Defendernos Del Control Digital Slavoj Zyzek
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Se ve la discrepancia de Kant con nuestro sentido comn liberal: el mbito del Estado es privado, limitado por intereses particulares, mientras que un individuo que ref lexiona sobre cuestiones generales hace un uso pblico de la razn. Esta distincin kantiana tiene especial relevancia ahora que Internet y los dems nuevos medios se debaten entre su uso pblico libre y su creciente control privado. Con la inf ormtica en nube, nos proporcionan los programas y la inf ormacin a la carta, y los usuarios acceden a herramientas y aplicaciones en la red a travs de los navegadores. Pero este mundo nuevo y maravilloso no es ms que una cara de la moneda. Los usuarios acceden a programas y archivos que se guardan en remotas salas de ordenadores de clima controlado; o, como dice un texto publicitario: Se extraen detalles a los usuarios, que ya no necesitan conocer ni controlar la inf raestructura tecnolgica en la nube de la que dependen. He aqu dos palabras clave: extraccin y control. Para administrar una nube es preciso un sistema de vigilancia que controle su f uncionamiento, y que, por def inicin, est oculto a los usuarios. Cuanto ms personalizado est el smartphone que tengo en la mano, cuanto ms f cil y transparente es su f uncionamiento, ms depende de un trabajo que estn haciendo otros, en un vasto circuito de mquinas que coordinan las experiencias de usuarios. Cuanto ms espontnea y transparente es nuestra experiencia, ms regulada est por la red invisible que controlan organismos pblicos y grandes empresas con sus secretos intereses. Si emprendemos el camino de los secretos de Estado, tarde o temprano llegamos al f atdico punto en el que las normas legales que dictan lo que es secreto son tambin secretas. Kant f ormul el axioma clsico de la ley pblica: Son injustas todas las acciones relativas al derecho de otros hombres cuando sus principios no puedan ser pblicos. Una ley secreta, desconocida para sus sujetos, legitima el despotismo arbitrario de quienes la ejercen, como dice un inf orme reciente sobre China: En China es secreto incluso qu es secreto. Los molestos intelectuales que inf orman sobre la opresin poltica, las catstrof es ambientales y la pobreza rural acaban condenados a aos de crcel por violar secretos de Estado, pero muchas de las leyes y normas que constituyen el rgimen de secretos de Estado son secretas, por lo que es dif cil saber cmo y cundo se estn inf ringiendo. Si el control absoluto de nuestras vidas es tan peligroso no es porque perdamos nuestra privacidad, porque el Gran Hermano conozca nuestros ms ntimos secretos. Ningn servicio del Estado puede tener tanto control, no porque no sepan lo suf iciente, sino porque saben demasiado. El volumen de datos es inmenso, y, a pesar de los complejos programas que detectan mensajes sospechosos, los ordenadores son demasiado estpidos para interpretar y evaluar correctamente esos miles de millones de datos, con errores ridculos e inevitables como calif icar a inocentes de posibles terroristas, que hacen todava ms peligroso el control estatal de las comunicaciones. Sin saber por qu, sin hacer nada ilegal, pueden considerarnos posibles terroristas. Recuerden la legendaria respuesta del director de un peridico de Hearst al empresario cuando este le pregunt por qu no quera irse de vacaciones: Tengo miedo de irme y que se produzca el caos y todo se desmorone, pero tengo an ms miedo de descubrir que, aunque me vaya, las cosas seguirn como siempre y se demuestre que no soy necesario. Algo similar ocurre con el control estatal de nuestras comunicaciones: debemos tener miedo de no poseer secretos, de que los servicios secretos del Estado lo sepan todo, pero debemos tener an ms miedo de que no sean capaces de hacerlo. Por eso es f undamental que haya denuncias, para mantener viva la razn pblica. Assange, Manning, Snowden son nuestros nuevos hroes, ejemplos de la nueva tica propia de nuestra era de control digital. No son meros soplones que denuncian las prcticas ilegales de empresas privadas a las autoridades pblicas; denuncian a esas autoridades pblicas y su uso privado de la razn.
Necesitamos Mannings y Snowdens en China, en Rusia, en todas partes. Hay Estados mucho ms represores que Estados Unidos: imaginen qu le habra pasado a Manning en un tribunal ruso o chino (seguramente, nada de juicio pblico). Eso no quiere decir que Estados Unidos sea blando, pero no trata a los presos con la brutalidad de esas dos potencias, puesto que, con su superioridad tecnolgica, no lo necesita (aunque est ms que dispuesto a usarla cuando hace f alta). En realidad, es ms peligroso que China, porque sus medidas de control no lo parecen, mientras que la brutalidad china es f cil de ver. Es decir, no basta con enf rentar a un Estado con otro (como hizo Snowden con Rusia y Estados Unidos); necesitamos una nueva red internacional que proteja a los que denuncian y ayude a la dif usin de su mensaje. Son nuestros hroes porque demuestran que, si los poderosos pueden, nosotros tambin. Slavoj Z izek es f ilsof o esloveno. Traduccin de Mara Luisa Rodrguez Tapia