Violencia y Revolución

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Revista Politeia, N 39, vol. 30.

iNstituto de estudios Polticos, ucv, 2007:187-222

La violencia como elemento integral del concepto de revolucin Violence as an integrating element of the concept of revolution
Miguel ngel Martnez Meucci

Resumen
Este artculo plantea la relacin existente entre el fenmeno de la violencia y el trmino revolucin, tal como es empleado en las ciencias sociales en general y en la teora poltica en particular. La revisin de las obras de varios autores reconocidos que han trabajado el tema de la revolucin permite apreciar que, en lneas generales, mientras los especialistas ms representativos del siglo XX fueron claramente conscientes de la relacin entre revolucin y violencia, los nuevos estudios y tendencias tienden a prestar menos importancia a este vnculo. Esta situacin sobreviene en buena medida como consecuencia del auge de los estudios culturales y del surgimiento de novedosos procesos de cambio poltico considerados como revoluciones al final de la Guerra Fra. Sin embargo, el autor considera que la violencia forma parte integral de la revolucin como tal y, por ende, estima que los estudios actuales sobre las revoluciones enfrentan el reto de profundizar en el estudio de las nuevas modalidades de violencia que acarrean estas nuevas revoluciones de nuestra poca.

Abstract
This article addresses the existing relations between violence and the term revolution, as used in social and political sciences. Upon reviewing the work of several well-known authors who have covered the topic of revolutions, it may be noted, broadly speaking, that while the more distinguished specialists of the XX century were clearly aware of the relation between revolution and violence, new studies and perspectives are inclined to pay little attention to this issue. This situation is partially due to increased interest in cultural studies and the advent of new processes of political change considered revolutions at the end of the Cold War. Nevertheless, the author views violence as a key feature of revolution and, as a consequence, believes that these new perspectives in the study of revolutions face the challenge of carrying out a more in-depth research on the nature of the new modalities of violence derived from the new revolutions of our time.

Palabras clave:

Revoluciones; Violencia; Ciencias sociales

Key words:

Revolutions; Violence; Social sciences

Recibido: 20-11-2007 Aprobado: 11-12-2007

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IntRoduccIn El tema de la revolucin ha sido, sin duda alguna, uno de los ms complejos y controversiales a la hora de ser abordado por los estudios polticos. Tal como se plantea en este artculo, pensamos que buena parte de la polmica que encarna el tratamiento terico del concepto de revolucin tiene que ver con su relacin con la violencia, comportamiento de repercusiones tan patticas y, por ende, siempre difcil de justificar. Pero entonces cabe hacerse una pregunta: Ha de ser una revolucin siempre violenta? La idea de que la revolucin implica siempre un grado ostensible de violencia poltica y social ha solido gozar de un consenso ms o menos generalizado a lo largo de muchas dcadas. Sin embargo, tal como se pretende mostrar en este artculo, ese consenso parece haber ido perdindose con el paso del tiempo, dado el surgimiento de diversos estudios recientes que no parecen considerar la violencia como un signo distintivo de las revoluciones. Desde la perspectiva de varios autores, otro tipo de elementos como el cambio en las estructuras y hbitos sociales, la transferencia del poder poltico a distintos grupos de lites, y sobre todo las dimensiones antropolgicas y culturales discursividades, simbolismos, elementos lingsticos, parecen haber concentrado el inters de los ltimos estudios sobre la revolucin, colocando en un segundo plano las implicaciones de la violencia en la misma. Lo anterior da pie para plantearse varias interrogantes. Se justifica esta nueva tendencia, que en cierto modo parece considerar la posibilidad de revoluciones pacficas? O es en efecto la violencia un elemento esencial de todo fenmeno revolucionario? Cul es la perspectiva o la dimensin ms adecuada para abordar el estudio de las revoluciones, para captar su significado ms intrnseco y particular? A lo largo del presente artculo nos aproximamos a los puntos de vista que diversos autores reconocidos en la materia han planteado a lo largo del tiempo, con la finalidad de llegar a una conclusin acerca del papel que, desde nuestro punto de vista, juega la violencia en los conceptos de revolucin empleados en las ciencias sociales. En nuestra opinin, la violencia representa un elemento inherente a la revolucin; como tal no puede ser perdido de vista y amerita ser estudiado en profundidad, sobre todo en las experiencias revolucionarias ms recientes.

LA VIOLENCIA COMO ELEMENTO INTEGRAL DEL CONCEPTO DE REVOLUCIN

I.

EL concEPto dE LA vIoLEncIA: EntRE LAs nocIonEs tRAdIcIonALEs y LAs nuEvAs AcEPcIonEs

En el presente estudio se aborda la evolucin del concepto de revolucin y, ms concretamente, se estudia en qu medida se ha entendido que la violencia constituye un elemento integral de toda revolucin. Esta revisin amerita que, de entrada, se presente una breve disquisicin acerca de lo que, al menos para efectos de este artculo, entendemos por violencia. En este sentido nos parecen oportunas y compartimos tanto la acepcin como las reflexiones que sobre este trmino desarrolla Mario Stoppino en el apartado Violenza, del Diccionario de poltica de Bobbio, Matteucci y Pasquino. Por violencia se suele entender la intervencin fsica de un individuo o grupo contra otro individuo o grupo, de forma voluntaria y con el objeto de destruir, ofender, coartar. La violencia impide materialmente al otro realizar ciertas acciones; puede estar dirigida tambin hacia sus posesiones materiales y por lo general se realiza contra su voluntad (Stoppino, 1990:1221). Generalmente, es posible conseguir a travs de la violencia sobre todo una omisin en el comportamiento del otro, pero es mucho ms difcil lograr por este medio que realice acciones determinadas. Existe la violencia como acto y la amenaza de violencia, estando esta ltima ntimamente relacionada con el ejercicio del poder. El acto de violencia revela el fracaso del poder y de la amenaza de violencia, pues requiere pasar a una accin fsica y punitiva para lograr algo del otro (p. 1221). Ahora bien, el recurso de la violencia es un aspecto caracterstico del poder poltico o del poder del gobierno, dado que la eficacia generalizada de la aplicacin de la violencia es por tanto superior a la aplicacin de sanciones de otra naturaleza [tr. MM] (p. 1222). A partir de los aos sesenta, y ms concretamente en el mbito de la investigacin para la paz, el trmino violencia se ha ido haciendo cada vez ms amplio y difuso en la medida en que se ha pretendido englobar bajo este concepto un conjunto de matices cada vez ms sutiles, que son propios de las relaciones de poder. Autor emblemtico en esta nueva lnea es Johan Galtung, quien estudia la violencia con la finalidad de entender mejor en qu consiste la paz. Galtung distingue entre la violencia directa, que es aquella visible, la que estamos acostumbrados en la prctica a reconocer como violencia, y la violencia estructural o latente, que caracteriza una situacin aparentemente no violenta, pero que est marcada por alguna clase de tensin estructural que fcilmente puede dar origen a la violencia manifiesta. En palabras de Fernando Harto de Vera: La violencia latente, personal o estructural, es algo que no est presente pero que puede aparecer fcilmente.

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Siguiendo la definicin de violencia propuesta por el autor [Galtung], hay violencia latente cuando la situacin es tan inestable que el nivel de la realizacin efectiva disminuye fcilmente. En trminos de violencia personal, esto significa que un pequeo desafo puede desembocar en un gran nmero de homicidios o atrocidades (Harto de Vera, 2004:183-184). Esta doble definicin de lo que es la violencia conduce a Galtung a proponer su concepto de paz positiva, en contraposicin a lo que hasta entonces se haba venido entendiendo normalmente por paz, que l considera una paz negativa. Segn el autor noruego, la violencia estructural o latente slo puede ser solventada mediante una paz ms compleja, que vaya ms all de la ausencia de violencia directa y que garantice una situacin de justicia social. Galtung habla tambin de violencia cultural, aquella que se encontrara presente y latente en la mayor parte de las culturas y que, por lo tanto, tiende a reproducirse y transmitirse por generaciones para generar ms y ms violencia. Tal como es caracterstico en los enfoques estructural-funcionalistas, el razonamiento de Galtung trata de entender el papel de cada elemento dentro de su contexto, como parte de un sistema dinmico. As, su investigacin trata de dilucidar cules son los elementos que efectivamente conducen a la consolidacin de esa paz positiva o justicia social. En cierta medida, esta ampliacin del concepto de violencia guarda relacin con algunas de las posiciones ms renovadas del pensamiento marxista, que en lneas generales siempre ha afirmado la existencia de una violencia inherente al capitalismo. Sin embargo, autores como Stoppino consideran (sin referirse propiamente a Galtung) que el uso indiscriminado del trmino violencia para designar todas estas relaciones de poder, ms all de la intervencin fsica, produce el grave perjuicio de poner en una misma categora materias que son muy distintas entre s por su carcter estructural, sus funciones y sus efectos; por consiguiente, ocasiona ms confusin que claridad [tr. MM] (1990:1222). Stoppino seala tambin que la experiencia consolidada de las sociedades polticas ha mostrado hasta ahora que, para este fin [impedir acciones violentas entre grupos de la comunidad], es indispensable la amenaza de violencia por parte del Estado y su uso regular en caso de desobediencia [tr. MM] (p. 1223), o sea, la violencia legtima de los postulados ampliamente conocidos de Max Weber. Por lo general, cuando se habla del monopolio de la violencia legtima por parte del Estado, se entiende que existe un ordenamiento jurdico que determina y hace previsibles las condiciones en las cuales el gobierno procedera a usar la violencia. Pero en determinadas ocasiones, especialmente en el caso de los regmenes

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totalitarios, un Estado puede implementar la violencia de forma indiscriminada y arbitraria; en este sentido, la violencia que alimenta una situacin de terror se distingue de la violencia que sostiene la eficacia continua de un poder coercitivo porque sta es medida y previsible, mientras que aqulla es desmesurada e imprevisible, generando en la poblacin un miedo irracional, y trayendo como consecuencia que el nico modo de sentirse relativamente (y slo relativamente) seguro es no ofrecer ningn pretexto al desencadenamiento de la violencia, abstenindose de cualquier gesto, incluso el ms inocente, de crtica u oposicin. En este sentido, la violencia alcanza el efecto, no slo de paralizar a la oposicin potencial, sino tambin de forzar la adhesin al rgimen de miembros pasivos de la comunidad [tr. MM] (pp. 1223-1224). Segn Stoppino, existen cuatro funciones polticas claras del uso de la violencia, aparte de la ya sealada de reforzar el cumplimiento del ordenamiento poltico y jurdico vigente. Tales seran 1) la destruccin del adversario poltico o imposibilitarle su actuacin eficaz, 2) reducir su resistencia o voluntad, sin llegar a destruirlo, 3) jugar un papel simblico que fortalece la identidad, la moral y la cohesin de un grupo poltico determinado, y 4) la desviacin de las crticas que se dirigen a un lder poltico, hacia un enemigo externo o chivo expiatorio (pp. 1224-1227). Stoppino recalca, tambin, el papel que tanto el acto de violencia como la amenaza de violencia juegan en las acciones de grupos rebeldes y revolucionarios; no en balde, la necesidad de cumplir con las cuatro funciones polticas anteriormente sealadas se presenta dentro de todo grupo revolucionario, y la violencia suele ser una forma habitual de satisfacerlas. El autor italiano precisa que el objetivo principal de la violencia rebelde o revolucionaria no es simplemente llamar la atencin, sino modificar favorablemente la valoracin que los grupos externos tienen de la situacin e inducirlos a apoyar eficazmente las propias demandas [tr. MM] (p. 1226). Esto constituye ya un primer argumento, entre varios que sern sealados ms adelante, que refuerza la idea central de este artculo: la violencia constituye un elemento inherente a toda verdadera revolucin. A las funciones ya sealadas que cumple la violencia nos atreveramos a agregar otras, seguramente ms prximas a la sociologa o la psicologa social que a la ciencia poltica. Nos referimos al hecho de la violencia por la violencia, la violencia hasta cierto punto gratuita en la cual el individuo o grupo violento se satisface en el mero hecho violento, y tambin la glorificacin social y poltica de la violencia, o lo que podramos llamar un sentido pico, e incluso macabro, de la

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accin violenta. Dentro de estas categoras nos estaramos refiriendo a fenmenos tales como el reclutamiento, por parte de grupos y organizaciones violentas, de individuos socialmente marginados que se han acostumbrado a vivir en la violencia como hbitat natural, en un mundo-de-vida regido por la violencia como norma, y tambin a fenmenos ms propiamente polticos pero en los cuales la violencia parece ser un fin en s misma como, por ejemplo, en la segregacin y eliminacin obsesiva de los judos por parte de los nazis, la persecucin de los kulaks a manos de los soviticos o el ensalzamiento de la violencia que, desde nuestro punto de vista, realizaba Georges Sorel. Si bien no vamos a profundizar en este aspecto, pensamos que no debe ser menospreciado a la hora de entender las repercusiones y potencialidades sociales y polticas de la violencia. Para cerrar esta breve disquisicin acerca de lo que entendemos por violencia en este artculo, nos parece apropiado sealar que la violencia poltica es habitualmente entendida como medio para la obtencin de un fin. En este sentido, lo usual es que cuando se emplea la violencia en el mbito de la poltica se busque alguna clase de justificacin para tal comportamiento; en el caso de la guerra, aquella se fundamenta en la necesidad, ora de defender violentamente la propia vida e integridad ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con un enemigo hostil, ora de imponer un principio tico pretendidamente superior. En el caso de la revolucin, la razn se funda generalmente en el supuesto de que a travs del uso de la violencia como medio se realiza un mal menor o un mal para un nmero reducido de personas, con la finalidad de obtener un bien mayor o una mejora para una mayora de personas. En ambos casos, la bsqueda violenta de un fin tico incurre en una paradoja de mayor o menor magnitud: hacer un mal para buscar el bien. Ahora bien, cuando el fin prctico de la violencia es la mera satisfaccin que sta podra llegar a producir por s misma en un individuo o grupo, de forma consciente o inconsciente, entonces el comportamiento violento no constituye ms que una total aberracin y resulta absolutamente inaceptable desde un punto de vista tico y moral. II. EL concEPto dE REvoLucIn: dE LA mEtfoRA nAtuRALIstA AL concEPto modERno Dado que a lo largo de este artculo pretendemos sondear la relacin que existe entre la violencia y el concepto de revolucin, consideramos pertinente remontarnos brevemente a los orgenes de este trmino. A menudo se menciona,

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como punto de arranque para el estudio de tal concepto, a Aristteles y su anlisis de las revoluciones en el quinto libro de su Poltica; sin embargo, es necesario recordar que el vocablo revolucin es de origen latino, mientras que, de acuerdo con la interpretacin de Eric Voegelin, el trmino griego empleado por Aristteles, stsis, significa literalmente fijar, hacerse rgido. De este modo, el filsofo griego se habra referido principalmente a las rivalidades y luchas que se presentan en una comunidad poltica cuando someone becomes hardened in a position and offers resistance to the smooth interplay of society, then order enters into disorder1 (Voegelin, 2000, original de 1964:196-197). Lo que s queda claro es que el trmino stsis alude a un cambio violento del orden poltico. En relacin con etapas posteriores, existe un consenso entre los principales autores en torno a la idea de que la palabra revolucin fue en un principio una metfora tomada de la astronoma, que aluda originalmente al retorno de un cuerpo en movimiento a su posicin original. Hannah Arendt sostiene que en sus orgenes, la palabra revolucin fue un trmino astronmico que alcanz una importancia creciente en las ciencias naturales gracias a la obra de Coprnico De revolutionibus orbium coelestium (Arendt, 2006, original de 1964:55). John Dunn afirma que se trataba de una metfora proveniente de la astronoma, que en un principio haca referencia al carcter pretendida e ineluctablemente cclico de la historia. It suggested, as required, the reliable return to the proper course of organized political life or the more or less purposeful disruption of the political order by those outside it2 (Dunn, 1994, original de 1972:3). De igual modo, Kurt Lenk sostiene que San Agustn la utiliza, en sentido figurado, para expresar la idea de reencarnacin o la vuelta de los tiempos: las almas giran constantemente dentro del cuerpo, idea pagana que San Agustn combate. Para Dante, revolutio es el movimiento de los astros; no conoca todava un significado poltico de la palabra. Este concepto prepoltico, astronmico, continu imperando durante tres siglos en Occidente (Lenk, 1978, original de 1973:14). En consecuencia, en tiempos medievales el movimiento revolucionario no era sino un retorno a la supuesta perfeccin perdida de un estado originario. Si
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Alguien se acostumbra a estar en una posicin y ofrece resistencia al suave interactuar de la sociedad, entonces el orden entra en el desorden [tr. MM]. Sugera, como requerido, el confiable retorno al curso apropiado de la vida poltica organizada o la interrupcin ms o menos deliberada del orden poltico por parte de aquellos que se encontraban fuera de l [tr. MM].

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tomamos en cuenta, adems, las ideas de Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, es posible argumentar que dicha idea de retorno al punto original debe mucho al pensamiento platnico y habra tenido notable influencia en el pensamiento poltico occidental hasta nuestros das. Segn la interpretacin popperiana de Platn, dicha situacin original era concebida como ideal y perfecta, mientras que, por el contrario, se consideraba el cambio como corrupcin y deformacin de la Idea o Forma original. La consecuencia inherente era la creencia de que en el retorno a la naturaleza se esconda el secreto del mejor orden poltico y social (Popper, 2006, original de 1945:101). Ya para el siglo XVII el trmino revolucin era usado abiertamente para designar cambios en el orden poltico; sin embargo, todava significaba el retorno a una situacin original, correspondiente a un orden preestablecido y predestinado (Arendt, 2006, original de 1964:56). Hasta este punto, nos encontramos con que el significado de la palabra revolucin fue esencialmente conservador durante muchos siglos. Pero a partir de la Ilustracin tiene lugar la irrupcin de una nueva concepcin en torno a la idea del cambio poltico, la cual a su vez est relacionada con la popularizacin de una nueva filosofa de la historia, de carcter ya netamente moderno, ligada a la idea de progreso. El desarrollo paulatino de esta nueva filosofa de la historia, consistente en el lineal y progresivo mejoramiento o evolucin del ser humano, lig el trmino revolucin a la experiencia prctica de las revoluciones americana y francesa, situacin a la cual es necesario aadir la importancia del significado de la Revolucin Industrial, que implant de modo radical en la conciencia de Occidente la idea de que el avance tecnolgico permitira un progreso sostenido del ser humano en todos sus rdenes. A partir de entonces, el trmino revolucin vendra a ser sinnimo de un movimiento hacia adelante, hacia lo desconocido, hacia un orden nuevo y mejor; en otras palabras, el intento de implantacin de una utopa. En esta lnea se enmarca toda la interpretacin actual del origen del uso poltico del vocablo revolucin: ste cambia con la Ilustracin y se convierte en una proyeccin hacia el futuro utpico. En tal sentido, el uso del vocablo revolucin reviste hoy un carcter fundamentalmente diferente al que se le adjudic con anterioridad a la Ilustracin; as, la revolucin, tal como la entendemos hoy en da, es un concepto esencialmente moderno. Esa nocin sirvi las bases para la asuncin de la historia como un proceso lineal, para la consideracin de la revolucin como una aceleracin de unos cambios que tarde o temprano la humanidad estara destinada a experimentar, y para la ratificacin de la idea de que todo en la existencia humana es susceptible

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de ser conocido racionalmente a travs de leyes naturales lgicamente comprensibles. Una vez llegados a este punto, slo restara descubrir esas leyes por las cuales se rige la historia y el ser humano en general. La Revolucin Francesa, por el hecho de ser pionera, necesariamente escapaba a una concepcin tan rgida; sin embargo tal como lo explica Arendt, y como veremos ms adelante, tanto en un principio Hegel como posteriormente los marxistas-leninistas se fundamentaron sobre la misma, pretendiendo haber dilucidado las leyes del devenir histrico y llegando incluso a prever lo que debera ser el resultado final de la (r)evolucin, en lo que no dejaba de ser una interpretacin teleolgica de la historia. Tanto la idea original de revolucin como la moderna han solido reclamar el conocimiento del orden natural de las cosas (esttico o dinmico), y sus partidarios han tendido a justificar el uso de la violencia revolucionaria como el precio necesario para ajustar la situacin sociopoltica a dicho orden. III. EL PRobLEmA dE LA justIfIcAcIn tIcA y PoLtIcA dE LA vIoLEncIA En LA REvoLucIn En la introduccin de su obra Sobre la revolucin, Hannah Arendt seala que la guerra y la revolucin constituyen an los dos temas polticos principales de nuestro tiempo. Ambas han sobrevivido a todas las justificaciones ideolgicas (Arendt, 2006, original de 1964:11). Esta afirmacin deriva de la apreciacin, por parte de la autora alemana, de que ambos fenmenos polticos, tanto la guerra como la revolucin, estn directamente relacionados con la violencia; siendo sta un comportamiento difcil de legitimar, desde el punto de vista de la tica y de la poltica queda claro que siempre amerita una justificacin. As, seala Arendt que una teora de la guerra o una teora de la revolucin slo pueden ocuparse, por consiguiente, de la justificacin de la violencia, en cuanto esta justificacin constituye su limitacin poltica; si, en vez de eso, llega a formular una glorificacin o justificacin de la violencia en cuanto tal, ya no es poltica, sino antipoltica (Arendt, 2006, original de 1964:22). A lo largo de esta obra, Hannah Arendt se preocupa sobre todo por la justicia que pueda existir en el uso de la violencia en el mbito de la poltica, dando en cierto modo por descontado que tanto la guerra como la revolucin son situaciones violentas por naturaleza. De acuerdo con la pensadora alemana, durante el siglo XX la tradicin revolucionaria fue abandonando lo que ella considera su razn de ser esencial: la lucha de la libertad contra la tirana. Arendt, fiel a su orientacin republicanista, considera que el fin ltimo y casi la nica justificacin

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de la violencia revolucionaria radica en la bsqueda, diseo y conformacin de un espacio poltico para la libertad o, lo que es lo mismo, la constitutio libertatis. Arendt hace en su obra la polmica afirmacin de que la Revolucin Americana (estadounidense) habra sido mucho ms exitosa en esta tarea que la Revolucin Francesa, que termin en una guerra civil y en una guerra total a nivel continental. En lo relativo a la dialctica entre libertad y necesidad, que ya planteaba Hegel, la Revolucin Americana habra logrado hacer prevalecer la primera, mientras que en el caso francs la necesidad sustituy a la libertad como categora principal del pensamiento poltico y revolucionario (Arendt, 2006, original de 1964:70), circunstancia que habra tendido a conducir dicho proceso revolucionario hacia la violencia sin lmites. La autora alemana lamenta que en en el caso de la Revolucin Francesa la bsqueda de la abundancia hubiera terminado por sustituir a la libertad como objetivo primordial (Arendt, 2006, original de 1964:84). Por otra parte, el hecho de que la Revolucin Francesa se haya convertido en el modelo por excelencia para toda la tradicin revolucionaria, tuvo la implicacin de que, segn Arendt, el problema de la constitutio libertatis se fuera perdiendo tambin para todas las revoluciones que vinieron despus de ella y que la tomaron como paradigma. sta sera la causa de que durante el siglo XX hayan solido existir revolucionarios, mas no hombres de las revoluciones; en otras palabras, el revolucionario moderno no sera tanto una persona que se enfrenta a la necesidad de crear como alguien que sigue un libreto ya escrito (Arendt, 2006, original de 1964:76). De igual modo, Arendt denuncia lo que considera como el frecuente olvido de la diferencia existente entre libertad y liberacin; si bien la segunda sera necesaria para lograr la primera, no sera condicin suficiente para establecer la constitutio libertatis (Arendt, 2006, original de 1964:37). Por otra parte, Arendt seala el hecho, que consideramos particularmente interesante, de que la Revolucin Francesa sustituy un absoluto la soberana del monarca, basada en el principio de la voluntad divina por otro absoluto la soberana popular, basada en el principio de la voluntad general (Arendt, 2006, original de 1964:211). El absoluto implcito en la nocin de volont general habra menoscabado la posibilidad de implantar la constitutio libertatis, que necesariamente pasaba por la superacin de tales posiciones absolutistas. Desde nuestro punto de vista, los elementos sealados por Arendt que mencionamos anteriormente nos dan a entender que, en la prctica de las revoluciones, e

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incluso en las acciones y disquisiciones de los revolucionarios, la violencia constituye un hecho patente e ineludible. No slo considera la autora alemana que una teora de la revolucin slo puede ocuparse de una justificacin de la violencia, sino que adems argumenta que, en la prctica de las revoluciones a partir de la Revolucin Francesa, lo que ha predominado no ha sido la bsqueda de un orden poltico que permita la consolidacin de la libertad, sino la repeticin ms bien poco razonada de los patrones franceses de una lucha por la liberacin, protagonizada por la figura de los revolucionarios, entendidos stos como actores polticos que intentan poner en prctica un guin de la revolucin que se encuentra ya casi predeterminado, pues busca adecuar la situacin poltica y social a un orden o a unas leyes naturales. En otras palabras, pensamos que de la obra de Arendt sobre la revolucin se desprende la siguiente idea: si bien, desde el punto de vista de la tica y la filosofa poltica, la bsqueda de un orden de libertad debera ser la condicin sine qua non de toda revolucin, nica razn capaz de justificar el uso de la violencia revolucionaria, en la prctica lo que ha marcado a todas las revoluciones posteriores a la Francesa ha sido el hecho violento sin la consecucin de un verdadero orden de libertad, violencia que se enmarca en una lucha por la liberacin protagonizada por revolucionarios. Lo que nos interesa resaltar aqu como conclusin propia acerca de la reflexin de Arendt sobre las revoluciones, o mejor dicho, sobre ese conjunto de fenmenos que habitualmente denominamos revoluciones, es el hecho de que, en la prctica, stas slo conllevan como segura consecuencia el desencadenamiento de hechos violentos. En este sentido, pensamos que si queremos precisar en qu consisten esos procesos que llamamos revoluciones en la realidad, y no slo en el plano terico, resulta difcil pasar por alto su componente de violencia como factor distintivo. Dcadas despus de la Revolucin Francesa, lo que Arendt llama la tradicin revolucionaria tendi a ser entendida de forma ms o menos generalizada en clave marxista. En el plano terico, el marxismo tradicional adoleci de ese afn determinista de identificacin de unas supuestas leyes objetivas de la historia, pero, tal como lo seala la autora alemana, en la prctica se desarroll en cierto modo como una repeticin del modelo revolucionario francs: la lucha por la liberacin en pos de la abundancia. El cuerpo terico del marxismo fue revisado posteriormente por algunos autores, entre los cuales los ms importantes son los pertenecientes a la llamada

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Escuela de Franckfurt. Uno de sus exponentes fue Herbert Marcuse, quien reflexiona en torno a las implicaciones ticas de la revolucin, definindola como el derrocamiento de un gobierno y de una constitucin legalmente establecidos, por una clase social o un movimiento cuyo fin es cambiar la estructura social y la estructura poltica (Marcuse, 1970, original de 1965:142). Tal como el propio Marcuse especifica, esta definicin excluye golpes de Estado militares, revoluciones de palacio y contrarrevoluciones preventivas de carcter fascista, porque no cambian la estructura social bsica. Con respecto al papel de la violencia en la revolucin, Marcuse dice con claridad que si definimos la revolucin de esta manera, podemos dar un paso ms y decir que este tipo de alteracin radical y cualitativa, incluye la violencia. Las revoluciones pacficas (si es que pueda haber tal cosa) no plantean problemas (Marcuse, 1970, original de 1965:143). Esta definicin se mantiene en la tradicin marxista y, por ende, no acepta encuadrar dentro de la categora de revolucin un simple cambio de las personas y grupos que detentan el poder, sino que exige la instauracin de un orden poltico y social sustancialmente distinto y novedoso con respecto al anterior. La definicin de Marcuse le lleva a plantearse la siguiente pregunta: Se puede justificar el empleo de la violencia revolucionaria como medio para el establecimiento y la promocin de libertad y dicha humanas? La pregunta implica un supuesto muy importante, a saber, que existan criterios racionales para determinar las posibilidades de libertad y dicha humanas (Marcuse, 1970, original de 1965:143). As, segn Marcuse, como la revolucin se adjudica el derecho de acabar con lo existente, debe, al menos en el mbito de la modernidad y si pretende apelar a algn criterio coherente de legitimidad, ser capaz de argumentar racionalmente porqu el nuevo orden que pretende implantar es sustancialmente mejor que el anterior. El hecho de que Marcuse se pregunte por criterios racionales nos indica que su pensamiento se mantiene dentro de la idea de una filosofa de la historia que es moderna y hasta cierto punto lineal y teleolgica, que concibe la historia como la senda del progreso humano, un progreso que es racionalmente demostrable. Sin embargo, el dilema moral de las revoluciones que plantea Marcuse, su paradoja esencial (mejorar el estado de las cosas humanas a travs del uso de la violencia), no es de fcil resolucin, porque la comprobacin racional de que la situacin por venir luego de una revolucin ser mejor que la actual no es tarea sencilla. El autor alemn sostiene que la tica de la revolucin da fe del conflicto que existe entre dos derechos histricos: de un lado, el derecho de lo existente, la comunidad establecida de la que depende la vida y quiz tambin la dicha de los individuos;

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de otro lado, el derecho de lo que puede ser y quiz debera ser porque puede hacer disminuir el dolor, la miseria y la injusticia, suponiendo que esto pueda ser considerado como una posibilidad real (Marcuse, 1970, original de 1965:148). La apuesta revolucionaria moderna, por tanto, se caracteriza por su sacrificio de lo que existe en aras de algo que tericamente, racionalmente, hipotticamente, podra ser mejor. En consecuencia, la tica de la revolucin, si existe tal cosa, se encontrar por lo tanto en consonancia no con los factores absolutos, sino con los histricos (Marcuse, 1970, original de 1965:149), en que histricos significa en la prctica relativos o circunstanciales, esto es, sujetos a la evolucin dialctica de la historia. As, Marcuse seala que la relacin entre medio y fin es el problema tico de la Revolucin. En cierto sentido, el fin justifica los medios: cuando promueve demostrablemente el progreso humano en libertad. Este fin legtimo, el nico fin legtimo, exige la creacin de condiciones que faciliten y favorezcan su realizacin. Y la creacin de estas condiciones puede justificar el sacrificio de vctimas como lo ha justificado a lo largo de toda la historia. Pero esta relacin entre medios y fines es dialctica (Marcuse, 1970, original de 1965:156). En otras palabras, la revolucin genera su propia tica, en parte debido al hecho de que su verdadera estatura moral no sera descifrable ni refutable por los cdigos ticos propios del orden social y poltico anterior. Lo anterior en cierto modo explica cul es la justificacin tica de la revolucin, pero no resuelve el dilema de si la revolucin es, en trminos ticos, la mejor salida a los problemas sociales y polticos. Frente la argumentacin moral de Marcuse, que subyace detrs de toda revolucin moderna, la argumentacin moral de la contrarrevolucin permanece lgicamente vlida, ya que sta podr sostener igualmente que los postulados ticos de la revolucin no son compatibles ni cotejables con los suyos, que estaran supuestamente amparados por la realidad de las cosas existentes y no en utopas, y evitando adems una violencia que todava no existe. As, el problema moral de la revolucin moderna es el problema entre dos sistemas de ideas y dos legitimidades sustancialmente incompatibles, situacin que en igualdad relativa de fuerzas suele conducir a grados considerables de violencia que resulta legtima y justificable a los ojos de los revolucionarios, e injustificable por sus detractores. Las teoras modernas de la revolucin en general, y las posturas marxistas en particular, dan pie para que autores como Dunn hayan criticado lo que consideran

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como el profundo racionalismo que subyace en la idea moderna de revolucin, racionalismo que justifica e incluso reclama el ejercicio de la violencia. Dunn afirma, refirindose a la idea de revolucin implcita en la obra de Condorcet, que this rationalist construction is a necessary condition for envisaging the revolutionary career as both secular (to do with this world) and innovatory. But it is not a sufficient condition for seeing political action and in particular violent political action as the appropriate method for bringing about such a future3 (Dunn, 1994, original de 1972:6-7). Dunn extiende esta crtica al marxismo, que citamos en extenso: Marxism could come to be seen as a theory for those who had broken the code of modern society, a code which only cryptographers of high intelligence were in practice capable of breaking. In breaking this code Marxists learnt not only much useful practical guidance on how to garner power in such a social order, they also learnt the esoteric wisdom which entitled them to juggle with destinies of nations, for tiny groups of men to seize vast power over the lives of millions of other men [] the future is the slave of thought4 (Dunn, 1994, original de 1972:10-11). Sin duda alguna, se trata de un problema ticamente difcil de solventar. Una teora tica de la revolucin, en tanto justificacin de la violencia, necesariamente presume la existencia de diferencias insolubles entre el sistema de ideas revolucionarias y el sistema sociopoltico vigente, ya que si hubiera alguna posibilidad de entendimiento entre estos dos sistemas de ideas y valores, las puertas para la solucin negociada de los conflictos estaran abiertas y la violencia revolucionaria perdera su razn de ser. Toda revolucin necesita construir una imagen obligatoriamente perversa de los representantes del orden actual, el cual a su vez hace lo propio con respecto a los revolucionarios. Se sirven as las condiciones para que la revolucin necesariamente vaya acompaada, siempre, de violencia.
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Esta construccin racionalista es una condicin necesaria para concebir la carrera revolucionaria de ambas formas: secular (vinculada a este mundo) e innovativa. Pero no es una condicin suficiente para ver la accin poltica y en particular la accin poltica violenta- como el mtodo apropiado para generar tal futuro [tr. MM]. El marxismo lleg a ser visto como una teora para aquellos que haban descifrado el cdigo de la sociedad moderna, un cdigo que tan slo criptgrafos de elevada inteligencia eran capaces de descifrar en la prctica. En el proceso de descifrar ese cdigo, los marxistas no slo aprendieron mucho acerca de cmo acumular poder en tal orden social, sino que adems adquirieron la sabidura esotrica que los autorizaba para jugar con los destinos de naciones; reducidos grupos de hombres hacindose con un vasto control sobre la vida de millones de personas [] el futuro es el esclavo del pensamiento [tr. MM].

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Iv. LA dEfInIcIn dEL tRmIno REvoLucIn En LA cIEncIA PoLtIcA y socIoLogA hIstRIcA Hasta aqu nuestra exploracin del tema de las revoluciones en sus aspectos de carcter ms filosfico y moral. En las prximas pginas estudiaremos la forma en la que la ciencia poltica ha estudiado dicho fenmeno social y poltico. El propio Dunn proporciona una definicin concreta de lo que entiende por revolucin, a form of massive, violent and rapid social change. They are also attempts to embody a set of values in a new order or at least a renovated social order5 (Dunn, 1994, original de 1972:12). Tal como es posible apreciar en esta definicin, Dunn seala que una revolucin es necesariamente violenta. Parte de esa violencia se debe a otro de los aspectos que este autor considera caractersticos de toda revolucin moderna, que es la voluntad de implantar un nuevo conjunto de valores para edificar un orden social nuevo o al menos renovado; en efecto, esta tarea parece difcil de llevar a cabo sin ejercer importantes dosis de violencia de algn tipo. Dunn tambin hace particular nfasis cuando seala la importancia que, a la hora de estudiar una revolucin, tiene la evaluacin de las intenciones del grupo que la conduce. Por una parte, esta tarea es relevante para comprender las razones por las cuales grandes grupos de personas estn dispuestas a sumarse a tareas destructivas o constructivas en medio del caos revolucionario, en el entendido de que el nuevo sistema poltico y social mejorar ostensiblemente su nivel de vida (Dunn, 1994, original de 1972:13); por otro lado, porque es necesario establecer diferencias entre lo que los protagonistas de las acciones revolucionarias quieren alcanzar y lo que realmente logran, to attempt to avoid the fantasies and the mendacities of both revolutionaries and existing authority6 (Dunn, 1994, original de 1972:231). En otras palabras, ms all de los resultados que pueda alcanzar una revolucin exitosa o fallida, lo que parece claro es la necesaria presencia de ciertas dosis de violencia generalizada, existente de una u otra manera. Otro autor fundamental en el estudio de las revoluciones es Barrington Moore, Jr., quien otorga un peso absolutamente preponderante a las estructuras y variables socioeconmicas en la interpretacin de las revoluciones. Valindose del mtodo
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Una forma de cambio social masivo, violento y rpido. Constituyen tambin intentos de materializacin de nuevos grupos de valores en un nuevo orden, o al menos en un orden social renovado [tr. MM]. Para tratar de evitar las fantasas y mendacidades tanto de los revolucionarios como de la autoridad existente [tr. MM].

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comparativo en sociologa histrica, Moore estudia en su obra Social origins of dictatorship and democracy (1966) la relacin que eventualmente podra existir entre las estructuras sociales, polticas y econmicas de unas sociedades especficas en un momento histrico concreto (Inglaterra, Francia, Alemania, Japn, China y Rusia) y el sistema poltico que se consolid posteriormente en cada una de ellas. La incidencia de los procesos de modernizacin sobre determinadas estructuras sociopolticas y de produccin, especialmente la posicin relativa del campesinado, los terratenientes y la burguesa, as como las relaciones entre ellos, seran determinantes para este autor a la hora de comprender la evolucin de los procesos de cambio. Si bien el mtodo de Moore concuerda con el marxismo en su opinin de que es necesario el estudio de las variables socioeconmicas y de las estructuras sociales, se cuida de no caer en un determinismo; ms bien intenta identificar la correspondencia secuencial, potencial y relativa entre variables estructurales y resultados polticos. As, Moore distingue entre revoluciones burguesas, revoluciones desde arriba y revoluciones comunistas. Las primeras habran resultado en sistemas democrticos, parlamentarios y capitalistas, como fruto de la efectiva transformacin del campesinado en proletariado y la rpida evolucin de las formas sociales (Inglaterra y Francia). Las segundas, debido a que la modernizacin no modific sustancialmente las estructuras sociales vigentes, netamente jerrquicas, experimentaron fuertes procesos de modernizacin sin profundos cambios en la estructura social; son las llamadas por el autor revoluciones desde arriba, conservadoras y militaristas (Alemania y Japn). Por ltimo, las revoluciones comunistas se habran caracterizado por el papel protagnico del campesinado que se rebela frente a unas lites decadentes, debido al impacto de la modernizacin (Rusia y China). El hecho de que Moore otorgue tanta importancia a los aspectos estructurales socioeconmicos de estos procesos revolucionarios desva un tanto la atencin sobre sus protagonistas y las ideas o ideologas que los animaban a actuar de manera especfica; sin embargo, los tres tipos de revolucin sealados por este autor comparten el hecho de haberse desarrollado en ambientes de inquietud y violencia poltica y social. Desde nuestro punto de vista, en Moore la violencia no aparece tanto como un dilema al cual deban hacer frente los revolucionarios, o como una eleccin racional por parte de unos actores, sino como una condicin ms o menos lgica y natural dentro del desarrollo de los procesos acelerados de cambio poltico propios de la modernizacin. El punto es que la violencia est presente en todos los casos descritos por el autor.

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Es interesante detenerse en el hecho de que Moore, a pesar de emplear muchas categoras marxistas en su anlisis, considera al fascismo como revolucionario, lo cual est en contra de la postura tradicionalmente adoptada por el marxismo, que le niega dicho carcter en virtud de que tal forma poltica no introdujo cambios significativos en la estructura de posesin del capital. En efecto, autores como Marcuse tal como se puede apreciar en las citas previamente sealadas, o Robert O. Paxton, que tienden a suscribir las posturas clsicas del marxismo con respecto al fascismo, se han opuesto a considerar a este ltimo como revolucionario. Segn Paxton, In practice, although fascist regimes did indeed make some breathtaking changes, they left the distribution of property and the economic and social hierarchy largely intact (differing fundamentally from what the word revolution had usually meant since 1789)7 (Paxton, 2005, 1era ed. 2003:141). De acuerdo con este autor, el elemento ms revolucionario del fascismo sera su nueva concepcin acerca de la ciudadana (Paxton, 2005, 1era ed. 2003:147). Sin embargo, investigadores como Anbal Romero llaman la atencin sobre las caractersticas revolucionarias del fascismo. Romero considera que ese fascismo autntico o histrico, el italiano y alemn de Mussolini y Hitler, se caracteriz de una manera fundamental por su naturaleza revolucionaria, por constituir una respuesta radical ante la crisis europea posterior a la Primera Guerra Mundial, respuesta a su vez contraria a la opcin marxista, al conservatismo tradicional de derecha, y a todas las versiones reformistas ubicadas en el contexto socialdemcrata o liberal (Romero, 2004:14). Lo que nos interesa de cara a este estudio es el hecho de que tambin el fascismo, en tanto cambio violento de los rdenes sociales vigentes, ha llegado a ser considerado como revolucionario, lo cual constituye, desde nuestro punto de vista, una nueva vinculacin entre el fenmeno de la violencia y la definicin de revolucin. Una discpula de Moore, Theda Skocpol, es posiblemente la investigadora que ms ha contribuido en las ltimas dcadas a sentar las bases para el estudio de las revoluciones. Skocpol distingue entre revoluciones polticas y revoluciones sociales; estas ltimas son rapid, basic transformations of a societys state and class structures; and they are accompanied and in part carried through by class-based revolts
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En la prctica, aunque los regmenes fascistas de hecho realizaron algunos cambios impresionantes, dejaron en buena medida intactos tanto la distribucin de la propiedad como la jerarqua social y econmica (distancindose fundamentalmente de lo que la palabra revolucin ha solido significar desde 1789) [tr. MM].

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from below8, mientras que las revoluciones polticas transform state structures but not social structures, and they are not necessarily accomplished through class conflict9 (Skocpol, 2006, original de 1979:4). Esta distincin resulta crucial, pues permite incorporar bajo la definicin de revolucin un conjunto mucho mayor de fenmenos de cambio poltico acelerado de los que permita la tradicin marxista, que necesariamente deba constatar cambios en la estructura de propiedad del capital para poder de hablar de revoluciones. Ahora bien, Skocpol s considera fundamental un cambio de este tipo para poder hablar de revoluciones sociales, que son, a fin de cuentas, el tipo de revoluciones que realmente le interesa estudiar en su gran obra States and social revolutions (1979). Al igual que Moore, pero de forma ms explcita, Skocpol rescata del marxismo sus elementos ms valiosos para el anlisis de las revoluciones, especialmente el estudio de las variables estructurales y el impacto de las condiciones socioeconmicas en la evolucin del cambio poltico (Skocpol, 2006, original de 1979:13); sin embargo, se distancia del marxismo tradicional en su interpretacin del Estado, no considerndolo como un mero instrumento de dominacin de la burguesa, sino ms bien como un ente relativamente autnomo cuyos miembros desarrollan intereses y objetivos organizacionales especficos (Skocpol, 2006, original de 1979:28-29). Asimismo, Skocpol seala la importancia que tiene el sistema internacional y sus coyunturas especficas (ms concretamente los momentos en los cuales el Estado se ve obligado a afrontar una guerra, que seran ocasiones particularmente propicias) en la materializacin de las revoluciones. La autora insiste en la necesidad de adoptar una perspectiva estructural (Skocpol, 2006, original de 1979:5-6) y en la pertinencia de no atribuir a ciertos actores y personajes la autora de los resultados polticos (Skocpol, 2006, original de 1979:18). Skocpol distingue cuatro grandes corrientes en el estudio de las revoluciones: a) Marxista, b) Psicologicista, c) Sistema de valores, y d) Teoras del conflicto poltico. Si la primera atribuye las revoluciones a la agudizacin de las contradicciones de clase, la segunda sostiene que se deben a la relative deprivation, o distancia relativa entre el desempeo real del sistema poltico y las expectativas de
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Transformaciones fundamentales y rpidas en el Estado y estructura de clases de una sociedad, acompaadas y en parte protagonizadas por revueltas de clase desde abajo [tr. MM]. Transforman las estructuras del Estado pero no las estructuras sociales, y no necesariamente se alcanzan a travs de conflictos de clase [tr. MM].

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la poblacin; por su parte, las teoras que analizan los valores consideran que las revoluciones constituyen la imposicin de nuevos paquetes de valores, mientras que los enfoques del conflicto poltico las abordan como resultado de la confrontacin de grupos organizados para la toma del poder (Skocpol, 2006, original de 1979:6-14). Ahora bien, examinando las definiciones de revolucin de Skocpol, nos damos cuenta de que la autora no hace particular nfasis en el hecho de la violencia, en el sentido de que no la considera una condicin fundamental para hablar de una revolucin; sin embargo, da a entender que en la medida en que una revolucin es social y por lo tanto, ms profunda y radical, sta ir acompaada de revueltas populares, entendidas como expresin violenta de conflictos de clase. Charles Tilly es otro autor influyente en el estudio de las revoluciones. Considerado por Skocpol como el principal representante de lo que denomina como la corriente del conflicto poltico, Tilly hace girar toda su argumentacin en torno al papel del Estado en la gestacin, desarrollo y consolidacin de las revoluciones. En este sentido, el autor se pregunta, fundamentalmente, lo siguiente: Hasta qu punto y en qu forma las grandes revoluciones se adaptan a la poltica no revolucionaria? y, en especial, cmo afectan a las revoluciones los cambios importantes en la organizacin de los estados? (Tilly, 1995:21). Para intentar responder tales interrogantes, Tilly propone una definicin amplia de revolucin, que permite el abordaje de una serie de preguntas que una definicin restringida no favorecera. Dicha definicin amplia considera dos etapas de la revolucin, la situacin revolucionaria y los resultados revolucionarios. La situacin revolucionaria se caracteriza por la presencia de una situacin de soberana mltiple, en la cual existen al menos dos grupos contendientes con aspiraciones incompatibles que desean controlar el Estado o parte del mismo, que gozan de significativo apoyo popular, frente a la incapacidad o falta de voluntad de los gobernantes para suprimir o controlar las aspiraciones de sus nuevos competidores (p. 28). Es importante resaltar que Tilly considera que las situaciones revolucionarias se asemejan a movimientos de protesta que finalmente no producen cambios fundamentales; la diferencia reside especialmente en el alcance y exclusividad de las aspiraciones a controlar el Estado. No puede decirse que haya surgido una situacin revolucionaria en tanto en cuanto todos los principales protagonistas consideran que el Estado continuar actuando y dando satisfaccin a sus intereses.

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En cuanto a los resultados revolucionarios, es posible hablar de ellos cuando se presenta una transferencia de poder a una nueva coalicin gobernante (que puede incluir algunos elementos del rgimen anterior) luego de una situacin de soberana mltiple; de modo que pocas situaciones revolucionarias tienen resultados revolucionarios (p. 33). Esta definicin amplia del trmino revolucin que proporciona Tilly, que parece orientada por la sospecha de que incluso las grandes revoluciones no modifican sustancialmente buena parte del orden social anterior, se caracteriza por el poco nfasis que pone en el hecho de la violencia como parte integral de toda revolucin. De acuerdo con esta perspectiva, muchos fenmenos de cambio poltico acelerado, parecidos incluso a los movimientos sociales, podran ser incluidos bajo el trmino de revolucin. No cabe duda de que esta definicin responde en buena medida al tipo de situaciones que se han generado en Europa oriental durante los ltimos aos a raz de la debacle de la Unin Sovitica, que Tilly considera como revoluciones en algn grado (pp. 20-21). Ms recientemente, John Foran ha hecho importantes aportes al estudio de las revoluciones, aadiendo a su propio trabajo la compilacin de la obra de investigadores relevantes. Foran sugiere la indispensabilidad de la idea de cultura a la hora de comprender las revoluciones desde un enfoque ms amplio que las clsicas corrientes estructuralistas y las aproximaciones al tema por parte de la economa poltica, haciendo especial nfasis en esa especie de contraculturas de carcter revolucionario, que a menudo no forman parte de la cultura oficial, visible y apoyada por el Estado y/o las lites, y dejando en claro que su concepto de cultura no es el mismo de la ciencia poltica norteamericana de los aos sesenta (Foran, 1997:207-208). Los estudios culturales son importantes porque permiten una comprensin de los casos especficos, difcilmente aprehensibles desde una perspectiva demasiado generalista, y facilitan adems una mejor aproximacin a las dinmicas concretas y particulares que se relacionan con los procesos de movilizacin de masas. Tal como lo seala el propio Foran, Political culture, then, spans and links culture with discourse and ideology, and puts us on the path to understanding agency as carried by social forces10 (p. 219). En una importante medida la idea de Foran proviene del concepto de estructuras de sentimiento (structures of feeling), propuesto por el crtico cultural Raymond Williams (p. 204).
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La cultura poltica, por lo tanto, abarca y vincula la cultura con el discurso y la ideologa, y nos indica la va a seguir para la comprensin del papel de los actores en tanto conducidos por fuerzas sociales [tr. MM].

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Si el papel de las culturas subterrneas, locales, es importante para comprender las revoluciones caso por caso, no lo son menos las grandes ideologas que han propugnado la revolucin a lo largo del siglo XX; de hecho, tal parece que en el Tercer Mundo lo ms frecuente suele ser la presencia de culturas revolucionarias que suelen ser producto de un sincretismo entre los discursos cosmopolitas y los locales. En este sentido, Foran menciona la teora de Forrest Colburn, quien has argued that socialism (or, more precisely, marxism-leninism) has served as a blueprint for the cultural construction of postrevolutionary regimes in such seemingly diverse settings as Cuba, Angola, Ethiopia, China and Afghanistan; in a sense, one international political culture overriding the effect of another, local, one11 (citado por Foran, 1997:207). Esta idea de Colburn nos parece particularmente interesante para entender una variedad de fenmenos contemporneos a los cuales con frecuencia se suele denominar revoluciones, puesto que stas parecen caracterizarse cada vez ms en una era marcada por la globalizacin por una mezcla de, por un lado, aspectos supuestamente autctonos, y por otro, elementos importados y pretendidamente universales. Foran realiza tambin un extenso estudio comparativo con la finalidad de identificar cules seran las causas potenciales del xito o fracaso de las revoluciones. El autor determina cinco elementos cruciales que se encuentran presentes en todos los casos de revoluciones sociales exitosas: (1) dependent development; (2) a repressive, exclusionary, personalist state; (3) the elaboration of effective and powerful political cultures of resistance; and a revolutionary crisis consisting of (4) an economic downturn; and (5) a world-systemic opening (a let-up of external controls).12 Como consecuencia del estudio de estos cinco factores interrelacionados, Foran determina seis casos tpicos con respecto al fenmeno de las revoluciones en el Tercer Mundo, a saber: 1) exitosas, 2) anticoloniales, 3) revertidas, 4) intentadas, 5) polticas, y 6) no intentadas (pp. 228-258). Foran toma muchos aspectos del enfoque de Skocpol, como su distincin entre revoluciones sociales y polticas, o el papel fundamental de la coyuntura internacional en el desarrollo de eventos de carcter revolucionario, pero lo complementa
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Ha argumentado que el socialismo (o mejor dicho, el marxismo-leninismo) ha servido como modelo para la construccin cultural en regmenes post-revolucionarios en sitios tan diversos como Cuba, Angola, Etiopa, China o Afganistn; en cierto sentido, una cultura poltica internacional anulando el efecto de otra de carcter local [tr. MM]. (1) Desarrollo dependiente; (2) un estado represivo, excluyente y personalista; (3) la elaboracin de poderosas y efectivas culturas polticas de resistencia; y una crisis revolucionaria conformada por (4) una recesin econmica y (5) una apertura estructural a nivel mundial un relajamiento de los controles externos [tr. MM].

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aadiendo la dimensin de los estudios culturales para aproximarse al fenmeno de las culturas de resistencia, elemento que permite comprender facetas ms especficas de cada revolucin en particular. Es posible apreciar que para Foran el hecho de la violencia no constituye un elemento particularmente importante para el estudio de las revoluciones, puesto que este autor, as como otros propios de su generacin, se centra sobre todo en la comprensin de sus orgenes y resultados. Eric Selbin es otro autor que hace nfasis en el papel de la cultura para lograr una ms amplia comprensin de las revoluciones. Selbin, al igual que Foran, distingue su idea de cultura popular del tan generalizado concepto de civic culture que predomin en la ciencia poltica norteamericana de los aos sesenta. Selbin hace nfasis en los conceptos de popular culture, collective memory y symbolic politics para abordar la dimensin cultural de las revoluciones, otorgando la preponderancia al papel de los actores y rechazando toda preponderancia de la estructura, tratando de proporcionar un enfoque que combine la importancia del actor con la relevancia de las culturas polticas de resistencia: Revolutions are human creations with all the messiness inherent in such a claim rather than inevitable natural processes13 (Selbin, 1997:123-136). Sin embargo, Selbin tampoco dedica en este estudio mucha atencin a la relacin entre revolucin y violencia. Otro autor que se ha aproximado al estudio de las revoluciones, y que tambin concede importancia preponderante a los actores, es Richard Lachmann. Este autor profundiza en un tema largamente tratado como la relacin existente entre la divisin de las lites y el cambio poltico. As, Lachmann aporta nueva evidencia para apoyar un argumento ya clsico: los cambios revolucionarios suceden cuando las movilizaciones de masas tienen lugar estando de comn acuerdo con una fraccin de esas lites divididas. Lachmann, en lo que pudiramos denominar un uso amplio del concepto, emplea el trmino revolucin para designar drsticos cambios polticos ocurridos incluso antes de la Edad Moderna. Sin embargo, en la definicin de revolucin que ofrece este autor, las nociones de violencia y cambios del Estado no parecen ser determinantes, mientras que el elemento de movilizacin de las masas es esencial (Lachmann, 1997:73-101). Nos parece conveniente mencionar tambin el trabajo de Noel Parker, Revolutions and history (1999), quien se centra en el estudio de la evolucin de la
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Las revoluciones son creaciones humanas con todo lo engorrosa que resulta semejante afirmacin, antes que inevitables procesos naturales [tr. MM].

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percepcin del papel de las revoluciones en la historia, entendindolas como fenmenos verdaderamente histricos: no slo intenta saber qu son, sino tambin qu conexin tienen con cualquier tipo de proceso histrico. Parker elude las secuencias y regularidades expuestas por Moore y Skocpol, y acua el concepto de narrativa revolucionaria, o forma dentro de la cual los hechos de una revolucin son interpretados y puestos en accin; son ideas que determinan e interpretan cualquier revolucin y su relacin con otros hechos histricos. Su investigacin mezcla conscientemente un enfoque nomottico-analtico con otro interpretativohermenutico. Parker sostiene que, durante el siglo XX, la narrativa revolucionaria predominante se bas en el significado de las revoluciones francesa y rusa. De acuerdo con nuestra interpretacin de Parker, para este autor el tema de la violencia es ms bien secundario. Dentro de estas novedosas lneas de aproximacin al estudio de las revoluciones, Jeffery Paige ofrece tambin una interesante definicin del trmino en cuestin. Para este autor, una revolucin es a rapid and fundamental transformation in the categories of social life and consciousness, the metaphysical assumptions on which there categories are based, and the power relations in which they are expressed of a result of a widespread popular acceptance of a utopian alternative to the current social order14 (Paige, 2003:24). Lo llamativo de esta definicin es que, en la misma medida en que resta importancia a la violencia como elemento constitutivo y definitorio de una revolucin, se centra, por el contrario, en la relevancia de las percepciones, las creencias y las expectativas colectivas. Por su parte, Jack A. Goldstone seala la relacin directa que parece existir entre las revoluciones y las explosiones demogrficas (1997:102-120). De acuerdo con este autor, hay evidencia relevante para sustentar la teora de que el crecimiento poblacional, combinado con un desarrollo limitado o inexistente, ocasiona a) un declive de las capacidades del Estado, b) conflictos entre las lites, y c) potencial movilizacin de las masas, todo lo cual generara crisis polticas considerables que podran disparar revoluciones. Tal como hemos podido apreciar en las pginas anteriores, parece existir una evolucin o cambio en el tratamiento que las ciencias sociales brindan al trmino
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Una transformacin rpida y fundamental en las categoras de la vida y conciencia sociales, las premisas metafsicas sobre las cuales sus categoras estn basadas, y las relaciones de poder en las cuales son expresadas como resultado de la aceptacin popular generalizada de una alternativa utpica al orden social actual [tr. MM].

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revolucin. El propio Goldstone se ha dedicado a estudiar este proceso, caracterizando lo que ha dado en llamar las distintas generaciones de los estudios sobre la revolucin. De acuerdo con un artculo de este autor, aparecido originalmente en World politics (1980) pero luego reproducido en el libro Revolution: Critical concepts in political science (Goldstone, 1999:339-340), se podra hablar de tres generaciones. La primera generacin estara ubicada grosso modo entre los aos de 1900 y 1940, y a ella perteneceran autores como LeBon, Ellwood, Sorokin, Edwards, Lederer, Pettee y Brinton, quienes habran buscado cuidadosamente el patrn de los eventos que tenan lugar en las revoluciones, pero carecieron de perspectiva terica. La segunda generacin, correspondiente al perodo 1940-1975, tuvo como principales representantes a Davies, Gurr, Johnson, Smelser, Huntington y Tilly, quienes emplearon enfoques propios de la psicologa cognitiva como la teora de la agresin-frustracin, teoras estructural-funcionalistas y la teora del pluralismo, propia de la ciencia poltica de los aos sesenta, para explicar fundamentalmente las causas de las revoluciones. La tercera generacin, que se inicia en 1975, est conformada por Skocpol, Paige, Trimberger, Eisenstadt, quienes gracias a su aproximacin a un mayor nmero de casos histricos ofrecen una perspectiva ms profunda. Estos autores, segn Goldstone, no se centraron slo en saber porqu las revoluciones ocurren, sino que tambin trataron de estudiar cules pueden ser sus posibles resultados. Por ltimo, en un artculo publicado ms recientemente (2001:139-187), Goldstone seala la aparicin de una cuarta generacin de estudios sobre la revolucin, que se estaran dedicando a estudiar fundamentalmente el papel del liderazgo, la ideologa y los procesos de identificacin con los procesos revolucionarios como elementos clave en la irrupcin de la revolucin. En lneas generales, pensamos que la evolucin seguida por los estudios de la revolucin ha tendido progresivamente a prestar menos atencin al papel que la violencia ejerce dentro de la misma. v. EL tRmIno REvoLucIn En Los EstudIos EstRAtgIcos E IntERnAcIonALEs La revolucin tambin ha sido un problema de difcil solucin terica para los estudios estratgicos. John Shy y Thomas W. Collier sealan que la guerra

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revolucionaria, como rama importante del pensamiento militar, ha surgido nicamente en el ltimo medio siglo (Shy & Collier, 1991, original de 1986:841), argumentando que la repentina cada del poder y prestigio del tradicional sistema Estado-nacin, no slo puede achacarse a la epidemia de ataques revolucionarios contra el sistema desde 1941, sino que adems se puede culpar al afloramiento de la guerra revolucionaria como una rama del pensamiento militar (p. 842). Estos autores definen guerra revolucionaria como la consecucin del poder poltico mediante el empleo de la fuerza armada, al tiempo que aclaran que no es una guerra en el sentido que generalmente conocemos la palabra [entre otras razones, porque] las guerras revolucionarias ocurren dentro de las naciones, y su objetivo es la consecucin del poder del Estado; de igual modo, estos autores explican que es incorrecto identificar la guerra de guerrillas con la guerra revolucionaria; la primera es tan slo uno de tantos mecanismos para desarrollar la segunda (p. 843). Shy & Collier, en tanto estudiosos de la estrategia, se ocupan de la revolucin como modalidad especfica de guerra, lo cual necesariamente implica el reconocimiento de una relacin estrecha entre revolucin y violencia e, incluso, entre revolucin y guerra. El hecho de que Shy y Collier hablen de una epidemia de ataques revolucionarios contra el sistema nos conduce al tema de cmo se suele considerar a las revoluciones desde la perspectiva de los estudios internacionales. Durante mucho tiempo la visin preponderante que se ha tenido de las revoluciones en las teoras de las relaciones internacionales ha correspondido a las teoras realistas clsicas, que ven el mundo como un sistema de estados en busca del equilibrio; en consecuencia, resulta casi natural considerar las revoluciones, primordialmente, como alteraciones fundamentales del orden internacional. Se trata de fenmenos ocasionales que alteran equilibrios estables. La obra de Henry Kissinger, A world restored (1957), ha sido crucial para esta interpretacin. Su argumentacin se afianza en la teora de que el sistema internacional atraviesa por fases estables y por fases revolucionarias; mientras que las primeras se caracterizan por la presencia de un conjunto de reglas internacionales de legitimidad suficientemente generalizada lo cual permitira la solucin de los problemas interestatales bsicamente mediante el empleo de la diplomacia, una fase revolucionaria se reconoce por la irrupcin de un actor estatal que cuestiona e intenta modificar el statu quo, situacin que genera incompatibilidades absolutas que suelen resolverse mediante la guerra como ltimo recurso. En consecuencia, de acuerdo con esta interpretacin, parece claro que la irrupcin de un Estado

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revolucionario en el concierto internacional automticamente pone en guardia a los dems pases, especialmente a los estados vecinos. Otro autor que relaciona guerras y revoluciones en el mbito de la teora de las relaciones internacionales es Stephen M. Walt, quien sostiene que las revoluciones tienden a generar guerras porque suelen elevar la percepcin de amenaza, tanto por parte del Estado revolucionario como de los estados rivales, porque ambos lados tienden a considerar el uso de la fuerza como un medio para neutralizar esa amenaza, porque alteran los balances de poder e inducen al error en el clculo de dicho balance, y porque ambos bandos suelen sobrestimar el nivel de hostilidad de su rival (Walt, 1999, original de 1992:414). La definicin de revolucin que proporciona este autor revela claramente su posicin con respecto a la relacin existente entre revolucin y violencia: las revoluciones son violent political struggles over the basic principles by which society is organized. Not only do they affect domestic political structures, but revolutions often advance novel political ideas and ambitious international objectives based upon them15 (Walt, 1999, original de 1992:413). Ms recientemente, Fred Halliday ha sealado que las revoluciones constituyen uno de los grandes vacos en las teoras de las relaciones internacionales. El autor irlands sostiene que, segn los enfoques realistas, Las revoluciones suponen una ruptura en un mundo que sin ellas sera ordenado. Las otras dos grandes corrientes seran la behaviorista y la del materialismo histrico. Segn Halliday, la primera considera que las revoluciones forman parte del espectro de la violencia y, como los virus, pueden difundir la transnacionalidad, pero esta violencia se concibe en unos trminos psicolgicos, abstrados de las causas sociales o del contexto internacional, en cambio, la segunda tiene dificultades para explicar porqu las revoluciones parecen estar confinadas a unos estados especficos y presentan unas caractersticas tan especficamente nacionales y nacionalistas (Halliday, 2002:164-165). Parte importante de los anlisis que las distintas teoras de las relaciones internacionales hacen de las revoluciones tiene que ver, obviamente, con la naturaleza de la poltica exterior de los estados revolucionarios. En relacin con este aspecto, Halliday considera que prcticamente todos los estados revolucionarios
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Violentas luchas polticas en torno a los principios bsicos sobre los cuales una sociedad est organizada. Las revoluciones no slo afectan las estructuras polticas domsticas, sino que a menudo perfilan novedosas ideas polticas y ambiciosos objetivos internacionales basados en ellas [tr. MM].

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han intentado histricamente promover o exportar la revolucin a otros estados, puesto que no slo se consideran con el derecho, sino con la obligacin de promover el cambio en la estructura social y poltica de otros pases, tarea que incluso llega a convertirse en un imperativo dentro de sus polticas exteriores (p. 170). En consecuencia, ante la pregunta de si la heterogeneidad del sistema internacional efectivamente tiende a producir conflicto, en comparacin con un sistema ms homogneo, Halliday considera que la heterogeneidad s promueve el conflicto, porque en cierto modo existe una presuncin de homogeneidad en el sistema, un anhelo de estabilidad. En consecuencia, los estados que estn organizados a partir de bases diferentes, es ms posible que se sientan amenazados por los dems. Esta visin parecera justificar en cierto modo la postura de Shy & Collier, que consideran las revoluciones como una posible epidemia; sin embargo, Halliday es claro al sealar que el principal efecto internacional e internacionalista de las revoluciones no reside en las acciones deliberadas de los Estados sino en la fuerza del ejemplo (p. 175). Cul es el papel de la violencia en general, y de la guerra en particular, en este sentido? Halliday considera que la creacin de regmenes similares en Estados vecinos slo se ha logrado a partir de guerras interestatales [] En la misma tnica, las contrarrevoluciones dirigidas por Estados casi siempre fracasan, excepto en unos pocos casos: aquellos correspondientes a guerras interestatales (p. 171). En otras palabras, este autor considera que tanto las revoluciones como las contrarrevoluciones que implican a ms de un Estado han estado marcadas, en la prctica, por el hecho no slo de la violencia, sino de guerras interestatales. Sin embargo, esta situacin, que Halliday considera como un hecho, ha tendido a ser desestimada por los estudiosos de las relaciones internacionales. El consenso ha consistido en evitar el problema y negar que las revoluciones conduzcan a la guerra; a resultas de ello, la comunidad internacional no estaba preparada para el estallido de las guerras que sigui a las revoluciones del Tercer Mundo en los aos setenta. Aparte de una conciencia ms realista e histricamente informada de cmo el conflicto interestatal puede seguir a la revolucin social, este vnculo recurrente sugiere tambin que hay que prestar mayor atencin a las maneras de flexibilizar el sistema internacional, de manera que los desafos a la seguridad en el interior de los estados no conduzcan a la guerra interestatal. El mayor de los errores sera mantener la idea de que el conflicto a nivel internacional puede aislarse del conflicto en el interior de los estados (pp. 175-176).

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Vemos entonces que si Skocpol relacion directamente el estallido de las revoluciones con las implicaciones directas que el sistema internacional en general y la guerra interestatal en particular ejercen sobre los estados, Halliday llama la atencin sobre el proceso inverso: el conflicto interno y las revoluciones en particular como causa potencial de guerras internacionales o conflictos interestatales. En lneas generales, las teoras de las relaciones internacionales parecen establecer una clara vinculacin entre las revoluciones y la violencia. La sucinta revisin de los aportes efectuados al estudio de las revoluciones por los autores aqu estudiados nos devuelve a la reflexin de Hannah Arendt que plantebamos al inicio, a saber, la relacin existente entre guerra, violencia y revolucin, y la absoluta pertinencia que dicha relacin ha de mantener dentro de los estudios de la revolucin. vI. concLusIonEs. LAs REvoLucIonEs sIEmPRE son vIoLEntAs, PERo LA vIoLEncIA EvoLucIonA A la hora de preguntarnos cul es la relacin entre revolucin y violencia, y si es posible hablar de una revolucin no violenta o pacfica, nos encontremos con una marcada diferencia entre los autores emblemticos del siglo XX y los ms prximos al siglo XXI. Para estudiosos que podemos considerar ya clsicos, tales como Arendt, Marcuse, Dunn o Skocpol, para todo el pensamiento marxista-leninista y para las teoras de las relaciones internacionales en general, una revolucin pacfica suena como un contrasentido. Sin embargo, en contraposicin encontramos que investigadores ms recientes, como Tilly, Foran, Lachmann o Paige, ofrecen definiciones del trmino revolucin que parecen concebir tal posibilidad, o que al menos restan importancia al elemento de la violencia como rasgo caracterstico de la revolucin. Por consiguiente, nos parece claro que en la ciencia poltica y en la sociologa histrica existe una inclinacin creciente a prestar menos atencin a la violencia como un componente esencial y definitorio del fenmeno de toda revolucin. La tendencia contempornea, en consonancia con el auge actual de los estudios culturales y las aproximaciones de carcter interdisciplinario, pareciera haber conducido el estudio de las revoluciones hacia la comprensin de sus dimensiones ms sociolgicas y antropolgicas, sus discursividades, significados, estructuras de sentimiento y otros elementos tradicionalmente ajenos a la ciencia poltica. Dicho con otras palabras, la revolucin, concepto tradicional y emblemtico de la teora poltica, est pasando a ser objeto de estudio de otras disciplinas, y en ese sentido parece estar

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siendo despojado de algunas de sus connotaciones ms tradicionales, entre stas, la de ser una modalidad de violencia poltica, como tambin lo es la guerra. En general, se aprecia que los estudios que pudiramos llamar ya clsicos, propios de la poca de las grandes revoluciones y las turbulencias caractersticas de la poca de la Guerra Fra, tendan a asociar revolucin y violencia de una manera mucho ms estrecha que los investigadores que tratan de teorizar sobre este tema en tiempos de la globalizacin y a partir del desmoronamiento de la Unin Sovitica. Estas diferencias parecen responder parcialmente a las distintas circunstancias que los estudiosos de una y otra poca han debido presenciar. Las ostensibles diferencias que se aprecian en la esfera internacional antes y despus de la debacle del comunismo han obligado a los investigadores de la revolucin a enfrentar nuevos retos a la hora de explicar las mltiples formas de cambio poltico que estn teniendo lugar en las ltimas dcadas. De ah que hoy en da se acepte en cierta medida el hecho de llamar revoluciones a una serie de procesos de cambio poltico que presentan un uso limitado de la violencia, o que al menos distan mucho de reproducir las sangrientas hecatombes que caracterizaron a las grandes revoluciones del siglo XX. Cabe preguntarse, entonces, si la laxitud que se est empleando hoy en da para usar el trmino revolucin est justificada. Desde nuestro punto de vista, hay importantes razones para respaldar estos nuevos enfoques para el estudio de las revoluciones. Al igual que ha pasado con las guerras, los fenmenos de cambio poltico acelerado aquellos que ms se acercaran a lo que podramos denominar hoy como revoluciones, han sufrido modificaciones importantes con el fin de la Guerra Fra. Si hoy en da se habla de las nuevas guerras (Kaldor, 2001), caracterizadas por novedosas formas de financiamiento, asociacin, significacin y accin blica, por qu no hablar tambin de las nuevas revoluciones? Tal como seala el propio Tilly, que es quizs quien maneja deliberadamente la definicin ms amplia del trmino, las revoluciones se han transformado porque se han transformado los Estados (1995:22). Sin embargo, pensamos que estas nuevas revoluciones, tal como podramos llamarlas, deben mantener suficientes similitudes y elementos de continuidad con las grandes revoluciones de la historia para verdaderamente ganarse el derecho a ser denominadas as. La mayor parte de los autores clsicos consultados parecen ofrecer suficientes argumentos de peso para convencernos de la necesidad de seguir manteniendo el consenso, claramente compartido durante el siglo XX, acerca de la relacin ineludible entre violencia y revolucin. Si, en este sentido, las nuevas

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revoluciones son fenmenos esencialmente distintos de las grandes revoluciones de la historia, procesos absolutamente novedosos en significado, sustancia, ejecucin y repercusiones, pues entonces quizs deberamos optar entre enterrar el uso contemporneo del concepto revolucin por designar especficamente fenmenos propios del pasado y generar a su vez una nueva terminologa, o ser ms rigurosos en el uso del trmino a la hora de emplearlo para designar los procesos de cambio poltico acelerado que se presentan en nuestra poca. En lo particular, optamos por esta segunda opcin: estimamos que el concepto de revolucin permanece suficientemente vigente en el mundo de hoy en da y, por ende, merece seguir siendo empleado para tratar de explicar la naturaleza de numerosos fenmenos de cambio poltico acelerado de nuestra poca; sin embargo, no conviene adulterarlo, despojndolo de sus atributos bsicos. Y en este sentido, nos inclinamos por seguir pensando, de la mano de autores como Arendt, Marcuse, Dunn o Kissinger, que la violencia representa y lo seguir haciendo un elemento integral, constitutivo, inherente a toda revolucin moderna. Desde nuestro punto de vista, la revolucin, tal como es concebida en la modernidad, implica la irrupcin de grupos organizados que cuentan con importante respaldo social y que sustancialmente desconocen la legalidad actual, que buscan el control del aparato del Estado, y que justifican y practican sostenidamente el uso de la violencia como medio para la toma del poder y la implantacin social de ideas, valores e instituciones que consideran visiblemente mejores que las actuales para la mayora de la poblacin. Tal como sostiene Skocpol, una revolucin ser poltica cuando estos grupos toman repentina y efectivamente el poder, pero slo ser social cuando logra la modificacin sustancial de las estructuras del Estado y del sistema de clases. Por ende, consideramos que las revoluciones, en tanto tales, necesariamente albergan importantes cuotas de violencia que le son inherentes, y que por lo tanto deben ser estudiadas con detenimiento. As como las nuevas teoras estn produciendo inestimables aportes en su aproximacin a las dimensiones culturales y antropolgicas de las revoluciones, sus discursividades, sus simbolismos y otros elementos similares, consideramos que tambin es necesario que se estudie la relacin existente entre la violencia y los procesos polticos contemporneos que hoy denominamos revoluciones. Si indagamos en esta lnea, muy posiblemente nos encontraremos con que, as como las nuevas revoluciones son novedosas en muchos aspectos, tambin presentan

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caractersticas nuevas y particulares en el tipo de violencia que ejercen, posiblemente ms selectiva y menos masiva. Ms que ser eventualmente pacficas, pensamos que las nuevas revoluciones presentan nuevos tipos y patrones de violencia, que necesitan ser estudiados en profundidad. Sin entrar a profundizar en esta materia, que ira ms all de los objetivos de este artculo, pensamos que es necesario reflexionar acerca de cules pueden ser las condiciones y prcticas necesarias para la realizacin de una revolucin en una era marcada por los procesos y consecuencias de la globalizacin, y consideramos que es posible mencionar algunos de los elementos que hoy en da necesariamente marcaran una notable diferencia entre las revoluciones de nuestros das y las de antao. La creciente interconexin entre organizaciones de todo tipo, la celeridad e invisibilidad creciente de los flujos financieros, las nuevas formas de asociacin, las nuevas potencialidades que ofrece la globalizacin de las comunicaciones para los procesos de difusin cultural y (re)construccin de significados, el cambio en las relaciones internacionales y la previsible modificacin del rol del Estado, las nuevas facilidades que el desarrollo tecnolgico ofrece para la accin blica y las nuevas teoras y orientaciones de los estudios estratgicos, son elementos que sin duda deben ser tomados en cuenta a la hora de entender las revoluciones, reales y potenciales, de nuestro tiempo. La comprensin de las revoluciones desde esta perspectiva nos permitira dos cosas al mismo tiempo: por un lado, mantener una continuidad con las nociones tradicionales de revolucin, preservando as la integridad del significado del trmino, y por otro, proporcionar el grado suficiente de apertura para dar cuenta de los nuevos fenmenos revolucionarios que caracterizan nuestra poca. Las aportaciones que en este sentido se podran hacer desde los nuevos estudios sobre la violencia y otras disciplinas de nuevo cuo, tales como el estudio de las redes sociales, del marketing poltico y de las consecuencias sociales de las nuevas tecnologas, seran inestimables, ya que para intentar comprender la violencia de los nuevos fenmenos revolucionarios posiblemente se requiera ampliar nuestra comprensin de las nuevas dimensiones de violencia que son inherentes a la globalizacin. En resumen, si por un lado no debemos pretender que las revoluciones de este siglo sean un calco de las grandes revoluciones rurales y proletarias del pasado, tampoco se puede olvidar que la relacin entre revolucin y violencia ha sido una constante a lo largo de la historia.

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