Schopenhauer
Schopenhauer
Schopenhauer
Filósofo católico, dramaturgo y crítico francés que mantenía que los individuos tan sólo
pueden ser comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados y
comprometidos. Esta afirmación constituye el eje de su pensamiento, calificado como
existencialismo cristiano. Nacido el 7 de diciembre de 1889 en París, Marcel perdió a su
madre a una edad muy temprana lo que le dejó un profundo sentimiento de pérdida. Fue
educado en un ambiente de cariño, aunque sofocante, por su abuela y tía, convirtiéndose
esta última en su madrastra. En su primer libro, Diario metafísico, Marcel abogaba por una
filosofía de lo concreto que reconociera que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la
situación histórica del individuo condicionan en esencia lo que se es en realidad. Marcel
distinguió la reflexión primaria, que tiene que ver con los objetos y las abstracciones y
alcanza su forma más elevada en la ciencia y la tecnología, de su propio método, la reflexión
secundaria que se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana, como el cuerpo y la
situación de cada persona, en los que se participa de forma tan completa que el individuo no
puede abstraerse de los mismos. La reflexión secundaria contempla los misterios y
proporciona una especie de verdad (filosófica, moral y religiosa) que no puede ser verificada
mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada en tanto ilumina la vida de cada
uno. Marcel, al contrario que otros seguidores del existencialismo, hizo hincapié en la
participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No
sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban
situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y
la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con
Dios. Defensor de los sublevados durante la Guerra Civil española, Albert Camus polemizó con
él en varias cartas públicas donde denunció las contradicciones éticas de su reflexión
filosófica humanista. Entre sus obras destacan Diario metafísico (1923), Ser y tener (1933),
Del rechazo a la invocación (1940), Homo viator (1944) y El misterio ontológico (1959).
Las modas intelectuales casi siempre han sido generadas por el deseo
de negar lo anterior y superarlo a partir de nuevos presupuestos que
marquen una ruptura o distanciamiento con el pasado. Las demás de las
veces, estos cambios son sólo respuestas a los defectos mismos de los
paradigmas teóricos vigentes. Actitudes que no siempre responden a
necesidades reales, sino, a veces, a un esnobismo de fijación efímera e
insensata que puede arrastrarnos por falsas pistas de renovación. Modas,
más bien derivadas de un ánimo de cambio no necesariamente
funcional o efectivo, sino esteticista, desde una disposición “filoneista”,
en la que, al igual que los objetos, los grandes discursos de la razón se
hallan atrapados también por la irresistible lógica de lo nuevo.
Como en Esperanza (de Rama y Ceniza), como en Pregunta (de Coplas de barro),
como en Copla (de La otra mirada), encuentro un tema fundamental para la filosofía
que es el de la Crisis.
Árbol caído
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El Amor y la Presencia:
En «Unión» está el tema del amor en sus infinitas variantes: amor de pareja, amor de
amigos, amor filial. No podemos vivir plenamente si no sabemos amar. Parece fácil,
pero no todos sabemos amar. Por empezar, yo no puedo amar a otro o a los otros si
previamente no me amo a mí misma. Esto no es egoísmo. Es la condición
indispensable para amar. «Ama al prójimo como a ti mismo» dice el mandato
bíblico. Nuestra autoestima suele estar tan baja en determinados momentos con que
nos enfrenta la vida, que somos incapaces de amarnos a nosotros mismos. El amar es
inseparable del dar o más bien del darse: no es dar lo que tengo sino darme en lo que
soy. Pero como somos humanos y por lo tanto limitados, cuando damos esperamos
recibir la recompensa de la respuesta, de la gratitud del otro. Se necesita mucha
grandeza para dar no importa a quién y sin esperar nada a cambio, como el árbol de
la poesía de Meloni.
Presencia: otro tema importante que reaparece en varias le las coplas y poesías que
mencionamos. En “Nostalgia” aparece ligado al tema del darse. Gabriel Marcel hace
la distinción entre Presencia y Recuerdo cuando habla de nuestros muertos queridos.
La presencia es algo así como saber que a pesar de todo están conmigo, me
acompañan, pensar en ellos no me provoca angustia (a lo sumo una dulce tristeza),
al contrario, puedo hablar con ellos y hasta pelearme o decirles cosas bonitas. En
cambio, el recuerdo es crispante, casi morboso, sigo de luto de por vida por aquellos
que perdí, los convierto en piezas de museo.
En Marcel este tema de la presencia yo lo encuentro muy ligado al del amor y su
consecuencia que es el darse. En “Burbuja” (Todo se vuelve azul), Meloni dice:
la aislamos y la escondimos
adentro de una burbuja:
corno una joya en su estuche,
nada más que mía y suya.
Y así fue nuestra amistad,
incontaminada y única:
en una burbuja aislada
y a toda mirada oculta.
y duró lo imaginado:
lo que duran las burbujas.
Yo puedo amar mucho a alguien y sin embargo no puedo comunicarme con él. ¿Qué
es en definitiva la comunicación?
Cada uno de nosotros tenemos algo así como dos “yo”. Uno es el que se llama ''yo
social", que es el rostro que todos conocen de nosotros, es nuestra manera habitual
de relacionarnos en el trabajo, en la vida social y a veces hasta en la vida familiar. Es
como una máscara que usamos sin darnos cuenta por pudor, por temor, por pensar
que no nos van a comprender. Muy dentro nuestro, escondido, está el “yo profundo”
que es lo que realmente somos, pensamos, sentimos, queremos. Cuando se produce
ese fenómeno un tanto misterioso y mágico que es la comunicación, tanto mi ''yo
social'" como el “yo social” del otro se disuelven, caen las máscaras, se encuentran
nuestros ''yo profundos". En ese momento se crea entre ambos una esfera nueva que
antes no existía, que es la esfera del "nosotros". La comunicación por lo tanto es
darse y recibir el mundo del otro y cuando eso ocurre, por momentos, por chispazos,
porque no es continua sino intermitente, ambos nos enriquecemos y cada uno
descubre en su interior sentimientos, ideas, una riqueza que no sabía que tenía y
logra expresarla. Y lo mismo pasa en el otro. Les cuento una anécdota que tiene que
ver con esto: yo estaba explicando el tema de la comunicación en el último curso de
un Nivel Terciario. Los alumnos eran adultos, la mayoría casados y con hijos. Para
hacer más vivencial el tema les leí un párrafo de Johannes Lotz donde el autor
describe claramente lo que pasa en mí y en el otro en el preciso momento en que se
produce la comunicación. Cuando terminé de leer se escuchó un profundo suspiro
desde el fondo del salón. Por supuesto todas las cabezas giraron a esa dirección y
también yo miré hacia allí. Era una joven señora, casada con hijos. Le pregunté:-“¡
Qué te pasa Chela?"- y ella me contestó con tono angustiado: - “¡Lo que daría yo
por vivir una vez una experiencia parecida!"_ Ante semejante espontaneidad, los
compañeros comenzaron a contar sus propias experiencias. Conclusión: de cuarenta
y cinco alumnos que tenía en el curso, sólo tres habían vivido la experiencia de la
comunicación. Un tanto asustada por ese resultado, me fui al otro curso donde tenía
que dar el mismo tema. Pero esa vez leí el párrafo no como ejemplificación sino
como experimento. De cincuenta alumnos, sólo cuatro habían vivido esa
experiencia.
Pero a lo que quería llegar es a lo que dice Meloni en "Burbuja: cuando se produce
una experiencia privilegiada como ésta., tendemos a resguardarla de los demás, nos
alejamos en el tiempo y en el espacio de los otros, la cuidamos como un tesoro y de
veras que lo es, pero ocurre que si toda esa riqueza interior que surge de la
comunicación entre dos seres no se vuelca a los demás, a los otros, inevitablemente
se atrofiará y morirá de inanición.
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Para terminar quiero compartir con ustedes el último verso de “En el umbral” (Don
de Lágrima), donde con encantadora sencillez y franqueza nos hace pensar en
nuestras humanas flaquezas:
……………
¿Quién, entre nosotros, puede decir sin mentir que no oculta muy dentro suyo una
pequeña o grande “escondida vanidad”?
Primera Parte
Capítulo I
El hombre y el Universo
antropos: hombre
philos: amor
sophía: sabiduría
Ustedes me dirán: sí, pero la diferencia está en que allí no se lo estudia desde el
punto de vista filosófico. En cierta forma es correcto, y digo en cierta forma porque
no sé hasta qué punto en algunas de ellas no está presente la fundamentación
filosófica. Pero admitamos por ahora la objeción.
Ocurre sin embargo que tenemos otras disciplinas FILOSÓFICAS que estudian al
hombre: la Ética, la Estética y, según Aristóteles, hasta la Economía entraría aquí.
Más adelante veremos los problemas particulares que se presentan con la definición
de la Antropología Filosófica, pero supongamos por ahora que yo les diera una o
varias definiciones, ¿qué pasaría? No entenderían nada.
La definición sería como una cáscara vacía de contenido. Y nada menos filosófico
que palabras vacías de contenido. No hay pues definiciones. Y ¿cómo vamos a
estudiar una materia sin saber siquiera de qué se trata?
Porque para el hombre no hay nada hecho. Todo tenemos que ir haciéndolo. Es el ser
más desprotegido y a la vez quizá el que mayores posibilidades tiene en la creación.
No encuentra a su alrededor nada hecho, ni siquiera a sí mismo.
Pues bien, aquí en esta materia nos ocurre un poco como en la vida que describe
Ortega. No tenemos nada hecho, no hay una definición, no hay un texto al cual
ajustarnos, no hay una corriente de pensamiento a la cual ceñirnos. O tal vez sea más
correcto decir que hay mucho de todo eso. A nosotros nos toca elegir.
Tenemos que empezar a caminar sin nada. Contando sólo con las ganas o con la
necesidad de caminar. Aquí caminar se traduce por pensar, reflexionar. Puede que no
tengan ganas, pero aunque no lo admitan ahora, nadie puede eludir la necesidad de
pensar.
Yo los voy a ayudar a caminar. Ustedes me ayudarán a mí. Pero nadie puede caminar
por el otro. Nadie puede pensar por mí. Nadie puede decidir por mí.
Sin darnos cuenta, muy despacito, hemos ido entrando en materia, porque ya
estamos hablando de una característica esencial del hombre: la ineludible necesidad
de elegir y la igualmente ineludible necesidad de pensar y decidir por sí mismo.
El hecho que de que nuestro objeto de estudio sea el hombre tiene su ventaja y
también su inconveniente. La ventaja: tenemos una vaga intuición de qué somos, es
decir, ¡Nos Conocemos!
La pregunta " ¿Qué es el Hombre? " es una de esas preguntas que como dijera
Gabriel Marcel, resbala sobre sí misma y se vuelve sobre quien la formula: no puedo
preguntar " qué es el hombre? " sin preguntar al mismo tiempo " qué soy yo ? ". La
pregunta general y lejana por el hombre abstracto se convierte en otra pregunta
mucho más personal y próxima.
Y justamente porque es tan personal, tan próxima, tan íntima, no puedo responderla
con frases hechas, con respuestas pensadas por los demás.
¿Será que no me sirve de nada la Historia de la Filosofía y las sabias respuestas que
ella me ofrece? Menuda broma sería que tanto tiempo, tanto esfuerzo para pensar,
tanto dinero gastado en imprimir toneladas de libros no sirviera para nada...
Veamos: NO me sirven esas respuestas si las acepto sólo porque las dio un señor
famoso que puede llamarse Platón, Kant o Heidegger, que fueron indudablemente
muy inteligentes pero que pensaron en otra época y en otro lugar muy distintos al
nuestro. SI me sirven en cambio en la medida en que las repienso, en la medida en
que las tomo como pistas para descifrar qué pasa conmigo aquí y ahora. En ese
descifrar (filosofar) por nosotros mismos iremos coincidiendo con algunas
respuestas y rechazando otras, pero lo importante es que lo haremos por nosotros
mismos y sabremos por qué lo hacemos, por qué aceptamos o por qué rechazamos.
El pensar por uno mismo es la condición básica de la libertad. No es fácil. Suele ser
más cómodo dejar que los demás piensen por mí o a la inversa, pensar yo por ellos
para evitar que disientan conmigo. Seguimos introduciéndonos de a poco en nuestra
materia.
Del mismo modo que el albañil debe construir un andamio para poder edificar el
muro, nosotros vamos a necesitar una especie de andamio mental, una definición
provisoria que nos sirva sólo como punto de partida de nuestro caminar. Insisto en
que es provisoria, no se ajusta demasiado a las leyes lógicas de la definición y por
cierto no logra agotar debidamente el objeto definido.
“La Antropología Filosófica es la rama de la Filosofía que estudia al hombre
considerado en sí mismo y en sus relaciones esenciales ".
La explicamos brevemente: " El hombre considerado en sí mismo ": quiere decir que
tomamos al hombre como un proyecto de ser, es decir, no como algo ya constituido,
terminado, sino como una realidad que se va haciendo, que no está nunca
completada, como algo que está siempre en camino (hacia dónde va ese camino es
precisamente una de las respuestas que tenemos que encontrar).
Al mismo tiempo lo vemos como un ser donde se armoniza carne, huesos, sangre,
sentimientos, capacidad de imaginar, intuición e inteligencia, espíritu, pasiones,
voluntad, egoísmos y acciones sublimes.
“En sus relaciones esenciales ": ese ser que es un proyecto encarnado, no es
autosuficiente, si no que es lo que es sólo en relación con otras realidades distintas
de él: el mundo, los Otros hombres, lo Sagrado
argo de la obra.