Etgar Keret - El Cóctel Del Infierno

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Etgar Keret El cctel del infierno

Hay un pueblo en Uzbekistn que fue construido justo a las puertas del infierno. All, la tierra es psima para la agricultura, las canteras tampoco es que sean gran cosa, y el poco dinero que la gente consigue araar proviene, principalmente, del turismo. Y cuando digo turismo no me refiero a americanos ricos con camisas hawaianas ni a sonrientes japoneses fotografiando todo aquello que se mueve. Qu iban a querer buscar ellos en un lugar perdido como Uzbekistn? El turismo al que me refiero es un turismo interior. Pero de lo ms interior. Las personas que salen del lnfierno son muy diferentes entre s, de manera que resulta difcil caracterizadas. Gordos / flacos, con bigote / sin bigote, un pblico muy variado. Si hay algo en comn entre ellos es precisamente su comportamiento. Son todos muy tranquilos, educadsimos. Muy legales con el dinero. Nunca intentan regatear en el precio. Y siempre saben exactamente lo que quieren, sin apenas titubeos. Entran y preguntan cunto. Me lo llevo / no me lo llevo, y ya est. Son turistas de paso. Se quedan slo un da y despus regresan al infierno. Y nunca veras al mismo husped dos veces, porque no salen ms que una vez cada siglo. As es, esa es su norma. Al igual que en la instruccin militar se libra un sbado de cada tres y en la guardia le est permitido a uno sentarse cinco minutos cada hora, a los habitantes del infierno se les concede un da de fiesta cada cien aos. Si en su momento existi una razn para ello, hoy ya nadie la recuerda, y se ha convertido ms bien en una especie de statu quo. Ana ya ni poda recordar desde cundo trabajaba en el ultramarinos de su abuelo. Aparte de los lugareos del pueblo, no haba muchos clientes, pero cada cierto tiempo entraba alguien que desprenda olor a azufre y peda una cajetilla de cigarrillos, chocolate o lo que fuera. Algunos de ellos pedan cosas que por lo visto nunca haban conocido, pero que haban odo nombrar a otra alma pecadora. Y as era como los vea luchar con una lata de CocaCola, intentar comerse el queso con el plstico y cosas parecidas. A veces intentaba hablar con ellos, entablar cierta amistad, pero ellos nunca saban uzbeco o comoquiera que se llame la lengua que ella hablaba. Al final, la cosa siempre terminaba con que se apuntaba a s misma con el dedo y deca: 'Ana', y ellos hacan lo mismo, murmurando: 'Klaus', o 'So Yung' o 'Nisim'; pagaban y seguan su camino. A veces los vea ms tarde, por la noche, dando vueltas por la calle o sentados en la acera, mirando

fija- mente la oscuridad que se les iba echando encima demasiado deprisa, y al da siguiente ya no los volva a ver. Su abuelo, que padeca una rara enfermedad que no le dejaba dormir ms de una hora por noche, le contaba como los vea bajar de regreso hacia la puerta del Infierno, que estaba pero que muy cerca de la terraza de ellos. Desde esa terraza el abuelo haba visto al padre de Ana, que fue un tipo aborrecible donde los haya, bajando tambin hacia la entrada, completamente borracho y cantando una cancin particularmente obscena. Dentro de noventa aos y pico tambin l volvera por un da. Da risa, pero podra decirse que esas personas eran lo ms interesante de la vida de Ana. Sus rostros, esas divertidas ropas, sus intentos por adivinar qu cosa espantosa habran hecho para haber acabado en el infierno. Porque la verdad es que, aparte de eso, all no ocurra nada de nada. A veces, cuando estaba aburrida en la tienda, se pona a adivinar cmo sera el siguiente pecador que entrara por la puerta. Siempre intentaba imaginrselos muy guapos y chistosos. Y lo cierto es que una vez cada equis semanas entraba algn to bueno de los que quitan el hipo o alguien que se empeaba en comerse una lata de conservas sin abrirla antes, y su abuelo y ella tenan de que hablar durante das. En una ocasin lleg un chico tan guapo que Ana habra podido tirrselo all mismo. El chico ese compro vino blanco, gaseosa y todo tipo de especias picantes, y Ana, en lugar de hacerle la cuenta, lo arrastr de la mano hacia su casa, y l, sin entender palabra, la sigui y lo intent todo lo que pudo, pero llegados al punto en que ambos tenan ya claro que sencillamente no lo iba a conseguir, Ana lo abraz y le brind su mayor sonrisa para que comprendiera que no importaba demasiado. Pero de nada sirvi, porque l sigui llorando hasta por la maana. Desde el momento en que l se fue, Ana rez todas las noches para que regresara y todo fuera diferente. Rezaba ms por l que por ella. Cuando se lo cont a su abuelo, este sonri y le dijo que tena muy buen corazn. Dos meses despus de haberse ido, el chico regres. Entr en la tienda y compr un bocadillo de salchichas, y cuando Ana le sonri l le devolvi la sonrisa. Su abuelo le dijo que no poda ser el mismo, porque sabido era que salan de permiso solamente una vez cada cien aos, as que probablemente se trataba de un hermano gemelo o algo as, y ella tampoco estaba segura de que fuera la misma persona. De cualquier forma, cuando hicieron el amor todo fue muy bien, se le vea muy feliz y a ella tambin. De repente. Ana comprendi que quiz no haba estarlo rezando slo por l. Despus, el chico entr en la cocina, encontr la bolsa que haba dejado all con la gaseosa, las especias y el vino, lo cogi todo y prepar para los dos una especie de bebida a la vez efervescente, picante, fra y con sabor a vino, como un cctel del infierno.

Al final de la noche, cuando se visti para marcharse, ella le pidi que no lo hiciera, pero el abri los brazos como para hacerle entender que no tena otra alternativa. Despus de haberse ido. Ana rez para que volviera por tercera vez, si es que realmente era l, y, si no, que regresara alguien lo suficientemente parecido como para que ella pudiera confundirlo de nuevo. Y al cabo de unas pocas semanas, cuando Ana empez a vomitar, se puso a rezar para que fuera un nio. Pero result ser slo un virus. Por aquel tiempo las gentes del pueblo haban empezado a hablar de que se planeaba cerrar la puerta del Infierno, sellarla, desde dentro. A Ana la asustaron mucho todos esos comentarios, pero el abuelo le dijo que aquello no eran ms que habladuras de una gente que se aburra. -No tienes por qu preocuparte le sonri, esa puerta hace ya tantsimo tiempo que existe que no hay diablo ni ngel que vaya a atreverse a cerrarla. Ana le crey, excepto una noche, recordaba, cuando tuvo la sensacin, y eso que no dorma, de que la puerta ya no estaba, por lo que sali corriendo afuera en camisn y se alegr al descubrir que segua all. Y en ese momento, lo recordaba muy bien, hubo un instante en el que quiso entrar por ella. Noto como si la aspiraran, quiz por amor a aquel muchacho, o por nostalgia de su padre, que haba sido un canalla, o puede que, sobre todo, porque no quera quedarse sola en aquel aburridsimo pueblo. Peg la oreja contra el fro viento que golpeaba la puerta. A lo lejos poda or el eco de gente gritando o de agua borboteando, no poda saberse exactamente qu era. El ruido pareca venir de muy lejos. Al final se volvi a la cama a dormir, y unos das despus la puerta realmente desapareci. El Infierno segua estando all debajo, pero ya nadie sala de l. Despus de que la puerta desapareciera fue ms difcil ganarse la vida y todo se hizo ms cansino e indolente. Ana se cas con el hijo de los dueos de la pescadera y los dos negocios se fundieron en uno. Tuvo varios hijos y le gustaba contarles cuentos, sobre todo, acerca de aquellas gentes que antes llegaban a la tienda con olor a azufre. Esos cuentos les daban tanto miedo que los nios se echaban a llorar, pero, a pesar de ello, y quin sabe por qu, ella se empeaba en seguir contndoselos.

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