(1978) Orden Matar A Tito - Karl Von Vereiter

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Orden: Matar a Tito: Cubierta

Karl von Vereiter

Orden: Matar a Tito: ndice

Karl von Vereiter

ORDEN: MATAR A TITO


(1978)
NDICE
PRIMERA PARTE

Karl von Vereiter


LA ESPERA
I.............................................................................................................................................................5 II.........................................................................................................................................................11 III........................................................................................................................................................19 IV........................................................................................................................................................24 V.........................................................................................................................................................32 VI........................................................................................................................................................36 SEGUNDA PARTE

LA LLEGADA
I...........................................................................................................................................................47 II.........................................................................................................................................................52 III........................................................................................................................................................59 IV........................................................................................................................................................63 V.........................................................................................................................................................68 VI........................................................................................................................................................73 VII......................................................................................................................................................78 VIII.....................................................................................................................................................83 IX........................................................................................................................................................87 X.........................................................................................................................................................92 XI........................................................................................................................................................97 XII....................................................................................................................................................101 XIII...................................................................................................................................................107 TERCERA PARTE

LA TRAICIN
I.........................................................................................................................................................112 II.......................................................................................................................................................116 III......................................................................................................................................................121 IV......................................................................................................................................................126 V.......................................................................................................................................................131 VI......................................................................................................................................................135 MI CONVERSACIN CON RANKO BIZIAK..........................................................................................138 EPLOGO............................................................................................................................................142 RANGOS DE LAS SS Y LA WEHRMACHT...........................................................................................143
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Orden: Matar a Tito

Karl von Vereiter

A mi inolvidable amigo Janos Visovic, capturado en las montaas serbias, conducido al Konzentrationlager de Dachau donde fue tratado como conejo de Indias por los mdicos locos de las SS, muerto a garrotazos por un Kapo, y su cuerpo llevado y quemado en el horno crematorio. No pude hacer nada por salvar su hermosa vida. Por eso, en las lneas que siguen, le he convertido en el protagonista de la historia, al que llamo Ranko Biziak. KARL VON VEREITER

Orden: Matar a Tito: Primera Parte

Karl von Vereiter

PRIMERA PARTE LA ESPERA


Los oyes, hijo mo, ahora pasan... son ellos... los partisanos! La muerte les acompaa, una muerte miserable y el hambre y la angustia y el miedo. Se los comen los piojos, van vestidos de harapos. Y huyen sin cesar... Cuando matan a un enemigo, lo hacen por la espalda, de una cuchillada traidora. Los oyes pasar, hijo mo? Son pobres, sucios, desdichados, pero son todo lo que tenemos para echar al nazi de nuestra amada tierra, y para devolvernos, hijo mo, la libertad perdida. ANTN STASOJEVICH

Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

Karl von Vereiter

I El hombre alz hacia el cielo una mirada cargada de desconfianza. Por debajo de la visera de su gorra, medio escondido bajo las cejas espesas, sus ojos relampaguearon. A travs de la lana agujereada de sus guantes, senta el fro contacto con el acero helado de su Schmeisser, que posea desde el momento en que la haba arrancado de las manos de un SS, al que haba hundido un cuchillo en la garganta. Su cuerpo se contrajo, y se qued largo tiempo de aquella guisa, con la mirada clavada en el cielo negro, en el que, de vez en cuando, algunas estrellas perforaban el celaje espeso de las negras nubes que el viento empujaba hacia el Sur. El fro se pegaba a su piel como la pez, atravesando el capote con sus dedos invisibles que parecan convertirse en puntiagudos alfileres al entrar en contacto con la piel. Un silencio absoluto, irreal, casi csmico, caa sobre la tierra. Se hubiera dicho que la vida haba desertado del planeta, y que las cosas inanimadas acababan de adoptar una actitud que expresaba la idea del fin del mundo. Pero el hombre saba que aquel silencio, aquella quietud casi mineral, no era ms que una apariencia engaosa. En el borde del prado que se haba escogido como terreno de aterrizaje, los grupos vigilaban, y cada miembro cea en aquellos momentos el ndice al gatillo de las armas con todos los sentidos al acecho, la mirada penetrante, escrutando la densa oscuridad de la noche. Al norte, el grupo de Milan Lazarevic vigilaba el camino que ascenda hacia la colina. Milan y sus veinte hombres, dispuestos a todo, conscientes de que verteran hasta la ltima gota de sangre antes de permitir que nadie, procedente de las colinas, interrumpiera la operacin que deba desarrollarse en la pradera. Al sur, el pequeo grupo mandado por Borislav Zizic, con sus miradas clavadas en la carretera, el odo atento. Hacia el Este, el grupo de Todor Slavnic, con sus treinta hombres, con armas pesadas, seis fusiles ametralladores, dos ametralladoras y un mortero del cincuenta. Tenan por misin la de proteger la retirada de los otros grupos, as como los movimientos y gestos de los hombres que iban a llegar por el camino del cielo... Pensando en aquello, Ranko dej escapar una risa nerviosa. Ingleses y americanos dijo en voz baja. Sucios burgueses que se interesan, de repente, por los piojosos, los rojos yugoslavos, los hombres de Tito. Haba redo como un loco desde que oy que un grupo de especialistas aliados iban a llegar para conversar con Josif Broz, sin duda para proponerle una ayuda que hasta entonces le haba sido rechazada... ya que ola a comunista a diez leguas. Pandilla de cerdos! gru. No han parado un solo instante de lamer el culo a Mijalovic y sus partisanos de mentirijillas... que han pasado el tiempo denuncindonos a los SS... Y ahora que somos los ms fuertes vienen a proponernos para que trabajemos con ellos. Dio algunos pasos, parndose para volver a mirar hacia el cielo nuboso. Hijos de puta! escupi. Sigui caminando, pensando en el grupo que haba ocupado el lado oeste del campo de aterrizaje y, bruscamente, un estremecimiento recorri su cuerpo. Como de costumbre, Tatiana y sus mujeres haban escogido el lugar ms peligroso. Esas chicas! Tienen el diablo en el cuerpo! Y esa Tatiana tiene que arreglrselas siempre, sea como sea, para hacerme rabiar... Sin embargo, sabe muy bien que no dejo de pensar en ella. Con los ojos semicerrados, le pareci contemplar el cuerpo magnfico de la partisana, que haba visto una sola vez, escondido en la maleza, mientras que Tatiana y las otras mujeres de su grupo se baaban, completamente desnudas, en el ro. No, no poda decir nada en contra de la belleza de las muchachas del grupo, entre las que haba verdaderas beldades... Pero la diablesa era algo aparte. Mierda! Es cierto que ha sido la primera vez que he visto una rusa desnuda, pero si todas las rusas son como ella, envidio a esos granujas de tovarich.
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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Tatiana era rusa. Haba cado del cielo, lanzada en paracadas, acompaando a aquel cretino de Sorenko, el hombre que los soviticos enviaron para ensear a Tito a hacer la guerra de guerrillas. Lo que faltaba! Como si las gentes de esta tierra torturada, dura, spera, salvaje no hubieran nacido para luchar en las montaas. Ya en los tiempos pasados, cuando reinaban los seores feudales, los yugoslavos de todas las nacionalidades, a excepcin de los croatas que eran fascistas desde que estaban en el vientre de sus madres, todos los hombres de este pas conocieron la montaa como la nica salida, el bandolerismo como la nica posibilidad de supervivencia, la lucha salvaje, el combate brutal, hecho de trampas y de traiciones. Ranko esboz una sonrisa. Los Ruskis son verdaderamente extraordinarios. Piensan que porque lograron una revolucin, pueden dar lecciones al mundo entero... Sus pensamientos, desviados un corto instante, volvieron al camino que marcaba su inconsciente. Pero en lo que se refiere a las mujeres... hay que descubrirse! Esa muchacha tiene un cuerpo de diosa, capaz de enloquecer a cualquiera. Sobre todo, a l. No haba intentado nada, sin embargo. Era lo suficientemente inteligente como para saber que no se puede hacer la corte a una chica que ha salido directamente de una escuela poltica de la Unin Sovitica. Tatiana estaba llena de marxismo-leninismo, y no se puede conquistar a una muchacha de sas con procedimientos dialcticos. Por otra parte, su deseo, aunque haba regido sus primeras reacciones en presencia de la rusa, haba evolucionado de tal manera que Biziak no saba, ahora, a qu atenerse. No deseaba en modo alguno confesar el amor que senta hacia la muchacha, completamente convencido de que aquel sentimiento era algo puramente burgus. No obstante, estaba convencido de que la fuerza que le empujaba hacia Tatiana Borisova no consista nicamente en un deseo que deba ser satisfecho, sino en un complejo sentimiento que el partisano no haba podido o querido analizar. Alej de su mente aquellas turbias ideas, dicindose que era mucho mejor permanecer a la expectativa, ya que despus de todo se le haba confiado la seguridad del aterrizaje que deba tener lugar dentro de un momento a otro. Volvi a mirar al cielo. El silencio pareca apoyarse sobre las negras columnas de la noche, pesado y espeso como esos sudarios que las gentes de Montenegro emplean para enterrar a sus seres queridos, pesadas telas... como si los muertos tuvieran que sentir fro bajo la tierra! La fortaleza volante se hunda en la noche como una gigantesca cruz de plata. Alrededor del cuatrimotor, los cazas especialmente preparados para aumentar su autonoma, vigilaban celosamente el avin que haba abandonado, algunas horas antes, un aerdromo al sur de Inglaterra. El terreno haba estado cerrado al trfico areo durante toda una semana, a fin de mantenerlo lejos de las miradas indiscretas. Ahora, en aquella noche negra, se tomaron medidas extraordinarias para alejar el peligro de la DCA alemana. Coincidiendo con la marcha de la fortaleza volante, incursiones masivas, tanto inglesas como americanas, tenan lugar en aquellos instantes contra numerosas ciudades de la Europa ocupada, y todo aquel esfuerzo fantstico se desarrollaba con un solo fin: permitir que el avin llegara, sin dificultad, a su destino.

Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Desde haca meses, exactamente desde el momento en que los gobiernos aliados se decidieron a jugar la carta Tito, se haban escogido cuidadosamente hombres capaces de proporcionar al jefe de los guerrilleros yugoslavos la ayuda que venan pidiendo desde haca mucho tiempo. Se llamaron a numerosos especialistas americanos y britnicos y, tras numerosas conferencias y reuniones, se consigui componer un grupo de hombres que iban a estudiar en el terreno la vasta operacin que convertira a las tropas irregulares de Josif Broz en un ejrcito que jugara un papel decisivo en aquella parte del mundo que Winston Churchill llam el vientre blanco de Europa. Para el Reich, la decisin tomada en Londres y en Washington iba a significar un brusco cambio en el teatro de guerra de Yugoslavia. Ocho divisiones, de las cuales tres eran SS, haban conseguido casi, con la ayuda de los partisanos monrquicos de Mijalovic, rechazar a los comunistas hacia las montaas, limpiando las vas de comunicacin para las fuerzas armadas nazis. El apoyo que los Aliados proponan llevar a Tito iba a desequilibrar el sistema defensivo de la Wehrmacht, justo en el momento en que el frente ruso exiga, de ms en ms, soldados y material de guerra. Pero los servicios de informacin del Reich haban olfateado el proyecto aliado. Fue entonces cuando los servicios de seguridad alemanes pusieron en marcha la operacin llamada comando traicin, cuyo objetivo era tan concreto como sencillo: Matar a Tito! El hombre alz el brazo, envar el cuerpo y grit con una voz potente y firme: Heil Hitler, herr Reichfhrer! Himmler alz su mirada miope, y sus ojos azules se hundieron en los del recin llegado. Respondi blandamente al saludo, alzando ligeramente su mano derecha. Luego, con su voz montona de viajante de comercio: Y bien, Oberfhrer? Sus rdenes se han cumplido, Reichfhrer. Nuestro agente viajar en el avin que debe partir de Inglaterra para Yugoslavia. Himmler se pas la mano por el mentn. Bien. Espero que se cumplan las rdenes que se han dado para evitar que la Luftwaffe no interfiera el camino de ese avin, no? La Fuerza Area ha recibido instrucciones concretas, Reichfhrer. Ninguno de nuestros aviones se interpondr en el camino de los ingleses y de los americanos... Por otra parte, el jefe de las fuerzas en Yugoslavia sabe, en este momento, que no debe intervenir ms que en la medida de las instrucciones recibidas. Comprendo. Evidentemente, si no intervinisemos en absoluto, el enemigo podra desconfiar... Ach so! Un pequeo ataque en la zona de aterrizaje tendr el valor de lo que esperamos justamente. Tiene usted razn, Oberfhrer. Tito es un hombre astuto al que no se engaa con facilidad. Hubo un largo silencio. Mientras, Himmler limpi cuidadosamente sus gafas con montura de acero, volvindolas a colocar sobre su nariz. Espero dijo que hayamos sabido escoger a nuestro agente. No tenga usted la menor duda de ello, Reichfhrer! Himmler hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. S, ya lo s... Ese puerco de Tito debe morir. Es el alma de la resistencia yugoslava. En cuanto l desaparezca, las cosas ya no sern las mismas. Y tras una corta pausa: A partir del momento en que se nos escap de entre los dedos, justo en el instante en que casi lo habamos capturado1, se ha convertido en una especie de superhombre para sus guerrilleros, y es ese
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Rigurosamente histrico. 7

Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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lado carismtico de su personalidad lo que debemos romper. Eliminndole, los planes ambiciosos de los Aliados se derrumbarn. Volvi a frotarse la barbilla, antes de decir: Tenemos necesidad de nuestras divisiones en el frente del Este. Hay que conseguir, por muy costoso que sea el precio, detener de una vez para siempre a ese maldito Ejrcito Rojo... Y cuando pienso que, en gran parte, todo eso depende de nuestro agente... Lanz un suspiro. El mundo pertenece a los astutos, Oberfhrer. Y nosotros, los nacionalsocialistas, hemos dado pruebas suficientes al mundo de nuestra astucia. Como siempre, esta vez conseguiremos, sin duda alguna, un triunfo completo. El jefe de la tripulacin, el Squadron-leader, Thomas F. Morrison, de las USAF, se volvi hacia el copiloto, el capitn Harry L. Feldman. Como todo el personal, desde el comienzo de la operacin que llevaba el nombre de Caparazn, piloto y copiloto haban sido escogidos cuidadosamente. Eran aviadores con muchas horas de vuelo y una experiencia extraordinaria, conociendo de memoria el itinerario que deban llevar a cabo, ya que lo haban hecho numerosas veces, cuando les confiaron la misin de bombardear las instalaciones petrolferas de Ploesti, en Rumania. El piloto lanz un suspiro, antes de volver el rostro hacia su compaero. Vamos a sentirnos un poco solos cuando regresemos, no es verdad, Harry? Feldman hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Tienes razn dijo con un tono mordaz en la voz. Vamos a divertirnos de lo lindo cuando volvamos... Ya puede imaginrselo... los dos, completamente solos, en el cielo, teniendo que recorrer un buen montn de millas... Justo el ambiente por el que dara cualquier cosa una pareja de recin casados. Es verdad. El rostro del piloto se ensombreci un tanto. No entiendo absolutamente nada de los procedimientos que han puesto en prctica. No es normal dejar en un B-27 a dos personas, al piloto y al copiloto... sin radionavegador, sin ametralladores... O me hago viejo, o no comprendo una sola palabra de todo este puetero asunto. Yo creo que se trata de una simple medida de seguridad... T crees? S. Ya lo has visto antes de salir. Desconfan de todo el mundo... o temen que alguien se vaya de la lengua. Una mierda! se enfad el otro. Eso es una estupidez, porque, tarde o temprano, todo el mundo va a saber que nos hemos puesto a ayudar a Tito. Hay cosas que se pueden pensar, pero que no se dicen jams. Lo entiendes, Harry? No. Para m est tan claro como el agua... En principio la Casa Blanca se ve obligada a estrechar la mano de Tito y se encuentra en disposicin de procurarle todo lo que necesite para romper los dientes a los nazis. Y eso qu? Que lo dems se oculta tras ese gesto de amistad. Washington tiende una mano generosa a los rojos yugoslavos, pero no nicamente para joder a los Fritz... Para qu ms? No seas iluso, amigo mo... Hay, en nuestro pas, grandes empresas que tiemblan al pensar que la guerra puede terminarse. Ahora producen material para los ejrcitos, pero, qu harn el da en que suene el ltimo disparo? Transformarse en industrias normales de tiempos de paz. Exacto! Pero, amigo, sabes la cantidad de fbricas que se han creado desde que empez todo este jaleo? Tantas, que nuestros millones de habitantes no podran consumir ni la dcima parte de lo que son capaces de producir...
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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Empiezo a entender... Menos mal... Todas esas empresas han de procurar, si se quiere evitar una nueva bancarrota nacional, encontrar mercados para, una vez la guerra terminada, poder servir la gigantesca produccin que son capaces de llevar a cabo. Ya veo. Hay millones de tipos que trabajan en la industria de guerra... y cuando el cisco se acabe, millones de soldados y marinos regresarn a casa... y el gobierno tendr que romperse los cuernos para encontrarles empleo... a menos que desee que se arme un jaleo de mierda... o que los Estados Unidos caigan en plena revolucin... Tienes razn. Claro que la tengo. Por eso, los gordos comerciantes de nuestro amado pas son capaces de aliarse con el mismsimo diablo. Lo que sea... Porque no podemos permitirnos el lujo de detener la colosal industria que hemos montado... Lanz un suspiro. Esas fbricas pueden convertirse en otras que fabriquen lo que sea, mquinas de lavar en vez de ametralladoras o tractores en vez de tanques... eso importa poco... con tal de que tengamos mercados que absorban la superproduccin. Olvidas que Yugoslavia es un pas muy pobre. Y eso qu? Cuando la guerra termine, viejo, no habr ms que pases pobres en esta pobre Europa desgarrada. Pases pobres por todas partes, desde Oriente a Occidente... Nosotros seremos, una vez ms, el nico pas rico del globo, un pas potente, gigantesco, de dimensiones colosales... pero que morir rpidamente si no puede seguir respirando de forma normal. Sus labios dejaron escapar una risita breve. Prestaremos dinero a los pases pobres. Y esos pases utilizarn nuestros dlares para comprar todo lo que estaremos dispuestos a venderles. Los hombres de negocios montarn industrias por todas partes, sucursales de las grandes centrales de produccin americana... Vamos a presentar una jodida factura a nuestros amigos y a nuestros enemigos... y todos pagarn sin rechistar, puedes estar seguro de ello. No me parece nada bien... No seas idiota! Washington ha aprendido bien la leccin. Al terminar la Primera Guerra Mundial, los Aliados cometieron el error ms grave que podan cometer... sometieron a los vencidos al hambre, a la necesidad, a la desesperacin... Polticamente hablando, los puntos de nuestro presidente Wilson y las clusulas del Tratado de Versalles fueron una asquerosa mierda. Eso es verdad. De aquella metedura de pata sali el ambiente que iba a llevar a Hitler al poder... porque no hay peor consejera que el hambre para los pueblos desesperados. Entiendo. Ahora no cometeremos ese error... vamos a echar miles de millones de dlares, billones, sobre las tierras destrozadas por la guerra. No queremos ms alemanes piojosos, delgados y sucios. Les daremos lo necesario para que limpien de ruinas su nacin y para que construyan nuevas y magnficas ciudades. A la mujer alemana le daremos mquinas de lavar, lavaplatos, utensilios de todas clases para que tenga tiempo, sin matarse a trabajar en la casa, de ponerse guapa... consumiendo todos los productos de belleza que fabrica nuestra industria cosmtica. Igual ocurrir en Francia, en Blgica, en Holanda, en Italia. Cada dlar que prestaremos a toda esa gente volver a nuestras manos acompaado de dos ganancias positivas... el margen comercial de todo lo que les vendamos... y el inters del prstamo que les hagamos... Tienes alma de comerciante. No yo, amigo mo, sino los peces gordos de la industria de nuestro pas. No son tontos, porque saben la mierda que se armara si no procuran mercados a todo el tinglado que han montado en el pas...
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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Pero Yugoslavia... Ocurrir lo mismo que en los otros pases. No podemos permitir que los Ruskis se instalen en ese pas... Tito, despus de la ayuda que vamos a prestarle... tan generosamente... no podr volvernos la espalda... Es de esperar que ocurra as. Y ocurrir como te digo. No vayas a creer que la gente que llevamos en este avin sea un grupo de idealistas generosos, de campeones de la lucha contra el fascismo internacional... Sonri. No te engaes, compaero. La gente que va ah atrs no son ms que los enviados, los agentes de los hombres de negocios de los Estados Unidos, gente que va a establecer, a sentar las premisas de lo que ser nuestra gigantesca expansin econmica en la posguerra. El piloto movi dolorosa y tristemente la cabeza. Tu cinismo es sencillamente repugnante... Soy un realista, eso es todo... Pobre amigo mo... Hace ya mucho tiempo que he dejado de creer en San Nicols...

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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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II La puerta de la celda se abri. Tomad, puercos! Si yo fuera el director de esta prisin, hace ya tiempo que os hubiera colgado a todos... Inclinndose, el guardin dej en el umbral el orinal que contena la nica racin de comida que los detenidos reciban para todo el da. La moda del orinal para los rojos haba sido inventada por Narko Susic, el jefe de la sala de los detenidos polticos, cuyas celdas estaban ocupadas en los tres cuartos por miembros del Partido Comunista. Ninguno de los dos hombres que ocupaban aquella celda esbozaron el menor gesto. Permanecieron en sus camastros, y slo cuando el guardin cerr estrepitosamente la pesada puerta de hierro, Milan Lazarevic se levant para ir a recoger el recipiente que acerc a su nariz, oliendo su contenido. Mierda pura! gru. Una sonrisa burlona se pint en el rostro del otro detenido. Y qu esperabas encontrar en un orinal, idiota? Milan fue a sentarse frente a Ranko Biziak. Sin que la mueca de asco se borrara de su rostro, busc en sus bolsillos hasta sacar una cuchara de madera. No hay que dejar que la debilidad se apodere de nosotros, camarada dijo con expresin seria. Hasta la mierda puede ser nutritiva... Vamos? El otro le imit. Haba sacado su cuchara de madera y la hundi en la masa lquido-pastosa que contena el recipiente. Los dos hombres comieron en silencio la sopa de harina que les haban servido, sin encontrar en ella ni el menor pedazo de carne. Todava llevaban puesto el uniforme militar, pero las insignias haban sido arrancadas y se vea en las hombreras los trozos de tela que guardaban su primitivo y fuerte color, all donde los galones fueron arrancados de cuajo. Haban sido detenidos el mismo da, en el mismo cuartel, pues ambos eran oficiales del ejrcito yugoslavo: Biziak capitn y Milan primer teniente. Motivo de la detencin? Muy sencillo: el gobierno yugoslavo, con el permiso del prncipe Pablo, se haba adherido, el 27 de marzo de 1941, al Pacto Tripartito, plegndose por completo a las exigencias de Adolf Hitler. Numerosos militares de todos los grados, entre ellos Milan y Ranko, se opusieron decididamente a la firma de aquel Pacto que representaba a sus ojos una flagrante traicin a la libertad del pueblo yugoslavo. Fueron inmediatamente detenidos, conducidos a la gran prisin de Belgrado donde esperaban ser juzgados. No obstante, un rugido de rebelin haba conseguido atravesar las paredes de la prisin llegando hasta la ltima celda, llevando a los detenidos un hlito de alegra y de orgullo. Por todas partes, el pueblo se levantaba contra la cobarda del representante de la corona que deseaba unir el destino de la nacin a la poltica expansionista y fascista del Tercer Reich. Aparecieron en las paredes de calles y plazas escritos con duras alusiones a la poltica cobarde seguida por el prncipe regente y el presidente del Consejo, Tzvetkovitch. El rugido furioso de la masa lleg hasta la prisin. Se respiraba, en el aire de Belgrado, un olor denso de odio y de ansia de venganza que lo enrareca por momentos. Dejando la cuchara, Milan se pas la lengua por los labios antes de decir: Hay que ser completamente idiota... A qu te refieres? A ese guardin... y muy especialmente al jefe de la sala... Huevos! Es como si deseasen suicidarse... Saben perfectamente que la rebelin va a producirse de un momento a otro...
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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Suspir de nuevo. Es como si tuviesen ganas de verse colgados en el patio de la prisin. Ranko se limit a limpiar la cuchara con la lengua, antes de volver a guardarla en uno de los bolsillos. Sus ojos se entornaron y pareci como si, dotado de una vista penetrante, pudiera atravesar las espesas paredes de la celda. No es el porvenir de esos hijos de puta lo que me preocupa dijo con su voz musical, viril, aunque un poco ronca. Son ratas de alcantarilla... Hizo un gesto con el brazo, como si limpiara el ambiente de los miasmas que representaban los funcionarios de la crcel. Lo que me acojona es lo que Hitler har cuando se entere de que no vamos a obedecerle... y que estamos dispuestos a limpiarnos el trasero con su famoso Pacto. Se pondr hecho una furia. Eso es lo que temo... en cuanto se huela la tostada, va a lanzarse sobre nosotros... enviando a sus mastines armados hasta los dientes... Eso es natural. Lo s... pero t y yo hemos estado el tiempo suficiente en el ejrcito para que no nos hagamos ilusiones... Desde luego. Se diga lo que se diga, nuestro flamante ejrcito es una puetera mierda. Es verdad. Y por si fuera poco, nuestro pas est dividido hasta el infinito. Desde la cada del imperio austro-hngaro, no hemos vuelto a levantar la cabeza. Mucha riqueza para unos cuantos y mucha miseria para los dems... Mir con fijeza al otro. Si Hitler se enfada, y va a enfadarse, sus tropas se comern a Yugoslavia como si no fuera ms que un aperitivo... y correremos la misma suerte que Polonia, Blgica, Francia, Holanda... un asco! Lazarevic hizo una mueca. No haca falta que me hicieras todo ese discurso, Ranko... Todo lo que me has dicho... me lo s de memoria. Ranko se encogi despectivamente de hombros. No te pases de listo... dijo. No pensaba nicamente en lo que fatalmente ha de ocurrir... mis pensamientos iban ms lejos... Hasta dnde? Hasta lo que puede pasar despus de la derrota. Luego ests seguro de que vamos a ser derrotados. T no? S, pero no se puede ser tan afirmativo... Idiota! No me vengas con cuentos como el de David y Goliat... esa clase de historias han sido inventadas por gente dbil... pobres desdichados que esperan siempre el milagro... Nadie puede dudar que van a darnos una paliza formidable... si hay guerra, y la habr, durar tan poco tiempo que batiremos todos los rcords de velocidad en ser vencidos... Pero Yugoslavia no se parece en nada a las otras naciones a las que Hitler ha aplastado... Nuestro pas posee ciertas ventajas que pueden ser aprovechadas... Cmo? Organizando un ejrcito de guerrilleros, refugindose en el maquis para seguir peleando... Para esperar... qu? ri Milan. Que los inglesitos vengan a sacarnos las castaas del fuego? Que se vayan a la mierda los ingleses! Por otra parte, nunca les he credo capaces de parar el empuje de los ejrcitos alemanes... Estoy de acuerdo contigo.

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En Francia, estaban cerca de su casa... y qu carajo hicieron para frenar el impulso de las Panzerdivisionen? No nos engaemos, camarada... donde aparecen los ingleses, hay que esperar siempre que se produzca un Dunkerque. Pienso como t. Eso me gusta. Pero no vayas a creer que participo de todas tus ideas... porque, qu vas a hacer en el maquis, sin armas, sin ayuda, sin apoyo? Yo me imagino lo que los nazis harn cuando consigan vencernos: ocuparn las grandes ciudades, los ncleos de comunicacin verdaderamente importantes, controlando las carreteras y las lneas frreas... No olvidas nada? Una chispa de clera se encendi, durante un corto instante, en los ojos de Milan Lazarevic. Me ests tomando el pelo... o qu? protest con vehemencia. Yo estaba hablando en serio... entonces, por qu me preguntas una idiotez como sa? No te enfades, Milan sonri Ranko. Y no te apresures a calificar de idiota la pregunta que te acabo de hacer... porque, al contrario, es algo de la mayor importancia. De acuerdo. Adelante... dime, de qu me he olvidado? De que los nazis no van a limitarse a vencer a nuestras tropas y a ocupar el pas... Si te refieres a que tambin van a tirarse a las mujeres, perdona... pero no cre necesario mencionarlo... No es eso, bestia! Lo que harn, sin ninguna clase de duda, ser dar armas y poder a nuestros enemigos de siempre. A los croatas? Exactamente, a los croatas. Milan se encogi de hombros. Si era eso lo que queras decirme, no me dices nada nuevo. Est claro como la luz del da que los croatas van a lamer el culo a los nazis, pero eso ha ocurrido en todas partes. En todos los pases ocupados por los nazis, existen traidores y colaboradores... Ranko hizo un gesto afirmativo con la cabeza. S, de acuerdo, pero no es lo mismo. Lo que ocurre en otros pases es, sencillamente, el producto de una reaccin natural, normal y previsible de ciertas capas sociales que se identifican con el ocupante. Y aqu ser diferente? Desde luego que s. Aqu, y eso lo sabes tan bien como yo, los croatas han intentado siempre llevar las riendas del pas. Fueron, desde que existen, las fuerzas reaccionarias y nacionalistas de Yugoslavia. No hay que ser adivino para imaginar lo que ocurrir en cuanto los nazis lleguen. Existe, ya, tanta identidad entre las ideas de los croatas y las de los nacionalsocialistas que se podra decir, sin exageracin, que han asistido a la misma escuela. Ideas de superioridad racial, de desprecio hacia los que consideran inferiores... qu ms necesitas? Te has parado a pensar lo que los nazis piensan de los croatas? Adivino que Hitler considera a los croatas como primos hermanos de su pueblo. En ninguna parte conquistada por las tropas alemanas encontraron colaboradores tan fanticos como los que les esperan ansiosamente aqu. Es como si tuvieran en Yugoslavia un pueblo tan nazi como el suyo, dispuesto a recibirles con los brazos abiertos. De acuerdo, de acuerdo... bravo por tu discurso. Pero ahora, por favor, quisiera que me dijeras dnde llevan todas esas ideas tuyas... que defiendes con tanta energa. Es muy sencillo... pienso en el camino que habremos de tomar cuando nos sea devuelta la libertad perdida. Cuando los alemanes se lancen sobre nosotros? Exactamente.

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Orden: Matar a Tito: Primera Parte: I

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Creo que no hay que romperse la cabeza dijo Milan. Una vez libres y reintegrados en nuestras unidades, vamos a intentar parar a los fascistas. No estoy de acuerdo contigo. Mierda! silb Lazarevic. Entonces, qu es lo que propones? Dilo de una vez, mein Fhrer... Vete a hacer puetas! repuso Ranko con un gruido. Desde que te conozco s perfectamente lo que llevas en el crneo... estircol, amigo mo... una bonita mezcla de caca: mierda de caballo, de vaca y de oveja... Milan se ech a rer. Perfectamente, intelectual de mis huevos... pero has de saber que estoy orgulloso de haber nacido en el campo, de ser un labriego, un campesino... de no haber nacido, como t, en una asquerosidad de piso, en una especie de hormiguero de cemento, en un ambiente obrero en el que no has conocido ms que el hambre y los piojos... No tanto. S. Fjate en m, amigo... yo no tengo la piel blanca como la tuya, ni tengo manos de gach, ni me han llenado la cabeza con idioteces de toda especie... A su vez, Ranko solt una carcajada. Basta de bromas, idiota! dijo y su voz adquiri bruscamente un tono spero. Escucha, amigo... s perfectamente lo que hars en cuanto salgas de esta jodida prisin... pero yo, me dar el piro, me ir hacia lo ms profundo del pas... y si puedo convencer a algunos muchachos para que me acompaen, mucho mejor... Lanz una mirada aguda. No tengo ganas ni estoy dispuesto a que me maten por defender los intereses de un prncipe o de un rey, sobre todo cuando s la clase de paliza que los alemanes van a darnos. Se adelant, poniendo una mano amistosa en el hombro de su amigo. La lucha, Milan, la verdadera, empezar despus... y ser una dura pelea, no slo contra el ocupante, sino y muy especialmente contra esos hijos de puta de croatas. Milan le mir con fijeza. Entonces, vas a desertar? No digas memeces! Voy a organizar la lucha contra todos los fascistas: contra los de fuera y contra los de dentro... lo comprendes? Lazarevic dej escapar un profundo suspiro. Siempre he procurado respetar las opiniones de los dems dijo, pero esta vez... y sintindolo sinceramente, no estoy de acuerdo contigo. Yo voy a combatir a los alemanes, junto a mis hombres... Alz hacia su amigo un rostro franco, abierto, mientras que sus ojos brillaban intensamente. Quiero a mis hombres, Ranko... los quiero de verdad... y por Cristo que no me perdonara jams si les abandonase... Piensa un poco... Nos estn esperando nuestros soldados... Desde que nos detuvieron, deben estar rabiando por vernos de nuevo junto a ellos... Y ahora, que podemos por fin demostrar a los nazis que los tenemos bien puestos, que no vamos a ponernos a llorar ante esas famosas divisiones blindadas de Hitler... Ahora, justamente ahora... si dejamos a nuestros muchachos, Ranko, cmo quieres que vayan ms tarde a luchar en las guerrillas? A las rdenes de unos jefes que les dejaron solos cuando ms los necesitaban? Ranko se encogi de hombros. Piensas como esos idiotas que creen que por haber derrocado a Pablo, van a dar un claro ejemplo de herosmo a todo el mundo... Escupi con rabia en el suelo de la celda. Si tuvieran dos gramos de cerebro, se daran cuenta de todas las vidas que podran ahorrar obrando con cordura... Abriendo nuestras fronteras a los nazis?

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Simulando una resistencia, pero haciendo lo posible para no desangrar a este pobre ejrcito, mal armado y peor preparado... organizando al mismo tiempo una fuerza de resistencia, escondiendo armas para luego... en vez de entregrselas a las tropas de Hitler... Pero ya veo que no hay nada que hacer... los dos somos testarudos, Milan, y lo nico que deseo es que nada malo te ocurra... Gracias... dijo el otro con un cierto tono de sorna en la voz. Mi camino, como el tuyo termin diciendo Ranko, est perfectamente trazado. El futuro, muy prximo por cierto, dir claramente quin ha tenido razn... Abrid! Abrid aqu! Se oan gritos por todas partes. Locos de alegra, los soldados recorran los pasillos de la prisin, abriendo las celdas, abrazando y besando a los que de ellas salan, finalmente liberados. Cuando la puerta de la celda de los dos hombres se abri, Milan se precipit hacia sus liberadores, estrechando las clidas manos que le tendan. Entonces... pregunt al sargento que haba abierto la puerta, es cierto que ese gobierno de fantoches ha sido derrocado? Naturalmente! exclam el suboficial con los ojos brillantes de gozo. Hemos barrido a esa pandilla de fascistas... Yugoslavia quiere demostrar al mundo que es un pas libre... En estos momentos, muchas regimientos estn camino de la frontera, para reforzar a las unidades all ubicadas... Les vamos a zurrar bien a esos condenados nazis! Van a ver muy pronto que los tenemos bien puestos... Milan se volvi hacia Ranko. Has odo eso? le pregunt. Anda, ven... estoy ardiendo de curiosidad y no se me pasar hasta que no vea de qu color tienen las tripas esos hijos de... Hitler... Ven! Ranko se mordi los labios antes de decir: Adis, Milan. Qu diablos ocurre? inquiri el sargento que no entenda una sola palabra. Milan se volvi hacia l. No pasa nada... vamos, camaradas! Ranko retrocedi un par de pasos. Sentndose de nuevo en el borde de la colchoneta, encendi parsimoniosamente un cigarrillo. Poco a poco, el gritero fue apagndose. Las voces cesaron y un silencio inmenso cay sobre la prisin. Se hubiera dicho que todo, bruscamente, en el mundo, se haba parado como un reloj al que se le hubiese terminado la cuerda. Todava esper Ranko un largo rato. Estaba en silencio, gozando del que se haba instalado en la nave, fumando el cigarrillo con lentas chupadas, con los ojos entornados, profundamente perdido en la compleja selva de sus pensamientos. Se puso en pie, tir la colilla al suelo, aplastndola con el tacn de la bota. Y sali de la celda. La gran prisin vaca le caus una extraa impresin. Avanz lentamente a lo largo de los pasillos bordeados por las celdas, todas ellas abiertas, subiendo luego los escalones metlicos de la escalera de caracol que conduca a la planta baja. Deba, para salir a la calle, atravesar el gran patio donde los presos paseaban dos veces al da. Cuando sali al gran espacio abierto, vio, colgando de los rboles que formaban una hilera exterior, los cuerpos de los guardianes y del jefe de la seccin de presos polticos. No se haba equivocado al prever el destino que aguardaba a aquellos cerdos que ni siquiera merecan la miserable vida que haban llevado. Sin apenas concederles una rpida mirada, de pasada, atraves en diagonal el patio, pasando por el gran portaln abierto de par en par.

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Apret el paso para atravesar lo antes posible los barrios centrales de la ciudad cuajados de una multitud delirante. Se vean banderas por todas partes, y la gente, amasada sobre las aceras, gritaba como loca al paso de los soldados que se dirigan al frente. Muchas madres alzaban a sus hijos en sus brazos y los pequeos movan sus manecitas, impresionados por los rostros de los soldados, por sus armas brillantes, por el ruido de los vehculos blindados que hacan temblar el pavimento bajo sus anchas orugas. Ranko apret el paso. Se senta molesto, incmodo, como si tuviera miedo que la gente le sealase con el dedo, acusndole, insultndole, tratndole de cobarde y de traidor. Hubiese sido bastante sencillo descubrir que no pensaba ni senta como los dems, ya que la expresin de su rostro no era, ni mucho menos, la que se pintaba sobre los dems, en los que brillaba el gozo, la alegra, el entusiasmo nacido del fanatismo y la confianza en la victoria. Cuando, por fin, sali de la ciudad sin haber sido molestado, lanz un profundo suspiro de alivio. Pero estaba triste, y sobre todo decepcionado. Aquella amarga decepcin que pesaba tanto en su pecho proceda de la credibilidad de la gente, de su falta de visin, de su desesperante ceguera... Siempre ser as... pens amargamente mientras empezaba a subir la cuesta que conduca a lo alta de la colina, y siempre ha sido as... el pueblo no aprende nunca la leccin... y basta repetir ante l las mismas estupideces, algunas frases hechas, para hacer que avancen hacia la muerte como borregos. Siempre igual. Aos, siglos, milenios, en que las mismas cosas se haban repetido, en que los mismos gestos se hicieron y se pronunciaron idnticas palabras. Una bandera, un smbolo, la idea de un suelo que hay que defender, y la gente se deja llevar al matadero llena de estpido entusiasmo. Justo en aquel momento, un largo lamento lleg hasta l. Se volvi, mirando la ciudad que pareca yacer a sus pies, masa gris como un gran animal inmvil. De ella proceda el largo y prolongado lamento, la tenebrosa y temblorosa llamada de las sirenas... Ranko tard algunos minutos en descubrir en la pureza azul del cielo de Belgrado los puntos negros que aumentaban rpidamente de tamao, hasta convertirse en una especie de cruces negras... se movan de tres en tres, formando curiosos tringulos perfectos de una geometra hecha de crueldad y de pnico. Bruscamente, el yugoslavo vio cmo una serie de objetos brillantes se desprendan de los vientres de los bombarderos alemanes. Las bombas, en largo y escalofriante rosario, cayeron muy pronto sobre la masa gris de los edificios. Ranko se estremeci. Sus ojos siguieron la trayectoria de las bombas que se convertan en relmpagos cegadores, una tras otra, en una sucesin alucinante. Luego, antes de que el estrpito de las explosiones llegara hacia l, la tierra tembl bajo sus pies. Ranko se estremeci de nuevo. Apenas se haban alejado los bombarderos, cuando una segunda oleada lleg sobre la ciudad. Ahora no eran trimotores, sino Stukas, aparatos que Ranko no haba visto ms que en las actualidades proyectadas en el cine. Contuvo el aliento, viendo cmo los aparatos nazis se dejaban caer en un impresionante picado, mientras llegaba hasta l el aullido de las sirenas que iban incorporadas a los aviones. Cuando pareca que el aparato iba a estrellarse fatalmente contra los tejados y terrazas de las casas, la gruesa bomba sala de su nido, bajo el fuselaje, y el Stuka se elevaba con una majestuosidad de ave de rapia. Llegaron ms aviones, por docenas, hasta que la ciudad se cubri de una densa humareda, desapareciendo a los ojos de Ranko como si nunca hubiese existido.

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Aunque el joven capitn yugoslavo hubiera deseado irse de all, no hubiera podido hacerlo. Permaneci como si una fuerza invencible pegara sus pies a la tierra. Y as, inmvil, asisti durante horas a la destruccin sistemtica, implacable, de Belgrado. Lo verdaderamente terrible para l era que por debajo de los aviones, que ahora parecan surgir y desaparecer entre las altas columnas de humo negro, Ranko vea con la imaginacin cmo se hundan las casas, convertidas en terribles cascadas de escombros, hierros retorcidos, muebles y enseres, arrastrando en la vertiginosa cada a seres humanos, hombres, mujeres y nios que deban bracear intilmente mientras se precipitaban en el mortal vaco que se abra a sus pies. Intentaba imaginar en qu puede pensar un ser humano cuando ve la llegada de una muerte horrible, cuando se ve enterrado vivo bajo toneladas de escombros, cuando saben que el aire va a enrarecer lentamente y que llegar el instante en que los pulmones parecen dispuestos a estallar, cuando la boca se abrir desesperadamente y los ojos, desorbitados, mirarn la negrura en derredor, una negrura que anuncia ya la infinita, eterna, del ms all... Nios enloquecidos, gritos desgarradores de madres que intentaban detener la lluvia de objetos, apretando a sus bebs contra sus pobres pechos. Ancianos y enfermos que no podan abandonar sus lechos, y que eran arrastrados por la vertiginosa catarata de fuego y de horror. Calles convertidas en largos pasillos llameantes en los que se formaban montaas de humeantes ruinas; calles recorridas por perros que aullaban de terror, dominando apenas los alaridos de los humanos que moran por millares. Un sudor helado se peg a la piel de Ranko. Los latidos de su corazn repercutan en sus sienes. Cada explosin le produca un estremecimiento de horror, como si su propia alma estuviese desgarrndose. Un cansancio infinito fue apoderndose de l. Cuando el sol, ya invisible desde haca tiempo detrs de la densa barrera de humo, desapareci de verdad, los aviones alemanes se alejaron definitivamente, y el silencio se hizo, un silencio falso para el yugoslavo, ya que le pareca or claramente los gritos de los desgraciados enterrados vivos, los alaridos de las madres que miraban, sin creer en lo que estaban viendo, el cadver de su hijo amado, los juramentos de los hombres que buscaban entre las ruinas a su esposa o a su novia o a su madre, convencidos de que todo aquel horror no poda ser cierto, que estaban sufriendo una indecible pesadilla de la que iban a despertar de un momento a otro para volver a ver las calles de Belgrado llenas de gente y de banderas, de gritos de entusiasmo y de manifestaciones de gozo. La clera estall en el corazn del yugoslavo. Fue como si volviera a encontrar todas sus fuerzas, la potente energa que le empujaba a seguir viviendo. Y solo, en pie, testigo excepcional de la gran hecatombe, ante la ciudad en llamas, alz el puo cerrado, dirigindolo hacia lo que quedaba de Belgrado, mientras que palabras terribles salan a borbotones de su boca. Aquellas palabras no iban dirigidas a un enemigo que acababa de golpear a la ciudad indefensa sin ningn asomo de piedad. Ranko comprenda sin dificultad que el adversario obrara de aquella manera, que aprovechase las debilidades de las fuerzas armadas yugoslavas, su falta de material moderno, la inexistencia de una aviacin capaz de detener los ataques de la Luftwaffe y, sobre todo, las ideas anticuadas de los responsables de los ejrcitos, de aquellos imbciles y criminales que fueron incapaces de comprender la marcha implacable de la evolucin de las armas, de los medios de combate en una guerra moderna. Fue contra los jefes de aquel miserable ejrcito, contra una pandilla de generales cretinos, contra los oficiales superiores con sus hermosos uniformes de gala... haciendo el pavo en las reuniones y en los desfiles cuya vistosidad exterior ocultaba el estado lamentable de las tropas y un material absolutamente intil. Alz el puo cerrado hacia el cielo. Ser el pueblo quien dar a los nazis la leccin que merecen! grit con todas sus fuerzas, como si quisiera que el mundo entero le oyera. Y no reposar un solo instante, antes de haber
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creado en las montaas de mi pas un ejrcito poderoso, popular, un ejrcito capaz, tras haber expulsado a los nazis de nuestra tierra, de barrer de una vez para siempre toda la mierda que ha traicionado a Yugoslavia...

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III Anything wrong? Robert McDonald se encogi imperceptiblemente de hombros. Todo va perfectamente. Al menos, as lo veo yo... usted no? El americano desplaz en su boca el pedazo de Chewinggum que estaba masticando. Luego, con su voz de nariz dijo: Todo est okay! Entonces? No s... si le he preguntado si haba algo que iba mal, ha sido seguramente por decir algo... o puede ser tambin porque todo este asunto no me gusta nada... no me huele bien... El ingls enarc el ceo. Nuestra misin es la de ser desconfiada, desde luego... pero creo que usted exagera un poco... Porque estoy convencido de que podemos estar ampliamente satisfechos por la labor llevada a cabo... Nadie se ha acercado al avin especial como tampoco al grupo que ha estado concentrado en la casa de campo, all abajo. Nuestros hombres han trabajado bien... y dentro de pocas horas, ese avin despegar, llevando dentro de l a unos cuantos peces gordos sobre cuya seguridad hemos velado sin descanso... Es precisamente a partir de ese despegue que me preocupa todo... Preocupaciones? pregunt el britnico. De qu clase, my dear? Bruce A. Cole dej escapar un profundo suspiro. Me gustara saberlo dijo. Sin duda que se trata del producto de una larga experiencia... pues la experiencia me ha demostrado siempre que las verdaderas preocupaciones... y los disgustos consiguientes se producen, aparecen, cuando uno est convencido de que todo marcha a pedir de boca. Sabia forma de expresarse! dijo el britnico con una sonrisa burlona a flor de labios. Pero estoy de acuerdo con usted. Mientras la misin no se haya cumplido en todas sus fases, no podremos estar seguros de nada... De todas formas, y por lo que concierne a la primera fase, permita usted que insista al afirmar que todo se ha hecho de la manera prevista. O no piensa usted como yo? El americano reflexion unos instantes, antes de contestar con su voz caracterstica, que daba la impresin de que estaba eternamente acatarrado. Pienso como usted, desde luego. No obstante, y a pesar de todo lo que usted acaba de decir, no estoy dispuesto a dejarme arrastrar por un optimismo peligroso. Ese viaje que vamos a emprender juntos, estoy seguro de que va a proporcionarnos ms de un quebradero de cabeza. Una chispa de inters se encendi en los azules ojos del britnico. Desconfa usted de los yugoslavos? Y como Bruce no dijera nada: Cree usted que pondrn dificultades para llegar a un acuerdo con los miembros de la comisin? En ese caso, querido, permtame decir que se equivoca de medio a medio. Tienen que aceptar lo que vamos a proponerles, por la fuerza... y porque no son tan tontos como se cree... Cole esboz una sonrisa. Y qu me dice usted de los Jerries? Los alemanes? Los mismos. Eso es harina de otro costal, pero no creo que tengamos que preocuparnos demasiado. Tito ha escogido un sitio idneo, lejos de las zonas habitadas por los SS... ya s que los servicios de seguridad yugoslavos no pueden compararse a los nuestros... pero obrarn, sin duda alguna, como deben hacerlo... Puede ser. Adems, no olvidemos que Josif Broz estuvo ya en una ocasin a punto de ser capturado por los nazis... Tito es un hombre que no olvida fcilmente una leccin de esa clase... lo que quiere
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decir que no se expondr as como as, sabiendo, adems, la catstrofe que se producira si los miembros de la comisin aliada cayesen en manos enemigas... Se pas la mano por el mentn, antes de decir: Tengo confianza y seguridad en que todo saldr como se ha previsto. Cole sonri. Tanto mejor! Me gusta viajar al lado de un hombre como usted, que posee un optimismo indestructible... Caminaba desde haca horas. El tiempo iba pasando, hora tras hora, y del mismo modo los das. Se desplazaba a travs de un paisaje salvaje, primitivo, en medio de un silencio que slo la vida animal subrayaba, a veces, por medio de gritos, gruidos y los cantos de los pjaros que caan en sonora cascada desde las altas ramas de los rboles. Se alimentaba con frutos salvajes, bebiendo en arroyos y fuentes naturales. Se acostaba para dormir en cualquier sitio, con la mente ocupada en rumiar tristes pensamientos, aunque intentaba alejar la insufrible angustia que le producan los recuerdos. Procur evitar los pueblos, las aldeas, deseando por el momento no ver a nadie. Tambin intentaba alejar de su mente toda clase de pensamientos, y aunque no lo consegua del todo, pasaba horas enteras con la mente vaca, movindose como un autmata. No tena prisa. Saba la inutilidad de dirigirse a la gente. Nadie le escuchara, ya que los efectos de la guerra no se sentiran hasta ms tarde, cuando los alemanes empezaran a llegar, ocupndolo todo, imponiendo sus leyes implacables y crueles. Tambin conoca Ranko la lentitud del yugoslavo para reaccionar y cunto le cuesta decidirse a algo. Generaciones de esclavitud haban terminado por arrancar del corazn de la gente del pueblo toda idea de rebelin, especialmente en el medio campesino, cuya visin del mundo no iba ms all de los lmites del trozo de tierra que posean, afectados por una miopa que rayaba en la ceguera. En el curso de su interminable caminata, Ranko vio aviones alemanes que sobrevolaban los densos bosques del pas. Permaneci cinco largos das solo. Despus, decidindose bruscamente, abandon el bosque, dirigindose hacia un pueblecito llamado Zopriekez. Guten Morgen, herr Oberfhrer! Konrad von Klmer alz la cabeza, sonriendo a su visitante. En realidad, haca tiempo que le esperaba, mordido por la impaciencia, y especialmente desde las nueve de aquella maana, desde el momento en que entr en su despacho, no haba hecho ms que lanzar miradas ansiosas a la puerta. Buenos das, Haupsturmfhrer. Ingo Munchen era un hombre filiforme, con una cara huesuda, una larga nariz dominada por una fina arista que brillaba constantemente. La boca era pequea, con el labio inferior cado. Su frente estrecha dibujaba una angosta franja de piel plida que corra entre sus cejas hirsutas y sus cabellos de un rubio desteido y bastante claros. Pero Konrad conoca a aquel hombre lo suficiente para no prestar atencin alguna a su aspecto enfermizo, inofensivo, una persona que poda pasar fcilmente desapercibida. Von Klmer, el hombre que haba visitado haca unos das al Reichfhrer Himmler, meda perfectamente los positivos valores de aquel colaborador suyo, una de las inteligencias ms despiertas del Servicio de Seguridad que diriga. La mirada del Oberfhrer se concentr en la carpeta gris que el visitante llevaba en la mano. Sus labios se agrietaron un poco, antes de que se decidiera a inquirir con un tono de ansiedad en la voz: Ya est?
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Ja, herr Oberfhrer repuso Munchen. Apenas hace un par de minutos que hemos traducido el mensaje enviado en clave... todo est aqu... Tendi la carpeta a su jefe, que la tom con mano ansiosa y gesto precipitado. Pero luego la puso sobre la mesa, despacio, como si se tratase de una bomba de relojera. Con la frente arrugada y un brillo de impaciencia en los ojos, la abri. Empez a leer, en voz baja, alzando lentamente el tono, pasando rpidamente las lneas destinadas a la presentacin del contenido del mensaje. Pero al llegar a la lista que contena el escrito, su voz se hizo clara, como si desease que el otro escuchara perfectamente cada nombre. Coronel Robert J. Morrinson... comandante Fred L. Wance; los dos americanos, verdad? S... y tambin el siguiente. Es cierto... capitn Charles M. Spencer, de las USAF... y ahora los ingleses, no? En efecto. Coronel Winston T. Clarence... teniente Albert Sheridan... y el comandante de la RAF, Lionel Cowerland... es eso? Ja. Arrea! exclam sbitamente Konrad. Este pajarraco me huele a judo... O me equivoco? Naturalmente que no se equivoca usted, herr Oberfhrer una sonrisa err por los delgados labios de Munchen. Adems, su nombre es todo un poema... As es... Aaron Bronstein, economista del Departamento de Estado... especialista en material de guerra... Schweinehund! Volvi a mirar el papel. Una mujer? S, seor. Miss Wanda E. Farrington. Formidable! Y estos dos pjaros?... Robert McDonald y A. Cole...? Pertenecen a los servicios de seguridad, el primero a los ingleses y el segundo a los americanos... Ya veo... un equipo completo... ciertos caballeros y una dama que van a lamer las botas de ese canalla de Tito. Alz la cabeza, clavando en los ojos grises de su interlocutor una mirada fra. Cul es la identidad de nuestro agente, Haupsturmfhrer? pregunt con voz cargada de emocin. Ingo pase una mirada cargada de desconfianza en derredor suyo. Luego, despacio, dio la vuelta al despacho de su jefe, yendo a colocarse a su lado. Inclinndose ligeramente sobre la mesa, su largo y huesudo dedo ndice seal uno de los nombres. No! exclam Von Klmer con los ojos desmesuradamente abiertos. Est usted seguro? Absolutamente seguro. Pero nuestro agente no puede ser... Un tic nervioso atraves el rostro macilento del alemn. Munchen palideci, pero el tono de voz que emple era de una dureza diamantina. Por favor, seor... no pronuncie usted un solo nombre... Est terminantemente prohibido hacerlo, incluso aqu, en este despacho... orden especial y directa del Reichfhrer. Konrad se mordi los labios. S dijo cerrando la carpeta. Comprendo... pero puede usted creer que me he quedado boquiabierto... todava me parece imposible... Munchen recogi la carpeta, colocndosela bajo el brazo. No dijo nada hasta haberse situado delante del despacho. Es normal, herr Oberfhrer. Y su extraeza es una garanta ms de la eficacia de nuestros servicios... Ninguno de los miembros de ese grupo podr sospechar jams quin es la persona que, llegado el momento, matar a ese puerco de Tito. Los ojos del jefe chispearon.
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Ese da dijo con voz gozosa, le invitar a usted a vaciar una botella de champn francs... Muy agradecido, seor... pero no bebo. Von Klmer frunci el ceo. Saba de memoria que este curioso personaje no beba, no fumaba y se abstena de mantener relaciones con mujeres... ni con hombres. Un pjaro raro pens. Un hombre que ms que humano es una mquina... un hombre que ha sido capaz de encontrar, entre los agentes alemanes en Inglaterra, a la persona capaz de aceptar una misin sin retorno... pues cuando haya quitado de en medio a Tito, slo puede esperarle una cosa: la muerte. Ranko escrut el cielo. Un silencio casi mineral caa sobre la Tierra. Escondidos en sus puestos, al acecho, los grupos de proteccin esperaban, como l, sin duda mirando tambin el cielo, esperando or de un momento a otro, el sordo mugir de los motores del avin americano que debera posarse en aquel terreno improvisado. Ranko Biziak recordaba todos los trabajos que se llevaron a cabo para permitir que la pesada Fortaleza Volante pudiera posarse en lo que semanas antes era un erial que las ltimas lluvias convirtieron en un barrizal. Doscientos partisanos pelearon durante todo aquel tiempo, endureciendo el terreno, preparndolo cuidadosamente para el aterrizaje. Ahora, el colosal cuatrimotor podra posarse en el llano sin que la tierra cediese un solo milmetro. Ranko se preguntaba si tendra la oportunidad de asistir a las entrevistas que tendran lugar entre los enviados de los Aliados y el estado mayor de los partisanos yugoslavos. No poda quejarse de la velocidad en que haba ascendido en el extrao escalafn de los guerrilleros. Pero, en el fondo, ms que sus habilidades como guerrero, aun siendo indudables, haba tenido mayor peso su slida formacin poltica, lo que hizo que se convirtiese, en poco tiempo, en uno de los ms estrechos colaboradores del Josif Broz. Desde los primeros tiempos de la Resistencia y mientras Tito se enfrentaba a las tremendas dificultades, teniendo que defenderse no slo de los alemanes invasores, sino de los traidores chetniks, l, Ranko, a la cabeza de su Brigada Fantasma, haba sido el nico en poder mantener la llama de la Resistencia. Comprendi, no obstante, cuando decidi unirse a Tito, que la personalidad de ste convena mucho mejor que la suya a los intereses de la causa comn. Tito posea ya un nombre de resonancias internacionales, y Ranko era lo suficientemente realista y poltico para saber plegarse a las circunstancias. Por otra parte, poner en las manos de Tito las riendas de la Resistencia no haba sido para Ranko ninguna clase de sacrificio sino un gesto perfectamente calculado, ya que si l, Ranko Biziak, era conocido y amado, o temido, en todo el pas, Tito era, sin duda y a los ojos del mundo entero, el representante de los verdaderos guerrilleros y el enemigo nmero uno de Mijalovic y de los nazis. Era Ranko demasiado honrado para buscar la gloria y el renombre personal. Por encima de cualquier otra cosa, amaba esta spera tierra en la que haba nacido y que deseaba volviera a ser completamente libre. Cuando la guerra terminara, no pensaba en absoluto permanecer unido al yugo de cualquier poltica. Tena proyectos muy distintos, en el centro de los cuales se encontraba una mujer. Tatiana Borisova. Un objetivo, ciertamente, tan difcil de alcanzar como la victoria final. Sonri, encendiendo un nuevo cigarrillo y mientras aspiraba el humo, volvi la cabeza hacia el sector ocupado por las mujeres partisanas. No le fue difcil imaginar el cuerpo esplndido de la rusa, y no pudo evitar un estremecimiento, como cada vez que pensaba en ella, aunque era mil veces peor cuando se encontraba a su lado o en su presencia.
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Se haba enamorado de ella desde que la vio por vez primera, en aquella memorable tarde, cuando lleg a su puesto de mando, comunicndole el deseo del Alto Mando sovitico, de ofrecer un nico frente a los enemigos de Yugoslavia. Le aconsej la rusa que se uniese a las fuerzas de Tito, precisamente a l, que era por aquel entonces el jefe de la unidad ms fuerte y ms activa, la ms poderosa y la ms eficaz de la zona montaosa. Ranko no le dijo que ya haba pensado en ello, y que haba decidido unirse a Tito. La dej hablar, sin apenas escucharla, observndola con arrobo, con una emocin que no haba experimentado hasta entonces. Era verdad que sus ojos, los de l, recorrieron vidamente la escultura que tena delante, midi la profundidad emocionante de sus grandes ojos azules, contempl el dibujo perfecto de su boca cuyos labios relucan como frutos cubiertos de roco, de esos frutos maduros que se recogan en los rboles de las llanuras yugoslavas... Pero si su deseo viril se haba manifestado abiertamente en l, convirtindose en algo casi doloroso, como una contradiccin que clavara sus dientes afilados en sus tripas, se haba maravillado con mayor intensidad ante la personalidad extraordinaria de la joven rusa, su inteligencia y la riqueza de su espritu, as como por la fuerza salvaje de su entusiasmo. Calculando todas las emociones que haba experimentado aquel da, haba imaginado todo lo que una mujer de aquella clase podra dar a un hombre, si llegaba el momento en que ella lo amase de veras, con toda aquella energa que pareca brotar de cada pulgada cuadrada de su cuerpo. Aplast la colilla bajo el tacn de su bota. Muchas veces se pregunt si ella haba adivinado en la expresin de su rostro el amor que le quemaba como si fuera cido. Nunca se atrevi a confesar lo que por ella senta. No haba credo jams en las frmulas fciles ni en los lugares comunes, el elemento primordial que los burgueses utilizan en las ceremonias. Por todo el oro del mundo no se habra acercado a ella, dirigindole miradas encendidas, ni diciendo aquellas estupideces que brotan de los labios de los enamorados. Aunque hubiera tenido que perderla para siempre. Porque Ranko, era, antes de nada, un hombre profundamente revolucionario, que no crea ms que en el lado natural y lgico de las cosas, a las que llamaba por su nombre, sin permitirse jams el ms pequeo asomo de hipocresa o de doblez. Perfectamente convencido de esas cosas, se consideraba absolutamente incapaz de hacer la corte a la rusa. Slo el pensar en el aspecto ridculo que ofrecera si llevara a cabo tal enormidad, le pona los pelos de punta. Prefera esperar. Lo que siempre haba hecho: esperar, sabiendo que es lo ms difcil que puede conseguir un ser humano. Esperar. Porque le pareca imposible que la rusa no acabase percatndose de la naturaleza de los sentimientos que senta hacia ella y que ella deba leer en su rostro cada vez que se encontraban. Si Tatiana no le haba dirigido an el menor gesto de nimo, era sin duda por toda aquella fe, aquel fanatismo que ella pona en la cotidiana lucha contra los nazis, esta fe revolucionaria que alzaba entre ellos un muro infranqueable. Como de costumbre, no tena prisa. Cuando llegara el momento, ella vendra a l con la misma fuerza que l se senta atrado hacia ella. Era una especie de fenmeno csmico que no poda saltarse a la torera las leyes matemticas que regan los procesos de la Naturaleza. Estaba seguro de que estaban hechos el uno para el otro, y que slo la muerte podra impedir que, al unirse, formasen la pareja ms maravillosa del mundo.

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IV El hombre se llamaba Dranik. Era un grueso campesino de cara rojiza, arrugada, quemada por el sol y el aire. Tambin era el alcalde de la pequea localidad de Zopriekez. Deba estar muy cerca de la sesentena, pero su cuerpo macizo guardaba an la fuerza de la juventud. Las mangas remangadas de su camisa a cuadros dejaban ver sus brazos delgados como sarmientos, pero llenos de msculos, con la piel cubierta por una pelambrera negra, tan negra como la que se rizaba sobre su ancho pecho. De nada me sirven sus consejos, capitn dijo al cabo de un corto silencio. Mi hijo est en el ejrcito... y eso es bastante... Tenemos tierras que cultivar... y no somos nosotros los que tenemos que luchar contra los alemanes... No somos soldados! No tardarn en llegar aqu. El campesino se encogi de hombros. Y qu quiere usted que yo haga? Son enemigos. Todos son enemigos, capitn dijo el campesino con aire fatalista. Que sean los alemanes o los miembros del gobierno los que compren el producto de nuestras cosechas, qu puede importarnos? Ninguno de ellos pagar ms que lo que han estado pagando hasta ahora... nada o casi nada. Lanz un suspiro. Seguiremos viviendo en la miseria, venga quien venga... Nuestra vida es nuestro trabajo... y nada puede cambiar nuestra existencia... Ranko se encogi de hombros. No pensaba, al acercarse al pueblo, obtener respuestas distintas a las que acababa de escuchar. No se haba hecho ilusin alguna. Conoca, desdichadamente, el espritu limitado de aquellas gentes, vacas de cualquier tipo de entusiasmo, sus ideas movindose a ras del suelo, junto a la tierra sobre la que se inclinaban a lo largo de sus vidas... De acuerdo dijo finalmente. Comprendo perfectamente sus razones... voy, no obstante, a pedirle alguna cosa... alimentos para unos das... y un arma. El otro hizo un gesto de rpido asentimiento con la cabeza. No puedo negar alimentos a un soldado como usted... mi hijo tambin lo es... en cuanto a las armas, no tenemos ms que algunas viejas escopetas de caza... No importa. Cualquier cosa me ir bien, hasta que pueda procurarme una mejor. No tuve tiempo, al salir de Belgrado, de coger mi pistola... Algo brill en el fondo de los ojos del alcalde. Mi hijo estaba en un cuartel de la capital... Aqu no hay ms que media docena de aparatos de radio... viejos receptores, algunos de ellos de galena... No omos muy bien las noticias, pero parece ser que Belgrado sufri muchos bombardeos... es cierto? Ranko dud en decir la verdad a aquel hombre. Pero le bast mirar al rostro del alcalde campesino para leer todo el ansia de un padre que temblaba ya antes de escuchar lo que el militar iba a decir. Biziak consigui que una sonrisa asomase a sus labios. Exageraciones, amigo mo... es verdad que cayeron algunas bombas, pero le aseguro que no fue nada grave... Estaba usted all? S, sal poco antes del ataque areo. No me miente? Por qu iba a hacerlo? Gracias...
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Se volvi hacia los hombres que haban permanecido silenciosos a su lado, sin tomar parte en la conversacin, que se redujo a un simple dilogo. T, Tremic orden el alcalde. Trae tu escopeta y un buen montn de cartuchos. T, Alenic, ve a casa y llena un saco con carne ahumada, queso... y pan. Piensa ir muy lejos? le pregunt. No lo s minti Ranko de nuevo, ya que saba perfectamente que no se iba a alejar mucho de la aldea. Lo que ms me importa ahora es no tropezar con los alemanes. Tenga la seguridad de que nosotros no diremos nada. El capitn yugoslavo sonri. Sin saber exactamente por qu, por una de esas complejas asociaciones de ideas, pens en los viejos Evangelios que haba escuchado de los labios del cura cuando era nio. Algunas imgenes haban quedado profundamente grabadas en su mente, y una de ellas, una escena que ocurra en el momento de la Oracin del Huerto, apareci de repente ante l, mientras miraba al alcalde con una sonrisa a flor de labios. Nunca te traicionar, Maestro haba dicho Pedro. Tenga la seguridad de que no diremos nada... haba afirmado el alcalde de Zopriekez. No saba aquel pobre hombre que las dudas y miedos de San Pedro no eran nada comparadas con lo que sentiran los habitantes de aquella aldea cuando los siniestros SS hicieran su aparicin. No me cree usted? inquiri bruscamente Dranik extraado por la sombra expresin del rostro del capitn. Ranko se esforz nuevamente por sonrer. Claro que le creo, amigo mo... perdone, estaba pensando en otra cosa... Media hora ms tarde, tras haber estrechado la mano del alcalde y de sus amigos, Ranko abandon el pueblo, tomando el camino que conduca a las cercanas montaas. La falta de ayuda y de apoyo que haba encontrado en el pueblo no haba hecho variar el curso de su pensamiento fro y lgico. Al contrario, esperaba la actitud con la que fue acogido, contado como ella como un elemento natural en el proceso cuyo desarrollo prevea con la precisin de un jugador de ajedrez. Su divisa haba sido siempre esperar y, como de costumbre, y como sola decir a menudo, tena ante l todo el tiempo del mundo. Saba que para que la mentalidad del campesino cambiara, era necesario que las consecuencias directas de la guerra llegasen hasta l. No, la guerra que los soldados yugoslavos haban hecho y perdido, sino la guerra sorda, cruel, silenciosa, que los nazis desencadenaban en los pases que iban conquistando. Una guerra de miedo, de pavor, cuando la noche dilataba su dimensin hasta convertirse en un tnel sin fondo, un camino que conduca fatalmente hacia la violencia, la tortura y la muerte. Ranko no conoca personalmente la salvaje poltica que los germanos haban puesto en marcha para ahogar todo espritu de resistencia en los pueblos ocupados por la Wehrmacht, pero saba lo bastante del asunto, gracias a los servicios de informacin en los que haba trabajado, como para prever lo que iba a pasar cuando la mancha de aceite de los siniestros miembros de las SS se extendiera por el pas. No le quedaba ms que esperar. Fue por eso que no se alej demasiado del pueblo. A pesar de los pocos habitantes que tena Zopriekez, situado en medio de un anchuroso valle, se encontraba en el centro de un importante ncleo de comunicaciones que se cruzaban muy cerca de l, con dos grandes carreteras y una lnea de ferrocarril. Todos aquellos caminos unan el norte con el sur del pas, lo que haca presumir, con toda lgica, que el Alto Mando alemn no iba a olvidarse de esta pequea localidad de mil vecinos, y que no tardara mucho en enviar tropas para controlar los pasos por carretera o ferrocarril. Llegaran pronto, soldados seguramente pertenecientes a la Wehrmacht pero seguidos por el ttrico cortejo de los hombres con la calavera en la gorra y las eses rnicas en las insignias de fondo negro.
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Y con ellos llegara la violencia y la crueldad. Pobre imbcil! dijo pensando en el alcalde de aquella aldea. Se refugia en la miserable paz que le proporciona su trabajo de esclavo, pero no sabe que los nazis y sus amigos los croatas van a obligarle a ser algo menos que un esclavo, una cosa, un animal, una mierda... Poco despus encontraba una caverna que convena perfectamente a sus propsitos. El saco le proporcion algo verdaderamente nutritivo, y no par de comer hasta calmar por completo a su encolerizado estmago. Encendi luego un cigarrillo, bendiciendo en su fuero interior al campesino que poco antes de abandonar el pueblo le haba entregado una bolsa con tabaco y algunos librillos de papel de fumar. Se tendi, utilizando el saco como almohada. Estaba tan cansado que no tard ms de algunos instantes en caer en un sueo profundo. Colgando del alto techo, las lmparas, complicadas araas de cristal con todas las bombillas encendidas vertan sobre la inmensa sala un portentoso chorro de luz. Y aquella luz haca resaltar la pulida superficie de los platos y cubiertos de plata, produciendo, de vez en cuando, un relmpago, cuando tropezaba un haz con el monculo incrustado en la rbita izquierda del Sturmbannfhrer Klaus von Deberberg. Haba sobre la larga mesa dos cubiertos que nadie utilizaba, no habiendo nadie sentado en las dos sillas vacas. El seor de la casa, Aliano Kovajic, ocupaba el sitial presidencial, en la cabecera de la mesa, teniendo a su derecha al jefe alemn, y a su izquierda a su obesa esposa. Criados ataviados con impecables uniformes de color verde oscuro servan los platos selectos que Kovajic ofreca a su importante invitado. Fuera, ms all de los grandes ventanales, se extenda un jardn inmenso que ahora se funda en la oscuridad de la noche. Y ms lejos an, se vean las luces de los barrios extremos de la ciudad de Sarajevo. La mujer alz ligeramente la cabeza, mirando con una ternura de novela barata a su dueo y seor. No te parece inquiri con una voz aguda y desagradable que estn tardando mucho? Aliano lanz a su mujer una mirada furibunda, y volvindose hacia el germano, que haba entendido perfectamente lo que la mujer haba dicho, ya que ella se haba expresado en alemn: No tardarn mucho, Sturmbannfhrer... pero de lo que estoy seguro, es de que no vendrn mientras no hayan terminado la misin que les ha sido confiada. El SS asinti brevemente con la cabeza. Entiendo dijo. No es nada fcil organizar una unidad combatiente de una forma tan... precipitada. Todo requiere su tiempo... Adems, con la confusin que reina en el pas... Conseguirn lo que se proponen dijo el croata con una punta de orgullo en la voz. Desde el mismo instante que ese gobierno de traidores ha osado no respetar la palabra dada a Berln, mis dos hijos han preparado a sus hombres, todos ellos croatas, gente leal, separndose de las unidades que cometieron el error de oponerse a la Wehrmacht... Nuestra palabra es sagrada, y cmo habamos prometido al Fhrer. Ya s, ya s le cort hbilmente el SS. No hay prisa, se lo aseguro... La victoria ha sido completa... Y mirando a la mujer: Seora dijo cambiando el tono de voz. No tengo ms remedio que felicitarla... y lo hago de todo corazn. Haca mucho, muchsimo tiempo que no probaba cosas tan exquisitas. Veronika Kovajic movi sus anchas ancas en la silla, demostrando as el placer que le producan las palabras de su invitado. Oh, mi querido seor! cacare. No es nada, se lo aseguro... y espero que tendremos el honor de acogerle a nuestra mesa en otras ocasiones...

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Desde luego, querida intervino el marido. Tendrs la ocasin de ver con frecuencia al comandante... sobre todo cuando nos hayamos trasladado a nuestra casa de Zagreb, a nuestra tierra croata... De veras que vamos a volver all? S, Veronika... Estaremos en Zagreb, cerca del comandante Von Deberberg... que ha sido nombrado Bezirkskmandant. Qu es eso? Jefe militar de un territorio. En su caso, regir la vida militar y poltica del Protectorado alemn de Croacia. Pero dijo la mujer frunciendo el ceo como si se dispusiera a demostrar que saba ms de lo que su marido crea, existe tambin un Protectorado italiano de Croacia. Eso no tiene la menor importancia, meine Frau. Incluso en la Croacia italiana, ejerceremos ciertos poderes... Desdichadamente, no podemos fiarnos demasiado de nuestros aliados de Roma... los recientes acontecimientos de Albania y Grecia nos lo han demostrado... Hizo un gesto con la mano, como si cazase una mosca. Pero dejemos las cuestiones polticas que no pueden ms que aburrirla a usted, seora... Si me lo permite, voy a tomar un pequeo trozo ms de esa deliciosa carne... El hombre se anticip a su mujer y con una sonrisa: Bittle! Bediennen Sie Sich!2 Hubiera preferido mil veces que Veronika se quedara en sus habitaciones, pero las normas de cortesa hacia su invitado le obligaron a presentarle a la mujer, a aquella mujer que era incapaz de pronunciar tres palabras seguidas sin decir tres estupideces al mismo tiempo. Mirando de reojo al SS que coma saboreando cada tajada, pens en Erika, sintiendo que su carne ya no muy joven se estremeca de placer. Erika... Haba conocido a la hermosa mujer con ocasin de su ltimo viaje a Berln, cuando visit la capital del Reich para manifestar a los medios oficiales el entusiasmo del pueblo croata ante los deseos de Hitler. Hasta tuvo el gran honor de ser recibido personalmente por el Fhrer, cuya mano haba estrechado con emocin. Hitler se haba mostrado muy amable, confindole el cargo de gobernador del nuevo Protectorado alemn de Croacia. En la noche de aquella inolvidable jornada, en el curso de una fiesta bastante ntima, ofrecida por el doctor Goebbels, encontr a Erika von Sleiter, una mujer encantadora y bellsima, joven viuda de un industrial que se haba arruinado en los tristes tiempos de depresin que haban seguido al Diktat de Versalles. Ella acababa de cumplir treinta y nueve aos, pero tena el aspecto de una muchacha de veinte. La invit a su casa de Sarajevo, donde pensaba instalarla en un pabelln lujoso, al fondo del jardn. Pero ahora que los planes se haban modificado, y que el cargo de gobernador le obligaba a trasladarse a Zagreb, haba enviado a la ciudad croata a su administrador, con orden de alquilar o comprar la ms hermosa villa de los alrededores... Lanz una mirada de reojo, a su mujer. Por qu no revientas de una vez? pens. No sabes cmo he llegado a odiarte! Eres gorda, fea, insufrible... te he engaado con cien mujeres, desde tus amigas hasta las criadas de la casa... hace aos que no me he metido en tu cama... Qu esperas para estirar la pata, asquerosa bruja? Dirigi un rpido gesto a uno de los criados que sirvi vino. Sonriendo, el alemn alz su copa, imitado por el anfitrin. Auf Ihr Wolh!3 exclam. Vaci el vaso de un solo trago, posndolo sobre el nveo mantel, al tiempo que se pasaba la lengua por los labios. Ich trinken gern Wein!4 suspir luego.
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Por favor! Srvase usted! A su salud! 4 Me gusta el vino! 27

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Ya tendr usted ocasin de probar los excelentes caldos de la regin de Zagreb. Justo en aquel momento, un criado entr en el comedor. Acercndose a su amo, se inclin para susurrarle algo al odo. El rostro del croata se ilumin. Hazles entrar en seguida! orden. Y volvindose hacia el SS: Mis hijos han llegado, herr Sturmbannfhrer. Mis hijitos! Mis pobres pequeines! exclam la mujer con voz aguda. Deben estar muy cansados... espero, querido, que dejars que coman y beban antes de... No, querida dijo el marido con voz ronca. No temas nada... por tus pequeines... pero como vamos a hablar de cosas aburridas... y... que no te interesan en absoluto, te ruego que nos dejes solos. Una oleada de rosa pas por las mejillas empolvadas de la mujer. Sus labios, exageradamente pintados, imitaron perfectamente el culo de una gallina clueca. Oh, s! Desde luego... Y se levant, imitada por los dos hombres. Inclinndose hacia ella, el SS tom su mano regordeta en la que pos un breve beso. Muchas gracias por todo, seora... Veronika se fue. Su marido, furioso, la sigui con la mirada, observando con disgusto y asco el balanceo acompasado de sus grandes cachas cubiertas de grasa. Atravesando la Plaza Roja, Tatiana Borisova se dirigi directamente hacia la entrada principal del Kremlin. No se detuvo ms que un corto instante, lanzando una mirada emocionada a la larga fila de hombres, mujeres y nios que esperaban pacientemente poder entrar a visitar el mausoleo de Lenin, situado en el centro de la gran plaza. Contemplando la heterogeneidad de los vestidos, intent la joven adivinar sus puntos de origen, pero hubo de cesar muy pronto en su empeo, dicindose, mientras reemprenda el camino, que Rusia es un pas inmenso y sus habitantes tan diferentes como si procedieran de mundos distintos. Cuando lleg ante el enorme portaln, mostr su pase a uno de los centinelas. Luego prosigui su camino por el largo pasadizo bordeado por las altas murallas de la vieja fortaleza moscovita. Tuvo que mostrar an un par de veces ms su documentacin. Finalmente, ya en el interior de uno de los edificios, uno de los soldados del cuerpo de guardia la precedi a lo largo de interminables pasillos, hasta detenerse ante una puerta a la que llam con los nudillos. Es aqu, camarada. Gracias. El soldado empuj la puerta, cerrndola cuando la muchacha hubo entrado en la estancia. Tatiana se encontr en un amplio despacho, con una mesa atiborrada de papeles, que formaban montculos densos. Detrs de la mesa, un hombre fuerte, con hombros tremendamente anchos, una cabeza que pareca insertarse directamente en el tronco, alz hacia ella la mirada aguda de sus ojos claros. Ella conoca vagamente al coronel Brachenko quien, desde la firma del pacto de no agresin entre Rusia y Alemania, se haba hecho cargo de los servicios de todo lo que dependa de la zona de los Balcanes. Adelante, camarada Borisova... tome asiento. Ella lo hizo en la nica silla que haba a este lado de la mesa. Con la boquilla de su pipa entre sus labios gruesos, el coronel examin detenidamente a su visitante, percatndose de la extraordinaria belleza del rostro de Tatiana, sus ojos de un azul oscuro y sus cabellos color miel. Ella resisti cuanto pudo, pero termin sintindose molesta bajo la mirada inquisitiva de aquel hombre.

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Ello la decidi a romper aquel silencio intolerable que se prolongaba demasiado tiempo para su gusto. Podra decirme por qu motivo he sido convocada aqu? inquiri. Brachenko desplaz la pipa de un lado a otro de la boca, al tiempo que sus ojos sonrean, cargndose de reflejos divertidos. Evidentemente... le ruego que me perdone, camarada... Pero, francamente, me ha sorprendido tu juventud... y tu belleza... Al or tu nombre, en la reunin de la otra noche, esperaba recibir la visita de alguien... un poco diferente... Ella le mir directamente a los ojos. Decepcionado? Oh, no! sigui sonriendo el coronel. Pero, por el diablo... me estoy comportando como un muchacho estpido... y no es mi papel... Mejor dijo ella con cierta frialdad. En la boca del coronel, la sonrisa se ampli. Se vea claramente que estaba juzgando a la muchacha con su ms alta cota. No tienes por qu preocuparte, camarada... Hace ya mucho tiempo que la belleza de las mujeres impresiona nicamente mi vista y mi cerebro... Hizo un gesto con la cabeza, al tiempo que la sonrisa se borraba de sus labios. Dejemos eso... su voz cambi de tono, hacindose grave. Me han hablado de ti como una perfecta conocedora de una parte del mundo donde actualmente ocurren cosas muy complicadas... Los Balcanes? S... y concretamente de Yugoslavia. Entiendo. Conoces bien ese pas, verdad? S, camarada coronel. He pasado all dos aos de estudios. Conozco el pas... y hablo tres de las cuatro lenguas en que se expresan sus habitantes. Te llev alguna misin concreta a Yugoslavia? Evidentemente. Me enviaron all para que estudiase muchas cosas... especialmente el estado poltico de los campesinos y de los obreros... Se detuvo bruscamente, lanzando al coronel una mirada cargada de reproches. De todas formas dijo, no me habra convocado usted aqu sin haber ledo los informes que redact tras mi largo viaje... El hombre sonri de nuevo. S, los he ledo todos... y ms de una vez. Un excelente trabajo, camarada Borisova... muy bueno, demasiado bueno para una joven Komsomol, que es lo que eras en aquel tiempo... En efecto. No se equivoca usted, camarada coronel. Era un Komsomol... y acababa de cumplir diecisiete aos. Y ahora? Tengo veintiuno. Perfecto. Chup intilmente su pipa, ya que haca tiempo que se haba apagado. Quitndosela de la boca, la dej sobre los papeles, pasndose los dedos por los ojos cansados. Nada ms terminarse la ocupacin nazi en los Balcanes, y vamos a limitarnos a Yugoslavia, tras la centelleante victoria de los germanos, ha empezado a organizarse un denso movimiento de resistencia... especialmente en las zonas montaosas del pas. Era natural. Grupos de soldados, al mando de oficiales que no han cedido a la cobarda y traicin de muchos de sus jefes, han formado grupos, todava incipientemente organizados... pero que constituye la semilla de un gran movimiento guerrillero. Entiendo.

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El que exista una fuerte corriente comunista en el interior de muchos de esos grupos podra llenarnos de orgullo... pero desdichadamente, el maquis yugoslavo se presenta como algo tremendamente complejo... Es natural. T crees? Desde luego. Podras darme algunos de tus motivos? Con mucho gusto. Yugoslavia no es una nacin, en el sentido que damos generalmente a esa palabra. Pueblos distintos, esencialmente diferentes, fueron amalgamados en el territorio yugoslavo tras la firma del Tratado de Versalles y la reestructuracin de Europa de la posguerra. Desde luego, las ms notables diferencias se hacen notar entre los pueblos eslavos y croatas, se establece desde siempre una lucha sin cuartel. Muy bien. Pero hay algo que deseo que conozcas... adems de los movimientos de resistencia naturalmente organizados por las fuerzas progresivas del pas, obreros y campesinos, todos ellos eslavos, ha nacido otro movimiento patriota, de raz monrquica, cuyas riendas estn en manos de un general llamado Draga Mijalovic, nacido en 1893... un hombre que goza del respeto de amplias capas sociales, especialmente de la mediana y alta burguesa eslava... Antifascista? Por el momento, as parece... aunque t y yo sabemos cmo terminan esos movimientos de derecha si las izquierdas se hacen poderosas... Quiere usted decir, camarada coronel, que en caso de un desarrollo intenso y positivo del maquis revolucionario, Mijalovic llegara a asociarse con los croatas y los nazis? Se aliara con el mismsimo diablo, si ello fuera necesario! Entiendo. El rostro de Brachenko se ensombreci. Hay algo mucho ms importante, camarada Borisova... pero es algo que debe quedar entre nosotros. Bien. No son, puede ser, ms que ideas de un viejo chocho como yo... ideas que no comparten, al menos por el momento, nuestros camaradas responsables de la poltica sovitica. Se frot nuevamente los ojos. Para m, el prximo movimiento de Hitler en el tablero europeo no tiene ningn misterio... Ella se puso un poco plida. Nosotros? S, Hacia dnde quieres que lance el fascismo internacional su poltica de agresin? Hitler domina virtualmente la totalidad de Europa, desde Noruega a la frontera espaola, desde el Atlntico a los Balcanes... E Inglaterra? El ruso sonri. No nos engaemos, Tatiana Borisova... La partida de ajedrez se ha jugado a la perfeccin. Porque, dime... ha hundido Hitler las bases del capitalismo mundial como pretendan sus deseos nacionalsocialistas? No, aunque Francia... Francia fue atacada por necesidades puramente estratgicas. Ni ms ni menos, camarada. Hitler necesitaba ocupar esa parte de Europa para justificarse ante los militares, cortando el paso a cualquier tipo de iniciativa aliada... Ante el mundo, Inglaterra ha perdido sus bases operacionales en el continente. Pero detrs de esa burda comedia que la guerra ha sido hasta ahora, los capitalistas mundiales esperan ansiosamente que Hitler se decida a atacar a la nica potencia antiimperialista del mundo. La Unin Sovitica?

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Nuestra patria, Tatiana... Los Aliados seguirn haciendo la guerra a su manera, pero sin molestar en lo posible los planes de Hitler, quien la Historia ha encargado de terminar para siempre con el primer pas donde la clase trabajadora ha vencido. Entiendo. Y si nosotros llegamos a desaparecer, entonces el mundo conocer la verdad, porque, de alguna manera, Alemania conseguir la paz con sus enemigos de hoy, sus falsos enemigos, y entre todos se repartirn las presas que garanticen un comercio floreciente durante muchos aos. Es terrible. Pero cierto. Ni Inglaterra ni Francia desean que los germanos se metan en sus colosales imperios. Pero si Hitler consigue un nuevo imperio, nuestro territorio, los Aliados occidentales se mostrarn doblemente satisfechos... y el capitalismo mundial se frotar las manos de alegra, ya que la pesadilla del primer pas socialista habr desaparecido. Se ech a rer bruscamente. No me hagas caso, camarada... no soy ms que un pobre loco. Y volvamos a nuestro asunto... Vas a acompaar a uno de nuestros mejores agentes polticos, el camarada comisario Mihail Sorenko. A Yugoslavia? S. Tu misin ser colaborar estrechamente con Sorenko, conseguir que los comunistas dirijan el movimiento de la resistencia en Yugoslavia, unificar los criterios, aunar esfuerzos y constituir un ejrcito de partisanos capaz de hacer la vida dura a los alemanes. Comprendo. En el caso de que mi fatalismo resultase cierto, piensa en lo interesante que sera para nosotros inmovilizar en los Balcanes un buen nmero de divisiones enemigas. Desde luego. Confo mucho en ti... tanto como en Sorenko, pero no olvides nunca que l ser el jefe. No tema, camarada coronel. Vuestro objetivo es, ante todo, conseguir la unidad entre todos los grupos partisanos de Yugoslavia. Hay un hombre all, un camarada que se distingui en la guerra de Espaa, que podra muy bien convertirse en un smbolo del antifascismo balcnico. Se llama Josif Broz, pero su nombre de combate es Tito. Bien. Ya s que la misin no es sencilla, pero habris de esforzaros en transformar lo ms rpidamente posible los corpsculos ahora existentes en un gran ejrcito del pueblo. Alguna objecin? Ninguna, aunque no podemos olvidar la compleja situacin de Yugoslavia. Basta echar una ojeada al mapa para comprender lo heterogneo de las gentes que habitan aquel pas. Slovenia, Slavonia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia y Montenegro... un verdadero rompecabezas tnico! Lo s, pero si puede servirte de algo ante los jefes de todas esas nacionalidades, recurdales la organizacin de nuestra Unin de Repblicas Soviticas. Lo intentar. Sorenko te ayudar positivamente. Es un hombre capaz de aunar los puntos de vista ms dispares... justamente por eso, por sus cualidades conciliatorias, ha sido elegido para esta importante misin. Har cuanto pueda para estar a la altura del camarada Sorenko. El coronel sonri. Estoy seguro de eso, Tatiana... y te deseo, de todo corazn mucha suerte... y todo el valor que necesitars para llevar a cabo tu trabajo... Spassiba!

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V Los seis camiones avanzaban lentamente, balancendose al ritmo de los baches en los que penetraban constantemente sus gruesas ruedas. Geman los ejes a cada agujero, a travs de aquella carretera secundaria que haba sido totalmente abandonada desde la construccin, bastante reciente, de la nueva ruta que segua el curso del Drina. Las estribaciones de las montaas situadas al nordeste de Sarajevo, en los lmites de BosniaHerzegovina, haban quedado atrs, y los vehculos luchaban en el largo y penoso descenso por un camino que bordeaba peligrosos abismos. Dos Volkswagen acompaaban a los camiones. El primero iba a la cabeza de la columna, precedido por cuatro motoristas de escolta. El otro iba el ltimo, permaneciendo invisible la mayor parte del tiempo, ya que la espesa polvareda que levantaban los vehculos que le precedan lo envolvan por completo. A bordo de aquel Volkswagen todo terreno, los hombres juraban en voz baja. Llevaban los rostros cubiertos por bufandas verde claro y los ojos protegidos por amplias gafas de automovilistas, con aros de goma que se pegaban a la piel sudorosa. El conductor era el Unterscharfhrer Verlassen que tena a su lado, en la parte anterior del vehculo, al Rottenfhrer Kursen, las manos apoyadas en los mandos de la ametralladora unida a la carrocera por un pivote giratorio. Detrs, los dos oficiales procuraban en lo posible evitar las brutales sacudidas del coche, agarrndose a las portezuelas, sin dejar de gruir en voz alta, maldiciendo aquella misin que, por el momento, no les haba causado ms que molestias. El Haupsturmfhrer Merderberg y el Oberturmfhrer Skoda haban hecho juntos la guerra en el Oeste, visitando Pars donde haban pasado casi dos meses, antes de ser requeridos para la campaa relmpago de los Balcanes. Y los dos, sin ponerse de acuerdo, pensaban en la misma cosa... en los maravillosos das que haban pasado en la capital francesa, paseando en uniformes impecables a lo largo de los Campos Elseos. Tenga cuidado, carajo! grit el capitn SS. Es como si estuviera usted eligiendo precisamente los mayores agujeros, sin ahorrarse ninguno. El suboficial Verlassen dej escapar un breve suspiro. Lo lamento mucho herr Haupsturmfhrer, pero no puedo ver absolutamente nada al otro lado del parabrisas... este maldito polvo es ms espeso que un pur de guisantes... Deberamos habernos colocado a la cabeza de la columna, mi capitn... con todos los respetos. Estaramos mucho mejor detrs del primer Volkswagen... El capitn emiti un gruido. Para qu? inquiri con un tono agrio en la voz. Para seguir escuchando a esos fantasiosos de croatas? Vaya gentuza! Se creen estrategas de nacimiento... esos hijos de pap. Tengo tanta confianza en ellos... que prefiero tragarme toneladas de polvo a estar a su lado si se arma jaleo... Teme usted acaso que haya partisanos por este lado del pas? inquiri Skoda. El capitn se encogi de hombros. Qu s yo! dijo con voz agria. Pero si en lugar de haber tomado esta maldita carretera, que ms es un camino de cabras que otra cosa, hubisemos seguido la nueva, estara mucho ms tranquilo... Estos caminos de montaa no me hacen ninguna gracia. Un corto silencio sigui, hasta que el teniente dijo: Me estaba preguntando si verdaderamente tenemos necesidad de esos croatas. No s si me equivoco, pero me parecen una banda de locos fanticos... y usted sabe, mi capitn, lo peligroso que es andar con esa clase de gente... Merderberg lanz un corto suspiro. Desdichadamente dijo con voz tona, hemos recibido rdenes concretas a las que no podemos sustraernos. Durante los pocos das que hemos estado en Zagreb, la capital croata, he tenido tiempo de estudiar un poco a esa gente... pero esos dos nios que nos acompaan, aunque
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siendo croatas como su padre, vivan en Sarajevo, que van a abandonar por instalarse a Zagreb... son gente muy rica, con grandes propiedades en todo el pas... Oficiales de origen aristocrtico apunt el oficial como los miembros de nuestro famoso Estado Mayor... El capitn SS dej escapar una breve risita. Lo que dice usted es bien cierto, teniente. Usted y yo sabemos muchas cosas a ese respecto... Nosotros conocimos, en los viejos tiempos, cuando llevbamos las camisas pardas de las SA, los deseos de barrer de Alemania a esa pandilla de prusianos con varices y almorranas para crear un verdadero ejrcito nacionalsocialista que se nutriera, en lo que a los mandos se refiere, de la inmensa cantera de las SS... Es verdad asinti el oficial. Yo crea a pies juntillas que lo bamos a conseguir. Luego, por desgracia, pas aquello tan terrible... que todava no he terminado de comprender. Nadie entender nunca por qu se hubo de llegar a la Noche de los Cuchillos Largos... Fue horrible... Merderberg esboz una sonrisa. Por suerte para nosotros dos, aquellas dos furcias nos entraron por el ojo derecho... No eran furcias, mi capitn! Eran miembros de la juventud hitleriana... muchachas nacionalsocialistas... De acuerdo, de acuerdo. Pero en la cama eran como furcias. S o no? Tenan que hacer el papel, capitn... Pues lo hacan como si hubieran pasado toda su vida en un burdel de Hamburgo... La ma me ense una forma de follar que yo no conoca... y para ensearme algo a m! Nos salvaron. Lo s, lo s... No hace falta ponerse tan romntico... Ya sabes que hemos hablado muchas veces de ese asunto, y que estamos convencidos de que alguien envi a aquellos dos ngeles para evitar que nos fusemos con los dems a la fiesta junto al ro. All donde fueron acribillados a balazos... o degollados... a punta de cuchillo. Yo nunca podr olvidar a aquellas dos muchachas. Anda, ni yo tampoco! Especialmente a la ma... que se llamaba... espera un momento... S, claro, eso es! Se llamaba Frida. La ma tena un nombre muy dulce... se llamaba Anneliese. Frida... la muy zorra! Tena unas tetas pequeas, como si se hubiera tragado dos peras... duras como la piedra. Pareca poquita cosa, con su cuerpo menudo, sus largas piernas delgadas y sus caderas apenas formadas... pero fate del agua mansa! Cuando la mont y sinti que la penetraba, empez a dar unos saltos tan tremendos, que cre que me iba a tirar de la cama... te lo juro... era como si estuviera encima de uno de esos caballos que los vaqueros americanos montan en los rodeos... La ma era dulce... No se mova? Apenas... como esas olas suaves que lamen la arena de las playas. Pues vaya mierda! Yo, con una mujer como sa, tendra la impresin de que estaba haciendo el amor a un fiambre... No, amigo mo... la mujer ha de brincar, saltar como una potra desbocada... En gustos no hay nada escrito, capitn. Eso es verdad, pero yo te he dicho lo que prefiero... En fin, dulces o desbocadas, aquellas dos mujeres nos sacaron las castaas del fuego... y sigo preguntndome quin pudo enviarlas tan a tiempo... Algn buen amigo. Desde luego que s. Dios le bendiga si lo hizo con buena fe... y que reviente si pensaba algo malo! Desde lo alto de la colina, Ranko segua atentamente el lento avance del convoy militar.

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Haca buen rato que la polvareda, levantndose muy lejos, le haba llamado la atencin. Maldijo el magnfico par de prismticos de campaa que le haban quitado al detenerle, pero su vista era muy buena, y as pudo distinguir los camiones cuando se acercaron lo suficiente. Los cuatro motoristas rompan la marcha, y aunque la distancia le impeda ver sus insignias llevaban el uniforme feldgrau del ejrcito germano, supuso que eran SS. Los seis camiones que seguan al primer Volkswagen demostraban que el contingente en marcha era, por lo menos, el de una compaa, pero los vehculos de transporte iban cubiertos por una baca verde, y el yugoslavo no poda distinguir a los que se encontraban en el interior. No se haba equivocado. Era impensable que el Alto Mando germano se olvidara de aquella localidad, cuya importancia estratgica era tan grande. Un sitio como Zopriekez ofreca peculiaridades que no podan escapar a los miembros de ningn Estado Mayor. Situado en el corazn del pas, en el centro mismo del nudo de comunicaciones ms importante de la nacin, una la Bosnia-Herzegovina con Serbia, ubicado exactamente en la franja de tierra que se extiende de las fronteras con Rumania y Bulgaria hasta, por el otro lado, las costas adriticas. Quien controlara aquel nido de comunicaciones podra, en cierto modo, cortar al pas en dos partes, la septentrional y la meridional, impidiendo que los movimientos de la resistencia se extendiesen por toda la nacin como una peligrosa mancha de aceite. Los camiones estaban ya alcanzando la altura donde el viejo camino se una a la nueva carretera, a menos de doscientos metros del pueblo. La masa boscosa que se levantaba a un lado del pueblo impidi a Ranko el ver la entrada del convoy en el poblado, aunque le hubiera gustado estar presente... Se puso de pie, dicindose que iba a conceder dos das a los habitantes de Zopriekez antes de hacerles una nueva visita. Y estaba seguro de que no sera recibido esta vez con la misma frialdad y la misma indiferencia que lo fue la primera. El corazn humano es como una probeta pens sonriente mientras se diriga a su escondite. Hay que esperar a que al verter nuevas sustancias se produzca la reaccin adecuada... una reaccin que las ms de las veces puede preverse como el resultado de una ecuacin algebraica... Entr en la cueva, se tendi y con un cigarrillo entre los labios, dej vagar su imaginacin, sumido en una especie de paz interior de la que no haba gustado haca muchsimo tiempo. Tatiana prepar, en el pequeo maletn que el viaje le permita llevar, las cosas que consideraba imprescindibles. No se pintaba ni se aplicaba afeite alguno en su rostro. Era una mujer demasiado natural para considerar que deba agregar algo a su propia belleza. Amaba su cuerpo, del que cuidaba mucho, pero no haba narcisismo alguno en su conducta, sino un estricto sentido de higiene, pues saba que un cuerpo bien cuidado es una maravillosa mquina dispuesta a cualquier esfuerzo. Ech una ojeada a su reloj de pulsera. Estaba citada en el aeropuerto a las seis y media de la tarde, donde deba, en compaa de Mihail Sorenko, subir al avin desde el que se lanzara en paracadas en una regin determinada de Yugoslavia, no lejos de los montes Durmitor, en Montenegro, donde en aquellos momentos se encontraba el grupo guerrillero mandado por Tito. Haba pasado bastante tiempo desde su reunin con el coronel Brachenko, entrevista que tuvo lugar en los ltimos das de la primavera de aquel ao 1941. Ahora junio avanzaba hacia su primera mitad, y el tiempo se prestaba para el viaje. Tatiana haba seguido con inters la evolucin de la situacin mundial y muy especialmente la de Europa. No se haban cumplido, por el momento, los pesimistas vaticinios de Brachenko, pero la muchacha no poda olvidar lo que escuch de labios de aquel hombre, y no dejaba de pensar en la sospechosa inactividad de las poderosas fuerzas armadas nazis.

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Desde su victoria relmpago en los Balcanes, Hitler no haba manifestado deseo alguno de proseguir sus conquistas, y pareca, al menos por el instante, satisfecho de los triunfos cosechados en tan corto espacio de tiempo. Pero era precisamente aquella quietud, aquella calma, lo que causaba un desasosiego intenso a la muchacha, quien no poda olvidar las terribles premoniciones del coronel ruso. Un vehculo oficial vino en su busca, sacndola de la ciudad para conducirla, por la carretera del norte, hasta la gran base area situada en los alrededores de Mosc. Cuando lleg al inmenso aerdromo, le informaron que deba dirigirse a una dacha, situada cerca de la torre de control, debiendo esperar all a que la avisasen para subir al aparato que ya estaba preparado y perfectamente custodiado. La dacha, no muy grande, era confortable. Tatiana se instal en ella, preparando personalmente la comida con las abundantes provisiones que encontr en la alacena. No tena la ms pequea idea del momento escogido por la superioridad para el vuelo que deba emprender, pero no estaba ni impaciente ni inquieta. Su estado era completamente normal, y as despus de tomar una cena frugal, como siempre haca, se sent en la salita, sacando de su maletn un libro que la acompaaba por todas partes. Se trataba de los dos volmenes de Almas muertas. El libro de Gogol la fascinaba. Lo haba ledo cien veces, pero nunca se cansaba de volver a leerlo, y haba pasajes, pginas enteras, que hubiera sido capaz de repetir de memoria. Muchas veces, en la Universidad Poltica de Mosc, haba discutido con profesores y condiscpulos, de que haba encontrado en el libro de Gogol premisas ms fuertes sobre la explotacin del hombre por el hombre que en los sesudos trabajos de Marx y de Engels. El pensamiento marciano haba afirmado con aquel brillo que sus ojos adquiran cuando se dejaba llevar por la pasin es exacto, matemtico, fro como el resultado de una diseccin, pero me impresiona ms lo que Gogol dice cuando habla de aquel canalla que recibe el patrimonio de siervos ya fallecidos... es como si la explotacin se prolongara ms all de la muerte... Se haban redo de sus palabras. En el ambiente materialista de la Universidad, donde las concepciones eran analizadas con absoluta frialdad, las curiosas ideas de Tatiana Borisova sonaban a viejos argumentos de una burguesa romntica. Pero ella, siempre con los ojos relucientes, mirndoles a la cara, se enfrentaba con las tesis encuadradas en el camino rgido de la ms exacta dialctica. Podis rer cuanto queris les deca, pero yo lo siento as... y creo que llegar un da, cuando la ciencia gentica progrese de veras, en que podremos comprobar que hay en los genes de la clase obrera, en potencia, fuerzas negativas que han permitido una explotacin milenaria casi sin protesta... El timbre de la puerta la sobresalt. Dej el libro y cerrando los bordes de la bata de lana que llevaba puesta, sin nada debajo, fue a abrir. El hombre que estaba ante ella, cuando abri la puerta, era alto, delgado, con un rostro huesudo, ojos prominentes, saltones, inyectados en sangre. La camarada Borisova? inquiri el hombre con voz netamente pastosa. S. Yo soy Mihail Alexandrovitch Sorenko... tu jefe... sabes que eres preciosa? Ella retrocedi, dejando que entrase. Pero fue Sorenko quien cerr la puerta, con el pie, sin dejar de mirarla con sus ojos saltones. El aliento del hombre apestaba a vodka.

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VI Los camiones se detuvieron en la pequea plaza del poblado. Hacia media maana, cuando todo el mundo trabajaba en el campo, un pastor llamado Dremonik, cuyo ganado pastaba en lo alto de una de las vecinas colinas, abandon las ovejas, confindolas al cuidado de los perros, para correr a avisar a sus paisanos de que un grupo de camiones militares avanzaba por el valle, camino de Zopriekez. Percatndose de la importancia de aquella visita, y sin olvidar lo que el capitn yugoslavo le haba, dicho, el alcalde reuni al concejo, preparndose a toda velocidad para acoger a los militares como siempre se haba hecho, a la usanza eslava, con la sencilla ofrenda del pan y la sal. Pero sabiendo que esta visita no era como las otras, puesto que los soldados que llegaban eran seguramente extranjeros, Dranik envi mensajeros a todos los campos, ordenando que los labriegos regresaran al pueblo, vistiesen sus trajes domingueros, as como las mujeres y los nios, apresurndose a engalanar las calles, colgando ropas vistosas de las ventanas. Reunido en la alcalda, Dranik expuso con mesura unas sencillas instrucciones que haba meditado mucho desde la llegada de aquel harapiento capitn. No debemos olvidar que la nica cosa que nos interesa verdaderamente es que nos dejen trabajar en paz. Tenemos pendientes las cosechas, muy buenas si el tiempo no cambia... y nada ni nadie debe impedir que logremos lo que deseamos cada ao... No creo que sea slo eso lo que nos interesa... Dranik se volvi hacia el segundo alcalde, Semoz, lanzndole una mirada aviesa. Qu otra cosa puede interesarnos? Veamos... Tenemos la ocasin de conseguir muchas ventajas. Todo depende de la actitud que adoptemos con esos extranjeros... Ellos desearn saber muchas cosas, y no creo que ninguno de sus tcnicos conozca la regin como cualquiera de nosotros... Qu quieres decir con eso? Voy a explicarme... No podemos, no debemos dejar pasar una ocasin tan estupenda como la que se nos va a presentar... Nuestro pueblo es muy importante, lo ha sido siempre, pero los militares de Belgrado no tuvieron nunca que preocuparse por lo que poda pasar en estas montaas. Ahora s? Desde luego. Todos los rojos del pas van a esconderse en esas montaas, para convertirse en bandidos, atacar a los convoyes y hacer saltar las vas... de la misma manera que destrozarn las cosechas o volarn las acequias... Ests delirando! grit Dranik. Todo eso no son ms que fantasas... ningn yugoslavo se atrever a hacer dao a quien sabe muy bien que no se mete en nada... No los conoces, Dranik gru el segundo alcalde. Son peores que demonios, gentuza sin fe y sin nada... bandidos que se encontrarn en el maquis como si nunca lo hubiera dejado. Te repito que todo eso son cuentos... adems, nadie nos ha atacado an... te creer cuando ocurra. Cuando sea demasiado tarde. No digas ms tonteras, Semoz... y preparemos el recibimiento. Nos mostraremos amables y serviciales... pero sin rebajarnos. Hemos de preservar nuestro orgullo. Y si te piden que colabores con ellos? En qu clase de colaboracin, Semoz? En la que sea... imagina que desean que les informes sobre los rincones donde pueden esconderse los partisanos. Qu hars entonces? Dranik pase una mirada inquisitiva sobre los otros miembros del concejo. No les gust su expresin, el miedo que pudo leer en sus ojos que dejaron de mirarle, como si tuviesen miedo de que pudiera ver lo que haba en ellos. Pero tena que contestar a Semoz. No cambi en absoluto el sentido que, desde que la oy, iba a dar a la taimada pregunta, pero si lo hizo con plena conviccin de expresar sus sentimientos, se percat de que ya no contaba con el apoyo de los dems.
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Si me pidieran esa clase de colaboracin dijo hablando muy despacio, me negara rotundamente a drsela. Semoz hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Eso era precisamente lo que deseaba saber. Tatiana retrocedi unos pasos ms, pero su gesto no estaba dictado por ninguna clase de temor. Obraba movida por la repugnancia que le causaba recibir en pleno rostro el aliento del comisario que apestaba a alcohol. Balancendose, pero no con exageracin, Sorenko se dirigi hacia el gran sof que haba junto a la inmensa chimenea de la dacha. No saba que estabas tan cojonudamente hecha, camarada... cuando me hablaron de una mujer con experiencia, que haba vivido largo tiempo en los Balcanes... de veras que pens que tendra que vivir en compaa de una vieja que ya est haciendo sus oposiciones para convertirse en mamuska. Se sent en el sof, con las piernas entreabiertas, alzando hacia la joven una mirada fija, con ojos estriados por retorcidas venillas. Pero nada de eso... huevos! Ests de miedo, por lo menos lo que se ve... que es poco... Se llev la mano a la cabeza, quitndose la gorra que dej caer a sus pies. Maldita sea! Esos cabrones me han tenido en la Escuela Poltica durante estos ltimos tres meses, sin dejar que asomase las narices fuera... Mejor es que me hubiesen castrado! Tres meses sin echar un polvo... te das cuenta, camarada? Tatiana permaneca inmvil, como una estatua. No pensaba en nada, aunque le disgust un instante comprobar que el hombre a cuyas rdenes le haban puesto era aquella piltrafa medio echada en el sof. Menos mal que la suerte no me ha vuelto la espalda! Contigo a mi lado, tengo garantizado el placer... Movi la cabeza de un lado para otro. Eres muy bonita, Tatiana Borisova... pero yo no soy de los que se conforman con una cara agradable... a m, me hace falta carne... carne dura y joven, dulce al tacto... un buen par de cachas donde agarrarse en el momento sublime... y unas tetas duras que sienta uno pegadas al pecho... Dej escapar una risita breve. Y yo estoy seguro de que t tienes de todo eso... y muy bien puesto... No me hagas sufrir ms, camarada! Deja que te vea tal como eres... Las manos de la rusa desataron el suave nudo del cordn de la bata. Luego, con gestos grciles, dej que la prenda se deslizase desde sus hombros hasta que form, en el suelo, alrededor de sus pies, un crculo sedoso. Mierda! exclam el comisario abriendo los ojos como platos. Vaya cuerpo! Se incorpor, con visible dificultad, quedndose en pie, junto al sof, con expresin de indecible arrobo. Mierda! repiti mientras un hilo de baba penda de su barbilla huesuda. Qu pechos! Qu vientre! Qu muslos! Empez a andar, despacio, con los brazos extendidos, la cabeza cmicamente inclinada hacia un lado, como si estuviera midiendo mentalmente la escultura viva que tena ante l. Mierda! volvi a decir por tercera vez. Y esa guaira de Sonia que me ha sacado un montn de regalos con su cuerpo asqueroso... Eruct, detenindose un momento para seguir avanzando despus. Me voy a hinchar... contigo, camarada... Imagnate! Tres meses en esa jodida escuela... y slo me he tirado a la bruja de Sonia... tengo cuerda para rato, preciosa... Estaba ya muy cerca de ella, babeando ms que nunca, con los ojos desorbitados, no sabiendo qu lugar del cuerpo de la muchacha mirar. Ests de miedo... ven, dame una mano... vers que estoy en forma... desde luego, vas a ir servida... Casi la rozaba ya.
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Tatiana no haba cambiado de expresin. Sus ojos no se haban separado un solo instante del rostro abotargado del hombre, pero ahora descendieron un poco, hasta clavarse en la entrepierna abultada. Entonces, su cuerpo entr en accin. El pie derecho sali lanzado con la velocidad de una saeta. No fue, sin embargo, con los dedos con los que golpe los testculos de Mihail, sino con la planta y parte del taln. Sorenko sali despedido hacia atrs como si acabara de chocar contra un tanque. Mucho antes de llevarse las manos a sus partes, lanz un alarido que se repiti en mil ecos en el interior de la dacha. Se inclin luego, girando alrededor de s mismo, sin dejar de lloriquear, hasta que abri la boca y dej escapar por ella largos filamentos babosos de bilis. Inclinndose, Tatiana cogi la bata y la enroll de nuevo, yendo hacia el ruso al que empuj con suavidad hacia el sof. Ven, camarada comisario... voy a ayudarte. Te har un poco de t para que tu estmago deje de molestarte... y te pondr unos paos calientes en los testculos... si no lo hacernos aprisa, se hincharn y te harn sufrir... Cuando los primeros disparos llegaron hasta la colina, en la primera noche que sigui a la presencia de las fuerzas militares en el poblado, Ranko frunci el ceo. Comprendi que los acontecimientos se precipitaban, aunque se dijo que deba esperar una noche ms. Le dola interiormente pensar en lo que poda haber ocurrido en Zopriekez, y de ello deduca lo que bien poda estar sucediendo en todas las ciudades del pas y en muchsimos de sus pueblos. Era el precio que se tena que pagar. No haban cambiado mucho las cosas en el curso del tiempo. La llegada de invasores extranjeros produca los mismos desmanes que en los tiempos de las legiones de Roma o de las mesnadas de los caballeros medievales. El hombre es un lobo para el hombre. Siempre haba sido as, y lo seguira siendo. De nada serva que los pueblos clamasen con estpido orgullo el haber adquirido una cultura superior. En el caso de los alemanes, su clebre Kultur. Otros disparos volvieron a sonar. Pronto sabra lo ocurrido. No tema acercarse al pueblo, a pesar de la presencia de los soldados. Adems, un hombre solo podra escurrirse con cierta facilidad entre las casas de la aldea. Deseaba saber. Porque estaba seguro de que, adems de la sangre y las lgrimas que se haban vertido en Zopriekez, tambin haba nacido, sin ninguna duda, la semilla del odio. Y era de odio de lo que deba hacerse el futuro partisano, el miembro del poderoso ejrcito de la sombra que Ranko Biziak deseaba formar. Scheisse! exclam Merderberg. Te das cuenta, teniente? No nos han dejado hacer casi nada... Es cierto sonri Skoda. Y nos quejbamos de esos nios litris croatas! Son buenos, muy buenos... me he dado cuenta de ello y tengo que aceptarlo... No han perdido el tiempo. Nada ms llegar, han formado a todo el mundo... y... Se ech a rer, recordando con absoluta precisin la escena de la llegada de la tropa al pueblo. Debiaz y Zino, los dos hijos de Aliano Kovajic, parecan haber salido del mismo molde. Eran altos, fuertes, con la misma expresin brutal en sus rostros. En cuanto descendieron del Volkswagen, Zino se volvi hacia el primer camin, el que transportaba el grupo de soldados croatas. Abajo!

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Los hombres descendieron del vehculo como un torrente de ruidos metlicos, formando inmediatamente detrs de los oficiales, con las armas preparadas, casi todos ellos llevando subfusiles Schmeisser que los alemanes les haban proporcionado. Detrs, los otros camiones dejaron su carga humana, una compaa de SS que form en segunda lnea, mientras que los ocupantes del otro Volkswagen, oficiales y suboficiales, se adelantaban para contemplar lo que los croatas se ponan a hacer. Debiaz, que era el primognito tena dos aos ms que su hermano, se adelant unos pasos, mirando a la gente agolpada en la plaza. Delante de la corporacin municipal en pleno, dos jvenes, ataviadas con los trajes regionales serbios, sostenan sendas bandejas de plata. En una haba el pan recin sacado del horno, en la otra un plato de plata con un puado de sal. Sin hacer caso de las dos muchachas, Debiaz se dirigi a los miembros del ayuntamiento y, a travs de ellos, a todos los habitantes de Zopriekez. Son una pandilla de bandidos! grit. Una sucia piara de cerdos! Porque son servios, como vosotros, los soldados que han traicionado al pas y que han insultado a nuestros amigos, los alemanes... Sus ojos chispearon de clera. Ningn croata ha faltado a la palabra dada por el prncipe Pablo... ni el primer ministro. Porque deseamos que nuestro pas se coloque al lado de la verdadera Europa, frente al bolchevismo rojo, a los judos, a los masones y a los plutcratas occidentales... Ech una mirada de desdn a las dos muchachas. De nada van a serviros vuestras hipcritas ofrendas... y ahora vas a ver lo que hacemos nosotros, los croatas, con esa mierda... Se volvi, considerando a los hombres formados detrs de su hermano. Sonri cuando apercibi al sargento Vremoz, una especie de gigantesco gorila en cuyas manos el subfusil alemn pareca un juguete. Ven aqu, Vremoz! El gorila avanz, movindose como un oso. Meda casi dos metros de altura y posea una cabeza tan diminuta como la de un microcfalo. Aqu. Vremoz se detuvo. Vosotras dos! Venid! Las dos jvenes, visiblemente asustadas, se adelantaron hasta detenerse junto a los dos hombres. Debiaz les arranc de las manos la bandeja, primero a una, luego a otra, arrojndolas lejos. En cueros! Ellas le miraron, horrorizadas, temblando de pies a cabeza. He dicho que os desnudis! En pelota viva! Una mujer de mediana edad sali disparada del grupo de vecinos. Corra como una loca, lanzando pequeos gritos agudos. Es mi hija! No le hagis nada a mi Verisa! Es una nia... acaba de cumplir catorce aos... La orden sali de la boca del croata como un trallazo. Matad a esa bruja! Uno de los soldados apret el gatillo. La corta rfaga seg la vida de la mujer que se detuvo bruscamente, cayendo luego de bruces. Madre! Intent Verisa correr hacia la mujer, pero la manaza de Vremoz estaba ya sobre su hombro. La otra mano se pos sobre el cuello del vestido. Un simple tirn y la ropa se abri como la cscara de una naranja. Dos senos pequeos, incipientes pero tremendamente atractivos surgieron de entre la ropa desgarrada. La otra muchacha, aterrada, se estaba desnudando con movimientos secos, nerviosos, el sobresalto pintado en su plido rostro.

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Desde detrs de los croatas, los dos SS miraban, sin dar crdito a sus ojos, la indescriptible escena. Saben lo que se hacen, verdad, capitn? inquiri Skoda. Desde luego que s. Parecen de los nuestros, pero cllate. Esto se pone interesante. Las dos muchachas estaban ya completamente desnudas. Verisa, que lloraba la muerte de su madre, estaba de rodillas, con su joven cuerpo doblado y sacudido por los sollozos. Puedes empezar, Vremoz! orden Debiaz. Fllate a la que quieras! El gorila lanz una risita breve. Deban molestarle los lloriqueos, ya que escogi a la otra muchacha, empujndola sin delicadeza hasta tumbarla en el suelo. Luego se ech sobre ella, apoyndose con una manaza en el suelo mientras que con la otra se desabrochaba rpidamente el pantaln. Canallas! Uno de los miembros del ayuntamiento, el concejal Sanovic, se haba adelantado valientemente para insultar a los agresores. Debiaz le mir con los ojos cargados de clera. No! intervino su hermano que no haba despegado los labios hasta entonces. No le hagas matar... djamelo a m... Como quieras... detenedlo! Dos croatas se abalanzaron, sujetando con fuerza al concejal Sanovic, al que hubieron de golpear salvajemente para reducirle. Mientras tanto, Vremoz copulaba ante los aterrorizados habitantes de la aldea, con la primera de las muchachas. Avanzando lentamente, la pequea unidad SS mandada por el Oberturmfhrer Dreimer se mova en la noche, acercndose con toda clase de precauciones a la zona en que deba de actuar. Antes de abandonar el cuartel, situado en una localidad al norte de la zona de accin de los partisanos de Tito, el Standartenfhrer Ingo von Krger haba explicado detalladamente a Dreimer la tremenda importancia de aquella misin que aparentemente no la tena: No puedo dijo, mintiendo, ya que tampoco l conoca los detalles del informe secreto que haba llegado horas antes de Berln ampliarme ms, teniente. Pero quiero que se meta en la cabeza que la accin que va a llevar a cabo debe limitarse estrictamente a demostrar a los partisanos que vigilamos en todas partes. No se trata de un golpe de mano, mi coronel? inquiri el oficial. S y no fue la respuesta ambigua de Von Krger. Lo que intento decirle es que una vez que haya tropezado con los guerrilleros, debe limitarse a atacarles, pero en modo alguno a penetrar en el terreno ocupado por ellos. Y si procediesen a retirarse? No lo harn, pero si lo hicieran, debe usted limitarse a mantener el fuego de las armas automticas, replegndose inmediatamente en buen orden. El bueno del teniente Dreimer estaba haciendo verdaderos esfuerzos por captar las sibilinas intenciones de su superior. Desde que estaba en Yugoslavia, haca ya un largo ao, combatiendo con todas sus fuerzas a los partisanos, aqulla era la primera vez en que le ordenaban que obrase con los guantes puestos, casi con delicadeza. Ahora, avanzando a la cabeza de su seccin, el Oberturmfhrer Dreimer recordaba con una cierta amargura las veces en que tras un audaz golpe de mano haba podido saciar la rabia producida por las bajas sufridas, colgando de las ramas de los rboles vecinos a unos cuantos guerrilleros o dejando que sus hombres se divirtieran con las mujeres capturadas en cualquier poblado del pas. Que me quemen si les entiendo gru por ensima vez, dirigindose al hombre que jams se separaba de su lado, el Unterscharfhrer Letermann. Es posible que se trate de una aagaza, teniente. A lo mejor, debemos simular un golpe en esta parte del pas, mientras que otras unidades atacan de veras ms all.

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No digas tonteras replic el oficial con una cierta clera en la voz. Ninguna unidad del sector ha recibido orden de abandonar los cuarteles. Dio unos pasos ms, mientras mova pensativamente la cabeza de un lado para otro. No dijo con la seguridad de no equivocarse. Esto es muy raro, Letermann. Cree usted acaso que los de arriba estn maniobrando para convencer a Tito de que debe dejar de atacarnos? Todo es posible en este puetero mundo. Aunque si hubiera alguien que despus de todos los sacrificios que hemos hecho aqu, de todos los hombres que hemos perdido, tuvieran los santos huevos de pactar con ese hijo de puta, sera para abandonar todo esto y escapar a cualquier parte. Tena sobradas razones el Oberturmfhrer Dreimer de mostrarse furioso. Haca menos de un ao, su hermano menor, ostentando tambin el grado de oficial de las SS, haba sido capturado por un grupo partisano, procedente de una unidad independiente que haba estado hasta haca poco al mando de un tal Ranko Biziak. Cada vez que recordaba a aquel hombre, Dreimer se estremeca de clera. Ms de una vez, haba solicitado permiso a sus superiores para que le confiaran la misin de buscar y aniquilar a aquel hombre, no slo porque fuera responsable de la muerte de su hermano, sino porque haba sido el ms cruel en las represalias aplicadas a los SS que tenan la desgracia de caer en manos de los guerrilleros rojos. Habiendo trabajado en los servicios de informacin de las SS durante algunos meses, Dreimer posea datos curiosos sobre la vida y milagros de aquel yugoslavo que haba escapado siempre a cuantas trampas le tendieron las tropas ocupantes o sus colaboradores, los croatas. Para el teniente Dreimer, Ranko Biziak se haba convertido en una verdadera obsesin. Y a pesar de que le haban denegado, una y otra vez, el permiso solicitado para cazar al guerrillero, no perda la ocasin y esperaba pacientemente su hora, como si estuviera plenamente convencido de que tarde o temprano conseguira su propsito. La proximidad de la zona ocupada por los guerrilleros aument las precauciones de la columna, y poco antes de llegar a una regin boscosa, Dreimer se volvi hacia el suboficial. Ha llegado el momento de enviar la patrulla de exploracin, sargento. En seguida, seor. Momentos despus, cinco hombres al mando del Rottenfhrer Meismer se destacaban de la columna, adentrndose por entre los rboles, donde se desplegaron en abanico para proseguir su avance cauteloso. Algunas nubes, que haban ocultado miles de estrellas que parpadeaban en el firmamento, desfilaron velozmente, empujadas por el viento del Este, procedente directamente de la regin serbia, en la que se formaban con frecuencia las depresiones atmosfricas que luego se extendan por toda Yugoslavia. Los hombres de la patrulla SS, acostumbrados a moverse en la sombra, podan competir con los partisanos tras los aos de lucha que les haban enfrentado. Marchando en punta, avanzando el primero, con todos los sentidos al acecho, el Rottenfhrer Meismer percibi, gracias a un sexto sentido adquirido en la lucha contra los guerrilleros, la presencia de una formacin enemiga que serva de cobertura, con toda seguridad, a unidades de mayor importancia. El soldado Alois, que avanzaba a su lado, llevando el fusil ametrallador, tuvo que detenerse con brusquedad, chocando casi con su superior. No hagas ruido, animal gru el cabo en voz baja. Los tenemos ah delante. El otro le mir intensamente, en la oscuridad, donde los rostros de ambos hombres no eran ms que manchas claras, apenas visibles en la negrura que se extenda bajo los rboles. Puedo hacerle una pregunta, cabo? Las que quieras, pero habla en voz baja. El soldado hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Es cierto que no vamos a atacarles? Quin te ha dicho eso?
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Una amplia sonrisa se dibuj en el rostro del Sturmann. Radio macuto no ha dejado nunca de funcionar, mi cabo. Muy gracioso! repuso el Rottenfhrer con una mueca. Si en vez de cotillear como asquerosas viejas, cumplieseis mejor con vuestro deber, no habra quejas del jefe de compaa. Yo me he limitado a escuchar dijo el soldado, amoscado. Lanzando un suspiro, el cabo repuso tras una corta pausa. Es verdad, Fritz. Una verdad como un templo. Por primera vez, desde que estamos en este puetero pas, vamos a jugar a los soldados con esos hijos de zorra de partisanos. Tiraremos unos tiritos y despus, como buenos chicos, nos iremos a casa a descansar. No lo entiendo. Ni puetera falta que te hace. Y ahora, por favor, qudate aqu y apunta con ese cacharro, por si tuvieras que cubrirnos. Voy a hacer un pequeo reconocimiento para informar al teniente de la clase de gentuza que tenemos enfrente. Ech a andar, pero pronto se tir al suelo, caminando a gatas primero para terminar arrastrndose hasta llegar a la linde del bosque. Perfectamente inmvil, con el rostro pegado al suelo, prest un odo atento a todo lo que pudiera llegar hasta l. Y cuando una voz humana le alcanz finalmente, torci el gesto, bizque y se pregunt si estaba soando o padeca de alucinaciones. A unos treinta metros del lugar donde se ocultaba el alemn, algunas siluetas se movan con cautela, y el germano pudo deducir que estaban vigilando precisamente la linde del bosque en la que los SS se haban escondido. Todava sin convencerse plenamente de lo que el aire haba llevado hasta l, prosigui su avance, arrastrndose, jugndose el todo por el todo, movido por una curiosidad que le haca olvidar la ms elemental cautela. Finalmente, ya casi encima de los partisanos, se peg al suelo, dispuesto a comprobar si lo que haba escuchado era verdad. No comprendi las palabras que llegaron hasta l, pero sus dudas se borraron por completo, al comprobar que las voces que oa eran de mujer. Retrocedi, maldiciendo en voz baja, como si la presencia de partisanas disminuyera en algo su propio valor, su propia hombra. Momentos despus, comunicaba al oficial lo que haba descubierto. Ranko lleg a la conclusin de que haba esperado lo suficiente. Cuando la noche se hizo y la oscuridad le prest la ayuda suficiente para moverse sin ser apercibido, abandon la gruta, dirigindose cuesta abajo hacia el camino secundario que desembocaba directamente en Zopriekez. Llegado a los lmites de las primeras casas, se mantuvo vigilante durante un largo rato, observando en una ocasin el paso de una patrulla armada que recorra la calle principal de la aldea. Cuando los soldados desaparecieron en el otro extremo de la calle, el yugoslavo se movi como una sombra, rozando las paredes de las casas, dirigindose directamente a la del alcalde, que saba situada en las proximidades del ayuntamiento, donde fue recibido en la visita que haba hecho al pueblo. Mientras avanzaba por la calle, le pareci sentir en el ambiente esa especial opresin que parece dominar las ciudades sometidas por la crueldad y el miedo. Imaginaba fcilmente que en cien lugares como aquel, ciudades, pueblos y aldeas de Yugoslavia, deba respirarse en aquellos instantes la misma tensin implacable, el mismo miedo concentrado, el terror que se pegaba a la piel hasta cubrirla por entero con un sudor fro y pegajoso. Los nazis eran verdaderos especialistas en el cultivo de aquel terror, ya que haban conseguido desmembrar la naturaleza humana, descuartizar mentalmente a la gente de tal modo que convertan a las criaturas en pingajos, arrancndoles de cuajo las parcelas de su propia personalidad.

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Mientras segua avanzando, record a sus amigos del regimiento y, muy especialmente, a Milan Lazarevic, preguntndose qu suerte habra corrido su camarada, desde el momento en que abandon la prisin de Belgrado, en un estado de preocupante euforia. Pas ante el ayuntamiento, de cuyo balcn central penda ahora un doble mstil con las banderas alemana y croata. Un poco ms all, la puerta de la casa del alcalde, cerrada a piedra y lodo como las dems, ofreca un aspecto siniestro, con las luces apagadas, como si la vida hubiera cesado de latir en el interior del edificio. Conociendo la distribucin general de los edificios serbios, Ranko no cometi el error de llamar a la puerta principal, avanzando un poco ms hasta encontrar el callejn que le condujo a la parte posterior del edificio, formada por un pequeo patio, circundado por una tapia no demasiado alta. Fue un juego de nios para l pasar al otro lado, aunque se detuvo largos minutos en el patio, con todos los sentidos al acecho, hasta convencerse de que estaba completamente solo. Cuando, minutos ms tarde, golpeaba con cuidado el cristal de la puerta trasera, su corazn lata descompasadamente, ya que no poda estar seguro de que la casa del alcalde, el hombre ms importante de la aldea, no hubiera sido ocupada por algn oficial enemigo. Esper pacientemente, hacindose a un lado cuando vio, a travs del cristal, el reflejo de una luz que se mova, engrandecindose por momentos, hasta que reflej por entero la superficie de la puerta. Quin es? Identific sin dificultad la voz de Dranik, exhalando un suspiro de alivio. Un amigo. Desde el otro lado de la puerta, la voz del alcalde lleg de nuevo hasta l. Un momento. Apartaron la luz, evitando as que el reflejo proyectara la sombra de la silueta de Ranko sobre las losas del patio. Sabia precaucin, pens el soldado. Momentos ms tarde, la puerta se abra y Biziak vio ante l la silueta del alcalde. Era evidente que el hombre no le vea bien, ya que se adelant un tanto, intentando sin duda adaptar su visin a la oscuridad que reinaba en el patio. Soy el capitn Biziak dijo Ranko. Hubo un corto silencio, y hasta le pareci a Ranko que la silueta que tena enfrente, recortada en el claroscuro de la lmpara que haba sido colocada lejos de la puerta, se produca una especie de estremecimiento. Como si Dranik acabase de percibir la presencia de un aparecido. Pase, capitn. Ranko penetr en la amplia cocina, pudiendo entonces ver claramente al hombre, al que encontr envejecido, cansado, con los ojos abotargados y una expresin de tristeza infinita en los ojos. El alcalde cerr cuidadosamente la puerta, dirigindose luego hacia el lugar donde haba quedado la vela. Pasemos dentro, por favor. Ranko le sigui, recorriendo un largo pasillo de altas paredes, que desembocaba en un comedor amueblado con el viejo estilo serbio, los muebles macizos, de color intensamente negros, sobre los que se vean porcelanas procedentes de la regin meridional de Yugoslavia. Sintese. Quiere tomar algo? Ranko estuvo a punto de decir que no, pero haciendo un gesto de asentimiento con la cabeza: S, con mucho gusto. El otro fue a uno de los macizos aparadores, sacando una botella de aguardiente y dos vasos. Vino a sentarse luego frente al militar, sirviendo cuidadosamente el alcohol, hasta que el lquido alcanz el borde del cristal. Dejando la botella sobre la mesa, sin apenas alzar la cabeza, Dranik movi convulsivamente los labios, articulando luego: Tena usted razn.
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Ranko no dijo nada. Alarg la mano, tomando el vaso y llevndoselo a los labios. Tom un pequeo sorbo del lquido ardiente, sintiendo irradiar una oleada de agradable calorcillo a travs del cuerpo. Son unos criminales sigui diciendo el alcalde. Unos malditos hijos de perra. Nunca imagin que obraran de este modo. Ranko pos el vaso ante l, mirando luego con cierta curiosidad a su interlocutor. Han sido los croatas, verdad? El otro hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Al principio, s. Violaron y maltrataron con un sadismo inconcebible. Los alemanes se mantenan al margen, como tranquilos espectadores. Despus intervinieron, imitando a los croatas y superndoles en ocasiones. Supongo que los habitantes del pueblo estarn aterrorizados. Supone bien, capitn. Pero, al mismo tiempo, hay muchos hombres, como yo, que estn dispuestos a vengar las afrentas que sus familias han sufrido. Volviendo a coger el vaso, Ranko sorbi un nuevo trago, dicindose con cierta amargura que su razonamiento haba sido perfecto. No le gustaba, sin embargo, aquella manera matemtica y lgica en la que estaba acostumbrado a ver desencadenarse las cosas, pero la realidad proporcionaba siempre la satisfaccin de tener razn, y eso era lo que contaba al final de todo. Haba predicho exactamente lo que iba a ocurrir. No haca falta ser un lince para comprender qu clase de reacciones se produciran en cuanto los croatas y los nazis actuaran. Era, sencillamente, como los trminos de una igualdad, como el resultado de un axioma que, como tal, no necesitaba demostracin. No pudo, sin embargo, dejar de expresar sus verdaderos sentimientos. Saba lo que iba a ocurrir, amigo Dranik. Tambin yo. Esta vez le toc el turno al militar de expresar su no fingida sorpresa. Cmo? inquiri. Si usted prevea lo que iba a ocurrir, por qu no me hizo caso? Porque no estaba seguro de nada. Por un lado, comprend en cuanto usted abri la boca que estaba diciendo la verdad. Quizs era mi deseo el que quera que las cosas no ocurrieran como han pasado. Y ahora? Los ojos del alcalde lanzaron una breve luz. Ahora dijo con un esbozo de sonrisa, usted ha ganado, capitn. Un centenar de hombres del pueblo est dispuesto a seguirle... donde sea. Ranko tuvo que hacer un esfuerzo para disimular la alegra que las palabras del alcalde acababan de proporcionarle. Todo eso est muy bien dijo, pero no se puede formar un grupo armado contando nicamente con el entusiasmo o el deseo de venganza de unos hombres. Necesitamos armas. Las tendr. Ranko enarc el ceo. De dnde va a sacarlas? La verdad dijo el alcalde, sonriendo de nuevo, es que estaba esperando su visita. As se lo comuniqu a los dems. Y un grupo de jvenes est esperando para apoderarse de un depsito de armas que los croatas han establecido en el viejo molino. Desconozco la cantidad y la clase que hay all, pero creo que podrn servirnos para empezar. Eso es formidable. No podemos quedarnos aqu, aunque sepamos que nuestras familias vayan a pagar cara nuestra desercin. Nada nos importa ya. Hemos sido ultrajados, pisoteados como malditas bestias... y slo deseamos vengarnos, demostrar a esos cerdos que no somos las inmundas bestias por quienes nos han tomado.

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Volando muy alto, el bimotor sovitico horadaba la noche, dejando en su pos el rumor rtmico de sus motores. Una gran tensin reinaba entre los tripulantes y los pasajeros, ya que momentos antes de que el aparato abandonase el aerdromo de Mosc, la radio haba comunicado que importantes tropas alemanas, rumanas, hngaras y blgaras, as como contingentes italianos, haban atravesado en la madrugada del da anterior las fronteras occidentales de la Unin Sovitica. Era el 22 de junio de 1941. Ocupando su asiento en el interior del aparato, entre las cajas que seran lanzadas en paracadas, junto con los dos ocupantes de la carlinga, Tatiana Borisova pensaba tristemente en las profticas palabras que el coronel Brachenko haba pronunciado. Le dola sinceramente abandonar su patria en aquellos momentos de peligro, y hubiera preferido mil veces quedarse en Mosc, formando parte de las unidades femeninas que, sin duda, saldran con los hombres a combatir al enemigo fascista. Pero el sentido profundo del deber que la rusa haba adquirido a lo largo de su joven existencia, termin por acallar los injustos reproches que se estaba dirigiendo, pensando que dentro de la estrategia general de la que el coronel le haba hablado, su misin en Yugoslavia poda tener una importancia definitiva. Ni una sola vez, en el tiempo que llevaban volando, dirigi Tatiana una mirada al hombre sentado al otro lado del pasillo, rodeado tambin por cajas y paquetes que deberan ser lanzados, como ellos, en paracadas. Personalmente, Tatiana haba relegado al olvido la dolorosa escena que se produjo en la dacha, cuando el comisario Sorenko, completamente borracho, intent poseerla. Haban bastado aquellos pocos minutos de terrible tensin para que la joven rusa juzgase, de un solo golpe, al hombre a cuyas rdenes la haban colocado. Ahora, ms interesada en pensar en la terrible tragedia que el ataque nazi a la Unin Sovitica iba a producir, permaneca en su asiento, como si hubiera estado completamente sola, sin haberse parado an a pensar cul sera su actitud hacia Mihail Sorenko, una vez se encontraran en tierra yugoslava. Aquella tierra yugoslava que ella conoca tan bien. Entornando los ojos, le pareci volver a estar en las luminosas aldeas, a orillas del Adritico, en aquel Montenegro que recordaba un poco la costa italiana, al otro lado del mar. Y las montaas boscosas de la Bosnia-Herzegovina, y el terreno abrupto de Serbia, y la tierra de los croatas poblada por aquellos sucios aprendices de la Raza de Seores. Un pas que haba aprendido a amar y en el que pronto tendra la oportunidad de llevar a cabo un trabajo importante.

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SEGUNDA PARTE LA LLEGADA


Tito no se convertir jams en un problema. Pienso que el peligro de un estado comunista prosovitico en Yugoslavia no es cosa que debamos temer. Antes que otra cosa, Josif Broz es un nacionalista y un hombre poltico. Ha conocido lo bastante a los hombres del Kremlin para saber que despus de la guerra una guerra que la URSS ha sufrido duramente en su propia carne no puede esperar una ayuda positiva que colabore a la recuperacin de una zona tan empobrecida como la de los Balcanes. Tito se dispone a jugar la carta de un comunismo sui gneris, dejando la puerta abierta a los occidentales. Esta actitud aleja en el futuro la posibilidad de un peligro de bolchevizacin en el vientre blando de Europa. Extracto de un informe secreto dirigido por los Servicios especiales al Premier britnico, Winston Churchill.

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I Con los ojos entornados, Bruce A. Cole, sentado en uno de los ltimos asientos del pasillo especialmente adaptado para aquel vuelo de la fortaleza volante, luchaba desesperadamente para vencer la modorra que, de forma insidiosa, se estaba apoderando de l. Durante la primera parte del viaje, tras haberse dedicado a la detallada observacin de los miembros de la misin, sentados todos ellos en la parte delantera del aparato, Bruce haba conversado largo tiempo con su compaero de los servicios de informacin britnica. Pero, ms cansado que l o con menor voluntad, Robert McDonald haba terminado por dormirse, inclinado el mentn sobre el pecho, respirando con cierta fuerza que se traduca, de vez en cuando, en sonoros ronquidos. Desperezndose, Robert consigui abrir de nuevo los ojos, echando mano a su paquete de Camel, encendiendo un cigarrillo con el deseo de mantenerse despierto. Desde donde estaba, poda ver los respaldos de los sillones ocupados por los miembros de la misin, a su derecha los norteamericanos y a su izquierda los britnicos. En la ltima fila, teniendo la cabeza inclinada, seguramente dormitando como los dems, poda ver los cabellos dorados de la nica mujer del grupo, de aquella miss Wanda E. Farrington, que formaba parte de la misin inglesa. Era una mujer alta, esbelta, dotada de una belleza exuberante y de un cuerpo armonioso, que enfundaba de forma magistral el uniforme de auxiliar femenina de la RAF, que llevaba. En el momento de subir a bordo y mientras junto a McDonald vigilaba estrechamente los alrededores del campo, Robert haba podido comprobar las ardientes miradas que algunos de los miembros de las misiones haban lanzado a la muchacha. El espritu observador del norteamericano le hizo fijarse en que uno solo de los varones que formaban los dos grupos, americano y britnico, haba desdeado por completo la silueta grcil de la mujer, mientras sta suba, moviendo sus esplndidas caderas, la larga escalera de abordaje. Aquel hombre, de cabello canoso, con una frente prominente y amplia como la de un sabio, era Aaron Bronstein, jefe econmico de un servicio especial del departamento de Estado de los Estados de Unidos, una inteligencia preclara y un hombre astuto, segn haba odo decir Cole. No era de extraar que aquel hombre hiciera caso omiso de la belleza de miss Farrington. Robert posea informes concretos de Bronstein, al que saba exclusivamente dedicado a los asuntos de su Departamento, teniendo a su cuidado, con otros muchos colaboradores, el empleo de los miles de millones de dlares que se estaban gastando en la guerra. Es completamente normal que el To Sam haya colocado junto a su caja fuerte a un judo pens jocosamente el americano. Tambin posea informes concretos sobre todos los dems miembros de la misin, del mismo modo que McDonald le haba mostrado los expedientes de los miembros britnicos. No crea Cole que por aquel lado se presentara dificultad alguna. Ignoraba por completo el camino que el aparato haba recorrido, aunque le extraaba sobremanera de que tanto la caza enemiga como la DCA no hubiesen dado muestra alguna de su presencia durante el recorrido. McDonald, que haba hecho algunos viajes como observador en el curso de los bombardeos llevados a cabo contra las instalaciones petrolferas rumanas, le habl, en las largas horas en que estuvieron juntos, de la densa defensa germana que se opona a aquella clase de incursiones. Est claro pens, buscando una explicacin a sus dudas que se han montado una serie de acciones areas, destinadas a alejar la atencin nazi del itinerario que sigue esta Fortaleza Volante... Entonces, por qu diablos se senta intranquilo? Todos los dems pasajeros dorman. l tambin lo haba intentado, pero sin conseguirlo, y aquel sueo que hua ante l era como una prueba patente de que su instinto estaba avisndole de que algo no marchaba demasiado bien. Acab su cigarrillo, encendiendo automticamente otro. Estaba nervioso.
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Por eso, cuando vio que la puerta que comunicaba la carlinga con la cabina se abra, lanz un suspiro de alivio, pensando que podra conversar con alguien alejando de su mente los turbios presentimientos que, muy a su pesar, iban introducindose en l. Reconoci al copiloto, quien, despus de lanzar una mirada a los pasajeros adormecidos, se dirigi directamente hacia l. Bruce A. Cole, verdad? S. Hay un mensaje para usted. Un mensaje para m? El copiloto asinti con la cabeza, sacando de uno de los bolsillos un papel doblado que entreg al americano. Acabamos de recibirlo. Directamente de nuestra central en Londres. Viene en clave. De acuerdo. No se preocupe, muchas gracias. El aviador salud, volviendo a dirigirse, a travs del largo pasillo formado por los asientos, a la cabina. Cole esper hasta que la puerta de la cabina se cerrara. Luego, desdobl cuidadosamente el papel, empezando a leerlo con lentitud. El mensaje estaba concebido as:
La nia sabe ya la msica. No puedo decir an que conoce toda la letra. Felicitaciones. Tu cuado que no te olvida, Linberg

Concentrndose en el mensaje, Bruce empez a descifrar su verdadero contenido. La nia sabe ya la msica. Aquello quera decir que los nazis posean informacin sobre la misin que el grupo aliado estaba llevando a cabo en Yugoslavia. No puedo decir an que conoce toda la letra. El comunicante ignoraba si las autoridades nazis conocan con detalle el objetivo y los miembros de la misin. Felicitaciones. La advertencia era clara, ya que aquella palabra significaba atencin. En cuanto a la firma, la antefirma, al sealar el parentesco de cuado quera decir que se trataba del jefe de la red aliada en Alemania, un hombre de toda confianza, al que Bruce A. Cole conoca desde haca mucho tiempo, en el curso de las misiones que haba llevado a cabo en Holanda, Francia y Alemania, sometidas bajo la bota nazi. La firma final, a la que deba quitarse la g, era de sencilla transcripcin, ya que bastaba alterar el orden de las slabas para encontrar la procedencia del mensaje: BERLN. Con el mensaje en la mano, el americano permaneci unos instantes con la mirada vaca, perdida en el infinito, mientras que su frente se plisaba intensamente. Nunca haba credo que, a pesar de las medidas tomadas para mantener secreta la misin, se consiguiera lograr que los astutos agentes nazis no sospecharan lo que se tramaba en Inglaterra. Antes de salir de suelo britnico, Cole haba esperado la respuesta a los numerosos mensajes que envi, transmitindolos en clave, a los agentes que l mismo haba instalado en territorio ocupado. La respuesta, la nica, aunque no llegaba demasiado tarde, le coga de sorpresa.. Intent imaginar lo que los alemanes habran preparado como respuesta a la misin. Cole conoca de memoria las tcticas seguidas por los servicios secretos alemanes, los que podan dividirse en dos partes importantes: Los dirigidos por el almirante Canaris, que seguan la vieja
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tctica de todos los servicios secretos que se haban desarrollado durante la Primera Guerra Mundial, y los dependientes del siniestro Himmler, cuya astucia alcanzaba lmites insospechados. Cole estaba seguro de que no se trataba de estos ltimos, preguntndose con una cierta ansiedad qu medidas se habran tomado en Berln para hacer fracasar la importante misin aliada cuyas medidas de seguridad dependan, en un cincuenta por ciento, de su persona. A su lado, el agente britnico dorma tan profundamente como los dems ocupantes del avin. Cole pens con tristeza que los disgustos iban a empezar en cuanto los miembros de la misin se encontraran en territorio yugoslavo. Cuando Ranko, tras visitar al alcalde de Zopriekez, se reuni con los jvenes del pueblo, que se haban concentrado en el viejo molino, sinti por vez primera el orgullo de pertenecer a un pueblo de hombres a los que no era fcil domear. Todos los jvenes manifestaban idntico entusiasmo, obligando al capitn yugoslavo a reclamar insistentemente silencio, antes de dirigirles la primera alocucin oficial: Estoy orgulloso de vosotros dijo. Cuando vine aqu, hace unos das, no dudaba que vuestra reaccin, ante las bestialidades cometidas por los croatas, diera como resultado esta concentracin de patriotas, dispuestos a luchar hasta la muerte contra los invasores y sus lacayos. Lo que est ocurriendo aqu, en estos instantes, podis estar seguros de que se repite en decenas y hasta en cientos de pueblos de nuestra amada Yugoslavia. Hombres jvenes como vosotros, que se han percatado de la bestialidad nazi, aunque ya lo sospechaban, estn dispuestos a luchar sin descanso hasta que el enemigo haya sido expulsado del pas y que los colaboracionistas croatas hayan dejado de existir. Observando a los jvenes, comprob que todos ellos estaban armados con viejas escopetas, del mismo tipo que la que l haba recibido de manos de Dranik. No son dijo despus estas armas las ms convenientes para luchar contra un enemigo tan poderoso como los alemanes. Pero llegar la ocasin en que podamos apoderarnos de armamento moderno y poseamos suficiente para acabar con los fascistas. Eso podemos empezar a hacerlo ahora mismo. Sorprendido, Biziak mir al joven que haba hablado, adelantando un paso de la masa que formaban sus compaeros. Con una sonrisa en los labios, el capitn yugoslavo dijo: Me gustara que repitieses lo que acabas de decir, muchacho.. Con mucho gusto. He dicho que podramos procurarnos armas ahora mismo. Puedes decir de dnde las sacaras? Quitndoselas a los croatas. Hubo risas en el grupo de jvenes y Ranko tuvo que alzar ambas manos para reclamar un poco de silencio. Est bien, muchacho. No hay que rerse de quien propone una idea, por descabellada que sea. Volvi a fijar su atencin en el que haba hablado. Cmo te llamas? Mirolic, Janos. Perfecto, Janos. Quieres explicarte cmo podramos procurarnos esas armas? S. Los croatas han puesto un almacn de municiones en la vieja lechera de Lopokiec. Han utilizado los establos, que como sabis estn vacos. Ests seguro de que hay armas en ese lugar? Completamente seguro, capitn. Puede usted preguntrselo a algunos de esos que, como yo, tuvieron que cargar las cajas de fusiles y municin para colocarlas en el establo. Muy interesante. Pero hay algo ms importante. Sabe alguien qu clase de vigilancia se ha establecido en ese lugar? Otro de los jvenes, situado en primera fila, alz el brazo derecho. Yo. Cmo te llamas? Lazik.
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Te escuchamos. Yo he formado parte del equipo que tuvo que cargar con las cajas, y os aseguro que no fue nada divertido... Esos cabrones de croatas nos daban patadas en el trasero para hacernos ir ms aprisa... Algunas risas brotaron de las ltimas filas. Despus de que hubimos colocado las cajas, tras haber limpiado los establos, nos obligaron a barrer la entrada. Yo acab bastante tarde, cuando un sargento croata, el mismo que viol a las chicas, vino a establecer el turno de guardia... Slo dos soldados armados con subfusiles. Ests seguro? Completamente, capitn. Hay algn sitio cercano donde se hayan alojado los croatas? No. Todos esos canallas han buscado alojamiento en las casas particulares de la parte alta del pueblo, junto a los vecinos que han tenido que acoger a los alemanes. Eso quiere decir que la lechera se encuentra en un lugar aislado, no es as? As es. Hay la iglesia, despus el almacn de granos, luego el viejo edificio de la Cooperativa, la fuente... y la lechera. Ranko reflexion unos instantes. Creo que la idea de vuestro camarada es bastante buena. Pero esperaremos a que se haga de noche para dar el golpe. Not el brillo de entusiasmo que apareca en los ojos de los jvenes, congratulndose por anticipado del xito de la empresa, que les permitira, con armas modernas y municin, empezar a organizar el ejrcito de partisanos con el que no haba dejado de soar un solo instante. Despegando del aerdromo de Mosc, el bimotor sovitico tom altura, orientndose hacia los Balcanes, lanzando en paracadas a las dos personas encargadas de la misin con la que el Kremlin deseaba coordinar los esfuerzos de la recin nacida Resistencia yugoslava. Sentado en su asiento, justo al otro lado del pasillo, Sorenko pareca enfrascado en el examen de los papeles que iba sacando lentamente de la gruesa cartera que haba apoyado en sus rodillas. Tatiana se haba cruzado con l, un corto instante, cuando ambos se dirigan hacia la escalerilla del avin. Ella no le haba dirigido una sola mirada, ni siquiera dndole las gracias cuando l se hizo a un lado para dejar que fuera ella la primera en subir por la escalerilla del aparato. No quera pensar en lo que ocurrira cuando llegasen a su destino, y aunque estaba dispuesta, tal y como le haban ordenado, a trabajar a sus rdenes, se convertira en una colaboracin fra, ausente, precisa y obediente... pero nada ms... Los hermanos Kovajic! La gente corra por las calles del pequeo pueblo serbio, con el terror pintado en el rostro. Se cerraban las puertas y ventanas, mientras que los corazones latan con la premura que pona en su marcha el miedo que retorca los cuerpos cubrindolos de sudores fros. Ya vienen! Se oa el ruido de los motores de los camiones. Poco despus los pesados vehculos alemanes se detenan en la plaza, y los hombres, siniestros y con los ojos brillantes, bajaban de ellos, con las armas en la mano. Los dos hermanos viajaban siempre en un Volkswagen todo terreno que era un obsequio de los SS. Ya estamos como siempre dijo Zino. Se esconden como ratas. Peor para ellos repuso el primognito. Haremos lo de costumbre. Eh? dijo Zino torciendo el gesto. Por qu lo de siempre, hermano? Porque no tenemos tiempo que perder. Nos han informado que esa gentuza ha ayudado a los rojos... vamos a quemar las casas y nos iremos tranquilamente... No se salvar ni uno... Yo quiero divertirme. Te he dicho que no tenemos tiempo.

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Zino se mordi los labios. Odiaba a su hermano, pero le tema al mismo tiempo. Cambi el tono de su voz. Slo una casa, Debiaz... una sola... Si alguna vez dejaras de pensar en las mujeres... Esta vez te equivocas. No tocar ni a una de esas guairas. Entonces... a qu llamas divertirte? Permite que abra una casa... y te lo mostrar. Es algo que he visto hacer a un SS... y quiero saber lo que se siente... Si no tardas mucho... Unos minutos solamente. Vale? Vale. Adelante, muchachos! La puerta cay derribada por los hombres. Zino entr el primero con la Schmeisser en la mano. Desde la calle se oyeron las speras rfagas. Luego, al cabo de un instante, el croata sali arrastrando a un nio de unos seis aos. No he encontrado ms que esto dijo con despecho. Termina de una vez le inst Debiaz. En seguida... Cogi al nio por los tobillos, con una sola mano, haciendo que el cuerpecillo se balancease, como si manejara una honda. Luego, bruscamente, hizo que la cabeza del nio chocase con la pared. El crneo estall como una manzana madura. Qu te ha parecido, hermano? Una lamentable prdida de tiempo... A ver, todos! Prended fuego a las casas!

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II Tatiana apret el paso. Bajo sus botas, la hierba ceda como los largos pelos de una alfombra persa. Sali de la zona central del dispositivo que haba adoptado su pequea unidad de mujeres, al norte del sector en cuyo centro iba a aterrizar la Fortaleza Volante. Durante unos instantes y mientras se acercaba a la lnea de centinelas, situados al norte, no lejos de la linde del bosque, la rusa pens en aquella comisin aliada cuyos objetivos perfectamente presumibles, no dejaban de irritarla. Ella comprenda, no obstante, los zigzags que la poltica debe tomar para alcanzar sus objetivos finales. La poltica. La haba estudiado durante aos enteros en la Escuela de Estudios Polticos de Mosc. Haba ledo con pasin los relatos de aquellos tortuosos pasos seguidos por los primeros bolcheviques, a partir del congreso de Londres, y las lneas maestras que Lenin haba dado a sus correligionarios. Dos pasos adelante y uno atrs... Quizs estuviera all la base de toda la poltica leninista, pero ella haba conocido otra poca, haba vivido en una Unin Sovitica que respiraba potencia por todas partes y que haba sido capaz, a pesar de todo, de detener a las fuerzas nazis. Desde junio de 1941, la guerra haba tenido muchos altibajos para los hombres que combatan por la libertad de la gran patria sovitica; pero, en contra de las cnicas afirmaciones de los reaccionarios de todos los pases, incluidos los que se decan aliados de Rusia, sta haba demostrado, con esfuerzo y sacrificio sin cuento, que era capaz de demostrar al mundo lo que ningn adversario del Reich haba conseguido hasta entonces: Terminar de una vez para todas con la idea de que la Wehrmacht era invencible! Primero, ante las puertas de Mosc, en tiempos difciles an cuando la superioridad alemana era patente. Luego, por si Hitler se atreva a decir que la derrota ante la capital sovitica no fue tal, sino la necesidad de uno de sus famosos repliegues estratgicos, vino Stalingrado. Stalingrado... All haba mordido el polvo, sin ninguna duda, la bestia fascista. Por primera vez en el mundo quiz con la sola excepcin de Madrid, las fuerzas fascistas haban sido derrotadas y los orgullosos generales alemanes hubieron de ceder ante el entusiasmo y la bravura del soldado sovitico. Ah yaca, exactamente, el resquemor que Tatiana Borisova senta al pensar en aquel avin americano. Ingleses y yanquis llegaban al cubil de Tito con los brazos abiertos, generosamente, al menos de forma aparente, dispuestos a proporcionarle todo lo que necesitaba para terminar aplastando al invasor y sus colaboradores croatas. Pero haba un precio... Y ese precio, que Tito debera pagar despus de la guerra, se traducira en un alejamiento, en una repugnante frmula revisionista que creara un foso ideolgico entre Belgrado y Mosc. Winston Churchill... La rusa escupi en el suelo. De rabia. Con repugnancia. Como si al pronunciar mentalmente el nombre del Premier ingls se le hubiera llenado la boca de estircol... El anticomunismo de Churchill era tan patente como antiguo. Ya inmediatamente despus de la Primera Guerra Mundial haba preconizado la necesidad urgente de terminar de una vez por todas con la joven Repblica Sovitica que se mova entre dificultades gigantescas, atacada por todas partes, tanto por las potencias extranjeras como por los traidores rusos llamados blancos. Churchill representaba la reaccin mundial, esa clase de hombres ensordecidos por su origen aristocrtico, que no pueden concebir que la gente de abajo se crea con derechos, con los derechos que ellos no les dieron jams. Y despus de la experiencia de 1919, cuando el mundo entero estuvo esperando ansiosamente que Alemania tomara el mismo camino que Rusia, lo que hubiera extendido el comunismo por toda
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Europa, cmo iban a tolerar Churchill y sus secuaces que al final de esta guerra se corriera el mismo peligro? Por eso estaba minando ya la solidez de los pueblos que se alzaban con la bandera roja en la mano. Estaba dispuesto a soportar que la estrella de cinco puntas brillara en la futura bandera de Yugoslavia, pero lejos de la influencia de Mosc, que tanto tema. Albin deba ser el centro del imperio ms poderoso del mundo, y para que tal equilibrio se mantuviera, era absolutamente necesario que el Mediterrneo siguiera siendo un lago britnico... Porque en el Mediterrneo se encuentra el Canal de Suez. Tatiana rechin los dientes. Hubo un tiempo, antes de llegar a esa dura tierra balcnica, que meci la ilusin de la pureza de sentimiento del pueblo americano. Se dio en seguida cuenta de su error, no porque el pueblo de los Estados Unidos sintiera simpata alguna hacia el fascismo internacional, sino porque haba sido educado en la idea de la supremaca de los Estados Unidos, basando todo el esfuerzo en la ganancia personal, en la idolatra de la propiedad privada, con ausencia de sentimientos comunitarios. Y si para Inglaterra una Yugoslavia pro occidental era una necesidad de pura estrategia imperialista, para los Estados Unidos representaba, sencillamente un mercado de influencia ms, un lugar en el que vender lo que fuera y como fuese. Eran muy listos los capitalistas. Y muy poderosos. Rusia acabara la guerra agotada, ya que el mayor esfuerzo haba recado sobre ella. Y los pueblos seguan dormidos... dormidos, ignorantes, sumisos, engaados... Porque para que despertaran y se alzasen, todos al tiempo, contra sus opresores milenarios, hubiera sido necesario que en cada uno de ellos hubiese existido un Lenin. Y eso, desdichadamente, era una quimera. Se detuvo Tatiana ante una de las centinelas, una muchacha llamada Janina. Me has llamado dijo. Por qu? Janina apret con fuerza el subfusil que sujetaban sus manos. Era alta, esbelta. Haba nacido en una pequea localidad serbia, y llevaba slo unos meses en las unidades de partisanos. La rusa adivin en la oscuridad casi completa el temblor que agitaba el cuerpo de la muchacha. Ests muy nerviosa le dijo con voz dulce. Qu te ocurre? Tard Janina unos instantes en contestar. Luego, con un gesto de la cabeza hacia la zona sombra del norte: Estn ah dijo con voz baja. Les he odo... por el lado del bosque... como si salieran de l... El cuerpo de la rusa se contrajo, y los msculos temblaron bajo la piel. Su mano fue a apoyarse instintivamente en la amplia culata del Muser que llevaba a la cintura, un arma que ella misma haba cogido del cuerpo de un SS al que haba matado en un combate en plena montaa. Ests segura? No lo s... Janina segua agitada por aquel incoercible temblor pero creo que no me he equivocado... Haba llegado a las fuerzas partisanas dos meses antes, en el momento en que las tropas de Tito se apoderaron de la pequea localidad de Bukierz. All se haba desencadenado un feroz combate, cuerpo a cuerpo, contra una fuerza nazi que no ceda ni un palmo de terreno. Los SS, que se saban rodeados, se defendieron como tigres, sabiendo por anticipado cul sera su suerte. Durante la ocupacin, haban matado, asesinado y torturado a numerosos habitantes. Todas las mujeres menores de treinta aos fueron violadas, entre ellas la propia Janina. Quiz pens Tatiana, ese temblor le haya quedado como reliquia de la triste experiencia que bas en las manos de aquellos bestias... Y en voz alta:
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Clmate. Janina... le dijo poniendo la mano en el hombro de la joven. Luego se volvi para mirar a la mancha negra que el bosque formaba en la cercana del lugar donde se encontraban. La rusa reflexion unos instantes. La llegada de un grupo nazi la preocupaba intensamente. Consideraba una mala suerte el que, precisamente la presencia enemiga se manifestase en el sector que haba sido confiado a su pequea unidad. La responsabilidad que iba a recaer sobre ella a causa de la nueva situacin le produca una intensa intranquilidad, ya que ignoraba la cuanta y fuerza de los germanos a los que Janina haba odo acercarse. Se decidi bruscamente. Llama a Debiana y a Eloiza dijo. Y no hagas ruido, sobre todo... aprisa! S. Al alejarse Janina, Tatiana sac el Muser, quit el seguro y empu el arma con mano decidida. Plantada frente a la mancha de sombra del bosque, donde la negrura alcanzaba una intensidad mayor, ella sinti que una sorda clera la invada, como cada vez que el enemigo la sorprenda. Pero en el fondo de aquella sensacin exista siempre, subyacente, el temor que le daba su propia naturaleza de mujer. Desde que haba llegado a Yugoslavia, hubo de luchar speramente contra la desigualdad irritante que, a pesar de las ideas polticas de los partisanos, segua estableciendo una diferencia absurda entre hombre y mujer. Comprenda la rusa que miles de aos de educacin eran muy difciles de desaparecer de la mente del hombre que segua considerndose superior. A pesar de todo, no dej de pelear un solo instante, y haba conseguido demostrar, ms de una vez, que las mujeres no slo se comportaban en la lucha en perfecta igualdad con los varones, sino que en ocasiones, debido a esos misteriosos mecanismos que las mujeres poseen, llegaban mucho ms all de donde un hombre hubiera llegado. Su grupo se cubri de gloria ms de una vez, aunque tambin conocieron las muchachas momentos amargos. En esta guerra de guerrillas, donde la piedad era una palabra desconocida, la lucha alcanzaba en ocasiones dimensiones de horror verdaderamente indescriptibles. Como en el caso de Alina Wasieska. En contra de lo que podra pensarse, y sobre todo de las voces que corran por las ciudades ocupadas por los alemanes, especialmente en boca de mujeres frustradas, la moral sexual de las partisanas fue siempre bastante estricta. Claro que de ellas se decan mil cosas, a cual ms desagradable y sucia: que si vivan con varios hombres o si satisfacan a todo un grupo. En los salones de la burguesa que no haba dudado un solo instante en ponerse al lado del ocupante, en los centros donde se reunan los lameculos rastreros, en las soires dadas a los jefes de la SS y en las reuniones de mujeres solas, se trataba a las partisanas como a las ms redomadas y viciosas de las prostitutas. No era cierto. La llama de entusiasmo que haba prendido en el corazn de los que se alzaban contra el adversario no haba acallado, afirmarlo sera sencillamente estpido, la voz de la carne. Pero la vida misma, las necesidades de un movimiento constante, muchas veces a travs de un territorio infestado de enemigos, dieron a las relaciones entre guerrilleros un carcter un tanto especial. El amor no poda borrarse de aquel grupo humano, como de ningn otro; pero, curiosamente, las relaciones cobraban en las ms de las veces un carcter puramente platnico. Se vea, en los momentos en que aquello era posible, a las parejas que paseaban de la mano o que, sentadas, intercambiaban caricias y besos sin ir nunca ms all de lo que los sentidos pudieran resistir.

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Aunque fue Tatiana quien estableci unas normas severas entre las mujeres a las que mandaba, lo hizo de forma humana, lgica, sencilla y clara: Sera idiota les explic prohibiros que os acostis con el hombre al que amis... o al que creis amar. No me meter jams en vuestros asuntos ntimos, pero lo que no tolerar, y lo hago para defenderos, es que vayis ms all de lo posible... Yo tambin soy mujer. Como vosotras, tengo los mismos deseos y proyecto una vida familiar. Pero s que ahora es imposible. Si deseamos equipararnos a los hombres, combatir a su lado, ser tan fuertes como ellos, no podemos permitirnos ciertos lujos. No quiero ni imaginar lo que sera el tener entre nosotras algunas camaradas embarazadas... Una mujer cuyo volumen aumenta, cuyas piernas se cansan, cuyos pies se hinchan... y cuyo vientre crece y crece... Os la imaginis subiendo cuestas, atravesando valles y puertos, luchando, corriendo, huyendo...? Guard unos instantes de silencio. No dijo despus, no podemos permitrnoslo de ninguna de las maneras... Porque, y de eso estoy tambin segura, si tal cosa ocurriera, no sera nicamente la interesada quien sufrira las consecuencias, sino todas nosotras. Por qu? Sencillamente, porque ninguna de nosotras se atrevera a abandonar a una mujer que espera un nio, porque estaramos pendientes de ella, porque la cuidaramos, la ayudaramos... y todo eso hara que olvidsemos nuestro deber de partisanas. Por eso quiero avisaros ahora... si una de nosotras comete el grave error de caer encinta... tendremos que dejarla en cualquier poblado, ya que llevarla con nosotras sera un crimen... para ella y para la unidad. Nadie se enter de que Alina estaba embarazada. Todo el mundo saba, eso s, que la muchacha estaba siendo cortejada por uno de los capitanes del grupo principal de Tito, un joven apuesto y valiente llamado Zebroz. Pero eran muchas las que mantenan relaciones con los que deseaban que fueran sus futuros esposos, los padres de sus hijos, una vez que la terrible pesadilla de la guerra concluyese... Tampoco not nadie el proceso que se desarrollaba en el hermoso cuerpo de Wasieska. Eran tiempos verdaderamente difciles. Dos divisiones de las SS intentaban terminar de una vez con los partisanos que se haban concentrado en la regin montaosa de Montenegro. Ocupando los pueblos de la regin, fusilando a todos los que encontraban con vida, moviendo los tanques y vehculos blindados por carreteras y caminos, ayudados por aviones de combate que ametrallaban y bombardeaban las columnas de guerrilleros, los germanos parecan estar dispuestos a aniquilar a sus enemigos. Se luchaba de noche, ya que de da era necesario ocultarse para evitar la accin mortfera de la Luftwaffe. Y la mayor parte del tiempo, tras un golpe por sorpresa asestado al adversario, era necesario huir, huir siempre, con la muerte atada a los talones. Alina, que ya se encontraba en el sexto mes de la gestacin, haba conseguido hasta entonces disimular su estado. Haba vendado su vientre, constrindole a aparecer casi tan liso como el de sus compaeras. Sufra como una loca, no slo de los dolores de la presin anormal ejercida sobre su vientre grvido, sino tambin por la fatiga, la ansiedad y el miedo que tena a que, debido a las medidas de disimulo que haba tomado, pudiera daar al nio. Pero segua combatiendo, sin quedarse atrs, cargada con un fusil ametrallador era una tiradora de primera categora, sin jams exhalar una queja, sin un suspiro, engaando por completo a las otras mujeres. Hasta que se descubri todo.

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Aquella noche, Tatiana confi a Alina la proteccin de la retirada, ya que la rusa se propona, siguiendo las rdenes recibidas del puesto de mando de Tito, caer por sorpresa sobre un grupo SS protegido por un Panzerphwagen, un coche blindado con ocho enormes ruedas. No creo explic la rusa a Alina que te vayamos a dar mucho trabajo. Si todo sale bien, no quedar un solo nazi con vida... y nadie nos seguir... Entiendo. Pero, por si acaso, instalas la ametralladora en ese altozano, y si cuando hayamos pasado ves a algunos SS, los envas al infierno y en paz. De acuerdo? De acuerdo. Tatiana mir fijamente a la muchacha. S? Te encuentro un poco rara... como congestionada... de veras que te encuentras bien? Perfectamente, camarada Borisova. Muy bien... ya sabes que no quiero que alguien caiga enfermo y siga luchando... Si necesitas ir al mdico, vas a verle y en paz... No, ya te he dicho que estoy bien. No se fue Tatiana muy convencida, pero la organizacin del golpe de mano y su ejecucin, aquella misma noche, le hizo olvidar por el momento cualquier otro asunto. El golpe de mano fue un xito, consiguiendo destruir el vehculo blindado, as como dejar en el terreno dos buenas docenas de SS. Un pelotn de croatas, cuya presencia ignoraba Tatiana, persigui a las atacantes, y Alina hubo de intervenir, barriendo al adversario con el fuego de su ametralladora. No hubo que lamentar ms que dos bajas entre las muchachas mandadas por la rusa, pero una bala perdida golpe en la sien a Alina, que cay sin sentido junto a las servidoras del arma automtica. Momentos ms tarde, mientras Tatiana dispona el consiguiente repliegue, buscando as escapar a la accin de la artillera y de la aviacin nazis que sin duda alguna iban a castigar duramente el sector, Debiana, una de sus lugartenientes, lleg al lugar donde la rusa se encontraba. Han herido a Alina... Tatiana se mordi los labios. Grave? No mucho... una herida en la sien... pero eso no es todo. Habla! Al curarla, las camilleras han tenido que quitarle una bufanda que llevaba alrededor del cuerpo... est embarazada... Maldita sea! De cunto? Unos seis meses... tiene un vientre enorme... no s cmo ha podido disimularlo... parece imposible... No podemos llevarla con nosotras... Maana tenemos que subir a la montaa ms alta del sistema... por caminos de cabra. Tampoco podemos dejarla aqu. No voy a abandonarla como a un perro gru la rusa, pero tampoco la expondr a algo malo haciendo que nos siga. Entonces? La rusa reflexion unos instantes. Hay una aldea por aqu, verdad? S. Dos kilmetros al norte... unas cuantas casas... se llama Vassiya... un lugar que ni siquiera viene en el mapa... Bien... escucha atentamente, camarada... Coge a cuatro enfermeras con una camilla... que se releven, que hagan lo que quieran... pero que se lleven a esa muchacha hasta la aldea... que digan a los campesinos que la oculten bien... que regresaremos por ella... entendido? Perfectamente.
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Y el combate prosigui. Cuando la situacin llegaba a ser verdaderamente desesperada, cuando los partisanos se encontraban casi rodeados, con el Adritico a su espalda, sin posibilidad alguna de escapatoria, Ranko Biziak intervino. Ranko, al que Tatiana haba visitado, haca tiempo, en nombre de Tito y los deseos de unidad de todas las fuerzas antifascistas del pas. Ranko que se decida por fin, que se lanzaba, con su famosa Divisin Fantasma a liberar a sus camaradas atrapados en un mortal cepo. Ranko, al que la rusa, a pesar de todo, no haba podido olvidar... Cayendo por la espalda de los SS, los hombres de Ranko no slo destrozaron las fuertes unidades germanas, sino que consiguieron abrir una brecha, estableciendo contacto con los sitiados. Muy a su pesar, y no sin dejar cientos de cadveres en la floresta, las tropas de la SS se vieron obligadas a replegarse rpidamente hacia el Norte. A partir de aquel momento, Ranko Biziak pas a formar parte del Gran Ejrcito Partisano mandado por el que ya llamaban mariscal Tito. Tatiana Borisova no haba olvidado a Alina. Apenas tuvo noticia de que los nazis se retiraban velozmente hacia el Norte, les sigui, con su grupo, pensando tambin en llegar a la pequea aldea a la que haba enviado a Alina. La encontr. Nada ms llegar a aquel pequeo grupo de casas, vio, con un estremecimiento, que todos los rboles estaban ocupados por los cuerpos de los campesinos que colgaban de las ramas, como extraos frutos... Los SS haban colgado a los hombres y a las mujeres. A los nios, siguiendo un procedimiento que ejercieron en todas partes, les haban estrellado la cabeza contra las paredes de las casas, cogindoles por los pies. Los pequeos cuerpos, con el crneo deshecho, yacan en la nica calle de la aldea. Tatiana, con el corazn helado, comprendi en seguida las pocas posibilidades que tena de encontrar a su camarada con vida. Lo que no poda imaginar era hasta dnde poda llegar la crueldad de los miembros de la Raza de Seores. La encontraron en una casa de la aldea, echada en una cama, espatarrada, muerta, con el vientre abierto desde el pubis al diafragma. Haban sacado al feto de la matriz, y sin cortar el cordn, lo haban dejado entre las piernas de la infortunada madre. Enterraron al nio con la madre. Enterraron a los campesinos, a los cuerpos de los nios con la cabeza destrozada. Luego, se fueron... El ruido de los pasos de las muchachas a las que haba mandado a buscar sacaron a Tatiana del triste mundo de los recuerdos, y la imagen de Alina se borr de su mente, entrando en contacto con la realidad que la rodeaba. Se dirigi a Janina. T vas a quedarte aqu le dijo. Vigila bien y ten el arma preparada por si tuvieras necesidad de cubrirnos la retirada. Bien. Vosotras, venid conmigo. Avanzaron en silencio, despacio, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante, el dedo rozando el gatillo de sus armas. Cuando hubieron recorrido una docena de metros, Tatiana se tendi en el suelo, imitada por las otras dos. Se arrastraron entonces, hasta alcanzar la linde del bosque.
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Tatiana saba que poda contar con sus compaeras. Acostumbradas a la lucha de guerrillas, se movan sin el menor ruido, como sombras, en los bosques intrincados de Bosnia hasta los valles torturados y pedregosos de Montenegro. Ningn soldado enemigo, por hbil que fuera, poda imitarlas. Desde el principio de esta cruel guerra, en la que jams existi ni frente ni retaguardia, en la que el terreno conquistado cambiaba de mano a veces en pocas horas, aquellas mujeres, jvenes en su inmensa mayora, haban recibido de los alemanes y de sus lacayos, los croatas, el nombre de vboras. Y merecan sobradamente aquel apodo! Prosiguieron arrastrndose durante un buen rato. Luego, bruscamente, Tatiana se qued inmvil, plant los codos en la tierra esponjosa y se llev al rostro sus gemelos de visin nocturna. Al principio, no vio ms que rboles, con sus troncos retorcidos como brazos torturados y cubiertos de nudosidades como feos tumores. Despus, de repente, percibi una serie de siluetas que se alzaban justamente ante ella, a una distancia de unos quince metros. Comprendi en seguida que los alemanes estaban avanzando en su direccin, pero como los haba visto incorporarse por eso fueron invisibles en los primeros instantes, lleg a la conclusin de que ellos tambin se haban arrastrado, sin duda para acercarse a las lneas de vigilancia de los centinelas partisanos. No le caba la menor duda de que los propsitos de los fascistas coincidan con los suyos propios: explorar las lneas del adversario para tenderle un cepo mortal. Por el momento, desech las ideas, ya que los germanos proseguan su marcha hacia el lugar donde las partisanas se ocultaban. La mano de la rusa apret con fuerza el Muser, pero sin experimentar temor alguno. No le preocupaba la posibilidad de un choque armado, ya que los otros, naturalmente sorprendidos, seran los que llevasen la peor parte... pero s que le inquietaban los resultados de la pelea, ya que si tenan que descubrirse, se ira al agua la posibilidad de montar una trampa. El primer nazi se detuvo a menos de dos metros del lugar en el que se encontraba la rusa. Si, como decs, se trata de mujeres... es una mala pata el que no podamos divertirnos un poco con ellas... Me parece una estupidez el que tengamos que limitarnos a asustarlas un poco... Lanz un suspiro. Desdichadamente, las rdenes que hemos recibido son sas, y no hay nada que hacer... Otro de los alemanes se adelant un poco, situndose justo ante la rusa. Abri la bragueta y rindose empez a orinar sobre la maleza. El chorro de orina cay sobre la cabeza de Tatiana.

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III Tatiana cerr los ojos. Y la boca. El fuerte olor a urea la envolvi por completo, y tuvo que apretar los dientes para no alzarse, como una furia, disparando locamente sobre aquel marrano... El hombre dej caer las ltimas gotas, se abroch la bragueta y retrocedi hacia los dems. Yo dijo me hubiera tirado gustosamente a una de esas tigresas... El que haba hablado antes lanz una risita cortante. Tendras que domarla antes, Hans... Son como fieras... Duras como la carne de los pulpos, que hay que golpear contra una piedra antes de comerla... No importa... un par de hostias bien dadas y suavizara a cualquiera de esas vboras... Sera capaz de arrancarte los cojones a mordiscos... No exageres! Conozco bien los procedimientos para hacer que una hembra se vuelva loca... pero, para qu huevos estamos perdiendo el tiempo hacindonos ilusiones? Es verdad. Nuestra misin es lanzar un ataque... y volver luego a casa... Eso es lo que ha ordenado el Haupsturmfhrer. Que lo compre quien le entienda! Se alejaron. Sacando un pauelo, con gesto rabioso, la rusa se sec el rostro, aunque el olor persista siempre. Hijo de zorra! dej escapar entre dientes. Esper hasta que los nazis desaparecieron, haciendo luego un gesto a las otras dos mujeres. Volvieron a arrastrarse, no incorporndose ms que cuando se hubieron alejado lo bastante de la linde del bosque. Lo he visto... y odo dijo Debiana. Ese puerco te ha meado encima! Ya me lavar. Eso es lo menos importante... por lo que han dicho, esos puercos lo saben todo... Yo no he entendido ni una sola palabra dijo Eloiza. Tampoco yo... t s que tienes suerte de hablar alemn, Tatiana... Dejemos eso... Como os estaba diciendo, los nazis estn informados de lo que va a pasar en la llanura. Saben lo del avin americano... No! S... y eso es lo que me da que pensar... si conocen la llegada de la delegacin aliada, por qu no han montado un ataque con todos los medios? Tienen divisiones suficientes como para haber rodeado todo el sector... Movi la cabeza de un lado para otro. Bueno, dejemos eso... estos tipos van a atacar de un momento a otro. Vamos a esperarles a pie firme, adoptando una formacin defensiva... por lo que he deducido, se trata de una pequea unidad sin la mayor importancia. Se mordi los labios. Bien a pesar suyo, lo que haba escuchado de los labios de los nazis la suma en un mundo de tremendas contradicciones. No poda explicarse qu motivos haban animado a los alemanes para que limitasen su accin a un simple golpe de mano. No pudo dar una respuesta lgica a la angustiosa pregunta que se estaba formulando. Debiana. S? Recuerdas el lugar donde se ha establecido Ranko con su grupo? S. En el centro de la llanura, justo en las cercanas del campo de aterrizaje. Eso es. Vas a correr y decirle que redoble las medidas de seguridad... explcale que los nazis saben lo que va a ocurrir... y que, sin embargo, se han limitado a enviar algunos soldados para lanzar un ataque sin mayor importancia... Lo has entendido? S. Entonces, a qu diablos ests esperando? La joven partisana ech a correr.

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Ranko haba recorrido un largo camino desde aquel da en que, junto a los primeros contingentes de su futura divisin, haba asaltado el depsito de armas de los croatas, matado a los vigilantes y capturado el primer material de guerra con el que le fue posible combatir al enemigo comn. Cuando, con el primer grupo de jvenes campesinos que le sigui desde el pueblecito de Zonriekez, alcanz la zona segura de las montaas, los reuni, habindoles con aquella sencillez y aquella lgica que era su mejor arma oratoria. Habis tenido la ocasin les dijo de asistir a una demostracin de lo que significa el fascismo. No creis que eso es poco... dentro de la desgracia, la oportunidad que la vida os ha dado es excelente... Si todos los hombres libres de la humanidad hubieran asistido al espectculo que vosotros habis visto, los nazis y sus aliados italianos y otros no estaran ahora donde se encuentran... Y tras una corta pausa... Todos os habis dado cuenta de que los alemanes no bromean. No es gente que llega a un sitio con la pretensin de convencer a los dems con bondad, con comprensin y con humanidad. Ninguna de esas tres virtudes estn contenidas en su salvaje ideologa. Es justamente lo contrario lo que esa ideologa lleva consigo. Su arma preferida es el terror. Como sus lacayos, los croatas, los alemanes saben perfectamente que sus ideas causan repugnancia en los hombres que aman la libertad. Es justamente por eso por lo que no pueden permitirse el lujo de perder tiempo. Como todos los Seores de la Guerra que les han precedido, se sirven de su potencia para aplastar el menor signo de revuelta, incluso antes de que haya nacido en la mente de los oprimidos. Se detuvo otro instante. Conociendo la fuerza, la potencia y los mtodos de vuestros enemigos, de los enemigos de la patria y de la libertad, podis imaginar fcilmente lo que va a ser la lucha que tenemos que desarrollar contra ellos, contra esos brbaros... No esperis la menor piedad de su parte! Para luchar contra los fascistas, tendremos que imitarlos, mostrndonos tan implacables, inhumanos y crueles como ellos... Mir lentamente los rostros de los jvenes que beban sus palabras. Que los que duden, los que sientan remordimientos, los que teman la violencia y la muerte... los que entre vosotros se sigan considerando como seres humanos... que todos los que piensen de esta manera... se preparen para dejarnos... En las unidades que me propongo formar no hay sitio para criaturas humanas, sino para bestias, bestias salvajes aptas para luchar contra otras bestias... Esboz una sonrisa. Ahora, amigos... pueden salir los que quieran, dejar el grupo y marcharse donde deseen... Los que se queden, ya saben lo que se espera de ellos... Ni uno solo se movi de su sitio. Fue de esta manera como Ranko form el primer ncleo de guerrilleros, antes de que Josif Broz, el famoso Tito, organizase, en ms amplia escala, la Resistencia yugoslava. A lo largo de los caminos utilizados por los convoyes alemanes, los hombres de Ranko desencadenaron una tal actividad que obligaron al enemigo a movilizar unidades blindadas especiales para escoltar sus convoyes. De la misma forma, el transporte por ferrocarril se volvi impreciso y peligroso. Trozos de va frrea saltaban por los aires, cortando el camino a las locomotoras que arrastraban largusimos trenes cargados de material, hombres y pertrechos. Siguiendo el procedimiento que ya haban empleado en otros pases ocupados, Francia especialmente, los alemanes obligaron a los campesinos a hacer guardia en las vas, sin ms armas que unos sencillos petardos que deban colocar en los rieles para avisar al jefe del convoy que llegaba...

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Ms de la mitad de aquellos vigilantes forzosos escaparon para unirse a los guerrilleros, engrosando especialmente la Divisin Fantasma de Ranko que era, en aquellos momentos, la ms famosa. El resto fue fusilado por los SS locos de clera, y los alemanes terminaron por no emplear para la vigilancia ms que a los que podan considerar como amigos: Los croatas. Ranko dio a sus hombres una perfecta organizacin militar. La experiencia le haba hecho aprender lo peligroso que puede ser el dejar que las ideas polticas interfieran los asuntos de una fuerza armada. Instituy los grados, exigiendo una disciplina de hierro, castigando con ejemplar severidad las faltas verdaderamente graves. Pensaba que una serie de victorias daran a los partisanos el sentido de su propia fuerza, el orgullo de su potencia ante un enemigo que haca temblar a Europa entera. No se equivoc. Al cabo de unos cuantos meses, estaba a la cabeza de una unidad que hubiera podido estar encuadrada, sin la menor dificultad, en cualquier ejrcito del mundo. Incluso en el nazi. Desde el principio, gracias a su habilidad y a la sincera fuerza que daba a sus palabras, obtuvo de sus hombres la promesa formal de que no llevasen con ellos a mujeres. No haba sitio para ellas en la Divisin Fantasma. Pero, profundo conocedor de los humanos, Ranko saba que hay cosas que no se pueden soslayar as como as. Por eso, precisamente, estableci una serie de permisos de 48 horas, dando la ocasin, por turnos, a que aquellos que lo deseasen fueran a pueblos y ciudades de la montaa, donde siempre podran hallar o bien a ver a sus propias mujeres o novias o en busca de un encuentro que calmase su deseo... No, no quera mujeres en su unidad. Y lo consigui. Por eso adopt aquella postura rgida y severa el da en que aquella mujer se present en su puesto de mando. Tras haber logrado escapar del Campo de Prisioneros en el que los alemanes vencedores le recluyeron, tras la estrepitosa derrota sufrida por el ejrcito yugoslavo. Milan Lazarevic, el viejo amigo de Ranko, huy a las montaas. Haba preferido enfrentarse, a la cabeza de sus hombres, a las Panzerdivisionen germanas, en una guerra que dur muy poco, lo suficiente no obstante para que Milan se percatara de la inutilidad del esfuerzo y del sacrificio. No tard mucho en conocer la existencia de la ya famosa Divisin Fantasma, as como el nombre de quien la mandaba. A partir de aquel instante, no se concedi descanso alguno y atravesando montaas y valles, consigui, medio agotado, ser conducido a presencia de su viejo amigo. Ranko le recibi con los brazos abiertos. Los mdicos de la divisin se encargaron inmediatamente de dar a aquel esqueleto un aspecto humano, convirtiendo luego al oficial en su ayudante de campo. No tard mucho Biziak en percatarse de que su amigo Milan haba aprendido la leccin, y que lamentaba sinceramente aquella testarudez suya, cuando al salir de prisin se neg a seguir a Ranko. Tenas toda la razn le confes un da. En cuanto llegamos al frente, si se poda llamar as a aquella casa de putas, me di cuenta de que ya estbamos vencidos... nuestros jefes nos haban vendido al enemigo. Nunca tuve la menor duda al respecto. Horrible! Un Estado Mayor que nos enviaba directamente al matadero... Nuestra divisin recibi la orden de colocarse en la frontera, atravesando para ello, por la fuerza, un largo y estrecho valle...
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Una risa aguda, dolorosa, escap de su garganta. Menudo valle! El Valle de los Muertos poda haberse llamado! Al amanecer, nos dimos cuenta de que los nazis haban ocupado las alturas... y la que se arm entonces... Casteis en la trampa. Y cmo! All se arm la de San Quintn... Disparaban sobre nosotros como si fusemos botellas en una feria... se cargaron a las dos terceras partes, antes de que nos disemos cuenta de lo que estaba pasando... Cerdos. La cosa se puso tan fea que tuve que decidir que izsemos la bandera blanca... cualquier cosa con tal de detener aquella carnicera... Hiciste bien. Pero me cost, te lo juro... En aquellos momentos, yo no odiaba a los alemanes... sino a los hijos de zorra de nuestros jefes que nos haban vendido de forma tan miserable... Ranko puso la mano en la espalda de su amigo. No pienses ms en ello, Milan... Todo eso se ha terminado, est acabado, muerto, enterrado, como toda la historia de Yugoslavia... Le sonri. Aqu no hay traidores... y tendrs ms de una ocasin de hacer que los fascistas te paguen, con creces, todos los malos ratos que te han hecho pasar. Tienes razn. Y fue aquella misma noche, mientras los dos amigos fumaban tranquilamente en el puesto de mando divisionario, que llegaron para anunciarles la presencia de una mujer que traa un mensaje especial, firmado por Josif Broz. Tito.

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IV La luz vacilante de las estrellas pareca copiarse en la superficie gris de las grandes alas de la Fortaleza Volante. Era como si hubiera un otro cielo bajo el aparato, pero aquellos reflejos que chocaban contra la parte inferior de las alas eran los que lanzaban las tranquilas aguas del Adritico, sobre el que pareca deslizarse majestuosamente el poderoso cuatrimotor. El vuelo era perfecto sobre el mar. Ningn vaco interrumpa la estabilidad absoluta del aparato, y los motores rugan en plena potencia mientras que las hlices, invisibles, captaban el reflejo de los lejanos astros. Crees que la actitud que mantenemos es la correcta? pregunt repentinamente el copiloto. De momento, s repuso el piloto. Subiremos a diez mil pies un poco ms tarde, antes de alcanzar la costa... para sobrevolar tranquilamente las montaas montenegrinas. Un viaje excelente, no? Maravilloso. Se dira que es un viaje comercial... con carga y pasajeros... justamente como los que har cuando esta maldita guerra termine... El otro hizo una mueca. No cuentes conmigo! Seguir volando? Estoy hasta la coronilla de hacerlo... No, nada de eso... Quiero sentir bajo mis pies la buena y slida tierra de Arkansas... una buena tierra que no se mueve jams... con una casa, un coche, una huerta... y un montn de mocosos a mi alrededor... El piloto se encogi de hombros. Me desilusionas, amigo dijo torciendo la boca. Me dan escalofros al pensar en los aviones de despus de la guerra... Imagnate! Segn lo que se dice, ya no habr motores como stos... y se podr dar la vuelta al mundo en unas horas... Que te aproveche! Cuanto ms aprisa vayas, ms difcil ser recoger lo que quede de ti... Lo que quiero decirte... Espera! El copiloto coloc el otro auricular en sus odos. No llevaba puesto ms que uno para poder as hablar con su compaero. Adems de ayudante de vuelo, la falta de personal le obligaba a encargarse de la radio que haba conectado directamente a sus auriculares. Qu pasa? Silencio! Me van a transmitir un mensaje... El piloto guard silencio, mirando a travs del amplio parabrisas la negrura estrellada de la noche. Ya est suspir el otro volviendo a quitarse el otro auricular. Para nosotros? El copiloto se ech a rer. A nadie le importamos un comino! No, es para el mismo de antes... para el americano... Su madre, qu to! Seguro que ha dejado a una gach en Inglaterra... y sta est deseando que regrese para calmarla... No lo creo... el mensaje est en clave... un verdadero cachondeo... quieres que te lo lea? Si quieres... No vas a entender ni una puetera palabra... Escucha... Haba anotado el mensaje en un cuaderno y lo acerc a sus ojos al tiempo que la sonrisa se acentuaba en su boca. Seguro que encontrar una piedra en los guisantes... Te das cuenta? No es divertido? No para que el que rompa un diente con la piedra... Es para mondarse... bueno, voy a drselo... Como quieras. Espera... hay algo ms... fjate bien en la segunda frase... Cuidado con no romperse un diente. Lo que yo estaba diciendo... S, parecan un par de frases divertidas, sin importancia, y ninguno de los dos aviadores poda adivinar el terrible sentido que aquellas palabras ocultaban.
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Seguramente hay un traidor en el grupo. Tenga cuidado para que la misin no acabe en catstrofe. Una mujer? S, camarada comandante dijo el partisano con una sonrisa. Una mujer... y muy hermosa... Ranko frunci el ceo. Puedo prescindir de tus consideraciones dijo con una voz un tanto seca. Te ha dicho lo que deseaba? Se ha limitado a decir que vena de parte de Tito. Tambin ha dicho que tena que hablar contigo de cosas importantes y lo ms aprisa posible... Nada ms? Nada ms... puedo decir algo? Desde luego, a menos que empieces con tus idioteces de antes... No, camarada... slo deseaba agregar que la mujer... es extranjera... No es una yugoslava? Seguro que no... sin embargo, habla nuestra lengua a la perfeccin... ha sido su aspecto, su cara... no s exactamente, pero jurara que se trata de una rusa. Una risita despectiva escap de los labios de Ranko. Lo nico que nos faltaba! dijo. Los tovaritchs. Qu te parece, Milan? Lazarevic se encogi de hombros. Qu quieres que te diga? Me parece algo lgico, despus de todo... Los ruskis no pueden olvidar que estamos aqu, y nuestra presencia les interesa... no? Cuanto ms fuertes seamos, ms divisiones alemanas tendrn que permanecer en Yugoslavia... y menos fuertes sern los ataques que los Ivanes tengan que resistir... Simple cuestin de estrategia... no te parece? Ranko hizo un gesto afirmativo con la cabeza. S, soy de tu opinin... pero lo que pienso es distinto... lo que no acepto es que el camarada Stalin se meta en lo que no le importa... que nos deje en paz... es todo lo que pido. Vas a tener serios disgustos si continas pensando as dijo Milan muy serio. No se puede ir contra la corriente, amigo mo. Que se vaya a hacer puetas! explot Biziak. Mi inters se concentra en Yugoslavia. Deseo, como todas las personas bien nacidas, que nuestro pobre pas vuelva a ser libre, que la gente pueda trabajar en paz... y que los cerdos de los propietarios desaparezcan para siempre... est claro? Como el agua sonri Milan. Aunque olvidas algunas cosas... la situacin geogrfica de nuestro pas que har que sean los rusos los primeros en llegar aqu... la influencia comunista dentro de la resistencia yugoslava. Eso tambin lo olvidas. No olvido nada dijo Ranko con voz vibrante, como no olvido todos los sudores que me ha costado formar esta unidad, la sangre de los hombres que se ha vertido... y en ninguna ocasin se ha acordado Stalin de que existamos... ni hemos recibido ayuda de nadie... Si tenemos armas y municiones, es porque hemos ido a arrancarlas de las manos de los SS. La fuerte diestra de Milan se pos en el hombro de su viejo amigo. Demasiado orgulloso para ser un hombre del pueblo... Lo soy acaso? No lo s... y a veces temo que no... pero lo seas o no, hay una mujer que te est esperando... y no debes comportarte con ella como un patn... De acuerdo... Se volvi hacia el partisano que haba permanecido en silencio, sonriendo mientras los dos amigos se enzarzaban en aquella polmica discusin: Hazla venir. A tus rdenes! El partisano sali.

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Milan, con una mirada llena de malicia, consider la expresin seria que enarbolaba ahora su amigo. Conoca lo suficiente a Biziak como para saber que no era un misgeno, pero, no obstante, haba una cierta prevencin en l hacia las mujeres. Cuidado, Ranko! lanz con una cierta sorna. T has sido siempre especialmente sensible a la belleza... Me importa un bledo que sea la mismsima Venus de Milo! Pero no te equivoques, Milan... no soy un marica... ni mucho menos... Yo no he dicho eso. Lo s. Me gustan las mujeres tanto como a ti... pero mientras permanezcan alejadas de los asuntos de los hombres... entendido? Entendido. Llamaron justamente entonces a la puerta de la cabaa donde estaba instalado el puesto de mando divisionario. El rostro de Ranko se torn bruscamente sombro, y Milan, que le miraba de reojo, se sorprendi ante aquel cambio. Entre! La puerta se abri. La mujer que penetr en la minscula estancia dej sin aliento a Milan, tan grande era su belleza. Sin embargo, llevaba, puesto el uniforme de los partisanos: un pantaln que se perda en las altas botas negras, una camisa caqui y una cazadora de cuero con el cuello de piel sedosa. Tambin era de piel el gorro que era incapaz de contener la abundante cabellera rubia que caa en cascada sobre sus hombros. Tena los ojos de color verde esmeralda, con tonos que daban esa luminosa impresin de aguas claras y profundas, en las que puede verse, sin embargo, el fondo donde se mueven los peces entre piedras irisadas. Ranko Biziak? pregunt con una voz deliciosamente dulce. S, soy yo. Me llamo Tatiana Borisova... y vengo del puesto de mando del camarada Tito. Sea usted bienvenida dijo Ranko con una nota de burla en la voz, pero... sintese! Quiere tomar algo? Niet! Ella lanz la negativa rusa con una voz spera, lo que hizo pensar a Milan que la muchacha haba notado el tono burln de la voz de Ranko. No quiero hacerle perder su precioso tiempo dijo ella con el mismo tono de voz un tanto seco. Ser breve... El camarada Tito deseara hablar con usted... con el objeto de preparar una tctica de unidad entre los movimientos de resistencia del pas... Ranko le lanz una mirada divertida. Mosc estara encantado, verdad? Ella no pestae siquiera. An siendo un objetivo de primera importancia para el Kremlin dijo, la unidad de las fuerzas antifascistas, en cualquier pas, representa la sola posibilidad de obtener una victoria total sobre el enemigo comn... Una victoria comunista... rectific Biziak. Una victoria del pueblo! replic ella con una nota de clera apenas contenida en la voz. La forma de gobierno que se adopte despus de la guerra... es una cosa que cada pueblo elegir en completa libertad... Ranko encogi sus poderosos hombros, mientras que la sonrisa se ampliaba en sus labios. No podremos elegir libremente, camarada dijo hablando muy despacio, con un poderoso ejrcito rojo en casa... Ser vuestro propio ejrcito! No el mo, camarada... Si hay algo que yo estimo de veras en esta unidad, es que la poltica no ha jugado nunca un papel determinativo en nuestras filas... eso nos ha permitido acoger a gente
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procedente de distintas nacionalidades y credos... nosotros nos limitamos a combatir por la libertad de nuestro pas... Tambin dicen hacerlo los chetniks de Mijalovic sonri ella. Ranko sinti que la clera explotaba en l. Los chetniks son fascistas! rugi como si acabara de escuchar una tremenda blasfemia. Si ha venido a convencernos, no ser insultndonos que conseguir atraernos hacia Tito. Se percat la rusa de que haba ido demasiado lejos. Su expresin perdi gran parte de la dureza que en ella se lea, al tiempo que una sonrisa encantadora entreabra sus labios. Perdone, camarada... S muy bien lo que hacis por el pueblo yugoslavo... pero la existencia de un gran nmero de grupos de resistencia hace el juego a los nazis... divide y vencers... Ranko afirm con la cabeza. No tengo que perdonar nada, puesto que no hay nada grave en lo que ha dicho antes... lo que ocurre es que el escuchar solamente el nombre de esos perros de Mijalovic... me pone fuera de m... Lo comprendo. Tambin es razonable lo que ha dicho de la existencia de muchos grupos de guerrilleros... yo estoy de acuerdo con usted, camarada Borisova... Se pas la mano por la frente. Pero no puedo decidir solo... He de consultar con mis hombres, con todos... y si se muestran de acuerdo con la proposicin del camarada Tito, entonces volveremos a hablar... pero entonces sobre bases ms slidas. Le entiendo perfectamente, pero le ruego que no olvide que el tiempo pasa. No creo darle una desagradable sorpresa al anunciarle que las SS se preparan para desencadenar una ofensiva general contra los guerrilleros... contra todos... Ya lo saba, en efecto... Si nos unimos antes de que ataquen, se llevarn una desagradable sorpresa... Y tras una corta pausa: Cundo cree que podr volver aqu... a verle? Qu hermosa es... pens Ranko. Deliciosa e inteligente, adems... con mucha voluntad... es terriblemente atractiva... y debe ser formidable... cuando se proponga serlo... Y en voz alta: Dme dos das. Muy bien. Tendi una mano clida y suave a la vez, que Ranko estrecho no sin una cierta inquietud, como si en aquel momento se apoderase de l una tremenda premonicin... Milan estrech la mano de la rusa. Tatiana sali de la cabaa, dejando en el interior algo de indefinido que flotaba en el aire, como si siguiera estando all. Diabla! exclam sbitamente Lazarevic, rompiendo el pesado silencio que se haba hecho. Una mujer verdaderamente extraordinaria... y que sabe lo que quiere... S, es cierto. Qu te ha parecido su proposicin? No soy yo quien tiene que decidir. Pero te ha causado una buena impresin... no es verdad? Ranko agit la cabeza con fuerza. Te equivocas... si de lo que hablas es de ella. Esa mujer me ha dejado completamente fro. Milan no se ri. Pero su risa, inaudible, brot de la sombra donde el destino se retorca las tripas, el destino bromista y trgico a la vez, que saba perfectamente lo que iba a pasar. Deberamos haber cavado agujeros para la defensa dijo Eloiza a la que Tatiana haba acompaado cuando Debiana se fue con el mensaje.
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La rusa se encogi de hombros. No hemos venido aqu para combatir, camarada dijo. Nuestra misin se limita a proteger el terreno de aterrizaje. En cuanto el avin llegue y sus ocupantes bajen de l, volveremos a las montaas. Pero los nazis estn aqu... Tatiana se dijo que los alemanes no deberan encontrarse en aquella zona. Y era eso lo que ms le preocupaba. Seis pequeos grupos de partisanos recibieron la orden de desencadenar una serie de golpes de mano con el objeto de atraer la atencin del ocupante, evidentemente lejos de la zona en la que la comisin aliada iba a aterrizar. Estn enterados de algo... Pero... es imposible dijo la otra. Si supieran exactamente lo que se prepara aqu, estaran rodendonos con todas sus fuerzas... y sentiras temblar la tierra bajo las orugas de sus tanques... Tatiana no dijo nada. Tambin ella haba razonado de la misma manera que su compaera y llegado a idnticas conclusiones, y era precisamente ah que las cosas no le gustaban, en absoluto. Recordaba haber escuchado de los labios de uno de los alemanes del bosque que le hubiera gustado combatir de veras. Y les haban ordenado de atacar... medio en broma. Por qu? Demonios! dijo con voz colrica. Dara cualquier cosa por saber lo que los nazis tienen detrs de los cuernos... Haban llegado al lugar donde el grupo estaba reunido. Tatiana no perdi ms tiempo, echando a un lado las ideas que interiormente la torturaban. Se dirigi a las muchachas formadas ante ella: Hay una pequea unidad alemana en el bosque empez a decir. Van a intentar dar un golpe de mano dentro de poco... Vamos a adoptar la formacin en U, dejando que avancen lo que quieran... Dio una corta palmada seca. ... y ras!... cuando estn en el fondo del saco, los atacamos por ambos flancos. No ahorris municin... y si es posible, apuntad siempre a la cabeza. Se pas la lengua por los labios. Necesito, no obstante, un prisionero... un oficial si es posible... pero de eso vamos a ocuparnos Eloiza y yo... Vamos... Cada una a su puesto de combate!

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V Ranko oy a alguien que se acercaba. Instintivamente, su mano apret con fuerza la Schmeisser que llevaba. No obstante, aquel gesto no tena una significacin preventiva, ya que la persona que corra hacia l lo haca sin intencin de pasar desapercibida. Ello hizo que Ranko dedujera que se trataba de un enviado con algn mensaje. Fuera quien fuera, vena muy aprisa, y atraves velozmente la llanura, acercndose al yugoslavo. Cuando estuvo cerca, se percat que era una mujer. La muchacha respiraba con visible dificultad y tena los ojos brillantes. Le concedi unos instantes hasta que el ritmo de su respiracin se normaliz un tanto. Luego, con voz rpida, explic al hombre lo que Tatiana le haba dicho. El cerebro de Ranko se puso a trabajar intensamente. Puso la mano en el hombro de la muchacha. Puedes volver a tu unidad, pequea. Di a Tatiana que voy a tomar inmediatamente las medidas que se imponen. Gracias. Apenas haba echado la muchacha a correr Ranko la imit, siguiendo el eje central del valle, con los codos en los flancos, mordindose nerviosamente el labio inferior. No tard ms de ocho minutos en llegar al lugar donde se encontraba el grupo mandado por Lazarevic. Qu ocurre, Ranko? inquiri Milan con el ceo fruncido. Hay problemas, pero no creo que sean muy graves... Enva ahora mismo a dos secciones al sector de las chicas... Los SS estn en el bosque... una pequea unidad... pero quiero estar tranquilo. Bien. Voy ahora mismo... Mientras Milan organizaba los dos grupos, Ranko encendi un cigarrillo a la vez que paralelas arrugas se formaban en su frente. Ya est dijo Milan acercndose a l. Perfecto. Lazarevic le mir con intensidad. Oye, Ranko... cmo mierda se han enterado los fascistas de lo que hemos venido a hacer aqu? Misterio... repuso Biziak. En el fondo, deseo de todo corazn que esa unidad SS se encuentre en el bosque por puro azar... El otro hizo una mueca. Me tomas por un idiota de nacimiento, Ranko? Quieres que me la trague entera o que la corte en rodajas? SS perdidos en esta parte del pas? A otro perro con ese hueso! Yo no he dicho... Pero yo s... estamos en una regin donde nunca ha pasado nada, ni el ms pequeo combate... y es precisamente por eso por lo que la hemos escogido... Lo s. Entonces, por qu intentas tomarme el pelo? No es bueno engaarse a s mismo... y eso es lo que ests haciendo, camarada... Qu dices? Lo que oyes. No te reconozco Biziak... siempre fuiste un hombre que no dud nunca en coger al toro por los cuernos... Ranko se pas la mano por la frente. Vamos a enviar un mensaje a Tito. Tiene que saber lo que est pasando... Est bien aunque no creo que la cosa sea para tanto... si los fascistas hubiesen querido darnos un buen susto, no se hubieran limitado a enviar un puado de hombres... Es verdad. Tienen gente y medios suficientes para habernos echado encima un par de divisiones blindadas... Y por qu no lo han hecho?
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Dio una patada a una piedra. La ocasin no poda ser ms propicia, una ocasin verdaderamente nica... no que pensasen en echar la mano a Tito... eso es imposible... Afortunadamente. Pero podran haber capturado a los miembros de la comisin aliada... e imagnate el lo que se habra armado. Cada vez lo entiendo menos. Si saben lo que pasa aqu y dejan que los Aliados hablen con Tito, que establezcan las bases para una ayuda masiva... qu puetas tienen en la cabeza? No lo s... pero me da miedo pensarlo. El segundo mensaje le hel la sangre en las venas. Lo ley, una y otra vez, como si desease equivocarse, como si aquellas sencillas palabras fueran una simple alucinacin ptica cuyo error iba a descubrir de un momento a otro. Hurg en sus bolsillos hasta encontrar la lista de las personas de la comisin aliada. Pequeas gotas de sudor perlaban la frente de Bruce. Encontrarn sin duda una piedra en los guisantes... El agente americano en Berln no se hubiera atrevido jams a afirmar algo tan grave sin poseer pruebas que apoyasen su tesis. Y esas pruebas terribles, las haba extrado en los despachos de aquel siniestro edificio del nmero 8 de la Prinz Albrechtstrasse, donde estaban ubicados los servicios centrales de las SS y de la Gestapo. Y tambin, y eso era lo peor, el despacho central del servicio de seguridad del Reich, el temible Reichsicherheitshauptamt. Aquel servicio que estuvo en las manos del asesino Heydrich, muerto en Praga por patriotas checos y al que haba sucedido otra bestia nazi: Ernst Kaltenbrunner. Una de las ramas, quiz la ms importante de aquel servicio, trabajaba especialmente para dar caza a los agentes extranjeros en el territorio del Reich. El RSHA haba proporcionado ms de un disgusto a los hombres de Cole, especialmente a los que ste haba enviado a Alemania. Desde 1941, ms de veinte agentes americanos desaparecieron para siempre, y conociendo los procedimientos nazis, Cole temblaba pensando en las horribles torturas que aquellos hombres debieron sufrir antes de morir. Pero los alemanes no, se limitaban, lgicamente, a defender su pas de los agentes extranjeros. Como una inmensa tela de araa el servicio de espionaje germano se extenda por el mundo entero contando adems de los que fueron enviados por el Reich, los simpatizantes, los fascistas ocultos, justamente los ms peligrosos, ya que se encontraban en lugares claves, llevando un peligroso doble juego. By Jove! exclam Bruce cuando termin de leer la lista por ensima vez. Aquellos nombres no le revelaban nada. Por otra parte, tanto los miembros ingleses como americanos de la misin haban sido objeto de una investigacin exhaustiva y se haba ahondado en su pasado hasta su niez... Una piedra en los guisantes. Apret la hoja de papel entre sus fuertes dedos arrugndola, con rabia, como si ya tuviera entre los dedos el cuello de la persona de aquella lista que se haba convertido en un traidor. Los jefes de unidad penetraron en la cabaa del puesto de mando divisionario. Formaron un semicrculo alrededor de Ranko y de Milan, y se quedaron silenciosos esperando. Biziak pase una mirada por los rostros inexpresivos y serios. Haban transcurrido tres largas horas desde que los jefes recibieron la orden de consultar con sus hombres, buscando la respuesta a la proposicin hecha por Tito.
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Se haba discutido mucho en todas las unidades, y Ranko, en aquel momento, se estaba preguntando qu decisin habran tomado los hombres de aquella unidad que haba organizado con tanto cario. Y bien? se decidi finalmente a inquirir. Espero que me traigis la opinin general... pero como no tenemos tiempo que perder, vamos a ir directamente al asunto... Esboz una sonrisa. Veamos... que los que estn de acuerdo con nuestra unin a Tito levanten el brazo derecho. Un bosque de puos surgi por encima de la cabeza de los presentes. Busc afanosamente a alguien que no hubiera levantado el brazo, pero no lo hall. No pudo evitar que una oleada de tristeza invadiera su pecho. No significaba aquello que estuviera en contra del deseo general de formar un nico grupo de Resistencia, cosa que consideraba justa y til. No, no era aquello. Pero haba sudado sangre para formar su famosa Divisin Fantasma, y esta criatura que era indudablemente la suya, se elevaba ahora contra su deseo de independencia... y eso le dola muy hondo. Lanz un suspiro. Como hombre leal que era, aceptaba la derrota, moral sin pestaear. Muy bien... dijo. Voy a comunicar vuestra decisin a la enviada de Tito... Alz el brazo, consiguiendo poner una sombra de sonrisa en sus trmulos labios. Gracias, camaradas! Las primeras rfagas perforaron el silencio de la noche. Y fue como si una larga risa sardnica sonara en la colina, extendindose, con mil ecos, por el valle entero. Ya est el lo armado dijo Milan que se volvi para mirar hacia el norte. Espero que las chicas no lo pasen demasiado mal. Ranko no dijo nada. Acababa de encender un cigarrillo y sigui con fingida atencin el vuelo del humo que escapaba lentamente de sus labios. Espero que Tito haya recibido el mensaje sigui diciendo el otro. Porque, si oye los disparos, no s lo que va a pensar... A estas horas repuso Ranko, ya lo sabe todo... El avin llegar de un momento a otro... adems, los dos grupos que hemos enviado al norte ayudarn a las muchachas a terminar con esos cabrones de las SS... Crees que el piloto se dar cuenta del jaleo? No. El ruido de los motores le impedir or los disparos. Adems, lo que le interesa es ver los fuegos de situacin en el terreno... Chup el cigarrillo, agregando despus: Ya sabes que hay una seal convenida, en el caso de que el aparato no debiera posarse aqu... tres luces rojas, formando un tringulo... Es cierto. Ahora, al fuego de las armas automticas se haba agregado el de los fusiles. Y pronto lleg hasta los dos yugoslavos el estampido sordo de una serie de explosiones. Bombas de mano... dijo Milan. No deben aburrirse, all arriba... Ranko se pas la mano por los labios. Estaba pensando en Tatiana. Desde el mismo momento en que se percat de lo que senta por la rusa, experimentaba siempre la misma angustia, cada vez que la unidad femenina entraba en liza. Sin embargo, la muerte de la mujer amada le pareca ya, hecho poco probable, casi imposible. Y se deca, rechazando las tristes ideas que le acosaban, que la vida no poda arrancarle esta nica y gran suerte que se haba presentado a l, como el ms maravilloso de los regalos. Nunca perda el tiempo forjando planes para el futuro.
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Saba que el porvenir era algo incierto, y prefera no abordarlo, agarrndose espasmdicamente a un presente del que esperaba todo... En pie, silencioso, miraba los destellos del combate en el norte, y le pareca ver a Tatiana, a la cabeza de sus muchachas, magnfica como una diosa, smbolo maravilloso de un mundo torturado por el odio. Con qu fuerza la hubiera abrazado en aquellos momentos! Lanz un suspiro, y fue en este mismo instante cuando Milan alz el brazo, sealando el cielo. Ah est el avin! Por fin ha llegado! A travs de la poderosa ptica de sus gemelos de visin nocturna, Tatiana observaba la lenta y prudente marcha de aproximacin de los SS. La vista de aquellas siluetas, en Feldgrau, despert en ella la misma oleada de odio que le producan siempre aquellos hombres de las Waffen-SS, con el emblema de la muerte en sus uniformes... y con el deseo de la muerte en sus ojos fros. Adivinaba sin esfuerzo los pensamientos que deban producirse en el interior de sus cerebros cargados de crueldad, repletos de superioridad racial, de la misma manera que ella adivinaba el brillo de desprecio que luca en sus ojos. En el fondo de su pecho, y a pesar de la larga experiencia en la lucha contra los alemanes, no poda impedir de sentir la turbadora idea en la que el odio y la admiracin se mezclaban de forma paradjica. Era curioso, pero era as. La rusa no poda sustraerse a aquella impresin de inferioridad, puramente inconsciente, que se apoderaba de ella cada vez que se enfrentaba con los SS... Se pona de psimo humor al darse cuenta de la fuerza de aquella estpida impresin de inferioridad, dicindose que la superioridad nazi era un maldito cuento, y que ella haba podido comprobar que los nazis eran como los dems hombres, capaces de arrastrarse y de llorar, pidiendo clemencia. Alguien se acerc a ella. Tatiana vio la alta silueta de Eloiza que surga de la oscuridad. Debiana acaba de regresar... la misin ha sido cumplida, camarada. Bien. Se han tomado las medidas pertinentes? Sin duda. Ranko, segn ha dicho Debiana, fue a avisar a todo el mundo. Ranko. Algo dulce y angustioso a la vez corri por las venas de la rusa. Se sinti bruscamente tierna, y tuvo que hacer un esfuerzo para alejar de su mente toda idea turbadora. Se puede saber lo que hace esa idiota de Janina? Le has ordenado algo? Naturalmente! Tiene que avisarnos cuando los SS se acerquen al arroyo... ya que se ser el momento en que pasaremos al ataque... Comprendo, el arroyo est en el fondo de la U que hemos adoptado... creo que te avisar en el momento preciso... Y como la rusa se callase. Janina tiene mucha voluntad... y procura hacer todo lo que se le ordena... Tatiana se mordi los labios. Se pregunt qu diablos poda ocurrirle para cambiar de humor de aquella manera, volvindose spera y desagradable para sus propias compaeras. Ranko... No, no era posible. Ella senta algo hacia l, algo que iba creciendo en su corazn, aunque por nada del mundo hubiera dejado que alguien adivinase lo que pasaba en su interior. Pero incluso si lo amaba y jams se atrevi a formularse crudamente aquella pregunta no haba motivo que justificase su dureza hacia sus compaeras.
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Se volvi hacia la otra. Perdona... no s lo que me pasa... Todas estamos un poco nerviosas... Es cierto. Ninguna de nosotras pensaba que los nazis iban a presentarse justamente en el sector... pero, mira... Janina llegaba, detenindose ante las dos mujeres. Qu hay? le pregunt la rusa. No han llegado al arroyo, camarada... Cmo? No... se han detenido antes, como si oliesen la trampa que les estbamos preparando... Pero... Se han desplegado en abanico... y creo que han instalado un fusil ametrallador en lo alto de la colina... Maldicin! No dijo ms. Las Schmeisser de los SS abrieron fuego, en aquel instante, con una furia tremenda. Y, momentos ms tarde, la ametralladora de la colina enviaba su mensaje de muerte.

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VI Vamos a aterrizar dentro de cinco minutos. Abrchense los cinturones, por favor. La advertencia del copiloto, que repitieron los altavoces internos, sacaron del sueo a los ms adormecidos. Abrieron los ojos, an hinchados, apretando sus cinturones excepto los que los llevaban puestos y no los haban aflojado desde el principio del vuelo. Se oyeron algunas expresiones corteses. Un hombre ri, otro tosi. Sentado en su asiento, junto al britnico que visiblemente segua an medio dormido, Bruce pase una mirada ansiosa hacia los otros pasajeros, muchos de cuyos rostros se haban vuelto para mirar la parte posterior de la carlinga. A pesar que una de aquellas personas ocultaba la personalidad de un traidor, el americano sinti la angustia de la pregunta que se haba estado repitiendo desde que recibi el ltimo mensaje. Un traidor, de acuerdo... Pero quin? Mir al lado de los americanos. Vio primeramente la expresin seria del rostro del coronel Morrison, la cara jovial y divertida del mayor Wanse, que estaba siempre de excelente humor, estudiando despus el rostro un tanto bestial, pero evidentemente viril, del capitn Spencer. Spencer era un viejo piloto de las USAF (Fuerzas Areas de los Estados Unidos) que tena en su haber algunas docenas de aparatos alemanes destruidos. Cole movi dolorosamente la cabeza de un lado para otro. Imposible! pens. No puedo concebir a un hombre de ese temple convertido en un vulgar traidor... Traslad entonces la atencin a los britnicos. El coronel Clarence haba sido recibido dos veces por Su Majestad. A su lado, el teniente coronel Sheridan se haba cubierto de gloria en las colonias... Y un poco ms lejos, el mayor Cowerland haba colaborado con el VIII Ejrcito de Montgomery en la victoria inglesa de El Alamein. Imposible... Al otro lado del pasillo, cerca de la puerta de la cabina de los pilotos, se hallaban las dos nicas personas no militares del grupo: Aaron Bronstein y miss Wanda E. Farrington, un judo y una mujer que haban aparecido varias veces en la portada de Life, al lado de la primera dama de Estados Unidos, Eleonora Roosevelt. Es para volverse loco, pens tristemente Cole, que se volvi hacia el ingls que acababa de conseguir despertarse por completo. Tena sueo atrasado dijo el britnico. He debido dormirme como una marmota... no? Un poco. Los ojos de McDonald se cargaron de un inters sbito. Voy a hacerle una pregunta, querido colega. Adelante. Es verdad que ronco? El americano esboz una sonrisa. Por qu me pregunta eso? Mi mujer se queja siempre... Cole sonri de nuevo. En realidad, hubiera enviado a paseo a aquel estpido impertinente; pero, deseaba tambin escapar un poco a la angustia que haba provocado en l el segundo mensaje. Su esposa debe sufrir alucinaciones dijo. Duerme usted profundamente, eso es verdad, pero el ruido que he estado escuchando constantemente durante todo el viaje no proceda de usted, sino de los motores del avin. El britnico dej escapar un profundo suspiro. Me quita usted un gran peso de encima. En cuanto vuelva a casa, la seora McDonald va a recibir una seria reprimenda. Sus ojos brillaron con sbita intensidad.
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En lo que se refiere a nuestro viaje dijo tras una corta pausa, todo sigue marchando bien, verdad? Viento en popa. Perfecto. Pero, dgame una cosa... ha permanecido usted despierto todo este tiempo? S. Formidable! Tiene usted una resistencia poco comn. Yo, lo confieso, soy un hombre de accin, pero cuando la hora del descanso llega, no puedo resistir... Eso ya lo s, imbcil, concluy mentalmente la frase el americano. Seguida de cerca por dos compaeras, Tatiana avanz con rapidez hacia el lugar donde el combate acababa de empezar. Como cada vez que haba de lanzarse directamente a la accin una oleada de odio invadi su pecho, formada especialmente por los recuerdos que guardaba de todos esos meses de lucha sin piedad, en el curso de los cuales ella haba tenido ms de una ocasin de comprobar personalmente las atrocidades cometidas por los nazis. Pero a pesar de esta clera que encenda su sangre al iniciar cada combate, la rusa obraba siempre con absoluta sangre fra, como si la furia que en ella se desencadenaba tuviera que regirse forzosamente dentro de una mecnica perfecta, en la que ella misma no permita el menor fallo. Pero lo ms extraordinario en esta fra mecnica en la que la rusa se converta, era la facultad de ahogar por completo toda llamarada de entusiasmo, dejando nicamente el sentido comn y al lgico razonamiento, las riendas de su conducta. Esta manera fra y calculadora de ver los acontecimientos le proporcionaba adems una cierta dosis de premonicin, una especie de sexto sentido que se pona a funcionar exactamente en el mismo instante en que Tatiana se lanzaba al combate. Sin saber exactamente por qu, tuvo la impresin de que las cosas no estaban siguiendo el curso previsto. Haba contado demasiado con la estupidez de un enemigo que no tena nada de tonto, esperando que los SS avanzaran ciegamente hasta el arroyo, metindose de cabeza en el cepo que tal hbilmente les haba preparado. Para ello, haba dividido su pequea unidad en dos grupos, ocupando los flancos de la lnea de avance del enemigo, que haban de cerrarse en el momento preciso como los frreos brazos de una tenaza. El muy cerdo! A uno y otro lado de la lnea de avance central, los alemanes haban instalado dos ametralladoras, que disparaban ahora, sin cesar, contra los partisanos. Pero no era todo. El Obersturmfhrer Dreimer estaba demostrando que conoca perfectamente su oficio. Dejando en reserva el pelotn del Unterscharfhrer Letermann, y percatndose desde el principio de la lucha que uno de los lados de la tenaza era el ms dbil, lanz el grupo del suboficial contra esta parte, con el deseo de romper la resistencia enemiga, atravesando uno de los flancos, para envolver despus el otro y terminar aniquilndola. La rusa, que se haba percatado de la sutil maniobra del adversario, sinti que su clera se acrecentaba. Corriendo como una loca, yendo de una a otra muchacha, Tatiana intent por todos los medios detener el furioso ataque nazi. Se haba percatado claramente de las intenciones del adversario, comprendiendo toda la peligrosidad que aquella maniobra ocultaba, as como las consecuencias fatales que de una derrota imprevista se derivaran. Durante unos minutos, consigui impedir que las muchachas del grupo cedieran ante la presin del grupo enemigo.

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Pero la llegada de los refuerzos de que dispona el jefe SS, ech por tierra todos sus planes, vindose obligada a ordenar el repliegue, sabiendo perfectamente que obrando de aquella manera, proporcionaba al enemigo la ocasin de aniquilar su grupo. Temerosa de que las fuerzas nazis consiguieran envolver a la pequea unidad mandada por ella, Tatiana Borisova detuvo el repliegue propio, obligando a las muchachas a defender el terreno palmo a palmo, segura de que si permita la menor flaqueza, los nazis terminaran por irrumpir en la llanura, malogrando la operacin que deba llevarse a cabo. Poco importaba que hubiera odo a los SS que la operacin que se proponan desencadenar era limitada, y que no pasara ms all de un simple golpe de mano. Si los nazis conseguan, sin mucho esfuerzo, atravesar la barrera constituida por el grupo de muchachas partisanas, qu les impedira llegar hasta el campo de aterrizaje, ametrallar al grupo de Ranko, atacar incluso al avin y apoderarse de los representantes de los Aliados? La formidable importancia de esos rehenes podra dar un brusco cambio a las operaciones en curso, e incluso a la guerra... Permaneced aqu! orden a un grupo que posea una ametralladora de origen ruso. De ninguna manera han de pasar de esta lnea. Pase lo que pase, entendido? Y tras ver el gesto de asentimiento de las muchachas. Voy a ir por el otro lado, y caeremos por detrs de los fascistas... Saba perfectamente la clase de peligros que iba a correr al atravesar un terreno ocupado por los SS. Dolorosos recuerdos, hundidos en su mente, le hicieron revivir escenas horrendas, cuando haban vuelto a encontrar a alguna partisana que haba tenido la desdicha de caer en las manos de los SS. Los bestiales alumnos de Himmler se haban cebado en el cuerpo de la muchacha, pero no como hubieran hecho soldados excitados... No. Ninguno de ellos la haba posedo, ni haba intentado violentarla. Para ellos, la guerrillera no mereca aquel tratamiento de favor. Se haban limitado a hundir troncos y hasta cepas en la vagina de la desdichada, dejndola en el suelo, presa de horribles dolores, retorcindose como una condenada, pidiendo a gritos que la rematasen... S, el peligro era terrible, pero no poda permitirse el lujo de dar un rodeo, pues el tiempo era precioso, y el grupo de la ametralladora poda ser rebasado en cualquier instante, echando a rodar la solucin que ella quera imponer. Se lanz como una saeta, mat a un SS que intentaba cortarle el paso, sigui corriendo, con su Nagan en la mano, el can todava humeante, los dientes apretados, una luz de loca decisin en sus pupilas. Un raro fanatismo pona en su rostro una mscara que, aunque cruel, no llegaba a borrar la belleza salvaje de sus facciones, prestndole un aspecto entre demonaco y divino... Cuando ya alcanzaba la zona ocupada por la otra seccin de sus muchachas, la bala le golpe brutalmente, en la cabeza. Sinti que el suelo hua bajo sus botas. Alz la cabeza, viendo las estrellas girar en un torbellino luminoso, una espiral que jams se detena. Y cay de bruces, quedndose completamente inmvil. Como un pjaro gigante, el B-27 termin posndose sobre el terreno que haba sido preparado para recibir su masa imponente. El avin dio algunos saltos, se oy luego el chirrido de sus frenos, continu corriendo sobre la pista, antes de inmovilizarse en el extremo de aquella pista de aterrizaje especialmente construida para l. Acompaado por Milan, y seguidos ambos por un grupo de hombres, Ranko avanz velozmente hacia el aparato, esperando que la compuerta lateral se abriese.

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Cuando la escalerilla porttil apareci, posndose en el suelo, el coronel americano Robert J. Morrison fue el primero en aparecer en lo alto de ella. Alz la mano derecha, haciendo con los dedos ndice y corazn el signo de la victoria, la V que el Premier Churchill hizo famosa en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Como Lazarevic, Ranko hablaba muy bien el ingls, y salud en esta lengua a los recin llegados, estrechando las manos que fueron tendindose hacia l. Luego, acompa a los miembros de la comisin aliada hasta los coches que esperaban para conducirlos al lugar donde el mariscal Tito esperaba. Ranko confi a los importantes personajes al capitn Borislav Zizic, uno de los miembros del Estado Mayor de Josif Broz. Luego, cuando los vehculos se alejaron, regres junto al aparato para preparar su partida. Piloto y copiloto haban bajado tambin, estrechando las manos de los partisanos. Sonriendo, distribuyeron algunos cartones de cigarrillos, recibiendo regalos a cambio y bebiendo de las botellas de alcohol serbio que les fueron ofrecidas. Los dos aviadores admiraron el aspecto de estos hombres, con sus largas barbas, sus armas y su cartuchera cruzando sus amplios trax, hombres que llevaban a cabo la ms dura e implacable de las guerras. La guerra de guerrillas. El piloto, que haba hecho la guerra de Espaa, record con emocin a los hombres que le recibieron en Albacete cuando lleg procedente de los Estados Unidos. Y le pareci que el tiempo retroceda... Oyendo los disparos procedentes del norte, el copiloto sonri y dirigindose a Ranko: Qu significan esos disparos? Nos atacan, acaso? El yugoslavo sonri. Oh, no! dijo. Algunos nazis de las SS deseaban llegar a tiempo para saludar y presentar sus respetos a los miembros de la comisin... pero como no estaban invitados, ahora intentamos convencerles de que se vayan... El americano sonri a su vez. Son ustedes formidables dijo con entera sinceridad. Y merecen vencer... Estamos seguros de vencer. Desde luego, desde luego... si es lo que yo deseaba decir, no otra cosa... No tiene importancia, pero cre que aluda usted a la presencia de esas personas que ha trado en avin. Con ayuda y sin ayuda, aplastaremos a los invasores de nuestro pas. No lo dudo. Dejemos eso... Necesitan alguna cosa ms? Era lo que iba a decirle intervino el piloto. Hemos de dar la vuelta al aparato, y el final de la pista es un tanto estrecho... si pudieran ayudarnos... Desde luego que s... cuntos hombres necesita? Una treintena. A pesar de lo estrecho de la pista, no ser necesario mover el avin con slo la fuerza de los hombres. Los motores contribuirn a llevar a cabo la maniobra. Bien. Vamos a ello. Se reunieron rpidamente ms de los hombres necesarios. Dirigidos por el copiloto, que estaba junto a ellos, fueron moviendo, con ayuda de los motores, la inmensa mole del B-27. Cuando el avin mir de nuevo hacia la mayor longitud de la pista, el piloto baj de la cabina para decir adis a los yugoslavos. Estoy orgulloso de haberle conocido le dijo a Ranko estrechando su mano con fuerza. Tambin yo... Hay que tener coraje para llegar con ese cacharro desde Inglaterra... Simple costumbre. Tendrn que hacer el viaje de nuevo, no? En efecto. Esperaremos a recibir la seal convenida... y volveremos por los miembros de la comisin. No podramos quedarnos aqu aunque lo desesemos... En cuanto fuera de da, los aviones de observacin enemigos descubriran fcilmente la Fortaleza Volante.
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En efecto. No debe ser nada fcil ocultar ese monstruo. As es... bueno, hasta la vista! Hasta la vista! Cudese bien, comandante. Igual digo. Se encendieron las balizas que marcaban los lmites laterales de la pista. Rugieron los motores y el avin empez a avanzar, al principio con lentitud, luego ms y ms aprisa, a medida que el piloto aumentaba la potencia de los motores. Finalmente, el B-27 se elev un tanto, como si la fuerza de gravedad no estuviese dispuesta a permitir el vuelo. Pero, con un nuevo rugido de sus cuatro motores, el aparato ascendi velozmente, perdindose en la negrura del cielo.

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VII Era el teniente Ivonic quien haba tomado el mando de las dos secciones enviadas por Ranko en apoyo del grupo de Tatiana Borisova. Cuando haban recorrido aproximadamente la mitad de la distancia que les separaba del sector norte, la intensidad del combate pareci crecer, y el horizonte se llen de los crdenos relmpagos provocados por las explosiones de las bombas de mano. Inquieto, sin disminuir la marcha de la tropa, Ivonic se volvi hacia el subteniente Revoz que le segua de cerca. Quiero que avances ms aprisa que nosotros le dijo. Coge una de las secciones y aceleras al mximo, pero sin detenerte en la zona de combate. Con qu objeto? Con el de cortar el paso a los SS cuando se retiren. Esos hijos de zorra deben estar divirtindose con el grupo de Tatiana, pero van a pagarlo muy caro... No irs a dudar de la capacidad de combate de las muchachas y menos an de su jefa? No he querido decir eso, burro! se enfad el teniente. S perfectamente de lo que es capaz esa rusa... pero ha debido haber algo que la ha sorprendido. Indudablemente, ocurre alguna cosa muy rara... ya has visto a Milan... estaba verdaderamente nervioso... S, es cierto. Y ha dicho que Tatiana haba enviado a Ranko un mensaje. Todo esto me huele... pero que muy mal gru Ivonic. Empezando por la presencia de esos nazis en una zona que no es camino habitual para ellos. Puede que se trate de una patrulla que atravesaba la regin por pura casualidad. Una mierda! Desde cundo has visto a los SS hacer algo por... pura casualidad? Bueno, bueno... no te pongas as. Adems, piensa que si los fascistas hubieran querido atacarnos ahora, no hubiesen empleado un pequeo grupo de hombres. No te rompas la cabeza, ni sigamos perdiendo el tiempo... Anda, lrgate y haz lo que te he dicho... Hasta luego. Suerte. Gracias, estratega! Ivonic sonri, dirigiendo la seccin a su mando hacia la zona de combate. Poco antes de llegar, lanz dos patrullas de exploracin para poder situar en lo posible la situacin de los dos contendientes. No era cosa de seguir avanzando a ciegas, exponindose no solamente al fuego de los alemanes, si se acercaba a ellos, sino al de las partisanas que dispararan hasta darse cuenta de quin se aproximaba a ellas. Cuando los miembros de las dos patrullas regresaron, proporcionaron al oficial los datos necesarios. Las chicas estn a la derecha, formando un pequeo grupo, con un fusil ametrallador... Las estn pasando moradas, teniente. Y los SS? Han conseguido meter una cua entre las partisanas, cortando en dos la unidad. Las de la izquierda? No hemos alcanzado a verlas. Deben estar al otro lado de aquel montculo, donde se han replegado sin duda. Perfecto. Volved a vuestros puestos. Cuando los soldados se hubieron alejado, el teniente grit: Camarada Milovic! Un sargento alto, fuerte, se acerc. S? Vamos a lanzarnos de golpe, con todas nuestras fuerzas... Los SS se encuentran en el centro del dispositivo y se sostienen gracias a esas dos jodidas ametralladoras... Reflexion unos instantes.
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Adems de ese ncleo principal, que les sirve de apoyo, tiene que haber dos grupos ms, los que combaten directamente con las chicas, apoyados por el fuego de las armas automticas. Entiendo. Lo ms importante, antes de lanzar a los hombres al combate, es silenciar esas dos ametralladoras. Y es lo que quiero que hagas... Cuenta conmigo. Coge a los hombres de siempre... y acabad de una vez con esas mierdas... en cuanto lo hayas conseguido, nos lanzaremos sobre esos cerdos. Muy bien. Ivonic, de nuevo solo, hubiera dado cualquier cosa por fumar un cigarrillo. No poda hacerlo. Conoca muy bien las tremendas facultades de los snypers nazis... Y se estremeci al recordar aquella fatdica jornada a la que todos los partisanos haban bautizado con un nombre escalofriante, especialmente para los supersticiosos. El da de los 13 muertos. Su memoria pareci volar hacia el pasado. Y se vio de nuevo, retirndose por aquella senda de montaa, mientras que los disparos se repercutan en las altas rocas, y que un sol abrasador caa sobre los hombres. Haban asaltado la localidad montenegrina de Vadomir, un pequeo pueblo apenas sin importancia, pero donde haban sorprendido a un batalln de las SS, justo en el momento en que llegaba al lugar. Un informe les haba hecho saber que los alemanes pensaban instalarse en aquel pueblecito, cuya situacin les permitira dominar el valle del Kreux, paso obligado para salir de la regin y camino habitual de los partisanos. Se le haba confiado a Ivonic el mando de la compaa encargada de dar el susto a los fascistas, y el joven teniente se mostraba muy ufano, habindose prometido dar una leccin a los SS que no olvidaran con facilidad. Haciendo avanzar a sus hombres a gran velocidad, sin apenas concederles pausa alguna, Ivonic consigui llegar al poblado dos horas antes que el adversario. Aquello le permiti organizar una trampa formidable, situando tiradores y armas automticas en las alturas, a ambos lados del estrecho desfiladero por el que el enemigo deba pasar obligatoriamente para llegar al poblado. A la alegra de haber podido montar aquel formidable dispositivo, se una para Ivonic la presencia, como lugarteniente suyo, de un joven oficial, que lo haba sido del ejrcito regular, dotado de una inteligencia prodigiosa. Aquel joven era, adems, un pariente cercano de Tito. Conocido y estimado por todos, Tulan Brieki, as se llamaba el muchacho, se haba convertido en una especie de leyenda, hacindose famoso por la forma de organizar trampas en las que los nazis caan irremisiblemente. Se ingeniaba siempre por encontrar algo nuevo haciendo intiles los esfuerzos del enemigo que, conociendo muchos de sus trucos, se preparaba para evitarlos. La colaboracin de Brieki fue preciosa para Ivonic, quien le dio carta blanca para organizar la ratonera en la que los nazis iban a pagar cara su osada. La trampa result de tan completa eficacia que casi la totalidad del batalln de la SS que atraves el desfiladero se qued all, contndose por cientos los muertos y los heridos. Desde el puesto de mando mvil que haban instalado al otro lado del pueblo, Ivonic y el joven oficial siguieron con entusiasmo el desarrollo de la operacin. No va a quedar ni uno! exclam Ivonic siguiendo el curso del combate a travs de los gemelos. Se vuelven cada vez ms estpidos dijo Tulan que estaba a su lado, mirando tambin por los prismticos. La verdad es que sta es una de las ms burdas trampas que les hemos puesto... y han cado como borregos... Quiz pensaban que no estbamos por estos andurriales.
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Tulan baj los gemelos, e Ivonic, que le haba imitado, vio que la expresin del rostro del joven oficial se haba ensombrecido. Ocurre algo? inquiri Ivonic. No lo s, camarada... Estaba tan contento como t, hasta hace unos instantes... Ahora, la verdad, no s lo que me ocurre, pero no me muestro nada orgulloso de lo que hemos hecho. Ivonic esboz una sonrisa. Creo que exageras, camarada... No s... Durante los veinte minutos siguientes, ni uno ni otro despeg los labios, prosiguiendo la observacin de la hecatombe que estaban sufriendo los SS. Ivonic no comprenda en absoluto el pesimismo de su camarada, pero no se atrevi a preguntarle nada ms, esperando a la vista de los magnficos resultados obtenidos con la trampa tendida a los nazis, terminara por calmarse. No fue as. Un suboficial que formaba parte de la pequea reserva que Ivonic haba situado detrs del pueblo, se present, acalorado, con la mirada extraa, la respiracin entrecortada, no logrando articular palabra hasta haber recuperado un poco de calma. Estamos rodeados, Ivonic! exclam finalmente. Eh? Lo que oyes... Los SS han cortado la carretera y ocupan las alturas de las montaas... No hay salida posible... Est bien. Vuelve a tu puesto y sigue observando. Enva a un mensajero si ves algo importante... A tus rdenes! Tulan no se haba movido. Bajando los gemelos, escuch atentamente lo que el sargento deca a Ivonic, y esper, cuando el suboficial se alej, a que el jefe de la unidad rompiera el penoso silencio que se haba hecho. No lo comprendo fue todo lo que Ivonic pudo decir. Hemos cometido un grave error dijo Tulan, creyendo que las fuerzas enemigas se limitaban a ese batalln que ha cado en la trampa. No se trataba de ocupar un simple pueblo, sino de apoderarse de toda la regin... Pero, no irs a decirme que los nazis han sacrificado ex profeso todos esos hombres? No. Desde luego que no... La trampa ha funcionado y ellos han cado en ella... pero el batalln que hemos aniquilado casi por completo no era ms que un eslabn, quiz el menos importante, de una cadena que tena como objeto la ocupacin de la regin. Y hemos sido nosotros los que hemos cado en la trampa. As es... Tampoco los nazis pensaban que estbamos aqu... se han enterado cuando hemos atacado al batalln... y seguramente han precipitado su avance, extendindose detrs de nosotros, cerrndonos todas las posibilidades de escapar. Mierda! No nos queda ms solucin que la de buscar la manera de escurrirnos entre sus posiciones... Va a ser muy difcil. Lo s, pero no podemos quedarnos aqu... Y si espersemos a la noche? No, Ivonic... sera contraproducente. Al saber que hemos destrozado la casi totalidad de un batalln, van a volverse locos de rabia, y si les damos tiempo, ocuparn todos los lugares, no dejando la menor fisura entre sus posiciones. Tienes razn. Hay que hacerlo cuanto antes. Hay que decir a los del desfiladero que se replieguen a toda marcha... Yo voy a estudiar el plano para ver si encuentro algn pasaje apropiado...

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Todos aquellos recuerdos desfilaron por la mente de Ivonic en unos pocos segundos. Era como las imgenes precipitadas de una pelcula de los tiempos del cine mudo, pero todas ellas llevaban al corazn del yugoslavo la amargura de un da fatdico. Mir hacia la negrura de la noche, preguntndose qu estaba haciendo el sargento Milovic, y si iba a conseguir destruir las dos ametralladoras alemanas, haciendo posible un ataque masivo contra los SS. Su mente volvi al pasado. Los hombres se arrastraban, silenciosos, tensos como cuerdas de arco, sabiendo lo que se estaban jugando, temblando al pensar en el tratamiento que recibiran de los nazis si tenan la desgracia de caer en sus manos. En aquella guerra sin piedad, las torturas haban alcanzado un refinamiento oriental, y se gozaba positivamente haciendo sufrir a los prisioneros, destrozndoles lentamente, hacindoles desear mil veces una muerte que no llegaba nunca. Ilustrados por sus asesores rusos, los partisanos castigaban a los prisioneros SS copiando la llamada tortura casaca, hundiendo en el crneo de sus enemigos cartuchos vacos, sirvindose de la culata del fusil como de un martillo. Los SS preferan el fuego, y quemaban vivos a sus adversarios a los que haban mutilado previamente, castrndoles o enucleando un ojo o los dos. Una guerra odiosa, salvaje, implacable... Por eso, los hombres de Ivonic se arrastraban como serpientes, sin apenas osar respirar, siguiendo al joven Tulan que crea haber descubierto una solucin de continuidad en la lnea ocupada por los hitlerianos. Se trata de una pequea vaguada haba explicado a Ivonic, un lugar que no vigilan... estoy casi seguro... Llenos de esperanza, los hombres se encaminaban hacia aquel punto, deseando haberlo atravesado, escapando as de las garras de los siniestros hijos de Himmler. Ivonic segua al joven oficial. Un silencio ominoso reinaba en la montaa, como si la vida se hubiera detenido de repente, como si la Naturaleza entera se mantuviese a la expectativa, como si supiera la tragedia que se estaba forjando... Tulan se detuvo, y volvindose hacia su camarada, dijo: Voy a avanzar solo. Esperad aqu... Quiero reconocer el terreno antes de que nos aventuremos por l. Ten mucho cuidado. Lo tendr. Desapareci entre la maleza. El sol pegaba firme y el calor era tan intenso que por encima del suelo se haba formado una especie de neblina de aire condensado que era prcticamente irrespirable. Mordindose los labios de impaciencia, Ivonic vio pasar los minutos sin que nada se produjera. Admiraba el valor del joven oficial, pero le saba lo bastante listo como para no caer as como as en las manos del adversario. De repente... Una pequea explosin y un alarido que subi al cielo. Ivonic sinti que todos los msculos de su cuerpo se contraan dolorosamente. Una mina! grit la voz relativamente lejana de Tulan. Estoy herido... Ivonic se olvid de todo. Tena que salvar al joven pariente de Tito, y ni un solo segundo pas por su imaginacin la idea de abandonar a su camarada. Adems, el pasadizo ya no serva, puesto que los nazis lo haban minado. Era necesario, una vez salvado el oficial, buscar otra salida... Sargento Milovic! Enve a un hombre. Hay que traer a Tulan. Entendido.
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El primer hombre sali en busca del oficial herido. Subiendo a un pequeo montculo, Ivonic, echado en el suelo, disimulndose entre la maleza, sigui el avance del hombre a travs de la poderosa ptica de sus gemelos de campaa. El hombre se arrastraba, incorporndose un poco para echar a correr unos metros, tirndose de nuevo al suelo. Ivonic segua con ansia y aprensin el hbil avance del partisano. Todos los guerrilleros estaban acostumbrados a desplazarse en las condiciones y circunstancias ms difciles, con una notable soltura. El hombre cay de cabeza. El sonido del disparo demostraba que haba sido hecho con uno de esos fusiles especiales, con mira telescpica, una de esas armas que slo manejan los especialistas, los francotiradores, los snypers. Otro hombre sali poco despus. Plam! De nuevo lleg la muerte al partisano que haba seguido al primero. Y lo mismo ocurri con el tercero, el cuarto, el quinto... Con la garganta dolorosamente contrada, Ivonic iba contando los hombres a medida que las balas traidoras segaban su vida. ... diez, once, doce, trece... El oficial yugoslavo salt de su escondite. Alto! Trece hombres haban sido sacrificados, sin conseguir absolutamente nada. Ivonic no estaba dispuesto a seguir desangrando su unidad. Se acerc al sargento, que se dispona a enviar otro partisano. Ahora me toca a m, Milovic... No debes hacerlo, camarada teniente... t tienes que guiar la Compaa, sacarla de aqu... Lo har. Se tir al suelo, siguiendo el camino que haba costado la vida a trece hombres. Una especie de rara intuicin haba nacido en su mente, aunque se negara an a admitirla. Conoca lo bastante a Tulan como para saber que era un hueso duro de roer, incluso para los SS. Pero con los fascistas, nunca se saba hasta dnde poda llegar la voluntad de un hombre. En vez de levantarse, prosigui su avance arrastrndose, maldiciendo al francotirador que deba estar esperando el momento de elevar a 14 el nmero de sus blancos. Cuando, finalmente, alzando un poco la cabeza, descubri el lugar donde estaba el joven oficial, lo comprendi todo. Haban desnudado por completo a Tulan, y tras atarlo de pies y manos, dos SS, con sus famosos puales en la mano, estaban cortndole la piel a tiras. El cuerpo del desdichado no era ms que una masa sanguinolenta. Ivonic no lo dud un solo instante. Alzando el arma, apunt con cuidado a la cabeza de su camarada. Sus labios se movieron apenas al articular unas sinceras palabras: Lo siento, camarada... Apret el gatillo, matando en el acto al joven oficial. Aquella misma noche, jugndose el todo por el todo, Ivonic consigui, perdiendo solamente cuatro partisanos, abrirse paso a travs de las lneas enemigas. Fue un xito, pero jams podra olvidar el da de los 13 muertos...

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VIII Las explosiones sacaron bruscamente a Ivonic del mundo de los recuerdos en los que haba permanecido algunos minutos. Vio, en la oscuridad, los relmpagos producidos por las bombas de mano. Momentos ms tarde, el suboficial llegaba corriendo, con una amplia sonrisa en la boca. Ya est hecho, teniente. Bravo, Milovic! Vamos a lanzarnos ahora mismo... Se dirigi hacia los partisanos que esperaban ansiosamente el momento de la lucha. Adelante, camaradas! grit. Se lanzaron como perros furiosos sobre los SS que hubieron de replegarse con toda urgencia. Los partisanos limpiaron de enemigos el terreno, prestando una valiosa ayuda a las muchachas que haban cado heridas en el curso de la refriega. Una docena de cadveres de partisanas sembraban el suelo del altozano donde las muchachas se haban defendido peleando cuerpo a cuerpo con los nazis. Ivonic acudi inmediatamente, inclinndose sobre Tatiana a la que un enfermero de su compaa estaba examinando. Y bien? inquiri el oficial con los puos cerrados. El enfermero alz la cabeza hacia su superior. El corazn sigue latiendo... aunque muy dbilmente... Llama a los camilleros, Milovic! En seguida. Ivonic se qued mirando el rostro plido de la rusa. Mierda... si esta chica muere, va a ser un golpe para todos nosotros... incluso para Tito. Con el espritu turbio y lleno de ideas contradictorias, Bruce A. Cole subi a uno de los coches que esperaban cerca del lugar en el que el B-27 haba aterrizado. El coche, uno de los tres que all se encontraban, era tan viejo como los otros, y uno se preguntaba por qu suerte de milagro poda moverse an. Lo que el americano ignoraba eran todos los esfuerzos que los partisanos haban hecho para encontrar aquellos vehculos. Los hallaron abandonados, llenos de herrumbre, destrozados, faltndoles la mitad de las piezas. Pero poco a poco, con esa paciencia que poseen los que nunca han tenido nada, fueron arreglndolos, escondindolos en un viejo pajar, cuidndoles como a las nias de sus ojos, ya que saban que el camarada Tito iba a necesitarlos cuando la misin aliada llegase al pas. Los coches se pusieron en marcha en medio de un estrpito de explosiones y gemidos pero siguieron su camino, aunque se movan muy despacio. Tan lentamente iban, que los partisanos que los custodiaban, yendo a pie, no tenan que realizar esfuerzo alguno para mantenerse a su altura. Cole se encontraba sentado entre el agente britnico y miss Wanda E. Farrington, aquella hermosa mujer que haba empezado a preocuparle muy seriamente. Tras haber repasado mentalmente, por ensima vez, la lista de los miembros de la comisin aliada, el americano haba llegado a la conclusin de que ninguno de los militares que la componan poda ocultar el traidor mencionado en el ltimo mensaje. Antes de salir de Inglaterra, Cole haba tenido a su disposicin los historiales completos de todos esos hombres, pertenecientes a las altas esferas del Ejrcito, gente sin una sola mancha en el expediente, con un curriculum vitae absolutamente ejemplar. Ninguno de aquellos hombres era capaz de traicionar a su pas! Incluso si se buscaban motivos ocultos y complicados, no poda hallarse motivacin alguna que transformase una conducta limpia en algo repugnante... Que lo quisiera o no, no le quedaba a Bruce ms que dos posibles sospechosos, dos personas que podan ocultar una doble personalidad: El economista del Departamento de Estado, Aaron Bronstein, y la muchacha sentada a su lado.
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Vas a perder la chaveta, muchacho se dijo mientras pensaba en aquel enloquecedor enigma. Cmo puedes imaginar que un judo trabaje para Hitler? Recuerda lo que contena el historial de Bronstein... Le pareci como si los papeles se extendieran de nuevo ante su mesa de trabajo: Los Bronstein haban llegado a los Estados Unidos a principios de siglo, exactamente en 1913. Ni un solo miembro de la familia se haba quedado en Europa... La esposa y las dos hijas de Aaron viven en Nueva York, y l ha hecho una brillante carrera hasta llegar al puesto que ostenta actualmente... Aaron ha colaborado con el presidente Roosevelt desde que ste fue nombrado. Tambin pertenece al Gran Consejo Judo de los Estados Unidos... Quieres algo ms? Las pruebas se acumulaban, una tras otra, la una ms slida que la precedente, destruyendo de forma implacable todos los argumentos que el americano alzaba contra la integridad de aquel hombre. No le quedaba ms que Wanda E. Farrington. Pero tampoco cejaba en sus sospechas. Wanda haba nacido en Texas. Hija de un hombre riqusimo, poseedor de muchos ranchos en los que se haba encontrado petrleo, la muchacha haba hecho sus estudios en la universidad de Harvard, lanzndose luego, con gran bravura, en la lucha por la defensa de los derechos de la mujer. Miembro de las principales asociaciones feministas de los Estados Unidos, Wanda haba visitado muchos pases extranjeros, entre ellos la Unin Sovitica donde haba ayudado positivamente a las mujeres rusas, antes de volar, con iguales propsitos, hacia China. Qu ms quieres? Lanz un suspiro, pensando que de seguir as iba a hacer que el cerebro le estallase. De todas formas, no estaba dispuesto, al menos por el momento a comunicar sus sospechas a su colega britnico... No es que no estimara a McDonald, pero saba que el ingls no era ya un hombre de accin, habindose convertido en uno de esos personajes ridculos, pagados de s mismo, sometidos a la frula de una esposa dominante... Un perfecto calzonazos! No obstante, el mensaje no poda ser ms explcito, advirtiendo, sin ambajes, la existencia de un traidor en el seno de la comisin aliada. Pero ese traidor... qu papel debera jugar? No era necesario, para hallar la respuesta concreta, ser un mago ni un adivino, ya que no exista ms que una forma de echar por el suelo los objetivos de la misin aliada en Yugoslavia, e incluso la prosecucin de la resistencia en el pas balcnico. Un solo objetivo: MATAR A TITO! Plido, Ranko movi los labios para decir algo, aunque su voz tena ms de rumor apagado que de otra cosa. Qu? Milan sinti compasin de su compaero. Haba procurado decirle las cosas con todo cuidado, pero estaba visto que Ranko necesitaba explicaciones ms concretas. No te pongas as, amigo, ya te he dicho que no es nada... Me has dicho que Tatiana ha sido alcanzada por una bala. As es. Y no ha muerto? No, no ha muerto. Es la tercera vez que te lo digo. Te creo... dnde est ahora? Sin duda en el equipo mvil de Sanidad... Seguramente en las manos del doctor Alenovic... Voy a ir en seguida a ver lo que ha pasado...
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No te acalores... Mierda! Mil veces mierda! Al primer nazi que le eche la mano encima... voy a cortarle en rodajas... lo juro! Estaba loco de rabia. Y de miedo. Milan comprendi en aquel momento cun intenso era el amor que su compaero senta por la rusa. Volvi a sentir pena por aquel hombre, pero le ayud a encontrar al motorista en cuyo sidecar subi Ranko para ser conducido al Puesto de Socorro. Con las manos apoyadas en el borde del side, Ranko, mordindose los labios, permaneci en absoluto silencio. Pero en su interior, la tormenta de la clera barra su espritu como un gigantesco vendaval. Estaba maldiciendo interiormente el mundo entero, la guerra, quienes la haban desencadenado y los que la hacan. Atacaba mentalmente a todo el mundo, incluso a s mismo, ya que se trataba de imbcil al no haber hecho nada para impedir que la rusa cayera en el combate. Sus ojos se cerraron casi, dejando ver por la estrecha fisura entre los prpados, sus pupilas que relucan como dos trocitos de carbn al rojo vivo. Si muere... dijo dejando escapar su voz entre sus dientes convulsivamente apretados, matar a Hitler... atravesar Alemania entera... buscar a ese hijo de perra... y matar a ese maldito bastardo, aunque sus guardias de SS me corten luego a tiras... Maldita sea! Cmo era posible que una bala osara penetrar en ese cuerpo de diosa, hecho para ser amado, acariciado, besado...? Haba algo que no iba bien en este jodido mundo, ya que las fuerzas ciegas de la violencia no tenan derecho a atacar a alguien como Tatiana. Ya hemos llegado, camarada... Ni siquiera dio las gracias al motorista que haba hecho correr la mquina como un verdadero loco. Saltando fuera del sidecar corri hacia la casita donde estaba instalado el Puesto de Socorro. Casi tropez con el mismsimo doctor Alenovic que sala de la casa. Para detener el golpe, el mdico puso sus manos en los hombros del partisano. Cuidado, Ranko! Corres como un loco... Camarada doctor dijo el yugoslavo con una voz que temblaba, qu ha pasado? Cmo est? Es grave? El mdico le dio un empujn amistoso, cogindole luego por el brazo. Ven... y no pongas esa cara de entierro... Vamos a beber algo en la cantina. Pero... Ven y no seas tozudo... Entraron en la casa donde se haba instalado la cantina, dependiente de los servicios de Intendencia. Una partisana les acogi sonriente, llenando dos vasos de licor de la regin. Hasta el fondo... dijo el mdico bebiendo el contenido del vaso de un solo trago. Ranko le imit. Pero no senta nada agradable, ni siquiera la quemazn que el alcohol despert en su esfago le produjo un cambio cualquiera de humor. Y bien, camarada doctor? El mdico se pas el dorso de la mano sobre los labios. Te ha picado fuerte, eh? No saba que estuvieses tan colado como ests... Te ha cazado, no? Biziak se limit a asentir con la cabeza. Yo no saba nada dijo el mdico. Lo has ocultado bien, cabronazo... La risa del mdico sonaba a falso, y Ranko presinti que su interlocutor estaba haciendo lo posible para no hablar, por no decir lo que tena que manifestar. Le pareci como si una mano helada se pasease por su espalda. Va a morir, verdad? Alenovic se encogi de hombros. Quin ha dicho eso? Vas muy aprisa, Ranko... No, no va a morir, amigo mo... va a vivir...
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De veras? Entonces...? Entonces, qu...? No tergiversemos, doctor... si le ocurre algo malo, deseo saberlo, sea lo que sea... Ser fuerte... El mdico lanz un suspiro. La bala le ha rozado la nuca. Y bien? No ha habido fractura sea, ni nada parecido... pero el golpe, el impacto, ha sido muy fuerte... Acaba de una vez, huevos! grit Ranko sin poder contener su angustia. Bueno, bueno, no te pongas as... Tienes razn al protestar, pero hay cosas que son muy difciles de decir... adems, no vale la pena ocultarte algo que sabras ms temprano o ms tarde... el golpe ha producido algo en los centros nerviosos asociados a la visin... y por el momento, se ha quedado ciega...

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IX Desde que haba desabrochado los tirantes del paracadas, en el momento de posarse sobre terreno yugoslavo, Mihail Sorenko haba recorrido mucho camino. Hombre hbil, el acompaante de Tatiana Borisova haba sabido abrirse paso, imponindose al Estado Mayor de los guerrilleros, llegando a impresionar al mismsimo Tito. Naturalmente, no mencion nunca lo ocurrido con la joven rusa, a la que dej en absoluta libertad de accin, sabiendo que poda ser muy peligroso inmiscuirse en los asuntos de la muchacha. As, cuando la rusa expres su deseo de organizar un grupo de mujeres combatientes, Sorenko se puso de su lado, apoyndola en su demanda, consiguiendo tras una larga discusin que el grupo femenino de combate fuera organizado y puesto a las rdenes de Tatiana Borisova. La decisin de la rusa favoreci los planes de Sorenko, al que la presencia de la joven molestaba evidentemente, como si recordase al verla el desgraciado encuentro que tuvo lugar en la dacha cercana a Mosc. Mihail particip, desde el principio, en la organizacin del ejrcito de partisanos, aportando las ideas tomadas de las experiencias que haba ledo sobre la guerra civil en Rusia. Tuvo que percatarse, sin embargo, que ni la gente, ni el ambiente y an menos la poca permitan una adaptacin completa de aquellas enseanzas tericas, lo que constituy su primer fracaso entre los guerrilleros de Tito. Se le orden entonces organizar la polica especial de seguridad que deba colocar a Tito fuera del alcance de los alemanes y de los croatas. En este aspecto, Sorenko consigui un xito positivo, sin percatarse no obstante de la satisfaccin que en los yugoslavos produca su nuevo nombramiento, aunque ninguno de ellos se atreviese a decir lo que de l pensaba. La verdad escueta fue que de no haber sido por la necesidad que los guerrilleros yugoslavos tenan del apoyo sovitico, hubieran enviado con mucho gusto al camarada Sorenko a su lugar de origen. Con motivo de la operacin que el estado mayor de Tito puso en marcha para la recepcin de la misin aliada, el ruso presumi como nunca, afirmando ante quien quera orle que nada ni nadie podra acercarse al mariscal Tito sin antes pasar por su cadver. Era completamente normal, cuando la comisin lleg al lugar donde Tito esperaba, que Bruce A. Cole manifestase su deseo de entrevistarse con el jefe de la seguridad. Y los yugoslavos, que no podan imaginarse lo que ocurra en el cerebro del americano, dirigieron a ste hacia Mihail, que ocupaba una de las casas del pequeo poblado perdido entre las montaas donde los partisanos haban establecido su cuartel general. Pase, pase! dijo Sorenko, que se expresaba en un ingls detestable. El centinela me ha dicho que buscaba usted al jefe de seguridad... Soy yo, seor. No os llamar camarada a aquel representante de un pas capitalista, precedindole hacia el minsculo despacho, donde le ofreci la nica silla que all haba. Tome asiento, por favor. Y tras haberse instalado en el silln instalado detrs de la mesa, inquiri con una voz en la que quera imprimir su sentido de superioridad... Qu puedo hacer por usted? Me llamo Cole y soy el encargado de los servicios de Seguridad del personal americano. Yo soy Mihail Sorenko, ciudadano sovitico, comisario poltico... de divisin minti, exagerando su cargo. Algo as como un general de dos estrellas americano. Encantado de conocerle, seor Sorenko. Me alegra estar a su lado, ya que deseaba insistentemente establecer relacin con el jefe de seguridad... ya que asuntos de la mayor importancia y especialmente graves se han producido. El rostro del ruso se ilumin, al tiempo que una sonrisa cargada de superioridad entreabra sus labios.
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Querido seor dijo con un tono meloso, usted proviene de un pas en el que las cosas se complican siempre demasiado... Abri los brazos, como si quisiera dar a entender que perdonaba la complejidad del pensamiento de aquel pas nuevo que era Amrica. Aqu, en Europa, observamos los acontecimientos desde un punto de vista ms tranquilo. Con ese fatalismo que en mi pas se llama nichev. El americano hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Todo eso est muy bien dijo, pero me gustara que me escuchara un instante, ya que creo poseer pruebas irrefutables que demuestran que la vida del mariscal se encuentra en peligro... Y antes de que el otro pudiera interrumpirle, le explic con toda clase de detalles el contenido de los mensajes, su origen completamente garantizado, sealando las consecuencias que podran producirse si no se intervena a tiempo en la marcha de los acontecimientos. Si Cole esperaba asombrar al ruso, se equivoc de medio a medio. Ni siquiera pestae Sorenko, guardando siempre aquella media sonrisa y el aire estpido, como si estuviera de vuelta de todo lo que el americano acababa de decirle. Tito no corre ni correr el ms pequeo peligro, mientras yo me encuentre aqu dijo con falsa modestia. No es la primera vez, amigo mo... espero que no le moleste que le llame as, no? Muchas gracias... Como le iba diciendo, no es la primera vez que la vida del mariscal ha sido amenazada... pero todas las intentonas han fracasado rotundamente. Y tras lanzar un profundo suspiro: No tema nada, ya que todas las medidas pertinentes han sido tomadas. Cole, que empezaba a turbarse seriamente, comprendiendo su desdicha al haber tropezado con un perfecto imbcil, dijo, contenindose por puro milagro: Creo que no me ha entendido usted... ya que acabo de anunciarle que es muy posible que uno de los miembros de la misin oculte a un traidor, a un asesino... Y yo le repito que no tenemos nada que temer. Esccheme atentamente, amigo mo... Como ha podido comprobar, todos los miembros de la misin han sido alojados en aquel gran edificio en el que tendrn que esperar la llegada del camarada Tito... que, naturalmente, no se encuentra aqu. Esboz una sonrisa de triunfo. Esta noche, todos los miembros de la misin recibirn vestidos regionales, ropa de por aqu, mientras que la suya ser examinada y guardada hasta que llegue la hora de que regresen a Occidente. Como puede usted ver, se han tomado todas las precauciones y son esas medidas las que he dictado en vista de la importancia de lo que se va a llevar a cabo. Puso ambas manos sobre la mesa. Sigue usted albergando los mismos temores? Bruce, a pesar de lo que haba pensado del ruso, tuvo que confesarse, parcialmente vencido, ya que su interlocutor era mucho menos estpido de lo que en un principio le haba parecido. S, estoy mucho ms tranquilo. Una ligera risa escap de labios de Mihail. Solamente un poco? Tenga confianza en m, amigo mo. Y dejemos por el momento esas cuestiones tan graves. Vamos a reunimos con los otros individuos. Y ponindose en pie, imitado por el americano, agreg: No quiero que nada falte para ser agradable su estancia en esta vieja tierra europea. Quiero verla! El doctor Alenovic hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Comprenda perfectamente que nada ni nadie impediran a Ranko el acercarse a la mujer que amaba. Al decir que ignoraba la clase de sentimiento que Biziak senta por la rusa, Alenovic haba mentido, ya que nadie en el ejrcito de los partisanos ignoraba el asunto. Ms an, detrs de Ranko, la gente sonrea y bromeaba, conociendo la proverbial timidez del jefe yugoslavo hacia las mujeres.
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Mirando al partisano, el mdico se pregunt una vez ms qu clase de misteriosos mecanismos podan haber hecho de aquel hombre, temido por todos los nazis de Yugoslavia, una especie de nio, incapaz de hablar claramente a la mujer hacia la que se senta irremisiblemente atrado. De acuerdo concedi el mdico. Puedes ir a verla, pero no la molestes demasiado. Gracias. Un momento dijo el doctor cuando Ranko se precipitaba ya hacia la puerta de la cantina. S? Un buen consejo, Ranko. Procura, por lo que ms quieras, no herir su amor propio. De acuerdo. Momentos ms tarde, el yugoslavo penetraba en la habitacin, donde, tendida en el lecho, se encontraba Tatiana Borisova. El embozo de la sbana le llegaba hasta la barbilla, y tena los ojos vendados y los labios ligeramente entreabiertos, con un poco de rosa en sus plidas mejillas. Se acerc de puntillas a la cama. De haberlo podido ver, la rusa se hubiera sentido inmensamente feliz al poder leer en el rostro del hombre la expresin de una ternura sin lmites, a la que se mezclaba el dolor y la congoja. Pero sin verle, ella debi presentir una presencia cerca del lecho, ya que volvi la cabeza con viveza, hacia el lugar por el que haba avanzado Ranko. Doctor? Avanz un paso ms hacia ella, detenindose, con el cerebro vaco, la garganta bloqueada, incapaz de pronunciar una sola palabra. Ella dej pasar unos instantes de silencio, diciendo luego: Doctor... no debes ocultarme nada. No soy una nia que proceda de la burguesa, y que va a echarse a llorar al enterarse de lo que le ocurre. Soy fuerte, camarada doctor... Con el corazn acongojado, mordindose los labios hasta hacerse sangre en ellos, Ranko cay de rodillas, cerca del lecho. El tibio aliento de la rusa barri el rostro del hombre, mientras que las lgrimas se deslizaban lentamente desde sus ojos. Por encima de la venda que cubra los de la rusa, la frente lisa se arrug bruscamente. Alz ella las cejas y una de las manos, abandonando la tibieza de la cama, emergi de entre las sbanas para adelantarse hasta rozar el rostro del hombre. Los dedos de la muchacha, como los de un ciego, rozaron dulcemente, apenas, la piel de la cara del hombre. Se haban posado en un principio en la oreja derecha, pero movindose como los de un pianista, como pies minsculos, siguieron la lnea de la mandbula, tropezando con la huella hmeda de las lgrimas, hasta ir a detenerse en los trmulos labios de Biziak. All quedaron detenidos, al tiempo que ella murmuraba con voz cargada de emocin. Ranko...! Bes l la mano de ella, olindola, al tiempo que experimentaba una dicha inmensa. Ranko... eras t... S dijo l con una voz apagada. Vine en cuanto pude, Tatiana... quera saber... Y sabes? S solamente que sigues viva y que no corres peligro... Tambin s, y ahora me atrevo a decrtelo, que te amo por encima de cualquier otra cosa... Una breve sonrisa err un corto instante por los labios de la muchacha. Me siento dichosa al saberte cerca de m... No soy de esas mujeres que suean... Por eso vamos a esperar, Ranko, a que el camarada doctor me quite el vendaje de los ojos... Hizo una pausa. Mientras, el hombre recorra la mano trmula con sus labios. Entonces, cuando sepamos la verdad, podr contestar a lo que acabas de decirme. Haban luchado speramente desde el principio de esta guerra implacable.

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Colaborando primero con los alemanes, la unidad mandada por los hermanos Kovajic se hizo ms y ms grande, hasta convertirse en una poderosa fuerza en la que, adems de los croatas que la componan en su mayor parte, acudieron hombres procedentes de las filas de los partisanos monrquicos del general Mijalovic. Esos chetniks abandonaron las filas del viejo general, ansiando vengar a sus muertos, ya que se percataron de que la disciplina militar de Mijalovic no estaba de acuerdo con los procedimientos de una guerra salvaje. Mijalovic, en efecto, daba al combate un aspecto caballeresco, sin duda guiado por el deseo de no tener que rendir demasiadas cuentas cuando la guerra terminara, no olvidando un solo instante que representaba a las clases dirigentes y que stas no podan obrar como el populacho. Noblesse oblige. Los Kovajic, al contrario, sobrepasaron todos los lmites, y su crueldad alcanz tal punto que los alemanes, fatigados por esta guerra de usura, les confiaron las operaciones ms peligrosas, dndoles carta blanca para que pudieran satisfacer sus instintos criminales. A lo largo de aquellos aos de lucha, las tropas de los hermanos Kovajic llegaron a convertirse en una pesadilla, no slo para la poblacin de las montaas, sino tambin para los grupos de partisanos, pequeas unidades aisladas, que fueron eliminadas implacablemente por los feroces croatas. Palidecan los campesinos al or hablar de aquellos dos monstruos, y las viejas hacan el signo de la cruz, mientras que sus rostros surcados de arrugas temblaban de espanto. Todo el mundo les conoca por un nombre que expresaba claramente lo que la gente senta hacia ellos. Les llamaban los Hermanos del Diablo. Actuaban como los viejos seores feudales, arrastrando con ellos y con sus tropas a mujeres capturadas con las que organizaban orgas asiticas. Aquellas desdichadas, cuando ya no servan para divertir a los seores, eran abandonadas, suplantadas por nuevas capturas, como haba ocurrido durante la Edad Media en los pueblos que las tropas croatas atravesaban. Aquel da, cuando el sol acababa apenas de asomar su cabeza redonda por encima de la lnea del horizonte, un hombre lleg al campamento de los croatas. Era bastante joven, ya haba atravesado, durante largos das, la gran llanura, tras abandonar las montaas donde haba luchado junto a las tropas de Mijalovic. No era, en el fondo, ms que un desertor ms que iba a buscar la violencia y la fortuna en las filas de los Hermanos del Diablo. Pero quiso el azar que pasara toda una noche escondido entre la maleza, a menos de doscientos metros del lugar donde el gran avin americano se haba posado. Escuch bastantes cosas como para sentirse profundamente intrigado, y cuando abandon su escondite, considerando con frialdad lo que haba odo, sac de todo ello la lgica conclusin de que gracias a la casualidad iba a convertirse en un hombre verdaderamente importante. No le fue muy sencillo una vez, en el campamento croata, ser recibido por los jefes, consiguiendo finalmente que el mayor de los hermanos se dignara concederle una audiencia. Debiaz escuch atentamente el largo y detallado relato que le hizo el expartisano de Mijalovic. Le hizo, seguidamente, decenas de preguntas, muchas de las cuales ocultaban una trampa en la que el desertor no cay. As lleg Debiaz a la conclusin de que Lazlo, el soldado de Mijalovic, no haba mentido. Momentos despus, ante el estado mayor de su unidad, al que haba convocado con urgencia, Debiaz tom la palabra: La ocasin es nica... Justamente lo que estbamos esperando desde hace mucho tiempo. Tito y su pandilla de hijos de puta se encuentran cerca del pueblo de Brenioz, en plena montaa... Y segn parece, acaba de recibir una comisin aliada, peces gordos que han venido con toda seguridad a ofrecerle ayuda y material de guerra... Acarici sus largos bigotes, cuyas guas caan a ambos lados de la boca.
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Conocemos el camino que lleva directamente al campamento de los rojos... Y si nos apresuramos, podremos llegar all en menos de dos das... Hizo una corta pausa, antes de agregar: No pienso, por otra parte, que esos puercos enviados por los gobiernos aliados regresen a sus pases en seguida. Tito es un tipo listo al que le gusta discutir hasta conseguir lo que desea. Levant la mano derecha. Vamos a salir ahora mismo. Pensad un poco en la gloria que nos espera en las montaas... ya que esta vez vamos a terminar para siempre con ese puerco de Tito, y toda Yugoslavia, tras la victoria del Reich, ser nuestra. Un grito de triunfo brot de las gargantas de los croatas; los brazos armados se elevaron, y fue como si de repente, sobre las cabezas de los hombres, surgiese un bosque de fusiles.

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X Cole asisti a los preparativos de la comisin que iba a ser recibida por el mariscal Tito. Tal y como le haba dicho el jefe de seguridad, el ruso Sorenko, los miembros de la comisin recibieron trajes regionales, y se desnudaron ante los hombres de Mihail excepto Wanda E. Farrington que se cambi de traje en una habitacin cercana. Americanos y britnicos rieron como chiquillos al verse vestidos con aquellos trajes multicolores que recordaban las vistosas fiestas de los campesinos blgaros. El judo se qued nicamente con el minsculo y redondo cubrecabeza, smbolo de los hombres de su raza. Bruce no tuvo ms remedio que tranquilizarse un poco, tanto que lleg a preguntarse si, por una vez, Berln no haba exagerado la nota y si los dedos no se le haban hecho huspedes. Vio el americano acercarse al ruso, sonriente y seguro de s mismo, lo que contribuy un poco ms a devolver el buen humor al agente yanqui. Satisfecho? le pregunt Sorenko con una sonrisa. S. Del todo? Pues... s, del todo. Ya se lo dije, amigo mo. No podemos permitirnos el lujo de correr el menor peligro. Lo que se juega aqu es demasiado importante como para tomarlo a broma... y el camarada Tito se ha convertido en un smbolo de un valor incalculable, cuya prdida acarreara consecuencias verdaderamente incalculables. Cole hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Estoy perfectamente de acuerdo con usted, comisario... pero, no obstante, puedo hacerle una pregunta? Todas las que usted quiera. Veamos... la nica mujer del grupo, miss Wanda... se ha cambiado de traje en aquella habitacin del fondo... no es as? As es. Cmo puede estar usted seguro de que no ha ocultado un arma, puesto que nadie estaba presente cuando se ha desnudado y vestido con el traje que ahora lleva? Sorenko, teatral como siempre, alz los brazos hacia el techo. Oh, amigo mo! Est usted padeciendo una verdadera obsesin... Vamos, vamos, va usted demasiado lejos... una mujer... Eso no contesta a mi pregunta. Es usted imposible, mister Cole... bueno, puesto que no hay ms remedio... Se acerc ms al americano, de forma que no pudiera ser odo ms que por l. Ahora soy yo quien solicita su discrecin. Cuente con ella. Gracias... usted se habr dado cuenta de que me he ausentado unos minutos, no? Lo he visto. Eso demuestra que es usted un excelente observador... y que no se le escapa nada... Es mi trabajo. Lo comprendo. Pues bien, amigo mo... cuando he salido de aqu, he ido a ver a esa preciosa criatura... Eh? No lo tome as. Tengo una especial debilidad por las mujeres hermosas... y he podido observarla, sin ser visto, mirando por un orificio practicado en una de las paredes... La ha visto desnudarse? Efectivamente... y fuera del caso de armas, puedo asegurarle que no lleva ninguna, he de confesarle una cosa... Cul? Que el espectculo de ese cuerpo vala la pena.
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Deberas descansar un poco, Ranko. Si vieras la cara que haces! Ranko sonri, y acept el cigarrillo que el mdico le ofreca. Estoy bien, camarada... estoy muy bien. Ella est durmiendo ahora... por eso he salido un poco a tomar el aire... Se inclin para acercar el cigarrillo al mechero del mdico. Luego, tras lanzar una bocanada de humo: Cundo vas a quitarle la venda? Esta tarde. Ranko suspir. No me mover de aqu hasta que sepa a qu atenerme... Aunque en el fondo, espero que volver a ver como antes... Y si es as, por una sola vez... me mostrar clemente. El mdico frunci el ceo. Clemente? No entiendo... Los ojos de Ranko brillaron con sbita intensidad. Hemos capturado a seis SS..., seis prisioneros que han sido interrogados, pero que en el fondo no saben nada... Milan los guarda... para m. Sigo sin entender. Espero que ella recobrar la vista... repiti obsesivamente el yugoslavo. Lo espero de todo corazn... pero si no es as... entonces, arrancar los ojos a esos hijos de perra... y lo har con mis propias manos... No digas eso protest el mdico. Nunca hemos cometido esas bestialidades... por mucho que diga la propaganda de nuestros enemigos... y, personalmente, s que no seras capaz de... Lo soy. Bien... comprendo tu estado... y tu rabia... pero tambin tengo la esperanza de que Tatiana recobre la vista... Has estado en el campamento? Fui ayer. Tena que hablar con Milan. Deben estar hablando como cotorras, no? Y que lo digas. Pero si quieren engaar a Tito, se equivocan por completo... El camarada Broz no ceder ni una pulgada y terminar salindose con la suya. Qu es lo que quiere esa gente? Milan me ha dicho alguna cosa... Al parecer, estn dispuestos a proporcionarnos todo lo que necesitamos para aplastar, de una vez para siempre, a los nazis. No est mal... pero, pedirn algo a cambio, verdad? Desde luego. Y qu desean esos seores? Una Yugoslavia neutra... a su manera... evidentemente no dependiente de la Unin Sovitica. Y eso... en qu puede interesar a los yanquis? Yo creo que, en el fondo, los americanos no se interesan por el asunto y que les es igual una cosa que otra... pero... estn los ingleses. Entiendo. El viejo Churchill piensa siempre en ese Mediterrneo que ha sido siempre ingls... y una vez terminada la guerra, el Premier respirar con mayor tranquilidad si sabe que la flota sovitica se encuentra al otro lado de los Dardanelos, con una Turqua tranquila y obediente a las instrucciones de Londres. La poltica es una verdadera mierda. Eso es cierto. Porque, me pregunto yo, de qu va a servir toda la sangre vertida en este pas? Es que no luchamos desesperadamente por ser libres? No es as? Ranko esboz una sonrisa, y haba en sus ojos un brillo de conmiseracin cuando mir al mdico.

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La libertad? dijo con un tono de franca incredulidad. Qu es la libertad? Una cosa que no ha existido nunca, que no existir jams... mientras haya hombres en este jodido planeta... No estoy de acuerdo contigo. All t! La libertad no puede ser general porque no es algo universal, aplicable a todos los seres, como el oxgeno que se respira... La libertad de los unos... significa la sumisin de los otros... No digas cosas raras. Es posible que entienda un poco tus propsitos... y que piense que si los nazis permanecen aqu no habr ms libertad que la suya... pero cuando desaparezcan, la libertad ser la nuestra. T mismo has cado en la trampa... la libertad de ellos... nuestra libertad... libertades parciales, contrarias, limitadas, condicionadas... No irs a comparar la libertad que ofrecen los fascistas a la que conseguiremos despus de la victoria? No lo s... pero, si piensas que los que vendrn luego te ofrecern la libertad con la que sueas... te equivocas... No lo creo. Habr un partido, una disciplina, una ley y una fuerza que no permitir la menor desviacin de una lnea trazada... un estrecho camino que se llamar libertad. El mdico dirigi una mirada divertida a Ranko. T has sido siempre un poco anarquista, no? No lo s... aunque no lo creo... Yo soy un hombre, querido doctor, que una vez haya cumplido con su deber... se ir lejos, muy lejos, a un lugar tranquilo y solitario... lo ms lejos posible de este mundo corrompido... A gozar de tu propia libertad... Eso es. De mi libertad, que procurar sea slo ma... que no choque con la libertad de los otros... No te comprendo. Has luchado como una fiera... y cuando la vida puede ofrecerte el premio a tus esfuerzos... lo rechazas. Nunca luch por obtener un premio ni nada que se le parezca... Pele para dar a mi pueblo lo que l desea con mayor fuerza... pero, entre nosotros, camarada, deja que te diga que el pueblo yugoslavo, como ningn otro pueblo del mundo, no obtendr, nunca, lo que desea... Pero, por qu? Porque los pueblos no pueden dirigirse por s mismos... y que aquellos a los que se confa el mando... no son nunca perfectos... y si lo son, dejan de serlo en cuanto se les entrega el poder. La patrulla reapareci, saliendo de las densas sombras de la noche. Zino, el menor de los hermanos Kovajic, esper hasta que el jefe de la patrulla se detuviera ante l. Y bien? inquiri entonces. Hemos llegado a la mitad de la pendiente, por este lado. Hay alguien? S, un poco ms arriba. Cuntos? Una docena. Vigilan el camino que hemos seguido, pero ni siquiera se han dado cuenta de nuestra presencia. No hubiera faltado ms que eso! gru Zino. Qu ms? Nada ms... por ese lado. Vamos... os habis acercado lo bastante para ver cmo han organizado la defensa de esa parte? S. Entonces, a qu mierda ests esperando para terminar tu informe? Perdn... No tienen nada especial... ninguna arma automtica... nada ms que fusiles. Seguro? Seguro.
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Bien. Esperad aqu. Voy a hablar con mi hermano. Retrocedi Zino, yendo en busca de Debiaz que haba instalado su puesto de mando en lo bajo de la colina. Ya los tenemos! exclam sentndose ante su hermano. Habla. Zino explic lo que el jefe de la patrulla acababa de comunicarle. Tenas razn, Debiaz dijo luego con los ojos brillantes. Ese cretino de Tito confa tanto que ha dejado apenas sin vigilancia la zona costera... Contaba con ello, Zino. Qu vamos a hacer ahora? Preparar el ataque. Contamos con seis batallones, perfectamente armados, estupendamente adiestrados... y lo que es ms importante, llenos de odio hacia esa canalla roja... Hizo una pausa, pasndose los dedos por los labios. Lo primero que tenemos que hacer es terminar con ese grupo de puercos que vigila el camino del Este. No ser difcil. Quin manda la patrulla? El teniente Armoz. Es un buen chico... y sabe hacer bien las cosas, pero no ha de olvidar que no debe escaprsele un solo tiro. Su seccin est acostumbrada a los golpes de mano... y ya sabes que sus hombres son unos verdaderos maestros en el arte de manejar el machete. S, ya lo s. Eliminarn a los rojos en completo silencio. Con eso cuento. Un disparo podra echar todo a rodar. Escucha bien lo que has de decir a Armoz... Te escucho. Una vez eliminada la vigilancia, dos batallones seguirn a Armoz, pero no penetrarn en el pueblo... sino que irn a situarse en las colinas del Norte... Entiendo. Mientras, otro batalln ir a colocarse ante las defensas del Oeste, que sern con toda seguridad las ms slidas, ya que los partisanos pueden esperar nicamente por ese sitio una sorpresa... S. Atacaremos al alba, pero sin usar armas pesadas... ni morteros ni lanzallamas... hay que tener mucho cuidado... ya que sera fatal herir o matar a los miembros de la comisin aliada. Yo les cortara los cojones con mucho gusto! No seas bestia, hermano... hay que ser poltico... Pero, para qu mierdas quieres a esa gentuza? Porque ellos se convertirn en los rehenes ms famosos de toda esta guerra... Te imaginas lo que podemos exigir con esos peces gordos en nuestro poder? No obtendrs nada por ellos. Te equivocas. Tienen que ser personas muy importantes en sus respectivos pases... y los gobiernos de esos pases nos darn lo que pidamos si se los devolvemos sanos y salvos. Zino se encogi de hombros. Se har como t quieras, pero yo no estoy muy convencido. Todo saldr bien. Has pensado en los alemanes? Qu quieres decir? Que los alemanes te reclamarn a los rehenes para utilizarlos como ellos quieran. Debiaz sonri cnicamente. He pensado en ello, hermanito. Es cierto que debemos mucho a nuestros amigos de Berln... pero si se ponen pesados, podremos obtener de ellos grandes ventajas... despus de todo, ofreceremos los rehenes al mejor postor.

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Cole encendi un cigarrillo. Cerca de l, McDonald fumaba pensativamente su pipa. Haban salido a dar un corto paseo, dejando atrs la casona donde las reuniones continuaban casi sin interrupcin. Tengo ganas de estar en casa dijo el britnico. Tanto echa de menos a la vieja Inglaterra? S, amigo mo... Dicen que los ingleses viven en cualquier parte y se adaptan a cualquier otro pas... pero, en el fondo, somos tremendamente caseros... y no respiramos bien ms que cuando estamos en nuestra tierra. Entiendo. No le ocurre a usted lo mismo? No s... cuando estoy trabajando, me olvido por completo de mi pas... he viajado mucho, y la verdad es que no he pasado demasiado tiempo en los Estados Unidos, especialmente desde que empez la guerra. Quizs es que yo me sienta un poco viejo... Cole haba dudado en hacer partcipe al ingls de lo que saba. Crey, no obstante, que haba llegado el momento de ser sincero con l. Le relat, en pocas palabras, el contenido de los dos mensajes que haba recibido en pleno vuelo, as como sus temores y sus conversaciones con el ruso Sorenko. El britnico le escuch en silencio; luego, esbozando una sonrisa: Es usted muy joven, Cole... impetuoso, nervioso, inquieto... y eso es muy natural... pero creo que exagera. Mis informadores no me han fallado nunca. Nunca es una palabra muy importante... la prueba, ahora le han fallado. Quisiera estar tan seguro como usted. Pero es que no se da cuenta de que todas las medidas pertinentes han sido tomadas? Ese ruso le ha demostrado que sabe hacer su trabajo... Ojal sea cierto! El ingls abri desmesuradamente los ojos. By Jove!, como ustedes dicen... Es usted un hombre tremendamente desconfiado. La vida me ha enseado a serlo, mister McDonald... adems, hay algo en mi interior que insiste en convencerme que las cosas no son nunca tan bonitas como parecen...

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XI Tir el cigarrillo; luego, bruscamente, recordando que era el ltimo del paquete, se agach para recoger la colilla, llevndosela nuevamente a los labios. La angustia le envolva como si se encontrase en el fondo de un pozo sin salida. Las ideas iban y venan a su guisa, creando en su mente imgenes contradictorias y dolorosas. Mir, por ensima vez, la puerta de la enfermera, preguntndose qu diablos poda estar haciendo el doctor Alenovic desde que haba entrado all, haca ya una hora larga. Al otro lado de la explanada se levantaban las viejas y casi derruidas casas del pueblo, entre las que destacaba el edificio consistorial, donde se llevaban a cabo las reuniones entre los enviados de los Aliados y Tito. En otras circunstancias, Ranko se hubiera interesado por lo que estaba ocurriendo en la sala baja de la casa, pero incluso deseando conocer la marcha de las conversaciones, su atencin entera se concentraba en la casita del Puesto de Socorro, detrs de cuyas paredes encaladas se encontraba Tatiana. Ella no le haba besado ms que una vez. Estaba l junto al lecho, sentado en una silla en la que haba permanecido largas horas. Medio dormido, aplastado por la fatiga y la falta de sueo, recordaba en aquellos momentos una situacin parecida que haba surgido del fondo de su memoria. Cuando no era ms que un nio, haba permanecido junto al lecho de su madre, gravemente enferma, pendiente de sus gestos, dispuesto a proporcionarle lo que ella pidiera. Das, semanas, meses... no recordaba con precisin cunto tiempo haba permanecido al lado de la cama de su madre, con los ojos fijos en el perfil esqueltico de la mujer, como una extraa medalla... Muchas veces, sin ni siquiera entender lo que la muerte significa, se haba sentido aterrorizado ante la inmovilidad de la enferma. Y cada vez que aquel terror le sobrecoga, se levantaba, muy despacio, saliendo de la estancia para ir en busca de la vieja criada. Alina... La mujer tena cerca de ochenta aos, y Ranko la conoca desde siempre. Su padre estaba en el campo, con los otros campesinos, y ella se pasaba el da preparando la comida para los hombres, confiando en el nio para que vigilase a su madre. S? No se mueve, Alina... creo que no respira. La mujer se secaba las manos en el delantal. Luego iba a la alcoba, con su paso lento de mujer vieja, comida por los reumatismos. Y el nio le vea hacer siempre la misma cosa. Alina iba a la cmoda, coga el pequeo espejo y lo acercaba luego a la boca de la enferma. Ves Ranko? le deca luego mostrndole la suave mancha que el vaho haba dejado en el cristal. No le ocurre nada... anda, sintate y tranquilzate... Ms tarde os llevar l a cabo el examen con el espejo. Ya no molestaba a Alina y sonrea feliz al ver aparecer sobre la pulida superficie reflectante aquella pequea nube que significaba que la vida segua en el cuerpo de su madre. Alina... Ella se volvi, viendo que el nio tena el pequeo espejo en la mano. Un espejo limpio, brillante. Ven... Le quit el espejo y ella misma comprob que el pequeo no se haba equivocado. Est muerta dijo la mujer subiendo el embozo de la sbana para cubrir la cabeza de la mujer. Ya ha dejado de sufrir... Anda, ven, voy a prepararte el desayuno... La sigui Ranko, volvindose una sola vez para ver el rostro cubierto de su madre. Comprendi entonces que para los viejos, la muerte es algo natural, como el final de un camino que se divisa y al que se llega sin remedio.

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El teniente Armoz envi esta vez al sargento Mebroz, quien se cuadr al llegar al lugar donde los dos hermanos Kovajic esperaban. Ya est hecho. Hemos eliminado a los rojos de la colina. Un brillo cruel surgi del fondo de los ojos de Zino. Degollados? S. Me hubiera gustado acompaaros... Calla, Zino intervino Debiaz. Ya tendrs tiempo de divertirte ms tarde. Se volvi hacia los dos jefes de batalln que esperaban sus rdenes. El camino est abierto les dijo. Hay que avanzar con cuidado, evitando penetrar en el pueblo. Una vez instalados en las colinas, al norte del poblado, esperaremos la llegada del alba. Se volvi nuevamente, haciendo frente al mensajero de los otros batallones. Vosotros iris hacia el Oeste. Di a los comandantes que ataquen a las seis y media en punto... Esa ser la seal para que nosotros abandonemos las colinas y penetremos en el poblado. A la orden! Cuando el mensajero parti, Debiaz orden que los dos batallones se pusieran en marcha; luego, caminando junto a su hermano: Se acerca el gran momento dijo. Lo que hemos estado esperando durante todos estos aos... Tito no escapar esta vez. No... si me dejas que me encargue de l... Debiaz mir de reojo al pequeo Kovajic. De acuerdo dijo luego. Te conozco demasiado para saber que de no dejarte que lo captures, cometeras alguna barbaridad... Seguro. Y lo que me interesa, incluso ms que el propio Tito, es capturar sanos y salvos a esos extranjeros. Poco me importa lo que hagas con ellos... si dejas que me encargue personalmente de Josif Broz. Es tuyo. Gracias, hermano... Tem, por un momento, que lo quisieras vivo... No estoy loco. Vivo, hara que muchos de sus partisanos intentasen salvarle fuera como fuera... Ya se nos escap una vez de las manos. Ya es hora que la comedia termine. Puedes estar tranquilo. Debiaz guard silencio unos instantes. Oye, Zino inquiri despus. Puedo hacerte una pregunta? Hazla. A todos nos gusta matar rojos... pero a ti debe ocurrirte algo especial... sabes cmo te llaman los hombres? Zino se ech a rer. Claro que lo s... El Matarife. Te has hecho famoso, hermano, tristemente famoso... Yo esperaba que se hablase de nosotros, de los Kovajic, como de grandes capitanes... gente destinada, despus de la guerra, a regir los destinos de una Yugoslavia sometida a los croatas. Cuentos! Padre tambin lo pensaba as. Y cuando fui a verle, el mes pasado, estaba preocupado... por ti. Padre se ha hecho viejo. No lo creas. En realidad, los alemanes se sirven de l por sus dotes polticas... la prueba es que es uno de los consejeros del gobierno croata... No me gusta la poltica... soy un hombre de accin... y no entiendo por qu padre se ha de preocupar por m... Ha odo hablar de ti. Eso debera llenarle de orgullo.
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No del todo... lo que ha odo no es nada agradable... por ejemplo, lo que hiciste en el poblado de Vernuz. Zino solt una carcajada. Hice lo que tena que hacer... T mismo fuiste quien me encarg de mostrarme duro con aquella gentuza. O has olvidado acaso que los pobladores de ese asqueroso pueblo haban escondido a los partisanos que destrozaron a una de nuestras compaas? Es cierto, pero... No hay peros. T me dijiste que les diera una leccin ejemplar... Cre que ibas a fusilar a unos cuantos. Slo a unos cuantos? La mala hierba se arranca de cuajo. Adems, por qu fusilarlos? Era gastar municin con gentuza que no lo mereca. Los quemaste vivos. Quem el pueblo... y a ellos dentro de las casas... No dejaste ni uno solo con vida. Por qu haba de hacerlo? Ya te lo he dicho antes: la mala semilla se quema... si no lo haces, vuelve a germinar cuando menos lo piensas... Quemaste a hombres, a mujeres, a nios... Quem a malditos rojos, sin que me importase la edad ni el sexo... y limpi la zona, de tal manera, que nunca ms ha ocurrido nada desagradable en esa regin... Te entiendo, pero no te apruebo. Hay que ser poltico... Mierda para la poltica! T no me entiendes, pero s nuestros amigos los alemanes... ves esta Cruz de Hierro? Me la dieron ellos, los SS... y la prendi en mi pecho un jefazo, un Oberfhrer en persona... En esas cosas positivas no se fija nuestro padre... Est bien, est bien... all t con tus mtodos... Son los mejores y los ms eficaces... espera un poco que le eche la mano a Tito... Debiaz se estremeci, pero no pregunt qu clase de torturas haba imaginado El Matarife para el jefe de la Resistencia yugoslava. Prefera ignorarlo. Los recuerdos nublaron los ojos de Ranko. Pero, lentamente, como en un fundido cinematogrfico, la imagen de su madre fue sustituida por la de la rusa. Tembl al pensar que debera asistir a una nueva desgracia en su vida. Comprenda perfectamente que Tatiana no dejara que se acercase ms a ella en el caso de quedarse ciega. No, no es orgullo pens. Es algo consustancial con su manera de ser. Ahora que sabe que la amo, no estar nunca dispuesta a ser un estorbo para m... Como si le importara estar a su lado en el caso de que la desgracia se cebara con ella! Aunque... Vio, ante l, los hermosos ojos azules, con aquella profundidad insondable y que era como una barrera abismal que impeda conocer lo que pasaba en el fondo de las pupilas... Le pareca impensable que aquellos ojos pudieran dejar de ver, de expresar como lo hacan todo lo que la rusa experimentaba. Eran ojos locuaces, habladores, alegres, llenos de la vida que palpitaba en el cuerpo de Tatiana. Ranko! Se volvi, sobresaltado, mirando intensamente al mdico que haba abierto la puerta del Puesto de Socorro. Tuvo miedo de que su corazn se paralizase en aquel mismo instante, y not una brusca flojedad en las piernas, al tiempo que un sudor fro le cubra el cuerpo. S...? Su voz, apenas audible, hizo sonrer al mdico. Ven. Le sigui, vacilante, con paso impreciso como el de una persona ebria. Atravesaron la salita, penetrando directamente en la habitacin ocupada por la rusa.
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Pero Ranko se detuvo antes de llegar al umbral de la puerta. Una intensa emocin, salpicada de angustia, le inmoviliz como si, de repente, las fuerzas le abandonasen. Ven, pedazo de idiota! Avanz unos pasos. No se atrevi a levantar la cabeza, mirando con fijeza los mosaicos del suelo. Luego, reuniendo todas sus energas, alz la mirada, al tiempo que su cuerpo se pona dolorosamente tenso. Sentada en el lecho, mirndole con sus grandes ojos abiertos, Tatiana Borisova le tenda los brazos.

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XII Heil Hitler! Pase, Oberfhrer... y sintese... A la orden. Konrad van Klmer tom asiento, permaneciendo con el cuerpo, erguido, la mirada alta. Se haba quitado la gorra de plato negra que coloc en sus rodillas juntas. Frente a l, el Reichfhrer Himmler le miraba a travs de los cristales de sus gafas de montura metlica. Y bien? se determin a preguntar el amo de la Gestapo y de las SS. Estn reunidos, Reichfhrer. Sabe dnde? No exactamente, aunque sospechamos que se encuentran en un pueblo medio destruido, a orillas del mar, en un sistema de colinas, en Serbia... El avin lleg sin problemas? Sin problemas, Reichfhrer. El ataque de nuestra pequea unidad nos cost muy caro, pero as salvamos las apariencias, demostrando a los rojos que no sabamos nada... Perfecto. Es emocionante pensar que dentro de poco, ahora mismo o dentro de poco... el problema que significa Tito ser eliminado... para siempre. S, tiene usted razn, Oberfhrer... emociona pensar que todo eso est posiblemente ocurriendo. El trabajo de nuestro agente ha sido magnfico. Tena que serlo. S, es cierto. Eso demuestra que se puede manejar a una persona moviendo los hilos como si de una simple marioneta se tratara. Ha hecho usted un excelente trabajo, amigo mo. Gracias, Reichfhrer. Ardo en impaciencia para poder informar al Fhrer que la operacin ha sido un xito. Esperamos que as suceda, ya que inmediatamente tras la muerte de Josif Broz, que ser ampliamente difundida, vamos a desencadenar una ofensiva general contra los guerrilleros yugoslavos. Muy oportuno, ya que la muerte de su jefe minar por completo su moral. No hay cosa ms peligrosa que los smbolos dijo Himmler. Y lo queramos o no, Tito es uno de los ms dainos con los que nos hayamos enfrentado. Acarici con su mano regordeta la carpeta que haba sobre la mesa. Es el lado carismtico de las personas lo que las hace singularmente peligrosas explic. Lo que para nosotros, en el caso de Hitler, puede ser altamente positivo, no podemos permitirlo en el adversario... Conseguimos arrancar el lado divino de Stalin... cuando provocamos la gran purga de 1937, Mussolini se encarg l mismo con sus campaas en frica y su fracaso en Grecia, de caer del pedestal, donde slo le sostiene la sincera amistad que el Fhrer siente hacia l... Desaparecido Tito, slo queda un personaje que goza de una especial carismtica: Churchill. Es cierto. Los pueblos necesitan aglutinarse alrededor de un smbolo al que consideran esencialmente superior. Siempre ha sido as... o bien con una religin o con una idea concreta de un hombre, en un jefe... Los pueblos son ignorantes. Yo los catalogara mejor como elementales, fuerzas salvajes, formidables, pero incapaces de hacer algo ordenado sin una direccin adecuada. Son como las aguas tumultuosas de un torrente, que hay que encauzar para que sean tiles... Nuestro pueblo, pienso yo, Reichfhrer, es distinto. Porque es superior, infinitamente superior a los otros. En todo germano ario, hay una fuerza ordenada: ms an, una fuerza que no puede funcionar sin orden...
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Ya veo. Por qu se cree usted que fracas en Alemania la revolucin roja de la posguerra de 1918? Por ese motivo. Es la evidencia misma. El fantasma de la anarqua, de la subversin de los valores establecidos, produjo espanto, incluso entre los propios rojos alemanes. Los comunistas, por ejemplo, miembros del Rot Front, se comportaban con una disciplina ejemplar... Sonri. Por eso muchos de ellos pasaron sin trauma a las filas de las SA y de las SS... Estaban dispuestos a obedecer ciegamente las rdenes de sus jefes, pero no podan admitir que todo su esfuerzo estuviera abocado a la destruccin del Estado. As es. La superioridad de nuestro pueblo, entre otras muchas cosas, reside en su sentido estricto del orden y de la disciplina. Por eso ha dado Alemania el Ejrcito ms poderoso y eficaz del mundo. Por eso vamos a forjar un universo a la medida aria durante los prximos mil aos. Sus ojos brillaron tras los cristales de las gafas. Pero antes debemos suprimir los smbolos enemigos... destruirlos hasta que no quede nada de ello... porque slo ha de haber un smbolo en el mundo... La Cruz Gamada que cobija a la raza aria, la ms hermosa, inteligente y capaz de todas las que pueblan la Tierra. No poda ms. La sospecha le horadaba el crneo como un doloroso berbiqu. Nada poda hacer para evitar aquella tremenda compulsin que le tena preso entre sus hilos de acero... Cuando el proyecto apareci en su mente, estuvo a punto de obligarse a ser el necesario protagonista, pero existan tremendas dificultades para que l fuera, al mismo tiempo, el actor y el ejecutor... Al anunciarse que el da siguiente iba a ser de asueto, y que los miembros de la comisin descansaran, pens que las circunstancias iban a facilitar su plan, y se puso a buscar a alguien que pudiera comprender lo que l mismo senta. Ni siquiera se detuvo a pensar en Sorenko. El ruso, no obstante, reuna ciertas cualidades que iran muy bien para lo que el americano se propona, pero desech finalmente la idea, buscando por otro lugar, examinando a los pocos yugoslavos que conoca. Hasta que pens en Milan. Haba odo hablar del lugarteniente de Ranko, cuyas hazaas llegaron a los Estados Unidos, incluso antes de que all se hablase de Tito. Y se decidi a hablarle, poniendo las cartas sobre la mesa. Lo encontr en la cantina de los partisanos, y tras aceptar un vaso de vino serbio: Deseara hablar con usted, a solas. Vamos. Se alejaron, caminando lentamente por la ancha calle del poblado. Cole explic al guerrillero todo lo que haba sucedido en el avin, el contenido de los mensajes, su procedencia y los temores que el estadounidense albergaba. Todo eso es muy grave dijo Milan. Eso mismo pienso yo... y como acabo de decirle, mis sospechas se concentran en una sola persona. La mujer? S. El yugoslavo reflexion unos instantes. Usted ha dicho que examin con todo cuidado los expedientes de todas esas personas, no es as? En efecto.

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Entonces, si todo iba bien para todos, por qu dudar exclusivamente de la mujer? Si algn dato falso existe en su expediente, igual puede pasar en los otros. Cole se sinti irritado ante la lgica aplastante de Milan. Tena prisa, por otra parte, ya que si no aprovechaba el receso de las reuniones, era posible que despus fuera demasiado tarde. Lo s, lo s... dijo. Pero el examen de los antecedentes no se presta, en lo que se refiere a los dems, a ciertas dudas... Por otra parte, una mujer es siempre mucho ms sensible a ciertas ofertas y ms dbil ante ciertas amenazas. Le comprendo perfectamente. Pero, usted no me ha llamado para contarme sus cuitas... Qu desea usted de m? Que me ayude. A qu? A desenmascarar a esa mujer. Y cmo quiere usted que yo pueda hacer algo? De la nica manera que un hombre puede ganarse la confianza de una mujer. Milan le mir con los ojos muy abiertos. Cmo? inquiri con voz sorprendida. Est usted insinuando que... tengo... que... con ella? S. Es una locura! Apenas hablo su lengua un poco, como usted est comprobando... adems, es que no se ha fijado usted en m? Ella es una mujer acostumbrada a ciertos refinamientos... y nosotros apenas si podemos lavarnos, cuidarnos la barba... est usted soando, amigo mo! Voy a serle franco, capitn Lazarevic... Usted es mi nica posibilidad de conseguir algo positivo, real... antes de que sea demasiado tarde... Le he hablado sin rodeos, y usted sabe tan bien como yo que el objetivo de ese traidor... o traidora, no es otro que matar al mariscal... ... si sus informadores no se equivocan. Son humanos, pueden errar, lo s... pero un hombre como yo, perteneciente a los servicios secretos, no puede desdear un informe, por muy fantasioso que parezca... si hicisemos eso, no se contaran los fracasos... Comprendo... pero lo que usted desea que yo haga... Es la nica manera de saber lo que esa mujer esconde. Por favor, capitn... si nos equivocamos, no pasar nada... Milan se ech a rer. Que no pasar nada? Por favor, mister Cole! Pues claro que pasar... y, para serle sincero, me gustara que pasase, aunque no me hago muchas ilusiones. Entonces, va a intentarlo? S. Gracias. No me las d todava. Se haban deslizado, durante la noche, como sombras fugaces, movindose por la ladera de la colina, mantenindose alejados del poblado en ruinas. Tambin los partisanos blancos haban aprendido las tcticas de la guerra de guerrillas, y eran tan buenos en las montaas como los hombres contra los que luchaban. Debiaz, ms astuto e inteligente que su hermano Zino un verdadero anormal de espritu retorcido por el sadismo, saba con detalle la operacin, pensando en que el menor error poda ser fatal. Conoca muy bien a los partisanos. Por eso no dud en eliminar la patrulla que vigilaba la parte Este del dispositivo de los rojos, sabiendo que era costumbre mantener aisladas aquellas pequeas unidades, lo que quera decir que no se efectuaba ninguna clase de relevo y que cada una de ellas posea los medios suficientes para mantenerse en absoluta autonoma.

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Nadie va a notar nada, aunque tardemos veinticuatro horas en atacar le dijo a su hermano. Tenemos tiempo suficiente para situarnos en las colinas, esperando que los otros batallones se siten al otro lado de la lnea de defensa principal de los rojos. Zino se encogi de hombros. Ya sabes que todas esas cosas me aburren dijo con una sonrisa. A m dame un buen combate... y si es posible, mujeres para divertirme con ellas. Crees acaso que no me gustan las mujeres tanto como a ti? No de la misma manera. Y eso me alegra gru Debiaz. Eres un bicho raro, hermano... si no les haces dao, no gozas con ellas... Yo creo que, al contrario, soy yo quien obro normalmente. No es normal acaso dominar a la hembra, demostrarle que uno es quien manda, el amo? Es posible, pero hay muchas maneras de imponerse a una mujer... mientras que t necesitas siempre hacerla aullar de dolor... Los ojos de Zino brillaron como ascuas. Es lo ms maravilloso que existe dijo con una voz silbante. Sabes mezclar el dolor y el placer... es algo sublime. Qu sabes tu, hermano? No quiero saber nada de eso. All t! Lo nico que ahora me preocupa, es encontrarme cara a cara con Tito... Pronto te encontrars ante l. Y diciendo aquello, Debiaz no saba que estaba anunciando una gran verdad. Cuando Milan empezaba a desesperarse, habiendo esperado ver a la joven americana sola, la vio salir del casern donde se llevaban a cabo las reuniones. Wanda, con la cmara fotogrfica colgada del cuello, se diriga hacia la parte norte del pueblo, donde estaban las cocinas de los partisanos, as como las mujeres encargadas de aquel servicio. Milan no lo dud un solo instante. Cruz velozmente la calle, acercndose a la americana. Seorita... Wanda se detuvo, volvindose hacia el hombre. Le examin con curiosidad, atrada por su alta estatura, su aspecto arrogante, su barba negra y sus ojos, del mismo color, intensamente brillantes, como trozos de antracita. S? Perdone que no hable bien su idioma... soy el capitn Milan Lazarevic... y me encantara serle de alguna utilidad. Muy amable. Wanda era alta, rubia, con las hebras doradas de su pelo rozando sus hombros. El traje regional serbio que llevaba le sentaba maravillosamente bien, aunque se la imaginaba mejor en el traje sastre que llevaba cuando baj del avin... A pesar de tener el cerebro lleno con las ideas que el americano haba puesto en l, Milan no pudo por menos de olvidarse un poco de las sospechas de Cole, mirando a la mujer que tena ante l con ojos desprovistos de prejuicios. La encontr muy hermosa, aunque se dijo que llevaba tanto tiempo sin ver una mujer de aquella clase, que no era extrao que se sintiera un tanto intimidado ante ella... Puedo mostrarle lo que desee... dijo Milan. Quisiera sacar algunas fotos de estos sitios explic la americana, empezando por las cocinas... Como usted quiera. Fueron juntos, y Milan arregl las cosas de forma a que Wanda obtuviera planos originales de las mujeres metidas entre perolas, cortando carne, pelando patatas... Cuando hubieron terminado con las cocinas, Milan dijo: Quiere usted ver cmo vive un partisano? Ella le mir, y l comprob que la luz que se encenda en aquellos hermosos ojos estaba cargada de malicia.
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Por qu no? La llev directamente a su cabaa, preguntndose si se atrevera a dar el primer paso. Estaba seguro de que sera incapaz de llevar a cabo lo que se propona. Aquella mujer segua intimidndole, ya que haba en ella una seguridad que no se halla ms que en las mujeres libres de un pas como los Estados Unidos en el que el mundo femenino ha terminado por imponerse. Pensando en las mujeres de su pas, tmidas y cortas, Milan se estremeca de temor anticipado, aunque charl con Wanda mientras se dirigan a la cabaa del capitn. Empuj ste la puerta, hacindose a un lado. Pase... Gracias. El interior no poda ser ms elemental y sencillo. Un camastro, una mesa y una silla, un montn de libros en el suelo, armas en los rincones y ropa colgada de simples ganchos clavados en la pared. No es nada sofisticado, verdad? inquiri el partisano ofrecindole la nica silla. Lo prefiero as repuso ella tomando asiento. Todo lo falso, lo esnob, me molesta... No me creer usted, pero mi mundo est lleno de cosas falsas, de hipocresa... aunque, segn dicen, se es el precio que hay que pagar por pertenecer a un mundo culto... No hay mayor cultura que la que proporciona la Naturaleza dijo el yugoslavo. Tambin he de confesar yo, seorita, que me dej arrastrar por esa falsedad de la civilizacin... pero desde que vivo lejos de las ciudades, me he dado cuenta de que, por vez primera, me he encontrado a m mismo. Ella sonri. De todas las maneras observ, la vida salvaje que ustedes llevan, tiene algunos pequeos inconvenientes... no? Depende de lo que usted entienda por inconvenientes... No podemos cambiarnos de traje cada da, desde luego que no... ni afeitarnos como los caballeros de las ciudades... ni a veces lavarnos con la frecuencia que sera necesario. Entiendo. Las fotos que acabo de tomar en la cocina, me hacen pensar en que, ms que ustedes, los hombres, las mujeres partisanas carecen de cosas verdaderamente necesarias... A Milan le picaron aquellas palabras, y respondi con un tono un tanto spero. Son partisanas... como usted lo ha dicho. Y tambin en lo que se refiere a la belleza femenina, tenemos nosotros nuestras propias ideas... equivocadas o no... Ella frunci el ceo, acusando el golpe. No he querido ofenderle, capitn. No lo ha hecho, seorita. Por qu no me llama Wanda? Si usted me llama Milan... Bien, Milan... como le he dicho, no haba intencin ofensiva en mis palabras. Soy una tonta... pues es posible que su mujer o su novia se encontraran entre las fotografiadas. Se equivoca. No tengo ni mujer ni novia. Curioso. Por qu? Por nada... He odo hablar mucho de usted... y de su camarada y jefe, Ranko... es verdad que est enamorado de una rusa, de esa muchacha que manda la unidad de partisanas? l la mir con sincero asombro. Est usted enterada de muchas cosas, no le parece? Todo el mundo habla de ello... Y cmo lo entiende usted? Porque hablo su lengua. Milan se ech a rer. Y me ha hecho usted esforzarme con mi pobre ingls? inquiri expresndose esta vez en servio. Perdone...
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Es usted una mujer muy extraa. Ella levant la mirada y la clav fijamente en los ojos del partisano. Extraa o no, soy una mujer... y usted es un hombre... un hombre que me ha trado aqu para algo ms que conversar de cosas intrascendentes... Yo... dijo Lazarevic notando que se le formaba un nudo en la garganta. S, usted... he ah la diferencia en la manera de hablar con una mujer de su pas o una del mo... Nosotros no nos andamos por las ramas, Milan. Cuando deseamos algo, lo pedimos, sencilla y llanamente... Pero... Se puso en pie, sin dejar de mirarle. Yo tambin deseo hacer el amor contigo, Milan... Lo mejor que podemos hacer es empezar a desnudarnos.

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XIII Te juro que los he visto, Zino. Igual que t... Que Dios me arranque los ojos si no los he visto! De acuerdo, de acuerdo... Ya veo que ests diciendo la verdad, Lobric. Pero, por qu te pones as? No es culpa ma. Estoy empezando a hartarme, sabes? Mi hermano es el culpable de todo... Debiaz? S, Debiaz... A veces creo que me trata como un nio... y otras como un loco. Te das cuenta? Como aquella vez en que deca que el grupo de campesinos no llevaban armas... Te acuerdas, verdad? S dijo Lobric con un estremecimiento. Maldeca el momento en que el menor de los Kovajic se haba acercado a su puesto de vigilancia, el ms cercano al poblado ocupado por los partisanos. Tena que haber venido justamente a aquel lugar, y justamente tambin en aquel momento en que la pareja... Mierda! pens el guerrillero. Vaya puetera suerte la ma! Me alegro que los hayas visto como yo... S, los he visto, Zino. Los he visto... Lobric se estremeci. Tema a aquel hombre ms que a todos los rojos del mundo. Como todos los dems hombres de las fuerzas mandadas por Debiaz. Lo teman ms que a la mismsima peste. Y cmo no temerle si estaba completamente loco? Antes le haba preguntado si recordaba el caso de aquellos campesinos, entre los que estaba la desdichada mujer embarazada de siete meses... Como si pudiera olvidarse semejante horror! Haban llegado a una aldea, perdida en lo alto de una montaa, un lugar que ni siquiera los rojos haban visitado. Una docena de casas miserables, gente obtusa que no saba que haba guerra... Y Zino se haba empeado en que guardaban armas escondidas que los rojos les haban confiado! De nada sirvieron los consejos de su hermano, ni sus gritos ms tarde. Zino estaba frentico. Entonces, finalmente, Debiaz se encogi de hombros. Haz lo que quieras le dijo a su hermano. Registra cuanto quieras..., pero si no encuentras armas, voy a partirte los morros delante de todos! Zino haba empezado por hacer que la gente, agrupada en un corral, se desnudase. Sus hombres haban registrado a fondo las casas, sin encontrar ms armas que las hoces y las guadaas de aquellos pobres campesinos. Zino examin los cuerpos de aquella gente, echando pestes, golpendose con la culata de su Schmeisser. Estaba como loco, furioso al no poder encontrar lo que buscaba. Y finalmente ocurri la tragedia. Al ver el vientre hinchado de la mujer encinta, se empe en que all tena que estar el arma que buscaba. Y antes de que los otros pudieran intervenir, tumb a la mujer de un puetazo, abrindole el vientre de arriba a abajo, hurgando en la desgarrada matriz y no encontrando, naturalmente, mas que el feto que tambin haba matado. Debiaz cumpli su promesa, y golpe a su hermano ante los dems. Pero era como golpear a una pared. Peor an. Porque Zino no haba olvidado aquello y no paraba de pensar en aprovechar la primera ocasin que se le presentase para asesinar a su hermano y convertirse en el jefe de las tropas croatas. Claro que Lobric recordaba aquello! Y muchas cosas ms. Locuras cometidas por el demente que rea ahora a su lado, mostrando los dientes como un lobo hambriento. Estn jodiendo... te das cuenta, Lobric? S. Ese puerco se est tirando a esa muchacha... que era muy hermosa. La viste bien, verdad? S.
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Rubia... como no hay en nuestras tierras... rubia con el color de la miel... La viste? La vi. Vamos a ver, Lobric, a cuntas rubias como esa te has tirado? A ninguna. Igual que yo... no crees que es una lstima? Qu le vamos a hacer? S que podemos hacer algo... acercarnos a la barraca, matar a ese cabrn y tirarnos a la rubia. Lobric se estremeci. No podemos hacerlo, Zino. Por qu no? Son las rdenes de Debiaz... No quiere que los rojos se den cuenta de que estamos aqu. Todo el plan de ataque se vendra abajo si sospechasen nuestra presencia en las colinas. No sospecharn nada... Nos cargaremos al tipejo ese... follaremos tranquilamente a la rubia... y luego le cortaremos el cuello, tambin a ella... Es muy peligroso. Tienes miedo? No es eso, Zino... las rdenes... A la mierda con las rdenes! Si mi hermano las ha dado, yo puedo revocarlas... o es que no soy un Kovajic como l? Por favor, Zino... Si no vienes conmigo ir yo solo... y en vez de hacerlo a la chita callando, empezar llenando las tripas de plomo a ese hijo de puta de rojo... Y tanto peor si todos los dems se enteran! Lobric lanz un suspiro. No poda dejar a aquel loco solo, y tampoco tena la posibilidad de avisar a los otros. Acompandole, evitara al menos el escndalo. Est bien. Vamos? Como quieras... Por fortuna, se estaba haciendo de noche, y la choza, situada bastante lejos del poblado, estaba ya sumida en densas sombras. Descendieron lentamente la pendiente. Al verla desnuda ante l, Milan no dio crdito a sus ojos. No era, lgicamente, la primera mujer a la que vea de aquella guisa, pero la belleza suave, delicada, del cuerpo de Wanda le dej perplejo. Bajo el valo perfecto de la cara, el cuello era largo, como el de un cisne, implantado en el centro de la perfecta arquitectura de unos hombros maravillosos. Altos, ni grandes ni pequeos, los senos parecan los de una adolescente, con un oscuro mameln no demasiado amplio y un pezn erguido, turgente, en el centro. Encerado entre las costillas, ligeramente saliente, comenzaba el vientre, liso, perfecto, con una delicada pelusilla que naca justo bajo el ombligo, marcando una suave sombra que iba a perderse en el rizado pubis, de un color caramelo, un tono un poco ms oscuro que el del cabello de la mujer. Las caderas se curvaban un poco, no mucho, para prolongarse luego en la larga lnea de los muslos, llenos, pegados por su interior, macizos y firmes como altas columnas que seguan en las piernas, los tobillos estrechos y el pie pequeo. Milan se qued sin aliento, maravillado por tanta belleza, por tanta perfeccin, y casi no se atrevi, tras recorrer el cuerpo con la mirada, a subir los ojos hacia los de la americana en los que luca un destello divertido. Te gusto? Ahora te toca a ti... desndate... Nunca me meto en la cama con un hombre sin haberle visto antes... Se desnud l, con un cierto arrobo.
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No estaba acostumbrado a ser tratado de aquella manera tan franca, tan abierta, tan ausente del pudor que l haba conocido desde su primera y ya lejana experiencia sexual. Desnudo, mir a la mujer que sonrea. Eres como te imaginaba... fuerte, musculoso... Me gustas, Milan... Ven conmigo a la cama... Se tendieron, uno junto al otro. La estrechez del camastro les oblig a pegar sus cuerpos, y sus pieles se encendieron casi en seguida, sintiendo l la presin deliciosa de los pechos de ella contra el suyo, y ella la turgencia del miembro contra su vientre. Quiero que me recuerdes, partisano le murmur al odo, quiero que sepas cmo hacemos el amor las mujeres americanas. Te recordar siempre. No lo dudo... Le ofreci ella la boca, donde l bebi aliento y saliva, mordisqueando ansiosamente los labios como frutas pulposas. No hubo necesidad que Milan se insinuase. Cuando el fuego prendi en el bajo vientre de la mujer, sta se abri de piernas, acogiendo el ataque directo del hombre, colaborando en la penetracin con bruscos gestos, mientras que sus uas se clavaban en los hombros de Milan. Al otro lado del poblado, en la habitacin del Puesto de Socorro de la que el prudente mdico se haba ausentado, Ranko acariciaba con amor el magnfico cuerpo de la rusa. No haba en Tatiana ni la ciencia amorosa ni el desenfado que la americana posea. Eran dos mujeres distintas, la pasin de la una basada en las anteriores experiencias, hecha de conocimientos y de deseos concretos, el ardor de la otra abierto como la flor que acaba de ser capullo para ofrecer por vez primera el juego multicolor de sus ptalos. Por eso Ranko la trataba con suma delicadeza. Iban y venan sus dedos, rozando suavemente la carne que se encenda bajo las yemas, recorriendo el cuerpo como las teclas de un piano. Tatiana se estremeca. Tena los ojos cerrados, la boca ligeramente entreabierta, escapando de ella el aire en un silbido suave e insinuante... El partisano haba quedado maravillado ante el cuerpo de la rusa, pero no de la misma manera que se asombr su camarada Milan. Tatiana, llevaba en la piel el color de los altos campos de maz cuando el sol les golpea, al amanecer. Y la piel tena el calor de la tierra rusa, al tiempo que la frescura de las aguas de los grandes ros... Cuando bes los pechos de la rusa, sinti bajo sus labios la dureza increble que apenas ceda, los cordones que los recorran, invisibles y densos como las races bajo el suelo de la estepa. Ella apenas si le tocaba. Las manos de la rusa, que haban permanecido largo rato a lo largo de su propio cuerpo, se atrevieron a posarse en la cintura estrecha del hombre, ejerciendo una suave presin que era como una llamada insistente. Cuando l la penetr, un brusco gemido escap de los labios de Tatiana Borisova quien, mordindose los labios, ahog el dolor para dejar que el placer la arrastrase por la pendiente interminable en la que acababa de lanzarse. Arrastrado por el torbellino de la batalla amorosa, Milan estuvo a punto de olvidar los consejos que el americano le haba dado. Nunca, hasta entonces, haba conocido el yugoslavo a una mujer capaz de darse como lo haba hecho Wanda. Fue como conocer un mundo nuevo, una dimensin increble, algo que le demostr que no poda haber nada sucio cuando un hombre y una mujer desean proporcionarse mutua felicidad. Wanda se haba entregado sin reservas. La experiencia sexual de la americana dej a Milan boquiabierto, y no se extra en absoluto, cuando el combate lleg a su fin, que la americana cayese en un profundo sopor, maravillosamente desnuda a su lado, con una sonrisa de hembra ahta florando ligeramente sobre sus hermosos labios. Procurando hacer el menor ruido posible, Milan salt del camastro y tras encender un cigarrillo, fue hacia el lugar en el que Wanda haba dejado sus ropas. Le pareca horrible lo que estaba haciendo y maldijo en su interior la promesa hecha a Cole.
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Cuando termin de registrar las ropas de la americana, una sonrisa de satisfaccin se form en su boca. Estaba seguro, antes de empezar el registro, que no iba a encontrar arma alguna en el traje regional que la americana haba recibido. Ese yanqui est como una chiva!, pens. A los ojos del yugoslavo, con toda la sencilla conciencia de un hombre honesto y leal, haba cosas que no encajaban entre s, y se deca que una mujer que se haba entregado a l de una forma tan sublime no poda, en modo alguno, albergar el corazn de una traidora. Sonri de nuevo, y plantado en medio de la estancia, mir con sincera admiracin el cuerpo de Wanda, sintiendo una especio de amargo sabor que le subi a la boca al decirse que era fatal que la perdiera de vista; ms an, que no volviera a verla jams. No significaba aquello que se hubiera enamorado de ella, pero haba en el fondo del pecho de Milan una emocin recin nacida, algo impreciso pero tan intenso que le conmova hasta lo ms hondo de s mismo. Poda un hombre prendarse de una mujer a la que acaba de conocer y con la que ha hecho el amor de forma salvaje y precipitada? Milan no era capaz de dar una respuesta satisfactoria a una pregunta como aqulla. Pero se daba cuenta, en medio de una confusin de ideas esencialmente imprecisas, que cosas ms extraas pueden ocurrir entre un hombre y una mujer, y que nadie puede predecir lo que va a ocurrir entre dos criaturas que se sienten bruscamente atradas en una unidad de sentimientos y deseos. S hubo de confesarse sin dejar de mirar el esplndido desnudo de la mujer. Si ella se quedara aqu, la convertira en mi mujer... Poco o nada le importaba todo lo que significaba el pasado de Wanda. Por primera vez en su vida, l, un hombre sencillo y regido por leyes severas en cuanto a las mujeres se refera, vea las cosas a travs de un cristal nuevo. Le dola, ciertamente, pensar en los hombres que le haban precedido, y era como si sobre aquel cuerpo maravilloso pudiera ver las huellas que otras manos y otros labios haban dejado sobre la tersa superficie de la piel. Mas lo que le hubiera resultado intolerable en una mujer de su pueblo, perda importancia y dramatismo en Wanda, como si ella, al entregarse a l, se hubiera dado por vez primera, ofrecindole algo que nunca dio a los dems. Estuvo a punto de echarse a rer. Esa mujer te ha vuelto completamente majareta dijo en voz baja. Se ech hacia atrs, para acercarse a su ropa, empezando a vestirse con calma. Y fue entonces, cuando sentado en la nica silla se pona las botas, que mir a las de Wanda, viendo algo negro que asomaba por encima de la caa. Se estremeci. Alargando la mano, comprob la presencia, perfectamente disimulada en una especie de bolsillo especial, o de estuche, de una pequea pistola de calibre 6,5. Cole tena razn! Asqueado, vestido ya por completo, mir por ltima vez el desnudo de Wanda, y frunciendo el ceo, se dirigi hacia la puerta, saliendo sin ruido de la cabaa.

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Orden: Matar a Tito: Segunda Parte: XIII

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TERCERA PARTE LA TRAICIN


El brazo que maneja el pual no es ms que el extremo de un tentculo cuyo cerebro invisible se halla lejos. Porque la traicin no es nunca la obra de un solo hombre. R. ALTABLE

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I Al cerrarse la puerta de la choza, Wanda abri totalmente los ojos que haba mantenido semicerrados hasta entonces. Se reprochaba el no haber hecho caso de su intuicin, pero la verdad era que haba perdido todos sus temores en los brazos de Milan, olvidando por completo las sospechas que haba hecho nacer en ella la proposicin del partisano. Ella se haba olido la tostada en cuanto Milan se le acerc. Pero arrastrada por el maravilloso torbellino del placer, lleg a decirse que haba imaginado cosas inexistentes, exagerando, como le ocurra con frecuencia. Cuando vio que el yugoslavo registraba cuidadosamente las ropas regionales serbias que le haban dado, sinti en el pecho el dolor producido por un error que acababa de cometer. Errores que podan serle fatales. Suspir un poco, al comprobar que Milan no se haba detenido a observar las botas, pero cuando vio que haba descubierto la pistola, se mordi los labios, y hubo de hacer un poderoso esfuerzo por no saltar del lecho en el que simulaba dormir. Haba sido descubierta. Todo aquello, no lo dud ni un solo instante, era obra del agente americano, aquel estpido de Cole que deba haber convencido al yugoslavo para que la sonsacase. Y ella haba cado neciamente en la trampa! No le pesaba, despus de todo. Mujer prctica, Wanda no se arrepenta jams de lo que haca, limitndose a sacar enseanzas de sus propios errores para evitarlos, en lo posible, en el futuro. Tampoco poda culpar a Milan, que se haba dejado llevar por la buena fe, aparente, del americano, sobre el que caa lgicamente toda la culpa. Una vez vestida, abandon la choza, penetrando en la oscuridad de la noche que haba cado con brusquedad. No conoca mucho el camino, ya que se haba dejado guiar por el partisano. Por eso, al cabo de unos pasos, torci a la derecha, esperando que aqulla fuera la buena direccin que deba seguir. Cometi un error, tardando el doble en llegar al poblado. Pero aquella equivocacin le salv la vida. Seguido por Lobric, el ms joven de los hermanos Kovajic descendi de la colina atravesando viejos campos que haban sido abandonados y donde el arado haca tiempo que no dibujaba surcos. La choza apareci a su izquierda, a unos cincuenta metros de distancia. Quieres sorprenderles mientras hacen el amor? inquiri Lobric. Una sonrisa maligna se pint en los labios de Zino. Desde luego que s dijo con voz silbante. A l le vamos a capar... y a ella nos la tiraremos los dos... Te gusta el plan? Desde luego que s sonri el otro. Avanzaron prudentemente. La oscuridad caa por momentos, pero an quedaba en el cielo un suave reflejo malva que permita una cierta visibilidad. Fue aquella claridad suave la que permiti que Lobric, que se haba adelantado un tanto, apercibiese la silueta que abandonaba la choza. Se va... mira... advirti en voz baja. Ya lo veo... Ese puerco ha ido ms aprisa de lo que yo supona. Qu hacemos? Adelantarnos. No quiero que escape. De ella nos encargaremos ms tarde... Cruzaron en diagonal el espacio que les separaba del bosquecillo en el que el partisano se dispona a entrar, apretando el paso, consiguieron sacarle una buena delantera, esperndole al otro lado de un calvero que la senda trillada atravesaba. Recuerda que Debiaz no quiere disparos. No los habr replic Zino. Para eso te tengo a ti... no eres acaso el que mejor lanza el cuchillo de todo el grupo? S.
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Entonces, demuestra lo que sabes hacer! Se lo clavar en el corazn. No! rugi el otro. Nada de muertes rpidas y dulces. Quiero que le claves el arma en las tripas... Cuando se haya desplomado, yo me encargar de l... As podr sonsacarle algunos informes que calmarn un poco a mi hermanito cuando le diga lo que hemos hecho. El rostro del otro se ensombreci. Creo que lo mejor es que no le contases nada... Sois unos gallinas! Yo no s por qu le tenis tanto miedo... Adems, quiero presentarme ante l con la muchacha... As se enterar de una vez para siempre que s hacer las cosas bien... Como quieras suspir el otro. Guardaron silencio unos instantes, hasta que Lobric toc el brazo del otro. Ya llega... Procura no fallar. No temas. Zino se ech atrs, dejando el espacio libre al partisano blanco, quien haba sacado de la funda un cuchillo de monte de dimensiones colosales. La hoja era ancha, de unos quince centmetros, con un doble borde afilado como una navaja de afeitar. La pesada empuadura estaba forrada en piel de cabra negra, cuya superficie spera aumentaba el roce con la mano, facilitando el lanzamiento. Lobric, con el cuerpo tenso, esper hasta que la silueta del partisano surgi de entre los rboles. El malva del cielo haba desaparecido, pero la claridad, ahora de un gris sucio que se iba tomando negro por momentos, permiti al hombre que distinguiera con bastante precisin la silueta de su vctima. Milan empez a atravesar el calvero. Alzando el brazo armado, Lobric, con los ojos clavados en la parte inferior de la silueta, contuvo la respiracin, al tiempo que la total potencia de su cuerpo se concentraba en el brazo derecho. Sinti, con una especie de furor salvaje, cmo los msculos se endurecan bajo la piel, tensos como cables de acero, dispuestos a cumplir su misin, tan obedientes como los ojos que semicerrados haban adquirido su mxima acuidad, ya que iban a jugar el papel parecido de un punto de mira. De repente, el brazo se movi. Fue como si una mecnica, determinada, absolutamente precisa, se pusiera en marcha. El brazo se movi hacia adelante y, con un silbido agudo, el cuchillo de monte sali disparado como una exhalacin. La hoja de acero dibuj un relmpago de plata que resumi la corta y precisa trayectoria. Impulsado por una fuerza tremenda, el arma penetr en el vientre de Milan con un impulso tal que tras atravesar la masa intestinal golpe la columna vertebral. El impacto sacudi la mdula espinal en un corto pero potente estremecimiento. Quizs el arma daase algunos centros nerviosos o incluso la propia mdula, ya que el partisano sinti como si sus piernas desapareciesen, cayendo bruscamente hacia adelante, al tiempo que el dolor horrendo pona un volcn rugiente en su vientre herido. Antes de que pudiera esbozar el menor gesto de defensa, los dos hombres estaban a su lado. Lobric se apoder de la pistola del partisano mientras que Zino miraba torvamente la forma cada a sus pies. Perro! rugi lanzando su pie hacia adelante. La punta de la bota choc con la boca de Milan producindole un dolor atroz. La fuerza del golpe le destroz varios dientes, producindole adems una fisura en el maxilar inferior que le oblig a mantener la boca abierta, mientras que la sangre brotaba abundantemente de entre sus labios partidos. Zino se puso de cuclillas, mirndole con odio. Mala continuacin, despus del polvo que acabas de echar, no? Milan no dijo nada.
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Saba que estaba irremisiblemente perdido. No haca falta ser mdico para saber que la herida del vientre era mortal. Adems, aquella sensacin de que se haba quedado sin piernas no era tampoco nada bueno. Milan hubiera querido gritar, hacerlo con todas sus fuerzas, advertir a sus camaradas antes de que la muerte llegase... Lo hubiera dado todo por poder avisar a los otros; no slo esta vida que iba a entregar en aras de un ideal por el que llevaba luchando muchos aos... No, no solamente esta vida que se le escapaba ya por el orificio abierto por el cuchillo, que el cerdo del chetnik haba retirado al llegar a su lado, limpindolo con la ropa del herido... No, no esta vida nicamente, una vida que ya no era suya. Sino mil y mil vidas que hubiese tenido. Porque se daba cuenta, con horror, que su vida ya no contaba, como tampoco contaban las de los camaradas que caeran en el ataque por sorpresa que aquellos traidores fascistas iban a desencadenar. Mil vidas que tuviera... Escucha, puerco... vas a contestar a unas preguntas... y vas a hacerlo rpidamente... a menos que quieras que te vaya cortando la piel a tiras... Con los ojos entornados, Milan vea apenas el rostro del otro que se haba inclinado hacia l. Hablar... traicionar a sus camaradas. Aquel tipo deba estar completamente loco... Se exige algo a quien tiene algo que perder. El ya no tena nada, ni siquiera su vida, que se estaba yendo con la sangre que ya formaba un charco en el suelo, alrededor suyo. Vas a hablar? Milan vio la silueta borrosa del otro, movindose detrs de aquel rostro infame. No vas a poder sacar nada de l, Zino... est muerto... o casi... ZINO! Santo cielo! Era para comerse las entraas abiertas por el cuchillo... Tener ante s al hombre ms odiado de toda Yugoslavia, al monstruo nmero uno, mil veces peor que cualquier alemn de las SS... tenerle ah, al alcance de la mano... y no poder hacer nada... La voz, cargada de reproche, brot de lo hondo de la conciencia de Milan. Siempre se puede hacer algo, muchacho... y t tienes que intentarlo... antes de que revientes del todo... Pero qu poda hacer? El dolor, aunque intenso, haba terminado por convertirse en una sensacin ms, difusa, imprecisa... Las piernas, es que tena piernas?, se haban perdido en un mundo de nebulosa insensibilidad. Ahora ya estaba seguro de que el cuchillo haba alcanzado la mdula, cortando los nervios que iban a las extremidades inferiores. Se haba quedado paraltico, pero aquello careca de importancia, ya que la muerte estaba a su lado, muy cerca de l, acaricindole ya como una amante desdentada y fra... Durante un corto instante, mientras la parte ms importante de su cerebro pensaba en algo que hacer a aquel puerco que tena ante l, el trasfondo de su alma, las capas profundas de su conciencia, removidas por la imagen que de la muerte acababa de tener, le hicieron recordar los instantes pasados junto a Wanda. No fue ms que un cortsimo instante, un respiro en el tiempo, el ir y venir del pndulo de un reloj de pared. Pero los recuerdos seguan siendo tan intensos, se haban impreso con tal fuerza en l, que pudo, en aquel cortsimo parntesis, volver a sentir como el eco de la felicidad que haba experimentado al poseer a la hermosa americana. Cosa curiosa: el desfile vertiginoso de los recuerdos no contena la menor muestra de lo que haba descubierto. No hubo, en aquel breve revivir de instantes hermosos, la menor mancha que los relacionase con la identidad traidora de la americana. Claro que voy a hacerle hablar! dijo la voz de Zino. Y puedo afirmar que an no est muerto...

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Zino haba contestado al otro, y lo haba hecho de inmediato. Sin embargo, entre las palabras de la silueta borrosa y las del odioso hermano del diablo, un par de segundos apenas, Milan haba tenido tiempo de pensar en su nica manera de actuar, recordando tambin lo ocurrido con Wanda. Y todo eso en un par de segundos! Milan recordaba haber odo en alguna parte que el tiempo se dilataba de una manera increble cuando la muerte se acerca. Y deba ser cierto. Acaso no era verdad que un hombre moribundo, en los pocos segundos que an goza de vida, es capaz de recordar toda su existencia, pasando revista a los acontecimientos que se almacenaron en su mente desde que tuvo uso de razn? Quiz fuera aquello lo que los creyentes llamaban el ltimo examen de conciencia, que capacita al moribundo a hacer su acto de contricin. As Milan fue capaz de verse de nio, volviendo a contemplar escenas que crea haber olvidado para siempre, momentos que parecan haberse hundido definitivamente en el polvo del pozo del olvido. Pero tuvo tambin tiempo para llegar a la conclusin de lo nico que poda hacer para responder de manera adecuada al propsito de tortura que encerraban las palabras de Zino. Zino estaba junto a l, mejor dicho sobre l, con el rostro pegado al suyo, las piernas entreabiertas, a ambos lados de su cuerpo tendido en el suelo... Ah, si sus piernas hubiesen funcionado! No te hagas ilusiones, muchacho... volvi a decir la voz de su interior. Haz lo que tienes que hacer... y date prisa antes de que no puedas hacer ya nada... Alrgame el cuchillo, Lobric! As que deseaba utilizar el arma para cortar, hendir, clavar...? Zino se volvi un poco para, extendiendo el brazo, coger el arma que el otro le tenda. Era el momento. Ahora o nunca...!, pens Milan. Sus manos se adelantaron, de golpe, y sus dedos, en los que haba puesto toda la energa que le quedaba se hundieron en la tela del pantaln, hasta encontrar la masa de los testculos del otro. Cuando los dedos se cerraron sobre los genitales de Zino, Milan dio a sus manos un giro brusco. Se mordi los labios hinchados, deshechos por la patada recibida en la boca. Porque deseaba hacer dao, mucho, tanto como pudiera. Zino lanz un alarido horrible. El cuchillo que Lobric le tenda cay al suelo. Ciego de dolor y de rabia, Zino busc afanosamente su pistola, pero sus manos temblaban demasiado y el dolor vivo que haba estallado en su bajo vientre dominaba todo tipo de sensacin. Era como si alguien le hubiese vertido plomo derretido en los testculos... Al ver el gesto de Zino hacia la funda de su pistola, Lobric se percat de que aquel loco, movido por el dolor, iba a sealar su presencia a los partisanos. Recogi el cuchillo, se adelant, y clav el arma en el pecho de Milan, poniendo en el golpe no slo la rabia del ataque a Zino, sino el miedo de que ste rompiera el silencio con un disparo... Con el corazn atravesado, Milan Lazarevic dej de existir. Y de sufrir.

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II Zino se retorca en el suelo. Inclinndose sobre l, Lobric se percat de que el estado del otro era verdaderamente grave. Zino haba vomitado todo lo que tena en el estmago y, finalmente, una bilis verde, maloliente, agria como leche de cabra pasada. Zino... El hermano de Debiaz alz hacia su amigo una mirada cargada de desesperacin. Estoy muy mal... muy mal... Qu quieres que haga? Llvame al campamento... No puedo ms... Creo que ese hijo de puta me ha castrado con sus manos... No digas eso... Ya vers como el dolor pasar... Llvame al campamento, Lobric... por favor... Est bien... pero y la chica? Que se vaya a hacer puetas! Llvame en seguida, amigo mo... Lobric se inclin, cogiendo en sus brazos el cuerpo desmadejado de Zino. El hermano menor de los Kovajic se quej hasta que el partisano blanco lo hubo adaptado entre sus brazos, movindole lo menos posible. En seguida estaremos en el campamento. Zino no dijo nada. Segua sufriendo como un condenado, pero ni siquiera se atreva a llevarse las manos a la entrepierna, no queriendo ni pensar en los desastrosos efectos que haban hecho en sus genitales las manos aceradas de Milan. Una rara intuicin le deca que lo que haba dicho a Lobric no era, desgraciadamente, ms que la verdad. El rojo le haba castrado implacablemente. Pero Zino se negaba a pensar en aquello, aferrndose a una vaga esperanza, esperando con ansiedad el momento de llegar al campamento y de que su hermano Debiaz requiriese los servicios de los dos mdicos que formaban parte de las tropas blancas. Haba olvidado por completo a la muchacha americana, y la sola idea de pensar en una mujer le causaba una sensacin de disgusto, acompaada por aquel sabor a bilis que le haba subido a la boca cuando, despus de recibir el implacable castigo, haba vomitado sin cesar, hasta dejar completamente vaco su estmago. A pesar de la amargura que experimentaba, pensando sobre todo en el papel que Cole haba hecho jugar a Milan, Wanda se dedic a la maana siguiente a buscar al partisano, deseosa de poner las cosas en claro con l, hablndole con franqueza. No consigui encontrarle, aunque le busc por todo el poblado, teniendo que abandonar sus pesquisas cuando fue llamada para una nueva reunin. Tampoco le vio en la gran sala, pero sus ojos tropezaron con los del americano, en los que ley el desprecio y la sospecha. Poco o nada le importaba lo que pensara aquel estpido. Wanda tena que cumplir una misin, y la cumplira por encima de todo, pasara lo que pasase. Estaba decidida a llevar a cabo su propsito, sin que le importara los sacrificios que la delicada tarea que le haba sido encomendada le impusiesen. Cruzando la nica calle del poblado, Cole se dirigi hacia la choza en la que Ranko y la rusa se haban instalado. Bruce haba buscado intilmente a Milan, esperando que ste le proporcionara la informacin que deseaba se convirtiera en una realidad.

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Tras haber recorrido el poblado, sin hallar el rastro de Milan, decidi dirigirse al mejor amigo del partisano, pensando que despus de haber descubierto la culpabilidad de Wanda, Lazarevic se haba precipitado a comunicar a Biziak el extrao descubrimiento que haba hecho. Cole llam a la puerta de la choza. Pase! El americano penetr en la choza, encontrando a Ranko sentado a la mesa, mientras que Tatiana Borisova, de espaldas a la puerta, estaba preparando algo en la minscula cocina situada en un rincn de la estancia. Buenos das. Ranko hizo un saludo con la cabeza, mientras que la rusa, volviendo la suya, sonri al recin llegado. Tome asiento, amigo dijo Biziak. Si lo desea, puede tomar un poco de t con nosotros. Con mucho gusto. Tom asiento Cole, sacando un paquete de cigarrillos americanos, del que Ranko tom uno sin que intercambiaran una sola palabra mientras los encendan. Siguiendo con una mirada vaga las volutas de humo que se escapaban del suyo, el yanqui dijo: Estoy buscando a Milan... y no lo encuentro por ninguna parte. Puede que est pasando revista a los grupos de proteccin opin Ranko. Tatiana se acerc entonces, colocando el samovar sobre la mesa, procediendo seguidamente a llenar las tazas de la humeante infusin. Mientras tomaba un par de sorbos de la suya, el americano se dijo que haba llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa, explicando a Ranko el convenio al que haba llegado con Lazarevic. Cole empez a hablar, despacio, con grandes pausas, explicando los motivos que haban hecho nacer en l las sospechas que parecan concretarse en la persona de Wanda E. Farrington. Habl extensamente de los informes recibidos en pleno vuelo, de la seleccin que haba hecho, teniendo en cuenta los historiales de todos los miembros de la comisin aliada y, por ltimo, los motivos concretos que parecan acusar directamente a la joven americana. Ranko le escuch sin despegar los labios, fumando pausadamente el cigarrillo americano que haba aceptado por compromiso, ya que fumaba generalmente en pipa. Cuando Bruce termin su detenido y detallado relato, el yugoslavo movi la cabeza de un lado para otro, permaneciendo en su rostro la expresin sombra que haba surgido al enterarse de cmo Cole haba utilizado al partisano. No debera usted haberlo hecho dijo. Hubiese sido mejor hacer un informe y entregarlo al jefe de la Seguridad del mariscal Tito. Tatiana, que no haba despegado los labios, escuchando atentamente lo que Cole haba relatado, hizo un gesto con la mano, interviniendo entonces: No se hubiera conseguido nada, querido dijo. Sorenko no est a la altura de la misin que le han encomendado. Nunca haba contado a Ranko lo ocurrido en la dacha del aerdromo de Mosc, ni pensaba que aquello tuviera gran importancia. A los ojos de la rusa, mujer prctica y sin complejos, lo verdaderamente importante era la propia personalidad de Mihail, la inestabilidad de su carcter, su egocentrismo acusado y aquella forma de considerar a los dems como automticamente inferiores a l. Si existe el peligro de una traicin repuso Ranko, Tito tendra que ser el primer enterado. Tambin he pensado en ello dijo Cole. No obstante, una amenaza, sin pruebas concretas todava, podra poner en peligro la marcha de las negociaciones. Ranko lanz un suspiro, ponindose de pie, imitado casi en seguida por el americano. Hay que buscar a Milan. Estoy de acuerdo dijo Bruce. Es lo primero que tenemos que hacer. Salieron los dos hombres, tras prometer Ranko a Tatiana que regresaran en seguida.

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Una vez sola, la rusa encendi un cigarrillo y, sentada a la mesa, reflexion durante un largo rato. Lo que haba escuchado de labios del americano pareca cargado de pruebas irrebatibles, demostrando de forma clara la culpabilidad de la americana. Poco a poco, un plan concreto se fue formando en el espritu de Tatiana, hasta que se decidi repentinamente, yendo a coger su abrigo de pieles, que se puso antes de salir de la cabaa. Cuando cerr la puerta tras ella, una sonrisa flotaba en sus labios. Nadie mejor se dijo mientras atravesaba la ancha calle del poblado que una mujer para descubrir a otra. Imbcil! Tendido en la camilla, Zino alz hacia su hermano una mirada cargada de tristeza. Le haban desnudado de medio cuerpo para abajo, y los dos mdicos examinaban atentamente los hinchados testculos, en los que advirtieron en seguida gravsimas lesiones. Pero el hermano mayor, en pie detrs de los mdicos, no pensaba en el dao fsico que Zino haba recibido, ni en las consecuencias que de ello pudieran derivarse. Su nica idea se aferraba al hecho de que, una vez ms, su hermano menor haba desobedecido sus rdenes, poniendo en peligro el secreto de su presencia en las colinas y los planes que Debiaz pensaba llevar a cabo. Cuando el examen de los mdicos concluy, ambos se irguieron, haciendo frente al jefe del grupo. Y bien? inquiri Debiaz. Uno de los doctores tom la palabra: No es nada agradable lo que tenemos que decir, amigo mo. Las lesiones son bastante graves y es casi inevitable que se produzca una castracin de tipo traumtico. Debiaz se encogi de hombros. Quiz sea la mejor solucin dijo con una sonrisa cnica a flor de labios. Despus de todo, no creo que la humanidad recibiera con alegra a hijos de este bastardo. Zino se mordi los labios, pero no dijo nada. Tras escuchar el informe del otro mdico, Debiaz les agradeci los servicios que haban prestado, dejando que se alejaran. Entonces, acercndose a la camilla, mir con odio a su hermano. Deberan haberte matado, imbcil. Pero, en el fondo, estoy contento de saber que, por lo menos durante un tiempo, vas a dejar de crearme ms problemas. Tienes que enviarme a la ciudad, Debiaz. Estos mdicos son unos puercos ignorantes. Quiero que me enves a casa para que padre me ponga en manos de los mejores especialistas de Sarajevo. La sonrisa se acentu en los labios del primognito. No te enviar a ninguna parte, Zino. T te lo has buscado... Yo saba que tarde o temprano iba a ocurrirte alguna cosa de esta clase. Te quedars aqu... y ver cmo revientas de una vez para siempre. Los ojos de Zino relampaguearon. Siempre me has odiado, verdad? El otro dej escapar una risita breve. T no mereces ser odiado. Zino. Los nicos sentimientos que experimento hacia ti son los del desprecio y la vergenza de que lleves en tus venas mi misma sangre. Tienes que mandarme a casa insisti Zino. Te quedars aqu. Volvi la espalda a su hermano, alejndose rpidamente de la camilla, mientras que Zino le segua con una mirada cargada de odio. Momentos ms tarde, reunido ya con sus oficiales de Estado Mayor, Debiaz comentaba los informes recibidos hasta el momento, enarbolando una expresin preocupada y seria.

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Hubiramos debido atacar ya al poblado dijo. Por desgracia, los grupos que hemos enviado para controlar la zona este, y que deban situarse detrs de las fuerzas rojas, para impedir que stas acudieran en ayuda de las del pueblo, no han conseguido ocupar sus posiciones. Esto va a retardar el ataque, verdad? pregunt uno de los jefes. As es repuso Debiaz. Si atacsemos ahora, las fuerzas que los partisanos han concentrado en la llanura, justamente en el sitio donde aterriz el avin americano, acudiran inmediatamente para ayudar a los que se encuentran en el poblado. No poseemos fuerzas suficientes para hacer frente a los dos contingentes al mismo tiempo. Por eso envi al otro grupo a entretener, por lo menos, a las fuerzas rojas de la llanura. La seal de nuestro ataque sera al comienzo del combate entre los nuestros y esas fuerzas, cosa que no permitira movernos con facilidad en el poblado, sin temer en momento alguno la llegada de refuerzos enemigos. Uno de los presentes alz el brazo. Puedo hacerte una pregunta, Debiaz? Habla. Qu medidas disciplinarias vas a tomar contra tu hermano? Debiaz se mordi los labios. Saba perfectamente que el nuevo error cometido por Zino haba corrido por el campamento como un reguero de plvora. No era aquella la primera vez que haba tenido que intervenir en favor de su hermano menor, sacndole las castaas del fuego, evitando que la estricta justicia que reinaba entre los chetniks tuviera que ser impuesta en una persona de su propia sangre. Pero tambin su paciencia haba llegado a su trmino. No poda manifestar abiertamente el intenso odio que senta por Zino, quien haba gozado desde siempre del cario y la consideracin de sus padres, causantes directos de que su hijo menor se hubiera convertido en un monstruo. Mientras preparaba la respuesta a la pregunta que acababa de serle formulada, Debiaz se congratul interiormente de que, al fin, se le presentara la oportunidad que haba estado esperando desde haca tanto tiempo. Alz la cabeza, mirando con fijeza al que haba formulado la pregunta: No soy esta vez yo dijo quien debe formular el castigo que Zino merece, como tampoco quiero minimizar la gravedad del error que ha cometido, que poda haber comprometido la operacin en que estamos empeados. Y tras una corta pausa: Todos vosotros habis ledo el informe de Lobric, al que debemos el que mi alocado hermano no se sirviera de su pistola, advirtiendo as de nuestra presencia en este lugar. Abri los brazos de forma teatral y melodramtica. Siendo Zino de mi propia sangre, no quiero ser yo quien le juzgue, ya que mi juicio no podra ser considerado absolutamente imparcial. Sois vosotros quienes vais a hacerlo... Y extendiendo el brazo hacia el que haba hablado: T mismo puedes formular el castigo que crees que Zino merece. El otro se puso plido, acusndose un temblor inusitado en sus labios. Permaneci unos instantes en silencio; luego, sin osar no obstante mantener la mirada fija en los ojos de Debiaz, dijo con voz sorda: La muerte. Hubo un largo silencio. Debiaz tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no hacer patente su gozo ntimo. Haca muchsimo tiempo que esperaba aquella ocasin, pero no quera que ninguno de sus lugartenientes pudiera sospechar la clase de sentimientos que experimentaba hacia su propio hermano. Asinti con la cabeza, esforzndose en dar a su expresin un tono triste y dramtico.

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Comprendo... Ahora, por favor, que aquellos que estn de acuerdo con la pena pedida para Zino, levanten el brazo derecho. Uno tras otro, con lentitud pero con firmeza, los brazos se fueron alzando, con la sola excepcin de los del propio Debiaz. Ya vemos todos dijo que hay mayora absoluta. El que haba hablado movi negativamente la cabeza. La unanimidad no ser completa hasta que t manifiestes tu opinin, Debiaz. Entonces, el jefe de los partisanos blancos alz el brazo derecho.

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III Lo ha encontrado? Ranko movi tristemente la cabeza. No. Tengo que hablar con esa mujer. Es la ltima que le ha visto... El rostro de Cole se ensombreci. No quiero atreverme ni siquiera a pensar... Ranko sinti como si algo fro corriera por su espalda. Mir intensamente al yanqui, se mordi los labios, acaricindose lentamente la barba. Cree que se habr atrevido a matarle? No afirmo nada, pero... Si lo ha hecho dijo Ranko con los ojos chispeantes, ser la primera vez que me encargue personalmente de una mujer. Y le aseguro que le har sufrir mucho antes de matarla... No le aconsejo que la toque. Wanda es cosa nuestra... y no conviene que muera. Lo primero que hay que hacer es impedir, sea como sea, que lleve a cabo su propsito. Matar a Tito? S. Permanecieron unos instantes en silencio. Ahora estn reunidos... no es as? inquiri el yugoslavo. S. Y nadie puede entrar en la sala, que est guardada por los hombres de Sorenko. Si le dijsemos lo que pensamos... El americano se encogi de hombros. Ya habl con l cuando llegamos aqu... y no me hizo el menor caso... Tatiana Borisova tiene razn... Es un cretino! S, ya lo s. Pero tiene la confianza de Tito... y fuera de la sala de reuniones es el amo... puede impedir, y sa es su misin, que nadie penetre en ella. Ranko se mes pensativamente la barba. Y si se tratase de la ltima reunin? Puede ser. Y eso sera fatal, ya que esa mujer tendra que cumplir la misin que se le ha asignado... Guardaron silencio unos instantes. Ranko alz los ojos hacia el yanqui, clavando en el rostro de Cole una mirada intensa. No debera usted haber incitado a Milan, mister Cole. Ha sido un grave error. Por lo menos, antes de incitarle a sonsacar a esa mujer, debera usted haber consultado conmigo. Lo siento. Ya que no podemos intervenir directamente, penetrando en la sala de reuniones, no nos queda ms remedio que esperar a ver lo que pasa. Adems, algo me dice que usted se equivoca. Bruce frunci el ceo. Equivocarme? S. Se ha obcecado usted, desde el principio, en la idea de que Wanda E. Farrington es... o puede ser la nica culpable que rene las condiciones necesarias para ocultar la personalidad de una traidora... Usted cree que no lo es? Yo no puedo afirmar ni negar nada. Carezco de elementos para llegar a un juicio lgico... pero por qu no podra ser uno de los otros? Porque no. El yugoslavo se encogi de hombros. Despus de todo, puede que tenga usted razn. Yo no puedo quedarme aqu por ms tiempo. He de encontrar a Milan, sea donde sea. Si algo ocurre, posee usted la suficiente capacidad para actuar por s mismo. Eso espero.
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Tatiana Borisova esper pacientemente a que la reunin llegase a su trmino. Estaba dispuesta a investigar por su parte, creyendo a pie juntillas que su intuicin de mujer iba a serle de gran provecho, permitindole descubrir lo que ocultaba la americana. Vio a Ranko alejarse de la casa, dejando al americano en la puerta, pero no se movi, sabiendo que su amante segua intensamente preocupado por la suerte de Milan, al que buscara incansablemente. Cuando, al atardecer, la rusa empez a ver salir gente de la casa, esper que le llegase el turno a Wanda. Primero salieron los hombres del grupo britnico, seguidos de cerca por el apacible sabueso del viejo McDonald, luego siguieron los americanos, a los que acompaaba Bruce y, finalmente, detrs del judo, Wanda apareci, dirigindose hacia la casa en la que se alojaba. Apretando el paso, la sovitica sigui a la joven americana, no decidindose a detenerla, ya que pensaba que era mucho mejor mantener una conversacin ntima en la casa donde se alojaba Wanda E. Farrington. Dej por lo tanto que la otra penetrara en la casa, esperando unos instantes, antes de decidirse a llamar a la puerta. Pase. Tatiana penetr en la casa, de aspecto idntico a todas las del pueblo, amueblada con sencillez y dotada de una gran chimenea en la que ardan algunos leos. Wanda estaba ante el fuego, con las manos en las caderas, las piernas ligeramente entreabiertas, absorta en la contemplacin del juego luminoso de las llamas. Volvi la cabeza, mirando curiosamente a la rusa, a la que sonri con una expresin cargada de amistad: Pase, pase, Tatiana Borisova. He visto que me segua... y he imaginado que deseaba usted hablar conmigo. As es. Venga y sintese donde quiera. Aceptara un poco de t? Con mucho gusto. Mientras la americana pasaba a la vecina cocina para preparar la infusin, la rusa reflexion unos instantes, preguntndose lo que verdaderamente poda haber ocurrido entre Lazarevic y aquella mujer. Conoca perfectamente al mejor de los amigos de Ranko, con el que haba conversado muchas veces, encontrando en l un hombre mucho ms abierto y extrovertido que su amante. Ella haba adivinado, nada ms conocer a Milan, el carcter aniado, fantasioso y sincero de aquel oficial del ejrcito yugoslavo, comido por un idealismo a ultranza, apasionado y fantasioso hasta lo inconcebible. No le cost mucho adivinar que la experiencia amorosa de Milan deba ser muy reducida. Y ahora, al seguir con la mirada a la americana, la intuicin femenina de Tatiana no pudo engaarle, juzgando de golpe la gran personalidad y la enorme experiencia que Wanda deba poseer de los hombres. Era sencillo adivinar que en las manos de la americana, Lazarevic haba sido como una mosca en la tela de una araa. Despertar el deseo en aquel hombre nio, encandilarle y empujarle por la senda de un placer desconocido, deba haber sido una labor sencilla para una mujer como la americana. Pero haba algo ms detrs de aquel encuentro? Tatiana se pregunt lo que Milan poda haber descubierto, aunque dudaba de que se tratase de algo importante. Lo que segua preocupndole intensamente, tanto como a Ranko, era la misteriosa desaparicin del yugoslavo y lo que de ello poda deducirse. Aqu est el t. Wanda sirvi a su invitada, y sta se llev la taza a los labios, comprobando en seguida que la americana era una excelente ama de casa. Aquella imagen iba un poco contra la idea de que la rusa se haba hecho de las mujeres del nuevo mundo, especialmente de aquellas procedentes de las capas de la alta burguesa, de aquellas que no haban conocido jams la necesidad, la escasez y el hambre.

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Wanda observaba, a su vez, a su invitada, a travs del humo del cigarrillo que haba encendido poco antes. Estaba preocupada por la presencia de la rusa, cuya fama de mujer directa y audaz conoca a travs de los relatos que haba escuchado de labios de muchos partisanos, incluso de los del mariscal Tito. A los ojos de los guerrilleros yugoslavos, la Borisova se haba convertido en una especie de smbolo, despertando en las mujeres campesinas y obreras del pas un entusiasmo que ningn hombre habra conseguido estimular como la rusa lo haba hecho. Pero Wanda era tambin una mujer decidida. Respet unos instantes el silencio de su visitante, y al comprobar que Tatiana no pareca dispuesta a romperlo, dijo: Creo que lo mejor que podramos hacer, querida amiga, sera ir directamente al grano. La rusa hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Me parece muy bien. Por qu no habla usted entonces? Es lo que voy a hacer. Y la primera cosa que deseo preguntarle es lo que ha hecho con Milan Lazarevic. Una sonrisa divertida se pint en los labios de Wanda. De veras que quiere saberlo? S. Est bien. Lo que he hecho con Milan... ha sido el amor. Eso ya lo imaginaba. Pero y despus? Me dej sola en su cabaa. Sali... y no he vuelto a verle. La rusa reflexion unos instantes. Todo esto es muy extrao dijo. Hace doce horas que estamos buscando a Lazarevic... Not perfectamente que el color del rostro de la americana se mudaba, al tiempo que una luz de inquietud se encenda en sus ojos. Quiere decir que Milan ha desaparecido? As es. No lo comprendo. Como acabo de decirle, estuvimos juntos hasta que se hizo de noche... l se visti luego, abandonando la choza. Yo lo hice un poco despus. No pas nada entre ustedes? Exactamente lo que pasa entre un hombre y una mujer. Nada ms? Wanda frunci el ceo. Por qu tanta insistencia? Tatiana dud unos instantes, antes de considerar que haba llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa. Sabe usted que sospechamos de su actitud? Wanda enarc las cejas. Qu quiere usted decir exactamente? La mirada de la rusa se clav directamente en los ojos de la americana. Significa que usted puede ser una traidora. Wanda se ech a rer, aunque para la rusa aquella expresin jocosa tena un profundo sentido histrico. Est usted bromeando! Hablo en serio. Est bien. Podra usted decirme qu clase de traicin voy a cometer y por qu he de hacerlo? Tenemos sospechas de que usted ha venido aqu camuflada entre el grupo de enviados aliados, con la misin de asesinar al mariscal Tito. Pura fantasa. De nuevo crey Tatiana que haba llegado el instante de pasar de una primera fase amable y hasta amistosa a algo definitivo y decisivo que acabase con la incgnita de una vez para siempre. Permitira usted que la registrase a fondo?

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Wanda retrocedi un paso, de forma instintiva, al tiempo que sus ojos adquiran un brillo extrao. No! replic con una precipitacin exagerada. Pero la rusa empuaba ya su pistola reglamentaria, mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa de triunfo. Lo supona dijo. Tendr que aceptar el registro, querida... aunque ahora ya tengo la completa seguridad de que su juego no es, ni muchsimo menos, limpio. Wanda haba retrocedido, y la rusa, ponindose en pie, intent dirigirse hacia ella. Pero fue entonces cuando, bruscamente, le pareci como si su cuerpo se convirtiera en una masa ingrvida que le daba la sensacin de que sus pies se estaban levantando del suelo, o acaso que el suelo se converta en una espesa capa de algodn. Una rpida modorra se apoder de ella. Percatndose de que haba sido drogada, alz el brazo armado, dispuesta a cobrar venganza de aquella mujer que deba haber echado un somnfero en el t. La pistola se le escap de entre los dedos. Hizo un esfuerzo tremendo para mantenerse en pie, pero sus rodillas se fueron doblando como si un enorme peso gravitase sobre ella. Lenta, muy lentamente, cay de rodillas para despus deslizarse con suavidad sobre la alfombra rada que cubra el suelo. Zino se arrastraba, venciendo el dolor, con los dientes apretados, dejndose llevar por el odio, del que siempre haba extrado una sensacin profundamente placentera. Su hermano Debiaz no le haba ocultado el resultado de la votacin llevada a cabo entre los jefes del grupo de partisanos blancos. Todos ellos te han condenado a muerte, cretino. Y creo que la mereces. Esta vez no escapars. Zino no haba dicho ni una sola palabra. Dej que su hermano se alejara, descendiendo luego de la camilla para iniciar una larga y penosa reptacin que le condujo hasta las afueras del campamento. Nadie podra imaginar que fuera capaz de sacar fuerzas de flaqueza, l que haba sido siempre un hombre dbil para el propio dolor, aunque gozara con el del prjimo! Ni siquiera l mismo daba crdito a lo que estaba haciendo. Un dolor lancinante segua travesando, en forma de rfagas, su bajo vientre, all donde haba recibido el terrible castigo de las aceradas manos de Milan. Pero ahora, sabindose irremisiblemente perdido, condenado por los que hasta haca poco haban temblado ante su sola presencia, se senta animado, con ms fuerza que nunca, por aquel sentimiento negativo que se tradujo, desde que fue nio, en un odio incoercible hacia los dems. Sigui arrastrndose. Tena que detenerse de vez en cuando, con el aliento corto, sintiendo las punzadas que atravesaban su vientre como si le estuvieran clavando puntiagudos cuchillos en las entraas. Jadeaba, con el cuerpo empapado en sudor, sintiendo repercutirse los alocados latidos de su corazn en las gruesas venas del cuello, como tambin en las sienes, y hasta detrs de los globos de los ojos. Hubiera querido poder dejar de arrastrarse, utilizando sus piernas, avanzando lo ms rpidamente posible hacia el poblado. Pero sus intentos de incorporarse no tuvieron fortuna alguna, ya que bastaba que separara un poco las piernas para dar un paso, para que el dolor ardiente se desencadenase en una larga oleada que le dejaba sin respiracin. Cuando dej atrs a los centinelas, y empez a descender por la larga pendiente de la colina que conduca a la cabaa que Lobric y l pensaron asaltar, el recuerdo de la mujer americana volvi a su mente, maldiciendo a aquel rojo repugnante que le haba impedido gozar de la hermosa muchacha. Alzaba de vez en cuando la mirada al cielo, viendo con satisfaccin cmo las sombras de la tarde iban borrando los contornos precisos de las cosas.

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Saba que estaba tardando demasiado tiempo en recorrer un corto camino, que en cuanto se descubriese su ausencia en el campamento, los cerdos que le haban condenado a muerte, as como su propio hermano, se pondran a buscarle para asesinarle en cuanto le encontraran. Todos ellos podran imaginarse fcilmente cules eran sus propsitos, as como la direccin que haba tomado cuando abandon la camilla donde haba estado tendido durante tanto tiempo. Por eso se esforzaba ahora, sacando fuerzas de flaqueza, olvidando los dolores que le atravesaban el bajo vientre, pensando nicamente en llegar al poblado y echar por el suelo los planes de los que hasta entonces haban sido sus compaeros de lucha. Sigui arrastrndose por el bosquecillo, hasta que tropez, de repente, con el cuerpo del hombre que tanto dao le haba causado. Milan estaba rgido, con los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada fija en un infinito que slo los muertos pueden contemplar. A su alrededor, la sangre coagulada haba formado una gran mancha parda que acost la hierba, pegndola al suelo como cabellos excesivamente mojados. Zino pas junto al cadver, maldiciendo en su fuero interior el no haber podido vengarse de aquel partisano de la forma que le habra gustado hacerlo. Luego, cuando terminaba de atravesar el calvero en el que Lobric haba lanzado su famoso cuchillo, vio, de repente, ante l, como una gigantesca silueta que se recortaba en el atardecer del cielo, la figura de un partisano que le apuntaba con su metralleta. Vengo a avisaros dijo. Vengo a preveniros del ataque de los partisanos blancos... Soy Zino, uno de los Hermanos del Diablo. Ranko levant lentamente el arma.

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IV La sonrisa confiada del ruso tena la facultad de poner nervioso a Cole. De haber podido evitar el encontrarse con l, lo hubiese hecho, pero el sovitico avanzaba hacia l, tendindole amistosamente la diestra. Y bien, amigo mo... esto se termina... Qu quiere usted decir? Que se est celebrando la ltima reunin... y que maana, si todo sigue igual, vendr el avin a recogerles para llevarles a Londres. Est usted seguro de que se trata de la ltima reunin? Por completo. Tito lo ha anunciado. Y todo el mundo est satisfecho, ya que se ha llegado a conclusiones plenamente satisfactorias. Me alegro. Yo tambin... en cuanto a sus temores, se habr dado cuenta de que estaban absolutamente infundados... Bruce se mordi los labios. Aquel hombre le irritaba. Desde que le vio, comprendi que era un orgulloso, vanidoso y todo lo dems. Pero, desdichadamente, los acontecimientos le haban dado la razn... excepto en la misteriosa desaparicin de Milan Lazarevic. En efecto termin el americano por confesar. Mis temores eran infundados... Para qu discutir con el ruso? l mismo, en su interior, luchaba en aquellos momentos con la amargura que le haba producido la inexactitud de los informes recibidos de su agente de Berln. No era que desease que algo terrible los hubiera confirmado. Estaba contento de que todo terminara bien, pero la actitud de Sorenko le irritaba hasta tal punto que dndose cuenta de la enormidad que era pensarlo se deca que hubiera estado bien que algo hubiera acontecido. Aqu prosigui diciendo Mihail sin abandonar su sonrisa de suficiencia, no tenemos los medios que ustedes poseen, pero nos defendemos bastante bien. Estoy seguro de ello. Maana... cuando vuele usted hacia Inglaterra, quiero que recuerde todo lo que hemos vivido juntos... sera estupendo que empezsemos a comprendernos... y a respetarnos. Acaso no lo hacemos? El ruso sonri. Tenemos que hacerlo dijo evadiendo la respuesta directa. Vamos a ser los grandes vencedores de esta guerra... Rusos y americanos habremos de coger las riendas del mundo... No seremos nosotros solos observ Cole con cierta acritud. Olvida usted a los dems... Inglaterra, Francia... Sorenko se encogi de hombros. Se equivoca usted, amigo mo dijo sin que la sonrisa se borrase de sus labios. Y ya ver como no me equivoco... Inglaterra dejar de ser lo que es... y Francia perder tambin sus colonias... Las enseanzas sacadas de la guerra harn que los pueblos busquen su independencia... y lo harn de forma determinante y rpida... Ahora fue Cole quien se permiti una sonrisa. Suea usted, mi querido Sorenko... El panorama que me ofrece me produce escalofros... si los Estados Unidos y la Unin Sovitica quedasen solos en el planeta... Movi la cabeza de un lado para otro. ...No puede ser dijo mientras la sonrisa se borraba de su boca. Sera sentar la base de un colosal encuentro... en un futuro ms o menos lejano... No habr tal encuentro... el mundo es lo suficientemente grande para que los dos colosos puedan ejercer sus respectivas esferas de influencia, de mutuo acuerdo... Y si el acuerdo se rompiera? Mihail esboz un fatalista encogimiento de hombros.
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En ese caso dijo lentamente, ganara el mejor... Pero dejemos ese tema escabroso. No hay que pensar de esa manera. Yo soy optimista... porque s que nuestros dos grandes pueblos podrn vivir en paz largos aos... Ojal no se equivoque! suspir Cole. Confe en nosotros, mister Cole sonri de nuevo Mihail. De la misma manera que hemos sabido proteger la vida del mariscal, protegeremos, por encima de todo, la paz mundial... Amn! pens Bruce despidindose del ruso. Puerco! Zino alz hacia el otro una mirada cargada de splica. No deberas tratarme as dijo. He venido a prevenirte... Ranko frunci el ceo. Es difcil creer a una vbora dijo, y menos an pensar que se acerca con buenas intenciones... Te equivocas dijo Zino. No se trata de ninguna trampa, nunca me hubiera arriesgado, ya que todos vosotros me conocis... S, eso es muy extrao... pero por qu no te levantas? No puedo. Uno de los tuyos me ha destrozado las partes... La sospecha atraves como un relmpago la mente de Biziak. Quin era? Uno de los vuestros... sala de la cabaa... y le atacamos. Ya ves que te estoy diciendo toda la verdad... La sospecha dej de serlo, y Ranko supo as que se trataba de Milan. Qu le hicisteis? Tuvimos que defendernos... era una fiera... Muerto? S. Ranko se pas la lengua por los labios que se le haban resecado bruscamente. Hijos de puta! Fue un combate limpio minti Zino que ley una sentencia de muerte en los ojos del otro. La prueba es que casi me destroza... Biziak no dijo nada. Estaba pensando en el americano, y al hacerlo cerr los dedos sobre el arma que empuaba. Zino se equivoc en cuanto a las intenciones del partisano, tendiendo unas manos trmulas hacia l. No! No me mates! Yo slo he querido... Pero Ranko no pensaba en l. Toda su rabia se concentraba en el yanqui, al que maldeca en su fuero interno, ya que no caba la menor duda de que toda la culpa recaa sobre Bruce y su estpida idea de sonsacar a la americana sirvindose del yugoslavo. No me mates! Ranko dej caer sobre el otro una mirada cargada de desprecio. No voy a matarte... al menos por ahora... y a menos tambin de que hables por los codos... No aqu... dijo el partisano blanco. Scame de este lugar... los mos no tardarn en buscarme... y no he conseguido alejarme demasiado... Ranko dud unos instantes. Tuvo que convenir que el otro tena razn, y no era precisamente el momento de complicar las cosas. Lo ms urgente era llevar al mando de las fuerzas partisanas la informacin del ataque enemigo para que se tomasen las medidas pertinentes. Est bien... vamos. No puedo. No puedo andar... los tengo hinchados, destrozados por dentro... apenas si he podido arrastrarme.

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El partisano dud un momento; luego, decidindose, coloc su arma en bandolera y se inclin para coger a Zino, al que levant como si fuera una pluma. Ech a andar, apretando el paso hasta que hubieron salido de la zona boscosa. A pesar de que Zino pesaba poco, Ranko haba caminado aprisa, y hubo de detenerse, a unos doscientos metros del poblado, para recobrar el aliento. Dej al hombre en el suelo, encendiendo un cigarrillo. Despus, con los ojos fijos en el rostro alargado del fascista: Has debido volverte loco, Zino dijo. Por qu dices eso? Porque t sabes muy bien el peligro que corres al venir a nuestra zona... Has dejado, por donde pasaste, un reguero de sangre, de dolor y de odio... Son cosas de la guerra. S, ya s... pero tu guerra no es como ninguna otra. Incluso los SS son ms humanos que vosotros, los chetniks. Y eso qu quiere decir? Que va a ser muy difcil que salgas con vida... Eso depender de ti... y de m... Yo estoy dispuesto a cambiar de vida por una informacin que os procure una victoria completa sobre las fuerzas blancas... Ranko le mir con fijeza. Puedo hacerte una pregunta? Las que quieras. Por qu traicionas a los tuyos? No los traiciono. Me vengo nicamente de mi hermano... si los otros tienen que pagar, es que no puedo evitarlo. Vengarte de tu hermano? Eso he dicho. Debes odiarle mucho. Mucho... lo bastante para haberme arrastrado hasta aqu, para jugarme el pellejo... Siempre me trat con desprecio... Se mora de envidia, porque fui el preferido de mis padres... Entorn los ojos, como si se complaciera en revivir hechos pasados. Mi hermano fue siempre un asqueroso chivato... La nica vez que mi padre me peg, fue por mi culpa... Tenamos muchos animales, pero los caballos eran francamente hermosos... Se ech a rer. A m me haban regalado caballos de cartn, grandes... cuando yo no era ms que un nio. Me gustaba abrirles la tripa para ver lo que llevaban dentro... Movi la cabeza de un lado para otro. Me decepcionaba ver que estaban vacos... y luego, al ver a los de verdad, pensaba que tambin lo estaban... Hasta que vi parir a una yegua... No s lo que me ocurri, pero pens que cada caballo llevaba dentro del vientre otro ms pequeo... Yo haba pedido un poney, pero no me lo dieron... Entonces pens que poda obtener un caballito abriendo la barriga a uno grande... y lo hice... Una noche entr en las cuadras y raj la barriga de un caballo, del mejor, ya que yo deseaba tener el que saliera de dentro de l y que sera tan bueno como l... Cuando clav el cuchillo en el vientre del caballo el animal... se volvi loco de dolor y me dio una coz que me hizo perder el conocimiento... l se qued con las tripas fuera y tuvieron que matarle... yo fui internado en el hospital... pero eso no cur mi curiosidad... y siempre que he podido he seguido abriendo barrigas para ver lo que hay dentro... Ranko se estremeci. Ahora comprenda la explicacin de los prisioneros, y especialmente las mujeres, que haban encontrado con el vientre abierto, la masa intestinal en el suelo, como una larga serpiente azulada...

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Siempre pens que todo aquello no poda ser obra ms que de un anormal, un demente, una criatura enloquecida por una tara hereditaria de la que no haba podido escapar. Tambin le gustaba a tu padre abrir la tripa a los caballos? pregunt Ranko bruscamente interesado por lo que el peso de la herencia hubiera debido significar en la crueldad del ms joven de los Kovajic. No repuso Zino. Mi padre amaba a los caballos ms que a las personas... Ya s en lo que ests pensando... Yo he salido a mi madre. De joven, ella cultivaba gusanos de seda... y le gustaba cortarlos en trozos, viendo cmo cada uno de ellos se mova como si estuviera dotado de vida propia... Entiendo. No debes pensar mal de nosotros, de mi madre y de m... Los dos somos extraordinariamente sensibles y amamos mucho la belleza... No lo dudo. Una vez dijo el partisano blanco entornando los ojos tuvimos que matar a toda la poblacin de un poblado que os haba dado su apoyo... y lo creas o no, yo tuve un rasgo que demuestra mi sensibilidad, heredada de mi madre... Se abri de piernas para dar ms libertad a sus testculos hinchados. Haba una mujer con un nio en los brazos... Yo dispar sobre ella, pero el nio, al caer, seguramente asustado, apret con fuerza a un gatito que llevaba en la mano... una verdadera monada, una bolita de piel sedosa y suave... Recogiste al gatito? Desde luego que s... y lo guard conmigo durante mucho tiempo... era un animal precioso, con unos ojos amarillos y brillantes... Comprendo... el nio, asustado, le haca dao... S, desde luego... y yo no puedo ver sufrir a un animalito como aqul... Es muy delicado por tu parte... y el nio? Era un bruto. Qu edad tena? Tres o cuatro aos... pero hizo dao al gatito... Y al nio, qu le hiciste? Haca sufrir al animal... el muy bestia! Tuve que aplastarle la cabeza con la bota... Le dio la impresin de que estaba arrastrndose por la superficie resbaladiza de una pendiente cubierta por una espesa capa de barro casi lquido. En el fondo, saba que su deber era el de escapar de aquella trampa, y con los ojos de la imaginacin se vio, ascendiendo lenta y trabajosamente, retrocediendo a veces cuando el barro se deslizaba bajo ella, llevndola hacia abajo. Poco a poco, las ideas fueron hacindose ms y ms claras, y as pudo recordar su entrevista con la americana, el acto de haber sacado la pistola, y la cada brusca, inmediatamente despus, al haber bebido el t en el que la mujer haba vertido un poderoso somnfero. Tatiana, mientras volva lentamente en s, maldeca interiormente su absurda confianza, su estupidez al no haber pensado en la inteligencia de la yanqui. Ahora no tena la menor duda de la culpabilidad de Wanda, y daba toda la razn a Cole que haba sabido descubrir la identidad del traidor formando parte del grupo aliado. La rusa luchaba con desesperacin contra la modorra en la que an estaba inmersa. Era como si pelease contra un mundo formado por pegajosas telas de araa que le cortaban el paso hacia la luz de la conciencia. Se percataba, y ah resida la fuente de la angustia que padeca, de que deba salir cuanto antes de aquel marasmo, ya que lo ms importante era avisar a los responsables para evitar que la maldita traidora pudiera llevar a cabo su propsito.

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Salir, salir, escapar de aquel cepo tenebroso, volver a poder reaccionar, a actuar, correr a la casa donde se celebraban las reuniones, desenmascarar a Wanda, hacindola detener o si se resista, matarla con sus propias manos. Poco a poco, Tatiana fue recuperando las riendas de su propio cuerpo, sintiendo que los msculos volvan a obedecerla que su organismo formaba de nuevo parte integrante de su personalidad. Fue como si puentes invisibles se tendieran una vez ms entre su espritu y su cuerpo. Se puso en pie, sintiendo an una extraa flojedad en las piernas; pero, poco a poco, la solidez de sus extremidades lleg a ser una realidad, y cuando, finalmente, pudo moverse por la habitacin, agachndose para recuperar su pistola, sinti que volva a ser ella misma, experimentando un ardiente deseo de accin. Sali de la casa, echando a correr hacia el lugar donde se estaba celebrando la ltima reunin.

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V Volviendo a coger en brazos a Zino, Ranko recorri la distancia que le separaba del poblado, mientras pensaba en lo que poda hacer con aquel hombre, todava estremecido por lo que el chetnik le haba contado. En realidad, estando todos los jefes de los partisanos en sus puestos, y los principales personajes de la guerrilla reunidos con Tito y los Aliados, Biziak no haba de presentarse ante nadie, teniendo la suficiente autoridad para decidir lo que haba de hacerse con su prisionero. Se dijo que lo primero era obtener la informacin suficientemente concreta para poder invalidar el ataque que los partisanos blancos estaban preparando contra el poblado. Mientras se acercaba a su propia cabaa, el partisano se preguntaba cmo haban conseguido los chetniks llegar hasta la colina, ya que tenan que haber atravesado forzosamente el camino que conduca a la costa. Refren su impaciencia, no abriendo la boca hasta que hubo colocado a Zino en su propio camastro. Dej luego la metralleta en una silla, encendiendo un cigarrillo y sentndose a horcajadas, en otra, ante el lecho en el que ahora yaca el menor de los Kovajic. Zino, por su parte, haba entornado los ojos, ya que la entrepierna inflamada volva a dolerle con intensidad, debido sobre todo a los movimientos involuntarios que Ranko haba hecho mientras le transportaba en brazos. Zino... El muchacho abri los ojos, mirando con fijeza a su apresor. Se pas la lengua por los labios, tendiendo la mano hacia el partisano. Dame un cigarrillo, quieres? Ranko lo hizo, alargando luego la mano con el encendedor, esperando despus a que el chetnik diera las primeras chupadas, mientras la expresin de su rostro se tranquilizaba un tanto. Zino se percat de que el otro estaba esperando a que l hablase, y esbozando una sonrisa, dijo: Puedes empezar a preguntar. De acuerdo. Lo primero que quisiera saber era cmo os las habis arreglado para llegar a la colina. Hemos eliminado la vigilancia que tenais en la parte este. Eliminado? S. Degollamos en silencio a vuestros centinelas. Ranko se mordi los labios. Se maldeca interiormente al no haber pensado en la posibilidad de que aquel grupo de sucios traidores se encontrara en el lugar elegido por Tito para recibir a la comisin aliada. Y se estremeci de horror al imaginar lo que poda haber ocurrido si ciertas circunstancias imprevisibles, entre ellas el odio de Zino hacia su hermano, no hubieran desencadenado el proceso que condujo a la voluntaria entrega de Zino. Las consecuencias de un ataque enemigo con la probable captura o muerte de los enviados de Londres y Washington, hubiera tenido repercusiones de una gravedad tremenda. Sin contar con la captura o muerte del propio mariscal. Quin os inform que estbamos aqu? Fue una verdadera casualidad. Un tipo que haba huido de las filas de Mijalovic, fue a reunirse con nosotros y nos explic que, oculto en la maleza, haba escuchado a dos de vuestros hombres hablar de la llegada de los Aliados. De nuevo sinti Ranko la amargura de que no se hubiesen tomado las medidas necesarias para evitar aquellos imponderables que haban estado a punto de echarlo todo a rodar. Cuntos sois? Unos cuatro batallones. Todos en las colinas? Zino deneg con la cabeza.
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No. Mi hermano Debiaz est en las colinas con dos de los batallones, mientras que los otros dos han ido hacia el oeste, para evitar que los grupos que tenis all pudieran acudir en vuestra ayuda en el momento del ataque al pueblo. Un plan excelente. Desde luego que s, pero que yo he echado a rodar. Hubo un corto silencio. Con los ojos entornados, Ranko estaba pensando ya en las medidas pertinentes para evitar el ataque, ms an, para derrotar de una vez para siempre a aquel grupo de asesinos que tanto mal haban causado a la poblacin civil del campo yugoslavo. No iba a ser demasiado difcil organizar la defensa, evitar el ataque de las fuerzas de las colinas, neutralizar los esfuerzos de los dos batallones situados en el oeste... Pero lo ms importante a los ojos del partisano era evitar, fuera como fuese, que los Aliados pudieran conocer los errores cometidos por la seguridad que los guerrilleros hubieran debido ofrecerles. La culpa recaa casi por entero sobre Sorenko, el comisario sovitico que tanto se vanagloriaba de tomar las medidas necesarias para evitar cualquier desagradable sorpresa. Ranko dio una nueva chupada a su cigarrillo, casi consumido, mirando fijamente a su prisionero. Cundo pensis atacar? Al amanecer, siempre que hayamos recibido una seal de los batallones situados al oeste. Qu clase de seal? Una bengala roja. Est bien. Ahora tengo que ocuparme de organizar la defensa. Vas a dejarme aqu? No. Me llevars contigo? Ya sabes que estoy de acuerdo con declarar, incluso ante el propio Tito. No te llevar conmigo. Zino parpade, pasndose al mismo tiempo la lengua por los labios resecos. Entonces? Su voz temblaba un poco, mientras que una palidez cerlea se extenda rpidamente por su rostro. Al no recibir respuesta, se estremeci, acurrucndose en el camastro, en posicin fetal, con las rodillas casi pegadas a la barbilla, los brazos rodeando las piernas. No irs a matarme, verdad? Tengo que hacerlo. Pero no te preocupes... En cualquier otra ocasin, hubiera hecho lo imposible para que sufrieras como un condenado antes de enviarte directamente al infierno... Movi ligeramente la cabeza de un lado para otro. No te preocupes. Ser una muerte rpida y limpia. Todo lo contrario de lo que t mereces. No quiero morir. Nadie quiere morir. Pero yo he hablado, te he informado de todo lo que queras saber. Y t me prometiste... No nos engaemos, Zino. Mereces mil veces la muerte que voy a darte, y como te he dicho antes, si las circunstancias fueran otras, no me limitara a pegarte un tiro en la cabeza. Ni siquiera me atrevera a decir que te he matado de esta forma. Mis hombres me lapidaran... Alz el arma, lentamente, sin separar su mirada de los ojos brillantes y asustados del chetnik. Tienes miedo? S. Piensa entonces en los cientos de veces en que has hecho lo que yo voy a hacer ahora... Tambin la gente contra la que disparabas a sangre fra, debieron temblar, aterrorizados, sintiendo que no podan hacer nada para evitar un final cruel. Piensa en la clase de muerte que diste a tus vctimas, las mujeres y los hombres brutalmente asesinados, en los quemados vivos, en los nios a los que, como me contaste antes, aplastaste la cabeza con el tacn de tu bota, para arrancarles un gatito al que no podas consentir ver sufrir.
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Zino no dijo nada. Haba entornado los ojos, como si desease aislarse por completo de la cruda realidad que le circundaba. Ranko apret el gatillo. Poco le importaba que el disparo se oyese, ya que iba a explicar a todos la existencia del peligro que se cerna sobre ellos, del que ninguno tena la menor idea. Parte de la masa enceflica de Zino sali disparada para quedar pegada en la pared, como una masa de cola ligeramente rosada. Volviendo la espalda al cadver, Ranko abandon la choza. Venciendo an el resto de modorra que flotaba en su mente, Tatiana Borisova avanz hacia el centro del pueblo, con paso incierto, inseguro, como si acabase de salir de una profunda borrachera. Haba conseguido ordenar un tanto las ideas en su espritu, pero todava se senta flotar, presa en la ilusin de que sus pies se hundan en una espesa capa de algodn. Cuando vio la silueta que avanzaba hacia ella, no reconoci a su amante, hasta que los fuertes brazos de Ranko la aprisionaron en un emocionado abrazo. Dnde vas, Tatiana? Tengo que avisarles, Ranko. Esa maldita hija de perra me ha drogado, pero he conseguido descubrir que es ella la traidora de la que hablaba Cole. Ests segura? Ella le relat lo ocurrido, desde el momento en que la americana descubri su juego, proporcionando la prueba evidente de su culpabilidad. Tenemos que avisar a Tito, Ranko. S, ya lo s. Pero no solamente hemos de prevenirle contra el peligro que representa esa puerca americana, sino que adems estamos prcticamente rodeados por una banda de chetniks... Eh? exclam ella, abriendo desmesuradamente los ojos. As es, querida. Una banda de puercos, incluso peor que los chetniks de Mijalovic. Los mismsimos Hermanos del Diablo... No es posible... Lo es. Acabo de matar a Zino, el benjamn, de los Kovajic. Ella le mir ansiosamente, percatndose de cmo evolucionaban las cosas, de la forma en que haban ido deteriorndose, cuando todo haca pensar en que la llegada de los enviados aliados no ofrecera problema alguno. Pero por encima del peligro que la presencia de los traidores significaba, Tatiana comprenda que el verdadero peligro resida en la misin que Wanda E. Farrington deba llevar a cabo. Te das cuenta de lo que va a hacer esa mujer, Ranko? Intentar matar al mariscal. Tenemos que evitarlo! Biziak sonri levemente. Tendrs que convencer a tu compatriota. A ese imbcil de Sorenko? dijo ella con una mueca. No dudar en hacerlo, aunque tenga que disparar sobre l. Es la vida de Tito la que est en peligro... y su desaparicin, como t sabes, tendra fatales consecuencias para la Resistencia en los Balcanes. Vamos a intentarlo. Rodeado por sus hombres de confianza, escuchando atentamente las palabras de su intrprete, Josif Broz, conocido con el nombre de Tito, estaba sentado detrs de la gran mesa que enlazaba con otra, dando al conjunto la forma de una T, a cuyos lados se hallaban situados los miembros de las comisiones aliadas. El mariscal Tito deca el intrprete en aquellos momentos agradece profunda y sinceramente el generoso ofrecimiento que le hacen los gobiernos de Inglaterra y los Estados Unidos,

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demostrando as su sincera determinacin para conducir a las fuerzas libres del mundo a la victoria sobre el nacionalsocialismo y sus aliados. Hizo una breve pausa. El mariscal Tito acepta, en principio, los compromisos que ha rubricado con su propia firma, consistentes en el deseo de los Aliados occidentales, para que la Yugoslavia de la posguerra sea un pas libre, sin sometimiento de ninguna clase, dispuesto a emprender el camino de la reconciliacin nacional entre las diferentes clases tnicas que forman el pas. El mariscal Tito desea insistir especialmente en algunos puntos relativos a la futura poltica de Yugoslavia, en lo que se refiere de manera muy especial a la instauracin de un rgimen democrtico, que conduzca a una etapa de socialismo, dando iguales oportunidades a todos los miembros en la comunidad yugoslava, cualesquiera que sea su origen. En lo que respecta a nuestras relaciones con nuestra amiga entraable, la Unin Sovitica, el mariscal Tito se complace en subrayar los estrechos lazos de amistad que nos unen con el Kremlin y los camaradas del Presidium Supremo, que no han medido esfuerzos para traer a la Resistencia yugoslava las armas y el material que nos han permitido luchar contra el enemigo comn, el nazismo alemn. Sentada en un extremo del brazo de la T, Wanda pareca absorta en sus propios pensamientos, ya que el contenido de las frases que el intrprete iba vertiendo era, aproximadamente, el mismo que se haba estado repitiendo a lo largo de todo los das de reuniones. La americana haba odo hablar ya de la reiteracin exhaustiva que los rusos y, en general, los comunistas de todo el mundo, aplican a sus inacabables y aburridos discursos, pero nunca haba tenido la ocasin de padecer aquel mal de forma directa y personal. Finalmente dijo el intrprete, el mariscal desea expresar la promesa de que ningn esfuerzo ser ahorrado, ningn combate escatimado hasta conseguir que los hitlerianos abandonen la zona de los Balcanes prosiguiendo la lucha hasta haber derrocado por completo el siniestro poder del nacionalsocialismo. Tras una salva de aplausos contestaron a Tito los jefes de las delegaciones americana y britnica, que volvieron a repetir las manidas frases de agradecimiento, colaboracin y deseo de contribuir, cada uno por su parte, a la consecucin de la victoria final. Mientras escuchaba descuidadamente la interminable verborrea de los coroneles Robert J. Morrison y Winston D. Clarence, Wanda tuvo conciencia de que el momento de la verdad estaba acercndose. El momento de la accin. Apoyando un codo en la mesa, hizo que su mano derecha descendiera hasta tropezar con la culata del arma que ocultaba en la caa de su bota. La sensacin fra del acero le produjo un sentimiento de seguridad, que hizo que su labio se entreabriera ligeramente en una sonrisa de confianza. Mientras, el coronel Spencer, hablando en nombre del presidente de los Estados Unidos, aseguraba al mariscal Tito el apoyo incondicional del pueblo americano, de la industria estadounidense, no slo durante el transcurso de la guerra, sino en el futuro, en el que en vez de enviar a Yugoslavia material blico, arribaran mquinas agrcolas, material sanitario y de enseanza, todo lo suficiente para devolver al pueblo yugoslavo su confianza en s mismo. Lentamente, con el dedo en el gatillo y habiendo ya quitado el seguro, Wanda fue alzando el brazo que empuaba la pistola.

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VI Seguida de cerca por Ranko, Tatiana Borisova penetr en el gran vestbulo que preceda a la sala donde Tito y los enviados de los Aliados se haban reunido. La rusa no mir siquiera a las personas sentadas a una mesa situada a la derecha de la entrada. Con los ojos brillantes, se dirigi directamente hacia Mihail Sorenko. El ruso estaba en pie, no lejos de la puerta que guardaban seis partisanos armados, parte de las fuerzas de seguridad que Sorenko mandaba. Tatiana se detuvo ante l, intentando controlarse. Lo consigui slo a medias. De todos modos, su voz no era demasiado alterada cuando dijo: Camarada Sorenko... Tengo que entrar en la sala! Mihail no dijo nada. Desde el momento en que haba apercibido a su compatriota, una sonrisa, quiz ms intensa y sutil que la que habitualmente ornaba sus labios, se dibuj en su boca. Sus ojos adquirieron aquel brillo astuto que les daba cuando intentaba que los dems valorasen su importancia como jefe de las fuerzas de seguridad. Espera un poco... y entrars. Creo que no tardarn mucho en terminar. Estn en la fase de los discursos... Tiene que ser ahora mismo. Por qu? El tono de falsa candidez con que las palabras haban sido pronunciadas exasper an ms a la rusa. Se va a intentar matar a Tito. De veras? Estoy hablando completamente en serio... Tengo pruebas de que uno de los miembros ah dentro reunidos es un traidor... es decir, una traidora... Ah! Ya comprendo... por lo visto, volvemos a las andadas... Qu quieres decir? Que ya he odo antes ese cuento... Por lo visto, la influencia de mister Cole va creciendo por momentos. Tatiana se mordi los labios. Escucha bien, Mihail Ivanovitch... esa mujer, Wanda, puso un somnfero en mi t para impedir que interviniese, ya que descubr su juego. Muy interesante. Ahora ya sabemos que ha sido ella quien provoc la muerte de Milan... Milan ha muerto? S. Ests segura? Ranko se adelant, mirando con fijeza al ruso. Yo he visto su cadver... y lo he trado a mi choza... Lo que Tatiana dice es verdad. Tenemos que avisar al camarada Tito antes de que sea demasiado tarde. Mihail sonri. Es curioso... dijo con voz cargada de irona. Desde que la misin aliada ha llegado, todo el mundo se ha puesto a ver fantasmas, traidores, fascistas disfrazados, asesinos... Se encogi de hombros. Si hubiera escuchado todo lo que se me ha dicho... y fuera verdad, Tito habra sido muerto mil veces, acuchillado, envenenado... qu s yo! Tatiana volvi a intervenir. Te estamos diciendo la verdad, Sorenko... la vida del mariscal corre un serio peligro... Djanos pasar! No. Pero, te das cuenta de lo que ests haciendo? Ranko cogi a Tatiana por el brazo, alejndola unos pasos del ruso.
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Sigue intentndolo, querida le dijo al odo. Yo voy a ver si todas mis instrucciones han sido cumplidas... y si la defensa est organizada... Est bien. No creo que consigas nada... Ya veremos. Mientras los dos hablaban, Sorenko les miraba con intensidad. La actitud de los dos le hizo saber lo que no conoca an. Resultaba evidente que Tatiana haba cado en los brazos del yugoslavo. Aquel descubrimiento abri la vieja herida que el ruso haba conseguido hacer cicatrizar, al menos aparentemente. Se mordi los labios, pero volvi a sonrer al ver que Tatiana se acercaba de nuevo a l. Vas a dejarme pasar? Sorenko estaba demasiado cargado de bilis para no aprovechar aquella ocasin. Senta odio hacia aquella mujer a la que no haba dejado de desear nunca. La sonrisa se acentu en su boca. No has tenido mucho gusto, que digamos... Tatiana frunci el ceo. Qu quieres decir? Bien sabes a lo que me refiero... No lo s. Habla con claridad... y no perdamos ms el tiempo... Bah! No tiene importancia, pero siempre cre que te reservabas para uno de los nuestros... no para un yugoslavo que, despus de todo, es un extranjero. Ella le lanz una mirada terrible. Cielos! Todava piensas en esto? Ests cargado de rencor y eso me demuestra que eres un hombre de instintos bajos... Pero ahora no es momento de hablar de eso... tienes que decir a los guardias que me dejen pasar... No te salgas por la tangente... Me trataste como a un perro sarnoso... Lo que eres explot ella. La risa se borr de los labios del ruso. Algn da te dars cuenta de la gravedad del error que has cometido... algn da, cuando volvamos a Rusia. Vas a denunciarme por haberme entregado a un hombre al que amo? El ruso se encogi de hombros. Yo no tengo que denunciarte, pero todo el mundo se enterar de lo que has hecho aqu... No vinimos a Yugoslavia para... Fornicar? Qu buena persona eres! Si me hubiera abierto de piernas ante ti, todo sera normal, lgico y hasta maravilloso, verdad? Mihail no contest. Eres un necio, Sorenko... y parece mentira que en estos momentos me hagas perder un tiempo precioso... Deberas conocerme... porque voy a entrar ah, aunque intentes impedrmelo. Te aconsejo que no lo hagas. Lo har. Tatiana se hizo a un lado, avanzando luego decididamente hacia la puerta. Dejadme pasar! dijo a los guardias. Detrs de ella, la voz de Mihail son como un trallazo. Detenedla! Dos de los soldados se apoderaron de la muchacha, que se debati como una tigresa. Imbciles! dijo a los que la sujetaban por ambos brazos. Estis cometiendo un grave error... y lo pagaris tan caro como el cretino de vuestro jefe... Sacadla de aqu! Los soldados arrastraron a Tatiana, pero apenas haban recorrido la mitad de la sala, cuando los disparos se oyeron a travs de la pesada puerta. Todos se quedaron inmviles, como estatuas.
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Orden: Matar a Tito: Tercera Parte: XIII

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Fue como si el mundo se hubiera detenido bruscamente, como si el movimiento hubiese desaparecido, y nada ni nadie pudiera esbozar el menor gesto. Tatiana fue la primera en reaccionar. Los soldados la haban soltado al or los disparos. Y la rusa ech a correr hacia la puerta, empujando ambas hojas, penetrando en la sala como una tromba. En aquellos cortos segundos, al pasar a la accin, reaccion con una sangre fra notable, y cuando penetr en la sala, empuaba ya su pistola, con la que apunt framente a Wanda que, en pie, tena en la mano su arma cuyo can humeaba an. Perra! Vas a morir! No! El dedo que acariciaba el gatillo se detuvo, mientras que Tatiana miraba con asombro, y alegra al mismo tiempo a Tito que era quien le haba dirigido aquella orden. Pero fue uno de los colaboradores del mariscal quien se dirigi a ella. Guarda tu pistola, camarada... La rusa mir al hombre, luego a Wanda que bajaba su mano armada. Pero ella... El hombre sonri. Ven. Tatiana le sigui, pasando al otro lado de la mesa. All le mostr el cuerpo del hombre muerto que yaca en el suelo. Ella no haba tenido ocasin de ver a los enviados por los Aliados y no poda conocer la identidad del que yaca a sus pies. Alz la mirada hacia el lugarteniente de Tito. Quin es? Se llamaba Aaron Bronstein. Un judo? S. Pero... cmo es posible? No lo sabemos. El hombre puso una mano amistosa en el hombro de Tatiana. Gracias de todos modos, camarada... Ahora, por favor... di a Sorenko que venga... Antes de salir, la rusa mir a la americana que le sonrea con un gesto cargado de amistad. Avis a Sorenko quien se precipit hacia la sala. Luego sali de la casa, camin en silencio, hasta que encontr a Ranko que estaba organizando la defensa. Le cont lo ocurrido y cuando hubo terminado su corto relato Ranko le pas la mano por la cintura. Entonces... no le ha ocurrido nada? No. Ranko sonri. Eso es formidable. Tito vivo significa que ya no hay duda de que vamos a vencer. As ser... Pero... ese judo. Comprendes algo, querida? No. Era la ltima persona en quien yo hubiera pensado... y la americana... Tampoco s qu papel ha jugado en todo esto. Pero no importa. Dame un beso... Lo nico real que tengo en mi vida... eres t...

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Orden: Matar a Tito: Mi conversacin con Ranko Biziak

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MI CONVERSACIN CON RANKO BIZIAK Me sorprendi agradablemente ver que el libro que el hombre haba dejado en el suelo, junto a la hamaca, era uno de los mos. Esforzndome un poco, yo estaba junto al puente y el hombre y la mujer reposaban en la primera cubierta, pude llegar a leer el ttulo. S, era uno de mis libros. Un libro que tuvo la gran suerte de recibir el caluroso e inmerecido elogio de muchos lectores en el mundo, uno de esos libros que devuelven al autor el gozo, mil veces repetido, de haber sabido acertar... Me refiero a Yo fui mdico del diablo. El hombre haba estado leyndolo, dejndolo luego en el suelo, a su lado, mientras que sus manos buscaban las de la mujer tendida a su lado. Haca apenas dos horas que habamos dejado el puerto de Gnova. Nuestro barco cortaba las aguas, dirigindose hacia el sur para llevarnos luego a Grecia. No pude resistirme y baj por la escalerilla, acercndome prudentemente a la pareja. Perdonen... Me dirig a ellos en ingls, aunque despus seguimos hablando en francs, ya que ellos haban pasado largos aos en Pars. S? dijo el hombre alzando sus pobladas cejas. Perdonen repet. Soy el autor de ese libro... El hombre se incorpor, sentndose en la hamaca, imitado por la mujer. De veras? S. Es usted Karl von Vereiter? Se volvi hacia la mujer. Es fantstico! dijo. Te das cuenta, querida? S, es una verdadera casualidad... Sus hermosos ojos estaban posados en los mos. Yo tambin he ledo su libro, seor Vereiter... Le ha gustado? Mucho... pero, sintese a nuestro lado... Eso es, eso es... dijo el hombre. Voy a ordenar que nos traigan algo de beber... Puls el botn y no dijimos nada hasta que el camarero de cubierta nos hubo trado las bebidas que le pedimos. Tambin conocimos nosotros la guerra dijo el hombre con el vaso de whisky en la mano. Una guerra algo distinta a la que usted vivi... La guerra no es diferente en parte alguna dije. En qu frente combati usted? En ninguno. Fui partisano... con Tito... y tambin mi mujer. Pero permita que nos presentemos. Soy Ranko Biziak, yugoslavo de origen... y mi esposa es Tatiana Borisova, ciudadana rusa... Encantado. La verdad dijo la mujer al cabo de un instante, es que hemos ledo varios de sus libros... Querido, no encuentras curioso que el seor Vereiter no haya escrito nada sobre nuestra lucha en Yugoslavia? Cre que deba intervenir. Algo he dicho sobre los partisanos de su pas, seor Biziak... aunque mi trabajo ms importante sobre las guerrillas lo he dedicado a los partisanos de Ucrania. Tambin he ledo esos dos volmenes dijo Ranko. La lucha fue muy distinta... diferente... Ms dura que en Ucrania? Desde luego que s, y esto no quiere decir que no valore lo que los partisanos rusos hicieron all... pero en Yugoslavia las cosas adquirieron una crueldad jams alcanzada hasta entonces... Ha odo hablar de los Hermanos del Diablo? No.
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Orden: Matar a Tito: Mi conversacin con Ranko Biziak

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Fueron dos croatas que se separaron del grupo de partisanos monrquicos de Mijalovic... Hombres de una crueldad inhumana, fieras salvajes dementes sedientos de sangre... Yo mat a uno de ellos... al otro le ahorcaron, despus de la guerra, en Sarajevo... Tom un sorbo de mi vaso y encend un cigarrillo. Intua lo que iba a pasar. Me ha ocurrido tantas veces, que ya se ha convertido en una especie de costumbre. La verdad es que la mayor parte de mis libros me han sido inspirados por relatos verdicos, de gente que vivi aquel largo horror que fue la guerra. Me gusta escuchar, y me apasiona completamente lo que se me cuenta, haciendo revivir de nuevo las vivencias de gentes que lucharon y sufrieron, logrando escapar del tremendo cepo de la muerte... Ranko empez a hablar. Mi mente registraba todo lo que iba diciendo, ya que afortunadamente poseo una memoria excelente. Su relato, a medida que se iba desarrollando, me confirmaba en mi intuicin. Ahora ya saba que, una vez ms, haba tropezado con alguien que iba a empujarme a escribir una nueva historia. Cuando nos llamaron para el almuerzo, nos fuimos juntos, como viejos amigos. Y Ranko sigui hablando. Su hermosa esposa intervena muy pocas veces, demostrando que recordaba con una precisin maravillosa hechos y acontecimientos que su marido dejaba pasar inadvertidamente. Ranko tena una manera de contar las cosas que hacan revivir no slo un pasado confuso, sino que daban vida al ambiente, al marco natural de aquella tremenda tragedia vivida por su pueblo. Me pareca atravesar los llanos de Bosnia, las montaas de Montenegro, las tierras salvajes de Serbia. Era como si estuviese all. Despus del almuerzo regresamos a cubierta. Y Ranko prosigui su cada vez ms emocionante relato. Al caer la tarde, sin mostrar el menor cansancio, Ranko estaba llegando al final de su fantstica aventura. Cuando pudimos informar a Tito de lo que se estaba tramando en las colinas dijo, nos orden atacar, en vez de esperar a que lo hicieran los fascistas. Lanz un suspiro. Los deshizo materialmente. Cogindoles por sorpresa, los diezmamos... slo unos cuantos consiguieron huir... entre ellos su jefe, el siniestro Debiaz Kovajic. Al que ahorcaron despus? Me sonri. Exactamente, seor Vereiter... ya veo que me ha escuchado con atencin... Forma parte de mi oficio. Comprendo. Pero, dgame, seor Biziak... usted me ha contado lo de ese judo... qu ocurri exactamente? Que Bronstein, cuando faltaba poco para terminar la ltima reunin, sac una pistola y dispar sobre Tito. Sin alcanzarle. Por fortuna, aunque es seguro que su segundo disparo hubiera dado en el blanco. Wanda se lo impidi... La mujer de la que sospechaban ustedes. As fue. Intervino Tatiana: Cuando, ms tarde, pude hablar con ella, poco antes de que subiera al avin que regres en busca de los enviados de los Aliados, me explic todo... y me pidi perdn por la jugarreta que me haba hecho... Al echar un somnfero en su t. Eso es. Lo hizo porque no poda permitir que la detuviera, ni siquiera que la entretuviese... Cul era su papel exacto?
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Orden: Matar a Tito: Mi conversacin con Ranko Biziak

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Trabajaba para los servicios de seguridad americanos... en una organizacin distinta a la que Cole perteneca... Ella haba recibido informes secretos antes de abandonar Londres... le dijeron que alguien iba a intentar matar a Broz, pero tampoco ella conoca la identidad del asesino. Comprendo. Las sospechas de Cole se concentraron en Wanda, y eso fue bastante lgico, ya que el agente yanqui no poda imaginar que fuera precisamente un judo quien obedeciera las rdenes de Himmler... A m me hubiera pasado lo mismo confes. Ella sonri. Cuando pienso que si la hubiera detenido podran haber matado al mariscal... Ranko le cogi una mano. T obraste de acuerdo con las sospechas, querida... Tambin yo crea que Wanda era la traidora. Y ese judo... pregunt, cmo es posible? La respuesta la conocimos mucho ms tarde. Cole volvi a Yugoslavia con una misin especial... y nos cont lo que haba descubierto en los Estados Unidos. All estaba la familia de Bronstein. S. Lo raro es que nadie de la familia viva en Europa... eso fue lo que hizo que Cole no sospechase de Aaron... quien, al final de la investigacin, no result el traidor que pensbamos era. Cmo es eso? Aaron fue una vctima ms del siniestro jefe de la Gestapo... l hizo un viaje a Europa, aunque no estuvo en Alemania. En Pars conoci a una muchacha encantadora de la que se enamor locamente... Estaba casado. En efecto, pero aquello fue un flechazo que nadie pudo evitar... Ella era alemana, verdad? S. Viva en Munich y estaba pasando unas vacaciones en Pars... Esto ocurri poco antes de la guerra... tres aos antes... Guard unos instantes de silencio. Fue un amor apasionado... Tremendo... y de l nacieron dos nios... un nio y una nia... Tanto tiempo permaneci Bronstein en Pars? Tres aos. Debi olvidarse de su familia, aunque sta ignor siempre lo que estaba ocurriendo. Suspir. Debi costarle mucho regresar a los Estados Unidos, pero tuvo forzosamente que hacerlo... Y su nueva familia? Helga, que as se llamaba su amante, regres a Alemania. l le enviaba dinero en abundancia... y se comunicaba con ella nicamente por telfono... Y al estallar la guerra? Pudo mantener contacto con Helga mientras los Estados Unidos se mantuvieron al margen de la contienda... Luego, naturalmente, dej de tener noticias de la mujer y los nios. Es horrible. Ms sera lo que iba a pasar. Ya supondr usted que Himmler estaba informado de los amoros de Aaron, sobre todo cuando ste empez a meterse en poltica, alcanzando puestos ms y ms importantes... Creo adivinar lo que pas. Es sencillo hacerlo. Un da, Bronstein recibi la visita de un caballero americano, que le mostr fotos de su familia, de la casa que habitaban, del colegio al que iban los pequeos... Debi ser un golpe terrible. As fue. Sobre todo, si se sabe que Aaron no tena hijos con su mujer... que estaba afectada de una matriz infantil que le impeda tener descendencia. Ya veo. El hombre le habl con claridad... Nada iba a ocurrir a la mujer y a los nios... si Aaron estaba dispuesto a obedecer cuando se le ordenase algo...
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Orden: Matar a Tito: Mi conversacin con Ranko Biziak

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Le obligaron a vender secretos americanos? No, no le molestaron durante mucho tiempo. Al contrario, le mostraron fotos de su nueva familia y hasta recibi cartas de Helga. Entiendo. Hasta que supieron que la misin aliada se preparaba para visitar a Tito. Entonces pusieron las cartas sobre la mesa... y le exigieron que matara al mariscal, a menos que no quisiera que Helga y los nios fueran enviados a Auschwitz... A las cmaras de gas. Eso es. Cumplieron su amenaza? No. Al terminar la guerra, mi esposa y yo fuimos a Munich... y tuvimos la suerte de encontrar a Helga y a los dos nios... Lo haban pasado bastante mal, ya que los nazis, al enterarse del fracaso y de la muerte de Aaron, dejaron de ayudarles... pero ahora viven bastante bien... Es fantstico dije. Ustedes tambin consiguieron escapar. Lo hicimos... Al terminar la guerra, Tatiana y yo salimos de Yugoslavia. Yo haba prometido vivir en un lugar tranquilo. Lo consigui? Creo que s. Nos quedamos cuatro aos en Europa, de los que pasamos tres en Pars. Luego nos decidimos... Por qu pas? Puerto Rico. Un lugar encantador. Un mundo sencillo... yo trabajo en una empresa... y Tatiana cuida de la casa y de nuestros tres hijos. Tres? S, ya son lo suficientemente mayorcitos como para quedarse en casa... con una vecina que los quiere como si fueran suyos... Y este viaje... si no peco de curioso... Vamos a ver a los viejos amigos de Yugoslavia, y hemos aprovechado para hacer este crucero, al menos en parte. Tenemos a mucha gente a la que amamos... y a la que hace una eternidad que no vemos... Incluso al Presidente? Iremos a saludarle. Estamos orgullosos de l y de todo lo que ha hecho... De no ser por mi afn de soledad, Tatiana y yo estaramos en Yugoslavia... Hubo un largo silencio. Pens que haba llegado el momento de decir lo que tena que decir. Tendran ustedes inconvenientes de que plasmase lo que me han contado en un libro? Tatiana se ech a rer. Lo estaba imaginando, querido le dijo a Ranko. Va a ser estupendo... no? Desde luego. Su historia me ha emocionado dije, y ya tengo dentro el gusanillo que no me dejar tranquilo hasta que lo termine... Espero que nos enviar un ejemplar de su libro. Naturalmente... y dedicado a ustedes... Muchas gracias. Soy yo quien ha de darlas...

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Orden: Matar a Tito: Mi conversacin con Ranko Biziak von Vereiter EPLOGO

Karl

Abr los ojos. Estaba tendido en una hamaca en la cubierta del buque que surcaba las apacibles aguas del Mediterrneo. Pronto llegaramos a Atenas. Me incorpor, sonriendo. Estaba solo en aquella parte de la cubierta. Ranko y Tatiana haban desaparecido. Porque nunca haban estado all. Esta es una de las cosas estupendas que ocurre al que escribe. Es capaz de vivir con fantasmas, de conversar con ellos, de crearlos para luego dejar que se evaporen como criaturas irreales que son. O no lo son? No, en el caso concreto de Ranko. O Visovic, su verdadero nombre. Suspir. Tena que hacer algo por l, por aquel muchacho que muri en el Campo de Dachau entre las manos criminales de los mdicos de las SS. Tena que darle una esposa. Y le entregu a la maravillosa Tatiana. Tena que resucitarle de entre las cenizas del crematorio. Y le di una vida larga, en una isla del Caribe, con hijos hermosos y una mujer estupenda. Le devolv la vida que los nazis le arrancaron. Y estoy contento por haberlo hecho. Porque para m, Janos Visovic sigue viviendo. Como todos los que murieron en los campos de concentracin. Como todos los que sufrieron. Viven en mis libros... y ya que no he podido devolverles una vida de verdad, se la he dado a mi manera, con cario, con amistad. Porque no hay mejores amigos para los vivos que los que han muerto. Muerto en manos de la Estupidez y del Salvajismo. Muertos para nada...

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Orden: Matar a Tito: Eplogo

Karl von Vereiter

RANGOS DE LAS SS Y LA WEHRMACHT Wehrmacht Schtze / Soldat / Funker / Kanonier / Flieger / Matrose Oberschtze / Obersoldat / Oberfsilier Gefreiter Obergefreiter Unteroffizier / Maat Unterfeldwebel / Obermaat Feldwebel / Wachtmeister / Bootsmann Oberfeldwebel Hauptfeldwebel Stabsfeldwebel Leutnant / Leutnant z. S. Oberleutnant / Oberleutnant z. S. Hauptmann / Kapitnleutnant Major / Korvettenkapitn Oberstleutnant / Fregattenkapitn Oberst / Kapitn z. S. Stursmcharfhrer Untersturmfhrer Obersturmfhrer Haupsturmfhrer Sturmbannfhrer Obersturmbannfhrer Standartenfhrer Oberfhrer Brigadefhrer Gruppenfhrer Obergruppenfhrer Oberstgruppenfhrer Waffen SS SS-Mann Sturmann Rottenfhrer Unterscharfhrer Scharfhrer Oberscharfhrer Hauptscharfhrer Equivalencia1 Soldado Soldado de 1. Cabo Cabo 1. Sargento Sargento 1. Sargento mayor de compaa Sargento mayor de batalln Sargento mayor regimental Sargento mayor Subteniente Teniente Capitn Comandante / Capitn de corbeta Teniente coronel / Capitn de fragata Coronel / Capitn de navo General General de brigada / Contraalmirante General de divisin / Vicealmirante General de cuerpo de ejrcito General de ejrcito Mariscal Reichsfhrer Esta graduacin slo la ostent Heinrich Himmler

Generalmajor / Konteradmiral Generalleutnant / Vizeadmiral General der Infanterie, Kavallerie... / Admiral Generaloberst / Generaladmiral Generalfeldmarschall / Grossadmiral

Las equivalencias en las graduaciones no se ajustan necesariamente a las del Ejrcito y la Marina espaoles actuales. Se ha aplicado un criterio general comprensible no solamente en Espaa sino tambin en buena parte de Iberoamrica (nota del editor). 143

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