future: Revelation 7:9–17 and the Feast of Tabernacles. Coniectanea biblica, New Testament
Series 22. Stockholm: Almqvist & Wiksell, 1989.
Van der Meulen, Ruurd Jan. De Openbaring in het Laatste Bijbelboek. Utrecht: Den Boer, 1948.
Vos, Louis A., The Synoptic Traditions in the Apocalypse. Kampen: Kok, 1965.
Ayudas
Aland, Kurt, et al., eds. The Greek New Testament. 4a. ed. Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft and United Bible
Societies, 1993.
Balz, Horst, y Gerhard Schneider, eds. Exegetical Dictionary of the New Testament. 3 vols. Grand Rapids: Eerdmans,
1990–93.
Bauer, Walter. A Greek‐English Lexicon of the New Testament. Editado por William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich.
2a. ed. Revisada y aumentada por F. Wilbur Gingrich and Frederick W. Danker. Chicago and London:
University of Chicago Press, 1979.
Blass, Friedrich, y Albert Debrunner. A Greek Grammar of the New Testament. Traducido y revisado por Robert
Funk. Chicago: University of Chicago Press, 1961.
Bromiley, Geoffrey W., ed. The International Standard Bible Encyclopedia. Ed. rev. 4 vols. Grand Rapids: Eerdmans,
1979–88.
Brown, Colin, ed. New International Dictionary of New Testament Theology. 3 vols. Grand Rapids: Zondervan, 1975–
78.
513
Brown, Raymond E. An Introduction to the New Testament. Anchor Bible Reference Library. New York: Doubleday,
1996.
Carson, D. A., Douglas Moo, and Leon Morris. New Testament Introduction. Grand Rapids: Zondervan, 1992.
Charlesworth, James H., ed. The Old Testament Pseudepigrapha. 2 vols. Garden City, N.Y.: Doubleday, 1983.
Clemente de Alejandría. Who Is the Rich Man That Shall Be Saved? En vol. 2 de The Ante‐Nicene Fathers, editado por
Alexander Roberts y James Donaldson. Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.
[p 656] Dana, H. E., and Julius R. Mantey. A Manual Grammar of the Greek New Testament. 1927. Reimpresión,
New York: Macmillan, 1967.
Deissmann, G. A. Bible Studies. Reimpresión, Winona Lake, Ind.: Alpha, 1979.
———. Light from the Ancient East. Traducido por Lionel R. M. Strachan. Reimpresión, Grand Rapids: Baker, 1978.
Elwell, Walter A., ed. Baker Encyclopedia of the Bible. Grand Rapids: Baker, 1988.
———. Evangelical Dictionary of Theology. Grand Rapids: Baker, 1984.
Epstein, Isidore, ed. The Babylonian Talmud. London: Soncino, 1935.
Eusebio. Ecclesiastical History. Traducido por Kirsopp Lake y J. E. L. Oulton. 2 vols. Loeb Classical Library.
London: Heinemann; Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1980.
Guthrie, Donald. New Testament Introduction. 4th ed. Downers Grove: InterVarsity, 1990.
———. New Testament Theology. Downers Grove: InterVarsity, 1981.
Hanna, Robert. A Grammatical Aid to the Greek New Testament. Grand Rapids: Baker, 1983.
Ireneo. Against Heresies. En vol. 1 de The Ante‐Nicene Fathers, editado por Alexander Roberts y James Donaldson.
Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.
Josefo, Flavio. Jewish Antiquities. Traducido por H. St. J. Thackeray et al. 7 vols. Loeb Classical Library.
Cambridge, Mass.: Harvard University Press; London: Heinemann, 1930–65.
———. The Jewish War. Traducido por H. St. J. Thackeray. 2 vols. Loeb Classical Library. Cambridge, Mass.:
Harvard University Press; London: Heinemann, 1927–28.
Justino Mártir. Dialogue with Trypho. En vol. 1. de The Ante‐Nicene Fathers, editado por Alexander Roberts y James
Donaldson. Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.
Kittel, Gerhard, y Gerhard Friedrich, eds. Theological Dictionary of the New Testament. Traducido por Geoffrey W.
Bromiley. 10 vols. Grand Rapids: Eerdmans, 1964–76. Véase también Compendio del Diccionario teológico del 
Nuevo Testamento. Grand Rapids: Libros Desafío, 2003.
Liddell, H. G., R. Scott, H. S. Jones, and R. McKenzie. A Greek‐English Lexicon. 9a. ed. Con suplemento revisado.
Oxford: Clarendon, 1996.
Metzger, Bruce M. A Textual Commentary on the Greek New Testament. 2a. ed. Stuttgart: German Bible Society, 1994.
Moule, C. F. D. An Idiom‐Book of New Testament Greek. 2a. ed. Cambridge: Cambridge University Press, 1960.
Moulton, James H., W. F. Howard, and Nigel Turner. A Grammar of New Testament Greek. 4 vols. Edinburgh:
Clark, 1908–76.
Nestle, Eberhard, y Erwin Nestle, eds. Novum Testamentum Graece. Rev. Barbara and Kurt Aland et al. 27a. ed.
Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1993.
514
Roberts, Alexander, y James Donaldson, eds. The Ante‐Nicene Fathers: Translations of Writings of the Fathers down to 
A.D. 325. 10 vols. Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, s.f.
Robertson, A. T. A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research. Nashville: Broadman,
1934.
Schneemelcher, Wilhelm, ed. New Testament Apocrypha. English translation editado por R. McL. Wilson. Ed. rev. 2
vols. Cambridge: James Clarke; Louisville: Westminster/John Knox, 1991–92.
Strack, H. L., y P. Billerbeck. Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch. 5 vols. Munich: Beck,
1922–28.
Tenney, Merrill C., ed. The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible. Grand Rapids: Zondervan, 1975.
Thayer, Joseph Henry. Greek‐English Lexicon of the New Testament. New York: American Book, 1886.
Trench, Richard C. Synonyms of the New Testament. Editado por Robert G. Hoerber. Grand Rapids: Baker, 1989.
Young, Richard A. Intermediate New Testament Greek: A Linguistic and Exegetical Approach. Nashville: Broadman &
Holman, 1994.

También podría gustarte